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Familia y terapia familiar

Resumen de Minuchin Salvador, Familia y terapia familiar (prólogo y capítulos 3 y 7)

Prólogo a la edición castellana

En la última década la terapia familiar en los EEUU ha dejado de ser experimental y se


convirtió en una modalidad terapéutica. Existen tres corrientes de terapia familiar en
EEUU:

Corriente Ackerman, Bloch

Transicional Nagy

Corrientes de

Terapia Familiar Corriente Satir

en EEUU existencial Whitaker

Corriente Bowen

Sistémica Minuchin, Haley

Corriente transicional

Busca integrar conceptos dinámicos tradicionales con planteos sistémicos; su objetivo


es la reestructuración psicológica del paciente y pone énfasis en la exploración del
pasado, en el contenido de la comunicación, la interpretación y la transferencia como
instrumento de cambio.

a) Ackerman y Bloch: grupo basado en las ideas de Ackerman y esencialmente


ecléctico. Bloch desarrolló la idea de 'yo portable' para explicar la continuidad del
individuo en las visicitudes familiares, incorporando conceptos existenciales y las
técnicas de escultura de Satir.

b) Nagy: desarrolla una teoría ética de la familia, de inspiración buberiana, y propone


un sistema ético de obligaciones familiares que se desarrolla a través de
generaciones. El tratamiento incluye al menos tres generaciones para la liberación
individual mediante el 'pago' de las obligaciones inter-familiares.

Corriente existencial

Se propone el crecimiento y la expansión de la persona, y en la terapia se acentúa la


experiencia en el presente entre el terapeuta y los miembros de la familia, como
instrumento de cambio.

a) Satir: Tomó conceptos como sistema y comunicación de la Escuela de Palo Alto, a


los que integró conceptos gestálticos (Pearls) y técnicas de grupos de encuentro.
Desarrolló la técnica de la "escultura de familia", donde los miembros transforman sus
emociones y percepciones de la familia en un cuadro viviente donde todos expresan
en posiciones estáticas o movimientos corporales una metáfora de la visión familiar.

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b) Whitaker: Terapeuta de terapeutas, trabajó muchos años con esquizofrénicos,
incorporando en la terapia el empleo de los estados emocionales y hasta los procesos
irracionales del mismo terapeuta para atacar la rigidez defensiva de los miembros
familiares.

Corriente sistémica

Se propone el cambio del sistema familiar como contexto social y psicológico de sus
miembros, poniendo en la terapia el énfasis en los procesos interpersonales
disfuncionales.

a) Bowen: Estudió familias completas de pacientes esquizofrénicos, analizando la


familia como factor etiológico. Ha requerido a los aspirantes a terapeutas que exploren
su familia de origen hasta donde haya trazas históricas, y traten de producir cambios
favorables en las relaciones familiares.

b) Minuchin, Haley: Ha desarrollado nuevos modelos para estudiar la influencia de la


familia en el mantenimiento de los síntomas psicosomáticos del niño. En el terreno de
la enseñanza, su equipo entrenó terapeutas no profesionales y ver en qué medida se
pueden actualizar las experiencias y cualidades de quien no tiene educación
académica. Estableció reglas de supervisión en vivo donde el supervisor observa a
través de un espejo unidireccional, pudiendo comunicarse con el terapeuta y este con
él por teléfono en forma inmediata.

Capítulo 3: Un Modelo Familiar

El hombre no puede sobrevivir aislado. Ha formado sociedades, que a su vez se han


complejizado diferenciándose estructuras sociales. La civilización industrial en
particular, ha planteado nuevos requerimientos: desarrollar habilidades muy
especializadas, y adaptarse a los rápidos cambios socio-económicos.

La familia sufrió cambios paralelos a los cambios de la sociedad, y cumple dos fines
distintos: interno (proteger y socializar a sus miembros), y externo (acomodarse a una
cultura y transmitirla).

La sociedad industrial fue haciéndose cargo de deberes que tradicionalmente


correspondían a la familia, como cuidar a los ancianos (seguridad social), educar a los
hijos (sistema educativo) o reemplazar con máquinas el trabajo del ama de casa.

A pesar de los cambios, la familia sigue manteniendo valores tradicionales ("se


casaron y vivieron felices"), de aquí que muchas situaciones de transición (de cambio
de valores en la sociedad), en la familia sean patológicas o patogénicas. La familia
debe adaptarse a los cambios externos pero al mismo tiempo cumplir su objetivo del
desarrollo psicosocial de los hijos, para que luego estos no sean 'extraños en una
tierra extraña' (la sociedad).

La matriz de la identidad

Las familias moldean y programan la conducta del niño y su sentimiento de identidad.


Tommy Wagner es un "Wagner" y esto será importante toda su vida, pero también es
"Tommy", es decir, la familia moldea también un sentido de separación o autonomía
haciendo participar el niño en distintos subsistemas familiares y en los sistemas
extrafamiliares.

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Aunque la familia es la matriz del desarrollo psicosocial de sus miembros, debe
también acomodarse a la sociedad y garantizar alguna continuidad a su cultura. En
EEUU y Rusia se advierte esta transición: hay familias que siguen tradicionales a
valores culturales perimidos y no se adaptan a los cambios sociales, y otras que sí. No
es rara la emergencia de conflictos, como por ejemplo el movimiento feminista que
acusa a la institución familiar de ser un reducto machista (la autoridad paterna como
valor tradicional).

La influencia va siempre desde la sociedad hacia la familia, y no a la inversa: la familia


es un sistema abierto que intercambia influencias con el ambiente, y cambiará a
medida que cambie la sociedad, y ésta quizá desarrolle estructuras extrafamiliares de
socialización y apoyo (pues la familia renuncia a socializar a los niños cada vez más
pequeños, o libra a su suerte a los adolescentes en sistema de apoyo inadecuados)
para adaptarse a las nuevas ideas y realidades sociales y económicas.

Además, la familia ha de adaptarse no sólo al entorno social sino también a sus


propias etapas de desarrollo (nacimiento de hijos, separaciones, etc). La familia no
debe ser idealizada como un lugar tranquilo: los cambios que debe enfrentar hace que
casi permanentemente tengan un cierto grado de estrés. La familia normal no se
distingue de la anormal por la ausencia de problemas.

Un esquema realista de la familia debe tener en cuenta tres componentes: a) las


estructura familiar es la de un sistema sociocultural en transformación; b) la familia
tiene un desarrollo compuesto por etapas, que le exigen reestructuraciones; y c) la
familia se adapta a los cambios de modo tal de mantener una continuidad y fomentar
el crecimiento psicosocial de cada miembro.

Estructura familiar

Estructura familiar: Es el conjunto invisible de demandas funcionales que organizan


los modos en que interactúan los miembros de una familia.

Familia: Es un sistema que opera a través de pautas transaccionales.

Transacción: Es una interacción donde está especificado cómo, cuándo y con quién
relacionarse en un momento dado. Por ejemplo: una madre dice a su hijo que beba su
jugo y éste obedece.

Pauta transaccional: Es la resultante de transacciones repetidas. Estas pautas


apuntalan el sistema familiar y regulan la conducta de los miembros. Son mantenidas
por dos sistemas de coacción:

a) Genérico: universal, común a todas las familias. Ejemplos: los padres mandan y los
hijos obedecen; el padre y la madre operan en equipo complementándose y aceptando
su interdependencia.

b) Idiosincrásico: propio de cada familia, implica las expectativas mutuas de los


diversos miembros respecto a los otros. Esas expectativas tienen su origen en años de
negociaciones implícitas y explícitas, y permanecen aunque se hayan olvidado los
contratos originales.

Cambio y permanencia: La familia debe responder a cambios externos e internos, y


para ello debe poder transformarse de modo que adaptarse a la nueva situación sin
perder la continuidad (permanencia) que proporciona un marco de referencia a sus
miembros. Esta permanencia de las pautas transaccionales hace que haya cierta

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resistencia al cambio: toda desviación que va más allá del umbral de tolerancia induce
mecanismos que restablecen el nivel habitual. En situaciones de desequilibrio, es
habitual que los miembros consideren que los otros no están cumpliendo sus
obligaciones, apareciendo entonces requerimientos de lealtad familiar y maniobras
para inducir culpabilidad.

Subsistemas: El sistema familiar se diferencia y cumple sus funciones mediante


subsistemas. Cada subsistema puede estar formado por un miembro, por dos
miembros (diadas), y pueden definirse por generación, sexo, interés o función. Desde
ya, cada individuo puede pertenecer a diversos subsistemas de diferentes familias
(padre en una e hijo en otra). La organización en subsistemas permite mantener
diferenciado el "yo soy", al tiempo que el sujeto ejerce sus habilidades interpersonales
en diferentes niveles.

Minuchin menciona como subsistemas: el conyugal, el parental y el fraterno.

Limites: Los subsistemas tienen límites que los diferencian unos de otros, y por lo
tanto protegen la diferenciación del sistema. Están constituídos por las reglas que
definen quiénes participan, y de qué manera.

Ejemplo 1: el límite entre el subsistema parental y el fraterno es definido por la madre


cuando dice: "No eres el padre de tu hermano. Si se va con la bicicleta, dímelo y lo
haré volver".

Ejemplo 2: si el subsistema parental incluye un hijo parental, el límite es definido por la


madre así: "hasta que vuelva del almacén, Annie (hijo parental) se ocupa de todo".

Límites e interferencias: Cada subsistema posee funciones específicas y plantea


demandas específicas a sus miembros. Dentro de ellos estos desarrollan habilidades
interpersonales, siempre que no haya interferencia de otros subsistemas. Por ejemplo,
los esposos se acomodan entre sí, y para ello se requiere una no interferencia de
hijos, parientes políticos o medio extrafamiliar.

Tipos de límites: Hay tres: claros, difusos y rígidos.

a) Los límites claros (familias normales) son necesarios para el funcionamiento familiar
adecuado. Han de ser lo suficientemente precisos como para permitir a los miembros
de los subsistemas desarrollar sus funciones sin interferencias, pero al mismo tiempo
permitir el contacto entre los miembros del subsistema y con los otros.

b) Los límites difusos (familias aglutinadas) implican un aumento de la comunicación y


la preocupación entre los miembros: la familia se cierra sobre sí misma desarrollando
su propio microcosmos. La diferenciación del sistema se hace difusa y puede carecer
de los recursos para adaptarse en casos de estrés. Los miembros aglutinados pueden
perjudicarse con un exaltado sentido de pertenencia que requiere un importante
abandono de autonomía. En los niños, en particular, queda inhibido su desarrollo
cognitivo-afectivo. En familias aglutinadas, el estrés en un miembro repercute de
inmediato sobre los demás.

c) Los límites rígidos (familias desligadas) implican comunicación difícil entre los
miembros, cada uno vive en su microcosmos, y se ven perjudicadas las funciones de
protección de la familia. Los miembros desligados pueden funcionar en forma
autónoma, pero tienen un desproporcionado sentido de independencia careciendo de
lealtad, pertenencia y capacidad de interdependencia, y no pueden requerir ayuda

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cuando la necesitan. Sólo un alto nivel de estrés individual puede repercutir en los
otros miembros.

Cualquier familia puede situarse en algún punto entre estos dos extremos, aunque la
mayoría está dentro del espectro normal (límites claros). Desligamiento y
aglutinamiento definen tipos de interacción más que situaciones funcionales o
disfuncionales, pues la mayor parte de las familias tienen subsistemas aglutinados y
desligados. Por ejemplo, el subsistema madre-hijo tiende al aglutinamiento frente a los
niños, y un subsistema padre-hijo puede tender hacia el desligamiento a medida que
los niños crecen. Los extremos sin embargo, señalan posibles patologías (madre e hijo
pueden estar demasiado aglutinados, excluyendo al padre que quedará muy
desligado).

Frente a los cambios, la familia aglutinada responde en bloque y demasiado rápida e


intensamente (por ejemplo si el hijo no come el postre), mientras que la familia
desligada tiende a no responder cuando es necesario hacerlo (permanecen
insensibles ante un problema escolar del niño). El terapeuta busca tornar claros los
límites rígidos y los difusos.

Subsistema conyugal.- Se constituye cuando dos adultos de diferente sexo se unen


para formar una familia, y como habilidades requiere complementariedad y
acomodación mutua, apuntalándose mutuamente y cediendo algo de la individualidad
de cada uno para conseguir pertenencia.

Este subsistema puede servir de refugio ante el estrés externo y como espacio de
aprendizaje, creación y crecimiento. Actualiza aspectos positivos que habían estado
latentes, pero también los cónyuges pueden estimularse mutuamente rasgos
negativos, como insistir en mejorar la pareja y así, la descalifican. El terapeuta muestra
el vínculo sin intervenir en las motivaciones (por ejemplo dice "usted protege a su
mujer de un modo que la inhibe").

El subsistema conyugal debe tener un espacio propio, y estar protegido de la


interferencia de demandas de otros subsistemas, como el de los hijos. Lo ideal son los
límites claros, que son flexibles sin llegar a ser difusos.

Subsistema parental.- Adviene cuando nace el primer hijo para cumplir las tareas de
su socialización, pero sin renunciar al mutuo apoyo implicado en el subsistema
conyugal. Debe poder adaptarse a nuevos factores de socialización extra familiares
(escuela, etc.), que pueden afectar su relación con sus padres y la de éstos entre sí (o
sea las transacciones internas al subsistema conyugal).

El subsistema parental fue cambiando de un modelo patriarcal autoritario a otro más


racional donde se explica el porqué de las normas.

Al principio, las funciones predominantes de este subsistema son alimenticias, y luego


serán de control y orientación. En la adolescencia se generan conflictos por la
autonomía de los hijos, y la mutua acomodación se torna difícil. La socialización del
niño es difícil: los padres deben proteger y al mismo tiempo restringir, y los niños al
mismo tiempo crecer y rechazar o atacar. En la terapia familiar se debe considerar que
la familia no es una democracia: forma parte de la formación social del niño saber
cómo aprender a negociar en situaciones de poder desigual. El terapeuta debe apoyar
a los padres en la obligación del control restrictivo adecuado (por ejemplo, un poder es
excesivo porque es ineficaz), pero haciendo que los subsistemas negocien y se
acomoden mutuamente.

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Subsistema fraterno.- Es el primer laboratorio donde los niños experimentan las
relaciones de igual a igual: aquí aprenden, se apoyan, se aíslan y descargan sus
culpas, así como también a negociar, competir y cooperar, y aliarse y enfrentarse.
Cuando los hijos son muchos el subsistema fraterno puede a su vez subdividirse (hijos
grandes, hijos pequeños). La importancia del subsistema fraterno se ve en el hijo
único, que tiene un desarrollo muy precoz por su exclusivo contacto con adultos.

Bajo la influencia extra familiar aprenden formas alternativas de relación, que pueden
incorporarlas al subsistema fraterno, y si la familia tiene modos de relación muy
particulares, los límites de ésta con el mundo pueden rigidizarse, y el niño tendrá
dificultades para integrarse con el sistema extra familiar. Por otro lado, el subsistema
fraterno debe proteger a los niños de interferencias para poder ejercer su privacidad,
sus propios intereses y su derecho a equivocarse.

Adaptación de la familia

La familia sufre dos tipos de presión: internas, originada en la evolución de los


miembros o subsistemas, y externas, originadas en requerimientos para acomodarse a
las instituciones sociales significativas para ellos.

Adaptarse a estos cambios exige una transformación constante de la posición de los


miembros de la familia en sus mutuas relaciones, para que puedan crecer mientras el
sistema familiar conserva continuidad.

En este proceso de cambio y continuidad los problemas para acomodarse con


inevitables, y en principio no deben ser considerados patológicos, sino procesos
transicionales. El terapeuta en todo caso explorará las dificultades de adaptación a
nuevas situaciones, y sólo la considerará patológica cuando se incremente la rigidez
de las pautas transaccionales y los límites, evitando o resistiendo toda exploración de
variantes. En estos casos el terapeuta pasa a ser actor, se incorpora a las coaliciones
existentes para modificar el sistema hacia un nivel distinto de homeostasis.

El estrés sobre el sistema familiar puede originarse en cuatro fuentes:

1) Contacto estresante de un miembro con fuerzas extra familiares.- Una función de la


familia es brindar apoyo a sus miembros, y si uno de estos se estresa, la familia debe
acomodarse a la nueva situación, acomodación que puede tener lugar en un
subsistema o difundirse por todo el sistema familiar.

Un esposo tiene problemas de trabajo y discute con su mujer: el subsistema conyugal


atenúa el estrés del marido, salvo que la discusión sea interminable, es decir, el estrés
no ha sido resuelto.

En otro ejemplo, los padres pueden tener problemas laborales, se critican mutuamente
y luego desvían el conflicto hacia los hijos: esto aminora el peligro del subsistema
conyugal pero afecta al hijo. La mujer puede aliarse con el hijo criticando a su marido,
instaurándose un subsistema transgeneracional (madre-hijo) demasiado rígido contra
el padre: se generó una pauta transaccional transgeneracional disfuncional. Otro
ejemplo de estrés es un problema del niño en la escuela, en cuyo caso debe
averiguarse primero si el problema tiene un origen extra familiar o intrafamiliar.

El estrés de un miembro puede afectar a toda la familia, como cuando un padre se


queda sin trabajo. La familia deberá cambiar para sobrevivir como tal: la madre
empieza a trabajar, el padre hace las compras y la abuela cuida los chicos.

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2) Contacto estresante de la familia en su conjunto con fuerzas extra familiares.- Como
por ejemplo por una depresión económica o una mudanza, en cuyo caso debe
adaptarse a los nuevos vecinos o la nueva cultura. Una familia puede ser normal pero
tener dificultades de adaptación, en cuyo caso el terapeuta podrá enseñar a la familia
la manera de manipular en beneficio propio la nueva situación.

3) Estrés en los momentos transicionales de la familia.- Hay muchas fases en la


evolución natural de una familia que requieren la negociación de nuevas reglas
familiares: deben aparecer nuevos subsistemas y trazarse nuevos límites, proceso que
siempre implica conflictos, que ofrecen la oportunidad de crecer a la familia. Pueden
producirse por cambios en la evolución de algún miembro o por cambio en la
composición familiar (nacimientos, internaciones alejamientos, muertes, adopción,
etc.).

Un ejemplo típico es el ingreso de algún hijo en la adolescencia, en cuyo caso el


subsistema fraterno se divide en otros dos: el adolescente de un lado y el resto de los
hermanos del otro. La madre puede impedir que el adolescente tenga autonomía pues
ello implicaría cambiar su relación con su marido. Si el padre se incorpora apoyando al
hijo, se formará una coalición transgeneracional disfuncional de padre-hijo contra
madre.

4) Estrés referentes a problemas de idiosincrasia.- Áreas determinadas de la familia


pueden dar lugar a pautas transaccionales disfuncionales. Por ejemplo: los problemas
de adaptación de niños retardados o deformes, que pueden sufrir estrés por
discriminación extra o intrafamiliar. También hay problemas idiosincrásicos transitorios
como una operación de algún miembro de la familia, donde deben redistribuirse los
roles familiares.

En resumen, el esquema conceptual de una familia normal tiene tres facetas:

a) La familia se transforma a lo largo del tiempo, adaptándose y reestructurándose


para poder seguir funcionando. Puede responder al estrés del desarrollo, sin embargo,
apegándose a estructuras previas.

b) La estructura familiar sólo se ve en movimiento, o sea, en las pautas


transaccionales entre sus miembros. Su fortaleza reside en poder movilizar pautas
transaccionales alternativas cuando las condiciones internas o externas requieran una
reestructuración. Los límites de los subsistemas han de ser firmes, pero lo bastante
flexibles como para permitir modificaciones.

c) La familia se adapta al estrés de modo de poder mantener su continuidad y al


mismo tiempo permitir reestructuraciones. Si responde al estrés con rigidez, se
manifiestan pautas disfuncionales, y puede llevar a la familia a terapia.

Capítulo 7: Formación del Sistema Terapéutico

Los métodos del terapeuta para la creación de un sistema terapéutico y situarse a sí


mismo como líder se designan como ‘operaciones de asociación’, y son la base de la
terapia. No se puede producir la reestructuración si el T no puede asociarse a la familia
y establecer el sistema terapéutico.

Unión y acomodamiento

Estos términos describen un mismo proceso. La unión se usa cuando se pone el


acento en las acciones del Terapeuta que tienden a relacionarse con los miembros de

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la familia o con todo el sistema familiar. El acomodamiento se usa cuando se pone el
acento sobre las adaptaciones del Terapeuta tendientes a lograr la alianza.

Para lograr la alianza, el Terapeuta debe aceptar la organización y estilo de la familia.


Debe experimentar sus pautas transaccionales y seguir su camino de comunicación
para detectar cuales están abiertos y cuales bloqueados.

Cuando traspasa los umbrales familiares, debe prestar atención a los mecanismos de
estabilidad del sistema. Los choques del Terapeuta con la familia sirven para
conocerla. El proceso no es unilateral: también la familia se acomoda al Terapeuta
para unirse a él.

Hay terapeutas que prefieren no analizar estas técnicas porque temen que el análisis
de las técnicas de acomodación del Terapeuta puede inhibir su espontaneidad.

El Terapeuta se une a la cultura familiar, que es lo que va a estudiar. En ese proceso


de liga y se desliga de ella, experimenta presiones del sistema familiar y al mismo
tiempo observa realizando deducciones que le permiten transformar su experiencia en
un mapa familiar en el cual basa sus objetivos terapéuticos.

Transformar un sistema familiar es dificultoso. La familia se modifica sólo si el


Terapeuta logra incorporarse al sistema de manera sintónica, es decir, de un modo que
la familia lo pueda aceptar. El Terapeuta intenta modificar la cultura a la que se une,
pero sus metas, tácticas e intervenciones dependen de un proceso de unión.

Durante la terapia, las intervenciones del Terapeuta intentarán desplazar al sistema


terapéutico en la dirección de las metas terapéuticas. Pero también, el Terapeuta tiene
que responder a los elementos inmediatos de cada sesión, pudiendo estas respuestas
inmediatas discrepar con las metas finales del tratamiento.

Por lo tanto, la terapia es calibrada en dos escalas temporales distintas: 1) el progreso


de la familia hacia las metas terapéuticas se evalúa como los movimientos a lo largo
de periodos de tiempo prolongados; y 2) la unión y el enfrentamiento de los problemas
inmediatos se evalúa como los intercambios específicos que se producen en una
sesión en particular.

Puede pasar que las técnicas de unión no dirijan a la familia en la dirección de los
objetivos terapéuticos, pero son exitosas si garantizan que la familia vuelva la próxima
sesión.

Mantenimiento

El sistema puede ser mantenido en todos los niveles, desde la estructura familiar como
un todo, hasta las características individuales de cada miembro. El Terapeuta puede
optar por mantener las pautas transaccionales de un sistema familiar. Se relaciona con
la técnica de acomodación (de un apoyo programado a la estructura familiar) ya que
esta operación de mantenimiento requiere la confirmación activa y el apoyo de los
subsistemas familiares.

El apoyo a los subsistemas por parte del Terapeuta se da cuando alienta a los
cónyuges a apoyarse mutuamente al afrontar a un adolescente, o al apoyar a un
subgrupo adolescente en un sistema fraterno amplio, etc.

Las operaciones de mantenimiento requieren que se ratifique y apoye el potencial y la


fuerza de un individuo, o que se afiance la posición de un miembro de la familia (por

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ejemplo comentar cuán perceptivo ha sido un niño, o elogiar la manera en que alguien
enfrentó una situación).

En la terapia, las operaciones de mantenimiento pueden desempeñar una función de


reestructuración. Al apoyar a un sistema el Terapeuta hace que otras partes de la
familia se vean obligadas a reestructurarse o a acomodarse a este apoyo. Si apoya al
más débil, es un pedido de reestructuración dirigido al más fuerte. Si apoya al
subsistema parental, tendrá implicaciones para el fraterno.
Rastreo

Es otra técnica de acomodación. El Terapeuta sigue el contenido de las


comunicaciones y la conducta, alentando para que continúen. Implica el planteamiento
de preguntas que clarifiquen lo que está en juego, la realización de comentarios
aprobadores o el estímulo para amplificar un punto.

El Terapeuta no cuestiona lo que se dice sino que asiente con la cabeza, repite una
frase, estimulación a seguir hablando, mostrando interés. El rastreo fortalece a los
miembros al estimular la información. El rastreo del contenido de las comunicaciones
puede ser útil en la exploración de la estructura familiar.

También puede usarse como una técnica de reestructuración. Por ejemplo, para que el
Terapeuta se ubique en un papel de receptor de la atención de los padres,
reemplazando a una hija (por ejemplo la anoréxica no admite el discurso de los padres
para que coma) y convirtiéndose el Terapeuta en un límite entre los padres y la hija.

Mimetismo

El mimetismo es una operación humana universal. El Terapeuta la utiliza para


acomodarse a un estilo familiar y a sus modalidades afectivas, así como al ritmo
familiar de comunicación.

El Terapeuta se asemeja a los miembros de la familia en todos sus rasgos,


planteándose por lo tanto, situaciones en las que tienen experiencias comunes. En
una operación mimética, comunicaciones del Terapeuta como “tengo hijos
adolescentes” o “tenía una tía como esa”, etc., favorecen el sentido de parentesco,
señalando que tanto el Terapeuta como los miembros de la familia son humanos.

En el marco del sistema terapéutico las operaciones miméticas son en general


implícitas y espontáneas, y a veces ni el Terapeuta las percibe. Por ejemplo el
paciente se saca el saco y prende un cigarrillo, y el Terapeuta le pide uno (a propósito)
pero no es conciente que se está quitando el saco.

Las operaciones miméticas pueden ser usadas con fines de reestructuración. Al


incrementarse el parentesco entre el Terapeuta y el miembro, el poder del paciente se
incrementa.
Los procesos de acomodación y reestructuración están entrelazados, se diferencian
para su estudio y para que el Terapeuta pueda analizar su capacidad de acomodarse.

Diagnóstico (D)

El diagnóstico es la hipótesis de trabajo que el Terapeuta desarrolla a partir de sus


experiencias y observaciones relacionadas con su proceso de unión con la familia.
Este tipo de evaluación es diferente al diagnóstico individual designado por la
terminología psiquiátrica.

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Un diagnóstico familiar requiere la acomodación del Terapeuta a la familia para formar
el sistema terapéutico, seguido por la evaluación del Terapeuta a partir de las
experiencias de interacción, en el presente.

La familia llega a terapia por el sufrimiento de un miembro: el paciente identificado. El


objetivo de los miembros es que se cambie la situación sin modificar las pautas
transaccionales habituales.

Pero el Terapeuta considera al paciente identificado como el que expresa un problema


que afecta al sistema, y por eso requiere una atención particular. Pero la totalidad de la
familia debe ser el blanco de las intervenciones.

Un objetivo es ampliar la conceptualización del problema, para lo cual se busca incluir


las transacciones de la familia en su contexto habitual. Al evaluar estas transacciones,
el T se centra en seis áreas fundamentales:

Considera la estructura de la familia, sus pautas transaccionales preferibles y las


alternativas posibles.

Evalúa la flexibilidad del sistema, su capacidad de elaboración y


reestructuración, tal como lo revela la modificación de las alianzas y coaliciones del
sistema y los subsistemas.

Evalúa la resonancia del sistema familiar: su sensibilidad ante las reacciones


individuales de los miembros. Esto indica qué tan aglutinada o desligada es la familia.

Examina el contexto de vida de la familia. Analiza las fuentes de apoyo y de


estrés en la ecología familiar.

Examina el estadio de desarrollo de la familia y su rendimiento en las tareas


apropiadas a ese estadio.

Explora las formas en que los síntomas del paciente identificado son utilizados
para el mantenimiento de las pautas preferidas por la familia.

El Diagnóstico (D) en terapia familiar se logra a través del proceso interaccional de


unión. Todo lo que se examina solo puede ser visto a través de la acomodación del
Terapeuta a ellos. El D incluye el modo en que la familia responde al Terapeuta.

El Terapeuta explora, y ante su indagación la familia reacciona. Esto es un elemento


esencial. Los estudios de la organización familiar suscitan una mini crisis que
proporciona datos acerca de la flexibilidad y límites de tolerancia. El estímulo que
produce el Terapeuta da información sobre las pautas transaccionales alternativas.

Para lograr un D diferencial, se recopilan distintas informaciones. Lo no verbal son


también comunicaciones ya que dicen quien habla, a quien, cuando. También nos
dicen cosas el tono de voz, las vacilaciones, etc.

El Terapeuta influye en el D: no puede realizar el D desde afuera. El D interaccional se


modifica constantemente a medida que la familia asimila al Terapeuta, se acomoda a
él, y reestructura o resiste las intervenciones reestructurantes.

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Se considera que las familias y los individuos se relacionan y cambian de acuerdo con
su contexto social. La ventaja de un D evolutivo relacionado con su contexto es que
proporciona aperturas para la intervención terapéutica.

Contrato terapéutico

La familia y el Terapeuta deben lograr un acuerdo en lo concerniente a la naturaleza


del problema y los objetivos del cambio.

Es por eso necesario este contrato, que en un primer momento puede ser limitado,
pero que se desarrollará y cambiará con el tiempo, a medida que la terapia progresa,
al igual que el D.

El contrato plantea una promesa de ayuda para la familia con el problema que ha
traído. También explicita la logística de la terapia. Especifica la frecuencia de las
sesiones, el tiempo de extensión. Estos términos pueden modificarse a medida que la
terapia evoluciona.

Unión con los subsistemas

La unión con un subsistema constituye una intervención reestructurante, ya que los


otros miembros deben reagruparse para absorber el impacto de la alianza del
Terapeuta con otro subsistema.

El Terapeuta se asocia con los diferentes segmentos en diferentes formas,


acomodándose a las pautas de intercambio internas de cada uno, a su estilo, afectos y
lenguaje.

El trabajo con los diferentes segmentos de la familia puede ser una técnica
reestructurante, y así se puede dividir a los miembros de una coalición, y los miembros
enfrentados ser vistos en forma conjunta para intentar una modificación de esta pauta
transaccional.

El Terapeuta puede actuar como un delineador de límites, asociándose a un


subsistema y excluyendo a otros. Puede crear circuitos geográficos que facilitan la
comunicación solo entre algunos miembros. Estas intervenciones en subsistemas son
útiles como exploraciones dentro del marco del proceso diagnóstico.

Unión y reestructuración

La unidad terapéutica se encuentra en continuo movimiento, y el proceso de unión,


exploración, observación, elaboración del contrato y producción del cambio se produce
constantemente y en forma secuencial.

Entre acomodamiento y reestructuración existe un entrelazado complejo. Es posible


clasificar a los terapeutas de familia según empleen operaciones de acomodación y
reestructuración.

Grupo transferencial

No se considera que el Terapeua se una a la familia. El proceso de acomodación es


considerado una parte incidental de la terapia, que se debe controlar sólo si llega a ser
contratransferencial.

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Se considera que el proceso de reestructuración se produce como resultado de las
interpretaciones del Terapeuta que opera desde una posición desligada, exterior,
aunque mirando hacia adentro.

Grupo existencial

El Terapeuta y la familia se acomodan mutuamente, y el cambio en la familia es


resultado de ello. Se espera que el desarrollo sea genérico y no específico. Se
descalifican las operaciones de reestructuración como manipuladoras e inhibidoras del
desarrollo. El Terapeuta opera desde el interior sin desligarse.

Enfoque estructural

Ambos tipos de operación son esenciales para la terapia.

Los procesos de acomodación son operaciones específicas mediante las cuales el


Terapeuta logra un conocimiento subjetivo de las modalidades de intercambio de la
familia y se ubica a sí mismo como líder del sistema terapéutico.

Las operaciones reestructurantes requieren cambios específicos en la organización


familiar.

El terapeuta oscila entre la posición de compromiso del enfoque existencial y la


posición desligada del experto.

Estas escuelas representan un enfoque teórico, más que una conducta del terapeuta.

Técnicas de terapia familiar

Resumen de Minuchin S, Técnicas de terapia familiar. Capítulos 8-9.

Capítulo 8: Enfoque

Enfoque: Término tomado del mundo de la fotografía. La intervención de las lentes


modificó todo. El fotógrafo podía enfocar una persona, determinada flor de un bouquet
y hasta un solo pétalo. La relación de la figura con el fondo se fijó por el simple
acomodamiento. El fotógrafo podía encuadrar de esa manera, el universo que
deseaba registrar. En la terapia de familia, el enfoque se puede comparar con la
realización de un montaje fotográfico. De una escena total, el fotógrafo decide lo que
desea destacar… Empieza a jugar con el foco. Modifica el ángulo y toma una imagen;
después amplía el enfoque para incluir y toma otra. Produce un mayor cambio de
ángulo, y fotografía. En virtud de este juego con múltiples vistas del mismo objeto,
nace una visión multidimensional. Va más allá de la mera descripción para realizar un
concepto más amplio.

Cuando observa a una familia, el clínico es inundado por los datos. Es preciso
deslindar fronteras, poner de relieve los lados fuertes, señalar problemas, investigar
funciones complementarias. El terapeuta seleccionará y organizará esos datos dentro
de un esquema que les confiera sentido. Pero esta organización debe ser al propio
tiempo, un esquema terapéutico que promueva el cambio. En consecuencia, el
terapeuta organizará los hechos que percibe de manera que formen trabazón entre
ellos y posean también pertinencia terapéutica. Para hacer esto hace falta: 1) que el
terapeuta seleccione un enfoque y 2) que elabore un tema para trabajar sobre él. Al

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mismo tiempo desechará los diversos campos que, siendo interesantes, no son por el
momento, útiles para su meta terapéutica.

En la sesión escogerá ciertos elementos de la interacción de esta familia y organizará


el material de manera que guarde armonía con su estrategia terapéutica. Mediante la
criba de buena parte de la información que le afluye durante la sesión, queda en
condiciones de situar en la mira, los datos que son pertinentes para la terapia.

El esquema del terapeuta incluye tanto una meta estructural, como una estrategia para
lograr esa meta. Por ejemplo, si quiere cuestionar una familia fusionada, puede
enfocar las desdibujadas fronteras entre sus miembros. El modo en que lo haga estará
determinado por el contenido y la marcha de la sesión. Pero los datos experimentarán
una transformación impuesta por el tema terapéutico.

Esta es una lección difícil de aprender. Los seres humanos, todos nos orientamos
hacia el contenido. Nos gusta seguir la trama de un relato, impacientes por conocer el
final. En cambio, el terapeuta que elabora un tema, investiga en profundidad un campo
limitado. Su actividad de recopilación de datos atañe al proceso de cambio, no al
historial o a la descripción de la familia, mientras rastrea los contenidos que la familia
le ofrece, se concentra en un pequeño segmento de la experiencia de aquélla. Y como
las interacciones de la familia tienden a ser isomórficas, la investigación en
profundidad de ese pequeño segmento, le proporcionará información útil sobre las
reglas que gobiernan la conducta en otros muchos campos de la vida familiar. Es
evidente la participación del azar en este proceso de enfoque. El terapeuta desarrolla
una “visión en túnel” y es preciso que tenga conciencia de ello. Tiene que advertir que
tan pronto como ha empezado a elaborar un enfoque, que programado. Empieza a
ignorar información. En consecuencia, debe mostrarse hiper sensitivo a los
indicadores de alerta. Tiene que prestar oídos a la familia si ésta le dice: “no le
responderemos”. Deberá recoger la realimentación que le diga “Usted se refiere a sus
teorías, no a nosotros.

El terapeuta tiene que saber también que el enfoque lo hace vulnerable a los peligros
de la absorción. Cuando se acomoda a la familia y selecciona datos, puede verse
inducido a elegir precisamente aquellos que a la familia le resulta cómodo presentar. El
oficio del terapeuta es asistir al cambio familiar, no hacer que ellos se sientan
cómodos.

En ocasiones el terapeuta tiene que posponer o ignorar la investigación tanto de los


procesos como de los contenidos, no importa cuán tentadores, para perseguir su meta
estructural. Si bien presta atención a lo que la familia le expone, organiza estos datos
según modalidades que interesan a la terapia y decide acerca del valor jerárquico de
esos conjuntos de datos.

Trampas.- La reorganización jerárquica del tema familiar es otro aspecto del enfoque;
en efecto, por el hecho de destacar el terapeuta temas que a su juicio de primera
prioridad, suele modificar la idea que la familia se ha formado sobre lo que es
importante. En ocasiones el terapeuta enfoca un aspecto mínimo de la terapia e
ilumina la interacción que es nuclear para la estructura de la familia. Esta, aceptando
ese enfoque, experimenta la transformación del suceso trivial e inadvertido en un tema
de gran importancia. El hecho mismo de que el terapeuta haya destacado un tema lo
vuelve importante. La interacción mínima, enteramente cotidiana, se vuelve de repente
extraña, desde ese instante, la realidad de la familia, que se lleva puesta como un
zapato viejo, empezará a pinchar un poco.

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El enfoque al servicio del cambio.- Aquí se desarrolla un ejemplo de una familia de
gran disfuncionalidad. Lo que se trata de hacer es resaltar los rasgos positivos (para
detalles ver ejemplo en el libro).

Capítulo 9: Intensidad

Cuando pone en escena las secuencias interactivas de la familia e interviene para


producir cambios, el terapeuta tropieza con el problema de hacer llegar su mensaje.
Los miembros de la familia tienen una sensibilidad auditiva discriminatoria, que
presenta cambios de sordera selectiva revelados por su historia común. Además,
todas las familias, aun las que se componen de personas muy motivadas, operan
dentro de cierta frecuencia. Por ello, el mensaje del terapeuta puede ser o no
registrado o puede perder penetración. El terapeuta necesita hacer que la familia
“oiga”, y esto exige que su mensaje supere el umbral de sordera de la familia. Puede
ocurrir que los miembros de la familia oigan el mensaje del terapeuta, pero sin
asimilarlo dentro de su esquema cognitivo como una información nueva. Los miembros
pueden no oír, por más que el terapeuta haya conquistado su atención y por más que
ellos escuchen. Las familiar difieren unas de otras en el grado en que exigen lealtad a
la realidad familiar, y por fuerza, la intensidad del mensaje del terapeuta habrá de
variar según sea lo que cuestione. A veces, simples comunicaciones tienen la
intensidad suficiente, mientras que otras situaciones requieren de crisis muy intensas.

Las características del terapeuta son una variable importante en la producción de


intensidad.

Ciertos terapeutas son capaces de suscitar un drama intenso con intervenciones muy
suaves, mientras que otros, para lograr esa intensidad, tienen que recurrir a un alto
grado de participación. También las familias presentan diferentes modalidades de
respuesta al mensaje del terapeuta. Las familias ya proclives al cambio, pueden
aceptar la alternativa del terapeuta como un apoyo que los empuja en la dirección
hacia la cual, de algún modo querían marchar. Otras familias acaso parezcan aceptar
el mensaje, pero de hecho lo absorberán en sus esquemas previos, son cambiar:
otras, en fin, presentarán franca resistencia al cambio.

Las construcciones cognitivas por sí mismas, rara vez tienen el poder suficiente para
provocar el cambio familiar. No obstante, los terapeutas con frecuencia, consideran
que el mensaje se recibió por el solo hecho de haberlo enviado. Pero un mensaje
terapéutico tiene que ser “reconocido” por los miembros de la familia, lo que significa
que deben recibirlo de un modo que los aliente a experimentar cosas según
modalidades nuevas. Los terapeutas no tienen que quedarse con la verdad de una
interpretación, sino avanzar hacia su eficacia. Lo pueden hacer si prestan atención
sobre el terreno, a la realimentación que reciben de los miembros de la familia, como
indicador que el mensaje ejerció realmente influjo terapéutico.

Cuando en una sesión los miembros de la familia dan muestras de haber alcanzado el
límite de lo alcanzado emocionalmente y emiten señales en el sentido de que sería
conveniente disminuir el nivel de la intensidad afectiva, el terapeuta tiene que aprender
a ser capaz de no responder a ese requerimiento, a pesar de haber sido educado toda
su vida en sentido opuesto. Una vez que el terapeuta ha observado las interacciones
de la familia y aprendido sus pautas habituales, la meta es hacer que la familia
experimente la modalidad de su interacción; esto será el comienzo de un proceso que
llevará al cambio. El problema es cómo hacer para que la familia “oiga” el mensaje.
Son diversas las técnicas para hacerse oír

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Las intervenciones destinadas a intensificar mensajes varían según el grado de
participación del terapeuta:

Nivel más bajo: Intervenciones relacionadas con una terapia de construcciones


cognitivas.

Nivel más alto: El terapeuta entra en competencia con el poder.

Niveles intermedios de participación: las técnicas para crear secuencias interactivas


que incrementen el componente afectivo de la interacción. Estas técnicas incluyen, por
ejemplo, repetición del mensaje, su repetición en interacciones isomórficas, el cambio
del tiempo en que las personas participan en una interacción, el cambio de la distancia
entre personas empeñadas en una interacción y la resistencia a la presión ejercida por
la pauta interactiva de una familia.

Repetición del mensaje: El terapeuta repite su mensaje muchas veces en el curso de


la terapia. Es una técnica importante para el incremento de la intensidad. La repetición
puede recaer tanto sobre el contenido como sobre la estructura. Por ejemplo, si el
terapeuta insiste en que los padres se pongan de acuerdo sobre la hora en que el hijo
se debe acostar, y ellos tienen dificultades para llegar a una decisión, el terapeuta
puede repetir que es esencial que los padres se pongan de acuerdo (estructura) sobre
determinada hora a que el hijo se debe acostar (contenido).

En el libro se da un ejemplo de un caso supervisado por Haley. Una pequeña parte


como ejemplo:

“…Entonces el terapeuta decidió que se requería un instrumento de intensidad para


que Michael se “adueñara” de su acción. Siguió entonces repitiendo a Michael, una y
otra vez: “Me pregunto por qué no se mudó”. En el curso de la sesión, que duró unas
tres horas, el terapeuta se lo preguntó unas setenta y cinco veces:”¿Por qué no se
mudó?”. Y Michael seguía negando toda responsabilidad…”.

En este caso enfocó tanto la estructura como el contenido para incrementar la


intensidad. El contenido era “¿Por qué no se mudó Miriam usted?” La estructura era lo
que se desprendía con fuerza de esa pregunta, a saber, que la decisión de Michael de
no mudarse obedeció al vínculo que mantenía con su esposa y sus padres. El
mensaje del terapeuta fue eficaz, como se comprobó por el hecho de que Michael
tomó una decisión. Se mudó con Cathi al departamento nuevo de ambos.

Que el terapeuta no hable de otra cosa durante toda la sesión indica que el asunto es
importantísimo. El terapeuta produce intensidad en el orden del proceso. Si él se niega
a moverse, la familia estará forzada a hacerlo, es decir, que se producirá un
reordenamiento en torno del terapeuta estático. Pautas que en pasado fueron
inflexibles, tienen que ser ahora modificadas para acomodarse al terapeuta inmóvil.

El terapeuta puede obtener atención incesante para un asunto determinado si lo


expone una y otra vez con la misma frase, al modo de una letanía. O puede exponerlo
de diversas maneras, recurriendo a su capacidad para formar metáforas o imágenes
como haría un poeta o un pintor; en este caso enfocará una diversidad de
interacciones de tal modo que cada exposición nueva, ponga de relieve la identidad de
las interacciones.

Repetición de interacciones isomórficas.- Otra variedad de repetición incluye mensajes


que parecen diversos (a diferencia del monótono “¿Por qué no se mudó?”), pero que
son idénticos en un nivel más profundo. Aunque su contenido es diferente, están

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dirigidos a interacciones isomórficas dentro de la estructura familiar. La estructura
familiar se manifiesta en una diversidad de interacciones que responden a un mismo
sistema de reglas y que en consecuencia son equivalentes desde el punto de vista
dinámico. El cuestionamiento de estas estructuras (morfos) equivalentes (iso) produce
intensidad por la repetición de mensajes dentro de un proceso. Esta intervención
puede enfocar interacciones que interesen a la terapia y reunir sucesos en apariencia
desconectados en un significado orgánico único, con lo cual se acrecienta la
experiencia que los miembros de la familia, tienen de la regla familiar constreñidora.

Intervenciones únicas, por inspiraras que sean, rara vez son eficaces para modificar
pautas de interacción que han regido años de años. Los sistemas poseen una inercia
que resiste al cambio y hace falta la repetición para que sobrevenga una repetición de
pautas. La meta terapéutica, que consiste en alcanzar pautas interactivas nuevas y
más funcionales para la familia, permanece en la mente del terapeuta durante toda la
sesión. Guía su repetición de de intervenciones de valor terapéutico.

Modificación del tiempo: Los miembros de la familia han elaborado un sistema de


notación que regula el tiempo y el compás de su danza. Algunas de estas notas son
transmitidas por pequeñas señales no verbales que vehiculizan el mensaje “hemos
llegado a un umbral peligroso o a una senda desconocida o insólita. Cuidado, aminorar
la marcha o detenerse.” Este señalamiento es tan automático que los miembros de la
familia responden sin advertir que han llegado a un territorio prohibido y son retenidos
por las riendas del sistema familiar. Como un caballo dócil, obedecen antes que les
tiren de la rienda y por eso no sienten el freno en la boca. Una de las técnicas que
permiten incrementar la intensidad, consiste en alentar, el terapeuta, a los miembros
de la familia para que continúen interactuando después que las reglas del sistema han
puesto luz amarilla o roja. Aunque en esta prolongación la familia interactúa de manera
vacilante, el paso de lo habitual a lo no familiar, abre la posibilidad de que
experimentes modos diferentes de interacción.

Cambio de la distancia: Los miembros de la familia elaboran en el curso de su vida el


sentimiento de la distancia “adecuada” que deben mantener entre sí. Conocemos un
cuento apócrifo sobre el encuentro entre terapeutas de familia, Braulio, Montalvo y
Paul Watzlawick: Montalvo, que se siente más cómodo cuando está cerca de la gente,
parece que dio un gran paso en dirección a Watzlawick, quien retrocedió dos pasos; lo
siguió Montalvo dando tres pasos adelante, a lo que Watzlawick respondió
retrocediendo. Al final de la charla ya habían dado tres vueltas a la habitación.

Estos movimientos de avance y retroceso que los dos terapeutas hacían para
mantenerse a la distancia “correcta” fueron automáticos, no conscientes. Esto es
válido no solo para la distancia física medible, sino para distancias psicológicas menos
visibles. El cambio de la distancia que se mantiene, automáticamente puede producir
un cambio en el grado de atención al mensaje terapéutico.

La utilización del espacio del consultorio es un instrumento significativo para la emisión


del mensaje terapéutico. Si el terapeuta habla con un niño pequeño, éste oirá y
comprenderá mejor si aquél disminuye su talla y se aproxima físicamente, de
preferencia si lo toca. Si el terapeuta desea destacar un mensaje serio, puede ponerse
de pie, ir al encuentro de un miembro de la familia, pararse frente a él y hablarle con el
ademán y el tiempo convenientes, con utilización de los silencios para obtener más
expresividad. Acaso lo haga todo sin tomar conciencia, dejándose guiar por su
percepción de la necesidad de alcanzar intensidad en el mensaje terapéutico y por su
confianza en que los miembros de la familia lo dirigirán con sus movimientos por la
realimentación que le envíen.

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Resistencia a la presión de la familia.- En ocasiones, “no hacer” puede producir
intensidad en la terapia.

Esto es verdadero, sobre todo cuando el terapeuta no hace lo que el sistema familiar
“desea que haga”. De manera necesaria e inadvertida, los terapeutas son absorbidos
en el sistema familiar, en su condición de miembros del sistema terapéutico. En
ocasiones esta absorción contribuye a mantener una homeostasis familiar
disfuncional. Con su resistencia a ser absorbido por el sistema, el terapeuta introduce
intensidad en la terapia.

Algunas de las técnicas empleadas por Carl Whitaker desde su posición de terapeuta
inmóvil, obedecen a esta inspiración, por ejemplo: preocupación por ganar la batalla
del liderazgo al comienzo de la terapia.

La escenificación se asemeja a una conversación en que el terapeuta y la familia


tratan de que el otro vea el mundo como él lo ve.

La intensidad se puede comparar con un cotejo de gritos entre el terapeuta y una


familia dura de oído. La eficacia terapéutica puede disminuir muchísimo si la
orientación terapéutica, hace creer que un mensaje terapéutico se recibió porque fue
emitido y también a causa de las reglas de etiqueta en virtud de las cuales la gente
tiende a fingir comprensión para no perecer brusca. Es preciso que la familia oiga
realmente el mensaje del terapeuta. Si son duros de oído, aquél tendrá que gritar.

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