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Jesús y el reino de Dios

Por: David Romero /Cfr. Sobrino, Jon, Jesucristo liberador, Cap. IV, págs. 121-184.
INTRODUCCIÓN
La vida de Jesús es descentralizada para optar por Dios y su reino. Las dos
realidades con complementarias.
Tanto Mc como Mt usan la figura de “camino” el inicio del anuncio del reino
(Mc 1,14; Mt 4,17); pero en Lc, el inicio lo sitúa en la sinagoga judía (Lc 4,43).
No se puede dudar de la centralidad histórica y teológica del reino de dios para
Jesús.
A Jesús hay que verlo desde una realidad más amplia: el reino de Dios.
Es importante decir que Dios es un Dios histórico – acompaña a su pueblo. Es
un Dios de un pueblo. Es un Dios “de”, “para”, “en”; pero nunca un Dios “en sí”.
Es el defensor del pueblo pobre, oprimido y exiliado. Por consiguiente, Jesús
nunca expresa qué es el reino en sí mismo, sino referido a la praxis. Por tanto, la
praxis de Jesús es la acción de Dios a través del anuncio de la Buena Nueva,
pero ¿Cómo?
La vía nocional: la esperada utopía en medio de la miseria de la historia

• El reino de Dios en el Antiguo Testamento: la expresión


“malkuya jahvewh, basileia tou thetou” (la realeza de Yahvé y
su capacidad de intervenir en la historia). Primero se entiende
desde la “realeza”, pero al desprestigiarse la monarquía y la
experiencia del exilio el término se comparó como un “reino
de justicia”. El reino no es una “geografía política”, sino
significa el modo en que Dios gobierna en acto para actuar en
favor de la justicia y contra la maldad (Salmo 96). De ahí que el
reino es histórico para transformar la sociedad (Ez 36,26)
desde una “buena noticia”. El reino de Dios es dialéctico
(transforma) y duélico (está contra la maldad y la injusticia).
La vía nocional: la esperada utopía en medio de la miseria de la historia

• El reino de Dios según Juan el Bautista: en tiempos de


Jesús se querían acelerar la venida del reino de Dios
(escrutando los signos de los tiempos, viviendo en
pureza, por la violencia o por la oración. En el caso del
bautista presenta el reino como un “juicio de Dios” sobre
su pueblo (Mt 3,2ss) e invoca un bautismo de agua para
la purificación de los pecados. Jesús se deja bautizar por
Juan, quizás para bajar riñas entre los discípulos de Jesús
y de Juan, pero lo evidente es que Jesús inició y dependió
del movimiento profético-escatológico del Bautista.
La vía nocional: la esperada utopía en medio de la miseria de la historia

• La noción de Jesús sobre el reino de Dios: el problema de las


cristologías es que presentan a Jesús separado de la historia. O
peor, analizar a Jesús como exclusividad para los cristianos.
Jesús anuncia la inminente venida del reino (Mt 9,37; Jn 4,35; Lc
17,21). El reino es un don puro de Dios, pero que exigen
metanoia, gratuidad y acción en contraposición con la
arrogancia de los fariseos y maestros de la Ley. El reino de Dios
es buena noticia – salvación para la humanidad, pero sobre
todo para los pobres (Is 61,1-3). La buena noticia en Jesús que
lo utópico se vuelve histórico. Esto produce gozo porque
comunica la verdad y la justicia, una alegría para todo el pueblo.
La vía del destinatario: el reino de Dios es para los pobres

• La buena noticia del reino se convierte en buena noticia


relacional, pues para otros es mala noticia. Al ser buena noticia
para los pobres es mala noticia para quiénes producen pobres.
Por tanto, el reino de Dios es únicamente para los pobres (Lc
6,20), por el mero hecho de ser pobres, cualesquiera que sea su
situación moral o personal (Puebla, 1142). Los pobres no deben
ser reducidos a lo “espiritual”, sino los que sufren por una
necesidad básica (Is 61,1), los “anawin” que están sometidos a la
carga histórica injusta, son los pobres económicamente hablando.
Son los despreciados socialmente, pecadores. Son los excluidos o
descartados del sistema y hasta de la salvación divina.
La vía del destinatario: el reino de Dios es para los pobres
• Pobres son los que están abajo en la historia y los que están
oprimidos por la sociedad o segregados por ella. No son toda la
humanidad, pero sí la mayoría. Son los cercanos a la muerte lenta
por la pobreza, a quiénes sobrevivir es una pesada carga. A estos,
Jesús elige como destinatario del reino de Dios. Esta parcialidad
de Dios la asume Jesús en defensa de los pecadores y publicanos y
contra la injusticia y la exclusión. Lógicamente, los pobres están
dialécticamente opuestos a los ricos (Cfr. Magnificat), por ello, la
parcialidad es incómoda y se convierte en denuncia profética al
valorar la vida de los pobres. Esta parcialidad de Dios está
presente desde el Éxodo. Dios libera a su pueblo. Ahora, ¿cómo
puede ser que una buena noticia produce escándalo?
La vía del destinatario: el reino de Dios es para los pobres
• Lo escandaloso consiste que este reino de Dios llega haciendo
justicia sin considerar la situación moral, sino por el simple hecho
de ser pobres. El problema radica también en los dos grupos que
sobresalen desde la perspectiva de un reino para los pobres, pues
acontece un grupo aceptado y otro rechazado automáticamente.
• Hay que precisar que pobreza desde el evangelio trasciende la
dimensión sociológica-económica, pero no la anula o suprime.
Gustavo Gutiérrez les denomina “los que mueren antes de
tiempo” y J, Jeremías, “los que están prácticamente muertos”. O lo
que decía Mons. Romero: “es preciso defender el mínimo que es
el máximo don de Dios: la vida”. Esta es la voluntad primigenia y
fundamental de Dios.
La vía del destinatario: el reino de Dios es para los pobres
• Para Jesús la Ley (Halaká) se pone en entredicho para defender la
vida hasta relativizar preceptos que riñen con la dignidad humana.
• En nuestra sociedad occidental, tergiversar la buena nueva es
parte de la postura ideológica del sistema capitalista, pues a ellos
les conviene que los pobres nunca tengan buena nueva. Y hay que
comprender que anunciar buena nueva a los pobres no debe ser
solo de palabra, sino de acción y no cualquier acción, sino aquella
que conduzca hacia una liberación de los oprimidos, como primer
anuncio fundamental del reino de Dios. Por tanto, el progreso,
desarrollo, mejorar las condiciones de vida de los pobres es parte
del gran anuncio del reino de Dios que no se reduce a lo religioso.
La vía de la práctica de Jesús
• Jesús recorrió toda Galilea, predicando en su sinagogas y
expulsando demonios (Mc 1,39). El anuncio del evangelio no es un
concepto, sino una praxis que parte de un análisis de las
actividades de Jesús.
• Los milagros: lo evidente es que Jesús hizo curaciones asombrosas
(Lc 13,22). Hay que advertir sobre si Jesús viola las leyes
naturales, pues en el NT no usa el vocablo teras (extraordinario),
ni el término thaumas (milagro), sino semeia (signos), dynameis
(actos de poder) y erga (obras). O colocar los milagros en la
persona divina de Jesús. Al final, lo milagros son signos benéficos
y liberadores. Son signos contra la opresión, dialécticamente
contra el antirreino.
La vía de la práctica de Jesús
• Lo fundamental del milagro es que muestra la misericordia de
Dios hacia los pobres y débiles (Mt 14,14; 1,41; 8,2; 6,34;
20,29-30) que surge de la sensibilidad profunda de Jesús:
esplaginizomai. No es un sentimiento, sino una reacción con
sentido misericordioso desde la realidad de injusticia (Lc 10,33;
15,20; 6,36) y desde ahí se comprende su motivación, es
teologal, no simplemente ético. Los milagros son signos
poderosos que surgen del dolor ante el sufrimiento ajeno,
especialmente de las mayorías pobres que le rodeaban.
Cuidado, los milagros no deben relacionarse simplemente con
obras de misericordia, sino obras que contengan un proceso de
liberación.
La vía de la práctica de Jesús
• La fe que sana externa e internamente: en algunos relatos
aparece que la fe es una condición exigida para que acontezca el
milagro (Mc 5,36). O en Nazaret no pudo hacer milagros por
falta de fe (Mc 5,5s) o constata ya la existencia de la fe (Mc
2,5.11). Lo que se nota es la sentencia de Jesús: “tu fe te ha
sanado” (Mc 5,34; 10,52; Mt 9,28; Lc 17,19). Lógicamente fe no
es aceptación de verdades doctrinales, sino el profundo
convencimiento que Dios es bueno para con el débil y que
puede triunfar sobre el mal. Esto implica conversión. El poder
de la fe sana internamente y posibilita la curación exterior. Esta
fe tiene que ver con Jesús, pero no es tanto fe en él, sino a
través de él. Jesús posibilita la fe.
La vía de la práctica de Jesús
• La expulsión de demonios: victoria sobre el maligno. Se
dimensiona desde la lucha contra el antirreino. Normalmente
cosmovisión estaba impregnada de demonología que actuaban
a través de enfermedades de tipo psíquico. El judaísmo recalca
en demonios individuales, pero Jesús recalca la unidad de todos
ellos en satanás. Además, argumenta que el mal posee poder y
los hombres a veces se sienten impotentes, pero no es superior
a Dios, por ello Jesús habla con autoridad. En el NT no aparece
el vocablo exorcismo (exorkidso / gadasar), sino ekballo
(mandar, expulsar), epitimao (conminar) a los demonios. Pero,
para Jesús reino y antirreino son realidades excluyentes y
duélicas a los cuáles el hombre debe elegir. Por tanto, construir
el reino implica una lucha activa contra el antirreino.
La vía de la práctica de Jesús
• La acogida a los pecadores: liberación de sí mismo y de la
marginación. Jesús convive con ellos, los entiende, los defiende
y les muestra la liberación. Y hasta compara escandalosamente
que los publicanos y las prostitutas entrarán al reino de los
cielos. En el leguaje bíblico el vocablo pecador designa
“opresor”, poner cargar intolerables y practicar la injusticia o el
“débil” o los pecadores “legal” según la religión. Jesús les
muestra misericordia y les anuncia la salvación, pero como
condición de dejar de ser opresor o débil. No es que minimice la
pecaminosidad, sino le interesa más la liberación plena de la
persona y que actúe contra el antirreino (testimonio), por ello,
predica a través de parábolas para motivar, interpelar y
polemizar a quiénes no han entendido que el reino ha llegado

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