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En 1994 realizó un stage con Alain Decusse en Montecarlo y, un año después abrió el
restaurante por el que ha sido reconocido internacionalmente, Osteria Francescana.
Con una cocina inspirada en productos clásicos de Emilia-Romaña, como el prosciutto,
la panceta, la mortadela o el salami, el parmigiano reggiano (queso parmesano) y el
vinagre balsámico, Bottura indaga en las tradiciones culinarias para cuestionar su
autoridad. Con este ánimo, en el año 2000 realiza un stage en elBulli de Ferran Adrià, y
volvió con la necesidad de cocinar para llevar al futuro lo mejor del pasado, a partir de
creaciones como, por ejemplo, la espuma de mortadela.
Dos años después, en 2002, Osteria Francescana recibía su primera estrella Michelin.
La segundo llegó en 2006 y en 2012, el restaurante de Bottura recibía la tercera. En
2016, y tras estar en los primeros puestos varios años, la Osteria Francescana alcanza
el número uno de la lista The World's 50 Best Restaurants, y se convierte en el mejor
restaurante del mundo 2016.
El restaurante Osteria Francescana
DE LA TRADICIÓN A LA EVOLUCIÓN
Nació hace 54 años en el seno de una numerosa familia en Emilia Romaña, una región
italiana que sobresale por su tradición gastronómica –no en vano tiene el mejor
vinagre balsámico, queso parmesano y prosciutto del país–. Una y otra vez ha dicho
que sus primeros recuerdos en la cocina se remontan a cuando su abuela Antonella
preparaba tortellini. Él se metía debajo de la mesa y se los comía crudos. Luego, al
crecer, su madre Luisa siempre estaba cocinando para él, su familia y todos sus
amigos.
Su padre Alfio lo impulsó a estudiar Derecho, pero Bottura se retiró a los 23 años de la
universidad y compró un restaurante. Allí conoció a otra de las grandes mujeres de su
vida en materia culinaria: Lida Cristani. “En 1986 renuncié a la escuela de Derecho
para comprar una trattoria en el campo, a 10 kilómetros de Módena. Era solo una
curva en la carretera con una parada de bus y la Trattoria del Campazzo. Es aquí
donde descubrí mi llamado y lo que se convertiría en la pasión de mi vida. Es aquí
donde conocí a Lida Cristoni, quien me enseñó cómo manejar una cocina profesional y
a ser mejor persona”, afirma.
Durante ese tiempo, Bottura viajaba, además, los lunes y los martes sagradamente a
visitar al chef francés George Cogny, quien tenía un restaurante en las colinas de
Piacenza. “Cogny me acogió en su generoso seno. Me sacó de las recetas tradicionales
para adentrarme en el misterioso mundo de la técnica culinaria francesa”, relata en su
libro Nunca confíes en un chef italiano delgado.
Sin embargo, Bottura tomó la decisión de alejarse por un tiempo del Campazzo y se
fue a Nueva York. Comenzó a trabajar en un café en Soho donde conoció a su futura
esposa, Lara Gilmore, una joven y bella estadounidense que entró a trabajar el mismo
día que él.