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Universidad Nacional de Tres de Febrero

El perfil laboral y técnico del cuidador

CLASE 3

Docente: Sgromo Alejandra Marta

Contenidos

Unidad 2 Clase 3: El cuidado y La relación de ayuda. El vínculo con el anciano y su familia.


Buenas prácticas.
Tres

semanas
Clase 4: El Asistente como agente de salud. Responsabilidad y Competencias. Cuestiones
éticas del Cuidado.

Clase 5: Habilidades de comunicación para el apoyo al anciano. Estrategias de


comunicación adecuadas.

El cuidado y la relación de ayuda

El cuidado, tal como fue definido y desarrollado en la Unidad 1,


consiste en una acción dirigida a asistir a una persona, que tiene
dificultades en la realización de las actividades de la vida diaria por sí
misma, a brindar ayuda para que pueda desempeñarse en su rutina
diaria. Pero esta asistencia o acto de ayuda se realiza inmerso en un
contexto relacional, en el encuentro entre dos personas, entre las que se
establece un vínculo caracterizado por el encuadre laboral en el que se
desarrolla.

La acción de cuidado sucede en ese espacio relacional, en el que se vinculan dos


personas, que implica un contacto continuo, diálogos permanentes y determinados
intercambios, por lo que nos permite pasar “de la ayuda a la relación de ayuda”.
(Rodríguez Rodríguez, Pilar 2003)

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¿Qué cualidades tienen que estar presentes para que se pueda establecer
una relación de ayuda satisfactoria?

Para alcanzar los objetivos de proporcionar una mejora y mantenimiento de la calidad de


vida de la persona asistida, la relación de ayuda debe sustentarse en una serie de
pilares o columnas que sostiene la estructura de la relación entre el asistente de cuidado y
la persona asistida.

Pensar el tipo de relación que se establece con la persona a la que están dirigidas las
acciones de cuidado, consiste en pensar en aquellos pilares sobre los que se construye
esta relación, que debería transformarse en una relación mutuamente enriquecedora, en la
que la persona asistida resulte beneficiada por la intervención del cuidador a la vez que
el asistente encuentre en su tarea una fuente de satisfacción por la tarea realizada.

Siguiendo a la autora mencionada (Rodríguez, Pilar 2003) se señala que el


asistente de cuidado debe poseer una serie de cualidades básicas para que
se encuentre en condiciones de establecer y mantener una adecuada relación
de ayuda con la persona asistida: “autenticidad, actitud positiva y
comprensión”

Autenticidad: se refiere a la actitud que conserva la coherencia entre “lo que se


piensa y lo que se hace”
Actitud positiva: se refiere a la actitud que se adopta hacia la tarea y hacia las
expectativas acerca de los alcances de la misma. Consiste en pensar que la
asistencia brindada siempre va a propiciar un beneficio, independientemente de
las dificultades que presente la persona asistida, siempre va a ser posible mejorar
las condiciones de vida a través de un adecuado cuidado brindado por un asistente
capacitado para dicha tarea.
Comprensión o empatía: Se entiende por empatía a la capacidad “de entrar
afectiva y emocionalmente en la realidad de otra persona”, que permite mejorar la
comprensión de la situación de la persona asistida. Se sustenta en el
establecimiento de un vínculo basado en el diálogo, en el interés por sus
inclinaciones, gustos, creencias y en la aceptación y respeto por las
características de la persona tal cual es.

El vínculo con el anciano y su familia

Frente a las diferentes situaciones de necesidad que atravesamos en nuestra


existencia, las relaciones interpersonales familiares sirven de apoyo. Desde
está perspectiva, proporcionar y recibir cuidados es parte de los intercambios
familiares a lo largo de toda la vida.

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La cantidad de cuidados que se reciben en el ámbito familiar depende, en especial, de dos


criterios: de la edad y la situación de las personas. No es la misma cantidad de
cuidados que requiere un niño, que una persona adulta. Como tampoco no requiere la
misma atención de parte de su entorno una persona autoválida, o sea que se vale por sí
misma para desempeñarse cotidianamente, a diferencia de otra persona cuya
funcionalidad, ya sea en forma permanente o transitoria, se encuentra física y/o
mentalmente afectada.

En la actualidad, la mayor fuente de provisión de cuidados para los mayores y


las personas con discapacidad, es el grupo familiar. Es la familia la que
brinda la mayor cantidad de los cuidados que son requeridos por dichas
personas.

El sistema de cuidado de las personas mayores se ha constituido sobre la base de la


familia, la solidaridad entre generaciones y sobre la estructura tradicional de género,
constituyéndose principalmente alrededor de la figura de la mujer.

Es importante tener en cuenta que, conjuntamente con el envejecimiento de las


poblaciones y el aumento en la proporción de personas mayores, se fueron
dando grandes transformaciones en los estilos laborales, en las corrientes
migratorias y en los modelos tradicionales de desempeño de los roles
familiares.

Factores como el proceso de urbanización, la migración de los más jóvenes a las


grandes ciudades en busca de trabajo, la retracción en el tamaño de las familias, y las
mayores oportunidades para las mujeres en el mundo laboral, tiene múltiples
consecuencias que repercuten en el cuidado familiar de las personas mayores y con
discapacidad.

En virtud de las transformaciones acaecidas en las últimas décadas, resulta necesario


comprender cómo influyen las condiciones actuales, las nuevas modalidades de vida, en las
prácticas de apoyo afectivo e instrumental que aportan las familias.

Cada familia presenta una determinada manera de organizar y planificar las acciones de
cuidado y ayuda, debido a las diversas características del contexto social en el que se dan
las relaciones familiares, como también a aspectos particulares de su historia familiar.

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Siempre que sea posible, las personas dependientes se benefician cuando


son cuidados en su entorno habitual de vida.

La familia actual, para cumplir con las funciones de cuidado y contención de la


dependencia, requiere el apoyo de la comunidad a través de diferentes roles con una
perspectiva de complementariedad entre las fuentes de apoyo formal e informal.

Uno de los roles fundamentales, es el rol de Asistente Gerontológico y


Personas con Discapacidad (AG/PD), que requiere ser desempeñado en
colaboración con la familia u otros allegados (amigos, vecinos, etc.) de la
persona asistida. Esta relación complementariedad, consiste en una
colaboración que bajo ninguna circunstancia, implica la sustitución o
reemplazo de las responsabilidades familiares o de los cuidadores primarios.

La función del AG/PD constituye una PROPUESTA DE APOYO A LAS FAMILIAS,


brindando acciones de ayuda especializada complementarias al cuidado familiar informal.

Entre los objetivos que su accionar se propone ligados al mejoramiento de la


calidad de vida de las personas asistidas, encontramos:

Potenciar la capacidad de cuidado de la familia, convirtiéndose en un auxiliar del


grupo familiar, esclareciendo situaciones y planificando objetivos.
Descomprimir el clima familiar, la aparición de la necesidad de cuidados
especiales pueden ocasionar tensiones entre los familiares, que se pueden aliviar
si se sabe que puede contar con la colaboración de alguien capacitado para
hacerlo, aunque sea por unas horas diarias.
Incrementar la autonomía personal en el medio habitual de vida, a través una
asistencia especializada orientada a favorecer el bienestar, interviniendo desde la
perspectiva de la promoción de salud.
Facilitar la permanencia en el propio domicilio, cuando el cuidado es brindado en
ámbito domiciliario, evitando internaciones prematuras.

Sabemos de la importancia que tiene la conservación de la autonomía total o parcial el


mayor tiempo posible en la vejez. Pero cuando este intento por mantener la autovalidez
fracasa, cobra especial preponderancia para el anciano y su entorno poder contar con
recursos comunitarios de apoyo especializados, que optimicen la calidad de vida y
dignifiquen la existencia hasta sus últimos momentos.

Buenas prácticas

Las buenas prácticas se configuran de acuerdo al estilo que adquiere la


relación de ayuda, a la posición que adopta la persona que realiza la
acción de cuidado en esa relación, a los objetivos que se plantea y
cómo ejerce su rol.

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La relación de ayuda puede estar “centrada en el problema o centrada en la persona”.

La relación de ayuda centrada en la persona, prioriza la manera en que la persona


experimenta su dificultad o problema, enfatizando su calidad de vida y respetando sus
propios derechos.

El estilo que inspira al espíritu del Asistente Gerontológico y Personas con


Discapacidad, siempre que las circunstancias lo hagan posible, debería
basarse:

en una relación de ayuda centrada en la persona, y no en el problema, que tenga


en cuenta especialmente la manera en que la persona experimenta su situación,
priorizando su calidad de vida y el respecto por sus derechos
en una intervención sustente en una orientación facilitadora, no directiva, que por
sobre todo, apele al reconocimiento de los propios recursos de la persona
ayudada.

El accionar del AG/PD debería, en todo momento, favorecer la autonomía de la persona


cuidada, estimulándola a que realice todo aquello que pueda por si misma,
incentivándola para que practique el autocuidado dentro de sus posibilidades, para que se
mantenga activa y conectada con todo aquello que fomente su autoestima. Debe
orientarse a reforzar las capacidades remanentes o que todavía conserva y respetar la
perspectiva de la persona en la toma de decisiones.

Resulta fundamental en el ejercicio del rol la capacidad para mantener una distancia
vincular óptima, que le permita comprender la situación de una persona que se
encuentra con sus funciones físicas y/o mentales afectadas, sin que implique quedar
involucrado emocionalmente, que le impida actuar en forma operativa y eficiente.

La distancia vincular óptima, es la posibilita una ubicación adecuada frente a la situación


de dependencia de la persona asistida. Es la distancia que permite permanecer ni
demasiado cerca, generando distorsiones en el vínculo, ni alejado emocionalmente.
Esta posición intermedia se encuentra al servicio de evitar actitudes de sobreprotección o
de indiferencia, las cuales afectan en forma negativa a la individualidad de la persona y a
sus propios recursos.

La mejor manera de dirigirse a la persona mayor asistida…


Un aspecto importante que interviene en la relación de ayuda, es la forma en la que el auxiliar
de cuidado se dirige a la persona asistida, es decir cómo decide llamarla. Lo más conveniente
consiste en que la persona destinataria de cuidados sea llamada por su nombre, evitando
las expresiones de “abuelo”, “abuela” que suelen, a veces, ser frecuentes en el trato con las
personas mayores. Si bien pueden ser utilizadas con el propósito de intentar establecer un
vínculo más cercano, no resultan adecuadas, ya que se refieren al rol familiar de “abuelo” o
“abuela” pero en el marco de una relación laboral o de prestación de servicios de cuidado.
La persona queda definida solamente a partir de la función que tiene en el ámbito familiar,
además puede darse el caso que se termine llamando así a personas que no hayan tenido
nietos.

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