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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

CENTRO UNIVERSITARIO DE TONALÁ

LICENCIATURA EN CONTADURÍA PÚBLICA

FINANZAS INTERNACIONALES Y LA GLOBALIZACIÓN

PROF: HUMBERTO GOMEZ OLIVA

ACTIVIDAD 3.4
DÉFICIT DE LA BALANZA DE PAGOS Y CONTABILIDAD POR PARTIDA DOBLE

LIZBETH CITLALLI CONZALEZ HERNANDEZ

26.04.2020
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ACTIVIDAD 3.4
BALANZA DE PAGOS EN BASE AL CAPITULO 5 DEL LIBRO:
LAS FINANZAS Y LA EMPRESA MULTINACIONAL

La confianza en los mercados y las instituciones es muy parecida al oxígeno.


Cuando lo tienes, ni siquiera piensas en él. Indispensable. Puedes pasar años sin pensar en él. Cuando
desaparece cinco minutos, es lo único en lo que piensas. Los mercados e instituciones de crédito han
perdido confianza.
—Warren Buffett, 1 de octubre de 2008.

Desde hace mucho tiempo, la bursatilización ha sido una fuerza de cambio en los mercados financieros
globales. La bursatilización es el proceso de convertir un activo ilíquido en un activo líquido, fácil de
vender. El elemento clave está en la interpretación de la palabra líquido. Líquido, en el campo de las
finanzas, es la capacidad para intercambiar un activo por efectivo, de manera instantánea, a valor de
mercado.
Aunque numerosos países han usado la bursatilización como método para crear mercados líquidos para
deuda y financiamiento de capital desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue uno de los
últimos grandes países industriales en usar la bursatilización en sus sistemas de ahorro y préstamo y
banca comercial. Sin embargo, en la década de 1980 se introdujo la bursatilización en los mercados de
deuda estadounidenses, y su crecimiento ha sido descontrolado desde entonces.

El crecimiento en el otorgamiento de préstamos subprime y préstamos alt-A en los mercados de deuda


estadounidenses posteriores al año 2000 dependió de esta misma fuerza de bursatilización.
Las instituciones financieras extendieron más y más préstamos de todo tipo: hipotecarios, corporativos,
industriales y respaldados por activos, y luego sacaron dichos contratos de préstamos y bonos de sus
balances generales para transferirlos a vehículos de propósito especial y, a final de cuentas, a los siempre
crecientes mercados líquidos usando la bursatilización. Los activos bursatilizados tomaron dos formas
principales: obligaciones con garantía hipotecaria (MBS, mortgage-backed securities) y títulos
respaldados por activos (ABS, asset-backed securities).

El crecimiento fue rápido y las obligaciones con garantía hipotecaria (MBS) totalizaron más de US$27
billones hacia finales de 2007, cinco veces más que en 1990 y representaban 39% de todos los préstamos
pendientes de cobro en el mercado estadounidense. De US$1.3 billones en deuda alt-A pendiente de
cobro a finales de 2008, más de US$600,000 millones de la misma se bursatilizó, aproximadamente igual
que las obligaciones subprime pendientes.
La crisis del crédito de 2007-2008 renovó una gran parte del debate acerca del uso de la bursatilización.
Históricamente, ésta se ha visto como un dispositivo exitoso para crear mercados líquidos para muchos
préstamos y otros instrumentos de deuda que no eran negociables y, por tanto, no podían sacarse de los
balances generales de los bancos y otras organizaciones financieras que originan la deuda.

La organización que ocupó este nicho de mercado (el comprador de mucha de la deuda no conforme
bursatilizada), fue el vehículo de inversión estructurada. El vehículo de inversión estructurada (SIV,
structured investment vehicles) fue el dispositivo de intermediación financiera por excelencia:
Recaudaba dinero emitiendo títulos de deuda a corto plazo e invertía esos fondos a largo plazo.
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El SIV fue una entidad fuera del balance general creada por Citigroup en 1998, se diseñó para permitir al
banco crear una entidad de inversión que invertiría en activos a largo plazo y de alto rendimiento, como
bonos con grado especulativo, obligaciones con garantía hipotecaria (MBS) y obligaciones de deuda con
colateral (CDO), mientras se financiaba con emisiones de papel comercial (PC). Desde hace mucho, el PC
ha sido una de las fuentes de financiamiento de menor costo para cualquier empresa. El problema,
desde luego, es que los compradores de emisiones de papel comercial deben tener plena confianza en la
calidad crediticia de la unidad de negocios. Y eso, al final, fue la causa de la desaparición del SIV.

Los SIV, que aparecieron Banco


en 1998 y dejaron de
SIV está fuera del balance
usarse hacia finales de
general
2008, fueron
mecanismos creados
exclusivamente para Vehículo de Inversión estructuradaLos
(SIV)
bancos tuvieron
ganar comisiones y
márgenes para “banca que reabsorber sus SIV
fantasma”
ACTIVOS PASIVOS cuando el mercado
pura, en la que el banco
de PC se paralizó
emitía deuda a corto Compras de Emisiones de
plazo e invertía a largo a finales de 2008.
portafolios de papel
Vendedores de portafolios activos comercial (PC) Compradores de papel
de activos e hipotecas bursatilizados para recaudar comercial (PC).
garantizados como CDO fondos

Rendimiento - Libor = Margen de 0.25%

Al final, tanto la aparición como la desaparición de los SIV fueron un tanto simbólicos de tres fuerzas
principales que muchos creen que estuvieron detrás de la crisis de crédito de 2007 y 2008: instrumentos
financieros complejos, entidades contables fuera del balance general y creciente uso del
apalancamiento.
“Los SIV sólo son una parte de la historia de los problemas de crédito de 2007 y 2008, pero son
aleccionadores porque incluyen tres características que contribuyeron a los disturbios en todas partes.
Primero, requerían el uso de títulos innovadores, que eran difíciles de valorar en la mejor de las
circunstancias y que tenían poca historia para indicar cómo podrían comportarse en una grave depresión
del mercado. Segundo, se subestimaron los riesgos: los SIV fueron una forma de especulación
enormemente apalancada, que dependía de la suposición que los mercados siempre ofrecen liquidez.
Finalmente, eran entidades fuera del balance general: pocos en el mercado (o acaso en los organismos
de regulación) tenían una idea precisa del alcance o naturaleza de sus actividades hasta que se presentó
el problema. El resultado de la interacción de dichos factores con una aguda depresión en el mercado de
vivienda es el periodo de inestabilidad continua más largo en los mercados financieros estadounidenses
desde la Gran Depresión.”
—“Averting Financial Crisis”, Informe del CRS al Congreso, por Mark Jickling,
Congressional Research Service, 8 de octubre de 2008, p. CRS-5.
Conforme la crisis de 2008 se profundizaba y convertía en la recesión de 2009, muchos legisladores y
reguladores de varios países y continentes debatieron la posible regulación de los derivados financieros
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que pudieron contribuir a la crisis. Los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos examinaron
con mucho detenimiento dos derivados específicos, las obligaciones de deuda con colateral (CDO) y los
swaps de incumplimiento de pago (CDS), para determinar qué papel desempeñaron en la crisis, y cómo
podían ponerse bajo control.

“La falta de confianza de hoy se basa en tres temas relacionados: la solvencia de los bancos, su capacidad
para financiarse en mercados ilíquidos y la salud de la economía real.”

—“The Credit Crunch: Saving the System”, The Economist, 9 de octubre de 2008.

Los mercados financieros globales siempre han dependido de los bancos comerciales para desarrollar su
actividad central de negocios. Los bancos, a su vez, siempre han dependido del mercado interbancario
para tener un vínculo de liquidez con toda su actividad no bancaria, sus préstamos y el financiamiento de
empresas multinacionales. Pero a lo largo de 2008 y comienzo de 2009, el mercado interbancario, en
palabras de un analista, “se portó bastante mal”.

El lunes 15 de septiembre de 2008 los mercados reaccionaron. Los mercados accionarios se


desplomaron. Mucho más importante en varios sentidos para la seguridad financiera de las empresas
multinacionales, las tasas LIBOR del dólar estadounidense se dispararon por los cielos, como resultado
de la creciente percepción internacional del colapso financiero de las instituciones bancarias
estadounidenses. Al día siguiente, American International Group (AIG), el conglomerado de seguros
estadounidense, recibió una inyección de US$85,000 millones de la Reserva Federal estadounidense, a
cambio de 80% de participación en el capital. AIG corría muchos riesgos por sus swaps de
incumplimiento de crédito. Aunque los mercados de dólares parecían calmados, las siguientes semanas
vieron periodos renovados de colapso y calma, conforme más y más instituciones financieras quebraban,
se fusionaban o se escapaban del peligro mediante un confuso arreglo de paquetes de rescate e
inyecciones de capital.
La crisis de crédito alcanzó entonces toda su fuerza. A principios de septiembre de 2008 y hasta la
primavera de 2009, los mercados de crédito mundiales, con préstamos de todo tipo, casi se paralizaron.
Los mercados de préstamos corporativos mostraban la siguiente combinación compleja de condiciones
de crisis:

▪ Al final, las actividades riesgosas de banca de inversión que se habían emprendido después de la
desregulación, especialmente en el mercado hipotecario, arrasaron las actividades de banca
comercial de los bancos. Los préstamos tradicionales de la banca comercial para financiar capital
de trabajo, préstamos para la adquisición de automóviles, préstamos estudiantiles y deuda de
tarjeta de crédito se redujeron de manera muy considerable a causa de las enormes pérdidas de
las actividades de banca de inversión. Así comenzó la restricción del crédito a nivel mundial, el
declive de los precios de los activos, el desempleo creciente, la proliferación de procesos de
ejecución de hipotecas y el malestar económico global general.
▪ El endeudamiento del sector corporativo se organizó por niveles; las empresas más grandes en
realidad estaban extremadamente bien colocadas para soportar la crisis. Sin embargo, las
compañías en los niveles medio e inferior por tamaño, dependían enormemente de la deuda, en
particular de la deuda a corto plazo para financiar capital de trabajo. Muchas tenían problemas
tanto para pagar el servicio de la deuda existente como para tener acceso a nueva deuda que les
permitiera sortear las malas condiciones comerciales.
▪ Las compañías Fortune 500 tenían dos características en sus estados financieros que parecían
haber predicho la crisis. Primero, el lado derecho de su balance general estaba extremadamente
limpio. Mantenían niveles muy bajos de deuda, habían reducido su endeudamiento y liquido su
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deuda durante el periodo anterior de cinco años. Segundo, tenía niveles altos de efectivo y
títulos negociables sin precedentes en el lado izquierdo del balance general. Esto significaba que
podían disponer de efectivo al instante incluso si sus líneas bancarias se agotaban.
▪ Incluso en el nivel superior, el de las empresas menos endeudadas, se sintieron las
repercusiones. Muchos tesoreros de las empresas de la lista Fortune 500 descubrieron que gran
parte de su portafolio de títulos negociables, invertido de manera tan segura y cuidadosa en
fondos mutualistas y bancos de alta calidad, en realidad se había invertido en varios títulos,
derivados y fondos insolventes, a pesar de que supuestamente se habían observado todas las
normas establecidas.
▪ Todos los prestatarios corporativos se enfrentaron de pronto a la restricción de acceso al crédito
impuesta por los bancos. Las compañías que no tenían líneas de crédito preexistentes no podían
conseguir acceso a fondos a ningún precio. Las compañías con líneas de crédito preexistentes
recibían notificaciones de que sus líneas se habían reducido. (Esto fue particularmente difícil en
Londres, pero también se vio en Nueva York.) Como resultado, muchas compañías, aunque no
necesitadas de fondos, decidieron disponer de sus líneas de crédito existentes antes de que los
bancos las redujeran. Es evidente que fue una respuesta de pánico y de hecho funcionó, porque
redujo la disponibilidad de crédito para todos.
▪ El mercado de papel comercial casi dejó de operar en septiembre y octubre. Aunque el mercado
de PC siempre ha sido un mercado de dinero a corto plazo, más de 90% de todas las emisiones
en septiembre de 2008 fueron a 24 horas. Los mercados ya no confiaban en la calidad del crédito
de contraparte alguna, ya fuesen fondos de cobertura, fondos del mercado de dinero, fondos
mutualistas, bancos de inversión, bancos comerciales o corporaciones. La Reserva Federal
estadounidense intervino rápidamente y anunció que compraría miles de millones de dólares en
emisiones de PC para agregar liquidez al sistema.

El rápido colapso de los mercados de títulos respaldados por hipotecas en Estados Unidos
definitivamente se propagó a los mercados globales. El capital invertido en instrumentos de capital y
deuda en los principales mercados financieros se fugó no sólo por efectivo, sino por efectivo en países y
mercados tradicionalmente seguros. Los mercados accionarios cayeron a nivel mundial, mientras el
capital salía de muchos de los mercados emergentes más prometedores del mundo.
El impacto se sintió de inmediato en las divisas de muchos de los mercados emergentes más abiertos
financieramente. Numerosas divisas cayeron frente a las tres divisas seguras tradicionales, el dólar, el
euro y el yen: la corona islandesa, el florín húngaro, la rupia paquistaní, la rupia india, el won de Corea
del Sur, el peso mexicano, el real brasileño, por mencionar algunas.

En la primavera de 2009 el mercado hipotecario continuó deteriorándose. Las hipotecas alt-A alcanzaron
niveles de morosidad sin precedentes, más altos incluso que las hipotecas subprime.
Hacia enero de 2009, la crisis de crédito tenía impactos complejos adicionales sobre los mercados y las
empresas globales. Conforme las instituciones financieras y los mercados se tambaleaban en muchos
países industriales, aumentaron las presiones de todo tipo, empresariales, de mercado y políticas, para
que se centraran en las necesidades “propias”. Surgió una nueva forma de fuerza antiglobalización: la
diferenciación entre lo doméstico y lo multinacional. Esta nueva forma de mercantilismo financiero se
enfocó primero en el apoyo a las empresas financieras y no financieras del país y después a todos los
demás. Las empresas multinacionales, incluso en los mercados emergentes, veían indicadores crecientes
de que se les había valorado con riesgos crediticios más altos y calidades crediticias más bajas, aun
cuando teóricamente tenían mayor diversidad comercial y los medios para soportar la embestida. La
prensa financiera calificó la dinámica crediticia como un flujo hacia el país de origen.

ACTIVIDAD 3.4
OBRE LA SITUACION DE MEXICO EN LA BALANZA DE PAGOS COMPARANDO EL AÑO 2018 Y 20
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INTRODUCCION:
A lo largo de la historia han existido cambios en la balanza de pagos de México, los cuales han sido
causantes de crisis económicas; sin embargo, para poder analizar la posibilidad de una crisis económica
habría que ver a detalle el comportamiento de la balanza de pagos de México, ya que es ahí de dónde
han salido los desbalances macroeconómicos en el pasado.
Para esto es necesario que primero entendamos que la balanza de pagos está compuesta principalmente
por la cuenta corriente y la cuenta financiera, llamada también cuenta de capital; en la cuenta corriente
se incluyen las exportaciones menos las importaciones de bienes y servicios, por su parte en la cuenta
financiera se contabiliza la inversión extranjera directa (IED), la inversión de cartera y otra inversión.

En este ensayo analizaremos en sucesos presentados a finales de 2017 y durante los años de 2018 y
2019.

DESARROLLO:
En un contexto en el que el tipo de cambio real se mantuvo en niveles depreciados y en el que el
fortalecimiento de la actividad económica a nivel global contribuyó a que las exportaciones
manufactureras de México continuaran recuperándose, en especial las de productos automotrices, en
2017 el déficit de la cuenta corriente se ubicó en 1.6 por ciento del PIB, cifra menor a la observada en
2016 de 2.1 por ciento del PIB. En efecto, el menor déficit en 2017 respecto a 2016 reflejó,
principalmente, el mayor saldo de la balanza de productos no petroleros, el cual incluso registró un
superávit en 2017, lo que se compara con los déficits observados en cada año entre 1996 y 2016. Al
mismo tiempo, también contribuyeron los mayores superávits en las cuentas de remesas y de viajes. En
contraste, en 2017 el déficit de la balanza comercial petrolera continuó ampliándose.

En 2017, la cuenta corriente registró un déficit de 18,831 millones de dólares, en tanto que la cuenta de
capital resultó superavitaria en 150 millones de dólares. A su vez, la cuenta financiera presentó un
endeudamiento neto que implicó una entrada de recursos por 26,261 millones de dólares, de los cuales
4,765 millones de dólares corresponden a una disminución de los activos de reserva. Por su parte, el
renglón de errores y omisiones exhibió un flujo negativo por 7,580 millones de dólares.

En 2017 la economía mexicana continuó captando recursos a través de la cuenta financiera,


principalmente por concepto de inversión directa y de cartera. Sin embargo, hacia adelante no pueden
descartarse episodios de volatilidad debido, entre otros factores, a un apretamiento de las condiciones
financieras globales mayor a lo anticipado por los mercados. Al respecto, recientemente los mercados
financieros globales parecerían estar respondiendo a este riesgo, ante un panorama de mayores
presiones
inflacionarias.

Por otro lado, en un contexto de un debilitamiento de la economía mundial, caracterizado por un


escalamiento de tensiones comerciales a nivel global, en 2018 el déficit de la cuenta corriente se ubicó
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en 1.8% del PIB, cifra superior a la observada en 2017 de 1.7% del PIB. El mayor déficit en 2018 respecto
de 2017 reflejó los aumentos en los déficits de la balanza comercial petrolera y de la cuenta de ingreso
primario, los cuales fueron parcialmente compensados por incrementos en los superávits de la balanza
de mercancías no petroleras, de la cuenta de viajes y de la cuenta de ingreso secundario –derivado de
ingresos por remesas que continuaron ubicándose en niveles elevados–.

En 2018, la cuenta corriente registró un déficit de 22,186 millones de dólares. A su vez, la cuenta de
capital resultó deficitaria en 65 millones de dólares. Por su parte, la cuenta financiera presentó un
endeudamiento neto que implicó una entrada de recursos por 35,909 millones de dólares, incluyendo un
aumento de los activos de reserva por 483 millones de dólares. Así, el renglón de errores y omisiones
exhibió un flujo negativo por 13,658 millones de dólares.

El déficit de la cuenta corriente de 22,186 millones de dólares fue resultado de créditos por 525,376
millones de dólares y débitos por 547,562 millones de dólares. Como proporción del PIB, el déficit de la
cuenta corriente se ubicó en 1.8% en 2018, nivel superior al de 1.7% del PIB registrado en 2017. El saldo
negativo de la cuenta corriente en 2018 se derivó de la combinación de déficits en la balanza de bienes y
servicios por 22,587 millones de dólares y en la de ingreso primario por 32,277 millones de dólares, y de
un superávit en la balanza de ingreso secundario por 32,678 millones de dólares.
El déficit de la balanza de bienes y servicios de 22,587 millones de dólares que se registró en 2018 fue
resultado de saldos negativos de 13,882 millones de dólares en la balanza de bienes y de 8,705 millones
de dólares en la de servicios. Al interior de la balanza de bienes, se observaron déficits de 13,704
millones de dólares en la balanza de mercancías y de 178 millones de dólares en la correspondiente a
bienes adquiridos en puertos por medios de transporte. En particular, el déficit de la balanza de
mercancías en 2018 se originó de exportaciones por 450,572 millones de dólares y de importaciones por
464,277 millones de dólares. En ese año, el saldo negativo de 8,705 millones de dólares de la balanza de
servicios se derivó de créditos por 28,997 millones de dólares y de débitos por 37,702 millones de
dólares.
Por su parte, en 2018 la balanza de ingreso primario presentó un déficit de 32,277 millones de dólares, el
cual fue reflejo de créditos por 11,678 millones de dólares y de débitos por 43,955 millones de dólares.
La balanza de ingreso secundario exhibió en ese año un superávit de 32,678 millones de dólares, como
resultado de créditos por 33,759 millones de dólares y de débitos por 1,081 millones de dólares. Al
interior de esta balanza, el crédito por remesas sumó 33,470 millones de dólares (crecimiento anual de
10.5%), en tanto que el débito por remesas alcanzó 1,000 millones de dólares (incremento anual de
24.0%). La cuenta financiera de la balanza de pagos registró en 2018 un endeudamiento neto que
implicó una entrada de recursos por 35,909 millones de dólares. Dicho saldo se derivó de la combinación
de endeudamientos netos de 24,746 millones de dólares por concepto de inversión directa y de 15,226
millones de dólares en el rubro de inversión de cartera; de préstamos netos al resto del mundo de 401
millones de dólares en el renglón de derivados financieros y de 3,178 millones de dólares en el rubro de
otra inversión; y de un aumento en los activos de reserva de 483 millones de dólares.

Persistió un entorno de marcada incertidumbre asociada tanto a factores globales, como a otros más
directamente relacionados con la economía nacional, que condujo a que la restricción de financiamiento
externo se agudizara. Entre los factores externos figuraron las tensiones comerciales a nivel global, el
proceso de normalización monetaria en Estados Unidos, así como diversos riesgos políticos y
geopolíticos.
No obstante, con este entorno, en 2018 la economía mexicana continuó captando recursos a través de la
cuenta financiera por concepto de inversión directa y de cartera. Sin embargo, hacia adelante no pueden
descartarse episodios de volatilidad, toda vez que las perspectivas de la economía mundial para el 2019 y
2020 se revisaron a la baja y prevalecen riesgos importantes, destacando la incertidumbre sobre las
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tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, el proceso de salida del Reino Unido de la Unión
Europea, la posibilidad de que se observe un crecimiento de China menor al esperado y un escalamiento
en las tensiones políticas y geopolíticas en distintas regiones.
Por otra parte, durante 2019, la economía global se fue desacelerando como resultado de los efectos de
prolongadas tensiones comerciales, mayores riesgos geopolíticos y factores idiosincrásicos. En este
contexto, en 2019 el déficit de la cuenta corriente se ubicó en 0.2% del PIB, cifra inferior a la observada
en 2018 de 1.8% del PIB y el menor déficit reportado desde 1987, año en que se registró un superávit de
2.3% del PIB. Cabe notar que la cuenta corriente exhibió saldos superavitarios entre el segundo y cuarto
trimestres de 2019. El menor déficit en 2019 respecto de 2018 se originó, fundamentalmente, de la
importante ampliación del superávit de la balanza de mercancías no petroleras, si bien también
contribuyeron los mayores ingresos por viajes y por remesas.
En 2019, la cuenta corriente registró un déficit de 2,444 millones de dólares. A su vez, la cuenta de
capital resultó deficitaria en 56 millones de dólares. Por su parte, se presentó un endeudamiento neto en
la cuenta financiera que implicó una entrada de recursos por 11,314 millones de dólares, incluyendo un
aumento de los activos de reserva por 2,638 millones de dólares. Así, el renglón de errores y omisiones
exhibió un flujo negativo por 8,814 millones de dólares.

La cuenta corriente en 2019 exhibió un déficit de 2,444 millones de dólares. En lo que respecta a la
cuenta de capital, esta resultó deficitaria en 56 millones de dólares. Por su parte, la cuenta financiera
registró un endeudamiento neto que implicó una entrada de recursos por 11,314 millones de dólares,
incluyendo un incremento de los activos de reserva por 2,638 millones de dólares. De este modo, se
presentó un flujo negativo en el renglón de errores y omisiones por 8,814 millones de dólares.
El déficit de la cuenta corriente de 2,444 millones de dólares fue resultado de créditos por 541,362
millones de dólares y de débitos por 543,805 millones de dólares. Como proporción del PIB, el déficit de
la cuenta corriente se ubicó en 0.2% en 2019, nivel que se compara con el déficit de 1.9% del PIB
registrado en 2018. El saldo negativo de la cuenta corriente en 2019 se derivó de la combinación de un
déficit en la balanza de bienes y servicios por 548 millones de dólares, de un déficit en la de ingreso
primario por 37,175 millones de dólares y de un superávit en la balanza de ingreso secundario por
35,279 millones de dólares.
El déficit de la balanza de bienes y servicios de 548 millones de dólares que se registró en 2019 fue
resultado de la combinación de un saldo positivo de 5,624 millones de dólares en la balanza de bienes y
de un saldo negativo de 6,172 millones de dólares en la de servicios. Al interior de la balanza de bienes,
se observó un superávit de 5,820 millones de dólares en la balanza de mercancías y un déficit de 197
millones de dólares en la correspondiente a bienes adquiridos en puertos por medios de transporte. En
particular, el superávit de la balanza de mercancías en 2019 se originó de exportaciones por 461,116
millones de dólares y de importaciones por 455,295 millones de dólares. En dicho año, el saldo
deficitario de 6,172 millones de dólares de la balanza de servicios se derivó de créditos por 30,223
millones de dólares y de débitos por 36,394 millones de dólares.
Por su parte, en 2019 la balanza de ingreso primario presentó un déficit de 37,175 millones de dólares, el
cual fue reflejo de créditos por 13,327 millones de dólares y de débitos por 50,502 millones de dólares.
La balanza de ingreso secundario exhibió en dicho año un superávit de 35,279 millones de dólares, como
resultado de créditos por 36,360 millones de dólares y de débitos por 1,081 millones de dólares. Al
interior de esta balanza, el crédito por remesas sumó 36,046 millones de dólares (crecimiento anual de
7.0%), en tanto que el débito por remesas alcanzó 981 millones de dólares (reducción anual de 1.9%).
La cuenta financiera de la balanza de pagos registró en 2019 un endeudamiento neto que implicó una
entrada de recursos por 11,314 millones de dólares. Dicho saldo se originó de endeudamientos netos de
22,693 millones de dólares por concepto de inversión directa y de 5,572 millones de dólares en el rubro
de inversión de cartera; de préstamos netos al resto del mundo de 1,312 millones de dólares en el
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renglón de derivados financieros y de 13,001 millones de dólares en el rubro de otra inversión; y de un


aumento en los activos de reserva de 2,638 millones de dólares.

Algunas de las principales economías registraron una moderada recuperación durante el primer
trimestre de 2019 respecto de la desaceleración observada durante la segunda mitad de 2018, pero
caracterizado por un escalamiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. En
particular, en el periodo enero – marzo de 2019 de México la reducción anual del déficit de la cuenta
corriente en el primer trimestre fue reflejo, principalmente, de disminuciones de los déficits de la
balanza de ingreso primario y de la balanza de servicios, así como de un mayor superávit de la cuenta de
remesas.
Algunos de los riesgos para el crecimiento de la economía mundial se han moderado, como resultado,
entre otros factores, del fortalecimiento de la expectativa de una postura monetaria más acomodaticia
por parte de los bancos centrales de las principales economías avanzadas y del anuncio de nuevas
medidas fiscales y monetarias por parte de China. En ese entorno, en el primer trimestre de 2019 la
economía mexicana siguió captando recursos a través de la cuenta financiera, principalmente, en los
rubros de inversión directa y de cartera.

La economía mundial se desaceleró y se intensificaron las tensiones entre Estados Unidos y otras
economías, no solo comerciales, sino también migratorias y sobre tecnología, en el periodo abril – junio
de 2019 la cuenta corriente de México resultó superavitaria.
Para 2019 y 2020 continúa anticipándose una expansión moderada de la economía mundial, si bien las
perspectivas de crecimiento se han revisado a la baja debido, en gran medida, a la mayor incertidumbre
relacionada con las tensiones mencionadas y a que el crecimiento de algunas de las principales
economías, tanto avanzadas como emergentes, ha sido menor a lo que se venía estimando. Al mismo
tiempo, los riesgos que enfrenta la economía global han aumentado, destacando la posibilidad de una
intensificación de las tensiones comerciales, una salida sin acuerdo del Reino Unido de la Unión Europea,
un agravamiento de algunos conflictos políticos y geopolíticos, y episodios de volatilidad y de aversión al
riesgo. En este contexto, en el segundo trimestre de 2019 la economía mexicana continuó captando
recursos por concepto de inversión directa y de otra inversión, si bien el saldo agregado de la cuenta
financiera implicó un préstamo neto de México al resto del mundo, explicado por la evolución de la
inversión de cartera y los activos de reserva.
Continuó la desaceleración de la economía mundial, reflejando los efectos de las prolongadas tensiones
comerciales, los elevados riesgos geopolíticos y algunos factores idiosincrásicos en varias economías, en
el periodo julio – septiembre de 2019 la cuenta corriente de México resultó superavitaria por segundo
trimestre consecutivo. En efecto, el saldo superavitario de la cuenta corriente en el tercer trimestre de
2019 se ubicó en 0.7% del PIB, superávit inferior al de 1.4% del segundo trimestre de este año y que
contrasta con el déficit de 1.9% observado en el tercer trimestre de 2018. En particular, el incremento
anual del saldo de la cuenta corriente en el tercer trimestre de 2019 fue resultado, fundamentalmente,
de una ampliación del superávit de la balanza de mercancías no petroleras, así como de un mayor
superávit de la balanza de remesas y de un menor déficit de la balanza de servicios.
En un ambiente de elevada incertidumbre, los mercados financieros internacionales siguieron
registrando recurrentes episodios de volatilidad, al tiempo que las perspectivas de crecimiento de la
economía mundial para 2019 y 2020 han seguido revisándose a la baja y mantienen un balance de
riesgos negativo, a pesar de la posibilidad de un acuerdo comercial preliminar entre Estados Unidos y
China para reducir las tensiones entre ambas economías y de los avances en la negociación de un
acuerdo de salida entre el Reino Unido y la Unión Europea. No obstante, este entorno, en el periodo julio
– septiembre de 2019 la economía mexicana siguió captando recursos por concepto de inversión directa
y de cartera.
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CONCLUSION:
La mayor parte de 2019 estuvo caracterizada por una elevada incertidumbre a nivel global, una
desaceleración de la economía mundial y posturas monetarias acomodaticias por parte de los bancos
centrales de las principales economías avanzadas. Hacia finales del año se observaron condiciones
financieras más favorables y un incremento en el apetito por riesgo en los mercados como resultado de
factores tales como la menor incertidumbre comercial derivada del anuncio de la Fase 1 de un acuerdo
comercial entre China y Estados Unidos, la ratificación por parte del Senado estadounidense del T-MEC y
la aprobación del acuerdo de salida del Reino Unido de la Unión Europea.
En este entorno, en 2019 la economía mexicana siguió captando recursos por concepto de inversión
directa y de cartera. Hacia delante, los pronósticos de crecimiento de la economía mundial para 2020 se
han seguido revisando a la baja y el balance de riesgos para la actividad económica en el corto y,
especialmente, en el mediano plazo continúa sesgado a la baja. Destaca la posibilidad de nuevos
episodios de tensiones comerciales, de un agravamiento de los conflictos geopolíticos y sociales en
diversas regiones del mundo, y de un debilitamiento de la actividad económica en China originado de los
efectos del brote de coronavirus. La incertidumbre asociada a dichos elementos de riesgo hace que el
escenario para la inversión y para el crecimiento en 2020 siga siendo complejo.
El riesgo para la economía mexicana recae en que el financiamiento del déficit de cuenta corriente, se
podrá sostener siempre y cuando el país sea un destino atractivo para la inversión de cartera, a través de
altos rendimientos y estabilidad en la economía financiera. También será necesario que no caigan los
flujos de inversión extranjera directa (IED), para lo cual se requieren buenas expectativas económicas y
que el gobierno en turno garantice la libertad económica. Un deterioro mayor de las condiciones de
seguridad en el país, la posible adopción de medidas proteccionistas desde el interior y las dudas sobre
un futuro económico del país, podrían inhibir la IED en detrimento del crecimiento económico.

Considerando los resultados de la balanza de pagos al cierre de 2017, se puede concluir que, a pesar de
la posición vulnerable del país frente a posibles choques internos y externos, México está lejos de
enfrentar nuevamente una crisis económica.

REFERENCIAS:
(EITEMAN, DECIMOSEGUNDA EDICIÓN)
(MEXICO, BANCO DE MEXICO, 2018)
(GABRIELA, 2018)
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