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Tema 8. La novela española en las tres décadas posteriores a la guerra civil.

Cela,
Delibes, Carmen Laforet y Martín Santos
1. La novela española de los años 40: el realismo existencialista
En los años 40, la narrativa _y la literatura, en general_ están condicionadas por las consecuencias de
la Guerra Civil y la instauración de la dictadura. A las duras condiciones materiales de la posguerra hay
que sumar el empobrecimiento de la vida cultural por diversos motivos:

- el exilio de muchos novelistas (Ramón Pérez de Ayala, Benjamín Jarnés, Max Aub, Francisco
Ayala, Andrés Barea, Rosa Chacel, Rafael Dieste, Blanco Amor, Ramón J.Sender, Manuel Andújar),

- el aislamiento cultural: las obras de los grandes renovadores de la novela contemporánea


(Proust, Joyce, Kafka, Faulkner) no pudieron circular por el país, y

- el rigor y la arbitrariedad de la censura que amordazó a muchos y creó conciencia de autocensura


en todos.

En la novela de los años 40 predomina la orientación realista y se abandonan todos los caminos de la
experimentación iniciados por novelistas de generaciones anteriores (Unamuno, Baroja, Miró, Pérez de
Ayala…).

Algunos autores intentan una restauración del realismo tradicional de raíz decimonónica1, no solo en
cuanto a técnica narrativa sino también en cuanto a temas y motivos. El principal representante será
Ignacio Agustí. En la serie “La ceniza fue árbol” pretende novelar la evolución histórico-social de la
ciudad de Barcelona en la primera mitad del siglo XX a través de una familia de la burguesía industrial
textil. (Mariona Rebull es la novela más lograda de esta serie).

Encontramos también obras que exaltan los valores ideológicos de los vencedores2, así como novelas
de temática evasiva3 ajenas a cualquier perspectiva crítica.

Tres obras publicadas en esta década se alejan de estas tendencias y marcan el camino de una nueva
narrativa que fijará su atención en la realidad inmediata: La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo
José Cela, Nada (1945), de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada (1947), de Miguel Delibes

El reflejo amargo de la vida cotidiana desde un enfoque existencial será la nota característica de todas
ella. Plantean temas como la frustración, la soledad o la muerte. Sus protagonistas son seres
desarraigados, desorientados o marginales, que reflejan, desde una perspectiva pesimista y existencial,
la miseria moral y material de la posguerra española.

En La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, el protagonista, un joven extremeño


condenado a muerte, trata de explicar sus crímenes como consecuencia de las circunstancias de su
existencia: un origen social marcado por la miseria, la incultura y la violencia. Arranca de la tradición de
la novela picaresca e inicia la tendencia denominada “tremendismo”, por su ambientación sórdida, la
violencia que acumulaba la historia y su lenguaje desgarrado.

La protagonista de Nada es una joven estudiante que llega a Barcelona para estudiar en la
universidad. Andrea, entusiasta a su llegada a la ciudad, encuentra allí, además de soledad, vileza y

1
Narraciones lineales con narradores, mayoritariamente, omniscientes.
2
Javier Mariño, de Torrente Ballester, La fiel infantería, de Rafael García Serrano.
3
Ejemplo de esta tendencia sería la novela poética de Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado, en la que se
funden lirismo y humor.
corrupción. Desencantada por el ambiente familiar sórdido y mezquino y el mundo falso de los
universitarios y, fracasadas todas sus esperanzas, se marcha a Madrid.

Igual que Pascual Duarte, Nada está narrada en forma autobiográfica por su protagonista. Su
presentación desnuda de la realidad y la sencillez hacen que deba ser considerada un claro precedente
del neorrealismo de los años 50.4

La sombra del ciprés es alargada inicia en 1947 la obra de Miguel Delibes, dentro de un realismo
tradicional de tono existencial. Narra la vida de un joven que, dominado por el pesimismo y obsesionado
con la muerte, decide evitar el contacto humano a fin de no tener que lamentar la pérdida de las
personas que ama.

2. La novela social de los años 50


2.1. Los precursores: La Colmena, de Cela

En los primeros años de la década, La colmena (1951) de Camilo José Cela fue la obra
precursora de la corriente dominante en los años 50, la novela social, cuyos temas dominantes eran
la denuncia de la pobreza, la injusticia y la falta de libertad. Los escritores de los cincuenta se
plantearon un compromiso ético ante la realidad y pretendieron ofrecer un testimonio crítico
explícito a través de sus obras. Al tiempo incorporaron a la narrativa española varias tendencias
narrativas extranjeras: el objetivismo o conductismo y el neorrealismo.

La colmena (1951) es una novela muy innovadora técnicamente. En ella están presentes los
que van a ser los mejores logros técnicos de la narrativa social: el protagonista colectivo, la reducción
temporal, el montaje de las secuencias al modo cinematográfico, el reflejo a través del lenguaje de las
diferencias de clase y el objetivismo narrativo5.

Esta obra frece una visión sórdida y descarnada de la España de los años cuarenta, donde
predomina la miseria material y moral, la falta de libertad y la desesperanza. La acción se desarrolla a
lo largo de poco más de tres días, con más de doscientos personajes que deambulan por calles, casas
y cafés, ofreciendo una imagen caleidoscópica6 de la vida cotidiana del Madrid de la posguerra.

El texto se fragmenta en secuencias interdependientes y se suprime la relativa autonomía de


los capítulos de la novela tradicional. La compleja construcción de la novela es el adecuado cauce

4
Ocho años más tarde, publicará su segunda novela, La isla y los demonios. La obra, otro ejemplo de bildungsroman,
describe la integración de la adolescente Marta Camino en la vida adulta. La isla es Gran Canaria, donde transcurre la
obra, y los demonios son los conflictos que vive la protagonista derivados de su problemático entorno familiar.
Su tercera novela, La mujer nueva (1955), relata la historia de Paulina, una mujer que experimenta un gran cambio en
su vida al convertirse al catolicismo.
En 1963 publica La insolación, la primera de una trilogía incompleta, “Tres pasos fuera del tiempo”, cuyo segundo
volumen Al volver la esquina sería publicada póstumamente en 2004 (la autora no la consideraba terminada a su entera
satisfacción). En esta trilogía Laforet se propuso captar el ambiente español de los primeros 30 años del régimen
franquista. La insolación tiene lugar a principios de los años 40, Al volver la esquina en 1950 y Jaque mate iba a situarse
en los años 60. La trilogía narra la vida de tres personajes _Martín Soto y los hermanos Anita y Carlos Corsi_.
Una colección de novelas cortas, cuentos y artículos periodísticos completan su producción.
5
Habría que matizar esta última característica, pues La colmena constituye, en realidad, una hábil combinación de
objetivismo en los diálogos y omnisciencia en las intervenciones del narrador.
6
“Múltiple y cambiante”
formal para expresar la soledad y vacío existencial de aquellos seres atrapados en una simbólica
colmena urbana.

La colmena constituyó una aportación fundamental a la renovación de la novela en los años


cincuenta, pero no fue la única. La noria (1952) de Luis Romero expone una visión panorámica de la
ciudad de Barcelona, ejemplificada en una larga treintena de personajes representativos de la
colectividad. La rutina y la angustia del vivir cotidiano, la soledad y la incomunicación son temas
fundamentales de la realidad vivida en la posguerra barcelonesa, expresada simbólicamente en la
imagen de la noria. Pero si en La colmena los personajes no están enlazados entre sí, en La noria el
autor procura unirlos aunque sea por breves instantes.

Miguel Delibes aborda también con El camino (1950), la representación crítica de la realidad,
aunque con técnicas narrativas más tradicionales. Ambientada en el medio rural, Delibes trata un
tema frecuente en la literatura y en la vida de la España de la posguerra: la emigración del campo a la
ciudad.

En 1959, La hoja roja, describirá la soledad e incomunicación de un jubilado y critica la


sociedad que conduce a ese aislamiento.

2.2. La Generación del 50

La nómina de novelistas de esta generación es bastante amplia: Ignacio Aldecoa, López


Salinas, Carmen Martín Gaite, J.M. Caballero Bonald, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute,
Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano, Alfonso Grosso, Juan Goytisolo, Juan Marsé….
Realizan una narrativa realista, de propósito crítico. Entienden que la novela tiene un carácter
utilitario y ha de ponerse al servicio de la mejora de las condiciones espirituales o materiales del ser
humano. Ese propósito común oscilará entre un simple compromiso moral y una función política
explícita, lo cual da lugar a dos movimientos relacionados, pero diferenciados:

a) Neorrealismo: se distinguen por su mayor cuidado en la elaboración formal de sus obras. El


testimonio de estos escritores es solidario con el sufrimiento humano y se realiza desde
concepciones más humanitarias que políticas. Coinciden en un enfoque crítico de la realidad y
una técnica objetivista. Dentro de este grupo, destacan:

. Ana Mª Matute: su narrativa gira en torno a unos cuantos núcleos: el mundo de los niños, el
cainismo, la incomunicación humana, el paraíso imposible…

Los Abel, Fiesta al noroeste, Pequeño teatro, Los hijos muertos son algunas de sus obras

. Ignacio Aldecoa: su producción novelística se reduce a cuatro únicos títulos, pero estos
formaban parte de un amplio y ambicioso proyecto que consistía en la realización de tres trilogías
en las que iba a tratar el trabajo del mar, el trabajo en las minas y el mundo de los guardias
civiles, gitanos y toreros; su idea consistía en hacer la “épica de los pequeños oficios”. De estas
trilogías, solo llegó a escribir, de la primera, Gran sol, y de la tercera, El fulgor y la sangre y Con el
viento solano, que se refieren, respectivamente, a la pesca de altura, a la existencia cotidiana de
una pequeña guarnición de la guardia civil y a la vida de los gitano.

. Jesús Fernández Santos : su primera novela, Los bravos, se sitúa en un pueblecito de la frontera
astur-leonesa en la que cualquier transformación resulta imposible. Indaga en la sociedad rural
española a través de la monótona vida diaria de unos campesinos de un pueblo leonés dominado
por el caciquismo y entregado al duro trabajo, sin más horizonte que la soledad impuesta por su
aislamiento geográfico.

. Sánchez Ferlosio con El Jarama (1956) consagra la técnica objetivista o conductista7


(“behaviorismo”). Un narrador-cámara se limita a reproducir la conducta (behaviour, en inglés)
de los personajes, de forma que sea un lector activo quien complete la información que se le
ofrece.

El objetivismo no es absoluto pues hay una alternancia de diálogo y descripción. El diálogo es


el que tiene la misión de alcanzar una visión objetiva, neutra de la realidad. Las descripciones
corren a cargo de un narrador omnisciente, incluyen una actitud subjetivista y en ellas
encontramos un talante lírico y una prosa cargada de comparaciones, metáforas,
personificaciones…

La acción es escasa y el hilo argumental es muy sencillo. Once jóvenes madrileños van de
excursión un día de domingo a las orillas del cercano río Jarama. El argumento, que parecía
destinado a subrayar la falta de historia de los personajes, presenta una ruptura cuando se ahoga
una de las chicas de la pandilla.

Los diálogos son abundantes e incorporan muchos rasgos del habla coloquial. A través de
unas conversaciones nada sustanciosas, vulgares incluso, descubrimos la existencia prosaica de
estos jóvenes de clase baja.

. Carmen Martín Gaite: Entre visillos, su primera novela, es un testimonio desencantado de la


limitada vida provinciana y de la falta de perspectivas vitales de los jóvenes.

b) Realismo social:

A medida que nos acercamos al final de la década, el neorrealismo deriva hacia el realismo
social en unas novelas en las que se intensificó la denuncia social en perjuicio de la calidad
artística. Se pretende, a través de la denuncia, conseguir la concienciación política del lector y se
descuidan los aspectos formales _de construcción o de lenguaje_.

Dos grandes núcleos temáticos polarizan las novelas sociales: el mundo del obrero y la vida
burguesa. En aquel, se presenta la injusticia en las retribuciones, la rudeza del trabajo, la angustia
de las ocupaciones temporeras, las condiciones infrahumanas de vida ... Por lo que se refiere a
los burgueses, se destaca su frivolidad, su holganza y su falta de conciencia social.

La visión de la problemática social cae, con frecuencia, en el maniqueísmo: los buenos


pertenecen a la clase obrera o campesina y los malos, a las clases burguesas.

El tratamiento del relato es objetivista. Se llega, incluso, al predominio absoluto del diálogo,
base de algunos relatos de carácter totalmente conductista. La estructura del relato, en términos
generales, es bastante sencilla. Las coordenadas espacio-temporales tienden a una fuerte
reducción: un escenario limitado en un tiempo breve (Dos días de septiembre de J.M.Caballero
Bonald). Y el protagonista es colectivo.

7
Otros autores de esta generación que usaron esta técnica en sus novelas fueron Juan García Hortelano (Nuevas
amistades, Tormenta de verano) o Jesús Fernández Santos (Los bravos).
Las primeras novelas sociales de la posguerra se publican a partir del año 58: Central eléctrica
de Jesús López Pacheco, sobre la explotación de unos campesinos en la construcción de un
embalse; La mina de Armando López Salinas; La zanja de Alfonso Grosso denuncia las extremas
diferencias sociales en un pueblo andaluz, y Dos días de septiembre de Caballero Bonald, sobre
la explotación en un pueblo vinícola de Andalucía, reconstruye durante 48 horas la vida de los
braceros andaluces.

3. La narrativa renovadora y experimentalista (1962-1975)

A principios de la década de los sesenta se produce el agotamiento del Realismo Social y se generaliza
la renovación de las técnicas narrativas, impulsada por la difusión de los grandes novelistas que
transformaron el género en el siglo XX (Marcel Proust, James Joyce, Kafka, o William Faulkner) y de los
autores del boom de la narrativa hispanoamericana: Julio Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa.

Características de la novela renovadora y experimentalista:

Se transforman (o destruyen) los elementos del relato tradicional y se produce un enriquecimiento de


los recursos técnicos. Si la novela social había descuidado la elaboración artística del texto a favor del
contenido, ahora la novela experimental llega a caer en el exceso contrario.

1. Perspectivismo: Los relatos presentan distintos puntos de vista sobre una misma realidad (Tiempo de
silencio, de Martín Santos). El narrador predominante deja de ser el omnisciente, y utiliza distintas
personas gramaticales o monólogos interiores caóticos.

2. El argumento tradicional se sustituye frecuentemente por una narración fragmentaria, de forma que
el lector debe reconstruir aquello que el narrador no explicita. Son frecuentes los finales abiertos, sin
desenlace explícito.

3. Condensación y desorden cronológico. La narración no sigue un orden temporal lineal, sino que se
utilizan retrospecciones o anticipaciones, simultaneidad o elipsis temporales. Frecuentemente, el
tiempo narrativo queda reducido a unas horas.

4. Los personajes se presentan poco definidos, lejos de la precisión descriptiva de la novela tradicional.

5. Estructuración: Desaparece el capítulo como unidad de estructuración externa frente a la


contraposición de secuencias. Se generaliza la técnica del contrapunto: varias historias que se van
entrelazando, a modo de rompecabezas.

6. Ruptura del párrafo como unidad textual, dando lugar a largos discursos sin puntos y aparte o a
brevísimas secuencias de una sola frase (Tiempo de silencio). Ruptura también de la sintaxis
convencional, con un uso libre de los signos de puntuación (Reivindicación del conde don Julián, de
Juan Goytisolo).

7. Técnica del collage: incorporación a la novela elementos extraños a la narración: informes, anuncios,
textos periodísticos instancias, informes policiales, guías turísticas... y empleo de artificios
tipográficos como dibujos, fotografías, distintos tipos de letras, etc.
La obra que marcó el cambio de rumbo de la novela española hacia la búsqueda de experimentos
narrativos fue Tiempo de silencio (1962). Con ella, Luis Martín Santos demostraba que se podía
combinar contenido crítico y técnicas narrativas experimentales.

La anécdota es sencilla y se ambienta el Madrid de 1949 y cuenta como un médico, dedicado a la


investigación científica, se ve involucrado en un aborto clandestino que acaba en muerte, en un poblado
de chabolas. El suceso truncará su vida profesional y personal.

Su novedad no reside en el argumento que sigue la organización clásica de planteamiento, nudo y


desenlace sino en el tratamiento innovador que el autor da a esa historia, pues su estilo lo aleja
totalmente del realismo anterior. La modernidad de la obra estaría en la interpretación mítica de la
realidad, la utilización de nuevas técnicas narrativas o el barroquismo lingüístico.

En su interpretación de la realidad Martín Santos recurre con frecuencia a motivos míticos clásicos. El
periplo de Pedro, el protagonista, es una especial Odisea madrileña que conserva algunos motivos
homéricos igual que el recorrido del protagonista del Ulises de J.Joyce por la ciudad de Dubín, novela
con la que guarda semejanza.

Entre las técnicas narrativas innovadoras habría que señalar: la narración fragmentada de la trama, la
ruptura de la cronología lineal, perspectivismo y contrapunto narrativo (narración simultánea de
acciones paralelas) empleo del monólogo interior y de la segunda persona narrativa, estructuración en
secuencias, frente a la división tradicional en capítulos, la original presentación de algunos diálogos… Se
recupera el narrador subjetivo y omnisciente frente al objetivismo propugnado por el realismo social.

La experimentación lingüística es uno de los aspectos más innovadores de esta novela y se aprecia en
todos los niveles del lenguaje: atrevidas metáforas, alargamientos desmesurados de las oraciones,
creación de términos, numerosos cultismos, extranjerismos…

En cuanto al contenido, Tiempo de silencio ofrece varias lecturas. Por una parte, presenta una visión
crítica de la realidad española de la posguerra: un país subdesarrollado, dominado por la injusticia social,
con una lamentable situación cultural, de la ciencia y de la investigación. Pero la obra tiene también un
alcance existencial pues evidencia una concepción desoladora de la condición humana.

A este proceso de renovación experimental se unen novelistas jóvenes, pero también autores de
generaciones anteriores:

. Camilo José Cela, se incorpora a la tendencia experimentalista con dos obras San Camilo 1936, (1969) y
Oficio de tinieblas 5 (1973), en las que utiliza las técnicas narrativas más innovadoras: monólogos
interiores, estructuración en secuencias, ausencia de trama definida, destrucción de la sintaxis
convencional, desorden espacio-temporal. En el primer caso se trata de un monólogo interior,
construido en segunda persona autorreflexiva, que expone un conflicto individual y colectivo a la vez:
la situación del pueblo madrileño en los momentos anteriores al estallido de la Guerra Civil. Y en Oficio
de tinieblas 5 Cela construye una novela poemática estructurada en mónadas a modo de versículos de
diferente extensión, en la cual el pesimismo destruye toda esperanza humana en su visión amarga de
la vida a través de un narrador que monologa consigo mismo y cuya angustiosa crisis es representativa
del estado del mundo actual.

. Miguel Delibes se incorpora a la tendencia con Cinco horas con Mario (1966): A través de un largo
soliloquio, la obra narra los recuerdos y reflexiones de una viuda ante el féretro de su marido durante
las cinco horas en las que vela a solas su cadáver.
Parábola del náufrago (1969) es su obra más experimental, en la que altera el orden lingüístico
tradicional, jugando con los signos de puntuación y la tipografía. Pesadilla kafkiana en la cual se
simboliza la degradación del hombre en la extraña metamorfosis de sus protagonistas.

Autores de la Generación del 50 que componen novelas experimentales:

. Juan Goytisolo: Señas de identidad presenta la revisión que hace de su vida Álvaro Mendiola,
fotógrafo español exiliado en París, que regresa a la casa de su familia en Barcelona para recuperarse
de un ataque al corazón. La búsqueda de sus “señas de identidad” está íntimamente ligada a la
indagación sobre el pasado de España.

. Juan Benet, creador de un vasto ciclo novelesco localizado en el espacio mítico de Región. Desde
Volverás a Región (1967) y Una meditación (1970) hasta Saúl ante Samuel (1980), la narrativa de
Benet, considerada por algunos paradigma de la modernidad, es un intento de comprender la ruina y
la soledad de unos lugares y unas gentes perfilados como una alegoría de la España contemporánea y
de su historia.

. Juan Marsé publica en 1966 Últimas tardes con Teresa, un retrato crítico de los jóvenes burgueses
con aspiraciones revolucionarias; Si te dicen que caí (1973), amarga visión de la posguerra
barcelonesa, en los barrios pobres de la ciudad.

4. La novela española a partir de 1975


En las últimas décadas del siglo XX la novela española se aleja del experimentalismo puro y del
mero juego literario y cultural. Se recupera la importancia de la trama argumental y el predominio de la
estética realista que, más que cuestionar la realidad social, incidirá en las preocupaciones individuales de
los personajes: el intimismo y el neoexistencialismo serán frecuentes en muchos relatos posmodernos.
Dentro de la pluralidad de tendencias que caracteriza el período, se produce una recuperación de la
novela de género (policíacas, negras, novela histórica, fantástica...).

5. Literatura en el exilio
La prosa narrativa en el exilio alcanza unas extraordinarias dimensiones, ya que forman parte de ella
algunos de los más importantes novelistas de la posguerra. No es un fenómeno homogéneo y coherente.
Dentro de la radical individualidad de esta narrativa, hay en ella unas ciertas constantes temáticas: el
pasado de España y el presente de América (o de los nuevos lugares de residencia).

Destacan, entre otros muchos, Ramón J. Sender, cuya obra posterior a la guerra se caracteriza por la
gran dispersión temática y formal. Podemos citar Réquiem por un campesino español (1960), que relata la
historia de un sacerdote, el cual, queriendo salvar a un joven del pueblo en los comienzos de la guerra, no
consigue evitar su ejecución.

Otro autor importante es Francisco Ayala. Con Muertes de perro aúna la denuncia de ciertos
regímenes dictatoriales con un análisis de las recónditas razones del dictador.

También desarrolló su obra en el exilio el escritor Max Aub. Fue el autor de la serie de seis novelas
sobre la Guerra Civil titulada El laberinto mágico, de la que Almudena Grandes se declaraba deudora.

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