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Palabras preliminares

 
 
En la decrepitud me vine a encontrar con este oasis de aguas imbebibles,
demasiado densas y agitadas para un espíritu detenido, que se suponía ya
Entre Silencios había vivido todo. Agradezco y detesto a este desconocido del bote.
 
MATIAS HUMANO  
  Aquella mañana
   
  Recuerdo haber escapado de la cama con el mismo hastío de todos los días.
  Tengo aún en la memoria la imagen de mis pies arrastrándose hacia el
  balcón, el ventanal trabado que me obligaba a usar las yemas de casi todos
  mis dedos, el dolor agudo en la parte baja de la columna, el detestar el frío
  que alguna vez fue delicia y la principal razón de vivir en esta desolada
  localidad.
  Durante los primeros minutos el bote pasó inadvertido para mí. Mis ojos se
  clavaron en mis manos, apoyadas en la baranda, en mis venas, en todo el
 
tiempo que ha pasado, en la soledad, en el lento derrumbe de todo. Y
 
cuando levanté la mirada, estaba demasiado dentro mío como para notar
 
aquella barca en el lago sin tripulación. Podría haber sucedido una epifanía,
 
  Dios mismo podría haber estado haciendo sus necesidades frente a mí y yo
  no me hubiese enterado.
  Fue cuando uno de los remos cayó al agua que levanté lúcido la mirada, y
  que inflamado por una infantil e incontrolable curiosidad, corrí, como puede
  correr un viejo, hacia la orilla, en donde tenía amarrado mi bote.
  Si me hubieses visto mujer; no era un viejo el que remaba a toda velocidad,
  era un niño, un espíritu expectante, un chiquillo sonriente; el hombre por el
  cuál preguntabas hacia dónde había huido, en qué lugar se había escondido.
Impresión de trabajo. Aún recuerdo la hostilidad del viento, lo agitado de mi respiración, y cómo
Sábado 10 de Febrero del 201
de golpe la euforia y la excitación sucumbieron ante un obvio pensamiento:
“seguramente el bote de algún vecino se soltó debido a la tormenta”. El
viejo había vuelto, el viejo remaba de vuelta avergonzado, el niño recibía los Al aproximarme ya a unos escasos metros me percaté de la considerable
retos en un rincón de la barca. cantidad de fotografías y manuscritos que reposaban tenuemente sobre la
Mientras remaba de regreso, una pequeña ola se dejó caer sobre mi barcaza, superficie. En un principio remé cuidadosamente alrededor de la barca,
y al escurrirse el agua, un papel amarillento quedó sobre la cubierta. rescatando cada papel y artefacto, con el cuidado de un arqueólogo que ha
Pasaron unos segundos mientras me resistí, pero el niño fue más fuerte, dado con el más raro fósil. Pero mi lentitud me obligó a quitarme la bata y
siempre el niño es más fuerte; leí: “…Susurros internos, música en el polvo, zambullirme, y durante aquellos segundos bajo el agua pensé en la
ecos lejanos e íntimos; ¡devórenme si así lo desean!, ¡despedácenme!, posibilidad de hallar un cuerpo, un cadáver; nadé atónito a la superficie, y al
¡continúen así de lento, así de sutil! ¿Cómo pude yo tenerlos por enemigos, si salir a flote, mi cabeza se encontró de golpe con una singular botella de
son el sonido mismo de mis creencias viniéndose abajo?, ¿cómo pude yo algún licor desconocido; esto explica el aroma y el tono de las aguas, pensé.
tenerlos por catástrofe, si son los primeros en hablarme con sinceridad?...”. Mi Mientras coleccionaba estas particularísimas fotografías y escritos no
espíritu se asomó de inmediato, olfateando la atmósfera que desprendían dejaba de pensar en el hombre detrás de este acto, o en la mujer artífice de
aquellas ideas, invocado por el aroma del alma que se escondía detrás de esta escena. ¿Quién es este ser tan especial?, ¿está jugando?, ¿a qué juega?,
aquellas palabras. Continué mi extraña lectura matutina: “…Oh silencio, ¿tú ¿juega conmigo?. ¿Qué significa “Ni para todos, ni para nadie: sólo porque
serás mi refugio ahora?, ¿en esta cueva perdida entre las montañas pasaré el quiero.”? Firma singular, singularísima como todo lo de aquella mañana.
resto de mis días? Por esto digo, estruendos, ¡no cesen!, continúen  
acariciándome en ese tono tan sereno y fúnebre. No dejen de respirar sobre la  
faz de mis abismos, de mis lágrimas, de esta música. No se detengan, porque El por qué he compartido mi hallazgo con vosotros
si lo hacen, ¿podré seguir respirando sobre el filo de esta oscuridad, que me  
acecha, hambrienta y desconocida?...”. El niño había brincado desde su Paradójicamente, ahora estoy más viejo, pero menos acabado que aquel
rincón directo a mi garganta, me asfixiaba con su suplicante mano, hombre que se levantó aquel día. Toda la decadencia que podría brotar de
hambriento y desesperado como un pequeño lobo de la estepa que había un espíritu pequeño que se fantasea elevado, superior, pero que no es más
escapado de su jaula luego de toda una vida de encierro. Supe que tenía que que un mero escapista, un bucle de escrúpulos y arrogancia, de un alma
volver. cuyas más verdes praderas son sólo levemente menos grises que las de la
Mientras me acercaba al bote, el agua comenzó a aquietarse y a tornarse de muchedumbre, cuyas más elevadas melodías son sólo un murmullo
un color rojizo oscuro. Pude ver lo extrañísimo de la escena; un bote vacío y polvoriento lanzado con desprecio hacia todo lo que se encuentra a tan sólo
antiquísimo, particularmente alto y encorvado, –muy inestable por lo un escalón por debajo de ella; toda esa degradación, yacía aferrada,
demás–, de una madera oscura y carcomida por la humedad. Un abrigo imperceptible y dispersa hasta en mis más recónditos rincones durante
marrón que colgaba desde el borde de la barca, cuyos puños oscilaban aquella mañana. ¡Este parásito de la razón, de lo verdadero y sus sombras,
empapados al ritmo de la marea. Dos remos demasiado largos para de lo divino y sus secuelas, pudo haber seguido habitándome hasta mi
corresponder a aquel bote, demasiado lánguidos y toscos para ser de alguno último día!
de los refinados burgueses que tengo por vecinos.
Y aunque toda esta estrechez y pequeñez nauseabunda se había ramificado que dejar algo más que mis ignorados e infecundos estudios sobre lo neo-
lo suficiente para no dejarle la más diminuta apertura a la duda, cada uno de religioso.
estos escritos resultaron ser aire puro, ráfagas frías de altas cumbres que sin Cuestionándome ahora el porqué no lo hice, creo que fue debido a mi falta
problemas lograron filtrarse hasta mi nariz; ¡respirar por primera vez!, ¡ver, de fe, a mi nula esperanza con lo que a los demás humanos respecta.
oír y saborear por primera vez! (¡y a mi edad!). ¿Apreciarían esta ofrenda tanto como yo?, ¿gozarían al oír los mil misterios
Empapado subí las escaleras con mi tesoro de papeles bajo el brazo, entré y que se desprenden de los gritos de este sacrificio?, y ahora, que será
me dirigí directo a la hoguera, y sobre las brasas improvisé un precario heredado a la humanidad, ¿se acercarán con el mismo asombro, vendrán
tendedero. Y mientras todo mi motín se secaba; leí, observé, me zambullí. igual de maravillados, una y otra vez, sedientos y expectantes, a beber junto
Cuántos temblores me recorrieron, innumerables lenguas que desconocía a mí estas aguas demasiado bellas y purificadoras?
se revolcaron dentro de mí convulsionando en placer. Mil estruendos Más le vale a la humanidad quitarse las sandalias antes de seguir leyendo.  
remecieron las más antiguas ruinas de consciencia; un caos del cual no logré  
vislumbrar las irreversibles consecuencias crecía y se expandía dentro mío,  
atravesándome, a medida que dejaba ingresar cada palabra. Estas ideas, Yo como lector
estos pensamientos demasiado atrevidos, demasiado solitarios e  
inconcebibles, desembarcaron en mis playas como ancestrales bestias de Sé que corro el riesgo de que se me interprete como una voluntad fácil de
mundos completamente diferentes, no mejores, sino absolutamente otros; doblegar. Pero fue justamente por mi dureza, por lo robusto de todos mis
subiendo por mis laderas, destruyendo todo a su paso; ¡horrible y bellísima sistemas de sentido que el recordarme aniquilado y envuelto en ese éxtasis
melodía!; ¡todo mi imperio del espíritu cruje, humea y se vuelve escombros de dicha (una vez que di con el orden final) me resultó (y me resulta aún)
frente a mis ojos! tan graciosamente extraño. Permítanme explicarme a través de una
Entonces, ¿porqué oculté durante tanto tiempo la existencia de este pequeña historia: Un anciano, lleno de sabiduría, admiradísimo por la
manantial?, ¿porqué me sentí con el derecho a privatizar esta pradera templanza de su rostro, respetadísimo por el coraje de su espíritu, ha
exótica en medio del desierto, con comida de sobra para los espíritus más mantenido una incansable lucha contra los misterios del universo, invirtiendo
hambrientos y exigentes? sus años en las más altas cumbres en busca de revelaciones que le permitieran
Sinceramente, no fue ésta una pregunta que se me haya presentado durante desenredar los nudos de la existencia. Su pueblo, en donde era tenido por
los primeros meses junto a mi hallazgo. Estaba tan ebrio, que a semidios, seguía atento cada una de sus pisadas, buscando hasta el más leve
cuestionamientos tan secundarios como estos les estaba prohibido cambio en su rostro, eternamente quieto y silencioso. Un día, de madrugada,
importunarme. se escuchó una estrepitosa carcajada que despertó a toda la tribu. Un hombre
Pero ahora, mi salud va en declive, mi cuerpo no se ha rejuvenecido al caminaba tambaleándose por entremedio de las tiendas, con su rostro
mismo ritmo que mi espíritu, maldita sea. Mucho tiempo no me queda, y desfigurado, como si mil expresiones hubiesen intentado mostrarse en él al
bueno, tengo que sembrar alguna cosa en la siguiente generación, tengo mismo tiempo, desgarrando sus facciones por completo. Apenas se podía
distinguir su mirada; sus ojos, a pesar de toda la deformidad alrededor, yacían
húmedos, joviales, carentes de cualquier tensión. Toda la tribu se consternó al El anciano del cuento quería comprender, y comprendió, pero comprendió
reconocer a su anciano, nadie se atrevió a salir a su encuentro y preguntarle sólo lo que podía asimilar, lo que estaba a su alcance, y mientras reía
qué le sucedía, a qué se debía esta expresión indecible; ¿acaso se ha vuelto loco celebrando su comprensión, lo inasimilable se le presentó, riéndose de él,
debido al duro invierno en las montañas?, ¿su alma no ha soportado la burlándose de su risa tan mediocre. Pobre viejo, que al tener enfrente tan
soledad?, ¿su consciencia ha flaqueado frente a tan imposible misión? Sin que inconcebible manifestación no supo hacer más de lo que ya sabía. El anciano
nadie se percatara, un niño salió a su encuentro, y al estar de pie frente a lo soportó, resistió, y sufrió, porque su primera respuesta fue la comprensión,
que quedaba del anciano, hizo lo que nadie jamás había osado hacer: le es decir, su derrota no fue particularmente alegre, por decirlo
preguntó algo; “¿se siente bien?”, tartamudeó el muchacho con el corazón generosamente.
aceleradísimo. El anciano se acercó al oído del pequeño y le susurró como si le Mi risa, desde sus primeros respiros logró situarse mucho más allá de todo
estuviese hablando al hombre más importante de la aldea: “He visto el rostro soportar, de todo resistir, dando sus primeros pasos con una ligereza
de la existencia, y mientras festejaba y reía como loco, ella se quitó la envidiable, con una astucia poco frecuente. Y así, a través de los años, mi
máscara, y comenzó a reír conmigo. Sólo que yo no pude soportar lo que vi, y risa ha ido transformándose, primero tímida, vacilante, manifestándose en
no pude seguir acompañándola en su risa.” pequeños gestos y movimientos corporales que intentaban aguantar el
Mi risa, a diferencia de la de este anciano, desde su nacimiento comenzó a torrente dentro mío, fracasando. ¡Maravillosos fracasos!; dejarse vencer a
sospechar de que toda revelación es más una excitación de los sentidos que voluntad, es extrañamente la victoria más difícil de alcanzar. Toda mi
una actividad del entendimiento. Lo que se nos revela, se nos revela; se le adultez ha tenido que ser desechada en este arte de saber reír. Y ahora, ya
halla en el camino, se le recibe en su sobrecogedora inverosimilitud. La libre, ya cristalina, ya fluida, luego de años de entrenamiento, logra
comprensión es un acto secundario, que le sigue al deleite del hallazgo. La derramarse con la fuerza de un río desbordante, arrasándome, inundando
comprensión introyecta, desotra; hace propia la belleza que sale a nuestro mis construcciones; eliminando todo lo impuesto, todo lo superficial, toda
encuentro, pero al hacerlo, la neutraliza, la detiene, y le arranca su poder falsedad, toda ansiedad, todo ideal, toda amargura, toda podredumbre, y
trastornador con el que nos trastoca. Es lamentable, podríamos sólo todo pensamiento estrecho. Y en esa destrucción, me fertiliza, prepara mis
sorprendernos, sólo maravillarnos, y luego seguir transitando. Pero tierras para toda nueva creación, para todo nuevo rumbo.
queremos entender, queremos quedarnos allí y habitar todos los rincones Cuarenta días después envío mis mariposas en busca de tierra, ¡y válgame
del asombro que estamos sintiendo. Es en ese afán cuando la belleza huye, Dios!, ¡cuán fecundos se aprecian mis continentes luego del exterminio!,
salta de nuestra manos y se nos escabulle. Algunos más experimentados ¡qué majestuosos y legendarios, qué imponentes y risueños se les ve a mis
logran dar con los fragmentos de piel que ella deja detrás de alguno de los sobrevivientes!
montículos de nuestra consciencia; nostalgia, le llaman a esos delicados Es así, frente al continuo encanto de las revelaciones que nos salen al paso,
deshechos. qué podemos hacer, sino traicionarnos, sernos infieles. La consistencia de
Yo también circulo dentro de ese ciclo: me maravillo, intento habitar, no lo una vida y lo macizo de una filosofía ya no me parecen virtud alguna, sino
consigo, y siento nostalgia. ¿Qué me diferencia entonces? Pues que mi una vulgaridad, algo rudimentario. Ser inconsecuentes, destruirse
nostalgia, incluso hasta mi derrota, son profundamente alegres. continuamente, reírse de quien se es, es entonces la mayor muestra de
lealtad hacia uno mismo, porque ir en contra de sí es la única forma de que durante los meses posteriores a mi hallazgo navegué innumerables veces la
un espíritu se mueva, “avance”, y que no se pudra. superficie completa del lago, con la esperanza de dar con más piezas.
No sólo logré mantenerme allí observando el rostro de la existencia una vez Mañanas y tardes enteras deambulé por las orillas y por los muelles en
que ésta me mostró sus pómulos, no sólo hemos compartido miradas busca de algún manuscrito entre las rocas, o meciéndose a lo lejos bajo el
durante años, cómplices, mientras reíamos, sino que, máscara tras máscara, horizonte.
revelación tras revelación, y muerte tras muerte, mi regocijo ha subsistido. Este sentimiento que no podía desechar se debía principalmente al último
Realmente nada se ha conservado, nada ha quedado de mí, más que mi de los escritos: el “Silencio V”, que fue hallado por un turista días después de
alegre delirio. lo sucedido. Lo particular de este “Silencio”, es que éste si es realmente un
Pero, más allá de todo alarde, son estas arrugas la verdadera fisionomía de silencio propiamente tal, ya que no hay nada escrito en él (es un manuscrito
mi risa; son estos casi 81 años, son estos pies; que ya no se arrastran, y son que cuenta sólo con el título, a diferencia de los otros “Silencios”).
este dolor en la parte baja de la columna; que ya no importa tanto. ¿Será este “Silencio” un mero intento de seguir escribiendo que no fue
¡Saber reír, saber reír mirando cara a cara el rostro vacío de la existencia! llevado acabo?, o quizá, ¿un error del escritor, que no se deshizo del papel en
el cuál escribió por error “Silencio V”, en dónde debió haber escrito “Silencio
IV”?, o, tal ves, ¿una acto hecho a consciencia, con el fin de dirigir todos los
Detalles importantes caminos hacia una única e inexplorada revelación? No podemos hacer más
  que especular.
La emoción siempre me juega demasiado buenas pasadas. Tanto así que Yo, personalmente, me quedo con la última de las opciones; y cuántas
suelo olvidar los detalles más obvios e informativos cuando comparto de mi muertes he tenido que vivir por acoger en mí tan cruda posibilidad.  
hallazgo.  
Los escritos que se leerán a continuación, las fotografías que se observarán  
en las siguientes páginas, pertenecen a un ser desconocido. Yo tuve la dicha “Ni para todos, ni para nadie: sólo porque quiero.”
de hallar este tesoro (de una singularísima forma), y la insolencia de darle  
un orden, y si se quiere, una narrativa. Dejo en completa libertad a quienes Es evidente que pocos espíritus tendrán lo que se necesita para caminar
se acerquen a este libro; ustedes juzguen las melodías que yo oí mientras sobre estos senderos; la mayoría no podrá siquiera soportar el aire de estos
paseaba una y otra vez en el universo de este hombre del bote, juzguen la relatos, ¡su instinto de conservación les exigirá descender cuanto antes!
capacidad de mi oído al profanar la posible aleatoriedad de toda esta obra, Otros lograrán avanzar, pero al costo de tener que detenerse innumerables
concatenándola mil veces, reestructurándola, deseoso de dar con la veces para descansar de tanta densidad, de tanta complejidad, perdiendo así
combinación que abriera los portales de par en par al mundo de este el ritmo que requieren estos caminos. Algunos hasta llegarán a las
enigmático ser. pequeñas cumbres previas a las verdaderas cimas, contentándose con las
No puedo dejar de mencionar que durante mucho tiempo se mantuvo en mí nuevas perspectivas que podrán ver desde allí, conformándose con los
la posibilidad de que hubiesen más partes, más escritos. Tanto así que vastos y evocadores paisajes que se desplegarán frente a sus ojos.
Pero yo, solitario, melancólico, me pregunto: ¿veré acaso, alguna de estas ¡naufraguen con nosotros!; y que esta ballena los trague y los escupa lejos,
madrugadas, abriéndose paso entre los bosques, acercándose desde los lejos de sí: en sus nuevos comienzos.
acantilados, a algún solitario caminante?, ¿tendré la dicha, antes de morir  
junto a estos glaciares, de platicar?, ¿de compartir, aunque sea una sola vez,  
con otro espíritu de las montañas?  
El eco de mi melancolía se deja caer en los colores de cada atardecer. Tú,  
caminante, ¿lo ves?, ¿lo sientes?, ¿me oyes? Aquí te espero, amigo mío, con  
oídos serenos y con un espacio junto al fuego.  
Después de todo, este “obsequio” arrojado a las aguas, ¿fue realmente un  
obsequio, la obra de algún artista?, más concretamente, ¿fue la  
materialización del proceso de un espíritu, cuyo estado de mutación  
emanaba tal intensidad, que le fue imposible contener en sus propios  
 
límites semejante marejada, tanto así, que percibiéndose desbordado, se vio
 
en la obligación de exteriorizar cuanto antes; estructurando y distribuyendo
 
en diversos afluentes, este río que se venía abajo transformando todo a su
 
paso?  
“…sólo porque quiero”, firmó el autor.  
Posiblemente yo he transgredido el significado de esta firma, pero ¿quién no  
hubiese obrado así? Por esto también digo: juzguen ustedes estimados  
caminantes.  
   
   
Una última cosa  
   
Es posible que en las voluntades menos aptas se haya activado una especie  
de alarma luego de haber leído este prólogo, lo notarán fácilmente; se les  
observará tensos y en estado alerta, escondidos tras sus sofisticadas  
jorobas, entre leyendo y cuidándose de no salirse de sí. ¡Ay de ustedes  
jóvenes artistas de lo estético!, ¡pequeños esnobistas!, ¡desde mi balcón  
percibo el pavor que sienten por la posibilidad de perderse!; ¡sáquense ese  
disfraz, dejen sus máscaras sobre la arena, y vengan!, ¡empápense!,  
 
   
   
 
 
 
 
 
 
 
Ni para todos, ni para nadie: sólo porque quiero.  
   
   
   
   
   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Hundo mis pies en el musgo, sobre pequeños helechos, bajo la fresca sombra Exhalo. Me desplomo sobre mis piernas. Recapacito.
de mis pestañas. Mis párpados, como dos frágiles portales, se despliegan Ínfimos indicios de serenidad comienzan a recorrerme, queriendo llegar hasta
sobre mis ojos, sobre mi rostro, sobre todo mi cuerpo, distanciándome mis ojos, intentando esbozar algo en mis labios.
progresivamente del mundo. Me recuesto, sobre tu pecho. Observo las cosas a mi alrededor, escarbo en su
Oscilo en un cuarto oscuro, entre imperceptibles fragmentos de realidad, que hermética superficie; ¿acaso no hay más razones que me permitan ahondar
flotan a mi alrededor como absurdas motas de polvo. en este agradecimiento?
Qué luz más débil, qué existencia más insípida la que dejo atrás.
Caen los minutos, huecos, sin tiempo adentro.
Camino, entre filtraciones difusas, entre intentos de árboles que desaparecen Y tus latidos, rimbombantes, sistemáticos, podrían ser perfectamente los
a mis espaldas. segundos de esta noche que no pasa, o las elocuentes respuestas de un dios
Divago, sobre senderos luminosos, apenas esbozados, que se desvanecen en el que habla pero que nadie realmente oye.
murmullo de repentinos recuerdos, que se interrumpen por el ajetreo de ¡Mis oídos están aquí, Dios mío, aguardando cualquier cosa que salga de tu
pensamientos sin importancia. boca!
Aquí todo está suspendido, eternamente suspendido; mi espíritu, y el tuyo, ¡Mis ojos te observan, impacientes, al acecho del más sutil gesto, a la espera
mis anhelos, y tu voz. Bella suspensión, bella quietud acuosa y espiritual. de la más insignificante indicación!

Me entrego, qué otra cosa puedo hacer. Me entrego, pero finalizado este ritual Noche, te veo; caminas sigilosa. Te agachas y tomas sutilmente por los
nada será distinto. Abriré los ojos, y la luz cegadora de la vida cotidiana me pliegues tu vestido de tinieblas. Y tus dedos, agudos como dagas, arrastran
encandilará. Lucharé, resistiré, y permaneceré, siempre creyendo. Pero todo toda la oscuridad hacia el horizonte, develando formas, texturas y
dentro de una pequeñez rutinaria y nauseabunda. Finalmente me agotaré, y tonalidades que hasta hace segundos parecían no existir.
volveré a ti, para repetir el ciclo. ¡Qué es todo esto sino plenitud, abundancia, la misma belleza de todos los
¡Dios; lo infinito, lo inabarcable! ¿No debería mi vida teñirse de aquello? días! ¿Qué sucede conmigo, Dios mío, que no consigo disfrutar más que
forzadamente?
Retrocedo, respiro, dejo ir.
La noche se evidencia en una tibia y delgada brisa. Me observas, en silencio, con un silencio que pareciera otorgar mil respuestas,
Nuestras espaldas comparten el mismo árbol, el mismo silencio, la misma pero que a mí, a pesar de que busco e indago en él, no me dice nada. ¿Será que
desnudez. soy demasiado terco que mis propios pensamientos no me permiten ver lo
Inclino mi cuello, observándote, escondiéndome torpemente detrás de mi evidente?, ¿o demasiado impaciente, que me ahogo en este par de lágrimas,
mano. que en algún momento terminarán evaporándose dentro de tu mano?, ¿o
Volteo. Reclino mis pensamientos. Medito. demasiado débil, que mi fuerza de voluntad no me alcanza para seguir
¿Qué sería de mí sin tu presencia? sujetando estas cuerdas, a esta jauría en mi consciencia; de dudas que me
atormentan, de contradicciones que ladran en tu contra, y de preguntas que Qué extraño; aún caminas como si yo anduviese a tu lado. Me miras, y hasta
se mantienen sin respuesta? extiendes tu mano hacia donde hubiese estado la mía. Pero mi mano está
aquí, a un costado del sendero, conmigo.
Tus pies avanzan, uno sobre otro, sin dejar huella alguna. Te sigo disimuladamente con la mirada. Sigues avanzando, otra vez hacia el
Recorremos nuestro jardín en silencio; una, dos, tres veces. mismo charco de luz.
Al parecer creamos este lugar sin pensar que en algún momento nos
quedaríamos sin palabras. Qué insolente estoy siendo.
Me detengo, sin saber exactamente porqué. Avanzo, hacia Él.
Veo tus pies que se alejan, transformados en siluetas, hasta perderse dentro Me siento como un niño, de aquellos que se agachan a recoger cosas del suelo,
de un espeso fulgor que me encandila. y que al observar de reojo que las ingenuas piernas de sus padres continúan
avanzando, sonríen en silencio, y esperan, sintiendo una extraña sensación de
Debería continuar, debería correr y entrar también al mismo espesor libertad, de excitación, de gustosa rebeldía; –podría correr, lejos, y perderlos–…
luminoso. Entro en la luz, que no es más que una gran apertura entre las copas. Pero
Yo y mis pies deberíamos estar transformándonos en siluetas, y mis Dios no está, ni se le ve a la distancia.
contornos deberían también estarse difuminando en aquella luz grasienta.
Debería, y debería y debería. Nuestra ruta sigue un solo sendero, que vuelve sobre sí; Dios no tardará en
¿Puedo sencillamente seguir aquí, inmóvil?, ¿Podemos al menos por un día volver a aparecer del otro lado.
hacer algo diferente, modificar el itinerario, Dios mío? Me siento sobre la hierba y comienzo a esperar
Soy feliz. O más bien, puedo acceder a las mismas fuentes de felicidad cuando Con una varilla trazo una figura irregular sobre la tierra, y para mi sorpresa, el
quiera. Y beber hasta el cansancio, por cierto. Pero mi paladar sospecha. Cree, garabato se desase. Lo intento de nuevo, haciendo innumerables hendiduras
inventó que hay aguas nuevas, diferentes, y las desea. sobre el terreno, pero al instante todo desaparece, como si la superficie se
Perdóname, Dios mío, si con estos pensamientos te traiciono de alguna resistiera a ser cambiada.
forma. Pero todo esto que me llenaba hasta hace apenas unos días, hoy no es
suficiente para mí. Está oscureciendo.
Pero pareciera que a ti no te importa, o que no lo entiendes. Siento un intenso cosquilleo en mis piernas al ponerme en pie.
Él seguramente debe estar esperándome junto a nuestro árbol.
Alguien se acerca. Camino, con un sentimiento atascado en la garganta.
¿Eres tú, Dios mío? ¿Acaso escuchaste mi insolente balbuceo? Qué extraño; ¿no son todas estas piedras y ramas demasiado similares entre
No, sólo caminas, al mismo ritmo, rodeado del mismo aura. sí? ¿No se repiten entre estos troncos las mismas texturas, y sobre las
Te aproximas, y yo arrincono tras un arbusto. porciones de hierba los mismos patrones?
Siento tu presencia, a centímetros de mí. Contengo la respiración. ¡Si!, ¡no cabe duda!
¿Y no resulta artificial también la disposición y relación de todas las cosas?, ¿y Camino turbado, como aturdido por un mal sueño.
no carecen éstas de irregularidades y aromas, de humedad y de desarmonías? Destellos de cielo se filtran entre los árboles iluminando el sendero;
intentando sosegarme, susurrándome que nada aquí ha cambiado.
Debo estar equivocándome. Pensamientos inestables, pasos confusos se adentran en el bosque.
Corro bajo los árboles como un loco buscando algo diferente, algo que insinúe ¿Qué es todo esto, Dios mío?
vida, o muerte. Y de pronto, como si nada, todo acaba; lo árboles y las ¡Dime dónde estás!
piedrecillas, la hierba y la atmósfera estancada. Una vastedad
insoportablemente amplia, un vacío majestuoso y sobrecogedor se extiende El cadáver de un camello se me cruza. A tiempo logré salirme de mí mismo y
frente a mí. Todo el tumulto de preguntas que me asfixiaban se hicieron paralizarme, por un instante no aplasto sus vértebras. Larvas, innumerables
añicos. Toda la desesperación se disolvió frente a un pequeño y nuevo larvas devoran dichosas al animal, dejando extrañamente su rostro intacto,
sentimiento. quizá conservándolo en señal de respeto, ya que una sonrisa gigantesca, casi
¿Qué significa este lugar? deforme, se sale del semblante de la bestia.
Me acerco, para saber si sus ojos también sonríen; ¡cuánta plenitud desprende
aquella mirada eternamente quieta!, ¡cuán profundas y delicadas huellas de
Escrito 1 serenidad yacen petrificadas en esos dos océanos!
Mis rodillas ceden, desplomándose.

¿Cuántas horas estuve zambulléndome en aquellas fosas sin fondo?, sin duda
más de la cuenta; la noche ya me rodea.
Me levanto, débil.
 
  Continuo vagando, con el recuerdo de aquella desfigurada sonrisa
  balanceándose en mi mente, que extrañamente me sume en una tierna y
  oscura calma.
  ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo es posible que un cadáver transmita más
  vida que todo lo que me rodea?
  ¿Y un camello?, ¿larvas?; ¿de dónde salió todo esto?

De pronto, los crujidos de unas ágiles pisadas me paralizan. Percibo a lo lejos


una silueta, un pequeño ser se escabulle por entre los árboles.
¿Acaso hay más habitantes en mi jardín?
Apresuro mi ritmo con deseos de conocer el nuevo huésped, pero otra vez, el Intento regresar, le suplico a mis ojos que den con algún sendero, pero el
bosque acaba. Y a no muchos metros, sobre la amplitud del desierto, un cansancio me obliga a reposar aquí, a pocos metros de ese claro, demasiado
animal desconocido me observa sonriente; con la barbilla empapada en cerca de ese lugar intermedio.
sangre, con ojos desquiciados en placer. Y como sabiendo que no me atrevería  
a seguirlo, dio medio vuelta, y continuó despreciándome hacia el horizonte, no  
sin antes gozar el pavor que producía su mirada en mi, no sin antes deleitarse Escrito 2
en ver como perforaba su expresión en todos los rincones de mi ser.  
–¡Pobre camello!, haber sido devorado por tan inmunda animal.  
–¿No vienes?–, exclamo sin voltearse aquella pequeña bestia desde lo lejos.  
–¿Ir contigo?–, pregunté sin pensarlo.  
–No, no tienes porque caminar a mi lado. Me refiero a que si en algún  
momento de tu pequeña vida osarás siquiera a colocar un pensamiento por  
fuera de tu jardín–.  
–No, no entiendo. No hay necesidad de hacerlo–.  
–Ya veo. “No hay necesidad”. ¿Cómo puede hablar de necesidad alguien que  
jamás ha oído?, ¿cómo puede hablar de necesidad quien jamás ha inclinado  
su oído a sí mismo?–.  
Mil respuestas se me presentaron dispuestas a ser enunciadas, pero ninguna  
parecía tener el peso y la consistencia que ameritaba la situación.  
–¡Al fin!, que por lo menos tu silencio sea sincero, humano–.  
Extrañamente, aquella última frase no provocó mayor molestia en mí. ¡Si!, ¡se  
 
me está acusando de algo!, pero la malévola amabilidad con la que fueron
 
arrojadas esas palabras hizo que aquella sentencia me atravesara
 
tranquilamente, como si un niño caminara por los pasillos de mi consciencia,
 
mirando y apuntando con su dedo curioso cada uno de mis monstruos, como  
si de cosas curiosas e inofensivas se tratasen.  
 
 
 
 
Algo brilla, algo se mueve, a no más de un kilometro de mi jardín. Como un Camino por unos diez minutos, intentando distinguir de qué se trata ese
niño que tira del abrigo de un adulto, este inquieto e insistente resplandor me tintineo molesto, que resulta estar acompañado de un chillido de hojalata
jala, colándose como un molesto destello a través de mis ojos resecos; aún más detestable.
obligándome a salir de mi letargo. Nada me hubiese logrado preparar para lo que vi; ¡escena indescriptible,
Camino por sobre la arena, apresurando mi marcha progresivamente, sentimiento indecible! ¡Si no fuese por el manto de inexpresividad que acaba
intentando distinguir qué trama este agitado trozo de luz asustadizo. de caer sobre mí!, ¡si no fuese por el aturdimiento del cuál no puedo ni quiero
¿Mi espíritu no descansó lo suficiente?, ¿a qué se debe este cansancio tan salir!
sofocante?
De pronto, entro en juicio; me percato de lo alejado que me encuentro de mi Mi cuerpo avanza hacia la horrible escena completamente desconectado de
jardín. mi consciencia. Me acerco a los restos que quedan de Dios, que se balancean
¡Debo volver cuanto antes!, me dije obligándome. descuartizados, apunto de desprenderse de sí, sobre un columpio de hojalata.
Me adentro en el bosque, peligrosamente exhausto, pero a medida que Mis manos se me adelantan, frenando con sumo cuidado el movimiento del
avanzo en él, siento como lentamente mis fuerzas regresan, como la paz y el cadáver, tocando las cuerdas que mantienen suspendidos sus brazos y
equilibrio retoman su lugar, impregnando cada pequeño surco de mi piernas, desatándolas. Me percato de un último nudo que impide la caída,
consciencia con un sosiego delicioso. atado alrededor del cuello, no lo desato.
¿Qué hacía yo segundos atrás persiguiendo lo que probablemente era una Observo su rostro, aún reluciente, aún bello, aún infinitamente bondadoso y
porquería, un viejo pedazo de cristal barato? divino.
¡Dios mío, te necesito! El aturdimiento comienza a dispersarse, el manto de inexpresividad se
deshace horriblemente rápido. Mi mente ya en marcha comienza a razonar y
Un silencio oscuro me paraliza, y al detenerme, el vacío a mi alrededor se a vislumbrar las imposibles consecuencias.
intensifica; algo ha sucedido.
Atravieso el bosque sumido en la más agitada confusión, esperando encontrar Desato rápidamente la soga alrededor del cuello, antes de que ya no pueda
a Dios detrás de cada arbusto, anhelando dar con Él tras cada curva del hacerlo, y de pronto, un gusano cae sobre mi muñeca.
sendero. Cosa difícil explicar lo que mis ojos vieron; justo por debajo del mentón, oculto
Me detengo, exhausto. Y a un costado del camino, veo una gran hendidura entre las barbas y tras la soga, pude ver una pequeña ranura. Incrusté mis
sobre la tierra, que se extiendo sobre la hierba hasta perderse sobre unas dedos intentando separar la soga de la piel para conocer la longitud de tan
raíces. singular corte, pero para mi sorpresa, mis yemas no se encontraron con piel, ni
Avanzo siguiendo el rastro, primero por sobre el pasto, luego por sobre la con nada parecido, sino con el filo de lo que parecía ser el final de una pieza de
arena. cristal. Mis uñas lograron pasar por detrás de ese filo, y sin mayor esfuerzo, el
Y a la distancia, esa porquería brillante otra vez meciéndose en el horizonte. rostro de Dios pareció desprenderse de sí, como una máscara, ¡claramente
tenía una máscara en mi mano! Al momento, cayeron cientos de larvas y
otros insectos que torpemente se revolcaban en mi antebrazo y sobre los  
restos en el piso. Pero mis ojos eliminaron todo campo visual ajeno a este  
pedazo de vidrio, a estos ojos falsos, a este engaño sin precedentes.  
–Esto no puede ser Dios–, me dije.  
 
 
Escrito 3  
 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
 
 
 
 
 
Llegan a mí, olvidados, diluidos, los ecos de lejanos estruendos; los oigo yo tenerlos por enemigos, si son el sonido mismo de mis creencias viniéndose
caminar hacia mí, tambaleándose, agónicos, atravesando el polvo a mi abajo?, ¿cómo pude yo tenerlos por catástrofe, si son los primeros en
alrededor. hablarme con sinceridad?
Todo mi ser permanece alerta, a la defensiva; ya no puedo seguir recibiendo
con esta absurda amabilidad a tanta palabrería hueca, ya no puedo seguir “Que por lo menos tu silencio sea sincero…”. Oh silencio, ¿tú serás mi refugio
hospedando en mí con este asombro idiota a tanto pensamiento deforme. ahora?, ¿en esta cueva perdida entre las montañas pasaré el resto de mis
¡Clamo para que se disipe esta confusión!, ¡oh, días comunes, vuelvan a mí!, días? Por esto digo, estruendos, ¡no cesen!, continúen acariciándome en ese
¡serenidad y armonía, regresen a esta casa! tono tan sereno y fúnebre. No dejen de respirar sobre la faz de mis abismos,
de mis lágrimas, de esta música. No se detengan, porque si lo hacen; ¿podré
Ay de mí, lejanía. Caminé demasiado lejos, crucé demasiados límites, pasé seguir respirando sobre el filo de esta oscuridad, que me acecha, hambrienta y
demasiado tiempo viajando a tu lado, y ahora, todo se siente tan distante, desconocida?
tan vacío, o más bien, tan unido y risueño en el centro, y yo, yo soy el
apartado, el vacío, el extraño que mira desde su rincón, el loco que habla Se me acabarán las palabras, lo sé.
consigo mismo en su propia isla.

Lejanía, estos estruendos; ¿desde dónde provienen que los siento como Silencio 1
susurros tuyos?, ¿no eres tú, la que descansa allí, bajo el calor de mis
entrañas? ¡Oh estruendos!, ¡oh caminantes!; ¿son ustedes los que me recorren  
y atraviesan?, ¿son ustedes los que me han estado hablando desde mis  
propios escombros, desde mis más inhóspitos rincones?, ¿es por eso que entre  
más presiono mis oídos, para no oírlos, para intentar olvidarlos, más fuerte y  
cerca los escucho?  
 
Oh ausencia, sé que el placer es tuyo más que mío. No, no fingiré esta vez;  
esta máscara en mi mano no me pertenece, la llevo conmigo porque hay  
ocasiones en las que aún necesito de sus ojos mirándome, o de su boca  
hablándome. Es una máscara, lo sé, son ojos falsos, me doy cuenta. Pero, ¿qué  
importa, si aún confortan mi alma?  
 
Susurros internos, música en el polvo, ecos lejanos e íntimos; ¡devórenme si así  
lo desean!, ¡despedácenme!, ¡continúen así de lento, así de sutil! ¿Cómo pude  
 
Nunca me había percatado de lo extraño que resulta poseer una sombra. Cierro mis ojos, miro hacia el cielo; la luz aún consigue filtrarse a través de mis
Camino vacío; sin alma, sin Dios, pero con una sombra. párpados.
Si tuviera bolsillos, caminaría oculto dentro de ellos. Pero estoy desnudo, y –¿Te puedo hacer una pregunta?; ¿tú, también estás de luto?, ¿por eso
esta brisa desértica me lo ha venido recordando cada cinco pasos. caminas tan cabizbaja, arropada en esa penumbra, envuelta en esos
Si alguien algún día diera con mis huellas, no hallaría más que arena difusa, contornos tan mudos?
surcos irregulares y perdidos que no se relacionan entre sí. –No. No veo porqué habría que estar de luto. Más bien montaría una fiesta,
Si alguien algún día quisiera encontrarme, no podría hacerlo; ya no hay rastro para celebrar tus pequeños momentos de lucidez–.
de mí, más que yo mismo. –Espera un momento, no esperaba a que me respondieras–.
¿No estaré vagando dentro de una gran mandíbula, sobre una lengua de –¿No?, ¿con cadáveres sonrientes y dioses que desaparecen; no sería lo más
arena, bajo unos colmillos de nubes? natural?
Ya veo, monstruo silencioso, me despedazas en forma de desierto. Me No sé cómo, pero al oír eso, una leve sonrisa se asomó en mi rostro. Pero,
despedazas, no triturándome a mí, sino a todo lo que me hacía. Así realmente ¿cómo es que un gesto tan frágil, tan tenue y pequeño, logró atravesar ileso
se despedaza a un hombre; apartándolo de sí, para luego exterminar a ese los colmillos de mis pensamientos más melancólicos?, ¿cómo es que este
“sí”, en presencia del apartado. diminuto haz de luz pudo filtrarse a través de la inmensidad de mis abismos,
Cuán vacío se puede llegar a estar. iluminando por un segundo, ese pequeño rincón olvidado en mis labios?
Cuánto desinterés puede llegar a albergar un alma. –No lo estás interpretando con agudeza–.
Tres piedras junto al camino. Un insecto se escabulle a la distancia. Está –¿No?, ¿acaso sabes lo que ocurre dentro de mí? Adelante, ilústrame,
nublado, pero con nubes demasiado frágiles. oscuridad mía–.
–¿Y tú?, ¿te aprovechas del clima para ser así de ocasional? Después de todo, –Esa pequeña sonrisa que acabas de esbozar, no ha sido particularmente
no es tan irónica tu compañía–. pequeña, de hecho, ha sido la más colosal y catastrófica que has creado en mi
La sombra de una pequeña nube se estira sobre nosotros. La dejamos atrás. presencia–.
–Qué bella y extraña eres–. –Tú lo has dicho; “en mi presencia”, ¿cómo puedes hablar con tanta seguridad
Seguimos avanzando en completo silencio. entonces?–.
–Mírate, recostada bajo mis pies, desplegando tus movimientos, oscuros, –No puedes reír sin mí, humano, porque para reír, es necesario que haya
desde siempre–. aunque sea una pequeña porción de oscuridad presente. Lo demás, son sólo
Transcurre la tarde. Desacelero mis respiraciones. Juego a dar zancadas largas chillidos insoportablemente falsos–.
y exageradas. –Lo que tú digas. ¿Y porqué has decidido romper el silencio frente a esta
–Eres casi como una compañía, sombra mía. No te detengas, sigue dibujando “colosal carcajada”?
mi silueta en este desierto, sigue dibujándome, con la lentitud del sol, con la –¿Romper el silencio?, si no fuese por el silencio no me podrías oír. Yo no he
calma del atardecer–. roto el silencio, tú has resquebrajado levemente el bullicio que nos separaba–.
–No has respondido a mi pregunta–.
–No lo arruines, ya comenzaba a disfrutarlo. No puedo darte respuestas, por –¿Qué sucede humano?, ¿porqué nos detuvimos?, ¿acaso logré mi
lo menos no lo que tú consideras como “respuesta”–. cometido?–.
–¿Y qué consideró yo como respuesta?–.
–Lo que cierra, lo que concluye–.
–¿Y que consideras tú como respuesta?–. Escrito 4
–Lo que abre, lo que habilita nuevos puntos de vista, lo que revela nuevas
posibilidades y perspectivas–.
–Pensándolo bien, no me vendría mal una de tus respuestas ahora–.
–No tengo una mejor respuesta que intentar explicarte todo lo que desató esa
risa que acabas de parir–.
–Mis oídos son tuyos–.
–No te molestes, sólo necesito que mires. Voltea hacia dentro tuyo y observa  
detenidamente; ¿los ves?, ¿alcanzas a distinguir la inexpresividad en sus ojos,  
el brillo inerte que los envuelve? ¡Te has reído de uno de ellos humano!, y  
“ellos”, ¡son los fundamentos sobre los cuales eres!, y de ese que te has reído,  
¡es el padre de todos los demás!; ¡míralo!, ¡cómo se retuerce, como desintegra  
a la vista de sus hijos! Tu risa humano, esa que arrojas sobre ti, es tu  
respuesta: tu estás asesinando a tu Dios–.  
Logré dar unos cinco o seis pasos en completa tranquilidad, confiando en lo  
único que permanecía medianamente fiel a mi lado: mi cordura. Pero luego,  
me detuve, como quien voltea tras una silueta fugaz, para observar con la  
más absoluta perplejidad, como esa posibilidad, demasiado absurda,  
demasiado inesperada e inconcebible, lograba caminar con la mayor de las  
facilidades a través de mis oídos, asomándose con absoluta calma hasta el  
borde mi consciencia; quedándose ahí durante esos cinco o seis pasos que  
pude dar. ¡Qué suspiro más helado y profundo!, ¡cuántas visiones y recuerdos  
me atropellaron al mismo tiempo!, mientras ella, la última de las  
posibilidades, se dejaba caer, y comenzaba a descender tan  
 
insoportablemente lento a través de los muros de mi alma.
 
Hace días que debería haber llegado, pero este desierto avanza conmigo, percibir el vapor tu boca cuando me hablabas. No puedo no preguntarme;
camina a mi paso. ¿eres realmente algo más que una máscara?
Esta es la primera noche en la que el cielo está despejado; estas estrellas
ameritan ser observadas. Asimilar, envolver la inmensidad del vacío dentro de una lágrima.
Me desplomo sobre mi espalda, extiendo y recojo mis brazos arrastrando mis Soltar, dejar rodar los anhelos por sobre las mejillas.
nudillos por sobre la arena, jugando a buscar algo de frío por debajo de la tibia Y es que acostado las lágrimas se van a los oídos; qué tibio y confortante se
superficie. siente, qué dulce y frágil sonido me humedece por dentro.
No alcanzo ni a llenar a tope mis pulmones y ya ha pasado la primera estrella
fugaz. No sería mala idea que viniera una estrella y me guiara, no me Estoy sudando.
importaría a dónde. Me levanto, camino.
Un dios fugaz, un dios que apareció, brilló, y se fue.
¿Qué hago aquí?, ¿en qué momento comencé a sentirme así; desolado, frágil,
¿Cuál será el sonido las estrellas?, ¿a qué olerán?, porque desde aquí el perdido?
universo pareciera estar siempre callado, inmóvil, como detrás de una gran Deambulo en un laberinto, ahora lo veo. Deambulo, y los muros a mi lado no
vitrina. Ahora que lo pienso, no se necesita mucho para inventar cosas, sólo son más que antiguas partes de mí. No, ahora lo entiendo; yo soy el laberinto,
un par de noches a la intemperie. Somos hijos de miles de noches a la y el que camina es un extraño, un forastero, un intruso. Pero me veo a mí y no
intemperie. veo más que a un ser obtuso, de paredes, encrucijadas y vértices. Veo al
forastero, y lo envidio; con qué ligereza surca mis rincones más hostiles y
¿Y si lo hallara?, ¿qué si estuviera allí, sentado comiendo, vallas bajo la sombra estrechos, con qué jovialidad disfruta de mis dilemas y preguntas. Veo al
de un árbol?; ¿sería lo mismo?, ¿aún sería mi Dios? forastero, y veo a un roedor solitario, a un hombre de las profundidades, a una
hormiga incansable. Veo al forastero y no puedo dejar de observarlo. En el
No puedo engañarme. O puedo, pero ya no quiero hacerlo. Sí, de algún modo fondo, le estoy agradecido; porque mientras todos disfrutaban de mis calles y
yo soy el que te está asesinando, de alguna forma, el que está ejerciendo el de mis luces –incluyéndome–, él, prefirió mi putrefacción. Mientras todos
abandono soy yo. Voy a tu encuentro, pero no voy de la misma manera en que comenzaban con mis risas y superficies, él –desde que logré reconocerlo como
antes lo hacía. Quizá, en el fondo, no voy hacia ti, sino, en el mejor de los tal–, optó por mis abismos. No puedo ignorarlo, él se aproxima, oigo sus
casos, voy hacia mí mismo, a hacer las pases con quien era mientras estaba violentas carcajadas acechándome desde hace un tiempo, lo oigo y sonrío,
contigo. después de mucho tiempo sonrío.
Freno de golpe; qué sentido tiene caminar tan ansiosamente.
Después de todo, aún quiero creer, aún lo anhelo, pero no puedo. Tú lo sabes,
te deseé más que a nada, pero la verdad es que nunca pude acceder a ti,
nunca pude olerte, ni sentir la textura de tu piel cuando me abrazabas, ni Escrito 5
No había visto el sol salir desde otro lugar que no fuera mi jardín. Pero entonces, ¿no es Dios un imposible?; si Dios no es ninguna de miss
Cuánta belleza hay aquí también, en este temprano desliz de colores y percepciones de él, ¿quién es entonces?, o mejor dicho, ¿cómo logro acceder a
sombras, de aire frío y escurridizo, y de tibios extractos de tiempo que se él, sin percibirlo, sin pensarlo; sin reducirlo?
suspenden sobre la superficie de todo . Es un desierto, lo sé; ¿pero no he
sentido más libertad aquí que en cualquier otro lugar? Si me redujesen a una máscara, o a lo que sea, y se relacionaran con esa
reducción de mí como si yo estuviese completamente presente ahí, ¿no estaría
Avanzo por sobre el filo de una seguidilla de dunas. yo triste?, ¿o contrariado al menos?, y no porque se estén perdiendo una
“… que si en algún momento de tu pequeña vida osarás siquiera a colocar un importante porción de mí –no creo que jamás, siendo seres arrojados en el
pensamiento por fuera de tu jardín”; aquel animal sabía lo que decía. Mi vida tiempo, podamos acceder al ser completo de otra persona–, sino por la mera
es, digámoslo; pequeña, cobarde, falsa. Seguramente, si hurgo en mi barbilla, creencia de que ya me tienen, de que estoy ahí, con ellos. Quizá esos son los
también consiga quitarme unas cuantas máscaras de encima. verdaderos ídolos, los que edificamos a punta de recuerdos y suposiciones.

Es la imagen de aquella larva en mi antebrazo, lo que no puedo quitarme de la Ambos desnudos y sentados bajo la fresca sombra de nuestros árboles, ambos
cabeza. Es extraño; no consigo imaginarme una vida sin Dios, pero aún así he felices paseando y platicando todos los días sobre el mismo césped, sobre los
logrado vivir estos días. Y es que a pesar de su aparente muerte, su presencia, mismos senderos, sobre las misma palabras, ; ¿no era todo eso justamente
aún se siente aquí, en este desierto. Casi podría pensar de que todas estas demasiado reducido, demasiado monótono para un ser infinito? Razones no
anomalías y eventos han sido parte de su juego. te hubiesen faltado para guiarme a destruir a ese dios espejo con el que
platicaba.
No es del todo descabellado mi planteamiento; yo mismo insistí: “¡Dios; lo
infinito, lo inabarcable! ¿No debería mi vida teñirse de aquello?” ¿No será este Pero sí, entonces acceder a Dios es completamente imposible; y es que a Dios
desierto y este vagar respuestas a mi oración? ¿No será esa quijada empapada lo pienso, pero cuando lo pienso, ya no es a Dios a quien estoy pensando, sino
en sangre, y esa sombra parlanchina, boca y voz de Dios? ¡Pero Dios ha a mi interpretación de él. ¿Cómo entonces escapo de esta continua
muerto, ha sido descuartizado! ¿Tengo esa seguridad?, ¿era realmente Dios? fabricación de máscaras?, ¿qué cuerdas azoto para terminar con este gran
desfile de dioses falsos? ¿Y si a Dios se le siente y ya? ¿Y si Dios es como la
Aquí tengo su máscara, su rostro. Visto a la luz de esta mañana no parece un belleza: inexplicable? Son posibilidades, pero posibilidades demasiado ligeras e
semblante tan divino, ni siquiera tan bondadoso. Más bien diría que es un inconsistentes.
rostro agraciado, delicado, bonachón. ¿No habré fabricado yo mismo esta
máscara?, y que, habiendo insistido tanto en colocársela, Dios, en su ¿Pudiese ser que es gracias a esta misma condición de imposibilidad que nos
incapacidad para reducirse a meras percepciones humanas, ¿haya tenido que vemos obligados a movernos, a salirnos de nuestro lugares, para ir en busca de
dar un paso al costado, para ver como yo me divertía con mi dios de juguete? esa nueva manifestación de Dios, que no podíamos ver desde donde
estábamos, ni siendo quienes éramos? ¿Dios, en ese sentido, es en sí nuestro
impulso, el corazón de nuestra condición de errantes? ¿No será ésta la razón
por la cual este desierto está adquiriendo esta sensación tan agridulce y
sobrecogedora?; ¿no está Dios aquí también; en lo inútil de este vagar, en
estas palabras que se dispersan en el silencio, y en esta abrumadora soledad?

Más y más preguntas sin respuesta. Lo único que sé es que Él ya no está aquí,
en esta máscara.
 

Escrito 6
 

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