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Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Capítulo 27
Capítulo 13 Epilogo
Capítulo 14 Autora
Capítulo 15
Breaking Karma es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes
son producto de la imaginación del autor y se utilizan de manera ficticia.
Cualquier parecido con eventos actuales, lugares o personas, vivas o muertas, es pura
coincidencia.
Esta es mi redención.
Este soy yo consiguiendo a mi chica de vuelta.
El amor nunca estuvo en el vocabulario de Dalton Douglas hasta que Gabby tropezó en
su dormitorio una noche de borrachera. Él se enamoró de ella. Ella se enamoró de él.
Hasta que fueron revelados secretos que los separaron y a su mundo entero.
Ahora Gabby se ha ido y Dalton no tiene idea de a dónde huyó.
Entonces lo llevaron para ser interrogado sobre el asesinato de la mujer que habían
estado investigando. Cuando mencionan el nombre de Gabby y preguntan acerca de su
paradero, Dalton sabe que tiene que encontrarla, mantenerla a salvo y ganar su amor de nuevo.
Todo al mismo tiempo.
¿Dalton puede redimirse?
¿Gabby lo perdonará?
¿O el karma ganará?
Dalton
Salas de interrogatorio.
Les voy a decir una cosa sobre ellas. No son nada como en las películas.
Nada.
Nop. Son hoyos de mierda.
Y hablando de mierda, así es como había transcurrido toda mi semana.
La pérdida de la chica que amaba era una mierda.
Perder el control de mi primer caso en el trabajo era una mierda.
Todo era una mierda.
Miré alrededor de la congestionada habitación con el pánico clavado en los huesos.
Estudié las desoladas paredes. Mis fosas nasales se abrieron ante el hedor a tabaco rancio,
vómito y desesperación. Me recosté en la silla dejando escapar un profundo gemido y me
pregunté cuántas personas habrían confesado sus transgresiones en esta sala. ¿Cuántos asesinos
se habrían sentado en esta misma silla?
Mi paciencia oscilaba con cada minuto que pasaba. Era la última maldita cosa que
necesitaba en este momento. Tener que entrar aquí y dar explicaciones antes de salir y decirles
que besaran mi trasero hasta que tuvieran una orden.
Cuanto más tiempo me dejaban, más se aceleraba mi mente.
Una pregunta me perseguía.
¿Qué sabían?
Tenían que saber algo. La policía no se presentaba en tu puerta y te llevaba a la estación
por diversión o por molestar.
Tragué, saboreando lo amargo después de los efectos de mi trago con excesivo whisky
de anoche, incluso después de tres cepilladas esta mañana. El Kavalon Single Malt se había
convertido en mi mejor amigo últimamente. Ese hijo de puta y yo estábamos teniendo
reuniones nocturnas para borrar el hecho de que la mujer que amaba se alejó de mí y no tenía a
nadie a quien culpar sino a mí. El suplemento líquido me ayudaba a dormir. Eso era hasta que
empezaba a soñar con ella. Después, la botella estaba de vuelta en mi mano mientras tomaba
tragos directamente de ella.
Tenía resaca, el corazón roto y estaba sentado en la estación de policía.
Una situación de mierda para un día aún peor.
Mis músculos se tensaron cuando la puerta finalmente se abrió. Fruncí el ceño sintiendo
que mi corazón daba patadas mientras observaba a los dos hombres que arrastraban los pies
por la habitación. Los reconocí a ambos. Por supuesto, tenían que ser ellos. Las cosas estaban a
punto de pasar de mal a peor.
Harold Finch y David Whitman.
Ambos eran empleados del Departamento de Policía de Atlanta.
Ambos nos despreciaban a mi familia y a mí.
Ni una sola palabra se murmuró mientras David cerraba la puerta detrás de ellos. Harold
traía un ordenador portátil agarrado firmemente en la mano. La mesa de acero inoxidable se
sacudió cuando lo dejó haciendo una demostración de abrir la pantalla para enfrentarme.
Mantuve los ojos en la pantalla mientras el chirrido de sus sillas deslizándose por el suelo
resonaba en la habitación. Harold cayó en la que estaba directamente frente a mí, obviamente,
en la cabecera. David tomó la de al lado.
Harold apoyó los codos regordetes sobre la mesa antes de aclararse la garganta.
—Me gustaría mostrarte algo, Dalton —dijo. Su vientre abultado chocó contra el borde
de la mesa cuando se inclinó para apretar el botón de reproducción en el equipo.
Mi estómago se retorció con horror.
Me vi a mí mismo. La vi a ella.
El nerviosismo me atravesó y el miedo me dio una bofetada en la cara.
No. No iba a dejar que la arrastraran a mi desorden.
Me enderecé y vi el video de seguridad. Lo único que pude hacer fue enmascarar mi
ansiedad. Recordaba el momento como si fuera ayer. Estábamos hablando con el chico de la
recepción para tener acceso a un apartamento. El apartamento de una mujer muerta. El chico
tomó el teléfono y me podías ver deteniéndolo, tan claro como el puto día. Aún más
incriminatorio era verme metiendo la mano en el bolsillo, sacando un Benjamín y deslizándolo
discretamente hacia él. La culpa gritaba a nuestro alrededor como una canción, apuntando
directamente hacia mí.
Harold se aclaró la garganta antes de hablar.
—¿Te importaría explicar por qué el hombre al que sobornaste te permitió acceso libre
al apartamento de una mujer llamada Ivy Hart? —preguntó. Su bigote negro se levantó
mientras una arrogante sonrisa tiraba de sus labios. El hijo de puta estaba gozando esto.
Me encogí de hombros. Aparenta estar tan tranquilo y sereno como puedas. No dejes que huela tu
miedo.
—Necesitaba hablar con ella —le contesté.
—¿Necesitabas hablar con ella? —repitió. El sarcasmo goteó en su pregunta. Mi mirada
se quedó clavada en la pantalla. En ella. Pasaron unos segundos antes de que apartara la mirada.
El uniforme de Harold estaba arrugado, deslavado y salpicado de manchas de café y sabe Dios
qué diablos más. David, por otra parte, estaba en condiciones prístinas. Harold hizo su mejor
actuación mirando hacia abajo, pero no se vio ni un poco intimidante. El hombre solía
cuidarme y cambiarme los pañales, por el amor de Dios. Él y mi padre habían sido mejores
amigos una vez. Estuvieron juntos en el negocio hasta que la mierda se echó a perder. Ahora
Harold solo quería traer gasolina y prenderle fuego a mi familia. No estaba a punto de ser la
mano que suministrara el cerrillo—. ¿Y sobre qué necesitabas hablar con ella?
—¿Cuál fue tu relación con ella? —agregó David moviéndose incómodo en su silla. No
me perdí la mirada fría que Harold le lanzó por interrumpir.
Había ido a la secundaria con David. Había sido un tipo decente, pero solitario. Cuando
se graduó de la Academia, se aseguró de que su nueva posición de poder fuera conocida. Había
hecho su misión buscar venganza de todos los chicos con los que no hizo amistad en la escuela
y de las polluelas que no pudo atrapar. Había perdido la cuenta del número de multas por
velocidad que el burro me había dado. Mis amigos también acumularon un fuerte historial de
arrestos por DUI1.
Estaba tratando con aficionados, pero a estos aficionados les hervían las venas con odio
puro por mí.
Inspiré profundamente. Esta no era la primera vez que Douglas PR y Law había estado en
una situación como esta, pero nunca en un caso de homicidio. Por lo general iba por la línea de
representar a alguien por cometer fraude, corrupción o extorsión, no un jodido asesinato.
—Eso es confidencial —respondí finalmente.
Ivy Hart. La mujer muerta. Se me había asignado como mi primer caso después de pasar
mi examen y unirme a la empresa de mi padre. Oré para que no fuera el último. Hasta ahora
todavía era empleado, pero no me daría más trabajo. Me castigaría hasta que arreglara esto.
Y tenía que hacerlo rápido. Incluso si en este momento despreciaba a mi familia por lo
que habían hecho, tenía que tener su respaldo. No le daría ni una miga de comer a Harold que
lo llevara a algún lado. Si el porqué de estar en ese apartamento era expuesto, hubiera sido
considerado el motivo perfecto.
Y si consideraban ese motivo perfecto, no sería el único con la mierda hasta el cuello.
Habría una larga lista de personas que se reunirían conmigo en la celda. Era mi trabajo evitar
que eso ocurriera, detener lo que podría ser uno de los mayores escándalos del año.
Estaba haciendo un trabajo terrible hasta ahora.
Harold resopló.
—Este es un caso de homicidio. —Abrió la carpeta y me enseñó una foto—. No es una
mierda confidencial cuando se trata de esto, Douglas.
Poco a poco moví la vista hacia ella. Gracias a Dios tenía buen estómago. Era grotesca y
mostraba todos los detalles oscuros de su muerte.
Estudié el cuerpo desnudo cubierto de oscura sangre carmesí. Ni siquiera podía
reconocerla. Tenía arañazos en fila sobre la piel desnuda junto con puñaladas profundas.
Habían terminado el trabajo con un disparo directamente en la sien. Quien hizo eso quería que
sufriera antes de dar su último suspiro.
Mi estómago se dobló. La mujer de la foto me había arruinado completamente, pero no
le hubiera deseado eso a nadie. No sabía quién la había matado, pero necesitaba saberlo.
Le regresé la foto sin darle otra mirada.
Tomé unas cuantas respiraciones profundas al mismo tiempo que salía del ascensor. Ya
sabía lo que era inminente, pero no estaba seguro de con qué lado de mi padre iba a estar
tratando. Había estado cambiando de color como un camaleón últimamente y mantenerse al
día era agotador.
—Tu padre quiere verte —me dijo Summer tan pronto como me vio caminar por el
vestíbulo.
Me miró desde la recepción y me dio una sonrisa de esperanza. Era la amante de mi
padre, lo que significaba que era más probable que recibiera la peor parte de sus cambios de
humor. Le echaba encima toda su mierda. Me sentí mal porque la tenía atrapada con él.
—Gracias por decírmelo —le dije levantando la barbilla. Estaba esperando mi llegada.
Me sorprendió que no hubiera ido a la estación de policía, pero era un chico grande. Quería
que me ocupara de esto, que lo arreglara por mi cuenta, y luego le respondiera.
—¿Qué querían los bastardos? —preguntó cuando entré en su despacho y cerré la
puerta. Me miró desde detrás de su enorme escritorio y se inclinó hacia atrás en su silla.
Le di una mirada atónita.
—¿Qué crees que querían? Me interrogaron sobre el cadáver de Ivy.
—¿Qué les dijiste?
—Nada, excepto que si querían que contestara mierda, necesitaba a mi abogado.
Asintió en señal de aprobación por mi respuesta.
—Buen trabajo. No hables con ellos de nuevo, ¿me oyes? Llamé a mi abogado. Todo
pasará a través de él.
Caí en una silla.
—De acuerdo.
—¿Te preguntaron por John?
—No, pero estoy seguro de que van a sacarlo en breve, teniendo en cuenta que estuvo
en todas las noticias admitiendo ser su amante.
—Tenemos que asegurarnos de que su nombre se olvide.
Ivy había sido la amante de John. Vino a nosotros cuando ella comenzó a amenazarlo
con exponer el romance. Habíamos tratado de pagarle, pero nuestros talonarios de cheques no
eran lo suficientemente gruesos. La esposa de John, sin embargo, tuvo suficiente dinero y le
pagó a Ivy para que el asunto saliera de los medios de comunicación. Quería el divorcio y
necesitaba una forma de alejar las manos de John de su dinero.
Ahora Ivy estaba muerta. Todos los dedos apuntaban a John, y nosotros lo estábamos
representando, lo que haría que los dedos apuntaran en nuestra dirección también.
—Tenemos otro problema —continué. Él levantó una ceja—. Es Finch.
—Maldita sea. No me sorprende que el hijo de puta lleve el caso. Estoy seguro de que
saltó ante la oportunidad.
—Y está muy, muy decidido a hacernos caer.
—¿Recibiste alguna información sobre su muerte?
—Su cuerpo desnudo fue abandonado en un callejón con múltiples heridas de arma
blanca y un disparo de arma de fuego, tipo ejecución.
—¡Mierda!
—Parece que limpiaron el ADN, así que están llegando a un clavo ardiente. John tiene
grandes cantidades de dinero, así que son reacios a traerlo sin tener pruebas suficientes.
—¿Te preguntaron sobre la chica?
—¿Gabby? —Él asintió, como si lo matara decir su nombre—. Tienen un video de las
cámaras de seguridad donde aparecemos cuando fuimos a ver a Ivy a su apartamento.
—¿Se la llevaron?
—No pueden encontrarla, pero me preguntaron dónde estaba.
—Si habla, su gran boca arruinará todo. —Negó con ira—. ¿Dónde diablos está, de
todos modos? Necesitas llegar a ella antes de que el tarado de Harold lo haga y hable. Podría
ser la que les diera la información para que nos acabaran. Nos podría dar un golpe y tirar toda
esta empresa.
—Está en Miami con Asher. Murphy me está reservando un vuelo mientras hablamos.
No estaba pensando en decírselo, pero ya que estaba de acuerdo en que necesitábamos
llegar a ella antes que la policía, había una posibilidad de que estuviera menos molesto al
respecto.
—Al infierno con eso —gruñó, mostrando que yo estaba equivocado—. Llama a la
maldita chica y dile que guarde silencio. Sé que es un problema para ella, pero tienes que
explicarle lo que está en juego si no lo hace. Tu trasero está en la línea.
—Ella no va a responder a mis llamadas porque me odia por lo que le hice. Y estoy
seguro de que pronto tendrán nuestros teléfonos intervenidos. —No estaba tan seguro de todo
el asunto de las intervenciones telefónicas, pero era otra buena excusa.
—Enviaré a alguien allí a buscarla.
—Soy el único que irá. Fin de la discusión. Cuando vuelva, jugarás bonito. Si no lo
haces, no impediré que haga lo que quiera.
—¿Yo soy el único que tiene que jugar bien? —dejó escapar—. ¿No se fue gracias a ti?
—Se fue por todos nosotros —lo corregí.
Giró la mano en el aire.
—No tiene importancia. Encárgate.
Me levanté de la silla y salí de la habitación sin decir una palabra más. Tenía que
prepararme para volver a verla. Era tiempo de que fuera a buscar a mi chica.
Gabby
—Coño, esa cosa es molesta —se quejó una voz grave a mi lado cuando oyó el sonido
estridente de la alarma del reloj en la mesa de noche.
Estaba acostada en una cama tamaño king. El sol brillaba a través de las persianas en una
habitación que no me pertenecía, a pesar de que estaba cada día más cómoda en las sábanas.
Esa satisfacción era a causa de él, y no estaba segura de si eso era bueno o malo.
Malo.
Definitivamente malo.
Me estaba dirigiendo al desastre. Nada podría resultar de esto, salvo angustia y el
rompimiento de una amistad. Tenía que levantarme, agarrar mis maletas e irme lejos. Dejar de
ser tan egoísta.
Me lo decía todos los días. Luego reculaba. Convenciéndome de que necesitaba solo un
día más para lograr poner en orden mi cabeza.
Porque no podía volver allí.
Debido a que no podía encararlo todavía.
Se necesitaba un plan de juego para enfrentar al hombre que rompió tu corazón. Un
momento para levantarte y lograr la actitud de me importa una mierda incluso si por dentro te
estabas rompiendo. Tenía que conseguir esa fachada antes de volver a casa, porque estaba
segura que Dalton estaría en mi puerta al segundo en que se diera cuenta de que había vuelto.
—Siento haberte despertado —murmuró Asher, frotándose los ojos con los nudillos.
—Está bien —susurré.
Traté de detenerme antes de que ocurriera, pero era imparable. Tomé una respiración
profunda y bajé la mirada a la piel desnuda de su pecho que estaba cubierto hasta la mitad por
las sábanas. Mi boca se hizo agua. Mirarlo así estaba mal en muchos niveles. No tenía
sentimientos por él de esa manera. No había sentimientos románticos. Solo amistad. Pero eso
no impidió que mis dedos picaran por extender la mano y tocarlo.
Eso era malo. Realmente malo.
Una escandalosa tos me hizo despegar los ojos de su cuerpo y subirlo hasta su rostro. Y
ante su lenta sonrisa arrogante tuve que suspirar. Acomodé la cabeza sobre la almohada con las
mejillas sonrojadas de vergüenza. Solo porque estaba inspeccionándolo no significaba que iba a
sentarme a horcajadas sobre su polla y follarlo.
No era la primera vez que me había sorprendido y estaba segura de que no sería la
última. Asher tenía uno de los mejores cuerpos en los que jamás había puesto los ojos. Estaba
en forma, eran años de jugar al fútbol. Tenía un paquete de ocho, sí, un paquete de ocho
reales, y los brazos eran puro músculo. Ni una onza de grasa en ningún lugar.
Se irguió y la sábana bajó más, aumentando mi tortura. Bajó la vista hacia mí. Una ligera
barba se dispersaba a lo largo de sus mejillas color canela.
—Para alguien que ama inspeccionarme todo el tiempo, seguro que aspiras a usarme
para tu beneficio —dijo sonriendo ampliamente—. Sabes que tienes vía abierta conmigo en
cualquier momento, ¿verdad? Estoy siempre a tu disposición...
—Sí, lo has mencionado un par de veces —dije lentamente.
Trataba de decirme que era broma cada vez que lo decía, pero lo sabía mejor. Asher
había confesado sus sentimientos por mí y me aleje de él porque no quería arruinar lo que
teníamos. Continuó recordándomelo una y otra vez desde que me presenté en su puerta. Él
estaba listo para una relación cuando yo lo estuviera. Estaba completamente dentro.
El problema era que yo no lo estaba. Todavía estaba enamorada de otra persona y no
podía empujar esos sentimientos sin importar cuánto lo intentara. No quería que Dalton
significara una maldición para mí, pero no podía eludir cada recuerdo, el por qué había caído
tan duro por él. Deseé poder cambiarlo pero no había pasado suficiente tiempo. No estaba
segura de si alguna vez lo lograría. Había algo muy duro en ser herido por la primera persona
que amabas. Ese daño ponía una barricada alrededor del corazón y dificultaba el permitir a
cualquier otra persona esa oportunidad.
Asher me miró, esperando más de mi respuesta. Yo odiaba esta parte. Era como si lo
estuviera golpeando con las palabras una y otra vez.
Me froté los ojos y dejé escapar un profundo suspiro antes de responder.
—Asher, sabes lo que siento por Dalton. No sería justo decir otra cosa cuando mi
corazón no está en ello.
La única relación que quería en este momento era con mi corazón roto. Tratar de
repararlo.
Si eso podía suceder.
Trató de ocultarlo, pero no me perdí la caída de su rostro.
—¿Has hablado con él?
Negué despacio.
—Le bloqueé llamadas o mensajes de texto. —Ese había sido el primer paso en mi Plan
de Desintoxicación Dalton. Si trataba de llamar, nunca lo sabría. También había marcado su
dirección de correo electrónico como spam y lo bloqueé en todas las cuentas de medios de
comunicación social que tenía. No tenía manera de ponerse en contacto conmigo. No tenía
forma de escuchar sus excusas.
—Trató de llamarme anoche —dijo Asher.
Cerré los ojos, pensando si quería o no que fuera más allá.
—¿Lo sabe? —pregunté.
Los largos dedos de Asher corrieron por su rostro.
—No estoy seguro. No podía entender una maldita palabra de lo que estaba diciendo.
Eran divagaciones de borracho. Pero ya que me llamó, supongo que sabe algo. El hombre
tiene acceso a la información de las personas y su ubicación. Estoy seguro de que lo utilizó en
su beneficio.
—Creo que era bastante obvio que averiguaría que no estaba con Cora o Daisy.
No tenía demasiados amigos para quedarme por ahí.
Su rostro se suavizó.
—Me alegra que hayas venido a mí.
Había sido mi primera llamada telefónica cuando tuve que salir rápido de Atlanta. Las
dos personas en quienes confiaba y amaba me habían traicionado. Había sido alimentada con
mentiras y no estaba preparada para escuchar sus justificaciones. Necesitaba tiempo.
Necesitaba espacio antes de que pudiera ocurrir. Así que apagué mi teléfono, encendí mi radio
y conduje hacia Miami.
Las sábanas blancas se agitaron cuando él estiró las piernas.
—Nuestro grupo va a salir esta noche a ver las peleas. ¿Quieres venir?
Asher jugaba al fútbol para la Universidad de Miami. Hasta el momento, había conocido
a algunos de sus compañeros de equipo cuando pasaron después de la práctica.
Constantemente lo invitaban a salir, pero él siguió declinando debido a que no quería dejarme.
No quería que perdiera la oportunidad de nuevo.
—Vete tú. Voy a estar bien —le contesté.
—No voy a salir y dejarte aquí.
—¿Se te olvidó que solo tengo dieciocho? Ni siquiera puedo entrar en los bares.
—Y yo tengo veinte, gatita. Pero el estar en el equipo de fútbol tiene sus ventajas.
—Supongo que te da un estatus preferencial, ¿eh? ¿No tienes que obedecer las leyes, ya
que puedes atrapar un balón y dejar que otros hombres te tiren?
Él se encogió de hombros.
—Más o menos. Eso también significa que tu culo suertudo consigue venir conmigo.
Identificación o no identificación.
Se rio cuando rodé los ojos.
—Oh sí, seré una de tus groupies autorizada en el club porque está con el idiota jugador
sexy de fútbol —dije fingiendo entusiasmo.
Sabía lo que era ser invitada a cosas debido a la profesión, o con quién estabas
relacionado. Lane y Cora eran invitados a todo porque su familia estaba podrida en dinero, y
siempre conseguía pegarme a ellos.
—Vaya, eso es dulce nena —respondió Asher, agarrando mi costado y atrayéndome a su
duro pecho—. Vamos a tener que trabajar en la parte de idiota, pero me alegro de que
finalmente estés admitiendo que estás atraída por mí. Sabía que finalmente dejarías afuera tus
honestos sentimientos, ya que deseas lanzarte a mis huesos.
Desde la noche en que lo conocí, siempre había pensado que era atractivo.
Probablemente hubiera estado sobre él si no fuera mi hermanastro. Pero ahora solo lo veía
como un amigo. No podía perder todo lo que habíamos construido por entrar en una relación
que al final no funcionaría. Habría algunas Navidades muy incómodas.
Besó la parte superior de mi cabeza antes de deslizarse fuera de la cama.
—Tengo que ducharme y llegar a la práctica.
Bostezó y se dirigió al baño en bóxers. No miré hacia otro lado hasta que me cortó la
vista cerrando la puerta. Me di la vuelta y tomé mi teléfono celular cuando comenzó a oírse la
ducha.
Tenía dos llamadas pérdidas: una de Cora y la otra de mi madre. Seleccioné el nombre de
Cora y escuché el tono de llamada en el otro extremo.
—Hola chica —respondió ella.
—Hola, ¿Qué está pasando?
—Nada demasiado emocionante aquí... —su voz se apagó. Algo estaba pasando.
Conocía lo suficiente a mi amiga para saber cuando estaba ocultándome algo.
—Está bien, ¿qué no me estás diciendo? —pregunté impaciente.
—Nada. —Su respuesta llegó demasiado rápido, antes de fingir un bostezo—. Me acabo
de despertar. Ya sabes cómo soy cuando tengo sueño. Parezco rara y un poco idiota.
—Bien —dije con escepticismo—. ¿Vas a decírmelo, o tengo que sacártelo?
—Buena suerte haciendo eso cuando estás a miles de kilómetros de distancia. Estás
siendo paranoica. No es nada, solo me gustaría que hubieras venido a mí en lugar de
apresurarte con Asher.
—Sabes que no podía porque estás demasiado cerca de todo y...
Tuve que alejar el teléfono cuando oí los gritos.
—¡Dalton nos sigue llamando! —Era la voz de Lane. Podía oír cómo luchaba Cora por
recuperar el teléfono—. Es necesario que lo llames. Al menos escúchalo porque no nos deja en
paz.
—Le advertí que no te dijera esa mierda —dijo Cora ganando el teléfono de nuevo al
mismo tiempo que Lane dejaba escapar un gruñido—. No importa lo que quiera ese imbécil.
Se merece una rápida patada en las bolas por lo que hizo. Es decir, ¿quién no le dice a alguien
que se va a casar? Eso es una mierda.
—Dímelo a mí —me quejé, cabreada de no poder evadir el tema de Dalton.
—Pero dime, ¿cómo está Miami?
—Está bien —respondí, aliviada de que la conversación estuviera alejándose de él—. No
he hecho nada, además de pasar el rato en el apartamento de Asher y ver la televisión.
—Abandona el modo Debbie Downer2 y sal. Sigue adelante. Douglas es un maldito, por
el amor de Cristo. No es irreemplazable.
No tenía idea.
Asher arrojó las llaves sobre la mesa de la cocina cuando volvimos a su apartamento.
—¿Quieres ir a la cama, o quieres ver una película? —preguntó, mirándome. Se dirigió a
la cocina y sacó dos botellas de agua de la nevera y me dio una.
—¿Qué tal una película en la cama? —contesté.
—Suena bien. —Se detuvo, acariciando sus jeans—. Joder, se me olvidó el teléfono en el
auto. Ya vuelvo.
Asentí y me dirigí a su habitación para cambiarme. Agarré mi bolsa y rebusqué hasta que
encontré mi pijama. Saqué una camisola y pantalones cortos. Me quité los pantalones vaqueros
y los dejé en el suelo junto a la cama. Me preocuparía por ellos más tarde. Mi sudadera fue lo
siguiente en caer.
—Maldición. —Salté ante su voz y, al voltear, vi a Asher parado en la puerta con los ojos
entrecerrados. Se quedó mirándome fijamente mordiéndose el labio inferior—. Me daré la
vuelta si quieres, pero estoy rogándole a Dios para que no quieras. —Mi respiración se
enganchó cuando dio un paso más cerca. Necesitaba cubrirme, pero no me podía mover—.
Realmente tengo muchas ganas de ver qué más hay bajo todo eso. —Dio un paso más—.
Dime que quieres que lo haga, Gabby.
Abrí la boca pero las palabras no salieron. No podía hacer lo que me estaba pidiendo. Mi
corazón latía tanto que me quedé sin aire y era incapaz de hablar. Mi mente estaba corriendo a
toda velocidad. El alcohol tamborileaba a través de mí nublando mi juicio y diciéndome que
diera este paso. Yo sabía que la bebida era una mala idea.
Se detuvo a unos centímetros de mí con la respiración entrecortada.
—Dime qué quieres que haga.
—Quiero que me beses —respondí dando un paso hacia él—. Quiero que me beses,
Asher.
—Gracias a Dios.
Sus labios golpearon los míos paralizándome como una droga. Abrí la boca
permitiéndole entrar y me besó con fuerza. Nuestras lenguas bailaron juntas. Me estremecí
cuando sus manos recorrieron mis costados, dejando piel de gallina a su paso. Lloriqueé,
sintiendo sus manos frías deslizándose por mi piel y en la parte trasera de mis bragas de encaje.
—Dime que esto está bien —susurró en mi oído, tirando del lóbulo entre los dientes—.
Dime que deseas esto tanto como yo. —Sí. Las palabras estaban en la punta de la lengua, pero
no salían—. Dime que quieres esto, Gabby —dijo de nuevo con voz áspera y gruesa. Él
necesitaba la validación de que esto iba a conducir a alguna parte.
La realidad llegó rodando, diciéndome que esto no era una buena idea. Me congelé.
—Yo... no puedo —dije en voz baja—. No sería justo para ti. No puedo. —Las palabras
sonaban débiles y confusas en mis labios.
Se apartó de mí rápidamente y comenzó a pasearse delante de la habitación. Tiró de las
raíces del cabello y sacudió la cabeza.
—Maldita sea. ¡Gabby! —gritó, golpeando la mano contra la pared—, olvídate de él.
Noticia de última hora, va a casarse con otra mujer. Él la eligió a ella y al dinero sobre ti. ¿No
crees que es hora de que hagas la misma mierda? —Entrecerró los ojos y tomó tres
respiraciones profundas—. ¿Qué tiene él que no tenga yo? ¿Dime qué demonios tengo que
hacer para que te des cuenta de que soy la mejor opción? ¡Que yo soy el que te hará feliz, no él!
—Dame tiempo —dije en voz baja, con ganas de calmarlo. Le diría la verdad en la
mañana, cuando los dos estuviéramos sobrios.
—Sí, tiempo. Bien. Te daré una semana. —Levantó un dedo—. Una semana y luego
tendremos esta conversación de nuevo. Una conversación real. Así que espérala.
Dejé caer los brazos a los lados y asentí. No estaba segura de cómo iba a explicarle que
necesitaba más de una semana. Mi corazón no estaba entero. Se había partido en muchos
pedazos. No sabía cómo explicarle que me sentía obsoleta para el amor, mi cuerpo ya no es
capaz de correr el riesgo de dañarse de nuevo.
—Estaré en el sofá si quieres hablar —dijo saliendo y cerrando la puerta detrás de él.
Dalton
—No vas a estar ignorándome todo el vuelo —dijo Dalton, poniéndose cómodo en el
asiento de al lado—. No va a suceder.
—Seguro que sí —respondí.
Por difícil que fuera, tenía que mantener mi palabra. Sabía que dejarlo entrar de nuevo
sería un gran error.
Compró nuestros asientos uno al lado del otro. Yo había pedido un traslado para
cambiar mi reserva a otro vuelo, cualquier cosa, pero no me dejaron. Era un vuelo lleno y el
encargado estaba demasiado ocupado escuchando lo que Dalton le decía: que no era necesario
escuchar mi argumento.
Lo miré de arriba a abajo y quería darme una bofetada por admitir lo bien que se veía.
Incluso después de herirme todavía me sentía atraída por él. Allí sentado junto a mí, todavía
me encendía. Su cabello peinado hacia atrás estaba desordenado, era mi look favorito, y su
camiseta mostraba los músculos de los brazos. Me lanzaba miradas cada pocos segundos. Dios,
tratar de no mirarlo iba a ser una de las cosas más difíciles durante este vuelo.
Rebusqué en la bolsa hasta que encontré mi Kindle y los auriculares que había
comprado en una de las tiendas de la terminal. Me costaron el doble que si los hubiera
comprado en línea, pero todo valía la pena con tal de evitar la conversación.
Salté cuando me arrancó los auriculares de la mano.
—No voy a regresártelos hasta que hablemos —advirtió con los ojos celestes brillantes
sobre mí. Gruñí cuando se los metió en el bolsillo. Estúpido. Al hombre siempre le gustaba
tomar las riendas y salirse con la suya.
Crucé los brazos.
—Está bien, Dalton. ¿De qué quieres hablar? ¿Quieres mi opinión sobre el tipo de flores
que comprarás para tu boda? ¿Tulipanes? ¿Lirios? Ah, ¿Y puedo llevar acompañante? —Lancé
las manos al aire con la voz cada vez más alta—. Demonios, ¿si acaso estoy invitada? —
Despotricaba, exaltándome cada vez más. Todo lo que había hecho, la forma en que me hizo
daño, las mentiras que contó, todo estaba regresando y golpeándome de frente. ¿Quería una
invitación a la boda? Por supuesto que no. Rechazaría cualquier evento futuro de la familia
Douglas. Mejor que eso, me alejaría de ellos y punto—. O —continúe, porque no podía
evitarlo—, deberíamos hablar de que eras el primer tipo, el primer maldito tipo, que alguna vez
dejé entrar y me alimentabas con mentiras. —Su boca se abrió probablemente para pedir unas
disculpas de mierda, pero seguí adelante—. ¿O deberíamos hablar de que tu familia ha
ensuciado tanto mi vida que ahora podría ser cómplice de asesinato?
No me di cuenta del escándalo que estaba haciendo hasta que finalmente subí la mirada
y noté que todos los ojos de primera clase estaban sobre nosotros. Bueno mierda. Dalton
golpeó contra el respaldo del asiento frente de nosotros, haciendo que todos saltaran hacia
atrás y pretendieran estar absortos en otra cosa.
—Sé que estás enojada conmigo —dijo en voz baja—. Sé que lo que hice estuvo mal, y
fue estúpido y traicionero. Créeme, jodidamente lo sé. Asumo toda la responsabilidad por mis
cagadas. Te lastimé. Nos lastimé. Es el error más grande de mi vida. Algo que nunca quise
hacer. No te dije nada de mi compromiso porque estaba tratando de romperlo. De hecho lo
hice. —Me quedé mirando hacia abajo. Esto era demasiado para mí—. No la he tocado. No he
tocado a nadie ni pensado en cualquier otra persona, excepto en ti. Eres para mí, Gabby. —Me
quedé sin aliento ante las palabras, pero traté de mantenerme fría. Algo difícil. Eres para mí.
Quería creer en sus palabras. Realmente quería. Pero no podía. Habían ocurrido demasiadas
cosas. Demasiadas mentiras se habían dicho—. En cuanto a este desastre de Ivy, te doy mi
palabra de que te protegeré de cualquier daño o problema. Haré lo que sea por ti. Lo prometo.
Te quiero. Te lo dije entonces, y no estaba mintiendo. Eres el amor de mi vida. —Me dio un
golpecito en la pierna mientras yo lo miraba fijamente, sin palabras—. Ahora que tenemos eso
cubierto, tampoco actúes como la Pequeña Señorita Inocente. Asalta camas.
—¿Perdón? —grité, llamando la atención otra vez. Había pasado de calentar mi corazón
a acuchillarlo. El hombre sabía cómo lanzarme de caliente a frío.
—Lo que oyes. Nos separamos y corriste directamente a la cama de Asher. Solo tenías
una maldita toalla cuando entré en su apartamento.
—No tienes idea de lo que estás hablando.
Se veía mal. No podía negarlo. Necesitaba decirle que no podía darle nada a Asher
porque él había drenado todo lo que tenía, pero no lo hice. Quería que se torturara pensando
que ya no le pertenecía. Tal vez si pensaba eso se alejaría.
Ni siquiera había tenido la oportunidad de hablar con Asher desde nuestro incidente de
la noche anterior. El nunca regresó a la habitación, había dormido en el sofá. Quería
arrastrarme fuera de la cama y disculparme, pero estaba demasiado asustada. No quería
lastimarlo más. Fue refrescante alejarme de él para poder pensar. Solo hubiera deseado que mi
rescatador fuera otra persona.
—No soy idiota, Gabby —dijo—. Si todavía no había nada con él, estaba por suceder.
Tú y yo sabemos eso.
—Yo no follo con la gente por diversión.
—Y yo tampoco. Eres la única mujer que ha estado en mi cama. En mi corazón. ¿Puedo
decir lo mismo de ti? —dijo levantando una ceja.
Me incliné y le saqué los auriculares del bolsillo con rapidez antes de que tuviera la
oportunidad de detenerme. Los enchufe en mi teléfono y gire el volumen alto. No tenía
paciencia para escuchar esta conversación.
Reconocí al tipo esperando en el aeropuerto cuando salimos de reclamar el equipaje.
Murphy. Trabajaba en el departamento de Informática. No lo conocía, nunca había tenido una
conversación con él, pero parecía ser el jefe principal por allí. Asher dijo que era el mejor en lo
que hacía. Probablemente era el que le dijo a Dalton que yo estaba en Florida.
Mis auriculares se quedaron durante todo el vuelo. Puse mi lista de reproducción de
desamor en repetición, una forma de recordar permanecer enojada con el hombre sentado a mi
lado. Lo que no le impidió tratar de torturarme. Los ligeros roces contra mi brazo, la mano
apoyada en mi muslo. Cada simple contacto, envió electricidad subiendo vertiginosamente por
mi columna vertebral.
—Hola chicos —saludó Murphy. Dio un paso hacia adelante y tomó mi maleta por el
asa.
Le lancé una sonrisa a cambio. Se dio la vuelta, abrió el maletero y echó mi maleta
adentro. Dalton no tenía ninguna maleta. Él sabía que no iba a estar mucho tiempo. Apreté mi
bolso en el hombro y me sumergí en el asiento trasero.
Dejé escapar un gemido y señalé la parte delantera del coche cuando Dalton se deslizó a
mi lado.
—El asiento delantero tiene tu nombre. —Me escabullí hasta el borde de mi lado, mi
hombro golpeó la puerta.
—La única cosa con mi nombre eres tú —dijo. Cerró la puerta y se deslizó más cerca de
mí. Me estremecí cuando sus labios rozaron mi oreja y su voz se redujo a un susurro—. Y mi
favorito es cuando tú lo dices gimiendo.
Lo empujé lejos.
—Eres un idiota, ¿lo sabes? Eso nunca sucederá de nuevo. Tan pronto como le diga a la
policía que no tengo nada que ver con esto, me voy a quedar lejos de todos ustedes.
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó Murphy mirando por el espejo retrovisor. Su falta
de reacción ante mi llegada confirmaba que fue el que me había rastreado.
—La oficina —respondió Dalton.
—Y luego, me haces el favor de dejarme con mi amiga Cora —demandé, disparando una
mirada Dalton—. Te daré las instrucciones después de que dejemos a Dalton.
Me estremecí cuando estiró el brazo a lo largo del asiento trasero.
—No puedes huir de esta, Gabby —dijo—. Tenemos que ir a la oficina y hablar con mi
padre en este momento. Es imperativo. Después de eso, te dejaré donde quieras, pero esto
tiene que suceder, te guste o no.
—No voy a poner un pie en la oficina de ese idiota —susurré—. Tú puedes hablar con él
y luego transmitirme cualquier información importante más tarde, con una llamada telefónica.
—Tendría que desbloquearlo. Desafortunadamente—. No hay manera en el infierno de que
pueda mirarlo sin querer sacarle los ojos con las uñas.
La tortura asomó a su rostro. Se sentía mal por hacerme esto.
—Dale cinco minutos. Si él te insulta, si dice una cosa incorrecta, nos marcharemos. —
Se inclinó con la mirada fija en mí—. Mi mayor prioridad es mantenerte a salvo. Si eso significa
que tenemos que hacerle frente durante unos minutos, entonces eso es lo que tenemos que
hacer. Te prometo que no te haría esto si hubiera una manera más fácil.
Asentí, sin molestarme en decir nada más. Incluso si intentara argumentar, no habría
cambiado nada. Estábamos casi en la oficina y, a menos que planeara saltar fuera del coche,
estaba jodida.
Abrí mi bolso y recogí mi teléfono. Le envié un mensaje de texto a Asher para decirle
que había aterrizado. Mi siguiente texto fue para Cora, preguntando si podía quedarme en su
casa durante unos días. De inmediato me contestó el mensaje con un sí.
Me relajé y los escuché hablar de la muerte de Ivy. Habían estado cavando en su
teléfono, tarjeta de crédito e historial de navegador. Nada hasta ahora. Al parecer, alguien había
borrado cualquier rastro de dónde había estado y lo que había estado haciendo.
—¿Qué está diciendo John sobre su muerte? —pregunté. O mi padre. Todavía no había
llegado a aceptar lo que era él para mí—. ¿Cómo se siente acerca de su amante asesinada? ¿O
es él quien lo hizo?
Se sentía tan extraño estar fuera del circuito después de estar tan involucrada en el caso.
Antes de que ocurriera todo. Había interrogado a Ivy con Dalton. Había ayudado a
chantajearla y amenazarla. Mierda, incluso había querido estrangularla yo misma.
—John es inocente —dijo Dalton.
Lo miré.
—¿Y tú cómo sabes esto? El tipo no tiene buen historial en lo que se refiere a
honestidad y no es comunicativo.
—John podría no ser una buena persona, pero no es un maníaco homicida. Vi la foto
del cuerpo de Ivy y lo que le habían hecho. No hay manera de que hiciera algo tan horripilante.
—Tampoco hay manera de que sacrificara todo por matarla —dijo Murphy
interviniendo—. John ha estado en mi radar. Los medios de comunicación tiene razón en lo de
haber desaparecido por unos días, pero seguí todos sus movimientos. Se quedó en una cabaña
que posee en Chattanooga todo el tiempo. Su teléfono también puede ser rastreado a ese lugar.
No hay forma de que fuera él.
—Entonces, ¿quién lo hizo? —pregunté. Tal vez John no tenía sangre en las manos,
pero aún podía haber estado involucrado. Mi obsesión por Dateline me enseñó que el asesinato
por encargo era popular entre los cobardes.
—Eso es lo que tenemos que averiguar —respondió Dalton.
—¿Nosotros? ¿No te refieres a la policía? Sé que ustedes son abogados que arreglan la
mierda o lo que sea, pero dudo mucho que estén lo suficientemente cualificados para resolver
un maldito asesinato.
—Somos buenos para hacer el trabajo de investigación —dijo Dalton.
—Los mejores —agregó Murphy.
—También sabemos cómo salvar nuestro culo.
—Más te vale —murmuré. No iba a cargar con la culpa de esto y no me importaba a
quién diablos tenía que derribar para asegurarme de eso.
Quería huir cuando Murphy estacionó. Recordé lo nerviosa que había estado en mi
primer día de trabajo en Relaciones Públicas Wilson, pero ahora la idea de ir allí me revolvía el
estómago.
—Yo seré el que hable —dijo Dalton, saliendo del coche—, aunque tienes libre albedrío
para decirle lo imbécil que es. Necesita algo de ti, así que no se va a portar mal.
Las palmas de mis manos estaban sudadas cuando salí y lo seguí al interior del edificio.
—Eso es exactamente lo que quiero hacer, pero no voy a desperdiciar mi aliento. Voy a
entrar allí, voy a escuchar lo que él tiene que decir y luego me voy.
—Me voy al centro de control —murmuró Murphy detrás de nosotros cuando las
puertas del elevador se abrieron. Nos dio un saludo y se marchó.
Sostuve el bolso con fuerza a mi lado y seguí a Dalton a la oficina de Wilson. La boca de
Summer se abrió cuando se fijó en nosotros, y le lancé un saludo.
—Dalton —dijo, arrugando sus rubias cejas—, y Gabby… esto es una sorpresa.
—Una sorpresa temporal —le dije—. No volverás a ver mi rostro por aquí otra vez.
Ella frunció el ceño.
—Es una pena.
Dalton miró entre las dos. No habíamos sido exactamente las mejores amigas, pero
después de que me contara sobre su aventura con Wilson, teníamos un vínculo silencioso. No
la veía como la mujer engreída o el enemigo que había estado tratando de acostarse con
Dalton. Éramos aliadas, dos mujeres que compartían la misma experiencia. Ambas teníamos
nuestros corazones rotos por hombres que nunca serían nuestros.
—¿Está ahí dentro? —le preguntó Dalton.
—Claro que sí —respondió—. Y no está de muy buen humor.
—Bueno, eso no me sorprende —murmuré.
—No lo enojen más si es posible. No quiero tener que lidiar con él —añadió.
—Lo intentaremos, pero no puedo prometer que sucederá —le dije con una sonrisa.
Necesitaba encontrarle un buen chico para salir. Tenía que soltar el codicioso culo de Wilson.
Wilson se puso de pie y salió de detrás de su escritorio a nuestra llegada.
—Dalton —saludó. Sus ojos se movieron hacia mí y, no me jodas, una sonrisa se formó
en su rostro. Imbécil—. Y Gabrielle, gracias por venir. —No parecía sorprendido de verme,
por lo que Dalton debe haberle informado de antemano. Extendió un brazo hacia los asientos
libres—. Tomen asiento.
Entré en la habitación lentamente, enviándole una sonrisa engreída antes de tomar
asiento, y esperaba que pudiera ver el jódete marcado a lo largo de mis labios. Regresó a su
escritorio y se dejó caer con despreocupación en la silla grande.
Lo miré con repulsión. Apenas conocía al hombre, pero me había causado mucho dolor.
Me odiaba, y se convirtió en su misión personal destruir cualquier felicidad que llegara a mi
camino si eso involucraba a su familia. Había obligado a Dalton a mentirme para beneficio del
negocio y luego me avergonzó enfrente de todos.
Le eché un vistazo a Dalton y sentí pena por él. Había sido controlado por su papá y
usado como un peón en un juego de jerarquías. Cualquier hombre que traicionaba a sus hijos
por dinero o por beneficio personal era un cobarde. No me habría sorprendido que fuera el
responsable de la muerte de Ivy. El hombre era despiadado.
Wilson se aclaró la garganta antes de hablar.
—Gabrielle, no estoy seguro de si eres consciente de esto o no, pero Ivy está muerta.
—Lo sé —respondí, orgullosa por lo fuerte que sonaba mi voz.
—La policía ha dictaminado un homicidio. Han interrogado a Dalton, y no sabemos si
van a detenerte. Si lo hacen, no les dirás nada, ¿me oyes?
Había decidido de camino para acá que estaría de acuerdo con lo que Wilson quería.
Luego haría lo que quisiera. Ya no iba a recibir órdenes de él.
—Está bien, me aseguraré de hacerles saber que no tuve nada que ver con ello.
Una de sus oscuras cejas se arqueó hasta el techo y me miró con escepticismo.
—Esa es la cuestión, no quiero que hables con ellos en absoluto. Todo el mundo
obviamente sabe sobre la aventura de John con Ivy, pero nadie sabe que él nos contrató para
cubrirlo. Tampoco necesitan saberlo. Si te detienen, diles que no dirás una palabra sin tu
abogado.
—Pero no tengo un abogado. Y definitivamente no voy a pagar por uno.
—Me encargaré de eso. Esta firma está llena de abogados, incluido yo. Me aseguraré de
que tengas uno allí en el momento en que llegues.
—¿Por qué siquiera están interrogándonos? —pregunté. Me giré en la silla para mirar a
Dalton—. ¿Por qué creen que lo hicimos?
—Vieron el video de nosotros dejando el apartamento de Ivy —respondió Dalton, sin
apartar la mirada de mí.
—Entendido —dije. Me di la vuelta para mirar a Wilson—. ¿Puedo irme ahora?
—Si puedes, pero una cosa más —dijo Dalton levantándose de su silla. Su cara se puso
seria mientras fulminaba con la mirada a Wilson—. Papá.
Wilson dejó salir un suspiro.
—Me disculpo por cualquier daño que pude haberte causado, Gabrielle. Nunca fue mi
intención que salieras lastimada. Me preocupo por ti porque eres la hijastra de mi hermano. No
quiero que te sientas menospreciada nunca.
Sus palabras eran sinceras, pero el tono de su voz y sus ojos decían algo diferente.
Wilson Douglas quería que yo me convirtiera en su nuevo peón. Eso jodidamente no iba a
suceder.
—Gracias, lo aprecio —contesté dándome la vuelta y saliendo de la habitación. La
disculpa no sería aceptada. Nunca sería aceptada, pero necesitaba seguir adelante.
Saqué el teléfono de mi bolso mientras Dalton pulsaba el botón del ascensor hacia el
primer piso.
—Cora viene por mí, así que tengo que sacar mi maleta del coche.
—Puedo llevarte hasta allí si no quieres esperar —dijo.
Me quedé mirando las puertas del elevador mientras nos encerraban en el interior. Bajé
la mirada al suelo, recordando cuando estuvimos en el elevador en el apartamento de Ivy.
También había estado tratando de rechazarlo. Pero él no lo había aceptado. Me había quedado
sin respiración cuando me empujó contra la pared y me besó.
—Lo siento, voy a rechazar tu oferta. —Necesitaba mantenerme fuerte.
—Es un viaje en auto, Gabby. No te estoy pidiendo que volvamos a estar juntos o que
follemos en el asiento trasero.
Me estremecí, tratando de enmascarar el efecto que sus palabras tenían sobre mí.
—Eso no va a ocurrir de nuevo.
Lo seguí de regreso hacia el estacionamiento y me quede mirando la pantalla de mi
teléfono hasta que sonó. Fruncí el ceño leyendo el mensaje de Cora. Su auto estaba en el taller
para un cambio de aceite y Lane estaba jugando golf con su papá. Mierda.
—Creo que tomaré ese viaje, después de todo —murmuré.
Me llevó de nuevo al auto en el que Murphy nos había recogido y abrió la puerta del
pasajero.
—¿Cuánto tiempo tengo que quedarme aquí? —pregunté, entrando y abrochándome el
cinturón de seguridad.
—Hasta que todo se aclare. Yo calcularía unas pocas semanas o un mes.
—¿Un mes? Seré un manojo de nervios esperando un mes.
Se encogió de hombros, encendiendo el coche.
—Posiblemente, nunca se sabe.
—Esperemos que capturen a este asesino antes.
—Es por eso que tenemos que resolver esto.
—¿Estás trabajando con la policía?
—No, pero estamos trabajando más duro que los policías. Somos mejores trabajando. —
Él cambió de tema—. ¿Tú mamá sabe que estás en casa? —Sacudí la cabeza—. Te extraña.
—¿Cómo sabes lo que siente mi madre? Ni siquiera la conoces.
—Sé lo que se siente perderte, Gabby. El tío Kenneth dice que tiene el corazón roto.
Responde sus llamadas. Al menos hazle saber que estás bien.
Me dolió el pecho.
—Ella me mintió.
—La gente comete errores.
—Por supuesto que sí —dije saliendo del auto cuando llegamos a la casa de Cora. Cerré
la puerta y corrí hasta la puerta principal sin mirar hacia atrás, aunque eso me matara. Odiaba
alejarme de él.
Tener una pequeña charla con alguien que solías amar, con alguien que todavía amabas,
era una agonía. Era peor que ignorarlo y actuar como si no existiera, porque estaba frente a ti,
haciendo preguntas y esperando respuestas cuando ni siquiera podías pensar con claridad
porque todo lo que recordabas era el sufrimiento que causó.
—Entonces, ¿cuál es la exclusiva? —preguntó Cora cuando entramos a su dormitorio.
Se dejó caer en la cama y cruzó las piernas. Todavía tenía que saber todos los detalles para
cualquier chisme jugoso—. ¿Creí que habías renunciado a ese trabajo de mierda?
Me senté a su lado.
—Realmente no hay exclusiva. Sí renuncié, pero hay un problema con uno de los casos
en los que estaba ayudando y necesitaban hablar conmigo. Tan pronto como esté aclarado, no
estoy segura de lo que haré.
—¿Vas a regresar a la Florida?
—No lo sé. Honestamente pensaba tomarme un año sabático para dedicarlo a mí, pero
no hay manera de hacer eso ahora.
Se amarró el pelo rubio fresa en una cola de caballo.
—Entonces ven conmigo a la universidad.
—Es demasiado tarde para estar tratando de entrar a la universidad. Es prácticamente el
final del verano. ¿Qué universidad va a aceptarme?
—¿Podrías intentar en una Universidad pública o algo? Estoy segura de que mi papá o el
papá de Lane podrían mover influencias y ayudarte.
—Lo resolveré.
—De acuerdo, hazme saber si necesitas algo. Sabes que siempre estaré aquí para ti pase
lo que pase.
Asentí.
—Lo sé, gracias.
—¿Has hablado con tu mamá? —Sacudí la cabeza. Ya me estaba cansando de escuchar
esa pregunta—. Gabby, sé que es difícil, pero necesitas hablar con ella.
—Ella me mintió durante años. Siempre me hizo creer que mi padre no estaba en mi vida,
que había huido a alguna parte.
—Él técnicamente no estaba en tu vida y huyó a otra parte. El que estuviera cerca no
quiere decir que habría sido diferente. Además, ¿descubrir que él era tu papá te ha convencido
de tener una relación con él? Dejó a tu mamá sin nada cuando descubrió que estaba
embarazada. Eso es una mierda. Yo tampoco querría hablar sobre él.
Dalton
—Transmitiendo en vivo desde la casa de los padres de Ivy Hart. Ivy era la supuesta amante del
gobernador de Atlanta, John Gentry. Estaba viviendo aquí para esconderse de los medios de comunicación
después de hacer pública su relación amorosa. También hemos recibido informes de que había estado
escondiéndose de alguien más. El gobernador Gentry no ha podido ser contactado por el momento, lo cual había
convencido a la gente de que tal vez estuviera involucrado...
Apagué la tele. Maldita sea, odiaba los medios de comunicación.
John tenía que hacer una declaración. Cuanto más esperara, más culpable parecería. Los
medios eran como perros de caza. Buscarían cada detalle sucio sobre él y la relación amorosa, y
estaba seguro que se enterarían de que nosotros intentamos sobornarla. Esto destruiría nuestro
negocio.
Levanté la mirada cuando oí abrirse la puerta del despacho.
—¿Te has olvidado de tocar a la puerta? —pregunté, apoyándome en el respaldo de la
silla.
Leo cerró la puerta riéndose.
—Soy tu otro hermano. Hago lo que quiero —contestó—. ¿Así que esta va ser nuestra
última aparición pública? —Se sentó—. ¿Tengo que empezar un fondo de ahorro?
Le saqué el dedo.
—Muy chistoso, idiota.
—Papá me puso al corriente. ¿Cuál es tu siguiente paso, hermano? Tienes que sacarte a
los policías de la espalda y enviarlos a oler a otro.
La preocupación llenaba su mirada. Estaba intentando relajar la situación pero la
preocupación estaba ahí. Sabía del deseo de venganza de Harold contra la familia. Sin embargo,
ninguno de nosotros sabía el porqué.
—No tengo idea. —Levanté una ceja—. ¿Alguna sugerencia?
Pasó la mano por el cabello.
—Me temo que no.
—Es un buen principio.
—Estoy indeciso. Una parte de mí quiere decir que se joda y contarles todo sobre John,
sus secretos, todo, para quitártelos de encima. Joder Dalton, es decir, no quiero que te hundas
por tratar de proteger a alguien que no significa una mierda para nosotros. No vale la pena.
Asentí estando de acuerdo.
—¿Y la otra parte? —pregunté curioso.
Él siempre tenía los mejores consejos. Lo respetaba más que a mi propio padre.
—La otra parte está preguntándose cuánto desgarraría esto a la familia y a los negocios.
Sin embargo, y voy a insistir en esto, si se pone demasiado mal, saca al político idiota al frente,
¿me oyes? No pierdas nada por este asunto… este trabajo. No se lo merece. No vale tu
libertad.
—De acuerdo. Mi paciencia con esta mierda de secretos está llegando a su fin. —Dejé
caer la cabeza y gruñí—. ¿Qué vas a hacer esta anoche?
Tenía que sacar a Gabby de mi mente. Por mucho que quisiera llamarla, tenía que darle
tiempo. Había tenido unas semanas duras. No quería insistir más.
—Tenemos el cumpleaños de Piper esta noche, ¿recuerdas? Por eso estoy aquí, para
asegurar que no intentes escaparte.
Dejé salir otro gemido. Una noche con mi familia sonaba como jodida tortura.
—Mierda, con todas estas cosas en marcha, lo he olvidado completamente.
—Me imaginaba. Por esto he venido, para tener tu culo ahí. —Se levantó de la silla y
movió una mano hacia la puerta—. Ahora ven.
—No me quedaré mucho —murmuré levantándome de la silla. Lo detuve cuando me
dio la espalda—. Oye. —Me miró por encima del hombro—. ¿Crees que me puedas contratar
si me echan de aquí?
Leo trabajaba para su suegro, que tenía un montón de empresas. Eran totalmente
exitosas y decentes y le dio a Leo una buena posición a cambio de tolerar a su hija loca.
—Kelly te odia. Mataría a su padre si te contratara. No cree que seas una buena
influencia para mí. —Se rio y abrió la puerta—. Por no mencionar que tus anteriores empleos
apestan. Dudo que mi padre te diera buenas referencias.
—Dalton, realmente aprecio que hayas venido —dijo John abriendo la puerta. La luz del
porche se encendió antes de que saliera y se colocara a mi lado, mirando de un lado al otro.
Era paranoico como el infierno, pero no podía culparlo.
Crucé los brazos.
—¿De qué quieres hablar? —pregunté, yendo directamente al grano. Este era mi
segundo viaje a su cabaña en el mismo día y no me agradaba.
Tenía mierda que hacer.
Un asesinato que resolver.
Una mujer que recuperar.
Pero me había llamado después de que dejé a Gabby, rogándome que viniera de forma
discreta y no pude decir que no. Algo en su voz me dijo que era importante.
Miró a su alrededor una vez más antes de indicarme que entrara.
—Adelante. Vamos a hablar. —Lo miré con aprensión, pero lo seguí adentro. Cerró la
puerta de un golpe y se metió las manos en los bolsillos—. Quiero que trabajes en mi caso.
—Estoy trabajando en tu caso.
—No, solo tú. No tu padre. Ni Kenneth. Tú.
—Firmaste un contrato con ellos, con su compañía.
Intentar despedir a mi padre era el último problema que John necesitaba. Mi padre era
un hombre poderoso. No elegías dejarlo a un lado. No funcionaba de esa manera. Él era quien
decidía cuando dejarte.
—Técnicamente, el contrato era para que él me sacara de mi situación con Ivy, lo cual
no hizo.
—En caso de que estés confundido, todavía existe una situación con Ivy. Una más seria
que estar metiendo tu polla en ella. —Negué—. ¿Es por esto que me hiciste conducir todo el
camino hasta aquí? Si quieres despedir a mi padre, habla con él. —Me di la vuelta para irme,
pero su voz me detuvo.
—Sé que no soy tu persona favorita, pero siento como si fueras el único en quien puedo
confiar. —Dejó escapar una largo suspiro—. No puedo trabajar con alguien que no estoy
seguro si es capaz de asesinar.
Así que creía que mi padre había sido quien se había ocupado de Ivy.
—No confió en ti —le dije—. Estoy aquí solo porque es mi trabajo. No por elección.
Confía en mí, no te soporto. Por tanto, la respuesta es no.
—Por favor. Sabes que no maté a Ivy. Puedo jurarlo.
—La respuesta sigue siendo no.
Se dejó caer en el sofá como si hubiera perdido la fuerza para sostener su peso.
—¿No van a arrestarme por esto verdad?
—No lo sé. No soy la policía.
Metió la cabeza entre las manos.
—Esto va a arruinar cualquier oportunidad para la candidatura republicana.
—Si hay algo que puedo garantizar en este momento, es definitivamente eso.
—Ayúdame. Por favor, ayúdame. Haré cualquier cosa que quieras. Te pagaré lo que
quieras. No voy a despedir a tu padre, pero quiero trabajar exclusivamente contigo.
Miré mi reloj. La una de la mañana. Tenía que estar en la oficina por la mañana.
—Te voy a dar esta noche, pero no voy a hacer ninguna promesa.
Nos sentamos en la mesa y pasé la siguiente hora revisando correos electrónicos con él.
Me dijo todo, hubiera preferido que no me contara algunas cosas, pero pusimos la cronología
en orden. Agarré la carpeta en la que Gabby y yo habíamos estado trabajando mientras
tratábamos de averiguar quién le pagó a Ivy. Existía la posibilidad de que uno de esos hombres
pudiera ser sospechoso. Me tomé mi tiempo examinando a cada uno, mientras que los
recuerdos de la noche con ella volvían a mi mente.
Todas las personas de la carpeta eran poderosas. Congresistas. Ejecutivos de negocios.
Millonarios. No podía precipitarme en sus oficinas e interrogarlos por asesinato. Tenía que
encontrar una manera más discreta de sacar información.
—Tengo un proyecto para ti —le dije a John.
Él levantó la vista de sus notas.
—Cualquier cosa.
—Necesito que escribas tu relación con cada uno de estos hombres. Quiero saber si
tienen algo que puedan usar contra ti, si tú tienes algo que puedas usar contra ellos, o si alguna
vez has tenido un problema con ellos. Si alguno se destaca, señálalo y lo investigaré.
Tomó la carpeta y se puso a trabajar. Iba a ser una larga noche. O mañana.
—¿Ella ha dicho algo sobre mí? —preguntó de repente, de la nada.
—¿Quién? —le pregunté.
—Gabby.
Mierda. Definitivamente no iba a ir allí. En verdad era una noche de locos. En primer
lugar quería despedir a mi padre y contratarme, ahora quería hablar de Gabby.
—No, no lo ha hecho. Déjala sola. No está interesada en tenerte en su vida. Si cambia
de opinión, ella irá a ti. Mantente alejado de ella y concéntrate en mantener tu culo fuera de la
cárcel.
Me miró con tristeza en sus ojos.
—Entiendo. Voy a permanecer lejos, pero por favor, dile que si alguna vez cambia de
opinión, estaré aquí. Quiero conocer a mi hija.
—Debiste haber pensado en eso antes de decidir darle la espalda a ella y a su madre y
ser un mal padre.
—Me lo merezco.
—Por supuesto que lo mereces.
Gabby
Mi mano temblaba mientras miraba el palo. Estos pequeños objetos casi sin peso
señalaban el destino de millones de mujeres. Garantizaban muchas reacciones distintas.
La mía fue miedo. Puro miedo.
A los pocos segundos fue arrepentimiento.
Dos veces.
Solo lo habíamos hecho dos veces sin condón.
Mi suerte, por supuesto. Solo necesité dos veces. Permanecí virgen hasta los dieciocho.
Me abstuve de sexo en bailes de bienvenida y graduación. Fui la última de mis amigas en
perder la virginidad, pero la primera en quedar embarazada.
Karma. Estúpido karma.
Te acostaste con un hombre que estaba comprometido. Chica mala. Tu repercusión: No
hay menstruación y posiblemente hay un embarazo.
Envolví el palo en papel higiénico y lo coloqué con cuidado en el tocador del baño,
como si estuviera hecho de porcelana. Me senté en el inodoro y abrí el navegador de internet
de mi teléfono. Cuatro minutos era demasiado para esperar. Tontamente busqué en Google
embarazos no planeados. Líneas online de ayuda y artículos pro-vida o pro-elección
aparecieron. La misma mierda que aconsejaban en educación sexual… solo que esta vez no iba
a estudiar para un examen… lo iba a vivir.
Esperé cinco minutos, tomando un minuto extra para prepararme. La fina línea azul me
dijo todo lo que necesitaba saber.
Adopción. Aborto. Convertirme en madre.
Tomé tres respiraciones profundas, una por cada opción, y cerré los ojos.
Estaba embarazada.
Mierda. Solo tenía dieciocho, recién graduada y ahora se suponía que averiguaría como
cuidar a un pequeño ser indefenso.
Y la cereza del pastel… era con un hombre que había roto mi corazón en un millón de
pedazos con un martillo de mentiras.
Salí del navegador y pulsé el icono de mensajes. Quería llamarlo, pero no había manera
de que mis emociones no se filtraran a través de mis palabras.
YO: Tenemos que hablar.
Mi dedo vaciló encima del botón de enviar. ¿Y si no le contaba? ¿Y si me iba y nunca le
hablaba? Por muy genial que pareciera la idea de alejarme de mis problemas, no podía ser tan
egoísta. Sabía por experiencia personal el dolor de crecer con la ausencia de un padre.
Rápidamente, pulsé el botón antes de acobardarme. Le llevó menos de un minuto
contestar.
DALTON: ¿Tu casa o la mía?
YO: La tuya.
El suelo del baño estaba frío cuando me fui a mi dormitorio para vestirme. Me puse
unos pantalones deportivos y una camiseta y bajé lentamente las escaleras. Mi elección de ropa
probablemente no era la más acertada, pero acababa de enterarme de que estaba embarazada.
Esa era mi excusa.
—Oye, mamá —llamé con voz chillona—. Voy a salir un rato. ¿Puedo tomar prestado tu
auto?
Asomó la cabeza desde la cocina.
—Por supuesto, cariño —contestó con una sonrisa—. ¿Todo está bien?
¿Podía verlo en mi rostro? ¿El miedo? ¿Era un cartel andante de un embarazo sorpresa?
Ella lo sabría.
Forcé una sonrisa.
—Sí, solo voy a pasar por casa de Cora un rato.
Su sonrisa era real. La conocía muy bien. No tenía ni idea.
—De acuerdo, diviértete, cariño.
Tomé la ruta más larga hasta la casa de Dalton, a pesar de que no recordaba mucho del
viaje. Mi cabeza daba vueltas, mi corazón latía con miedo. ¿Cómo se lo iba a contar? ¿Debería
pedirle que se sentara? ¿O debería soltarlo nada más entrar?
Tan pronto como abrió la puerta de entrada, fui por la segunda opción. Nunca había
sido buena con la elección del momento oportuno… obviamente.
—Estoy embarazada. —Me sorprendió la facilidad con la que las palabras salieron de
mis labios.
Miré su rostro ilegible, sintiéndome entumecida. Estaba dándole la oportunidad de
aceptarlo, de estar en la vida de nuestro hijo. Si decidía que no, si quería darnos la espalda,
estaría bien con eso. Por supuesto, ser madre soltera apestaría, pero mi madre lo hizo.
Sobreviviría. Sería fuerte.
Su rostro palideció.
—Soy… —Se quedó inmóvil—. ¿Voy a ser padre? —Sus ojos se abrieron ampliamente
cuando la realización profundizó—. ¿Es lo que me estás diciendo?
Mi lengua se anudó con miedo, incapaz de pronunciar una respuesta. Así que asentí.
Retrocedí un paso cuando cayó de rodillas delante de mí. Esperé con miedo, ansiosa por
su siguiente movimiento, el cual resultó ser una lenta sonrisa estirando sus labios carnosos.
Estiró su brazo y plantó la palma de su mano en mi todavía plano estómago.
—Voy a ser padre —repitió—. Vaya… esto es… mierda.
¿Era una mierda buena o mala?
—¿No estás enfadado? —pregunté, mirándolo.
Levantó la mirada hacia mí frunciendo el ceño.
—¿Por qué debería estar enfadado? —Sus manos cayeron flácidas a sus lados antes de
ponerse de pie—. Por supuesto que esto es inesperado, pero no estoy enojado contigo. ¿Cómo
te podría culpar por algo que creamos juntos? Esto es de ambos.
Una ráfaga de aire que no sabía que estaba conteniendo, se me escapó. No estaba
enojado. Lo aceptaba. En realidad, parecía entusiasmado. Su reacción confirmaba que no iba a
enfrentar esto sola.
Ahora tenía que darle la noticia a mi madre. Un dolor se formó en mi estómago mientras
pensaba en cómo le iba a contar que mi futuro era una sombra de su pasado.
Pero ese no era el más grande de mis miedos.
No.
Eso estaba asignado a la reacción que iba a tener la familia de Dalton.
Dalton
Iba a ser padre.
Santa jodida mierda.
Todavía no podía procesarlo mientras estacionaba el auto. Gabby dejó mi casa hace unas
pocas horas para darle la noticia a Cora. Le pedí que esperara hasta que yo estuviera con ella
antes de decirles a su madre, Sheila, y a mi tío Kenneth. Quería estar a su lado para que
supieran que estaría allí para ella y nuestro bebé.
Claro, no había esperado ser padre tan joven, pero me sentía sorprendentemente
tranquilo. Tener una familia con Gabby se sintió más refrescante que nada de lo que había
imaginado para mi futuro. Mi sueño de tomar Douglas PR and Law y ser un hombre de
negocios con una familia al lado no era tan atractivo como alguna vez lo fue. Quería esto con
ella.
Bajé las ventanas para que entrara un poco de aire fresco y me tomé un minuto para
repasar mis palabras. ¿Cuál era la mejor forma de decirles? En realidad, no había ninguna. Le
había preguntado a Gabby si quería venir, pero todavía no estaba lista para enfrentarse a ellos.
No es que la culpara. Su reacción no iba a ser agradable. Iban a enloquecer.
Salí del auto y alisé mi camisa en caso que hubiera arrugas. Caminé hasta la puerta y entré
en la casa con pasos vacilantes. Atravesé del gran vestíbulo y fui directo al comedor donde mis
padres estaban cenando.
Mi madre me miró con sorpresa.
—Dalton, no sabía que nos acompañarías a cenar. Hubiera hecho que Francesca te
pusiera un lugar en la mesa —dijo.
—No cenaré —le contesté metiendo las manos en mis bolsillos—. Pasé por aquí porque
tengo algo que decirles.
—¿Qué?
Miré a mi padre. Su rostro ya estaba rojo. Era un hombre inteligente. Sabía que no le iba
a gustar lo que tenía que decir.
—Voy a ser padre —les dije alto y fuerte.
El tenedor se deslizó de la mano de mi madre y cayó en su ensalada. Tardó un minuto en
poder hablar.
—Lo siento —tartamudeó—, ¿qué acabas de decir? Creo que te he escuchado mal.
—Voy a ser padre —repetí.
Su cara se volvió fría como el hielo.
—Será mejor que la madre sea Eva.
—Temo saber quién es la madre —dejó escapar mi padre. Ya sabía que no era Eva—,
pero tengo una idea.
Mi madre cogió el tenedor y agredió a un pedazo de lechuga.
—Creo que te dijimos que te mantuvieras alejado de esa chica. —Dejó caer el tenedor de
nuevo y se cubrió la cara con las manos—. Querido Dios, por favor, que esto sea un sueño.
—Quizás me lo hayas dicho, pero eso no significa que siga tus órdenes, madre. No
controlas mi vida amorosa. Pudiste confundirte en el pasado, cuando creías que sí podías, pero
quiero dejarlo claro en este momento. No me voy a casar con Eva. —Miré a mi padre—. Y sí,
la madre es Gabby y si logro lo que quiero, me casaré con ella.
Mi padre se levantó de su silla y vino hacia mí. Su mano rozó mi hombro cuando se
volvió a mirar a mi madre.
—Regresaremos enseguida. —Señaló hacia el pasillo y lo seguí a su despacho—. ¿Cómo
quieres ocuparte de esto, hijo? —preguntó sentándose detrás de su escritorio—. ¿Necesitas
dinero para el procedimiento? ¿O estás pensando en la adopción? Tendrá que ser discreto y tu
nombre no puede estar en los documentos, pero voy a encontrar una buena familia para el
bebé.
Lo miré desconcertado.
—¿Procedimiento? ¿De verdad cree que abortaríamos a nuestro hijo? ¿Tu nieto? Te dije
que voy a ser padre. Gabby tendrá a nuestro bebé y voy a estar a su lado, te guste o no. —
Esperaba que no le diera la espalda a su nieto por razones egoístas.
—En primer lugar cancelaste tu compromiso con Eva y ahora embarazas a esta chica.
Estás cometiendo muchos errores. Sigue cometiéndolos y estarás fuera de mi testamento.
—Haz lo que tengas que hacer. Tienes razón, he cometido muchos errores, el más
grande fue cuando te dejé dictar mi vida con el propósito de estar en tu testamento y conseguir
mi herencia. Estoy totalmente seguro de esto. Esta noticia me ha hecho más feliz que cualquier
dólar, cualquier auto nuevo, o un trabajo que nunca podría tener, y no voy a dejar que me
quites eso.
Gabby
—¿Le contaste a tu padre algo de esto? —preguntó Murphy cuando nos metimos en su
auto y comenzamos a seguir a Thomas y a Becky. Lo miré desde el asiento de pasajeros. Pensé
que sería una elección más inteligente tomar su auto en lugar del mío, solo en caso de que
alguien estuviera vigilando su casa—. Claro que no lo hiciste. Va a estar molesto.
Me encogí de hombros.
—Y me importa una mierda. Es mi mejor oportunidad para averiguar quién hizo esto
antes de que nos investiguen a fondo, a John y a nosotros. Será mejor que me agradezca esta
mierda.
—¿Qué hay de las pruebas de la policía? ¿Tienes algo de tu chico ahí?
—Le mandé un mensaje antes de dejar la oficina y le pedí que me encontrara algo. Cien
dólares por cada cosa fiable.
—¿Le das cien dólares por cada chivatazo? Estoy a punto de cambiar de carrera y ser un
policía corrupto.
—Cállate. Sabes muy bien que te pagan mejor que eso. —Negué antes de tomar el
teléfono y pulsar el nombre de Gabby—. Hola nena, ¿cómo te sientes?
—Bien. Hambrienta —contestó.
Mierda. Me sentía mal. Odiaba cancelar planes con ella, pero no sabía si volvería a tener
una oportunidad así.
—¿Crees que puedes esperar un poco más antes de comer? ¿O tal vez averiguar si tu
madre o Cora quieren ir contigo? Lo siento mucho, pero los padres de Ivy aparecieron en la
oficina.
—¿Qué? —gritó—. Por supuesto, el día que decidí no ir a trabajar ellos aparecen.
Imagínate. Todo lo bueno ocurre cuando no estoy allí.
—Puedes esperarnos allí —ofrecí. ¿La quería más enredada en esto? Absolutamente no.
Pero le gustaba estar al tanto de todo lo que estaba pasando, considerando que también estaba
involucrada.
—No, está bien. Cora me mandó antes un mensaje preguntándome qué iba a hacer hoy,
así que quedaré con ella. Ve. Y será mejor que me cuente cada detalle cuando vuelva a casa,
señor.
—Ya planeaba hacerlo. —Sabía que sería interrogado en cuanto atravesara la puerta
principal. A Gabby no le gustaba estar envuelta en el drama, pero eso no la detenía de querer
saber cada detalle sobre eso—. Déjame saber si necesitas algo. Te amo.
—Yo también te amo.
—Ah, el amor está en el aire ―cantó Murphy cuando colgué. Se rio ante mi mirada asesina.
El bastardo estaba celoso de que hubiera encontrado a la chica de mis sueños, mientras que él
estaba demasiado ocupado hackeando sitios porno gratis.
Murphy estacionó detrás de ellos en el camino de entrada de un rancho de ladrillo de un
piso.
—Quiero que tomes fotografías de todo… de cada maldita cosa —le dije al salir—.
Recibos, registros, notas. Incluso si parece insignificante. No sé si van a dejar que nos llevemos
esta mierda, pero sé que algo de lo que está allí va a ayudarnos.
—Entiendo —contestó Murphy.
Salimos del auto y los seguí dentro de casa.
—Hicimos copias de todo antes de dárselo a la policía —explicó Thomas, señalando una
caja de cartón en la mesa de la cocina.
—¿Están ahí las cartas amenazantes? —pregunté.
A Thomas le llevó un minuto responder.
—Todo menos eso. No pensamos en eso hasta que fue demasiado tarde y la policía nos
aseguró que ya estaban bajo custodia policial.
—¿Podemos llevarnos la caja? —pregunté. Thomas dudó un instante—. O al menos
sacar copia de todo. Probablemente no me querrán aquí toda la noche. —Si se negaban eso era
exactamente lo que iba a hacer.
—Hay una fotocopiadora en la oficina al fondo del pasillo —respondió, señalando el
camino.
—¿Y su habitación? —preguntó Murphy.
—Directamente en frente de la oficina.
Thomas tomó la caja de la mesa y nos siguió. La habitación de Ivy no se parecía en nada
al apartamento de lujo donde la había visitado. Los muebles eran viejos, rayados y de
adolescente. Posters de bandas masculinas aún estaban cubriendo las paredes.
Miré a Thomas, curioso de saber si se quedaría o se marcharía. Se quedó.
Murphy sacó el teléfono del bolsillo y empezó a sacar fotografías de todo.
Permanecimos en la habitación de Ivy durante una hora, pero no encontramos nada.
Tampoco guardaba nada allí, o se había desecho de ello o lo estaba guardando en otro lugar.
Seguíamos llegando a callejones sin salida. Era desalentador. Se me estaba acabando el tiempo.
—Esto fue un error —murmuré—. Lo único que hay en esta habitación son animales de
peluches, maquillaje y zapatos. Vámonos.
—Seguiremos mirando en otro sitio —comentó Murphy notando mi desilusión—.
Confía en mí cuando digo que encontraremos algo. Miraré cada llamada de teléfono que hizo y
recibió y luego contactaré con cada uno de la lista de sus padres.
Empezamos a salir de su habitación cuando algo me llamó la atención.
—Mira —indiqué, tomando la bata del gancho en la parte trasera de la puerta. Señalé el
logo bordado en el pecho. Nunca había estado personalmente en ese hotel, pero reconocería
ese logo en cualquier parte. Cualquiera lo haría.
—El Chancellor —confirmó Murphy, mirando la bata—. La amante y zorra capital de
Atlanta. ¿Crees que significa algo?
Pensé en ello un segundo y fruncí el ceño.
—Probablemente no. Era la amante de John, así que estoy seguro de que la llevaba allí
antes de conseguirle el apartamento. Probablemente se lo quedó porque esas cosas son
increíblemente agradables.
—Entonces… quiero preguntarte algo —dijo Cora, entrando en la sala de estar del
apartamento. Era la segunda vez que escuchaba eso hoy, y esperaba que lo suyo no fuera tan
serio como lo de Dalton—. Si no te gusta la idea, dímelo.
Dalton me había dejado en casa antes de que ir a su próxima parada. Ese hotel
definitivamente era algo en lo que no quería meterme.
—Está bien —dije—. Dispara.
Una sonrisa apareció en sus labios con brillo rosa.
—Sé que es un poco pronto y todo, pero quiero ayudarte a organizar tu fiesta del bebé.
Me voy a la universidad al final del verano, lo que significa que me perderé toda la acción. —Su
sonrisa se convirtió en un puchero—. Esta es tu primera fiesta del bebé. Quiero decorarla,
planearla, hacer todo en mi tablero de Pinterest.
Me reí.
—Definitivamente es pronto. —Solo estaba de las once semanas, de acuerdo con mi
médico que Dalton y yo visitamos ayer—. Ni siquiera sé si es niña o niño. —¿No tenías que
saber estas cosas antes de organizar una fiesta? ¿Necesitaba globos azules o rosas?
—Podemos hacerlo neutral. Daisy se va también. Sabes que tampoco quiere perdérselo.
Tenía razón. Odiaba la idea de no tener a mis mejores amigas allí. Sabía que ambas
vendrían para la ocasión real, si tenían la oportunidad, pero quería que estuvieran allí durante
todo el proceso.
Solté el aliento, intentando luchar contra mi sonrisa.
—Bien, eso no debería ser un problema. —Saltó del sofá y levantó sus manos—. Pero
necesito hablar con mi madre primero. Sé que quiere estar involucrada en la planificación.
Movió su mano en el aire.
—Oh, no te preocupes por eso. Ya he hablado con ella. Está dentro. ¿Cómo suena el
final de este mes?
Eso era a solo una semana de distancia. Froté mi frente y asentí mientras los nervios
recorrían mi espalda. Todos mis amigos se iban a ir a la universidad. Iban a estar enfocados en
finales, juegos de fútbol y fiestas mientras yo iba a estar cambiando pañales y haciendo horarios
de alimentación.
Una parte de mí se sentía dejada atrás, como si me estuviera perdiendo ese componente
de crecer y encontrarme a mí misma.
—Eso suena perfecto. —Mi respuesta salió atorada.
Esta fiesta del bebé iba a ser mi introducción a un nuevo mundo y mi despedida del
viejo.
Dalton
—Esto será divertido —dijo Murphy cuando estacioné en la calle del infame hotel
Chancellor—. Un club de prostitutas de lujo. Nunca he sido un fan de las prostitutas, pero tal
vez estas tienen collares de diamantes o algo así.
—Tal vez aquí encontrarás a tu siguiente novia —le contesté—. Y relájate. No es un
maldito harén. Probablemente ni siquiera veas a nadie. Son discretos sobre esa mierda aquí.
¿Por qué crees que cuesta tanto?
—Mmm, supongo que tienes razón. Bueno, de todos modos están fuera de mi rango.
Mis chicas se pagan con pizza y sexo.
—No me extraña que estés solo —murmuré.
—Amigo, básicamente estuviste solo hace unos meses y ahora estás actuando todo
altanero y poderoso porque tienes una novia. ¿Qué? ¿Estamos en la secundaria?
—Porque ahora soy altanero y poderoso. Cuando encuentres a la chica adecuada,
Murphy, te sentirás todo altanero y poderoso también. Te sentirás malditamente especial
porque esa mujer es tan maravillosa, que podría tener a cualquier persona que quisiera y sin
embargo te eligió a ti. Consigue eso y te prometo que estarás en la cima del mundo durante el
tiempo que ella sea tuya.
Murphy puso los ojos blancos obviamente sin el humor para mi mierda romántica y me
miró esperando.
Me froté las manos antes de salir cerrando de golpe la puerta.
—Vamos a terminar con esto.
Murphy me pisaba los talones mientras nos dirigíamos al hotel. No hizo ninguna
pregunta cuando me pasé de la puerta de entrada y caminé a la parte de atrás del edificio,
directamente hacia la entrada de los empleados.
—¿Has entendido esto? —le pregunté mirándolo.
Asintió con una sonrisa arrogante.
—Claro que sí, jefe. —Apretó el código de acceso, como si fuera un hecho cotidiano.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó, esperando a ver si conseguíamos entrar.
—¿Tienes tu parte? —preguntó manteniendo la puerta abierta.
Palmeé mi bolsillo.
—La tengo.
Solo que esta vez iba a ser más cuidadoso. No podía permitir que una cámara me
atrapara pagando a alguien.
Estaba más pobre sin los quinientos dólares que perdería y sin nada para demostrarlo. El
empleado estaba en alerta máxima. Los ojos vagaban de un lado al otro de la habitación apenas
mirándome, o al dinero en efectivo en mi mano. Lo más probable es que estuviera mirando
por cámaras ocultas. Habían sido muy bien entrenados, lo cual no me sorprendió. La razón
principal por la cual la gente iba a Chancellor era por la discreción.
Era como Las Vegas: lo que ocurría allí, se quedaba allí.
Y ninguno de los empleados estaba interesado en perder su trabajo por unos cientos de
dólares. Los clientes utilizaban seudónimos. Pagaban en efectivo. Los registros estaban más
encerrados que el coño de una virgen.
Conseguí que una mujer quisiera hablar.
Una.
Una chica de limpieza.
La seguí a una habitación y ella me dio la poca información que tenía. Había visto allí a
Ivy antes con un hombre. Era alto y delgado, de cabello rubio claro y llevaba un traje caro. Más
o menos la mayoría de los hombres en nuestra lista encajaban en la descripción. Eso era todo
lo que tenía para nosotros.
Y todo lo que pensé fue que todavía no tenía nada.
Tenía que averiguar quién era este misterioso idiota.
—Necesito que encuentres un dibujante de bocetos, el mejor que puedas conseguir.
Dale los detalles que la mujer describió, así al menos tenemos algo para pulir el tema. Tal vez si
se lo enseñamos a John, él sabrá quién es.
—Hecho —respondió Murphy.
Puse los ojos en blanco y colgué el teléfono. Mi padre quería que fuera a su oficina. No
era una sorpresa. Esperaba no tener que hablar con él hasta que averiguara quién era el chico
del Chancellor.
No me molesté en llamar. Si quería ser duro, dos podían jugar ese juego.
—¿Qué pasa? —pregunté levantando los brazos—. ¿Por qué no me hablas por teléfono?
—Primero, cierra por favor —dijo. Me sorprendió su cortesía. La cerré y me giré. Lo vi
recostado cómodamente en su silla. Las arrugas ensombrecían sus rostro—. Harold y su
pequeño guardaespaldas pasaron por aquí para hablar conmigo. —Sacudió la cabeza con
disgusto—. Maldito idiota.
—Eso es sorprendente —murmuré. Harold no tenía ningún problema para joderme. Yo
era joven y fácil. Mi padre, sin embargo, era una historia diferente. Era más que una fuerza
para tener en cuenta. Joderlo tenía consecuencias graves, y durante años pareció que Harold lo
sabía. Siempre pareció tener miedo de meterse demasiado con el oso—. ¿Qué tenía que decir?
Resopló y luego dejó escapar una risa dura.
—Me amenazó y me dijo que cuidara mi espalda. —Sus gemelos brillaron cuando movió
la mano en el aire—. Lo que sea que eso signifique. Podía oler el hedor de mierda del hijo de
puta desde el otro lado de la habitación.
—¿Trajiste a la conversación que pensamos que alguien en la comisaria podría estar
involucrado?
Resopló de nuevo.
—¿Crees que soy un idiota?
Gracias a Dios. Nadie tenía que saberlo más que nosotros.
—Tengo otras noticias.
—¿Sí? —Levantó una ceja y se inclinó hacia delante en su silla.
—Murphy y yo hicimos una visita al Chancellor.
—¿Y por qué?
—Encontramos una bata de allí cuando estábamos en la habitación de Ivy.
—Era una amante. Eso es típico.
—Eso es lo que pensé. Entonces hablamos con su antigua compañera de cuarto. Ella
mencionó que Ivy se encontraba con un chico a veces.
—¿Era ese tipo John?
Negué.
—No. Dijo que definitivamente no era John. Nos dijo que Ivy había comenzado a
trabajar como acompañante hasta que John insistió en que renunciara. Su amiga dijo que solo
se encontraba con otro hombre además de John, y que este misterioso hombre estaba más
preocupado por sacarle información sobre nuestro querido gobernador que por follarla.
—Interesante. Muy interesante. —Se frotó la mandíbula y podría decir que su cerebro
estaba trabajando. Estaba pensando en un giro de la situación, algo para alimentar a los medios
de comunicación. Ahora todo lo que necesitábamos era un nombre o una cara, y las
posibilidades de culpar a John podían cambiar—. Entonces, ¿qué encontraste allí?
—Mierda.
—Típico.
—Estoy buscando más. Te haré saber si consigo algo.
—Ten cuidado, hijo. —Su sinceridad honestamente me asustó —. Harold está
apuntándonos y vas a ser el tipo en su lista negra. Cree que eres vulnerable. Demuéstrale que
los hombres Douglas no son vulnerables. Somos tigres que lo van a desgarrar.
Dalton
—Tu madre va a hacer una cena en casa el sábado —dijo mi padre entrando en mi
oficina—. Sé que le encantaría que vinieras. No has venido mucho y eso la entristece.
—Tengo planes. —Levantó una ceja en un silencioso cancélalos—. Es la fiesta del bebé de
Gabby.
—No recuerdo que tu madre mencionara una invitación.
—Porque no se envió ninguna.
Resopló y movió la cabeza, mirándome como si acabara de matar a su primogénito.
—Bueno, eso es muy grosero.
—Y así es mi madre. No voy a darle la oportunidad de estropear el gran día de Gabby.
Me puse de pie, me despedí y lo dejé ahí mientras salía de mi oficina.
—¿Vas a venir a la fiesta del bebé de Gabby este fin de semana? —inquirí. Leo frunció
las cejas ante mi pregunta—. Es unisex.
Había pasado por su casa antes de dirigirme a la mía. Estaba tan ocupado entre Gabby y
el caso de Ivy, que había pasado un tiempo desde que habíamos hablado. Pensaba que estaba
llegando a algo con el asesinato de Ivy, pero todavía me sentía atascado. Tenía que averiguar
quién era el chico con el que Ivy se veía. Ese tipo era la pieza que me faltaba. Murphy se
encontraba a la caza, tratando de descubrir a todos los que Harold había contactado.
Se encogió de hombros.
—Claro, iré. No he tenido realmente una oportunidad para conocer a Gabby, así que
será divertido.
—Tal vez tenga algunas amigas solteras con las que puedas follar. —Le di un codazo en
el costado y me gané una mirada sucia.
—Todavía estoy casado, idiota. No va pasar.
—Estás separado y en proceso de divorcio.
Obviamente no me compraba la idea, lo cual no me sorprendió. Solo quería molestarlo.
Conocía a mi hermano lo suficientemente para saber que no tenía polvos casuales.
—Tu novia solo tiene dieciocho años.
—¿Qué demonios tiene que ver eso con algo?
—Eso significa que sus amigas son de dieciocho años. Dieciocho años es
definitivamente demasiado joven para mí.
—Bueno, no necesariamente —repliqué—. Y solo porque conozcas a una mujer, no
significa que tengas que follarla. Pueden pasar el rato y llegar a conocerse el uno al otro.
—Tengo hijos. No hay muchas mujeres preparadas para enfrentarse a eso. Las amigas de
tu novia están listas para la universidad, fiestas, toda esa mierda que nosotros hicimos cuando
teníamos su edad.
Me quedé callado y bajé la mirada a mis zapatos cuando lo comprendí. La culpa creció
en mi vientre. Gabby se iba a perder todo eso.
¿Se iba a arrepentir de no poder salir y vivir antes de tener una familia? Me pasé una
mano por el rostro y dejé escapar un largo suspiro.
—¿Crees que Gabby se sentirá de esa manera? —pregunté—. ¿Crees que se resentirá
conmigo porque no pudo tener toda esa diversión antes de atarse?
Se encogió de hombros y luego me palmeó en la espalda.
—Se necesitaron dos para quedar embarazada, así que no creo que pueda echarte toda la
culpa. Tendrías que haber sido lo suficientemente inteligente para ponerte condón. Por
supuesto. Pero lo hecho, hecho está. En cuanto al resentimiento, no estoy seguro. Creo que
ustedes necesitan asegurarse de salir y divertirse. Tienes suficiente dinero para pagar una
niñera. Ambos todavía pueden tener una vida y romanticismo aparte de su hijo.
Gabby
Los baby shower no estaban destinados a ser un infierno, ¿verdad? Se suponía que eran
todos cálidos y acogedores, llenos de sonrisas, globos y juegos desagradables donde tenías que
ser la primera persona en comer un contenedor de alimento para bebé.
Sin embargo, el mío resultó diferente.
No hubo señales iniciales de peligro. El sol había salido. No hacía demasiado calor.
Cómodo. Sin posibilidad de lluvia.
Cora lo había organizado en su casa con mi madre y Daisy. Tenía la zona perfecta de
entretenimiento al aire libre. Me reuní con ellas allí antes de que llegaran los invitados, por si
necesitaban ayuda con cualquier cosa.
Recibí un mensaje de Dalton antes de salir del coche diciéndome que estaba en camino.
Encontré a las chicas trabajando en los toques finales cuando llegué al patio trasero. Me
saludaron con gritos, sonrisas y abrazos.
—Entonces, ¿qué te parece? —preguntó Cora, con la voz toda excitada. Mi madre y
Daisy estaban a su lado con la misma expresión en sus rostros.
Eché un vistazo alrededor, con la boca abierta.
—Guau —tartamudeé.
Su patio trasero parecía algo sacado de una película. Era de colores neutrales, como lo
había prometido y con temática del doctor. Seuss. Había comida por todas partes, imitando el
tema de sus libros, huevos verdes con jamón, cuencos transparentes llenos de caramelos de
goma en forma de pescado. Incluso noté una máquina de algodón de azúcar. Habían logrado
todo. Las envolví a todas en un abrazo de grupo.
—¡Gracias! Aprecio esto tanto. —Eran demasiado buenas para mí. Tenía la mejor madre
y amigas en el mundo.
—Te lo mereces, cariño —dijo mi madre, después que nos separamos—. Tú, mi querida
hija, te mereces esto y mucho más. —Se acercó para otro abrazo—. Vas a ser una madre
increíble.
Habíamos mantenido la lista de invitados pequeña. Ya tenía suficiente en mi vida con el
embarazo sorpresa, un baby shower anticipado, el caso de Ivy y solucionar las cosas con
Dalton.
—Keegan y Lane hicieron el pastel en forma de pañal —explicó Margarita—. Fue
interesante verlos tratando de lograrlo. —Se rio—. Keegan jura que nunca decorará un baby
shower de nuevo.
—A menos que tú se lo pidas. El hombre hace todo lo que tú le pides —le contesté.
Todavía no podía creer que hubiera convencido a Keegan, el gigoló que había hecho de
su misión el ser un idiota con todo el mundo, para hacer un pastel en forma de pañal. Los
tiempos habían cambiado realmente, y solo demostró que el amor realmente podría hacer
evolucionar a alguien en algo que nunca pensaron que sería. Simplemente se trataba de
encontrar a la persona adecuada.
Di un salto cuando un par de brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y labios
húmedos alcanzaron a mi cuello.
—Hola bebé —dijo Dalton, en mi oído. Mi corazón se agitó cuando sus manos se
movieron hasta mi vientre haciendo pequeños círculos. Había desarrollado una obsesión y
constantemente lo tocaba—. Este lugar luce increíble. Recuérdame enviar un regalo de
agradecimiento impresionante a cada una de las damas que hicieron esto.
Besó mi mejilla antes de girarme. Mis ojos se abrieron cuando vi a Leo de pie a unos
metros de nosotros con una sonrisa en su rostro. Una niña estaba a su lado con la mano
metida en la suya.
Ellos dieron un paso adelante.
—Es mi culpa que llegáramos tarde —me dijo Leo levantando a la niña en sus brazos—.
Esta pequeña tuvo que cambiarse de ropa tres veces porque no podía decidir qué princesa
quería ser hoy.
—No hay problema. Gracias por venir —le contesté. Miré a la niña. —Bella. Buena
elección. Es mi favorita también.
Ella sonrió, y a su sonrisa le faltaba un diente delantero.
—Soy Claire —dijo—. ¿Eres la novia de mi tío Dalton?
Mis mejillas se sonrojaron. Dalton me agarró del hombro y me llevó a su lado.
—Sí, lo es —respondió.
—¿Puedes llevarme por una magdalena, tío Dalton? —preguntó Claire.
Dalton me besó en la mejilla y luego agarró la mano de su sobrina para acompañarla a la
cafetería.
Leo levantó dos bolsas de regalos.
—No quería emboscarte frente a todos —dijo—. Pero mi mamá y Piper querían que te
diera esto. Voy a ponerlo a un lado en alguna parte, en caso de que no desees abrirlos en frente
de todos.
Asentí.
—Gracias.
¿Qué demonios me enviarían?
¿Algo muerto en la carretera?
¿Una carta de advertencia?
¿Un cheque a cambio de dejar Dalton?
—Gabby, tenemos un problema —dijo Cora corriendo por el patio trasero. El baby
shower estaba en su apogeo. Todas las mujeres estaban pasando el rato y platicando. Los
hombres estaban al otro lado, jugando horseshoes3. Los niños estaban corriendo o jugando en
la piscina—. Uno grande.
—¿Bromeas? —gemí—. El baby shower apenas comenzó hace treinta minutos.
—Tengo la sensación de que está a punto de terminar. —Miró alrededor del patio y gritó
el nombre de Dalton. Él vino corriendo hacia nosotras—. Eres requerido —susurró señalando
hacia la puerta que conducía a la casa.
Dalton se volvió a mirar a Leo y señaló a Claire.
—Mantenla apartada —dijo, como si ya supiera que algo estaba mal. Leo asintió en
respuesta y yo seguí a Dalton al interior, sin está segura de qué tan grave sería la situación.
Era peor de lo que pensaba.
—Nena, lo siento mucho —dijo Dalton, corriendo hacia mí tan pronto como entró en la
sala de estar. Me recogió y me levantó en sus brazos. Me estremecí cuando sus labios fríos
golpearon mi oreja—. Voy a solucionar esto. Juro por Dios que voy a arreglar todo esto. —Su
voz se quebró al final.
—¿Era verdad? —tartamudeé cuando finalmente se apartó—. ¿De verdad era la mujer
de Leo la que mintió e inventó todo esto?
Había coincidido con Kelly un par de veces. No era la mujer más cordial, pero nunca
había sido desagradable conmigo. Principalmente ignoraba mi existencia. Pero podía sentir su
disgusto por Dalton en cualquier momento. Aunque no la conocía muy bien, la idea de darle
una bofetada definitivamente parecía atractiva.
Él asintió y sus hombros cayeron.
—¿Podemos ir a casa? No quiero hablar de John, o Kelly, mis padres, ni nadie. Lo que
quiero hacer ahora es ir a casa con la mujer que amo, envolverla en mis brazos y dormir.
Me corazón dolió y tomé su mano en la mía.
—Entonces vámonos.
Nuestros pasos fueron lentos hasta el dormitorio. Dalton arrastraba los pasos detrás de
mí con las manos en mi cintura, guiándome. Encendió las luces y me dio la vuelta para estar de
frente a él. La tortura y la culpa eran evidentes en su rostro.
—Voy a resolver esto —dijo.
Había repetido esas palabras mil veces de camino a casa, a pesar de que no quería hablar
de ello.
Se precipitó hacia la cama, tiró de las sabanas y regresó a mi lado. Sus manos presionaron
en mis hombros mientras me sentaba con cuidado en la cama. Se dejó caer de rodillas y
empezó a quitarme los zapatos.
—Dalton, mírame —exigí. Tardó unos segundos para hacer lo que le pedía y tragué
notando sus ojos brillantes. Me agaché y los sequé lo mejor que pude—. No hace falta que
hagas nada por mí ¿de acuerdo?
—Pero…
Lo corté de tajo.
—Te has pasado toda la noche en una sala de interrogatorios, ¿y me pides disculpas? —
Negué, pasando las manos por sus mejillas—. No. Esto no es tu culpa. No voy a dejar que te
culpes por ello.
Me quitó las manos de su rostro y me besó en la palma de la mano.
—Dije que no hablaríamos más de esto, ¿recuerdas? Esta noche es para ti y para mí.
Se quedó callado y empezó a quitarme la ropa. Mis brazos instintivamente volaron hacia
arriba para que pudiera sacarme el vestido. Me quedé allí, con un sujetador y las bragas y lo
observé desvestirse.
Mi respiración se trabó cuando vino hacia mí. Se detuvo justo enfrente, con las manos a
los costados.
—Acuéstate de espaldas, nena —susurró.
Hice lo que me dijo. Sentí su peso contra mí mientras me seguía, nuestros cuerpos
prácticamente convirtiéndose en uno, cuando nos acomodamos.
—¿Quieres que apague las luces? —pregunté.
—No —fue todo lo que dijo antes de que sus labios rozaran los míos—. Quiero ver
todos de ti esta noche. Quiero seguir recordándome a mí mismo que esto es real.
Luego hicimos el amor lentamente, con pasión, en la comodidad de nuestra cama. Sus
caricias parecían borrar los eventos del día y me tranquilizaron.
Dalton
La luz y la cafetera estaban apagadas cuando entre en la oficina. Me había ido antes de
que el sol saliera, antes de que Gabby se despertara, antes de que la ciudad volviera a la vida. El
sueño nunca llegó. Demasiadas preocupaciones en mi mente.
Mi teléfono sonó al mismo tiempo que me senté en mi silla. Lo saqué del bolsillo.
Leo.
Supongo que no era el único que no podía dormir.
—Buenos días —gruñí en el altavoz. No debía volcar mi rabia en él, pero era muy difícil
contenerme. Él había metido a Kelly en nuestras vidas.
Olvida esto.
Nuestros padres lo hicieron.
—Buenos días, hermano —contestó—. Quiero disculparme de nuevo por los
acontecimientos de ayer. —La tristeza era evidente en su voz—. Por favor presenta mis
disculpas a Gabby también. Siento que esto es mi culpa.
—No es tu culpa, pero mejor mantén a esa mujer fuera de mi vista. —La ira hervía en
mis venas—. Sabes que si la veo, va a tener que escuchar lo que pienso. Me arrestaron en el
baby shower de mi novia. Avergonzó a Gabby y arruinó por completo ese momento para ella.
—Demonios, era como si mi familia no pudiera dejarla en paz—. Nunca la perdonaré por eso,
nunca. Así que gracias a Dios que estás divorciándote de su loco culo.
Dejó escapar un largo suspiro.
—Entiendo. Si hay algo que pueda hacer para compensarlo házmelo saber. Kelly tiene
problemas, soy muy consciente. Sabía que podía ser vengativa, pero nunca pensé que iría tan
lejos.
Me guardé la respuesta sarcástica. No quería que se sintiera aún más mierda por lo que
ella había hecho.
—¿Cómo la convenciste de confesar?
Sabía que no debió ser fácil para él. Kelly era terca y no admitía sus defectos.
—Tuve que romper los papeles de divorcio.
—No puedes hablar en serio.
—Lo digo en serio.
—¿Así que tienes que quedarte con ella por mí? Ahora me siento mal por eso.
Probablemente ese fue el plan de Kelly. La mujer intrigante sabía que Leo iba a sacrificar
su propia felicidad por el bien de su familia.
Dejó escapar una risa.
—Está suponiendo que romperlos significa que el proceso de divorcio se ha terminado.
No es difícil tener una copia.
—Hermano… Va a enfadarse perdiendo en su propio juego.
—Por favor, dime que tienes algo para mí —le dije a Murphy tan pronto como entró en
mi oficina—. Cualquier cosa.
Levantó la mano.
—Hombre, en primer lugar quiero decirte que me enteré de lo que pasó —dijo
sacudiendo la cabeza y tomando asiento—. Es la cosa más jodida que he escuchado
últimamente y eso es mucho decir teniendo en cuenta que trabajo aquí. —Asentí. Estaba harto
de hablar de Kelly. Me importaba una mierda. Solo tenía una cosa en mi mente: Ivy y su
hombre misterioso—. Pero eso me dio la motivación para trabajar más duro y de forma más
inteligente —continuó. Luego levantó una carpeta—. Tengo el boceto que querías. Me pasé
toda la noche repasando rostro tras rostro, un posible sospechoso tras otro. No obtuve
resultado, así que decidí mirar más a fondo a Harold con la idea de que esto podría ser un
trabajo interno. No había mucho en sus archivos recientes, pero fui más allá.
Murphy estaba teniendo problemas por hackear el sistema de la policía, pero Lonnie le
había estado enviando todo lo que caía en sus manos. Nada había sido añadido al registro de
pruebas. Todas las huellas dactilares habían sido eliminadas. Le habían arrancado las uñas a Ivy
probablemente porque se defendió y ellos no querían correr el riesgo de que su ADN se
encontrara debajo de ellas. Quien sea que hizo esto era un asesino inteligente, un profesional.
No hubo testigos. No tenían nada, y no estaba seguro si fue deliberado.
—¿Y? —insistí.
—Haz una suposición desquiciada de con quién ha estado hablando el Señor Policía.
Le dirigí una mirada severa.
—No estoy en el estado de ánimo para jugar a las adivinanzas en este momento.
—Ah... sí... bien. —Se inclinó hacia adelante agitado—. Malcolm Gentry. —Recogí la
carpeta cuando la tiró en mi escritorio—. Estuvieron en continuo contacto dos días después de
que Ivy hiciera público su romance con John. Es decir, ocho llamadas en un día. Luego, nada.
No estoy seguro de si es algo grande, pero vale la pena investigar más a fondo.
—¿Por qué demonios estarían hablando estos dos?
—Algo huele a podrido —soltó—. Y el hedor proviene de ese poli sospechoso.
—¿Algún mensaje entre ellos?
—Ninguno que haya podido encontrar. Si estuvieron hablando de algo ilegal, supongo
que tenían desechables.
Por supuesto, no eran completamente idiotas.
Saqué el boceto y lo estudié. ¡Mierda! A pesar de que era exactamente lo que la
limpiadora había descrito, era genérico como la mierda. Era imposible ponerle un nombre. Se
veía como cada uno de los amigos de mi padre. El boceto no iba a hacer nada por nosotros.
Pero, ¿qué motivo tendrían para matar a Ivy?
Entonces caí en cuenta.
Era el escenario perfecto. Los rumores decían que Malcolm estaba loco porque John se
propuso para gobernador. Malcolm quería esa posición. Sus padres supuestamente se
involucraron y le dijeron que tenía que hacerse a un lado por su hermano mayor. En cuanto a
Harold, él odiaba a mi padre.
Matar a dos pájaros... o a la amante, de un tiro.
Pero, ¿por qué usaron a Ivy?
—Acusarlos de asesinato es algo grave —dije.
Él asintió.
—Lo sé.
—Necesitamos más información. Un montón. Tenemos que tener todo en orden antes
de que hablemos de esto a cualquier otra persona. ¿Crees que puedas encontrar el teléfono
desechable?
Pasó las manos por la cara.
—Los teléfonos desechables son complicados. No tienen una cuenta adjunta y no son
fáciles de rastrear.
—Encuentra una manera.
—Y ¿cómo esperas que haga eso? No puedo zarandear al policía y pedirle que me lo dé.
Chasqueé los dedos antes de señalarlo.
—Entonces vamos a colarnos en la casa de Harold y lo encontramos. —¿Qué carajo?
¿Cómo pasamos de encontrar un teléfono desechable al allanamiento de morada?—. Si hay
algo que este hombre esté ocultando, estará ahí. Lo garantizo.
Murphy dejó escapar una risa siniestra.
—Eres un hijo de puta loco. —Dio una palmada y se levantó de su silla—. Estoy en ello.
—Metete en su agenda. Averigua cuándo su casa estará vacía.
No le conté a Gabby sobre nuestro plan para irrumpir en la casa de un oficial de policía.
Ella habría protestado o exigido que la dejara ir.
Harold había hecho recortes desde su divorcio y ahora vivía en una casa pequeña de una
sola planta que necesitaba un buen corte de césped y trabajo de jardín. Estábamos estacionados
en la calle unas cuantas casas más abajo de la suya en el coche de Murphy. Ambos traíamos
gorras caladas hasta los ojos. Me agaché cuando Harold salió de la calzada en su coche patrulla.
Coordinación perfecta.
Murphy se desabrochó el cinturón de seguridad cuando las luces traseras de Harold
estuvieron fuera de la vista.
—¿Estás listo para hacer esto, jefe? —preguntó.
Tomé la manija de la puerta.
—Es ahora o nunca —contesté.
Estaba desesperado por respuestas y si el allanamiento de morada en la casa de un oficial
de policía era lo que tenía que hacer para conseguirlas, correría el riesgo.
Nos bajamos del coche y corrimos hacia el patio trasero de Harold. Murphy logró abrir
la puerta con una vieja tarjeta de membresía de un gimnasio. Suponía que un agente de policía
sería más cuidadosos con la seguridad de su casa. Lo seguí dentro y me quedé estupefacto ante
el sonido de la alarma.
Joder. Las alarmas eran más difíciles que las baratas cerraduras de las puertas.
—No te preocupes. Tengo esto bajo control —dijo Murphy, con calma. Marcó un
código y mis hombros se relajaron cuando se calló.
—Amigo, necesito que me enseñes algunos trucos —murmuré.
Cerré la puerta detrás de nosotros.
—Ahora vamos a encontrar algo antes de que vuelva.
Hizo un gesto hacia el pasillo.
—Me quedo con la cocina y el salón. El baño y el dormitorio son todos suyos.
Asentí girando por el pasillo. La casa era de dos dormitorios. Fui al de Harold primero.
La cama estaba sin hacer. El suelo estaba cubierto de ropa. Latas de refresco llenaban la mesita
de noche. Sin duda este hombre estaba yendo cuesta abajo desde que lo conocí.
Fui directamente a la mesita de noche. Ahí es donde siempre estaba la buena mierda.
Examiné cada pedazo de papel. Ingresos. Correo basura. Nada.
¡Mierda!
La cómoda fue lo siguiente. Revolví los cajones, apartando fajos de calcetines sin pareja.
Y entonces lo sentí. Conocía la sensación del dinero.
—¡Premio gordo! —susurré. Lo agarré, corrí por el pasillo y encontré a Murphy en la
sala de estar—. ¿Tienes algo?
—Esto. —Me enseñó un rollo de dinero—. Lo encontré metido en una caja de cereal.
—Señaló hacia un ordenador portátil colocado en la mesa—. También vi esto debajo del sofá.
Estoy traspasando todos los datos en mi USB mientras hablamos, por si acaso hay algo allí.
¿Qué hay de ti?
Le mostré el fajo de billetes.
—Encontré esto en su cajón de los calcetines.
Chasqueó los dedos.
—Creo que estamos llegando a algo.
Gabby
Levanté la mirada con preocupación al escuchar el sonido del timbre. Dalton había dicho
que no estaría en casa durante unas horas y nadie más vendría sin antes llamar.
Mire por la mirilla y vi a dos personas que no reconocía. Una chica y un tipo, discutiendo
el uno con el otro. La chica levantó las manos en el aire mientras el chico la regañaba con
susurros severos.
¿Qué demonios?
¿Se habrían equivocado de puerta? ¿Estaban aquí por lo de Ivy?
Tenía la esperanza que no fuera lo último.
Toda esta situación me tenía demasiado paranoica. Tomé el teléfono y abrí la puerta
lentamente. Se quedaron inmóviles, sus manos y susurros se detuvieron.
Parecían adolescentes enviados al colegio por sus estrictos y ricos padres. De alguna
manera me recordaban a Dalton y sus hermanos. El tipo era probablemente de mi edad. Sus
cabellos oscuros estaban peinados cuidadosamente para atrás y unos hoyuelos infantiles
sobresalían de sus mejillas. La chica aparentaba apenas la edad suficiente para tener su carnet
de conducir. Su cabello era más claro, de un castaño rubio y echado hacia atrás con una
diadema Burberry.
El chico enderezó la espalda y se aclaró la garganta.
—¿Eres Gabby? —preguntó.
—¿Sí? —dije.
¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué estaban en mi puerta?
—Soy Patrick —respondió y luego señaló a la chica—. Y esta es Marissa. —La miró
durante unos segundos antes de darme su atención de nuevo—. Somos tus hermanos.
Abrí la boca y los miré sin palabras. No necesitaba más sorpresas por el momento.
—John... es nuestro padre —continuó Marissa—. Nos contó sobre ti. —Su voz era
suave y dulce, casi infantil.
—Él es un cerdo —repliqué antes de poder detenerme.
Miré al suelo sintiéndome mal, pero estaba muy molesta. ¿Cómo se atreve a usar a sus
hijos como peones para acercarse a mí?
No parecían sorprendidos por mi respuesta.
—Sabemos que tiene algunas malas cualidades —replicó Patrick—. Pero es un buen
padre.
—Quisimos venir aquí... hablar... llegar a conocernos... si tú… ¿estás de acuerdo? —
preguntó Marissa, juntando las manos delante de ella.
Me pregunté brevemente cómo sería de grosero decirles que no y cerrar la puerta en sus
narices. Pero no pude. No eran John. No merecían mi rudeza. Habían venido para hablar
conmigo y debía tener la cortesía de devolverles el favor.
Di un paso atrás e hice señal con la mano delante de mí.
—Claro, adelante. —Cerré la puerta detrás de ellos y señalé el sofá—. Pueden tomar
asiento allí. ¿Puedo traerles algo?
Ambos negaron.
—No, estamos bien —respondió Marissa, mientras Patrick la seguía hasta el sofá.
Me senté frente a ellos en una silla, mi nerviosismo no me permitía acercarme
demasiado. Nos miramos durante unos segundos, observándonos mutuamente. Podía ver el
parecido entre nosotros. Compartíamos la misma nariz, la misma pequeña hendidura en la
barbilla.
Tenía un hermano y una hermana.
Guau.
—Queríamos conocerte —dijo Marissa en voz baja—. Siempre he querido una hermana
mayor, y cuando nuestros padres nos contaron de ti, era lo único en lo que podía pensar.
Patrick asintió.
—No sabemos la historia completa de lo que pasó entre tu madre, tú y nuestro padre.
Dijo que no estás interesada en tener una relación con él, ¿pero considerarías una con
nosotros?
Los profundos ojos marrones de Marissa me miraron, esperando mi respuesta. Decir
que sí cambiaría todo en mi vida. Estaría abriendo una puerta que no estaba segura de querer
abrir todavía. Dudé, sin saber cuál sería mi respuesta, pero esperaba que mis labios pudieran
formar la palabra correcta.
Tragué saliva.
—Está bien —dije lentamente—. También a mí me gustaría.
Dos sonrisas infantiles se extendieron en sus labios.
—Entonces vamos a conocernos, ¿si? —preguntó Patrick.
Dalton
—¿Qué pasa? —pregunté entrando apresurado por la puerta. Tiré mi maletín al suelo y
me dirigí directo a ella. Había corrido a casa tan pronto como había recibido su mensaje
diciéndome que me necesitaba.
La encontré sentada en el sofá con una taza de té, la mirada fija y perdida. Dejó salir un
suspiro antes de mirarme.
—Tuve visita hoy —contestó.
¿Visita? Que no haya sido la policía.
—¿Buena? ¿Mala? —Me senté al lado de ella.
—En realidad, no lo sé. —Hizo una pausa—. Eran los hijos de John. Mi… eh…
hermano y hermana.
Mierda. Aún no estaba seguro si era buena o mala visita.
Pasé la mano por su cabello. Mi chica no necesitaba más estrés en estos momentos.
—¿Les cerraste la puerta en la cara? ¿Los invitaste a pasar? —No quería tener una
reacción hasta que no supiera cuál fue la suya. Si estaba feliz, quería que demostrara su
emoción. Si estaba enfadada, quería consolarla.
—No… no lo sé. Estoy todavía intentando procesarlo. He crecido deseando un padre,
pero al final me di cuenta de que nunca lo iba a tener. Lo acepté. Y después ¡bum! Aparece el
padre. Aparece el embarazo. Aparecen hermanos. Es como si me abofetearan todos a la vez.
Asentí comprendiendo. Parecía que su mundo se había vuelto loco desde que había
comenzado la relación conmigo y estaba aterrorizado de que terminara yéndose cuando se
diera cuenta. Tomé su mano gentilmente acariciando su piel suave con el pulgar.
—Sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? Si necesitas algo, o hay algo que no quieras
hacer y quieras que yo haga, estoy aquí. Lo que sea, ¿me escuchas?
Apretó mi mano y se rio.
—Creo que tú, mi madre, Cora y Daisy son la única razón por la que no estoy perdiendo
la cabeza. Por alguna razón, me anclas.
Se sentía malditamente satisfactorio escucharla. Yo la anclaba. Qué poco sabía que era ella
la que me mantenía anclado.
—¿Solo querían conocerte? O realmente llegar a conocerte de verdad… tener una
relación en forma.
—Quieren llegar a conocerme.
—Cuéntame todo.
Me eché atrás permitiéndole meterse en mis brazos y le di toda mi atención. Me contó
que aparecieron en la puerta y pidieron entrar. Me contó que estuvo de acuerdo pero que
quería tomar las cosas con calma.
—Y hay algo más —dijo arrastrando las palabras tan pronto como terminó con su
historia.
—¿Sí? —dije de nuevo. ¿Por qué esta nueva información parecía preocuparme?
—Leo trajo regalos para el baby shower de parte de tu madre y Piper. Con todo lo que
ha pasado, los había olvidado totalmente pero he terminado de desenvolver todos los regalos
hoy y los he encontrado.
Tragué, deseando que mi madre no hubiera enviado algo amenazante o raro. No estaría
sorprendido si fuera un cheque para que se fuera al demonio, un soborno para que se fuera
lejos con nuestro bebé.
La perdí cuando se apartó y se dirigió a la habitación que sería del bebé. Volvió con una
bolsa de regalo y se sentó.
—Estos son de parte de tu madre —dijo sacando cosas de la bolsa. Reconocí la manta
de bebé y la cuchara plateada que fueron mías. Después sacó a Rufus, mi primer peluche. ¿Mi
madre guardó estas cosas? Abrió otra bolsa.
—Y estas prendas y el mini bolso de Louis Vuitton son de parte de Piper.
Guau. El hecho de que hayan tenido este gesto con Gabby ponía algo de felicidad en mi
terrible día.
—¿Crees que esto significa que estarán más presentes? —preguntó ella.
—Creo que sí —contesté, aunque no estaba completamente seguro.
Mi familia era experta en el juego de la manipulación y tenía la esperanza de que no
estuvieran jugando con nosotros.
Les envié a mi madre y a Piper un mensaje pidiéndoles que nos encontráramos para
tomar un café.
—Hola chicas —dije uniéndome a ellas en la mesa. Le di a Piper un beso en la mejilla
cuando se levantó de la silla—. Aquí está mi hermana preferida. —Esperé hasta que recibimos
nuestras bebidas antes de traer a la conversación los regalos—. Gabby me ha dicho lo que han
enviado al baby shower. Ambos lo apreciamos.
Mi madre jugó con el asa de la taza y se aclaró la garganta antes de contestar.
—Era lo correcto —dijo—. Tu padre y yo hemos estado hablando. Aunque la jovencita
nos desagrada mucho, sentimos…
—¿Pero por qué te desagrada? —pregunté interrumpiéndola—. ¿Qué te ha hecho? —
Miré a Piper—. ¿A cualquiera de ustedes? —Ella bajó la mirada, evitando el contacto visual. Mi
madre solo me miró, intentando pensar en algo que pudiera usar contra Gabby—.
Exactamente. ¡Nada!
Me miró por unos segundos más antes de hablar.
—Supongo que tienes razón.
Piper asintió.
—Sí, se supone que ahora estoy graduada. Tengo que dejar el drama de la segundaria.
Dile que lo siento.
—Gracias —dije—. No tienes idea de lo que significa para mí. —Le hice un guiño—. Y
por esto, pagaré tu café.
Dalton
—Tiene que haber algo que me estoy perdiendo —murmure para mí mismo.
Había estado mirando la pantalla de mi ordenador durante las últimas horas repasando la
copia que Murphy me hizo del disco duro de Harold. Estaba en busca de algo que ni siquiera
estaba seguro que existía.
Murphy me hizo una copia. Dos cerebros eran mejor que uno y necesitábamos
comenzar a trabajar duro. Murphy había hecho un gran trabajo consiguiendo toda la
información de Harold. Era como si estuviera en su ordenador.
Mi mano se quedó inmóvil en el ratón cuando vi una de las cosas más grandes que había
estado buscando.
Jodido bingo.
Di clic en la carpeta nombrada Informes de Policía y me desplacé hacia abajo hasta que
encontré el nombre de Ivy y el número del caso. Estaba sorprendido de que siquiera guardara
esta información en su ordenador personal.
Pruebas físicas:
Sin ADN presente en el cuerpo o en la escena del crimen.
Pruebas circunstanciales:
Número 654: grabación de seguridad de la casa de la víctima de dos individuos sobornando a los
trabajadores del apartamento de la víctima. (Identificados como Dalton Douglas y Gabrielle Taylor.)
Número 655: Informe de un romance con el gobernador de Atlanta John Gentry.
Número 656: Se encontró un contrato de confidencialidad de Douglas PR y su bufete de abogados
intentando pagar a la víctima antes de exponer la relación. Los padres dicen que Douglas y Taylor habían
estado acosándola.
Fui hasta sus otros documentos hasta que encontré uno etiquetado Contraseñas.
Premio gordo.
Fui a su historial de búsqueda. Mi mandíbula se cayó y me costó un minuto recobrar la
compostura. Recogí mi teléfono y pulse el nombre de John.
—Te veré a primera hora de la mañana.
Fui a encontrarme con John por mi cuenta. Solo nosotros dos. Me había pedido que lo
ayudara, ahora era el momento de que hiciera lo mismo por mí. John no había hecho mucho
por ayudarnos, con la excepción de su declaración. Lo habían llevado a la comisaria una vez
para interrogarlo, pero fue puesto en libertad dos horas más tarde después de que Billy entrara
para representarlo. Harold estaba buscando una aguja en un pajar, pero sabía que estaba a
punto de plantar las pruebas si no encontraba ninguna.
El sol apenas había salido cuando estacioné en el callejón vacío. Abrí la puerta cuando
observé que llegaba su Escalade negra. Corrió a mi coche con la cabeza agachada y se metió en
el asiento del pasajero.
—¿Qué está pasando? —preguntó mirándome con preocupación—. ¿Qué es tan
urgente?
—¿Tu esposa conoce a Harold Finch? —pregunté.
—¿Quién? —Se detuvo a pensar por unos segundos—. ¿El detective que investiga el
asesinato de Ivy? —Asentí—. No... no que yo sepa, pero Edith parece conocer a todo el
mundo en Atlanta. Es una mujer popular y filántropa. También donó la correspondiente cuota
al Departamento de Policía.
—Ah, debe ser una mujer muy generosa.
—Sí, lo es. Le encanta el trabajo de caridad.
—¿Lo suficientemente generosa como para darle a un oficial seiscientos mil dólares? —
Sus ojos se abrieron—. ¿Puedes adivinar quién es ese oficial?
Casi me lo había perdido cuando entré en el navegador de Harold. El idiota tenía todos
sus nombres de usuario y contraseñas guardadas en un registro, por lo que me costó solo tres
segundos iniciar sesión.
Fue entonces cuando me di cuenta de la transferencia desde una familiar cuenta en el
extranjero.
Celine Dion.
¿Edith era idiota? Sabía que le habíamos descubierto dándole dinero a Ivy. ¿Por qué iba
usar la misma cuenta para pagarle Harold?
—Mi esposa no le daría a ninguna persona tanto dinero. —Fingió una sonrisa, pero me
di cuenta de la incertidumbre en su rostro—. De ninguna manera.
Saqué mis pruebas.
—Claro que sí. Hice copias. Esta cuenta es la misma con la que le pagó a Ivy, lo cual tu
mujer admitió. Le pagó a Harold para hacer algo. Aún no estoy seguro de lo que era. Pero hay
una razón por la que nos metió en este caso y hay una razón por la que somos los únicos
sospechosos.
—Estás... estás equivocado.
—No. Ahora ponte el cinturón de seguridad.
—¿Por qué?
—Vamos a hablar con tu esposa.
Cerré las puertas antes de que tuviera la oportunidad de correr. Retener a un oficial de
estado en tu coche seguro tenía una multa pero sinceramente me importaba una mierda.
Agarré mi teléfono tan pronto como dejé a Gaby en el cine con Cora.
Cora estaba a punto de irse a la universidad, así que Gabby quería pasar tiempo con ella.
—¿Estás ocupado? —le pregunté a Murphy.
—Sincronización perfecta. Estaba a punto de llamarte —contestó—. Tengo una mala
noticia. Edith reservó el avión privado de su padre para irse esta noche y mi suposición es que
está dirigiéndose a otro país, lo cual la hace parecer más culpable que un hijo de puta.
—Sé que tiene algo importante que ver con esto. ¿Alguna cosa más?
—No. He estado buscando en todas partes. Obviamente sabemos que todos ellos tienen
algo que ver con su muerte, pero no estoy seguro quién tuvo el papel estelar. Y no creo que
alguna vez lo encontremos a no ser que alguien se vaya de la lengua, y dudo que vaya pasar.
—Tengo una idea.
—Tu mujer ha reservado un vuelo en el avión de su padre para irse del país —le dije a
John cuando se subió a mi coche—. He tenido a Murphy trabajando para demorarlo.
Él movió la cabeza y luego la hundió entre las manos.
—Creo que ya sabes que no puedo controlar nada de lo que hace esa mujer. —Dejó
escapar una exhalación profunda y levantó la cabeza para mirarme—. Mierda, sabías que se iba
antes que yo.
Tenía una lista de cosas por terminar. Tenía que conseguir pruebas suficientes para
llevarle a Lonnie de que los cuatro estaban involucrados. Después necesitaba asegurarme de
que Edith no subiera a ese avión y una historia exponiéndolos fuera enviada a los medios.
No quería darle la noticia sobre lo que David nos había contado. Estaba esperando el
momento perfecto.
—Todavía eres el propietario del lugar en el que se alojaba Ivy, ¿verdad? —le pregunté.
¿Por qué no había pensado en eso antes? Probablemente porque Harold había conseguido
aquel video de Gabby y mío y pensé que ya habían puesto sus manos en todo.
—Sí.
—Muy bien.
—¿Por qué? ... ¿es ahí donde vamos?
—Por supuesto. Vas a ir allí, decirles que eres el dueño de un piso y pedirles ver los
videos de seguridad.
Sus ojos oscuros se abrieron amplios.
—La policía ya tiene el video. Por esto fuimos involucrados.
Estacioné frente al edificio de apartamentos y lo miré.
—Eso no significa nada, John. En este momento no podemos confiar en la policía, así
que no les digas ni una maldita palabra, ¿me entiendes?
—Estás realmente empezando a exigir, Douglas.
Levanté el brazo.
—Si no te gusta, puedo salir de esto y puedes investigar por ti mismo.
Abrió la puerta sin contestarme y lo seguí hasta el vestíbulo. Exigió hablar con alguien de
Seguridad inmediatamente. Tan pronto como mostró su identificación, nos llevaron a una
pequeña habitación donde un chico joven, Heath, nos estaba esperando.
—¿Qué necesitan? —preguntó sentado detrás de una hilera de pantallas de ordenador
con las piernas cruzadas, mientras las imágenes jugaban delante de él.
Miré a John.
—¿Cuándo le conseguiste la casa? —pregunté. Él me miró con confusión. Chasqueé los
dedos delante de su cara—. John. ¡Piensa!
—Uh... hace aproximadamente un año, creo —tartamudeó.
Busqué en el bolsillo y saqué un billete de cien dólares.
—Quiero ver todas las imágenes del último año.
Heath vaciló un momento, contemplando si arriesgaba o no su trabajo por el dinero
extra.
—Te puedo dar todo hasta el final de marzo. El detective tomó todo el material de abril
a julio.
Sonreí. La estupidez de Harold seguía trabajando a mi favor. Había sido demasiado
perezoso para llevarse todo el material del archivo.
Nos quedamos en la habitación mal ventilada durante cinco horas viendo imágenes hasta
que encontramos exactamente lo que estábamos buscando.
—Necesito una copia de estos —le dije a Heath.
Negó.
—No puedo hacer eso, hombre. Va a ser mi destrucción. —Saqué dos billetes más de
cien. Me los quitó de la mano—. Solo no digas que los conseguiste de mí. Necesito este
trabajo.
—Te estoy diciendo que estamos perdiendo el tiempo haciendo esto —dijo John—. Por
supuesto, no nos llevamos bien a veces, pero no hay manera de que esté involucrado en el
asesinato de Ivy. Ni siquiera la conocía.
Oh, sí la conocía.
John necesitaba abrir los ojos de una puta vez.
Estábamos de vuelta en mi coche rumbo a nuestro siguiente destino. Me sentía como si
estuviera jugando el juego del gato y el ratón.
—Viste la prueba con tus propios ojos. Me pediste que confiara en ti —le dije—. Ahora
es el momento de que hagas lo mismo conmigo. Me dijiste que me querías en este trabajo para
averiguar quién estaba tratando de inculparnos y estoy cada vez más cerca. Tu problema es que
confías demasiado en las personas. No creo que te des cuenta de que la gente que quieres, las
personas que están cerca de ti te pueden hacer daño. —Ivy se había vuelto contra él. Su esposa
se había vuelto contra él. Su propio partido político se había vuelto contra él. Y ahora su
propia sangre. A veces las personas en las que confías son las personas que no conoces en
absoluto—. Necesitas abrir los ojos, John. Tu hermano y Harold estuvieron implicados en el
asesinato de Ivy junto con Edith, y por alguna razón, estaban intentando inculparte por ello.
John sacudió la cabeza con violencia y se negó a mirarme.
—Te equivocas.
—No me equivoco —argumenté—. Estabas conmigo en esa habitación viéndolo entrar
en el apartamento de Ivy. ¿Por qué iba a estar allí? ¿Para visitarte? ¿Para pedir azúcar?
No pude contener mi emoción cuando vi que Malcolm había visitado a Ivy en múltiples
ocasiones. Encajaría con la descripción de la limpiadora y de alguna manera tenía un motivo.
Todo se estaba aclarando.
—O... podría haber sido... —tartamudeó John, obviamente sin tener nada para
argumentar.
—Exactamente. No tienes idea. Es por eso que vamos hasta él en busca de respuestas.
John no dijo una palabra durante el corto trayecto hasta la casa de Malcolm.
Murphy rastreó la ubicación del teléfono de Malcolm y confirmó que estaba en casa, así
que me dirigí directamente ahí con John, sin siquiera molestarme en llamar. Lo único que me
importaba era terminar esto y estaba acercándome más y más a la línea de meta.
Encontré a Malcolm en su despacho con una copa en la mano y el teléfono en la otra.
Estaba quejándose con la persona en la línea, gritándole mierda sin sentido. Y entonces me
observó entrar en la habitación.
—Te llamaré de nuevo — gritó y cortó la llamada. Miró por encima de mi hombro
directamente a John y sonrió ampliamente—. Mi hermano mayor. Qué sorpresa. Su atención
volvió a mí—. Y el niño Douglas. ¿Ustedes ahora son un equipo o algo así?
—Realmente deberías pensar más en la gente con la que planeas un asesinato. David nos
contó todo, Malcolm —dije yendo directo al caso—. Así que corta la mierda.
Levantó la barbilla y se arremangó la camisa. El hombre era probablemente veinte kilos
más delgado que yo, larguirucho y flaco, pero pensaba que compensaba su tamaño con
confianza. Me recordaba a mi padre.
Tomó un sorbo de su bebida, sin mostrar ninguna emoción, antes de responder.
—No conozco a nadie llamado David. —Se encogió de hombros—. Te has equivocado
de persona. Lo siento.
Saqué mi teléfono del bolsillo y puse la grabación de David contándonos los detalles de
su acuerdo. Sus dedos se flexionan alrededor de su copa mientras escuchaba.
David había desarrollado una adicción a las drogas, la cual Harold decidió usar a su
favor. Le ofreció a David la oportunidad de trabajar en un caso importante que llevaba su
carrera un paso más allá, así como dinero extra para mantener su adicción. Él quería reinventar
el caso de Ivy y culparnos a nosotros. David también confirmó que Malcolm le pagó a Harold
para matar a Ivy, lo cual no coincidía exactamente con nuestra historia de Edith pagándole.
—Le dije a Harold que no podíamos confiar en ese drogadicto —murmuró Malcolm,
bebiendo el resto de su alcohol. Nos hizo un gesto con ella, la puso sobre su escritorio y luego
palmeó sus manos—. Pero buena suerte tratando de demostrarlo. Las pequeñas evidencias de
la así llamada policía, los apunta directamente a ustedes. Harold o David, ni siquiera van a dejar
que esa pequeña grabación sea usada como prueba. —Señaló hacia John—. Tienes que
empezar a ser más inteligente.
—¿Por qué? —preguntó John, dando un paso adelante—. ¿Por qué quieres hacerme
esto? Somos hermanos. Somos familia.
Malcolm dejó escapar una risa amenazante.
—Eres un tonto ciego —dijo—, siempre lo has sido. Pensabas que eras listo, pero no.
Me enteré de tu amante, la follé un par de veces, la soborné con algo de dinero y me dio todos
los detalles acerca de ti. Era un pequeño acuerdo hasta que empezó a tener hambre de dinero y
me amenazó, como a ti. Pero a diferencia de ti, me hice cargo del problema. Tomé el asunto en
mis propias manos y empecé a follar a tu esposa. Convencí a tu dulce Edith de que estábamos
enamorados así que ella le pagó a Ivy. Luego seguí follándola con el fin de convencerla para
que le pagara a Harold para eliminar a esa chica idiota. No había manera de que fuera a dejar
salir mi nombre de su boca. Le di una pequeña bonificación a Harold para asegurarme de que
todos los dedos apuntaran hacia ti. —Dejó escapar un resoplido sarcástico—. Y no hay nada
que puedas hacer al respecto. —Se encogió de hombros—. Yo gano. Mamá y papá no te
pueden sacar de esto.
—Eh... no tanto, hermanito —dijo John. Me di la vuelta para mirarlo y sonreí. Traía el
teléfono en la mano y en la pantalla estaba una persona en videoconferencia—. Di hola a Fox
News.
A los medios de comunicación les encantaba un buen escándalo y se iban a aprovechar al
máximo de este.
Gabby
Cuatro horas después nuestro departamento estaba lleno de amigos y familia, todos ellos
tan excitados como nosotros. Cogidos de la mano, Gabby y yo caminábamos por la habitación
para saludar a todos y agradecerles por venir.
Escogimos tener una pequeña fiesta, algo íntimo, y había tirado la casa por la ventana,
sin pensar en el gasto, esperando compensar por la desastrosa fiesta para el bebé.
Mi mirada se concentró en el pastel con el glaseado blanco en el centro de la mesa larga
puesta en el comedor. Tenía que evitar ir corriendo a la jodida cosa y coger un cuchillo para
cortarlo antes de tiempo.
Gabby se apoyó en mí cuando la atraje a mi lado y llevé mis labios a su oído.
—¿Ya es momento? —pregunté.
Golpeó mi estómago y se rio
—Jesús, creo que esto te está matando más a ti que a mí. —Me tambaleé hacia adelante
cuando me empujó hacia la mesa.
La multitud se abrió y entendí que ya era el momento.
Dimos la vuelta a la mesa y todo el mundo vino en nuestra dirección.
—Dalton no puede esperar otro minuto —anunció Gabby.
—Tiene razón —añadí—. ¿Qué tal si empezamos con esta fiesta?
La multitud respondió con aplausos y sonrisas. Las cámaras y los teléfonos salieron,
totalmente preparados para capturar el momento.
Puse mi mano alrededor de la de Gabby cuando cogió el cuchillo.
—¿Preparado? —murmuró.
—Más que preparado —repliqué.
El tiempo se paró mientras partíamos el pastel.
Estallaron los vítores.
Todo lo que vi era felicidad.
Dos años después
—Oh mi Dios —chilló Cora saltando arriba y abajo—, no puedo creer que esto esté
pasando.
—¿Tú? —le dije soltando el aire—. Yo no puedo creer que esto esté sucediendo. Mis
nervios están en llamas. Estoy segura de que estoy a punto de hiperventilar.
Ella se acercó a la silla por detrás de mí y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros.
—Relájate. Es tu gran día.
—Solo espero que no termine de la misma forma que mi último gran día.
—¿Estás hablando del baby shower? —preguntó Daisy sentada frente a mí mientras el
estilista terminaba su cabello. Asentí—. Mujer, eso es historia. Has tenido un montón de
grandes días desde entonces. Tú y tu hombre han estado libres de drama durante años. Tienes
la familia perfecta, y la empresa está empezando realmente a despegar.
Daisy tenía razón. Después que la noticia se dio a conocer acerca de quien había
ordenado el asesinato de Ivy y su intento de inculparnos, todo pareció calmarse. Harold había
recibido una sentencia de cadena perpetua por su participación en el asesinato. Malcolm y
Edith ambos terminaron con treinta años cada uno, con la ayuda de sus grandes abogados.
David la tuvo más fácil, con solo tres años de prisión y perdiendo su placa por ayudar en el
encubrimiento de Harold. Incluso después de pasar dos años, todavía me desconcierto con lo
que habían hecho.
Nuestra niña nació el día de la sentencia de Edith. Karlee Nicole Douglas vino al mundo
pesando tres kilos y medio. Estuve en trabajo de parto durante seis horas, y sin duda fue tan
insoportable como todos decían que sería, pero valió la pena absolutamente.
Cora me ayudó a levantarme de la silla y agarró mi vestido de la percha.
—Te ves perfecta —dijo Daisy ayudándome a ponérmelo—. En serio va a morir cuando
te vea.
Me di vuelta para mirarme en el espejo. Había pasado horas buscando el vestido
perfecto, y en este momento supe que había elegido el más adecuado. Hermosos lazos de
encaje y seda componían las mangas, el vestido línea A, y el velo caía justo debajo de mi
cintura.
—La novia más bella que he visto nunca.
Miré hacia atrás y vi a mi madre entrar en la habitación, ya con lágrimas cayendo por sus
mejillas.
—Mamá —grité— ¡No se supone que estés llorando todavía!
Más lágrimas cayeron.
—¡No puedo evitarlo!
Contengo el aire, esperando que me ayude a contener mis propias lágrimas.
—Si lloras, lograrás que yo llore y mi maquillaje se echará a perder.
Ella rio.
—Por supuesto, eso es lo que te preocupa.
—Es hora de que salgamos —dijo Cora—. Nos vemos ahí cuando te conviertas en la
señora Douglas.
Ella y Daisy me dieron abrazos antes de salir por la puerta.
—¿Estás lista? —preguntó mi madre.
Inhalé profundo.
—Estoy lista.
Tomó mi mano y me llevó hacia la puerta. El clima era cálido y el tiempo perfecto.
Kenneth me estaba esperando en la puerta. Me tomó del brazo y mi madre corrió a su asiento.
—Me siento honrado de hacer esto —dijo Kenneth.
—Gracias. Estoy muy contenta de que seas tú —respondí.
La música comenzó y nuestros pasos eran lentos mientras me guiaba por el pasillo. Los
ojos de todos estaban puestos en mí, pero yo solo veía al frente, a él. Podía sentir la humedad
acumularse en mis ojos mientras me acercaba a Dalton. Su cara estaba sonrojada, y me di
cuenta que estaba conteniendo las lágrimas tanto como yo.
Kenneth me soltó y Dalton tomó mi mano cuando lo alcancé.
—Guau —susurró Dalton—. Esta es mi vida, y es perfecta. Gracias por hacerla cien
veces más feliz.
—No, gracias por mostrarme que puedo ser amada —le susurré.
—Eres increíble. Me salvaste y me transformaste en una persona mejor. Hay un millón
de razones por las que me estoy casando contigo. Un millón de cosas que me gustan de ti. —
Tomó mis manos temblorosas y las acunó entre las suyas—. Eres hermosa y la mujer más
fuerte que he tenido el placer de conocer. Eres una madre increíble. No puedo esperar para
descubrir un millón de otras razones por las que te amo como a mi esposa.
Tomé una respiración profunda, sintiendo el sudor entre nuestros dedos, cuando el cura
se acercó para comenzar la ceremonia.
Las lágrimas comenzaron antes de que acabara.
Diablos, la mitad de la audiencia estaba llorando cuando caminamos de nuevo por el
pasillo, esta vez como el señor y la señora Douglas. Dalton recogió en sus brazos a Karlee,
nuestra niña de las flores.
Éramos uno.
—Gracias a todos por venir —gritó Dalton levantándose de la mesa al frente del salón.
Miré a través de la multitud en la recepción y sonreí. La gente que había esperado que
estuviera en mi boda estaba allí, junto con algunos en los que no había pensado hace dos años.
Mi madre estaba a mi lado, con una sonrisa brillante en la cara. Kenneth estaba allí, y mis
damas de honor Daisy, Cora, y Piper.
Sí, Piper, que había hecho un infierno de mi vida en la escuela, se había disculpado. Lo
superamos y nos llevábamos realmente muy bien.
Ella no era la única que se acercó. Sentada al lado de Dalton estaba su madre, que
finalmente se había divorciado de Wilson y se convirtió en una persona mucho más feliz. Y
junto a ella estaba Leo, el padrino de Dalton.
Saludé a Asher, que estaba sentado frente a nosotros con su nueva novia, Liza. No se
había graduado de la universidad y ya había equipos de la NFL reclutándolo. Me llamó la
semana pasada y me dijo que estaba pensando en hacerle la propuesta a Liza.
Miré hacia la siguiente mesa en la que Patrick y Marissa estaban sentados. Realmente nos
habíamos llegado a conocer y contaban conmigo después de que salió a la luz la noticia de que
su madre estuvo involucrada en el asesinato de Ivy. Había pensado invitar a John, pero decidí
no hacerlo. A pesar de que han pasado dos años, todavía no me siento cómoda con él.
—Ah, y por cierto —continuó Dalton. Tomó mi mano y me ayudó a levantar—. ¡Voy a
ser papá de nuevo! —Levantó los brazos hacia arriba. —¡Yeyy! —Me tomó el rostro y me dio
un beso.
Las mandíbulas cayeron. La alegría se desbordó. Una sonrisa estalló en la boca de todos,
y la mía era la más grande. Miré a mi marido. Maldición, se sentía bien decirlo, y mi estómago
se agitó ante la emoción en su rostro.
Habíamos tratando de evitar el embarazo hasta después de la boda, pero no pudimos
mantener las manos alejadas del otro últimamente. La idea de ser algo más grande, de ser
marido y mujer, parecía elevar nuestras hormonas.
Podría haber empezado demasiado pronto. Nuestro viaje podría haber sido inestable.
Sucedieron situaciones imprevistas. Pero no importa qué, no lo habría cambiado por nada.
Mi corazón y mi vida estaban completos.
Tómala, karma.
Charity reside en Indianápolis,
Indiana.
Cuando era pequeña, se subía
a su bicicleta y se iba a la biblioteca
pública para poder leer lo que
cayera en sus manos.
Cuando no está escribiendo, la
puedes encontrar leyendo o
pasando tiempo con su familia… o
cultivando su adicción a las
compras por internet.