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Síntomas

Signos y síntomas

• Somatizaciones (por la mañana se encuentra mal, tiene dolor de cabeza, de tripa...; en la

escuela dice que no se encuentra bien y pide que le vayan a recoger...)

• Cambios de hábitos (hace “pellas”, no quiere ir a la escuela, quiere que le acompañen o

cambia

la ruta habitual, no quiere ir en el transporte escolar, no quiere salir con los amigos...)

• Cambios en la actitud hacia las tareas escolares (baja el rendimiento académico)

• Cambios de carácter (está irritable, se aísla, se muestra introvertido, más arisco, angustiado

deprimido, empieza a tartamudear, pierde confianza en sí mismo)

• Alteraciones en el apetito (pierde el apetito, o vuelve con hambre porque le han quitado el

bocadillo o el dinero)

• Alteraciones en el sueño (grita por la noche, tiene pesadillas, le cuesta dormirse o se

despierta

muy pronto...)

• Vuelve a casa regularmente con la ropa o el material roto. Tiene moretones, heridas o cortes

inexplicables

• Empieza a amenazar o a agredir a otros niños o hermanos menores

• Rehúsa decir por qué se siente mal e insiste en que no le pasa nada. Da excusas extrañas

para justificar todo lo anterior

• En casos graves puede llegar a tener ideaciones o a realizar intentos de suicidio


Efectos secundarios

La violencia provoca daño físico y emocional, quienes viven en esas condiciones corren el

riesgo de aprender a reaccionar con violencia, acostumbrarse a ella y a creer que es parte de

la vida diaria ser maltratado, ofender a los demás o hacerles daño.

Etiología

El Acoso Escolar cuenta con tres características fundamentales: la intención, la repetición y la

duración; se presenta cuando la alumna, el alumno, o bien un grupo de alumnas o alumnos

tienen conductas intencionales hacia otro u otros dentro de los centros escolares, con el

objetivo de causar algún daño ya sea físico o psicológico.

El Acoso Escolar se puede manifestar en tres tipos:

● Acoso Verbal: Alumnas o alumnos utilizan un lenguaje vulgar, desagradable o

agresivo con la intención de humillar, amenazar o intimidar a otros estudiantes. Este

tipo de violencia incluye burlas, insultos, comentarios sexuales inapropiados e incluso

provocaciones.
● Acoso Social: En este se agrede emocionalmente a la alumna o alumno aislándolo, no

tomándolo en cuenta o marginando. Divulgar rumores o avergonzar en público son las

maneras en las que se presenta este tipo de violencia.

● Acoso Físico: Son acciones de la alumna, el alumno, o un grupo de ellos, en los que

ocasionan lesiones corporales a otros. Sus principales indicios son: golpear, escupir,

patear, pellizcar, empujar, romper o esconder cosas personales, hacer gestos con la

cara o manos.

Prevalencia

Su prevalencia varía en función de distintos elementos, incluido el contexto nacional y local

en el que se evalúan, los instrumentos que se utilizan para recopilar información sobre ellos y

el marco temporal al que se refiere la pregunta de victimización (no es lo mismo preguntar,

por ejemplo, cuántos episodios han vivido “durante el año escolar actual” o “en los últimos

tres meses”).

Un informe reciente sobre la violencia escolar emitido por la Unesco (2019) ha informado

sobre las estimaciones de la prevalencia de victimización por acoso derivada de diferentes

encuestas a gran escala, incluida la encuesta ‘Health Behaviour in School-aged Children’

(HBSC o en castellano: Estudio sobre conductas de las escolares relacionadas con la salud)

y la Global School-based Health Surveillance System’ (GSHS, en castellano: Encuesta

Mundial de Salud a Escolares). En promedio, las estimaciones han revelado que

aproximadamente el 25-30% de los niños informan haber sido intimidados.

Específicamente, del 5 al 10% de los estudiantes afirman ser víctimas de acoso escolar con

mucha frecuencia (es decir, semanalmente o con una frecuencia mayor). Las estimaciones de

prevalencia de victimización por ciberacoso se sitúan alrededor del 10%.


Más allá de las estadísticas, los datos de prevalencia nos dicen que en un aula promedio de 20

estudiantes, aproximadamente 5 o 6 estudiantes podrían ser víctimas durante sus años de

escolaridad y 1 o 2 de ellos podrían ser acosados con mucha frecuencia.

Incidencia

En México, el tema del Acoso Escolar no ha sido abordado de manera formal, el primer

antecedente de cifras sobre maltrato escolar infantil son las consultas juveniles e infantiles

realizadas por el Instituto Federal Electoral (IFE) en los años 2000 y 2003:

“32% de los menores de 15 años consultados afirmaron ser víctimas de maltrato en la

escuela; más de 15% aseguró ser insultado y 13% dijo ser golpeado por sus compañeros.”

De las 11.7 millones de personas de 12 a 17 años que asistían a la escuela en México durante

2022, 28% comunicaron haber sido víctimas de acoso escolar en los últimos 12 meses,

elevando a 3.3 millones de estudiantes adolescentes la cantidad de víctimas de esta forma de

violencia en el país.
Factores de riesgo

Factores de riesgo en la víctima

Intrapersonales

Dentro de este grupo se encuentran aspectos como: ser obeso, la estatura, color de piel, ser

extranjero, la edad, orientación sexual, forma de vestir, discapacidad, enfermedades crónicas,

forma de comportarse, etc. (Oñate y Piñuel, 2006; Sung y Espelage, 2012; Cañas-Pardo,

2017).
Baja autoestima y autopercepción negativa, mayor ansiedad e inseguridad, serían más

sensibles y cautos, elevada introversión y neuroticismo, déficits en habilidades sociales,

déficits en habilidades para la resolución de conflictos, menos habilidades asertivas, mayores

sentimientos de soledad (Vázquez, 2015; Gutierrez, Pérez, Castro, Alegre et al. 2017).

Además, existen otras características, como las dificultades en la autorregulación emocional y

conductual, elevada irritabilidad y la tendencia a reaccionar con agresividad que pueden

suponer factores de riesgo. Este comportamiento hará que los acosadores los perciban como

“provocadores” (Schwartz, Dodge, Pettit y Bates, 1997).

Un tercer factor de riesgo son las estrategias de defensa y el modo de afrontar el problema.

Las estrategias pasivas, tendentes a la evitación, a no reaccionar, así como las estrategias más

emocionales (llorar, miedo, ansiedad) muestran una correlación con ser víctima de acoso

(Bitsch, Majlund, Palic y Elklit, 2012, Lodge y Feldman, 2007; Baldry y Farrington, 2005).

Entorno familiar

Dentro de la familia, el primer factor de riesgo

se encuentra en los estilos educativos. Los

estudios apuntan a que los estilos autoritarios

mostrarían una correlación con ser víctima de

bullying y ciberbullying, darían lugar a niños

con baja autoestima (Martínez, Murgui, García y

García, 2018).

Por otro lado, Cerezo, determinó que las víctimas típicas vendrían de un ambiente de

sobreprotección y control familiar, existiendo una escasa independencia, lo cual dificultará el

hacer frente al acoso (Cerezo, Sánchez, Ruiz y Arense, 2015).

Otros estudios apuntan a que el uso de la disciplina física continuada contra los hijos podría

dar lugar a menores habilidades para la resolución de conflictos y habilidades asertivas y


menor autoestima, aumentando el riesgo de sufrir acoso (Fujikawa, Ando, Nishida, Usami et

al. 2018).

Un segundo factor de riesgo se encuentra en los diferentes tipos de apego. De los 4 tipos de

apego existentes (Ainsworth y Bell, 1970), el apego ansioso-ambivalente aparece como un

predictor de victimización de acoso escolar (Magazi, Chorot, Sandin, Santed et al. 2011).

En tercer lugar, los problemas en la comunicación con los padres, como la emisión constante

de mensajes muy negativos y críticos afectarán al sujeto, reduciendo su autoestima y

habilidades sociales y reduciendo la búsqueda de apoyo (Vázquez, 2015; Nocentini,

Fiorentini, Di Paola y Menesini, 2018).

El uso del control psicológico por parte de los padres genera en los niños sentimientos

negativos, como la culpa, y correlaciona positivamente con los sentimientos de soledad, los

cuales actúan como predictor de victimización (Koçak, Mouratidis, Sayil, Kindap-Tepe et al.

2017).

Otro factor de riesgo sería el crecer en un ambiente conflictivo. Provenir de una familia

caracterizada por comportamientos violentos, abuso de drogas, abuso sexual y físico,

violencia doméstica, correlacionan positivamente con ser víctima de acoso escolar

(Nocentini, Fiorentini, Di Paola y Menesini, 2018; Baldry y Farrington, 2005).

Por último, las creencias y actitudes de los padres acerca del bullying también van a actuar

como factor de riesgo. Dentro de este factor se hace referencia a actitudes como: la

minimización del acoso escolar, poco conocimiento sobre su papel para evitar este fenómeno,

escasas estrategias para intervenir en el acoso, reducido conocimiento sobre estilos

educativos, etc. Este tipo de actitudes y creencias muestran una correlación positiva con que

sus hijos acaben sufriendo victimización (Nocentini, Fiorentini, Di Paola y Menesini, 2018).
Entorno escolar

Aquellos colegios donde se dan episodios de

violencia, pero no son sancionados e incluso

son normalizados, donde no se fomenta la

transmisión de valores prosociales y de la

amistad, generarán un clima favorecedor de las

situaciones de acoso (Wang, Berry y Swearer,

2013; Gendron, Williams y Guerra, 2011).

Determinadas características del centro, como espacios deteriorados y masificación de las

aulas, contribuirían a la proliferación de conductas problemáticas, favoreciéndose las

situaciones de acoso (Vázquez, 2015).

En cuanto al profesorado, existen según los estudios una serie de características que

actuarían como factor de riesgo: la vulnerabilidad psicológica de los profesores, la carencia

de habilidades didácticas, la carencia de habilidades para el control del aula, el poco

conocimiento sobre las relaciones y dinámicas en el aula, la ausencia del profesorado como

un modelo, etc. (Vázquez, 2015; Bouchard y Smith, 2016).

Además, las actitudes y creencias del profesorado con respecto al problema actuarán como

factor de riesgo. La minimización del acoso por parte del profesorado: “son cosas de niños”,

la tendencia a no creer a la víctima y a sus padres, el ocultamiento de casos para no dañar el

prestigio del colegio, la tendencia a minusvalorar los tipos de acoso que no sean físicos, etc.

(Sokol, Bussey y Rapee, 2016).

También el hecho de que el profesorado, al ser consciente de una situación de acoso culpe a

la víctima como desencadenante del conflicto hará que la situación de acoso continúe y

generará en la víctima una desconfianza y reduciendo las posibilidades de buscar apoyo

(Sokol, Bussey y Rapee, 2016).


Por otro lado, la implicación de los padres en la escuela va a afectar al problema. Padres no

implicados en la escuela y en los problemas que en esta puedan surgir con relación a sus

hijos, dificultará la detección, intervención y prevención de la victimización (Nocentini,

Fiorentini, Di Paola y Menesini, 2018).

Y, por último, cabe mencionar el vínculo profesor-alumno. Los estudios muestran como la

relación de los alumnos con el profesor influye en cómo el grupo los percibe. Una relación

pobre con el alumno rechazado haría que aumentase el rechazo del grupo hacia esa persona

(Bouchard y Smith, 2016; Chang, Liu, Fung, Wang et al. 2007).

Grupo de iguales

Niveles bajos de aceptación aumentan el riesgo de sufrir acoso escolar. El ser impopular y

rechazado aumenta las posibilidades de ser acosado (Sung y Espelage, 2012; Vázquez, 2015).

De esta forma, niños que se encuentran aislados, sin ningún amigo, totalmente solos, sin

apoyo por parte de los iguales, se encuentran en riesgo de sufrir acoso escolar (Sung y

Espelage, 2012; Vázquez, 2015).

Entorno comunitario

Dentro del entorno, los estudios muestran que vivir en un vecindario inseguro y conflictivo,

aumenta la probabilidad de victimización (Swearer, 2011; Sung y Espelage, 2012, Holt,

Turner y Lyn Exum, 2014).

Por otro lado, las actitudes y creencias de la sociedad son muy importantes a la hora de hablar

de factores de riesgo. Una sociedad con pensamientos de intolerancia como el racismo,

homofobia, sexismo, actitudes pro-violencia, etc., es un caldo de cultivo para situaciones de

acoso (Swearer, 2011; CañasPardo, 2017).

Además, la sociedad muchas veces transmite ideas erróneas sobre el acoso: “son cosas de

niños”, “no hay que hacer caso al acoso, termina desapareciendo solo”, “si no te pegan no es

acoso”. Ideas de este tipo no hacen más que perpetuar la victimización (Swearer, 2011).
Factores de protección

Intrapersonales

Aspectos como una buena autoestima, buen autoconcepto, habilidades sociales, habilidades

para la resolución de conflictos muestran correlaciones con una menor victimización (Zych,

Farrington y Ttofi, 2018).

Las estrategias de afrontamiento adaptativas, como el asertividad, basadas en el apoyo social

por parte de amigos, compañeros de clase y padres actuarían como factores de protección

(Baldry y Farrington, 2005; Bitsch, Majlund, Palic y Elklit, 2012).

Entorno familiar

La comunicación con la familia positiva, basada en el intercambio de opiniones, la

comprensión y satisfacción de sus miembros, generará un clima de seguridad, apoyo y

confianza que desembocará en el desarrollo de las habilidades sociales, autoestima, etc.

(Vázquez, 2015: Nocentini, Fiorentini, Di Paola y Menesini, 2018).

El apoyo social de los padres muestra correlaciones con los estilos de afrontamiento del

estrés. De esta forma, los hijos con un correcto apoyo social mostrarían más estilos enfocados

a la resolución del problema y a la búsqueda de apoyo, obteniendo un factor de protección

(Li, Yao, Liu y Chen, 2019).

Entorno escolar

Con referencia al ámbito escolar, los estudios apuntan a una serie de factores de protección:

un claustro de profesores cohesionado que trabaja en equipo y se mantenga implicado, con

conocimientos sobre la detección, intervención y prevención del acoso escolar, existencia de

normas claras y consensuadas contra la violencia, promover actitudes como la cooperación,

trabajo académico y valores pro sociales, espacios físicos adecuados y profesores motivados

en el bienestar del alumno (Gendron, Williams y Guerra, 2011; Wang, Berry y Swearer,

2013).
La cercanía de los profesores con los alumnos es importante para que estos perciban que

tienen en la figura del profesorado un apoyo social y aumente su seguridad en el ámbito

escolar. El generar un vínculo con el profesor ayuda al desarrollo de habilidades sociales,

habilidades de autorregulación, contribuye al bienestar psicológico de la persona, a la

motivación académica y a sentirse seguro en la escuela. De tal forma que, la relación positiva

del profesor con alumnos rechazados tiende a minimizar las experiencias de victimización

(Chang, Liu, Fung, Wang et al. 2007; Bouchard y Smith, 2016).

Grupo de iguales

Algunos estudios muestran que cuanto antes se tengan las amistades, menor probabilidad de

acoso habría y mayor desarrollo de la persona (Sung y Espelage, 2012; Vázquez, 2015;

Barcaccia, Pallini, Baiocco, Salvati et al. 2018).

Incluso, con tan solo tener un mejor amigo se reduciría notablemente el riesgo de sufrir

acoso escolar. Una de las explicaciones es que los acosadores tienden a evitar elegir como

objetivos a niños con amigos que puedan defenderlos (Barcaccia, Pallini, Baiocco, Salvati et

al. 2018).

Entorno comunitario

Dentro del entorno, vivir en un vecindario tranquilo, seguro y organizado actuaría como

factor de protección frente a la victimización del acoso escolar (Swearer, 2011).

Para terminar, una sociedad donde se fomentan los valores pro-sociales, la tolerancia, el

respeto, actuaría como factor de protección frente a la victimización (Swearer, 2011; Cañas-

Pardo, 2017).

En el agresor

Los factores relacionados con el perfil del agresor son:

● Ausencia de empatía: incapacidad para ponerse en el lugar de las otras personas.

● Baja autoestima: percepción negativa de sí mismo.


● Impulsividad: falta de control de los impulsos que lleva a actuar y decir las cosas sin

pensar.

● Egocentrismo: exagerada exaltación de la propia personalidad, por lo que la persona

se considera el centro de atención.

● Fracaso escolar: bajo rendimiento en los estudios, que puede llevar al absentismo y/o

abandono escolar o a la repetición de curso.

● Consumo de alcohol y drogas.

● Trastornos psicopatológicos: trastornos de conducta, trastorno por déficit de atención

con hiperactividad (TDH), trastorno negativista, desafiante y trastorno disocial.

● Antecedentes familiares de violencia.

● Asociado con estos factores, el perfil tipo del acosador sería el siguiente: persona

físicamente fuerte, impulsiva, dominante, con conductas antisociales y con una

ausencia total de empatía con sus víctimas.

Abordaje clínico

El modelo constructivo de convivencia enfatiza la importancia de fomentar relaciones

positivas y habilidades sociales en los estudiantes. Destaca la necesidad de involucrar a la

comunidad en la prevención del acoso y la promoción de un ambiente escolar positivo.

Debe tener importancia el desarrollar programas para prevenir el acoso escolar, incluida la

asignación de tutores y la implementación de sesiones de tutoría. El programa tiene como

objetivo fortalecer las habilidades socioemocionales de los estudiantes y promover relaciones

interpersonales saludables.

El acoso escolar en la educación infantil puede tener graves consecuencias, incluido el

suicidio en casos extremos. Es necesario involucrar a toda la comunidad, incluidos padres,

maestros y estudiantes, en la prevención del acoso.


Modelos especializados o más efectivos

• El Método KIVA

KIVA se corresponde con las siglas de

Kiusaamista Vastaan .El método KIVA tiene

su origen en Finlandia en el 2007 y es el

resultado de una investigación, financiada estatalmente, de la Universidad de Turku. El 82%

de las escuelas de este país lo han implantado con éxito. Se trata de un programa preventivo

que trabaja el acoso escolar como un tema público y global a todos los alumnos, mediante

juegos, entrevistas, debates, etc.

• El programa WISK

Es un programa desarrollado por la Facultad de Psicología de la Universidad de Viena. Al

igual que el anterior se trata de un programa de carácter preventivo. Pretende que el acoso

escolar forme parte del currículo formal de la escuela a través de la formación de docentes,

aprobación de reglamentos, acciones para todo el centro, formación para la comunidad

educativa, vigilancia de patios y actuaciones concretas en los casos más graves ( Spiel,

Strohmeier, Atria, 2010).

• El programa TEI

TEI se corresponde con las siglas de Programa de Tutoría entre

Iguales. El programa TEI tuvo su origen en España en el 2002.

Su autor es Andrés González Bellido, catedrático de Psicología y

Pedagogía. El programa TEI pretende implicar al alumnado y

generar un clima en el que el acoso no tenga lugar.

• Programa AVE

El programa AVE tiene su origen en España en el 2007. Sus autores Iñaki Piñuel y Araceli

Oñate. Tiene como finalidad detectar precozmente las conductas de maltrato en el aula
mediante la implantación de procedimientos preventivos que permiten la actuación temprana

contra el acoso escolar.

Prevención

La educación emocional es otra de las formas más útiles de prevención primaria ante los

problemas de convivencia; todas las acciones deben ir siempre encaminadas a crear un clima

positivo; por este motivo, la educación emocional se convierte en un aspecto imprescindible

para afrontar problemas de relación y de conflictos interpersonales, algo fundamental si

tenemos en cuenta que este tipo de situaciones tienen un elevado componente de conflicto

emocional subyacente (Cerezo, 2015). No podemos dejar de recalcar una idea fundamental:

“una intervención preventiva eficiente de acoso escolar debería incluir la dimensión

emocional” (Bisquerra, 2015)


La UNICEF propone un guía para prevenir el acoso escolar y los puntos que aborta esta son

los siguientes:

● Fomenta los vínculos afectivos y

enseña a detectar relaciones tóxicas.

● Trabaja la apertura a la diversidad y a

asumir la diferencia como riqueza.

● Como testigos de un caso de acoso

enseña que siempre hay que actuar.

● Educa en el uso de la tecnología en su

día a día, enseñando a tus hijos a

navegar con sentido crítico.

1. Explícale qué es el acoso

Cuando sepa lo que es, tu hijo podrá

identificarlo más fácilmente, ya sea que les

esté sucediendo a ellos o a alguien más.

2. Háblale abiertamente y con frecuencia

Cuanto más le hables a tu hijo sobre el tema, más cómodo se sentirá para contarte si ha sido

testigo o víctima. Pregúntale a diario por la escuela y por su actividad en línea, interésate por

sus clases y actividades, pero también por sus sentimientos.

3. Enséñale a ser un ejemplo positivo para los demás

En el acoso hay tres partes: la víctima, el perpetrador y el testigo. Aunque un niño no sea

víctima de acoso, sí puede evitar que ocurra siendo inclusivo y comportándose de manera
respetuosa y amable con sus compañeros. Si presencia un caso de acoso, puede defender a la

víctima, ofrecerle ayuda y/o cuestionar ese comportamiento.

4. Ayuda a tu hijo a confiar en sí mismo

Anima a tu hijo a inscribirse en clases o participar en las actividades de la comunidad que

más le gusten. Esto le ayudará a ganar confianza en sí mismo y a formar un grupo de amigos

con intereses comunes.

5. Sé un modelo a seguir

Muéstrale a tu hijo cómo tratar a los demás niños y adultos con amabilidad y respeto

haciendo lo mismo con la gente que lo rodea, incluso hablando cuando otros están siendo

maltratados. Los niños consideran a sus padres ejemplos de cómo comportarse, también con

lo que publican en Internet.

6. Forma parte de su experiencia en línea

Familiarízate con las plataformas que usa tu hijo, explícale cómo están conectados Internet y

el mundo real y advertirle de los distintos peligros a los que se enfrenta en la red.

Técnicas de intervención.

La complejidad del tema obliga a hacer que esa intervención sea un trabajo multidisciplinar,

y también multinivel.

Aunque los centros escolares se hallan situados en la diana misma de esas acciones

reformadoras y resolutivas, no acaban allí los hilos que mueven estos dramas, sino que se

prolongan a las familias, a los programas y juegos online, a los sistemas disciplinarios

educativos, a las convicciones generales sobre educación y sobre conductas juveniles, y hasta

a los sistemas morales de valores vigentes en la sociedad, puesto que de todo ello nacen
influencias que terminan por ser determinantes de las conductas juveniles que configuran los

casos concretos .

Las intervenciones respecto de perturbaciones o procesos indeseables a evitar generalmente

han de comenzar por diseñar todo un sistema de acciones preventivas. En su forma de

prevención primaria, se habrá de implementar formas de actividad escolar y solución de sus

conflictos que hagan difícil o improbable los procesos característicos del acoso; por ejemplo,

mediante implantación de formas cooperativas de aprendizaje, o de vías participativas de los

alumnos en el mantenimiento y valoración del orden escolar. Un segundo nivel preventivo

deberá promover modos que hagan posible una detección temprana de las formas de acoso

más usuales, para que sea posible una respuesta inmediata en ese estado inicial. Ello

requerirá, por ejemplo, implantación de actividades de vigilancia y análisis de las relaciones

interpersonales entre alumnos que se puedan observar en los diferentes espacios funcionales

de cada centro, o, en otros casos, la organización de formas de colaboración escolar en el

mantenimiento del orden del centro, que pueden ser más eficaces en esa detección temprana

de los conflictos nacientes. En fin, se ha de llegar a la implantación de una prevención

terciaria que sancione y opere sobre los casos ya sucedidos, y aplique sanciones bien

calibradas, diseñe procesos de modificación de actitudes o motivos en los individuos

implicados, y aplique tareas de desarrollo de la empatía, y de reforma de actitudes y de trato

interpersonal, que busquen restablecer la concordia entre agresores y agredidos.

Por supuesto, ante un caso de agresión y acoso escolar, se habrán de poner en marcha los

mecanismos de respuesta disciplinaria, siguiendo regulaciones escolares y, también las

formas potenciales de sanción que se contienen en nuestra regulación jurídica, pero, con

independencia de todo ello, también son llamados a actuar los psicólogos, buscan aplicar

técnicas que reduzcan el impacto emocional y conductual que un hecho de estos tiene en sus

protagonistas. Hoy hay ya construidos numerosos programas de intervención terapéutica


tanto para acosadores como para acosados, y en su variedad se reflejan las distintas opciones

teóricas psicológicas desde donde los profesionales trabajan. Un criterio esencial para

seleccionarlos es la atención a la evidencia empírica que presentan en relación con los

resultados, y los tiempos necesarios para su completa aplicación.

En el caso de tener que resolver la situación de estrés y tensión vivida por un escolar acosado,

se ha de actuar directamente con él, buscando reforzar y mejorar su autoestima, entrenando

de manera asertiva en modos de respuesta que sean eficaces contra el o los acosadores, y

enseñándole mediante ejercicios prácticos o ‘juego de roles’ a incrementar su comunicación y

sus hábitos sociales para establecer lazos más firmes con sus compañeros (e.g., Morán, 2006).

En general, la persona acosada vive bajo los efectos de una considerable depresión reactiva,

que puede llegar a convertirse en un trastorno por estrés postraumático, con posibilidades

catastróficas para quien lo padece. Estas alteraciones encuentran hoy, en nuestro mundo de

psicología clínica, una serie de alternativas terapéuticas que están bien asentadas, y acerca de

las cuales no añadiré más precisiones.

Por su parte, en un caso de tratamiento a un agresor, se hace preciso comenzar ganando la

confianza y atención de éste, y obteniendo su disposición a colaborar. A partir de ahí, el

terapeuta tiene que hacer evidentes las cualidades reprobables de las conductas agresivas, y

sus posibles consecuencias negativas a corto y largo plazo. Luego se han de combatir

aquellas distorsiones cognitivas que le incitaban a agredir, y se le ha de entrenar en técnicas

de control de la ira, de modo que aprenda a detenerla al aparecer en su conciencia sus

primeras señales. También el agresor ha de recibir entrenamiento en empatía, y conducta

prosocial, y en habilidades sociales, y, finalmente, se han de analizar con él situaciones

concretas donde su agresividad se activa espontáneamente, para descubrir las posibles

estimulaciones de conductas, gestos, personas y emociones que pueden facilitar su

desencadenamiento. (e.g., Gil, 2015).


Todo tratamiento requiere siempre la aplicación de evaluaciones pretest-post test, para

asegurar que la intervención ha tenido alguna eficacia, y ha producido, más o menos, un

cambio en los comportamientos en la dirección deseada. Basten estas notas para entender qué

líneas siguen hoy en general los psicólogos enfrentados con estos casos (Cerezo et al., 2011),

aunque sea su preocupación mayor la intervención preventiva, que pueda evitar los graves

costos que siempre entraña un acontecimiento de esta naturaleza en el mundo escolar.

Referencias

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https://www.unicef.org/parenting/es/cuidado-infantil/acoso-escolar

Acoso escolar | UNICEF. (n.d.). UNICEF España. https://www.unicef.es/acoso-escolar-

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https://www.savetraining.eu/courses/spanish/lessons/prevalencia-del-acoso-escolar/

¿Sabes qué es el #AcosoEscolar? | Secretaría de Educación Pública | Gobierno | gob.mx.

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