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Documento Curricular Nº 1 / 2007

La literatura infantil en el Jardín de Infantes

Prof. Lidia Blanco


La literatura infantil en el Jardín de Infantes

¿A qué llamamos literatura infantil en el Siglo XXI?

La literatura destinada a los niños ha recorrido un largo camino a través de la historia


de la cultura. Existió siempre, porque los adultos necesitaron contarle a sus hijos sus
ideas, creencias religiosas y supersticiones a través de formas ficcionales. Así nacieron
los primeros cuentos, la leyendas, las canciones disparatadas, las nanas, los juegos
verbales. Todos los pueblos del mundo tienen una literatura oral que da cuenta de sus
guerras, sus dioses, su manera particular de componer una familia, de cuidar a sus
niños.

Nuestros pueblos originarios son fuente maravillosa de la historia latinoamericana,


contada a través de las leyendas que dan vida a seres imaginarios que poblaron sus
noches de ronda cuentera. Ese patrimonio cultural de nuestra América debe ser tenido
en cuenta a la hora de hablar de literatura infantil en nuestro país como parte de
nuestra integración cultural, nuestros vínculos con otros países latinoamericanos,
nuestras raíces.

De modo que no vamos a hablar de nada demasiado nuevo, sólo que en nuestro
agitado Siglo XXI, la literatura para los niños tiene formas especiales de manifestarse,
porque los textos atraviesan un complejo camino desde la producción en manos de un
artista hasta su edición y distribución en las librerías.

Intentemos acercarnos a una definición. En primer lugar podemos afirmar que se trata
de una forma particular de comunicación lingüística en la que un escritor, hace nacer
de su imaginación una historia, un poema, una obra de teatro. Su deseo es que
muchos lectores disfruten de su creación. Para poder llevar a cabo su proyecto,
necesita adquirir conocimientos relacionados con las normas de la gramática y de la
sintaxis de la lengua que empleará en su producción. Además debe poseer saberes
vinculados con la historia y la cultura de su propio tiempo y de tiempos pasados.

Pero el saber que hemos de priorizar, es el conocimiento de la infancia, de como


juegan, piensan, y sienten los niños y las niñas en la primera infancia. No es suficiente
con saber escribir un buen texto, también se requiere tener claro hacia quién esta
dirigido, qué posibilidades de cercanía tendrán los lectores con la historia contada, con
los personajes activos en ella.

La idea que se tiene en la actualidad sobre la Literatura Infantil se fue gestando al


calor de la historia y algunos acontecimientos marcaron más decididamente el
concepto sobre su función en la primera infancia. La segunda guerra mundial (1939-
1944) movilizó intensamente la preocupación acerca de las características que debían
reunir los libros infantiles para contribuir de alguna manera a formar seres humanos
comprometidos con el respeto por la vida como concepto básico para evitar otras
guerras en el futuro.
La Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY) , fundada en Zurich, Suiza,
en 1953 está integrada por asociaciones de profesionales vinculados con la literatura,
la lectura y la infancia, representantes de diferentes países, culturas, religiones,
comprometidas con una idea: el encuentro de los niños y los libros. El IBBY se planteó
desde su nacimiento hasta nuestros días una misión claramente expuesta en sus
fundamentos:

∗ Promover el entendimiento internacional a través de los libros para niños y jóvenes.


Los libros amplían el conocimiento que los niños tienen de otros países, valores y
tradiciones. De esta manera, contribuyen al desarrollo de buenas relaciones entre
las naciones y en última instancia, de la paz entre ellas.

∗ Favorecer en todo el mundo que los niños tengan acceso a libros de gran calidad
literaria y artística. La habilidad para leer y llegar a ser lectores entusiastas e
informados hace que los niños tengan igualdad de oportunidad y que puedan
superar los retos que enfrentan en la sociedad de hoy. El analfabetismo es
problema no sólo de los países en vías de desarrollo, sino también, en grado cada
vez mayor, de las naciones industrializadas.

∗ Favorecer la publicación y la distribución de libros de calidad de niños y jóvenes


especialmente en países en desarrollo.

∗ Apoyar y formar a quienes trabajan con niños y jóvenes con la literatura para
niños.

∗ Estimular la investigación y el trabajo académico en el campo de la literatura para


niños.”(1)

El IBBY realiza bienalmente congresos internacionales a los que asisten escritores,


ilustradores, especialistas y editores vinculados al libro para niños y jóvenes. En el
marco de estos eventos se retoma el tema de la cuestión de infancia y en la década
del 90´ se acentuó la defensa de determinados libros que pudieran favorecer la
difusión de valores humanos que estaban presentes en la Convención Internacional de
los Derechos del Niño.

En nuestro país existen diferentes asociaciones relacionadas con la promoción del libro
de literatura infantil:

◊ ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina) sede del IBBY en


Argentina.

◊ CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil) con


centro en Córdoba.

◊ CE.PRO.PA.LIJ (Centro de Propagación Patagónico de Literatura Infantil y Juvenil)


emprendimiento de la Universidad Nacional del Comahue.

Los organismos mencionados retoman el tema de la infancia y la adolescencia como


uno de los ejes temáticos fundamentales referidos a la literatura y la lectura y sus
producciones resultan de interés social y cultural para todos los docentes argentinos.
Muchos conceptos socializados entre los asistentes y miembros de estas entidades
están presentes en la reflexión actual, y en nuestro país contamos con importantes
especialistas, críticos y teóricos que introducen miradas nuevas y buscan en el impulso
de las campañas de lectura la construcción de una infancia más feliz, eliminando las
diferencias sociales y económicas que otorgan a los que más tienen mejores
oportunidades de desarrollo personal, profesional y social.

¿Para qué sirve la literatura infantil en la primera infancia?

Los libros de literatura presentan un mundo imaginario en el que los protagonistas


actúan de acuerdo a pautas solamente válidas dentro del texto de ficción. Y esta
convención la descubren inmediatamente los niños, aún los muy pequeños. Los
animales pueden hablar, pensar, tomar decisiones, se visten como personas,
reaccionan con conductas similares a las del mundo humano. El antropomorfismo es
legendario, estuvo presente en las más antiguas fábulas de Esopo, y luego en La
Fontaine y en Samaniego.

En la actualidad este deseo de encontrar animales humanizados continúa vigente en la


selección de juguetes en la primera infancia: ositos, ratones, tigres, lobos, leones, se
venden en las jugueterías y los niños los eligen, se los llevan a la cama como mascotas
casi vivas, les hablan, los abrigan. Es natural que también disfruten de estos
personajes a la hora de abrir un libro y ver a estos amigos de sus juegos dibujados y
protagonizando historias. La identificación con el personaje del texto literario, es el
punto de partida para que deseen escucharlo, hablarlo, y a veces inventar nuevas
aventuras de su héroe predilecto.

De modo que los niños se relacionan con la literatura como parte una actitud lúdica en
el mundo, como un juego más que ahora está presente en la voz de la maestra, o en
un film, o en un libro con imágenes. Este criterio de elección fue considerado válido a
partir de las investigaciones sobre la infancia que abrieron las puertas a un tipo de
literatura apartada de cánones didactistas o moralizantes. Es decir, cuando los niños
aparecieron claramente como personas, como sujetos de derecho, se intensificó la
producción de libros que provocaran realmente el DESEO DE LEER en ellos.

Los personajes literarios más atractivos son por lo tanto los que juegan, los que
quiebran el orden establecido, los que se aventuran y descubren Otros Mundos, sufren
vicisitudes, pero salen airosos de esas circunstancias. El bosque es atractivo, pero el
Lobo no tiene por qué comerse a nadie como castigo al atrevimiento de apartarse del
sendero. A los niños les gustan los seres imaginarios, los perros voladores, los ratones
que van a la luna en barrilete, los caracoles que se sacan su casita libremente. En una
palabra: la exageración, lo fantástico, la ruptura definitiva de las fronteras de lo real.

Literatura y juego

La década del 60 representó una profunda revolución intelectual en el concepto del


vínculo del niño con el libro de literatura. La valoración del pensamiento fantástico
infantil en el campo de la pedagogía y la psicología, permitió revisar la función de la
lectura de literatura en la infancia. La nueva mirada produjo un desplazamiento del
didactismo que había caracterizado la primera mitad del siglo y que otorgaba al texto
literario la función de “enseñar algo útil”.
En Italia aparece Gianni Rodari, pedagogo y autor de cuentos para niños. Escribió
“Gramática de la fantasía.Introducción al arte de inventar historias”(2) a principios de
la década del setenta. En su obra se defiende la libertad del niño a producir sus
propias imágenes, a recrear la realidad y a nutrirse de una literatura plena de juego y
de fantasía. Autor de “Cuentos por teléfono”, “La góndola fantástica”, “La tarta
volante” entre otros títulos, su labor como escritor abarcó el campo de la ficción y de
la reflexión pedagógica en torno al libro infantil.

Rodari valoriza los procesos de identificación con los personajes y con las situaciones
de la ficción. Mientras lee, el niño juega a sentirse un huérfano, un pirata aventurero,
un cowboy, un explorador. Lee para jugar con las palabras según su deseo y los
caprichos de su imaginación. Rodari condena los libros infantiles siervos de mandatos
escolares, escritos para transmitir una idea, un saber, una norma. Esos libros no sirven
para formar un lector, y no pueden ser considerados como parte vital de una biblioteca
infantil.

“El niño, durante su crecimiento, atraviesa una fase en la que los objetos le sirven
sobre todo como símbolos. Es la fase en la que se instituyen las funciones simbólicas
del lenguaje y del juego para convertirse en componentes de la personalidad. A esta
fase, a tales funciones, es la lo que se liga el trabajo del escritor para niños.
Sustancialmente construye objetos para el juego; es decir juguetes hechos de
palabras, de imágenes, también de madera y plástico, pero son juguetes. Tienen la
eternidad de la pelota y de la muñeca”.

“Definir el libro como un juguete no significa en absoluto faltarle el respeto, sino


sacarlo de la biblioteca para lanzarlo en medio de la vida, para que sea un objeto de
vida, un instrumento de vida. Ni tan sólo significa fijarle unos límites. El mundo de los
juguetes no tiene límites, en él se refleja y se interfiere el mundo entero de los
adultos, con su realidad cambiante”.(3)

Los primeros pasos en este camino hacia un lenguaje liberador de la energía lúdica del
niño los dio en Argentina la autora María Elena Walsh, expulsada del ámbito de la
escuela pública durante la dictadura militar (1976-1983). Su literatura, fuertemente
ligada a la tradición de las rimas y los nonsense ingleses, generó una línea de
producción que recibió muchos rechazos en los ámbitos más rígidos de la educación
pública.

María Elena Walsh, poetizadora del habla infantil, activó el juego con el lenguaje,
levantó el telón para que aparecieran ante los ojos infantiles una vaca estudiosa, una
tortuga viajera, una regadera que reinventa su contenido en manos de Felipito
Tacatún. Y ese mundo de ficción abrió el camino hacia una literatura verdaderamente
infantil, desprendida de su rol moralizante.

Literatura infantil en la primera infancia

La relación de los niños con la literatura comienza en los primeros meses de vida. Las
milenarias canciones de cuna son testimoniales de un saber humano que no nació del
ámbito a académico sino de lo más humano de los seres humanos, de lo emocional, de
la necesidad de estrecharse con el bebé para sentirlo y dejar que él comparta las
emociones del adulto que lo mece.
Esta sublime iniciación a la palabra poética seguirá su rumbo a medida que el niño
crece y toma contacto con libros de cuentos, poemarios, cancioncillas, rimas. Estas
prácticas de vinculación con la literatura son consideradas en la actualidad
imprescindibles en la construcción de la subjetividad infantil, un arma poderosa en la
defensa de su integridad frente a la sociedad, el andamiaje indispensable para armar
un capital simbólico, fuente de la autonomía y del pensamiento crítico.

¿Hacia dónde queremos encaminarlo? Hacia su formación como lector de literatura en


este presente y en su futuro. Sobre la magia de la obra literaria y sus efectos en el
sujeto humano, reflexiona el investigador Marc Soriano:

“Este prodigio cotidiano, cuyas señales externas son una atención y una distracción
extremas, produce un placer muy intenso, uno de los pocos que ha inventado la
cultura.”
............................

“En cuanto el lector domina los mecanismos de la lectura, puede aislarse cuando lo
desea, construir paso a paso, un universo en el que se sienta a sus anchas, negar y
abolir, por cierto tiempo, el mundo real.”(4).

Ésta es la idea central que atraviesa nuestra visión sobre la importancia de la


literatura en la vida infantil. La selección del material que se ofrecerá a los niños en los
Jardines de Infantes, estará impregnada de criterios estéticos, pedagógicos,
ideológicos y además, de la representación que tengamos del rol docente en las
instituciones.

A la hora de elegir... ¿qué criterios podemos tener en


cuenta?

La palabra “criterios”, tiene gran resonancia en al ámbito educativo. En este caso y


tratándose de libros infantiles, usaremos la palabra en su sentido más simple, no
restrictivo ni autoritario. Podemos incluso reemplazar “criterios” por “miradas”, y
formularnos esta pregunta:

¿Qué tenemos en los “ojos” de adentro para aceptar o descartar los libros que les
vamos a ofrecer a los niños del Nivel Inicial?

El valor estético de una obra literaria infantil

La literatura habla de las cosas que conmueven, que estimulan el pensamiento sobre
lo que nos está pasando, que arranca sonrisas o lágrimas, y que deja como única
enseñanza, ese contacto con la palabra que abre un mundo nuevo, desconocido tal
vez, antes de leer ese texto. Pertenece al campo de la creación artística en el que no
existen moldes establecidos. La trama de un texto responde a saberes muy íntimos de
su creador, y ninguna academia del mundo puede enseñar ese saber.

El escritor cuando es verdaderamente un artista, coloca en primer lugar las imágenes,


la palabra poética, trabaja sobre cada expresión incansablemente hasta dar con la
forma justa. Dice cosas, pero de tal manera que su voz llega a lo más hondo del
corazón humano.
Si una escritura solamente trata de explicar un concepto de una manera racional, es
poco probable que se trate de literatura. Se trata de un texto, pero no literario porque
su intención es informar al lector sobre un tema determinado. Un libro que describe la
forma de alimentación de los peces, por ejemplo, es sin duda un libro que pertenece a
la disciplina “Ciencias Naturales”.

Evoquemos a manera de ejemplo estos versos de Federico García Lorca, maestro de la


palabra poética:

La tarde equivocada
se vistió de frío.

Detrás de los cristales,


turbios, todos los niños,
ven convertirse en pájaros
un árbol amarillo.

La tarde está tendida


a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.(5)

Al cerrar los ojos, podemos ver una tarde vestida de frío, y cada cual verá su propia
tarde, tal como ese paisaje golpee en el interior del lector. ¿Quién podría dudar de la
perfección de esta imagen que perdura a través del tiempo cuando su autor ya no está
entre nosotros?

El cuidado pedagógico o la presencia invisible del lector.

Pero no alcanza con la certeza de la buena escritura, porque resulta necesario en


nuestro caso, pensar en la manera particular como los pequeños lectores ingresarán
en ese universo lingüístico. El nivel de lengua utilizado por el autor, aproxima o
distancia a los lectores potenciales. ¿Cómo resultará más eficaz su comunicación con
niños de dos o tres años? Y los que ya tienen cuatro o cinco, ¿qué diferencias tienen
con los anteriores?

Con frecuencia preocupa a los docentes la aparición de palabras de poca circulación,


ya que se supone que los niños las desconocen y no comprenderán el sentido de la
narración o del poema. Sin embargo, nada complace más a un niño que escuchar por
primera vez una palabra, interrogar sobre su significado, escuchar una respuesta
satisfactoria. No es el vocabulario “difícil” lo que debe inquietarnos.

¿Y dónde pondremos la mirada?

Un gran tema es la organización sintáctica del texto narrativo. Las oraciones muy
extensas, con gran cantidad de información apretujada, no permite el acceso fácil del
niño que escucha. Los textos para los primeros años, que son los que aquí nos
interesan, deben transmitir las ideas de manera coloquial. Pero esto no quiere decir
que no exista profundidad, pensamientos profundos.
Otro aspecto es la representación de infancia del escritor, su conocimiento sobre la
manera como los niños pueden ingresar a la ficción. Este saber se logra con buena
bibliografía, pero también con el contacto real con los interlocutores.

La pedagogía nos brinda también herramientas para conocer los centros de interés
temáticos en cada etapa evolutiva, y nos permite saber que se van modificando a
través del tiempo, y que pueden ser una constante aún en diferentes contextos
culturales. Así sabemos que a los bebés les atraen más las historias en las que se
ponen en juego un personaje infantil y un objeto conocido- una pelota, un pájaro, un
mariposa- o una figura femenina que pueda asociar con su mamá verdadera o
sustituta.

A medida que avanzamos en el tiempo, encontramos a los niños de dos o tres años.
En esta edad disfrutan de narraciones en las que intervienen más personajes y los
hechos del cuento suceden en espacios que les gusta recorrer: la plaza, la calesita, el
mar. Es decir, aparece el interés por espacios exteriores en los que pueda producirse
una aventura de la que puedan sentirse protagonistas. Eligen con frecuencia
personajes que se disfrazan y engañan a otros, y situaciones lúdicas en las que ya no
está presente el adulto.

Los niños de cuatro y cinco años, se inclinan por los elementos mágicos o
sobrenaturales, como los que aparecen en los cuentos tradicionales. Nace la curiosidad
por temas más complejos: el amor en la pareja, la sexualidad, los nacimientos, la
muerte, las aventuras en lugares extraños, y toda historia en la que los protagonistas
se alejan de la tutela familiar y atraviesan por sí mismos las dificultades o las
amenazas del mundo exterior.

Podemos observar que existe un tránsito de la dependencia absoluta del bebé con el
mundo adulto hacia la incipiente autonomía de los niños al llegar a los cinco años,
previa al comienzo de la escolaridad primaria. Y este tránsito natural se ve reflejado en
estas tendencias por determinado tipo de libro de literatura. Pero atención: nunca
tendremos fórmulas definitivas, porque no existen dos niños iguales. En lo que se
parecen todos, a cualquier edad, es por el inmenso placer que les producen las
historias que los transportan a un mundo diferente, con provocaciones a su
imaginación, a su sonrisa, y también a su emoción más oculta. Les gusta, como al
público lector adulto, que los asombren.

La literatura infantil puede acompañar al niño lector, ayudarlo y acompañarlo en su


desarrollo. También estimularlo en la búsqueda de realidades diferentes a las que se
suceden en su vida y a pensar críticamente su realidad y la del mundo en el que crece.
Para que esto ocurra, el libro de literatura debe acertar con sus interrogantes, sus
búsquedas, que están en él, simplemente están, a la espera de ese libro que lo
satisface con alguna respuesta.

La representación del Mundo: ideas, creencias, valores


culturales.
Este es el componente de la literatura infantil más complejo. Ninguna escritura es
inocente, menos aún la que se dirige a la primera infancia. Toda obra literaria contiene
en su interior una representación del Mundo, una escala valorativa sobre la conducta
humana. En este espacio, las polémicas suelen ser intensas ya que, como es sabido,
no todos compartimos los mismos códigos con respecto a lo que está bien o está mal,
ni ahora, ni en el pasado remoto. Valga una frase muy vulgar: todos somos diferentes,
y el problema es cómo aprendemos a respetarnos en esas diferencias.

La literatura para niños, como el resto de las obras de literatura, muestra una extensa
variedad de encuentros y desencuentros de ideas expresadas a veces en un simple
relato. En “Cenicienta” aparece una jovencita que padece el maltrato de una mujer
cruel, que le impide asistir a un baile para encontrar...¡al príncipe soñado! El conflicto
se resuelve por intervención de un hecho maravilloso, mágico. Llega el hada, la
convierte en una bella mujer, bien vestida como corresponde, y allá va, a buscar la
felicidad. Y la encuentra en un abrir y cerrar de ojos, porque con solamente cruzar
algunos bailes con el bello príncipe, la historia de amor queda conformada. El texto
afirma que la b belleza y la buena vestimenta es la única garantía de encontrar el
amor. ¿Será esto cierto?

La búsqueda de una sociedad más libre, más cercana a la naturaleza, sin ideologías
extremistas, hace que el adulto transmita sus inquietudes al lector-receptor de su
obra, quizá en un intento de advertir y concienciar, en el cual, en el fondo, se percibe
un gran sentimiento de culpabilidad hacia el mundo de los adultos que necesitan que
los jóvenes vayan cambiando poco a poco algunos principios, erróneos, que ellos han
establecido.
El lector se sentirá como protagonista de muchas historias que lee: desconcertado con
lo que tiene ante sus ojos, preocupado por el futuro que hereda y esperanzado con la
idea de no cometer los mismos errores que sus padres.

Extraído del artículo “Literatura con valores” de Ana Garralón.Crítica literaria y escritora
española. Publicado por la Revista La Mancha Nro.17.Noviembre 2003.pag.7

Libros, lectores y bibliotecas en el Nivel Inicial

*Biblioteca para los bebés.


45 días a dos años.

La Biblioteca para Bebés permite el conocimiento de libros de literatura de sencilla


estructura, y especialmente diseñados para niños pequeños que asisten a un Jardín
Maternal. Desde el segundo semestre de vida, el niño puede interesarse por la lectura
de imágenes, siempre que éstas resulten atractivas por el color y el diseño. No
sabremos con exactitud cuál es el grado de comprensión de aquello que la imagen
representa, pero es habitual observar en el bebé, actitudes autónomas frente a lo que
ve dibujado, que nos permiten afirmar que efectivamente, se comporta como un
lector. Un bebé de diez meses puede observar y emitir sonidos de reconocimiento del
objeto representado, ya sabe que eso no es el objeto mismo, sino su representación
gráfica, y esta certeza lo convierte en lector de esas imágenes.

Para esta etapa etaria -tres meses a dos años- contamos en la actualidad con una
inmensa cantidad de ofertas de material literario con diseños acordes a las
posibilidades de manipulación de niños pequeños. Libros de tela, de plástico y de
cartón plastificado con las puntas redondeadas para que no se lastimen.
También es posible su fabricación artesanal recurriendo a recortes de telas de colores
brillantes que pueden disponerse en forma de libro. Cada hoja de tela es una página
en la que la creatividad del artesano colocará siluetas que representen una flor, un
conejo, o tal vez una manzana. Los colores intensos atrapan la atención del niño y en
estos contrastes de figura y forma buscará significados que pueden o no coincidir con
lo representado

Podemos seleccionar libros de imágenes que no “cuentan” una historia, pero que
invitan a la exploración de las ilustraciones por parte de los lectores y esta práctica
resulta atractiva para descubrir un universo de colores y formas que no son
necesariamente familiares o no habitan el mundo de la realidad, son personajes de la
ficción literaria

Pero también está presente la literatura, las primeras historias, que aparece con
construcciones narrativas breves y gramaticalmente pensadas para los bebés. En estas
formas literarias muy sencillas, es probable que aparezca un personaje central: un
niño, un oso, un ratón, que debe resolver un pequeño conflicto. Predomina el humor,
el disparate, el juego.

En un proceso que varía en cada niño, la oferta de libros avanzará con secuencias más
extensas y más complejas, con más personajes. La tarea de lectura representará
nuevos esfuerzos de relacionar cada momento de la historia, la sucesión espacio-
temporal, y se puede guiar al niño para que observe que lo que sucede en cada página
se vincula con la página anterior y con la siguiente.

Bibliotecas en el Jardín
Para niños de tres, cuatro y cinco años.

Los Jardines de Infantes, salitas de 3 a 5 años, intentan ofrecer hoy bibliotecas de sala
con buen material, libros jóvenes, con historias movilizadoras, humorísticas, o
emotivas y tiernas. Otras en cambio promueven la reflexión sobre temas dolorosos,
como la muerte, la pobreza, la exclusión social. Todos los temas son adecuados para
la infancia, todos sin excepción.

En estos primeros años de vida, la lectura frecuente, y el permiso para tocar los libros,
instalan un hábito, aunque la palabra nos moleste, y obliga a la permanente
actualización de los estantes a medida que los lectores van conociéndolos. Llegará
también el día de ir a la Feria del Libro Infantil, y los que ya están entrenados,
buscarán lugares para sentarse a leer, aunque en esta primera etapa lectora, leer
suele ser la acción de inventar lo que fluye de las imágenes y establecer asociaciones
con la palabra del adulto que en algún momento haya transmitido el contenido que
expresa la escritura.

La Biblioteca de la sala debe ser un lugar dinámico, y su frecuentación no debe estar


entregado a las improvisaciones que fueron habituales en el Jardín de Infantes de
antaño. Ir al “rincón” a leer, es una paradoja. La Biblioteca cobra prestigio cuando el
docente ha planificado lo que hará con los niños en ese espacio de la sala. Su rol en
este caso es la observación y la participación en la escena de lectura. Los niños
aprenden con su maestra a tomar los libros con cuidado, a hojear las páginas, a no
dañarlas con movimientos apresurados. Cuando el docente acompaña la lectura, los
niños aprenden que este acto es tan importante como la clase de música, o de
plástica, en la que no sucede que los dejen solos, lo habitual es que sean
acompañados porque cada actividad es un aprendizaje. Ir a la Biblioteca a mirar los
libros, a inventar lo que pueden decir, es también una situación de aprendizaje, y
requiere atención pedagógica.

La Biblioteca realmente dinámica debe estar siempre asociada a la lectura, la narración


o a la exploración por parte de los niños. Es decir, las actividades relacionadas con la
literatura deben tener un lugar asignado, un espacio definido dentro de la sala, por
humilde que ésta sea. A veces un par de cajones, un telón que separa, modestos
almohadones tal vez aportados por madres o abuelas, será para los niños LA
BIBLIOTECA, y nunca será asociada con un “rincón”.

Y... ¿qué sucede en primer grado?

La articulación que construye un puente entre la etapa del Nivel Inicial y la escolaridad
primaria es todavía dificultosa, compleja en todas las áreas, pero hoy nos preocupa
especialmente la lectura. Un niño que se acostumbró a revisar por sí mismo libros de
literatura, tal vez con formas precarias todavía en la decodificación, pero con
autonomía, no debería notar diferencias cuando ingresa a primer grado. Sabemos que
no es así. A veces falta material, otras el docente no está preparado para sostener la
biblioteca del aula con los mismos criterios pedagógicos que existían en la sala de 5
años.

La expectativa es que la escuela primaria sostenga y dé continuidad al proceso de


adquisición de la lectura iniciado en el Nivel Inicial y es imprescindible una concepción
contemporánea de infancia y de lectura, para que no se repitan viejas prácticas
escolares, aburridoras, destructivas, con imposiciones arbitrarias acerca de lo que se
debe leer y peor aún, sobre cómo deber ser el proceso de apropiación por parte del
lector.

Propósitos
∗ Difundir la Literatura Infantil de nuestros autores argentinos y latinoamericanos.

∗ Jerarquizar la literatura producida por los pueblos originarios de América: cuentos


populares, leyendas, tradiciones, juegos, coplas, canciones de cuna.

∗ Formar lectores autónomos y críticos capaces de diferenciar la verdadera literatura


de los productos mediocres del mercado.

Objetivos
∗ Diferenciar autores por su estilo de escritura.

∗ Reconocer las características de los géneros tradicionales de la literatura: cuento,


novela, poesía, obras de teatro.

∗ Ampliar el vocabulario referido a la literatura: partes del relato, personajes,


secuencia narrativa.
∗ Enriquecer con formas nuevas el nivel de lengua cotidiano.(Poetización de la lengua
oral y escrita).

∗ Aportar nuevas formas lingüísticas que potencien la comunicación oral y escrita.

∗ Establecer relaciones entre diferentes obras de literatura que incluyan elementos


comunes en su estructura o en su temática. (Ej.Leyendas de pueblos originarios;
Narrativa relacionada con la cuestión de género o de los derechos humanos).

Contenidos
La literatura no ha sido creada para enseñar un contenido. El discurso literario es
básicamente subjetivo, responde a miradas íntimas y profundas de un creador. Nada
de lo que se relata en un cuento es verdadero, por lo tanto no hay algo para
“enseñar”. La transmisión de contenidos corresponde al discurso informativo,
instructivo, o descriptivo. Cada obra literaria es en si misma un “contenido”: su sentido
artístico.

Jorge Luis Borges solía decir que la literatura “no se enseña, se comparte”.

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(1)International Board on Books for young People. Zurich.1994.24º Congreso de
Literatura infantil y Juvenil.Sevilla España.
(2)Rodari, Gianni.Gramatica de la fantasía.Introducción al arte de invesntar
historias.Primera Edición en italiano: 1973.Primera Edición Española: Noviembre de
1976.Editorial Avance.
(3)Rodari,Gianni.”La imaginación en la literatura infantil”.Artículo publicado en Piedra
Libre.Revista de literatura infantil.Año I.Nro.2.1987.pag.5 y 6.
(4)Soriano, Marc.”La literatura para niños y jóvenes.Guía de exploración de sus
grandes temas.”Trad.de Graciela Montes.Ediciones Colihue.1995.pag.374.
(5)García Lorca, Federico.”Mariposa del aire”.Buenos Aires.Colihue.1987.
ANEXOS PARA LA REFLEXIÓN

Anexo l.
Literatura y Derechos Humanos

Marc Soriano(*)fue uno de los más prestigios investigadores del campo de la literatura
para niños en Europa. Italiano de origen desarrolló su trabajo en Francia donde se
vinculó con otros profesionales de la literatura infantil y especialistas en el tema de la
pedagogía de la lectura. Su visión sobre los niños, los jóvenes y los libros, ha
impactado de manera singular en los especialistas del área que trabajan en Argentina
y su obra se emplea en la formación docente en profesorados y cursos de formador de
formadores.

“La literatura infantil para niños y jóvenes”, libro que muestra su laborioso trabajo con
la cultura para la infancia, fue publicada por primera vez en 1975 y luego
constantemente actualizada en torno a diferentes temas relacionados con la literatura,
la lectura y los niños. Sus investigaciones muestran que el estudio de la literatura
infantil es siempre una tarea en gestación, expresión del tejido social, de sus actores,
terreno de luchas agitadas, de debates tácitos, juego entre lo imaginario y lo real,
entre el sujeto y su época. En la actualidad contamos con la traducción y notas de la
autora Graciela Montes.

Su muerte se produjo cuando había completado la actualización de la obra de la que


se ha extraído el siguiente fragmento sobre literatura y derechos de la infancia.

“La revolución de la informática, la desocupación, los grandes conglomerados urbanos,


la miseria y las guerras han acrecentado de manera inquietante el número de niños
librados a sus propias fuerzas o abandonados, que sobreviven escarbando tachos de
basura, mendigando o robando. Se agrupan en bandas, como en Bogotá, en Río de
Janeiro o en Bucarest y suelen sentirse atraídos por la droga, que les sirve para olvidar
su miseria.

En América Latina, los latifundistas explotan cínicamente esta mano de obra


indefensa, imponiéndole trabajos penosos, sin límites horarios ni protección social,
como sucedió en Francia bajo el reinado de Luis Felipe, en los resplandecientes años
de la revolución industrial (escándalo que fue denunciado en 1842 por el célebre
informe Villerme).

Diversos testimonios han coincidido en revelar, con treinta años de atraso que, al
terminar la Segunda Guerra Mundial, miles de huérfanos ingleses fueron deportados a
Australia y a otras colonias británicas y utilizados como mano de obra para trabajos
pesados, que excedían sus fuerzas. Pero eso no es todo. En Tailandia o en Filipinas,
los padres, impulsados por la miseria, venden o alquilan a sus hijos a ciertos
empresarios y por lo general no ignoran que de esa manera están entregando a sus
hijos e hijas a la prostitución. En Bangkok hay 200.000 niños de ambos sexos que
ejercen la prostitución y 800.000 en Tailandia; un 40% de ellos ya tienen el virus del
SIDA. El gobierno tailandés jamás se opuso a estas prácticas en los últimos veinte
años, argumentando que el “turismo sexual” era uno de los principales recursos del
país; sólo a partir de 1993 parece haber comenzado a cuestionar esta política
insensata.

La realidad nos muestra una infancia sobreexigida, abandonada, amenazada, violada y


perdida..¿Puede desinteresarse la literatura infantil de esta violencia que soportan
millones de niños?De ser así, estaría abandonando su vocación universal y dirigiéndose
solo -so pretexto de que su vocación es lúdrica- a los hijos de las clases privilegiadas y
protegidas.

Por cierto, el niño tiene sus deberes con respecto a sus padres, sus hermanos, sus
compañeros, sus maestros y la sociedad, en general, pero, al igual que el Tercer
Estado en vísperas de la Revolución Francesa, también tiene sus derechos que a
menudo resultan silenciados o violados.

Tiene derecho a tener una familia, un techo, alimentación suficiente. Tiene derecho a
recibir información y educación, no importa cuál sea el color de su piel. Tiene derecho
a que se respete su cuerpo y su integridad física y tiene derecho, por fin, a una
formación y una capacitación acorde con sus aptitudes y sus gustos, que le permitan
en el futuro encontrar trabajo.

Estos derechos han quedado definidos y agrupados en la declaración de los derechos


del niño que promulgó UNICEF en 1989 y que adoptó luego el IBBY pero sólo nueve
países lo han ratificado hasta el momento. Uno de los objetivos de los libros para niños
podría ser el de recordar, sencillamente y sin arengas vehementes o intencionadas,
que la infancia debe ser respetada y protegida, ya que si el niño es hijo del hombre,
no es menos cierto que el hombre es a su vez hijo del niño.”(1)

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(1)Soriano, Marc.La literatura para niños y jóvenes.Guía de exploración de sus
grandes temas”.Traducción y notas a cargo de Graciela Montes.Ediciones
Colihue.1995. Pag.423
(*)Marc Soriano fue Profesor de Filosofía, doctor en Letras, miembro de la
Resistencia Francesa, Gran Premio de la Academia de Francia. Su libro “Los cuentos
de Perrault” le valió el Premio Saint-Beauve.

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Anexo ll

Literatura y alfabetización
Sin duda Emilia Ferreiro es un nombre familiar, reconocido por todos los profesionales
vinculados con la educación en el Nivel Inicial. Sin embargo, resulta interesante en el
actual conflicto de reducción presupuestaria que padece la Escuela Pública Argentina,
mencionar algunos de sus conceptos sobre la calidad de la alfabetización en tiempos
de crisis económica.

“¿Alfabetizar cómo y para qué? ¿Podemos seguir pensando en una alfabetización


rudimentaria para algunos y una alfabetización sofisticada para otros?¿Cómo
corresponde plantear el derecho a la alfabetización en el contexto de otros derechos
primordiales? El derecho a la salud significa (entre otras cosas) el derecho de todo
individuo a una atención médica actualizada, acorde con los avances científicos y
técnicos de esa área profesional. El derecho a la alfabetización no puede significar
menos que eso. Sin embargo, así como vemos diseñarse claramente en la región
latinoamericana una atención a la salud diferenciada según los sectores sociales (una
atención a la salud “de primera clase”, ofrecida en instituciones privadas altamente
costosas y una atención de pésima calidad ofrecida en los hospitales públicos), vemos
diseñarse una tendencia exactamente similar en el área educativa: la escuela publica
está cada vez más deteriorada, empobrecida y técnicamente desactualizada, mientras
las escuelas privadas (cuyo nivel de calidad no siempre coincide con lo que se
declara)se multiplica.

En realidad lo que ocurre en salud y educación es parte de la tendencia general hacia


la privatización que se observa en casi todos los países de la región: el Estado delega
en el sector privado la mayor parte de sus obligaciones y retiene sólo aquellas de tipo
asistencial para los sectores cuyo poder adquisitivo no le permite pagar por un servicio
necesario. La noción de “derecho a la salud, a la vivienda, a la educación”pierde así su
sentido global.En lugar de ciudadanos que reclaman un derecho se plantea como si
fuera normal que los ciudadanos “compren servicios”. Quienes no pueden comprarlos,
deben conformarse con una acción asistencial del Estado que se limita a dar el mínimo
necesario (y muy a menudo por debajo del mínimo requerido) para mantener los
niveles de subsistencia y funcionamiento social degradado de esa franja de la
población.”(1)

La insuficiente participación del estado para la obtención de mejoras significativas en la


formación lectora de la infancia en los países en vías de desarrollo aparece
constantemente en los Congresos de Literatura Infantil que se realizan en nuestro
país. Escritores, ilustradores, especialistas, insisten en la necesidad de reclamar
mejores políticas educativas referidas a la difusión de la lectura y al debido
equipamiento de las bibliotecas escolares.

También los autores de libros para niños han realizado valiosos aportes al tema y su
palabra merece ser conocida y difundida en el ámbito de la educación pública. Graciela
Montes no puede dejar de ser mencionada y su pensamiento nutriente nos convoca a
la reflexión:

“¿Cuáles son las ideas, las fantasías y las expectativas que nuestra época deposita en
los libros, en la lectura, en las escenas lectoras(si es que deposita algunas) ?¿Por qué
nos parece tan necesario salir a predicar que leer es bueno?

Por un lado, no puede llamar la atención que lo hagamos, que salgamos a defender la
lectura, ya que vivimos literalmente sumergidos en la letra. Nuestro mundo es un
mundo escrito, aunque haya amenaza de extinción de lo que lamamos “lectores” y
“lectura”. Leer se leen -hay que leer- muchísimas cosas, desde un poema, una novela
o un ensayo, a diarios y revistas, manuales, enciclopedias, diccionarios, un folleto, la
lista de compras, la guía telefónica, el horario de los trenes, las indicaciones de
pantalla de las computadoras, catálogos, carteles indicadores y publicitarios, cartas,
facturas de servicios, etiquetas, el menú de un restorán, inscripciones diversas -
grabadas en la piedra o pegadas en un más a la puerta de la heladera -, recetas o
fórmulas químicas y matemáticas. El camino de la letra ha sido hasta ahora arrollador
e irreversible.

El analfabetismo resulta decididamente fatal, injusto y excluyente en una sociedad de


escritura como la nuestra. Se dice que se lo está superando y que, en cinco años más,
ya no quedarán en el planeta habitantes mayores de diez años que no sepan leer y
escribir ¿Tendremos entonces un número equivalente de lectores? Todos sabemos que
no necesariamente. Todos hemos hablado y oído hablar del analfabetismo funcional,
del iletrismo, en el que la práctica de lectura y escritura, reducida a lo instrumental,
progresivamente va perdiendo sentido y se atrofia. De manera que, si bien ser un
lector supone un ser alfabetizado, aparentemente no todos los alfabetizados son
lectores.”(2.)

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(1)Ferreiro, Emilia.Alfabetización.Teoría y práctica.Ed.Siglo veintiuno.1998.Pag.178.
(2)Montes, Graciela. “El mundo como acertijo”.Conferencia en el Congreso de Lectura.
Montevido. Abril del 2001.

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