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Miguel Murmis – Juan Carlos Portantiero (1971)

ESTUDIOS SOBRE LOS ORIGENES DEL PERONISMO

Primera parte

Crecimiento industrial y alianza de clases en la Argentina (1930-1940)

1- Introducción

Durante la década del 30 tienen vigencia en Argentina políticas y reagrupamientos de fuerzas sociales centrados en el intento de
dar respuesta al hecho nuevo del acelerado crecimiento industrial y su consecuencia social. El supuesto más general es que todo
proceso del industrialización por sustitución de importaciones (ISI) o de la industrialización sin revolución industrial como el que
se dio en Argentina promueve también alternativas particulares en la dimensión socio-política, sea en el tipo de estratificación en
los reagrupamientos y alianzas de las clases propietarias, en las formas de movilización de clases no propietarias, en el papel del
Estado y de los grupos políticos, etc.
La teoría del modelo clásico descriptivo de la orientación de las clases y los grupos sociales frente al crecimiento industrial serán:
1) Los propietarios agropecuarios (oligarquía terrateniente latifundistas) cuyo objetivo es la tierra como fuente ingresos, status y
poder; 2) los propietarios industriales cuyo interés objetivo y subjetivo reside en el crecimiento de nuevas actividades y en la
conquista del poder político y establecimiento de su hegemonía social. Aquí habría un rechazo o aceptación entre estos dos polos
de las actividades industriales. Bajo diversas modificaciones existen distintos modelos: a) Los terrateniente como enemigos de la
industria y los industriales como objetivamente opuestos a los terratenientes. Esta oposición exige la actuación de otros grupos por
ej. El Ejército y otros más dispuestos a la lucha: la clase obrera. Aparecen por otra parte otros grupos aliados a los terratenientes:
sectores de la clase media. La contradicción principal sigue siendo separar la economía agraria de la industrial. b) otra versión
mantiene el modelo de oposición pero dice que los terratenientes en un momento habrían favorecido al sector industrial. c)
alejándose del modelo clásico se admite que el sector terrateniente acepta cierto grado de industrialización limitada y liviana y
puede aliarse con el sector más concentrado de los industriales; d) se aleja de modelo clásico cuando postula que se fusionan los
intereses de terratenientes e industriales a los que solo se enfrenta la clase obrera.
Nuestro examen de las entidades corporativas y gremiales, partidos políticos y gobierno durante el período analizado nos presenta
una imagen del proceso que rechaza las versiones del modelo opositor y se centran sobre una oposición entre terratenientes y
burguesía industrial. El proceso no podría entonces conceptualizarse como una fusión de intereses sino como alianzas entre
fracciones de clase, o sea que en los procesos de crecimiento tardío se complica el modelo simple de enfrentamiento social
mediante la introducción del concepto de alianzas de clases como condición para hacer posible el estudio de las relaciones de
fuerza en la sociedad y hegemonía en el Estado.

Las condiciones de la alianza de clases

Después del intervalo abierto en 1916 por el radicalismo y a partir de 1933 la industria argentina entra en una etapa de crecimiento
durante la cual se transformará en un decenio en un sector líder. La originalidad del caso argentino consiste en que a partir del 30
quienes controlan el aparato del Estado son indiscutiblemente las fuerzas conservadoras oligárquicas, esas fuerzas no variaron su
contenido de clase siguieron representando a los hacendados más poderosos beneficiarios de la economía agroexportadora.
Durante 1933-43 ningún otro grupo social propuso algún otro programa de crecimiento industrial que no fuera el oficialista. La
fracción de propietarios rurales que mantuvo el control hegemónico empezó a incluir los intereses industriales (antes antagónicos)
en un sistema aliancista con el objeto de asegurar el equilibrio del sistema en su conjunto.
Ese marca de alianza está dado por las propuestas de la élite dominante para expandir y consolidar al grupo manufacturero. El
proyecto de industrialización de la década del 30 por ISI es un ejemplo del crecimiento. Su resultado será una economía industrial
pero no integrada o sea una industria liviana productora de bienes de consumo no durables. Dentro del sector industrial las
inversiones se volcaron hacia los textiles, metalúrgicas y productos alimenticios y bebidas orientándose a la producción de bienes
de consumo. El crecimiento industrial como proyecto controlado por la oligarquía se limitará a cubrir un vacío llenado
anteriormente por bienes de consumo importados, sin diversificar el mercado interno ni necesidades de grandes inversiones en
maquinaria y equipo aumentando la ocupación de la mano de obra concentrando el crecimiento en aquella rama que elaboraban
materias primas tradicionales. Durante el período 1933-43 se intensifican las inversiones extranjeras, especialmente
norteamericanas, en actividades de transformación. La crisis del 29 marcará a la Argentina un cambio en su situación económica al
afectar su privilegiado status de país agroexportador, anulando las ilusiones del crecimiento “hacia afuera” que se forjó la
generación del 80. El modelo dejará de tener vigencia frente a la respuesta proteccionista que los países centrales pondrán en
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práctica como alternativa a la crisis. Un ciclo parecía concluido: el de la economía primaria exportadora como núcleo dinámico de
la economía argentina, es entonces cuando el mercado interno debe comenzar a cumplir un papel más central en el crecimiento, la
élites tradicionales que recuperaron el control del Estado se ven favorecidas por la posibilidad de una limitada industrialización
mientras que el desarrollo de ciertas ramas de las manufacturas permite un reajuste del sistema a los nuevos términos del comercio
mundial
Al quebrar el modelo agroexportador habría dos alternativas: 1) paralizar la economía virtualmente en espera de una coyuntura
más favorable y 2) modificar la estructura productiva en parte reduciendo algunas importaciones y sustituyéndolas por producción
local. Este último camino fue el finalmente impulsado por las políticas gubernamentales (ISI). La política económica de PINEDO
propone a las clases dominantes se reoriente y articule los marcos de enfrentamientos entre sectores rurales e industriales
reagrupando sus fuerzas. Para la definición de esta nueva política el llamada Pacto Roca-Runciman (Mayo de 1933) adquirirá
una influencia determinante como nudo central que condicionará el cambio de las orientaciones de una fracción de los propietarios
terratenientes , a partir de su firma el sector agraria más poderoso por ser el más ligado al comercio mundial definirá el nuevo
ajuste y se definirá un nuevo bloque de poder a partir de las alianzas entre las clases propietarias en las que el sector industrial
comenzará a tomar participación, esta nueva situación hará que el papel del Estado sea a la vez más importante y más complejo.
Por ese pacto de garantiza que: el Reino Unido no pondrá restricciones a la importación de carne vacuna enfriada de la Argentina,
y esas importaciones serán reducidas a una cantidad inferior a la importada en el trimestre correspondiente del año 1932. Esta
concesión inglesa importaba una serie de obligaciones paralelas para la Argentina, en primer lugar las licencias de importación en
un 85% debían ser distribuídas por el gobierno británico lo que significaba consolidar el trust frigorífico y a los ganaderos ligados
a él. Nada más que el 15% de esa cuota quedaba a disposición del gobierno argentino siempre que no se persigan beneficios
privados. Como se puede apreciar el pacto no era muy beneficioso para la Argentina. Además el gobierno argentino se
comprometía entre otras obligaciones a: 1) mantener libres de derechos el carbón y todas las otras mercaderías que entonces se
importaban libres de derechos; 2) respecto de las importaciones de productos ingleses cuyos derechos aduaneros Gran Bretaña
gestionaba una reducción, se volvía a los aforos vigentes en 1930, comprometiéndose el gobierno argentino a no imponer ningún
nuevo derecho ni aumentar los existentes.
El convenio significaba la aceptación por parte del Estado argentino de las reglas de juego impuestas por los ingleses para
mantener el acuerdo bilateral El convenio Roca-Runciman traía aparejado el predominio del grupo ganadero más privilegiado en la
orientación de la economía argentina, esta situación suscitó grandes recelos de la Unión Industrial, el temor más serio derivaba de
la rebaja de aranceles para la importación manufacturera inglesa., la UIA manifestaba por medio de un documento que esa
orientación económica solo contempla los intereses agropecuarios, la demanda de la UIA era que no se disminuyan los aranceles
aduaneros porque esto afectaba el trabajo industrial. La respuesta del presidente Justo es que hay que encontrar un equilibrio
Hacia fines de 1933 un nuevo equipo económico anuncia un Plan de Reestructuración Económica, el mismo incluye básicamente
el Control de Cambios, la creación de las Juntas reguladoras de la Producción y el desarrollo de un plan de obras públicas. Aparece
claro unba caracterización de la necesidad de la industria que no se enfrenta a la hegemonía oligárquica mientras el papel de la
industria aparece justificado por los propios industriales como funcional al equilibrio del sistema en su conjunto. A la industria
argentina le tocará resarcir a la economía argentina de las pérdidas incalculables que provienen de la contracción brusca de su
comercio exterior. Los sectores agrarios aceptarán la nueva orientación solo momentáneamente pero seguirán oponiéndose a todo
proceso que consolide en forma permanente un crecimiento de la industria. El control de cambios implementado en 1933 tuvo por
fin continuar escrupulosamente el pago del servicio de la deuda exterior pública.

La diferenciación interna en el sector agropecuario y los grupos de oposición

Hemos diseñado la posibilidad de que, a partir de las nuevas condiciones asumidas por el comercio mundial los intereses
particulares de hacendados e industriales encuentren un plano de coincidencia en las orientaciones hacia una industrialización
limitada, formuladas por el Estado. Qué significación tiene esa posibilidad como causa de diferenciaciones internas dentro de las
propias clases dominantes? Nuestra hipótesis es que al menos hasta la segunda guerra mundial no se producen fragmentaciones
significativas en el seno de los industriales y que en caso de haberlas, los industriales pequeños y medianos encuentran tan poco
poder económico y tan escasa fuerza de presión que la hegemonía dentro del bloque industrial se mantiene sin alteraciones en
poder de los industriales más grandes y tradicionales, vinculados con el capital financiero nacional e internacional cuya
representación recae en la UIA.
En el sector agrario el panorama es otro, allí sí se produce una diferenciación acentuándose la división de intereses: los
hacendados “criadores” serán el respaldo de los yrigoyenistas y los “invernadores” rodearán a Alvear. Los “criadores” son los
ganaderos por excelencia, los auténticos productores pero quedan subordinados a los invernadores por ser éstos la única vía de
acceso al frigorífico y desplazados a su vez de los acuerdos que hacen los invernadores con los mercados tradicionales. El grupo de
los criadores levanta su voz diciendo “vender a quien nos vende” y así se ampliarán nuevos mercados especialmente EE UU como
proveedor de manufacturas.
Los “Invernadores” son quienes venden directamente a los frigoríficos como un intermediario entre productor y frigorífico,
constituyen la capar más privilegiada de los hacendados gozando de un tratamiento especial. Logran el control de la Sociedad
Rural Argentina en 1927 e imponen sus intereses sobre las otras capas de ganaderos, en sus negocios con Gran Bretaña quedan
beneficiados por el pacto Roca-Runciman que les asegura una cuota estable de exportación, expresando su rechazo a todo

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proyecto de crecimiento industrial manteniendo el esquema de “crecimiento hacia afuera”, para ellos la industria es un sector
artificial, no dinámico que no crea riqueza. Su visión contraria a la de los criadores es: comprar a quien nos compra, así definen los
circuitos del comercio exterior argentino. Esta diferenciación de sectores dentro de las clases dominantes rurales junto con la
compleja función y crecimiento del Estado serán los datos de mayor importancia en la década para la caracterización de las
relaciones de fuerza dentro de las clases dominantes.

Agrarios e industriales frente al “Plan Pinedo”

Las malas cosechas del verano de 1937/38 causaron una baja del 50% en el volumen físico de las exportaciones con relación a los
años inmediatamente anteriores, al mismo tiempo que los precios de los productos agropecuarios declinaban en el mercado
tradicional. A fines d e1938 la balanza de pagos arroja déficit y las condiciones de la crisis parecían volver a repetirse. Por un lado
se devalúa nuevamente el peso, lo que favorece a las exportaciones pero además se establece por primera vez el requisito del
permiso de cambio previo para las importaciones., lo que significa una restricción a las mismas y el paso más decidido dado por la
élite dentro de una estrategia proteccionista. La diferencia entre una orientación a la que solo le interesa sus intereses privados
(hacendados) y otra en la que se trata de integrar esos intereses con los de los industriales es que el Estado ya no puede resolver
con medidas de cambio, el problema del déficit de la balanza de pagos y necesita mantener la actividad económica interna en la
que la manufactura cobra un papel importante, salvando la industria el sistema se puede mantener es por ello que una alianza para
integrar esta clase industrial con la rural. El Plan de Reactivación Económica (Set/1939) presentado por Pinedo era mantener un
alto nivel de actividad económica, el Estado debía comprar los excedentes agrícolas que no podían colocarse, esta era una medida
reclamando unánimemente por los propietarios rurales, a ello debía agregarse otros estímulos que provenían de la industria
especialmente la de la construcción y luego la manufacturera supliendo en lo que sea posible lo que no puede importar por ser sus
precios demasiado altos y así también evitar la desocupación. En primera instancia el proyecto salvaguardaba los interese de los
rurales pero también por imperio de las circunstancias mundiales la industria no fuera destruida. La S.R.A. no rechaza el plan pero
considera dejar sentado que la prosperidad del país está supeditada a la marcha de los negocios agropecuarios. Ello no significa
que toda industria debe ser fomentada pero no darle mayor importancia a las industrias que podrían hacer disminuir las
importaciones de aquellos países que nos comprar nuestros productos, esa es la única manera de equilibrar o compensar la balanza
de pagos. Este grupo se opone deliberadamente al plan de los criadores sector ganadero subordinado y cree que la industrialización
es una valla a su supervivencia.
Frente a la tácita alianza de los ganaderos privilegiados (invernadores) y los industriales cuyos interese el Estado intenta
armonizar, la U.C.R. propone una alternativa de que los grupos de criadores subordinados y las capas medias urbanas no ligadas a
la industria se integren en una alianza. Una tercera alternativa es la del programa de crecimiento por iniciativa autónoma de los
sectores emergentes de origen industrial.

El papel del Estado: alianza de clases y hegemonía


La homogeneidad de la antigua estructura de poder a través de la cual se expresaban los intereses de las capas agrarias dominantes
tiende a quebrase después del 30, el Estado asume otro rol como equilibrador dentro de un bloque de poder más complejo, actúa
como moderador de una alianza objetivamente estructurada alrededor de los intereses comunes de distintas clases buscando
unificar los compromisos inestables entre ellas.
El concepto de “clase dominante” del 30 debió ser reformulado la dominación ya no es ejercida en nombre de la unidad de los
intereses inmediatos sino de los interese de una alianza de clase en una combinación agro-industrial en la que el factor aglutinante
será el capital financiero, nacional y extranjero. En esa alianza de clases comienza a participar el sector industrial pero la
hegemonía del bloque de poder queda en poder de los hacendados Recién en la década del 40 esa relación de fuerzas se alterará
por la movilización de las clases populares y el fortalecimiento del Estado a través del ejército. Los industriales parecen aceptar la
representación que de ellos hace el Estado y lo utilizan como “protector” a ver si obtienen sus reclamos de hegemonía. Tampoco
estructuran una fuerza política independiente que represente sus intereses, la actividad de la élite política se centra en persuadir a
los hacendados de que n perderán su hegemonía en el bloque de poder.

Segunda parte

El movimiento obrero en los orígenes del peronismo

1- Heterogeneidad obrera y nacionalismo popular


Uno de los temas centrales para los análisis de los movimientos nacional-populares de América Latina particularmente en sus
subtipos peronista – varguista son las relaciones entre esas variantes del populismo y clase trabajadora. El problema se plantea en
la medida en que se compruebe que esos movimientos cuya ideología fascista obtienen el vasto apoyo de vastos sectores obreros
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industriales, siendo que esa adhesión no resultaría compatible con el modelo clásico de orientaciones de clase obrera movilizada.
El apoyo obrero al populismo frecuente en países dependientes y periféricos aparecería así como una desviación de ese modelo.
Las conductas ajustadas al modelo clásico se atribuyen entonces al sector de trabajadores “viejos” (propiamente considerados
obreros) y las orientaciones desviadas a sectores que, aunque incorporados a la industria de algún modo no serían plenamente
obreros. El primer grupo (viejos obreros) estaría constituido por aquellos trabajadores mayormente de origen obrero formados
dentro de una disciplina de trabajo industrial y el segundo (nuevo) por los obreros más recientes productos de migrantes de zonas
campesinas más atrasadas. Esta distinción entre nueva y vieja clase obrera se vincula con una conceptualización que propone
encontrar las bases sociales del “autoritarismo “y “totalitarismo” en estratos y clase que según las etapas del proceso de
industrialización en que se hallen las sociedades a las que pertenecen se transforman en masas desplazadas y disponibles para su
manipulación por una élite. El autoritarismo de los movimientos populistas latinoamericanos (peronismo-varguismo) sería fusión
del proceso de rápida industrialización posterior a 1930 el que tiene lugar mientras la clase trabajadora relativamente mal
organizadas en sindicatos y partidos, en las poblaciones rurales existen todavía reductos de conservadurismo tradicional.
Los comportamientos de los viejos obreros incorporados a la fábrica durante la primera etapa de crecimiento industrial, o es
relegada como punto de interés teórico o es conceptualizada como opuesta al populismo. Estos nuevos obreros protagonistas del
apoyo en masas del populismo poseerán una serie de características distintivas que los separaría radicalmente de los obreros viejos:
1) en primer lugar serían masas populares atraídas más por la vida urbana que por el trabajo industrial de modo que su experiencia
estaría preferentemente impregnadas por los valores de movilidad ascendente incluidos en su desplazamiento del campo a la
ciudad y no por las notas típicas de la condición obrera estructurada a partir del ingreso a la fábrica. La nueva clase obrera tiene los
siguientes rasgos distintivos: a) búsqueda individual de ventajas económicas; b) sentimiento de pertenencia a un grupo primario; c)
conciencia social en término de pobres y no de clases.
Dentro de este enfoque se tiende a acentuar que la base fundamental para la participación de esas masas en el movimiento
populista es la satisfacción de tipo emotivo que la participación en un movimiento globalizante les da, parece dejar descartada toda
interpretación que explique la participación en el movimiento populista sobre la base de la conciencia en un proyecto de desarrollo
ligado a intereses de clase, a veces también hay intereses o proyectos individuales que pueden desempeñar un papel en la adhesión
de los obreros nuevos al movimiento. En este modelo los nuevos están capacitados para romper con el inmovilismo y alienarse en
un reformismo que conduce a la colaboración con las clases dominantes. Los supuestos más generales acerca de los alcances de
dicha diferenciación entre obreros viejos y nuevos, en sociedades en tránsito hacia la industrialización dentro de áreas periféricas
incluyen proposiciones acerca de: a) bases objetivas de la diferenciación entre viejos y nuevos; b) diferenciación en términos de
orientaciones e intereses.

El nivel de las orientaciones


La diferencia de los obreros viejos con los recientemente incorporados a la industria es que los viejos tienen un marco normativo
estable definiendo intereses propios y buscan formas organizativas adecuadas a sus intereses, están bien ubicados dentro de la
sociedad lo que les permite búsqueda de satisfacción a mediano y largo plazo y auto organizarse para ello en encuadres de tipo
político gremial.
Los obreros nuevos son incapaces de desarrollar un programa propio de reivindicaciones que incluya reclamos de autonomía así
como una programación de metas que fueran más allá del corto plazo, esta incapacidad de autonomía se proyectaría al plano
institucional. El comportamiento de los nuevos obreros estría motivados por su oscilación entre dos polos de exigencia. Por un
lados la necesidad de participación efectiva en un orden social por el otro la urgencia de resolver problemas inmediatos. El
comportamiento político de los nuevos es emotivo y quieren resolver problemas inmediatos e individuales alejándose de la
tradiciones de autonomía obtenida por los viejos llevándolos a integrarse en un movimiento nacional-popular dirigido por una élite
ajena a la clase obrera que desde el poder les proporcionará los canales para la participación social y política aunque para ello
deban sacrificar su autonomía. En el caso argentino los obreros carecerían del marco normativo que involucra factores de cambio a
los que están sometidos las masas de esos grandes contingentes humanos. Se supone entonces que tal situación crea una tensión
generalizada que los lleva a buscar no ya soluciones específicas para problemas claramente definidos sino más bien una
oportunidad de adhesión que les permita reconstruir el marco normativo. Los restos de tradicionalidad aún vigentes en ello harán a
estos obreros inclinados a aceptar aquellas normas avaladas por una autoridad paternalista como las que ejercen los caudillos
populistas.

El nivel de la situación
El cambio de situación está caracterizado en base a tres dimensiones: trabajo, consumo y participación política.
En relación con el primero (trabajo) uno y otro modelo (el caso brasilero y el argentino) suponen diferencias entre viejos y nuevos
en varios niveles: 1) en términos de calificación conceptuando a los nuevos como menos calificados ; 2) en términos de
pertenencia a uno u otro sistema de trabajo industrial (los viejos habían obtenido su calificación dentro de un sistema en el cual el
trabajo no está lejos del de productor artesanal) los nuevos tenían experiencias con la etapa de especialización como apéndices de
la máquina; 3) en términos de volumen y experiencia entendido como tiempo de vinculación con el trabajo industrial; 4) en

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término de tipo de trabajo desempeñado por el obrero antes de su ingreso a la industria. Los nuevos serían agrarios muy recientes;
5) en términos de la estabilidad en el trabajo. Se supone a los viejos como más fijados en un oficio y en una empresa.

En relación con el consumo y con la vida urbana:


Los nuevos recibirán una posibilidad de ascenso social ligada a estructuras ajenas (por ejemplo el Estado) la conciencia de
movilidad funcionaría como obstáculo a su conciencia de clase; los viejos en cambio producirían su ascenso solo por sus propias
luchas sea a través de sus organizaciones (sindicatos, gremios) o incluso de su esfuerzo personal.
En relación con el sistema político: El ingreso de los nuevos a la vida urbana se produce sin una convocación política desde el
Estado y sin institucionalizarse; los viejos en cambio con sus organizaciones (partidos, gremios, cooperativas, sindicatos) no
asimilan a los nuevos en la tradición de autonomía quedando entonces los nuevos como masas a disposición manipuladas por una
élite o el Estado.
Otra versión es contraria a ésta: y sostiene que los nuevas entran en la vida urbana en un momento de “intervencionismo social” y
de expansión de los consumos lo que favorece la canalización hacia formas de participación subordinada, las que no son aceptadas
por los viejos, como estos canales ya son parte del Estado la autonomía obrera desaparece.
En ambos casos la dificultad radica en que tanto dirigentes como sindicatos no logran organizar a los nuevos contingentes de
trabajadores y el aparato estatal es quien termina organizándolos.
La relación que habrá de establecerse entre movimiento obrero y populismo es que en caso argentino queda claro que hay un
periodo de explotación desnuda (antes de Perón) etapa de pobreza y carente de organización.
La forma de participación de la clase obrera y de sus organizaciones en el régimen popular en el modelo argentino descarta el
papel relevante de los viejos obreros y sus organizaciones para la estructuración del movimiento populista como salida política.
El papel de los sectores obreros girará en base a tres hipótesis: 1) que en el surgimiento del peronismo tuvieron una intensa
participación organizaciones y dirigentes del sector de obreros viejos; 2) que es difícil otorgar la caracterización de pasiva a la
participación obrera 3) que la participación conjunta de nuevos y viejos implicaba un proyecto social de cierto alcance y en la
continuidad programática.

II – Clase obrera y sindicatos en la génesis del peronismo

Al analizar los orígenes del peronismo el primer rasgos distintivo que aparece en relación con otros movimientos populistas
es la importancia que tiene el sindicalismo en el movimiento como factor constituyente/. Este dato es reconocido por todos los
observadores pero se lo deja de lado prefiriendo poner énfasis en otros niveles de análisis. Al minimizar el papel de las
organizaciones sindicales se le quita de hecho al peronismo el elemento más nítido de especificación dentro de los movimientos
populistas y se acepta el proceso de manipulación de las masas obreras por una élite ajena a la clase esto crece y se desarrolla sobre
un vacío de organización proletaria autónoma.
Nuestra conclusión es que en el proceso de génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones
gremiales viejas que llegó a ser fundamental a nivel de los Sindicatos, de la CGT y del Partido Laborista.
Después de 1943 el problema de la participación obrera en el peronismo más que subrayar la división interna de la clase obrera
toma como punto de partida su opuesto: la unidad de la misma, como sector social sometido a un proceso de acumulación
capitalista sin distribución de ingreso, durante el proceso de industrialización bajo control conservador que tiene lugar durante la
década del 30.
El supuesto que se halla detrás de este enfoque es que previo al populismo, se desarrollo en la sociedad argentina un proceso de
crecimiento capitalista sin intervencionismo social y que esta situación determinó la configuración de reivindicaciones
típicamente obreras que abarcaba el conjunto de la clase trabajadora demandas que el sindicalismo trató de satisfacer sin éxito
hasta que entre 1944 y 1946 por acción de definidas políticas estatales esa serie de reivindicaciones va encontrando soluciones.

La fuerza sindical antes del peronismo

La tendencia general en la tendencia a los análisis de la participación obrera en los movimientos populistas y específicamente en el
peronismo se orienta a minimizar el papel de los sindicatos en el período previo y subrayar en cambio el vertiginoso crecimiento
organizativo bajo el amparo del Estado. La experiencia argentina entre 1940-46 no parece confirmar esta imagen, ya que el sector
más numerosos de afiliados era el de transporte y puertos, seguidos por Industria y servicios. En lo que hace a las ramas la primera
era la del Transporte básicamente integrado por ferroviarios) seguido por Construcción y luego por la rama de Comercio Bancos
Oficinas y Seguros.
A partir de 1941 el apoyo al populismo fue instrumentado por una estructura sindical preexistente sin que pueda hablarse de una
discontinuidad marcada con el pasado inmediato o sea que la estructura sindical en 1943/45 no se modificó sustancialmente a
pesar de que se fundan importantes sindicatos no juegan con demasiado peso institucionalmente

Características del sindicalismo preperonista

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Todos los análisis insisten en señalar a 1943 como un momento de ruptura en el cual finaliza la etapa del sindicalismo tradicional
minoritario, orientado hacia posiciones izquierdistas y más basadas en el oficio que en la industria y nace el sindicalismo de masas
ligado al aparato del Estado.
El ciclo de industrialización bajo control conservador abierto en la década del 30 fue de acumulación basado en la explotación
obrera lo que supone consecuencias sociales sobre la fuerza de trabajo. Entre 1930-35 la capacidad negociadora del sindicato se
vio duramente golpeada por la doble incidencia de las políticas que el capitalismo posee para disciplinar la fuerza de trabajo: el
mantenimiento de una alta tasa de desocupación y la vigencia de medidas represivas. Es un momento de extrema debilidad para el
movimiento obrero incapaz de enfrentar las consecuencias de la crisis económica.
Hacia 1935 esa situación comienza a cambiar el ritmo de la ocupación creció sostenidamente y la capacidad negociadora del
sindicalismo se robusteció. La primera consecuencia fue una modificación en la dirección de la CGT producto de una crisis. De
esa crisis de finales de 1935 quedará la CGT controlada por socialistas y la Unión Sindical Argentina en la que participarán
sindicatos desalojados de la dirección de la CGT y otros gremios. La desocupación comienza a descender robusteciendo la
capacidad de negociación del sindicalismo mientras los salarios reales bajan aumentando el monto de reivindicaciones
insatisfechas. El momento desde un punto de vista organizativo favorable a la creación y robustecimiento del nuevo sindicato en
ramas industriales así como el paso de organización por oficio a la organización por industria y organizaciones de federaciones
nacionales.

Las luchas obreras en el periodo previo al peronismo

En abril de 1943 el Departamento Nacional del Trabajo reconocía en un informe elevado al Ministerio del Interior que la situación
del obrero se había deteriorado pese al auge industrial, si bien había un aumento de ocupación era explotando la fuerza de trabajo,
esto reforzó la posibilidad de acción sindical en búsqueda de reivindicaciones creciendo las organizaciones gremiales y su
capacidad de movilización.
El número de huelguistas que se opera desde 1935 aumentó y alcanzará su mayor pico en 1942, esta creciente movilización obrera
no encuentra los resultados buscados: un alto porcentaje de las huelgas se pierde o se transa con los patrones sucediéndose los
conflictos.

La orientación del sindicalismo en los orígenes del peronismo

El golpe militar de 1943 encuentra a una clase trabajadora que pese a haber intensificado su movilización en defensa de intereses
propios no ha resuelto a su favor las reivindicaciones planteadas, institucionalmente la CGT se halla nuevamente dividida en dos
sectores (1943, por un lado la CGT 1 encabezada por José Domenech secretario de la Unión Ferroviaria, quien buscada la máxima
independencia de la CGT respecto de los partidos políticos. Por el otro lado la CGT 2 integrada por gremios socialistas y
comunicas. Ambas CGT tienen en principio frente al gobierno surgido de los sucesos de junio una actitud expectante de ninguna
manera opositora, a pesar de ello, la CGT 2 es clausurada por el gobierno y la CGT 1 intervenida.
Por Decreto oficial se crea la Secretaria de Trabajo y Juan Perón es nombrado titular el 27/10/43, a partir de ese momento se inicia
una nueva etapa en las relaciones entre Sindicatos y Estado y se abre el proceso de orígenes del peronismo centrado en la CGT 1 y
la USA (Unión Sindical Argentina) con algunos aportes de la CGT2 y de los sindicatos autónomos (independientes y no enrolados
a las CGT).
Dos aspectos nos parecen significativos para la discusión acerca de la participación obrera en los movimientos nacionales
populares: el papel que jugará la vieja élite sindical y la percepción con la que elabora ese sector (vieja élite sindical) su alianza
con un grupo gubernamental. En todo este proceso que culminará con los sucesos de Octubre/45 y con la fundación del Partido
Laborista el punto central sobre el que converge la actividad sindical es el reclamo de participación obrera en las decisiones
políticas.
La creación del Partido Laborista es el punto clave – descuidado por la mayoría de los investigadores – para cualquier análisis de
las características diferenciales que asume el nacionalismo popular, el programa del partido era de tipo nacionalista-democrático en
sus puntos referidos a organización política y orientación económica y claramente distribucionista en materia social. La CGT
explica su vinculación con el peronismo a partir de la obtención a través de la Secretaría de Trabajo y Previsión de
reivindicaciones obreras largamente demoradas. Los dirigentes y las estructuras tradicionales sindicales tuvieron peso en el
proceso de los orígenes del peronismo y asumían alianzas con un sector estatal, coincidente con la tradición vigente desde 1930
donde el Estado intervenía en todos los órdenes sociales.
La aparición en la década del 30 del “dirigente gremial”especie de caudillo desconocido hasta entonces es que el poder de los
sindicatos intentaba invadir esferas de acción de los políticos como por ejemplo las movilizaciones callejeras por causas no
específicamente gremiales.
Las fuerzas opositoras a Perón a medida que se acercaban las elecciones se unieron en el partido Union Democrática, tanto el
peronismo como la Unión Democrática representaron entonces alternativas de alianzas entre distintos grupos sociales y entre
clases. El vuelco final de las corrientes mayoritarias del sindicalismo que tiene lugar en Oct/45 se precipita en una acción obrera
que hace frente a la ofensiva contra sus conquistas reivindicatorias por parte de los grupos de grandes propietarios industriales,
agrícolas y comerciales. Ese es el sentido que le otorga la CGT a los acontecimientos político-militares que culminan con la
movilización callejera del 17 de Octubre/45.
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III Desarrollo industrial y orientaciones obreras

La inclusión del peronismo en los movimientos nacionales-populistas en la Argentina, resulta al menos desde su gestación que el
corte en el interior de la clase obrera es explicación insuficiente para su surgimiento. Mas bien el predominio de trabajadores y
organizaciones nuevas como tradicionales aparece en las teorías como condición necesaria para la génesis del populismo. La
explicación de las peculiaridades del nacionalismo popular no podría atribuirse a rasgos exclusivamente radicados en el proceso de
formación de la clase obrera sino a modificaciones operadas por un crecimiento industrial con una dependencia externa y una
redefinición de los objetivos de la sociedad nacional expresada en nuevos reagrupamientos y alianzas entre sectores y clases. La
similitud entre el modelo tradicional y el populismo es que en ambos casos hay un momento inicial en que el capitalismo se realiza
sobre la base de un aumento de explotación de la mano de obra y de una marginación obrera de las decisiones políticas lo que
provoca un montón crecido de reivindicaciones particulares. La diferencia habrá que buscarla en que los reagrupamientos en el
interior de las clases propietarias, los grupos obreros y aquellos grupos marginados de fuerzas internas no obreras dieron lugar a
nuevas formas de alianzas de clases. El rechazo obrero al crecimiento capitalista se manifiesta en la génesis del nacionalismo
popular a través de sus organizaciones sindicales. Estos sindicatos son preexistentes al gobierno populista y cumplen una función
mediadora entre políticos y poder político que les es abiertamente reconocida.
Los inconvenientes de generalizar para la Argentina hipótesis de comportamientos obreros se manifiestan al analizar las tres etapas
de la historia de cualquier movimiento nacional-popular: 1) la etapa de su estructuración; 2) la etapa del control del Poder; 3) la
etapa de la pérdida del control del poder. Para la primera la nueva elite propone un proyecto populista que hace alianza con la clase
obrera. Para la segunda la clase obrera va perdiendo autonomía por la coincidencia de proyectos sociales en los que el populismo
se consolida. Para la tercera los sindicatos so la única forma organizativa que sigue unida al peronismo después de su caída y las
organizaciones gremiales se convierten en la columna vertebral del movimiento.
La industrialización por sustitución de importaciones ya estaba realizada cuando la experiencia nacional popular llega al poder y la
élite procuró establecer coincidencias de intereses con lo industriales lo que ocasionó distintas consecuencias sociales, ese
crecimiento de la mano de obra industrial se efectúo con intervencionismo estatal , los industriales se enriquecieron y los
trabajadores fueron explotados, éstos eran necesarios para llevar a cabo el proyecto hegemónico de un sector de las clases
propietarias.
Nuestro punto de vista es que la participación de los trabajadores en los orígenes del peronismo debe ser explicado
fundamentalmente por la homogeneidad de la clase obrera como fuerza de trabajo explotada, en un momento en el que culmina un
largo período de acumulación sin distribución. Las formas de participación de la clase obrera en el populismo se despliegan en un
arco que puede ir desde las formas más activas a las más pasivas, ambas tienen peso propio en relación a otras formas de
participación como no lo alcanzó ninguna experiencia nacional-popular en América Latina, coincidiendo sindicatos viejos, nuevos
y sindicatos paralelos, el eslabón entre trabajadores estará dado por la organización sindical que hace un papel intermediador.
Desde el punto de vista de los comportamientos obreros su adhesión al populismo desde su estructuración sería legítimamente la
elección más acertada dentro de las alternativas ofrecidas ya que el proceso de industrialización se llevaba a cabo bajo el control de
una élite tradicional sin ninguna participación obrera ni ningún tipo de intervencionismo social.

[Miguel Murmis – Juan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971.]

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