Una arqueología de las ciencias humanas. Hablábamos de la locura, cómo se situaba en “lo otro”, ese espacio en blanco. Analizaba cómo la cuestión del estudio científico del individuo sólo era posible a través del estudio de la muerte o de la enfermedad. Foucault explora estos dos márgenes, la alteridad de la normalidad. Las ciencias humanas eran exploradas a partir de esa alteridad; una arqueología de las ciencias humanas a partir de esa alteridad. El tercer experimento ya no es investigar los márgenes de la razón humana, sino ir al centro. El esquema de las palabras y las cosas es muy similar al de Historia de la Locura. Aborda la cuestión en el Renacimiento, Periodo Clásico (s.xvii y xviii) y el Periodo Moderno (principios del s.xix hasta el momento). La tesis que recorre esta obra puede empezar por explicarse desde la palabra episteme, que va a ser clave. Como ya hemos dicho, va a tratar de hacer una arqueología de las ciencias humanas. En el prefacio de la orden, va a hablarnos de una determinación del espacio, un orden. La arqueología es esa empresa que va a tratar de explicitar, en el fundamento de los saberes, aquello que hace posibles los saberes: la condición de posibilidad de los saberes. Va a tratar de explicar la nervadura secreta que ordena la construcción de los saberes. En estos saberes, hay un elemento, un medio en el que los saberes se bañan, nadan, circulan, que da constitución a los saberes. Ese elemento es tal, que impone a los objetos del saber una manera determinada. También va a imponer a los sujetos del saber maneras o modos de saber. Y también, ese elemento por el que circulan los saberes va a imponer a los conceptos maneras de distribución ordenada. Va a llamar episteme a esa sistematicidad a esas reglas de construcción de los objetos, sujetos y conceptos. De lo que trata la arqueología foucaultiana es de esta episteme. La episteme es el suelo fundamental sobre el que se asientan los saberes. Pero tiene una característica determinante que quizás da su originalidad al pensamiento foucaultiano de este ámbito. Este suelo es histórico, cada episteme se confunde con un determinado corte histórico; la episteme es cambiante a lo largo de la historia. Él va a determinar 3 epistemes diferentes para cada periodo histórico diferente. Lo interesante es que la investigación de estas epistemes, estas constricciones secretas de los saberes se llevan a cabo mediante la exploración sistemática de 3 ámbitos de objeto del saber: el lenguaje, los seres vivos y el ámbito de las riquezas. Lo que Foucault observa, es que en cada uno de los periodos históricos la episteme que rige es distinta, va cambiando: 1. Renacimiento: ámbito de la semejanza. 2. Clásico: categoría de la representación 3. Moderno: categoría de la historia Condición de posibilidad, sistema de orden de los saberes: episteme. Ç Relato de la conquista de su cientificidad; cada vez sabemos más cosas, y cada vez las sabemos mejor. Una historia tradicional de la biología, por ejemplo, expone las diferentes concepciones que los diferentes autores han podido hacerse de la vida. La afirmación de la verdad de lo vivo se ha realizado saltando o superando ciertos prejuicios. Este análisis descansa sobre el postulado de una afirmación progresiva y continua de una racionalidad continua que cada vez sería mejor, una que iría desvelando mejor los misterios de la naturaleza y cada vez ir haciéndolo mejor. En Las palabras y las cosas, la perspectiva es diferente. Lo que le interesa no es comparar lo que se dice acerca de los seres vivo en diferentes tiempos. Sino que le interesa comparar lo que se dice pero dentro de un periodo determinado; compara sistemáticamente los métodos de conocimiento de o vivo, con los del análisis de las lenguas, o con alguno otro. Foucault ya no se cuestiona, no le interesa, la verdad científica de aquellas cosas examinadas, sino que le interesan las reglas de construcción de los saberes en una época determinada. Tesis: están construidos por un sistema anónimo de reglas que rigen el conjunto de los sabres de una época. No describe una serie de momentos de afirmación soberana y libre de la razón, sino que es más bien lo contrario. Trata de mostrar una servidumbre absoluta del pensamiento, de la razón, a sistemas arbitrarios de reglas. Estos sistemas vienen dados por las categorías en las que se asienta en la episteme en cada época; los saberes de cada época están construidos por el suelo en que se asientan, y ahí no hay ninguna construcción de orden racional. Además, la constricción nos obliga a pensar de una determinada manera, y se ve agravada por una serie de mutaciones que hacían que el ser humano se pusiera a pensar de otra manera la naturaleza del lenguaje, la naturaleza de lo vivo o la circulación de la riqueza. La razón se veía inmersa en un juego de discontinuidades. Esta discontinuidad de los regímenes del pensamiento hacía criticable toda idea de continuidad. Ya no hay una Historia para la razón, sino simplemente una superposición de estratos de pensamiento, que además es indiferente. Lo que tiene que hacer la arqueología es escarbar y ver qué encuentra. La consecuencia de todo esto es la destitución del carácter constituyente del viejo sujeto de la filosofía moderna. En