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Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Capítulo 27
Capítulo 13 Epilogo
Capítulo 14 Autora
Capítulo 15
Breaking Karma es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes
son producto de la imaginación del autor y se utilizan de manera ficticia.
Cualquier parecido con eventos actuales, lugares o personas, vivas o muertas, es pura
coincidencia.
Esta es mi redención.
Este soy yo consiguiendo a mi chica de vuelta.

El amor nunca estuvo en el vocabulario de Dalton Douglas hasta que Gabby tropezó en
su dormitorio una noche de borrachera. Él se enamoró de ella. Ella se enamoró de él.
Hasta que fueron revelados secretos que los separaron y a su mundo entero.
Ahora Gabby se ha ido y Dalton no tiene idea de a dónde huyó.
Entonces lo llevaron para ser interrogado sobre el asesinato de la mujer que habían
estado investigando. Cuando mencionan el nombre de Gabby y preguntan acerca de su
paradero, Dalton sabe que tiene que encontrarla, mantenerla a salvo y ganar su amor de nuevo.
Todo al mismo tiempo.
¿Dalton puede redimirse?
¿Gabby lo perdonará?
¿O el karma ganará?
Dalton
Salas de interrogatorio.
Les voy a decir una cosa sobre ellas. No son nada como en las películas.
Nada.
Nop. Son hoyos de mierda.
Y hablando de mierda, así es como había transcurrido toda mi semana.
La pérdida de la chica que amaba era una mierda.
Perder el control de mi primer caso en el trabajo era una mierda.
Todo era una mierda.
Miré alrededor de la congestionada habitación con el pánico clavado en los huesos.
Estudié las desoladas paredes. Mis fosas nasales se abrieron ante el hedor a tabaco rancio,
vómito y desesperación. Me recosté en la silla dejando escapar un profundo gemido y me
pregunté cuántas personas habrían confesado sus transgresiones en esta sala. ¿Cuántos asesinos
se habrían sentado en esta misma silla?
Mi paciencia oscilaba con cada minuto que pasaba. Era la última maldita cosa que
necesitaba en este momento. Tener que entrar aquí y dar explicaciones antes de salir y decirles
que besaran mi trasero hasta que tuvieran una orden.
Cuanto más tiempo me dejaban, más se aceleraba mi mente.
Una pregunta me perseguía.
¿Qué sabían?
Tenían que saber algo. La policía no se presentaba en tu puerta y te llevaba a la estación
por diversión o por molestar.
Tragué, saboreando lo amargo después de los efectos de mi trago con excesivo whisky
de anoche, incluso después de tres cepilladas esta mañana. El Kavalon Single Malt se había
convertido en mi mejor amigo últimamente. Ese hijo de puta y yo estábamos teniendo
reuniones nocturnas para borrar el hecho de que la mujer que amaba se alejó de mí y no tenía a
nadie a quien culpar sino a mí. El suplemento líquido me ayudaba a dormir. Eso era hasta que
empezaba a soñar con ella. Después, la botella estaba de vuelta en mi mano mientras tomaba
tragos directamente de ella.
Tenía resaca, el corazón roto y estaba sentado en la estación de policía.
Una situación de mierda para un día aún peor.
Mis músculos se tensaron cuando la puerta finalmente se abrió. Fruncí el ceño sintiendo
que mi corazón daba patadas mientras observaba a los dos hombres que arrastraban los pies
por la habitación. Los reconocí a ambos. Por supuesto, tenían que ser ellos. Las cosas estaban a
punto de pasar de mal a peor.
Harold Finch y David Whitman.
Ambos eran empleados del Departamento de Policía de Atlanta.
Ambos nos despreciaban a mi familia y a mí.
Ni una sola palabra se murmuró mientras David cerraba la puerta detrás de ellos. Harold
traía un ordenador portátil agarrado firmemente en la mano. La mesa de acero inoxidable se
sacudió cuando lo dejó haciendo una demostración de abrir la pantalla para enfrentarme.
Mantuve los ojos en la pantalla mientras el chirrido de sus sillas deslizándose por el suelo
resonaba en la habitación. Harold cayó en la que estaba directamente frente a mí, obviamente,
en la cabecera. David tomó la de al lado.
Harold apoyó los codos regordetes sobre la mesa antes de aclararse la garganta.
—Me gustaría mostrarte algo, Dalton —dijo. Su vientre abultado chocó contra el borde
de la mesa cuando se inclinó para apretar el botón de reproducción en el equipo.
Mi estómago se retorció con horror.
Me vi a mí mismo. La vi a ella.
El nerviosismo me atravesó y el miedo me dio una bofetada en la cara.
No. No iba a dejar que la arrastraran a mi desorden.
Me enderecé y vi el video de seguridad. Lo único que pude hacer fue enmascarar mi
ansiedad. Recordaba el momento como si fuera ayer. Estábamos hablando con el chico de la
recepción para tener acceso a un apartamento. El apartamento de una mujer muerta. El chico
tomó el teléfono y me podías ver deteniéndolo, tan claro como el puto día. Aún más
incriminatorio era verme metiendo la mano en el bolsillo, sacando un Benjamín y deslizándolo
discretamente hacia él. La culpa gritaba a nuestro alrededor como una canción, apuntando
directamente hacia mí.
Harold se aclaró la garganta antes de hablar.
—¿Te importaría explicar por qué el hombre al que sobornaste te permitió acceso libre
al apartamento de una mujer llamada Ivy Hart? —preguntó. Su bigote negro se levantó
mientras una arrogante sonrisa tiraba de sus labios. El hijo de puta estaba gozando esto.
Me encogí de hombros. Aparenta estar tan tranquilo y sereno como puedas. No dejes que huela tu
miedo.
—Necesitaba hablar con ella —le contesté.
—¿Necesitabas hablar con ella? —repitió. El sarcasmo goteó en su pregunta. Mi mirada
se quedó clavada en la pantalla. En ella. Pasaron unos segundos antes de que apartara la mirada.
El uniforme de Harold estaba arrugado, deslavado y salpicado de manchas de café y sabe Dios
qué diablos más. David, por otra parte, estaba en condiciones prístinas. Harold hizo su mejor
actuación mirando hacia abajo, pero no se vio ni un poco intimidante. El hombre solía
cuidarme y cambiarme los pañales, por el amor de Dios. Él y mi padre habían sido mejores
amigos una vez. Estuvieron juntos en el negocio hasta que la mierda se echó a perder. Ahora
Harold solo quería traer gasolina y prenderle fuego a mi familia. No estaba a punto de ser la
mano que suministrara el cerrillo—. ¿Y sobre qué necesitabas hablar con ella?
—¿Cuál fue tu relación con ella? —agregó David moviéndose incómodo en su silla. No
me perdí la mirada fría que Harold le lanzó por interrumpir.
Había ido a la secundaria con David. Había sido un tipo decente, pero solitario. Cuando
se graduó de la Academia, se aseguró de que su nueva posición de poder fuera conocida. Había
hecho su misión buscar venganza de todos los chicos con los que no hizo amistad en la escuela
y de las polluelas que no pudo atrapar. Había perdido la cuenta del número de multas por
velocidad que el burro me había dado. Mis amigos también acumularon un fuerte historial de
arrestos por DUI1.
Estaba tratando con aficionados, pero a estos aficionados les hervían las venas con odio
puro por mí.
Inspiré profundamente. Esta no era la primera vez que Douglas PR y Law había estado en
una situación como esta, pero nunca en un caso de homicidio. Por lo general iba por la línea de
representar a alguien por cometer fraude, corrupción o extorsión, no un jodido asesinato.
—Eso es confidencial —respondí finalmente.
Ivy Hart. La mujer muerta. Se me había asignado como mi primer caso después de pasar
mi examen y unirme a la empresa de mi padre. Oré para que no fuera el último. Hasta ahora
todavía era empleado, pero no me daría más trabajo. Me castigaría hasta que arreglara esto.
Y tenía que hacerlo rápido. Incluso si en este momento despreciaba a mi familia por lo
que habían hecho, tenía que tener su respaldo. No le daría ni una miga de comer a Harold que
lo llevara a algún lado. Si el porqué de estar en ese apartamento era expuesto, hubiera sido
considerado el motivo perfecto.
Y si consideraban ese motivo perfecto, no sería el único con la mierda hasta el cuello.
Habría una larga lista de personas que se reunirían conmigo en la celda. Era mi trabajo evitar
que eso ocurriera, detener lo que podría ser uno de los mayores escándalos del año.
Estaba haciendo un trabajo terrible hasta ahora.
Harold resopló.
—Este es un caso de homicidio. —Abrió la carpeta y me enseñó una foto—. No es una
mierda confidencial cuando se trata de esto, Douglas.
Poco a poco moví la vista hacia ella. Gracias a Dios tenía buen estómago. Era grotesca y
mostraba todos los detalles oscuros de su muerte.
Estudié el cuerpo desnudo cubierto de oscura sangre carmesí. Ni siquiera podía
reconocerla. Tenía arañazos en fila sobre la piel desnuda junto con puñaladas profundas.
Habían terminado el trabajo con un disparo directamente en la sien. Quien hizo eso quería que
sufriera antes de dar su último suspiro.
Mi estómago se dobló. La mujer de la foto me había arruinado completamente, pero no
le hubiera deseado eso a nadie. No sabía quién la había matado, pero necesitaba saberlo.
Le regresé la foto sin darle otra mirada.

1 DUI: Driving Under the Influence: manejar después de beber alcohol.


—Si tienes alguna pregunta adicional para mí, puedes dársela a mi abogado. ¿Soy libre de
irme ahora?
Harold levantó un dedo.
—Una pregunta más, muchacho. ¿Dónde está la chica que te acompañaba en este video?
Me quedé inmóvil ante la mención, tratando de mantener el rostro impasible. Tenía la
esperanza de que no la metieran en esto. No permitiría que ocurriera.
El aire en mis pulmones se quedó atascado con la otra foto. Era el primer día de una
misión juntos y fuimos a la casa de Ivy. Estábamos en el ascensor. La había inmovilizado
contra la pared tanto con mi boca como con mis manos sobre ella.
—¿Dónde está Gabrielle Taylor? —preguntó.
Metí las manos debajo de la mesa y me clavé las uñas en los muslos. Me hubiera gustado
saber la respuesta a su pregunta. Si lo supiera, por supuesto que no se lo habría dicho. Quería
saberlo para mi propia satisfacción. Ella me había dejado sin previo aviso y no respondió a mis
llamadas. Era un error estar enojado con ella porque era mi culpa. Pero su pérdida era
sofocante, y necesitaba recuperar mi aire.
—Eso es irrelevante. No tiene nada que ver con esto. Ninguno de nosotros tenemos que
ver con esto —respondí, cada palabra más dura que la anterior—. Tienen que dejar de perder
su tiempo interrogándome y buscar al verdadero asesino. Tú y yo sabemos que mi familia no
es tan estúpida como para matar a alguien, especialmente a una persona con la que estoy en
cámara. Sabes que somos más inteligentes que eso.
Me acomodé en mi silla. Me podrían mantener aquí todo el día, pero no a Gabby. Era la
única persona completamente inocente en este lío. Mi familia ya la había hecho pedazos. No
permitiría que Harold acabara con ella.
—Es relevante. Se coló en el apartamento de una mujer, la acosó, y después la mujer
terminó asesinada en un callejón. Después, deja la ciudad. —Dejó escapar una risa burlona—.
Si eso no grita ”Soy culpable” entonces no sé qué pueda hacerlo. Ah, y de acuerdo con los padres
de la víctima, también se presentó en su casa y el padre tuvo que sacarla a punta de pistola.
Apreté los dientes.
—No nos colamos en su apartamento —lo corregí, sabiendo muy bien que tenía que
cerrar la boca, pero no podía evitarlo cuando se trataba de protegerla—. Viste el video de
vigilancia. Puedes ver claramente a Ivy dejarnos entrar en su apartamento de buen grado. Ni
siquiera fue a la hora que la mataron. Fue hace más de un mes. Ahora, como dije, terminé con
esta conversación. No tienen ninguna orden que me detenga.
Harold se mordió el labio inferior. Lo conocía lo suficiente para saber que estaba
pensando rápido, tratando de encontrar una manera de manipular el sistema y obligarme a
algo.
—Todavía no —respondió—. No tengo una orden de detención. Pero no se te olvide
que voy a estar aquí esperando ponerla en marcha. Y cuando eso suceda, los tendré a ti y a tu
familia. No voy a parar ante nada hasta que pagues tu parte en la muerte de esta mujer.
Golpeé la mesa con la mano y la empujé hacia adelante.
—Buena suerte con eso. Vas a estar caminando sobre una pista vacía. No jugué ningún
papel en esto —le dije en tono duro.
Se quedaron callados mientras yo me enderezaba para pararme de la silla.
—Me voy.
Mantuve la cabeza abajo e ignoré las miradas curiosas que llegaban desde todos los
ángulos de la estación. Abrí las puertas delanteras con fuerza y saqué mi trasero de ahí. El
ardiente sol cayó a plomo sobre mi traje negro mientras sacaba mi teléfono del bolsillo para
marcarle a un taxi.
—Sabía que no le pedirías a ninguno de esos tipos que te llevaran. —Miré hacia el
sonido de la voz conocida. Murphy estaba de pie a unos metros de distancia apoyándose
contra uno de los vehículos de la empresa. Tenía las manos en los bolsillos de los vaqueros y
una gorra de béisbol le cubría la cabeza afeitada—. Estoy seguro de que te hicieron pasar un
buen momento.
—Ya sabes —murmuré alcanzándolo—. Premios para empezar, magdalenas, un baile de
celebración. —Le di una palmada en el hombro y me metí en el asiento del pasajero—. Gracias
por llevarme, hombre. —Subí el aire acondicionado y me aflojé el cuello de la camisa. Tan
pronto como se metió al auto le pregunté lo que había estado muriéndome por saber—.
¿Encontraste lo que te pedí? —Murphy era uno de los mejores técnicos de información de
nuestra empresa. Se destacaba en buscar personas y piratear mierdas. Asher, mi primo, había
estado en el caso de Ivy porque mi padre quería mantenerlo en la familia, pero Murphy subió a
bordo cuando Asher se fue a los entrenamientos de fútbol. Me di cuenta de su vacilación
mientras asentía lentamente—. Escúpelo.
—Está en Miami —dijo, presionando el pedal del acelerador y encarando el tráfico.
—¿En Miami? —repetí confuso—. ¿Qué diablos está haciendo en Miami? —Me devané
los sesos, tratando de averiguar lo que la habría llevado hasta allí de todos los lugares. Entonces
me di cuenta—. Maldito Asher —gemí, tirando mi cabeza contra el reposacabezas—, hijo de
puta.
Mi sangre se calentó y el silencio de Murphy me dio la respuesta que necesitaba. Estaba
allí con él. Era mi primo, pero me molestó. Ella era mía, no suya. De nadie más.
Apreté el puño y contuve las ganas de lanzarlo contra la ventana. Ella se había dirigido
directamente a sus brazos en el segundo en que algo áspero sucedió en nuestra relación. Ni
siquiera me dio la oportunidad de explicarme y hacer lo correcto de mierda. Ni siquiera sabía la
historia completa.
—Resérvame un vuelo —le dije.
Su cabeza se volvió en mi dirección.
—¿Crees que es inteligente? —Me miró como si se me hubieran zafado todas las tuercas
de la cabeza—. Amigo, acabas de dejar la estación de policía para ser interrogado por asesinato.
Si te vas, se verá jodidamente mal. Vas a tener un blanco en la espalda.
Todo a mi alrededor se estaba convirtiendo en una tormenta de mierda. Ivy había sido
asesinada. John había desaparecido hacía varios días, haciéndole creer a la gente que era la
persona responsable de su muerte. Mi padre y mi tío estaban uno sobre la garganta del otro
por lo que le había hecho a Gabby. Mi padre no era lo suficientemente inteligente como para
darse cuenta de que jugar con la hijastra de su hermano estaba fuera de los límites, ya sea que le
gustara o no.
—Reserva el boleto y mantén la boca cerrada —le contesté.
Mi decisión estaba tomada. Tenía que llegar a ella antes que ellos. Irían con toda su
fuerza, la atraparían con la guardia baja y ella no sabría qué diablos hacer. Tenía que volver a
Atlanta para limpiar su nombre. Es por eso que iría por ella. Al menos esa era mi historia. Pero
sabía que tenía mis propios fines egoístas para traerla de vuelta a casa.
Murphy respondió con un movimiento de cabeza que me dijo que todavía pensaba que
estaba loco. Todo el viaje se mantuvo callado hasta que entró en el estacionamiento de nuestro
edificio de oficinas.
—Te cubriré, hombre —dijo finalmente apagando el auto—. Pero si tu padre se entera,
me meteré en problemas. No puedo perder mi trabajo porque siempre piensas con el pene.
—Será con mi trasero, te lo prometo. Confía en mí, mi padre sabe que eres
irremplazable.

Tomé unas cuantas respiraciones profundas al mismo tiempo que salía del ascensor. Ya
sabía lo que era inminente, pero no estaba seguro de con qué lado de mi padre iba a estar
tratando. Había estado cambiando de color como un camaleón últimamente y mantenerse al
día era agotador.
—Tu padre quiere verte —me dijo Summer tan pronto como me vio caminar por el
vestíbulo.
Me miró desde la recepción y me dio una sonrisa de esperanza. Era la amante de mi
padre, lo que significaba que era más probable que recibiera la peor parte de sus cambios de
humor. Le echaba encima toda su mierda. Me sentí mal porque la tenía atrapada con él.
—Gracias por decírmelo —le dije levantando la barbilla. Estaba esperando mi llegada.
Me sorprendió que no hubiera ido a la estación de policía, pero era un chico grande. Quería
que me ocupara de esto, que lo arreglara por mi cuenta, y luego le respondiera.
—¿Qué querían los bastardos? —preguntó cuando entré en su despacho y cerré la
puerta. Me miró desde detrás de su enorme escritorio y se inclinó hacia atrás en su silla.
Le di una mirada atónita.
—¿Qué crees que querían? Me interrogaron sobre el cadáver de Ivy.
—¿Qué les dijiste?
—Nada, excepto que si querían que contestara mierda, necesitaba a mi abogado.
Asintió en señal de aprobación por mi respuesta.
—Buen trabajo. No hables con ellos de nuevo, ¿me oyes? Llamé a mi abogado. Todo
pasará a través de él.
Caí en una silla.
—De acuerdo.
—¿Te preguntaron por John?
—No, pero estoy seguro de que van a sacarlo en breve, teniendo en cuenta que estuvo
en todas las noticias admitiendo ser su amante.
—Tenemos que asegurarnos de que su nombre se olvide.
Ivy había sido la amante de John. Vino a nosotros cuando ella comenzó a amenazarlo
con exponer el romance. Habíamos tratado de pagarle, pero nuestros talonarios de cheques no
eran lo suficientemente gruesos. La esposa de John, sin embargo, tuvo suficiente dinero y le
pagó a Ivy para que el asunto saliera de los medios de comunicación. Quería el divorcio y
necesitaba una forma de alejar las manos de John de su dinero.
Ahora Ivy estaba muerta. Todos los dedos apuntaban a John, y nosotros lo estábamos
representando, lo que haría que los dedos apuntaran en nuestra dirección también.
—Tenemos otro problema —continué. Él levantó una ceja—. Es Finch.
—Maldita sea. No me sorprende que el hijo de puta lleve el caso. Estoy seguro de que
saltó ante la oportunidad.
—Y está muy, muy decidido a hacernos caer.
—¿Recibiste alguna información sobre su muerte?
—Su cuerpo desnudo fue abandonado en un callejón con múltiples heridas de arma
blanca y un disparo de arma de fuego, tipo ejecución.
—¡Mierda!
—Parece que limpiaron el ADN, así que están llegando a un clavo ardiente. John tiene
grandes cantidades de dinero, así que son reacios a traerlo sin tener pruebas suficientes.
—¿Te preguntaron sobre la chica?
—¿Gabby? —Él asintió, como si lo matara decir su nombre—. Tienen un video de las
cámaras de seguridad donde aparecemos cuando fuimos a ver a Ivy a su apartamento.
—¿Se la llevaron?
—No pueden encontrarla, pero me preguntaron dónde estaba.
—Si habla, su gran boca arruinará todo. —Negó con ira—. ¿Dónde diablos está, de
todos modos? Necesitas llegar a ella antes de que el tarado de Harold lo haga y hable. Podría
ser la que les diera la información para que nos acabaran. Nos podría dar un golpe y tirar toda
esta empresa.
—Está en Miami con Asher. Murphy me está reservando un vuelo mientras hablamos.
No estaba pensando en decírselo, pero ya que estaba de acuerdo en que necesitábamos
llegar a ella antes que la policía, había una posibilidad de que estuviera menos molesto al
respecto.
—Al infierno con eso —gruñó, mostrando que yo estaba equivocado—. Llama a la
maldita chica y dile que guarde silencio. Sé que es un problema para ella, pero tienes que
explicarle lo que está en juego si no lo hace. Tu trasero está en la línea.
—Ella no va a responder a mis llamadas porque me odia por lo que le hice. Y estoy
seguro de que pronto tendrán nuestros teléfonos intervenidos. —No estaba tan seguro de todo
el asunto de las intervenciones telefónicas, pero era otra buena excusa.
—Enviaré a alguien allí a buscarla.
—Soy el único que irá. Fin de la discusión. Cuando vuelva, jugarás bonito. Si no lo
haces, no impediré que haga lo que quiera.
—¿Yo soy el único que tiene que jugar bien? —dejó escapar—. ¿No se fue gracias a ti?
—Se fue por todos nosotros —lo corregí.
Giró la mano en el aire.
—No tiene importancia. Encárgate.
Me levanté de la silla y salí de la habitación sin decir una palabra más. Tenía que
prepararme para volver a verla. Era tiempo de que fuera a buscar a mi chica.
Gabby
—Coño, esa cosa es molesta —se quejó una voz grave a mi lado cuando oyó el sonido
estridente de la alarma del reloj en la mesa de noche.
Estaba acostada en una cama tamaño king. El sol brillaba a través de las persianas en una
habitación que no me pertenecía, a pesar de que estaba cada día más cómoda en las sábanas.
Esa satisfacción era a causa de él, y no estaba segura de si eso era bueno o malo.
Malo.
Definitivamente malo.
Me estaba dirigiendo al desastre. Nada podría resultar de esto, salvo angustia y el
rompimiento de una amistad. Tenía que levantarme, agarrar mis maletas e irme lejos. Dejar de
ser tan egoísta.
Me lo decía todos los días. Luego reculaba. Convenciéndome de que necesitaba solo un
día más para lograr poner en orden mi cabeza.
Porque no podía volver allí.
Debido a que no podía encararlo todavía.
Se necesitaba un plan de juego para enfrentar al hombre que rompió tu corazón. Un
momento para levantarte y lograr la actitud de me importa una mierda incluso si por dentro te
estabas rompiendo. Tenía que conseguir esa fachada antes de volver a casa, porque estaba
segura que Dalton estaría en mi puerta al segundo en que se diera cuenta de que había vuelto.
—Siento haberte despertado —murmuró Asher, frotándose los ojos con los nudillos.
—Está bien —susurré.
Traté de detenerme antes de que ocurriera, pero era imparable. Tomé una respiración
profunda y bajé la mirada a la piel desnuda de su pecho que estaba cubierto hasta la mitad por
las sábanas. Mi boca se hizo agua. Mirarlo así estaba mal en muchos niveles. No tenía
sentimientos por él de esa manera. No había sentimientos románticos. Solo amistad. Pero eso
no impidió que mis dedos picaran por extender la mano y tocarlo.
Eso era malo. Realmente malo.
Una escandalosa tos me hizo despegar los ojos de su cuerpo y subirlo hasta su rostro. Y
ante su lenta sonrisa arrogante tuve que suspirar. Acomodé la cabeza sobre la almohada con las
mejillas sonrojadas de vergüenza. Solo porque estaba inspeccionándolo no significaba que iba a
sentarme a horcajadas sobre su polla y follarlo.
No era la primera vez que me había sorprendido y estaba segura de que no sería la
última. Asher tenía uno de los mejores cuerpos en los que jamás había puesto los ojos. Estaba
en forma, eran años de jugar al fútbol. Tenía un paquete de ocho, sí, un paquete de ocho
reales, y los brazos eran puro músculo. Ni una onza de grasa en ningún lugar.
Se irguió y la sábana bajó más, aumentando mi tortura. Bajó la vista hacia mí. Una ligera
barba se dispersaba a lo largo de sus mejillas color canela.
—Para alguien que ama inspeccionarme todo el tiempo, seguro que aspiras a usarme
para tu beneficio —dijo sonriendo ampliamente—. Sabes que tienes vía abierta conmigo en
cualquier momento, ¿verdad? Estoy siempre a tu disposición...
—Sí, lo has mencionado un par de veces —dije lentamente.
Trataba de decirme que era broma cada vez que lo decía, pero lo sabía mejor. Asher
había confesado sus sentimientos por mí y me aleje de él porque no quería arruinar lo que
teníamos. Continuó recordándomelo una y otra vez desde que me presenté en su puerta. Él
estaba listo para una relación cuando yo lo estuviera. Estaba completamente dentro.
El problema era que yo no lo estaba. Todavía estaba enamorada de otra persona y no
podía empujar esos sentimientos sin importar cuánto lo intentara. No quería que Dalton
significara una maldición para mí, pero no podía eludir cada recuerdo, el por qué había caído
tan duro por él. Deseé poder cambiarlo pero no había pasado suficiente tiempo. No estaba
segura de si alguna vez lo lograría. Había algo muy duro en ser herido por la primera persona
que amabas. Ese daño ponía una barricada alrededor del corazón y dificultaba el permitir a
cualquier otra persona esa oportunidad.
Asher me miró, esperando más de mi respuesta. Yo odiaba esta parte. Era como si lo
estuviera golpeando con las palabras una y otra vez.
Me froté los ojos y dejé escapar un profundo suspiro antes de responder.
—Asher, sabes lo que siento por Dalton. No sería justo decir otra cosa cuando mi
corazón no está en ello.
La única relación que quería en este momento era con mi corazón roto. Tratar de
repararlo.
Si eso podía suceder.
Trató de ocultarlo, pero no me perdí la caída de su rostro.
—¿Has hablado con él?
Negué despacio.
—Le bloqueé llamadas o mensajes de texto. —Ese había sido el primer paso en mi Plan
de Desintoxicación Dalton. Si trataba de llamar, nunca lo sabría. También había marcado su
dirección de correo electrónico como spam y lo bloqueé en todas las cuentas de medios de
comunicación social que tenía. No tenía manera de ponerse en contacto conmigo. No tenía
forma de escuchar sus excusas.
—Trató de llamarme anoche —dijo Asher.
Cerré los ojos, pensando si quería o no que fuera más allá.
—¿Lo sabe? —pregunté.
Los largos dedos de Asher corrieron por su rostro.
—No estoy seguro. No podía entender una maldita palabra de lo que estaba diciendo.
Eran divagaciones de borracho. Pero ya que me llamó, supongo que sabe algo. El hombre
tiene acceso a la información de las personas y su ubicación. Estoy seguro de que lo utilizó en
su beneficio.
—Creo que era bastante obvio que averiguaría que no estaba con Cora o Daisy.
No tenía demasiados amigos para quedarme por ahí.
Su rostro se suavizó.
—Me alegra que hayas venido a mí.
Había sido mi primera llamada telefónica cuando tuve que salir rápido de Atlanta. Las
dos personas en quienes confiaba y amaba me habían traicionado. Había sido alimentada con
mentiras y no estaba preparada para escuchar sus justificaciones. Necesitaba tiempo.
Necesitaba espacio antes de que pudiera ocurrir. Así que apagué mi teléfono, encendí mi radio
y conduje hacia Miami.
Las sábanas blancas se agitaron cuando él estiró las piernas.
—Nuestro grupo va a salir esta noche a ver las peleas. ¿Quieres venir?
Asher jugaba al fútbol para la Universidad de Miami. Hasta el momento, había conocido
a algunos de sus compañeros de equipo cuando pasaron después de la práctica.
Constantemente lo invitaban a salir, pero él siguió declinando debido a que no quería dejarme.
No quería que perdiera la oportunidad de nuevo.
—Vete tú. Voy a estar bien —le contesté.
—No voy a salir y dejarte aquí.
—¿Se te olvidó que solo tengo dieciocho? Ni siquiera puedo entrar en los bares.
—Y yo tengo veinte, gatita. Pero el estar en el equipo de fútbol tiene sus ventajas.
—Supongo que te da un estatus preferencial, ¿eh? ¿No tienes que obedecer las leyes, ya
que puedes atrapar un balón y dejar que otros hombres te tiren?
Él se encogió de hombros.
—Más o menos. Eso también significa que tu culo suertudo consigue venir conmigo.
Identificación o no identificación.
Se rio cuando rodé los ojos.
—Oh sí, seré una de tus groupies autorizada en el club porque está con el idiota jugador
sexy de fútbol —dije fingiendo entusiasmo.
Sabía lo que era ser invitada a cosas debido a la profesión, o con quién estabas
relacionado. Lane y Cora eran invitados a todo porque su familia estaba podrida en dinero, y
siempre conseguía pegarme a ellos.
—Vaya, eso es dulce nena —respondió Asher, agarrando mi costado y atrayéndome a su
duro pecho—. Vamos a tener que trabajar en la parte de idiota, pero me alegro de que
finalmente estés admitiendo que estás atraída por mí. Sabía que finalmente dejarías afuera tus
honestos sentimientos, ya que deseas lanzarte a mis huesos.
Desde la noche en que lo conocí, siempre había pensado que era atractivo.
Probablemente hubiera estado sobre él si no fuera mi hermanastro. Pero ahora solo lo veía
como un amigo. No podía perder todo lo que habíamos construido por entrar en una relación
que al final no funcionaría. Habría algunas Navidades muy incómodas.
Besó la parte superior de mi cabeza antes de deslizarse fuera de la cama.
—Tengo que ducharme y llegar a la práctica.
Bostezó y se dirigió al baño en bóxers. No miré hacia otro lado hasta que me cortó la
vista cerrando la puerta. Me di la vuelta y tomé mi teléfono celular cuando comenzó a oírse la
ducha.
Tenía dos llamadas pérdidas: una de Cora y la otra de mi madre. Seleccioné el nombre de
Cora y escuché el tono de llamada en el otro extremo.
—Hola chica —respondió ella.
—Hola, ¿Qué está pasando?
—Nada demasiado emocionante aquí... —su voz se apagó. Algo estaba pasando.
Conocía lo suficiente a mi amiga para saber cuando estaba ocultándome algo.
—Está bien, ¿qué no me estás diciendo? —pregunté impaciente.
—Nada. —Su respuesta llegó demasiado rápido, antes de fingir un bostezo—. Me acabo
de despertar. Ya sabes cómo soy cuando tengo sueño. Parezco rara y un poco idiota.
—Bien —dije con escepticismo—. ¿Vas a decírmelo, o tengo que sacártelo?
—Buena suerte haciendo eso cuando estás a miles de kilómetros de distancia. Estás
siendo paranoica. No es nada, solo me gustaría que hubieras venido a mí en lugar de
apresurarte con Asher.
—Sabes que no podía porque estás demasiado cerca de todo y...
Tuve que alejar el teléfono cuando oí los gritos.
—¡Dalton nos sigue llamando! —Era la voz de Lane. Podía oír cómo luchaba Cora por
recuperar el teléfono—. Es necesario que lo llames. Al menos escúchalo porque no nos deja en
paz.
—Le advertí que no te dijera esa mierda —dijo Cora ganando el teléfono de nuevo al
mismo tiempo que Lane dejaba escapar un gruñido—. No importa lo que quiera ese imbécil.
Se merece una rápida patada en las bolas por lo que hizo. Es decir, ¿quién no le dice a alguien
que se va a casar? Eso es una mierda.
—Dímelo a mí —me quejé, cabreada de no poder evadir el tema de Dalton.
—Pero dime, ¿cómo está Miami?
—Está bien —respondí, aliviada de que la conversación estuviera alejándose de él—. No
he hecho nada, además de pasar el rato en el apartamento de Asher y ver la televisión.
—Abandona el modo Debbie Downer2 y sal. Sigue adelante. Douglas es un maldito, por
el amor de Cristo. No es irreemplazable.
No tenía idea.

2 Debbie Downer: Una aguafiestas. Persona pesimista y negativa.


Cora odiaba a toda la familia de Dalton debido a su reputación y lo que la hermana de
Dalton, Piper, nos había hecho pasar en la escuela secundaria.
Pero seguir adelante… era más fácil decirlo que hacerlo. Había algo acerca de la primera
persona a la que dejas pasar, que hacía más difícil avanzar. Nunca saldría de esto. Siempre
tendría miedo de ser herida. Cuando pensaba en el amor, solo recordaba cómo me hizo daño.
—Se supone que saldré esta noche —le dije.
—Esa es mi chica. Diviértete, y si tienes la oportunidad de conectar con tu atractivo
hermanastro, hazlo.
Me reí y rodé los ojos. Cora estaba en el Equipo Asher en este momento. Ella realmente
estaba en el equipo de cualquiera que no estuviera comprometido.
—Eso es por lo que no está sucediendo.
—Nunca sabes. Asher sería bueno para ti. Es un gran tipo y es obvio que le gustas. Deja
de estar a favor de idiotas. Ellos siempre van a joderte porque eso es lo único que saben hacer.
Prueba al buen tipo, por una vez. Piensa lo feliz que serás cuando no tengas que preocuparte
de que te hagan daño cada tres segundos.
—Es mi medio hermano.
—No hay líneas de sangre en común.
Cora me contó el resto de los rumores de la ciudad y luego me pidió que llamara a mi
madre.
Finalmente le dije que tenía que irme.
Esa llamada telefónica a mi madre iba a tener que esperar.
Me despedí de Asher y esperé hasta que oí que cerraba la puerta delantera antes de dejar
que las lágrimas se deslizaran. Estaba sosteniendo el frente gracias a otras personas, porque no
podía hacerlo sola. No.
Cuando estaba sola tenía tiempo para pensar, recordar. Esos recuerdos no se detendrían,
no importa cuánto intentara olvidarme de ellos.
Dalton me hizo creer que yo era suficientemente buena por primera vez en mi historia.
Me hizo creer que yo era capaz de amar, tanto dando como recibiendo.
Cerré los ojos y descansé la cabeza contra la almohada. Los recuerdos me perseguían. Mi
estómago se revolvió al recordar la noche en que había descubierto que estaba comprometido
con esa hermosa mujer. Nunca olvidaría esa sensación de estar muy alto y caer tan
rápidamente. Nunca había experimentado tener el corazón arrancado del pecho y rasgado en
pedazos entre los viles y engañosos dedos de alguien.
Nunca me quería sentir de esa manera otra vez.
Mi corazón estaba fuera de los límites, no solo de Dalton, sino de toda la población
masculina.
El pub estaba lleno de estudiantes universitarios borrachos amontonados en las mesas
con la atención puesta en los numerosos televisores de pantalla grande pegados a las paredes.
Vi una mesa de chicos chocando las manos entre sí cuando uno de los luchadores en el
televisor cayó y recibió el impacto directo en la cara. Nunca había entendido qué era tan
entretenido acerca de ver a dos chicos golpeándose el uno al otro. Como sea. Yo estaba allí
para dejar de pensar en Dalton y relajarme.
—¿Qué quieres beber, gatita? —preguntó Asher rodeando mi cintura con las manos para
conducirme hacia la barra.
Había tenido razón. Ni siquiera nos pidieron identificación. El gorila simplemente se
movió a un lado para dejarnos entrar, ninguna pregunta.
—Cualquier cosa está bien —contesté—, pero nada muy fuerte.
Realmente nunca había sido una gran bebedora, así que necesitaba ser cautelosa. La
última vez que estuve borracha cerca de un chico que me atraía, le di mi virginidad. Es obvio
que no podía volver a dársela a Asher, pero cuanto mayor fuera el contenido de alcohol, mayor
era la probabilidad de que tomara una decisión estúpida.
—Voy a tomar una Coors, y ella un vodka de arándano —gritó al camarero, que
rápidamente comenzó a hacer nuestras bebidas—. Toma. —Me entregó la bebida—. Esto no
debería ser fuerte, si lo tomas despacio.
—Gracias —contesté con una sonrisa.
Me tomó de la mano y me guio a una mesa en el medio de la habitación en la que unos
chicos estaban sentados.
—Asher, hombre. ¿Cómo estás, hermano? —preguntó un chico, sus ojos estaban en mí
cuando llegamos a nuestros asientos. Los otros chicos nos dieron un asentimiento de cabeza y
luego volvieron su atención de nuevo a la lucha.
Asher arrastró un taburete para mí y tomó el de mi derecha.
—Bien, hombre —respondió. Tomó su móvil del bolsillo cuando empezó a sonar y se
quedó mirando la pantalla—. Mierda. Esto es importante. —Se giró hacia el chico—. Mantén
un ojo en ella. No te alejes de su lado.
—Lo capto —dijo el chico inclinando su cerveza en respuesta.
Asher se perdió entre la multitud mientras su amigo me daba una mirada de reojo
poniéndome nerviosa.
Se inclinó bajando la voz.
—Sé quién eres.
—Bien... —respondí, sin saber exactamente cómo responder a eso.
No lo reconocía, así que sabía que nunca había estado cuando ella salía con Asher. Se
veía de la misma edad que él. Era fornido, de cabello castaño y llevaba una corta y tupida
barba.
—Y creo que necesitas poner tu problemático culito de vuelta en Atlanta y lejos de mi
amigo. No eres buena para él. —Mantuvo sus ojos en mí y tomó un largo sorbo de su cerveza.
—No sabes nada de mí —respondí, sorprendida por su insulto.
—Tienes razón, no lo sé. Sin embargo, sí sé que él regresó aquí con el jodido corazón roto
por culpa tuya, que es algo que nunca ha sucedido. Luego tú te apareces en su puerta cuando la
mierda va mal con tu novio, el hombre que elegiste por encima de él. Asher es mi chico. Ha
sido mi mejor amigo desde que se mudó aquí. Es un buen tipo y no una segunda opción para
perras reemplazables. No es un clavo sacando otro clavo, a menos que él quiera serlo. Hay
chicas que matarían por dormir con él. Así que repito, lleva tu culo de vuelta a Atlanta a menos
que pretendas estar con él y no correr de nuevo a tu ex.
Quería como la mierda darle una bofetada a este tipo. Levanté la barbilla, impidiendo
que sus duras palabras me afectaran.
—En primer lugar, eres un idiota. En segundo lugar, no me llames perra de nuevo o te
voy a romper la botella de cerveza en la cabeza.
Se encogió de hombros.
—Si piensas que alguien que es honesto y protege a su amigo es un idiota, está bien para
mí.
—Para tu información... —comencé, sorprendida de no escupir fuego junto con mis
palabras.
—Lo lamento, chicos —dijo Asher, interrumpiéndome cuando regresó a la mesa. Volvió
a sentarse y golpeó en la espalda al idiota—. ¿Se están llevando bien ustedes dos?
—Conociéndonos —respondió el otro—. Olvidé presentarme. Soy Logan. Asher me ha
hablado mucho de ti. —Extendió una mano, y se la sacudí, asegurándome de que las uñas se
clavaran en su piel. Actuó como si no lo hubiera sentido y le echó un vistazo a Asher—.
¿Adivina a quién me encontré en el bar?
—¿A quién? —preguntó Asher.
—Morgan. —Sus labios se extendieron en una sonrisa arrogante—. Ella te está
buscando.
Estaba tratando de meterse bajo mi piel, poniéndome celosa y usando a una chica para
meter discordia entre Asher y yo. O quería que Asher conectara con la chica, para que yo
huyera. De cualquier manera, el imbécil tenía una agenda.
Asher se estremeció.
—Joder, es como una sanguijuela. Quiere hundirme sus colmillos afilados y succionar
todo. Tú la follaste una vez y luego no pudiste deshacerte de ella. Es como el herpes o alguna
otra mierda.
—Que yo recuerde, disfrutaste cuando te succionó. Es sexy y, por lo que me has dicho,
también es una gran folladora. —La sonrisa malvada de Logan se abrió camino de nuevo.
Asher me miró, enviándome una disculpa silenciosa.
—Ella está necesitada. No me gustan las necesitadas.
Logan sacudió su cabeza.
—No está necesitada, le gustas.
Estudié mi bebida, actuando como si no estuviera interesada en lo que su amigo trataba
de restregarme: el hecho de que Asher había follado a otras chicas. No podía estar enojada por
eso. Asher era una persona independiente y no me pertenecía.
—Le gusta cualquiera del equipo de fútbol —corrigió Asher—. Es una cazadora de
uniformes. Si no voy con él, puedo garantizarte que va a deshacerse de mi culo por otro con
un contrato.
Miré hacia arriba cuando una hermosa rubia se acercó a nosotros. Sus largos rizos
teñidos de rubio golpeando justo bajo su amplio escote, que era sin duda más de lo que yo
tenía a mi disposición.
Envolvió su mano alrededor del brazo de Asher y le envió una sonrisa seductora.
—Asher, bebé. Extrañé tu hermoso rostro mientras estabas lejos —dijo con una voz
suave y sensual—. Pero no te preocupes, he estado esperándote, con la esperanza de que
podamos empezar de nuevo donde lo dejamos.
—Hola Morgan —dijo Asher soltando lentamente su brazo del agarre. Se frotó la punta
de la nariz, mirando el asiento vacío a su lado. Frunció el ceño cuando ella se subió y se puso
cómoda.
—¿Y tú eres su hermana? —preguntó, mirando hacia mí con impaciencia—. Logan dijo
que estabas quedándote con Asher durante unos días. ¿Tal vez podamos ir a hacernos las uñas
o algo? Llegar a conocernos.
Seee, eso definitivamente no iba a suceder.
—Soy su hermanastra —dije, sin saber por qué me pareció necesario corregirla.
—La misma cosa —intervino Logan. Sus ojos ardían en los míos, brillando con odio.
—En realidad no, no estamos relacionados por sangre. Solamente nos conocemos desde
hace unos años. —Sonreí y tomé un trago.
Dos podían jugar este juego, amigo.
Asher y Morgan miraban de ida y vuelta entre nosotros, notando la tensión.
—Ahora que hicimos las presentaciones, vamos a ver esta jodida pelea. —dijo Logan—.
Tengo un montón de dinero montando en esta mierda.
La animosidad se apagó y pasamos la siguiente hora mirando a dos hombres ronda tras
otra sin conseguir un knockout. Chicos y chicas vinieron a saludar a Asher y él me presentó
con todos. Morgan se quedó a su lado prácticamente sentada en su regazo, hasta que él se
apartó y dijo que tenía que ir al baño. Volvió y se sentó en el lado opuesto, lejos de ella,
dándole a entender que no estaba interesado.
Yo le había dado unos pocos sorbos a mi bebida y ya me sentía mareada. Empujé el vaso
al centro de la mesa. Incluso la visión de él me revolvía el estómago.
—¿Estás bien? —preguntó Asher, mirándome con preocupación.
—Estoy bien —dije, sonriendo y palmeando su brazo—. Simplemente me siento
aturdida.
—¿Estás lista para irnos? —Asentí—. Déjame pagar la cuenta rápidamente. Te traeré un
agua y nos ponemos en camino. —Se levantó y se apresuró hacia el bar.
—Haz tu decisión —dijo Logan con desprecio. No me había dicho una palabra más
desde nuestro pequeño desacuerdo—. Fue un placer conocerte, Gabby, pero espero no volver
a verte.
Se alejó.
Seguí a Asher a su coche y me abrió la puerta.
—Me encanta este auto —dije, poniéndome cómoda en el asiento de cuero del
Mercedes—, es agradable.
—Gracias. Fue un regalo de graduación de mi mamá.
Su madre era más rica que mi padrastro, Kenneth, y él la quería mucho también. Se puso
del lado de su madre durante el divorcio, y no lo culpo. Su papá tuvo una aventura con mi
madre, era lo justo. Yo habría hecho lo mismo.
Esa era otra cosa que admiraba de Asher. Su lealtad. No le importaba una mierda cabrear
a la gente. Permanecía fiel a la gente que amaba, a diferencia del tipo del que no quería
acordarme.
—¿Te has divertido? —preguntó Asher, saliendo del estacionamiento. Solo bebió una
cerveza. Quería ser el conductor designado esta noche para que yo pudiera relajarme y
olvidarme de mis problemas.
—Sí. Era exactamente lo que necesitaba para dejar de pensar en todo.
—Puedes mudarte aquí, ¿sabes? Puedes quedarte en mi apartamento y tal vez tomar
algunas clases en la Universidad.
Mi plan después de la graduación había sido tomar un año de descanso, pero tener un
nuevo comienzo sonaba atractivo. Tal vez ese era el remedio que necesitaba. Un nuevo lugar.
Un nuevo plan.
—Eso no suena mal —respondí—. Pero probablemente tendré que conseguir un trabajo
en primer lugar. Ni siquiera tuve tiempo suficiente para hacer dinero en la empresa.
—¿Sabes que mi papá está planeando pagar tu universidad? No tienes que preocuparte
por esa mierda, Gabby.
—No quiero que tu papá la pague.
Esa era otra razón por la que tomaba un año de descanso. Yo sabía que el marido de mi
madre pagaría la cuenta pero no estaba dispuesta a escuchar al resto de su familia
regañándonos por eso.
—Haz tu orgullo a un lado. Es gratis. Y teniendo en cuenta que se casó con tu mamá, no
tiene ningún problema en hacerlo. A pesar de que solo te conoce desde hace algunos años, él
se preocupa por ti. Confía en mí, conozco a mi papá. No se habría ofrecido si no quisiera
hacerlo. —Me apretó la mano—. Pasa el resto del verano aquí, piénsalo y puedes hacer
solicitud para el próximo semestre, si quieres.
Sonreí, devolviéndole el apretón.
—Lo pensaré.

Asher arrojó las llaves sobre la mesa de la cocina cuando volvimos a su apartamento.
—¿Quieres ir a la cama, o quieres ver una película? —preguntó, mirándome. Se dirigió a
la cocina y sacó dos botellas de agua de la nevera y me dio una.
—¿Qué tal una película en la cama? —contesté.
—Suena bien. —Se detuvo, acariciando sus jeans—. Joder, se me olvidó el teléfono en el
auto. Ya vuelvo.
Asentí y me dirigí a su habitación para cambiarme. Agarré mi bolsa y rebusqué hasta que
encontré mi pijama. Saqué una camisola y pantalones cortos. Me quité los pantalones vaqueros
y los dejé en el suelo junto a la cama. Me preocuparía por ellos más tarde. Mi sudadera fue lo
siguiente en caer.
—Maldición. —Salté ante su voz y, al voltear, vi a Asher parado en la puerta con los ojos
entrecerrados. Se quedó mirándome fijamente mordiéndose el labio inferior—. Me daré la
vuelta si quieres, pero estoy rogándole a Dios para que no quieras. —Mi respiración se
enganchó cuando dio un paso más cerca. Necesitaba cubrirme, pero no me podía mover—.
Realmente tengo muchas ganas de ver qué más hay bajo todo eso. —Dio un paso más—.
Dime que quieres que lo haga, Gabby.
Abrí la boca pero las palabras no salieron. No podía hacer lo que me estaba pidiendo. Mi
corazón latía tanto que me quedé sin aire y era incapaz de hablar. Mi mente estaba corriendo a
toda velocidad. El alcohol tamborileaba a través de mí nublando mi juicio y diciéndome que
diera este paso. Yo sabía que la bebida era una mala idea.
Se detuvo a unos centímetros de mí con la respiración entrecortada.
—Dime qué quieres que haga.
—Quiero que me beses —respondí dando un paso hacia él—. Quiero que me beses,
Asher.
—Gracias a Dios.
Sus labios golpearon los míos paralizándome como una droga. Abrí la boca
permitiéndole entrar y me besó con fuerza. Nuestras lenguas bailaron juntas. Me estremecí
cuando sus manos recorrieron mis costados, dejando piel de gallina a su paso. Lloriqueé,
sintiendo sus manos frías deslizándose por mi piel y en la parte trasera de mis bragas de encaje.
—Dime que esto está bien —susurró en mi oído, tirando del lóbulo entre los dientes—.
Dime que deseas esto tanto como yo. —Sí. Las palabras estaban en la punta de la lengua, pero
no salían—. Dime que quieres esto, Gabby —dijo de nuevo con voz áspera y gruesa. Él
necesitaba la validación de que esto iba a conducir a alguna parte.
La realidad llegó rodando, diciéndome que esto no era una buena idea. Me congelé.
—Yo... no puedo —dije en voz baja—. No sería justo para ti. No puedo. —Las palabras
sonaban débiles y confusas en mis labios.
Se apartó de mí rápidamente y comenzó a pasearse delante de la habitación. Tiró de las
raíces del cabello y sacudió la cabeza.
—Maldita sea. ¡Gabby! —gritó, golpeando la mano contra la pared—, olvídate de él.
Noticia de última hora, va a casarse con otra mujer. Él la eligió a ella y al dinero sobre ti. ¿No
crees que es hora de que hagas la misma mierda? —Entrecerró los ojos y tomó tres
respiraciones profundas—. ¿Qué tiene él que no tenga yo? ¿Dime qué demonios tengo que
hacer para que te des cuenta de que soy la mejor opción? ¡Que yo soy el que te hará feliz, no él!
—Dame tiempo —dije en voz baja, con ganas de calmarlo. Le diría la verdad en la
mañana, cuando los dos estuviéramos sobrios.
—Sí, tiempo. Bien. Te daré una semana. —Levantó un dedo—. Una semana y luego
tendremos esta conversación de nuevo. Una conversación real. Así que espérala.
Dejé caer los brazos a los lados y asentí. No estaba segura de cómo iba a explicarle que
necesitaba más de una semana. Mi corazón no estaba entero. Se había partido en muchos
pedazos. No sabía cómo explicarle que me sentía obsoleta para el amor, mi cuerpo ya no es
capaz de correr el riesgo de dañarse de nuevo.
—Estaré en el sofá si quieres hablar —dijo saliendo y cerrando la puerta detrás de él.
Dalton

El aeropuerto estaba abarrotado. El sol me daba de lleno mientras me subía a un taxi y le


daba la dirección al conductor. El vuelo había sido corto pero estresante. Mi mente estaba
saturada. No tenía idea en lo que me estaba metiendo. No sabía cuál sería la reacción de Gabby
cuando apareciera sin avisar. Lo más seguro era que no estuviera feliz.
Murphy me había informado lo que Gaby había hecho en estos días.
Estaba quedándose en casa de Asher, al menos ahí es donde había rastreado el teléfono.
Eso se sintió como una gran bofetada. Intente aplacar los agonizantes pensamientos de Gabby
acostándose con mi primo o con alguien más, pero no pude. Estaban implantados en la
cabeza, incapacitando la entrada de otras ideas.
—Estaré de vuelta en diez minutos —le dije al taxista, cuando estacionamos en el
edificio de Asher.
Se giró para mirarme y resopló.
—Cobraré por esto.
—Pagaré por ello —le respondí saliendo del auto. Saqué mi teléfono del bolsillo y abrí el
mensaje para buscar el número del apartamento de Asher.
Me froté las manos sudadas en los vaqueros antes de tocar. Contuve la respiración
cuando la puerta se abrió.
—Hijo de puta, tienes que estar bromeando —gruño Asher. Se restregó los ojos, como
si no estuviera viendo bien, y luego los entrecerró. Me llamo la atención el hecho que estaba
vistiendo solo un par de pantalones cortos de gimnasio sin camiseta.
Ignoré su recibimiento y miré por encima de su hombro.
—¿Ella está aquí? —pregunté.
Por favor, dime que Murphy se equivocó. Que tal vez fue un error.
Dio un paso atrás para abrir la puerta más ampliamente.
—Gabby —llamó con un gruñido—. Tienes una visita.
—Es agradable verte, primito —comenté, entrando.
Nunca habíamos sido cercanos mientras crecíamos. Estábamos en diferentes grupos,
pero siempre nos habíamos llevado bien. Hasta Gabby. Ahora se sentía como si estuviéramos
en una competición de “quien tiene las pelotas más grandes” con el corazón de Gabby como
premio. Y los hombres Douglas no se rendían fácilmente.
Gabby llegó rápidamente desde el pasillo y se quedó de piedra cuando me vio.
—¿Qué…? ¿Qué estás haciendo aquí? —tartamudeó. Su rostro estaba pálido cuando se
dirigió hacia mí. Su largo cabello cobrizo se encontraba mojado, con gotas de agua cayendo
por la base de su cuello. Mis fosas nasales se ensancharon cuando vi la toalla de algodón azul
atada alrededor de su pecho.
Mis brazos se extendieron hacia las dos personas medio desnudas.
—Debería preguntar lo mismo —reclamé por mi parte. Ambos me miraron en silencio.
Ella no iba a contestar mi pregunta y Asher tampoco. Negué y me pasé la mano por el cabello
intentando luchar contra la furia. Tenía que tranquilizarme y convencerla de tomar un avión
conmigo e ir a casa. Podíamos debatir nuestros problemas en privado—. ¿No ven las noticias?
—pregunté mirando de uno al otro.
—No —contestaron al unísono.
Caminé a zancadas hasta el otro lado de la sala, agarrando el mando a distancia de la
mesa de café y cambiando de Sport Center a CNN.
Me quede de pie, mirando los titulares que parpadeaban en la pantalla.
—Santa mierda —susurró Gabby, con la mano volando hasta la boca cuando la imagen
de Ivy apareció en la pantalla.
La historia se había hecho nacional esta mañana, cuando los medios averiguaron que la
amante del gobernador había sido violentamente asesinada. John Gentry, el hombre que los
republicanos amaban, el hombre que querían como próximo presidente, no solo había tenido
una aventura, sino también había matado a la mujer que lo había descubierto. Al menos, eso
era lo que parecía.
Nancy Grace y el resto de los reporteros “dolor en el culo” movían las cabezas con asco,
discutían sobre la brutalidad del asesinato y exponían sus ideas y teorías sobre quién lo había
hecho.
—Mientras estaban aquí haciendo lo que sea —dije mirando directo a Gabby cuando
cortaron para una pausa de publicidad—, he estado lidiando con esto. Ivy está muerta.
Tenemos que volver a Atlanta. La policía ya me ha llevado para un interrogatorio. Eres la
siguiente en la lista, te lo garantizo, y el hecho de que te hayas ido a otro estado no se ve bien.
Tampoco se sentía bien.
Sus hermosos ojos verdes se ampliaron.
—¿Qué? —chilló—. ¿En serio piensan que yo la maté?
Tropecé hacia atrás con sorpresa cuando las palmas de Asher colisionaron con mi pecho.
Había estado demasiado concentrado en Gabby y no lo había visto venir. Recuperé la
compostura y le di una mirada de muerte a mi enfurecido primo parado a solo centímetros de
mí. Nos miramos fijamente y me enrollé las mangas, dejándole saber que si quería una pelea,
no iba retroceder.
—Jódete, Dalton —siseó Asher con la mirada fría—. No puedo creer que estés
metiéndola en tus sucias patrañas. Eres una verdadera mierda, ¿lo sabes? No eres más que el
vivo retrato de tu padre.
La furia me recorrió mientras intentaba ignorar sus insultos, pero no pude evitar
empujarlo con más fuerza de la que debía. Sus palabras llegaron demasiado cerca de la verdad.
Cayó atrás, pero se recuperó rápido. Era un jugador de futbol. El imbécil tenía un buen
equilibrio.
—Jódete, Asher —grité, moviendo la mirada hacia Gabby—. Tenemos que hablar.
Tenemos que arreglar esto antes de que las cosas se pongan peor.
—No, lo que necesitas es dedicarte a sacarme de tus líos para no ser arrestada por un
crimen que no cometí —discutió Gabby lanzando los brazos al aire dramáticamente—. ¿Me
veo como una asesina? Solo peso sesenta kilos. Ni siquiera puedo empujar un banco de más de
veinte.
—Probablemente no piensan que la has matado, pero asumen que sabes quién lo hizo.
Empaca tus cosas. Tenemos que volver antes de que se den cuenta de que me he ido.
—No tienes que ir a ningún lugar con él —dijo Asher, metiéndose de nuevo en la
conversación que no le incumbía.
—Creo que no entiendes la seriedad de la situación, Asher —dije burlonamente—.
Somos investigados por asesinato. Vamos a preocuparnos de que Gabby no vaya a la cárcel en
lugar de que consigas la polla húmeda. No tenemos tiempo para esta disputa de mierda. —
Miré de nuevo a Gabby—. La policía me preguntó porque te habías ido del estado la misma
noche que Ivy fue asesinada. Eso significa que están investigándote. —Gabby estaba
demasiado sorprendida para decir algo. Sus labios temblaban tratando de contener las
lágrimas—. Haz tu maleta. Ya he reservado un vuelo para los dos. Puedes volver después de
que todo se olvide, si ese es el maldito problema. Esto es para mantener nuestros culos fuera
de la cárcel. —Miré a Asher—. Tu guardaespaldas puede venir también, si esto te hace sentir
mejor.
¿Quería a Asher cerca? Joder, no. Pero estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que
ella volviera.
—No puedo faltar al fútbol, o me pondrán en el banquillo los primeros tres partidos —
dijo Asher con remordimiento en su rostro.
—No pasa nada —replicó ella—. No quiero que lo hagas.
Mi cabeza se movió de uno al otro. Observarlos era como una puñalada en el corazón.
Se veían como una pareja. La había perdido antes de tener una oportunidad de pelear por ella.
—Voy a hacer mi maleta —dijo ella en voz baja.
No me miró ni una vez antes de volverse y caminar a la otra habitación, la cual asumí
que era el dormitorio.
—Probablemente quieras ponerte también algo de ropa —grité detrás de ella—. Y
parece que estás enojada conmigo. Menos mal que tenemos un vuelo entero para ponernos al
día.
Su cabeza se asomó en el marco de la puerta.
—Menos mal que voy a comprar auriculares para eliminar el sonido —replicó, dándome
una mirada desagradable y desapareciendo de nuevo en la habitación.
Gabby

—No vas a estar ignorándome todo el vuelo —dijo Dalton, poniéndose cómodo en el
asiento de al lado—. No va a suceder.
—Seguro que sí —respondí.
Por difícil que fuera, tenía que mantener mi palabra. Sabía que dejarlo entrar de nuevo
sería un gran error.
Compró nuestros asientos uno al lado del otro. Yo había pedido un traslado para
cambiar mi reserva a otro vuelo, cualquier cosa, pero no me dejaron. Era un vuelo lleno y el
encargado estaba demasiado ocupado escuchando lo que Dalton le decía: que no era necesario
escuchar mi argumento.
Lo miré de arriba a abajo y quería darme una bofetada por admitir lo bien que se veía.
Incluso después de herirme todavía me sentía atraída por él. Allí sentado junto a mí, todavía
me encendía. Su cabello peinado hacia atrás estaba desordenado, era mi look favorito, y su
camiseta mostraba los músculos de los brazos. Me lanzaba miradas cada pocos segundos. Dios,
tratar de no mirarlo iba a ser una de las cosas más difíciles durante este vuelo.
Rebusqué en la bolsa hasta que encontré mi Kindle y los auriculares que había
comprado en una de las tiendas de la terminal. Me costaron el doble que si los hubiera
comprado en línea, pero todo valía la pena con tal de evitar la conversación.
Salté cuando me arrancó los auriculares de la mano.
—No voy a regresártelos hasta que hablemos —advirtió con los ojos celestes brillantes
sobre mí. Gruñí cuando se los metió en el bolsillo. Estúpido. Al hombre siempre le gustaba
tomar las riendas y salirse con la suya.
Crucé los brazos.
—Está bien, Dalton. ¿De qué quieres hablar? ¿Quieres mi opinión sobre el tipo de flores
que comprarás para tu boda? ¿Tulipanes? ¿Lirios? Ah, ¿Y puedo llevar acompañante? —Lancé
las manos al aire con la voz cada vez más alta—. Demonios, ¿si acaso estoy invitada? —
Despotricaba, exaltándome cada vez más. Todo lo que había hecho, la forma en que me hizo
daño, las mentiras que contó, todo estaba regresando y golpeándome de frente. ¿Quería una
invitación a la boda? Por supuesto que no. Rechazaría cualquier evento futuro de la familia
Douglas. Mejor que eso, me alejaría de ellos y punto—. O —continúe, porque no podía
evitarlo—, deberíamos hablar de que eras el primer tipo, el primer maldito tipo, que alguna vez
dejé entrar y me alimentabas con mentiras. —Su boca se abrió probablemente para pedir unas
disculpas de mierda, pero seguí adelante—. ¿O deberíamos hablar de que tu familia ha
ensuciado tanto mi vida que ahora podría ser cómplice de asesinato?
No me di cuenta del escándalo que estaba haciendo hasta que finalmente subí la mirada
y noté que todos los ojos de primera clase estaban sobre nosotros. Bueno mierda. Dalton
golpeó contra el respaldo del asiento frente de nosotros, haciendo que todos saltaran hacia
atrás y pretendieran estar absortos en otra cosa.
—Sé que estás enojada conmigo —dijo en voz baja—. Sé que lo que hice estuvo mal, y
fue estúpido y traicionero. Créeme, jodidamente lo sé. Asumo toda la responsabilidad por mis
cagadas. Te lastimé. Nos lastimé. Es el error más grande de mi vida. Algo que nunca quise
hacer. No te dije nada de mi compromiso porque estaba tratando de romperlo. De hecho lo
hice. —Me quedé mirando hacia abajo. Esto era demasiado para mí—. No la he tocado. No he
tocado a nadie ni pensado en cualquier otra persona, excepto en ti. Eres para mí, Gabby. —Me
quedé sin aliento ante las palabras, pero traté de mantenerme fría. Algo difícil. Eres para mí.
Quería creer en sus palabras. Realmente quería. Pero no podía. Habían ocurrido demasiadas
cosas. Demasiadas mentiras se habían dicho—. En cuanto a este desastre de Ivy, te doy mi
palabra de que te protegeré de cualquier daño o problema. Haré lo que sea por ti. Lo prometo.
Te quiero. Te lo dije entonces, y no estaba mintiendo. Eres el amor de mi vida. —Me dio un
golpecito en la pierna mientras yo lo miraba fijamente, sin palabras—. Ahora que tenemos eso
cubierto, tampoco actúes como la Pequeña Señorita Inocente. Asalta camas.
—¿Perdón? —grité, llamando la atención otra vez. Había pasado de calentar mi corazón
a acuchillarlo. El hombre sabía cómo lanzarme de caliente a frío.
—Lo que oyes. Nos separamos y corriste directamente a la cama de Asher. Solo tenías
una maldita toalla cuando entré en su apartamento.
—No tienes idea de lo que estás hablando.
Se veía mal. No podía negarlo. Necesitaba decirle que no podía darle nada a Asher
porque él había drenado todo lo que tenía, pero no lo hice. Quería que se torturara pensando
que ya no le pertenecía. Tal vez si pensaba eso se alejaría.
Ni siquiera había tenido la oportunidad de hablar con Asher desde nuestro incidente de
la noche anterior. El nunca regresó a la habitación, había dormido en el sofá. Quería
arrastrarme fuera de la cama y disculparme, pero estaba demasiado asustada. No quería
lastimarlo más. Fue refrescante alejarme de él para poder pensar. Solo hubiera deseado que mi
rescatador fuera otra persona.
—No soy idiota, Gabby —dijo—. Si todavía no había nada con él, estaba por suceder.
Tú y yo sabemos eso.
—Yo no follo con la gente por diversión.
—Y yo tampoco. Eres la única mujer que ha estado en mi cama. En mi corazón. ¿Puedo
decir lo mismo de ti? —dijo levantando una ceja.
Me incliné y le saqué los auriculares del bolsillo con rapidez antes de que tuviera la
oportunidad de detenerme. Los enchufe en mi teléfono y gire el volumen alto. No tenía
paciencia para escuchar esta conversación.
Reconocí al tipo esperando en el aeropuerto cuando salimos de reclamar el equipaje.
Murphy. Trabajaba en el departamento de Informática. No lo conocía, nunca había tenido una
conversación con él, pero parecía ser el jefe principal por allí. Asher dijo que era el mejor en lo
que hacía. Probablemente era el que le dijo a Dalton que yo estaba en Florida.
Mis auriculares se quedaron durante todo el vuelo. Puse mi lista de reproducción de
desamor en repetición, una forma de recordar permanecer enojada con el hombre sentado a mi
lado. Lo que no le impidió tratar de torturarme. Los ligeros roces contra mi brazo, la mano
apoyada en mi muslo. Cada simple contacto, envió electricidad subiendo vertiginosamente por
mi columna vertebral.
—Hola chicos —saludó Murphy. Dio un paso hacia adelante y tomó mi maleta por el
asa.
Le lancé una sonrisa a cambio. Se dio la vuelta, abrió el maletero y echó mi maleta
adentro. Dalton no tenía ninguna maleta. Él sabía que no iba a estar mucho tiempo. Apreté mi
bolso en el hombro y me sumergí en el asiento trasero.
Dejé escapar un gemido y señalé la parte delantera del coche cuando Dalton se deslizó a
mi lado.
—El asiento delantero tiene tu nombre. —Me escabullí hasta el borde de mi lado, mi
hombro golpeó la puerta.
—La única cosa con mi nombre eres tú —dijo. Cerró la puerta y se deslizó más cerca de
mí. Me estremecí cuando sus labios rozaron mi oreja y su voz se redujo a un susurro—. Y mi
favorito es cuando tú lo dices gimiendo.
Lo empujé lejos.
—Eres un idiota, ¿lo sabes? Eso nunca sucederá de nuevo. Tan pronto como le diga a la
policía que no tengo nada que ver con esto, me voy a quedar lejos de todos ustedes.
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó Murphy mirando por el espejo retrovisor. Su falta
de reacción ante mi llegada confirmaba que fue el que me había rastreado.
—La oficina —respondió Dalton.
—Y luego, me haces el favor de dejarme con mi amiga Cora —demandé, disparando una
mirada Dalton—. Te daré las instrucciones después de que dejemos a Dalton.
Me estremecí cuando estiró el brazo a lo largo del asiento trasero.
—No puedes huir de esta, Gabby —dijo—. Tenemos que ir a la oficina y hablar con mi
padre en este momento. Es imperativo. Después de eso, te dejaré donde quieras, pero esto
tiene que suceder, te guste o no.
—No voy a poner un pie en la oficina de ese idiota —susurré—. Tú puedes hablar con él
y luego transmitirme cualquier información importante más tarde, con una llamada telefónica.
—Tendría que desbloquearlo. Desafortunadamente—. No hay manera en el infierno de que
pueda mirarlo sin querer sacarle los ojos con las uñas.
La tortura asomó a su rostro. Se sentía mal por hacerme esto.
—Dale cinco minutos. Si él te insulta, si dice una cosa incorrecta, nos marcharemos. —
Se inclinó con la mirada fija en mí—. Mi mayor prioridad es mantenerte a salvo. Si eso significa
que tenemos que hacerle frente durante unos minutos, entonces eso es lo que tenemos que
hacer. Te prometo que no te haría esto si hubiera una manera más fácil.
Asentí, sin molestarme en decir nada más. Incluso si intentara argumentar, no habría
cambiado nada. Estábamos casi en la oficina y, a menos que planeara saltar fuera del coche,
estaba jodida.
Abrí mi bolso y recogí mi teléfono. Le envié un mensaje de texto a Asher para decirle
que había aterrizado. Mi siguiente texto fue para Cora, preguntando si podía quedarme en su
casa durante unos días. De inmediato me contestó el mensaje con un sí.
Me relajé y los escuché hablar de la muerte de Ivy. Habían estado cavando en su
teléfono, tarjeta de crédito e historial de navegador. Nada hasta ahora. Al parecer, alguien había
borrado cualquier rastro de dónde había estado y lo que había estado haciendo.
—¿Qué está diciendo John sobre su muerte? —pregunté. O mi padre. Todavía no había
llegado a aceptar lo que era él para mí—. ¿Cómo se siente acerca de su amante asesinada? ¿O
es él quien lo hizo?
Se sentía tan extraño estar fuera del circuito después de estar tan involucrada en el caso.
Antes de que ocurriera todo. Había interrogado a Ivy con Dalton. Había ayudado a
chantajearla y amenazarla. Mierda, incluso había querido estrangularla yo misma.
—John es inocente —dijo Dalton.
Lo miré.
—¿Y tú cómo sabes esto? El tipo no tiene buen historial en lo que se refiere a
honestidad y no es comunicativo.
—John podría no ser una buena persona, pero no es un maníaco homicida. Vi la foto
del cuerpo de Ivy y lo que le habían hecho. No hay manera de que hiciera algo tan horripilante.
—Tampoco hay manera de que sacrificara todo por matarla —dijo Murphy
interviniendo—. John ha estado en mi radar. Los medios de comunicación tiene razón en lo de
haber desaparecido por unos días, pero seguí todos sus movimientos. Se quedó en una cabaña
que posee en Chattanooga todo el tiempo. Su teléfono también puede ser rastreado a ese lugar.
No hay forma de que fuera él.
—Entonces, ¿quién lo hizo? —pregunté. Tal vez John no tenía sangre en las manos,
pero aún podía haber estado involucrado. Mi obsesión por Dateline me enseñó que el asesinato
por encargo era popular entre los cobardes.
—Eso es lo que tenemos que averiguar —respondió Dalton.
—¿Nosotros? ¿No te refieres a la policía? Sé que ustedes son abogados que arreglan la
mierda o lo que sea, pero dudo mucho que estén lo suficientemente cualificados para resolver
un maldito asesinato.
—Somos buenos para hacer el trabajo de investigación —dijo Dalton.
—Los mejores —agregó Murphy.
—También sabemos cómo salvar nuestro culo.
—Más te vale —murmuré. No iba a cargar con la culpa de esto y no me importaba a
quién diablos tenía que derribar para asegurarme de eso.
Quería huir cuando Murphy estacionó. Recordé lo nerviosa que había estado en mi
primer día de trabajo en Relaciones Públicas Wilson, pero ahora la idea de ir allí me revolvía el
estómago.
—Yo seré el que hable —dijo Dalton, saliendo del coche—, aunque tienes libre albedrío
para decirle lo imbécil que es. Necesita algo de ti, así que no se va a portar mal.
Las palmas de mis manos estaban sudadas cuando salí y lo seguí al interior del edificio.
—Eso es exactamente lo que quiero hacer, pero no voy a desperdiciar mi aliento. Voy a
entrar allí, voy a escuchar lo que él tiene que decir y luego me voy.
—Me voy al centro de control —murmuró Murphy detrás de nosotros cuando las
puertas del elevador se abrieron. Nos dio un saludo y se marchó.
Sostuve el bolso con fuerza a mi lado y seguí a Dalton a la oficina de Wilson. La boca de
Summer se abrió cuando se fijó en nosotros, y le lancé un saludo.
—Dalton —dijo, arrugando sus rubias cejas—, y Gabby… esto es una sorpresa.
—Una sorpresa temporal —le dije—. No volverás a ver mi rostro por aquí otra vez.
Ella frunció el ceño.
—Es una pena.
Dalton miró entre las dos. No habíamos sido exactamente las mejores amigas, pero
después de que me contara sobre su aventura con Wilson, teníamos un vínculo silencioso. No
la veía como la mujer engreída o el enemigo que había estado tratando de acostarse con
Dalton. Éramos aliadas, dos mujeres que compartían la misma experiencia. Ambas teníamos
nuestros corazones rotos por hombres que nunca serían nuestros.
—¿Está ahí dentro? —le preguntó Dalton.
—Claro que sí —respondió—. Y no está de muy buen humor.
—Bueno, eso no me sorprende —murmuré.
—No lo enojen más si es posible. No quiero tener que lidiar con él —añadió.
—Lo intentaremos, pero no puedo prometer que sucederá —le dije con una sonrisa.
Necesitaba encontrarle un buen chico para salir. Tenía que soltar el codicioso culo de Wilson.
Wilson se puso de pie y salió de detrás de su escritorio a nuestra llegada.
—Dalton —saludó. Sus ojos se movieron hacia mí y, no me jodas, una sonrisa se formó
en su rostro. Imbécil—. Y Gabrielle, gracias por venir. —No parecía sorprendido de verme,
por lo que Dalton debe haberle informado de antemano. Extendió un brazo hacia los asientos
libres—. Tomen asiento.
Entré en la habitación lentamente, enviándole una sonrisa engreída antes de tomar
asiento, y esperaba que pudiera ver el jódete marcado a lo largo de mis labios. Regresó a su
escritorio y se dejó caer con despreocupación en la silla grande.
Lo miré con repulsión. Apenas conocía al hombre, pero me había causado mucho dolor.
Me odiaba, y se convirtió en su misión personal destruir cualquier felicidad que llegara a mi
camino si eso involucraba a su familia. Había obligado a Dalton a mentirme para beneficio del
negocio y luego me avergonzó enfrente de todos.
Le eché un vistazo a Dalton y sentí pena por él. Había sido controlado por su papá y
usado como un peón en un juego de jerarquías. Cualquier hombre que traicionaba a sus hijos
por dinero o por beneficio personal era un cobarde. No me habría sorprendido que fuera el
responsable de la muerte de Ivy. El hombre era despiadado.
Wilson se aclaró la garganta antes de hablar.
—Gabrielle, no estoy seguro de si eres consciente de esto o no, pero Ivy está muerta.
—Lo sé —respondí, orgullosa por lo fuerte que sonaba mi voz.
—La policía ha dictaminado un homicidio. Han interrogado a Dalton, y no sabemos si
van a detenerte. Si lo hacen, no les dirás nada, ¿me oyes?
Había decidido de camino para acá que estaría de acuerdo con lo que Wilson quería.
Luego haría lo que quisiera. Ya no iba a recibir órdenes de él.
—Está bien, me aseguraré de hacerles saber que no tuve nada que ver con ello.
Una de sus oscuras cejas se arqueó hasta el techo y me miró con escepticismo.
—Esa es la cuestión, no quiero que hables con ellos en absoluto. Todo el mundo
obviamente sabe sobre la aventura de John con Ivy, pero nadie sabe que él nos contrató para
cubrirlo. Tampoco necesitan saberlo. Si te detienen, diles que no dirás una palabra sin tu
abogado.
—Pero no tengo un abogado. Y definitivamente no voy a pagar por uno.
—Me encargaré de eso. Esta firma está llena de abogados, incluido yo. Me aseguraré de
que tengas uno allí en el momento en que llegues.
—¿Por qué siquiera están interrogándonos? —pregunté. Me giré en la silla para mirar a
Dalton—. ¿Por qué creen que lo hicimos?
—Vieron el video de nosotros dejando el apartamento de Ivy —respondió Dalton, sin
apartar la mirada de mí.
—Entendido —dije. Me di la vuelta para mirar a Wilson—. ¿Puedo irme ahora?
—Si puedes, pero una cosa más —dijo Dalton levantándose de su silla. Su cara se puso
seria mientras fulminaba con la mirada a Wilson—. Papá.
Wilson dejó salir un suspiro.
—Me disculpo por cualquier daño que pude haberte causado, Gabrielle. Nunca fue mi
intención que salieras lastimada. Me preocupo por ti porque eres la hijastra de mi hermano. No
quiero que te sientas menospreciada nunca.
Sus palabras eran sinceras, pero el tono de su voz y sus ojos decían algo diferente.
Wilson Douglas quería que yo me convirtiera en su nuevo peón. Eso jodidamente no iba a
suceder.
—Gracias, lo aprecio —contesté dándome la vuelta y saliendo de la habitación. La
disculpa no sería aceptada. Nunca sería aceptada, pero necesitaba seguir adelante.
Saqué el teléfono de mi bolso mientras Dalton pulsaba el botón del ascensor hacia el
primer piso.
—Cora viene por mí, así que tengo que sacar mi maleta del coche.
—Puedo llevarte hasta allí si no quieres esperar —dijo.
Me quedé mirando las puertas del elevador mientras nos encerraban en el interior. Bajé
la mirada al suelo, recordando cuando estuvimos en el elevador en el apartamento de Ivy.
También había estado tratando de rechazarlo. Pero él no lo había aceptado. Me había quedado
sin respiración cuando me empujó contra la pared y me besó.
—Lo siento, voy a rechazar tu oferta. —Necesitaba mantenerme fuerte.
—Es un viaje en auto, Gabby. No te estoy pidiendo que volvamos a estar juntos o que
follemos en el asiento trasero.
Me estremecí, tratando de enmascarar el efecto que sus palabras tenían sobre mí.
—Eso no va a ocurrir de nuevo.
Lo seguí de regreso hacia el estacionamiento y me quede mirando la pantalla de mi
teléfono hasta que sonó. Fruncí el ceño leyendo el mensaje de Cora. Su auto estaba en el taller
para un cambio de aceite y Lane estaba jugando golf con su papá. Mierda.
—Creo que tomaré ese viaje, después de todo —murmuré.
Me llevó de nuevo al auto en el que Murphy nos había recogido y abrió la puerta del
pasajero.
—¿Cuánto tiempo tengo que quedarme aquí? —pregunté, entrando y abrochándome el
cinturón de seguridad.
—Hasta que todo se aclare. Yo calcularía unas pocas semanas o un mes.
—¿Un mes? Seré un manojo de nervios esperando un mes.
Se encogió de hombros, encendiendo el coche.
—Posiblemente, nunca se sabe.
—Esperemos que capturen a este asesino antes.
—Es por eso que tenemos que resolver esto.
—¿Estás trabajando con la policía?
—No, pero estamos trabajando más duro que los policías. Somos mejores trabajando. —
Él cambió de tema—. ¿Tú mamá sabe que estás en casa? —Sacudí la cabeza—. Te extraña.
—¿Cómo sabes lo que siente mi madre? Ni siquiera la conoces.
—Sé lo que se siente perderte, Gabby. El tío Kenneth dice que tiene el corazón roto.
Responde sus llamadas. Al menos hazle saber que estás bien.
Me dolió el pecho.
—Ella me mintió.
—La gente comete errores.
—Por supuesto que sí —dije saliendo del auto cuando llegamos a la casa de Cora. Cerré
la puerta y corrí hasta la puerta principal sin mirar hacia atrás, aunque eso me matara. Odiaba
alejarme de él.
Tener una pequeña charla con alguien que solías amar, con alguien que todavía amabas,
era una agonía. Era peor que ignorarlo y actuar como si no existiera, porque estaba frente a ti,
haciendo preguntas y esperando respuestas cuando ni siquiera podías pensar con claridad
porque todo lo que recordabas era el sufrimiento que causó.
—Entonces, ¿cuál es la exclusiva? —preguntó Cora cuando entramos a su dormitorio.
Se dejó caer en la cama y cruzó las piernas. Todavía tenía que saber todos los detalles para
cualquier chisme jugoso—. ¿Creí que habías renunciado a ese trabajo de mierda?
Me senté a su lado.
—Realmente no hay exclusiva. Sí renuncié, pero hay un problema con uno de los casos
en los que estaba ayudando y necesitaban hablar conmigo. Tan pronto como esté aclarado, no
estoy segura de lo que haré.
—¿Vas a regresar a la Florida?
—No lo sé. Honestamente pensaba tomarme un año sabático para dedicarlo a mí, pero
no hay manera de hacer eso ahora.
Se amarró el pelo rubio fresa en una cola de caballo.
—Entonces ven conmigo a la universidad.
—Es demasiado tarde para estar tratando de entrar a la universidad. Es prácticamente el
final del verano. ¿Qué universidad va a aceptarme?
—¿Podrías intentar en una Universidad pública o algo? Estoy segura de que mi papá o el
papá de Lane podrían mover influencias y ayudarte.
—Lo resolveré.
—De acuerdo, hazme saber si necesitas algo. Sabes que siempre estaré aquí para ti pase
lo que pase.
Asentí.
—Lo sé, gracias.
—¿Has hablado con tu mamá? —Sacudí la cabeza. Ya me estaba cansando de escuchar
esa pregunta—. Gabby, sé que es difícil, pero necesitas hablar con ella.
—Ella me mintió durante años. Siempre me hizo creer que mi padre no estaba en mi vida,
que había huido a alguna parte.
—Él técnicamente no estaba en tu vida y huyó a otra parte. El que estuviera cerca no
quiere decir que habría sido diferente. Además, ¿descubrir que él era tu papá te ha convencido
de tener una relación con él? Dejó a tu mamá sin nada cuando descubrió que estaba
embarazada. Eso es una mierda. Yo tampoco querría hablar sobre él.
Dalton
—Transmitiendo en vivo desde la casa de los padres de Ivy Hart. Ivy era la supuesta amante del
gobernador de Atlanta, John Gentry. Estaba viviendo aquí para esconderse de los medios de comunicación
después de hacer pública su relación amorosa. También hemos recibido informes de que había estado
escondiéndose de alguien más. El gobernador Gentry no ha podido ser contactado por el momento, lo cual había
convencido a la gente de que tal vez estuviera involucrado...
Apagué la tele. Maldita sea, odiaba los medios de comunicación.
John tenía que hacer una declaración. Cuanto más esperara, más culpable parecería. Los
medios eran como perros de caza. Buscarían cada detalle sucio sobre él y la relación amorosa, y
estaba seguro que se enterarían de que nosotros intentamos sobornarla. Esto destruiría nuestro
negocio.
Levanté la mirada cuando oí abrirse la puerta del despacho.
—¿Te has olvidado de tocar a la puerta? —pregunté, apoyándome en el respaldo de la
silla.
Leo cerró la puerta riéndose.
—Soy tu otro hermano. Hago lo que quiero —contestó—. ¿Así que esta va ser nuestra
última aparición pública? —Se sentó—. ¿Tengo que empezar un fondo de ahorro?
Le saqué el dedo.
—Muy chistoso, idiota.
—Papá me puso al corriente. ¿Cuál es tu siguiente paso, hermano? Tienes que sacarte a
los policías de la espalda y enviarlos a oler a otro.
La preocupación llenaba su mirada. Estaba intentando relajar la situación pero la
preocupación estaba ahí. Sabía del deseo de venganza de Harold contra la familia. Sin embargo,
ninguno de nosotros sabía el porqué.
—No tengo idea. —Levanté una ceja—. ¿Alguna sugerencia?
Pasó la mano por el cabello.
—Me temo que no.
—Es un buen principio.
—Estoy indeciso. Una parte de mí quiere decir que se joda y contarles todo sobre John,
sus secretos, todo, para quitártelos de encima. Joder Dalton, es decir, no quiero que te hundas
por tratar de proteger a alguien que no significa una mierda para nosotros. No vale la pena.
Asentí estando de acuerdo.
—¿Y la otra parte? —pregunté curioso.
Él siempre tenía los mejores consejos. Lo respetaba más que a mi propio padre.
—La otra parte está preguntándose cuánto desgarraría esto a la familia y a los negocios.
Sin embargo, y voy a insistir en esto, si se pone demasiado mal, saca al político idiota al frente,
¿me oyes? No pierdas nada por este asunto… este trabajo. No se lo merece. No vale tu
libertad.
—De acuerdo. Mi paciencia con esta mierda de secretos está llegando a su fin. —Dejé
caer la cabeza y gruñí—. ¿Qué vas a hacer esta anoche?
Tenía que sacar a Gabby de mi mente. Por mucho que quisiera llamarla, tenía que darle
tiempo. Había tenido unas semanas duras. No quería insistir más.
—Tenemos el cumpleaños de Piper esta noche, ¿recuerdas? Por eso estoy aquí, para
asegurar que no intentes escaparte.
Dejé salir otro gemido. Una noche con mi familia sonaba como jodida tortura.
—Mierda, con todas estas cosas en marcha, lo he olvidado completamente.
—Me imaginaba. Por esto he venido, para tener tu culo ahí. —Se levantó de la silla y
movió una mano hacia la puerta—. Ahora ven.
—No me quedaré mucho —murmuré levantándome de la silla. Lo detuve cuando me
dio la espalda—. Oye. —Me miró por encima del hombro—. ¿Crees que me puedas contratar
si me echan de aquí?
Leo trabajaba para su suegro, que tenía un montón de empresas. Eran totalmente
exitosas y decentes y le dio a Leo una buena posición a cambio de tolerar a su hija loca.
—Kelly te odia. Mataría a su padre si te contratara. No cree que seas una buena
influencia para mí. —Se rio y abrió la puerta—. Por no mencionar que tus anteriores empleos
apestan. Dudo que mi padre te diera buenas referencias.

Desgraciadamente teníamos la cena de cumpleaños de mi hermana Piper en la casa de


mis padres. No tener cena en un lugar público significaba que habría conversaciones privadas.
Leo y yo pasamos y encontramos a todos sentados alrededor de la larga mesa del salón.
Empleados de catering entraban y salían de la cocina.
Gracias a Dios, Kelly, la mujer de Leo, no estaba ahí. Estaba asistiendo a un evento de
caridad y sus niños estaban pasando la tarde en casa de sus padres. Leo más que nadie sabía
que se hablaría de John y no quería que sus hijos escucharan.
—Hermano mayor —exclamó Piper saltando de su silla. Una brillante sonrisa rosa se
extendió por sus labios.
Piper no tenía la mejor reputación. La gente la llamaba zorra egoísta manipuladora y,
para ser sincero, podía serlo. Pero no la conocían suficiente para entender por qué actuaba de
esa manera. Quería atención porque nunca la tuvo en casa. Quería a alguien que la quisiera, y le
haría daño a quien se atravesara en su camino para conseguirlo.
—Feliz cumpleaños —dije envolviéndola en mis brazos—. Anciana de diecinueve.
—Leo, Dalton —dijo mi padre, dándonos un movimiento de cabeza sin molestarse en
levantarse de la silla. Asentí en respuesta mientras Leo lo saludaba.
Mi madre permaneció callada. Tampoco estaba de humor para pensar en algo.
Tan pronto como nos sentamos, Piper se apoyó en mí.
—¿Qué es lo que he oído sobre tu gusto por la hija de esa destroza hogares? —preguntó
con voz burlona. Ella era como el resto de la familia. No tenía filtro. Decía lo que pasaba por
su mente.
Levanté una mano para detenerla antes de que llegara más lejos y realmente me enfadara.
—No empieces con esa mierda, Piper. Si me enfadas, salgo de aquí y te quedarás sin tu
regalo —advertí—. No insultes a Gabby o su madre. Y hablo en serio.
Hizo pucheros.
—Sabes que puedes hacerlo mejor, ¿verdad? Papá nunca te va a permitir estar con ella.
—Dejó salir un resoplido—. Por no mencionar que estás comprometido.
—No estoy comprometido y sinceramente me importa una mierda lo que papá dijo. —
Lo miré directamente. Su rostro se volvió rojo pero permaneció callado—. Estoy enamorado
de Gabby. A quien no le guste puede besarme el culo. —Miré de nuevo a Piper—. Necesitas
dejar de seguir los pasos sentenciosos de mamá y papá y formar tus propias opiniones sobre la
gente.
Mi madre tomó un largo sorbo de vino antes de dar su innecesario aporte.
—Piper, tu hermano va terminar pronto con su pequeño enamoramiento. Volverá a sus
sentidos y el compromiso estará de vuelta.
Mantuve mi mirada en la suya brillante. Quería que supiera lo serio que iba.
—Yo esperaría sentado —dije, negando con un movimiento—. Te lo repetiré, voy a
estar con Gabby y quien no esté de acuerdo puede empezar a superarlo o sacarme de sus vidas.
Ahora dejen de joder hablando de esto.
Las bocas se cerraron de golpe y observé la sonrisa de Leo desde el otro lado de la mesa.
—Al menos la chica está actuando apropiadamente, teniendo en cuenta la situación en la
que estamos —dijo mi padre sorprendiéndome como la mierda, y a los demás también—.
Supongo que tengo que darle crédito cuando se lo merece.
Gabby
Llené mis pulmones con una profunda inhalación para darme valor antes de levantar la
mano para golpear la puerta. Estaba demasiado asustada de entrar en mi propia casa.
Prácticamente me sentía como una extraña después de salir furiosa ese día. No debí actuar de
esa manera con ella. Lo sabía, pero había estado malditamente enojada.
No sabía que yo venía. Ninguna advertencia. Nada. No estaba segura si iba a tener el
valor o no. Cora me entregó las llaves de su auto hace una hora y me dijo que hiciera lo
correcto. Di cuatro vueltas a la manzana antes de reunir el valor necesario para estacionarme
en el camino de entrada.
Mi mamá era mi mejor amiga. Tenía que escuchar lo que tuviera que decir, así podría
perdonarla, y necesitaba que ella me perdonara. Teníamos que seguir adelante después de esto.
Me di cuenta de que solo estaba tratando de protegerme, porque eso era lo que había hecho
toda la vida, partirse el culo para mantenerme a salvo.
Salté cuando la puerta se abrió y ella apareció.
—Gabby. —Mi nombre salió con un jadeo.
Su rostro se puso pálido. La culpa se deslizó dentro de mí. Se veía agotada, privada del
sueño. Y yo tenía la culpa. No es de extrañar que todos siguieran insistiendo en que la llamara.
Era un desastre.
—Hola mamá —saludé con la voz quebrada.
No hubo forma de detener las lágrimas que caían por mis mejillas. La extrañaba. Ella
había sido mi columna vertebral durante mucho tiempo. Había un tipo especial de vínculo que
se formaba entre un niño y su único padre. Era lo único que el otro tenía. Ella había tomado el
papel tanto de madre como de padre y me enseñó a ser fuerte.
Abrió más la puerta y me hizo un gesto para que entrara.
—Entra. No sabía que venías a casa, pero estoy muy feliz de verte.
La seguí hasta la sala de estar tratando de controlar las manos temblorosas y me senté en
el sofá mientras ella desaparecía en la cocina.
¿Por qué diablos estaba tan condenadamente nerviosa?
Ya sabía la historia.
Ella ya había confirmado que John era mi padre y que había insistido en que abortara
después de quedar embarazada. Cuando se negó, él la dejó. No estaría aquí si ella lo hubiera
escuchado, si ella hubiera elegido el amor de él sobre mí. Aceptar eso era la parte más difícil, y
sabía que no había manera de que le permitiera a John entrar en mi vida, sin importar lo
mucho que rogara.
Entró a la sala de estar con una taza de té en cada mano.
—Respondí algunas de tus preguntas cuando hablamos —empezó, entregándome una
de las tazas—. Pero quiero sacar todo a la luz. Pregunta cualquier cosa que quieras saber.
Cualquier cosa. Soy un libro abierto.
Le di un sorbo a mi té y me tomé mi tiempo para saborearlo.
—¿Por qué no me lo contaste esa noche? ¿La noche de la fiesta cuando él se dio cuenta
de que yo era su hija? ¿O antes? ¿Sabías que yo estaba trabajando con él? —Mi mente divagaba
a la par que mi boca.
Esas eran las preguntas que me estaba muriendo por saber. No entendía cómo
estábamos a solo unos kilómetros de distancia y ella nunca me dijo nada.
—No sabía que tu trabajo estaba relacionado con él. De otra manera , te hubiera
contado. He querido decírtelo desde hace mucho tiempo y, para ser honesta, tenía miedo de
que él estuviera cerca de ti. John... no es el hombre más decente. Me destruyó cuando nos dio
la espalda. Después se comunicó para rogarme que lo dejara verte, pero nunca le devolví la
llamada. No lo merecía y no podía verlo causándote dolor. —Tomó mi mano y me dio un
ligero apretón.
—Mamá, sé qué clase de hombre es y entiendo por qué querías mantenerme alejada. En
el trabajo, estábamos ayudándolo a encubrir una aventura, y ahora la chica involucrada está
muerta. Fue asesinada, pero no sabemos quién lo hizo. Los policías detuvieron a Dalton para
interrogarlo y luego preguntaron por mí. Me metió en su desastre.
Dejó salir un pesado suspiro y se limpió unas cuantas lágrimas.
—Lo sé, Kenneth me ha contado sobre la situación, pero no conozco todos los detalles.
Si crees que estás en problemas, házmelo saber. En cuanto a John, no estoy segura de que
asesine a una mujer. No me lo imagino haciendo algo así de terrible, pero la gente cambia. No
quiero que bajes la guardia cerca de él o de cualquier otra persona por allí.
—No lo haré. —Me incliné hacia delante para envolverla en mis brazos—. Y gracias por
contármelo todo. Siento la manera en la que actué. Sé que solo estabas protegiéndome.
—Entonces, ¿cuál es tu plan? —preguntó cuando nos separamos—. ¿Te vas a quedar
aquí?
Me encogí de hombros y tomé un sorbo de té antes de contestar.
—Todavía no lo he decidido.
—¿Y Dalton? Kenneth me contó lo que estaba pasando entre ustedes y cómo Wilson se
enteró y te avergonzó delante de todos. —Sacudió la cabeza—. Ese idiota. Confía en mí
cuando digo que ya no estarás obligada a ir a sus fiestas.
—Lo que Dalton y yo tuvimos... se acabó.
—Habla con él, cariño. Las cosas en su familia son complicadas. Sus padres son
autoritarios y controladores. Ellos usan el dinero como una ventaja sobre sus hijos.
—Mamá, él estaba comprometido con otra mujer.
—Lo sé, pero no quería casarse con ella. —Le di una mirada—. Kenneth estaba casado
cuando nos conocimos, pero no era feliz. No amaba a su esposa y, francamente, no creo que
ella lo amara mucho tampoco. Créeme, sé que se siente mal involucrarse con una persona que
está en una relación. Desearía haberlo abordado de una manera diferente. Debería haber
esperado hasta Kenneth dejara a su esposa, pero no lo hice. Pero de acuerdo con Kenneth,
Dalton había estado tratando de interrumpir su compromiso por ti, así que tal vez no es tan
malo como tú piensas. En mi opinión, él estaba tratando de averiguar qué hacer con la baraja
que le tocó y no había encontrado la solución antes de que su papá decidiera arrojarte la fea
verdad.
Abrí mi bolso al sentir mi teléfono vibrar y vi el nombre de Dalton.
Solo había estado desbloqueado un día y ya estaba llamando. Presioné el botón de
ignorar. Un mensaje apareció en mi pantalla segundos más tarde.
DALTON: ¿Dónde estás?
Me debatí entre responder o no. No le debía ninguna respuesta sobre mi localización.
Pero, ¿y si estaba relacionado con Ivy?
YO: En mi casa, ¿por qué?
DALTON: Voy en camino a recogerte. Tenemos una reunión con John.
YO: Creo que puedes hacer eso por tu cuenta.
DALTON: No, tú dijiste que querías saber lo que estaba pasando.
YO: Tomé prestado el auto de Cora. Nos vemos en su casa.
Le di a mi madre un abrazo y un beso de despedida prometiéndole que regresaría, y entré
de nuevo al auto de Cora.

—¿Cómo te fue? —preguntó Cora, cuando entré en su habitación.


Me senté a su lado en la cama.
—Todo salió bien. Todavía es mucho para asimilar, ¿sabes? —respondí. Cora sabía que
John era mi padre y toda la situación de Dalton y tenía una fuerte aversión por los dos después
de lo que me habían hecho. Pero no le había contado sobre la muerte de Ivy y nuestra
participación. No quería que se enredara con ese lío.
—Sí. Sabes que estoy aquí si alguna vez quieres hablar, ¿verdad? —Asentí—. ¿Te vas a
quedar aquí esta noche?
—Creo que me quedaré en casa.
Ella sonrió.
—Tanto como quiero pasar tiempo contigo, creo que es una buena idea. A tu mamá le
gustará. Será bueno para las dos. ¿Necesitas que te lleve?
—No. Tengo que hacer algo con Dalton primero. Viene en camino a recogerme. Haré
que me deje en casa.
Sus ojos se abrieron.
—¿Dime en serio que no estás pensando regresar con ese bastardo comprometido?
Sacudí la cabeza.
—Tengo cosas mucho más importantes en mi mente que una relación en este momento.
—Tomé mi teléfono cuando sonó—. ¿Hola?
—Estoy afuera —dijo Dalton—. Sal cuando estés lista.
—Está bien, bajaré en un minuto.
—Buena suerte, niña —dijo Cora después de que colgué—. Y sé inteligente, ¿de
acuerdo? No quiero ver que te lastimen de nuevo.
—Confía en mí, he puesto una barrera en mi corazón que nadie puede derrumbar en
este momento.

—¿Eh?... ¿a dónde diablos nos dirigimos? —exclamé cuando me di cuenta de que


estábamos conduciendo fuera de la ciudad en dirección opuesta a la oficina.
Dalton miraba fijamente hacia adelante con los ojos en la carretera.
—A hablar con John —respondió.
Señalé detrás de nosotros.
—¿Te perdiste? La oficina es por ese camino.
—No vamos a la oficina.
—Entonces, ¿a dónde diablos vamos?
—Vamos a encontrarnos con mi papá y John en su cabaña en Chattanooga, donde se ha
estado quedando. Si alguien ve juntos a todos los posibles sospechosos, sería una señal de alerta.
Necesitamos ser lo más discretos posible, pero tenemos que verlo. Tengo que convencerlo de
salir de la cabaña… hacer una declaración... o dejar que alguien haga una declaración en su
nombre. El hombre tiene que hacer algo.
Lo miré confusa.
—¿Estás diciendo que tenemos que mantener un perfil bajo y, a la vez, descubrir quién
mató a Ivy?
—Exactamente.
Su respuesta no tenía mucho sentido pero no estaba de humor para una discusión. El
silencio y la incomodidad se extendieron por el largo viaje. No sacó el tema de nuestra relación.
Traté de ocultar mi decepción mirando por la ventana, observando la ciudad desembocar en
las colinas boscosas. En el fondo quería escuchar una y otra vez lo herido que estaba y lo mal
que se sentía, para mi propia satisfacción.
Creo que escuchar a un chico humillarse para pedir perdón era lo mío.
Perfecto. Soy esa chica.
Mi estómago se retorció ante la idea de enfrentarme a John. La última vez que lo vi fue
cuando me había tendido una trampa y me había revelado que él era mi padre biológico. Me
había pedido la oportunidad de llegar a conocernos para tener esa relación padre-hija que yo
había deseado cuando era más joven, pero ya no quería. Habría preferido quedarme en la
oscuridad que ser golpeada con la verdad.
Preferiría que me negara. Era más fácil dejar ir cuando sabías que la otra persona no
quería nada contigo. Era más fácil cuando te importaba una mierda, cuando lo bloqueabas en
tu mente. Se sentía como si ahora él fuera una sombra, persiguiéndome incluso cuando trataba
de huir. Y para colmo, tenía que aceptar el hecho de que estaría cerca hasta que
descubriéramos quien mató a Ivy.
El sol se estaba poniendo cuando nos adentramos lentamente por el largo camino de
grava y nos detuvimos delante de una modesta cabaña en medio de la mierda.
Dos Mercedes negros iguales estaban estacionados uno al lado del otro frente a nosotros
luciendo fuera de lugar. Reconocí uno de ellos. ¿Por qué Kenneth estaba aquí? Normalmente
no trabajaba en estos casos. Prácticamente se había retirado y solo se hacía cargo de pequeños
trabajos desde que se casó con mi mamá.
La luz del interior brilló cuando Dalton abrió su puerta. Iba a hacer lo mismo, pero me
congelé cuando la realidad me golpeó por lo que estaba a punto de suceder. Lo miré.
—No puedo entrar —dije—. No puedo hacerle frente en este momento. —
Especialmente delante de Kenneth y Wilson.
Dalton me miró con preocupación y estiró el brazo sobre el asiento para tomar mi
mano.
—Nena, sí que puedes. Ve allí y muéstrale lo jodidamente fuerte que eres. Hazle saber
que su ausencia no significó una mierda para ti. —Me sonrió—. Y si el hijo de puta trata de
hablarte de otra cosa que no sea descubrir quién mató a Ivy, nos iremos. Prometo que si
intenta meterse contigo, no le gustarán los resultados.
No pude evitar esbozar una sonrisa.
—Mírate, todo machote, amenazando al futuro presidente de los Estados Unidos.
—Siempre te defenderé. —Su respuesta fue como un puñetazo en el estómago—. En
cuanto a lo de presidente, ahora no hay manera de que eso suceda. El hombre está viviendo un
escándalo público. Ya han sugerido que dimita de su cargo, pero se está negando. Las personas
no van a votar por él. Pueden perdonar, pero nunca olvidan. Y no les gustan los tramposos o
los fraudulentos. Siempre tienen más secretos enterrados.
Mis mejillas comenzaron a arder.
—Entonces, ¿tienes más secretos?
Sus ojos se volvieron duros.
—No te atrevas a compararme con él, Gabby. No soy un tramposo. Nunca toqué a Eva
mientras estuvimos juntos. Ni una sola vez. A Nadie. No le compré un anillo. Mierda, apenas
hablé con la chica.
—La mantuviste escondida de mí. La omisión es lo mismo que mentir, especialmente
sobre algo tan serio.
Sus dedos nadaron por el cabello antes de que tirara de las raíces.
—Lo sé. Estaba tratando de romper con ella sin hacer que mi mundo ardiera en llamas al
mismo tiempo.
—Pero no rompiste con ella. Seguiste haciendo lo que tu familia quería hasta
que ellos dijeron algo, y me humillaron por completo en público.
Había querido morir cuando Eva fue presentada como su prometida. Toda su malvada
familia, con excepción de su hermano, se quedaron mirándome mientras esperaban el
entretenimiento, para empezar un colapso nervioso. No había nada más fascinante que el
espectáculo público de arrancarle el corazón a una chica.
—Lo sé, y lo lamento mucho. Es el mayor error de mi vida. Te lo juro, si solo me das
otra oportunidad, nunca haré nada para lastimarte de nuevo.
Era un poco demasiado tarde para estar haciendo esa promesa. Solté un suspiro
entrecortado. Ya estaba agotada, y ni siquiera habíamos entrado.
—Este no es el momento ni el lugar para hablar de nuestra relación.
Asintió su acuerdo.
—Pero va a suceder, Gabby. Vamos a hablar de ello.
Él esperó hasta que abrí la puerta para salir. Se quedó a mi lado y dimos pasos lentos
hacia la puerta. Llamó a la puerta. La puerta se abrió y me encontré cara a cara con John.
No se parecía en nada a como había sido cuando lo conocí por primera vez. La
presunción, la arrogancia, toda su confianza había desaparecido. Ahora me di cuenta de las
arrugas que descansan justo debajo del nacimiento de su cabello, las mejillas hundidas y los
ojos cansados.
Dejó escapar una bocanada de aire.
—Gabby —dijo mi nombre como si hubiera estado descansando en la punta de su
lengua durante semanas—. Viniste.
—No vine por ti —le advertí, apartando la mirada.
Él frunció el ceño y arrastró los pies hacia atrás para dejarnos entrar.
—Te lo advertí —dijo Kenneth, apareciendo al lado de John.
John levantó las manos.
—No dije nada.
Seguí a los tres hombres hacia el comedor donde una gran mesa estaba cubierta de
papeles dispersos, carpetas y computadoras portátiles abiertas. Wilson estaba sentado en el
otro extremo y no levantó la mirada ni dijo una palabra ante nuestra llegada.
—Tomen asiento —nos dijo Kenneth.
Me senté, y Dalton tomó la silla a mi lado.
Wilson se aclaró la garganta.
—Quiero revisar unas cuantas cosas. Nadie hablará con la policía sin nuestro abogado
presente, y punto. —Todos, a excepción mía, asintieron su acuerdo—. Nadie sabrá que
estamos trabajando en este caso a escondidas. No le pregunten a nadie, excepto a nuestro
círculo más cercano o a las personas en las que podemos confiar para ayudar. La policía hará
demasiadas preguntas acerca de por qué estamos involucrados…
—¿Ya han interrogado a John? —pregunté interrumpiendo a Wilson, recibiendo como
resultado una mirada fría. Al hombre le gustaba estar a cargo. Me di cuenta de que estaba
conteniendo su arrogante réplica para tenerme de su lado—. Estaba en todas las noticias por
tener un romance con Ivy. ¿Por qué han interrogado a Dalton y no a él?
Wilson sacudió la cabeza con los ojos entrecerrados.
—No han tenido la oportunidad de interrogarlo porque se ha estado escondiendo aquí.
Estoy seguro de que están tratando de obtener una orden judicial y pruebas suficientes antes de
arrestarlo. Queremos estar preparados cuando eso suceda.
Miré a John.
—¿Así que te están buscando?
—No lo hice —dejó salir en respuesta—. Yo nunca... Nunca podría hacerle... eso a
nadie. Tenía un lugar especial en mi corazón para Ivy. No la amaba, pero me preocupaba por
ella profundamente.
Rodé los ojos. Ella obviamente no estaba guardada en un lugar demasiado especial
teniendo en cuenta que nos dijo que la destruyéramos si teníamos que hacerlo.
—¿Y qué hay de tu esposa? —preguntó Dalton—. ¿Has hablado con ella? ¿Crees que
podría ser responsable de la muerte de Ivy?
John sacudió la cabeza.
—Mi esposa nunca haría eso. —Había dicho lo mismo cuando ella le dio dinero a Ivy
para que terminaran su relación—. Ver sangre la enferma. Ella es una buena mujer. No es una
asesina.
—¿Sabes de cualquier otra persona que podría ser responsable? —preguntó Wilson—.
Haz memoria. Recuerda todo lo que puedas y nombra a cualquiera que pudiera haber tenido
cuentas pendientes contigo.
—¿Alguna vez escuchaste a Ivy mencionar que tuviera algún rival? —intervino
Kenneth—. No olvidemos que tal vez su muerte no está relacionada con John. Podría haber
sido un ex novio o uno actual que se sintió traicionado cuando se publicó que era la amante de
John. Eso podría haber desencadenado algo.
Él tenía un buen punto. El asesino podría haber sido cualquiera. Solo esperaba que no
estuviera en esta habitación conmigo.
John dejó caer la cabeza.
—He tratado de hacer memoria lo mejor que puedo. —Resopló—. Es un poco difícil
crear una lista de personas que querrían tenderte una trampa para asesinar.
—Tienes un montón de enemigos —dijo Dalton—. Lo creas o no, los tienes.
—Tiene que dejar de llamar la atención —dejé escapar. Cada par de ojos me miró—. Sé
que ustedes dijeron que necesita hacer una declaración o lo que sea, y para eso tiene que salir.
Regresar al trabajo, seguir con la vida diaria y dejar que la gente sepa que no está asustado de
meterse en problemas por eso.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó Wilson—. Tendremos a alguien para hacer una
declaración por él. Si la hace solo y va por ahí, lo perseguirán, haciendo de él un espectáculo
público. Y podría decir algo malo.
—No, si él está encerrado y fuera de la vista, hará que parezca como si estuviera
ocultando algo. Las personas inocentes no se esconden en medio del bosque. Las culpables sí
lo hacen —argumenté.
—Ella tiene un punto —dijo Kenneth, dándome una amable sonrisa—. Da la cara, y si
alguien pide una declaración se la das.
—Esa es una terrible idea —dijo Wilson otra vez.
—No, está bien —dijo John, mirándome directamente—. Mañana volveré al trabajo.
Regresaré a casa. Continuaré con mi rutina como de costumbre.
Esperaba que eso no involucrara otra amante, pero tenía demasiado miedo de preguntar.
Dalton juntó las manos.
—Entonces parece que tenemos un plan. Hazme saber en cuanto regreses a la ciudad
mañana o si surge algo antes.
—Entendido —respondió John inmediatamente.
Todo el mundo se levantó, y yo fui la primera que salió de la cabaña. Salté al interior del
auto de Dalton y observé a los hombres congregarse en el porche delantero, inmersos en una
nueva conversación de la que no quería ser parte.
—Estoy hambriento —dijo Dalton, cuando regresó al auto—. Vamos a cenar.
—No tengo hambre —respondí. Mi mentira voló por el gruñido de mi
estómago. Traidor.
—Una comida. Tienes hambre, obviamente. Y para el momento en que volvamos a la
ciudad, vas a estar muerta de hambre. Déjame alimentarte.
—Llévame a un autoservicio y luego me dejas en la casa de Cora si estás tan preocupado
por la inanición.
—No solo quiero alimentarte. Quiero hablar contigo. Quiero que me escuches.
Dejé escapar un suspiro.
—Te he escuchado. Ya no estás con Eva. Lo lamentas. Bla, bla, bla. Eso está muy bien y
todo, pero no cambia nada entre nosotros.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no? —chillé—. ¿Por dónde debería empezar? ¿Qué tal si empezamos por el
hecho de que me mentiste? —Mi estómago gruñó de nuevo. Maldición.
—Una mentira. Dije una maldita mentira. Pero nunca mentí sobre mis sentimientos. —
No dije nada. Esto era de lo que había tenido miedo, de esta conversación. Un nuevo gruñido
de mi estómago interrumpió el silencio—. Te voy a alimentar.
—Está bien —gruñí cediendo. Estaba cansada, con hambre y sin humor para discutir—.
Pero tan pronto como la comida se haya ido, yo también.
Dalton
Presioné el acelerador con demasiada fuerza. La posibilidad de que ella cambiara de
opinión me perseguía cada kilómetro que avanzaba. Tenía que llegar a mi apartamento rápido
antes de que decidiera que esto era una mala idea.
Hablar con ella y explicarle era la única forma que conocía de que me diera otra
oportunidad. Apreté el volante y oré en silencio para que me perdonara. Rogaría. Me alejaría de
mi familia. Haría cualquier cosa por la mujer que amaba.
—Dalton, estuve de acuerdo en pasar a un auto-servicio. No en venir a tu casa —gritó,
cuando entré en el estacionamiento.
—Y yo dije que te alimentaría. Nunca dije dónde. Podemos comer aquí. No es diferente
de un restaurante —dije estacionando.
—Sí lo es. Hay mucha diferencia. Si vamos a un restaurante no estaremos solos. No
tendremos que sentarnos cerca para que puedas tocarme.
—Ya estamos aquí. —Salí luciendo más confianza de la que sentía y corrí a la puerta del
pasajero. Mi pulso se aceleró cuando abrí la puerta y me quedé allí, esperando su próximo
movimiento. Afortunadamente salió del auto y caminó delante de mí hacia el apartamento.
—¿Entonces que prefieres? —le pregunté entrando y encendiendo luces—. ¿Pizza?
¿Comida china? Tus deseos son órdenes.
Miró nerviosamente a su alrededor.
—La pizza está bien.
Di una palmada.
—Hecho. Ponte cómoda. —La seguí hasta el sillón tomando de paso mi portátil y me
senté junto a ella. La incomodidad se asentó entre nosotros mientras ordenaba nuestra comida.
Se podía cortar la maldita tensión con un cuchillo—. ¿Quieres algo de beber mientras
esperamos?
—Agua está bien. —Su respuesta fue corta y desprovista de cualquier emoción. Me
mató. Nos habíamos vuelto tan íntimos y familiares. Habíamos compartido secretos y miedos,
pero ahora se sentía como si fuéramos extraños luchando con las palabras.
Le entregué el control remoto, tomé dos botellas de agua de la cocina y regresé a la sala
donde ella estaba pasando los canales. Todo parecía estar ocurriendo en cámara lenta.
Necesitaba quitar la mierda del camino, necesitábamos hablar y quería tomar ventaja de la
situación. No sabía si podría traerla aquí de nuevo
—Gracias por venir —comencé, intentando poner mis ideas en orden. Dios, ¿por qué
demonios sonó tan malditamente formal? Me sentía como si estuviera en una reunión de
negocios.
Dejó escapar un largo suspiro entrecortado y levantó las manos.
—Tú ganas. Voy a escucharte como pediste, pero no voy a hacer ninguna promesa. Que
esté aquí no cambia nada, ¿entiendes? —Asentí—. Esto no quiere decir que te perdone por
mentir. Solo estoy aquí para que no haya incomodidad mientras trabajamos juntos.
Apreté la botella entre los dedos y me mordí el labio. Joder... definitivamente estaba
enojada. Muy enojada. No podía culparla. Si los papeles se hubieran invertido, si yo descubriera
que me había estado ocultando un prometido, estaría hecho una furia.
—Estoy pidiéndote… no, estoy rogándote que me des otra oportunidad.
Perdóname. —Mi voz se quebró, estaba al borde de la desesperación. Estaba mirando a la
mujer que amaba con el corazón aterrorizado, tal vez nunca sería mía otra vez, tal vez había
arruinado la mejor cosa que me había pasado.
Le tomó un minuto responder.
—Tienes una prometida. Te vas a casar, por amor de Dios.
Negué violentamente.
—Te lo he dicho muchas veces. No voy a casarme. Terminé con Eva.
—Eso es lamentable. Estoy segura de que tu corazón está roto.
No me perdí el desdén en su tono.
—Tienes razón. Mi corazón está roto, pero no por ella. Me importa una mierda perder a
Eva. No estaba enamorado de ella. Era un trato de negocios que mis padres hicieron cuando
estaba en la escuela secundaria. Mi corazón está roto porque te perdí. Me odio por el dolor que
te causé. Me odio por perderte.
Puso su agua sobre la mesa de café antes de mirarme a los ojos.
—¿Sabes lo que es realmente triste? Es triste que vendieras tu futuro y tu corazón por
dinero y un acuerdo de negocios.
Incliné la cabeza por un momento y la levanté para mirarla de nuevo.
—El amor no significaba una mierda para mí. No creía en el amor verdadero. Nunca fui
uno de esos hombres que pensaba en quién sería su esposa o que creía en las almas gemelas.
Estaba contento con la idea de tener una esposa que simplemente estuviera allí. Así se supone
que funcionaría mi vida. Me casaría con una mujer que estuviera bien, tendríamos hijos y luego
tomaría las riendas del negocio familiar. Sin emoción. Sin amor. Solo ir por la vida con ese
plan. Nunca hubo nada más hasta que apareciste tú. Cambiaste todo para mí. Cambiaste mis
planes, mis pensamientos, la forma en la que veo mi futuro. Me has hecho querer lo real. Ansío
un futuro en el que tú estés conmigo.
Ella me miró sin palabras, mientras luchaba por una respuesta. Acababa de golpearla
con una jodida bomba, y no estaba seguro de qué tan grande iba a ser la explosión.
—Sinceramente, no sé qué decir. —Hizo una pausa, todavía luchando—. Dalton,
esto…tú y yo ya no podemos seguir. Se acabó.
No. No iba a rendirme así de fácil. No iba a caer sin luchar.
—No te rindas. —Tomé su mano rápidamente—. ¿Alguna vez has sentido esto por
alguien más? —Apartó la mirada pero noté el temblor de sus labios—. Me diste tu virginidad.
Sabías que teníamos una conexión incluso antes que llegáramos a conocernos. Tu corazón
sabía que estábamos predestinados antes de que nos diéramos cuenta.
—Estaba borracha.
—Te dije que dejaras de darme esa excusa de mierda. No estabas tan ebria. Yo estaba
bastante mal, también. Pero sé que no fue por eso que estuve contigo. Fue porque sentí la
conexión que teníamos.
—Dame tiempo. ¿Podrías por favor darme tiempo?
Apreté su mano antes de llevarla a mis labios.
—Te daré todo el tiempo que necesites. Voy a estar aquí esperando. —Sonó el timbre, y
di gracias a Dios por darme el tiempo suficiente para hablar con ella. Salté del sillón y corrí
cuando fui a pagar por la pizza. Todo mi estado de ánimo había cambiado ahora que sabía que
todavía tenía una oportunidad.

—Dalton, realmente aprecio que hayas venido —dijo John abriendo la puerta. La luz del
porche se encendió antes de que saliera y se colocara a mi lado, mirando de un lado al otro.
Era paranoico como el infierno, pero no podía culparlo.
Crucé los brazos.
—¿De qué quieres hablar? —pregunté, yendo directamente al grano. Este era mi
segundo viaje a su cabaña en el mismo día y no me agradaba.
Tenía mierda que hacer.
Un asesinato que resolver.
Una mujer que recuperar.
Pero me había llamado después de que dejé a Gabby, rogándome que viniera de forma
discreta y no pude decir que no. Algo en su voz me dijo que era importante.
Miró a su alrededor una vez más antes de indicarme que entrara.
—Adelante. Vamos a hablar. —Lo miré con aprensión, pero lo seguí adentro. Cerró la
puerta de un golpe y se metió las manos en los bolsillos—. Quiero que trabajes en mi caso.
—Estoy trabajando en tu caso.
—No, solo tú. No tu padre. Ni Kenneth. Tú.
—Firmaste un contrato con ellos, con su compañía.
Intentar despedir a mi padre era el último problema que John necesitaba. Mi padre era
un hombre poderoso. No elegías dejarlo a un lado. No funcionaba de esa manera. Él era quien
decidía cuando dejarte.
—Técnicamente, el contrato era para que él me sacara de mi situación con Ivy, lo cual
no hizo.
—En caso de que estés confundido, todavía existe una situación con Ivy. Una más seria
que estar metiendo tu polla en ella. —Negué—. ¿Es por esto que me hiciste conducir todo el
camino hasta aquí? Si quieres despedir a mi padre, habla con él. —Me di la vuelta para irme,
pero su voz me detuvo.
—Sé que no soy tu persona favorita, pero siento como si fueras el único en quien puedo
confiar. —Dejó escapar una largo suspiro—. No puedo trabajar con alguien que no estoy
seguro si es capaz de asesinar.
Así que creía que mi padre había sido quien se había ocupado de Ivy.
—No confió en ti —le dije—. Estoy aquí solo porque es mi trabajo. No por elección.
Confía en mí, no te soporto. Por tanto, la respuesta es no.
—Por favor. Sabes que no maté a Ivy. Puedo jurarlo.
—La respuesta sigue siendo no.
Se dejó caer en el sofá como si hubiera perdido la fuerza para sostener su peso.
—¿No van a arrestarme por esto verdad?
—No lo sé. No soy la policía.
Metió la cabeza entre las manos.
—Esto va a arruinar cualquier oportunidad para la candidatura republicana.
—Si hay algo que puedo garantizar en este momento, es definitivamente eso.
—Ayúdame. Por favor, ayúdame. Haré cualquier cosa que quieras. Te pagaré lo que
quieras. No voy a despedir a tu padre, pero quiero trabajar exclusivamente contigo.
Miré mi reloj. La una de la mañana. Tenía que estar en la oficina por la mañana.
—Te voy a dar esta noche, pero no voy a hacer ninguna promesa.
Nos sentamos en la mesa y pasé la siguiente hora revisando correos electrónicos con él.
Me dijo todo, hubiera preferido que no me contara algunas cosas, pero pusimos la cronología
en orden. Agarré la carpeta en la que Gabby y yo habíamos estado trabajando mientras
tratábamos de averiguar quién le pagó a Ivy. Existía la posibilidad de que uno de esos hombres
pudiera ser sospechoso. Me tomé mi tiempo examinando a cada uno, mientras que los
recuerdos de la noche con ella volvían a mi mente.
Todas las personas de la carpeta eran poderosas. Congresistas. Ejecutivos de negocios.
Millonarios. No podía precipitarme en sus oficinas e interrogarlos por asesinato. Tenía que
encontrar una manera más discreta de sacar información.
—Tengo un proyecto para ti —le dije a John.
Él levantó la vista de sus notas.
—Cualquier cosa.
—Necesito que escribas tu relación con cada uno de estos hombres. Quiero saber si
tienen algo que puedan usar contra ti, si tú tienes algo que puedas usar contra ellos, o si alguna
vez has tenido un problema con ellos. Si alguno se destaca, señálalo y lo investigaré.
Tomó la carpeta y se puso a trabajar. Iba a ser una larga noche. O mañana.
—¿Ella ha dicho algo sobre mí? —preguntó de repente, de la nada.
—¿Quién? —le pregunté.
—Gabby.
Mierda. Definitivamente no iba a ir allí. En verdad era una noche de locos. En primer
lugar quería despedir a mi padre y contratarme, ahora quería hablar de Gabby.
—No, no lo ha hecho. Déjala sola. No está interesada en tenerte en su vida. Si cambia
de opinión, ella irá a ti. Mantente alejado de ella y concéntrate en mantener tu culo fuera de la
cárcel.
Me miró con tristeza en sus ojos.
—Entiendo. Voy a permanecer lejos, pero por favor, dile que si alguna vez cambia de
opinión, estaré aquí. Quiero conocer a mi hija.
—Debiste haber pensado en eso antes de decidir darle la espalda a ella y a su madre y
ser un mal padre.
—Me lo merezco.
—Por supuesto que lo mereces.
Gabby
Mi mano temblaba mientras miraba el palo. Estos pequeños objetos casi sin peso
señalaban el destino de millones de mujeres. Garantizaban muchas reacciones distintas.
La mía fue miedo. Puro miedo.
A los pocos segundos fue arrepentimiento.
Dos veces.
Solo lo habíamos hecho dos veces sin condón.
Mi suerte, por supuesto. Solo necesité dos veces. Permanecí virgen hasta los dieciocho.
Me abstuve de sexo en bailes de bienvenida y graduación. Fui la última de mis amigas en
perder la virginidad, pero la primera en quedar embarazada.
Karma. Estúpido karma.
Te acostaste con un hombre que estaba comprometido. Chica mala. Tu repercusión: No
hay menstruación y posiblemente hay un embarazo.
Envolví el palo en papel higiénico y lo coloqué con cuidado en el tocador del baño,
como si estuviera hecho de porcelana. Me senté en el inodoro y abrí el navegador de internet
de mi teléfono. Cuatro minutos era demasiado para esperar. Tontamente busqué en Google
embarazos no planeados. Líneas online de ayuda y artículos pro-vida o pro-elección
aparecieron. La misma mierda que aconsejaban en educación sexual… solo que esta vez no iba
a estudiar para un examen… lo iba a vivir.
Esperé cinco minutos, tomando un minuto extra para prepararme. La fina línea azul me
dijo todo lo que necesitaba saber.
Adopción. Aborto. Convertirme en madre.
Tomé tres respiraciones profundas, una por cada opción, y cerré los ojos.
Estaba embarazada.
Mierda. Solo tenía dieciocho, recién graduada y ahora se suponía que averiguaría como
cuidar a un pequeño ser indefenso.
Y la cereza del pastel… era con un hombre que había roto mi corazón en un millón de
pedazos con un martillo de mentiras.
Salí del navegador y pulsé el icono de mensajes. Quería llamarlo, pero no había manera
de que mis emociones no se filtraran a través de mis palabras.
YO: Tenemos que hablar.
Mi dedo vaciló encima del botón de enviar. ¿Y si no le contaba? ¿Y si me iba y nunca le
hablaba? Por muy genial que pareciera la idea de alejarme de mis problemas, no podía ser tan
egoísta. Sabía por experiencia personal el dolor de crecer con la ausencia de un padre.
Rápidamente, pulsé el botón antes de acobardarme. Le llevó menos de un minuto
contestar.
DALTON: ¿Tu casa o la mía?
YO: La tuya.
El suelo del baño estaba frío cuando me fui a mi dormitorio para vestirme. Me puse
unos pantalones deportivos y una camiseta y bajé lentamente las escaleras. Mi elección de ropa
probablemente no era la más acertada, pero acababa de enterarme de que estaba embarazada.
Esa era mi excusa.
—Oye, mamá —llamé con voz chillona—. Voy a salir un rato. ¿Puedo tomar prestado tu
auto?
Asomó la cabeza desde la cocina.
—Por supuesto, cariño —contestó con una sonrisa—. ¿Todo está bien?
¿Podía verlo en mi rostro? ¿El miedo? ¿Era un cartel andante de un embarazo sorpresa?
Ella lo sabría.
Forcé una sonrisa.
—Sí, solo voy a pasar por casa de Cora un rato.
Su sonrisa era real. La conocía muy bien. No tenía ni idea.
—De acuerdo, diviértete, cariño.
Tomé la ruta más larga hasta la casa de Dalton, a pesar de que no recordaba mucho del
viaje. Mi cabeza daba vueltas, mi corazón latía con miedo. ¿Cómo se lo iba a contar? ¿Debería
pedirle que se sentara? ¿O debería soltarlo nada más entrar?
Tan pronto como abrió la puerta de entrada, fui por la segunda opción. Nunca había
sido buena con la elección del momento oportuno… obviamente.
—Estoy embarazada. —Me sorprendió la facilidad con la que las palabras salieron de
mis labios.
Miré su rostro ilegible, sintiéndome entumecida. Estaba dándole la oportunidad de
aceptarlo, de estar en la vida de nuestro hijo. Si decidía que no, si quería darnos la espalda,
estaría bien con eso. Por supuesto, ser madre soltera apestaría, pero mi madre lo hizo.
Sobreviviría. Sería fuerte.
Su rostro palideció.
—Soy… —Se quedó inmóvil—. ¿Voy a ser padre? —Sus ojos se abrieron ampliamente
cuando la realización profundizó—. ¿Es lo que me estás diciendo?
Mi lengua se anudó con miedo, incapaz de pronunciar una respuesta. Así que asentí.
Retrocedí un paso cuando cayó de rodillas delante de mí. Esperé con miedo, ansiosa por
su siguiente movimiento, el cual resultó ser una lenta sonrisa estirando sus labios carnosos.
Estiró su brazo y plantó la palma de su mano en mi todavía plano estómago.
—Voy a ser padre —repitió—. Vaya… esto es… mierda.
¿Era una mierda buena o mala?
—¿No estás enfadado? —pregunté, mirándolo.
Levantó la mirada hacia mí frunciendo el ceño.
—¿Por qué debería estar enfadado? —Sus manos cayeron flácidas a sus lados antes de
ponerse de pie—. Por supuesto que esto es inesperado, pero no estoy enojado contigo. ¿Cómo
te podría culpar por algo que creamos juntos? Esto es de ambos.
Una ráfaga de aire que no sabía que estaba conteniendo, se me escapó. No estaba
enojado. Lo aceptaba. En realidad, parecía entusiasmado. Su reacción confirmaba que no iba a
enfrentar esto sola.
Ahora tenía que darle la noticia a mi madre. Un dolor se formó en mi estómago mientras
pensaba en cómo le iba a contar que mi futuro era una sombra de su pasado.
Pero ese no era el más grande de mis miedos.
No.
Eso estaba asignado a la reacción que iba a tener la familia de Dalton.
Dalton
Iba a ser padre.
Santa jodida mierda.
Todavía no podía procesarlo mientras estacionaba el auto. Gabby dejó mi casa hace unas
pocas horas para darle la noticia a Cora. Le pedí que esperara hasta que yo estuviera con ella
antes de decirles a su madre, Sheila, y a mi tío Kenneth. Quería estar a su lado para que
supieran que estaría allí para ella y nuestro bebé.
Claro, no había esperado ser padre tan joven, pero me sentía sorprendentemente
tranquilo. Tener una familia con Gabby se sintió más refrescante que nada de lo que había
imaginado para mi futuro. Mi sueño de tomar Douglas PR and Law y ser un hombre de
negocios con una familia al lado no era tan atractivo como alguna vez lo fue. Quería esto con
ella.
Bajé las ventanas para que entrara un poco de aire fresco y me tomé un minuto para
repasar mis palabras. ¿Cuál era la mejor forma de decirles? En realidad, no había ninguna. Le
había preguntado a Gabby si quería venir, pero todavía no estaba lista para enfrentarse a ellos.
No es que la culpara. Su reacción no iba a ser agradable. Iban a enloquecer.
Salí del auto y alisé mi camisa en caso que hubiera arrugas. Caminé hasta la puerta y entré
en la casa con pasos vacilantes. Atravesé del gran vestíbulo y fui directo al comedor donde mis
padres estaban cenando.
Mi madre me miró con sorpresa.
—Dalton, no sabía que nos acompañarías a cenar. Hubiera hecho que Francesca te
pusiera un lugar en la mesa —dijo.
—No cenaré —le contesté metiendo las manos en mis bolsillos—. Pasé por aquí porque
tengo algo que decirles.
—¿Qué?
Miré a mi padre. Su rostro ya estaba rojo. Era un hombre inteligente. Sabía que no le iba
a gustar lo que tenía que decir.
—Voy a ser padre —les dije alto y fuerte.
El tenedor se deslizó de la mano de mi madre y cayó en su ensalada. Tardó un minuto en
poder hablar.
—Lo siento —tartamudeó—, ¿qué acabas de decir? Creo que te he escuchado mal.
—Voy a ser padre —repetí.
Su cara se volvió fría como el hielo.
—Será mejor que la madre sea Eva.
—Temo saber quién es la madre —dejó escapar mi padre. Ya sabía que no era Eva—,
pero tengo una idea.
Mi madre cogió el tenedor y agredió a un pedazo de lechuga.
—Creo que te dijimos que te mantuvieras alejado de esa chica. —Dejó caer el tenedor de
nuevo y se cubrió la cara con las manos—. Querido Dios, por favor, que esto sea un sueño.
—Quizás me lo hayas dicho, pero eso no significa que siga tus órdenes, madre. No
controlas mi vida amorosa. Pudiste confundirte en el pasado, cuando creías que sí podías, pero
quiero dejarlo claro en este momento. No me voy a casar con Eva. —Miré a mi padre—. Y sí,
la madre es Gabby y si logro lo que quiero, me casaré con ella.
Mi padre se levantó de su silla y vino hacia mí. Su mano rozó mi hombro cuando se
volvió a mirar a mi madre.
—Regresaremos enseguida. —Señaló hacia el pasillo y lo seguí a su despacho—. ¿Cómo
quieres ocuparte de esto, hijo? —preguntó sentándose detrás de su escritorio—. ¿Necesitas
dinero para el procedimiento? ¿O estás pensando en la adopción? Tendrá que ser discreto y tu
nombre no puede estar en los documentos, pero voy a encontrar una buena familia para el
bebé.
Lo miré desconcertado.
—¿Procedimiento? ¿De verdad cree que abortaríamos a nuestro hijo? ¿Tu nieto? Te dije
que voy a ser padre. Gabby tendrá a nuestro bebé y voy a estar a su lado, te guste o no. —
Esperaba que no le diera la espalda a su nieto por razones egoístas.
—En primer lugar cancelaste tu compromiso con Eva y ahora embarazas a esta chica.
Estás cometiendo muchos errores. Sigue cometiéndolos y estarás fuera de mi testamento.
—Haz lo que tengas que hacer. Tienes razón, he cometido muchos errores, el más
grande fue cuando te dejé dictar mi vida con el propósito de estar en tu testamento y conseguir
mi herencia. Estoy totalmente seguro de esto. Esta noticia me ha hecho más feliz que cualquier
dólar, cualquier auto nuevo, o un trabajo que nunca podría tener, y no voy a dejar que me
quites eso.
Gabby

Después de incontables lágrimas había llegado a la conclusión de que nada me impediría


ser madre. Estaba ocurriendo y ahora tenía que prepararme.
Me dejé caer sobre las almohadas aceptando que estar embarazada era solo el primer
paso. El segundo era decirles a todos. Tenía tanto miedo de la decepción de mi madre. Se
quedó embarazada a una corta edad y me había compartido sus luchas.
Fui a casa de Cora después de dejar a Dalton. No me extrañó que mi mejor amiga diera
saltos, gritara de emoción y me dijera que ella era la única opción para madrina. Ahora la parte
difícil era decírselo a mi madre y no tener un ataque de pánico. Dalton me había rogado que lo
dejara estar allí cuando les dijera. Quería asegurarles que estaría a mi lado.
Me mastiqué las uñas tratando de decidir las palabras correctas. Mis pensamientos se
dispersaron con el sonido del teléfono.
—Hola, me estoy estacionando en este momento —dijo Dalton cuando respondí. Su
voz era suave y reconfortante—. ¿Estás lista para esto?
Dejé escapar un suspiro.
—Creo que sí. Sube a mi habitación y luego bajaremos para decirles.
Tenía que hablar con él primero. Tenía que saber qué tenía en mente después de hablar
con sus padres. Su reacción podría haber cambiado completamente su decisión de estar ahí
para mí.
—Entiendo. Voy a entrar.
Escuché el timbre y luego el saludo de mi madre abajo. Levanté la vista cuando lo oí
tocar. La puerta de mi habitación se abrió y Dalton se deslizó vistiendo pantalones vaqueros y
una camiseta negra. Cerró la puerta y se apoyó en ella. Se pasó una mano por la frente y dejó
escapar un suspiro.
—¿Cómo te sientes, nena? —preguntó mirándome a los ojos.
—Nerviosa como el infierno —respondí—. No quiero que mi madre se decepcione. No
fui a la universidad y ahora tengo dieciocho años y estoy embarazada. —Aparté la vista
avergonzada. Él era graduado de la universidad con un título de abogado.
Se apartó de la puerta y vino hacia mí. Sentí alivio cuando se sentó junto a mí y me
abrazó con calidez.
—Tu madre nunca se decepcionaría de ti. El amor de esa mujer por ti es tan fuerte que
es increíble. Desearía que mis padres sintieran lo mismo por mí.
Me acomodé en su pecho y lo miré.
—¿Les dijiste? —Podía sentir las náuseas rondando mi estómago. No quería escuchar su
respuesta, pero tenía que saber con lo que iba a tratar.
—Estaban a punto de reventar de entusiasmo.
Me separé para empujarlo por el hombro, provocando una carcajada.
—Muy divertido —me quejé.
—Su reacción fue la que nos imaginamos.
—¿Enojados y furioso? ¿Amenazaron con sacarte del testamento y desheredarte?
—Algo por el estilo, pero lo superarán. Dales tiempo.
—¿Pero qué pasa si no lo aceptan?
—Entonces ellos se lo pierden.
—Quiero que sepas una cosa. Si siguen insultándome no voy a dejar que mi hijo esté
cerca de ellos. No voy a tener a mi bebé cerca de ese veneno.
Dalton asintió.
—Estoy completamente de acuerdo. —Sus labios tocaron mi frente y se levantó para
tenderme la mano—. ¿Estás lista?
—Tan lista como puedo estarlo.
Tomé su mano y me levantó con cuidado. Mi mano se quedó en la suya mientras
bajábamos las escaleras. Comencé a sudar con cada paso que me acercaba más y más para
revelar la verdad. Kenneth y mi madre ya estaban en la mesa del comedor esperándonos. Le
había avisado a mi madre que Dalton se uniría a nosotros para la cena.
—Dalton, es bueno verte —dijo Kenneth, asintiendo hacia su sobrino.
Apreté más fuerte la mano de Dalton y me paralicé a centímetros de la entrada del
comedor.
—Estoy embarazada —exclamé, igual que había hecho con Dalton.
Obviamente era mi forma de decirle a la gente la mierda que no quería decir. Sácalo y
termina con ello.
Mis ojos se clavaron en mi madre esperando su reacción. Me estremecí cuando una
sonrisa se extendió por sus labios rojos.
Kenneth se aclaró la garganta, mientras todos esperábamos su respuesta.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó.
Asentí, todavía sin entrar en la habitación. Dalton se puso torpemente a mi lado, sin
saber qué hacer.
Mi madre se llevó la mano al pecho.
—Guau. Voy a ser abuela. —Hizo una pausa y miró a Kenneth para agregarlo a la
conversación—. Siempre he querido ser abuela. Claro, es un poco más rápido de lo que
imaginaba, pero no puedo esperar para conocer a esa personita especial que está creciendo
dentro de ti.
—¿No estás enojada? —tartamudeé. ¿Cómo podía estar tan tranquila y serena? Tenía
dieciocho años y estaba embarazada de alguien con quien ni siquiera estaba saliendo.
—Estoy sorprendida, pero definitivamente no estoy enojada. —Miró a Dalton—.
¿Asumo que tú eres el padre?
Asintió. Mi mano se estiró cuando dio un paso adelante.
—Lo soy. Prometo permanecer a su lado y estar ahí para ella y nuestro bebé. Estoy
enamorado de su hija y nada va a cambiar eso.
Mi boca cayó abierta ante su respuesta y la sonrisa de mi madre creció.
—Estoy feliz de escuchar eso —dijo—. Espero que mantengas tu palabra.
—¿Le has dicho a tus padres? —preguntó Kenneth. Se echó hacia atrás en su silla con
un vaso de vino tinto la mano.
—Lo hice. Fui antes de venir aquí.
Dejó escapar una risa.
—Estoy seguro de que eso fue fantástico. —Asintió—. Si no tienes su apoyo, quiero que
sepas que tienes el mío al cien por ciento. Si necesitan algo, avísenme. Cuida de nuestra niña,
¿me escuchas?
—Tienes mi palabra —dijo Dalton. Me miró y di un paso hacia adelante para que me
guiara a la mesa.
La cena transcurrió sin problemas. Mi madre me dijo algunas cosas que tenía que hacer
inmediatamente. Hacer una cita con el médico. Comprar las vitaminas prenatales. Después el
tema del embarazo no volvió a salir. Ella me estaba dando tiempo para asimilar todo antes de
abrumarme con preguntas y planes.
Me dirigía a mi habitación con Dalton detrás cuando sonó mi teléfono.
—Es Asher —le dije mirándolo nerviosamente.
Asintió.
—Haz lo que creas que debes hacer.
El teléfono sonó dos veces más.
Asher y yo nos habíamos enviado mensajes un par de veces desde que dejé su
departamento. La noche de nuestro casi lío borracho no volvió a ser mencionada, y estaba
segura de que al irme había respondido su pregunta de si quería algo con él.
—Hola —respondí finalmente, hablando justo antes de que la llamada fuera al buzón de
voz.
—Hola bebé. Acabo de salir de la práctica —dijo sonando sin aliento—. El entrenador
en verdad nos pateó el culo hoy. ¿Qué estás haciendo?
—Acabo de terminar de cenar con mi madre y tu padre. —Dalton levantó una ceja
cuando no mencioné su nombre. Puse los ojos en blanco.
—¿Estás en casa? Eso es genial. Sabía que tu madre y tú resolverían las cosas. Estoy feliz
por ti.
—Sí. —Dile. Dile. Dile.
—¿Cómo va la caza del asesino de Ivy?
—Estamos trabajando en ello. —Hice una pausa, luchando por tener valor—. Asher,
necesito decirte algo.
—Dime, gatita.
—Estoy embarazada.
Silencio. Juro que pasó un minuto completo.
—Ya veo. ¿Es algo bueno o malo para ti?
—Mmm, malo en el sentido de que esto es lo último que necesito ahora mismo. Bueno
en el sentido de que al final, sé que me hará feliz.
—Eso es lo que importa. —La decepción persistió en sus palabras—. ¿Le has dicho?
—Sí. —Caí en la cama porque mis piernas se sentían temblorosas.
—¿Y?
—Parece aceptar la situación. —Miré a Dalton apoyado contra mi pared, sus ojos
brillaban al mirarme—. Les dijo a sus padres y estaba conmigo cuando le dije a mi madre y a tu
padre.
—Al menos está asumiendo la responsabilidad y no salió corriendo como una cobarde.
Hazme saber si necesitas algo, ¿me escuchas?
—Sabes que lo haré.
—Bueno. Descansa.
Terminamos la llamada, y mantuve mis ojos en Dalton.
—¿Qué tan molesto está? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—Parece estar bien.
Se apartó de la pared para venir hacia mí.
—¿Quieres venir a casa conmigo esta noche?
—No lo sé. Estoy agotada. He tenido un día largo. —Me había pasado todo el día yendo
de puerta en puerta diciéndole a todos que había un embarazo en marcha y luego tratado con
todas sus reacciones. Esa mierda era dura.
—Entiendo. ¿Qué tal si te traigo algún postre? Podemos ver una película o algo así.
¿True Blood?
—No sé, Dalton.
Sus manos se juntaron en súplica.
—Por favor. No te estoy pidiendo dormir contigo o volver a estar juntos. Tenemos
mierda de la que debemos hablar. Podemos hacer eso aquí, pero prefiero la privacidad y creo
que te sientes de la misma forma.
Dalton
Gabby se agitó en el sueño mientras comenzaba a vestirme en silencio. Quería
deslizarme fuera de la habitación sin despertarla.
Fallé.
—¿A dónde vas? —preguntó sobresaltándome mientras metía una pierna en los
pantalones. Fruncí el ceño, dándome la vuelta lentamente para encontrarla extendiendo los
brazos y bostezando.
—Tengo que ir a ver a un hombre sobre un perro —le dije abrochándome los
pantalones.
Me hice a un lado para esquivar una almohada que venía en mi dirección y chocó contra
la pared.
—¿En serio, Dalton? Es demasiado temprano para meterse conmigo.
Dejé escapar un suspiro sin buscar su mirada.
—Bien. Voy a hablar con algunas personas acerca de Ivy.
Puse la billetera en mis pantalones vaqueros, preparándome para salir disparado de la
habitación antes de que tuviera la oportunidad de acompañarme. Tenía que hacer esto solo. Ya
no quería involucrarla.
Arrugó las cejas y me miró con recelo.
—¿Ibas a ir sin mí?
—No voy a tardar. Voy a hablar con ellos, obtener un poco de información que creo que
tienen y luego regresaré para llevarte a comer.
Se sacó las mantas de encima y saltó de la cama.
—Voy contigo. —Volvió a bostezar y se estiró. No pude evitar mojarme los labios
cuando su top se elevó y tuve un vistazo de su estómago liso. Jesús, incluso el maldito
estómago de esta chica me excita. Estaba perdido por ella.
—Estás embarazada —argumenté estúpidamente. Como si hubiera una posibilidad de
que olvidara que nuestro bebé estaba creciendo dentro de ella.
Las manos se afianzaron sobre sus caderas.
—El embarazo no es una discapacidad, Dalton. No va a evitar que me levante de la
cama y salga a la calle, o cuestione a alguien que pueda sacarnos de este lío. No voy a empuñar
una pistola y dispararle a la gente. —Me recosté contra la pared, mirándola rebuscar en su
bolsa y sacar ropa—. Voy a meterme a la ducha. Será mejor todavía estés aquí cuando salga. Si
no estás, me voy a quedar en casa de Cora esta noche.
Negué y me crucé de brazos mientras contenía una sonrisa.
—Eres una mujer malvada y manipuladora. —Eran las amenazas perfectas para
conseguir lo que quería—. Apúrate.
No me reí abiertamente hasta que oí la puerta del baño cerrarse. Mi chica era una
ganadora. Conseguía que la mierda se hiciera, se aseguraba de conocer los detalles y no podía
estar molesto por eso.
Ayer por la noche me detuve y traje un poco de helado de camino a casa. Hablamos
durante horas en el sofá, sobre todo acerca de nuestros planes para el bebé, pero no nos
habíamos aventurado a sacar el tema de nuestra relación. Me estaba dejando entrar de nuevo,
pero todavía le estaba dando su tiempo. No quería precipitarme por miedo a perderla.
Le di una carpeta cuando nos subimos a mi Tesla.
—Estas son las mejores pistas que tengo hasta ahora. John escribió algunas notas aquí
para nosotros.
La abrió y escaneó la primera página.
—La esposa de John, Edith. —Volvió la página—. Malcolm, su hermano. —Otra
página—. ¿Bill Wheeley? —Me miró inquisitiva.
Ese nombre no había surgido durante nuestra lluvia de ideas en la reunión de mi oficina.
Bill Wheeley era una fuente que John me había dado en su cabaña.
—Es otro candidato que estaba planeando competir por la candidatura republicana —le
expliqué. Asentí hacia la carpeta para que leyera las notas de John. Habíamos compuesto un
corto perfil y el motivo de cada persona, con excepción de Edith. John ni siquiera admitía la
posibilidad de que fuera su esposa.
—Los políticos son unos bastardos furtivos.
—No dudes nada de las personas con poder, nena.
Había pasado suficiente tiempo alrededor de mi padre y sus conocidos hambrientos de
poder para saber que harían cualquier cosa para permanecer en su posición o subir más,
incluso si eso significa sabotear o matar a otra persona. La gente era implacable.
Cerró la carpeta con un gemido.
—Entonces, ¿dónde primero?
—Edith.
—Ah. Yupi —se quejó rodando los ojos—. Estoy apostando por ella. Al principio,
estaba con ella, pero ahora, no tanto. Hay algo en ella que me da mala espina.
Me detuve en un semáforo en rojo y asentí.
—Es rara pero, ¿realmente crees que mataría a Ivy? No parece ser del tipo asesino.
—¿Si realmente creo que tiene la sangre de Ivy en sus manos? No. Mi apuesta es que
contrató a alguien para hacer el trabajo por ella. —La miré fijamente con interés—. Oh,
vamos, todos sus problemas desaparecerían. Seguramente encontraría alguna forma de regresar
el dinero a sus manos codiciosas, la amante que había sido un peón en su plan de destruir a su
marido sería silenciada y todo estaría bien en su vida. Una mujer que sabe cómo conseguir lo
que quiere. No descartaría nada de ella.
Me di la vuelta y conduje unos cuantos kilómetros más hasta llegar a la privada donde
vivía John. Manejé hasta su camino de entrada y vi que la reja estaba inesperadamente abierta.
Era como si le hubieran advertido que veníamos y nos estuviera invitando a entrar.
Le dije a John que íbamos a visitarla hoy.
Hizo lo que le habíamos pedido. Abandonó la cabaña y se fue a su casa. Hizo un
comunicado, envió sus respetos a la familia de Ivy e informó a los medios de comunicación en
dónde se había quedado durante la última semana. Alegó mala recepción celular y falta de red
para su reacción retardada.
¿La gente lo creyó? No estaba muy seguro.
Pero no lo habían detenido todavía, así que era una ventaja.
—Este lugar me da escalofríos —dijo Gabby con un estremecimiento—. Hay algo en él
que te hace sentir sucia.
—Dímelo a mí —murmuré—. Ni pagado viviría aquí. —.Di vuelta alrededor de la
calzada y me estacioné frente a la enorme casa de piedra—. Vamos a ver si quiere hablar con
nosotros.
—Va a hablar con nosotros —respondió desabrochándose el cinturón de seguridad—.
Va a hablar con nosotros y nos dará una excusa de mierda para explicar por qué no tuvo nada
que ver con el asesinato de Ivy.
Tomé su mano cuando se bajó del auto y caminamos por las escaleras. La puerta
principal se abrió antes que llegáramos al escalón más alto. Una figura alta y desgarbada estaba
en la puerta.
Edith Gentry.
—Qué agradable sorpresa —dijo ella apareciendo a la vista. Su tono era
condescendiente. Su sonrisa desagradable. Igual que la última vez que nos reunimos, traía un
collar caro de perlas alrededor de su cuello. Lucía otro traje de pantalón. No había cambiado
nada y definitivamente no se veía como una mujer angustiada o preocupada por su marido
desaparecido durante días.
—Señora Gentry —saludé obligándome a sonreír—. Es bueno verla de nuevo. ¿Tiene
un minuto para hablar?
Estaba esperando que nos mandara a la mierda y nos cerrara la puerta de golpe en las
narices.
No lo hizo. Su rostro solo se transformó en una mueca.
—Edith —corrigió—. Solo Edith. No voy a estar casada con John por mucho más
tiempo.
—Está bien, Edith. ¿Tienes un minuto para hablar?
—Creo que dispongo de unos pocos. —Dio un paso hacia atrás y nos hizo señas para
invitarnos a pasar—. Supongo que esto es por mi marido desaparecido en su cabaña, o por la
muerte de su puta.
Los dos nos detuvimos ante sus palabras. Gabby se tensó a mi lado. Esta mujer no tenía
corazón, solo una amarga oscuridad donde se suponía que debía estar ese órgano. Los dos
saltamos cuando la puerta se cerró detrás de nosotros.
—Esa pobre cosita —continuó Edith sin ninguna empatía en su voz. Ivy le importaba
una mierda. Nos llevó de vuelta a la sala blanca. Esperé a que Gabby se sentara
cuidadosamente en el sofá antes de sentarme a su lado.
Edith se sentó frente a nosotros, ajustando sus perlas y cruzando las piernas.
—Quieren saber si lo hice —dijo, yendo directa al grano—. Pensaron que vendrían aquí
y me convencerían de confesarlo. —Dejó escapar una risa condescendiente.
—Sí, más o menos —dijo Gabby, respondiendo antes de que yo tuviera la oportunidad
de hacerlo—. Nos ahorrarías a todos mucho tiempo si lo admites ahora. —Se encogió de
hombros sin mirarme a los ojos cuando la cuestioné con la mirada. ¿Había perdido la maldita
cabeza? Este definitivamente no era el plan del que habíamos hablado antes—. ¿Qué? —
preguntó, finalmente mirándome—. Tenemos que terminar con esto.
Edith no se veía sorprendida por las palabras de Gabby. Se armó de paciencia
mirándonos con las manos cruzadas sobre el regazo sin decir una palabra.
—¿Te ha interrogado la policía? —le pregunté.
—No —respondió ella.
Muy probablemente no había sido tomada en cuenta por la misma razón que John y mi
padre. Eran ricos, jodidamente ricos y acomodados. La fuerza policial no quería una demanda
sin tener suficientes pruebas. No les importaba meterse conmigo. Era un don nadie en el
mundo empresarial y político. Sin embargo, sabía que tan pronto como pudieran iban a saltar.
Abrí la boca listo para la siguiente pregunta, pero me detuve.
Estaba mirando a Gabby impresionada.
—Tú... te ves igual que él —le dijo—. No sé por qué no lo vi antes, pero ahora sí. No
hay confusión. —Miré de ida y vuelta entre ella y Gabby mientras una sensación de pesadez se
instaló en mi estómago. No estaba seguro de cómo iba a afectar a Gabby su pregunta. ¿John le
habló a Edith de Gabby? Eso me sorprendió, debido a que John mentía tanto que
encabronaba. Los ojos de Edith todavía no la dejaban—. ¿No pensaste que me lo diría? —
preguntó, pero no estaba seguro a quién le estaba hablando—. Tan pronto como se enteró se
angustió. Llegó a casa esa noche y me contó todo sobre ti y tu madre. No tenía ni idea hasta
esa noche.
Podía escuchar a Gabby tratando de ocultar su respiración agitada.
—Encantador —contestó en tono áspero—. Pero no he venido aquí para hablar de mí.
Estamos aquí para hablar de ti y de dónde estabas la noche del 6 de julio.
Edith se rio entre dientes.
—Y veo que eres tan mordaz como antes. Probablemente sacaste eso de tu madre
porque tu padre... él sigue órdenes. Las sigue a la perfección, siempre y cuando esté en público.
—Una vez más, no hemos venido aquí para hablar de mí. No hablo con extraños acerca
de mis asuntos personales.
—¿Asuntos personales? —preguntó Edith—. Parece que es mi asunto teniendo en
cuenta que mi marido es tu padre. Lo que te convertiría en mi hijastra.
Oh, mierda. Me preparé para detener da Gabby si decidía saltar y arrastrarla por los
cabellos.
—El esposo del que se está divorciando es mi padre desconocido, lo que significa que
soy una mierda para usted, siempre lo seré. Mi vida personal no es importante en este
momento. Lo que es importante es averiguar lo que pasó con Ivy y si usted estuvo implicada
en su asesinato.
Las mejillas de Edith se sonrojaron.
—Estaba cenando con mis hijos aquí esa noche.
Qué conveniente…
—¿Así que estuviste aquí toda la noche? —pregunté—. ¿No saliste para nada?
—No. Mis hijos y ama de llaves verificarán eso si es necesario.
—Apuesto a que lo harán —murmuró Gabby.
Edith nos dedicó una sonrisa falsa y se levantó.
—Ahora que tienen mi coartada y les he asegurado que no tengo nada que ver con esto,
creo que nuestra visita ha terminado. Tengo planes.
—Ella sabe algo —dijo Gabby cuando regresamos a mi auto.
—Definitivamente sabe algo —le contesté.
—Más piezas confusas que no encajan en este rompecabezas caótico.
Me di la vuelta para mirarla antes de arrancar el motor.
—¿Cómo te sientes? —Estaba más preocupado por ella que por cualquiera de los otros
idiotas.
Se echó los rizos hacia atrás y se encogió de hombros.
—Es lo que hay. John es mi padre. La gente sabe eso ahora y tengo que superarlo.
—Él quiere hablar contigo. —Encendí el auto y me dirigí hacia la puerta de la privada.
Todavía teníamos unas personas más a las cuales interrogar.
—Sí, eso definitivamente no va a pasar. —Apoyó la cabeza contra la ventana—. Ese
hombre es la última persona con la que quiero hablar en este momento.

Mis visitas a su casa eran poco frecuentes.


Nos encontrábamos por lo general en un bar o venía a mi apartamento porque su esposa
iniciaba una discusión conmigo cada vez que llegaba. Pero hoy era crucial. Estaba allí porque
no tenía nadie más con quien hablar acerca de ser padre. El Señor sabe que mi padre era la
última persona de la que tomaría un consejo. El tipo era un terrible padre y ser humano.
Leo se puso de pie cuando entré en su sala de estar y me dio un golpe en la espalda.
—Felicidades —dijo con una sonrisa en su rostro—. Me enteré de la noticia, papá.
Me empujó un gin con agua tónica en la mano.
—¿Papá te lo dijo? —pregunté.
—Ya sabes. Me llamó tan pronto como tu auto dejó la calzada después de la gran
revelación. Prácticamente escupía fuego por el teléfono. Estaba molesto e insistía en meterte
un poco de sentido común.
Me senté, saboreando mi bebida. El gin siempre me recordaba las comidas bajo el árbol
de Navidad.
—No quiero ser un idiota pero, sinceramente, me importa un carajo su, tu, o la opinión
de otra persona. Vamos a tener al bebé. No voy a casarme con Eva. Y si eso significa que
pierdo mi trabajo, mi herencia y mi familia, entonces que así sea.
¿Perder a todo el mundo, especialmente a Leo, me matará? Sí. Pero tenía que hacer lo
que era correcto. Había terminado con eso de ser el títere sin carácter en el juego de mi padre.
Tenía un título de una de las escuelas más prestigiosas del país. Encontrar un trabajo no sería
tan difícil. Claro, tendría que escalar hasta la cima, pero no me importaba.
Leo me miró desconcertado.
—Hermano, no esperaría menos de ti. ¿De verdad crees que sugeriría el abandono o el
aborto de mi futura sobrina o sobrino?
Me froté los ojos cansados.
—No. Es que hay tanta mierda en este momento. Tengo miedo, Leo. Estoy jodidamente
asustado. No quiero ser como él. Quiero ser un buen padre como tú. No quiero que mi hijo se
asuste o esté horrorizado por mí. No quiero ser un fracaso de padre.
—No vas a fallar. Sí, va a ser la experiencia más aterradora y más difícil de tu vida, pero
sé que va a ser genial.
—Y encima de todo, tengo que tratar con la mierda de John. Ese tipo, lo juro, me
gustaría haber dicho a papá que no iba a tomar su caso. Ha sido nada más un desastre.
—Te dije qué hacer. Tratar de investigar, pero si la presión se vuelve demasiado, sal de
ahí. Delata su culo.
—Él no lo hizo. No mató a Ivy. —Leo levantó una ceja—. Estoy seguro de ello.
—Entonces, ¿quién?
—Joder si lo sé. No podemos descubrirlo, pero toda la evidencia apunta a él... y a
nosotros... parece que nosotros la matamos. —Me acomodé en el sofá, decidido a cambiar de
tema. —Entonces, ¿qué ha estado pasando contigo? ¿Por qué estás tan abatido? Sonríe, estás a
punto de ser tío.
Bajó la voz y que me miró solemne.
—Le pedí a Kelly el divorcio.
Me atraganté con la bebida y la derramé por la parte delantera de mi camisa. Esperé
unos segundos para que me dijera que estaba bromeando conmigo. Pero no esbozó ninguna
sonrisa.
—¿En serio? —Asintió—. Gracias a la mierda finalmente abriste los ojos. Deberías
haber presentado esos documentos hace años.
—Estaba tratando de hacer que mi familia funcionara, pero me he dado cuenta ahora de
que no va a suceder. Ella es una miserable.
—Encantada de ver lo mucho que me quieres, Leo —gruñó una voz detrás de nosotros.
Los dos saltamos. Más alcohol se derramó en mi camisa. ¡Mierda! Leo me dijo que Kelly se
había ido, de lo contrario no habría venido. No estaba de humor para escuchar su chirriante y
molesta voz—. Y no me gusta que hables sobre nuestros asuntos personales.
—Es mi hermano, Kelly. Estamos divorciándonos, la gente va a saberlo —dijo Leo
levantando el brazo—. Le dijiste a tu hermana. No veo ninguna la diferencia.
—Mi hermana no es como él —gruñó.
Los dos nos movimos cuando el vaso en su mano voló por el aire. Leo se agachó justo a
tiempo y el vaso se estrelló en la chimenea de ladrillo detrás de él. El aroma del vodka se
extendió alrededor. Ella me lanzó una mirada turbia y salió de la habitación.
Leo se derrumbó en el sofá.
—Siento que tuvieras que ver esta mierda. Me dijo que se iba de compras.
Agité la mano en el aire. Kelly necesitaba escuchar eso. Necesitaba saber lo infeliz que
estaba haciendo a su marido y a sus hijos.
—¿Conociste a alguien? —le pregunté por pura curiosidad.
Su cabeza voló.
—¿Qué?
—¿Conociste a alguien? ¿Es por eso que finalmente los llenaste?
—¿Te refieres a otra mujer?
—Sí, idiota. ¿Estás dejando Kelly por otra mujer? —No podía imaginar a mi hermano
teniendo una aventura, pero bien podría verlo en una relación de amistad que lo obligara a
poner fin a su matrimonio antes de meterle mano a la otra.
Se empinó el resto de su bebida.
—No. Voy a dejar a Kelly porque, bueno, es Kelly.
—¿Qué vas a hacer con el trabajo?
—Papá dijo que me contrataría.
Resoplé.
—Buena suerte con eso. No recomendaría mi trabajo ni a mi peor enemigo. —Negué
despacio, y una sonrisa se me escapó ante la imagen de Leo metido en eso—. ¿No se volvió
loco por tu papeleo?
—Estás robando mi momento de gloria, hermano pequeño. Papá está tan enojado por
tu mierda que está dejando en paz la mía. Sin embargo, mamá lloró. Ella ama a Kelly.
—Por supuesto que la ama. Ama el dinero de los padres de Kelly.
Dalton
Una sonrisa cursi como el infierno se plasmaba en mi rostro cuando me detuve en la
entrada. No podía esperar para ver a Gabby. La emoción era irreal, algo que nunca había
experimentado antes. Ella sabía la forma de quitarme los problemas de la mente, haciéndome
sentir que todo estaría bien si estaba a mi lado.
Me desabroché el cinturón de seguridad y de pronto la puerta del pasajero se abrió de
golpe y Gabby saltó dentro antes que tuviera la oportunidad de salir.
—Bebé, maldita sea —dije—. Iba a ser todo un caballero y tocar la puerta principal.
—Creo que todas las formalidades de las citas están fuera de discusión luego de que
embarazas a la chica —dijo con una risa.
—Eso no significa que tenga que dejar de ser romántico contigo. ¿Cómo estuvo el rato
con tu madre?
—Fue bueno. —Sus ojos se iluminaron, haciéndome sonreír incluso más—. Fuimos de
compras, a comprar cosas de bebé. Traté de decirle que tenía que esperar hasta la primera cita
con el médico antes de comprar nada, pero ella insistió. Está tan emocionada. No puede
esperar a ser abuela.
Mi pecho quemó mientras luchaba por no fruncir el ceño. ¿Por qué mi madre no podía
sentirse de la misma forma? ¿Por qué no podía contar con el apoyo de mi familia?
Mi madre me había dejado un mensaje de voz anoche preguntándome si había entrado
en razón y me había dado cuenta de que no valía la pena arriesgar todo por Gabby. La
respuesta fue no. Valía la pena arriesgar todo por ella. Sin embargo no le devolví la llamada a
mi madre para decirle eso. No iba a perder el tiempo.
—Hablando de citas, ¿ya la has hecho? —pregunté.
—Sí. Es la próxima semana. ¿Quieres venir?
—Sí, quiero ir. Quiero estar en cada cita. Quiero estar en todo, así que por favor
mantenme al tanto. —Tomé su mano en la mía, sintiendo el calor de su piel y la masajeé con el
pulgar—. También hay algo más que quiero preguntarte.
Mi plan había sido esperar hasta que llegáramos a mi casa para sacar el tema, pero no
pude contenerme. La anticipación y el miedo me estaban matando.
—¿Sí? —Su pie rebotaba arriba y abajo en el piso. ¿Estaba tan nerviosa como yo?
—¿Qué piensas de quedarte en mi casa a más largo plazo?
Cerré los ojos, esperando su respuesta.
—Dalton, mírame. —Abrí los ojos, uno por uno. Me estremecí cuando vi la inesperada
sonrisa en su rostro—. ¿Quieres que me mude contigo?
Asentí.
—De esa forma, si necesitas ayuda con cualquier cosa, estaré allí. —Tenía a su madre,
pero yo quería ser su principal apoyo.
—Está bien, creo que podemos hacerlo, temporalmente… Considerarlo una prueba.
—¿En serio? —pregunté, la sorpresa llenaba mi voz. Había estado esperando que me
rechazara en segundos.
—Sí. He estado pensando mucho. He hablado con mi madre y Cora. Vamos a tener un
bebé. Tenemos que llevarnos bien, por él o ella. No quiero que mi hijo tenga padres que no se
llevan bien o no se dan la oportunidad de ser una familia de verdad. Has terminado con Eva,
¿verdad? ¿Por completo?
—He terminado por completo con Eva. El compromiso se canceló y no la he visto
desde la fiesta.
—Eso pareció demasiado fácil.
—Ella no quiere estar con alguien que está enamorado de otra mujer. Mierda, cualquiera
puede mirarme y ver lo enamorado que estoy de ti. Nunca pensé que algo así me pasaría, que
sería uno de esos tipos que están obsesionados por una mujer, pero lo estoy. Me has cambiado,
me haces querer ser un hombre mejor y no dejaré que mis padres interfieran con nosotros. Les
he dejado perfectamente claro que, o te aceptan, o no tendré nada que ver con ellos.
Finalmente me miró con los ojos muy abiertos.
—Guau.
—Estaremos juntos. Tú, yo y nuestro bebé. Vamos a ser la familia más feliz del mundo.
Te lo prometo. Siempre y cuando pueda mantenernos fuera de la cárcel.
La tomé de la barbilla y no dudé en presionar mis labios contra los suyos.
Gabby
Nuestro beso… me quitó el aliento. A pesar de que había besado a este hombre antes y
había hecho el amor con él, había algo especial en la manera en que sus labios se movieron
contra los míos. Una manta de seguridad me rodeaba como si nuestra conexión fuera una
promesa de que no se iba ir a ninguna parte y no estaría sola.
En aquel momento, por primera vez en mi vida me sentí amada por alguien más además
de mis amigos y mi madre. Me sentí amada íntimamente e incondicionalmente.
—¿Puedo decir algo más? —preguntó, cuando nos separamos.
—Cuéntame —contesté, inclinándome hacia delante con la esperanza de que me besara.
Esos labios tenían que volver a los míos.
—Siento que necesito sacar todo de mi pecho.
—¿Qué es exactamente todo? —¿De verdad quería saber todo?
Una exhalación profunda salió de sus pulmones. Su mano capturó la mía.
—Antes de ti, no estaba viviendo. Solo iba pasando día tras día sin importarme nada. No
daba una mierda por nadie aparte de mí. Así es como fui educado, protegerme, defender el
nombre de la familia y hacer lo que sea para conseguir lo que quiero, sin importar los costos.
Cuando mis padres me dijeron que me iba a casar con Eva, en realidad no lo pensé mucho.
Sabía que con el tiempo me iba a casar, pero el matrimonio nunca había significado amor para
mí. Lo veía como un acuerdo, no un compromiso, ni una experiencia, ni un sentimiento. No lo
veía como un deseo de sostener el corazón de alguien en tu mano y nunca dejarlo ir. Nunca
pensé ni por un instante en estas cosas hasta que llegaste tú.
Lo miré fijamente, atónita. Me había hecho daño, me había mentido, pero sus ojos
estaban llenos de remordimiento. Nunca quise dar segundas oportunidades. Me lastimabas una
vez, adiós. Pero quizás las segundas oportunidades no eran una cosa tan mala después de todo.
Tal vez no significaban que fueras débil. Significaban que entendías que todos, incluyéndote,
podían cometer errores y aprender de ellos. Había estado tan dolida, tan furiosa, que no había
escuchado ni una palabra de lo que había dicho, sin importar cuánto me rogara.
—Déjame tomar las maletas —dije, apretando su mano y después abriendo la puerta.
—Voy contigo.
Esto era una locura. Ambos estábamos dando un enorme paso. Me iba a mudar con él y
me iba a dar un vistazo interno del verdadero Dalton Douglas.
—Llévame a casa —dije, después de cargar unas pocas maletas en el maletero y subir de
nuevo al auto.
—Casa —contestó, sonriendo de oreja a oreja—. Me gusta escucharte decir esto, más de
lo que alguna vez sabrás. Definitivamente te voy a llevar a nuestra casa.
La sonrisa en su rostro no desapareció cuando salió del camino de entrada, o incluso
cuando estacionamos en el garaje. Permaneció ahí hasta que entramos en mi nueva casa.
—Voy a llevar esto al dormitorio —dijo, levantando mis maletas—. Ya te he hecho sitio
en el armario.
—¿Te sentías tan confiado, Douglas? —pregunté.
Se dio la vuelta para mirarme y comenzó a caminar de espaldas.
—Un hombre siempre puede tener esperanza.
Sin pensar, lo seguí. Me quedé en el umbral de la puerta con el pulso acelerado, y lo
observé dejar caer mi maleta en una silla. Se dio la vuelta y se quedó inmóvil cuando me vio.
Tal vez eran las hormonas del embarazo, tal vez era la idea de que estábamos empezando
de cero, o tal vez era porque lo amaba tanto como él me amaba, pero deseaba a este hombre.
Deseaba sus manos, su boca, su todo. No me había tocado durante mucho tiempo. Mi
cuerpo estaba ansioso por él.
Sin decir una palabra, sujeté el dobladillo de mi camiseta y me la quité por la cabeza. Se
mojó los labios, con los fascinantes ojos hambrientos. Metió las manos en los bolsillos
esperando mi siguiente movimiento.
Era la única que tenía el control de este espectáculo. Con cuidado, desabroché mis pantalones
cortos y los miré caer a mis pies.
—Sigue —susurró—. Déjame verte al completo, nena.
Las puntas de sus dedos que colgaban fuera de sus bolsillos se hundieron en sus
vaqueros cuando desabroché mi sujetador. Podía sentir el calor ardiente entre mis piernas
cuando soltó un suave gemido. Sus manos se movieron de sus bolsillos hacia abajo a su
creciente excitación. Se frotó por encima de sus vaqueros y fue mi turno de gemir. Había algo
tan erótico y fascinante en un hombre tocándose a sí mismo.
Deslicé un dedo entre el dobladillo de mis bragas y la piel antes de parar repentinamente.
Levanté una ceja.
—Te voy a dejar el resto a ti —dije. Coloqué mis manos en las caderas—. Así que, señor
Douglas, ¿qué vas hacer conmigo?
Eliminó la distancia entre nosotros y jadeé cuando sus manos se envolvieron alrededor
de mi cintura.
—Voy a hacer muchas cosas contigo —dijo. Sus labios tocaron el lóbulo de mi oreja
antes de reemplazarlos por su lengua—. Te voy a acostar en la cama, quitarte estas malditas
bragas y follarte con los dedos hasta que no puedas más y termines en mis dedos. Después,
voy a hacerte lo mismo con la boca. Y si me salgo con la mía, repetiré el mismo proceso toda
la noche.
Jodida. Mierda.
Pensaba que estaba mojada antes, ahora me encontraba jodidamente empapada. Podía
sentir mis jugos casi goteando fuera de mis bragas. Otra cosa para añadir a la lista de cosas que
había extrañado de él. Su charla sucia. Nunca fallaba en llevarme hasta el borde.
—Entonces, ¿qué estás esperando? —jadeé.
Grité cuando fui alzada y dejada cuidadosamente sobre de la cama. No perdió nada de
tiempo deslizando las bragas por mis piernas y tirándolas al suelo. Temblé cuando sentí las
frías puntas de sus dedos trazando el interior de mis muslos.
—He esperado mucho tiempo para tener esto de nuevo —susurró.
Y después hizo exactamente lo que dijo que iba hacer. Dos largos y enérgicos dedos
jugaron con mi coño mientras otro hacía círculos sobre mi clítoris. No le llevó mucho tiempo
que la presión aumentara en mi núcleo.
Orgasmo número uno alcanzado.
No estaba segura de cuántos más iban a llegar, pero sentía como si me estuviera
perdiendo en su tacto. Me tensé, esperando por su segunda promesa, y temblé al sentir su
lengua deslizándose ligera a través de mis empapados pliegues.
—Hmm… todavía tan malditamente deliciosa —susurró contra mi piel—. Mi comida
favorita. —Su lengua se puso a trabajar, lamiéndome mientras yo aferraba las sábanas, las
puntas de mis dedos prácticamente las estaban rasgando.
Orgasmo número dos alcanzado.
¿Qué iba a ser lo próximo?
Sabía exactamente lo que quería que fuera lo próximo.
Él.
Me alcé, apoyándome en los codos.
—Tu turno —dije intentando calmar mi respiración.
Se levantó y bajó la mirada penetrándome con sus ojos.
—No tienes ni idea lo mucho que te deseo en este momento. —Movió la cabeza con
gesto torturado—. Pero quiero asegurarme que estás lista, que estás decidida a esto, porque
una vez que mi polla esté dentro de ti otra vez, serás mía. ¿Me escuchas? Si hacemos el amor y
me dejas mañana, no seré capaz de soportarlo. Jodidamente me va matar, Gabby.
—Pero…
Me interrumpió.
—Así que esta noche, quiero que averigües en tu corazón que es lo que quieres y
después dímelo. Cuando estés segura que quieres estar de vuelta en mi cama cada noche del
resto de tu vida, prometo follarte hasta dejarte sin sentido.
Dejé caer mis brazos e hice una mueca.
—¿En serio? —me quejé—. ¿Cómo demonio piensas que está bien hacer todo esto y
después dejar a una chica colgada cuando quiere tu polla dentro de ella?
Encogió sus hombros y después se inclinó para besar mis labios. Podía sentir mi sabor
en ellos, lo cual me excitó más.
—Porque cuando te follo, te hago el amor. Es tan simple como eso.
Le di la mirada más sucia que pude.
—Deja esa mierda. Sabes que aún estoy enamorada de ti.
Besó mi frente, se puso boca arriba y me abrazó.
—Dime eso mañana y prometo que me portaré mejor que esta noche.
Gabby
Me estremecí con el frío pecho chocando contra mi espalda.
Brazos musculosos se enroscaron en mi cintura. Dio un paso adelante para situarnos
debajo del agua caliente de la ducha. Levanté la cabeza hacia atrás para mirarlo, mi visión
estaba alterada por las gotas de agua golpeándome la cara. Le sonreí al hombre que poseía mi
corazón. El hombre con el que ahora vivía. El padre del bebé que crecía dentro de mí. Sus
labios tocaron la parte superior de mi pelo antes de que me diera la vuelta para mirarlo, sus
manos frías se apoyaron en mis caderas.
—Buenos días, hermosa —dijo. Su voz por la mañana era baja y ronca. Era la cosa más
atractiva en el mundo—. Despertarme para esto es la cosa más increíble.
Los escalofríos corrieron por mi espalda cuando sus manos se deslizaron de mis caderas
a mis pechos. Usó sus nudillos para masajearlos suavemente, calentándome, y me tomó un
minuto reunir la fuerza para responder.
—Buenos días —jadeé con toda mi atención puesta en él. No pude contener mi gemido
cuando giró mis pezones con la punta de los dedos.
Sonrió, amando el efecto que tenía sobre mí.
—¿Has dormido bien? —Solo pude asentir mientras seguía jugando con ellos, lenta y
tortuosamente, recordándome lo que le había hecho a mi cuerpo la noche anterior—. Yo
también. De hecho, dormí mejor de lo que lo había dormido en semanas.
No pude evitar que mi mirada vagara hacia abajo, mi vista no se saciaba de él, mirando
los músculos de su pecho duro, las gotas de agua que caían en sus músculos y en la punta de su
pene. Me mojé los labios cuando me di cuenta de que ya estaba duro. Estaba listo para mí. El
intenso latido de mi corazón confirmó que yo me sentía de la misma manera.
Su mano se quedó en mi pecho, mientras que poco a poco envolví mi mano alrededor
de su erección. El pene saltó en mi mano y él empujó las caderas.
—¿Pensaste en nuestra conversación de anoche?
—Sí —respondí, comenzando a deslizar mi mano lentamente hacia arriba y abajo.
Cerró los ojos y dejó caer hacia atrás.
—¿Y?
—Creo que podemos darnos otra oportunidad. Sin secretos esta vez.
Mi respiración se atoró cuando me trajo más cerca. Sus labios húmedos acariciaron mi
cuello.
—Sin secretos. —Se apartó solo un poco para hacer contacto visual mientras yo
continuaba acariciándolo lentamente—. ¿Así que vuelves a ser toda mía? —Se inclinó para
acariciarme suavemente entre las piernas, los dedos jugando con mi apertura. Empujé contra
él, pidiendo más.
—Lo soy. Siempre lo he sido.
—Joder, sí. —Perdí mi agarre sobre él gimiendo cuando me situó contra la fría pared de
azulejos. Eché de menos el calor del agua, pero sabía que me iba a calentar de una manera
mucho más satisfactoria—. Me encanta escucharte decir eso.
Sus manos fueron directamente a mi culo, agarrando con fuerza. Me levantó. Su boca
fue a mis pechos para chupar con avidez mis pezones sensibles mientras sus dedos seguían
jugando conmigo.
Grité cuando hundió un dedo dentro de mí. Dios, esto era el éxtasis. Perfecto. Algo que
había extrañado demasiado. En el fondo, sabía que nadie, absolutamente nadie, podía provocar
estos sentimientos en mí. Nadie podía hacer que me deshiciera de mis inhibiciones excepto
este hombre.
Y ahora era mío, todo mío, y yo era toda suya.
—Necesito más —susurré.
—¿Quieres más? —preguntó, añadiendo un dedo y aumentando su ritmo.
—¡Sí! Más que solo tus dedos. Todo tú.
Y me dio lo que quería. Sus dedos salieron bruscamente de mis pliegues. Apretó su
agarre en mí y los reemplazó con su pene.
—Maldición, te extrañé, extrañé este coño —gimió, empujando lentamente dentro y
fuera de mí. Sus labios encontraron los míos, besándome suavemente.
Estaba siendo cuidadoso, demasiado cuidadoso, y no me gustaba.
—Más fuerte —presioné—, dame más fuerte.
—No —gruñó—, quiero que esto dure. No quiero perderte todavía.
—Por favor —le rogué, jadeando contra sus labios.
—¿Estás segura?
Asentí, e hizo lo que le pedí. El sonido de nuestros cuerpos golpeándose uno contra el
otro en el agua era fascinante. Y como pensé, me calentaba. El calor se disparó a través de
todo mi cuerpo, mientras bombea dentro y fuera de mí.
Se estaba construyendo... mi corazón palpitaba... hasta que no pude aguantar más. Gemí
y caí contra la pared de la ducha. Continuó entrando y saliendo de mí sin perder el ritmo y
gimió su liberación. Los dos estábamos jadeando cuando él me puso cuidadosamente de nuevo
sobre mis pies.
—Parece que sellamos el acuerdo —dijo con una risa. Inclinó la cabeza para besarme.
—Creo que lo sellamos hace tiempo —le contesté recuperando el aliento—. Esta es la
guinda del pastel.
—No, la guinda del pastel será el día en que me dejes ponerte un anillo.
Sonreí.
Algunas personas pensarán que lo perdoné demasiado pronto, pero era mi vida
amorosa. No la de ellos. Ahora solo estaba preocupada por mi felicidad.
Las cosas que hizo estuvieron mal, pero se disculpó. Estaba arrepentido. Solo estaba
tratando de protegerme.
Si la gente no entendía eso, entonces no entendían nuestro amor. No entendían lo que
era seguir adelante y saber qué era lo mejor para tu familia.
Y sinceramente estaba harta de preocuparme por lo que la gente pensaba.
Dalton
—Tengo que ir un rato a la oficina. ¿Quieres venir o prefieres quedarte en esta cama
caliente y confortable? —le pregunté a Gabby. Me acerqué y la abracé. Besándole la nuca.
Dejó salir un gemido y estiró el brazo para rodearme el cuello.
—Por muy divertido que suene eso, creo que me quedaré aquí —respondió—. Mi
mañana está comenzando bastante bien. No voy a dejar que ese drama me quite el humor.
Me apretó más el cuello mientras yo seguía pasando los labios a lo largo de su suave piel.
El sentimiento era mutuo. Quedarme aquí con ella sonaba más excitante que nada,
especialmente si tenía que estar en Douglas PR, pero tenía un trabajo que hacer. Un asesinato
que resolver. Tenía que resolver este desastre. Íbamos a tener un bebé y proteger a mi familia
era lo más importante para mí.
—Está bien —susurré contra su piel—. Estaré en casa en unas horas y te llevaré a
comer. Llámame si necesitas algo. —Bajé la mano y le acaricié el estómago sobre las sábanas—
. No puedo esperar a conocerte, pequeñín.

Cerré el ordenador y estaba a punto de levantarme para marcharme cuando escuché el


golpe en la puerta de mi oficina.
—Entre —grité, esperando que mi padre no estuviera del otro lado. No estaba de
humor para lidiar con su mierda. Contuve un nervioso aliento cuando la puerta se abrió
lentamente y lo solté cuando Summer apareció en la puerta. Gracias, joder. Tenía el rostro
pálido, como si hubiese visto un fantasma—. ¿Qué sucede?
—Bueno… No estoy segura si es bueno o malo —respondió, las palabras salían
lentamente de sus labios rojos.
—¿Qué es? —urgí, esperando que fuera malo. Normalmente no era pesimista, pero
últimamente la mierda no había estado a mi favor.
—Los padres de Ivy están aquí y quieren verte.
Joder. Definitivamente, eso no era lo que había esperado.
—¿Sus padres quieren verme? —Me detuve, asimilando sus palabras como si las hubiera
escuchado mal. Asintió, y por su mirada sabía que estaba al tanto de la situación con Ivy,
probablemente por mi padre. Parecía que siempre acudía a ella cuando quería un revolcón, o
que le subieran el ego o una charla sobre trabajo. Tomé otra respiración y la solté lentamente.
¿Qué demonios hacía? ¿Echarlos o llamar a mi abogado antes de reunirme con ellos?—.
Hazlos entrar. —Asintió y se giró para marcharse—. Y Summer… —Se detuvo y se volvió
para mirarme—. Por favor, no le comentes nada a mi padre.
Una pequeña sonrisa destelló en sus labios.
—No lo haré. Tienes mi palabra.
Se me aceleró el pulso cuando salió y cerró la puerta. ¿Era buena idea? ¿O me estaba
cavando una tumba más profunda?
Me levanté de la silla en cuanto entraron. Solo me había encontrado una vez con el padre
de Ivy y no había sido exactamente bonito. Me había apuntado con un arma exigiéndome que
me mantuviera alejado de su hija cuando intentaba persuadirla de que se retractara de su
declaración.
Thomas y Becky Hart. Sabía más de ellos de lo que debería. Los habíamos investigado,
sus cuentas bancarias, sus registros telefónicos, hackeamos el sistema GPS de su auto para ver
dónde habían estado. No encontramos nada substancial. La opción de que los padres de Ivy
tuvieran algo que ver con su asesinato era mínima, pero nunca digas nunca. Podían haber
averiguado el montón de dinero que Edith le había dado a su hija y lo quisieron para ellos.
Busqué señales de enfado, culpa, algo… pero la única mirada que vi en sus rostros fue
devastación. Se presentaron y les estreché la mano pidiéndoles que tomaran asiento. Summer
se escabulló de la habitación, seguramente asustada de escuchar algo que molestaría a mi padre
que le ocultara.
—Siento su pérdida —comenté, apoyándome contra el borde del escritorio.
—Gracias —contestó Thomas bajando la mirada al suelo. Becky simplemente asintió—.
Esto no ha sido fácil para nosotros.
Quería decir algunas palabras sabias, algo que los tranquilizara, pero me quedé en blanco.
No era el mejor en ayudar a la gente con su pena.
—¿En qué puedo ayudarlos?
¿Eso era lo mejor que podía preguntarles? Fue atrevido, pero no podía seguir
manteniéndolo para mí mismo. No podía tranquilizarlos cuando me sentía como en una
montaña rusa. ¿Por qué estaban aquí? Especialmente desde que me enteré de que fueron ellos
los que le hablaron a la policía de Gabby y de mí.
Thomas apoyó las manos en el regazo y finalmente me miró.
—Queremos saber quién le hizo algo tan horroroso a nuestra niña —contestó—.
Nosotros… —se detuvo, luchando contra las lágrimas—, no tenemos mucho dinero, pero
escuchamos que son los mejores obteniendo respuestas. Fue persistente en hablar con Ivy. Se
toma su trabajo en serio y queremos esa seriedad para averiguar la verdadera historia.
Pensamos que debe saber qué tramaba ella mejor que nadie.
Me llevó un segundo comprender sus palabras. Me señalé.
—¿Quieren que les ayude? —Asintieron—. ¿Después de darle mi nombre a la policía
como posible sospechoso, haciendo que me detuvieran e interrogaran como a un criminal?
—Les proporcionamos el nombre de todos los que sabíamos que habían estado en
contacto con Ivy. Sus novios, exnovios, compañeros de trabajo, todo el mundo. Les dimos
cualquier cosa en que pudimos pensar. Estábamos desesperados por encontrar a su asesino.
En realidad, podrían serme de utilidad.
—Primero, no me importa el dinero. Consideren esto un pro bono. ¿Aún tienen esa lista
que les pidieron?
—Sí. —Le temblaban las manos mientras sacaba un papel del bolsillo y me lo entregaba.
Fruncí el ceño cuando noté que solo había unos cuantos nombres. Aparentemente no sabían
con quién había salido su hija.
—¿Les importa si hago una copia?
Negaron.
—¿Eso significa que va a ayudarnos?
—Sí. Pero si les ayudo tendrán que ayudarme.
—Lo que sea —aseguró Becky. Sus primeras palabras desde que entró.
—Si averiguan cualquier cosa, vienen primero a mí. —Necesitaba estar un paso por
delante de Harold. Ambos asintieron. Perfecto—. ¿Tienen algo más que pueda ayudarnos?
—Sí. Hicimos copia de todo. Está en casa. Es más que bienvenido a venir y echarle un
vistazo. También recibía… —se detuvo—, también recibía notas amenazadoras.
—Terribles —añadió Becky—. Ese es el por qué se estaba quedando con nosotros.
—¿Las tienen?
Ella negó.
—Se las dimos a la policía.
¡Joder! Necesitábamos obtener las pruebas. Tenía que llamar a uno de los chicos de mi
padre.
Saqué el teléfono del bolsillo y me lo puse a la oreja.
—Hola Murphy, detén lo que estés haciendo y encuéntrate conmigo en el vestíbulo. —
Colgué y miré a mis visitantes—. Los seguiré a su casa.

—¿Le contaste a tu padre algo de esto? —preguntó Murphy cuando nos metimos en su
auto y comenzamos a seguir a Thomas y a Becky. Lo miré desde el asiento de pasajeros. Pensé
que sería una elección más inteligente tomar su auto en lugar del mío, solo en caso de que
alguien estuviera vigilando su casa—. Claro que no lo hiciste. Va a estar molesto.
Me encogí de hombros.
—Y me importa una mierda. Es mi mejor oportunidad para averiguar quién hizo esto
antes de que nos investiguen a fondo, a John y a nosotros. Será mejor que me agradezca esta
mierda.
—¿Qué hay de las pruebas de la policía? ¿Tienes algo de tu chico ahí?
—Le mandé un mensaje antes de dejar la oficina y le pedí que me encontrara algo. Cien
dólares por cada cosa fiable.
—¿Le das cien dólares por cada chivatazo? Estoy a punto de cambiar de carrera y ser un
policía corrupto.
—Cállate. Sabes muy bien que te pagan mejor que eso. —Negué antes de tomar el
teléfono y pulsar el nombre de Gabby—. Hola nena, ¿cómo te sientes?
—Bien. Hambrienta —contestó.
Mierda. Me sentía mal. Odiaba cancelar planes con ella, pero no sabía si volvería a tener
una oportunidad así.
—¿Crees que puedes esperar un poco más antes de comer? ¿O tal vez averiguar si tu
madre o Cora quieren ir contigo? Lo siento mucho, pero los padres de Ivy aparecieron en la
oficina.
—¿Qué? —gritó—. Por supuesto, el día que decidí no ir a trabajar ellos aparecen.
Imagínate. Todo lo bueno ocurre cuando no estoy allí.
—Puedes esperarnos allí —ofrecí. ¿La quería más enredada en esto? Absolutamente no.
Pero le gustaba estar al tanto de todo lo que estaba pasando, considerando que también estaba
involucrada.
—No, está bien. Cora me mandó antes un mensaje preguntándome qué iba a hacer hoy,
así que quedaré con ella. Ve. Y será mejor que me cuente cada detalle cuando vuelva a casa,
señor.
—Ya planeaba hacerlo. —Sabía que sería interrogado en cuanto atravesara la puerta
principal. A Gabby no le gustaba estar envuelta en el drama, pero eso no la detenía de querer
saber cada detalle sobre eso—. Déjame saber si necesitas algo. Te amo.
—Yo también te amo.
—Ah, el amor está en el aire ―cantó Murphy cuando colgué. Se rio ante mi mirada asesina.
El bastardo estaba celoso de que hubiera encontrado a la chica de mis sueños, mientras que él
estaba demasiado ocupado hackeando sitios porno gratis.
Murphy estacionó detrás de ellos en el camino de entrada de un rancho de ladrillo de un
piso.
—Quiero que tomes fotografías de todo… de cada maldita cosa —le dije al salir—.
Recibos, registros, notas. Incluso si parece insignificante. No sé si van a dejar que nos llevemos
esta mierda, pero sé que algo de lo que está allí va a ayudarnos.
—Entiendo —contestó Murphy.
Salimos del auto y los seguí dentro de casa.
—Hicimos copias de todo antes de dárselo a la policía —explicó Thomas, señalando una
caja de cartón en la mesa de la cocina.
—¿Están ahí las cartas amenazantes? —pregunté.
A Thomas le llevó un minuto responder.
—Todo menos eso. No pensamos en eso hasta que fue demasiado tarde y la policía nos
aseguró que ya estaban bajo custodia policial.
—¿Podemos llevarnos la caja? —pregunté. Thomas dudó un instante—. O al menos
sacar copia de todo. Probablemente no me querrán aquí toda la noche. —Si se negaban eso era
exactamente lo que iba a hacer.
—Hay una fotocopiadora en la oficina al fondo del pasillo —respondió, señalando el
camino.
—¿Y su habitación? —preguntó Murphy.
—Directamente en frente de la oficina.
Thomas tomó la caja de la mesa y nos siguió. La habitación de Ivy no se parecía en nada
al apartamento de lujo donde la había visitado. Los muebles eran viejos, rayados y de
adolescente. Posters de bandas masculinas aún estaban cubriendo las paredes.
Miré a Thomas, curioso de saber si se quedaría o se marcharía. Se quedó.
Murphy sacó el teléfono del bolsillo y empezó a sacar fotografías de todo.
Permanecimos en la habitación de Ivy durante una hora, pero no encontramos nada.
Tampoco guardaba nada allí, o se había desecho de ello o lo estaba guardando en otro lugar.
Seguíamos llegando a callejones sin salida. Era desalentador. Se me estaba acabando el tiempo.
—Esto fue un error —murmuré—. Lo único que hay en esta habitación son animales de
peluches, maquillaje y zapatos. Vámonos.
—Seguiremos mirando en otro sitio —comentó Murphy notando mi desilusión—.
Confía en mí cuando digo que encontraremos algo. Miraré cada llamada de teléfono que hizo y
recibió y luego contactaré con cada uno de la lista de sus padres.
Empezamos a salir de su habitación cuando algo me llamó la atención.
—Mira —indiqué, tomando la bata del gancho en la parte trasera de la puerta. Señalé el
logo bordado en el pecho. Nunca había estado personalmente en ese hotel, pero reconocería
ese logo en cualquier parte. Cualquiera lo haría.
—El Chancellor —confirmó Murphy, mirando la bata—. La amante y zorra capital de
Atlanta. ¿Crees que significa algo?
Pensé en ello un segundo y fruncí el ceño.
—Probablemente no. Era la amante de John, así que estoy seguro de que la llevaba allí
antes de conseguirle el apartamento. Probablemente se lo quedó porque esas cosas son
increíblemente agradables.

—Dame buenas noticias ―pedí, respondiendo el teléfono de regreso a la oficina. Por


favor, deja que sea una buena noticia.
—Bueno… logré entrar —contestó Lonnie, mi fuente en el interior. Lonnie aún no tenía
un rango tan alto. Así que le era más difícil darnos información, pero el hombre era persistente
y le gustaba el dinero extra.
—¿Y?
—Para ser honesto, no había mucho ahí. Parecía como si ni siquiera hubieran
comenzado la investigación. Sus registros telefónicos y lo demás no estaban. Es muy extraño.,
hombre. Están haciendo un trabajo inútil en el caso o alguien está intentando esconder algo.
—¿Qué hay de las notas? —urgí—, ¿había alguna nota amenazante?
—Sí. Logré sacarles fotografías, igual que al inventario de pruebas.
—Mándame las imágenes de las notas, el inventario, todo lo que lograste conseguir.
—Correcto. Estarán en tu teléfono en cuanto cuelgue.
—Gracias. Te mandaré un mensaje con la dirección donde puedes recoger el dinero. —
Colgué y miré a Murphy—. Dijo que había escasas cosas allí. Pero consiguió fotografiar las
notas. —Me relajé contra el asiento—. Sé que esto puede estar fuera de lugar y puede que esté
completamente equivocado, pero tengo la sensación de que hay una razón por la que no hay
nada allí. Creo que alguien del cuerpo de policía podría estar involucrado.
—Y lo último que escuché es que Harold es bastante fácil de sobornar —contestó.
—Sí. Lo sé. Solía darle mierda a mi padre por unos malditos centavos. ¿Pero para quién
demonios podría estar trabajando? A nadie le gusta el tipo y es demasiado estúpido para
confiar en que encubra un asesinato.
—Parece que es nuestra siguiente persona de interés.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —cuestionó mi padre entrando


atropelladamente en mi oficina. Cerró la puerta de golpe con demasiada fuerza y se quedó de
pie frente a mí, con los brazos cruzados. Hacía cinco minutos había regresado a la oficina y
estaba esperando que llegara la bronca de Wilson.
Me recliné en la silla y puse los pies sobre la mesa.
—No tengo ni idea de qué me estás hablando —contesté—. Y por favor, la próxima vez
llama antes de entrar.
Se acercó un paso, haciendo una mueca con los labios.
—Te reuniste con los padres de Ivy. Lo juro por Dios, si dices una cosa equivocada
puede volverse y mordernos el trasero.
Alcé la mano para detenerlo.
—Me están ayudando, ayudándonos. No creen que lo hiciésemos y sienten que la policía
no está haciendo lo suficiente.
—Están en el equipo de nuestro enemigo. Puede que no piensen que tuviésemos algo
que ver, pero, ¿qué piensan de John? Pueden creer que es el culpable y están intentando
conseguir más información sobre él.
—Ahora mismo, nadie conoce los motivos reales de nadie, pero estoy intentando
probarles que todos nosotros somos inocentes y tú entrando aquí como un loco no lo estás
haciendo más fácil.
—Entonces, ¿qué tienes tan genial? Será mejor que sea algo bueno.
—Ivy estaba recibiendo notas amenazantes —revelé.
Alzó una ceja. Un punto para mí.
—Por favor, dime que tienes esas notas en tu poder.
Levanté los papeles en mi mano. Lonnie hizo como prometió y me envió las imágenes.
Simplemente había acabado de imprimirlas. Cada una había sido escrita a máquina, y de
acuerdo con el informe no había restos de ADN en ellas. Todas eran cortas y directas al punto.
Tomé la primera y la leí en alto.
—Mantén la boca cerrada, puta, o te arrepentirás.
Tomé la segunda.
—Ya te lo advertí una vez. No escuchaste. Prepárate paras las consecuencias, zorra.
Las otras tres eran similares.
¿Quién demonios escribió esto?
—¿Estás pensando lo mismo que yo? ―pregunté.
—Sí. Suenan exactamente como si fueran de John. —Se le enrojeció el rostro. Juraría
que estaban a punto de explotarse sus vasos sanguíneos—. ¡Ese hijo de puta! Será mejor que
no nos esté mintiendo. No permitiré que arruine mi negocio. —Se giró para marcharse,
seguramente para enfrentarse a John, pero se detuvo.
—Creo que Harold… o alguien más en la estación tiene algo que ver en esto.
Se congeló, pero no se giró para mirarme.
—Investígalo.
—Difícilmente hay nada en el registro de pruebas, y los padres de Ivy afirmaron que les
dieron más de lo que está anotado. Lonnie comentó que parecía como si ni siquiera estuvieran
trabajando en el caso, lo que sabemos que es mentira, considerando que me arrestaron. Lo
único anotado son las cartas, la declaración de los padres afirmando que Gabby y yo nos
pasamos por su casa y la grabación de vídeo de nosotros en su apartamento.
Finalmente se giró para mirarme.
—Parece que alguien está intentando implicarnos, a nosotros y a John, y te apuesto a que
Harold está implicado.
—¿Cuál es el problema entre ustedes? —pregunté—. ¿Por qué querría hacer esto?
—Simplemente Harold no era hombre suficiente para su mujer, y ella tenía que buscar
satisfacción en otros lugares. —Sonrió con confianza, haciendo que el estómago me diera un
vuelco. Se folló a la mujer de su mejor amigo y ni siquiera siente un gramo de remordimiento.
El hombre seguía perdiendo mi respeto cada día que pasaba.
—Parece que meter la polla donde no debías nos está metiendo a nosotros en muchos
problemas.
Su sonrisa cambió a una mueca.
—Eso es lo que hace que los hombres se metan en problemas. Coños que no
deberíamos estar anhelando. John con Ivy. Yo con Summer. Tú con Gabby. Esa es nuestra
ruina.
Con eso, se giró y se marchó.

—Entonces, ¿cómo fue el trabajo? —preguntó Gabby de camino a cenar.


—Interesante —respondí—. Definitivamente interesante.
—No puedo creer que los padres de Ivy fueran a hablar contigo. —Suspiró—. Aunque
me alegro de que lo hicieran. No habría forma de que fueran a verte si creyeran que eres
responsable de su muerte. Ese es un gran paso para probar nuestra inocencia.
Mi chica se veía bien con el vestido entallado rojo, el cabello era un lío despeinado
después de nuestra sesión rápida sobre el mostrador del baño. No pude evitarlo cuando entré y
la vi solo con sujetador y bragas.
Y eso era todo en lo que quería centrarme esta noche.
Ella y yo.
Sabía que quería más, pero eso iba a tener que esperar. Necesitaba un momento sin
charlar del trabajo. Tomé su mano y me la llevé a los labios.
—Lo sé, nena. Pero no más charla sobre el trabajo, John, Ivy o mi padre. Esta noche es
sobre nosotros.
Gabby
—Quiero preguntarte algo, pero si no quieres hacerlo, di que no. Prometo que no voy a
enojarme contigo si lo haces —dijo Dalton.
Estábamos sentados en la mesa de la cocina después de otra ronda de increíble sexo en
la ducha. La ducha se había convertido en mi nuevo lugar favorito para ponerse a ello.
Solo tenía puesta mi camiseta, sin sujetador, y las bragas. Era como me sentía más
cómoda últimamente. Me miró desde el otro lado de la mesa, con el pecho desnudo y llevando
solo un par de pantalones cortos.
—Está bien —dije arrastrando las palabras. Por favor, que no sea algo con tu familia. O John.
—Los padres de Ivy nos dieron una lista de gente a la que era cercana y su información
de contacto. Llamé a su antigua compañera de cuarto, que también era su mejor amiga
mientras crecía. Aceptó reunirse con nosotros hoy. Creo que lo mejor sería que otra mujer esté
con nosotros, así ella no sentirá que está siendo emboscada por dos hombres.
Parecía nervioso, como si pedírmelo fuera el equivalente de darle un riñón o algo.
—Entonces, ¿por eso que me diste ese alucinante orgasmo? —reclamé, empujando mi
plato hacia delante—. ¿En serio quieres que haga eso?
Negó, sus ojos se fijaron en el suelo.
—No importa. Fui estúpido por preguntar.
Miró hacia arriba cuando extendí la mano por la mesa y golpeé su hombro, riendo.
—Caray, estoy bromeando. Toda esta situación está seriamente matando tu sentido del
humor. Por supuesto que iré.
Soltó un aliento y sonrió.
—Jesús, ¿por qué tuve que enamorarme de la mayor listilla del mundo?
Me encogí de hombros, mordiendo mi labio inferior.
—Tal vez deberías hacer algo al respecto. Follarme hasta sacar a la listilla de mi interior.
Se levantó de su silla y dio unos pasos hacia mí. Giró mi silla para que lo enfrentara.
—Mmmm… eso podría tomar un tiempo. —Mi adrenalina alcanzó su máximo cuando
abrió mis piernas y me quitó su camiseta por la cabeza—. Pero tengo que ir al trabajo.
Fruncí el ceño cuando estacionamos en el apartamento de Delaney Melton. El edificio
de Ivy había sido de lujo… con un portero, comodidades y todo eso. El de Delaney era todo lo
contario. No había portero. De hecho, la entrada parecía como si necesitara algo de amor y
cuidado. No era lo peor. Había vivido en muchos lugares en ruinas con mi madre, pero
definitivamente no era una forma lujosa de vivir. Ivy se había mudado y dejado a su mejor
amiga en la mugre.
Qué gran amiga.
Me puse entre ambos hombres cuando nos dirigimos a la puerta de su apartamento y
eché un vistazo a Dalton.
—Hiciste una cita, ¿verdad? —pregunté.
Asintió y tocó a la puerta.
—Sí, y pareció bastante genial por teléfono. Supongo que ella e Ivy tuvieron algún tipo
de pelea, pero todavía se preocupa por ella y quiere ayudar en lo que pueda.
Perfecto.
La puerta se abrió antes de que tuviera la oportunidad de hacer más preguntas y justo
como el exterior de su edificio, Delaney no era nada como su amiga. Gruesas gafas con
montura roja descansaban en la base de su delgada nariz. Su rostro no llevaba maquillaje, su
cabello negro estaba recogido en una cola de caballo, con mechones sueltos por todas partes.
Llevaba puesta una camiseta holgada y vaqueros.
¿Cómo demonios habían sido mejores amigas estas dos?
—Hola… ¿Delaney? —pregunté, más para mí que para ella. Tal vez estábamos en la
puerta equivocada.
Dejó escapar un suspiro.
—Hola —dijo con voz suave. Miró entre nosotros tres—. ¿Entiendo que están aquí para
hablar de Ivy?
—Sí —respondió Dalton. Extendió su mano y estrechó la de ella—. Estos son Gabby y
Murphy. Gracias por concedernos tu tiempo. Realmente lo apreciamos.
—Claro, no hay problema. —Una pequeña pero incómoda sonrisa pasó por sus labios.
Dalton tenía razón. Acompañarlos fue una buena idea. Esperaba que mi presencia la hiciera
sentir más cómoda.
Entré primero, los chicos me siguieron. El apartamento era muy pequeño. Los muebles
lo hacían parecer incluso más estrecho, pero estaba extremadamente limpio y organizado. Un
sofá a cuadros estaba en el centro de la habitación con una televisión puesta a unos pocos
centímetros de distancia. Una mesa para cuatro personas estaba situada en el exterior de la
cocina.
—¿Podemos sentarnos en la mesa? —pregunté, señalándola. Asintió—. Gracias. —Le
dirigí una sonrisa amigable y tomé asiento a su lado mientras los chicos ocupaban las sillas
frente a nosotras. La mano de Murphy fue a su bolsillo para sacar su teléfono.
—¿Te importa si grabo esto? —inquirió, sentándose a la mesa—. Es más fácil que
intentar escribirlo todo. Además, no nos perderemos ningún detalle.
—Claro, sin problemas —respondió Delaney con timidez—. No estoy segura si seré de
alguna ayuda. Solo hago esto porque los padres de Ivy me lo pidieron.
—Lo entendemos —dijo Dalton, y Murphy pulsó el botón de grabar—. Todos tenemos
una meta… descubrir quién le hizo esto a tu amiga y hacerle justicia.
—Entonces, ¿durante cuánto tiempo se conocieron Ivy y tú? —pregunté, preparada para
empezar.
Jugueteó con las manos delante de ella y respiró profundamente ates de responder.
—Desde la secundaria. Fuimos las mejores amigas, prácticamente hermanas. Decidimos
mudarnos juntas después de la graduación.
—Eso es bastante tiempo. ¿Este es el apartamento que compartieron? —Asintió—.
¿Eran compañeras de cuarto cuando empezó a ver a John? —Me detuve para corregirme, solo
en caso de que Ivy no hubiera dicho el primer nombre de sus novios—. Quiero decir, ¿al
gobernador Gentry?
—Sí. —Su voz tembló un poco antes de continuar—. Después de que tomara ese
trabajo, aunque intenté hablar con ella para que lo dejara, todo cambió. Ella cambió. Se
convirtió en una persona completamente diferente. Mintió al principio, por lo cual no la culpo.
Es decir, ¿quién quiere confesar al mundo que folla hombres por dinero? Pero sabía que algo
pasaba, así que finalmente se derrumbó y me lo contó.
—¿Qué? —soltamos los tres al mismo tiempo.
¿Por qué la mierda siempre era más interesante?
Siempre estábamos tomando desvíos… que nos enviaban en una dirección
completamente diferente.
—Pensaba que trabajaba como interna en el equipo de campaña de John —dijo Murphy.
—Una interna —resopló—. Así no es como lo llamaría.
—Entonces, ¿cómo lo llamarías? —inquirí.
—Era una puta antes de que John le diera el trabajo. —Todavía no podíamos esconder
la sorpresa en nuestros rostros—. No del tipo que se pone en la esquina de la calle.
—¿Hay diferencia? —cuestioné.
—La hay. Ivy era una acompañante de lujo. No por mucho tiempo, probablemente un
mes. Conoció a esta chica en el bar en el que trabajaba. Le contó a Ivy que sabía una manera de
conseguir dinero rápido y se la presentó a su madame o lo que sea.
—Jesús —gemí—. ¿Así que al hombre también le van las prostitutas?
¿Por qué mi madre tenía que escoger al más despreciable hombre para ser mi padre?
—Hizo pequeños trabajos hasta que una de las chicas le pidió que la acompañara a uno
de los suyos… uno mejor con más dinero. Ella no tenía ni idea de a qué se refería con un trío y
se acobardó. La chica se encargó, así que Ivy esperó en el vestíbulo hasta que su llamada amiga
terminó el trabajo. Fue donde conoció a John. Le compró una bebida y ella terminó
contándole toda la situación y sus problemas financieros. —Negó—. No podía ahorrar dinero.
Lo gastaba más rápido de lo que llegaban los cheques. De acuerdo con ella, John le ofreció un
trato. La quería en exclusiva para él, no más prostitución, y le encontraría un trabajo y la
ayudaría a pagar sus deudas.
Puta jodida mierda. La trama seguía complicándose.
—Entonces, ¿eso molestó al proxeneta o la madame o quien sea que estaba a cargo? —
inquirí.
—Claro que sí. Tres chicas aparecieron en nuestra entrada amenazando con patearle el
culo, pero no respondimos a la puerta.
—¿Volvieron alguna vez? —preguntó Murphy.
—Una vez. Ivy no estaba así que las ignoré de nuevo. No han vuelto desde entonces. —
Se encogió de hombros—. Pensé que se habían rendido.
—Genial —murmuró Dalton—. Así que ahora no estamos seguros si fue asesinada por
su madame y el montón de acompañantes, su amante, o un ex novio.
—¿Tenía algún otro novio? —pregunté.
Negó.
—John era el hombre al que recurría para todo —respondió—. Era muy estricto con el
tema de otros hombres. Dejó de verlos cuando él le dio un ultimátum, o ellos o el
apartamento. Obviamente escogió la casa de un millón de dólares.
—Entonces, ¿no había nadie más? —presionó Dalton. Delaney se quedó en silencio, su
mirada se movió a la mesa—. Delaney, lo que sea que sepas nos ayudará a encontrar al asesino
de tu amiga. Todo lo que nos digas será completamente confidencial. Tienes mi palabra.
—Y si no te sientes a salvo, somos más que felices de llevarte a un hotel en el que te
puedas quedar hasta que los encontremos —ofrecí, dando un golpecito en su brazo.
Las cosas no estaban sumando. La oportunidad de que una madame o prostituta
esperara tanto para matarla no sonaba convincente.
—Había otro chico —dijo con timidez—. Nunca lo conocí, pero me contó sobre él.
Dijo que era manipulador, alguien en quien no confiaba, malintencionado. Solo se acostó con
él un par de veces, pero no era lo que él quería. Le pagaba por… información.
—¿Información? —repitió Murphy—. ¿Información sobre qué?
—Sobre John.
Los tres nos miramos entre nosotros.
Bingo.
Ahora todo lo que necesitábamos hacer era encontrar a este hombre.
—¿Sabes un nombre? —pregunté.
—No.
—¿Qué auto conduce?
—No sé. Todo lo que sé es que solía reunirse con ella en algún hotel caro… El
Chancellor o algo así.
—La bata —dijo Murphy.
—¿Hay algo más que creas que necesitamos saber? —preguntó Dalton—. ¿Algo que
pienses que es importante?
—Creo que eso es todo. Ivy y yo tuvimos una pelea cuando se mudó, así que no sé qué
pasó desde entonces.
Dalton tomó su tarjeta y se la dio.
—Gracias. Si piensa en algo más, llámame. No me importa lo que sea… grande o
pequeño.
Di un golpecito en su brazo de nuevo.
—Sí, muchas gracias, Delaney.
—¿Significa esto que los policías no van a venir más? —preguntó cuando empezamos a
levantarnos.
—No estoy seguro de eso —respondió Dalton.
Ella gimió.
—Si hablas con ellos, por favor, pídeles que no envíen a ese regordete policía aquí de
nuevo. De verdad que el tipo me da escalofríos.
—¿Tienes un nombre? —preguntó Dalton, interesado de repente.
—Harold. Todo lo que seguía preguntándome era sobre John y si Ivy le temía. Era raro.
También me preguntó si testificaría contra él.
—Si vuelve, dale mi tarjeta —dijo Dalton.
—Supongo que es momento de que finalmente visitemos el Chancellor —dijo Murphy
desde detrás de nosotros mientras bajábamos las escaleras. Me dio un golpecito en el
hombro—. ¿Quieres venir?
—Creo que voy a pasar —respondí dirigiéndome al auto de Dalton—. Dejaré lo de
visitar el hotel de las putas para ustedes, chicos.
—Estaba pensando… —dijo Murphy, desde el asiento trasero cuando todos cerramos
las puertas.
—¿Sí? —pregunté.
Esbozó una sonrisa infantil.
—Si tienes un niño, sé el nombre perfecto para él.
—Déjame adivinar… ¿Murphy?
Señaló en mi dirección.
—¿Cómo lo sabías? Ese nombre debe estar en la parte superior de la lista de tu chico.
—Oh, demonios, no —interrumpió Dalton—. No voy a llamar a mi hijo como una ley
que declara que algo que puede ir mal, irá peor. Es como prepararlo para el desastre. —Me
miró—. Por favor, dime que no eres una fan de ese nombre.
—Eso es grosero —dijo Murphy, fingiendo ofensa—. Pudiste decir simplemente que
no.
—Entonces no —dijimos Dalton y yo al unísono, y Murphy estalló en carcajadas.
Los nombres para el bebé eran la última cosa en mi lista de prioridades.
El único nombre que quería saber en este momento era el del tipo que le había pagado a
Ivy por información de John.

—Entonces… quiero preguntarte algo —dijo Cora, entrando en la sala de estar del
apartamento. Era la segunda vez que escuchaba eso hoy, y esperaba que lo suyo no fuera tan
serio como lo de Dalton—. Si no te gusta la idea, dímelo.
Dalton me había dejado en casa antes de que ir a su próxima parada. Ese hotel
definitivamente era algo en lo que no quería meterme.
—Está bien —dije—. Dispara.
Una sonrisa apareció en sus labios con brillo rosa.
—Sé que es un poco pronto y todo, pero quiero ayudarte a organizar tu fiesta del bebé.
Me voy a la universidad al final del verano, lo que significa que me perderé toda la acción. —Su
sonrisa se convirtió en un puchero—. Esta es tu primera fiesta del bebé. Quiero decorarla,
planearla, hacer todo en mi tablero de Pinterest.
Me reí.
—Definitivamente es pronto. —Solo estaba de las once semanas, de acuerdo con mi
médico que Dalton y yo visitamos ayer—. Ni siquiera sé si es niña o niño. —¿No tenías que
saber estas cosas antes de organizar una fiesta? ¿Necesitaba globos azules o rosas?
—Podemos hacerlo neutral. Daisy se va también. Sabes que tampoco quiere perdérselo.
Tenía razón. Odiaba la idea de no tener a mis mejores amigas allí. Sabía que ambas
vendrían para la ocasión real, si tenían la oportunidad, pero quería que estuvieran allí durante
todo el proceso.
Solté el aliento, intentando luchar contra mi sonrisa.
—Bien, eso no debería ser un problema. —Saltó del sofá y levantó sus manos—. Pero
necesito hablar con mi madre primero. Sé que quiere estar involucrada en la planificación.
Movió su mano en el aire.
—Oh, no te preocupes por eso. Ya he hablado con ella. Está dentro. ¿Cómo suena el
final de este mes?
Eso era a solo una semana de distancia. Froté mi frente y asentí mientras los nervios
recorrían mi espalda. Todos mis amigos se iban a ir a la universidad. Iban a estar enfocados en
finales, juegos de fútbol y fiestas mientras yo iba a estar cambiando pañales y haciendo horarios
de alimentación.
Una parte de mí se sentía dejada atrás, como si me estuviera perdiendo ese componente
de crecer y encontrarme a mí misma.
—Eso suena perfecto. —Mi respuesta salió atorada.
Esta fiesta del bebé iba a ser mi introducción a un nuevo mundo y mi despedida del
viejo.
Dalton
—Esto será divertido —dijo Murphy cuando estacioné en la calle del infame hotel
Chancellor—. Un club de prostitutas de lujo. Nunca he sido un fan de las prostitutas, pero tal
vez estas tienen collares de diamantes o algo así.
—Tal vez aquí encontrarás a tu siguiente novia —le contesté—. Y relájate. No es un
maldito harén. Probablemente ni siquiera veas a nadie. Son discretos sobre esa mierda aquí.
¿Por qué crees que cuesta tanto?
—Mmm, supongo que tienes razón. Bueno, de todos modos están fuera de mi rango.
Mis chicas se pagan con pizza y sexo.
—No me extraña que estés solo —murmuré.
—Amigo, básicamente estuviste solo hace unos meses y ahora estás actuando todo
altanero y poderoso porque tienes una novia. ¿Qué? ¿Estamos en la secundaria?
—Porque ahora soy altanero y poderoso. Cuando encuentres a la chica adecuada,
Murphy, te sentirás todo altanero y poderoso también. Te sentirás malditamente especial
porque esa mujer es tan maravillosa, que podría tener a cualquier persona que quisiera y sin
embargo te eligió a ti. Consigue eso y te prometo que estarás en la cima del mundo durante el
tiempo que ella sea tuya.
Murphy puso los ojos blancos obviamente sin el humor para mi mierda romántica y me
miró esperando.
Me froté las manos antes de salir cerrando de golpe la puerta.
—Vamos a terminar con esto.
Murphy me pisaba los talones mientras nos dirigíamos al hotel. No hizo ninguna
pregunta cuando me pasé de la puerta de entrada y caminé a la parte de atrás del edificio,
directamente hacia la entrada de los empleados.
—¿Has entendido esto? —le pregunté mirándolo.
Asintió con una sonrisa arrogante.
—Claro que sí, jefe. —Apretó el código de acceso, como si fuera un hecho cotidiano.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó, esperando a ver si conseguíamos entrar.
—¿Tienes tu parte? —preguntó manteniendo la puerta abierta.
Palmeé mi bolsillo.
—La tengo.
Solo que esta vez iba a ser más cuidadoso. No podía permitir que una cámara me
atrapara pagando a alguien.

Estaba más pobre sin los quinientos dólares que perdería y sin nada para demostrarlo. El
empleado estaba en alerta máxima. Los ojos vagaban de un lado al otro de la habitación apenas
mirándome, o al dinero en efectivo en mi mano. Lo más probable es que estuviera mirando
por cámaras ocultas. Habían sido muy bien entrenados, lo cual no me sorprendió. La razón
principal por la cual la gente iba a Chancellor era por la discreción.
Era como Las Vegas: lo que ocurría allí, se quedaba allí.
Y ninguno de los empleados estaba interesado en perder su trabajo por unos cientos de
dólares. Los clientes utilizaban seudónimos. Pagaban en efectivo. Los registros estaban más
encerrados que el coño de una virgen.
Conseguí que una mujer quisiera hablar.
Una.
Una chica de limpieza.
La seguí a una habitación y ella me dio la poca información que tenía. Había visto allí a
Ivy antes con un hombre. Era alto y delgado, de cabello rubio claro y llevaba un traje caro. Más
o menos la mayoría de los hombres en nuestra lista encajaban en la descripción. Eso era todo
lo que tenía para nosotros.
Y todo lo que pensé fue que todavía no tenía nada.
Tenía que averiguar quién era este misterioso idiota.
—Necesito que encuentres un dibujante de bocetos, el mejor que puedas conseguir.
Dale los detalles que la mujer describió, así al menos tenemos algo para pulir el tema. Tal vez si
se lo enseñamos a John, él sabrá quién es.
—Hecho —respondió Murphy.

Puse los ojos en blanco y colgué el teléfono. Mi padre quería que fuera a su oficina. No
era una sorpresa. Esperaba no tener que hablar con él hasta que averiguara quién era el chico
del Chancellor.
No me molesté en llamar. Si quería ser duro, dos podían jugar ese juego.
—¿Qué pasa? —pregunté levantando los brazos—. ¿Por qué no me hablas por teléfono?
—Primero, cierra por favor —dijo. Me sorprendió su cortesía. La cerré y me giré. Lo vi
recostado cómodamente en su silla. Las arrugas ensombrecían sus rostro—. Harold y su
pequeño guardaespaldas pasaron por aquí para hablar conmigo. —Sacudió la cabeza con
disgusto—. Maldito idiota.
—Eso es sorprendente —murmuré. Harold no tenía ningún problema para joderme. Yo
era joven y fácil. Mi padre, sin embargo, era una historia diferente. Era más que una fuerza
para tener en cuenta. Joderlo tenía consecuencias graves, y durante años pareció que Harold lo
sabía. Siempre pareció tener miedo de meterse demasiado con el oso—. ¿Qué tenía que decir?
Resopló y luego dejó escapar una risa dura.
—Me amenazó y me dijo que cuidara mi espalda. —Sus gemelos brillaron cuando movió
la mano en el aire—. Lo que sea que eso signifique. Podía oler el hedor de mierda del hijo de
puta desde el otro lado de la habitación.
—¿Trajiste a la conversación que pensamos que alguien en la comisaria podría estar
involucrado?
Resopló de nuevo.
—¿Crees que soy un idiota?
Gracias a Dios. Nadie tenía que saberlo más que nosotros.
—Tengo otras noticias.
—¿Sí? —Levantó una ceja y se inclinó hacia delante en su silla.
—Murphy y yo hicimos una visita al Chancellor.
—¿Y por qué?
—Encontramos una bata de allí cuando estábamos en la habitación de Ivy.
—Era una amante. Eso es típico.
—Eso es lo que pensé. Entonces hablamos con su antigua compañera de cuarto. Ella
mencionó que Ivy se encontraba con un chico a veces.
—¿Era ese tipo John?
Negué.
—No. Dijo que definitivamente no era John. Nos dijo que Ivy había comenzado a
trabajar como acompañante hasta que John insistió en que renunciara. Su amiga dijo que solo
se encontraba con otro hombre además de John, y que este misterioso hombre estaba más
preocupado por sacarle información sobre nuestro querido gobernador que por follarla.
—Interesante. Muy interesante. —Se frotó la mandíbula y podría decir que su cerebro
estaba trabajando. Estaba pensando en un giro de la situación, algo para alimentar a los medios
de comunicación. Ahora todo lo que necesitábamos era un nombre o una cara, y las
posibilidades de culpar a John podían cambiar—. Entonces, ¿qué encontraste allí?
—Mierda.
—Típico.
—Estoy buscando más. Te haré saber si consigo algo.
—Ten cuidado, hijo. —Su sinceridad honestamente me asustó —. Harold está
apuntándonos y vas a ser el tipo en su lista negra. Cree que eres vulnerable. Demuéstrale que
los hombres Douglas no son vulnerables. Somos tigres que lo van a desgarrar.
Dalton
—Tu madre va a hacer una cena en casa el sábado —dijo mi padre entrando en mi
oficina—. Sé que le encantaría que vinieras. No has venido mucho y eso la entristece.
—Tengo planes. —Levantó una ceja en un silencioso cancélalos—. Es la fiesta del bebé de
Gabby.
—No recuerdo que tu madre mencionara una invitación.
—Porque no se envió ninguna.
Resopló y movió la cabeza, mirándome como si acabara de matar a su primogénito.
—Bueno, eso es muy grosero.
—Y así es mi madre. No voy a darle la oportunidad de estropear el gran día de Gabby.
Me puse de pie, me despedí y lo dejé ahí mientras salía de mi oficina.

—¿Vas a venir a la fiesta del bebé de Gabby este fin de semana? —inquirí. Leo frunció
las cejas ante mi pregunta—. Es unisex.
Había pasado por su casa antes de dirigirme a la mía. Estaba tan ocupado entre Gabby y
el caso de Ivy, que había pasado un tiempo desde que habíamos hablado. Pensaba que estaba
llegando a algo con el asesinato de Ivy, pero todavía me sentía atascado. Tenía que averiguar
quién era el chico con el que Ivy se veía. Ese tipo era la pieza que me faltaba. Murphy se
encontraba a la caza, tratando de descubrir a todos los que Harold había contactado.
Se encogió de hombros.
—Claro, iré. No he tenido realmente una oportunidad para conocer a Gabby, así que
será divertido.
—Tal vez tenga algunas amigas solteras con las que puedas follar. —Le di un codazo en
el costado y me gané una mirada sucia.
—Todavía estoy casado, idiota. No va pasar.
—Estás separado y en proceso de divorcio.
Obviamente no me compraba la idea, lo cual no me sorprendió. Solo quería molestarlo.
Conocía a mi hermano lo suficientemente para saber que no tenía polvos casuales.
—Tu novia solo tiene dieciocho años.
—¿Qué demonios tiene que ver eso con algo?
—Eso significa que sus amigas son de dieciocho años. Dieciocho años es
definitivamente demasiado joven para mí.
—Bueno, no necesariamente —repliqué—. Y solo porque conozcas a una mujer, no
significa que tengas que follarla. Pueden pasar el rato y llegar a conocerse el uno al otro.
—Tengo hijos. No hay muchas mujeres preparadas para enfrentarse a eso. Las amigas de
tu novia están listas para la universidad, fiestas, toda esa mierda que nosotros hicimos cuando
teníamos su edad.
Me quedé callado y bajé la mirada a mis zapatos cuando lo comprendí. La culpa creció
en mi vientre. Gabby se iba a perder todo eso.
¿Se iba a arrepentir de no poder salir y vivir antes de tener una familia? Me pasé una
mano por el rostro y dejé escapar un largo suspiro.
—¿Crees que Gabby se sentirá de esa manera? —pregunté—. ¿Crees que se resentirá
conmigo porque no pudo tener toda esa diversión antes de atarse?
Se encogió de hombros y luego me palmeó en la espalda.
—Se necesitaron dos para quedar embarazada, así que no creo que pueda echarte toda la
culpa. Tendrías que haber sido lo suficientemente inteligente para ponerte condón. Por
supuesto. Pero lo hecho, hecho está. En cuanto al resentimiento, no estoy seguro. Creo que
ustedes necesitan asegurarse de salir y divertirse. Tienes suficiente dinero para pagar una
niñera. Ambos todavía pueden tener una vida y romanticismo aparte de su hijo.
Gabby
Los baby shower no estaban destinados a ser un infierno, ¿verdad? Se suponía que eran
todos cálidos y acogedores, llenos de sonrisas, globos y juegos desagradables donde tenías que
ser la primera persona en comer un contenedor de alimento para bebé.
Sin embargo, el mío resultó diferente.
No hubo señales iniciales de peligro. El sol había salido. No hacía demasiado calor.
Cómodo. Sin posibilidad de lluvia.
Cora lo había organizado en su casa con mi madre y Daisy. Tenía la zona perfecta de
entretenimiento al aire libre. Me reuní con ellas allí antes de que llegaran los invitados, por si
necesitaban ayuda con cualquier cosa.
Recibí un mensaje de Dalton antes de salir del coche diciéndome que estaba en camino.
Encontré a las chicas trabajando en los toques finales cuando llegué al patio trasero. Me
saludaron con gritos, sonrisas y abrazos.
—Entonces, ¿qué te parece? —preguntó Cora, con la voz toda excitada. Mi madre y
Daisy estaban a su lado con la misma expresión en sus rostros.
Eché un vistazo alrededor, con la boca abierta.
—Guau —tartamudeé.
Su patio trasero parecía algo sacado de una película. Era de colores neutrales, como lo
había prometido y con temática del doctor. Seuss. Había comida por todas partes, imitando el
tema de sus libros, huevos verdes con jamón, cuencos transparentes llenos de caramelos de
goma en forma de pescado. Incluso noté una máquina de algodón de azúcar. Habían logrado
todo. Las envolví a todas en un abrazo de grupo.
—¡Gracias! Aprecio esto tanto. —Eran demasiado buenas para mí. Tenía la mejor madre
y amigas en el mundo.
—Te lo mereces, cariño —dijo mi madre, después que nos separamos—. Tú, mi querida
hija, te mereces esto y mucho más. —Se acercó para otro abrazo—. Vas a ser una madre
increíble.
Habíamos mantenido la lista de invitados pequeña. Ya tenía suficiente en mi vida con el
embarazo sorpresa, un baby shower anticipado, el caso de Ivy y solucionar las cosas con
Dalton.
—Keegan y Lane hicieron el pastel en forma de pañal —explicó Margarita—. Fue
interesante verlos tratando de lograrlo. —Se rio—. Keegan jura que nunca decorará un baby
shower de nuevo.
—A menos que tú se lo pidas. El hombre hace todo lo que tú le pides —le contesté.
Todavía no podía creer que hubiera convencido a Keegan, el gigoló que había hecho de
su misión el ser un idiota con todo el mundo, para hacer un pastel en forma de pañal. Los
tiempos habían cambiado realmente, y solo demostró que el amor realmente podría hacer
evolucionar a alguien en algo que nunca pensaron que sería. Simplemente se trataba de
encontrar a la persona adecuada.
Di un salto cuando un par de brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y labios
húmedos alcanzaron a mi cuello.
—Hola bebé —dijo Dalton, en mi oído. Mi corazón se agitó cuando sus manos se
movieron hasta mi vientre haciendo pequeños círculos. Había desarrollado una obsesión y
constantemente lo tocaba—. Este lugar luce increíble. Recuérdame enviar un regalo de
agradecimiento impresionante a cada una de las damas que hicieron esto.
Besó mi mejilla antes de girarme. Mis ojos se abrieron cuando vi a Leo de pie a unos
metros de nosotros con una sonrisa en su rostro. Una niña estaba a su lado con la mano
metida en la suya.
Ellos dieron un paso adelante.
—Es mi culpa que llegáramos tarde —me dijo Leo levantando a la niña en sus brazos—.
Esta pequeña tuvo que cambiarse de ropa tres veces porque no podía decidir qué princesa
quería ser hoy.
—No hay problema. Gracias por venir —le contesté. Miré a la niña. —Bella. Buena
elección. Es mi favorita también.
Ella sonrió, y a su sonrisa le faltaba un diente delantero.
—Soy Claire —dijo—. ¿Eres la novia de mi tío Dalton?
Mis mejillas se sonrojaron. Dalton me agarró del hombro y me llevó a su lado.
—Sí, lo es —respondió.
—¿Puedes llevarme por una magdalena, tío Dalton? —preguntó Claire.
Dalton me besó en la mejilla y luego agarró la mano de su sobrina para acompañarla a la
cafetería.
Leo levantó dos bolsas de regalos.
—No quería emboscarte frente a todos —dijo—. Pero mi mamá y Piper querían que te
diera esto. Voy a ponerlo a un lado en alguna parte, en caso de que no desees abrirlos en frente
de todos.
Asentí.
—Gracias.
¿Qué demonios me enviarían?
¿Algo muerto en la carretera?
¿Una carta de advertencia?
¿Un cheque a cambio de dejar Dalton?
—Gabby, tenemos un problema —dijo Cora corriendo por el patio trasero. El baby
shower estaba en su apogeo. Todas las mujeres estaban pasando el rato y platicando. Los
hombres estaban al otro lado, jugando horseshoes3. Los niños estaban corriendo o jugando en
la piscina—. Uno grande.
—¿Bromeas? —gemí—. El baby shower apenas comenzó hace treinta minutos.
—Tengo la sensación de que está a punto de terminar. —Miró alrededor del patio y gritó
el nombre de Dalton. Él vino corriendo hacia nosotras—. Eres requerido —susurró señalando
hacia la puerta que conducía a la casa.
Dalton se volvió a mirar a Leo y señaló a Claire.
—Mantenla apartada —dijo, como si ya supiera que algo estaba mal. Leo asintió en
respuesta y yo seguí a Dalton al interior, sin está segura de qué tan grave sería la situación.
Era peor de lo que pensaba.

3 Horseshoes: Juego simple de estrategia exclusivo de Android.


Dalton
Dos policías estaban en la puerta.
Dieron un paso adelante cuando me tuvieron a la vista.
—Dalton Douglas, estás bajo arresto —dijo uno, desenganchando las esposas de su
cinturón.
Oí los gritos de asombro de toda la sala. La multitud se llevó las manos a la boca y
miraron directamente a Gabby. Joder, me sentí muy mal. Estaba humillándola en uno de los
eventos más importantes de su vida. Ella siempre recordaría el día de hoy por todas las malas
razones.
Gabby dejó escapar un grito con el rostro pálido y llegué justo a tiempo para detener su
caída. Me temblaba la voz.
—Todo va a estar bien —dije en voz baja apretándola contra mí—, te lo prometo. Te
amo y estaré en casa pronto. —La besé en la mejilla y me aseguré de que estuviera de nuevo
estable antes de acercarme a los oficiales—. ¿Bajo arresto? ¿Bajo arresto por qué exactamente?
No digas asesinato. Por favor, no digas asesinato.
—Por el asesinato de Ivy Hart —respondió el otro con disgusto en el rostro.
¡Mierda!
Dijo asesinato.
Realmente dijo la palabra.
Estaba a punto de desmayarme. Me volví para mirar a Gabby y encontré a su madre a su
lado. Daisy y Cora estaban del otro.
Articulé lentamente, "Te amo."
Ella asintió con lágrimas en los ojos.
Volví de nuevo mi atención a los policías.
—Tienen que estar bromeando. Están locos si piensan que maté a esa mujer.
Poli Uno resopló.
—Eso es lo que todos dicen.
Poli Dos movió la cabeza.
—Hablaremos de esto en la comisaria. Ahora, vámonos.
Tenía dos opciones: cooperar o mandarlos a la mierda. Me di vuelta decidido por la
primera. Funcionaría mucho mejor la buena voluntad.
Mis manos fueron empujadas bruscamente a la espalda y me leyeron mis derechos. Las
esposas se sentían apretadas alrededor de mis muñecas, lo cual estaba seguro que era
intencionado.
—Voy a llamar a Kenneth —dijo Sheila, agarrando su teléfono.
—Arreglaremos esto —dijo Gabby, corriendo a mi lado.
Asentí antes de que ser empujado y llevado a la patrulla.
Había sido detenido en el baby shower de mi novia. Era malditamente humillante y me
sentía como un pedazo de mierda total. La tristeza y la decepción en el rostro de Gabby
hicieron que quisiera arrancarle el corazón a Harold la próxima vez que lo viera.
Quien quiera que había montado esto iba a hundirse.

Estaba de nuevo en la misma habitación de mierda esperando que alguien viniera y me


explicara por qué me habían sacado del baby shower de mi novia en un auto de la policía. No
había manera de que tuvieran pruebas para condenarme por un crimen que no cometí.
Harold entró con una mirada de suficiencia y mucha vitalidad en su andar.
—No voy a hablar sin mi maldito abogado —dije antes de que tuviera la oportunidad de
sentarse.
Quería terminar con esto. Gabby me necesitaba.
Levantó las manos al aire.
—Está bien —dijo tomando asiento. Estaba aliviado de no ver a David. Éramos solo
nosotros dos. Uno a uno—. Me sentaré aquí y esperaré.
Esperé con impaciencia sin decir una palabra más y dejé escapar un suspiro de alivio
cuando mi abogado llegó. Estaba vestido con un traje completo y el pelo rubio peinado hacia
atrás. Tiró su maletín encima de la mesa y sacó la silla a mi lado.
—¿Por qué está mi cliente aquí? —preguntó, yendo directamente al grano.
Billy Herrington era uno de los mejores abogados de la ciudad. No jodas. A pesar de que
yo era un abogado y también lo eran mi padre y mi tío, todavía lo manteníamos trabajando con
nosotros. No se veía bien representarse a sí mismo.
—Hemos recibido un aviso de que estuvo involucrado en el asesinato de una joven
llamada Ivy Hart —respondió Harold muy seguro. Estaba dispuesto a condenarme de por
vida.
—¿Un simple aviso?, ¿de quién? —repliqué. Por el rabillo del ojo noté la mirada molesta
en la cara de Billy. Quería que mantuviera la boca cerrada y lo dejara hacer su trabajo.
Lo que más odiaban los abogados era un cliente que no podía cerrar la boca.
—De alguien declarando que te escucharon presumiendo de matar a Ivy Hart, la amante
de John Gentry. Sí, sabemos que estaban trabajando para John intentando ocultar la relación.
No somos idiotas. Tenemos los documentos que tu empresa redactó tratando de pagarle para
que mantuviera la boca cerrada. Estoy seguro de que tu... tu padre... o John, o uno de ustedes,
o posiblemente todos se sintieron descontentos cuando ella no aceptó el acuerdo que le
propusieron. Tenemos el formulario de confidencialidad y las cartas con amenazas. Esas cartas
parecen de un hombre que trata de ocultar una aventura... o de una persona tratando de ayudar
a ocultarla. —Me miró tratando de parecer disgustado, pero fallando—. ¿Es por eso que lo
hiciste? ¿Porque no se inclinó ante ti y tu familia?
—No me dedico a mierdas —escupí—. Tú lo sabes. —Me incliné hacia adelante,
apoyando los codos encima de la mesa y seguí antes de que Billy me callara—. ¿Por qué no me
dices quién es esta fuente fiable?
Repasé las posibles fuentes, tratando de descubrir quién podría estar en trabajando con
él, pero mi mente estaba en blanco. Alguien, y no estaba seguro quién, me había inculpado
diciendo que yo había presumido que maté a Ivy.
Harold cruzó las manos encima de la mesa.
—Eso es confidencial.
—Entonces no te diré nada.
—La fuente es Kelly Douglas. —Harold y yo miramos a Billy—. Es un hecho. Puede
que tú no estés autorizado a decírselo, pero yo sí puedo.
—¿Mi cuñada? —le grité. Pronto a dejar de serlo—. ¿Qué diablos?
—Entró en la comisaria aterrada por su propia vida después de que te escuchó
confesando el crimen a tu hermano —dijo Harold.
Maldita sea, seguro que no estaba haciendo un buen trabajo con toda la cosa de la
confidencialidad.
—Esa perra conspiradora —murmuré.
Probablemente no era lo mejor que podía decir en este momento, pero estaba a punto
de estallar. Quería salir corriendo de la habitación y enfrentarme a ella.
—Veo que eres su fan —dijo Harold—. ¿Te importaría decirme por qué ha venido aquí
y mentido sobre algo tan serio? ¿Y cómo sabe que estás relacionado con Ivy?
—El asesinato está en todas las noticias y ella sabe que trabajamos con John en el asunto
de su relación extramarital. Asiste a nuestras cenas familiares. En cuanto a tu primera pregunta,
lo más probable es que crea que estoy influenciando a mi hermano para que se divorcie de ella.
—Eso parece un poco extremista.
—Esa puta es una maldita extremista. Es un caso perdido. —Mi comportamiento no
estaba gritando inocencia pero me importaba una mierda.
—¿Qué tenemos que hacer para sacarlo de aquí por el momento? —preguntó Billy.
—No lo dejaremos en libertad bajo fianza. Hay riesgo de fuga — respondió Harold.
Solté una carcajada.
—¿Hay riesgo de que me fugue? —pregunté—. ¿No te parece que si fuera culpable ya
me habría ido?
Billy me miró.
—Quédate aquí. Voy a arreglar esto. —Se levantó y salió de la habitación.
—Harold, sabes que no lo hice —dije, tratando de razonar con él—. Sabes que no soy
un asesino.
—Sinceramente, no sé de lo que son capaces tú y tu familia —respondió, levantándose
de la silla y cerrando la puerta mientras salía.

—Voy a matarla —grité cuando salí de la comisaria y encontré a Leo esperándome—.


Voy a matar a esa perra con mis propias manos.
Había sido puesto en libertad, pero Harold se aseguró de que supiera que esto no había
terminado. Había dejado claro que todavía nos estaba vigilando a mi padre y a mí.
Después de que Billy me dejara en la sala de interrogatorios, fue directo a Leo y lo
convenció para que hablara con Kelly. A Leo le costó unas horas, pero finalmente logró
convencerla. Ella admitió habérselo inventado.
—Te aconsejo cerrar la boca, Dalton —dijo Billy caminando a mi lado.
—Lo siento —gruñí.
Se giró hacia mí y me dio la mano.
—Mantenme al tanto. Que tengas una buena noche.
—Cálmate hermano —dijo Leo acercándose. Era el que me llevaría a casa... Bueno, a
casa de mi tío Kenneth para recoger a Gabby—. Ella sigue siendo mi esposa y la madre de mis
hijos. Cuidado con lo que dices, especialmente en público, idiota.
Caminé hacia el auto de Leo y abrí la puerta.
—Ella trató de destruir a nuestra familia —le dije entrando—. Su culo es el que tiene que
ser detenido. El falso testimonio es un delito.
Leo bajó la mirada hacia su regazo, moviendo la cabeza.
—Estaba enfadada conmigo y contigo. Sentía que tú eras el que me empujaba a solicitar
el divorcio. Te escuchó decirme lo de las chicas en el baby shower de Gabby. Esto
aparentemente la molestó lo suficiente como para volverse en tu contra.
—Tengo que encontrar al asesino antes de que esta mierda empeore. No puedo tener
esto colgando encima de mi cabeza cuando Gabby tenga a nuestro bebé.
Gabby
—Está de camino —informó Kenneth a todos en la habitación, pero su atención se
centró en mí, esperando mi reacción.
Me tapé la boca y más lágrimas cayeron por mis mejillas Esta vez de alivio.
—Gracias a Dios —dije llorando.
Había estado paseándome de un lado al otro del salón por las últimas cinco horas.
Tantas emociones me habían aporreado con cada paso. Estupefacción. Tristeza. Enfado.
Miedo. No podía volver al apartamento. No podría estar sola allí. La idea de que Dalton no
volviera y tuviera que estar sin él era aterradora.
Su detención fue el golpe amargo que puso fin a mi baby shower. No fue divertido que
el padre fuera detenido y remolcado en un auto de la policía. Era algo más que joder el evento.
Los invitados me habían dado felicitaciones tensas y palmaditas en el hombro, con miradas de
lástima plasmadas en sus rostros.
—Gabby, creo que es momento de que nos digas qué diablos está pasando —dijo Cora
con tono severo. Ella, junto con Daisy, Keegan y Lane estaban allí conmigo, esperando
cualquier noticia.
—Estoy de acuerdo con Cora —dijo Daisy, mientras los chicos asentían.
Miré a cada uno de ellos y sacudí la cabeza.
—No puedo —dije—. No quiero que se involucren. Hay demasiado en riesgo. —No
quería que la policía o cualquier otra persona llegara a ellos.
—¿Qué riesgo? —preguntó Cora—. Joder, estás asustándome seriamente.
—Tenemos padres ricos —dijo Lane, y gruñó cuando Cora le dio un codazo—. ¿Qué?
Solo digo que si piensas que vamos a tener problemas por saber demasiado, lo dudo. Nuestros
padres pueden sacarnos de esto. Ninguno de nosotros piensa que Dalton se cargó a una chica.
Dinos la verdad, así podemos entender y tratar de ayudarle.
Dejé escapar un suspiro. Me estaba mareando así que me senté. Todos ellos estaban
escuchando con atención, atentos a cada detalle mientras yo les contaba todo. Sobre John
contratándonos para encubrir su relación extramarital, sobre nosotros intentando sobornar a
Ivy, su muerte y, al final, les conté que John era mi padre. Todos ellos se pusieron a mi lado,
formando un círculo de apoyo.
—Mierda —susurró Daisy—. Es como una película.
—No puedo creer que todo eso ocurrió y no me lo contaste —dijo Cora—. ¿Cómo
diablos puedes mantener esto en secreto? Esto es serio. —Ella era la única que sabía que John
era mi padre, pero había mantenido el resto en secreto.
Solo encogí los hombros, no quería decirle que no lo guardé en secreto. Dalton se había
convertido en mi nuevo confidente. Él lo sabía todo.
—No puedo creer que ese imbécil sea tu padre —dijo Lane—. Juro que ese hombre
siempre está viniendo a mi padre para la financiación de la campaña.
—¿Entonces Dalton está de camino hacia aquí? —preguntó Daisy.
Asentí.
—Entonces mejor nos vamos —dijo Cora—. Déjame saber si necesitas algo. Estamos
aquí para ti.

—Nena, lo siento mucho —dijo Dalton, corriendo hacia mí tan pronto como entró en la
sala de estar. Me recogió y me levantó en sus brazos. Me estremecí cuando sus labios fríos
golpearon mi oreja—. Voy a solucionar esto. Juro por Dios que voy a arreglar todo esto. —Su
voz se quebró al final.
—¿Era verdad? —tartamudeé cuando finalmente se apartó—. ¿De verdad era la mujer
de Leo la que mintió e inventó todo esto?
Había coincidido con Kelly un par de veces. No era la mujer más cordial, pero nunca
había sido desagradable conmigo. Principalmente ignoraba mi existencia. Pero podía sentir su
disgusto por Dalton en cualquier momento. Aunque no la conocía muy bien, la idea de darle
una bofetada definitivamente parecía atractiva.
Él asintió y sus hombros cayeron.
—¿Podemos ir a casa? No quiero hablar de John, o Kelly, mis padres, ni nadie. Lo que
quiero hacer ahora es ir a casa con la mujer que amo, envolverla en mis brazos y dormir.
Me corazón dolió y tomé su mano en la mía.
—Entonces vámonos.

Nuestros pasos fueron lentos hasta el dormitorio. Dalton arrastraba los pasos detrás de
mí con las manos en mi cintura, guiándome. Encendió las luces y me dio la vuelta para estar de
frente a él. La tortura y la culpa eran evidentes en su rostro.
—Voy a resolver esto —dijo.
Había repetido esas palabras mil veces de camino a casa, a pesar de que no quería hablar
de ello.
Se precipitó hacia la cama, tiró de las sabanas y regresó a mi lado. Sus manos presionaron
en mis hombros mientras me sentaba con cuidado en la cama. Se dejó caer de rodillas y
empezó a quitarme los zapatos.
—Dalton, mírame —exigí. Tardó unos segundos para hacer lo que le pedía y tragué
notando sus ojos brillantes. Me agaché y los sequé lo mejor que pude—. No hace falta que
hagas nada por mí ¿de acuerdo?
—Pero…
Lo corté de tajo.
—Te has pasado toda la noche en una sala de interrogatorios, ¿y me pides disculpas? —
Negué, pasando las manos por sus mejillas—. No. Esto no es tu culpa. No voy a dejar que te
culpes por ello.
Me quitó las manos de su rostro y me besó en la palma de la mano.
—Dije que no hablaríamos más de esto, ¿recuerdas? Esta noche es para ti y para mí.
Se quedó callado y empezó a quitarme la ropa. Mis brazos instintivamente volaron hacia
arriba para que pudiera sacarme el vestido. Me quedé allí, con un sujetador y las bragas y lo
observé desvestirse.
Mi respiración se trabó cuando vino hacia mí. Se detuvo justo enfrente, con las manos a
los costados.
—Acuéstate de espaldas, nena —susurró.
Hice lo que me dijo. Sentí su peso contra mí mientras me seguía, nuestros cuerpos
prácticamente convirtiéndose en uno, cuando nos acomodamos.
—¿Quieres que apague las luces? —pregunté.
—No —fue todo lo que dijo antes de que sus labios rozaran los míos—. Quiero ver
todos de ti esta noche. Quiero seguir recordándome a mí mismo que esto es real.
Luego hicimos el amor lentamente, con pasión, en la comodidad de nuestra cama. Sus
caricias parecían borrar los eventos del día y me tranquilizaron.
Dalton

La luz y la cafetera estaban apagadas cuando entre en la oficina. Me había ido antes de
que el sol saliera, antes de que Gabby se despertara, antes de que la ciudad volviera a la vida. El
sueño nunca llegó. Demasiadas preocupaciones en mi mente.
Mi teléfono sonó al mismo tiempo que me senté en mi silla. Lo saqué del bolsillo.
Leo.
Supongo que no era el único que no podía dormir.
—Buenos días —gruñí en el altavoz. No debía volcar mi rabia en él, pero era muy difícil
contenerme. Él había metido a Kelly en nuestras vidas.
Olvida esto.
Nuestros padres lo hicieron.
—Buenos días, hermano —contestó—. Quiero disculparme de nuevo por los
acontecimientos de ayer. —La tristeza era evidente en su voz—. Por favor presenta mis
disculpas a Gabby también. Siento que esto es mi culpa.
—No es tu culpa, pero mejor mantén a esa mujer fuera de mi vista. —La ira hervía en
mis venas—. Sabes que si la veo, va a tener que escuchar lo que pienso. Me arrestaron en el
baby shower de mi novia. Avergonzó a Gabby y arruinó por completo ese momento para ella.
—Demonios, era como si mi familia no pudiera dejarla en paz—. Nunca la perdonaré por eso,
nunca. Así que gracias a Dios que estás divorciándote de su loco culo.
Dejó escapar un largo suspiro.
—Entiendo. Si hay algo que pueda hacer para compensarlo házmelo saber. Kelly tiene
problemas, soy muy consciente. Sabía que podía ser vengativa, pero nunca pensé que iría tan
lejos.
Me guardé la respuesta sarcástica. No quería que se sintiera aún más mierda por lo que
ella había hecho.
—¿Cómo la convenciste de confesar?
Sabía que no debió ser fácil para él. Kelly era terca y no admitía sus defectos.
—Tuve que romper los papeles de divorcio.
—No puedes hablar en serio.
—Lo digo en serio.
—¿Así que tienes que quedarte con ella por mí? Ahora me siento mal por eso.
Probablemente ese fue el plan de Kelly. La mujer intrigante sabía que Leo iba a sacrificar
su propia felicidad por el bien de su familia.
Dejó escapar una risa.
—Está suponiendo que romperlos significa que el proceso de divorcio se ha terminado.
No es difícil tener una copia.
—Hermano… Va a enfadarse perdiendo en su propio juego.

—Por favor, dime que tienes algo para mí —le dije a Murphy tan pronto como entró en
mi oficina—. Cualquier cosa.
Levantó la mano.
—Hombre, en primer lugar quiero decirte que me enteré de lo que pasó —dijo
sacudiendo la cabeza y tomando asiento—. Es la cosa más jodida que he escuchado
últimamente y eso es mucho decir teniendo en cuenta que trabajo aquí. —Asentí. Estaba harto
de hablar de Kelly. Me importaba una mierda. Solo tenía una cosa en mi mente: Ivy y su
hombre misterioso—. Pero eso me dio la motivación para trabajar más duro y de forma más
inteligente —continuó. Luego levantó una carpeta—. Tengo el boceto que querías. Me pasé
toda la noche repasando rostro tras rostro, un posible sospechoso tras otro. No obtuve
resultado, así que decidí mirar más a fondo a Harold con la idea de que esto podría ser un
trabajo interno. No había mucho en sus archivos recientes, pero fui más allá.
Murphy estaba teniendo problemas por hackear el sistema de la policía, pero Lonnie le
había estado enviando todo lo que caía en sus manos. Nada había sido añadido al registro de
pruebas. Todas las huellas dactilares habían sido eliminadas. Le habían arrancado las uñas a Ivy
probablemente porque se defendió y ellos no querían correr el riesgo de que su ADN se
encontrara debajo de ellas. Quien sea que hizo esto era un asesino inteligente, un profesional.
No hubo testigos. No tenían nada, y no estaba seguro si fue deliberado.
—¿Y? —insistí.
—Haz una suposición desquiciada de con quién ha estado hablando el Señor Policía.
Le dirigí una mirada severa.
—No estoy en el estado de ánimo para jugar a las adivinanzas en este momento.
—Ah... sí... bien. —Se inclinó hacia adelante agitado—. Malcolm Gentry. —Recogí la
carpeta cuando la tiró en mi escritorio—. Estuvieron en continuo contacto dos días después de
que Ivy hiciera público su romance con John. Es decir, ocho llamadas en un día. Luego, nada.
No estoy seguro de si es algo grande, pero vale la pena investigar más a fondo.
—¿Por qué demonios estarían hablando estos dos?
—Algo huele a podrido —soltó—. Y el hedor proviene de ese poli sospechoso.
—¿Algún mensaje entre ellos?
—Ninguno que haya podido encontrar. Si estuvieron hablando de algo ilegal, supongo
que tenían desechables.
Por supuesto, no eran completamente idiotas.
Saqué el boceto y lo estudié. ¡Mierda! A pesar de que era exactamente lo que la
limpiadora había descrito, era genérico como la mierda. Era imposible ponerle un nombre. Se
veía como cada uno de los amigos de mi padre. El boceto no iba a hacer nada por nosotros.
Pero, ¿qué motivo tendrían para matar a Ivy?
Entonces caí en cuenta.
Era el escenario perfecto. Los rumores decían que Malcolm estaba loco porque John se
propuso para gobernador. Malcolm quería esa posición. Sus padres supuestamente se
involucraron y le dijeron que tenía que hacerse a un lado por su hermano mayor. En cuanto a
Harold, él odiaba a mi padre.
Matar a dos pájaros... o a la amante, de un tiro.
Pero, ¿por qué usaron a Ivy?
—Acusarlos de asesinato es algo grave —dije.
Él asintió.
—Lo sé.
—Necesitamos más información. Un montón. Tenemos que tener todo en orden antes
de que hablemos de esto a cualquier otra persona. ¿Crees que puedas encontrar el teléfono
desechable?
Pasó las manos por la cara.
—Los teléfonos desechables son complicados. No tienen una cuenta adjunta y no son
fáciles de rastrear.
—Encuentra una manera.
—Y ¿cómo esperas que haga eso? No puedo zarandear al policía y pedirle que me lo dé.
Chasqueé los dedos antes de señalarlo.
—Entonces vamos a colarnos en la casa de Harold y lo encontramos. —¿Qué carajo?
¿Cómo pasamos de encontrar un teléfono desechable al allanamiento de morada?—. Si hay
algo que este hombre esté ocultando, estará ahí. Lo garantizo.
Murphy dejó escapar una risa siniestra.
—Eres un hijo de puta loco. —Dio una palmada y se levantó de su silla—. Estoy en ello.
—Metete en su agenda. Averigua cuándo su casa estará vacía.

No le conté a Gabby sobre nuestro plan para irrumpir en la casa de un oficial de policía.
Ella habría protestado o exigido que la dejara ir.
Harold había hecho recortes desde su divorcio y ahora vivía en una casa pequeña de una
sola planta que necesitaba un buen corte de césped y trabajo de jardín. Estábamos estacionados
en la calle unas cuantas casas más abajo de la suya en el coche de Murphy. Ambos traíamos
gorras caladas hasta los ojos. Me agaché cuando Harold salió de la calzada en su coche patrulla.
Coordinación perfecta.
Murphy se desabrochó el cinturón de seguridad cuando las luces traseras de Harold
estuvieron fuera de la vista.
—¿Estás listo para hacer esto, jefe? —preguntó.
Tomé la manija de la puerta.
—Es ahora o nunca —contesté.
Estaba desesperado por respuestas y si el allanamiento de morada en la casa de un oficial
de policía era lo que tenía que hacer para conseguirlas, correría el riesgo.
Nos bajamos del coche y corrimos hacia el patio trasero de Harold. Murphy logró abrir
la puerta con una vieja tarjeta de membresía de un gimnasio. Suponía que un agente de policía
sería más cuidadosos con la seguridad de su casa. Lo seguí dentro y me quedé estupefacto ante
el sonido de la alarma.
Joder. Las alarmas eran más difíciles que las baratas cerraduras de las puertas.
—No te preocupes. Tengo esto bajo control —dijo Murphy, con calma. Marcó un
código y mis hombros se relajaron cuando se calló.
—Amigo, necesito que me enseñes algunos trucos —murmuré.
Cerré la puerta detrás de nosotros.
—Ahora vamos a encontrar algo antes de que vuelva.
Hizo un gesto hacia el pasillo.
—Me quedo con la cocina y el salón. El baño y el dormitorio son todos suyos.
Asentí girando por el pasillo. La casa era de dos dormitorios. Fui al de Harold primero.
La cama estaba sin hacer. El suelo estaba cubierto de ropa. Latas de refresco llenaban la mesita
de noche. Sin duda este hombre estaba yendo cuesta abajo desde que lo conocí.
Fui directamente a la mesita de noche. Ahí es donde siempre estaba la buena mierda.
Examiné cada pedazo de papel. Ingresos. Correo basura. Nada.
¡Mierda!
La cómoda fue lo siguiente. Revolví los cajones, apartando fajos de calcetines sin pareja.
Y entonces lo sentí. Conocía la sensación del dinero.
—¡Premio gordo! —susurré. Lo agarré, corrí por el pasillo y encontré a Murphy en la
sala de estar—. ¿Tienes algo?
—Esto. —Me enseñó un rollo de dinero—. Lo encontré metido en una caja de cereal.
—Señaló hacia un ordenador portátil colocado en la mesa—. También vi esto debajo del sofá.
Estoy traspasando todos los datos en mi USB mientras hablamos, por si acaso hay algo allí.
¿Qué hay de ti?
Le mostré el fajo de billetes.
—Encontré esto en su cajón de los calcetines.
Chasqueó los dedos.
—Creo que estamos llegando a algo.
Gabby
Levanté la mirada con preocupación al escuchar el sonido del timbre. Dalton había dicho
que no estaría en casa durante unas horas y nadie más vendría sin antes llamar.
Mire por la mirilla y vi a dos personas que no reconocía. Una chica y un tipo, discutiendo
el uno con el otro. La chica levantó las manos en el aire mientras el chico la regañaba con
susurros severos.
¿Qué demonios?
¿Se habrían equivocado de puerta? ¿Estaban aquí por lo de Ivy?
Tenía la esperanza que no fuera lo último.
Toda esta situación me tenía demasiado paranoica. Tomé el teléfono y abrí la puerta
lentamente. Se quedaron inmóviles, sus manos y susurros se detuvieron.
Parecían adolescentes enviados al colegio por sus estrictos y ricos padres. De alguna
manera me recordaban a Dalton y sus hermanos. El tipo era probablemente de mi edad. Sus
cabellos oscuros estaban peinados cuidadosamente para atrás y unos hoyuelos infantiles
sobresalían de sus mejillas. La chica aparentaba apenas la edad suficiente para tener su carnet
de conducir. Su cabello era más claro, de un castaño rubio y echado hacia atrás con una
diadema Burberry.
El chico enderezó la espalda y se aclaró la garganta.
—¿Eres Gabby? —preguntó.
—¿Sí? —dije.
¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué estaban en mi puerta?
—Soy Patrick —respondió y luego señaló a la chica—. Y esta es Marissa. —La miró
durante unos segundos antes de darme su atención de nuevo—. Somos tus hermanos.
Abrí la boca y los miré sin palabras. No necesitaba más sorpresas por el momento.
—John... es nuestro padre —continuó Marissa—. Nos contó sobre ti. —Su voz era
suave y dulce, casi infantil.
—Él es un cerdo —repliqué antes de poder detenerme.
Miré al suelo sintiéndome mal, pero estaba muy molesta. ¿Cómo se atreve a usar a sus
hijos como peones para acercarse a mí?
No parecían sorprendidos por mi respuesta.
—Sabemos que tiene algunas malas cualidades —replicó Patrick—. Pero es un buen
padre.
—Quisimos venir aquí... hablar... llegar a conocernos... si tú… ¿estás de acuerdo? —
preguntó Marissa, juntando las manos delante de ella.
Me pregunté brevemente cómo sería de grosero decirles que no y cerrar la puerta en sus
narices. Pero no pude. No eran John. No merecían mi rudeza. Habían venido para hablar
conmigo y debía tener la cortesía de devolverles el favor.
Di un paso atrás e hice señal con la mano delante de mí.
—Claro, adelante. —Cerré la puerta detrás de ellos y señalé el sofá—. Pueden tomar
asiento allí. ¿Puedo traerles algo?
Ambos negaron.
—No, estamos bien —respondió Marissa, mientras Patrick la seguía hasta el sofá.
Me senté frente a ellos en una silla, mi nerviosismo no me permitía acercarme
demasiado. Nos miramos durante unos segundos, observándonos mutuamente. Podía ver el
parecido entre nosotros. Compartíamos la misma nariz, la misma pequeña hendidura en la
barbilla.
Tenía un hermano y una hermana.
Guau.
—Queríamos conocerte —dijo Marissa en voz baja—. Siempre he querido una hermana
mayor, y cuando nuestros padres nos contaron de ti, era lo único en lo que podía pensar.
Patrick asintió.
—No sabemos la historia completa de lo que pasó entre tu madre, tú y nuestro padre.
Dijo que no estás interesada en tener una relación con él, ¿pero considerarías una con
nosotros?
Los profundos ojos marrones de Marissa me miraron, esperando mi respuesta. Decir
que sí cambiaría todo en mi vida. Estaría abriendo una puerta que no estaba segura de querer
abrir todavía. Dudé, sin saber cuál sería mi respuesta, pero esperaba que mis labios pudieran
formar la palabra correcta.
Tragué saliva.
—Está bien —dije lentamente—. También a mí me gustaría.
Dos sonrisas infantiles se extendieron en sus labios.
—Entonces vamos a conocernos, ¿si? —preguntó Patrick.
Dalton
—¿Qué pasa? —pregunté entrando apresurado por la puerta. Tiré mi maletín al suelo y
me dirigí directo a ella. Había corrido a casa tan pronto como había recibido su mensaje
diciéndome que me necesitaba.
La encontré sentada en el sofá con una taza de té, la mirada fija y perdida. Dejó salir un
suspiro antes de mirarme.
—Tuve visita hoy —contestó.
¿Visita? Que no haya sido la policía.
—¿Buena? ¿Mala? —Me senté al lado de ella.
—En realidad, no lo sé. —Hizo una pausa—. Eran los hijos de John. Mi… eh…
hermano y hermana.
Mierda. Aún no estaba seguro si era buena o mala visita.
Pasé la mano por su cabello. Mi chica no necesitaba más estrés en estos momentos.
—¿Les cerraste la puerta en la cara? ¿Los invitaste a pasar? —No quería tener una
reacción hasta que no supiera cuál fue la suya. Si estaba feliz, quería que demostrara su
emoción. Si estaba enfadada, quería consolarla.
—No… no lo sé. Estoy todavía intentando procesarlo. He crecido deseando un padre,
pero al final me di cuenta de que nunca lo iba a tener. Lo acepté. Y después ¡bum! Aparece el
padre. Aparece el embarazo. Aparecen hermanos. Es como si me abofetearan todos a la vez.
Asentí comprendiendo. Parecía que su mundo se había vuelto loco desde que había
comenzado la relación conmigo y estaba aterrorizado de que terminara yéndose cuando se
diera cuenta. Tomé su mano gentilmente acariciando su piel suave con el pulgar.
—Sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? Si necesitas algo, o hay algo que no quieras
hacer y quieras que yo haga, estoy aquí. Lo que sea, ¿me escuchas?
Apretó mi mano y se rio.
—Creo que tú, mi madre, Cora y Daisy son la única razón por la que no estoy perdiendo
la cabeza. Por alguna razón, me anclas.
Se sentía malditamente satisfactorio escucharla. Yo la anclaba. Qué poco sabía que era ella
la que me mantenía anclado.
—¿Solo querían conocerte? O realmente llegar a conocerte de verdad… tener una
relación en forma.
—Quieren llegar a conocerme.
—Cuéntame todo.
Me eché atrás permitiéndole meterse en mis brazos y le di toda mi atención. Me contó
que aparecieron en la puerta y pidieron entrar. Me contó que estuvo de acuerdo pero que
quería tomar las cosas con calma.
—Y hay algo más —dijo arrastrando las palabras tan pronto como terminó con su
historia.
—¿Sí? —dije de nuevo. ¿Por qué esta nueva información parecía preocuparme?
—Leo trajo regalos para el baby shower de parte de tu madre y Piper. Con todo lo que
ha pasado, los había olvidado totalmente pero he terminado de desenvolver todos los regalos
hoy y los he encontrado.
Tragué, deseando que mi madre no hubiera enviado algo amenazante o raro. No estaría
sorprendido si fuera un cheque para que se fuera al demonio, un soborno para que se fuera
lejos con nuestro bebé.
La perdí cuando se apartó y se dirigió a la habitación que sería del bebé. Volvió con una
bolsa de regalo y se sentó.
—Estos son de parte de tu madre —dijo sacando cosas de la bolsa. Reconocí la manta
de bebé y la cuchara plateada que fueron mías. Después sacó a Rufus, mi primer peluche. ¿Mi
madre guardó estas cosas? Abrió otra bolsa.
—Y estas prendas y el mini bolso de Louis Vuitton son de parte de Piper.
Guau. El hecho de que hayan tenido este gesto con Gabby ponía algo de felicidad en mi
terrible día.
—¿Crees que esto significa que estarán más presentes? —preguntó ella.
—Creo que sí —contesté, aunque no estaba completamente seguro.
Mi familia era experta en el juego de la manipulación y tenía la esperanza de que no
estuvieran jugando con nosotros.

Les envié a mi madre y a Piper un mensaje pidiéndoles que nos encontráramos para
tomar un café.
—Hola chicas —dije uniéndome a ellas en la mesa. Le di a Piper un beso en la mejilla
cuando se levantó de la silla—. Aquí está mi hermana preferida. —Esperé hasta que recibimos
nuestras bebidas antes de traer a la conversación los regalos—. Gabby me ha dicho lo que han
enviado al baby shower. Ambos lo apreciamos.
Mi madre jugó con el asa de la taza y se aclaró la garganta antes de contestar.
—Era lo correcto —dijo—. Tu padre y yo hemos estado hablando. Aunque la jovencita
nos desagrada mucho, sentimos…
—¿Pero por qué te desagrada? —pregunté interrumpiéndola—. ¿Qué te ha hecho? —
Miré a Piper—. ¿A cualquiera de ustedes? —Ella bajó la mirada, evitando el contacto visual. Mi
madre solo me miró, intentando pensar en algo que pudiera usar contra Gabby—.
Exactamente. ¡Nada!
Me miró por unos segundos más antes de hablar.
—Supongo que tienes razón.
Piper asintió.
—Sí, se supone que ahora estoy graduada. Tengo que dejar el drama de la segundaria.
Dile que lo siento.
—Gracias —dije—. No tienes idea de lo que significa para mí. —Le hice un guiño—. Y
por esto, pagaré tu café.
Dalton
—Tiene que haber algo que me estoy perdiendo —murmure para mí mismo.
Había estado mirando la pantalla de mi ordenador durante las últimas horas repasando la
copia que Murphy me hizo del disco duro de Harold. Estaba en busca de algo que ni siquiera
estaba seguro que existía.
Murphy me hizo una copia. Dos cerebros eran mejor que uno y necesitábamos
comenzar a trabajar duro. Murphy había hecho un gran trabajo consiguiendo toda la
información de Harold. Era como si estuviera en su ordenador.
Mi mano se quedó inmóvil en el ratón cuando vi una de las cosas más grandes que había
estado buscando.
Jodido bingo.
Di clic en la carpeta nombrada Informes de Policía y me desplacé hacia abajo hasta que
encontré el nombre de Ivy y el número del caso. Estaba sorprendido de que siquiera guardara
esta información en su ordenador personal.

Informe del Homicidio 65671


Nombre de la víctima: Ivy Hart
Edad de la víctima: 28
Sexo de la víctima: F
Raza de la víctima: Blanca/Caucásica.
Fecha de fallecimiento: 6 de julio 2013 o 7 de julio 2013
Hora fallecimiento: Estimada entre 10:30PM y1:30AM
Vista por última vez con vida: 6 julio 2013
Arma usada: Pistola (Fabricación y Modelo TBD), cuchillo/instrumento de corte.
Violencia: Sí.
Causa de la muerte: Por objeto contundente en la cabeza, 15 heridas de arma blanca (que se
enumeran en detalle en la página 6) y 1 de bala en la sien.
Autor: Desconocido.
Busqué el resto de los detalles hasta que encontré la página de pruebas.

Pruebas físicas:
Sin ADN presente en el cuerpo o en la escena del crimen.

Pruebas circunstanciales:
Número 654: grabación de seguridad de la casa de la víctima de dos individuos sobornando a los
trabajadores del apartamento de la víctima. (Identificados como Dalton Douglas y Gabrielle Taylor.)
Número 655: Informe de un romance con el gobernador de Atlanta John Gentry.
Número 656: Se encontró un contrato de confidencialidad de Douglas PR y su bufete de abogados
intentando pagar a la víctima antes de exponer la relación. Los padres dicen que Douglas y Taylor habían
estado acosándola.

Personas de posibles interés:


John Gentry.
Douglas PR y su bufete de abogados y empleados, incluyendo a Dalton Douglas, Wilson Douglas y
Gabrielle Taylor.

Fui hasta sus otros documentos hasta que encontré uno etiquetado Contraseñas.
Premio gordo.
Fui a su historial de búsqueda. Mi mandíbula se cayó y me costó un minuto recobrar la
compostura. Recogí mi teléfono y pulse el nombre de John.
—Te veré a primera hora de la mañana.

Fui a encontrarme con John por mi cuenta. Solo nosotros dos. Me había pedido que lo
ayudara, ahora era el momento de que hiciera lo mismo por mí. John no había hecho mucho
por ayudarnos, con la excepción de su declaración. Lo habían llevado a la comisaria una vez
para interrogarlo, pero fue puesto en libertad dos horas más tarde después de que Billy entrara
para representarlo. Harold estaba buscando una aguja en un pajar, pero sabía que estaba a
punto de plantar las pruebas si no encontraba ninguna.
El sol apenas había salido cuando estacioné en el callejón vacío. Abrí la puerta cuando
observé que llegaba su Escalade negra. Corrió a mi coche con la cabeza agachada y se metió en
el asiento del pasajero.
—¿Qué está pasando? —preguntó mirándome con preocupación—. ¿Qué es tan
urgente?
—¿Tu esposa conoce a Harold Finch? —pregunté.
—¿Quién? —Se detuvo a pensar por unos segundos—. ¿El detective que investiga el
asesinato de Ivy? —Asentí—. No... no que yo sepa, pero Edith parece conocer a todo el
mundo en Atlanta. Es una mujer popular y filántropa. También donó la correspondiente cuota
al Departamento de Policía.
—Ah, debe ser una mujer muy generosa.
—Sí, lo es. Le encanta el trabajo de caridad.
—¿Lo suficientemente generosa como para darle a un oficial seiscientos mil dólares? —
Sus ojos se abrieron—. ¿Puedes adivinar quién es ese oficial?
Casi me lo había perdido cuando entré en el navegador de Harold. El idiota tenía todos
sus nombres de usuario y contraseñas guardadas en un registro, por lo que me costó solo tres
segundos iniciar sesión.
Fue entonces cuando me di cuenta de la transferencia desde una familiar cuenta en el
extranjero.
Celine Dion.
¿Edith era idiota? Sabía que le habíamos descubierto dándole dinero a Ivy. ¿Por qué iba
usar la misma cuenta para pagarle Harold?
—Mi esposa no le daría a ninguna persona tanto dinero. —Fingió una sonrisa, pero me
di cuenta de la incertidumbre en su rostro—. De ninguna manera.
Saqué mis pruebas.
—Claro que sí. Hice copias. Esta cuenta es la misma con la que le pagó a Ivy, lo cual tu
mujer admitió. Le pagó a Harold para hacer algo. Aún no estoy seguro de lo que era. Pero hay
una razón por la que nos metió en este caso y hay una razón por la que somos los únicos
sospechosos.
—Estás... estás equivocado.
—No. Ahora ponte el cinturón de seguridad.
—¿Por qué?
—Vamos a hablar con tu esposa.
Cerré las puertas antes de que tuviera la oportunidad de correr. Retener a un oficial de
estado en tu coche seguro tenía una multa pero sinceramente me importaba una mierda.

Seguí a John mientras atravesábamos la puerta principal y caminábamos por el largo


pasillo de su casa.
—¿Edith? —llamó. La encontramos en el dormitorio. Dos maletas estaban encima de la
cama, ambas casi llenas—. ¿Qué diablos está pasando aquí?
Ella se giró lentamente para mirarlo. No me perdí la mirada de disgusto.
—Creo que es una buena idea si los niños y yo nos vamos por un tiempo. Esto es
demasiado para ellos —respondió señalándolo con el dedo. Me di cuenta que no tenía su anillo
de bodas—. Tú provocaste esto. Estás haciendo daño a nuestros hijos. Ni siquiera puedo
soportar mirarte.
Maldita sea, esta mujer merecía un Oscar.
Se movió alrededor del cuerpo inmóvil de John en dirección a la cómoda, pero se quedó
estupefacta cuando me observó en la puerta.
—No me importa por qué estás aquí, pero tienes que salir de esta casa antes de que
llame a la policía —me dijo.
Le envié una sonrisa siniestra.
—Adelante, llámalos. ¿Vas a preguntar por el oficial Finch? Ya sabes, estoy seguro de
que va a hacer lo que quieras por un unos miles de dólares más.
Ella retrocedió un paso, llevándose la mano al pecho.
—¿De qué demonios estás hablando?
Abrí la boca para gritarle toda la mierda, pero John se me adelantó.
—Está hablando de los seiscientos mil dólares que le enviaste —gritó—. Por alguna
razón, sigues enviando dinero a las personas que están tratando de arruinar mi vida.
Ella resopló y me dio una mirada de odio.
—Tal vez quieras reconsiderar tus fuentes. No le he pagado nada a nadie. —Echó algo
más de ropa en su maleta, sus dedos temblorosos hacían lo posible por cerrarla—. Si esto es
algún tipo de trampa para anular nuestro contrato prenupcial, simplemente no lo hagas. La
desesperación nunca te ha venido bien, querido esposo.
Joder, la mujer era brutal, y en ese momento me di cuenta de que Edith Gentry pensaba
que era intocable. Pensaba que era indestructible debido a su apellido y al dinero que tenía.
Estudié a John, y por primera vez sentí lástima por el hombre. Su cara estaba en blanco,
vacía de toda expresión, y sus manos colgaban a los costados. Podía oír su respiración desde el
otro lado del cuarto.
Me apoyé en la pared y me pregunté si esa sería mi vida si me casaba con alguien sin
estar enamorado, solo para hacer felices a los demás. Gracias a Dios que no tenía la cabeza en
el culo.
—¿Qué te pasó? —le susurró.
—Amor. El amor me pasó —respondió ella incapaz de mirarlo a los ojos.
—¿Amor? Si me amas, ¿por qué te vas? ¿Por qué me mientes? ¿Por qué está involucrada
en algo que me está inculpando de asesinato?
Ella sacudió la cabeza y resopló.
—John, el amor no es por ti. No te he amado en años y sinceramente, no te culpo por
engañarme. En realidad estoy feliz de que lo hicieras. Definitivamente salió a mi favor.
Y con eso, se dio la vuelta y corrió al baño. La puerta se cerró de golpe y la cerradura
hizo clic.
¿Edith estaba enamorada de Harold?
No podía aguantar las ganas de reír.
No había manera.
—Haga lo que haga, asegúrate de que esta mujer no abandone el país —le dije a John
señalando la puerta del baño.

—¿Tienes alguna primicia para mí? —preguntó Gabby.


Su voz era alegre, pero podía ver la preocupación en sus ojos. Lo que pasó en el baby
shower la había asustado de muerte.
Me incliné hacia adelante en la silla del patio dándole su helado favorito de yogur.
—¿Estás lista para esto?
Dejó escapar un suspiro.
—En una escala del whisky a la cerveza, ¿cuán malo?
—Whisky. La maldita botella entera y añade unos tragos de vodka.
Dejó escapar un silbido y se pasó la mano por el cabello, controlando los que tenía
sueltos.
—Jesús, no estoy segura de querer saber.
—Hemos conseguido tener en nuestras manos el disco duro del ordenador de Harold y
digamos que estaba ocultando algunas cosas buenas ahí.
—¿Y cómo te las arreglaste para tenerlo en tus manos? —exclamó.
Mis labios se extendieron en una sonrisa arrogante.
—Nena, no puedo contarte todos mis secretos.
Dejó escapar un gruñido y puso los ojos blancos.
—Lo que sea. Probablemente no me gustaría oírlos. Así que, ¿qué encontraron?
—Tenía guardadas todas sus contraseñas e información de cuentas. Abrí sesión en una
cuenta bancaria y observé que tenía una cantidad considerable de dinero. Mucho más de lo que
un policía de ciudad pueda soñar.
—¿Así que alguien le mandaba dinero? —Asentí—. ¿Cuánto?
—Seiscientos mil.
Dejó caer la cuchara en el envase.
—Voy a arriesgarme y asumir de dónde venía el dinero. ¿De la cuenta de alguien bajo el
nombre de Celine Dion?
—Ganaste el premio gordo.
—Esa mujer... Sabía que tenía algo que ver con esto. —Su rostro cayó y se puso seria—.
Quiero que la hagas pagar, ¿oíste? Si mató a Ivy, tienes que ir tras ella.
—No te preocupes nena. Estamos en eso. Cada vez más cerca de la línea de meta.
—¿Crees que la mató y luego le pagó a Harold para cubrirla?
—No estoy seguro. Murphy se metió en los registros telefónicos de Harold. A menos
que haya hablado con Edith desde un teléfono desechable, no tenemos ningún registro de que
hablaran uno con el otro. Pero tenemos registro de que habló con Malcolm Gentry.
—Y añadimos otro trago de vodka. ¿Qué vas a hacer? Es decir, la única evidencia que
tienes en las manos es algo que estoy segura de que es ilegal. —Asentí—. Tienes que averiguar
por qué Harold está protegiendo a Edith. Creo que si encuentras esto, las cosas podrían a
aclararse.
—Le pagó seiscientos mil dólares. Por eso la está protegiendo.
—¿Crees que él mató a Ivy? —resopló—. ¿Cuán jodidamente perfecto es esto? No
puedes encontrar al asesino cuando el tipo que investiga el delito es el que lo cometió, o al
menos está involucrado. No hay manera de que vaya a dejar algo que lo vaya a exponer.
—Es complicado, pero he aprendido a esperar lo inesperado.

Agarré mi teléfono tan pronto como dejé a Gaby en el cine con Cora.
Cora estaba a punto de irse a la universidad, así que Gabby quería pasar tiempo con ella.
—¿Estás ocupado? —le pregunté a Murphy.
—Sincronización perfecta. Estaba a punto de llamarte —contestó—. Tengo una mala
noticia. Edith reservó el avión privado de su padre para irse esta noche y mi suposición es que
está dirigiéndose a otro país, lo cual la hace parecer más culpable que un hijo de puta.
—Sé que tiene algo importante que ver con esto. ¿Alguna cosa más?
—No. He estado buscando en todas partes. Obviamente sabemos que todos ellos tienen
algo que ver con su muerte, pero no estoy seguro quién tuvo el papel estelar. Y no creo que
alguna vez lo encontremos a no ser que alguien se vaya de la lengua, y dudo que vaya pasar.
—Tengo una idea.

Entré directamente en el apartamento y avancé por el pasillo, Murphy caminaba detrás


de mí.
—Oh, David, David, David —canturreó Murphy.
Abrí la puerta de golpe y esperé a ver su sorpresa.
—¿Qué demonios? —grito David levantando la mirada hacia nosotros desde la cama.
¿El tipo estaba aún en la cama a las dos de la tarde? Estaba adormilado y parpadeó varias
veces, como si estuviera imaginándonos.
Supongo que hemos hecho un hobby con eso de irrumpir en casa de policías.
—Solo queremos hablar —dije entrando en la habitación. Miré a Murphy e incliné la
cabeza hacia la mesita de noche. Asintió comprendiendo.
Toda la sangre se fue del rostro de David.
—Han entrado en mi apartamento —gritó.
—La puerta no estaba cerrada con llave —mentí con un encogimiento de hombros—.
Deberías llamar a alguien para arreglar eso. Tal vez está rota.
—No puedes simplemente entrar en mi apartamento. —Se estiró por su teléfono en la
mesa de noche, pero le di un golpe y se lo arrebaté—. ¿Eres idiota? —reclamó—. Soy policía.
Te detendrán por esto.
—Eh… Tengo la sensación de que no serás policía por mucho tiempo —se entrometió
Murphy. Señaló la mesita de noche—. Cocaína. ¿Los policías tienen permitido hacer esto? —
Sacó su teléfono, activó la cámara y la dirigió hacia David—. ¡Di hola a la cámara! —Movió el
teléfono hacia la mesita de noche—. Ah, ¡di hola a la cocaína! —Movió la cámara hacia el
uniforme de policía doblado en la cómoda—. Oh, ¡y hola al uniforme de policía!
—Vas a contestar nuestras preguntas —le dije—, y tal vez no digamos ni una palabra al
mundo sobre lo adicto y mentiroso de mierda que eres.
—No sé de qué estás hablando —tartamudeó—. Esas drogas no son mías. No sé cómo
han llegado aquí.
—No insultes mi inteligencia, sé que la droga es tuya. —Sinceramente me importaba una
mierda la droga. No estaba ahí por esto—. Ahora quiero saber por qué han puesto a un
drogadicto como tú en un caso de homicidio. —Estaba faroleando. Sinceramente no tenía idea
cuál era su rango o responsabilidad—. Sabemos que trabajas con Harold para cubrir evidencias
en la muerte de Ivy. Ahora habla o Murphy va subir este video a YouTube.
—No diré nada. —Sus ojos se abrieron amplios cuando saque la Taser4 de mi bolsillo.
¿Realmente planeaba usarla? Probablemente. Ya había infringido una ley, podría romper
otras.
—¿En serio? ¿Vas a amenazarme con una Taser?
Levanté una ceja.
—¿Preferirías tortura con ahogamiento? —Me miro sin palabras—. Ahora levántate.
Mientras más rápido terminamos esto, más rápido nos vamos de aquí. —Me di la vuelta para
salir de la habitación pero me detuve—. Y te puedo prometer que vas a desear hablar porque
ya tenemos bastantes pruebas contra ti para hacer de tu vida un infierno viviente.
Se sacudió las sábanas de encima.

4 Taser: pistola de electrochoque.


—Maldito imbécil.
—Creo que este va ser el día más largo de mi vida —murmuré, sentándome en su salón.

—Tu mujer ha reservado un vuelo en el avión de su padre para irse del país —le dije a
John cuando se subió a mi coche—. He tenido a Murphy trabajando para demorarlo.
Él movió la cabeza y luego la hundió entre las manos.
—Creo que ya sabes que no puedo controlar nada de lo que hace esa mujer. —Dejó
escapar una exhalación profunda y levantó la cabeza para mirarme—. Mierda, sabías que se iba
antes que yo.
Tenía una lista de cosas por terminar. Tenía que conseguir pruebas suficientes para
llevarle a Lonnie de que los cuatro estaban involucrados. Después necesitaba asegurarme de
que Edith no subiera a ese avión y una historia exponiéndolos fuera enviada a los medios.
No quería darle la noticia sobre lo que David nos había contado. Estaba esperando el
momento perfecto.
—Todavía eres el propietario del lugar en el que se alojaba Ivy, ¿verdad? —le pregunté.
¿Por qué no había pensado en eso antes? Probablemente porque Harold había conseguido
aquel video de Gabby y mío y pensé que ya habían puesto sus manos en todo.
—Sí.
—Muy bien.
—¿Por qué? ... ¿es ahí donde vamos?
—Por supuesto. Vas a ir allí, decirles que eres el dueño de un piso y pedirles ver los
videos de seguridad.
Sus ojos oscuros se abrieron amplios.
—La policía ya tiene el video. Por esto fuimos involucrados.
Estacioné frente al edificio de apartamentos y lo miré.
—Eso no significa nada, John. En este momento no podemos confiar en la policía, así
que no les digas ni una maldita palabra, ¿me entiendes?
—Estás realmente empezando a exigir, Douglas.
Levanté el brazo.
—Si no te gusta, puedo salir de esto y puedes investigar por ti mismo.
Abrió la puerta sin contestarme y lo seguí hasta el vestíbulo. Exigió hablar con alguien de
Seguridad inmediatamente. Tan pronto como mostró su identificación, nos llevaron a una
pequeña habitación donde un chico joven, Heath, nos estaba esperando.
—¿Qué necesitan? —preguntó sentado detrás de una hilera de pantallas de ordenador
con las piernas cruzadas, mientras las imágenes jugaban delante de él.
Miré a John.
—¿Cuándo le conseguiste la casa? —pregunté. Él me miró con confusión. Chasqueé los
dedos delante de su cara—. John. ¡Piensa!
—Uh... hace aproximadamente un año, creo —tartamudeó.
Busqué en el bolsillo y saqué un billete de cien dólares.
—Quiero ver todas las imágenes del último año.
Heath vaciló un momento, contemplando si arriesgaba o no su trabajo por el dinero
extra.
—Te puedo dar todo hasta el final de marzo. El detective tomó todo el material de abril
a julio.
Sonreí. La estupidez de Harold seguía trabajando a mi favor. Había sido demasiado
perezoso para llevarse todo el material del archivo.
Nos quedamos en la habitación mal ventilada durante cinco horas viendo imágenes hasta
que encontramos exactamente lo que estábamos buscando.
—Necesito una copia de estos —le dije a Heath.
Negó.
—No puedo hacer eso, hombre. Va a ser mi destrucción. —Saqué dos billetes más de
cien. Me los quitó de la mano—. Solo no digas que los conseguiste de mí. Necesito este
trabajo.

—Te estoy diciendo que estamos perdiendo el tiempo haciendo esto —dijo John—. Por
supuesto, no nos llevamos bien a veces, pero no hay manera de que esté involucrado en el
asesinato de Ivy. Ni siquiera la conocía.
Oh, sí la conocía.
John necesitaba abrir los ojos de una puta vez.
Estábamos de vuelta en mi coche rumbo a nuestro siguiente destino. Me sentía como si
estuviera jugando el juego del gato y el ratón.
—Viste la prueba con tus propios ojos. Me pediste que confiara en ti —le dije—. Ahora
es el momento de que hagas lo mismo conmigo. Me dijiste que me querías en este trabajo para
averiguar quién estaba tratando de inculparnos y estoy cada vez más cerca. Tu problema es que
confías demasiado en las personas. No creo que te des cuenta de que la gente que quieres, las
personas que están cerca de ti te pueden hacer daño. —Ivy se había vuelto contra él. Su esposa
se había vuelto contra él. Su propio partido político se había vuelto contra él. Y ahora su
propia sangre. A veces las personas en las que confías son las personas que no conoces en
absoluto—. Necesitas abrir los ojos, John. Tu hermano y Harold estuvieron implicados en el
asesinato de Ivy junto con Edith, y por alguna razón, estaban intentando inculparte por ello.
John sacudió la cabeza con violencia y se negó a mirarme.
—Te equivocas.
—No me equivoco —argumenté—. Estabas conmigo en esa habitación viéndolo entrar
en el apartamento de Ivy. ¿Por qué iba a estar allí? ¿Para visitarte? ¿Para pedir azúcar?
No pude contener mi emoción cuando vi que Malcolm había visitado a Ivy en múltiples
ocasiones. Encajaría con la descripción de la limpiadora y de alguna manera tenía un motivo.
Todo se estaba aclarando.
—O... podría haber sido... —tartamudeó John, obviamente sin tener nada para
argumentar.
—Exactamente. No tienes idea. Es por eso que vamos hasta él en busca de respuestas.
John no dijo una palabra durante el corto trayecto hasta la casa de Malcolm.
Murphy rastreó la ubicación del teléfono de Malcolm y confirmó que estaba en casa, así
que me dirigí directamente ahí con John, sin siquiera molestarme en llamar. Lo único que me
importaba era terminar esto y estaba acercándome más y más a la línea de meta.
Encontré a Malcolm en su despacho con una copa en la mano y el teléfono en la otra.
Estaba quejándose con la persona en la línea, gritándole mierda sin sentido. Y entonces me
observó entrar en la habitación.
—Te llamaré de nuevo — gritó y cortó la llamada. Miró por encima de mi hombro
directamente a John y sonrió ampliamente—. Mi hermano mayor. Qué sorpresa. Su atención
volvió a mí—. Y el niño Douglas. ¿Ustedes ahora son un equipo o algo así?
—Realmente deberías pensar más en la gente con la que planeas un asesinato. David nos
contó todo, Malcolm —dije yendo directo al caso—. Así que corta la mierda.
Levantó la barbilla y se arremangó la camisa. El hombre era probablemente veinte kilos
más delgado que yo, larguirucho y flaco, pero pensaba que compensaba su tamaño con
confianza. Me recordaba a mi padre.
Tomó un sorbo de su bebida, sin mostrar ninguna emoción, antes de responder.
—No conozco a nadie llamado David. —Se encogió de hombros—. Te has equivocado
de persona. Lo siento.
Saqué mi teléfono del bolsillo y puse la grabación de David contándonos los detalles de
su acuerdo. Sus dedos se flexionan alrededor de su copa mientras escuchaba.
David había desarrollado una adicción a las drogas, la cual Harold decidió usar a su
favor. Le ofreció a David la oportunidad de trabajar en un caso importante que llevaba su
carrera un paso más allá, así como dinero extra para mantener su adicción. Él quería reinventar
el caso de Ivy y culparnos a nosotros. David también confirmó que Malcolm le pagó a Harold
para matar a Ivy, lo cual no coincidía exactamente con nuestra historia de Edith pagándole.
—Le dije a Harold que no podíamos confiar en ese drogadicto —murmuró Malcolm,
bebiendo el resto de su alcohol. Nos hizo un gesto con ella, la puso sobre su escritorio y luego
palmeó sus manos—. Pero buena suerte tratando de demostrarlo. Las pequeñas evidencias de
la así llamada policía, los apunta directamente a ustedes. Harold o David, ni siquiera van a dejar
que esa pequeña grabación sea usada como prueba. —Señaló hacia John—. Tienes que
empezar a ser más inteligente.
—¿Por qué? —preguntó John, dando un paso adelante—. ¿Por qué quieres hacerme
esto? Somos hermanos. Somos familia.
Malcolm dejó escapar una risa amenazante.
—Eres un tonto ciego —dijo—, siempre lo has sido. Pensabas que eras listo, pero no.
Me enteré de tu amante, la follé un par de veces, la soborné con algo de dinero y me dio todos
los detalles acerca de ti. Era un pequeño acuerdo hasta que empezó a tener hambre de dinero y
me amenazó, como a ti. Pero a diferencia de ti, me hice cargo del problema. Tomé el asunto en
mis propias manos y empecé a follar a tu esposa. Convencí a tu dulce Edith de que estábamos
enamorados así que ella le pagó a Ivy. Luego seguí follándola con el fin de convencerla para
que le pagara a Harold para eliminar a esa chica idiota. No había manera de que fuera a dejar
salir mi nombre de su boca. Le di una pequeña bonificación a Harold para asegurarme de que
todos los dedos apuntaran hacia ti. —Dejó escapar un resoplido sarcástico—. Y no hay nada
que puedas hacer al respecto. —Se encogió de hombros—. Yo gano. Mamá y papá no te
pueden sacar de esto.
—Eh... no tanto, hermanito —dijo John. Me di la vuelta para mirarlo y sonreí. Traía el
teléfono en la mano y en la pantalla estaba una persona en videoconferencia—. Di hola a Fox
News.
A los medios de comunicación les encantaba un buen escándalo y se iban a aprovechar al
máximo de este.
Gabby

Mi mandíbula se mantuvo abierta mientras Dalton me contaba lo de Edith y su treta.


Estaba estirada en el sofá con los pies descansando cómodamente en su regazo mientras me
contaba toda la historia.
—Guau —dije finalmente cuando acabó—. No puedo creer que se juntaron todos y
planearon algo así. Asesinato. Eso tuvo que requerir pensamientos serios y muchas pelotas. Con
tanta gente envuelta, era seguro que algo saliera mal. —Mi estómago se retorció por el
disgusto—. ¿Valió realmente la pena? ¿Quitarle la vida a una mujer?
Envolvió la mano en mi tobillo y lentamente comenzó a masajear mi pie.
—Amor, dinero y celos pueden hacerle eso a la gente, bebé.
Me estremecí
—No a todo el mundo.
Me di cuenta de que la tensión que elevaba sus hombres en el momento en que pasó por
la puerta hacia una hora, ya no estaba Algo había cambiado, y ese algo era bueno, pero no tenía
idea de lo que era.
—Ahora que esta mierda ha pasado, ni siquiera sé qué hacer con nuestro tiempo —digo
con una risa—. La mayor parte de nuestra relación ha girado alrededor del escándalo de John y
la muerte de Ivy. Va a ser raro no pensar en eso constantemente.
Sus manos se elevaron por mi tobillo hasta mi pierna.
—Oh, mi amor. Estoy seguro de que podemos encontrar muchas otras cosas que hacer
con nuestro tiempo.
Elevé una ceja y lentamente abrí las piernas.
—Ah, ¿en serio? ¿Qué tienes en mente? —Mis ojos se quedaron pegados a su mano
mientras la deslizaba entre mis piernas y después debajo del borde de mis pantalones cortos.
Me miró con una sonrisa infantil—. Si quieres que me divierta contigo, bebé, tienes que darme
más que eso. —Sonreí y me incliné, abriéndome más para darle mejor acceso. Ya estaba
palpitando entre las piernas, dolida por su contacto. Jadeé cuando deslizó un dedo dentro de
mí. Dejé que bombeara un poco, sintiendo la presión crecer y después cogí su muñeca. Me
miró con confusión. Yo salí del sofá y me paré delante de él—. Has tenido un día duro.
Déjame hacerte sentir mejor. —Gruñó cuando le empujé contra el sofá y caí de rodillas.
Su boca se abrió.
—Creo que esto hará que el día de mierda se convierta en algo bueno —dijo con los
ojos enganchados a los míos, mientras lentamente deslizaba la cremallera y se bajaba los
pantalones al mismo tiempo que los bóxers.
Su pene ya estaba duro, un poco de líquido pre seminal descansaba en la punta. Me mojé
los labios antes de rodearlo. Lo miré y vi que observaba como movía su pene dentro y fuera de
mi boca. Se estremeció cuando deslicé la lengua alrededor de la punta.
—Sí —gruñó—, esto es increíble. —Se mordió el labio—. Pero es tiempo de parar.
Quiero terminar dentro de ti.
Le di una última lamida y lentamente lo liberé. Le tomó un minuto recuperar el aliento.
Jadeé cuando se levantó, rodeó mi cintura y me inclinó sobre el sofá.
Este era mi segundo lugar favorito para follar.
Arqueé la espalda cuando pacientemente se deslizó dentro de mí.
—¿Esto es mucho mejor que el trabajo? —pregunté mirándolo.
—Malditamente mejor —replicó con un gruñido.
—Entonces fóllame tan duro como trabajas.
Perdí el aliento con el primer empuje. Era increíble cada vez. Envolvió sus brazos
alrededor de mi cintura y bombeó dentro y fuera de mí, diciéndome cuánto me amaba con
cada embiste, hasta que ambos fuimos un lío caliente y jadeante.
Dalton
—No pude dormir la semana pasada —dije desviándome hacia el estacionamiento—.
He estado esperando este día por lo que parece una eternidad. —Estaba tratando de esconder
mi anticipación, pero mi corazón estaba acelerado como un martillo neumático. Iba a recordar
esto para el resto de mi vida.
Gabby suspiró profundamente antes de mirarme con una sonrisa.
—Lo sé, ¿verdad? Si alguien me hubiera dicho hace un año que iba a hacer esto me
hubiera reído en su cara. —Señaló hacia la ventana—. Pero aquí estamos.
Era lo mismo conmigo. Hace un año acababa de graduarme de la escuela de leyes y el
desarrollo de mi carrera era mi única prioridad.
Se rio y miró a su teléfono cuando sonó.
—Cora quiere que hable por Facetime con ella —me dijo.
—¿Ahora?
—No, cuando entremos.
Me reí
—Bebé, no vamos hablar por Facetime con tu mejor amiga durante el ultrasonido.
Sus dedos escribieron en la pantalla
—Lo sé. Es lo que le estoy tratando de decir al incordio, pero la chica no me escucha.
Todos los amigos de Gabby se habían ido para la universidad y estaba agradecido de
tener más tiempo para ella después de renunciar al bufete de mi padre. Me preocupaba que
estuviera sola, pero prepararse para el bebé parecía tomar todo nuestro tiempo. Lo cual estaba
completamente bien para mí.
Mi papá dijo que era un idiota por dimitir y tirar mi oportunidad de algún día llevar el
negocio y que nunca tendría una oportunidad tan buena como esa. Pero me importaba una
mierda. Hoy en día mi felicidad reinaba por encima de la carrera y el dinero. Mientras estuviera
ganando lo suficiente para mantener a mi familia, estaba contento.
Además, Leo y yo teníamos un plan. Estábamos en proceso de comenzar nuestro propio
bufete. Ya nos habían aprobado el alquiler y tenía gente interesada en ser clientes. Antes de
firmar ningún documento, coincidimos en una cosa: no íbamos a atender a la misma clientela
que nuestro padre.
Gabby tiró su teléfono en su bolso
—Tendrá que superarlo. Grabaremos la revelación para ella. —Me miró con esos
hermosos ojos. Mi excitación se intensificó—. ¿Estás preparado?
Me incliné y la besé
—Claro.
Todos los chequeos de Gabby habían sido positivos. Estaba sana. Nuestro bebé estaba
sano. Pero eso no evitó que fuera un lío de nervios. En la parte trasera de mi mente, sabía que
siempre había la posibilidad de que algo fuera mal. Demasiada mierda me había pasado en el
último año para que no pensara en estas cosas.
Salí, me apresuré a rodear mi coche para abrir su puerta y la ayudé a salir. Estaba
comenzando a notarse, y me encantaba. Cuanto más crecía, más crecía nuestro bebé.
Miré hacia abajo cuando entramos en el cuarto y me di cuenta de que mis pies se estaban
balanceando. ¿Era así como se portaban todos los padres que esperaban un bebé? Jesús. No
estaba seguro ni siquiera cómo estaría cuando de verdad tuviera a nuestro bebé. Había
escuchado historias horribles y rezaba a Dios para no ser uno de esos tipos que se desmayaban.
Gabby se estremeció cuando Maura, la técnica, pasó el gel sobre su estómago. Contuve
el aliento cuando pasó el transductor sobre ella. Tomé la mano de Gabby y la apreté mientras
miraba la pantalla y escuchaba el sonido del latido de nuestro bebé, que se acaba de convertir
en mi sonido favorito en el mundo.
La habitación estuvo en silencio mientras escuchábamos, asimilándolo todo.
—Todo parece estar bien —dijo Maura—. Tienes un bebé sano aquí adentro. —Nos
sonrió sinceramente—. ¿Van a esperar para saber el sexo?
Gabby asintió.
—Sí.
—Pero podemos cambiar de opinión —me apresuré a decir. Los ojos de Gabby se
entrecerraron cuando la miré—. ¿No podemos decir que se joda la revelación porque quiero
saberlo ahora? La anticipación me está matando.
—No —replicó, tozudamente.
Maura se rio.
—Confía en mí, no eres el primer primerizo que dice eso. La paciencia es una virtud.
Estarás contento de haber esperado a compartir el momento con los que amas.

Cuatro horas después nuestro departamento estaba lleno de amigos y familia, todos ellos
tan excitados como nosotros. Cogidos de la mano, Gabby y yo caminábamos por la habitación
para saludar a todos y agradecerles por venir.
Escogimos tener una pequeña fiesta, algo íntimo, y había tirado la casa por la ventana,
sin pensar en el gasto, esperando compensar por la desastrosa fiesta para el bebé.
Mi mirada se concentró en el pastel con el glaseado blanco en el centro de la mesa larga
puesta en el comedor. Tenía que evitar ir corriendo a la jodida cosa y coger un cuchillo para
cortarlo antes de tiempo.
Gabby se apoyó en mí cuando la atraje a mi lado y llevé mis labios a su oído.
—¿Ya es momento? —pregunté.
Golpeó mi estómago y se rio
—Jesús, creo que esto te está matando más a ti que a mí. —Me tambaleé hacia adelante
cuando me empujó hacia la mesa.
La multitud se abrió y entendí que ya era el momento.
Dimos la vuelta a la mesa y todo el mundo vino en nuestra dirección.
—Dalton no puede esperar otro minuto —anunció Gabby.
—Tiene razón —añadí—. ¿Qué tal si empezamos con esta fiesta?
La multitud respondió con aplausos y sonrisas. Las cámaras y los teléfonos salieron,
totalmente preparados para capturar el momento.
Puse mi mano alrededor de la de Gabby cuando cogió el cuchillo.
—¿Preparado? —murmuró.
—Más que preparado —repliqué.
El tiempo se paró mientras partíamos el pastel.
Estallaron los vítores.
Todo lo que vi era felicidad.
Dos años después
—Oh mi Dios —chilló Cora saltando arriba y abajo—, no puedo creer que esto esté
pasando.
—¿Tú? —le dije soltando el aire—. Yo no puedo creer que esto esté sucediendo. Mis
nervios están en llamas. Estoy segura de que estoy a punto de hiperventilar.
Ella se acercó a la silla por detrás de mí y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros.
—Relájate. Es tu gran día.
—Solo espero que no termine de la misma forma que mi último gran día.
—¿Estás hablando del baby shower? —preguntó Daisy sentada frente a mí mientras el
estilista terminaba su cabello. Asentí—. Mujer, eso es historia. Has tenido un montón de
grandes días desde entonces. Tú y tu hombre han estado libres de drama durante años. Tienes
la familia perfecta, y la empresa está empezando realmente a despegar.
Daisy tenía razón. Después que la noticia se dio a conocer acerca de quien había
ordenado el asesinato de Ivy y su intento de inculparnos, todo pareció calmarse. Harold había
recibido una sentencia de cadena perpetua por su participación en el asesinato. Malcolm y
Edith ambos terminaron con treinta años cada uno, con la ayuda de sus grandes abogados.
David la tuvo más fácil, con solo tres años de prisión y perdiendo su placa por ayudar en el
encubrimiento de Harold. Incluso después de pasar dos años, todavía me desconcierto con lo
que habían hecho.
Nuestra niña nació el día de la sentencia de Edith. Karlee Nicole Douglas vino al mundo
pesando tres kilos y medio. Estuve en trabajo de parto durante seis horas, y sin duda fue tan
insoportable como todos decían que sería, pero valió la pena absolutamente.
Cora me ayudó a levantarme de la silla y agarró mi vestido de la percha.
—Te ves perfecta —dijo Daisy ayudándome a ponérmelo—. En serio va a morir cuando
te vea.
Me di vuelta para mirarme en el espejo. Había pasado horas buscando el vestido
perfecto, y en este momento supe que había elegido el más adecuado. Hermosos lazos de
encaje y seda componían las mangas, el vestido línea A, y el velo caía justo debajo de mi
cintura.
—La novia más bella que he visto nunca.
Miré hacia atrás y vi a mi madre entrar en la habitación, ya con lágrimas cayendo por sus
mejillas.
—Mamá —grité— ¡No se supone que estés llorando todavía!
Más lágrimas cayeron.
—¡No puedo evitarlo!
Contengo el aire, esperando que me ayude a contener mis propias lágrimas.
—Si lloras, lograrás que yo llore y mi maquillaje se echará a perder.
Ella rio.
—Por supuesto, eso es lo que te preocupa.
—Es hora de que salgamos —dijo Cora—. Nos vemos ahí cuando te conviertas en la
señora Douglas.
Ella y Daisy me dieron abrazos antes de salir por la puerta.
—¿Estás lista? —preguntó mi madre.
Inhalé profundo.
—Estoy lista.
Tomó mi mano y me llevó hacia la puerta. El clima era cálido y el tiempo perfecto.
Kenneth me estaba esperando en la puerta. Me tomó del brazo y mi madre corrió a su asiento.
—Me siento honrado de hacer esto —dijo Kenneth.
—Gracias. Estoy muy contenta de que seas tú —respondí.
La música comenzó y nuestros pasos eran lentos mientras me guiaba por el pasillo. Los
ojos de todos estaban puestos en mí, pero yo solo veía al frente, a él. Podía sentir la humedad
acumularse en mis ojos mientras me acercaba a Dalton. Su cara estaba sonrojada, y me di
cuenta que estaba conteniendo las lágrimas tanto como yo.
Kenneth me soltó y Dalton tomó mi mano cuando lo alcancé.
—Guau —susurró Dalton—. Esta es mi vida, y es perfecta. Gracias por hacerla cien
veces más feliz.
—No, gracias por mostrarme que puedo ser amada —le susurré.
—Eres increíble. Me salvaste y me transformaste en una persona mejor. Hay un millón
de razones por las que me estoy casando contigo. Un millón de cosas que me gustan de ti. —
Tomó mis manos temblorosas y las acunó entre las suyas—. Eres hermosa y la mujer más
fuerte que he tenido el placer de conocer. Eres una madre increíble. No puedo esperar para
descubrir un millón de otras razones por las que te amo como a mi esposa.
Tomé una respiración profunda, sintiendo el sudor entre nuestros dedos, cuando el cura
se acercó para comenzar la ceremonia.
Las lágrimas comenzaron antes de que acabara.
Diablos, la mitad de la audiencia estaba llorando cuando caminamos de nuevo por el
pasillo, esta vez como el señor y la señora Douglas. Dalton recogió en sus brazos a Karlee,
nuestra niña de las flores.
Éramos uno.
—Gracias a todos por venir —gritó Dalton levantándose de la mesa al frente del salón.
Miré a través de la multitud en la recepción y sonreí. La gente que había esperado que
estuviera en mi boda estaba allí, junto con algunos en los que no había pensado hace dos años.
Mi madre estaba a mi lado, con una sonrisa brillante en la cara. Kenneth estaba allí, y mis
damas de honor Daisy, Cora, y Piper.
Sí, Piper, que había hecho un infierno de mi vida en la escuela, se había disculpado. Lo
superamos y nos llevábamos realmente muy bien.
Ella no era la única que se acercó. Sentada al lado de Dalton estaba su madre, que
finalmente se había divorciado de Wilson y se convirtió en una persona mucho más feliz. Y
junto a ella estaba Leo, el padrino de Dalton.
Saludé a Asher, que estaba sentado frente a nosotros con su nueva novia, Liza. No se
había graduado de la universidad y ya había equipos de la NFL reclutándolo. Me llamó la
semana pasada y me dijo que estaba pensando en hacerle la propuesta a Liza.
Miré hacia la siguiente mesa en la que Patrick y Marissa estaban sentados. Realmente nos
habíamos llegado a conocer y contaban conmigo después de que salió a la luz la noticia de que
su madre estuvo involucrada en el asesinato de Ivy. Había pensado invitar a John, pero decidí
no hacerlo. A pesar de que han pasado dos años, todavía no me siento cómoda con él.
—Ah, y por cierto —continuó Dalton. Tomó mi mano y me ayudó a levantar—. ¡Voy a
ser papá de nuevo! —Levantó los brazos hacia arriba. —¡Yeyy! —Me tomó el rostro y me dio
un beso.
Las mandíbulas cayeron. La alegría se desbordó. Una sonrisa estalló en la boca de todos,
y la mía era la más grande. Miré a mi marido. Maldición, se sentía bien decirlo, y mi estómago
se agitó ante la emoción en su rostro.
Habíamos tratando de evitar el embarazo hasta después de la boda, pero no pudimos
mantener las manos alejadas del otro últimamente. La idea de ser algo más grande, de ser
marido y mujer, parecía elevar nuestras hormonas.
Podría haber empezado demasiado pronto. Nuestro viaje podría haber sido inestable.
Sucedieron situaciones imprevistas. Pero no importa qué, no lo habría cambiado por nada.
Mi corazón y mi vida estaban completos.
Tómala, karma.
Charity reside en Indianápolis,
Indiana.
Cuando era pequeña, se subía
a su bicicleta y se iba a la biblioteca
pública para poder leer lo que
cayera en sus manos.
Cuando no está escribiendo, la
puedes encontrar leyendo o
pasando tiempo con su familia… o
cultivando su adicción a las
compras por internet.

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