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“El Infinito quedó


sin terminar…”

© 2004 Eduardo Alejandro Testori

La foto de tapa pertenece al autor del libro y fue captada en el Río de la


Plata en Septiembre de 2000 a bordo del velero “Embustero”.

Eduardo Alejandro Testori

“El Infinito quedó


sin terminar…”
ÍNDICE

Dedicatoria

Prólogo

Infinito primera parte

Infinito segunda parte

Epílogo

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“El Infinito quedó
sin terminar…”

Dedicatoria:

A mi hija Melina,
y:
A: María Angélica, Héctor Testori, Rosa María Gómez, Mirta Gómez, Niky
Sunio, Genny y Victor Hugo, Juan Carlos Paré, Horacio Antonio Cao, Néstor
Ríos, Emilio Rappard, Maria Teresa Spak , David Sznek, Dora Paré, Liliana
Muñiz, Estela Schwindt, Liliana Vaca, Graciela Lialis, Alejandra Galzerano,
Tatiana, Gabriela Tenenbaum, Judith Romero, Aida Meneghetti, Adriana
Vieyra de Abreu, Gerónimo y Facundo, Adriana Cavara, Alejandra De Alba,
Claudia Liatis, Camila Rios, Lucía Ríos, Laura Paré, Oscar Dulitsky, Ponino
De Gemmis, Gustavo Garibaldi, Marcelo Langberg, Amilcar Pessagno,
Roberto Lucero, Andres Wanzek, Elizabeth González, Samuel Palikian, Rubén
Hallú, Horacio Games, Jorge Martínez, Rubén y Sergio Layaffa, Roberto
Merzek , Eduardo Bidegaray , Miguel Nuñez, Santiago Miguez y Delmiro.

Muchos de ellos, protagonistas e inspiradores inocentes de la obra.

A mis afectos idos: Alejandra Mannuccia, Antonino Mannuccia, Carlos


Alberto Testori, quienes están en otra dimensión y dejaron huellas
inquebrantables para que los recuerde siempre con mi más insondable amor.

A mis “amigos” de teatro que tuvieron la bondad de disimular mi ineficacia.


A mi ciudad de Vicente López, Buenos Aires.
A la Isla Martín García, Argentina.
A los amigos del pueblo de Gobernador Crespo, Santa Fe, por su generosidad.
A Piriápolis, Uruguay.
A quienes comparto mis horas de trabajo.
A mis amigos en Estados Unidos, Italia, Alemania, Brasil y Francia.

Y naturalmente a Ud. querido/a lector/a y acaso futuro/a amigo/a.

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Prólogo

Es sin duda alguna, éste prólogo necesario para advertir al lector el


origen de lo seguidamente expuesto:

El génesis de éste libro se debe a unos escritos rescatados en la isla


Martín García, a la orilla del Canal del Infierno, en una caja de madera
cubierta por un plástico resistente al agua, luego de una “explosión en el
cielo”.

En esa especie de arca, encontré una cantidad de hojas garabateadas con


letra muy desprolija, pero legible y afortunadamente numeradas.

La isla se encuentra ubicada al sur de la desembocadura del Río Uruguay


dentro del ambiente del Río de la Plata Superior y cercana al límite sur
del Delta de los ríos Paraná y Uruguay, distante a 3.5 Km. de la costa
uruguaya y a 46 Km. en línea recta de la Ciudad de Buenos Aires.
Circundada al este por el Canal del Infierno, al norte por el islote
Timoteo Domínguez, al oeste y al sur por el Canal Buenos Aires.

Enorme fue mi sorpresa al descubrir que, quien los había escrito, había
logrado poner en duda mi conciliación con mi pasado, presente y futuro.

Me revelaron estos escritos a un personaje real que logró sortear una


puerta compleja y sorprendente. Un ser anónimo que aun no conocí y
obviamente no tuve la oportunidad de hablar con él.

Con enorme esfuerzo y muchos meses de trabajo, logré transcribir este


relato en forma de libro, sospechando que sucedió y estuve allí.
Realizada la trascripción textualmente, tal vez darán luz a mentes más
lúcidas que la mía.

“El infinito quedó sin terminar…” Me hubiera ufanado un prólogo de:


Ernesto Sábato, Nacha Guevara, Alejandro Dolina, Rolando Hanglin,
Mario Mactas, Dalmiro Saenz, Adolfo Aristarain, Eliseo Subiela,
Roberto Fontanarrosa, Fabio Zerpa, u otro talento de mi respeto y
estima, quienes de manera indirecta, me invitaron a neutralizar una
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pereza mental, pero no tuve presencia de ánimo para tal irreverente
solicitud.

Sepa disculpar el lector, mi desheredado prólogo y deseo que disfrute de


éstos escritos, tanto o más que yo y no saque sus conclusiones hasta
terminarlo, pues el final lo atrapará y lo dejará pensando, tanto o mas
que a nosotros.

Uno de tantos.

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“E L I N F I N I T O Q U E D Ó S I N T E R M I N A R . . .”
PARTE I

Hoy jueves 21 de Septiembre de 2006, pensé: ¿que cambiaría de mi vida


si ganase la lotería? Difícil sería, ya que ni siquiera jugaba.

Postergaba mis sueños y advertido de lo inútil que era esa idea comencé
a diagramar una serie de deseos que cumpliría sin esperar un golpe de
fortuna. Uno más delirante que otro. Desechados los vengativos, me
quedé con los utópicos. Desechados los utópicos por definición, me
quedé con los imposibles. Anulados éstos, me quedé con los posibles y
fáciles.

Abolidos los fáciles, opté por los permitidos. Pero con algún grado de
dificultad. Por eso emprendí un viaje en velero sin fecha de regreso.

Finalmente me harté de la mediocridad propia y ajena, de las vanas


esperanzas, de las mentiras, de las verdades, tal vez estaba un poco harto
de mí también, pero como soy bastante tolerante conmigo, decidí irme
sin rumbo fijo.

En materia de decisiones, soy un experto.

Tomé las peores en mi vida.

Estaba algo acostumbrado a esas disposiciones, decretos y medidas


dictadas por mi gobierno interno, que más de una vez me ha planteado la
forma de dirigirme.

Unas neuronas subversivas que intentaron derrocarme más de una vez,


imponiendo una nueva administración más inteligente, más benévola,
más comprensiva y tolerante.

Hasta mis otras neuronas religiosas trataron de convertirme. Unas en


católico, otras en budista, otras en musulmán. Pero una decisión acertada
dejó tranquilas a esas masas religiosas internas.

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Decreté que un día sería católico, otro budista, otro musulmán, tal vez
judío, acaso agnóstico, o tal vez politeísta. De todos modos y a pesar de
las convulsiones de mis pueblos internos, creo en el amor. Esa creencia
era tolerada hasta por mis acérrimos enemigos, y aplaudida por mis
neuronas fiesteras, las más desprejuiciadas y divertidas.

Cerré mi departamento en Vicente López desde el cual se apreciaba en


todo su esplendor el Río de la Plata.

Me despedí de mi perro, mi gato, mi tortuga, mis peces y mi iguana que


carecía de nombre.
Nunca se me ocurrió ninguno para este noble animal.

Llamé al ascensor y bajé en un suspiro, perdiéndose mi mirada en varias


puertas tijera.

Bajé a la avenida Libertador y miré por última vez el edificio.

Di la vuelta y a través del ventanal, estaban mirándome con ojos tristes


mi perro Pichachumm, mi gato Benito, mi tortuga Burocracia, mis peces
Sanmartin y Merceditas, y la iguana anónima. Una escena difícil de
olvidar. Parecía que con sus manitos me saludaban. Pichachumm con su
nariz en el vidrio y su respiración, dibujaban un corazón. Benito parado
en sus patas traseras tallaba el vidrio de la ventana y me pareció que
escribió: “Te perdono”.Burocracia se desprendió del caparazón y noté
que estaba muy flaca. Hacía la vertical, bailaba break-dance y giraba
sobre su cabeza en el modular. No consideró la tristeza como
sentimiento en ese instante. Nunca me simpatizó ese quelonio. La iguana
estaba como estampada en la ventana y me pareció una propaganda de
cerveza.

Al ver esa imagen zoológica-emotiva volví y los traje conmigo. Con


algunas provisiones, cargué mi velero “Zeuss”. Llegué con mi Valiant II
azul metalizado a la amarra. Bajé algunas provisiones del baúl y prendí
el encendedor a bencina y me despedí de ese auto. Cargué el velero,
encendí el motor, desamarré y esquivando bagres partí sin dolor. Me
paré en proa y el viento y el timón de popa me llevarían a un destino que
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se me antojaba incierto. Mas que nada porque el timón me quedaba
como a siete metros de donde estaba parado.

Cada tanto miraba hacia atrás y Buenos Aires desaparecía lentamente,


entre el humo de un auto quemándose. “Hay cada uno…” pensé. Las
torres del milenio en Vicente López parecían querer comerse al cielo.
La música me acompaña siempre y tal vez la mejor idea que haya tenido
fue instalar en el “Zeuss” un equipo de música que me salió más caro
que el propio velero. Busqué entre los discos compactos y situé a la
maravillosa música de Tchaikovsky.

La armonía acompañaba la navegación.

Ciertamente Buenos Aires es hermosa y más, vista desde el río.


Sus luces multicolores que se transforman entre la neblina del atardecer
tardío dibujan un fuego artificial estático.
Una suave brisa me empujaba al Este.
El sonido de las olas en el barco y el suave golpeteo de las velas cada
tanto y el mástil señalando a la estrella Rigel y la punta de la veleta
clavada en el este, son mi presente.
Los horizontes van desapareciendo, como un recuerdo que quiere
diluirse y uno lo deja ir, en pos de uno nuevo a crear.
El cielo está ausente de luna, perfectamente limpio y sin nubes.
Las estrellas y los planetas se reflejan en el agua y la navegación es en
“la nada”.
Sólo el movimiento y las luces reflejadas de las boyas en el agua, que
guiñan con sus rojos y verdes a mi mascarón de proa, una hermosa
sirena tallada en madera.
Al desaparecer completamente el horizonte, navego sin punto de
referencia visual.
La despreocupación en estos instantes es alimento para el alma.
Es sentirse desplazar suavemente sobre las olas, y el corazón latiendo
sereno.
La noche invita a una profunda reflexión, pero opto por disfrutar y no
arruinarla.
Sólo ceder ante esos momentos de placidez.
Elegí dejarme llevar y estar huérfano de pensamientos.

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Oteaba el horizonte, actividad que solo se puede hacer frente al
horizonte, por si algún otro navegante se le había ocurrido lo mismo que
a mí, irse. Pero no. Era muy tarde para salir a navegar y en día de
semana era poco probable que hubiera mucho movimiento en el Río de
la Plata. Salvo los buques de carga. Decidí entonces cargar el G.P.S que
es un navegador satelital con las coordenadas correctas para ir a la isla
Martín García. Allí haría mi primer desembarco antes de seguir rumbo
hacia el Uruguay, circundándolo por Piriápolis en donde me incorporaría
un chivito uruguayo para luego continuar mi derrotero a Punta del Este y
desde allí enfrentar al Atlántico hasta Ciudad del Cabo, en África y
después navegaría bordeando el continente africano por el Atlántico
hasta Portugal, entraría por el Canal de Suez hasta el Mar Mediterráneo
y me quedaría en Grecia una temporada, si los dioses me ayudan. Mi
“Zeuss” en Grecia...no estaría nada mal.
Me senté en proa con las piernas colgando y puse las manos como sostén
de mi cabeza, mirando hacia arriba. Estaba tranquilo puesto que el timón
automático estaba trabajando por mí. La única preocupación era que una
estrella fugaz me perfore la frente.
Ciertamente no siempre la navegación es plácida como la de ésta noche.
Muchas veces salimos con mis viejos adolescentes amigos, de noche
para ganar un día mas, rumbo a Colonia, o a Barra de San Juan o con
destino a Conchillas en Uruguay, y nos hemos encontrado con el Río de
la Plata de mal humor. Con olas que nos golpeaban por todos lados,
viendo barcos a proa que desaparecían y aparecían por el oleaje intenso.
U otras noches en que la niebla no dejaba ver más allá del metro y medio
y los haces de luz de las linternas que portábamos, morían a los dos
metros, como las espadas del Jedi en la Guerra de las Galaxias. Y luego
de navegar en esas condiciones, pasando ya casi la Isla Farallón se abría
esa neblina como una cortina, dejando ver al sol del amanecer charrúa.
El viejo y querido velero ¨Zeuss¨ es de madera con 21 pies, unos siete
metros, tiene cuchetas para cuatro personas, cocina, baño, una mesa
para las cartas de navegación, y adentro un desorden infernal que trato
de mantener cuidadosamente. Salvavidas, cuerdas, curitas, yerba mate,
alguna malla, una zapatilla, gorros, guantes, cuchillos, tenedores, un
almanaque de algún año que se me antoja fui feliz, una media, latas de
cualquier marca, procedencia y contenido incierto, una computadora
satelital, una radio Spica, platos, sal, mate, un cartón de cigarrillos que
no lo abro porque es un feo vicio, una bombilla, una botella de ron, unas
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de agua mineral, pastillas para el mareo, un reloj de arena, un reloj
digital, cartas náuticas, cartas de antiguas novias que me juraron amor
eterno, biromes, bidones, un compás, un transportador, crayones,
acolchados, almohadas, camperas, una foto de Gardel, una de Pampita,
un santo , una virgen, sin que guarde referencia a lo anterior, mi perro,
mi gato, mi tortuga, mis pececitos y la iguana, linternas, faroles y
finalmente una vieja caja de madera conteniendo un grabador, muchas
cajas de fósforos, un mazo de cartas que le faltaba una y un símbolo del
OM de plata, éstos objetos me inquietaban porque no recordaba de
donde salieron, ni quien me los había dado, ni para qué.
Tardé unas once horas en llegar porque navegué en contra de la
corriente, un poco la historia de mi vida. Me di cuenta tarde que
navegaba así y por mas que las velas me indicaran que el derrotero era
correcto, mas el motor que me aseguraba con su ruido que funcionaba,
los juncos de la costa se empecinaban en quedarse quietos. Una paradoja
extraña si avanzaba hacia delante ¿como era posible que el universo
entero se negara a un trayecto tan sencillo? Allí empecé a sospechar que
había algo oscuro y oculto que, por vaya uno a saber que extrañas
fuerzas interactuaban para que no llegue a Martín García. Intuí entonces
que navegaba en contra de la corriente. Finalmente divisé a la isla que
tiene la forma de un gran pan dulce y mientras me acercaba pensaba en
sus dos silabas MArtín GArcía y un escalofrío corrió por mi espina
dorsal pero no era miedo, eran unas gotas de agua que se colaron por las
velas y se escurrieron por mi nuca hasta la espalda. Anclé mas o menos
cerca de otro velero que se llamaba “Bolero” y me pareció un nombre
poco propicio para un barco, pero en fin, cada uno le pone el nombre que
quiere. Mas cerca del puerto no pude anclar porque había bajante y la
quilla podría quedar encajada en el lecho del río. Inflé el gomón y lo bajé
cuidadosamente al agua.
Lo até al barco, descendí hacia él. Desaté la cuerda que lo amarraba al
barco. El gomón se movió. Descubrí que había olvidado los remos en
cubierta. Con las manos en el agua intenté acercarme al Zeuss, pero la
corriente me lo impidió. Y luego de 1 hora con 22 minutos y 6 segundos,
a 50 metros del pequeño puerto llegué a la escalerilla habiendo dibujado
en el agua cientos de firuletes ante la mirada de un lugareño, que no
podía creer lo que veía, por las lágrimas en sus ojos producidas por su
interminable risa. Nunca había visto en mi vida reírse tanto tiempo a una
persona. Al subir la escalera al puerto, me ayudó este risueño lugareño.
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-Bienvenido a Martín García, soy El Industrial.-Me dijo estirándome
una mano.
-Mucho gusto, yo…-
-¿Te olvidaste los remos?- Inquirió con sorna-
-No, es una práctica que realizo cada vez que llego a puerto. Hace
bien a los músculos.- Le respondí mientras tomaba aire y metía el
estómago adentro. Mientras amarraba el gomón, observé que El
Industrial era una persona algo calva, con barba entrecana, ojos
desmesuradamente grandes y claros. De una bondad que se notaba en los
lugareños. Vestía una remera roja, un chaleco tejido a mano, unos
pantalones y zapatos blancos. Típico de la gente que vive en una isla.
Seres distendidos, por la belleza del lugar y cuya única preocupación es
ver por donde sale y se pone el sol.
-¿Sos de acá?- Pregunté sabiendo obviamente la respuesta.
-No, soy de Buenos Aires y vine unos días a descansar a la casa de un
amigo.
Es proverbial como me confundo con la gente. Pero así y todo parecía
ser un buen tipo. Uno de esos que vive en una isla. Un ser distendido por
la belleza del lugar y cuya única preocupación es ver por donde sale y se
pone el sol…
-¿De paseo también?- Me preguntó mientras encendía un cigarrillo. Feo
vicio.
-Algo así, me gusta mucho la isla y cada tanto vengo a visitarla-
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-¿Tu nombre es?-
-Me llamo…-
-Cuando termines de recorrer la isla, pasá si querés por la casa
donde estoy parando, está al lado del comedor de la isla.-
Se fue sin esperar respuesta, por el camino subrayado por dos antiguos
rieles rumbo a la isla propiamente dicha, con paso de murga y lo vi
perderse luego del cartel de “Bienvenidos”. Caminé lentamente puesto
que no tenía ningún apuro. Fui hasta el cementerio que tiene las cruces
torcidas unas para la derecha otras para la izquierda. Allí dejé enterrada
una ilusión y cada tanto voy a ver si resucita, pero aún no se produjo el
milagro reservado solo para elegidos. Dicen que en esas tumbas estaban
enterrados quienes habían sucumbido por cólera. Dicen que en esas
tumbas estaban enterrados quienes habían expirado en batalla, siendo la
parte horizontal de las cruces, torcida igual que la del palo mayor de los
barcos cuando son bombardeados. Y también dicen que cuando hicieron
las cruces, el cemento estaba fresco y las almas de quienes se habían
extinguido de cualquier manera, se levantaban y se apoyaban
distraídamente sobre ellas, inclinándolas de esa manera. De todos modos
ninguno de esos dichos me convencía. El cementerio de la Isla Martín
García está poblado de ilusiones, de promesas rotas, de sueños eternos,
de quimeras, de utopías, como la de Sarmiento D.F. que quería fundar
allí Argirópolis, la capital de los Estados Unidos de Sudamérica.
También hay pasto crecido, alguna lata tirada por algún desprevenido,
algún pucho con filtro amarillo pisado. Pero eso no es muy poético.
Prefiero pensar mientras obscurece, y en completa soledad como ahora,
mientras silba el viento entre los árboles, que estoy rodeado de
sentimientos dejados caer al azar. Me gustaría sentarme en el medio de
este lugar a tocar la guitarra, pero dos cosas me lo impedían, una que no
tenía guitarra y la otra que no sé tocarla. Daba como para tocar “Rasguña
las piedras”. Menos mal que se dieron estas dos complicaciones. Al irme
de allí vi a unos cuatro tipos grandes ya, riéndose nerviosamente con un
farol de kerosén entrando al cementerio. No parecían peligrosos, solo
eso, cuatro tipos grandes jugando a que tenían miedo. Posiblemente
abrían dejado algún tesoro escondido en algún árbol marcado con una
cinta roja.
Di una vuelta por la isla y me detuve frente al teatro. La fachada es
hermosa. Recordé una etapa vivida como director de teatro, y vinieron a
mi mente obras escritas abruptamente y bajo los efectos nocivos del
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mate, la sobreestimación, la mediocridad, la ineficacia autoral, pero
realizada con muchísimo amor. Tal vez lo maravilloso de esos ciclos
teatrales, fue la alegría de quienes las representaron.
Me senté frente a la fachada, en el medio de la calle, descuidadamente
porque allí no pasan autos, a lo sumo algún ciervo Dama perdido.
Quienes incursionan en teatro sabrán lo encantador y potente que es
estrenar una obra, luego de meses de ensayo, de errores, de alegrías
compartidas, de compañerismo, de celos inútiles, de vestuarios elegidos
minuciosamente, algo así como la previa presentación a un futuro amor
que nos espera en la esquina y que nos apetece delicioso. Aprendieron a
observar las conductas humanas, a dirigir la mirada, a hablar, a moverse
en escena, a improvisar, a seducir, a esperar un aplauso final. Casi-casi,
como quien abriga la esperanza de conocer al amor de su vida. Así de
parecidas son las situaciones en teatro. Luego, viene el aplauso. Un
aplauso fuerte y agradecido por haber hecho sentirse al auditorio, ajeno
por un instante a la realidad. O un aplauso de compromiso porque nos
estiman un poco. También puede suceder que se levanta alguien y se va
en medio de nuestra obra, pero debemos continuar aunque se haya ido
ese alguien... Y después, cuando se apagan las luces del escenario y solo
se oye el eco de la propia voz, uno se va con sus propios recuerdos y
pensando en la próxima obra, que deberá ser mejor. El amor de nuestra
vida, tal vez sea otro. Quizás el próximo, el adyacente, o será el que fue.
Me levanté con esos pensamientos contradictorios. Miré al cielo y una
estrella fugaz cruzó de oeste a este. Al menos eso me pareció. Sería ese
mi destino: el este. Me sentí un rey mago, siguiendo a una estrella. Si
encuentro a un recién nacido en mi viaje, por las dudas le diré que se
dedique a cualquier cosa menos a la religión. Caminé por las callecitas
levemente escarpadas de la isla, dejé atrás la cárcel histórica abandonada
y me dirigí al puerto. Se me cruzó un ciervo Dama y me saludó. Estoy
muy cansado, me dije, un ciervo no saluda y menos si es salvaje y
mucho menos si es Dama y detrás veo a dos chanchitos corriéndose
como si fueran cachorros caninos.
Estaba anocheciendo y recordé la invitación de El Industrial y retomé el
camino para despedirme. La casa estaba al lado del comedor de la Isla,
tal cual me había indicado. Una casita muy pintoresca, que al frente tiene
los números 2-5 1932 4-10, de paredes blancas y molduras rojas y una
altísima palmera a la derecha. Una entrada llena de plantas y flores. Una
cadena que oficiaba de llamador al golpear el badajo de una pequeña
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campana y un enano de jardín con un gorro azul, que me miraba con una
maceta al hombro. Tiré de la cadena, y contrariamente a lo que uno
supone cuando ejerce ésta acción, no salió ningún chorro de agua. Sonó
la campana y el enano dejó su maceta en el jardín y me preguntó a quien
buscaba. Lo miré extrañado y salió El Industrial y el amigo y me
invitaron a pasar. Una vez dentro de la casa y previo saludo al enano que
volvió a cargar su maceta al hombro, descubrí en el interior de ese hogar
una calidez particular. Había un piano, una computadora, un cuadro que
describía un amanecer, una mesita de caña oscura con vidrio y encima
muchas gemas de colores, una biblioteca abarrotada de interesantes
libros, una lámpara de ratán o algo parecido, unos sillones haciendo
juego con la mesita y con almohadones verdes, un tarro de lechero a un
costado y un espejo.
-Bienvenido, soy el Dueño del Comedor, El Industrial me contó de tu
desembarco en la isla.-
El Dueño del Comedor es una persona de unos dos metros. Con una
nariz prominente, una barba mínima y desprolija, cabello algo enrulado
entrecano y cortado de a ratos ociosos por una tijera desafilada. Ojos
marrones y una mirada de perpetua inocencia y sana ingenuidad. Tenía
puestas unas bermudas, una remera amarilla, unas zapatillas blancas y
una media sola. Algo divertido, me extendió su mano. Lo saludé y se
hizo presente una mujer. Ella es yogui y es la esposa de El Industrial.
Presentados todos, me invitaron a cenar. Un aroma a asadito invadía
amablemente mi olfato. No podía negarme. Salimos al fondo de la casa,
y mientras la parrilla despedía chispitas que volaban al cielo dibujando
eses en busca de estrellas ociosas, me convidaron con un muy buen vino
tinto, a la espera del golpe final de las brasas hacia esas carnes
argentinas. El enano de jardín, estaba a unos 10 metros de donde yo
estaba sentado. Esta vez tenía un gorro rojo y su infaltable maceta al
hombro. Algo inquieto me acomodé en el sillón de plástico blanco sin
sacarle demasiado los ojos de encima al menudo. Luego de libar unos
vinos, comenzamos a charlar animadamente El Dueño del Comedor, El
Industrial, La Yogui, y un hombre anónimo que oficiaba de cocinero.
-Yo soy profesora de yoga, y conocí a Indra Devi- me contaba La
Yogui.
Es una mujer de origen alemán, rubia, con ojos celestes o grises. Más
bien del color del tiempo. Si estaba despejado los ojos eran celestes, si
estaba nublado, se ponían grises, y si llovía se le llenaban de lágrimas.
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Una verdadera rareza. Vestía una túnica blanca, unos pantalones
marrones, y sandalias de cuero.
-El yoga es un arte y una ciencia de vida que nos ayuda a desarrollar
en forma armoniosa nuestros aspectos físicos, mentales y
espirituales- Me decía La Yogui. La miraba con un vaso de vino en la
mano y un cigarrillo en la boca. Me sentí algo incómodo. Apresuré la
sangre de Cristo a mi interior y tiré el pucho a un lado poniendo mis
dedos en forma de catapulta con el pulgar y la uña del mayor y
describiendo un impulso con éste último dedo hacia cualquier lugar, con
tanta puntería errada que se lo metí en el ojo al enano de jardín. Hubo un
grito y salió corriendo. Los demás no advirtieron la escena y La Yogui
continuó entusiasmada. Me hablaba de las asanas, del OM, de la
respiración rítmica, cósmica, del ejercicio de saludo al sol, de la postura
de la cobra, de la postura de la pinza, de la torsión, la pelviana invertida,
que se me antojaba el título de una película con restricciones. La Yogui
seguía hablando hasta que la tuvieron que desanudar, luego de tanta
demostración que pugnaba por demostrar. El cocinero anónimo nos
sirvió el asado con unas ensaladas y cenamos animadamente.
A los postres, y ya con varias botellas vacías, me preguntaron cual era el
motivo de mi viaje. Cuando me disponía a hablar, el enano de jardín y
otro mas con el ojo vendado estaban a mi lado. Los miré bien de cerca y
me animé a posar mi mano por su gorro y descubrí que eran de cemento.
Me miraron extrañados mis anfitriones y me preguntaron si estaba bien.
-Disculpen, es el enanito de jardín que me llama la atención.
-No entiendo- dijo El Dueño del Comedor apurando su vaso de vino.
-El enanito de jardín…ese y aquel que…No terminé de señalar que ya
no estaban los enanos. Me miraron con extrañeza.
Disimulando mi perturbación les dije que no tenía un motivo específico
mi viaje a la Isla, solo que quise pasar por aquí porque me gusta mucho
el lugar. La profesora de yoga me preguntó como llegué hasta allí y le
conté que primero cargué el navegador satelital para no errar el derrotero
seguí la Ruta por el Río de la Plata por pozos del
Barca Grande, y en el nombre puse Km.40, latitud
S longitud 34º19,017’ longitud W 58º 29,734’ y
en la descripción Boya Km.48 Canal Emilio Mitre
roja, después BARC1, S 34º 19,255' W 58º 28,860' 1º Waypoint
de ingreso a los Pozos del Barca Grande, luego PILO 0, S 34º 19,535',
W 58º 27,470', PILO1 , S 34º 19,527', W 58º 26,624', Pilote Nº 1 hasta
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el Pilote 14 y allí la divisé perfectamente y llegué. En ésta última parte
noté como que cabeceaban y los vi bostezar y adiviné en sus fauces
algunas emplomaduras.
-Buenas noches. El perro por poco no me deja entrar.-
Nos dimos vuelta y descubrimos a un hombre medianamente joven,
medianamente rubio, con una nariz de morondanga y una barba algo
desordenada pero barba al fin, y medianamente culto. Vestía unos jeans,
zapatillas, un pulóver azul, una camisa blanca y un saco.
-¡El Doctor en Administración!- Lo saludaron, y nos presentaron.
-El Doctor en Administración escribe para Le Monde de Paris, ex
funcionario de gobierno y un aventurero.- Informó El Dueño del
Comedor.
-Mucho gusto, El Doctor en Administración, mi nombre es:…-
-Pero seguí, seguí Carlitos - me apuró El Dueño del Comedor sin
darme tiempo a decirle que yo no me llamaba Carlitos, es mas, nunca
pude decir mi nombre, por alguna extraña razón me interrumpían.
-Y bueno…llegué a la Isla dejé los remos en cubierta y ahí conocí a
El Industrial.-
-Disculpame, que me haya reído tanto es que, nunca vi a una
persona remar como lo hiciste con los brazos durante tanto tiempo-
…Sonrió El Industrial.
-También tengo un velero: el “Bolero”, aquel que está cerca del
tuyo.- Hizo una pausa hasta que lentamente fue desapareciendo la
sonrisa.
Los grillos cantaban afuera…
…Larga la pausa...
Sacó de una carpeta unos negativos de fotos que estaban en la mesa y
para romper el hielo dijo:
-Mirá, estos negativos los colecciono porque son anónimos y los
encontré en varios de mis viajes por el mundo. Estas son las postales
que revelé de esos negativos perdidos o tirados por ahí. Abrió una
carpeta y descubrí caras que me parecían haber conocido en algún lugar,
alguna vez. Hice un esfuerzo titánico en mi malograda memoria y
cuando casi estaba por descubrir a una mujer…
-Yo colecciono cintas de audio en casetes o en rollos que muy de vez
en cuando encuentro por allí, pero no las traigo conmigo.- Dijo El
Dr. en Administración.
-¿Y que contienen esas cintas?-
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-En las cintas se pueden escuchar partes de música de todo tipo.
Promesas hechas de algún enamorado que se arrepintió. Canciones
de Xuxa. Amenazas de un nieto a su abuela. Risas de niños. Un
partido de tenis de Vilas. Canciones patrias de Islandia. Un tema del
disco de Alta Tensión y otro de Sótano Beat. Programas de radio.
Un gol del tanque Rojas. Un programa de radio llamado “en
ayunas”. Una voz de un tipo que parece que estaba algo trastornado
porque decía que estaba viendo un agujero en el cielo y después se
escucha una fuerte explosión. En fin lo que se te ocurra.- Se explayó
en Dr. en Administración mientras le pisaba la cola a un gato sin querer.
-Yo colecciono cajitas de fósforos. El Dueño del Comedor se levantó y
trajo una caja enorme con cajitas de fósforos de madera. Todas iguales.
…Un silencio se produjo entre todos. Nos miramos en silencio. De
nuevo los grillos coronaban la escena. Otra pausa enorme…
-¿Y vos coleccionas algo? Me preguntó la profesora de yoga
-Bueno, en realidad, hace años que tengo un inevitable, digamos,
impulso por coleccionar naipes.- Dije con cierto orgullo.
-¿Naipes?- Preguntó El Industrial.
-Si. A los doce años encontré un caballo de copas en la calle y desde
ahí en adelante sentí una especial atracción por coleccionar naipes.
Pero no distintos mazos, sino un solo y particular mazo.-
-¿Como es eso?- Pregunto el Dueño del Comedor que no dejaba de
jugar con sus fósforos, prendiéndolos y apagándolos de un soplido.
-Si, los iba encontrando en la calle, en las plazas, en los andenes, en
las playas, en el agua, en la tierra, en muchos lugares. Es una
colección extraña y difícil.-
-¿Tienen que ser cartas encontradas? ¿No sirve que te la regalen o
las compres?- Dijo La Yogui. -¡Mas que fascinante la idea de juntar
40 naipes perdidos, olvidados, dejados al azar en cualquier lugar del
mundo, para unirlos en un único mazo irrepetible e imposible de
copiar!.-
-Exacto.- Aseguré el concepto.
-¿Y ya tenés bastantes?- Inquirió El Industrial.
-Me falta una sola carta.- Dije con una inflexión de tristeza.
-¿Cual?- Preguntaron todos.
-No se los puedo decir porque esta búsqueda me lleva mas de treinta
años y si les digo por casualidad cual me falta, y si alguno de Uds.
por bondad deja esa carta que me falta para que la encuentre, me
18 18
alegraré primero, pero sospecharé luego y ese no es el fin.
Excúsenme… en serio.-
-Entiendo.- Dijo El Industrial.
-Comparto.- Dijo El Dr. en Administración, mientras con el codo tiraba
un vaso.
-Me opongo.- Dijo El Dueño del Comedor, divertido, mientras apagaba
un último fósforo y los fundía antes de apagarse con los otros y formaba
esculturas asombrosas, como la Piedad, El David, La Torre Eiffel, El
pensador, El Molino Rojo, La fuente de las Nereidas. El obelisco muy
bien no le salía.
-Creo que tienen un “don”.- Dijo La Yogui.
-El único Don que tengo es Don Quijote y está en la biblioteca.
Respondí graciosamente…
…Volvieron a cantar los grillos…
-En verdad es asombroso que los cuatro coleccionemos cosas así. En
otro orden cosas, ¿tienen perro aquí?-
-Si. El bobi.- Me contestó El Dueño del Comedor. -¿No lo viste?-
-No, solo vi enanos de jardín.- Respondí con terquedad.
-¿Enanos de jardín?- Me preguntaron a coro.
-Estarás muy cansado. ¿Por qué no te quedas a dormir esta noche?-
Me propuso El Dueño del Comedor. Acá en la isla nadie tiene enanos
de jardín.-
Yo lo había visto y me había asustado y le quemé sin querer un ojo, y sin
embargo no había ninguno. Disculpándome ante mis nuevos amigos, me
dispuse a ir a dormir a un cuarto de la casa. Antes de apagar la luz me
pareció ver por la ventana a un enanito montado en un ciervo Dama
guiñándome un ojo y marchándose aprisa y perdiéndose entre la
espesura al grito de ¡AioooSilver! Me encontré solo con mis
pensamientos abrumadores y sumé uno más. Esas fotos que El
Industrial tenía, me eran muy sabidas pero no podía llegar a saber ni
cuando ni donde las había conocido o visto. Una fuerte tormenta se
desató, como si hubiese estado atada a algún mandato divino. La
habitación que ocupaba, tenía pisos de madera, y un techo muy alto. Una
cama como para 6 personas y un cabezal con figuras de dragones
talladas en ébano. Por los efectos de los relámpagos y el vino de la cena,
los dragones del cabezal parecían tomar vida. No sé por qué, pero quise
escuchar un tema de Rata Blanca. Por suerte había sobre la mesita de luz
una radio y estaban pasando “Mujer amante”.Mientras disfrutaba de
19 19
éstos buenos músicos amigos, la tormenta se mostraba impetuosa y
desplegaba tras los vidrios de la ventana y sus cristales de colores, un
sinfín de rayos que jugaban con los animales fabulosos ornamentales,
haciéndolos revivir y volar entre las paredes carmesí. Me entregué al
sueño de los inocentes, mientras los dragones se desplazaban entre el
cielo raso y la tierra plana de éste recinto, y poco a poco con las últimas
notas de la virtuosa guitarra del músico, fui cerrando mis ojos y con una
inconsciente sonrisa me dormí.
A la mañana siguiente, me desperté muy temprano y mis anfitriones ya
estaban en el parquecito esperándome para desayunar. Luego de la
tormenta de anoche, el cielo estaba limpio y se respiraba una frescura
que sólo se puede disfrutar en una isla mezclándose las fragancias de las
plantas y árboles con el gratificante aroma a café.
No estaba el cocinero, pero apareció entre los árboles una figura que era
muy pequeña. Otra vez los enanos, pensé. Pero no. A medida que se iba
acercando tomo más altura, cosas de la perspectiva…
-Buenos días-
-Buenos días- dijeron todos, y al final como fuera de coro esbocé un
“mbsdias”
-Te presento a La veterinaria- Se apresuró El Dueño del Comedor.
Me levanté y noté que era una mujer bajita, no un enano, para mi
tranquilidad.
-Ella es vecina nuestra, y es veterinaria.- Informó La Yogui.
-Mucho gusto, mi nombre es…-
-Pero sentate, sentate- invitó El Dueño del Comedor y le acercó un
café.
-¿De visita en la isla?- Me preguntó, y no pude responder puesto que
mis anfitriones se encargaron de ponerla al tanto.
La veterinaria, aparte de ser bajita, tiene el cabello lacio, una dentadura
exultante. De piel muy blanca y ojos chispeantes y la habilidad de no
dirigirse a nadie usando el voceo ni el tuteo. Cubría su cuerpo con un
poncho rojo que dejaba ver unos vaqueros gastados y unos zapatos con
plataforma.
-Y que tal La veterinaria, ¿mucho trabajo tenés últimamente en la
isla? Preguntó El Dr. en Administración mientras se desperezaba tirando
un vaso de jugo de naranjas al pasto.
-Si. Hoy me trajeron un coipo que se había tragado una nuez.
La miré con cara de: ¿que corno es un coipo…?
20 20
-Un coipo es una nutria- me dijo sonriendo mientras leía mi cara de
interrogación.
-Muchos animales curaste La veterinaria.- Aseveró La Yogui.
-Bueno, es mi pasión. Ayer sin ir más lejos me quedé en la isla a
atender a un hermoso ejemplar “pico de plata”-
Me miró como esperando que pusiera cara de: que es un pico de plata,
pero imaginé que sería un pájaro o algo así, y puse cara de nada.
Así transcurrió la mañana entre medialunas y café con leche, hasta que
pedí permiso y me dispuse a dar una última vuelta por la isla antes de
partir. Me prestaron una bicicleta, y allí montado en mi todo terreno de
dos ciclos me dirigí por el camino recorriendo la isla y en mi discman
sonaba Wolfgang Amadeus Mozart, que vivió solo 35 años y perdura su
música desde el año 1775.
Fue descubierta en 1516 a la tardecita, por Juan Díaz de Solís quien la
bautizó así: Martín García, en honor a su cocinero muerto a quien
sepultó en el lugar. Por su estratégica posición fue codiciada
sucesivamente por franceses, ingleses, españoles y portugueses, no así
por suizos, tailandeses ni eslavos que, como sabemos, es distintivo el
desinterés de esos pueblos por la Isla Martín García que ni siquiera
sospechan que existe, hasta que a partir de 1.850 por la tarde,
precisamente a las 18.50 hs., fue objeto de litigio entre uruguayos y
argentinos.
Velozmente frente a mi, pasó una Lady Godiva pelirroja en monociclo,
que se perdió entre la espesura. Gracias o por culpa de mis reflejos, clavé
los frenos.
En 1958 fue declarada Lugar Histórico, la isla me refiero. Finalmente, en
1973 se firmó el tratado del Río de la Plata y su frente marítimo por lo
que pasó a la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires.
De la Lady ni noticias.
Llegué hasta la pista de aterrizaje y vi con asombro como bajaba un
globo aerostático tripulado por un hombre grande, con unos anteojos de
aviador, una campera de cuero con cuello de piel. Mientras bajaba
convulsionó la reserva ecológica en la que pude observar la huída en
manada de ciervos, nutrias y más de doscientos variedades de aves mal
predispuestas e intolerantes a los globos. Bajó en la pista un poco para
mi gusto, con excesivo ímpetu. Descendió y me saludó estirando su
mano derecha por entre la canasta que lo cubría y el piso. Me acerqué y
le ayudé a incorporarse sacándole de encima la pesada cesta. Tenía
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puesto unos auriculares Ken Brown de donde se dejaba escuchar “Quien
para la lluvia” de Credence. Y veía que sus labios se movían como
diciendo algo.
Le hice señas con mis índices derecho e izquierdo sobre mis oídos para
que se saque los auriculares.
Se los sacó e hizo idéntico gesto sobre sus oídos para que me saque los
míos que ya estaban encajados entre el yunque y el martillo.
Una vez oyentes de nuevo nos presentamos.
-Gracias, soy el aeronauta…-
-Encantado, yo soy…-
-A tierra al fin llegué- me decía mientras se sacudía un polvo
inexistente de la campera y el pantalón camuflado.
-¿Decirme podría usted, que comarca es ésta?-
-Usted en Martín García, está- le dije con hidalguía. Me pareció que
decírselo con hidalguía parecía como muy importante. Apagó el fuego
que intentaba quemar al globo. Sacó un habano y me pidió lumbre para
encenderlo. Feo vicio el del hombre.
Advertí que estaba perdido. Oficié de guía turístico, cosa que aceptó
irremediablemente ya que estaba en medio de una pista de aterrizaje en
una isla que no tenía la más mínima idea de cual se trataba.
Corrimos al globo, por si algún aviador se aventuraba a bajar y puesto ya
a resguardo, lo subí al manubrio y antes de partir me dijo: -Aguarde un
instante. Olvidé a mi compañero.-
Corrió hasta la canasta y hurgando entre sus cosas sacó a un loro.
-Perico es su nombre, salude Perico.-
El loro no me dirigió ni una palabra, ni la mirada siquiera. Los invité a
subir al manubrio de la bicicleta con cierto desagrado del loro que
miraba de soslayo y los llevé a recorrer un poco la isla.
Visitamos la Capilla Nuestra Señora del Carmen; el teatro y el antiguo
laboratorio donde trabajó el doctor Ángel Mazza, descubridor de la
vacuna contra el mal de Chagas. El primer faro y observé a una chica
joven de cabellos lacios y castaños y dos mechitas a los costados rubias
y piel muy blanca que entraba presurosa. Pasamos por la ex Batería
Buenos Aires, la panadería de 1913. Allí compramos pan dulce artesanal
que fue la delicia de Perico, y pocas migas nos dejó. La casa donde
estuvo detenido Juan Domingo Perón en 1945, y la casa en donde el
poeta nicaragüense Rubén Darío se alojó temporalmente para reponerse
de una profunda depresión, como la mía al no poder probar el pan dulce.
22 22
El paseo terminó, por el sur, con la visita al misterioso barrio chino,
invadido por culebras y lagartijas que se pasean por sus semidestruidas
paredes de barro.
-¿Y las cabezas gigantes?- Preguntó El aeronauta.
-¿Y los gigantes de Pascua?- Siguió indagando El aeronauta.
-Ehh, no… no acá no es- Dije entre tímido y temeroso de que se ponga
loco. -¡No me diga que ésta no es la isla a la que me dirigía! ¿Como
pude equivocarme tanto? ¡Perico a bordo de nuevo, partiremos a la
brevedad! ¡Chofer a la pista!-
No dudé un instante y volví pedaleando con mis últimas fuerzas hasta la
pista en donde estaba el globo. El loro me miró con desaprobación.
Como si yo tuviera la culpa de que no estaban en la isla de Pascua. Pero
uno que es grande ya sabe como se comportan estas aves cuando quieren
ir a un lugar y llegan a otro. Mientras le ayudaba a poner al globo en
posición, y darle fuego para que lo infle, una nutrida bandada de aves se
hizo presente. Uno de los grupos faunísticos más notables, tanto por su
variedad como por sus coloridos plumajes y los cantos que emiten,
invitaron, cual canto de sirenas al loro a que se les sume. La garza
blanca, el biguá y el caracolero, un rapaz de espléndido plumaje negro
que posee un pico marcadamente curvo para extraer con facilidad el
cuerpo de los caracoles que constituyen su alimento, se acercó
demasiado al globo y el Perico se fue con una bandada de cotorras dando
hurras. El aeronauta, no tenía consuelo. Nunca había hablado el loro y
ahora grita ¿HURRA? El globo ya estaba listo para partir. Ya estaba
anocheciendo y mis nuevos amigos de la isla, se acercaron.El
Industrial, El Dueño del Comedor, El Dr. en Administración, La
Yogui y La veterinaria habían salido a buscarme. Les presenté a El
aeronauta y les conté brevemente que había ocurrido y la fuga del loro.
Invitaron a El aeronauta a pasar la noche en casa de El Dueño del
Comedor, ante la mirada de no comprender bien la invitación que él no
había cursado y desarmamos nuevamente el globo. Y nos fuimos todos
en bicicleta.
-Disculpen- dije- Pero no pedaleo.
-No te preocupes. Subí que entramos-Dijo El Industrial. Y así los siete
nos subimos a la bicicleta por la pista de aviones y dejamos a un globo
descansando, rumbo a la casa que nos cobijaría otra noche en la Isla.
Llegamos a la casa del dueño de la misma, y ya la noche nos estaba
invitando a cenar. El cocinero, nos había preparado frutos del mar que
23 23
no se de donde los sacó. Nuevamente estaba preparada la mesa en el
parque. Vino a mi memoria, las imágenes de los enanos, pero esa noche
no apareció ninguno. El aeronauta, se presentó formalmente y comenzó
así:
-Son Uds. muy amables en invitarme a cenar y a pernoctar esta
noche, puesto que me he perdido. No solamente mi rumbo erré, sino
también que mi preciado loro me ha abandonado-. Una lágrima, le
recorrió el rostro y cayó sobre el mantel luego de incursionar por sus
innumerables arrugas producidas por el sol y por su vida aventurera, no
tanto por su edad.-Salí de Piriápolis y me dirigía a la Isla de Pascua,
porque es el único lugar del mundo que no conozco, y aparecí aquí,
en Martín García.-
-¿Pero, como fue el desvío? Preguntó La veterinaria.
-Venía volando a 1000 metros de altura, con dirección a Santiago de
Chile, y de pronto, apareció de la nada, como un rayo, una nave con
forma de platillo y me enganchó con algo, en el cenit del globo y me
arrastró hasta aquí. Me soltó en el medio del afluente puesto que el
objeto aparentemente bajó en Buenos Aires.-
Lo miré como diciendo: “¿Que se sentirá estar volando en un globo a
merced de los vientos bajo una llama que si se apaga no hay escapatoria
y sentirse arrastrado por un platillo volador? ¿Que se siente estar en una
pequeña cesta entre el cielo y la tierra? ¿Por qué a veces triunfa la
sinrazón en pos de una gratificación arriesgando la vida? ¿Será que,
justamente, en algunos de nosotros la respuesta está en la pregunta? ¿Tal
vez la serenidad que inconscientemente abrazamos al emprender una
actividad fuera de lo rutinario, nos garantiza una supervivencia carente
de miedo? ¿O tal vez lo hacemos de puro inconscientes que somos? En
realidad, no dista demasiado el riesgo de navegar en cielos o en aguas o
saltar al vacío, más que quedarse en casa a ver por la ventana como pasa
la vida. Probablemente activar ciertos riesgos, alimenta nuestro espíritu
sediento de experiencias con una buena dosis de adrenalina. Sin ella el
alma se marchita y los huesos del cuerpo se secan. Animarse, es decir, a
dar ánima o alma a algo que pretendemos es novedoso y desconocido,
nos invita a disfrutar más intensamente de la vida, y cuando ya nos
empieza a gustar, y nos sentimos más sabios y menos torpes y
despreocupados, nos ponen en pantalla los títulos del final y ni siquiera
podemos salir a saludar. No es una preceptiva general, es solo mi forma
de ver la vida. El espíritu que nos vivifica es travieso y está hambriento
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de nuevos platos desconocidos y deliciosos que hay que degustar. Es
como la emoción que sentía cuando era chico y hacía ring-raje. O
cuando nos encontrábamos con una chica por primera vez. O la primera
mentira. O la última verdad...
Y miles de actitudes que el alma nos invita a experimentar sin pedirnos
permiso y tomando la delantera en acciones por demás impensadas y son
éstas y solo éstas las que permanecen impresas en nuestra mente. Las
medidas, no. Una buena dosis de ingenuidad y la capacidad de asombro
intacta como la de un niño pequeño, que enciende su mirada llena de
ansiedad los 24 de Diciembre a las 12 de la noche, son inmensamente
necesarias para aventurarse a vivir mas sorprendentemente. Cada uno de
nosotros tendrá su tabla periódica de nivel de asombro. Pero esa tabla
debe ser amplia y continente de nuevas aventuras”. No encontré una
respuesta a esta serie de pensamientos imprecisos que empezaron con
una pregunta. Claro que fue difícil decir todo esto con una mirada.

Viernes 22 de septiembre, año 2006.

Buenos Aires. Avenida General Paz y Constituyentes.


El sol se esconde detrás del enorme cilindro gris allí existente, y dibuja
una enorme sombra sobre las avenidas que están congestionadas.
Miles de autos y colectivos delinean una vena multicolor a punto de
estallar.
Algunos pájaros comienzan a volar en forma errática y no son advertidos
por las gentes.
Pocos miran al cielo para apreciar el vuelo de las aves.
Los perros de la zona tienden a alborotarse y ladran cada vez con más
potencia. Luego transforman ladridos en aullidos.
El ruido en las rutas no permite descubrir esas anomalías que para la
mayoría eran imperceptibles.
Sin embargo algo estaba sucediendo que no era captado por el ser
humano.
Lentamente el sol se iba obscureciendo más que velozmente para un
ocaso habitual.
Una sombra circular y formidable crecía sobre las arterias.
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A alguien se le ocurrió mirar al cielo.
Surgió entonces un círculo metálico de unos cien metros de diámetro
que giraba sobre su eje a baja velocidad como un disco a dieciséis
revoluciones por minuto.
Otros descubrieron a ese primer alguien, mirando hacia arriba y
rápidamente miles de ojos desmesuradamente abiertos se sumaron
haciendo foco en una gigantesca nave espacial gris metalizada,
ocasionando esa observación varios accidentes menores, y un
congestionamiento descomunal.
El objeto muy identificado, lentamente se fue posando sobre el antiguo
gasómetro.
El enérgico coro Kennedy que estaba en el parque ofreciendo al público
un espectáculo, interpretaba la maravillosa obra musical de Carl Orff
“Carmina Burana” Fortuna Imperatrix Mundi, mientras el objeto
descendía muy suavemente.
Kilómetros de autos congestionados en la intersección dibujaba una
telaraña luminosa.
A nivel del horizonte, parecía el enorme tanque con la nave encima, un
gigantesco tornillo, como uniendo al cielo y a la tierra.
Pronto, el sol se puso y las luces artificiales comenzaron a encenderse.
La gente bajó de sus automóviles.
El parque se llenó rápidamente y el coro no cesó su canto y lo repetía
una y otra vez. Era inevitable para los coreutas dejar de expresar
musicalmente con sus voces lo que veían, era irrevocable no sentir
curiosidad, asombro, sorpresa, extrañeza, estupefacción o desconcierto
en ese momento.
El peso del artefacto fue soportado perfectamente por el gasómetro,
puesto que no guardaba relación el tamaño con lo que se suponía que
pesaba.
Posiblemente estaba construido por un material desconocido hasta ese
momento.
No tardaron en llegar varios helicópteros militares, de la fuerza aérea y
de los medios televisivos.
Potentes reflectores de éstos aparatos lo iluminaban desde una altura
considerable por seguridad, y parecía un sol en la noche.
La preocupación era grande por su cercanía con la Comisión Nacional de
Energía Atómica, aunque bien no se sabía el por qué.

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Una vez detenido su giro totalmente, se abrió una escotilla y
descendieron diez seres algo mareados, por el giro constante del aparato.
Bajaron un artefacto mucho más pequeño, sin tocarlo, y sin ayuda
mecánica desde la nave, también circular parecido a un juego de parque
de diversiones.
Se sentaron en su interior y se dirigieron flotando lentamente al Luna
Park, seguido por dieciséis helicópteros, descansando la nave en la
superficie del gasómetro y cerrándose muy lentamente la escotilla.

Mientras tanto, en la isla Martín García…

…-Tiene razón El aeronauta, una nave espacial bajó en el tanque de


Constituyentes.- intervino El Industrial. Y nos miramos todos con la
secreta esperanza de ser testigos de algo fenomenal.
-¿Podés subir el volumen del televisor? Le pidió el Dr. en
Administración
a La Yogui que estaba en la cocina.

¡ULTIMAS NOTICIAS! ¡LOS EXTRATERRESTRES HAN


LLEGADO AL LUNA PARK PARA UNA CONFERENCIA DE
PRENSA!

Nos acercamos al aparato. El suspicaz Dueño del Comedor, aseveró


que era solamente un ardid publicitario. Hacía caso omiso a las noticias
y se dispuso a abrir unas botellas de vinos y gaseosas. En la pantalla
apareció un enorme cartel rojo con letras blancas que anunciaba:
¡VAN A HABLAR!
¡EN 10 SEGUNDOS VAN A DIRIGIR UN MENSAJE AL PAIS!

Las cámaras de los canales de televisión en Buenos Aires estaban


dirigidas al escenario. Eligieron ese lugar para conferenciar. Se apagaron
las luces del Luna Park y sonó un tema musical que no era emitido por
los canales de televisión, sino que provenía de algún lado no específico.
Un muy potente reflector iluminó a un ser, de un metro ochenta, con
ojos marrones, despeinado distraídamente hacia atrás, vestido con un
traje negro, camisa blanca y corbata negra, calzado con unos finos
zapatos negros muy brillantes. La música sonaba muy potente que
acompañaba el andar de éste ser hacia las tablas en donde había un gran
27 27
sillón blanco y ningún micrófono. Luego nos enteramos que la música
era de Beethoven, el 1º movimiento-Allegro con Brio de la 5º Sinfonía.
Llegado al escenario, se paró en el centro exacto y levantando la mano
dijo en perfecto castellano:
-Venimos en son de paz.-
Y se echó a reír estrepitosamente.

-Les dije que era todo mentira… Dijo el El Dueño del Comedor
sirviendo unas copas de vino.

Se produjo un silencio enorme en todo el país. Miles se miraban y no


comprendían bien de que se trataba todo esto.
La música fue terminando, y los segundos que transcurrieron hasta que
volvió a hablar parecían horas. Repuesto casi de su ataque de risas, se
acercó hasta el aposento. Se acomodó en el gran sillón blanco y sin
micrófono hablaba con voz muy potente, como la de Carlos Dante.
-Buenas noches: No somos extraterrestres. Somos TERRESTRES
del año 2.026. Digo que somos, puesto que la tripulación consta de
diez científicos argentinos muy particulares, que a la hora de partir
teníamos entre 35 y 50 años. Ahora bien, de los diez, tengo a nueve
que rejuvenecieron 20 años, (Entró en escena un grupo de adolescentes
de aproximadamente 15 años, empujándose y riéndose mascando chicle
fluorescente y haciendo globos con la boca que flotaban en el aire) pero
no rejuvenecí e ignoro el porqué- (Acusaba unos 50 años)
-De todos mis camaradas, soy el único que recuerda lo que sucedió.-
(Hizo una pausa para tranquilizar a sus jóvenes colegas que, con las
manos en los bolsillos y tambaleándose de lado a lado, guiñaban los ojos
a todas las mujeres periodistas, las señalaban y se contorsionaban por la
risa.)
-Recordarán que este, año 2006, se envió la cápsula del tiempo
“KEO” de origen francés, que comenzó a orbitar la Tierra con la
idea que estuviese allí durante 50.000 años. Se mantuvo a 1.400
kilómetros de altura con la intención que durase 50.000 años y
volviese a la Tierra con mensajes que contarían al mundo cómo
vivían. Enviaron fotos, mensajes humanos, y sonidos que contenía el
mundo. Fue una idea poéticamente grandiosa. Además el satélite
KEO portaba una bola de titanio y tungsteno de casi medio metro de
diámetro. Sobre ella se grabó una imagen de la Tierra. Incrustadas
28 28
en un diamante artificial, en el centro de KEO se incluyeron
muestras de sangre humana, de agua de los océanos, aire y un poco
de tierra arable, los cuatro elementos vitales de la vida en el planeta.
Quienes encontrasen ésta cápsula del tiempo podrían calcular su
edad gracias a un reloj astronómico. Para cuando cayese éste satélite
del cielo y dar aviso de su llegada, un amplio destello de luz
iluminaría el cielo como una aurora boreal. Esto alertaría a los que
estuviesen en la Tierra de que algo inusual ocurre. KEO estaba
protegido de cualquier cataclismo que pueda ocurrir en la Tierra y
se convertirá en el guardián de buena parte del conocimiento
humano acumulado hasta este año.
Sin embargo, en 2.026 interceptamos éste satélite por su explosión y
sin querer y sin saberlo viajamos en el tiempo. Como tantos de
ustedes habrán soñado. Lo pudimos hacer pero tenemos un gran
problema. Logramos viajar únicamente al pasado, no al futuro es
decir para Uds. el 2.026 y para nosotros es el presente de donde
salimos ese mismo año: 2.026, nos será muy difícil sin su ayuda.

Recobrado el aliento de todos, incluso el del Dueño del Comedor que


andaba por la 3ª botella, nos “soldamos” al televisor y comenzaron las
preguntas de los periodistas.

-¿Por qué eligieron bajar en el tanque de Constituyentes?


-De chico viajaba con mi papá en el colectivo de la línea 21 hasta
Florida en donde vivían mis abuelos, y cada vez que pasábamos por
allí, mi padre me decía que ese tanque estaba lleno de coca cola.
Siempre quise saber que contenía. Además es un punto
maravillosamente difícil de ignorar para nuestros propósitos.
-¿Como hicieron para crear una nave como ésta?-
-Pudimos crearla gracias a los “visitantes”. En nuestra época es muy
común verlas.-
-¿Cuáles “visitantes”?-
-Verá Ud., en el año 2.020 se produjo en la Tierra una gran
conmoción porque bajaron en varios países, platos voladores,
llamémosle así. El mundo estaba a punto de estallar por un gran
desplazamiento interno del magma que amenazaba hacer estallar la
Tierra. Decidieron entonces intervenir los “visitantes
extraterrestres”, como siempre fueron llamados, y lograron
29 29
controlar al magma, con su tecnología. Resultaron ser éstos
visitantes TERRESTRES. Vinieron de nuestro futuro, como ahora
nosotros. Y tuvieron el mismo problema nuestro, no pudieron volver
a su tiempo a su presente en el año 3.105. Son generaciones futuras
que procedieron a rescatarnos, no por simple bondad, sino porque
no serían gestados, garantizando con su accionar su propia
existencia.-
-Quiere decir, que los platos voladores, que tuvimos noticias en los
últimos 50 años son tripulados por terrestres, ¿pero como explica
Ud. su forma física? Los ojos grandes, la cabeza grande, las manos
con cuatro dedos, los brazos y piernas largas, sus bocas
pequeñas…?-
-Les dije que veníamos del año 2026 y hasta ahí la raza humana fue
igual. Uds. observarán que soy bastante parecido a cualquiera. Ellos
vienen del año 3.105 y lo que pasó del 2.026 al 3.105, no lo sabemos.
Pero tenemos la certeza que son terrestres y la Argentina existe,
porque hay en nuestro tiempo un grupo enorme que bajó de varias
naves, y se presentaron como terrestres y argentinos. Casi
exactamente como yo, hoy y aquí.-
-¿Como viajaron en el tiempo? ¿A la velocidad de la luz? y si fuera
así, ¿hacia donde se dirigían?-
-Antes mencioné al satélite “KEO” que tenía una bola de titanio y
tungsteno de casi medio metro de diámetro, pues bien, fue golpeada
por un asteroide, el “1957 EAT”de 30 metros de diámetro que se
desplazaba a 430.000 kilómetros por hora y produjo una reacción en
la estratosfera que abrió un vórtice. Un vórtice es lo que producen
los vientos ciclónicos y anticiclónicos que derivan desde el Oeste
hacia el Este y causan cambios en el clima de un día para otro. Este
vórtice fue diferente. Abrió una brecha temporal, de donde se pone
el sol a donde nace, es decir del futuro al pasado. Allí nos dirigimos
con la nave y entramos sin querer y por pura curiosidad científica
en ese torbellino temporal que nos abrió y cerró inmediatamente la
puerta sobre nuestra propia Argentina, mas precisamente sobre la
isla Martín García. Una vez ubicados geográficamente nos dirigimos
al gasómetro.-

30 30
Las preguntas se sucedían sin cesar. Se produjo un silencio entre
nosotros. Salimos corriendo hacia fuera y miramos al cielo. Solo vimos
una espectacular bóveda celeste con millones de estrellas pero ningún
vórtice.
Volvimos a sentarnos frente al televisor, para seguir la conferencia de
prensa.

-¿Se puede llegar a abrir esa puerta o ese vórtice espontáneamente?-


-Creemos que sí. Si bien viajamos 20 años atrás, tal vez con la
ayuda de los científicos argentinos y con los de Estados Unidos ,
Inglaterra, Rusia, Japón y Francia podamos despejar nuestras
dudas ( Miró de soslayo a los jóvenes que lo acompañaban y no
terminaban de empujarse y reírse, y aclaró) perdón…mis dudas. Por
eso procedimos bajar en el gasómetro para llamar la atención de
todos ustedes y acudimos al Luna Park porque sigue siendo en
nuestro tiempo el mejor escenario para convocar a la gente. Y ahora
nos vamos a reunir con las mejores lumbres científicas argentinas,
que el año que viene, una de ellas ganará el premio Nobel por el
descubrimiento que en 72 hs. hará…Ah! Una buena noticia en mi
presente, el 2026 las Islas Malvinas son reconocidas mundialmente
como parte del territorio argentino.-
Se produjo entonces un caos enorme. Flotaba cierto escepticismo en el
Luna Park, pero lo que SÍ era cierto que llegó una nave espacial. Que
bajó en Constituyentes y General Paz. Que esa persona que estaba
hablando se mostraba convincente. Que la nave era real. Que se
trasladaban los científicos del “futuro” en vehículos nunca antes visto.
Los bocinazos de los automóviles en las calles fue ensordecedor. Las
banderas de los Estados Unidos e Inglaterra fueron quemadas. Eso no
era demasiado extraño. Lo llamativo fue que los satélites de
comunicaciones no funcionaron desde el momento en que bajó la
enorme nave y lo que se veía en la televisión era captado únicamente por
antenas comunes o por una papa y dos agujas de tejer. Todo era muy
confuso.
En otro orden, lo que sucedió en el mundial de fútbol en Alemania
quedó en el olvido.

31 31
“E L I N F I N I T O Q U E D Ó S I N T E R M I N A R . . .”
PARTE II

Las noticias eran realmente conmovedoras.


Nos fuimos hasta la piedra de Argirópolis en la Isla Martín García y nos
tiramos en el pasto boca arriba mirando al cielo.

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El aeronauta encendió una pipa con tabaco que tenía aroma a chocolate,
feo vicio. Miles de conjeturas vinieron a poblar nuestros pensamientos
en voz alta. Sin embargo flotaba cierta duda, aparte del aroma. Era todo
muy increíble. Para colmo estábamos justo debajo del supuesto vórtice.
Tal vez los enanos y los ciervos Dama que había visto y oído eran
producto de esa rareza atmosférica, o del pan dulce de la isla. ¡Bah!, no
sé… como diría una amiga mía.
Pensamos que si uno viaja en el tiempo, como vimos en tantas películas
¿que edad tendría? ¿Sería más viejo en el futuro? ¿O mantendría la
misma edad de la que tenia cuando partió? Desde que uno nace no hace
otra cosa que emprender su carrera hacia la muerte. ¿Y las
intervenciones que uno haga en esos tiempos no serían paradójicas?
Sinceramente nunca creímos llegar a ver tal situación fuera de lo
estrictamente cinematográfico. Pero paradojas en el futuro no puede
haber. ¿Será por eso que no pueden viajar al futuro? Siempre al pasado.
Como si las leyes del destino se autoprotegieran. Tal vez todas las visitas
que hubo en la historia fueron de nosotros mismos en el futuro.
Luego, cada uno se fue a dormir con esos pensamientos y con cara de no
haber llegado a ninguna conclusión, como llegar al umbral que se llega
al pensar: ¿en donde termina el infinito?

Para mí, el infinito quedó sin terminar…

A la mañana siguiente, nos despertamos con un viento fuerte. Parecía


que la Isla se movía en todas direcciones. Era el tercer día que estaba en
la isla y no era ese precisamente mi objetivo. Si bien me atendieron muy
bien mis nuevos amigos, El Industrial, La Yogui, el Dueño del Comedor,
el Dr. en Administración, la veterinaria y el aeronauta que cayó del cielo
literalmente, me parecía impropio seguir quedándome.
Me dirigí al amplio salón de la casa y por los ventanales, veíamos como
los árboles se inclinaban a diestra y siniestra. Las aves pasaban como
misiles. Va a tener mucho trabajo la veterinaria, pensé. De pronto, con
asombro vimos un bólido verde venir a gran velocidad al ventanal. El
aeronauta, con rápidos movimientos, abrió la ventana y atajó al
plumífero cohete. Era su loro Perico que vaya uno a saber, mitad por la
tormenta, mitad por extrañar, volvía al regazo de su amo. La Yogui cerró
prestamente la apertura, y el cuadro era conmovedor. Nunca había llorar

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tanto a un loro. El aeronauta lo estrujó en su plexo solar y casi lo asfixia,
a no ser por la veterinaria que vino de visita.
-¿Donde estuviste Perico mío?- preguntó entre lágrimas el aeronauta.
Lejos de esperar una respuesta, todos nos acercamos al periquito, y éste
con sus últimas fuerzas, me propinó un picotazo en la nariz. El cocinero,
nos cebó mate con pan dulce de la isla. Yo estaba bastante preocupado y
eso se advirtió en el Dueño del Comedor que me preguntó:
-¿Que te preocupa amigo?-
-El Zeuss. Mi barco debe estar moviéndose bastante y no sé si lo dejé
bien fondeado.-
-Yo te acompaño- me dijo El Industrial. Yo algo sé de veleros.
-Yo los acompaño-Dijo el Dueño del Comedor.
-Voy también.- dijo el Dr. en Administración.
-Yo iría pero éste reencuentro con mi Perico, me lo impide.- acotó el
aeronauta.
Así, los cuatro nos fuimos al puerto para ver que suerte corría el velero,
y confirmar que mis fieles amigos estén bien a pesar de todos los
recaudos que tomé para su supervivencia.
En el trayecto y con alguna dificultad por la tormenta, nos movíamos.
En alguna casa de las que dejábamos atrás, sonaba un piano que me
pareció que era un tema de Chopin Nocturno Nº 2, Opus 9.
Y como en los casos anteriores, está invariablemente ligados los
recuerdos a la música, y los hechos destacables. Así me sucede casi
siempre. Sino es fortuitamente, imagino la música, como para imprimir
en mi memoria una escena.
Y bajo esas condiciones de viento, esa música y un camino sinuoso,
apareció ante nosotros una mujer enigmática. De cabellos lacios, un
flequillo dispar. Vestida con una túnica negra que la cubría hasta los
pies. A medida que nos acercábamos, descubrí una mirada displicente,
una nariz muy particular y una tez muy bronceada. Una sonrisa parecida
a Gioconda. Ya estábamos a casi un metro, cuando el Dueño del
Comedor la saludó y ella contestó:

-El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi.-


A lo que El Industrial dijo: -La cigüeña tocaba el saxofón detrás del
palenque de paja.
Sonrieron los tres, y el Dr. en Administración y yo nos miramos. Siguió
su camino y se perdió entre el viento. Tuve miedo de preguntar.
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-Es la vidente de la Isla- Tranquilizó el Dueño del Comedor.
-¿Y por que dijo algo del murciélago?-
-Es su forma de saludar. -Redondeó El Industrial.
-Ahhh…-dijimos con el Dr. en Administración.
-Y…predice, es decir ¿ve el futuro?-
-No, es vidente, ve el pasado…que es mucho mas difícil. -Aseveró el
Dueño del Comedor.
Llegamos a puerto y Zeuss se balanceaba descontroladamente. Se había
soltado una amarra de proa y giraba a popa haciendo círculos. De la
desesperación me tiré al agua y detrás de mí los otros tres. Nadamos
hasta el barco y a duras penas subimos. Busqué afanosamente dentro
otra cuerda en la baulera y opté por una cadena y un ancla nuevas. Mis
nuevos amigos ayudaban a tratar de equilibrar el velero. Armé la nueva
amarra y revoleé el áncora al río. Sentí un corte lacerante en la frente,
producida por algún borde afilado. Antes de caer, el viento hizo que
diéramos una media vuelta de campana, y los cuatro caímos al agua.
Se detuvo el tiempo y bajo el agua, nos distinguíamos en cámara lenta y
como imágenes de una película pasada a una velocidad difícil de
explicar y de medir, vinieron a mi mente una serie de escenas que creía
olvidadas: Vi a mi primera novia, la eternamente hermosa y pura, la
máxima perfección, la que tenía ojos de papel y corazón de tiza. Era
bajita, con ojos almendrados, pelo castaño lacio y un encanto propio de
la primera novia y llego a pensar que el rostro del dios se sonríe por mi
pensamiento y hace la misma mueca que hago cuando veo a un gato
tratando de atrapar su cola. Tal vez con la misma insistencia que la mía
de encontrar al menos una respuesta. La del gato yo la sé: La cola del
gato pertenece al gato. Mis amigos, “volaban” como yo entre la
superficie del río y el fondo. Continuaban las imágenes sin solución de
continuidad. Como un estallido de una estrella en mi corazón. Como
cuando entró a la iglesia ortodoxa griega con sus 19 añitos y su traje de
novia y una lágrima invisible pero presente. La ceremonia en los dos
idiomas, griego y castellano. Y la vi sonreír cuando le llevé un ramito de
rosas rococó y le dije: Positivo...Vas a ser mamá. Y el primer contacto
con nuestra hija recién nacida y su sonrisa de bienvenida.
Un suspiro que no podía realizar bajo el agua, al que uno habitualmente
y en superficie acude, cuando sabe la distancia entre un recuerdo y un
presente. El primer abrazo que recibí de una novia que corrió tras de mi
en el pasaje Edison, a la vuelta del Colegio Vicente López.
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Otro abrazo de otra novia que con idéntica escenografía, pero algunos
años después, se repetiría en la avenida Cabildo, en Belgrano, distintas
alegrías. Los abrazos de mis amigos cuando fui papá por primera vez.
Los abrazos continentes de mis amigos cuando ella se fue sin decir
adiós. Había conocido el amor, el desamor, la dicha y la tristeza.
No podíamos encontrar la superficie, estábamos en una pausa de tiempo
sin aire y mirándonos absortos. Los recuerdos seguían sin parar en mi
mente y me llevaron a una nube en el Cerro Uritorco en donde me sentí
parte de ella por un instante. Luego cuando me encontré a dos mil y
pico de metros sobre el nivel del mar, y sobre mi propio nivel de
expectativas.Solo unos cuantos pasos a la carrera, para saltar al
vacío...que en realidad estaba lleno. Lleno de naturaleza, de sierras, de
árboles, de oxigeno, de curiosos cóndores que me acompañaron. Volaba
en círculos suaves, ascendiendo y descendiendo a capricho de un dios
que se me ocurría divertido viéndonos trazar dibujos sin sentido
aparente, en un cielo extremadamente azul y particularmente agradable.
Cada tanto este dios amable, tiraba hacia arriba para elevarme aun mas,
para recordarme que no estaba soñando, estaba feliz, había volado en
parapente. Volar así es sentirse mas cerca del dios que nos cuida y se
divierte al ver a dos mortales tratando de emular cóndores, colgados de
una tela y unos piolines e inmensamente felices por un instante.
Exactamente lo que dura la felicidad, un instante. Mis pulmones estaban
a punto de estallar, y supongo que a todos nos pasaba lo mismo. En mi
proyector mental con cuadros en Super 8 mm. se sucedían recuerdos.
Sólo un minuto más, pedía para sobrevivir. Sólo sesenta segundos para
entender que la eternidad está hecha de minutos pasados, presentes y
futuros. En mi angustioso pedido, sentí una paz profunda. Mis amigos se
encaminaban a una luz en la superficie. Es el final, me dije. Había leído
historias semejantes. Faltaría que aparezca un subte ó Víctor Sueyro.
Un túnel. Una luz. No se quien me recibiría. Mis creencias eran muy
amplias. Me daba lo mismo quien fuere. Hasta un elefante con muchos
brazos, no me afectaría. Con tal de pasar a otro plano sin que duela
mucho…Varias veces estuve en peligro inminente, perduré en los ‘70
milagrosamente. Imaginaba que lo que guardaría en mi memoria sería
como un paraíso ideal, en donde están mis seres amados con la edad en
que los vi por última vez, me acompañaría hasta que haya oxígeno en mi
cerebro. Luego vendría la nada. Y la nada no duele.

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Unos rayos de sol se dejaban ver entre las turbulentas aguas. El final se
avecinaba, y no pude contener una lágrima que se diluyó rápidamente en
el río que me atrapaba. Era como el llanto en la lluvia.
En éste momento me estoy ahogando…
La memoria está bloqueándose...
Estoy tratando de asumir una actitud científica con respecto a la muerte,
aunque después de todo, conlleva una cierta dosis de impacto, malestar y
desconcierto Naturalmente la filosofía se diluye. Y eso es lo que temo
que me suceda en breve. Los egipcios tenían la idea de vivir
eternamente, y querían que sus cuerpos vivieran para siempre. Me
parece que es algo tarde para convertirme en egipcio, dadas las
circunstancias. Uno predice con bastante facilidad sobre el tema de la
muerte al ser un asunto que tanto abarca, si está sentado en un sillón
fumando una pipa y bebiendo ron. A mi me resulta muy sencillo
imaginar cielos, infiernos, ángeles y todo tipo de cosas que van a tomar
mi alma. Los antiguos romanos nunca consideraron la muerte muy
seriamente. Probablemente tenían una idea muy precisa de lo que les
pasaba. La muerte es en sí un asunto técnico. Y esos fueron mis últimos
pensamientos confusos, borrosos e indeterminados. Traté de
desdramatizar la idea porque no me quedaba otra. Con el último hálito
de vida miré al cielo y una mano femenina me aferró y me llevó
rápidamente a la superficie. Di una bocanada de oxígeno como nunca
antes y miré a mi alrededor en busca de quien era la dueña de mi nuevo
destino y no la encontré jamás. Al segundo subió abruptamente, El
Industrial. Lo siguió el Dr. en Administración e inmediatamente el
Dueño del Comedor. Y recién allí terminó la música que había quedado
grabada en mi convulsionada mente, la de Chopin.
Instantáneamente nos encontramos en la casa del Dueño del Comedor,
con un viento fuerte. Volvía a parecer que la Isla se movía en todas
direcciones. Me dirigí muy inquieto al amplio salón de la casa y por los
ventanales, veíamos como los árboles se inclinaban a diestra y siniestra.
Volví a ver con asombro un bólido verde viajar a gran velocidad hacia el
ventanal. El aeronauta, con rápidos movimientos, abrió la ventana y
atajó al plumífero cohete…La Yogui cerró prestamente la ventana, y el
cuadro era exactamente igual a horas, o minutos antes. Un helado sudor
corría por mi espalda. Un enorme “Dêja Vou” se producía con una
intensidad pasmosa. Miré de reojo al Industrial y lo vi algo inquieto
también, el Dr. en Administración parecía como petrificado
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compartiendo la escena, el Dueño del Comedor estaba pálido. El
aeronauta entró y estrujó en su plexo solar al lorito y casi lo asfixia, a no
ser por la veterinaria que estaba de visita. El cocinero, nos cebó mate con
pan dulce de la isla. -¿Que te preocupa amigo?- me preguntó alguien
que no distinguí.
-Nada…nada…Gracias…-Alcancé a esbozar con tremenda
perturbación. La Yogui y la veterinaria, se dirigieron a la cocina a ver
televisión. La noticia de los visitantes había quedado olvidada por un
instante. Nos encontramos los cuatro, sin contar al aeronauta que estaba
en profundo dialogo con su loro, en una situación de perplejidad.
Nuestras ropas estaban perfectamente secas. Rápidamente me toque la
frente y estaba cabalmente bien. Sin ninguna herida. Tardamos un buen
rato hasta que El Industrial preguntó:
-¿Que pasó?-
El Dr. en Administración algo repuesto comenzó describiendo lo que
parecían ser sus últimos instantes:
-Sin que mediara ningún elemento de transición, comenzó a pasar
una película ante mis ojos. Eso me enfureció. ¿Quién había dado la
orden de setear mi cabeza en autoplay en caso de muerte inminente?
Peor aún; quien así había actuado se equivocó de casete, y puso
primero unos recortes de una vida que no me pertenecía y después
entró Peperina, cortadas las tomas de Serú y sólo con las escenas
que involucraban a Andrea del Boca. Fuesen las imágenes que
fuesen, estaba decidido a no perder estos últimos minutos momentos
en film alguno. Apreté stop y puse todos mis sentidos en evaluar la
situación y buscar alguna salida. En un primer momento no tuve
suerte. Lo único que encontré fue la cara de mis tres compañeros,
colorados como una bandera de la URSS. Me sorprendió ver a
Sebastián con el rostro reconcentrado, como si no pasara nada.
Claro, tenía esa actitud porque Sebastián no estaba ahí, en verdad
nunca había existido... Entonces ¿por qué había aparecido ante mis
ojos?
Basta de imágenes, películas, pensamientos, alucinaciones, me dije,
acción, acción, es el momento de la acción, insistí. Al fin y al cabo
iban a ser mis postreros segundos, lo último que dejaba antes del
final, y quería dejar cabal testimonio de mi bronca por lo
prematuro, de que todavía tenía algo por hacer. Un destello, pensé,
un último mensaje a la eternidad que se abría hacia un futuro en el
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que yo ya no estaba. Saqué papel y birome, pero escribir bajo el
agua es francamente difícil. Además, ¿a quién dirigir el recado?
¿Encontraría un correo abierto a esta hora? Era una tarea
inmensamente compleja, aun para los que están atrapados y van a
morir. Finalmente, apareció el barba, y me dijo: Ya es hora. La
seguridad con que fueron dichas estas palabras, tuvo un efecto
devastador sobre mi consigna hacia la acción. No había tiempo para
más, todo había terminado. ¡Si! Ahora y siempre es la hora si Ud.
tiene un Jacquer, que te tic, que te tic, que te tac. ¿A quién se le
ocurrió meter una propaganda justo ahora? Primero una vida
extraña, luego Peperina, Sebastián y ahora un barbeta que hacia de
Dios, pero que en verdad laburaba de sponsor del film de mi muerte.
Esto no puede continuar. Y ahí no más, me dispuse a morir.
El Industrial pasándose la mano sobre la barba entrecana y con los ojos
algo rojizos relató lo que en ese instante efímero y eterno pensó:
Ya no hay escapatoria, es ineludible, era la única certeza que
teníamos desde que nacimos, solo faltaba saber el momento, la
incertidumbre había terminado, estábamos allí y sabíamos que
había llegado nuestra hora. ¿Como uno puede alegrarse de la
muerte? Solo por saber que nos restaban los últimos minutos y allí
estábamos juntos, que estábamos hermanados después de aventuras,
vivencias, desgracias y alegrías futuras a compartir, íbamos a
acompañar los últimos momentos mágicos de nuestras vidas, cuánto
tiempo más nos quedaba, no lo sabíamos, minutos solamente, la
primera sensación que pasó por mi mente es que quería ser el
primero, no quería irme con la imagen del sufrimiento de ellos.
Luego de la primera sensación de desesperación, vino la calma, no se
que tipo de mecanismo se dispara en mi mente en ese momento, pero
las sensaciones, las imágenes, los pensamientos se disparan a una
velocidad infernal, lo raro era que mi mente los captaba y entendía
todo al mismo tiempo, 5, 10 , 100 sensaciones al mismo tiempo,
procesadas al instante, todas claras y concisas, temor, paz,
desasosiego y bienestar al instante, no hay tiempo, no existe,
desaparece de mi mente que intenta ordenar ideas, como uno intenta
hacerlo toda su vida, pero no, no se puede, me veo en la cama de un
hospital al lado de mi hermana, con once años, viendo la muerte
llegar y pensando que ya había vivido lo suficiente, que había
disfrutado mis pocos años, y que había visto al hombre pisar la luna,
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como si eso hubiese colmado mis expectativas de vida, y sentirme
mal por mis padres, por como iban a sufrir ellos nuestra muerte,
pero conforme y a mano con la vida, y luego de habernos salvado,
sentir que la vida me había dado más de lo que yo imaginaba, que
desde mis 11 años en adelante todo fue un bonus, que había nacido
nuevamente y con la idea de que cada minuto de mi vida era un
premio, de hecho muchas veces había toreado a la vida, como
desafiándola, sabiendo que era la única pelea que perdería, que era
ineludible, pero le mostraba la capa como para incitarla, la imagen
sobre una tumba en Martín García con el insulto en la mano, en una
pelea desigual, perdiendo el respeto por la muerte sabiendo que un
día tendría que afrontarla y resignarme. Veía imágenes en un
velero, desafiando tormentas, sintiéndonos parte de la naturaleza
mágica, midiendo fuerzas, hasta llegar al agotamiento, y la sensación
de haber podido empatarle, porque no eran victorias, éramos parte
de esa vorágine en la que podíamos salvar o perder el pellejo, pero
solo era ganar un tiempo más. Nos veía a punto de volcar en un
auto, donde también se detuvo el tiempo, en un precipicio a punto de
caer, en un campo a punto de ser dinamitado, en una caída desde
una moto, en un paredón de fusilamiento, una sensación múltiple de
varias muertes, salvo que ésta era la última, y desde allí no habría
nada. También veía al mismo tiempo imágenes placenteras, llorando
de felicidad mirando un Glaciar, cenando en un campamento a las
nueve de la noche a plena luz del día en el sur frente a un fogón,
imágenes de mi hija dando sus primeros pasos, la mirada que nos
cruzamos al nacer ella, donde nos conectamos por y para toda la
vida con un hilo invisible. La falta de oxigeno trae la confusión,
dolor, siento los latidos de mi corazón como golpes de tambor dentro
de mi pecho, el cuerpo no resiste, ya los pensamientos pasan sin que
los pueda registrar, estoy perdiendo el conocimiento, es una lucha de
mi mente contra mi cuerpo, mi vida comienza a apagarse, se que mi
cerebro sucumbirá a la falta de oxígeno, y se perderá todo, solo seré
recuerdos para algunas personas, mi cuerpo será un envase ya sin
mí. Abro los ojos, quiero fijar aunque sea una última imagen
nuestra, estamos juntos, nos llegó la hora, cada uno con su muerte,
pero juntos, daremos el paso al mas allá o a la nada, es el momento,
mi mente ya no puede racionalizar, son solo imágenes sensaciones,
agua alrededor, no existe ni arriba ni abajo, no existe tiempo ni
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palabras, solo líquido, siento calor, siento un encierro, siento los
latidos de mi madre, voy a morir, voy a morir... voy a nacer…pensé.
El Dueño del Comedor estaba muy confundido, desconcertado,
desordenado, trastornado, alterado, aturdido, chiflado, perturbado e
inquietado, como para esbozar palabra alguna. Sólo prendía y apagaba
fósforos.
¿Y a vos que te sucedió? Me preguntaron.
-Lo voy a resumir en dos palabras:
No tengo.
La más.
Mínima idea.-
Respondí algo confuso.
El aeronauta estaba atento a los relatos y encendiendo su pipa (feo vicio
ese) dijo:
-Un típico vórtice de tiempo.-con pasmosa serenidad, mientras dejaba a
su loro que respirase.
-¿Otro?- Preguntó el Dueño del Comedor.
-Un vórtice diferente, un remolino, un torbellino, una disposición
concéntrica que adopta a veces…el tiempo.-Sentenció con una
naturalidad sospechosa el aeronauta.
El Industrial preguntó: -Entonces quiere decir que lo que vivimos…o
lo que morimos… ¿existió o no?-
-En éste plano, no. Uds. entraron en pánico al ver que el velero de él
-me señaló con su dedo de madera, porque tenía un dedo de madera…
(Después me contó que el dedo lo había perdido señalando una
guillotina) -…estaba en peligro y en el instante que se tiraron los
cuatro al agua, entraron en el vórtice de tiempo que se produce
cuando una o varias personas entran en pavor. Se produce una
suma de energía negativa tan grande que logra abrir éste vórtice y
Uds. viven una realidad en un plano diferente a éste.-

El Dr. en Administración intervino. -¿Y como llegamos hasta aquí,


secos, en el instante preciso que estaba por entrar el loro por la
ventana?-
-Nunca llegaron de nuevo aquí, porque nunca se fueron.- Nos
terminaba de confundir éste buen hombre.

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-¿Como que nunca nos fuimos?, recuerdo bien que dije: El Zeuss.
Mi barco debe estar moviéndose bastante y no sé si lo dejé bien
fondeado.-
-Yo te acompaño- me había dicho El Industrial. Yo algo sé de veleros.
-Yo los acompaño-Dijo el Dueño del Comedor.
-Voy también.- dijo el Dr. en Administración.
-Yo iría pero éste reencuentro con mi Perico, me lo impide acotó Ud.
aeronauta. Y recuerdo que los cuatro nos fuimos al puerto para ver
que suerte corría el barco.-
-En realidad lo que sucedió es que, salieron pero no se fueron. Yo los
seguí hasta el muelle y los vi desaparecer en el vórtice y al llegar a la
casa de nuevo estaban Uds. allí. Por lo tanto nunca se fueron. El
vórtice de tiempo tiene esas cosas, que no dominamos por estar
limitados a tres dimensiones nada mas, siendo que hay veintitrés
dimensiones comprobadas según Fabio Zerpa.
Siguió el aeronauta mientras el loro le picoteaba el dedo de madera y él
no se daba cuenta. Entre nosotros...el loro no le creía mucho a Fabio
Zerpa.
-Entonces, en la otra dimensión ¿nos morimos o que? Recuerdo que
una mano de mujer me tomó del brazo y me sacó a la superficie.-
Dije con algún nerviosismo.
-A mi también- dijeron los otros tres amigos.
-Fue una intervención divina que los salvó.-Sentenció sin mucha
claridad el aeronauta.
-Hay entidades desplazándose entre las dimensiones que a veces
actúan de tal o cual manera. O les arrancan la vida súbitamente o
los salva de la misma forma… Cuando los muertos no se dan por
enterados de su situación y continúan su existencia en otro plano en
donde nada aparentemente cambió, solamente las lágrimas y el
sufrimiento de sus deudos de ésta dimensión los puede sacar de la
suya y allí es traumático para todos. Descubren que ya no
pertenecen a éste plano y el alma sigue su curso habitual. Cuando se
los recuerda en momentos felices, esa energía pasa al otro plano y
los alimenta y siguen allí y se alegran sin saber el por qué.
…¿Nunca se alegraron sin saber el por qué?...¿ Nunca tuvieron un
Dêja Vou? Sus 21 gramos volvieron a sus cuerpos. No se preocupen.
Está comprobado que el cuerpo cuando muere pesa 21 gramos
menos. Y ese peso, es el del alma.
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Los mortales, no podemos siquiera con el deseo, lograr que un
estadio con setenta mil personas y su fanática pretensión, dirigir la
trayectoria de un balón de fútbol al arco del equipo contrario. Una
simple pelota de fútbol, se resiste al deseo de 70.000 inteligencias.
Somos títeres del destino si quieren llamarlo así. -
Extraña comparación pensé y procedí a desmayarme un rato.
Ya repuesto de mi desvanecimiento, que no fue advertido por mis
amigos que pensaron que estaba tomando una siesta súbita, me dirigí de
nuevo a puerto.
Se me cruzó de nuevo esa mujer enigmática con su extraño flequillo y
me saludó con su típico: “El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo
y kiwi.”
A lo que respondí: -La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque
de paja.-
Me dijo entonces: -Sé que estás de paso por la isla parando en el
comedor, sé que tenés un velero con el nombre de “ Zeuss”, sé que
naciste en 1957, sé que te operaron del apéndice, sé que viajaste con
amigos a muchos lados, sé que llevás en tu barco una caja de madera
conteniendo un grabador, muchas cajas de fósforos, un mazo de
cartas al que le falta una y un símbolo del OM de plata y te
preocupa no saber de donde provienen éstos objetos.-
Me quedé absorto. No entendía como sabía tanto de mi pasado, porque
el presente pudo saberlo fácilmente, pero…¿el pasado? Recordé lo que
había dicho el Dueño del Comedor, que leía el pasado, no el futuro.
Menudo poder el de ésta mujer. Y también me asombró que volvía a
sonar la música de cuando la vimos por primera vez. Tendrá un walkman
con parlantes en los bolsillos, pensé, pero no. Salía de algún lado que no
podía precisar.
La saludé como para irme al puerto, pero me dijo que no me olvide que a
la noche en el teatro habría una reunión de todos los isleños y estaba
invitado.

-Ajá.- Dije y me fui con una cierta preocupación.


Con enorme tranquilidad, así de variables son mis estados de ánimo,
observé al “Zeuss” perfectamente amarrado. De todos modos, bajé al
gomón y con los brazos remé hasta él y subí a comprobar que estaba
todo bien. Mi computadora satelital no recibía ninguna información,
puesto que se habían cortado las señales. Busqué ropa limpia y llevé una
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cantidad de dinero para pagar mi estadía. Cargué a mis fieles amigos en
el gomón, esta vez agregué un motor y los remos y desembarcamos en el
otro lado de la isla. Mi perro se sintió feliz como si tuviera dos colas, el
gato se puso a investigar, la tortuga no salía de su asombro ni de su
caparazón, la iguana se perdió irremediablemente por ahí, y los pececitos
se quedaron a bordo. Quería rodearla enteramente para descubrir su
tamaño. Tiene 2 Km. cuadrados y crece 50 cm. por año, dato que obtuve
gracias a mi preciso cálculo visual…al encontrar un folleto.
Me llamó la atención la mujer joven del faro que había visto con
cabellos lacios y castaños y dos mechitas a los costados rubias y hacia
allí me dirigí. Me daba la sensación que me era muy familiar. Desde
abajo se escuchaba una guitarra eléctrica manipulada que sonaba desde
lo alto del faro. Un tema de los Beatles: Eleanor Rigby, arreglado para
cuerdas. Busqué afanosamente un timbre, pero es proverbial la falta de
timbres en los faros. Sin embargo observé bien al faro y estaba tallado en
la piedra del cual estaba construido, un pensamiento:
“El amor es tantas cosas, que no se sabe en rigor de verdad, que es.
Nos podemos acercar a su esencia denominándole un don de si total
que exige en su desinterés otro don semejante. Solo entonces existe el
amor en plenitud. A falta de él nos contentamos con cualquiera de los
sentimientos que lo componen: la ternura, la admiración, el deseo, la
satisfacción del orgullo o de la vanidad, y basta ese sentimiento para
hacer mas o menos llevadera la vida. Nostálgica esta vida de lo
conocido, cuando se ha conocido, sedienta de lo no saboreado, de cuya
existencia no se duda.” Terminé mareado de tantas vueltas que tuve
que dar para leer estas 103 palabras en el faro. Tuve que subirme a
varios árboles en derredor para concluir la lectura que iba ascendiendo.
Como un espiral hacia arriba. La música cesó y la joven del faro con
cabellos lacios y castaños y dos mechitas a los costados rubias salió por
la puerta mientras yo estaba leyendo las ultimas letras arriba del árbol.
Me caí de la rama que sostenía mi cuerpo y sorprendido pensaba en el
aire: ¿Quien habría tallado en la piedra tan interesante pensamiento
sobre el amor? Buscaba con la mirada si por acción del destino era
atropellado por la Lady Godiva y se cruzó delante de mí elevando su
dedo índice de la mano derecha tocando la sien e imprimiéndole un
sentido horario y antihorario con la ayuda de su muñeca. No se que me
quiso decir… y raudamente se perdió en la espesura. Se me ocurrió
seguirla para preguntarle aunque sea su nombre pero volvió a
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desaparecer y me quedé asombrado de lo que estaba viendo. Unos
dibujos sobre el prado que no se distinguía muy bien desde donde estaba
parado, pero que seguramente desde una altura mayor, las líneas
tomarían forma. Como las de Nazca en las que se aprecian colibríes,
monos, arañas, o como las de Inglaterra que semejan círculos perfectos
con ejes, o como la del Cerro El Pajarillo en Córdoba en donde se posó
una nave. Todo esto pensaba mientras me volvía a subir a una araucaria.
Siempre tuve un cierto grado de complicaciones al tratar de descubrir
figuras. Me enseñaban de chico a unir estrellas en el cielo y más que ver,
escorpiones, sagitarios y leones, solo distinguía relojes, bicicletas y
barcos. Fue enorme mi desgobierno cuando vi la figura representada en
el prado. Bajé presuroso y con cierta cautela para no caerme de nuevo y
seguí mi camino hasta el aeropuerto para ver como estaba el globo del
aeronauta y encontré a otra mujer. Estaba con un gato.
-Hola.- Saludé
-Hola.- Respondió mientras acariciaba a un enorme gato de angora de un
metro. Estaba meciéndose en una hamaca paraguaya blanca atada a dos
palmeras. Un rayo de sol que se colaba entre las ramas de un árbol la
iluminaba en forma extraña, como señalándola. Vestía una túnica marrón
calada y unas sandalias haciendo juego. Tenía el pelo enrulado negro
muy largo y una risa contagiosa.
-Es notable que grande es el gato. Tendrás mas, ¿no?
-Si tengo exactamente 254 gatos por ahí- Me disparó una respuesta
difícil de esperar. Se puso a cantar canciones a viva voz y realmente
parecía muy feliz.
-Si oyes los rumores, de la ignorada arpa mía, oirás ecos de dolores;
mas sabe que tengo flores también, de dulce alegría. Este poema de
Rubén Darío es el que mas les gusta a mis gatos y se los recito en
cursiva.
Quedamos en encontrarnos a la noche en la reunión del teatro.
-¿Tu nombre?- Pregunté sin esperar a que me lo pregunte a mí.

-Soy quien quieras que sea-. Me dijo con una seguridad pasmosa.
En mi destino hacia la pista de aviones, vi a los cuatro hombres que
estaban tiempo atrás jugando a tener miedo en el cementerio y que no
parecían peligrosos, cuatro tipos grandes jugando a que tenían miedo,
desplazarse entre unos pastizales dorados de espigas a una velocidad
increíble, después descubrí que estaban andando en bicicleta por ahí
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dentro y desde mi lugar de observación parecían seres fugaces
divirtiéndose inocentemente. Por supuesto de la pelirroja la más mínima
noticia. ¿Se habrá ido a Holanda? Ni bien pisé la pista de aterrizaje,
encontré al aeronauta con su Perico al hombro cual pirata aéreo. Buscaba
en la canasta un bolso de cuero que había olvidado. Me descubrió y me
saludó.
-Acercate, vení que quiero mostrarte algo.- Me invitó.
Sacó un gran bolso de cuero repleto de cosas. Me mostró una foto.
-Mirá esta que ves aquí, era mi mujer. Este mas alto es mi hijo
menor que es escritor, el de al lado mi hijo mayor que es marino
mercante.- Observé que la mujer era algo bajita, de cabello castaño y
una mirada desafiante. El hijo menor tiene el cabello largo algo enrulado
y una sonrisa indefinida. El otro hijo, mas bajo dueño de una nariz
preponderante, con bigotes y guardapolvos blanco. Miraba para otro lado
en la foto y sonreía con una jeringa en la mano.
-¿Este es el marino mercante?- Pregunté.
-Si. Es médico, pero se embarcó y está navegando por los océanos
vaya uno a saber hacia donde.-
Terminó de contarme la foto y la guardó, no me animé a preguntar que
había sido de ellos.
-Vine a buscar mi bolso, preocupado por mi olvido, pero contento
porque aquí nadie se lleva lo que no es propio.-
Anduvimos bordeando el río y encontramos una casa de bombas
abandonada. Bombas de agua gigantescas en desuso por estar rotas y
oxidadas. Se accedía a ellas bajando una escalera a un recinto amplio. Y
nos acordamos del libro “La invención de Morel” de Adolfo Bioy
Casares en donde había algo parecido que era una máquina que
capturaba momentos felices de la gente a costa de su propia vida, para
repetirlos indefinidamente y esa gente los volvía a vivir como si fueran
nuevos. Esa máquina del cuento era activada por las mareas.
Salimos y nos dirigimos a la casa del Dueño del Comedor.

-¿Viste los dibujos en el prado?- Le pregunté como para aseverar que


no estaba loco y que había visto lo que realmente significaba.
-Si, ¿tremendo no? Los vi desde el globo mientras venía pensando:
“La transición prepara el ánimo. Algo va cambiando en uno y nadie
sabe el secreto. Dentro de unos minutos, seré dueño del cielo y me
iré a la Isla de Pascua. Pero así como la biología describe la vida y
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no puede explicarme la belleza o el perfume de esa flor, nada puede
explicar la hermosura de esa nube, o lo que se siente al volar. La
rutina de siempre: controlar el globo, asegurar que todo esté en
orden. Ya somos uno. Me acomodo en la canasta. Iré a un lugar
desconocido. Enciendo mas la llama. Todo responde, todo está en el
lugar correcto. El momento mágico se acerca, y se lo presiente a
medida que el globo se desliza. Cuando todo está maduro, como una
mariposa que emerge de la crisálida, con una presión casi
imperceptible de la palma de la mano, se gesta el milagro. ¡Esto sí
que vuela! La tierra queda debajo y se aleja lentamente. Todo se
empequeñece y adquiere una nueva dimensión. A mil pies comienzo
a disfrutar del vuelo. Una sensación de paz y plenitud solitaria
invade todo. El gozo es inexplicable, uno quisiera permanecer aquí
para siempre. Las mezquindades y pequeñeces humanas han
quedado sumergidas en la noche”… y ahí pasó lo que pasó y mis
pensamientos fueron otros y vi esa figura y mientras caía la advertía
agigantarse y ¡no lo podía creer! Cuando vi esa…-
-¡Buenas tardes!- Dijo una señora de una extraña belleza, que se nos
cruzó en el camino.
-Ustedes son turistas, ¿verdad?-
-Si, así es.- Contestamos al unísono.
-Esta noche vayan al teatro.-
-Si, como no. ¿Pero nos podría decir de qué se trata? -Seguía yo
indagando sin encontrar una respuesta a nada.
-Esta noche es luna llena y aquí en la isla, todas las noches de luna
llena nos reunimos para tratar temas comunes, mas en estos tiempos
en que nos visitan seres del futuro.- Dijo tranquilamente la mujer
dueña de unos cabellos tan negros que parecían azules. De estatura
mediana y cierta presencia griega. Muy bien vestida para el común de
los isleños y dueña de una calida voz.
-¿Y porque las noches de luna llena? Preguntó el aeronauta.

-Se eligió la reunión en noche de luna llena por dos sencillas razones:
Primero sabrán que la luna es la tierna protectora de amores
tardíos, amiga de poetas y solitarios, responsable de los caprichos
del mar y de los ríos. Selene es su nombre y es hija de Hiperión y
Teia y hermana de Helios y Eos. Selene personificó la luna en el
antiguo panteón griego. Mas tarde fue fundida con otra diosa,
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Artemis. Con Zeus fue madre de Herse, el rocío, de sus amores con
Endimión dio a luz a Eolo y cincuenta hijas. Fue adorada por los
etruscos, los sabinos, los romanos, y naturalmente por nosotros. La
luz de la luna tarda en llegar a la tierra 1,2 segundos pero sabemos
aparte de esto que nos vio nacer, que nos verá partir, que nos hará
reflexionar en una noche fría…
-¿Y la otra razón? Indagué.
-Porque a la noche se ve mejor todo en la isla.
-Esta noche nos veremos, sin lugar a dudas.- Dijo el aeronauta como
hipnotizado. Seguimos nuestro camino hasta la casa del Dueño del
Comedor, y nos volvimos a cruzar a los cuatro personajes que no
parecían peligrosos, espadeando con unas estalactitas. Podría decir que
me hubiera asombrado que espadeen con estalactitas, pero a ésta altura
ya poco me sorprendía. Se hizo de noche y una luna exageradamente
grande crecía sobre el río dibujando un gran signo de admiración, para
emprender su ascenso lentamente hasta describir un ángulo perfecto para
bañar las copas de los árboles. Lentamente nos dirigimos al teatro para la
reunión. El Industrial, La Yogui, el Dr. en Administración, El Dueño del
Comedor, el cocinero, dos enanos de jardín, La Veterinaria, El
Aeronauta, la joven de cabellos lacios castaños y dos mechitas a los
costados rubias que vivía en el faro, La Vidente de la Isla, la quien
quiera que sea ( la mujer de los gatos), La señora de la extraña belleza,
un ciervo Dama, los dos chanchitos, mi perro, mi gato, la tortuga y la
iguana, el loro Perico , los cuatro personajes que no parecían peligrosos,
la Lady Godiva pelirroja en monociclo pero vestida y otros habitantes
mas que no había tenido el gusto de conocer, todos con un bolso
pequeño al hombro que me llamó la atención.
Entramos al teatro y una música nos recibió: “Extraños en la noche”.
No sé si instalaban esa música por nosotros, el aeronauta, mis mascotas
y yo, pero creó un buen clima.

Las sillas del teatro formaban un círculo grande en una de las dos salas,
el escenario estaba vacío. El motivo en este caso era una reunión.
Se acercó al centro del ambiente una persona que creí que sería la
encargada de la isla. Una mezcla de rey, presidente, gobernador,
intendente, director, jefe y maestro al mismo tiempo. De cara regordeta,
medio colorado, con cabellos largos blancos y un gorro. Un pilotín azul
hasta los pies con mangas y solapas rojas, una remera y unos pantalones
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blancos, un cinturón amarillo, unas botas azules hasta las rodillas, dos
estrellas en los hombros y una espada en la mano apoyada en el piso,
mixtura de Quaker y Principito. Y comenzó diciendo:
-“Lo esencial es invisible a los ojos”-
Todos lo aplaudieron ovacionándolo casi tres minutos.
Y aplaudí un poquito, para no quedar mal. Pero tres minutos me pareció
algo exagerado. Saludó y se fue.
Tomó la palabra la señora de extraña belleza:
-Como bien escuchamos recién, “lo esencial es invisible a los ojos”.-
Empezaron todos a aplaudir nuevamente pero ella levantó una mano y
cerró el aplauso muy cortésmente y continuó:
-Sin embargo fui testigo del vórtice. Vi como en el cielo parecía
abrirse un embudo y salió disparado un objeto enorme y plateado
rumbo a Buenos Aires e inmediatamente se cerró. Estamos viviendo
una realidad que se nos antoja ficción. Sabemos que un vórtice de
tiempo se abrió en la isla y es muy probable que se vuelva a abrir,
puesto que según mis cálculos y los de varias eminencias de ésta
comarca llegaron a la misma conclusión. Será dentro de
exactamente 24 horas…
Miró hacia un lado del círculo y movió su cabeza como afirmando lo
dicho y los cuatro personajes asintieron. No eran peligrosos esos
hombres. Ya me parecía…
-Una nueva era puede estar comenzando ya. Si vienen del futuro
mas visitantes en forma fortuita o no, lo ignoramos, pero lo que si
sabemos es que se corre un riesgo enorme pues SI se pueden
producir paradojas con intereses que ignoramos y hasta nuestra isla
puede desaparecer y todos nosotros. Sabemos que Sarmiento D.F.
imaginaba crear aquí a Argirópolis, una capital de estados unidos
de América y hasta tenemos una piedra con esa inscripción. Por
distintos motivos que sucedieron no se logró. Pero si se consigue
viajar en el tiempo, como ya vimos, puede ser un caos. No por la
creación de Argirópolis solamente, sino lo que puede llegar a
pasarle a ésta isla. Perderemos éste paraíso que buscamos todos los
que vivimos aquí. Sin mencionar los cambios políticos, sociales,
económicos de América del Sur. Además todos habrán visto la
figura en el prado. Es la imagen exacta de lo que se viene sino
hacemos algo. Esa figura es reveladora y no hay duda alguna.

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La pregunta es, ¿podemos aprovechar la nueva apertura del vórtice
para viajar en el tiempo y evitar que se envíe al satélite “KEO”que
fue lo que generó el vórtice?-

Se miraron todos, yo me había distraído con el “Principito Aquakerado”


buscando con la mirada a donde se fue y tomó la palabra el aeronauta.
-Si me permiten, creo que puedo llegar a ofrecer una respuesta.-
-Adelante-invitó la señora de la extraña belleza.
-Comenzaré explicando brevemente que es un vórtice.-
Existe una corriente en chorro, una corriente de aire de alta
velocidad que rodea el planeta a gran altitud. Fue posible aplicar las
teorías fundamentales de la termodinámica y la hidrodinámica al
problema de la predicción climatológica, que incluyen la medición
de la presión atmosférica, la temperatura, la humedad, la dirección
y velocidad del viento, la cantidad y altura de las nubes, la
visibilidad y las precipitaciones. Para la medición de la presión
atmosférica se utiliza el barómetro de mercurio. Los barómetros
aneroides, aunque menos precisos, son también útiles, en especial a
bordo de los BARCOS- (Me miró directamente a los ojos. ¿Yo que
hice? Se habrá dado cuenta que no le prestaba mucha atención, puesto
que yo seguía buscando con la mirada al “Princiquakero”.)
-¿Ahora…como medimos la dirección del viento?-
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El Industrial intervino:
-La velocidad del viento se mide por medio de un anemómetro, un
instrumento que consiste en tres o cuatro semiesferas huecas
montadas sobre un eje vertical. El anemómetro gira a mayor
velocidad cuanto mayor sea la velocidad del viento, y se emplea
algún tipo de dispositivo para contar el número de revoluciones y
calcular así su velocidad. Los recientes avances producidos en el
campo de la electrónica han ido acompañados de un desarrollo
concomitante en el uso de instrumentos meteorológicos electrónicos.
Uno de estos instrumentos es el radar meteorológico, que hace
posible la detección de huracanes, tornados y otras tormentas
fuertes a distancias de varios miles de kilómetros. Para tales fines, se
usan las ondas de radar reflejadas por las precipitaciones asociadas
con las alteraciones, que sirven para trazar su curso.-
El Dueño del Comedor lo miró con ojos desorbitados, como quien
descubre a los reyes magos en el fondo de su casa.
-Correcto querido amigo-Felicitó el aeronauta.
¿Saben lo que es un radiosonda?
-Yo…yo…yo…dijo levantando la mano el Dr. en Administración.
¿A ver que sabe el señorito? Dijo con aire docente de secundario de
1973, el aeronauta.
-Para las mediciones rutinarias realizadas en las capas superiores de
la atmósfera, los meteorólogos han desarrollado el rawinsonde que
significa: radio-wind-sounding device o radiosonda, que consiste en
un instrumento meteorológico ligero capaz de medir la presión, la
temperatura y la humedad equipado con un pequeño transmisor de
radio de alta frecuencia. El instrumento se sujeta a un GLOBO DE
HELIO (miró fijo a los ojos del aeronauta) que lo lleva hasta la
atmósfera superior. Las mediciones realizadas por los instrumentos
meteorológicos son transmitidas automáticamente y recibidas por
una estación en tierra. Un radiodetector sigue la dirección del globo
mientras éste es arrastrado por los vientos de las capas superiores de
la atmósfera y, midiendo la posición del mismo en momentos
sucesivos, se puede calcular la velocidad y dirección del viento a
diferentes altitudes.-
-¡Pero muy bien Dr. en Administración! Siéntese.
-Ya que hablamos del globo, les diré que el globo que mencionamos
está lleno de un gas ligero, como el helio. Al ascender, el gas se
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expande. Llegará un punto en el que el globo explote, entonces, el
instrumento meteorológico volverá a la Tierra con un paracaídas.
(Me volvió a mirar y le hice un movimiento rápido con la cabeza en
forma ascendente, como diciéndole ¿que querés? Yo seguía intrigado en
donde se escondió el Principito de la tercera edad. ¿Se lo habrá engullido
el animal delgado como un dedo? )
-Los vórtices que giran en sentido antihorario reciben el nombre de
ciclones extratropicales, y su intensidad tiende a ser máxima
durante el invierno, cuando los contrastes de temperatura son
mayores. Estos ciclones tienden a formarse o a regenerarse a partir
de alteraciones débiles. En estas tormentas pueden producirse
vientos de más de 160 Km. por hora. Dentro del flujo dominante
hacia el Este a latitudes medias se encuentra la corriente en chorro,
una banda estrecha de viento del Oeste de alta velocidad que sigue
un curso ondulante de Oeste a Este. Sopla a una altitud media de
12.200 Km. en invierno y de 13.700 Km. en verano. La velocidad del
viento de la corriente en chorro puede llegar a superar los 400
kilómetros por hora.-
¿A donde querés llegar El Aeronauta?- pregunto La Yogui, que hasta
ahora no dijo una palabra hace varias páginas atrás.
-Discúlpenme. ¿Me extendí un poco?-
¡Siiiiii, demasiado! Dijeron los cuatro hombres que se estaban poniendo
peligrosos.
-Perdón. Perdón. Estaba pensando que si pudiéramos hacer que un
globo suba a uno o varios de nosotros hasta el vórtice, quizás
podamos evitar que lancen a “KEO”. Si logramos hacer eso, los
demás se enterarán por Internet seguramente. Y lo leerán como una
noticia más puesto que este presente jamás sucedió y no sabrán que
fuimos nosotros o el que llegue, quien logró evitar el despegue de
“KEO” a horario o lo neutralice.
-¿Como hacemos para fabricar un globo de tal magnitud? ¿Hay
semejante antecedente? Preguntó El Dueño del Comedor.
-Varios aeronautas han conseguido ascender en sus globos a gran
altura. En 1931 el físico suizo Auguste Piccard llegó hasta la
estratosfera en una cabina metálica esférica y hermética suspendida
de un globo lleno de hidrógeno cuya capacidad era de 14.000 m3.
Alcanzó una altitud de 15.797 m y al año siguiente subió hasta
16.507 m. En 1935, Orvil Anderson y Albert Williams Stevens,
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alcanzaron los 22.080 m de altitud. En agosto de 1957, David
Simons, ascendió hasta los 31.110 m, permaneció 32 horas en el aire
y recorrió 652 Km. desde el punto de despegue. El 27 de agosto de
1960, el Joseph Kittinger se arrojó en paracaídas desde un globo de
polietileno a 31.354 m y estableció una nueva marca de altura de
vuelo en globo y de descenso en paracaídas. El 4 de mayo de 1961
Malcolm Ross y Victor Prather establecieron una marca de 34.679
m en un globo que despegó de un portaaviones. Y en el 2001 dieron
la vuelta al mundo. Creo que si hacemos un globo, inflado con un
gas con fuerza ascensional, hidrógeno, helio, amoníaco y metano en
proporciones exactas, y en distintos compartimientos, se estirará a
medida que se enrarezca el aire. Cuando el diámetro del globo haya
aumentado entre tres y seis veces es decir, cuando su volumen es
entre 30 y 200 veces superior al original, puede llegar al vórtice
antes de explotar.
-¿De donde sacamos esos gases?- Preguntó el Dr. en Administración.
-De la antigua cantera podemos sacar gas metano- Afirmó El
Industrial-
-No hace falta tanta complicación, hay un nuevo gas llamado “
DIVERSO ZX” que es mas potente para hacer subir semejante peso
a tanta altura y lo podemos conseguir nosotros- Dijeron los cuatro
hombres y uno de ellos sacó un telégrafo portátil y envió un mensaje y
se escuchó un piiip.-Ya está. Mañana llega un barco con lo
solicitado.-Aseguró uno de ellos. Parecían simuladores pero no, no eran.
-El globo lo haremos entre todas. ¿Como tiene que ser de grande?
Preguntaron las mujeres de la isla.
-Tan grande como ésta isla-. Afirmó el aeronauta.
-Ehhhhh!- Se escuchó a coro.
-Bueno, la mitad. Digamos de un kilómetro cuadrado.- Aceptó el
aeronauta.
La señora de una extraña belleza, retomó la palabra. -Queda un tema
pendiente ¿Quienes se van a animar a viajar sin saber que les puede
suceder? Tengan en cuenta que es extremadamente riesgoso, sin
garantía de supervivencia, si sobreviven nadie sabrá que hicieron,
como bien dijo El aeronauta, nos enteraremos por Internet, pero ni
siquiera sospecharemos que fue alguien de Uds. porque en ese
futuro no los conoceremos pues nunca sucederá. El viaje es pura
teoría. Hay alguien aquí con esa audacia, valentía, arrojo,
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intrepidez, coraje, temeridad, barbaridad, imprudencia, insensatez,
que se anime a no ser reconocido jamás por su heroísmo y no solo
ser olvidado, puesto que si triunfa lo ignoraremos porque no lo
conocemos? Todo lo que vivimos en estos últimos días no sucederá.
No habrá visitantes del futuro, puesto que sin “KEO” no habrá
vórtice. Sin vórtice no habrá invasión. Sin invasión no habrá
paradojas. Sin paradojas no habrá...

En eso descubro, en un rincón al Quakero principesco en un rincón


arriba del escenario y me levanta la mano para saludarme y yo contento,
lo saludo levantando mi mano. Se produjo un silencio. Todos
comenzaron a aplaudir ovacionándome casi tres minutos, hasta el loro
aplaudió, los enanos estaban como locos y la Lady me besó en la mejilla.
Aplaudí un poquito, para no quedar mal. Pero tres minutos me pareció
algo exagerado. ¿Aparte por qué aplaudirme? Ahí me enteré que iba a
ser yo quien viajaría a destruir, o al menos retrasar su despegue, en el
trasbordador Arianne a “KEO”.
Acto seguido, ante la algarabía de la gente por haber encontrado a un
héroe por unos instantes y que sería ignorado y desconocido mañana,
nos dirigimos a la plaza principal, frente al Hércules, que fue preparada
para una fiesta popular por una prima hermana de un cuñado de la tía del
concuñado del suegro del sobrino de una amiga de la vecina de la nuera
del primo político del Princiquákero.
Era la una de la madrugada y a pesar que en la isla, la luz se corta desde
las dos hasta las siete de la mañana porque funciona la energía eléctrica
gracias a una usina a diesel y había que ahorrar electricidad, esa noche se
hizo la excepción. Toda la plaza estaba iluminada con lamparitas de
colores, farolitos de papel, chicos corriendo a los dos chanchitos de un
lado a otro, una gran parrilla atendida por el cocinero, preparando unos
choripanes que el solo aroma de éste tentempié invitaba al mejor
vegetariano a sucumbir. El humo del asador crecía entre los árboles y
por efecto de las luces parecían columnas blancas señalando que néctar
y ambrosía se debía incorporar uno inmediatamente: choripan y gaseosa
o vino. Apareció un diskjoqueta bajita y rubia de unos cuantos años, una
mezcla de Lisa Simpson y Mafalda, que comenzó el baile con “Bailemos
Twist” por Chubby Checker y siguió con cuanto twist tenía en su
repertorio. La yogui bailaba con el Industrial, el Dr. en Administración
con la Veterinaria, el dueño del comedor con la Vidente de la Isla, el
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cocinero con la señora de extraña belleza, los enanos de jardín con los
chanchitos, El Aeronauta con la joven de cabellos lacios castaños y dos
mechitas a los costados rubias que vivía en el faro, y yo hablaba con la
quien quiera que sea (la mujer de los gatos). El ciervo Dama, mi perro,
mi gato, la tortuga, la iguana, el loro Perico, nos miraban desde el
monumento. Los cuatro personajes que no parecían peligrosos y la Lady
Godiva pelirroja en monociclo pero vestida, y los demás abrieron sus
bolsos y repartieron disfraces.

Fue así que esa noche parecía un sueño salido de los libros infantiles.
Caperucitas rojas bailando con Batmanes. Osos Carolinas bailando con
Cenicientas. Los cuatro mosqueteros bailando con cuatro Damas de pics,
corazones, tréboles y diamantes. A mi me tocó el disfraz del hombre
invisible y francamente tuve algo de frío.
Antes que amaneciera, los cañones que hay en la plaza fueron
acondicionados y apuntados hacia arriba y como fin de la fiesta,
dispararon fuegos artificiales. Una lágrima se escapó sin pedir permiso.
Será un buen “Tempus fugit”, pensé.
A la mañana las tareas en la isla eran incesantes.
Las mujeres entusiasmadas cocían la tela para el globo. Juntaron
polleras, vaqueros, manteles, sábanas, vestidos de seda en desuso. Luego
las pintaron con un protector liquido especial, para evitar que el calor se
disipe por el entramado de las telas.
El barco que traía los tubos con los gases “diversos zx”, ya estaba en
puerto.Pedí ir con mi velero “Zeuss” y mis amados animales, quienes al
oír mi petitorio huyeron despavoridos. La tortuga marcó 10 segundos la
milla.
El aeronauta, el Dr. en Administración, el Industrial, el Dueño del
Comedor y los cuatro hombres que parecían peligrosos, me ayudaron a
eliminar la quilla y el palo mayor con las velas, puesto que eso aliviaría
dos toneladas el peso del velero.
Lo subimos a tierra con ayuda de las dos grúas del puerto de Martín
García que si todo sale bien seguirán allí y procedimos a acondicionarlo
rápidamente puesto que se acercaba la hora del despegue según los
cálculos.
Una enorme fila de isleños que no se de donde salió, transportaba el
globo enrollado como una gran alfombra.

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Detrás 254 gatos mas el mío. Sonaba a lo lejos una melodía de Astor
Piazzolla, “Buenos Aires Hora Cero”, interpretada por el bandoneón del
cocinero.
Bajados los grandes tubos del misterioso gas en puerto se procedió
lentamente al llenado del gigantesco globo.
Faltaban aún algunas horas para que se produzca el vórtice.
Uno a uno vino a despedirse y me dijeron:

La Yogui: Llevate éste símbolo del OM. Es de plata. Será tu


serenidad.

El Industrial: Estimado amigo, porque te considero así, sé que lo vas


a lograr. Como quizás no vas a olvidar este presente en el pasado, te
traje de regalo ésta máquina de fotos para que captures todo lo que
puedas.

El Dr. en Administración: Suerte amigo, y me gustaría decirte que


rezaría por vos, pero como no creo en los rezos, cruzo los dedos para
que todo salga bien. Te quiero regalar este grabador para que
grabes lo que ves en tu viaje y tal vez algún día encuentre tu cinta.

El Dueño del Comedor: Si te dan ganas de eso feo vicio de fumar,


llevate mis fósforos.

El cocinero: No dijo nada. Solo se limitó a darme un fuerte abrazo.


Nunca escuché su voz ni supe su nombre aunque me lo imaginaba. No
podía ser otro.

La Veterinaria: Me encargaré de las mascotas. No hace falta que


viajen. No les faltará aquí nada.

La Vidente de la Isla: Supe que te conocía desde antes y no se si te


conoceré en el después. Por si acaso nos cruzamos, eludime.

La “quien quiera que yo sea”: Hacé lo que tenés que hacer. Sé que lo
harás.

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Uno de los cuatro personajes que no parecían peligrosos precisamente
uno de tantos y al cual nunca pude hablarle me hizo llegar una caja
pequeña de madera impecable con un plástico resistente al agua.

La joven de cabellos lacios castaños y dos mechitas a los costados


rubias que vivía en el faro: Quiero regalar éste naipe que encontré
camino aquí y sé que será considerado muy importante.

Era precisamente la carta que me faltaba para mi colección. ¿Pero como


lo sabía ella?
Guardé todos los presentes en esa caja de madera como si fuera un
tesoro para mí la envolví en el plástico resistente y me quedé
pensando…

Llegué al “Zeuss”. Lo primero que hice fue buscar aquella vieja caja que
tenía en el barco cuando venía hacia aquí, esa especie de arca
conteniendo un grabador, muchas cajas de fósforos, un mazo de cartas
que le faltaba una y un símbolo del OM de plata, que me inquietaban
porque no recordaba de donde salieron, quien me los había dado ni para
qué… y ya no estaba.

Sonreí y comprendí.

Se habían cargado los tanques a bordo con el gas diverso, que


alimentarían al globo.

Mi amigo El aeronauta encendió varios mecheros y llamas azuladas y


amarillas comenzaron a iluminar el enorme globo lenta y
controladamente que me llevaría hasta el vórtice.

Desde el velero miraba a toda esa gente amiga y querida, con mucha
serenidad. El atardecer se presentaba con un frente de tormentas.

La temperatura sin embargo era agradable. El río estaba manso.

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Se reflejaban en él las figuras del cielo y de la isla. El gigantesco globo
fue tomando forma. Sus parches multicolores comenzaron a irradiar
verdes, rojos, amarillos, fucsias, blancos, azules, celestes. Fuimos
soltando poco a poco las cuerdas que me amarraban a éste tiempo
presente con la peregrina misión de destruir o demorar a un trasbordador
que llevaría a un satélite que no me acuerdo como se llamaba, a punto
de despegar de Francia o Guyana para evitar que en el futuro se lo lleven
por delante y se abra un vórtice. ¿Adonde iré a parar? ¿A que tiempo?
¿Y si me paso? ¿Y si estalla el globo antes de llegar? ¿Y si no se abre el
agujero? ¿Y si me arrepiento y no voy nada? ¿Y si aparezco cuando
nací? ¿Y si tengo que volver a vivir todo de nuevo? ¿Y si mejor hablo
con el que se le ocurrió lo del satélite y lo convenzo que no lo largue?
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¿Con que argumentos? No me va a creer ¿Y si demoro la salida del
satélite? Con demorarlo un minuto, la trayectoria del meteorito del
futuro no lo golpeará y no pasaría nada. ¿Y si no aparezco en Francia y
se larga de Guyana o viceversa? ¿Como voy allí o allá? ¿Y si caigo en
Irak con el velero? ...¿Y si mejor me bajo? Ya están desamarrando al
velero. Mi campera roja, amarilla y azul refleja la luz y no me deja ver
bien por donde voy. Bueno…total no manejo. Solo me dejo llevar hacia
algún lugar. Como siempre. Es la historia de mi vida. Debo escribir estas
últimas notas antes de:

… se está abriendo algo en el cielo…

…¿Y este viento?...

…¡Las estrellas parecen girar!...

¡ Tirate El aeronauta, tirate!

La caja…¡tengo que tirar la caja!

¿Y ESO?

¡MI DIOS!

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Epílogo

Guardó unos papeles en una caja de madera.


La envolvió con un plástico.
Se oía una música: “Rapsodia Bohemia” de Queen.
Miró la isla por última vez.
Subió al gomón.
Llegó al “Zeuss”.
Se habían cargado los tanques a bordo con los gases diversos que
alimentarían al globo.
El aeronauta encendió varios mecheros y llamas azuladas y amarillas
comenzaron a iluminar el enorme globo lenta y controladamente que lo
llevaría hasta el vórtice.
Desde el puerto los miramos con mucha tensión.
El atardecer se presentaba con un frente de tormentas.
La temperatura sin embargo era agradable.
El río estaba manso.
Se reflejaban en él las figuras del cielo y de la isla.
El gigantesco globo fue tomando forma.
Sus parches multicolores comenzaron a irradiar verdes, rojos, amarillos,
fucsias, blancos, azules, celestes.
Se fueron soltando poco a poco las cuerdas que amarraban al velero por
todo su perímetro y su base al lecho del río.
Su campera roja, amarilla y azul reflejaba la luz en su rostro.
Sonrió, tomó una hoja de papel y pareció como que algo escribió en ella
y levantó su brazo derecho señalando hacia arriba.
Desde el cielo comenzó a abrirse un embudo.
Comenzó a ascender el velero con el globo.
Un fuerte viento comenzó a soplar.
La noche estaba estrellada.
Las estrellas parecían describir un movimiento circular.
En su ascenso se tambaleó el Zeuss.
Vimos tirarse al agua a el aeronauta una vez seguro que el velero
aerostático estaba posicionado.
Quedó él solo.
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No supimos nunca su nombre. Por alguna extraña razón no lo mencionó.
Y gritó algo que no alcanzamos a escuchar.
Seguramente dijo: “¡ADIOS!”
Y fue succionado el velero con el globo al centro del vórtice.
Vimos un último destello y el cielo volvió a su estado natural.
Una melodía sonaba desde el faro. La más hermosa música que jamás
hayamos escuchado…
Nunca le dije que yo era uno de las cuatro personas que él veía con
curiosidad…
Simplemente, uno de tantos.

“El Infinito quedó sin terminar…” Novela de


ficción.
Eduardo Alejandro
Testori es argentino,
nació el 10 de
Noviembre de 1957
en Capital Federal,
y luego residió en
Vicente López.
Navegante por
casualidad, videasta
por gusto, actor por
curiosidad, director
y escritor de obras
de teatro por
irreflexión, tales
como: “Un espejo”,
“Cual es”, “Pasado
Perfecto”, “Juan
Moreira Ficción
Pura”, “En una hora, una vida” entre otras. Locutor por audacia en
centros culturales. Creó y condujo programas en radios de frecuencia
modulada: “Dueños de la Luna”. Realizó programas para televisión de
aire y cable “Oíd los Trépidos”, “Historias en la Quinta”, en Vicente
López, Buenos Aires. Plasmó espectáculos de mitología greco-romana,
de supersticiones y creencias universales con la participación de
músicos y ballet griegos: “Historias fantásticas I y II”. Acompañó al
62 62
músico Yabor en el Café Tortoni en el espectáculo “De Nueva Orleáns
al Candombe” del musicólogo Rubén Carámbula presentado por el
Circulo de Poetas Lunfardos. Colaborador en el libro “El alma del
carnaval” de Maria Teresa Spak. Fue jefe de redacción en periódicos
zonales del partido de Vicente López. En una pretendida irrupción
artística, se presenta en la novela. “El infinito quedó sin terminar…”
transcurre en la Isla Martín García, situada en el Río de la Plata. El
protagonista emprende, sin sospecharlo, un trascendental viaje en
velero. El lector encontrará relatos extravagantes, multiplicidad de
personajes, naves espaciales y temporales, globos aerostáticos, vórtices
de tiempo y espacio, y dimensiones paralelas.
Este primer libro, le puede abrir una puerta a la esperanza e invitar al
lector a una nueva postura frente al sentido de la vida… al menos a la
del autor.

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“Un ángel de cuatro caras”
El infinito quedó sin terminar

“…posiblemente haya tenido vidas vencidas…y muertes


pretéritas.”

“Acaso porque deseaba la absolución de pecados no


cometidos y el perdón por los que iba a realizar”
Eduardo Alejandro Testori
“Un ángel de cuatro caras”
El infinito quedó sin terminar

Editorial Dunken
Buenos Aires 2006

“El ángel femenino movía sus alas indicando la trayectoria


de las luces y con sus manos transparentes estiradas, hacía
que a babor y estribor, los horizontes cambiaran, se ubicaran
perpendiculares, paralelos, superpuestos, circulares de tanto
en tanto.”

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Dedicado a
Melina.
A los ángeles que decidieron convertirse en tales:

Alejandra Mannuccia , Alejandra Galzerano, Adriana Rodríguez.

A los ángeles de mi vida cotidiana y a los ángeles ocultos en mujeres


aparentemente sencillas, que tuvieron la bondad infinita de presentarse a
mi atribulada vida, invitándome a espantar con sus brillos, sombras
heladas y dando calidez a mi corazón y a mi alma… por un tiempo más.

Silvia Beatriz Vázquez, Patricia Adriana Campos, Alejandra Otero,


Analía Rivarola, Sol Carletta, Ani Baumann, Flavia Carballo,
Gabriela Alejandra Iberti, Nancy Otero, Graciela D’Alessandro,
Mabel Domínguez, Valeria Abión, Claudia Marcela Spinelli, Maria
Martha Biagini, Marcela Trevisan, Susana Mendanha, Ana Maria
Biasella y Jorgelina Platanía.

A mis amigos demonios de siempre que son los protagonistas reales, y a:


Martincito que decidió irse antes de tiempo. A mi mágico amigo Rey
Ben, Daniel Alberto López, Rodrigo Albornoz, Daniel Álvarez, Gonzalo
Salvo, Norman Mercer y a Leandro Galzerano.

A “Delmiro” y a “Yorkito” que sé que existen.

Diseño de tapa e ilustración:


Gonzalo Salvo

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“Pensaba que nada…nada… fija tan intensamente en la
memoria como el deseo de olvidarlo.”

Prólogo

El génesis del “El infinito quedó sin terminar...” se debió a unos escritos
rescatados en la isla Martín García, a la orilla del Canal del Infierno, en
el año 2004, en una caja de madera cubierta por un plástico resistente al
agua, luego de una “explosión en el cielo”.
En esa especie de arca, se encontró una cantidad de hojas garabateadas
pero legibles y afortunadamente numeradas.
Como, quien tradujo por vez primera, esos papeles está esperando el
regreso de su circunstancial amigo, como se refería a si, es mi tarea
desgrabar una cinta de audio que encontré prolijamente guardada en un
arca de madera en el puerto de Martín García, y en donde había un
cartelito escrito a mano que decía: “A quien corresponda”.
Se apreciará sin demasiado esfuerzo, que no pasó por el tamiz de un
literato y sucumbió al pensamiento sin pruritos.
Nuestro circunstancial amigo, logra sortear una puerta compleja y
sorprendente, sin complejos y poco sorprendido. En un tiempo
caprichoso y tarambana.

Esta novela “Un ángel de cuatro caras ” hija del “Infinito quedó
sin terminar”, sigue huérfana de palabras introductorias de mentes
brillantes. Mitad por mi timidez absoluta a esa solicitud y mitad por mi
ineficacia literaria, que trato de disimular sin lograrlo.

De cualquier forma, sirva al menos para alimentar a espíritus iluminados


por una respuesta eterna a una pregunta no formulada, pero sospechada.
Y recurra a su infinita calidez desprovista del adulto que lleva afuera,
para que le permita leer con ojos de niño e imaginar lo que sucede en
estas dimensiones tan reales, que se tutean con la ficción, aunque a veces
se traten de usted.

Otro de tantos.

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“La Lady Godiva y la joven de mechitas que mora en el faro
de la Isla Martín García, miraba hacia ese punto, con
lágrimas contenidas y tomándose de las manos humedecidas
por la tensión.”

CAPITULO I (La Partida)

“Guardó unos papeles en una caja de madera.


La envolvió con un plástico.
Se oía una música: “Rapsodia Bohemia” de Queen.
Miró la isla por última vez.
Subió al gomón.
Llegó al “Zeuss”.
Se habían cargado los tanques a bordo con los gases diversos que
alimentarían al globo.
El aeronauta encendió varios mecheros y llamas azuladas y amarillas
comenzaron a iluminar el enorme globo lento y controladamente que lo
llevaría hasta el vórtice.
Desde el puerto los miramos con mucha tensión.
El atardecer se presentaba con un frente de tormentas.
La temperatura sin embargo era agradable.
El río estaba manso.
Se reflejaban en él las figuras del cielo y de la isla.
El gigantesco globo fue tomando forma.
Sus parches multicolores comenzaron a irradiar verdes, rojos,
amarillos, fucsias, blancos, azules, celestes.
Se fueron soltando poco a poco las cuerdas que amarraban al velero
por todo su perímetro y su base al lecho del río.
Su campera roja, amarilla y azul reflejaba la luz en su rostro.
Sonrió, tomó una hoja de papel y pareció como que algo escribió en ella
y levantó su brazo derecho señalando hacia arriba.
Desde el cielo comenzó a abrirse un embudo.
Comenzó a ascender el velero con el globo.
Un fuerte viento comenzó a soplar.
La noche estaba estrellada.
Las estrellas parecían describir un movimiento circular.
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En su ascenso se tambaleó el Zeuss.
Vimos tirarse al agua a el aeronauta una vez seguro que el velero
aerostático estaba posicionado.
Quedó él solo.
No supimos nunca su nombre. Por alguna extraña razón no lo
mencionó.
Y gritó algo que no alcanzamos a escuchar.
Seguramente dijo: “¡ADIOS!”
Y fue succionado el velero con el globo al centro del vórtice.
Vimos un último destello y el cielo volvió a su estado natural.
Una melodía sonaba desde el faro.
La más hermosa música que jamás hayamos escuchado…
Nunca le dije que yo era uno de las cuatro personas que él veía con
curiosidad…
Simplemente, uno de tantos.”

Hasta aquí, los últimos instantes de nuestro circunstancial amigo.


Vimos con sobrada preocupación que era absorbido por un “embudo”a
nuestro cenit.
La Lady Godiva y la joven de mechitas que mora en el faro de la Isla
Martín García, miraban hacia ese punto, con lágrimas contenidas y
tomándose de las manos humedecidas por la tensión.
La Vidente de la Isla y La mujer de extraña belleza eran contenidas por
el enorme Princiquákero de 2,30 m. que las abrazaba casi, hasta la
asfixia. La mujer de los gatos, pugnaba con reconocida destreza, para
que sus 254 gatos dejen en paz a los dos enanos de jardín.
La Veterinaria y la Yogui, se habían contracturado por mirar hacia el
cielo. Incluso, antes de salir nuestro circunstancial amigo, ya estaban
observando el cielo, como para guardar un lugar visual.
El Industrial y el Dr. en Administración, estaban sentados en el puerto
con las piernas colgando, la espalda en los listones de madera y sus
brazos detrás de sus nucas haciendo las veces de almohadas.
El Dueño del Comedor estaba realizando, como un avezado artesano, lo
que ocurría con la habilidad que lo caracterizaba, una maqueta con sus
fósforos. El cocinero meneaba su cabeza de oriente a occidente, con
pesimismo.
El Aeronauta, entreveía la escena por los dibujos de humo que salían de
su pipa con aroma a chocolate.
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Mis tres amigos, esos de tantos, no podían conciliar el sueño. Quizás
porque era temprano para dormir.
Y finalmente, el perro Pichachumm, el gato Benito, observaban la
partida de su amo esta vez hacia lo alto con una postura digna de las
mas bellas esculturas.
Del loro del Aeronauta, ni noticias.

Episodio II (El Viaje)

Gracias al regalo del Dr. en Administración y con un micrófono sujeto


por auriculares, grabo lo que veo y sucede en este extraño viaje, ya que
por mi posición me es muy difícil escribir algo, salvo un S.O.S. con los
dientes.
Mis circunstanciales amigos desaparecen, como puntos en la nada.
La isla Martín García se está alejando muy lentamente.
En realidad, quien se está alejando soy yo, con mi barco “Zeuss” y un
inmenso globo que nos asciende rápidamente.
No me animo a mirar para arriba.
Un viento huracanado me hace girar junto a mi “Zeuss” sin quilla y con
el inmenso globo hacia al centro del “vórtice”.
La velocidad en la que giro, es difícil de determinar.
El tiempo se detiene.
Es como cuando me duermo.
No estoy consciente del tiempo que sucede desde la última vigilia hasta
que despierto.
De todas formas, era en esa dimensión en que me desplazaría.
El espacio a mi alrededor a simple vista, se está comprimiendo.
Literalmente estoy entrando a un embudo, en el que las luces que veo,
van disminuyendo su velocidad paulatinamente hasta observar solamente
cinco.
Una azul que se me acerca a la nariz para neutralizarme el olfato y
traspasarme por la nuca.
Otra violeta, que se dirige a mi boca y quedo sin gusto, perdiéndose
también por detrás de mi atribulada cabeza.

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Otra amarilla que rige de oído a oído para perder la audición, y estoy
grabando a tientas si se me permite la expresión inexacta.
Una fucsia que entra por mis ojos para producir un flash que me impide
ver.
Y la última, creo hasta entonces, blanca y cálida hasta que se acerca a mi
cuerpo y me priva de todo tacto y sensación de temperatura.
Mi cabeza seguía funcionando muy a mi pesar y pensé: “Me volví a
morir”, esto ya me está aburriendo. ¿Me muero o no? ¿En que
quedamos?

No es como en la isla en que, al borde de la muerte, miles de imágenes


del pasado me abrumaban para despedirme o recibirme…
Aquí mi cerebro apuntaba a un futuro incierto, intangible como no podía
ser de otra manera, carente de perspectivas y de sentidos.
Sin noción del tiempo, ni olfato, ni vista, ni tacto, ni sensaciones, ni
gusto opté por buscar un sexto sentido.
Fue inútil.
Creí que sería la intuición, pero la deseché porque ese sexto sentido me
proporcionaba más antipatías que alguna luz de esperanza.
Y a juzgar por las luces que me visitaron, preferiría que no venga otra a
quitarme otro sentido más.
Pensé entonces que era todo un sueño, como una mala película, pero no.
Imaginé entonces que se me aparecería una enfermera como la de los
cuadros de los hospitales antiguos, que invitaba a hacer silencio,
viéndola nublada, y pinchándome en algún distrito de mi cuerpo y me
despertaría tratando de soltarme el chaleco de fuerza y ver las paredes
acolchadas, pero…tampoco.

Por suerte respiraba, no olía pero respiraba.


Era algo.
Si bien no tenía noción del tiempo exterior, tenía uno interno el que me
permitía realizar toda esta serie de elucubraciones mediocres y sin
sentido.
Entonces me puse a contar ovejas, y al llegar a la sexta creo, me dormí.
Para dormirme era bueno.
Pensaba que si la muerte me asaltara, me encontraría durmiendo.
Pensado todo esto, procedí a desmayarme.

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Tenía la premisa de detener la partida del satélite “Keo”, para evitar que
se abra el vórtice en el que estaba justamente inmerso.
Eso lo recordaba bien.

Una misión, más que imposible, era estúpida; más que estúpida,
irrealizable; más que irrealizable, absurda; más que absurda, imposible.
Y hasta ahí llegué con mi pensamiento circular.

Era consciente que estaba en un velero sin quilla, con un globo inmenso
de colores, atado al palo mayor como un “Odiseo” errado, con un cofre
con algunos elementos prácticamente innecesarios en una caja de madera
conteniendo un grabador, que es el que uso, muchas cajas de fósforos, un
mazo de cartas al que ya no le faltaba una y un símbolo del OM de plata.

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Estos objetos me inquietaban porque recordaba que me lo regalaron en la
Isla Martín García y no se aún para qué.

Tal vez lo mas parecido que haya vivido a esto, fue cuando me
empezaron a gestar.
Ciego, sordo, mudo.
Flotando en un ambiente nuevo para mí como innato.
Con la única diferencia que yo conservaba mi memoria.
Quizás, cuando estuve por nacer, conservaba mi memoria hasta que me
dieron una palmada que me hizo llorar, y allí se van los recuerdos de
vidas pasadas, si es que tuve.
Posiblemente haya tenido vidas vencidas…y muertes pretéritas.
Posiblemente, no probablemente.

- Posiblemente hayamos tenido que acompañarlo. Dijo con un


dejo de culpa el Industrial.
- Si. Yo no entiendo porqué no nos subimos al velero. Acotó el
Dr. En Administración.
- No sé. Yo confieso que dudé bastante. Por eso me quedé.
Además, los enanos me lo impedían. Acercó con voz trémula el
Dueño del Comedor. Tras lo dicho, se miraron los tres en busca
de los mínimos que brillaban por su ausencia.

Continuaba atado al “Zeuss”.


Inertes ambos.
Acto seguido, recobré la vista, y una espesa niebla gris iba tomando
forma.
Como un enorme hongo iba creciendo frente a mí unas mil veces.
Al volver mi olfato, percibí un aroma ácido que me hizo lagrimear.
Ese hongo similar al de la bomba atómica, venía acercándose y en su
interior vi con pavor, que giraban cuerpos humanos a una velocidad que
iba creciendo poco a poco.
El hongo se transformaba en un tornado.
Al recobrar la audición oí risas de gentes desconocidas que estiraban sus
manos hacia mí. Mi vida no es medida por el número de respiraciones

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que tomo, sino por los momentos que me dejan sin respiración. Este
momento era uno de esos.
De pronto, ante mi estupor vi con asombro a un ángel. Un muy extraño
ángel que miraba a todos los puntos, un ángel de cuatro caras que me
proporcionaba una paz perdurable, cuatro rostros perfectos de mujer,
invitaban a enamorarme instantáneamente.
Al menos, si perecía viendo ese o esos cuatro rostros femeninos tan
agraciados, podría irme feliz sin importarme ya, nada.
Me invitó a tomarle la mano. Una mano de color porcelana.
Atado como estaba, me era imposible siquiera estirar un dedo sumado a
mis inertes músculos.
Mi mente estaba contrariada, en un camino sin retorno.
El gusto y tacto volvían para mi pesar, porque percibí una sensación
agria y un frío intenso.
El tornado me traspasó con sus imágenes, lacerándome virtualmente.
Ya al borde del desmayo observé con asombro como ese hongo giraba a
una velocidad increíble desagitándose en la nada.
Esa nada invadió la escena.
Seguidamente, la proa del barco iba abriendo camino sobre una materia
que parecía gelatina azul.
Recobrado ya el cuerpo con sus sensaciones de temperatura y mis
músculos que comenzaron a funcionar nuevamente y a pleno, me fui
desanudando de la soga y miré hacia un arriba caprichoso, puesto que no
sabía como esta posicionado, ni en donde.
Ese arriba era color negro que lentamente se iba azulando. En ese cielo
azul intenso danzaba mi ángel de cuatro caras, sonriéndome.

Caí en la cuenta que me había salvado y que el globo ya no estaba.


Se encontraba a popa flotando.
Una miríada de luces que parecían ser estrellas fugaces iba surcando ese
cielo con una velocidad desestimada. El ángel femenino movía sus alas
indicando la trayectoria de las luces y con sus manos transparentes
estiradas, hacía que a babor y estribor los horizontes cambiaran, se
ubicaran perpendiculares, paralelos, superpuestos, circulares de tanto en
tanto.
Volví a sentir la navegación aún sin quilla, sobre una sustancia que iba
cambiando su densidad de gelatinosa a líquida.
Lentamente el cielo se tornó anaranjado y parecía que iba a amanecer.
74 74
- Hasta el amanecer no me muevo. Dijo la Veterinaria a la Lady
pelirroja.
- Yo tampoco. Creo que aún puede caer del cielo y debemos
estar, al menos, para recuperarlo. Prometió.

Miré hacia mi muñeca buscando el reloj y vi que eran las 6.30 a.m. del
año 1973.
Mi reloj tiene año también.
Volví a mirarlo y vi 1973 ¿cómo puede atrasar tanto?
Salí en 2006 y el reloj marca ¿1973?
Será la pila pensé…pero en 1973 no estaba hecho el reloj.
Lentamente fuimos descendiendo, el piso liquido y el barco, a juzgar por
la velocidad de ascensión de los astros.
Me encontré seguidamente en un puerto de aguas bajas difícil de
determinar.
Con el “Zeuss” bastante escorado ya que estaba sin quilla, pero por
suerte, el lecho del río estaba cerca e impedía que me diera vuelta.
Divisé la costa.
Estaba cerca.
Tiré el ancla y noté que había muy poca profundidad y podía llegar a ella
caminando con el agua a la cintura.
Opté por el gomón, esta vez con los remos.
A medida que me iba acercando, me parecía muy familiar ese lugar.
En mi mente estaba el tema del satélite “KEO” que yo personalmente
tenía que tratar de postergar su despegue, pero estaba en otro tiempo.
Además mi reloj me preocupaba: 1973 por qué 1973? La hora seguía su
trayecto, marcaba las 7.55 a.m.

- ¿Que hora es? ¿Las 8 menos 5? Preguntó la mujer joven de


cabellos castaños y dos mechitas al costado.
- Exacto. Contestó el Aeronauta que estaba sentado en el puerto
de la isla Martín García, sin tabaco en su pipa.
- Bueno, muy lindo todo. Yo me voy al faro. Hasta luego.
- Hasta luego. Respondió mientras hacía que encendía su pipa.

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Mientras remaba hacia mi destino continental, notaba que me sentía muy
bien físicamente.
No me cansaba tanto.
Tal vez había descansado mucho tiempo sin darme cuenta.
Llegué a unas playas de arenas muy limpias.
Un cartel anunciaba “Playa Dorada”.
Me suena tanto esto…
Subí el gomón a la arena y comencé a caminar para tratar de establecer
donde estaba.
Encontré otro cartel que decía “El Ancla”.
Ahí me desmayé.

- Me desmayo de sueño. Dijo entre bostezos la Yogui.


- Yo también. Afirmó la mujer de los gatos. No se si es por lo que
vivimos, por la hora o por lo cerca que estamos de fin de
año…
- Ya se nos va el año! Que barbaridad! 30 de Noviembre ya.
- ¿Será que cuando uno va creciendo el tiempo se acorta?
- No se, pero este año se me pasó volando. Terminó su
elaborado pensamiento la Yogui.
- ¡Dígamelo a mí! Todo lo que se dice aquí, tiene su lógica.
Intervino el Aeronauta, mientras se quemaba su dedo de madera
con la pipa, y su loro Perico pugnaba por apagar con su lengua
negra típica, sabiendo concientemente que no sabía acomodar
su cavidad bucal para segregar saliva y dirigirla con certeza.
Rápidamente el loro colocó sus alas atrás y se fue silbando
bajito. Eso si sabía hacer.
- ¿Que es lo que tiene lógica? ¿Después de haber mandado a
ese pobre cristiano al cielo en un velero ascendido por un
globo a viajar a un vórtice con la peregrina idea de atrasar la
partida de una nave que dejaría un satélite en el futuro? Dijo
la Lady algo molesta y sin meter una coma.
- Dígame, Aeronauta, antes que lo deporte a la Isla de Pascua,
destino que Ud. tenía antes de llegar aquí ¿De que está
hablando? Espetó a bocajarro el Princiquákero. Cosa que le
gustaba cada tanto…espetar a bocajarro.
76 76
- Permítanme explicar, con relación a lo que dijo la Yogui de
que el tiempo pasa volando. Se acomodó el Aeronauta
apagando distraídamente su dedo en el agua, haciendo el ruidito
clásico: pssss.
- Uyy esto viene para largo. Acercó La Veterinaria su
pensamiento verbalmente.
- ¿Que pasa amigos? Preguntó la prima hermana de un cuñado
de la tía del concuñado del suegro del sobrino de una amiga de
la vecina de la nuera del primo político del Princiquákero quien,
a la sazón, fue la que organizó la fiesta de despedida en la plaza
central.
- Imagino cual es el tema. Voz que emanaba de la humanidad de
la Vidente de la Isla.
- A ver…que te imaginás? Dijo la Yogui divertida.
- Creo que están discutiendo sobre el destino del visitante.
- No… ¿viste? Te equivocaste…viste ¿ehhh? ¿Viste? ¿Viste?
- Bueno, déjenme explayar sobre el tema “tiempo”.
- Esto me parece que va para largo. Insistió La Veterinaria.
Estoy investigando el porqué sobre la mimetización de los
gatos en la Isla. Producto de ¿qué? Se me preguntará, pero
para eso no tengo respuesta. Tal vez la serie de
acontecimientos de estas últimas horas, el vórtice temporal, la
adrenalina, lo que fuere ha provocado una mutación difícil de
explicar en los felinos. Veo caras aquí presentes de dudas
ante mi exposición, pero es un caso serio. Una, ve un árbol
pero ¿es un árbol? No será una jirafa mimetizada? Bueno…
una jirafa no es porque acá no hay jirafas, al menos yo no vi,
pero se advertirá que lo que sostengo es verdadero.
- Hoy no tomó la pastilla, me parece. Susurró el cocinero.
- Tal vez, merezca un capítulo aparte. Dijo El Aeronauta para
tratar de echar luz sobre el asunto.
- De acuerdo. Dijeron todos a Sotto Vocce cosa que también era
muy común en la isla.
- Sabemos que si la Tierra detiene su rotación y la frecuencia
de resonancia alcanza los 13 ciclos, estaríamos en el campo
magnético del punto cero. Un campo muy bajo es igual al que
había en la Palestina cuando vivió Jesús de Nazareth.
Comenzó su explicación el Aeronauta.
77 77
- Ajá. Dijimos todos, como atendiendo cada palabra.
- La Tierra se detendría y en dos o tres días comenzaría a girar
de nuevo en la dirección opuesta. Esto produciría una
reversión en los campos magnéticos alrededor de la tierra.
- Ajá. Dijeron casi todos.
- La condición geofísica es la elevación de la frecuencia base
de la Tierra o “latido” y se está elevando dramáticamente.
- Ajá. Dijeron algunos.
- La Resonancia de la Tierra ha sido de 7.8 hz/segundo por
miles de años. Desde 1973 se ha elevado hasta 12 Hz. Esto
significa que 16 horas equivalen ahora a un día de 24 horas.
¡El tiempo se esta acelerando!
- Ajá. Dijo el Industrial.
- Aunque esta varía entre las regiones geográficas, por décadas
la medida general fue de 7.8 ciclos por segundo. Alguna vez
se pensó que esto era constante; las comunicaciones globales
militares se desarrollaron en esta frecuencia. Reportes
recientes establecen el rango sobre los 11 ciclos y se está
elevando. La ciencia no sabe el por qué o qué hacer con esto.
- Ajá .Dijo el loro Perico que era, a esta altura, quien lo
escuchaba ya que todos, uno a uno se fueron con las manos
atrás silbando bajito.
- La ciencia reconoce la Resonancia de Schumann como un
indicador sensible de las variaciones de la temperatura y de
las condiciones mundiales del clima. La RS fluctuante y las
explosiones solares, pueden ser un factor en las severas
tormentas, inundaciones y el clima de los recientes años... El
Aeronauta siguió su exposición solo y se escuchó del extremo de
la Isla un AJÀ…AJÁ…AJÁ…ajá…ajá…ajá…
ACTO III (¿1973?)

Generalmente, después que me desmayo vuelvo en mí, mas confundido


que antes.
No puede ser que esté en Vicente López en 1973… ¿como pudo pasar?
¡Aeronauta caramba!

78 78
No terminé mi profundo pensamiento que se me acercaron unos chicos
de unos dieciséis años riéndose y empujándose, con uniformes de
colegio secundario.
Con saco azul, pantalón gris, corbata desanudada y la camisa afuera.
Me escondí tras una escalera que daba a la playa.
Y me puse a observarlos.
Eran cuatro. Como los que había visto en la Isla Martín García y no
parecían peligrosos.
Se sacaron los sacos y dejaron los libros y las carpetas que estaban
unidas por un elástico negro.
Se sacaron los pantalones y se quedaron en malla.
Hicieron un bollito con las ropas y se metieron en el Río de la Plata,
limpio.
Me eran muy conocidas esas caras…pero ¿de donde?
Cuando ya estaban en el agua mojándose, a una distancia prudencial,
emprendí mi retirada hacia el gomón.
Me subí rápidamente y volví al “Zeuss”.
Desde allí veía a esos chicos jugando en el agua limpia del río, riéndose
y salpicándose.
Eran felices y se notaba.
Prendí un cigarrillo, feo vicio el mío, pero hacía 33 años que no
fumaba…el último fue en el 2006…esto no tiene mucho sentido…
Aeronauta… ¿Como pudo equivocarse tanto?

¿Como puedo salir de aquí, de este tiempo y cumplir con la misión que
se me encomendó sin pedirla?

Tengo hambre.
Por suerte el barco está lleno de alimentos que no vencieron.
Es mas, no están hechos todavía…
Con esa idea salté dentro del barco y por suerte había mucha comida.
No entendía bien que estaba pasando.
Pero no quise saberlo tampoco.
Me dispuse a alimentarme y disfrutar de empanadas y frutas.
Luego me hice un mate.

79 79
- ¿Otro mate? Invitó el Princiquákero a la Sra. de extraña
belleza.
- Bueno. ¿Que habrá sido de éste héroe anónimo? ¿Estará
bien? ¿En dónde estará? Decía preocupada por tantas
cuestiones, más que por el contenido.
- No se preocupe, recuerde que no lo vemos porque…
- Si ya sé, lo esencial es invisible a los ojos…

Ya era mediodía y se me ocurrió encender la radio.


Se me llenaron los ojos de lágrimas.
Estaba escuchando a los Beatles.
Y luego pasaron los últimos “Hits de Alta tensión y Sótano Beat”

No quería perder de vista a esos chicos.


Había algo en ellos que me parecía muy familiar.
Regresé a la costa con mi gomón y la playa se fue llenando de jóvenes
que jugaban a la paleta como si fuera la última vez.
Sonaba “Another brick in the wall” de Pink Floyd. Raro para esa época.
Las chicas eran distintas.

Había más risas. Más frutas. Más mate.


El cielo era mas limpio.
Los aromas más fuertes.
Pasaba un hombre vendiendo cubanitos.
Se dejaban las cosas en cualquier lugar y nadie se llevaba lo que no era
propio.
Dejé a mi gomón sobre la arena sin temor a que lo robaran.

Caminé entre ellos con una cara de asombro que no podía ocultar.
Mis ojos estaban abiertos como un dos de oros.
Me dirigí hasta “El Ancla”, tal el nombre de esa playa y vi como
presurosos se vestían y disponían a irse.
¿Que hago?
¿Los sigo?
A una prudente distancia los empecé a seguir.

80 80
Tomaron la calle Hipólito Yrigoyen y comenzaron a caminar hasta la
Avenida del Libertador.

Me distraje tratando de encontrar el departamento del cual salí dentro de


33 años… y casi me pisa un colectivo muy viejo.
¡Bah! Nuevo para la época.

Siguieron rumbo a Maipú haciendo zigzag entre las calles y por fin
llegaron a la avenida y la calle Melo.
En esa esquina está, ahora, el depósito de la fábrica de gaseosas “Bilz”.

Uno entró a una casa antes de llegar a la avenida.


Otro se tomó un colectivo hacia Capital.
Otro siguió de largo.
Y el último esperaba un colectivo.

Siempre a una prudente distancia, lo observaba sin que se diera cuenta.


Pensaba que nada, nada, fija tan intensamente en la memoria como el
deseo de olvidarlo.
Este chico era eso.
Creí haberlo olvidado.
Ese chico era… yo mismo.

Vino a mi mente una imagen…muy difusa…demasiado para mi gusto.


Pero, era en vano.
Mis recuerdos dirigidos entraban a un laberinto con decisión propia y
casi nunca me mostraban lo que deseaba, sino lo que ellos consideraban
importante.
Una constante que empezaba a disgustarme.
O una rebelión de mis neuronas que se divertían proporcionándome
datos que no requería.
Volvió como un torbellino, el ángel femenino de cuatro caras, flotando
frente a mí y oí de sus labios un deseo explicito.
Peor aun, ya que la dueña de esos labios era ese ángel que me posó aquí
en este tiempo.
Luminosa y exultante.
Inalcanzable e impensada.
Un fruto paradisíaco y por extensión vedado.
81 81
Mientras ese ángel me hablaba, el tiempo se detenía lentamente hasta
paralizarse completamente. Un “subtiempo”. Un “prototiempo”.
Navegue en sus ojos y no me importó ahogarme.
El alrededor no existía.
No dejaba de sorprenderme ese mazazo de luz.
Ni quería salir de él.
¡Tanto que padecí en busca de amores y uno, ahora, me detiene el
corazón y ni siquiera él tiene razones que la sin razón desconocía!
El peso de mi cuerpo, deja lugar al del alma, y ese instante robado al
devenir no deja de convencerme que fue soñado y no existió.
Sonaba en mi mente un coro lejano y un piano melodioso.
Me sentí volar a una nube sin retorno y eso me preocupó.
Las nubes están muy altas.
Pero no me importó.
Solo saborear ese “sueño” privado con un ángel salido del paraíso para
hacerme vibrar el alma.
Eso si me importó.
¿Debía contener a ese ángel luminoso?
¿Quien era yo para semejante tarea?
Mi vida fue hasta ese día, llena de situaciones, más o menos brillantes.
Hay un antes y un después de ese feliz encuentro.
Tal vez deba dejar volar a ese ángel y no aferrarlo a mi golpeada vida.
No me permitiría jamás ver una lágrima que baje de esos ojos rasgados.
Acaso un adiós a Dios.
Aunque mis manos no rocen sus alas.
No alcancé a escuchar un “te quiero”, palabras mágicas, si las hay…
Tal vez, eso me de fuerza para dejarla partir en busca de alguien menos
peor y con menos golpes.
Sería un acto de grandeza.
Lo menos que podría hacer.
Me sentí más que halagado por sus “instantes fijos.”
Ahora siento que debo dejar ese diamante en manos que si, rocen sus
alas.
No me lo perdonaré nunca.
Pero me parece que es lo más inteligente, a pesar de lo que siento.
Me preguntó como se llega al amor.
¿Cómo un ángel de cuatro caras no conoce el amor?

82 82
Al amor se llega cuando se intenta abarcar el bien con su totalidad hacia
algo y no se consigue. Un desbordamiento hacia algo ilimitado.
Entonces de esa propiedad, la de la luz que atrae, es difícil tratar de
abarcar el bien en su totalidad. Cuando se ama, se juntan todas las
mejores propiedades de los entes más maravillosos y perfectos que se
considera en el mundo, y como estos son similares con el objetivo, es
considerado como esa imagen maravillosa, ese algo perfecto, en un
universo nacido del caos.
Le respondí en silencio, mis más que confusas prerrogativas sobre el
amor.
Hoy, en este momento sostenido, es renunciación.
Hay que ser muy valiente para dejar un tesoro a la vista.
Los ángeles tienen alas. Yo no.
Los ángeles deslumbran. Yo no.
Los ángeles son prodigios. Yo no.
Los ángeles no mueren. Yo si.
Un mazazo de luz, no siempre sucede, ni volverá a suceder nunca más,
por su bien, debo dejarla volar a otras comarcas más seguras.
Esta comarca en la que se detuvo, está llena de errores y solo tiene una
virtud. La de dejar libres a los ángeles.
Nunca la olvidaré.
¿Como podría?
Volví en mí luego de ese encuentro fugaz y ya no estaba el ángel de
cuatro caras… ¡también…con semejantes pensamientos! ¿Qué otra cosa
podría haber hecho? ¡Volar!
Considerando de nuevo la situación: ¿Por qué el destino se encaprichaba
conmigo en ponerme frente a mi mismo, pero 33 años después? ¿Debía
hacerme conocer? ¿Me creería mi yo chico?
Seguramente no me hubiera escuchado. Yo haría lo mismo…Claro si
soy yo mismo… ¿Como puedo convencerme? ¿Para que? Para
adelantarme a sucesos que indefectiblemente iban a suceder y así
quitarle el sabor de lo sorpresivo. No me parecía coherente, ni para mi
mismo ya grande. Traté de recordar el año 1973. Que estaba haciendo
por ahí… ¡Me había fugado del colegio!
¿Para qué, entonces, presentarme a mi mismo? No podía hacer posible lo
imposible. Ni quería hacer imposible lo posible. Mi yo chico se tomó el
colectivo 71 y se fue. Me quedé mirándolo desde la vereda. Ahora
recuerdo esa mirada. La de un tipo que me observaba como
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queriéndome decir algo. Era la mía. La de ahora. De mi ahora y del
ahora de ese joven de dieciséis años. ¿Que camino hubiera tomado si me
hubiera encontrado?
Tal vez, si me hubiera escuchado, no estaría aquí ahora diciéndome lo
que me iba a decir. Menuda paradoja, aunque desconfío de las paradojas.
Si tengo alguna virtud, aparte de carecer de alguna seria, es que
desconfío de las paradojas.
No es lo que quiero.

- No es lo que quiero-.Dijo a viva voz la vidente de la Isla.


- ¿Qué es lo no quiere Ud?-.Preguntó El Industrial.
- Me parece que…
- Que le parece que ¿qué?
- ¡Me parece que llegó!
- ¿Quien? Ahhh… ¿y como está?
- Creo que perdió el rumbo temporal.
- ¿A donde fue a parar? Preguntó el Aeronauta.
- Creo que fue al pasado. Dudó la vidente.
- ¡No puede ser! Dijo enojado consigo mismo el Aeronauta.
- ¡No se me puede cruzar! Dijo preocupada la Vidente.
- ¿Pero adonde? O mejor dicho ¿a que año? Indagó el
Industrial.

Tal vez al encontrarme en esta intersección conmigo, haya alimentado


aun más mi sorpresa.
Desandé el camino hasta la Playa Dorada y encontré obviamente a mi
gomón en el lugar exacto y con sus cosas intactas. Volví al “Zeuss”.
Estaba atardeciendo y muchas cuestiones me preocupaban.
¿Que dimensión es esta?
Mis amigos del año 2006…ahora en 1973 ni siquiera se conocen entre
sí…algunos nonatos, como la joven de mechitas que mora en el faro de
la Isla y quien me regaló el último naipe de mi colección de cartas
encontradas y que me llevó muchos años juntar.
¿Cómo pudo saber que carta era?
Imagino a la Lady.

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- Ahí viene la Lady. Dijo la Vidente.

- ¿Que pasó? Indagó radiante la Lady.

- Parece que llegó…

- ¿Al futuro?

- No…al pasado.

Mientras el sol se ponía sobre el horizonte de un Vicente López en 1973,


con los aromas de entonces, el río mecía suavemente al “Zeuss”. Me
resistía a encontrar una explicación a todo esto. Era absurdo desde un
principio. El haberme ido a navegar en Septiembre de 2006 con la
peregrina idea de llegar a Grecia. Amarrar en la isla Martín García. Ver
que en Buenos Aires, en el tanque de Constituyentes y Gral. Paz haya
bajado un objeto muy identificado. Que los tripulantes hayan venido del
futuro y que sean argentinos. Haber participado de una reunión con
gente que recién conocía en la isla con la intención de viajar a un futuro
a destruir a un satélite llamado: “Keo”. Ser yo, quien fuera propuesto por
mi misma estupidez, meterme en un vórtice de tiempo y espacio, con mi
velero y un gigantesco globo rumbo a un embudo celeste. Me harta no
entender que estoy haciendo en 1973. Realmente me siento muy enojado
conmigo.

- Estoy muy enojado. ¿Como pude equivocarme tanto? Dijo el


Aeronauta.

- ¡Eso! ¿No se cansa de equivocarse? Ayudó el Dueño del


Comedor.

- ¿Se puede hacer algo? Preguntó el Dr. en Administración, que


a esta altura, todo lo que sucedía en la isla era un concurso de
interrogantes.
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- Nos basamos en la vidente, pero ¿si no es así? ¿Si la vidente
está errada? Acercó su pregunta la Señora de extraña belleza.

- Creo que no. Siento que estamos ligados a sus pensamientos


por alguna extraña razón. Aseguró la Vidente.

- Vamos a la Piedra de Argirópolis, es la única solución. Invitó


el Princiquákero.

Los personajes de la Isla en su totalidad se dirigieron, no sin cierta


incredulidad hasta el sitio en donde hay una piedra que reza
“ARGIROPOLIS”. El Princiquákero, junto a la Sra. de extraña belleza,
se paró frente a la piedra. Los demás participantes: el Industrial, la
Yogui, el Dr. en Administración, el Dueño del Comedor, el cocinero,
dos enanos de jardín, la Veterinaria, el Aeronauta, la joven de cabellos
lacios y dos mechitas a los costados que vive en el faro, la Vidente de la
Isla, la mujer de los gatos, la Lady Godiva, nosotros cuatro, (los tipos
que no parecíamos ni éramos demasiado peligrosos) formamos un
círculo alrededor de la piedra. El Princiquákero miró a la Sra. de
extraña belleza y allí asintió con la mirada y comenzó diciendo:

- Lo que van a ver se mantuvo en secreto hasta ahora. Serán


testigos de ésta instancia y confiamos en su prudencia de no divulgar
lo que vivan en este momento por nada del mundo. ¿Tengo sus
promesas de ser guardianes de tan importante dilucidación?

Se hizo un silencio pesado en la Isla. Pocos sabían qué era una


“dilucidación”. Nos miramos a los ojos. Luego de unos instantes
ratificamos la promesa por las dudas. La Sra. de la extraña belleza,
junto al Princiquákero se pusieron un guante dorado cada uno y en la
primera letra “A” posó su mano la mujer y en la letra final “S” hizo lo
mismo el Princiquákero, mezcla de Rey, gobernador y presidente de la
Isla. La gran piedra de Argirópolis giró en sentido antihorario, muy
suavemente y dejó ver una escalera de mármol. Ante un gesto de
invitación de la Sra. de extraña belleza, bajamos uno a uno, hasta
completar el número 19. Luego giró la piedra automáticamente hasta
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casi cerrarse dejando solamente una hendija. Una luz interior iluminó
la escalera haciéndola casi transparente con una ligera tonalidad
amarillenta. El viaje en escalera duró algún tiempo. Llegamos al final y
nos encontramos con una gran sala, a una profundidad bajo la Isla y
el mismo lecho del Río de la Plata, a 190 metros. Las paredes estaban
tapizadas de rubíes, ágatas, rodocrositas, onix, mármol, diamantes,
cristales y cuarzos. El Princiquákero tocó con su guante dorado un rubí,
y de un lateral apareció una esfera unos 20 cm. de diámetro, que flotaba
entre ellos hasta posicionarse debajo de sus ojos y el piso. La sorpresa
fue enorme en los participantes. No imaginamos que podría haber algo
así en ningún lugar. La esfera giraba lentamente en sentido horario,
destellando suaves colores.

- Ahora debemos hacer funcionar a ésta esfera que está


en el centro exacto del Universo. Dijo la mujer de extraña belleza.

- ¿Como en el centro exacto de Universo? Pregunté.

- Acaso duda que esta piedra está en el centro del Universo?


¿Puede Ud. Decirme con exactitud donde es el centro del
Universo?

- No, en realidad es infinito. Dije, poniéndome colorado.

- Puesto que el Universo es Infinito, es decir no tiene


principio ni fin…en realidad no encuentro una definición de
algo que no tiene principio…pensó un instante.

- ¡Mi cuñada! ¡Esa no tiene principios! Dijo el Dueño del


Comedor entre risas de él mismo que se fue apagando
drásticamente, al advertir nuestras miradas amenazantes por
sacarnos de clima.

- ¿Cual es el punto del observador para dictaminar el centro


del Universo?

- No se… Sólo cuatro letras para semejante pregunta se me


ocurrieron, poniéndome mas colorado que antes.
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- Es antojadizo.

- ¡Como mi sobrino! ¡Uds. no saben lo que es ese demonio!


El Dueño del Comedor se dio cuenta que debía guardar silencio
rápidamente para conservar su integridad física.

- Volvamos a lo nuestro. Esta piedra que está en el centro


EXACTO DEL UNIVERSO…

- Me lo dijo a mi en mayúsculas…Opté por el silencio.

- Funciona sencillamente así: Pensemos en nuestro amigo


que está viajando perdido en algún tiempo. Visualicémoslo,
imaginémoslo y recuerden la palabra secreta que les dijo a
cada uno de Uds. por si se perdía, evocándola en silencio y en
secreto. Todos nos miramos sorprendidos. Ciertamente había
sucedido eso pero, ¿como lo sabía ella? El viajante anónimo, en
la fiesta desarrollada de despedida en la plaza principal, se
acercó a cada uno de los presentes y nos susurró una palabra
“secreta” al oído por si le pasaba algo. Sospechaba no sin
cierta razón de su destino. Como muchos de nosotros. Pero el
suyo era inmediato. Por si no volvía nunca más. Por si el viaje
no tenía éxito. Por si hubiera vida más allá de ésta. -Por si las
moscas- como él decía, desprovisto de cualquier vuelo idílico o
técnico. Si escuchábamos en nuestros corazones y no en nuestra
memoria esa palabra secreta, significaba que estaba bien. Lo
difícil era tratar de ser escuchada con el corazón y no evocarla
con la memoria. Se planteaba una cuestión orgánica más que
poética. Nadie dijo nada al respecto y cada uno guardó muy
íntimamente esa palabra, que resultó ser una sola: “…” La
misma sonó al mismo tiempo entre los plexos solares de los
presentes.

Anochecía sobre la Isla Martín García.

SECCION IV (Nostalgia breve, como debe ser)


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La noche llegó al “Zeuss” y el río bajó tanto que toqué el lecho arenoso.
En la radio sonaba una música, y su letra decía algo así:

“Porque el mundo es ronda que me enciende.


Porque el mundo es redondo.
Porque el viento es alto que vuela a mi mente.
Porque el viento es alto.
El amor es todos, el amor es nuevo.
El amor es todos, el amor es usted.
Porque el cielo es azul, me hace llorar.
Porque el cielo es azul”

Era el tema “Because” de los Beatles.


Harto de estar harto ya me cansé y en vez de preguntarle al mundo por
qué y por qué, me recosté en proa con la despreocupación, esta vez, que
una estrella fugaz me perfore la frente…
Veo con enorme asombro, que viene remando un hombre grande, con
los brazos, sin remos.
Se acerca por el horizonte en una especie de gomón muy sofisticado, de
forma aerodinámica nunca antes vista, al menos por mí, y unos alerones
transparentes y muy finos que reflejaban la luz de la luna.
Lentamente fui divisando su rostro.
Era un hombre muy mayor, pero entero.
Tenía una barba cana muy cuidada.
Una campera roja, amarilla y azul que me resultaba muy familiar.

Mientras tanto, bajo la piedra de Argirópolis la Lady empezó a


susurrar:

- Prefiero no recordarte, como si te hayas ido.


- Prefiero hablarte como si estuvieras aquí a mi lado, que de
seguro estás.
- Prefiero seguir escuchando en mi mente tu risa limpia.
- Prefiero oír tus sueños a realizar.
- Prefiero guardar herméticamente tus secretos.
- Prefiero verte día a día en cualquier lugar.
- Prefiero hablarte en cualquier momento con el pensamiento.
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- Prefiero no entender y si sentir.
- Prefiero no derramar lágrima alguna porque te entristecería.
- Prefiero tenerte siempre cerca para hacerte sonreír.
- Prefiero escucharte en silencio.
- Prefiero creerte mejor.
- Prefiero soñarte aún despierta.
- Prefiero agregar tu corazón al mío del cual nunca saliste.
- Prefiero alimentarme segundo a segundo con tu presencia.
- Porque, si somos el sueño del Eterno…somos, por extensión,
eternos.
- De manera tal, que nunca te recordaré puesto que estás
presente, a mi lado, sonriendo, soñando, y en todo lugar que
vaya, porque dentro de mi alma tendrás todo el Universo a tu
disposición.
- Y cuando el sueño del Perpetuo me invite, podré entrar a tu
Universo y así nos reiremos de este sueño corto que es la
vida, con la secreta esperanza de que, quienes nos sucedan,
vivirán por nosotros cosas que no pudimos y eso nos llenará
de orgullo desde donde estemos.

El resto del grupo la miró y la mujer de extraña belleza, acarició su


rojiza cabellera y le dijo que estaba vivo, que no sollozara. Que el
viajero latía y pronto encontraría a una persona que lo ayudaría.

El aeronauta preocupado, dijo que el navegante llegó al punto cero.


Al preguntársele sobre ese punto cero, contestó que si no recibe un
AJÁ como respuesta, el hablaría.

- Ajá. dijo el Dueño del Comedor, cuya boca fue tapada por diez
manos al mismo tiempo.

- Es así: El tiempo le parecerá acelerarse mientras se aproxima


al Punto Cero.

- Un día de 24 horas parecerá ser de cerca de 16 horas o


menos. Recuerden que el latido de la Tierra ha sido de 7.8
ciclos por miles de años, pero se ha estado elevando desde

90 90
1973. En este momento esta cerca de los 12 ciclos. Se detiene
a los 13 ciclos.

- El Punto Cero o el cambio de las edades ha sido predicho


por las gentes del pasado durante miles de años, han habido
muchos cambios, incluyendo el que siempre ocurre cada
13.000 años, la mitad de los 26.000 años de la precesión de los
equinoccios.

- El Punto Cero o un giro de los polos magnéticos es probable.


Este puede sincronizarse con el ciclo cuatro del biorritmo de
la Tierra que ocurre cada 20 años el 14 de agosto. El
Experimento Philadelphia y el Proyecto Montauk, que fue un
secreto militar de viaje a través del tiempo, ambos se
realizaron el 14 de agosto o biorritmo de 20 años.

- Se ha dicho que después del Punto Cero, el sol se elevará en el


oeste y se pondrá en el este. Se han encontrado eventos
pasados de este cambio en registros antiguos.

- Permanezcan centrados y sigan su intuición.

- El giro del Punto Cero nos introducirá a la quinta


dimensión. Aquí, todo lo que pensemos o deseemos se
manifestara instantáneamente. Esto incluye al amor y al
miedo. Nuestra intención es lo que importa y define nuestra
vida.

- La mayoría de la tecnología que conocemos dejará de operar.


Las tecnologías basadas en el llamado "Punto Cero" o
energía libre, pueden ser posibles excepciones.

- Nuestro cuerpo físico está cambiando mientras nos


aproximamos al Punto Cero. Nuestro ADN esta siendo
actualizado a 12 fibras. Se está creando un nuevo cuerpo de
luz. Nos estamos volviendo más intuitivos.

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- El Calendario Maya predijo todos los cambios que están
ocurriendo ahora. Para el 2012 habremos entrado a la
quinta dimensión

- Toda esta información está basada en estudios y en los


descubrimientos hechos en los escritos de las tradiciones
antiguas. Nuestro amigo se está moviendo fuera del tiempo,
en donde los conceptos conocidos hasta ahora ya no tienen
vigencia. En el futuro están las respuestas, por ahora sólo
sabemos que algo está cambiando, y acompañar los cambios
es más fácil que resistirse a ellos.

- ¿Entonces? Preguntó La Yogui, que a esta altura, guardaba un


discreto silencio, mitad por respeto, mitad…vaya a saber…

- Que él está por experimentar un choque de dimensiones


triples.

- Ajá- Cerró el Dr. En Administración.

EVENTO V (Tres Dimensiones En Una)

Esa campera…
Miré mi reloj y observé que se detuvo…
El hombre algo cansado de remar con sus brazos, sin mirarme se bajó de
su nave acuática y caminando sobre las aguas (no era santo, estaba bajito
el nivel acuoso) se dirigió a mi “Zeuss” por casualidad y se paró frente a
proa con sus ojos desmesuradamente abiertos, como otro dos de oros.
Me incorporé para ver mejor de quien se trataba y ambos nos miramos
un largo rato.
Nos estudiamos preocupadamente nuestro rostro; más yo que él.
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Ambos levantamos nuestras manos y allí un enorme e interminable
suspiro mutuo, modificó el aire existente en todo el Río de la Plata.
Una lágrima empezó a recorrer su rostro.
Esa misma lágrima salió de mi rostro y lo recorrió.
Con actitud temblorosa lo invité con un gesto a subir al “Zeuss”,
invitación que aceptó latiendo su corazón audiblemente.
Aunque no estoy muy seguro si era el suyo o el mío o ambos que
seguían el mismo ritmo y la misma frecuencia y el mismo tono.
No hablamos.
Se sentó en cubierta y busqué una botella de vino tinto muy fino, que
llevaba entre mis cosas desordenadas.
El viejo y querido velero ”Zeuss” es de madera con 21 pies, unos siete
metros, tiene cuchetas para cuatro personas, cocina, baño, una mesa
para las cartas de navegación, y adentro un desorden infernal que trato
de mantener cuidadosamente.
Encontré el buen vino tinto y por casualidad encontré también el
sacacorchos, situación que no sucedía a menudo.
Lo destapé, le serví una copa y otra a mí.
Nos miramos en silencio y con una enorme pregunta muda.
Levantó su copa y yo la mía y brindamos y dijo:

- Brindo por mi pasado.


- Y yo, feliz, le dije: Brindo por saberme vivo en el futuro.
- Y yo brindo por este momento que nunca creí vivir ni en mis
más exagerados sueños adolescentes. Dijo sonriente ese
muchachito de dieciséis años que dejé ir en el colectivo esa
misma tarde para preservarlo de un futuro, que se mezcló con un
superfuturo, y que de pronto se hizo presente y allí estábamos…
los tres muy orondos…

No es difícil imaginar nuestra charla.


El yo adolescente me preguntaba como llegó él a esa instancia y de que
año venía yo.
Idéntica pregunta le hice a mi yo mayor.
Y ambos mayores, callamos y sonreímos.

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A esta altura, las situaciones que me superan, esta vez por tres, solo
requieren de mi parte una sonrisa que neutralice ese pasado, presente y
futuro y procedí a incorporarme el fruto del dios Dionisio...
No podía con mi yo actual, menos podría con mi pasado y mucho menos
con mi futuro circular.
Buenas noches.
Me voy a dormir, total estoy solo y acompañado a la vez…como tantas
otras veces…
Como cuando hasta mi sombra me había abandonado en busca de otro
destino.
Como cuando un teléfono nunca más fue atendido.
Como cuando veía una dirección de mail que ya no existía y me negaba
a borrarlo.
Como cuando esperaba bajo la lluvia a mi princesa azul que exiliaron
por siempre, a la fuerza, unos tipos innombrables.
Como cuando solo el eco de mi voz retumbaba llamándola.
Como cuando veía despojarse los pétalos de una flor que había tirado al
mar como un saludo preciso.
Como cuando su aro de oro me gritaba por qué no la escuché.
Como cuando…
Como cuando…
Como cuando…
Como cuando…
Como cuando…

INGENIOSIDAD VI (Bajo Argirópolis)

Bajo la piedra de Argirópolis, veían lo que sucedía, o sucedió, por la


esfera que según la señora de extraña belleza, estaba en el centro
exacto del Universo.

El Princiquákero, junto a la Sra. de extraña belleza estableció que


deberían modificar ese punto cero o menos cero.
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El Industrial preguntó como revertir una situación triple temporal sin
producir una paradoja.

La Yogui dijo que la paradoja ya estaba disparada.

El Dr. en Administración prorrumpió en aplausos ante la intervención


de la Yogui.

El Dueño del Comedor propuso sacrificar a los enanos de la Isla para


calmar la ira de Gulliver. Estaba fuera de sí.

El cocinero y dos enanos de jardín comenzaron a afilar un cuchillo para


impresionar al Dueño del Comedor que luego se supo que no era el
real.

La Veterinaria por un instante debido a su baja estatura se mimetizó


con un rubí, tal vez por su creencia en la mimetización, quizás porque se
ruborizó.

El Aeronauta quedó sin respuestas por vez primera.

La Vidente de la Isla quien tenía la facultad de ver el pasado, era quien


estaba mas tranquila.

Sostenía que lo que pasó…pasó… Ante el aplauso del Dr. en


Administración que a esta altura, aplaudía cualquier pensamiento más
o menos complejo.

La Lady Godiva, dijo: Bueno…nada…

Al no verlo en vivo y directo dudaba de lo acontecido y dejó caer una


lágrima que recorrió su perfecto rostro, en cámara lenta.

Finalmente la joven de cabellos lacios y dos mechitas a los costados que


habita en el faro, quebró las dudas y dijo:

- Lo que diré, no saldrá de este recinto y tal vez mi exposición


los sorprenda.
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El Princiquákero y la mujer de extraña belleza, se dieron vuelta y la
observaron con cierta preocupación. Tal vez porque ellos sabían del
secreto que ella encerraba.

Quizás porque ellos y solamente ellos dos, sabían del origen de esa
joven mujer que moraba en el faro.

Acaso porque ellos mismos le construyeron esa morada en 1988.

Tal vez porque esta joven que dijo a la temprana edad de tres años y
señalando una imagen del Universo, del libro “Cosmos” de Carl Sagan,
de allí provengo. El Princiquákero y la mujer de extraña belleza sabían
la verdad, y temieron que esta joven mujer de dos mechitas en su
cabello, al decir su solución, el encanto dimensional fluctúe y sean
todos absorbidos a un plano del que nunca debían haber salido.

- Les diré cual es la solución a esta suma de singularidades. Dijo


la joven.

- Pues bien…

ACONTECIMIENTO VII (Al borde de la confesión)

Amaneció y me estiré como si hubiera dormido una eternidad.


El rocío de la mañana humedeció mi cara y el sol entibiaba mi cuerpo.
Busqué a mi pasado y futuro por el “Zeuss” pero no estaban a la vista.
Miré hacia el horizonte entrecerrando los ojos por la luz de los soles…
de los soles… ¿cómo los soles?...yo conozco uno solito…valga.
Frente a mi se presentaban dos soles…esto se está poniendo difícil.
Entré al barco y busqué algo…no sabía a ciencia cierta que buscaba pero
lo buscaba con insistencia.
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- La única solución de traer de vuelta a nuestro circunstancial
amigo, como ustedes le dicen, depende de él exclusivamente.
Aseveró la joven mujer del faro.
- ¿Y el punto cero? Preguntó el Aeronauta con su loro al
hombro.
- El y únicamente él puede quebrarlo.
- ¿Como se puede quebrar el tiempo? Inquirió el Cocinero de la
Isla.
- ¿Como detiene el tiempo consciente, la humanidad?
- Nosotros, cuatro tipos que no éramos peligrosos, rompimos el
círculo de diálogo que habíamos hecho, como los jugadores de
rugby y nos volvimos hacia ella. Pues, se supone que perdiendo
la conciencia. Dije inconscientemente.
- Algo así.
- ¿Habrá que esperar a que se desmaye a la distancia de
tiempo y espacio? Acercó la Vidente.
- No precisamente. De él depende. Solo tendrá que dormirse.
Es la única forma que cualquier ser humano puede entrar a
un plano en donde no existe el tiempo, por mas que se
desarrollen las imágenes oníricas con un cierto orden, a
veces, y desordenadas, otras.
- ¿Y como volverá? Preguntó ansiosa la Lady Godiva.
- Solo volverá soñándonos. Si nos extraña. Si nos aprecia. Si
realmente desea estar aquí de vuelta nos soñará y volverá.

- ¿Y como estás tan segura de tus palabras? Preguntó la Yogui


- Se los aseguro, porque yo… (las miradas del Princiquákero y la
mujer de extraña belleza, guardaban la secreta esperanza que no
develara el misterio. Rogando que no diga lo que iba a confesar)
- ¿Si?....preguntaron todos a coro… ¿Vos?

HECHO VIII (La “líneapod”)

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En la isla Martín García bajó un contingente turístico concurrido.

Llegaron en barco desde el Delta del Tigre, en avionetas, y varias


embarcaciones.

La mayoría de los turistas imponen lugares emblemáticos, dejando de


lado por cuestión de tiempo, los lugares mágicos, para alegría de los
residentes.

Pero ese día, a esa hora alguien con pura inocencia se le ocurrió
sacarse una foto al lado de la piedra de Argirópolis y moviéndola a su
posición original.

Provocando esa postura para una “instantánea” fotográfica, el cierre


de la puerta al subsuelo que encerró a las diecinueve almas.

Como siempre que busco algo, encuentro otra cosa y me distraigo con
esa otra cosa. Encontré el mapa de la Isla Martín García y acaso para
hacer caso a mi distracción que pugnaba por “mirar las musarañas” le
hice caso. Me dispuse a marcar los lugares que estuve para no olvidar.
Algo recordaba y eso era más que auspicioso. Me parece que todo esto
que estoy grabando terminará en la nada. Ahora recordé lo que buscaba,
mi computadora portátil…cuando me encontré con el hombre de mi
superfuturo, octogenario ya, pero entero y sonriente, me entregó algo
parecido a un compact disk , pero tan fino como una hojita antigua de
afeitar y tal vez allí encuentre las respuestas a mis preguntas que son
tantas y tan diversas y tan simples, que no creo que me las responda en
esta línea que entra justo en mi PC en el lugar del CD…Pongo ésta línea
y espero a que cargue la información…y apareció en la pantalla, el
hombre octogenario hablando así:

- “Si estoy escuchando ésta “lineapod” puede ser que hayan


sucedido varios eventos que no estaban en mis planes.”

- “A saber: que estoy atrapado en un punto cero de tiempo, que


cuando aparecen los dos soles se hace negativo, o sea un menos
98 98
tiempo, pero como fluctúa, sé que si los dos soles se juntan y
coinciden perfectamente, volveré al punto cero y ya habrá un
solo navegante, es decir un yo actual en el tiempo”

- “Los otros dos desaparecerán como un momento fugaz y feliz no


captado”

¡Será de dios! Pensé que con los años iba a ser menos complicado,
pero abandono la idea por lo que veo…

- “También sé que si éste mensaje lo logro escuchar yo mismo en


otro tiempo, hay una esperanza, o varias. La una es que puedo
salir de donde me encuentre si se produce el eclipse de dos soles,
la otra es que estuve tres veces vivo y lo pude contemplar, con mi
muy pasado adolescente, mi pasado adulto y mi presente muy
adulto para mi gusto…”

Debo esperar el eclip-se. Debo esperar el eclip-se. Debo esperar el


eclip-se, me reitero constantemente para no olvidarme…pero ¿que
hago cuando se produzca?

- “Seguramente me estaré preguntando que haré cuando se


produzca el eclipse, reiterándome continuamente: Debo esperar
el eclip-se. Debo esperar el eclip-se. Debo esperar el eclip-se,
como un tarado…bueno, lo que debo hacer es…que debo hacer
es…que debo hacer es…que debo hacer es…

¡No puede ser…se rayó! Como se puede rayar un “lineapod”? O lo


que fuere… ¿Adonde lo mando a arreglar en 1973? ¿Si nadie sabe
de qué se trata? ¡Ni siquiera las computadoras existen todavía! ¡Ni
la televisión en color, ni los celulares, ni Internet, ni un montón de
cosas! Abatido salí a cubierta y para agregar más litros a mi adrenalina
observé no sin cierta desesperación, que los dos soles se iban acercando
con la firme intención de eclipsarse a pesar de lo raro que suena. Me
queda poco tiempo ¿que tiempo? El que me queda para saber que debo
hacer cuando se junten los dos soles -me contesto- Ahhh…me respondo.
Vuelvo a la computadora personal que no se como todavía funciona,
toco madera por las dudas…
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INCIDENTE IX (El Contacto)

Al ser corrida la piedra de “Argirópolis” se produjo algo de pánico en


los diecinueve que estábamos debajo, pero el Princiquákero nos
tranquilizó y nos dijo que había una salida en caso de emergencia.

- Síganme por favor y no piensen ninguna cita que comience con


mi primera palabra. No es gracioso.

- No se a que se refiere. Dijo inocentemente la Veterinaria y tras


ella siguió el resto con risas y temores ahogados.

Antes de salir, la esfera fue puesta en una bolsa de terciopelo por la


señora de extraña belleza y llevada por los dos enanos de jardín.
Caminaron un rato por un túnel que iba subiendo muy lentamente hasta
el cementerio que tiene las cruces torcidas, distante a algunos cientos
de metros y el Princiquákero tocó un botón que estaba bajo una lápida y
ésta se abrió. La cruz se enderezó y pudieron salir ante la mirada del
mismo individuo que se había apoyado en la piedra de Argirópolis para
tomarse una foto y al ver que salían de la tumba diecinueve personas
dispuso a desmayarse diecinueve veces… por estricto orden.

- ¿Quien me tocó el dedo de madera? Preguntó molesto El


Aeronauta.

- ¿Como dice? Cuestionó el Dueño del Comedor.

- Perdón pero sentí que alguien me tomó del dedo de madera,


pero al ver que nadie está cerca mío, pido disculpas.

- ¿Cómo puede sentir que le toquen el dedo de madera?


¿Acaso es Ud. Pinocho? El pensamiento hecho palabra por la
Yogui, provocó el enojo del Aeronauta, pero se calmó enseguida
y explicó:

100 1
- Mi querida Yogui. Este dedo de madera así como lo ve tiene
tendones cibernéticos que me permiten moverlo y sentir cuando
me toman de él. No así la temperatura, ni los picotazos de mi
loro Perico que, hablando de él, no se donde se metió…

- Mis disculpas. Pidió la Yogui.

¡Funciona, la computadora funciona! Debo sacar la “lineapod” para ver


si puedo arreglarle o ver que tiene…Ufff…no sale…mis dedos no entran
por esta ranurita…junagransietemecacheendié! Si tuviera algo más finito
con forma de pinza pequeña, de metal, de esas que usan las mujeres para
arreglarse las cejas…

- ¿Que pasa Sra. de extraña belleza? Preguntó La Veterinaria.

- Me parece que me clavé una astilla de madera.

- ¡Yo no fui! Se apresuró el Aeronauta.

- ¿Donde le duele?

- Aquí en la pierna…

- Espere que me parece que tengo una pincita de depilar. Dijo


La Lady. Aquí está. Déjeme ver…

¡Entre tantas cosas que tengo aquí en el barco no tengo una pinza
pequeña caracho! Miro mi palma de la mano derecha para saber si
está escrito algo y… ¿esta pincita de depilar de donde salio? Ya
dudo de todo y tan pocas cosas me pueden asombrar que no me
detendré a averiguar como apareció esta pinza de depilar en mi
mano. Creo que sirve…a ver…si…ahí está…con cuidado que ya
101 1
casi…casi la tengo…si…aquí está…despacito…despacito…la
tengo!...a ver ¿que tiene?…es una línea tan finita…a través de los
dos soles reflejan como un arco iris…y…ahí hay una basurita…la
soplo…la soplo varias veces…así pude arreglar muchos
electrodomésticos en mi vida…es así…de sencillo…sólo soplar y no
hacer botellas…voy a poner de nuevo con cuidado la “lineapod” y
presionar “Enter”…

- Uds. No me van a creer, pero desapareció la pincita que tenía


en la mano. Dijo preocupada la Lady pelirroja.

- Se te habrá caído. Espetó La Yogui.

- No…no…desapareció de mi mano…no se cayó…

- Es verdad yo la estaba mirando y desapareció…Dijo la mujer


de extraña belleza. Me parece que se abrió una brecha.

- Es el momento preciso que el navegante nos está recordando


sin saberlo y está solicitando nuestra ayuda- Dijo la Joven de
mechitas.

- ¿Como nos recuerda sin saberlo? Pregunto el Dr. en


Administración.

- No tenemos mucho tiempo…vayamos al Canal del Infierno


que ya está atardeciendo y lleven el cañón de la plaza para
colocar la esfera en su boca y dispararla cuando yo les diga.
Ordenó la Joven.

- Estamos todos autorizados. ¡Hagámoslo! Dijo seguro de su


autoridad el Princiquákero guiñando un ojo a la mujer de extraña
belleza diciéndole con ese simple guiño: “La joven de dos
mechitas que vive en el faro, sabe lo que hace, mientras no
devele el misterio, creo que pronto tendremos al navegante de
nuevo aquí, sano y salvo, aunque confieso que desconozco como
102 1
le habrá ido; el saber que vuelve y que lo reconozcamos nos dará
la certeza suficiente que no logró interceptar al satélite Keo,
quien portará la historia de la humanidad y orbitará la Tierra por
50.000 años”. Únicamente el Princiquákero podía decir todo eso
con un guiño.

¡Ahí está funciona! ¡Está leyendo!

- “También sé que si éste mensaje lo logro escuchar yo mismo en


otro tiempo, hay una esperanza, o varias.”

- “La una, es que puedo salir de donde me encuentre si se produce


el eclipse de dos soles, la otra es que estuve tres veces vivo y lo
pude contemplar, con mi muy pasado adolescente, mi pasado
adulto y mi presente muy adulto para mi gusto…”

Esto ya lo escuché…mas adelante…vamos, vamos…

- “Seguramente me estaré preguntando que haré cuando se


produzca el eclipse, reiterándome continuamente:

- Debo esperar el eclip-se. Debo esperar el eclip-se. Debo esperar


el eclip-se, como un tarado…bueno, lo que debo hacer es…que
debo hacer es…que debo hacer es…que debo hacer es…”

¡No otra vez no!

- “... es llegar como pueda con el “Zeuss” hasta donde nazca el arco
iris que se formará cuando los dos soles se junten…”

¡Viento!… ¿y como se donde nace y donde muere un arco iris?

- ...seguramente me estaré preguntando donde nace y donde


muere un arco iris…es sencillo…

103 1
- lo veré nacer y no lo veré morir porque ya estaré en el lugar
donde nace y desde allí no se ve donde termina…Sé que el
“Zeuss” está bastante averiado, pero hay una forma de hacerlo
funcionar…buscá los elementos que te dieron antes de partir…

Fui corriendo a la caja que contenía las cajas de fósforos, el mazo de


cartas, el símbolo de OM de plata…

- Rápido queda muy poco tiempo…

Ya está, ya está y ¿ahora?...

- Introduce todo eso en la boca auxiliar del supermotor que tuve la


precaución de armar sabiendo lo que pasaría, ya que lo viví…

- el supermotor está al costado del motor. Es una pirámide


invertida dorada…

Acá está…y ¿ahora?...

- Coloca el mazo de cartas, el símbolo de OM de plata y las cajas


de fósforos,

- Tené la precaución de quedarte con uno y encendélo y tirálo


adentro de la pirámide invertida. La mezcla química de los naipes
con la plata y los fósforos mas el resto sólido del gas diverso ZX
que guardé, hará que el “Zeuss” se dirija velozmente al
objetivo…solo deberás esperar a que se junten los soles, nazca el
arco iris y allí dirigíte…

Salí a cubierta y realicé todo lo que me dictaba mi mayor esperando


con un fósforo en la mano a que se produzca el raro eclipse en que
un sol tape a otro.

El grupo de amigos en Martín García se dirigía raudamente al Canal


del Infierno portando la esfera del centro exacto del Universo. Detrás
104 1
había una cantidad no precisa de gatos, dos chanchitos, un ciervo
Dama, el loro Perico del Aeronauta, el perro Pichachumm, el gato
Benito, la iguana sin nombre, la tortuga Burocracia que habían llegado
a la Isla en el “Zeuss” con su amo, nuestro circunstancial amigo.
Estaba atardeciendo y había llovido un rato antes, condiciones que
favorecían la aparición de un arco iris. Llegados hasta el lugar
señalado por la joven de las mechitas, se sentaron mirando al horizonte
y esperando que se produzca el milagro.

Mientras espero con el fósforo en la mano, apagado por supuesto, no soy


tan tonto, sigue sonando el mensaje del “lineapod”

- Según mis cálculos se producirá el 30 de Noviembre de 1973 a


las 19.57 minutos…

Miro rápidamente mi reloj. ¿30 de Noviembre todavía?

- ¿Alguien tiene hora? Preguntó el Aeronauta que guardaba un


pesado silencio hasta ahora, quizás por lo de Pinocho que le
espetó la Yogui o tal vez porque ya todos sus argumentos
descabellados lo abandonaron.

- Si. Son las 19.55 minutos. Le dijo amablemente el Industrial


que también había guardado un prudente silencio porque estaba
disfónico.

- Perdón… ¿que hora me dijo?

- Las ocho menos cinco y…

- ¿Que pasa Industrial? Preguntó el cocinero.

- ¡Desapareció mi reloj! Unas amplias sonrisas se dibujaron en


la joven, en la mujer de extraña belleza y el Princiquákero.
105 1
¡Ahora funciona el reloj! Debe ser la pila…30 de Noviembre de 1973, 8
menos 5, faltan dos minutos todavía…debo estar atento…

- Creo, amigo mío que vos o yo volveremos a algún lugar.

- Si esto resulta volveré y todo se repetirá hasta el infinito. Por eso


sostengo que “el infinito quedó sin terminar”. Pero, si fallan
mis cálculos, vos con tu actual edad volverás a Martín García sin
haber destruido a Keo y habiendo transcurrido en tu físico algo
así como dos meses para adelante, 33 años para atrás y vaya a
saber cuanto tiempo mas hasta tu destino final…Como sea,
será…Este “lineapod” se autodestruirá en 30 segundos…Adiós y
¡suerte!

¡Que bárbaro…yo no cambio mas…hasta en lo mas serio bromeo…no


se como me soporto! Por supuesto que no se autodestruyó.Dos
minutos…solo dos minutos…tiempo mas que suficiente para una suerte
de revelación.

No quería levantar la bandera de la intrascendencia, algo debía suceder.


Como si poco hubiera sucedido ya.

Sentí en mi cuerpo una presencia que me traspasaba, como una presencia


invisible que me acompañaba.

Me permito disgregar un instante en este relato que voy grabando. En


este presente de 1973, muchos de mis conocidos no nacieron. Muchos de
mis afectos eran no-natas. Distingo en la Playa Dorada, a un chico
remontando a un barrilete multicolor. Entre las formas más hermosas
que hay en el cielo están los barriletes multicolores. Son gráciles. Son
libres. Me invitan a mirar al cielo. Y recordarme que están de alguna
manera unidos aunque sea por un fino hilo a este planeta. Dios puso al
hombre entre la tierra y el cielo y a la mujer, a ese “barrilete multicolor”
entre cielo y el paraíso. Esos barriletes me traspasaban.

106 1
El canal del Infierno, en Martín García, se iba tornado rojizo por la
puesta de sol.

De pronto comenzó a formarse un arco iris inmenso y potentemente


luminoso, más que lo acostumbrado.

La mujer de extraña belleza junto a la joven sacaron la esfera y el


Princiquákero la colocó en la boca del cañón que habían traído de la
plaza principal de la isla, en donde se había realizado la fiesta de
disfraces con todo el pueblo hacía apenas dos meses.

- ¿Alguien tiene fuego? ¿Dueño del Comedor, Ud. que


colecciona fósforos? Preguntó el Princiquákero.

- Si, creo que sí…No..creo que no…Respondió turbado.

- ¿Cree que si o cree que no…que cree?

- Creo en la santa iglesia católica, en la comunión de los santos,


en el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la
vida perdurable…

- Ud. Industrial?

- ¿Qué creo?

- No… ¿Tiene fuego?

- A ver…no…yo no fumo…ni creo…

- ¿Aeronauta?...

- Si…como no…Encendedor de pipa ¿puede ser?

- Lo que sea hombre. Déme fuego.

107 1
La mecha del cañón se encendió siendo previamente apuntado al centro
del arco iris…

APARTADO X (El Regreso)

¡Ahí está! ¡Los dos soles se van a acercando! ¡Ya es la hora! ¡Está
apareciendo el arco iris! Fósforo, el fósforo, dónde metí el fósforo…acá
está…ahí va, que sea lo que los dioses quieran…

¡Es impresionante este arco iris!

Arrancó el “Zeuss” con mucha potencia…debo tomar el timón


firmemente…y apuntar a…a… ¿adonde era? ¿Al principio o al final del
arco iris?…no me acuerdo… ¿hacia donde? Debe ser al final, porque
donde termina el arco iris se dice que marca el tesoro escondido por los

108 1
piratas…eso…hacia donde termina…ahí está marcándome el destino y
el destino es el final…claro…hacia allí voy.

El “Zeuss” se dirigió velozmente hacia un horizonte coronado por un


arco iris brillante, dejando en su camino al gomón y lo que quedaba del
globo. La embarcación llegó hasta donde iba cerrándose el imponente
arco iris y una gran implosión se produjo y el “Zeuss” y yo, vamos
esfumándonos, ante la mirada del ángel de cuatro caras, emanando
satisfacción.

Alcanzo a distinguir a dos personas solamente que fueron testigos de


este acontecimiento. Un señor mayor en el gomón mirando hacia el
horizonte y un adolescente remontando un barrilete en la orilla. Ambos
sonriendo. El señor mayor llegó a la orilla por las olas que dejó ese
suceso y se encontró con el joven.

- ¿Cumplimos?

- Si…cumplimos…solo así nos mantendremos vivos.

¡Voy entrando de nuevo a un embudo celeste!

Todo vuelve a girar…

El “Zeuss” se va llenando de esferas de colores…No siento el


movimiento, pero me doy cuenta de ello.

109 1
El movimiento cesa y veo solo una luz muy lejana en medio de la nada
arriba ni abajo ni a babor ni a estribor, solo una luz en proa.

Como es costumbre, me tiro en proa y esas esferas de colores se me


acercan curiosas. Una azul que se me acerca a la nariz para exagerar el
olfato y volver por la nuca. Otra violeta, se dirige a mi boca y exageró el
gusto, perdiéndose por mi atribulada cabeza. Otra amarilla que rige de
oído a oído para ganar más la audición, y sigo grabando esta vez,
escuchándome, que entre nosotros… que voz extraña tengo.

Una fucsia que entra por mis ojos para producir un flash que me
aumentó la visión.

Y la última, blanca y cálida, que se acerca a mi cuerpo y me potencia el


tacto y sensación de temperatura.

Mi cabeza sigue funcionando muy a mi pesar y pensé: “volví a nacer”,


esto me está divirtiendo.

110 1
En Martín García, el cañón disparó su esfera hacia el arco iris. Una
traza luminosa dejó tras sí el proyectil que se perdió en medio del arco
iris, abriendo una luz muy blanca.

SUCESO XI (ángel de cuatro caras)

Tengo solo, que esperar un suceso.


Un suceso que me lleve donde me deba llevar y al momento y tiempo
que deba ser.
Mientras tanto, aprovecho este estado de gracia intelectual que pocas
veces, casi nunca a decir verdad, me invade y traslado mi pensamiento
recordando del hombre mayor, algunos puntos.
Entre todas las ideas creadas por este hombre, con quien tuve la dicha
de compartir algunos instantes en el “Zeuss”, su noción de la infinitud es
111 1
atendible. El decía que, es verdad que hay una infinidad de cosas,
siempre hay más de las que podemos designar.
Pero si se les toma como auténticos todos, entonces no hay número
infinito, ni línea ni cualquier otra cantidad que sea infinita. En rigor de
verdad, el verdadero infinito sólo está en lo absoluto, que es anterior a
toda composición y no está formado por adición de partes, decía con un
tono de profesor de matemáticas que metía miedo.
Sospechamos que vivimos en un Universo curvo en permanente
expansión desde el Big Bang, (ahí pensé no se por qué, en una
promoción de hamburguesas). Además, él tiene fuertes indicios de que el
Universo es finito aunque no me dijo cuales eran esos fuertes indicios.
Ahí entramos a hablar de la nada, y peor aún. Si no entendemos el
infinito, menos entenderemos la nada y después querré saber que hay
después de la nada y por ahí, me sale diciendo que hay todo y… hasta
aquí llegó mi amor…
También me decía que en Martín García existía bajo la piedra de
Argirópolis el “Aleph”. Le pregunté si tenía que ver con el libro de
Jorge Luis Borges y se echó a reír alrededor de 26 minutos y 57
segundos con 2 décimas.
Me preocupé por la extensión de la risa. Me confesó que este notable
escritor escondió el verdadero “Aleph” bajo “Argirópolis” y le dio forma
de libro que la gente festejó mucho por su caudal imaginativo, pero en
realidad existe y está en Martín García bajo el cuidado del gigante “
Princiquákero” y la señora de extraña belleza. Le pregunté que es el
“Aleph” Y me desasnó:
El Aleph es una pequeña esfera limitada por un diámetro de veinte
centímetros que, sin embargo, contiene a todo el Universo.
Evidencia indubitable del Infinito: aunque limitada por su diámetro, la
esfera contiene tantos puntos como el espacio infinito que a su vez
contiene a la esfera.
Y no se detuvo ahí.: “¿cómo transmitirte el infinito Aleph, que mi
temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, cuando entran en trance
prodigan los emblemas: para significar la divinidad; un persa amigo
habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros. Alanus de
Insulis, habla de una esfera cuyo centro está en todas partes y la
112 1
circunferencia en ninguna. Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a
un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur…
Un ángel de cuatro caras… ¡Era esa mujer! A quien vi…a quien dejé
ir.
Era todas las mujeres que a lo largo de mi vida me proporcionaban
alegrías y tristezas. Amores y desencantos. Vidas, muertes y
resurrecciones.
Ese ángel de cuatro caras era el infinito que me devolvió a la vida.
Quien sopló aromas a jazmines en mi alma, y que le dije en silencio que
la esperaría.
En ese instante gigantesco dentro de mi “Zeuss” mientras viajaba a
ningún y a todos los lugares, he visto millones de actos deleitables;
ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo
punto, sin superposición y sin transparencia.
Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: En la parte inferior de la
escalerita del velero “ Zeuss” , hacia la derecha, vi una pequeña esfera
tornasolada, de un impactante fulgor como disparada por un cañón desde
algún lugar, dado el estruendo que la precedía por el efecto “Doppler” o
algo así.
Al principio la vi giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una
ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. Allí
estaba el tan mentado Aleph liberado de Argirópolis.
El espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.

Cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos
los puntos del universo.

Vi los mares, vi el amanecer y el atardecer vertiginoso; vi las


muchedumbres, vi interminables ojos escrutándose en mí como en un
espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó.

Vi racimos de uvas, nieve, montañas de colores, locomotoras fuera de


control, vi todas las playas y cada uno de sus granos de arena.

113 1
Vi a una mujer que no olvidaré, a otra mujer que tampoco olvidaré,
cabelleras rubias, pelirrojas, morenas, castañas, bellos cuerpos
anfitriones, vi al mismo tiempo todas las lágrimas, todas las risas.

Vi eclipses múltiples, vi un poniente en Martín García que parecía


reflejar el color de un jazmín en el Tigre.

Vi mi cama sin nadie. Vi a nadie en mi cama.

Vi una bolita japonesa entre dos espejos que la multiplicaban sin fin.

Vi mi pasado adolescente y mi extraño superfuturo en un tipo que a


pesar de todo no cambia y parece que no le disgusta esa inmodificación.

Vi en una avenida de Vicente López, un desfile de carrozas parando a la


lluvia ante el poder de una joven y bella mujer sonriendo, vi un as de
espadas.

Vi las sombras abandonadas por sus dueños en la noche.

Vi tigres, amebas, elefantes, jirafas, monos y ejércitos humanos que


disparaban a todos, para nada.

Vi ángeles ocultos en mujeres sencillas.

Vi un astrolabio y supuse que es para besar los astros.

Vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la


modificación de la muerte, con el recuerdo…

Vi la esfera, desde todos los puntos, vi en la esfera a la tierra, vi mi cara.

Vi todas las caras que se fueron sin despedirse, vi bocas bebiéndose la


vida de un trago, vi en sus ojos el remordimiento último por lo realizado.

Escuché melodías angelicales, canciones perennes, gritos ahogados,


jadeos, maullidos, ladridos, aplausos de despedida, palabras de amor,

114 1
promesas a plazo fijo, retos, susurros, mentiras, verdades, quejidos,
balbuceos, detonaciones, estallidos, explosiones.

Oí un adiós a Dios. Platos rotos en bailes griegos, todos los himnos,


llantos de bebés, truenos, todos los vientos de verano, los silencios…y
sentí vértigo, porque había visto y oído a ese objeto secreto y
conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre
ha mirado ni escuchado: el inconcebible Universo.

Sentí infinita veneración. Infinito asombro, que bajo la Piedra de


Argirópolis, estuviese esa esfera.

La piedra de Argirópolis en la Isla Martín García…Recordé que estuve o


estaré allí, ya no se como conjugar este aproximado pensamiento, y
recapacitaba dentro de lo que podían mis confusas neuronas, que
Sarmiento D.F. imaginó fundar allí “Argirópolis”, algo así como la
capital de los Estados Unidos de Sudamérica.

Alrededor de la piedra de Argirópolis, “tiempo ha” o “tiempo por”, nos


habíamos tirado literalmente en el pasto boca arriba mirando al cielo.
El aeronauta había encendido su pipa con tabaco que tenía aroma a
chocolate y miles de conjeturas poblaron nuestros pensamientos en voz
alta.
Sin embargo flotaba cierta duda. Era todo muy increíble en ese instante
pues estaba justo debajo del supuesto vórtice. Ahora voy entendiendo
algo. Y recordé el teatro de la isla: en donde las sillas formaban un
círculo grande en una de las dos salas, el escenario estaba vacío.
El motivo en aquel caso era una reunión.
Se había acercado al centro del ambiente una persona que creí que sería
la encargada de la isla.
Una mezcla de rey, monarca, emperador, presidente, decano,
gobernador, intendente, director, jefe y maestro al mismo tiempo.
Era el Princiquákero de muy alta estatura.

Y allí, los dichos de la mujer de extraña belleza en el teatro:


115 1
“Sabemos que Sarmiento D.F. quería crear aquí a Argirópolis, una
capital de estados unidos de América y hasta tenemos una piedra con
esa inscripción. Por distintos motivos que sucedieron no se logró. Pero si
se consigue viajar en el tiempo, como ya vimos, puede ser un caos. No
por la creación de Argirópolis solamente, sino lo que puede llegar a
pasarle a ésta isla. Perderemos éste paraíso que buscamos todos los que
vivimos aquí.”
Allí mi alma dio un vuelco.
Tantos datos sueltos que me gritaban la respuesta antes que formulara la
pregunta. Tomé conciencia de que, con todas mis limitaciones soy y
somos todos sustancialmente infinitos, y eso abriría una brecha para
responder a una pregunta: la función de todo hombre no puede ser otra
que descubrir su infinito interior y eyectarse en todas las direcciones con
la sustancia infinita que es el eterno principio de todo ser, algo parecido
a realizar el acto de amor.
Porque como dice mi yo mayor: “El fin para el cual los dioses nos
crearon, se encuentra de este modo en concordancia con nuestras
facultades”.
Y recuerdo que le pregunté: ¿será el intelecto una de tales facultades en
concordancia con el fin último de todo hombre?, o acaso, ¿será el
sendero hacia el alma inexpugnable por las armas de la razón?

Aparentemente sus pensamientos giraban en torno a la creencia de que a


través de él, los dioses me habían comunicado buena parte de la esencia
del Infinito, quedando en manos de mi cascoteado intelecto la
comprensión de tantos datos que, imagino a esta altura, los dioses se
confundieron de profeta.

Ya están grandes los dioses, pensé.

Luego empezó a hablar en latín. Yo tuve la dicha de aprender ese idioma


en 1971 y comprender el origen de…de las profesoras de latín.

“Ars longa, vita brevis”. El arte es largo. La vida es breve. Primer


aforismo de Hipócrates

116 1
“Ad augusta per angusta”. A resultados grandes por vías estrechas.
No se llega al triunfo, sino venciendo dificultades.

“De minimis non curat praetor.” El pretor no se ocupa de asuntos


pequeños. Axioma que se cita para significar que un hombre de cierta
categoría no debe ocuparse de pequeñeces.

“Qui nescit dissimulare nescit regnare”. Quien no sabe disimular,


no sabe reinar. Máxima política de Maquiavelo.

“Sogtulakk.” Esta última palabra me hizo dudar de su seriedad y


conocimiento de la lengua muerta.

Y sigo sosteniendo, mas allá de todas las consideraciones razonables


que: “el infinito quedó sin terminar”

Los dioses, imagino, se vuelven a tomar la cabeza como diciéndose:


“¿En que nos confundimos con éste tipo?... ¿En qué?...

No sé cuanto tiempo o dimensiones pasaron durante mi viaje, con la


expectativa de volver a mi Isla Martín García, de la cual me había
enamorado.

Extrañaba a mis circunstanciales amigos y recordaba algunos detalles:

La Lady Godiva pelirroja en monociclo, con una túnica blanca y


sandalias de cuero y un pañuelo también blanco. Dueña de una sonrisa
que iluminaba mi alma, con un embrujo que deseaba que no rescinda, a
pesar de la distancia en tiempo y espacio.

La Joven de mechitas que reside en el Faro de la Isla Martín García, con


jeans negros, una campera negra con algún dibujo y zapatillas negras
que contrastaban con su blanca piel, sus enormes y rasgados ojos llenos
de brillo eterno de juventud y a quien veía crecer apresuradamente,
tratando en vano de mantenerla en la niñez eterna.

La Vidente de la Isla, que pese a sus videncias del pasado, emanaba un


encanto místico, tal vez por su mirada que luchaba con un débil
117 1
flequillo. Ataviada con unos pantalones vaqueros ochentistas y una
remera blanca sonriendo en stéreo.

La mujer de Extraña Belleza, que me proporcionaba una paz y una


consideración perpetuas.

El “Princiquákero” que con su enormidad, establecía un respeto a


reflexionar y una tranquilidad y sabiduría oculta. De cara regordeta,
medio colorado, con cabellos largos blancos y un gorro. Un pilotín azul
hasta los pies con mangas y solapas rojas, una remera y unos pantalones
blancos, un cinturón amarillo, unas botas azules hasta las rodillas, dos
estrellas en los hombros y una espada en la mano apoyada en el piso.

La Mujer de los gatos, que abría un resquicio entre la lógica y la


sinrazón interesantes, con un vestido marrón de tela hindú y venerada
por todos los gatos de la isla.

La Veterinaria, quien con su diminuta estatura era una gigante


emocional, envasada en sus jeans minúsculos, su remera minúscula, y
sus enormes calzados para asomarse un poco más allá de la línea del
horizonte.

El Dr. en Administración, que propendía inteligencia y talento lleno de


cuestiones y soluciones y que buscaba verdades en falsos laberintos, con
las botamangas de sus pantalones arrastrando bichitos de luz y su remera
amarilla holgada.

El Industrial, que era de esas personas que uno cree haber conocido
desde siempre y que su bondad e inteligencia traspasaba cualquier
cuestión; dueño de un alma brillante como una armadura medieval.

La Yogui, quien encerraba bajo un manto de inocencia intelectual y


básica, una inteligencia avasalladora.

El Dueño del Comedor, que destilaba una energía increíblemente difícil


de contener a pesar de lo que suponía y artífice de su alegría sencilla.
118 1
El Aeronauta. Un tipo que nunca y siempre me marcó el camino a mis
desventuras, siempre enfundado en su campera de cuero con cuello de
piel a pesar del calor.

El cocinero, quien no era otro que el verdadero Martín García, que tenía
la habilidad de hacerse transparente.

Los 4 tipos que no parecían peligrosos, de los cuales se superponían


identidades, formando un grupo compacto e insondable.

Los dos enanos de Jardín que no existían, solo que a fuerza de


imaginarlos tomaron vida, moviéndose en sus ropas de cemento con
facilidad.

Pichachumm, mi perro que me regaló 16 años de amor incondicional.


Benito, el gato con su místico encanto y su perdón permanente.

Verdaderamente los extrañaba mucho y dolorosamente, tal vez si evoco


“la palabra”, logre por un instante que me recuerden.

Treinta y seis ojos seguían la trayectoria de la esfera hacia el Arco Iris,


en Martín García. En ese lapso que pareció interminable, la Lady
Godiva recordó visualmente a su circunstancial amigo.

- Lo que mas me llamaba la atención él era su cabellera rojiza.


Y su 1,60 cm. de estatura.

- ¿Que cabellera rojiza? Si era castaño con flequillo y más bien


de 1,68 cm. Corrigió la Vidente.

- Perdón, perdón, chicas. El era muy negro su cabello, casi


azul, mediría 1,65 cm. Dijo la mujer de extraña belleza.

- ¡Já!… Que va a medir 1,65 cm por favor! Era altísimo. Casi


como yo. En cuanto a su cabeza, tenia cabellos blancos y un
gorro. Palabras del Princiquákero.
119 1
- Para Ud. mediría 2,50 cm. porque Ud. es muy alto. Pero a mi
me parece que estaba en 1,70 cm. En cuanto a su cabello, me
parece que se teñía. Indicó la mujer de los gatos.

- Como se va a teñir! El pelo era lacio…lacio… Y su altura…


era como que yo. Expuso La Veterinaria.

- Ja, jejeje, jijiji- Rieron todos-

- Mmmmhh. Me parece que no. Yo no me fijo mucho en los


hombres. Pero recuerdo que medio rubión, con barba. Lo
que si recuerdo era su nariz prominente, de morondanga
diría yo. Señaló El Dr. en Administración.

- Disculpame, pero el que tiene nariz de morondanga, sos vos.


Con todo respeto. El era más bien calvo, tipo franciscano, con
ojos verdes. Explicó El Industrial.

- Hombres tenían que ser. Hombres. Están todos equivocados.


Nada de lo que se dice aquí es cierto. Dijo La Yogui.

- El dueño del comedor expresó: Yo, la verdad no se como era


físicamente. Era un tipo mas o menos normal. De cabello
normal. Estatura normal. Ojos normales. Cejas normales.
Orejas normales. Medio distraído, eso si.

- A decir verdad, es un hombre que buscaba un destino sin


saberlo, sin apuro, sin prisa, sin una inquietud inmediata, sin
aprieto, y aquí se lo aceleramos y lo pusimos en su barco y le
fabricamos un globo y lo mandamos a un embudo que se
abrió en el cielo y él sin siquiera chistar, se subió y no lo
vimos mas. Una persona que con lo poco que lo conocí, vivía
en un mundo propio, sin desestimar el real. Tal vez porque lo
congelaba su pasado. Quizás porque encontraba abrigo en su
imaginación. Acaso porque deseaba la absolución de pecados
no cometidos y el perdón por los que iba a realizar. Eso es
todo lo que se. Ahora, como es y fíjense que digo como es, no
como era, porque sigue existiendo, físicamente si me
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preguntan si es rubio, morocho, pelado, canoso, alto bajo,
flaco gordo, no tiene importancia. Apuntó el Aeronauta.

- Yo si se como es. La joven de mechitas rompió el silencio.

Inmediatamente de roto el silencio, solo se podían oír pensamientos de


los concurrentes mas o menos ciertos, confusos, especulativos,
ciertamente ella era muy parecida a él, mientras veían desaparecer la
esfera hacia el Arco Iris.

Una gran explosión hizo que ese Arco se convierta en una sola línea
recta fusionando todos los colores e inmediatamente sus puntos
extremos se unieron velozmente hasta formar uno solo y desaparecer
ante la mirada absorta de todos.

Y solo tres letras profirió el cocinero.

Tres letras que encerraba todo el asombro, sorpresa y extrañeza


reinantes.

Tres letras que no podían definir mejor la situación perpleja que se


vivía.

Ajá.

ULTIMO XI (La Llegada)

Todo se disipa. ¡Veo a la Isla Martín García! Voy bajando lentamente…

Como no puedo dominar el vuelo, solo rezo a mis dioses que volvieron a
sonreírme.

Voy descendiendo como una pluma al viento. Bamboleándome pero


suavemente.

Distingo algunos barcos.


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Veo el puerto.

Lentamente mi “Zeuss” va posándose en el agua.

A medida que me acercaba pensaba en sus dos silabas MArtín GArcía y


un escalofrío corrió por mi espina dorsal.

Esta vez no eran unas gotas de agua que se hayan colado por las velas,
ya que no existían, ni se escurriesen por mi nuca hasta la espalda. Era,
asombro extraordinario.

Vi a un navegante que anclaba más o menos cerca de otro velero.

Lo saludo, se da vuelta pero no me contesta.

Observé que infló el gomón y lo bajó cuidadosamente al agua. Lo ató al


barco.

Con mucho cuidado, bajé de mi barco al agua y nadé hasta ver el nombre
de su velero.

A cierta distancia leí: “Zeuss”. Igual que el mío, pensé.

Volví a mi barco y me quedé observando, pero mucho no podía


distinguirlo.

Tenía una campera roja, amarilla y azul.

Yo tenía una equivalente.

Descubrí que este hombre ya en el gomón, había olvidado los remos en


cubierta y con las manos en el agua intentó acercarse a su “Zeuss”, pero
la corriente se lo impidió.

Y luego de 1 hora con 22 minutos y 6 segundos, a 50 metros del


pequeño puerto llegó a la escalerilla, habiendo dibujado en el agua
cientos de firuletes ante la mirada de un lugareño, que no podía creer lo

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que veía, por las lágrimas en sus ojos producidas por su interminable
risa.

Igual que la mía, desde mi desvencijado “Zeuss”.

Como estaba más o menos cerca escuché lo que decían.

-Bienvenido a Martín García, soy El Industrial.-Le dijo acercándole


una mano.
-Mucho gusto, yo…-
-¿Te olvidaste los remos?- Inquirió con sorna-
-No, es una práctica que realizo cada vez que llego a puerto. Hace
bien a los músculos.- Le respondió mientras tomaba aire y metía el
estómago adentro.
-¿Sos de acá?- Preguntó sabiendo obviamente la respuesta.
-No, soy de Buenos Aires y vine unos días a descansar a la casa de un
amigo.

Los vi irse con paso de murga hacia el interior de la Isla, pero antes me
cercioré de su rostro y ya… a esta altura… nada me sorprendía.

Me senté en proa con las piernas colgando y puse las manos como sostén
de mi cabeza, mirando hacia arriba.

Estaba tranquilo puesto que el timón automático no existía.

Ni siquiera existía la remota preocupación que una estrella fugaz me


perforase la frente.

Pensé un rato.

Ese tipo era yo.

No había dudas.

Había caído en Martín García a la misma hora en que llegué por primera
vez.

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No se que pasó ni quiero saberlo tampoco.

Originalmente tuve la idea de ir a la isla Martín García.

Allí haría mi primer desembarco, antes de seguir rumbo hacia el


Uruguay, circundándolo por Piriápolis en donde me incorporaría un
chivito uruguayo para luego continuar mi derrotero a Punta del Este y
desde allí enfrentar al Atlántico hasta Ciudad del Cabo, en África y
después navegaría bordeando el continente africano por el Atlántico
hasta entrar por el Canal de Suez hasta el Mar Mediterráneo.

Tomo rápidamente entonces la decisión de hundir mi viejo “Zeuss” con


la certeza que con el tiempo los residuos del fondo del río lo cubran y
nazca una nueva isla.

Subo a mi primigenio “Zeuss” sin culpa ni delito, ya que no puedo


robarme a mi mismo.

Bajo y descubro con felicidad a mi perro Pichachumm, mi gato Benito, a


la tortuga Burocracia, a la iguana sin nombre y a mis pececitos San
Martín y Merceditas.

Compruebo felizmente mi maravilloso desorden.

Lo único que no pude encontrar en el arca, eran las muchas cajas de


fósforos, ni el símbolo del OM de plata.

Descubrí mi mazo de cartas al que le faltaba una.

Pongo en marcha al “Zeuss” y esta vez si iré a Grecia, si los dioses me


ayudan.
Mi “Zeuss” en Grecia...no estará nada mal.

Antes de terminar esta cinta de grabación y ponerla en la caja de madera


en el puerto, a quien corresponda, doy mis últimos datos, de mi última
visión y se trata de una imagen que me llenó de emoción.

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Desde el faro de la isla, me está saludando la joven de cabellos lacios y
castaños y dos mechitas a los costados rubias, dueña de una piel muy
blanca, iluminándose su joven rostro por el destello suave y cansino de
la luz del faro y me pareció escuchar su “hasta pronto” y le respondí
“hasta siempre… hija”.

EPILOGO

Es noche en Martín García.

El cielo es más que sobrecogedor.

El infinito se desnudaba sin condicionamientos.

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La Vía Láctea brillaba gozosa.

Mientras termino de escuchar esta cinta grabada, no puedo dejar de


lado el asombro, la fascinación, y las miles de conjeturas y suspicacias
que pugnan por desconfiar de un viaje de fábula.

Un sonido a mis espaldas, me invitó a girar y percibí que un velero, por


el reflujo del agua se asomaba y mostraba su nombre “Zeuss”, al
mismo tiempo, otro velero exactamente igual partía, portando el mismo
nombre: “Zeuss”.

Si antes tenía dudas, ahora se neutralizaron y esas dudas


contrarrestadas se convirtieron en una certeza preocupante
transformada en una realidad bulliciosa y sutil.

Me di sobrada cuenta que, algunas cosas las ignoro, otras no las sé y la


mayoría, ni siquiera las sospecho.

Al observar a mi entorno, en busca de algún ser humano que me rescate


de esta orfandad de sabiduría, vi con alegría de rescate, que por el
caminito subrayado del puerto se acerca una procesión.

Encabezada por los dos enanitos de jardín.

Detrás, mis tres amigos que no parecían ni eran peligrosos.

El cocinero Martín García.

El Dueño del Comedor.

La Yogui.

El Industrial.

El Dr. en Administración.

La Veterinaria.

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La mujer de los gatos.

El Princiquákero.

La mujer de extraña belleza.

La Vidente.

Y detrás de todos, a la Lady Godiva danzando en el aire.

Pregunté por el Aeronauta y me preguntaron extrañados. ¿Cual


aeronauta? No sabemos de él.

Pregunté por nuestro circunstancial amigo y me respondieron más


extrañados ¿Cual circunstancial amigo? No sabemos de él.

Sentados en las parecitas del puerto de Martín García, miramos hacia


el este y descubrimos una luna llena que asomaba por el horizonte,
recortada por el velero “Zeuss” con rumbo a Grecia y en el cenit a un
globo aerostático con un Aeronauta, quien llevaba a un loro en su
hombro, rumbo a su destino “Isla de Pascua”.

El inconfundible sonido de un corcho que deja salir el espíritu de una


botella, rompió mi silencio interior y me devolvió a ese presente.

Varias manos con sus copas alzadas al horizonte, me invitaron a


brindar por los horizontes.

Una sonrisa se dibujó en los rostros de todos los habitantes de la


mágica Isla Martín García.

Elevé mi copa y súbitamente frente a mí, se presentó el ángel femenino


de cuatro caras, esta vez con tres caras, no siendo advertido por los
demás, quienes esperaban mi acercamiento a ellos.

Me susurró al oído:
“Quiero captar para siempre este momento, mientras meneas
suavemente la copa con el fruto de Baco. Deseo que la vida no deje de
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sorprenderte, en donde la ficción se adueña de tu realidad, aunque no lo
adviertas, sin preanunciarse, sin pedir permiso, sin condicionamientos y
sin esperar una explicación racional.
Decreto, mientras vemos a la luna, mi residencia, a través de tu copa,
transfigurándola y coloreándola, beberla imaginariamente mientras
cierras tus ojos.
Prométeme escribir estos hechos para que, quien los lea, pondere a su
infinita alma, su atesorado pasado, la inasibilidad del presente y la
certeza por el devenir inmortal.
Conforme a estos dictámenes que solamente vos percibís, captura en tu
memoria la escena, como viéndola en un instante fijo y con la segura
esperanza que cada vez que alguien la relea, volverá a revivirse una y
otra vez. Es mi única manera de seguir viva”

Acepté sin condicionamientos.

Me acerqué al grupo con una sonrisa estúpida, propia de quien está


impactado por un enamoramiento y alzando mi copa me preguntaron:
¿Por qué brindamos?
Los miré sin responder. Sólo atiné a esbozar una sonrisa algo más feliz,
al descubrir el rostro faltante del ángel de cuatro caras en ella…

Comprendieron el deseo de mi brindis.


Salud! Invitaron.
Salud! Ratifiqué.

INDICE

Dedicatoria……………………………………………………………7

Prólogo……………………………………………………………….. 9

Capítulo I (La Partida)………………………………………………11

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Episodio II (El Viaje)………………………………………………...13

Acto III (¿1973?)………………………………………………….….21

Sección IV (Nostalgia breve, como debe ser)………………….…….31

Evento V (Tres Dimensiones En Una)……………………………….35

Ingeniosidad VI ( Bajo Argirópolis)…………………………………37

Acontecimiento VII (Al borde de las confesión)…………………….39

Hecho VIII ( La lineapod)……………………………………………41

Incidente IX (El contacto)……………………………………………43

Apartado X ( El regreso)……………………………………………..51

Suceso XI (Ángel de cuatro caras)…………………….……………..53

Ultimo XII (La llegada)…………………………………………....…63

Epílogo………………………………………………………………...67

“… y con la segura esperanza que cada vez que alguien lo


lea, volverá a revivirse una y otra vez. Es mi única manera
de seguir vivo”
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“Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi
desesperación de escritor… ¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que
mi temerosa memoria apenas abarca?... Ezequiel, habla de un ángel de cuatro
caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur ”.
(Jorge Luis Borges – 1949)
En esta nueva incursión literaria, el autor planea sobre dos ideas
extraordinarias que le impactaron: “Argirópolis” de Domingo F. Sarmiento y
“El Aleph” de Jorge Luis Borges. Sólo dos ideas sencillamente geniales, para
unirlas en una novela con una innegable y feliz influencia de dos grandes,
admirados y particularmente queridos escritores: Alejandro Dolina y Roberto
Fontanarrosa.

Eduardo Alejandro Testori es argentino, nació el 10 de Noviembre de 1957


en Capital Federal. Parapentista, navegante y buzo sin brevet y con audacia.
Videasta, actor, director y dramaturgo. Realizador de programas para televisión
de aire y cable. Realizador y conductor de programas de radios en F.M. Creó
espectáculos de mitología greco-romana, de supersticiones y creencias
universales con la participación de músicos y ballet griegos. Vinculado al área
de Cultura en Vicente López, Buenos Aires, Argentina. Autor de la novela “…
el infinito quedó sin terminar” de Editorial Dunken, difundida
internacionalmente.

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