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Psicología Del Desarrollo de La Mediana Edad
Psicología Del Desarrollo de La Mediana Edad
INTRODUCCIÓN
La Psicología del desarrollo ha sido tradicionalmente renuente al estudio de la adultez y
la vejez. Subyace a esto una concepción del desarrollo fuertemente vinculada a lo biológico,
desarrollo era análogo al crecimiento o a la maduración biológica. Sin embargo, ya algunos
autores como Erik Erikson comenzaron a plantear las particularidades del desarrollo a lo largo
de la vida, pensando al mismo como un producto psicosocial. A partir de las últimas décadas del
siglo XX, la adultez y la vejez son temas en la consideración de la Psicología del Desarrollo y se
comienza a hablar de una psicología del desarrollo del curso de la vida (Baltes, 1991).
La mediana edad es una etapa de la vida cuyo inicio carece de marcajes sociales claros y
su fin en general se asocia al retiro laboral. Las crisis de este momento vital es objeto de estudios
recientes y, a nivel de investigación, aún estamos en una etapa más descriptiva que explicativa
acerca de cómo los adultos van atravesando este período que, hoy más que nunca, le presenta
desafíos en la búsqueda de adecuarse a un mundo que cambia aceleradamente.
Hay experiencias que marcan fuertemente el desarrollo del adulto: la pareja, la paternidad y
maternidad, el trabajo y los vínculos sociales derivados.
Apoyados en planteos de teorías clásicas algunos autores comienzan a construir teorías
acerca de cuáles son los determinantes de las distintas trayectorias de vida en la adultez.
En lo que respecta a la pareja, se observa una caída en el número de matrimonios
formales e informales y un elevado porcentaje de divorcios y hogares unipersonales. Las
maternidades y paternidades son en promedio cada vez más tardías y va lentamente surgiendo
un movimiento de jóvenes que evitan la continuidad de su vida laboral, a favor de una libertad
en el uso de su tiempo. En esta etapa se acentúan las diferencias interindividuales, con 40 años
podemos encontrar personas que nunca se casaron y viven solas, algunos tienen hijos otros no
aún, o han decidido no tenerlos e incluso alguno ya puede ser abuelo o abuela.
La definición de la adultez ha variado con el correr del tiempo, en general ha estado
ligada a la responsabilidad creciente de un sujeto. Existen roles significativos que definirían al
adulto: trabajador, cónyuge y padre. Un adulto entonces, se define a nivel social como alguien
capaz de asumir responsabilidades en su vida (hijxs, trabajo, etc.) y que comienza a tomar
decisiones y elegir por sí mismo qué quiere de su vida.
La adultez tan temida muchos jóvenes, puede ser una etapa que se atraviesa felizmente
cuando se asume el rol, que implica actuar en general o en la mayoría de los casos
responsablemente (Whitebourne & Weinstock, 1979), aceptar el rol social, pensar lógicamente,
ser emocionalmente consciente y enfrentar y superar las frustraciones de la vida. Turner y Helms
(1989) desarrollan este tema yendo un poco más allá, agregando que el estado de
madurez/adultez promueve el bienestar físico y psicológico para una persona reafirmando sus
valores y adquiriendo un autoconcepto realista siendo estable emocionalmente y en los vínculos
que establece. Sin embargo, estas afirmaciones suenan un tanto ideales porque ¿cuántas
personas más allá de los 18 en occidente pueden acordar con esta descripción evaluando su
propia conducta?
Dos factores que generan grandes diferencias individuales en cuanto a trayectos de vida
y características del adulto: nivel socio económico y el género. En el caso del primero, por obvias
razones los y las jóvenes deben enfrentar responsabilidades más tempranamente que sus
coetáneos de clases más beneficiadas en la distribución de ingresos; y en el caso del género, el
modelo de desarrollo se basa en la figura del hombre, quedando relegadas las mujeres,
sometida a mandatos y límites en su desarrollo personal y laboral.
Nos encontramos también con jóvenes que se comportan como adulto y adultos que se
comportan como adolescentes. Kastenbaum (1979) sugiere que podemos discriminar distintos
tipos de edad. Edad cronológica (cuántos años tiene la persona); edad biológica (cómo está el
cuerpo, es un tipo de forma física), edad subjetiva (cuán viejo usted se siente), edad funcional,
asociada con el trabajo o rol y responsabilidades, edad social, (se vincula con los grupos en los
que una persona está integrada, cómo lo ven los otros a usted y su estilo personal).
LAS ADULTECES
Referirnos a adulteces surge de una doble consideración respecto a la mediana edad. La
primera refiere a que podemos diferenciar etapas dentro de este período de la vida; la segunda
emerge del reconocimiento del progresivo aumento de las diferencias interindividuales en esta
etapa vital.
Podemos dividir la adultez en dos etapas, la etapa temprana va de los 18/21 años hasta
los 40 aproximadamente; mientras que la etapa tardía llega va de los 40 hasta los 65 años. Como
toda división es arbitraria en alguna medida, de todas maneras, las vamos a utilizar para marcar
algunas diferencias.
Adultez emergente/temprana
Frente a la pregunta de ¿Cuándo se convierte uno en adulto? Las respuestas son
múltiples. Se puede hablar de madurez sexual, madurez legal, libertad económica, madurez
psicológica; etc. Tradicionalmente se definía a la adultez en base a tres criterios 1) Aceptar las
responsabilidades propias, 2) tomar decisiones independientes; 3) Obtener independencia
financiera (Arnett, 2006). Mientras que antes de mediados del siglo 20 estos tres criterios en el
mundo occidental se obtenían en tiempos similares luego de la educación media, en la segunda
mitad, a causa de la revolución tecnológica y la necesidad mayor de educación superior o
especializada, las edades del primer matrimonio, primer hijo y primer trabajo se han elevado
considerablemente. Es por ello que autores como Jeffrey Arnett sugieren que para las
sociedades industrializadas la etapa de los 18 a los 25/29 años se puede denominar adultez
emergente. Se trata de una etapa exploratoria, una época de posibilidades, una oportunidad
para probar nuevas y diferentes formas de vida. Es un período donde si bien no se han asentado
los roles adultos, ya no se es adolescente en sentido pleno (Arnett, 2000, 2007). Entre los 18 y
25 años hay muchas personas que todavía se encuentran estudiando una carrera. Parece ser un
tiempo más para la exploración que para ganar en estabilidad, asentarse.
La adultez temprana es la etapa posterior a la adolescencia y la tarea psíquica en este
momento será la reafirmación de la identidad y la construcción de un mundo íntimo y el vínculo
con el entorno social, el cual lo recibe con una variedad de vías de inserción.
A nivel biológico la estatura máxima para las niñas se alcanza entre los 16 y 17 años y en
los varones a los 18 o en algunos casos a los 21. Alcanzando el máximo de fortaleza física y
plenitud en el funcionamiento de sus sistemas vitales. (Aspinall, 2003). Desaparecen algunas
patologías infantiles como los problemas respiratorios. Se accede en la mayoría de los casos a
una homeostasis biológica a partir del funcionamiento de la glándula pituitaria que maneja
cambios hormonales del eje hipotálamo – pituitaria – suprarrenales (Timiras, 2003). Estamos en
esta época en el ápice de las capacidades bio – fisiológicas. A partir de aquí comienza la
declinación física.
A nivel estético y en función de los ideales de cada época esta etapa temprana de la
adultez los cuerpos responden mejor a los cánones de belleza y vigor. Los arquetipos artistas,
modelos, deportistas son de esta edad.
A nivel cognitivo en la adultez temprana la cognición mejora en calidad, cantidad,
velocidad temas eficiencia profundidad valores y habilidades, en función de esto es el momento
crítico para abordar temas complejos. Algunos autores hablan del comienzo de un nuevo tipo
de pensamiento postformal. (Commons, Richards & Armon, 1984).
La adultez tardía o adultez media abarca entre los 40 y 65 años de edad. En la
actualidad, en las sociedades occidentales, esta etapa se considera como con características
propias en relación a su rol social, oportunidades, conflictos, dificultades, ganancias y pérdidas.
Como la adultez temprana, no tiene marcajes biológicos ni sociales que determinen claramente
su comienzo. Su fin que está marcado por el retiro laboral.
En un estudio llevado a cabo en Estados Unidos (Midlife in the United Stated Study,
MIDUS), una extensa investigación de 7200 adultos entre 25 a 75 años, acerca de las condiciones
de vida y transición a la vejez (Brim, Ryff y Kessler, 2004), se halló que la mayoría de las personas
de edad media está en buena forma física, cognitiva y emocional y con buena calidad de vida.
En general creen que han logrado una estabilidad y control en su vida pese a manejar
pesadas responsabilidades en cuanto al mantenimiento de su hogar, su negocio o empresa,
muchos de ellos desde lugares jerárquicos. También sienten mayor libertad en cuanto a no tener
que hacerse cargo ya de sus hijos. Hay quienes han llegado a la cúspide en sus carreras, mientras
otros ni siquiera lo han intentado y mantiene puestos menores. Destacan las diferencias
individuales crecientes y una buena expectativa hacia la vejez. Hay claramente una percepción
de la declinación física, muchos tienen que abandonar de manera definitiva deportes que han
practicado en su juventud con regularidad. En cuanto a los cambios orgánicos, comienzan a
requerir atención en áreas como dentición y visión, por mencionar algunas. Hay un deterioro
óseo y articular, en algunas mujeres, osteopenia y en mujeres y hombres artrosis o problemas
articulares.
El aumento de expectativa de vida a más del doble desde hace unos cientos de años, no
ha venido acompañada de grandes cambios genéticos por lo que surgen nuevas patologías en
un cuerpo que había evolucionado para sobrevivir apenas más allá de los 40 años sin mucha
ayuda del exterior. Ahora, por un lado, sufre el peso atmosférico y el aumento de patologías
vinculadas a la abundancia, como la obesidad, lo que genera el desgaste de algunas partes. Sin
embargo, son también las condiciones de vida en general en nuestra cultura, las que nos permite
vivir hasta más allá de los 80 años. Ese costo se comienza a pagar en la mediana edad. Si
pensamos en un organismo que nace crece se reproduce y muere, pensemos cuanto vivimos
luego de perder nuestras capacidades reproductoras plenas (menopausia y andropausia). Del
mismo modo que en la adultez temprana las condiciones de esta trayectoria de vida dependerán
también de los factores que hemos mencionado antes: Género y estatus socio – económico y
podemos agregar estado de salud.
ASPECTOS BIOLÓGICOS: MENOPAUSIA Y ANDROPAUSIA.
En algún momento de la adultez, el nivel sanguíneo de las hormonas sexuales decrece,
de forma bastante brusca para las mujeres y de forma más gradual para los hombres. Como
resultado el deseo sexual a menudo se atenúa, no desaparece, suele haber una baja la
frecuencia en las relaciones sexuales. Es el fin de la etapa fértil de la mujer, no en el hombre que
conserva esa capacidad a lo largo de su vida. En las mujeres se produce entre los 42 y 58 años,
(51 años es el promedio. La andropausia se refiere a la disminución de los niveles de
testosterona en hombres mayores, con la consiguiente reducción del deseo sexual, las
erecciones y la masa muscular.
La menopausia ha sido considerada durante mucho tiempo, como un punto de inflexión
en el desarrollo psicosexual de la mujer, lo que representaría profundos cambios. Se supuso un
factor desencadenante de una serie de malestares tanto físicos como psicológicos. El hecho de
perder la capacidad reproductiva se consideró una seria herida a la condición femenina y a su
identidad.
La menopausia ha estado rodeada de prejuicios en función de considerarse la sexualidad
un factor distorsivo de comportamientos normales en una mujer, ha sido parte de los prejuicios
que rodea la idea de senilidad o del envejecer como una patología. A principios de siglo XX la
medicina sostenía que la menopausia era generadora de todo tipo de conductas anómalas.
Médicos como el ginecólogo Enoch H. Kisch (1874, citado por Iacub, 2008), planteaban que al
asumir el haber perdido los encantos, la conducta en la mujer se transformaba convirtiéndola
en irritable y de mal carácter. Otras teorías concluían que a partir de estos cambios biológicos
mejoraban en sus actividades públicas y sociales producto de una virilización. También se
afirmaba que el climaterio que en algunos casos podía generar un peligroso aumento de
apetencias eróticas y alteración de la libido y cundían los casos de mujeres que vivían en tensión
por sentir apetencias que se señalaban como patológicas en la creencia que la sexualidad estaba
asociada a la vida reproductiva únicamente y que por fuera de esa función era anormal. Como
vemos este tema forma un capítulo más en las formas de control de los cuerpos y del deseo
sexual a partir de concepciones erróneas y prejuiciosas.
Hoy sabemos que la menopausia no es un hecho significativo en la mayoría de las
mujeres (Neugarten, 1999). Muchas mujeres refieren sentir ciertos momentos de
acaloramiento, pero también un alivio, en cuanto a que pierden la capacidad reproductiva.
Finalmente asistimos en la actualidad a un desarrollo inusitado de la tecnología médica
que ha permitido a mujeres menopáusicas procrear lo cual nos mueve a la reflexión acerca del
corrimiento de los límites biológicos y sus consecuencias.
En el caso de la Andropausia está aún hoy en discusión su existencia debido a que la
disminución gradual de la testosterona no representa un cambio tan abrupto como los cambios
hormonales de la menopausia no habiendo consecuencias psicológicas manifiestas. De todas
maneras, el fenómeno de la declinación de la potencia sexual es un tema de preocupación para
los varones que asumen su masculinidad en muchos casos en función de su potencia sexual. La
aparición de drogas como el sildenafil y su incorporación a la vida sexual pone en tela de juicio
la relación entre deseo sexual y funcionamiento físico. Pareciera que la cultura ha incorporado
el mandato en el hombre de funcionar sexualmente como parte de su identidad masculina,
eludiendo el componente psíquico, el deseo sexual.
Berenice Neugarten
En la visión de Bernice Neugarten (1999) la mediana edad se sitúa de manera general
entre los 40 y 60 o 65 años. Es una etapa caracterizada por el alcanzar el punto máximo en la
carrera profesional, el abandono de los hijos del hogar familiar (“el nido vacío”), la muerte de
los padres o condiciones que los hacen dependientes de cuidados, es decir que se pasaría en
muchos casos de cuidar hijos a cuidar los padres. La menopausia y andropausia, la abuelidad,
ocurrencia más frecuente de enfermedades, la jubilación.
La autora desarrolla una perspectiva llamada “Modelo del momento de los eventos”
(Neugarten & Neugarten, 1986), que sostiene que el curso del desarrollo depende del momento
en que ocurren ciertos eventos en la vida de las personas. Los eventos normativos de la vida
también llamados factores normativos asociados a la edad (Baltes, 1991) son aquellos que
ocurren en ciertos momentos de la vida, como la escolaridad, o el matrimonio o la jubilación,
hay en este sentido una especie de reloj social. Si estos eventos se presentan en función de ese
reloj social el desarrollo avanza de manera uniforme, en caso contrario sobreviene el estrés. Un
ejemplo puede ser tener que dejar de trabajar en la juventud o enviudar a los 30 años, o que no
se presente por ejemplo no poder escolarizarse o no poder tener hijos. Por supuesto el reloj
social es diferente en diferentes culturas y épocas. Hoy en día decidir no tener hijos no
necesariamente es un factor estresante, pero en otros momentos históricos sí lo fue. La
percepción que desarrolle cada persona del ciclo vital varía de una persona a otra.
Para Neugarten el trabajo psíquico a realizar en esta etapa se vincula a la percepción de
cambios que se relacionan fundamentalmente con situaciones de ruptura con cierto equilibrio
anterior. A nivel evaluativo la persona tiene una nueva perspectiva del tiempo. Una percepción
más profunda del sí mismo con una existencia temporal y dependiente del cuerpo le permite
tomar conciencia acerca del tiempo que queda por vivir como finito. Hay una conciencia clara
de tal límite, más allá de las formas de negación o evitación puedan funcionar como defensa
frente a esto. Esta conciencia del límite redunda en una reorganización del presente a su vez
esta sensación de cierta fragilidad vital que contrasta con una época en la que la persona siente
que tiene un mayor control de su exterior y de su interior emocional.
Un yo corporal que percibe los cambios, los límites de un cuerpo que comienza a dar
señales de deterioro. Del mismo modo a nivel cognitivo y perceptivo se producen declinaciones.
Actúan en ambos casos mecanismos compensatorios que van a ser la clave de esta etapa y la
siguiente, la vejez.
En relación a los vínculos intergeneracionales la mediana edad se aleja de los
adolescentes, a quienes no puede comprender y por quienes no se siente comprendido o
reconocido dada su vasta experiencia. Hay un mayor sentimiento de proximidad con los mayores
porque sienten que pueden comprenderlos mejor y apreciar lo que hacen.
CONCLUSIÓN
Hemos hecho un recorrido descriptivo y explicativo de la etapa de la adultez. Esta
etapa que se prolonga desde los veinte hasta los sesenta es un largo período en donde se
producen cambios desde la transición e Integración al mundo adulto hasta la preparación para
la vejez. Algunos de los puntos más relevantes a destacar es la diversidad de trayectorias de
vida que se van diferenciando y algunos aspectos comunes como el cúmulo de experiencias y
aprendizajes. Los adultos son el grupo que marca el ritmo de nuestra sociedad, sobrellevan
esa pesada responsabilidad y a su vez van a ser quienes preparen a aquellos que van a ocupar
su lugar.
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