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EMOCIONES: DE LOS
CUATRO A LOS NUEVE
MESES
El tono extensor ya predomina sobre el flexor y en estado de reposo
observamos al bebé tumbado boca arriba, con las piernas extendidas y las
rodillas abiertas hacia los lados. El reflejo tónico-cervical ya ha desaparecido.
DESARROLLO PSICOMOTRIZ
Sin embargo, el cambio más importante de este periodo es el inicio de formas
de desplazamiento que el bebé va a realizar por sí sólo. Hasta ahora, el bebé
agitaba sus brazos y piernas o se revolvía inquieto, pero necesitaba de otros
brazos para cambiar de postura o moverse de lugar.
Hacia los cinco-seis meses su desarrollo motriz le permite darse la vuelta por
sí mismo y permanecer sentado con escaso apoyo. Su cabeza se mantiene
firme aunque puede perder el control en ocasiones, por ejemplo, si se ríe a
carcajadas
Entre los seis y los siete meses, el bebé no sólo adquirirá un dominio en el
volteo, sino que en posición prona podrá girar sobre su ombligo de forma que
no nos extrañará encontrarle con su cabeza a los pies de la cuna. El tono
muscular de sus glúteos va fortaleciéndose y ello, junto con la extensión de su
columna vertebral, le permitirá permanecer sentado sin necesidad de apoyo y,
en breve, sentarse él mismo. Desde esta posición va a entretenerse explorando
todos los objetos que estén a su alcance, utilizando su boca y las dos manos de
forma indistinta.
El fémur, que ha empezado su rotación interna a lo largo de este periodo,
permitirá que las rodillas empiecen a alinearse hacia delante en lugar de
dirigirse hacia fuera. Todos estos aspectos preparan el cuerpo del bebé para el
inicio de la última conquista de este periodo: el gateo.
A lo largo de estos primeros meses, los distintos sistemas sensoriales van
integrándose progresivamente. A partir de los tres-cuatro meses, el niño puede
asociar diferentes informaciones sensoriales pertenecientes a un mismo objeto.
Este hecho le permitirá asociar formas, sonidos y olores con determinados
objetos o personas. Esta integración y coordinación de los sentidos se conoce
como percepción intermodal.
PERCEPCIÓN
La combinación de modalidades perceptivas (mirar, chupar, manipular, etc.)
revierte en un primer hito perceptivo-cognitivo de notable importancia: las
primeras representaciones mentales de los objetos y personas familiares. Así,
los bebés pueden reconocer visualmente un objeto manipulado repetidas
veces. O reconocer a mamá, oyendo su voz antes de verla. Todo ello indica
que el niño transfiere información de una modalidad sensorial a otra y ello le
permite tener ciertas expectativas sobre cómo son y se comportan los objetos
familiares. Esto se conoce como percepción transmodal
La habituación, aunque pueda parecer una forma extremadamente simple de
aprendizaje, constituye una base para el desarrollo de cualquier forma de
conocimiento. Permite dejar de prestar atención a cosas rutinarias y dirigirla
hacia nuevas situaciones.
La cognición, tal y como la define Craig (1997), es el acto que engloba los
procesos de pensar, aprender, percibir, recordar y comprender. A pesar de que
todos los teóricos de la cognición humana enfatizan la actividad del propio
niño en la construcción de su conocimiento, es obvio que éste no puede ser
independiente de las experiencias de aprendizaje que los padres u otras mentes
le deparen. Aun así, debemos reconocer que los niños pasan por una serie de
secuencia temporal en la progresión de las estructuras cognoscitivas que les
posibilitan aprehender los significados del mundo tanto físico como social
COGNICIÓN Y APRENDIZAJE
Dentro de esta perspectiva, la obra de Piaget representa un colosal esfuerzo
por dar una explicación de cómo realizan los niños su desarrollo intelectual.
Para Piaget, el desarrollo cognoscitivo progresa mediante cuatro etapas
secuenciales , que empiezan en la infancia y se desarrollan hasta la
adolescencia, momento en el que la estructura de la mente, según este autor,
alcanza el nivel de razonamiento de una mente adulta
Periodo del lactante (0-2 años)
Primera infancia (2 a 7 años)
Segunda infancia (7 a los 11-12 años)
Adolescencia (a partir de los 12)
A pesar de que el bebé se encuentra en una etapa prelingüística, en la cual no
hay un uso de los aspectos formales de la lengua que los niños aprenderán en
breve, los pequeños de esas edades emiten diversidad de sonidos, algunos de
los cuales son interpretados por sus padres como palabras. Las emisiones
sonoras infantiles características de esta etapa son los balbuceos.
LENGUAJE: EL BALBUCEO
Tras los primeros sonidos de goce –o llanto– que los bebés realizan durante los
intercambios sociales, emerge aproximadamente a los cuatro meses una etapa
de transición al balbuceo propiamente dicho. A medida que cambia la forma y
el tamaño de la actividad bucal y progresa la maduración cerebral, los sonidos
de bebé cambian del gagueo anterior (con sonidos como “guu” o “coo”) a
sílabas sueltas y distintas como “da” o “ba”.
Entre las veinticinco y las cincuenta semanas, los niños pasan por una etapa
que denominamos balbuceo canónico o reduplicado. Se trata de secuencias
silábicas, es decir, de cadenas de vocales y consonantes tales como “bababa”.
Este hecho indica una gran mejora de los músculos que gobiernan el habla.
Este control, junto con la coordinación de su habla y la percepción del sonido,
probablemente sea la función primaria del balbuceo.
La mayoría de los pediatras aconsejan la introducción de la comida sólida
(purés y papillas) a partir de los cuatro meses. Esto representará una novedad
para el bebé. Algunos niños se adaptan al cambio de forma entusiasta,
mientras que otros, en cambio, manifiestan resistencia o incluso rechazo. El
pediatra va a aconsejar la forma idónea de introducir los distintos gustos y
texturas de forma progresiva atendiendo además a las posibles alergias que la
introducción de nuevos alimentos pudiera producir en el bebé.
ALIMENTACIÓN Y SUEÑO
A esta edad el niño ya no necesita comer cada tres horas y su ritmo de
alimentación se va acercando progresivamente al de los padres. Generalmente,
los niños hacen unas cinco tomas, algunas de las cuales son aún lácteas y otras
de purés de fruta, verduras, carne o cereales. El desarrollo del bebé requiere
una alimentación equilibrada.
Con relación al sueño, el sistema nervioso central ha madurado lo suficiente
como para permitir que los niños duerman siete u ocho horas seguidas por la
noche. Esto supondrá un descanso para los pobres padres. Sin embargo, cada
noventa minutos aproximadamente, el niño entra en una fase inestable de
sueño o sueño REM, con picos de sueño ligero cada tres o cuatro horas
(Brazelton, ob. cit.). Algunos niños se acomodan por sí mismos a estas fases
de sueño ligeras, en las que se produce más actividad motriz, chupando su
mano o cambiando de postura. Otros, en cambio, no logran confortarse ellos
mismos y, si se despiertan, dependen de los padres para conciliar el sueño de
nuevo
El pequeño, por su parte, establece atención ocular con el adulto y responde
con sonrisas, balbuceos y movimientos de brazos y piernas cuando alcanza su
máximo nivel de activación. Colowyn Trevarthen (1986) sugiere que el
cerebro infantil está innatamente motivado para establecer ese tipo de relación
con los adultos. La estructura cerebral del bebé determina qué estímulos del
entorno son los que deben ser atendidos y qué acciones deben realizarse en
relación con éstos. Para el autor, el cerebro del bebé es especialmente sensible
a la percepción de expresiones emocionales que le impelen, a su vez, a
expresar en correspondencia con aquéllas miedo, alegría, sorpresa, tristeza o
enfado. Este intercambio emocional entre madre e hijo constituye para el autor
una intersubjetividad primaria