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MÁS ALLÁ DE LA MEDICIÓN: EVALUACIÓN FORMATIVA COMO SEMILLA DEL

APRENDIZAJE

PIAMBA ORDOÑEZ LUISA FERNANDA


SANDOVAL ARCHILA PEDRO ADAN

LIDERAZGO Y GESTIÓN EN EL AULA NRC-148


JOHEMIR JESUS PEREZ PERTUZ
SEMANA 05 ABRIL 14 2024
Introducción

En los antiguos paradigmas educativos, donde el estudiante solo es un contendor de conocimiento

se creía que demostrar el aprendizaje de un contenido especifico se media por la cantidad de aciertos que

obtenía frente a un número concreto de cuestionamientos fielmente tomados del texto, en donde no se

esperaba respuestas creativas o soluciones novedosas al problema, simplemente se indaga sobre la

capacidad memorística del estudiante, si esto se llevaba a cabo, concebía el éxito en el aula de clase del

docente sobre los estudiantes…

Ahora bien, en esta cuarta parte del siglo XXI el enfoque ha evolucionado a indagar más allá del

conocimiento especifico, escudriñando lo que para algunos podría ser esquivo el denominado “proceso

académico” el cual categóricamente deja de lado el método evaluativo de antaño “cualquier acción es

calificable”, además de poner en ineficiencia el hecho de que a mayor número de calificaciones es mejor

la calidad del aprendizaje.

De esta dicotomía entre el proceso y el calificar es que Hortigüela (2019) afirma: “Todo lo

calificable debería de ser evaluable pero no todo lo evaluable tiene porqué ser calificable.” Lo cual nos da

una guía hacia los análisis de las posteriores páginas en donde verificamos la relevancia de evaluar, desde

un enfoque formativo más no sumativo en los procesos de enseñanza y aprendizaje.


¿Cuál es la relevancia de la evaluación formativa en los procesos enseñanza -aprendizaje?

Antes de indagar en este cuestionamiento, es necesario entender la relación entre la

evaluación y el enfoque moderno del aprendizaje, siendo la evaluación formativa un trasegar

continuo e integral que tiene como objetivo principal mejorar el proceso, centrada en el seguimiento

constante y detallado de los avances y dificultades del estudiante.

De acuerdo a esto, las bondades de un progreso formativo se pueden centrar en

• Su capacidad para proporcionar retroalimentación continua y específica a los

estudiantes. Esta retroalimentación no solo informa a los estudiantes sobre su progreso y

áreas de mejora, sino que también les empodera al hacerlos conscientes de sus fortalezas y

debilidades, fomentando así un aprendizaje más autónomo y efectivo. Al recibir comentarios

regulares, los estudiantes tienen la oportunidad de ajustar su enfoque de estudio, identificar

estrategias de aprendizaje efectivas y desarrollar habilidades metacognitivas que son

esenciales para el aprendizaje a lo largo de la vida.

• En ser pieza clave en la personalización del aprendizaje. Al monitorear de

cerca el progreso de cada estudiante, los docentes pueden adaptar sus métodos de enseñanza

para satisfacer las necesidades individuales de los estudiantes, lo que resulta en un

aprendizaje más significativo y en la inclusión de todos los alumnos, independientemente de

sus diferencias de habilidades o estilos de aprendizaje.

• En identificar y abordar las dificultades de aprendizaje de manera temprana.

Al detectar problemas en una etapa inicial, los docentes pueden intervenir de manera

proactiva, ofreciendo apoyo adicional, estrategias de enseñanza alternativas o remediación,

lo que ayuda a prevenir el fracaso académico y promueve el éxito de todos los estudiantes.

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Siendo estos perfeccionados a través del tiempo, ya que una realidad recurrente del siglo XXI es

encontrar herramientas eficaces e innovadoras que permitan ampliar el espectro y dar mayor resultado; de

acuerdo a (Zacarias, 2018)

Desde hace más de 20 años, la implementación y expansión de dispositivos de evaluación de

aprendizajes en América Latina ha proliferado como parte de las políticas educativas más

destacadas para dar respuesta a esta demanda de transparencia y a la necesidad de encontrar

factores que expliquen dichos resultados educativos. (pg.1)

En contraste, estos procesos y herramientas deben ser la piedra angular de los docentes en el aula

de clase, convertirlas en instrumentos vividos donde la réplica constante sea un vínculo con el estudiante

y una realidad; siendo de esta manera menester presentar al educador como un líder activo de su espacio

académico, y agente de cambio en los paradigmas propuestos en los mismos. Desde luego, esto

solamente es posible al considerar los siguientes aspectos relacionados con ese cambio.

• Actuar como un catalizador para la implementación de procesos evaluativos basados en evidencia

y orientados a la mejora. A través de su liderazgo visionario y estratégico, educa a toda la

comunidad sobre la importancia de la evaluación como herramienta para comprender el progreso

de los estudiantes, identificar áreas de mejora y tomar decisiones informadas para optimizar el

aprendizaje.

• Establecer una visión clara y compartida sobre los objetivos y estándares de evaluación, alineados

con las metas educativas y los valores institucionales. Esta visión compartida crea coherencia en

los procesos evaluativos, asegurando que todas las partes interesadas comprendan su propósito y

contribución a la calidad educativa.

• Crear una cultura evaluativa positiva y colaborativa. El líder educativo fomenta un ambiente

donde la evaluación se percibe como una oportunidad para el aprendizaje y el crecimiento, en

lugar de un juicio punitivo. Promueve la retroalimentación constructiva, el diálogo abierto y la

reflexión continua entre docentes, estudiantes y padres de familia, fortaleciendo así la capacidad

de mejora y la responsabilidad compartida en el proceso educativo.

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• Proporcionar oportunidades de formación y recursos para mejorar las habilidades evaluativas,

fomentando el uso efectivo de datos y evidencia para informar la toma de decisiones pedagógicas

y la planificación curricular.

Con lo cual, el líder educativo se refleja como agente transformador en la construcción de

sistemas de evaluación efectivos y significativos, enfocándose en su capacidad para inspirar, guiar y

promover una cultura evaluativa que impulse la mejora continua y el logro de objetivos educativos.

Conclusiones:

En el corazón de la educación se encuentran dos elementos estrechamente interconectados: el

liderazgo educativo y la evaluación formativa. Donde el docente, quien de ahora en adelante se considera

un líder educativo, es el timonel del barco pedagógico, siendo responsable de navegar con sabiduría y

visión. Además de su capacidad para inspirar, guiar y promover una cultura evaluativa positiva y

colaborativa; es esencial para garantizar que la evaluación formativa, sea más que una simple herramienta

de medición, sino que se convierta en un proceso integral que impulse el aprendizaje significativo, la

inclusión, el desarrollo profesional dando indicios clave en la generación de un ecosistema vibrante y

dinámico.

En definitiva, el liderazgo educativo y la evaluación formativa son dos pilares fundamentales para

la construcción de una educación de calidad que responda a las necesidades y potencialidades de todos los

estudiantes. Juntos, representan una fuerza transformadora que permite alcanzar resultados educativos

significativos y preparar a los estudiantes para los desafíos del futuro.

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Referencias Bibliográficas

Hortigüela, D., Pérez-Pueyo, Á., y González-Calvo, G. (2019). Pero… ¿A qué nos Referimos Realmente

con la Evaluación Formativa y Compartida?: Confusiones Habituales y Reflexiones Prácticas.

Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 12(1),

https://revistas.uam.es/riee/article/view/riee2019.12.1.001/10922

Zacarias, I. (2018). Las políticas de evaluación educativa en américa latina y el valor social de la

educación. Revista Fuentes, 20(2), pp. 29-35.

https://revistascientificas.us.es/index.php/fuentes/article/view/6426/6424

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