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Efectos de la violencia en la salud mental de la población

A lo largo del tiempo, la definición de salud mental ha ido modificándose en cuanto a


las estrategias que la describen y comprenden. Actualmente, hablar de salud mental
implica situar a una persona de manera integral considerando los aspectos individuales,
sociales y culturales. De esta manera, en el artículo Salud mental: fortalecer nuestra
respuesta (2018) de la Organización Mundial de la Salud [OMS], refiere que la salud
mental es “un estado de bienestar físico, mental y social, en el que la persona es capaz
de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de
contribuir a su comunidad” (p14).

En este sentido positivo, la salud mental es un pilar del bienestar individual y del
funcionamiento adecuado de las comunidades (R420, 2020). En base a lo anterior, un
enfoque que permite comprender los efectos que tiene el contexto en la salud mental de
los individuos es la teoría ecológica de Bronfenbrenner. Así postula cuatro niveles
donde se desenvuelven los individuos y están influenciados unos con otros, por ende,
señala la existencia de un microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema
(Olavarría Gambi, 2008).

Antes de explicar cada uno de los niveles de la teoría ecológica para explicar los efectos
de la violencia en la salud mental es importante en primera instancia conceptualizar la
violencia. De acuerdo con Buvinic et al. (1999; 2005) la violencia es el “uso o la
amenaza de la fuerza física o psicológica con la intención de causar daño” (p. 168), y se
manifiesta en diversas formas como homicidio, robo, secuestro y violencia doméstica,
además incluye el empleo de la agresión para resolver conflictos y puede ocurrir tanto
entre personas desconocidas como entre individuos de una familia. (Buvinic et al.,
2005).

Desde el modelo ecológico la violencia a nivel de microsistema y mesosistema está


determinada por la historia personal, es decir, presenciar violencia desde la infancia,
sufrir malos tratos a lo largo de la vida y ausencia de figuras paternas, además de la
presencia de adicciones a sustancias psicoactivas. En el exosistema se encuentra la
pobreza y el desempleo, los grupos delictivos y en el macrosistema está la dominación
del más fuerte sobre el más débil, los roles de género rígidos, la naturalización y
aprobación del castigo físico y la violencia interpersonal (Vives-Cases, 2011).
Existe una variedad de formas de violencia, y entre las más preocupantes se encuentra el
feminicidio, una expresión extrema de la violencia de género que ha ido en aumento en
todo el mundo, especialmente en América Latina. Ante este preocupante panorama, es
crucial que los países refuercen sus acciones y programas destinados a prevenir y
erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres (OIM, 2019).

De manera similar, las mujeres también enfrentan vulnerabilidad frente a la violencia


sexual. Según un estudio, se encontró que el 33% de las mujeres con historial de abuso
sexual en la edad adulta presentaban sintomatología psiquiátrica, en comparación con el
15% de aquellas que habían experimentado violencia física por parte de su pareja y el
6% de las que no habían sufrido ningún tipo de maltrato. Se observó además que la
violencia sexual ejercida por la pareja intensifica los efectos negativos de la violencia
física en la salud mental. Asimismo, se evidenció una asociación entre haber sido
víctima de violación y la presencia de dificultades para conciliar el sueño, síntomas
depresivos, problemas de salud física, consumo de tabaco y conductas problemáticas,
como la agresión, el hurto y el absentismo escolar (OMS, 2002).

Desde esta mirada, las acciones de promoción y prevención están encaminadas en


detectar los factores que están relacionados e influyen en la salud mental a nivel
individual, sociocultural y estructural, con el objetivo de intervenir para disminuir los
riesgos, fortalecer la capacidad de recuperación y establecer entornos que promuevan la
salud mental. Estas intervenciones pueden dirigirse a personas en particular, grupos
específicos o comunidades en su totalidad.

Se propone organizar eventos culturales, como exposiciones de arte, obras de teatro y


conciertos, que aborden de manera creativa y reflexiva el tema de la VBG, estos eventos
proporcionan espacios para generar diálogos y reflexiones en la comunidad. Por
ejemplo, los cortometrajes son una herramienta efectiva para mostrar cómo los
individuos se relacionan con su entorno y cómo se normalizan los comportamientos
violentos. Además, permite destacar los impactos negativos en la salud mental causados
por la violencia, al tiempo que se presentan alternativas de comportamiento saludables
en las relaciones. Esto contribuye a desafiar los estereotipos de género y fomentar
relaciones basadas en el respeto y la equidad. Es necesario concienciar a la comunidad
de que la violencia no solo constituye una violación de los derechos humanos, sino que
también tiene graves consecuencias en la salud física y mental de las personas, lo que
resulta en la pérdida de años de vida saludable.
Referencias

Buvinic, M., Morrison, A., y Orlando, M. B. (2005). Violencia, crimen y desarrollo


social en América Latina y el Caribe. Papeles de Población, 11(43), 167-214.
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11204309
IOM. 2019. Manual on Community- based on mental health and psychosocial support
in emergencies and displacement. Guide, Geneve: IOM.
Olavarría Gambi, M, , X. T, Montt., Manzano Chávez, Liliana, y Fruhling Erlich, Hugo
(2008). Crimen y violencia urbana. Aportes de la ecología del delito al diseño de
políticas públicas. Revista INVI, 23(64), 19–59.
OMS (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Washington, DC: OPS
Vives Cases, C. (2011). Un modelo ecológico integrado para comprender la violencia
contra las mujeres. Feminismo/s, (18), 291–299.
https://doi.org/10.14198/fem.2011.18.16

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