10 PRINCIPIOS DEL CEREBRO

Por Gabriel Lázaro

 BRAINBOX by Cerebrum ©

10 Principios del cerebro

Gerente general: Luis Fernando Ramírez

Director científico: Gabriel Lázaro Cruz
Directora académica: Marleny Romero Ranilla
Editor principal: Gabriel Lázaro Cruz

Diseño gráfico y diagramación primera edición: CEREBRUM

Primera edición: agosto 2022

Derechos reservados y de edición

© Cerebrum S.A.C

Lima, Perú

2 | CEREBRUM
DIPLOMADO EN NEUROCIENCIA BRAINBOX® DE CEREBRUM
La neurociencia ha demostrado que debemos ser amigables con el cerebro para aprender mejor, dado que todas las
experiencias afectan este órgano estructural y funcionalmente (Pickersgill, et al., 2015; Fernández, et al., 2019), lo que
repercute en sus capacidades cognitivas (Weyandt, et al., 2020), necesarias en procesos educativos. Por este motivo,
además de las condiciones socioeconómicas en las que todo cerebro está inscrito, es fundamental que se cree una
adecuada «higiene del aprendizaje», es decir, un marco que contemple los estímulos y circunstancias más apropiadas
para aprender; y que se comprenda la actividad neural detrás de todo proceso educativo y sus principios. De esta forma, la
neurociencia marca la pauta que debe seguir todo estudiante desde la propia evidencia científica.

CEREBRUM | 3
 10 PRINCIPIOS DEL CEREBRO
Antes, para entender cómo funciona el cerebro desde
ciertos principios, primero debes recordar que sistema
nervioso tiene un desarrollo y procesamiento de
información de abajo hacia arriba (bottom-up), lo que
quiere decir que el sistema nervioso central sufre primero
procesos de mielinización y maduración en dirección
caudal-rostral (de atrás hacia adelante) y ventral-dorsal (de
abajo hacia arriba). Quiere decir que las áreas cerebrales
filogenéticamente más «primitivas» (comandados por
proyecciones desde regiones subcorticales hasta áreas
corticales) se desarrollan primero. Por lo que las acciones
en los primeros años de vida predominarán influencias
subcorticales bottom-up (pero también persite en la
adultez). Siguiendo este curso, luego desarrollaremos las
vías cerebrales de arriba hacia abajo (top-down), donde
están implicadas redes del control (dirigidos desde las
zonas corticales hacia las estructuras subcorticales):
atencional, motor, emocional, cognitivo y creativo.
Y finalmente, debe saber que es el equilibrio entre ambos
tipos de activaciones el que determina cómo operan
nuestras funciones cognitivas y qué comportamientos
elegimos realizar. Por ejemplo, de predominar más
el proceso bottom-up, el desenlace será más rápido,
impulsivo e irreflexivo; o, de prevalecer el proceso top-
down, será más demorado, racional y analítico (Figura 1).

Procesos terciarios cognitivos

en gran parte neocorticales

Top-down
Regulación cognitiva
Influencias botoom-up
en las reverberaciones y los pensamientos

Procesos secundarios de aprendizaje

en gran medida límbico superior y ganglios
basales

Top-down
Respuestas
condicionadas
Influencias instva botoom-up
para el aprendizaje y el desarrollo

Procesos primarios emocionales

En gran medida procesos profundamente
subcorticales

Figura 1. Jerarquía de los procesos cerebrales. El cuadrado de rojo representa a los procesos primarios emocionales; el
círculo verde, a los procesos secundarios de aprendizaje; y el rectángulo azul, a los procesos terciarios cognitivos. Debe
tomar en cuenta que los procesos subcorticales son más rápidos y por tanto, los primeros en procesar información en el
sistema nervioso. Pero, son los procesos terciarios que debido a las proyecciones top-down regulan el sistema cerebral y
permiten la regulación personal. Adaptado de “Emotional Foundations of Creativity. The Brain’s SEEKING System”, por J.
Panksepp, 2019, en S. Nalbantian & P. M. Matthews (Eds.), Secrets of Creativity: What Neuroscience, the Arts, and Our Minds
Reveal (pp. 203-219). Oxford Scholarship Online.

Ahora podemos comenzar a analizar y reflexionar sobre los 10 principios del cerebro como propuesta de CEREBRUM, y que
no son lo únicos.
4 | CEREBRUM
 1. EL CEREBRO SE RECONFIGURA A TRAVÉS DE
LA NEUROPLASTICIDAD

Es de gran conocimiento que nuestro cerebro, con

cada aprendizaje, cambia, se moldea y reconfigura. Es
decir, es capaz de aprender y desaprender, de anexar
memorias nuevas a memorias previas, siempre con
el involucramiento del sistema afectivo. Pues, a nivel
neuronal existen dos formas de aprender: por repetición
(reforzamiento) y por el impacto emocional de un
estímulo, pero los cambios físicos que se dan son los
procesos de neurogénesis y sinaptogénesis, además
de las sinapsis estructural y funcional (Kandel y Kandel,
2014). A su vez, el aprendizaje puede explicarse debido
a cambios epigenéticos que posibilitan la formación y el
mantenimiento de la memoria (Marshall y Bredy, 2016).
Otra forma de neuroplasticidad es el «olvido», es decir,
una remodelación de los circuitos neuronales y por tanto,
una forma de aprender (Ryan y Frankland, 2022). Sí, el
olvido también es fundamental para aprender y recargas
nuestra consciencia de mucha información innecesaria.

Por otro lado, el trabajo conjunto de mantenimiento del

equilibrio, necesario para que se geste un funcionamiento
cerebral adecuado, lo realizan células y moléculas, como
las propias neuronas, las glías, las moléculas del espacio
extracelular, las células inmunitarias y los pericitos
(Nelson, 2022). Es por esta serie de actividades que el
cerebro es un sistema vivo que busca y es expectante
de nuevas experiencias, a saber, es un órgano livewired
(Eagleman, 2020), es decir no es como un software o un
hardware, sino un órgano en constante cambio.

También debemos entender en este principio que el

cerebro de un infante es más plástico que el de un adulto,
lo que quiere decir que se ve afectado de forma más
prominente por los estímulos que recibe y la posibilidad
que tiene de modificarse estructuralmente es mayor. No
obstante, el cerebro de un adulto también es plástico,
aunque en menor medida. Este mecanismo cerebral es
el que le permite aprender nuevos conocimientos a toda
persona. Cabe especificar que, a diferencia de la infancia,
en la adultez la plasticidad es más selectiva: son las
cortezas somatosensorial y motora las que permanecen
con mayor plasticidad, no así las regiones cerebrales de,
por ejemplo, el lenguaje (Eagleman, 2020). ¿Eso significa
que el cerebro de un adulto es menos inteligente? No,
al contrario, si bien es menos plástico a mayor edad, se
especializa, tal como lo explicaremos en el siguiente
principio.

5 | CEREBRUM CEREBRUM | 5
 2. EL CEREBRO BUSCA SER EFICIENTE Y
AUTOMATIZARSE
El cerebro presenta un desarrollo de abajo hacia arriba,
en el que la mielinización del sistema nervioso sigue una
ruta bottom-up y, en el cerebro, una orientación caudal-
rostral y ventral-dorsal (Zelazo y Lee, 2010). Por ello, la
estimulación de cualquier capacidad debe ocurrir en
ese sentido y debe contemplar que la especialización es
paulatina. De acuerdo con cada etapa del ciclo vital, el
cerebro va perfeccionando sus habilidades, sean estas
sensoriales, motoras, cognitivas, emocionales, sociales
y prosociales, siempre en ese orden. Esto se evidencia
en la automatización y eficiencia de las capacidades
cognitivas (Fischer, 2008); cualidades que se desarrollan
con el paso del ciclo vital y que diferencian el cerebro de
un infante y de un adulto. La explicación estaría a nivel
microanatómico, pues, lo que ocurre en la adultez es que
existe una mayor agrupación neuronal (círculos morados),
en comparación con la alta segregación neuronal de la
infancia, como se evidencia en la Figura 2 (Tymofiyeva, et
al., 2013).
PREMATURO 6 DÍAS 6 MESES ADULTO
Figura 2. Maduración y desarrollo del cerebro a través del
ciclo vital humano. Adaptado de “A DTI-based template-
free cortical connectome study of brain maturation”, por
Tymofiyeva y colegas, 2013, en PLOS ONE, 8(5).
Observe en la Figura 2 el cerebro de un niño con demasiadas
conexiones neuronales y todas desordenadas aún, pero,
en el caso de un adulto tiene pocas conexiones, solo las
necesarias, y por ello es más eficiente en sus quehaceres.
Este signo de madurez y desarrollo cerebral demuestra
que el cerebro se especializa con la edad, con la suma de
experiencias, con los automatismos que adquirimos, es
decir, con la interacción con el entorno y con la práctica
sostenida de una capacidad. No olvide que el cerebro
busca gastar menos energía y por tanto solo tener las
neuronas y conexiones neuronales necesarias.
6 | CEREBRUM
3. EL CEREBRO BUSCA EL PLACER Y EVITA EL
DOLOR
Querer
Gustar
Corteza insular
Corteza cingulada
Consciencia del
placer
Interpreta
y
modula
Núcleo de
accumbens
Corteza
orbitofrontal
Pallidum ventral
Amígdala Área tegmental
ventral
Figura 3. Circuitos del placer. Diferencias entre el querer
y gustar. Adaptado de “The joyful mind”, por Kringelbach y
Berridge, 2012, en Scientific American. Explora más.
Nuestro cerebro ha evolucionado para detectar ganancias
y evitar las pérdidas, y por ello desarrolló un sistema
de acercamiento cerebral, y es aquel que nos motiva
a conseguir recompensas (Aupperle, et al., 2014). Aquí
deberíamos hacer una diferenciación entre el gustar
(liking), que es el obtener placer por un objeto o evento;
y el querer (wanting), que es estar motivado a buscar
algo, y además que ambos tienen circuitos cerebrales
diferenciados (Figura 3) (Berridge, et al., 2009). Por lo
tanto, el gustar nos permite aprender lo que nos genera
recompensas (lo que consideramos recompensante es
porque previamente hemos aprendido que es así). Pero, el
querer es el impulsor o movilizador para encontrar lo que
nos gusta. Por ejemplo, el núcleo accumbens es la región
cerebral central que procesa y reconoce los estímulos
que generan motivación y recompensa al cerebro, y nos
impulsa hacia su búsqueda (Knutson, et al., 2008). Pero
esta área cerebral pertenece a un circuito más amplio
conocido como el «sistema de recompensa cerebral»
(Berridge y Kringelbach, 2013). Mediante la producción y
liberación de dopamina desde el área ventral tegmental,
parte de esta misma red, orienta nuestros procesos
cognitivos y nuestro comportamiento hacia la obtención
de aquellos estímulos que el cerebro ha codificado
evolutiva o asociativamente como recompensas
(Salamone y Correa, 2012).
CEREBRUM | 6
Sin embargo, el sistema de recompensa no solo está activo
ante la recompensa o el placer, sino, también, frente a
la novedad. Las últimas investigaciones consideran a
este circuito como centro neural importante para las
conductas de búsqueda de estímulos poco familiares
para el cerebro, los cuales se codifican como placenteros
(Costa, 2014). Inclusive, la producción y liberación de
dopamina en este sistema cerebral ocurre previamente
a la obtención de novedad, dado que es este mecanismo
el que nos moviliza hacia la gratificación (Berridge, et al.,
2009). En otras palabras, el cerebro está constantemente
buscando la novedad, y el precursor de ello es la dopamina,
un neurotransmisor relacionado con las conductas de
búsqueda (Dreisbach, et al., 2005).

Por otra parte, el cerebro también cuenta con un sistema

de alejamiento que nos motiva a apartarnos de estímulos
que podrían representar un castigo (Aupperle, et al.,
2014), una pérdida, un riesgo o cuando percibamos un
estado de incertidumbre. En este caso, la amígdala
y la ínsula son las estructuras cerebrales encargadas
de movilizar una respuesta de defensa y de disgusto,
respectivamente, frente a este tipo de estímulos (Tom, et
al., 2007; Sarinopoulos, et al., 2010). Asimismo, el cerebro,
permanentemente, evalúa las ganancias y las pérdidas,
pero el valor que les asigna es diferente; la percepción de
las pérdidas es más intensa. Inclusive, cuando compara
recompensas a corto plazo que son menores a las de largo
plazo, opta por las primeras al percibir como pérdidas
aquellas ganancias que se darán en el futuro (Berridge,
et al., 2009; Hariri, et al., 2006). Hasta aquí usted debería
preguntar ¿cómo el cerebro logra encontrar que lo
placentero le genera beneficios y no secuelas negativas?
¿cómo encontrar un equilibrio entre seguir buscando y
detenerse? Para ello, entendamos el siguiente principio.
4. EL CEREBRO ES UN SISTEMA EN EQUILIBRIO
El cerebro posee estructuras para monitorear el grado de
equilibrio u homeostasis que exhiben todos los sistemas
corporales, incluyendo el cerebral. Por ejemplo, la amígdala
es una estructura subcortical con forma de almendra que
detecta estímulos amenazantes y activa una respuesta
de lucha, huida, parálisis o comunicación, haciendo que
nuestro cuerpo entre en un estado de «desequilibrio».
Pero no es la única área, pues colabora conjuntamente
con el sistema nervioso periférico, especialmente al
autonómico polivagal (Porges, 2007; Kozlowska, et al.,
2015). Por ejemplo, cuando estamos caminando en un
bosque y detectamos intuitivamente una serpiente,
nuestro sistema nervioso no consciente reacciona o
Figura 4. Sistema Nervioso Periférico (SNP). A la izquierda
se representa el SNP parasimpático, y e la derecha el SNP
simpático.
saltando hacia atrás o quedándose paralizado. En esta
situación nuestro cuerpo experimenta estrés, aumenta el
latido cardíaco, dilata las pupilas, y más (Figura 4). Pero
¿qué mecanismo cerebral nos devuelve al estado de
tranquilidad? Cuando recuperamos un estado de control
ocurre algo contrapuesto, existe una hipoactivación
de la amígdala, disminuye nuestro ritmo cardíaco y
respiratorio, y se relajan nuestros músculos, y ello se logra
por la dominancia del sistema parasimpático (Jerath, et
al., 2014). Y aunque esta recuperación del «equilibrio»
es prácticamente no consciente, existe un mecanismo
dirigido y deliberado que principalmente es ejercido
por la corteza prefrontal dorsolateral y orbitofrontal,
que dirige procesos de autorregulación (Yu, et al., 2021;
Golkar, et al., 2012). Por ejemplo, una forma de aumentar el
equilibrio interno es a través de la práctica de meditación,
que recablea nuestras redes neuronales haciendo que se
desarrollen estructuras del control personal (Hölzel, et al.,
2011).
Pero, no todas las situaciones que generan
«desequilibrios» son tan repentinos como la aparición
de un depredador en la jungla, también pueden existir

CEREBRUM | 7
 estresores más abstractos como la falta de trabajo o
el no conseguir la entrada a un concierto único en el
país. Para ello, existe un centro de monitoreo interno
llamado ínsula cerebral o lóbulo insular ubicado entre
el lóbulo temporal y frontal, que procesa los disgustos
sensitivos, emocionales, sociales, entre otros (Campbell,
et al., 2018) y que, además, genera una sensación de
dolor (desequilibrio o estado de déficit) cuando detecta
un estímulo desagradable para, nuevamente, evitarlo
y restaurar el equilibrio. En tal sentido, la ínsula es una
estructura que procesa nuestra consciencia corporal y
personal (Craig, 2009). La ínsula por tanto es una región
que debe ser estimulada para incrementar el sentido de
autopercepción e interocepción, y de esa forma gestionar
nuestro «equilibrio» personal.
Otro punto crucial, sumado al tercer principio, es que
nuestro cerebro también está preparado para aprender
a «saber rendirse». Recuerde que tenemos un circuito
de búsqueda de recompensas o wanting, pero existirá
momentos en que no conseguiremos las metas. ¿Cómo
saber cuándo parar y no perecer en el intento? Pues, el
propio sistema de recompensa tiene un «mecanismo de
estabilidad» que está conformado por las «neuronas de la
frustración» presentes en el área tegmental ventral. Pues,
se ha encontrado que estas se activan justo antes de
rendirnos o dejar de perseguir una meta, y la explicación
es que una molécula llamada nociceptina modula la
dopamina, o actúa como antidopaminérgicas (Parker,
et al., 2019). El mensaje es que sí existe un mecanismo
natural en el sistema nervioso que nos posibilita el
saber rendirnos. Todas estas evidencias, por lo tanto,
evidencian de qué manera el cerebro está biológicamente
(A)
Docente
Estudiantes
Investigador/a
Figura 5. (A) Situación experimental de sincronización cerebral en un aula de clase. (B) Sincronía cerebro-cerebro.
Adaptado de “Brain-to-Brain Synchrony Tracks Real-World Dynamic Group Interactions in the Classroom”, por S. Dikker, L. Wan, I. Davidesco, L. Kaggen, M.
Oostrik, J. McClintock, … D. Poeppel, 2017, en Current Biology, 27(9), 1375-1380.
8 | CEREBRUM
diseñado para monitorear el estado corporal y cerebral
(funciones fisiológicas, cognitivas, emocionales, etc.) con
el fin de mantener un equilibrio.
5. EL CEREBRO SE SINCRONIZA SOCIALMENTE
El vínculo social está determinado por químicos en el
sistema nervioso que nos permiten cooperar entre grupos,
y esta ha sido la razón de toda evolución y desarrollo de
cualquier cultura y sociedad en el mundo, incluso de la
propia especie. Por ello, debemos entender cómo los
grupos sociales tienen una gran influencia sobre las
decisiones que toma el cerebro individual, desde las más
básicas hasta las más complejas. Debido a la necesidad
evolutiva por crear y conservar comunidades, el cerebro
codifica como recompensante la aprobación de los demás
(Izuma, et al., 2010) y como castigo, el rechazo (Zinchenko,
2019). Para incrementar la recompensa y no poner en
riesgo su permanencia en el grupo, el cerebro decide
estar constantemente en línea con las claves sociales.
Para entender más este principio, debe usted tener en
cuenta que el cerebro humano se comporta de diferente
manera: sea si se encuentra solo o si está en un grupo
social (Asch, 1952). Es decir, nuestro cerebro está
siempre afectado por la obligación moral o la necesidad
de empatizar con el otro. Por ejemplo, cuando estamos
vigilados solemos actuar éticamente, pero en cuanto
estamos solos solemos derribar los límites o normas
preestablecidas (Ayal y Gino, 2011). Y no solo eso, sino
que también existe un efecto psicológico llamado «el
efecto de una manzana podrida en el barril», que explica
cómo la influencia de una persona o un grupo social con
(B)
(iii) Sincronía
(i) No sincronía
estudiante-grupo
(ii) Sincronía de (iv) Sincronía
grupo estudiante-estudiante
acciones poco éticas pueden llevar a otros a actuar de
manera negativa (Gino, et al., 2009). En otras palabras,
las conductas éticas y poco éticas se contagian con
los demás. Estas afirmaciones también están siendo
corroboradas por la neurofisiología, por ejemplo, al
evaluarse ciertos comportamientos de equipos de trabajo,
por ejemplo, profesor y alumnos, o líder y colaboradores;
se ha encontrado que si el que dirige al equipo tiene una
sincronización cerebral de ondas cerebrales con sus
compañeros, existen mejores calificaciones de estudio
(Figura 5) o mejores resultados de trabajo (Dikker, et
al., 2017; Reinero, et al., 2021). La sincronía cerebral
explicaría cómo el vínculo entre líder y equipo se da por el
compromiso entre ellos, y esto ocurre siempre y cuando
comparten objetivos en común.
De lo explicado, podemos también desprender que
normalmente tendemos a la conformidad, es decir, a
aceptar el criterio o la decisión grupal; pero, cuando
percibimos un desacuerdo nuestro cerebro genera una
menor activación del núcleo accumbens, es decir una
menor percepción de recompensa (Morgan y Laland,
2012), lo que haría que no sigamos por ese camino. Si bien
este análisis es a nivel social, un gran influenciador más
personal son las emociones, explicado en el siguiente
principio.
6. EN EL CEREBRO PRIMERO SON LAS
EMOCIONES
El cerebro le da significado a todo lo que experimenta y ello
le permite fortalecer nuevos aprendizajes. El mecanismo
bottom-up, propiciado por el sistema límbico y el sistema
nervioso periférico, es el que nos permite darles un
significado emocional y primario a nuestras experiencias.
Por lo tanto, procesos más complejos, como la creatividad,
la memoria y la atención, son claramente influenciados
por las dimensiones emocionales, especialmente si son
intensamente motivacionales (Harmon-Jones, et al.,
2013). Todo proceso que implique tanto nuevas como
antiguas competencias o conocimientos tendrá un
aspecto emocional que podrá facilitar o dificultar que
se consoliden en la memoria a largo plazo. En palabras
de Francisco Mora, «Solo se puede aprender aquello
que se ama» (Mora, 2013), y es aplicable a efectos de
otros sentimientos como más negativos. Siendo así,
las emociones deben ser entendidas como reacciones
fisiológicas, mayormente no conscientes y de muy rápida
reacción, es decir, reacciones que el cuerpo siente
pero que aún no son claras; pero, es cuando estas se
interpretan deliberadamente, a través de memorias
previas que la podemos identificar como un conjunto de
sentimientos: miedo, angustia, amor, odio, venganza,

(3a) La información es desviada (2) El tálamo recibe el (A) (B)

a la amígdala que registra el estímulo.
peligro.
Amenaza

(3b) Una imagen

consciente de
la serpiente es
enviada a la corteza Sistema
visual del cerebro sensorial
para considerar la
respuesta.

Circuito
Circuito de cognitivo
supervivencia (memoria de
trabajo)
(1) Estímulo visual (aversivo) de
una serpiente.

MIEDO
(4) La amígdala dispara una rápida reacción física Respuestas
(acelera ritmo cardíaco, aumenta presión sanguínea y defensivas Sensación de
se contrae el músculo). miedo

Figura 6. (A) Dos rutas del cerebro de reacción defensiva. Nótese la ruta inconsciente (líneas amarillas) corresponde a los pasos (1) (2) (3a) y (4); la ruta consciente
implica (líneas blancas) los pasos (1) (2) (3b) y (4). (B) Modelo de los dos sistemas. Nótese que la emoción, por ejemplo, el miedo, surge de la evaluación e
interpretación del circuito cognitivo. Adaptado de “Using Neuroscience to Help Understand Fear and Anxiety: A Two-System Framework” por Joseph E.
LeDoux y Daniel S. Pine, 2016, en The American Journal of Psychiatry.
CEREBRUM | 9
 entre otros; y aunque es complejo darle un sentido lógico
a las emociones, sí se prestan a momentos de reflexión.
Pero, desde ya debemos tener en claro que no nacemos
con sentimientos de miedo u otro como tal, aunque sí
heredamos predisposiciones biológicas que nos pueden
llevar a desencadenar mayores reacciones a ciertos
patrones emocionales. Por ejemplo, se ha encontrado que
existe una transmisión generacional de ciertos efectos
de traumas (memorias de miedo) de padres a hijos por
mecanismos epigenéticos (Yehuda y Lehrner, 2018).
Pero, lo más relevante para entender el presente principio
es la existencia de un «circuito de supervivencia» (Figura
6) y es partir de este que aprendemos los diferentes
sentimientos, y no al revés (Ledoux, 2020). Aprendemos
a qué tenerle miedo, aprendemos a qué amar, y también
podemos usar nuestra neuroplasticidad para no tener
miedo o no amar a un evento, algo o alguien. Por estas
confusiones, y más, es que por siglos se ha priorizado a la
razón, a los sentimientos y a todo proceso consciente, y se
ha dejado de lado los procesos primarios no conscientes.
Muchas veces queremos aprender más a través de la
razón, pero debe ser a través de las emociones, de la
pasión; muchas veces deseamos ser más productivos
u obtener bienestar personal a través de una lógica de
procesos pero, debe ser más por variables como las
propias emociones. Por lo que, debemos pasar de ignorar
a las emociones a una nueva «revolución afectiva»,
porque éstas están en los procesos más importantes del
cerebro: la formación de memorias, la percepción del
10 | CEREBRUM
mundo, nuestro comportamiento, los niveles de atención
y claramente en la toma de decisiones, entre otros (Dukes,
et al., 2021). Por lo tanto, usted debe estar preparado para
la nueva era del afectivismo. Pero ¿si las emociones son
no conscientes cómo hacer para poder entenderlas? Ello
podremos ver en el siguiente principio.
7. EL CEREBRO ES MAYORMENTE NO
CONSCIENTE
A través de los años de investigación científica se
ha demostrado que el procesamiento neuronal es
precedente a la consciencia de alguna reacción, y se
hipotetizó con el término de «potencial de preparación»
que ocurre una fracción de segundo o más, antes de tener
consciencia de la acción (Knutson, et al., 2007; Libet,
2002; Soon, et al., 2008). Y es por ello que nuestro cuerpo
cuando procesa información de manera subliminal aún
no sabe qué sentimiento identificar o que decisión lógica
tomar, por lo que se plantea que lo no consciente es
procesado por ciertas redes neuronales, y la información
consciente por otras (Taschereau-Dumouchel, et al.,
2019); sin embargo algunas de estas redes se solapan
entre sí. Pero, este «potencial de preparación» no debería
de sorprendernos como tal, aunque sí debe de atraernos
cómo este procesamiento inconsciente es capaz de influir
en un gran porcentaje de decisiones diarias, reacciones, e
incluso gobernar gran parte de cómo percibimos el mundo
(Dresp-Langley, 2011). Aunque no existe una definición
estándar de consciencia, y que va mucho más allá de un
estado consciente, se entendería que es la actividad de
un grupo de neuronas que transportan información en un
determinado momento. Lo cual las convierte en firmas
temporales potenciales de los estados conscientes
(Churchland, 2002). Otra interpretación muy aceptada
es que la consciencia se basa en un núcleo dinámico,
que serían áreas cerebrales ampliamente distribuidas
con cierta vinculación y enlace sincrónico; y es así
cómo dirigimos nuestra atención de una situación a
otra (Edelman 2003). E incluso la consciencia puede ser
explicada por la física cuántica, donde ciertas moléculas
llamadas tubulinas participan de vibraciones cuánticas
en los microtúbulos de las neuronas propiciando la
consciencia (Hameroff y Penrose, 2014).
Ahora nos preguntamos ¿cómo lo inconsciente se
vuelve consciente? Pues, tal como se intentaba definir la
consciencia, es un sistema complejo que está distribuído
por todo el sistema nervioso y cuerpo. Siendo así, los
procesos sensoriales son principalmente no conscientes,
pero que luego para volverse consciente son revaluados
por las memorias previas y luego, llegan a la corteza
prefrontal para dar un informe verbal de lo consciente.
Es evidente, por tanto, que lo consciente es demorado y
depende mucho de nuestro aprendizaje previo (LeDoux,
2020), por ello el cerebro prefiere muchas veces reaccionar
no conscientemente. Para visualizar cómo se transforma
lo inconsciente a consciente podemos analizar la Figura
7 que presenta el procesamiento visual de lo subliminal
desatendido (a), sibliminal atendido: puede alcanzar
un nivel semántico pero no reporta a la conciencia (b);
la activación preconsciente: activación fuerte aunque
confinada a los procesadores sensoriomotores (c); y
lo consciente: atención controlada, con participación
extendidas de redes red parietofrontal y sincronía global
(d) (ver Figura 6) (Dehaene, et al., 2006).
Y llegado a este punto nos preguntaremos ¿por qué
existe el inconsciente? Nuestro cerebro ha generado
mecanismos de automatización, es decir, crea
constantemente patrones neuronales para poder
reaccionar más rápidamente la próxima vez. Tal como la
primera vez para manejar una bicicleta, todo es complejo,
pero al tener práctica todo se vuelve automático. Además,
porque el procesamiento no consciente es más rápido
y más eficiente (Zhao, et al., 2022; Kahneman, 2009;
Dijksterhuis, et al., 2006), y nuestro cerebro busca ello
con todo el aprendizaje, día con día. En otras palabras,
es posible que las decisiones no conscientes o intuitivas
sean más inteligentes en ciertos contextos.

Atención consciente (A) (B)

(top-down)

Fuerza del Ausente Presente

estímulo
(bottom-up)

a. Subliminal (desatendido) b. Subliminal (atendido)

Débil o
interrumpido

c. Preconsciente d. Consciente

Consciente: Subliminal:
Suficientemente alta fuerza y Preonsciente: fuerza débil.
fuerte atención. alta fuerza, sin
atención.

Figura 7. (A) Propuesta de 3 tipos de estados cerebrales: subliminales, preconsceinte y consciente. Nótese el procesamiento de abajo hacia arriba (bottom-up)
definidos por la fuerza del estímulo; y el procesamiento de arriba hacia abajo (top-down). (B) Representación del Global Neuronal Workspace Model para explicar
la consciencia como un espacio de trabajo global, pero lo preconsciente va perdiendo conexión con la consciencia o espacio de trabajo, y aún más con lo
subliminal no consciente. Adaptado de “Conscious, preconscious, and subliminal processing: a testable taxonomy” por Dehaene, y colegas, 2006, en Trends in
Cognitive Sciences, 10(5), 204–211.

CEREBRUM | 11
 8. EL CEREBRO NECESITA DE VÍNCULOS 9. TODOS LOS CEREBROS SON DIVERSOS
MORALES
Todos los cerebros son producto de la predisposición
genética hereditaria que se ve influida por la recepción
de estímulos del entorno. En tal sentido, incluso cuando
existe una ruta biológica, coordinada por los genes, que
construye cerebros con las mismas estructuras micro-
y macroanatómicas, la configuración final depende de
la epigenética, es decir, de los genes heredados que se
activan o desactivan de acuerdo con las experiencias
en el medio (Matt, et al., 2012; Fagiolini, et al., 2009).
Partiendo de la premisa de que la predisposición genética
depende de cada árbol familiar y de que los estímulos
del entorno son experimentados de forma particular por
cada persona, no cabe la posibilidad de que dos cerebros
sean iguales. El resultado de este proceso es que cada
configuración del cableado neuronal y las otras células
del sistema nervioso generan un conectoma: un mapa del
cerebro único (Seung, 2013).

Este es el principal postulado de la «neurodiversidad»

(Armstrong, 2011; 2015). Este paradigma de la
Figura 7. Resonancia magnética de una mamá y su bebé. Para lograr esta neurociencia, que sostiene desde la evidencia que
foto se tuvo que introducir al bebé dormido con su mamá, pues, si surge
algún mínimo movimiento la imagen se difumina. Rebecca Saxe y Atsushi los cerebros son diversos, propone que no existe una
Takahashi, científicas que trabajan en el MIT, lograron tal hazaña en el 2015 normalidad cerebral, esto es, una norma que dicte qué
y la llamaron: Unconditional Love.
cerebros son adecuados y cuáles presentan déficits. Por
ello, observa las fortalezas que tiene cada cerebro en lugar
El cerebro dispone de diversas redes neuronales que
de centrarse en el trastorno e impulsa la implementación
le permiten responder al entorno socioemocional en
de entornos que respeten y satisfagan las necesidades de
diversas situaciones, las cuales se ven afectadas por
cada persona, entre ellos, entornos educativos inclusivos
el aprendizaje, es decir, por la cultura. Por ejemplo, las
(Armstrong, 2011; 2015; 2017).
mismas redes cerebrales involucradas en las emociones
de los demás se activan en el cerebro del observador
(Bonini, 2016). En adición, la corteza prefrontal con sus
divisiones posee la capacidad de realizar inferencias
sobre los pensamientos, los deseos y las intenciones de
los demás. Esto sugiere que el cerebro está predispuesto
biológicamente para sentir lo que sienten las otras
personas, para demandar justicia y un cuidado de los
valores que buscan el bienestar de todas las personas.
En efecto, se ha encontrado que bebés de ocho meses
pueden reconocer e intentar castigar comportamientos
antisociales (Kanakogi, 2022). Por lo tanto, no toda acción
del cerebro es egocéntrica, porque el vivir en sociedad
hace que dependan unos de otros, y para ello debe
existir un equilibrio, este lo ejercen las reglas morales
y de justicia inventadas por las culturas, pero que todo
solemos aceptar como ciertas (Harari, 2011).

12 | CEREBRUM
10. EL CEREBRO ES CREATIVO POR
NATURALEZA
El sistema nervioso ha evolucionado por su capacidad de
reconfigurarse constantemente, de aprender y adoptar
nuevas formas conforme el ambiente cambia. Y en este
interín, el sistema nervioso también ejerce influencia
sobre el ambiente modificándolo: indicio de creatividad.
La capacidad casi infinita del cableado neuronal es la
que sustenta la capacidad casi infinita de ser creativo,
mezclando conocimientos previos y adoptando «nuevas»
configuraciones: creatividad (Fuster, 2018). Y todos
nacemos para ser creativos, porque incluso un bebé de
meses de nacido muestra intentos de curiosidad casi
científica. Pues, al tener la capacidad de mover objetos ya
son capaces de adaptar sus acciones para probar ciertas
hipótesis para lo que desafía sus expectativas (Stahl y
Feigenson, 2019).
Pero, ¿cómo ocurren las reconfiguraciones constantes
en el cerebro? Pues se ha demostrado que el cerebro
tiene una capacidad de repetir lo aprendido pero como
un proceso mayormente subconsciente; sea en un estado
de vigilia o de sueño, como un bucle, y especialmente el
hipocampo tiene esta capacidad hiperasociacionista
(Huber, et al., 2004; Maquet, et al., 2000; Crick y Mitchison,
1983). Por ejemplo, muchas veces cuando salimos al
parque o después de haber tenido un buen sueño aparece
en nuestra consciencia la solución a un problema que
estabamos buscando, y gritamos ¡lo tengo!. Aquí dos
procesos se evidencian: el proceso no consciente (pensar
y salir al parque o dormir) que se sustenta por una red de
divagación dirigida o también llamada red por defecto
(default network). Lo otro sería cuando gritamos ¡lo
tengo!, es decir, cuando se vuelve consciente y supera
los umbrales de la inconsciencia, esta es modulada por
la red de concreción o red ejecutiva del cerebro (Beaty,
2020). Por lo tanto, la creatividad en el cerebro es un
flujo constante de emociones, memorias y lógicas no
conscientes y conscientes. Así funciona nuestro cerebro.
Sumado a ello, la creatividad o el cerebro que se
reconfigura, no sería posible sin una capacidad
prospectiva, es decir, de estar constantemente avizorando
el futuro. En otras palabras, la corteza prefrontal usa las
memorias previas para predecir el futuro: es un órgano
prospectivo y ello le concede ser creativo (Ribeiro, 2021;
Fuster y Bressler, 2015). Y estos cambios cerebrales son
los que originan que el cerebro vea su realidad de manera
diferente cada día, pero con una estabilidad previa; y ello
hace que las revoluciones culturales o innovaciones que
cambian al mundo sean por propuestas que rompen con
el estado actual de las cosas. Claramente, ser creativo
reúne diversas capacidades, es una función compleja
del cerebro y que claramente se basa en los principios
previamente explicados.
CEREBRUM | 13
 Referencias bibliográficas
Adelman, G. (2010). The Neu-
rosciences Research Program
at MIT and the Beginning of the
Modern Field of Neuroscien-
ce. Journal of the History of the
Neurosciences: Basic and Cli-
nical Perspectives, 19(1), 15-23,
doi:10.1080/096470409027206
51
Akil, H., Balice-Gordon, R., Car-
dozo, D. L., Koroshetz, W., Posey
Norris, S. M., Sherer, T., … Thiels,
E. (2016). Neuroscience Training
for the 21st Century. Neuron,
90(5), 917–926. doi:10.1016/j.
neuron.2016.05.030
Armstrong, T. (2011). The Power
of Neurodiversity: Unleashing
the Advantages of Your Diffe-
rently Wired Brain. Boston: Da
Capo Lifelong Books.
Armstrong, T. (2015). Neurodi-
versidad en el salón de clases.
Lima: Cerebrum Ediciones.
Armstrong, T. (2017). The Myth of
the ADHD Child: 101 Ways to Im-
prove Your Child’s Behavior and
Attention Span Without Drugs,
Labels, or Coercion. New York:
TarcherPerigee.
Asch, S. E. (1951). Effects of
group pressure upon the mo-
dification and distortion of ju-
dgments. En H. Guetzkow (Ed.),
Groups, leadership and men;
research in human relations (pp.
177-190). Carnegie Press.
Aupperle, R. L., Melrose, A. J.,
Francisco, A., Paulus, M. P., &
Stein, M. B. (2014). Neural subs-
trates of approach-avoidance
conflict decision-making. Hu-
man Brain Mapping, 36(2), 449-
462. doi:10.1002/hbm.22639
Ayal, S., & Gino, F. (2011). Honest
Rationales for Dishonest Be-
havior. En M. Mikulincer & P.R.
Shaver (Eds.), The Social Psy-
chology of Morality: Exploring the
Causes of Good and Evil (pp. 149-
166). Washington, D.C.: Ameri-
can Psychological Association.
Beaty R. E. (2020). The Creati-
ve Brain. Cerebrum : the Dana
forum on brain science, 2020,
cer-02-20.
Berridge, K. C., & Kringelbach,
M. L. (2013). Neuroscience of
affect: brain mechanisms of
pleasure and displeasure. Cu-
rrent Opinion in Neurobiology,
23(3), 294-303. doi:10.1016/j.
conb.2013.01.017
Berridge, K. C., Robinson, T. E.,
& Aldridge, J. W. (2009). Dis-
secting components of reward:
‘liking’, ‘wanting’, and learning.
Current Opinion in Pharmaco-
logy, 9(1), 65-73. doi:10.1016/j.
coph.2008.12.014
Bonini, L. (2016). The Exten-
ded Mirror Neuron Network:
Anatomy, Origin, and Func-
tions. The Neuroscientist, 23(1).
Recuperado de https://doi.
org/10.1177/1073858415626400
Bonini, L., Ferrari, P. F., & Fo-
gassi, L. (2013). Neurophysio-
logical bases underlying the
organization of intentionalac-
tions and the understanding
of others’ intention. Cons-
14 | CEREBRUM
ciousness and Cognition, 22(3),
1095-1104. doi:10.1016/j.con-
cog.2013.03.001
Campbell, M. E. J., Mehrkanoon,
S., & Cunnington, R. (2018). In-
tentionally not imitating: Insula
cortex engaged for top-down
control of action mirroring.
Neuropsychologia, 111, 241-251.
Recuperado de https://doi.
org/10.1016/j.neuropsycholo-
gia.2018.01.037
Churchland, P. S. (2002). Bra-
in-wise: Studies in neurophiloso-
phy. MIT Press.
Costa, V. D., Tran, V. L., Turchi,
J., & Averbeck, B. (2014). Dopa-
mine Modulates Novelty See-
king Behavior During Decision
Making. Behavioral Neuroscien-
ce, 128(5), 556-566. doi:10.1037/
a0037128
Craig, A. D. (2009). How do you
feel — now? The anterior insula
and human awareness. Nature
Reviews Neuroscience, 10, 59-
70. Recuperado de https://doi.
org/10.1038/nrn2555
Crick, F., & Mitchison, G. (1983).
The function of dream sleep.
Nature, 304(5922), 111–114. ht-
tps://doi.org/10.1038/304111a0
Dehaene, S., Changeux, J.-P.,
Naccache, L., Sackur, J., &
Sergent, C. (2006). Conscious,
preconscious, and subliminal
processing: a testable taxo-
nomy. Trends in Cognitive Scien-
ces, 10(5), 204–211. doi:10.1016/j.
tics.2006.03.007
Dijksterhuis, A., Bos, M. W., Nor-
dgren, L. F., & van Baaren, R.
B. (2006). On making the right
choice: the deliberation-wi-
thout-attention effect. Science
(New York, N.Y.), 311(5763), 1005–
1007. https://doi.org/10.1126/
science.1121629
Dikker, S., Wan, L., Davidesco, I.,
Kaggen, L., Oostrik, M., McClin-
tock, J., … Poeppel, D. (2017).
Brain-to-Brain Synchrony Trac-
ks RealWorld Dynamic Group
Interactions in the Classroom.
Current Biology, 27(9), 1375-1380.
doi:10.1016/j. cub.2017.04.002
Dreisbach, G., Müller, J., Gos-
chke, T., Strobel, A., Schulze,
K., Lesch, K.-P., … Brocke, B.
(2005). Dopamine and cognitive
control: the influence of sponta-
neous eyeblink rate and dopami-
ne gene polymorphisms on per-
severation and distractibility.
Behavioral Neuroscience, 119(2),
483-490. doi:10.1037/0735-
7044.119.2.483
Dresp-Langley B. (2011). Why the
brain knows more than we do:
non-conscious representations
and their role in the construc-
tion of conscious experience.
Brain sciences, 2(1), 1–21. ht-
tps://doi.org/10.3390/brains-
ci2010001
Dukes, D., Abrams, K., Adolphs,
R., Ahmed, M. E., Beatty, A., Be-
rridge, K. C., … Clay, Z. (2021).
The rise of affectivism. Nature
Human Behaviour, 5(7), 816–820.
doi:10.1038/s41562-021-01130-8
Eagleman, D. (2020). Livewired:
the inside story of the ever-chan-
ging brain. Canada: Doubleday
Canada.
Edelman G. M. (2003). Naturali-
zing consciousness: a theore-
tical framework. Proceedings
of the National Academy of
Sciences of the United Sta-
tes of America, 100(9), 5520–
5524. https://doi.org/10.1073/
pnas.0931349100
Fagiolini, M., Jensen, C. L., &
Champagne, F. A. (2009). Epige-
netic influences on brain deve-
lopment and plasticity. Current
Opinion in Neurobiology, 19, 1-6.
doi:10.1016/j.conb.2009.05.009
Fernández, Á., Bartrés, D., &
Pascual-Leone, Á. (2019). El ce-
rebro que cura. Barcelona: Pla-
taforma.
Fischer, K. W. (2008). Dynamic
cycles of cognitive and bra-
in development: Measuring
growth in mind, brain, and edu-
cation. En A. M. Battro, K. W.
Fischer, & P. J. Léna (Eds.), The
educated brain: Essays in neu-
roeducation (pp. 127-150). Cam-
bridge University Press. Recupe-
rado de https://doi.org/10.1017/
CBO9780511489907.010
Fuster, J. (2018). Neurociencia.
Los cimientos cerebrales de
nuestra libertad. Booket.
Fuster, J. M., & Bressler, S. L.
(2015). Past Makes Future: Role
of pFC in Prediction. Journal
of Cognitive Neuroscience,
27(4), 639-654. doi:10.1162/joc-
n_a_00746
Gino, F., Ayal, S., & Ariely, D.
(2009). Contagion and Differen-
tiation in Unethical Behavior.
Psychological Science, 20(3),
393-398. doi:10.1111/ j.1467-
9280.2009.02306.x
Golkar, A., Lonsdorf, T. B., Ols-
son, A., Lindstrom, K. M., Berre-
bi, J., Fransson, P., Schalling, M.,
Ingvar, M., & Öhman, A. (2012).
Distinct contributions of the
dorsolateral prefrontal and or-
bitofrontal cortex during emo-
tion regulation. PloS one, 7(11),
e48107. https://doi.org/10.1371/
journal.pone.0048107
Hameroff, S., & Penrose, R.
(2014). Consciousness in the
universe: a review of the ‘Orch
OR’ theory. Physics of life re-
views, 11(1), 39–78. https://doi.
org/10.1016/j.plrev.2013.08.002
Harari, Y. N. (2011). Sapiens. De
animales a dioses: Una breve
historia de la humanidad. Barce-
lona: Debate.
Hariri, A. R., Brown, S. M., Wi-
lliamson, D. E., Flory, J. D., de
Wit, H., & Manuck, S. B. (2006).
Preference for immediate over
delayed rewards is associa-
ted with magnitude of ventral
striatal activity. Journal of
Neuroscience, 26(51), 13213-
13217. doi:10.1523/JNEUROS-
CI.3446-06.2006
Harmon-Jones, E., Gable, P.
A., & Price, T. F. (2013). Does
Negative Affect Always Na-
rrow and Positive Affect Always
Broaden the Mind? Considering
the Influence of Motivational
Intensity on Cognitive Scope.
Current Directions in Psycho-
logical Science, 22(4), 301-307.
doi:10.1177/0963721413481353
Hölzel, B. K., Carmody, J., Van-
gel, M., Congleton, C., Yerram-
setti, S. M., Gard, T., & Lazar, S.
W. (2011). Mindfulness practice
leads to increases in regional
brain gray matter density. Psy-
chiatry research, 191(1), 36–43.
https://doi.org/10.1016/j.pscy-
chresns.2010.08.006
Huber, R., Ghilardi, M. F., Mas-
simini, M., & Tononi, G. (2004).
Local sleep and learning. Natu-
re, 430(6995), 78–81. https://doi.
org/10.1038/nature02663
Izuma, K., Saito, D. N., & Sadato,
N. (2010). Processing of the in-
centive for social approval in the
ventral striatum during charita-
ble donation. Journal of Cogniti-
ve Neuroscience, 22(4), 621-631.
doi:10.1162/jocn.2009.21228
Jerath, R., Barnes, V. A., & Craw-
ford, M. W. (2014). Mind-body
response and neurophysiologi-
cal changes during stress and
meditation: central role of ho-
meostasis. Journal of biologi-
cal regulators and homeostatic
agents, 28(4), 545–554.
Kahneman D. (2009). Thinking,
fast and slow. London: Allen
Lane/Penguin Group.
Kanakogi, Y., Miyazaki, M., Taka-
hashi, H., Yamamoto, H., Ko-
bayashi, T., & Hiraki, K. (2022).
Third-party punishment by
preverbal infants. Nature Hu-
man Behaviour. Recuperado de
https://doi.org/10.1038/s41562-
022-01354-2
Kandel, E. R., & Kandel, D. B.
(2014). Shattuck Lecture. A mo-
lecular basis for nicotine as a
gateway drug. The New England
journal of medicine, 371(10), 932-
943. Recuperado de https://doi.
org/10.1056/NEJMsa1405092
Knutson, B., Rick, S., Wimmer,
G. E., Prelec, D., & Loewenstein,
G. (2007). Neural predictors of
purchases. Neuron, 53(1), 147–
156. https://doi.org/10.1016/j.
neuron.2006.11.010
Knutson, B., Wimmer, G. E., Ku-
hnen, C. M., & Winkielman, P.
(2008). Nucleus accumbens ac-
tivation mediates the influence
of reward cues on financial risk
taking. Neuroreport, 19(5), 509-
513. doi:10.1097/WNR.0b013e-
3282f85c01
Kozlowska, K., Walker, P.,
McLean, L., & Carrive, P. (2015).
Fear and the Defense Casca-
de: Clinical Implications and
Management. Harvard review
of psychiatry, 23(4), 263–287.
h t t p s : / /d o i . o r g / 1 0 . 1 0 9 7 /
HRP.0000000000000065
LeDoux, J. (2020). The deep
history of ourselves: The four-
billion-year story of how we got
conscious brains. Penguin.
LeDoux, Joseph E. (2020). How
does the non-conscious beco-
me conscious?. Current Biology,
30(5), R196–R199. doi:10.1016/j.
cub.2020.01.033
Libet B. (2002). The timing of
mental events: Libet’s experi-
mental findings and their impli-
cations. Consciousness and cog-
nition, 11(2), 291–333. https://doi.
org/10.1006/ccog.2002.0568
Maquet, P., Laureys, S., Peig-
neux, P., Fuchs, S., Petiau, C.,
Phillips, C., Aerts, J., Del Fiore,
G., Degueldre, C., Meulemans,
T., Luxen, A., Franck, G., Van
Der Linden, M., Smith, C., &
Cleeremans, A. (2000). Expe-
rience-dependent changes in
cerebral activation during hu-
man REM sleep. Nature neuros-
cience, 3(8), 831–836. https://
doi.org/10.1038/77744
Marshall, P., & Bredy, T. (2016).
Cognitive neuroepigenetics:
the next evolution in our unders-
tanding of the molecular me-
chanisms underlying learning
and memory? npj Science Learn,
1. Recuperado de https://doi.
org/10.1038/npjscilearn.2016.14
Matt, S. M., Roth, E. D., & Roth,
T. L. (2021). Role of epigenetics
in the brain. En J. Peedicayil,
D. Grayson & D. Avramopoulos
(Eds.), Epigenetics in Psychiatry
(2a ed., pp. 85-109). Academic
Press. Recuperado de https://
doi.org/10.1016/B978-0-12-
823577-5.00007-6
Mora, F. (2007). Neurocultura:
una cultura basada en el cere-
bro. España: Alianza Editorial.
Mora, F. (2013). Neuroeducación.
Solo se aprende aquello que se
ama. Madrid: Alianza.
Morgado, I. (2017). Emociones
corrosivas. cómo afrontar la en-
vidia, la codicia, la culpabilidad,
la vergüenza, el odio y la vani-
dad. Editorial Planeta. España.
Morgan, T. J., & Laland, K.
N. (2012). The biological ba-
ses of conformity. Frontiers in
Neuroscience, 6. Recuperado
de https://doi.org/10.3389/
fnins.2012.00087
Naciones Unidas. (s.f.). Objeti-
vos de Desarrollo Sostenible.
Recuperado de https://www.
un.org/sustainabledevelop-
ment/es/objetivos-de-desarro-
llo-sostenible/
Nelson AR. (2022). Peripheral
Pathways to Neurovascular
Unit Dysfunction, Cognitive
Impairment, and Alzheimer’s
Disease. Front. Aging Neurosci.
14:858429. doi: 10.3389/fna-
gi.2022.858429
Panksepp, J. (2010). Affective
neuroscience of the emotio-
nal BrainMind: evolutionary
perspectives and implications
for understanding depression.
Dialogues in clinical neuroscien-
ce, 12(4), 533-545. Recuperado
de https://doi.org/10.31887/
DCNS.2010.12.4/jpanksepp
Panksepp, J. (2019). Emotional
Foundations of Creativity. The
Brain’s SEEKING System. En S.
Nalbantian & P. M. Matthews
(Eds.), Secrets of Creativity:
What Neuroscience, the Arts,
and Our Minds Reveal (pp. 203-
219). Oxford Scholarship Online.
Parker, K. E., Pedersen, C. E.,
Gomez, A. M., Spangler, S. M.,
Walicki, M. C., Feng, S. Y., …
Bruchas, M. R. (2019). A Para-
nigral VTA Nociceptin Circuit
that Constrains Motivation for
Reward. Cell, 178(3), 653-671. e19.
doi:10.1016/j.cell.2019.06.034
Pickersgill, M., Martin, P., &
Cunningham-Burley, S. (2015).
The changing brain: Neu-
roscience and the enduring
import of everyday expe-
rience. Public Understanding
of Science, 24(7), 878-892.
doi:10.1177/0963662514521550
Porges, S. W. (2007). The
polyvagal perspective. Bio-
logical Psychology, 74(2),
116-143. doi:10.1016/j.biopsy-
cho.2006.06.009
Reinero, D. A., Dikker, S., & Van
Bavel, J. J. (2021). Interbrain
synchrony in teams predicts
collective performance. Social
Cognitive and Affective Neuros-
cience, 16(1-2), 43-57. Recupera-
do de https://doi. org/10.1093/
scan/nsaa135
Ribeiro, S. (2021). El oráculo de
la noche. Historia y ciencia de los
sueños. Debate.
Ryan, T. J., & Frankland, P. W.
(2022). Forgetting as a form of
adaptive engram cell plasticity.
Nature reviews. Neuroscien-
ce, 23(3), 173–186. https://doi.
org/10.1038/s41583-021-00548-
3 rraccini, M. E., Gudmundsdottir,
Salamone, J. D., & Correa, M.
(2012). The mysterious motiva-
tional functions of mesolimbic
dopamine. Neuron, 76(3), 470–
485. https://doi.org/10.1016/j.
neuron.2012.10.021
Sarinopoulos, I., Grupe, D. W.,
Mackiewicz, K. L., Herrington, J.
D., Lor, M., Steege, E. E., … Nits-
chke, J. B. (2010). Uncertainty
during anticipation modulates
neural responses to aversion
in human insula and amygdala.
Cerebral Cortex, 20(4), 929-940.
doi:10.1093/cercor/bhp155
Seung, S. (2013). Connectome:
How the Brain’s Wiring Makes Us
Who We Are. Mariner Books.
Soon, C. S., Brass, M., Heinze,
H. J., & Haynes, J. D. (2008). Un-
conscious determinants of free
decisions in the human brain.
Nature neuroscience, 11(5), 543–
545. https://doi.org/10.1038/
nn.2112
Stahl, A. E., & Feigenson,
L. (2019). Violations of Core
Knowledge Shape Early Lear-
ning. Topics in cognitive scien-
ce, 11(1), 136–153. https://doi.
org/10.1111/tops.12389
Taschereau-Dumouchel, V.,
Kawato, M., & Lau, H. (2019). Mul-
tivoxel pattern analysis reveals
dissociations between subjecti-
ve fear and its physiological co-
rrelates. Molecular Psychiatry.
doi:10.1038/s41380-019-0520-3
Tom, S., Fox, C., Trepel, C., &
Poldrack, R. (2007). The neural
basis of loss aversion in deci-
sion making under risk. Science,
315(5811), 515-518. doi:10.1126/
science.1134239
Tymofiyeva, O., Hess, C. P., Ziv,
E., Lee, P. N., Glass, H. C., Fe-
rriero, D. M., … Xu, D. (2013).
A DTI-based template-free
cortical connectome study
of brain maturation. PLOS
ONE, 8(5). doi:10.1371/journal.
pone.0063310
Weyandt, L. L., Clarkin, C. M.,
Holding, E. Z., May, S. E., Ma-
B. G., … Thompson, L. (2020).
Neuroplasticity in children
and adolescents in respon-
se to treatment intervention:
A systematic review of the
literature. Clinical and Trans-
lational Neuroscience, 1-21.
doi:10.1177/2514183X20974231
Yehuda, R., & Lehrner, A. (2018).
Intergenerational transmission
of trauma effects: putative
role of epigenetic mechanis-
ms. World psychiatry : official
journal of the World Psychiatric
Association (WPA), 17(3), 243–
257. https://doi.org/10.1002/
wps.20568
Yu L, Long Q, Tang Y, Yin S, Chen
Z, Zhu C and Chen A. (2021).
Improving Emotion Regulation
Through Real-Time Neurofee-
dback Training on the Right
Dorsolateral Prefrontal Cortex:
Evidence From Behavioral and
Brain Network Analyses. Front.
Hum. Neurosci. 15:620342. doi:
10.3389/fnhum.2021.620342
Zelazo, P. D., & Lee, W. S. C.
(2010). Brain Development: An
Overview. En R. M. Lerner & W.
F. Overton (Eds.), The Handbook
of Life-Span Development (Vol. 1,
pp. 89-114). John Wiley & Sons.
Recuperado de https://doi.
org/10.1002/9780470880166.
hlsd001004
Zhao, Q., Feng, L., Liu, H., Yu,
M., Shang, S., Zhu, Y., Xie, Y.,
Li, J., & Meng, Y. (2022). Im-
pact of agile intuition on in-
novation behavior: Chinese
evidence and a new proposal.
PloS one, 17(4), e0262426. ht-
tps://doi.org/10.1371/journal.
pone.0262426
Zinchenko, O. (2019). Brain res-
ponses to social punishment:
a meta-analysis. Scientific Re-
ports, 9. Recuperado de https://
doi.org/10.1038/s41598-019-
49239-1
CEREBRUM | 15