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TRADUCCIÓN
ZD
CORRECCIÓN 3
SHURA
DISEÑO
MORGANA
EPUB
SHURA
INDICE
Mensaje de OBSESIONES AL MARGEN
Staff
Índice
Título
Argumento
Capítulos
1. Presente 2. Pasado
3. Presente 4. Pasado
5. Presente 6. Pasado
7. Presente 8. Pasado 4
5
HIJA
DE LA
6
OSCURIDAD
JULIANA HAYGERT
ARGUMENTO
8
1
PRESENTE
Devon
9
HABÍA LUCHADO contra demonios y fantasmas y todo tipo
de seres malignos, pero los humanos se llevaron el trofeo al más
horrible de todos ellos.
Desde mi lugar bajo el oscuro toldo de la pérgola de la plaza
del pueblo, jugué con el anillo que colgaba de mi cuello y observé
cómo un grupo de jóvenes, de no más de dieciocho años, cruzaba
sigilosamente la calle de la plaza en dirección a la vieja tienda de
música.
Un suspiro pasó por mi garganta.
Estos malditos chicos. Los conocía a todos. Sabía sus
nombres. Conocía a sus familias, a qué escuela asistían y qué clases
suspendían. También sabía que estaban borrachos como cubas y
que acababan de hacer una apuesta para ver quién robaba más
discos de vinilo de la tienda antes de que sonara la alarma y
tuvieran que huir; ya lo habían hecho antes.
Malditos bastardos.
El dueño de la tienda era un anciano cuya única pasión en la
vida desde que su esposa durante cuarenta años murió no hacía ni
un año, eran sus putos vinilos. Y, aun así, pensaban que esto era
una broma.
Intenté mantenerme al margen del drama de este pueblo de
mierda, pero ciertas cosas, como que los adolescentes se metan con
un anciano y su medio de vida, no podía dejarlas pasar. Exhalando
por la nariz, me metí el anillo dentro de la camisa y salí de las
sombras.
Una figura apareció frente a mí.
—Ryder. —Miré la hora en mi teléfono—. Llegas pronto.
El guerrero, vestido con su armadura negra y con su espada
envainada atada a la espalda, se encogió de hombros.
—Terminé mi misión anterior más rápido de lo esperado.
Estaba presumiendo. Le odiaba. No por presumir, sino porque 10
a él se le asignaban múltiples misiones, mientras que a mí me
tocaba resolver un acertijo.
—Sigamos con esto. —dijo—. El informe, Devon.
—Sí. —Miré por encima de su hombro a los adolescentes que
se preparaban para romper la ventana—. Vuelvo enseguida.
Esquivé al guerrero y corrí, más rápido de lo que cualquier
humano podría, y alcancé a los cuatro adolescentes cuando uno de
ellos -Paul- levantaba la mano, dispuesto a lanzar una piedra contra
la ventana de cristal.
—No lo creo. —Le cogí el brazo y se lo retorcí a la espalda.
Paul gritó y dejó caer la piedra.
—¡Suéltalo, hombre!
—¿Qué coño crees que estás haciendo?
—¡Amigo, cálmate!
Doblé más su brazo y él gritó.
—Si quieres que tu brazo siga unido a tu cuerpo, te sugiero
que olvides esta estúpida idea.
—Sólo nos estábamos divirtiendo. —Ladró Paul, con la voz
temblorosa por el dolor.
La furia recorrió mis venas, y fue todo lo que pude hacer para
no romperle el brazo allí mismo. ¿Diversión? ¿Llamó diversión a
destruir una tienda y provocarle un ataque al corazón a un anciano?
Le doblé la muñeca y lloró de dolor.
—Suéltalo, hombre. —gritó John. Levantó los puños—.
Suéltalo o te daré una patada en el culo.
No pude evitarlo. La risa, hueca y oscura, burbujeó entre mis
labios.
—En tus sueños.
John avanzó hacia mí. En serio, no lo entendí. El pequeño
bastardo estaba borracho y apenas podía dar un puñetazo. ¿Por qué 11
hacer el ridículo?
Veloz como el viento, me moví, dejando caer a Paul en la
acera, su estómago golpeando el pavimento con fuerza, y bloqueé
el débil puñetazo de John con mi muñeca. Giré mi mano, agarrando
la suya a su vez, y tiré de él hacia delante. Tropezó y cayó junto a
Paul. Miré fijamente a los otros dos chicos.
—¿Quién es el siguiente?
Los dos temblaron, su mirada se desvió hacia algo que estaba
sobre mi hombro. ¿Qué demonios? Seguí su línea de visión.
Ryder, con su armadura completa de guerrero y sus armas,
estaba justo detrás de mí, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Aunque éramos de la misma altura, sus hombros eran más anchos
y, con el ceño fruncido, era fácilmente un hijo de puta que daba
miedo.
Luché contra el impulso de poner los ojos en blanco y volví a
mirar a los chicos. Los otros ayudaron a John y Paul a levantarse y
salieron corriendo.
—Eso debería mantenerlos alerta. —afirmó Ryder.
—Los humanos no están acostumbrados a ver a los guerreros
vestidos de gala, Ryder. Ni siquiera saben que existimos.
—Lo sé, pero funcionó, ¿no? Salieron corriendo.
—Los habría hecho correr con o sin ti. —Recogí la piedra que
habían cogido y la volví a poner en el parterre del borde de la
acera—. Sólo espero que no les cuenten a sus padres lo del bicho
raro con las espadas que anda por el pueblo.
Ryder se encogió de hombros.
—No me importaría.
—Por supuesto que no. —Los guerreros se revelaban a los
humanos sólo si era necesario, pero en realidad, debíamos fingir
ser humanos, como hacia yo—. Pero me importa a mí. El padre de
Paul es el director del banco. Trato con él para mi cuenta e
inversiones. Y la madre de John trabaja en la biblioteca. Ella sabe 12
quién soy.
—¿Lo sabe?
Me quejé. Ryder había sido un buen amigo durante la mayor
parte de mi vida, pero a veces le gustaba molestarme.
—Ya sabes lo que quiero decir. Creen que me conocen.
Me habían trasladado a esta maldita ciudad hacía unos dos
años, y no creía que ninguno de los ciento veintitrés residentes
supiera realmente mucho de mí. Pero yo lo sabía todo sobre ellos.
Sabía todos sus nombres, edades, ocupaciones, afiliaciones. Si no
habían nacido aquí, sabía por qué habían venido a este pueblo
adormecido. También conocía su historial médico y criminal. Aquí
vivía gente muy jodida.
Y yo era el peor de todos ellos.
Para la gente del pueblo, yo era un huérfano rico de veintiún
años con una afición por la soledad. En realidad, su tranquilo
vecino llevaba vivo más de quinientos años, si se cuentan los
trescientos y pico que pasé en el infierno.
El tiempo no existía en el infierno. Ni el día, ni la luz. Sólo el
dolor. El sufrimiento. Miseria.
Todo por una misión fallida que no recordaba.
—Lo sé, lo sé. —contestó.
Dejé escapar un suspiro.
—Muy bien, estás aquí por tu maldito informe, ¿no?
—Sí, pero...
—No hay nada nuevo de que informar —espeté—. Nada ha
cambiado. No he visto nada, no he sentido nada, no he descubierto
nada. Este pueblito de mierda es aburrido y ni siquiera aparece en
el mapa o en el GPS. Ni siquiera los demonios menores vienen
aquí. Para ser honesto, estar aquí parece otro castigo de los dioses.
—Sabes que no es así. Si quisieran que sufrieras, te habrían
dejado pudrirte en el infierno.
13
Hice una mueca. Ambos sabíamos que los guerreros no se
pudrían, lo que significaba que podría haber pasado la eternidad
sufriendo en el infierno si los dioses lo hubieran querido.
—Pero sacarme del inframundo hace diecinueve años y
abandonarme en este lugar sin siquiera una instrucción de lo que
debería hacer es mucho mejor.
—Al menos no te están torturando... —Sus palabras murieron
cuando le lancé una mirada fulminante—. Además, sí te dieron
instrucciones. Arregla lo que salió mal y no falles esta vez.
El problema era: ¿Qué había salido mal? ¿Cómo había
fallado? ¿De qué misión se trataba? Los dioses no tan
misericordiosos borraron todos mis recuerdos relacionados con esa
misión fallida cuando me sacaron del infierno. No recordaba ni un
solo momento, ni una sola acción. Apenas sabía cuándo había sido
y dónde. No es que ayudara saber cuándo y dónde. No era como si
el historial de misiones de un guerrero estuviera disponible en un
libro o en un ordenador.
Pero el guerrero que estaba frente a mí lo sabía. Lo sabía todo
sobre esta maldita misión, pero no podía decírmelo. Los dioses
prohibían a los otros guerreros ayudarme.
—Ese es mi informe. —afirmé, con un tono duro—. Vuelve
dentro de cinco años. Estoy seguro de que nada habrá cambiado
para entonces.
Me giré y me alejé.
—Devon, no seas así.
Tenía toda la intención de ignorar a Ryder, pero cuando un
escalofrío rozó mi piel, enviando una perturbación a través del aire,
me detuve y miré por encima del hombro.
—¿Sentiste eso?
Él sacó su espada.
—Sí, lo sentí.
14
El frío se extendió, trayendo pesados y aceitosos zarcillos de
oscuridad.
—Demonios. —susurré.
En un abrir y cerrar de ojos, mis ropas humanas normales -
vaqueros oscuros y polo- habían desaparecido, sustituidas por la
gruesa armadura de cuero oscuro del guerrero, y mi espada atada a
la espalda. Con pasos cautelosos, Ryder y yo regresamos a la plaza
principal. La oscuridad era espesa y se acercaba a nosotros. Él hizo
girar su espada en la mano.
—Prepárate.
Desenvainé mi espada.
Medio segundo después, los pequeños cabrones saltaron de
las sombras, justo hacia nosotros. Docenas de demonios menores
en forma de serpientes negras de sombra. Algunos eran tan
pequeños como mi antebrazo; otros medían dos metros.
Giré mi espada en un amplio arco, alcanzando a la mayoría
de ellos de un solo golpe. Las serpientes explotaron en bocanadas
de humo oscuro que se disolvieron en el cielo nocturno. Unas
cuantas más se deslizaron desde las sombras, acercándose a
nosotros desde el suelo. Siseaban con sus lenguas bifidas, como si
se burlaran de nosotros. Lo único que quería hacer era pisotearlas
y acabar con ellas. Matarlos con las espadas mientras se deslizaban
por el suelo no era la lucha más práctica.
—Odio estas cosas.
—Yo también. —concordó Ryder, y clavó su espada en el
suelo, atravesando la cabeza de una serpiente—. Pero al menos son
lo más bajo del escalón.
Es cierto. De todos los demonios que existían, las serpientes
eran las más débiles.
Una de las serpientes se abalanzó sobre mí, con la boca
abierta y los dientes afilados preparados. Me hice a un lado, pasé
por encima de su cuerpo viscoso y le corté la cabeza. Se convirtió
en humo a mis pies. Levanté la vista, dispuesto a dar más tajos, 15
pero lo único que sentí fue que la oscuridad se retiraba.
Fijé una mirada estrecha en Ryder.
—¿Qué coño ha sido eso?
—No lo sé. —Sus ojos recorrieron la zona, como si esperara
otro ataque sorpresa—. No era normal.
Asentí con la cabeza. Llevaba casi dos años en esta ciudad y
nunca me había encontrado con ningún demonio. Ni siquiera
serpientes de sombra. Eran débiles y se sentían atraídos por lugares
malvados y oscuros, como el callejón de un mal barrio de una gran
ciudad. Se pegaban a las sombras hasta que los humanos se
acercaban a ellas y se convertían en sus víctimas.
—Los demonios tipo serpiente no atacan así.
Él envainó su espada.
—No, no lo hacen.
La presión y el frío de la oscuridad se disiparon, pero una
sensación de asfixia flotaba en el aire. No me gustaba.
—Algo está definitivamente mal.
Makenna
22
2
PASADO
Devon
PRESENTE
Kenna
28
—YA ESTAMOS. —anunció Lia mientras introducía el
coche en la entrada.
Estaba oscuro y las pocas lámparas que había a lo largo de la
calle no iluminaban mucho, pero podía ver la forma de la estrecha
casa de dos plantas que tenía delante.
—¿Esta es la nuestra? —pregunté, escéptica.
Lia se encogió de hombros.
—Bueno, la hemos alquilado esta tarde, así que sí, es nuestra.
—Buscó su bolso en el asiento trasero—. Hogar, dulce hogar.
Vamos. —Con un salto en su paso, salió del coche y se apresuró
hacia el porche delantero.
Yo no moví ni un músculo.
Para cuando nos instaláramos en la casa, tendríamos que
volver a mudarnos. Durante los dos últimos años, Cecilia -Lia-
había insistido en que nos alojáramos en moteles de carretera y
apartamentos de mala muerte.
—Ya es hora de que dejemos de hacerlo y nos construyamos
una vida, Makenna. —Había dicho antes de la última mudanza.
Pensé que estaba bromeando. Soñando en voz alta, como
solía hacer. Las dos lo hacíamos. ¿Quién no quería dejar de correr
y establecerse y vivir en paz? Pero no había paz para nosotras.
Nunca la habría. No mientras Slater viviera. A pesar de mis
protestas, Lia había arreglado -a mis espaldas- todo. Desde la
última vez que nos encontraron en el motel, tres meses atrás,
habíamos zigzagueado por todo el país, parando sólo cuando era
necesario.
Y no nos habían atrapado ni una sola vez.
Eso le dio a Lia la confianza necesaria para seguir adelante
con la segunda parte de su plan: conseguir documentos falsos y
establecerse en una bonita y tranquila ciudad en medio de la nada.
Con un gruñido, cogí la mochila que tenía a mis pies y seguí
a la mujer al interior de la casa. Había encendido las luces y ahora 29
caminaba de una habitación a otra. Asomó la cabeza desde lo que
parecía una cocina en el fondo y me sonrió.
—Sé que es pequeña, pero tiene una pinta estupenda.
Volvió a desaparecer.
Miré a mi alrededor. ¿Qué tenían de bueno los suelos rayados,
la pintura desconchada, las telas de araña y el polvo? Di dos pasos
hacia el vestíbulo y puse la mano en la barandilla de madera de la
escalera que llevaba al segundo piso. Suelta, como yo pensaba. A
la derecha había un salón con una pequeña chimenea. Ladrillos
rojos, desconchados y desgastados por la edad, trepaban por la
pared. A la izquierda, una araña de cristal colgaba precariamente
del techo. Suspiré. La casa parecía vieja. Se estaba cayendo a
pedazos.
Igual que nosotras.
—¿Cuánto tiempo vamos a quedarnos aquí? —pregunté,
alzando la voz para que se me oyera desde cualquier lugar de la
casa.
Ella apareció por la otra puerta del comedor.
—Firmé el contrato de alquiler por dos años, pero espero que
más.
Fruncí el ceño, segura de no haberla escuchado bien.
—Espera. ¿Qué?
—¿Por qué tanta sorpresa? Llevamos mucho tiempo
hablando de encontrar un lugar para nosotras.
Desde hace más de siete años, pero ¿quién llevaba la cuenta?
—No podemos quedarnos aquí. No por más de una semana,
tal vez un mes, y eso podría ser demasiado tiempo.
Lia me cogió las manos.
—Han pasado meses, Kenna. —Desde que empezamos a
movernos sin rumbo, habíamos cambiado nuestros nombres. Yo ya
no era Makenna. Durante los últimos tres meses, sólo había sido 30
Kenna—. No nos encontrará aquí.
Aparté mis manos de las suyas y di un paso atrás.
—Nunca dejará de buscarnos. Aunque le lleve diez años,
veinte. Nos encontrará.
Ella negó con la cabeza.
—No podemos huir eternamente. Tú eres joven. Diablos, yo
también soy joven. Merecemos vivir nuestras vidas.
¿Qué vidas? Apenas recordaba mi infancia, y las únicas
imágenes grabadas en mi memoria eran malas. Sangrientas. En
cuanto a Cecilia... se la habían llevado cuando tenía veinte años.
Eso fue hace dieciocho años. ¿Conocía realmente otra forma de
vida?
Miré el suelo de madera, avergonzada de mí mismo. Cecilia
había sufrido durante mucho tiempo. Las dos lo habíamos hecho.
Por supuesto que querría una vida mejor. Realmente se la merecía.
Pero aquí... vivir en esta casa, en este pequeño pueblo al otro lado
del país, no era suficiente. Tal vez si la convenciera de mudarse a
una isla remota, o a algún otro rincón lejano del mundo, entonces
podríamos tener una oportunidad.
En este punto, realmente dudaba que lo consiguiéramos.
Y sin embargo, no pude evitar caer en el sueño de Cecilia.
Mañana. Hablaría con ella sobre este tonto sueño mañana.
Antes nos vendría bien dormir.
—De acuerdo. —susurré.
Sus ojos marrones se iluminaron.
—¿De verdad?
¿Cómo iba a decirle que no?
—De verdad.
Sonriendo, avanzó hacia mí y me apretó en un fuerte abrazo.
—Todo irá bien. Ya lo verás. —Me dio un beso en la mejilla 31
y continuó revisando la casa. Volvió a la cocina y abrió la puerta
trasera. Las luces exteriores se encendieron, iluminando lo que
parecía un pequeño porche—. ¡Dios mío, ven a ver esto!
¿Qué? ¿La casa tenía piscina? Para que Lia la alquilara, tenía
que ser súper barata, y dudaba que una casa barata tuviera piscina.
Sabiendo que me molestaría hasta que le dejara mostrarme el patio
trasero, arrastré los pies hasta el porche.
Un gran cerezo se encontraba en el lado derecho del patio,
asomado sobre la corta valla de madera y desbordándose hacia el
patio trasero del vecino. Sus suaves flores rosas estaban en plena
floración y emanaban un dulce aroma.
—Vaya. —susurré.
—Lo sé. —dijo ella—. Es tan bonito.
Realmente lo era. De hecho, era hipnotizante. Si el árbol era
así de bonito por la noche, me pregunté cómo sería de hermoso
durante el día, cuando el sol estaba alto en el cielo y brillaba sobre
sus pétalos.
—Creo que nunca he visto un cerezo tan de cerca. —
murmuré.
—Mis padres solían tener algunos en el huerto de nuestro
rancho familiar. —Su voz adquirió un tono triste, como solía hacer
siempre que hablaba de su familia. Hacía dieciocho años que no los
veía. Ni siquiera sabía si seguían vivos, pero como estábamos y
estaríamos siempre en peligro, no se atrevía a buscarlos—. Muy
bien. Tenemos mucho trabajo que hacer. —Volvió a entrar en la
casa, sólo para cruzar la cocina y el pasillo y salir por la puerta
principal.
Probablemente había ido a buscar las pocas bolsas que
teníamos en el coche. No es que tuviéramos mucho, pero Lia había
planeado incluso eso. Había vendido la última pieza de oro que le
había robado a Slater, y con el dinero se había comprado un Corolla
cutre que había visto días mejores. También utilizamos parte para
comprar ropa y comida, y adquirir documentos falsos. Ahorramos
un poco porque Lia insistió en que necesitaríamos dinero para 32
comprar muebles para la casa. Por supuesto, no me habló de este
plan hasta hace una semana, cuando finalmente compró el coche y
recogió nuestros documentos.
Al principio, me negué a seguir su temerario plan. Me había
mentido. Sabía, mejor que yo, lo peligroso que era quedarse en un
sitio durante mucho tiempo. La consentí, porque pensé que ese
pequeño rayo de esperanza era suficiente para que siguiera
adelante. En realidad, no creía que fuera a hacerlo.
Sacudí la cabeza y una risa triste brotó de mi garganta al
recordar lo ansiosa y emocionada que había estado Lia. Siempre
intentaba encontrar el lado positivo. Me había ayudado a sobrevivir
a muchas noches oscuras. Esa era una de las razones por las que la
quería tanto.
Volví a entrar en la casa y la observé de nuevo. La pared del
vestíbulo manchada, la tabla rota de la escalera, los estribos
agrietados. Tal vez, si la manejáramos con amor, esta casa podría
convertirse en un hogar.
¿Pero por cuánto tiempo?
Sacudí la cabeza. No, no pensaría en eso ahora mismo. Por
un momento, aunque sólo fuera por una noche, me sumergiría en
el sueño de Cecilia, y fingiría que todo estaba bien.
Devon
35
4
PASADO
Kianna
PRESENTE
Kenna
Devon
PASADO
Kianna
—¿Qué ha pasado?
Acunando su mano, Kianna se apartó del banco, sintiéndose
estúpida.
—Nada. Estoy bien.
Él se quedó mirando el corte, con las cejas fruncidas.
—No pasa nada. —Le tendió la mano, pero ella retrocedió
otro paso—. Hay sangre en tu vestido. Déjame verla. Por favor.
¿Sangre? se miró la mano y el vestido. La sangre se
acumulaba en su palma y goteaba por el corpiño del vestido. Oh,
no. La sangre manchaba como ninguna otra cosa. Acababa de
perder un vestido, y no podía permitirse perder ninguno más. La
frustración y el dolor se mezclaron, y sintió ganas de llorar.
—Estoy bien. —espetó.
—Kianna, tu cara está pálida, lo que significa que no estás
bien. Y deberías limpiar ese corte.
Ella dio otro paso atrás.
—Estoy bi... —El mundo giró, su visión se nubló.
—¡Kianna! —Devon se precipitó hacia ella, deslizando sus
brazos bajo ella antes de que cayera al suelo. La atrajo contra su
duro y sudoroso pecho desnudo, sujetándola con firmeza—.
Aguanta.
Devon
PRESENTE
Kenna
*GED: General Educational Development Test (examen de desarrollo de educación general) certificado para
el estudiante con los requisitos necesarios de escuela preparatoria estadounidense o canadiense.
Sus ojos oscuros se clavaron en los míos, y sentí que intentaba
ver más allá de mí, para encontrar la razón por la que lo estaba
echando de la casa a través de mis ojos. Sin embargo, mientras me
miraba fijamente, me di cuenta de que una chica realmente podía
perderse en esos estanques de ébano suyos.
—De nada. —contestó finalmente, con la voz tensa.
Se dio la vuelta y se fue, cerrando la puerta trasera tras de sí.
En el momento en que se fue. Dejé escapar un largo suspiro,
como si no hubiera podido respirar bien durante todo el tiempo que
él había estado aquí.
No me gustaba.
No me gustaba cómo reaccionaba mi cuerpo cuando él se
acercaba ni lo amable que era. Especialmente no me gustaba la
posibilidad de que se acercara demasiado y se hiciera daño. 68
Esta noche, iba a tener una charla con Lia. Pasara lo que
pasara, tenía que dejar de pedirle ayuda a Devon e invitarlo a cenar.
Ella entendería de dónde venía. Después de todo, yo había sufrido
a manos de Slater durante cinco años, pero ella había sufrido
durante dieciséis. Si alguien entendía por qué debíamos mantener
las distancias con la gente, era ella.
Habíamos elegido escapar y vivir, pero ambas sabíamos que
nunca podríamos llevar una vida normal. La única manera de
hacerlo era abrazando la soledad que nos proporcionaba nuestra
libertad.
Solas, pero vivas.
8
PASADO
Kianna
PRESENTE
Kenna
Devon 82
—Ya veo. ¿Así que cada vez que venga, debería llamarte?
¿Eso hará que se vaya?
—Debería funcionar. —contesté, sintiendo que se me
formaba una sonrisa en la boca.
Ella levantó el pastel en sus brazos.
—Toma.
Me acerqué y le cogí la tarta. Mis dedos rozaron los suyos.
Una imagen extraña llenó mi mente. Una mujer joven con un
vestido y una larga trenza rubia que me sonreía.
—Gracias. —dijo ella.
Entrecerré los ojos, intentando ver la cara de la chica en mi
mente, pero todo estaba borroso. El orgullo me llenó el pecho.
—¿Devon?
Parpadeé.
¿Qué coño era eso? Era la tercera vez que ocurría. Cada vez
que la tocaba aparecían imágenes en mi mente. ¿Visiones?
Parecían recuerdos.
—Estoy bien. —Desviando la mirada, me dirigí hacia la
cocina.
—Por cierto —dijo, sus pies apenas hacían ruido mientras me
seguía—, gracias.
El sentimiento de orgullo había vuelto, pero esta vez era real.
En el presente, y a pesar de todas mis reservas y las fuertes
campanas que sonaban en mi mente, sonreí.
—De nada.
85
10
PASADO
Devon
PRESENTE
Devon
PASADO
Kianna
106
13
PRESENTE
Kenna
Devon
111
PASADO
Kianna
120
15
PRESENTE
Devon
PASADO
Devon
PRESENTE
Kenna
PASADO
Kianna
—Ven a ver.
La siguió detrás del puesto. Giles y su esposa estaban
trabajando duro, atrayendo a los clientes con su animada charla y
encantándoles con la comida. Debajo del puesto, había dos
cacerolas vacías.
—Oh, Dios mío —susurró su madre desde su lado—. Si se
siguen vendiendo así, nos quedaremos sin bolas de arroz.
—Eso es bueno, ¿no? —Cat dejó caer las sartenes sobre la
mesa en la parte trasera del puesto.
—Claro que lo es. —respondió su madre. Ella y Devon
siguieron su ejemplo con las bandejas que habían estado
sosteniendo.
Kianna miró a los numerosos clientes que se agolpaban
alrededor del puesto.
—¿Quieres que me quede?
Su madre negó con la cabeza.
—Está bien. Creo que los cuatro podemos arreglárnoslas. Tú
y Devon llevad a los niños al concurso de baile. Si puedo, iré a
verlos más tarde.
—De acuerdo. —Besó la mejilla de su madre, saludó a su
amiga y luego huyó con Devon. Se detuvo en medio de la calle y
miró a su alrededor—. ¿Dónde están esas dos plagas?
—Allí. —Señaló él un puesto de lanzamiento de anillos.
Efectivamente, Selina y Calvin observaban el juego,
prácticamente babeando de emoción. Su corazón dio un tirón. Si al
menos le quedara algo de cambio para comprarles unas rondas...
Reunieron a los niños y se dirigieron al final de la calle, que
se abría a la plaza principal. Al igual que el resto del festival, la
plaza estaba decorada con lámparas y cintas de colores, pero aquí
había menos puestos, porque la mayor parte del espacio estaba
ocupado por una plataforma de madera improvisada, que serviría
de escenario para el concurso de baile. Las bailarinas, en su 139
mayoría vestidas con hermosos trajes y disfraces, ya estaban de pie
alrededor del escenario, esperando que comenzara la competición.
Kianna miró a sus hermanos. Eran los niños más bonitos del
mundo, pero por desgracia su ropa no era la mejor. Había lavado
uno de sus viejos vestidos para Selina; era bonito, pero ya estaba
viejo y pasado de moda. Para Calvin, había encontrado una de las
viejas camisas blancas abotonadas de su padre, que cortó y cosió
de nuevo en la talla adecuada. Si ella estrechaba los ojos, le
quedaban perfectas.
—¿Estáis listos los dos? —preguntó.
Su hermana la miró con sus grandes ojos azules.
—Creo que no.
Kianna le dio un codazo.
—Claro que sí.
—Habéis ensayado mucho. —dijo Devon—. Estoy seguro de
que lo haréis muy bien.
—Sólo recuerda divertirte. —dijo ella—. Esto no es una
competición. Es una demostración. Sólo diviértete.
Calvin hinchó el pecho.
—¡Estoy listo! —Tomó la mano de Selina en la suya—.
Vamos a hacerlo.
La pequeña bajó la barbilla.
—Tienes razón. Podemos hacerlo. Vamos.
Kianna se llevó una mano al pecho mientras observaba a sus
hermanos marchando a un lado del escenario. Con aspecto de
adultos, Selina y Calvin hablaban con la señora que sostenía un
delgado libro de contabilidad, probablemente la organizadora. Se
registraron y esperaron. Nerviosa por ellos, se retorcía las manos
en su vestido. Devon se acercó a ella y le estrechó las manos.
—No estropees tu bonito vestido.
Ella se congeló mientras varios pensamientos y sentimientos 140
se agolpaban en su interior. Su vestido no era bonito. Era una cosa
sencilla de color azul oscuro que había intentado adornar con
bordados de plata. En comparación con los vestidos de las otras
mujeres, se sentía terriblemente mal vestida. Sus manos no estaban
tan llenas de callos como ella pensaba. De hecho, su piel era cálida,
acogedora. Se sentía bien tener su mano en la grande de él.
Sorprendida, la retiró.
—Es que estoy nerviosa por ellos.
Él la miró fijamente, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Lo sé.
Kianna se aclaró la garganta, avergonzada por sus
pensamientos, y desvió la mirada. Centró su atención en el
escenario vacío. Había sido un reto ignorar al hombre que estaba a
su lado, pero al cabo de unos minutos, los músicos ocuparon sus
puestos en el lado derecho del escenario y comenzó la competición.
Se perdió en los bailes.
Había algunos actos inexpertos, pero la mayoría de los
bailarines que salieron al escenario eran buenos. Vio que la fila
junto al escenario se movía. Miró a su alrededor, pero su madre no
aparecía por ningún lado. Se perdería el baile de los niños, lo cual
era bueno si eso significaba que estaba vendiendo sus bolas de
arroz como pasteles calientes en una noche de invierno.
—Hola. —Cat se puso a su lado.
Ella la miró fijamente.
—¿Dónde está mi madre?
—No ha podido venir. —contestó—. El puesto está
demasiado ocupado y a los clientes parece gustarles más charlar
con ella que conmigo, así que me envió aquí en su lugar.
—Está bien. —dijo, con la voz baja. Estaba un poco
decepcionada, pero lo entendía.
Finalmente, fue el turno de sus hermanos. Entraron en el 141
escenario y se detuvieron en el centro. Desde donde estaba, pudo
ver que las manos de Selina temblaban ligeramente. Cuando la niña
la miró, ella respiró hondo y lo soltó lentamente. La pequeña siguió
su indicación e hizo lo mismo.
La banda empezó a tocar y los chicos bailaron al ritmo de la
canción. Sus primeros movimientos fueron inseguros y un poco
rígidos, pero a medida que el ritmo aumentaba, se dejaron llevar y
bailaron con el corazón. Una sonrisa se dibujó en sus labios.
La canción terminó, los chicos se quedaron inmóviles en su
pose final y el público aplaudió. Kianna fue la que aplaudió más
fuerte de todos. Incluso dejó escapar una ovación. Devon se rió a
su lado. Los niños saltaron del escenario y corrieron hacia ella. Los
abrazó a ambos y les besó la parte superior de sus sudorosas
cabezas.
—Estoy muy orgullosa de vosotros.
—Ha estado genial. —afirmó Cat, dándoles una palmadita en
la espalda.
—Lo habéis hecho bien. —Le aseguró Devon.
—Gracias. —respondió Calvin.
—Estaba muy nerviosa. —admitió Selina.
—Lo sé, pero lo superaste.
Cat hizo una mueca.
—Debería volver. Le diré a vuestra madre que os habéis
portado muy bien. —Se despidió con la mano y se alejó corriendo.
Los cuatro se quedaron cerca del escenario y vieron el resto
de las actuaciones. Hubo una pausa de diez minutos después, para
que los jueces pudieran votar y decidir los ganadores, y luego la
señora de antes subió al escenario y anunció los ganadores.
Como esperaba, sus hermanos no ganaron. Había piezas
mejores y bailarines más experimentados en la competición.
—¿Recordáis lo que dije? —Les preguntó—. No penséis en
esto como una competición. Era una demostración divertida, ¿no?
142
Calvin asintió con la cabeza.
—Correcto.
Selina, en cambio, no parecía contenta. Le apasionaba la
danza, incluso más de lo que a ella le había gustado nunca. Una
punzada atravesó su pecho. Si al menos tuvieran más dinero. Si no
lo hubieran perdido todo, podría haber tomado clases de baile como
lo había hecho ella.
—Toma. —Devon le extendió su mano cerrada a Calvin. El
niño se quedó mirando el puño. Agarró su bracito y dejó caer un
puñado de monedas en sus manos—. Ve a jugar. —La cara del
pequeño se iluminó—. Comparte con Selina.
Los labios de la niña se estiraron en una gran sonrisa.
—¡Gracias!
Los hermanos corrieron hacia el puesto de juegos más
cercano. Con las cejas fruncidas, Kianna se volvió hacia él.
—¿Por qué...?
—Vamos. —Devon se dio la vuelta y se alejó.
Kianna se quedó mirando tras él durante un momento. ¿Qué
estaba haciendo? ¿Por qué estaba siendo tan amable, atento y
gentil? ¿Por qué le hacía palpitar tanto el corazón? Dios, más que
eso, ¿cómo podía mirarlo y no sentirse atraída por él? Se había
lavado el pelo largo, se lo había recogido en una coleta suelta y se
había puesto una camisa y unos pantalones negros bonitos y
limpios. Desde la primera vez que lo había visto, le había parecido
guapísimo, pero ahora pensaba que era majestuoso.
Devon desapareció entre la multitud y ella se apresuró a
alcanzarlo. Uno al lado del otro, fueron deambulando de puesto en
puesto, mirando baratijas, probando muestras y hablando del
festival y de lo que les había gustado hasta el momento. Para su
sorpresa, pasar tiempo con él era fácil. Sencillo. Cómodo.
A ella le gustaba.
El siguiente puesto en el que se detuvieron fue uno de joyas.
Su mano pasó por encima de los collares, las pulseras y los
143
pendientes. No se consideraba vanidosa, pero echaba de menos
tener joyas. Ahora sólo tenía los pequeños pendientes de perlas que
llevaba, un fino collar que su padre le había regalado por su
cumpleaños justo antes de morir y una horquilla que había sido de
su abuela. Sus ojos recorrieron los anillos y uno le llamó la
atención. Una banda de plata y una piedra azul brillante. Parecía
que la piedra había sido moldeada y cortada alrededor del metal, y
luego incrustada. Unas pequeñas garras aferraban la piedra. Era
delicada y hermosa.
—Se parece a tus ojos. —dijo Devon. Ella frunció el ceño—
. El azul brillante de la piedra coincide con tus ojos.
No importaba si coincidía o no, no tenía dinero para pagar los
juegos de los niños, y desde luego no tenía dinero para desperdiciar
en un anillo superfluo. Un fuerte suspiro escapó de su garganta.
Necesitando alejarse de esas cosas, le dio la espalda a la caseta y
siguió caminando. Su mente se quedó paralizada cuando un caballo
apareció justo delante de ella. Ordenó a sus piernas que se
movieran, pero eran demasiado lentas. Un brazo se enganchó
alrededor de su cintura y tiró de ella hacia atrás.
—¡Perdón! —gritó el jinete mientras maniobraba con su
animal entre la multitud.
¿Por qué estaba montando un caballo en medio de una calle
llena de gente? Pero sus palabras se perdieron cuando miró a su
salvador. Devon la había agarrado y tirado hacia atrás. Sus brazos
estaban contra el pecho de él, los brazos de él apretados alrededor
de su cintura, sus ojos fijos en los de él, y su boca a sólo unos
centímetros de distancia.
—¿Estás bien? —Le preguntó, en voz baja. Sus ojos oscuros
brillaban de preocupación.
Se le escapó la respiración, no sólo por su casi accidente con
el caballo, sino porque los brazos de Devon encapsulaban su
cuerpo. Asintió.
—Creo que sí.
Quiso moverse, recuperar una distancia respetuosa con él,
144
pero no pudo. Estaba completamente congelada en su sitio.
Como una mosca en una tela de araña.
Había sido atrapada mientras revoloteaba y pronto estaría
muerta.
Devon
PRESENTE
Kenna
Miré a mi alrededor.
—¿Y ahora qué?
No debería haber dicho eso. Sabrina, Kevin y Carol
deambularon por los puestos del festival. Jugamos a docenas de
juegos, comimos algodón de azúcar y perritos calientes, vimos
tocar a los músicos y a varios grupos de baile, y caminamos y
caminamos. Me detuve en un puesto de joyas. Mis manos se
posaron sobre los sencillos collares y pendientes hechos a mano,
pero hubo un anillo que me llamó la atención. Tenía un aspecto
extraño, con una banda de plata y un centro azul. Ese anillo me
resultaba familiar, pero no del todo, y no podía explicarlo.
—El sol se está poniendo. —dijo Carol, tirando de mí hacia
delante—. Ya casi es la hora del desfile.
A nuestro alrededor, todo el mundo hablaba del desfile, y la
mayoría ya caminaba hacia la calle principal, tratando de conseguir
un buen sitio. Kevin y Sabrina corrieron delante de nosotras, para
guardarnos un sitio, mientras Carol y yo subíamos por la calle,
abrazadas. Al principio, tener a Carol tan cerca y siempre agarrada
a mí había sido incómodo. Pero ahora me estaba acostumbrando y,
para ser sincera, me gustaba.
—Gracias. —susurré.
Ella entrecerró los ojos.
—¿Por?
—Por las entradas. Por hacer que me lo pase bien.
Su boca se estiró en una sonrisa de complicidad.
—Te has divertido, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
—Como nunca.
Me apretó el brazo.
—Me alegro. 154
Salió de la nada, pero con una fuerza que no había sentido en
mucho tiempo. La oscuridad se abalanzó sobre mí como un toro
enloquecido. Jadeando, me detuve y me llevé una mano al pecho.
—¿Qué ha pasado? —Carol se volvió hacia mí—. ¿Estás
bien?
Mis sentidos no eran perfectos, pero los había perfeccionado
a lo largo de los años, y por lo que pude ver, la oscuridad estaba
fuera de la ciudad, pero avanzaba rápidamente.
Venía hacia aquí.
Viniendo a por mí.
Y Carol, Sabrina y Kevin estaban conmigo.
No podía dejar que les hicieran daño. Simplemente no podía.
Me desenganché de su agarre.
—Estoy bien. Sólo... creo que necesito ir al baño. —La
empujé hacia la calle principal—. Tú ve delante con Sabrina y
Kevin. Me reuniré con vosotros en un rato.
Ella frunció el ceño.
—Suenas rara. ¿Seguro que estás bien?
Apoyé una mano sobre mi estómago e hice una mueca.
—Sí, creo que toda esa comida no me sentó bien. —Mentí—
. Ahora mismo vuelvo. —Le hice un gesto para que se fuera.
Ella dudó, pero siguió adelante. Observé cómo se abría paso
entre la multitud, dirigiéndose hacia donde habían ido Sabrina y
Kevin. Una sensación de desesperación me llenó las venas. La
oscuridad estaba aquí. Por mi culpa. Me había encontrado. Si me
atrapaba, mi vida aquí se acabaría. Mis amigos podrían resultar
heridos por mi culpa.
Tenía que protegerlos. Tenía que salvarlos.
Canalizando mi poder, giré sobre mis talones y corrí hacia el
borde del festival, donde estaba desierto ya que todo el mundo se
estaba reuniendo alrededor de la calle principal. Me detuve en 155
medio del aparcamiento y abrí mis sentidos. La oscuridad estaba
más cerca, más fuerte. Podía esperarla aquí, o podía ir hacia ella,
alejar el peligro de los demás.
De mis amigos.
Sin ninguna duda, corrí hacia la oscuridad. Pasé el
aparcamiento, crucé otra carretera y llegué a un terreno con un
edificio abandonado. Me desaté la chaqueta y me la puse para
proteger mi piel. Luego, inhalé profundamente e invoqué mis
poderes. Llenaron mis venas, empujaron contra mi piel, pidiendo
ser liberados.
Un momento después, los demonios salieron de las sombras.
Me quedé helada.
Estos no eran los demonios o lacayos de Slater. Nunca había
visto a estos seres. La mitad de sus cuerpos eran parecidos a los de
un lagarto y la otra mitad a los de un gato, con escamas oscuras.
Sus ojos eran una mezcla de rojo y amarillo, como un río de lava,
y sus amplias bocas estaban llenas de cientos de dientes pequeños
pero afilados.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
No importaba. Habían venido por mí. Me habían percibido.
Yo era un faro para ellos.
Y ahora, tenía que matarlos a todos.
Devon
Me detuve de golpe.
La gente chocaba conmigo mientras se dirigía a la calle
principal. Ella se había quedado quieta como yo cuando sentí la
oscuridad. Momentos después, desapareció. ¿Podría haberla
sentido? ¿Podría haber ido hacia ella?
No podía ser.
Pero mis pies no escuchaban a mi cerebro. Paso a paso, se
movieron, hacia el borde del festival.
No podía ser.
No puede ser.
Los latidos de mi corazón se aceleraron y mi paseo se
convirtió en un trote.
Di un paso hacia el aparcamiento y reduje la velocidad. Al
otro lado, una mujer caminaba en dirección al festival. Una mujer
con el pelo largo y rubio.
Entrecerré los ojos.
Qué...
Tardé dos latidos en darme cuenta de que era Kenna. Era la
joven que marchaba hacia el festival. Pero su pelo era rubio y su
chaqueta estaba rasgada con algunas manchas rojas.
Sangre.
Estaba sangrando.
Corrí hacia ella.
Kenna dio un salto hacia atrás y levantó las manos, como si
fuera a atacarme, o a defenderse, pero en cuanto vio que era yo,
bajó los brazos y su rostro palideció más.
—Devon. —susurró, poniendo la mano sobre su pecho—. Me
has asustado.
—¿Qué ha pasado? —La miré. Su chaqueta estaba desgarrada
alrededor de la parte superior del brazo derecho y del pecho, pero
sólo el primero parecía estar sangrando—. ¿Estás bien? —A pesar 160
de sus heridas, no pude evitar el hecho de que su pelo había pasado
de castaño a rubio en cuestión de minutos—. ¿Qué te ha pasado en
el pelo?
Recogió un mechón suelto y se lo llevó a la cara.
—Mierda. —Agitó una mano temblorosa, descartando mi
pregunta, y pasó por delante de mí—. No es... nada. Olvida que lo
has visto.
—¿Cómo puedo olvidarlo? —La alcancé. ¿Realmente quería
volver al festival con ese aspecto? Aunque la gente no supiera lo
de su pelo, alguien iba a ver su herida. Espera, ¿eso era una cojera?
— Estás herida. ¿Qué ha pasado?
Ella dio dos pasos más -sí, cojeaba un poco- y se volvió para
mirarme.
—Esto no es de tu... incumbencia.
Abrí la boca para discutir, pero cerré los labios cuando sus
ojos se encontraron con los míos. Eran de un azul tan brillante, tan
encantador. De repente, era un mosquito tonto atrapado en una
telaraña.
—Kenna —susurré, dando un paso más hacia ella. Quería que
me dijera qué había pasado, por qué estaba en ese estado. Quería
que me dejara ayudarla. Me acerqué a ella.
—¡Ahí estás! —La voz de Carol fue como un balde de agua
fría.
Kenna dio un gran paso atrás. Se volvió, con una leve sonrisa
en los labios.
—¿Me estabas buscando?
Sabrina y Kevin corrieron detrás de Carol, pero los tres se
detuvieron en seco y se quedaron mirándola un segundo después.
—¿Qué te ha pasado?
—¿Qué pasa con tu pelo?
161
—¿Te lo has teñido?
—¿Es eso... sangre?
Los tres soltaron una serie de preguntas, las que yo quería
hacer, pero ella las desechó también.
—No hay tiempo para eso. —dijo—. Iba a buscarte. Tenemos
que irnos.
La cara de Kevin cayó.
—¿Por qué? El desfile acaba de empezar y aún no hemos
podido verlo.
—Lo sé. Lo siento. —Sacó el móvil del bolsillo—. Mi madre
ha llamado. Me necesita en casa, así que tenemos que irnos. Lo
siento.
Fruncí el ceño. Estaba mintiendo.
Quería ir tras ella, confrontarla, hacer que respondiera a todo,
pero la forma en que guiaba a sus amigos hacia el aparcamiento,
tratando de ocultar su cojera y sus manos temblorosas, me hizo
detenerme.
Me enfrentaría a ella, pero no ahora.
Desconcertado, observé cómo subían a su coche y se
alejaban. Sólo entonces recordé la oscuridad y los demonios que
habían estado acechando en los alrededores de la ciudad antes de
toparme con ella. Abrí mis sentidos, tratando de localizarlos para
poder ir tras ellos y matarlos a todos.
Pero la oscuridad y los demonios habían desaparecido.
162
20
PASADO
Kianna
168
21
PRESENTE
Devon
PASADO
Devon
—Sólo ven.
Con las mejillas enrojecidas, Kianna se levantó y dejó que él
se rodeara el cuello con sus brazos. Intentó mantener la mente en
blanco mientras se echaba hacia atrás y le agarraba las piernas, con
los dedos extendidos alrededor de sus muslos. Aún más tentador
que eso, era su pecho presionado contra su espalda, su aliento en
su cuello y su aroma a cereza envolviéndolo de nuevo.
Por los dioses...
Devon contó hasta veinte antes de concentrarse en un paso
tras otro y llevarlos a casa.
—Agárrate fuerte.
Y ella lo hizo. Se aferró a él como si su vida dependiera de
ello.
23
PRESENTE
Kenna
Devon
—¿Estás bien?
—Sí. —contesté. Me aparté un poco, pero no podía apartar
mis ojos de ella.
Ese pelo castaño. Era falso. Ella tenía el pelo rubio y yo lo
sabía. ¿Era la chica de mis visiones? Sólo las veía cuando la
tocaba. Era la única explicación que tenía. Estaba noventa y nueve
por ciento seguro, pero no diría nada hasta tener pruebas.
¿Cómo carajo iba a encontrar pruebas?
—Gracias... por la toalla, y por el viaje.
—De nada.
Abrió la puerta y salió corriendo del vehículo. La lluvia había
disminuido desde que la recogí, pero todavía la mojaba un poco
mientras subía los escalones del porche hasta la puerta de su casa.
Por alguna razón, deseé haberla detenido. Me hubiera gustado
decirle que se quedara y hablara conmigo. Quería volver a tocarla
y aferrarme a ella hasta que pudiera ver claramente el rostro de la
chica rubia. Quería preguntarle de quién estaba huyendo. Pero ¿y
si hacía todo eso, y al día siguiente, ella y Lia habían desaparecido?
No podía arriesgarme. Todavía no.
Con una exhalación baja, salí de su entrada y entré en la mía,
mientras pensaba en lo que tendría que hacer para que me invitaran
a cenar en su casa más tarde esta noche.
187
24
PASADO
Kianna
190
25
PRESENTE
Kenna
PASADO
Kianna
Devon
200
27
PRESENTE
Kenna
PASADO
Devon
Ella asintió.
Devon tomó su mano y la enganchó alrededor de su codo. La
guió hasta la larga mesa con comida y bebidas, y cogió dos copas
de vino. Mientras se alejaban, se dio cuenta de que un hombre los
observaba desde una de las mesas del fondo. Lo había visto
mirando a Ofelia y Kianna desde que habían llegado al baile.
Rebuscó en su mente hasta recordar al hombre. Lord Cooper, un
señor con el que el padre de Kianna hacía muchos negocios. Por lo
que él sabía, nunca se habían llevado bien. Lord Cooper la
observaba con los ojos entrecerrados, como un depredador. A
Devon no le gustaba esa mirada.
Tomó un camino de piedra que se adentraba en el jardín,
donde los altos setos y árboles los ocultaban de la fiesta.
Disminuyeron la velocidad de sus pasos y bebieron un sorbo de
vino, admirando las flores y los arbustos tan bien cuidados.
—Esto es precioso. —susurró ella. Miró desde un macizo de
flores amarillas y naranjas hasta el cielo nocturno salpicado de
estrellas.
—Lo es. —afirmó, mirándola.
Caminaron un poco más, hasta que llegaron al borde de un
estanque de reflexión curvo que atravesaba el jardín. Devon frunció
el ceño cuando Kianna le quitó la mano del brazo.
—Gracias de nuevo por sacarme de allí.
El nudo entre sus cejas se hizo más profundo.
—A tu madre no le gustará saber que has huido de todos tus
pretendientes.
Ella puso los ojos en blanco.
—No soy un animal que ella pueda vender. La mayoría de
esos hombres me conocen desde hace tiempo. Me observaban más
de cerca esta noche por este vestido y este peinado falsos.
—No son falsos.
—Sí, lo son. —Hizo una pausa—. Sigo siendo pobre, Devon, 213
y probablemente no quieran admitirlo. —Miró su traje—. Debería
vender este vestido. Puede que ya no valga mucho, pero es mejor
que colgarlo en mi armario y no volver a usarlo.
¿Por qué las cosas eran tan complicadas? Él tenía mucho
dinero. Podía pagar el vestido. Podía comprarles un carruaje.
Incluso podría pagar más trabajadores, para que Kianna y su madre
pudieran llevar una vida más tranquila.
Pero no podía hacer eso. Era un maldito guerrero, y además
de mantenerla viva, no debía interferir en su vida. Sin embargo, lo
había hecho muchas veces.
No debería permitirse enamorarse de ella. No debería
permitirse acercarse tanto a ella. No debería tocarla, bailar con ella,
sonreírle. Esto era todo. Tenía que llevarla a casa, y patrullar la
mansión en modo guerrero. Nada más, nada más.
—Kianna...
—¿Sí? —Dirigió sus brillantes ojos azules hacia él y él se
sintió perdido de nuevo.
¿Cómo podía resistirse a esos ojos? Como un tonto, se
rindió. Devon sacó el anillo de su bolsillo.
—Tengo algo para ti.
Las cejas de Kianna se curvaron hacia abajo.
—¿Para mí? —Cogió su mano derecha y deslizó el anillo en
su dedo. Ella jadeó al admirar el anillo: un círculo de metal con una
piedra azul, tan brillante como sus ojos—. El anillo del festival.
—Pensé que te gustaría tenerlo.
—Devon. —Lo miró fijamente, con un nuevo brillo en los
ojos: lágrimas no derramadas—. Me encanta, pero no deberías
haberlo comprado. Era caro y...
—Está bien. —La cortó, aunque no pudo ofrecer más
explicación que esa—. Quiero que lo tengas.
Una lágrima se le escapó de los ojos.
214
—Gracias. —susurró ella.
Sin pensarlo, levantó la mano, le cogió la cara y le limpió las
lágrimas con el pulgar. Sin pensarlo, la miró a los ojos y luego a la
boca. Sin pensarlo, se inclinó hacia ella.
Sin pensarlo, Devon la besó.
Había habido momentos en su vida inmortal en los que se
había sentido realmente poderoso, orgulloso de su fuerza, de su
deber, satisfecho de su actuación. En esos momentos, había
acuchillado a sus enemigos como si fueran humo en el viento, había
levantado el infierno en la Tierra y había enviado a los demonios
de vuelta al inframundo. Se sentía fuerte, imparable, invencible.
A diferencia de este momento, cuando sus labios se movieron
contra los de Kianna y un grito ahogado atravesó su garganta.
Cuando las manos de ella se apretaron a su chaqueta,
manteniéndolo cerca, como si temiera que él la abandonara.
Cuando su dulce aroma y su aún más dulce sabor invadieron todos
sus sentidos, y todo lo que quería era a ella. Sólo a ella. Siempre
ella.
Este momento podría ponerlo de rodillas. Podría partirlo en
dos. Podría ser su fin. Y ahora mismo, no le importaba, mientras
pudiera seguir abrazándola. Mientras pudiera seguir besándola.
Mientras pudiera seguir teniéndola. Aunque nunca había besado a
nadie en su vida inmortal, ¿había besado a alguien cuando era
humano? Nunca lo sabría; tener los suaves labios de Kianna contra
él, su lengua burlándose de la suya, era tan natural, perfecto y
sencillo como respirar. Se sentía bien. Se sentía correcto. Se sentía
como el destino.
Sorprendido, Devon se apartó. Kianna parpadeó antes de
mirar hacia abajo, con las mejillas enrojecidas.
Por los dioses, ¿cómo podía resistirse a ella?
Pasó los dedos por debajo de la barbilla de ella y le levantó la
cabeza hasta que sus ojos se encontraron con los de él. Una pequeña
sonrisa se dibujó en su boca antes de inclinarse hacia ella y rozar
sus labios de nuevo. Estaba dispuesto a profundizar el beso, a
215
demostrarle lo mucho que significaba para él con ese simple y
maravilloso gesto, cuando unos gruesos y aceitosos zarcillos
arañaron sus sentidos.
Respirando con dificultad, Devon miró a su alrededor.
La oscuridad. Los demonios. Estaban cerca.
Se estaban acercando.
—Devon —susurró Kianna—. ¿Qué pasa?
Tratando de mantener la calma, tomó sus manos entre las
suyas.
—Kianna, escúchame. Busca a tu madre, coge el carruaje y
vete a casa. No salgas de la granja hasta que yo vuelva.
—¿Q-qué? —Ella negó con la cabeza. Él empezó a
retroceder, pero Kianna le sujetó las manos—. Devon, ¿qué está
pasando?
Él dejó escapar un largo suspiro. Acarició su rostro.
—Todo irá bien. Haz lo que te he dicho. —Apretó sus labios
contra los de ella una vez más—. Ahora vete.
Sabía que ella no se iría, aunque la empujara, así que
esperando que ella siguiera su orden, giró sobre sus talones y se
marchó primero para encontrarse con los demonios antes de que
llegaran. Antes de que se acercaran demasiado.
Kianna
220
29
PRESENTE
Kenna
Devon
233
30
PASADO
Kianna
PRESENTE
Kenna
Devon
PASADO
Kianna
Devon
PRESENTE
Kenna
Devon
PASADO
Devon
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35
PRESENTE
Devon
280
Kenna
282
36
PASADO
Devon
286
37
PRESENTE
Kenna
Devon
294
38
PASADO
Kianna
PRESENTE
Devon
Se le cortó la respiración.
No había pensado antes de decir esas palabras; ni siquiera me
había dado cuenta de que mis sentimientos eran tan profundos hasta
que las palabras salieron de mi boca. Pero ahora que lo había dicho,
sabía que era cierto. La amaba. La quería muchísimo.
Ella se aferró a mis hombros.
—Yo también te quiero. —susurró.
Esas palabras...
Gemí y me abalancé sobre ella, reclamando su boca con la
mía. Separó sus labios y me dejó entrar, su lengua se entrelazó con
la mía. Joder, era divina. No me importaban sus poderes. Aunque
tuviera oscuridad pura en su interior, tenía que ser divina. No había
otra explicación.
La arrinconé contra la pared más cercana, apretando mi
cuerpo contra el suyo. No habían pasado ni un puñado de horas
desde la última vez que tuvimos sexo, pero no pude evitarlo. La
necesitaba. Era adicto a ella.
Pasé las manos por su muslo y tiré de ella, con la intención de
llevarla hasta su dormitorio, pero la solté rápidamente y salté hacia
atrás cuando se oyeron pasos desde fuera. La puerta se abrió y
Sabrina y Kevin entraron con grandes sonrisas.
—¿Qué hacen los dos aquí? —preguntó Kenna, alisando su
mano sobre su pelo—. ¿Habéis perdido el autobús?
—No. —respondió Sabrina, abriendo más la puerta. Un
hombre apareció detrás de ella—. Estaba esperando fuera. Nos
pidió que lo trajéramos aquí. Dice que es tu amigo.
Nigel entró en la casa, pero estaba diferente. Había una
energía a su alrededor que no estaba allí antes. Una pesada
oscuridad. Y por la forma en que Kenna se puso completamente
rígida a mi lado, supe que ella también lo sentía.
302
40
PASADO
Devon
306
41
PRESENTE
Kenna
Devon
PASADO
Kianna
318
43
PRESENTE
Devon
PRESENTE
Devon
320
TODO MI DUELO, toda mi desesperación pasó a un segundo
plano ante la rabia y la determinación que sentía. Aferrándome a
esos sentimientos, me moví. Fui a mi casa e invoqué a los dioses.
A los guerreros. A quienquiera que quisiera escucharme. Ni cinco
minutos después, Ryder apareció en mi patio trasero. Salí y me
encontré con él.
—¿Has fallado? —Miró a la casa junto a la mía, a las
ventanas rotas y al porche arruinado—. ¿Otra vez?
Me crucé de brazos y me enfrenté a él.
—Todavía no he fracasado. Y permíteme decir que este
contratiempo sólo existe porque los malditos dioses no me contaron
una mierda sobre esta misión. —Mi voz se elevó. A estas alturas,
los vecinos probablemente nos estaban observando. La casa
destruida. Los dos tipos con ropas extrañas, portando armas. Y
ahora los gritos. No me importaba un carajo—. Ahora, ¿dónde coño
está la tumba?
Ryder dejó escapar un largo suspiro.
—Está bajo un fuerte abandonado a sesenta kilómetros al sur
de aquí. —Asentí con la cabeza y comencé a marchar por el patio.
Me siguió al interior—. Voy contigo.
Apreté los dientes.
—No necesito tu ayuda.
Me agarró del brazo y me tiró hacia atrás.
—Soy tu amigo. Quiero ayudar.
Le solté el brazo de un tirón.
—Como quieras.
La verdad era que me alegraba de que viniera conmigo. No
estaba seguro de poder enfrentarme a Nigel y a docenas de
demonios yo solo. No estaba seguro de que los dos pudiéramos
hacerlo. Pero tenía que intentarlo.
Nos subimos a mi coche. Un momento después, estábamos 321
en la carretera, dirigiéndonos al fuerte. Pisé el acelerador y fui tan
rápido como el coche lo permitía. Como esperaba, alcanzamos a
Nigel en menos de treinta minutos.
Una fila de furgonetas negras seguía la curva de la carretera
como una serpiente que se retuerce. Acelerando un poco más, pasé
por delante de ellas y lancé mi coche en su dirección. La primera
furgoneta intentó desviarse y adelantarme, pero puse la marcha
atrás y golpeé su parte delantera, deteniéndola por completo. La
siguiente furgoneta no tuvo mucho tiempo para frenar. El
conductor la sacó de la carretera y se estrelló contra la cuneta, con
el humo brotando del radiador. Esperaba que ella no estuviera en
esa. Las siguientes furgonetas se golpearon entre sí al frenar para
evitar los vehículos detenidos.
Ryder y yo nos movimos, yendo de una a otra, buscando a
Kenna y acabando con los demonios. Despejamos las dos primeras.
Para entonces, los demonios habían salido de las otras y se pusieron
en posición alrededor nuestra. Y justo detrás de ellos estaban Nigel
y Kenna. Sus ojos se fijaron en los míos y su nombre subió a mi
garganta, pero me contuve. Tenía las muñecas y los brazos atados
con gruesas cuerdas y un trozo de tela le amordazaba la boca; su
pelo rubio volaba detrás de ella. Él sostenía una daga sobre su
pecho.
—Un paso más y la mataré. —declaró, con la voz lo
suficientemente alta como para ser oírlo por encima de los siseos y
gruñidos de los demonios.
—Va de farol. —Me susurró Ryder.
—Lo sé. La necesita viva hasta que esté cerca de la cámara.
—¿Al ataque?
—Oh, sí.
Nos abalanzamos sobre los demonios. Los atravesamos como
si estuvieran hechos de aire. Por el rabillo del ojo, observé a Nigel.
Como pensé, simplemente se aferró a ella y se retiró a la camioneta
en la parte trasera. La metió dentro y se puso al volante. Giró la
llave. El motor chisporroteó, pero no volvió a la vida. 322
Cuando había menos de diez demonios con los que lidiar, fui
tras Kenna, sabiendo que Ryder podía encargarse de ellos. Nigel
me vio llegar y abrió de golpe la puerta del conductor, con la daga
en la mano.
—¡Detente!
—¿O qué? —pregunté, con los dientes apretados.
No le di tiempo a responder. Golpeé mi espada con fuerza,
arrancando la daga de su mano. Luego, le clavé la espada en el
pecho, justo en el corazón. Aparté la espada y dejé que su cuerpo
cayera a mis pies. Asqueado, pasé por encima y abrí la puerta de la
furgoneta.
Kenna se encogió en la parte trasera, con los ojos ligeramente
aturdidos. Lo que sea que le habían dado todavía la confundía. Pero
cuando me vio, sus hombros se relajaron y un sollozo sacudió su
cuerpo. Me acerqué a ella y le arranqué la mordaza de la boca y las
cuerdas de los brazos y el torso. Se inclinó hacia mí y la atraje hacia
mi regazo.
—Shh, ahora estás a salvo.
Le pesaban las extremidades, pero se abrazó a mis hombros,
con su cara en mi pecho. Levantó la barbilla y me miró.
—Viniste.
Asentí con la cabeza, y finalmente la presa se rompió dentro
de mí. El alivio recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Lo había
hecho. La había salvado.
Y no la dejaría ir.
La protegería hasta el final de nuestros días.
Nada más, nadie más, le haría daño.
—Por supuesto que vine. —Le cogí la cara y le pasé el pulgar
por la mejilla, contento de que estuviera bien—. Siempre vendré.
Apoyó su mano en la mía. Sus cejas se curvaron hacia abajo
y su mirada se dirigió a mi cuello. No, a mi clavícula. Levantó la 323
mano y tiró del cuello de mi chaleco hacia abajo, dejando al
descubierto la cadena de plata. Sacó el collar de debajo y se quedó
mirando el anillo -su anillo- como había hecho antes.
—Este anillo. —susurró. Lo apoyó en la palma de su mano.
Un grito ahogado salió de sus labios y sus ojos se abrieron de par
en par. Parpadeó rápidamente un puñado de veces y luego me miró,
con sus ojos en los míos, todavía enormes—. Me acuerdo. —
susurró—. Lo recuerdo todo.
45
PRESENTE
Kenna
PRESENTE
Kenna
PRESENTE
Devon
Él alejó la oscuridad.
Me giré, listo para golpearle con mi espada, pero él ya se
estaba moviendo, con su daga preparada. Ni siquiera tuve tiempo
de parpadear.
Su daga se clavó en el pecho de Kenna.
La emoción dentro de mí era más de lo que podía soportar. El
color rojo cubrió mi visión mientras blandía mi espada, cortándole
garganta y salpicando su sangre en mi armadura.
Sobre Kenna.
Me volví hacia ella y la sujeté de los brazos mientras sus
rodillas se doblaban. Cayó de rodillas en el suelo y me agaché con
ella, tomándola en brazos. Un sollozo salió de mi garganta cuando
sus ojos abiertos se encontraron con los míos.
—No, no, otra vez no. —susurré. Pasé la mano por encima
de la daga incrustada en su pecho, la oscuridad salía de la herida y
se dirigía directamente a las marcas de la puerta. Si sacaba la daga,
moriría desangrada. Si no lo hacía, moriría igualmente—. No, por
favor, quédate conmigo.
Ella levantó su mano y tocó mi cara.
—Lo siento —susurró—. Siento que no hayamos podido
detener al demonio esta vez.
Me incliné hacia delante y apoyé mi frente en la suya.
—No me importa el demonio. Me importas tú. Te amo.
Quiero que te quedes conmigo.
—Yo también lo siento. —Su voz era débil, su respiración
entrecortada—. Te amo.
Parpadeó, luego sus ojos se cerraron y no los volvió a abrir.
Contuve la respiración, esperando que me mirara, que me dijera
que todo era una mala broma y que estaba bien. Pero no lo estaba.
Sus brazos bajaron, pesados, y su pecho dejó de moverse.
Otro sollozo subió a mi garganta. 338
Makenna
353
TAMBIÉN DE JULIANA HAYGERT
354
El mundo del rito
El heredero vampiro (Libro 1)
La Reina Bruja (Libro 2)
El Voto Inmortal (Libro 3)
El Señor Brujo (Libro 4)
El Lobo Consorte (Libro 5)
La Rosa de Cristal (Libro 6)
El lobo abandonado (Libro 7)
El Lobo Atado (Libro 8)
El Pacto de Sangre (Libro 9)
La serie Everlast
Regalo del Destino (Libro 1)
Juramento del Alma (Libro 2)
La Copa de la Vida (Libro 3)
Círculo Eterno (Libro 4)
355
Serie Willow Harbor
La Venganza del Cazador (Libro 3)
Siren's Song (Libro 5)
Serie Breaking
Breaking Free (Libro 1)
Rompiendo el hielo (Libro 2)
Abriéndose paso (Libro 3)
Rompiendo con todo (Libro 4)
Standalones
Hija de la oscuridad