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Klaver, Daniel Agustín Argentina : odio y espanto condensados : la memoria : quinientos años de menosprecio hacia los pueblos brutalmente conquistados / Daniel Agustín Klaver. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2024. 232 p. ; 23 x 16 cm.
ISBN 978-987-693-977-5
1. Literatura Argentina. 2. Historia Argentina. 3. Batallas. I. Título.
Tapa: Andrea Hamid. Collage compuesto por la obra Combate de la Vuelta
de Obligado (litografía de autor desconocido, ca. 1850) con un fragmento de las cadenas utilizadas en la batalla, ambas exhibidas en el Museo del Bi- centenario. Corrección: María Walas Coordinación: Alejandra Teijido Diseño y producción editorial: Andrea Hamid
Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de este libro en cualquier tipo de soporte o formato sin la autorización previa del editor.
Impreso en Argentina Printed in Argentina
Ediciones CICCUS re- Ediciones CICCUS ha
cibió el Diploma de sido merecedora del re- Honor Suramericano conocimiento Embaja- que otorga la Fundación da de Paz, en el marco Democracia desde su del Proyecto-Campaña Programa “Formación en Valores en “Despertando Conciencia de Paz”, el Mercosur y la Unasur”. auspiciado por la Organización de Círculo de Legisladores, las Naciones Unidas para la Ciencia Honorable Congreso de la Nación. y la Cultura (UNESCO).
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ARGENTINA: ODIO Y ESPANTO CONDENSADOS La memoria: quinientos años de menosprecio hacia los pueblos brutalmente conquistados
Daniel Agustín Klaver
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Introducción
La investigación del pasado es un ejercicio para memorizar, divulgar y,
al mismo tiempo, que grupos autóctonos excluidos recuperen su ver- dadero protagonismo histórico. Pues, con el ir y venir de etnias afri- canas y europeas mezclándose a las originales, se llegó a un mestizaje imperceptible; los supuestos civilizados de 1870 en adelante, para no reconocerlos, se manifestaron partidarios de lo europeo. Se hicieron unitarios, seguidores de Rivadavia, Sarmiento y Mitre. Identificaron la barbarie con América Latina, con los federales, con Facundo y Rosas. Así desataron una polémica que comenzó en el período colonial y con- tinúa hasta el presente. Recorriendo el pasado, aparecen sentimientos elaborados por re- cuerdos del horror, que con el tiempo se condensó en espanto. El es- panto provocó sometimiento. Los que lo padecieron, vivieron siempre amenazados y mantuvieron su rendición, elaborada para sobrevivir. Partiendo de estos conceptos, se puede llegar a interpretar cómo em- pezó el derrotero de las clases dominadas en Argentina. Los dominado- res, los autodefinidos “conquistadores”, no ahorraron en la manera de aplastar al nativo sudamericano con el espanto. La Historia fue desnaturalizada, en un intento de los poderosos uni- dos para que la gente no identificara el pasado con el presente. Banqueros como Jakob Fugger posibilitaron a individuos aventu- remos, como Francisco Pizarro, hundir su zarpa en las riquezas de los pobladores originarios, llevándolos paulatinamente a replegarse hacia el sur de los territorios que pertenecieron a los incas. Con la enajena- ción del dolor, muchos indígenas murieron luchando por la libertad o fueron sometidos; otros decidieron el exilio, discurrieron por las mon- tañas hacia los llanos y las pampas. Así fue la degradación sublimada por el occidente, “civilizado” y cristiano, que destruyó la cultura del pri- migenio habitante sudamericano, obligándolo a caminar por sendas de infortunio.
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Fue durante el siglo XVI cuando talentos inquisitivos de Castilla acreditaron sospechas sobre el poder adquirido por los “adelantados”, basándose en documentación aportada a la Corona por preclaros ca- nónigos. Esos frailes fueron quienes advirtieron tras los primeros años de “descubrimiento” cómo los protagonistas se preparaban a quedarse con lo “descubierto”. Conociendo la calaña de los bucaneros involucra- dos en los sucesos, la nobleza decidió controlar a los “descubridores”. El licenciado Pedro de la Gasca, un sacerdote político, diplomático y militar, caballero de la Orden de San Tiago y consejero del Tribunal del Santo Oficio, fue nombrado Presidente de la Real Audiencia, con la mi- sión de anular la rebelión de Gonzalo Pizarro, que siendo líder absoluto de la región pretendía coronarse rey. Una vez cumplida esa tarea, De la Gasca se dedicó a ordenar la administración del virreinato y promovió nuevas conquistas para así poblar. Aprobó expediciones o “entradas” a zonas todavía inexploradas, como la dirigida por Pedro de Valdivia a Chile, también la de Juan Núñez de Prado con rumbo al Tucumán, y fomentó la utilización del camino del Río de La Plata hacia el Perú, por considerarlo una eficaz alternativa frente a las dificultades que ofrecía la ruta a través del istmo de Panamá.
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Comenzamos así, contando la llegada de una de las primeras expedicio-
nes hacia lo que hoy es el norte de Argentina. Los grandes salitrales se reflejan hacia el fondo de aquel desierto y lastiman las miradas. La tropa ha caminado bajo el ardiente mediodía, la sequedad del aire parece incendiar sus pechos a medida que avan- zan, el agua no les alcanza y los arroyos se disipan, el vasto pedregal envía el líquido hacia ríos subterráneos. Vienen de otras ascensiones por senderos empedrados por el Inca, los caballos continúan al paso a pesar de todo, los que guían entienden que ese no es lugar para dete- nerse, los observan altos cardones y algunas pajas bravas, una manada de guanacos surgen distantes, detrás se ven lejanas las sierras altas con nieve en su punta, el sol ya se hunde en ellas y comienza a refrescar. Al llegar cansados a una cima, no esperan descubrir las edificaciones que, al otear, auguran fertilidad en esa hondonada. —¡Catad esa ciudad en el valle! ¡Se asemeja a otras vistas por mí al recorrer el Perú! –comenta Ardiles. —¡Pues a mí esta ciudad me recuerda a las más avanzadas de nues- tro reino! –da su parecer Juan Núñez de Prado. La tierra le recuerda la extremeña Castilla, pedregosa y quebrada, severa pero atrayente. Hace dos meses que dejaron Villa de La Plata. Realmente, el día que aceptó acompañar a Polo de Ondegardo a una reunión con Pedro de Hinojosa, en casa de Palomino, no se imaginaba qué revuelta y poco sólida era la vida de un conquistador. Evocó aquel día: caminaron por las calles empedradas de Villa de La Plata (Chuqi- chaka), seguidos de su lujosa mula, iban sencilla pero elegantemente vestidos, con calzas grises y jubones de colores; fueron calle abajo, has- ta la casona de estilo, copiada de las de Andalucía. Don Palomino los recibió en su despacho. Recordaba del lugar: las persianas verdes y el piso de baldosas rojas, esterado de esparto. Primero escuchó la propuesta de Palomino: “Contaríamos con su acuerdo, señor Alcalde de Minas, si lo proponemos para el cargo de ir a fundar uno o dos pueblos adelante de los términos de Charcas, a una
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provincia que se dice Tucumán, donde hay copia de naturales y noticias de gruesas minas de oro, y se cree, las habrá de plata”. Preguntó en- tonces por qué a él le hacían esa distinción. “Por ser vos, Don Juan, un hombre cuerdo y tenido en bondad y con quien holgaría de ir gente”, respondió Polo de Ondegardo. Y Palomino admitió. “Además, vuesa merced, por ser a cargo de la rica mina del Potosí, ha dado muestras de saber manejar la gente y proponer sistema de gobierno”. Le dio certi- dumbre Pedro de Hinojosa al decir: “Y lo más importante, se necesita algunos bienes con que costear tan importante empresa”. Y lo alivió Don Polo diciendo: “Nosotros, junto con Don Diego Centeno, consegui- remos que los comerciantes os den créditos para los pagos”. Intervino Palomino aclarando: “¡Pero no os hagáis problemas por eso! ¡Será una nadería ante las riquezas que podrán conseguir, vos y los hombres que os acompañen! Por los informes recibidos de los que acompañaron a Diego de Rojas. ¡Estáis ante tierras de inusitada riqueza! ¡Aceptad!”. Recordó esas palabras en boca del cordial Ondegardo. Las adulacio- nes del grupo lo pusieron en guardia. Al final, lo tomó como un nue- vo desafío al que estaba dispuesto a dar forma. Lo que no previó, por ser inherente a su condición humana, fue que su repentino ascenso de encargado de las minas de Potosí a conquistador produciría mella en algunos veteranos de las guerras del Perú que lo acompañaron, como Julián Cedeño. Los andenes, rodeados de canteros con flores, indican el recorrido de cada terraza y las resaltan. Comenzaba 1550 cuando llegaron a Chi- coana, capital del antiguo Reino de Tucma.
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