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Teoría del Conocimiento II

Trabajo final

De Fukuoka a Lewontin y Levins


La filosofía de la no-acción y el materialismo dialéctico

Regina Otaduy

Índice:
A. Introducción…………………………………………………………………2
B. Parte 1: “La humanidad no conoce la naturaleza”.......................................2-8
a. Discurso del Método - René Descartes…………………………………….4
b. El Origen de las Especies - Charles Darwin……………………………….5
c. La Revolución de una brizna de paja - Masanobu Fukuoka……………….5
d. El Biólogo Dialéctico - Lewontin y Levins..………...……….…………….7
e. ¿Puede la humanidad conocer la naturaleza?..…………….………………..8
C. Parte 2: “¿A quién beneficia esta investigación?”.......................................8-11
a. La mercantilización de la ciencia y su impacto en la agricultura…………...9
b. Conclusiones de la segunda parte………………………………………….10
D. Conclusiones del trabajo...…………………………..……………………....11
E. Bibliografía……………………………………………………....………….12
Introducción

La intención principal de este trabajo ha sido exponer los peligros de las concepciones
contemporáneas de la naturaleza como algo fragmentado y ajeno a nosotros, una alteridad
que poder manipular y poner al servicio de intereses capitalistas. Para ello, se ha hecho un
repaso de los orígenes epistemológicos de esta fragmentación del mundo, para ver de qué
manera han repercutido en la práctica agraria. Además, se expone a la ciencia como industria
del conocimiento, desarrollada en pos de intereses capitalistas que fomentan la explotación de
la tierra y sus recursos.
Las obras principales que se han trabajo han sido La Revolución de una Brizna de Paja, de
Masanobu Fukuoka, y El Biólogo Dialéctico, de Lewontin y Levins. Se ha querido mostrar
cómo estas dos obras, publicadas en dos épocas totalmente diferentes, reivindican lo mismo:
un estudio que considere la interconectividad y reciprocidad de la naturaleza, entendida como
una totalidad dispuesta de manera compleja, además de la denuncia de la industria agrícola
moderna como un producto más del sistema capitalista y la problemática que esto supone.
Así, tanto la filosofía de la no-acción como el materialismo dialéctico suponen una manera
revolucionaria de mirar al mundo, que redunda en una práctica agrícola que bien puede
considerarse una militancia política, en tanto que actúa directamente en contra de los
intereses del capital, y aboga por la salud y el beneficio de la tierra y los trabajadores.

Parte 1
“La humanidad no conoce la naturaleza”
Un acercamiento dialéctico a las visiones reduccionistas del mundo

Masanobu Fukuoka (1913-2008) fue un filósofo y agricultor japonés, conocido por haber
desarrollado la agricultura del no-hacer, o la filosofía de la no-acción, en su huerto japonés a
lo largo del siglo XX. Hijo de agricultores, trabajó como edafólogo, para luego centrarse en la
fitopatología. A la edad de 25 años, a raíz de una experiencia traumática que le llevaría a una
revelación, el Sr. Fukuoka decidió dejar súbitamente su trabajo, y volver al huerto de sus
padres. Habiendo presenciado en primera persona hacia dónde iban encaminados los estudios
agrícolas de aquella época, y las influencias que empezaban a llegar desde Estados Unidos, se

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volcó en el trabajo de desarrollar una técnica agrícola más alineada con las necesidades y
recursos naturales de la tierra.
El Sr. Fukuoka llamó a esta técnica de cultivo “agricultura natural”, una configuración
filosófica y práctica que llevó a cabo a través de lo que se empezó a conocer como Método
Fukuoka, con terminología y métodos muy ligados al Budismo Zen y el Taoísmo: reproducir
las condiciones naturales tan fielmente como sea posible, partiendo de un estudio profundo de
la tierra en toda su complejidad. La naturaleza, dejada sola, se considera en equilibrio, la
clave es entender ese equilibrio para que nuestra práctica agrícola no sea explotadora, sino
enriquecedora.
El Método Fukuoka cruzó las fronteras de su ciudad natal de Iyo, en la prefectura de Ehime,
y se extendió no sólo por la isla de Japón, sino por todo el mundo. Durante años, fueron
cientos los expertos que llegaban al cultivo del Sr. Fukuoka, ávidos por entender cómo podía
un método tan rudimentario generar tan buenos resultados. También se acercaron al huerto
muchos estudiantes, que vivieron con el Sr. Fukuoka aprendiendo de él y ayudando en el
cultivo. Así, la agricultura natural se convirtió en la precursora de la permacultura. Junto con
la “Soil Association” de Lady Eve Balfour, fundada en 1946 en Escocia, son los primeros
ejemplos de prácticas agrícolas diseñadas para favorecer a la tierra y combatir la pérdida de
calidad de los alimentos que las prácticas más radicales (consecuencia de la Segunda Guerra
Mundial) estaban generando.
Tras décadas de desarrollo y divulgación, escribió en 1975 La Revolución de una Brizna de
Paja, obra en la que recogía su historia y los métodos desarrollados en su vergel durante más
de 50 años. En esta obra no sólo encontramos valiosos consejos sobre prácticas agrícolas,
también habla el agricultor sobre cómo es desarrollar un método articulado directamente en
contra de los intereses capitalistas de una industria en pleno desarrollo, y cómo tanto las
instituciones como los investigadores dan la espalda a prácticas que no estén dispuestas a
favor de los intereses del capital.
El Sr. Fukuoka hace especial hincapié en cómo están orientadas las investigaciones de la
tierra, cómo nos enseñan a mirarla. Tras muchos años de conversaciones con científicos e
investigadores, llegaba a la conclusión que supone el punto de partida de este trabajo:
Cuando especialistas en varias materias se reúnen y observan un tallo de arroz, el
especialista en fitopatología sólo ve los daños causados por los insectos, y el especialista
en nutrición vegetal solamente ve el vigor de la planta. (Fukuoka 2022, 15)
Así hablaba el Sr. Fukuoka sobre cómo diferentes especialistas se acercaban a observar sus
cultivos. Cada especialista observaba una de las partes que conforman el todo, nunca el todo

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en sí mismo. Así, afirmaba que no conocemos la naturaleza, que la humanidad no puede
conocerla. Sin embargo, ¿cómo podemos interpretar esta afirmación? ¿Es cierto que el ser
humano no puede conocer la naturaleza?

a. Discurso del Método - René Descartes


René Descartes publicaba, en 1637, el aclamado Discurso del Método, donde introducía un
nuevo método de descubrimiento: dudar, dividir y recomponer del problema desde sus partes
más simples hasta las más complejas.
La consideración del mundo como entretejido por líneas de causalidad, dispuestas desde las
partes hasta el todo, marcaba así un punto y aparte en la manera de conocer el mundo, en la
manera de acercarse a él. Esta nueva interpretación redefinía la manera en que el investigador
se acercaba a lo investigado. La consideración de que las dificultades a examinar debieran ser
divididas y estudiadas por separado comenzaba a sentar las bases para la concepción de un
mundo fragmentado.
En un mundo cartesiano, es decir, el mundo como un reloj, los fenómenos son la
consecuencia de la reunión de las partes atómicas individuales, cada una con sus
propiedades intrínsecas, determinando el comportamiento del sistema como una totalidad.
(Lewontin y Levins 2015, 36)
En ciencias naturales, vemos cómo el Método ha influenciado su desarrollo hasta bien
entrado el s. XXI. En biología, la consideración del organismo como una máquina, lleva a los
investigadores a describir el fenómeno según las propiedades individuales de objetos
aislados. En ecología, cada especie se interpreta como un elemento separado, que
simplemente existe en un mundo físico con otras especies (2015). Y así sucesivamente en las
distintas disciplinas de las ciencias naturales, todas configuradas a disposición de lo que los
biólogos Lewontin y Levins llaman “reduccionismo” cartesiano.
La importancia del método cartesiano como la mirada hegemónica que se instaura a
mediados del siglo XVII reside en su gran influencia a otra de las obras magnas, esta vez del
siglo XIX, que marca definitivamente la distinción entre el ambiente y el organismo, y
consolida así la visión fragmentada del mundo que comienza con Descartes, y nos lleva a un
vergel japonés de la década de los 70, más de trescientos años después. Es el Origen de las
Especies, de Charles Darwin.

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b. El Origen de las Especies - Charles Darwin
Darwin destronó para siempre cualquier concepción teleológica del mundo con El Origen de
las Especies (1859), proponiendo la evolución por selección natural como respuesta
definitiva a una pregunta que venía gestándose desde la época de Aristóteles.
La teoría de Darwin, como ya se ha querido mencionar, es claramente cartesiana. En la
dicotomía ambiente-organismo darwiniana, el organismo ha de sobrevivir a los cambios
externos del mundo mediante la evolución. Esta línea de pensamiento plantea al organismo y
al ambiente como dos cosas separadas, que existen una independientemente de la otra. El
organismo está alineado a las fuerzas externas del mundo; el ambiente cambia por procesos
autónomos y el organismo cambia en respuesta a ese ambiente. (2015)
Así, se acentuaba la consideración de la naturaleza como la alteridad, aquella otra cosa a la
que uno se acerca, observa, divide y vuelve a observar, para recomponerla después y obtener
unas conclusiones con fundamento. El dualismo cartesiano, la separación de la res cogitans y
la res extensa, era una peligrosa invitación a la introspección; a la consideración, en
definitiva, del mundo desde un único punto de vista (Dennett 1999). La dicotomía darwiniana
confirmaba esa egocéntrica perspectiva, puesto que concedía al investigador el poder
acercarse a la naturaleza como quien se acerca a lo otro desconocido, desde la certidumbre
del yo.

c. La Revolución de una Brizna de Paja - Masanobu Fukuoka


Como ya se ha expuesto previamente, el vergel del Sr. Fukuoka y las técnicas que allí se
empleaban nunca fueron un secreto. Fueron muchos los científicos de múltiples
especialidades que se acercaron al cultivo para investigarlo, para comprobar si era posible
que una técnica tan aparentemente rudimentaria pudiera dar los resultados de los que hacía
gala. A los visitantes, el Sr. Fukuoka siempre recibía atentamente, y les mostraba todo lo que
quisieran saber. Tras varios años de visitas, el agricultor hablaba:
La investigación moderna divide a la naturaleza en pequeños pedazos y realiza
experimentos que no se ajustan ni a las leyes naturales ni a la experiencia práctica. Los
resultados se ordenan según la conveniencia del investigador, no de acuerdo con las
necesidades del agricultor (2022, 31)
Así, identificaba un gran problema con respecto a la manera en que el investigador se acerca
a la naturaleza: nuestras mentes cartesianas insisten en dividir y analizar la naturaleza por
partes, método equivocado a la hora de desarrollar una práctica agrícola, que acaba
resultando ineficiente. La geografía, la topografía, el estado del suelo, su estructura, textura,

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drenaje, exposición al sol, relación con los insectos, variedad de semilla…una infinita
variedad de factores deben ser considerados a la hora de hacer agricultura (2022). Ver sólo
una parte del conjunto de factores naturales que afecta a la producción de cultivo y tratarla
como un caso aislado redunda en un sistema condenado a fracasar; así se puede comprobar
hoy, con una industria dependiente de pesticidas, químicos y técnicas agresivas que dañan la
tierra que, a la vez, intentan trabajar.

La agricultura natural que desarrolló Masanobu Fukuoka se basaba en hacer frente a las
técnicas agrícolas que habían llegado a Japón desde Estados Unidos tras la Segunda Guerra
Mundial. La agricultura tradicional japonesa practicada hasta el momento había conseguido
trabajar la tierra sin dañarla, pero sin regenerarla. El cultivo podía desarrollarse durante
décadas sin que la tierra sufriera alteraciones, no obstante, el trabajo era muy duro y cansado,
y eran necesarias muchas personas que llevaran a cabo las tareas de cuidado, mantenimiento y
desarrollo del cultivo. Las técnicas importadas desde Estados Unidos planteaban un nuevo
modelo más rápido y eficiente, introduciendo maquinaria y pesticidas que abarataran los
costes y redujeran el trabajo. Las técnicas eran eficaces, pero, tras un corto periodo de uso, la
tierra comenzó a empeorar, hasta que desarrolló una dependencia a dichos químicos para
poder dar fruto.
La agricultura natural no consistía, por otro lado, en dejar que la naturaleza siguiera su curso,
plantar y abandonar el cultivo a su suerte, sino que se basaba en el estudio de la tierra y el
vergel, para introducir la menor mano de obra posible, y así cultivar fomentando el
crecimiento y desarrollo de microorganismos y sistemas que actuaran como pesticidas
naturales, estimuladores del crecimiento, etc. Esta práctica interpretaba la tierra como un todo
complejo, cuyas partes era necesario conocer y entender, nunca tomarlas como algo aislado.
La agricultura natural tuvo éxito porque logró desarrollarse en armonía con el vergel que se
cultivaba, estableciendo una relación de reciprocidad entre el agricultor y su huerto. Los
resultados siempre fueron asombrosos: el huerto cultivado de manera natural daba incluso
más fruto que cualquier otro, y la tierra se regeneraba cada año, en lugar de empeorar. Así,
dejaba en evidencia la ineficacia de cualquier otra práctica especializada que considerara su
objeto de estudio como aislado de la totalidad.
El Sr. Fukuoka basó sus teorías en su propia experiencia como agricultor, sin embargo,
pretendemos ahora destacar la estrecha relación que tienen con los postulados generales que
defiende el materialismo dialéctico, desarrollado brevemente a continuación de la mano de El
Biólogo Dialéctico, de los biólogos Richard Lewontin y Richard Levins.

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d. El Biólogo Dialéctico - Lewontin y Levins.
Entonces vemos que la instancia dialéctica propone que la realidad es un todo donde las
cosas están conectadas entre sí (...) damos preferencia a los procesos más que a las cosas.
(2015, 27)
Ante un problema, comenzamos por preguntar cómo solucionarlo. La manera en que
formulemos esa pregunta marcará el camino a seguir, por lo menos hasta cierto punto. Por
eso, esa primera indagación es una de las más importantes.
El materialismo dialéctico formula preguntas que nacen de la consideración de las
propiedades de un todo complejo. Frente al reduccionismo, que mantiene su fe ciega en la
naturaleza atomística del mundo, estudia la naturaleza de la interconectividad y comprende la
complejidad como el problema central.
En ecología, vemos cómo el reduccionismo considera cada especie como algo separado, que
existe en un ambiente conformado por el mundo físico y otras especies. Las especies
evolucionan en respuesta a su ambiente, en una relación unidireccional. No obstante, se olvida
completamente la reacción y respuesta que pueda tener el ambiente a las especies, las
relaciones y los fenómenos recíprocos que puedan establecerse. La planta que crece es el
ambiente para el suelo, este suelo cambia a consecuencia del crecimiento de la planta, y estos
cambios retroalimentan las condiciones de los organismos a los que afectan sucesivamente. Y
esto no se debe considerar como una aproximación de tipo holístico “a la Clements”, sino,
como define Richard Levins, una “regla de la evolución de una entidad compuesta apropiada
para ese nivel de descripción, y no otros” (2015, 237).
Un estudio de la ecología basado en estos términos defiende que la naturaleza es
contradictoria, que la ciencia debe estudiar la unidad y la contradicción, puesto que lo
mutuamente excluyente tiene, en realidad, lazos de unidad y compenetración. Un
materialismo adecuado, en última instancia, busca las relaciones entre entidades en todos los
niveles, entendiendo la totalidad como una estructura de interacción recíproca (2015).
(...) it must cope with interdependence and relative autonomy, with similarity and
difference, with the general and the particular, with chance and necessity, with
equilibrium and change, with continuity and discontinuity, with contradictory processes.
(Levins 1980, 77)

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e. Conclusiones de la primera parte.
El trabajo ha comenzado con una afirmación del Sr. Fukuoka: el ser humano no puede
conocer la naturaleza. A esta afirmación había llegado tras observar de qué manera los
expertos estudiaban su huerto. Reconocía los peligros de una visión fragmentada del mundo,
y sus conclusiones estaban lejos de ser optimistas.
(...) el mundo se ha especializado tanto que se ha convertido en imposible para la gente
comprender nada en su totalidad (2022, 14)
A lo largo de esta primera parte, se ha intentado hacer una breve exposición mediante la cual
esclarecer si esta afirmación es correcta o no. Nos preguntábamos, ¿puede el ser humano
conocer la naturaleza? Esta es la respuesta a la que se ha llegado: las visiones reduccionistas
consideran el mundo como fragmentado y descontextualizado. Esta manera de acercarse a la
tierra desarrolla una agricultura dañina y desconectada con los procesos internos y externos
que se desarrollan en las relaciones entre el ambiente y el organismo. Tanto la agricultura
natural como el materialismo dialéctico defienden una misma idea: la necesidad de ampliar el
alcance de las investigaciones, reconociendo la naturaleza interdependiente de las entidades
que analiza, las relaciones de unidad y contradicción, y priorizando el estudio de los procesos
frente al de las cosas. Sólo así se obtiene un estudio completo de la tierra, y sólo así se pueden
desarrollar técnicas agrícolas que beneficien a los trabajadores y al campo.

Parte 2
“¿A quién beneficia esta investigación?”
La ciencia como industria del conocimiento

La ciencia contemporánea que se practica en Europa y América del Norte es un


subproducto de la revolución capitalista. Comparte con el capitalismo moderno la
ideología liberal progresiva que rige su práctica y que a su vez ayudó a moldear
(Lewontin y Levins 2021, 108)
Masanobu Fukuoka se preguntaba en 1975, ¿a quién beneficia esta investigación? ¿a quién
beneficia esta visión fragmentada de la naturaleza? En La Revolución de una Brizna de Paja,
se acercaba tímidamente a consideraciones políticas anticapitalistas, que exponía con
términos vagos. Hablaba de una agricultura que “se monta en el vagón de las montañas rusas”
haciendo alusión a una industria que transforma el conocimiento en mercancía. Reconocía en

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la práctica especializada una oportunidad para hacer negocio que comenzaba a explotarse
cada vez más, una complejización y sofisticación del sistema que no parecía tener sentido,
más que para unos pocos. Para terminar de comprender los peligros de esta manera de hacer
agricultura, volvemos a recurrir a varios capítulos de El Biólogo Dialéctico, y exponemos las
consecuencias de la mercantilización de la ciencia.

a. La mercantilización de la ciencia y su impacto en la agricultura.


Como producto del capitalismo, la base de la ciencia moderna es la necesidad de crear un
producto, venderlo y expandirse, todo ello en competencia del resto de empresas que se
dediquen a lo mismo. Esta mercantilización de la ciencia llega a raíz de la revolución
industrial, a consecuencia del desarrollo del capitalismo. Bajo el mismo, la forma de
mercancía entra en todos los aspectos de la vida, y transforma las actividades que antes eran
simple consecuencia de la acción humana. Ahora, han entrado y forman parte del mercado.
(2015).
En agricultura, uno de los mayores factores para el encarecimiento y la precariedad del
trabajo fue el aumento de los insumos. Se denomina insumo a todo elemento que tome parte
en la producción de un bien. Así, químicos, infraestructura, maquinaria, pero también costes
de distribución y marketing; todos los avances tecnológicos han contribuido a la sofisticación
de la producción agraria. La introducción de un nuevo paso en la producción implica un
nuevo gasto, y por lo tanto, un nuevo negocio.
La Revolución de una Brizna de Paja denunciaba este problema. En relación a los problemas
de la contaminación del agua en Japón, el Sr. Fukuoka hablaba en una conferencia acerca de
los riesgos de usar químicos en la producción de alimentos, y en cómo su técnica permitía el
desarrollo de un huerto a gran escala competente y eficaz sin la necesidad de depender de
pesticidas ni abonos. Los asistentes, miembros del Departamento de Pesca y del
Departamento de Agricultura y Montes escucharon la intervención, que terminó con una
advertencia por parte del presidente de la conferencia: “Sr. Fukuoka, está alterando la
conferencia con sus observaciones”.
Sin la introducción de químicos y técnicas nuevas en los huertos, grandes empresas del sector
perderían enormes sumas de dinero, negocio en el que están involucradas no sólo empresas,
sino también universidades y gobiernos. De esta manera, se desarrollan técnicas no en
beneficio del consumidor, tampoco en beneficio del trabajador, sino en beneficio de grandes
corporaciones que ven en la producción agrícola la oportunidad de hacer negocio.

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Lewontin y Levins reconocen en estas dinámicas una clara ideología, que denominan como
burguesa, caracterizada por ser elitista, individualista, pragmática y reduccionista (2015).
Los agricultores son pequeños, y sin embargo son la base de una de las industrias más grandes
del mundo: la de la producción de alimentos. Esto hace que las condiciones de producción
sean establecidas por los proveedores de insumos, y por los compradores del producto a gran
escala (es decir, no por los consumidores de dicho producto). Además, la gran cadena de
producción está monopolizada, siendo un pequeño número de empresas las que distribuyen la
mayor cantidad de insumos de los que son dependientes hoy en día la mayoría de productores.
Es paradójico que el agricultor, pese a poseer los medios de producción, no controle las
condiciones de dicha producción, y trabaje siempre bajo el yugo de los proveedores de
insumos y compradores del producto. Así, el agricultor está atrapado en un juego cuyas
normas no ha diseñado y que cambian constantemente, nunca para su beneficio.
La investigación científica también está comprometida dentro de este sistema. La necesidad
constante de subvenciones, posición y atracción de nuevos estudiantes hace que las
universidades deban redireccionar sus investigaciones para satisfacer los intereses de sus
acreedores. Así, se desarrollan investigaciones concretas sobre temas concretos, financiadas
por gobiernos o empresas con unos intereses concretos. Esto no significa que no estén puestas
al servicio de los agricultores, puesto que lo están, pero estos agricultores, a la vez, también
están jugando al juego del capital. Debemos considerarlo como la pescadilla que se muerde la
cola:
(...)el punto crítico es que las demandas de los agricultores están determinadas por el
sistema de producción y el mercado en el que están atrapados (...) La investigación
agrícola sirve a las necesidades del capital respondiendo a las demandas de los
agricultores, porque el capital controla totalmente la producción agrícola y el mercado.
(2015, 358)

b. Consecuencias de la segunda parte.


La pregunta con la que empezaba esta segunda parte del trabajo es clara.
No se benefician de esta investigación los productores, puesto que la constante necesidad de
introducir nuevos insumos supone un coste difícil de cubrir, y el empeoramiento del clima y
la tierra sólo generan mayor dependencia de los productos que, paradójicamente, han hecho
que empeore. Tampoco se beneficia el consumidor, puesto que el índice de aumento de
precios en la comida ha ido aumentando año tras año, siendo hoy en día uno de los mayores
gastos a los que el consumidor debe hacer frente. Tan sólo han obtenido beneficios los

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proveedores de insumos y compradores de producto, grandes corporaciones que, como ya se
ha expuesto, controlan la mayor parte del negocio agrícola.
El Sr. Fukuoka nunca llegó a hablar en los términos de Lewontin y Levins, pero también
identificaba el problema que se acaba de exponer. Si un agricultor, decía, pensara en obtener
alimento y no en obtener dinero, los huertos comerciales no hubieran derivado al estado
actual en el que sobreviven. Sin embargo, también comprendía que, pese a ser una bonita
idea, cada vez era más lejana, cada vez se convertía más en una utopía.
La agricultura japonesa ha perdido su rumbo y se ha convertido en inestable. Se ha
desviado de los principios básicos de la agricultura, y se ha convertido en un negocio.
(2022, 38)

Conclusiones del trabajo


A lo largo del trabajo, se ha hablado de las visiones fragmentadas del mundo, de la ciencia
como industria del conocimiento, de los intereses capitalistas por desarrollar una agricultura
que beneficie al mercado y no al agricultor o al consumidor. Se han expuesto dos ejemplos
paradigmáticos de una misma lucha: la reivindicación de un sistema que comprenda las
relaciones de interdependencia que configuran el mundo en el que vivimos.
Las conclusiones a las que llegaba Masanobu Fukuoka no distan mucho de aquellas a las que
se ha llegado tras finalizar el trabajo, que resultan ser preguntas sin respuesta: ¿cómo
desarrollar un sistema cuyos principios básicos apuntan directamente en contra de lo
normativo? ¿Cómo instaurar una práctica que requiere una reconfiguración total de nuestra
manera de mirar el mundo? ¿Es esto posible, o se ha quedado en una mera utopía?
Entre tanta duda, no obstante, reivindicamos lo que consideramos certero: la agricultura
natural como una práctica militante dispuesta en contra de intereses capitalistas, que sigue
luchando por la salud de la tierra y los agricultores, y la figura de Masanobu Fukuoka como el
agricultor que dedicó su vida a vindicar el poder, y la simplicidad, de una vida en pos de la
lentitud, vertebrada por un trabajo con sentido y significado.
Masanobu Fukuoka, el agricultor que hablaba claro:
Entre los jóvenes que llegan a las cabañas de estas montañas están los que, pobres de
espíritu y cuerpo han abandonado toda esperanza. Sólo soy un viejo agricultor que siente
no poder darles ni siquiera un par de sandalias…aunque todavía hay algo que sí puedo
darles. Solo con esta brizna de paja, puede empezar una revolución (2022, 64)

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Bibliografía

1. Dennet, Daniel C. “”Introducción” en De las bacterias a Bach. La evolución de


la mente. Barcelona: Pasado y Presente, 2017.
2. Fukuoka, Masanobu: La Revolución de una Brizna de Paja. Barcelona:
Descontrol Ediciones, 2022.
3. Levins, Richard: Una pierna dentro, una pierna fuera. México DF: CopIt-
arXives y Editora C3, 2015.
4. Levins, Richard: “Dialects and reductionism in ecology”. Synthese, nº 43,
1980: 47-78.
5. Levins, Richard y Lewontin, Richard: La biología en cuestión. Ensayos
dialécticos sobre ecología, agricultura y salud. Buenos Aires: Ediciones IPS,
2021.
6. Levins, Richard y Lewontin, Richard: El Biólogo Dialéctico. Buenos Aires:
RyR, 2015.

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