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Perspectivas sobre la motivación

Instintos:

Al inicio del siglo XX, los psicólogos atribuían la conducta a los instintos, definidos como patrones
específicos de conducta innata característicos de toda una especie. Los instintos motivan al salmón
a nadar corriente arriba para desovar y a las arañas a tejer sus redes. De manera similar, se
pensaba que los instintos explicaban buena parte de la conducta humana. Pero para la década de
1920 la teoría de los instintos empezó a perder terreno como explicación de la conducta humana
por tres razones: 1) la conducta humana más importante es aprendida; 2) la conducta humana
rara vez es rígida, inflexible, inalterable y común a toda la especie, como sucede con los instintos; y
3) atribuir cada conducta humana concebible a un instinto correspondiente no explica nada (por
ejemplo, llamar “instinto antisocial” a la tendencia de una persona a estar sola simplemente da
nombre a la conducta sin identificar sus orígenes). Así que, después de la Primera Guerra Mundial,
los psicólogos empezaron a buscar explicaciones más creíbles de la conducta humana.

Teoría de la reducción de la pulsión

Para comprender este enfoque es preciso comenzar con el concepto de pulsión. Una pulsión es
una tensión motivacional, o excitación, que energiza al comportamiento con el fin de satisfacer
alguna necesidad. Gran cantidad de pulsaciones básicas denominadas pulsaciones primarias como
el hambre, la sed, el sueño, y el sexo se relacionan con necesidades biológicas del cuerpo o de la
especie de su conjunto. Teorías motivacionales

Las pulsaciones primarias contrastan con las pulsaciones secundarias, mediante las cuales no se
satisface ninguna necesidad biológica evidente. En las pulsaciones secundarias las necesidades se
generan por medio de las experiencias previas y el aprendizaje. Algunas personas tienen grandes
necesidades de obtener éxito académico y profesional. En estos casos podemos decir que su
necesidad de logro es una pulsión secundaria que motiva su comportamiento. La razón de ese
comportamiento es la homeóstasis, un fenómeno básico de motivación que subyace en las
pulsaciones primarias. La homeóstasis es la conservación de un nivel óptimo el funcionamiento
biológico interno por medio de la compensación de las desviaciones del estado interno normal y
equilibrado de un organismo. La mayoría de las necesidades fundamentales de la vida, incluyendo
el hambre, la sed y el sueño, se pueden explicar razonablemente por medio de este enfoque.

Por ejemplo, muchas personas buscan activamente emociones por medio de actividades tales
como subir la montaña rusa o navegar en balsa por los rápidos de un río. Otros comportamientos
parecen estar motivados exclusivamente por la curiosidad. Cualquiera que se haya apresurado
para recoger el correo que acaba de llegar, o que sigue con avidez las columnas de chismes del
periódico, o que a anhela viajar hacia lugares exóticos, conoce la importancia de la curiosidad para
dirigir comportamientos .
De acuerdo con la teoría de la reducción de la pulsión, la conducta motivada es un intento por
reducir este estado desagradable de tensión del cuerpo y regresarlo a un estado de homeostasis o
equilibrio. Cuando tenemos hambre, buscamos comida para reducir la pulsión del hambre.
Cuando estamos cansados, buscamos un lugar para descansar. Cuando tenemos sed, encontramos
algo que beber. En cada uno de esos casos, la conducta se dirige a la reducción de un estado de
tensión o activación corporal. De acuerdo con la teoría de la reducción de la pulsión, las pulsiones
se dividen en dos categorías. Las pulsiones primarias no son aprendidas, se encuentran en todos
los animales (incluyendo a los humanos), y motivan la conducta que es vital para la supervivencia
del individuo o de la especie. Las pulsiones primarias incluyen el hambre, la sed y el sexo.

Teoría de la activación

La activación es una de las características que con mayor facilidad puede ser
observada cuando un organismo lleva a cabo una conducta. La conducta
abierta, es una de las propiedades que mejor define a la activación. Es decir, en
la medida en la que un organismo está llevando a cabo una conducta, parece
lógico pensar que un cierto nivel de motivación existe en dicho sujeto. Por el
contrario, y al menos aparentemente, si no existe conducta observable, se
podría pensar que no existe motivación, o que el nivel de motivación existente
es insuficiente para provocar la conducta. Sin embargo, éste es un razonamiento
equívoco, pues, si bien es cierto que la presencia de una conducta observable
denota la existencia de un adecuado nivel de motivación, la ausencia de una
conducta observable no significa la ausencia de motivación. A partir de los
trabajos de Lacey (1967), en los que se cuestionó seriamente el concepto de
activación como proceso unitario, defendido por Lindsley (1951, 1957), Malmo
(1959), Duffy (1962), entre otros, existen claras evidencias de que la activación
de un organismo puede manifestarse a través de tres parámetros:
electrocortical, autonómico/fisiológico y motor. La teoría de la activación
sugiere que cada individuo tiene un nivel óptimo de activación que varía de una
situación a otra y en el curso del día. De acuerdo con esta teoría, la conducta es
motivada por el deseo de mantener el nivel óptimo de activación para un
momento dado. En ocasiones la conducta parece estar motivada por un deseo
de reducir el estado de activación. Por ejemplo, cuando alguien está
somnoliento es probable que apague la televisión y la luz. Otras veces la
conducta parece motivada por un deseo de incrementar el estado de activación.
La ley de Yerkes-Dodson lo plantea de esta manera: cuanto más compleja es la tarea, menor es el
nivel de activación que puede tolerarse sin que interfiera con el desempeño. De esta forma,
niveles más altos de activación son óptimos cuando se requiere realizar tareas simples, y niveles
relativamente menores de activación son mejores al realizar tareas complejas (vea la figura 9-1).
La teoría de la activación tiene algunas ventajas sobre la teoría de la reducción de la pulsión, pero
ninguna de las dos explica con facilidad ciertos tipos de conducta. Por ejemplo, mucha gente
participa en actividades que son extremadamente estimulantes: alpinismo, paracaidismo, saltar en
bungee y planear. Dichas actividades encaminadas a la búsqueda de emociones no parecen
reducir ninguna pulsión, ni tampoco es claro que se realicen para buscar un nivel óptimo de
activación. Zuckerman (1979, 1994, 2000, 2002) las explica sugiriendo que la búsqueda de
sensaciones es en sí misma una motivación básica, de la cual algunos aspectos son heredados. En
general, es más probable que los buscadores de grandes sensaciones, en comparación con los
buscadores de sensaciones bajas:

• Prefieran deportes peligrosos como el paracaidismo, el salto en bungee y el alpinismo.

• Elijan profesiones que impliquen un elemento de riesgo y excitación como la de bomberos,


trabajo de rescate o una carrera en medicina de emergencia.

• Fumen, beban en exceso y consuman drogas ilícitas (D’Silva, Grant-Harrington, Palmgreen,


Donohew y Pugzles-Lorch, 2001).

Motivación intrínseca y extrínseca

A la hora de analizar las motivaciones que nos guían en nuestra vida


diaria, podemos encontrarnos con dos tipos de motivación diferentes
que son las motivaciones intrínsecas y motivaciones extrínsecas.
En la vida práctica es difícil discernir con claridad si sólo nos
encontramos ante una motivación intrínseca o extrínseca, ya que
habitualmente se ven entremezcladas; por ejemplo podemos sentir un
claro interés personal intrínseco y a la vez nuestra conducta se puede
ver reforzada por valores extrínsecos.

 La motivación intrínseca: de manera sencilla se ha defenido


como la conducta que se lleva a cabo de manera frecuente y sin ningún
tipo de contingencia externa. El propio incentivo es intrínseco a la
actividad misma, es decir, es la realización de la conducta en sí
misma lo que nos mueve, los motivos que conducen a la activación
de este patrón conductual son inherentes a nuestra persona sin
necesidad de estímulos externos. De ahí que este tipo de
comportamiento se considere intrínseco a las motivaciones personales
de cada uno. Por ejemplo: cuando ponemos en práctica un hobby,
cuando realizamos una actividad por el hecho de superarnos a nosotras
mismas. Por lo general suele verse de forma más fácil en la motivación
deportiva y también cuando tenemos una motivación personal sobre un
proyecto nuestro que tiene mucho valor para nosotros aunque de cara a
los demás pueda carecer de un sentido práctico. Seguramente te has
encontrado con alguna película en la que había un momento emotivo en
el cual la motivación deportiva y la motivación personal estaban a
flote en mitad de un discurso que inspiraba al equipo a ganar en el
último segundo apelando a este tipo de deseos personales de cada
jugador.
El juego es un buen ejemplo. Los niños por lo regular trepan a los árboles, pintan con los
dedos y juegan sólo por la diversión que obtienen de la actividad misma. De igual forma,
muchos adultos resuelven crucigramas, juegan golf y se entretienen en un taller
principalmente por el gozo que obtienen de la actividad.

Las características principales para que una conducta se


considere intrínseca tienen que ver con dos conceptos:
la autodeterminación y la competencia. Estos dos elementos son los
responsables de que nos guiemos por valores intrínsecos bajo nuestra
motivación propia en lugar de vernos influidos por factores extrínsecos a
nosotros mismos.
Estos sentimientos de competencia y autodeterminación no requieren
de motivaciones externas ni biológicas para su aparición, si no que son
el agente causal de la propia conducta. Como seres humanos
necesitamos transcender, buscamos explorar nuestras
propias competencias y necesitamos conocer cuáles son y ponerlas
apunto día tras día. La competencia se entiende como el deseo personal
de controlar nuestro propio ambiente (White).

Motivación Extrínseca:

La motivación extrínseca se refiere a la motivación que se deriva de las consecuencias de la


actividad. Por ejemplo, un niño puede hacer sus tareas domésticas no porque las disfrute sino para
obtener una mesada, y un adulto que odia el golf puede jugarlo con un cliente porque eso le
ayudará a cerrar una venta. Por otra parte podemos decir de amplio modo que son aquellas
actividades en las cuales los motivos que impulsan la acción son ajenos a la
misma, es decir, están determinados por las contingencias externas. Esto
se refiere a incentivos o reforzadores negativos o positivos externos al propio
sujeto y actividad. Por ejemplo: es muy frecuente que se de una motivación en
el trabajo que sea extrínseca basada en conseguir determinados objetivos. Si
se logra satisfacer las expectativas en el trabajo entonces se logra un premio
de recompensa.   Generalmente es el propio salario del trabajo la principal
motivación laboral que existe cuando hacemos algo a cambio de un bien
material. Cuando el premio es extrínseco   en lugar de intrínseco el rendimiento
disminuye. En las últimas décadas, se está empezando a valorar otro tipo de
incentivos  que no sean económicos tales como descansos, reconocimiento
que busca alentar al trabajador con frases motivadoras y resaltando sus
puntos fuertes, aunque se mantiene el factor material con mucha diferencia
como gran incentivo.

Hambre y sed

¿Por qué la gente por lo regular siente hambre a la hora de la comida?

Al momento de tener hambre, la única solución a esta sensación es comer. Si no se hace, la


necesidad de comida continuará incrementándose, pero el hambre viene y va. El estado
psicológico del hambre no es entonces lo mismo que la necesidad biológica de comida, aunque la
necesidad a menudo pone en movimiento al estado psicológico.

Factores biológicos:

Una necesidad biológica de comida no siempre deriva en hambre. La sensación de hambre es el


producto no sólo de las cosas que suceden en el cuerpo, sino también de las que suceden en su
exterior. Por ejemplo, el olor de un pastel en el horno puede disparar el deseo de comer
independientemente de que el cuerpo necesite combustible o no. En ocasiones el sólo hecho de
ver el reloj y darnos cuenta de que es la hora de la comida nos hace sentir hambre. Una fascinante
línea de investigación sugiere que las señales externas desencadenan procesos biológicos internos
que imita a las señales asociadas con la necesidad de comida. Por ejemplo, Rodin (1985) encontró
que el mero hecho de ver, oler o pensar en comida ocasiona un incremento en la producción de
insulina, lo que a su vez disminuye los niveles de glucosa en las células del cuerpo, reflejando su
respuesta a una necesidad física de comida. De esta forma, el aroma de un restaurante cercano se
convierte en algo más que un incentivo para comer, pues es capaz de desencadenar una aparente
necesidad de comida.

Factores culturales y ambientales

La forma en que una persona responde cuando tiene hambre variará de acuerdo con sus
experiencias con la comida, las cuales son regidas principalmente por el aprendizaje y el
condicionamiento social. La mayoría de los estadounidenses comen tres comidas al día a
intervalos regulares. Una familia estadounidense típica toma el desayuno a las 7 de la mañana, el
almuerzo alrededor del mediodía y la cena alrededor de las 6 de la tarde. Pero en Europa, la gente
suele cenar mucho más tarde. Por ejemplo, los italianos rara vez cenan antes de las 9 de la noche.
Numerosos estudios con humanos y animales han demostrado que comer regularmente en
momentos particulares durante el día da lugar a que en esos momentos se liberen hormonas y
neurotransmisores que provocan hambre (vea Woods, Schwartz, Baskin y Seeley, 2000). En otras
palabras, sentimos hambre alrededor del mediodía porque el cuerpo “aprende” que si es
mediodía, es hora de comer. La cultura también influye en lo que decidimos comer y en qué
cantidad. Aunque la mayoría de los estadounidenses no come carne de caballo, ésta es muy
popular en varios países europeos. Algunos pueblos preindustriales comen tradicionalmente larvas
de insectos, mientras que el solo hecho de pensar en ello provoca repugnancia a la mayoría de los
estadounidenses. Sin embargo, muchos estadounidenses consumen puerco, lo cual viola las leyes
dietéticas islámica y judía (Scupin, 1995). El ambiente también influye en lo que comen los
animales. Las ratas y los chimpancés prefieren consumir alimentos que han visto que comen otros
miembros de su especie. Además, un estudio realizado con ratas sugiere que el grado de hambre
que tenga un animal cuando prueba por primera vez un alimento también influye en qué tanto
preferirá consumirlo más tarde, incluso cuando no esté hambriento (Harris, Gorissen, Bailey y
Westbrook, 2000). De modo que si bien el hambre es básicamente una pulsión biológica, no es un
mero estado interno que satisfacemos cuando el cuerpo nos lo indica. El hambre es el producto de
la interacción compleja de fuerzas ambientales y biológicas.

Trastornos alimentarios y obesidad

Los trastornos alimentarios son las enfermedades mentales que causan perturbaciones serias en
la dieta diaria de una persona. Puede manifestar como comiendo extremadamente pequeñas
cantidades de comida o seriamente comiendo excesivamente. La condición puede comenzar
como apenas consumición de demasiado o demasiado poco pero la obsesión con la consumición
y la comida encima asume el control la vida de una persona que lleva a los cambios severos.

Además de la consumición anormal las configuraciones son señal de socorro y preocupación por
peso corporal o forma. Estos desordenes coexisten con frecuencia con otras enfermedades
mentales tales como depresión, abuso de substancia, o desordenes de ansiedad.

Tipos de trastornos alimentarios


 Anorexia nerviosa - esto es caracterizada por un miedo intenso de ser
obeso y de una búsqueda continuada de convertirse ligeramente.
 Nervosa de la bulimia
 Borrachera-consumición de desorden
 Trastornos alimentarios especificados no de otra manera (EDNOS) - esto
incluye los trastornos alimentarios que no cumplen las consideraciones para
el nervosa de la anorexia o de la bulimia. La consumición de la borrachera
podía ser un tipo de EDNOS. EDNOS es la diagnosis más común entre la
gente que busca el tratamien
Sed

Al igual que el hambre, la sed es estimulada por señales internas y externas. De manera interna, la
sed es controlada por dos reguladores que interactúan y se complementan entre sí. Uno
monitorea el nivel de líquidos dentro de las células del cuerpo, instigando la activación de la
pulsión de sed cuando las células se deshidratan. El otro regulador de la sed supervisa la cantidad
de líquido fuera de las células. Cuando el nivel de líquido extracelular disminuye, fluye menos
sangre a los riñones, los cuales liberan a su vez una sustancia en el torrente sanguíneo que
desencadena la pulsión de la sed (Epstein, Fitzsimmons y Simmons, 1969). Así como nos sentimos
hambrientos en respuesta a señales externas, la investigación con ratas ha demostrado que la
experiencia de la sed también se afectada por factores ambientales (W. G. Hall, Arnold y Myers,
2000; Rowland, 2002). En ocasiones nos sentimos sedientos cuando vemos un comercial de
televisión que presenta a gente saboreando bebidas frías en un exuberante escenario tropical. Las
costumbres estacionales y las condiciones climáticas también afectan nuestros hábitos para
satisfacer la sed: la limonada fría es una bebida común en el verano, mientras que el chocolate
caliente hace más cálidas las frías noches de invierno.

Sexo

El sexo es la pulsión primaria que motiva la conducta reproductiva. Al igual que otras pulsiones
primarias, puede ser activada y desactivada por condiciones biológicas en el cuerpo y por señales
ambientales. Pero difiere de ellas en un sentido importante: el hambre y la sed son vitales para la
supervivencia del individuo, mientras que el sexo sólo es vital para la supervivencia de la especie.

Conducta sexual

La biología de la conducta sexual se entiende mejor que la de la pulsión sexual. Los investigadores
del sexo William Masters y Virginia Johnson identificaron hace tiempo un ciclo de respuesta sexual
que consta de cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución (Masters y Johnson, 1966).
En la fase de excitación, los genitales se congestionan con sangre. En el varón esto causa erección
del pene; en la mujer ocasiona erección del clítoris y los pezones. Esta congestión de los órganos
sexuales continúa en la fase de meseta, en la cual la tensión sexual se estabiliza. Durante esta fase
la respiración se hace más rápida y se incrementan las secreciones genitales y la tensión muscular.
Durante el orgasmo, el hombre eyacula y el útero de la mujer se contrae rítmicamente, y ambos
experimentan cierta pérdida de control muscular. La fase de resolución es una de relajación en la
cual disminuye la tensión muscular y los genitales congestionados vuelven a la normalidad. El
ritmo cardiaco, la respiración y la presión sanguínea también regresan a la normalidad.

Orientación sexual

La orientación sexual se refiere a la dirección del interés sexual de un individuo. Las personas con
una orientación heterosexual son atraídas sexualmente hacia personas del sexo opuesto, las que
tienen una orientación homosexual son atraídas sexualmente por individuos de su propio sexo y
los bisexuales son atraídos hacia personas de uno y otro sexo. Un hecho interesante es que entre
algunos animales la actividad homosexual parece ocurrir con cierto grado de regularidad. Por
ejemplo, entre los bonobos, o chimpancés pigmeos, cerca del 50 por ciento de toda la actividad
sexual observada es entre individuos del mismo sexo. Incluso las jirafas macho entrelazan sus
cuellos hasta que ambas se estimulan sexualmente. Y entre algunas aves, como los gansos grises,
se ha observado que las uniones homosexuales duran hasta 15 años (Bagemihl, 2000). Quienes
están del lado de la naturaleza sostienen que la orientación sexual tiene sus raíces en la biología y
que recibe la influencia principal de la genética. Señalan que los hombres y las mujeres
homosexuales, por lo general, saben antes de la pubertad que son “diferentes” y que a menudo
mantienen oculta su orientación sexual por temor a la recriminación.

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