Está en la página 1de 138

LOS ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS

El español que se habla en las Islas Canarias posee unas


características similares a las variedades meridionales de la
Península y se acerca de modo especial al español de Amé-
rica. Las coordenadas históricas, el emplazamiento geográfico
y el medio físico son, junto a otros, los aspectos más destaca-
dos que hay que considerar para explicar el proceso de for-
mación de las hablas del Archipiélago.
En el año 1496 concluye la conquista de Canarias, ini-
ciada a comienzos del siglo. Bajo los Reyes Católicos, las
Afortunadas se convierten en su totalidad en un territorio
más de la corona castellana. En lo concerniente a la lengua,
en las Islas no va a arraigar la norma de Castilla, sino una
modalidad cercana a la que entonces se habla en el mediodía
peninsular. Andalucía tendrá un relevante protagonismo en
el comienzo de la andadura occidental de Canarias. De los
puertos de Sevilla y Sanlucar de Barrameda parten casi todas
las empresas que intervienen en la conquista de las Islas; la
marinería y los hombres de estas expediciones son, en su ma-
yoría, andaluces, y muchos de ellos se establecerán en el Ar-
chipiélago al ser agraciados en los repartimientos de tierras
efectuados tras la conquista; más tarde, numerosas familias
procedentes del sur peninsular se trasladan a las Islas para
avecindarse en ellas; y junto a esta notable aportación huma-
na hay que situar el intenso movimiento comercial que se
produce entre Canarias y los puertos andaluces. Estas estre-
chas relaciones dejarán su impronta en la cultura, el arte y
las hablas insulares.
Unas circunstancias históricas determinadas y un empla-
zamiento geográfico específico van a permitir que a esa mo-
dalidad lingüística que arraiga en Canarias y que participa

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
68 PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA

PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES


SOBRE EL HABLA CANARIA

POR

CRISTÓBAL CORRALES
y
DOLORES CORBELLA

1. No es posible establecer un paralelismo exacto entre la


historiografía lingüística del español de América y el de Cana-
rias, pese a que ambos tienen mucho en común y que entre ellos
ha habido, desde la conquista y colonización del Nuevo Mundo,
una continua corriente de contactos, entrecruzamientos, in-
fluencias y préstamos.
En América se puso en duda, y por investigadores de gran
prestigio como Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso, que el
español trasplantado a aquellas tierras tuviera una base anda-
luza, de modo que las coincidencias que se advertían serían sólo
eso, sin apenas ningún tipo de relación, debidas a la evolución
autónoma e independiente del sistema a uno y otro lado del
Atlántico. En el momento en que ambos plantearon sus tesis no
se tenía sino una información muy incompleta de la importan-
cia que la emigración andaluza tuvo en el poblamiento de las
colonias americanas, por lo que tan pronto se fue mejorando y
actualizando el estudio estadístico, se puso de manifiesto el alto
porcentaje de viajeros andaluces y en especial el de andaluzas,
porque si bien eran pocas las mujeres emigrantes, el número de
las que procedían de Andalucía fue siempre el más elevado, con
lo que esto comporta para la transmisión de la lengua. Estas
Núm. 50 (2004) 71
2 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

nuevas aportaciones condujeron a una reconsideración del es-


tudio de los orígenes del español de América, al mismo tiempo
que se advertía que fenómenos como el yeísmo, la confusión -r/
-l o la aspiración de la s implosiva, tenían una historia anterior
al siglo XVI en la Península Ibérica, sin haber nacido, además,
en Andalucía, sino que en esa región sus hablantes los genera-
lizaron e hicieron suyos y, por lo tanto, de allí tuvieron que
partir para expandirse luego por el continente.
Pero no sólo andaluces pasaron a América a lo largo de los
siglos XVI y XVII, por lo que el resultado de la convergencia de
varias hablas entre los nuevos habitadores del continente trajo
consigo la formación de una koiné, en la cual predominan los
rasgos andaluces. Esa koiné tal vez pudo comenzar a formarse
en el archipiélago canario, de modo que su propagación ameri-
cana, como en otros varios aspectos, se produjo después de ha-
ber pasado por el «laboratorio» de las islas, donde a escala me-
nor se forja el modelo de lengua que luego va a quedar en las
zonas marítimas americanas.
Pues bien, en Canarias no ha existido ninguna polémica en
torno al andalucismo básico de su español, quizá porque histó-
ricamente ha estado siempre muy clara la importancia que tu-
vieron los andaluces en la conquista de las islas y en su poste-
rior poblamiento. El interés de los mercaderes andaluces por el
archipiélago es incluso anterior a la incorporación de las llama-
das islas de señorío. Ya en 1393 se puede advertir su presencia
tras las razias llevadas a cabo en Canarias (Sánchez Saus, 2002)
y, cuando el conquistador normando Jean de Béthencourt se
dirige a Sevilla para solicitar al rey castellano la enfeudación del
archipiélago, se encuentra allí respaldado por la presencia en la
corte del embajador Rubin de Braquemont, tío suyo y emparen-
tado con la nobleza andaluza de la época. «Todo lleva a supo-
ner —afirma Ladero Quesada (1977: 142)— que los linajes
involucrados en las empresas canarias iniciales contaban con
una cobertura financiera fuerte y con unas relaciones económi-
cas muy sólidas en Sevilla, consecuencia del ejercicio de cargas
hacendísticas importantes». La documentación posterior del si-
glo XV, como la que aporta la «Pesquisa de Cabitos», vuelve a
incidir en la relevancia que va adquiriendo el componente cas-
72 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 3

tellano y, dentro de éste, el de origen meridional, «que propor-


cionaba buena parte de los repobladores, tanto laicos como ecle-
siásticos. [...] Además hay que añadir el origen andaluz del clero
regular y de los obispos. Su predominio numérico se correspon-
día con su predominio social, como muestran las relaciones de
cargos administrativos, o el origen de los señores y de los obis-
pos» (Aznar Vallejo, 1990: 30). Una vez sometidas también las
islas de realengo, la vinculación previa —económica y familiar—
con los grupos dominantes andaluces avalaría el asentamiento
de campesinos y artesanos de esta procedencia durante finales
del siglo XV y todo el XVI (Aznar Vallejo, 1983: 193).
El archipiélago se convertirá así en lo que se ha llamado la
«antesala» de América. Lo explicita Francisco Morales Padrón
(1970b: 28-29) cuando escribe que «el archipiélago se coloniza
por hombres de Hispania, en especial de Andalucía, que prolon-
gan la Reconquista y aportan métodos, instituciones y sistemas
que luego se llevarán a América». A ese paralelismo inicial se
añade la forma de implantación del español en ambas comuni-
dades —la canaria y la americana—, cuyo factor principal fue
la sustitución en algunas zonas de las lenguas indígenas por un
estrato de español que era esencialmente el mismo y cuyas ca-
racterísticas y evoluciones compartirían a partir de ese momen-
to. Usando palabras de Uslar Pietri, «Las Canarias fueron por
todo el mayor tiempo de la conquista y de la población de las
Indias, puerta, cabeza de puente, jardín de aclimatación, despen-
sa y huerta de las lejanas tierras occidentales. [...] En lenguaje,
en usos, en labores, en carácter, el aporte canario fue inmenso
en la hechura de lo que iba a ser la América Latina de nuestros
días» (1981: 131-133).

2. Consideramos que el estudio científico del español cana-


rio comienza en 1959, cuando Manuel Alvar publica El español
hablado en Tenerife. A partir de ese momento no hará sino au-
mentar la bibliografía de los trabajos que se ocupan de todos
los aspectos de ese español y de sus variedades isleñas. Las en-
señanzas de Alvar, unidas a las que desarrollaron durante sus
estancias en la Universidad de La Laguna estudiosos de la cate-
goría de Diego Catalán y Gregorio Salvador, cambiaron radical-
Núm. 50 (2004) 73
4 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

mente las perspectivas anteriores, y se pasó de tener una in-


formación fragmentaria de la realidad del español canario, y
en muchos aspectos errónea, a una auténtica avalancha de in-
vestigaciones diversas, que han convertido al canario en uno de
los dialectos más estudiados y, por ello, mejor conocido en el
siglo XX.
Sabemos cómo era, qué características tenía y qué proble-
mas internos traía el español que llegó a la islas en el siglo XV y
en el siguiente, pues la amplia nómina de estudios dedicados a
la evolución sufrida por el castellano medieval para convertirse
en el español moderno nos permite hoy partir con conocimien-
to de causa al adentrarnos en lo que va sucediendo luego, du-
rante el tiempo largo en que también las vastas colonias ameri-
canas estaban bajo el dominio de la corona española, porque en
lo que al idioma se refiere las islas y el nuevo continente tuvie-
ron una buena parte de historia común.
Lo que echamos en falta, los que nos interesamos por cues-
tiones de historia de la lengua, es una información de primera
mano —inmediata o cercana al momento mismo—, de cómo fue
la implantación del español en las islas, en aquellos siglos
alboreales del idioma moderno, de qué manera lo conservaron
los que decidieron permanecer en el archipiélago, cómo fue con-
formándose la variación de una isla a otra, de un nivel social a
otro, por citar sólo estos aspectos importantes.
Pasará el tiempo, y sólo cuando tras varias generaciones se
va tomando conciencia de las peculiaridades del español habla-
do en las islas, se comezará a dar noticia de ellas, y son esas
noticias precisamente las que hemos tratado de encontrar en el
corpus que hemos manejado. Hemos recurrido al testimonio de
historiadores, eruditos y viajeros que, sin necesidad de ofrecer-
nos unos datos estrictamente lingüísticos, nos proporcionen al
menos sus impresiones personales al entrar en contacto con la
realidad del habla de los isleños.

3. Hay que tener presente que las primeras documentacio-


nes lingüísticas proporcionadas por los historiadores hacen re-
ferencia, como es natural, a la lengua de los aborígenes, por la
que se interesaron especialmente los predicadores que habían de
74 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 5

adoctrinarlos en la fe cristiana. Así nos lo hace ver Bethencourt


Alfonso (1880: 69, nota 2): «Tenemos entendido que en tiempo
de la conquista existió en Sevilla uno o más conventos donde se
enseñaba la lengua de los aborígenes de algunas de nuestras
islas, con el piadoso objeto de mandar misiones para catequi-
zarlos. En los archivos procedentes de dichos conventos debe
encontrarse, pues, algún diccionario, gramática o vocabulario;
y a nadie se oculta la importancia que tendría para la prehisto-
ria de Canarias un hallazgo de tal naturaleza». Sin duda, las
circunstancias demográficas canarias fueron bien distintas a las
americanas, por lo que era más sencillo enseñar el español a los
colonizados o simplemente obligarlos a incorporarse a él, si pre-
tendían mejorar su situación vital, que plantearse el conocimien-
to profundo de su lengua, al estilo de lo que se haría en Améri-
ca, donde son innumerables las gramáticas y léxicos de lenguas
amerindias escritas por los misioneros, obligados por las necesi-
dades comunicativas tan variadas y extensas.
De ahí que nuestro conocimiento de las lenguas prehispá-
nicas haya estado limitado y supeditado siempre a lo que los
historiadores pudieron oír y transcribir a través de sus propios
hábitos lingüísticos y escriturarios. No obstante, la presencia de
aborígenes figura también en la literatura de la época. Lope de
Vega publicó en 1618 la obra titulada Los guanches de Tenerife
y conquista de Canarias y, unos años antes, el 6 de mayo de
1582, el canónigo renacentista Bartolomé Cairasco de Figueroa
había hecho representar ante Don Fernando de Rueda, obispo
de Canarias, su Comedia del Recebimiento en la que introducía
un personaje, Doramas, que en la escena primera dialoga con
«Sabiduría» en la lengua de Gran Canaria, mientras que en la
escena tercera advierte, ya en castellano, que «a nadie espante
que la lengua ruda/ de un bárbaro canario a tal se atreva/ y, de
estilo y retórica desnuda,/ presumo entrar en tan difícil prueba:/
que Aquel que desató mi lengua muda/ y me sacó de la profun-
da cueva,/ me dio poder de mejorar lenguaje,/ aunque me lo
quitó de mudar traje» (1582: 119-120).
George Glas es quizá de los primeros viajeros a las islas que
no sólo se interesa por la lengua aborigen sino que también
constata la nueva realidad lingüística, formada a partir de un
Núm. 50 (2004) 75
6 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

mestizaje entre «españoles y otros europeos», que ha dado como


resultado la aparición «al fin de un solo pueblo» con una sola
lengua: el castellano. Así lo expresa Glas, en referencia tanto a
los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, de los que dice que
«Nunca hablan, ni entienden otro idioma que el castellano, el
cual lo pronuncian de manera bárbara» (1764: 37), como del
resto de las islas: «Los descendientes de esta mezclada nación
se llaman ahora españoles, y no hablan otro lenguaje que el
castellano» (Ibíd .: 111). Ahora bien, dentro de esta unidad
idiomática, Glas comprueba la existencia de variaciones sociales
muy marcadas, pues ese castellano, que ha sido capaz de aglu-
tinar a distintos grupos humanos, «la gente acomodada lo ha-
bla a la perfección, pero los campesinos, que viven en los luga-
res apartados de las islas, lo hablan de una manera casi
ininteligible para los extranjeros; su pronunciación es tal que
podría compararse sin impropiedad con la de un hombre que
hablara con algo dentro de la boca» (Ibíd.: 111). Extraña resul-
ta la percepción de Glas, condicionada previsiblemente por su
«oído extranjero», pero no deja de ser por ello expresiva y elo-
cuente. La conocida frontera entre habla urbana y habla rural
se manifiesta, por lo tanto, con claridad en el siglo XVIII y poste-
riormente, como es lógico, se continuará verificando por aque-
llos que se adentran en el campo canario. Así por ejemplo, la
viajera victoriana Olivia M. Stone confiesa, al referirse a un
arriero de Gran Canaria, que «Jamás traté a una persona más
difícil de entender en todas nuestras andanzas por las siete is-
las. Al principio cuando le preguntábamos algo solamente mo-
vía la cabeza. Daba por hecho, creo que sin escuchar siquiera,
que le estábamos hablando en inglés —¡algo que no dice mu-
cho de nuestro castellano!— y cuando se dio cuenta de que le
hablábamos en español, no paraba de hacernos preguntas, la
mitad de ellas imposibles de entender ya que hablaba un terri-
ble patois» (1887: II, 159-160). Charles Edwardes, otro viajero
inglés, coetáneo de Stone, emite un juicio semejante al de ésta,
al asegurar que el joven que lo guía en su ascensión al Teide
hablaba «un dialecto imposible» (1888: 127).
3.1. Pero, junto a esa variedad diastrática, también es evi-
dente la variación geográfica. Ya en el siglo XIX, Carballo Wan-
76 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 7

güemert (1862: 182) constata que entre los hablantes de las dis-
tintas islas hay marcadas divergencias en el uso del idioma y así
señala que «puede el atento observador notar diferencias de
unas islas a otras, pues no se confunden los tinerfenses con los
palmeros, ni estos con los gomeros y los herreños...». Stone es
de opinión similar, al considerar que las siete islas son bastante
distintas no sólo en lo físico sino también en sus costumbres, y
lo mismo sucede en el plano lingüístico: «La lengua que se ha-
bla es, desde luego, el español, pero supone todo un reto para
cualquiera entender al campesino corriente de El Hierro o de
La Gomera, debido a lo diferente que es el dialecto en cada
una» (1887: II, 220-221). La variedad de hablas que conforman
la unidad del canario no es, por supuesto, ninguna característi-
ca peculiar de estas islas, sino una constante de todas las len-
guas, y buscar las razones de esa diversidad a veces en motivos
no bien conocidos ha sido también frecuente. Podemos suponer
que en los siglos XVIII y XIX las diferencias, no solo entre una
isla y otra sino en el interior de cada una, fueran más marca-
das que en la actualidad, debido a la mayor dificultad de comu-
nicación que existía y, por ello, a la menor movilidad de los gru-
pos campesinos, especialmente. Para Stone las divergencias
podrían deberse «al efecto de las características físicas de las
islas o a la herencia de las distintas tribus guanches que, tam-
bién distintas, habitaron las islas» (1887: II, 221). Es decir, plan-
tea como algo que debería servir «para la reflexión y la investi-
gación» la existencia, en lo propio de cada isla, de un sustrato
guanche diferenciado, lo cual parece complicado de demostrar
y de admitir, aunque haya todavía hoy propuestas en tal senti-
do basadas en la documentación histórica. Efectivamente, el
primer texto que nos ofrece información sobre unas Canarias
reales, «redescubiertas», titulado «De Canaria et insulis reliquis
ultra ispaniam in oceano noviter repertis», tradicionalmente atri-
buido a Boccaccio y compuesto hacia 1341, ya nos indica que
«son tan diversos los idiomas que hablan los habitantes, que no
se entienden entre ellos» (Peloso, 1988: 825). Esta información
será corroborada en 1402, cuando los componentes de la expe-
dición bethencouriana, aparte de solicitar en Sevilla intérpretes
o trujamanes distintos para cada una de las islas, señalan en
Núm. 50 (2004) 77
8 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

varias ocasiones que éstas están «pobladas por gentes infieles de


diversas creencias y distintas lenguas» (Le Canarien, 1402-1404:
5, 22, 81). Los testimonios vuelven a repetirse en las crónicas
posteriores y, todavía en el siglo XVIII, el franciscano realejero
Dámaso Quezada y Chaves (c1770-1784: fol.152r) volverá a afir-
mar que los conquistadores encontraron «un distinto Ydioma en
cada Ysla en la forma misma q[ue] se vio en las Yndias que en
cada lugarcillo se parlava distinto [...]».

3.2. En cualquier caso, lo que sí es cierto es que la impre-


sión que se lleva el que oye, por primera vez, el habla de los
isleños del siglo XIX, es la de estar ante una forma menos ruda
y rotunda de articular los sonidos que la castellana, en conexión
con la americana, tal y como lo relata Hermann Christ (1886:
115 y 116): «En Canarias domina la dulzura en la pronuncia-
ción de las colonias de las Indias Occidentales. [...] El peninsu-
lar menosprecia la dulzura femenina del isleño, mientras éste le
reprocha una pronunciación afectada y presuntuosa». Stone
(1887: I, 138), por su parte, califica de «musical» la manera de
hablar canaria, y así también lo apreciaba unos años antes
Góngora y Martínez (18822): «Los naturales de las Islas Cana-
rias [...] son laboriosos, sufridos, valientes, apasionados, honra-
dos, de comprensión pronta y fácil, expresivos en sus palabras,
que modulan con atractivo acento musical». Tópicos aparte, es
cierto que existe una marcada diferencia entonativa entre el
español isleño y el castellano, como existe también de una isla
a otra o incluso, dentro de una misma isla, de una comarca a
otra. La tentación de explicar las disimilitudes a partir de
sustratos diversos está presente siempre en la investigación; bas-
ta comprobarlo en el español americano, donde la entonación
tiene un amplio abanico de realizaciones, que algunos conside-
ran nacidas de influencias indígenas. Los términos con que des-
criben los autores canarios estas disparidades entonativas a las
que nos referimos son deje, dejo, acento y tonillo, cuatro sinóni-
mos de uso normal, que se encuentran recogidos en el Diccio-
nario de la lengua española, de la Real Academia. Ya hemos vis-
to que el historiador Góngora y Martínez hablaba de «acento
musical». El polígrafo alcalde del Puerto de la Cruz, Álvarez
78 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 9

Rixo, en sus obras Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava


(c1872: 491) y Descripción histórica del Puerto de la Cruz (c1872:
155), pone de relieve la distancia no sólo social sino también
lingüística que separa a los habitantes del barrio de pescadores
de La Ranilla de lo que él llama «gente principal o que tiene
instrucción». Estos pronuncian la lengua «como en cualquiera
otro punto de esta provincia», mientras que de los ranilleros y
sus hijos dice que tienen un «deje repugnante que les distingue»,
en el primer texto, y «un dejo peculiar y repugnante», en el se-
gundo. En el habla de los majoreros, en cambio, advierte Álvarez
Rixo (c1859: 446) que «el castellano se modula generalmente sin
dejo ni otro vicio repugnante». A Ángel Guimerá (s.a.: 77), la
visita en su casa catalana de un tinerfeño que «hablaba el cas-
tellano sin el ceceo de los españoles de la Península y con el dejo
reposado y bondadoso de los hijos de Tenerife», le evoca de in-
mediato la manera de hablar de su madre, que califica de «dul-
ce y halagadora». Ya en el siglo XX, autores como el limeño
Felipe Sassone (s.a: 95) o el andaluz Cristóbal de Castro (s.a.:
60) inciden en la misma consideración. Para el primero, las is-
las tienen algunas características similares a América, como son
«la vegetación ubérrima, el paisaje magnífico, el pasado pinto-
resco y heroico, a la vez guerrero y pastoril, que canta en la
historia de los “guanches”, y el amor y el espíritu de España» y,
en lo que se refiere al habla de sus gentes, «la cadencia dulzona
e insinuante —voces cubanas, giros argentinos, vocablos vene-
zolanos—»; para el segundo, los que trabajan en los puertos
«Hablan, entienden, mejor dicho, el habla de varios idiomas,
pero a todos los sellan de un tonillo lento, perezoso y con dejos
tropicales». Así pues, la misma impresión que recibían los pri-
meros viajeros que pasaban por las islas, en lo que a la especial
modulación de la voz del hablante canario se refiere, se man-
tiene en iguales términos siglos más tarde.

4. Es lógico que el seseo en Canarias se refleje en la escri-


tura «desde los comienzos del quinientos» (Lapesa, 1964: 176) y
que a la mitad de siglo rompa «toda presión normativa» para
inundar «con sus huellas gráficas los textos canarios» (Frago
Gracia, 1996b: 244), puesto que, como ya hemos señalado más
Núm. 50 (2004) 79
10 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

arriba, las islas se convierten en esos momentos en una prolon-


gación lingüística de Sevilla. Además, la consolidación del fenó-
meno seseante entre los primeros canarios pudo estar favoreci-
da «por los portugueses, tan abundantes en las islas, y cuya
lengua es seseante» (Alvar, 1990: 60). Una interesante —por
temprana— referencia literaria al seseo canario la anotamos en
las Aventuras del bachiller Trapaza, de Alonso de Castillo Solór-
zano, novela picaresca aparecida en 1637. En ella, en el capítu-
lo II, el personaje que da título a la obra esconde su verdadera
personalidad presentándose como «un caballero de la casa de
los Quiñones de León, si bien nacido en Canarias, donde tenía
a su padre. Para desconocerse más se puso anteojos y comenzó
a cecear un poco». Con este verbo se expresaba, en aquel mo-
mento, lo que luego se llamaría sesear, ya que, con palabras de
Lapesa (1957: 77), «en el siglo XVI y primera mitad del XVII los
términos con que se designaba la confusión andaluza de sibi-
lantes eran cecear, zezear y ceceo, zezeo, nunca sesear ni seseo».

I
Para los castellanos distinguidores de los fonemas /s/ y /θ/, el
seseo era un vicio de pronunciación que habría que desterrar, y
con ese criterio se manifiestan diversos gramáticos o eruditos
desde el siglo XVI al XX. Hubo que esperar a 1956 para que el
Segundo Congreso de Academias de la Lengua Española, reuni-
do en Madrid, aprobara «por unanimidad una moción por la
cual en la próxima edición de la Gramática de la Academia
constará que el seseo no es un vicio de pronunciación sino una
forma legítima de hablar español» (Guitarte, 1983: 104).
El seseo, lejos de desaparecer o «de corregirse» normativa-
mente, se convierte en América «en causa de identificación in-
diana», tal y como señala Frago Gracia (1996a: 38), quien ase-
gura a continuación que «Más de un emigrado distinguidor tras
muchos años de permanencia en el Nuevo Mundo se contagió
de este modismo fónico y muchos criollos de primera genera-
ción, descendientes de españoles ni seseosos ni ceceosos, se cria-
ron en la indistinción». Se asienta entonces definitivamente el
seseo como rasgo más característico del llamado español meri-
dional, con la articulación mayoritaria de una s diferente de la
castellana, cuya perfecta descripción la podemos encontrar no
precisamente en un lingüista, sino en un literato de primera fila
80 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 11

como fue Agustín Espinosa (1927: 8-9): «¿Cuántos canarios han


escuchado, con inteligencia filológica, la música de la S de Ca-
narias? Los concursantes insulares a un premio de fonética de
esta S oceánica serían escasos. Y yo pregunto: ¿cómo es posible
vivir, desconociendo el mecanismo articular que fragua el silbar
de la S intervocálica de Canarias? [...]. Es una S predorsal. La
articulación se ha hecho con el predorso de la lengua. El ápice
(el instrumento esencialmente articulatorio de la S castellana)
desciende, pasivo, sobre los incisivos inferiores. El cuenco caste-
llano se ha tornado tortuga (cóncavo > convexo)».
A tenor de la escasez de referencias a esta cuestión del seseo
en el corpus examinado por nosotros, da la sensación de que los
primeros comentaristas del hablar canario o no se percatan del
hecho o lo consideran de poco interés, más atentos quizá a otros
fenómenos que consideran más llamativos. Lo que sí preocupa
a un ilustrado como Viera y Clavijo es la repercusión que el
seseo tiene en la ortografía, al complicar el aprendizaje de la
misma, ya que las normas de escritura corresponden a las del
castellano. En El Síndico Personero General, Viera piensa que es
la desidia y la falta de reflexión, así como el no utilizar la orto-
grafía de la Real Academia, lo que conduce a que no se escriba
correctamente. Y hace hincapié en un «defecto que podemos
considerar como endémico o propio de nuestro País. Nosotros
pronunciamos con un mismo sonido tres letras que los castella-
nos saben distinguir bastantemente. La C cuando precede a E
ó I, la S y la Z son en nuestras bocas una misma cosa. ¿Pues
que muchos perdamos fácilmente el tino cuando queremos es-
cribir y no queremos observar? Nuestros escribanos, unos escri-
ben sertificación, otros zertificación, y otros que son los que acier-
tan certificación» (1764: 91). Aunque Viera y Clavijo se muestra
relativamente cauto a la hora de enjuiciar el seseo, si bien lo
tilda de «defecto», hemos de situarnos en el momento en que
escribe para entender no sólo su postura sino la de otros que
van a continuar la misma senda de sus desvelos ortográficos.
Téngase en cuenta que incluso en América, ya en los años de
independencia, una personalidad de tanto prestigio como Andrés
Bello mostraba su pesadumbre porque fuera «cosa ya desespe-
rada restablecer en América los sonidos castellanos de s y z» y
Núm. 50 (2004) 81
12 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

añadía que «quienes aspiren [en Chile] a una pronunciación


más esmerada [que la simple corrección de los vulgarismos lo-
cales], distinguirán también la s de la z» (citado por Guitarte,
1991: 76). Este mismo criterio lo hallamos en Canarias, en la
misma época, donde educadores como Juan de la Puerta Can-
seco pretenden no sólo aleccionar sobre la corrección ortográfi-
ca sino además sobre la propia pronunciación, tal y como se
comprueba en el título del librito, de 27 páginas, que publica en
1857: Ejercicios de lectura para la buena pronunciación de las
letras c, s y z. Anteriormente, en el núm. 20, de 16 de abril de
1853, de El instructor, periódico dirigido por el propio De la
Puerta Canseco, al referirse a la ortografía de la c, z y s califica
de «abuso inveterado de pronunciación» el que se confunda
«generalmente la c con la s delante de e, i». Y añade que «Este
defecto aumenta considerablemente la dificultad de la ortogra-
fía en esta parte; sin embargo veremos de daros algunas reglas
prácticas para remediar este provincialismo. La Academia de la
lengua no se ocupa de ello, porque no parece posible que la
pronunciación de dos letras tan distintas puedan nunca confun-
dirse». Muestran todos estos datos que no se tiene conciencia,
en la época, de las causas de la aparición del seseo en el espa-
ñol moderno, que fueron motivadas por una distinta evolución
del sistema consonántico medieval en Sevilla, como es de sobra
sabido; sin embargo, hoy resulta cuando menos curioso el lar-
go camino que ha habido que recorrer para superar el empeci-
namiento en tildar de defecto y vicio la no distinción entre /s/
y /θ/. Por otra parte, es más destacable que la no aparición de
la /θ/ en el sistema meridional del español moderno, la articula-
ción tan diferente entre la /s/ castellana y la meridional, pues
ésta es como la /θ/ una consonante dental, tal como hemos vis-
to que la describía Agustín Espinosa.

5. Otro fenómeno caracterizador del español meridional,


aunque no exclusivo de él, es la aspiración o pérdida de la /-s/.
Se creyó tardío, del siglo XIX, pero el análisis de la documenta-
ción lo ha ido retrasando cada vez más, y así Frago Gracia
(1993: 478) encuentra las primeras pruebas textuales en los si-
glos XIII y XIV, por lo que no descarta «que la evolución andalu-
82 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 13

za de la /-s/ suponga el afianzamiento regional de usos fónicos


actuantes sobre todo en el habla de repobladores provenientes
del reino de Toledo, de Extremadura y de algunos territorios
leoneses». La posibilidad de que desaparezca en la escritura la s
de fin de sílaba o de palabra, así como la aparición de usos
hipercorrectos, es lo que permite suponer que el autor de tales
yerros no articulaba con plenitud la consonante en cuestión, sin
desechar lo de interpretable e incluso discutible que hay en
muchos de los casos, porque podrían tratarse también de sim-
ples lapsus cálami. El mismo Frago Gracia (1996b: 246-247)
propone ejemplos canarios ya en 1509, 1552 y 1558, encontra-
dos en documentos del Archivo Histórico del Ayuntamiento de
La Laguna y del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de
Gran Canaria. No hay testimonios, sin embargo, de gramáticos
del siglo de oro español, ausencia que suele señalarse como lla-
mativa aunque tampoco sea decisivo semejante silencio, si se
tiene en cuenta el carácter esencialmente preceptista de aque-
llos autores y el poco interés que despertaba en ellos todo lo que
estuviera fuera de la órbita del castellano.
En Canarias, la información directa que se recoge es tam-
bién tardía. Así, muy avanzado el siglo XIX, Hermann Christ
(1886: 116) constata, durante su viaje por las islas, no sólo el
seseo canario sino también la pérdida de la /-s/ implosiva. Al
respecto escribe: «También la ‘Z’, que el español de la Península
pronuncia como nosotros la ‘th’ inglesa, la hace resaltar el isle-
ño como una ‘s’ débil, e incluso la omite, de manera que Santa
Cruz, pronunciado por él, suena ‘Santa Cru’». Anteriormente, ha
hecho hincapié en la misma cuestión, refiriéndose a «La ‘S’, en
cuyo sonido silbante se esfuerza más el español de la Penínsu-
la, casi desaparece allí al final de la palabra y, con frecuencia,
también dentro de la misma: en lugar de ‘los silos’, se dice
frecuentemente ‘lo hilo’; en vez de ‘los ingleses’, ‘loh inglehe’».
Un año más tarde, en 1887, Olivia M. Stone nos proporciona
dos nuevos ejemplos, uno de ellos muy valioso al contener va-
rios fenómenos fonéticos. En el primero nos muestra la pérdida
de la s aspirada: «[De camino de Teror a Las Palmas] Nos cru-
zamos con tres mujeres más, con cestas sobre las cabezas, y con
otra que lleva un chal. Nos dieron el adiós habitual, o como lo
Núm. 50 (2004) 83
14 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

pronuncian aquí, adió» (II, 104). En el segundo encontramos,


junto a la aspiración y pérdida de la s, la simplificación del gru-
po consonántico -rn- > -hn- > -n-: «[Cerca del Valle de Tirajana,
en Gran Canaria] A continuación cruzamos una meseta llana
(5.400 pies) que nuestro arriero llamó Lojonos. Así es como lo
pronuncian localmente y puede que el nombre no sea comple-
tamente correcto» (II, 128). El traductor precisa que ese topó-
nimo Lojonos «se refiere a Los Hornos». En el texto original
inglés, sin embargo, lo que aparece es Lojono, aquí sí con la
pérdida de la s final de palabra. Por lo que respecta a la otra s,
la del artículo, se transcribe con la j para indicar que el arriero
la pronuncia con una clara aspiración. Durante el viaje que hizo
a las islas, seguramente en los primeros años del siglo XX —el
texto se recoge sin fecha—, el arquitecto vasco Teodoro de
Anasagasti nos ha dejado también testimonio de la pérdida de s
final de palabra, al referirse al modo de hablar de los estibado-
res del puerto de Santa Cruz de Tenerife: «Rápidos inician la
tarea; pero el exigente capataz que por un tanto ajustó la car-
ga, les grita: —Vamo, vamo; má vivo; má...» (s.a.: 227).

5.1. La pérdida de la -s final de palabra ha traído consigo


la aparición de realizaciones muy singularizadoras del habla de
Las Palmas de Gran Canaria y del norte de la isla de Gran
Canaria, porque como muy bien lo describe Diego Catalán
(1989: 133) «El olvido de la aspiración se extiende a los casos
en que la implosiva iría agrupada, por fonética sintáctica, con
una consonante. En tales casos, la aspiración, al desaparecer,
convierte a la consonante sonora inmediata en una oclusiva [b],
[d], [g]: lo-banco, la-do, lo-gato». Esta manera tan particular de
sustituir la pérdida de la -s parece oírse, por parte de los que no
hacen tal cambio, como si existiera una nasalización delante de
la consonante oclusiva y, con más sentido paródico que real,
aseguran que se dice lon-banco, lan-do, lon-gato. En la tradi-
ción costumbrista que representa como primera figura Pancho
Guerra, se reproducen estos tipos de contextos fonéticos con
nasalización, con evidente deseo caricaturesco, como son por
ejemplo: «Lan dose y media están al caer» (1983: 2, 23), «Des-
pués se puso a hojear un libro y a recorrer con un dedo largo y
84 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 15

flaco un plano de la estirada ciudad de Lan Parma» (Ibíd.: 44)


o «Dieron lan don en la Catedrán» (Ibíd.: 106). Ya a principios
del siglo XX, tenemos noticia de este mismo hecho, por medio
de J.C. Moreno (1914: VIII), quien, refiriéndose a los habitantes
del norte de la isla de Gran Canaria y concretamente a los de
Gáldar y Agaete, declara que «estos norteños eran los que de-
cían lan vacas y lan doce».

6. Acabamos de indicar arriba que Olivia M. Stone utiliza


la j para reflejar la aspiración de la s final de palabra, con lo
cual nos está señalando de pasada que esa letra corresponde en
las islas, como sucede en el español meridional, a una aspira-
ción, bien diferente por tanto de la pronunciación fricativa ve-
lar del español castellano. Los fonemas medievales /⌃/ y /ø/, es
decir, prepalatal fricativo sordo y sonoro, respectivamente, retra-
saron su punto de articulación hasta el velo del paladar, una vez
desaparecida la unidad sonora, dando origen a la actual conso-
nante fricativa velar, la jota /x/, que «en las regiones donde se
conservaba la [h] aspirada procedente de /f-/ latina y de aspira-
das árabes [...] se hizo también aspirada, confundiéndose con
aquélla» (Lapesa, 19808: 379). Este cambio, que en principio
parece haber tenido una valoración social baja, acabó por ge-
neralizarse en Andalucía, desde donde «pasó muy pronto a Ca-
narias y América» (Ibíd.: 380). En las islas, Frago Gracia (1996b:
246) anota ejemplos, en los siglos XVII y XVIII, como ajogo, joia
‘hoya’, henhambre ‘enjambre’ o hente, que muestran su asenta-
miento en el español canario. Así pues, las grafías h y j servirán
ahora para reflejar la aspiración en la que han confluido la
antigua /f-/ inicial latina y la nueva velar /x/ aparecida en el
español moderno, a partir del sistema medieval. Por eso Glas
(1764: 73), cuando se refiere al topónimo tinerfeño Adeje, preci-
sa que se pronuncia Adehe, empleando la h para reflejar la as-
piración de la jota. Esta es la cita completa: «Toda esta parte de
la costa es árida y casi deshabitada, excepto a casi mitad de
camino de Montaña Roja y Punta Teno, o más bien más cerca
de Teno, está la bahía de Adeje, o, según se pronuncia, Adehe».
Capta la diferencia con el castellano, ya en el siglo XIX, Christ
(1886: 116) y así lo expresa: «También la jota, esa joya del espa-
Núm. 50 (2004) 85
16 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

ñol que el auténtico castellano suelta con un sonido gutural tan


fuerte que sólo la costumbre le protege de la afonía, suena en
las islas más suave». Por su parte, el ya citado historiador
Quezada y Chaves (c1770-1784: fol.41r) nos hace ver que en el
siglo XVIII se tenía pleno conocimiento del papel desempeñado
por los andaluces en la extensión de este cambio igualatorio por
el archipiélago. A propósito del nombre de la isla de El Hierro,
para explicar la aspiración de la h- inicial utiliza precisamente
las letras j y g para evidenciar el mantenimiento de la vieja rea-
lización castellana, y así escribe «que como la maior parte de
los conquistadores de esta y las otras Yslas llegaron de la
Andalucia, donde se usa mucho la J y G diciendo Jacer, Gernan
y Gernando, Jambre por Hambre, Jierro por hierro, a quedado
entre las gentes campestres nombrar a esta Ysla jierro; el mesmo
que tambien dan a el metal fierro diciendo Jierro». De similar
manera se manifiesta al referirse al actual topónimo portugués
de Funchal (fol. 68v): «y marco en el mapa por el nor noroeste
con el nombre Juncal, por la costumbre deste país como Pro-
vincia de la Andalucia donde dan valor de J a la h; porque funco
donde proviene funcal en Portugues; es hunco en español bien
castellanizado, y Juncal paraxe que produce Juncos (en este
pais), porque como en el hicieron su Primera escalla los
Portuguezes quando la invadieron y tambien en su vezino de las
Nieves por mas pratico, de el y mala navegacion a el de la Luz
en la montada de su Punta de la Ysleta, prosiguieron con el
nombre Funcal o huncal, esto es, parte por donde entro la tro-
pa Portuguesa del Funcal, Capital de la sinco Yslas de la Made-
ra [...]». Revelador de que la aspiración es la realización normal
del fonema castellano /x/ es que su grafía, la jota, según hemos
comprobado en los ejemplos anteriores, se emplea para repre-
sentar la aspiración de la h y, en algunos casos, hasta se
lexicaliza, de modo que es posible diferenciar palabras sobre la
base de la distinción gráfica, como lo vemos en este texto del
botánico lagunero Domingo Bello y Espinosa, fechado en 1879:
«—Estas son las jijas de nuestro país, dijo el paisano. —¿Cómo
jijas? le interrumpí yo; así pronuncian los campesinos de por
allá. Diga V. hijas para que nos entendamos. —Al contrario, ese
sería el modo de no entenderse. Si yo hubiera dicho esas son
86 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 17

las hijas de nuestro país ¿no se habría quedado V. a oscuras?


Esas son las jijas y pronto verá usted las jayas. [...]. La jija, pro-
siguió, es una variedad del Cerasus Lusitanica, propia de nues-
tras islas, familia de las Rosáceas» (1879: 344). La lexicalización
de jija, permite, como se advertirá, que quede diferenciada de
hija. Ejemplos de uso habitual de la aspiración de la h orto-
grafiada con j tenemos varios en el léxico tradicional canario,
como son, entre otros, jalar, jalón, jilorio, jiñera, jitera, jorqueta
y jurar.

7. De la desaparición de la oposición entre la vibrante /r/ y


la lateral /l/, a favor de uno u otro fonema, con realizaciones
variadas según las zonas y los niveles de habla, hay ejemplos
muy antiguos, desde 1161, en el mozárabe toledano, según
Lapesa (19808: 385). Testimonios tempranos, en los orígenes del
español canario y americano, provenientes sin duda de Andalu-
cía, recogen también el mismo Lapesa y Frago Gracia (1996b:
246), por citar sólo a estos dos investigadores. Pero ni en Amé-
rica ni en Canarias es hoy un fenómeno de carácter general.
Combatido por la escuela, se refugia en las islas en el nivel vul-
gar básicamente, aunque a veces aflora en niveles semicultos,
como puede comprobarse en los medios de comunicación.
Álvarez Rixo, en sus Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava
(c1872: 491), nos confirma ya en el siglo XIX lo que decimos.
Observa «que a pesar de las dos escuelas de niños de cosa de
120 a 130 años, entre ambas, y otra de 70 a 80 niñas que fun-
cionan hace algunos años, los moradores del barrio de La
Ranilla no han dejado de seguir confundiendo o cambiando la
letra r con la l, o viceversa, por ejemplo: dicen arcarde por al-
calde, arma por alma, barcón por balcón, templano por tempra-
no, etc. Pues aunque corrijan los maestros, cuando los chicos
vuelven a sus casas repiten el idioma de sus padres, además del
deje repugnante que les distingue». También J. Cirilo Moreno
(1899: V-VI) caracteriza el habla popular de una muchacha, a la
cual dedica su libro, recordando que ella lo llamaba «oficiar»,
«con la monada de tu trastrueque de eles y erres que tanta gra-
cia me hacía». Y entre los términos que luego cita en la evoca-
ción que hace están salgento, pórvora y altillero, y, para que no
Núm. 50 (2004) 87
18 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

quede duda sobre el modo de hablar de la mujer, pone en su


boca el uso del interrogativo vulgar «cuásla», que en el oído de
Moreno sonaba «como suave música; barbarismo mono que tu
dulce boquita llenaba de gracia».

8. El yeísmo o desaparición de la oposición entre los fone-


mas /l>/ y /y/, grafías ll y y, por pérdida de la fricación lateral del
primero, que desaparece por ello del sistema consonántico, es,
según Lapesa (19808: 382), el meridionalismo «que cuenta con
vestigios más remotos», pues se da ya entre los mozárabes, con
un ejemplo fechado en 982. Fue en Andalucía donde el yeísmo
se instaló con mayor fuerza, aunque su avance parece haber
sido lento, lo cual no evita que pasara a Canarias y América,
lugares en los que también va adquiriendo, con el paso del tiem-
po, una presencia cada vez más amplia, sin llegar a un triunfo
total, al existir todavía hoy zonas distinguidoras. Según Frago
Gracia (1993: 507) «las cartas que desde Indias remiten los
emigrados andaluces demuestran que a mediados del XVI en su
tierra natal el yeísmo estaba popularmente muy difundido, igual
en las ciudades que en ambientes rústicos». Sin embargo, las
noticias que del yeísmo se tiene a través de los gramáticos son
tardías, sin duda porque también fue tardía su consolidación, y
así en nuestro corpus informativo no hemos encontrado ningu-
na referencia a su presencia en el habla insular, y sí en cambio
a Andalucía y América. El ya citado Juan de la Puerta Canseco,
en su periódico El instructor del 15 de mayo de 1855, en la
Lección 9ª, que titula «De la H, J, L y LL», escribe: «Debo decirte,
hijo mío, que en Andalucía y América equivocan esta letra con
la y consonante, que si bien es verdad tiene mucha afinidad con
ella, sin embargo hay muchas razones para que no se confun-
dan estas dos letras. Las principales son: que nunca se debe tra-
tar de empobrecer un idioma suprimiéndole sonidos, y porque
también hay muchas voces que perderían su significación; sien-
do así que hay mucha diferencia entre mallo y mayo, pollo y
poyo, valla y vaya, calló y cayó, etc.».

9. Como es lógico, los comentarios de tipo gramatical so-


bre aspectos morfológicos o construcciones sintácticas propias
88 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 19

de las islas son todavía más escasos y tardíos que los anterior-
mente expuestos, ya que resultan menos evidentes y difíciles de
captar para unos observadores, foráneos o no, poco versados ge-
neralmente en estos asuntos.
Se hacía eco el autor grancanario Alonso Quesada en sus
«Crónicas de la ciudad», escritas entre 1916 y 1919, del abuso
del diminutivo en Canarias: «Aquí se llaman todas las cosas así.
Un comerciante paga una letra y cuando la va a pagar dice:
“Deme usted esa letrilla”. Un enfermo de divieso se dirige a la
botica y exclama: “¿Tiene usted ahí una unturilla para este
diviesillo que me está saliendo?”. Un tenorio se despide de noso-
tros para ver a su amiguilla; un padre compra para su hijo pe-
queño un juguetillo... Al referirnos a un amigo canceroso sole-
mos exclamar: “Está jeringadillo”. ¡Oh, el dulce, plácido y donoso
diminutivo!...» (1986: 102). Con este valor subjetivo-afectivo, la
documentación de este diminutivo ha sido general, aunque a
pesar de este testimonio, en la actualidad, presenta mayor vita-
lidad en las islas el sufijo más reciente -ito, con un uso tan fre-
cuente que afecta incluso a algunos adverbios (acasito, ahorita,
lueguito) o que ha llegado a lexicalizarse en determinados casos
(como en los sustantivos apoyito, forito, fosforito, padrito o pal-
mito).
En cuanto a los pronombres, tradición e innovación se unen
en la gramática canaria. Por un lado, hay tendencia a la con-
servación de rasgos arcaizantes (como el mantenimiento de la
distinción etimológica del pronombre como objeto directo) pero,
por otro, las formas de tratamiento suponen una revolución en
el esquema clásico. Cuando De la Puerta Canseco comenta en
su periódico El instructor, en la lección correspondiente al día
25 de diciembre de 1854, que «Usted, usia, vuecencia, etc. son
fórmulas urbanas del idioma que deben corresponder a este
pronombre, si bien concuerden en tercera persona», no advierte
que en Canarias este uso no es semejante al del español penin-
sular. Entre estos tratamientos, el plural «ustedes» se generalizó
en la variedad meridional, sustituyendo en el habla insular, tan-
to en situaciones formales como no formales, al pronombre «vo-
sotros», salvo, como ya advertía Catalán (1964), en algunas
áreas rurales de La Gomera, El Hierro y La Palma, afianzándo-
Núm. 50 (2004) 89
20 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

se así una fluctuación que se daba en español desde mediados


del siglo XVI. Tal es el arraigo de este pronombre en el habla de
las islas que el costumbrista Pancho Guerra muestra la dificul-
tad del canario para adaptarse al modo de hablar castellano,
mezclando el «ustedes» con el «vosotros», alternando a veces
incluso las personas verbales: «Y luego jablando fino, que se viró
peninsulá perdía. ¿Sabe lo que le dijo la otra noche a la salía
del Pabellón a unas mujeres que venían detrás? “Vosotras, no
arrempujéis”. Fíjese usté» (1983: 3, 590); «—Quítate de la puer-
ta, Dolores. Deja hablar... ¿Qué es lo que quieren vosotros?
—iba por tiempos a la Península y había cogido allá sus tinetillos
y palabrejas finas, que entremezclaba a gusto. [...] —Ustedes os
pongáis en la calle, ¿saben? —dijo sin moverse tanto así—»
(Ibíd.: 132).
Esta generalización de «ustedes» tendrá consecuencias im-
portantes, tanto en el sistema de pronombres personales como
en el sistema de posesivos. El 15 de marzo de 1855, el mismo
Juan de la Puerta Canseco realiza un nuevo comentario grama-
tical, en este caso sobre el empleo de la forma «de usted» como
posesivo y lo ejemplifica con la frase «Esa gorra es de usted». El
reajuste que sufrió el sistema de pronombres personales supuso
una reordenación del esquema de los posesivos (Catalán, 1964:
155), especialmente al aumentar la frecuencia de construccio-
nes de tipo analítico para reforzar y delimitar la segunda y la
tercera personas, tal como se puede observar en el ejemplo de
este pedagogo y tal como se puede comprobar en toda la docu-
mentación textual anterior («y fimos a una casa de donde Sal-
vador rramos me escrivio una carta para el vicario en nombre
de usté», se lee en una misiva escrita en 1712 y conservada ac-
tualmente en El Museo Canario, mientras que el empleo de su
en esta misma carta requiere la presencia al mismo tiempo de
un sintagma prepositivo con de para especificar que se refiere a
la tercera persona: «y entonses le dige que por el ombre que
pregunto que era io su entenado del»).
Durante algún tiempo se mantuvo la distinción etimológica
del pronombre átono en función de objeto directo y éste fue el
esquema que se llevó a América. En Canarias, según Catalán
(1964: 155), «la norma regional no hace concesiones al “leísmo”
90 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 21

y “laísmo” castellanos: [...] el acusativo es lo-la, los-las; el dati-


vo, le, les, sin excepciones». La investigación posterior ha demos-
trado que el uso no es tan categórico como el que apuntaba este
dialectólogo, y los mismos textos se encargan de confirmar que
existe, y desde época temprana, el llamado «leísmo» de persona,
que todavía se mantiene en la actualidad, junto a un «leísmo»
de cosa bastante más raro. Así lo recogemos ya en 1554, en un
fragmento de la llamada Crónica Lacunense, de autor anónimo
(«y auiendo saltado en tierra hasta docientos hombres los nues-
tros antes que se pudiessen poner en orden les embistieron»,
Morales Padrón, 1978: 201), y así se puede advertir en otros
textos posteriores ya de segura filiación canaria (« le e de
aconpañar a las bisperas», en un documento de 1592 conserva-
do en el Archivo General de Indias y reproducido por Enrique
Otte en su recopilación de Cartas privadas de emigrantes a In-
dias; «y le alle con la mui cabal salud que io para mi deseo», en
otra carta ya citada de 1712). Sin embargo, no hemos recogido
todavía la pertinente observación metalingüística, excepto la
expresada en época reciente por el fetasiano Isaac de Vega que,
en su novela Conjuro en Ijuana, publicada por primera vez en
1981, realiza un comentario bastante ilustrativo: «—¡Ah, sí!
—se sobresaltó—. Excelente persona, muy preocupado por el bien
común. Le leo siempre. (¿Le leo o lo leo? Tendré que averiguarlo;
ya la cabeza no me anda bien)». No se da en Canarias, por el
contrario, el llamado «laísmo», como demuestra su ausencia en
la documentación histórica, a pesar de que se haya encontrado
excepcionalmente en algún que otro texto: en una de las edicio-
nes modernas del poema Antigvedades canarias de Antonio de
Viana (obra escrita en 1604), aparece la frase «con enojo la res-
ponde», mientras que el facsímil del mismo texto muestra clara-
mente «con enojo le responde»; también en 1676 Núñez de la
Peña en su libro Conqvista y antigvedades escribe: «Y porque
entre ellos era costumbre, que si topauan alguna muger a solas,
y en lugar solitario, no la hablaban, porque incurrian en pena de
muerte», donde la aparición del pronombre femenino puede
deberse a que en la lengua antigua, según Kany (1969: 136-137),
el verbo hablar podía tomar un complemento directo. El ilustra-
do Viera y Clavijo en algunos pasajes de su Historia se muestra
Núm. 50 (2004) 91
i
22 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

también como «laísta» («la respondió», «pusieron especial cuida-


do en darlas el nombre de Hijas»), fenómeno que podría atribuir-
se, muy probablemente, a hipercorrección tipográfica, ya que esta
obra fue impresa en Madrid.
Otros muchos rasgos gramaticales propios del español de las
islas se pueden observar en la documentación textual, pero no
cuentan por ahora con comentarios que demuestren una clara
conciencia lingüística del fenómeno. Así, en la ordenación de los
elementos en el sintagma, encontramos ejemplos dieciochescos
de las construcciones adverbiales más nada, más nunca, más
nadie, inversiones frecuentes hoy en América y corrientes toda-
vía en León, Galicia y Aragón. O, también, sigue siendo común
el orden clásico del adverbio ya antepuesto al pronombre perso-
nal, como en el Quijote («ya yo os conozco, fementida canalla»),
disposición que se puede rastrear en los expurgos documentales
que realicemos, pero que apenas ha sido advertida ni siquiera
por los textos gramaticales (Frago Gracia, 2002: 487-488).

10. Situación bien distinta muestra el vocabulario. En los


documentos más antiguos es fácil recoger ejemplos de la apre-
ciación por parte de los autores de la divergencia de usos léxi-
cos, bien empleando parejas sinonímicas que ponen en eviden-
cia el contraste diferencial, bien ofreciendo el equivalente
castellano o, simplemente, presentando la variación con los
sintagmas «que aquí llaman», «que nombran aquí» o «como
ellos dicen», con el fin de dar constancia de su propiedad e
implantación insular. Desde el primer momento de la anexión,
sobre todo en la época realenga, hay clara conciencia por parte
de algunos autores del regionalismo léxico, necesario para de-
signar una realidad completamente distinta y que contraponen
al término castellano, lo que muestra que la diferenciación
diatópica del léxico se inició con la llegada de los europeos a las
islas. Sirven de muestra los tempranos ejemplos del cronista
Andrés Bernáldez y del viajero portugués Valentim Fernandes al
valorar la presencia de la voz «mareta». El primero, en sus
Memorias del reinado (c1500), advierte que las islas «No tienen
agua dulce; beben los onbres e ganados aguas llovedizas, que
cogen en cisternas, que llaman maretas» (DHECAN: 962); el segun-
92 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 23

do, en un texto redactado unos años más tarde (entre 1506 y


1507), define la voz señalando que «El lugar donde recogen las
aguas lo llaman mareta; con ellas abastecen todo el año a las
bestias y ganados» (DHECAN: 962). Estas matizaciones son fre-
cuentes en los cronistas-historiadores (Juan de Abreu Galindo,
Gaspar Frutuoso, Leonardo Torriani, Antonio Sedeño, Thomas
Arias Marín de Cubas, George Glas, Alonso de Espinosa, fray
José de Sosa), pero también hallamos algunas precisiones reali-
zadas por los escribanos e, incluso, por los redactores de la ac-
tas de la Inquisición. Así, en junio de 1521, documentamos en
una declaración de un testigo tanto el término castellano gene-
ral con que se designa a la «abubilla» (Upupa epos), como el
regionalismo «abobito», una de las muchas variantes (junto a
«tabobo», «jabobo», «altabobo») con que es conocido este pája-
ro insectívoro en el archipiélago: «Y que le vydo este testigo
andar en busca de un paxaro que se llama habubylla, y que
dezia que con aquel habubyto avia de sacar del un hueso, para
que tocando con el a qualquier persona que qujsyese la querria
byen [...]» (DHECAN: 9). O en las Datas o escrituras de repar-
timientos de tierras también es continua la aclaración, de ahí
que desde un primer momento al «lentisco» se le designe con la
denominación popular «almácigo»: «[...] que lindan con el ba-
rranco que viene de Palmar contra la parte de Teno como dicen
los hamácigos fasta la mar, 100 fanegas» (en documento de
1499, DHECAN: 81). O en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife, en
los inicios del siglo XVI (en julio de 1515), se puede leer la defi-
nición del prehispanismo guanil, haciéndolo equivaler a «alza-
do»: «e en la dicha isla tenemos ordenança hecha por justicia e
regimiento e costumbre husada e guardada quel tal ganado
alçado que se llama guanir ninguno lo pueda matar ni marcar
so cierta pena e que los criadores de la comarca de cuyos gana-
dos ha procedido el dicho ganado guanir lo montehen todos
juntos con licencia de la justicia e lo repartan entre si segund
la cantidad de ganados mandsos que cada uno tiene [...]»
(DHECAN: 94).
Son continuas las alusiones a la pervivencia de términos,
bien de arcaísmos castellanos, bien de voces propias de las islas,
lo que nos permite confirmar su vigencia de uso en determina-
Núm. 50 (2004) 93
24 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

das épocas. El portugués Gaspar Frutuoso, por ejemplo, en el


apartado que dedica a «As Ilhas Canárias» en sus Saudades da
Terra (1590), al hablar del localismo bailadero, de donde proce-
den muchos topónimos actuales, precisa su empleo en el siglo
XVI: «Cuando les faltaba lluvia para sus sementeras y pastos y
había gran sequía, para rogar a Dios hacían procesiones, llevan-
do los ganados a lugares espaciosos como plazas que tenían ya
señalados para esto y que llamaban, y aún todavía hoy, bai-
laderos». En 1912, Bethencourt Alfonso en su Historia del pue-
blo guanche, al referirse al sinónimo de procedencia abori-
gen guara o guaracho, confirma su sustitución total por la crea-
ción castellana: «Los guaras o guarachos, nombres ya perdidos
para la presente generación, son conocidos en la actualidad por
su traducción al castellano de “Bailaderos”, que aún llevan bas-
tantes localidades porque en ellas estuvieron establecidos»
(DHECAN: 159).
Aunque lo común es la simple igualación (a veces, incluso,
yuxtaposición) de la voz provincial a la designación general. En
las Datas es frecuente este recurso: «un camino que sube a la
montaña que siguen los almocreves o arrieros» (en documento
de 1518, DHECAN: 86). En las mismas actas de la Inquisición, esta
vez del siglo XVII (marzo de 1674), se recoge la sinonimia
«abobido»/«lenguaje», con un sentido amplio equivalente a «re-
zado ininteligible»: «para curar una muger enferma que tenia
en su casa avia echado unas suertes en un lebrillo de agua y
puesto ensima un jarnero y hecho unos lenguajes o abobidos al
deredor del lebrillo [...]» (DHECAN: 8); en 1810, Juan Primo de la
Guerra y del Hoyo anota en su Diario el portuguesismo «ma-
zapé» y lo iguala al término general «barro»: «Las mujeres se
ocupan en la loza, para la que llevan el barro o mazapé de la
cumbre o de Arafo y el almagre de mayor distancia» (DHECAN:
973). Los ejemplos podrían multiplicarse y, por sencillos que
parezcan, son todos ellos muestra de una fina observación lin-
güística. Su empleo literario se generalizará en las obras cos-
tumbristas de finales del XIX y principios del siglo XX, y servirá
para contraponer el habla de campesinos y «roncotes» frente a
la lengua a veces pretendidamente más culta de otros niveles
sociales. Es el caso de este sencillo diálogo entresacado de una
94 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 25

comedia del periodista Leoncio Rodríguez, titulada Plataneras y


publicada en 1933, en la que con una simple apostilla se puede
advertir la divergencia de uso del sintagma de origen portugués
«de risa», al que se hace equivaler el sinónimo castellano corres-
pondiente: «Juez. —¿Con hijos también? Venancio. —Con hijos
las solteras. Juez. —Querrá usted decir las casadas. Venancio.
—No, señor; las solteras. De risa, como suele decirse. Juez. —Sí,
naturales. Venancio. —Eso es, señor juez. Golpes de la vida»
(DHECAN: 500).
No resulta tampoco anecdótico que sean en la mayoría de
las ocasiones los autores foráneos (tanto peninsulares como ex-
tranjeros), los que más observaciones de este sentido presenten.
El ejemplo del burgalés Francisco F. Escolar y Serrano puede ser
bastante ilustrativo. Comisionado regio para elaborar la Estadís-
tica del archipiélago, llegó a Santa Cruz de Tenerife en 1805 y
recorrió una por una todas las islas. Aunque no pudo terminar
su obra (no acabó ni la estadística de Tenerife ni la de Gran
Canaria), sus apreciaciones nunca resultan ociosas. Así va ano-
tando, junto al frío registro contable y estadístico, algunas pe-
culiaridades propias del léxico canario, generalmente contrapo-
niendo la voz que ya conocía con la regional («la cercanía a que
están del monte es causa de que se anieblen o alforren como
dicen aquí»; «y se hacen zanjas o machos para recibir y canali-
zar el agua de lluvia»; «las camisas del palote o caña de maíz y
la rama de las papas que, generalmente, siembran con este fin»,
DHECAN: 79, 917 y 1088), definiendo el provincialismo («sólo ne-
cesita de las lluvias que proporcionan los bosques para que gran
parte de sus terrenos sean de los que llaman en el país de bebe-
dero, que producen cosechas tan asombrosas como vimos ha-
blando de Lanzarote»; «hay que contener la tierra con gruesas
paredes que aquí llaman cadenas, para que las avenidas y to-
rrentes no se la lleven al mar»; «La lagarta es la plaga que ata-
ca con mayor frecuencia los cultivos», DHECAN: 198, 276 y 860),
o simplemente incluyéndolo en una enumeración («No existen
bosques propiamente dichos porque su flora más abundante y
casi única son las tabaibas, valos, ahulagas y otras plantas de
este género, aprovechados para el alimento del ganado en el
verano y en el consumo de la leña», DHECAN: 171).
Núm. 50 (2004) 95
26 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

Pocas, pero interesantes, también son las apreciaciones so-


bre la variación sociocultural y sociolectal desde el punto de vista
léxico, aunque en el corpus son mucho más tardías. Cristóbal
del Hoyo, en su Carta de Lisboa, redactada en 1734, anota una
variedad de caña y especifica «de estas que vulgarmente llama-
mos de rueca» (DHECAN: 323). José María Zuaznavar y Francia,
amigo y coetáneo de Viera y Clavijo, emplea en su Diario sobre
su estancia en Telde (entre 1805 y 1806) la misma expresión:
«Me hicieron distinguir lo que en las Canarias llaman vulgarmen-
te “cohombrillo”, y me manifestaron la “raspilla”, “cerrillo” y
otras yerbas que no recogí como aquel fruto, porque se hallaba
sin flor» (DHECAN: 429). Y Domingo J. Navarro, en su obra cos-
tumbrista Recuerdos de un noventón, aparte de apuntar el posi-
ble desuso a fines del siglo XIX de la voz «amiga» (con el senti-
do de «maestra de escuela»), indica que «El vulgo las llamaba
Migas y tal vez con razón, porque no teniendo nada de amigas
les sobraba la causticidad de los ajos de aquel insustancial ali-
mento» (DHECAN: 99). En otras ocasiones, el término viene defi-
nido como propio de determinados ambientes. Así sucede con la
voz armadero, que Manuel Pereyra de Armas en su obra Tipos
de mi Tierra (publicada en 1897) define como propia de la «jer-
ga tabernaria» (DHECAN: 124).
La producción lexicográfica castellana del siglo XVIII y, sobre
todo, la proliferación de diccionarios en el siglo XIX, lleva en
otras ocasiones a intentar localizar el canarismo en las obras
generales y a determinar, por contraste, su carácter regional.
Conocidas son las observaciones realizadas por Álvarez Rixo
sobre la escasa o nula intervención del portuense Bernardo de
Iriarte a favor de la presencia de canarismos en el DRAE: «En la
redacción del Diccionario de la Lengua Castellana le tocó la le-
tra C, y fue lástima que por haber salido de las Canarias tan
niño no conservara recuerdo de algunas dicciones que tenemos
en estas Islas con dicha letra» (c1872: 158), lo que le lleva a
escribir en el periódico palmero El Time, en 1868, una relación
de «Vocablos isleños», con la intención de que sean adoptados
por la institución académica «a fin de que se hiciese mérito y
justicia a nuestras Islas Canarias, insertando algunos vocablos
dignos de figurar en dicha obra, por lo generalizados que se
96 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 27

hallan, no sólo en Canarias, sino también en las provincias


americanas». Esa comparación continua con el repertorio ofi-
cial es la que permite al alcalde portuense advertir también en
su Historia del Puerto de Arrecife (c1866: 90) que los ictiónimos
«tonina» y «bote» «ni uno ni otro nombre sea el verdadero»,
para designar al cetáceo conocido generalmente como «delfín».
En esta misma línea, Elías Zerolo, lexicógrafo de profesión, en
la segunda mitad del siglo XIX va a continuar la labor del histo-
riador y político portuense, al tomar nota por primera vez de
numerosos términos y cambios de significado y de designación
de los regionalismos canarios con respecto a los vocablos gene-
rales del español, estudio que va a concretar en la publicación
de su artículo «La lengua, la Academia y los académicos». Así,
al comentar la palabra «bienmesabe» advierte que equivale en
Canarias a cierto dulce «distinto del que define con este nom-
bre el Diccionario» (DHECAN: 218).
Resulta evidente, por lo que hemos visto y analizado hasta
ahora, que la historia del léxico canario no se puede realizar sin
tener en cuenta las aportaciones que poco a poco se han ido
atesorando, fruto de un exhaustivo rastreo en toda la documen-
tación escrita. No queda fuera de este planteamiento tampoco
el análisis etimológico, ya que las distintas observaciones reco-
piladas constituyen muchas veces no sólo impresiones de los
distintos autores sino verdaderos testimonios de la búsqueda de
los orígenes de esta variedad.

10.1. «Adopción», «adaptación» y «creación» fueron los tres


procedimientos que, según Manuel Alvar (1969), llevaron a la
conformación del léxico propio del archipiélago. Ya hemos ano-
tado la opinión de los cronistas y viajeros sobre la presencia en
cada una de las islas de lenguas o dialectos prehispánicos dife-
rentes. Queda avalado este hecho por la necesidad de contar,
durante todo el siglo XV, con trujamanes, farautes o, como se
lee en textos castellanos de la época, lenguas. Los redactores de
Le Canarien especifican el nombre castellano de dos de estos
trujamanes (especialistas en los dialectos o lenguas de Lanzarote
y Fuerteventura) e indican su deseo de enviar al puerto hispa-
lense por más intérpretes para las demás islas, y en el Acta del
Núm. 50 (2004) 97
28 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

Bufadero, redactada en 1464, se advierte de la presencia de es-


tos trujamanes «que sabian la lengua de la dicha isla de
Thenerife». De ahí que Andrés Bernáldez, en el capítulo titula-
do «De las siete islas de Canaria», incluido en sus Memorias del
reinado de los Reyes Católicos, llegue a afirmar —como había
hecho Boccaccio en el texto antes mencionado— que «Estas siete
islas tienen siete lenguages, cada una el suyo, que no se enten-
dían ni parecían unos a otros; los cuales agora los de la nación
de ellos retienen entre ellos» (Morales Padrón, 1978: 509). El
proceso de aculturación, sin embargo, tuvo que haber sido en
algunas zonas muy rápido, porque Pedro Gómez Escudero, en
el siglo XVII, al hablar «de las calidades y propiedad de los Ca-
narios y la isla», esto es, de Gran Canaria, se queja de que los
conquistadores habían cambiado el término aborigen «magua»
o «maguada» por el de «marimaguada» y lamenta que «[los
españoles] siempre controuertieron el nombre a las cosas i des-
preciaron sus vocablos, i quando se reparó para rastrearles sus
costumbres por más extenso no hubo quien diera rasón de ello»
(Morales Padrón, 1978: 435). Los comentarios que Alexan-
der von Humboldt realizó durante su escala en Canarias en
junio de 1799, de camino al Nuevo Continente, resultan bas-
tante explícitos: «El único monumento propio para esparcir
alguna luz sobre el origen de los guanches es su lengua; pero
por desgracia sólo nos han quedado de ella cerca de ciento cin-
cuenta voces, de las que algunas expresan idénticos objetos
según el dialecto de las diferentes islas. Además de estas vo-
ces recogidas con cuidado existen aún fragmentos preciosos en
las denominaciones de gran número de aldeas, colinas y torren-
tes» (1816: 170). Algunos de estos prehispanismos fueron inven-
tariados por autores posteriores como Bory de Saint-Vincent,
miembro de la expedición organizada por Nicolas Baudin a las
tierras autrales y que en noviembre de 1800 realizó una escala
en Tenerife. Como resultado de esa pequeña estancia, Bory pu-
blicó tres años más tarde sus Essais sur les îles Fortunées et
l’Atlantide, en uno de cuyos primeros capítulos llega a recopilar
más de cien palabras que considera aborígenes, «tomadas de
diversos autores y de notas que han tenido a bien facilitarme»
(1803: 38).
98 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 29

Las observaciones y apreciaciones continuaron durante el


siglo XIX, no sólo con la intención de ir recopilando todos los
vestigios de esas lenguas prehispánicas (como habían hecho Vie-
ra y Clavijo, el mismo Bory y, unos años más tarde, en 1842,
Sabin Berthelot en su Ethnographie et les Annales de la Con-
quête), sino también, y es lo que aquí más nos interesa, confir-
mando el empleo de estas voces. José Agustín Álvarez Rixo, por
ejemplo, en la descripción que hace de Fuerteventura, manus-
crito que redactó hacia 1859, afirma que «Además de los nom-
bres de los pueblos y dehesas que retienen los aborígenes, estos
naturales conservan algunos otros vocablos domésticos; p.e.
Alican, Almijarra, Amolán, Chibusque, Guelde, Tigalate, etc.»
(c1859: 446). Aunque no todos estos términos proceden del
sustrato prehispánico (como el arabismo almijarra, el probable
romandalusí alicán, o el portuguesismo madeirense guelde), el
polígrafo portuense no hace aquí sino mostrar una preocupa-
ción que será constante en su obra al intentar ofrecer en cada
momento tanto la procedencia como la vigencia de las palabras
propias del archipiélago.
Unos años más tarde, en 1886, el viajero Herman Christ,
cuando visita el Barranco del Carmen, en la isla de La Palma,
señala que «la gente conoce siempre los bonitos nombres, poco
españoles, más bien canarios, de las flores» (1886: 75), y más
adelante, cuando describe su estancia en el Puerto de la Cruz,
vuelve a incidir en este aspecto, al tiempo que ofrece una deta-
llada enumeración: «El campesino de Tenerife, como el de La
Palma, conoce casi cada planta de la isla por sus nombres, que,
en gran parte, han sobrevivido apenas transformadas desde los
tiempos aborígenes hasta la actualidad. Agradezco a los señores
Honegger y Wildpret, a mis guías y a los campesinos, los datos
de los siguientes ejemplos: chahorra (Leucophaë), jara (Cistus
vaginatus), orobal (Withania), arrebal (Echium simplex), tabaiba
(Euphorbia), tagasaste (Cytisus proliferus), taginaste (Echium
strictum), mocán (Visnea), hediondo (Bosia), balillo (Sonchus
leptocephalus), berode (Kleinia), berodillo (Aeonium), tacorontillo
(Dracunculus), algaritofe (Cedronella), alicacaba y gibalbera
(Ruscus androgynus), guaïdil (Rhodorrhiza), ajonjolí (Callia-
nassa). Todos son, indudablemente, de antiquísimo origen endé-
Núm. 50 (2004) 99
30 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

mico» (Ibíd.: 136). Efectivamente, algunas de estas palabras


hacen alusión a endemismos propios de las islas y muchas de
ellas son, en opinión de los investigadores, prehispánicas (a ex-
cepción, al menos, de jara, arrebal —arrebol—, hediondo, balillo,
berode, tacorontillo, alicacaba —alicacán— y gibalbera, cuya pro-
cedencia debe adscribirse al castellano o al portugués).

10.2. Otro componente de ese proceso de adopción, en este


caso más importante cuantitativamente, es el elemento luso. Si
nos situamos algunos siglos atrás, podremos rastrear esa pre-
sencia desde finales del siglo XV y los albores del XVI. Es de so-
bra conocida la observación que realiza en 1544 fray Tomás
de la Torre, en su paso por La Gomera de camino hacia Améri-
ca acompañando a Fray Bartolomé de las Casas hasta su dió-
cesis de Chiapas: «Está esta Isla por la mayor parte poblada de
portugueses» (citado por Martínez, 1984: 252). También conclu-
yente es la opinión de Gaspar Frutuoso, que en el capítulo de-
dicado a las Islas Canarias en sus Saudades da Terra, al descri-
bir las localidades del norte de Tenerife, afirma que Icod de los
Vinos «es también villa de 200 vecinos, casi todos portugueses
ricos de vinos, sembraduras y gañanías» (1590: 106). De la mis-
ma época es la descripción que ofrece el ingeniero italiano
Leonardo Torriani con respecto a Santa Cruz de La Palma: «Esta
ciudad está poblada de portugueses, castellanos, flamencos,
franceses y algunos genoveses. [...] Las casas son blancas, fa-
bricadas a la manera portuguesa, estrechas por dentro, y en
general sin pozos ni patios; sin embargo, son más altas y más
alegres que las de las demás islas» (1590: 142 y 171).
Es de suponer, además, que durante algunos años las gene-
raciones de inmigrantes portugueses conservaran su lengua ori-
ginaria. Y así lo podemos confirmar a través de las Datas, como
en una redactada en 1499, en la que Gonzalo Anes («vizinho
desta ilha de Tenerife») pide «en repartiçam e como a vizinho
humas tierras que sam da parte de Taquo comensan des do
barranco que vem do Palmar abaxo das Palmas como diz os
almaçegoes contra a parte de Teno a onde esta ho aucham para
la mar que aveira çiem fanegadas de sembradura las quales tie-
rras sam de sequeyro» (Serra Ràfols, 1978: 69); o en la Data de
100 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 31

3 de enero de 1505, en la que Juan de Fontes y Fernán Martí-


nez («portugueses estantes que somos en esta ilha») se dirigen
al Adelantado Alonso de Lugo con el fin de pedirle unas tierras,
para «tomar vezindad em elha e em elha abitar, por tanto pedi-
mos a vuestra señoría q[ue] por bem da d[ic]ha abitaçam e
vezindá aja por bem de nos fazer mercé e nos queyra dar t[err]as
em elha» (Ibíd.: 65); o en la de 16 de marzo de 1509, en la que
el gobernador de las islas cede ante la solicitud de Perianes y
María Borges, vecinos de Daute: «don a repartimento y vezinda
a vos pi anes e maria Borjes vra. mojer vnas terras de sequeyro
que sam en Daute a los almaçoguos que sam a las couas y
vchan del Rey» (Ibíd.: 37).
Y no menos relevante como indicio de este bilingüismo en
la época posterior a la Conquista es la información que pode-
mos entresacar de las Actas inquisitoriales. Conservadas hoy en
El Museo Canario, algunos de estos documentos delatan la len-
gua originaria de los demandados, como sucede en la denuncia
de Ana González, de La Palma, en la que se precisa «que estan-
do sus padres acostados yendose ella acostar hizo la señal de la
cruz para acostarse, y que la dicha Mençia Vaez su madre dixo
al dicho Alvar Gonçales ‘Mira, non veds alla a vosa filla’» (Birch,
1903: 78). No debemos olvidar la persecución religiosa que reci-
bieron algunos de estos portugueses judeoconversos y que, por
ello, todo lo relacionado con la lengua lusa podría ser motivo
de proceso (de hecho, el número de expedientes incoados a por-
tugueses hasta mediados del siglo XVII superó a los de los espa-
ñoles, según las cifras de Fajardo Spínola, 2003: 59). Similar
circunstancia llevó al grancanario Cairasco de Figueroa a retrac-
tarse ante el Tribunal de la Inquisición en 1558 por haber deja-
do representar una de sus obras teatrales con diálogos en por-
tugués, a la manera del teatro vicentino: «Muy magnífico y muy
reverendo señor: Bartholomé Cayrasco, canónigo desta Catedral
yglesia, paresco ante Vuestra Paternidad y digo que el día de la
Asumpción de nuestra Señora próximo pasado, en un entremés
que hize para cierta farça que entonces se representó en la igle-
sia de Nuestra Señora, introduxe un portuguez el qual, blaso-
nando de su gentileza, dixo así: “Consagro eu Deus que Deus
naun he tan gentil home como eu”, lo qual ordené sin saber ni
Núm. 50 (2004) 101
32 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

mirar lo que ordenaua; y después acá, mirando más en ello,


entendí que auía errado porque aunque aquella era cosa
de representación de burlas y disparates de un loco portuguez,
pero ni en burlas ni en beras no es lícito poner la lengua en
Dios sino con aquella adoración y beneración y temor que se
deue a su infinita bondad y omnipotencia [...]» (Millares Carlo,
1932: 149).
Todo esto demuestra que la influencia lusa sobre la variedad
canaria tuvo que haber sido profunda. Si pocas son las huellas
de esa presencia en la fonética del español hablado en las islas,
tal como apuntaba Alvar, en el léxico la documentación demues-
tra que a lo largo de todo el siglo XVI ya se habían incorporado
numerosos portuguesismos a esta variedad (acebiño, aderno,
a l h o rra , b a g a z o, b a l a y o, b a rb u z a n o, b e b e ra je , b i c a , b i c u d a ,
burgao, caboco, cabuquero, cachaza, callao, cangrejo judío, can-
grejo moro, canto, casa terrera, castañero, cisco, colmo, conduto,
corriente, corza, crianza, degredado, desburgar, encampar, engeño,
engonzar, engrudo, escuma, esteo, fabricada, fajana, faldra,
falqueado, fasquia, faya, ferrugento, ferrojo, fetor, filera, fogalera,
forma, fornalla, fraguero, frechal, furnia, furo, gilbarbero, goa, gra-
nel, herido, jable, laja, lata, latada, lealdado, lealdador, lealdar,
liame, lombada, lombo, loro, maestre de azúcar, mallete, mangla,
marmulano, masapé, mascabado, pancada, panela, pedrero, peje,
picuda, pomba, quelbe, rapadura, remiñol, rolar, serventía, sino,
sollado, sollar, talla, tallamar, támara, tanque, taño, til, toldarse,
topo, tostón, venta, vieja, viñático, virazón, zoca). Además, mu-
chos de estos préstamos continúan aún hoy vivos en el habla
del archipiélago.
La conciencia del préstamo como procedente del portugués
es temprana y algunos testimonios tenemos en este sentido. En
1583, el mercader inglés Thomas Nichols no duda en conside-
rar propias de la isla de Madeira dos especies de árboles, ca-
racterísticas de la laurisilva, que también son usuales en los
bosques de Canarias: «Ha sido llamada isla de Madera, prime-
ramente por el aspecto salvaje de las varias clases de árboles que
crecían allí, y que aun crecen tales como cedros, cipreses,
viñátigos, barbusanos, pinos y otros varios» (DHECAN: 183). Unos
años más tarde, Juan de Abreu Galindo, en su Historia de la
102 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 33

conquista, redactada entre 1590 y 1602, acierta cuando postula


el origen del apero llamado tradicionalmente «corza»: «Es tan
fragosa esta isla de La Palma, que por su aspereza, así en los
campos como en la ciudad, no se sirven con carretas de bueyes,
sino con un madero de dos gajos, como horqueta, que llevan
arrastrando por el suelo, y encima llevan la carga que los bue-
yes pueden tirar, al cual madero llaman corza en lenguaje por-
tugués; o sea, que le pusieron este nombre, corza, por la seme-
janza que tiene a los cuernos del corzo, o por haber sido la
inventora de este instrumento Corsa, la criada del boyero, por
cuya contemplación la isla de Córcega se llamó de este nombre.
Y de este vocablo e instrumento se usa en el reino de Portugal»
(DHECAN: 460).
Cuando entre 1799 y 1812 Viera y Clavijo termina su Dic-
cionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Índice
alfabético descriptivo de sus tres reinos: animal, vegetal y mine-
ral, el que será considerado el primer repertorio sistemático de
términos canarios, incluye en él algunos portuguesismos, aun-
que todavía no acierta con determinadas etimologías. Es cons-
ciente —y así lo afirma s.v. alhorra— que en las islas se han
introducido «muchos vocablos lusitanos, por los muchos portu-
gueses venidos a ellas, que tanto a la conquista como después
fueron llegando de pobladores, labradores y artesanos». Señala
algunas confluencias con Madeira (s.v. acebiño, por ejemplo,
afirma, como ya había adelantado Abreu Galindo, que «es una
especie muy particular de acebo, indígena y propio de nuestras
islas y de la de Madera [...] y aun entre nosotros ha prevalecido
el nombre portugués de acebiño»; bajo la entrada culantrillo
—refiriéndose a la variedad conocida en Canarias como «culan-
trillo de risco»— indica que su nombre científico es maderensis,
«por ser planta peculiar no sólo de nuestras Canarias, sino tam-
bién de la isla de Madera», y define la haya como «una especie
de acebo y un acebo indígena y peculiar de nuestras Canarias y
de la isla de la Madera»), así como apunta la posible creación
de voces canarias derivadas de étimos portugueses (s.v. aguamala
indica que «los portugueses [la llaman] agua mar, de donde los
canarios tomamos sin duda el nombre de aguamala, con que es
conocido este viviente en nuestras costas»).
Núm. 50 (2004) 103
34 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

Pero será Álvarez Rixo el que dé noticias más concretas so-


bre esta parcela tan importante del vocabulario del archipiéla-
go: «Sus consideraciones etimológicas, con los inevitables
errores, achacables al desconocimiento que se tenía aún de de-
terminados hechos, son casi siempre atinadas, y puede decirse
que con él se inicia el reconocimiento de la importancia que en
la formación del léxico canario tuvo la lengua portuguesa»
(Corrales, 1996: 149). Álvarez Rixo contaba con la ventaja del
conocimiento directo del portugués, por su ascendencia lusa y
porque aprendió la lengua durante su estancia en Madeira en-
tre los años 1813 y 1814. En un artículo publicado en la pren-
sa palmera sobre «Agricultura» en 1866, tras quejarse de que
los manuales sobre esta materia empleen términos «que sólo
por inferencia comprendemos», por lo que «en puntos de la-
branza y de geografía respecto a nuestras Islas están muy mal
impuestos allá por la Península, y por lo tanto, que tales libros
no son los aceptables a nuestro país, por más que el Gobierno
en la creencia de eficaces los haya recomendado», recopila al
final un total de diecisiete «Voces portuguesas o gallegas usa-
das en Canarias en la labranza y sus aperos» (alhorra, azeviño,
balayo, bica, carozo, caruncho, corza, esteo, fonil, grelo, grelar,
hortelana, moriangana, mazaroca, sabugo, penera y viñátigo)
con sus equivalentes castellanos. Por ello tampoco es de extra-
ñar que, de las trescientas cinco entradas que registra con un
criterio selectivo en su repertorio de Voces, frases y proverbios
provinciales de nuestras islas canarias con sus derivados, signi-
ficados y aplicaciones —obra que podemos situar en la misma
época de sus escritos periodísticos—, cincuenta y siete ten-
gan, según él, procedencia lusa, a las que habría que añadir
algunas más en un estudio más detallado, incluidas en su vo-
cabulario sin etimología o como procedentes de otras len-
guas (bicariño, barbusana, burgado, chafladero, charaviscal,
claca, cotio, entaliscar, aderno, arrife o gorar). La nómina de
portuguesismos seguirá creciendo a partir de este momen-
to, especialmente a lo largo de todo el siglo XX en que Pérez
Vidal dedicará casi medio siglo de investigación (entre 1944 y
1991) a analizar la influencia lusa en la cultura tradicional ca-
naria.
104 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 35

10.3. Cuando los castellanos llegaron al archipiélago, en-


contraron una realidad muy distinta de la que conocían y que
tuvieron que describir con sus propias palabras, mediante com-
paraciones, creando nuevas voces de carácter metafórico o rea-
lizando un cambio designativo por similitud o semejanza con los
elementos de la naturaleza que les resultaban familiares. En
otros casos, como ya hemos señalado, adoptaron e hicieron su-
yas las denominaciones aborígenes, aunque al pasar por el ta-
miz del oído europeo, como afirma Olivia Stone, «En todo el
archipiélago es muy difícil averiguar los nombres correctos. Aún
quedan muchos de los nombres antiguos; algunos se han asi-
milado al español y otros son totalmente españoles» (1887: II,
389). A pesar de este hecho, resulta evidente que la mayor par-
te del léxico canario procede del fondo común castellano y, en
este caso, su carácter diferencial viene dado bien por la «adap-
tación» que estos términos han sufrido al ser utilizados en un
nuevo contexto, bien por la «conservación» de voces que tanto
aquí como en América se mantuvieron vigentes mientras que en
el español general pasaron a considerarse como arcaicas.
Se quejaba Herman Christ, a finales del siglo XIX, de que
«Los españoles han traspasado, bastante arbitrariamente, los
nombres conocidos por ellos de plantas europeas a las canarias,
a veces muy diferentes» (1886: 136). La asociación creada por
la similitud en el aspecto del árbol —por citar sólo ejemplos
botánicos—, en el color de los frutos o en la forma de las hojas,
llevó a asignar denominaciones europeas a especies endémicas,
como el Ilex peralo o el Arbutus canariensis, conocidos respecti-
vamente como «naranjo» o «naranjero salvaje» y «madroño». A
estos ejemplos podemos añadir muchos otros que nos ofrece este
mismo botánico: «Así, llaman al delicado cabello de Venus de las
fuentes (Adiantum), culantrillo, el pequeño cilantro; al Oreo-
daphne lauráceo, til (tilo); a la Euphorbia balsamifera, adelfo; a
la Heberdenia, aderno (arraclán); a la Erica scoparia, tejo; a la
Catha, peralillo (pequeño peral); a la Euphorbia canariensis, car-
dón (cardo); al Juniperus, cedro; a la Pistacia atlantica, almáci-
go; a la banana, plátano; al Ilex platyphylla, naranjo salvaje; a
la Messerschmidia, duraznillo (pequeño melocotón por su piel
arrugada); al Phagnalon, romero; a la Artemisia canariensis,
Núm. 50 (2004) 105
36 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

incienso; a la Lavendula arbotanoides, romarillo (pequeño rome-


ro); a la Myrica Faya, faya; a las cinerarias, tucilage» (Ibíd.:
136). Aunque, reconoce que «Hay nombres típicos españoles que
son especialmente bonitos, como los siguientes: carnical (Peri-
ploca con una cápsula de dos cuernos); amor seco (Bidens pilosa
por sus frutos ásperos); árbol de Santa María (la bonita Clethra
de flores blancas); oreja de abad (cuyas hojas se parecen a ore-
jas grasientas y colgantes); pastel de risco (las rodajas en forma
de plato del Aeonium tabulaeforme); siempreviva de mar (la
Statice con sus flores secas, duraderas); palomera (el bonito
Senecio appendiculatus blanco); pico de paloma (el picudo Lotus
peliorhynchus); mataprieta (Gendarussa hyssopifolia); cachimbera
(Phyllis); no me olvides; rabo de burro (Equisetum, también
Aristida, una gramínea); leña buena (Cneorum pulverulentum, del
tipo de palo rosa); leña de navidad (agáloco, la Rhodorrhiza de
olor a rosa); trigo de los guanches (Aegilops, una gramínea
infértil parecida al trigo); ratonera (la fea y punzante Fors-
kahlea); sangradera (Alternanthera); palo blanco (Notelaea); pi-
quita (el algo punzante Achyranthes); serrajón (las hojas denta-
das como una sierra, de la especie Sonchus); buenas noches
(estramonio, cuya flor nocturna despide un olor embriagador);
pelo de la vinagrera (el parásito Cúscuta que crece sobre el
agracejo); hierba camellera (el Heliotropium erosum buscado por
los camellos); hierba tostonera (Adiantum reniforme con hoja
parecidas a monedas); mataperro (la venenosa Ceropegia); amor
indiano (la roja como el fuego Asclepias curçavica de las Indias
Occidentales); manzanilla (la olorosa Chamomille); hierba del
tiempo (Erigeron); algodonera (Gnaphalium Webbii, el lanoso
edelweiss de Lanzarote); sanguiño (Rhamnus glandulosa), viola
del Pico (Viola Cheiranthifolia); corazoncillo y maljurado (Andro-
saemum grandifolium); doradilla (el helecho de escamas doradas
Ceterach aureum); y el brezo, muy parecido a la palabra suiza
‘Brüsch’, como nosotros denominamos esta planta» (Ibíd.: 137).
Otro grupo numeroso de voces de origen castellano deben ser
consideradas como arcaísmos con respecto al español peninsu-
lar, «porq[ue] en la campaña esto es en las Aldeas conseruan
aun aquellos terminachos antiguos y mesclados», como confir-
ma en la segunda mitad del siglo XVIII Dámaso Quezada y
106 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 37

Chaves (c1770-1784: fols. 154v-155). De ahí que, entre las «Par-


tes del cuerpo», advierta que en las islas llaman «Cogote a el
Pesqueso; nunca o guarguero por donde pasa la comida; a la
caueza suelen decir testa; y a las piernas ganbas, a las Partes
vergonzosas de uno y otro sexo dan muchisimos nombres como
tambien a la fornicacion que entre ellos es un poluear. Esto
es quando dos enamorados dicen cosas deshonestas» (Ibíd.:
fol. 155). O que afirme que «Comida Caldo i Potaxe dicen a la
minestra de legumbre. Puchero a la carne y todo lo q[ue] se
pone dentro la casuela o olla, y en summa se encuentran en
cada Ysla diferentes terminos originarios de aquellos primeros
Pobladores que de varias Partes llegaron» (Ibíd.: fol. 155).
Pocas son las citas que ponen de relieve el aporte léxico de-
bido al andaluz. El mismo Quezada y Chaves, aparte de los
comentarios de tipo fonético que en este sentido realiza y que
ya hemos anotado, afirma que en cuanto a los elementos de la
«Cosina: y o todos sus aherentes lo mismo q[ue] en Andalucia»
(Ibíd.: fol. 155). Sin embargo, a pesar de esta escasez de obser-
vaciones de carácter léxico, es evidente que la presencia de an-
daluces contribuyó a arraigar en Canarias no sólo sus propias
voces (como la denominación popular almirones, documentada
en textos canarios al menos desde 1686; o el azándar, registrado
en el poema de Viana en varias ocasiones, hacia 1604; o el
andalusí almaizalado, referido al color blanco y jaspeado de los
claveles, de escasa presencia posterior, aunque muy antiguo ya
que lo emplea Cairasco de Figueroa en su Templo militante, en
1602), sino a difundir buena parte del vocabulario de extracción
occidental, al tiempo que contribuyó a la conservación de nu-
merosos arcaísmos, compartidos todavía en la actualidad con
buena parte del español meridional. La historia se ha encarga-
do de ir demostrando, además, que algunos supuestos «prehis-
panismos», considerados como tales por su documentación muy
temprana y por su arraigo en el campo toponímico, procedían
en realidad de antiguos empleos andaluces de voces castellanas,
como en los casos de «ereta» (diminutivo de era) y «oroval».

10.4. El carácter diferencial viene motivado, en ocasiones,


por la aparición de neologismos o creaciones, algunas de las
Núm. 50 (2004) 107
38 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

cuales van acompañadas de la pertinente anotación etimológica.


Quizá la más antigua de estas creaciones sea la de la palabra
«malpaís», que designa en las islas un «terreno de lava» o la
«lava misma que lo forma». Documentada desde los inicios del
siglo XV con las formas francesas mauuait pays y mauues pais
(Le Canarien, 1402-1404: 69 y 252), es una voz de uso extenso
en vulcanología. En 1799 Alexander von Humboldt, después de
iniciar la ascensión al Teide por el valle de La Orotava, pasar
por la región de monte verde y atravesar los llanos de La Reta-
ma, llega a la zona de Altavista, donde nos aclara: «Arriba de
este punto empieza el malpaís, denominación con que se desig-
na aquí, como en México, Perú y dondequiera que hay volca-
nes, a un terreno desprovisto de tierra vegetal y cubierto de
fragmentos de lava» (1816: 109). Otra palabra que se difundiría
desde Canarias y desde aquí adquiriría carácter internacional,
en su significado de «cráter», fue «caldera», de antigua docu-
mentación en el archipiélago, difundida y adoptada como tér-
mino propio de la geología a partir de la publicación de las
observaciones realizadas por Leopold von Buch en 1825 sobre
la Caldera de Taburiente (DHECAN, 291-293).
Pero otras veces el testimonio no es ocasional, sino muy con-
creto y preciso, aclarando la motivación que ha actuado en la
creación de una determinada palabra, cuyo origen puede haber
quedado velado por el paso del tiempo. Entrarían estos comen-
tarios dentro de la lexicogénesis, del análisis de los procedimien-
tos de que dispone el hablante para la formación de toda una
gama de términos populares, instrumentos y procedimientos que
son similares en cualquier variedad de lengua pero que sirven
en cada zona para cubrir necesidades concretas de designación.
Las observaciones son muchas y variopintas, esclarecedoras en
algunos casos, ingeniosas aunque erradas en otros. Por etimo-
logía popular, de baladero se formó el canarismo «bailadero»,
que designa un lugar más o menos llano situado en zonas al-
tas: la similitud fonética sin duda propició el cambio, pero tam-
bién las posteriores prácticas brujeriles que se solían realizar en
aquellos descampados altos y llanos (denominados por muchos
bailaderos de las brujas). La explicación inicial nos la ofrece José
María Zuaznavar en su Diario: «También vi este día vna hacien-
108 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 39

da de Don Agustín de la Rocha, vecino del “Real de Las Pal-


mas”, situada a la entrada del pueblo, en la orilla del barranco:
hoy la llaman el “Bailadero”; pero Cristina Báñez, muger de
Alonso de Matos, cuya era el año de 1570, le da el nombre de
“Baladero” en su testamento otorgado aquel año ante Juan de
Vega, sin duda porque según tradición que hay en el pueblo de
“Telde”, confirmada por Núñez de la Peña, quando los “Cana-
rios” se veían perseguidos de la hambre, de la peste o de otra
cosa semejante, imploraban la misericordia de Dios encerrando
su ganado lanar en una gran plaza de tosca, que hay en dicha
hacienda junto al barranco, donde privándole de pasto y comi-
da por unos quantos días, le obligaban a “balar”, lo qual consi-
deraban como un medio de implorar la misericordia divina»
(DHECAN: 159). También ha sido clara la procedencia de otro tér-
mino de empleo común en la toponimia, la voz «bufadero» (que
en 1464 ya se documenta en la toma de posesión de la isla de
Tenerife por Diego García de Herrera, recogida en la ya citada
«Acta del Bufadero»). La motivación que llevó a la creación de
esta voz la explicaba en 1694 Thomas Arias Marín de Cubas en
su Historia: «así llamamos en Canaria á este sitio, que por de-
bajo corre el agua del mar hasta la sima ó profundidad de un
alto monte que abrió un volcán [...]. Cuando corre viento orien-
tal, ó antes de llover, suele el Bufadero dar grandes bramidos
que retumban por toda la Isla, y otras veces arroja el agua más
alta y derecha que tres picas» (DHECAN: 253). Los antiguos habi-
tantes de las islas orientales construían «casas hondas», llama-
das así, según nos comenta Viera y Clavijo en su Historia, «por-
que en parte eran subterraneas, y tenian las puertas tan
estrechas, y bajas, que una persona regular entra ahora dificul-
tosamente por ellas» (DHECAN: 344). En Gran Canaria, al ca-
llejón estrecho y largo con muchas corrientes de aire se le de-
nominaba «cañón», del que nos dice Alonso Quesada en sus
Crónicas de la ciudad y de la noche que es un «cañón alegórico.
Un cañón de viento. [...] —Todas estas calles que dan a la Ma-
rina son unos cañones. Yo no sé cómo no hay más pulmonías.
Es un milagro que la gente no se enferme con más frecuencia.
Nosotros sonreímos. Ya hemos comprendido por qué llama ca-
ñón Ginorio a las calles de la Marina. Ginorio cree que los cons-
Núm. 50 (2004) 109
40 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

tipados se pueden coger en las bocas de los cañones. Pero el


cañón se ha popularizado» (DHECAN: 326).
A veces se puede establecer cierta relación lógica entre la
designación y la carga semántica específica del término emplea-
do. Así sucede con «bailarín», denominación popular del paíño
común, que Webb y Berthelot traducían en su Histoire Naturelle
des Îles Canaries como «danseur, à cause de l’habitude qu’il a de
sautiller en volant au-desus des vagues» (DHECAN: 160). «Bollo
extreme» sería otro ejemplo. Designa una torta hecha con raí-
ces de helecho que se comía en los años de gran escasez; de ella
dice fray Juan Francisco Medinilla en su Noticia de las Misiones
(escrita entre 1756 y 1759) «que es tal que no se puede explicar
el horror que causa el verle, de modo que ni los anacoretas en
los yermos tendrían la penitencia en la comida que padecen
estos mis pobrecitos», mientras que Francisco Escolar y Serra-
no, en su estadística de La Palma, establece tres tipos distintos:
«el misturado que se compone de mistura o salvado en grano y
harina de raíz de helecho; el estreme que se compone de harina
de raíz de helecho sin salvado, y el estremismo que se compone
de desperdicios deshechos o salvado de helecho, y le come la
clase más infeliz de la isla» (DHECAN: 232).
En otras ocasiones, sólo se pueden conjeturar algunas hipó-
tesis. Es lo que ocurre con el sustantivo «belmontina», del que
se preguntan los hermanos Millares: «¿Quién, hasta hace pocos
años, decía en Gran Canaria un quinquet de petróleo, una lata
de petróleo? Todos los altos y bajos, decíamos un quinquet de
belmontina, una lata de belmontina. ¿Origen de tal nombre?
Declaramos no saberlo con fijeza. De tan grave problema filo-
lógico, la única solución que podemos ofrecer es una mera hi-
pótesis. Hemos oído hablar vagamente de un señor Belmonte,
introductor del petróleo en la Península y padrino a la vez del
nuevo combustible, el cual penetró en las Canarias con el
nombre de belmontina y aquí lo conservó cuando en el conti-
nente nadie se acordaba ya de él. Pero del señor Belmonte
no sabemos absolutamente nada y hay quien duda de su
existencia, como de la del divino Homero» ( DHECAN : 202).
Sin embargo, para investigadores más modernos, la denomi-
nación procedería de Belmont, barrio industrial de Londres
110 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 41

donde estaba la refinería que fabricaba las latas de petróleo


(TLEC: I, 458).
Un simple eufemismo puede estar en el origen de una deter-
minada denominación. Es lo que favoreció la creación del tér-
mino grancanario «cuarto de las cachuchas», con el que popu-
larmente se designaba a la prevención municipal. Para Luis
Morote —como explica en su obra La tierra de los Guanartemes,
publicada hacia 1909— se trataba de una denominación moti-
vada por el uso que solía darse a lo designado: «Y es que allí en
el Ayuntamiento hubo no hace muchos años una escuela. Los
chicos entraban en el aula y en un cuarto de junto á la puerta
se dejaban las cachuchas, especie de gorras con visera que eran
por aquel entonces el tocado de los muchachos. Ya no hay es-
cuela y el cuarto de las gorras se convirtió en prevención y si-
gue no obstante con el primer nombre que recibió. ¿Dónde vas?
Al cuarto de las cachuchas y así resulta menos bochornoso ha-
ber estado preso por escándalo o embriaguez» (DHECAN: 475-476).
Pero la pura anécdota o la simple fantasía puede aparecer
en este tipo de explicaciones etimológicas. Y, sin duda, una de
las observaciones más curiosas que hemos recopilado a lo largo
de estas lecturas ha sido la que ofrece Olivia Stone sobre la
denominación popular de la Nicotiana glauca, el «mimo», según
ella procedente de la peculiar pronunciación canaria de «mis-
mo»: «Hasta alrededor de 1867-69 —me tomé la molestia de
conseguir la fecha exacta— esta planta era desconocida en la
isla. Entonces, repentina y casi simultáneamente, apareció por
todas partes. Cuando un campesino viajaba a una aldea en el
otro extremo de la isla, la veía creciendo a lo largo de las orillas
del camino. Los habitantes del pueblo le solían preguntar si
había visto la misma planta creciendo en el lugar de donde pro-
cedía y la respuesta siempre era igual: “Sí, la misma”. Y así ocu-
rrió que lo singular de la planta y su repentina aparición en
Fuerteventura —donde no se ve ningún árbol ni casi ninguna
planta que se eleve más de algunas pulgadas del suelo, excepto
alrededor de las casas en zonas bien regadas— despertaron la
curiosidad de los isleños que se hacían toda clase de preguntas
entre ellos sobre dicha planta. Todos habían visto lo mismo,
aquella planta, en alguna otra parte de la isla y de ahí que en
Núm. 50 (2004) 111
42 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

poco tiempo se conocía por el nombre local que aún tiene, la


llamaron mismo. La planta es oriunda de Buenos Aires, pero
también crece en la vecina costa de África, por lo tanto los pá-
jaros o el hombre pueden haberla traído» (1887: II, 395-396).

11. Los testimonios e impresiones recogidos nos permiten


deducir, desde el punto de vista léxico, diferencias intrarre-
gionales y, por tanto, la conciencia de la variedad también de
una isla a otra. No en vano, el aislamiento que supone un es-
pacio insular propicia y favorece la diferenciación y un hablan-
te puede reconocer la procedencia concreta de otro canario tan-
to por su «deje» o entonación, como por la pronunciación de
determinados fonemas, por peculiares usos morfosintácticos y,
sobre todo, por el empleo de algunos particularismos léxicos
(Corrales-Corbella, 1998: 77).
El franciscano Quezada y Chaves ya advierte este hecho en
relación con la ictionimia popular, al señalar que hay peces «De
todos Generos quantos se pueda imaginar aunq[ue] de varios
nombres porque aun en cada Ysla son conocido con destincion»
(c1770-1784: fol. 149). Tanto en este campo como en otros, los
testimonios sobre el diatopismo léxico son abundantes, especial-
mente los que nos ofrecen en la primera mitad del siglo XIX J.
de Viera y Clavijo en su Diccionario de Historia Natural (c1799-
1812) y P. B. Webb y S. Berthelot en su Histoire Naturelle des
Îles Canaries (1836-1844). Muy expresivo vuelve a ser el comen-
tario de Olivia Stone sobre la diferenciación diatópica, en este
caso entre Lanzarote y Fuerteventura: «Aunque para sorpresa
nuestra, descubrimos que las otras cinco islas del archipiélago
eran diferentes en cuanto a costumbres, hábitos y paisaje, creía-
mos que estas dos serían bastante parecidas, debido tanto a su
proximidad como a que los habitantes de las otras islas las cla-
sificasen siempre juntas. Sin embargo, no solamente es la con-
figuración del terreno diferente sino que utilizan palabras total-
mente distintas para expresar lo mismo. Incluso para ordenarle
a un camello que se arrodille, los conejeros dicen “¡Tutchi!” y
los majoreros “¡Fuchi!”» (1887: II, 387).
No escasean tampoco las citas sobre coincidencias suprarre-
gionales, especialmente con el español americano, y no sólo a
112 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 43

nivel fonético, como ya hemos comentado, sino también en el


vocabulario. Los mismos redactores de las crónicas indianas, al
referirse a Canarias, presentan datos que reflejan una relación
muy cercana, a veces directa, con el archipiélago, y de su esca-
la en las islas no sólo se llevan recuerdos e impresiones, sino
también nuevas técnicas agrícolas, los productos insulares y con
ellos los nombres que los designan: «pescado salado de tollos»
(Fernández de Oviedo, 1959: Lib. I, cap. IX, 37), los «plátanos»
(«Trujeron los primeros de Gran Canaria e yo los vide en la
misma cibdad en el monasterio de San Francisco el año de mil
quinientos veinte, e así los hay en las otras islas Fortunadas o
de Canaria», Ibíd.: Lib. VIII, cap. I, 248-249) o la terminología
de la «caña de azúcar» (Ibíd.: Lib. IV, cap. VIII, 106). En 1647
un juez de registros de Tenerife indica que son «más los natu-
rales della que residen en aquellas Provincias (las Indias) que los
que abitan en esa isla» (citado por Morales Padrón, 1970a: II,
92-93). Y a finales del siglo de las luces, Humboldt llega a afir-
mar que «El archipiélago entero no contiene 160.000 habitan-
tes, y los isleños son quizá mucho más numerosos en el Nuevo
Continente que en su primitiva patria» (1995: 172). De ahí que
sea frecuente la presencia del término «isleño», haciendo refe-
rencia exclusivamente a los emigrantes canarios, en la documen-
tación americana desde principios del siglo XVII (Boyd-Bowman,
1983). O, también, que determinadas voces prehispánicas arrai-
guen pronto al otro lado del Atlántico, como advierte Esteban
Pichardo (1875) al comentar el significado de la palabra gofio
en Cuba: «El maíz seco, tostado y molido en polvo a estilo del
de trigo de Islas Canarias; y de aquí el sarcasmo de los mucha-
chos y Negritos a los Isleños cuando les dicen Come gofio».
Como contrapartida, los americanismos léxicos adquieren pron-
to carta de naturaleza en el español canario, como puede com-
probarse en el quechuismo «papa», del que afirma Viera y
Clavijo que no hay duda que «son originarias de la América, y
uno de los más bellos presentes que el Nuevo Mundo ha hecho
al antiguo; sin embargo, se ignora si fueron traídas a Europa
por la primera vez del Perú o de la Virginia, si bien, por lo que
respecta a nosotros, tenemos en Tenerife la tradición constante,
depositada en la familia de los señores Bethencourt y Castro, de
Núm. 50 (2004) 113
44 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

que las primeras papas nos las trajo del Perú don Juan Bautis-
ta de Castro, por el año de 1622. Este señor las hizo sembrar
en sus tierras de Icod el alto, desde donde tan felizmente se ha
difundido por todas las Canarias este alimento que sustenta en
gran parte a sus moradores» (DHECAN: 1096-1097). O es lo que
sucede también con la temprana incorporación de la voz
araucana «bohío»: empleada por Colón y documentada en una
descripción de las Islas Canarias de finales del siglo XVI, hoy
puede considerarse, sin embargo, de uso literario referida casi
exclusivamente a contextos cubanos.

12. Como se ha demostrado en estas páginas, las aprecia-


ciones, impresiones y testimonios sobre las peculiaridades del es-
pañol canario aparecen desde los primeros textos, si bien, como
sucede en Andalucía o en América, esas observaciones se hacen
más frecuentes a finales del siglo XVIII y, sobre todo, a lo largo
del siglo XIX. A pesar de ello, el reconocimiento de una variedad
diferenciada por parte de los investigadores no llegará hasta el
siglo XX, momento en que el análisis de las hablas populares
empieza a considerarse y a consolidarse en los estudios lin-
güísticos.
A través de este cúmulo de citas que hemos recogido, com-
probamos que es el diatopismo léxico el que más referencias ha
recibido porque, como es lógico, son precisamente las palabras
las primeras que manifiestan, sin apenas advertirlo, las peculia-
ridades y singularidades designativas de cada región. No obstan-
te, también resultan ilustrativos los comentarios fonéticos que
confirman los datos que las pesquisas documentales realizadas
en estos últimos años han ido desvelando. Todo ello prueba que
el canario se forjó desde época temprana y que algunos de los
fenómenos comúnmente admitidos como propios o más frecuen-
tes del otro lado del Atlántico tuvieron aquí un primer proceso
de adaptación. En el futuro, la lectura atenta de otros textos
podrá ir datando antes, con otras referencias, la aparición de la
conciencia lingüística sobre éstas y otras peculiaridades propias
de esta modalidad. Es evidente que la historia del español cana-
rio no podrá hacerse de otra manera sino con el análisis de la
base documental, pues son los textos y los documentos los úni-
114 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 45

cos testigos que han custodiado y pueden mostrar el devenir del


patrimonio lingüístico.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ALVAR, MANUEL (1969): «Adaptación, adopción y creación en el español de las


Islas Canarias», en Variedad y unidad del español. Estudios lingüísticos
desde la historia, Madrid, Editorial Prensa Española, 147-174.
— (1990): «A vueltas con el seseo y el ceceo», en Norma lingüística sevillana
y español de América, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 45-60. Se
publicó por primera vez en 1974, en el Homenaje a Ángel Rosenblat en
sus 70 años, Caracas, Instituto Pedagógico.
ÁLVAREZ RIXO, JOSÉ AGUSTÍN (c1872): Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava
(1701-1872), introducción de Mª TERESA NOREÑA SALTO, Cabildo Insular de
Tenerife y Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, 1994.
— (c1872): Descripción histórica del Puerto de la Cruz de la Orotava, estudio
de introducción, transcripción y notas de MARGARITA RODRÍGUEZ ESPINOSA y
LUIS GÓMEZ SANTACREU, Arrecife, Ayuntamiento de Arrecife y Cabildo de
Lanzarote, 2003.
— (c1866): Historia del Puerto de Arrecife en la Isla de Lanzarote una de las
Canarias, prólogo de ENRIQUE ROMEU PALAZUELOS, Santa Cruz de Tenerife,
Aula de Cultura del Cabildo Insular de Tenerife, 1982.
— (c1859): Fuerteventura. Bosquejo físico y moral de esta Ysla. Causa de sus
frecuentes escaseses, y nociones para su remedio, manuscrito autógrafo
reproducido en A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, «Fuerteventura en un
manuscrito de Álvarez Rixo», en IV Jornadas de Estudios sobre Lanzarote
y Fuerteventura, Arrecife, Cabildo Insular de Lanzarote y Cabildo Insular
de Fuerteventura, tomo I, 1995, 433-464.
— (1866): «Agricultura», en El Time, Santa Cruz de La Palma, núm. 143 (27-
V-1866) y 145 (10-VI -1866).
— (1868): «Vocablos isleños», en El Time, Santa Cruz de La Palma, núm. 232
(22-V-1868).
ANASAGASTI, TEODORO DE (s.a.): texto de este autor recogido en Tenerife visto por
los grandes escritores , Santa Cruz de Tenerife, Publicaciones de «La Pren-
sa», 235-232.
AZNAR VALLEJO, EDUARDO (1983): La Integración de las Islas Canarias en la Co-
rona de Castilla (1478-1520), Sevilla-La Laguna, Secretariado de Publica-
ciones de la Universidad de Sevilla y de la Universidad de La Laguna.
— (1990): Pesquisa de Cabitos, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular
de Gran Canaria.
BELLO Y ESPINOSA, DOMINGO (1879): «Un jardín canario», Revista de Canarias,
núm. 22 (23-X), 340-345.
BERTHELOT, SABIN (1842): Ethnographie et les Annales de la Conquête, en P. BAR-
KER WEBB y SABIN BERTHELOT, Histoire Naturelle des Îles Canaries, París,

Núm. 50 (2004) 115


46 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

Béthume Éditeur, tomo I, primera parte. El texto fue traducido al espa-


ñol por JUAN ARTURO MALIBRÁN, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta, Litogra-
fía y Librería Isleña, 1849, y esta traducción fue reeditada en Santa Cruz
de Tenerife, Goya Ediciones, 1978.
BETHENCOURT ALFONSO, JUAN (1880): «Dos palabras con relación al estudio de
los aborígenes de Canarias», Revista de Canarias, núm. 31 (8-III), 68-69.
BIRCH, W. GRAY (1903): Catalogue of a collection of original manuscripts
formerly belonging to the Holy Office of the Inquisition in the Canary
Islands, Edimburgo y Londres, Blackwood and Sons, dos tomos.
BORY DE ST. VINCENT, J. B. G. M. (1803): Essais sur les isles fortunées et l’antique
Atlantide ou Précis de l’Histoire générale de l’Archipel des Canaries, París,
Baudouin. Se ha utilizado la traducción española realizada por JOSÉ A.
DELGADO LUIS, La Orotava (Tenerife), 1988.
BOYD-BOWMAN, PETER (1983): Léxico hispanoamericano del siglo XVII, Madison,
The Hispanic Seminary of Medieval Studies.
CAIRASCO DE FIGUEROA, B. (1582): Obras inéditas. I. Teatro, Introducción y No-
tas por ALEJANDRO CIORANESCU, Santa Cruz de Tenerife, Goya ediciones,
1957.
CARBALLO WANGÜEMERT, BENIGNO (1862): Las Afortunadas. Viaje descriptivo a las
Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Ayuntamiento de Los Llanos de
Aridane-Centro de la Cultura Popular Canaria, 1990.
CASTRO, CRISTÓBAL DE (s.a.): texto de este autor recogido en Tenerife visto por
los grandes escritores , Santa Cruz de Tenerife, Publicaciones de «La Pren-
sa», 55-61.
CATALÁN, DIEGO (1964): «El español en Canarias», en Presente y Futuro de la
Lengua Española, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, t. I, 239-280.
— (1989): «El español canario. Entre Europa y América», en El español. Orí-
genes de su diversidad, Madrid, Paraninfo, 127-144. Se publicó por pri-
mera vez en el Boletim de Filologia, XIX (1960), 317-337.
CHRIST, HERMANN (1886): Un viaje a Canarias en primavera, traducción de KARLA
REIMERS SUÁREZ y ÁNGEL HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Las Palmas de Gran Cana-
ria, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1998.
CORRALES, CRISTÓBAL (1996): «Lexicografía canaria», en El español de Canarias
hoy: análisis y perspectivas, edición de JAVIER MEDINA LÓPEZ y DOLORES
CORBELLA DÍAZ, Frankfurt-Madrid, Vervuert / Iberoamericana, Colección
«Lingüística Iberoamericana», núm. 3, 143-178.
— y DOLORES CORBELLA (1998): «Zoonimia y botánica en el Diccionario dife-
rencial del español en Canarias. (Índices)», Estudios Canarios. Anuario del
Instituto de Estudios Canarios, XLII, 73-112.
DHECAN (2001): CORRALES, CRISTÓBAL, y DOLORES CORBELLA, Diccionario histórico
del español de Canarias, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios.
EDWARDES, CHARLES (1888): Rides and Studies in the Canary Islands, T. Fisher
Unwin, Londres. Se ha utilizado la traducción realizada por PEDRO ARBONA,
Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Ca-
naria, 1998.

116 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 47

ESPINOSA GARCÍA, AGUSTÍN (1927): «Vidas paralelas. Eses españolas. La s de


Castilla. La s de Canarias», La Rosa de los Vientos, 3, 8-9.
FAJARDO SPÍNOLA, FRANCISCO (2003): Las víctimas del Santo Oficio, Las Palmas
de Gran Canaria, Gobierno de Canarias-Universidad Nacional de Educa-
ción a Distancia.
FERNÁNDEZ DE OVIEDO, GONZALO (1959): Historia general y natural de las Indias
(1478-1557), Madrid, Atlas, cinco tomos.
FRAGO GRACIA, JUAN ANTONIO (1993): Historia de las hablas andaluzas, Madrid,
Arco Libros.
— (1996a): «Formación del español de América», en MANUEL ALVAR (coordi-
nador), Manual de dialectología hispánica. El español de América, Barcelo-
na, Editorial Ariel, 28-38.
— (1996b): «Las hablas canarias: documentación e historia», en El español de
Canarias hoy: análisis y perspectivas, edición de JAVIER MEDINA LÓPEZ y
DOLORES CORBELLA DÍAZ, Frankfurt-Madrid, Vervuert / Iberoamericana, Co-
lección «Lingüística Iberoamericana», núm. 3, 231-253.
— (2002): Textos y normas. Comentarios Lingüísticos, Madrid, Gredos.
FRUTUOSO, GASPAR (1590): As Ilhas Canárias (de «Saudades da terra») / Las Islas
Canarias (de «Saudade da Terra») (Libro I, capítulos IX-XX), prólogo, tra-
ducción, glosario e índices de ELÍAS SERRA, J. RÉGULO y S. PESTANA, La
Laguna, Instituto de Estudios Canarios, Fontes Rerum Canariarum-XII,
1964.
GLAS, GEORGE (1764): Descripción de las islas Canarias, traducción de CONS-
TANTINO A ZNAR DE A CEVEDO, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios,
Fontes Rerum Canariarum-XX, 1976.
GÓNGORA Y MARTÍNEZ, MANUEL DE (18822): Nociones de Historia General de Es-
paña, Madrid. La cita que aquí recogemos la reproduce FRANCISCO A.
OSSORIO ACEVEDO en su libro Introducción a la artesanía canaria, Las Pal-
mas de Gran Canaria, Edirca, 1989, 33.
GUERRA, PANCHO (1983): Obras completas, tomo 2: Cuentos famosos de Pepe
Monagas; tomo 3: Memorias de Pepe Monagas, Artículos y Comedias, Las
Palmas de Gran Canaria, Edirca.
GUIMERÁ, ÁNGEL (s.a.): texto de este autor recogido en Tenerife visto por los
grandes escritores, Santa Cruz de Tenerife, Publicaciones de «La Prensa»,
77-88.
GUITARTE, GUILLERMO L. (1983): Siete estudios sobre el español de América,
México, Universidad Nacional Autónoma de México.
— (1991): «Del español de España al español de veinte naciones: La integra-
ción de América al concepto de lengua española», en Actas del III Congre-
so Internacional de El Español de América, Valladolid, Junta de Castilla y
León, 63-86.
HUMBOLDT, ALEXANDER VON (1816): Voyages aux régions équinoxiales du Nouveau
Continent, fait en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803 et 1804, París. Se ha
utilizado la traducción española que contiene la estancia en Canarias del
naturalista alemán, con edición, estudio crítico y notas de MANUEL

Núm. 50 (2004) 117


48 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Santa Cruz de Tenerife, Francisco Lemus Editor,


1995.
KANY, CHARLES E. (1969): Sintaxis hispanoamericana, Madrid, Gredos.
LADERO QUESADA, MIGUEL ÁNGEL (1977): «Los señores de Canarias en su contex-
to sevillano (1403-1477)», Anuario de Estudios Atlánticos, 24, 125-164.
LAPESA, RAFAEL (1957): «Sobre el ceceo y el seseo andaluces», en Estruc-
turalismo e historia. Miscelánea homenaje a André Martinet, editada por
DIEGO CATALÁN, Universidad de La Laguna, tomo I, 67-94.
— (1964): «El andaluz y el español de América», en Presente y futuro de la
lengua española, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, tomo II, 173-182.
— (19808): Historia de la lengua española, Madrid, Gredos.
Le Canarien (1402-1404): PICO, BERTA, EDUARDO AZNAR y DOLORES CORBELLA, Le
Canarien. Manuscritos, traducción y edición, La Laguna, Instituto de Es-
tudios Canarios, 2003.
MARTÍNEZ, JOSÉ LUIS (1984): Pasajeros a Indias. Viajes trasatlánticos en el si-
glo XVI, Madrid, Alianza Editorial.
MILLARES CARLO, AGUSTÍN (1932): Ensayo de una biobibliografía de escritores
naturales de las Islas Canarias (siglos XVI, XVII y XVIII), Madrid, Tipografía de
Archivos.
MORALES PADRÓN, FRANCISCO (1970a): Cedulario de Canarias, Las Palmas de
Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, dos tomos.
— (1970b): Sevilla, Canarias y América, Las Palmas de Gran Canaria, Cabil-
do Insular de Gran Canaria.
— (1978): Canarias: Crónicas de su conquista, transcripción, estudio y notas
por..., Las Palmas de Gran Canaria, Ayuntamiento de Las Palmas y El
Museo Canario.
MORENO, J. CIRILO (1899): Cuadros históricos de la revolución de septiembre
en Las Palmas, Las Palmas, Imprenta de J. Martínez.
— (1914): Cosas de antaño. Menudencias históricas de la división de 1852.
Lo del trípili, Las Palmas, Tipografía del «Diario».
NÚÑEZ DE LA PEÑA, JUAN (1676): Conqvista y antigvedades de las Islas de la Gran
Canaria y sv descripcion, Madrid, Imprenta Real. Se ha utilizado la edi-
ción facsímil publicada por la Universidad de Las Palmas de Gran Cana-
ria, 1994.
OTTE , ENRIQUE (1988): Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616 ,
Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
PELOSO, S. (1988): «La spedizione alle Canarie del 1341 nei resconti de
Giovanni Boccaccio, Domenico Silvestri e Domenico Bandini», en VI
Coloquio de Historia Canario-Americana (1984), Las Palmas de Gran
Canaria, II, 815-827.
PICHARDO Y TAPIA, ESTEBAN (1875): Diccionario provincial casi razonado de vozes
y frases cubanas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985 (repro-
duce la cuarta y última edición). La primera edición apareció en Matan-
zas (Cuba), en 1836, con el título de Diccionario provincial de voces cu-
banas.

118 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 49

QUESADA, ALONSO (1908-1924): Prehistoria de las Crónicas. Crónicas de la ciu-


dad y de la noche. (Apéndice). Memoranda. Nuevas crónicas, en Obra com-
pleta, edición y prólogo de LÁZARO SANTANA, Las Palmas de Gran Canaria,
Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias y Cabildo
Insular de Gran Canaria, tomo IV, 1986.
QUEZADA Y CHAVES, DÁMASO (c1770-1784): Canaria Illustrada y Puente Ame-
richano situado en las Afortunadas 7 yslas de Canaria. Compendio del
Descubrimiento, Conquista, Situacion y Dominio de ellas Segun las noti-
cias que dan las Coronicas de Don Bartholome Cairasco Canonigo de Ca-
naria, Francisco Viana, D. Juan Nuñes de la Peña y el R.P.Fr. bartolome de
Candelaria historiador de la Aparicion y Milagros de N. Sra. de Candelaria;
todos naturales de estas Yslas: Los R.R.P.P. Monte Mar; y Quiros; Es-
trangeros; etc. y muchos manuscritos que notan los sobredichos coronistas,
y otros mas aumentada aora con los Breves Apostolicos Mapas, y varias
Escalas, para maior claridad. Compuesta por D. Damaso de Quezada y
Chaves Diacono natural de la de Tenerife qn la Dedica y Consagra. Manus-
crito inédito.
SÁNCHEZ SAUS, R. (2002): «Nuevos datos y sugerencias acerca del entorno se-
villano de las primeras expediciones a Canarias», En la España Medieval,
25, 381-401.
SASSONE, FELIPE (s.a.): texto de este autor recogido en Tenerife visto por los gran-
des escritores, Santa Cruz de Tenerife, Publicaciones de «La Prensa», 95-96.
SERRA RÀFOLS, ELÍAS (1978): Las datas de Tenerife (Libros I a IV de datas origi-
nales), La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, Fontes Rerum Ca-
nariarum-XXI. Los fragmentos transcritos han sido cotejados con los ori-
ginales conservados en el Archivo Histórico del Ayuntamiento de La La-
guna.
STONE, OLIVIA M. (1887): Tenerife and its six satellites or The Canary Islands
Past and Present, Marcus Ward & Col., Limited, Londres, dos volúmenes.
Se ha utilizado la traducción realizada por JUAN S. AMADOR BEDFORD, Las
Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria,
dos tomos, 1995.
TLEC (19962): CORRALES ZUMBADO, CRISTÓBAL, DOLORES CORBELLA DÍAZ y Mª ÁNGE-
LES ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Tesoro lexicográfico del español de Canarias, Madrid-
Canarias, Real Academia Española y Consejería de Educación, Cultura y
Deportes del Gobierno de Canarias, tres tomos.
TORRIANI, LEONARDO (1590): Descripción e historia del reino de las Islas Cana-
rias antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones , traducción del
italiano [a partir de las fotocopias del manuscrito de Coimbra, deposita-
das en El Museo Canario] con introducción y notas por A LEJANDRO
CIORANESCU, Santa Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, 1959.
USLAR PIETRI, ARTURO (1981): En busca del Nuevo Mundo, México, Fondo de
Cultura Económica.
VEGA, ISAAC DE (1989): Conjuro en Ijuana, Islas Canarias, Biblioteca Básica
Canaria. Se editó por primera vez en 1981.

Núm. 50 (2004) 119


50 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA

VIANA, ANTONIO DE (1604): Antigvedades Delas Islas Afortunadas Dela Gran Ca-
naria. Conquista de Tenerife. Y aparescimiento Dela Ymagen de Cãdelaria ,
edición facsímil, La Laguna, Ayuntamiento de La Laguna, Universidad de
La Laguna, Cabildo Insular de Tenerife y Dirección General de Cultura
del Gobierno de Canarias, 1996. Se ha consultado también la edición de
ALEJANDRO CIORANESCU para la Editorial Interinsular Canaria, Santa Cruz de
Tenerife, 1986.
VIERA Y CLAVIJO, JOSÉ DE (1764): El Síndico Personero General. Obra patriótica
e s c ri t a p e ri ód i c a m e n t e e n l a c i u d a d d e L a L a g u n a , edición, estudio
introductorio y notas de OLEGARIO NEGRÍN FAJARDO, Las Palmas de Gran
Canaria, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1994.
— (1772-1783): Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria, Ma-
drid, tomo I (contiene los libros primero, segundo, tercero, quarto, quin-
to y sexto), 1772; tomo II (contiene los libros séptimo, octavo, noveno,
décimo y úndécimo), 1773; tomo III (contiene los libros duodécimo, deci-
motercio, decimoquarto y decimoquinto), 1776; y tomo IV (contiene los
libros decimosexto, decimoséptimo, decimo-octavo y decimonono), 1783.
— (c1799-1812): Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Índi-
ce alfabético descriptivo de sus tres reinos: animal, vegetal y mineral, edi-
ción dirigida y prologada por MANUEL ALVAR, Las Palmas de Gran Canaria,
Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas. Plan Cultural, 1982.
WEBB, P. BARKER, y SABIN BERTHELOT (1836-1844): Histoire Naturelle des Îles
Canaries, París, Béthume Éditeur.

120 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


68 ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL


CANARIO DEL SIGLO XVIII

POR

MARCIAL MORERA

1. INTRODUCCIÓN

La historia del habla canaria presenta cuatro tipos de pro-


blemas distintos, aunque, como es obvio, íntimamente relacio-
nados: el problema de la fecha de la llegada del español al ar-
chipiélago y su implantación definitiva; el problema de cuál de
las diversas modalidades históricas de español es la que se trae
a las islas; el problema de su adaptación; y el problema de su
evolución interna y su papel en el contexto hispánico. El grado
de complejidad de cada uno de estos temas es mayor o menor,
según los casos.
El problema de la llegada del español y su implantación de-
finitiva en el archipiélago no ofrece, en realidad, grandes difi-
cultades. Sabemos que esta lengua alcanza por primera vez la
geografía isleña (más concretamente, la de las islas orientales
de Lanzarote y Fuerteventura1) en los albores del siglo XV, en
boca de los españoles que vinieron en las tripulaciones del con-
quistador normando Jean de Bethencourt y los que arribaron
después con las familias Peraza, García de Herrera, etc. La

1
Vid. mi «El español de Fuerteventura: estado de la cuestión y pers-
pectivas de futuro», en El habla canaria en la escuela, Puerto del Rosario,
2004 (en prensa).

Núm. 50 (2004) 155


2 MARCIAL MORERA PÉREZ

afluencia se intensificaría casi a finales de este mismo siglo, con


los soldados y colonos que vienen a la conquista y ocupación
de las islas de realengo Gran Canaria, La Palma y Tenerife.
Respecto de la filiación geográfica del español originario de
Canarias, es de suponer que el habla que traen los primeros
castellanos en pisar las islas es un habla meridional bastante
arcaica, con muchos rasgos conservadores, tanto en vocabula-
rio como en fonética y gramática2. Sólo la llegada posterior de
grandes contingentes de andaluces que vienen a la conquista y
colonización de las mencionadas Gran Canaria, La Palma y
Tenerife introduciría un habla más evolucionada, que es la que
correspondía entonces al reino de Sevilla.
El problema de la adaptación del español a las islas implica,
a su vez, dos temas distintos. Por una parte, el tema de cómo
responde la lengua a la nueva realidad geográfica, social, natu-
ral, etc. Como es obvio, la situación se saldó ya ampliando, por
metáfora o metonimia, el campo de usos de las viejas palabras,
ya creando voces nuevas a partir de las viejas raíces castellanas
y los procedimientos derivativos y compositivos generales del
idioma3. Por otra, el tema de la relación del español con las otras
lenguas implicadas en el proceso colonizador: la lengua de la
población prehispánica, la lengua de los miles de emigrantes
portugueses que inundan las islas por la época y la lengua de
la población morisca esclava. Aunque, como es obvio, el espa-
ñol tuvo siempre vocación hegemónica, lo cierto es que, antes
de acabar con ellas, tomó de las mencionadas lenguas no his-
pánicas un enorme caudal de voces, relacionadas sobre todo con
la cultura material (toponimia, ganadería, flora, fauna, gastro-
nomía, mundo de la mar...), que han contribuido a enriquecer
enormemente sus paradigmas léxicos4.
2
Para todo lo relacionado con el español medieval, vid. R. LAPESA, His-
toria de la lengua española, Madrid, 1981, pp. 193-290.
3
El problema ha sido abordado ya por M. ALVAR en su «Adaptación,
adopción y creación en el español de las Islas Canarias», en Estudios cana-
rios, tomo II, Islas Canarias, 1993, pp. 153-176.
4
Se trata de uno de los aspectos más estudiados de la historia del es-
pañol de Canarias. Vid. al respecto PÉREZ VIDAL, Los portugueses en Cana-
rias. Portuguesismos, Las Palmas, 1991; FRANCISCO NAVARRO, Teberite. Dic-
cionario de la lengua aborigen canaria, Las Palmas, 1984; MARCIAL MORERA,

156 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 3

Por último, tenemos el problema de la evolución interna del


habla canaria y su papel en el contexto hispánico. ¿Cómo se ha
desarrollado internamente el español de las islas? ¿Cómo se ha
ido renovando? ¿Cuáles son sus focos más innovadores? ¿Desde
dónde irradian las innovaciones? Pensemos, por ejemplo, en la
aspiración de la /-s/ implosiva. Sabemos que se trata de un he-
cho de pronunciación de desarrollo tardío, hasta el punto de que
todavía hoy no ha logrado implantarse definitivamente en el
habla de la isla de El Hierro5. ¿Surgió espontáneamente en las
islas? No lo parece. Lo más probable es que proceda de Andalu-
cía, donde el fenómeno se detecta desde muy temprano. Ahora
bien, si procede del español meridional, ¿cuándo se produce su
introducción en el archipiélago? ¿Por qué isla penetra? ¿Cómo
se difunde al resto de las islas? En realidad, nos encontramos
ante el tema más complejo y complicado de la historia del espa-
ñol de Canarias, un tema que solamente podremos resolver
mediante estudios monográficos minuciosos de la documenta-
ción escrita existente, como protocolos notariales, acuerdos de
los viejos cabildos insulares, cartas y diarios particulares, cróni-
cas, etc.6
Precisamente, lo que pretendemos nosotros con el presente
estudio es aportar un pequeño granito de arena en el esclareci-
miento de estos complicados problemas7, analizando algunas de
las características del español canario del siglo XVIII, a partir,
concretamente, de tres documentos que juzgamos de una im-
portancia capital para la historia del habla de la época: las car-
tas que Silvestre Izquierdo, medianero de la finca Las Palmas

«El estudio de los guanchismos. Consideraciones metodológicas», Anuario


de Estudios Atlánticos, núm. 43 (1997), pp. 501-148, y Español y portugués
en Canarias. Problemas interlingüísticos, Tenerife, 1994.
5
Vid. MANUEL ALVAR, «La articulación de la s herreña», en Estudios
canarios, tomo II, pp. 59-70.
6
He abordado algunos de estos problemas en mi estudio «Origen y evo-
lución del habla canaria», en El habla canaria en la escuela citado más arri-
ba.
7
En relación con el habla canaria del siglo XVII, he publicado, en co-
laboración con B. MONZÓ CONCEPCIÓN, el artículo «Aspectos lingüísticos de
las actas del Cabildo de Lanzarote del siglo XVII», en X Jornadas de Estu-
dios sobre Lanzarote y Fuerteventura, Arrecife, 2001 (en prensa).

Núm. 50 (2004) 157


4 MARCIAL MORERA PÉREZ

de Anaga, escribió a su patrón Juan Castro, residente en Santa


Cruz, entre los años 1769 y 1786, dándole cuenta del estado de
su hacienda8, el diario en que Antonio Betancourt, comerciante
de Las Palmas de Gran Canaria, fue relatando los sucesos más
relevantes de su vida, entre los años 1796-18079, y el diario en
que Isidoro Romero Ceballos, abogado y político de esta misma
ciudad, fue anotando los sucesos más destacados de la vida del
lugar, entre los años 1780 y 181410. Sobre todo los dos primeros
documentos presentan un enorme interés filológico, porque es-
tán redactados por gentes que carecen de los prejuicios acadé-
micos que pervierten la realidad del lenguaje más natural y es-
pontáneo. Según estos textos, ¿cómo era el habla canaria del
siglo XVIII? Veamos sus distintos niveles de organización fónica,
gramatical y léxica por separado.

2. ASPECTOS FÓNICOS

En el ámbito del vocalismo, destacan por encima de todo, los


dos hechos siguientes:
En primer lugar, el cambio de timbre (por asimilación o
disimilación) de determinadas vocales cuando aparecen en posi-
ción átona, al sufrir la influencia del contexto, ya de forma per-
manente ya de forma esporádica. Es el caso de las voces estilo,
certidumbre, lagarta, entrega, primicia, legítimo, ninguno, verifi-
car, raíz, después, lenteja, desocupar, impertinencia, trasquila, des-
graciar, habilitar, murmurar, composición, Pires, exhibir, enviado,
tumulto, deforme, ictericia, parche, ermita, Raimundo, recibimien-
to, etc., como se aprecia en los textos que siguen: «no se parten
8
JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Cartas de medianeros de Tenerife
(1769-1893), Islas Canarias, pp. 17-153. Citaremos por Cartas.
9
Diario de Don Antonio Betancourt, comerciante en Las Palmas de Gran
Canaria (Fines del siglo XVIII y principios del XIX). Extractado, publicado y
comentado por encargo de la Sociedad el Museo Canario (edic. de Agustín
Millares Cubas), Madrid, 1931. Citaremos por Diario.
10
Diario cronológico histórico de los sucesos elementales, políticos e
históricos de esta isla de Gran Canaria (1780-1814), tomo I y tomo II (trans-
cripción y estudio preliminar de V. J. Suárez Grimón), Las Palmas de Gran
Canaria, 2002. Citaremos por Diario histórico I y Diario histórico II.

158 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 5

hasta el día de su Santo q. es histilo el partir» (Cartas, 17); «no


le puedo dar quenta con sertadumbre de lo q. cada una de por
sí dio» (ídem, 19); «la legarta les ase mucho daño» (ídem, 21);
«diga lo q. dispone o a quien se yntrega o devo dar qta. ques lo
q. quiero saber» (ídem, 28); «la media fanega del trigo de la
premisia no ai quien lo compre» (ídem, 36); «es el ligítimo due-
ño de toda la hasienda» (ídem, 56); «yo por mi digo q. no e
bendido a los ocho pesos nenguno» (ídem); «quisiera allarme
ante Vmd. Con todos ellos para bereficar el quando me pidieron
semilla» (ídem, 62); «ban unas reisitas de batatas y un buban-
guito» (ídem, 64); «dispués q. conosco las palmas senpre se a
hido a coger fuera de aquí» (ídem, 73); «ban quatro alms. de
lantejas pardas» (ídem, 75); «no me parese fasil el q. se puedan
desucupar» (ídem, 81); «dirá q. son empertinencias mías» (ídem,
111); «le mande dies y ocho libras de lana q. le toco de la
tresquila deste año» (ídem, 117); «yo sentire mucho q. por an-
dar en tan malas tierras de laderas y riscos se disgrasie alguno»
(ídem, 125); «si Vmd. me abelita en esto la puedo aser» (ídem,
126); «ni por pienso me aia pasado el aser lo q. me anden
mormurando por fuera» (ídem, 137); «en la composesión de las
pipas fuera lo mismo» (ídem, 150); «Y tambien trajo dicho varco
una pipa de aguardiente de la tierra para D. Antonio Piris» (Dia-
rio, 4); «Se hisibieron 492 ps. corrts. 7 rrs. plata en presencia del
escribano D. Thomas Oramas» (ídem, 13); «me avia ynbiado
para mi enfermedad que me dio del costado» (ídem, 30); «fue
tanto el tomulto que las gentes que se agolpiaron en parte»
(ídem, 70); «se aparecieron enfrente del varranco unos tres pa-
los mui diformes, lingados al modo de jangada» (ídem, 84);
«murio el cura de Arucas D. Josef del Toro (...), de idropesia y
tiricia negra» (ídem, 88); «y lo primero que se me puso en la
llaga fue un parcho de aquilón» (ídem, 96); «el caso fue que
junto al Armita de S. Diego (...) cojieron a esta infelis» (ídem,
147); «se cayó un chiquito de 6 a 7 años de D. Raymundo
Farrugia, de la ventana a la calle, y solo se hiso unos quan-
tos raspafilones» (ídem); «hiso buen resevimiento, como digo»
(ídem, 157).
En segundo lugar, la fuerte tendencia a la diptongación de
los hiatos (ae/; /ea/, /eo/, /oa/: «siempre q. sea presiso el entrar
Núm. 50 (2004) 159
6 MARCIAL MORERA PÉREZ

algún pion podran yr alguno de los medianeros» (Cartas, 20);


«lo dio a maxar a destaxo las dies dosenas a rial y medio de
plata» (ídem); «En quanto al beserro de tio basilio siempre q.
nos ajustemos los traire el domingo» (ídem, 39); «tanbien me
escribio Vmd. en dias pasado q. las breñas la e baldoniado
mucho» (ídem, 63); «se allaron nueve piones todo el dia para
cogerle un poco» (ídem, 74); «en que fué el señor probisor D.
Juaquín Vicente» (Diario, 4); «llegó a Canaria la noticia de que
avia perdido en la costa el barco nuevo de D. Domingo Suarez,
S. Antonio de Pauda, por ver dado contra una roca barloben-
tiando con la noche» (ídem, 7); «estubieron fondiados por mu-
chos días» (ídem, 9); «me prestó el viato Francisco Carme me-
dia fanega de gofio» (ídem, 21); «se corrió que avia el Ingles
enpezado a bonbiar la plaza de Sta. Cruz» (ídem, 26); «compró
mi sobrina Teresa la casa a Pepa Montesdioca» (ídem, 50);
«costió el dicho Vetancourt todo el costo del viaje, que asendería
a 20 ps.» (ídem, 56); «está junto al Galión en la hacienda de
Josefa Nuez» (ídem, 63); «le acometió un grave asidente a
Marianita la Vacharela, a causa de aver estado mala de su cos-
tumbre y aver tomado un baso de helada, de cuia causa se
inchó, se pribó y la oliaron» (ídem, 85-86); «se presentó Juanico
Baiz en calidá de preso en el Principal» (ídem, 102); «Estos
fondiaron asta más afuera de la Punta» (ídem, 108); «declaró mi
comadre Manuela Higera que fué la primera ves que sintio
meniarse en el bientre la criatura del segundo parto» (ídem, 115);
«agolpiaron a Luis Cabrera el aserrador de Telde» (ídem, 124);
«solo escasió la humedad un poco bien serca de la primavera»
(Diario histórico I, 228); «A mediados de este mes se puso la
postura a la libra forfolina de pan floriado a tres quartos y
medio» (ídem, 257); «El día 31 se subió la postura a la libra de
pan floriado medio quarto» (ídem, 261); «Aviéndose acrecentado
la aflicción con la nobedad de haver fondiado en este puerto de
la Luz» (Diario histórico II, 45).
Tal vez como reacción a esta tendencia popular a la dipton-
gación, han surgido los hiatos de las formas Eogenio y cambear,
tradicionalmente diptongadas: «Eojenio gomero de un pedasito
paga 4 de plata» (Cartas, 22); «pepe perera me a dicho que Vmd.
le canbea dos fanegas» (ídem, 102); «beo q. mescrive q. yo
160 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 7

le cambeo algunas reses suias quitando para mi las buenas»


(ídem, 137).
En ciertos casos nos encontramos también con determina-
das voces que han desarrollado una yod epentética: «la q. se
escapare ahora las llebaran apenas tengan alguna como una
almiendra» (Cartas, 58); «en punto de trigo morisco por aca no
ai quien lo cambeie» (ídem, 60); «muchas beses las apartamos
para q. las salteie el toro» (ídem, 112); «para que este entriegue
a D. Pedro Sedano mi agente» (Diario, 18); «murió el hijo de la
Cangreja (...), a rresultas de una palicia que le dieron en una
vela en el rrisco de S. Juan» (ídem, 98); «hisieron las esponsalias
con el fin de casarse a buelta de este viaje que viniere de la
Costa» (ídem, 108).
También como reacción a esta práctica popular, es probable
que se haya eliminado la yod o la /y/ de formas como leyendo,
creyendo, habiendo, trayendo, cayendo, cayeron, etc., en los tex-
tos que siguen: «tanbien lo echo ahora leendoles el papel a cada
uno claramente» (Cartas, 49); «yo digo que Vmd. debe estar
creendo q. acaso se los comen» (ídem, 78); «Vmd. esta creen-
do q. esto consiste todo en la mala quenta que se le da»
(ídem); «tanbien estraño q. abendole escrito esto mismo no aia
Vmd. respondido» (ídem, 99); «trahendola su padre a su casa»
(Diario, 37); «Juan Correda y otros muchos más caeron» (ídem,
49); «se le caheron quatro muelas y se le rompió algún diente»
(ídem, 151).
La vocal /u/, por último, desarrolla una consonante velar /g/
en determinados contextos, como los siguientes: «ban (...) quatro
sestitos de frutas dos de sirguelas» (Cartas, 24); «por aca solo
con algún guevo se le puede atender» (ídem, 38); «se le echa dos
libras y media de pipa y tres guebos» (Diario, 14-15); «Estube en
la guerta, me permitió lizencia para que entrase en la selda de
las Sras. Falconas» (ídem, 28); «le empezaron a salir las vir-
güelas a mi nietecito Nicolás» (ídem, 38); «les mandó de merien-
da dos libras pan, un frasco de vino, dos rrapaduras, un padaso
de sopa ingenio, dos guebos y una caja de tabaco» (ídem, 55);
«avía diferencias sobre una guerta que fue dada a la iglesia»
(Diario histórico I, 137); «una telecita tanbién se le aplicó, de
güebo, puesto en el dedo margarito de la mano izquierdo» (ídem,
Núm. 50 (2004) 161
8 MARCIAL MORERA PÉREZ

232); «escalaron tres quatro ladrones los muros de la huerta del


palacio episcopal» (ídem, 259); «mui señalado el rostro por
sicatrises de virgüelas» (ídem, 330).
En el ámbito de las consonantes, nos encontramos con una
fuerte tendencia al relajamiento articulatorio, lo que se traduce
en una serie de reducciones y neutralizaciones fonológicas, aun-
que también se observa algún que otro caso de conservación.
Veamos los aspectos más destacados de este problema:
a) Uso de una sola consonante sibilante, la llamada /s/
predorso-dental, con total exclusión de la /s/ ápico-alveolar. Es
lo que explica la alternancia indiscriminada de las grafías s y z
-c- en los documentos que consideramos. Se trata de un fenó-
meno tan omnipresente en los tres textos, que basta con poner
un par de ejemplos para dejar constancia de su existencia: «al
prezentestan bien le doi parte a Vmd. como mi Santiago me
disen que quiere casar ahora luego» (Cartas, 54); «no las queria
traer aquí porq. Se cequan mucho y se pierden» (ídem, 81);
«Mui Sr. mío resivi el de Vmd. y quedo enterado de todo lo que
me es presiso responder y digo que todas las cosas temporales
se hacaban y tienen fin=en el tiempo de su abuelo conosi las
palmas tan bien como las conosco ahora» (ídem, 110); «y en la
ultima noche puse mas de sinquenta luses» (Diario, 8); «Se le
pucieron por nombres Manuel, Isidoro, Juan, Estevan...» (Diario
histórico I, 209)11.
b) Mantenimiento de la aspiración procedente de /f/ inicial
latina (o árabe), en muchas voces que la habían perdido ya a
estas alturas de la evolución del idioma en su modalidad más
estándar. Es lo que ocurre con las formas hoyo, harpillera, hato,
alhondiga, haz, rehinchar, moho, herramienta, harina, ahorrar,
herrar, ahechar, hurtar, hebra, huir, hacer, hilado, hembra, hablar,
ahogar, higuera, hilo, herrero, hierro, haba, que aparecen en los
siguientes textos: «Antonio rojo de la Joia del aseradero paga
media fanega de trigo» (Cartas, 22); «mi conpadre oliva hiso una
Se trata de un fenómeno de pronunciación que se encontraba ya en
11

el habla de los primeros españoles que llegaron a las islas. El tema ha sido
perfectamente estudiado por Diego Catalán en su artículo «el çeçeo-zezeo
al comenzar la expansión atlántica de Castilla», en El español. Orígenes de
su diversidad, Madrid, 1989, pp. 53-75.

162 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 9

bendimia en el joio» (ídem, 30); «ba la limeta con el vino = la


serbilleta q. bino con el pan y la garpillera» (ídem, 38); «no se le
pueden dar porq. las quiere ajuntar a otro jato grande q. tiene»
(ídem, 50); «me dexo clabado con tres alms. de trigo q. debia en
la aljondiga» (ídem, 69); «les tengo dicho le mandemos cada uno
un jase del» (ídem, 74); «ban dos jasitos de juncos y unas
batatitas» (ídem, 75); «me mando (...) que las reginchase con las
madres» (ídem); «no tube lugar de rebatir la dicha Pipa ni
reginchirla» (ídem, 78); «el año pasado plate unos pocos y se
perdieron porq. le dio un mogillo blanco debago de la tierra»
(ídem); «su tio Dh. Pedro bendio alguna piesa de jerramienta
biexa q. abia» (ídem, 79); «todos se asen una jarina y luego q.
se remojan se asen pedasos» (ídem, 81); «yo yre aprovechando
y ajorando todas las q. pudiere» (ídem, 97); «mandeme Vmd.
asufre y medio rial de clabos de jerar para los arcos de fierro»
(ídem, 100); «le mandare de aquí la fanega de trigo bien
ajechada y conpuesta» (ídem, 104); «tambien se an jurtado las
papas de las chosas de tafada» (ídem, 105); «ban atadas con una
jebra de hilado» (ídem, 116); «dudo que llegue barco aquí q. lo
quiera llebar porq. juyen de llegar a tierra» (ídem, 118); «ella no
puede ir a jaserle la escritura a la Ciudad» (ídem, 126); «mi pepa
manda tres madegas de hilo blanco y dos guisadas = y de jilado»
(ídem, 129); «le tocan a su parte de Vmd. sinco machos y dos
baifos genbras» (ídem); «fueron por todos 26 de los quales les
llevo el diesmo dos: macho y genbra» (ídem, 132); «biendo io los
jablares de cada uno lo solte cargue mi jeramta.y me bine con
dios» (ídem, 145); «solo me an entregado una fanega de jabas»
(ídem, 147); «a las dose del dia, le gurtaron la Perrita a mi hija
unos chiquillos» (Diario, 3); «a no aver sido Miguel Plaseres que
se tiró al agua a sacarlo, se hubiera agogado» (ídem, 16); «El
juyó y se escondió y la muchacha se quejó al Gobernador»
(ídem, 31); «me siguió la cura con unas jilas de ungüento ama-
rillo» (ídem, 49-50); «al cabo de 6 dias se juió para Galdar a
embarcarse» (ídem, 57); «murió Jacinto Mederos, Gerrero, y me
debia 34 ps. 7 pts. 12 quartos» (ídem, 69); «se casó y veló en la
Iglesia Juan Roque y Agustina Marques y Gigera, hija de Maria
Higera y de Francisco Marques, pescador» (ídem, 102); «llegó a
Canaria el Sor. Obispo, de la visita de la Palma, Gierro y
Núm. 50 (2004) 163
10 MARCIAL MORERA PÉREZ

Gomera» (ídem, 105-106); «se comieron unas jabas, quejando-


se el dueño de las habas» (ídem, 116); «ofrecí yo 700 pesos
(...), quatro botijas aceite y dos libras jilo carrero y mi perso-
na» (ídem, 130); «En dicho dia se empesaron a jacer los oficios
divinos» (ídem, 139); «La vara de sinta de giladillo a quarto
y » (Diario histórico I, 111); «por no haverlo fecho, estaba
en gran riesgo de caer el maderamiento» (ídem, 136); «Una
sita echa por el señor sarxento mayor (...) en dos fojas» (ídem,
204); «y la quina media onsa en polvo con jollín» (ídem, 233);
«entre sus pasajeros, el jerreño capitán de mar» (ídem, 279);
«Suceso trájico en el Jierro con unos estranjeros» (ídem, 289);
«y otros sinco oficiales jerreños de Milisias» (ídem, 303); «Data
de la Jolla de Mondalón en el Monte Lentiscal» (ídem, 308); «se
persuadieron se ajundía la ciudad» (ídem, 349); «le eché jor-
migón, y también lo hize echar al almasén grande» (Diario his-
tórico II, 118).
c) Aspiración de la /x/ tensa castellana, como se descubre
en el hecho de que Silvestre Izquierdo ortografíe con h la j de
palabras como migaja, junta, etc., lo que pone, además, de ma-
nifiesto que su pronunciación no se diferenciaba de la pronun-
ciación de la aspiración analizada en el apartado anterior: «se
fueron aculando todas hunta sobre la fuga de un rrisco mui
grande» (Cartas, 23); «ban dos madehitas de hilo y un sestito de
ñames» (ídem, 43).
d) Aspiración (y en algunos casos pérdida) de la /s/ implo-
siva, fenómeno que, en las dos zonas del archipiélago represen-
tadas por los textos que estudiamos, parece encontrarse ya por
esta época totalmente consolidado. Es lo que indican textos
como los siguientes: «se fueron aculando todas hunta sobre la
fuga de un rrisco mui grande» (Cartas, 23); «bien tarde lechamo
(al cochino) agua y de comer y comio bien» (ídem, 24-25); «pero
ahora conoco io el buen conseto q. Vmd. hase de mi en q. no
le miro pr. sus cosas» (ídem, 25); «hes lo q. le podra dar megores
batata» (ídem, 42); «tanbien me escribio Vmd. en dias pasado
que las breñas las e baldoniado mucho» (ídem, 63); «se hacen
otras q. les sea de su satifacion dellos» (ídem, 90); «bea su merse
si son esas la q. dise q. le falta» (ídem, 128); «pidio satifación al
Comandante General para ocurrir al Madrí» (Diario, 25); «vino
164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 11

la seula del Consejo para el areglamento de pesos y media de


todas las Islas que areglasen por las de Canaria» (ídem, 78); «se
leyó en Sto. Domingo un apenitenciado por la Inquisición, por
blafemo irreverente, en aver tomado la magestad al tiempo de
comulgar y escupirla en el suelo y averla pisotiado» (ídem, 98);
«hubo día que morían asta 250 cuerpos» (ídem, 122); «murió la
muger de Alensibia de los Barranco» (ídem, 126); «decían los
viejos que no avían bisto en su tiempo otros panes en aquella
juridición tan frondosos» (Diario histórico I, 228).
e) Neutralización de la oposición de las líquidas alveolares /r/-
/l/, generalmente en favor del segundo miembro. Es lo que su-
cede en el caso de las formas Almáciga, volver, albañil, almacén,
remolque, Fulgencio, alguacil, Galván, reservar, clavel, carcelero,
Arquineguín, Artenara, culpa, alcanzar, Javier, etc., que los auto-
res ortografían ora con /r/ ora con /l/, según los casos: «tambien
las dieron de medias a uno de armasica» (Cartas, 51); «pues
conseturara el q. se borbiese luego» (ídem, 70); «mirando q. para
borber a poner aquí las pipas tanbien le asen costo» (ídem, 84);
«el otro dia se lo borvi a desir» (ídem, 122); «se apreció la casa
de D. Francisco Laguna, en que vive Dª. Maria Volcán por el
mtro. Visente Falcón de pedrero y por el mtro. Juan Cabral,
portugués, de carpintero, cuios aprecios llegaron al Arbañil 291
ps. 7 pts.» (Diario, 5); «le mandé a Dª. Ana del Castillo dose
pesos por quenta del armasén de la vodega que le tengo arqui-
lada» (ídem, 15); «pincándole los cabos se la sacaron a la vela y
remorque con el maior atrebimiento» (ídem, 20); «amenecio
muerto de un fuerte tabardillo el hijo único que tenía D.
Furgencio Arturo» (ídem, 23); «hera Arguaciel mayor y disen que
hera incompatible» (ídem, 68); «le pagué a Dª. Ana del Castillo
(...) los dose pesos del Armasén que le tengo arquilado en la casa
de Cotando» (ídem, 74); «compré una cuchara a Fernando
Garban, hijo de Diego Garban» (ídem, 81); «me puso mi hija en
mi poder unas prendas, las que reselbé contra mi gusto» (ídem);
«se hagogó un sobrino del canónigo D. Francisco Anriquez (...),
en la mar, por enfrente de la calle del Claber» (ídem, 85); «fue
motivo para embriagarse el calselero y calseleros para que ellos
tubieran la libertá de salir» (ídem, 115); «Y el calselero fué des-
terrado a un presidio por 6 años» (ídem); «Estos ingleses salta-
Núm. 50 (2004) 165
12 MARCIAL MORERA PÉREZ

ron por Alganiguín y allí tomo algunos animalillos, guebos, ga-


llinas y demás» (ídem, 130); «ofrecí de hacer una esplanada de
artilleria en la marina al salir la calle del Claver» (ídem, 137);
«se agogó un soldado que era cabo o sargento de Altenara»
(ídem, 146); «declaró que el sobrino no a tenido curpa, y sanó
de esta enfermedá» (ídem, 147); «murio de repente Frasquita
Ortega Gil, (...) sin arcansal el S. Tolio» (ídem, 148); «le rompió
una paré del armasén» (ídem, 151); «se entró en la casa del Sor.
Oydor Oromiz un ladrón, hijo de Jabiel el tuerto» (ídem, 152-
153); «de arquiler di una moneda por cada camello» (Diario his-
tórico I, 114); «Escritura de arrendamiento de las tierras de Tetil»
(ídem, 156); «un barco de costa con la gente y demás peltrechos
necesarios para la tentativa de la pesca» (ídem, 315); «arquilé en
veinte y quatro pesos al año al contador don Francisco Días»
(Diario histórico II, 62-63).
También pertenecen a este apartado las formas armitir,
armirar, etc., de textos como los siguientes: «sin remición de que
se bolviera mas armitir en la Iglesia a este» (Diario, 101); «fue
bastante para entrarse en el puerto y escapar de ella con
armiración de quantos le mirabamos» (ídem, 136). Obviamente,
se trata de formas que tenían originariamente el grupo conso-
nántico /-dm-/, que el habla popular insular resuelve en /-lm-/,
como veremos luego.
Aunque muy raramente, también se detecta alguna que otra
neutralización de la oposición consonántica que nos ocupa en
posición explosiva: v. gr., pelegrina, por peregrina, flaile, y no frai-
le, etc.: «bibia en la calle de Pelegrina» (Diario, 81); «se halló
muerto al padre de Salbador el Flayle» (ídem, 118).
Como ponen de manifiesto los mismos ejemplos aducidos,
esta práctica fónica estaba por la época que estudiamos mucho
más extendida en el habla grancanaria (incluso en la propia de
la burguesía, clase social a la que pertenece Antonio Betancourt)
que en el habla tinerfeña. Es prueba de que se trataba de un
fenómeno de implantación más o menos reciente, que penetra
en el archipiélago por la ciudad de Las Palmas de Gran Cana-
ria, como otras tantas prácticas lingüísticas.
f) En posición intervocálica (o flanquedas por líquida), las
consonantes sordas /p/, /t/ y /k/ sonorizan esporádicamente,
166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 13

como se aprecia en los siguientes ejemplos: «en orden algodón


tres pies no mas son lo q. ai todos petiseguos y quebrados de los
bientos» (Cartas, 78); «no ai a quien apelar ni alguiladas ni
dadas» (ídem, 97); «fue tan fuerte su estrépido que se oyó en la
ciudad el golpe» (Diario, 86). Mucho más esporádica todavía es
el ensordecimiento de las sonoras correspondientes. Es fenóme-
no que solamente hemos detectado en la forma gangrena: «mu-
rió D. Christobal Flores el músico encangrenado. Se enterró en
Sto. Domingo y su enfermedá fué de mui pocos dias» (Diario,
86); «a este le entró cangrena» (ídem, 111).
g) La consonante /b/ suele convertirse en /g/ cuando apare-
ce seguida de la vocal velar /u/: «llegó a Canaria el aguelo de
Ramonsillo el de mi hermana Francisca» (Diario, 16); «anoche
se despareció una en el mismo abujero adonde las echamos a
dormir» (ídem, 38); «murió la agüela de D. Sipriano Avilés»
(ídem, 133). Al contrario, es muy probable que, por ultracorrec-
ción, la /g/ (etimológica o popular) seguida de la mencionada
vocal se convierta a veces en /b/: «ba media fanega de avas =
unas papas = quatro bubangos = sebollas = y dos sestitos de
fruta uno de sirbuelas» (Cartas, 22); «ban unas papas = tres
sestitos de fruta dos de sirbuelas» (ídem, 87); «se hiso la escritu-
ra de la casa que compró Maria Higera (...) a Josef Butierres el
Purrandaño, uezº. De Santa Cruz» (Diario, 90).
h) La /d/ intervocálica aparece frecuentemente elidida en el
caso del texto grancanario, no así en el de la provincia occiden-
tal. Es lo que les ha sucedido a las formas dentadura, cédula,
marido, destacamento, discordia, Cádiz de los fragmentos que
reproducimos a continuación: «la primera incomodidá que me
avía dado mi entadura» (Diario, 34); «se rrematan por seulas en
los 3 domingos primeros de Enero» (ídem, 39); «Y asimismo me
entregó Ramón de Sta Ana, marío de Teresa, una cucharilla
plata» (ídem, 41); «pesando el pescado de su barco, Francisco
Miguel, marío de Frascorra Timoteo» (ídem, 48); «yendo a
mariscar un meliciano de los que hian de estacamento al puer-
to, se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «hubo una iscordia en-
tre el cura de Arucas, el sacristán y monigotes con el alcalde»
(ídem, 140); «salieron del Puerto de la Lus el barco de D. Juan
Gabaso para Mogador y Cayz» (ídem, 169). Por el contrario, la
Núm. 50 (2004) 167
14 MARCIAL MORERA PÉREZ

/d/ etimológica del verbo ver (lat. videre), se conserva intacta en


la primera persona del singular del pretérito indefinido: «yo lo
bide pero paresiome mui granado» (Cartas, 32); «El dia Juebes
fui a misa a taganana y vide las quatro pipas q. estan en el
roque de las bodegas» (ídem, 93). Como reacción a esta tenden-
cia que los hablantes sienten muy popular, se introduce a veces
una /d/ entre las vocales de determinados hiatos, como se apre-
cia en los textos siguientes: «En este mes de maio de 1798
acadeció la falta del tabaco» (Diario, 31); «regalé a la Sra.
Abbadesa con dos millares cacado y dos gallinas gallipabas»
(ídem, 45); «una enfermedá muy aguda, que fué serrarse las dos
vidas» (ídem, 149).
También aparece elidida la /b/ intervocálica del pretérito im-
perfecto de indicativo del verbo ir: «estube con Juan bastian
quien me dixo hia a trillar» (Cartas, 52); «eogenio se fue uyendo
de aqu sin yo saber q. se hia» (ídem, 69); «le benían dando a
las bombas continuamente, que hía para el Norte mérica» (Dia-
rio, 4); «yendo a mariscar un meliciano de los que hían de
estacamente al puerto, se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «Y
de cinco que hían solo se agogaron las dos» (ídem, 110).
i) Determinadas consonantes implosivas tónicas tienden a
perderse en posición final absoluta. Es lo que ocurre sistemá-
ticamente en el caso de la consonante /-d/: v. gr., «el qual se hiso
con pare bien alta» (Cartas, 36); «y yo si es bolunta de Vmd. q.
se la quiten no tengo enpeño» (ídem, 45); «me causa mucha
nobeda y me ase fuerza el creerlo porq. yo ynoro el motivo q.
aia para ello» (ídem, 53); «pero no cogen para pagar la mita de
lo que deben» (ídem, 59); «mi bolunta buena es de poderla sa-
car el agua» (ídem, 63); «ba almu y medio de lantegas» (ídem,
76); «Mui Sr. mio no respondo ahora con clarida en orden al
bino» (ídem, 77); «a esto respondo q. si Vmd. tiene tanta
bolunta de quitarmela de ensima» (ídem, 142); «se sacó los pre-
mios del cochino de San Antonio Abá» (Diario, 3); «la mortandá
de los Ingleses se infieren fue mui grande» (ídem, 24); «pidio
satifación al Comandante General para ocurrir al Madrí» (ídem,
25); «Se determinó mandar compañías en li de guerra» (ídem,
25-26); se alborotó la ciudá, a causa de aver tirado un cañonaso
el castillo del puerto» (ídem, 85); «se sosegó esta tempestá y
168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 15

empesó a llover de la una de la noche en hadelante» (ídem, 87);


«las que se hisieron con la maior solenida» (ídem, 122); «en la
misma noche hiso un agujero en la paré» (ídem, 149).
También es frecuente la elisión de la consonante nasal en
posición final absoluta de palabra, como vemos en los siguien-
tes textos: «todo lo que queda de mantencio dentro de la casa
son nuebe almudes de trigo» (Cartas, 41); «algunos de los
vezinos q. pudiera tenerle dos o tres dise que le tendra» (ídem,
44); «le habrieron la puerta de la lonja del viato Franciso Carme»
(Diario, 21); «murió Pepe Candelaria, sapatero y marío de Agus-
tina Chaschas, muy devoto de Ntra. Sra. del Carme» (ídem, 64);
«fuí a Saltutejo o Engostura que llama en la Vega, a ver a mi
hija y pasar un dia con ella» (ídem, 83); «por cuio motibo pasa-
ba por aquel vejame vergonsoso» (ídem, 103). Por el contrario,
en el caso del pronombre existencial nadie, se añade una nasal:
«me quisieron quitar los calsones q. me balio tenerlos bien
amarados porq. quieran vivir a su gusto y que nadien les diga
nada» (Cartas, 51); «nadien quiere mandarle del q. tiene como
lo e mandado yo» (ídem, 74).
Más esporádica resulta la elisión de la consonante vibrante
/r/ en posición final absoluta de palabra, aunque también se
detecta algún que otro caso: «con tanta agua no se han podido
fabrica las tierras en la breña» (Cartas, 76); «Se presentó
Sebastián Quevedo de Agalves, que está en medio del piná a
jalar la madera» (Diario, 111).
Por su parte, la forma reloj se pronuncia con la consonante
velar final aspirada: «se puso el rrelos en la Sta. Iglecia y empesó
a dar las oras» (Diario, 141).
j) La oposición /y/-/ll/ presenta dos soluciones distintas, se-
gún los casos. En los textos de Silvestre Izquierdo y Antonio
Bentancourt, no existe ni el más mínimo indicio de yeísmo. La
consonante /ll/ se mantiene incólume en todos sus contextos
tradicionales: «pocos son los que se allan en todos los vezinos
porq. las gallinas no quieren poner» (Cartas, 38); «por aca no
las allo caros ni baratos» (ídem, 47); «lleva el moso una fanega
de trigo y 8 alms. de papas» (ídem, 51); «benia mal capado pues
una criadilla se le a buelto abaxo» (ídem, 57); «es lo mismo q.
llebar gallinas» (ídem); «en orden al sebollino tanto yo como
Núm. 50 (2004) 169
16 MARCIAL MORERA PÉREZ

todos los demás sembranos para toda las palmas» (ídem, 59); «no
se como se llama ni lo e bisto estos dias» (ídem, 74); «esta toda
matada de modo q. no se le puede poner la silleta y de llevarla
no llegara alla» (ídem, 107); «Vino el médico, le aplicó un baño
a los pies, una tasa de agua de toronjil y unas cataplasmas de
mostacilla» (Diario, 11); «desde que salieron de la ciudad les fue
llobiendo» (ídem, 20); «se cogió una balandrilla inglesa por de-
trás de los rroques de la Isleta» (ídem, 136). Por el contrario, el
diario de Isidoro Romero y Ceballos confunde sistemáticamente
el uso de ambas grafías, lo que pone de manifiesto que es su
autor es flagrantemente yeísta: «Una compañía de sinco ase-
rradores de Molla me aserraron dies hilos en dos días» (Diario
histórico I, 120); «concurrir con su bestia de gracia cada ves que
vallamos a Teror» (ídem, 153); «se olleron tres o quatro truenos
mui recios sobre esta ciudad de Canaria» (ídem, 209); «El día 24
calló un hombre de los que estavan desvaratando las paredes de
la capilla de la parroquia vieja» (ídem, 223); «las tercianas fue-
ron disminullendo de su bigor» (ídem, 233); «aniquilaron la llerva,
malograron la mayor parte de las crías en el ganado menor»
(ídem, 239); «Paren a dos cachorros las lleguas y cae nieve» (ídem,
240); «estando la luna bien clara se estrayó por una imprudente
confiansa» (ídem, 273); «Duró poco más de media hora, callendo
tanta agua» (Diario histórico II, 15); «trastornando enteramente
el gobierno monárquico sustitullendo república» (ídem, 26); «se
manifestava de los cuerpos que con frequencia arrojava el mar
a las plallas» (ídem, 45); «se reedificó (...) la casa que está en el
hollo o caldera de mi cortijo de Calderetas» (ídem, 70); «hasta
fines de mallo corrió el barranco» (ídem, 89); «hize el muro y
pollo que está en el huertito contiguo» (ídem, 117); «se restitulleron
a esa ysla al cabo de quince días» (ídem, 121); «se desarroyaron
los miasmas del contagio que avía avido en la calle de Travieso»
(ídem, 193). Obviamente, no se trata de una práctica de pronun-
ciación general en el archipiélago por la época que nos ocupa,
sino simplemente de un hecho idiolectal que afecta solamente al
hablante que consideramos, que, como sabemos, había nacido y
vivido los primeros nueve años de su vida en Caracas12, donde el
12
Es lo que señala V. J. Suárez Grimón en la introducción de la obra,
p. 35.

170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 17

yeísmo había arraigado desde antiguo. En todo caso, se trata de


un indicio de que el yeísmo que se empieza a detectar en el
archipiélago a partir del siglo XX puede haber tenido su origen en
América, más que en Andalucía..
k) Los grupos consonánticos, por fin, presentan soluciones
diversas, según los casos:

ka) El gruño /-kt/- se reduce sistemáticamente a la forma


/t/: «los demas sienten q. yo les de mas de aquello q.
hera su ditamen» (Cartas, 47); «desde el mes de otubre
no se a bisto una bonansa para poder cargar» (ídem,
118); «respeto a lo q. Vmd. mescrive no puedo degar de
responder» (ídem, 120); «a graduarse para estar ato
para la canongia» (Diario, 6); «estaba yo en la atualidad
de la fabrica de la casa de la calle de la Pelegrina»
(ídem, 38); «me hizo el Sor. Provisor D. Miguel Toledo
una visita con muchas afetaciones de cariño» (ídem, 51);
«En 19 de Junio de 1800, juebes, dia otabo de Corpus,
fué el primero dia que se puso de minifiesto el pan de
media libra» (ídem, 58); «se echó menos un rrobo que
se le hiso Antonio Rodrigues en la tienda, marido de
una hija de la retora» (ídem, 102); «murió fray Agustin
Camara, Religioso Agustino, por su estrabagante con-
duta » (ídem, 109); «les hiso fuego el rreduto de la
Carneseria» (ídem, 135); «el fiscal atual se llamaba D.
José Osse» (ídem, 156).
kb) Los grupos /-bs/-, /-ks/- y /-ps/- simplifican en la conso-
nante /s/: «nada mas armaron un motin no mas q.
porq. les digo q. se an de oserbar todas sus ordenes»
(Cartas, 51); «ademas de su asidente habitual se le aña-
de la pesadumbre de q. los vezinos le quieren aser car-
go de algunos sien pesos de la aljondiga q. faltaron de
la arca» (ídem, 124); «murió de repente D. Baltasar
Martínez de un asidente que le dió» (Diario, 7); «cuia
limosna hice en osequio del santo» (ídem, 33); «habien-
do hesaminado al padre de la hija se le entregó a su tio
Petro Yanes» (ídem, 40); «me costó 90 pesos que hesibí»
(ídem, 46); «no se avia descubierto que yntencion o
Núm. 50 (2004) 171
18 MARCIAL MORERA PÉREZ

malinidá de estas asiones» (ídem, 54); «cayeron dos


sentellas o hesalaciones grandes» (ídem, 86); «me hisie-
ron muchos osequios» (ídem, 108).
kc) El grupo consonántico /-ns/- se resuelve en /s/ aspirada:
«Cayó al istante, le llevaron al ospital, y el que hirió se
rrefugió en la Iglesia» (Diario, 110); «llegó a Canª. el
Barco (...), con la novedá de averse cospirado la com-
pañía contra su mandador todo el viaje» (ídem, 127);
«en los apuntes q. tiene alla costan las cabras q. tenia
en aquel tpo.» (ídem, 132); «le despidieron del coro al
istante, lo avilitaron por aver sido provocado por el D.
Francisco» (ídem, 152).
kd) El grupo consonántico /-ng/- se reduce a la nasal /n/:
«y aunque tengo aquí las pipas basias q. binieron de
Sta. Cruz son más yndinas q. las otras» (Cartas, 46);
«ynoro el motivo porque fue tan grande agrabio» (ídem,
147); «siendo testigos D. Fernando Sotto y In a c i o
Trabieso, mtro. carpintero» (Diario, 33); «recaló una
balandra inglesa europea con la bandera y insinia de
San Jorge» (Diario histórico I, 249).
ke) El grupo /-nx/- se resuelve siempre en aspiración: «ban
unas batatas y calavasas sebollas y unas pocas de
naraxas dulses» (Cartas, 34); «ahora ban nueve alms. de
habas y unas batatas = y unas naragas q. es lo q. pue-
den llevar» (ídem, 70); «mas ban unos limones y unas
narajas» (ídem, 108).
kf) Los grupos consonánticos /-dm/-, /-dk/- y /-db/- suelen
presentar dos soluciones distintas. En unos casos, se
reducen a las formas /m/, /k/ o /b/: «Mui Sr. mio resivi
el de Vmd. y quedo abertido de lo q. en el me avisa»
(Cartas, 104); «En este dia, juebes de Dolores, 6 de Abril
de 1797, aministraron a Larenza Galindo» (Diario, 19);
«a quien se le aministró en hesa misma noche» (ídem,
52); «dio D. Esteban Laguna memorial al Cabildo para
ver si le amitian en la contaduria» (ídem, 61); «no que-
ría morir ni menos que se le aministrara» (ídem, 109).
En otros, simplemente transforma en /l/ la consonante
inicial del grupo: «los mas q. puedan alquerir noticias
172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 19

dellos» (Cartas, 106); «son quentos q. a Vmd. le lleban


por aserme a mi ese favor lo qual conosco por su mis-
mo papel q. Vmd. los almite» (ídem, 137); «se encalla-
ron en la misma boca de barranco, con que fué almi-
ración de todos su tamaño» (Diario, 84); «puso en
almiración a las gentes» (ídem, 87).
kg) El grupo consonántico /rl/ aparece a veces reducido a
la forma /l/, tal vez después de pasar por la fase /hl/:
«muchas della es menester entrales duelas y piesas de
fondo q. daran q. aser» (Cartas, 92). Por el contrario,
el grupo consonántico /rn/ aparece intacto en nuestros
textos: «llebaron la sernidera a la Iglesia y empeso des-
de este dia a ganar un rreal» (Diario, 13); «puse con
arena del Varranco sernida (...) seis fanagas quatro
almudes de trigo de Agüimes» (ídem, 59).

l) También se detectan algunos casos de metátesis, sobre


todo de la consonate /r/: v. gr., «fue Manuela Higera, que estaba
en casa de Grabiela y Maria Mersedes en casa de la madre de
Manuela» (Diario, 55); «Esta es la misma a quien yo compré la
casa de la calle de Triana, que frabiqué y vibe en ella Mari
Higera» (ídem, 148).

3. ASPECTOS GRAMATICALES

Los aspectos gramaticales más relevantes de los tres docu-


mentos que nos ocupan pueden resumirse en los siguiente apar-
tados:
a) Empleo más o menos sistemático de los sufijos diminuti-
vos -ito, -illo e -ico, aunque con sentido distinto, por lo menos
en el caso de los dos primeros: mientras que -ito se usa siempre
con matiz apreciativo, como se observa en los ejemplos que si-
guen: «ban 8 quesitos y una sartita de pescado que me dieron
los barqueros» (Cartas, 19); «otros responden q. que no tienen
lugar porq. estan recoxiendo sus frutitos» (ídem, 21); «todos
estabamos muy atracados con las alsitas de las viñas» (ídem);
«partisipo a Vmd. como se le a muerto uno de los dos lechon-
Núm. 50 (2004) 173
20 MARCIAL MORERA PÉREZ

sitos» (ídem, 23); «al pte. Ai por recoxer esas papitas buenas o
malas» (ídem, 26); «al Sr. beneficiado le dixe de la quentesita y
responde como siempre» (ídem, 33); «ba la bara = y los planton-
sitos de breveras blancas» (ídem, 37); «ba la sierrita y las papas
que Vmd. pide» (ídem, 39); «en quanto a los carneritos del año
pasado tiene tres y dos carneros grandes» (ídem, 44); «lo q. le
queda en las cabras es un castradito no mas» (ídem); «mando
con eogenio una fanega de trigo de la breña y un costalito de
papas = y un bubanguito» (ídem, 48-49); «es presiso degar to-
das las menuditas para semilla» (ídem, 55); «manuela lleva las
dos gallinas q. le abian quedado en mi poder pollitas» (ídem,
117); «se hizo la escritura de la casita de Santo Domingo» (Dia-
rio, 46); «murió Francisco, el bobito del Sor. Alfaro» (ídem, 26);
«En 9 dicho le empezaron a salir las virgüelas a mi nietecito
Nicolás» (ídem, 38); «murió Juan Galindo, el bobito, de una
calda que se dise le dió Raimundo Casares» (ídem, 50); «le re-
galé al Sor. Provisor D. Miguel Toledo, que estaba en la casa de
la hacienda de D. Agustin Andrada en el monte un barrilito de
salmón de fuera» (ídem, 56); «todos aquellos millos de sequero
que cogió ia grandecitos» (Diario histórico I, 228); «En este mes
hize nueva desde simientos la cosinita de la casa terrera mía de
la calle de Triana» (Diario histórico II, 88); «se hicieron los
muritos de resguardo de la Alameda» (ídem, 98); -illo presenta
un matiz más bien atenuativo, como vemos en los casos si-
guientes: «algunas salieron algo adolesidas y con algunos
golpillos» (Cartas, 23); «este año pasado senbre unos pedasillos
deste trigo» (ídem, 58); «aun tengo el millo sin desgranar y al-
gunas calabasillas sin coger» (ídem, 65); «se quedó un pedasillo
por cabar» (ídem, 127); «la que no entró y vino por el pilarillo
del Perro» (Diario, 78); «Escritura hecha por Baltasar Her-
nández Reyes, vecino de Barjada, de una suertecilla de tierra
montuosa y por hacer» (Diario histórico I, 197)13. La diferencia
de matiz entre estos dos sufijos es mucho más evidente cuando
se combinan con nombres propios de persona. En esta distribu-
ción, lo normal es que -ito se combine, bien con nombres pro-
13
Vid. mi artículo «Los diminutivos en el español de Fuerteventu-
ra», en Español de Canarias e identidad nacional, Puerto del Rosario, 1997,
pp. 157-169.

174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 21

pios de personas jóvenes de la clase alta, como en el caso de las


frases «tambien lleva una libra de lino que manda a pedir Se-
ñorita mariquita» (Cartas, 108); «ban dos madegitas de hilo q.
mando señora Mariquita a pepa para que se lo guisara» (ídem,
116); «fue la primera leción que se le dió a Nicolasito en la
Gitarra por su mtro. D. Christobal Millares» (Diario, 113); «Este
contagio tocó a mi último hijo Tomasito, de edad de ocho me-
ses» (Diario histórico I, 232), bien con nombres propios de per-
sonas mayores de la clase popular, con un sentido de ‘respeto
cariñoso’: «me notician de la cojida del barco de Siprianito
Aviles, que se lo tomó el francés» (Diario, 4); «ofresiendo dar el
barco a Roquito Gre» (ídem, 23); «fui yo con Domingito el de
Terrero a haserme entrega de dicho barco» (ídem); «parió
Agustinita Marta una niña» (ídem, 29); «se enterró María
Antonia, muger de Dominguito el Serero» (ídem, 38); «regalé a
Fabianita de S. Benito Velasco (...) con tres pesos fuertes» (ídem,
45); «me presenté al Sor. Corregidor Ibañes a hacerle una súpli-
ca por parte de Periquito Nabarro» (ídem, 47); «se casó la hija
de Mariquita Cruz, comadre de D. Rodrigo» (ídem, 49); «parió
Ramonsita, la muger de Pepito de la Nuez» (ídem, 79); «admi-
nistraron a Mariquita Antonia Cardoso, a causa de un fuerte
asidente que le dió en la noche» (ídem, 79); «llegó a Canª. de
Abogado el hijo de Mariquita Lugana» (ídem, 82); «se botó el
navío del capitan Luna de Lanzarote y de D. Manuel el marido
de Caethanita Galindo» (ídem, 100); «se le puso un ministro de
guarda en la casa de Roquito el palmero» (ídem, 103); «a la
prima noche, administraron a Estebanita Galindo» (ídem, 120);
«amaneció un papel de mui buena letra puesto en la puerta de
D. Manuel Alfonso, marido de Caitanita Galindo» (ídem, 134)14.
Es muy probable que se trate de una mera extensión semántica
del empleo anterior. En todo caso, hay que tener en cuenta que
nos encontramos ante un uso que solamente se detecta en el
texto grancanario, no en el tinerfeño.
Las formas -illo e -ico se combinan siempre con nombres
propios de niños y de personas sin relieve social: «Lleva Juanillo
14
Vid. mi «El diminutivo de respeto cariñoso: aspectos semánticos
y difusión en Canarias», en E s p a ñ o l d e C a n a r i a s e i d e n t i d a d n a c i o n a l ,
pp. 171-178.

Núm. 50 (2004) 175


22 MARCIAL MORERA PÉREZ

tres muestras del bino de abaxo» (Cartas, 61); «se escaldó


Mariquilla, la chiquilla que tenía mi hija en su casa» (Diario,
168); «anica la billera debe dos pagas a sinco almudes por cada
paga» (Cartas, 55); «se acababa de casar con el hermano
Agustinico Morejón» (Diario, 16); «se quedó muerta de repente
Anica Caneda, madre de Juan Caneda el músico» (ídem, 29); «se
hizo en la casa de Francisca Higera y Anica su hermana un
combite» (ídem, 74-75); se presentó Juanico Baiz en calidá de
preso en el Principal» (ídem, 102); «murió de repente, sin alcan-
zar el santolio, Juanico el pífano mayor de la tropa» (ídem, 106);
«murió Teresica Naranjo, muger de D. Rafael Pastrana, la que
padeció larga enfermedad a rresultas de un parto» (ídem, 131);
«El día 15 les dio la primera calentura a Francisca, Jerónima y
Aniquita» (Diario histórico II, 61). El empleo que comentamos
de los sufijos diminutivos forma en realidad parte de un com-
plejo sistema de tratamiento, donde entran en juego, además,
las fórmulas léxicas don, señor, maestro, tío. Este sistema está
organizado internamente de la siguiente manera. A las perso-
nas adultas de la clase alta, como autoridades militares o reli-
giosas, grandes comerciantes, terratenientes, etc., les correspon-
de las fórmulas de tratamiento don, señor, vuestra merced y su
merced: «murió el Sor. Cangº. D. Rafael Ramos» (Diario, 9); «se
embarco Dª. Clara Romero para Sta. Cruz con Don Pedro
Sarate, procurador» (ídem, 10); «murió el cura D. Pablo de Sil-
va, casi de repente, sin embargo de haber estado malo por
muchos días con una fatiga en el pecho que le estaba ago-
gando» (ídem, 22); «En este dia 3 de maio, dia de la santísima
Cruz, dió la criada de D. Agustín García una caída muy grande
de la sotea de las Sras. Reyes al patio» (ídem, 54); «salió (...) el
Sor. Oydor Virgil (...), para de allí irse para España junto con
su esposa Dª. Josefa del Toro y Falcón» (ídem, 100); «murió Dª.
Isabel del Castillo, hermana del Coronel D. Juan del Castillo»
(ídem); «vinieron asistir en casa dos franzeses recomendados por
los Sres. Casalones; el uno llamado D. Santiago y el otro D.
Juan» (ídem, 102); «murió D. Francisco Torres, organista maior
de la Sta. Iglesia» (ídem, 153); «murió D. Miguel Albarado, clé-
rigo, del mal de orina» (ídem, 168); «el poquito de lino q. toca a
su merced de todos los vezinos me lo an entregado» (Cartas, 19);
176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 23

«ban las dos bestias de su merse porque la mia ni aun basia se


puede menear» (ídem, 29); «Mui Sr. mio resivi el de Vmd. y
quede enterado de todo lo contenido en él» (ídem, 59). A los
niños y jóvenes de la clase alta, el tratamiento -ito. A las perso-
nas de cierta consideración de la clase popular, también el tra-
tamiento -ito. A los profesionales, como zapateros, barberos, al-
bañiles, etc., les correspondía el tratamiento de maestro: «En 22
de Junio de 1798, entregué al mtro. Vizente dos velas de a li-
bra» (Diario, 32); «murió el mtro. Josef de Mesa, pedredo» (ídem,
46); «murió Bernardo el figón, suegro de mtro. Bernardo, mi
barbero» (ídem, 149); «murió la muger del mtro. zapatero Josef
Pinto» (ídem, 154); «estrené las gafas de plata que me hiso
el mtro. Carlos» (ídem, 162); «Buen oficial de mampostería
en la ciudad es el maestro Vicente Falcón, diestro de mano y
aseado» (Diario histórico I, 118). A las personas menos cualifi-
cadas de la clase popular, se denomina con el nombre propio a
secas: «murió Salbador Peres, tonelero» (Diario, 152); «heredó
Andrés Melián, su criado» (ídem, 153); «murió María Rosa, pa-
nadera» (ídem, 166). A los niños, disminuidos, etc., de la clase
popular, les correspondía habitualmente el tratamiento -illo o
-ico. A las personas mayores que se trataban con cierto cari-
ño o proximidad, se les daba el tratamiento de tío, origen del
posterior cho canario, casi desaparecido ya del habla viva: «la
que entregué al mandadero tío Juan» (Diario, 44); «despidió
mi hija a Mariquilla, la hija de tía María, que carga el agua»
(ídem, 161).
Referidos a individuos de la clase popular, es también muy
frecuente, sobre todo en el documento grancanario, el uso de
apodos. Se trata de nombres tanto de procedencia general como
de procedencia dialectal: patata [«parió Maria del Pino, cuarta
mujer de Pepe patata» (Diario, 8)], mañanica [«a causa de haver
dado quenta un arriero que llaman Mañanica» (ídem, 41)]; caja
la playa [«cuio muchacho era hijo de Caga la Plaia» (ídem, 93)],
boca de cabrilla («dió D. Bartholomé boca de cabrilla y castella-
no del castillo del Rey una calda de palos a una chica» (ídem,
104), tocha [«amanesió agogada en el charco de agua dulce (...)
Antonia la Tocha, ya de edad, limosnera» (ídem, 131)], rasca-
cio [«despidió Dª. Maria Volcán a la chiquilla Antonia, hija de
Núm. 50 (2004) 177
24 MARCIAL MORERA PÉREZ

Esteban Rascacio, que la tenía en mi casa» (ídem, 140)], cu-


rro [«También murió en la misma noche de otro asidente
Agustinita la Curra y Andrés Cabrera de Tamaseite» (ídem, 160)],
gangocha [«murió Luis Gangocha a causa de una quebra-
dura» (ídem, 162)], pepino [«murió de un falto Luis Falcón,
que lo llamaban Luis Pepino, latonero en el ospital» (ídem,
162)], etc.15
Combinado con sustantivos denotativos de parte del día, el
sufijo -ito se usa para precisar la localización temporal: «fue su
parto por la mañanita» (Diario, 139); «a la tardesita echó dos
botes, el uno a las Comedurías» (ídem, 144).
Desde el punto de vista formal, hay que decir que, en pala-
bras agudas, el sufijo que nos ocupa suele ir precedido del in-
terfijo /-s-/, como se aprecia en los mismo ejemplos aducidos
antes, aunque, de forma esporádica, se añade directamente: «y
en qto. a los lechonitos q. Vmd. dise le presisan mandar luego =
digo q. aca hasta ora no ai» (Cartas, 19-20); «Señor le dio
quenta a Vmd. como en la punta ai un ladronito de ganado y
de todas cosas» (ídem, 105).
b) El sufijo -ero aparece sistemáticamente en la forma-
ción de nombres de árboles frutales, como vemos en los si-
guientes ejemplos, «en quanto a las pimenteras no las man-
do ahora porq. las q. ai estan quanto nasiditas» (Cartas, 18);
«los mansaneritos y parras estan plantados adonde Vmd. a
mandado» (ídem, 35); «fu el dia q. binieron los arvolitos q. me
avisara q. los manzaneritos se los plantase en su guerta» (ídem,
114); «con árboles de higuera y granaderos, y el agua que le
pertenece» (Diario histórico I, 197); «un pedaso de tierra
con cinco higueras y un membrillero» (ídem, 198); «agua para
regar el llano de los almendreros» (ídem, 282); «planté los limo-
neros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones»
(ídem, 287).
c) El sufijo -ada aparece muy frecuentemente en la forma-

15
Vid. mi «Diminutivos, apodos, hipocorísticos, nombres de parentes-
co y nombres de edad en el sistema de tratamientos populares de Fuerte-
ventura (Canarias)», en La for mación del vocabulario canario, Tenerife,
1993, pp. 219-244.

178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 25

ción de sustantivos de acción: «con la dilubiada del domingo de


lasaro no quedo rastro del» (Cartas, 76).
d) En el terreno pronominal, son dignos de destacar los dos
hechos siguientes:
Por una parte, los pronombres complementarios lo y le por
lo general aparecen empleados en el texto siguiendo las pautas
de los orígenes de la lengua: i. e., lo como acusativo y le como
dativo, según se aprecia en los siguientes ejemplos: «no le
conbiene el tenerla a Vmd. ni a mi porq. siempre an de aser
daño en la biña» (Cartas, 43); «no ai quien las quiera coger no
degandoles siempre el pasto» (ídem, 50); «a ribero no lo e bisto
para preguntarle pr. el baifo del diesmo» (ídem, 52); «en qto. a
berdolaga no la ai ahora en las guertas» (ídem, 54); «y le pagué
a la negra azafrana porque le quidara en su enfermedá dos ptª.
Cada dia, que fueron 13 dias los de su grabedá» (Diario, 16);
«mataron unos ladrones a Marcos Artiles (...) y aunque lo ma-
taron no le robaron» (ídem, 90); «le pusieron Manuel Antonio y
lo crió su misma madre» (ídem, 121); «a transar lo que le da-
ban por cada barco, menos el de la Habana, que lo dejaban
para sí» (ídem, 130). No obstante esto, en el texto grancanario
son frecuentes los casos de leísmo de persona: «le estaba auci-
liándole D. Agustín Cabral» (Diario, 10); «solo le acompañó en
el barco de descarga» (ídem, 53); «Vino a su casa, que le traje-
ron, y murió a los 4 dias» (ídem, 87); «se le puso preso con el
fin de embarcarle para la Madera» (ídem, 101); «le pusieron
preso al Alcalde y Alcaldes, a Juan el barbero» (ídem, 114);
«mataron al capitan (...), en cuia misma bateria caió al agua o
le botaron» (ídem, 168); e incluso de leísmo de referente no per-
sonal, aunque, obviamente, de forma más esporádica: «desian
los nacidos que en su vida no le (el mar) avían visto tan fuerte»
(Diario, 3); «pero el biento tan favorable que traiba el Carme fue
bastante para entrarse en el puerto y escapar de ella con
armiración de quantos le mirábamos» (ídem, 136). Lo más pro-
bable es que se trate de una novedad del habla de la burguesía
grancanaria, que no habría de tener éxito en el resto de las
hablas insulares. La forma plural les aparece en ocasiones con
la s elidida: «dexe de darla a todos y cada uno como le corres-
ponde» (Cartas, 62).
Núm. 50 (2004) 179
26 MARCIAL MORERA PÉREZ

Por otra parte, el pronombre relativo cual, presenta la for-


ma cualo en algún que otro texto: «los vezinos disen q. le pue-
den tener a la hoxa a qualos contenplo que los tendra entre
machos y borregos» (Cartas, 44).
e) En lo relativo al verbo, se destacan los siguientes hechos:

ea) Determinados verbos que se usan como primitivos en la


norma estándar aparecen prefijados por la preposición
-a: «yo ocupe a todos los bezinos aber si entre ellos
ajuntava algunos manogitos» (Cartas, 30); «disen no
pueden asurcar la tierra por seca» (ídem, 63); «en or-
den a las obexas los hise ajuntar» (ídem, 104); «dise que
la chica le atoriaba boca de cabrilla y le sacaba la len-
gua» (Diario, 104). También se da el caso contrario, es
decir, usar en su forma primitiva determinados verbos
que en la norma estándar aparecen prefijados: «el lino
se acabo de liñar el qual remito beinte libras» (Cartas,
25); «los perros un día se marran y otros se sueltan»
(ídem, 26); «es pr. donde los barqueros las garan quando
las nadan» (ídem, 111); «tanta le entraba como se le
sumia por el fondo» (ídem, 153); «les di de comer a 27
palmeros que hera la compaña del barco del Gallito,
que los avia prisionado el Inglés» (Diario, 21).
eb) El pretérito indefinido se usa tanto para expresar el pa-
sado remoto: «Muy Señor mio el dia Jueves fui a las
cabras a partir de la cria y partimos catorse baifos a
cada uno tocaron siete quatro hembras y tres machos»
(Cartas, 46); «Este se portó muy malamente por su
estrabagancia, dió muchas incomodidades en la Iglesia,
quien habia caminado con las mejores ventajas» (Dia-
rio, 101); como para expresar el pasado reciente: «Mui
Sr. mio resivi el de Vmd. y quede enterado de todo lo
contenido en el» (Cartas, 59); «En este día, 29 de Abril
de 1797, a la noche, ia de San Pedro mártir, le habrieron
la puerta de la lonja del viato Francisco Carme» (Dia-
rio, 21); «En este dia, 24 de marzo de 98, me ragaló la
Sra. S. Francisco de Asís un quadrito de la madre S.
Esteban, que me avia ynviado para mi enfermedad que
180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 27

me dio del costado» (ídem, 29-30). Además, esta forma


verbal hace la primera persona plural de la primera
conjugación en la forma -amos, no en la forma -emos,
que tanto se ha empleado en Canarias: «hoy Juebes nos
aguantamos quinse hombres a sorivar en la guerta y se
sorivo como la mita de lo que presisava de sorrivarse»
(Cartas, 41).
ec) El llamado pretérito perfecto se suele emplear con el
sentido de ‘pasado no terminado’, tal como se aprecia
en los siguientes ejemplos: «creo que Vmd. esta en el
conosimiento q. aquí siempre abido junco de sobra pero
es a la contra porq. dispues q. conosco las palmas
senpre se a hido a coger fuera de aquí como a sido a
benixo y adonde llaman el orobal» (Cartas, 73); «tan-
bien me escribio Vmd. en dias pasado q. las breñas las
e baldoniado mucho a lo q. respondo q. en quanto a la
biña le ago todas sus fabricas» (ídem, 63). A pesar de
ello, tampoco es raro su uso en el sentido de ‘pasado
reciente’, como en la norma más estándar: «en quanto
a las papas que Vmd. a mandando para q. se planten
digo q. de la primera fanega plate luego unas pocas
delante de la hermita» (ídem).
ed) El pretérito imperfecto de subjuntivo aparece tanto en
la forma -ra: «en quanto a las cabras yo me alegrara no
quedaran aquí todo el año» (Cartas, 50); «siempre q. el
moso pueda vinir por algo de carga todas las semanas
me alegrara» (ídem, 95); «al primer puerto que llegara
se entregase aquel corregidor» (Diario, 156), como en
la forma -se: «en quanto a la carga q. Vmd. me avisa
pusiese en taganana a mediado de semana no la man-
de» (Cartas, 66); «me prebiene q. le avisase si los abia
para estos días» (ídem, 114); «le ofrecí por mano de D.
Juan Sall el dinero que necesitase» (Diario, 10); «le
mandé carta al Sor. Corr. Para que me ocupase en todo
lo que se le ofresca» (ídem, 11); «empezó a llober todo
el mas del dia, sin que se viese el sol» (ídem, 44); «y
echando unas gotas de aguardiente fuerte le tibiase y
se pusiese unos paños al dia y la noche» (ídem, 68);
Núm. 50 (2004) 181
28 MARCIAL MORERA PÉREZ

«nos combenimos le mandase el cofre» (ídem, 105);


«para que los vendiese de su quenta a barios precios»
(ídem, 106). Aquélla se usa más en Tenerife; ésta en el
habla de la burguesía de Las Palmas de Gran Canaria.
Es muy probable que, como los casos de leísmo comen-
tados antes, se trate de una práctica gramatical neo-
lógica.
ee) En futuro imperfecto de subjuntivo presenta una vitali-
dad total en los dos documentos que consideramos: «no
tiene aquí pipa para recoxerlo lo que le tocare» (Cartas,
28); «por si acaso biniere alguno dellos quedandose
megor la mar puse una pipa en limpio» (ídem, 39);
«digo q. todo el ganado asi boregos como machos q. hai
aqua los repartiere con todos los vezinos» (ídem, 47);
«para el martes beremos si ubiere algunos mas» (ídem,
49); «entonses no tendra Vmd. sino alguno q. le tocare»
(ídem, 50); «y ai puede Vmd. disponer llebar este bino y
q. traigan las basias q. ubieren y sirbieren» (ídem, 55);
«se guareseran las q. se plantaren ahora» (ídem, 58);
«avisele q. luego mande las pipas q. uviere basias» (ídem,
100); «si manda Vmd. a bender algunos castrados me
lo avisa para q. sino ubiere marchantes de la ciudad que
queran benir por ellos mandare recado a los de Sta.
Cruz» (ídem, 105); «se compondra luego por si acaso
viniere el barco» (ídem, 118); «lo q. le restare se lo
paguare luego q. benga el barco» (ídem, 119); «hisieron
las esponsalias con el fin de casarse a vuelta de este
viaje que viniere de la costa» (Diario, 108); «por si aca-
so se encontrare en alguno de mis libros o papeles»
(ídem, 113); «a las eses que quedaren en el paño se les
puede volber a echar agua» (Diario histórico I, 14) .
ef) También el gerundio preposicional tiene una presencia
bastante destacada en los dos textos que nos ocupan:
«en acavandose todas le avisare las q. cada uno a dado»
(Cartas, 28); «en aquabandose no se q. tengo de haser»
(ídem, 41); «esperamos en Dios la mandara en siendo
servido» (ídem, 44); «entonses todo son dilaciones y
apuros en llegándose el dia de aberse menester» (ídem,
182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 29

85); «no es su amo dueño de guareser una fruta y


lo mismo en madurando las ubas que es mucho el
destalaje» (ídem); «no puedo saber las q. basias podran
quedar en acabando de trasegar y rejinchirlas» (ídem,
96); «en descayendose de las carnes q. ahora tienen se
perdera la bente dellos» (ídem, 124).

Por lo demás, como en el apartado de la fonética, nos en-


contramos también en este apartado gramatical determinadas
formas analógicas, como quedrá (e incluso quererá), futuro im-
perfecto de indicativo del verbo querer, rompido, participio de
pasado del verbo romper, etc.: «considero q. Vmd. los quedra para
echar a la hoja por cuio motivo no lo mando» (Cartas, 42); «por
quatro o sinco veses no mas no quedran nadie venir» (ídem,
105); «las dichas monjas los quereran llebar uno a uno» (ídem,
107); «quedra q. le mande alguna por cuio motivo mando el
castrado grande» (ídem, 114); «pues los mios en el trabaxo de
Vmd. se rompen y no siento eso porq. los dos pr. bien ronpidos»
(ídem, 53); «por aberse rompido el cabrestillo de la suela no las
e compuesto» (ídem, 69); «arribó a este puerto de la Lus un
navio de guerra olandés con el mastelero de la gabia del trin-
quete rompido» (Diario, 7).
f) En el terreno adverbial, hay que destacar la altísima fre-
cuencia de uso del adverbio demostrativo acá, en convivencia
con aquí : «esta semana avian de quedar compuestas porq.
estava aqua el tonelero» (Cartas, 27); «mande tres almudes de
trigo y otros dos riales de pescado porq. aca ya no queda nada
de grano» (ídem, 41); y la presencia del adverbios deantes:
«bolbio a saltear las bacas lo mismo q. deantes» (Cartas, 48).
g) En el ámbito de las preposiciones, nos encontramos con
algunos usos arcaizantes y otros neológicos. Veamos algunos de
ellos. La preposición a no solamente aparece introduciendo el
complemento directo de persona, sino también algunos de cosa,
como vemos en los siguientes textos: «fue adonde alcanzaron a
la biña q. hase mi conpadre oliva» (Cartas, 45); «me enseñaron
a una imagen que estaba de nuestra Sra. de la Rocha» (Diario,
28). Con todo, el complemento directo de persona aparece a
veces sin determinación preposicional: «di quenta al alcalde para
Núm. 50 (2004) 183
30 MARCIAL MORERA PÉREZ

q. llamara los cabreros» (Cartas, 45); «para que le mandaran su


hijo y tambien un memorial para el Sr. Coronel» (Diario, 16);
«solo mataron dos marineros y hirieron tres» (ídem, 20); «se llebó
al tiempo de pasar el barranco por junto a la vanda del mar la
mujer de Pepe el Tonelero» (ídem, 95); «mato el coche un mu-
chacho hijo de Angel Guerra» (ídem, 164). La localización tem-
poral en las distintas fases del día (mañana, amanecer, tarde,
noche...) se expresa mediante la preposición en: «empesó a llober
una agua quieta y serena, sino e n el d i a , e n l a n o c h e se
esperimentaba este veneficio que Dios nos hacia» (Diario, 141);
«al dia mismo, Domingo en la mañana (...) le dieron fuego al
barco de Flores» (ídem, 165). Si, en lugar de la idea de ‘situa-
ción’, lo que se quiere expresar es la idea de ‘concurrencia’, en-
tonces se emplea la preposición con: «llegó a Canaria la noticia
de que avia perdido en la costa el barco nuevo de D. Domingo
Suarez, S. Antonio de Pauda, por ver dado contra una roca
barlobentiando con la noche» (Diario, 7); «parte de ellos entra-
ron con la noche» (ídem, 108). La preposición contra, que pre-
senta, además, la variante de expresión quentra [«lo alle asien-
dose pedasos tirandose quentra las piedras y mui desesperado»
(Cartas, 25)], se usa en algunos contextos con un sentido pura-
mente orientativo: «Y contra las esquinas de abaxo tenia algu-
na poquilla de tega» (Cartas, 152); «un sitio vasío o esconse que
estaba contra la casa de la huertita que tengo allí» (Diario his-
tórico II, 189). Por último, el sustantivo casa presenta tenden-
cia a la preposicionalización en la locución en casa: «En este dia
fui en casa de mi hermana Francisca y vey la cabra y el cochi-
no» (Diario, 43); «aviendo concurrido con otros estudiantes en
un bayle que se hiso en casa las morenas patricias» (ídem, 114).
h) En el capítulo de las perífrasis verbales, destacan, por
encima de todo, los tres hechos siguientes: ha) El uso del verbo
pegar como auxiliar incoativo, aunque alternando con las for-
mas más convencionales empezar y comenzar: «tengo yntencion
de pegar aderesar las pipas» (Cartas, 26); «benian dos o tres ofi-
ciales y se pegava a componer luego q. pasara el dia de las nie-
ves» (ídem, 92). En ciertos casos, aparece también con este mis-
mo sentido en construcciones no perifrásticas: «el dia martes
pegamos al adereso de la bodega» (Cartas, 27); «las arbexas q.
184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 31

Vmd. dise q. le sienbre de puno en el pedaso q. se sorivara digo


q. no le tiene quenta porq. pegamos a media guerta» (ídem, 42);
hb) La altísima frecuencia de uso de la combinación tener + par-
ticipio: «yo le tengo comprado en la punta tres reses dos boregos
y un baifo» (Cartas, 44); «a los suares les tengo mandado mil
recados» (ídem, 55); «no tengo visto ni oido inumanidá tal»
(Diario, 148); hc) El uso esporádico del verbo ser como auxiliar
del pretérito perfecto: «a las dos oras y media ya hera muerto»
(Diario, 116).
i) En relación con el orden de los elementos en la oración,
se observa una tendencia a la posposición de las formas com-
plementarias, al contrario de lo que ocurre en la norma más
moderna, que prefiere la anteposición: «y a Señora darame Vmd.
algo de pescado para dar de comer a las gramaderas» (Cartas,
22); «mandarame pescado y medio rial de aseite para el tonele-
ro» (ídem, 27); «yo lo bide pero paresiome muy granado» (ídem,
32); «mandarame un poquito de aseite para la plana» (ídem, 57);
«allome por mis enbarasos mui amarado por averseme ido dos
mosos» (ídem, 82); «si los de la Ciudad quisieran benir estara
Vmd. con alguno dellos y diraselo» (ídem, 106); «Esta presa
logrola interesada en 7 a 8 mil pesos» (Diario histórico I, 210);
«atravesaronla para asercarse a abrir la puerta» (ídem, 259);
«Quitáronle quatro mil y quinientos pesos y se retiraron» (ídem).
j) En el caso del pronombre posesivo, se prefiere en muchas
ocasiones la forma pospuesta a la forma antepuesta: «Almasén
mío nuevo se concluye y alquila» (Diario histórico II, 62) ); «En
este mes hize nueva desde simientos la cosinita de la casa terre-
ra mía de la calle de Triana» (ídem, 88); «puse en dicho mes los
dos pies derechos que tiene la cumbrera de la casa mía del Pino»
(ídem, 118).
Por lo demás, se observan algunas construcciones que son
también muy populares en el español actual, como, por ejem-
plo, el uso tematizado del pronombre yo en combinaciones
como yo me parece: «yo me parese q. sera mexor el que Vmd.
lescriva a pancho a Sta Cruz para que able un barquito de los
del chinchorro» (Cartas, 18); «yo me parese q. lo q. se podran
aser de binagre son quatro pipas» (ídem, 76); el uso femenino
del cuantificador poco en combinaciones como las siguientes, en
Núm. 50 (2004) 185
32 MARCIAL MORERA PÉREZ

que la norma estándar actual exige la forma masculina: «por


quedar unas poquitas de las mias q. apartar» (Cartas, 55); «se
puso a rrepartir en casa D. Feliz Verlanga una poca sebada de
Lanzarote» (Diario, 70); etc.

4. ASPECTOS LÉXICOS

Los tres textos que estudiamos presentan una gran cantidad


de material léxico tradicional canario, que va desde el de proce-
dencia guanche hasta el de procedencia portuguesa, pasando
por determinados arcaísmos hispánicos y bastantes neologismos
morfológicos y compositivos16.
a) Como vocabulario ya arcaico (por lo menos en la
norma más estándar) por la época en que se redactaron es-
tos documentos, encontramos en nuestros textos las siguientes
voces:

ajota (que). Valiéndose de que, confiando en que: «ajota q.


tendran las cabras an de querer tener alguna manada de
machos suios» (Cartas, 50). Del esp. ant. en hoto de ‘confian-
do en alguien, contando con su protección’.
alongar. Proyectar el busto hacia adelante: «creo q. se alongaria
alcansar algun mato berde a la bera del risco y despidio un
risco mui grande» (Cartas, 152). Del esp. ant. alongar (de a-
y longo) ‘prolongar, alargar’, muy probablemente con influen-
cia del port. alongar ‘ídem’.
arveja. Guisante: «ban quatro almudes de senteno = tres alms.
de arvexas» (Cartas, 20); «ban media fanega de arvexas =
unas papas quatro bubanguitos sevollas» (ídem, 24). Del esp.
ant. arveja (del lat. ervilia, dimin. de ervum ‘lenteja’) ‘ídem’.
asmar. Pasmar: «se iban ia las sevadas asmándose» (Diario his-
tórico I, 293); «las sevadas tempranas se asmaron» (ídem,
278). Del esp. ant. asmar (del lat. adaestimare ‘estimar’) ‘que-

16
Los datos etimológicos que exponemos a continuación proceden de
M. MORERA, Diccionario histórico-etimológico del habla canaria, Islas Ca-
narias, 2001.

186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS


ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 33

darse un hombre suspenso o pensativo’, por aplicación


metafórica.
baja. Escollo próximo a la costa, que suele aflorar en la baja-
mar: «al parecer llegó asta las bajas de Telde» (Diario, 165).
Del esp. ant. baja ‘bajío, elevación del fondo en los mares,
ríos y lagos’, por desplazamiento metonímico. Es probable
que en esta conservación haya habido influencia del port.
baixa ‘pedra de basalto, de grandes dimensões que aparece
no quebra-mar’ (Falares da ilha).
baldonar. Abandonar. «no se me debe baldonar mas q. a los
demas» (Cartas, 54). Del esp. ant. baldonar (deriv. de baldón)
‘ídem).
botar. Arrojar con fuerza: «todas las más de las noches se
botavan fuera» (Cartas, 36); «Vmd. dise q. esto susede por
andar botadas» (ídem, 134); «El Francisco el cochero se botó
al agua» (Diario, 16); «queriendo botarse por una ventana
baja del mismo quarto lo detubo D. Francisco Ascanio»
(ídem, 153); «botaron el dicho Juan y su padrino algunos
puñados de quartos y monedas» (ídem, 154); «Se votaron
dentro para amasonarlos desmedidas peñas (...), ligando unas
con otras con argamasa de arena gruesa o picón» (Diario
histórico I, 231). Del esp. ant. botar ‘lanzar, arrojar, tirar’,
muy probabl. por influencia del botar ‘echar la embarcación
al agua’ marinero y del port. botar ‘lanzar fora, repelir’ (Fig.).
bufadero. Agujero abierto por la erosión del mar en las rocas
por donde, al comprimirse, sale el agua dando un fuerte bu-
fido: «estrellarse con tanta fuerza sobre las rocas y bufaderos
de la ysla» (Diario histórico II, 46). Deriv. del esp. ant. bufar
‘soplar expeliendo el aire con fuerza’ y el sufijo denotativo de
lugar -dero.
degredo. Cuarentena: «estubo en degredo asta el siguiente
miercoles» (Diario, 18). Del esp. ant. degredo (del lat. decre-
tum) ‘decreto’, por desplazamiento metonímico, muy probabl.
por influencia del port. degredo ‘pena de destierro’ (Fig.).
emprestar. Prestar: «los avía emprestado a su hermano don
Francisco de Borja Romero» (Diario histórico I, 147). Del
esp. ant. emprestar ‘ídem’.
gago. Tartamudo: «llebando consigo algunos hombres, como
Núm. 50 (2004) 187
34 MARCIAL MORERA PÉREZ

fueron uno el hijo de la Gaga» (Diario, 86); «murió de re-


pente Bárbara la Gaga, que componía mondongos» (ídem,
131). Del esp. ant. gago ‘ídem’, acaso por influencia del port.
gago ‘ídem’.
horrura. Compuesto de materiales de y desecho: «avriendo en
las laderas los torrentes profundas barranqueras y trayendo
a las calles mucha orrura» (Diario histórico II, 15). Del esp.
ant. horrura (del lat. horro) ‘suciedad, impureza, escoria’, por
extensión semántica.
mareante. Marinero, generalmente pescador: «echó agua al pi-
lar de los mareantes de San Telmo» (Diario histórico II, 20).
Del esp. ant. mareante (deriv. de marear) ‘marino’.
margarito. Se dice del dedo meñique: «una telecita tanbién se
le aplicó, de güebo, puesto en el dedo margarito de la mano
izquierda» (Diario histórico I, 232). Deriv. del esp. ant.
magarite ‘ídem’.
monigote. Monaguillo: «El Alcalde lo intimó, puso preso al sa-
cristán y los monigotes» (Diario, 140). Del esp. ant. monigote
(probabl. de monagote ‘despectivo de monaguillo’) ‘monagui-
llo o lego de convento’.
restra. Ristra: «ban dos bubangos y una restra de sebollas» (Car-
tas, 29); «lleva una fanega de trigo = 8 alms. de papas = una
restra de sebollas = dos bubangos» (ídem, 54); «ai ban siete
alms. de chicharos (...) dos restras de sevollas» (ídem, 103).
Del esp. ant. restra ‘ídem’.
ruin. Malo, de poca calidad: «en quanto a las papas mas es el
travaxo q. an dado q. el probecho pr. q. an estado mui rui-
nes» (Cartas, 28); «las q. ai aquí son pocas y mui ruines»
(ídem, 55); «desde luego estan ruines y flacos pues dos dellos
les a dado una correncia q. ya no pueden seguir los otros»
(ídem, 136); «dejaron para mi los quatro (corderos) mas
ruinitos» (ídem, 137). Del esp. ant. ruin (de ruina) ‘ídem’,
acaso por influencia del port. ruim ‘mau, nocivo, inútil’ (Fig.).
2. Se dice del tiempo atmosférico, el mar, etc., desapacibles:
«creo sera por causa de los malos tienpos y mar tan ruin
como avido» (ídem, 118); «con el motibo de estar la mar ruin
y averse buelto la lancha en que venia» (ídem). De la acep-
ción anterior, por extensión semántica.
188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 35

sabio. Sabor: «dos tiene algo de sabio a podrido» (Cartas, 66);


«el sabio malo que Vmd. le allo sera a lo podrido q. estava
el esquilmo quando se bendimio» (ídem, 123). Del esp. sabio
(deriv. de saber ‘tener sabor’) ‘que tiene sabor’, ‘buen sabor’,
que, aunque Corominas (Diccianario, s. v. saber) considera
«general en todas las épocas», no recoge el DRAE para el
español contemporáneo.

b) Los neologismos semánticos, morfológicos o compositivos


españoles que aparecen en los tres textos son los siguientes:

abocastro. Cigarra o langosta autóctona de mayor corpulencia


que la cigarra común: «y tan voraz como ella, que los isle-
ños llaman abocastros» (Diario histórico I, 258); «especial-
mente la de los cigarrones que llaman abocastros» (ídem,
284). Muy probablemente, en relación con brugo (del lat.
bruchus ‘especie de saltamontes’) ‘larva de un lepidóptero
pequeño y nocturno que devora las hojas de las encinas y
robledales’.
aire. Corriente de aire súbita que puede producir efectos perju-
diciales para la salud de las personas: «murió el sor Tesorero
Dinidá de la Santa Iglesia D. Mateo de Bargas y Ponse, de
ayre perlesia» (Diario, 153). De aire (del lat. aer, aeris) ‘fluido
que forma la atmósfera de la tierra’, por desplazamiento
metonímico.
amusgar. Encanijarse, debilitarse las plantas: «estava ia para
cavarse porque se amusgó y asocó» (Diario histórico I, 282).
Muy probablemente, comp. de la preposición a- y musgo
‘nombre aplicado a muchas especies de plantas criptógamas’.
andén. Paso estrecho en zona escarpada: «las demas q. no se
mataron fue porq. pararon en un anden serca de ariva» (Car-
tas, 23); «todo son andenes riscos y laderas» (ídem, 152). De
andén (del lat. indago, -inis, ‘cerco’) ‘corredor, sitio destinado
para andar’, por extensión semántica.
atracar. Apretar con fuerza: «se deben aprontar para que
dispues no nos allemos atracados sin pipas» (Cartas, 80); «en
orden al camino estamos todos mui atracados con tanto q.
aser» (ídem, 84). De atracar (del ár. at-taraqqa ‘la acción de
Núm. 50 (2004) 189
36 MARCIAL MORERA PÉREZ

anclar la nave’) ‘acercar, arrimar’, probablemente por in-


fluencia de su cognada port. atracar ‘segurar fortemente com
os braços’.
barquillo. Pequeña embarcación de pesca: «echó el bote al agua
junto con un barquillo de pescar» (Diario, 129); «El día 8 se
envarcó para Santa Cruz de Tenerife, en el barquillo de
Mesa» (Diario histórico I, 214). Deriv. de barco (de barca)
‘construcción cóncava destinada a la navegación’ y el sufijo
diminutivo -illo.
barra. Muralla rocosa que cierra la entrada de una playa: «se
entró asta la punta de la barra» (Diario, 27). De barra ‘ban-
co o bajo de arena que se forma en la entrada de algunas
rías, en la embocadura de algunos ríos y en la estrechura de
ciertos mares o lagos, que hace peligrosa la navegación’, por
extensión semántica, acaso por influencia del port. barra ‘di-
que submarino formado junto da costa pelos materiais arras-
trados pelas águas de um rio’ (Alm.).
barranquera. Surco que abre la lluvia en el terreno: «avriendo
en las laderas los torrentes profundas barranqueras y trayen-
do a las calles mucha orrura» (Diario histórico II, 15). Deriv.
de barranco (de or. inc., quizá prerromano) ‘quiebra pro-
funda producida en la tierra por las corrientes de las
aguas o por otras causas’ y el sufijo -ero. 2. Agua que discu-
rre por el barranco: «a las oras de las 9 y 10 de la mañana
vino una barranquera muy grande» (Diario, 38); «llobió mu-
cho y vino una barranquera, en bote en bote mui grande»
(ídem, 126). De la acepción anterior, por desplazamiento
metonímico.
barranquillo. Barranco pequeño que generalmente afluye a otro
mayor: «abiendose metido todas las obexas por una cañada
de un barranquillo paravaxo» (Cartas, 23); «En 17 febrero,
fui de dibersion con la jente de Yanes al barranquillo de
Suarez» (Diario, 41). Deriv. de barranco ‘quiebra producida
en la tierra por las corrientes de aguas o por otras causas’ y
el sufijo diminutivo -illo.
blanquillo (de). Se dice del soldado de la reserva: «cuio solda-
do hera del regimiento de los soldados de blanquillo» (Dia-
rio, 98); «le disparó un soldado del batallón de blanquillo»
190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 37

(ídem, 110). De blanquillo (deriv. de blanco) ‘del color de la


nieve o de la leche’, por desplazamiento metonímico.
bocado. Terreno de labranza de pequeñas dimensiones: «me fal-
taron como otra media para serar un boquadillo q. tengo
asucardo» (Cartas, 61); «bendieron al licenciado don
Sebastián Trujillo un bocado de asienda de parras» (Diario
histórico I, 201); «facilitó el riego de algunos bocados de te-
rreno» (ídem, 282). De bocado (deriv. de boca) ‘pedazo arran-
cado de cualquier cosa con el sacabocados o violentamente’,
por extensión semántica.
cabo. Bulbo de la planta del ajo, constituido por múltiples dien-
tes: «ban unas papas (...) y 9 cavos de ajos» (Cartas, 90);
«ban dos bubangos y ocho cavos de ajos» (ídem, 144). De
cabo (lat. caput) ‘extremidad, extremo’.
cabro. Cabrío: «en quanto a ganado cabro no tengo macho ni
genbra» (Cartas, 139). De cabra (del lat. capra.) ‘especie de
mamífero doméstico’, por metábasis.
calcar. Apretar mucho las cosas en un receptáculo para que
quepa la mayor cantidad posible de ellas: «y no calcandolos
se asen mas delgados por lo mucho que ellos se abaten en
la enpleita» (Cartas, 83). De calcar (del lat. calcare) ‘apretar
con el pie’, por extensión semántica, tal vez por influencia
del port. calcar ‘comprimir’ (Fig.).
calda. Tunda, zurra: «murió Juan Galindo el bobito, de una
calda que se dise le dió Reimundo Casares» (Diario, 50); «dió
una calda a las Capitas donde asistía, a causa de aver esta-
do tomado de licores» (ídem, 57); «dio D. Bartholomé boca
de cabrilla (...) una calda de palos a una chica criada de Pepa
Juana, llamándola a su casa con engaño (...), a causa de que
dise que la chica le atoriaba boca de cabrilla y le sacaba la
lengua» (ídem, 104). Muy probablemente, de calda (del lat.
calda) ‘acción y efecto de caldear’ de la expresión dar una
calda a alguien ‘acalorarlo, estimularlo para que haga algu-
na cosa’, o de carda (de cardar) ‘amonestación, reprensión’,
por influencia del port. calda ‘tunda, sova’ (Fig.).
caldera. Gran depresión volcánica: «se reedificó (...) la casa que
está en el hollo o caldera de mi cortijo de Calderetas» (Dia-
rio histórico II, 70). De caldera (lat. caldaria) ‘vasija de metal
Núm. 50 (2004) 191
38 MARCIAL MORERA PÉREZ

grande y redonda’, por aplicación metafórica, tal vez por in-


fluencia de su cognada del port. de Madeira y Azores caldeira
‘cratera vulcânica, em forma e bacia’ (Fig.).
caletón. Entrante prolongada y estrecha del mar en tierra:
«tomó la resolución de hacer el desenvarco por unos cale-
tones» (Diario histórico I, 225); «encalló en los caletones que
están entre el castillo grande del puerto y el reduto de San
Fernando» (ídem, 304). Deriv. de caleta ‘cala pequeña’ y el
sufijo aumentativo –ón.
calmas. Zona del mar resguardada de los vientos alisios: «benía
de la costa cargado de pescado en las Calmas de Canaria»
(Diario, 61); «se cojió un (...), que venía de las Calmas» (ídem,
130); «las hizo pasar a las calmas de la Gomera» (Diario
histórico I, 320). De calma (del lat. cauma, del griego kâuma
‘quemadura’) ‘estado de la atmósfera cuando no hay viento’,
por desplazamiento metonímico.
cantero. Subdivisión del terreno entre dos machos: «todas las
demas son canteritos cortos» (Cartas, 20); «ahora le mando
la semilla para un cantero» (ídem, 115); «tengo dos canteros
bien grandes» (ídem). De cantero (de canto) ‘cada una de las
porciones, por lo común bien delimitadas, en que se divide
una tierra de labor para facilitar su riego’, acaso por influen-
cia de su cognada port. de Madeira canteiro ‘terreno para
semear certas hortaliças’ (Linguagem popular da Madeira).
cañizo. Secadero para el queso, generalmente hecho de caña:
«tanbien se asen mal echos despues de ponerlos en el cañiso»
(Cartas, 83). Deriv. de caña (del lat. canna) ‘tallo de las plan-
tas gramíneas, por lo común hueco y nudoso’ y el sufi-
jo -izo.
caño. Acequia formada por un caballón: «continuaron con una
corta agua asta correr los caños» (Diario, 125); «linda con
la plaza por la cabesera de la iglesia, con dos caños» (Diario
histórico II, 28). De caño (de caña) ‘tubo para un líquido’,
por extensión semántica, probabl. por influencia del port.
cano ‘passagem natural ou artificial de águas’ (Alm.).
chaplón. Escalón de entrada principal de la casa: «Grueso de
tablas para umbrales y chaplones» (Diario histórico I, 121).
De planchón ‘plancha grande’, por metátesis.
192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 39

compaña. Tripulación de una embarcación: «le di de comer a


27 palmeros que hera la compaña del barco del Gallito»
(Diario, 21). De compaña (del lat. *compania, de cum y panis
‘pan’) ‘sociedad o junta de varias personas unidas para un
mismo fin’, por desplazamiento metonímico.
costa. Costa sahariana: «»se cojió sobre el Ganin el barco de
Juan de Telde que venia de la costa» (Diario, 20); «su mari-
do Francisco Barreto se fue aquella misma noche para la
costa» (ídem, 132); «hubo leva de bagos y quinta entre los
solteros de los marineros del tráfico de la costa» (Diario his-
tórico II, 30). De costa (del gall. o cat. costa) ‘orilla del mar,
de los ríos, lagos, etc., y tierra que está cerca de ella’, por
desplazamiento metonímico. 2. Terreno comunal donde
se echa a pastar el ganado: «benden la mitad de costas de
campo que les pertenece en la Vega de Río de Palmas» (Dia-
rio histórico I, 202). Del mismo origen que la acepción an-
terior.
costero. Relativo a la costa de África: «llegó a Canaria el varco
costero de Sta. Crus llamado el Musico» (Diario, 76-77). Deriv.
del can. costa ‘costa sahariana’ y el sufijo -ero. 2. Pescador
canario que faena en la costa de África. Ú. t. c. adj.: «se
agogó un muchacho costero por la Plaia de Santa Cathalina»
(Diario, 93); «al costero lo llevaron al ospital» (ídem, 116).
Del mismo origen que la acepción anterior.
cumbre. Parte más alta de las islas de mayor relieve: «son obli-
gados a la composisión del camino de la cumbre» (Cartas,
21); «cayó en la cumbre una granizada muy grande» (Dia-
rio, 70); «yendo a mariscar un meliciano de los que hían de
estacamento al puerto se deriscó y se maltrató» (ídem, 73);
«Con el motibo tanbién de aver empezado, como se ha di-
cho, el verano temprano, especialmente en las cumbres y
costas meridionales de la isla» (Diario histórico I, 211). De
cumbre (del lat. culmen, -inis) ‘parte más elevada, cima’, por
antonomiasia.
derriscar. Arriscar, precipitar: «y las obexas q. se le deriscaron
no considero escapen nenguna» (Cartas, 25); «el barquero
dise q. a bisto deriscado el buei y el toro» (ídem, 81). Del can.
desriscar ‘ídem’, por cambio de prefijo.
Núm. 50 (2004) 193
40 MARCIAL MORERA PÉREZ

empleita. Encella, molde de estera de palma para hacer el que-


so: «en orden a los quesos q. dise Vmd. no se los calquen en
la enpleita y q. les echen mui poca sal asi se le asen pero le
digo de berda q. quedan mas peores» (Cartas, 83); «y no
calcandolos se asen mas delgados por lo mucho que ellos se
abaten en la enpleita» (ídem). De empleita (de en- y pleita)
‘faja o tira de esparto trenzada en varios ramales, o de pita,
palmas, etc., que cosida con otras sirve para hacer esteras,
sombreros, petacas y otras cosas’, por desplazamiento me-
tonímico.
encalar. Enlucir, poner una capa de mezcla a las paredes de las
casas: «encalándose también las salas de las avitasiones de
los presos» (Diario histórico I, 341); «En este verano encalé
por de dentro la sala principal» (Diario histórico II, 82).
Comp. de en- y cal.
encalimar. Cargarse el aire de calima: «La entrada del mes de
abril fue con un ardentísimo levante de sud encalimado»
(Diario histórico I, 252). Comp. de en- y calima.
fatiga. Desvanecimiento, desmayo: «no sacaron más que a la
muger (...) y el marido con bastante fatiga» (Diario, 95);
«murió Sor. Antonio Morales, monja clara, de rrepende, de
una fatiga que le dió en aquella noche» (ídem, 121). De fati-
ga (de fatigar) ‘molestia ocasionada por un esfuerzo más o
menos prolongado u otras causas’, por extensión semántica.
gorra. Prepucio, piel del glande: «se le puso una duresa grande
en la piel de la gorra que llaman» (Diario, 67). De gorra (de
or. inc.) ‘prenda de varias formas para abrigo de la cabeza’,
por aplicación metafórica.
halar. Tirar hacia sí de una cosa: «Se presentó Sebastián
Quevedo de Agalves, que está en medio del piná a jalar la
madera» (Diario, 111). Del término marinero halar (fr. haler)
‘tirar de un cabo, de una lona o de un remo en el acto de
bogar’, por extensión semántica.
lejío. Lugar alejado: «visitan los más remotos legíos, montes,
montañas, pinales y realengos de la ysla» (Diario histórico I,
329). Deriv. de lejos ‘a gran distancia’ y el sufijo –ío.
lidia. Trabajo duro: «lo q. siento mucho por la enfermedad de
agustin por quedarme solo con la tanta lidia como tengo»
194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 41

(Cartas, 54); «como los mosos se me fueron emos quedado


mui amarados con tanta lidia» (ídem, 94). Del can. lidiar ‘tra-
bajar afanosamente’.
lidiar. Trabajar afanosamente: «yo es berda q. ai algunos años
q. estado lidiando y coriendo con ganado bacuno» (Cartas,
137). De lidiar (del lat. litigare) ‘tratar con una o más perso-
nas que causan molestias y ejercitan la paciencia’, por exten-
sión semántica, muy prob. por influencia del port. lidiar
‘trabalhar’, ‘labutar’ (Alm.).
llano. Bancal o huerta grande: «agua para regar el llano de los
almendrero» (Diario histórico I, 282). De llano (del lat.
planus) ‘campo llano, llanura’, acaso por influencia del port.
chao ‘pequena terra arvorizada e regadia’ (Fig.).
lonja. Local destinado a la venta al por menor de pescado
salpreso: «abrieron los simientos de las lonjas de pescadería
y recoba» (Diario histórico I, 279). De lonja ‘tienda donde se
vendía cacao, azúcar y otros géneros’, por extensión semán-
tica.
lonjero. Persona que despacha en la lonja: «hubo un pleito en-
frente del pilar de Triana sobre amores con una lonjera»
(Diario, 116). Deriv. del can. lonja ‘tienda de ultramatinos’ y
el sufijo de sentido agentivo -ero.
lustrar. Almibarar dulces y bizcochos: «me rregaló la Abadesa
Bernarda con una fuente grande llena de viscochos lustra-
dos» (Diario, 80). Deriv. verbal de lustre (de lustrar) de la ex-
presión azúcar de lustre ‘azúcar molido y pasado por ceda-
zo’.
macho. En una huerta, surco principal: «le dió un asidente que
solía darle y cayó en un macho y la agua lo agogó» (Diario,
167). De macho (del lat. masculus) ‘animal de sexo masculi-
no’, por aplicación metafórica.
marisco. Zona rocosa del mar: «se notó que claro no claro el
dia, ya vían estado los 4 botes mui serca del Castillo de Sta
Ana o marisco de S. Telmo» (Diario, 135). De marisco (deriv.
de mar) ‘cualquier animal marino invertebrado, mucho del
cual vive en las rocas’, por desplazamiento metonímico.
mato. Arbusto: «creo q. se alongaria alcansar algun mato berde
a la bera del risco y despidio un risco mui grande» (Cartas,
Núm. 50 (2004) 195
42 MARCIAL MORERA PÉREZ

152). De matojo ‘planta de tallo bajo, ramificado y leñoso’,


por abreviación.
medianía. Zona situada entre la costa y la cumbre de la isla:
«hubo una buena cosecha de sevadas y demás semillas, que-
so, lana, etc., en la juricdi(c)ción de Teror y demás tierras de
medianía de la ysla» (Diario histórico I, 211). De mediania
‘término medio entre dos extremos’, por desplazamiento
metonímico.
mimo. Dulce hecho con clara de huevo y azúcar, cocido al hor-
no: «Por dos pesos y seis Rs en quatro libras de mimos al
mismo precio» (Cartas, 154). De mimo ‘cariño, halago o de-
mostración de ternura’, por aplicación metafórica.
monte. Elevación de terreno boscosa: «fué al monte mi hija, su
madre, su hermana y yo» (Diario, 7); «Encontinente mandé
al monte a mi hijo Pepe» (ídem, 11). Tal vez del monte de
monte alto ‘gran elevación natural del terreno poblada de
árboles’, por abreviación.
orchillero. Relativo a la orchilla: «fue presiso colgarse mi San-
tiago con dos cavos orchilleros» (Cartas, 23). Deriv. de orchilla
‘urchilla, especie de liquen de color gris blanquecino que cre-
ce en los riscos y peñas próximos al mar’ y el sufijo -ero. 2.
Recolector de orchilla: «tanbien me presisa abisarle a Vmd.
como distintos sugetos como son los orchilleros no los puedo
ser retirar de las breñas» (Cartas, 85). Del mismo origen que
la acepción anterior.
pajero. Sitio donde se guarda paja, forraje seco, aperos de la-
branza, etc.: «con el motibo de aver un pagero de 400 fane-
gas de trigo del mismo maiorazgo de Arucas, se abanzaron
a él» (Diario, 54); «Escritura (...) a favor de dicho señor de
una era cercada, con pajero» (Diario histórico I, 199). Deriv.
de paja (del lat. palea) ‘caña de trigo, cebada, centeno y otras
gramíneas, después de seca y separada del grano’ y el sufi-
jo -ero.
palote. Tallo del millo, generalmente seco: «tan solamente que-
daron aca los palotes q. se caen al pie de la grana los quales
hise magar» (Cartas, 53); «solo le quedaron los palotes los
que no daran nada» (ídem, 75). Deriv. de palo (del lat. palus)
‘trozo de madera, más largo que grueso, generalmente cilín-
196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 43

drico y fácil de manejar’ y el sufijo aumentativo -ote, por


extensión semántica.
pedrero. Albañil o mampostero: «se cayó un maestro pedrero te-
chando una sala terrera» (Diario histórico I, 286). Deriv. de
piedra ‘sustancia mineral, más o menos dura y compacta,
que no es terrosa ni de aspecto metálico’ y el sufijo –ero,
acaso por influencia del port. pedreiro ‘aquele que trabalha
em obras de pedra’ (Fig.).
picón. Arena volcánica: «Se votaron dentro para amasonarlos
peñas (...), ligando unas con otras con argamasa de arena
gruesa o picón» (Diario histórico I, 231). De picón (de picar)
‘que pica’, por desplazamiento metonímico.
pila. Vasija de piedra donde se echa de comer a los cerdos:
«murió de repente mi compadre Domingo el Andeano (...)
abriendo una pila para un cochino» (Diario, 166). De pila
(del lat. pila ‘mortero’) ‘pieza grande de piedra o de otra
materia, cóncava y profunda, donde se cae o se echa el agua
para varios usos’, por extensión semántica.
pomo. Zona del estómago que se descompone a consecuencia
de un susto, una preocupación, etc.: «Parche para poner en
el ombligo para fortalecer los nerbios de los hipocondrios y
asegurar el pomo» (Diario histórico I, 115). De posmo ‘ídem’.
portada. Puerta grande: «A mediados de este mes se concluyó
la portada de Triana» (Diario histórico I, 276). Deriv. de puer-
ta (del lat. porta) ‘armazón engoznado en un hueco que sir-
ve para impedir la entrada y salida’ y el sufijo –ado, acaso
por influencia del port. portada ‘porta grande e ornamenta-
da’ (Alm.).
rama. Conjunto de las hojas de las plantas: «en las palmas no
hai nenguna porq. como se pudrieron las batatas perdio-
se tanbien la rama» (Cartas, 42). De rama (de ramo) ‘cada
una de las partes que nacen del tronco o tallo principal
de la planta’, por extensión semántica, acaso por influencia
del port. rama ‘conjunto dos ramos e das folhas da planta’
(Alm.).
rancho. Grupo de personas: «Por empedrarme siete brasadas de
largo y dos y media de ancho mías un rancho de empe-
dradores dí dos pesos y medio» (Diario histórico I, 157). De
Núm. 50 (2004) 197
44 MARCIAL MORERA PÉREZ

rancho ‘junta de personas que toman a un tiempo la comida


llamada rancho’, por extensión semántica.
ratonera. Se dice de varias especies de plantas urticáceas. Ú. c.
t. c.: «se me rrecetó labatibas de malbas, yerba ratonera, miel
de caña y bastante aseite para el dolor» (Diario, 42). Deriv.
de ratón (lat. rato ‘ratón casero o campesino’) ‘mamífero roe-
dor de pequeño tamaño que vive en las casas y el sufi-
jo -ero.
reboso. Mar de fondo con pleamar muy viva: «hubo un gran
rreboso en el mar» (Diario, 91); «no avían visto los vesinos
de aquel barrio reboso tan grande» (Diario histórico II, 87).
De rebosar (del lat. reversare) ‘derramarse un líquido por en-
cima de los bordes de un recipiente en que no cabe’, por
extensión semántica.
recova. Mercado de comestibles: «en el mismo maio se pusie-
ron las puertas a la Recoba» (Diario, 57); «llenó una lonja
de la rrcoba» (ídem, 102); «Dicho día 3 se concluió la casilla
de la recoba» (Diario histórico I, 242). De recova ‘lugar pú-
blico en que se venden las gallinas y demás aves domésticas’,
por extensión semántica.
recovero. Vendedor de la recova: «murió Juana Correa, rre-
cobera, y en la misma recoba murió» (Diario, 166). Deriv. del
can. recova ‘mercado de comestibles’ y el sufijo de sentido
agentivo -ero.
ríspido. Se dice del vino cuando está agrio: «repono 6 pipas tres
pr. rispidos dos por sabio y una por agrio» (Cartas, 67). De
ríspido (del lat. re- e hispidus ‘áspero’) ‘áspero, violento’.
roza. Huerta: «platé luego unas pocas delante de la hermita y
unas poquitas q. quedaron las plante ariva en las rosas»
(Cartas, 63). De roza (de rozar) ‘tierra rozada y limpia de
matas que naturalmente cría, para sembrar en ella’, por des-
plazamiento metonímico.
santanero. Expósito, inclusero: «sucedió en la ciudad de la La-
guna de Tenerife uno de los casos más lastimosos con una
muchacha que llamaban la Confitera y hera santanera »
(Diario, 147). Deriv. de Santa Ana, nombre de la santa bajo
cuya protección se ponía en Gran Canaria a los niños expó-
sitos, y el sufijo -ero.
198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 45

sitio. Pequeña finca rústica cercana a la casa: «le toca por su


muger en un pedaso de sitios en el lugar de la Antigua»
(Diario histórico I, 202). De sitio ‘lugar o terreno determina-
do que es a propósito para alguna cosa’, por desplazamiento
metonímico.
taparrumbo. Tabla que tapa las cabezas de los toneles: «no
siendo clavos seguros les queda el taparunbo en la mano»
(Cartas, 111); «para segurar los tarumbos en tal puerto como
es el de las palmas lo menos que necesita cada pipa son 4
clavos» (ídem). Muy probabl. comp. de tapar y rumbo ‘cual-
quier agujero que se hace o se produce en el casco de la
nave’.
tilla. Caña o tira de madera que sirve de soporte a las tejas:
«puse la regita de hierro en mi pajar, teché con tilla» (Diario
histórico II, 118). De tilla ‘entablado que cubre una parte de
las embarcaciones menores’, por aplicación metafórica.
tomar. Beber: «dio una calda a las Capitas donde asistía, a cau-
sa de aver estado tomado de licores» (Diario, 57). De tomar
(de or. inc.) ‘comer o beber’, muy probabl. por influencia del
port. tomar ‘beber’ (Alm.).
trabucar. Naufragar, hundir: «se trabucó una lancha costera del
barco S. Rafael» (Diario, 111); «Y habiendose trabucado se
agogaron ocho de los pasageros» (ídem, 111-112). De trabu-
car (de tra-, por trans-, y buque) ‘trastornar, descomponer el
buen orden o colocación que tiene alguna cosa, volviendo lo
de arriba abajo o lo de un lado a otro’, por extensión semán-
tica, probabl. por influencia del port. trabucar ‘ir a pique (o
navio)’ (Alm.).
tuno. Se dice del higo de la tuna: «señaladamente de durasnos,
peras y higos tunos» (Diario histórico I, 340). De tuna (de
origen taíno) ‘higo de tuna’.
turrón. Pequeño dulce hecho especialmente de gofio y miel:
«Modo de haser el turrón de gofio» (Diario, 14). De turrón
(de or. inc.) ‘dulce, por lo general en forma de tableta, he-
cho de almendras, piñones, avellanas y nueces, tostado todo
y mezclado con miel y azúcar’, por extensión semántica.
viejo. Más adelantado en edad: «murió la chiquita de D. Domin-
go Romay, la más biejita de edad de cinco años mas o me-
Núm. 50 (2004) 199
46 MARCIAL MORERA PÉREZ

nos» (Diario, 166). De viejo (del lat. vetulus) ‘dícese de la per-


sona de edad’, muy probabl. por influencia de su cognada
port. velho ‘el más avanzado en edad’.
zafar. Terminar, concluir, dar fin: «si ubiera sido del morisco se
ubiera safado megor» (Diario, 58); «Mui Sr. mio ya Dios a
sido servido de aberme quedado safo » (ídem, 101); «un
poquillo está gramado y otro tanto le queda por gramar con-
forme safen las podas se gramara y lo mandare» (ídem, 118).
Del término marinero zafar (probabl. del ár. zah ‘desapareció’)
‘desembarazar, libertar, quitar los estorbos de una cosa o de
un sitio’, por extensión semántica.

c) La inmensa mayoría de los portuguesismos que aparecen


representados en nuestros textos se refieren a la morfología del
terreno, a la agricultura, a la flora y a la fauna, a la elabora-
ción del lino, a actividades cotidianas diversas, etc. Veamos cada
uno de ellos por separado:

aljorra. Tizón, hongo que ataca los cereales: «fue abundante


(...), limpio de aljorras y pulgón» (Diario histórico I, 228); «La
cosecha de granos menudos en las costas y medianías fue
más que mediana y limpia de aljorras» (ídem, 243); «ha caí-
do mucha aljorra a las mieses» (ídem, 279). Del port. alforra
(del ár. al-hurr ‘enfermedad inflamatoria’) ‘cogumelo micros-
cópico, que se desenvolve com a humidade das searas,
enegrecendo o grao quando vem o calor’ (Fig.).
aljorrar. Enfermarse de aljorra los cereales: «los tales quales pa-
nes que davan esperenza de algún socorro en dichas me-
dianías se aljorraron» (Diario histórico II, 44). Del port.
alforrar ‘criar alforra’ (Alm.).
arrendar. Cavar un terreno para quitar la hierba: «es berda q.
al cavo de ariva se le quedo un pedasillo sin cabar pero la
arendo temprano» (Cartas, 52); «yo tengo biñas a mi cargo
q. arendar y despapanar» (ídem, 140); «tengo trigo q. segar y
recoger a la era biña y biñas q. arendar» (ídem, 142). Del
port. arrendar (de redrar, por rudrar; del lat. rutrum) ‘redrar;
cavar segunda vez (vinhas ou milharais), para lhes tirar a
erva’ (Fig.).
200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 47

bicuda. Espetón, pez teleósteo: «ai le mando esa bicudita leche


unas piedritas de sal a ver si llega buena» (Cartas, 48). Del
port. (de bicudo) ‘peixe do Brasil e dos Açores, de bico
comprido e agudo’ (Fig.).
bubango. Calabacita cilíndrica de corteza verde y carne blanca:
«ban unas papas y bubangos» (Cartas, 19); «ban media fa-
nega de arvexas = unas papas quatro bubanguitos sevollas»
(ídem, 24); «ba mi conpadre oliva con las bestias quien lleva
unas papas dos bubangos = tres sestitos de fruta (...), y unos
cachos que ai» (ídem, 27); «ban unas papitas un bubanguito
y dos calabasitas berdes de guinea» (ídem, 47); «ban treinta
y dos quesitos y un bubango berde» (ídem, 80). Del port. de
Azores bogango ‘espécie de abóbara’.
callado. Canto rodado de playas y barrancos: «bien largo está
el callado adonde ponerlas» (Cartas, 83); «amanesió agogado
en el charco del agua dulce que está por detrás de Pepe
Santana de la casa, en el callado» (Diario, 131). Del port.
calhau pedaço de rocha dura’, ‘pedra solta’ (Fig.).
cantero. Maderos en que se asientan las pipas en la bodegas:
«estoi remendando pipas biejas siquiera para estar en el can-
tero» (Cartas, 60); «la una de ellas no se puede bullir del
cantero» (ídem, 75). Del port. de Madeira canteiro ‘traves de
madeira em que se colocam as pipas com os vinos’ (Vocabu-
lario madeirense).
cerne. Se dice de las cosas cuya sustancia está muy apretada:
«aquí able yo a uno si las q.ria sacar de biñatigo serne» (Car-
tas, 141). Del port. cerne (del lat. circe, -inis, ‘círculo’) ‘a par-
te interior e mais dura das árvores’ Fig.).
chazo. Remiendo, principalmente de madera, que se pone para
reforzar algo: «gaste en el tres dias para ponerle el durmien-
te nuevo dos chasos en al biga» (Cartas, 146). Del port. chaço
‘pedaço de madeira com que o tanoeiro aperta os arcos,
batendolhe com o maço’ (Alm.).
cherne. Pez marino teleósteo de color pardo grisáceo: «hubo una
grande historia entre el Diputado Peniche y Carrera y el
Corregidor D. Antonio Agirre, sobre un cherne fresco que un
soldado traiba» (Diario, 149). Del port. cherne ‘ídem’.
chícharo. Almorta: «puede Vmd. mandar dos o tres alms. de
Núm. 50 (2004) 201
48 MARCIAL MORERA PÉREZ

chícharos» (Cartas, 32). Del port. chicharo (lat. cicer, -eris)


‘ídem’ (Elucidário).
corsa. Rastra, narria: «Su parte de porte asta corsa de varco y
aljameles» (Diario histórico I, 113). Del port. corça ’ídem’
(Fig.).
coruja. Lechuza, ave rapaz nocturna: «y no se save si es gato o
es coruja qn. las mata» (Cartas, 78). Del port. coruja ‘ave
nocturna de rapina’ (Fig.).
enjillado. Marchito: «para conoser lo q. cada pion basia en el
sesto si traen algo berde o engillado» (Cartas, 82). Del port.
engelhar (de en- y gelha) ‘contrair; murchar’ (Fig.).
entullir. Cubrir o llenar totalmente con entullo: «se empesó a
trabajar de cal y piedra y entullirse los simientos de la obra»
(Diario histórico I, 229); «En principios de octubre se dio
principio a entullirse los simientos» (Diario histórico II, 102).
Del port. entulhar (del tulha ‘granel’) ‘encher de entulho’
(Alm.).
escorrozo. Ruido provocado por algo que no se ve: «sin haverse
persevido aquella noche en toda la ciudad el más mínimo
escorroso» (Diario histório I, 259). En relación con el port.
escorraçar ‘expulsar, afugentar batendo’ (Fig.).
farrobo. Algarrobo: «junto al farrobo (...) le dieron una pedra-
da» (Diario, 155). Del port. farroba ‘fruto da alfarrobeira’
(Alm.).
fechadura. Cerradura: «Las dos lasenas de pino de los gavinetes
me costaron ocho pesos con madera, menos fechaduras»
(Diario histórico I, 131). Del port. fechadura ‘ídem’ (Fig.).
fol. Odre hecho con una piel de cabra completa: «mandarame
quatro clavitos para clabarlo = y un poquito de hilo de
acareto para los foles» (Cartas, 28); «el quero lo sale no se si
podra serbir para un fol» (ídem, 79). Del port. fole (del lat.
follis) ‘talega de coiro’ (Fig.).
fonil. Embudo, tanto el doméstico como el de bodega: «el caño
pa. el fonil lo encarge Vmd. para q. me lo mande el Savado
q. biene» (Cartas, 26); «Remito el fonil y el carnerito del año
pasado» (ídem, 29). Del port. funil ‘ídem’ (Fig.).
forfolina. Se dice de la libra de unas dieciséis onzas: «A media-
dos de este mes se puso la postura a la libra forfolina de pan
202 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 49

floriado a tres quartos y medio» (Diario histórico I, 257). Del


folforinho de la combinación port. arrátel folforinho ‘libra es-
peciera’.
fornecer. Proveer: «este estaba fornecido para el dia siguiente
hirse a la costa» (Diario, 60); «y otro también costero que se
llamaba la Vosca, fornecido y todo» (ídem, 129). Del port. for-
necer ‘prover do necessário’ (Alm.).
frangollo. Millo o trigo triturado crudo para cocerlo: «yo puse
de mi suron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la
burra por no aver afrecho ni frangollo» (Cartas, 147). Del
port. frangolho (del lat. frangere ‘romper’) ‘trigo mal pisado ou
mal partido, com que se fazem papas’ (Fig.).
gomo. Gajo de naranja y otros frutos semejantes: «Se le quita
a la calabasa el gomo de dentro» (Diario histórico I, 109). Del
port. gomo ‘cada uma das partes destacabais de certos fru-
tos, como na laranja, por exemplo’ (Alm).
gramadera. Persona que maja el lino con la agramadera:
«a Señora que mande algo de pescado para las gramaderas
de lino» (Cartas, 71). Deriv. del port. can. gramar ‘majar el
lino’.
gramar. Majar el lino con la agramadera: «a Señora q. le
gramaron = 19 dosenas de lino» (Cartas, 23); «otro poquito
de lino se gramó» (ídem, 24); «darles de comer y beber a las
q. graman» (ídem, 118); «un poquillo esta gramado y otro
tanto le queda por gramar conforme safen las podas se
gramara y lo mandare» (ídem). Del port. gramar ‘ídem’.
gual. Se dice de una variedad de uva blanca de bago pequeño,
que da un caldo de buena calidad: «se an comensado las
bendimias la primera fue en la cañada Salvador quito los
guales y lo mas presiso que se perdia» (Cartas, 145). Del port.
boal (de boa) ‘diz-se de uma variedade de uva branca e doce’
(Fig.).
jurar. Perforar: «me juraron la pare por el mogine trasero» (Car-
tas, 55). Del port. furar (del lat. forare) ‘abrir furo ou furos
em’ (Alm.).
laja. Piedra plana: «el otro bote fué a la Laja y se sacó un bar-
co nuevo que estaba alli dando fondo» (Diario, 144); «la sa-
cada de cada una a 11 quartos de dicho vellón y la de lajas
Núm. 50 (2004) 203
50 MARCIAL MORERA PÉREZ

(...) a 2 de plata» (Diario histórico I, 161). Del port. laja


‘ídem’.
legume. Legumbre: «todos an senbrado su lino y trigo y le-
gumes» (Cartas, 106); «la quenta de toda la semilla de trigo
y legume le yra el savado» (ídem, 113); «Vmd. tiene alla la
quenta de legumes» (ídem, 147). Del port. legume (del lat.
legumen) ‘fruto comestível das plantas leguminosas’ (Fig.).
malamañado. Desmañado, torpe: «en orden a los queros no los
an querido llebar porq. disen q. son mal amañados para
llebar» (Cartas, 134). Del port. malamanhado ‘maljeitoso’
(Fig.).
millo. Maíz: «en quanto al millo q. toco fueron seis fanegas»
(Cartas, 42); «para ver si quería dar una declaración del es-
tado en que se hallaba el pueblo de trigo, millo y sebada»
(Diario, 134); «fue preciso arar muchos sercados para poner-
los de millo» (Diario histórico I, 211); «todos aquellos millos
de sequero que cogió ia grandecitos» (ídem, 228). Del port.
milho ‘ídem’.
paior. Depósito de provisiones: «conforme escurese la noche q.
no se ve grano de trigo por las mochas q. ai en el paior»
(Cartas, 102). Del port. paiol (cat. paiol) ‘depósito de provisoes
alimentares ou bagagens’ (Alm.).
picuda. Espetón: «vey sacar en el puerto de la Luz un lance de
red o chinchorro y en él más de mil picudas» (Diario histó-
rico I, 302). Del port. bicuda ‘ídem’.
quejo. Quejada: «se hiso una herida en el quejo de la barba»
(Diario, 150). Del port. queixo ‘maxila dos vertebrados’ (Fig.).
salón. Capa de tierra arcillosa: «de medio patio ariva es todo un
salón o risco» (Cartas, 36). Del port. salao (lat. sabulone ‘are-
na gruesa’) ‘terreno arenoso e barrento’ (Alm.).
sanguino. Árbol copudo de cinco a ocho metros de altura: «creo
q. fue por aber comido alguna rama de sanguino» (Cartas,
144); «la res que come el biñatigo o sanguino neguna sirve
para aprovechar» (ídem). Del port. sanguinho ‘árvore da fa-
milia das Ramnáceas’ (Elucidário).
solladía. Entarimado: «cada tabla de solladía labrada y clavada
un real de plata» (Diario histórico I, 119). Deriv. del port. can.
sollado ‘ídem’ y el sufijo –ío.
204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 51

sollado. Piso de madera, entarimado: «Advertencia: grueso de


una tabla para sollado» (Diario histórico I, 120); «ajusté con
una compañía de aserradores todos los hilos, así de tablas
de sollado como tablones, vigas, etc.» (ídem, 161). Del port.
soalhado ‘pavimento de madeira’ (Alm.).
sollar. Entarimar, cubrir el suelo con tablas: «hize tablar y sollar
dicha sala» (Diario histórico II, 82); «en mi casa principal de
dicho Teror se sollaron las dos salitas nuevas» (ídem, 189).
Del port. soalhar ‘pôr soalho em’.
sorribar. Romper un terreno: «hoy Juebes nos aguantamos
quinse hombres a sorivar en la guerta y se sorivo como la
mita de lo que presisava» (Cartas, 41); «lo q. le quede q.
sorribar q. presisa llevara otros quinse piones» (ídem); «en
quanto a la guerta ya esta sorivada pero siempre le queda-
ron tres o quatro toscas» (ídem, 42). Del port. surribar (lat.
sub- y ripa) ‘descruar un terreno’ (Alm.).
terrero. Se dice de la casa de una sola planta: «Escritura fecha
por el ayudante (...) a favor de dicho señor (...), de una casa
terrera» (Diario histórico I, 199); «se cayó un maestro pedre-
ro techando una sala terrera» (ídem, 286). Del port. terriero
‘o mesmo que térreo: casa terreira’ (Fig.).
tostón. Moneda de valor equivalente a la peseta columnaria: «y
le vendí a uno de los mercantes media pipa de vino encas-
cado en 27 ps. y un tostón» (Diario, 5); «le dió un tostón a
la que llevó la niña» (ídem, 52); «fue presiso poner la postu-
ra a dies y ocho quartos del quartillo de vino de vellón co-
rriente, a tostón la del aguardiante» (Diario histórico II, 72).
Del port. tostão (del fr. teston) ‘antiga moeda portugesa
equivalente a des centavos’ (Alm.).
tostonera. Se dice de cierto tipo de helecho: «la hierva tostonera
no la mando ahora porque yo mismo sali y no di con ella»
(Cartas, 37). Deriv. del port. can. tostón ‘moneda de valor
equivalente a una peseta columnaria’ y el sufijo -ero, por alu-
sión al parecido de la hoja de la planta designada con esta
moneda.
toza. Tronco de árbol cortado: «Una compañía de aserradores
aserró en quatro días y medio quatro tosas de a palmo y
medio de ancho» (Diario histórico I, 121). Del port. touça
Núm. 50 (2004) 205
52 MARCIAL MORERA PÉREZ

‘parte de uma planta, especialmente árvore, que compreende


as bases do caule e da raiz’ (Alm.).
traza. Larva que corroe determinados alimentos o la madera:
«ya no sirve ni la mitad porq. esta echo un cascaron de la
polilla y la trasa» (Cartas, 33). Del port. traça (ár. tahriza ‘pul-
verizar’) ‘designação extensiva especialmente aos insectos no-
civos que atacam, roendo, sementes, peles, madeiras, etc.’
(Alm.).
trazar. Roer la traza el papel, la madera, la piel, los granos, etc.:
«ai mucha palomilla y trasa q. pienso q. sera quien lo atra-
sado» (Diario, 101); «el que tubiere otro mejor lo puede guar-
dar para sembrar y comer deste por tener mucho trasado»
(ídem, 102). Del port. traçar ‘ser roído pela traça’ (Alm.).
vengar. Empezar a formarse el fruto: «los árboles frutales con
el favor del calor y falta de eladas vengaron mui bien sus
frutos» (Diario histórico I, 301). Del port. de Madeira vingar
(lat. vindicare) ‘crescer’ (Falares da ilha).
verga. Hilo metálico grueso: «se pusieron las vergas en la puer-
ta del armacén y puerta del mar» (Diario, 117). Del port.
verga (lat. virga) ‘barra delgada de ferro’ (Alm.).
viñátigo. Árbol de la familia de las lauráceas: «aquí able yo a
uno si las q.ria sacar de biñatigo serne» (Cartas, 141); «la res
que come el biñatigo o sanguino nenguna sirve para apro-
vechar» (ídem, 144). Del port. vinhatico (lat. vineaticus)
‘árvore leguminosa do Brasil e dos Açores’ (Fig.).

d) Los guanchismos documentados en el texto pertenecen,


como casi todo el material léxico heredado por el español isleño
de la lengua canaria prehispánica, al mundo de rural. Son los
siguientes:

baifo. Cría de la cabra: «de las crias deste año estan onse baifos
quatro machos y siete hembras» (Cartas, 17); «es como quien
quita un baifo a medio mamar» (ídem, 39); «tanpoco se los
baifos q. tienen desta cria las cabras ni mias ni suias» (ídem,
44); «mi compadre perera le tiene dos baifos deste año»
(ídem, 88). Según Wölfel, del bereber beyyew ‘ser sin cuerno’
(Monumenta).
206 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 53

gofio. Harina gruesa de granos tostados: «me parese q. en todo


mayo no tenemos gofio nuevo» (Cartas, 44); «yo puse de mi
surron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la burra
por no aver afrecho ni frangollo» (ídem, 147); «me prestó el
viato Francisco Carme media fanega de gofio para pagársela
en el tiempo de la cosecha» (Diario, 21); «se esperimentó en
esta ysla una escases apretante de granos y por consiguiente
de pan y gofio» (Diario histório I, 297-298); «la libra de pan
a medio tostón y a proporción el gofio de millo» (Diario his-
tórico II, 209). Según Ahmed Sabir, podría estar relacionada
con el bereber buffi ‘sopa hecha a base de harina gruesa de
granos’17.
gofiero. Persona que hace el gofio: «mató en el mismo molino
a un gofiero, ya hombre anciano» (Diario, 35). Deriv. del
guanchismo gofio ‘harina gruesa de granos tostados’ y el
sufijo -ero.
gomero. Natural de la isla de La Gomera: «Mi conpadre Ma-
nuel gomero de un pedaso paga beinte de plata» (Cartas, 22).
Probablemente del bereber gumara ‘determinado pueblo del
norte de África’.
jairo. Se dice de la cabra doméstica. Ú. t. c. s.: «en quanto a
las cabras jairas ya las abian buelto a echar con las nues-
tras» (Cartas, 49); «la jaira se la mandé con Joseph de sosa»
(ídem, 77); «tnabien se la ban cogiendo y dandosela a sus
jairos» (ídem, 107). Según Wölfel, relacionada con la voz
hausa ara-ara ‘carnero’, ‘oveja’, ‘cabra’ (Monumenta).

e) Por lo demás, también se detecta algún que otro caso de


andalucismo, como guinea ‘variedad de calabaza larga y cur-
vada, con pulpa muy amarilla: «ban unas papitas un buban-
guito y dos calabasitas berdes de guinea» (Cartas, 47)’, afrecho
‘salvado: «yo puse de mi suron el gofio para aserles pagada a la
hiegua y a la burra por no aver afrecho ni frangollo» (ídem,
147)’; «apenas las bullan se hasen los arcos un afrecho» (ídem,
63), cortijo ‘finca grande con casa: «vendió (...) doze fanegadas

17
Las Canarias preeuropeas y el norte de África. El ejemplo de Marrue-
cos. Paralelismos lingüísticos y culturales, Rabat, 2001, p. 166.

Núm. 50 (2004) 207


54 MARCIAL MORERA PÉREZ

de tierra, parte de las que componían el cortijo que éste tenía


en Miraflor» (Diario histórico I, 147)’, destalaje ‘desorden, des-
barajuste: «no es su amo dueño de guareser una fruta y lo mis-
mo en madurando las ubas que es mucho el destalaje» (Cartas,
85)’; escobón ‘arbusto leguminoso de flores amarillas: «planté los
limoneros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones»
(Diario histórico I, 287)’, tarajal ‘arbusto tamariscáceo: «En este
mes se plantó la Alameda y tarajales que están a la entrada de
la portada de Triana» (Diario histórico II, 24)’; americanismo,
como papa ‘patata: «ban media fanega de arvexas = unas papas
quatro bubanguitos sevollas» (Cartas, 24)’; voces del oriente pe-
ninsular, como pantana ‘fruto de la pantanera: «ban dos cachos
una calabasa = un bubanguito berde y dos pantanitas» (Cartas,
71)’; galicismos, como malpaís ‘coladas lávidas basálticas de su-
perficie irregular que hace difícil el tránsito sobre ellas: «Cada
jubrón labrado y sentado para empesgado de malpaís un real
de plata» (Diario histórico I, 119)’, jubrón ‘madero que va de la
viga cumbrera a las soleras laterales’.

5. CONCLUSIONES

Tres son las conclusiones más importantes que se derivan de


nuestro estudio anterior:
Primero, que en el siglo XVIII el español de Canarias había
adquirido ya los principales rasgos fónicos, gramaticales y léxi-
cos que va a presentar en la época contemporánea: aspiración
de la /-s/ implosiva, neutralización de la oposición de líquidas /r/
-/l/ en posición implosiva, diptongación de hiatos, aspiración de
la consonante velar tensa castellana /x/, pérdida de la /-d-/
intervocálica, reducción de determinados grupos consonánticos,
neutralización de la oposición pronominal vosotros/ ustedes, a
favor del segundo elemento, aparición del diminutivo de respec-
to cariñoso, paradigmas léxicos plagados de neologismos,
portuguesismos, guanchismos, etc.
Segunda, el habla de la ciudad de Las Palmas de Gran Ca-
naria, con su diminutivo de respeto cariñoso, frecuentes casos
de leísmo, sistemática neutralización de la oposición de líquidas
208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 55

/l/-/r/, altísima frecuencia de uso del pretérito imperfecto de sub-


juntivo en –se, etc., es mucho más innovadora que el habla
tinerfeña que reflejan las cartas de Silvestre Izquierdo.
Tercera, la presión de la norma estándar sobre el español
canario es mucho menos asfixiante que lo que va a ser en los
siglos XIX y XX, en que erradicará del habla de las islas la as-
piración de la /h-/ procedente de /f-/ inicial latina, el uso del
futuro imperfecto de subjuntivo, los usos direccionales de la pre-
posición contra, gran cantidad de las voces canarias de proce-
dencia portuguesa, guanche, morisca, etc., restituirá determina-
dos grupos consonánticos, obligará a anteponer los pronom-
bres complementarios al verbo, salvo en determinados contex-
tos, etc., etc. En realidad, la Real Academia no había alcanzado
todavía el nivel de predominio que lograría después.

Núm. 50 (2004) 209


32 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

de los rasgos de las variedades hispánicas meridionales de la


Península se incorporen elementos de otro origen, primordial-
mente de las lenguas del occidente ibérico, del español de
América y, en menor medida, del sustrato prehispánico in-
sular.
Junto a la localización geográfica y la historia, el medio
físico será también otro factor que condiciona la formación
y evolución de las hablas canarias. Una isla constituye un
territorio unitario y singular, cerrado en sí mismo, y se ha
comprobado que lingüísticamente las Islas presentan una di-
námica propia: son territorios que reciben rápidamente las
innovaciones que se producen y, a su vez, manifiestan un
apreciable conservadurismo. De esta suerte, una isla es una
especie de laboratorio lingüístico donde se pueden encontrar,
juntamente con elementos actuales, tendencias fonéticas, léxi-
cas y de otra índole ya desusadas en áreas metropolitanas o
en zonas que reciben su influencia, hecho que se da en las
hablas canarias.
En los últimos treinta años se ha conseguido reunir una
amplia y diversificada nómina de estudios sobre el español
de Canarias, que nos sirven para conocer los hechos fonético-
fonológicos, morfosintácticos, léxicos y semánticos que carac-
terizan a esta variedad hispánica. Poco tiempo atrás, sin
embargo, la situación era bien diferente. Hasta fines de la
década de los cincuenta, la carencia de información y de in-
vestigaciones integrales sobre las hablas del Archipiélago es
notoria y por ello resulta frecuente encontrar que el corres-
pondiente comentario acerca de esta modalidad se resuelva
entonces de modo escueto y rápido, remitiendo a la necesi-
dad de estudios posteriores de mayor enjundia. Como muestra
de ello basta ver las palabras con las que tanto Vicente Gar-
cía de Diego como Alonso Zamora Vicente abren el capítulo
dedicado a las hablas insulares en sus conocidos manuales
de dialectología española. Pero veamos cuál ha sido la tra-
yectoria histórica de estos estudios y la dirección de sus apor-
taciones.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 33

Los estudios del español de Canarias comienzan en el año


1846, fecha en la que Sebastián de Lugo parece haber redac-
tado su Colección de voces y frases provinciales de Canarias.
Con anterioridad a esta contribución, las únicas referencias
sobre el español canario, escasas en número y orientadas ex-
clusivamente hacia la parcela del léxico, se encuentran dise-
minadas en trabajos históricos, etnográficos y científicos de
los siglos xvi al xix. Especialmente interesantes a este respec-
to son los apuntes lingüísticos que José de Viera y Clavijo
recoge en su Diccionario de historia natural \ El carácter es-
pecíficamente científico de esta obra no constituye ningún
obstáculo para que figuren en ella diversos datos sobre el vo-
cabulario insular, y así, además de una amplia muestra de
provincialismos, podemos encontrar aquí información especí-
fica sobre la distribución geográfica de algunas unidades, co-
mentarios sobre la procedencia lingüística de determinadas
formas, e hipótesis etimológicas para explicar, no siempre con
buena fortuna, el origen de ciertos términos. Sin embargo,
tendrá que llegar la contribución de Sebastián de Lugo para
que podamos hablar de trabajos en los que la descripción del
español de Canarias no es un asunto tangencial sino central
y único.
La Colección de voces y frases provinciales de Canarias2
de Lugo, que constituye el primer repertorio léxico de las ha-
blas del Archipiélago y también uno de los más tempranos
del español dialectal, no es otra cosa que lo que el título re-
coge, esto es, un catálogo de casi un centenar de cédulas lexi-
cográficas, y se encuentra lejos de ser una obra de gran enjundia
filológica y de notable aportación de materiales. Pero, a pe-

1
(Ed. dirigida y prologada por M. Alvar), Excma. Mancomunidad de Ca-
bildos, Las Palmas de Gran Canaria, 1982.
2
El manuscrito de la Colcczión de vozes i frases provinciales de Canarias
fue conocido por Bartolomé José Gallardo, que lo reprodujo, y la copia de éste
llegó a manos del Conde de la Vinaza, académico, que lo entregó para su pu-
blicación en el Boletín de la Real Academia Española, en el que vio la luz en
1920 (vol. VII, cuad. XXX11I, págs. 332-342). En 1946, con ocasión del primer
centenario de la Colección, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
La Laguna publica la magnífica edición anotada realizada por José PÍBEZ VIDAL.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
34 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

sar de su carácter humilde y breve, la Colección posee valores


indiscutibles y uno de ellos es el apreciable deseo del autor
de ofrecer definiciones ajustadas de las diferentes voces y fra-
ses. Para ello, Lugo se valdrá de distintos medios. De un lado,
proporcionará el valor distribucional de las unidades y, así,
anota que el término enjillado "se dize de la fruta", que la
voz empeñado "se dize de las maderas" al igual que chazo
y zerne, y que el elemento pilla "no se dize de los granos, pe-
ro sí de la leña, pescado y otros objetos". De otro lado, no
dudará en ofrecer las distintas voces y frases dentro de una
expresión dialectal amplia, para así acercarse al valor de los
elementos; y, además, consignará el sentido figurado de aque-
llas voces que lo tienen.
Esta contribución de Lugo abre una etapa que llega apro-
ximadamente hasta 19403. En este período de casi cien años
irán apareciendo diversos trabajos, algunos insuficientemente
conocidos, que presentan los rasgos comunes de ser aporta-
ciones poco profundas, temáticamente orientadas hacia el aná-
lisis del léxico y realizadas, en muchos casos, por personas
ilusionadas e inquietas, pero que no siempre poseen forma-
ción lingüística especializada.
Muy poco conocida es la labor de José Agustín Álvarez
Rixo. Habiendo tenido noticia de que la Real Academia Es-
pañola trataba de hacer una nueva edición del Diccionario de
la lengua, y con la finalidad de contribuir de alguna forma
en el proyecto, este autor publica en 1868 un artículo periodís-
tico en el que relaciona 16 voces canarias, que considera dig-
nas de ser incluidas en el Diccionario académico*. Estos
términos los toma Álvarez Rixo de su obra Voces, frases y
proverbios provinciales de nuestras Islas Canarias, con sus de-

. » Cfr. CARMEN DÍAZ ALAYÓN, "LOS primeros repertorios léxicos canarios",


Anuario de Letras (Universidad Autónoma Nacional de México), número en prensa.
* Cfr. "Vocablos isleños", El Time (Santa Cruz de la Palma), año V, núm.
232, 22 de mayo de 1886. Las voces aquí recogidas son altean, barbusano, barga-
do, daca, cosco o cofe-cofe, escán, esteo, gánigo, goro, moriángano, orcaneja, pe-
renquin, sato, tormo y viñátigo.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 35

rivaciones, significados y aplicaciones5, que nunca llega a


publicar y que supera claramente a la Colección de Lugo tan-
to en la cantidad de materiales inventariados como en el tra-
tamiento de los mismos. Por primera vez, aquí vamos a ver
nítidamente diferenciados los diferentes aportes del vocabula-
rio del español canario. Junto a un caudal léxico mayoritario
de origen castellano, Álvarez Rixo señala la presencia nota-
ble de voces de procedencia portuguesa, de términos legados
por las lenguas prehispánicas y de un pequeño conjunto de
unidades berberiscas. Además, se profundiza en el campo
de la geografía lingüística, que había tenido en Viera y Cla-
vijo un notable precedente, y gracias a Álvarez Rixo conoce-
remos, entre otras enseñanzas a este respecto, que la voz
guachajisco es característica de Gran Canaria, que los térmi-
nos ruama y nébeda son propios de La Palma, que la unidad
taro únicamente se encuentra en Lanzarote y Fuerteventura,
y que el uso del elemento tamasaide está restringido al habla
de La Gomera.
Al siglo xix pertenecen también los repertorios léxicos
de Zerolo y Pérez Galdós 0 . En 1897, Elias Zerolo publica en
París su trabajo Legajo de varios, obra en la que reúne artícu-
los de carácter histórico, biográfico, literario y periodístico.
Relacionado con el español de Canarias está uno de ellos ti-
tulado "La lengua, la Academia y los académicos"7, en el
que Zerolo, después de hacer un comentario de los rasgos de
la lengua y el papel que desempeña la labor académica, rese-
ña el libro Voces nuevas en la lengua castellana de Baldomero

5
Edición con estudio, notas e índice por CARMEN DÍAZ ALAYÓN, Santa Cruz
de Tenerife, 1989, inédito.
* También pertenece a esta época el "Vocabulario guanchinesco" que CARLOS
PIZARROSO Y BELMONTE publica como apéndice final de su libro Los aborígenes ca-
narios, Santa Cruz de Tenerife, 1880, págs. 153 y sigs., en el que proporciona un
conjunto de 224 nombres prehispánicos. Especial interés tienen las voces que Pi-
zarroso cataloga como guanchismos supervivientes en el español de Canarias, pero
se trata de un inventario que hay que manejar con prudencia, ya que se incluyen,
junto a voces indígenas indudables como perenquén, tafor, tagasaste, gánigo y
tajinaste, elementos que no es posible considerar prchispanismos, como médano,
garajao, guelde, ñame y ¡abobo.
' págs. 105-178.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
36 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

Rivodó 8 . Convencido de que el Diccionario académico no


puede limitarse a términos estrictamente castellanos y que se
ha de dar entrada a las voces "bien formadas" que sean ge-
nerales en cualquier región importante de España y en los
demás países que hablan nuestra lengua, Elias Zerolo adjunta
un repertorio de voces y expresiones usuales en Canarias,
muchas de las cuales deberían figurar, según su criterio, en
el léxico oficial. Ello le da ocasión para hacer un breve pero
atinado comentario de algunos aspectos del vocabulario insu-
lar, donde destaca, junto a otros extremos, la existencia de
arcaísmos, el contado número de vocablos genuinamente pro-
vinciales, la contribución canaria al léxico del español de Amé-
rica y la presencia de voces ultramarinas introducidas por
los indianos en el habla isleña.
El repertorio de Pérez Galdós 9 , por su parte, presenta
unas características diferentes. Aquí podemos encontrar unos
materiales más amplios, puesto que frente a los 135 artículos
aportados por Zerolo, la contribución del novelista recoge 442
artículos. Las características de la obra evidencian que el ob-
jetivo de Pérez Galdós no es la realización de un trabajo de
gran calado lingüístico; se trata simplemente de una colección
de voces canarias y por ello la mayoría de las formas —apro-
ximadamente un 60% del total— vienen sin definir y en el
resto de ellas la definición es muy escueta.
En las primeras décadas del siglo xx continuarán apare-
ciendo diversas contribuciones sobre el español de Canarias,
claramente diferentes en dirección y profundidad 10. Entre

« París, 1889.
9
El manuscrito se conserva tn el Museo Canario de Las Palmas, juntamente
con otros documentos del novelista que sus familiares legaron a esta institución.
La obra será publicada en la colección "Biblioteca Canaria" bajo el título Voces
eanarías recopiladas por Galdós, a continuación de Voces y frases usuales de Cana-
rias de ELIAS ZEROLO (Santa Cruz de Tenerife, s.a. [1932]).
10
MANUEL PICAR, en su obra Ageneré (Las Palmas de Gran Canaria, 1903)
inserta un repertorio corto y desordenado de términos y expresiones canarias. Tres
años más tarde, en 1908, José FRANCHY Y ROCA publica en el semanario madrileño
Las Canarias y nuestras posesiones africanas (núm. 780, 7 de mayo) un articulo
titulado "Cómo se habla en Canarias".

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 199 0 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CAN ARIAS 37

ellas se encuentra la obra de Juan Reyes Martín Serie de bar-


barismos, solecismos, aldeanismos y provincialismos que se
refieren especialmente al vulgo tinerjeño, un trabajo no su-
ficientemente valorado, en el que se ofrecen materiales de
verdadero interés, que no se limitan a cuesitones de vocabula-
rio porque también se tocan aspectos morfosintácticos y se
señalan comportamientos fonéticos. Los planteamientos y las
intenciones del autor quedan manifiestos desde las primeras
líneas del trabajo, donde defiende con calor la pureza de la
lengua y arremete contra los frecuentes vicios de todo tipo
que desfiguran "nuestro rico y pomposo idioma", convirtién-
dolo "en ridicula y desapacible monserga". Reyes Martín está
firmemente convencido de que las personas sin instrucción
lingüística necesitan un guía que les señale los errores y les
muestre las formas legítimas de la lengua que deben reempla-
zarlas, planteamiento que constituye la génesis de su obra.
La orientación didáctica que Reyes Martín da a su trabajo
lo lleva a adoptar una estructuración directa, manejable y fá-
cil, disponiendo el material en dos columnas emparejadas;
en la columna de la izquierda, bajo el epígrafe No digáis,
se relacionan las formas "incorrectas", y en la columna de la
derecha, bajo el epígrafe Decid, se consignan las formas co-
rrectas y autorizadas. El autor acierta al señalar la incorrección
de algunos fonetismos y expresiones, pero no puede ocultar
sus prejuicios con respecto a un amplio conjunto de vocabu-
lario tradicional canario. A pesar de que advierte que la in-
clusión en la columna No digáis no implica una proscripción
absoluta de dichos vocablos, sino una mera insinuación de
conceder la preferencia a las palabras que considera más cul-
tas, corrientes y en armonía con el uso, la etimología y las
exigencias del lenguaje, y aunque señala, además, que las le-
yes de la estética y el progreso imperan también en el campo
de la filología, es evidente que, bajo su perspectiva, un nú-
mero considerable de términos tradicionales de las hablas del
Archipiélago resultan malparados. Limitándonos a unos po-
cos ejemplos ilustrativos, Reyes Martín aconseja a los cam-.
pesinos isleños que eliminen de su jerga rústica voces tan

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
38 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

arraigadas como perenquén, baifo, goro, guiñe, entallo, talla


y magua y que las sustituyan, respectivamente, por las formas
salamanquesa, choto, pocilga, buitre, escombros, alcarraza y
desconsuelo. De igual modo, sugiere sustituir el término em-
bozada — frecuente no sólo en Canarias sino también en otras
áreas de la Península — por la expresión porción de algo que
se coge entre las dos manos unidas y ahuecadas, con lo que
la frase le dio una embozada de trigo debe reemplazarse, se-
gún su criterio, por le dio la porción de trigo que cogió entre
las dos manos unidas y ahuecadas. En cualquier caso, al mar-
gen de los puntos de vista de su autor, los materiales reunidos
en este trabajo son interesantes y aprovechables para el cono-
cimiento del vocabulario insular.
Además de esta aportación de Reyes Martín, en las pri-
meras décadas del siglo xx posee especial relevancia la obra
de los hermanos Millares Cubas. Luis y Agustín Millares Cu-
bas publican en 1924 su trabajo Léxico de Gran Canaria",
que con casi cinco centenares de artículos entre voces y ex-
presiones constituye el inventario más completo realizado has-
ta entonces. Esta obra es el resultado de una labor de muchos
años dedicada a la recogida de materiales procedentes de di-
versos niveles de habla, y la limitación al vocabulario de un
territorio específico — la isla de Gran Canaria — obedece a ra-
zones de incapacidad para realizar con rigor un repertorio que
comprendiese todas las hablas del Archipiélago, proyecto
que los autores apoyan firmemente. Además, los Millares Cu-
bas aprovechan el prólogo para señalar que el suyo no es un
trabajo filológico, sino un recuento de voces y expresiones
populares, curiosas y humorísticas, que desean que sirva para
recordar a las jóvenes generaciones canarias cómo hablaban
sus abuelos. Sin embargo, es evidente que los autores tratan
los materiales recogidos con esmero, intentando analizarlos
de acuerdo con sus posibilidades, y prueba de ello es la clasi-
ficación de las formas en nueve apartados atendiendo a su

11
Las Palmas de Gran Canaria.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CAN ARIAS 39

procedencia12. En 1932, ocho años más tarde, Agustín Milla-


res Cubas publica una refundición del trabajo con el título
Cómo hablan los canarios, insistiendo en el prólogo en pre-
sentarse como ignorante y raso en gramática y filología, en
reclamar para la obra su verdadero carácter — esto es, un li-
bro pour rire— y en valorar las perspectivas de algunos crí-
ticos, que han juzgado el trabajo no por lo que es sino por lo
que para el sentir ajeno parece ser, como un caso de espejis-
mo. No obstante, la reseña que Max L. Wagner 13 hace de la
edición de 1924 destaca la relevancia de la aportación por
cuanto es escaso el conocimiento del vocabulario canario que
hasta entonces se posee.
La contribución que cierra esta primera etapa de estudios
sobre el léxico del español de Canarias es el Vocabulario eti-
mológico de voces canarias de José Valenzuela Silva 14, una
obra que incide en los conocimientos que ya se poseen. Este
estudio, que alcanza a algo más de dos centenares de formas,
se centra primordialmente en el aspecto etimológico y la pro-
cedencia de las voces. El buen conocimiento que Valenzuela
tiene del andaluz le permite establecer fácilmente las relacio-
nes entre esta modalidad y la canaria, pero no siempre le
acompaña la razón en las hipótesis etimológicas que propone,
como puede verse en las voces totizo, conduto, jaira y traquina.
A partir de los primeros años de la década de los cuaren-
ta, los estudios del léxico empiezan una nueva etapa —níti-
damente diferenciada de la anterior— que llega hasta nuestros
días. Ahora, las investigaciones sobre el vocabulario del es-
pañol de Canarias, ya en manos de auténticos especialistas,

11
Arcaísmos; deformaciones de palabras castellanas, usuales y corrientes; pa-
labras castellanas desviadas de su primitivo significado o empleadas con una acep-
ción distinta a la gcnuina; voces de origen galaico-portugués; términos procedentes
del idioma guanche; americanismos, vocablos importados de la costa de África por
los marinos costeros; voces provenientes del léxico de la gente del mar; y térmi-
nos de ignorado origen.
13
Cfr. "Notas bibliográficas", Revista de Filología Española, XII, 1925,
págs. 78-86.
" Las Palmas de Gran Canaria, 1933.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
40 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

entran en una dinámica intensa y fecunda, ganando manifies-


tamente en diversidad y profundidad.
Los estudios de Juan Álvarez Delgado 15 , Gerhard Rohlfs10,
Dominik Josef Wólfel17, Max Steffen18 y Manuel Alvar 19,
entre otros, supondrán un apreciable acercamiento a los ele-
mentos de origen prehispánico que perviven en las hablas del
Archipiélago. Gracias a ello, es posible disponer ahora de in-
teresantes datos sobre la dispersión espacial y la vitalidad de
estos materiales. Así, sabemos que, frente a un grupo reducido
de elementos de distribución general o casi general20, los pre-
hispanismos, en su mayoría, se encuentran restringidos al habla
de una o dos islas 21 ; y también sabemos que, en cuanto a su
vitalidad en el uso, muestran tres tendencias definidas: mien-
tras que unos términos presentan un apreciable arraigo22, en
otras voces se advierte un progresivo debilitamiento23 y otros
elementos ya han desaparecido del vocabulario activo o están a

15
Cfr. Miscelánea Guanche, Santa Cruz de Tenerife, 1941; Puesto de Cana-
rias en la investigación lingüística, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna,
1941; "Voces de Timanfaya" y "Chajasco", Revista de Historia Canaria (Univer-
sidad de La Laguna), VIII, 1942, págs. 3-13 y 244-247; "Tabona", Revista de
Historia Canaria, IX, 1943, págs. 202-209; "Ecero", Revista de Historia Canaria,
XI, 1945, págs. 408-416, y XII, 1946, págs. 10-16, 152-165 y 282-300; "Notas
sobre el español de Canarias", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares,
III, 1947, págs. 205-235.
16
Cfr. "Contribución al estudio de los guanchismos de las Islas Canarias",
Revista de Filología Española, XXXVIII, 1954, págs. 83-89.
17
Cfr. Monumento Unguae Canariae, Graz, 1965.
18
Cfr. "Problemas léxicos", Revista de Historia Canaria, IX, 1943, págs. 134-
141, y "Lexicología canaria V", Revista de Historia Canaria, XXII, 1965, págs. 53-85.
19
Cfr. El español hablado en Tenerife, Madrid, 1959; y Estudios Canarios I,
Las Palmas, 1968, págs. 111-120.
s0
gofio, tajen a, tabaiba, perenquén, baijo, tajinaste, goro, belete, mago, jaira,
tenique (y variantes).
21
Tenerife: tajor, chajasco, eres, gainás; Fuerteventura: tabajoste, tajorase;
Lanzarote: jameo; Lanzarote y Fuerteventura: légala, taro, tojio-tofio; El Hierro:
guásimo, irania; La Gomera: tamasmas, tacanija.
22
gofio, tagasaste, tajinaste, mago, jaira, perenquén, guanil, tafeña, goro, baifo,
belete, Utsaigo (y variantes), tabaiba.
23
tabaraste, eres, gánigo, carabuco, frambuesa, tabona, taro, tegala, tajóse,
etime, teberite.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1 9 9 0 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 41

punto de hacerlo24. Asimismo, se avanzará en la dirección


de la vinculación lingüística de estas voces, dirigiendo pri-
mordialmente la investigación hacia el dominio beréber25.
Diversos elementos canarios encuentran aquí claros paralelos26
y en términos como tajinaste, tagasaste, íeberite, tajaraste, ta-
bajoste, tabaraste y tamagante se advierte una estructura am-
bifijal que es característica de las lenguas beréberes27.

24
amolán, lamarco, majo, lujuriaste, tajertc, tesegtie.
25
Los vínculos lingüísticos entre las lenguas prchispánicas d e Cananas y las
beréberes serán señalados por diversos autores d e los siglos xvi y XVII. E n las lios
centurias siguientes, los trabajos d e GEORCE GLAS (The history of the discovery and
conquest of the Canary Islands..., London, 1764, págs. 166-180) y d e SABIN B E R -
THELOT (L'Et/mograp/iie et les Annales de la conquéte, París, 1842) profundizarán
en esta dirección. Ya en el siglo xx, estos estudios arrancan con JOHN ABERCROMBY
("A Study of the Ancient Speech of t h e Canary Islands", Harvard Afrícan Siu-
dies I, Cambridge, Mass., 1917, págs. 95-129) y tendrán en la obra d e D . J. W Ó L F E L
su m á s destacado expenente.
16
can. time/bcr. timmi; can. eres/bcr. tres; can tenique/ber. tinkf, ine\; can.
tajinaste/bcr. tainast.
27
Es indudable que estamos ante una parcela de la investigación que requiere
una especial preparación y un cuidado esmerado, condiciones que no siempre se
han dado. En algunos trabajos de! siglo xix (GREGORIO CHIL Y NARANJO, Estudios
/listóneos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, Las Palmas de Gran
Canaria, 1876-1880, vols. I y II; AGUSTÍN MILLARES TORRES, Historia general de ¡as
Islas Canarias, Las Palmas de Cran Canaria, 1895, vol. X, págs. 213 y sigs.; CARLOS
PIZARROSO Y BELMONTE, LOS aborígenes de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1880,
págs. 153 y sigs.; y ANTONIO MARÍA MANRIQUE SAAVEDRA, "Estudios sobre el len-
guaje de los primitivos esnarios", Revista de Canarias (Santa Cruz de Tenerife),
III, núms. 70-74, 1881) se consignan como prehispánicas las unidades aderno, balan-
go, garajao, ñame, anjova, sanguino, morángana, gilbarbera, bubango, burgado, chiva-*
to, coruja, rehoya y jable, que están lejos de serlo. ELÍAS ZEROLO (Legajo de varios,
ya cit.) no dejará de referirse a este hecho. Ya en nuestro siglo se dan errores
similares. Así, Luis y Agustín Millares Cubas remiten el demento tabeje a las len-
guas prehispánicas, seguramente atendiendo más a la estructura de la palabra y
a su carácter de voz sencilla perteneciente a la terminología ganadera, que a otras
consideraciones. Pero, incluso investigadores eminentes llegan a mostrar notables
equivocaciones. JUAN ÁLVAREZ DELGADO (Micclánea ¡«anche, ya cit.) estudia
como "guanchinismos" seguros los vocablos ubicar, bucio, tabeje, lotizo y lindes.
GERHARD ROHLFS ("Contribución al estudio de los guanchismos en las Islas Cana-
rias", ya cit.) relaciona como indígenas los términos beril, cheire, galpo, sorejona
y tahona ( < tahona). Además, D. J. WÓLFEL, que dedica prácticamente toda su
vida al estudio de los materiales lingüísticos prehispánicos y deja una considerable
obra científica a este respecto, considera que tienen esta procedencia las voces ca-
narias nébeda, sama, daca, eslapagao, norza, zato, mondiza, arrije, ruma, viñaúgo
y aderno, al no advertir desafortunadamente su clara extracción románica.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
42 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

De igual modo, se investiga con especial intensidad la in-


fluencia del occidente ibérico en el léxico insular 28 y las con-
clusiones de estos estudios van a coincidir en destacar, además
de otros aspectos, que un notable porcentaje del vocabulario
está formado por voces procedentes del oeste peninsular y,
también, que en la mayoría de los casos la vía portuguesa se
muestra claramente como el camino de entrada de estos ma-
teriales a las hablas del Archipiélago. De modo afortunado,
estos estudios tienen el apoyo de un conjunto de investigacio-
nes dedicadas a rastrear en diferentes ámbitos la huella del
occidente ibérico en Canarias. Así, ha sido posible conocer
las características y consecuencias de las intensas relaciones
comerciales que se establecen entre Portugal y el Archipiélago.
Se ha visto, de igual modo, que la arquitectura popular isle-
ña repite modelos constructivos semejantes a los lusos tradi-
cionales y otro tanto sucede con el folclor. También, se ha
podido comprobar la amplitud numérica de la emigración
portuguesa que se establece en las Islas y su importante pro-
tagonismo en la configuración de la sociedad insular de en-
tonces, hechos que vienen a explicar la existencia de abun-
dantes materiales de procedencia portuguesa en la toponimia
y antroponimia de Canarias20.
Autores como Viera y Clavijo y Álvarez Rixo ya habían
señalado la presencia de los lusismos en las hablas insulares,

a
Cfr. CARMEN DÍAZ ALAYÓN, "LOS estudios de los occidentalismos léxicos
en el español de Canarias. Materiales bibliográficos", Revista de Filología (Uni-
versidad de La Laguna), VI-VII.
n
Entre otros trabajos, cfr. JOSÉ PÍREZ VIDAL, "Aportación portuguesa a la
población de Canarias", Anuario de Estudios Atlánticos, XIV, 1968, págs. 255-270,
"Esbozo de un estudio de la influencia portuguesa en la cultura tradicional cana-
ria", Homenaje a Elias Sena Rájols, I, Universidad de La Laguna, 1970, págs.
371-390; e "Influencia portuguesa en la toponimia canaria", Revista de Dialecto-
logía y Tradiciones Populares, XX, 1964, págs. 255-270; CHARLES VERLINDEN, "Le
role des portugais dans l'économie canarienne au debut du XVIe siecle", Homena-
je a Elias Serra Ráfols, III, 1970, págs. 411-423; y E. SERRA RÁFOLS, LOS portu-
gueses en Canarios, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1944. Proporcionamos
en nuestro articulo "Los estudios de los occidentalismos léxicos en el español de
Canarias. Materiales bibliográficos", ya cit., una amplia relación de títulos sobre
estas cuestiones.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CAN ARIAS 43

pero será a partir de la reseña que M. L. Wagner hace de la


obra Léxico de Gran Canaria, de los hermanos Millares, cuan-
do verdaderamente comienzan los estudios en esta dirección.
Posteriormente, las diferentes contribuciones irán rastreando
de forma progresiva la existencia de los occidentalismos en el
vocabulario de la agricultura y la climatología, la fitonimia
y la zoonimia, la terminología marinera y prácticamente to-
dos los sectores del léxico tradicional, y paralelamente se avan-
zará en el conocimiento de las generalidades propias de este
aporte lingüístico y en el conocimiento específico de cada uni-
dad o conjunto de voces. Los rasgos formales que presentan
muchos de los occidentalismos son característicos: en los tér-
minos faya, feje y furnia se advierte el mantenimiento de la
f- inicial latina; en chopa, cheire y chumbo se ve el resultado
único de la evolución de los grupos consonanticos el-, fl- y
pl-; en lambuciar y relambido se conserva el grupo -mb-; vo-
ces como acebiño, merenguiño y moliña muestran un sufijo
occidental característico; en hito y jeito se advierte la vocali-
zación del grupo consonantico -ct-; y también la -11- de ele-
mentos como rebotallo, borrallo y verdello es el resultado de
un tratamiento occidental30. La labor investigadora en esta
dirección de Juan Régulo 31 , Max Steffen 32 y, de modo espe-
cial, José Pérez Vidal 33 será singularmente intensa y fructífera,

30
C£r. Josa PÍREZ VIDAL, "Comportamiento fonético de los portuguesismos
en Canarias", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XXIV, 1968, págs.
41-106; MANUEL ALVAR, El español hablado en Tenerife, Madrid, 1959, págs. 87
y sigs.
31
Cfr. "Las palabras feira y lato en el habla popular de La Palma y Tene-
rife" y "Filiación y sentido de las voces ¿ulo? y abisero", Revista de Historia Ca-
naria, X, 1944, págs. 32-38 y 223-229, "Gual y verdello, dos portuguesismos
vitícolas en el español de Canarias", Revista de Historia Canaria, XI, 1945, págs.
417-425, y Notas acerca del habla de La Palma, La Laguna, 1970, págs. 98-110.
3
* Cfr., entre otros trabajos, su serie de artículos "Lexicología canaria", Re-
vista de Historia Canaria, XI, 1945; XIV, 1948; XVII, 1951; XIX, 1953; f
XXII, 1956.
33
Cfr. "Portuguesismos en el español de Canarias", El Museo Canario, IX,
págs. 30-42, "Nombres de la lluvia menuda en la isla de La Palma (Canarias)",
Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, V, 1949, págs. 177-197, "Arcaís-
mos y portuguesismos en el español de Canarias", Revista de Historia Canana,
XXLX, 1963-64, págs. 28-37, "Clasificación de los portuguesismos dd español

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
44 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

y a ella se unirán numerosas contribuciones34, que configu-


ran una línea definida y rica en el análisis del vocabulario.
La investigación se diversifica alcanzando a otros compo-
nentes significativos del léxico canario, como las voces de pro-
cedencia arábiga ¿ü y las aportadas por la América hispana.
El aporte de origen arábigo llega a las hablas del Archi-
piélago por dos vías. En un primer grupo están los elementos
que se han incorporado indirectamente a través de los roman-
ces ibéricos mayoritarios. Tal es el caso de voces como alba-
cora, alejriz, almud y cenefa, que pudieron llegar al vocabulario
canario tanto desde el castellano como desde el portugués. Ade-
más, también se advierten en el léxico insular unidades como al-
forza, almodrote, dula y zalea, que parecen haber utilizado
el español como vía de introducción. Y, así mismo, en los
materiales isleños se encuentran arabismos que se han incor-
porado a través del portugués, como albafara, albazul, alho-
rra, arrife y tabefe. El segundo grupo de los arabismos del
español de Canarias — los de incorporación directa — se ex-
plican por la legalización específica del Archipiélago y su
historia. La cercanía de la costa africana y la presencia en las

hablado en Canarias", Actas del V Coloquio Internacional de Estudos Luso-Brasi-


leiros (Coimbra), III, 1966, págs. 367-372, "Fenómenos de analogía en los portu-
guesismos de Canarias", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XXIII,
1967, págs. 52-82, "Comportamiento fonético de los portuguesismos en Canarias","
ya cit., y "Dos canarismos de origen portugués: cambullón y raliño", El Museo
Canario, XXXI-XXXII, 1970-71, págs. 67-82.
M
Cfr. ANTONIO LORENZO, El habla de Los Silos, Santa Cruz de Tenerife,
1976, págs. 131-161; MANUEL TORRES STINGA, "Influencia portuguesa en el habla
de Lanzarote", Revista de Filología (Universidad de La Laguna), 0, 1981, págs.
103-110; MANUEL ALVAR, "La terminología canaria de los seres marinos", Anuario
de Estudios Atlánticos, XXI, 1975, págs. 419-469, El español hablado en Tenerife,
ya cit.; ANTONIO LLÓRENTE MALDONADO, "Comentario de algunos aspectos del
léxico del tomo II del ALEICAN", Actas del I Simposio Internacional de Lengua
Española, Las Palmas, 1981, págs. 193-224, y "Comentario de algunos aspectos
del léxico del tomo I del ALEICAN", Actas del II Simposio Internacional de Len-
gua Española, Las Palmas, 1984, págs. 283-330.
35
Cfr. José PÉREZ VIDAL, "Arabismos y guanchismos en el español de Ca-
narias", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XXIII, 1967, págs. 243-
272; MANUEL ALMEIDA y CARMEN DÍAZ ALAYÓN, El español de Canarias, 1988,
págs. 166-171; MARCIAL MORERA, "LOS arabismos del español de Canarias", Ga-
ceta de Canarias, 11, 1986, págs. 62-72.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 45

Islas de moros y berberiscos permitirá el arraigo de voces co-


mo majalulo y tabique.
Los materiales léxicos que vienen de América se irán in-
corporando al español canario en diferentes momentos. Los
hay de temprana adopción, como el término papa, introduci-
do en el siglo xvn, y otros son de introducción relativamente
reciente como guagua y fotingo. Estas unidades ultramarinas
proceden de parcelas léxicas diversas: del sector del tabaco
están las voces cuje y matul; otras pertenecen al campo de
las cualidades físicas y psicológicas de las personas, como ji-
magua, morocho, ñanga, zinguango y guanajo; y algunas son
zoónimos como curiel y morrocoyo. La mayor parte de estos
americanismos proceden del Caribe hispánico, y su presencia
en las hablas canarias tiene mucho que ver con las intensas
relaciones humanas, comerciales y culturales que se establecen
en el siglo xix y primeras décadas del xx entre las Antillas
— señaladamente Cuba— y el Archipiélago36.
A la rica y arraigada corriente de estudios sobre el léxico
del español de Canarias se suman, en la década de los setenta,
los trabajos de semántica dialectal, cuyo surgimiento y desa-
rrollo hay que considerar dentro de la conocida y fructífera
tradición investigadora de la Universidad de La Laguna en
el ámbito del significado. En este tipo de estudios no intere-
san cuestiones como la procedencia de las distintas unidades,
el proceso de adaptación y otros aspectos diacrónicos del vo-
cabulario, que son los preferidos de la lexicología tradicional.
El objetivo ahora es considerar, dentro de la lengua funcional,
la organización semántica del léxico, esto es, la peculiar estruc-
turación de la propiedad designativa de las palabras, y compro-
bar el comportamiento de las relaciones opositivas que se dan
en los campos semánticos, similares a las que se producen en
otros planos de la lengua.

3S
Cfr. CARMEN DÍAZ ALAYÓN, "Materiales léxicos comunes en el español ca-
nario y cubano", Actas del III Congreso Internacional de "El español de América",
Valladolid, 1989 (en prensa), "Las relaciones lingüisticas entre Canarias y Amé-
rica", Actas del VIII Coloquio Internacional de Historia Canario-Americana, Las
Palmas de Gran Canaria, 1988 (en prensa); MANUEL AI.MEIDA y CARMEN DÍAZ
ALAYÓN, El español de Canarias, 1988, págs. 161-165.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
46 CARMEN DÍAZ ALA YON T H . XLV, 1990

Los estudios de semántica dialectal en el español de Ca-


narias se inician con las investigaciones de Ramón Trujillo.
En su trabajo Resultado de dos encuestas dialectales en Mas-
ca31, Trujillo aboga por el análisis estructural del léxico, sub-
rayando que lo importante en el estudio del contenido léxico
es determinar la organización lingüística de cada zona con-
ceptual o campo y establecer la función significativa de cada
unidad en el seno de un conjunto coherente y la naturaleza
de sus relaciones en él. Estos planteamientos fundamentan
su análisis del léxico del habla de Masca, en el que llega a
advertir oposiciones curiosas como las establecidas entre las
unidades árbol/ramo y mata/hierba.
Con posterioridad, en su monografía sobre el habla de
Los Silos, Antonio Lorenzo dedica un apartado a cuestiones
léxico-semánticas38, en el que estudia las características del
campo semántico de la elevación del terreno, las relaciones que
mantienen los elementos tierra, terreno, ladera, medianía, ho-
ya, mancha, huerta y otros pertenecientes a la misma parcela
conceptual, así como los rasgos de la oposición léxica peje ¡pes-
cado. Pero serán dos contribuciones de Ramón Trujillo las
que van a tener una especial significación dentro de esta línea
de análisis, estableciendo un soporte teórico y metodológico
específico para este tipo de estudios.
En una de estas aportaciones, "Análisis de estructuras
semánticas dialectales" M , Trujillo postula un replanteamien-
to metodológico en la forma de abordar el estudio de la es-
tructuración interna del léxico y destaca la necesidad de nuevas
vías de acercamiento, acordes con las exigencias teóricas del
momento. Por ello, considera aquí la adecuación y característi-
cas de los dos métodos de análisis —inductivo y deductivo—

37
Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1970, págs. 58-65. Del mismo
modo, es de interés su articulo "Para una dialectología estructural, a propósito de
un ejemplo canario", Homenaje a Elias Sena Rájols (Universidad de La Laguna),
IV, 1973, págs. 393-401.
M
Cfr. El habla de Los Silos, Santa Cruz de Tenerife, 1976, págs. 165-185.
w
Anuario de Letras (Universidad Nacional Autónoma de México), XVII, 1979
págs. 139-170.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 47

posibles en semántica dialectal y, después de examinar ambos


caminos, se inclina, de forma razonada, por el tratamiento
de las estructuras léxicas a través del segundo de ellos. El
sistema lingüístico mismo sirve de referencia a este acceso de-
ductivo y se toma como base el conocimiento e intuición que
de la lengua tienen los hablantes; desde este punto de partida
se elaboran fórmulas hipotéticas que, apriorísticamente, nos
sirven para representar el contenido de las unidades y la
índole de la relación entre ellas y, con posterioridad, en el
ámbito de la experimentación se comprueba la funcionalidad
de tales modelos.
Esta base teórica y metodológica que R. Trujillo aporta
en este trabajo recibirá una adecuada complementación en
su obra Lenguaje y cultura en Masca40, donde se analiza la
organización semántica de la parcela léxica de los vegetales
en el habla de esta localidad del noroeste de Tenerife.
Con posterioridad, otros investigadores se suman a esta
línea de estudio del léxico con trabajos realizados en diferen-
tes sectores del vocabulario, como la lluvia, la elevación del
terreno y el color del ganado 41 , entre otros.
Si los estudios sobre el léxico del español de Canarias co-
mienzan tempranamente, no ocurrirá lo mismo con los relati-
vos a los aspectos fonético y morfosintáctico, que tienen su
inicio en fecha cercana. El trabajo El español hablado en Te-
nerife de Manuel Alvar, publicado en 1959, será el punto de
arranque de estos estudios. Con anterioridad a esta monografía,
no se había precisado la articulación de ningún sonido de las

40
Editorial Interinsular Canaria/Instituto de Lingüística "Andrés Bello",
1980, págs. 124-188.
41
Cfr. CARMEN DÍAZ ALAYÓN, El léxico de la lluvia en el habla de La Palma,
Memoria de Licenciatura inédita, Universidad de La Laguna, mayo 1982, "El léxi-
co de la lluvia en el habla de La Palma" (resumen de Memoria de Licenciatura),
Anuario de la Universidad de La Laguna 81-82, t. I, libro 2Q, 1984, págs. 95-111,
y "Nuevas aportaciones al léxico de la lluvia en la Palma", Revista de Filología
(Universidad de La Laguna), 2, 1983, págs. 71-80; MANUEL ALMEIDA, El habla
rural grancanaria, Seo de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, 1989,
págs. 181-210; y JOSÉ LUIS RAMOS SAAVEDRA, Estudio semántico del léxico de los
colores de cabras en la isla de El Hierro, Memoria de Licenciatura inédita, Uni-
versidad de La Laguna, 1984.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
48 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

hablas insulares ni se habían descrito las características de su


morfología y sintaxis. Si se rastrea en la bibliografía anterior
al año 1959, se pueden encontrar algunas referencias en este
sentido en la obra de Juan Reyes Martín, ya comentada, pero
se trata de breves notas, superficiales, deshiladas y claramente
insuficientes. Siguiendo a El español hablado en Tenerife,
pronto aparecen en la década de los sesenta otros trabajos de
Manuel Alvar 42 y Diego Catalán43 , que van ampliando el
conocimiento de los rasgos fonéticos y gramaticales del espa-
ñol de Canarias, y que se verán completados en los años se-
tenta y ochenta con nuevas contribuciones. A partir de 1970
se publican valiosas monografías sobre hablas locales del Ar-
chipiélago como las de Masca 44, Las Palmas de Gran Cana-
ria 45 , Playa de Santiago40 y Los Silos47, además de otros
trabajos que estudian hablas territoriales, como las de La Pal-
ma 48 y Gran Canaria40, y a ellos se unen aportaciones que
consideran todo el dominio50 , junto a otras que profundizan
en el análisis de aspectos específicos51.

42
Cfr. "Notas sobre el español hablado en L a Graciosa (Canarias orientales)",
Revista de Filología Española, XLVIH, 1965, págs. 293-319, y Estudios Canarios I,
Las Palmas, 1968.
43
Cfr. "El español canario, entre Europa y América", Boletín de Filología
(Lisboa), XIX, 1960, págs. 317-337; y " E l español en Canarias", Presente y Fu-
turo de la Lengua Española, I, Madrid, 1964, págs. 239-280.
44
Cfr. RAMÓN T R U J I L L O , Resultado de dos encuestas dialectales en Masca y
Lenguaje y cultura en Masca, ya cit.
45
Cfr. MANUEL ALVAR, Niveles socio-culturales en el habla de las Palmas de
Gran Canaria, Excmo. Cabildo Insular d e Gran Canaria, Las Palmas, 1972.
48
Cfr. CARLOS ALVAR, Encuestas en Playa de Santiago (Isla de La Gomera) ?
Excmo. Cabildo Insular d e Gran Canaria, Las Palmas, 1975.
47
Cfr. A N T O N I O L O R E N Z O RAMOS, El habla de Los Silos, ya cit.
48
Cfr. JUAN RÉGULO P É R E Z , Notas acerca del habla de La Palma, ya cit.
49
Cfr. M A N U E L ALMILIDA, El habla rural grancanaria, ya cit.
50
Cfr. M A N U E L ALVAR, Atlas Lingüístico y Etnográfico de ¡as Islas Canarias,
Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 3 vols., 1975 (I), 1976 (II) y 1978 (III);
MANUEL ALMEIDA y CARMEN DÍAZ ALAYÓN, El español de Canarias, ya cit.
51
Cfr. MANUEL ALMEIDA, "En torno a las oclusivas sonoras tensas grancanarias",
Revista de Filología (Universidad de La Laguna), 1, 1981, págs. 77-87; MANUEL
ALVAR, "La articulación de la s herreña (Canarias occidentales), Phonctiquc el
linguistique romanes, Mélanges ojlerts a M. Georges Strakji, I, Lyon-Strasbourg,

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 49

En lo relativo al nivel fonético-fonológico, estos estudios


dan cuenta de la existencia de un vocalismo de cinco elemen-
tos, que en posición tónica se mantienen con gran claridad
y en posición átona donde el rendimiento funcional es menor,
se dan diferentes confusiones, sobre todo en las vocales de
grado medio y de grado mínimo, en un comportamiento que
es característico del habla popular y que se produce en mu-
chas ocasiones por asimilación, analogía, confusión de prefi-
jos y otros factores.
En cuanto al consonantismo se destacan diferentes hechos.
Uno de ellos es la amplia zona de desplazamiento que posee
el fonema / s / dentro del sistema como resultado de la casilla
vacía producida por la inexistencia de la oposición s/d del
castellano. Otro rasgo es el proceso de desaparición de la opo-
sición 11/y; en las áreas urbanas y sus zonas de influencia,
esta oposición se ha perdido, por economía articulatoria, en
favor de la variante central, y en las áreas rurales es posible
comprobar el progresivo avance del fenómeno y, así, mien-
tras que el habla de las generaciones de más edad mantiene la
distinción, en los hablantes jóvenes no se produce 52 . A este
respecto, los datos disponibles presentan la isla de El Hierro
como mayoritariamente conservadora; si en el resto de las
Islas la conservación de / } / está en claro retroceso, los hablan-
tes herreños de cualquier nivel cultural y edad son, en su

1970, págs. 105-114; RAMÓN TRUJILLO, "Sonorización de sordas en Canarias",


Anuario de Letras (UNAM), XVIII, 1980, págs. 247-265, "¿Fonologización de
alófonos en el habla de Las Palmas?", Actas del I Simposio Internacional de
Lengua Española, ya cit., págs. 161-174, y "Cuestiones de fonología diatópica:
dentales y palatales en el ALEA y en el ALEICAN", Philologica Hispaniensia in
honorem M. Alvar, I, Madrid, 1983, págs. 609-619; MAGUE OFTEDAL, Leniüon
in Celtic and in Insular Spanish. The Secondary Voicing of Stops in Gran Canaria,
1985; F. SASCHA, "Anatomy of a Sound Change in Cañarían Spanish ( / s / >
/ h / > /e/)", Zeitschrift fiir Romanische Philologie (Tübingen), 95, 1979, págs.
358-381; J. M. LOPE BLANCH, "Polimorfismo canario y polimorfismo mexicano",
Actas del I Simposio Internacional de Lengua Española, ya cit., págs. 275-288.
Más referencias en la bibliografía complementaria que se adjunta.
51
MANUEL ALMEIDA y CARMEN DÍAZ. ALAYÓN (El español de Canarias, ya cit.,
págs. 68-71) ofrecen datos sobre la dispersión de este fenómeno en las hablas del
Archipiélago.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
50 CARMEN DÍAZ ALA YON T H . XLV, 1990

mayoría, distinguidores. Junto a estos rasgos se destacan otros


como la confluencia en un mismo fonema aspirado de las
realizaciones del fonema / X / del castellano y de /-s/ en po-
sición implosiva, la aspiración y elisión de /-s/ final; la neu-
tralización de 1/r, la / c / adherente y sonorizada, la sonoriza-
ción de sordas y las oclusivas tensas de Gran Canaria.
Especial atención han recibido estos dos últimos fenóme-
nos. El primero de ellos es un comportamiento que se ha
comprobado reiteradamente en Canarias y en otras áreas his-
pánicas. En las hablas del Archipiélago, la sonorización de
sordas ha sido registrada por Manuel Alvar en La Graciosa
y Las Palmas de Gran Canaria53 , por Ramón Trujillo en
Masca M , por Antonio Lorenzo en Los Silos, por Juana He-
rrera en seis localidades rurales de Tenerife S5 y por Manuel
Almeida en el habla rural grancanaria. Estos estudios vienen
a mostrar que las realizaciones sonorizadas de las oclusivas
sordas son normales en Canarias, constituyendo un fenómeno
de amplia dispersión social al ser compartido por hablantes
urbanos y rurales de cualquier nivel cultural y edad. También
reflejan que estas consonantes presentan un notable debilita-
miento en su tensión articulatoria, aunque por lo general
mantienen su carácter interrupto, y señalan además que estas
sonorizaciones pueden producirse en cualquier contexto y que,
si bien es verdad que pueden venir favorecidas por la posi-
ción intervocálica y tras nasal, también son significativos los
porcentaje de sonorización en posición postpausal y tras aspi-
rada, lateral o vibrante56 .

53
Cfr. "Notas sobre el español hablado en La Graciosa" y Niveles sociocul-
turales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria. Asimismo, recoge materiales
a este respecto en su A L E I C A N , III, 1978.
M
Cfr. Resultado de dos encuestas dialectales en Masca y Lenguaje y cultura
en Masca, ya cit.
55
Cfr. "Sonorización de oclusivas sordas en Tenerife", en JOSEFA DORTA y
JUANA HERRERA, Tres estudios de fonética, Scc. d e Publicaciones de la Universidad
de La Laguna, 1989.
56
Cfr. M A N U E L A L M E I D A y C A R M E N D Í A Z ALAYÓN, El español de Canarias,
ya cit., págs. 33-36.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 51

El otro de los fenómenos, la aparición de una nueva serie


de consonantes sonoras tensas en Gran Canaria, se ha produ-
cido por el encuentro de -h con las consonantes sonoras [b,
d> y> g], dando como resultado, con frecuencia, una gemina-
ción acompañada de gran tensión articulatoria57, como se ad-
vierte en "lobbarko" 'los barcos', "buenoddia" 'buenos días',
"laggayina" 'las gallinas' y "layyegua" 'las yeguas'. Estas con-
sonantes no son meras variantes de los fonemas [b, d, y, g ] ,
puesto que tienen un "status fonológico". En estos casos, la
aparición de una consonante sonora y tensa viene a restituir
la marca de plural frente a la variante débil (fricativa) del
singular. Estamos ante un hecho característico del habla de
Gran Canaria. Prueba de ello es que la existencia de conso-
nantes sonoras y tensas en contextos donde en el resto del
Archipiélago lo normal es la realización continua y laxa, es
vista en las demás Islas como un uso lingüístico extraño.
Las características gramaticales del español de Canarias
no reciben el mismo tratamiento que los aspectos fonético y
léxico. Ello se traduce en la existencia de una nómina de tra-
bajos sobre morfosintaxis manifiestamente más reducida que
la que poseen los otros niveles lingüísticos, diferencia que no
se da solamente en relación con la cantidad sino que también
es de carácter cualitativo, porque las distintas aportaciones so-
bre la gramática del español canario no constituyen estudios
en profundidad sino que son de índole aproximativa, con
apuntes y notas tanto de carácter general como sobre algún
aspecto específico58. Algo tiene que ver en ello la complejidad

« Cfr. MANUEL ALVAR, ALEICAN, III, mapas 904, 923, 943, 976, 1065 y
1071, y Niveles socio-culturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, págs.
100 y sigs.; MANUEL ALMEIDA, El habla rural grancanaria, págs. 56 y sigs.; RAMÓN
TRUJILLO, "¿Fonologización de alófonos en el habla de Las Palmas?", ya cit.
58
Además de !as contribuciones que a este respecto ofrecen las monografías
dialectales, cfr. MANUEL ALVAR, Estudios canarios I, págs. 99-101, 103-104 y 105-
107, y ALEICAN, III, mapas 1100-1212; MARÍA ÁNGELES ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Rasgos
gramaticales del español de Canarias, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna,
1987; ANTONIO LORENZO RAMOS, "Algunos datos sobre el leísmo en el español de Ca-
narias", Actas del I Simposio Internacional de Lengua Española, ya cit., págs.
175-180, "Notas de sintaxis dialectal", Revista de Filología (Universidad de La
Laguna), 0, 1981, págs. 99-102, y "Observaciones sobre el uso de los jironom-

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
52 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

del estudio de la morfología y la sintaxis a estos niveles, que


demanda amplias indagaciones y análisis exhaustivo, y a ello
hay que sumar también el mayor atractivo que poseen para
la investigación los campos fonético y léxico, en los que es
posible encontrar más peculiaridades y divergencias que en
el terreno gramatical, de naturaleza más estática y fija.
Uno de los rasgos considerados por los trabajos que se
han realizado en esta dirección es la variación genérica en el
sustantivo. En las hablas canarias algunos nombres presentan
un género diferente del que tienen en la lengua normativa,
comportamiento que es frecuente en todo el español dialectal.
Términos como costumbre, gripe, bronquitis, sartén y ubre en
las Islas se oyen, en muchas ocasiones, como masculinos, mien-
tras que las unidades interés y pus reciben el tratamiento de
femeninas. Se trata de un comportamiento que parece estar
restringido a las hablas rurales y a los individuos de los nive-
les bajo y medio, y no se presenta de manera exclusiva.
En cuanto a la derivación, se ha observado que el dimi-
nutivo mayoritario es -ito/-ita, al igual que en otras zonas del
dominio hispánico, mientras que el elemento -illo/-illa pre-
senta escasa vitalidad, apareciendo generalmente lexicalizado;
y junto a esto está la amplia utilización del sufijo -ero con
los nombres de los árboles: manzanero, naranjero, nisperero,
almendrero, castañero, ciruelero.
Otro hecho es la generalización del uso de la forma us-
tedes en lugar de vosotros, y también los posesivos vuestro-
vuestra y sus plurales son sustituidos por de ustedes. Sin em-
bargo, en algunas áreas rurales y en el habla de personas de
edad mayoritariamente no escolorizadas todavía persiste la
forma vosotros (y la átona vos).
Asimismo, se ha destacado el avance del leísmo, de mo-
do más notable en los núcleos urbanos y en las generaciones

bres en el español de Canarias", Actas del II Simposio Internacional de Lengua


Española, ya cit., págs. 253-264; JOSÉ ANDRÉS DE MOLINA REDONDO, "Algunos he-
chos sintácticos en andaluz y en canario", Actas del II Simposio Internacional de
Lengua Española, págs. 265-282; MANUEL ALMEIDA y CARMEN DÍAZ ALAVÓN, El
español de Canarias, págs. 103-136; DIEGO CATALÁN, El español en Canarias, ya cit.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 53

más jóvenes. Las primeras investigaciones —las de Alvar y


Catalán— no registran en los pronombres átonos de tercera
persona otro comportamiento que el etimológico. Esta circuns-
tancia también se constata en estudios posteriores; así, en el
habla de La Palma, Juan Régulo Pérez anota la distinción
de los casos dativo y acusativo en el uso de los pronominales
la, le, lo y sus plurales, y lo mismo hacen R. Trujillo y A.
Lorenzo en las localidades de Masca y Los Silos, en Tenerife.
Pero en los últimos tiempos la situación ha variado y en la
actualidad resulta frecuente escuchar el leísmo de persona,
sobre todo en las ciudades y especialmente en el habla de los
jóvenes y niños, que son los que más reciben la influencia
de los medios de comunicación social a través de los cuales
se introduce este comportamiento. En diferentes niveles de
habla se considera el uso de le/les como un tratamiento edu-
cado y respetuoso, apareciendo con verbos como llamar, aten-
der, tratar, esperar y otros similares, en lo que se ha dado en
llamar "leísmo de cortesía"39.
Un fenómeno ampliamente difundido en el español ca-
nario entre hablantes de cualquier nivel cultural es la con-
cordancia del verbo haber, cuando funciona como impersonal,
con el complemento correspondiente, y así se escuchan expre-
siones como "Habían muchas personas decididas", "Hubieron
grandes fiestas", "No han habido combates de infantería",
"Depende de los que hubieran" y "No habrán entradas".
También el uso de las formas habernos y habíamos, en cons-
trucciones como "Habernos pocos", "Habernos algunos" y
"Habíamos unas cuarenta personas reunidas", se encuentra
bastante extendido en las hablas del Archipiélago.
En los años setenta, la geografía lingüística se incorpora
a los estudios sobre el español de Canarias. A partir de 1975
comienzan a conocerse los resultados obtenidos por Manuel
Alvar en su Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Ca-
narias. De este modo se consigue hacer realidad un viejo pro-

59
C£r. ANTONIO LORENZO RAMOS, "Algunos datos sobre el leísmo del es-
pañol de Canarias", ya cit.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
54 CARMEN DÍAZ ALA YON T H . XLV, 1990

yecto, defendido en diferentes momentos y ámbitos. Así, en


octubre de 1947, con motivo del cuarto centenario del naci-
miento de Miguel de Cervantes, se efectúa en Madrid la
Asamblea Cervantina donde el profesor Francisco López Es-
trada, entonces vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de La Laguna, interviene para exponer la
conveniencia de realizar un atlas lingüístico de Canarias60.
López Estrada no deja de señalar las diversas ventajas del
proyecto teniendo en cuenta aspectos de interés como las pecu-
liares características del español hablado en el Archipiélago,
el reducido espacio físico del dominio y el hecho de la mul-
tiplicidad de territorios, con singularidades propias en cada
habla insular. Se hablaba entonces de un ambicioso proyecto,
el Atlas lingüístico español e ibero-americano, y la propuesta
de López Estrada intenta lograr que dentro de él haya lugar
para las Canarias, extremo que se recogerá en las conclusiones
finales donde se recomienda que en los trabajos futuros so-
bre el Atlas lingüístico español se tenga en cuenta el dominio
lingüístico de las Islas. Pero el tiempo irá transcurriendo sin
que las buenas razones y las mejores intenciones consigan la
realización del proyecto. En 1953, durante el VII Congreso
Internacional de Lingüística y Filología Románicas que tiene
lugar en Barcelona, se produce una reunión en la que se trata
el tema del atlas canario y a ella asisten, entre otros especia-
listas, los profesores Manuel Alvar y Juan Álvarez Delgado,
pero en esta ocasión tampoco parecen darse las circunstancias
propicias. Finalmente, en el verano de 1963, Manuel Alvar
acepta la propuesta que le formula el Instituto de Estudios
Canarios, a través de su entonces director don Elias Serra Rá-
fols, para realizar el Atlas del Archipiélago. El prof. Alvar
se enfrenta a esta tarea con una amplia experiencia en el cam-
po de la geografía lingüística. Con la colaboración de Gre-
gorio Salvador y de Antonio Llórente ya ha llevado a cabo

80
Cfr. "La Universidad canaria en la Asamblea Cervantina de Madrid. Pro-
posición del Dr. D. FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA sobre el Atlas lingüístico de las
Islas Canarias", Revista de Historia Canaria (Universidad de La Laguna), XIII,
1947, págs. 582-583.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CANARIAS 55

el Atlas Lingüístico Etnográfico de Andalucía (ALEA) 61, que


viene a significar la aparición de la cartografía lingüística en
el ámbito español y que sirve de punto de arranque de pro-
yectos similares tanto en la Península como en otras geografías.
Pronto se conoce el plan de trabajo que Alvar ha diseña-
do para llevar a cabo el Atlas canario, así como el Cuestiona-
rio que empleará en el trabajo de campo 02 . En el "Proyecto"
del Á L E I C A N , Alvar subrayará que un Atlas no es la panacea
universal y que no hay que pedirle lo que no puede dar, por-
que es una obra limitada que solamente aspira a obtener una
instantánea lingüística en un momento determinado, y tam-
bién señalará que, a pesar de su carácter limitado, constituye
una obra que da frutos generosos y que es necesario espesar
su red, investigar los campos que deja en barbecho, estudiar
la estratigrafía social del habla, analizar monográficamente
y en profundidad.
Las encuestas comienzan en Gran Canaria en el año 1964,
prolongándose sin interrupción durante los cinco años siguien-
tes y se completan con una encuesta en la localidad de La
Santa (Lanzarote), realizada en 1971, y otra en La Lajita
(Fuerteventura), llevada a cabo en 1973. Dos años más tarde
se comienzan a conocer los resultados obtenidos.
Por sus características y volumen, los materiales que Al-
var recoge en el A L E I C A N son de una especial relevancia. A
través de ellos es posible ver la distribución en el dominio
de determinados hechos fonéticos, morfosintácticos y léxicos,
al mismo tiempo que se proporcionan datos puntuales de los
que no se había dado cuenta en anteriores estudios. Además,
a su riqueza interna, el A L E I C A N une el hecho de ser punto

•» 6 tomos, Granada, 1961-1973 (I, 1961; II, 1963; III, 1964; IV, 1965;
V, 1972; y VI, 1973).
62
Cfr. "Proyecto del Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias",
Revista de Filología Española, XLVI, 1963, págs. 315-328, y Atlas Lingüístico y
Etnográfico de las Islas Canarias. Cuestionario, Instituto de Estudios Canarios, La
Laguna, 1964. ALVAR proyecta obtener aproximadamente unas 65.000 formas con
un cuestionario de 1.300 preguntas y establece en 50 el número de localidades
de encuesta.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
56 CARMEN DÍAZ ALAYÓN T H . XLV, 1990

de partida de una amplia serie de trabajos que se dedican a


precisar y completar los datos en él consignados, a establecer
comparaciones con otras aportaciones de geografía lingüística
o con otras áreas hispánicas, y a estudiar y clasificar los ma-
teriales que el Atlas reúne 63 .
En la década de los ochenta, el aspecto más novedoso
en los estudios del español hablado en el Archipiélago es la
utilización de la metodología sociolingüística en diversas in-
vestigaciones. Ya en 1972, M. Alvar había publicado su obra
Niveles socio-culturales en el habla de has Palmas de Gran
Canaria, un estudio pionero en el análisis del habla urbana,
pero será en los últimos años cuando se prodigan los trabajos
sociolingüísticos. Así, Manuel Almeida en sus aportaciones El
habla de Las Palmas de Gran Canaria6* y Diferencias socia-
les en el habla de Santa Cruz de Tenerife*5 analiza el nivel
fonético-fonológico del habla de las dos capitales canarias
teniendo en cuenta el factor sociocultural. Sus datos demues-

63
En este sentido, las Actas del I Simposio Internacional de Lengua Española,
ya cit., incluyen diferentes trabajos: MANUEL ALVAR, "Originalidad interna en el
léxico canario", págs. 225-272; INMACULADA CORRALES ZUMBADO, "Contribución
al estudio del léxico canario", págs. 181-191; JULIO FERNÁNDEZ-SEVILLA, "Anda-
lucía y Canarias: Relaciones léxicas", págs. 71-125; HUMBERTO LÓPEZ MORALES,
"Relaciones léxico-semánticas en el ámbito lingüístico canario-cubano", págs. 311-
323; ANTONIO LLÓRENTE MALDONADO, "Comentario de algunos aspectos del léxico
del tomo II del ALEICAN", págs. 193-224; M. R. SIMONI-AUREMBOU, "Nombres
de algunas bestezuelas en Andalucía y Canarias", págs. 127-157. Otros trabajos
están recogidos en las Actas del II Simposio Internacional de Lengua Española,
ya cit.: H. LÓPEZ MORALES, "El fenómeno de la lateralización en las Antillas y
en Canarias", págs. 215-228; TOMÁS BUESA OLIVER, "Facetas expresivas en el
español de Canarias", págs. 229-251; J. A. DE MOLINA REDONDO, "Algunos he-
chos sintácticos en andaluz y en canario", págs. 265-282; A. LLÓRENTE, "Comen-
tario de algunos aspectos del léxico del tomo I del ALEICAN", págs. 283-330;
INMACULADA CORRALES, "Algunas características léxicas del español de Canarias",
págs. 331-340. A estas aportaciones se suman otras como: R. TRUJILLO, "Cues-
tiones de fonología diatópica: dentales y palatales en el ALEA y en el ALEICAN",
Philologica Hispaniensia in honorem M. Alvar, I, Madrid, 1983, págs. 609-619;
y CARMEN DÍAZ ALAYÓN, "El léxico majorero a través de los materiales del Atlas
Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias. Comentario e inventario de voces",
1989, inédito.
84
1983, en prensa.
" 1984, inédito.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1990 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CAN ARIAS 57

tran que en ciertos niveles la variación lingüística es irrele-


vante, pues algunos fenómenos se hallan poco extendidos. En
las vocales, por ejemplo, las diferencias de timbre registran
porcentajes poco significativos, por lo que no llegan a fun-
cionar como un marcador social. En cambio, la variación
consonantica acostumbra estar íntimamente relacionada con
factores de tipo social según un principio que tiende a consi-
derar como prestigiosas las formas que más recuerdan al
español común (por ejemplo, las realizaciones plenas o canó-
nicas de las consonantes) y a estigmatizar las que más se
apartan de él (esto es, la elisión consonantica).
El estudio de las actitudes lingüísticas en Santa Cruz de
Tenerife así lo atestigua. Como ejemplo, baste citar que las
formas consideradas estigmatizadas {balba 'barba', termina 'ter-
minar', doh libro 'dos libros') se estiman más bien como pro-
pias de hablantes rurales o de hablantes urbanos sin instruc-
ción. En general, la conciencia lingüística se muestra de modo
desigual: los viejos presentan unas actitudes lingüísticas muy
vagas o atenuadas, por lo que no es probable que se trans-
formen en un factor de hipercorrección notable; en el polo
opuesto se sitúan los jóvenes, con una clara y definida con-
ciencia lingüística sobre las formas más y menos prestigiosas.
De la comparación de los datos obtenidos por Almeida
en estas dos ciudades se desprende, entre otras enseñanzas,
que el habla de Las Palmas de Gran Canaria es decididamen-
te más innovadora que la de Santa Cruz de Tenerife, pues
en aquélla los procesos fónicos de debilitamiento han con-
cluido en elisión en unos porcentajes, en general, más altos
que en ésta. Esto ocurre en la sonorización de sordas, relaja-
miento y elisión de /b, d, y, g/, y velarizaciones de /-n/ final.
En Santa Cruz de Tenerife, en cambio, se constata un mayor
avance de fenómenos como la sonorización y debilitamiento
de la aspirada -/X/-, el debilitamiento de / I / y la fricatiza-
ción de /f/.
Junto a esto, el habla de la capital grancanaria será con-
siderada en dos investigaciones más. Una de ellas es el Estu-
dio sociolingütstico del español de Las Palmas de Gran

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
58 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

Canaria™ de José Antonio Samper Padilla, donde se analiza


la variación sociolingüística de los segmentos fonológicos /-r,
-1, -s, -n y -d-/, aplicando, de modo novedoso, el programa
VARBRUL para la obtención de probabilidades. Según sus datos,
en la capital grancanaria el desgaste consonantico afecta más
a /-d-/ y /-s/. Por lo que respecta a los factores lingüísticos
que explican la variación, Samper constata que la posición
interior de palabra favorece los procesos de debilitamiento
(s — h, r - - - , 1 — , r — 1 y n — n) mientras que la po-
sición final favorece la elisión en los casos de /-s, -r y -1/,
sobre todo ante pausa. La pérdida parece ser más frecuente,
además, en los casos en que la consonante posee un status
gramatical que en los casos de simple consonante monorfémi-
ca (llevan frente a razón, sillas frente a mes, etc.). En cuanto
a los factores sociales, en líneas generales puede decirse que
los hombres son más innovadores que las mujeres, pues prac-
tican más la elisión. También los viejos parecen impulsar
más la elisión, lo cual quiere decir que el fenómeno, asentado
efectivamente en el habla de la capital, no cuenta con el apo-
yo de las generaciones jóvenes, por lo que se trata de un
fenómeno que tiende a ser frenado. La estratificación socio-
cultural está mucho más marcada: en una escala de cuatro
niveles socioculturales, desde el más alto (1) al más bajo (4)
se observa un progresivo aumento de porcentajes de elisión
según descendemos en la escala social (esto es, según pasamos
del nivel 1 al 4). Los hablantes de nivel cultural mayor
practican más la norma, en tanto que los de nivel inferior
tienden a apartarse de ella.
El otro trabajo es el Estudio sociolingüístico de algunos
aspectos del léxico del habla de Las Palmas de Adela Morín 67 ,
investigación llevada a cabo en el barrio de Vegueta y dedi-
cada a estudiar determinadas parcelas del vocabulario (cuer-
po humano, alimentación, vestuario y términos de designación),

" Tesis doctoral, 1988, inédita.


" Memoria de Licenciatura, 1984, inédita.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1 9 9 0 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CAN ARIAS 59

así como la actitud que ante las distintas unidades muestran


los diferentes grupos sociales.

CARMEN DÍAZ ALAYÓN

Universidad de La Laguna
Las Palmas de Gran Canaria
Islas Canarias.

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

ALVAR, MANUEL, "Las hablas meridionales de España y su interés para


la lingüística comparada", Revista de Filología Española, XXXIX,
Madrid, 1955, págs. 284-313.
—, "El español hablado en Tenerife. Cuestión de principios", Zeit-
schrijt fiir romamsche Philologie, LXXXII, Tübingen, 1966, págs.
507-548.
—, "Andalucía, Canarias y el Nuevo Mundo, un problema de carac-
terización lingüística", Estudios Canarios, XI-XIII, La Laguna,
1968, págs. 70-72.
—, "Adaptación, adopción y creación en el español de las Islas Cana-
rias", Variedad y unidad del español, Madrid, Prensa Española,
1969, págs. 147-174.
—, "Canarias en el camino de las Indias" (Prólogo de La herencia
lingüística de Canarias en Puerto Rico de M. Álvarez Nazario),
1972, págs. 9-25.
—, "Datos para las etimologías de "tollo"='cazón ! y "tonina"=:'del-
fín'", Studia Hispánica in Honorem R. Lapesa, II, Madrid, 1974,
págs. 21-28.
—, Dialectología y cultura popular en las Islas Canarias, Las Palmas
de Gran Canaria, 1981.
—, "Tabobo (un falso guanchismo en las designaciones de la abu-
billa), Anuario de Estudios Atlánticos, XXII, Madrid-Las Palmas,
1981, págs. 477-483.
—, "Armella/Argolla", Lingüística Española Actual, 7, Madrid, 1985,
págs. 87-102.
ALVAR, MANUEL, y GRANUJA. F. DE LA, "Aljaraz 'campanilla, cascabel':
un arabismo fantasma del español", Revista de Filología Española,
LX, 1978-80, págs. 317-325.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
60 CARMEN DÍAZ ALAYON T H . XLV, 1990

ALVAR, MANUEL, y QUILIS, ANTONIO, "Datos acústicos y geográficos


sobre la 'ch' adherente de Canarias", Anuario de Estudios Atlán-
ticos, XII, 1966, págs. 337-343.
ÁLVAREZ NAZARIO, MANUEL, La herencia lingüística de Canarias en
Puerto Rico. Estudio histórico dialectal, Instituto de Cultura Puer-
torriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1972.
—, "Influjos fonéticos del dialecto canario en negros criollos cubanos",
El elemento afronegroide en el español de Puerto Rico, Instituto
de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1974, págs.
224-227.
—, "Relaciones histórico-dialectales entre Puerto Rico y Canarias",
/ Simposio Internacional de Lengua Española, Las Palmas de
Gran Canaria, 1981, págs. 289-310.
ARMAS AYALA, ALFONSO DE, "Vocabulario toponímico de la isla de
El Hierro, con un apéndice de nombres particulares dados por
los pastores herrcños a los ganados en sus predios comunales" y
"Pequeño vocabulario de voces cananas con una lista de frases
canariotas", Tradiciones Populares I, Palabras y Cosas, La Laguna,
Instituto de Estudios Canarios, 1944, págs. 43-55 y 59-81.
BARRERA ÁLAMO, FLORA LILIA, El habla común del Hierro, Excmo.
Cabildo Insular de El Hierro y Centro de la Cultura Popular Ca-
naria, 1985.
CABRERA PERERA, PEDRO, "Voces de la provincia de Las Palmas (Gran
Canaria, Lanzarote y Fueneventura), Revista de Dialectología y
Tradiciones Populares, XVII, Madrid, 1961, págs. 365-373.
CORRALES ZUMBADO, CRISTÓBAL, "Arcaísmos léxicos en el español de
Canarias y América", // Jornadas de Estudios Canarias-América,
Santa Cruz de Tenerife, 1981, págs. 223-237.
—, "Los dialectismos canarios en el DRAE", Revista de Filología, I,
Universidad de La Laguna, 1982, págs. 97-101.
CORRALES, CRISTÓBAL, y ÁLVAREZ M* ÁNCIÍLES, El español de Canarias.
Guía bibliográfica, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 1988.
CULLEN DEL CASTILLO, PBDRO, "Algunos arcaísmos de los subsistentes
en el léxico popular canario", El Museo Canario, núms. 73-74,
Las Palmas de Gran Canaria, 1960, págs. 159-166.
DÍAZ ALAYÓN, CARMEN, "Sobre algunos provincialismos canarios en
Abreu Galindo", ln Memoriam Inmaculada Corrales, I, Univer-
sidad de La Laguna, Secretariado de Publicaciones, 1987, págs.
187-199.
—, "Gánigo und teberite", Almogaren, XVIII-XIX, Institutum Ca-
narium (Hallein, Austria), 1987-1988, págs. 17-25.
—, "Einige Fragen zum kanarischen Wortschatz der Viehhaltung",
Almogaren, XX (en prensa).

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
T H . XLV, 1 9 9 0 ESTUDIOS DEL ESPAÑOL DE CAN ARIAS 61

—, "Notas de dialectología canaria: el léxico palmero", Revista de


Filología, Universidad de La Laguna (en prensa).
GALMÉS DE FUENTES, ALVARO, "Algunos dialectismos canarios en el
habla güimarera del siglo xvm", Archivum, XIV, Universidad de
Oviedo, 1964, págs. 61-74.
GIESE, WILHELM, "Acerca de los indigenismos en el español de Ca-
narias", Revista de Historia Canaria, XXII, 1956, págs. 96-98.
GUERRA NAVARRO, FRANCISCO, Léxico popular de Gran Canaria, Obras
Completas I, Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1983.
LAGUARDA TRÍAS, ROLANDO A., Voces de Cananas en el habla monte-
videano, Montevideo, 1982.
MACCURDY, RAYMOND R., The Spanish Dialect in Sí. Bernard Parish,
Louisiana, Publicaciones de la Universidad de Nuevo México, Al-
buquerque, 1950.
—, "Los 'isleños' de la Luisiana. Supervivencia de la lengua y folklo-
re canarios", Anuario de Estudios Atlánticos, XXI, 1975, págs.
471-591.
MARTÍ, JOSÉ, Ansina jabla la isla ( 3 ' edición corregida y aumentada),
Tenerife, 1986, 4 vols.
MORERA, MARCIAL, "Ajova-pejerrey: ¿un caso de sinonimia?", Serta
Gratulatoria ¡n Honorem Juan Régulo, I, Universidad de La
Laguna, 1985, págs. 499-510.
—, "Observaciones sobre algunos portuguesismos canarios", Tebelo, I,
Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, 1988,
págs. 225-239.
MORERA, MARCIAL, y ORTEGA, GONZALO, "El ocaso del léxico canario",
Gaceta de Canaria, 7, Santa Cruz de Tenerife, 1984, págs. 49-51.
NAVARRO ARTILES, FRANCISCO, y CALERO CARREÑO, FAUSTO, "Vocabu-
lario de Fuerteventura", Revista de Dialectología y Tradiciones
Populares, XXI, 1965, págs. 104-142 y 215-272; XXII, 1966, págs.
135-199.
NUEZ CABALLERO, SEBASTIAN DE LA, "Introducción al vocabulario ca-
nario-galdosiano (Los guanchismos)", Anuario de Estudios Atlán-
ticos, XII, 1966, págs. 317-335.
ORTEGA OJEDA, GONZALO, "El español hablado en Canarias: visión
sociolingüística", Revista de Filología, 0, Universidad de La
Laguna, 1981, págs. 111-115.
PÉREZ VIDAL, JOSÉ, "Fichas para un vocabulario canario", Revista de
Historia de Canarias, XI, 1945, págs. 62-71.
—, "Los provincialismos canarios del Diccionario de la Academia",
Revista Hispánica Moderna (Nueva York), XIII, 1947, págs.
130-158.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...
62 CARMEN DÍAZ ALA YON T H . XLV, 1990

—, "Influencias marineras en el español de Canarias", Revista de Dia-


lectología y Tradiciones Populares, VIII, 1952, págs. 3-25.
—, "Aportación de Canarias a la población de América", Anuario
de Estudios Atlánticos, I, 1955, págs. 91-197.
—, "La cestería en Canarias", Revista de Historia de Canarias, XXVIII,
1961, págs. 235-253.
—, "La ganadería canaria", Anuario de Estudios Atlánticos, IX, 1963,
págs. 237-286.
—, "Canarias en Galdós", Anuario de Estudios Atlánticos, XIX, 1973,
págs. 43-151.
—, "Un canarismo en Pérez Galdós, a la pela", Revista de Dialecto-
logía y Tradiciones Populares, XXXII, 1976, págs. 449-459.
PIRES DE LIMA, J. A., "A alma de Portugal na sua passagem para o
Brasil", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, IV, 1948,
págs. 365-386.
RÉGULO PÉREZ, JUAN, "Abisero y abyssus y sus problemas etimológi-
cos", Revista de Historia de Canarias, XI, 1945, págs. 223-229.
—, "La palabra feira en Canarias", Biblos, XXI, Faculdade de Letras,
Universidade de Coimbra, 1945, págs. 249-252.
—, "Carta lingüística de umbría. Adiciones y rectificaciones", Revis-
ta de Dialectología y Tradiciones Populares, III, 1947, págs. 273-275.
—, "Bibliografía crítica de los estudios lingüísticos relativos a Cana-
rias", Os estudos de lingüística románica na Europa e na América
desde 1939 (organizado por M. Paiva Boleo), sup. bibliográfico
de Revista Portuguesa de Filología, Coimbra, 1951, págs. 203-225.
—, "Notas lexicográficas acerca de beo, esteo y redina, antiquismos
supérstites en Canarias", Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llo-
rach, IV, Universidad de Oviedo, 1979, págs. 255-278.
—, "Afroamericanismos léxicos en el español de Canarias", IV Colo-
quio de Historia Canario-Americana (1980), Las Palmas de Gran
Canaria, 1982, págs. 763-782.
—, "Contribución a la historia de la palabra bamba, afroamericanis-
mo léxico adoptado por el canario en el siglo xvn", / / Simposio
Internacional de Lengua Española, 1984, págs. 341-357.
STEFFEN, MAX, "Sobre algunos nombres vulgares de Ricinus commu-
nis L. y Euphorbia lathyris L.", Homenaje Serra, III, Universidad
de La Laguna, 1970, págs. 341-346.
TRUJILLO, RAMÓN, "Algunas características de las hablas canarias",
Simposio de Estudios Colombinos, Universidad de La Laguna,
1981, págs. 9-24.
—, "Observaciones sobre las alternativas semánticas de ciertas formas
de tratamiento en Canarias y América", / / Jornadas de Estudios
Canarias-América, Santa Cruz de Tenerife, 1981, págs. 211-219.

THESAURUS. Tomo XLV. Núm. 1 (1990). Carmen DÍAZ ALAYÓN. Los estudios del ...

También podría gustarte