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Relación profesor-estudiante
Según Schäfer (2002) entiende a la relación educativa como aquellas relaciones instructivas y
formativas entre educador y educando.
Es el trato que se fundamenta en la comunicación entre dos personas que asumen funciones diferentes
y específicas. Estamos ante una interacción humana con una clara intencionalidad de cooperación en
la formación y desarrollo del otro.
La relación entre educador y educando se da cuando existe una confluencia entre las
intencionalidades, la de educar y la de educarse. Ambos transcienden y dan sentido a la relación
educativa. Siempre se debe buscar el bien de cada uno y alcanzar su plenitud en la madurez.
La comunicación es un proceso que posibilita el intercambio de significados entre sujetos en base a
unos códigos ya sistematizados. Sin ella no hay educación posible.
En el ámbito educativo diferenciamos dos tipos de contenidos dentro de la comunicación:
Comunicación con contenido didáctico, o cognitivo: estimula la adquisición de conocimientos y destrezas,
parte de un contenido objetivo y es propio de la enseñanza. Su fin es el aprendizaje sistemático de
conocimientos y destrezas. Se trata de una comunicación estructurada y preestablecida.
Comunicación con contenido orientador, o afectivo: promueve el desarrollo personal y la capacidad de
decisión, parte de un contenido personal y es propio de la educación. Su fin es el desarrollo de todas las
capacidades personales, adquisición de valores, en suma, la formación integral de cada educando. Se trata de
una comunicación espontánea, vital.
Todo educador adopta su tarea dentro del aula desde una postura comunicativa:
Unidireccional, la cual se refiere a la tarea básica del profesor consiste en trasmitir información, sin que las
respuestas de sus alumnos condicionen o modifiquen el contenido de esta comunicación;
o bidireccional, donde el profesor no es mero instructor, ya que da más importancia a los procesos de
interacción en el aula, a la formación que a la instrucción.
En cuanto a los aspectos más significativos de la figura del educador que debemos tener en cuenta
para establecer una adecuada interacción educativa, se destaca:
La personalidad, tanto desde la vertiente afectivo/emocional (aceptación, solicitud, comprensión, equilibrio,
etc.), como desde la intelectual/directiva (eficacia, conocimiento de los contenidos, recursos didácticos que
maneja, etc.)
La toma de decisiones, en la que sea capaz de seleccionar las estrategias de aprendizaje adecuadas para cada
situación y para cada estudiante.
La expectativa del profesor sobre los alumnos, ya que respondemos no solo a los rasgos objetivos de una
situación, sino también al significado que la situación tiene para cada uno.
La representación que tiene el profesor de sus alumnos, lo que piensa y espera de ellos, las
interpretaciones y capacidades que les atribuye, no sólo es un filtro que le lleva a interpretar de una u
otra forma lo que hacen, sino que puede llegar incluso a modificar en ocasiones el comportamiento
real de los alumnos en la dirección de las expectativas asociadas con dicha representación.
Dependiendo de cómo esté organizada el aula y el tipo de actividades que se desarrollen en ella, se va
a favorecer una estructura de interacción u otra que comporta, sin duda, una influencia educativa. Por
su parte Álvarez, (2002) resume cinco aspectos para considerar a un buen profesor desde la
perspectiva del educando:
Claridad en las explicaciones. Los alumnos de todo tipo valoran y prefieren a los profesores que se
comunican bien y dicen lo que quieren decir de forma que son comprendidos por todos.
Entusiasmo en su trabajo. Los alumnos valoran de forma discriminativa y clara al profesor entusiasta que
ama su disciplina y su trabajo.
Motivación. Consideran buenos profesores a aquellos que son capaces de valorar el trabajo de sus alumnos y
manifestar altas expectativas sobre ellos.
Interacción. Son mejores profesores los que se relacionan bien con los alumnos y son capaces de establecer
una comunicación sobre temáticas distintas.
Autoridad. Los alumnos valoran más a los profesores que sin ser inflexibles y lejanos son capaces de
controlar la dinámica interna del aula.
Aprendizaje Cooperativo
La cooperación consiste en trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes. En una situación
cooperativa, los individuos procuran obtener resultados que sean beneficiosos para ellos mismos y
para todos los demás miembros del grupo.
El aprendizaje cooperativo no basta con dejar que los alumnos interactúen o con promover la
interacción entre ellos para obtener de forma automática unos efectos favorables sobre el aprendizaje,
el desarrollo y la socialización. Lo importante no es la cantidad de la interacción, sino la calidad de la
misma.
En este sentido, uno de los aspectos que deben de atender los docentes para consolidar la calidad de
las interacciones de sus alumnos, será el de asegurar la satisfacción de sus estudiantes con respecto a
la tarea asignada teniendo en cuenta sus objetivos específicos y lo que se quiere lograr con dicha
actividad, fomentando el desarrollo cognitivo.
Los beneficios del aprendizaje cooperativo son derivados de los diversos estudios en los que se ha
encontrado que el trabajo en equipos cooperativos tiene efectos positivos como:
Rendimiento académico, relaciones socio-afectivas y productos del aprendizaje.
Así mismo se consideran que los componentes básicos del aprendizaje cooperativo:
interdependencia positiva, interacción promocional cara a cara, responsabilidad y valoración personal, habilidades
interpersonales y de manejo de grupos pequeños y procesamiento en grupo.
Relación estudiante-contexto educativo/familia
Bibliografía utilizada: “La relación entre familias y escuelas en Chile” Saracostti, Santana, Lara. (2019)