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LA NOVELA DE 1939 A 1975.

CAMILO JOSÉ CELA,


MIGUEL DELIBES
1. INTRODUCCIÓN
Al acabar la Guerra Civil española, muchos novelistas tuvieron que exiliarse por
razones ideológicas, entre ellos destacan: Benjamín Jarnés, Ramón J. Sender, Fco. Ayala,
Rosa Chacel y Max Aub. Por lo general, la derrota o los tiempos de la guerra son las
experiencias que marcan temáticamente sus novelas posteriores. El tono que utilizan
frecuentemente es el del testimonio personal o el de la denuncia de la represión.
La incomunicación de la sociedad española de esa época produjo un
anquilosamiento de la narrativa. La doble censura, la del Régimen franquista y la de la
Iglesia católica, era un enorme obstáculo para la creación. La crítica literaria era
exclusivamente ideológica; lo cual no ayudaba a promocionar a nuevos autores.
La novela española, pese a todo, arranca de nuevo, impulsada por "estímulos" como
los premios literarios; el más importante, el Premio "Nadal", con el que se darán a conocer
bastantes novelistas.

2. NOVELA ESPAÑOLA DE LOS AÑOS 40


En los años 40, comienzan a publicar nuevos escritores que, en general, se pueden
agrupar en las siguientes tendencias:
− Jóvenes novelistas de ideología conservadora como Wenceslao Fernández Flórez (El
bosque animado, 1944), Rafael García Serrano (La fiel infantería, 1943) o Gonzalo
Torrente Ballester (Javier Mariño, 1943).
− Jóvenes escritores encuadrados dentro del realismo tradicional y bajo la influencia de
Baroja: Juan A. Zunzunegui o Ignacio Agustí (“La saga de los Rius”).
− Los jóvenes escritores que representaron una novela de corte existencial: Carmen
Laforet que con Nada gana el Premio Nadal en 1945; o Miguel Delibes que con La
sombra del ciprés es alargada gana también el Nadal en 1947. Desde las vivencias
personales, estos novelistas existenciales expresan en sus relatos la miseria y la
sordidez de aquellos años. Los temas suelen ser la frustración, la inadaptación, la
angustia, la muerte, etc. Se intentaba reflexionar sobre el sentido de la existencia en un
ámbito desagradable y absurdo como la España de aquellos años. Para ello utilizaron
técnicas narrativas tradicionales y de influencia barojiana.
− Los jóvenes novelistas representativos de lo que entonces se llamó novela
"tremendista". Entre ellos destaca Camilo José Cela que publica su novela La familia
de Pascual Duarte (1942). Ante la denominación "tremendismo", el propio Cela contestó
que "lo tremendo no es la novela, sino la realidad". Los rasgos definitorios de este tipo
de novela son: estar contextualizada en la España del momento, mostrando siempre
los aspectos más negativos de la realidad; sistemática presentación de hechos
desagradables e incluso repulsivos; la intención crítica hacia el presente; expresar
una visión amarga de la vida; el primitivismo de unos personajes siempre
desarraigados y marginados; el lenguaje crudo, directo y a veces violento; y,
finalmente, los recursos intensificadores y deformantes que a veces acercan estas
novelas a la caricatura.
3. LA NOVELA ESPAÑOLA ENTRE 1950 Y 1962
Desde comienzos de los años 50 la literatura española cambia el carácter
existencialista de los años anteriores para adoptar un claro signo realista. Se
comienza a publicar un nuevo tipo de novela, que hace hincapié en los problemas
sociales e injusticias del momento con la intención de denunciarlos y buscar sus
causas. El escritor mantiene una actitud comprometida con su entorno; su visión de la
realidad española está politizada por una ideología de tipo socialista.
La tendencia del realismo social se da, en primer lugar, en novelistas que ya eran
conocidos desde los años 40: Camilo José Cela publicó La colmena (1951); Miguel
Delibes publicará novelas como El camino (1950) o Las ratas (1962); Gonzalo Torrente
Ballester publica su famosa trilogía Los gozos y las sombras.
Además de estos escritores, ya conocidos de años anteriores, alrededor de 1954
comienzan a publicar jóvenes novelistas, que después fueron llamados
colectivamente “Generación del 50" o "Generación del medio siglo", como Ignacio
Aldecoa, Josefina Aldecoa, Armando López Salinas, Carmen Martín Gaite, Jesús
Fernández Santos, Ana Mª Matute, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano y
Alfonso Grosso.
Las novelas de estos autores se caracterizan por la denuncia de distintas
injusticias que sufren los trabajadores en aquel momento, es decir, por ser relatos
siempre de naturaleza ética y social (narrativa comprometida); por tener personajes
colectivos; por la reducción de la acción, del espacio y del tiempo (una hora en La
huelga de Mauro Muñiz; una mañana en La piqueta de Ferres; algo más de medio día en
El Jarama de Ferlosio; durante un día se extienden, por ejemplo, La zanja de Grosso o
Ayer, 27 de octubre de Lauro Olmo; y en cuarenta y ocho horas se desarrolla la historia de
Dos días de septiembre de Caballero Bonald); y por la objetividad, narradas como si se
grabara directamente la realidad con una cámara cinematográfica o una grabadora
(esta técnica se conoce como "objetivismo" o "behaviourismo).

4. LA RENOVACIÓN NARRATIVA DE LOS AÑOS 60 Y PRINCIPIOS DE LOS 70


En la década de los 60 se producen cambios importantes en la evolución de la
novela española por el agotamiento de la Novela social, al demostrarse su inutilidad
política, y por el cambio social que posibilitó una mayor difusión de la literatura.
Por una parte, participaron en ese proceso de renovación narrativa los escritores
que habían comenzado a publicar en los 40: Gonzalo Torrente Ballester con La
saga/fuga de J.B; Camilo José Cela con San Camilo 1936 y Oficio de tinieblas 5; Miguel
Delibes con Cinco horas con Mario. Por otra parte, también participan escritores de la
"Generación del 50": Luis Martín Santos con la publicación de Tiempo de silencio
(1962), considerada como la primera novela de esta nueva orientación; Juan Benet con
Volverás a Región; Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa; Juan Goytisolo con
Señas de identidad. Y, al mismo tiempo, irán dándose a conocer otros escritores más
jóvenes como José Mª Guelbenzu, Fco. Umbral, o M. Vázquez Montalbán.
Tiempo de silencio conjuga el compromiso social (la crítica a la España
franquista) y el cuidado por la forma literaria. Algunas de las novedades formales de
esta obra, que se hacen extensibles a otras posteriores, son: fragmentación del relato,
rupturas cronológicas, superomnisciencia del narrador, parodias, ironía y sarcasmos,
monólogo interior, perspectivismo múltiple o la experimentación lingüística.
Por otro lado, la publicación exitosa de La ciudad y los perros de Vargas Llosa,
en España, inició la entrada en el panorama narrativo de muchos novelistas
procedentes de Hispanoamérica y contribuyó al enriquecimiento de la literatura
española. Este proceso, que culminó en 1967 con la publicación de Cien años de soledad
de Gª Márquez, se ha conocido después como el "boom" de la novela
hispanoamericana. Desde estos años se dan a conocer, entre otros: Vargas Llosa, Gª
Márquez, J. L. Borges, J. Rulfo o J. Cortázar.
5. Camilo José Cela (1916 – 2002)
Es uno de los escritores españoles más prolíficos y polifacéticos del siglo XX. Su producción
literaria es bastante amplia: libros de viajes (Viaje a la Alcarria), novelas, cuentos, libros de
memorias, diversos tipos de trabajos sobre el léxico, gran cantidad de artículos periodísticos. Fue
nombrado académico en 1957 y se le otorgó el premio Nobel de Literatura en 1989 (le fue concedido
«por una prosa rica e intensa, que con refrenada compasión configura una visión provocadora del
desamparado ser humano», según el fallo del Jurado de la Academia sueca). Otros premios
destacados son: el Premio Planeta (1994) y el Premio Cervantes (1995). Cela fue una figura muy
controvertida, con grandes admiradores y grandes detractores, a lo que contribuyó bastante su
temperamento desenfadado y altisonante, al borde siempre de lo escandaloso y provocador.
En su trayectoria literaria destacan las siguientes obras:
La familia de Pascual Duarte (1942), su primera novela, se sitúa dentro del “tremendismo”.
Esta novela ofrece la transcripción de las memorias del campesino extremeño Pascual Duarte que,
recluido en la cárcel y esperando la muerte por garrote, muestra su arrepentimiento por los
crímenes que ha cometido. Pascual Duarte vive en un pueblo de Extremadura y solo conoce la
violencia como forma de solucionar los problemas que le surgen en la vida. El argumento es truculento,
sórdido, y violento. Los personajes se caracterizan por vivir en un ambiente marginal, inculto,
entre el dolor y la angustia. Este ambiente hace que la historia se impregne de un tono grotesco o
repulsivo que impacta en la conciencia del lector. Pascual narra en primera persona algunas
situaciones y acontecimientos muy truculentos: como la muerte de su padre mientras su madre daba
a luz un hijo ilegítimo y deforme; o la historia de Mario, su hermano, con una vida corta y miserable que,
cual gusano, se arrastra hasta encontrar la muerte en una tinaja de aceite. Son imágenes deformantes,
perturbadoras y violentas, que conmueven al lector. Su influencia llega hasta el Realismo social de
los años 50. Es la novela española más traducida después del Quijote.
En 1951 publica en Buenos Aires La colmena, censurada en España por los aspectos
sexuales que contiene. En esta novela, más de 300 personajes luchan por sobrevivir en el Madrid
miserable de la posguerra (está contextualizada en 1943: “…un trozo de vida narrado paso a paso, sin
reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida
discurre”). Esta obra, que se considera el antecedente de la novela social, introduce novedades
técnicas importantes: protagonista colectivo (no hay verdaderos protagonistas entre los numerosos
personajes); reducción del tiempo (unos dos días) y del espacio; división en secuencias;
perspectivismo; empleo del contrapunto… La obra trata de la quiebra de la sociedad española de
la posguerra, dando una visión de todos los aspectos de la sociedad urbana y mostrando múltiples
compartimentos (colmenas) de la realidad, mediante una técnica de fragmentación en el relato.
En los años 50, Cela viajó a Venezuela por encargo de su gobierno dictatorial para escribir
La catira, publicada en 1955.
Cela escribió novelas experimentales en los años 60. En San Camilo 1936 (1969) narra, en
un denso monólogo, la pequeña y gran historia de los españoles en las vísperas del 18 de julio de
1936 en Madrid; en ella trata algunos de sus temas obsesivos, como la Guerra Civil, el sexo o la
violencia. Oficio de tinieblas 5 (1973) es una acumulación de reflexiones, monólogos, aforismos,
en la que prácticamente no existe acción y en la que se reitera su obsesión por lo sexual y la
muerte; el propio autor reconoció que más que una novela era una purga de su corazón.
Mazurca para dos muertos (1983) es la primera novela contextualizada en Galicia de Cela.
Ambientada en la montaña orensana, relata un asesinato y una venganza, entre los cuales media
la Guerra Civil; las vidas de los personajes están marcadas por la sexualidad. Esta obra fue Premio
Nacional de Literatura en 1984. Cristo versus Arizona (1988) está escrita en una sola oración larga y
con un solo punto final. Esta novela, ambientada en Arizona, entre los años 1880 y 1920, gira en torno
al episodio sangriento ocurrido en O.K. Corral, y en ella se suceden los percances de una extensa galería
de personajes sumidos en un mundo sometido a la cruel realidad diaria. La cruz de San Andrés (1994)
es la novela de la Galicia urbana. Ambientada en A Coruña, la protagonista hace un relato puntual de
su vida a través de una larga confesión. Madera de boj (1999) es la obra que cierra la trilogía de las
novelas gallegas; desde la Costa de la Muerte, el narrador se convierte en notario de la capacidad
destructora del mar.
Como novelista, su obra se caracteriza por la visión amarga y pesimista del mundo y de la
vida; por la deformación esperpéntica de la realidad; por el uso de un léxico escatológico y
desenfadado; por su humor desgarrado; por la renovación constante de las técnicas narrativas; y
por la maestría en el dominio de la lengua.
6. Miguel Delibes (1920- 2010)
Delibes siempre se mostró muy orgulloso de su condición de periodista: «El periodismo ha
sido mi escuela de narrador». Obtuvo las más destacadas distinciones literarias, como el Premio
Nadal (1948) o el Premio Cervantes (1993). Siempre fue un hombre discreto. Ideológicamente,
evoluciona desde el catolicismo conservador de su juventud hasta posiciones más liberales.
Los temas y motivos más tratados en sus obras son: la presencia constante de la muerte; el
recuerdo de la infancia; la vida en contacto con la naturaleza, la vida rural de los pueblos de
Castilla frente a la deshumanización de la ciudad, la representación de los hábitos y el habla
propia del mundo rural; y lo que él mismo llamó la “preocupación por el prójimo”, una inquietud
social, la denuncia de las injusticias sociales contra las gentes humildes y marginadas, a través de
una perspectiva irónica y crítica frente a la pequeña burguesía.
Experiencia personal y creación literaria aparecen fuertemente imbricadas en la obra de
Miguel Delibes: los veranos de la infancia en el pueblo cántabro de Molledo; su afición por el
contacto directo con la naturaleza; o su experiencia de la guerra. En su propia opinión, el novelista
auténtico se nutre tanto de la observación y de la invención como de sí mismo.
En sus novelas no hay héroes, los personajes son seres humildes y entrañables, tratados
con cariño y ternura por su creador; sobre todo, los niños y los viejos.
Delibes estaba firmemente convencido de que cada novela requiere una técnica y un estilo.
Junto a la narración tradicional, emplea dos monólogos interiores continuos, tres historias en
forma de diario, un relato de factura onírica, una novela enteramente dialogada y otra con
estructura epistolar. Rasgos característicos de su estilo lingüístico son la riqueza y precisión léxica;
así como el uso de una gran variedad de registros, desde la lengua culta hasta la lengua coloquial,
familiar e incluso vulgar; la prosa de Delibes se caracteriza por su sobriedad, por su naturalidad y
por los efectos rítmicos. Otro rasgo estilístico habitual también en las obras de Delibes es la
presencia constante de lo sensorial en sus descripciones.
Según Delibes, la novela no puede permanecer anclada en su antigua misión de entretener
a la burguesía, antes que divertir debe inquietar. Este papel de denuncia del sistema que
corresponde al novelista exige una absoluta independencia, como única forma de llevar a cabo su
tarea crítica La preocupación ética de Delibes por los seres sencillos está presente en todas sus
obras.
La obra de Delibes refleja todas las etapas de la novela española en el siglo XX desde los
años cuarenta:
Novela existencial de los 40. En La sombra del ciprés es alargada (1948) la muerte,
personificada en la sombra del ciprés, «que corta como un cuchillo», domina toda la historia,
apoderándose del ánimo de los personajes.
Realismo crítico de los 50. En El camino (1950) la infancia vuelve a ser protagonista. Daniel,
el Mochuelo, la noche anterior a su partida a la ciudad para estudiar, evoca sus once años en el
pueblo que le vio nacer y en el que transcurrió su infancia junto a sus inseparables amigos,
Roque, el Moñigo, y Germán, el Tiñoso. Sus andanzas están contadas con ternura, con un sutil
lirismo y con un delicado humor; en profunda comunión y sintonía con el entorno y la naturaleza.
Experimentación formal de los 60. Cinco horas con Mario (1966) es un denso y
desordenado monólogo en el que Carmen pasa revista a la vida en común con su marido Mario.
La mentalidad burguesa y acomodaticia de Menchu contrasta con el espíritu liberal, inconformista
y comprometido de Mario.
Los santos inocentes (1982) es una dura crítica del trato inhumano que una familia rica les
da a sus criados en un cortijo extremeño. Es un alegato contra el comportamiento abyecto y
despreciable de los poderosos y a favor de los pobres, sometidos, humillados y burlados.
La novela histórica. El hereje (1998), su última novela, dedicada «A Valladolid, mi ciudad», es,
en palabras del escritor, la más «ambiciosa y compleja» de sus obras. La peripecia humana y espiritual
del protagonista, un hombre honesto, sirve para trazar una recreación magistral del Valladolid de
la época de Carlos I, de sus gentes y costumbres, de la agitación política y religiosa del momento; y,
sobre todo, de la lucha del ser humano por alcanzar la verdad y por defender a toda costa su
libertad de conciencia. Una novela en la que están perfectamente ensamblados los grandes temas
de Delibes: la infancia de un niño huérfano, la preocupación social, las excelentes descripciones
de paisajes y la fidelidad del ser humano a sus propias ideas.

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