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ELECCIÓN RACIONAL Y
OPORTUNIDAD
DELICTIVA
10.1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTOS FUNDAMENTALES 465
10.2. DECISIÓN DELICTIVA Y DISUASIÓN 466
10.2.1. Teoría del delito como elección racional 469
A) La infracción como decisión 469
B) Valor o utilidad de la conducta 472
C) La elección del curso de acción preferible: recompensas y
castigos 472
D) Factores que modulan la relación ganancias-pérdidas 473
E) Implicaciones para la práctica 474
10.2.2. Evaluación empírica de las tesis de la disuasión 475
A) Efectos preventivos de la estancia en la cárcel 476
B) Estudios realizados sobre la prevención general 479
C) ¿Produce la pena de muerte efectos disuasorios generales
(sobre el conjunto de la ciudadanía)? 483
D) ¿Dureza o certeza de las penas? 484
E) ¿Disuasión o control informal? 485
F) ¿Disuasión o moralidad? 486
10.3. CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL Y OPORTUNIDADES
DELICTIVAS 487
10.3.1. Teoría de las actividades cotidianas 489
A) Mejorar las condiciones de vida no reduce la delincuencia
490
B) Los cambios en las actividades cotidianas incrementan las
oportunidades para el delito 490
C) Confluencia de delincuentes, víctimas y ausencia de
controles 491
D) Derivaciones aplicadas 492
E) La ecología de las actividades cotidianas: ‘ecosistema’
delictivo 494
F) La delincuencia como proceso vital 498
G) Evaluación empírica 500
H) ¿Existe una motivación individual de cariz situacional? 502
10.3.2. Situación y decisión: Teoría del patrón delictivo 504
10.3.3. ¿Prevención o desplazamiento del delito? 508
10.3.4. Teoría de las ventanas rotas 510
10.3.5. Actualidad y futuro de la Criminología ambiental 514
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 516
CUESTIONES DE ESTUDIO 517
Prevención especial
Según la doctrina penal, la prevención especial podría
favorecerse, a partir de las penas privativas de libertad,
mediante de los siguientes mecanismos:
• Incapacitación o inocuización: la permanencia en
prisión del sujeto le impediría la comisión de nuevos
delitos en la sociedad, al menos durante el período que
dure su encarcelamiento.
• Maduración: tras su estancia en prisión el individuo
saldría de ella con mayor edad y, en consecuencia, con
menor menos energía para delinquir.
• Mejoras personales: el individuo podría mejorar
cualitativamente durante su estancia en prisión, como
resultado de su tratamiento, escolarización, cambio de
ambiente, desempeño de un trabajo, etc.
Prevención general
La prevención general podría estimularse a través de
tres sistemas:
• Habituación: sugiere la idea de que, como resultado de
la existencia de normas y sanciones penales, las
personas acabarían automatizando aquellos
comportamientos que se hallan dentro de la legalidad
normativa. Un ejemplo de ello sería cómo los
ciudadanos generalmente detienen su vehículo de
forma automática ante un semáforo en rojo, sin tener
que pensar y decidir en cada caso acerca de la
conveniencia de esta conducta.
• Formación normativa: haría referencia al efecto
educativo que, a largo plazo, podrían tener las normas
penales, a lo que Silva Sánchez (1992) se refirió como
“prevención general positiva”. La idea implícita aquí
es que las leyes penales, que suelen ser ampliamente
publicitadas a partir de la gran atención mediática que
reciben los delitos y las sentencias, podrían promover,
a largo plazo, la “educación” penal de la población,
acerca de qué conductas están prohibidas y pueden ser
castigadas. Así podría suceder, por ejemplo, que la
difusión de sentencias penales sobre el acoso sexual en
el trabajo contribuyera a cambiar las costumbres
sexistas en las relaciones laborales, o que ciertas
condenas sobre delitos ecológicos fortalecieran la
conciencia social sobre la protección del medio
ambiente.
• Disuasión: este efecto, también denominado
“prevención general negativa”, sería dependiente de
tres parámetros, comentados con antelación, en el
marco de la teoría clásica: certeza, prontitud o
inmediatez, y dureza de la pena. La certeza y la
inmediatez dependerían ante todo de la eficacia
policial y de la rapidez del procedimiento penal,
mientras que la dureza estaría directamente
determinada por el código penal.
Además de las precedentes consideraciones acerca de
las finalidades teóricas del castigo penal, distintos autores
han puesto de relieve un marcado seguidismo en las
políticas criminales de las últimas décadas, incluido el
caso de España, del alarmismo y las “soluciones”
punitivistas dictaminadas por los medios de comunicación
o que proceden de Estados Unidos (Corcoy Bidasolo, Mir
Puig y Gómez Martín, 2007b; García Arán y Peres-Neto,
2008; Gómez Martín, 2007; Mir Puig, 2007a, 2007b;
Queralt Jiménez, 2007a).
F) ¿Disuasión o moralidad?
Más allá de la disuasión y el control, formal o informal,
la conducta social de las personas también, o
principalmente, se regula a partir de los valores morales,
creencias, actitudes, destrezas, habilidades, etc., recibidos
a lo largo del proceso de socialización. Así por ejemplo,
Wikström, Tseloni y Karlis (2011), evaluando una
muestra de adolescentes del Peterborough Adolescent and
Young Development Study, desarrollado en Inglaterra a
partir de una cohorte de 716 sujetos, no obtuvieron apoyo
empírico global para la disuasión como constructo
autónomo. Analizaron cuatro tipos de conductas
infractoras: hurtos en tiendas, robos de objetos del interior
de los vehículos, vandalismo y agresión. Hallaron que la
mayoría de los jóvenes no evitaban cometer delitos
porque tuvieran miedo de las consecuencias negativas
para ellos, sino sencillamente debido a que no
contemplaban el delito como una alternativa de
comportamiento. Con todo, la amenaza percibida de
castigo fue una consideración relevante para evitar el
delito en aquellos adolescentes que mostraban con
antelación una fuerte inclinación delictiva.
Resultados parecidos obtuvieron también Kroneberg,
Heintze y Mehlokop (2010), a partir de una muestra de
2.130 adultos en la ciudad alemana de Dresde. En
conjunto se halló, contrariamente a la expectativa de las
teorías de la elección racional y la disuasión, que la
mayoría de los sujetos con normas prosociales claramente
internalizadas, no basaban sus elecciones de conducta en
los eventuales beneficios y costes de los delitos. Tal tipo
de elecciones racionales coste/beneficio del delito solo
aparecían en aquellos sujetos que no se sentían vinculados
con normas morales de índole prosocial. Chen y Howitt
(2007) hallaron, a partir de una muestra de 330
delincuentes juveniles varones, internados en el sistema
correccional juvenil de Taiwan, y de 114 jóvenes no
delincuentes, que los infractores mostraban con claridad
un menor desarrollo moral, en términos de los estadios de
desarrollo moral de la teoría de Kohlberg (1984). Los
estudios aquí referidos ampararían perspectivas teóricas
que incluyen elementos de moralidad como factores
inhibidores del delito, tal como la Teoría de la acción
situacional (Wikström, 2008a; aludida en un capítulo
anterior), por encima de teorías puras de elección
racional.
D) Derivaciones aplicadas
Desde esta teoría se derivarían dos predicciones
principales acerca de la conducta delictiva:
a) La ausencia de uno solo de los elementos
mencionados será suficiente para prevenir la comisión de
un delito: si no existe un delincuente motivado, un
objetivo atractivo o una víctima propicia, o no se carece
del oportuno control, se elimina la posibilidad del delito.
b) Contrario sensu, la convergencia de estos tres
elementos producirá un aumento de las tasas de
criminalidad.
Si estas predicciones fueran certeras, deberían
observarse dos efectos de las actividades cotidianas sobre
la magnitud de la delincuencia. El primero sería que las
rutinas que tienen lugar en el seno de la familia o cerca de
ella, o en general dentro de los grupos primarios o
afectivamente próximos, deberían suponer un menor
riesgo de victimización, debido a la improbable presencia
en ellos de delincuentes motivados (desconocidos, etc.), y
a la paralela presencia de eficaces protectores (familiares,
amigos, vecinos…). Contrariamente, para aquellas
propiedades o personas expuestas en lugares visibles o
accesibles, aumentaría el riesgo de victimización.
Cohen y Felson pusieron especial énfasis aplicado en el
último elemento condicionante del delito, los eficaces
protectores. Consideran muy difícil evitar, con finalidades
preventivas, el primer y segundo elementos teóricos: la
existencia de delincuentes motivados, y la posible
presencia de víctimas propicias u objetos atractivos y
valiosos. Por eso afirman que la criminalidad aumenta
cuando se reduce el control ejercido por las personas
sobre sí mismas o sobre sus propiedades.
Eck (Eck y Wartell, 1998; Eck y Clarke, 2003) propuso
un modelo integrador, que incorpora los elementos
fundamentales de la teoría de las actividades rutinarias
sobre la delincuencia y añade los elementos de control
que les son parejos, en el que podría denominarse
triángulo de la delincuencia y del control:
CUADRO 10.4. Triángulo de la delincuencia y del control
Fuente: elaboración propia a partir de J. Eck y R. Clarke (2003), Classifying
common police problems. En M. S. Smith y D. B. Cornish (Eds.), Theory for
practice in situational crime prevention, Montsey (New York), Criminal
Justice Press.
G) Evaluación empírica
Las investigaciones que se ha desarrollado sobre la
teoría de las actividades cotidianas, en general han
centrado su atención sobre los lugares donde se producen
los delitos y sobre las características y el comportamiento
de las víctimas. Una de sus conclusiones más reiteradas, a
la vez que obvia y esperable, ha sido establecer que pasar
más tiempo fuera de casa aumentaría la probabilidad de
ser víctima de un delito a manos de desconocidos, tal y
como anticipa la propia teoría.
Sherman et al. (1989) describieron la existencia en las
ciudades de lugares o espacios calientes o de alto riesgo
(hot spots) para los delitos, en los cuales acontecería el
mayor número de acciones delictivas dentro de la ciudad,
muy por encima del que se produce en otras
localizaciones adyacentes (Vozmediano y San Juan,
2010). Por ejemplo, en un estudio realizado en la ciudad
de Minneapolis se encontró que el 50% de las llamadas de
denuncia recibidas por la policía procedían de tan solo el
3% de los espacios urbanos, a la vez que los robos
violentos se concentraban en el 3,6% del conjunto la
ciudad (Sherman, Gartin y Buerger, 1989: 27-55). De
acuerdo con una investigación de Wikström sobre la
ciudad de Estocolmo (Tonry y Farrington, 1995: 429-468)
el 47% de los asaltos callejeros se producían en el 3% de
las calles del centro de la ciudad, y en el Distrito Central
de Negocios, pese a que éste ocupaba solamente el 1% del
espacio urbano, tenía lugar el 31% del total de los delitos.
Tradicionalmente, la policía ha construido sus mapas de
“puntos delictivos calientes” a partir de sus registros
históricos de hechos delictivos, a pesar de que tales
puntos a menudo no son estáticos, sino fluidos o
cambiantes. Ello aconseja, idealmente, el empleo de
técnicas estadísticas más sofisticadas (como la tabla de
contingencia de Knox o la simulación de Monte Carlo),
que permita estimar la fluidez o movilidad de tales puntos
calientes del delito y sus posibles regularidades
(Summers, 2007).
En la investigación española, Sabaté y Aragay, y más
recientemente el Institut d’Estudis Regionals i
Metropolitants de Barcelona (IERMB), en sus diversos
estudios sobre la victimización en Barcelona (véase, por
ejemplo, Sabaté y Aragay, 1995, 1997; IERMB, 2012),
han constatado que las mayores tasas de victimización
delictiva se producen en los barrios centrales de la ciudad,
en los más adinerados, y en los menos protegidos (por
ejemplo, el mayor número de delitos contra los vehículos
correspondía a barrios con menor proporción de
parkings). Conclusiones semejantes fueron obtenidas por
Stangeland y Garrido de los Santos (2004) al respecto de
la ciudad de Málaga, en sus análisis del mapa del crimen,
y por Hernando (2007) en su Atlas de la seguridad de
Madrid. Las agresiones contra la seguridad personal son
más numerosas en los distritos centrales de la ciudad, que
parecen ofrecer a los delincuentes mayor anonimato a la
vez que abundancia de víctimas potenciales (Sabaté y
Aragay, 1997; IERMB, 2012).
Diversos estudios han puesto de relieve cómo la mayor
oferta de oportunidades infractoras que se asocia a los
desarrollos económicos, tecnológicos, etcétera, habidos en
la modernidad, contribuyen a favorecer muchos delitos.
Pese a ello, tal relación no siempre es unidireccional.
Durante las últimas décadas del siglo veinte y las primeras
del veintiuno se han producido ingentes cambios y
avances sociales y tecnológicos que, según uno de los
postulados centrales de la teoría de las actividades
cotidianas, tendrían que llevar a una expansión de los
delitos. Sin embargo, en un amplio estudio de Tseloni et
al. (2010), se constató, a partir del análisis de la evolución
de diferentes categorías delictivas en 26 países de diversas
regiones del mundo, que desde mediados de los noventa
se ha producido una reducción significativa de los hurtos
en el interior de los vehículos, de robos de los propios
vehículos, de robos de casas, y de hurtos y robos a
personas.
Por lo que se refiere a la delincuencia organizada,
Kleemans y Poot (2008) analizaron en Holanda, a partir
tanto de información cuantitativa como cualitativa,
alrededor de 1.000 casos de delincuentes vinculados a
delitos organizados, hallando firme evidencia para la tesis
de que la estructura de oportunidad social, es decir la
disponibilidad de conexiones sociales susceptibles de
ofrecer a los individuos ventajas delictivas provechosas,
es clave para explicar la implicación en delincuencia
organizada.
Además de los avales empíricos con los que cuenta,
desde una perspectiva formal, la teoría de las actividades
cotidianas es una elaboración conceptual explícita y
lógica, con proposiciones claramente definidas y
coherentes entre sí. No obstante, como es lógico y sucede
a todas las teorías, tampoco en este aspecto le han faltado
críticas. Por ejemplo, Akers (1997), uno de los autores
principales de la teoría del aprendizaje social, criticó su
falta de definición del constructo “delincuentes
motivados”. ¿Qué son o quiénes son los delincuentes
motivados? ¿Todas la personas están motivadas para el
delito? O, ¿en qué momento está presente en un lugar un
delincuente motivado? ¿Qué características tiene? Para
Akers (1997) la teoría de las actividades cotidianas, más
que una teoría de la delincuencia, sería una teoría de la
victimización. La teoría asume, como premisa de partida,
que existen individuos motivados para el delito, pero no
se explica tal presunción, sino indirectamente, al
describirse algunas de las características más típicas de las
personas o lugares donde se llevan a cabo los delitos.
Además, Akers (1997) afirma que es del puro sentido
común el que la gente que menos se expone tiene menos
posibilidades de ser víctima de un delito, y no considera
que recordar esta obviedad constituya una gran aportación
teórica.
10. Como ecosistema social, a la delincuencia pueden serle atribuidas también las
características generales de todo sistema vivo: 1) la delincuencia se organiza de
diversas formas (primitivas/elaboradas, individuales/colectivas…); 2) efectúa
adaptaciones continuas a los cambios y circunstancias del momento; 3) cuenta con
metabolismo, o ritmos y ciclos periódicos (p. e., en función de los horarios de la
actividad comercial); 4) experimenta desarrollos y evoluciones vitales (inicio de
los jóvenes en el delito, consolidación de su actividad criminal, desistimiento
delictivo); 5) procesos de reproducción y renovación (incorporación, a un
ecosistema criminal, de nuevos delincuentes o de nuevas víctimas); y 6) la
delincuencia reacciona y se reajusta frente a los cambios que se producen en el
contexto circundante.
11. Se comprueba que la mayor oferta y diversificación de las oportunidades
infractoras, que suele asociarse al desarrollo económico y social, contribuye
relativamente a favorecer nuevos delitos.
12. Frente al concepto de delincuente motivado, se ha considerado también que puede
existir una motivación situacional para el delito: cuanto más fácil sea la acción
transgresora y más potentes sus refuerzos, mayor será la instigación hacia el
comportamiento infractor.
13. Un indicador frecuente de que los adolescentes y jóvenes podrían experimentar
tentaciones delictivas es el tiempo que pasan, junto a sus amigos, en actividades
no estructuradas, en ausencia de figuras de autoridad (generalmente, personas
adultas).
14. Según la teoría del patrón delictivo, la mayor probabilidad de delito se producirá
en aquellos lugares en que confluyan las rutas cotidianas de posibles delincuentes
motivados (en sus desplazamientos habituales por la ciudad) con la presencia de
oportunidades delictivas (turistas, comercios, casas, coches…).
15. Como resultado de la prevención situacional de los delitos (a partir del aumento
de los obstáculos, del control informal y de la vigilancia) una parte de los delitos
se previene definitivamente mientras que otros se desplazan a otros lugares más
favorables.
16. Según la teoría de la ventanas rotas, para prevenir que en un lugar aflore y se
consolide una delincuencia más frecuente y grave, como resultado del abandono
de la calle por parte de los ciudadanos y del consiguiente decaimiento del control
social informal, debe empezarse por controlar y evitar en ese mismo lugar las
diversas actividades marginales y de pequeña delincuencia tales como la venta
callejera, el menudeo de drogas, la prostitución, etc.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿En qué se parecen y en qué se diferencian las teorías de la elección racional y las
de la oportunidad delictiva? ¿Se parecen más que se diferencian? ¿Tiene sentido
aunarlas en un solo capítulo o sería mejor analizarlas de modo separado?
2. ¿Puedes definir los conceptos de disuasión, prevención especial y prevención
general? ¿E inocuización? ¿Cuáles son los mecanismos principales a partir de los
que podrían operar la prevención especial y la general?
3. ¿Hay una sola o varias teorías de la disuasión? Razona tu respuesta.
4. ¿Qué significa valor o utilidad de la conducta? ¿Y recompensas y castigos? ¿De
qué factores dependen?
5. ¿Han confirmado las investigaciones la disuasión delictiva? ¿En qué supuestos?
¿Funciona la prevención especial disuasoria? ¿Y la prevención general? ¿Qué
tiene mayor efecto disuasorio, la dureza o la certeza de las penas? ¿Puedes
mencionar algunos estudios al respecto de estas diversas cuestiones? De acuerdo
con lo explicado en el capítulo 2 (Método e investigación criminológica), qué
metodologías han seguido los estudios sobre disuasión.
6. ¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza realizar una acción ilegal (obviamente,
no tiene por qué ser un homicidio)? ¿Cuáles fueron las razones para desistir de
llevarla a cabo?
7. Individualmente o en grupos, y repasando previamente el capítulo 2, preparar un
proyecto esquemático de investigación para analizar el posible efecto disuasorio
de la legislación contra las drogas, o al respecto de cualquier otra categoría de
delitos.
8. Define los conceptos de “territorialidad”, “vigilancia natural” e “imagen y
entorno”, de la teoría del espacio defendible.