Está en la página 1de 2

TEMA 7: LA NOVELA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XX (DE 1939 HASTA 1975)

Desde el inicio de la Guerra Civil (1936) hasta la muerte de Franco (1975) se aprecian diferentes tendencias en
la narrativa española. Las tres principales son las siguientes: la novela existencial de los años cuarenta, la
novela social de los cincuenta y la novela experimental, que se desarrolla aproximadamente desde 1960 hasta
1975.

Durante la Guerra Civil (1936-1939) se produjo una novelística caracterizada, en general, por el maniqueísmo,
la actitud combativa y el ataque al bando contrario. Según la crítica, una de las novelas más interesantes de
ese periodo fue Madrid de Corte a checa (1938), del aristócrata falangista Agustín de Foxá. Una visión opuesta
sobre la guerra la ofrecen varios de los novelistas exiliados: Arturo Barea (La forja de un rebelde), Ramón J.
Sender (Réquiem por un campesino español), Max Aub, Rosa Chacel o Francisco Ayala, autor de novelas y
cuentos que suelen abordar el tema del poder y la violencia. La marcha forzosa de estos narradores,así como
la de otros escritores, intelectuales, artistas y científicos, empobreció la vida cultural de la posguerra española.

Tras el fin de la guerra, el arranque de la novela valiosa se inicia con la publicación de La familia de Pascual
Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet. Ambas pertenecen a la tendencia más
importante de la década de 1940: la novela realista existencial, que se caracteriza por una visión pesimista y
desoladora de la realidad. Los temas tratados suelen ser la incertidumbre, la soledad, la incomunicación, la
frustración y el sufrimiento de los personajes. La novela de Cela, duro relato de la vida desgraciada de un
campesino extremeño, inaugura el denominado tremendismo, corriente narrativa que plasma con un tono
agrio y descarnado los aspectos más crudos y miserables de la realidad (brutalidad, crímenes, horror). La
novela existencialista Nada relata el desengaño e insatisfacción de una joven que se ha trasladado a Barcelona
a vivir con unos familiares. Esta novela y otras como La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes, y Los
Abel, de Ana María Matute, retratan el ambiente opresivo y sórdido de la sociedad española de la posguerra:
hambre, atmósfera asfixiante, odio, tristeza, miseria, suciedad.

En la década de 1950 se desarrolla una nueva tendencia: la novela social. Se caracteriza por un realismo
crítico y la presencia de frases cortas, un léxico sencillo y el predominio del diálogo sobre la narración. Los
escritores denuncian a través de la novela la pobreza, las injusticias y las desigualdades sociales. Suelen
reflejar, por ejemplo, la dureza del mundo rural, la explotación de la clase obrera o la hipocresía, el
conformismo y el egoísmo de la burguesía. El tema principal es la propia sociedad española, así como la
división provocada por la guerra, el abismo profundo abierto entre pobres y ricos, entre campo y ciudad, entre
vencedores y vencidos. El protagonista ahora es la colectividad o individuos representativos de la sociedad:
burgueses, obreros, campesinos, habitantes de los suburbios... La colmena (1951), de Cela, es la precursora de
la novela social. A través de secuencias narrativas y costumbristas, su autor plasma la vida gris y mediocre de
múltiples personajes de la sociedad madrileña de posguerra, hundida en la miseria material y moral. Otros
títulos significativos de la llamada generación del medio siglo son los siguientes: La noria, de Luis Romero, obra
que describe un día en la vida de Barcelona a través de más de treinta personajes, con especial preocupación
por los más desfavorecidos; Los bravos, de Fernández Santos, narración en la que el autor refleja la dura vida
del campo y denuncia la ruina, el atraso, la pobreza y la despoblación de un pueblo leonés; La mina, de
Armando López Salinas, novela que denuncia las condiciones inhumanas en las que trabajan los mineros y los
problemas de la emigración campesina hacia la ciudad; Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, obra que refleja
la rutina, el conservadurismo y la hipocresía de la burguesía de una ciudad de provincias, así como las
angustias, el aburrimiento y la falta de imaginación de una juventud sin ilusión; y Primera memoria, de Ana
María Matute, novela que refleja los lamentables efectos de la guerra en los niños y adolescentes. Otros
narradores interesantes de esta época son Ignacio Aldecoa, García Hortelano, Juan Goytisolo, Caballero
Bonald, y Miguel Delibes. Este último es considerado, junto a Cela, uno de los grandes narradores de la
segunda mitad del siglo XX. Suele abordar en sus novelas el mundo rural castellano, la clase media tradicional,
la pérdida de la inocencia infantil y la denuncia de todas las formas de degradación del hombre (abuso de
poder, injusticia social y destrucción del medio natural). En esta época escribe, entre otras, El camino, La hoja
roja y Mi idolatrado hijo Sisí. Hay que resaltar también la novela El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio,
obra que muestra la vida anodina de un grupo de jóvenes que pasan juntos un domingo de verano. La
importancia de la novela radica en que inicia el llamado objetivismo realista o neorrealismo, cuya característica
principal es la presentación de la realidad por parte del narrador sin emitir juicios de valor y sin reflejar
directamente la psicología interna de los personajes.

Desde 1960 y hasta 1975 aproximadamente, aunque no se abandona completamente la crítica y la


preocupación social, prima la experimentación. En la novela experimental, que es la corriente principal de
este periodo, el argumento pierde importancia, surgen nuevas formas de puntuación y tipografía, el lenguaje
es más retórico y se emplean nuevas técnicas más complejas (frente a la sencillez de la novela social) como el
contrapunto (acciones paralelas), el perspectivismo (puntos de vista distintos sobre la realidad) y el monólogo
interior (transcripción del pensamiento del personaje tal como fluye). Aparecen, asimismo, digresiones del
autor, desorden temporal y cambios constantes de narrador y registros lingüísticos (culto, popular, incluso
científico). El personaje, que vuelve a ser individual, suele estar en conflicto consigo mismo buscando su
identidad o en lucha con el medio social que trata de destruirlo. La obra que inaugura este nuevo ciclo de la
novela española es Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos. Esta narración no deja de ser una crítica a
la sociedad burguesa, pero el autor se aleja del realismo social y objetivista anterior. Introduce innovaciones
técnicas (por influencia de Kafka, Thomas Mann, Joyce, Faulkner) como las tres mencionadas arriba y emplea
un lenguaje original a veces casi barroco, con abundante uso de la metáfora y la ironía, que le sirven para
burlar la censura de la época y mostrar una realidad mezquina, sórdida, insatisfactoria, que conduce al
protagonista al fracaso de su proyecto vital y la abulia. Otras novelas representativas de esta tendencia son,
entre otras, Volverás a Región, de Juan Benet, Si te dicen que caí, de Juan Marsé, y Señas de identidad, de Juan
Goytisolo.

Las tres grandes figuras de la narrativa de la segunda mitad del siglo XX también escriben novela
experimental. Camilo José Cela publica San Camilo, 1936, narración vanguardista ambientada poco antes de
que estalle la Guerra Civil, Oficio de tinieblas (1973), obra en la que mezcla realidad y ficción, prosa y poesía,
tercera y segunda persona. En esta época Miguel Delibes publica también dos de sus mejores obras: Las ratas y
Cinco horas con Mario. En la primera evoca el ambiente rural de un pueblo castellano desaparecido a través de
una sucesión de anécdotas autobiográficas; en la segunda una mujer que vela durante toda una noche el
cadáver de su esposo realiza un monólogo en el que recuerda escenas de su vida matrimonial. Otro autor
destacable es Gonzalo Torrente Ballester. Deja atrás el realismo, que predomina en su famosa trilogía Los
gozos y las sombras, y marca un hito fundamental de la novela contemporánea española los años setenta con
la publicación de La saga-fuga de J.B., novela experimental construida con desbordante imaginación. En ella lo
real convive con lo mítico, lo mágico y lo irracional.

También podría gustarte