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LA NOVELA DESDE 1939 HASTA

LOS AÑOS 70

Durante la inmediata posguerra la narrativa vive un periodo de desorientación. Unamuno y Valle-


Inclán han muerto; Max Aub, Ramón J. Sender o F. Ayala marchan al exilio y allí desarrollan su
obra. Azorín o Pío Baroja, que pronto regresan a España, siguen publicando pero apenas aportan
ya nada renovador. En las décadas de los cuarenta y cincuenta, el aislamiento internacional impide
la entrada de las nuevas formas narrativas europeas y hay que esperar hasta la década de los
sesenta para que, con la apertura al exterior, se inicie una renovación experimental de la novela
española.

1. La novela de posguerra

1.1 La novela en el exilio

La novela de finales de los años 30 (como la poesía) había tendido hacia la rehumanización y el
compromiso social, tras abandonar la deshumanización de los años 20. En esta línea se encuentra
la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel y Arturo Barea,
quienes al acabar la guerra marchan al exilio por su apoyo a la República. Su obra se realiza al
margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia sobre el tema
de la guerra.
Como obras representativas de esta etapa cabe señalar:
Ramón J. Sender: la trilogía Crónica del alba, iniciada en 1942, Réquiem por un campesino
español, 1953 ; Max Aub: El laberinto mágico, Arturo Barea: La forja de un rebelde,
Benjamín Jarnés Lo rojo y lo azul, Francisco Ayala: conocido sobre todo por sus narraciones
cortas. Quizá su obra más personal , y ya de vuelta en España tras el exilio, sea El jardín de las
delicias -1971- ; Rosa Chacel: autora de obras de contenido intelectual: La sinrazón o Barrio
Maravillas, basada en recuerdos personales.

1.2. La novela de los primeros años de posguerra

En 1939 el panorama cultural es desolador; muchos autores se han exiliado y la literatura se


encuentra determinada por la presión de la censura, que impide que se pueda expresar una
denuncia explícita.

En un primer momento y en España publica un grupo de autores, afines al régimen, conocidos


como nuevo romanticismo y que plantea una novela social comprometida con esta ideología
como Concha Espina ( Retaguardia) Rafael García Serrano ( Eugenio o la proclamación de la
primavera) Agustí de Foxá ( Madrid, de corte a checa) y W. Fernández Flórez (Una isla en el
mar Rojo) o Los cipreses creen en Dios de J.Mª Gironella.

En la década de 1940 sólo hay casos excepcionales y aislados, como Torrente Ballester, Camilo
José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes que comparten el tono sombrío y existencial, que
contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva en la novela de éxito de la inmediata posguerra.
→En general, estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde
una perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes
desorientados, tristes y frustrados

Estos autores encarnan dos tendencias narrativas: la novela existencial y el tremendismo.


a. La publicación en 1942 de la primera novela de Camilo José Cela, La familia de Pascual
Duarte, abre un nuevo camino en la renovación de la novela: el tremendismo, que refleja los
aspectos más desagradables y brutales de la realidad para efectuar una reflexión profunda sobre
la condición humana.
La novela narra un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen verosímiles por el tipo de
protagonista y por el ambiente. Como un nuevo pícaro, Pascual Duarte narra su biografía para
que entendamos cómo ha llegado a ser un condenado a muerte.

b. La novela existencial: refleja la amargura de la vida cotidiana desde un punto de vista


existencial, no social. Tratan temas como la lucha del individuo con su destino, la cercana Guerra
Civil, la vida gris y sombría del momento, la subsistencia, la frustración o la soledad. Los
personajes soportan a duras penas su intrincado mundo interior y su falta de esperanza. Desde
el punto de vista formal, son novelas realistas, principalmente en primera persona narrativa, que
intentan un camino de renovación. Sobresalen:

1945: Nada de Carmen Laforet (Premio Nadal), que inaugura esta corriente. La trama recoge
hechos cotidianos de su vida, inmersa en la incomunicación y el desencanto.
1947: también Premio Nadal, La sombra del ciprés es alargada, Miguel Delibes. Novela
impregnada de preocupaciones existencialistas, como la obsesión por la muerte y por la
infelicidad.

2. Década de los 50. El realismo social

En esta década, la novela se encamina hacia un realismo más objetivo, ideológico y


comprometido. Los autores de esta etapa pretenden que sus novelas tengan un carácter útil al
servicio del hombre y de la mejora de sus condiciones de vida La novela social se desarrolla en
España al tiempo que la poesía social.
Para muchos, La colmena, de Cela, publicada en 1951, es un precedente de la novela social. En
ella, con más o menos realismo, aparece reflejada la sociedad del momento (la de la inmediata
posguerra). Pero es hacia mediados del decenio cuando se dan a conocer toda una serie de
escritores que, con una intención crítica, van a llevar a sus novelas como temas fundamentales
las injusticias y las desigualdades sociales (literatura comprometida).

En esta etapa se observan dos grandes tendencias:

• El neorrealismo o realismo testimonial El narrador presenta la realidad de manera


objetiva, sin apenas intervención, como en Los bravos de Jesús Fernández Santos o en El
Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio. Se centra en los problemas del hombre como ser
individual (la soledad, la frustración...): Ana María Matute (Los Abel, Primera memoria ),
Ignacio Aldecoa, (El fulgor y la sangre), y Carmen Martín Gaite (Entre visillos, visión crítica
de la vida provinciana de la época)
• Novela social o realismo social o crítico: la denuncia social es explícita con
comentarios del narrador y los personajes que representan las distintas clases sociales, como
en La mina de Armando López Salinas o Las afueras de Luis Goytisolo. Se centra en los
problemas y conflictos sociales. Tiene una fuerte carga ideológica. Destacan también J.
Fernández Santos Los bravos , que muestra la miseria de la posguerra en un pequeño pueblo
controlado por un cacique), Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre) Rafael Sánchez Ferlosio
( Industrias y andanzas de Alfanhuí, considerada en el precedente en España del realismo
mágico) Jesús López Pacheco (Central eléctrica, 1958: relata la construcción de una presa
hidroeléctrica), Juan García Hortelano (Nuevas amistades, 1959: describe la vida abúlica de
la juventud universitaria);Ana Mª Matute ( Primera memoria , sobre la posguerra española)
José Manuel Caballero Bonald (Dos días de septiembre, sobre el trabajo en los viñedos
andaluces).

El estilo de la novela realista es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa, se


pretende llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más
importantes (aparecen con frecuencia los temas de las vicisitudes de la vida diaria, las
injusticias, las condiciones laborales de los trabajadores – a veces tienden al maniqueísmo:
obreros buenos frente a malvados burgueses), la emigración, la marginación , el chabolismo,
el caciquismo, el aislamiento, la mediocridad, el egoísmo,..

Entre las nuevas técnicas destacan:

a) Frente al narrador omnisciente, el autor disminuye su presencia y se limita a narrar los


hechos, con intención testimonial, como si de una cámara de cine se tratase (punto de vista
objetivista)
b) Omnipresencia de los diálogos debido a lo anterior ya que el narrador/ autor queda oculto
tras los hechos y las palabras de los personajes.
c) En el lenguaje, abundan los diálogos de los personajes, del estilo directo y se reproduce
el habla popular o coloquial, con sus modismos.
d) El protagonista colectivo cobra gran importancia. En él destaca alguno para representar
al grupo, pero no por sus particularidades psicológicas.
e) Las historias están ambientadas en la época contemporánea al autor.
f) La narración suele ser lineal, pero en un tiempo reducido.
g) Estructura fragmentaria, formada por secuencias narrativas como en el cine.

3. La renovación narrativa y experimentalista

Los años sesenta traen un importante cambio social en el mundo, al que contribuyen
movimientos sociales diversos: el pacifismo, el movimiento hippie, el feminismo o las protestas
estudiantiles. En España un desarrollo económico acompañado de una cierta liberalización
social. Se elaboraron los llamados Planes de Desarrollo, se fomentó el turismo, se aprobó la Ley
de Prensa de 1966, que suprimía la censura previa para los periódicos… Las protestas por
motivos políticos, laborales y académicos se hicieron cada vez más frecuentes aunque fueron
reprimidas.
Es también época en la que grandes autores europeos y americanos (James Joyce, Wiliam
Faulkner) renuevan por completo el panorama literario, y se dan a conocer los grandes novelistas
hispanoamericanos Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa, ambos Premios Nobel de
Literatura.

En España, literariamente, desde los últimos años de la década de los cincuenta se detecta un
cierto agotamiento de la tendencia anterior y una clara evolución hacia la experimentación y la
renovación. Autores como Luis o Juan Goytisolo constituyen la avanzadilla de las nuevas
tendencias.

a. Además, los escritores españoles se dejan influir por los autores europeos (Proust, Kafka,
Joyce), norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) o latinoamericanos (Vargas Llosa,
Cortázar, García Márquez), de manera que las novelas pasan a ser más complejas y
experimentales, quizás dirigidas a un lector con mejor preparación intelectual que en los
años cincuenta.

b. Las novedades no afectan sólo al argumento o la estructura, también a la ortografía, ya


que algunos autores suprimen los signos de puntuación, o los párrafos y es frecuente que
se mezclen los géneros.

c. Ya no se pretende sólo denunciar la situación social, sino que también se persigue la


belleza formal, es decir, que la novela constituya un producto bello en sí mismo.

d. La experimentación contribuye a esta finalidad con la introducción de otros elementos,


como el perspectivismo argumental o los continuos saltos hacia atrás o hacia delante en el
argumento.

Dos novelas son consideradas los modelos de las nuevas tendencias: Tiempo de silencio (1962)
cuyo tema central es el fracaso existencial del protagonista en un mundo difícil y mísero en el
que ve frustrados sus sueños, de Luis Martín Santos; y Señas de identidad (1966), de Juan
Goytisolo.
La tendencia más experimental tiene su máximo representante en Juan Benet Volverás a Región,
(1968); recrea la Guerra Civil como un espacio mítico, Región, en la que realidad y fantasía se
mezclan para revelar la decadencia del ser humano y la sociedad española.
[Se relata sin orden cronológico mediante una sintaxis complejísima, que abunda en incisos,
aclaraciones, digresiones, monólogos. Los personajes saltan de un lugar a otro sin que pueda
determinarse su vinculación con un lugar concreto ni sus relaciones con los demás personajes].

Otros narradores que participan en esta tendencia son Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa,
1966: sátira de la burguesía progresista catalana y los estudiantes comprometidos de esos años
que jugaban a ser revolucionarios y del marginado que intentaba desclasarse) el mismo Cela
(Oficio de tinieblas 5, formada por múltiples y variados párrafos sin puntuación alguna);
Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B. recrea un espacio mítico a lo largo de mil años)
Miguel Delibes (Cinco horas con Mario, largo monólogo de Carmen, utilizando la segunda
persona gramatical, ante el cadáver de su marido, Mario) o Carmen Martín Gaite ( Retahílas,
1974; El cuarto de atrás. 1978; aunque esta última obra pertenece a los inicios del tema
siguiente.).

Bibliografía:
Lengua castellana y literatura, 2 Bach, ed. Casals
Lengua castellana y Literatura, 2 Bach., ed. Oxford
Lengua castellana y literatura, 2 Bach, ed. Anaya

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