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COMUNITARIO. LA POTENCIACIÓN/EMPODERAMIENTO DE LA
VÍCTIMA DE VIOLENCIA DE GÉNERO
1. Introducción.
El empoderamiento de la mujer, término acuñado en la Conferencia Mundial de
las Mujeres en Beijing (1995), es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
propuestos en la Agenda 2030.
Dentro de la Psicología de la Intervención Social y Comunitaria, el concepto de
empowerment (empoderamiento) cobra un papel muy relevante, especialmente para
abordarlo con los grupos o comunidades más vulnerables o desfavorecidos, tales como
las víctimas de violencia de género. Concretamente, la victimización por violencia de
género refleja graves consecuencias en las mujeres a todos los niveles (físico, psicológico
y social) (Arce, Fariña y Vilariño, 2015), y representa uno de los ámbitos por excelencia
en los que se hace necesario empoderar a las víctimas en su proceso de recuperación y
reinserción social como un objetivo prioritario de la intervención.
2. Objetivos
Los objetivos son los siguientes:
3. Contenidos
3.1. Empoderamiento (Empowerment).
Partiendo de la Teoría del Empowerment formulada por Rappaport (1984), el
empoderamiento se puede definir como el proceso por el cual las personas,
organizaciones y comunidades adquieren control y dominio sobre sus vidas (Rappaport,
1984). De esta manera, el empoderamiento se refiere, no solo a empoderar o dotar de
poder, sino más bien en un sentido de potenciación o fortalecimiento (Musitu y Buelga,
2004). Por su parte, Powell (1990) lo define como el proceso por el cual los individuos,
grupos y comunidades llegan a tener la capacidad de controlar sus circunstancias y de
alcanzar sus propios objetivos, para llegar a la máxima de la calidad en sus vidas. De este
modo, el término empoderamiento hace referencia a la noción de poder, no solo como un
fenómeno social, sino también como una variable psicológica (Banda y Morales-
Zamorano, 2015).
El empoderamiento es un constructo sistémico que opera simultáneamente a tres
niveles: nivel individual, organizacional y comunitario (Zimmerman, 2000), donde la
intervención en cada uno de estos niveles se interrelaciona con los demás (Perkins y
Zimmerman, 1995). A nivel individual, el empoderamiento se refiere a la potenciación
psicológica, la cual incluye tres componentes básicos: creencias sobre la propia
competencia (locus de control, la percepción de autoeficacia y autodeterminación), la
comprensión crítica del entorno sociopolítico, y los esfuerzos para ejercer control sobre
aquello que les afecta (Christens, 2012; Christens, Peterson y Speer, 2011).
De acuerdo con la Psicología de la Intervención Social y Comunitaria, el
empoderamiento es un enfoque de intervención que actúa sobre los grupos o comunidades
vulnerables o desfavorecidos, en los que el profesional de la Psicología actúa como
dinamizador o activador del proceso de empoderamiento. En Galicia, la Ley 10/2013 de
27 de noviembre de inclusión social es una herramienta que nos permite identificar
colectivos vulnerables y en situación de exclusión social o de riesgo de exclusión social,
ya que son las principales poblaciones objeto de intervención.
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minimización del maltrato, indefensión aprendida, baja autoestima, dificultades para
establecer relaciones con otros, escasas habilidades sociales y de resolución de
problemas, vida rutinaria y escasa participación en el ámbito público y comunitario
(Bermúdez et al., 2009; Labrador et al., 2010).
Para implementar el empoderamiento y alcanzar el desarrollo humano, de acuerdo
con la Agenda 2030, desde la Unión Europea se propone en materia de género un Plan de
Acción de Género para 2021-2025 (GAP III) que abogue por un mundo con igualdad de
género. Dentro del mismo, se promueve la igualdad de género y el empoderamiento de
mujeres y niñas (European Commision, 2020).
4. ACTIVIDADES
4.1. Descripción de la actividad.
En esta práctica vamos a centrarnos la intervención con mujeres víctimas de
violencia de género, analizando las características de los procesos de victimización, y
planteando el empoderamiento como proceso de superación de la violencia de género y
de la situación de desigualdad.
A continuación, se definen algunos grupos que en las convocatorias públicas han
sido singularizados a efectos de la planificación de la intervención.
Grupos tipo 1: Grupos de mujeres procedentes de centros de acogida. Es decir,
mujeres que a la salida de un recurso residencial temporal (centros acogida,
vivienda tutelada, etc.) precisan de seguimiento y continuidad en la intervención
psicológica realizada.
Grupos tipo 2: Grupos de mujeres derivadas de recursos como: Centros de
Atención Primaria, Oficinas de Atención a la Víctima, etc., que puedan
beneficiarse de una intervención psicosocial grupal para la mejora de sus recursos
personales y la reducción del impacto psicológico derivado del maltrato.
Grupo tipo 3: Grupos de mujeres inmigrantes derivadas de recursos como:
Centros de Atención Primaria, Oficinas de Atención a la Víctima, etc., que igual
que en el caso anterior puedan beneficiarse de una intervención psicosocial grupal.
Al finalizar el primer trimestre del segundo curso del grado, a la edad de 19 años,
A.L.G. quedó embarazada. Ella no quería tener el hijo, creía que no era el momento
oportuno. Sus padres se disgustaron enormemente cuando tuvieron conocimiento de su
estado. De hecho, aunque sabían que mantenía una relación con alguien, todavía no
conocían a M.R.T. No obstante, la apoyaban y se mostraron conformes con su decisión
de interrumpir el embarazo. Cuando A.L.G. informó a M.R.T del embarazo y de la
decisión de no tener el hijo, así como de que sus padres estaban de acuerdo con esta
decisión, él se enojó, y le gritó que se olvidara de abortar, que le gustase o no, tanto a
ella como a sus padres, iban a tener ese hijo, que él era el padre y, por tanto, a quien le
correspondía tomar esa decisión. Como A.L.G. se negaba a acatar este imperativo, la ira
de M.R.T. se descontroló, la agarró por el cuello y le dio varias bofetadas. Ella se asustó
y, casi en estado de pánico, se puso a sollozar. Ante esta reacción, M.R.T. le pidió perdón
y logró convencerla de que había perdido el control; que la situación le había
sobrepasado y que lo sentía, pero que, en realidad, ella también había tenido una parte
importante de culpa por no haberle contado a él que estaba embarazada antes que a sus
padres. Ésta fue la primera de otras muchas agresiones físicas que iría sufriendo A.L.G.
hasta el día que presentó la denuncia.
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M.R.T. consiguió convencerla de que no abortara, que él ingresaba un salario
más que suficiente para criar a ese hijo de manera holgada. Además, la convenció para
que abandonase los estudios y se dedicase a la crianza del hijo y de las tareas del hogar.
Esta decisión contrarió a los padres de A.L.G. Por ello, trataron de convencerla del
equívoco y de las peligrosas consecuencias que entrañaba para ella. Esta posición
paterna encolerizó a M.R.T., de tal forma que empezó a maniobrar para persuadirla de
que, en realidad, sus padres no pensaban en ella ni el bienestar de la pareja. Consiguió
su propósito. De hecho, esta disputa, así como la persistente presión persuasiva de
M.R.T. llevaron progresivamente a la ruptura de los vínculos familiares de A.L.G. Sus
padres y hermanos, cada vez más conocedores de la situación por la que estaba pasando,
procuraron convencerla para que rompiera la relación con M.R.T, pero no lo
consiguieron; al contrario, estos hechos reforzaban las maniobras persuasivas de
M.R.T., de modo que el distanciamiento de A.L.G. con sus familiares iba en aumento. Tal
es así que, incluso en el momento presente, la relación con sus padres y hermanos persiste
fría y casi nula. Ella se avergüenza y arrepiente de no haberles hecho caso por aquel
entonces.
A día de hoy, con una sentencia firme condenatoria contra su exmarido, A.L.G.
duda de haber hecho lo correcto. Ha iniciado tratamiento psiquiátrico y psicológico.
Gracias a ello, se han producido mejoras en su estado mental, pero persiste la sensación
de un futuro desolador. Durante su estancia en la casa de acogida ha ido conociendo a
otras mujeres que se encuentran en una situación parecida a la suya. Cuando conversan
entre ellas, se ponen de manifiesto preocupaciones y miedos similares. En su caso, cavila
constantemente sobre qué pasará cuando abandone la casa de acogida. El apartamento
era de alquiler y tuvo que abandonarlo tras la denuncia. Desconoce cómo podrá ganarse
la vida, especialmente pensando en el cuidado de sus dos hijos de 5 y 7 años. Asimismo,
no sabe cómo gestionar lo que está pasando ni cómo debería explicarles lo sucedido. En
ocasiones se siente culpable, y el miedo la inunda cuando piensa en cómo esto podrá
afectar a sus hijos. Por otro lado, tiene la sensación de haber pasado los últimos años en
otro planeta, además de haber vivido en un mismo e idéntico día. Su vida prácticamente
se restringía a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, las salidas que había estaban
programadas y controladas por M.R.T. Ahora, apenas recordaba a aquella joven feliz e
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ilusionada por estudiar enfermería. Se siente inútil e incompetente, incapaz de valerse
por sí misma. Carece de vínculos familiares y de amistad, y no sabe cómo ni si podrá
recuperarlos. No le gusta reconocerlo, pero cree que todavía quiere a M.R.T, es más, por
momentos lo echa de menos. Aunque sabe que no debe volver con él, no tiene claro de
que vaya a ser así.
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