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4.

Las culturas policiales

Desde el comienzo de la investigación académica empírica sobre la


policía, los investigadores han procurado comprender de qué manera los
oficiales de policía ven el mundo social y el papel que ellos desempeñan
en él. Estos puntos son de particular interés debido a la considerable
libertad de acción que tienen los oficiales de policía, lo cual sugiere que
sus acciones pueden desviarse bastante de lo que marca la ley o las polí-
Li cas de la organización a la que ellos pertenecen. Se desarrolló la idea de
una «cultura policial» como medio de comprender las prácticas policiales,
si bien no hay una correspondencia exacta entre actitudes y conducta,
co mo lo ha subrayado recientemente una osada crítica del concepto de
«cultura policial» (P Waddington, l999a: capítulo 4, l999b). Waddington
'!cñala que la psicología social ha reconocido desde hace mucho tiempo
la brecha que con frecuencia existe entre las actitudes y la conducta.
Numerosos estudios basados en la observación del trabajo policial han
mostrado que los oficiales de policía suelen no poner en práctica ciertas
ac titudes de las que luego sí se ufanan cuando están en un bar o en una
l'nLrevista; por ejemplo , respecto de los grupos raciales (véase, por ejem-
plo, Instituto para el Estudio de Políticas, 1983, iv: capítulo 4) . Se ha
1razado una importante distinción entre «cultura policial» -las orienta-
cio nes implícitas y explícitas de los oficiales de policía en el curso de su
quehacer- y la «cultura del han> -los valores y creencias que muestran en
t•l Lrato social que tienen con los demás fuera de su quehacer- (Hoyle,

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1998). Según anota Waddington, es claro que esta última situación cum- des, símbolos, reglas , recetas y prácticas que emergen conforme las perso-
ple una importante función de liberación de tensiones; por este motivo, nas reaccionan a las exigencias y a las situaciones con las que se enfren-
tales momentos se caracterizan con frecuencia por un mordaz humor ne- tan , interpretadas estas a través de los marcos cognitivos y de las orienta-
gro (M. Young, 1995) .
ciones que esas personas traen consigo de experiencias previas. Las cul-
Son muchas las razones por las cuales las actitudes expresadas no se turas van tomando la forma que les dictan las presiones estructurales de
traducen en acciones. Es posible que tales expresiones no sean la afirma- los entornos en los que se encuentran insertos los actores; pero que di-
ción genuina de una creencia, pero se las emite de todas formas para chas culturas tomen forma no significa que estén determinadas por las
complacer a los entrevistadores, o para no desentonar con los compañe- presiones mencionadas (es lo que Chan, 1997, siguiendo el uso de
ros de trabajo, o como válvula de escape. Y si tales expresiones son genui- Bourdieu , llama el «campo, que da forma al 'habitus' -las estrategias vivi-
nas y son fiel reflejo de lo que cree el emisor, es posible que el emisor no das o las disposiciones 'que se disparan' al entrar en contacto con un
las ponga en acto porque alguna restricción se lo impide. Es posible que campo en particular» . Wacquant, 1992: 19). Las culturas se desarrollan
un oficial de policía que, por ejemplo , tenga prejuicios raciales no actúe conforme las personas responden de maneras diversas y significativas a la
de forma discriminatoria por miedo a que se le apliquen sanciones. Las sit uación en que están insertas; tales situaciones están constituidas por la
variantes de esta situación son complejas y ambivalentes, y su textura red de relaciones de que son parte; y esta red está formada por niveles
varía según las diferentes situaciones. Es posible que un oficial de policía diferentes y más macroscópicos de accion es y d e instituciones
que expresa puntos de vista racistas en el contexto de una reunión de estructuradas. Los oficiales de policía, por ejemplo, interpretan, actúan e
amigos en un bar sea luego genuinamente comprensivo y compasivo del interactúan en redes de relaciones estructuradas por procesos e institu-
sufrimiento de una víctima perteneciente a una minoría étnica y le ofrez- ciones diversos y cada vez más distantes: los turnos en que trabajan, los
ca ayuda. A la inversa, los oficiales de policía que no tienen prejuicios vecindarios , las Unidades Básicas de Comando, las organizaciones
pueden, de todas formas, actuar de manera discriminatoria, como impli- policiales que emergieron a lo largo de los complejos aconteceres históri-
ca el hoy habitual concepto de «racismo institucionalizado» (que se ana- cos que se esbozaron en los dos capítulos anteriores. Las reacciones de
lizará en detalle en el capítulo 5). Pero si bien el vínculo que une ideas y cada actor van dando forma a las situaciones en las que otros actúan. En
acciones está lejos de ser unívoco, esto no significa que los puntos de pocas palabras, parafraseando a Marx: las personas crean sus propias cul-
vista de las personas -complejos, ambivalentes y volubles- no tengan turas, pero no en condiciones que ellas elijan.
relación con los actos que estas llevan a cabo. En definitiva, «el lenguaje La cultura policial -como cualquier otra cultura- no es monolítica,
es en sí mismo una forma de la práctica» (Loftus, 2007: 195). Interpretar sino que está formada por individuos que gozan de autonomía y creativi-
el marco de referencia y las opiniones de los actores -es decir, su cultura- dad. Hay variantes particulares -las «subculturas»- que pueden distin-
es un elemento útil para comprender lo que hacen, si bien es muy posible guirse dentro del gran conglomerado de la cultura policial. Esas varian-
que eso que hacen no sea la totalidad del panorama. Esta afirmación se tes particulares se generan a través de las experiencias particulares que se
confirma en ciertas investigaciones académicas que muestran que los ofi- asocian con posiciones estructurales específicas (rangos, especialidades,
ciales que ostentan opiniones y puntos de vista muy cercanos al «tipo areas, entre otras) , o que se generan en las orientaciones especiales que
ideal» de cultura policial «tradicional» son más proclives a participar de los oficiales traen con ellos por su historia de vida. Además, las culturas
actos de violencia siempre y cuando se mantengan constantes otros facto- va rían según la fuerza policial en la que están insertas; cada una de estas
res pertinentes como los factores situacionales; por ejemplo , la violencia culturas ha tomado la forma que le dieron los diferentes patrones y pro-
mostrada contra dichos oficiales y las políticas y el estilo de gestión del blemas que se suscitaron en sus entornos y la que les dejó la historia
departamento al que pertenecen (Terrill et al., 2003). tra nsitada. No obstante ello, se argumentará que las fuerzas policiales de
El Oxford Englísh Díctíonary define el significado «antropológico» de las democracias liberales modernas enfrentan, sin duda alguna, presiones
la palabra «cultura» como «la totalidad de la vida en una sociedad dada: básicas similares que dan lugar a una cultura distintiva y característica ,
sus creencias e ideas, sus instituciones y sus sistemas, sus leyes y sus que puede apreciarse en muchas partes del mundo contemporáneo , si
costumbres» . Las culturas son ensamblajes complejos de valores, actitu- bien con énfasis diferentes según el momento y el lugar y con variaciones
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internas. Esto se debe a que la policía se enfrenta a ciertos problemas en


otro lado , las normas jurídicas concretas: hay una «brecha visible entre
común que surgen de los elementos básicos de su papel en la sociedad y
la sustancia y la ideología de la ley» (McBarnet, 1981: 5) . La retórica
de las limitaciones que impone la legalidad, si bien la intensidad precisa
y la forma de estos factores varía mucho . ideológica presume la existencia de los derechos de los sospechosos;
pero esos derechos no están claramente contenidos en las leyes ni en los
En la actualmente voluminosa literatura sociológica sobre actividad
principios del Derecho Común inglés que harían que tales derechos se
policial y su campo de acción es un lugar común decir que el oficial
plasmaran en la realidad (es decir, que surtieran sus efectos) . Las leyes
raso de policía es el determinante primario de la actividad policial don-
qu e rigen la práctica policial son suficientemente permisivas y brindan a
de realmente cuenta: en la calle. james Q. Wilson lo expresó de esta
los oficiales de policía un amplio campo de acción. Con frecuencia , los
forma: «El departamento de policía tiene la propiedad especial [... ] de
tribunales se han mostrado predispuestos a ampliar el alcance de las
que dentro de él la libertad de acción aumenta conforme se bajan los
normas a fin de legitimar la práctica policial. Es habitual que la policía
peldaños de la jerarquía» O. Wilson, 1968: 7) . Con frecuencia se ha
viole las leyes, pero un análisis puramente cultural hace que los oficiales
afirmado que las normas jurídicas y las reglamentaciones departamen-
de rango más bajo sean «los 'chivos expiatorios' del sistema jurídico
tales constituyen elementos marginales respecto de la forma en que se
po rque se los culpa de cualquier injusticia » (ibídem: 156) . Debería res-
plasma en la realidad el trabajo policial; a propósito, un principio de
ponsabilizarse a «las élites judicial y política», que sancionan leyes cuya
alta cultura práctica en la actividad policial es: «Es imposible hacerlo
gran elasticidad también acoge los apartamientos de los valores idealiza-
siguiendo estrictamente las reglas». Las leyes básicas que la policía hace
dos del debido proceso de ley, apartamientos que la ley efectivamente
cumplir con frecuencia parecen ser la «Ley de Cómo Hacer las Cosas» y
co ndona y hasta exige. El detallado examen realizado por McBarnet so-
la del «desacato al policía». El impulso original de gran parte de las
bre el contenido y la operatoria de las normas de procedimiento penal es
investigaciones académicas tempranas sobre libertad policial de acción
de inmenso valor. Pero no desplaza la necesidad que existe de realizar
en las décadas de 1960 y 1970 respondió a una preocupación libertaria
un análisis de la cultura policial y de las presiones situacionales a que se
que surgió en la población acerca de cuánto y por qué se desviaba la
ve sometida la libertad policial de acción. Decir que las leyes que rigen
policía del debido proceso de ley al apoyar un modelo de actuación
la co nducta policial son «permisivas » equivale sólo a sugerir que ellas ni
policial de «represión del delito» (Packer, 1968. Encuéntrese una muestra
de estos estudios clásicos en Reiner, 1996a). '-> iquiera logran determinar la actividad policial práctica (contrariamente
a la ideología jurídica). Queda entonces un amplio margen para que la
A fines de la década de 1970, este enfoque fue criticado desde el
cu ltura policial y las presiones sociales y situacionales a que se ven so-
estructuralismo por una pionera notable y lúcida como Doreen McBarnet
metidos los oficiales de policía determinen cómo será la práctica policial
(1978, 1979). Esta crítica ejerció una considerable influencia en nume-
(Mastrofski , 2004) .
rosos estudios empíricos de la década de 1980. t McBarnet sostuvo que
Las normas jurídicas no determinan por completo la actividad poli-
los libertarios civiles no distinguían entre, por un lado, la retórica abs-
cia l ni le son completamente ajenas. El estudio que realizó el Instituto
tracta sobre los valores generales que sostenían el imperio de la ley y, por
para el Estudio de Políticas en 1983 distinguió lúcidamente tres tipos de
normas en relación con su impacto en la práctica. Las «reglas de trabajo »
-,o n esas que los oficiales de policía hacen propias y que constituyen los
' La crítica realizada por McBarnet fue en muchos aspectos similar al debate que Gouldner principios efectivos que guían sus acciones. Las ~~reglas inhibitorias» tie-
(1968) sostuvo con Becker (1963, 1967) y la perspectiva del «etiquetamiento», del cual nen un efecto disuasivo; los oficiales deben tomarlas en cuenta en su
fueron parte Skolnick y los demás estudios interaccionistas realizados sobre policías de rango co nducta porque son específicas, es probable que se las hagan cumplir y
inicial. Los argumentos de McBarnet para realizar un análisis estructuralista (y no culturalista)
-,e refi eren a la conducta visible. Las «reglas de presentación» se emplean
de la forma en que opera la libertad de acción policial fueron desarrollados por Shearing
(1981a, 1981b), Ericson (1982, 1993), M. Brogden y Brogden (1983) y el riguroso intento de para dar un aspecto aceptable a las acciones emprendidas por otros moti-
desarrollar un análisis marxista de la actividad policial de Grimshaw y Jefferson (1987). vo!'>. La relación existente entre cualquiera de esos grupos de reglas y la
En cuéntrense intentos de sintetizar el interaccionismo y el estructuralismo en McConville et Ir y es problemática. Las normas jurídicas bien pueden usarse al efecto de
al., 1991; Reiner y Leigh, 1992; D. Dixon, 1997.
1.1 prese ntación en lugar de ser reglas operativas de trabajo o reglas
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que implica ser policía. Las sucesivas generaciones se han familiarizado


inhibitorias. Entonces, esas normas jurídicas usadas como reglas de pre- co n ellas, pero no como tontos culturales ni como alumnos pasivos o
sentación actúan como fachada ideológica por la cual la generalidad de manipulados de reglas que los menosprecian. El proceso de transmisión
la población hace «la vista gorda» a la desprolija realidad de la activi- l''> lá mediado por narraciones, leyendas, bromas y por la exploración de
dad policial. modelos de buena y de mala conducta que a través de la metáfora permi-
Todo esto significa que la respuesta legalista estándar a las denun- ten que se exploren de antemano ciertas concepciones de la práctica com-
cias de prácticas viciosas llevadas a cabo por parte de la policía -otra de ¡ll' lcnte (Shearing y Ericson, 1991) . Los elementos de la cultura sobrevi-
las variables de su quehacer- podría estar desubicada o incluso ser con- w n debido a su «afinidad electiva» -es decir, porque encajan psicológi-
traproducente. Por otra parte, los principios formales y bien estableci- ¡·amente- con las exigencias de la condición de oficial raso de policía,
dos de la ley están lejos de ser ajenos a la práctica policial. Las normas tnt cntras otros aspectos cambian conforme se desarrollan los contextos y
jurídicas pueden ser «inhibitorias», o convertirse en la ley fundamental
de las «reglas de trabajo» de la policía o en letra muerta, según una
¡,,., características de los oficiales.
variedad de factores. Estos factores quedaron determinados sobre todo
gracias a la investigación académica que se realizó sobre el complejo
impacto de la Ley de 1984 sobre Policía y Pruebas Penales (véase el
La cultura policial: las caracteristicas medulares
capítulo 6) . La cultura de la policía -los valores, las normas, las pers-
pectivas, los mitos y las reglas del oficio que animan la conducta poli- La fuente clásica para debatir la médula de la cultura policial sigue
cial- no es monolítica, ni universal, ni inmutable. Hay diferencias de .,i(·ndo la descripción que hace Skolnick (1966) de la «personalidad de
11 ,tbajo» 2 del policía. Lo que necesita agregarse a su exposición es el aná-
perspectiva dentro de las fuerzas policiales según variables tales como
personalidad, género, grupo étnico, sexualidad, generación o trayecto- ¡¡.,,., de las variaciones de este modelo , dentro de las fuerzas policiales y
ria profesional, y hay variaciones estructurales según el rango , la asig- tk 11 na a otra (Paoline, 2003) . Además, corresponde decir que el retrato
t¡lll' hace Skolnick no extrae las dimensiones políticas de la cultura poli-
nación y la especialización. Los estilos organizativos y las culturas de
las fuerzas policiales varían según cada lugar y época. Las normas infor- 11,d , que refleja y perpetúa las diferencias de poder que se verifican den-
males no están claramente determinadas ni son expresas, pero forman lttt 1k la estructura social. El oficial de policía es un mediador microcósmico
parte indisoluble de las prácticas específicas y de los matices y están 1lt In., relaciones de poder que se verifican en toda sociedad; es decir, es
1111 (( político de esquina» (Muir, 1977) . Los valores de la cultura policial
moduladas por cada situación concreta y por los procesos de interacción
que se producen en cada encuentro. llllttí\11 como << procesos subterráneos en el mantenimiento del poder»
De todas formas, pueden distinguirse ciertas constantes en el modo de (', lll'.tring, 1981a). También es preciso considerar los cambios que han
ser policial; todas ellas surgen de los informes que se realizan a partir de l11 t lto impacto en la actividad policial durante los cuarenta años que
los muchos estudios realizados en diferentes contextos sociales. El hecho lt ,, ,,.,rurrieron desde ese análisis original (Skolnick [2008] ofrece sus pro-
mismo de que estas constantes se observen en numerosos lugares y mo- 1'"'" 1d lcxiones al respecto).
mentos sugiere que ellas no integran una cultura común que se ha difun-
dido y transmitido. Más bien podría decirse que sus temas habituales y
sus metáforas se reinventan y reproducen de continuo porque están arrai-
gados en los problemas constantes que los oficiales enfrentan al llevar 11 llllllldo policial sigue siendo un agresivo mundo masculino, no obstante la legislación
111!11• 11p0 1Lunidades igualitarias de trabajo de Estados Unidos y Gran Bretaña (Westmarland,
adelante el quehacer que les cabe realizar, al menos en las sociedades
11111,¡, ~OOl b; Silvestri, 2003, 2007; Skogan y Frydl, 2004: 147-152; Heidenso hn , 2008).
capitalistas industriales con una ética política progresista y democrática ol 1111•11 holtC ya tiempo que las fuerzas envían mujeres a realizar patrullas de rutin a, ellas
(como mínimo, autoridad, peligro y presión política en la importante loul.wlot t'I1Cue ntran obstáculos insalvables de tipo informal al momento de «i rrumpir» en
formulación que realizó Skolnick en 1966 y sobre la que me explayo en (1 ill lll de caza masculino (Ehrlich, 1980) . Cuando en los primeros estudios se hablaba de

los párrafos siguientes). La cultura policial ofrece un grupo uniforme de ¡iullt ''' hombre» no era, entonces, un rótulo sexista, sino una descripción literal de un

creencias que ayuda a los oficiales a soportar las presiones y las tensiones i ndu tll' cosas.
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Skolnick sintetizó la investigación sociológica temprana con sus pro- decir, de ser eficiente más que apegarse a la ley cuando dos normas están
pias conclusiones a fin de construir el primer esbozo de la «personalidad en conflicto» (Skolnick, 1966: 42, 231) . Sin dudas, los oficiales de poli-
de trabajo » de la policía (Skolnick, 1966: capítulo 3). Con esta no se cía experimentan presiones políticas externas que los obligan a obtener
refería a un fenómeno psicológico individual (como engañosamente pa- «resultados »; y dichas presiones son mayores o menores según la época y
rece indicar el términos «personalidad») , sino a una cultura generada el pánico moral particular o las tendencias de las estadísticas delictivas.
socialmente. Era una respuesta a una combinación singular de facetas del Bajo la presión de obtener «resultados» - es decir, delitos esclarecidos-, la
rol policial: «dos variables principales -peligro y autoridad- que deben policía bien puede sentirse impulsada a exceder sus facultades y violar
interpretarse a la luz de una presión 'constante' de parecer eficiente» los derechos de los sospechosos.
(Skolnick, 1966: 44). Skolnick exageró el grado de compulsión externa en el proceso
El «peligro» en el entorno policial no se representa adecuadamente descripto. Las expectativas del público respecto de la policía se ven infla-
con estimaciones cuantitativas del riesgo de sufrir lesiones físicas, si bien das por la propaganda policial sobre su capacidad como luchadora pro-
dichas estimaciones no son reducidas. Las personas que se desempeñan lesiona! contra el delito , tarea que ha elevado a la categoría de médula de
en otros empleos -albañiles y pintores de altura, mineros, buzos subma- '> Ll quehacer (Manning, 1997). Los oficiales de policía están, en general,
rinos, cualquiera que trabaje con amianto- pueden estar expuestas a altos dedicados intrínsecamente a los objetivos de «mantener el orden» y «lu-
riesgos de sufrir enfermedades laborales o de morir debido a su trabajo. char contra el delito ».
Pero el rol policial es singular en el sentido de que la médula de ese
quehacer requiere que los oficiales se enfrenten a situaciones donde el la misión - La acción - EL cinismo - EL pesimismo
riesgo reside en el resultado impredecible de los encuentros con otras
personas ( Crank, 2004: capítulo 8). La policía confronta la amenaza de Un tema recurrente que se observa en los estudios de las culturas
sufrir un ataque repentino por parte de otra persona y no el riesgo más policiales es la idea de tener una misión. Consiste en el sentimiento de
calculable de un accidente físico o ambiental. El grado de seriedad obvia- que la actividad policial no es sólo un empleo, sino una forma de vida
mente varía. Pero el oficial de policía se enfrenta a algún peligro a la ro n un propósito loable -al menos, en principio-. «Es una secta; es como
vuelta de cada esquina o detrás de cada puerta cuyo timbre toca. Entre ttn a religión, la fuerza policial» (dicho por un oficial de policía y citado
esos peligros puede encontrarse el disparo de un arma de fuego o al r n Reiner, 1978: 247). Se concibe el objetivo como la preservación de un
menos un golpe de puño . Entonces, tratar con la violencia es una carac- l''> lilo preciado de vida y la protección de los débiles respecto de sus
terística recurrente de la cultura policial (Westmarland, 2001a, 2001 b; depredadores. A los ojos de muchos oficiales de policía, la justificación
Waddington y Wright, 2008) . n ' nLral de la actividad policial es proteger a la víctima. <<Se lo digo desde
El peligro está vinculado a la autoridad, que es una parte inseparable l'l punto de vista de un policía: me importa un rábano si oprimimos a los
del entorno policial. Los oficiales de policía representan la autoridad; deli ncuentes e infractores porque ya ellos son opresores (dicho por un
por eso se enfrentan con el peligro proveniente de los renuentes a obede- oltcia l de policía y citado en Reiner, 1978: 79) .
cer. Las tácticas policiales tradicionales del oficial británico se dirigían a No se considera que la misión de la actividad policial sea irritante ,
minimizar el uso de la fuerza. Pero en cada encuentro, cuando es preciso -,¡no qu e es divertida , desafiante y emocionante; un juego de astucias y
ejercer autoridad sobre alguien, es posible que tal minimización no sea ll .t bilidad. Numerosos son los comentaristas que han subrayado los as-
aplicable. Además, la declinación del respeto ha hecho que la autoridad IH'ctos hedonistas vinculados con la acción de la cultura policial
policial se vea cada vez más cuestionada. Peligro y autoridad son, enton- (ll oldaway, 1977 , 1983 ; Instituto para el Estudio de Políticas, 1983 , iv:
ces, elementos interdependientes en el mundo policial, y la cultura poli- ¡ 1 '56; Westmarland, 2001a, 2001b). La sustancia principal a la cual es
cial desarrolla reglas de adaptación, recetas, retórica y ritos para soportar .u lt cta la policía es la adrenalina (Graef, 1989). Pero la emoción de la
esas tensiones. pt·t '>t:c ución, de la lucha , de la captura, el «síndrome del machismo »
Skolnick postula un tercer elemento ambiental que produce cultura ( Rt· tn cr, 1978: 161), si bien infrecuentes puntos destacables del queha-
policial: «la presión a que se ve sometido cada policía de 'producir'; es Cr l ', no so n sólo un deporte. Se los disfruta sin inhibiciones y con placer

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rl valor. La potencia misma de la oscura visión del policía surge de la


porque también se los ve como facetas valiosas del trabajo. A los ojos del
res istencia que le otorga el sentido de estar cumpliendo una misió n. El
policía, él es uno de los «buenos» y es este sentimiento el que le da carta
ci nis mo es la otra cara del compromiso.
blanca para actuar. El policía no es sólo un corredor de carreras ni un
La importancia de este sentido de estar cumpliendo una misión ob-
boxeador con uniforme azul.
viamente varía en cada oficial de policía. Era mucho más evidente en el
Este aspecto moralizante de las facultades policiales es, en muchos
tipo l, denominados ~muevas centuriones» (por el título de la novela
aspectos, equívoco. Deja de lado la pedestre realidad de la actividad po-
policial de 1971 de joseph Wambaugh) , que en aquellos a los que en
licial cotidiana, que con frecuencia es aburrida, desprolija, mínima, tri-
argot se llama «portadores de uniforme», que evitan trabajar siempre que
vial y venal. Permite eludir los elementos universalmente aprobados de
les sea posible (Reiner, 1978: capítulo 12). Pero muchos «portadores de
la tarea policial (digamos, aprehender a un asesino) y asumir el rol polí-
uniforme» (por no decir la mayoría de ellos) , con sus características opi-
tico de ejercer la actividad policial para sostener una situación específica
niones cínicas («Es la supervivencia del más apto» , «Debes cuidarte las
y un cierto orden social. El «manto sagrado» (Manning, 1997: 21) con
espaldas », «El policía tiene que sacar la máxima ventaja de su trabajo ») ,
que suele cubrirse la actividad policial puede ser una herramienta de la
adoptaron ese carácter precisamente porque las decepciones sufridas en
organización, herramienta que permite proteger y promover el interés
..,u desempeño laboral destruyeron el sentimiento previo de estar cum-
policial de lograr más recursos, más facultades y más autonomía para ser
más inmunes al control de terceros. De todas formas, es importante com- pliendo una misión.
Sin dudas , muchos policías consideran que su combate contra los
prender que el trabajo policial se considera una misión, un imperativo
«v illanos» es un juego ritualizado , un desafío divertido en el cual «ga-
moral y no un trabajo más. Esta situación hace que las prácticas estableci-
nan » cuando realizan un arresto y ese arresto les brinda una satisfac-
das sean más resistentes a la reforma que si se tratara de prácticas comunes
ció n personal más que una sensación de haber prestado un servicio
con fines egoístas.
público . Pero este punto de vista cínico bien puede funcionar como
Dentro de la perspectiva policial, los elementos de la misión se refle-
un escudo autoprotector para reducir la ansiedad que los muchos fra-
jan en el sentido que tienen los policías de sí mismos: ellos son «la fina
casos del «atrapaladrones » le producirían.3 Un oficial de policía me
línea azul», los que desempeñan un papel esencial en la salvaguarda del
dijo lo siguiente:
orden social. El mito de la indispensabilidad de la policía, de su función
social esencial de «proteger y servir», es central para la cosmovisión po-
Todo trabajo policial es un juego. Están las personas que delin-
licial. Gran parte del mal proceder policial puede atribuirse a un desca-
quen y las que tratan de atraparlas. A veces atrapamos a los
rriado sentimiento de perseguir «una noble causa»; es decir, un dilema al delincuentes; otras no . Si se los logra atrapar y detener, si se los
estilo« Harry el Sucio» de lograr fines esenciales con métodos cuestionables lleva a la estación de policía y se los neutraliza, bien hecho. Si
(Klockars, 1980) . no, no vale la pena involucrarse emocionalmente.
De todas formas, los oficiales de policía suelen adquirir una serie de
puntos de vista que con justo motivo se calificaron de «cínicos» , lo que El cinismo sobre la tarea de atrapar ladrones como juego es entonces
también se conoce como «pesimismo policial» (Niederhoffer, 1967; Vick, funcionalmente análogo al papel del humor como válvula de escape de
1981). A menudo, los oficiales se generan para sí un «callo» de amargu- las tensiones, expresado en el lema: «Si no puedes tomar a bien una
ra; ven todas las tendencias sociales como si observaran el Apocalipsis,
como si la policía fuera una minoría atribulada a punto de sufrir la derro-
ta a manos de las fuerzas bárbaras (Reiner, 1978: capítulo 11). Esta visión
pesimista es sólo cínica en cierto sentido: en la desesperación que sienten
los policías de que la moral a la que adhieren está erosionándose por 3 Ese punto de vista cínico también sirve para resolver el problema de Harry el Sucio: «ln
actividad policial coloca constantemente a sus ejecutores en situaciones en las cuales deben
todos sus lados. No se trata del cinismo al estilo Osear Wilde, que conoce lo grarse buenos resultados con medios cuestionables». Este es «Un genuino dilema moral [... 1
el precio de todo y el valor de nada. Más bien se parece al relato marxista de l cual nadie puede salir con las manos limpias, hágase lo que se haga » (Klockars, 1980: 33).
del fetichismo de los bienes: lamentablemente, el precio ha enmascarado El cinismo es un resultado psicológico claramente posible.

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broma, no debiste haber aceptado este trabajo» (Reiner, 1978: 216-217; 1 .tpllulos 4 a 6; Holdaway, 1983: capítulos 6 y 7; Kemp et al. , 1992). El
M. Young, 1995) .
,..,,creo tipo policial ha estado sujeto a numerosas críticas. Con estas se
La visión policial característica es esta combinación sutil y compleja '> llgicre que los estereotipos de los posibles delincuentes se convierten en
de varios temas: sentir que se cumple una misión, que se tiene un amor 111 olccías autocumplidas dado que a las personas con característi cas
hedonista por la acción y estar atravesado por un cinismo pesimista. Cada dl' li ctivas se las interroga o se las detiene desproporcionadamente; de
uno de estos temas retroalimenta y refuerza los demás, pese a que en la ,..,,a forma, se llega a un círculo vicioso de amplificación de la conducta
superficie puedan parecer contradictorios. Los tres conducen a la presión ,ttt omala U. Young, 1971). Sin embargo , trazar el estereotipo es una he-
por «obtener resultados», lo cual puede contradecir los principios jurídi- 1m mienta inevitable de la sospecha endémica del trabajo policial. La
cos del debido proceso de ley. Con perdón del relato de Skolnick, esta 1 ttt'<; ti ón crucial no es su existencia, sino el grado en el cual tal sospecha
presión por «ser eficientes» no surge en primer lugar de fuentes externas, ttt·ne asidero en la realidad y resulta útil, en contraposición a la sospe-
sino que constituye una fuerza motivadora básica que surge de dentro de 1 It a prejuiciosa y discriminatoria. En tal caso, no sólo es injusta, sino
la cultura policial. Sin embargo, se relaciona fuertemente con otras facetas t,tmbi én contraproducente.
de la cultura policial-sospecha , aislamiento/solidaridad, conservaduris- Si bien la sospecha policial y el trazado de estereotipos son inevita-
mo- de la forma en que sugiere Skolnick. b le~ , las categorías particulares que dan nacimiento a estos dos elementos
1d tejan cómo es la estructura de poder en la sociedad. Y este reflejo sirve
la sospecha
lhlra reproducir esa estructura a través de un patrón implícito y a veces
l'x plícito de discriminación por clase, por raza y por género.
La mayor parte de los oficiales de policía son conscientes de que su
puesto de trabajo ha hecho nacer en ellos una actitud de constante sos- El aislamiento/la solidaridad
pecha que no pueden acallar fácilmente. 4 La sospecha es producto de la
necesidad de estar alerta ante cualquier signo de problema, peligro po- Muchos comentaristas han subrayado la marcada solidaridad interna
tencial y pistas de que se ha cometido un delito. Es una respuesta a los de los oficiales de policía, característica que aparece junto con la de su
componentes de peligro, de autoridad y de eficiencia que se encuentran ,uo., lamiento social (Clark, 1965; Westley, 1970: capítulo 3; Reiner, 1978:
en su entorno, además de ser un resultado del sentimiento de cumplir 08-213; Crank, 2004: sección Ill) . Se ha calificado a los policías como
una misión. Es preciso que la policía desarrolle mapas cognitivos deta- tn tna raza aparte» (Banton, 1964) , «Un hombre aparte» Uudge, 1972) y
- liados del mundo social; de esta forma pueden predecir fácilmente y tt una minoría atribulada » (Alex, 1976) .
manejar sin perder autoridad la conducta de una amplia gama de perso- Ciertamente, muchos oficiales de policía relatan que les resulta difí-
nas en encuentros que con frecuencia son conflictivos (Rubinstein, 1973: ri 1 vincularse con civiles en su vida social habitual. Esta dificultad sur-
1-\l' del trabajo por turnos, de los irregulares horarios de trabajo, del
obstáculo que les significa bajar el nivel de tensión que les produce el
4
la sospecha no sólo surge de las condiciones intrínsecas del trabajo policial; el entrenamien- tra bajo, de los aspectos atinentes al código de disciplina y de la hostili-
to la alienta deliberadamente. Skolnick citó un manual estadounidense en el cual se brinda dad o miedo que los ciudadanos suelen mostrar hacia la policía . El
una orientación detallada para realizar interrogatorios en la escena del crimen. El manual :uslamiento social es el precio que se paga por la política implementada
comienza diciendo: «Sospeche. la sospecha es una saludable actitud policial». Entre los
paradójicos consejos que se ofrecen allí mismo para detectar a un sujeto «raro» que deba ser por Roben Peel de elevar a la policía británica al símbolo de autoridad
detenido en la calle, se encuentra el siguiente: «7. Exagerada despreocupación por el contac- tmpersonal, al punto tal que las políticas de reclutamiento tenían por
to con el oficial. 8. Visiblemente alterado al estar cerca de policías» (Skolnick, 1966: 45-46). obj eto hacer que el oficial de policía cortara lazos con su comunidad
Una orientación similar sobre lo «anormal», que abarca a la mayor parte de la población, se local (W. Miller, 1999: 26-28). La solidaridad interna es producto no
encontró en un manual inglés escrito por David Powis, ex asistente del Inspector en Jefe de la
Metropolitana: las personas sospechosas eran, entre otras, las de tendencias políticas o.,ó lo del aislamiento , sino también de la necesidad de poder confiar en
radicalizadas, los intelectuales que «usaban jerga extremista» o la persona que tenía una los compañeros ante una situación difícil; además , es un a armadura
ta~eta donde se enumeraban sus derechos (Powis, 1977: 92). que protege al conjunto de la fuerza para que el público no tome cono-
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ROBERT REINER LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

cimiento de las infracciones que comete la policía. Numerosos estudios La estructura social que percibe la policía es una estructura en la cual
han subrayado el poderoso código que obliga a los oficiales a respaldarse .,l' han erosionado las rotundas distinciones de clase que regían en el
unos a otros cuando se produce una investigación interna (Westley, 1970: pa.,ado. Muchos policías se adhieren a un ideal de igualdad (ejemplificado
capítulo 4; Shearing, 1981b; Punch, 1985, 2009; Skolnick y Fyfe, 1993). por frases como <<nada me daría mayor placer que encarcelar al intenden-
Los delitos que los compañeros ocultan no son necesariamente infraccio- ll'» ). Al mismo tiempo , los policías son bien conscientes de las distincio-
nes mayores que deban esconderse de ojos extraños. La solidaridad del ll l'" de rango que en efecto existen (y necesitan captarlas con precisión
oficial raso de policía con frecuencia tiene por objeto ocultar violaciones para dar y esperar el nivel apropiado de respeto): «Uno trata con todo
menores -lo que Caín (1973: 37) llama «conducta facilitadora»- de la IIJ )O de gente, desde el espécimen humano rudimentario que vive en la
atención de los oficiales supervisores. j11ngla de las peores zonas hasta la clase alta de la ciudad. Las cenas
Pese a la tendencia hacia la solidaridad y hacia el aislamiento , son t·kgantes que ellos organizan. Hay que manejarse con todo eso» (testimo-
muchos los conflictos que se presentan dentro de la organización poli- 111 0 de un policía uniformado). La sociedad no otorga oportunidades
cial. Algunos se estructuran según la jerarquía y la división del trabajo JII '> Las e igualitarias. Una vez, un policía me dijo: «Es difícil para un niño
que tenga la fuerza; por ejemplo, entre divisiones de uniformados y de H'r que su madre se prostituye y que su padre está siempre ebrio».
detectives. Es frecuente que los conflictos internos se vean opacados Las divisiones que resultan cruciales para la policía no encajan fácil-
por la necesidad de presentar un frente unido ante cualquier ataque liten Le en las categorías sociológicas de clase o rango social, si bien tales
externo, pero no siempre es así. La división fundamental entre «poli- 1l1 vbiones muestran un desprecio continuo hacia los pobres (Loftus, 2007) .
cías de calle» y «policías de escritorio» puede llegar a reforzarse ante 1'"las divisiones constituyen categorías que le importan a la policía, gene-
una investigación externa (Ianni y lanni, 1983). Los «policías de es- t,tdas por la capacidad que tienen estas de causar problemas y por su
critorio» suelen ser objeto de la mofa de los «avispados» oficiales tn ngruencia con el sistema policial de valores (Norris, 1989; M. Young,
operativos. La profundidad de la brecha se debe a las funciones dife- IIJ<.) 1). La división fundamental se traza entre elementos despreciables y
rentes y muchas veces contradictorias que cumplen los dos niveles. ,.ll' mentos respetables, los que cuestionan y los que aceptan los valores
Los policías «de escritorio» tienen que proyectar al público una ima- IJII l' Liene la clase media sobre la decencia, cosa que la mayor parte de la
gen aceptable, legalista y racional de la policía. Esta tarea puede ser ¡tn licía tiene en alta estima. Pero pueden trazarse distinciones más sutiles,
sinónimo de complicidad con la inconducta, no oír, no ver y no decir ¡•,t• ncradas por la problemática policial, entre esas categorías. Se distin-
nada. Pero, cuando las presiones de las reformas se hacen intensas, es g ll l' ll siete grupos claves, cada uno de los cuales se expone bajo los si-
posible que los policías «de escritorio» se vean obligados a confrontar- gt tl l' nles subtítulos.
se con los policías «de calle». Hasta cierto punto , sin embargo, la clara
brecha y el conflicto entre los policías «de calle» y los «de escritorio» «Delincuentes de alto nivel>>
son funcionales a la organización: permiten que los niveles de gestión 1 os «delincuentes de alto nivel» son delincuentes profesionales (o al
adopten estrategias de presentación sin que sepan qué encubren esas lll t'nos con experiencia) (Instituto para el Estudio de Políticas, 1983, iv:
estrategias; al mismo tiempo, el sacrificio de algunos integrantes 11 1()-4) . Se considera útil, interesante y gratificante perseguirlos; en ver-
«corruptos» de la fuerza ratifica la efectividad del proceso disciplina- tl.td, son la razón de ser de la vida del policía, por infrecuente que sea
rio en su conjunto. qtt t' el policía común pueda encontrarse con uno de estos casos. Además,
La concepción «ellos» y «nosotros», característica de la cultura poli- 1.., probable que estos delincuentes jueguen el juego con las mismas reglas
cial, pone en claro distinciones entre tipos de «ellos» (y también de «no- d1 la policía (Hobbs, 1988, 1995). Si bien es claro que desean evadir la
sotros»). La perspectiva policial sobre las divisiones sociales de la pobla- d1lt' nción, por lo general no cuestionan la legitimidad básica de la poli-
ción refleja con nitidez la estructura de poder, que se hace evidente en los ' 1.1 Las relaciones de los primeros con los segundos bien pueden ser
problemas específicos del trabajo policial (Reiner, 1978: capítulo 11; lllltlgables (en verdad, ambas partes pueden cultivar esta amistad a cam-
Shearing, 1981a; ]. Lee, 1981; Holdaway, 1983: capítulo 6; M. Young, llln de favores, lo cual representa el principio de la corrupción) .
1991; Loftus, 2007, 2008, 2009).

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RoaERT REINER
LA POLÍTICA DE LA POUCÍA

«Propiedad de la poUda» «Basura»


«Una categoría se convierte en propiedad policial cuando los pode- Los «basura» son las personas que llaman a la policía y a las cuales
res dominantes de la sociedad (en la economía, en el gobierno, etc.) l''> la co nsidera desagradables, intratables, no merecedoras de atención o
dejan que los problemas de control social de esa categoría los resuelva que se quejan por problemas que ellas mismas propiciaron. Las disputas
la policía» O. Lee, 1981: 53-54). Se trata de grupos indefensos y de bajo domesticas son un tipo habitual de llamada que muchos oficiales de po-
rango social a quienes la mayoría dominante ve como problemáticos o li! la tradicionalmente consideran «basura »: «En las disputas domésticas,
desagradables. La mayoría de las personas tiene una fuerte disposición 1 1 marido y la mujer arman un escándalo, y hay que separarlos y calmar-

a que la policía se las vea con esta «propiedad» y a «hacer la vista lo-, antes de ir. En esos casos, uno no hace trabajo de policía, sino que
gorda» a la forma en que se los trata. Ejemplos de los miembros de este hxc el trabajo de un socialista [sic]» (Reiner, 1978: 214-215, 244-245).
grupo son los vagabundos, los alcohólicos y los drogadictos de las zo- 1 .\ trndencia a no tratar con seriedad la violencia doméstica ha generado
nas paupérrimas, los desempleados o los qu e sólo tienen empleos llt il'ntos de reforma; por ejemplo, políticas de detención obligatoria en
temporarios, los jóvenes que adoptan un estilo cultural anómalo, las 1111111erosos países, donde las escasas pruebas apenas demuestran una
minorías étnicas, los homosexuales, las prostitutas y las organizaciones llll'JOra parcial en este tipo de situaciones (Sherman, 1992a; Sheptycki,
políticas radicalizadas. La función primaria de la policía ha sido repri- ll)ll3; Hoyle, 1998; Skogan y Frydl, 2004: 231-232; Heidensohn, 2008:
mir y segregar a estos grupos, para lo cual la policía está pertrechada lltl 1) . En esencia, los «basura » son miembros de la «propiedad de lapo-
con una serie de leyes permisivas y discrecionales; por ejemplo , la crea- li! ta » que se presentan como víctimas o como clientes que desean recibir
ción, gracias al articulado de la Ley de 1998 sobre Delitos y Orden ., , 1 vicio, que es lo que suelen hacer. En verdad, la principal conclusión

Público, de la Orden de Conducta Antisocial y de otros dispositivos 1l l' l a~ encuestas sobre el delito es el isomorfismo (identidad) social de

que reflejan los objetivos neolaboristas contra la conducta antisocial y el v11timas y delincuentes (Hoyle y Zedner, 2007: 465-466).
delito callejero, y a favor del respeto. Uno de esos dispositivos es la
Notificación de Penalidad por Desorden (Ramsay, 2004, 2008; Squires «Contrincantes»
y Stephen, 2005; R. Young, 2008; Squires, 2008; Burney, 2009). La lloldaway (1983: 71-77) define a los «Contrincantes » como aquellos
preocupación acerca de la «propiedad de la policía» no es tanto hacer 'l tyos empleos les permiten, como parte de su trabajo , penetrar el secreto
cumplir la ley, sino mantener el orden utilizando la ley como un recur- d1· la cultura policial, lo cual les otorga poder e información con la cual
so entre muchos otros. El abordaje callejero de un sospechoso y su IHHitlan luego cuestionar el control policial de su «propiedad». Médicos,
revisación ha sido la táctica tradicional y controvertida en este aspecto; ,thogaclos, periodistas y asistentes sociales se encuentran en esta situación
es una táctica cuyo alcance se ha expandido y a la que se le han agrega- ( t.unhién los investigadores académicos en materia policial). La policía
do en los últimos años una serie de facultades policiales para emplear ,Ir-, plegará todos sus esfuerzos para minimizar la intromisión de los «con-
en la calle. ttltHantes» y empleará todos los dispositivos de presentación para que
Para todo policía, un grave peligro es confundir a un miembro de un 1'., 10., tengan ante su vista una mejor imagen. El desarrollo de esquemas
grupo de alto rango social con propiedad de la policía. Este peligro se ve llt '> pirados en el Informe Scarman para visitantes civiles a las estaciones
reforzado cuando, en el transcurso del accionar policial contra grupos d1 policía fue un intento de asegurar que ciertos «contrincantes » pudie-
minoritarios étnicos, el oficial de policía no está entrenado en el recono- l.tll penetrar sin problemas en las áreas menos expuestas de los entornos
cimiento de las señales de respetabilidad. Otro problema que se le pre- pnltcialcs. Con la ley PACE se intentó facilitar el acceso a ciertos «con-
senta a la policía y que se ha acentuado en los últimos tiempos es el lll ll ra ntes» que necesitaban acceder a dependencias policiales; por ejem-
aumento de la clase media que participa de actividades «anómalas ». Pue- pln , abogados de turno o «adultos autorizados». El grado en el cual estas
de suceder que un manifestante o fumador de marihuana sea un profesor 111rdidas lograron que se rasgara el velo que envuelve las decisiones
universitario o un abogado. pnl iltnlcs en la calle y en la estación de policía sigue siendo materia de
d1 h.ltc (véase el capítulo 7).

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LA POLÍTICA DE LA POLICÍA
ROBERT REINER

1 11 la aplicación de tales leyes suelen estar cortados por la misma tijera y


«Socavadores» '1'> 10'> co n no mucha más estima.
«Los 'socavadores' son miembros de grupos que pueden debilitar o
neutralizar el trabajo policial» (Holdaway, 1983: 77-81). Son grupos de El problema es que el gobierno cree que legisla para personas
difícil trato, integrados por sospechosos, víctimas, testigos o asistentes educadas [... ] Pero las personas de este país son animales, son
sociales, porque se los percibe como socialmente vulnerables y, por lo brutos [... ] Los miembros del Parlamento están totalmente fuera
tanto, toda acusación que ellos formulen contra la policía puede ser de- de contexto[ ... ] Vivenenotromundo. ¡Cada unadesuscenases
positaria de especial compasión. Ejemplos de esta categoría son los niños de seis platos! (citado de un policía uniformado , ibídem)
y los mayores.
Cualquier persona puede resultar ser un inesperado «socavador» de- Rodeada por la amenaza que representan todos estos elementos, la
bido a la ilimitada ingenuidad del público , así que el oficial de policía policta se convierte en un grupo solidario: «Somos una comunidad uni-
debe ser muy cauto en cada encuentro . Un policía me relató un incidente d.t Debemos apoyarnos los unos a los otros porque recibimos los golpes
en el que dejó ir de la estación de policía con sólo una advertencia a un dt• todos los lados: de afuera, del público en general, de los abogados, de
hombre que conducía a cien kilómetros por hora en la ciudad. El hombre In., fisca les, y hasta de nuestros propios jefes» (ibídem: 246) .
le explicó que la esposa estaba en trabajo de parto. La percepción policial de la estructura social tiene bien presente la
dt.,tinción que existe entre, por un lado , los grupos carentes de poder
Quince malditos días más tarde, le escribió al jefe de policía. Le que se encuentran en la base de la jerarquía social-la misma que aporta a
explicó las circunstancias y le dijo que quería agradecerme. Me lo., «basura» y a los «propiedad de la policía »- y, por otro lado , los estra-
hizo llamar el jefe y me insultó de arriba a abajo por perdonarle to'> respetables, cada uno de estos últimos con segmentos bien diferencia-
a este hombre el ir a tal velocidad. El sujeto me arrojó a la boca dos que amenazan de una u otra manera los intereses policiales. la cultu-
del lobo. (Reiner, 1978: 246). 1 n policial es un reflejo de la estructura general de poder y la reproduce

en su estilo de trabajo .
«Moralistas»
Los «moralistas» son activistas antipolicía que hacen gala de sus prin- El conservadurismo policial
cipios, critican a la policía y se organizan para limitar la autonomía de las
fuerzas (ibídem: 221-223) . El principal ejemplo es el «Consejo Nacional Los datos de la realidad que tenemos sobre las orientaciones políticas
- para Evitar que los Policías Cumplan con su Deben> (el Consejo Nacio- de los oficiales de policía sugieren que estos tienden a ser conservadores
nal para las Libertades Civiles, ahora rebautizado «Libertad»). «¡Nos en- wn to en el plano moral como en el político. En parte, esta tendencia se
contramos con una serie de 'moralistas' que no sirven para nada! [.. . ] debe a la índole de su trabajo . Los «clientes » habituales de la policía
Gritan y gritan para crear problemas, o se les terminaría el trabajo» (cita- .,urgen de las capas más bajas del orden social; pero la represión de los
do de policías de civil, ibídem) . Desde la perspectiva policial, el surgi- lumpenes no es necesariamente algo que siquiera aborrecerían los miem-
miento que se observó en la década de 1980 de grupos que monitoreaban bros políticamente conscientes de la clase trabajadora. Sin embargo, en su
a la policía representó la proliferación de los «moralistas» Qefferson et papel de guardianes del orden público -y mucho más en la labor de sus
al. , 1988; McLaughlin, 1994). divisiones específicamente políticas, que llevan a cabo «altas actividades
policiales»-, la policía se ha enfrentado contra la clase obrera organizada
Los políticos y contra la izquierda (Lipset, 1969; Skolnick, 1969; Bunyan, 1977;
Se ve a los políticos como gente sospechosa (Reiner, 1978: 76-81). Brodeur, 1983, 1999; ]. Margan, 1987; Marx, 1988; Weinberger, 1991,
Son idealistas sin los pies en la tierra y parecen vivir en una torre de 1995: capítulo 9; Vogler, 1991; P Gill, 1994; Brewer et al. , 1996; Mazower,
marfil, son egoístas corruptos, subversivos secretos o sencillamente de- 199 7; Huggins, 1998; Hinton, 2006). Además, la fuerza ha sido edificada
masiado débiles para resistir la villanía. Por desgracia, sin embargo , tie- desde el principio como una organización jerárquica y de estricta disci-
nen el poder de sancionar leyes. Los abogados y los jueces involucrados plina. Así, es más probable que el oficial de policía con mentalidad con-
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ROBERT REINER LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

servadora encaje en ella. Los procesos de selección y de autoselección p.11tido. El resto estaba homogéneamente dividido entre laboristas, pro-
llevan a los oficiales a ser conservadores. F.' ro., istas y «no sabe-no contesta». De esta muestra, el80% había votado
Sin embargo, en la tarea se presentan presiones contradictorias. Desde t'll todas las elecciones recientes. Se veía un leve movimiento hacia la
el comienzo, la prudencia contable y política dictó las políticas salariales tlt- rcc ha en el siguiente dato: 9% se había pasado del laborismo o del
y de reclutamiento; eso significó que el grueso de los oficiales se extraía pmgrcsismo al conservadurismo entre 197 4 y 1977 , pero no había m o-
de la clase trabajadora. Ese proceso aún opera en la actualidad. Incluso ' !m ie nto en sentido inverso. Pese a este panorama, un 64% afirmaba
los jefes de policía tienen, en su mayoría, orígenes obreros (Reiner, 1991: q11 e la policía debía seguir siendo políticamente neutral en todo mo-
capítulo 4; Wall, 1998). La policía es un grupo de empleados cuyas que- lll l' nto, el21% deseaba tener el derecho de afiliarse a un partido políti-
jas respecto de los salarios y las condiciones de trabajo han generado ro '> in tener que desempeñar un papel activo, mientras que el12% de-
militancia y una organización sindical análoga a la de los demás trabaja- ~ra b a poder tomar parte activa en la política.
dores, si bien es más habitual que los sindicatos policiales hayan sido un !lace poco se realizó una encuesta sobre 286 oficiales en actividad de
instrumento reaccionario (Reiner, 1978; judge, 1994; Finnane, 2002; 1.1 Policía Metropolitana. Esa encuesta estaba formada por preguntas so-
Marks y Fleming, 2006a, 2006b; Sklansky, 2007). La «desradicalización» bre patrones e intención de voto (Scripture, 1997). Surgió de este sondeo
del policía no fue automática, sino que debió construirse (y reconstruirse qu e, de quienes habían votado en las elecciones generales de 1979, 1983,
de continuo), como lúcidamente sostiene Robinson (1978). 1987 y 1992, la abrumadora mayoría lo había hecho por los conservado-
En Estados Unidos hay abundante evidencia histórica del apoyo po- 11''> (respectivamente, 79%, 86%, 74% y 74%; ibídem: 172) . Sin embargo,
lítico policial a la derecha y la extrema derecha. Skolnick (1966: 61) ~o lo el44% quiso votar a los conservadores en las elecciones generales de
sintetizó sus entrevistas y observaciones de la siguiente manera: «La ll)97 , tal vez por el desencanto de la policía con el paquete conservador
perspectiva dominante en el plano político y emocional de la policía de reformas (representado por el Informe Sheehy de 1993 y por la Ley de
era un tipo de conservadurismo al estilo Goldwater» (véase también 1994 sobre Policía y Tribunales de Primera Instancia), que sometía el
Bayley y Mendelsohn, 1968: 14-30; Lipset, 1969). Estas actitudes se -.c rvicio a la disciplina de mercado.
han traducido abiertamente en campañas políticas. En numerosas oca- Ya se describió la tendencia que se observó en la década de 1970
siones, las asociaciones policiales han actuado como activos grupos de hac ia una participación más abierta en el debate político de los jefes de
presión a favor de candidatos políticos reaccionarios y en apoyo de poiicía y de la Federación Policial. Esta participación expresó clara-
políticas específicas de la derecha (Skolnick, 1969: capítulo 7; Alex, mente puntos de vista que se relacionaban simbióticamente con las po-
1976; Reiner, 1980; Bernstein et al., 1982). En el otro extremo, las aso- llli cas del Partido Conservador y que imitaron (con un tono menos
ciaciones de policías negros y otras que representan minorías han sido vx plícito) las campañas políticas estadounidenses que en las décadas de
una de las fuerzas para la reforma progresista del Reino Unido y de ll)60 y 1970 emprendió el «poder azul». Esta situación cambió en la
Estados Unidos (Holdaway, 2009). dl'cada de 1990, cuando el Nuevo Laborismo hizo propia la cuestión de
Hay pocos datos sobre las opiniones políticas de los oficiales británi- 1.1 ley y el orden. Luego , comenzado el siglo xx1, los conservadores de-
cos de policía. Cuando intenté entrevistar a la policía en la década de IIUn ciaron que algunos jefes de policía estaban demasiado cerca del
1970 sobre sus actitudes políticas, el Ministerio del Interior me notificó laborismo, y se quejaron ante la prensa conservadora de que algunos
que una entrevista de tal tenor estaba prohibida porque sería contradic- oli ciales eran demasiado correctos políticamente.
toria con la noción tradicional de que el policía se encuentra fuera de Además de la política específicamente partidaria, la policía ha ten-
toda forma de la política (Reiner, 1978: ll, 283 ; 1979b). He visto una dido a albergar opiniones conservadoras sobre cuestiones morales y so-
tesis doctoral inédita de 1977, realizada por un oficial de policía que t iales. «Los policías son personas convencionales [ ... ] Lo único que un
entrevistó a una muestra de compañeros de la fuerza de una ciudad del policía puede ofrecer en un grupo de fumadores de marihuana, de
norte. Allí empleaba las preguntas que a mí me prohibieron formular. novios interraciales o de homosexuales es su cachiporra » (citado en
En esa tesis, el autor observó que el 80% de los policías se califican <., kolnick, 1966: 61) . Una encuesta realizada en la década de 1960 sobre
como «conservadores»; 18% de ellos se encontraba a la derecha del In:. ac titudes de los policías neoyorkinos arrojó como resultado que las

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ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

dos categorías más detestadas de personas, después de la del «resistente '>lt• mpre hay alguna 'de repuesto' debido a lo glamoroso del trabajo »
a la autoridad policial» , eran la de los homosexuales y la de los droga- (_ lü·incr, 1978: 212). 5
dictos (Niederhoffer, 196 7). Encontré una simpatía similar por la estre- 1ampoco son los policías notablemente abstemios, pese al desprecio
cha moral convencional en mis entrevistas con la policía británica (Reiner, ~\t' II Cra lizado que muestran hacia los usuarios de otras drogas. Un riesgo
1978: capítulo 11. Véase también]. Lee [ 1981] para obtener datos sobre dt· la investigación académica en materia policial es tomar notas mentales
Canadá). Sin dudas, el hecho mismo de que algunos oficiales de poli- IIIH'ntras uno va cayendo bajo la barra conforme aumenta el consumo de
cía homosexuales o lesbianas puedan en la actualidad «declarar su si- 1 11 veza. El alcoholismo policial ha sido un problema eterno desde los
tuación» y hasta formar su propia asociación representativa indica cier- jllllncros días de la fuerza . La tendencia al consumo de alcohol y a un
to grado de avance en los últimos veinticinco años. Sin embargo, ellos 1 \leso de relaciones sexuales en la policía es producto de la ética

todavía experimentan discriminación; además, la homofobia sigue es- IIIH'ol'Ulinizada de la fuerza y la tensión que provoca el trabajo. Ambos
tando presente en la cultura policial, aunque se la expresa de manera I.H tores se plasman en las novelas dejoseph Wambaugh, cuyo tema cen-
más solapada (M. Burke, 1993; Paddick, 2008). La filosofía social de 11 .ti C<; la actividad policial como una ocupación moralmente (más que
los jefes de policía también tiende a ser conservadora, si bien en general fl'>lr<tmente) peligrosa. La ética decididamente no puritana sobre con-
la expresan de manera menos estridente y recientemente se han visto di" ta heterosexual, la bebida y el juego suelen exponer a los oficiales de
signos de cambio. pnlil'la a presiones, tensiones y acusaciones de hipocresía cuando hacen
A pesar de que en los oficiales de policía es obvia la afinidad de 1 11111plir las leyes en esos terrenos. Esto ayuda a explicar la mayor pro-

elección que existe entre su papel de defensores de la autoridad y la ¡u ll 'oió n a la corrupción policial cuando se hacen cumplir las leyes con
política y la moral conservadoras, este panorama de ninguna forma es lll lll cnido moral.
la constante. Durante principios y mediados de la década de 1990, con- '-lic mpre ha sido difícil para las mujeres policías lograr que se las acep-
forme el gobierno conservador aplicaba con mayor dureza a la policía 1.11 a. La apertura de puestos de trabajo para las mujeres llegó luego de
su abordaje de mercado respecto de los servicios públicos, el benepláci- 1111,1 prolongada campaña (Carrier, 1988). Pese a la integración formal,
to policial de todos los niveles pareció virar hacia opiniones más 1 ll;t'> -.iguen padeciendo la discriminación (S. jones, 1987; Heidensohn,

radicalizadas. Esta situación continuó al menos hasta el apogeo del Nuevo ji)IJ 2, L994, 2008: 646-656; Dunhill, 1989;]. Brown, 1997, 2003;]. Brown
Laborismo . De esta forma, no sólo se preocuparon junto con otros ser- \ l lcidensohn, 2000; Silvestri, 2003, 2007) . Las dificultades con que de-
vicios por el incipiente movimiento privatizador y los controles más lwll vcrselas para lograr un rango más alto se ilustran en la altamente
rigurosos del gasto público , sino que además mostraron mayor com- p11 hl ici tada acción judicial en la que Alisan Halford, ex asistente del jefe
prensión por los análisis del delito y de otros problemas sociales desde dr poi icía de Merseyside, denuncia discriminación sexual (Halford, 1993).
una perspectiva de justicia social más que desde la responsabilidad in- '.! 11 embargo, desde ese momento ha sido designada una cantidad de
dividual (D. Rose, 1996: capítulo 6). 11 l11 ¡;des en jefe de sexo femenino, y hay en la actualidad tres jefas de
pnl1c1a y doce asistentas de jefe de policía. La cantidad de mujeres poli-
El machismo 1 '"" o.,c ha triplicado desde principios de la década de 1990; pasó de

En el mundo policial tradicional impera el machismo a la antigua


(Graef, 1989: capítulo 6; M. Young, 1991: capítulo 4; Fielding, 1994;
Westmarland, 2001a, 2001b) . El sexismo en la cultura policial se refuerza ll1•c u~rdo bien una experiencia que tuve en 1971 (apenas comencé a realizar investigación
11 ,ul<•mica sobre la policía). Concurrí a una conferencia en la que, luego de las sustanciales
con enquistados «fanfarronería sexual y manoseo», con frecuencia a dl'.l•il,lcio nes, un oficial local me llevó a mí, a otros dos sociólogos y a dos policías de otra
expensas de las compañeras mujeres (Instituto para el Estudio de Polí- filll•,¡ilcción a un bar de la zona. En ese bar había unos cincuenta hombres y sólo tres mujeres
ticas, 1983, iv: 91-97). Los policías no son conocidos por su aversión a (do~ h,tilarinas desnudistas y una camarera). Para sorpresa de los dos sociólogos -que obser-

las actividades sexuales ilícitas. En cierta ocasión, un policía me dijo: ,,11.111 pero no participaban-, al final de la noche los tres policías se las ingeniaron para irse
d1•l liHJM con las tres señoritas, con quienes habían estado muy ocupados charlando mientras
«Los policías tienen una de las tasas más altas de divorcio del país. 1 ,¡¡,¡IJ,¡n hablar so bre la cultura policial.

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ROBERT REINER
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

menos de once mil a más de treinta y tres mil, pero esta cifra sigue repre- 1 x1sten pruebas semejantes originadas en numerosos estudios realiza-
sentando sólo el 23% (Heidensohn, 2008: 655) d,,., .,o bre el prejuicio racial de la policía británica. Corresponde mencio-
11.11 que la documentación que acredita este prejuicio tiene muchos años
EL prejuicio racial d1 .u lt erioridad a las acusaciones oficiales policiales o a los datos estadís-
11! n., que afirman que existía un problema con la casi excluyente partici-
Un aspecto importante del conservadurismo policial ha sido el pre- l'·"'on de los negros en el delito. Hasta principios de la década de 1970,
juicio racial. Una gran cantidad de estudios realizados en Estados Uni- 11', c-.wdísticas de detenciones policiales indicaban una participación mí-
dos ha demostrado que la policía sospecha de los negros y es hostil y llfllillll ía de los negros en el delito en comparación con la cantidad pro-
prejuiciosa hacia ellos ; y lo mismo ocurre de parte de los negros hacia JIII Ido nal de estos en la población (Lambert, 1970). De todas formas , los
la policía (Crank, 2003: capítulo 18) . Ese prejuicio se ha diluido con- 1'\IUtlios realizados por Cain y Lambert sobre las fuerzas ciudadanas a
siderablemente debido al creciente reclutamiento de policías negros y Jllilldpios y a fines de la década de 1960 muestran un patrón claro de
de otras minorías étnicas en las últimas décadas (Skogan y Frydl, 2004: Jlli'IUi cio policial entre los policías de bajo rango ; surge de allí que los
312-314), si bien esta situación no ha afectado significativamente la ro, los percibían que los negros eran especialmente proclives a la violencia
práctica de la actividad policial, que no se rige mayoritariamente por el 11 .11 delito y que eran personas en general incomprensibles, desconfiadas

prejuicio (ibídem: 147-152). La cuestión del prejuicio y de la discrimi- ) ddiciles de manejar (Lambert, 1970; Cain, 1973: 117-119). De mis
nación racial sigue siendo un tema candente en la actividad policial 111 npias entrevistas realizadas en Bristol en los años 1973 y 1974 saqué en
estadounidense. Recientemente se produjeron controversias sobre el lll lldusión que las opiniones hostiles y sospechosas sobre los negros me
perfilamiento racial y las detenciones por parte de la policía en razón 11.111 con frecuencia ofrecidas con total espontaneidad cuando mis pre-
de la «infracción móvil que muchos negros conocen como 'C.S.N.: gtull as giraban en torno del trabajo policial en general (Reiner, 1978:
Conducir Siendo Negro'» (Gates, 1995; Walker, 2004: 140-143). Iróni- .1 1) 226). De mi muestra, un 25% vertió voluntariamente comentarios
camente, Henry Louis Gates -profesor de Harvard y autor de la frase ,ulvcrsos (35% en la división central que incluía a St. Paul's, una zona del
«Conducir Siendo Negro », que apareció en un artículo periodístico de 1 lllturón urbano de Londres en la que se habían registrado graves tensio-

1995- se convirtió en noticia catorce años más tarde, cuando fue dete- IH'" entre negros y la policía; este lugar fue la escena de uno de los prime-
nido por sospecha de haber ingresado ilegalmente en su propia casa. A lO., di sturbios de gueto de 1980). Un oficial uniformado sintetizó de esta
raíz de este hecho , el presidente Obama criticó a la policía por racismo lotma el patrón:
( «Henry Louis Gates (h): la pesadilla de todos los negros» , The
Independent , 4 de agosto de 2009). Los policías tratamos de mostrar que no tenemos prejuicios
Con frecuencia se afirma que el prejuicio racial de la policía es un sobre las relaciones entre las razas. Pero si se le preguntara a
reflejo del racismo de la cultura estadounidense en general, y sobre cada uno , se daría cuenta de que un 90% de la fuerza está en
todo de los grupos sociales de los cuales se extrae la mayor parte de la contra de los inmigrantes de color. Ellos nunca permitirían que
policía (clase media-baja o clase trabajadora con educación secundaria usted hiciera semejante encuesta y le diera ese tipo de resultado.
como máximo) . Bayley y Mendelsohn sintetizaron sus propios estudios
y muchos otros con estas palabras: «¿Son prejuiciosos los policías? La Las investigaciones posteriores -llevadas a cabo en un período duran-
respuesta es 'sí', pero sólo un poco más que la comunidad en su con- ll' el cual el delito perpetrado por negros (sobre todo el robo callejero

junto. Los policías reflejan las actitudes dominantes que la mayor parte vmlento) se había tornado una cuestión política candente- confirmaron
de la gente tiene hacia las minorías» (1968: 144). (Véase también Westley, l.t., pruebas de que existía prejuicio (Holdaway, 1983:66-7 1, 1996; lnsti -
1970: 99-104; Skolnick, 1966: 81-83; Skolnick y Fyfe, 1993) . La poli- llliO para el Estudio de Políticas, 1983, iv: capítulo 4; Reiner, 1993; Lea,

cía estadounidense también ha tenido un papel destacado en la oposi- 1986; jefferson, 1993; Whitfield, 2004, 2007; Rowe, 2004; Phillips y
ción política al movimiento de los derechos civiles y apoyó a las organi- 1\ow ling, 2007: 434-441). Sin embargo, el grado en el cual las opiniones
zaciones políticas de extrema derecha y de cariz racista . 1 ;lcbtas se vierten abiertamente y con virulencia en general se ha suaviza-

do (r:oster et al. , 2005) , si bien permanecen los sentimientos profunda-


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RoBERT REINER
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

mente prejuiciosos en la cultura de los policías blancos, que no ven con c.Jimos cuenta de que sus relaciones con la gente negra y more-
buenos ojos algunas de las reformas (Loftus, 2008; Foster, 2008). La re- na estaban con frecuencia exentas de tensión o eran amistosas
ducción de la expresión abierta del prejuicio es en parte el resultado de ( Instituto para el Estudio de Políticas, 1983, iv: 109; Henry,
cambios en el carácter demográfico de las fuerzas ; por ejemplo, mayor 2007 : 84-92) .
reclutamiento de oficiales de minorías étnicas (si bien estos todavía cons-
tituyen una cantidad desproporcionadamente pequeña, sobre todo en los 1<l '> investigaciones realizadas en Estados Unidos sugieren un pa-
rangos laborales más altos: Henry, 2007: 92-99; Bowling, et al., 2008: 11 11 11 ., , mi lar de incongruencia entre prejuicio y conducta discriminatoria
624-628), la influencia de las asociaciones policiales negras y representa- 1lll.t r k, 1970, 1972; P. Waddington, 1999a, 1999b; Skogan y Frydl,
tivas de otras minorías (Holdaway, 2009), más oficiales con educación l ()(} 1: 122-126).
superior (Lee y Punch, 2006; Punch, 2007), y un mayor énfasis puesto 1· 1 prejuicio racial de la policía es en parte reflejo del prejuicio social
en el multiculturalismo al momento de recibir capacitación y entrena- 1\1 ll t' tal. La opinión mayoritaria de los investigadores en ciencias sociales
miento y en la ética de la fuerza desde la emisión del Informe Scarman 1l1111 anicos y estadounidenses) sugiere que, contrariamente a la creencia
(1981) y el Informe Macpherson (1999) (Macpherson, 1999; Rowe y I11'1Hdar, los reclutas policiales no tienen personalidades especialmente
Garland, 2003, 2007; Loftus, 2009: capítulo 2). 1111 nt itarias ni prejuiciosas (Skolnick, 1969: 252; Reiner, 1978: 157;
Sin embargo, los alcances del cambio fueron cuestionados vívida y " tip1ure, 1997; P Waddington, 1999a: 102-104; Skogan y Frydl, 2004:
dramáticamente por el documental de la BBC (2003) titulado El policía 1 'H 130), si bien revelaciones como las del documental mencionado po-
secreto. Este consiste en una filmación realizada con cámara oculta de una ,¡, Í.lll :-,ugerir lo contrario. Más bien comparten los valores de los grupos
cantidad de reclutas en el centro de entrenamiento de la Policía del Gran olll tal es de los cuales se los extrae, la clase media-baja y las respetables

Manchester; todos ellos muestran un virulento prejuicio racial ' 1,,.,,.., Lrabajadoras, que constituyen el grueso de la sociedad. Esa conclu-
(McLaughlin, 2007: capítulo 6; Holland, 2007). Este material creó una 111 11 ti ene, por supuesto, un doble filo: si bien es posible que los reclutas
agitada controversia sobre el claro fracaso de las reformas post-Macpherson. 111 11H iales no sean más autoritarios que la población general, el grado
Siguieron a este hecho dos investigaciones oficiales, el Informe Morris 11111111al» de autoritarismo es preocupante en una ocupación que tiene
(2004) para la Autoridad de la Policía Metropolitana y el Informe Calvert- 1111 poder considerable sobre las minorías. Como comentó con acierto
Smith (2005) para la Comisión de Equidad Racial. En ambos se docu- ' ti 11.111 llall, los jefes de policía no afirmarían tan despreocupadamente la
mentó el hecho de que las reformas impulsadas por el Informe Macpherson l" ll JH ls ición igualmente verdadera de que la fuerza policial debe dar ca-
- no habían logrado más que un cambio cosmético; en verdad, es posible lttd ,l a una adecuada proporción de delincuentes (S. Hall, 1979: 13).
que esas reformas hayan acallado el resentimiento de un astuto grupo de l lt llr nolarse, además, que las opiniones prejuiciosas no les son descono-
«racistas solapados» que evitaban las sanciones al no mostrar abiertamen- ' ld,l'> a los jefes policiales mismos (Reiner, 1991, sobre todo 204-210).
te su sentir racista. Según la lúcida conclusión del Informe Calvert-Smith, l Jn influyente artículo puso en tela de juicio esta ortodoxia, lo cual
la fuerza policial era «como el suelo de los Polos: se derrite en la superfi- p1111 lujo un considerable impacto en el Informe Scarman (Colman y
cie, pero todavía está duro de frío en el interior» (citado en McLaughlin, t onttnan , 1982). Los autores sometieron a exámenes psicológicos a mues-
2007: 167-168). ,, ,,., de reclutas policiales, oficiales de libertad condicional y a un grupo
Sin embargo, no puede darse por sentado que el prejuicio policial se d1 1 nnLrol civil de extracción socioeconómica homogénea con los grupos
traduce en una conducta que lo expresa. Un importante estudio del Ins- l''' lll t:dcs. Con estos exámenes se evaluaba el dogmatismo, el conserva-
tituto para el Estudio de Políticas dice lo siguiente: d t\11 '> 1110, el autoritarismo y las opiniones específicas sobre las relaciones
1 u l.tk'>. Como conclusión, sacaron
Luego de estar en contacto con grupos de oficiales de policía,
nuestra primera impresión fue lo preponderante y lo omni- que la fuerza policial atrae a personalidades conservadoras y
presente en ellos del lenguaje y del prejuicio racistas [... ] Al nuLoritarias, que el entrenamiento básico provoca un efecto
acompañar a estos oficiales en su rutina diaria de trabajo, nos liberalizador temporario y que la permanencia continua en el

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ROBERT REINER LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

servicio policial da como resultado actitudes crecientemente ' r ~ta pública, en las calles, y que son más proclives a cometer los delitos
antiliberales/intolerantes hacia la inmigración de color. 111 los que la policía se concentra. Entonces, se convierten en cantidades
d l'~ proporcionadas en «propiedad de la policía». Esta característica es-
Estos resultados recibieron duras críticas en cuanto a su metodología tructural de las relaciones entre la policía y la minoría étnica potencia
y otros aspectos sustanciales (P Waddington, 1982b). Los grupos de con- tildo prejuicio que los policías tengan Qefferson, 1993; Reiner, 1993;
trol tenían un nivel promedio más alto de educación, que podía ser al 1'lt zgerald, 2009).
menos parte de la explicación que justificara las actitudes más ~~autorita­
rias» de los policías reclutas. Otros estudios de reclutas no sugieren que l pragmatismo
la policía atraiga a individuos con sistemas de valores radicalmente dis-
tintos en comparación con grupos de control integrados por civiles de El elemento final de la cultura policial es la perspectiva altamente
extracción homogénea ( Cochrane y Butler, 1980; Brown y Willis, 1985). pragmática, concreta, sensata y antiteórica típica del policía raso, y sin
Lo que la investigación sí revela es que los reclutas policiales manifesta- dudas también de los jefes de policía (con una creciente cantidad de
ron actitudes hostiles respecto de las minorías étnicas, si bien este hecho 1'\.Cepciones). Este es un tipo de conservadurismo conceptual.
no marca necesariamente una distinción tajante respecto de la norma A los oficiales de policía les importa terminar cada día (o cada hora de
popular. Estas actitudes parecen acentuarse con la experiencia' laboral " ll turno) sin problemas y con la menor cantidad de trámites e inconve-
luego de observarse un temporal efecto liberalizador durante el entrena- llicntes. Esa convicción los ha hecho renuentes a considerar toda posibi-
miento (Fielding, 1988). Los cambios introducidos en materia de selec- lidad de innovación, experimentación o investigación. Esta actitud ha
ción y entrenamiento a consecuencia del Informe Scarman pudieron ha- ca mbiado en los últimos años con el notable aumento de las investigacio-
ber provocado algún impacto, pero los efectos no parecieron sobrevivir nes orientadas a la práctica, investigaciones que llevan a cabo organismos
en grado significativo la experiencia práctica de la actividad policial. Por t.dcs como el Grupo de Investigación Académica sobre Policía del Minis-
desgracia, el mismo camino parecen seguir las reformas sobre entrena- terio del Interior y la Dirección de Investigación Académica y Estadísti-
miento en la diversidad, sugeridas a consecuencia del Informe ras , la Fundación Policial y las fuerzas policiales mismas (Reiner, 1992a;
Macpherson, ya que los cambios que se introdujeron fueron sólo de cos- l Brown y Waters, 1993;]. Brown, 1996; Cope et al., 2001; Cope, 2008).
mética (Rowe y Garland, 2003; Henry, 2007: 96-97). A menos que se 1 os límites de gran parte de la investigación académica interna sobre la
alteren las presiones que generan actitudes culturales tradicionales como policía quedaron, sin embargo, bien marcados por un estudio de sus
resultado de transformaciones más profundas en el contexto social es- \' ncarnaciones tempranas, que cuestionaban la tendencia a encontrar «con-
tructural de la tarea policial, ninguna reforma en la selección y entrena- cl usiones previsibles » favorables (Weatheritt, 1986) . Esta resistencia no se
miento de los oficiales logrará nada concreto (la experiencia estadouni- ve rifica tanto en el trabajo actual; eso se debe en parte al ingreso signifi-
dense y la australiana confirman esta afirmación; véase Chan, 1997, 2003; ca tivo en los departamentos de investigación académica sobre policía de
Skogan y Frydl, 2004: 141-14 7) . graduados universitarios y de algunos investigadores civiles experimen-
En definitiva, es necesario y suficiente explicar la perspectiva policial tados Q. Brown, 1996; Reiner y Newburn, 2007). Sin embargo, persiste
sobre las minorías étnicas (y sobre otras cuestiones) por la función poli- la resistencia a los abordajes analíticos (Cope, 2004) . Un enfoque basado
cial y por las circunstancias en que se desarrolla el trabajo policial más t'n la investigación académica se tornó obligatorio a partir de las disposi-
que por las particularidades de cada personalidad. Aunque en algunas cio nes de la Ley de 1998 sobre Delitos y Orden Público y del Plan de
épocas y lugares ciertos tipos distintivos de personalidad se vean atraídos Reducción del Delito para analizar y evaluar localmente los patrones
a la actividad policial, es la índole del trabajo policial lo que determina delictivos, y para también evaluar la efectividad de las estrategias de la
esa atracción. La fuente fundamental de prejuicio policial es el racismo 1educción del delito. No obstante, como se vio en el capítulo anterior, el

en la sociedad; ese racismo coloca desproporcionadamente a las minorías plan basado en los datos de la realidad rápidamente quedó sobrepasado
étnicas en esos estratos sociales de privilegio y poder nulos, con el agra- por las presiones políticas que exigían mostrar resultados inmediatos
vante que ~os integrantes de esas minorías viven sus vidas expuestos a la ( llough, 2004; Maguire, 2004; Hope, 2004).

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ROBERT REINER LA POLÍTI CA DE LA POLICÍA

Una revisión de la literatura psicológica sobre «personalidad policial» 1 111110 una creación compleja de la casualidad, de la voluntad y de las
indicó que, si bien la evidencia sobre cuestiones políticas tan manifiestas 1.111 ltll'i tancias, y que reconozca la índole importante pero frágil de la
como el claro autoritarismo o el prejuicio racial entre policías marcaba 11111 rdcpcndencia social. El entendimiento moral puede ser «integrado»;
tendencias en varios sentidos, surgía con claridad que los oficiales de 1 , d1Tir, que ajuste el ejercicio de la coacción dentro de un código moral
policía tenían una estructura cognitiva marcadamente «empírica» (Adlam, 11 llt'm l; o «conflictivo», que crea culpa porque no se relaciona con los
1981: 156) . Las innovaciones en materia de entrenamiento -sobre todo 111111l'ipios morales básicos. Las dos dimensiones dan como resultado una
para los rangos más altos- se convirtieron en técnicas menos <<predigeridas» llpnlogia cuádruple del oficial de policía. El «huidizo» (con perspectiva
al efecto de alentar la capacidad reflexiva y analítica (Adlam, 1987; Savage 1 fltl<':t y moralidad en conflicto) evita los deberes; el «recíproco» (pers-

et al. , 2000: 107-112; Villiers y Adlam, 2003; Savage, 2007: 111-112; llltl iva trágica y moralidad en conflicto) duda de emplear el poder coac-
Mawby y Wright, 2008: 233-236), pero es probable que las presiones por 11\n Incl uso cuando corresponde hacerlo; el «ejecutor» (perspectiva cíni-
mostrar resultados mensurables y en breve lapso sobre la represión del 1,'11)' moralidad integrada) actúa en el punto candente del conflicto y sin
delito dentro de la atmósfera imperante de la política de la ley y el orden 1'1i1!'nder que necesita contenerse; el «profesional» (perspectiva trágica y
socaven las reformas introducidas en el entrenamiento y refuercen el tradi- Illltl'a li dad integrada) es el «buen » policía . Este policía es capaz de utili-
cional cortoplacismo cultural y pragmático. l .11 la violencia cuando es necesario, guiado por sus principios, pero es
II.th ii con las habilidades verbales, entre otras, que permiten implementar
.nlttcio nes sin que haya que echar mano de la fuerza coactiva, siempre y
Variaciones en La cultura policial 1ll.t nclo la ocasión lo permita.
Los cuatro tipos expuestos por Muir eran similares a los que encontré
La cultura policial no es monolítica. Existe en ella una diversidad 1'11 111is propias investigaciones: el «bobby» , el policía común que aplica la
tanto de estructura como individual. La división organizativa del trabajo ley co n criterio y sentido común para mantener la paz; el «portador de
se relaciona con una variación en tipos muy claros de perspectiva acerca III Iil orme», el holgazán completamente cínico y desilusionado que «ja-
de los elementos medulares de esta cultura. Este fenómeno fue objeto de 111,1.., responderá el teléfono si puede evitarlo ; ¡podría haber un trabajo del
una variedad de estudios en los que se desarrollaron tipologías de las 11!1'0 lado !»; el <<nuevo centurión » (véase Wambaugh, 1971), dedicado a
diferentes orientaciones y estilos policiales (Foster, 2003 ; Skogan y Frydl, 11 11a cruzada contra el delito y el desorden , que ve la represión del delito
2004: 130-133; Manning, 2007; Cockcoft, 2007). lll lllO la función central y que valoriza al policía de calle en su función de
El estudio realizado por Muir (1977) , por ejemplo , está constituido tl'positorio de toda la verdad, la sabiduría y la virtud; el policía «profe-
por sutiles observaciones realizadas sobre veintiocho oficiales de policía lo nal», ambicioso y deseoso de subir peldaños, con un aprecio adecua-
de una ciudad estadounidense. Era infrecuente que los estudios socioló- d.unente equilibrado del valor de todos los aspectos de la actividad poli-
gicos sobre la policía se centraran en una pregunta como «¿Qué hace que ' la l-desde la lucha contra el delito hasta barrer los pisos de la estación de
un policía sea bueno?» más que en el análisis habitual de la anomalía. poiicfa-, lo cual le otorga dotes para las habituales funciones de relacio-
Muir abordó este estudio considerando la forma en que los oficiales de 11\''> públicas típicas de los rangos superiores (Reiner, 1978: capítulo 12) .
policía se las veían con el problema de manejar un poder coercitivo. El En otros estudios se han identificado perspectivas muy similares, aun-
buen policía debe desarrollar dos virtudes: «<ntelectualmente, debe en- qlll' con diferentes nombres (Broderick, 1973; Walsh, 1977; Shearing,

tender la índole del sufrimiento humano. Moralmente, debe resolver la llJH la; M. Brown, 1981) . Estos tipos parecen ser los siguientes (traduje
contradicción que entraña lograr un fin justo con medios coercitivos» In-. ró tulos de los demás autores a mi terminología):
(Muir, 1977: 3-4) . Es posible que la visión intelectual sea «cínica »; es
decir, basada en una división dual de las personas -la antinomia <<noso-
tros » y «ellos»- que es individualista y siempre está encontrando la falla;
o puede ser que tal visión sea «trágica» ; es decir, que vea a la humanidad
como una única sustancia y un único valor moral, que vea la acción
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RosERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

i. El «bobby» ( = «optimista» de Broderick = «policía callejero» de 1 l llitura misma de los jefes de policía varía. Las diferentes pers-
Walsh = «profesional» de Muir = «oficial lúcido» de Shearing = ¡l [ IJ 1\ ,,.., de cada uno de ellos están típicamente relacionadas con el
«profesional» de Brown) . ¡¡,tiiPII que siguió su desempeño anterior, el carácter de la fuerza y la
¡11:1k ncia de la generación en particular a la que pertenecen (Rei ner,
ii. El ~muevo centurión» (=«ejecutor» de Broderick =«buscador de 111 111 ra pttulo 12). En general, los oficiales británicos en jefe no tienen
acción» de Walsh = «ejecutor» de Muir = «oficial verdadero» de IIIP.., cu lturales fundamentalmente diferentes del de los policías rasos;
Shearing = «luchador contra el delito» de Brown). l11gtro , ya que provienen de una extracción social similar y todos
i'· l 11tt il no n por la misma escala jerárquica (M. Young, 1993) . Sin em-
li,tt gn , es más probable que se adhieran a diferentes filosofías de activi-
iii. El «portador de uniforme » ( = «realista» de Broderick = «policía LIII policial forjadas por la necesidad de adaptarse a las presiones pro-
cínico de calle» de Walsh =«huidizo» de Muir= «oficial cauto» de ' ' ltltttt cs del gobierno y de las élites sociales. En la década de 1980, el
Shearing = «servicio tipo 1 » de Brown). ¡ 11 dn convencional del oficial en jefe estaba moldeado a imagen y se-
1111 ¡.ln z a del Informe Scarman (Reiner, 1991). Durante la década de
iv. El «profesional» ( = «idealista» de Broderick = «móvil de clase 11111(} , .,i n embargo, este credo adoptó cada vez más un carácter gerencial,
media» de Walsh = «recíproco» de Muir = «buen oficial» de t tttprcsario-profesional», conforme el «burócrata» se convirtió en «ge-
Shearing). t!'itlt' de empresa » (Savage et al., 2000 : 86).
l,a., diferentes orientaciones no parecen relacionadas con ciertas ca-
Las diferencias en nomenclatura reflejan los diferentes propósitos ' '' 11 tl.,ticas demográficas como el grupo étnico o el género, si bien los
con que se emprendió cada estudio en particular, así como las concep- 1tllllllll'S cambios operados en la composición demográfica de las fuerzas
ciones encontradas sobre el «buen» oficial de policía: ¿es posible con- l"tllt tal es de todo el mundo han llevado a algunos autores a hacer votos
ducirse según la norma (Broderick)? ¿Debemos resignarnos a la trágica 11111 la introducción de un cambio cultural benigno (Sklansky, 2006) . A
inevitabilidad del poder coactivo (Muir)? ¿O es el claro conflicto de lt In ha, todavía no existe en Gran Bretaña ninguna investigación sobre
roles ideológicamente funcional al control de una clase sobre la otra • ~ 1.1., cues tiones; pero los trabajos realizados en Estados Unidos sugieren
(Shearing)? Estos interrogantes conducen a nociones explícitamente tJIIl 11 0 existe una clara tendencia que indique que los policías negros
opuestas del «profesional»: la personificación ideal de la actividad po- 11~ 11¡•,.111 un estilo de trabajo diferente del de los blancos (Alex, 1969) , o
licial legalista (Broderick), las intuiciones lúcidas y empáticas pero sin iJIIl tengan una tendencia menos punitiva hacia otros negros (P.
una guía clara del trabajo de rondas al estilo «policía Dixon » (Muir) o \,u ldingto n, 1999a: 111-112; Skogan y Frydl, 2004: 148-150) . Podría
una ideología legitimadora para la movilidad social individual y colec- 111 t•tlcr que una mayor proporción de oficiales negros cambiara la ética
tiva (Reiner). .., ttt•ra l de un departamento dado en una forma que no pudiera medirse
Sin embargo, en los estudios mencionados se postulan los mismos 1 11 J,,., comparaciones individuales, en particular cuando estos oficiales
tipos subyacentes: un cínico alienado , un profesional gerencial, un pro- •lilll orga nizados en asociaciones representativas (Holdaway, 2009) .
motor de la paz y un ejecutor de la ley. Estos tipos corresponden a la 1a mpoco existe gran cantidad de pruebas acerca de las diferencias en
división básica del trabajo de toda organización: gerencia por un lado, rl ,..,ti lo de la actividad policial entre oficiales hombres y mujeres, en
empleados por el otro ; Departamento de Investigación Criminal por un l'·llltrular porque las presiones que se ejercen sobre las mujeres para que
lado , patrulla uniformada por el otro. Pero estos tipos también surgen de ' .u lapten a la ética tradicional de la masculinidad parece gravitar más
las diferentes personalidades, de las orientaciones iniciales hacia el que- 'JI"' la., otras presiones provenientes de los intentos de reformar y remodelar
hacer y de las diversas trayectorias y ambiciones profesionales. Las dife- l1 policía (Heidensohn, 1992, 1994, 2008; Skogan y Frydl, 2004: 15 L-
rentes perspectivas pueden verse con nitidez en las muestras de oficiales 1 .J.), Nuevamente, podría suceder qu e, si se elevara la proporción de
uniformados de patrulla, en cada uno de los cuales se prefigura el desen- ttlllJl'rCS en cada departamento, se diluiría la ética masculina. Res ulta aú n
volvimiento futuro de su trayectoria profesional (Reiner, 1978). lllil.., .,ignificativo que el reciente aumento de muj eres en los niveles de

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RoBERT REINER
LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

mando podría alterar el estilo de conducción y la ética de la organiza- 1111 1. 11 , el estilo «legalista » instaba a que la actividad policial alcanzara
ción, si bien la evidencia que se ha reunido hasta el momento no indica 1111 111 vcl más alto y probablemente adoptaba métodos agresivos de pa-
una tendencia clara (Brown, 2003; Silvestri, 2003 , 2007). Por otro lado, l11d la qu e los negros experimentaban como acoso. El estilo «de servi-
el peso total del argumento de este capítulo se centra en que la cultura de • ltl >~ '>o lo se desarrolló en comunidades suburbanas de clase media con
la policía no depende de los atributos individuales, sino de los elementos \'l litll co.; coincidentes. Las investigaciones académicas posteriores que se
de la función policial misma. La investigación académica acerca de los 11 ,d i: aro n en Estados Unidos sobre el efecto provocado en las prácticas
diferentes estilos departamentales y sobre los intentos de reforma implica ¡ttdlt 1alcs por los cambios en la organización y el estilo sugieren que
que hay alguna posibilidad de cambio, si bien este se verá circunscripto 1lit ., ca mbios pueden haber tenido un impacto significativo en la meto-
al contexto social y político en el cual se inscriba cada departamento tltllngta empleada para detener individuos , para utilizar la fuerza y en
(Chan, 2007; Foster, 2003 ; Klinger, 2004). ••11.1 '> practicas significativas. Sin embargo , la economía política, las es-
lltll tu ras sociales y las culturas políticas de diferentes áreas parecen ser
l.1 , l11crzas que animan las variaciones en las prácticas policiales, y no lo
Variaciones en la cultura de la organización p.un l' ll ser tanto las políticas libremente elegidas por la organización,
t_'gllll implica la tipología misma de Wilson (Klinger, 2004; Skogan y
La fuente clásica para considerar las diferencias de estilo en todas las ! 'ty tll , 2004: capítulo 5) .
organizaciones policiales es el estudio realizado en 1968 por]. Q. Wilson, No ex iste una cantidad apreciable de pruebas pertenecientes a Gran
Variedades de la conducta policial. Wilson sugirió que podían distinguir- l\1¡ 1.t1ta so bre las diferencias que experimenta la cultura organizativa de
se tres estilos departamentales: 1) el estilo «vigilante », que subraya el 1111,1 l1t crza a la otra. En el estudio realizado por Cain en 1973 sobre una
mantenimiento del orden y la perspectiva del policía en la tarea de patru- ltll.~ l .1 rural y otra urbana a principios de la década de 1960, se indica
lla; la burocratización, la estandarización y el profesionalismo están aquí ¡pu: l.t po licía rural estaba mucho más integrada a la comunidad sobre la
apenas desarrollados, y la influencia política es marcada; los oficiales de (jlll 1 ¡ncía su actividad policial. Los oficiales de ciudad eran mucho más
patrulla manejaban sus rondas con gran discreción; 2) el estilo «legalis- Í1111 1dcpc ndientes con sus compañeros policías, estaban aislados de la
ta» opera con un abordaje de mantenimiento de la ley y el orden e inten- ¡tttlll.tcion sobre la cual ejercían su actividad y los encuentros con esta
ta imponer estándares universales en forma imparcial a todas las comuni- • 1 111 111 :1~ ásperos. Estas observaciones eran tal vez la consecuencia de las
dades de la ciudad ; este tipo de organización es burocrática y 1111 111l1cs condiciones en que se desarrollaba el quehacer policial en las
profesionalizada; 3) el estilo «de servicio» prioriza las funciones consen- tlll,l., t ural y urbana y no tanto una función del estilo organizacional
suales y de ayuda de la policía; debe dar tratamiento a situaciones de dt.pl ll''> lO al cambio de políticas. Las diferencias de estilo entre las zonas
infracción a la ley e intenta hacerlo advirtiendo y no procesando judi- 1111 .lit·., y urbanas son con frecuencia una constante (Shapland y Vagg,
cialmente; se nota mucha tensión respecto de las relaciones públicas y de ttJilH , '-, hapland y Hobbs, 1989; Loftus, 2009) .
la participación de la comunidad. ..., )nncs y M. Levi (1983) recopilaron datos sobre policía y actitudes
Si bien en parte son un producto de las políticas que elige cada tli'l pt~illlco en dos fuerzas cuyos jefes se encontraban en extremos opues-
departamento , estos estilos reflejan el equilibrio social y político. Los 1•.• , dt·l espec tro del debate policial. El jefe de policía de Devon y
departamentos «legalistas» reemplazaban a los departamentos «vigilan- [ UI' IIWa ii , J ohn Alderson, era el exponente por excelencia de la filo so-
tes» después de un escándalo de corrupción que traía aparejado un illt d1 l:t «ac tividad policial comunitaria »; subrayaba la importancia de
proceso de reforma , o como resultado de un proceso lento de cambio en ttll.l 11'iación íntima y positiva entre la policía y el público como condi-
el equilibrio de poder existente entre elementos de clase ; de esta forma, t lt•ll l''>l' ll Cial de una actividad policial eficiente; además, veía el rol
se promovía a los grupos que tenían un interés en la autoridad racional 1''"'' l.d co mo un quehacer amplio y con un componente fuerte de ser-
universalista como marco para una planificación de largo plazo. Podían lt 111 -,oc ial. James Anderton, su par de Manchester, tenía el perfil pú-
presentarse dificultades paradójicas si se los introducía en un contexto ltlit 11 111 :\'> alto de todos los jefes de policía; se des tacaba por un abordaje
social adverso. Por ejemplo , si bien menos discriminatorio en el plano 1!!111 ti!' la ley y el orden.
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LA POLÍTICA OE LA POLICÍA
ROBERT REINER

jones y Levi observaron que, respecto de una variedad de indicadores, lkgar a elegirse en zonas de diferente estructura sociopolítica y de diver-
el público de Devon y Cornwall tenía opiniones más favorables de su ,,,.., tradiciones culturales. Las sociedades ¿tienen la policía que se mere-
policía que la gente de Manchester. Además, la policía de Devon y Cornwall ' t' ll , o podrían elegir muchísimo mejor o peor? Es imposible determinar

tenía una percepción más precisa de su consideración ante el público que ,¡,. antemano el grado de libertad de que gozan las estrategias de reforma,
la de Manchester, lo cual sugería una relación más íntima. Una crítica .11111que sin dudas este jamás es muy grande. Pero las variaciones qu e se
habitual que se formulaba contra las políticas de actividad policial comu- 11h-.ervaron en el estilo departamental implican que el énfasis en la auto-
nitaria de John Alderson era que, si bien tales políticas podían ser apro- llttm!a de la cultura del policía de bajo rango dentro de la tradición
piadas para los tranquilos condados rurales, eran imposibles de poner en ltlvestigativa interaccionista necesita ser modificado, como lo sugirió el
práctica en una ciudad. jones y Levi observaron, sin embargo, que se lt.dlajo de McBarnet hace unos treinta años (McBarnet, 1978, 1979). No
1,IJ.., tante lo expuesto, la resistencia de la cultura policial incluso en situa-
verificaba el contraste entre fuerzas cuando se comparó Plymouth (la se-
gunda ciudad del sudoeste en tamaño) con Wigan (un pueblo relativa- ' lltlll'S extremas queda expuesta en el estudio que en 1990 realizaron
mente pequeño del norte del país), si bien Plymouth tenía los niveles l\1 t•wer y Magee sobre actividad policial de rutina en Irlanda del Norte.
más bajos de satisfacción pública expresa de Devon y Cornwall. Esta 1 1 1rabajo reciente de observación por el cual se repetían las tempranas
observación sugiere que, si bien es claramente más difícil cultivar relacio- lttvc-.tigaciones de las décadas de 1960 a 1980 ha demostrado la supervi-
nes positivas entre policía y público en las ciudades, la cultura y el estilo \'rnria de muchas de las facetas de la cultura descriptas entonces , pese a
de una organización también constituyen variables importantes. 1.11110numental reforma que surgió de los Informes Scarman, Macpherson
Parte de la evidencia más clara sobre la posibilidad de que se opere un ' l.t11tas otras iniciativas que arrojaron cambios superficiales o parciales
cambio exitoso en la cultura policial proviene de un importante estudio '111'l mejor de los casos. Westmarland (2001a, 2001b) y Silvestri (2003,
.1Ull 7) muestran la terca supervivencia de la ética masculina. En el impor-
etnográfico (Foster, 1989) en el que se comparan dos estaciones de poli-
cía del cinturón urbano de Londres. En una, se introdujeron reformas 1 IIIIC y reciente estudio etnográfico de Loftus respecto de una fuerza bri-

sustanciales en el estilo y en las prácticas de la actividad policial, lo cual ltlllít'a se observan muchos de los temas encontrados en las investigacio-
alteró la cultura en la dirección que pretendía el Informe Scarman; es ''' " das icas llevadas a cabo hace décadas; tales temas todavía tienen vi-
decir, un apoyo a la filosofía de la actividad policial comunitaria. El in- l'' 111 ia pese a los decididos esfuerzos de los gobiernos y de las élites
grediente clave de este logro fue el compromiso general y el sólido res- ¡utlinales (Loftus, 2007, 2008, 2009, 2010). Estos datos confirman cuán
HIIH ' I ida está la cultura policial en la estructura profunda de la actividad
paldo de toda la jerarquía de mando. En la otra estación, donde faltaba
este elemento esencial, la cultura policial tradicional permaneció incólu- ¡utlh ial llevada a cabo en una sociedad desigual, actividad que sólo re-
me. Un estudio realizado sobre seis innovadores jefes de policía estado- 1 ,¡ 1,1, en el mejor de los casos, un cambio cosmético pese a las reformas.

unidenses envía un mensaje similar sobre las posibilidades de reforma


aun en áreas urbanas difíciles. Esos seis jefes se propusieron reorientar
sus departamentos en dirección a la actividad policial comunitaria Conclusión
(Skolnick y Bayley, 1986). Sin embargo , no queda del todo claro en qué
medida esta iniciativa se tradujo en un cambio sostenido en las prácticas l',trcce n presentarse ciertas constantes en la cultura policial, según lo
del lugar. Las influyentes exposiciones de Chan (1977, 2003) sobre los '1"' 11\liCStran los muchos estudios realizados en diferentes lugares y pe-
intentos de cambiar la cultura policial a través de reformas en la organiza- '" odll-.. Estas constantes surgen de elementos básicos del papel que des-
ción, en el reclutamiento y en el entrenamiento subrayan las limitadas "'iH't\a la policía en las democracias liberales: la potestad fundamental
posibilidades que existen en ausencia de una transformación fundamen- ¡1, 11 p1 imir el delito y el desorden en sociedades desiguales y divididas
tal del papel que desempeña el policía. ij!• p,.1 11dose a los principios del imperio de la ley. La preponderancia de
En general, parece que existen diferencias significativas en la cultura L1 o., presiones varía según la época y el lugar: es mayor en el neo liberalismo
de la actividad policial según cada zona. Lo que no queda tan claro es el ¡ Vtilt 111poráneo que lo que fue en el auge que tuvo la socialdemocracia en
grado en el cual las diferencias son producto de las políticas que pueden !"'"guerra. También se observan variaciones de estructura dentro de las
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ROBERT REINER

fuerzas según la división interna del trabajo que exista en ellas, y de igual
modo se observan diferencias individuales de interpretación y de estilo.
La cultura policial y sus variaciones son el reflejo de las estructuras de
poder de las sociedades respecto de las cuales se ejerce la actividad poli-
cial. En el mapa social de la policía se trazan diferencias según la capaci-
5. La polida explicada en términos simples:
dad de causar problemas que tiene cada grupo en particular y la diferente la investigación social y la práctica policial
propensión de cada uno de esos grupos a cometer visiblemente los tipos
limitados de delitos con los que la policía y el sistema de justicia penal
del que esta es la puerta de entrada deben lidiar cotidianamente: delitos
callejeros que involucran un contacto violento con alguna persona o la
posesión ilegítima de algún objeto (Reiner, 2007a: capítulo 2). Los ele-
mentos menos poderosos de la sociedad se convierten en «propiedad de
la policía». La estructura de poder de toda comunidad y las opiniones de
sus estratos más exclusivos son fuentes importantes de variación en los
estilos de actividad policial (las sociedades «divididas» constituyen un
caso extremo: Brewer, 1991) . Las diferentes orientaciones que se verifican
dentro de la policía reflejan las dos maneras a las que las organizaciones
policiales deben ajustarse en un orden social jerárquico y dividido en
clases: una orientación ~~ hacia abajo» por parte del policía raso hacia los ...,o n diversas las mitologías políticas de signo opuesto entre sí que
grupos controlados con grados variables de delicadeza o entusiasmo, y ill'lllllieron entender la policía. El mito del «aparato represivo del Esta-
una orientación «hacia arriba» por parte de los jefes profesionales de di! » lloreció en la criminología radicalizada de las décadas de 1970 y
policía hacia la mayor parte del público y hacia la élite, quienes desean lilHO . En él se pintaba a la policía como una fuerza política esencialmente
que se adorne con aditamentos adecuados lo que se hace en su nombre. 11 1!1 t''> IVa que creaba delitos y delincuentes a través del etiquetamiento.

La cultura policial no es ni monolítica ni inmutable; pero la dificultad •q•,llll este punto de vista, para que la comunidad esté segura se hace
que tiene la policía para mantener el orden y hacer cumplir la ley en las pm 1'>0 limitar el poder de la policía (véase, por ejemplo, Scraton, 1985 ,
- democracias liberales genera un patrón cultural típico, si bien con ciertas I 1 1H 7, Farrell , 1992) . Esta postura seguía la dilatada tradición opositora a
variaciones. Es posible suavizar este patrón, pero es tremendamente resis- l1 poli cia moderna, que se analizó en los capítulos 2 y 3, pero ha desapa-
tente porque facilita la ejecución de la actividad policial en tales socieda- 11 1 Ido en su mayor parte del discurso político dominante (si bien el co-
des. Las reacciones de los oficiales de policía, sin embargo, varían según l '1'"11 eco nómico posterior al2007 podría dar como resultado un resurgi-
ciertos factores estructurales, como su papel en la división de trabajo de 11111 1110 de un profundo conflicto social y político, y podrían revivir tales
su organización, su propio entorno demográfico y sus personalidades e 1" l., pcc tivas sobre la actividad policial). En los últimos años, sin embar-
interpretaciones. No obstante estos factores , la índole del quehacer poli- ~·~• l.1 posición antagónica ha dominado el debate: se trata del mito de «la
cial parece generar una cultura básica reconociblemente parecida en to- ky y el orden», que describe a la policía como una fuerza efectiva para la
das las fuerzas que se han estudiado. El cambio fundamental a este res- 1111 vt· nción y para la detección del delito ; además, esta postura afirma

pecto no requiere sólo reformas destinadas a ciertos oficiales en particular '1''' el poder policial es la panacea para solucionar los problemas de la
(por ejemplo , en la etapa de selección y de entrenamiento) y no necesita ill'lll'"'ción de la ley y el orden público . Esta siempre ha sido la represen-
políticas grandilocuentes, sino que pide una reconsideración del carácter tu 11111 primaria que los medios masivos de comunicación (capítulo 6) , la
básico del papel que desempeña la policía . Y eso se logra mediante la pnllt 1.1 y la cultura popular se hacen de la actividad policial. Esta fue la
transformación social amplia de las estructuras de la desigualdad econó- pn·.tllla a la que se adhirieron los conservadores y la policía a fines de la
mica y del poder. ¡~,, ,u l¡l de 1970, al principio con gran polémica (Downes y Margan,
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RoBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POliCÍ A

2007) . Desde prinCipiOs de la década de 1990, luego de que el 111 tclato sobre cómo reducir el delito es una versión compleja del mi.to ele
neoliberalismo se convirtiera en el consenso político dominante, este ,el, ¡ ley y el orden» . Con aquel se cree que con una actividad policial
punto de vista se convirtió en hegemónico y casi incuestionable. Los d l11gicla con inteligencia se puede, con la precisión de un láser, extirpar
otrora partidos de la izquierda democrática renacieron con el rótulo de 11 delito y el desorden con efectos secundarios negativos mínimos para
«Nuevo», con lo cual dejaron a un lado del debate dominante la posi- 1,,.., libertades civiles o la justicia social. En cierto punto, es imposible
bilidad de implementar políticas keynesianas y de bienestar social para 1IH'..,ti onar este proyecto. ¿Quién, sino Al Capone y sus acólitos, preferi-
resolver las causas del delito y del desorden dentro de la economía 11.1 un a actividad policial tonta a una inteligente? Al igual que con la
política y de la cultura (Reiner, 2006 , 2007a: capítulo 5) . Al menos '" 11 vielad policial comunitaria, los signos de pregunta no corresponden a
retóricamente, también surgió en la década de 1990 una variedad de 1.1 deseabilidad del enfoque, sino a su factibilidad como estrategia para
mitologías centristas sobre la actividad policial. Estas mitologías refle- l11grar seguridad pública.
jaban la búsqueda amplia de políticas sociales «más allá de la derecha l.o que se sobresimplifica o se pasa por alto en todas las mitologías es
y de la izquierda» a las que se adhería el Nuevo Laborismo de Blair, los 11 grado en el cual la actividad policial refleja los conflictos y las contra-
Nuevos Demócratas de Clinton y otros gobiernos que, a su modo, en- ti ildo nes ele la estructura social general, la cultura y la economía políti-
carnaban el «camino del medio» y que buscaban distanciarse de la 1,, Co n la actividad policial por sí sola no se puede lograr una sociedad
retórica ochentista de la cachiporra, la misma de Margaret Thatcher y 111 1k·nada , se trate de una actividad policial deseable o una represiva. Por
Ronald Reagan. El de «actividad policial comunitaria» sigue siendo 1111 o lado, tal actividad jamás podrá operar con la armonía plena que
un rótulo de moda en el plano internacional en materia de debate dt ¡an entrever ciertos profetas de la actividad policial comunitaria.
sobre políticas policiales, sobre todo debido a sus connotaciones apa- 1a evidencia que surge de la investigación académica, a diferencia de
rentemente benignas y con las que todo el mundo estaría de acuerdo 1¡,~ presunciones, sobre la tarea que desarrolla la policía (incluidos el
(M. Brogden, 1999). La premisa fundamental es que el trabajo policial 111.1l i-;is de los determinantes, de la efectividad y de la justicia de tales
efectivo es posible sólo sobre la base del consentimiento y la colabora- 11 ' 10nes) ha proliferado en Estados Unidos, en Gran Bretaña y en otros
ción públicos. Según ciertas retóricas políticas y policiales, esta ino- p.ll ..,es en las últimas cuatro décadas. Sin embargo, las reformas y las alter-
cente propuesta se convirtió en una mitología amplia de la actividad 11,\ ll vas a la práctica actual siguen siendo dudosas y estando sujetas a
policial como servicio social, que ofrece buenas obras a una comuni- 1tlll t'as. El trabajo policial es más complejo, contradictorio y sin dudas
dad armoniosa de clientes satisfechos. Como este idilio no va a mate- 11t11luso que lo que imaginan las mitologías.
rializarse por sí solo en nuestro conflictivo y áspero mundo actual, las 1·n el presente capítulo se considerarán las pruebas surgidas de la
políticas deben procurar que tal idilio regrese. La actividad policial IIIVI'<, tigación académica sobre la práctica policial en relación con tres
comunitaria ha florecido en condiciones de gran tensión con otras p11·guntas específicas: 1) ¿cuál es el papel que desempeña la policía? ; 2)
estrategias nuevas y más duras, y en efecto se la interpreta cada vez , 111 qué medida la policía lo desempeña eficientemente?; 3) ¿con cuánta
más como una estrategia de represión del delito. Su clara antítesis, la 111 nr ión a la norma se lo desempeña? Sobre estas cuestiones ha existido
actividad policial de la «tolerancia cero» -que se convirtió en el eslo- 11 11 .1 cla ra dialéctica desde que se originó el desarrollo de la investigación
gan mundial de mediados de la década de 1990-, ha sido representada 11 .tdemi ca sobre la policía, a principios de la década de 1960. En las
como una variedad de la comunitaria por algunos exponentes. l'tl nl nas investigaciones académicas se procuró la refutación categórica
Una versión más forense de la actividad policial centrista es el mito dt todo el conocimiento convencional que de la actividad policial se
de la «bala mágica», ejemplificado por los cada vez más habituales pro- lt tl ll. t tenido por válido en la etapa previa. A cambio, se ofrecía una anu -
gramas de detección científica al estilo de la serie CSI. A través de la 11 " h a la teoría tácita que daban por buena las suposiciones populare~ .
aplicación de la investigación científica y del análisis de los problemas t\ 1 , 1~ tccientemente, la deconstrucción crítica ofrecida por las prim era'>
de la actividad policial es posible desarrollar tácticas que permitan em- 1111'1..,1igaciones ha sido puesta en tela de juicio, si bien no al punto de
plear el grado adecuado de fuerza para una represión del delito y un 11 lt.t hilitar el conocimiento convencional anterior. Más bien se ha de:-,a
mantenimiento del orden eficientes pero ajustados a la norma. Este as tu- lltt ll.td o hasta cierto punto una síntesis entre la semilla racional del ~e n

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ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

tido común que atravesaba la etapa preinvestigativa y su refutación por wn que sólo un 28% del horario de trabajo policial de las fuerzas pro-
parte de la investigación temprana. No obstante, esta síntesis se ve cada VI nciales (y el3I% en la Met) estaba comprometido en tareas relaciona-
vez más perturbada por la hegemónica política de la ley y el orden. """ con el delito . Se confirmaron tendencias semejantes en estudios
posteriores (McCabe y Sutcliffe, 1978; Antunes y Scott, 1981; P Morris
) !l eal, 1981: capítulo 3; Ekblom y Heal, 1982; Hough, 1989; Bennett y
¿Cuál es el papel que desempeña La policia? 1 upton, 1992; P Waddington, l993a, 1999a: capítulo 1; Bayley, 1994,
1t)<)6; Fundación PoliciaVInstituto para el Estudio de Políticas , 1996;
1{ Morgan y Newburn, 1997;johnston, 2000: capítulo 3; Wright, 2002:
Un antiguo lugar común del debate sobre el papel que desempeña la
1)() 95; Skogan y Frydl, 2004: 57-63). No se han encontrado datos de
policía ha sido si debería considerarse que la policía es una fuerza cuya
función primaria es la de hacer cumplir el derecho penal o si debería Investigadores gubernamentales ni académicos por los cuales se evalúe
vérsela como un servicio merced al cual puede calmarse el mar de proble- l.1 1ndole de las llamadas a la policía en años recientes (desde
mas sociales. El punto de inicio del debate fue el «descubrimiento» em- Wacldington, 1993). El centro de las políticas, de la investigación aca-
pírico de que la policía (contrariamente a lo que cree la mitología popu- d(•mica y del debate político público ha sido el delito y su represión.
lar) no opera principalmente luchando contra el delito ni haciendo cum- No obs tante, la Encuesta Británica sobre el Delito sigue analizando la
plir la ley, sino brindando una amplísima serie de servicios a los inte- lndole de los contactos que se producen entre el público y la policía.
grantes de la población. 1 11 ella se observa que, incluso en la actualidad, sólo la mitad de los

Banton, sobre la base de la observación, de entrevistas (tanto en ro n tactos iniciados por el público están relacionados con los delitos O.
Gran Bretaña como en Estados Unidos) y de un análisis de diarios de \ ll cn et al. , 2006: Tabla 2.02). El resto consiste en gran medida en
campo llevados por una muestra de policías escoceses, extrajo la si- 1ontactos con los que inequívocamente se solicita algún servicio (solici-
guiente conclusión: lt~d es de información o asesoramiento, o bien «charlas sociales>>; todas
1·ll as representan aproximadamente un 10% de los contactos realizados
El policía de patrulla es, en primer lugar, un «oficial de paz» por el público) o ambiguas combinaciones de servicio, mantenimiento
más que un «oficial de la ley>>. Pasa una cantidad relativamente dl'l orde n y la posibilidad de que se cometa un delito (mensajes en los
escasa de su tiempo haciendo cumplir la ley en el sentido de que se informa sobre alguna persona o circunstancia sospechosa, per-
detener delincuentes; pasa bastante más tiempo «manteniendo lmbaciones, alarmas, denuncias de accidentes o emergencias, denun-
la paz», y lo hace supervisando la ronda y respondiendo a las ' líl!-1 de personas o bienes perdidos, solicitud de información). Todos
solicitudes de ayuda. ( 1964: 12 7) t•llos representan más de la mitad de los contactos que los ciudadanos
li.lccn con la policía (como los porcentajes son de personas que contactan
Cumming et al. (1965) observaron en un análisis de las llamadas .1 la policía y algunas lo han hecho más de una vez, los porcentajes de
qu e el público hacía a una fuerza policial estadounidense que más de la 1.1zones suman más de lOO).
mitad de tales llamadas involucraba una solicitud de ayuda o de apoyo Las conclusiones empíricas acerca de la índole de la actividad poli-
en relación con problemas personales e interpersonales. En ellos, los !i,d fortalecieron un argumento progresista que se convirtió en la orto-
policías actuaban como «filósofos, guías y amigos». Igual observación doxia entre los administradores, jefes y comentaristas policiales de avan -
realizaron Punch y Naylor (1973) en un análisis de las llamadas que .1da. Tal argumento decía que «es» significa ~~debería». Los policías
realizaba el público a la policía de tres pueblos de Essex. En un «pobla- 11.111 , defacto, asistentes sociales, si bien no estaban reconocidos como
do nuevo», un 49% de las llamadas era para solicitar algún servicio; en !.des. Los policías eran un «servicio social secreto» (Punch, 1979b) .
un «poblado viejo», el 61%; y en un «pueblo rural», el 73%. De las l'no dado que tal conducta era subrepticia y pocas veces se decía ex-
llamadas para solicitar servicio, las categorías más nutridas eran la de prl'sa mente que era un servicio social, era necesario que la policía es-
«acontecimientos domésticos» (disputas familiares o fiestas ruidosas) y lltvicra mejor capacitada y organizada para llevar a cabo un trabajo
la de «accidentes en carretera».]. Martín y G. Wilson (1969) observa- q11c, en definitiva, representaba la mayor parte de la actividad. Si la

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LA POLÍTICA OE LA POLICÍA
ROBERT REI NER

panacea de la ley y el orden para los problemas policiales era contar 11.dcs de Primera Instancia- explícitamente buscó reestructurar la poli-
con armas de calibre más grueso, la panacea progresista era un título ' 1:1 -,ob re un modelo «de eficiencia empresaria» que estaba dirigido pura

en sociología. \ L'xclusivamente a «a trapar delincuentes » (Savage, 2007 : capítulo 3;


Algunas voces sostuvieron que la misión de prevenir el delito debía ~ll'l.a ughlin, 2007: 96-97, 182-187). Si bien el gobierno neolaborista
significar más que las técnicas tradicionales sobre patrulla y detección. La 'o lvió a subrayar la importancia de que la policía trabajara en conjunto
policía debía colaborar con otros organismos de servicio social y del go- ttHl los gobiernos locales y otros organismos, siguió dando prioridad a
bierno para resolver las causas sociales del delito y también los síntomas !.1 reducción del delito como objetivo primario de la actividad policial.
(Stephens y Becker, 1994) . En los círculos policiales británicos, este pun- t> ll'> Planes Nacionales para la Actividad Policial prestaron atención al

to de vista fue encabezado sobre todo por john Alderson, jefe de policía dl'lito sobre cualquier otra cuestión. El Plan de 2005-2008 tiene «cinco
de Devon y Cornwall, dentro de su filosofía de actividad policial comu- pttoridades claves », a saber:
nitaria (Alderson, 1979, 1984) . Hacia fines de la década de 1980, este
tipo de actividad se había convertido en la nueva ortodoxia post-Scarman 1. Reducir el delito en general-lo cual incluye el delito violento y el
de casi todos los jefes de policía (Reiner, 1991: capítulo 6). La Revisión relacionado con las drogas-, en consonancia con los Acuerdos de
Operativa de la Actividad Policial, encuesta organizada en 1989 por las Servicio Público del Gobierno (ASPG).
tres asociaciones de personal, pareció indicar la preferencia pública por
un estilo de actividad policial más orientado a la comunidad. Esta ten- 11. Brindar un servicio policial centrado en el ciudadano que respon-
dencia inspiró la «Declaración de Propósitos y Valores Comunes» de da a las necesidades de las comunidades y los individuos, sobre
1991 , en la cual las asociaciones de personal policial se comprometían a todo las de las víctimas y los testigos, y que inspire confianza pú-
embarcarse en una misión basada en la idea de servicio. Tras la blica en la policía , en particular entre las comunidades étnicas
implementación del Plan Plus en la Met, ellnspectorado de Cuerpos de minoritarias.
Policía y la Asociación de jefes de Policía se dispusieron a reconstruir la
cultura y la práctica policiales alrededor de una ética de «calidad de 111. Tomar medidas junto con otros organismos para aumentar las tasas
servicio» hacia el consumidor (Policing, número especial sobre «El cami- de detección y detectar a los delincuentes reincidentes y otros cuya
no por andan>, septiembre-octubre-noviembre de 1991 ; l. Waters , 1996; detención sea prioritaria.
_ Savage, 2007: 127-141) .
Si bien este consenso emergía en los rangos más altos, comenzaba a IV. Reducir la conducta antisocial, el desorden y la preocupación de
gestarse un malestar en los rangos policiales más bajos. Las investiga- los particulares sobre el delito.
ciones académicas ya habían mostrado que la cultura policial de calle se
orientaba fundamentalmente hacia la acción y hacia el combate contra v. Combatir el delito organizado o grave dentro de los límites de la
el delito . Esta característica fue sintetizada por un policía estadouni- fuerza y fuera de ellos (Plan Nacional para la Actividad Policial
dense de patrulla: «Cada vez que uno comienza a hacer un verdadero 2005-2008, Ministerio del Interior, 2004: 1) .
trabajo policial qu eda atrapado en la acción. Creo que un 90% de todo
el trabajo policial es porquería» (Reiss, 1971: 4 2) . La Revisión Operativa 1 os Planes Nacionales para la Seguridad Comunitaria que han procu-
de la Actividad Policial, encuesta nacional en la que se relevaron mues- 1.Hio incorporar la actividad policial a un programa de seguridad comu-
tras de policías de alto y bajo rango , confirmó que aún existía esa bre- llllario/interorganismos siguen teniendo la mira puesta en el delito (Plan
cha. Mientras los policías de alto rango favorecían las iniciativas ten- Nuc ional para la Seguridad Comunitaria 2008-2011, Ministerio del lnte-
dientes a la actividad policial comunitaria, los rangos operativos se- tlnt , 2009) . El agregado de la frase «aumentar la confianza de la comuni-
guían «casados » con el abordaje «duro » de la lucha contra el delito. d.td » co mo objetivo hace que el plan se concentre en medir la opinión
Sin embargo , el paquete de reformas propuesto en 1993-1994 -el Infor- dt 1 publico sobre la eficiencia con que se reprime el delito .
me Vinculante, el Informe Sheehy, la Ley de 1994 sobre Policía y Tribu- Fl debate sobre los aspectos «fuerza-servicio » que tanto dificultaron el

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LA POLÍTICA DE LA POLICÍA
RosERT REINER

diálogo sobre el rol policial se apoya en una falsa dicotomía: hay un \'o que los dueños no estaban en casa y trepó la empalizada del jardín
punto medio excluido, y ese es el mantenimiento del orden como medi- p.tra investigar, porque el perro parecía estar sufriendo. Mientras todo
da de urgencia. Permítaseme clarificar esta noción definiendo los con- 1 .,¡o sucedía, regresaron los dueños. Los vecinos y el oficial de policía

ceptos básicos. Hay dos dimensiones que forman la base de la distinción 1 xp li caron qué había sucedido y todo el mundo quedó satisfecho. El

que existe entre todos los aspectos del trabajo policial: ¿hay consenso o ll'"llltado fue un buen ejemplo de trabajo del tipo <<Servicio». Pero es
conflicto entre los civiles y la policía en las interacciones?; la acción po- l"'"ible que los vecinos hubieran cuestionado el hecho de que se hubiera
licial ¿invoca las facultades legales de detener y juzgar, entre otras? Si ll.unaclo a la policía y se habría producido una situación del tipo «man-
unimos ambas dimensiones obtenemos una tipología de cuatro tipos po- tr nimiento del orden». Según una variedad de factores , pero sobre todo
sibles de intervención policial (véase la Tabla 5.1). 11111 la orientación que el oficial de policía le da a su trabajo, su evalua-
1 Ion ele la personalidad de las personas en conflicto y su capacidad para

.tp.tciguarlo, posiblemente el resultado hubiera sido una detención por


Tabla 5.1 Dimensiones del trabajo policial lllllu~ión en morada ajena. En ese caso, la intervención del policía habría
,I do clasificable como trabajo del tipo «aplicación de la ley ». La índole
La policía emplea sus faculta- La policía no emplea sus
des jurídicas ("oficial facultades jurídicas ("oficial d1 la intervención policial no está predeterminada por la «llamada para
legalista") pacifista") ••htl' ner servicio» que realice un miembro del público.
1· n lo que se refiere a estos tipos definidos con mayor precisión, la

Consenso "colaboración voluntaria" "servicio" lll.lyor parte del trabajo policial no se encuadra en la categoría de «ser-
1 11 lo social» ni en la de «aplicación de la ley», sino en la de «manteni-

Conflicto "aplicación de la ley" "mantenimiento del orden" l1111' 1llO del orden»; es decir, la resolución de conflictos por medios que
1111 "l'a n una aplicación formal de las leyes. Además, este fin se logra en
¡•,1nna l gracias a una capacidad policial distintiva que no es la facultad
jtutdica de detener ni la habilidad para la asistencia social, sino «la
El primer casillero (aplicación de la ley en una situación de consenso) • ilp.lriclacl para emprender acciones decisivas », como lo dijo Bittner:
es una zona polémica. Si en verdad no hay conflicto sobre los resultados 1 1 policía, sólo el policía, está equipado y facultado para resolver cada
esperados entre participantes civiles y policiales en una interacción dada, • lgl' ncia en la cual deba emplearse la fuerza; además, eso es lo que se
no hay necesidad de invocar potestades jurídicas, que son intrínseca- 11 ljll1l're que haga » (Bittner, 1974: 35; Brodeur, 2007). La misión poli-
mente coercitivas. Pese a ello, es habitual que la policía aborde gente en la ' t, d \'.,sinónimo de la muy difusa noción de «mantenimiento del or-
calle, la interrogue o la revise, o la lleve detenida a la estación de policía ¡1, 11 11, lo que Bittner ha llamado gráficamente «una solución a un pro-
para que «colabore con una investigación» sin ejercer formalmente sus Id, 111:1 desconocido que llegó por medios desconocidos » (ibídem). Pero
facultades jurídicas y afirmando que el ciudadano en cuestión ha acudi- lt-ljll la diversidad de problemas y medios se encuentra el núcleo de la
do voluntariamente. Cabe preguntarse con cuánta frecuencia la colabora- • '1'•11 idad de emplear la fuerza si se hiciera necesario (Klockars, 1985;
ción «voluntaria » del ciudadano parte de una convicción entusiasta y uld1n gton y Wright, 2008). Esto no significa que la policía habitual-
genuina de este, y con cuánta frecuencia esta colaboración se apoya en la 1111 llll' (y ni siquiera con frecuencia) utilice la coacción o la fuerza para
ignorancia por parte del ciudadano de.los derechos que a él le asisten, l•l¡jl'.tl' la resolución de los problemas con los que se enfrenta. El arte de
sumada a un engaño de la policía (D . Dixon et al., 1990; McKenzie et al. , 111.1 .1cti vidad policial eficaz consiste en emplear la posibilidad tácita de
1990; D. Dixon, 1997) . 1•.' 111'1' coacción legítima con tanta habilidad que jamás sea preciso ha-
Las categorías son todos «tipos ideales»; los incidentes concretos, por (1 1.1 1·xpresa (si bien, por supuesto, el uso excesivo de la fuerza ha s ido
su parte, pueden clasificarse en ellos sólo después de un proceso contin- ¡11uhkmáti.co en numerosas jurisdicciones; confróntese Belur, 2010).
gente de interacción del cual es posible obtener diferentes resultados. \',1 1111., estudios observacionales han brindado relatos notables sobre la
Tomemos un incidente que yo mismo observé: se llamó a la policía debi - ltill11.1 l' l1 que los «buenos » oficiales de patrulla pueden mantener la paz
do al incesante ladrido del perro de un vecino. El oficial de policía obser-
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ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

en situaciones riesgosas empleando sus facultades jurídicas (incluido el Maxwell et al., 2002; Skogan y Frydl , 2004: 231-232 ; Heidensohn ,
empleo de la fuerza) como recurso latente (Bittner, 1967; Muir, 1977; 2008 : 661). La cuestión de lograr y conciliar justicia, eficiencia y res-
Kemp et al., 1992). El oficial de policía que realiza bien su tarea echa po nsabilidad por el acto realizado es tan ardua para el trabajo de ma n-
mano del respeto que en otros inspira su cargo y de su capacidad perso- tener el orden como para las áreas de imposición de la ley, áreas donde
nal para tratar con la gente más que del poder coercitivo , si bien algu- más se ha debatido la cuestión antedicha. Que el mantenimiento del
nas veces no será posible concretar esta situación. La capacidad men- orden es el centro de la misión policial queda plasmado en una varie-
cionada no se reconoce suficientemente; tampoco se la recompensa ni dad de formas. Se refleja en el patrón de solicitudes que se efectúan a
se la entiende en su justa medida, sobre todo porque los preconceptos la policía a través de las llamadas por las cuales se requiere algún servi-
populares y policiales sobre la índole de la tarea policial han vedado cio. La mayor parte de ellas involucran algún elemento de conflicto ;
todo análisis del arte que implica poder mantener la paz de manera no todas son la armoniosa solicitud de bajar un gato del árbol, pero no
efectiva (Bittner, 1983 ; Bayley y Bittner, 1984; Norris y Norris, 1993; todas se relacionan claramente con un delito penal. En segundo lugar,
Reiner, 1998; Wright, 2002 : capítulo 3). ..,e trata de una misión central que viene desde antiguo . La principal
Sin embargo , el mantenimiento del orden es tan problemático en lo razó n de ser de la «nueva policía » era la prevención del delito a través
que se refiere a la justicia social y política como lo es la cuestión de la de un patrullaje habitual (es decir, intervenir en situaciones antes de
represión del delito , que es un asunto de alto perfil (P. Hall, 1998). Los qu e se produjera un delito) más el mantenimiento del orden en el
estudios observacionales que presentan vívidamente numerosos ejem- o.,c ntido de «control de muchedumbres». El carácter singular de la ac-
plos de una buena tarea realizada en el campo del mantenimiento de la ti vidad policial británica reside en .parte en la fusión de las tareas de
paz no logran comprender bien esos problemas. Por ejemplo , Chatterton imposición de la ley y de mantener el orden (lo cual incluye represión
(1983: 211-215) ofrece un detallado relato de cómo un oficial calmó de tumultos y muchedumbres) en una única organización.
una disputa doméstica sin que hubiera que detener al esposo , que había Sin embargo, decir que el principal papel que desempeña la policía
golpeado a su esposa. Según el análisis de Chatterton, esta solución se es el de mantener el orden implica no darle responsabilidad respecto de
logró, en última instancia , gracias a que el oficial de policía puso en todos los elementos del orden social. La tarea de la policía es mantener
práctica su sentido de la justicia implícita en la situación del esposo . el orden en situaciones de emergencia y no la creación de sus condicio-
Según la forma en que Chatterton describe el caso, una detención con nes, que es lo que buscan las filosofías más amplias de actividad policial
la que se lograra justicia «jurídica» habría sido injusta y problemática co munitaria (Alderson, 1979 , 1984). Así lo expresó P. Wadclington: «La
para todas las partes involucradas. po licía es el equivalente social de los guardias de la Asociación Auto-
Este caso claramente plantea el siguiente problema: ¿podemos con- movilística o del Automóvil Club: intervienen cuando las cosas se com-
fiar en el sentido personal de justicia de los oficiales de patrulla? ; y plican impredeciblemente y logran una solución provisoria» (P.
¿de qué manera se puede hacer que estos oficiales rindan cuentas por Waddington , 1983a: 34) . En esta analogía, los policías no son ni mecá-
el ejercicio de este sentido personal de la justicia? El manejo habitual ni cos de taller ni fabricantes de autos. Pero , al igual que la Asociación
de las «disputas» domésticas como cuestiones que involucran el man- Automovilística, aconsejan en cuanto a las políticas pertinentes a sus
tenimiento del orden pero no un delito penal (un ataque , por ejem- obligaciones y colaboran con otros organismos.
plo) ha sido criticado efectivamente durante muchos años por las femi- La influyente escuela británica «neo izquierda-realista» ele
nistas y ha introducido cambios en las fuerzas de todo el mundo. Una cr iminólogos se pronunció a favor de un enfoque «minimalista» res-
reacción habitual ha sido la de alentar políticas de detención obligato- pec to de la actividad policial (Kinsey et al. , 1986). Estos criminólogos
ria , lo cual hace que esta nutrida categoría de llamadas se encuadre sin '>OS tuvieron que la intervención policial debería circunscribirse a lo-,
dudas en las de «imposición de la ley». Se ha producido un gran casos en que hubiera claras pruebas ele la comisión de un delito , y
debate sobre la efectividad y la deseabilidad de estas innovaciones :-.ó lo entonces debían invocarse facultades jurídicas y procesales pcn;~
(Sherman y Berk , 1984 ; S. Edwards, 1989 ; Hanmer et al. , 1989; les üohnston , 2000: 48-50) . Sólo de esta manera, se afirmaba, podio~
Sheptycki , 1993; Sherman, 1992b; Hoyle , 1998; Chesney-Lind, 2002; el trabajo policial rendir cuentas plenas ante la ley. Sin embargo , n111

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ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

esta postura se pasa por alto el grueso de los pedidos telefónicos en los :. ion policial en función de la represión del delito. Sin embargo, las
que se solicita ayuda policial, pedidos en los que, sin dudas, no se po~trullas uniformadas siguen siendo el cimiento de la actividad poli-
denuncia ningún ilícito. A la luz de una estrategia «minimalista» , r tal , y esta seguirá estando ocupada en mantener el orden más que en
esta situación significaría o bien no responder a esas solicitudes, o 111vestigar delitos. Esta situación se reconoce en el énfasis dado en
bien adaptar la respuesta policial al legalismo exacerbado por la .ul os recientes al plan de «ac tividad policial vecinal» y a los «objeti-
discrecionalidad. vos tranquilizadores», si bien se habla de ellos casi por completo en
En los trabajos empíricos recientes se sugiere que una creciente 1elación con la seguridad contra las amenazas del delito y de la con-
proporción de pedidos telefónicos en los que se solicitaba ayuda poli- ducta antisocial. << Hoy en día , la actividad policial vecinal consiste en
cial -al menos, en las zonas urbanas- eran, en realidad, denuncias de lu char contra el delito de manera más inteligente y construir una nue-
un delito o de un «potencial delito » (T. jones et al. , 1986; Shapland va relación entre la policía y el público, una relación basada en la
y Vagg, 1988: 36-39; Shapland y Hobbs , 1989 . Esta observación tam- lO iaboración activa más que en el simple consentimiento» (Actividad
bién vale para una serie de países; véase Bayley, 1985: 120-127). Esta Policial Vecinal: su policía, su comunidad, nuestro compromiso, Minis-
discrepancia puede en parte deberse a la reconceptualización de algu- terio del Interior, 2005: 5).
nos tipos de incidente (como las disputas domésticas) en la categoría Recientemente se ha sostenido en un influyente estudio que en
de «inciden te penal» por parte de los ciudadanos, de la policía y de nuestra «sociedad de riesgo » la tarea policial ha dejado de tener como
los investigadores académicos. La clasificación de las llamadas por !unción principal la de mantener el orden o reprimir el delito (Ericso n
disputas domésticas en la categoría de «servicio » por parte de los pri- y Haggerty, 1997) . Esta se ha transformado en una perspectiva cada
meros investigadores académicos, en consonancia con la cultura poli- vez más influyente üohnston, 2000 ; Wright, 2002 : capítulo 5; Rowe,
cial tradicional, era claramente errónea. Esas llamadas y las que 2008: capítulo 9). Los policías se han convertido en trabajadores do-
involucran otros conflictos son delitos efectivos o potenciales. Tam- tados de conocimiento, cuya principal función es la de intermediar
bién es claro, sin embargo , que la victimización penal ha ido aumen- m formación sobre riesgos a las organizaciones públicas y privadas re-
tando desde los primeros estudios policiales y hasta mediados de la lacionadas con la regulación y el gobierno de las personas y los terri-
década de 1990; además, son más los delitos denunciados por la víc- torios. Ericson y Haggerty brindan un colorido relato del trabajo po-
tima misma (Reiner, 2007a: capítulo 3). Es cierto que las tasas de de- li cial que involucra la compilación, el análisis y la transmisión de
lito han subido drásticamente y constituyen una gran presión para la co nocimiento sobre riesgo a otras instituciones , además del impacto
policía. Las fuerzas han respondido aumentando la cantidad de espe- que produce la tecnología de la información en estas tareas. El análisis
cialistas con funciones relacionadas con la imposición de la ley y el de ambos investigadores se basa en una extensa observación y en nu-
orden (Dorn et al., 1991a, 1991b; Comisión de Auditoría, 1993 ; merosas entrevistas, y ciertamente establece la significación que tiene
Loveday, 1997, 2006; Murji, 1998; Maguire, 2000) . No obstante ello, en la actividad policial contemporánea el procesamiento de la infor-
la patrulla uniformada sigue siendo el grueso del despliegue de per- mación relacionada con el riesgo . Sin embargo, el grado en que esta
sonal (Tarling, 1988 : 5 ; Bayley, 1994; Morgan y Newburn, 1997; actividad ha reemplazado al mantenimiento del orden o la represión
Skogan y Frydl, 2004: 57 -63; Mawby y Wright, 2008: 231-233 , 238- del delito sigue siendo discutible . Los datos de ambos investigadores
2341), aumentado este en años recientes por el advenimiento de la surgieron de una muestra teórica policial con «roles de conocimiento
«familia extendida» policial; por ejemplo, los Oficiales Policiales de y de trabajo» (Ericson y Haggerty, 1997: 128). Esta concentración en
Apoyo a la Comunidad, creados por la Ley de 2002 de Reforma Poli- lo que ambos inves tigadores consideran los aspectos prototípicos de la
cial üohnston, 2007), de los cuales había más de dieciséis mil qui- actividad policial es en teoría justificable para permitir el análisis del
nientos en marzo de 2009 (Fuerza numérica del servicio policial 13109 trabajo-conocimiento policial. Sin embargo, no significa que el mate-
Inglaterra y Gales, Ministerio del Interior, 2009 : 1). Como se expuso rial no pueda establecerse empíricamente hasta caracterizar el trabajo
en párrafos anteriores, tanto con los conservadores como con los labo- policial en general. En cualquier caso, la función policial de interme-
ristas , durante la década de 1990 el gobierno procuró definir la mi- diar información deriva de sus tradicionales actividades de patrulla y

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LA POLÍTICA DE LA POLICÍA
RoBERT REINER

vigilancia y de su poder como portadores especializados del monopo- ¿Qué grado de eficiencia tiene la polida?
lio que tiene el Estado de aplicar legítimamente la fuerza. Estas son las
características que le brindan a la policía un acceso singular y privile- Durante el siglo XIX, la policía fue parte de un proceso que hizo qu e
giado al conocimiento del riesgo. El mantenimiento del orden sigue lns ciudades fueran menos violentas y estuvieran menos asoladas por el
siendo la función medular de la policía, respecto de la cual todavía delito y el desorden. El aporte preciso de la policía a este proceso , en
son los primeros en ser convocados. comparación con los procesos generales de pacificación social, es difícil
Tanto la concepción de Bittner sobre la actividad policial -el man- de definir, pero es probable que haya sido significativo . El impacto-efecto
tenimiento del orden en situaciones de emergencia para el cual se pue- de crear una fuerza regular de patrullaje hizo que aumentara el riesgo de
de poner en marcha la capacidad de emplear legítimamente la fuerza- enfrentarse con delincuentes, al menos durante un tiempo . La policía del
, como el análisis realizado por Ericson y Haggerty sobre igual tema- o.,iglo XIX brindó un mínimo de orden y de represión del delito que sus
intermediación en la información del riesgo-, coinciden en que las pares actuales siguen manteniendo con mayor o menor éxito .
nociones populares y políticas que se tienen de la policía -es decir, de Desde la Segunda Guerra Mundial, en la mayor parte de los países
una institución que combate el delito- no condicen con lo que la poli- 1ndustriales se ha registrado un drástico aumento en las tasas de delin-

cía realmente hace ni con lo que se le pide que haga, llamado telefóni- cuencia (que parecen haber decrecido en los últimos quince años, pero
co mediante, en la práctica . La razón de ser que justificaba a la nueva que es fácil que resurjan a consecuencia de la «escasez del crédito »), en el
policía era, en verdad, la prevención del delito, y esta sigue siendo la mi edo que tiene la población al delito y en la ansiedad sobre la ley y el
representación dominante de la actividad policial en los medios de orden como cuestión pública (l. Taylor, 1997; Hollway y Jefferson, 1997;
comunicación, que constituyen para la mayor parte de la gente la prin-
cipal fuente de información (Fitzgerald et al. , 2002;]. Allen et al.,
2006 : Tabla 2.21) . Pero en la práctica , una vez que se estableció el ' Ade más de los estudios experimentales que se narran en el texto, han habido intentos de
recurso de los oficiales en tarea de patrulla, la demanda efectiva de descubrir la relación existente entre los niveles totales de delito y de actividad policial a través
estos se expresó en llamadas y otros contactos iniciados por el público de análisis econométricos (McDonald, 1976: capítulo 6; Carr-Hill y Stern, 1979; P. Morris y
lleal. 1981: 16-18). En estos estudios tempranos se observa una relación positiva entre las
-a diferencia de la demanda abstracta de policías informada en las dime nsiones de la fuerza policial y la tasa delictiva. Esta relación se atribuye a la toma de
encuestas sobre lo que el público espera de la policía-, lo que no se den un cias por delitos por parte de la policía: cuanta más policía hay, más denuncias se toman.
relaciona principalmente con el delito. La paradoja es la siguiente: lo 1n los estudios econométricos posteriores, por lo general se observa poca o ninguna relación
que en la práctica se le pide más a la policía -responder a personas que t•ntre la fuerza numérica de la policía y los niveles del delito (Eck y Maguire, 2005). Un
problema que obstaculiza la investigación académica fue el de desenredar las complejas
padecen diversos tipos de emergencia- se critica con el rótulo de «ac- Inte rrelaciones causales que es probable que existan entre la policía y los niveles de crimina-
tividad policial 'de brigada antiincendios' »; mientras tanto, las refor- lidad. A priori podría suceder que el aumento en la cantidad de efectivos policiales reduzca el
mas policiales se han dedicado en primer lugar a mejorar la actuación de li to porque aumenta el miedo de los potenciales delincuentes a ser aprehendidos y porque
y el rendimiento policiales en la tarea de reducir y resolver los delitos. tnca pacita a otros delincuentes por estar detenidos. Pero las tasas crecientes de delito podrían
•,urtir el efecto político de multiplicar el gasto en policía y así producir una relación positiva
Considerar que la tarea primaria de la policía es la de reprimir el delito t•ntre cantidad de efectivos policiales y la toma de denuncias por delitos. Un reciente e
hace que quede en segundo plano su papel más difuso , el de ser quien Influye nte estudio realizado por Levitt procuró desenredar estas cuestiones empleando ciclos
mantiene la paz . Esta jerarquización diferencial plantea peligros que t•lectorales para estimar la proporción de cambios que, introducidos en el personal policia l,
no son menores para la policía misma , dado que existen limitaciones luera atribuible a este efecto político. Sus resultados sugieren que los aumentos marginales <' ll
I.J fuerza numérica policial en efecto dan como resultado una menor cantidad de d e lit (l~
intrínsecas a las posibilidades de que se pueda lograr un descenso sus- (Levitt, 2004). Pese al ingenio que se muestra en este método, todavía es posible que exi\ l,lll
tancial del delito a través de la actividad policial. Ver el delito como la lue ntes no controladas de variabilidad en las tasas delictivas de las que no se hayan servido 1!1',
razón única de ser de la misión policial implica enviarlos a concretar e .Jlculos. Entonces, no puede considerarse que el estudio aclare las implicacion es qut• '"'
t•xpo nen en los estudios experimentales citados en el texto, sobre todo porque e ll . t ~ \ 11 11
un sueño imposible y absurdo. 1ongruentes con ciertas razones teóricas plausibles que cuestionan la posibilidad dt• q1u• '•'
produzca un impacto en el delito por el solo cambio de la cantidad de policías, salvo 1'11 In
1•xtremos de ausencia total de policías o saturación de estos (Skogan y Frydl. 2004 : ?11, .!/''J)

250 .·~ 1
RoBERT REINER LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

Reiner, 2007a; Stenson y Sullivan, 2001; Garland, 2001;jackson, 2004; dt· va riar sistemáticamente la cantidad numérica de efectivos policiales
Downes y Morgan, 2007; Hale y Fitzgerald, 2009; Farrall et al., 2009). dt· la patrulla entre cinco grupos de policías distribuidos en tres rondas
Los debates sobre las políticas de derecho penal con frecuencia han refle- )\1 u pos concordantes con la composición demográfica de la población-
jado el mito de la ley y el orden, el mismo que dice que, dados recursos ,,•.., pcc to de las tasas de delincuencia; en cuanto a los servicios brinda-
y facultades suficientes, la policía podría resolver el problema del cre- do., por la policía, estos se regían por el comportamiento de su deman-
ciente delito. La única oposición a los grupos que presionan a favor de la d,l. Cn cada grupo se elegía una ronda al azar que ofreciera el nivel
ley y el orden se encontraba en el principio civil libertario que decía que ;o•ormal» de patrulla; además, esta ronda actuaba como «de control».
la eficiencia policial no debía comprarse a un precio que, de tan alto, •;,. designaba a otro grupo para que realizara una patrulla «proactiva»;
socavara los derechos civiles. Sin embargo, en las décadas de 1970 y ''~ la patrullaba las mismas dos o tres veces que el «Control». En el tercer

1980, las investigaciones realizadas en Estados Unidos y Gran Bretaña ~\ lttp o se llevaba a cabo una patrulla «reactiva»; sus patrulleros respon-
comenzaron a cuestionar el supuesto de que con más facultades y recur- di,ln sólo a llamadas en las que específicamente se solicitara un servicio.
sos policiales se podía reprimir el delito (R. Clarke y Hough, 1980, 1984; 1 11 es te estudio no se observaron diferencias significativas en las diver-

P. Morris y Heal, 1981; Heal et al. , 1985; Bayley, 1994; Morgan y Newburn, ..,,,.., zo nas ni en cuanto a delitos denunciados, ni respecto de tasas de
1997). Esta actitud cauta respecto de la efectividad de un mayor presu- 1 ln imización, ni de niveles de miedo de los ciudadanos , ni de satisfac-

puesto destinado a la policía logró el beneplácito de la avaricia fiscal de ' Ion ciudadana con la policía. Fue como si el nivel de patrullaje pre-
los regímenes conservadores que dominaron Gran Bretaña y Estados l'l' lltivo no hubiera marcado ninguna diferencia con ningún objetivo
Unidos, que, dicho sea de paso, tenían debilidad por los guardianes de la poli cial en absoluto. El experimento estuvo sujeto a la crítica
ley y el orden (Reiner y Cross, 1991: capítulo l). La mencionada actitud lll l' todológica de Larson (1976) y a la de otros investigadores (Skogan y
también encontró su sintonía con el humor general del <mada surte efec- 1 1 yd l, 2004: 226), quienes afirmaron que en la práctica los policías no

to» del derecho penal (S. Cohen, 1997a; Garland, 2001: 61-63). ,.,,. apegaron al diseño del estudio y que la presencia policial visible en
¡,,..,zo nas experimental y de control era muy parecida. Pero este estudio
Los estudios sobre actividad policial tradicional ( lu t·go de algunas respuestas tempranas muy hostiles de los jefes esta-
dounidenses de policía) llegó a ser aceptado en general por determinar
Estudios sobre el patrullaje qu e el acto mismo de aumentar el patrullaje en automóvil (al menos
Desde 1954 se llevaron a cabo en Estados Unidos y Gran Bretaña dr ntro de límites posibles) no se relaciona significativamente con los
numerosos estudios dirigidos a evaluar la eficiencia de la patrulla a pie 111 vel es del delito.

y en auto en la tarea de reprimir el delito. 1 Las investigaciones iniciales 1a m poco sorprenden estas palabras:
realizadas en Estados Unidos sugirieron que las tasas de delincuencia
declinaban, en efecto, si se aumentaba significativamente la presencia Los delitos son sucesos infrecuentes que se cometen con discre-
numérica policial de la patrulla. Sin embargo, este temprano trabajo ción y, a menudo, en lugares que están fuera del alcance de las
adolecía de una falla metodológica; además, los datos de que se h abía patrullas. La probabilidad de que las patrullas atrapen a los delin-
nutrido habían sido manipulados por la policía (P. Morris y Heal, 1981: cuentes «con las manos en la masa» es, por lo tanto, escasa[ ... ] Un
policía londinense de patrulla podría pasar dentro de un radio de
21-22). Alguna investigación de pequeña escala realizada por el Minis-
cien metros de un ladrón que entre a robar a una casa aproxima-
terio del Interior en la década de 1960 sugirió que, cuando un oficial
damente una vez cada ocho años, pero no necesariamente para
patrullaba en una ronda hasta ese momento no cubierta por ninguna
atrapar al ladrón y ni siquiera para darse cuenta de que está pro-
otra patrulla, el delito disminuía; pero no se producía una reducción duciéndose dicho robo. (Clarke y Hough, 1984: 6-7)
mayor al aumentar la cantidad de oficiales en la ronda (P. Morris y
Heal, 1981). El estudio más complejo de una patrulla motorizada fue el Si la patrulla preventiva realizada en auto no tiene más función que la
importante experimento de patrulla preventiva realizado en la ciudad ,1, hacer de «espantapájaros» y es improbable que encuentre un delito
de Kansas (Kelling et al., 197 4). En este estudio se evaluaban los efectos q11 c es tá perpetrándose, ¿no sería posible que una respuesta más veloz a

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LA POLÍTICA DE LA POLICÍA
RosERT REINER

las llamadas de emergencia aumentara las probabilidades de atrapar a los ", 1n embargo, este estudio no logró indicar si estas actitudes llevaban a
delincuentes? En definitiva, muchos de los desarrollos tecnológicos en que se asignara a los oficiales a la patrulla a pie o si surgían de tal asigna-
materia de actividad policial de los últimos veinte años -autos, radios, ' Ion. En definitiva, al tiempo de confirmar que la actividad policial pro-
computadoras de comando y control- fueron concebidos para lograr este duda poco impacto en las tasas delictivas per se, el experimento de las
efecto. Pero insisto: la investigación sugiere que se atrapa a pocos delin- patrullas a pie implicó, sin dudas, que estas producían un impacto bene-
cuentes o a ninguno como resultado de una respuesta más rápida por 1lcioso en el sentido comunitario de seguridad y orden.
parte de la policía. La principal razón por la cual tal cosa sucede es que la Esta investigación académica inspiró la muy influyente hipótesis de
mayor parte de los delitos (entre un 70% y un 85%) se descubren algún l. t-. «ventanas rotas» -es decir, que el quehacer policial podía hacer que se
tiempo después de que han sido perpetrados, y además porque las vícti- 11·dujera el delito evitando que los vecindarios cayeran en espirales de
mas no llaman a la policía de inmediato (R. Clarke y Hough, 1984: 8-9). 1~!-cadencia gracias a una intervención oportuna para lograr que las mo-
Sin embargo, existen algunas pruebas de que, si la respuesta veloz pudie- ¡, ..., tias menores se desbordaran y se generaran así problemas más serios,
ra dirigirse con precisión a la minoría de casos que se denuncian mien- 111:1~ amplios y más enquistados- Q. Wilson y Kelling, 1982; Skogan,
tras están siendo perpetrados, podría marcarse una diferencia Qordan, 11)90; Kelling y Coles, 1998). Esta idea fue la inspiración teórica para lo
1998: 69; Skogan y Frydl, 2004: 226-227). qltl' pasó a ser conocido en la década de 1990 como la actividad policial
En los últimos años fue común oír el argumento de que la patrulla en di' la «tolerancia cero» (Bowling, 1999b; Dennis, 1998; R. Burke, 1998,
auto podría ser contraproducente respecto de la represión del delito. La 004; Weatheritt, 1998; lnnes, 1999a; Stenson, 2001; Dixon y Maher,
patrulla en auto evita que la policía tenga contactos amigables y no 1()()5; jones y Newburn, 2006b: capítulo 6; Punch, 2007). Desde la Ley
traumáticos con las personas; por lo tanto, se reducen la colaboración y el tl1 · 1998 sobre Delito y Orden Público, la «tolerancia cero» también ani-
flujo de información. También es posible que el auto acentúe el elemento 11111 el énfasis que puso el Nuevo Laborismos en los objetivos tendientes a
de acción placentera de la cultura policial, lo cual produce una reacción 111111batir la conducta antisocial y lograr que los ciudadanos se sintieran
exagerada y estéril respecto de los incidentes (Holdaway, 1977, 1983). 11 o., pctados (Ramsay, 2004, 2008; Hough et al., 2005; Crawford, 2007:

La utilidad limitada (y el evidente gasto) que implica la patrulla en IHih-887; Squires, 2008; Millie, 2008; Burney, 2009) . Pese a toda su in-
auto estimuló un renovado entusiasmo por la patrulla a pie tanto en Gran lltll'ncia en la formulación de políticas y a su popularidad en la búsqueda
Bretaña como en Estados Unidos. Los estudios iniciales sobre patrullaje a dt -.o luciones rápidas por parte de los medios de comunicación, la base
pie sugirieron que no era más efectivo que el patrullaje motorizado ( Clarke 1lltpfrica y teórica de la tesis de las '<ventanas rotas» ha sido criticada con
y Hough, 1984: 6). Pero el estudio realizado en 1981 por la Fundación 1\l to (Sampson y Raudenbush, 1999; Harcourt, 2001; Taylor, 2001;
Policial sobre patrullaje a pie (basado en encuestas realizadas en veintio- t 1ilwford, 2007a: 886-887; von Hirsch y Simester, 2006; Bottoms, 2007:

cho ciudades y en un experimento llevado a cabo en Newark, New jer- 11 1 '557; Sampson, 2009) .
sey) logró resultados modestamente alentadores. El experimento de 1a hipótesis de que existe un vínculo causal entre los desórdenes
Newark se basó en grupos de rondas coincidentes; el propósito de algu- 1111 11ores -también llamados <<actos de descortesía»- y los niveles más

nas era discontinuar la patrulla a pie, el de otras era continuarla, y el de d111.., de delitos serios merece, como mínimo, ser analizada con alguna
otras introducirlas por primera vez. Los niveles delictivos (medidos por 1111 t .wción. La asociación ecológica entre áreas que sufren de <<ventanas
encuestas de victimización y por tasas de delitos denunciados) no se vie- 111t.t'>» y delito es producto de las características culturales estructurales y
ron afectados por los diversos métodos de patrulla. Pero en otros aspec- 11 1ttt ralcs de vecindarios excluidos y carenciados: la pobreza y la ausen-

tos, las patrullas a pie surtieron efectos benéficos. Bajó el miedo al delito , l l.t dl' la << eficiencia colectiva» , de la confianza y de la cohesión, todo lo
subió la confianza en la seguridad del vecindario y los ciudadanos eva- l lt.tl da como resultado altos niveles de delito y desorden (Sampson y
luaron más positivamente los servicios policiales. Los oficiales de patrulla lluu lcnb ush , 1999) . La interpretación de ciertos acaecimientos físicos ,
a pie estaban más satisfechos con su trabajo y tenían una opinión más >1 11111 las legendarias «ventanas rotas» como signo de un peligro y un
benigna acerca de los ciudadanos, además de una concepción más orien- l'"'hll·ma más amplios, es también un proceso mucho más complejo y
tada a la comunidad de su tarea policial y tasas menores de ausentismo. •IIII III )!,Cnte. Este varía no sólo debido a los sutiles procesos de la psicolo-

254 255
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

RoBLRT Rn NER

11 , t·-... trc mos de presencia de la actividad policial. Con frecuencia se


gfa social, sino también por obra de los factores demográficos (perte i!L I 111111 las huelgas de policías con una mayor cantidad de delitos y
nencia a grupo étnico , a género, a grupo etario, a clase social), residu o~ 111tlr n (Skogan y Frydl, 2004: 224) ; con esto se sugiere que, ante la
históricos culturales referidos a las características de los lugares, de la!> !!!! ll'lt 1:\ ausencia de policías, el peligro reina. Sin embargo , conviene
experiencias y de las percepciones personales y colectivas de otras inse- 1 ,, 1' ,11 que es ta experiencia no es universal. Se han producido huelgas
guridades más abarcativas , como el desempleo y el cambio cultural th ¡ut\i{ las, incluso en grandes ciudades (por ejemplo , en la Londres de
(Girling et al. , 2000; Sampson, 2009). El desarrollo de la perspectiva i 111 ~~), l' LlYO resultado no fue un aumento apreciable en el delito (Reiner,
de los «delitos-símbolo» por parte de Nigel Fielding y Martín lnnes- !íJ l~l '> -6). La relación entre ausencia policial y delito no es inevitable,
según la cual se analiza la capacidad que tienen ciertas molestias, desór-
IH' I P 1nlluyen en ella otros factores sociales y culturales.
denes y delitos menores de oficiar de símbolos de amenazas mucho más l'o1 otro lado , la idea popular de que si hubiera un policía en cada
profundas- ha logrado que el gobierno reconociera estos delitos en su 1'111 1111 el delito desaparecería (por indeseable e imposible que sea dicha
tarea de llevar tranquilidad a la población y en los consiguientes pro- '' tl vidad policial omnipresente) encuentra sustento en recientes estu-
gramas de actividad policial vecinal y de seguridad comunitaria (Innes .1111., cco nométricos en los que se muestran reducciones del delito habi-
y Fielding, 2002 ; lnnes, 2003b, 2006; Crawford, 2007). Todavía queda md cuando se saturan de policías las zonas que sufrieron ataques o
por ver si estas medidas lograrán el éxito en la tarea de hacer descender d.u mas terroristas (Di Tella y Schargrodsky, 2004; Klick y Tabarrok,
el delito y el desorden y en la de lograr una sensación mayor de segu- 00'); Draca et al. , 2008). Por fascinantes que sean los resultados de la
1
ridad en los ciudadanos. Pese a todos los méritos de las iniciativas mis- 11 11 vidad policial reciente orientada a combatir el terrorismo , es proble-
mas , estas todavía habrán de vérselas con circunstancias adversas con- 111,11 ico realizar una extrapolación por la cual, partiendo de los muy
forme el colapso económico posterior a 2007 exacerbe las fuentes es- tlt.\n:ados aumentos visibles y de corto plazo en cantidad de policías
tructurales de delito y desorden. t¡ ll l' en dichos estudios se analizan , pueda llegarse a las muy modestas
Las posibilidades de limitar el delito a través de estrategias de patrullaje v; ll iaciones en cobertura que podrían ser posibles económica y política-
policial rutinario siguen siendo limitadas por los motivos expresados años 11\l' ll te en el largo plazo . Es dudosa la noción de que existe una elastici-
atrás por la Comisión de Auditoría (Comisión de Auditoría, 1996; Margan dad calculable en las tasas de delincuencia en relación con los cambios
y Newburn, 1997: 126) . Esta Comisión calculó que, tomando como base r n la fuerza numérica de la policía que es constante en todos los nive-
la entonces fuerza numérica policial, un oficial de patrulla suele cubrir les, desde ningún policía a la saturación -incluida la cobertura relativa-
una superficie que contiene 18.000 habitantes, 7.500 casas, 23 bares pú-
mente mínima, que es la experiencia normal-.
blicos, 9 escuelas, 220 kilómetros de veredas, 34 hectáreas de parques o Si bien las variaciones posibles en la cantidad de patrullas puede no
espacio abierto y 123 kilómetros de caminos. La conclusión obvia es que a rectar a los niveles delictivos, desde antiguo se viene sosteniendo que los
la cantidad de potenciales objetivos del delito , sobre todo en las zonas estilos o estrategias cualitativamente diferentes e innovadores de activi-
rurales, es simplemente demasiado grande para que las patrullas policiales dad policial podrían funcionar (Wilson, 1975: capítulo 5; Sherman, 1992a,
de visibilidad y frecuencia normales los abarquen. Los limitados recursos 1993; Sherman et al. , 1997 , 2002; Weisburd y Eck, 2004). Examinaré la'i
policiales pueden dirigirse proactivamente sobre los objetivos más proba- pruebas sobre esta afirmación luego de considerar la efectividad del tra
bles de la victimización delictiva a través de análisis de inteligencia o de
patrones delictivos que mejoren el impacto de la actividad policial bajo tradicional de detección.
(Maguire, 2000, 2008; Tilley, 2008 ; Ratcliffe, 2008) ; pero ni siquiera el
quehacer policial más eficiente dentro de los niveles posibles de recursos Estudios sobre la detección
La falta de éxito en el trabajo de investigación delictiva surge en t'Íl'lll l
puede lograr milagros a menos que las grandes corrientes económica, sentido claramente de la baja (y declinante) proporción de delito.., q111 ',
social y cultural fluyan a su favor, como sucedió a fines del siglo XIX y a denunciados ante la policía , se resuelven. Antes de la Segunda C, 111 1'!'11
principios del xx. Mundial, la tasa de resolución de los delitos denunciados era hahll ~t\d
La persistente esperanza popular en el patrullaje policial como garan- mente de más del 50%, pero en la actualidad bajó a un 28% (A W:dl·l ,. i'l
te de la seguridad se ve, sin duda , alentada por las consecuencias de dos

256
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA
ROBERT REINER

al., 2009 : 133-134). La tasa de resolución de delitos varía ampli <HIH'IIt• 111 11 Lul de personal policial y probables mejoras en las tasas de resolu-
respecto de cada delito en particular. Sigue siendo alta en homictdit• •11dt delitos. A partir de una comparación entre las tasas de resolución
(92%), pero es más baja que en el pasado respecto de violencia con 11 ,, l.1 h d1lit o., de las diferentes fuerzas de Inglaterra y Gales, se extrajo la
,¡¡" lil 'o ll! n de que un aumento del10% en la cantidad total de personal
personas (4 7%) y de delitos sexuales (31 %). Esta diferencia se debe !'>tllll•
todo a los cambios introducidos en las normas de cálculo del Mini'>ltl 111 n1¡•.1d 11 totalmente al Departamento de Investigación Criminal haría
del Interior; estas normas metodológicas hacen que se incluya en t·... l 11 1111111.1r la tasa de resolución de delitos en menos de un 1% (Burrows y
categorías tipos penales menos serios; por otra parte, tales nornlll'o ¡¡,. 11l!li ng, 198 2; Tarling y Burrows, 1985).
cálculo se concentran en el trabajo de detección que culmina con la apli 111 t• mbargo , es fundamentalmente problemático ver que la tasa de
cación de sanciones, en lugar de tomar como parámetro de cálculo 1111[1 tlt.i d lH Ion de delitos es en sí misma un índice de la eficiencia policiaL

clasificación más laxa, la de «delito resuelto». Las tasas de detección 'otlli 1•1' 1"o llttlios realizados sobre el trabajo de los detectives muestran que
mucho más bajas en el caso de delitos contra la propiedad, que con., l1111 11111 llll., - tal vez la mayoría- de los delitos que se registran como «resuel-
yen la enorme mayoría de todos los delitos denunciados. Las tasa., 1lt ' 110 !->C resuelven como resultado de la investigación. Sólo una canti-
detección que termina en la aplicación de sanciones rondan el 21% p.u.1 l u l1 r lati vamente pequeña de investigaciones realizadas respecto de in-
robo de bienes muebles, 13% de robo a inmuebles, ll% por robo dt ltli' lll l''> de importancia encaja en el modelo de detección «clásica» -es
automóviles o de sus contenidos, y 14% por daño a bienes de tercero-. ( .\ h'1i1, ro menzar por el delito mismo e investigar sistemáticamente a quie-
Walker et al., 2009: 136). IH~ 111vicron un motivo y la oportunidad para cometerlo- (Maguire y

La tasa de resolución constituye un parámetro problemático para 1111 111 11.,, 1992; Ericson, 1993; lnnes, 2003a, 2007; Maguire, 2008).
dir la eficiencia del detective, si bien se han tomado medidas considr1,1 11 análisis crítico de la actividad investigativa de la policía ha indica-
bles para mejorar este estado de cosas, por supuesto, a costa de ob lt'lll'l '" q11 r gran parte de ella sigue tradicionalmente uno de dos patrones.
peores cifras (Comisión de Auditoría, 1990b; Gill, 1997; Maguire , 2001 l 111ho-. patrones arrojan las discriminatorias y desagradables consecuen-
Por un lado, el factor «delitos denunciados ante la policía» suele v:111.u t 11, o.,ociales de la estigmatización y la criminalización de los grupos vul-
independientemente de la conducta delictiva; depende más bien de .,¡ rl 111 1.thl es a través de un proceso de «amplificación de la anomalía» (Matza,
público denuncia una proporción más alta o más baja de victimizacitHII"· I 1H1ll; j . Young, 1971). El primer método es el que Matza denomina el

o de si esta proporción es registrada por la policía. En la Encuesta l111t.t II IIH lo «burocrático», que imita el famoso parlamento que al final de la
nica sobre el Delito se muestra que la fluctuación registrada en las clcn1111 1" li t ttl a Casablanca pronuncia el jefe de policía Claud~ Rains: «Traiga a
cías que realizan las víctimas y el trámite de toma de denuncia por par 11 !11'• o.,os pechosos de siempre». Dentro de este modo , el éxito de la detec-
de la policía han sido factores importantes que determinaron el aumr11111 1111 11 depende del conocimiento que se tenga de quiénes son los delin-
de las tasas delictivas en las décadas recientes, por un lado, y la baja dt ¡111111 es consuetudinarios o del «bajo mundo» (Hobbs, 1988, 1995) . Los
tales tasas a mediados de la década de 1990 (Hough y Mayhew, 1tJH 1 d• l11 ns se resuelven reuniendo al grupo de gente conocida por cometer
Reiner, 2007a: capítulo 3; A. Walker et al., 2009: 24-42). La baja dt· 1,1 d• ltt os de un cierto tipo, o cultivando informantes. El segundo método
tasa de resolución de delitos es, en gran parte, reflejo de un nivel crc('lrll !'! • t• l del estereotipo y la sospecha. Se aprehenden sospechosos porque

te de delitos registrados por la policía más que una declinación t' ll l,1 t'llt .1jan en la noción preconcebida que tiene el investigador sobre tipos
eficiencia de la etapa de detección. Desde la década de 1970, el pcrstmtl ¡t.t lti culares de delincuente. Sobre todo en la tarea de detección en mate-
policial ha aumentado de unos 107.000 efectivos a 141.859 al31 de 111 ,11 1i:t de delitos contra la moral, es probable que la metodología aplicada sea
zo de 2009 (Reiner, 2007 : 134-135; Bullock, 2008); pero la can tid .11l Hllll O la burocrática como la de la sospecha. Así sucede porque, para
absoluta de delitos resueltos aumentó aún más, de manera que la Gllltl ll 1·ga r a descubrir un delito contra la moral y resolverlo, se necesita apo-
dad de delitos resueltos por cada oficial de policía ha crecido. Estas ci ll ,111 .u.,e por entero en una actividad policial proactiva, dado que no hay
pueden indicar un aumento en la eficiencia de la tarea de detección , IH'"'' vlt't imas» con ánimo de colaborar. De manera parecida, los delitos me-
a la caída en la proporción de delitos resueltos. Un estudio británico h.1 111lll'S y más imprecisos contra el «orden público» -que constituyen una
intentado cuantificar la relación existente entre posibles aumentos l'll 1.1 f', l.lll proporción de las detenciones realizadas durante el patrullaje- de-

259
ROBERT REINER
LA POLÍTICA DE LA POliCÍA

penden en gran medida de la «sospecha». Pero la mayor parte de los lhd'> de resolución se hizo clara durante la década de 1980, cuando los
delitos no se resuelve por ninguno de estos dos modos de detección. 11ivdes de delictividad crecieron y con ellos la presión sobre la policía de
Una importante conclusión de los estudios que se realizan sobre el ll l!' jOrar su apariencia de ser eficiente y de no despilfarrar recursos. Pero
proceso que emplean los detectives para resolver delitos es que la infor- !11., primeros intentos de dejar casos a un lado según criterios explícitos
mación es un elemento vital (Gill, 2000; john y Maguire, 2003, 2007; dr lormalidad atrajeron críticas cuando se revelaron al público. Sin em-
Maguire, 2008). La calidad y la cantidad de información que brinden h.ugo, conforme se intensificaron la Nueva Gestión Pública, la especifica-
inmediatamente los miembros del público (normalmente la víctima) a los ' 1!1 n de objetivos y el monitoreo (en la década de 1990) , se adoptaron
oficiales de patrulla o a los detectives cuando estos llegan a la escena del ¡.,¡cmas más formalizados. Este proceso culminó a principios del siglo
delito es el factor que determina el éxito o el fracaso de la investigación. 1, cuando se estandarizó un sistema operativo formal, el modelo de
Si se brinda información suficiente para detectar al culpable con suficien- 1\ l. tncjo del Volumen del Delito. Este modelo se basa en
te precisión, se resolverá el delito; de lo contrario, es casi seguro que no
podrá resolverse (Chatterton, 1976; Sanders, 1977; Greenwood et al., una unidad de manejo del delito por la cual se supervisan las
1977; Bottomley y Coleman, 1981; Burrows y Tarling, 1982; Maguire y funciones claves que llevan a cabo una cantidad de unidades
Norris, 1992; Innes, 2003a, 2007; Foster, 2008). La importancia crucial especializadas[ ... ]: la atención dispensada a la denuncia , pre-
de la información inicial destaca no sólo el papel central que tiene el sencia policial en la escena inicial , examen de la índole del
público en la resolución de los delitos, sino también el importante rol delito , actuación de los forenses , trabajo con los sospechosos y
que juega la división uniformada. Cerca de dos tercios de los delitos se revisión de las pruebas. (Maguire, 2008: 452-453)
resuelven casi inmediatamente, bien sea porque el delincuente todavía se
encuentra en la escena del delito cuando llega la policía, bien porque lo i\ lgunos tipos de delito se consideran tan importantes que se convier-
nombran o lo describen con precisión la víctima o los testigos (Steer, 11 11 en el tema dominante de los escuadrones especializados. Esos escua-
1980) . En esos casos, sin embargo, la tarea de los detectives puede no ser d mncs, que enfrentan los delitos contra la moral, la drogadicción y otros
tan sencilla, dado que serán responsables de reunir pruebas que se sos- dt lttos específicos, han sido habituales durante décadas en las fuerzas
tengan ante los tribunales (Maguire, 2008: 440-441). l11r,dcs (Lee y South, 2008: 501-504). Desde 1964, cuando se crearon
En el caso de los delitos graves (sobre todo el homicidio), incluso 11 11 rvc escuadrones regionales contra el delito para detectar el crimen
cuando se señala un sospechoso desde el principio, se designará a un 11 1ga nizado -ya que , según se creía, cruzaba las fronteras entre países-,

importante equipo de investigación para que procese la denuncia . Tal !11., escuadrones especializados han trabajado de forma cada vez más coor-
equipo suele estar dirigido por un oficial investigador de gran trayecto- dtll ;lda entre ellos. Este movimiento culminó en la década de 1970 con el
ria (Smith y Flanagan, 2000). Respecto de los «casos que se resuelven '•,t. lhl ccimiento de unidades nacionales, como la de Drogas y la Unidad
solos», el equipo será de menor escala y probablemente trabaje allí du- ,~~; Inmigración de Scotland Yard. En la década de 1990, estas fueron
rante poco tiempo. Pero en los casos graves mencionados, en los que no llt'll lplazadas por la Unidad Nacional de Inteligencia Criminal (1992) y
se sabe quién es el culpable, el equipo de investigación será de gran 1 11 .,cuadrón Nacional contra el Delito (1998). Ambos se incorporaron a

escala y, según la índole del caso -la prensa que obtenga, si parece ser ¡,, l)trccc ión de Delitos Graves y Crimen Organizado en 2005, que es «un
serial y, por ende, presentar un peligro para la población, cuán difícil llttt·vo organismo en el que se combinan la labor de inteligencia y la
sea-, trabajará durante meses (o incluso durante años, en casos 111 11 vid ad policial» (Lee y South, 2008: 503) y que representa «un cambio
infrecuentes) (lunes, 2003a , 2007). i'·" .1di gmático en la actividad policial» (Harfield, 2006) destinado a re-
El trabajo rutinario de los detectives se lleva a cabo en las oficinas del dil! Ir los estragos producidos por el delito más que a imponer la ley y el
Departamento de Investigación Criminal local. Allí se reciben denuncias 111tk n (Levi, 2007: 772). Esta Dirección tiene responsabilidad nacional
de delitos que se toman todos los días. En la mayor parte de esos delitos 1 11 !'1co mbate del delito de alto nivel y también tiene facultades interna-

no aparecen pistas serias y tácitamente se los desestima. La necesidad de ' 1n11alcs en su calidad de oficina británica para la lnterpol y la Europol.
otorgar un orden de prioridad más formal a los casos según las perspec- 1,, l''> la forma , la Dirección constituye el nodo británico principal en la

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261
LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

ROBERT REIN ER

¡wl•lít ,11 tasas de delitos resueltos en cuanto a la detección que concluye


amplia red de colaboración policial internacional (Sheptycki, 2002, 2007; il .ll ll illl1; es decir, los delitos en los cuales se aplica una sanción formal
Goldsmith y Sheptycki, 2007; Walker, 2008; Bowling, 2009). Ir dg11n tipo; pero en este criterio se incluye la «toma en consideración»
En el pasado , la investigación académica ha puesto el énfasis en la
W: dker et al. , 2009 : 132).
significativa proporción de delitos que se aclaran por medios «secunda- ' "'·se resuelve sólo una pequeña proporción de delitos a través de
rios», es decir, interrogando a sospechosos y delincuentes a fin de hacer 1• 1 llll .l'> de investigación que en algo se parecen a los modos «clásico» y
surgir la confesión de que ellos cometieron otros delitos por los cuales l•llllllTático» que tanto se ven en la ficción . La mayor parte de los casos
11 ~w· lt os, en esencia, se han resuelto solos. Esto no significa que los de-
no se los acusará. Antes de la sanción de la Ley de 1984 sobre Policía y
Pruebas Penales (la Ley PACE) , en algunos estudios se sugirió que un
lo_•IIVl''> sean inútiles o ineficientes.
40% de los delitos contra la propiedad se aclararon al ser «tomados en
consideración» cuando se sentenciaba a sus autores por otros delitos El detective cuenta con una variedad de recursos: recopilar in-
(Lambert, 1970). Steer (1980) y Bottomley y Coleman (1981) observa- formación proveniente del público; localizar sospechosos; inte-
ron una proporción menor de delitos «tomados en consideración» (20% 1-rogarlos y, sobre la base de la información obtenida del público
y 25%, respectivamente) , y en el ámbito nacional, cerca de un 26% de y de los sospechosos, preparar los argumentos para el proceso
los casos resueltos lo fueron a través de la «toma en consideración» judicial. (P. Morris y Heal, 1981: 33) -
(Burrows y Tarling, 1982). La Ley PACE hizo que se dificultara el em-
pleo de «tácticas» de dudosa legalidad para interrogar sospechosos, tác- la mbién se encuentra la categoría relativamente p equeña pero signifi-
ticas con las que se había logrado que esos sospechosos admitieran la ' .I II Va de casos en los que inicialmente no se conoce quién fue el
comisión de grandes cantidades de delitos del rubro <<tomados en con- pt 1pctrador (un «rompecabezas» , según la jerga de los detectives). Sin
sideración» (Irving y McKenzie, 1989). Este obstáculo condujo a la r11 1ha rgo, estos casos se resuelven con todo éxito a través de los métodos
implementación de nuevas técnicas de entrevista investigativa; con ellas ct las ico» y «burocrático» y mediante la construcción y la exploración de
se busca respetar los criterios jurídicos y éticos (Williamson, 2006; ¡,,.., posibles narraciones que explican el delito (lnnes, 2003a, 2007) . Pese
Gudjonnson, 2007) . Sólo un 8% de los casos resueltos lo son ahora por ,, el lo, la presión a la que se encuentran sometidos los detectives para
ser «tomados en consideración », según la Encuesta Británica sobre el lll).!,rar resoluciones más «primarias » (es decir, que no se basen en
Delito (A. Walker et al. , 2009: 134) . Int errogatorios posteriores a la detención o necesarios para reunir argu-
Los escándalos sobre la manipulación de los casos resueltos atribuida ll lcn tos que conduzcan a la sentencia) ha llevado a un creciente empleo
a la «toma en consideración » y a «exenciones de prisión » (casos en los 1k métodos innovadores que pueden llegar a ser problemáticos desde el
cuales los detectives interrogan a prisioneros convictos a fin de hacer que pun to de vista ético, jurídico y práctico ; por ejemplo, tácticas proactivas
estos admitan otros delitos) se han presentado con regularidad. Un ejem- tomo el trabajo de incógnito , la vigilancia tecnológica y los delincuentes-
plo sonado tuvo lugar en Kent a fines de la década de 1980 (The Observer, Informantes (Marx, 1988, 1992; Comisión de Auditoría, 1993; Greer, 1995;
8 de octubre de 1989) . Esas formas dudosas de hermosear la situación Maguire y john, 1996a, 1996b; Fijnaut y Marx, 1996; Sheptycki, 2000;
manipulando las estadísticas han sido práctica habitual durante años en Norris y Armstrong, 1999; Dunnighan y Norris, 1999; Norris y Dunnighan,
otras fuerzas (P. Gill, 1987; M. Young, 1991; H. Taylor, 1998a, 1998b, 2000; Heaton, 2000; Maguire, 2000; Billingsley et al. , 2000; Clark, 2007) .
1999) . Las revelaciones que en este sentido surgieron de varias fuerzas en ll ay margen para lograr un manejo y una coordinación más efectivos de
la década de 1990 sugirieron que el creciente énfasis del gobierno por la detección (Maguire, 2008) , sobre todo a través del «examen de casos »,
lograr objetivos de buen desempeño pudo haber llevado a que se revivie- que permite distinguir los delitos de acuerdo con su factibilidad de reso-
ra la práctica de «cocinar los libros » en los que se registran las estadísticas lución (y según si deberían asignarse al Departamento de Investigación
(Davies, 1999b). En verdad, una fuerza policial que es diligente con el riminal o a los departamentos uniformados de investigación) , de una
registro de los delitos que se denuncian ante ella puede parecer ineficiente co nducción más profesional de las investigaciones más delicadas (Smith
en comparación con sus vecinos menos escrupulosos (Farrington y Dowds, y Flanagan, 2000), y de una identificación proactiva más eficaz de algu-
1985). Recientemente, el Ministerio del Interior adoptó como criterio el
263
262
ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

nos delitos serios y de delincuentes de cuidado (Cope, 2008). Sin embar- ¡~, , l a afirmación original. El patrullaje «agresivo» no se convierte en una
go, dada la gran cantidad de denuncias de delitos que registra la policía ,,,,o¡ lea rácilmente adoptable, sino en un elemento estructural del estilo
y de servicios relacionados con los recursos policiales (Comisión de tkp,u tamental que puede alterarse -si es que puede alterarse- sólo en
Auditoría, 1993; R. Margan y Newburn, 1997: 57), más las limitaciones l" '' ~o nancia con reformas más profundas del gobierno municipal y con
que la democracia progresista impone sobre las tácticas legítimas (Weisburd 1111 .unplio cambio social y político. Los posteriores exámenes de experi-
et al., 1993), las perspectivas de que una investigación tenga éxito siem- "'' 111ns por los cuales se detectan «zonas rojas» del delito para intervenir
pre serán limitadas. dlt 1 on agresividad sugirieron que se había logrado algún éxito, pero
,,l! tt' todo si se combinaba una actividad policial más dura con enfoques
Las estrategias innovadoras de La actividad policial tllqtlios destinados a resolver problemas (Sherman, 1992a;jordan, 1998;
l1tgan y Frydl, 2004: 236-240).
La investigación académica evaluativa que muestra que las viejas tác- l'ltcde descubrirse una sustancial cantidad absoluta de delitos me-
ticas policiales surten escasos efectos en la reducción del delito estimuló "'''~"~ a través del abordaje callejero de los sospechosos y de su revisación
el apoyo a una variedad de estrategias innovadoras de actividad policial. 11' Waddington, 1999a: 50) . Sin embargo, como la tasa de éxito de la
Pueden distinguirse tres ramas principales en estos enfoques innovadores: 11 1 hac ión de sospechosos suele ser reducida (menos de uno cada diez),
el «policía duro», el «buen policía» y el «policía astuto». Cada uno de r l¡11rcio que paga la policía al granjearse la antipatía de ciertos sectores
ellos está concebido para remediar lo que se percibe como un defecto dt 1 publico (sobre todo los jóvenes de sexo masculino y, de ellos, parti-
clave del patrullaje tradicional y del trabajo del detective. En la práctica, i 111.11 mente los negros) es muy alto . Luego del desastroso «Operativo
con frecuencia se combinan o se fusionan unos con otros. ~· 11 11aga» -un operativo policial de saturación destinado a reducir los
11dtn..,, que se lanzó poco después de los disturbios de 1981 en Brixton
El poUcfa duro '1111' rue considerado por todas las opiniones como factor precipitante
Las tácticas del policía duro se basan en la presunción de que el exce- dt Llics disturbios-la policía británica aceptó sin reservas el mensaje de
so de sensibilidad hacia las libertades civiles, los derechos humanos y la l111 el Scarman. Este mensaje se vio reforzado por el Informe Macpherson
«corrección política» ha socavado la eficiencia policial porque tal sensi- de 1999 sobre el caso Stephen Lawrence. Tal mensaje decía que toda
bilidad ha restringido el empleo de tácticas vigorosas y rudas (Hitchens , !i tl.Ul cia marginal en materia de imposición de la ley y el orden logra-
2003). Una versión temprana propuesta en la década de 1970 fue la del ,¡, ,¡ costa de tácticas agresivas no vale el costo de perturbar la tranqui-
patrullaje «agresivo», cuyo mayor exponente fue james Q. Wilson en l!il.ul de la población. Sin embargo, la presión introducida por el ca-
Estados Unidos. Un estudio transversal realizado sobre veintitrés depar- ¡, 111,uniento de la política de la ley y el orden durante la década de
tamentos policiales se propuso mostrar que la agresividad de la patrulla 111()() socavó este consejo; además, las presiones se acentuaron por el
generaba una mayor probabilidad de detenciones por robo; en conse- 1o_11tor producido por los casos de terrorismo del nuevo siglo. En conse-
cuencia, debido a este efecto disuasivo, se registraba una menor tasa de 1lit 11 cia, las facultades y las tácticas de abordaje callejero de sospecho-
robos O. Wilson y Boland, 1978). Las conclusiones fueron criticadas con ~~~ )' la revisación de estos se han expandido.
posterioridad por un estudio en el que se mostraba que las tasas de robo 1·1eje mplo clásico de las tácticas del «policía duro» puede encontrar-
habían aumentado (en lugar de haber bajado) y que además aumentaron l.' r n la década de 1990 y en la primera década del siglo xx1. En ese
los gastos policiales a lo largo del tiempo Qacob y Rich, 1980). Wilson y qi!HIIl'n to, políticos, jefes de policía y gran parte de los medios masivos
Boland respondieron (en 1981) que la tesis que habían propuesto se refe- •k 'o municación apoyaron en todo el mundo la supuestamente efectiva
ría a los efectos que sobre el delito surtía el patrullaje agresivo como 11 :1ividad policial de tolerancia cero Qones y Newburn, 2006: capítulo
característica estructural del estilo de un departamento; además, que su ¡1 l. Muchos afirmaron que la muy conocida caída de las tasas delictivas
tesis no se veía refutada por los datos longitudinales sobre las fluctuacio- .¡,. l.1 Ci udad de Nueva York se debió a esta tolerancia cero (Dennis,
nes pequeñas y de corto plazo en el gasto policial. Sin embargo, como 1tl()H). Sin embargo, ningún análisis detallado confirmó esta afirmación:
respondieronjacob y Rich (1981) , este último dato limita la significación 1 1 tll omcnto en que se produjo la disminución del delito en Nueva York

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ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

no coincide con el momento en que se aplicó el método de la tolerancia 1os esquemas de actividad policial en equipo que florecieron en Esta-
cero (Bowling, 1999b; Karmen, 2000). El delito también cayó en otras dn., Unidos a principios de la década de 1970 fueron progenitores de este
ciudades estadounidenses donde no se había adoptado la tolerancia thord aje, pero sus mensajes eran ambiguos (Skogan y Frydl, 2004: 182-
cero (a decir verdad, cayó también en todo el mundo en la década de 1H 1). El problema residió en que jamás se los sometió a una verdadera
1990) , si bien de forma no tan marcada como en Nueva York. Este fenó- l''''cba de fuego. Las seii.ales iniciales sobre tasas delictivas y colabora-
meno sugiere que la caída del delito obedece a otras razones mucho más t lon comunitaria eran alentadoras; pero los problemas organizativos -en
amplias y variadas (R. Burke, 1998, 2004; Weatheritt, 1998; Karmen, 1'·111 icular la hostilidad de los rangos inferiores- frustraron toda
2000; Levitt, 2004; Dixon y Maher, 2005; Eck y Maguire, 2006; Zimring, 1111plementación plena a lo largo del tiempo. Por desgracia, esta situación
2007; Punch, 2007) . La «tolerancia cero» -es decir, el castigo estricto ,. re pitió en muchas de las posteriores evaluaciones que se realizaron
de delitos menores «contra la calidad de vida»- fue en sí misma parte tc.,pecto de abordajes similares (es decir, orientados a la comunidad).
de los amplios cambios introducidos en la actividad policial neoyorkina; Los esquemas de actividad policial comunitaria han proliferado desde
otros de esos cambios fueron la contratación de más policías y sobre l.t década de 1980 en varias ciudades estadounidenses bajo la dirección
todo la rigurosa gestión del rendimiento a través del sistema Compstat, de una serie de jefes de policía progresistas (Skolnick y Bayley, 1986,
gestión que mucho le debía a los demás modelos innovadores (Weisburd llJ88). Si bien en algunos casos se logró un notable éxito, el resultado de
et al., 2003; Moore, 2003). La tolerancia cero no es, en verdad, un l,t actividad policial comunitaria en Estados Unidos sigue siendo incierta
modelo transportable, salvo como retórica que pretenda promover un y va riable (Bayley, 1994, 1998; Skogan y Hartnett, 1997; Herbert, 1997,
uso más vigoroso de las facultades policiales: hacer que todo el tiempo '000; Skogan, 2003, 2006; Skogan y Frydl, 2004: 232-235).
se cumplan todos los artículos de todas las leyes es una imposibilidad El registro de iniciativas británicas en cuanto a actividad policial co-
lógica y económica. La tolerancia cero , al igual que las demás tácticas lttunitaria es tan fragmentario como los esquemas mismos (Tilley, 2008:
agresivas, tiene la desventaja de exacerbar la brutalidad, la discrimina- \75-379). Son muchos los esquemas que han recibido evaluaciones inter-
ción y también la enemistad de los elementos de la sociedad que son nas positivas, pero tales evaluaciones suelen ser efectuadas por las partes
objeto de la actividad policial. En el largo plazo , esta táctica podría, In vo lucradas. Por lo tanto, sufren del síndrome de la «conclusión
entonces, hacer que aumentaran los delitos. previsiblemente favorable», que marca un anunciado final feliz (Weatheritt,
1986: 18-19). Las evaluaciones independientes de estos innovadores pla-
El buen poUda nes de actividad policial comunitaria parecen encaminarse en sentido
Un ejemplo clásico de las estrategias del «buen policía» se encuentra opuesto (Pawson y Tilley, 1994; Bennett, 1994). La frase <<nada surte
en la actividad policial comunitaria. Esta, según se expuso con anteriori- decto» ha sido el punto de partida que tomaron como base los estudios
dad, no cuenta con una definición central y clara, sino que «pasa agrada- de una variedad de tales tácticas. Estas son la patrulla de área específica
ble música funcional» de paz y buena voluntad a la que es difícil resistir- (Chatterton y Rogers , 1989), la actividad policial por sectores (B. Dixon
se. Este enfoque se basa en un análisis de los males de la actividad policial y Stanko, 1995) y la vigilancia de vecindarios (Bennett, 1990; McConville
contemporánea por el cual se afirma que esos males se deben a una baja y Shepherd, 1992).
en el consentimiento y la colaboración públicos. Por lo tanto, apunta a En la mayoría de estos casos, el problema reside en el «fracaso del
hacer que revivan la legitimidad y el apoyo público, en parte para mejo- plan»; es decir, en dificultades que impiden la implementación de los
rar la represión del delito gracias a una alentadora colaboración, en parte esquemas tal como fueron concebidos; por otra parte, no está definido
como bien en sí mismo. En Gran Bretaii.a -y cada vez más en todo el todavía que las estrategias de estilo comunitario en general -o ciertas
mundo-, las estrategias orientadas a la comunidad se convirtieron en la tácticas específicas como la vigilancia de vecindarios en particular- no
ortodoxia central posterior al Informe Scarman. En cierto análisis, la frase runcionen. Es difícil medir el efecto de las innovaciones en resultados
al respecto fue contundente: «Los departamentos de policía del mundo muy abarcativos, como las tasas delictivas o de victimización; el motivo es
occidental sólo pueden estar libres de culpa y cargo si se arrodillan ante que estas tasas se ven influidas por numerosos factores y no sólo por la
el altar de la 'actividad policial comunitaria'» (Herbert, 2000: 114). iniciativa de actividad policial que se haya encarado. Además, los dise-

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ROBERT REINER LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

ños de investigación experimental por los cuales podría resolverse este l '¡,,, dl' los proyectos más concienzudos en el plano metodológico para
problema son en principio difíciles de implementar. Esta dificultad em- d11M las iniciativas de actividad policial extrajo dos conclusiones: 1)
paña incluso el único caso bien conocido de un esquema rigurosamente 1· 111.1 ..,c ntido desarrollar parámetros de medición de la buena práctica
evaluado y que arrojó un resultado positivo: el Plan de Prevención •d11 1' 11 relación con áreas específicas del trabajo policial y no de manera
Kirkholt contra Robos a Hogares. En este plan se utilizó el procedimiento 1 111 1 .d; 2) esos parámetros eran inexorablemente políticos (Horton, 1989).
de «vigilancia vecinal envolvente»: una vigilancia mutua intensiva de 111 todas formas , desde la década de 1980, la búsqueda por parte de los
casas inmediatamente adyacentes a otras que hubieran sido víctimas de 111 ,...,1vos gobiernos de un servicio público que justificara el dinero que
un robo al menos una vez (Forrester et al. , 1988). La clave del éxito del 1 111 viniera en él ha llevado a que se exigieran indicadores más adecua-

Plan Kirkholt fue su carácter «astuto». .¡ ,~ ~ de rendimiento en materia de actividad policial (Comisión de
\ tultwría, 1990a, 1990b). En particular, el lnspectorado de Cuerpos de
El policfa astuto l'll lit·ta ha desarrollado una matriz aún más compleja de indicadores para
El experimento Kirkholt simboliza el concepto clave en el cual abre- 11 ,dt zar su evaluación anual de las fuerzas (Bradley et al., 1986; Hough,
van las iniciativas de actividad policial «astuta». Las tácticas tradicionales 1IIH7 ; Weatheritt, 1993; Butler, 1992; R. Morgan y Newburn, 1997; Savage
fracasan en gran medida porque distribuyen escasos recursos policiales- , 1 11 /. , 2000 : capítulo 1; Savage, 2007: capítulos 3 y 5) . Es improbable que
tanto en forma de actividades preventivas o de detección- sobre demasia- '11 11 tales indicadores se haya superado el problema posiblemente insolu-
das víctimas, objetivos y perpetradores de delitos. Las mejoras en la re- lll t• que implica medir la eficiencia policial.
ducción y en la detección del delito pueden tener lugar si se emplean r:n definitiva, la investigación académica en materia de represión del
abordajes proactivos, orientados a resolver problemas y motivados en la dt·lno da a entender que la policía mantiene con mayor o menor éxito
recolección de datos (es decir, en la «inteligencia») (A. Leigh et al., 1996; 1111 a base mínima de eficiencia; es improbable que se aumente la capaci-
Maguire, 2000, 2008; Williamson, 2008; Tilley, 2008; Cope, 2008; Ratcliffe, ' l.td de detección o de prevención en grado sustancial si se aplican las
2008). En la actividad policial «astuta» se tiene la esperanza de que, al llll '> mas tácticas de siempre o alguna estrategia innovadora. Los niveles
analizar los patrones delictivos y de desorden, sea posible encaminar las dt·li ctivos son el producto de una variedad de factores y procesos: del
tareas de prevención y de detección hacia las víctimas y los delincuentes 1 tlquetamiento -es decir, las cambiantes definiciones de qué es delin-

más probables. Con este accionar se obtendrían niveles suficientes de 1 11cncia-; de las presiones sociales , económicas, culturales y psicológicas,
protección para las víctimas más probables; además, se atraparía a los ,¡demás de las seducciones que motivan a las personas a cometer delitos;
delincuentes y se lograrían suficientes pruebas para lograr condenas. Si dl' las mayores o menores oportunidades para delinquir; y de las limita-
bien es probable que tales abordajes sean más efectivos que los tradiciona- r Iones variables de los controles formales e informales (Reiner, 2007: ca-
les, queda todavía la duda sobre la eficacia de los primeros para lograr pitulo 4). La actividad policial es sólo un aspecto de este último factor. Si
niveles sustanciales de reducción del delito (Jordan, 1998). También hay l11 cn es obviamente imposible calcularlo, podemos concebir sociedades
en este sentido mucho campo libre para que se observen prácticas reñidas que en ciertos momentos en particular gozan de un nivel equilibrado y
con la ética y restricciones a las libertades civiles; por ejemplo, a través de de largo plazo de «normalidad» en el delito, niveles que están sujetos a
formas intrusivas de vigilancia, del abuso de informantes y de otras tácti- l o~ factores y procesos antes mencionados. Una actividad policial defi-
cas encubiertas (Marx, 1988, 1992; Greer, 1995; Fijnaut y Marx, 1996; t lcnte puede dar como resultado niveles más altos y patológicos de deli-
Norris y Armstrong, 1999; Norris y Dunnighan, 2000; Sheptycki, 2000b, to, un «exceso» de delito. En tal contexto es posible que la reforma poli-
2000c; Billingsley et al. , 2000; Goold, 2004, 2009). No obstante ello, la t ial haga que ese nivel patológico vuelva a su base de normalidad y en-
búsqueda que emprenden los gobiernos de la «bala mágica» ha alentado tonces parezca que la reforma arrojó resultados espectaculares (tal vez
la proliferación de estos abordajes. l'<; ta sea la explicación que justifique el «milagro» neoyorkino de la déca-
Una dificultad crucial que se presenta a la hora de evaluar las innova- da de 1990). Sobre todo, es posible que la actividad policial astuta o dura
ciones en materia de actividad policial es la ausencia de parámetros haga bajar la tasa a menos de lo que indicaba la norma de largo plazo.
confiables y válidos de actuación y rendimiento policial (Reiner, 1998). Pero esta situación sería vulnerable ante la imposibilidad de la policía de

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LA POLÍTICA OE LA POLICÍA
RosERT REINER

mantener esta imagen «todopoderosa» o ante presiones que plantearan llljtt.., tam ente a la policía. El ejercicio diferenciado de las facultades no
una exacerbación de delito -por ejemplo, ante reveses económicos-. Esto 11\ ¡.tl.t discriminación policial, sino la anomalía variable de los diferentes
no equivale a decir que la policía no cumple numerosas funciones indis- t¡ 11 ' " '>Ociales (Wilbanks, 1987). Si los estudios realizados sobre cultura
pensables: dar respuesta a una variedad de problemas (por ejemplo, lo~ 1ii ilk t.d tcvelan actitudes hostiles hacia grupos minoritarios, tales actitudes
111 dr11 '>C r el producto del trabajo policial y no el factor determinante (P
delitos) y simbolizar el interés social por la justicia y el sufrimiento de la~
víctimas. Pero es una quimera ver a la policía como el medio primario .11 ldtngton, 1999a: 118-119). Ambas posiciones llevan en sí un elemento
para controlar los niveles de delito . 1, 1 1dad, pero que ha quedado oculto por ásperas polémicas entre puntos
¡l. •·h t.t encontrados. Se observa una interacción compleja entre la discri-
ltlllt,Hton policial y las presiones criminogénicas diferenciales que experi-
l!!t 111.111 los diversos grupos sociales Uefferson, 1993; Reiner, 1989a; 1993;
¿Con qué grado de apego a La norma se maneja
1 ~~ ~ ~\l' ntld, 2001, 2009).
La policía? 1 .., preciso resolver algunas cuestiones terminológicas antes de exami-
11 11 1,,.., pruebas porque en los debates se suscitan cuestiones enojosas
Las percepciones de injusticia o de discriminación en materia de acti- 1i• lttd n al empleo contradictorio, rivalizante y confuso de conceptos da-
vidad policial han sido desde siempre la amenaza más potente a la legiti- Ado ptaré las siguientes definiciones:
midad de la institución. Desde el «descubrimiento » que hicieron las pri-
meras investigaciones académicas sobre la policía -que habitualmente se t «Prejuicio»: creencia de que todos o la mayor parte de los miem-
manejan con una considerable discrecionalidad al momento de hacer bros de un grupo en particular tienen ciertos atributos negativos.
cumplir la norma-, fueron numerosos los trabajos sobre el patrón que Se trata de un preconcepto que monopoliza las tomas de contacto
seguía esta discrecionalidad y los factores que la determinaban. Una de con las personas de la categoría a la que atañe el prejuicio cuando,
las preocupaciones centrales ha sido si «discrecionalidad» era, en reali- en realidad, esas personas pueden o no tener esos rasgos. Ejem-
dad, sinónimo de «discriminación». La policía ¿discrimina a las mino- plos: «Estas personas son todas unos animales» (dicho por un ofi-
rías étnicas y a las de otro tipo, a las mujeres y a los menos poderosos de cial de policía, citado en Reiner, 1978: 80) y «Todos los policías
la sociedad a la hora de tratar con ellos en calidad de sospechosos, de son unos mal nacidos ».
víctimas o de compañeros de trabajo?
h. «Parcialidad» : punto de vista según el cual algunas clases de per-
Raza y actividad policial sonas deberían recibir un tratamiento preferencial por tener un
derecho intrínseco superior a gozar de tal tratamiento, más allá del
¿Qué es la discriminación? mérito o de la conducta específica.
Esta cuestión es más compleja y ardua de resolver que lo que sugiere la
mayoría de las polémicas. Contrariamente a las implicaciones de gran parte c. «Diferenciación»: patrón de ejercicio de las facultades policiales
de la crítica radical contra la policía, las pruebas de que existe un patrón de contra categorías sociales particulares que varían según su repre-
diferenciación social en el uso de las facultades policiales a raíz del cual los sentación en la población (como la detención de grandes cantida-
jóvenes, la clase baja trabajadora y los negros sufren más, si bien son inne- des de hombres jóvenes negros).
gables, no demuestran por sí mismas que exista discriminación (D.]. Smith,
1997; P Waddington, 1999a: 49-50; Webster, 2007). La crítica radical im- d. «Discriminación»: patrón de ejercicio de las facultades policiales
plica que el ejercicio diferencial de las facultades policiales contra los so- que arroja como resultado que algunas categorías sociales se en-
cialmente menos favorecidos y los relativamente indefensos es producto cuentren excesivamente representadas como objetivos de la acción
del prejuicio, del estereotipo y de la amplificación de la aparente anomalía policial pese a que las variables jurídicas pertinentes (sobre todo el
de estos grupos (D. Chapman, 1968; Cashmore y McLaughlin, 1991). Por patrón de delincuencia) permanecen constantes.
otro lado, los escritores más conservadores afirman que esta imagen envile-
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ROBERT REINER
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

Las actitudes respecto del prejuicio y de la parcialidad pueden dar 11 ll.unicnto menos favorable que los miembros de otros grupos, sean cua-
como resultado -aunque no necesariamente-la diferenciación o la dis- ¡, • l~tcrcn los motivos o si la diferenciación es «directa » o «indirecta». La
criminación. Es posible que no se las traslade a la acción si lo impiden 11111t .t justificación sería una justificación normativa basada en los requi-
restricciones de tipo jurídico, ético, organizativo o situacional. Por otra llno, legítimos del pertinente proceso de selección. Entonces, no vale
parte, la diferenciación tampoco indica necesariamente que se haya pro- • 111 110 justificativo decir que se detuvo a un negro porque el oficial de
ducido un acto de discriminación. Esta puede surgir de diferencias de l"'llt ta genuinamente creía que este negro era más propenso a cometer
dimensión jurídica entre grupos; por ejemplo, patrones variables de ti• l11os; pero sí sería justificativo decir lo mismo si ese negro en efecto
delincuencia.
llldlll'ra cometido un delito o si hubiera mediado un fundamento objeti-
,uncn te razonable para que el policía sospechara. Pasar por alto los mo-
Tipos de discriminadón
lim'> o los procesos que llevan a la discriminación podría ser deseable
Incluso cuando la policía en efecto discrimina -en el sentido de que tl, ·.,de el punto de vista jurídico y moral; pero a fin de entender por qué
trata a la gente de manera diferente sin que medie para ello una justifica- ,, produce la discriminación - y, por ende, qué políticas podrían reducir-
ción jurídica-, esta discriminación puede no ser producto del prejuicio, l.t o eliminarla-, es importante analizar las fu entes sociales y psicológicas
ni de la parcialidad, ni de la decisión unilateral de la policía. Puede ser el 1l1 la discriminación.
producto de procesos que tienen que ver con la situación, con la interacción
o con las instituciones, lo cual da como resultado un tratamiento l'rocesos discriminatorios
discriminatorio de los diferentes grupos por parte de la policía , aunque Desde el punto de vista analítico, es posible distinguir al m enos seis
no haya intención ni deseo de proceder de este modo. Las leyes contra la tipos de discriminación: categórica, estadística, transmitida, interacciona!
discriminación operan en base a una doble distinción: la discriminación 1 In stitucional (el primer autor que distinguió las primeras dos fue
directa, en contraposición a la indirecta. Según el Departamento de Ne- 1\, lllton, 1983) .
gocios, Innovación y Capacidades
La discriminación categórica se refiere al tratamiento desagradable que
,,. dispensa a los miembros de cierto grupo sólo en razón de su pertenen-
la discriminación directa implica tratar a una persona menos ' 1:1 a cierta categoría social, sea cual sea la relación de esta pertenencia
favorablemente que a otra en razón de su género, de su raza , de 1 on cualquier criterio particular de desempeño . Es la forma de discrimi-
su discapacidad , de su orientación sexual, de su religión o creen-
•tal'i ón más clara , explícita y directa.
cias, o de su edad[ ... ] La discriminación directa puede ser mani-
fiesta o solapada. La discriminación estadística se refiere a un tratamiento diferencial
que se dispensa a miembros de un grupo dado debido a la creencia
¡•o, tcreo tipada de que son excesivamente proclives a tener ciertas caracte-
La discriminación indirecta se define de la siguiente forma:
li '> ticas, pero sin referencia a la conducta específica de cada uno de los
111icmbros. Un ejemplo de esta conducta es que un policía aborde en la
Consiste en aplicar una disposición, un criterio o una práctica
que perjudica a una persona o a un grupo en especial (definido ra lle a, digamos , una cantidad desproporcionada de jóvenes de cabello
por su género, por su raza , por su discapacidad, por su orienta- largo o a hombres jóvenes negros debido a la creencia que tiene de que
ción sexual, por su creencia religiosa o por su edad). La discri- ro n esos objetivos es más probable obtener un «resultado ». Este proceder
minación indirecta es ilegal si no puede justificarse como un no co nstituye un fundamento jurídicamente válido para argumentar «sos-
medio proporcionado para lograr un fin legítimo. pecha razonable» y está explícitamente vedado por el Código de Prácti-
cas sobre facultades de abordaje callejero y revisación de sospechosos en
Esta definición está muy cerca de la definición sociológica de discri- virtud de la Ley PACE (D. Brown , 1997: 20). No obstante lo anterior, es
minación institucional que se expone en los párrafos siguientes. Indudablemente un factor tácito de las prácticas de abordaje callejero y
Las categorías jurídicas son esencialmente normativas. La discrimina- rcv isación de sospechosos (ibídem: 22). Es un ejemplo de discriminación
ción tiene lugar si una persona perteneciente a un cierto grupo recibe un t''>tadística más que categórica contra los negros como grupo étnico.
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LA POLÍTICA OC LA 1'11111 1A
RoBERT REINER

IHii.,ticamente debido a que pasan más tiempo en lugares públi co!-> qm


La discriminación transmitida tiene lugar cuando la policía actúa
!; tlt'11tas grupos (Fitzgerald, 1999 , 2001 ; MVA y Miller, 2000; Millc1 l 'l
como transmisor pasivo de los prejuicios sociales generales . Por ejem-
1!1 '000; Waddington et al. , 2004; Delsol y Shiner, 2006; Sten'>O tt y
plo , es posible que el prejuicio racial de los ciudadanos blancos haga
que las víctimas consideren desproporcionadamente que todos los
Wuldlngton, 2007 ; Henry, 2007: 84-87; Bowling y Phillips, 2007) .
1n'> sociólogos afirman que la discriminación institucionaliz ad e~ t ic1H'
atacantes son negros. Esa creencia hace que la policía busque a sospe-
l11 p,.u cua ndo las consecuencias de las políticas o de los procedimi ent o'>
chosos negros. La significación de este hecho reside en que la identifi-
i1 p,. uli zativos concebidos universalmente funcionan en la práctica co mo
cación que hace la víctima del grupo étnico al que pertenece su atacan-
lt •;1:1t111inatorias debido a la parcialidad estructural de una sociedad ck.,
te (respecto de los delitos que guardan entre sí algún punto de contac-
l¡\ll .d o a las diferencias intrínsecas pero no significativas que exisll' tt
to) coincide aproximadamente con el patrón de abordaje callejero y de
t'ttlt l' distintos grupos. Por ejemplo: el requisito de tener determinadn
revisación de sospechosos (Fitzgerald, 1999 , 2001; Waddington et al. ,
2004; Henry, 2007 : 85-87). lilttta para ser reclutado como policía significa que son menos las muj l'
~~~ 11 los candidatos de algunos grupos étnicos que serán seleccionado!->;
La discriminación interacciona! surge de un proceso de interacción en
, ,,,. requisito es discriminatorio si no encuentra justificación en las nccc
el que los aspectos no delictivos de la conducta de un miembro del públi-
ltl.tdes del trabajo . Una política por la cual se dispare una actividad
co (por ejemplo, la conducta grosera de un sospechoso) generan un re-
l"l licial densa respecto de zonas específicas debido a que las tasas de
sultado diferencial-por ejemplo, su detención- que dudosamente pueda
d1 l1 tOS callejeros superan un nivel mínimo estándar podría Sl'l'
justificarse desde el punto de vista jurídico. Los estudios observacionales
ltt ., titucionalmente discriminatoria si la discriminación social y económi
han señalado con frecuencia que un factor clave que desencadena el em-
,,¡¡· mpujara a una mayor cantidad de miembros de las minorías étni cas a
pleo de las facultades policiales es el «desacato a la autoridad policial» (P.
Waddington, 1999a: 153-155). Existen numerosas pruebas de que los vivir en zonas miserables y asoladas por el delito .
1:1concepto de discriminación institucional ha sido políticamente pok
jóvenes negros de sexo masculino tienen más actitudes negativas que
11t1 co desde hace ya mucho tiempo. Lord Scarman consideró dos interprt'·
otros grupos hacia la policía (Bucke, 1996; Clancy et al. , 2001; Sharp y
¡,¡t·iones posibles de ella en el Informe que realizó en 1981 sobre los clesó r
Atherton, 2007), lo cual refleja el prejuicio policial de larga data dirigido
dt·ncs de Brixton. Una fue la de la discriminación oficial , que tiene lugar « :1
contra los negros. Es probable que muchos encuentros de la policía con
.,,,hiendas; porque oficia como política». La segunda fue indirecta e impt c
hombres jóvenes negros generen un círculo vicioso de hostilidad que
vhiCI: «es posible que los organismos públicos y también los particularc'>
culmine en una detención (D. Brown, 1997: 56; Henry, 2007: 87-89).
.lllop ten prácticas que son inadvertidamente discriminatorias» (Scarm an,
La discriminación situacional se produce cuando la situación social y
ll)81: párrafo 2.22). Scarman adoptó la primera definición y llegó a la
económica o el estilo de vida de los miembros de un grupo los expone
1 onclusión ele que tal cosa no había ocurrido en la Policía Metropolitana.
desproporcionadamente como objetivos de las sospechas policiales. En
..., ¡ n embargo, mostró con claridad que la policía había actuad o
un trabajo científico clásico, uno de los primeros sobre sociología de la
di scriminatoriamente en el segundo sentido; es decir, con una discrimin:t
actividad policial , se señalaba que las facultades jurídicas están
t'ión mediada por la institución. Esta segunda interpretación es la que ha
estructuradas en torno a la institución de la intimidad, que está relacio-
hi tualmente se emplea en la mayor parte ele los análisis sociológicos; yo
nada con la desigualdad de clase (Stinchcombe, 1963). Entonces, es im-
mismo la empleé en párrafos anteriores. En el Informe Macpherson sobre l'i
probable que alguien que se embriaga o que consume drogas en la sala de
raso Stephen Lawrence se adoptó una definición mucho más ampli a pno
estar de su casa sea visto por un policía; pero cuando ese mismo estado
más amorfa, y se llegó a la conclusión de que la Met era institucionalm l'11l l'
alterado sale a la calle, la persona en cuestión podría terminar demorada
racista en el sentido dado por esa definición. La definición que tit o
por la policía. Un ejemplo reciente y polémico es el del concepto de
«disponibilidad» para el abordaje callejero y la revisación de un sospe- Macpherson del «racismo institucional» fue:
choso por parte de la policía. Gran parte del desproporcionado empleo
La imposibilidad colectiva de una organización de prestar un
de estas facultades policiales de abordaje y revisación contra los hombres
servicio apropiado y profesional a las personas debido al color
jóvenes, negros, de minorías étnicas y además pobres se explica
i' '1 ~.
274
LA POLITICA D( LA POilrlA

ROBERT REINER

1 ,¡ ¡·~ ta situación, es preciso decir que la conclusión del racismo


de estas, a su cultura o a su origen étnico. Esta imposibilidad il\11 lllllal fue saludada por la mayor parte de los miembros de la co
puede verse o detectarse en procesos, en actitudes y en conduc- tli!llt_I.HI negra y de las minorías étnicas. Se trataba de una ineq utvOct\
tas que equivalen a discriminar debido a un prejuicio inadverti- , . llldir:tc ión de la gravedad y de la amplitud del mal trato que dicho~
do , a la ignorancia, a la desconsideración o al estereotipo racista ,¡ .. 11illl1lS habían recibido durante décadas por parte de la actividad po-
que sitúa en desventaja a los miembros de las minorías étnicas. li' ! d ' 11,\lldo se encontraban en el lugar de la víctima, el del sospechoso
(Macpherson, 1999: párrafo 34) u11hi1'11 el del oficial de policía. La estigmatización claramente aceleró
l•l'j IW ll o~os intentos de reforma organiza tiva de todas las fuerzas policiales,
Vale la pena notar que se pone énfasis en la imposibilidad de presta~ ¡tt '" . . nb rc todo de la Met. La evaluación realizada por el Comité del
un servicio, lo cual refleja el interés específico de la investigación: el lltil"'ll' li o del Interior, titulada Diez años después , dio testimonio del
tratamiento discriminatorio de las víctimas negras. El uso discriminatorio i'"' l o que por Macpherson y su conclusión expresaron numerosos tes-
de facultades contra este grupo racial al considerar a sus miembros como
¡ 1~-"" 11cgros y de las minorías étnicas.
sospechosos -conducta que había sido el centro de la polémica hasta que
se produjo el caso Lawrence- pasa a integrar la categoría más amplia de 1·1empleo del término «racismo institucional» [ ... ] fue absolu-
conducta discriminatoria de la segunda oración. Sin dudas, se pone el tamente crucial para sacudir a las fuerzas policiales de todo el
acento en los procesos inconscientes que producen el resultado objetiva- país y para despertarlas de su autocomplacencia. Gracias a este
mente identificable de la discriminación. Pero la noción de «imposibili- término, la policía ha prestado mucha atención y le han dedica-
dad colectiva de una organización» convoca una amplia gama de ideas do muchos recursos. (Comité del Ministerio del Interior en la
diferentes. ¿Es sinónimo de «política organizativa abiertamente Cámara de los Comunes: Informe Macpherson - Diez años des-
discriminatoria» (es decir, la definición acotada que sugirió y rechazó pués, 17 de agosto de 2009: párrafo 3)
Scarman)? ¿O es sinónimo del concepto tal como yo lo definí, «las conse-
cuencias imprevistas de políticas concebidas imparcialmente»? ¿O signi- '-li bien se ha vuelto un lugar común comparar favorablemente elln-
fica que la conducta de una cantidad suficiente de miembros de una loHillC Macpherson con el de Scarman -sobre todo por el simbolismo que
organización dada es discriminatoria, conscientemente o no, y por lo 1111plica respaldar el concepto de «discriminación institucional»-, esta
tanto se justifica calificar a la organización como un todo racista? ¿O tll lnparación no toma en cuenta los diferentes contextos políticos en los
significa que la organización no ha capacitado ni disciplinado a algunos 1 uales ambos dictaminantes se movieron y los puntos fuertes del Informe
miembros que son racistas? '-,ca rman mismo , que señala cuestiones que Macpherson pasa por alto .
La ambigüedad explica la respuesta polarizada al veredicto. Si bien ...,carman trató de hacer que sus palabras fu eran comprensibles para la
la mayor parte de los líderes policiales lo aceptaron -no sin haber reali- lttcrza policial de su época, una fuerza que no estaba reconstruida y que
zado un examen de conciencia- y aceptaron que era necesario introdu- ,dbergaba prejuicios raciales en todos los estamentos; y también quiso que
cir cambios estructurales, fueron muchos los policías ofendidos por la lo entendiera el gobierno de Margaret Thatcher, que por entonces se en
insinuación de culpa colectiva. Gran parte de la hostilidad respecto de r ontraba en sus años mozos de fervor revolucionario. ¿Qué desea ba
estas conclusiones aún flota en el aire, en forma desembozada o como '-lcarman que entendieran? Que las políticas de la entonces policía y del
estudiados malentendidos (Marlow y Loveday, 2000 ; Foster et al. , 2005; gobierno de Thatcher habían suscitado disturbios que no encontraban
McLaughlin, 2007: capítulo 6; Rowe, 2007; Loftus, 2007, 2008, 2009; precedentes en todo el siglo. Las reformas propuestas por Scannan logra
Foster, 2008) . Estas actitudes en parte se estructuran alrededor de inte- ron, en efecto, cambiar la cultura al menos de los rangos más altos dt• la
reses creados, pero también se ven facilitadas por lo amorfo y lo ambi- policía, tanto que estos fueron más receptivos al duro veredicto di'
guo de la formulación de Macpherson, que se presta a críticas incluso Macpherson. A diferencia de Scarman, Macpherson escribió para el gn
de parte de quienes comprenden sus intenciones (Singh, 2000; Lea, bierno neolaborista, que por entonces se encontraba en sus primero" 1'
2003; Souhami, 2007; Stenson y Waddington, 2007; Henry, 2007: 80; idealistas días. Además, Macpherson no se ocupó de la violencia gc nc1.1
Webster, 2007). lizada de policías y manifestantes, sino de la omisión de llevar anH' L1
1/1

276
ROBERT REINER LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

justicia a los asesinos de un joven totalmente inocente que fue atacado !! !',1rtc d e esta discriminación policial es «tran smitida »,
sólo por ser negro. En definitiva, una víctima modelo cuya desgracia cd tll craccional» o «institucionalizada »; es decir, si bien no se basa
provocó que casi todo el mundo se apiadara de él. De todas forma~ . 1.11 criterios establecidos por la ley, no surge de la parcialidad
Scarman -que debió suavizar los términos con los que criticó a la polic1a i11d iv iclual. Por ejemplo: si una persona es abordada por un po-
(aunque no suavizó la médula de lo que dijo)- incluyó asuntos cruciak., li¡ la debido a un delito menor -respecto del cual el policía habi-
en su análisis que, en general, están ausentes del Informe Macpherson. ~~ lll.d mente no procedería- y no pasa la «prueba de la actitud » (es
bien Macpherson es ciertamente duro con la policía, es blando con la .. dn ·ir, no se muestra lo bastante respetuosa) , podría ser sanciona-
causas de la actividad policial racista. Se concentra en primer lugar en la d,, -.i mbólicamente por el delito , pero en realidad lo sería por
organización policial y en los individuos que la componen. Scannan, ·dc'iacato al policía» .
por su parte, ubicó el origen de los disturbios y del racismo policial en la.,
estructuras amplias de racismo y de desventaja que generaban esos mi., '•li t embargo , también hay pruebas de discriminación «estadística »
mos disturbios y ese mismo racismo policial. 1 dl' discriminación «categórica ». Con la discriminación estadísti-
Habiéndose expuesto hasta aquí el concepto de discriminación, ¿cuál ,.., ' .1 '>l' violan las especificaciones jurídicas que debe reunir la causa,
la evidencia empírica sobre discriminación racial en la actividad policial ,• ,¡dt cie nte para que se produzca una «sospecha razonable», pero
•J•· I.I discriminación surge por una preocupación del policía de
La discriminación racial en la actividad policial: la evidencia •' i•:rrc r con eficiencia su actividad. Según la terminología de
Todas estas formas de discriminación pueden operar tanto en el nivl'l .~· h car ing, se trata ele una «anomalía policial organizativa•> en el
de las políticas que se formulan en los escalafones superiores como en la, l•l lllido de que está «diseñada para promover objetivos de la orga-
decisiones discrecionales que el policía raso toma en la calle. Ambos ni 111 ,1ció n más que favorecer las ventajas personales» (Shearing,
veles son interdependientes. La discriminación que ejerce el policía ra'>n , 11IH 1b: 2). La discriminación estadística es un buen ejemplo de lo
por ejemplo, puede producir una tasa más alta de delitos en las zon,i' 1)111' '> ir Paul Condon llamó «corrupción por una causa noble». La
densamente habitadas por pobladores negros. Ello podría ocasionar que dl -.n iminación «Categórica» -el traslado a la práctica de la parcia-
se formularan políticas diferenciales de despliegue policial; y estas poll11 lid,td- es ilícita desde cualquier punto de vista. Si bien es proba-
cas, a la vez, reconducirían a tasas más altas de delitos. ltl c·mente un factor significativo -aunque tal vez no tanto como en
El peso de la evidencia que surge de la investigación académica Sil'> 1 1 pasado- , es difícil de aislar mediante el análisis estadístico y
tenta las siguientes proposiciones: 111111hié n mediante el observacional (Reiner, 1993).

1. Se presenta un claro patrón de diferenciación en la práctica polit 1.!1 ( 1111 la evidencia expuesta en el capítulo 3 se documentan la
Los hombres jóvenes -sobre todo si son negros, si están desemplcadc•.. p:11riali dad y el prejuicio policiales. Sin embargo , como se sostie-
o si son económicamente marginales- se ven desproporcionadamflllc llr en tal capítulo , estas actitudes no son el producto de particu-
sujetos al ejercicio de las facultades policiales. lu ld adcs previas de la personalidad individual de los oficiales
d1 po licía , sino que constituyen el reflejo de un prejuicio social
11. Parte del desproporcionado ejercicio de facultades por parle di' 1,¡ ,,, ,,., ampli o que se acentúa por las características del trabajo poli-
policía contra hombres jóvenes, negros y económicamente cxcl111 •'lid, ·¡ ambién hay evidencia que arroja dudas sobre el grado ele
dos puede explicarse por la participación desmedida de esto., n1 11 .11 1'> 111 isión de prejuicio policial a la práctica discriminadora
algunos delitos (sobre todo delitos menores y marginales) con1" 1Waddington , l999b).
resultado de sus circunstancias de vida (Waddington, L9\lll,,
Fitzgerald, 2009). Aun concediendo que así sucede, existe cvidru ••ll ll•llwción , examinaré parte de las investigaciones académicas en
cia de que se produce discriminación policial que no alcan.: .1 ,, ¡Hl' ,, pos iUlan las proposiciones anteriores.
explicarse a través de la delictividad diferencial.

278 279
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

ROBERT REIN ER

111 npo rcionadamente menos probable que se detuviera a los negros


Diferenciación/despropordonalidad 11• 1 \o-. blancos; véanse Lambert, 1970; Lea y Young, 1984). El primer
La policía aborda en la calle y revisa, detiene, acusa y emplea la fucr z;l 111dlll , y uno de los más sistemáticos, fue el análisis que realizó el
física contra hombres jóvenes, negros y de bajo rango social en for111,1 1\ltl-. ll'l" iOdellnterior respecto de las estadísticas de 1975 emitidas por
desproporcionada a la representación de estos hombres en la población ¡•,,li r ia Metropolitana (Stevens y Willis , 1979) . En este análisis se
Al mismo tiempo , estos hombres tienen un contacto desproporcionadn li' '' •1' ·'ban tasas más altas de detenciones de negros que de blancos en
con estos polic.ías en calidad de víctimas o denunciantes de delitos vio hitht•• las categorías de delitos, pero sobre todo por agresión, por robo
lentos (Instituto para el Estudio de Políticas, 1983 , i: 62-64, 124-126. 11 11 1111imidación, por «otras sustracciones de bienes ajenos mediante
Fitzgerald y Hale, 1996; Bowling, 1999a; Fitzgerald, 1999, 2009; Clancy itdt·ncia» y por «otros delitos graves». Los asiáticos estaban
et al., 2001; Bowling y Phillips, 2002, 2007; Rowe , 2004; Phillips y 11l111' presentados en todas las categorías delictivas, salvo en la de agre-
Bowling, 2007; Bowling et al. , 2008) . hlil , -,¡ bien esta situación se ha alterado desde entonces; el brote de
La evidencia obtenida en Estados Unidos sustenta estas condicione!>, _!1 .111rbios que involucraron a jóvenes paquistaníes en varias ciudades
al igual que la investigación académica realizada en muchos otros paíse!> ¡k \ 11orte en 2001 y los estallidos de bombas de Londres de 2005 hicie-
U. Lee, 1981; Chan, 1997). En un estudio realizado en Dallas en 197 ¡,,,, mucho por «cuestionar el benigno estereotipo del 'asiático' respe-
sobre abordaje policial callejero a sospechosos se observó que se detenía a 11Hl"O de la ley » (Fitzgerald, 2009: 414 ; véase también Pantazis Y
hombres jóvenes o negros en una proporción mayor que la representa- l'1 111berton , 2009). 3 Este patrón de detenciones desproporcionadas de
ción que tenían estos hombres en la población o en las estadísticas de 111).\ros en comparación con las de blancos ha continuado; más aun, ha
detenciones en estación de policía (Bogolmony, 1976) . Es más probable 1ntpco rado en la última década (Fitzgerald, 2009: 416). El cambio im-
que la policía se lleve detenidos a los sospechosos jóvenes, negros o de l"'nante que se ha introducido en los últimos años ha sido el uso ere-
clase baja (Black, 1970, 1972; D. A. Smith y Visher, 1981; Skogan y ' ll·nle de las facultades policiales contra los asiáticos. El resultado: las
Frydl, 2004: 122-126). Es más probable que sean los negros y no los ¡uopo rciones de abordaje callejero policial de sospechosos y su revisación
blancos los que sean asesinados por la policía (Meyer, 1980;]. Fyfe, 1981, 1 11 la actualidad exceden la representación de estos en la población , Y
2002; Binder y Scharf, 1982; Skolnick y Fyfe, 1993; Geller y Toch, 1996; 1.1-. Lasas de detención en estación de policía les pisan los talones a aque-
Skogan y Frydl, 2004: 258-262). La evidencia recopilada en Gran Breta-
1\.t-. (Fitzgerald, 2009: 416).
ña apunta en la misma dirección (Choongh, 1997: 52-59). El hecho de Los hombres jóvenes de clase trabajadora -empleados o no calificados
ser joven, hombre, negro, desempleado y económicamente desfavorecido l.tbo ralmente, sobre todo si son negros- son más proclives a ser demora-
se asocia con una probabilidad más alta de ser abordado en la calle, revi- ' los en la estación de policía luego de ser detenidos y antes de ser acusa-
sado , llevado a la estación de policía, demorado, acusado, de tener que do~ (R. Morgan et al., 1990; Reiner y Leigh, 1992; Choongh, 1997: 52-
denunciar a la policía -sobre todo por apremios ilegales- y de ver que esa >9; Phillips y Brown, 1998: capítulo 1; Phillips y Bowling, 2007: 440) .
denuncia queda en la nada.2 Una vez demorados en la estación de policía, los prisioneros negros te-
Las tasas diferenciales de detención en estaciones de policía de jóve- tllan una probabilidad doble de que se los hiciera desnudar para revisar-
nes, hombres, negros y marginales de la economía se encuentran en los (N ewburn et al., 2004) . Los jóvenes de clase trabajadora (C. Fisher y
todas las investigaciones académicas de mediados de la década de 1970
en adelante (hasta ese momento , la evidencia es clara: era
' So bre la baja cantidad de asiáticos que en calidad de sospechosos ante la policía se registra -
ba en el pasado véanse: Jefferson et al. (1992), Fitzgerald (1993), Bucke (1997). El posterior
' La evidencia que muestra cantidades desproporcionadas de abordajes callejeros y revisación incremento se analiza en Phillips y Bowling (2007: 435-436), Fitzgerald (2009: 413-414) .
de hombres jóvenes, desempleados y negros aparece en numerosos estudios: A. Brogden Enc uéntrese otra evidencia sobre detenciones desmedidas de negros, hombres jóvenes Y
(1981: 44-52), Willis (1983: 14), Instituto para el Estudio de Políticas (1983, i: 95-102; iii: dese mpleados en Instituto para el Estudio de Políticas (1983, i: 118-126; iii : 88-91), Jefferso n
96-97), J. D. Brown (1997: 19-27), Bucke (1997), Fitzgerald (1999 , 2001), Bowling y et al. (1992), Fitzgerald (1993), D. Brown (1997: 55-56), Phillips y Brown (1998: capítulo 1),
Phillips (2002: 138-147) , Rowe (2004: capítulo 5) , Waddington et al. (2004), Phillips y Ph illips y Bowling (2007: 438-441) , Bowling et al. (2008: 621-622).
Bowling (2007: 434-438), Henry (2007: 82-87), Bowling et al. (2008: 617-619). !l l

280
ROBERT REINER
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

Mawby, 1982) o negros (S. Landau, 1981; S. Landau y Nathan, 198 l. llqtfminación
Fitzgerald, 1993; D. Brown, 1997: 66; Phillips y Brown, 1998: capítulo 1 11 gra n medida, el patrón de diferenciación descripto hasta ahora
6) tienen menos probabilidades de que se les haga una advertencia seria
1 ·1• d1 exp licarse a través de las tasas diferenciales de delictividacl o
y es más probable que se los acuse y se los procese judicialmente.
l••.ll.tlli C otras variables correspondientes al ámbito jurídico. El grado
Era más probable que los negros presentaran graves denuncias en h dl~rriminación policial es menor que lo que implicaría una lectura
virtud de los sistemas que precedieron a la creación de la Comisión
Independiente de Denuncias contra la Policía (CIDP), sobre todo por
' 1" 1l tcial de la distribución social de los abordajes policiales calleje-
l.t., detenciones en estaciones de policía y otras formas de ejercer el
apremios ilegales (Stevens y Willis, 1981; Maguire y Corbett, 1991) .
pud1 1 de policía.
Por otro lado, las denuncias presentadas por las minorías étnicas y lo!> 1 .,La afirmación es al menos válida, sin embargo, respecto de las oca-
desempleados o los marginados económicos tenían menos probabilida- 111111'., de bajo nivel de intervención policial -sobre todo los abordajes
des de que llegaran a buen puerto (Box y Russell, 1975; Stevens y Willis, tlkj cros de la policía a sospechosos-. En estos casos, la policía opera
1981; Box, 1983 : 82-91). Era más probable que los negros afirmara n 11 11 niveles más altos ele cliscrecionaliclad que en etapas posteriores del
tener conocimiento sobre la base de su experiencia personal de que la
1ttllll''>O penal. En algunas investigaciones académicas tempranas lleva-
policía emplea excesivamente la fuerza (Instituto para el Estudio de ,¡ p, a cabo en Estados Unidos, los jóvenes negros eran protagonistas de
Políticas, 1983, i: 26-57). No sorprende que las minorías étnicas consi- 1111,1 proporción mucho más elevada ele abordajes callejeros de sospecho-
deraran el sistema de denuncias con ojos aún menos favorables que los P., «i nocentes» que de sospechosos «culpables » (Piliavin y Briar, 1964:
blancos (D. Brown, 1997: 230). Los datos siguen mostrando que es más 11¿). La probabilidad de que la policía detuviera a hombres negros era
probable que los negros formulen denuncias ante la Comisión Inde- ,¡, .., proporcionada no sólo respecto de la representatividad de estos den-
pendiente de Denuncias contra la Policía, y en particular denuncias 11 n del total de la población, sino también dentro ele las estadísticas de
por empleo excesivo de la fuerza. Así, la gente clasificada como «blan- 1k1cnción (Bogolmony, 1976: 571). Tales patrones siguen vigentes en
ca» constituye el91,3% de la población, según el Censo de 2001, pero
Investigaciones académicas posteriores; por otra parte, la cuestión de los
realiza sólo el63% de las denuncias contra la policía (Gleeson y Grace, .t hordajes callejeros y de las detenciones desmedidas y posiblemente
2008: 23). Los negros constituyen el 2,2% de la población, pero repre- di.,criminatorias de hombres jóvenes negros es muy polémica en la actua-
sentan el 7% de los denunciantes (ibídem). Los asiáticos constituyen el lidad en Estados Unidos, ya que se centra en la cuestión del «perfil ra-
4,4% de la población y el 6% de los denunciantes (ibídem). Es más t lal » (Skogan y Frydl, 2004: 191-192, 317-323).
probable que los negros, respecto de los demás grupos, denuncie apre- Los datos británicos sugieren que una proporción aproximadamente
mios ilegales aplicados por la policía: 19% de denunciantes negros en
tgual de abordajes callejeros y de revisaciones de blancos y negros genera
comparación con un 16% de blancos y un 13% de asiáticos (ibídem: un «resultado»; es decir, el abordaje y la revisación quedan asentados en
18). Los blancos expresan mayor confianza en la CIDP que las minorías
d prontuario del sospechoso, o directamente se lo detiene por la comi-
étnicas; pero la brecha está angostándose y la mayoría de las personas
., ión de algún delito (Willis, 1983: 1; Instituto para el Estudio de Políti-
pertenecientes a minorías étnicas que fueron entrevistadas expresó con-
fianza (Inglis, 2009: 6). cas, 1983, i: 116; Phillips y Bowling, 2007: 435), si bien debe subrayarse
que la tasa de «resultados » obtenidos en los abordajes callejeros es baja
En general, la evidencia muestra que los grupos sobre los cuales cae (cerca de un 10-12%). La mayor parte de la gente abordada en la calle es
desproporcionadamente el ejercicio diferencial de las facultades policiales inocente de cualquier delito (Fitzgerald, 1999). Cuando se tienen en
son aquellos caracterizados como «propiedad de la policía». Queda aún
cuenta variables como la edad, la clase y otras de índole social y económi-
por ver, sin embargo, en qué medida el nítido patrón de diferenciación ca, desaparece gran parte de la variación étnica. La falta de proporciona-
policial implica discriminación (es decir, uso injustificado de las faculta-
lidad es en gran medida resultado de diferencias en la «disponibilidad» ,
des policiales en vista de los factores jurídicamente en juego) y además
que obedecen al estilo de vida, a la desventaja económica y a la demogra-
qué tipo de discriminación se aplica.
fía (D. Brown, 1997: 19-27; Fitzgerald, 1999, 2001, 2009; MVA y Millcr,
2000; Waddington et al. , 2004; Henry, 2007: 84-87; Phillips y Bowling,
282
283
ROB[Rl REINER
LA POLÍTICA Df 1A 1'111111 A

2007: 436-441) . Gran parte de la desmesurada cantidad de abordajt·.,


callejeros policiales a hombres negros es también el resultado directo ck
!.1 '-~ ' ldenc ia sugiere que los sospechosos negros y de clase baj a -.o 11
llttt.t., de la fu erza policial con más frecuencia de lo que se es pl'l":t tl ,t
la descripción que las víctimas hacen de sus atacantes (Instituto para d
lit 1: l.t base de las detenciones y de otras diferencias qu e a ta n ~· n ,¡1
Estudio de Políticas, 1983, iv: 110; Fitzgerald, 1999, 2001; Waddington
hiill1jlll rd ico (Meyer, 1980; Skolnick y Fyfe, 1993; Fyfe, 2002; S k og: 111
et al., 2004 ; Henry, 2007 : 86). Así, gran parte de la cantidad ck
i 1\d l, 2004: 258-262) .
desproporcionados abordajes de hombres negros jóvenes es producto cito
1 11 (: ra n Bretaña, la evidencia también sugiere qu e la ca n t id :td
un racismo transmitido, estructural o institucional. Sin embargo, tam
Ir l"oporcionada de detenciones de hombres negros jóvenes es en pu111
bién es probable que algunas diferencias étnicas sean resultado de una
t•HIIIno de la discriminación policial. Sin embargo, también se debe l' tl
discriminación categórica. Las personas negras y asiáticas tienen una pro-
111r .t lasas diferenciales de delincuencia (en gran medida atribuible-. al
babilidad más alta que los blancos de ser abordadas en la calle y ser revi -
1" !11 1 por edad y a la privación socioeconómica -medida por fndi tT..,
sadas por la policía en virtud de las facultades de las que esta está investida
tttltl el ele desempleo o el de propiedad de hogar- de la población IH'
por la Ley PACE, que permite realizar abordajes callejeros incluso cuan-
1 1 Vl'anse Stevens y Willis , 1979; Instituto para el Estudio de Políti ca-,,
do no exista «sospecha razonable» (artículo 60 de la Ley de 1994 sobre
illH \ , i: 121, 71-75, iii: 96-97 ; Fitzgerald, 1993 , 2001 , 2009 ; D. Brown ,
Derecho Penal y Orden Público; artículo 44 de la Ley de 2000 sobre
IIJI) 7: 55-56; PhillipsyBowling, 2007 : 436-441 ; Henry, 2007 : 84-87) . ¡;..,
Terrorismo; compárese con Phillips y Bowling, 2007: 435-436) . Es mu-
1llltt llllegar al equilibrio preciso de estos dos factores; pero puede invocar:-.l'
cho más probable que se los aborde en la calle por ser sospechosos de
11 p.tpel de la discriminación policial a partir del hecho de que los neg ro-.
delitos vinculados con las drogas, área en que la policía actúa
ltu·ron los que más sufrieron detenciones por delitos que permiten un
proactivamente y con amplia discrecionalidad (Quinton et al. , 2000: 16-
1 unpo particular ele actuación de la percepción selectiva por parte ele loo.,
17); también es probable que se los revise desnudos luego de ser llevados
rlt·ctivos policiales: «Otras sustracciones de bienes ajenos mediante vio
a la estación de policía (Newburn et al. , 2004) . En pocas palabras: se
lt liCia» y «SOS », categorías por las cuales la tasa ele detenidos negros era
aborda y se revisa desproporcionadamente a los negros cuando la policía
t,ltorce o quince veces mayor que la de detenidos blancos (Stevens y
opera con discrecionalidad alta y no baja (Fitzgerald, 1999, 2001), lo
Wi ll is, 1979) . Sin embargo, varios estudios (Stevens y Willis, 1979; ll cnt y,
cual sugiere que se produce la discriminación categórica (Delsol y Shiner, 1007: 86-87) apuntan a la identificación que realiza la víctima de la raza
2006; Bowling y Phillips, 2007) . Cualquiera sea el tipo de discrimina-
de l delincuente como factor que sustenta la afirmación de que la cantid ad
ción que genere la desproporción, una vez que aquella comienza a actuar
desproporcionada de detenciones de personas negras refleja una part k l
exacerbará las sospechas mutuas y los estereotipos negativos tanto de la
pación variable de estas en delitos y además un estereotipo poli cial (o., t
policía hacia las minorías étnicas como a la inversa; y esta actitud dará
lugar a una mayor discriminación estadística e interacciona!. bien la identificación que realiza la víctima puede ser, al menos en pa ri r ,
consecuencia del estereotipo público). Sin embargo, el grado de elifert n-
Los estudios realizados en Estados Unidos sobre los patrones de de-
cia entre detenciones de personas negras y de personas blancas es latt
tención muestran por lo general que gran parte, pero no toda la canti-
grande que sería irrazonable atribuirlo por completo a la cliscrimin aci< lll
dad de detenciones desproporcionadas de negros, de jóvenes y de miem-
policial. Stevens y Willis (1979 : 28-34) tomaron como hipótesis que la-,
bros de la clase baja, puede explicarse por las diferencias en la gravedad
tasas de delincuencia de negros y de blancos eran idénticas y qu e t• l
de los delitos que se les imputan, lo cual es un criterio jurídico (Black,
desequilibrio en las detenciones se debía enteramente a deten cioneo., <<¡ Hl t
1971; D. A. Smith y Visher, 1981; P Waddington, 1999a: 49-50; Skogan
error »; sobre esa hipótesis calcularon que un 76% de todas las dctenl'io
y Frydl, 2004: 191-192) . Con respecto al abuso físico perpetrado contra
nes de personas negras sería «por error». Sigue siendo exac to que la l:d1.1
los sospechosos -y sobre todo en relación con los disparos efectuados
de proporcionalidad en las detenciones es tan grande que es difl ci l r H't 1
por la policía, cuestión muy polémica-, la evidencia aportada desde
que ella se debe por entero al producto de diferencias en las va tl ahlt·.,
Estados Unidos no es uniforme. Si bien algunos estudios señalan que la
j urídicas (Phillips y Bowling, 2007: 438-441) .
mayor parte de los ataques desproporcionados por balas policiales con-
Lea y Young (1984) , en el libro que dio inicio al análisis «rt all o., t,t de
tra negros se explica a través de patrones variables de detención, el peso
izquierda » del delito , aceptaron la validez ele las refl exiones cx pt¡•o.,, uLt-;
284

~~ 11 ~.
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

ROBERT REINER

1 .1noción de que el creciente desempleo entre los jóvenes[ .. .],


por el Ministerio del Interior y el Instituto para el Estudio de Polítit'll'• cantidad alta de población joven en la comunidad negra
ll ll <'
Ambos investigadores explicaron la desproporcionada tasa de detencio \ .\, la discriminación racial y la negativa a acceder a oportu-
nes de negros como consecuencia de dos procesos que se refuerzan illdades legítimas no fueran a dar como resultado una crecien-
mutuamente: «una cantidad mayor [... ] de delitos perpetrados por n1· ~ ~· Lasa de delitos concretos apenas es creíble. (Lea y Young,
gros y la predisposición policial a vincular a los negros con el delito '-1' 1984: 167-168)
hacen parte de este círculo vicioso» (Lea y Young, 1984: 167; véa'>r
también Lea, 1986). N.1da de lo afirmado niega que con frecuencia las prácticas de la
Lea y Young recibieron un torrente de críticas por aceptar estas reflexio plll tn, el aparato judicial y los medios de comunicación crean «pánico
nes. Se los acusó de rendirse ante «el peso de la lógica racista» y de prestar llllll,d». Así se vio, por ejemplo , en el libro Policing the Crisis, con su
«credibilidad sociológica al racismo policial» (Gilroy, 1982, 1983; Scraton , th t.dlada exposición de cómo la policía , el Poder Judicial y los medios
1985, 1987). En medio de esta tormenta de vituperios no se produjo nin - 1,1 lll'l'a ron un pánico popular por los robos callejeros con violencia que
1 producían en 1972 y 1973 (S. Hall et al., 1978) . Sin embargo , casi no
gún intento serio de refutar el argumento de Lea y Young. Todo intento de
explicar la tasa de detenciones de negros como resultado de cualquier cosa opl t dan dudas de que los robos callejeros con violencia que se produje-
que no fuera el voluble y omnipresente racismo fue tachado de «acuerdo 111 11 en la década de 1970 fueron muy frecuentes , y tampoco quedan

empirista con las estadísticas oficiales del delito» (Gilroy, 1983: 146). Pero dttd as de que no se trataba de un riesgo insignificante para ciertos tipos
este tipo de caracterización de toda la policía y de todos los aspectos de la dt personas en ciertas zonas (si bien no para la población en general).
actividad policial -que todos ellos y toda ella eran igual e 1 1,1 improbable que la exagerada presencia de negros en los arrestos por
indistinguiblemente racistas- impidió el análisis serio de cómo y por qué 1 '> ll' üpo de delito fuera producto exclusivo de las políticas policiales o

cambia la actividad policial; y además impidió visualizar los acontecimien- del prejuicio policial. Tanto fue así que Policing the Crisis , pese al énfa-
tos potencialmente positivos dentro de la estrategia y del pensamiento "'" que puso en el pánico moral asociado con este tipo de robo como
policiales. El Estado y su aparato coercitivo -la policía- quedaron etiqueta- .,¡m bolo del creciente autoritarismo del Estado y de la sociedad, no negó
dos como «reflejo monolítico de la lógica racista del capital». l.t realidad subyacente: este tipo de delitos en efecto se perpetraba
Contra esta posición, Lea y Young presentaron varios argumentos de (ibtdem: 390).
peso. El primero: durante muchos años, las estadísticas oficiales de de- Parece claro que la desproporcionada tasa de detenciones de negros es
tención (que probablemente hubieran exagerado la participación de los producto tanto de las privaciones que sufren los negros como del estereo-
negros en el delito) no indicaban que a los negros se los detuviera lipo policial; además, la interacción que se produce entre ambos factores
desproporcionadamente. Esa fue la clara conclusión del estudio realizado los amplifica. Es importante reconocer que las estadísticas policiales tie-
por Lambert (1970) respecto de las estadísticas delictivas de Birmingham nen algún basamento en la realidad del delito perpetrado por negros, y
a fines de la década de 1960 y de la evidencia policial presentada ante el que este está relacionado con las estructuras de discriminación
Selecto Comité sobre Relaciones Raciales de la Cámara de los Comunes institucionalizada y directa en la vida económica y social (Fitzgerald ,
(1971-1972). Pero hacia la época en que se había formado el Selecto Co- 2001 , 2009; Rowe, 2004: capítulo 9; Stenson y Waddington, 2007; Henry,
mité de Relaciones Raciales e Inmigración de la misma Cámara, la policía 2007: 84-92; Webster, 2007). Este reconocimiento subraya el hecho tk
ya afirmaba que la posición había cambiado y que la tasa de delincuencia que es preciso introducir más cambios , y que no basta con aclarar Ctl'll
protagonizada por jóvenes negros era desproporcionadamente alta. neos estereotipos o prejuicios policiales ni con introducir refor111.1 ..,
Además de que era irrazonable que el cambiante patrón de detencio- organizativas en la selección, en el entrenamiento y en el mayor n:r lul.l
nes de negros durante al década de 1970 hubiera sido el resultado de una miento de oficiales provenientes de las minorías étnicas.
repentina modificación en el pensamiento policial, Lea y Young subraya- Sin embargo, los dos estudios de S. Landau (1981 ; S. 1 and .ltt
ron como segundo argumento el hecho de que sería extraño que las cir- Nathan, 1983) brindan alguna evidencia de discriminaci(>n pnl11 t,d
cunstancias de vida de los jóvenes negros no produjeran algún incre- pura. Esta se refiere al procesamiento de delincuentes juvl' tldl ., 111 11
mento en los delitos. parte de la Policía Metropolitana. En el primer estudio , l'l ,1111•11 11•

286
LA POLiTICA OE LA POLICiA

ROBERT REINER

1 ' ,·v idencia sugiere claramente que parte pero no toda la diferencia-
concentró en las decisiones tomadas por los oficiales de la estación dr l !·'" ">llrial que surge en forma patente en el ejercicio de la discrecionalidad
policía sobre si debían acusar a los delincuentes de inmediato o :-.1 11 ·111 i. d se explica a través de factores jurídicos como los patrones de
debían derivarlos a la división de delincuentes juveniles. Si mantenc lli ll l uencia; de esta forma, el grado de discriminación de cualquier tipo
mos constantes las variables jurídicas del tipo de delito y de los antecc liii' II O r que lo que indica la desproporción en el empleo de las faculta-
dentes delictivos , era más probable que a los negros se los acusara dl· ti• • policiales. Si bien existe, sin duda , alguna parcialidad «Categórica»,
inmediato y no era tan probable que se los derivara a la división dt· 1 111 par te de la discriminación es «transmitida», «interacciona!» ,
delincuencia juvenil.
ill'•l ltuci.onalizada» y «estadística».
En el siguiente estudio realizado por Landau se examinaron las de -
cisiones de la división misma de delincuencia juvenil sobre si debía 1>isc riminación transmitida. El papel de la discriminación «transmiti-
acusar o hacer una severa advertencia a quienes llegaban a ella por d., ~ (es decir, cuando la policía actúa como transmisora de la discrimina-
derivación. Landau observó que, dado el presupuesto de que en base a ' 11111 que realiza el público) se indica de varias maneras en la investiga-
la decisión policial anterior se habrían eliminado los ~~peores» casos, ' 1111 1 académica. Está implícita en el papel clave que desempeña la infor-
era de esperarse a priori que se diera una advertencia severa a una ma- lil.lt'Íó n provista por la víctima y por los testigos, y también por la identi-
yor cantidad de las personas que se encuentran en esas categorías y a las 111 ,ICión en el proceso de resolución del delito . También se indica en la
que se trata con más rudeza en la etapa anterior. Pero , en realidad , lgnificación que la policía atribuye a las especificaciones de la víctima en
respecto de «delitos con violencia» y de «delitos contra el orden públi- ' 11anto a la raza de sus atacantes en el caso de delitos como el robo
co », era más probable que los negros fueran tratados con rudeza en ( 1'ltzgerald, 1999, 2001; Henry, 2007 : 86). En las investigaciones realiza-
ambas etapas: era menos probable que se los derivara a delincuencia " ·'" en Estados Unidos también se ha subrayado la importancia central
juvenil y era menos probable que allí se les hiciera una advertencia que tienen los deseos de los denunciantes como factor determinante de la
seria, todo esto manteniendo constante la índole del delito y el pron- decisión de detener, luego de tener en cuenta variables jurídicas como la
tuario del delincuente. Esta situación puede explicarse en parte por
gravedad del delito (Smith y Visher, 1981: 173) .
una menor probabilidad de que los casos que involucran a negros satis-
fagan las condiciones jurídicas que permitan acceder al proceso de ad- Discriminación interaccional. Numerosos investigadores han subra-
vertencia: la admisión de la culpa y el consentimiento de la víctima. yado que el contexto y el proceso mismo de interacción (sobre todo el
Pero parte de la diferencia es discriminación «pura» que los factores respeto que muestre el sospechoso , respeto que puede depender entera-
«jurídicos» no alcanzan a explicar. mente del abordaje que adopte el oficial) es un factor determinante
Una conclusión similar surge de los datos referidos a denuncias (que crucial en el proceso policial de toma de decisiones (P Waddington ,
datan de antes de que se creara la Comisión Independiente de Denuncias 1999a: 153-155). La penalización del «desacato al policía » no es, por
contra la Policía, en 2002) . Parte -no la totalidad- de las diferencias <; upuesto, un fundamento jurídico válido para efectuar una detención.
étnicas y de clase puede explicarse a través de factores jurídicos (Stevens Pero muchas detenciones aparentemente correctas desde el punto de
y Willis, 1981). Los denunciantes negros estaban desproporcionadamente vista jurídico pueden surgir del hecho de que el sospechoso no pasó la
involucrados en problemas con la policía al momento de efectuar la de- «prueba de la actitud » y, de este modo , se hace pasible de recibir san-
nuncia . Era muy probable que la policía alegara provocación por parte ciones por un delito que, de lo contrario, podría haberse soslayado .
del sospechoso (es decir, agresión o lucha violenta) como justificación de Esta situación es en gran medida resultado del imperativo cultural de la
los casos de denuncias efectuadas por personas negras de haber recibido policía: el oficial debe dar la apariencia de que conserva el control ,
golpizas por parte de la policía. En general, era más probable que los sobre todo en situaciones públicas. Por este motivo, la presencia de
negros (y otros grupos vulnerables , como los hombres jóvenes espectadores casuales con frecuencia hace que aumente la probabilidad
desempleados) reunieran las características de «poca credibilidad», lo de detenciones o de que se emplee la fuerza (Smith y Visher, 1981: 17 2
cual hacía improbable que sus denuncias llegaran a buen puerto (Box y
Russell, 1975). 173; Waddington, 1999a: 154) .
IH' I
288
LA POLÍTICA DE LA PO LICÍA

ROBERT REINER

\ ~'i. Instituto para el Estudio de Políticas , 1983 , iv: 230-239;


Discriminación institucionalizada. Un ejemplo clave de la diSl'llllll l•!W 1,dd , 1999; Phillips y Bowling, 2007: 436-437) , si bien este este-
nación institucionalizada es la concentración de recursos policialc~ .ull ii¡ul lt .1-. ido cuestionado en otros estudios (Waddington et al. , 2004;
cionales o de tácticas más agresivas en las zonas donde se prod lH ,. 11 llt!ii" 1007: 85-86). Ciertamente, el regirse por un estereotipo no cons-
elevadas cantidades de delitos, zonas estas en las que sus habiLanlt 11 11 lundamento jurídico aceptable para la {{sospecha razonable»;
viven en estado de precariedad social. El resultado será una mayor p111 111 ~ 11 111 , d es tereotipo está explícitamente vedado como tal en la regla-
habilidad de que se realicen abordajes callejeros, revisación de so~pt· 111 u ton de la Ley PACE. Los abordajes callejeros de sospechosos
chosos y detenciones, entre otros procedimientos, respecto de esas pt'l . 1d11., l' ll la discriminación estadística son una forma de {{corrupción
sonas que viven en esos lugares y que son vulnerables a la atencinn 1 11 11 .1 ca usa noble ». Surgen de un compromiso con la tarea policial
policial (como los jóvenes negros o los desempleados) (Blom-Coopc1 ) 111 11 ll ll' , si bien equivocado (además de ilegal): los abordajes y las
Drabble, 1982) . 1., Ir Iones frecuentes de personas inocentes magnifican la hostilidad
Otro ejemplo es el empleo de los índices de riesgo de reincidenu,, h ·_¡1lol l.1 policía dentro de los grupos vulnerables y finalmente terminan
(que en sí mismos constituyen un ejemplo de discriminación {{estadbll
1 l l\ ,¡n do la imposición de la ley.
ca») como forma habitual de determinar decisiones tales como la de ad
vertir o la de acusar. Estos índices de entornos {{con familias problemáti l.lhcriminación categórica. Sin duda, gran parte del empleo
cas» y similares, aun cuando los emplee universalmente la burocracia !i•, 11111 inatorio de las facultades policiales es reflejo de una parcialidad
policial, darán como resultado decisiones discriminatorias (S. Landau y ! 111 go ri ca del tipo que se encuentra en la cultura policial. Sin embargo ,
Nathan, 1983 : 143-145 ; Phillips y Bowling, 2007: 440-441). 1
. dtlt c.:i l individualizar esta parcialidad como factor independiente del
Finalmente, las eternas quejas sobre falta de atención policial re~ ­ II III I' Xto general de los encuentros. Por eso, los estudios observacionales
pecto de los ataques raciales se deben en parte a la desconsiderada ¡11• '>l' realizan sobre la actividad policial suelen subrayar la ausencia de
aplicación de preconceptos y procedimientos estándar por los cualc~ 1.1dl-.niminación pura que no pueda justificarse o al menos explicarse en
se dan por sentadas las motivaciones individuales para cometer algún di\''" sentido a través del proceso y del contexto de los encuentros (Reiner,
delito. Los procedimientos {mormales » de la institución policial pue- ¡qq n.Al mismo tiempo , los estudios observacionales en efecto muestran
den , de manera indirecta , perjudicar a las víctimas de minorías étnicas 1111 predomino de opiniones prejuiciosas que no necesariamente se tra-
(Ministerio del Interior, 1981 ; Bowling, 1999a; Bowling y Phillips, dllll'll en la práctica policial (Black, 1971 ; Holdaway, 1983, Instituto
2002: capítulo 5; Rowe , 2004: capítulo 6; Phillips y Bowling, 2007: p. u,l el Estudio de Políticas, 1983, iv: capítulo 4; P. Waddington, 1999a:
424-428). Sin embargo, como dolorosamente lo mostró el caso Stephen •. qmulo 4). Pero es probable que los prejuicios también determinen en
Lawrence, la imposibilidad de tratar adecuadamente los delitos de cor- l1111lla excesiva el carácter problemático de muchos encuentros de la poli-
te racial puede con frecuencia deberse a formas más directas de discri- • 1.1 co n personas negras, lo cual genera la percepción del {<desacato al
minación. En la Investigación Macpherson se revelaron numerosos ejem- poli cía» que desata algunas detenciones discriminatorias. La parcialidad
plos de incompetencia y prácticas viciosas, lo cual se atribuye en gran > l'l prejuicio también se encuentran en la base de la falta de reclutamien-
parte al racismo institucionalizado de la Policía Metropolitana lo , retención y promoción de los oficiales pertenecientes a las minorías
(Macpherson, 1999; Marlow y Loveday, 2000; Rowe, 2007; McLaughlin, rt nicas en proporción a su presencia en la población. Esta sitqación se
2007: capítulo 6). debe en gran parte a la experiencia que estos oficiales tienen de haber
-.1do discriminados por oficiales blancos, si bien se han verificado algu-
Discriminación estadística. Se la individualiza en varios estudios como 1\llS avances como resultado de décadas de iniciativas oficiales dirigidas a
causa principal de la discriminación en el acto del abordaje policial l''> le asunto (Holdaway, 1996, 2009; Cashmore, 2001; Bowling y Phillips,
callejero y en la revisación del sospechoso . Este tipo de discriminación 1002: capítulo 9; Rowe, 2004: capítulo 2; O'Neill y Holdaway, 2007 ;
se debe a las estereotipadas presuposiciones policiales de que es muy
Bowling et al. , 2008: 624-628).
probable que ciertos grupos en particular (entre otros, los hombres ne-
gros jóvenes) sean delincuentes (Stevens y Willis, 1979: 31-33 ; Willis,
291
290
LA POLÍTICA DE LA POLICÍA

ROBERT REINER

t.u11hién ha habido mucha preocupación acerca de un tratamiento


Género y actividad policial l1 ,,,,lllcdido o hasta hostil hacia las víctimas de violación. Esta es una
11 . lllll1 que dramáticamente puso de manifiesto en 1982 un conocido
La cuestión de la discriminación por género también es espinosa. Un.1 11'1 11d 10 del documental que para televisión realizó Roger Graef. En ese
distinción clara entre los debates sobre grupo racial y discriminación pw 1l" 1111\l'ntal, sobre la Policía del Valle del Támesis se mostraba un inte-
género es que las mujeres, por lo general, se ven de manera desmedid.•
infrecuentemente afectadas por las facultades policiales, mientras que un.1
l"'f:•llorio muy perturbador realizado a una vícti~a
de violación (BBC,
1 1 .¡,. enero ele 1982). Pese a las considerables mejoras que se lograron
de las preguntas clave en relación con el grupo racial es la actividad l. ,.¡,. l'ntonces (Blair, 1985), el tratamiento de las víctimas ele violación
policial desproporcionada ejercida sobre personas negras en calidad dr !l"l parte ele la policía sigue siendo muy problemátiCO (Hanmer et al.,
sospechosas. La muy pequeña proporción de sospechosas o de delin 1'.11\'l , Gregory y Lees, 1999; Lees, 2002; Temkin 2002; Walby Y Allen,
cuentes de sexo femenino en cada etapa del proceso de justicia penal t.,
iiHll , ). jorclan, 2004; Temkin y Krahe, 2008). '
uno de sus patrones más llamativos y congruentes (Heidensohn ) \ partir ele la creciente cantidad de evidencia también es claro que a
Gelsthorpe, 2007). Sin embargo, no se sigue que la policía no trate a ]a., \y, 1\\Ujeres policía se las discrimina en lo refe~ente
a perspectivas de
sospechosas mujeres de manera discriminatoria. Los oficiales de policfa 1'·11'1\"0 en el escalafón; además , son víctimas de acoso sexual laboral.
suelen ver a las mujeres con una óptica convencional: o son «esposas» o 11,1'> 1:1 la década ele 1980, la discriminación que tenía lugar dentro de las
son «prostitutas» (M. Brogden et al. , 1988: 119-120; Heidensohn, 2008). l1u 1zas policiales era abierta y estaba institucionalizada: existían departa-
La baja tasa de procesamiento formal de mujeres en calidad de sospecho- 1111 111 os independientes que llevaban a cabo funciones radicalmente clife-
sas enmascara una compleja red de discriminación. Algunas mujeres lo- 11 llll'S. Esta medida surgió a partir de la resistencia generalizada que _pro-
gran esquivar la sospecha porque la «caballerosidad» las sitúa fuera del ,., 111a de dentro (y de fuera) de la fuerza al reclutamiento de mujeres
marco de los posibles delincuentes en el estereotipo de los oficiales de l'"liua, que se inició en las primeras décadas del siglo xx (Carrier, 1988) .
investigación (Heidensohn y Gelsthorpe, 2007: 399-400) . Pero otras -las 1 h o., dc la sanción ele la Ley ele 1975 sobre Discrirninación Sexual, las
adolescentes que se comportan en forma sexualmente anómala o precoz o llllljcres han quedado formalmente integradas a las rnisrnas unidades que
las prostitutas- son tratadas por la policía en un nivel más bajo de ingreso 1t 1., o!iciales ele sexo masculino , y la proporción que ellas observan dentro
al sistema porque con ellas se viola el código de conducta aceptable de los dt• la fuerza ha crecido hasta llegar a un nivel actual de aproximadamente
oficiales o bien porque se las ve con la óptica paternalista de que necesi- 1111 cuarto (Bullock, 2008). No obstante este elato la persistencia ele la
tan ser «protegidas» de sí mismas (M. Brogden et al., 1988; Dunhill, d¡.,criminación ha sido documentada en numeros~s estudios.~ La cues-
1989). Hay evidencia mucho más clara de discriminación policial en el 1hm quedó vívida mente al descubierto por la muy publicitacla acción
tratamiento de mujeres cuando estas son víctimas de un delito. Las llama- 111tlicial iniciada por Alisan Halford, ex asistente del jefe de policía de
das por disturbios domésticos siempre han sido una parte significativa de Mnseyside, en la que alegaba discriminación en su contra en sus intentos
la carga de trabajo policial, pero notoriamente han sido habitualmente tll' lograr ser promovida (Halford, 1993). Sin embargo, desde esta acción
atendidas por los oficiales sin que estos recurran al procesamiento penal, 111t1 icial, una cantidad de mujeres ha ascendido al rango de jefas de poli-
aun cuando haya evidencia de agresión (S. Edwards, 1989; Hanmer et ' l;t (en la actualidad hay tres mujeres que son jefas de policía ele entre los
al., 1989) . Los «disturbios domésticos» se consideraban un trabajo poli- 1 uarenta y tres cargos que existen en Inglaterra y Gales; además, un 13%
cial enojoso e improductivo; no se lo consideraba un «verdadero » trabajo dl' los oficiales ele rango ele la Asociación de jefes de policía son mujeres;
en la cultura policial tradicional (Reiner, 1978: 177,214-215, 244-245;
M. Young, 1991: 315-316). Esta cuestión se ha tornado densa desde la tll mpárese con Bullock, 2008).
década de 1970, y en todo el mundo las fuerzas policiales han intentado
mejorar la respuesta a las agresiones domésticas, con resultados discuti- • lncué ntre.se evidencia sobre discriminación contra mujeres policía en S. Jones (1987) : Gr~ef
bles (Sheptycki, 1993; Sherman, 1992b; Hoyle, 1998; Maxwell et al. , (1989: _ca pitulo 6), M. Young (1991: capítulo 4 ), Heidensohn ( 1 992 , 1994, 2008), F1 eld1ng
2002; Chesney-Lind, 2002; Skogan y Frydl, 2004: 231-232; Heidensohn, y F1eld1 ng (1992), Fielding (1994a), c. Martín (1996), J . Brown et al. 7 (1999) , Brown Y
2008: 660-663). lleide nso hn (2000), Westmarland (2001a, 2001b), Silvestri (2003, 200 )·
293

292
LA POLÍTICA OE LA POLICÍA

RO BERT REIN ER

Hlillt ll. t'> étnicas y de los jóvenes de clase trabajadora baja significa
Numerosos comentaristas han sostenido que el empleo y la pronu• 1 ' l.t policía se ve menos restringida e inhibida en su trato con ellos.
ción desiguales de las mujeres policía son importantes no sólo como un .t l•t lit 1npos de crisis económica y de competencia por los empleos y
cuestión de justicia, sino para diluir el machismo de la cultura polict.tl ¡.ot 11 11 os recursos , el grupo mayoritario (sobre todo la clase trabaja -
que ha sido visto como una importante fuente de abuso. La evidencia qtu ¡,"'' blan ca) puede en verdad beneficiarse con los efectos de la activi -
surge de la investigación académica realizada en Estados Unidos y Gran Lu l policial excesiva respecto de los negros porque el estigmatizar al
Bretaña a la fecha no confirma que la mayor parte de las oficiales mujr it )l ttl co mo delincuente y el hecho de que adquiera un prontuario
res ejerza de manera diferente la actividad policial respecto de sus com tlt'lit ii VO reducen su competitividad Qohnson, 1976: 108). Por todas
pañeros hombres; por el contrario, ellas tienden a verse influidas por la ¡,,..,razones , las minorías étnicas económicamente marginales -y so-
cultura tradicional de la masculinidad (Heidensohn, 1992, 1994, !'' i 1nüo su juventud- son proclives a convertirse en «propiedad de la
Westmarland, 2001a, 2001b; Silvestri, 2003, 2007; Skogan y Frydl, 2004 !u .lit ta» Q. Lee, 1981). Estos aspectos estructurales constituyen el
151-152) , pero tal situación podría cambiar conforme aumente la canti 11111 ko duro del conflicto policial con las subclases, que aún hoy cons-
dad de mujeres policía. Una cuestión afín con la discriminación es la 111 11yc n su principal clientela ( Crowther, 2000a , 2000b; Loftus, 2007 ,
del tratamiento de homosexuales hombres y de lesbianas como víctima~ 1Hl9). Pero estos aspectos se ven exacerbados por factores culturales
1
o sospechosos o como oficiales de policía. Si bien en este punto también '11 111 0 el prejuicio policial, que, si se refleja en el mal trato verbal y de
la situación ha registrado apreciables mejoras en las últimas dos déca- o 11 1""clases , puede convertir hasta el servicio normalmente más senci-

das, siguen surgiendo pruebas de que existe una parcialidad y una dis- 1111 en una tarea llena de tensiones . Finalmente, una vez que los con-
criminación permanentes (M. Burke, 1993; Williams y Robinson , 2004; ll tt tos se transforman en un acaecimiento habitual, se produce un
Rowe, 2008: 109-111). t. llculo vicioso por el cual los oficiales de policía y su «propiedad»
ll q.?,a n al momento del encuentro llenos de una hostilidad y de una
ol nsación de desconfianza previas que los hace interactuar de una

Conclusión 111anera que sólo exacerba la tensión.


En general, en este capítulo se ha sostenido que , contrariamente a
Las constantes de discriminación y el mapa de la población que se l.t imaginería popular, a la de la cultura policial y a la que presentan
encuentran en la cultura policial son isomórficos. Son interdependientes In'> medios, la misión fundamental que en la práctica tiene la policía es
y están contenidos en la amplia estructura de la desventaja racial y de la de mantener el orden como tarea de emergencia . Por este motivo se
clase. Si bien en algunas ocasiones la discriminación se asocia con actitu- 1 onfía en ellos como especialistas en el empleo de la fuerza legítima-
des policiales previas e individuales de tipo prejuicioso, los procesos o tal vez como monopolizadores de ella- en nombre y representación
fundamentales son de índole estructural. Incluso si los reclutas no llega- del Estado . En ciertas épocas y lugares, gran parte del papel que des-
ran a la fuerza policial con prejuicios, la evidencia que existe sobre el emp eñen será el de prestar un servicio, pero desde la década de 1970
impacto de la experiencia de ejercer la actividad policial sugiere que tien- las exigencias del delito han ido en aumento. La eficiencia de la poli-
den a llenarse de prejuicios. na en la tarea de la aplicación de la ley parece estar declinando, pero
La población «callejera» joven siempre ha sido el principal objeti- es ta imagen se debe en gran medida a las presiones que sobre las tasa'>
vo del trabajo policial de mantenimiento del orden y de imposición de delincuencia surgen de los amplios procesos sociales y culturak.. ,
de la ley (Loader, 1996 ; M. Lee, 1998; MeAra y McVie, 2005). Los Los intentos de medir la eficiencia policial siguen encontrando obo.., l:\
procesos de desventaja racial en cuanto a vivienda , empleo y educa- culos en la ausencia de indicadores suficientes y adecuados de n·11d ¡.
ción llevan a que los jóvenes negros se vean desproporcionadamente miento incluso en relación con la represión del delito y cicrtanH' tlll '
involucrados en la cultura callejera (Fitzgerald, 2001, 2009; Stenson con los aspectos amplios de la actividad policial. A lo largo de la ht o.; l••
y Waddington , 2007) . En consecuencia , es posible que estos jóvenes ria, el ejercicio de las facultades policiales ha operado prinH' Iillllt' lllt
se embarquen en tipos específicos de delito callejero por las razones contra el marginal económico y social, sobre todo contra d tll ,\1 gltt ld
que ya se señalaron. Al mismo tiempo , la indefensión relativa de las

294
Roar Rl RcrNER

ele las minorías étnicas , y así sigue siendo. Las crecientes dimensio ru·
ele los grupos clasificados como «propiedad de la policía» que ~011
producto de las políticas gubernamentales económicas y socialr
implementadas desde la década de 1980 han sido el principal fac tor
que socava la eficiencia y la legitimidad de la policía y que habilita .d '· la policia explicada en términos complejos:
uso claramente discriminativo (mejor dicho , al mal uso) de las facu lta
des policiales. Por desgracia, es probable que el colapso económico la imagen que los medios proyectan
que se ha venido produciendo desde 2007 exacerbe este círculo vicioso de la actividad policial
de una injusticia social y una penal que se retroalimentan entre ~~
(Coo k, 2006).

Las imágenes que sobre la policía presentan los medios masivos de


mmunicación son de importancia considerable para comprender la sig-
111 ficación política que reviste la actividad policial y la función que esta
t'Umple. Hemos visto que ni la patrulla uniformada ni el trabajo
rnvestigativo que se realiza de civil es lo bastante exitoso en la tarea de
reprimir el delito. Sin embargo, la significación simbólica de ambos
quehaceres es profunda (N. Walker, 1996; Manning, 1997, 2001 , 2003;
l.oader, 1997; C. P. Wilson, 2000; Loader y Mulcahy, 2003). Ambos
indican que existe un organismo encargado de aprehender delincuen-
tes; en consecuencia, siempre existe la esperanza (por pequeña que esta
sea en términos estadísticos) de que se apliquen sanciones penales. En
el capítulo 3 vimos que a los arquitectos de la tradición policial británi-
ca les interesaba construir una imagen del bobby que fuera la
corporización de la autoridad jurídica racional. Los conflictos que se
suscitaron en el siglo XIX sobre la creación y la aceptabilidad de la po ii
cía se representaron en los medios de la época: el periodismo , la nove la
y el espectáculo de variedades (W. Miller, 1999 : capítulo 5). Desdl'
mediados de la década de 1840, la literatura popular y el periodismo
comenzaron a presentar las hazañas de los «oficiales detectives » de po
licía; por su parte, Dickens «prácticamente se autodesignó patroci 11 .1
dor y publicista del Departamento de Detec tives » (Ousby, 1976: (1;
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