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2. Novela experimentalista.
La renovación narrativa, desemboca en la novela
experimentalista. A esta tendencia, contribuyen los novelistas
hispanoamericanos del momento: J. Cortázar, C. Fuentes, Vargas
Llosa, etc.
Hacia 1967, hay que destruir la acción, la trama y el argumento.
El resultado es un nuevo manierismo formalista, opaco por la
acumulación de técnicas narrativas y lingüísticas, que lleva a la
redacción de texto incomprensibles y al consiguiente
alejamiento de los lectores.
1. M. Espinosa. Es el novelista más original del
experimentalismo. Su novela Escuela de mandarines,
conjuga la actitud crítica y la intención experimental. Por un
lado, parodia y satiriza los modos de vida y las instituciones
políticas, religiosas y educativas del franquismo; por otro
recurre a distintas formas estructurales del discurso
narrativo que en ocasiones se acercan al ensayo.
La novela última.
Desde 1975 hasta hoy, el aspecto más importante de la novela
es el aumento de lectores, causado por diferentes motivos como: la
simplificación de las estructuras narrativas, que eliminan la
complejidad textual anterior; la recuperación del argumento, la trama
y los personajes, y de contar una historia cerrada y continua; la
utilización de las personas narrativas tradicionales; presencia de
diálogos; y el abandono de las intenciones ideológicas o políticas.
Los novelistas se proponen contar historias, bien a través de la
fantasía o la imaginación, bien a través de un realismo diferente al de
sus antecesores por la presencia de elementos oníricos, subjetivos,
imaginarios o fantásticos que también forman parte de la realidad.
• Neorrealistas. Últimas obras de Delibes, Martín Gaite, etc.
• Neorrealismo psicológico. Álvaro Pombo, J. M. Guelbenzu, La
mirada, J. Marías, Todas las almas;
• Neorrealismo social. Lourdes Ortiz, Antes de la batalla; M.
Longares, Soldaditos de Pavía.
• Neorrealismo fantástico, mítico y esperpéntico. J. M. Merino,
Luis Landero.
El ensayo.
En la década de 1940, el género se adapta a la nueva
situación política y aparece un tipo de ensayo que persigue la
legitimación del régimen surgido tras la guerra civil. Por el contrario,
los intelectuales del bando vencido que no se exilian, han de
resignarse ante el nuevo régimen y orientan su actividad hacia temas
que, políticamente, no supongan un daño directo al orden
establecido. En la década de 1950, un incipiente ensayo de opinión
se concentra en el ámbito universitario y personajes como D.
Ridruejo, P. Laín Entralgo, muestran con cautela, su inquietud por
conectar con los problemas que traspasan los estrechos límites de la
España oficial.
En las décadas de 1960 y 1970, el cuerpo social siente la necesidad
de asimilar un bagaje ideológico con que hacer frente a los cambios
sociales y políticos que se avecinan. Esta actitud colectiva explica el
incremento de los ensayos en esta época. Numerosas editoriales y
revistas, contribuyen a la difusión del pensamiento extranjero
mediante traducciones o textos divulgativos y actúan como
impulsores de esos deseos de transformación proporcionando los
materiales teóricos precisos. Desde la década de 1980, el ensayo de
carácter político se sustituye por uno de carácter ético y estético,
mucho más distante de credos ideológicos concretos, y guiado por
una voluntad de acercamiento al lector.