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Universidad Nacional del Nordeste

Departamento de Letras
Profesorado en Letras
Alumno: Alfonso Matías Ávalos
Trabajo Práctico II

Fenómenos fonético fonológicos

 La x de ximio, exido, axuar representaba el fonema prepalatal fricativo /š/.


Como la sc en italiano: pesce, o en inglés la sh de fish.
 Con g o j y también con i (gentil, mugier, jamás, consejo o conseio, oreja u
oreia) se presentaba un fonema prepalatal sonoro rehilado de articulación
originariamente africada [ğ] (it. Peggio, ragione; ing. Gentle, jury), pero pronto
se hizo fricativo [ž] (como el port. janela).
 Con c ante e, i, o con ç ante cualquier vocal = /ŝ/ dental africado sordo (ts)
como el italiano forza, senza, pazzo. Cerca o çerca sonaba /ŝerka/.
 La z del esp. antiguo = dental africado sordo /ẑ/ articulado [dz] como el italiano
azzurro, mezzo, esp. antiguo /faẑer/ [fadzer]; razimo /raẑimo/ [ṝadzimo]. En
posición implosiva se neutralizaban en un sonido de articulación “floxa”.
 La s en principio de ´palabra o trs consonante en posición interior (señor,
pensar) y la -ss- entre vocales (pasar, esse, amasse) = fonema ápico-alveolar
fricativo sordo /ṡ/.
 La -s- simple intervocálica (rosa, prisión) = ápico-alveolar fricativo sonoro /ż/.
La sonoridad era un rasgo pertinente. De este modo, condesa (del verbo
condesar ‘guardar, ahorrar’), espeso (‘gastado) y oso (de osar) se distinguían
fonológica y gráficamente de condessa ( comitissa), espesso (spisus) y osso
(ursus).
 La grafía b era bilabial oclusivo con cierre completo de los labios = /b/: cabeca,
embiar, lobo, huebos ‘necesidad’ (opus), boto. El fonema correspondiente a v o
u era fricativo y bilabial [ƀ] o labiodental [v] según las regiones. En la mitad
meridional de España la articulación dominante parece haber sido, en u n .
principio, labiodental; a consecuencia de ello, la distinción entre los fonemas /b
/ y /v / se mantuvo, al menos parcialmente, hasta el siglo X V I.
 La [h] aspirada no constituía fonema distinto de /f/, sino un alófono de ella.
Alternaban fijo e hijo, fonta y honta, fardido, hardido y ardido.
 El sistema consonántico medieval poseía cuatro fonemas desconocidos en el
moderno: /š/. /ğ/ > /ž/ /ŝ/ /ẑ/.
 Los sonidos [ṡ] sorda y [ż] sonora, [b] oclusiva y [ƀ] fricativa existen hoy pero
los componentes de cada pareja perdieron su individualidad fonemática,
convirtiéndose en al{ofonos de los respectivos fonemas /ṡ/ y /b/.
 Desapareció la /v/, y la [h] aspirada se ha relegado al uso dialectal.
 Desde el siglo XVI, el español articula igual la j de lejos y la de ceja, la c de
crecer y de decir, la s de rosa y de espesso, la b de saber y la de haber o la de
lavar.
 El esp. de los siglos XII y XIII carece de estabilidad. Las tendencias de la
comunicación oral se entrecruzan y contienden. Hay vacilaciones entre
diversos usos fonéticos, morfológicos y sintácticos. (207)
 Es raro encontrar casos de vocal protónica o postónica conservada, fuera de las
que han durado hasta hoy; pero estaba reciente el recuerdo de la vocal perdida,
lo que impedía el ajuste de las consonantes: se decía limde o limbde, comde o
conde, semdero o sendero, semnadura o sembradura, verdat o verdad,
setmana o semana, judgar o juzgar, plazdo o plazo. Se admitían como finales
de sílaba sonidos que más tarde no han podido serlo, salvo en cultismos:
dentales de semana, judgar, la m de comde, o las labiales de riepto, cobdo
(207-208)
 El lenguaje del siglo XII ofrece (aunque en decadencia) mantenimiento de la
/e/ latina en casos donde más tarde había de ser forzopsa la pérdida, es decir,
tras /r/, /s/, /l/, /n/, /z/ y /d/: prendrare, Madride.
 Asimismo, la caída de la vocal final se propagó después de otras consonantes y
grupos. Podían coincidir en el mismo texto el criterio más conservador y el más
neológico: pace y biene (lat. bene, e breve) junto a achest (antes acheste).
 Desde principios del siglo XIII son raros los ejemplos de /-e/ final conservada
tras alveolares /ẑ/ o /d/, y formas como verament, omnipotent, fuert, fizist
quedan menos en desacuerdo con la evolución natural de la lengua.
 Relajación de la sílaba final: ensordecía la consonante que precedía a la vocal o
cambiaba su articulación. La (207-208) final se hacía /f/: nube > nuf, nueve >
nuef, nave > naf, ove > of ‘hube’.
 La /ž/ pasaba a /š/: homenaje > omenax.
 La /g/ aparece transformada en /k/: Rodrigo > Rodric, Diago > Diac.
 La /d/ tomaba un sonido asibilado, variaba su grafía: con d (prioridad, verdad,
sabed), con t (poridat, verdat, sabet), con th (abbath, Uith ‘vid’), con z (liz por
lid). Probablemente era el de la realización [θ].
 La /-t/ final latina muestra menos consistencia que la dental romance /d/. En el
siglo XII abunda todavía, escrita como t o d, en la tercera persona del verbo
(serat, fágat, veniet, serviot, éxid, vénid, diod, vernad, tornarad, pididodle,
etc.). (209)
 Vocales átonas: su timbre estaba sujeto a todas las vacilaciones producidas por
la acción de otros sonidos . La pronunciación fluctuaba entre mejor y mijor,
menguar y minguar, Sebastián y Sabastián, soltura y sultura, forçudo y
furçudo, trovado y trubado, cobdicia y cubdicia, voluntad y voluntad, dizir y
decir, etc.
 Otro tanto ocurría en las consonantes: çerviio, lleño, laño junto a servicio, lleno
y llano.
 Alteraciones fonéticas propias de la espontaneidad oral alcanzaban la frase.
 Los pronombres enclíticos me, te , se, le y lo masculino (no el neutro) se
acoplaban apoyados en participios, gerundios, pronombres y sustantivos
(venidom es deliçio), estot lidiaré, alabandos iban, una ferídal daba, tantol
querié).
 Casos más generales: diot, quem, nol, ques: la apócope tenía notable
regularidad.
 Los sonidos de distintas voces se fundían o entremezclaban en conglomerados:
vedallo ‘vedarlo’, aoralo ‘adorarlo’. Adobasse ‘adobarse’, dalde ‘dadle’ de
larga duración. Deformaciones fortuitas como nimbla ‘ni me la’, tóveldo
‘túvetelo’, yollo ‘yo te lo’, vo’lo ‘vos lo digo’, sio ‘si yo’, sin ‘si me’, fústed
‘fuístete’, dandos ‘dadnos’
 La forma de ciertas palabras variaba de manera normal según los sonidos
inciales de la voz siguiente: el título doña elidía su a ante vocal (don Elvira e
doña Sol), multum daba much ante vocal (much extraña) y muy ante
consonante (muy fuert), formas el y la del artículo femenino (el espada, el
ondra, el una, frente a la cibdad, la puerta).
 Los nombres propios masculinos solían apocoparse cuando les seguía el
patronímico: Martino, Ferrando pasaban a Martín Antolínez, Ferrand
Gonçalez.

Fenómenos morfológicos

 El desarrollo de la evolución fonética impedía la regularización del sistema


morfológico.
 La flexión heredada del latín convivía con formas analógicas: junto a mise (< m i
s i) había metí; cinxe, conuve o scriso (< c i n x i, c o g n o v i, s c r i p s i t)
contendían con ceñí, conocí, escribió.
 Duplicidades producto de la inseguridad fonética: vale-val, dixe-dix, amasse-
amás; dizia-dizie-dizi-dizié; comeré-combré, freiré-ferré.
 Duplicidades procedentes de dobletes latino-vulgares: f u s t i > foste, f u i s t i >
fueste; d o r m ī m u s > dormimos, d o r m ī ĭ m u s > durmiemos.
 Confluencia de formas que habían sido independientes en latín: cantare, pudiero
(-a v ě r o, p o t u e r o) y cantare, pudiere (-a v ě r i m, p o t u e r i m).
 Bifurcaciones e intervenciones anómalas de la analogía: perdudo-perdido,
guarir-guarecer; andide-andude-andove).
 En la segunda persona del pretérito era posible elegir entre feziste, fiziste, fiziese,
fezist, fiziest, fezieste y feziest.
 El pronombre presentaba también distintas opciones: elle, este, esse concurrían
con sus correspondientes apócopes ell-él, aquest, est, es y con los regionalismos
elli, aquesti, esti, essi.
 Adverbios de modo: veramente, verament, paladinamente, sennaladamient,
fuertemientre, fuert mientre.
Fenómenos sintácticos

 El artículo estaba menos extendido que en español clásico y moderno.


 Omisión de artículo cuando el sustantivo, en cualquier función, estaba
determinado por:
 un complemento de: «vasallos de mio Çid seyense sonrrisando» ‘los vasallos’.
 Por una oración de relativo: «eran apóstolos en que El más fiaua» ‘los
apóstoles’ Setenario.
 Cuando el sustantivo era término de preposición: «si nós muriéramos en campo,
en castiello nos entrarán», Cid.
 Cuando el sustantivo en función de sujeto se empleaba consentido genérico: rey
bien puede echar pidido a sus coyllazos, Fuero de Navarra. Cuando el sustantivo
era nombre de grupo, clase u oficio: moros lo reciben por la seña ganas, Cid;
cuando era nombre de material (latón, que es cobre tinto, lábrase meior, Saber
de Astronomía; abstracto: Amor uerdadero… es muy noble cosa, Setenario;
colectivo: ¡Dios, qué alegre era tod christianismo! Cid, etc.

 Desde los textos más primitivos, hay presencia de artículo en todos los
siguientes casos: non se cuémpete elo uamme en siui, qui dat a los misquinos,
ena honore, ela mandatione (Glosas Emilianenses); labraua el fierro (Gen
Estoria); foron por el morismo todos mal derramados (Berceo).
 Muchos se auxiliaban de ordinario con ser: un strela es nacida, son idos, exido
somos, son entrados. No obstante, aparecía ya aver: a Valencia an entrado,
arribado an las naves. También ocurría con los verbos reflexivos: de nuestros
casamientos agora somos vengados, se era alçado, frente a assaz te as bien
escusado.
 En los tiempos compuestos con aver, el participio concuerda por lo general con
el complemento directo: la avemos vista e biene percibida, no la avemos usada
(ARM); estas apreciaduras mio Çid presas las ha, çercados nos han. No
obstante, se da también el uso moderno con participio invariable: tal batalla
avemos arrancado, esta albergada los de mio Cid luego la an robado.
 El participio activo tiene bastante uso en algunos textos: un sábado esient,
domingo amanezient, / vi una visión en mio leio dormient (Disputa del alma y el
cuerpo); todos eran creyentes que era transida (Apolonio); todos sus
conscientes, merezientes érades de seer enforcados; entrante de la iglesia enna
somera grada (Berceo).
 Perífrasis con el verbo ser y adejtivo verbal en dor: tembrar querié la tierra dond
eran movedores, ‘de donde partían’; arrancar moros del campo e seer segudador
‘perseguirlos’ (Cid); Elisabet su fembra li fue otorgador, de todo fue el fijo
después confirmador (Berceo).
 La negación se refuerza con términos concretos y pintorescos, sobre todo en
expresiones peyorativas: non lo precio un figo, todo esto non vale un fijo.
 Uso de preposición a ante objeto directo verbal era general con pronombres
tónicos y nombres propios referentes a persona: a ti adoro, salvest a Daniel.
Pero con los comunes de persona y los propios geográficos fluctuaba según
existieran o no móviles individualizadores, relieve, mayor o menos carga
afectiva o conveniencia de evitar anfibologías, lo cual originaba aparentes
contadicciones: recibe a Minaya y recebir a las dueñas, a quatro matava y
mataras el moro, gafió a Valencia y el que Valencia gafió.
 La preposición por contendía con par en fórmulas de juramento: par Sant
Esidro, por Dios uerdadero. Pora expresaba la finalidad o la dirección frente a
escasas muestras de para (que no se extendió hasta la época alfonsí.
 La construcción transitiva directa alternaba frecuentemente con la preposicional:
cocear non me trevo y nin se atreuió a defenderse, saber trobas y saber de
trovar.
 No había la separación actual entre las incongruencias del habla y el rigor de la
escritura.
 Supresión de nexos: «nós irnos otrosí sil podremos falar» = 'nosotros vamos
también [para ver] si podemos hallarlo' (Auto de los Reyes Magos); «tan gran
sabor de mí avia, sol fablar non me podía» = 'tan gran placer tenía conmigo
[que] ni siquiera me podía hablar’. (Razón de amor).
 Tanto y tan llegaron a ser equivalentes de mucho y muy: «sano lo dexé e con tan
gran rictad» = 'con muy gran riqueza'.
 Omisión frecuente del verbo decir ante su oración subordinada: «el mandado
llegava que presa es Valencia» = ‘[diciendo] que ha sido tomada Valencia’.
También aparecen supresiones como: «el que quisiere comer; e qui no cavalgue»
= 'el que quisiere comer, [coma], y quien no, cabalgue'.
 Alusiones a sustantivos inexpresados cuya idea se sobrentiende en otra palabra:
«tienes* por desondrado, mas la vuestra es mayor» 'se considera desondrado,
pero vuestra [deshonra] es mayor'.
 Correspondencia entre formas y funciones no tan rigurosa.
 No había distinción completa entre cual y el cual: Dios a qual solo non se
encubre nada; ni entre cual y cualquiera que: en qua lograr lo podredes fallar, lo
lo iré adorar.
 El adjetivo confundía su función con la del adverbio, modificando globalmente
al verbo y al sujeto: sonrisós el rey, tan vellido fabló, violos el rey, fermoso
sonrisava.
 Verbos aver y tener contendían como transitivos para expresar la posesión. Se
prefería aver cuando el sentido tenía el matiz incoactivo de ‘obtener’,
‘conseguir’, ‘lograr’, y tener para el durativo de ‘estar en posesión de algo’,
‘mantener’, ‘retener’.
 Aver se empleaba más con objeto directo abstracto (aver pavor, duelo, fambre),
mientras tener regía nombres concretos. Lo mismo ocurría con ser y estar.
 La pasiva refleja estaba en curso ya en el siglo X, con ejemplos inequívocos
cuando el sujeto era cosa.
 Cuando el sujeto era un ser animado abundan textos donde no es paciente sin
más, pues coopera a la acción que recibe, la consiente o se inhibe ante ella.
 No eran tajantes las fronteras entre la construcción reflexiva y la de ser +
participio: seré maravillado ‘me maravillaré’).
 La mayoría de modos y tiempos verbales ya tenía los significados fundamentales
que hoy subsisten, pero con límites desdibujados.
 Al lado del imperativo, podían usarse el presente o el imperfecto de subjuntivo.
 En oraciones subordinadas que hoy exigen subjuntivo, aparece a veces el
indicativo.
 La acción perfecta se expresaba a veces con el pasado simple, a veces con los
compuestos. Lo mismo ocurría con el pluscuamperfecto.
 Las conjunciones ofrecen abundantes ejemplos de plurivalencia.

 Domina ya el orden en el que el regente precede al régimen. Los ejemplos de


régimen antepuesto son menos frecuentes.
 El pronombre átono es esencialmente enclítico. Norma semejante seguían aver y
ser con participio o atributo.
 Las palabras se desplazan según impulsos imaginativos o sentimentales.
 Domina la frase quebrada, y viva, llena de repeticiones y cambios de
construcción. Existía la costumbre de repetir o anunciar la oración subordinada
por medio de un pronombre neutro.
 Miembros de la oración subordinada pasan a la principal: «Entendió las
palabras que vinién por razón» = 'entendió que las palabras eran juiciosas'
(Apolonio)
Bibliografía:
LAPESA, R. (1981). “El español arcaico. Juglaría y clerecía. Comienzos de la
prosa” (pp. 193-236). En Historia de la lengua española. Madrid: Gredos.

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