Está en la página 1de 844

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Copyright © 2021 Gleen Black
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser
reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico
o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de
almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del
copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera
coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos
en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido
utilizados en esta obra de manera ficticia.
 
ASIN: B08VH8FDXP
Sello: Independently published
Corrección: Isaura Tapia
Maquetación: Gleen Black
No se permite la reproducción total o parcial de la obra, ni su incorporación a un
sistema informático, ni transmisión de cualquier forma o medio, sea este
electrónico, mecánico, por fotografía, grabación u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito de la autora. La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y
siguientes códigos penales)
 
 
 
 
 
GLEEN BLACK
 

Biografía del autor


 
Grislanddy L. Hernández es una mujer apasionada del
romance, mismo que la motivó a escribir y a la corta edad
de ocho años descubrió su pasión por las letras, dejándose
envolver en un mundo de fantasía con su primera historia
leída.
 
Para ella no hay nada como escribir en pijama,
coleccionar post-it y llenarlos con sus frases favoritas. Un
muro y ella son los fieles testigos de esa pequeña
fascinación, ama pegar esas frases y repasarlas para revivir
las historias y sus personajes.
 
Es madre de dos pequeños, vive en la Gran Manzana,
rodeada de amigos y familiares. Amante de la naturaleza, es
fanática de las redes sociales, escribir y leer en invierno con
sus mejores aliados: una taza de café y miles de ideas.
 
 
 
 
Cada libro, cada volumen que ves aquí, tiene un alma.
El alma de la persona que lo escribió y de aquellos que lo
leyeron, vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro
cambia de manos, cada vez que alguien baja sus ojos a las
páginas, su espíritu crece y se fortalece.
 
“La Sombra del Viento, Carlos Ruiz Zafón
Soundtrack
 
Play with fire - Sam Tinnesz
Natural - Imagine Dragons
Fractures - Illenium
Demons - Hayley Kiyolo
Talk Dirty - Jason Derulo
Who I am - The Score
Trampoline - Zayn feat Shaed
Love lies - Khalid feat Normani
Flames - Zayn
Scared to live - The Weeknd
Heaven - Julia Michaels
How do you sleep? - Sam Smith
Like that - Millie Bae
You don´t own me - Grace
Paint it black - Ciara
Break my heart - Dua Lipa
Conversations in the dark - John Legend
My, oh my - Camila Caballo
Grind me Down - Lilliana Wilde
Born for this - The Score
Stronger – The Score
Monster in me - Little Mix
My Strange addiction - Billie Eilish
Break Up Song - Little Mix
In the end - Linkin Park
 
Expectations - Lauren Jauregui
(Himno oficial de Emilie/Dominic)
 
Castle - Halsey
Can´t Help Falling in love - Haley Reinhart
 

CAPÍTULO 01
Dominic
 
El mejor amigo del hombre no es un perro, es una taza de
café recién hecho por la mañana. Eso es vida calando en mi
cuerpo y alimentando mis venas. Por eso cada día, antes
que suene mi despertador, mis ojos están alertas. Se dice
que las personas hechas para dirigir consiguen solo cuatro o
cinco horas de sueño y el otro tipo de gente, quienes
duermen hasta tarde y posponen la alarma más de seis
veces, son personas para ser dirigidas. Yo pertenezco al
primer tipo. Mis ojos se abren incluso cuando el cielo de
Manhattan está oscuro. Giro sobre mi cuerpo tocando mi
rostro en el proceso, no necesito mirar la maraña de pelo
castaño en mi cama para que algo se remueva. Dos cosas
se alteran, mi polla, orgullosamente erguida con una dura
erección matutina. Y una parte de mi cerebro, diciéndome
cuán erróneo fue tener sexo con Katniss, la hija de uno de
los viejos jueces de distrito, anoche, más la advertencia de
problemas. ¡Mierda! Abandono mi cama para ir directo al
baño y resolver el primer problema de la mañana. No me
gusta para nada este aroma de mujer en mi cuerpo,
necesito una ducha larga y caliente para borrar cualquier
rastro... Salgo de la regadera, mojado, envolviendo una
toalla en mi cintura. Enciendo la cafetera en mi cocina y le
echo una rápida mirada al periódico que descansa –como
cada mañana– en la encimera.
Más de lo mismo, el estúpido presidente levantando
comentarios en lo que debería ser una red social y él ha
convertido en su gabinete de prensa. Es un puto dolor de
trasero y bien podría chuparme la polla. Tomando mi café y
suspirando de puro placer camino hacia mi habitación.
La mujer en mi cama aún sigue dormida, así que deduzco
pertenece al segundo tipo de persona. Necesito un poco de
ejercicio y enfoque. Algo que me traiga al ahora. Emoción.
La vida detrás de un escritorio está matándome. Un bóxer
negro cubre mi cuerpo cuando me inclino a tomar un
pantalón y sudadera para salir a correr y quemar toda esta
energía extra. La opción de follar a la chica ya no es tan
atractiva como me pareció anoche.
No razonaba y, hoy, el controlador hombre que soy, sabe
cuán equivocado estuve al meterme en su coño. Le dejaré
claros mis términos.  Giro los ojos sintiendo las tetas
pegadas a mi espalda. Es hora, supongo. 
—Vuelve a la cama —ronronea. 
El sexo es sexo y algo que no me gusta de tenerlo, es lo
que sucede a la mañana siguiente... Por código propio no
traigo una mujer a mi ático, suelo ir a una casa de
vigilancia. Desde hace meses estaba bien dándome placer a
mí mismo y evitando esta mierda.
Anoche tenía un par de tragos y, no me estoy excusando
con eso, pero fue más atractiva la idea de follar a la hija del
juez Florentino cuando la chica cayó sobre sus rodillas y se
metió mi polla en la boca sin preguntar. Ella sabe succionar
una polla gruesa como la mía, debería llamarse como esa
marca de aspiradoras; Dyson, es buena en la succión. 
—Debes regresar a casa, Katniss. 
—¿No quieres quedarte en la cama?
—No —gruño. 
Estoy cansado de la cama, hastiado de esta vida
monótona. Soy un maldito dios, por favor, deberían tenerme
más respeto.
  Y ese es el problema, he pasado demasiado tiempo en
las sombras de la organización, dejando a mi mano derecha
tomar el control mientras estoy detrás de un escritorio.
Necesito volver a la sangre, esa adrenalina de ver la vida
salir de mis enemigos. Necesito ese retorcido placer…
Cierro mis ojos, la ira subiendo a mi garganta.
—En cuatro y levanta el culo.
Se sobresalta con mi tono violento de voz.
—Sí, señor.
—Voy a follarte ese culo. Otra vez. Eres solo una mujer
para ser follada.
Y no miento. Lo dejo claro antes que ella se haga una
maldita novela en su cabeza. Conozco a las mujeres y sé lo
sensibles que pueden llegar a ser. Seguramente ya imaginó
nuestra boda anoche y para esta mañana ya teníamos dos
hijos y vivíamos felices para siempre. Basura que la
televisión y los libros te venden. Ella cumple mi orden. En
cuatro, su culo listo para tenerme. Las putas no necesitan
juegos previos. Presiono mi polla en su agujero, su débil
mano intentando apartarme. Todas las mujeres son unas
putas como ella… Maldita sea.

~♠~
—Voy a correr dos horas, encárgate de pedirle un taxi...
Está adentro —doy la orden caminando hacia el ascensor.
Nick, uno de mis hombres asiente, listo en la puerta, como
cada mañana. Recibo una inclinación sutil de cabeza. 
—Ya está hecho, señor. 
—¿Sí? 
—Me lo pidió anoche —dice.
Bueno, parece que mi yo borracho, tampoco es feliz con
Katniss.
—Llegó ayer en la tarde. 
Me detengo mirando por primera vez la carpeta negra
que tiene en su poder. Le indico la abra mientras salimos del
elevador a empezar un trote tranquilo. Necesito el ejercicio
más que nunca.
Esa carpeta solo significa problemas y mientras más
información me brinda Nick, lo compruebo.
Llamo a mi mano derecha, mi Consigliere.[1]
—La hija del juez, ¿eh?
—¿Cómo...? —me interrumpo incluso antes de saber la
respuesta. Joder. En la calle, unos pasos atrás se encuentra
una camioneta de vigilancia.
—Deja de meterte en mi mierda —ordeno. Roth se ríe. Es
mi amigo, mi maldito hermano. Conoce cada punto en mi
jodida vida.
—Es tu polla. —Ríe—. Solo asegúrate de usar plástico, es
una puta.
—Mi semen vale su peso en oro. Ninguna puta puede
tenerlo.
—¿Recibiste mi regalo?
—No necesito una mujer.
—Esta sí —asegura—. Ella necesita un marido.
—Entonces cásate con ella.
—Necesita protección, sabe demasiado del negocio.
—¿Por qué sigue con vida? 
—Es un favor para un viejo amigo.
Eso tiene más sentido. Está preocupado.
—Gabriel fue claro sobre favores, ¿no crees?
Padre ofreció protección a la puta de mi madre biológica,
esta le pagó traicionándolo con su guardia. Padre terminó su
vida haciéndola miserable. No lo defiendo, él fue un hijo de
puta toda su vida. Incluso con sus hijos. Motivo por el que
ahora reside permanentemente bajo tierra. Yo mismo me
encargué de ello.
—Solo mira la foto, si no te agrada... Lombardi la tomará.
Lombardi es un vejestorio de casi sesenta. Gordo, de pelo
grasiento. Enviudó recientemente. Roth hace mención de
ello para persuadirme a mirar la fotografía.
—Mátala.
—Pensé que estabas aburrido.
Matar a una chica no entra en mi diversión.
—Volveré a los negocios. —Es un aviso. Roth suspira en la
línea. Me ha tenido bajo radar lo suficiente. Es tiempo de
volver.
—¿Estás listo? ¿Después de…?
—Volveré, carajo.
—Bien —claudica aun sin estar de acuerdo—. Reuniré a
nuestros hombres. Y… te sugiero mirar la chica. Deberíamos
considerarlo.
Su padre era un agente de la CIA[2], recolectó mucha
información de nuestros negocios en Sicilia. Y, si no quieres
casarte con ella, podríamos unirla a algún hombre de
confianza o matarla.
—Solo confío en ti —le recuerdo. Y Raze, su hermano.
Es un motero, se burlaría antes de aceptar casarse con
ninguna mujer y probablemente esta terminaría muerta
bajo sus manos antes de poder follarla.
—Entonces me casaré con ella, si lo prefieres. Sin
embargo, creo que es tu tipo. Vlad Ivanov la está
investigando. ¿No es mucha coincidencia?
Vladimir pertenece a Rusia y está controlando Nevada. Es
un hijo de puta, tengo ganas de matarlo. Daña mis rutas.
Controla gran parte del este, y se está haciendo con mucho
poder. Si por algún retorcido deseo quiere a la chica podría
tomarla primero. Sería una forma de burlarme.  Nadie me
niega nada después de todo.
—¿Cuántos años tiene? 
—Veinte.
—¿Universitaria?
—No. Editora, creo. Tienes la carpeta, échale un ojo… o tu
polla.
—No eres gracioso.
—No estaba bromeando... Puedes divertirte un poco.
—No soporto las mujeres —digo. Y es cierto.
—Te diviertes unas semanas y luego la asesinamos, ¿cuál
es el maldito problema?
Ninguno, solo pensar en soportar a una mujer por
semanas revuelve mi estómago. 
No soy bueno para nadie, me gusta follar y salir sin
ninguna pregunta.  Me gustan cosas que dudo una
veinteañera soportaría. Casarme no encaja conmigo. No
paso las noches en mi ático y no doy explicaciones a nadie,
solo quizás a Roth. Siempre ha sido una piedra en mi
zapato, una que me encanta conservar. 
No, definitivamente no necesito una mujer.
—Necesitas un heredero —afirma, como si acaba de leer
mi mente.
—Estás tú, Roth, eres mi puto heredero.
—Don, piénsalo. Necesitas una esposa, y por lo menos
dos hijos varones.
«¿Para enviarlos a pelear entre ellos hasta la muerte?».
—Encárgate de mi regreso —ordeno y cuelgo.
—Esta es su foto —informa Nick a mi lado y me pasa la
carpeta. Me detengo en la Central Ave. En seco.
Cabello castaño claro casi rubio, piel blanca como
porcelana, labios grandes rosados y ojos enormes para un
rostro muy angelical. 
Están jodiéndome. 
—¿Es una broma? —susurro sorprendido. 
Tiene que serlo. Es un ángel... ¡Mierda! Sé reconocer un
maldito problema cuando lo tengo enfrente. Eso, esa foto es
un jodido problema. Lo sé, uno que no estoy dispuesto a
tomar. Todo mi cuerpo pica de alguna extraña sustancia
mientras miro la imagen. Estoy paralizado observando la
pequeña ninfa, casi rubia y ardiente. Me encanta su pelo,
una castaña natural. Imaginarme jugando con los mechones
que caen en su rostro dándole una apariencia de niña
inocente me hipnotiza. Sus rasgos son suaves, pero
llamativos, tal como su boca en forma de corazón de color
cereza, naturales. Labios diseñados para ser besados…
duro.«¡¿Qué demonios...?!». ¡Oh, no! Una parte muy
bendecida de mi cuerpo está reaccionando a lo que mis ojos
miran.
Sus piernas están al descubierto gracias a un short
pequeño, y usa una playera grande que dice "I am Not a
Baby" ¡Joder! 
Me tiene a punto de gritar como un maldito animal. 
Me gusta mucho lo que veo, demasiado. Mi amigo está de
acuerdo, pestañeo y me muevo inquieto o ¿Nervioso?
Excitado, nunca en el pasado me he sentido tan caliente.
Es hermosa.
Le entrego la carpeta, listo para empezar a correr. 
Ahora creo necesitar tres horas, una más añadida por ese
rostro. Me impulso por la East Central hacia la vista de
Central Ave. Comercial. Play With Fire quemando mis oídos,
cualquier otra mañana mi cabeza estaría fría planeando
todo mi itinerario, hoy, el día se me antoja gris y amargo.
Mierda, regreso rápido sobre mis pies rogando
internamente porque Katniss ya no esté en mi lugar. Decido
tomar las escaleras hasta mi piso con ese rostro grabado en
mi retina. Nicolás se sorprende cuando empujo la puerta. Y
Olivia, la chica de servicio, ya está detrás de la barra
preparando el desayuno. Ellos están hablando de algo sucio
a juzgar el sonrojo monumental en la chica. Tomo la
carpeta. 
—Cancela esa llamada. Me haré cargo.
—Don.

~♠~
Me encuentro en la cama, sentado con montones de
papeles esparcidos mientras me coloco mis gemelos luego
de otra ducha y mi estómago gruñendo de hambre.  Ya he
tomado una decisión. Vuelvo a tener la foto en mis manos,
evaluando una vez más toda esa perfección. Es delgada, su
cintura pequeña y tiene un trasero de muerte.
Mi pervertida mente la imagina con esas piernas
enrolladas a mi cadera, empujándome dentro de ella
mientras grita por mi polla más duro. Como si mi polla
tuviera cerebro, se yergue en aprobación. Lástima. Una
belleza de chica desperdiciada, ¿cuánto ha experimentado
ya? Es una joven viviendo en New York. Sin duda ha tenido
acción. No, no lo ha hecho. Es la hermana de Holden
Greystone.  El hijo pródigo huyendo de casa, bajo mi
territorio. Buscó refugio en mi ciudad hace años. Lo que
nunca mencionó fue a una pequeña, hermosa y jodida
hermana. 
Si es virgen, la tomaré para mí. De no serlo, la cederé a
Roth. Una boda por compromiso conmigo para joder a Vlad
Ivanov sería una dulce burla, pero si su coño ha tenido otra
polla, Roth deberá ser suficiente.
Tomo los papeles otra vez y por algún extraño motivo
guardo su foto en mi cartera y no en la carpeta. Tengo que
llegar a la oficina. Quizás deje que se divierta... No. Necesito
un enfoque. Seré yo quien se divierta un rato. Vuelvo a
tomar mi móvil. 
—¿Quieres visitar a Greystone? 
Maldito hijo de puta.
—Sí, estoy saliendo de camino.
Cuelgo sin escuchar más. Esa chica, dulce, castaña de
hebras claras, será mía, esta misma tarde ella será mía.
Propiedad de Dominic Cavalli. 
El Don de la Mafia Siciliana.
CAPÍTULO 02
Emilie
 
Parte esencial de tu persona es saber lo que quieres ser
en la vida, es toda tu responsabilidad conocer qué dirección
tomar, pero sobre todo, cumplir tus metas y límites sin
culpar al "Soy así porque..." odio a las personas que se
victimizan por haber tenido una infancia de mierda. Sí, fue
jodido, pero ¿sabes? ¡Supéralo! Ve afuera, cómete el
maldito mundo de una buena vez, haz algo con tu jodida
vida, sobre todo, no te estanques a llorar por algo que no
tiene remedio. Ese consejo me repetí en mi primer día en
New York, cuando tuve mi culo llorando por más de tres
meses y parecía una mártir. Solo por tener una nueva
oportunidad. Mi cuerpo está caliente, sediento y ardiendo.
Agradezco haberme dejado el sujetador puesto, de otra
manera, mis pechos estarían saltando arriba y abajo con el
sudor crudo corriendo por todo mi cuerpo.
—Más... ¡Más! —gruño. Mi corazón está latiendo frenético,
rogando el siguiente respiro mientras todo en mí se contrae
dolorosamente. Me muevo más fuerte sintiendo ese frenesí
que siempre llega en este punto. Estoy ahí, justo en esa
zona de placer y dolor.
—Dios... Solo un poco más —pido.
En todo el ardor de mi acalorado cuerpo, logro escuchar
algo molesto. Mi celular está timbrando, cortando la voz de
Imagine Dragons, Natural, al instante. Maldigo al ver la
pantalla y toda la excitación desaparece. Luego mis pies
parecen enredarse uno con el otro y caigo del golpe en la
calle. Vocifero en contra de todos mis antepasados
interponiendo mis manos y evitando romperme la cara. Mi
respiración es irregular cuando vuelvo a ponerme sobre mis
pies. Maldito seas Holden Greystone.
—¡Deberías quedarte en esa posición, nena! —grita un
afroamericano en la esquina agarrándose la entrepierna y
haciendo movimientos con la cadera. Sin pensarlo mucho, le
muestro mi dedo medio y me inclino tomando mi celular—.
¡Tengo suficiente polla para ese trasero!
—¡Vete a la mierda! —bufo volviendo sobre mis pies para
alejarme del idiota.
Una extraña sensación de ser observada llega y miro
sobre mi hombro comprobando al imbécil quien ya está
encendiendo un cigarro sin prestarme más atención.
Apresuro más mi paso, trotando hacia el departamento –el
cual comparto con mi mejor amiga– encontrando este en
silencio. Sigo derecho a la ducha porque estoy sudorosa y
enojada conmigo misma por no lograr correr más de una
hora como tenía previsto.
Mi pelo es un desastre para cuando pongo un pie en mi
habitación y desearía que fuera como en las películas,
donde la chica sale con este mojado y seis segundos
después, tiene un pelo lacio y brillante. No tengo tiempo,
me recuerdo una vez más mientras me inclino por mi ropa
interior.
— ¡Valerie! —chillo desde mi puerta—. ¿Dónde está mi
sostén de lunares?
Silencio, más silencio. Estoy segura de que ha decidido
tirar a la basura mi sostén favorito, el cual no es digno de
tener más uso.
—¡Valerie! —insisto, sin obtener respuesta.
Maldita, seguro se ha ido dejándome con mi absurda
búsqueda, ¿cómo puede ser posible que no le guste?
Resoplando de forma escandalosa busco entre la montaña
de ropa, recuerdo que dejé un sostén negro por algún lugar
en la pila.
—¡Bingo! —proclamo encontrando la preciada prenda.
Voy a matar a Valerie.
—Los hombres en uniforme son tan ardientes.
Tapo mi cuerpo en cuanto entra a mi habitación, con un
cesto de ropa vacío en sus manos. Valerie niega con la
cabeza al mirar mi reacción.
—Veo tetas y culos todos los días, Millie, ¿recuerdas? Soy
modelo.
—Bueno, los míos no forman parte de tu preciada lista. Y
es Emilie.
—Lo sé. —Encoge sus delgados hombros—. Millie.
—¿Vas a salir o quedarte viéndome?
—Voy a quedarme organizando tu desorden.
Resoplo. Es solo una excusa para tirar mi ropa. Valerie no
sabe usar una lavadora, es de las mujeres que dejan
quemar incluso el cereal. ¿Sí comprendes?
—Deja de tocar mis cosas, es asqueroso que mires mi
ropa interior.
—Fuera asqueroso si estuvieras follando con alguien, pero
no lo haces.
—¿Cómo puedes estar segura? Quizás tengo un novio
secreto.
—Están secas.
—¿Qué?
—Tus bragas.
—¡Oh, por Dios! —Me ignora mientras recoge mi ropa del
piso. Es mi desorden, uno perfectamente ordenado. Hago
malabares ocultando mi cuerpo detrás de la toalla para
vestirme debajo de esta. No me gusta que miren, me
desagrada la idea de mostrarme. Ella es más liberal que yo
en ese sentido, anda por la casa en bragas y con sus
perfectas tetas de silicona al aire. Corro a mi baño
miniatura.
—Eso de cepillarse luego de cambiarte no es buena idea.
—Voy tardísimo, no debí quedarme leyendo ese libro
anoche.
Introduzco el cepillo con pasta dental en mi boca. Valerie
empieza una diatriba sobre mi falta de coordinación, mi
fascinación por los libros y luego se mete con mi ropa.
¡Jesús!
—Dein llamó anoche. Pregunto por ti, está preocupado.
—Le llamaré hoy —miento. Un grito sale de mi garganta
en cuanto miro mi reflejo al espejo. Mi pelo es un asco, pero
no tengo tiempo para pensar en ello. Únicamente tengo
cinco minutos para estar en el orfanato. Se supone debería
estar allí hace un cuarto de hora. Trabajo para una editorial,
la misma que está patrocinando un desayuno de
recaudación de fondos para este orfanato. Salgo disparada
fuera de la habitación una vez consigo verme presentable
en mi vestido de flores silvestres. Tomo mis llaves de la
mesa junto a una taza de café caliente.
—Eres tan dulce, Valerie. —Beso su mejilla de forma
rápida—. Gracias.
—Es que soy una mezcla de Katherine y Anastasia.
—¿Umm?
Peino mi cabello con los dedos mientras la miro sin
comprender.
—Charlie y toda esa bazofia.
—Eres rara.
—¡Mira quién lo dice! La chica trabaja en una editorial y
no ha leído Grey. ¡Deshonor! —grita. «Oh, dioses»—.
¡¡Deshonor sobre tu familia!! ¡¡Deshonrada tú!!
¡¡Deshonrada tu vaca!! ¡¡Deshonrado tu Kindle!!
—¡Valerie! ¡Los vecinos! Y mi Kindle está lleno de honor,
¿cómo me veo?
—Como una adolescente sin practicar sexo. Deshonor a tu
vagina, amiga.
—No soy una adolescente.
—Y nunca has tenido sexo.
—¡Perra! —reclamo en voz alta—. Tendrás que
compensarme esta vez con algo mejor. Y, ¡deja de tirar mi
ropa!
—¿Hamburguesa y series de HBO? ¿Netflix?
—Hecho. La de vampiros. True Blood.
—Lo sabía. Te amo, chica que no sabe de moda.
—Te amo, Kasia.[3]
Escucho su risa escandalosa mientras empujo las puertas
de nuestro apartamento. Vivo con ella hace más de dos
años y estoy acostumbrada a que mucha de mi ropa
desaparezca siendo reemplazada por nueva ropa, la cual no
uso. Valerie es mi única amiga, pero nuestros gustos por los
chicos y ropa son tan diferentes como el blanco del negro.
Bueno, la ropa, no es como que yo tenga muchos chicos con
los cuales comparar. Solo Dein Jason, el hermano de mi
mejor amiga.
Y aún duele recordarlo.
Atravieso el estacionamiento a toda velocidad, teniendo
esa maldita sensación de ser observada. Otra vez
paranoica, todo el lugar está vacío, excepto por los autos.
Entonces entro a mi coche viejo y conduzco por las calles
abarrotadas. Algunas personas aman de New York las
diferentes culturas, cómo una ciudad nos integra a todos en
unidad. Lo que yo amo de la Gran Manzana es el anonimato
que me brinda, estar aquí es seguro, al menos por ahora.
Buscar algo o alguien dentro de New York, es tan difícil
como encontrar una aguja en un pajar.
La dulce música de Imagine –mi grupo favorito– es
interrumpida por una llamada entrante. Hannah, mi jefe en
Editorial Universal, una pequeña empresa de Manhattan.
Declino la llamada. Mi vida es un poco agitada, creo que de
alguna forma me obligo a mantenerme en movimiento.
Trabajo en las mañanas para Hannah, de lunes a viernes,
por las tardes me la paso viendo series o teniendo salidas
ocasionales con Valerie, otras me las paso conociendo
restaurantes a los cuales reservo para cenar sola. Patético,
supongo, pero no para mí. Me gusta la soledad, me gusta mi
pequeño mundo. Y en todo momento me la paso huyendo,
del pasado y de algo muy importante, amor, no tengo
tiempo para nada relacionado con el tema.
Amar, descubrí de forma trágica, duele horrores. Tengo un
pasado que me persigue y debo seguir un camino diferente
a los demás. No hay romance, no hay amor. Solo mi mejor
amiga, su hermano y su gato Garfield.
—Buenos días, Hannah —musito sin mucho ánimo. «Es
solo otro día, Emilie. Sobrevive, siempre lo haces.» La
verdad es que quiero regresar a casa, adentrarme en mi
cama y no salir jamás. Mi cama me ama. ¿Qué puedo decir?
Hannah con su melena cobriza me da una mirada
reprobatoria. Sí, ya sé. Llegué tarde, pero, vamos, estamos
en New York y el tráfico es un asco. Y mi mejor amiga tiró a
la basura mi sostén favorito.
—Llegas tarde, Emilie.
—Si quieres culpar a alguien, esa es Valerie. Ha botado mi
sostén favorito.
—¿Qué problema tiene Val con tu ropa?
—Dice que es muy inocente, ya sabes, ella está en la
etapa de que necesito novio.
—Creí que salías con ese chico rubio, ¿Dein Jason?
—No.
La ayudo tomando cinco cajas que ella quiere sostener.
Hannah está en esa linda etapa de ser casi mamá, en la
dulce espera.
No sé cómo puede tener un enorme vientre de seis
meses, tacones de cinco centímetros y al mismo tiempo
mantener equilibrio.
—Enviado a la zona de amigo.
—Peor —digo.
—¿Peor?
—Umm, como que está en la de hermano.
—Bueno, vamos a trabajar. ¡Olvidemos los hombres
rechazados!
—Sí, estoy muy ansiosa de saber eso que tienes para mí.
—Un donador. Está en la capilla, sé un amor con él, por
favor.
—De acuerdo, jefa.
—No seas tonta, vamos, anda. Y, Emilie, es importante.
El jardín del orfanato está lleno de personas, algunos
comprando las artesanías que realizan las hermanas con
barro, otros están paseándose con vaso en mano mirando
las instalaciones. Víctimas y depredadores, así es el mundo
real. Muchos de los que hoy se pasean en sus trajes de gala,
son millonarios esperando comprar el terreno y construir
algo "Fabuloso" dirían ellos, otros, están aquí porque
realmente desean ayudar.
Inmediatamente la madre superiora, sor Ángeles, se
acerca a mí, con su voz autoritaria y llena de amor a la vez.
Es una gran mujer, amorosa y comprensiva. Con su hábito
negro y velo blanco cubriendo su pelo.
—Dios te bendiga, Emilie.
Hago una mueca al oírla. Dios y yo no nos encontramos
en nuestro mejor tiempo. Nuestra conexión no tiene wifi,
supongo.
—Buenos días. —Sonríe de manera que no alcanza sus
ojos.
Deja salir un suspiro y aunque ella no lo diga, sé que es
de resignación o eso quiero creer.
—Tenemos un futuro donador en la capilla y me gustaría
que fueras tú quien le muestre el orfanato —refunfuño en
voz baja—. Es importante para nosotros, estamos a punto
de perder el techo y los niños... Ellos… —Su voz se quiebra.
—Hannah mencionó algo de eso.
—Trátalo bien, ¿sí?
—¿Por qué me envían a mí si temen mi reacción? —
pregunto, porque veo su cara asustada. La misma expresión
de Hannah.
—Te ponen nerviosa los hombres, solo eso.
—Ya estoy marchándome —digo.
—¡Sé un amor! ¡Es el señor, Cavalli! —grita mientras me
alejo.
«El viejo ese tiene que estar justamente en la capilla».
Pienso de forma indulgente. El lugar está tal como lo
recuerdo, lleno de moho y como dice sor Ángeles, se está
cayendo a pedazos. Las paredes de ladrillos no soportan
otro año más, pero de una forma ilógica ese es el único
lugar que tiene brillo, luz natural y está iluminada haciendo
ver todo como un santuario. Un hombre -para nada lo que
esperaba- está de espaldas a mí, viendo el Cristo en la cruz.
Toda la luz del sol se centra en ese objeto dando una
apariencia de película de terror o de una forma milagrosa. Si
alguien cree en eso.
La ironía de la situación es que, ese hombre quien a lo
sumo tiene treinta, está recibiendo parte de la luz.
Haciendo que una cabellera rebelde de color chocolate
brille. Luce como un ángel, unos vaqueros negros y una
camisa de lino blanca remangada tres cuartos en sus
fuertes brazos. Una espalda ancha y es... Hermoso.
—Increíble, ¿no? —Escucho su voz ronca—. Como se ve…
—Señala la imagen. Y sé que se refiere a la hiedra de
maleza que se enreda en la cruz.
—¿Usted es el señor... Cavalli? —indago con la boca seca
y voz anhelante. Avanzo los pequeños pasos que no separan
y paro repentinamente al ver cómo me mira, por sobre su
hombro. Trago en seco, sus ojos de color azul tormentoso
mirándome intensamente. Madre mía.
—Sí. —Limita a decir impasible y regresa su vista a la
imagen. Tengo miedo de hablar, así que me quedo a su
lado, pero alejada y en silencio. No sé por qué siento frío y
la necesidad urgente de protegerme, nunca suelo sentirme
tan llena de miedo.  A la vez, una corriente de intriga me
llama hacia este desconocido. La parte de mi cabeza que
siempre huye, está gritando que corra lejos de aquí. Pasan
más de cinco minutos antes de que hable. Mi móvil en todo
el tiempo no ha dejado de vibrar en mis senos, un lugar que
sustituye a mi bolso a veces.
—Debería decir algo, señorita, ¿no cree? —apunta de
forma categórica.
—Mi nombre es...
—No me interesa su nombre —interrumpe gélido. Se gira
dejándome apreciar su cara arrogante y la forma despectiva
e insolente en cómo me mira. Aprieto mis manos en puños y
cierro la boca para no decir una palabrota. «¡Qué hijo de
p...!».
—¿Qué le interesa, entonces? —rujo.
Él entrecierra esos grandes ojos azules en mi dirección y
miles de emociones surcan su cara, la más clara de todas es
rechazo y otra; reconocimiento. No me mira como si yo
fuera una extraña a su vista, solo con curiosidad y rechazo.
¿Soy muy poca cosa para el niño rico? Jódete.
—Es un orfanato donde dejaré parte de mi fortuna. Lo
menos que puede hacer es explicar los problemas de los
niños, a quienes beneficiará mi dinero —responde con
altanería y orgulloso de ello, de una mala forma.
—Buscaré a alguien más que le atienda —aviso ceñuda y
enfadada. ¡Maldito arrogante!
—Quiero que sea usted, si quisiera otra persona, la
pediría.
De forma brusca se gira a contemplar una vez más la
figura, percibo cómo está casi temblando, sus puños se
abren y cierran con gran velocidad y parece… ¿Enfadado?
¿Por qué? ¿Y a mí qué me importa, de cualquier modo? Es
su puto problema. Una cantidad violenta de aire sale de sus
labios y luego un suspiro, entonces levanta la vista a la
imagen, es como si eso le calmara o lo alterara más, no
sabría decirlo. Ya que, estoy pensando en mi mente la forma
de darle un guantazo por bruto e idiota y luego dejarlo solo.
¡Que se joda! No sé por qué no lo hago; en cambio, me
quedo de forma estúpida mirándolo. Varios minutos pasan
antes que se digne a hablar otra vez. Es un grano en el culo.
—¿Qué podría decir de eso? —Se refiere a la figura y
trago saliva violentamente.
—No tengo nada que decir, es solo una imagen figurativa.
Nada más.
—¿Qué? —Ahora su voz es incrédula y me enfrenta, pero
su mirada ha cambiado a una de sorpresa, sus puños están
abiertos y una vena en su cuello palpita. Sus ojos tan
intensos y azules como el mismo mar profundo me
observan, realmente lo hacen. Su mirada quema por cada
parte de mi cuerpo, mis piernas, mi estrecha cintura, mis
pechos ocultos bajo mi vestido floreado y finalmente mi
rostro, se entretiene mirando todo el contorno, mis labios,
mis pómulos y luego directo a mis ojos.
Sus luceros, intensos y azules lucen como un niño
perdido, lejos de casa, bajo la lluvia, con mucha hambre y
dolor de abandono. Reconozco esa mirada, es la misma me
devolvía el espejo años atrás cuando papá murió, cuando mi
mundo fue sacudido. Dolor y tormenta. Una persona
destrozada. Hipnotizada no cambio la mirada, solo nos
vemos uno a otro, como si ambos observáramos más allá de
lo que nadie puede ver. Yo lo he hecho, contando su
respiración, cada latido que salta en su pecho e incluso la
única vez que ha pestañeado. Está nervioso, pero ¿por qué?
¿Lo pongo nervioso? Eso es absurdo. Él es una montaña de
carne.
—No creo en... —Me mira esperando una respuesta que
no puedo darle. Está animándome a continuar—. Me
gustaría buscar a alguien más, usted me pone un poco
nerviosa y suelo decir estupideces cuando estoy así.
—Eso ha sido sincero, pero me gustaría que usted fuera
quien me muestre el lugar. No tiene por qué estar inquieta,
no muerdo.
Una sonrisa fugaz se desliza por sus labios, creo me la he
imaginado.
—Yo tampoco —susurro porque me parece estar
hipnotizada. Es ridículo.
—¿No cree usted en Dios, señorita?
—Estoy en un momento conflictivo... Veo esas noticias en
la televisión de toda esa maldad en el mundo y me
pregunto dónde está, es solo una etapa, supongo.
—Entiendo, a veces también me pasa.
Una sonrisa bobalicona se posa en mis labios, la primera
desde que le rompí el corazón a Dein Jason. Y me quedo
mirando al dios del Olimpo, ¡sí!, ¡por el mismísimo Zeus!, el
hombre frente a mí es un dios.
 

CAPÍTULO 03
Emilie
 
Camino a su lado abrazándome, de repente siento mucho
frío junto a él. Me intimida y atrae de forma ilógica. No lo
comprendo, niego con la cabeza por la intensidad con la que
me mira, despejando así mis pensamientos. Recorremos los
alrededores el orfanato en silencio mientras las personas
compran y juegan en el jardín junto a los niños.
—¡Señorita Emilie!
—Disculpe, señor Cavalli. —Sin esperar respuesta giro
sobre mis pies encaminándome a la pequeña cría corriendo,
sus pequeñas manos al aire.
—Ya no tengo las vendas, señorita. ¡Mire mis manitas!
—¡Es cierto! —Celebro junto a él.
Examino sus manos, la piel está completamente curada,
creciendo una nueva más rosada, fina, delgada y arrugada.
—Ya puedes jugar con tu coche, campeón.
—Sí. ¡Ya le he dicho a la madre superiora!
—¿Qué esperas? Anda, corre.
Corre alejándose, entonces se detiene y regresa sobre sus
pies para darme un abrazo. Chico travieso. Finalmente se
marcha hacia un costado de la edificación.
—¿Qué les sucedió a sus manos?
Me sobresalto al escuchar su voz tan cerca, por un
segundo he olvidado al señor Cavalli. No esperaba tenerlo a
escasos centímetros de mí, tampoco mi corazón acelerado.
«Es solo una cara bonita», reprocha una voz internamente.
—Intentó salvar a su hermana pequeña en un incendio,
en la casa de sus padres. Todos fallecieron, menos él. —
Trago en seco—. Tiene quemaduras en su espalda. Los
rescatistas lograron socorrerlo minutos antes de que fuera
tarde.
—¿Todos los niños aquí son casos parecidos?
—De algún modo u otro, sí.
—Lo entiendo.
—No, no lo hace —debato—. Seguramente es hijo de papi
y mami... No tiene idea de cuánto sufre un niño aquí, ellos
saben que no serán adoptados por sus condiciones, Cavalli,
¿está aquí por los niños o por algo más?
—Algo más —dice sincero. Su respuesta ha sido directa,
rápida, espontánea. No está mintiendo. Mierda,
seguramente solo quiere ver el terreno para comprarlo y yo
estoy siendo una estúpida ayudando al niño rico a conseguir
lo que quiere.
—¿Un hotel lujoso? ¿Un campo de golf? ¿Qué quiere
construir, señor Cavalli?
—¿Qué?
—¡No fija conmigo! Estoy segura solo está aquí para sacar
dinero.
—¡No! ¡Por supuesto que no! Solo quiero ayudar a esos
niños, le he pedido su ayuda porque ha sido bien
recomendada como la más capacitada. Ahora entiendo por
qué, quiere a esos niños y hará todo para que invierta mi
dinero en ello, ¿no es así, señorita?
—¿No quiere construir nada?
—No.
—¿Ayudar a los niños?
—Sí.
—¿Por qué debo creerle?
—Nací en este lugar —confiesa. Retrocedo golpeada no
por sus palabras, sino por el cambio brusco que ha dado.
Cavalli ha pasado de todo. De imponente a frágil—. Debajo
de lo que usted llama "imagen figurativa" o eso me han
dicho.
—Yo, lo siento... No… —tartamudeo intentando aclarar la
vergüenza—. Pensé...
—Empecemos nuevamente —tercia—. Hábleme más de
los niños y, por favor, ¿si es tan amable me podría mostrar
eso de allá? Estoy realmente intrigado.
Y otra vez el cambio. Como de blanco al negro ¿qué
mierda...?
—Sí, claro, por supuesto.
Está intrigado, ¿de mí o lo que sea que señala a mi
espalda? ¿Por qué no deja de mirarme? ¡Me está poniendo
nerviosa! ¡Di algo, Emilie!
—Entonces ya conoce el lugar.
—Nací aquí, pero a los pocos días fui llevado. No conozco
el lugar y hasta hace poco me enteré de mi procedencia.
—Lo siento.
—Hábleme de los pequeños.
—Claro... Viven cincuenta y ocho niños, entre las edades
de cinco a nueve años. —Empiezo a decir rápido como una
grabadora—. Todos fueron abusados de una forma u otra. Y
por eso están aquí. Las hermanas son solo ocho, así que
podrá darse cuenta de que es difícil para ellas. —Afirma
compresivo y me giro mirando a donde ha señalado. Es la
pérgola circular frente al lago, construida de hierro y en
primavera es hermosa, llena de flores. Ahora solo se siente
el frío que la golpea de los últimos reflejos del invierno,
aunque es un domingo soleado para un día de principio
primaveral. Avanzamos hasta ella y lo invito a sentarse en
uno de los bancos de hierro oxidado y me sorprende que lo
haga sin rechistar por las condiciones del asiento o por su
camisa blanca que seguro se dañará.
—Continúe —ordena.
—La más pequeñita, Sam.
Trago fuerte el nudo que amenaza con ahogarme.
—Nueve meses. Ella no conoce la maldad, es una
inocente abusada por un enfermo. —Aprieto los dientes—.
Un enfermo alcohólico abusó de Sam y quien debería
defenderla no hizo nada, por estar drogada. Llegó aquí... —
explico—. Una vecina la encontró llorando y por miedo de
llamar a la policía, la trajo aquí.
Limpio una lágrima furiosa. Cosas así no deberían pasar
en el mundo, inocentes no deberían sufrir abusos de
quienes según los protegen y las personas que lo saben no
hacen nada para detenerlos.
—¿Pasará mucho tiempo aquí? ¿En este lugar? —
pregunta. Lo observo con las manos apoyadas en sus
piernas, mirando el lago de una forma furiosa, sus nudillos
blancos conteniendo la ira. Nuestros ojos se encuentran y
este me mira de una forma más determinada, buscando
algo en mi rostro.
Rehuyo su mirada azul de forma rápida.
—Es pequeñita, pronto será adoptada.
—Seguro —concuerda y siento la hiel amarga en mi
garganta—. ¿Qué se necesita con urgencia?
—¿Ayudará al orfanato?
No lo puedo evitar, una emoción de incredulidad se
manifiesta dentro de mí y mis palabras. Cavalli lo nota
porque sus labios se convierten en una dura línea y vuelve
otra vez a mirarme de esa forma. Buscando algo en lo más
profundo dentro de mí. «Lo siento, no permito la entrada a
mi alma, Cavalli».
—Todo. Comida, ropa, arreglos a la estructura, camas —
respondo a la pregunta original.
—Trabaja para mí.
—¿Qué?
—Trabaja para mí, aquí.
—No soy una trabajadora social. Yo no...
Siento, antes de ver su sombra, ponerse de pie y alzo la
mirada para mirarlo. Ofrece su mano, pero la esquivo. Me
pongo de pie de igual forma y avanzo a grandes zancadas
fuera de la pérgola, alejándome de él y de mis propios
tormentos. Quito mi gorro para que mi pelo castaño me
cubra el rostro, y así escapar de su mirada. Mis zancadas en
comparación con las suyas son cortas y rápidamente soy
alcanzada por él. El viento ondea de su lado, de este modo
soy atontada por su fragancia varonil, huele exquisito. Un
tono dulzón. Es alto, mucho más alto que yo.
—¿Por qué quiere que trabaje para usted? No me conoce.
—No necesito conocerla para ofrecerle trabajo.
—Yo no le he pedido ninguno, tengo trabajo.
—Es una ayuda, señorita Greystone.
—Ayuda, ¿cómo?
—Usted conoce las necesidades de los niños y yo poseo
dinero para ayudar, pero no tengo idea... Podríamos trabajar
en equipo.
—¿Equipo? Yo no sé nada de ser un equipo.
—Deje que la enseñe —musita tirando de mi antebrazo,
deteniendo mi cuerpo por completo. ¿Qué le pasa a este
hombre? ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy permitiendo que
me toque? ¿Por qué en el jodido mundo me está gustando
su toque?
—Suélteme —pido.
No suena como una orden en absoluto. Sus profundos
fanales me analizan como un fenómeno extraño, inconcluso
y complicado.
«Eso soy, Cavalli, algo inconcluso. Alguien roto,
defectuoso».
—¿Por qué huye?
¿Ahora o toda mi vida? No lo sabes, pero huyo desde que
él se llevó mi alma consigo. Huyo desde que me perdí y no
encuentro el camino a casa.
Y tú me lo recuerdas tanto.
—No es de su incumbencia —sentencio, alejando su toque
y retomando mi paso. Me detiene, apenas su mano
alcanzando a rozar la mía; generando electricidad en el aire.
Antes de disfrutar su tacto, una vez más, este desaparece.
—Tan a la defensiva.
—¡Está poniéndome nerviosa! —digo—. La madre
superiora puede ayudarle, ella conoce los niños. Solo
aléjese de mí, ¿de acuerdo?
—Nerviosa por mí.
¡Dioses! Él disfruta colocarme en esta posición mientras
se interpone en mi camino. ¿Por qué dije eso? Debo
aprender a cerrar más mi bocaza.
—Me gusta más esta versión, la pantera sacando sus
garras.
—¿Qué? —Curva los labios en una sonrisa—. ¿Pantera?
¡¿Me está llamando bruta, señor Cavalli?! ¡Esto es el colmo,
no soy un animal!
—Las panteras son muy inteligentes, señorita. Sabe
acorralar y cazar su presa y yo fui expresamente advertido
de una fiera. —«¿Qué, quién le habló de mí de esa
manera?». Da un paso en mi dirección inclinándose y
mirando mis labios—. Soy un gran fan de domar fieras. La
cuestión del asunto es, ¿eres una dulce oveja o una pantera
depredadora?
Sus dedos atrapan un mechón de mi pelo dejándome
entumecida y noqueada por su cercanía. El mechón baila en
sus dedos índice y pulgar. Él, por su parte, inspira una
cantidad considerable de aire y cierra sus ojos.
¿Qué demonios? Yo solo estoy aquí, presa, aturdida, con
ganas de envolver mis dedos en sus hebras chocolate y
atraerlo hacia mí. Quiero besarlo. Yo nunca quiero besar a
nadie. Y entonces mis pulmones recuerdan su función y
vuelvo a respirar, elevando mi tormento, pues su olor se
cuela en cada rincón de mi sistema, como una droga
invadiendo mi torrente sanguíneo y pidiendo más de la
mercancía.
—Oveja... —susurro apenas audible.
—Mmm —gime, acorralándome contra la pared de
ladrillos rojos. Y presionando todas las partes correctas de
un hombre contra las de una chica—. Respuesta incorrecta,
oveja, debiste decir pantera y así la bestia dentro de mí
retrocedería un poco.
Estoy jadeando, desesperada. No puedo estar así por un
desconocido. Soy una chica centrada, con metas. No son
propias las imágenes bailan en mi mente, no es adecuado
que me acerque a él, ¿quién de todos modos desea ser
consumida por alguien quien solo ha dicho unas cuantas
palabras?
—Me pregunto de qué color son, ¿rosa oscuro, pálido o
ambos? —Se relame los labios con una mirada lasciva.
Antes de que lo registre, su mano está subiendo a mi pecho
y la mía lo está deteniendo.
«Toma el maldito control, Emilie. Ahora».
—¡No! —bramo fuerte, duro y destilando toda la fuerza
que soy capaz.
—Nadie nunca me ha negado nada.
—Siempre hay una primera vez.
—Toda esta ciudad me pertenece, señorita Greystone. Tú
igual.
Se detiene, sé que podría forzar más su mano y alcanzar
su meta, pero contra todo pronóstico en mi mente, se aleja
y lo suelto.
—Es una pantera, señorita. Nunca deje que nadie le diga
lo contrario y gracias por una entretenida mañana. Las
ovejas se dejan cazar y, usted, claramente acaba de
ponerme en mi lugar. Recuerde, esta ciudad me pertenece.
Dice esto último como una orden, parece que nadie
nunca le ha dicho que no a sus exigencias. Valerie dice que
los hombres de uniforme son calientes, pero debo decirle
que los hombres como aquel de camisa blanca, ojos azules
intensos y boca inteligente, también lo son. Entonces sus
pies están caminando lejos de mí, dejándome confundida y
pegada contra la pared, deseando poder fundirme en ella. Él
nunca mira atrás y yo me quedo allí esperando ver sus
tormentosos fanales.
Mi respiración es completamente errática y mi pecho está
trabajando al doble. Mientras trato de recuperar oxígeno,
una pregunta asalta mi mente, ¿cómo sabe mi apellido?
 

CAPÍTULO 04
Emilie
 
Desganada, apago el plasma y recojo todos mis
desperdicios para tirarlos en la basura. Cansada y
nostálgica me encamino a mi habitación. Retiro las
almohadas de mi cama y quito mi ropa cambiándola por la
playera de mi grupo favorito Imagine Dragons. Luego me
acuesto mirando las mariposas en mi techo, ¿eran días
buenos aquellos, Emilie? Una sonrisa se posa en mis labios
a pesar de que las pesadillas no me dejarán dormir,
recordar los momentos junto a mi padre es maravilloso. Mi
celular se vuelve a iluminar y decido mejor apagarlo de una
vez, pero me doy cuenta de que aparte de las más de
cuarenta llamadas de Holden tengo dos mensajes, quiero
borrarlos sin más pero el número no está guardado en mis
contactos. Mi estómago se contrae pensando que puede ser
el pasado persiguiéndome otra vez, al abrirlos, me doy
cuenta que parecen ser de mi presente.
 
"Las panteras cazan regularmente por las noches, me
pregunto si también tú."
"Si te cuestionas cómo tengo tu número, parece que Dios
sí se acordó de un demonio como yo... Guarda mi número y
llámame."
 
Releo los mensajes más de cinco veces y no puedo evitar
mirar su orden «Guarda mi número y llámame». Porque no
es un pedido, es una gran y clara orden, ¿quién se cree que
es? En mi arranque de terquedad borro los mensajes y solo
me toma un segundo arrepentirme de no agregarlo a mi
agenda o llamarlo como me dijo. Suspirando me recuesto en
la cama una vez más, sé que no necesito esa mierda del
amor en mi vida, también debo huir de este hombre porque
reconozco el peligro y Cavalli grita todas las señales. Intento
descansar, pero solo puedo ver unos ojos azules enormes,
unos que me mantienen despierta toda la noche.
 

~♠~
—Buenos días, Emilie.
—Montana —saludo sin ánimos.
He tenido una basura de noche, el despertador no ha
sonado. Algo totalmente innecesario ya que las pesadillas
no cesaron. Y he pateado mi trasero corriendo una hora
completa por toda la East Central con esa horrible sensación
de ser perseguida. Estoy empezando a perder la razón, eso
es. Loca.
Sostengo entres mis dedos la taza de café caliente
brindado por Montana, una trabajadora de la editorial, y me
encamino a mi cubículo. Tampoco he dejado de pensar en
él... «No importa, olvídalo». Coloco cinco cucharadas de
azúcar en el café y lo remuevo pensando. Me ha enviado
mensajes, me quiere trabajando para él y borré su número.
Soy una muy mala persona, ¿por qué sigo pensando en ello?
Olvida todo ese asunto.
—Nena, ¿tienes la crítica de Drake? —pregunta mi bella
jefa.
—Sí, solo necesito echarle una última mirada.
—Bien, vamos a mi despacho. Tengo algo que
comunicarte.
Camino a su lado, saludo a Harry el chico de diseño.
—¿Más tarde podemos hablar? —me pide él.
—Claro.
Montana a su lado gruñe, cuando sus ojos me miran tiene
una mueca.
Trabajar para la editorial es algo que disfruto, sobre todo
porque tengo montones de libros gratis y laborar en lo que
se desea es impresionante.
—Sí, como que estoy muy ansiosa de saber.
—Landon está todo histérico porque la fecha de conocer
al pequeño Ward está cerca y he decidido dejarte a ti a
cargo... Serán unos meses —agrega al ver mi expresión de
terror.
—Hann, digo… ¡Gracias! Sabes cuánto amo trabajar aquí,
pero no soy la indicada.
—Sí eres —difiere riendo y sentándose en su silla
ejecutiva—. Eres responsable...
—¡Hola! Llegué tarde hoy y casi todos los días.
—No te sabotees, Emilie. Siempre haces esa cosa de
sentirte menos que otros, ¡puedes con esto! Eres a la única
que dejaría mi editorial, confío en ti.
—No deberías —sentencio.
Hannah es increíble en cambiar de un tema al otro.
—Erik Hill es nuestro camino a lo grande.
—¿Quién es ese?
—Una mente maestra.
Ella tiene una enorme sonrisa ahora. Empuja una pila de
manuscritos, cinco en total. Me anima a tomar las hojas y
con cierto recelo lo hago.
La primera página está vacía, no tiene un título o nombre
de autor.
—¿Fantasía? —pregunto tomando el pesado manuscrito y
acariciando la letra. No es de imprenta, es una pulcra y
cursiva tinta azul.
—Romance erótico.
—¿Lo escribió un hombre?
—Sí, el mismo hombre con el cual trabajarás en una
semana.
—Pero ya...
—Montana se hará cargo de tus trabajos —interrumpe
acariciando su vientre—. Quiero que corrijas, edites y
trabajes en el diseño de portada. Quiero ver toda tu
inocencia en la saga, junto al temple fuerte de Erik. Ustedes
juntos serán la bomba.
—Hannah, yo no puedo hacer esto. ¡Ni siquiera estudié
literatura!
—Amas las letras tanto como respirar, Emilie. Si amas lo
que haces, ese es todo el estudio que necesitas. Empezaste
como un lector beta, Emilie, y mira hasta dónde has llegado.
Editas unas portadas bellísimas, los libros que tienen tu
visto bueno son los más vendidos... Vamos, toma los
manuscritos, léelos, toma nota y prepárate para trabajar
como jefa.
—No he aceptado nada —refunfuño.
—Ya veremos —concluye sonriendo.
Estoy tomando los dichosos libros, sin embargo.
—Una semana, Emilie.
—No lo haré.
—Algo de lencería en las portadas —sugiere mientras
camino a la puerta.
—No estoy haciendo esto, además la lencería es vulgar
en las portadas.
—¿Manzana?
—Ya está Crepúsculo.
—Cierto.
—Cuando termine de leer cada libro, algún detalle dirá la
portada.
—Absolutamente...
—Y tiene que estar conectando con la historia, también
necesito un título.
Hannah me está mirando con una enorme sonrisa ahora,
¿tengo algún mosco en la cara? Joder, me miré al espejo,
¿tenía un mosco cuando lo hice?
—El lunes a las diez de la mañana, cita con el autor. Lo
amarás.
—Hecho —digo, entonces la puerta de su oficina está
siendo cerrada en mi cara—. ¡Mierda! —grito cuando me
percato que he aceptado. Hannah siempre sabe cómo
confundir mi mente. Maldición. ¿En qué problema me he
metido? Uno grueso, conociendo a Hannah Ward. Uno muy
grueso. Cierro los ojos y me recargo en la puerta. Yo no
puedo trabajar directamente con un autor. No estoy
capacitada.
—Señorita...
Levanto mi dedo índice de forma poco educada cortando
a quien sea el dueño de la voz más aguda y enronquecida
que haya escuchado jamás y me es familiar.
Tremendamente familiar.
—Respira… —Escucho y recuerdo que todavía tengo el
dedo índice de mi mano interrumpiendo a quien sea esté
aquí. Respiro profundo un par de veces y me armo de todo
el valor posible. ¡Oh, madre del infierno! Si los ángeles
existen; usan trajes hechos a medida negros, con camisa de
lino azul y corbata. Una mata conocida de pelo chocolate
rebelde es lo primero que llama toda mi atención, el hombre
frente a mí es toda una obra de arte.
Picasso sin duda estaría de acuerdo conmigo.
Jane Austen se inspiraría, al igual que William
Shakespeare, para crear una obra. El hombre frente a mí
podría ser un Romeo, un Julio César e incluso me atrevo a
decir que un Ángel de Tess d'Urberville, aunque me inclino
más por Alec. Ya que siento esa vibra fría y oscura girando
en torno a él. No creo que sea un príncipe. Carraspeo
llamando su atención, la cual está en mis manos. La
vergüenza me invade al darme cuenta que mira cómo estoy
clavando mis uñas en la palma. Con un movimiento ágil me
libero y limpio en mi vestido floral de lirios, las claras gotas
de sangre me he provocado.
Unas gruesas pestañas se baten como una cortina negra
y espesa dejándome ver sus ojos grandes, azules y
tormentosos. Cavalli parece golpeado momentáneamente,
como si al mirarme alguien sacó la mierda de él. Se
recupera tan rápido que creo que es producto de mi
imaginación. ¿Cómo no vi esas pestañas antes?
De pronto, todo me pesa, el aire se ha escapado de mis
pulmones con solo mirarlo. El bullicio de todos ha quedado
en algún lugar distante. Un movimiento a su espalda me
distrae instantáneamente. Él parpadea y yo lo imito un
tanto desbocada y encolerizada por cómo me ha hecho
sentir. Nunca he inspeccionado a nadie con tanto detalle. Y
lo que es peor, nadie me ha inspeccionado a mí.
—Yo... Uh… —Aclaro la garganta mientras veo su ceño
fruncido—. Bienvenido a Editorial Universal, ¿en qué puedo
ayudarle? —canturreo.
Veo un amago de sonrisa. Mi conciencia está pegándose
contra la pared, gritando lo patética que soy. Y esa sonrisa y
esa... ¡Barba! Si antes era ardiente, ahora luce como el
mismísimo infierno de caliente.
Mis dedos hormiguean por tocarla.
—Buenos días, señorita. —Mira con esos ojos fríos mis
labios—. Greystone, Emilie Greystone. —Saborea mi nombre
al decirlo. Y es magnífico.
No es la primera vez que dice mi nombre, pero sí es la
primera vez en la cual soy consciente de cómo me hace
sentir al decirlo.
—¿En qué podemos servirle...? —Trago saliva, de pronto
tengo la garganta seca por la intensidad de su mirada. Es
penetrante, inexpresiva y sórdida.
Y quiero molestarlo, entonces finjo no conocerlo. Pero lo
hago, mi cuerpo lo reconoce, su aroma, la cercanía. Esta
extraña tensión en mí, en él.
—Dominic Cavalli —dice.
Muerdo mi labio inferior. «Dominic es hermoso», mi
conciencia está de acuerdo y asiente frenética. De pronto
me siento más nerviosa de lo usual y paso mi peso de un
pie al otro. He olvidado hasta mi nombre... Madre mía.
—He venido a ver a Landon Ward —interviene
apiadándose de mi alma. No me pasa desapercibido el tono
juguetón en su voz. Echo una rápida mirada en su dirección
y está observado con atención mi rostro, me siento tímida y
bajo la mirada a mi regazo, donde aún tengo los
manuscritos. «Emilie, no lo mires...». Evito las ganas de
morder mi labio inferior para así no manchar mis dientes
con el labial rojo que Hannah casi nos obliga a usar "Acorde
con la lujuria de nuestros libros" puntualizó la chica de
Recursos Humanos, el día de mi entrevista.
—¿Por qué tienes esa mierda en tus labios? —gruñe. Sin
tiempo a decir o asimilar nada. Su pulgar acaricia mi labio
rojo, barriendo una gran cantidad del labial—. No uses esa
mierda. Tu boca es suficiente.
Sus ojos se oscurecen varios tonos. Estoy temblando bajo
su cuerpo.
—Políticas de la editorial.
—No lo uses, jamás.
—¿Por qué...?
—¡Cavalli! —La voz ronca, pero entusiasmada de mi jefe
interrumpe mi pregunta. No levanto la mirada mientras
Landon Ward, el amado esposo de Hannah, suelta un
elaborado recibimiento aristocrático y todo el abolengo al
cual es impuesto Cavalli.
Este último levanta una mano deteniendo el vómito
educado de Landon y me regala una mirada intensa, oscura
y de un modo u otro... ¿Visceral? No entiendo por qué me
mira de ese modo. Luego su vista se posa en mis labios y
emociones extrañas surcan su expresión. Sus tormentosos
fanales azules se elevan a mis verdes y estoy un tanto
aturdida.
«¿Qué rayos...?».
—Muchas gracias, señorita Greystone —murmura con voz
ronca, aguda.
Sin darme tiempo a responder o refutar el hecho de que
no lo he ayudado en nada, se encamina con un hombre de
porte de agente a su espalda y Landon, igual de imponente,
se une en el recorrido a su oficina. Se detiene al final y lo
que creo imposible, sucede; se gira y me mira. La comisura
de sus labios se eleva. Sus ojos queman con alguna
promesa dentro, vuelve a dar un repaso completo de todo
mi cuerpo. Arde, cada parte de mí arde en deseo por el
desconocido. Finalmente da una mirada al hombre de traje
que le acompaña y está diciéndole algo. Su ceño se frunce
para luego sin más desaparecer dentro del duro metal, ¿qué
mierda ha sido todo esto?
 
He pasado el tiempo leyendo una nueva historia patética
sobre ángeles y demonios. La autora solo ha escrito un
montón de escenas repetitivas, la típica historia, chica
buena y chico malo. Lamentable.
Ángeles y demonios tienen una trama tan gastada que se
le debería dar un respiro, pero es mi trabajo terminar de
leerla y luego hacer una reseña para mi jefa. Me gusta saber
mi poder, decidir qué libros valen o no la pena salir a la luz.
Me gustaría decir que este de ángeles no verá la luz del
día, porque, siendo sincera, no lo merece, pero sé que
saldrá y será comprado.
Las lectoras se quejan de los clichés, pero viven leyendo
las mismas tramas. Existe un pequeño embrujo en leer lo
mismo, en diferentes lugares. Amigos enamorados, jefes,
embarazos adolescentes, chica nerd, chico popular, incluso
vampiros y hombres lobo.
Desearía eso cambiara, se seleccionarán más libros
innovadores. Los libros dejan huellas. Harry -un chico raro-
quien trabaja en diseño, camina en mi dirección.
—¡Emilie! —grita. La semana pasada coincidimos en la
cafetería de la esquina un par de veces. Es muy amigable,
el pelo castaño, un poco largo cayendo en ondulaciones por
su frente, ojos verdes claros con ciertos tonos dorados en
ellos. Es alto y agradable. Le regalo una sonrisa un tanto
forzada. ¿Qué quiere? Es mi hora de comida y solo quiero
salir de aquí. Harry camina como si fuera una estrella de
rock con su camisa a cuadros rojos. Revoloteo los ojos
mentalmente en señal de disgusto.
—¿Sí? —Mi voz suena tímida y ansiosa. Tengo hambre y
quiero marcharme.
—Yo... Me preguntaba si… ¿quieres ir a comer conmigo?
—Solo voy por un picadillo —miento con una sonrisa
forzada, Harry guarda sus manos dentro de su bolsillo
delantero y mira la punta de sus Converse.
—Me gustaría conocerte, princesa. He estado
observándote, eres tímida y reservada, la clase de chica
para presentar a unos padres.
—Eso es muy acosador —digo—. Ya sabes, eso,
observarme.
—¿Qué? ¡No! —Ríe nervioso—. Quise decir que te miro,
mucho... ¿Qué dices? ¿Vamos por esos picadillos?
Me muerdo la cara interna de mi mejilla. ¿Qué le digo?
Empiezo a sentirme incómoda, no soy la clase de chica que
sale con chicos… o nadie. Más bien, soy la chica que se
queda en casa todo el fin de semana con un tarro de helado,
comida congelada y libros o viendo series de HBO. Como
esa nueva de vampiros, ¡qué bueno está Eric!—. ¡Emilie! —
grita esa voz insidiosa en mi mente.
—Yo... —Qué vergüenza, me he teletransportado otra vez.
—Conozco un lugar donde tienen las mejores
hamburguesas.
Estoy lista para decir un gran sí. Hamburguesas, series y
libros son mi debilidad.
—Señorita Greystone.
¡Por Zeus! Yo conozco esa voz, aguda y pasional.
Demonio...
Giro mi cuerpo para mirar sobre mi hombro la mata de
cabello chocolate, traje negro y un ceño muy marcado.
He soñado toda una semana con este espécimen de
masculinidad y ahora le tengo justo frente a mí, otra vez.
Llamándome, soy un montón de gelatina...
Este hombre no me deja pensar con claridad, el solo
hecho de tenerlo cerca, haciéndome respirar esa loción cara
me aturde. Bajo la mirada al piso, no puedo mirarlo.
No puedo... Mi corazón se dispara en mi caja torácica de
una manera desesperada. Soy toda nervios. ¿Qué me pasa
con él?
Harry se aclara la garganta y recuerdo que espera una
respuesta.
—Señorita Greystone, tengo unos pendientes con usted.
Si me permite unos minutos… —Su voz llega cálida y
educada. Sus ojos tormentosos, por otro lado, me miran de
forma impasible, como si me estuviera dando alguna clase
de orden.
—Oh, bien, princesa. Otro día.
—Emilie, su nombre es Emilie Greystone. —Mi boca no
puede estar más abierta, ¿qué carajos...?
Hace una inclinación de cabeza mirando a Harry.
Este último alterna la mirada entre ambos. Cavalli señala
fuera de la sucursal y creo espera que yo camine. Atraída de
una forma inexplicable marcho hacia la salida, donde el
señor -haz lo que quiero- ordena. Siento las miradas
curiosas de todos detrás de mí. Estoy desconcertada, ya
que no le conozco y solo le he visto una vez. Entonces, ¿por
qué camino delante de él?
 
«Porque has estado fantaseando con la idea de este
adonis interesado en ti.».
 
Una vez fuera, en un nublado día de New York, señala un
coche negro. Donde un hombre de ojos miel espera con la
puerta abierta. ¿Cree que es tan fácil?
No soy una estúpida, imprudente y loca chica para subir
al coche de un extraño.
—¿Qué pretende?
Momentáneamente se ve sorprendido y confuso por mi
tono. No me importa. No puede creer que por ser
endiabladamente guapo estaré comiendo de la palma de su
mano, además… ¡No le conozco!
—Invitarla a comer —responde cortés, educado y como si
fuera lo más normal del mundo. Pues no señor, un hombre
como tú no me invita a comer todos los días. «Deberías
aprovechar».  Dice esa voz en mi cabeza.
—No nos conocemos.
—Tu hermano me lo ha pedido.
—¿Mi hermano? ¿Cómo es...?
—Lo conozco, fue él quien me comentó sobre ese
desayuno benéfico. Somos conocidos. Puedes llamar y
verificarlo.
—¿Son amigos?
—Algo así. Nos conocemos hace poco.
Sé que mi hermano, Holden Greystone, conoce a muchas
personas más de las que me gustaría admitir, pero él no
suele hablar mucho de mí, yo tampoco de él. Pasamos
algunos fines de semana juntos viendo Netflix cuando él no
está ocupado con su trabajo, en algunas ocasiones
visitamos a nuestra madre.
No me agrada mucho esto último, ni me considero una
mala hija, pero desde que papá falleció las cosas nunca han
sido igual... Amo a Holden, pero tenerlo cerca duele.
—¿Por qué no lo mencionó antes?
—No me parecía correcto.
—Da igual, no creo necesario salir a comer.
—Te lo advertí, esta ciudad es mía y he decidido tenerte
para mí. Eres mía ahora, Emilie Greystone.
—¿Así es como te llevas mujeres a la cama?
—No, así te llevo a casarte conmigo.
—¿Estás bromeando? Eso no está sucediendo.
—Las mujeres ruegan por estar en mi cama, Emilie.
Muchas de ellas matarían por tenerme. Tengo un pequeño
capricho contigo, nunca he follado un pequeño ratón de
biblioteca. Quizás sea divertido después de todo.
—Esto no está sucediendo. Primero soy una oveja y ahora
un ratón.
—Eres una pantera, cara mia[4].
—¿Cara mia?
—Italiano, es querida mía.
—¿Eres italiano?
—Mi familia, sí.
—Naciste en el orfanato, no lo entiendo.
—Madre huyó de padre para tenernos en el orfanato.
—¿Tener? ¿O sea, más de uno?
—Gemelos. Solo quedo yo, el otro falleció.
—Lo siento, no quiero ser entrometida.
—No importa, es pasado.
Pasa sus largos dedos entre su melena rebelde, haciendo
que los destellos del sol la hagan brillar de una manera
esplendorosa. «Dioses».
—Señorita Greystone...
—Emilie, por favor —interrumpo.
Sus carnosos y rosados labios forman una dura línea.
—Emilie... —Saborea mi nombre, otra vez—. Esto es
nuevo para mí. Hazlo un poco fácil, solo quiero conocerte.
—¿Con qué propósito? —Arqueo una ceja mientras mi
conciencia vestida de diabla busca un salten para pegarme.
Está gritando como loca que acepte ir con este adonis a
donde él quiera.
—Hacerlo más fácil para ambos.
—Hacer más fácil… ¿qué? ¿Saciar tu curiosidad?  —
replico.
—Tan inteligente, no es solo curiosidad. —Guarda silencio
mientras me mira fijamente—. Quiero conocerte, me atraes
y desde que te vi solo he pensado e imaginado el color de
tus pezones o cómo serán esos gemidos mientras golpeo
duro dentro de ti, cómo las paredes de tu coño exprimirán
mi polla antes de lanzarte a un maldito orgasmo increíble.
¿Eso satisface la pregunta?
«Dioses...  Algo está ardiendo aquí, ¿no?».
—No puedes decir esas cosas —balbuceo.
—¿Por qué no?
—Soy una dama.
Es la peor excusa que he dado en toda mi vida. No
puedes decir esas cosas porque me pones caliente. Esa sí
sería una buena respuesta.
—Cierto, sei una bella signora[5], ¿quiere acompañarme a
comer? ¿Tomar el té? ¿Necesita una chaperona? Déjeme
advertirle, hermosa dama, tengo plena intención de
morderla completa y hacerla disfrutar de ello. Te lo
garantizo, cara mia.
 

CAPÍTULO 05
Emilie
 
Quiero guardar en mi memoria, el resto de mi vida, la
imagen de este hombre. Inmortalizar en una fotografía su
rostro. Todavía no sé qué hago aquí, sentada frente al
empresario de ojos tormentosos, en un restaurante cerca de
la editorial, ¿qué estoy pensando? Él está mirando de
manera impasible el menú, como si hiciera esto todos los
días. «Será porque lo hace».
—¿Sabes qué deseas ordenar? —pregunta sin mirarme.
Las manos me sudan como un cerdo, mi corazón está a
punto de un colapso nervioso y, yo, no sé ni dónde estoy.
Tampoco es como si pudiera pensar, todo lo que recuerdo es
él diciendo golpeo duro dentro de ti. Nada tan ardiente y
directo como eso.
—Sí. —Aclaro mi garganta de forma educada.
—Tranquila, Emilie, no voy a comerte.
¿Por qué siento que está mintiendo? ¿Es otra vez la
paranoia?
—Estoy tranquila.
Alarga la mano agarrando la mía por sobre la mesa y no
sé qué hacer. Oh, está tocándome...
—¿Por qué estás nerviosa?
—Tú... —digo.
—¿Yo?
Un mesero interrumpe para tomar nuestros pedidos.
Cavalli pide una pasta y un corte de carne Rib Eye. Veo la
sorpresa en su rostro cuando yo ordeno una hamburguesa,
doble queso, tocino, sin pepinillos y soda.
—¿Coca o Pepsi? —pregunta el mesero.
—Coca.
—Pepsi —respondemos al unísono.
Cavalli declina el vino con un gesto de manos. Y ese solo
detalle me intriga. Es un hombre de pepsi o agua y no vino,
al parecer. Nos traen nuestras bebidas, coca para mí, pepsi
para mi acompañante. Y quince minutos después, nuestros
platos son servidos. Quince minutos donde Cavalli me mira,
evaluando.
—¿Desea algo más, señor? —pregunta el mesero y
Dominic lo despide con un movimiento de manos. Toda esa
hambre que siento se manifiesta y agarro la hamburguesa
con doble carne entre mis manos. Gimo con la primera
mordida y veo una sonrisa en su rostro. Cavalli corta un
trozo de carne, lo pincha con su tenedor y se lo lleva a la
boca. Yo me quedo jadeante viendo cómo esa deliciosa boca
suya atrapa ese pedazo de corte fino.
Dios. Todo en este hombre grita; Sexo. Intenso. Peligro.
—Esto es algo nuevo —comenta—. Las mujeres no suelen
comer eso.
—No creo ser el tipo de mujer a la cual un hombre como
tú invita a comer —destaco digiriendo la comida en mi boca.
Cavalli entrecierra sus hermosos ojos.
—No, no lo eres. —Se limita a decir.
—Lo supuse —musito dando otro bocado a mi comida,
esta vez un líquido explota en mi boca.
Kétchup, mismo que gotea por una esquina de mi labio,
rápido busco una servilleta para limpiar el desastre. Amo las
hamburguesas, pero odio que le coloquen tanta salsa de
tomate. ¡Siempre termino embarrada! 
Siento, antes de ver, cómo Cavalli se inclina en la mesa y
luego, su pulgar —caliente y abrasador— está recogiendo el
líquido esparcido. Con los ojos deslumbrados miro cómo se
lleva el pulgar a la boca.
¡Jodidos dioses del Olimpo! Él tiene mi salsa de tomate en
su dedo y este en su boca ¿de verdad acaba de hacer eso?
¿Aquí, en Garden's un restaurante lleno de personas? Esto
me recuerda a esa escena donde Bill lame la sangre de
Sookie ¡Mentira! Esto es más caliente. Junto mis muslos uno
contra otro sintiendo un ardor allá abajo.
Oh, dioses. Nunca he sentido esto antes. No, no, no.
¡Mierda!
—¿Acabas...?
—¿Qué, cara? ¿No soy el tipo de hombre con los cuales
sales?
En bocas cerradas no entran moscas. Me yergo en mi
lugar, completamente recta. Su mirada es curiosa, espera
una respuesta. Por Zeus, él espera que diga algo.
—Yo... —Niego frenética buscando el vaso de coca
llevándolo a mis labios. Ah, la soda se siente bien en mi
garganta. Burbujas—. No tengo ningún tipo.
—¿Qué significa eso?
—¿Venimos a hablar de mi tipo de hombre? —reprocho
evitando responder. No le voy a decir a un extraño que no
tengo ningún tipo de hombre porque solo he besado dos
veces y no fueron con fuegos artificiales o mariposas en mi
estómago.
—No sé tú, pero yo vine a seducirte —anuncia fresco
llevando una porción de pasta roja a esa deliciosa boca
suya.
Intenso, esa es la palabra en el diccionario que definiría a
Dominic Cavalli, ¿quién habla de esta manera? Solo llega y
dice lo que piensa sin ningún tipo de filtro. Necesito
controlarme, no puedo evitar el sonrojo que cubre mi rostro
de forma vergonzosa, tampoco el martilleo frenético de mi
corazón.
—Ese tono rosado es sublime, ¿te sonrojas en otras
partes? Me gustaría ver eso, mucho. Y lo haré mientras folle
tu coño lleno de crema.
Me atraganto. Joder.
—¿Siempre eres así, tan directo?
—Sí, ¿incómoda?
¡¿Que si me incomoda?!
—Sí, no. ¡No lo sé! —chillo por lo bajo—. Pero no se puede
andar diciendo que quieres golpear duro dentro de las
piernas de nadie.
—¿Por qué no?
—No es educado.
—Nunca me describiría como educado —aclara al ver mi
gesto. Cierto, pero un hombre de su tipo, con porte de
empresario, no es la clase que piensas habla de esta
manera, es el tipo de hombre que está en una junta
gobernando al mundo.
—Las personas que conozco no andan diciendo cosas
como esas. Es grosero, creo.
—¿Prefieres una mentira?
—No. Odio las mentiras.
Mi celular vibra en la mesa, sé que se trata de Holden.
Le he enviado un mensaje preguntando si es verdad la
historia de Cavalli. Soy un poco –mucho- desconfiada.
Tengo que admitirlo.
Holden deja en claro que la historia de Dominic es cierta,
se conocen.
Han hecho negocios, salido un par de veces e incluso
tiene tiempo para escribirme un reclamo sobre que vivo
apartada de lo que me pertenece.
Mi hermano no podrá entender todo mi pasado, porque
mientras yo estaba siendo maltratada, él estudiaba en
Londres. Cuando papá falleció, ese trágico día solo vino para
el funeral, luego se marchó otra vez.
Mi madre no estaba capacitada para tenerme y Holden,
siendo ya un adulto, no lo notó.
Luego de eso, mi vida fue un infierno junto a mi madre.
Extrañamente no tengo hambre ahora, solo quiero seguir
escuchando a mi acompañante, mirar cómo me observa e
introduce la comida en su boca, cómo sus manos se
mueven en la mesa. Seguridad, desprende una confianza en
sí mismo muy poderosa. Intenso, potente... Me encanta este
rompecabezas y quiero seguir uniendo las piezas de
Dominic Cavalli.
—Soy educado. Créeme —musita y toma un sorbo de
agua. Su nuez de Adán se mueve cuando lo hace—. Eso no
quita que deseo tenerte de rodillas, aquí, junto a mí y
ordenar que abras esa deliciosa boca de cereza tuya y
tomes mi polla hasta lo profundo de tu garganta.
—Santo Dios —chilla en bajo una voz.
No es la mía, proviene de la mesa contigua. Una señora
está echándose aire con la mano. Sin embargo, mi
interlocutor no luce impactado, ni siquiera ha dirigido su
mirada fuera de mis ojos. Un rubor de vergüenza ha
estallado en mis mejillas. No puedo creer que hable así, de
forma tan natural de esto ¿qué tiene en la cabeza?
Él juguetea con maestría en sus dedos un cuchillo de
cortar el pan, sus ojos viajan a mi pecho donde está mi
corazón, ese que se ha acelerado ahora, con él observando.
Veo con horror cómo busca mi cuello y el sonido del cuchillo
cayendo a la mesa me relaja. Lo ha soltado en cuanto mi
mano ha protegido el lugar. En su mirada solo hay una
emoción extraña, ¿éxtasis?
—¿Postre? —ofrece el camarero interrumpiéndonos. No
dejo de mirar a Cavalli, él tampoco deja de verme con esos
ojos tan hermosos—. Tenemos explosión de limón.
—Creo que a mi bella acompañante, le desagrada el
limón —murmura retándome. ¿Qué? ¿Cómo en el infierno
sabe que no me gusta el limón?—. Lo he deducido, por tu
gesto de disgusto —explica, ante mi expresión, supongo.
—Tenemos chocolate.
—No queremos postre —interrumpo, cortante.
«Váyase, déjenos solos, gracias y la cuenta por favor».
Algo me dice que huya, que tome mi bolso en mis manos
y me marche, que es peligroso, que puede destruirme.
Puedo ver las señales de pánico, pero a cambio me las trago
todas mientras el mesero se gira sobre sus pies, lejos de
nosotros. Cavalli en ningún momento ha dejado de mirarme,
sus ojos brillan con miles de secretos y algo más... Algo que
no logro entender.
—No voy a discutir contigo mi vida sexual...
—¿O la falta de una? —apunta.
—Eres un cretino.
—Tienes toda la razón, princesa —dice burlándose del
apelativo dulce de Harry.
—Al menos es un chico dulce. No puedo decir lo mismo
de ti.
—¿Qué puedes decir de mí?
—No voy a entrar en tu juego.
—Creo que ya es tarde, cara[6].
—Tan confiado.
—Gracias.
—No fue un cumplido.
—Ese llegará después de follarte.
—Ni en tus mejores sueños —reviro.
—Ya que lo mencionas, tuve uno.
—¿Un qué? —No debería preguntar. Lo sé.
—Un sueño, contigo —chismorrea inclinándose más hacia
mí, codos en la mesa y mirada azul intensa puesta en mi
rostro—. Estabas abierta de piernas, ofreciéndome un
delicioso coño, caliente, rosado, húmedo y dulce como la
miel más exquisita.
—Y no supiste qué hacer con él —reto tragando saliva,
duro.
Me mira impasible.
—Deberías descubrirlo, ahora.
—No estoy interesada.
—Estás toda mojada.
El sonrojo se intensifica. Tiene razón y eso solo me llena
de vergüenza.
—No te creas la última coca cola del desierto —reprendo
limpiando las comisuras de mis labios con la servilleta.
Busco dinero en mi bolsa y lo dejo en la mesa. Él lleva sus
dedos pulgar y medio a su barbilla tocándola de un modo
pensativo y se deja caer hacia atrás curioso, en su silla—.
Muchas gracias por un entretenido almuerzo, señor.
—¿Te vas?
—Mis obligaciones me aclaman —digo.
Necesito alejarme, ahora. Avanzo a la salida con paso
apresurado y sin mirar atrás. ¿Qué me sucede con este
hombre? ¿Por qué reacciono así? ¿Y la falta de aire? Dioses,
¿algo está mal conmigo? Por Zeus, ese cuchillo se sintió casi
en mi garganta, por un segundo tuve tanto miedo, algo
siniestro bailó en sus ojos, pero luego su mirada se
transformó… ¿En qué? Parecía como si hubiera recibido un
duro golpe.
«Deja de pensar, deja de volverte loca».
Al final todo lo que hago es dejar que las pequeñas gotas
de la lluvia que está cayendo de manera intempestiva,
toquen mi rostro al poner un pie fuera del restaurante. No
entiendo por qué me siento de esta manera, indignada,
confundida y muy ansiosa.
La clase de ansiedad que viene de la mano de una bebida
energizante. Y el deseo. Dioses, solo tengo el deseo de
recorrer las pisadas que me alejan de ese hombre y dejarlo
acercarse. Que me meta al puto baño si es posible y me
enseñe qué tan bueno fue ese sueño. «Olvídalo, Emilie».
Tengo que ser fuerte, huir es lo más indicado.
Es mejor estar leyendo patéticas historias de ángeles y
demonios que tener al mismo Lucifer frente a ti. Un tacto
caliente se apodera de mi antebrazo, la energía abrasadora
de su piel viaja por todo mi cuerpo estremeciendo todo a su
paso. Cierro los ojos dejando salir un sonido avergonzado y
ese olor a especias, picante, caliente... Canela y manzana
se adentra en mi ser. ¡Por el mismísimo Zeus!
—Emilie. —Dioses, él acaba de follarse mi nombre.
Me obligo a abrir mis párpados, esos ojos azules, tan
intensos como los de mi padre. Holden tiene ojos grises, los
míos son esmeraldas como los de mi madre, pero papá tuvo
los ojos azules más bellos… hasta Dominic Cavalli. Me
hipnotizan, atraen y a la vez gritan que me aleje. De
repente él ha invadido todo, el lugar, mi cuerpo, mi mente y
esa parte dentro de mí que permanece dormida en un
profundo sueño.
—¿Qué tengo que hacer para que me escuches?
—Déjame ir.
—No puedo —confiesa. Está mirándome con fijeza. Un
lobo teniendo la delicada oveja en su campo de visión, solo
esperando ese delgado segundo para lanzarle sus garras.
—Permíteme llevarte a casa o la editorial, si vas de
regreso.
—Son solo tres cuadras, don Cavalli. —Mis palabras
deberían ser burla, sin embargo su reacción no es la
esperada.
Su ceño se marca profundo, entonces sus fanales buscan
mis labios y mi respiración se atora en mi garganta. Su
mano sube en un movimiento tan rápido que me aturde,
delineando mi labio inferior.
—Repítelo.
—¿Qué?
—La última parte, repítela.
—¿Don Cavalli?
—Jesús, ¿sería maleducado decir que quiero follarte la
boca justo ahora?
Por los dioses del olimpo.
—Debería, sí —admito—. Viniendo de ti parece tu
personalidad, ¿quién soy yo para cambiarte?
Sonríe. Dominic Cavalli tiene la sonrisa más hermosa que
nunca he visto, sus dientes completamente blancos y dos
grandes hoyuelos a ambos lados.
—Vas a pegarme si te beso, ¿no?
—Sí, en tus pelotas. Será tan doloroso como romperte
tres mil doscientos huesos a la vez. Holden me enseñó muy
bien, Cavalli.
Entonces él se ríe, una carcajada bellísima. No sé por qué
lo hace, porque acabo de decirle la verdad. Si intenta
besarme, voy a patear sus pelotas.
—¿Qué harás esta noche?
—Lo mismo de siempre.
—¿Puedo invitarte a cenar?
—No va a pasar, conozco a los de tu tipo. Ahora estás
tratando de ser dulce e intenso, vas a ocasionar curiosidad
e intriga. Voy a caer…
Y vas a joderlo todo.
—Lees muchas novelas románticas, ¿eróticas? Creo que
sí, te has sonrojado.
—Eres un estúpido —digo y golpeo su hombro.
Es una roca, mi golpe ni de cerca le ha movido, todo lo
contrario. Intenta tomarme de la cintura, pero soy lo
suficientemente rápida para retroceder.
Su hombre de seguridad está a nuestro lado con un gran
paraguas negro abierto, cubriéndonos de la lluvia. Y otro
está más allá, en la puerta de un auto negro. Luce como uno
de esos coches ultramodernos, perlado y brillante, además
de cómodo. Es un Savage. Holden es un genio.
Ahora que mis sentidos están más alertas me percato de
las personas caminando a nuestro alrededor, apresuradas,
con sus teléfonos móviles pegados a la oreja, maletín en
mano y paraguas cubriendo de la llovizna, también siento la
brisa fresca de primavera golpeando mi rostro junto a
delgadas gotas de precipitación.
Cavalli toma el paraguas del hombre, haciendo una
inclinación de cabeza, sin un “gracias” o “por favor”. Solo
un movimiento casi imperceptible y sus hombres
retroceden. Luego nos cubre, llegando muy cerca de mi
cuerpo, alzo mi rostro al mirarle. Soy una enana delante de
este dios.
—No vas a subir a mi coche, ¿cierto?
—No... —confirmo, porque ambos sabemos que no subiré
nuevamente con un completo desconocido y dos hombres
más que parecen del servicio secreto.
—Lo sospeché —musita y me brinda su antebrazo—. Solo
tres cuadras.
—No es necesario, de verdad. Puedo caminar sola.
—Déjame disfrutar un poco más tu compañía.
—Lo haces sonar como si fuera a morir en cualquier
momento.
—Para morir solo es necesario vivir. Eres muy joven —
susurra más para sí mismo—. ¿Tienes miedo de morir?
—No —digo rápido, y Cavalli se sorprende.
—¿A qué le tienes miedo?
—Vivir —declaro—. Vivir me aterra.
—Si eliges vivir una vida que no te pertenece. Sí, deberías
estar aterrada.
—Eres raro —señalo obviando que ha dado justo en el
centro de la herida.
Vivo una vida que no me pertenece.
—Lo sé —dice, entonces tomo su antebrazo y luego me
refugio en su paraguas.
—Ya que no logré salir contigo otra vez, ¿qué te parece
conocernos?
—Eso hacemos, ¿no?
—Me refiero a conocernos, quizás pueda ganarme tu
confianza y de ese modo la próxima vez que te invite a
comer aceptes.
—Bien, supongo.
—¿Universitaria?
—No.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte. Estás haciéndolo mal —digo—. Háblame de ti. Yo
soy quien se aterra un poco de tomar la mano a un
desconocido. Tú eres quien debe darme información.
—A veces deseo tener la inocencia de un adolescente.
Ellos creen saberlo todo, tener la vida resuelta y están tan
equivocados —dice de pronto. Aprieto su brazo con fuerza.
Eso acaba de ser algo muy privado, como una confesión,
cuando miro en su dirección tiene la vista al frente. Guardo
silencio mientras caminamos, tengo una extraña emoción
dentro de mí. Es algo confuso, quiero decir algo de mí
también y, a la vez, no me siento completamente segura de
hablar. Siempre he sido así, escondiéndome, huyendo. Por
eso a mis veinte sigo siendo una virgen que solo ha besado
dos veces. Debería darme vergüenza, la mayoría de las
chicas a mi edad ya han disfrutado mucho de la vida, tenido
por lo menos su primer amor.
Yo me cierro, no dejo entrar a nadie. Miro a este hombre,
más parecido a un dios mitológico. Mis ojos buscan sus
labios rosados mientras él sigue concentrado con la vista al
frente. Esto es la vida real, no una historia ficticia de ser
intenso o no, esto es un hombre queriendo conocer a una
chica y buscando los medios para llegar a ella, o sea, a mí.
Tomo una respiración profunda, sabiendo que esto me
condenará, darle una parte de mí a este hombre es eso,
porque me atrae. No me gusta o me enloquece, pero sí me
atrae y me da cierta curiosidad.
—¿Me darías tu número?
Estoy muy orgullosa de mí misma al terminar la pregunta.
No he dudado un ápice mientras la formulé. Mi vagina no
estará en deshonor por mucho tiempo.
—Creí que ya lo tenías.
—Mmm...
Saca su celular, escribe un mensaje corto que no logro
mirar. Unos segundos después, mi propio celular vibra.
Tengo una sonrisita boba mientras finjo mirar más allá y no
al hombre a mi lado.
—Di que sí —susurra y sé que se refiere a lo que sea haya
enviado. Cuando intento tomar mi celular lo impide con una
media sonrisa traviesa.
—Gracias por la comida.
—El placer es mío.
Toma mi mano besando mis nudillos.
—Nunca he cortejado una mujer en mi vida —reconoce.
Sus ojos oscureciendo varios tonos—. Tampoco me vi en la
necesidad de controlar mi lenguaje, de controlar nada. Tomo
sin preguntar, poseo. Nadie cuestiona mis decisiones y soy
dueño absoluto de esta ciudad y de ti, Emilie. Me
perteneces.
—¿Por qué me dices eso? ¿Cómo podría pertenecerte?
¿Ser tuya?
—Es una advertencia.
—No comprendo —admito negando.
—Lo harás en el futuro inminente.
 

CAPÍTULO 06
Dominic
 
—Roth Nikov está afuera, señor.
Mi asistente avisa, entrando sin llamar. Carajo. 
Está vistiendo como puta nuevamente, maldita chiquilla
estúpida. 
—Hazlo pasar —siseo de mal humor.
La chica sale despavorida de mi oficina, he decidido
follarla pronto. Quizás de ese modo deje de ser una maldita
perra en celo. Antes de cierta rubia, me gustaban las
mujeres decididas, quienes no dudaban en poseer lo que
quisieran bajo su deseo, en dejar claros sus términos.
—Aún sigues mirando —dice Roth entrando, sus ojos
negros miran la línea de tiempo que he armado en mi
escritorio. El ruso guarda sus manos dentro de los bolsillos
delanteros de su pantalón, mirándome de pie casi
acechando el montón de papeles a los que no les veo
sentido.
—No entiendo, ¿por qué es tan importante?
—Joseph Greystone, su padre, trabajó para Gabriel.
—Era un soplón de la CIA.
—Sí.
—¿Qué información ella pudo entregarle? Era una niña.
Roth evita mi mirada, perdiéndose en la documentación
de los Greystone. Si no lo conociera de la manera más
transparente posible, sospecharía de información oculta. Es
Roth Nikov, mi consigliere, mi familia. Tiene la palabra
lealtad pegada en la espalda junto a un cuervo negro
desangrándose… «Carajo. No puedo desconfiar de él».
—Solo la chica y tu difunto padre saben —responde
tranquilo caminando hacia donde escondo mi licor, whisky
negro.
Saca la botella junto a dos vasos pequeños y se sirve el
líquido. Tomo asiento cuando deja un vaso y lo desliza hacia
mí.
Lo tomo e inclino el vaso en mis labios disfrutando la
quemazón que se propaga por mi garganta. Roth hace lo
propio.
—Sabes que esto es mentira, ¿verdad? —dice señalando
toda mi oficina—. Es una fachada para cubrir lo que eres,
somos. No te engañes, Don. No somos chicos buenos que
pueden soñar con rubias de piernas largas, casa y familia.
Eres El Capo.
—¿Viniste a recordarme mi puta vida?
—No, vine a decirle a mi hermano que no joda su vida y
futuro por un coño. Te envié su información para que te
casaras con ella, pensé que solo sería un medio para un fin,
pero ahora veo la obsesión en tus ojos. 
 
La ira se propaga rápido por mi sistema. Ella no es solo
un coño. Es dulce, se sonroja y tiene un temperamento de
mierda. Salió de ese restaurante sin mirar sobre su espalda.
Es la clase de chica que da una oportunidad y, si se cansa,
sale por la puerta sin mirar atrás. Algo en ella es inocente,
esa parte perdida en las mujeres ya.
—Roth...
—¿Quieres follarla? —interrumpe. Asiento incapaz de
decir las palabras que se entrecruzan en mi mente—. Bien,
hazlo, luego desiste de ella.
—Antes querías que fuera la madre de mis herederos,
¿qué cambió?
—Tú —puntualiza sin inmutarse—. Es tu prometida y estás
jugando a que no se entere de la verdad. Reclama lo que es
tuyo y hasta donde sé, ella lo es, folla ese coño y avísame,
la mataré por ti.
Ambos guardamos silencio mirando la pantalla de
seguridad. Una foto de Emilie Greystone y su padre Joseph
Greystone al centro, al lateral su hermano Holden, su
asistente Savannah Williams, una pequeña recién nacida y
en una última foto la madre de los Greystone en un
sanatorio... papeles con fechas distintas…  cuando murió el
papá, la mamá fue recluida. Faltan piezas, muchas.
Su padre murió en un accidente aéreo, la madre fue
internada hace un par de años. ¿Por qué? En la línea de
tiempo seis años han desaparecido. Seis años no están
registrados. Citas médicas, escuela para la chica Greystone.
Nada, es como si en esos años no existió y luego… ¡Boom!
Aparece.
—Ven al bar de vez en cuando. Nos hará bien pasar
tiempo.
Quiere decir que me hará bien recordar mi mierda y dejar
de soñar con esa rubia.
—Lo haré.
—Y llama a Raze, sabes lo inquieto que se vuelve cuando
no lo controlas. Asesinó tres traficantes más, si sigue así,
llamará la atención.
—¡Es un grano en mi culo! Lo llamaré.
—Bien. —Roth se despide de mí listo para salir, por unos
segundos se detiene con la mano en la perilla de la puerta y
sus hombros se cuadran, luego me mira y declara… —. Mi
hermano por elección.
—Mi lealtad está contigo —respondo.
Y esas palabras nunca fueron tan amargas en mi vida.
Este chico comparte conmigo los golpes, la comida, las
mujeres. Hubo un tiempo donde Gabriel nos lanzó a la calle,
vivimos en un apartamento de mala muerte en Brooklyn y
sobrevivimos a base de sopas enlatadas. Roth es más que el
hermano que asesiné para sobrevivir.
Luchamos contra el mundo y gracias a nuestra unión,
Gabriel Cavalli reside en el infierno.
—Ella está empezando a importar, ¿verdad, hermano? 
No digo nada, guardo silencio mirado mi vaso vacío.
Nadie debe importarme, solo la famiglia.
Y sale, se marcha con esa pregunta al aire.
Un segundo después, mi vaso se quiebra en fragmentos
contra la pared.
Un nudo se forma en mi garganta, mis puños se contraen
y la vena de mi cuello se hincha. ¡Maldita sea! Ira cruda
viaja por mis venas como lava ardiente. Vladimir le hará
daño. Y el pensamiento no debería importarme como lo
hace. No la imagino herida, no puedo. Mucho menos en las
manos de Vladimir, él con Emilie, besándola o tocándola...
¡No! Roth tiene razón, la chica de algún modo me importa.
La puerta es abierta nuevamente por alguien a quien en
definitiva no espero.
—Tu asistente no estaba… ¿Te encuentras bien? Roth
acaba de marcharse.
  Mi genio está al tope y ella lo sabe, Katniss es muy
buena tomando oportunidades y mientras la rubia ingresa a
mi oficina, su camisa está dos botones más abierta de lo
normal, su pelo suelto hasta los hombros y en su cara una
sonrisa de "quiero que me folles", sé que aprovechará esta
oportunidad. Y joder, por primera vez quiero que lo haga.
—¿Tu padre no te enseñó a evitar la muerte? Deberías
salir lejos de mi presencia.
—Mi padre, de hecho, me envió por tu generoso donativo.
—¿Ahora te prostituye?
—Si quieres llamarlo de esa manera —musita aun
sonriendo y encogiendo sus hombros como muestra de
desinterés—. No fuiste mi primero, Don. Sabes tan bien
como yo que he dormido con muchos hombres… ¿Estás
celoso?
Rio, es una risa desagradable, una burla. Si fuera una
dama, una linda chica tradicional italiana, vería mi risa
como una falta de respeto.
—No seas desagradable —murmura bajo.
—Te gusta cuando soy desagradable.
—Y más cuando eres salvaje… Mi trasero aún tiene las
muestras.
Tengo necesidades ahora mismo, unas que Katniss sabe
calmar, no diré que no me gusta o me desagrada porque no
es el caso.
Ella está bien, normal, se podría decir. Sin una sola
palabra más se sienta en mis piernas y va directo a mi
cinturón para buscar su juguete en mi pantalón, yo rodeo su
cintura con una mano para tenerla donde ella quiere estar.
Mi agarre es rudo. No hay nada sutil o delicado. No es como
sostuve a Emilie cuando salía del restaurante.
Katniss se inclina para tomar mi boca, pero la giro al
segundo para evitar su beso. Doblo su cuerpo contra mi
escritorio, subo la falda hasta su cintura y luego rompo su
pequeña tanga. Su culo está en pompa mientras deslizo mi
polla dentro de un condón. Tengo tanta ira dentro y estoy
listo para dejar unos buenos moratones en todo su cuerpo
mientras me la follo.
Y como una alucinación, una imagen aparece en mi
mente. Cabello ligeramente rubio como la miel, el sonrojo
en sus mejillas, cómo mordía entre sus dientes el labio
inferior de su boca, sus ojos verdes, enormes, llenos de
sorpresa y maldita inocencia.
Mi polla está dura, como el puto martillo de Thor y no es
por la mujer inclinada en mi escritorio. Cierro los ojos,
atesorando y trayendo a mí ese recuerdo en mi
mente.  Katniss grita cuando entro sin ningún lubricante o
preámbulo en su culo, abriendo las mejillas de su trasero.
Sus gritos solo me animan a seguir, a romperla. Intenta
retroceder, pero la sostengo fuerte del cuello. Las lágrimas
en sus ojos empiezan a caer mojando la madera. Quiero
romper su garganta, descargar en ella mi frustración. 
—Querías ser mi puta, ¿no? Aprovecha mi polla,
disfrútala, Katniss. Si te dejo vivir, quizás es la última vez
que te follaré.
Trata de hablar, sus uñas se clavan en mi muñeca,
luchando por un poco de aire.
Y por increíble que sea, está humedeciéndose, mojando
mis bolas. Es una puta, incluso teniendo la muerte ante sus
ojos no deja de mojarse por mí. 
—¿Te gusta? ¿Huh? Cualquiera pensaría estoy abusando
de ti y aquí estás, mojándote cual perra en celo.
Su cuerpo se curva, sus piernas de puntitas temblando.
No obtengo ninguna satisfacción, no la deseo, es solo un
cuerpo vacío. No huele a melón, ni vainilla.  Y como si el
universo estuviera de mi lado. Mi celular suena con Holden
Greystone en la pantalla. Empujo a Katniss quien sigue
temblando, sus piernas inestables. Mi cuñado es más
importante, ¿no?
—Don… —gime agarrándose la garganta, tratando de
conseguir un poco de aire.
—Tu padre ya tiene mi generoso donativo. Tienes cinco
minutos, ¡desaparece de mi presencia!
Es toda mi respuesta para dar mientras me quito el
condón y lo tiro a la papelera, me dejo caer en mi silla
arreglando mis pantalones en su lugar. Entonces Katniss
hace algo que nunca ha hecho, ni ella ni nadie… toma mi
celular y corta la llamada. ¿Qué mierda?
—¡Estábamos haciendo el amor!
—No, no estábamos —digo y agarro su mano a tiempo,
antes de que se estrelle en mi rostro. ¿Ella iba a golpearme?
¿Es que todo el mundo está perdiendo la razón?—. ¿Qué
carajos te pasa?
—Solo me usas —lloriquea.
—¿Eh? ¿Quieres joderte la vida, Katniss? ¿Quieres morir? 
—Solo te quiero a ti.
—Borra ese maldito pensamiento, ahora —ordeno—. No
me interesas, follo tu culo porque tu vagina está demasiado
usada y ni siquiera estaba pensando en ti, ¿con eso te
conformas? ¿Con un hombre que usa tu vagina como si
fuera un puto plástico? Sal de mi oficina, y esto no se
repetirá, ¿me escuchas? No vuelve a pasar. Levantas tu
mano hacia mi persona y será el día de tu muerte. No estoy
jugando.
—Si es todo lo que puedes ofrecerme, lo tomo.
—Estás loca.
—Sería solo sexo, sin compromiso de nada. No tienes que
hacer nada. Solo sexo.
 
Y demonios, no puedo evitar pensarlo un momento. Joder,
que para todo hombres es algo tentador y ella no es una
belleza sobrenatural pero tampoco es una mujer fea.
Lo único que me molesta es ese poco valor que tiene para
sí misma. Estoy a punto de dejarle en claro la situación. No
me interesa y puede ofrecerlo a alguien más, mientras no
sea yo, pero mi móvil en sus manos vuelve a sonar.
—Ya estoy comprometido —digo intentando recuperar mi
celular.
Veo la furia en sus ojos.
¡Jesús! Las mujeres sí que son complicadas. Tomo el
aparato por fin. Holden nuevamente.
—¿Comprometido? ¿Con quién?
—No es tu maldito asunto. Sal de mi oficina, solo aparece
si te llamo, no antes y no después. ¡Largo!
—Mi padre te hará pagar por esto.
—No le importas, si pongo una bala en tu cabeza
posiblemente me lo agradezca.
—¡Eres un maldito!
—Soy Lucifer, Katniss. Ahora… ¡largo!
Intentando lucir digna, baja su falda de lápiz y yo
organizo mi ropa. El golpe de la puerta es la única señal de
que se ha marchado.
Emilie Greystone me ha hecho un inútil de mierda, en
otro momento, la insolencia de Katniss la hubiera llevado a
la muerte, hoy, sin embargo, salió caminando. Holden
insiste en una tercera llamada, esta vez respondo.
—Dominic Cavalli.
—Don, necesito tu ayuda. ¡Es urgente!
—¿Qué ha pasado?
—¡Es Savannah! Ha tenido un accidente en mi coche. No
entiendo cómo ha pasado, mi auto estaba bien en la
mañana, dice que los frenos no funcionaron y se ha
estrellado en pleno Manhattan, dijiste que podía llamarte…
Creo que Vladimir está tomando represalias. 
—Has hecho bien en marcarme. Envíame tu ubicación por
texto.
 

~♠~
 
Me toma media hora llegar al hospital, cuando finalmente
encuentro la camilla donde la chica Savannah Williams -su
asistente- está, quedo muy sorprendido por lo que se está
desarrollando. Holden está besándola, no un beso corto o
suave. Su mano sobre el pelo de esta, tiembla mientras
intenta estar todo lo cerca posible de la chica. Ella tiene
sangre en un rasguño de su rostro, también su falda está
rota por lo que veo debajo una venda cubriendo alguna
herida. No quiero incomodar o molestar, pero tampoco
estoy marchándome para darles privacidad.
«Genial, ahora soy un mirón».
La cosa es que no entiendo por qué estoy buscando en mi
memoria un beso así... Porque no lo he dado. La pequeña
habitación parece a punto de estallar por la tensión que
ellos están creando. Y a mi traicionera mente solo viene la
imagen de unos labios de cereza, un pelo ondulado y
piernas que me gustaría tener en mi cintura. ¡Ya basta!
—Por favor, Holden —suplica la señorita Williams—. No
finjas que esto no ocurrió, mañana cuando...
—Tranquila, lo prometo.
—¿De verdad?
—Creí que iba a morir. Nunca me sentí así antes, pensar
que iba a perderte me volvió loco. Y que podría ser mi
culpa... ¡Dios!
—No ha sido tu culpa.
Carraspeo aclarando mi garganta para entrar en la
habitación. Holden abraza a la chica mientras me saluda, le
dedico una inclinación de cabeza a la antes mencionada.
Veo claramente la súplica en Holden, sus ojos gritan no
preocupar a la chica hablando de lo que me dijo al teléfono.
Tengo entendido que Savannah es su asistente temporal, la
he visto dos veces con anterioridad en la oficina del joven
millonario. Al parecer está teniendo un romance con un él,
un magnate comprometido.
—Señor Cavalli…
—Señorita Williams. Me alegra ver que se encuentra bien,
que solo ha sido un mal rato.
—Puede llamarme Savannah.
—Puedo, claro. Me gusta más señorita Williams, sin
embargo.
Ella gira sus ojos mientras mueve la cabeza, esto al
parecer le genera un pequeño mareo, generando que
Holden la sostenga con más fuerza mientras su ceño se
frunce.
—¿Has verificado a mi prometida?
Mientras más rápido se adapte mejor. Emilie Greystone
me pertenece.
—Está en mi casa.
—Bien.
No sé por qué me siento un tanto incómodo. Quizás
porque le mentí a su hermana el otro día, diciéndole que él
me había enviado, tal vez porque me siento atraído hacia la
chica o puede ser el hecho de que mis pensamientos no son
nada puros con Emilie, la mujer a quien ataré a mí.
—¿Podrías llevarnos a casa? Savannah ha sido dada de
alta... Y yo he llegado en un taxi.
Sé de una razón muy grande para no querer ir a su casa.
Emilie Greystone. Sin embargo, no puedo negarme y
arriesgar a que les suceda algo a ninguno de los dos, así
que termino aceptando. Solo tengo que llegar a la puerta,
nada de entrar. 
Holden rechaza la silla de ruedas para la chica, así que
esta sale en sus brazos como una pluma. Nick, mi
seguridad, abre la puerta trasera para el magnate y yo
decido manejar para tratar de poner en orden mi mente.
Nick hace de copiloto. La mujer duerme en el regazo de su
jefe y él aprovecha para mirarla como un idiota, babeando. 
—¿Alguna vez te has enamorado? —pregunta desde el
asiento trasero de mi Hummer.
—No.
—Desde donde puedo recordar, siempre he estado
enamorado de alguien más. Yo sabía que no la merecía,
todavía no lo hago, así que decidí ser su amigo siempre. Ella
ha visto todo de mí... Es como ser transparente. —Menea la
cabeza sacando algún recuerdo, creo—. No puedo perder a
nadie más. Ellas dos son mi mundo, Dominic. Emilie es lo
primero en mi lista y Rebekah siempre ha respetado eso,
pero ahora, esta mujer está en peligro. —Mira a Savannah
Williams en su regazo—. Por favor, tienes que cuidar a mi
hermana.
Holden Greystone tiene novia, esa clase de relación que
viene desde tu niñez. Al parecer, no soy el único con
grandes problemas, dice estar enamorado de una mujer que
no es a quien acaba de besar o tiene en sus brazos. Y está
pidiéndome cuidar a su hermana. La situación es tan
irónica. No quiero cuidarla, quiero follarla, saber cuál fue la
información entregada a mi padre y luego desaparecerla.
—Entonces tiene que saber quién soy y en quién se
convertirá.
—Cuando se entere… Va a odiarme.
—Le diré que no tenías otra opción.
—Ella odia cualquier cosa tenga que ver con agencias y la
mafia. Desde que papá murió, Emilie culpa a la CIA. Era muy
pequeña. No puede saber la verdad.
Bueno, esto solo se pone mejor.
—Es mi hermana —continúa—, no soy tonto o ciego. Y, sí,
necesito que la protejas porque sabes cómo hacerlo, pero
eso no quiere decir que te quiera al lado de ella de otra
forma.
—Muy tarde, es mi prometida —le recuerdo apretando el
volante. Estamos cerca de la casa de Greystone—. No me
ando por las ramas, Holden. Conozco la vida de ambos. No
eres un hermano estrella.
—No conoces a Emilie. —Lo miro a través del espejo
retrovisor—. Tiende a apartar a las personas.
—Eres su hermano, debería tener un equipo de seguridad
respirando en su cuello. Tener su propio departamento, sola,
trabajar en algo suyo. No está viviendo, solo se deja llevar.
No digo nada más. Los hermanos, por naturaleza son
protectores, pero Holden Greystone no tiene la moral para
decirme qué hacer. Tampoco sabe un carajo de su hermana,
cuando se ha dedicado a vivir la vida de rico y dejó a la
chica viviendo en un apartamento con otra.
Él y su madre la han abandonado. Un silencio se forma
mientras llegamos a su casa. Es una vivienda linda a las
afueras de Queens, modesta, de dos niveles y nada
ostentoso para el millonario que viene en la parte trasera.
Estaciono mi Hummer cerca de una linda fuente, Nick es el
primero en salir para abrirle la puerta. Él parece haber
envejecido diez años, no parece el chico que conocí hace
unos meses. Holden intenta sacar a su asistente y esta se
sobresalta mirando todo con grandes ojos.
—Esta no es mi casa.
—Savannah, necesitas observación constante…
Los dejo discutir sobre quedarse o irse, al final la chica
gana a medias. Ofrezco a Nick para llevarla a buscar ropa a
su departamento, mientras no dejo de mirar la casa de
Greystone. 
—Maldita mujer —sisea Holden viendo mi Hummer
desaparecer del camino.
Avanzo para abrir la puerta de su hogar. No tiene seguro,
¿tan confiada es esta chiquilla? Me molesta. Sí, lo hace, me
desespera que no se cuide a sí misma. Entonces recuerdo
que ella está viviendo una vida despreocupada sin entender
el peligro que corre. Holden es el primero en entrar… Ahora
es cuando debo dar la espalda y seguir mi camino, sin
embargo la dulce voz angelical que ya antes he escuchado
me detiene. 
—¡Ya preparé la cena! 
Todo mi cuerpo pica de alguna extraña sustancia mientras
tomo la manija de la puerta y me grito un millón de veces
que debo irme a mi ático, pero no lo hago, en cambio, entro
a la casa de los hermanos Greystone. Un rico olor a cítricos
y comida invade mis fosas nasales, luego mi vista es
premiada con unas piernas que infartarían a cualquiera. Sus
esmeraldas brillan al percatarse de mi presencia. Y estoy
rogando internamente porque la botella de cerveza en su
mano caiga sobre su ropa y pueda mirar su empapado
cuerpo. Inclinarme por esos deliciosos pezones que se
burlan de mí.
—Hola. —Su voz crepita hasta mi polla.
—Hola, cara mia. —Avanzo hasta ella para extender mi
mano y sentir su piel. Ella me da su mano. Su piel es suave
y aspiro una bocanada de aire para impregnarme del aroma
que desborda. Melón.
Nos miramos fijamente por varios segundos… creo, no
suelto su mano, pequeña en comparación con la mía, sus
mejillas se enrojecen de forma adorable e
inconscientemente se chupa el labio inferior. Pasos
apresurados en la escalera me hacen soltarla, Holden las
baja de dos en dos. Doy un paso atrás dándole espacio a la
rubia, terminando así, nuestro saludo. Escucho el suspiro
que abandona su boca y medio sonrío al pensar que le he
afectado.
—Aquí tienes —dice levantando la cerveza en mi
dirección. Mi ceño se frunce, entrecierro mis ojos e intento
preguntar a qué se refiere,  pero lo que sale de sus labios
me deja pasmado—. Concéntrate en la cerveza antes que
mi hermano note tu entrepierna.
Y sonríe…
—¿Qué ha sucedido, Holden? —Su voz juguetona cambia
a una más seria y preocupada.
—Nada, calabaza.
—Tu playera tiene sangre.
—Un incidente, eso es todo.
—Eso es todo —imita de forma graciosa.
El empresario resopla mientras nos pasa y la chica le
sigue a lo que creo es la cocina. Aprovecho el momento de
soledad para acomodar a mi amigo y dar un trago a mi
cerveza, ordenando internamente a mis ojos no mirarle el
culo a la hermana menor. Dios santo, parezco un puberto
con ganas de pajearme por una chica. ¡Jesús! Ahora todas
las imágenes que podré tener son suyas, de mi prometida
en short y pezones duros llamándome. Es toda la revolución
que Emilie causa. Les sigo a la cocina donde Holden está
mintiendo sobre que fue solo un accidente de auto sin nada
más. Destapa unas cacerolas en la encimera. La comida se
ve realmente exquisita, deben tener alguna ama de llaves
que cocinó algo tan delicioso.
—Saca un plato para Dominic —ordena Holden a su
hermana.
—No hace falta, ya me estoy marchando.
—En esta casa nadie desprecia mi comida.
—Hazle caso, Dominic, no quieres conocer a una Emilie
molesta —murmura buscando lo que creo son algunos
ingredientes en la alacena. Si en otras circunstancias usara
ese modo conmigo, ya estaría sobre su cuello—. Calabaza,
¿podrías preparar una sopa?
—Tú no comes sopa.
—¿La harás o no?
—Claro. Ahora muévete de la cocina.
Interesante. Holden Greystone olvida un pequeño detalle
de meses que debería mencionar.
Miro el pequeño cuerpo de la mujer cuando intenta tomar
algo del estante superior y la playera sube dejando ver un
gran tramo de piel. Holden aclara su garganta y rápido lo
miro, me ha pillado viendo a su hermana quien continúa
ajena al intercambio de miradas, luego sirve un poco de
comida en un plato para dejarlo frente a mí, Holden se sirve
su comida y ella se encarga de su propia ración. Él dispara
preguntas usuales sobre cómo ha ido su día.
No parecen un par de millonarios, sino unos hermanos
normales. Y agradezco internamente al magnate sus
preguntas, así puedo escuchar la melódica voz de Emilie
relatar su día de ratón literario y cuán emocionante le ha
parecido conocer en persona a su autora favorita.
Llevo un trozo de su pollo a mi boca y casi quiero gemir,
pero me contengo. Si ella preparó esto, es una maestra de
la comida. ¿No dicen que por la boca muere el hombre?
Bueno, yo acabo de descubrir dos cosas. Quiero seguir
comiendo esto más veces, también quiero pasar tiempo
junto a mi prometida, aunque sea solo para follarla. 
 

CAPÍTULO 07
Emilie
 
—¿Tiene novia? —cuestiono cortando la zanahoria bajo mi
cuchillo. Cavalli, quien está acompañándonos esta tarde, se
encuentra respondiendo su móvil en algún lugar de la casa.
—¡Emilie!
—Solo intento molestar.
Es mentira. Realmente quiero saber si el adonis tiene
algún compromiso, pero es mi forma de sacarle la
información a mi hermano sin que lo note.
—Creo que no, aunque... —Se queda pensativo unos
segundos—. Una vez llegué de sorpresa a su oficina y su
asistente estaba desarreglada.
—No me extraña —digo mirando en dirección al baño—.
¿Todo está bien?
Holden rehúye mi mirada, cree no noto las pequeñas
reacciones de su cuerpo. Conozco bien a mi hermano y sé
que algo pasa, quizás un enemigo de la industria de autos
está molesto o recibió alguna tonta amenaza como ha
ocurrido en el pasado. Seguro todo estará bien pronto.
—Me gustaría que tengas seguridad, Emilie.
—Suerte con eso. Yo no necesito una niñera.
—Eres millonaria, Emilie y sabes también...
—No lo menciones —corto—. Él eligió eso, tú ser exitoso y
yo estar en mi mundo. Amo quien soy, Holden... La editorial,
salir con Valerie, pasar tiempo contigo e incluso con
Rebekah. Si estuviéramos en peligro, tal vez miraría las
cosas de otra forma, ¿debo saber algo?
—Nada de lo cual debas preocuparte. No, ahora.
Mis esmeraldas se quedan prendidas de sus grises ojos
un poco más, solo para ver cómo su máscara de que nada
sucede desvanece un poco. Un nudo se forma en mi
garganta mientras lucho con las ganas intensas de
quedarme mirándolo un poco más y gritarle que tengo
derecho a saber lo que sucede. Holden es así, siempre lo
fue, me mira como la chica indefensa necesitada de
protección permanente.
—Subiré por un cambio de ropa.
—¿Se me permite estar sola con Cavalli? —ironizo.
Holden chasquea la lengua mientras abandona la cocina.
Genial. Odio que no confíe en que soy adulta para saber las
cosas que nos rodean y si es algo peligroso, cuidarme. Esta
es una de las razones por las cuales no vivimos juntos y
prefiero mi espacio con Valerie. Es mi amiga y aunque tire a
la basura mi ropa interior, no opina en mi vida. Supongo que
así es como se sienten las adolescentes viviendo con sus
padres, siguiendo sus reglas. Los adultos piensan que
porque vivieron la vida saben más que uno, no comprenden
que a veces nosotros debemos fracasar para también poder
decir que cometimos ese error o, en un caso mejor,
tomamos la decisión correcta antes de cometer el acto.
—Él te protege.
Me sobresalto al escuchar esa voz tan ronca que incita a
mi cuerpo y mente a viajar hacia imágenes muy
pecaminosas. Es toda una obra de arte este hombre frente a
mí, más sin ell saco puesto y solo con ese pantalón y camisa
de lino. ¡Uff! Uno de los dioses del Olimpo frente a esta
simple mortal.
—Mentir es mentir —reviro—. Prefiero una verdad que
duela a una mentira que me mate.
—Hermosa, buena cocinera e inteligente. El infierno se
apiade de mi alma.
Su comentario me hace levantar la vista como un resorte,
lo miro con una media sonrisa en mis labios. Dominic Cavalli
me devuelve la sonrisa con algo brillando en sus intensos,
profundos y azulados ojos. ¿Por qué sigue poniéndome
nerviosa?
El cuchillo en mi mano tiembla, mis piernas se sienten
inestables como si estuviera a punto de estrellarme contra
el piso y, por primera vez, no tengo mucho para decir a su
comentario. ¿Acaso estoy en una extraña clase de
evaluación?
«Hermosa».
Sé que lo soy, pero escucharlo de un hombre como el que
está frente a mí, solo puede significar una de dos. Le gusto
o es casanova y anda diciéndole a todas las mujeres que
son hermosas. Buena cocinera, ¡pamplinas!, soy mucho
mejor que eso, pero no lo voy a refutar. Holden, Valerie y
Dein aman mi comida. La aman, en serio. Inteligente, bueno
soy yo, siendo yo. Piensa que soy inteligente porque no
estoy rodeada de mi amiga donde me comporto como
quinceañera.
—¿Me estás evaluando?
—Se podría decir...
—Es muy injusto, yo no he tenido tiempo de hacer mi
evaluación hacia ti.
—Estamos solos, en tu cocina... No creo que sea buen
lugar para evaluarme, quizás en una comida más privada.
—¿Está invitándome a una cita?
—No —dice. La negativa en su boca me hace mirarlo de
lleno y dejar los vegetales hervir en la cacerola—. Te estoy
invitando a comer.
—Pero no es una cita, interesante… ¿Algún trauma
romántico?
La carcajada que sale de sus labios me distrae
completamente, es escandalosa pero linda, ronca, subida de
tono. Estoy segura que mi hermano acaba de escuchar esa
risa hasta en el segundo nivel. Cavalli se recarga en la
encimera de la cocina, intentando aplacarla, se cruza de
brazos y hace que mi vista vaya directa a cada uno de sus
músculos tonificados. Es un cuerpo que se ejercita, un
cuerpo definido. Holden también hace ejercicios, pero el
suyo no es un cuerpo tan marcado como ese.
—¿Qué dices a comer en una no-cita?
—No.
—¿No?
Parece que al niño bonito nadie le niega nada.
—No te conozco.
—Se supone que para eso son las citas, hablar, conocer.
Ya sabes.
—Pero no estás invitándome a una cita, recuerda. Solo es
comer, igual que la otra vez.
Sus ojos están muy abiertos ahora, como si acabara de
desarrollar dos cabezas o fuera una criatura exótica. Bueno,
no está muy lejos de la realidad. Estoy reteniendo la risa
tanto cuanto puedo, porque de verdad está resultando muy
divertido jugar con sus palabras, más incluso mirar las
reacciones que tiene, creo no esperaba encontrarse
conmigo y descubrir lo rara puedo llegar ser. Me vuelvo
colocando sal a la sopa y comprobando la temperatura para
echar las papas, siempre dejo estas de último. Cuando
siento a Dominic a mi lado, disimula mirar sobre mi hombro
lo que cocino. La calidez de su respiración en mi cuello
envía oleadas de calor a mi entrepierna. Sin decir una
palabra, aleja mechones de cabello de mi cuello y luego se
inclina dejando un pequeño toque de sus labios entre mi
cuello y hombro.
—Me gusta esto —susurra con voz aterciopelada—. Es tu
pulso, palpita y me recuerda a gritos cuánto adoro que
estés viva.
—¿Qué...?
Su mano izquierda viaja a mi vientre, toma un puñado de
la tela de mi playera haciendo que las tiras bajen casi
revelando mis pechos. «Oh, por Dios. Santa madre del
infierno.» No estoy respirando y mi corazón es un borrón de
latidos desesperados cuando con su nariz recorre mi cuello
y agradezco ser sostenida cuando su lengua envuelve el
lóbulo de mi oreja, luego sus dientes raspan la piel.
—Rosados, cara mia. Rosados y fruncidos —declara
mordiendo mi nuca.
Y todo eso se siente en mi centro. No debería permitirlo,
si Holden entra a la cocina y nos mira de esta manera.
Dominic Cavalli no vivirá por mucho tiempo.
—¿Me imaginas, cara? Mis dedos abriendo tu coño, mi
lengua succionando tus pliegues. Mi polla empujando dentro
de ti desde atrás y mi pulgar jugando con tu culo, ¿lo
imaginas, Em? Perché ti farò tutto questo[7].
En un segundo su contacto se aleja por completo, me
deja caliente contra el fuego y toma su lugar al otro lado de
la cocina. Me toma varias respiraciones controlarme.
Hubiera permitido más. «Oh, Dios. Yo le hubiera permitido
muchísimo más».
Holden llega a la cocina mientras seguimos en nuestras
posiciones, luego me giro buscando sus ojos, Cavalli está
confundido, mirándome. Y yo sigo roja de deseo.
No soy una chica que cae así de fácil, no vienes a jugar
ese estereotipo de hombre conmigo. No hace citas, ¡pff!
Solo es para personajes de libros, niño bonito. Mi lado
curioso vuelve al pensamiento del porqué un hombre como
él, no hace citas.
No es que yo pueda hablar mucho del tema tampoco.
Siendo sincera, solo he tenido dos, cada una más
desastrosa que la anterior. Una con un compañero de mi
escuela, Holden me dejó ir a comprar pizza con el chico y
este decidió que sería divertido lanzar huevos a la casa de
su exnovia. No acepté, obviamente.
La segunda ocasión fue hace unos meses atrás, salí con
Dein.
Fue un completo desastre cuando no teníamos mucho de
qué hablar, creo Dein está acostumbrado a chicas que no
tienen nada para decir y yo hablaba mucho, la mayor parte
de la noche estuve hablando sola mientras él estaba metido
en su celular.
Amo la tecnología, en serio lo hago, pero si estás conmigo
o delante de mí, lo mínimo que pido es tu atención. Tener a
una chica hablando por un rato e ignorarla… no es lindo. Así
que finalmente me di por vencida, saqué unos billetes, los
dejé en la mesa y me fui del restaurante sin decir adiós. Al
siguiente día tenía a un Dein muy molesto, fui idiota cuando
escuché todas sus palabras, más idiota al intentar una
relación con alguien como él. Un beso y cuatro semanas
después, estaba rompiendo el corazón del hermano de mi
amiga.
—Cuenta con ello. —Escucho decir a Cavalli.
Mi hermano está muy concentrado escuchando mientras
hablan en voz baja. Trato de captar pequeñas palabras, pero
es difícil.
—¿En qué trabajas, Dominic?
Los dos hombres giran a mirarme al segundo. Holden, un
poco extrañado por mi pregunta, tiene el ceño fruncido
mientras me evalúa. Cavalli, por otro lado, muestra un tic
en su mandíbula. Al parecer toqué una tecla negra. Ambos
se miran.
—No lo incomodes con cuestionarios —reprende mi
hermano, pero sigo mirando al niño bonito de cabellera
chocolate.
—No lo llamaría trabajo, es más bien mi destino.
—¿Eres seguridad? Lo digo porque, bueno... este.
Mi divague lo divierte mucho.
—No soy guardaespaldas.
—¿Entonces, son solo amigos?
—Conocidos —responde.
—Así que eres como Holden.
—¿Cómo es eso?
—Millonario, soltero, carita bonita.
La mirada intensa gris de mi hermano se siente en todo
mi cuerpo. Holden debe pensar que solo estoy coqueteando,
pero es más que eso, quiero saber por qué razón este
hombre está en mi casa, hoy. No soy tan boba.
—Algo de eso —evade pensativo, rascando su sombra de
barba, no sé si lo mencioné antes, pero lo hace verse más
guapo.
—¿Y... ?
—¡Emilie!
—Ella no me incomoda, Greystone. Tranquilo. Puede
preguntar todo cuanto desee.
Ahora grises y esmeraldas están viendo de lleno a
nuestro invitado. Él niega con su cabeza aún con esa media
sonrisa en su bonito rostro.
—Quiero un momento con ella, solos.
La voz de Dominic sigue siendo relajada, pero ha subido
varios tonos al dar una directa orden a mi hermano. Holden
tensa más su mirada hacia mi persona.
«¿Qué está sucediendo?».
—Eso aún no es posible.
—Sigo aquí —interfiero medio en broma—. ¿Qué sucede
con ustedes dos?
Holden niega hacia Cavalli, con una mirada angustiada,
«¿qué mierda...?».
—Nada —asegura Holden.
—¡Resuelve esto! —ordena Cavalli.
Salto en mi lugar. Su tono es frío, gélido. Su mirada
asesina y depredadora. Solo conozco un hombre con esa
mirada. Solo escuché esa voz o una muy semejante, en mi
niñez. Y trae recuerdos entrelazados.
Dolor y felicidad. Un golpe duro llega a la boca de mi
estómago. Puedo escuchar incluso a mamá llamándome
desde el primer nivel de nuestra casa en Luisiana, siempre
llamaba para la comida, amenazando con subir a mi cuarto.
Recuerdo también mi cara de felicidad al bajar cada escalón
corriendo. Adoré el pie de calabaza por años y mamá era
muy buena haciéndolo. Desde ese fatídico día donde mi
familia fue rota, no he vuelto a probar un pie jamás. El nudo
en mi garganta se hace más profundo, mis ojos se llenan de
lágrimas que obligo a quedarse en su lugar mientras digo
unas palabras de cortesía.
—Fue un placer tenerte en casa.
—Emilie... —Holden intenta llegar a mí.
—Subiré a mi habitación.
Mi hermano me mira varios segundos mientras le doy mi
mano al niño bonito, finjo mi mejor sonrisa y salgo de la
cocina. Al saberme segura, mientras subo la escalera, mis
lágrimas van cayendo. Odio ser débil a veces, pero en
momentos como este, donde mi mente me recuerda el
amor que ella solía darnos, cuando viajo a mi familia
perfecta del pasado, no puedo evitar que todo me
sobrepase. Incluso horas más tarde, mi hermano intenta
sacarme de mi habitación con una tentadora oferta de
Netflix a la cual declino mientras me quedo en mi habitación
oscura escuchando mi banda favorita y dejando que todo
salga. Soy humana y llorar es normal. Mi celular brilla en mi
mesita de noche. La curiosidad de que quizás sea Holden
intentando otra forma de sacar mi culo de la cama, me lleva
a tomarlo. Es un número que reconozco y el contenido del
mensaje me hace sonreír.
 
"Soy amante del caramelo y tengo una extraña manía de
tomarme un vaso de leche antes de dormir. Ya sabes dos
cosas de mí, ¿qué dices de ti?"
 
Muerdo la uña de mi pulgar mientras releo unas diez
veces el texto. Leo también ese que me escribió cuando le
pedí su número "Déjame conocerte" Suspiro y tecleo un
mensaje en respuesta, ¿en qué me estoy involucrando?
 
"No puedo dormir con los pies fuera de las sábanas...
imagino un fantasma tirando de mí por ellos mientras
duermo. Soy rara, creo."
 
—Calabaza, hice palomitas —anuncia Holden del otro lado
de la puerta. No vivimos juntos, pero siempre he tenido esta
habitación en su casa—. Grey's Anatomy[8].
Salgo de la cama, tomo mi móvil y abro la puerta. Tiene
un enorme tazón de palomitas y dos sodas –Cocas– de
dieta. Una sonrisa genuina se posa en mis labios mientras
rodeo su cintura para abrazarlo aprovechando el que no
podrá corresponderme debido a sus manos llenas. No tiene
idea cuánto significó para mí su partida cuando papá
falleció, tener que vivir con nuestra madre y ser responsable
de ella. Fue un infierno hasta que todo se salió de control.
—Te quiero, calabaza.
—Lo sé.
Bajamos al primer nivel y sentados en la sala miramos
tres episodios de Grey’s Anatomy de la temporada quince.
Quiero matar al productor por romper mi corazón y lo
hago saber en voz alta a lo que Holden ríe. Olvido un poco
el pasado mientras me concentro en la serie. Luego veo la
luz de mi móvil parpadear.
 
"Yo cuento los segundos con Mississippi. Eso es más raro."
"Voy a escribir algo, léelo, luego olvídalo. Es una orden
directa."
"Nunca he tenido una novia, tampoco una cita. Quizás
esa es la razón por la cual hablo sin detenerme a analizar
sobre lo que pienso, quiero y voy a hacerte. Soy el dueño de
mi mundo. Todos cumplen mis órdenes.
 
Hace más de tres horas que los mensajes están ahí,
también tengo uno de Valerie sin abrir.
"Te gusta, ¿no? ¿Dar órdenes?"
 
Respondo. Y como me siento valiente, envío otro.
 
"Me gusta mucho el que no hayas tenido novias o citas.
Eres virgen. Por favor, no olvides esto."
 
Su mensaje llega un segundo más tarde como si hubiera
estado con el móvil esperando hace tres horas.
 
"No lo olvidaré, para estar iguales. No olvides cómo te
hice sentir cuando besé tu cuello. Tampoco olvides los pocos
momentos compartidos, y recuerda; soy dueño de la ciudad.
Cuando quiero algo, lo tomo sin preguntar. Trata de no
odiarme.
Y, sí, me gusta controlar todo."
 
El corazón bien podría saltarme fuera del pecho. Otra vez
está advirtiéndome algo. Me pierdo las palabras entre
líneas.
 
"Nunca te odiaría."
 
"Promételo, cara mia"
 
"Lo prometo."
 
—¿Dein Jason? —cuestiona Holden.
Mi pecho duele porque hace tanto que lo de Dein se
acabó y mi hermano desconoce mi vida.
—No.
—¿Dominic?
Puedo percibir una nota de angustia en su voz.
—Si fuera él, ¿sería un problema? 
—Ahora, en este momento, sí sería un problema. 
—Soy adulta. Tú no decides por mí. 
—Dominic Cavalli no es un hombre para ti.
—Déjame tomar esa decisión por mi propia cuenta.
—Él es peligroso.
—¿En qué sentido, Holden? Explícate.
—Si lo hago, estarás decepcionada de mí.
—Eso no sería nada nuevo, Holden.
—Eres mi hermana.
  —No lo fui cuando me dejaste por seguir a Rebekah a
Londres. Papá había muerto, ¿qué te hizo pensar que
estaríamos bien? 
Mi papá fue un agente entrenado del gobierno, falleció en
un accidente aéreo. Nuestra madre iba en ese avión, creo
que el amor tan grande que Joseph sentía por mamá lo hizo
tomar la decisión de salvarla, usando los únicos dos
paracaídas de la avioneta protegió el cuerpo de ella así el
impacto al caer fue menos duro. Estuvo casi una semana
junto a tres cuerpos, mi padre entre ellos. Holden regresó a
casa solo un segundo, a  sostenerme, la recuperación le
tomó tres semanas a nuestra madre en un hospital, luego,
de vuelta en casa, todos creyeron que superaría la tragedia,
pero no fue de este modo.  Cinco años hasta esa dura
noche.             
 —Nunca pensé... Es nuestra madre. 
 —Esa mujer ya no es mi madre, Holden. 
Unas piernas descubiertas llegan a la sala, la chica quien
tiene un venda quirúrgico en la cabeza se sobresalta un
poco al mirarme.
—Lo siento, señor Greystone.
—Descuida, Savannah —dice Holden, a la que asumo, es
su asistente.
Su voz es baja cuando saluda. Mi hermano nos presenta,
noto el cambio en la mirada de la asistente. Es muy bella,
algo innegable. 
Sus ojos cafés son muy grandes, como de muñeca y su
pelo rojo es largo, brillante y liso.
Me agrada solo con sus primeras palabras, no es que
Rebekah, la novia de Holden, no lo haga... Solo que ella
actúa diferente a mí. No me agrada que ellos estén juntos
solo porque han sido el primero de cada uno, no creo que
por ser tu primer amor deba ser el único. Parece que ellos
solo tienen la costumbre de estar juntos.
En cambio, al presentarme a Savannah noto la pasión
entre los dos, Dios, parece que esta sala se incendiara en
cualquier segundo. Mi hermano se la está comiendo con la
mirada. La mujer lo está notando al igual que yo. Tienen una
tonta y breve discusión sobre ella incomodando, al final
Holden gana cuando se marcha a la cocina por la sopa que
preparé más temprano.
—Eres linda.
—Lo sé —afirma encogiendo sus hombros.
Una sonrisa se desliza por mis labios. Rebekah es muy
insegura y vive para celar a Holden. Sin embargo, Savannah
es segura... Creo comprender al hombre ahora—. Debería
irme.
—Él no te dejará marchar —digo.
Y, como sé cuándo hago mal tercio, decido irme dejando
a mi hermano cuidando de su empleada, ¿qué sucede con
los millonarios y sus asistentes?
 

CAPÍTULO 08
Emilie
 
La alarma no sonó esta mañana, no lo hizo porque desde
las cuatro y media mis ojos se abrieron negándose a
dejarme volver al sueño. Rodé sobre la cama por una media
hora, hasta que las sábanas no me apetecieron más.
Entonces decidí correr hacia la East Central. Una vez llego al
parque frente al edificio de Holden con las letras enormes
en rojo de G&G,  estoy sudorosa y muy sedienta. Camino
hacia un lateral del parque, donde se encuentra una
pequeña cafetería, sirven el mejor café del mundo junto a
unas tartas de arándanos exquisitas. Estuve aquí un par de
veces con mi hermano en el pasado, en el presente, no
suelo visitarlo mucho. Empujo la puerta de cristal del lugar,
viendo la enorme fila para ordenar, paso de largo por unas
servilletas de papel para el sudor. Tres chicas y un hombre
están al otro lado de la barra moviéndose frenéticos.
Cumplen la mayoría de los pedidos y me uno a la fila con
tres personas delante. 
—¿Lo mismo? —pregunta la chica del otro lado. Mi ceño
se frunce un poco porque no la recuerdo y tampoco visito
regularmente—. Café negro, grande, dulce sin leche y tarta
de arándanos. 
—Vaya —susurro sacando dinero de mis mallas negras—.
¿Cómo sabes mi orden? 
  —Ella nunca olvida un rostro —dice otra voz con un
acento romántico. Es una chica latina muy guapa. 
—Se llama memoria fotográfica. También la tengo, la mía
es no olvidar documentos, papeles, impresiones. Los
rostros, por otro lado, se esfuman de mi mente.
—¿De verdad? —cotillea la chica emocionada—. Creí estar
loca por recordar las órdenes de casi todos cuando veo sus
rostros.
—No lo estás —digo para tranquilizarla. Tomo mi cambio
dejando un poco de propina lista para irme. ¡Claro!, mi
perfecto día bien puede irse por el caño al chocar con un
cuerpo enorme.  Esencia picante invadiendo mis sentidos.
Me mareo un poco porque solo un hombre huele así de
increíble. Y busco sus ojos al momento. Ahí están, azules
como el cielo, como el horizonte estrellándose con un mar
infinito. 
Su pelo chocolate está revuelto y sudor cubre su frente.
Una camisa gris pegada a su pecho en todos los lugares
correctos y su pantalón de deporte deja ver una tienda de
campaña ahí dentro. Todo Dominic Cavalli es una obra de
arte, pero su sonrisa roba cualquier ardiente pensamiento.
Cuando sonríe, el mundo se ilumina, y no solo el mío. El
suspiro colectivo a mi espalda lo deja claro.
—¿Olvidaste mi rostro, Emilie? 
—No podría —musito bajo su embrujo. 
—Nunca te había visto correr.
—Lo hago más tarde, sobre las siete. 
—¿Quieres tomar algo? 
Y todo se desmorona dentro de mí. 
—No puedo, Garfield se despierta de mal humor, debo
hacer su desayuno. 
Solo hasta que digo las palabras veo cómo la frialdad tiñe
sus lindas facciones. La sonrisa desaparece reemplazándola
por una línea dura, su ceño se frunce y sus azules ojos se
convierten en hielo polar.
Se hace a un lado, tirando un billete de veinte dólares
para las chicas y dice algo sobre no querer su pedido de
siempre. Me quedo un poco en shock cuando cruza a mi
lado sin decir una palabra. La puerta es empujada con
brusquedad. Busco en mi mente la conversación reciente
intentando descifrar qué dije de malo o por qué actúa así.
Nada. Lo sigo fuera del local, está caminando.
—¡Dominic! —grito, pero no responde a su nombre, le
toma más de cinco segundos registrar que acabo de
llamarlo. Desearía no haberlo hecho. Está furioso, no, lo que
sigue a esa palabra y es… aterrador. Deja que le alcance
solo para mirarme lleno de odio puro y sus palabras me
detienen al segundo. 
—No puedes mensajearte con un hombre y joder con
otro, Emilie —gruñe.
 —¿De qué hablas? 
Estoy en blanco aquí. 
—Erróneamente pensé que eras inocente —sisea—. Lo
mereces, ¡eres una jodida puta como todas! 
Jadeo por sus palabras. Tanta es mi impresión que olvido
el vaso de café caliente en mis manos. Este cae al piso
sobre mis piernas.
Grito sintiendo la temperatura arder en mi piel. Rápido
me inclino para subir la maya y evitar el contacto de más
calor.
Cuando levanto la mirada, Dominic Cavalli está corriendo
hacia la Central Ave lejos de mí. ¿Acaba de llamarme,
puta? ¿Qué demonios? 
 

~♠~
 
—Es una broma, ¿no?
—Tres pruebas.
—Valerie, ¡joder!
Está embarazada, lo peor que me confesó hace unas
horas atrás es no saber quién es el padre. Se acostó con su
representante y la misma semana con su novio. Yo intento
entender cómo funcionan las relaciones, pero no lo logro,
¿cómo puedes solo tener sexo sin ningún sentimiento? ¿Solo
por deseo? ¿Pierdes la razón al sentir eso al grado de no
medir lo que haces? ¿Cómo dañas a terceros por
sexo?  Valerie no sabe canalizar su dolor o más bien
enfrentar sus decisiones.
La gran idea fue salir a bailar, ya que no puede tomar
alcohol, creo que no ha asimilado la parte real de la historia.
Será madre, responsable de una vida. Ella no es Hannah. Mi
jefa es una mujer responsable, a diferencia de Valerie. Me
he leído los manuscritos del escritor Eric Hill con tal rapidez
que estoy sorprendida. Aún no me creo capaz de ser
responsable de la editorial en su ausencia, pero estoy
tratando de convencerla de su error.
No es mi sueño, amo leer, sí. Pero me gusta más mostrar
los sentimientos a través de imágenes que de letras. No fui
a la universidad, entonces no tengo una idea de hacia
dónde dirigirme, quizás podría empezar en diseño.
Esa es otra parte de mi vida que queda al aire. Y Dominic
Cavalli no responde a mis llamadas, para la quinta vez no lo
intenté más. Me llamó puta ayer en la mañana y todavía no
sé la razón, ni por qué necesito que me lo explique.
La música es muy alta, tanto que no me permite hablar
con mi amiga, entonces estoy dedicándome a tomar
cervezas, muchas.
Mi cabeza es un desastre de pensamientos y todos se
inclinan a un hombre de ojos azules y cabellera chocolate.
 Me llamó puta. Dioses.
—¿Crees que debería llamarlo?
—¿Qué? —pregunto por encima de la música.
Valerie repite la pregunta con relación a llamar a su
misterioso hombre, trato de animarla y decirle que debe ser
ella misma, creo que el alcohol ha subido demasiado a mi
cabeza. Necesito salir de este escándalo. Me levanto del
taburete contra la barra y a la par mi mejor amiga se
sorprende por algo a mi espalda, intento desesperadamente
enfocar lo que ella está mirando, pero no logro hacerlo. 
Grita algo referente a salir y llamar afuera. Asiento.
—Me llamó puta. 
—¿Lo eres? —indaga el chico de la barra respondiendo a
mi comentario hecho a la nada. 
—Soy virgen —respondo riéndome. Es claro que estoy
borracha a rabiar.
En mis cinco sentidos jamás diría algo como eso. 
—¿Virgen? —entona con sorpresa. Afirmo con un gesto—.
Esto te hará sentir mejor. Bébelo.
—Eres muy mono. 
—Y tú muy bonita.
El tipo de la barra me pasa otra bebida luminosa, tiene un
intenso color naranja y quema cuando pasa por mi
garganta, no debo seguir tomando. Estoy segura mañana
me dolerá todo, escribo un mensaje a mi hermano pidiendo
auxilio. Todo está tan borroso que no estoy segura de a
quién he destinado el corto mensaje. 
 
«Estoy muy bolachaaa... Necesito Ayvdaa.»
 
He adjuntado mi ubicación al mensaje.
—¡Hey! —llama mi atención alguien mientras mueve mi
hombro. ¿Dónde está Valerie?
Giro un poco para encontrarme al chico de la barra otra
vez, bueno, a uno de ellos. Este tiene el pelo rubio y no ha
sido quien me pasó la bebida luminosa. 
—¿Sí? ¿Sabes dónde está mi amiga?
Mi voz es muy ronca y las palabras demasiado
arrastradas para notarse mías.
El chico frente a mí tuerce el gesto mientras me da un
vaso de agua, casi está gritándome que debo tomarlo, pero
me siento tan relajada... hace mucho tiempo que no sentía
mi cuerpo adormecido de esta manera.
—Es un cabrón.
Chico rubio sigue hablando, pero solo capto retazos que
no logro conectar.
Me ordena nuevamente tomar el agua a lo cual esta vez
no me rehúso. Mi garganta está muy seca, demasiado.
También me dice que lo espere en mi lugar, algo que no
cumplo. Tengo que buscar a mi amiga embarazada llorona,
¿dónde diablos se ha metido? La busco durante lo que mi
estado me dice que es mucho y luego siento una extraña
euforia en mi cuerpo, un calor abrasador... Fuego, algo está
ardiendo dentro de mí. Al no soportarlo, me quito la blusa
de seda negra quedando solo con mis vaqueros y sujetador
de algodón, tiene un pequeño moño en el medio de mis
pechos muy lindo de color rosa. De este modo me dirijo a la
pista de baile.
No sé de dónde viene ese ardor o mucho menos cómo
puedo estar bailando como lo hago, no hay vergüenza
alguna, solo libertad cuando mis caderas se mueven.
Yo no soy de este modo... En mi cerebro borracho no me
reconozco. 
Incluso menos cuando unas manos desconocidas me
agarran de la cintura, restriego mi cuerpo contra este
hombre sin ningún pudor, mientras el ardor sigue y sigue.
La voz no es tan desconocida cuando me dice que podrá
ayudarme a calmar lo que siento. Así que me dejo guiar
hasta donde me lleva.
Personas tropiezan conmigo en el camino, luego un aire
helado pega en mi rostro, lo cual agradezco con un gemido
de satisfacción, sin embargo, el calor no cesa.
—Bueno, bonita, serás la primera de la noche.
—Quiero irme… Mi amiga, ella y yo… Quiero irme.
—Eres muy bonita, pagarán una fortuna por ti.
Mi cuerpo es acorralado contra una pared, mi vista es un
poco nublada, pero el recuerdo de un pasado demasiado
oscuro coacciona a mi cerebro a despertar del letargo. El
tipo desagradable de la barra, ese de la bebida luminosa.
—No... —niego, mi cuerpo sin embargo está muy
obediente.
—Tranquila, bonita. Seré amable tu primera vez. —Se
acerca todavía más acorralándome contra la pared. Creo
negar con mi cabeza, mientras grito en mi mente el nombre
de mi hermano o Valerie, no estoy segura. 
—No, por favor... —De manera brusca me agarra por la
garganta cortando mi respiración. Intento zafar mi cuerpo,
pero él es mucho más alto y fuerte. Soy tan diminuta que
tengo todas las de perder.
—No sé por qué se empeñan en esperar un idiota —se
queja inclinándose y besando mi cuello. Cierro los ojos
porque no sé cómo escapar de esta.
Mi cabeza pesa muchísimo y aunque una parte de mí
sabe lo que está sucediendo, la otra está demasiada
aletargada como para hacer algo. No puede ser, no puede
ser...
«Va a violarme», me dice la parte más cabal de mí, la otra
está perdida por el ardor que consume mi cuerpo. No es
agradable, no se siente para nada igual a lo que sentí
cuando un idiota de ojos azules susurraba palabras muy
intensas o cuando caminó junto a mí bajo la lluvia. Este
ardor es asqueroso. Me hace sentir sucia. Quiero que pare,
¡ahora! No soy una puta. 
—Suéltala, ¡ahora! —Escucho una voz fuerte, ruda y
enronquecida hablar. Abro los ojos viendo al dueño de la
voz. ¿Es él o quizás una ilusión?
—Este no es tu asunto, hermano, desaparece ahora —
gruñe sacando la cabeza de mi cuello y soltándolo. Toso
buscando aire para mis pulmones con desesperación—. Es
solo una pelea de enamorados, ¿no es así, cariño? —
pregunta entre dientes y aprieta su agarre. Cavalli frente a
mí, me mira, sus ojos viajan hasta mi cuello y desearía que
la luz fuera más brillante solo para mirar el color de sus
ojos. No puede ser una ilusión si el chico que me está
agarrando habla con él... ¿Dónde está Valerie?
—Dije. Suéltala. Ahora —amenaza con desprecio el recién
llegado y remanga su camisa blanca en sus grandes brazos.
Mi agresor suelta mis muñecas y me aferro a su camisa. Da
un manotazo haciendo que pierda el equilibrio y termine
contra la pared golpeándome fuerte en la cabeza. Un pitido
resuena en la misma y veo un poco más borroso unos
segundos. Parpadeo intentando recobrar los sentidos y veo
al tipo señalando hacia un lateral. 
Como no puedo mantenerme en pie, terminó resbalando
por la pared, siento la piel de mi espalda rasguñarse
mientras dejo que el dolor se propague hasta mi cerebro. Y
grito.
  —¡Emilie! —vocifera con sus fosas nasales hinchándose
como un toro. Dominic, o la alucinación de él, me agarra de
la cintura y con un movimiento que me aturde me mueve
veloz a su espalda.
Luego todo pasa tan rápido que me quedo con la boca
abierta.
—Don… —Jadea el chico abriendo sus ojos sobremanera.
Dominic se abalanza a golpear a mi agresor, rápido y
certero en la cara.
Un chillido de horror escapa de mis labios, no quiero que
lastimen a Cavalli. ¿Por  qué me preocupa? Debería estar
preocupada por mí y no por el desconocido con acento
italiano recién llegado. El infierno se desata cuando dos
hombres más llegan a la parte trasera, uno de ellos
inmoviliza al chico. Y el otro, sin vacilar, corre hacia
Dominic. Empujándolo. 
—Hazte a un lado, Raze. 
—Dominic...  —sollozo agarrando su muñeca, él me mira
por sobre su hombro con una sonrisa torcida y ahora veo el
infinito azul de sus ojos más cerca. Observa mi rostro y
traga saliva, mientras se agacha a mi lado, frunce el ceño
no sé si cuando se da cuenta que no puedo pararme en mi
propio pie o cuando mira mi desnudez. Cuando sus ojos
bajan un poco más a mi pecho, su ceño se contrae, sus
facciones tan hermosas se endurecen mostrando a una
bestia muy oscura detrás de esos fanales azules y es
cuando me percato de algo. Una fuerte marca está sobre mi
pecho en el lado derecho o izquierdo, eso no me inquieta
tanto, sino que mis senos están al aire fuera de mi
sostén.  Iba a violarme, creo que estoy algo más que solo
borracha. Puso alguna droga.
—¿Emilie? —Su voz es aterradoramente baja. Detrás de él
alguien está siendo golpeado.
Reconozco muy bien los huesos rompiéndose y los
gruñidos.
No me di cuenta cuando ese tipo tuvo las manos sobre
mí, mi cuerpo sigue en una nube de éxtasis, tanto, que me
impide razonar o siquiera viajar a lo que acaba de pasar
aquí. Otros brazos intentan tomarme. Grito fuerte. No quiero
que nadie más me toque, no confío y solo quiero a Dominic.
Quiero que él me proteja. 
—Suéltala —gruñe Dominic apretando sus dientes.
—Bien, bien, no debes ponerte territorial conmigo. Es
tuya, queda claro.
—¿Qué mierda hiciste, Brando? —Es un siseo furioso de
una voz desconocida. Hay un balbuceo de palabras
incoherentes—. Joder. 
—¿Drogas? ¿Qué clase de drogas? —escupe Dominic. 
—Llévate a la chica. Yo me haré cargo. 
—No sabía quién era, Don, ¡lo juro!
—Casa. —Consigo decir con claridad. Dominic asiente
quitándose su camisa manchada de sangre y cubriendo mi
cuerpo con esta, luego sus brazos me rodean y alzan del
suelo, pequeñas piedras están incrustadas en mis palmas.
Demasiado cansada para poder mirar qué está
sucediendo, voy perdiendo la conciencia mientras Cavalli
me guía en sus brazos fuera del lugar, mi cuerpo toca el
cuero de un auto, hay algo en movimiento y finalmente
unos fuertes brazos rodeándome nuevamente hasta
llevarme a un duro pecho. Manzana y canela… Es casi mi
hogar.
«No dejes que me toque». Susurro en mi mente, o eso
creo. Los fuertes brazos se contraen aún más en torno a mí,
mientras en la ilusión de mis sueños, escucho una demanda
que quizás no pueda recordar al amanecer. 
—Quiero muerto a Brando, Roth —gruñe a lo que asumo
es un móvil. 
 

~♠~
La cabeza me va a estallar, me duele incluso solo de
pensar abrir mis ojos. He intentado en más de una
oportunidad hacerlo y dejar que el lugar donde estoy me
consuma, pero por más que intento, el dolor solo se
intensifica. Quiero recordar cómo demonios he llegado a
una cama que no es mía y retazos de unos ojos cafés
invaden mi mente, un toque demasiado desagradable se
cuela en esta y por esa razón no me atrevo a mirar. Soy
demasiado débil y cobarde. No quiero abrir mis ojos para
ver que he cometido solo una equivocación
emborrachándome y terminando en la cama de cualquier
desconocido. «Ay... mi virginidad». He esperado tanto
tiempo para entregársela a alguien que valga la pena, quien
me dé una historia de película romántica… ¡para terminar
entregándosela a un tipo cualquiera! 
Pasa mucho, demasiado tiempo para cuando tengo el
valor de abrir mis ojos. El lugar es amplio, blanco o tal vez el
enorme ventanal cause la impresión de algo muy pulcro.
Estoy casi desnuda, mis pechos no están cubiertos por nada
y solo estoy llevando lo que me parece es un bóxer negro
de hombre. Intento moverme y un dolor agudo en la
espalda me hace quedarme en mi lugar.  Una serie de
imágenes pasa detrás de mis párpados. Baile, bebida,
golpes, pared, manos tocándome... unas repulsivas. Me
cuesta mucho levantarme sobre mis pies, me toma unos
cinco intentos lograrlo, la cabeza da vueltas, entonces
cuando por fin lo hago… una fuerte náusea me sacude el
estómago, desesperada, me tapo la boca mientras con la
mirada busco en todas direcciones por una puerta, corro
hacia un lateral esperando encontrar el baño, pero es un
enorme clóset, otra arcada llega y esta vez al abrir la
segunda puerta consigo el baño.
Corriendo me hinco en el piso y dejo que todo salga de mi
estómago al inodoro. Las arcadas son tan fuertes que estoy
ahogándome, me asfixio con mi propio vómito mientras más
imágenes comienzan a caer como un caleidoscopio de muy
mala calidad.
Debería apartarme cuando unas fuertes manos sostienen
mi pelo, debería alarmarme porque me encuentro
semidesnuda, vomitando y con un hombre en el mismo
cuarto de baño, sin embargo, no sé cómo mi cuerpo puede
reconocer quién es sin dar siquiera un vistazo a la persona.
No necesito verlo, porque toda yo, incluso en este estado,
reconozco las manos que me sostuvieron anoche.
 
«Mientras alguien intentó violarme».
 
Vomito todo cuanto puedo, las lágrimas escapan de mis
ojos sin poder evitarlo.  Las manos de mi caballero
desaparecen unos segundos para ser reemplazadas por una
mullida tela que seguro es una toalla. Lloro y lloro.
 Los recuerdos cortos de anoche se mezclan con los de mi
pasado mientras continúo llorando por demasiado tiempo
abrazada a mis piernas con la cabeza escondida. 
El ruido de agua cayendo me tranquiliza, para cuando las
manos de Cavalli vuelven a tocarme, me levanta del piso
con una calma que no me esperaba y me lleva directo a la
bañera, me aferro a la tela con todas mis fuerzas. El agua
está caliente pero mi piel apenas resiente cuando estoy
dentro. 
—¿Emilie? —pregunta. Un hilo de pánico bordea mi
nombre, no es intenso como antes, no se ha follado mi
nombre, más bien suplica que diga algo. No sé qué decir,
tengo mucha vergüenza—. Háblame —continúa—. Dime si
llegué muy tarde, cara mia. Spezzerò a metà quel figlio di
puttana[9].
Vocifera en italiano, no entiendo, pero no se necesita ser
un genio para darte cuenta que está molesto, furioso. Por mi
parte me encuentro aterrada, no tengo idea de nada, solo
imágenes corriendo en mi cabeza, no son recuerdos
completos. La jaqueca me dificulta pensar con claridad para
obtener los momentos específicos, ¿dónde está Valerie?
¿Por qué me abandonó? ¿Y...?
—Holden —susurro.
—¿Quieres que lo llame? 
—No. —Me apresuro a decir. 
Los dedos de Cavalli me toman la barbilla e insiste en
levantar mi rostro, cuando lo consigue, nuestras miradas se
encuentran. No quiero ver pena, no me gusta ese
sentimiento en nadie. Él no me mira con pena, pero sí veo
rabia brillando en ellos, quizás un reflejo de mis propios
ojos.
—¿Te envié el mensaje a ti? 
—No —aclara. Mi ceño se frunce en confusión, recuerdo
escribir un mensaje, estaba bebida, sí, sin embargo,
recuerdo a la perfección eso, como también la maldita
bebida naranja que me ocasionó lo demás.
Estoy segura que había alguna droga en esa bebida. 
—Tu hermano me pidió buscarte al recibir el mensaje. No
sabe nada de esto... ni yo mismo lo sé —dice—. Yo estaba
en el bar antes de recibir el mensaje. Pertenece… a un viejo
amigo mío.
—Quiero terminar de bañarme —pido. No me sorprende
que Holden estuviera tan ocupado en su mundo como para
ir a por mí. Las costumbres no cambian, supongo, fue lo
mismo que hizo hace años… no socorrer a su hermana
cuando más lo necesitaba mientras él se liaba en Londres.
Fue igual anoche, seguro estaba follando a solo Dios sabe
quién, quizás a su novia o tal vez a su asistente, mientras
un tipo abusaba de mí. ¿Lo hizo? ¿Llegaría a violarme? Por
como los ojos de Dominic me miran juraría que se está
haciendo la misma pregunta, entonces me doy cuenta, no
tengo ningún dolor... ahí. Solo me duele la espalda y un
poco el cuello.
—¿Puedo ayudarte? —pregunta, para luego morderse el
labio inferior. La negación llega sola sin pensarlo siquiera—.
Tu espalda está maltratada... necesitas que se desinfecte,
conozco un doctor que podría ayudar, pero no me siento
cómodo con alguien más... mirándote —añade en apenas un
susurro.
—Lo haré como anoche, lo prometo. Miraré solo tu rostro,
ningún otro lugar. Confía en mí —suplica. Me vio desnuda,
cambió mi ropa por este bóxer negro. Dios santo. No puedo
creer que esto esté pasándome a mí, mucho menos cuando
asiento y dejo que quite la toalla, me hace una señal con
sus ojos para que gire mi cuerpo y me ponga de espalda. Yo
no confío, no dejo que nadie me toque o se acerque
demasiado a mí, pero él me salvó anoche.
 

CAPÍTULO 09
Dominic
 
Mi mano tiembla mientras la llevo a su espalda
maltratada, creo que al deslizarse por la vieja pared de la
parte trasera del bar, su frágil y cremosa piel ha quedado
malherida. Tiene rasguños como de puntas de clavos... No
he pegado un ojo en toda la noche con la culpa vagando por
todo mi cuerpo luego de encontrarla en ese estado.
Demasiado frágil, rota, inconclusa por mi culpa. ¿Cómo he
sido tan idiota? ¿Cómo no la vigilé mejor? ¿Cómo he podido
hacerle esto a ella?
¡Maldita culpa! ¡Dulce Cristo!
La culpa me está matando por dentro, quizás por todo
eso es que estoy ayudándola de esta manera. Bañándola...
está encogida sobre sí misma mientras soporta el dolor de
la esponja en su espalda, pero no dice una sola palabra
mientras le susurro que se voltee para ayudar con sus
brazos, luego de varios segundos, lo hace. Busco
directamente sus ojos sin mirar ningún otro lugar. 
Soy un desgraciado, eso lo sé. Anoche no evité que mis
ojos se deleitaran con su desnudez, intenté con todas mis
fuerzas taparla rápido y salir de la habitación, sin embargo,
una hora después volví para quedarme prendado de ella
mientras dormía. Su respiración era tan débil que en más de
una ocasión me pregunté si lo hacía.
Luego, cuando salió el sol, me obligué a salir de la
habitación y sentarme en el piso del pasillo hasta que
escuché cómo tosía minutos atrás. Ayudarla a bañarse no
tiene nada sexual de por medio, solo estoy tratando de
reparar el daño que sin pensar causé. No debí haberla
llamado así. 
No toco ninguna de sus partes, tampoco bajo la mirada,
vuelve a girarse cuando empiezo a lavar su pelo con gel de
baño, abro la llave para dejar caer agua en sus hebras
cenizas y escucho el pequeño suspiro que sale de sus
labios, sé que ella misma está terminando de limpiarse,
puedo ver cómo hace más presión con la esponja contra su
pecho.
Tengo que cerrar los ojos fuertemente cuando me imagino
por cuál motivo está frotándose de esa manera.
—Ya estás limpia, cara mia —musito.
Asiente débilmente y deja la esponja a un lado—. Voy a
buscar unas toallas para que puedas secarte, luego te diré
cuándo puedes ponerte de pie. Prometo estar de espaldas,
¿de acuerdo? 
—Está bien. 
Me pongo sobre mis pies obligándome a interponer
distancia entre su cuerpo y las ganas inmensas que tengo
de besar su hombro y el hueco de su cuello. Parece como
canto de sirena embrujándome para que me incline. Saco
dos grandes toallas y una más pequeña para poner a sus
pies y dejo las dos más grandes cerca de ella, en la
estantería.
Giro viendo al lado contrario, haciéndole saber que no la
miro. El agua no se mueve por segundos o quizás minutos,
pero me quedo con las manos en los bolsillos de mi
pantalón de pijama, mientras toma el valor necesario.
Mi camisa está salpicada de agua, más bien empapada. 
—Ya puedes girarte —avisa. Así lo hago.
Está envuelta en una de las toallas blancas y su pelo cae
en su hombro derecho desnudo. Aunque sus verdes ojos
están muy irritados por el llanto, es, sin temor a
equivocarme, la mujer más hermosa de toda la tierra,
incluso aunque se sienta como lo más normal del universo. 
Imágenes de ese hijo de puta tocándola mientras la
acorralaba, vienen a mi mente, cómo tenía la pierna de ella
envuelta en su cadera, cómo empujaba su pelvis para
restregarse contra el dulce ser frente a mí. Abro la boca
para aspirar tanto aire como me sea posible y salgo del
cuarto de baño con Emilie siguiendo mis pasos, me giro de
pronto, demasiado brusco porque una pregunta rebota
fuerte en mi cabeza. 
—¿Dónde te tocó? —Mis palabras son muy crudas, quizás
debería ser una sutil pregunta, pero por la forma en cómo
me mira, ambos sabemos que le he disparado una orden en
la interrogante.
Necesito saber con urgencia si ese hijo de puta tocó
alguna parte más de lo visible. Sé que no debería
importarme, porque esta chica no es nada mío, aún, pero lo
será. Será mi mujer.
Yo soy el Capo, no soy dulce o gentil, no conozco de
súplicas o caricias suaves. Soy sangre y destrucción, soy
caos y tormenta, excepto con ella. Emilie hace emerger las
partes ocultas de mi oscuridad.
Quiero protegerla, cuidar y adorar cada puto segundo de
mi existencia.
—Sí, no... No quiero hablar de eso...
—Necesito saberlo —corto, mirándola sentada en la
cama.
No podía llevarla a mi apartamento y se me ocurrió la
brillante idea de traerla a una casa de vigilancia.
No comprendo por qué no la llevé a mi sitio, pero una
parte de mí, el Don de la mafia siciliana, no quiere
involucrarse demasiado, la otra parte —el hombre— me
grita porque haga todo lo posible para no dejarla escapar,
no sé cuál parte está liderando esta batalla. Nunca me he
sentido de esta manera. Nunca estuve confuso con mis
movimientos, nunca caminé sin un plan. Emilie me lleva por
un camino a ciegas, sin planes u organización. Todo con ella
es espontáneo, impredecible. Eso está matándome.
—¿Metió los dedos o algo más en tu vagina? —pregunto.
Por su grito ahogado sé que no esperaba esa pregunta tan
directa. Así es como soy y no puedo cambiarlo, no andaré
por las ramas preguntando nimiedades cuando sé
exactamente lo que quiero saber—. Dime —exijo. 
Baja la cabeza mientras se sienta en la cama, aprovecho
para buscarle ropa dándole unos segundos para ordenar su
mente. Tomo un pantalón de chándal negro, otro bóxer del
paquete que encontré cerrado sin usar y una sudadera roja
de la cómoda. Es pequeña, parece de mujer y me pregunto
quién pudo haberla dejado aquí. 
—No soy una puta —repite como anoche.
—Lo sé.
—Si lo sabes, ¿por qué me llamaste de esa forma?
—Mencionaste preparar un desayuno para Garfield.
—¡Es un gato! —grita indignada.                           
«Cuando lo dijiste no sabía que era un gato».
No quiero recordar para nada cómo me hizo sentir
imaginar un hombre en su cama. Debido a eso, Lucifer me
envió a ver cómo uno realmente quería meterse entre sus
piernas… y en primera fila.
Tomo el bóxer y me hinco a los pies de Emilie, ella jadea.
«Si supieras pequeña mía quién soy, de dónde he salido y
a qué me dedico». Nunca he estado de rodillas ante nadie.
Hombres llenos de poder se han arrodillado ante mí y otros
han caído en mis manos, su sangre, la de sus familias. «Y
aquí me tienes de rodillas a tus pies, Emilie Greystone».
En silencio le doy un golpecito en el tobillo izquierdo con
paciencia, luego el derecho, ella introduce ambos pies sin
dejar de observarme, entonces empiezo a subir la tela por
su cuerpo sin llegar a tocar demasiado su piel. Repito lo
mismo con el pantalón, subiendo por debajo de la toalla, en
el proceso me aseguro de mirar sus ojos tratando de darle
toda la confianza posible. 
Es tan fuerte, sé que sí, pero ahora mismo solo es un
cachorro herido y no sé por qué quiero ser yo quien cure
cualquier dolor que padezca.
—Pensé que era un hombre… —susurro.
Y casi mato a mi consigliere por ello.
—Un hombre llamado Garfield, esperando desayuno. Eso
nunca sucederá para mí. No saldría con un hombre con
nombre de gato y menos si tiene ese genio del infierno. 
—¿Y con uno con nombre de demonio? 
Ella parpadea adorable. Veo su lucha en contra de una
sonrisa pequeña. 
—Quizás, siempre que él no espere desayuno de mi parte.
Y sea capaz de preparármelo a mí. 
—Un desayuno no es difícil. Algo puede hacerse —digo
acariciando su mejilla. Gime y tengo que detenerme. Dios,
esta chica está empujándome al borde—. Brazos —ordeno
con la sudadera en mano.
Entonces siento cuando la toalla toca la punta de mis
pies. Los esmeraldas más bellos están mirando mis azules
con un reto, creo que espera que baje la mirada a su pecho
desnudo, quizás en otra ocasión lo haría, pero ahora solo
tengo esta extraña necesidad de cuidarla. Puedo ver la
confusión pasar tras ellos cuando me limito a ayudarla sin
bajar la mirada.
La tela cubre sus pechos benditos y mis dedos
traicioneros aprovechan a tocar sus caderas solo una
milésima. La energía que sube solo con ese tacto me
paraliza un poco. Emilie es más pequeña que mi metro
noventa, así que cuando me inclino peligrosamente cerca
de sus labios veo cómo ella se alza. Estamos muy cerca uno
del otro.
Mi mano viaja a su labio inferior como por inercia y la
suya acaricia el mío a su vez. Su ceño se frunce al notar el
corte que tengo en el mismo, así que con mi pulgar trazo el
pequeño frunce hasta que una mediana sonrisa se posa en
su boca de cereza.
—Dime —suplico. Niega débil y yo necesito mucho más
que solo una negativa, pero no quiero volver a preguntar y
romper lo que sea esté pasando. Mis manos van directo a
sus caderas, luego, despacio la hago retroceder un par de
pasos hasta la cama e intento dar un paso atrás, cuando sus
delicadas manos rodean mi cuello.
Veo la súplica en sus luceros. Quiere ser besada, ¡jódeme!
—No me tocó de ese modo —confirma al fin. 
¿Qué estoy haciendo? Esta chica acaba de pasar, sin
duda, una de las peores noches de su corta vida. Anoche
estaba borracha, casi abusaron de ella y fue ultrajada en
contra de su voluntad por un hijo de puta, ¿y qué hago yo?
Tenerla acorralada y aprovecharme de su debilidad.
Retrocedo una distancia prudente, mientras trato que mis
instintos me griten lo que debo hacer. 
Comida, algunas pastillas y distancia. Ella no comprende
el peligro al que estuvo expuesta, Brando se encarga de
recolectar chicas para ser enviadas a Rusia.
Trata de blancas, no es parte activa de mis negocios, pero
son aún las consecuencias de padre y su mal manejo de la
famiglia. Disolver los pocos lazos amistosos con la bratva
formará una guerra, una que Emilie, sin saber, acaba de
desatar anoche.
Ordené la muerte de un hijo de la bratva bajo mi
territorio. Nuestra sociedad queda disuelta en estos
términos, si fuera mi esposa, la muerte de Brando no
significaría nada más que un pago a su falta, pero no lo es.
No me pertenece en ningún sentido, aunque Holden
Greystone haya accedido a entregarme su mano en
matrimonio, no quise obligarla.
Eso es aún más ridículo, ella es mía para tenerla cuando
decida, pero algo me retiene de tomar mis derechos. Yo, un
hombre que ayer trituraba cinco de mis enemigos
convirtiendo sus cuerpos en carne molida para ser servida
en Nevada… Hamburguesas; si Emilie supiera, inspiró una
de mis venganzas más crueles. «Emilie, Emilie…».
Emilie Greystone no es mi problema, tiene un hermano
para que la proteja y yo debo empezar a hacer mi trabajo, el
cual no consiste en bañarla, ni tener pensamientos de cuál y
cómo sería la mejor forma para deleitarme con su boca o
qué sentiría al escuchar sus gemidos mientras me la follo
hasta la empuñadura. 
—Tienes que comer, luego a tu casa.
La dejo atrás sin que pueda replicar nada, salgo huyendo
de la confusión que trae el momento previo a todo esto y
mientras bajo las escaleras busco el número de Katniss para
recordarme follarla y sacar cualquier pensamiento de la
mujer que está arriba. Sé la clase de mierdas que una mujer
como ella puede darte, y no es lo que quiero.
No estoy intentando atrapar sentimientos por nadie.
 
«¿Sentimientos? ¿Desde cuándo un Capo tiene
sentimientos? ¿Desde cuándo yo, un sociópata los tiene?
¿Cuándo perdí la capacidad de controlarme alrededor de
ella? ¿Cuándo? ¿Cómo?».
 

CAPÍTULO 10
Emilie
 
Conduce concentrado, mientras me lleva a casa, incluso
me atrevo a decir que está maquinando algo en su cabeza.
En varias ocasiones ha abierto la boca para decir algo; pero
creo que lo piensa mejor y calla. Yo, por mi parte, veo el
paisaje de Manhattan en silencio. Un silencio, que, aunque
es nuevo para mí, no es extraño. Estamos cerca de mi
departamento y quiero decir algo, pero también callo. Es
raro.
Este hombre es desconocido, pero a la vez siento una
especie de confianza con él. Dejé que me bañara y cubriera
mi cuerpo, necesitaba tanto sentir que le importo a alguien,
que no tuve el mínimo pudor por ocultar mi desnudez, luego
vino el rechazo, cuando intenté estar más cerca de este
hombre tan hermoso que se atrevió a cuidar de mí con
tanta paciencia. Nerviosa, muevo mis dedos sobre mi
cartera. Dominic me la ha entregado hoy, le pidió a su
hombre de confianza buscarla en el bar y me hizo
prometerle que no iré nunca más a ese lugar. Está más que
claro que nunca volveré allí, pero me pregunto cuántas
chicas acabarán como yo… o peor. Tuve quién me salvara
gracias a ese mensaje medio borracha, pero otras quizás no
tuvieron mi suerte. Debería hacer algo, pero cuando lo
mencioné Dominic dijo que era su problema y que solo me
mantuviera alejada.  Le echo una mirada de reojo y está
imponente. Lentes cafés ocultan sus ojos, camisa de lino
gris y un vaquero negro con una chaqueta de cuero. Luce
como el típico chico malo, pero algo me dice que no lo es.
¿Qué tiene secretos? Ya lo creo, ¿que sea malo? Lo dudo.
Sabe cómo pelear. También tiene toda esa seguridad y
vigilancia en esa casa, al igual que esos hombres que le
acompañan, los mismos que vienen siguiéndonos.
Aparca su Aston Martin en mi línea de apartamentos y me
doy cuenta hasta ahora que no le he dado instrucciones de
llegar aquí y además nunca le di mi dirección. Él se quita los
lentes.
—¿Cómo...?
—Tu hermano —dice sin dejar de mirar al frente—.
Prometiste no volver.
—Sí, lo recuerdo. —Ruedo mis ojos sin querer despedirme
de él—. Gracias nuevamente. Voy a lavar tu ropa y si
quieres puedes venir...
—No es necesario —corta con voz dura—. Puedes
quedártela.
Gira su cuerpo en mi dirección y alarga su grande mano
presionando la mía. Quiero invitarlo a mi casa, pero Dominic
Cavalli no hace la cosa de citas.  Mira la cicatriz que tengo
en mi muñeca y repasa la misma. Espero que pregunte
algo, pero no dice nada, se limita a llevar mi mano a sus
labios y besar mis nudillos. Luego sus labios descienden a
mi cicatriz. Es electrizante y nada tiene que ver con
estática, sus labios son cálidos y una pequeña barba se
asoma raspando mi piel. Algo que nunca he sentido se
activa en mi vientre.
—¿No quieres una taza de café?
—Yo quiero mucho más que eso. 
—Estás despidiéndote.
—Eso hago. —Sus dedos acarician mis nudillos—. Soy
destructivo, Emilie. No soy un príncipe, soy más la clase de
bestia cazando la dulce oveja o llevando a la ruina a la
pantera —murmura impasible, esa máscara gélida en su
mirada.
—¿Quién fue?
—¿Qué?
—¿Quién cortó tus alas? ¿Quién hechizó a ese príncipe
convirtiéndolo en sapo?
Su mano derecha asciende a mi mejilla, su pulgar traza el
contorno de mi mandíbula y me sorprendo a mí misma
buscando más de su toque. Su tacto es tan reconfortante. 
—Nadie, lees muchas novelas.
—Supongo, ¿por qué siento que estás de algún modo
alejándome? 
—Inteligente, es lo que hago. Sí.
—¿Porqué? ¿Es por lo de esta mañana?
—No tiene que ver con eso —argumenta colocando la
mano en mi pierna y apretando dulcemente. Puedo ver
cómo está tratando de ser lo más dulce posible—. No soy
una buena persona para ti.
—Cuidaste de mí.
El recuerdo de cómo limpió mi cuerpo, a la par y sin
saber, también mi alma; llega a mi mente. Hace solo
minutos que este hombre estaba cuidándome como a una
joya valiosa y ahora me dice que no es una persona buena.
Nadie protege de la manera que él lo hizo anoche y hoy
conmigo si fuera malvado. 
—No soy de esa manera siempre, Emilie. Anoche y hoy
han sido excepciones a mi rudeza. No soy ese príncipe que
toda chica sueña, incluyendo tú. 
—No estoy soñando con nada. Solo digo que podríamos
pasar tiempo juntos, no que quiera una relación, ni amor
eterno...
—¿Tiempo juntos? —corta.
Retira su mano de mi pierna cuando la carcajada más
desagradable estalla en sus labios, se ríe tanto que incluso
cubre su boca. Yo me quedo perpleja mirando a este
hombre y comparándolo con el de minutos atrás, son dos
personas totalmente diferentes.
Mi dignidad está herida mientras él se burla de mí. No
puedo creerlo.
—Yo no paso tiempo juntos con nadie. Me follo a la mujer
en cuestión y luego tomo mi distancia. Deja de soñar
despierta, Emilie. Anoche fue horrible para ti, lo entiendo,
pero no por eso levantaré una ilusión a tus ojos cuando lo
único que despiertas en mí es deseo de follar, no de vivir
una épica historia de amor. 
—Follar —escupo un poco demasiado molesta.
¿Quién está hablando de amor? No puedo negar que algo
se remueve con fuerza al escuchar sus duras palabras, pero
no estoy hablando de romance, ¿o, sí? Dioses, no puedo
pensar con mucha claridad ahora mismo, son demasiadas
cosas juntas. Necesito tiempo para procesar las últimas
horas. Intento explicarme mejor, sin embargo, su sonrisa de
chulería me deja callada en mi lugar. 
—Sí, follar, coger, fornicar, joder, ¡llámalo como quieras!
Eso es todo lo que quiero.
—Dioses... ¿Puedes ser más directo?
—Claro, por supuesto. Emilie, quiero saborear tu coño con
mi boca, abrir tus pliegues con mi polla y hacerte implorar
mi nombre... —Y se detiene completamente lívido, su
reacción es fugaz, pero la he visto.
Desasosiego y anhelo de algo.
—Eso no sonó para nada directo.
Los seguros del auto se abren. Es una clara y educada
invitación a marcharme. No quiero irme, mierda, solo unos
minutos más, ¿por qué debe ser complicado?
—¿Qué pasó con tu propuesta para ayudarte con el
orfanato? —interrogo, no quiero separarme, no quiero
dejarlo ir.
«Cavalli... solo no te vayas».
Estoy  acudiendo a lo que sea para seguir sintiéndome
como esta mañana, protegida y en paz. 
—Olvídalo, aunque no lo creas, estoy cuidando de ti.
Protegiéndote de lo que soy.
«¿Qué demonios?».
—Ugh... ¿Gracias? —No sé qué decir.
—No eres mi tipo de chica. —Eso hace que algo duela en
lo profundo—. Yo no soy tu tipo de hombre. Quieres tener
una historia de esas que sueles leer, estoy seguro. Flores,
citas cursis, un chico bueno para mirar televisión por cable
los fines de semana o ir a jugar boliche, ¿cierto?
—Tú quieres un coño húmedo para solo tenerlo
casualmente, ¿cierto?
—Sí.
—Entonces esto no nos lleva a ningún lugar.
—Eso digo.
—Eres un idiota.
—Gracias, ahora sal de mi auto. Necesito un coño
húmedo dónde hundirme y no es el tuyo. 
—¡Vete al demonio! —exploto e intento abrir la puerta,
pero me detengo—. No, ¿sabes algo? ¡Eres un maldito
estúpido! Tú hiciste eso de las cosas cursis e idiotas. Tú,
bastardo, lo hiciste.
—Baja del auto —sisea en voz baja y demandante.
Antes no usó ese tono conmigo.
—¡Por supuesto, pedazo de mierda! 
Su mano toma mi muñeca de forma ruda y cuando veo
sus ojos en ellos hay una clara misión. Herir.
—Estás actuando como si yo inicié algo, pero según
recuerdo, francamente creo haber dejado todo claro. Y
anoche fue diferente solo porque no me pareció dejar que
ese idiota te metiera la polla en contra de tu voluntad,
aunque pensándolo bien, no parecías estar muy asqueada. 
—¡Puso algo en mi bebida! —grito furiosa—. ¿Cómo te
atreves a usar eso en mi contra? ¿Quién mierda eres tú y
qué hiciste con el hombre de esta mañana? Él sí era
agradable, maldito bastardo egoísta, ¡eres el estúpido más
grande de todos los tiempos!
—¡Estaba tratando de meterme en tus bragas! Esa es la
única razón de un hombre para ser agradable.  ¡Hará y dirá
cualquier cosa agradable para meterse en tus bragas!
—¡Suéltame! —Estoy reteniendo las lágrimas, ¡porque
quiero llorar! No tiene lógica, no la tiene.
—Estoy haciendo esto por ti. Joder, estás buscando esa
mierda de tener novio y yo no lo quiero, tampoco eres ni de
cerca, la mujer a quien le pediría tal cosa.
Y se calla, cuando su mente registra sus palabras cae un
silencio apabullante. El aire en el coche es como una
tonelada de agua asfixiante. No soy su tipo de mujer, ni
para intentarlo. 
—Emilie, no quise decir eso.
—No importa.
—Lo hace, para ti importa.
—No, no lo hace. —Medio sollozo. Tiro con fuerza de mi
muñeca y él me suelta por fin—. Hasta nunca, señor Cavalli.
Abro la puerta y salgo del coche, cierro la misma sin
entender un carajo y antes de que pueda dar dos pasos,
sale disparado con un fuerte acelerón.
Me quedo mirando cómo se va de mi vida, de la misma
manera que apareció. De la nada. Debería estar tranquila,
no lo estoy. Un mal sabor se instala en mi pecho, no
entiendo por qué.
Él llegó arrogante, me trató con rechazo. Luego apareció
en mi trabajo todo prepotente, también dando órdenes, me
salvó anoche, luego fue cariñoso, más tarde vi la negación
en sus ojos cuando me incliné por el beso y ahora esto. Todo
es tan irreal, quizás ahora pueda volver a mi vida, mi
monótona vida. Una donde paso desapercibida entre todos
para mantenerme oculta. Una como la de ahora, donde solo
al cerrar la puerta de mi departamento me deslizo sintiendo
todo el dolor en mi espalda y rompo a llorar. 
Dejo que mis lágrimas me consuman, mientras me digo
que lloro por todo lo que sucedió anoche y no por sus
palabras.
«No soy su tipo de chica».
 
~♠~
 
Cuando un autor recibe la noticia de que una editorial
está pensando la remota idea de publicar su libro,  bueno,
ellos se vuelven como locos. Literalmente muchos gritan,
lloran, llaman a sus parejas. En fin, un autor con un casi
contrato editorial hace de todo, menos cancelar la cita.
Entonces, ¿qué demonios tiene ese autor en la cabeza?
—Drake está contento con la edición final.
—Sí, solo pidió unos cambios en la fuente.
—Está muy feliz —dice.
Quien no está feliz es ella, Hannah mi jefa muerde la
punta de su lápiz, seguro pensando qué está mal con el otro
autor o la editorial. Conociéndola como la conozco, está
pensando en qué punto falló.
—No es tu culpa —susurro y ella clava sus ojos en mi
persona.
—No lo sé, quizás...
—No es tu culpa —aseguro—. Los inconvenientes
suceden, Hannah. Estoy segura que Landon tiene razón
cuando dijo que regresaría. Lo hará.
—¿Qué te pareció la historia?
—Tiene potencial. Me gusta la actitud del protagonista, es
frío, pero sabe dejar sus detalles. La chica es muy terca y
tiene metas claras, el entorno de amigos está bien
elaborado y la trama es tan real que luce como si alguien
estuviera contando tu historia.
—Te gustó.
—Y solo he leído un manuscrito. Tengo miedo de avanzar
al segundo, usualmente los escritores alargan las historias y
en las secuelas se pierde esa emoción mágica del primer
libro.
—Sí, lo he visto en muchas obras, pero estos no. Cuando
terminas de leer, quieres más y más... Como una droga.
—Una dosis de letras —bromeo.
—Exacto —concuerda dejando salir un suspiro—. Bueno,
somos una editorial competente. Tenemos más trabajo, así
que a lo tuyo, señorita.
—¿No quieres que continúe leyendo lo siguiente? También
tengo unas cuantas ideas para portadas.
—Déjame pensarlo. No quiero que nos dediquemos a lo
que no será.
—De acuerdo, jefa.
—Debes saber, cambiamos algunas cláusulas en Recursos
Humanos.
—¿Cuáles? —cuestiono distraída. Es solo papeleo oficial.
—El labial no es necesario, entre otros detalles.
—¿El labial? —Eso sí llama mi completa atención. ¿Qué
clase de poder posee Cavalli para ordenarle a mi jefa
cambiar una de sus grandes ideas? No me engaño, a él no
le agradó días atrás y ahora de la nada Hannah cambia de
idea.
—Landon estuvo de acuerdo.
—Pero es tu etiqueta. El labial rojo.
—Olvídalo, Emilie. Ya no importa, ¿qué sucedió el fin de
semana?
—Nada.
—Estás pálida.
—No es nada —reviro una vez más.
Me da una mirada significativa, buscando qué está mal
conmigo. Yo también lo he hecho esta mañana al espejo,
algo en mi rostro luce sin vida, apagado.
No entiendo por qué me siento así, pero una espina
enorme está clavada en mi talón o de ese modo se siente.
Esa espina tiene nombre, uno enorme en letras de neón,
cuestionándome qué rayos me pasó durante todo el fin de
semana. 
Aún no puedo procesar cada cosa sucedida. Valerie no ha
contestado mis llamadas, sé que está bien porque anoche
salió en el programa de tv de Ellen Degeneres. 
Sabía que tendría una cita ahí, por su nuevo contrato con
la línea de ropa interior, pero no imaginé verla como si
nada, dado el hecho de que no me ha llamado para saber
cómo diablos estoy. 
—¿Algo ocurrió este fin de semana?
—Es complicado. —Toda respuesta que puedo dar en este
momento. No insiste y yo regreso a mi puesto. Le envío un
mensaje a Valerie otra vez, intentando contactar con ella. Si
mirara mi atuendo hoy, creo se sentiría orgullosa de mí. No
estoy usando vestidos de flores y tampoco me veo
inocente. 
—Princesa, ¡wow! —Silva Harry al verme. Un sonrojo
enorme cubre mis mejillas cuando su mirada baja a mi
estómago, a la porción de piel que queda a la vista—. Estás
hermosa.
—Gracias.
—Reacciona —susurra para sí mismo y carraspeó
tratando de atraerlo al aquí, mientras él quiere ocultar sus
mejillas rojas.
Es un chico raro, pero lindo. Demasiado aislado, metido
siempre en su computador.
—¿Necesitas ayuda? 
—Uhm, sí... tienes una llamada.
—¿Quién?
—Tu hermano.
—Oh, mierda...
—Sí, no se escucha para nada feliz. Amenazó con
despedirme... No puede hacer eso, ¿cierto?
—No, pero le gusta creer que puede gobernar el mundo.
—Con un látigo —dice—. Lo siento, Emilie. Él no es como
tú.
—No te preocupes. Probablemente si pudiera gobernar el
mundo usaría algo como un látigo. —Medio bromeo.
Se queda mirando mi cuello un momento, abre y cierra la
boca.
—¿Tienes un chupón en tu cuello?
—¿Qué? —Rápido me cubro con mi mano recordando la
desagradable sensación que dejó ese hombre. Tengo un
moretón de los dedos cuando robaron mi aliento, tenía otro
cerca de mi pecho pero ha desaparecido—. No, no... Es solo
una roncha. Algo molesto, pero no es un chupón. 
—Una roncha —ironiza, no creyendo una mierda—. Lo
siento, no es mi problema.
—Harry.
—Debo irme, te conecto la llamada.
—Haz… —Sostengo su muñeca con firmeza mirando a los
lados—. Fui a un bar. Actué de forma imprudente bebiendo
algo… No sé lo que contenía y terminé en brazos de un tipo
con el que no quería estar.
Guardo silencio porque no sé cómo explicarlo de otra
forma.
Harry pierde el color de su rostro.
—¿Estás bien? ¿Lo denunciaste? 
—Sí, la policía llegó justo a tiempo —miento. 
Se disculpa una vez más antes de partir. Dioses, ¿por qué
me siento culpable?
Mi hermano está en la línea, no hay tiempo para esto
Emilie. Respiro profundo un par de veces, antes de
atreverme a tomar la llamada cuando suena en mi cubículo.
Estoy asustada hasta la mierda, pero no puedo retrasar esto
más tiempo.
Holden pregunta sobre el fin de semana, está
cabreadísimo porque no lo he telefoneado. No comento que,
ayer, mientras me la pasaba llorando e intentando
comunicarme con Valerie, lo que menos quería era ver a mi
hermano o hablar con él.
Le miento en la mayoría de las preguntas hasta que
menciona su afamado compromiso con Rebekah, pregunto
por la chica del otro día y su respuesta sin sentido me
recuerda tanto a la de otro hombre, que inmediatamente
me decepciona.
—Los hombres son una basura. 
—¡Emilie! 
Y le cuelgo. Molesta, furiosa y con el corazón latiendo tan
rápido que parece salir de mi pecho por cuenta propia.
—No vas a llorar, Emilie —me digo. Una lágrima está
deslizándose sin permiso y la limpio con tanta rapidez como
puedo.
No lloraré, ya no más. Soy más fuerte que esto... más
fuerte que todo. El innombrable no va a derribarme.
Ninguno de ellos merece mis lágrimas.
—Emilie —susurra una tímida voz del otro lado de la
puerta. «Dioses, solo un momento». Montana pega unos
tímidos golpecitos antes de abrir la puerta. ¿Me escuchó?
Por los mismísimo dioses espero que no. Lo hizo, la mirada
de lástima en sus ojos marrones dice que ella escuchó.
Mierda, esto es lo último que necesito ahora, una
compañera de trabajo teniendo lástima de mí.
  —Hannah me ha enviado a llamarte, yo no quise... Lo
siento.
—No pasa nada, Montana.
Me levanto de mi silla, es imposible que alguien no me
escuche. Aunque mi cubículo está un poco retirado y
cerrado, es muy fácil solo acercarse y escuchar.
Lo llamo cubículo porque solo es una oficina pequeña de
cuatro por cuatro.
—¿Qué necesita la señora Ward?
Estoy clavando otra vez las uñas en mi delicada piel. Y no
puedo evitar el recuerdo de Dominic tocando mi mano, ¿por
qué no puedo sacarlo de mi mente?
 
—Nerviosa por mí —afirmó mirándome con esos enormes
ojos azules—. Estoy protegiéndote de lo que soy.
 
  ¿Qué mierda significa eso? ¿Qué es él? ¿Un alienígena?
¿Un segundo Edward? Ciertamente yo no soy Bella Swan.
Maldito Cavalli. El resto de la tarde, Hannah se ocupa de un
nuevo talento en línea con dos propuestas. Ambas
adentradas en una historia de ficción mágica.
Los días van pasando y comienzo a actuar
mecánicamente, como un robot. De la casa a la editorial.
Valerie por fin hace acto de presencia, cuando le reclamo
por su abandono, le resta importancia mencionando que
corrió a los brazos de su hombre, a esperarlo para hablar.
No le digo nada de lo ocurrido porque trato yo misma de
olvidar esa terrible noche, aunque no puedo olvidar tanto
como quisiera, lo sucedido la mañana siguiente. 
Ella insiste en salir y me niego.
No tengo ánimos de fingir sentirme bien.
Y Dominic parece ser solo un espejismo en mi vida. Es
como si nunca hubiese existido y me jode.
No es lo correcto, pero me gustaría verlo. Cuestionar su
comentario de la bestia, o por qué él no puede estar en mi
vida. Debería dejarlo estar, porque sé que es lo mejor.
Sin embargo, no lo dejo estar, sigo corriendo cada
mañana hacia East Central, sentándome una hora completa
en la cafetería y él nunca aparece. Gano un par de
amistades con las chicas latinas y disfruto un buen café,
siempre leyendo.
Nuevamente empiezo a sentirme acosada, paranoica y
loca. Siento que alguien me persigue, que cada día me
observan. Busco por todos lados pero nunca nada parece
repetirse, ¿estaré volviéndome demente? 
Viernes por la tarde, una semana desde la despedida
apresurada de Dominic, estoy despidiéndome de Hannah
cuando una figura varonil nos interrumpe frente a la
empresa. Mi jefa da un grito ahogado mirando al imponente
hombre.
—Señoras —saluda con una voz ronca y acento grueso.
Es alto, no tanto como Dominic, es un poco más bajo pero
su rostro es duro, puntiagudo, con cicatrices en su mejilla.
Dos largas, gruesas y furiosas cicatrices. Sus ojos verde
oscuro inspeccionan mi rostro.
Sus manos adornadas con tatuajes, figuras intrincadas y
en letras desconocidas. 
Sus dedos cubiertos de anillos extravagantes, detrás de él
más de diez hombres, todos y cada uno vestidos de negro.
—¿Podemos ayudarle en algo? —investigo indecisa.
Hannah ha perdido el color de su rostro. Es una mujer fuerte
y decidida, ahora solo luce como una hoja.
—Emilie Greystone.
—¿Nos conocemos?
—Hет Ребенок[10] —expresa en una lengua extraña.
¿Ruso? Cuando da un paso hacia mí, la mano de Hannah se
tensa en mi antebrazo—. Tenemos un amigo común.
—¿Un amigo en común?
—Dominic Cavalli
—Él no es mi amigo…
—Encargo —dice.
Sus dedos atrapan mi muñeca con violencia, Hannah
suelta un grito terrorífico a mi espalda. El hombre deja caer
una estrella de dieciséis puntas; cuyo diseño mezcla una
estrella central de cuatro puntas y debajo de esta, otras
más, formando las dieciséis puntas en total. Es una estrella
de plata filosa. Una de las puntas más largas toca mi pulgar
causando una herida pequeña. Las gotas de sangre bañan
la joya.
Un segundo después todo pasa demasiado rápido, el
hombre se inclina, sus manos rodeando mi cintura y su boca
impacta en la mía. Mi grito de sorpresa muere cuando tira
de mi labio, retrocediendo.
Y se va, así de la nada.
Aún sigo de pie en el recibidor, con una Hannah histérica
tras de mí, cuando ese hombre desaparece en las calles
abarrotadas de New York. ¿Qué demonios ha sido esto?
¿Quién es ese hombre? ¿Cómo se atreve a besarme?
 

CAPÍTULO 11
Emilie
 
Es un completo caos, Landon, Hannah y mi interior. La
seguridad de la editorial se queda con ambas. Landon llega
hecho una furia, jamás lo he visto de ese modo. Está en
modo protección total con su esposa e hijo. Insiste en llamar
a Dominic y me niego en rotundo.  No está feliz con mi
negación y Hannah demasiado alterada no ayuda. Suspiro
una vez más mientras me enfrento a Landon.
 —Llámalo tú o lo haré yo.
 —Dominic no tiene ningún lazo conmigo.
 —Vladimir Ivanov no piensa igual.
 —¿Quién es Vladimir Ivanov?
 —El ruso, quien acaba de entregarte una estrella de la…
  —Calamardo.   —Jadea Hannah negando. Sus grandes
ojos marrones me suplican tranquilidad. Dioses. No quiero
llamar a Dominic.
 —Llamaré, lo prometo.  —Claudico.
 —Michele, escolta a la señorita Greystone hasta su casa
—ordena Landon a uno de los chicos. Giro mis ojos sacando
mi móvil y preparándome mentalmente para llamarlo.
Michele vigila mi espalda. Ambos permanecemos en silencio
mientras cuento mentalmente en reversa desde un millón al
uno. Armándome de un valor que no poseo y aprovechando
la compañía del musculoso hombre de seguridad marco su
número. Salta directo al buzón de voz.
  —Dominic, soy Emilie Greystone… Hermana de Holden
Greystone. Disculpa que te moleste, sé que dejaste claro...
Bueno, tú me entiendes, ¿no? La cosa está así… un hombre
apareció en mi trabajo y te envió algún tipo de regalo. Una
estrella filosa… Por algún motivo, Landon cree indispensable
hacértelo saber.
Corto la llamada. Ya está, eso es todo. Lo sabe. Ya no es
mi problema, ¿verdad? Además, ¿por qué ese tipo debe
enviar un mensaje conmigo? ¿Quién era él? ¿Para qué
besarme? Mi mente está llena de preguntas sin respuesta,
al parecer solo Dominic las tendrá, solo él aclarará cada
duda.
Michele espera que entre a mi edificio de apartamento,
de hecho, se queda montando guardia. Niego mientras subo
las escaleras planeando mi maratón de fin de semana.
Veré esa serie Juego de Tronos, quizás esta vez sí me
emocionen.
Al abrir mi puerta, una fiesta se encuentra montada en mi
sala. Valerie está en un diminuto hilo dental sin ningún tipo
de sujetador, revoloteando sobre tres enormes y gigantes
arreglos de rosas rojas. Bueno, alguien acaba de cazar un
millonario.
—Las rosas significan que el futuro padre del bebé es
feliz, ¿no?
—No son mis flores.
—¡Val! ¡Quiero descansar este fin de semana! ¡No vas a
montarte una sesión fotográfica en el departamento!
Necesito descansar —amenazo dejándome caer en nuestro
sofá.  Ella suele tomar nuestra sala como un estudio de vez
en cuando y yo aprovecho para huir hacia Holden, una
opción descartada esta semana.
—Son tus flores, Millie.
—¿Mías?
—Sí, tuyas. También fue una sorpresa.
—Eso que veo en ti, ¿es envidia?
—Un poco —admite cubriéndose con un vestido negro
ceñido a su cuerpo—. No sabía que estabas saliendo con
alguien.
—No es importante —desdeño.
Una tarjeta blanca descansa en la mesa del recibidor, esa
donde dejo caer mis llaves, junto a la tarjeta una cajita
alargada de joyería Cartier. Jadeo cubriendo mi boca, Valerie
afirma hacia mí. Es mío, solo un hombre arrogante en este
mundo es capaz de enviar un collar de Cartier y tres
arreglos de flores gigantes. No abro la caja, no es necesario.
Le devolveré todo, no puede tratarme como a una… Puta.
Sí, eso es. Una puta, hace una semana me dice que no soy
suficiente mujer para él y a la siguiente me envía joyería.
Intentando comprar mi dignidad. ¡De ninguna manera!
—Al menos tu vagina no está más en deshonor.
—¡No me acosté con él!
Me ofende siquiera lo piense.
—¿Segura, Millie? Es un collar de diamantes Cartier…
Para mí es un pago por romper tu cereza. ¡Oh, vamos!
Recibiste un collar, ¿y qué tiene de malo? Yo solo recibí un
“Te llamo mañana” que nunca sucedió.
—No soy una puta, Val. ¡Me conoces! Además, ¿lo
revisaste? ¿Cómo estás tan segura de que es un collar? —
acuso.
—Sí, lo hice… Millie, no quiero a nadie rompiendo tu
corazón.
—Tu preocupación es innecesaria.
No quiero ser la clase de chica que necesita la aprobación
de todos para andar con el chico que le gusta, no quiero ser
la clase de chica que necesita a su amiga para tomar
decisiones. Sé que estoy siendo una perra, pero ella no
puede decirme que no me apoyará en esto, no cuando yo
he estado en cada una de sus recaídas, no cuando yo me he
preocupado por su culo en problemas y de su gato.
—Tienes razón… Ya tengo suficiente en mi propio plato.
—¿Ya le dijiste sobre el bebé?
—No, no será necesario —detalla cerrando su maleta—.
Tengo un viaje a Nevada, regresaré en cinco días.
—¿Val, qué estás planeando hacer?
—No puedo tener este bebé —confiesa mordiéndose el
labio—. No sé quién es el padre, Millie. No tengo idea.
—Val…
—Se me hace tarde, cuídate, ¿sí? ¿Puedes cuidar de
Garfield?
Sale arrastrando su maleta sin una palabra más. Sentada
en el sofá escondo la cabeza en mis manos. Es demasiado,
yo tengo mi propio Boeing 777 cargado de mucho equipaje.
Dominic, su amigo desconocido de estrellas filosas, Holden.
No tengo cabeza para nada más. Joder, mi vida ha pasado
de ser tranquila y monótona, a un caos en cuestión de días.
Quiero volver a la calma de disfrutar un libro o una serie sin
estar pensando en nada más. Quiero tranquilidad.
Y el timbre suena, porque, claro, mi día no puede ser
mejor.
Dominic Cavalli en mi puerta, hombros rectos y mirada
gélida. Está aquí, el imponente y frío hombre.
Ese olor deliciosamente especiado embriaga todo el aire a
mi alrededor. Es como una droga colándose por mi sentido
del olfato y casi puedo saborearlo con mi paladar.
Embriagante, picante y sensual. Ese es, Dominic Cavalli.
Sus faros azules hacen saltar más rápido mi corazón. Ellos
buscan algo en mis ocres y es justo el momento en que me
doy cuenta cuánto deseo que me bese, además de cuánto
le he extrañado. Sí, he extrañado a un desconocido. Al
mismo que me trató horrible la última vez que nos vimos.
—Dom...
—Fui un imbécil, cara mia. Un completo idiota.
—¿Arreglos gigantes de rosas y un collar de diamantes es
suficiente? No, Dominic. No soy una de tus putas.
—Es por ello que traje refuerzos —prosigue levantando su
mano derecha—. Hamburguesas, tocino, sin pepinillos. Y no
olvidemos tu amada coca cola.
«Es un hijo de puta».
—Fuiste cruel conmigo.
—Sí.
—Y no lo merecía.
—No.
—Y ahora estás en mi puerta, sin una disculpa.
—Yo no sé disculparme, nunca he tenido la necesidad.
—¿Nunca has pedido disculpas? —exclamo en shock,
¿quién en el universo nunca ha pedido disculpas al menos
una vez? Dominic Cavalli, por supuesto.
Parece envejecer diez años mientras niega. Tira de mi
mano en un rápido movimiento y luego toma mi cuerpo
entre sus brazos. Su mano derecha descansa en mi cintura
aferrándose a ella, la izquierda viaja a mi cuello de una
manera calculada, ejerciendo solo la presión necesaria para
sujetarme en mi lugar pero sin lastimarme. Los rasguños en
mi espalda por fin han sanado y aunque tengo algunas
marcas, gracias a lo de esa fatídica noche, ya no duelen.
 —Cristo, siempre hueles tan bien. —Por un minuto creo que
las palabras han salido de mis labios, no es así. 
—Te fuiste —digo.
No quiero que suene como reclamo, pero es justamente
como suena.
—Quería ser fuerte —aclara—. Tú, sin embargo, has
complicado todo.
—¿Yo?
—Parece que te sueño y te vivo, Em. Cada segundo más.
Se inclina y a la par me acerca a su cuerpo. Mis manos por
inercia viajan a sus antebrazos. Demonios, sí, ¡estoy lista
para que me bese! Su toque me agrada, todo él me agrada.
Sus labios rosados viajan a la comisura de los míos y creo
volverme toda gelatina barata. Madre mía.
No puedo, ni quiero recordar cómo nos conocimos. Tampoco
la forma arrogante en la que llegó a mi vida. Todo lo que
quiero es que sus labios impacten con los míos y me bese,
fuerte, duro, sin importar nada. Su nariz acaricia mi mejilla y
baja hasta mi cuello, esa parte que hace todo mi cuerpo
temblar. Me estremezco cuando besa mi pulso. Toda
terminación nerviosa está caliente, al igual partes que
imaginaba antes, están palpitando a la espera. Incluso he
dejado de respirar, conteniendo el aire.
Una sonrisa arrogante tira de sus labios y finalmente se
inclina. Su mano se desliza por mi cuello, inclinando mi
rostro. La otra sube desde mi espalda baja, recorriendo toda
mi columna vertebral.
—Seré condenado al infierno —susurra—. Y no me importa,
cara mia.
Quiero preguntar de qué rayos habla, pero el movimiento
brusco que hace me aturde, mi cuerpo es empujado contra
el suyo, sus caderas presionando las mías y sus labios
impactan sin control contra los míos.
Aunque el movimiento es brusco, sus labios, sin embargo,
son diferentes. Me besa cariñoso, suave, tranquilo, tomando
su tiempo en acariciar los míos, con movimientos vivos y
ágiles.
Saboreo el gusto dulce de alguna bebida y me dejo tocar.
Mis brazos descansan en sus hombros, los suyos explorando
en mi espalda desnuda. Su tacto suave, delicado, sin prisa y
con paciencia. Pegándome más a su cuerpo, entrelazo mis
manos en su cuello y tiro. Gimo, y Dominic aprovecha para
invadir mi boca con su lengua. Luego deja descansar su
frente en la mía con sus ojos cerrados y apenas soy
consciente del temblor de su mano en mi cuello. Como si le
costara contenerse. Mi respiración es un asco, apenas
puedo llevar aire a mis pulmones. Y creo que murmuro su
nombre, entonces todo se sale de control como un tren sin
carril.
—¡Mierda! —masculla, antes de arremeter nuevamente en
mi contra. Esta vez, sus labios son más bruscos, sus
movimientos me aturden. Mi piel está entumecida y
destellos de pánico se cuelan en mi mente.
«¡No, detente, detente!».
Las palabras bailan solas en mi mente, un danzón
maquiavélico. Él, el pasado tiene una sonrisa triunfante. Mi
pasado y presente están colisionando de forma abrupta.
Recordando a esa niña indefensa en el suelo, esa chica
ensangrentada pidiendo a gritos la ayuda de su madre, esa
pequeña llorando la pérdida de su padre. Me siento tan
pequeña, tan miserable y tan, pero tan… sucia. Empujo con
todas mis fuerzas a Dominic. Aun así, él me oprime más
contra su pecho y cuando una de sus manos estruja las
cachas de mi trasero, todas y cada una de mis alarmas
internas se encienden como fuegos artificiales. 
Los recuerdos de la noche donde pusieron algo en mi bebida
estallan detrás de mis párpados, la impotencia que viví al
sentirme ultrajada sin poder detener lo que pasaba, sin
fuerzas para gritar, el ardor en mi garganta que me prohibía
hacerlo, mi corazón desbocado llevándome a la deriva de la
inconsciencia y, entre los puntos negros de mi mente
confusa con las imágenes, consigo pegarle lo más fuerte
que puedo en el pecho.
—¡No! —grito con toda la rabia, ira y frustración contenida
de años.
Todo el dolor se precipita en mi centro, toda la suciedad me
invade el cuerpo e intento, con dedos torpes, sostener la
parte superior de mi vestido que ha sido retirada por el
hombre frente a mí. Él por su parte jadea, como si no
entendiera de qué va mi arrebato. Sus puños se cierran y
abren rápido a una velocidad casi inhumana, le cuesta
buscar aire para respirar y sus fanales lucen aturdidos, pero
agresivos.
Entonces algo cambia, reconocimiento inunda sus facciones
y me alejo.
—Emilie —suplica en una forma torturada. El miedo es tan
fuerte en mí. Retrocedo, lejos de él, de la bestia que lleva
dentro—. Cara mia.
Avanza y grito, un alarido que resuena en toda la sala,
Dominic luce confundido, demasiado inestable y herido.
—No... —susurro a duras penas. No sé si le temo, mi
cabeza está en un nudo de emociones, un nudo de
momentos pasado—presente... momentos tan dolorosos
que no puedo esclarecer en mi ser. No quiero temerle, pero
él ha perdido el control... justo frente a mí. Dominic jadea
más alterado, su mirada buscando algo profundo en mí. Mis
piernas están a nada de fallarme, ambos parpadeamos. Ese
beso… Dioses. Ese beso.
—Soy yo, Emilie. Soy Dominic, nunca te lastimaría —
puntualiza.
«¿De verdad? ¿Nunca me lastimaría?». Sus hombros se
cuadran, tiene sus hebras despeinadas por mis manos en
ellas, sus labios rojos e hinchados. Inconscientemente llevo
las puntas de mis dedos a mi boca. Exceptuando mi
reacción, este beso es el mejor de toda mi vida. Una sonrisa
arrogante se forma en su bello rostro, da un paso más cerca
midiendo mi actitud. Cuando me quedo en el mismo lugar,
avanza. Acorralada entre su cuerpo y la puerta, levanto la
mirada dejando caer mi mano.
Es Dominic, nunca me lastimaría.
 
«Él no es mi madre, él no ese hombre… No es una bestia»
.
—Las rosas y el collar son mi forma de cortejarte, eres
una dama —retoma. Toca de manera gentil mi mejilla, suave
y calmado, sin dejar de observar mis ojos—. La
hamburguesa que está en el piso es mi forma de decirte; te
veo, Emilie. Veo cada pequeño detalle, grabo en mi
memoria cada mínima cosa tuya y nunca fui de ese modo
con nadie antes. No pido disculpas, no digo lo siento. Nunca.
—¿Por qué…?
—Déjame continuar, pequeña —ordena. Incluso cuando
intenta “suplicar” Dominic siempre ordena—. Lo siento,
Emilie. Siento ser un imbécil contigo. Quiero protegerte y mi
estilo de vida me lo impide, soy egoísta… Te deseo para mí
y tú no tienes la remota idea de cuánto eso significa.
—Explícamelo, ¿es porque nunca has tenido novias? ¿Tu
familia, quizás?
—Yo no tengo familia, Em.
—¿Cómo alguien no tiene familia? Todos tenemos.
Soy la peor persona para opinar. Solo tengo a Holden, no
cuento a mi madre o a nuestras tías y tíos, incluso primos
lejanos. Somos solo Holden y yo.
—Están muertos.
—¿Qué les sucedió?
Ese vacío cruel aparece en sus ojos. Dominic levanta
entre ambos una pared de granito sólido.
Interpone su distancia, vuelve a ser una caja
impenetrable y fría. Es la muralla de sentimientos de
nuestro primer encuentro en el orfanato.
Ese hombre es quien está frente a mi persona en estos
momentos. Duro e inquebrantable.
Levanta la bolsa dejándola en la mesa y en ese momento
su celular suena con una monótona melodía de timbre. El
encargo, ¿habrá escuchado ya mi correo de voz?
—Cavalli —anuncia al celular.
Y ahí, justo en ese momento, el infierno se desata.
 

CAPÍTULO 12
Emilie
 
Un segundo, eso toma a tu vida cambiar. Morir en un
segundo, nacer en un segundo. Una pequeña línea de
tiempo tan delgada y frágil. A mi vida le tomó un segundo,
quizás dos, en cambiar. El primero fue cuando conocí a
Dominic Cavalli. En ese momento debí correr tan lejos como
me fuera posible, el segundo fue en la sala de mi propio
departamento, otra vez Dominic Cavalli el centro de todo. Al
recibir esa llamada de mi sangre, mi hermano. Vi en primera
fila cómo Dominic se convertía en alguien más. Un
monstruo delante de mis ojos. Preparo una bolsa con mi
ropa, mientras Holden repite instrucciones en mi oído.
Necesitaba irme con Cavalli, rápido, en ese momento, ¡de
inmediato! Todas y cada una de sus palabras un torrente de
incoherencias no explicadas.
Yo estaba en peligro, ¿en peligro de qué? ¿De cortarme un
dedo con el cuchillo de cortar los vegetales? ¿De caer en la
tina mientras me bañaba? ¿De tropezar en las escaleras?
¿De tener un accidente automovilístico? Esas son las
razones de peligro a las cuales las personas normales se
enfrentan. Peligro común y cotidiano. Esas no son mis
razones.
Dominic nos escoltó fuera de mi edificio, ordenando en
italiano una serie de palabras incomprensibles. Aletargada,
fui empujada de copiloto en un vehículo oscuro. Trataba de
despertarme de la pesadilla, porque debía ser una pesadilla.
Las palabras de Holden no eran normales, no eran comunes
y yo estaba bien con lo normal y común. Debía ser una
mentira, un sueño o broma de mal gusto. Dominic controló
el vehículo entre el tráfico de New York, dos camionetas se
nos unieron sirviendo de protección. El camino fue tenso,
Dominic vigilaba constantemente mi rostro, buscando algún
tipo de signo de vida. Intentó alagar su mano y retrocedí,
volviéndome pequeña en mi asiento. Quería ser invisible.
—Está en shock —señala al hombre nos recibe en un
estacionamiento subterráneo. Es enorme, ojos negros,
completamente negros sin nada dentro más que un brillo
travieso.
Piel canela, bronceada, nariz perfilada, cejas bastantes
pobladas con una pequeña cicatriz en una de ellas o quizás
era una perforación de joven. No lo sabría decir. Pelo negro
como la noche. Es muy apuesto, mucho. La roca de hombre,
quien no es más alto que Dominic Cavalli,  pero sí más
ancho a los lados, como un tipo de esos que se dedican
horas y horas al gimnasio, solo inclina su cabeza hacia mí
en un saludo silencioso. Me es vagamente familiar,
«¿Roqui?»
—Mi mano derecha, Roth Nikov. —La voz de Dominic me
hace mirarlo.
—¿Qué harás conmigo?
Su ceño se frunce en confusión, luego algo lo golpea.
Reconocimiento, es capaz de mirar el miedo en mis ojos, es
capaz de sentir mis temblores. «Ahora sé quién es, de lo
que es capaz». Estoy contaminada, llena de todo cuanto
Dominic representa.
Ninguna palabra es dicha cuando lanza mi bolso sobre mi
pecho y se abre paso entre una serie de coches y
camionetas de lujo.
El chico de ojos negros, Roth, indica el camino a seguir.
No dice una sola palabra, pero su postura es amenazante.
Los tres ingresamos a una caja de acero la cual nos lleva a
un ático. Muebles diseñados a medida con cojines tapizados
profesionalmente y pan de oro aplicado a los muebles.
Mirando hacia el techo de dos pisos, hay una gran cúpula
diseñada artísticamente con aplicación de oro que alberga
una lámpara de araña majestuosa.
Esta habitación se presta a la sensación de realeza en
toda la casa y es la primer sección que veo cuando ingreso
al apartamento. Es de estilo victoriano, las cortinas en
caídas, capas y más capas de cremosa tela blanca luchando
entre marcos de color oro. La vista de la costa de New York
en su máximo esplendor.
Una vista empañada por al menos diez hombres vestidos
de traje, los cuales están mirándome como a un ratón
callejero.
Detrás de ellos, una pintura mural de piso a techo
realizada por un maestro artesano italiano, Lucían
Bianchelli. La reconozco, porque es el retrato de un cuerpo
desnudo, las curvas de una mujer hermosa. La pintura
estuvo en las noticias por ser la obra más cara del artista y
aquí en este ático crea una elegancia atemporal que es
capturada por un espejo espectacular que se suma al
ambiente elegante. Junto a la sala, hay una cava de vino
con paredes de ladrillo donde se encuentran almacenadas
adecuadamente botellas. Cavalli no es un hombre de vinos.
«¿Qué conozco yo de este hombre? Ha fingido la mayor
parte del tiempo.»
—Lei è la mia fidanzata, che bratva non è riuscito a
rispettare [11]—anuncia Dominic, su voz diferente. Un matiz
de autoridad y soberanía, incluso su postura es recta,
sobresaliendo entre los presentes. Roth Nikov empuja
sutilmente mi cuerpo hacia las escaleras, no me resisto. Le
dejo guiarme al segundo nivel, sintiendo los ojos de Dominic
quemar en mi espalda.

~♠~
Holden está en la sala de la casa, caminando como un
león retenido en un zoológico. Sus ojos escanean mi cuerpo,
buscando alguna herida o golpe visible. Cuando no
encuentra lo que busca, su cuerpo deja salir tensión.
—¿Qué hiciste, Holden? —cuestiono sin reconocer a este
hombre. Dominic se encuentra recostado contra ventanal
con aire lacónico. He sido retenida durante horas en una
habitación de este piso, sin comunicación con el mundo.
—Emilie…
—¡¿Qué coño hiciste?!  —increpo fuera de control.
—Quería darte una vida normal, realmente deseaba eso
para ambos. —Tristeza se filtra en cada palabra—. Trabajé
cada noche para nosotros, construí un imperio. Te alejé para
que nunca estuvieras en la mira de ninguno de ellos y de
pronto nada ha importado. Los peores hombres te han
elegido. Y tuve que elegir tu bienestar, tuve que hacer lo
que juré nunca hacerte.
—Dime que no es cierto —suplico cayendo de rodillas a
sus pies. Las lágrimas están en mis mejillas—. Dime que no
he sido vendida como ganado, ¡dímelo!
—No tenía opción —musita. Entonces lo pierdo, sin
prever, mi mano impacta su rostro, girándolo, mi mano arde
con el golpe seco y Holden tiene el descaro de bajar su
cabeza supuestamente avergonzado.
La mafia. Me ha entregado a un hombre de la mafia… No
a cualquier hombre, me ha entregado al jefe principal de la
Mafia Italiana. Soy un cordero subastado al mejor postor, fui
vendida como una pieza de carne en el mercado.
«Soy dueño de esta ciudad, incluida tú».
Las señales estaban ahí, pero fui demasiado ingenua para
verlas.
—¿Cómo terminaste involucrado en la mafia, Holden?
¿Cómo?
—Su empresa lava nuestro dinero —interviene Dominic—.
No fue algo que quiso, lo elegimos porque es un hombre
inteligente, sabe mover el dinero. Lo amenazamos, te
protegió de nosotros todo cuanto le fue posible.
—Vladimir te encontró primero, en una de nuestras
reuniones dejó caer unas fotos tuyas, comiendo en un
restaurante sola, leyendo en el parque sola, de camino al
trabajo sola, corriendo sola.
Entonces no estaba loca del todo, alguien sí me vigilaba.
—¿Vladimir? ¿Quién es Vladimir?
—El jefe de la Mafia Rusa, quien te abordó en la editorial
—informa Dominic.
—¿Trabajas para dos mafias?
No puedo seguir de rodillas, no puedo seguir escuchando
a estos hombres. Quiero correr hasta la otra punta del
mundo, lejos de todo esto, de ellos.
—Cuando mi padre falleció, hice un acuerdo con la
Bratva. Trabajar juntos, ninguno de los dos interfiere en el
trabajo del otro. Todo funcionaba bien semanas atrás.
—¿Qué cambió?
—Tú —pronuncia Dominic impasible—. Vladimir pidió tu
mano en matrimonio, tu hermano se negó, solicitó a Roth
Nikov mi ayuda, acepté y desde ese momento pasaste a ser
mi prometida.
—¿Por qué está molesto ahora? ¿Por qué no venir a mí
antes?
—¿Recuerdas el bar? Ese chico en la barra era un bratva.
Se encargaba de colectar chicas para enviar a Rusia.
Mi estómago se remueve con asco… Trata de blancas,
estuve en manos de un hombre quien selecciona chicas. La
bilis sube a mi garganta impidiéndome respirar. Trata de
blanca, secuestro, violación.
—La estrella… —Jadeo—. ¿Por qué me ha dado una
estrella?
—Sangre por sangre.
—¿Me asesinará?
—Te besó —gruñe Cavalli—. Al besarte, tienes la opción
de elegir ser su mujer o la muerte. Y no estás tomando la
primera. La paz terminó.
¡Y yo quiero pasta para la cena! Así de sencillo. ¿Quién se
cree Dominic Cavalli? ¿El jefe de la Mafia Siciliana?, ¿eso se
cree? Oh… dioses.
—Nuestro padre dedicó años a servir, era el director de la
CIA, Holden. Desmanteló grupos y organizaciones. Luchó
contra delincuentes, asesinos, mafiosos y ¿me dices que fui
entregada a un monstruo? ¿Un cruel asesino? ¿Que no
tengo derecho a elegir un hombre por mí misma?
—Y padre murió por las mismas razones. Tú vives, yo
también.
—¿Por cuánto tiempo? Anda, pregúntale… ¿O prefieres
sea yo? —ironizo girándome al hombre de ojos azules—. Si
no cumplo tus demandas, ¿cuánto tardarás en matarme? Si
no quiero darte mi cuerpo, ¿no terminarás violándome? Algo
mejor, si decido apuntarte con un arma… ¿Cuántos de tus
hombres dudarán en pegarme un tiro y volar mi cabeza?
—Ninguno —responde Dominic sin titubeos.
Ya no hay vigilancia, no están esos hombres de negro. Él
no necesita seguridad, tengo claro que puede despedazar
diez hombres sin ayuda de nadie. Padre era capaz de pelear
con cinco, sin llegar a dejar caer una sola gota de
sudor.             
—¡Elegiste al Greystone incorrecto, Dominic! ¡A mi
hermano le faltan testículos para ser llamado hombre! —
vocifero escupiendo las palabras—. Yo hubiera muerto por ti,
Holden. Si mi vida significaba tu libertad, estaría junto a
nuestro padre.
—Sal —ordena a Holden. Mi hermano cumple, es un
hombre sin palabra.
Dominic espera al golpe de la puerta antes de encararme.
—¿Desde cuándo lo sabías? —reclamo. Ya no debemos
mentir—. ¿Cuándo tomaste la decisión?  ¿Antes o después
del orfanato?
—Siéntate —exige señalando el sofá color beige como si
todo le perteneciera. Lo hace, me lo dejó claro en varias
ocasiones, pero estaba prendida de su belleza, demasiado
hipnotizada con él para leer más allá de su portada.  Sin
decir una palabra, lanza su mano al asiento trasero, retengo
la respiración. Eso es, va a matarme justo aquí. Usará algún
cuchillo, así no se salpicará su perfecto traje con mi sangre
o, si tengo suerte, solo me disparará directo a la cabeza.
No hace ninguna de ellas, deja ocho carpetas en mis
piernas. Confundida, miro el material negro, ¿algún fetiche
con el color? 
—Esas son ocho razones para que empieces a ser
obediente. No tengo mucha paciencia y has tomado la poca
restante estos minutos —dice en tono mordaz.
—No eres mi dueño, no puedes mandarme —contesto
mordiéndome la lengua al final.
—Soy tu dueño, puedo mandarte cuando me apetezca. Si
te pido una mamada, en este instante abrirás esa boca de
cereza y tomarás mi polla; si quiero tu culo, solo deberás
preguntar ¿en la mesa o en el piso? Si no quiero que hables,
entonces callas. Así funciona esto, ahora mira las carpetas y
date cuenta quién es o no tu dueño. Recuerda, no tengo
paciencia —finaliza. 
—Ya no debes fingir —ironizo—. Ahora dejas salir a la
bestia. Hace horas casi me compro tu discurso barato de
cortejarme.
Solo los dioses son capaces de controlarme.
Impregnándome de alguna mierda vudú haitiana, respiro
abriendo las carpetas. La primera es Valerie. Tiene toda su
información, horarios, amistades, compromisos. Todo, a esta
le siguen Hannah en la foto reciente con su enorme vientre.
Sor Ángeles, otra tiene a varios niños del orfanato. En estas
fotos estoy yo con ellos, la pequeña Sam y niños más
grandes y al final está la carpeta de Holden y Rebekah.
—Has estado siguiéndome, también, ¿es cosa de
mafiosos?
—Holden y Emilie Greystone, hijos de Joseph Greystone
director de la CIA quien fue asesinado en un "Accidente
aéreo" ordenado por Vlad Ivanov padre, o eso dicen las
malas lenguas, tu hermano te trajo a New York cinco años
más tarde, pidieron protección a mi padre y fue concedida
gracias a la información suministrada por uno de los
Greystone. Creí que sería él, después de todo era el
heredero, pero no. La pequeña chica fue quien suministró la
información. ¿Quién lo diría? Emilie, la princesa de
Greystone. 
Recuerdo esa noche y a Gabriel, el capo italiano. Un
hombre que me asustaba, a quien di toda la información
importante que mi padre recolectó. Quería salvar a mi
hermano, no venderlo a estos asesinos. Ahora estoy aquí,
frente a su hijo y heredero, luego de tantos años. Dominic
Cavalli, el jefe de la mafia italiana… y no esperaba fuera tan
joven. Su rostro duro, sin emociones. Sus ojos azules llenos
de frialdad. Va a matarme. Es la única razón, sé demasiado
sobre la mafia.
El hombre frente a mí es el mismísimo Cavalli. El Don de
la Mafia. Es enorme, musculoso, endemoniadamente guapo,
cruel y alto.
Soy su propiedad ahora. Cavalli es mi dueño, está
dejándolo claro. Cierro los ojos en angustia... No me queda
nada. Casarme con Cavalli o ser alguna cualquiera en sus
prostíbulos.
Si no cumplo este absurdo matrimonio las personas que
amo morirán, incluido Holden.
—¿Por qué yo? —susurro al borde.
—Tienes la edad perfecta para casarte. No soy paciente,
no podría vivir una semana con alguna chiquilla de
dieciocho sin matarla. Has vivido en New York fuera de
nuestras reglas tradicionales, podrás hacerle frente a mi
mierda sin echarte a llorar. Eres la única mujer en mirarme
directo a la cara sin temblar. Hay hombres poderosos que no
pueden decir lo mismo.
—Nunca estuvo en mis planes casarme —confieso. No
tiene caso fingir. Este hombre es mi dueño ahora—. Te miré
a los ojos porque nunca supe quién eras. Si lo hubiera
hecho, ahora estaría lejos.
—Si intentas cruzar los límites de la ciudad, mis hombres
te atraparán. Cada lugarteniente, capitán y soldado de toda
la costa tiene una foto tuya con instrucciones claras. Traerte
hacia mí.
Vi algo, su mirada. Conocía esa mirada, era hambre. Él
me deseaba. Sus ojos se detuvieron en mi rostro unos
segundos. El Don estaba malinterpretando las señales. Me
veía sumisa, una mujer florero. Sin palabra. La realidad se
alejaba por mucho. En casa alzaba mi voz, discutía, a pesar
de ser obediente con padre, también maldecía. No era una
rebelde, pero me gustaba ser escuchada. No era sumisa
siempre y difícilmente me miraba como la esposa perfecta,
quizás físicamente sí, pero a nivel interior no lo era. Dominic
estaba viendo un acto a sus ojos, la chica callada y
obediente. No sabía si era capaz de seguir así toda mi vida.
—¿Tu virtud sigue intacta?
—No es tu asunto.
—Eso no responde mi pregunta.
—Sí... —dije apretando los dientes. Yo pensé en
entregarme a este hombre tan solo una semana atrás, sin
saber quién era. Dominic Cavalli era el jefe, quien ordenaba
la muerte de muchos y otros tantos caían en sus manos. Un
asesino.
—Y eres buena con los libros. Memorizando.
No fue una pregunta, sabía la verdad de todo en cuanto a
mi vida. Lo miré a unos pasos de distancia. No se refería a la
pila amontonada en mi departamento, ese que compartía
con Valerie.
Se refería a las finanzas. Padre me había educado en
casa, era bastante curiosa.
—Sí.
No mentiría, eso solo me haría llegar a la muerte más
rápido.
—Ven aquí —demandó—. Mira a tu Don cuando le hables
—ordenó.
  Su voz fue baja y concisa, una orden directa. Su voz de
Don. ¿Cómo no miré eso antes? ¿Su parecido con Gabriel?
«¡Es hijo de un monstruo!».
Su palabra es la maldita ley. Todos le siguen sin
cuestionar. Yo no me creo capaz. Caminé unos pasos
vacilantes. Este podría ser mi fin. Me detuve, las puntas de
mi tenis tocando sus zapatos negros.
Estábamos muy cerca, bajó su cabeza para mirarme.
—Deja de temblar.
—Nunca he estado tan cerca de un hombre, alguien que
pueda matarme de un chasquido.
—Hace horas te besé, Em. Eso fue lo bastante cerca y aún
vives.
—E incluso ahí reconocí eras un monstruo.
—¿Un monstruo, eh? ¿Así es como me miras ahora? —se
burló.
—Es lo que eres y sé que no dudarás en tomar lo que
quieres de mí, después de todo eres hijo de tu padre —
escupí.
Estaba a un centímetro de mis labios. Sus ojos miraron
directo al rosado natural en ellos y luego a mis ojos. Tomó
mi cintura con una calma metódica. Mi cuerpo se
estremeció completamente al sentir al gran hombre
tomarme de aquella manera. Gemí arrancándole con ello
una media sonrisa. El gemido fue por miedo, pero no
pareció notarlo. Dios... Él era un sueño. Era un asesino
también.
—Desde este día eres mía, para cuidar y proteger, así se
me vaya la vida en ello. No mirarás a otro hombre nunca o
romperé este lindo cuello.
Abrí los ojos impactada sobremanera. No era posible... Un
hombre como él no ofrece amor, pero en sus palabras había
un toque de algo vulnerable que no supe descifrar.
—Serás una reina, fuiste creada para gobernar y no para
servir. Vengaré la muerte de tu padre.
—¿Por qué? —pregunté sin entenderlo.
—Honor. Le enseñaré a los Ivanov el significado, te
casarás conmigo y juntos vengaremos a tu padre.
No era una petición, otra vez era una declaración.
—Repite; mis ojos solo te miran a ti.
—Mis ojos solo te miran a ti —imité, esperando sonar
convincente.
Si me ayudaba a vengar a mi familia, le daría mi lealtad.
Era lo único que daría a cambio. Lealtad. Amarlo no estaba
en discusión, nunca podría amar a un monstruo y Dominic
Cavalli era uno.
—Y así deberá ser, incluso cuando sea solo polvo.
Acarició desde mi mejilla hasta mi labio inferior, la
oscuridad adueñándose de sus ojos. Era suya ahora y ese
toque era solo una más de sus promesas. Me tendría
cuando él quisiera. Dejó caer ambas manos fuera de mi
cuerpo. Sus palabras fueron duras. No me di cuenta de las
señales. Los monstruos no son siniestros o feos. No, ellos
son atractivos, así como el pecado. Te incitan, comienzan a
dominarte sin notarlo. Lucifer era el ángel más bello, debí
tomar algo de las clases de catecismo los sábados. Si
alguna vez tuve curiosidad sobre cómo lucía el Diablo, debo
saber que lo tengo frente a mí en estos momentos. 
Estaba deslumbrada por tanta belleza. Dominic me miró
sin pestañear. 
Yo hice lo mismo impregnando mi vista de todo él. No me
besó como esperaba.
Tuvo que ver la determinación en mi rostro porque
levantó su mano invitándome a su lado. Ese era el sello a
nuestro primer compromiso. Una vez aceptara, empezaría a
pertenecer a este hombre, era eso o morir. No dudé un
segundo en caminar a su lado. Tomó mi mano y entrelazó
nuestros dedos. Hubo una caricia corta en mis nudillos,
luego todo desapareció.
Esa máscara cubrió su rostro y se giró mientras seguía
hablando. Caminé a su espalda, no a su lado. No me
sostuvo de la cintura o entrelazó nuestras manos una vez
más.  Estaba acostumbrado a liderar y esperar que los
esclavos lo siguieran.
Y yo era su esclava. «¿Cuánto duraría antes de morir?».
—Todo está arreglado —informó Holden en cuanto salimos
al recibidor principal.
—¿Qué está arreglado? 
Nadie me hizo caso, ninguno de ellos respondió mi
pregunta. Se escucharon pasos en el segundo nivel y luego
las escaleras. Una mujer mayor venía adelante, indumenta
acorde a un médico, y Roth Nikov a su espalda.
—Es mi consigliere y la doctora Falcón. 
—¿Consigliere?
—Mano derecha —explica con molestia—. Nunca dejas de
preguntar.
—Discúlpame por no ser experta en mafia. ¿Y la doctora? 
—Te hará una prueba.
—¿Una prueba? ¿De, qué?
—Tu virginidad.
—Ya aclaramos esto adentro —respondo. Avanzando dos
pasos más cerca.
—No soy conocido por confiar en nadie, Emilie. Si eres
virgen nos casaremos a la brevedad posible.
—¿Y si no lo soy?
—Te casarás con mi consigliere.
La respuesta es tan rápida, algo fue expuesto antes
incluso de que yo supiera todo esto. Soy un pedazo de carne
vendido al mejor postor. Río, una risa nerviosa. Sé quién es
Roth Nikov, su consigliere... Ese brillo en su mirada traviesa
es diabólico.
—Holden —intento con mi hermano. No me importa
suplicar frente a estos hombres—. No permitas esta
humillación. Nunca dejaría a nadie tocarme. Al menos sé mi
hermano en esto, no permitas que me toquen de ese modo.
Sus puños se cierran, la impotencia reflejada en su
mirada. No puede hacer nada por mí, Dominic tiene algo
fuerte en su contra. Es la única razón que puedo darle,
quizás me estoy engañando a mí misma.
—No perdamos más el tiempo, sube con la doctora
Falcón.
—Voy a odiarte, si haces esto te odiaré por ello, Dominic.
Toda mi vida.
—Viviré con ello, ahora deja el drama y sube. Son solo
dedos.
—¿Como los del chico del bar? ¿Esos también fueron solo
dedos?
Muerdo mi labio, las lágrimas están al borde. Quizás no
soy suficientemente fuerte. Nunca nadie me ha tocado ahí,
y dejar a una mujer o a cualquiera se siente incorrecto.  No
quiero ser humillada de esta manera.
—¿Y si me lastima? —susurro odiándome por ser débil.
—Eres mía para proteger ahora, Emilie. Nadie lastimará lo
que es mío.
—Tu definición y la mía no coinciden —debato. Abrazo mi
cuerpo, mirando a la señora quien está más asustada y
nerviosa que yo—. Haga su trabajo.
 

CAPÍTULO 13
Emilie
 
Mi mano izquierda pesa, debido al anillo de compromiso
elegantemente elaborado, tiene dos bandas de oro rosado
entrelazadas con diminutos diamantes blancos en pavé
francés incrustados, los cuales envuelven al diamante
central. La piedra más grande es una esmeralda, rodeada
por nueve diamantes más pequeños. La joya es muy
hermosa, no es exageradamente grande, pero no es
pequeña en sí. En otras circunstancias sería mi anillo
perfecto, si el hombre que me la entregó me amara y fuera
correspondido. No es de ese modo, ninguno de los dos
siente nada por el otro. La manera de entregarme la sortija
tampoco ha sido de las mejores. Soñé con una propuesta
romántica, velas, un discurso de amor, una cena en algún
yate en medio del Caribe. Me hubiera conformado con
mariachi, cualquier cosa. En mi caso, fue luego de que una
doctora introdujera sus dedos en mi parte privada, para
garantizar mi pureza. Y luego, mi prometido, señaló nuestra
fecha de bodas para un mes, sin consultarme.  «Soy una
esclava», me recuerdo.
—Es apresurado.
—No perderé mi tiempo en nimiedades. Nos tomarán una
foto para el periódico, anunciaremos nuestro compromiso. Y
de ese modo Vladimir retrocede.
—Joven obligada a contraer nupcias con un monstruo no
es buena propaganda.
—Y Roth dice que mis chistes son malos.
—No veo la necesidad de hacerlo público.
—Estas casándote conmigo, un “empresario” de New
York. Todos me conocen, soy un banquero respetado ante el
público —rebatió dejando una cajita dorada en la cama,
donde minutos antes, la doctora Falcón metió su dedo en mí
—. Llévalo siempre. Te llamaré para las fotos y contrataré
una organizadora de bodas. Ella se encargará de todo, no
tienes que elegir nada. Ya le pasaré la lista de invitados.
—¡Uy! ¡Qué romántico!
—Cara mia, aquí nadie está hablando de amor. Sácate
esa basura de la cabeza o resérvala para tus tontos libros.
No me importa.
Dominic, mi dueño. Este hombre no se parecía en nada al
de nuestro almuerzo. Este era el Don, su voz en ese marco
de sexualidad, rodeándolo, cubriéndolo como un sudario.
Físicamente era el mismo, pero el actual era un depredador.
Su forma de moverse, sinuosa, un león al acecho de su
carnada. «Yo era la carnada».
—Quiero seguir trabajando en la editorial, mi mejor amiga
será mi dama de honor. No perderé mi vida por ti, hasta la
boda, quiero seguir viviendo con ella.
Entrecerró sus ojos azules, dos pequeñas dagas afiladas.
Su rostro era inexpresivo, como si no tuviera una pizca de
emoción dentro. 
—Mientras no permitas a nadie tener lo que es mío.
Puedes hacer lo que te pegue en gana, no es mi problema.
Claro, nada referente a mí era su problema. 
La única cosa que busca un tipo de su calaña, en una
mujer como yo, es sexo. A Dominic no le importa nadie, es
un personaje violento y cruel. Su único propósito es poder,
dinero, sembrar terror en sus enemigos y respeto entre sus
soldados.
«Yo soy basura».
—Ahora mismo solo quiero matarte.
—Tú y otros miles de personas.
—Estarás entre mis piernas en algún momento, Dominic.
No lo olvides, podría matarte en medio de una mamada.
—Me halaga que puedas decir, “mamada” sin sonrojarte.
Por supuesto, de toda la oración solo una parte fue
tomada. Él no me veía como un enemigo, creía que todo era
un juego donde poseía el control absoluto. Yo sería su
debilidad, me convertiría en ella. Cavalli perdería la cabeza
por mí.
Tragando mi miedo, odio y repulsión hacia él, avancé.
Nuestros cuerpos demasiado cerca uno del otro, estaba
temblado de una mezcla extraña. Tener a un hombre frente
a mí, de este modo, siempre exponía mis miedos. Apreté
mis puños dándome un valor no poseído. Sus ojos salvajes
quemaron mi cuerpo.
Bien, el Don Cavalli no era indiferente a mi cuerpo. 
—No juegues conmigo, Em.
Una de sus manos sujeta mi cuello, fuerte. Demostrando
cuán frágil soy ante su crueldad. Su pulgar acaricia mi
mejilla hasta mis labios entreabiertos. Algo late en mi
vientre, algo desconocido y abrumador. Un destello de
aquello que sentía al leer algunas escenas eróticas entre los
protagonistas. Deseo.
Ese que viví bajo su beso unas horas atrás. Nunca lo
había experimentado antes de ello y de primera mano,
ciertamente no quería sentirlo con Cavalli. «Yo no lo
deseaba. ¡No debía!».
Debía odiarlo, ese era mi propósito. Él me había
arrebatado mi libertad, mis sueños y futuro. No merecía
nada de mí. Era su esclava.
Era mi dueño, yo su propiedad.
—Mía —gruñó en mi cuello—. Te tomaré en nuestra noche
de bodas, mi polla llena de tu sangre virgen. Te enseñaré a
follar como una perra, cuando no me tengas en tu coño,
suplicarás mi nombre una y otra vez hasta tenerme dentro
de ti. Si eres buena, quizás te deje vivir algunos meses —
sentenció, mientras su otra mano hizo un recorrido desde
mi pecho a mi intimidad, tirando del elástico de mi pantalón
de correr y luego uno de sus dedos abrió mis labios,
recogiendo la humedad en mi intimidad—. Tu mente tarda
en reconocer a su dueño, pero tu coño, Emilie, sabe quién
es su amo y señor.
Enfatizó antes de alejar su cuerpo del mío y salir por la
puerta. Sin atreverse a darme una segunda mirada. Solo en
ese momento, cuando sabía que nadie vería mi
debilidad,  me dejé caer en la cama, me permití ser frágil y
abracé las lágrimas. Cada una de ellas más dolorosa a la
anterior. Mi vida no me pertenecía. 
«Dominic Cavalli sería mi destrucción o… quizás, yo sería
la suya».
 

~♠~
 
No he vuelto a correr por East Central, evitando a toda
costa topármelo, tampoco he pasado por la cafetería. Harry
se dedica a preguntar si estoy bien cada cinco putos
segundos, Montana a darme café cada mañana y Hannah
solo me lanza miradas sospechosas. Soy un desastre, en
serio lo soy. Escondida en mi nueva oficina.
Bea Miller gritando mis sentimientos no expresados, Like
that siendo mi favorito desde hace días, donde estoy
recluida, en su ático.
Convencerlo de dejarme volver al trabajo fue una
discusión donde Dominic Cavalli enumeró cada una de sus
reglas. No dejar la seguridad, no abandonar el edificio y
cumplir su orden –cualquiera esta sea- sin titubear.
Un manuscrito de cuatrocientas cincuenta páginas, lleno
de romance cursi y empalagoso, descansa en la mesa frente
a mí. Odio a la escritora.
La odio por crear a un personaje tan lindo, ¡todo es culpa
de ellas! Venden esa basura barata del amor como arcoíris.
—Quiero mucho rosa en la portada —pide la morena.
Ellen Wine, una increíble autora. Amo todas y cada una
de sus historias, pero esta me está costando horrores.
Quizás porque estoy en la etapa de odio hacia mi
prometido. Un marido, no soñé con ello y si lo hice para un
futuro… no sería un mafioso.
—Ellen, sé que no es el momento, pero me gustaría
decirte que pronto, como notas, estaré de licencia. Emilie
Holden será mi reemplazo, sería bueno empiecen a tratar
esos temas juntas.
—Eso —confirma Landon Ward.
—Felicidades, otra vez, a los dos. Ese bebé es muy
bendecido. —Quiero vomitar—. Emilie, ¿qué te parecen unos
corazoncitos rosas en la portada? Muchos.
—Creo existe una portada así, señora Wine.
Estoy segura existe una así o… varias. Putos corazones.
—Ellen, lindura. —Intenta ayudarme mi jefa.
—Ellen... —Trato de convencer a la vieja cuarentona que
escribe como quinceañera.
Es cierto, todas sus novelas son juveniles, llenas de
chicos guapos. No entiendo cómo a su edad es capaz de
escribir algo tan joven, fresco y actual. Las situaciones,
trama y argumentos de sus libros son tan reales. Lo que
vivimos día con día, para algunos sería aburrido, relleno,
pero Ellen Wine sabe darles vida a las letras.
—¿Una máscara? —propone.
—¡Uf! Ya existe Cincuenta Sombras —le recuerda Hannah
con una sonrisa pícara. Landon se remueve en su lugar,
incómodo. Vaya, ¿qué les pasa a esos dos? El gesto no pasa
desapercibido para Ellen.
—Sí, también la trilogía Venganza —comenta Ellen con
una sonrisa burlona—. Emilie, lindura, dejaré esto en tus
jóvenes manos, seguro tienes una mejor idea. La sangre
nueva es mejor en estos temas.
—Auriculares —susurro—. Iker siempre está escuchando
música, por eso no escucha a Gwen. Ella está insistiendo en
una cita, pero él no lo sabe por la música y ella se siente
rechazada.
—¿Ves lo que digo? ¡Sangre nueva!
—Lo tienes, Emilie. —Hannah me guiña uno de sus
hermosos ojos.
—Lo tengo —digo, con ese nudo que no me abandona.
La autora se despide feliz, tengo trabajo, mucho.
Sumergirme en eso es bueno, evito pensar en cierto patán
arrogante.
Reviso mi celular encontrando un mensaje de Valerie y
otro de Holden, en el primero, ella me avisa de ir a jugar
bolos y una cena de amigas, ya que siente distanciamiento
entre nosotras.
Debo decirle que no estoy molesta. Es mi única amiga.
Harry, quien ha permanecido en silencio, mirándome
como un bicho raro reacciona señalando la oficina de
Hannah.
Se queda unos segundos observándome como si quisiera
decirme algo, finalmente niega cruzándome de muy mala
manera, ¿qué le pasa? Al llegar a la puerta de la oficina,
Hannah está anudando la corbata de Landon. Hablan de una
salida, no quiero molestar, pero un apellido me hace
detener.
—No sé qué le pasa —dice Landon.
—Irás a verlo.
—Es mi amigo, tengo qué… Medusa. Eso hacemos los
amigos, patear el culo borracho y deprimido de los otros.
—¿Cuándo irás a verlo? —pregunta
—Llega esta noche.
—¡Esta noche es de masajes! —chilla haciendo un
adorable puchero. Adorable, maldita palabra, ¿debería
seguir escuchando?
Landon dijo el apellido Nikov... Seguro es alguien más.
—Masajes para mañana, Medusa, ¿invitarlo a comer será
buena idea? Cavalli también vendrá, así podremos jugar
billar. Y tú permanecerás en la habitación, tranquila.
—Umm, suena bien. Hablaré con Flor para que prepare su
pasta favorita.
—Él te amará si haces eso.
—Roth ya me ama. —Ríe—. Ahora termina y llévame a
casa, estoy exhausta.
—Medusa, que te conozco...
Dejo de escuchar y me retiro.
Montana se atraviesa en mi camino chocando su hombro
de forma brusca. No es un accidente, me lo deja ver su
mirada agresiva. Harry viene a toda prisa y también casi me
tumba. ¿Qué le pasa a todo el mundo?
—Montana, por favor —suplica Harry.
—¡Por favor, nada! —grita ella en respuesta.
Dioses, no necesito más drama. Me dejo caer en mi silla,
me siento molida. No he dormido o comido bien estos días,
cinco en total, desde que el cielo se nubló para mí. ¿Por qué
no lo saco de mi cabeza? ¿Estaban Hannah y Landon
hablando del mismo Cavalli que conozco?
No puede ser, Hannah fue quien me encargó hablar para
la donación. ¿Lo hizo? ¿Él donó algo a esos niños? Parece
que vivo en un mundo paralelo a los demás.  Y eso me
recuerda a mi hermano, debería llamarlo o mandar un
mensaje para quedar. Desde esa noche y luego de nueve
llamadas que no respondí, no he sabido nada de él.
Quizás pasarme por su oficina. Sí, es una idea buena.
Mañana iré a visitarle. Mi celular recibe varias notificaciones
seguidas, un email de la organizadora de bodas dejándome
ver varias fotos para seleccionar los centros de mesa y
pidiendo una lista de mis invitados.
Mi boda planeada por una completa extraña. Envío una
respuesta con varios nombres al azar y elijo lirios blancos.
Otro más, es de un contacto desconocido, se presenta como
Olivia “Asistente del señor Cavalli”, y con este, adjunto un
documento con varias hojas. Imprimo el archivo.
Menú semanal de comida, un cuestionario sobre alergias,
gustos culinarios, si prefiero algún tipo de aromatizante en
especial y algún color favorito.
No respondo, es todo demasiado abrumador. Dejo ese
dispositivo en mi escritorio, mirando mi anillo.
Es mi dueño, no sobreviviré. ¿Cómo hacerlo? Dominic es
un depredador.
El tiempo pasa volando mientras preparo la portada de
Ellen, es sencillo. Un chico despreocupado de cabello negro,
audífonos blancos en sus oídos y las manos dentro de sus
bolsillos, con una fuente en cursivas blancas. Me gusta el
resultado.
—En la recepción alguien pregunta por ti.
Montana dice de mala gana. Abrazo mi abrigo y tomo mis
pertenencias. Debe ser mi chofer, cortesía de mi futuro
esposo.
—Montana... —digo. Ella me mira expectante. Es el tipo
de persona voluble, su humor pasa de un lado a otro con
facilidad.
Algunas veces es amable, brindándome café, otras como
hoy está a la defensiva a mi alrededor.
—¿Sí?
—¿Hice algo para incomodarte?
—Sí —responde sin titubear—. Pero no es tu culpa.
¿Cómo puedo incomodarla en algo y no ser culpable de
ello?
Suspiro demasiado cansado para más drama.
—¡Montana! —exclamo antes de que se marche. 
Ella se gira llena de ira dirigida hacia mi persona.
—Sería la encargada. Tengo más experiencia, me gradué
en Stanford. Tenía la palabra de Hannah y luego llega tu
príncipe, demandando un mejor trato hacia tu persona.
Pidiendo una oficina exclusiva para ti, ¿crees que Hannah
tomaría la licencia tan pronto? Faltaba un mes más, pero tu
hombre anunció que desea su oficina para ti. No entiendo
cómo Landon y Hannah hacen todo lo que ese hombre
exige. Un aumento, un mejor trato hacia ti. ¡Exigió que
dejaras de usar el labial! ¡Un labial! ¿Quién se cree que es?
¿Un dios?
Ella desaparece, empujando a Harry en el proceso.
¿Dominic hizo aquello? ¡Claro que sí! ¡Bastardo, hijo de
puta!
Sin pensarlo, camino hacia la oficina de Landon donde
Hannah está trabajando luego de darme su oficina. Ella
insistió en que debía instalarme para irme acostumbrado a
mi puesto. Tampoco exigió explicaciones al mirar mi enorme
anillo. 
—¡Lo sabías! —grité. La puerta golpea con fuerza la
pared. Mi jefa salta en su lugar sosteniendo su vientre—.
¿Desde cuándo, Hannah?
—Cálmate, Emilie.
—¿Que me calme? —exclamo a nada de perder la cordura
—. Pensé que eras mi amiga, creí sentirme segura en estas
paredes y resultas ser cómplice.
—¿Qué querías que hiciera? ¡Nadie le niega nada!  No
podía impedirlo.
—¿Desde cuándo, Hannah?
—Antes del orfanato. Exigió ser atendido por ti, creí que
era solo un capricho.
—Oh, dioses. Sabes quién es y aun así me enviaste con
él. 
Ella cierra la puerta de la oficina, caigo en la silla llorando.
Es lo único que hago últimamente, lamentarme en
lágrimas hasta cansarme.
—Dominic hace negocios con mi familia, sé quién es. Casi
todos en la ciudad lo saben. Mira, Emilie, en este tiempo te
has ganado mi aprecio, eres una niña inteligente. No puedes
pasártela escuchando música encerrada en libros y llorando.
Quisiera darte una opción, pero Cavalli toma a su antojo y
ahora eres su capricho.
—¿Te amenazó? —susurro. Es mi única esperanza, ella
niega. Hannah siempre tuvo mi carta de libertad. Si tenía
conocimiento de Dominic era la oportunidad de escapar—.
No tienes idea. Va a matarme, violarme y tomarme cuando
lo decida.
—Hazle frente —sugiere secando mis lágrimas.
—Eso solo acelerará mi muerte.
—No entiendes, mi niña. Deja de ser una hoja al viento,
enfréntalo si algo no te gusta. Cavalli está acostumbrado a
hombres y mujeres cumpliendo su orden.
—¿Cómo…?
—Los escuché en el orfanato, Dominic espera eso. Quiere
alguien que le dé lucha, está aburrido. Ponerle cara es tu
única oportunidad, gánate su confianza. Sedúcelo.
—Nos casaremos en unas semanas. 
—Lo sé, han enviado la invitación.
—No lo sabía, una organizadora se ha hecho cargo.
—¿Me harás caso? Puedo llevarte a un diseñador. Cambiar
tu imagen de niña buena por una mujer más fuerte. Déjame
ayudarte, conozco a esos hombres.
—¿Landon? ¿Él es un Made Man?
—No, no exactamente.
—¿Sabes quién soy yo? ¿Realmente?
—No —responde alejando las hebras castañas de mi pelo
—. Quiero quedarme con la chica dulce amante al café. En
este mundo es mejor no saber muchas cosas.
—Debo renunciar, ¿estás bien con ello? 
—Esa no es una solución.
—No puedo seguir trabajando aquí. Usará esto en mi
contra, a ustedes. Sabe que me importas. Ha llegado
exigiendo, gobernando la editorial. ¿Qué sucede si llego
molesta a casa una noche? ¿O si debo viajar por alguna
feria? ¿Y si no le gusta verme con algún escritor? No llevaré
la muerte de nadie en mi conciencia.
—Aquí siempre tendrás una casa, una amiga.
—Gracias. Redactaré mi carta de renuncia.
—¿Prometes tomar mi consejo?
—Lo prometo.
Tomo mis cosas de la oficina en una pequeña caja. No
poseo mucho, mi cubículo anterior era diminuto. Llamo a la
organizadora de bodas, Evie, y ordeno detener cualquier
decisión, pegó un grito al cielo, pero aceptó una cita a
primera hora de la mañana. Tomaré el control, llorar por los
rincones no está dejándome nada.
Esta boda es la única que tendré y será a mi modo y
gusto. Si Cavalli no está de acuerdo, me importa una
mierda. Cargo mi caja hasta la salida donde mi chofer
espera. Retira la caja de mis manos abriendo la puerta
trasera. Entro en la Range negra de cristales polarizados. Mi
vehículo y chofer, ¡ja! Una versión del Padrino de muy mala
calidad, aunque al menos el capo sí es apuesto.
—Llévame con Dominic —ordeno. 
Mi chofer busca mi mirada en el espejo retrovisor.
—Don Cavalli está ocupado, señora. Sus órdenes son
llevarla al ático.
—Mi orden es, llévame con él. No quiero molestar a mi
futuro esposo, podría perder el nervio, ¿verdad? Una
llamada mía no será de su agrado, menos llorando al
teléfono porque mi conductor no cumple órdenes simples.
—Señora —claudica.
—Y no le pongas sobre aviso, quiero darle una sorpresa.
Dominic Cavalli es mi dueño, me quiere convertir en una
reina. Le daré una, endureceré mi caparazón. No más llanto,
no más lamentación. Miro mi vestido, es hora de cambiar
las flores por sangre y fuego.
Es mi mundo ahora, sin una oportunidad para huir de ello.
Nací en Lousiana, la hija de un hombre fuerte. Es hora de
ponerme mi corona y gobernar a Cavalli.
 

CAPÍTULO 14
Emilie
 
Dominic es dueño de una de las cadenas de bancos más
grandes del continente americano. Y estoy atravesando el
último piso de la central en Manhattan.
Es extraño no ver a nadie en un lugar como este, solo se
escuchan unos ruidos de lo que deduzco es su oficina. Miro
mi reflejo en uno de los ventanales, la vista de Manhattan
es increíble. Mi chofer y seguridad intenta pasarme. Agarro
su antebrazo, deteniéndolo. Este enfrentamiento es entre
Dominic y mi persona, no quiero testigos presenciando lo
que Cavalli podría llamar una falta de respeto.
—Quédate aquí, no quiero interrupciones.
—Sí, señora.
No me molesto en llevarle la contraria a su término, es
como seré llamada y deberé acostumbrarme a escucharlo
más seguido. Se escucha un ruido fuerte desde esa zona
que parece ser la oficina. Me encamino hacia el lugar. La
puerta está abierta. No debería solo caminar dentro, lo sé.
Me arrepiento al segundo, cuando veo la escena frente a mí.
La oficina es enorme, la pared de fondo es de cristal
desde el suelo al techo, aun en esta altura se ve un
atardecer espectacular. Un escritorio de madera oscura está
al centro, en este, una cabellera negra es empujada por su
cuello. Una chica está doblada con su culo al aire, detrás,
está mi futuro esposo tomándola como una bestia.
Empujándose en ella como un animal, sigue vestido de la
cintura hacia arriba y sus ojos cerrados. Su mandíbula dura
en un anguloso gesto, sus cejas fruncidas. Ninguno de ellos
está mirándome. Momentáneamente estoy a punto de
gritar, pero las palabras de Hannah calan dentro. Ella sabe
de qué habla, aunque no hizo alusión a ello, sé qué quizás
fue entregada a Landon sin amarlo.
Si ella hizo frente a un made man, yo intentaré hacerlo
también.
Mi nombre es dicho en un gruñido varonil, es solo una
exhalación. Por unos segundos creo me ha visto, pero no es
de ese modo.
La chica continúa recibiendo sin hacer un solo ruido
debajo. Dominic abre los ojos, sus azules mirándome
intensos, impenetrables, observando mi presencia.
Pestañea, no creyendo tenerme delante de sus narices.
Se detiene abriendo la boca y frunce sus cejas. Un tic
aparece en su mentón. La máscara de frialdad adueñándose
de ese rostro capaz de representar la portada masculina en
alguna revista de modelos.
—Continúa —ordeno, ondeando mi mano como si fuera
una petición sin importancia para mí. El Capo de la mafia, el
Don… Dominic Cavalli parece desconcertado. La chica
levanta sus ojos marrones buscando al intruso.
—Em...
—He dicho, continúa.
Mi insolencia merece castigo de muerte, así debería ser
cobrado en su mundo. Yo, una mujer, ordenándole al capo.
Mi padre moriría en este instante si viera o escuchara algo
semejante. Camino al pequeño bar en la izquierda. Está
repleto de licor, me sirvo dos dedos de tequila mirando
sobre mi hombro.
Dominic sigue sin mover un músculo.
—No deberías estar aquí.
—Termina de follarla —repito aburrida.
No es la primera vez que tengo que verme involucrada en
esto. Padre tuvo a más de una de las sirvientas de casa
doblada en algún lugar. No siempre fue tan cuidadoso en
ello. Yo solía huir en aquellos años, hoy no, ahora no.
Dominic retoma sus movimientos, sin apartar sus ojos de
mí.
Bebo de golpe los dos dedos de tequila sirviéndome un
poco más. La chica empieza a gemir más audible, ella es
solo una muñeca. Tomo asiento al frente del escritorio, con
mi vaso de tequila en mano.
Él sigue empujando más duro, advirtiéndome que dentro
de semanas seré yo, recibiéndolo. Debería molestarme,
estar aterrorizada, alarmada, pero no amo a este hombre,
esa es la triste realidad. Termino mi segunda ración de
tequila, mi garganta quemando por el alcohol. Dominic salta
fuera de las piernas de ella. Y eso solo lo hace peor. Se está
viniendo, y yo no puedo apartar la mirada de su miembro.
¡Santa madre del infierno! Chorros de semen blanquecino
caen en la espalda de la mujer, deja caer el codón fuera de
su mano, en la madera. Es deliberado, quiere hacerme
verlo.
Mis ojos vuelven a su rostro, es un infierno de hermoso.
Un dios. Uno lleno de sangre.
—¡Lárgate! —gruñe.
La chica toma su ropa del piso, desesperada, me pongo
de pie al mismo momento que mi prometido guarda su
erección en sus pantalones de lino. Aún sigue duro, ahí. La
pelinegra se tambalea, probablemente adolorida, por su
forma de caminar. La detengo por su antebrazo, mis uñas
clavándose en su carne. No me mira.
—Mírame —exijo, mi voz bajando a la frialdad—. ¿Cuántos
años tienes?
—Dieciocho, señora.
—Estás despedida —murmuro. Siento la imponente figura
de Dominic a mi lado. Ella parpadea, sus ojos avergonzados
—. Ahora, vete.
Sale despavorida, estoy a nada de seguir sus pasos
cuando él me detiene.
—¡No me toques! ¿Cómo follas a esa niña? ¡Podría ser tu
hija!
—Apenas cumpliré treinta, no seas dramática. Además,
me lo has pedido tú.
—¡Pobrecito! —ironizo apartándome.
—¿Estás celosa? —indaga caminando hacia el minibar
tomando una botella de whisky.
—No me hagas reír. Los celos nacen de un sentimiento
romántico hacia la otra persona. Yo te odio, Dominic. Me
importa una mierda a quién follas, ¿fuiste su primero?
¿Dañaste la virtud de esa niña?
Una risa ronca llena la oficina. Está burlándose de mí, de
mis preguntas.
—¿Dañarle la virtud? Su culo y coño están demasiado
abiertos cara mia. Ella no sabe de virtud hace mucho
tiempo. —Toma más líquido—. No todas las mujeres son
como tú. Esto es América, las chicas follan desde los trece,
incluso antes.
—¿Tú lo haces? ¿Follas menores de edad?
—No —resopla con ese tic nervioso en su mandíbula—. No
soy un pedófilo. Estaba de pasantía en la empresa, era su
último día. Provocó las cosas desde semanas atrás y yo
estaba aburrido mirando fotos de mi prometida y excitado,
empujando mi pene en mi mano. Ella solo lanzó su coño al
escritorio, soy hombre, cara. —Encogió sus hombros—. ¿De
verdad no te molesta? ¿Ni un poco?
—Padre follaba a la servidumbre... Ustedes son
asquerosos, ¿hará alguna diferencia si me molesta?
—¿Viste a tu padre follar la servidumbre?
—Sí.
—Vaya, creí que Joseph Greystone era intachable.
—Era un hombre, ninguno es intachable.
—Envió a su hijo tras su meta. Mi padre nunca tuvo ese
deseo para conmigo.
Lo vi tres o cuatro veces, luego de una vez mi madre se
enteró. Ella ordenó a mi padre seguir, como si no estuviera
en la misma habitación. Cuando él terminó, recibió una
bofetada. La servidumbre cambió desde aquella noche,
nunca hubo una sola mujer en la casa. Siempre fueron
hombres desde aquel momento y padre cambió. Se notaba
más enamorado, más real, incluso con nosotros fue
diferente. Ese fue su error, ser más hombre, esposo y padre
desde aquel momento.
—¿Lo viste matar a alguien?
—No, nunca.
Cruza sus brazos sobre su pecho, inclinándose contra la
madera del escritorio. Quería preguntarle tantas cosas, si
tenía algún sueño antes de la mafia, si siempre quiso ser
esto o en alguna vida paralela deseaba algo más.
—¿Siempre quisiste esto, Don? ¿La mafia?
Pestañea mirándome, no logro ver ninguna de sus
emociones.
—¿Qué haces aquí, Emilie? —cuestiona evadiendo mi
pregunta.
—Renuncié a la editorial. Deja de amenazar a Hannah y
Landon.
—Y yo debo hacerlo, porque me lo pides, ¿verdad?
Sus ojos se vuelven dos rendijas pequeñas.
—Lo harás porque me deseas. Me imaginabas a mí,
¿cierto? Yo era la chica sobre su estómago en el escritorio.
Quieres tenerme, este matrimonio no es una conveniencia
de familias, va más allá para ti. ¿Por qué? Aún no lo sé, pero
algo te motiva a casarte conmigo, ¿Vladimir Ivanov? Eso
es… —Golpeo mi frente—. Dijiste que Vladimir me ofreció la
muerte o ser suya. Puedo correr hacia Vladimir, ¿cierto? Y él
me recibirá, seré suya. Esa es su tu debilidad… Yo. Yo lo soy.
—Eres un pedazo de coño más, Emilie. No te creas
importante, he tenido infinidad de mujeres en mi cama,
créeme. Y tú no me importas tanto, solo eres la burla.
¿Entiendes eso? Nuestro compromiso es una jugada contra
Vladimir.
Sus palabras escocieron en mi interior. Duro.
—Ninguna de ellas era yo, el pedazo de coño que llevarás
hasta la iglesia. Estas casándote conmigo, querido. Es claro
que soy mejor a tu infinidad de mujeres. Y no digas que soy
una burla o alguna jugada mafiosa. Fuiste a mi casa con una
bolsa de comida rápida, me besaste como la cura de la
hambruna en el maldito mundo.
 
«Las rosas y el collar son mi forma de cortejarte, eres una
dama. La hamburguesa que está en el piso es mi forma de
decirte; te veo, Emilie. Veo cada pequeño detalle, grabo en
mi memoria cada mínima cosa tuya y nunca fui de ese
modo con nadie antes. No pido disculpas, no digo lo siento.
Nunca. Lo siento, Emilie. Siento ser un imbécil contigo.
Quiero protegerte y mi estilo de vida me lo impide, soy
egoísta… Te deseo para mí y tú no tienes la remota idea de
cuánto eso significa.».
 
—Esas fueron tus palabras antes de Vladimir. Tú me
quieres.
De pie, extiendo mi mejor sonrisa. Vine hasta este lugar
dispuesta a pelear una batalla sin tener ninguna arma para
la guerra. Ahora la tengo, yo soy su debilidad. Su deseo por
mí lo es, me quiere en su cama. El hombre oscuro y cruel
busca llenarme con su polla. Aunque él puede matarme de
un chasquido, no lo hará antes de tenerme. Meterme en su
cama es mi boleto de garantía.
—Soy un monstruo, ellos no aman o desean. Destruyen,
Emilie. Destruyen.
—Sí, sí… Bla, bla, bla —ironizo moviendo mis manos—. Te
diré cómo serán nuestras vidas; la mía, trabajaré en
organizaciones benéficas, crearás una para mí, nuestra
primera ayuda será al orfanato. Me encargaré de ello
mañana mismo —enumero mirando sus ojos y la diversión
en ellos—. Y la boda será en mis términos, a mi gusto. —
Pestañeo coqueta.
—Claro, pequeña, ¿algo más? —Sigue mi juego, divertido.
Rodeando su escritorio, aún con olor a sexo por todas
partes.
—Bueno, la otra noticia —anuncio—. Nos casaremos en
tres meses.
—De ninguna jodida manera.
—Serás mi único matrimonio, merezco algo a mi gusto.
—No tengo tiempo para perderlo en preparativos de
bodas.
—Don... No me quites mi única boda.
—¿No olvidas decir, “por favor”?
—En este mundo es mejor no deber favores.
—Aprendes demasiado rápido, Emilie. No sé si eso es
bueno o malo.
Veo ese conflicto en su mirada. Sus ojos aún fríos y
calculadores me miran, pero también una pequeña parte
suya duda. Me aterra poder leer esas emociones casi
fugaces en él, no debe importarme.
—¿Quieres el orfanato? Lo tienes y todo el recurso
necesario —claudica dejándose caer en su silla de forma
elegante.
Me recuerda a un felino, un león en su trono. Dominando
todo desde estas paredes—. Nos casaremos en el tiempo
pactado, se han enviado las invitaciones.
—Dominic...
—Es un acuerdo justo.
—¿Qué puede conocer de justicia un monstruo como tú?
Estás tomándome contra mi voluntad, obligándome a ser tu
esposa sin ninguna razón de peso. Podrías tener a
cualquiera, ambos sabemos eso.
—Tienes razón, Em... Podría, desafortunadamente para tu
persona. Te quiero a ti.
—Maldito hijo de puta.
Eso solo saca una sonrisa en su arrogante cara.
Bien puede irse al infierno, bastardo de mierda.
—Bien, la fecha sigue igual... Ahora quiero salir de tu
maldita fortaleza. Estar aquí me da náuseas, tú
principalmente.
—Cuida tu jodida boca, pequeña.
—Y tú cuida tu polla, quizás la próxima vez no folles a una
chica pensando en mí. Bastardo de mierda —siseo. Eso
jodidamente lo molesta, pero tengo mucho para decir aún
—. Y dejarás de follar a cualquiera, eres mi prometido.
Merezco respeto.
—Tú no das las órdenes, Emilie.
—¡Me importa una mierda quién da las órdenes! ¡Me
robaste mi vida, mi derecho a elegir mi propio marido! ¡Mi
vida!
—Juegas con mi paciencia, ¿tan difícil es entender a quién
perteneces?
—¡No debería pertenece a nadie salvo a mí misma!
—Una lástima para ti, si tienes algo que reclamar a eso,
corre hacia tu hermano.
—¡No le diste opción! ¡Tú mismo lo dijiste!
Doy un golpe a la silla. Molesta conmigo misma, con la
vida y Dominic por permanecer tan frío.
Su rostro sigue siendo la dureza en persona, como si
hablar de mi vida fuera un tema aburrido, pasado de moda.
Por amor a Cristo, me obliga a casarme con él como si estos
fueran los años de Hitler y aún existiera la esclavitud.
—Todos siempre tienen opción, pudo intentar matarme.
—¿Habría sobrevivido?
—No, estuviera muerto y tú siendo mi esposa de todas
maneras.
—¿Y yo, Don? ¿Tengo alguna opción?
—La muerte —declara inclinándose en su silla, mirando
su perfecta manicura. Aún su camisa es un desastre y su
pelo chocolate una maraña extraña. Sigue siendo
impenetrable. Hablar de mi muerte es un disfrute, puedo
verlo. Un desafío silencioso. Si no deseo ser su esposa,
morir es mi única salida.
—Aunque no eres de ese tipo, rendirse a la primera no te
va. Mírate, estás aquí, hablándome como si estuvieras a mi
nivel. Tus ovarios son más grandes que muchas pollas en las
calles de New York —reconoce con un deje de orgullo,
poniéndose de pie en toda su gloria hasta acorralarme, no
me toca. No lo hace porque se lo pedí minutos antes, saber
esa clase de control sobre Dominic supera mi ira hacia algo
más cálido.
Y me niego a sentirlo.
—Nunca hagas esto delante de mis hombres, Em. No
quiero ser realmente un monstruo contigo, pero si actúas de
esta manera frente a mis hombres o a cualquiera. Tendré
que asesinarte y no será una muerte bonita.
—¿Serías capaz?
—No intentes ponerme a prueba.
—Acaba conmigo, Don. ¡Acaba conmigo ahora!
Sin pensarlo, sujeto su mano envolviéndola en mi cuello.
Él no cambia su expresión aburrida, no deja de mirar mis
ojos y su mano nunca se cierra, jamás obliga sus dedos a
causarme dolor. Solo se queda de piedra, mirándome
volverme su atracción de circo.
La pequeña carnada en su control. Es mi dueño y yo la
mascota de entretenimiento personal, ¿cuánto durará antes
de aburrirse de mí y finalmente terminar mi vida?  Su pulgar
acaricia mi pulso, parece encariñado con esa parte de mi
cuello. Sus ojos se oscurecen varios tonos a un azul cobalto
intenso. Se inclina, tan cerca de mis labios como le es
posible. Respiro su aliento y mi pulso se dispara al cielo.
El miedo cubre las verdaderas emociones, si no fuera
quien soy, diría que estoy atraída de forma sexual hacia
Dominic. Eso no es posible, no debo sentir nada que no sea
repudio al hombre que arrebató mi libertad. Siento, sin
embargo, y mis pechos lo dejan en claro. Maldito cuerpo
traidor.
—No sería un buen marido si acabo contigo ahora, eso
puede esperar a nuestra noche de bodas, ¿no crees?
Después de todo, mi futura esposa merece más que ser
doblada en mi escritorio y follada por el culo como una puta.
—¿A quién quieres engañar? Una puta es lo que soy y
seré para ti.
Sigue demasiado cerca, ¿por qué no se aleja?
—No permitiría a ninguna puta hablarme de la manera en
la cual lo has hecho tú.
Su larga pierna abre las mías, moliendo con ella mi
centro. Cierro los ojos echando la cabeza hacia atrás. Está
manipulándome con mi propio cuerpo. La tela de mi vestido
se ancló en medio creando una fricción con mi ropa interior.
Sus labios curvados en una sonrisa sobre mi mejilla.
No debe tocarme, pero yo misma lo he llevado a tomar mi
cuello. Y ahora no tengo idea qué deseo más, su lejanía o
esta cercanía impuesta. Gracias a las personas inoportunas
no hay decisión a tomar. Alguien se aclara la garganta en la
puerta. Abro mis ojos con horror, mis mejillas llenas de
rubor rojo pasión.
Don por su parte, sonríe, si a una mueca siniestra se le
puede denominar sonrisa. Supongo que su rostro no está
acostumbrado a sonreír de ninguna manera.
Retira la protección de su cuerpo dejando a nuestro
recién invitado tener la imagen completa de mi persona.
Soy un desastre. Mi pelo suelto en ondas salvajes, mi
rostro rojo y mi vestido aún metido entre mis piernas. Trato
de minimizar el daño, sin embargo, Roth Nikov presenció mi
pésimo estado de primera mano.
—Llévala a casa —ordena Don sin mirarme.
—Mi chofer se encuentra abajo —aviso en tono bajo.
No quiero contradecirlo en público, aún no poseo ese
valor, sin contar su amenaza. Roth es uno de sus hombres
después de todo. De alguna manera Don lo llamó o quizás
envió un mensaje.
—Ya no será tu chofer.
 
Empiezo mi camino hasta Roth, quien tiene una mirada
aburrida. Quizás hacer de conductor no es divertido.
Mis ojos curiosos atrapan un vistazo de su camisa blanca.
Roth y Dominic son de esos hombres de traje, aunque Don
parece odiar las corbatas a diferencia de Roth, quien sí las
usa.
Ambos con camisas blancas bajo la americana.
La de Roth está salpicada de sangre y sus nudillos están
en carne viva. Oh, por amor a los dioses del Olimpo. Roth
Nikov acaba de torturar a alguien o en el mejor de los
casos… asesinar.
—¿Por qué? —pregunto aun sabiendo no me agradará ni
un poco la respuesta.
—Desobedeció una de mis órdenes. Si quiero a mi
prometida en casa, ahí espero se encuentre, no en mi
despacho.
—Don... —Jadeo, entendiendo la presencia de Roth aquí
en este lugar—. No le hagas daño, por favor. Solo cumplió
una orden mía.
—Muy tarde, pequeña —dice sentándose en su escritorio
y jugando con una figura de un Buda en oro.
—No.
—Cuando quieras volver a ser insolente, recuerda, di la
orden de asesinar a uno de mis hombres por ti, pequeña. Un
padre, un esposo, un amigo, un soldado leal murió esta
tarde por ti, por contradecir una de mis órdenes. Nadie,
jamás, contradice mis órdenes y eso te incluye a ti.
 

CAPÍTULO 15
Emilie
 
Dominic permaneció alejado, yo recluida en su ático las
pasadas noches. No tenía idea sobre Holden, no porque mi
hermano no intentara estar en contacto. Yo no estuve,
estoy, ni estaré preparada para verlo. Me entregó a un
monstruo sin dudarlo, me dejó en brazos de Dominic sin
ningún refugio. Un hombre capaz de asesinar a uno de sus
propios soldados solo porque obedecieron a una orden dada
por mí. Un hombre quien llega de madrugada a su
apartamento, algunas noches con sangre en su traje, otras
con la sangre en sus manos. Nadie decía nada, pero todos
conocían la naturaleza de Dominic Cavalli. Miré a la chica de
servicio con las sábanas y toallas manchadas de sangre.
Dominic recaía en una rutina, escuchaba cuando llegaba en
las madrugadas, luego todo era silencio por cuatro o cinco
horas. Oía su ducha encendida mientras estaba en la cama,
nuestras habitaciones divididas por unas puertas dobles de
madera oscura. Luego de ello, salía a correr y regresaba dos
horas más tarde, donde volvía a por otra ducha y después
bajaba al primer nivel. Algunas veces sentí su cuerpo en mi
puerta, como si dudara en llamar o entrar, siempre se alejó,
nunca intentó forzar nada entre nosotros.
A las diez u once de la mañana, abandonaba el ático y en
ese momento empezaba mi día. Algunas reuniones con Evie
por los planes de la boda, otras tardes Hannah me
acompañaba. Nuestra inminente y rápida boda salió en los
periódicos, incluso en canales de chismes y farándula. No se
mostró una foto mía, por mi seguridad.
Eso me explicó Don en un corto mensaje.
Valerie desapareció y con ella Dein Jason, ninguno de
ellos respondió mis llamadas. Sospechaba de Dominic…
Milagrosamente, mi única conexión a la vida normal
desapareció y con ella mi contrato de arrendamiento, mis
cosas me fueron entregadas al ático, junto con mi nueva
documentación y domicilio. Don sin duda tenía comprada a
gran parte del país.
—¿Segura sobre la fiesta de soltera?                                 
                 
—Segura. No tengo amigas.
—Aún puedo organizar algo con las chicas —ofrece
Hannah probando uno de los pasteles. Relleno de caramelo
está ganando.
—Las fiestas no son lo mío, suficiente con esta gran boda.
—Todos están hablando, ¿sabes? Ellos creen que estás
embarazada.
—¿Embarazada? Dominic no me toca un pelo  —exclamo
un tanto indignada, no por las razones correctas para
estarlo. Un beso, eso es todo cuanto he recibido de Don. Yo
lo prefiero así, ¿cierto? Porque yo odio a Dominic, ¿verdad?
—El chisme lo inició Katniss Florentino, es hija de un juez
de distrito.
—¿Katniss? ¿Quién es ella para Don?
—Ella decía que se comprometerían, no es la única,
Emilie. Dominic Cavalli es il capi di tutti capi, todas quieren
ser su mujer. Serlo te hace intocable, tener su hijo, el futuro
heredero Cavalli. No tienes idea de cuán poderoso es
Dominic, cuántos hombres tiene en su poder o dinero, ¿dos
millones de dólares en un vestido? Eso es una mínima
fracción de su fortuna.
—Ahora me siento estúpida —confieso.
Dos días atrás, me comporté como una niña mimada y
malcriada, cambié todo a mi gusto, menos la mansión
donde tendría lugar la boda.
 
Hannah estaba a mi lado, emocionada de participar. En
las siguientes horas pasamos tiempo decidiendo todo;
desde los diferentes platos de comida a servir hasta la
bebida. Champagne Moët & Chandon Brut Impérial. Estaba
gastando dinero, desperdiciándolo.
Quería molestarlo a rabiar, nada de ello funcionó. Cambié
mi táctica un poco. Lencería, lo mejor de Victoria’s Secret,
Agent Provocateur y La Perla. Pequeños trajes de ropa
interior, encaje, seda y más encaje. De todas las formas y
tamaños enviados a su oficina, luego seguí cada tienda de
diseñador; Prada, Burberry, Gianvito Rossi, Saint Laurent,
Chanel, Louis Vuitton, Dolce & Gabbana, Balenciaga y cada
tienda de lujo en la Quinta Ave y el Soho. Gasté una fortuna
en ropa y nada de eso fue suficiente.
Nada, hasta que apareció la reconocida diseñadora Reem
Acra y mi vestido de novia. En el momento en que había
agotado mis tarjetas y a mi chequera apenas le quedaba
nada. Sonreí cuando mi teléfono vibró con su número.
Hannah estaba temblando de risa a mi lado.
Un vestido de dos millones de dólares cubriendo mi
cuerpo y justo frente a Reem Acra quien viajó desde Líbano
gracias a todos los pagos cortesía de mi prometido.
Respondí la llamada sonriendo, su banco notificó mi
siguiente movimiento.
—Hola, querido —saludo extasiada. Si no aprueba este
vestido, entonces no habrá ninguna boda. 
—¿Te diviertes, pequeña?
Frunzo el ceño ante su estado de ánimo. No se escucha
molesto.
—Mmm, algo.
—Has gastado una pequeña fortuna, lo sabes, ¿no?
—Mi prometido es un “empresario” millonario —exclamo
retomando mi ánimo.
—Billonario —corrige—. Estoy pensando en tu vestido,
¿sabes? Mi polla demasiado ocupada follando mi mano y
ahora me sorprendes con un vestido… Tres semanas. —Casi
saboreé la victoria en mis manos. No pagaría dos millones
por un vestido—. Pásame la diseñadora.
—¿Qué…?
—Dale tu nuevo móvil a Reem Acra.
—Quiere hablar contigo.
Entregué mi nuevo iPhone a Reem, esta respondió en un
italiano fluido. No comprendí una mierda de lo que
hablaban. Acra estaba tomando notas y murmurando al
móvil cada vez más feliz. Ella entregó mi celular luego de
unos minutos, miré la pantalla. Don había colgado.
—¿Qué dijo? —cuestioné asustada de su respuesta.
—Quiere añadir unas joyas de Tiffany  para la liga y un
collar.
Acabo de convertirme en una mujer florero, ¿qué sentido
tiene ir en contra de Dominic? El dinero claramente no es un
problema, ya anuló algunas de mis condiciones, vivir con
Valerie una de ellas y ahora mi propio plan falla. Sin
importar qué, seré la esposa del jefe de la mafia.
—¡Oh, Dios mío! —chilla Hannah feliz—. Está loco por ti,
Emilie. Ningún hombre pagaría tanto dinero por un vestido,
ninguno.
—Obsesionado —afirmo, dejándome caer en la silla detrás
de mí—. ¿Qué haré?
—Casarte.
Dominic no detendría la boda por nada. Sería suya a
menos que me negara delante de todos en la ceremonia. No
haría aquello, ¿o sí?
 
Parpadeo alejando ese recuerdo que quiere salir de mi
mente, Hannah sigue degustando pasteles y mirándome
con cara seria, al parecer ha continuado hablando mientras
mi mente se fue a mi vestido de novia.
—Debes entrar en su cama, Emilie. Quedarte embarazada
de su bebé.
Las náuseas golpean mi estómago.
Acostarme con Dominic no me parece desagradable, Don
es un hombre limpio, apuesto y si verlo follar a esa chica
demostró algo, es que sabe cómo dar placer a una mujer. Lo
otro… un hijo, traer al mundo un heredero para sobrevivir,
es desagradable.  Mis sueños de una familia no son de esta
manera, quiero hijos esperados, amados y no por
obligación. Y en ninguna parte imagino a Don tomando en
brazos a un bebé, en unos brazos manchados de sangre y
muerte. Dominic es hijo de un monstruo ¿cómo sería un
buen padre o uno en absoluto? No, no quiero ninguna
descendencia de Dominic, prefiero morir antes.
—Hannah, ¿puedo preguntar algo?
—Claro, por eso estoy aquí. Quiero ayudarte.
—¿El sexo duele? La primera vez, quiero decir.
Me muerdo el labio, ese que está al natural para Don,
mismo que nunca más ha intentado besar. Evie me envía
una mirada extraña, agradecí ese acuerdo de
confidencialidad. Dominic es precavido, cada persona
involucrada en la boda firmó un acuerdo. Hannah incluida,
me lo había dejado claro. 
—Depende —responde acariciando su vientre—. A
algunos hombres no les importa, otros son delicados.
—Cavalli es una bestia, no puedo imaginarlo siendo
delicado.
Algo bueno de Hannah es no disfrazar la verdad, gira su
rostro mirando fuera del restaurante. Sabe, tan bien como
yo, la clase de hombre que es Cavalli. No puedo esperar
ternura de un roble.
—Mi experiencia no fue buena, él fue un idiota. Solo entró
y me hizo sangrar. Fue una bestia.
—¿Landon?
—No, alguien más. Mi pasado.
—Lo siento.
—Era un underboss[12] de La Orden, yo solo tenía quince…
Landon lo asesinó
—¿Qué? —Jadeo—. ¿Y qué es La Orden? 
—La Orden es la mafia, la famiglia siciliana. Cavalli la
bautizó la noche de su nombramiento como Capo. Los
gemelos Ivanov controlan Mazmorras, no son los jefes de la
mafia rusa, pero tienen poder en California y más aún en
Dominic, esa parte no la sé. No entiendo por qué les
permite vivir. Y lo que escuché luego de tu encuentro con
Vladimir fue a Don enfurecido vociferando en italiano. 
—¿Los gemelos?
—Sí, ellos son dos. Cavalli era gemelo también, se dice
que era inseparable de su hermano, Damon. Su madre huyó
de Gabriel Cavalli y dio a luz en algún lugar de New York,
luego se marchó a Múnich… Desde ese día, ella fue un
fantasma. Las malas lenguas dicen que se convirtió en la
puta de los rusos, otros aseguran que Gabriel la asesinó
frente a los gemelos.
—¿Damon? ¿Qué sucedió con él? 
Hannah se remueve incómoda, apartando la mirada.
—Hannah, por favor. Necesito saber… ayúdame.
—El Capo lo asesinó.
El corazón se me oprime con violencia. Don asesinó a su
propia sangre, su gemelo. Su familia, ¿cómo pretendo
sobrevivir a un monstruo de su nivel? Dominic Cavalli es
claro hijo de su padre, lo recuerdo acariciando mi muñeca
de forma mecánica.  
—Debes entrar en su cama, Emilie. Quedarte embarazada
de su bebé, de ese modo sobrevivirás. Recuerda… si eres la
madre de su hijo, no pensará en asesinarte. Confía en mí,
necesitas entrar en su lecho y preñarte de su futuro
heredero. Sé qué es horrible, pero esto es la mafia, nena.
Los hombres no aman, ellos nos toman y desechan. Si
tienes a su hijo, si te vuelves indispensable serás
intocable… Es la única manera.
—Tú y Landon… —Callo, decir mis pensamientos en
palabra duelen.
—¿Soy una incubadora? Sí, Emilie. Es lo que soy, él quería
un hijo y mi padre necesitaba limpiar mi nombre. Fui
entregada a Landon luego de ser abusada por una bestia.
Se lo debía, él me liberó y no tuve ninguna negación al
matrimonio aun sabiendo que Landon no me ama. Él no me
ama, Emilie. Ama a su bebé creciendo en mi vientre… Los
hombres hechos no aman, son calculadores y fríos. Dominic
es igual, la diferencia es que está obsesionado contigo. Esa
es tu arma.
—Una de doble filo, mi principio y fin es la obsesión de
Don.
—Podría pintarte tu nuevo mundo de colores, pero sería
una cruel mentira. La mafia es esto, Emilie, toma de
decisiones frías y calculadas.
—Necesito usar el baño —me excuso levantándome de
nuestra mesa, Evie observa con sospecha desde el fondo
del lugar. Apresuro el paso, tapando mi boca. La repostería
está llena de rostros desconocidos, uno de mis guardias me
mira llevándose el móvil al oído. Se interpone en mi camino,
pero le hago saber que necesito entrar al baño. Tiene que
ver mi cara pálida, gira sobre sus pies dictando algo en
italiano. No debo ser genio para adivinar que está
comunicándole a su Capo.
Empujo la puerta del baño, gracias a los dioses se
encuentra vacío. Me inclino contra la mesada de granito
abriendo el grifo de agua, solo me refresco un poco las
manos y mis mejillas. Gracias a Don, ahora mi vestuario
consta de ropa más adulta y elegante. Atrás quedaron mis
vestidos de flores. En tres semanas seré una Cavalli, peor
aún, seré la esposa del Capo y posiblemente la madre de
sus hijos. De un hombre capaz de asesinar a su propio
hermano.
—¡Sobrevive! —animo a mi reflejo—. Sobreviviste a un
monstruo en el pasado y llevarás a Dominic Cavalli sobre
sus rodillas. ¡Lo harás! —sentencio determinada. Justo en
ese momento alguien toca la puerta, recordándome mi
nuevo estatus. Una esclava de Cavalli.
 

CAPÍTULO 16
Emilie
 
Muerte, sangre y traición. Ese es mi nuevo mundo.
Dominic no tenía a sus padres. Ellos habían fallecido,
primero su madre lo abandonó en el orfanato y luego su
padre asesinado. Cavalli solo tiene la mafia, sus hombres y
Roth Nikov.
Dominic Cavalli es un lobo solitario, por ello lo espío solo
entrar en casa. Esta vez deja caer sus llaves y camina con
esos movimientos felinos hacia el bar sirviéndose licor
ámbar, no estoy lista para su explosión de poder. Un fuerte
estruendo seguido de un grito de frustración, la puerta
principal es abierta por Roth manchado de sangre. Se
detiene en seco, solo mira a Don, guardando una distancia
prudente.
Don acorta los pasos tomando a Nikov del cuello y este
último no mueve un solo músculo, está allí, de pie,
dejándolo apoderarse de su cuerpo, una clara amenaza de
terminar su vida.
—Es mi hermano, Dominic. Raze es mi sangre.
—¡La única razón por la cual vive! ¿Creíste que lo
mataría? ¡Es familia!
—Haz lo que tengas que hacer.
—Asesinarlos no remedia una mierda.
Don finalmente retrocede, dejando la garganta de Roth.
Armándome de un valor inexistente camino fuera del
balcón, saliendo de mi protección hacia el hombre capaz de
matarme sin dudar. Cavalli parpadea mirándome, mientras
Nikov aleja su mirada. Don tiene los nudillos cubiertos de
sangre, destrozados. Claramente acaba de tener algún tipo
de intercambio a mano y según entiendo, ha sido con el
hermano de Nikov.
—Estaba en el balcón, no podía dormir —digo entre neblinas
y sombras del pasado. Mi voz se ha enronquecido de un
aura oscura, de una época de mucho dolor y del temor a
volver a ser víctima de aquello. Es como si un caleidoscopio
de recuerdos apabullantes me sacudiera, todos y cada uno
a la vez. La sangre, el dolor, las heridas, el terror, el miedo,
lo frágil y la basura de vida con ella y cómo terminé en
brazos de un pedófilo. Todo colisiona en un montículo de
rabia en mi pecho.
 —Emilie… —Su voz llamándome, suplicante, ocasiona un
poco de calor en mí, entonces me atrevo a levantar la vista
a sus fanales azules. Tormenta, dolor, rabia, peligro y
desconcierto brillan en ellos.
 —Sube a tu habitación…
 —Estás herido —corto antes de escuchar su orden—. Roth,
¿podrías dejarnos solos? Don claramente necesita
descansar.
Roth, quien difícilmente habla parpadea mirando a Dominic,
buscando la orden directa del jefe de jefes. Este asiente
enviándolo fuera del ático. Dominic intenta acercarse y, yo,
presa del pánico, retrocedo. Sus azuladas tormentas
registran el movimiento. Cavalli es la clase de persona de
detalles, puede estar mirando tus ojos, pero también,
incluso es capaz de absorber cada mínimo detalle a su
alrededor. 
Eso es tan idéntico a Joseph Greystone. Estoy tentada a
avanzar, abrazarlo y decirle que nunca podría temerle, los
recuerdos son más fuertes que las palabras, ellos siempre
han arrancado todo en mi interior.  Son pesadillas vívidas.
Quiero saber, quiero descifrar en mi interior si le temo a
este hombre. Creo que no, solo temo repetir todo lo que ya
he vivido y convertirme en una víctima. Ha sido suficiente
para mí con todo el pasado, ese hombre del bar e incluso la
manipulación de Dein. Como para, ahora, caer en la ira de
Dominic. Supongo que una parte de mí —como siempre,
dividida— sabe que Cavalli nunca me lastimaría, no de ese
modo físico; pero la otra parte, desconfiada, está gritando
que huya, me esconda de cualquier bestia que quiera
dominarme. Retrocede hasta casi llegar a la mesa redonda
con el arreglo de cerezos. Una risa burlona llega, es
antinatural y siniestra. La clase de risa irónica que te pone a
temblar.
 —Lárgate, Emilie. Estoy cansado de ver esa puta mirada en
tus ojos.
Cumplo su orden sin decir una palabra. Llegando a la
escalera escucho otro golpe seco y un gruñido casi animal
me asusta. Debería buscar la seguridad de mi habitación y
tomar distancia, no sé por qué estoy girando en dirección al
gruñido.
Estoy jadeando en busca de aire, mi corazón palpitando
fuera de control, recordándome cómo suelo despertar cada
mañana. Rememorando esa niña aterrada que solía ser…
que soy. Me detengo en seco en cuanto lo veo. Es la imagen
más destructiva que he visto jamás y me abalanzo a él. Mis
manos se entrecruzan en su cintura, mi mejilla derecha
impacta en el centro de sus omóplatos. Sudor lo cubre, su
pecho se estremece con violencia y la pared blanca está
finamente decorada con gotas de un líquido rojo, la mesa de
centro está hecha añicos junto a la escalera y el jarrón roto
en miles de fragmentos. El jarrón se burla de mí, dándome
una clara imagen en lo cual me puedo convertir. 
Una mujer llena de pedazos rotos, una mujer sin alas. 
—¡Dominic! —chillo—. ¡Detente!
Mis uñas se clavan en su piel, mis lágrimas bañan su
espalda y se mezclan en su camisa negra. Cavalli golpea
una vez más la pared y grito más fuerte, entonces un
movimiento brusco de su parte casi me ocasiona salir
directa al piso. Él es mucho más rápido, sus brazos me
tienen en mi lugar. Aturdida no sé si me ha soltado en algún
momento, o si dio una media vuelta entre mis brazos.
Ambos, casi sincronizados, nos soltamos y retrocedemos al
mismo tiempo. Él está jadeando, yo estoy jadeando, ambos
tratando de saber qué ha pasado, ambos tratando de
consolarnos. Su boca se abre y se cierra, sus puños por
igual, su pecho sube y baja rápido con cada nueva
inhalación, luce feroz.
—Lárgate, Emilie. No soporto mirarte.
—Estás herido, déjame limpiar tus heridas.
—¿Ahora quieres cuidar al monstruo? —ironiza.
“Tienes que entrar en su cama”. Las palabras de Hannah
dan vueltas en mi cabeza. Este es el momento indicado…
Don, dejándose ver más humano y frágil.
—Quiero verte, entender… pero es muy complicado.
—Yo te veo, pequeña. Aquí el problema es que  tú no me
ves a mí.
—¿Qué podría mirar dentro de un monstruo como tú?
—Soy un monstruo con mis enemigos, soy cruel e
implacable protegiendo lo que es mío, tú, por ejemplo.
Incluso cuando has decidido ser insolente, sigo siendo
paciente y tolerante, si no logras mirar eso, no comprendo
cómo podríamos sobrevivir este matrimonio.
—¿Paciente y tolerante? ¡Asesinaste a un hombre por
seguir mi orden! ¡Una orden, Don! 
—Esa orden te expuso al peligro, ¿no lo puedes ver? Era
solo uno de mis hombres cuidándote, te llevó a mi oficina
cuando sabía que Vladimir estaba en la ciudad y eres tú su
blanco principal. Ordené regresaras al ático donde estarías
protegida, segura y a salvo. 
—¿Por qué te tomas tantas molestias? Soy una mujer más
del montón, solo úsame. Quita mi virginidad y sigue tu
camino. Es eso lo que deseas después de todo, ¿no? Una
mujer virgen para meter en tu cama. 
—¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Por qué no puedes
ser callada y paciente? —cuestiona tirando su saco al piso.
Está perdiendo esa poca paciencia suya.
—¿Por qué mentir, Don? ¿Por qué hacerme querer a un
hombre que no existe?
—¡Existe! —grita—. ¡Estoy aquí, justo frente a tus narices!
Antes me mirabas con esos grades ojos llenos de emoción,
curiosos y audaces, ¿ahora? Repulsión.
—Don…
—Te mostré partes de mí, Emilie. Quería tener tu respeto,
esa fue la razón principal para no hacer uso de mi poder
sobre ti. Querías citas a comer, flores y romance intenso…
Quiero intentar darte eso, ¿por qué no puedes verlo?
—Es difícil verlo cuando me encadenas a una vida que no
elegí.
—¿Es así como te sientes? ¿Encadenada?
—Una mañana desperté y mi vida era normal, ese mismo
día, un mafioso ruso me condenó a muerte con una estrella
y uno italiano decidió que soy su prometida. Me siento peor
que una basura… Un mueble.
Me quedo mirando el pasillo por unos segundos, luego, mi
vista cae en los pedazos rotos de todo. Soy un inmueble
pasado de un dueño a otro.
—No eres un mueble, Emilie. Tú eres importante para mí,
eres valiosa —musita acortando la distancia que nos separa,
sus dedos toman mi rostro y esta vez no retrocedo a su
toque. Sus ojos azules iluminándose.
—Permíteme demostrarte cuán importante eres. Por
favor, Emilie.
“Por favor”. Don acaba de pedirme algo, no es una orden.
Es un tono bajo y conciliador. Mis murallas flaquean al oír su
voz decir esas dos simples palabras de sus labios, “por
favor”. Él no dice “lo siento o por favor”. No a nadie más.
Intento no pensar en ello y a cambio le pido a Cavalli me
acompañe a su baño por el botiquín. Él me sigue en silencio,
la sangre goteando de sus nudillos lastimados y su
respiración aún agitada. Me gustaría tanto poder leer su
mente y descifrar cada duda que tengo, quiero preguntar
por qué se ha lastimado a sí mismo, por qué ha reaccionado
así, por qué las personas se alejan y quiénes lo hicieron
así. Se sienta obediente, en el retrete y en silencio. Busco
en los cajones su botiquín y algunas toallas. Rocío agua en
la punta de una y lavo mis manos sucias de su sangre,
luego me sitúo entre sus piernas y llevo el paño mojado a
sus mejillas, las cuales tienen gotas de sangre. Mirándolo a
los ojos y con el insoportablemente silencio de por medio, le
limpio, cuando intento con sus manos, él las mueve debajo
del chorro de agua y es ahí cuando su mirada me alcanza.
Su mano derecha viaja a mi cintura y chillo cuando me
carga, sentándome en sus piernas a horcajadas, creo dejar
de respirar al estar en una posición tan íntima. Debería
estar huyendo lejos y en cambio estoy más cerca, cayendo
con él. Completamente a sus pies.
 —Lo siento —susurra con voz aguda, hay una emoción
dentro de ese lo siento que no logro descifrar. Sus manos
envuelven mi pelo en alto y lo sujeta con la goma plástica
de mi muñeca. Paso la toalla por su cuello y la pequeña
barba rasposa. Cierra sus ojos y niega con la cabeza,
dejándola caer sobre mi pecho y es cuando me doy cuenta
de todo.
El reconocimiento me golpea duro... trago saliva mandado
mis miedos a ese rincón oscuro de mi mente. Estoy
semidesnuda con el pijama de dos piezas, en su baño.
—Lo siento tanto —repite. Como mis dedos han estado
deseando tanto, los adentro en sus hebras chocolate, los
muevo masajeando su cuero cabelludo. Dejando fluir tanta
tranquilidad como pueda, sus brazos rodean mi cintura y
una corriente de aire caliente cae en mí.
—¿Qué sucedió abajo? —cuestiono asustada hasta la mierda
de su respuesta. Sus brazos se tensan y su pecho se
estremece—. Puedes confiar en mí, prometo que no me
alejaré. No si tú así lo deseas, voy a escucharte, pero
necesito respuestas... Si quieres hacer funcionar nuestro
matrimonio… esto… nosotros… hay cosas que debes
decirme.
—Roth, mi mano derecha, tiene un hermano. Raze. Él no
respeta mi autoridad y esta noche ha interferido en mis
negocios.
—¿Y has peleado con él?
—Algo de eso, ¿de verdad estás dispuesta a luchar por
nosotros?
—¿Lo estás tú, Dominic?
—Carajo, sí.
Sé que, con mis experiencias previas debería salir
huyendo, lejos, a una gran distancia de donde sea esté
Cavalli, pero también una parte masoquista de mí quiere
quedarse. Una parte de mí desea ayudarlo, una parte de mí
tiene sentimientos encontrados por este hombre. Dominic
quiere intentarlo, salvar una unión aún no concretada. No
podemos vivir un matrimonio odiándonos.
—Debes descansar —sentencia, retirando mechones de
mi rostro. Asiento saliendo de sus piernas, ambos
caminamos a su enorme habitación victoriana. Una cama
king con dosel, sábanas de satén azul oscuro y cortinas
doradas. Una alfombra negra mullida cubre gran parte del
piso. Muebles de madera oscura, a diferencia de mi
habitación, que son en colores pasteles y blancos. Esta
habitación grita oscuridad y erotismo en su máximo nivel.
Don, a mi espalda, empieza a quitar su ropa de forma
organizada. Es metódico y ordenado. Sus músculos se
flexionan con sus movimientos, la espalda y parte de su
torso cubierto de cicatrices de batalla. Es todo un mapa de
líneas, algunas más gruesas, otras débiles. Sus piernas
largas y esbeltas. Un hombre que trabaja su cuerpo. Mis
mejillas se llenan de sangre cuando se percata de mis ojos
observando su escultural físico.
—Puedes tocar, futura esposa.
Su tono pretende ser una broma simple y fugaz. Mis
dedos curiosos quieren hacer eso exactamente; tocar cada
parte de este ser frente a mis ojos. Sin pensar, camino hacia
él, quien se yergue recto y tenso.
Las puntas de mis dedos tocan directo a su pecho, sobre
su corazón, la cicatriz más hermosa y sangrienta que alguna
vez vi. Una flor de lis, reconozco los bordes. Alguien quemó
la flor en su piel, alguien cruelmente lo marcó como un
maldito ganado.
—No quería ser un Made Man, no quería recibir el tatuaje
de la famiglia. Gabriel, mi padre, utilizó un hierro caliente…
Mi hermano puso su cuchillo en mi cuello mientras nuestro
padre marcó la señal.
—¿Cuántos años, Don? ¿Cómo un padre puede lastimar
un hijo de esa manera?
—Eso ya no importa, pequeña —susurra besando la cima
de mi cabeza.
—¿Cuántos años?
—Nueve —gruñe entre dientes. Mis pies se debilitan en el
segundo que una imagen de un niño indefenso de cabellos
chocolates y mirada azul llora en algún piso sucio con su
hermano amenazándolo y su padre clavando un hierro
caliente en su pecho. Marcando su niñez, su pequeña
mente.  Empujando mi cuerpo con gentileza, nos lleva a la
cama, no me resisto, lo dejo cubrirme con las sábanas
mientras no dejo de mirar su pecho marcado, mientras veo
en mi mente cuán oscura fue su infancia. Dominic no es hijo
de su padre, Don es una víctima.
—Tus mejillas están rojas. Ven aquí, pequeña  —ordena,
acomodando su cuerpo y rodeando mis carentes curvas—.
Cierra los ojos.
—¿Por qué?    
—Vamos a dormir. 
—No quiero dormir. 
—Estoy muy cansado.
—¿De qué?  
—De luchar en contra de nosotros. —Me deja sin
respiración—. Ahora duerme.
Hago lo que me pide, preguntándome cómo demonios en
la vida he terminado en esto, en la cama, con un hombre
con sus puños vendados, uno quien claramente tiene un
gran problema de ira contenida, un problema que puede
destruirme, más de lo que ya estoy.
 

CAPÍTULO 17
Emilie
 
Un ruido entre lo molesto y angelical, intenta arrastrarme
fuera de la oscuridad confortable del sueño, un sueño
reparador y necesario. Un peso extra me sostiene pegada a
la dura superficie donde me encuentro, algo casi asfixiante
presiona mi estómago y un calor envolvente que no sale de
mí, me consume de una buena manera. La voz, de quien
sea que habla o canta, se va escuchando cada vez más
fuerte, reconozco la letra más no la voz. To die for... Sam
Smith. En la voz de una chica, otro sonido es añadido a la
lista, ¿mi móvil? ¿Acaso es mi alarma? Intento alargar la
mano a mi mesa de noche, pero algo duro... Demonios.
Toda la muralla de recuerdos me golpea y abro los ojos
sin pestañear. El lugar oscuro me aterra un poco, pero mis
ojos se adaptan rápido a la escasa luz. Me he quedado
dormida en la cama de Cavalli, con él y babeando su pecho.
Intento liberarme del calor, pero sus brazos se tensan más y
me impiden salir de su prisión confortable.
Él murmura algo ininteligible acerca de ser muy
temprano. Tengo las mejillas ardientes del rubor que las
cubre.
—Dominic... —susurro y limpio el hilo de baba cayendo de
mi boca—. Dominic —intento nuevamente.
—Mmm...
Demonios. Pincho su mano en mi cintura con mis dedos
—ya que no tengo uñas— como no parece funcionar pellizco
la piel y él suelta un quejido.
—¡Cristo, mujer! —finge quejarse. Su cuerpo me libera y
se remueve en la cama. Entonces una luz ciega mis ojos y
parpadeó desconcertada. Él está mirándome con una
sonrisa tierna bailando en sus labios.
—Nos quedamos... dormidos —explico, como si no fuera
lo suficientemente obvio.
—Sí, lo supe al escuchar tus ronquidos —dice estrujando
sus ojos con el dorso de su mano.
—¡Yo no ronco! —chillo indignada. Él se carcajea por mi
tono y se sienta de golpe en la cama, riendo—. No le veo la
gracia.
Ríe, ríe por mí y es hermoso.
—No sueltas ronquidos, balbuceas, sin embargo.
—¿Dije algo? —Temo haber dicho algo sin saberlo, peor,
haber tenido una pesadilla.
—No, solo ronroneos de gatita.
—¡Oh, cállate!
—Adorable —repite esa palabra y se estira poniéndose
sobre sus pies—. ¿Quieres permanecer en la cama conmigo
o prefieres tu cama?
—¿Qué? —Jadeo pálida... ¿Está diciendo lo que creo dice?
—¡Cristo! Qué mente enferma tienes, Emilie Greystone.
No lo creía posible. —Simula estar escandalizado.
—¿Qué? ¡No, por supuesto que no!
—¡Oh, sí! Sé lo que estás imaginando —dice riendo y
como si fuera lo más natural del mundo, se inclina a besar
mi frente—. Quiero tu culo fuera de la cama cuando regrese.
Se encamina hasta la puerta de su baño y desaparece por
ella. Suspirando y sin entender un carajo qué estoy
haciendo, cubro mi rostro.
Dormí entre los fuertes y musculosos brazos de Don toda
la noche, desperté a su lado. No tiene sentido, ¿puede Don
tener algo diferente? ¿Un alma que solo yo conozca? Quiero
al hombre dulce, ese que me abraza sin importar nada,
quien admite su deseo de intentar una mejor vida para
nuestro matrimonio, ¿podemos superar las sombras del
pasado? ¿Enfocarnos en un matrimonio funcional? Dominic
no deja de ser el Capo de la mafia siciliana, el hombre lleno
de poder. Tampoco deja de ser un niño de nueve años
siendo maltratado por su padre, la persona encargada de
velar los mejores intereses de su hijo.  En algún punto, la
bruma del sueño me engulle consigo, cuando vuelvo abrir
mis ojos. Don está inclinado sobre su cama, sus nudillos
acariciando mi mejilla. Me siento con cuidado encontrando
una bandeja de metal llena de comida y un lindo ramo de
rosas rosadas. Don se encuentra en uno de sus clásicos
trajes de tres piezas sin corbata, su pelo perfectamente
peinado esta mañana, no esa maraña rebelde, sus ojos, por
el contrario, iluminados.
—Buenos días, prometida —musita sonriendo
ligeramente.
—Buenos días.
—No quería marcharme sin despedirme.
—¿Te vas? 
—Tengo una reunión en Italia dentro de un par de horas y,
si todo sale bien, volveré en tres días a casa. Ordené el
desayuno.
—Gracias por las rosas. 
—De nada, farfalla incatenata.[13] —Besa el dorso de mi
mano. Su acento italiano envolviendo mi mente en una
ráfaga de exquisita y majestuosa nota musical. 
—Llévame contigo a Italia —Escucho mi voz suplicante.
Don detiene su avance en mi mano, levanta su azul mirada
un tanto confundido.
—¿Quieres venir?
—Quiero conocerte y nunca he estado en Italia.
—Son negocios… Si estás a mi lado, terminaré perdiendo
mi paciencia o, en el mejor de los casos, asesinando a mis
hombres.
Alcanzo un vaso de jugo de naranja, Don continúa
mirándome. Juego la carta de mis ojos, lo miro prendida de
su imagen etérea.
—Tienes treinta minutos.
Una sonrisa real toma control de mis labios.
—Acabas de manipularme, eres un infierno de tentación.
Salto con una sonrisa juvenil, corriendo hacia mi propia
habitación. Don tiene una debilidad. Yo, soy su maldito
infierno o su redención, todo depende de cómo ardamos. Si
juntos o por separado.
Soy una mujer práctica a la hora de vestir o maquillarme.
No suelo complicarme, por ello, tengo diez minutos extras
para preparar una pequeña maleta con ayuda de Olivia, la
chica de servicio. Don ama los vestidos, en su mayoría
largos. Si mi vestuario dependió de su buen ojo crítico. Elijo
un vestido largo, blanco y ceñido de tirantes junto a unas
zapatillas de tacón alto, plateadas y dejo mi pelo suelto en
ondas colocando un juego de joyas de Tiffany. Oculto las
bolsas negras bajo mis ojos y evito utilizar labial. Nick, mi
seguridad, se encarga de mi maleta y bolso.
Cavalli está reunido en su oficina vía videollamada con
Roth cuando entro sin anunciarme, aunque Nikov está
recitando una serie de instrucciones en lo que deduzco es
ruso, Don centra su fría mirada en mí, quemando cada
lugar, como siempre hace al mirarme. Corta la llamada y
rodea su escritorio con bastante rapidez.
Sé lo que está a punto de suceder, incluso antes de
escuchar sus palabras y por vez primera lo deseo con una
fuerza aterradora.
—Voy a besarte, ahora —avisa al tiempo que su cuerpo
cubre el mío, su mano derecha siguiendo el contorno de mi
cuello y su pulgar levanta mi barbilla.
—¿Sí? —Jadeo al tener todo su cuerpo cerca, presionando
cada lugar correcto.
Su embriagante olor a naturaleza  y esencia picante me
cautiva, mis dedos se aferran a las solapas de su chaqueta
y ese pelo chocolate cayendo en su frente me distrae un
poco. Quiero pasar mis dedos por su pelo, una vez más.
—¿El gran Cavalli está pidiendo permiso? —ironizo
lamiendo mis labios—. Eres el dueño de New York, puedes
tomar todo, ¿no?
—Eres la excepción a la regla. Y, sí, soy dueño de New
York, soy en cierta manera tu dueño, pero quiero una reina,
no un mueble y las reinas no tienen dueño. —Su nariz
acaricia mi cuello, haciendo que pierda el aire—. La mia
dannata regina[14].
Una de sus manos, la derecha, acaricia mi cintura, la
pequeña curva que tengo y subo la mirada a sus tormentas
azules. Quiero besarlo ahora. «Oh, demonios».
—¿He mencionado cuánto me gusta esto? 
—¿Qué? —pregunto.
Acaricia la línea de mi espalda hasta detenerse cerca de
mi trasero. 
—Tienes dos huecos aquí —susurra en voz baja y cargada
de deseo—. Deberías darme de beber directo de tu espalda.
Mierda. Tengo claras las imágenes en mi cabeza de
Dominic chupando y succionando sobre mis nalgas. 
—¿Vas a dejarme a mi beber coca de aquí? 
Subo mi mano tocando sus abdominales y pecho sobre la
tela de su traje. De repente, el espacio se está reduciendo
mucho y no es por el pánico. 
—No me gustas —subraya. Mi corazón da un vuelco
alterado y todo mi ánimo de juego se evapora—. He estado
jodiendo mucho en mi mente contigo de la manera en la
cual te deseo y pensando en qué demonios me pasa a tu
lado y llegué a la conclusión de que me gustas, me gustas
tanto que, eso... No me gusta.
—Tú tampoco me gustas —claudico sonriendo y con el
corazón latiendo más de lo considerado normal.
  —Me gusta eso —musita delineando mis labios—. Tu
sonrisa. Me gusta cuando soy el responsable de ella... algo
duele, duele de una buena maldita manera.
—Fantástico. —Jadeo mirando sus labios y tirando de su
chaqueta. «No digas cosas como esas, Dominic».
—Bésame, Don. Besa a tu reina.
—Carajo, sí.
Entonces sus labios están arremetiendo contra los míos,
posesivos, feroces y con experiencias. Saben a fresas y
canela. Chillo cuando sus manos me alzan y rodeo su
cintura con mis extremidades, mis manos viajan a su cuello
aferrándome tanto como soy capaz, la tela del vestido sube
por mis piernas arremolinándose en mi cintura.
Don vuelca todo su poder en mi boca, sus labios siendo
demandantes, no hay nada sutil o precavido. Es el león
rugiendo su dominio.
Soy su agua de manantial en pleno desierto, su cura y,
desgraciadamente, su condena.
«Debes entrar en su cama. La mafia es fría y cruel».
Don retrocede, respirando agitado. Sin atreverse a mirar
mi rostro, arregla mi vestido con sus manos grandes y
fuertes. Sus labios hinchados y su pelo ahora un desorden
incorregible. No dice una palabra, pero ambos sabemos que
acaba de perder una vez más el control justo delante de mí.
Algo parece no ser de su agrado. Lo sigo en silencio,
escuchando la despedida de Olivia y Nick.
Dominic no espera por mí, teclea el código de seguridad
en nuestro ascensor con su máscara de dureza. Mis dedos
con vida propia, tocan donde segundos atrás estuvieron sus
labios. Quiero que me bese, deseo que lo haga otra vez.
Más ahora que apareció el frío Cavalli y no tengo una puta
idea de cuánto pueda durar. Suspirando, sonrío como tonta.
«Al demonio, voy a besarte de nuevo Cavalli».
—Si mi boca logra esa sonrisa boba, no imagino qué será
capaz de lograr mi polla.
—Esa boca, Don. Esa sucia boca. Ni hablar de tu mente.
—Sí, mi mente es muy sucia y cada parte te involucra a ti
desnuda en mi cama.
Giro mis ojos sin perder la sonrisa, ¿a qué se debe este
cambio? ¿Las palabras de Hannah o quizás algo más?
¿Que de alguna manera nuestros pasados son parecidos?
Ambos, al parecer, sufrimos en manos de quienes deberían
protegernos.
Dos chiquillos condenados por adultos.
Cavalli tiene una extraña obsesión por los autos, su
estacionamiento privado contiene varios modelos, desde
camionetas a deportivos. Una sonrisa real llega a su rostro
cuando mira un precioso BMW de color negro, mate,
cristales polarizados con un interior en rojo sangre. Él, como
siempre, camina adelante, dejándome atrás. Me hace sentir
como su esclava, como si fuera una especie de sumisa tras
su Amo, sin embargo… no es poder el que juega aquí, es su
ego el que batalla.
Dos dispositivos de seguridad se encuentran detrás de
nosotros, Don se encarga de mi puerta, detalle que
agradezco con una sonrisa discreta.
Rodea el deportivo con esos elegantes movimientos
suyos.
—Usa tus lentes, las revistas de sociales están
empeñadas en una foto tuya.
Coloco los aviadores, ¿cómo puede pensar en mi
seguridad primero?
Él hace lo mismo cubriendo su azul mirada, enciende su
juguete y Play With Fire de Sam Tinnesz irrumpe en el
deportivo.
Don sonríe, una mueca perversa. Estoy segura de que sus
enemigos huyen cuando tienen esa forma siniestra frente a
ellos.
Fuera del edificio, una serie de cámaras intenta tener un
vistazo del interior del vehículo, Dominic es igual de
poderoso conduciendo, una Range Rover va abriendo
camino al frente y otra cuidando nuestras espaldas. La
seguridad dudo que sea algo a lo cual llegue
acostumbrarme. No, dado que mi vida era simple antes de
todo esto.
—¿Cómo te gusta tu café?
—¿Eh? —replico perdida en su pregunta.
—Tu café, ¿cómo te gusta?
—Negro, dulce, ¿el tuyo?
—Negro, sin azúcar.
—Un vaso de leche y caramelo en la madrugada y no
comes en casa.
—No lo olvidaste —elogia sorprendido.
—No olvido nada de lo que dices, Don.
Eso envía una clase de serenidad a sus facciones y hace
el primer movimiento que se me antoja romántico. Su fuerte
mano en unión con la mía sobre mis piernas, luego de un
corto beso en mis nudillos.
—Voy a decir algo tonto, luego vas a olvidarlo, ¿de
acuerdo? —interrumpe el silencio que empezaba a
establecerse.
—¿Siempre tendré que olvidar todo? 
—Las cosas que no debo decirte, sí.
—Bien —murmuro no tan complacida. 
—Si creyera en el amor... Tú serías la perfecta excusa
para enamorarme.
Mierda. Cosas como esas, no se olvidan por más que te lo
pidan o intentes borrarlas de tu mente. Debería recordarle a
Dominic Cavalli que las mujeres nos enamoramos por las
dulces palabras en nuestros oídos, empieza así:
enamorando oído, mente, alma y corazón. 
    —Y tú la mía.
Y desearía que no fuera así por vez primera.
Aunque Don haya sufrido en su niñez, eso no quita que
siga siendo un monstruo. Entrar en su cama, esa es la única
meta. Sin emociones, sin sentimientos. Una transacción
simple, mi cuerpo a cambio de protección.
 

~♠~
 
Llegar al aeropuerto privado nos toma menos de veinte
minutos, gracias a su poder sobre New York no debemos
hacer ningún tipo de papeleo y encuentro absurdo cómo se
le permite la entrada directa al galpón privado donde está
un jet esperándonos, al descender del automóvil, encuentro
aún más indignante enterarme que, aunque no estoy
oficialmente casada con Dominic, su apellido figura en mi
pasaporte.
Emilie Cavalli, Emilie jodida Cavalli, ¡¿cómo se atreve?!
Dominic, de alguna manera, se percata de mi molestia y
sus ojos fríos forman dagas casi suplicantes cuando el piloto
de la aeronave se acerca a nosotros para relatar nuestro
plan de vuelo. Invocando los dioses del más allá, respiro y
ejerzo presión en el pequeño libro en mis manos. Cavalli,
¿eso soy? ¿Eso seré?
La mujer de… Nunca un nombre propio. Me rio
internamente, ni siquiera trabajo. Perdí mi identidad desde
el momento en que pasé a ser propiedad de este hombre. 
Quiero trabajar en servicio social, ayudar niños
abandonados y abusados, quiero marcar una diferencia, una
que no lograré entre hojas de libros, en historias de
romance. Sí, la literatura es una de mis más grandes
pasiones, pero los niños, ellos… Vuelvo a darme cuenta de
que tengo mis uñas clavadas en mi muñeca. Don, un
hombre hábil y muy capaz de gobernar el mundo se percata
de ello. Sus ojos se entrecierran e inmediatamente suelto mi
mano, tratando de mirar a cualquier lugar excepto esos ojos
que me descifran de forma eficaz. En ese segundo, otra
camioneta se nos une y Roth Nikov baja de ella.
—Llegas tarde —sisea Dominic hacia él.
—Buenos días, Don —ironiza el ruso, con una inclinación
de cabeza hacia mí, saluda—. Señora Cavalli, un placer
tenerla a bordo.
—Emilie, solo Emilie. No soy la señora Cavalli, aún.
—¿Raze tardará demasiado?  —cuestiona Don escribiendo
un mensaje en su móvil, distraído sisea algo en voz baja
alejándose de nosotros.
Observo a Nikov… Ha cambiado un poco, pero es él, debe
serlo. Roth, sintiendo mis ojos en su persona entrecierra los
suyos, negros, oscuros y un tanto maliciosos. Roth Nikov no
habla y si llegas a analizarlo mejor, puedes mirar cómo
siempre vigila los pasos de Dominic, controla todo, parece
como si de alguna manera estuviera esperando cualquier
tipo de amenaza.  Sostengo su mirada sin un ápice de
vacilación.
«No vas a intimidarme».
—¿Cuándo le dirás que me conoces? —interrogo lanzando
un pequeño anzuelo.
—¿Los años no te enseñaron a ser precavida?
—¿Los cuales he vivido gracias a ti?
Una sonrisa burlona se extiende en mis labios. Ahora lo
sé, Roth Nikov es “Roqui”, apodado “El carnicero” gracias a
su acostumbrada forma de matar a los enemigos de la
famiglia.
Intenta alejarse, siguiendo los pasos de Don, pero soy
mucho más rápida moviéndome al frente, deteniéndolo. Es
un hombre enorme, quien bien podría pasar de largo,
empujar mi cuerpo y seguir su camino.
No lo hace. Roth por algún motivo oculto, me respeta,
¿por qué?
—Cierra tu puta boca, Greystone. Agradece que salvara
tu vida dos veces.
—Tú… tú eres quien me entregó a Don, ¡a ese monstruo!
—¿Monstruo? ¿Crees que Don es un monstruo? No me
hagas reír, Greystone. Ser su mujer es lo mejor que puede
pasarte.
—Sabes lo que Gabriel nos hizo…
—Y por ello, por salvar mi vida esa noche estás aquí,
junto a Don, ¿crees que Vladimir es mejor? ¿Por un segundo
has considerado eso? Don es un maldito animal, pero nunca
te tomará sin tu consentimiento, jamás levantará su mano
para lastimarte y eso es más de lo que puedo decir sobre
Vladimir. Te di una oportunidad de vivir, aprovéchala y,
Emilie, si fuera tú olvidaría que alguna vez en el pasado nos
conocimos o que esta conversación sucedió.
Y así, sin más… antes de abrir mi boca, Roth Nikov se
aleja.
Vuelvo a mirar a mi prometido quien ahora se encuentra
acompañado por otro hombre. Es alto, y ancho con un porte
parecido al de Roth, es joven. Quizás veinticinco o
veintisiete a lo máximo, su pelo es negro, abundante y
largo, ahora retenido por una cola de caballo. Lo de joven no
me debería importar más, porque desde mi lugar puedo
sentir cuán imponente es vestido de negro. Tiene una
chaqueta de cuero con una calavera en la espalda y unas
letras en rojo "Skull Brothers" y esta tiene un parche con la
palabra "Prez[15]" en ella. Hay otro chico a su espalda, se ve
igual de violento y aterrador, usa la misma chaqueta.
Dominic está a su lado, listo para lanzarse por el cuello del
hombre. Finalmente desliza su azul mirada en mí. Camino
hasta donde se encuentran y me detengo en rotundo al
toparme con su compañía, unos ojos acero, fríos,
inexpresivos y diabólicos me miran. Grises, un gris oscuro. 
—Cierra la puta boca —gruñe, Dominic.
Rodeo a Dominic tomando su mano, él me envuelve al
instante.
—¿Todo bien? 
—Él es Raze. Tu nueva seguridad —informa en completa
tensión a mi lado sin responder mi pregunta. No puedo
evitar pegarme más a Don cuando los labios del recién
llegado se curvan burlones. Entonces, y solo entonces, deja
de observarme para enfocarse en Cavalli. 
—Es bonita, sí —comenta—. Solo que no comprendo.
—No lo hagas, Raze. No jodas mi paciencia —sisea.
—¿Qué tienes de especial, Emilie? 
Me sorprende que sepa mi nombre, aunque no lo
demuestro mientras respondo. Claramente Don ha decidido
confiar en este tipo, el mismo que si mal no recuerdo,
anoche lo hizo perder el control. Quien al igual que Don
tiene sus nudillos magullados y además su postura es
ligeramente inclinada, ¿ellos tuvieron algún tipo de pelea
anoche?
—Nada, ya sabes, las rubias somos huecas y tontas. 
—Apuesto mi polla al Hades que tú eres la excepción.
—No si te la meto por el culo primero.
—¿Por la rubia, hermano? ¿Por la misma rubia que
Vladimir se muere por meterle la polla? ¿Por quién perdiste
tu mierda anoche?
Jadeo. No conozco a este chico, pero él parece saber
mucho sobre mí.
—¡Retira eso! —el siseo amenazante de Dominic me pone
a temblar, pero no al chico nuevo—. Perdí mi mierda anoche
porque mataste cuatro hombres y dejaste sus cuerpos en mi
ciudad, algo que no soporto.
—Limpié tu ciudad de cuatro violadores, demándame.
—Soy tu Capo, empieza a mostrarme respeto, ¡carajo!
—Respeto es lo único nos mantiene respirando el mismo
aire, Don —dice girándose hacia el jet. Las partes
maleducadas vienen de sangre, supongo. El otro chico, de
nombre Byron, se presenta ofreciendo una disculpa a
Dominic, mirando al hermano ruso subir al avión privado y
luego se marcha en una moto. Yo, quien me encuentro con
el estómago revuelto, casi me vomito sobre mí misma
sintiendo el único vaso de jugo de naranja que tomé esta
mañana volverse ácido.
—¿Te encuentras bien? Mierda, estás pálida.
—Estoy bien, solo… ¡dioses!
—No debo hablar sobre eso delante de ti. Disculpa.
—Yo soy quien tiene que acostumbrarse, supongo…
¿pensé que nunca te disculpas con nadie?
—Eres mi prometida, Em. —Apacigua estrechando mi
antebrazo de forma tierna—. Subamos al jet, presiento será
un vuelo demasiado largo y debes desayunar algo.
 
 

CAPÍTULO 18
Emilie
 
Don juega con un vaso, sus largos dedos moviendo algún
tipo de licor, yo, como la mujer más pervertida, estoy
imaginando esos dedos en algunas partes de mi cuerpo, ¿es
por nuestro beso de esta mañana? ¿Por compartir la cama
anoche? ¿Por el consejo de Hannah? ¿Qué está
sucediéndome?
Finalmente lleva la bebida a sus labios, inclinando la
cabeza hacia atrás y tomando todo de un solo trago.
—Disimula un poco, rubia —bromea mi nueva seguridad,
Raze, como lo ha presentado Don. Mis mejillas se colorean
apartando la vista de Cavalli y centrándola en Raze. Es
intimidante a morir, aparte de ser hermano de Roth, algo
que no sé poner en palabras lo hace diferente… vacío.
Es el tipo de persona que no le teme a nada.
Dominic es duro e implacable, Roth callado y calculador;
pero Raze es una mezcla de dinamita y arrogancia.
—¿No deberías estar con el servicio?
—No soy un empleado de Don.
—Si no eres su empleado, ¿quién eres?
Raze observa a Don hablando en ruso con Roth, mientras
ambos analizan unas gráficas en una laptop. Puedo apreciar
el descontento de Dominic, Roth por otra parte, en calma y
lleno de serenidad va mostrándole.
—El hombre que no tiene nada para perder, ese soy —
expone Raze alejándome de mi análisis hacia los demás.
—Sigo sin comprender.
—Si alguien intenta lastimarte y Roth debe elegir entre
Don y tú… Don gana, ¿ahora comprendes? En cambio, si es
mi elección, tú vives.
—¿No tienes novia?
—Las mujeres no son lo mío.
—¿Eres gay? —resuelvo sorprendida.
Raze es guapo, joder no. Entre ellos tres son un combo
sublevando hormonas, sin contar a ese otro chico Byron con
quien Raze llegó.
Un pelirrojo de ojazos azules ¿de dónde salen estos
hombres? Y a pesar de ser todos endiabladamente guapos,
de alguna manera solo Dominic Cavalli me atrae. Incluso
Vladimir tiene cierto encanto, esa oscuridad llamándote.
—Anoche follé un coño, ¿eso cuenta como ser hetero?
—Si era de una mujer, sí, supongo —respondo
encogiéndome de hombros. Don quien parece estar
escuchando todo, se carcajea, suelta esa risa ronca e
incluso Roth trata de disimular la suya tosiendo. Raze
entrecierra sus ojos.
—Váyanse a la mierda.
El vuelo es largo y agobiante, ellos no dejan de hablar en
ruso, Raze contradiciendo a su hermano, aunque no los
entiendo, sé que hablan sobre negocios. Don se cambia de
lugar, sentándose frente a mí en la comida del avión, al
parecer cansado de las discusiones de los hermanos.
No hablamos, pero siento constantemente su mirada en
mi persona.
El avión privado aterriza en Italia entradas las tres de la
madrugada, el clima es caliente y húmedo, pero la vista es
preciosa. Un cielo lleno de estrellas, luces de las pequeñas e
intricadas edificaciones, calles de piedras medievales y un
aire puro, con cierto olor a sal.
Hacemos un recorrido de una hora en camioneta hasta
una villa apartada de la civilización, al menos diez o quince
hombres custodian la puerta principal con armas visibles,
ellos dejan pasar los tres Jeeps negros de cristales
polarizados sin preguntar nada.
—Por los dioses… —resoplo pegándome al cristal.
Nací en Lousiana, en un pequeño pueblo donde se
criaban caballos, luego, años más tarde, vivimos en Los
Ángeles en una localidad de famosos, donde era común
pasear perros del tamaño de una rata en el vecindario y
finalmente, una noche pasé a ser una chica en New York,
donde conducir es un asco pero que de alguna manera me
hizo sentir en casa.
La Gran Manzana es un nuevo comienzo en mi vida, pero
esto, este lugar es mágico.
Palmeras en ambos laterales, pequeñas luces blancas
empotradas en la tierra iluminan el camino, al final de este,
una fuente y detrás, lo que a mi parecer se asemeja más a
un castillo, es como ser trasportada a un cuento de ensueño
en la era medieval. La fachada de piedra, dos torres
redondas y una escalinata igual en adobe como la torre más
alta, ambos lados de la escalinata adornados de flores
blancas. Sé que no es un castillo en sí, es una villa, pero no
puedo dejar de mirarlo de ese modo.
Los Jeeps se detienen frente a una pareja de señores
entrados en edad, Don, sin tener la intención de ser un
caballero baja del vehículo primero y me deja atrás. Debería
acostumbrarme a esas pequeñas cosas, no puede ser un
caballero delante de sus hombres, no debe mostrarse débil
y a mí no me tendría que importar cómo lo hace.
Raze es quien abre mi puerta y me ayuda a descender del
vehículo, Dominic está siendo recibido junto a Roth cuando
llegamos a su lado.
La señora, quien asumo es la esposa del cuidador de la
villa, abre la boca, está a punto de decir algo cuando todos
escuchamos una voz chillona desde el interior de la casa,
casi en sincronía alzamos la mirada.
Me quedo de piedra, igual que la hermosa rubia que me
devuelve la mirada. Una mujer demasiado hermosa. En
definitiva, no esperaba verme aquí, sus ojos asustados van
hacia mi prometido quien tiene esa máscara fría una vez
más, ¿quién es ella?
El cerebro siempre vive dándote estas advertencias
reales, pero el corazón siempre hace lo que desea, muy por
encima de lo que la mente ordena. Porque no tengo otra
explicación más lógica, desde el momento que mis ojos se
posaron en Dominic Cavalli supe que debía marcharme,
desde ese momento lo sentí. Él dejaría una huella ardiente
en mi piel, la clase de huella que no deja cicatriz, pero sí
heridas profundas. No he querido hacer caso cada vez que
viene ese reclamo a mi mente. Y ahora no sé, nuevamente,
si debería huir o simplemente quedarme viendo a la rubia
quien ha salido de esa casa de una manera muy familiar. Me
intimida su porte, la forma sofisticada de mover su cadera,
lo increíblemente hermosa que es, con su pelo tan rubio que
luce gris y sus ojos tan profundos.
¿Quién es ella y qué hace aquí? ¿Quién es en la vida de
Don? ¿Por qué demonios a mí me importa? Lo encontré
follando días atrás, pero nada importó en ese momento, no
hubo ardor ni herida. Ahora es diferente, tengo una ligera
picadura, porque anoche él me mostró otra parte suya, creí
en ella. Me dije a mí misma que quizás muy en el fondo
sería importante de alguna retorcida manera. No lo soy,
simplemente sigo siendo un cuerpo virgen para Dominic,
soy un medio para un fin.
—¿Qué haces aquí? —ruge él.
—Querías tenerme aquí —murmura con voz angelical y
dulce. Una voz tan suave que me provoca arcadas.
—¿No me presentas a tu amiga, Don?  —pregunto
casualmente.
—Katniss, ve a la oficina —sisea hacia la chica, sin
detenerse a responder mi pregunta. Katniss, Katniss
Florentino. Esa, quien se dice es la amante de mi prometido,
quien ha iniciado un posible rumor de mí estando
embarazada. Ella, esa Katniss, hija de un prestigioso juez.
—Quiero regresar a New York —musito en voz baja, solo
Raze que se encuentra a mi lado, escucha. Sus dedos se
clavan en mi antebrazo lastimándome. No de forma
agresiva, al percatarse de mi encogimiento me suelta.
«¿Qué mierda fue eso?».
—Eres una Cavalli ahora —aconseja en voz baja—. Entra a
esa casa y busca la forma de hacerle pagar a tu hombre
esta humillación, pero no dejes a nadie saber cuánto acaba
de afectarte.
Quiero llorar, gritar, pegarle a Don, aunque eso signifique
mi muerte. No hago ninguna de las anteriores, solo miro
esos ojos grises de Raze y afirmo. Soy una Cavalli, y ellos no
lloran… Ellos gobiernan.
Miro a la tal Katniss y me doy cuenta por su minivestido
rojo, que parece una prostituta. Solo la he visto una vez,
una que ha sido suficiente para saber que no me agrada, no
debo confiar en ella cerca de Dominic en ningún lugar. La
forma en la cual ha subido de más su vestido la hace vulgar
y barata. Don, en cambio, es un cínico. Él será mi esposo
toda mi vida, ella no, él puede matarme, ella no… o eso
espero. Alzando mi mentón camino subiendo la escalinata.
Soy consciente de la mirada de todos en mi espalda y
puedo percibir la tensión en Dominic.
—Tienes un minuto para abandonar la villa —escupo en
su dirección. La mujer parpadea confusa—. Un minuto —
repito calmada.
Su mirada se va directo a Don, pidiendo ayuda en
silencio.
—Mírame cuando te hablo —cito las palabras de Dominic,
pega un respingo asustada y ¡demonios!, se siente bien
mirar ese miedo en sus ojos. Teme al Capo y por
consecuencia a mí.
  Mi respiración se torna demasiado irregular y la ira que
nunca he sentido está apoderándose tan rápido de mí, que
me hace hervir y ver negro. No pienso quedarme un
segundo más cerca de él... Ella, aunque me incomoda, no
tiene la culpa. Quien me debe respeto es Cavalli, nosotros
estamos... ¡Dioses! Nosotros, no existe, no somos nada. Soy
su esclava y él mi dueño.
  Sabía que no debía confiar en sus palabras de anoche,
“intentarlo” ¡Pff!
¿Por qué lo hacen? ¿No es más sencillo amar y ser fiel a
una persona que andar follando a todas?
Les encanta, eso es, hacer sufrir a los demás sin
compasión es su pasión. Siento un duro golpe al recordar
sus caricias, las atenciones y cómo me veneró esta mañana.
¿Para qué? ¿Irse a follar con esa?
¡No tiene escrúpulos! ¿Qué esperaba? Es el jefe de la
mafia.
—Sácala de la villa, Dominic. Ahora. —Es mi última
palabra antes de entrar en la estancia, seguida de Raze.
Escucho las órdenes en italiano y la voz de la chica
suplicando algo, pero sigo caminando sin ningún rumbo
dentro de la construcción, sin prestar atención a los
detalles, solo camino hasta atravesar un comedor de al
menos treinta sillas, finalmente llego a una terraza abierta
donde me curvo sobre mí misma, llena de ira y frustración.
Escucho sus pasos apresurados. Entrará en cualquier
momento, intento ser más rápida y salir, pero sus manos
rodean mi cintura y me carga al hombro, le pego en la
espalda con mi mundo de cabeza. Se echa a caminar sin
importarle mis gritos o golpes, sube al segundo nivel y
entramos a una habitación. Entonces tira mi cuerpo contra
la cama, demasiado rápido se encuentra sobre mí y le pego
un puñetazo o el intento de uno, solo quiero lastimarlo, al
hacerlo toma mis manos sobre mi cabeza, ambas con
fuerza.
—¡Suéltame! —gruño pataleando debajo de su cuerpo—.
¡No tienes ningún maldito derecho a hacerme esto! ¡Quiero
irme!
—Emilie —suplica clavándome las yemas de sus dedos en
la piel de mis muñecas. Veo todo rojo, solo quiero continuar
pegándole, pero por más que intento moverme para salir de
su prisión no lo logro. Grito tanto que me arde la garganta,
lo maldigo, digo cosas horrendas cegada por la ira. 
El pelo se me pega en la frente por el sudor, mi vientre se
estremece con cada intento de respiración agitada y mi
corazón parece estar hecho añicos. Paso de decir hirientes
frases a las lágrimas, luego a unos sollozos interminables.
Dominic permanece sobre mí con los ojos cerrados y
ocasionalmente bajando su cabeza al interior de mi cuello,
evitando así verme, invocando alguna clase de paciencia
extra. No sé cuánto tiempo duro gritando, calmando mi
rabia. Me parece que duramos horas en silencio, antes de
que ninguno de los dos diga nada. Sigo sin respirar
regularmente, mi ira va menguando mientras el tiempo
transcurre. Al final, dejo de luchar contra la gran montaña
de músculos sobre mí.
—Suéltame —susurro y me arde la garganta.
—¿Quieres hacer el favor de tranquilizarte? Te has
lastimado la garganta.
—¡Tu culpa! —le grito. Finalmente deja su escondite en el
arco de mi cuello. Sus ojos son ahora llamas azules como si
mi actitud lo cabreara. Tiene la mejilla roja del golpe que le
di. Oh, Dios mío. He golpeado al jefe de la mafia—. ¿Cómo
puedes hacer algo así? ¡La enviaste aquí para follar con ella,
mientras yo estaría en New York siendo tu estúpida
prometida!
No sé si mis palabras lo han desconcertado o quizás se
cansó de tener mi cuerpo prisionero.
Me suelta y se pone de pie pasando su mano más veces
de las que puedo contar por su pelo. Aprovecho para
levantarme y retirar el cabello pegado de mi frente.
—¿Has follado aquí, con ella?
—No —duda al decirlo. Miente.
—Entonces, ¿por qué?
—Se preocupa por mí, supongo. Nos conocemos hace
demasiado tiempo —dice empezando a quitarse su
chaqueta.
—Con quien, además, follas por demasiado tiempo. Ve,
¡búscala! Ella puede ser tu juguetito, pero yo no, Dominic.
—Emilie, estoy realmente cansado para esto, mi poca
paciencia agotada.
—¡Me importa una mierda! —vocifero acercándome y
pegándole en el pecho. Dominic cierra los ojos y respira
profundo, luego se aleja hacia el baño—. No vas a dejarme
hablando sola.
—Emilie...
—¡Emilie, nada! Esto no tiene excusa que valga. Ella ha
venido hasta aquí porque quería follar contigo.
—¡¿Y es mi culpa?! —grita. Sus músculos están tensos y
muy marcados en toda su espalda, pero el grito que acaba
de darme me asusta más.
—¡Lo es! —exclamo siguiéndolo al baño—. Soy tu
prometida, en tres semanas tu esposa, ¡no puedes seguir
follando a medio mundo! ¡Maldición, Don!
—Soy il capi di tutti capi, ¡puedo hacer lo que me plazca!
Me quedo de pie mirándolo. Quiero decir que está
arrepentido de lo que acaba de decir, pero no es el caso.
Solo estamos viéndonos, desafiándonos. Tomo una gran
bocanada de aire para liberar el dolor en mi pecho, mis ojos
se encuentran empañados en lágrimas que no derramo.
No soporto más, se acabó. Es todo.
No me importa si esta es mi última noche con vida, ya
nada me importa, no tengo nada que perder.
—Cierto, eres el Capo. —Giro sobre mis pies para
alejarme, si Cavalli sabe causarme daño yo también sé
hacerlo. Lo miro sobre mi hombro antes de salir
completamente del aseo—. No somos exclusivos, Don, y a la
menor oportunidad voy a correr hacia Vladimir, le abriré mis
piernas y rogaré que me folle como una maldita bestia solo
para vengarme de ti.
Cierro la puerta a mi espalda escuchando cómo golpea
algo, seguro la pared. No me vuelvo, solo avanzo, quiero
llorar mientras me obligo a no hacerlo. La puerta del baño
se abre con un fuerte golpe.
—Emilie, no hagas esto.
—¿Hacer qué, Don? ¿Amarme? ¿No perder más mi
dignidad por ti? —enumero—. Esto sería muy fácil para ti.
Ella sería más que feliz con ser tu prometida, saltaría al
vacío cuando lo pidas. Yo no pienso hacerlo.
—Katniss es solo una follada más… no importa.
—¿Te acostaste con ella?
—Una vez, solo una vez y no significó nada —explica
rápidamente y de forma atropellada—. No hablé con ella de
nada, no hubo abrazos, ni sentí la necesidad de mirarla
dormida o quererla encadenar conmigo para que nadie la
dañara y mucho menos esperé que despertara junto a mí.
Salí de la cama y me comporté como un cretino. Fue antes
de conocerte, de que cambiaras todas mis ideas sobre el
mundo que quería vivir. Desde que me sorprendiste en la
oficina no he follado a ninguna mujer… Katniss conocía mi
viaje, solo malinterpretó mis palabras en New York.
—¿Cuáles palabras?
—Escuché unas conversaciones, algunas mujeres en
nuestro círculo hablan de ti. Sobre nuestra boda
apresurada… No eres italiana, no conoces nuestras
tradiciones. Todos piensan que te he dejado embarazada y
por llevar a mi futuro heredero en tu vientre estoy
casándome contigo. Katniss es la responsable del rumor,
solo quería detenerla.
—También escuché el rumor —musito abrazando mi
cuerpo.
—Nunca vuelvas a decir que te irás con Vladimir.
—Solo quiero salir huyendo lejos de ti, Don.
—¡Cállate! —explota llegando a mí con rapidez. Su mano
toma un puñado de mi pelo. Pega nuestros cuerpos con
necesidad. Soy una maldita pervertida, porque toda esta
pelea me tiene ardiendo de deseo.
Y la furia en sus ojos, caliente.
— Eres mía, Emilie. Yo no comparto, no a ti.
—¿Qué quieres de mí, Don?
—Ya lo sabes, pequeña. Te deseo, eso no ha cambiado.
Al verlo y escuchar todo esto, no sé si es por la furia
previa o lo necesitada que me encuentro, le asió del cuello
con demasiada fuerza y, sí, ¡lo beso! Un beso muy diferente
al tímido que una vez inicié, este es uno más rudo. Su
lengua encuentra a la mía demasiado rápido, al igual que
sus manos me cargan contra su cuerpo levantándome del
piso, lo siguiente que siento es cómo quita mi vestido y lo
dejo hacer.
Dejo que me desnude, porque si es deseo lo que siente,
quiero que tome mi cuerpo, que se canse de mí y me deje
ser libre. Quizás si obtiene finalmente aquello anhelado,
calma esta obsesión enfermiza. Para cuando me deposita en
la cama, sus ojos llamean feroces al mirar mi ropa interior,
puedo ver cómo traga en seco y una sonrisa arrogante da
paso en sus labios, pero ninguno dice nada. Ambos
sabemos que no debemos hablar o esto, lo que estamos
haciendo, acabará antes de empezar. Sus dedos entran bajo
mis bragas y tengo que cerrar los ojos, fuerte, cuando
ambos descubrimos la humedad en mí.
Tengo mucha vergüenza, mis mejillas arden y no puedo
mirarlo. Está siendo tan delicado cuando me acaricia que
una lágrima cae, y él se inclina para seguir con los labios
todo el camino que desciende, luego besa mis labios. Sus
dedos haciendo una tortura exquisita, mis uñas clavándose
a su espalda mientras corrientes de adrenalina viajan por
todo mi cuerpo. 
«Lo necesito dentro de mí». El pensamiento me deja
fuera de control, tanto, que abriendo los ojos para que vea
mi seriedad, una de mis manos sostiene su muñeca a la par
que niego un poco.
Está desconcertado con su ceño fruncido. Entonces tomo
su mano y la guio por medio de nuestros cuerpos a mi
rostro, su pulgar acaricia mi labio inferior. El sabor salado de
mi propia excitación en él. Luego muevo mi cadera
restregando nuestras partes.
Está duro, puedo sentirlo incluso con la tela entre
nosotros impidiendo el contacto. Su boca toca la mía en un
beso suave, dulce y lento. Su lengua toquetea mi labio
inferior, succiona y luego lo muerde con lentitud tirando de
él.  Un gemido se desliza fuera de mi garganta mientras
subo un poco hacia él buscando que este beso se
profundice más.
Lo consigo cuando sus manos se enredan en mi cadera y
tira de mí sentándome sobre sus piernas. Mis manos, como
si conocieran el camino, viajan a sus hebras chocolates. Don
empuja su cadera causando fricción con mi parte íntima. Lo
más vergonzoso es que mi propio cuerpo le acompaña en el
movimiento rítmico que hemos adoptado. Gruñe y su lengua
acaricia la mía, poseyendo mi boca, tira de mi pelo
deshaciendo mi desordenado recogido y mis hebras caen
como cascada sobre mi espalda. Estoy quemándome, un
ardor desconocido arrasa en lo más interior de mí. Sus
labios son hambrientos, posesivos y desesperados, mis
manos parecen codiciosas porque tratan de tocar toda la
piel disponible, ¿cómo pasamos de pelear a esto?
—No me temas —suplica en un gruñido.
—No.
Grito cuando nos deja caer en la cama y me coloca bajo
su cuerpo nuevamente. Todo su peso cae sobre mí junto a
sus labios, esos abrasadores labios que me besan el cuello.
—Detenme, Em. Hazlo —implora mientras sus dientes
están raspando mi mentón—. Solo tienes que pedirlo.
—No —gimo. No puedo detenerlo. No quiero. Levanto la
mirada acunando su rostro. Tantos demonios pidiendo
redención en esos tormentosos ojos azules, tantos secretos
gritando por ser liberados, luego está ese niño indefenso y
desprotegido. Ambos estamos rotos, no sé si es lo
adecuado, pero no tengo miedo.  Eso solo confirma cuán
estúpida soy, Don solo me ha maltratado, omitido
información desde la primera palabra dicha, me obliga a un
compromiso no deseado y acaba de dejarme en claro que
solo quiere mi cuerpo.
Se mueve por la cama hasta bajar de ella y literalmente
me arrastra con él, mi culo queda a la orilla y me levanta,
de una forma en la cual solo mis hombros y cabeza se
apoyan en la superficie, lo demás está a su disposición,
como si mi intimidad fuera el plato fuerte en la cena. Besa
la cara interna de mi muslo y jadeo, luego desciende un
poco pasando la punta de su lengua casi exactamente
donde la necesito. Me remuevo impaciente.
—Sei bagnata e scivolosa, mia regina.[16]
¿Qué significa eso? No es como que pueda pensarlo más,
no cuando sus dedos están haciendo a un lado mi ropa
interior o cuando su rostro está tan cerca de mi lugar
prohibido y mucho menos cuando su aliento está pegando
de lleno ahí... Solo necesitó pasar una vez su húmeda
lengua en mi centro para que un grito salga de mis labios.
Entonces, me pega un cachete duro y demanda con voz
ronca que guarde silencio. La lengua es reemplazada por
una succión que me eleva a la décima maravilla del mundo.
Tengo que agarrarme a las sábanas para no gritar de placer
y cierro los ojos con fuerza cuando me muerde. «Dioses...».
Estoy segura que debería estar diciéndole que nadie me
ha tocado de esa manera o tal vez debería clamar su
nombre como una oración. Porque, Cavalli será mi nuevo
Dios... Y soy ruidosa, muy ruidosa cuando tira de mis bragas
y las saca por completo de mi cuerpo, mucho más ruidosa
cuando vuelve a tomar mis caderas y asalta mi monte de
Venus, supongo que ahora soy el postre. Y estoy subiendo,
tan lejos, que me pregunto cuán dolorosa podrá ser la caída,
revoloteo en un mar de sensaciones desesperantes y
abrasadoras, paso de un dolor intenso en mi vientre que
grita por sosiego a un real grito emanando de mis labios,
cuando me dejo ir con espasmos que escapan de mi control.
Me siento avergonzada, completamente asustada de
cuán descarada soy. Estoy dejando que este hombre me
posea sin recato. Mi mente aún nublada por lo recién
descubierto es empujada más cuando él desabrocha mi
sostén. Estoy desnuda, dioses, estoy desnuda frente a este
hombre. Y él luce gloriosamente imponente aun con sus
pantalones de vestir y su camisa.
—Desnúdame.
—Yo...
—Desnúdame —insiste, ofreciéndome su mano, la tomo
para colocarme de pie. Mis manos tiemblan cuando las llevo
a su camisa gris e intento quitar cada botón más rápido que
el anterior. Su torso es mi única visión, entonces empujo la
tela fuera de sus hombros y veo cómo se flexionan cada uno
de sus músculos. Así, descalza y desnuda, frente a este
espécimen creado en algún santuario para adoración. «¿Soy
yo pensando así?».
—Pantalones.
—Tus zapatos —pronuncio con la boca seca.
Se los quita sin dejar de observarme en el proceso,
parece esperar que huya. Y quiero hacerlo, de verdad
viendo todo esto; estoy sintiendo miedo.
Bajo la cabeza para ubicar su cinturón primero,
quitándolo, luego desabrocho su pantalón, su pene erecto,
grande y grueso no permite que su pantalón resbale. Don
toma mi mentón subiendo mi rostro y plantando un dulce
beso en mis labios.
Lo siento empujar sus pantalones fuera y pelear con ellos,
luego algo medio húmedo y duro pega en mi cintura. ¡Madre
mía! Sus labios se retiran de los míos y la curiosidad es
demasiado grande. Dirijo mi mirada a lo que se presiona en
mi estómago y trago en seco.
Es enorme, eso no podrá entrar en ningún lugar de mi
cuerpo. ¡Es un enorme pene! Vi algunos en alguna que otra
página buscado imágenes sexis y pff, salía un señor nepe a
saludar.  
El recuerdo de cómo tenía a la chica contra su cuerpo,
baila detrás de mis párpados. Ella estaba disfrutando y por
unos segundos yo quise estar en su lugar, en sus brazos.
—¿Quieres tocar a pitufo estrella?
—Estás de broma. ¡¿Acabas de llamarlo pitufo?!
—Tócame o… ¿Estás asustada, bonita?
—Idiota.
—Hermosa.
Jadeo cuando me toma la mano y la lleva a su muy
grueso… pitufo. Dioses, es muy depravado, ¿por qué mierda
lo llama pitufo?
Bajo la mirada nuevamente y encuentro la razón, es de
un color tan intenso... Morado que se mira azul, tiene una
gota de un líquido brillante, la limpio con mi pulgar y
escucho su gruñido.
Entonces dejo salir un grito de sorpresa al mirar algo más
detalladamente, una argolla, tiene una argolla en su pitufo.
El metal brilla debajo de su cabeza y la pregunta de cuán
doloroso pudo ser revolotea en mi mente. Mi atrevido pulgar
acaricia el metal y Don exhala fuerte.
—Tienes una argolla.
Besa mi cuello y deja caer despacio mi cuerpo sobre la
suave superficie, se cierne sobre mí y me tenso, es algo que
me logra superar. No quiero que esto termine, estoy segura
de que todo lo que siento en este momento es correcto ya
que somos adultos que bien pueden seguir con un acto
natural, común y normal como este. Sus labios buscan los
míos, esta vez gruñendo sobre ellos y necesitados, mis
manos torpes, llenas de codicia, tocan toda la piel permitida
y alcanzable. Esta vez soy yo quien busca de él, de su tacto.
El olor que desprende su cuerpo es embriagante,
cautivador. Sin dejar que sus cálidos labios se separen de mi
piel, reparte besos por mi cuello, mandíbula, hombro y
vuelven un camino hasta mi pecho.
—Esto es ridículo. —Su frente se pega en el valle de mis
senos y siento su aliento tibio erizándome—. Estoy
nervioso... —confiesa.
—Yo también —digo llamando su atención, mis dedos se
mezclan con sus hebras chocolates, las muevo de su frente
para mirar sus fanales azules—. Hazme tuya, Don.
 
 

CAPÍTULO 19
Dominic
 
Si fuera un buen hombre, no continuaría con esto… Ella
se me ofrece solo porque es demasiado, empujé sus límites
y la he quebrado. Su fuerza de voluntad ligeramente
desviada. Es fuerte e inquebrantable, pero entre anoche en
New York; donde le permití ver otras partes de quien soy y
esta noche en Italia; donde Katniss ha sido determinante, un
gran factor sorpresa a la causa, Emilie se siente perdida.
Ella, la única mujer capaz de pegarme en la cara en medio
de una pelea, capaz de hacerme frente, ¿acaso es eso lo
que me está volviendo loco? Su rebeldía hacia mí. ¿La forma
en la cual no se doblega a mis deseos? Incluso ahora, bajo
mi cuerpo, desnuda y de alguna manera vulnerable, es la
mujer con más poder en toda la maldita Italia y New York
juntos. 
Emilie es la visión etérea de un ángel sensual frente a mí.
Su cabello castaño-rubio hacia atrás en su espalda, abierta
de piernas, húmeda, caliente y tan malditamente dispuesta.
Sus senos llamándome a tomarlos en mi boca y no
despegarme nunca de ellos, su boca entreabierta a la
espera de mis movimientos y, mi polla, parece a punto de
romperse.
Beso sus labios hinchados y ella corresponde.
Necesito poner mi boca sobre la suya, ahora. Subo a la
cama completamente, ubicándonos a los dos al centro de
esta, dándonos el espacio suficiente para dar rienda suelta
a mis deseos y a su cuerpo. Lanza un gritito de lo más sexy,
que se convierte en jadeo cuando empujo sus piernas hacia
afuera. Y ahí, en el centro de su precioso cuerpo, la causa
de todos mis demonios.
Mi boca ataca su rosado coño, con mi lengua rodeo su
clítoris, y tiro de é. Ella se arquea y jala mi pelo con fuerza.
Entonces empieza la parte que me gusta. Pierde el control
de todo. Dejo su intimidad para recorrer todo su cuerpo.
Succiono, paso mi lengua arriba y abajo ahuecando uno de
sus pechos, tirando ligeramente del pezón y se vuelve
gritos, gemidos y movimientos circulares contra mí. Su calor
envuelve la cabeza de mi polla y cierro los ojos con fuerza
saboreando esto, atesorando este momento.
Una parte de mí, grita porque me hunda en su cuerpo sin
miramientos y, otra parte —no pensé que existiera—, me
dice que marche lento, obliga a mi ser a tomarme tiempo y
hacer las cosas correctas para la chica que será mi esposa
en menos de un mes.  Empujo el último pensamiento lejos,
cuando Emilie mueve su cadera tan ansiosa y desesperada,
como yo. Solo busca frotarse contra mí. Veo cómo nuestras
partes brillan de excitación, húmeda y mucho deseo. Es
entonces cuando empujo un poco contra ella y gime. Un
concierto de gemidos para mí, saber que soy el único
hombre que ha visto esto me supera. No me considero
machista, pero ahora mismo, sería muy feliz de golpearme
el pecho mientras grito como King Kong.
Estoy de rodillas en el centro de la cama, con la inocente
chica de piernas abiertas para mí, gimiendo mientras solo
dejo que nuestras partes más íntimas se rocen. Y es
demoledor, sublime, extraordinario y demasiado peligroso.
Sobre todo cuando mueve su cadera y nos conecta. Sería
tan fácil solo empujar. Un movimiento y estaríamos unidos.
Aferro mis manos a su cintura y la veo a los ojos. Sus
esmeraldas suplicantes.
Quiere esto tanto como yo. Joder. Así no debe suceder.
Debería esperar a nuestra noche de bodas, alguna mierda
de romance como ella espera. 
—Es perfecto —susurra leyéndome—. Nosotros, ahora, es
perfecto.
—Em...
Es mucho más rápida que mi queja cuando empuja sus
caderas, está matándome, llevándome al borde de la locura
donde solo quiero permanecer de este modo, con ella;
siempre. Y eso es lo que marca el final. Toda la palabrería
interna queda olvidada cuando la dejo sobre su espalda
nuevamente y se abre para mí. Emilie es como una flor de
loto, rodeada de oscuridad, en aguas sucias pero brilla como
ninguna otra. Su color es vibrante, fuerte y terminas
deslumbrado. Eso ha hecho conmigo. Deslumbrarme. Me
deslizo por su cuerpo desde sus labios y cuello hasta su
pecho. Me deleito con sus perfectos pechos creados para
encajar en mis manos, luego sigo un camino de besos hasta
el centro de su vientre donde una cicatriz desigual se ubica,
entonces reparto besos cortos a lo largo de la marca hasta
lo que, supongo, es una mancha de nacimiento en su pierna
y luego mi boca cae en su dulce coño. Chupo, lamo,
succiono y tiro entre mis dientes hasta que el orgasmo la
alcanza. En ese momento vuelvo hacia arriba ubicando mi
polla demasiado dolorida y dura justo donde debe estar.
—Mírame —ordeno.
Araña mis brazos con sus cortas uñas y finalmente abre
sus ojos. 
La imagen más bella de Emilie es recién ida en un
orgasmo. Todas las imágenes de ella son hermosas,
gloriosas y sublimes.
—Estás muy mojada —pronuncio con deseo. Nunca hablé
tanto en el sexo como ahora. Una parte de mí está aterrada
de todo lo que está pasando.
—Por favor... ¡Por favor!
—Me encanta cuando suplicas, bonita.
Sus caderas se mueven a mi encuentro y, sin dejarla de
mirar, suelto mi polla para acariciar su dolorido clítoris,
entonces me impulso un poco sintiendo cómo su codicioso
coño se contrae en torno a mí, exigiendo que entre por
completo. Así que empujo más hondo, cuando suelta un
diminuto quejido muevo más rápido mis dedos. Y la miro,
realmente la miro con nuestros cuerpos tensos, cuando
termino mi movimiento y nos unimos, cuando me quedo
quieto en su interior dejando que tome todo de mí, en todo
momento la miro. Sus uñas se clavan en mis hombros, un
pequeño grito sale de sus labios y sus ojos me observan,
ellos también ven directo a mi alma. Permanezco así,
inmóvil, hasta que su respiración se torna más calmada,
cuando sus uñas dejan de marcar mi piel. 
Está pálida, sus labios hinchados por nuestros besos,
sudor cubriendo deliciosamente entre sus pechos y la
espalda. Dejo que su coño reconozca quien a partir de esta
noche, es y será, su nuevo dueño. Ella se siente tan bien,
tan apretada, tan mía… como un guante de seda
masturbando mi polla.  Esas dos esmeraldas preciosas, por
las cuales he caído condenado a las brasas del mismísimo
infierno, me miran y todo lo que tienen para ofrecer es
maldita gratitud. Me muevo, dentro y fuera de Emilie, quien
gimotea, clamando placer como una maldita plegaria en mi
honor.
—Dilo, bonita —suplico contra sus labios—. ¿Sientes todo
esto?
—Sí... —Jadea dejando una estela de sus uñas en toda mi
espalda, hasta mi trasero, donde me obliga a empujar más
profundo—. Siento todo, Don. 
Es doloroso, puedo ver su incomodidad, sus piernas
tiemblan a mis lados y sé que no existe forma de hacerlo
mejor. Soy demasiado grande y ella es frágil. 
Es mi primera vez follando una mujer, donde me muevo
de tal forma, que pitufo estrella siente cada maldito rincón
de su estrechez, sin un preservativo, soy capaz de
enloquecer con este coño. Carajo, Emilie Greystone es
adictiva. 
Quiero más, quiero esto cada puta noche de mi vida. La
quiero desnuda en casa, esperando mi polla. Demonios, no
volveré a salir de su coño en años. Voy a follarla hasta
hacerla suplicar, una y otra vez, y otra vez. Es mía. 
Somos manos, besos, jadeos, golpes de piel y
movimientos frenéticos uno contra el otro. Lucho por
retrasarlo todo para su placer, primero rápido y luego lento,
y todo otra vez desde el comienzo. Está tan tensa, mientras
tanto, yo, en la cima de un glorioso orgasmo, me rindo
cuando beso entre su cuello. Sé cuán malditamente difícil es
un orgasmo para una virgen, pero intento darle todo el
placer posible.
—Vente para mí —suplico—, vente sobre mi polla, bonita.
—¡Dios! ¡Dios!
—Dilo —demando—. Como me gusta, dilo.
Al mirar sus ojos, ambos nos entendemos.
—Sí, Don —gime.
Y el mundo estalla.
—Joder, Em —balbuceo.
Cambio los movimientos por circulares y me empotro de
lleno contra su vulva. Joder, mierda. Voy a venirme tan duro.
Gruño su nombre a la par que ella suelta palabras sin
sentido. Uno mi frente a la suya, mientras tiene sus
esmeraldas cerradas y la beso sabiendo que todo lo que ha
sucedido esta noche, es más que perfecto.
«Ella es perfecta. Yo no. Y ese es el problema».
 

~♠~
No puedo dejar de mirarla, no quiero dejar de hacerlo. Es
hermosa, divertida y encantadoramente inteligente.
—Estás muy callado —señala mientras se acomoda en la
cama. 
Está aterrada, lo noto. Han pasado unos minutos desde
que fui al baño, humedecí una toalla y me encargué de
limpiarla, han pasado minutos desde que me condené y la
encadené a mi infierno.
La toalla solo contenía pequeños hilos rosa de sangre y
fue tan gratificante saber que disfrutó de esto, aunque no
tuvo un orgasmo conmigo dentro, como sabía que podía
suceder, dado que era virgen.
—Estoy admirándote —digo y es cierto.
Un sonrojo sube desde su cuello a sus mejillas e incluso la
punta de su nariz de una forma fascinante. Pitufo estrella
protesta pidiendo atención. Quiere estar en ese coño
rebelde. Es suficiente por ahora, tendrá que bajar la
guardia. Sé que es una clase de obsesión, una tortura. Solo
necesito un poco de dosis de ella y será suficiente.
Eso me dije el día que la vi en el orfanato, eso me he
repetido cada día por el pasado tiempo. Ahora está aquí,
conmigo, sentada en la cama manchada de su sangre
virgen y un anillo de compromiso en su dedo. S
erá mi esposa, la mujer a quien me prometí sacaría del
camino si comprometía mi paciencia, la misma que minutos
atrás me golpeó el rostro y ahora tengo las huellas de sus
dedos marcados…
Mi maldita polla brillante de su sangre.  Miro la camisa
que trae puesta –mi camisa– misma que me trae loco. Le
queda tan corta que me deja ver sus piernas, firmes y
largas piernas adecuadas a su altura. Em es pequeña y, por
extraño que suene, me gusta que lo sea, también me gusta
que no es una larga y esbelta figura. Su belleza es normal,
pero hermosa. Algo la hace especial. Emilie mira su mano,
como si hubiera descubierto la Antártida en ella y yo la
observo. Su silueta, la forma de su cara, las ondas al final de
su melena y sus labios. Malditos labios llamativos. 
—Aún sigo esperando —le recuerdo. Se deja caer en la
cama mirando el techo blanco, aprovecho para rodearla con
mis brazos y tratar de no pensar en nada más que no sea su
persona.
Tratar de no pensar en quién soy, la responsabilidad en
mis hombros y cómo ella no debe ser importante para mí,
cómo mantenerla a mi lado sin romper las partes que me
atraen. La abrazo más fuerte, estrechándola, quiero que
sepa que puede confiar en mí. La pienso proteger de quien
sea que le hizo esto. Se estremece de algún recuerdo
desagradable. Necesito saber por qué mi prometida tiene
una cicatriz en su vientre en forma desigual, quién se
atrevió a tocar un solo maldito cabello suyo. 
—Cuando papá falleció, mi madre no quedó muy
capacitada para cuidarme. Yo era una adolescente, Holden
estaba en Londres estudiando... Creo que se sentía sola,
esto hizo que tomara varias decisiones, como casarse otra
vez.
—¿Él era malo contigo?
—Al principio era agradable, intentaba que yo estuviera
bien, eso creí al menos, luego comenzaron las preguntas,
cosas que no tenían sentido para mí. Mi madre se fue
perdiendo más y más en su mundo, mientras yo era
consumida por otra clase de infierno... Ella está en un
psiquiátrico.
No puede seguir, está paralizada. No quiero hacerla
recordar nada contraproducente, quiero que de esta noche,
solo tenga recuerdos míos.
Se acurruca más contra mí, me encanta cómo encaja su
diminuto tamaño a mi lado, es como si estuviera hecha solo
a mi medida. No puedo visualizar a nadie haciéndole daño,
tengo un nudo muy fuerte, quiero asesinar. Esa cicatriz que
acabo de palpar es una marca en su estómago, despacio
levanto la camisa que cubre su cuerpo. Su piel es tan suave
y es en su vientre bajo donde toco la cicatriz, un poco
grande, si estuviera más centrada, pensaría que es de una
cesárea pero está hacia un costado y es irregular.
—¿Esto de aquí...?
Dejo la pregunta al aire, esperando que responda, si se
siente cómoda de compartir conmigo. Beso la cima de su
cabello.
—El esposo de mi mamá...
Buscaré cada maldito nombre, quien sea que estuvo a un
paso de lastimarla, me las pagará. La furia corre por mis
venas y solo quiero golpear a alguien o el saco de box. No
quiero separarme de ella y la abrazo más fuerte, soy
consciente de que esto no es correcto, no puede ser.
No la quiero dejar, sin embargo, lo haré. Estoy perdido.
Miro una vez más, pero ahora otra cicatriz, la de su muñeca,
¿quién le hizo eso? ¿Quién la marcó de este modo? 
Sé que para Emilie no soy lo correcto, también sé que
merece una historia de esas tontas y llena de cursilerías
románticas, merece también un amor real y verdadero. Yo
no puedo dárselo, no puedo darle nada que no sea
protección y dinero. En la mafia, los sentimientos son un
estorbo, una serie de errores no calculados. No es algo
pueda permitirme, soy un capo demasiado joven, mi
entrada al poder no fue de las mejores y cometí
imprudencias, las cuales me llevaron a salir del juego. No
está a consideración arriesgar lo que, con tanto esfuerzo, he
construido y ganado a cambio de sangre y pérdidas, solo
por una mujer, una que puede abandonarme.  Si Emilie
Greystone tuviera en sus manos el poder de alejarse de
mí… saldría corriendo fuera de mi alcance, sin dudarlo. 
Entre nosotros solo se puede sentir tensión. Ella
sumergida entre recuerdos, me temo que todos dolorosos,
yo, empezando a perder todo el control en mí. El calor
surgiendo de mi interior me alarma, no quiero sentir la
rabia, la ira, no hoy que he compartido esto a su lado.
—Duerme, Em —digo con los dientes apretados.
—¡No! —chilla, sus delgados brazos rodean mi cadera y
me abraza. ¿Qué demonios?
—Solo, solo quédate así —murmura en un hilo de voz, no
entiendo qué es tan grave. Quizás son esas imágenes
horrendas de las cuales habló, quizás le tiene miedo a
dormir... «¡Oh, dulce Cristo!».
—¿S-Sufres pesadillas?
¿Por eso balbuceaba anoche? ¿Eran partes de pesadillas?
Jódeme, carajo. No quiero saber la respuesta, no quiero que
diga que tiene marcas más grandes que las de su piel.
Tengo que dejarla ir, tengo que apartarme de ella. Solo voy
a destruir lo poco que queda, ¿esta es la razón por la cual
está separada de su hermano? ¿Lo sabía? ¿Permitió?
¿Consintió? ¿Holden tiene idea de esto?
—Tengo imágenes... —musita—. Mi madre sobre mí,
clavando un cuchillo aquí… —Señala su abdomen—.
Mientras yo dormía.
—¿Qué?
—Recuerdo la lucha, peleaba por mi vida. Demasiada
sangre, pero, sobre todo, sus ojos vacíos... Quien estaba
sobre mí esa noche no era mi madre, solo era el cascarón
vacío de lo que alguna vez fue una mujer amorosa. Iba a
matarme...
Su pecho se estremece en un llanto silencioso, no hay
lágrimas. Lo sé, porque estoy acariciando su mejilla. Está
avergonzada de esto, ¿hasta ese punto esto la traumó?
Estar avergonzada de algo que no es su culpa. No puedo
comprender a lo que se refiere con que no era su madre,
¡Dios!
¿Cómo puede ocurrir algo así? 
—¿Tu madre intentó asesinarte? ¿Eso es lo que estás
diciendo, Emilie? ¿Y Holden?, ¿qué más sucedió? Quiero
saberlo todo.
—No hay mucho más que saber —responde con voz débil
—. Ella se quedó ahí, mirándome desde el piso. Meciendo su
cuerpo mientras llamaba a mi padre y las horas empezaron
a pasar, Don. Hora tras hora, mientras me desangraba. Iba
a morir y estaba bien con ello. Ya no quería vivir, no tenía
fuerzas. Mi vida literalmente giraba sobre Joseph Greystone
y cuando él murió, mi mundo colapsó. 
—Emilie…
—El nuevo esposo de mi madre llegó al amanecer, para
cuando desperté, estaba en el hospital y mi madre en un
psiquiátrico. Él llamó a la policía y luego huyó, al parecer
era un pedófilo registrado y estaba violando su libertad
condicional al compartir la misma casa donde residía un
menor —narra sin ningún tipo de emoción—. Holden regresó
y nos trajo a New York. 
—No, espera… Acabas de saltar una parte importante. 
—Me gustaría dormir, si no te molesta, estoy cansada de
un largo viaje, de encontrar a la amante de mi prometido y
luego terminar follando con este, quiero fingir que gran
parte de este día no ha sucedido. 
—Está conversación no ha terminado, Greystone. 
—Buenas noches, Cavalli. 
Maldita mujer del infierno. Por algún extraño motivo,
atraigo su cuerpo a mi pecho, girándolo de manera que
pego su espalda a este y rodeo su hombro. Mientras, trato y
trato de no pensar en lo que ha confesado, en lo que ha
pasado entre nosotros. 
Su respiración empieza a ser pausada, está dormida.
Deliberadamente miro su muñeca, esa cicatriz. No puedo,
tengo que salir de aquí, necesito aire y respirar donde no
esté su olor.
Despacio salgo de la cama, tomo del piso solo el
pantalón, lo demás es un desastre, reflejo claro de mi yo
interno. Cubro su cuerpo, apartando un par de esas hebras
rubias y hago algo más que es una completa cursilería, me
inclino y beso su frente. 
Tomo mi celular y camino a la puerta, pero antes, le doy
una última mirada. No puedo hacerle esto... No a la chica
que se quedó junto a mí, a pesar de lo que soy. Vio mis
demonios y aun así se quedó. Quisiera ser tan fuerte como
ella, porque marcharme y dejarla durmiendo sola en mi
habitación, es de cobardes.
¿Qué haré desde este punto en adelante? ¿Cambia algo lo
que hice con ella? ¿Por qué de pronto el sexo tiene una
nueva visión? La respuesta es clara. Ella. Esa chica. La dulce
ninfa de ojos verdes. 
Nuestras maletas están en el pasillo, seguro obra de los
Antonelli, han cuidado esta villa desde los años de mi padre,
son una pareja de esposos conservadores… razón principal
por la cual he dejado en claro que Emilie es mi esposa y no
mi prometida.
En las familias tradicionales italianas, lo que acaba de
pasar no sería visto con buenos ojos, ella no es italiana y
ese solo hecho genera que sea repudiable, no quiero añadir
su falta al no llegar virgen a nuestra noche de bodas, como
si esa mierda me importara un comino.
La deseo a ella y, joder, hace tiempo quería estar
enterrado en su coño, la única razón para tardar tanto fue
gracias a mi buena voluntad de no tomarla a la fuerza y
dejar, que, de cierta manera, ella tuviera más control, algo
que por lo visto ha dado frutos.
Fue capaz de abrirse para mí, no solo de piernas, también
acaba de verter un poco de su pasado y su sufrimiento.
Sabía, cuando la tuve frente a mis ojos, que no era solo una
chica común, Emilie guarda mucho en su interior. 
«Memoria fotográfica…»
No solo es el arma que necesito contra mis enemigos o la
mujer quien posee algún tipo de documentación que Gabriel
Cavalli, mi padre, deseaba con fervor y, por la cual, parte de
su vida fue enviada al infierno. Emilie tiene mucho en
común con mi persona, ambos hemos sobrevivido. Somos
luchadores natos, ella cursó una guerra contra su madre
para salvar su vida siendo una niña, en mi caso, asesiné a
mi propio hermano para heredar un título. Nuestro padre
creyó necesario un duelo a muerte para demostrar nuestra
valía, Damon no dudó en atacarme y ambos juramos morir
con honor, era él o yo. Aún deseo haber tomado su lugar…
Damon murió bajo mi cuchillo, padre ahogándose en su
dolor por no quedarse al hijo que deseaba como su sucesor.
Sí, Emilie Greystone, somos unos malditos guerreros. 
—Nonna —digo, encontrándola en la cocina preparando
pasta.
—Mi niño —contesta haciendo una inclinación de cabeza.
—¿No deberías estar durmiendo? —pregunto en italiano.
—Los jóvenes Nikov están hambrientos.
—Siempre, al parecer. Mi esposa está durmiendo, es
probable que despierte pronto a causa del jet lag, ¿podrías
preparar algo para ella?
Marcela, quien por años vivió bajo las órdenes de mi
padre, duda, es pequeño pero veo el cambio.
—Mi esposa es buena —asevero mirando hacia el otro
extremo—. Es inocente, ríe con todos, no está manchada…
Es buena y no la merezco, ella no es Isabella, lo que
presenciaste en la entrada fue solo un vistazo de mi basura.
—No puedo dejar de verte como el niño que corría en el
viñedo, sucio de pintura —recuerda triste—. Ese chico
tomará una buena esposa.
—Tanto ha cambiado…
—Sigues siendo mi muchacho, solo que ahora más fuerte,
y sé que tu esposa no va a golpearme, al parecer, esa parte
ya la ha tomado otro. —Sonríe limpiando sus manos en un
trapo de la cocina.
—¿Aún sigues sembrando flores en la colina?
—Es mi pasatiempo, mi niño.
—Emilie sería feliz de conocerla.
—¿Ese eres tú pidiendo permiso?
—Eso creo—susurro con una media sonrisa.
—Un paseo al viñedo sería prudente para aplacar tu falta
de hace horas.
—También lo creo, aunque usé otra de mis dotes en ella…
¡Nana! —grito cuando me pega con su toalla del hombro. La
bendita cosa solo está ahí para educar.
—Eres el gobernante de la mafia siciliana, pero en mi
corazón sigues siendo mi muchacho.
—Y en el mío, si aún sigo poseyendo uno, tú eres más que
aquella dijo ser mi madre, nana.
—Dejemos el sentimentalismo y mejor dime la razón de
tu visita a mi cocina.
Ella me conoce como si su vientre me hubiera dado cobijo
y sus senos alimento.
—Rosas, necesito docenas de rosas.
 

CAPÍTULO 20
Emilie
 
Me siento de golpe en la cama, sobresaltada, mi corazón
desbordado, sudor perlando mi frente y las lágrimas
haciendo un río profundo en mis mejillas. El sabor
nauseabundo en mi garganta me invade, toso, tratando de
buscar aire mientras me repito que terminó, que es solo una
pesadilla y nada más. Nunca volverán a hacerme algo así,
no soy esa niña. Me estiro sintiendo dolor, un dolor que me
recuerda la increíble experiencia que acabo de tener. Toco
mis labios un poco hinchados, a causa del intenso señor
Cavalli, y sonrío al reflejo de la chica en el espejo del
tocador. Mi pelo es un desastre y solo estoy usando su
camisa, toco mi cuello y puedo apreciar dos enormes
moretones en él. Ese hijo de puta me ha marcado. Me
quedo reviviendo todo, su toque, las caricias, los besos y
cómo vertió en mí cada parte suya. Decido detener mis
pensamientos… Dominic solo buscaba un cuerpo con el cual
satisfacer sus deseos, lo tuvo hace horas y espero sea
suficiente. Abandono la cama manchada de mi sangre.
 
«Te tomaré en nuestra noche de bodas, mi polla llena de
tu sangre virgen. Te enseñaré a follar como una perra,
cuando no me tengas en tu coño, suplicarás mi nombre una
y otra vez hasta tenerme dentro de ti. Si eres buena, quizás
te deje vivir algunos meses.».
 
Recuerdo esas palabras de Dominic semanas atrás.
Aunque estábamos en medio de una discusión y, sin duda,
pudo tomar mi cuerpo contra mi voluntad… Don esperó por
mí, me dejó de alguna manera elegir, ¿lo hizo realmente?
¿O solo es parte de su excelente arte de la manipulación?
Sea como sea, fue delicado y temo decir, que incluso, llegó
a ser tierno. Se detuvo, esperó a que mi dolor disminuyera,
me dio un par de increíbles orgasmos y un placer bordeando
el paraíso. En el baño veo la sangre diluirse con el agua,
siento un ligero ardor en mi intimidad y mis labios vaginales
inflamados, lavo mi pelo, mi cuerpo y cepillo mis dientes.
Y entonces me quiebro; los sollozos me ahogan mientras
me deslizo por la pared al piso, abrazando mis piernas. No
quiero amarlo, no quiero enamorarme de Dominic Cavalli.
Sé las consecuencias de amar, cómo te rompe, aniquila
quién eres. Ves el mundo en los ojos de esa persona, lo das
todo, te engañas a ti mismo subiéndolo a un pedestal y
luego la caída… Esa caída te rompe.
Tener tu corazón abierto, entregarlo a la persona
equivocada, deja marcas imborrables, marcas profundas. 
No quiero perder a nadie más… No puedo amar a un
hombre de la mafia.
No quiero despertar con la noticia de que nunca me
amará a cambio, de que no se permitirá amar ninguna parte
de mí. Merezco más, mucho más.
Quiero ser capaz de confiar, de entregarme sin miedo a
salir herida.
El amor no debería doler, y con Dominic, sé que será
devastador. Si lo amo, si por error llego a sentir algo por él,
me convertiré en un reflejo de mi madre.
La intachable pareja a los ojos del mundo.
Me recompongo, termino mi aseo y envuelta en una toalla
mullida salgo a la enorme habitación, sorprendida de
encontrar a Dominic cambiando las sábanas de la cama,
mejor dicho, convirtiendo las sucias en una bola de tela
blanca.
Tiene el pelo mojado, señal de haberse dado una ducha y
usa un pantalón de chándal, nuestras maletas están
abiertas y ha dejado un vestido veraniego dorado sobre la
cama, junto a ropa interior crema, al lado de esta, una
bandeja llena de apetecible comida y un ramo de rosas
rojas de tallo largo, son al menos cinco docenas de rosas.
¿Qué demonios le sucede con las rosas? ¿Por qué mi
corazón se acelera al verlas? ¿Por qué siento que es algún
tipo de declaración oculta?
—Buenos días, pequeña —saluda caminando hacia mí,
con naturalidad, como si siempre hiciéramos lo mismo.
Discutir y follar como salvajes, para amanecer con
desayuno en la cama. Tomándome desprevenida, roba un
pequeño beso, solo un delicado roce.
—Buenos días.
—Esperaba despertarte, aún no amanece, pero los chicos
estaban famélicos y Marcela preparó de comer, ¿estás
hambrienta?
—Algo, gracias.
—¿Dolorida?
Mis mejillas se encienden, dos enormes esferas.
—Algo… Gracias.
—¿Ahora solo responderás con, “algo y gracias”?
—Podría responder con, “vete a la mierda”. Pero no creo
que disfrutes mi limitado vocabulario.
—Disfruté cuando estabas ocupada gimiendo, ¿debo
follarte una vez más para mantener esa legua donde
pertenece?
—¿Puedes, por favor, salir para cambiarme?
—¿En serio? —ironiza—. Follamos, Em. No existe ninguna
parte de tu cuerpo que no conozca ya. Anda, Emilie. Come
conmigo en la cama y ya deja esta tonta manera de
contradecir todo lo que digo, no soy tu enemigo.
Suspiro, tiene razón. De alguna manera, no puedo seguir
con este tonto juego de poder que no nos dirige a ningún
lugar. Rodando mis ojos, dejo caer la toalla, coloco mis
bragas y luego el vestido dorado sin sostén. Maldito jet lag,
estoy cansada, adolorida y, sí, hambrienta.
—¿Hace cuánto tiempo? —cuestiono sentándome en la
cama y mordiendo un croissant, Don, en cambio, elige un
plato de pasta en salsa blanca.
—Tienes que ser más clara, Emilie.
—¿Desde cuándo follas con ella?
El tenedor lleno de pasta se queda suspendido entre su
boca y el aire. Sus labios se cierran en una fina línea,
mientras devuelve el tenedor al plato. Se puede sentir en el
aire la incomodidad que emana de mi cuerpo.
—No creo...
—No estamos hablando de lo que creas o no. Quiero
respuestas, tú ya conoces mi vida. Responde.
Mi actitud lo está molestando, puedo verlo.
—Emilie, eso solo nos conducirá a otra discusión.
—Responde —corto.
—Ella lo ha intentado por más de dos años, primero caí en
algunas cosas que no fueron follar precisamente y unos
meses antes de conocerte, pasó una noche en New York. Y
eso fue todo, ¿feliz?
No, no lo soy. ¿Dos años? No tiene ni idea, bien puede ser
más. ¿Cómo puede una mujer dejarse usar durante tanto
tiempo? La respuesta está en mis narices. Él, lo que ha
hecho conmigo horas atrás. Es una adicción. Soy testigo de
eso, pasé de estar molesta, furiosa, a debajo de su cuerpo.
Dejé que me tomara, le supliqué llena de necesidad.
—Deja de hacer eso —regaña—. Comparar, pensar de
más. Estoy contigo, no es lo mismo.
—No tienes que darme explicaciones.
—Emilie, entiende que Katniss sabía desde un principio lo
que yo buscaba, era fácil para ambos. Es una mujer sola, yo
era un hombre solo. Demasiado tiempo juntos... las cosas se
dieron.
—¿Eras un hombre solo?
—Ahora estoy contigo, Em. Se lo dije. Y te lo dije en New
York, quiero que lo nuestro funcione.
Lo miro con el corazón en la mano mientras come. Está
conmigo, ¿qué significa eso? ¿Se lo ha dicho?
—¿Ella continúa en la villa?
—No, está de camino a New York. Olvida a Katniss, no es
importante.
Quiero seguir molesta, pero la verdad es que no puedo.
Es parte de su pasado. ¿Debo creer que no la buscará? No lo
sé. Nadie tiene certeza de nada en la vida. Está conmigo.
Ella lo vio, pero no me quiero convertir en una Katniss. La
chica necesitada, esa que inventa excusas para buscarlo.
—No quiero seguir discutiendo —tercio.
Me siento en su regazo y escondo la cabeza en su pecho.
Quiero explicarle el porqué es importante para mí conocerlo.
Primero, dejo que termine de cenar conmigo encima. Se
dedica a solo acariciar mi espalda. Hace rato lo he llevado al
límite, no debo olvidar eso, ¿esto es lo que pasa con las
parejas? ¿Pelean constantemente entre sí por cosas que se
pueden hablar?
Me sorprende cuando me abraza y rodea mi cintura.
—Cuando intento conocerte, solo lo hago porque… —
balbuceo dudosa—. No es para presionarte, siento
curiosidad y quiero aprender cada detalle.
—No quiero que huyas de mí, Em. Conocerme te hará
salir corriendo.
Me inclino para mirarle a los ojos, rodeo su cuello con mis
manos. Necesito asegurar esto de alguna manera. Levanto
mi mano, mostrándole mi anillo de compromiso.
—Seré tu esposa, Don, hasta mi último respiro.
Maldita sea, puedo ver esos muros alzándose, cada fría
capa interponiéndose entre nosotros. No voy a permitirlo, no
otra vez.
—Estoy aquí y soy tuya. Nunca me iré, jamás pienso
abandonarte. Somos un equipo —sentencio, a la par que
presiono mis dedos en su pecho, justo sobre su tatuaje—.
Empieza a tratarme como tu igual y te seré leal hasta mi
muerte —declaro besando sus labios.
—L'inferno conosce la mia anima. Che si impietosisce di
mio per rubare la tua luce.[17]
—Y quiero aprender italiano.
Eso saca la más dulce de las sonrisas. Sí, el Capo sonríe.
Después de todo, incluso los monstruos tienen corazón.
—Yo no soy mi padre, Emilie, ¿lo sabes?
—Quiero creerlo, Don. Quiero hacerlo.
—Haré todo lo que está en mi poder para demostrarlo.
—Esto significa que estamos juntos, ¿cómo una pareja
real?
—Significa que eres mía y mataré antes de dejarte ir.
Y esa declaración debería asustarme, pero causa todo lo
contrario.
—Nunca me amarás. —Las palabras salen en un
murmullo bajo. Su dulce caricia en mi espalda se detiene—.
No digas nada, Don.
 

CAPÍTULO 21
Dominic
 
Un estúpido imbécil, eso soy en estos momentos. Mirando
el paisaje de la villa, recordando mis mejores días de niñez,
cuando mi madre aún tenía una sonrisa en su rostro. La
pintura era uno de sus artes y salir a caminar entre el
viñedo, una pasión que llenaban su alma, nunca fue una
madre amorosa, pero en sus mejores días nos dejaba
acompañarla en sus paseos al atardecer. Son mis únicos
momentos, luego de ello, solo existe una madre depresiva,
cada día más hundida en el alcohol, golpeada y rota.
Gabriel Cavalli no era un buen esposo, amaba a Isabella
Cavalli a su tóxica manera, Dios me condene si miento. La
amaba, esa clase de amor que destruye, por eso cuando
Isabella huyó, una parte de mí sabía que intentaba
sobrevivir, reconstruirse en alguien nuevo. Esa pequeña
inocencia en mí esperaba verla regresar por sus hijos, tratar
de recuperarnos, luchar, algo… Nunca sucedió y mi
inocencia murió con ella.
—Cuando estés listo, Don —interrumpe mis pensamientos
Roth a mi espalda. Dejo mi copa de bourbon, girándome a
enfrentarlo. Ha pasado la mañana entrenando con Raze en
el gimnasio, quizás este viaje llegue a unir de alguna
manera a los Nikov.
—¿Dónde está Emilie?
Hace cuatro horas la dejé durmiendo en nuestra
habitación, luego de verla como un tonto, por largo tiempo.
—En la piscina —responde Roth, quien se ha mantenido al
margen, está mirándome con el ceño fruncido.
—¿Algún problema? —cuestiono hacia mi mano derecha,
mi familia.
—Entonces, tú y ella…
—No hablaremos de mi prometida.
—¡Vaya! Eso es todo un cambio.
—Es mi mujer, sí. Eso es todo lo que necesitas saber.
—Estoy feliz por ti, hermano. No lo arruines.
—¿Cómo podría arruinarlo?
—Tienes una tendencia destructiva.
—Hablemos de negocios —corto, cruzándome de brazos.
Suficiente hablar de mí. Es hora de la famiglia, de los
negocios. Tengo un cadáver que visitar y un hijo a quien
posicionar en un nuevo cargo, sin contar una conversación
pendiente con Holden Greystone.
—Quiero matar a Greystone.
—Y tú preguntas cómo podrías arruinarlo. No puedes
matar a tu cuñado.
—Puedo, accidentes pasan todo el tiempo.
—Vamos, Don. Greystone es uno de los mejores lavando
dinero, ¿qué te hizo?
—Dejó que lastimaran a Emilie.
Eso hace tensar a Roth, el hombre a quien le gusta
mantener silencio y que difícilmente solo habla conmigo.
—La doctora Falcón confirmó su virtud.
—No fue lastimada en ese sentido.
Y comienzo a relatar todo, cada palabra que Emilie dijo,
las emociones tan confusas cuando hablaba sobre esa
noche.
Roth escucha paciente, asistiendo en algunas partes y
perdido en otras. No entiendo cómo Greystone nunca ha
ayudado a Emilie, es su hermana, su sangre, el único
familiar directo que sigue respirado, aparte, claro... de cierto
secreto miniatura el cual mantiene bajo perfil.
Emilie estaba desprotegida, sin ninguna seguridad,
viviendo en un apartamento compartido con una puta de los
rusos. Holden la ha dejado a su suerte, con el pretexto de
que era lo que ella quería.
En mi mundo, las mujeres no deben querer o aspirar a
nada, son un objeto bonito y llamativo que sirve para dar
placer. Irónico, no miro de ese modo a Emilie. Carajo, ella
sabe dar placer, Lucifer me condene si no; pero también me
planta cara, se enfrenta a mí y eso no lo ha hecho ningún
hombre en el pasado, quizás Raze, quien no sabe cuándo
debe mostrarme respeto. Emilie es fuerte.
Y está volviéndome un demente por ella.
—Don, hay algo que debes saber.
—Deberá esperar, primero quiero despedirme de Emilie y
partir a la villa Romano. Sacarle una confesión al viejo, y
divertirnos un poco —ironizo sacando mi cuchillo de cacería,
viendo cómo se refleja la luz en él.
«La única clase de reflejo que soporto y más si está
decorado de sangre». Roth afirma, abriendo las puertas
dobles de mi despacho, guardo el cuchillo en la funda,
alrededor de mi cintura. Esta vez he dejado de lado mi
acostumbrado traje de tres piezas, por una camisa negra y
vaqueros del mismo color. Más tarde, será ropa
ensangrentada, lo presiento.
Lo sigo fuera, sin mirar atrás, a la vista panorámica del
balcón. No vale la pena regresar al pasado, no cuando una
rubia está en la piscina con algún diminuto traje de baño de
dos piezas, al menos eso espero.
Siento esa aura negra de mi consigliere, regularmente
está de buen humor cuando sabe que iremos a tortura a un
traidor de la famiglia, pero esta mañana camina con la
mirada distante, ausente. ¿Qué demonios está pasando?
Es mi hermano, joder. Encontré a Roth Nikov cuando era
un chiquillo, en la calle, revisando contenedores de basura,
comiendo de ellos. Era largo y desnutrido, bueno para
escurrirse a la hora de robar, no hablaba una mierda de
inglés. Lo convertí en mi mascota, en mi experimento.
Ambos compartimos edad, pero Roth era un animal salvaje,
mientras yo un niño rico quien tenía al menos once muertos
en mi espalda. Roth no se doblaba ante nada, ni a mis
puños o mis palabras. Lo escondí en mi parte de la casa, le
alimenté, entrené sobre él como un jodido saco de box,
hasta una noche en la cual se defendió, me hizo sangrar.
Nadie, nunca, jamás, me hizo sangrar… ese privilegio solo
lo poseía Gabriel Cavalli. Roth sacó sus garras y desde ese
día fue mi sombra. Mi hermano por elección.
Nos hemos salvado tantas veces que perdí la cuenta, fue
el primer ruso en tomar el juramento de la famiglia, fue
quien, a mi lado, terminó con la jerarquía de Gabriel Cavalli,
quien me liberó de mis cadenas.
Gabriel no solo era un maldito hijo de puta asesino, sino
también un pedófilo quien disfrutaba de follar chicos
jóvenes, niños indefensos. Y le hizo eso a Roth, en más de
una ocasión.
Algo por lo cual está muerto. Roth era mi mascota y de
nadie más, incluso padre no debió tocarlo. Nadie toca mi
propiedad y vive para contarlo, no mi padre, no mis
enemigos.
Emilie se encuentra en, definitivamente, el mejor bikini de
la historia; dos trozos de tela casi inexistentes cubriendo
solo lo esencial, es seguro algún modelito de sus compras
recientes. Es demasiado atrevido para ser de su vieja
colección de prendas y me encanta.
Los trabajadores del jardín dejan de mirarla en cuanto se
percatan de mi presencia, Raze, quien está a una distancia
prudente, levanta la mirada de su móvil. Al percatarse de
que no soy un peligro, retoma su interés en el aparato
electrónico.
Mi polla se endurece y mis sentidos quedan eclipsados en
los triángulos azules que cubren solo sus rosados pezones,
está de espalda así que cuando se inclina hacia adelante,
gimo por lo bajo, viendo las mejillas de su culo abriéndose.
Mierda, ella deberá tomar mi polla en esa maldita posición.
Su piel es porcelana fina, incluso en el comienzo de su
intimidad. Blanca, pálida y tersa. Recordar su coño solo
complica a pitufo estrella. Carajo, quiero mandar a los
Romano a la mierda y unirme a ella en la piscina, follarla
como un animal.
Está adolorida… La famiglia y los negocios primero.
—Señora Cavalli —me hago notar, divertido. Mi pobre
chica salta, enderezándose y dejando caer su bloqueador
solar. Está roja como una manzana cuando me enfrenta, su
pelo rubio en una coleta alta. Sus mejillas llenas de sangre,
sonrojadas la hacen ver más juvenil y fresca, inocente—.
Raze te hará compañía, si quieres salir de compras tienes
dinero suficiente en tus tarjetas nuevamente, ¿debo avisar
al banco que mi prometida tiene sus tarjetas y puede gastar
unos cuatro millones hoy?
La pregunta es solo una indirecta sobre su compra
desmesurada la semana pasada. Tengo dinero suficiente, un
par de millones no me harán menos billonario, pero no es
una chica de compras o amante al dinero. Si ese fuera el
caso, la cuenta que Holden Greystone se encarga de
mantener para ella, estaría permanentemente en cero, y si
Caleb, mi hombre de investigación, hizo su trabajo, la dama
tiene al menos diez millones en esa cuenta, sin usar un
dólar de ello. No es una cazafortunas, ni una mujer florero.
—Para tu buena suerte no estoy de humor, quizás la
semana próxima me compre un diamante o un coche nuevo.
—¿Quieres un coche? —pregunto genuinamente
interesado. Tiene un Mustang viejo. Frunzo el ceño, debería
comprarle algún deportivo.
—No, Don, no quiero ningún coche. Estaba tratando de
ser bromista.
Bueno, no entiendo su humor. Si quiere un diamante, eso
tendrá. Es mi mujer, por Dios, ella puede desear el mundo y
buscaré la manera de ponerlo a sus pies. Irónico, quiero
darle todo excepto lo que espera de mí, amor.
—Saldré con Roth, un helicóptero nos espera. Estaré de
regreso antes de la cena —informo. Afirma incómoda. Esa
deliciosa boca me llama.
Quiero besarla, ¡carajo! Siempre quiero poseer alguna
parte suya.
—Saldré con Raze a dar una vuelta al viñedo.
Me gusta, es un aviso, no una pregunta. Cuadra sus
hombros esperando algún tipo de represalia.
Siempre a la defensiva conmigo, ¿cuándo entenderá que
no soy su enemigo? Ambos nos quedamos unos segundos
observándonos, dudosos, incómodos. Joder, es mi mujer… si
quiero besarla, puedo hacerlo. ¿Por qué no tomo lo que es
mío?
Y muy dentro sé por qué, espero que ella diga un “vuelve
pronto.” O un, “cuídate.” Alguna muestra de que le importo,
de que si muriera hoy, al menos alguien me extrañaría. Roth
lo hará, sé que sí y buscaría al responsable de mi muerte,
pero quiero importarle a alguien más, a ella. Nunca antes
nadie se ha preocupado por mí, mis gustos, mis formas o
algo tan superficial como mis preferencias musicales. Roth
conoce partes mías, pequeños destellos del ser humano
habitando mi interior, con Emilie, me he empeñado en
mostrarle al hombre y no la bestia, pero, a pesar de todo,
sigue temiéndome, repudiando la idea de ser mi esposa.
Después de todo, sí es una rubia con inteligencia. Mi humor
cambia de la emoción a la frialdad. Lo nota, claro que lo
hace, pero no dice una palabra y yo, ciertamente, tampoco.
Salgo de la estancia dejándola de pie, confundida y con la
mirada fija en mi espalda. Es por el sexo, ahora se siente
aún más confusa, no puede asimilar haber disfrutado esas
horas de placer con el que denomina un monstruo de mi
nivel. Vive con esa indecisión, en un momento siento su
deseo y al siguiente su odio.
Roth, mi hombre fiel y leal sigue mis pasos, en el camino
vemos a Marcela, mi nonna, en la puerta de salida. Trae una
pequeña caja de madera en sus manos, ofreciéndonos unos
habanos y un encendedor.
—Nonna.
—Esa mujer tuya quiere prepararte una pasta esta noche,
me ha pedido ayuda. Tienes razón, es una buena niña.
—Y una magnífica cocinera —digo en italiano.
Aún recuerdo esa tarde en casa de Holden, preparando
una simple sopa, desde entonces era un hombre condenado
a su encanto.
—Nadie te hace la pasta como yo, le enseñaré.
—Ninguna falla a esa lógica, nana.
Me inclino para recibir su bendición, es una señal de la
cruz. A veces creo que los italianos intentamos estar bien
con Dios, sobre todo, conociendo nuestras almas.
Las familias tradicionales están cada domingo en la
iglesia, pidiendo redención a sus almas y, al salir, olvidan
por completo su clamor a Dios. Solo espero que en mi boda
con Emilie, la iglesia no arda teniendo este demonio dentro.
—Dios te acompañe.
Afirmo, no puedo decir o hacer nada más. Es de las pocas
personas a quienes aprecio, curó mis golpes cuando padre
llegaba de mal humor, fue quien por las noches se sentaba
en un rincón de mi habitación a recitar canciones de cuna,
mientras Damon lloraba y Padre golpeaba a Isabella o se la
follaba hasta el punto de crueldad inhumana.
Si alguna vez recibí amor de madre, vino de esta mujer. 
Seguimos nuestro camino hacia el claro del jardín, donde las
hélices del helicóptero empiezan a moverse, el ruido es
atronador y me deja un poco desubicado mientras
avanzamos al aparato blanco.
Siento un golpe en mi hombro a solo centímetros de
entrar, me giro encontrando a Roth señalando algo. Emilie a
nuestra espalda, está gritando algo, pero, debido al ruido
del aparato no la escucho.
Confundido camino hacia ella, encorvado, dejando a Roth
subir primero. A punto de hablarle interrumpe impactando
contra mi pecho, sus manos delgadas enroscándose en mi
cuello y salta, literalmente, a mis brazos.
Dice algo que no escucho, cuando la sostengo de sus
piernas en mi cintura, entonces tira de mi cuello y une
nuestros labios.
Es un beso más vivo del que alguna vez inició, es más
intenso. Saliendo de mi letargo, introduzco mi lengua en su
boca y aprisiono las mejillas de su delicioso trasero, suelta
uno de sus tantos gemidos de placer.
Sus labios carnosos saben a jugo de naranja, tiro del
inferior cuando me retiro. Sigue con esas mejillas rosadas y
ahora sus labios le hacen juego hinchándose, vuelve a gritar
algo pero niego.
No escucho ni mi mente, mis pensamientos furiosos están
todos en mi polla endurecida, sobre todo, porque tengo mis
manos en su culo, uno que, desde luego, me follaré dentro
de poco. Es mía, me pertenece y no la dejaré ir.
La libero de mis brazos y sale corriendo como niña
pequeña que ha robado una dulce galleta, solo que en ese
indecente traje de baño parece todo menos una niña, es
una diosa levitando.  No gira a verificarme, no es de ese
tipo, no espera que esté mirando y cuando decide irse no
mira atrás. Lo hizo una vez en nuestra primera cita.
Abandonó el restaurante sin una sola mirada hacia mí.
Cuando por fin entra a la casa, seguida de Raze, dejo salir el
aire y sonrío. Mi rostro protesta, pero nada impide mi
sonrisa.
Esa mujer está loca, pero es mi lunática.

~♠~
Odio volar y más en helicóptero, no puedo hablar con
Roth, incluso no soy capaz de escuchar una mierda. Decidí
esta forma de viajar para ahorrarnos camino de carretera y
llegar más rápido a mi prometida. Casi una hora más tarde,
estamos aterrizando en los viñedos Romano, al menos la
vista desde el cielo fue preciosa, Emilie lo amaría.
«¡Ya basta de pensar en ella!». Me regaño internamente,
mi mal humor regresando. Al bajar, una serie de hombres
armados nos esperan, reconozco algunas caras y otras no
tanto. Doy indicaciones de abrir el portón principal a
Nicklaus Romano, quien a partir de este día se convertirá en
el sucesor de los Romano. El viejo Michael, ha tratado de
engañarme y esta es su última mañana respirando el aire
puro de Italia, bebiendo vino en su villa, mientras folla
cualquier alma disponible.
Roth se encarga de las pesadas pruebas mientras
caminamos por el terreno, enciendo el habano que nonna
me ha entregado una hora atrás, encendiéndolo al pisar la
villa. Mi consigliere sonríe cuando escuchamos una pieza de
música clásica, el sonido es aún mayor que el del
helicóptero, lo que significa que Michael Romano no tiene
idea de quién se encuentra en casa. La servidumbre se hace
a un lado y uno de nuestros hombres señala la escalera en
semicírculo, ¿está durmiendo aún? Jódeme, es pasada la
una de la tarde, esta no es una maldita hora para dormir,
pero claro. Michael Romano es 20 millones más rico gracias
a, según él, su perfecta jugada para robar mi dinero. No
saco mi arma, el viejo es uno de los pilares de la mafia
siciliana, no está esperando que su Capo esté en Italia,
mucho menos en su villa y menos sin que él se haya
percatado de nada. Ese es el problema con la tercera edad,
llegan a un nivel de confianza absoluta, porque según ellos,
lo han vivido todo. Ilusos. En ese punto es donde deberías
descubrir la sabiduría del más joven, de los nuevos avances.
Un viejo inteligente vale más que cien jóvenes brutos,
lamentablemente para Michael, él no es de esos bendecidos
con inteligencia, no, si creyó que cambiaría mi maldito oro y
yo nunca lo notaría.
Nadie roba lo que es mío. Roth, es quien se encarga de
romper la puerta, la imagen dentro me enfurece más.
El maldito pervertido está con sus pantalones abajo y una
débil polla flácida fuera de estos, mientras una chica rubia
de quizás quince putos años está abierta de piernas sobre la
tapa de un piano con una polla de plástico dentro, sus
piernas ensangrentadas y el piso manchado de la misma,
parece que su intimidad fue desgarrada, la segunda polla de
plástico en el piso es un claro indicio del porqué.
Michael está listo para decir una letanía de insultos
cuando su cara pierde color. Su culo arrugado tropieza y se
cae del banco del piano hacia atrás, escurriéndose como la
rata que es. La chica, casi perdiendo la razón, rueda
encogiéndose sobre sí misma. Ella, rubia, indefensa y frágil.
El cabello cubriendo sus facciones, pero no evita que pueda
mirar sus lágrimas o la forma de subir desesperada de su
pecho, ¿qué mierda le estaba haciendo?
—Don, no esperaba su visita.
—Claramente —siseo entre dientes, sorprendido de
escuchar mi voz. Roth, quien se ha quedado mirando a la
chica, desconectó el reproductor de música. Michael
demasiado ocupado en violar una chiquilla no ha notado la
muerte entrando en su casa.
—¿Cuántos años tiene? —gruño en italiano.
—Su padre me la entregó, Don. Sin ánimos de ofender,
conoces nuestras costumbres. La chica es mi esposa,
nuestro matrimonio se llevó a cabo anoche.
—¿Cuántos años? —repito más bajo, ira y frialdad
invadiendo mi cuerpo. Quiero la sangre de Michael corriendo
en mis dedos.
Mi polla se endurece, soy un maldito enfermo hijo de
puta. Los veinte millones sobre esto no son nada, ella, la
chica sobre el piano quejándose de dolor, con su labio
partido, marcas de golpes de cinturón en su cuerpo… es
más grave.
—Quince… —gimotea desde el piso.
Cierro los ojos, la furia siempre ha viajado por mi cuerpo
como un torrente de sangre a mi pecho, pero esta vez algo
más la acompaña. Deseo, ese maldito e irreversible deseo
de destruir.
Pensaba dejarle la diversión a Roth, no quería mancharme
mucho las manos, porque tengo una linda prometida con
quien quiero llegar para meterla a la cama y adorarla hasta
el próximo siglo… Oh, pero ahora quiero la sangre de
Romano; una, por robarme; dos, por golpear a una chica y
abusarla, una que se parece tanto a Emilie; tercero y más
importante, me bañaré en su espesa y caliente sangre
porque ha desobedecido mi más grande orden. No casarse o
abusar de una menor de edad. Sé que no puedo controlar a
todos mis hombres o sus pollas, pero todos tomaron el
juramento de la Orden, como fue bautizada la famiglia
desde que asumí el poder y fue mi primera instrucción
directa. Ningún hombre bajo mi control viola a un menor,
fue una ley creada por Roth y lo acepté, porque, aunque
disfruto matando y despedazando a mis enemigos, mi polla
no se emociona al ver una niña o un niño ser abusados.
Tuve suficiente con saber que Isabella nos tuvo a los
quince, señal de que fue ultrajada desde los doce por
Gabriel Cavalli. Su cuerpo de niña acogió la sucia polla de
mi padre, por años, antes de hacer una cuna en su vientre
para un par de gemelos, por eso no puedo culparla del todo
tras su abandono, es lo único que me hace mantener un ojo
sobre ella y lo que alguna vez fue una mujer altanera y
poderosa, desde que asumí el poder, la ubiqué sin hacer
nada, solo controlo que aún respire.
Ahora es solo un triste cuerpo sin alma, sin sueños,
vendiendo su vagina sin necesidad de dinero, siendo una
puta porque eso fue lo único que aprendió en su vida, recibir
pollas y traer al mundo hijos malditos por la sangre y el
poder de la mafia.
Al final del día, todos los hombres de la mafia somos
monstruos vestidos en trajes de marca, limpiando la sangre
de nuestras manos y almacenando en el alma la muerte de
millones de adictos a nuestra mercancía. Quizás Emilie no
esté tan equivocada, ni ciega, mi mujer puede ver el horror
más allá de mi cara bonita, los millones para vivir una vida
de ensueño y, sin duda, mis buenos dotes para follar.
Ella mira la bestia, porque ha vivido toda su vida
enfrentándose a un sinnúmero de injusticias. Un padre
mentiroso, una madre perdiendo la razón y un hermano a
quien no le importa una mierda. Ha sido solo una niña
abandonada a su suerte.
—Todo está bien, princesa. —Escucho la voz de Roth,
tranquilizando los demonios de la pobre criatura,
ahuyentando un poco de su propio pasado. Veo cuando la
cubre con un pedazo de tela manchado de sangre y la chica
gime de dolor. Dando una calada a mi habano, dejo salir el
humo, admirando cómo este desaparece dejando ver detrás
de su cortina la cara de un fantasma.
—¿No fui lo suficientemente claro sobre violar niñas?
—Es mi esposa, Don. Dentro de mi casa puedo tratar a mi
esposa como sea, es algo de años.
—¿Y eso debería importarme? ¿Los deseos de un grupo
de viejos degenerados?
—¡Si tu padre estuviera vivo, no permitiría este atropello
en mi morada!
Oh, error… Gravísimo error, invocar a Gabriel Cavalli
cuando estoy a punto de mostrar mi verdadero yo, nunca es
buena señal.
—Sé que fuiste uno de ellos —digo, poniéndome en
cuclillas frente a su asqueroso rostro—. Fuiste uno de los
asquerosos que follaba a mi madre, Romano, y la razón por
la cual te dejé vivir era porque me convenía, ¿sabes? Era
muy joven cuando asumí la Orden y fuiste muy fácil de
manipular, siempre dejando que te dominara esa ambición
tan desmesurada, ¿no? Era cuestión de tiempo antes de que
cayeras, pero necesitaba el voto de confianza de uno de los
pilares de la mafia. Ahora… ¿tienes idea qué haré contigo?,
¿lo sabes?
—Don, no he hecho nada en tu contra. Me conoces,
hablemos como hombres civilizados. Regresaré a la chica, lo
prometo —dice temblando.
—¿Devolverla? Dudo que ella quede entera después de
estas horas contigo y su familia no la recibirá por ser una
vergüenza ahora, ¿verdad? Umm… Podrías decirme el
nombre de su padre y yo, quizás sea benevolente.
Me gusta jugar con mi presa, tirar la carnada y clavar el
anzuelo en un tira y afloja. Romano sigue pensando que solo
estoy aquí por su bajo deseo de follar jovencitas. Y estoy
disfrutando ver el miedo en su cara, casi puedo olerlo fuera
de su cuerpo y ver cómo tiembla a mis pies. ¡Joder!,
necesitaré una maldita follada de campeones luego de esta
entretenida tarde.
—Yo, yo… Don, por favor. No puedo decirle.
—¿No puedes o no quieres? Soy tu capo, Romano. Y ahora
mismo tengo unas ganas enormes de enterrar mi cuchillo
de caza en tu pecho, sacarlo lentamente y volver a
enterrarlo en esa polla inexistente posees. Entonces, gracias
a mi reciente buen humor, te preguntaré una última vez,
¿quién es su padre?
—Raffaele Ginore.
—¿El tío de Lucas Piazza?
—Sí-sí, Don.
—¿Fue Piazza quien te ayudó con los lingotes de oro?
Y Romano se orina en el piso, maldición. Salto de pie y
hacia atrás, no quiero ensuciar mis zapatos con su
porquería. El viejo empieza a temblar incontrolablemente,
sabe que he unido los puntos faltantes en mi rompecabezas.
Lucas Piazza gobierna la mitad de Italia, si lo pienso bien, no
teníamos ningún problema en el pasado. Me encargué de
New York y solo tomé parte de Sicilia, Palermo, Milán, Roma
y La Toscana, dejándolo con el centro de Italia y la costa. No
teníamos ningún contratiempo, los colombianos y
mexicanos envían la droga a La Toscana y yo me encargo de
distribuirla en Italia y luego exportar a Estados Unidos una
de más calidad. Trabajando en nuestros laboratorios en La
Toscana, la mercancía es más adictiva y fuerte. Del negocio
de las armas fluye directo con los alemanes y antes de
Emilie tenía un buen negocio con los rusos, un acuerdo que
es interrumpido ahora, por Vladimir Ivanov. Volviendo a
Piazza, le dejé parte de mi territorio porque, si yo puedo
compartir Estados Unidos, ¿por qué no, Italia? Pequeño
grave error, compartir nunca es buena idea. Piazza es
mayor, unos siete años, pero igual de degenerado que todos
los demás. Le gusta hacer fiestas, orgías, venta de chicas,
aparte de ser de los pocos en el negocio de la droga que
consume su propia mierda. Será fácil de romper, quiero
Italia para mí solo y la tendré.
Roth entra a la habitación encontrando el cuerpo
tembloroso de Romano, en el piso, sobre su mierda, inhalo
una nueva calada abriendo nuestro querido bolso, para este
momento no debería mostrar nada y simplemente acabar
con su vida, pero quiero oírlo suplicar, como seguramente la
chica lo hizo anoche y parte de esta mañana. Los tres
lingotes de oro pesan y relucen con la flor de lis como señal
única de mi legado. Honor, Lealtad y Poder.
Roth se encarga de levantar del piso a Romano, quien,
para este momento luce una piel enfermiza, no ha recibido
un solo golpe o cortadura y parece un fantasma andante, no
está lejos de la realidad. Arrastrando una silla, obligo al viejo
a sentarse, empieza a suplicar como la rata que es, suelta
tantos nombres que me dan ganas de reír. No es necesario
amarrarlo a la silla, está demasiado histérico y lloroso.
Disfruto cuando dejo los tres lingotes a su vista.
Y analizo su reacción, sabe que su único destino es la
muerte y una demasiado dolorosa.
—Ofendes mi inteligencia, Michael. ¿Puedo llamarte
Michael, verdad? Después de todo estamos en confianza. Te
he visto follar a una chica con una polla de plástico y te has
hecho mierda encima. Tenemos confianza, ¿no? —ironizo.
Intenta hablar cuando recibe el primer golpe, Roth en
completo silencio clava su primer cuchillo en la pierna
derecha del hombre. Este grita, llora con un alarido
mientras el “carnicero” lo inmoviliza—. Fue idea de Piazza,
¿cierto? Después de todo, tengo demasiado oro para mirar
unos cuantos de tu entrega, soy un capo joven e inexperto
con aires de grandeza, ¿no es así como me llamaste?
—Don, por favor, tengo hijos… No me mates.
—¿Hijos? Veamos, Nicklaus se hará cargo del negocio,
desde hoy pasará a ser mi underboss en Palermo. Rosalía
fue vendida, ¿no? La entregaste a un guerrillero a cambio
de un laboratorio, el cual dejé que trabajaras y luego
destruí. Sí, Michael, conozco cada movimiento de mis
hombres y guardo silencio. No soy bueno esperando, pero
tengo un consigliere que disfruta las venganzas lentas y
dolorosas, ¿sabes qué más disfruta? Cortar las pollas de
pedófilos, ¡pero estoy de buen humor hoy! Así que tendrás
el honor, que no mereces, de morir en mis manos y será tan
jodidamente lento que empezarás a llorar, a menos que me
digas algo… ¿Qué está planeado Piazza?
Esta vez, es mi propio cuchillo el que clavo en su pierna
izquierda, a diferencia de Roth, lo giro, sintiendo la carne y
los músculos romperse. Cierro los ojos saboreando en mi
maldita polla el éxtasis que me producen sus gritos de dolor
y agonía. Sacándolo, dibujo una línea en su pierna huesuda
hasta su polla, todo el camino, el filo de mi cuchillo abriendo
la piel lentamente. Y empieza a cantar cual recital juvenil.
—Quiere apoderarse de Italia por completo… Necesita
alguna debilidad tuya para tomarla, sus hombres, a
diferencia de los tuyos, no son leales y solo están con él por
la paga.
—Eras uno de los míos, Michael y me traicionaste.
—Necesitaba el dinero, Don, ¡lo necesitaba! Perdí todo en
ese laboratorio y, luego, cuando Nicklaus se marchó
llevándose a la perra de su madre. Se llevó parte de mi
dinero también.
—Si hubieras venido a mí, en primer lugar, tendrías ese
dinero y vivirías hasta tus últimos años, pero decidiste ir a
mis espaldas, quebrantando no uno, sino tres de mis
ideales. Robar dinero de tu capo, abusar de una menor y
traicionar a la mafia. Si Gabriel estuviera vivo, se
arrepentiría de llamarte amigo.
—Si me matas, Piazza irá tras de ti.
—Y lo estaré esperando —me mofo sonriendo, clavando
mi cuchillo de un solo movimiento entre su polla y sus bolas.
Roth lo sostiene a la silla, mientras giro una vez más mi
arma, sus chillidos de cerdo herido emocionándonos. Está a
nada de perder el conocimiento, cuando golpeo su rostro
con mi mano manchada de su sangre. Casi vertiéndome en
mis pantalones le corto la polla sonriendo, es tan diminuta.
Sus gritos son la nueva música.
Disfrutando sobremanera esto, empujo el pedazo de
carne en su boca, acallando sus sonidos de una vez por
todas.
—No va a aguantar una mierda —gruñe Roth, molesto.
—¿Qué opinas de joder a Piazza? Tengo una pequeña idea
—canturreo. Limpio mi cuchillo en la piel de Romano,
buscando otro punto dónde atacarle. No es divertido cuando
están casi perdiendo la conciencia. Joder, me ha robado
toda la diversión. No ha aguantado nada. Podría golpearlo
hasta sacar los huesos de su cara, pero Emilie haría
preguntas, ¡a la mierda! Quiero regresar con esa rubia y
mientras más rápido acabe, más rápido ella podrá vaciar mi
polla que está superemocionada de follarla. Pitufo estrella
tendrá bastante acción.
«¿Pitufo estrella?» Todavía me da risa lo fácil que me salió
ese apodo al ver el pavor y la sorpresa en la inocente cara
de Emilie, cómo, en el afán de hacerla sentir menos
asustada, saqué ese ridículo nombre que curiosamente no
afecta para nada mi hombría y, de paso, me acercó a ella.
El viejo parpadea, tratando de volver a la conciencia
cuando doy la última calada del habano y expulso el humo
al aire.
Sí, definitivamente Michael Romano después de hoy, solo
será un fantasma. Con fuerza y deseo, clavo mi cuchillo en
su pecho, abriendo este en un corte vertical hacia abajo, la
sangre y algunas partes de su estómago empiezan a brotar
fuera, concentrándome hago otro corte, ahora horizontal,
marcando la T de traidor en su pecho. Roth, a mi espalda,
ya está tomando la foto que muy pronto recibirá Vladimir
Ivanov.
—Otra donde se le vea más marcada —ordeno viendo la
vida escapar de los ojos de Romano, observando su mirada
fija en mí. Sí, eres un cadáver más, uno del que disfruto y
celebro tu muerte. Ve a hacerles compañía a los demás,
quienes, como tú, tocaron a Isabella Cavalli.
 

~♠~
La oscuridad en mi pecho gruñe, como si tuviera vida
propia. Mis manos están manchadas de sangre, cuando
cambio mi camisa por una limpia, me doy cuenta que la
otra quedó hecha un asco. Me la coloco y no me preocupo
en cerrar los botones. Tiro la sucia al piso, junto con las
sábanas empapadas de sangre y algunas toallas. Entonces
dejo caer la gasolina sobre la tela, más allá, se encuentra el
cuerpo del viejo Michael Romano. Roth está guardando el
oro dentro de su abdomen, mi regalo para Lucas Piazza y mi
primer golpe oficial. Quiero Italia y no descansaré hasta
tener el poder absoluto. Saco otro habano y un encendedor.
El olor a tabaco me embriaga en cuanto lo enciendo,
luego dejo caer el encendedor a la ropa empapada de
gasolina, entonces las llamas se alzan gloriosas,
consumiéndolo todo. Y ahí termino mi habano, mirando una
última vez el cuerpo del traidor, y a mi hermano hacer su
trabajo. Aún puedo recordar cómo escondía la comida para
correr a mi habitación, cómo le decía a Damon, mi hermano
gemelo, que quería estar solo. Nadie sabía, ni siquiera
nonna, que tenía a un chico escondido en mi lugar.
Durábamos hasta entrada la madrugada jugando
videojuegos, le enseñé a hablar un poco italiano, por si
Gabriel mi padre se cruzaba en su camino, a cambio aprendí
ruso a su lado. Me enseñó a dominar mi lado más salvaje y
yo compartí mis mejores golpes. Roth Nikov es mi
complemento, ninguno funciona sin el otro.
Dentro de la mansión Romano, enfundada en un vestido
largo, negro, sentada, abrazando sus rodillas… se encuentra
la chiquilla, su pelo ahora humedecido, gotea agua en sus
brazos y hombros, tiene la mirada perdida. Una señora
mayor a su espalda, jadea al verme y eso hace que la chica
salga de su trance.
Sus ojos de extraños colores enfocan los míos, son una
mezcla fascinante entre verde y miel claro, estos se abren
sobremanera, alarmada. Está a punto de sufrir un
aneurisma, el miedo hace temblar sus extremidades y se
encoge sobre sí.
Miedo, puedo verlo escapar en oleadas alarmantes. Es la
reacción esperada de cualquier mujer hacia mí, si no me
enfrentan, me temen y algunas, como Katniss, me desean
debido a esa misma oscuridad, pero jamás ha existido otra
como Emilie Greystone, solo ella ha sido capaz de
abofetearme.
—¿Cómo te llamas? —pregunto, sentándome al frente, en
una butaca de madera.
—Britney… —gimotea en un perfecto italiano.
—¿Eres la hija de Raffaele Ginore?
—Sí, señor. —Duda evitando mi mirada—. ¿Puedo
regresar con mi madre?
—¿Es eso lo que deseas? ¿Regresar con quienes te
entregaron a Romano?
—No tengo nada más —confiesa, dejando salir las
lágrimas.
—No regresarás con esas personas —gruñe mi consigliere
entrando a la sala. Me sorprende su voz, usualmente se
mantiene callado alrededor de las personas. La chica
tiembla más fuerte, viendo la fachada de Roth, es un
desastre de sangre andante.
—Deberíamos matarla —sugiero hablando en inglés—.
Está muy trastornada. No creo que sea capaz de
recuperarse del trauma que ha vivido.
—¿Puedo quedármela? —cuestiona. Sorprendido lo miro.
—Es una niña.
—Tengo ojos, Don.
—¿Qué mierda estás sugiriendo? No entiendo un carajo.
—Me diste una oportunidad en el pasado… Quiero darle
una a la chica.
—Bueno, eras bueno robando, pero ella solo es un
montón de lágrimas. No puedes follarla, ¿qué maldito
sentido tiene?
—Nunca te he pedido nada.
—Jódeme, ahora hablas como un marica.
—Déjame ayudarla, llevarla a New York. Darle una nueva
vida.
—¿Importa si me niego?
—Te soy fiel y leal, si te niegas, haré lo que me ordenas.
Eres mi Capo.
—Mátala —siseo en italiano. La chica jadea, pero no
intenta huir despavorida. Ella se yergue, aceptando su
destino… añorando la muerte.
Luego evalúo a mi mano derecha, se ha quedado en el
mismo lugar, son segundos de vacilación antes de cerrar la
distancia entre la chica y su cuerpo. En un rápido
movimiento, desenvaina su cuchillo y con la mano izquierda
agarra un puñado de su pelo, inclinando su cuello.
Se miran, alguna clase de plática secreta entre ellos. Él
duda, observando la resignación en sus iris multicolores.
—¡Detente! —ordeno. Nunca ha retrocedido con tal fuerza
antes, jadea como si pensar matarla le causara dolor físico
—. Es tu nueva mascota, no me importa qué hagas con ella
siempre y cuando no la toques siendo una menor y ella no
sea un problema para la famiglia. Ahora, envíala lejos de mi
vista, usa el trasto ese, odio esa cosa, no me deja escuchar
mis pensamientos.
—¿El helicóptero?
—¿Cuál otro trasto, Roth? —ironizo de mal humor. No me
gusta nada esto, esa chica será un problema. Lo veo venir
—. Sácala de aquí, envíala al orfanato en New York hasta su
mayoría de edad y ni una maldita palabra de esto a Emilie.
Salgo de la estancia, dándole privacidad con su mascota,
buscando mi móvil para llamar a cierta rubia y
arrepintiéndome en el acto, soy un hombre lleno de poder.
Emilie Greystone no debería tener tanto peso en mi
persona, ese poder que posee en mí, no me traerá nada
bueno.
Debo recordarme quién soy, un capo, un asesino, el
hombre que hubiera disfrutado de ver a mi mano derecha
acabar la vida de la pobre chica. Un maldito animal sediento
de más poder y sangre, no se trata del dinero, es una
cuestión de respeto, soberanía y ego. Quiero ser temido y
recordado por generaciones futuras. Me instalo en el
despacho del nuevo fantasma, una botella de whisky ya se
encuentra junto a dos vasos, hielo y unos aperitivos. Roth
siempre se preocupa por estos detalles pequeños, sabe mi
renuencia a comer nada fuera de la seguridad de casa. No
terminaré en el infierno porque fui lo suficientemente
estúpido y confiado para terminar envenenado con comida.
Lleno un vaso, sin hielo e ingiero de golpe marcando los
dígitos en mi celular. Es hora de cobrar una deuda.
—¿Don? —cuestiona Byron Miller.
—Te necesito en Italia, quiero muerto a Lucas Piazza. No
me importa cómo, pero gánate su confianza. Debes lograr
conocer hasta el último detalle del bastardo.
—Raze no estará feliz.
—Yo soy el Capo, no Raze y me importa una mierda si es
feliz o no —siseo caminado hacia las ventanas—. Pediste mi
ayuda, salvé el trasero drogado de tu hermana, la protejo
las veinticuatro horas del día y nadie le ha tocado una sola
hebra. Es tu turno de pagar la deuda, Byron.
Un silencio se forma en la línea. Los Nikov tienen algo en
común, ambos eligen buenos jugadores y son calculadores
por naturaleza. Ambos nacieron para gobernar Rusia, la
única diferencia entre ellos es que Roth prefiere estar en las
sobras rompiendo huesos y desmembrando cuerpos,
mientras a Raze le gusta dominar, controlar y en algún
punto destruir. Es un tsunami arrasando todo, demoliendo.
Hace años intentó asesinar a Roth, le di la oportunidad de
trabajar para mí, pero quienes dirigen no son buenos
recibiendo órdenes, por ello lo dejo a cargo del negocio de
las armas, siendo el cabecilla de todo, es un hijo de puta
que aunque me da dolores de cabeza constantes, de alguna
manera me importa. Mataría por salvarles la vida.
—¿Cuánto tiempo tengo para llegar a Italia?
Sonrío, la sonrisa de cuando el gato por fin se comió al
ratón.
Byron es solo mi primera pieza en el tablero, la última
será un jaque mate.
—Te enviaré la información, por ningún motivo permitas
que Raze se entere de esto, es algo entre nosotros.
—Si yo muero… Mi hermana.
—Será de Raze, ambos sabemos que se muere por
enterrarle la polla, ¿quién mejor para cuidarla?
—Ellos juntos son caos, Bess y Raze son gasolina y fuego
en colisión.
—Hablaremos a mi regreso a New York.
Cuelgo antes de escuchar una palabra más, no me
interesa dónde Raze quiere guardar sus bolas, ese no es mi
problema. Nicklaus llega justo a tiempo, para ese momento
la mascota de Roth está en el aire alejándose de nosotros.
Le explico su nuevo cargo, que no le toma por sorpresa.
Nicklaus es un chico duro, aunque tiene dos años menos
que Roth, posee esa aura oscura y demanda autoridad. Sin
esposa o prometida, es mi segundo peón perfecto, no teme
a nadie y no tiene miedo de morir. Observa todo con ojo
crítico y no rehúye mi mirada, como hacen muchos otros…
declarándose a sí mismos, traidores, por el contrario, me
enfrenta como los mejores hombres de la mafia, mostrando
lo que pilares de años en nuestra orden nunca han podido.
Es un chico de revista, alto y ancho, de pelo negro
azabache y ojos marrones profundos.
Cederle el control de Palermo, para ser dirigida en mi
nombre, nos toma más de lo planeado y para cuando
nuestra reunión finaliza, el sol se ha ocultado, sumando a
eso nuestro regreso en carretera llegaré demasiado tarde a
mi villa privada. Al despedirnos de Nicklaus, Roth continúa
demasiado callado y pensativo.
Yo, por mi parte, duro como una roca, quiero follar las
paredes si es necesario, sacar toda esa adrenalina de mi
interior, la cual no fue suficiente con Michael Romano.
Deseaba una tortura más larga, algo más interesante, no
un viejo suplicando a la primera pequeña herida.
Ambos subimos a la parte trasera de una Ranger sumidos
en nuestros pensamientos. Necesito un puto coño, una boca
que pueda chupar mi polla al nivel de una campeona.
—¿A la villa, señor Cavalli? —pregunta nuestro chofer
designado. Giulio, creo se llama. Miro a Roth quien frunce su
ceño.
—¿A cuál hotel la llevaste?
—Grand Hotel Wagner —responde de pésimo humor.
—Llévanos al hotel, Giulio.
—Señor.
—¿Qué harás, Dominic? —interviene Roth.
—Divertirme un rato.
—Tu prometida está en la villa, ¿lo has olvidado?
No, no lo hice y es la razón principal por la cual debo
hacer esto, recordarme quién soy, sin ella, sin su encanto
envolviéndome en un puño o su coño succionándome cual
guante de seda. Necesito a una puta capaz de coger mi
mierda dura y no encerrarse en el puto baño a llorar.
 

CAPÍTULO 22
Emilie
 
Marcela habla italiano, nos movemos en la cocina de un
lado para otro, parlotea sobre algo, pero no logro entenderla
y descubrí que Raze tampoco, nadie en esta casa es capaz
de traducir para mí. Se encuentra haciendo la pasta, según
mi poca comprensión, algo especial y para el estándar de
Dominic.
Prepara la salsa roja desde cero, sin ningún tipo de
enlatado. Primero agrega pulpa de tomates, los mismos que
la vi cortar más temprano del jardín, luego aceitunas,
alcaparras, filetes de anchoa, ajo y perejil picado, más una
pizca de sal.  Huele extremadamente delicioso, desearía
tener a Roth aquí, esta mañana sirvió de traductor entre
nosotras, pero ahora solo me defiendo observando todo y
marcando algunos apuntes en un pequeño papel y pluma
extraídos del despacho Cavalli.
—Spaghetti alla Puttanesca —exclama en su perfecto y
romántico italiano.
—¿Puttanesca? —cuestiono mirando de reojo a Raze,
quien ha permanecido alejado en un rincón de la enorme
cocina. Marcela enrojece bajando la mirada. Creo la he
ofendido de alguna manera.
—La pasta puttanesca es llamada así por las prostitutas,
Emilie —explica Raze.
—Oh, dioses del Olimpo. Necesito aprender italiano. —
Caminando hacia un pequeño comedor de seis sillas, me
dejo caer en una, Marcela me mira limpiando sus manos en
una toalla. Su actitud es de una madre protectora.
—Sei una brava donna, salverai il mio ragazzo. Molto
sofferenza nella sua anima, dolore di perdita e abbandono.
—No te entiendo —gimoteo frustrada con la barrera del
idioma.
Marcela niega girándose a retomar su labor de cocinar la
pasta. Suspiro.
Maldita sea, quiero entender, saber qué me dicen estas
personas o, Don, cuando decide ocultarse en los susurros
italianos. Sentada en la cocina me prometo hacerlo,
aprender ese idioma y quizás, más adelante, un poco de
ruso. No quiero quedarme siendo una ignorante
espectadora cuando cambian de un idioma a otro,
distrayéndome.
Sabiendo que no sirve de nada quedarme en la cocina,
decido salir. Raze está intentando robar un pedazo de queso
y tiene a Marcela distraída. La villa, o debería empezar a
llamarla viñedo, es enorme, hectáreas y más hectáreas de
tierras en el horizonte.
Existe una destilería, un almacén lleno de barriles de vino
y descubrí en la casa, una nevera del tamaño de un
apartamento promedio de New York llena de vinos y algunas
botellas de champán. Me dirijo a esa habitación, necesito un
poco de licor en mi sistema. 
Son entradas las ocho de la noche, Don y Roth han
desaparecido la mayor parte del día y no he recibido
ninguna llamada, debería sentirme bien de tener al Capo
lejos de mi lado, pero existe una pequeña espina en mí, una
que me dice que de alguna manera lo extraño.
Empujo la puerta metálica con una linda fachada en
madera, y entro por una botella, elijo una de etiqueta
rosada. No conozco de vinos, pero leyendo la etiqueta es un
Dom Pérignon Rosé Gold, champán. Genial. 
Con dos botellas de la misma bebida, salgo todo lo
elegante que mi vestido negro de estampado rojo me
permite, tengo un escote profundo entre mis pechos y mi
espalda está descubierta, mi pelo suelto y lacio gracias a un
planchando de una hora, junto a unas zapatillas que
encontré en la habitación frente a la de Dominic, tiene un
sinfín de vestidos, zapatos y joyas de todo tipo.
La mujer para quien fue destinado eso, sin duda, amaba
todo lo extravagante. Las zapatillas que tomé prestadas son
doradas, un escorpión rodea mi tobillo y tienen una piedra
brillante al frente, es tan reluciente y perfecta que estuve
tentada en pensar que era un diamante real, pero eso es
imposible… ¿Cierto?
Unos minutos más tarde y de vuelta en la cocina, ayudo a
servir y preparar el comedor principal, Raze decide cenar
apartado, mientras sirvo trozos de pan con ajo tostado en
una pequeña canasta. Abro la botella de Rose Gold
sirviéndome la primera copa. Dominic debería haber llegado
para este momento. Marcela decide marcharse fuera del
comedor. Otra copa es servida, mientras debato si debo o
no llamar a mi prometido, al Don de la mafia siciliana.
La primera botella acaba, la pasta se enfría, Marcela
entra dos veces a verificarme y Dominic no llega, le llamo
una sola vez en la cual la llamada es rechazada. Lo sé, se ha
cortado en medio del tono.
No vendrá, esa es la sencilla razón. No llegará a la cena,
sintiendo un ligero adormecimiento en el pecho, apago las
velas y abro la segunda botella sacándola de la cubitera de
hielo. No me molesto en retirar los platos, está claro que no
piensa venir, ¿le habrá pasado algo? No, Raze lo sabría.
Tropezando con mis zapatillas prestadas de escorpión, salgo
del comedor, aún con mi celular y el champán en mano.
Raze está al pie de la escalera, mirando algo en su
celular, al verme lo bloquea de inmediato.
—No vendrá, ¿cierto?
—No.
—¿Sabes dónde está?
—No puedo decírtelo.
Sonrío negando, sigo siendo su esclava. El sexo no
cambiará eso, nunca seremos una pareja real, nunca
tendremos una relación. Dominic es el Capo, no un hombre
para jugar a la casita feliz con su ya viejo juguete, ¿para qué
perder tiempo?
Ya tuvo de mí lo que deseaba anoche. Me folló, y claro,
ahora se perdió el interés. No soy lo suficientemente buena.
Probablemente esté follando a una docena de prostitutas
esta noche.
Abrazando la botella de champán, cual adicto, empiezo a
subir la escalera pasando de Raze, quien vuelve a su
teléfono.
Esta vez puedo mirar el contenido, es una linda pelirroja
ensayando en algún tipo de escenario o teatro. Raze detiene
la imagen en varios ángulos para hacer zoom y mirarla, su
sonrisa deduzco.
—¿Es tu novia? —cuestiono sin pensar.
El celular es bloqueado con rapidez, sus hombros rígidos.
Genial, acabo de ser una fisgona.
—Deberías meterte en tus asuntos, rubia. Ser una
chismosa puede llevarte a la muerte en este mundo.
—No era mi intención.
Sin más para añadir, termino de subir al segundo nivel,
caminando a esa habitación de mujer, un presentimiento
me indica perteneció a alguien importante. Empujo la
puerta, encontrando detalles elegantes, las paredes
adornadas con pinturas al óleo, en la mayoría de ellas una
mujer hermosa de cabellera chocolate y ojos azules, son
tristes y melancólicas. Su grito de dolor se expresa en el
arte, bailando sola bajo la lluvia, mirando el atardecer de
rodillas, perdida en los rascacielos de New York, y el más
impactante de todos, ella mirando sus manos vacías y
ensangrentadas, un rojo intenso. Contempla sus manos, la
sangre y el vacío, detrás, la sombra de un fantasma o una
bestia.
En el centro de la habitación, una cama de sábanas
doradas, su tocador intacto, como si ella visitara este lugar
constantemente, pero no es de ese modo, lo sé por el polvo
en algunas partes, en los muebles, en las fotografías. Sigue
apareciendo en ellas en cada punto del mundo, con
monumentos emblemáticos y paisajes hermosos. «Es la
madre de Dominic». Grita esa voz insidiosa en mi mente.
«Era una esclava Cavalli, sumida en una vida de lujos y
dolor». Insiste. «Ella soy yo».
La realización consume mi poca fuerza, me encuentro a
mí misma indefensa, ante el poder de Dominic, sin importar
mis acciones siempre terminaré en los zapatos de su madre.
Una mujer sumida en agonía.
«No si lo amas». «Finge amarlo».
Esta tarde, cuando salté a sus brazos, algo cambió en sus
ojos, fue más significativo ese beso a tener relaciones. Sentí
el cambio en su postura, cómo sus brazos me envolvieron. 
Don es un cascarón vacío de afecto. Gabriel Cavalli sin duda
distó mucho de ser un padre modelo y su madre parece
haber caído en su propio dolor, como es claro en esta
recámara, no sé qué clase de relación tuvo con su hermano
gemelo, pero si es el causante del deceso de este, no
imagino una muy buena.
Las zapatillas retoman su lugar original, trato de no
mover ninguna de las pertenencias, sus vestidos largos,
decenas y decenas de bolsas y zapatos a juego, es el
guardarropa de una Barbie, idéntico al mío en New York, ese
del cual Dominic ha sido responsable. Bebiendo directo de
la botella camino a la cama, estoy cansada, vivir en este
constante tira y afloja de mi cerebro está cobrándome
factura, añadiendo mi falta de sueño y la incomodidad de
las pasadas horas. Me siento en el lecho, bebiendo un poco
más. Esta casa es tan grande y triste, sin vida, solo muebles
ocupando espacio.
De pequeña soñaba con una casa como esta, un marido
amoroso y al menos un par de niños corriendo en el jardín,
una familia real. Bufo internamente, ¿hijos? ¿Con un
asesino? Sí, claro. Amor y felicidad no son opción.
En poco tiempo seré la señora Cavalli, la mujer detrás del
Capo, un simple adorno para mostrar y luego olvidar en
casa, ¿nací para ello? No.
Mis sueños no estaban del todo definidos, pero ser esta
mala copia de su madre no encaja conmigo. Un trago más
largo tranquiliza mi garganta, me he terminado la botella
muy rápido y me siento ligeramente mareada, desde esa
noche donde casi fui abusada, el alcohol no ha formado
parte de mi rutina, hoy, es un buen aliado.
En algún punto, entre mis lamentaciones y sentirme
aletargada, termino sucumbiendo al sueño, este me arrastra
a esa paz y relajación merecidas.
Una fuerte mano acaricia mi pierna, subiendo más allá de
mi vestido y mi rodilla, sé quién es, ese aroma a especias
picantes ha invadido la recámara, sin contar cómo está
empujando mi muslo e instalando su mano casi en mi
intimidad. Parpadeo alejando la pesadez del sueño,
observando a Dominic inclinado en la orilla, la punta de sus
hebras mojadas y la ropa diferente a esta tarde, ¿tomó una
ducha?
—Soy un imbécil —musita en tono lastimero.
Me siento en la cama, atrayéndolo hacia mí mientras
rodeo su cuello, para mi sorpresa, responde mi gesto
rodeando mi cintura y cual niño pequeño busca refugio en
mi pecho, suspirando. Acaricio su pelo húmedo, apartando
mechones de su frente. El gesto me agrada, la caricia
simple.
—¿Problemas?
Niega entre mis senos.
—Eres tan dulce, Emilie. No quiero hacerte daño…
—¿Estás tomado?
—Lo haré, joderé nuestra oportunidad. Y vas a odiarme.
Todo se sume en silencio, ¿qué puedo decir a esa
declaración? Es tan real. Odiarlo es parte de mí, viene del
pasado. Uno donde Dominic no existía en mi vida, pero su
padre Gabriel Cavalli, sí.
Levanta la cabeza, acercándose a mi boca y dejando un
corto beso en una esquina de mis labios. Me gusta cuando
agarra mi mentón entre sus dedos y me mira travieso como
ahora. Está dándome tiempo de arrepentirme, atraída de
una forma prohibida, me inclino más a su rostro. Una media
sonrisa tira de su labio inferior cuando nuestras narices se
acarician.
—Cristo... —Jadea junto a mis labios.
Sus ojos brillan y están gritándome algo que no logro
descifrar. Abre la boca un par de veces y vuelve a cerrarla
sin decir una palabra, luego atrapa unos pocos mechones
de mi pelo y los mira de tal modo e intensidad, que
pareciera descubrió un mundo nuevo.
—Esa boca tuya me está volviendo loco, Emilie.
—¿Es buena?
—Buenísima —responde, antes de bajar la cabeza en su
totalidad y besarme. Es un beso fiero, duro, reclamando mi
cuerpo y partes que nunca creí posibles despiertan, al
retirarse, mi respiración falla y mi vientre siente una
necesidad vertiginosa. Deseo consumirme en su cuerpo.
—Tengo algo para ti —susurra dejando una pequeña caja
negra en mi regazo—. Quiero verlo en tu cuello siempre.
Es un collar, un colgante de oro y tiene un dije en forma
de corazón, un diamante azul intenso. Me recuerda mucho
los ojos de mi padre y los de Dominic, es pesado y brillante.
—Es precioso, como tus ojos.
—¿Te gustan mis ojos? —pregunta dejándome fuera de
juego—. Veo cómo me miras, te fascinan.
—Mi padre los tenía azules, idénticos a los tuyos.
—Lo querías mucho.
—Era todo para mí —musito acariciando el collar, un nudo
formándose en mi pecho.
—Tengo una invitación a una fiesta mañana y me gustaría
que me acompañes.
—¿Puedo negarme?
—Sí —afirma, seguro, sin dudar—. Es algo pequeño,
algunos jefes con sus esposas, a mitad de la noche estas
son enviadas a casa y bebemos un poco más. Nada
importante.
—Nunca he ido a una fiesta —confieso—. No soy muy
sociable… No sé si sea buena idea.
—Acompáñame, por favor.
Vuelvo a mirar el collar, delineando las curvas del
corazón. Es importante, él está dándome una opción a
elegir. «Ambos estamos rotos y vacíos».
—Sí, quiero acompañarte.
Sonríe, esa pequeña sonrisa destinada a la intimidad de
nuestra habitación.
—¿Quieres que use el collar en la fiesta?
—Quiero que lo uses toda la vida… Ese collar perteneció a
mi tatarabuelo, es una réplica casi exacta de la joya del
Titanic, es un diamante real y ha pasado por las mujeres de
nuestra familia, de generación en generación. Cuando
alguien de nuestro mundo lo vea en tu cuello, te mirará con
otros ojos, el collar es una protección extra hacia ti.
—¿Tu madre? —cuestiono en voz baja, sin mirarle.
—Sí, ella fue quien agregó la cadena simple.
—¿Esta habitación…?
Agarra el collar y rodea mi cuello, le ayudo sosteniendo
mi pelo en alto.
El peso del diamante es lo primero en asentarse. Suelto
mi pelo al instante en que este cae en mi pecho y, luego mi
parte tonta, romántica y soñadora, salta de emoción, ¿es
acaso esto una pequeña muestra de algo más?
Don traga saliva, esto significa algo. Tengo miedo de
llegar a conclusiones y luego caer en una mentira.
—Ven conmigo, quiero llevarte a un lugar.
Sin tiempo a ningún cuestionamiento, se levanta de la
cama alejándose, no solo físicamente, sino de manera
emocional. Cuando las cosas van en una dirección
demasiado profunda, hace eso, se aleja o lastima, construye
una barrera impenetrable.
En un gesto digno de un caballero, extiende su mano,
invitándome a su lado. La acepto y con su ayuda me levanto
de la cama.
Quedándome un paso detrás ambos avanzamos a la
salida, Don cierra la puerta con una extraña mirada.
Ordenándome esperarlo en el pasillo, le veo partir a nuestra
habitación, minutos más tarde, vuelve con una sábana,
almohada y unas zapatillas de plataforma para mí.
—¿Dónde me llevas?
—A observar el amanecer.
—Eso suena muy romántico viniendo de ti.
Se aclara la garganta, incómodo.
—Mi lobo solitario —declaro en voz alta lo que pretendía
ser solo un pensamiento. Parpadea, una sonrisa tratando de
tirar de sus labios.
—Oh, mi dulce oveja con alma de pantera.
—No te va la zoofilia, ¿cierto? —me burlo tratando de
conseguir esa sonrisa. Y en efecto soy recompensada—.
Tiene usted una sonrisa, señor Cavalli. Creí eran
alucinaciones mías.
 

~♠~
La calma antes de la tormenta es el mejor término para
nosotros. Nuestros dedos están entrelazados mientras
conduce una pick up Ford Ranger entre el terreno de piedra
y tierra.
Una suave música, a cargo de James Bay, envolviendo el
interior del vehículo, no puedo dejar de tocar el diamante y
sentir algo, el nudo en mi garganta es casi asfixiante. Mis
dedos hormiguean, y mi corazón salta incontrolable, ¿qué
está sucediéndome?  Su tacto es como una explosión de
dinamita en mi interior, es como si Dominic tuviera la
capacidad de destruirme en pequeños fragmentos para
luego moldearlos en algo mejor, diseñados para encajar
perfectamente.
«¿Por qué nos destruiste, Gabriel? ¿Y si no existiera? ¿Si
nunca me rompió de tal forma? ¿Puedo fingir que esa noche
no sucedió?».
Cierro los ojos negando, la herida en mi interior sangra.
Veo a la niña inclinada en el escritorio, la observo
llorando, asustada, temblando de pies a cabeza, desnuda…
Y luego a Roth Nikov, frente a mí, golpeado, desnudo, a
punto de perder la vida, atado como un animal.
Suplicándome en silencio a no resistirme, a no darle al
monstruo de Gabriel una razón más para ser duro. Incluso
saboreo la sangre en mi boca, fresca y metálica y su toque,
ese asqueroso y desagradable toque, por un corto segundo
estuvo a punto de robar mi inocencia y marcarme más
profundo.
No sentí eso al ser tocada por Dominic la noche anterior,
su toque es… Diferente. Dice algo, pero no escucho, mi
mente se encuentra en un trance de recuerdos dolorosos,
mientras él empieza a disminuir la velocidad.
Y no lo soporto más, me libero de mi cinturón de
seguridad sin poder estar un segundo separada de sus
brazos, de la protección me brindan.
Al mirar lo que estoy haciendo, orilla el vehículo y se
detiene, no pierdo el tiempo para cruzar a su lado. Me
escurro hasta sus piernas, mi espalda pegando contra el
volante, mi cuerpo sobre el suyo a horcajadas y mis manos
rodeando su cuello... Entonces escondo mi cabeza en este,
mientras él no sabe qué hacer conmigo, mis ganas
incontrolables salen a la luz en susurros.
—Te extrañé esta noche —murmuro junto a su oreja,
siento cómo su cuerpo se estremece bajo el mío, cómo su
mano izquierda rodea mi cintura—. Quería cenar contigo,
tratar de reparar esta relación disfuncional, crear algo
bueno. No quiero ser una sombra melancólica, quiero estar
a tu lado. No me apartes, si no puedes regresar a casa envía
un mensaje, algo, lo que sea.
—¿Me extrañaste? ¿Tú me extrañaste?
—Sí.
—Oh, Em.
No quiero meditar nada, ni cuestionarme tampoco, solo
quiero seguir de esta manera en sus brazos, protegida,
sabiendo con certeza que Dominic Cavalli es el único que
puede lastimarme y sin embargo destruirá el mundo sin
alguien intenta tocarme. El coche continúa encendido, solo
detenido a la orilla de la carretera y sus manos acariciando
mi rodilla expuesta mientras la otra aún rodea mi cintura.
—El Capo italiano abrazándome —declaro levantando la
cabeza de su cuello y mirando su enorme sonrisa, un dulce
beso es depositado en mi frente. Acaricia mi rostro con las
yemas de sus dedos y acomoda tras mi oreja pequeños
mechones sueltos de cabello rebelde.
—¿Qué estás haciendo conmigo? —cuestiona delineando
mis labios.
—Yo debería preguntar eso.
—La mia bellissima regina[18], ¿qué clase de hechizo has
lanzado a este simple mortal?
—No eres un simple mortal, Dominic.
—¿Eso crees? —cuestiona observándome.
Sus tormentosos ojos azules son la ventana a mi propia
alma. Vacío, dolor, miedo y secretos. Su mirada esconde y
revela, tanto, como esté dispuesto a dar.
—Salgamos, está a punto de amanecer.
—¿Este eres tú siendo romántico?
Abre la puerta y despacio me devuelve al asiento del
copiloto. Es el primero en salir, luego de cerrar su puerta
rodea la pick up abriendo la mía, para mi sorpresa, me
carga. Enredo mis piernas en su cadera y mis manos en su
cuello, todo está oscuro de no ser por las luces del vehículo
que sigue encendido, se escucha a lo lejos algo parecido al
oleaje, olas golpeando las piedras y en el aire ese toque de
sal y arena. Don, camina conmigo colgada de su cuerpo y
me ayuda a subir a la parte trasera de la camioneta, en la
palangana, donde ha dejado la sábana y almohada.
—¿Dormiremos aquí?
—Estás muy preguntona —dice, abriendo una pequeña
puerta.
—Es el aire libre.
—Te encuentras a mi lado, incluso los animales más
salvajes no son un peligro.
—Bien, ¿algo en lo cual pueda ayudar?
—Con ese vestido, dudo que puedas moverte.
—¿No te gusta?
—Me encanta —exclama saltando a la parte trasera en un
movimiento ágil. No usa su acostumbrado traje de tres
piezas, solo vaqueros oscuros y una camisa azul—. Te ves
hermosa, el negro y rojo son tus colores, aunque el verde
resalta tus ojos.
—Gracias —murmuro cohibida, estoy acostumbrada a
nuestras guerras, no a estas partes de tranquilidad—. ¿Algo
en mente para matar tiempo?
—Se me ocurre algo —sugiere acariciando mi mejilla—.
Ponerme sobre mis rodillas, subir ese vestido hasta tu
cintura y enterrar mi lengua en tu coño.
—¿Y por qué sigues de pie? ¿Qué te impide cumplir tu
deseo?
—No fui criado para inclinarme ante nadie, cara mia.
—¿No por tu reina?
—Te gusta ser la excepción a la regla, ¿no?
—Me gustas tú, tus manos y esa boca, pero para ello
debes inclinarte, Dominic. Si quieres adueñarte de mí, pon
tus rodillas en el piso y tómame.
—Serás mi perdición, Emilie Greystone.
—Ya eres la mía.
Entonces cae sobre su rodilla izquierda. Jadeo,
impresionada de mi poder sobre este hombre, Dominic por
su parte va directo a reclamar mi cuerpo, en un rápido
movimiento toma la tela de mi vestido entre sus puños.
Él nunca va por lo esperado, no la sube, no… él tira de
está rompiéndola a la mitad y exponiendo mi ropa interior
de satén negra, la cual ya se encuentra empapada.
Ejerciendo más fuerza, termina de romper lo que queda
de la tela, subiendo a mi vientre y tomando el camino de
mis pechos, el material empieza a ceder ante su ferocidad
y, para cuando termina, mi vestido es solo un trapo, mis
pezones erguidos le dan la bienvenida, la brisa fresca eriza
mi piel.
Su mirada se pierde en mis senos y una de sus fuertes
manos, amasa la protuberancia rosada que tanto lo ha
cautivado, luego deja caer su mano. Se sienta en el piso de
la palangana y con un gesto me invita a tomar mi lugar.
Retiro los tirantes del trozo que antes fue un vestido,
dejándolo caer a mi espalda y prosigo con las bragas muy
despacio, hasta que están en mis tobillos y salgo de ellas
junto con mis zapatillas. Dominic recorre cada tramo de piel
con su azulada mirada y puedo ver cómo su nuez de Adán
se mueve al tragar en seco.
Le afecto de la misma manera en que él me afecta a mí,
me observa sin perder un solo detalle de mi cuerpo. Acepto
su invitación, sentándome en sus piernas mientras suelta un
gruñido muy varonil.
—Desnúdame —ordena en voz baja. Empiezo con los
botones superiores de su camisa—. También me gustan tus
manos sobre mí.
Tiro de la tela, sacándola de su vaquero y finalmente
tengo su pecho descubierto, él termina de quitarla por
completo. Mis dedos van directo a su tatuaje, esa flor de lis
quemada en su pecho, la sangre furiosa, las letras
pequeñas, casi borrosas. «Lealtad, honor y poder».
—Recuéstate hacia atrás.
Cumplo su orden, dejándome caer en la almohada
estratégicamente colocada a mi espalda, el detalle no me
sorprende. Se hinca entre medio de mis piernas,
desabrochando su pantalón y empujándolo hacia abajo.
—¿Dónde quieres mi boca, Em?
—En todo mi cuerpo —gimo.
—¿Aquí? —pregunta, succionando la cara interna de mi
pierna derecha. Abro más, girando mi cadera cerca de su
rostro. Él sonríe sobre mi piel—. Ya veo... ¿Estás
ofreciéndome tu coño?
Dios. Me encanta cuando me habla sucio.
—Sí. Tómalo.
—Como ordenes, cara mia.
Y joder, toma mis rodillas rápidamente llevándome a su
boca. Su aliento cálido justo donde más lo deseo. Y su
lengua, oh, Jesús bendito. Su lengua es mágica, celestial y
pecadora cuando rodea mi clítoris. Sus dientes raspan mis
labios tirando de ellos. Llevo mi mano hacia su cabeza,
haciendo presión contra mí. Es tan bueno, Dominic es un
demonio del sexo. Sabe dónde tocarme, conoce cada punto
donde encender mi llama. Y sus ojos me excitan muchísimo,
mucho más cuando me mira mientras está devorándome
ahí... Su lengua se apodera de mi centro y me hace clamar
en voz alta a la nada, cuando deslizándose directo a mi
monte de Venus, succiona con tanta fuerza que grito de
forma incontrolable.
Mis piernas, ahora sobre sus hombros, tiemblan y mis
súplicas revolotean todo el espacio.
—Oh, no... Oh, no.  D... ¡Dios! —gimoteo por la convulsión
elevándome. Don acaba de morder, es doloroso, y
placentero. Es caótico. Todas las sensaciones estallan,
entonces me vengo en su boca gritando sin sentido.
—De rodillas —sisea. Me coloco de rodillas, dándole la
espalda y dejo ambas palmas de mis manos contra la
almohada. Mi pelo cae en mi espalda, justo más abajo de mi
cadera. Don lo envuelve en su puño y tira. Mi espalda se
arquea y mi culo se levanta buscando sentirlo. Él acaricia la
longitud de mi columna con su mano libre.
—Siempre he sido un hombre de traseros —susurra con
voz ronca cerca de mi oído—. Tu espalda me pone caliente,
Emilie. Mi posición favorita es donde puedo ver la espalda,
cómo los músculos se contraen cuando las caderas se
mueven. Me vuelve loco, jodidamente demente, Em.
—Sigue —suplico, poseída por sus palabras.
—¿La señorita desea le hable sucio?
—Por favor...
Sus dientes se clavan en mi hombro haciéndome gemir,
gritar. No lo sé, luego su lengua traza las líneas que ha
dejado. Estoy ardiendo. Lo necesito tanto, tanto. Dios. Me
enloquece.
—Mía, Emilie Greystone... Eres mía.
Suelta mi pelo para tomarme de la cintura, entonces
siento la cabeza de su polla en un lugar prohibido. Oh, Dios
mío. Juega conmigo frotándose desde el frente hacia atrás,
una y otra vez.
Mi clítoris hinchado pide a gritos un poco de atención, así
que llevo mi mano ahí, a mi intimidad.
Gruñe cuando siente mis dedos formando círculos en mi
montículo.
El placer está al máximo, cuando la cabeza de su polla
entra detrás. Me expande, es incómodo, pero todo este
placer de hacer algo tan sucio puede más conmigo. Llevo mi
mano libre a mi espalda, deteniendo su avance. Es mucho
más rápido y la sostiene, empujando mi pecho hacia abajo y
logrando tener mi trasero a su merced.
—No voy a follarte el culo, Emilie. No hoy, cariño, pero
pronto.
Masturbarme, es algo que nunca creí posible, ser
descarada en el sexo; me excita. Don, empieza a empujarse
y también masajea mis nalgas y poco a poco se adentra en
mí, sus caderas se mecen suavemente.
Yo estoy gritando de placer, no tienen sentido mis
palabras, mientras él con un último movimiento… está
gloriosa y completamente adentro. Su frente cae en uno de
mis hombros, la mano en mi cintura tiembla. Se está
conteniendo, calmándose por no lastimarme.
—Puedes ir más duro —aviso jadeando—. Por favor,
Dominic.
—¡Carajo! —Jadea presionando mi vientre.
Sus manos están por todas partes, mi cuerpo necesitado
mientras embiste contra mí. Trato con desesperación,
aferrarme a él. Estoy sudorosa, temblando de puro placer y
quedando en ese limbo de éxtasis donde termino luego de
ser poseída por este hombre. Grito, él gruñe y justo en el
momento que exhalo su nombre, estallo con un alarido de
satisfacción y dolor. Mis extremidades vibran, me
convulsiono casi sin fuerza cuando muevo mi cabeza hacia
atrás a su pecho.
Don arremete en contra mía, tornando todo más intenso
cuando se mueve crudo y fuera de control, en algún
momento he dejado de tocarme y tengo mis manos en su
cuello, mi espalda pegada a su pecho, su mano sosteniendo
mi cintura y la otra pellizcando mi pecho derecho. Mi cuerpo
cansado, pero aún encendido y temblando, reacciona.
Muevo mis caderas buscando darle el mismo placer.
Dominic es un amante comprensivo, he notado se
asegura de que yo haya conseguido al menos dos orgasmos
antes de buscar el suyo propio. Ahora es mi turno de darle
todo.
Y lo hago moviéndome, primero en círculos y luego
empiezo a subir y bajar sobre su polla. Jadea, maldice
perdiendo esa apariencia de hombre frío. Sostiene mi
cintura con ambas manos y pierde todo el control cuando
arremete sin piedad en mi coño. Sonrío para mí, porque sus
movimientos rudos son los más placenteros. Un Dominic
que no se contiene es como un coctel exótico.
—Señor, oh, señor...
—Eso es, Em. Justo sobre mi polla, cara. ¡Vente para mí!
¡Jodido Cristo! —gruñe—. ¡Mierda!
El orgasmo desolador me azota y sin poder sostenerme
más, me dejo caer hacia adelante unida aún a él. Y mis
paredes se contraen, succionando su polla. Es como si
tuviera vida propia y decidiera permanecer unida a Cavalli
por siempre.
—Oh, Cristo —clama—. Tan bueno. Oh, Emilie.
Entonces en ese momento el placer lo alcanza con un
gruñido muy varonil y termina de desplomarse sobre mí.
Ambos jadeando, sudorosos y malditamente exhaustos.
Ha sido increíble.
—Se me ha roto la polla —dice jadeante.
Sonrío recuperando mi respiración regular.
—Eso fue alucinante —concedo.
—Alucinante es una magnífica palabra.
 

CAPÍTULO 23
Emilie
 
El amanecer se asoma en el infinito, rompiendo en un
azul turquesa e iluminando un cielo anaranjado, es
esplendoroso verlo en primer plano, es una sensación
mágica, te envuelve una paz que incluso te arrulla, la mano
de mi prometido está en mi cadera manteniéndome unida a
su cuerpo. Dominic descansa, sumido en una paz
aterradora, acaricio los contornos angulosos de su rostro y
suspiro. Su mano cede cuando intento levantarme. Al
hacerlo, jadeo asombrada. «¿Qué demonios?».
—¡Dominic! —grito golpeando su pecho.
Las líneas duras de sus labios se curvan en una pequeña
sonrisa.
—Te traje dormida —murmura, tirando de mi cuerpo hacia
el suyo. Otro grito de sorpresa y emoción abandona mis
labios, dirijo mi mirada a todos lados asombrada, riendo, me
siento sobre sus abdominales descubiertos.
—¡Estamos en un yate!
—Sí, cara mia. Mira hacia la isla —ordena de forma baja,
abriendo por fin sus adormilados ojos. Salto fuera de su
cuerpo, corriendo al borde de la embarcación negra con
apenas su camisa azul cubriendo mi cuerpo. Es perfecto,
todo es hermoso. Chillo mirando la isla, estamos anclados
cerca de una pequeña porción de tierra, llamarla isla no
sería un término correcto, es solo un pequeño cúmulo de
tierra en medio del mar abierto, lo sorprendente son las
rosas y flores sembradas. Rosas rojas, blancas y flores
anaranjadas.
—Nonna lo creó —explica abrazándome desde atrás,
recargo mi cabeza en su pecho—. Cuando era pequeño nos
traía a este lugar, Damon y yo la ayudamos a construir los
riegos de agua dulce y la tierra.
—¿Marcela es tu nonna?
—Sí, es mi madre en todo el sentido de la palabra.
—¿Qué sucedió con tu hermano? ¿Con tu madre?
Se tensa, sus manos presionándose en mi cintura.
Acabo de arruinarlo. Dominic es un hombre reservado, no
me permite entrar a su vida o su pasado.
No tengo ese derecho. Me asusta la forma en la cual
quiero conocerlo terriblemente, desglosar sus secretos,
apoyar sus miedos.
Quiero que vuelva a casa y sea capaz de hablarme de su
día, aunque omita los detalles macabros de todo.
Dominic es la única persona quien ha cuidado de mí,
quien a su manera me protege. Sigo en contra de nuestro
matrimonio, las mentiras y la manera ruda en la cual he
terminado a su lado. Algunas noches no dejo de pensar en
la muerte de un hombre inocente, otras me sumo en los
recuerdos de mi encuentro con el mayor de los Cavalli, en
cómo fui un juguete o en Roth Nikov aferrándose a la vida,
en su lucha y en que gracias a eso hoy vivo. Aquella noche
nos salvamos mutuamente. Sin darme cuenta, acaricio la
cicatriz en mi muñeca. Mi madre me marcó, dejó una huella
indeleble, un alma fragmentada, pero Gabriel Cavalli arruinó
mi capacidad de confiar en alguien ciegamente. Apuñaló lo
sueños de una chiquilla, su confianza y amor propio. Confié
en un monstruo quien prometió mi libertad y la protección
de mi familia.
Debido a Gabriel idealicé a mi padre, colocando su
imagen en un pedestal, cuando la realidad fue muy
diferente.
No puedo culpar a Holden, incluso aunque quisiera, por su
implicación con la mafia; Joseph Greystone fue quien nos
trajo a este mundo cuando decidió trabajar para un Cavalli.
El intachable hombre, quien fuera director de la CIA, se
vendió por unos millones al patriarca, y por consecuencia,
nos cedió a nosotros sus hijos a este camino de la mafia,
pensé que su deuda había quedado saldada cuando le
entregué a Gabriel las pruebas necesarias para hundir a los
rusos en una guerra entre el cartel colombiano, pensé haber
comprado mi libertad cuando dibujé las rutas de acceso a
los laboratorios de metanfetaminas en territorio latino,
desde Colombia hasta México. Mi padre tenía toda esa
información.
—¿Estudiaste? —pregunto tanteando el terreno.
—Ciencias políticas y economía.
—Conoces varios idiomas.
—Italiano e inglés son requeridos en la famiglia, nuestros
hijos deberán aprender ambos y sus hijos igual, el ruso fue
gracias a Roth y entiendo español, aunque no puedo hablar
una mierda. Utilizo traductor en mis reuniones exteriores. Y
mi hermosa prometida, ¿algún idioma escondido?
—Francés un poco —susurro llena de vergüenza.
—¿Francés?
—En mis años adolescentes me pareció un idioma
romántico, hice tres semestres.
—Dime algo —pide bajo, enterrando la cabeza en mi
cuello, sus dientes haciéndose camino a esa parte de mi
pulso donde recibo un cálido beso.
—No… —gimo.
—Umm, sabes deliciosa en el mar.
—Don.
—Di algo para mí, Em.
—J'ai voulu aimer un diable avec tant de désir[19].
—Carajo, nunca alguien me pareció tan sexy en la vida —
dice girando mi cuerpo en sus brazos—. Sabes que puedo
conseguir alguien que traduzca eso, ¿no?
—Solo dije que eres desagradable y te odio —musito
encogiendo mis hombros—. Ya sabes, nada que no sepas.
—Eres una mentirosa —bromea, su buen humor a flote—.
¿Y tú, estudiaste?
—No, nada.
—¿Por qué?
—Un perfil bajo.
—Debido a mi padre.
No es una pregunta, sabe que Gabriel quería mi cabeza.
Lo único me mantuvo siempre a salvo fue Roth Nikov, los
secretos, la amenazas hechas esa noche en italiano.
—Me gusta el trabajo social: los niños, los adolescentes y
las mujeres maltratadas, quiero ayudar.
—Por eso quieres el orfanato.
—Sí, es el primer paso —afirmo mirando al horizonte.
—Es tuyo, ¿de acuerdo? Si ayudar te hace feliz, hazlo.
—Gracias, es la primera vez que no discutimos.
—Es raro…  hablar, quiero decir, tengo a Roth pero nos
conocemos y algunas cosas no necesitan ser dichas.
—Eso hacen las parejas, hablar y comunicarse, no todo es
sexo y peleas.
—Me gusta —confiesa, esta vez asoma y baja la cabeza
en busca de mis labios. Algo entre nosotros es diferente,
quizás algún pequeño clic se ha accionado entre ambos.
Me gusta esta versión, este hombre y sé que es debido a
nuestra soledad, puede permitirse ser alguien diferente
cuando nadie más está mirando, cuando no debe tener esa
máscara fría del hombre cruel.
Su lengua se abre paso en mi boca, y una de sus manos
toma mi cuello sosteniéndome en mi lugar, es adictivo,
delicioso y fuera de este mundo. Gira y alza mi cuerpo,
envuelvo mis piernas en su cadera, sintiendo la humedad en
mis pliegues y la expectación de su toque.
Camina cargándome en brazos hacia la cabina, bajando
una pequeña escalera y adentrándonos en un camarote
decorado en negro y tonos dorados. Me deja caer en la
cama, cerniéndose sobre mí.
Y me demuestra una vez más entre besos urgentes,
caricias desesperadas y ansias ocultas, cuán buen amante
es.
 
Descubro que no estamos solos, tres personas
encargadas de la embarcación deambulan alrededor, Don
me lo hace ver en algún tipo de broma sobre mis gritos,
para ese momento toda Italia debe saber que Dominic
Cavalli es un excelente dador de orgasmos, su boca, sus
dedos y pitufo estrella son increíbles en una cama, tanto
que sudorosa,  con el pelo pegado a la frente y entonando
su nombre cual cantante de ópera, casi termino desmayada.
Nos bañamos juntos, ducha en la cual se aprovecha
nuevamente de mí, esta vez mis manos en las baldosas y
Dominic de rodillas abriendo las mejillas de mi trasero y
usando su gloriosa lengua en mi coño, soy premiada con un
tercer orgasmo de esa manera.
Ya exhausta, él se encarga de limpiarme entera y de
ayudarme a cepillar mis dientes, luego mis cabellos, no soy
capaz de devolverle el favor, si no como algo, terminaré en
el piso desmadejada.
Gracias a Dominic y su gente, tengo ropa extra en el
camarote y mis productos de higiene básicos, al igual un
poco de maquillaje.
Sus ojos no se apartan mientras me coloco ropa interior,
la braga es diminuta, solo un pequeño triángulo y el sostén
de tela transparente decorada con flores en encaje blanco
entrelazado.
Es un conjunto nuevo y muy bonito, aunque no lo
compraría por mí misma, saco un vestido verde, largo, de
tirantes y unas sandalias sencillas, pero elegantes. El
diamante familiar en forma de corazón sobre mi pecho, 
brillando. Don, solo en un pantalón blanco de tela suave y
una camisa a juego sin botones, luce como un actor de
alguna película americana. Está guapísimo y encantador, el
mar le sienta de maravilla y su ánimo es completamente
relajado.
—¿Hambrienta?  —pregunta encontrando mi mirada en su
cuerpo.
—Famélica.
Así es como terminamos sentados bajo el sol, una mesa
llena con comida; tortas de huevo, fruta picada, pan de ajo,
jugo fresco, queso y una coca cola fría en mi lado de la
mesa, sus ojos fijos en mí.
—Salud —musito alzando mi botella de coca cola y
chocándola con su pepsi—. Por más días como este.
—Por una eternidad contigo.
Incómoda, pero feliz, sonrío antes de tomar un largo trago
de soda y dar paso a un desayuno tranquilo. Ambos
enviándonos miradas furtivas y medias sonrisas cuando nos
sorprendemos viendo al otro.
Al finalizar el desayuno, mueven el yate rodeando la
minúscula isla y atracamos en un muelle de madera blanca,
agarrados de la mano caminamos juntos, no voy detrás,
esta vez es a su lado.
Los tripulantes del navío, dos señores mayores y una
joven chica, guardan su distancia de nosotros.
Caminamos entre las rosas blancas y luego las rojas, más
allá unas flores naranjas y violetas donde el sol es más
fuerte. No es arena, es tierra negra y un enorme árbol da
sombra a las flores, debajo de este, un asiento de madera
para al menos tres personas cuelga y así como una llanta de
vehículo pesado pintada de rojo.
Emocionada me siento e inmediatamente empiezo a
columpiarme cual niña pequeña.
Don niega mirando hacia el mar Mediterráneo, perdido en
los recuerdos, por como su rostro se relaja, diría que son
buenos… en su mayoría.
—Empújame —pido con un lindo puchero.
—¿Sabes que esa cuerda tiene mi edad?
—Veintinueve años no es tan viejo.
—Si te caes puedes golpearte.
—Abuurriidooo —canturreo—. Te harás viejito pronto si no
empiezas a disfrutar la vida, tus hijos te dirán abuelo.
—¿Cuántos quieres?
—¿Qué?
—Hijos, ¿cuántos deseas?
Debo hacer mi movimiento y puedo jurar que escucho a
Hannah en mi cabeza. Mierda, esto puede ir muy mal, esta
conversación terminará la tregua.
—No quiero tener hijos.
No para la mafia, no a este mundo y muy probable no con
Dominic siendo su padre. Observa mi rostro, quizás
buscando la broma.
—Sabes que follamos sin ninguna protección… ¿ Debería
saber algo? ¿Estás usando algún método sin mi permiso?
—Es mi cuerpo —reviro sintiendo la incomodidad en el
aire. «¿Sin su permiso? ¿Quién demonios se cree?». Mi
dueño, eso es.
—Eres mi mujer, en pocos días de manera oficial. Soy un
Capo joven y necesito descendencia, si no hablé de algún
método anticonceptivo es porque quiero que me des hijos y
mientras más rápido, mejor, Emilie.
—Soy un ser humano, ¿sabes? No puedes ir por la vida
decidiendo en los demás, demandando órdenes.
—Serás mi esposa, quiero hijos contigo. ¿Qué hiciste?
—Pastillas —susurro. Cierra sus ojos negando, luego,
cuando los vuelve a abrir, solo camina al asiento de madera
colgante abriendo sus manos hacia mí. ¿Qué hará?
¿Golpearme? ¿Darme de nalgadas por desobediente?
—Ven aquí, ahora.
—No —reto de forma automática, abriendo mis ojos,
asustada. Estamos a mitad del mar, puede matarme y
regresar a la villa como si nada, nadie preguntará por mí,
Holden probablemente me haya olvidado para este
momento.
—¿Me tienes miedo?
—Algo —digo con sinceridad, apretando mis manos
unidas, evitando se note el ligero temblor.
—Ven a mi regazo, Emilie. Te doy mi palabra, no voy a
lastimarte.
Bajo del columpio y vacilante acorto la distancia. Es un
lugar agradable, y el tiempo compartido esta mañana fue
pacífico, no quiero arruinarlo.
—En mi regazo —demanda.
Levanto mi vestido para lograr encajar sobre su cuerpo.
Gime por lo bajo en cuanto estoy sentada sobre él y su
manos de forma mecánica me abrazan la cintura, hasta
bajar peligrosamente cerca de mi trasero, se empuja contra
mi centro. Maldita sea, es un puto dios del sexo y ha
descubierto mi debilidad.
—Nunca te golpearía, nunca. Aprende a confiar en mí,
pequeña.
—Mataste a un hombre por mi culpa.
—No, asesiné a unos de mis hombres por ponerte en
peligro, creí que lo habías entendido en New York. Mi
seguridad desobedeció mi orden de llevarte a mi ático y
mantenerte segura. Si quisiera dañarte físicamente lo
hubiera hecho, pequeña, no se trata de eso… ¿de acuerdo?
Nunca te tocaría e incluso, en el sexo, si me dices que me
detenga, lo haré. Anoche quería follarte este precioso
trasero y te negaste… Lo acepté, no soy una bestia contigo.
¿Lo entiendes?
—¿Por qué no conmigo?
—No lo sé, Emilie, esa misma pregunta me hago cada
puto día desde que te conocí —reconoce uniendo su frente a
la mía—. Si mis enemigos supieran la magnitud del poder
que posees sobre mí, no dudarán de usarte en mi contra.
Nadie debe saber cuánto me importas, Emilie. Nadie,
¡jamás!
—Y no puedes ser así como las pasadas horas en público.
—Exacto, pequeña. Esta noche, por ejemplo, serás un
lindo adorno, no puedes hablar con los hombres a menos
que yo te dé permiso… Sé que no eres de esa manera, que
eres terca e impones tu palabra, te conozco, ¿de acuerdo?
En New York puedes ser así, amor, pero esta noche no, Raze
estará vigilándote cuando las mujeres quieran hablar,
muchas de ellas esperan que me tengas miedo, que seas
tímida e inocente. Para ellos eres mi esposa, domada y
moldeada a mi gusto.
 
«Amor, acaba de llamarme amor».
—No soy buena fingiendo.
—Hazlo por mí, por favor.
—Usas ese “por favor” para manipularme.
—Uso el sexo, ¿necesitas una dosis extra?
—No, estoy un poco adolorida —confieso.
—Mi lengua puede ayudar.
—No, gracias.
—Debía intentarlo. —Encoge sus hombros y el gesto se
me antoja infantil, encantador—. Volviendo a las pastillas, si
quieres usarlas, está bien… por ahora, pero luego de
casados tendremos esta conversación, ¿estás de acuerdo?
—Estás pidiendo mi aprobación. —Jadeo asombrada.
—Son las bases de una relación, hablar, llegar a un
acuerdo o eso me han dicho.
—No hagas bromas, mejor sigue siendo El Capo.
 

CAPÍTULO 24
Emilie
 
La nonna de Dominic, Marcela, es mi mano amiga a la
hora de arreglarme. La mañana pasa demasiado rápido, en
cuanto llegamos a la villa Don vuelve a su actitud fría y
distante, almorzamos junto a los chicos quienes evitan mi
mirada, algunas palabras son dichas en ruso a lo cual
Dominic adopta su máscara, intento buscar su mano debajo
de la mesa… un acercamiento y nada. Cansada de sentirme
rechazada, me retiro al segundo nivel, eligiendo vestidos y
tirándolos a la cama, no estoy lista para una fiesta, mi idea
de viajar a Italia eran bikinis y algún vestido de coctel.
Nonna entra a la habitación cuando barajo la idea de salir
en busca de alguna boutique en Italia capaz de tener un
vestido elegante de mi talla y medianamente decente.
Marcela y dos ayudantes me sonríen, una de ellas
probablemente de mi edad será mi traductora, porque
obviamente, Dominic ha pensado en todo.
—¿Cómo te llamas?
—Amalia, señora, y ella es mi compañera, Serafina, el
señor nos ha enviado como sus asistentes.
—Gracias —susurro mirando la ropa, nonna extrae tres de
ocho de los trajes antes de que el cuarto me enamore, es
perfecto. Don necesita un adorno, le daré uno. Sonriendo
elijo ese, Amalia se encarga de alisar mi pelo y luego crear
ondas sueltas, no soy una mujer de peinados
extravagantes, me gusta tener un marco en mi rostro y mi
cabello causa un efecto alargado en forma de diamante, ella
también pinta mis uñas de un delicado color crema y
maquilla mis ojos con efecto ahumado negro, resalta el
esmeralda y mis pestañas son acentuadas con unas
postizas, en mis labios opto por solo un suave rosa mate.
Tres horas más tarde, la mujer en el espejo es una
desconocida, nunca me he maquillado de ese modo y
mucho menos elegido un vestido parecido. Amalia y nonna
aplauden de felicidad y la señora Serafina me regala una
sonrisa discreta.
Pronosticando una noche de pasión, mi ropa interior es
solo una diminuta braga negra de encaje. Mi vestido es
púrpura, corte imperio, escote profundo en V, una abertura
en mi pierna derecha y la espalda descubierta. Morirá de un
infarto al percatarse de mi atrevimiento.
Las mujeres abandonan mi recámara cuando aún estoy
dudosa frente al espejo eligiendo mis accesorios, unos
aretes pequeños y elegantes en combinación con mi anillo
de compromiso, no me deshago de mi nuevo collar de
corazón, fue muy específico al pedir que nunca me lo quite.
Salgo descalza al pasillo, atravesando este hasta la
habitación de Isabella Cavalli, en ella voy al clóset donde
ayer recuerdo haber visto unas zapatillas hermosas,
doradas, cuyas tiras formaban una serpiente intrincada. No
me las coloco, solo las sostengo en mi mano junto al bolso,
igual de dorado, donde solo llevo conmigo mi celular –el
cual no ha sonado ni una sola vez en todo el viaje– y mi
identificación, además de una tarjeta de Dominic.
—¡Emilie! —grita desde la planta baja mi prometido. Por
su voz, parece molesto—. ¡¿Qué tan difícil es ponerse un
vestido!? ¡Vamos tarde! —insiste. Giro mi ojos empezando a
bajar la escalera, Raze es el primero en verme desde una
esquina, sus labios se curvan en una sonrisa burlona.
Está, para mi sorpresa, vistiendo de etiqueta, niega y le
guiño uno de mis ojos pasando a su lado. Dominic, de
espalda a mí, mantiene un acalorado intercambio de
palabras con Roth, el último trata de tranquilizarlo mientras
el primero maldice y hace gestos con sus manos.
—¡Si no está aquí en cinco minutos nos iremos sin ella!
¡¿Escuchaste eso, Greystone?!
—Perfectamente —digo ladeando mi cabeza. Su actitud
de pendejo petulante me enoja, pero el traje negro hecho a
medida –realzando ese trasero prieto y moldeado, esas
piernas largas y espalda ancha– lo compensa en parte.
Los hombres de trajes me llaman, corrección, Dominic
Cavalli me pone caliente en traje, es como si mi cuerpo
gritara, «¡Quiero ser fuego en tu hoguera! ¡Quemarme sin
miramientos a nada más, sin preocupaciones del que
dirán!». Se gira y es mil veces peor, lleva el pelo peinado
hacia atrás, la barba corta y pulida, sin corbata, dos botones
de su camisa blanca abiertos y un pañuelo azul en su
americana. Sus ojos observan mi cuerpo, un barrido
perfecto de cada lugar indicado.
—¿Me ayudas, cielo? —cuestiono alzando mis zapatillas
prestadas, en alto. Parpadeo coqueta un par de veces,
haciendo un puchero y luego con toda intención, alejo la
falda de mi vestido mostrando mi pierna y dejando la piel
blanca a su vista.
Actúa de forma mecánica, no creo que entienda lo que
estoy pidiendo o, más bien, ha caído en mi dulce encanto.
Camina, acorta la distancia de seis pasos y veo en el
segundo justo cuando Roth se inclina hacia el frente, como
si esa acción evitara la caída de Dominic, este último hinca
una rodilla en la entrada de su villa, sus hombres mirando el
espectáculo en primera fila.
Levanta mi pie, y coloca primero una de mis zapatillas y
luego la otra con un suave cierre, sus manos suben por mi
pierna casi logrando hacerme perder el equilibrio, luego se
para frente a mí. Imponente.
Parece haber crecido unas pulgadas más, pero es solo su
postura amenazante, una demostración de autoridad.
Sonrío, él no y luego rodea mi cuello, a la vista de los
testigos con fuerza, pero ambos sabemos la verdad, no está
ejerciendo ninguna, luego impacta sus labios contra los
míos, su beso es un reclamo de poder, ego y soberanía ante
todos. «Eres mía».
Grita su dominación y la acepto, cada parte suya fue de
algún modo, diseñada para mí.
Al alejarse, abro los ojos, en algún punto los he cerrado…
me agarro a su americana, jadeante.
—Mía —sisea limpiando mi boca del labial—. Ya sabes qué
opino de esto —reprende agitado—. Y tu vestido es todo
menos inocente, ¡carajo! Estás hermosa, digna de ser mi
esposa.
—Gracias.
Roth se aclara la garganta ocasionando que ambos
retrocedamos.
—¿Sabes usar un arma, Emilie?
—¡No vas a darle un arma a mi mujer, Roth! —grita
Dominic a mi lado.
Raze solo trata de disimular su risa, negando.
—Estás llevando a tu mujer con hombres peligrosos.
—Raze es su sombra, tú te encargas de vigilar sus pasos
y estaré a su lado. Es la mujer más segura del mundo en lo
que a mí respecta, ¿o me equivoco? —cuestiona Don a
punto de saltar a la yugular de Roth.
—Si es pequeña… —Intento aplacar la tensión—. No soy
una experta, pero sé dominar un calibre 9 mm, aunque
prefiero no tener tal responsabilidad.
—Me rehúso a ello —retoma mi prometido—. No te dejaré
usar un arma.
—Actúas como un neandertal —dice Roth, quien, sin más,
se gira caminando hacia la limusina negra, Raze sigue sus
pasos con la mirada, negando, ¿estoy perdiéndome de algo?
—¿Por qué tanto nerviosismo?
—Roth sospecha de una trampa —susurra Don
extendiéndome su mano, la cual acepto.
—¿Una trampa? Pensé que eran tus amigos.
—Yo no tengo amigos, Em. La fiesta es para hacer
negocios, demostrar poder y crear alianzas.
—Puedo quedarme si lo prefieres… —ofrezco.
—Quiero llevarte conmigo —dice, cuando llegamos a la
puerta abierta por uno de sus hombres—. Permanecerás a
mi lado, en silencio la mayor parte del tiempo. Es
importante, trata de no llamar la atención.
—¿No llamar la atención? —Ríe Raze—. ¿No notas el
elefante en la habitación[20]? Ella es un espectáculo luminoso
y será lo más comentado entre la basura italiana, no es
inocente, no baja la cabeza y ¡como el infierno apuesto mi
polla a que no se quedará callada!
Dicho lo último, rodea la limusina y entra al vehículo,
nosotros seguimos su ejemplo sin nada qué replicar.
El trayecto se me antoja eterno, empezó a palpitarme la
cabeza de escucharlos discutir en ruso y luego me sentí
mareada. Observé el paisaje por casi dos horas hasta que
dejé caer la cabeza en el pecho de Dominic, nadie dijo una
palabra, pero todos notaron mi movimiento. Ellos tomaron
bourbon y se fumaron unos habanos que solo contribuyeron
al dolor de cabeza previo. Guardé silencio, aunque me
incomode hacerlo.
Y es que, Raze tiene toda la razón, no soy callada, no bajo
la cabeza, bueno, al menos no todo el tiempo y si algo no es
de mi gusto… lo digo, pero no quiero arruinar esta noche,
no quiero ser la causante de un malestar.
He cambiado, me doy cuenta en mi interior, quiero
agradarle y demostrar mi valía, no solo soy una cara bonita,
un adorno para mostrar al público y aladear de la mujer
hermosa. Seré una Cavalli, millones de ojos me
reconocerán, muy pronto los canales de farándula en New
York tendrán fotos mías por doquier, apareceré como la
mujer que atrapó al billonario heredero de la cadena
bancaria más importante del continente americano. Debo
ser perfecta para ellos, sin perder mi esencia en el proceso.
“El amor no nos destruye, las personas que profesan
amarnos, sí.”
  Mi madre repitió esas palabras por horas, mientras me
desangraba, en ese momento no la comprendía, era
demasiado ingenua. Ahora sé cuán reales son. Joseph
Greystone destruyó su familia cuando aceptó trabajar para
Gabriel Cavalli, mató a mi madre, su amor la destruyó.
Emma amó de una forma intensa, sin límites, le dio dos
hijos a un hombre idealizado, me enseñó a amarlo de la
misma forma…
Quizás Holden siempre tuvo razón al huir de casa hacia
Londres, alejándose de la basura, aunque al final terminó
atrapado. Los Greystone, de alguna manera servimos en el
pasado al sucio mundo de la mafia y, ahora… en el
presente, estoy aquí, frente a una casa llena de asesinos,
entrando de la mano de uno de los hombres más poderosos
del mundo y con dos rusos siniestros a nuestras espaldas.
Quizás yo también fui creada con un propósito para mi vida
entera.
Los hombres de Dominic permanecen detrás, olvidados
en la carretera y solo nosotros cuatros pasamos a la villa, la
tensión en Roth empieza a emerger, es intoxicante.
Don adopta su máscara y Raze permanece vigilante a
cada movimiento. Una camarera nos recibe con copas de
champán, intento tomar una, cuando mi prometido, mi
esposo esta noche, niega terminando con mi acción. Le
observo interrogante.
—No bebes o comes nada que no sea de nuestra mano.
—¿Por qué? —pregunto confundida.
—Veneno. —Se limita a decir por lo bajo. El alma
abandona mi cuerpo, esto ciertamente no es una reunión
amistosa, no son viejos amigos de fiesta.
—¿Solo tienes a Raze y Roth? —inquiero con un nudo en
la garganta.
Nadie debería de preocuparse por una copa envenenada
o un arma con tu nombre grabado en ella. Abre la boca para
responder y luego vuelve a cerrarla, se mira un poco
indeciso cuando vuelve a intentar responder y me
sorprende inclinadose hacia mi cuello en concreto, besa mi
hombro desnudo con escrúpulo y susurra bajo, solo para
nosotros dos.
—Y a ti, te tengo a ti.
—Lealtad y honor —repito en el mismo tono de voz—.
Nunca me falles y tendrás ambos por el resto de nuestras
vidas.
Parpadea, su mirada intensificándose, sin importarle un
comino las personas caminando alrededor, toma mis labios
con hambre, su lengua forma camino en mi boca y me
posee de pie, porque cuando me besa de alguna manera
me declara suya. «Te quiero».
Las palabras gritan en mi mente, jadeo separándome
«¿Le quiero?» «No, es imposible». El cariño no nace de la
nada, no nace de dos cuerpos entregándose o de
discusiones sin sentido.
«¿Entonces de dónde nace?». De la intimidad, una caricia,
un toque, incluso la más pequeña de las miradas. Es el aire
de Italia, sí, eso debe ser. No quiero a Don, lo odio, lo
detesto por arrebatarme mi vida, mis ilusiones, mi futuro. 
«¿Tenías una antes de él?¿Deseabas un futuro o solo
existías según un nuevo día llegaba?». Trabajaba en la
editorial, leía historias para llenar un vacío, no socializaba,
me obligaba a no acercarme al género masculino y
mínimamente mantenía una relación con mi compañera de
apartamento.
No sentía, mi corazón una muralla impenetrable, incluso
Dein intentó ganarse mi afecto y no le permití más allá de
un beso… Entonces llegó Dominic, fue instantáneo.
La curiosidad, el deseo, ese arrebato desenfrenado de
tenerlo a mi lado, en esos días donde no conocía quién era
pero notaba esa oscuridad, esos ojos tristes y afligidos. No
me gustó hace dos días, no lo quise hace unas horas. Fue
ese día en el orfanato, debajo de ese Cristo crucificado,
cuando confesó nacer en ese lugar y en ese punto, donde
sus ojos condenaron a mi corazón a caer, a confiar y dejarse
marcar permanentemente.
—Pareces borracha —susurra, disimulando una sonrisa,
¡una sonrisa pública!
Estoy a punto de decir la mayor idiotez dicha desde que
el hombre caminó en la luna, pero una pareja se nos une,
una voz grueza dice el nombre de mi prometido y Don
pierde cualquier indicio de humanidad en su rostro. La mano
en mi cintura se tensa, sus dedos se clavan en mi piel y veo
esa sonrisa siniestra asomar su fea cara.
—Lucas Piazza —saluda fingiendo cordialidad.
—Bienvenido a mi casa, Cavalli. ¿No vas a presentar tu
acompañante?
Curiosa de esa voz demandante, le observo. Un hombre
mayor, no un viejo decrepito, sino un hombre maduro, pelo
negro bien peinado, ojos cafés comunes, pero de alguna
manera asustan y una sonrisa de burla adorna sus labios,
trata de lucir más alto adoptando una posición recta, es
pequeño, bajo de estatura en comparación a Dominic.
Descaradamente da un repaso a mi cuerpo, mojando sus
labios cuando su mirada cae en mi escote.
Si perder mi cara de póker me uno a Dominic, buscando
su protección. Algo en este tipo no me agrada, la chica a su
lado es imponente, de una melena negra lacia y ojos de
diferentes colores, uno es grisáceo y el otro una lucha entre
verde y azul, sus labios gruesos pintados de un rojo a juego
con su vestido, trae un collar… ¡Un jodido collar de perro! Y
su mirada perdida, ida en alguna parte, tiene moretones en
el cuello, algunos más difuminados que otros y es flaca,
extremadamente delgada.
—Si no quieres convertir la celebración en un funeral,
agradecería que dejes de comerte a mi esposa con tus ojos,
Lucas. Es de mala educación.
—¿Tu esposa? —exclama una voz conocida.
Mis piernas flaquean, mi respiración se vuelve irregular al
momento de verla, sin pensar en las consecuencias y que
solo soy un adorno sin voz, me alejo de Dominic corriendo al
pequeño intento de rubia, la rodeo con mis brazos,
emocionada y feliz de tenerla conmigo, pero ella no
devuelve el gesto, por el contrario, me repele dándome un
empujón discreto.
Está más delgada y con grandes bolsas negras en sus
ojos, los huesos en sus hombros hundidos y ha perdido la
chispa en su mirada.
—Val… —Jadeo confundida—. ¿Qué te ha pasado? ¿Qué te
hicieron? ¿Cómo estás aquí?
—Eres una pequeña puta, ¿no, Greystone? No te
conformaste con quitármelo a él, también fuiste por el
premio gordo. La esposa del Capo.
—¿De qué estás hablando? ¿Cómo sabes de Dominic…?
—No entiendo cómo él puede amarte cuando solo eres
una estúpida.
—¡Suficiente! —brama Roth llegando a nosotras, sin
importarle quién lo vea arrastra a Valerie del brazo, ella no
se resiste. ¿Amor? ¿De qué mierda está hablando? ¿De qué
otro secreto me estoy perdiendo?
 

CAPÍTULO 25
Emilie
 
No necesito ser genio para notarlo, Lucas Piazza es
enemigo de mi prometido. En primera, su mandíbula se
contrae cuando Dominic dice unas palabras en italiano;
segundo, sus ojos cafés caen en mi collar por primera vez y
en ese momento la cólera se apodera de su rostro. Yo, presa
del pánico y la angustia no intento entender sus palabras,
estoy buscando a Valerie y Roth quienes han desaparecido.
Raze aún se mantiene a mi lado, petulante y mirando a
todos. Las mujeres reunidas en una esquina, en sus mejores
trajes de gala comunicándose entre sí, observándome y
riendo, junto a ellas Serafina quien se mantiene callada
alzando una copa en mi dirección, las demás casi niñas de
dieciocho o menos, son pequeñas arpías.
Al fondo del salón, una orquesta interpreta una melodía
baja, rítmica. La mayoría de los hombres en el salón son
seguridad de las mujeres, con sus típicos trajes negros y
postura recta.
—Si quieres hablar de negocios, mejor pasa al salón
privado —sentencia Lucas, sus puños apretados. La chica,
su esclava en realidad, hace una inclinación de cabeza y
discreta me da un repaso antes marcharse con las arpías,
quienes tuercen el gesto al mirarla—. Tu esposa puede
esperar con las demás —murmura pasando al inglés, algo
que agradezco.
—Mi esposa permanece a mi lado, me gusta mantener mi
ganado bajo mi costado.
¡Hijo de su puta…! ¡Maldito! «Eres un adorno». No es lo
que siente, solo trata de hacerle creer una farsa, ¿cierto?
Lucas no se hace esperar, empieza a caminar a la delantera
por los pasillos brillantes, escucho el jadeo colectivo cuando
Don toca mi mano indicándome el camino y miran hacia
dónde nos dirigimos, pasando unas puertas dobles coloca su
mano derecha abierta en mi espalda, con una suave caricia
en vaivén, miro sobre mi hombro a Raze quien nos sigue
unos pasos detrás, sus ojos en mí en todo momento. Roth
tiene razón, esto no es una fiesta, es una trampa mortal
para todos.
Si este hombre es enemigo de Dominic, nos está llevando
a su terreno, pero dudo que el Capo esté donde permanece
siendo un imbécil ignorante, es algo más, un juego donde
conoce a cada jugador, ¿qué planeas, Don?
—El hijo de Michael Romano está aquí —empieza nuestro
anfitrión, abriendo otra puerta doble.
—Qué casualidad —murmura Dominic.
—Sí, eso mismo pensé. ¿Has hablado con Romano? Es
amigo de la familia.
—Debe estar ocupado follando a la hija de Raffaele
Ginore, ¿no?
Lucas tropieza, sus pies se enredan uno con otro y entra
tambaleándose al segundo salón lleno de hombres
imponentes. Es una actuación chistosa, Raze es la clara
señal de cuán correcta estoy, no evita la pequeña risa
asaltándolo y mi prometido igualmente curva esos labios
preciosos en una sonrisa burlona.
Este salón es más pequeño, los hombres sentados en
mesas de póker; un especie de casino clandestino o privado,
el aire cargado de humo de tabaco, mujeres desnudas
caminando con bandejas de licor en botellas selladas,
habanos y polvo blanco en bolsas plásticas «droga».
Nada de eso tiene un real significado para mí, sé que es
por mucho aberrante, pero lo siguiente con lo que topan mis
ojos me causa verdadera repulsión… cinco jaulas ubicadas
al centro del salón, de forma estratégica y metódica, con
cinco chicas desnudas solo en zapatos de tacón alto y pelo
suelto, una de ellas hincada con un lazo atando sus manos,
como si fuera el regalo de algunos de estos hombres, no
puede tener más de quince, es una niña. Las cuatro
restantes, lucen un poco más mayores, quizás unos
dieciocho o veinte, dos de ellas atadas al techo de la jaula
expuestas como en un sacrificio y las demás inclinadas,
mostrando su trasero al público. No están aquí por su
voluntad.
Las ganas de vomitar suben a mi garganta, me cuesta un
mundo no doblarme sobre mí y verter mi estómago en el
piso.
—Estás en mi territorio, Cavalli —gruñe Lucas en
respuesta de algo.
—Ese es el problema, Piazza, de unos días a la fecha,
Italia se me antoja demasiado pequeña para compartirla.
Don no pierde su máscara, ni porte. Lucas es demasiado
fácil de manipular, de llevar al límite.
—¿A qué estás jugando? Tenemos un acuerdo —dice,
empezando a temblar de ira.
—Te dejé tener partes de Italia porque no me interesaba y
has roto nuestro acuerdo. Michael dio fe de ello y ahora se
encuentra rindiéndome honor en el infierno —declara
Dominic dando un paso al frente—. Ningún hombre me
traiciona y vive por mucho, Piazza. ¡Ninguno! Y tú me has
faltado el respeto, primero creyéndome un imbécil, luego al
mirar a mi esposa más de lo debido.
—Si me matas, mis hombres irán tras de ti —amenaza
mirando alrededor. Nadie levanta un solo músculo para
defenderlo, solo un chico de pelo azabache se encamina
hacia nosotros, mi instinto me grita retroceder y lo hago,
chocando con el pecho de Raze. El hombre joven inclina su
cabeza hacia Dominic y me lanza una mirada fugaz, no,
observa el diamante, ¿por qué todos lo reconocen? ¿Qué
significado posee? El recién llegado deja caer una mano
sobre el hombro tembloroso de Piazza, ejerciendo presión.
—Il Capi de tutti capi. ¡Caballeros y animales! —grita
sobresaltándome—. Tenemos al jefe de jefes entre nosotros
y a su hermosa esposa, ¿cuántos de ustedes ya rindieron su
respeto a la feliz pareja?
Un tumulto de aplausos, ovaciones y maldiciones en
italiano llena el salón, junto a copas al aire. Mi esposo no
oficial, responde con un pequeño discurso bien recibido. No
entiendo una reverenda mierda, Valerie se encuentra aquí
en algún lugar de esta mansión con Roth, Lucas ha sido
prácticamente amenazado, las mujeres permanecen
alejadas de los hombres y tienen cinco chicas en venta al
mejor postor, al menos eso supongo.
Dominic se abre paso entre los hombres y se sienta en
una mesa redonda, es una ruleta rusa, tira de mi cuerpo a
su regazo, mientras el joven de cabello negro le dice algo al
oído a Lucas, este último perdiendo color en su rostro, mira
a Dominic, luego a mí y finalmente da la vuelta saliendo del
lugar. Mi prometido envuelve mi cuerpo, uno de sus brazos
deslizándose en mi cintura, asegurándome en su regazo,
contra su pecho.
No sabía que mi cuerpo necesitaba con tanta urgencia
sentir esta seguridad. Crucé mis dedos uno sobre otro,
evitando temblar. Una chica ofreció una de las botellas
cerradas y un hombre mayor al frente la abrió, vertiendo
alcohol en varios vasos, ofreciendo uno a Dominic, quien
esperó paciente a mirar cómo los demás tomaban antes de
inclinar la cabeza y beber el licor, otros dos hombres de los
seis en la mesa redonda, alinearon cocaína y sin inmutarse
por mi presencia, inhalaron el polvo, uno de ellos le ofreció
a mi prometido y respiré cuando negó sin mucho
miramiento.
Empezaron a jugar la ruleta, dando la preferencia al jefe
de jefes. Raze recibió la orden de buscar una copa de vino
blanco para mí, no sin antes asegurarse de que al menos
tres personas tomaran el mismo contenido.
Los adornos no deberían hablar, o respirar para el caso
pero… ¿Cómo no mirar esas chicas, esas jaulas sin sentir?
Hundí mi cabeza en su cuello, respirando su esencia
picante, su olor tranquilizando un poco mis nervios. Era
demasiado en poco tiempo.
—Hay chicas enjauladas… ¿Qué harán con ellas, Dominic?
—pregunto apretando su americana. Sentía la impotencia
en las puntas de mis dedos, la falta de aliento, mi corazón
agitado. Las lágrimas picando en mis ojos mientras la
incredulidad se iba acentuando, estoy enloqueciendo,
viendo a esas chicas. Por días he creído que vivir con
Dominic, ser su esposa, era lo peor que podría sufrir un ser
humano, privar a una mujer de elegir su propio marido…
Esto, oh joder.
Esas chicas tienen un futuro muchísimo peor, serán
vendidas o regaladas a estos hombres, harán con ellas todo
cuanto deseen y luego solo Dios sabrá su destino. He vivido
como una princesa en su torre, incluso nuestra primera vez
fue decisión mía, yo lo empujé, yo prácticamente le
supliqué, antes no intentó tocarme.
Mi pregunta se mantiene en el aire, el tiempo empieza a
avanzar entre rondas de juego, bebida y pases de cocaína.
Raze luce igual de incómodo cuando mira el polvo blanco,
los hombres hablan en su idioma, así que no entiendo más
allá de enterarme que el chico de pelo azabache es Nicklaus
Romano, quien ahora gobierna Palermo bajo el mando de
Dominic, y quien es el organizador original de la fiesta.
Roth entra a la estancia desarreglado cuando voy en mi
segunda copa de vino, huele a sexo, el olor llega incluso por
sobre el habano que está ahogándome. Finjo toser para
tener una excusa y salir del salón.
—El humo está ahogándome —musito.
—Raze, llévala fuera —ordena Dominic jugando, al
parecer perdiendo frente a uno de los drogadictos.
—Don, las chicas —apremio por lo bajo.
—¿Qué pasa con las chicas?
—¿Qué harán con ellas?
—Venderlas —sisea.
—¿Quién? ¿Cómo?
—Eso no debe interesarte, pequeña —susurra bajo,
delicado. No es una reprimenda.
—Son chicas, inocentes, niñas… No permitas que sean
vendidas, por favor.
—¿Qué estás pidiéndome exactamente?
—Cómprarlas, cómpralas para mí.
—Emilie…
—Será mi regalo de bodas, ninguna joya tendrá más valor
que compres a esas niñas y les des libertad. Por mí, hazlo,
por favor.
—¿Sabes que son solo cinco entre millones?
—No importa, si me voy sabiendo que no hice nada…
—Te carcomerá por dentro —termina mirando las jaulas y
a los hombres rodeándolas, la chica de rodillas llorando,
gruesas lágrimas en sus ojos debido a uno de ellos tocando
sus pechos. Es repulsivo y humillante—. Es hora de
marcharte, las compraré y enviaré contigo a la villa. Las
cosas se pondrán calientes cuando dañe la diversión de
estos hombres, vuelve a casa y espérame, regresaré en un
par de horas. Lo hiciste bien esta noche, pequeña. En New
York será mejor, ya lo verás.
—Vuelve a casa —pido suavemente antes de besar su
mejilla en un acto inocente. Al alejarme, varias cabezas
están mirándonos, mis mejillas se llenan de rubor.
—Raze —llama Dominic—. Llévala a casa.
—Dominic —insisto, no me moveré hasta no escuchar la
orden.
—Roth, compra a las chicas.
Y la sonrisa en mi rostro no puede ser más grande.
Raze camina a mi lado, buscando un baño o una salida,
su humor no es el mejor y el mío se le asemeja mucho,
giramos varias veces en círculos antes de ser capaces de
encontrar el servicio de damas. Maldigo en cuanto entro, mi
bolso se ha quedado en el salón junto a Dominic. No quiero
estar en esta casa un momento más, hago mis necesidades
y al salir a limpiarme las manos, encuentro a Valerie
sentada al lado del lavamanos, está inhalando al menos tres
líneas de cocaína, su vestido tiene los tirantes rotos y su
maquillaje está corrido. Es mi amiga, quizás no la mejor,
pero son dos años compartidos. Me acerco cautelosa,
alejando sus hebras casi rubias fuera de su bonito rostro,
encontrando tanto odio.
—Tu seguridad es un idiota —musita riendo—. Deja entrar
el peligro cerca de ti.
—Tú nunca me lastimarías, Valerie… Eres una hermana.
—¡Cuán ilusa eres, Emilie! ¿Sabes por qué ya no volverás
al salón? Cavalli debe tener a la puta de Katniss con él,
haciéndole alguna mamada delante de todos o incluso
mejor…  follándose a una de las chicas.
—Mentira… Él no es así, no lo conoces.
—Ahí es donde te equivocas, lo conozco, después de todo
soy igual a Katniss. Una puta de la mafia, los dejo follarme
por un poco de dinero.
—Estás drogada…
—¿Sabes quién me enseñó? Lo rusos, ellos me dieron mi
primera línea de coca para joderme el culo, ¿sabías que a tu
Dominic le gusta follarse los culos de sus putas? Todas de
espaldas, inclinadas en algún lugar. Esas noticias vuelan
cuando te dedicas a este trabajo, ¿te folló como a una puta,
Emilie? ¿Eh? Y luego, ¿qué? Te entregó el corazón del primer
Cavalli, el jefe de jefes en la mafia.
—¿De qué estás hablando? —pregunto vacilante, Dominic
dijo eso… Su posición favorita, tenerme de espalda,
follándome como a una de sus putas. Nunca he sido
diferente, soy igual a todas. ¿Katniss? Ella está en New York,
¿cierto? ¿Acaso Dominic me ha mentido? ¿Es eso? Una
maldita mentira.
—Tu collar, el corazón Cavalli, la joya creada con las
cenizas del primer Capo.
—Eso no… estás mintiendo… Desvariando, ¿qué haces
aquí?
—Te explicaré algo.  —Ríe alejándome de un manotazo—.
Soy quien consigue a las chicas, ¿recuerdas la noche del
bar? Te llevé, fue intencional. Te puse en los brazos del
maldito ruso para deshacerme de ti, pero el idiota no hizo su
trabajo.
Mis ojos están llenos de lágrimas, viendo a esta mujer en
el cuerpo de quien una vez fue mi amiga. Son la misma
persona, ¿qué pude haberle hecho a Valerie Jason para que
hiciera esto conmigo? Nada. Preparar su desayuno durante
más de dos años. Recuerdo esa noche en el bar, cómo
misteriosamente desapareció cuando más la necesitaba,
¿por qué? Odio, el odio motiva y vuelve locas a las personas
y todo cuanto sus ojos tienen para mí ahora, es odio y
rencor. Retrocedo negando, nada tiene sentido.
—¡Eras mi amiga! —Jadeo.
—Lo era, traté de serlo, pero me arrebataste su cariño.
—¡¿De qué estás hablando?! —grito—. ¡No te quité nada!
—¡Roth!, Roth Nikov, mi hombre misterioso a quien he
amado por estos dos años y me mira solo como un
juguete… ¡Por tu culpa! Me envió a cuidarte, a permanecer
a tu lado protegiéndote, porque eras frágil y débil. Durante
dos años te soporté, tus estúpidas series, ser la amiga del
ratoncito asustadizo… ¡Lo hice por él! ¡Y él te ama a ti!
¡Siempre serás tú!
—Roth no me ama… Es diferente.
—¡Maldita perra! —gruñe soltándome una bofetada. El
dolor se propaga en mi mejilla y rápido el sabor salado de la
sangre se cuela en mi boca. Otro golpe en el lado contrario
hace que caiga contra un lateral de la pared. Quiero pelear,
defenderme, pero una tercera bofetada llega seguida de un
golpe en mi estómago. Grito encorvada y veo un hilo rojo
salir de mi boca para caer en el piso. Toso tratando de
recuperar un poco de aire cuando una nueva bofetada llega.
Un dolor más fuerte se lleva el poco aire de mis pulmones.
Esta vez caigo de lleno al piso, de rodillas. Grito más fuerte
con la esperanza de que alguien me escuche cuando me
toma del pelo y tira de mi cuerpo hacia arriba. Cara a cara
veo la rabia en sus ojos. Entonces escupe en mi rostro, ¿por
qué no me defiendo?
—Valerie… —Toso—. Déjame ayudarte, puedo ayudarte.
—¡¿Dónde está tu príncipe ahora, perra?! —grita.
Con la poca fuerza que tengo, levanto mi mano derecha
arañando su rostro y hundiendo mi uña en su ojo izquierdo.
Gruñe y esta vez parece sacar toda la ira cuando golpea mi
cara nuevamente, caigo en el piso y veo cuando viene sobre
mí, levanto mi pierna y golpeo su estómago. Ella se detiene,
sorprendida y asustada, pero no me detengo y repito el
golpe. Todo pasa al mismo momento, Raze empuja la puerta
cuando Valerie cae hacia atrás con un grito, su cabeza se
golpea en el borde del mármol negro del baño, con un
sonido escalofriante, luego se desploma en el piso, su
cabeza rebotando en un ángulo extraño. Rota. Como si sus
huesos no la sostuvieran más, sus ojos abiertos, mirándome
fijamente.
—No… —imploro retrocediendo, arrastrando la falda de
mi vestido.
Me levanto asustada, temblorosa, en pánico. Raze lo
comprueba, lo dice de cuclillas. Está muerta, la maté. «Yo la
maté». Salgo corriendo del baño, no puedo mirarla, no
puedo. Escucho la voz de Raze llamándome, pero quiero
llegar con la única persona en el mundo quien dirá que todo
está bien y voy a creerlo. Por primera vez creeré en alguien,
porque es, en parte, la única persona capaz de infundirme
confianza y protección.
Doblando en uno de los pasillos, tropiezo con el chico de
pelo negro… Romano.
—Don, ¿dónde está? ¡¿Dónde está mi esposo?! —grito
moviendo mis manos llenas de sangre, puedo sentir el
líquido caliente en mi nariz y mi boca. Romano no se
mueve, no dice nada.
Habla italiano, no me comprende. Lo esquivo, corriendo a
las puertas dobles. El hombre sisea algo a mi espalda, pero
sigo hasta abrir estas de par en par. Mi mundo colapsa.
Las pocas piezas que creí tenía unidas, se quiebran.
Dominic Cavalli está en el mismo lugar, la única
diferencia es que en su regazo tiene una mujer hermosa, su
mano rodea ahora otra cintura y su boca la devora, besa sus
labios tomándola del cuello como horas antes me tenía a
mí, Katniss está aquí, con él… ocupando mi lugar. Porque yo
nunca le he importado… Las personas solo somos piezas en
su juego.
 

CAPÍTULO 26
Emilie
 
¿Qué hay de malo en mí? ¿Cómo pueden todas las
personas que me rodean lastimarme en algún punto?
Fracturar mis ilusiones de golpe, sin una señal previa, ¿qué
está mal conmigo? ¿Por qué ahora sí me duele? Antes le vi
follar una chica contra un escritorio y nada pasó, no hubo
este fuego interno o la desesperación en mi pecho.
Un brazo envuelve mi cintura, tirando de mí hacia atrás y
Romano cierra las puertas. Las lágrimas se abren camino en
mi rostro, no lucho o grito. Sé quién me tiene contra su
pecho, es alguien que una noche en el pasado me acunó de
la misma manera y se meció conmigo hasta que salió el sol,
limpió mis lágrimas y me prometió que nunca nadie me
lastimaría. Lo llamé ángel y se proclamó demonio, sellando
un juramento donde la sangre fue nuestro testigo. Falló.
Tropezando, ambos caminamos los pasillos interminables,
hasta encontrar a Raze quien luce agitado.
—Tu trabajo era cuidarla —gruñe Roth soltándome, busco
soporte en la pared.
—No puedo entrar al baño con ella ¿o sí, genio? Me
encargué del cuerpo, nada por lo cual preocuparse, parece
que fue un incidente desafortunado.
«Valerie… asesiné a Valerie. Oh, Dios mío».
—Fue un accidente… Ella se volvió loca.
—Necesitamos sacarla de aquí, nadie puede verla así.
Emilie, contrólate.
—¡¿Controlarme?! ¡Mi mejor amiga está muerta!
Roth acuna mi rostro en sus manos, su toque diferente a
Raze, más delicado, ladea mi rostro observando mi nariz.
Sus dedos acarician mis mejillas lastimadas. Valerie sabía
pelear, no como una mujer normal, parecía tener
entrenamiento, sin ninguna oportunidad contra sus golpes.
—Me entregaste a él…
—Tendremos esta conversación más tarde.
—Ella dijo que me amas —musito.
—Don no tardará en darse cuenta —advierte a cambio,
saca un pañuelo blanco y limpia mi nariz y boca de la
sangre y mis mejillas bañadas en lágrimas.
—Ayúdame a escapar, Roth. Déjame marchar, me
esconderé lejos… Por favor —suplico.
Sus ojos negros me observan, agarro sus muñecas
cuando deja caer su frente contra la mía.
—Es mi Capo, mi hermano… Ya le fallé una vez, por ti no
puedo repetirlo.
—Roth, por favor.
—Vamos a sacarte de aquí —sentencia alejándose. Quiero
detener las lágrimas, ser fuerte, decirme que no importa,
pero es demasiado. Mi mente colisiona entre Valeria y
Dominic, no dejo de recordar los buenos momentos, las
risas con mi mejor amiga, intento verla como una villana,
pero no puedo. No puedo recordarla como esta noche.
A punto de marcharnos, el móvil de Roth vibra. Los tres
nos observamos, mi corazón se detiene cuando responde.
Dominic ladra una serie de palabras al móvil.
—Conmigo —dice y luego baja el móvil. El joven Romano
llega a nosotros. Tiemblo, todos se darán cuenta. Soy una
asesina… Yo la maté. Hablan en italiano, intercambian
miradas preocupadas entre ambos, Raze solo me mira, luce
preocupado. Estoy mareada, quiero vomitar. Puntos de
colores bailan en mis ojos, intento alcanzar la pared,
sostenerme de algo cuando siento mi cuerpo volverse débil,
mis piernas no me responden y gimoteo el nombre de Roth
cuando una silueta conocida se encamina hacia mí con
rapidez, su rostro desencajado. Es demasiado tarde, mi
cuerpo cae al piso. Un dolor sordo en mi costado derecho y
mi cabeza palpita, entonces pierdo la conciencia.

~♠~
“Te amo,” recuerdo esas palabras, mi padre me las dijo
una mañana de domingo, era mi cumpleaños y prepararon
un pastel pequeño de chocolate.
Holden estaba en el marco de la puerta, enfurruñado y
mamá saltaba de alegría burlándose de que no obtendría
una tajada de pastel. Yo no lo dije, no devolví ese te amo. En
ese momento las emociones y sentimientos no tenían
importancia real. Ahora, en el presente, estoy segura
alguien acaba de susurrar esas palabras en mi oído, pero
cuando abro mis ojos desorientada, estoy en la habitación
de la villa Cavalli, una doctora sobre mí, tomándome la
presión arterial y una vía intravenosa en mi mano derecha.
Mi rostro se siente pesado y me duele horrores intentar
hablar.
Los recuerdos me asfixian; la pelea, Valerie, sus ojos
mirándome sin vida y Dominic.
—Todo está bien, señora Cavalli —me tranquiliza la mujer
con una sonrisa amable—. ¿Quiere que llame al señor?
Niego estirándome a la mesa de noche, quiero un poco de
agua. Necesito un baño, limpiarme de todo este mundo. La
mujer grita cuando tiro de la intravenosa, la sangre
manchando las sábanas doradas. Salgo de la cama girando
mis ojos ante su histeria. La puerta se abre, Dominic
entrando cual tornado. Se detiene en rotundo al verme,
luego reanuda su marcha hacia mí.
—No te atrevas a tocarme —siseo.
—Largo —gruñe. La mujer sale despavorida dejándonos
solos.
—¿Qué quieres de mí, Dominic?
—La inflamación está cediendo —responde a cambio.
—¿Vamos a fingir que nada pasó? ¿Que no eres un
mentiroso?
—De igual manera me odias —enfatiza moviéndose hasta
llegar por completo a mi lado.
—Preferiría mil veces odiarte, sentir algo más a este
vacío, esta decepción.
—Si te sirve de algo… Lo siento.
—No quiero tus lamentaciones, ¡ya no significan nada
cuando son por la misma causa! ¡Mentiste! ¡Me dijiste en mi
cara que fue una vez y no debía preocuparme! ¡Te creí!
¡Esto…! —Golpeo su pecho con furia, esa parte donde la piel
es marcada por su tatuaje—. ¡Es una absurda mentira! ¡No
sabes lo que es la lealtad o el honor! Si tuvieras honor, no
mentirías y si fueras leal, nunca me hubieras engañado,
¡eres un hombre sin palabra, y en tu mundo, un hombre sin
palabra no vale nada! Creí ver algo bueno en ti, estuve tan
equivocada.
—No lo entiendes.
—¡Explícamelo! ¡Estoy aquí! ¡¿Por qué no soy suficiente?!
—Eres suficiente, Emilie. Esto es la mafia, tendré mujeres
fuera de nuestro matrimonio y eso no significa nada, ellas
no son mi esposa.
—Tu esposa de adorno. No te comprendo, Dominic, trato
de hacerlo… ¡créeme! Pero no puedo, ¿dónde queda el
amor?, ¿los sentimientos?, ¿la fidelidad? ¿Dónde quedan?
—¿Amor? ¿De eso se trata todo? Tu drama es por ¿amor?
—Merezco algo real en mi vida, un amor incondicional. —
Niego. Nunca lo entenderá—. Por años me prohibí dejar a
alguien entrar, rechacé la idea del romance, los chicos o
algún acercamiento íntimo y llegas tú… Te dejé entrar,
Dominic, abrí las puertas de mi alma a un hombre vacío, sin
sentimientos. Siento lástima por ti, vivir una vida de soledad
es deprimente y sé de lo que hablo.
—No te necesito, Greystone, ¿cómo puedes hablar de
amor? ¿Sentimientos? Me conoces hace un segundo. ¡Olvida
eso! ¡No conoces un carajo sobre mi vida!
—Sé que te asusto, que despierto algo en ti.
—No temo una mierda, he asesinado sin piedad. He visto
la muerte de frente y tú, una chiquilla caprichosa, no tiene
ningún poder sobre mí.
—Eres tan buen mentiroso que crees tu propio engaño.
—¡No te amo, Emilie! No me importas más allá de lo que
significas, un coño para follar, una mujer con un vientre
para darme herederos. Deja de idealizarme y soñar con tus
estúpidas historias de amor, no soy un príncipe y no voy a
rescatarte. Acostúmbrate a las demás mujeres en mi vida,
habrá muchas Katniss en nuestro matrimonio. Las personas
dicen te amo constantemente y no significa nada, ¿me
escuchas? ¡Nada!, en algún punto te abandonan, se
marchan.
—Eso es… Ella, tu madre.
—No la metas en esto, no tiene nada que ver.
—¡Tiene todo que ver! ¿Crees que no me di cuenta? Todo
sigue intacto en esta casa, cada detalle de ella, ¿te
abandonó?
—Regresaremos a casa, tus pertenencias están listas.
Date un baño y baja.
—¿Fue una mentira? ¿Todo?
Necesito oírlo, saber cuán equivocada estuve.
—¡Sí, no me importas!, ¡no te amo! Eres un medio para
un fin.
Muerdo mi labio inferior, sintiendo mis ojos cristalizarse
debido a las lágrimas. ¿Cómo llegué a creerle? ¿Cuándo
pasé de odiar la idea de tenerle cerca, a sentir esto en el
corazón? Mi futuro esposo me mira, como si también
esperara algo más. Quizás mi caída, el punto de quiebre… y
cuando ninguno de nosotros dice una palabra, finalmente da
la vuelta y se marcha.
Observo la madera de la puerta un poco más y lo
siguiente que sé es que estoy haciendo todo mecánico, me
baño, arreglo mi pelo mirando mi rostro inflamado, mis
mejillas marcadas y la nariz morada, tengo un pequeño
corte en el labio superior.
Valerie, Valerie… No dejo de mirarla, sus ojos sin vida, su
cuello, tirada en el piso.
Abandonamos la villa entre abrazos con Marcela, ella
trata de decirme algo pero la barrera del idioma nos impide
comunicarnos. Raze viaja conmigo en una camioneta y Roth
junto a Dominic en otra. Esa distancia es muy gratificante,
soy la primera en abordar el avión privado. Las personas
tratan de no mirar mi rostro y sorprenderse. El vuelo es
largo e incómodo, no duermo porque, al intentarlo, solo veo
a mi mejor amiga. Raze se encarga de entregarme unos
calmantes y aprovecho para preguntar sobre las chicas
enjauladas. Al menos, si no me están mintiendo, soy capaz
de respirar al enterarme que están a salvo y fueron
enviadas a sus familias.
Mi futuro esposo no pierde el detalle y constantemente
siento sus ojos en mí, observándome desde la distancia.
Aterrizar en New York es gratificante.
—Quiero ir con Roth —pido cuando estamos
dividiéndonos para subir a las camionetas. Frunce su ceño,
pero no hace ninguna objeción a mi demanda. Está extraño,
meditando algo.
—Si intentas escapar, mis hombres van a dispararte a
matar, Emilie. No juegues conmigo.
—No voy a escapar, Dominic.
Esto le sorprende, pero no le doy más explicaciones.
Comprenderá de mala manera que acaba de despertar a un
demonio dormido. Me traicionó, luego de todas las veces
donde juré ser leal y fiel a sus ideales. Quebró mi inocencia.
Si quiere una esposa, eso tendrá, pero en mi propio juego y
términos. Nunca me importó el poder, mucho menos el
dinero. Ahora, gracias a Dominic, tengo planes mejores.
Seré su esposa y a la vez su peor enemigo. Nick, es quien
me abre la puerta de la Ranger mientras Dominic ocupa su
BMW negro mate, junto a Raze.
—¿Por qué? —cuestiono al solo subir a la parte trasera,
trae unos documentos en sus piernas, seguro hablarían de
negocios. Suspira apilando las hojas—. Quiero la maldita
verdad y la quiero ahora, ¿por qué mi mejor amiga quería
matarme? ¿Por qué pensaba que tú estás enamorado de
mí? Y lo más importante, ¿para qué me pusiste en la mira
de Dominic Cavalli?
Nick es nuestro conductor, la camioneta empieza a
alejarse cuando Roth niega y se ríe triste, casi en un llanto
ahogado.
—Te quería para mí.
Eso me toma totalmente fuera de juego.
Pestañeo mirándole con nuevos ojos… ¿para él?
—Me salvaste, Emilie, ambos perdimos partes de nosotros
esa noche. Tú la bondad y yo un poco de oscuridad,
despertaste un sentido de protección inigualable en mí,
quería mantenerte en una jaula asegurada. Gabriel no murió
esa noche, le mentí a Dominic cuando llegó al día siguiente,
conté una verdad a medias y no mencioné tu nombre
porque no quería comprometerte. Te vigilé desde la
distancia, cuidé tus pasos borrando toda tu información y
manteniéndote como un fantasma. Y Valerie tenía razón, te
amo… lo hago, no como un hombre, te quiero con
protección. Para los americanos el amor es carnal, pero para
mí, un ruso nacido y criado en la bratva, heredero al trono
luego de mi difunto hermano mayor, el amor que siento por
ti, es fraternal. Quiero verte feliz y segura.
—¿En qué momento entra Valerie?
—Te fuiste a vivir con ella y me acerqué para obtener
información, descubrió mi mundo, la mafia, la trata de
blancas y quiso participar. La entrené para pelear, por ello
estás tan golpeada. La seduje para que te mantuviera
segura. Val era ambiciosa, siempre quería más y eso la llevó
a los rusos. Empezó a consumir drogas y querer más dinero,
de alguna manera intentaba ganarse mi cariño. Su muerte
es mi culpa, no la tuya, Emilie.
—Yo la maté.
—No, preciosa, lo hice yo, cuando la dejé ser parte de la
mafia conociendo sus debilidades.
—¿Y Dein? ¿También es parte de todo esto?
—No, solo es un chico con problemas de juego y
apuestas.
—¿De verdad estoy en peligro o fue solo una mentira?
—Fue real en su momento, Vladimir quedó prendado de ti
y cuando me enteré...
—Me pusiste en la mira de Dominic, ¿por qué no contigo?
—El plan era que Don te rechazaría al enterarse que no
eras virgen y te cedería a mí… —confiesa, mirando el
paisaje de New York mientras pasamos el puente
Washington—. Yo me casaría contigo para el público y así
me aseguraría de tu protección por completo.
—Así que estabas jugando a ser Dios y todo se te ha ido
de las manos.
—Se podría decir —claudica.
—¿Dónde está su cuerpo?
—Eres demasiado noble para esta vida.
—Mi vida es una completa farsa, Roth. Los demás eligen
sobre mí y me cansé. Quiero gobernar mi propio destino.
—Tu destino es casarte con el jefe de jefes.
—Puedo ayudar al destino, ¿sabes? Una patadita.
—Dominic es un buen hombre.
—¿¡No me digas!? —ironizo—. Me ha estado utilizando,
solo quiere los documentos, ¿cierto? ¿Ese fue tu error?
¿Quemar la evidencia? Me pregunto qué pasaría si llega a
manos de Vladimir o aún mejor, de los rusos de alto rango.
¿Sabes cuánto dinero tienen esas cuentas? Millones, euros,
dólares. Si Dominic se entera que le ocultaste esa
información, si se entera que eres un traidor… ¿Qué pasaría,
Roth? ¿Uh?
Mira hacia la cabeza de Nick, quien se ha mantenido
callado escuchando todo.
—Puedo seguir guardando tu secreto, mis labios sellados,
pero necesito un favor, porque me arrebataste la vida el día
que cruzaste mi camino con Dominic y quiero mi libertad de
vuelta así me lleve al jefe de jefes entre las piernas, aunque
lo mate con mis propias manos.
—No estás razonando.
—Creo que por primera vez estoy actuando de forma
razonable, desde pequeña cada hombre a mi alrededor ha
decidido mi vida y me cansé de estar en las sombras
cuando tengo tanta información como para armar una
guerra entre dos bandos y verlos caer mientras alzo mi
propio imperio. Dominic no tiene idea, fallaste cuando
dejaste a tus sentimientos gobernar por encima de tu deber.
Así que, por como lo veo, tienes dos opciones; matarme
dentro de este coche o mirar en primera fila cómo destruyo
al segundo Cavalli, después de todo fui la ruina de su padre.
 

CAPÍTULO 27
Emilie
 
La Catedral San Patricio de estilo neogótico se alzó ante
mis ojos. Mis manos empezaron a temblar más fuerte y mi
pecho se aceleró. Era todo, desde aquí continuaba mi
infierno de vida al lado de Dominic, o el suyo, si lo miramos
desde otra perspectiva.
Era irónico contraer matrimonio en la iglesia católica
estando en mal estado mi conexión hacia Dios. Holden salió
primero, luego tendió su mano ayudándome a salir. El
viento sopló mi velo, era una mañana fresca de domingo.
Un lazo blanco estaba atado en la parte superior de la
entrada del templo. Significaba unión, en la cultura italiana.
—Es toda una boda italiana —murmuró Holden. Apreté
mis dedos en su brazo. Su esmoquin azul oscuro, arreglé su
camisa, el cuello y luego verifiqué su corbata.
—Lo elegí yo misma.
—Emilie...
—Estoy bien, hagamos esto.
—No tenía opción, Emilie. Te amo, eres mi hermanita
pequeña, debería protegerte y no sé cómo hacerlo sin dañar
a otros.
Hombres de seguridad estaban por todo el lugar, uno
habló al dispositivo en su muñeca y dos inmediatamente
cargaron la cola de mi vestido.
Los flashes de las cámaras empezaron a llegar desde
todas direcciones.
Era un circo, la boda exclusiva de New York. Desde
nuestra llegada de Italia cada uno permaneció lejos del otro,
la misma rutina del pasado. Llegaba de mal humor en las
madrugadas y almorzábamos juntos en la mesa en un
silencio interminable; para Dominic, Raze había matado a
Valerie cuando fue sobre mí en el baño de mujeres, su
muerte estremeció al mundo del espectáculo, se dijo que
perdió la vida en un accidente automovilístico en Sicilia,
cuando estaba viéndose con su novio secreto.
—Terminaría de esta forma, Holden. Ambos sabíamos eso,
padre nos guio a este destino desde nuestro nacimiento. Al
menos tú eres libre, sal de la mafia.
Sentí su cuerpo tensarse. Íbamos a esperar en una
habitación especial, Roth se encargaría de traer a Dominic
hasta mí, necesitábamos tener una pequeña plática antes
de dar el para siempre frente a toda la mafia, incluso
teníamos como invitados a dos jeques árabes, el jefe del
cartel de Colombia y la máxima eminencia de los rusos, Igor
Kozlov, quien tomó el poder cuando el padre de los
hermanos Nikov murió y quien garantizaría la paz entre la
bratva y los italianos, esta boda traería un nuevo reinado. Si
aceptaba delante de todos estos testigo ser su esposa, sería
el primer Capo en traer paz a la mafia.
Vladimir quedaría en el pasado, siendo un bratva seguiría
las órdenes de su jefe y Dominic gobernaría a todos los
italianos, convirtiéndose en uno de los hombres más
poderosos del mundo, los alemanes retrocederían y los
latinos empezarían a besar sus pies.
«Yo le daré poder o desgracia».
Suspiré, levantando mi velo con ayuda de mi hermano
cuando entramos al pequeño reservado, estaba entumecida
y furiosa, Hannah y Evie no tardarían en entrar.
—¿Por qué no te negaste, Holden? ¿Qué puede tener
Dominic en tu contra?
Camina nervioso, mordiéndose el labio.
—Tengo una hija, una bebé de meses… Rebekah no la
quiere porque es especial.
Mierda. Sabía que era algo grande, pero una pequeña
Greystone nunca estuvo en mi mente. Holden guarda sus
manos dentro de su traje y baja la cabeza.
—Emma tiene síndrome de Down, la mantengo oculta
porque tenía esperanzas de que Rebekah recapacitara,
primero creí que era depresión posparto, luego supe la
verdad… no la ama.
Un dolor agudo se asienta en la boca de mi estómago…
Emma, como nuestra madre. Alejo la mirada de mi
hermano. Es una criatura indefensa. Ella no es nuestra
madre.
—Sé que mamá te lastimó —aclara Holden tomando mis
manos temblorosas—. Que nunca la verás igual… Es nuestra
madre, calabaza. Atesoremos los momentos bellos de
nuestra familia. Que desde pequeña, Emma marque un
comienzo en nuestras vidas. Mi niña es lo bueno y puro, una
inocente y guerrera como su tía. ¡Dios! Quiero criarla para
que sea igual de valiente que tú, y menos cobarde que yo.
—Emma es un nuevo comienzo —susurro reteniendo las
lágrimas—. Será fuerte y valiente. Juntos le enseñaremos,
pero, ¿por qué no me lo dijiste? —cuestiono.
—Tu plato ya está lleno, Emilie. Además, Savannah me
ayuda, cuando conozcas a Emma entenderás por qué la
elegí… es una bebé preciosa, Emilie.
—¿Don te amenazó?
—Lo insinuó…
Alguien toca la puerta, interrumpiendo.
Al abrirse veo a mi futuro esposo. Mierda.
Mi buen señor. Dominic evoca respeto, dominación y
poder. La luz de la catedral ilumina su anguloso rostro frío.
Esa máscara gélida en su lugar. No demuestra ninguna
emoción al verme.
Me siento enferma, ganas de vomitar envuelven mi
estómago. Demasiado temprano para ninguna comida y sin
embargo quería devolver el contenido. Este hombre, si no
termina con mi vida en los próximos minutos, se convertirá
en mi esposo.
—Voy a encargarme de todo, Holden —musito
abrazándolo, le toma desprevenido unos segundos y luego
rodea mis hombros—. Te amo, hermano, y pase lo que pase,
haré todo por proteger nuestra familia.
—Te quiero, Emilie.
—Regálame unos momentos con mi prometido.
Holden asiente y sostiene mis manos un poco más antes
de soltarme y pasar a Dominic, quien a su vez deja ver algo
de emoción en ese rostro. Observando, analizando mi
vestido, su posesión.
Mi vestido de dos millones, corte de sirena, escote reina
Ana. El encaje abrazando mi cintura hasta mi pecho y en la
espalda, un escote profundo, la deja al descubierto hasta
tres diamantes en forma de botones.
La cola larga y un velo que debe cubrir mi rostro.
Hermoso, envolviendo cada curva de mi cuerpo y creando
otras.
El vestido soñado de cualquier chica y me temo incluso el
mío propio. La joya Cavalli en mi pecho, el diamante en
forma de corazón de un azul intenso colgando de mi cuello.
Ahora conocía la historia, eran las cenizas de Giovani
Cavalli, su tatarabuelo, el primer Capo de New York, migró
desde Italia en la década de los 20, creó la distribución de
alcohol cuando este estaba terminantemente prohibido, se
apoderó de varios estados entre ellos Chicago y terminó
siendo el gobernante de 26 estados americanos, años más
tarde, dio paso a las armas y las metanfetaminas. Falleció
en 1949, veintinueve años en un reinado de la Cosa Nostra
impoluto, al fallecer, su esposa convirtió sus cenizas en el
diamante y gobernó siendo la primera mujer por cinco años,
antes de morir de causa natural , según cuentan las malas
lenguas, entregó el collar a su hijo y le hizo prometer
pasaría de una mujer Cavalli a otra, hasta ahora ninguna
mujer ha nacido, todos son descendientes varones y solo
Isabella Cavalli lo portó en su cuello pocos meses, mientras
fue la esposa perfecta del padre de Dominic.
Y ahora estaba en mi cuello, en mi poder, brindando
respeto a todos sus hombres, una parte de la Cosa Nostra.
—Ver a la novia antes de la boda es de mala suerte —
murmura desde el marco de la puerta.
—No sabía que eras supersticioso.
—Y no lo soy —concede entrando por completo y
cerrando a su espalda—. Emilie… Debemos hablar.
—Es nuestro día de suerte, yo también quiero
comunicarte algo… ¿Whisky? —invito señalando el minibar.
Gruñe, no es un secreto que ha estado de bar en bar los
últimos días, que llega al ático borracho como una cuba,
seguramente luego de revolcarse con Katniss o alguna de
sus amantes, después de todo debo acostumbrarme al
ejército de mujeres dispuestas a follarlo.
—Prefiero mantener esta conversación sin alcohol.
—Estamos para servirle, ¿no?
—Em… —clama en voz baja, perdiendo su entereza.
Acorta la distancia y retrocedo un paso.
—No te acerques —siseo.
—Te dije que nunca te lastimaría… Físicamente.
—También dijiste que te importaba y horas más tarde
demostraste lo contrario.
—Cara mia, lo siento… Las cosas han cambiado.
—Algo en lo cual estamos de acuerdo, todo ha cambiado,
Dominic, todo —sentencio alisando la falda de mi vestido
blanco, inocente y puro—. Mi padre trabajó para el tuyo, era
su interno en las investigaciones de inteligencia del
Gobierno Federal y Gabriel Cavalli traicionó al padre de los
Nikov.
—¿Por qué me dices esto ahora? Vamos a casarnos en
minutos, Emilie —susurra contrariado, perdiendo cualquier
indicio de ser el jefe de jefes y pasando a ese hombre, a
quien creí más humano—. Eso no importa, amor. Quiero
hablar de nosotros, esos son errores de ellos, no nuestros.
—¿Hablar de nosotros? —ironizo riéndome—. No hay un
nosotros, Don. Esto es la mafia, ¿recuerdas? Decisiones por
un bien mayor, dejando de lado sentimientos.
—No, escucha…
—Quiero entrar al negocio —determino. Su postura se
cuadra recta y parpadea desconcertado—. Un cuarenta y
nueve por ciento del negocio, tengo las rutas, algunas
nuevas ideas de cómo camuflar la droga, pasándola sin ser
detectada, estoy segura que pierdes grandes cantidades en
los retenes.
—Olvidaré lo que acabas de pedirme —dice abriendo la
puerta, listo para marcharse—. Te espero en el altar, Emilie,
y deja de jugar a la mujer de la mafia.
—Si sales por esa puerta un hombre italiano disparará a
Igor Kozlov, desatarás la guerra.
No miento, gracias a Roth y su pequeño secreto de
traición, tengo el poder suficiente para enviar una guerra
directa entre dos facciones que se han odiado a muerte por
generaciones.
—Tienes que estar bromeando, no me hagas reír.
—Cinco USB se encuentran en puntos estratégicos, las
cuales, si algo me sucede, este día serán enviadas a los
principales hombres, el Cartel Mexicano, Colombia,
Alemania, Rusia y la India. Serán muchas muertes, y todos
se unirán para acabar a Sicilia.
—¿Dónde quedó el honor y la lealtad?
—Junto a mis esperanzas. Te lo advertí, Dominic, y
decidiste tenerme en tu contra. Tienes menos de cinco
minutos para empezar a decidir, te recomiendo cederme el
cuarenta y nueve por ciento, seguirás al mando delante de
tus hombres.
—Mia dolce regina, ¿come ti ho fatto tanto male? [21]—
pronuncia en esa lengua tan erótica, acariciando las vocales
en un lamento.
No se preocupa en cerrar la puerta, tampoco en
detenerse cuando poseído camina hacia mí, acorralándome
contra la pared, sus manos en mi cuello—. Nunca he tenido
dudas de tu alcance, del poder aterrador en ti, fuiste capaz
de llevarme a la locura en un vistazo y fui un idiota por
luchar ante lo obvio, me importas, lo haces. No sé qué es el
amor y si sentir un golpe en el estómago cuando te miro o
cómo haces falta en mis brazos por la noche lo sea. Antes
no miraba la puerta que hay entre nosotros, ahora lo hago y
solo quiero romperla al llegar, el silencio en el almuerzo esta
matándome. No sé si te amo, pero estoy seguro que eres
parte esencial de mí, verte brinda alivio a mi alma, si es que
aún tengo. Tu sonrisa mueve montañas de dolor de mi
pecho… Dame una segunda oportunidad.
—¿Esperas que me crea tu discurso barato?
Pega su frente a la mía, suspirando y cerrando sus ojos.
Estoy a centímetros de sentir su boca, pero no avanza y
lo agradezco, aún partes de mí son dominadas bajo su
cercanía.
—¿Qué debo hacer? Lo haré, cara… Cualquier cosa.
—Cuarenta y nueve por ciento de Sicilia, sacarás a mi
hermano del negocio y seremos esposos solo ante la
sociedad, a puertas cerradas mantendrás tu distancia.
Sonríe, el maldito hijo de puta sonríe y luego abre esos
bellos ojos.
—Holden lava demasiado dinero, no puedo perderlo.
—Me ocuparé de ello, lo quiero fuera.
—Hecho, cincuenta por ciento de Sicilia, New York seguirá
siendo mía, Holden queda fuera del negocio y serás mi
esposa bajo todas las leyes, humanas y celestiales. La única
distancia que tendremos será un suspiro entre nuestros
cuerpos cuando me hunda en ti una y otra vez. No más
mujeres, lo prometo. Te lo demostraré a lo largo de nuestro
matrimonio, serás la única ante mí —sentencia dejándome
sin respiración, luego delinea mi labio inferior desnudo, sin
ningún tipo de labial—. Eres una extensión de mí, pequeña,
y no pienso perderte.
Termina de sellar su boca con la mía, en un beso
endiabladamente posesivo y feroz, sus dientes chocan en
los míos y apenas respiro cuando se aleja, dejándome
acalorada, de pie, se marcha sin decir una palabra más,
¿qué mierda acaba de suceder? ¿Soy dueña de la mitad de
Sicilia? ¿De verdad acaba de cederme de forma tan fácil
millones de dólares? ¿Es otra de sus manipulaciones? ¡Por
supuesto! ¡Es un mentiroso de primera!
No debo creerle una mierda. Holden ingresa lívido,
señalando a su espalda.
—Él acaba, literalmente, de despedirme.
«¡Oh, mierda!».
 
En la iglesia se escucha el Ave María en la voz de una
mujer, cantando al estilo ópera italiana. No tengo ramo, otra
tradición; Dominic sería el encargado de dármelo al final del
pasillo. Las bancas llenas de personas, no conocía la
mayoría de los invitados.
El centro dispuesto a mi entrada, tenía una alfombra roja,
los guardias dejaron caer mi cola y Holden apretó mi mano
brindándome fuerza. Respiré antes de dar el primer paso
hacia mi destrucción. No sentía nada, iba adormecida. Una
prima de Cavalli ocupaba su lugar frente a Dominic y Roth,
a su izquierda, en un esmoquin negro. Se veía imponente,
como un caballero de la noche.
Holden apretó más fuerte y noté estaba paralizada. No
podía seguir caminando, no quería. Todo mi cuerpo en
pánico. Dominic se movió, fue leve, una sola inclinación de
su cuerpo.  Busqué su mirada, esos ojos azules. Acaba de
ceder partes de su patrimonio.
Su boca formó una mini sonrisa, su cabeza afirmó en
acuerdo conmigo. La catedral es demasiado grande, es
inmensa y está repleta de personas, sin embargo en ese
instante, de alguna manera, sentí ser solo nosotros. Mis pies
se movieron, guiados y atraídos hacia el Don de la mafia.
Dispuesta a gobernar un nuevo mundo, crear una leyenda
entre la Orden.
Holden entregó mi mano a mi futuro esposo, quien a su
vez la aceptó y luego dejó en ella el más hermoso ramo. Era
en forma de cascada, rosas rojas y hermosas calas blancas.
Brillando, sobresaliendo.
Una caricia fue depositada en mi mano temblorosa.
—Hermosa —susurró para mí. Parecía no poder aguardar
más tiempo—. Acepta mis rosas, mi cortejo hacia ti.
¿Cortejo? ¿Eso significaban sus demás rosas? ¿Algún tipo
de tradición italiana de la cual estaba perdida?
—Gracias —afirmé admirando el ramo.
—No se merecen —murmuró bajo, ambos girando hacia el
padre. En ese momento tuve algo claro, Dominic Cavalli
creía poder comprarlo todo, incluso mi cuerpo. La verdad lo
tendría, mi cuerpo era suyo, mi alma por otro lado… no
tenía precio. Perdió ese derecho junto a su traición.
El sacerdote dio comienzo a su sermón de apertura, los
invitados se alzaron. Desde mi lugar visualicé a Hannah, con
una pequeña y cálida sonrisa en un hermoso vestido escote
corazón y de un rojo vívido. Al igual que las flores en toda la
entrada a la catedral. Yo era lo único blanco, incluso nuestro
sacerdote vestía una toga dorada y roja. Dominic estaba de
negro, una delicada corbata roja sobre una camisa blanca,
su melena chocolate ahora desordenada y esa deliciosa
barba perfecta.
—Yo, Dominic Cavalli Schiavone, prometo cuidar de ti,
Emilie Greystone Stuart, en la salud y la enfermedad. Serte
fiel en las alegrías y tristezas, respetarte todos los días de
nuestras vidas y proteger tu alma como si fuera mía hasta
que la muerte nos separe.
No prometió amarme, porque eso no entraba en su vida.
Si alguna parte de su pecho latía, no estaba destinado a ser
mío. La realidad golpeando fuerte, arrasando.
Nunca me amaría, eso no estaba destinado a suceder.
Y dolió, fue agobiante, insoportable y tortuoso. Él no me
ama, yo no lo amo. Amor es algo que no sucede en nuestras
vidas, ninguno será fiel y mucho menos respetaremos al
otro. Ningún valor será ofrecido en nuestro matrimonio,
porque somos una farsa. Una mentira pública.
—Emilie Greystone Stuart, ¿aceptas a Dominic Cavalli
Schiavone como tu legítimo esposo? ¿Prometiendo ser fiel
en lo próspero y adverso, en la salud y enfermedad,
respetarlo y amarlo hasta que la muerte los separe?
Un silencio extremo golpeó la catedral, ni un alma respiró.
Vi a Holden dar un paso, su postura cuadrándose,
esperando el momento de salvarme. Incapaz de hablar,
lágrimas empañaron mis ojos. Dominic siguió mirando al
sacerdote, imponente, pero apretó ligeramente mi mano.
—Sí, acepto.
Nuestros anillos fueron colocados, el sacerdote declaró
algo más. No lograba enfocarme, no lloré tampoco.
Ni una lágrima derramada, alcé mi mentón desafiante. No
sería esa Emilie Greystone nunca más. 
—Señor, bendice estas arras, y derrama abundancia
sobre tus hijos.
—Emilie Greystone, recibe las arras como bendición de
Dios y signo de nuestros bienes a compartir. —Dominic
finaliza, dejando caer doce monedas en mis manos.
—Nuestro señor,  quien ha hecho nacer el amor entre
ustedes, guíe su camino —dice el sacerdote realizando una
cruz frente a nosotros—. Lo que ha unido nuestro Señor,
jamás lo separe el hombre. En el nombre del Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
—Amén. —Se escuchó en colectivo.
—Los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.
Dominic giró sin ninguna emoción, sus manos retiraron mi
velo. La máscara dejando ver algunas finas grietas. Una
sonrisa arrogante tiró de sus labios y finalmente se inclinó y
me besó. Su mano se deslizó por mi cuello, inclinando mi
rostro, más. La otra en mi espalda baja recorriendo toda mi
columna vertebral.
Una bandada de aplausos nos hizo retroceder, ambos
jadeando. Dominic más alterado, sus azules buscando algo
profundo en mí. Mis piernas a nada de fallarme, ambos
parpadeamos. Ese beso… Dioses.
~♠~
Fuimos atacados por los invitados, no conozco a la
mayoría, a diferencia de Dominic.
Pasamos minutos recibiendo elogios y consejos luego de
ser bañados en pétalos de rosas rojas y arroz. Tuvimos una
sesión fotográfica personal en la mansión donde se llevaría
a cabo nuestra segunda boda y la fiesta. Hannah se encargó
de separarnos, debía cambiar a mi segundo vestido, uno
más recatado. Esta vez corto, dejando ver mis piernas y mi
pelo suelto, una corona de flores diminutas en la cima.
Dominic tomó mi mano toda la ceremonia del juez civil. Esta
vez ninguno dudando en aceptar y firmar. 
Roth y la prima de Don, nuestros testigos. Nos separaron
una vez más cuando intentamos hablar.
Debía ser preparada nuestra entrada a la fiesta.
—¡Ese beso! —Hannah canturrea—. Emilie, ¡Jesús!
Ustedes estaban a punto de incendiar la catedral.
—No sé qué ocurrió —admití. La maquilladora sobre mí.
Hannah se encontraba con nosotras.
—Dominic, eso ocurrió. —comentó mi exjefa retirándose.
Toqué mis labios una vez más. Fue un buen beso.
La maquillista siguió su trabajo. Comí algo de aperitivo y
tomé bastante Moët Rosé Impérial. 
Mi vestido de dos millones volvió, esta vez sin la larga
cola y velo. Necesitaba mi liga, Evie dejó en claro que más
tarde traerían las joyas. Alisé la tela, mirándome al espejo
cuando vi la figura a mi espalda.
—Hola, esposa. —Era tan buen mentiroso. Su voz
engañosamente dulce.
—Querido, deberías estar en la fiesta y no mirando a
hurtadillas.
—Solo miro lo que es mío, esposa.
—Por supuesto —gruñí. Tomé otra copa, vaciando su
contenido.
Alguien tocó la puerta, Evie asomando su castaña cabeza.
Ella sonrió coqueta, al ver a Dominic, entró sin dirigirme una
mirada. Traía consigo una caja de Tiffany.  Algo desconocido
se asentó en mi vientre. Quería tomarla de los pelos,
maldita bruja.
—Ven aquí —me ordenó. Observé a la bruja y una sola
señal de mi marido fue suficiente. Salió de la habitación.
Caminé hacia mi esposo, mis zapatillas doradas tocando sus
brillantes zapatos.
—Decir, por favor y gracias no es un pecado.
—Esposa, por favor déjame tocarte.
—Eso está mejor, ¿no crees?
—Estás más segura de ti misma.
—Ahora soy una Cavalli.
Empujó mi cuerpo ligeramente. En la caja se encontraban
una liga, no cualquiera, esta estaba hecha del mismo oro
rosado de mi colgante, pero con diamantes blancos.
Tres gotas de lluvia, era parecido a mi anillo de
compromiso a excepción de la esmeralda. Sin decir una
palabra, alzó mi vestido. Dioses, hasta hoy era lo más
erótico que había sucedido en mi vida. Sus dedos subieron
sobre mi rodilla y más allá. Sentí su aliento en el interior de
mis muslos, luego un picor sobre mis bragas de encaje. Un
ardiente sonrojo se apoderó de mis mejillas.
—Más tarde… —fue su promesa. 
—No vas a tocarme.
—Puedes mentirte, si eso te hace vivir mejor contigo
misma, pero lo sentí, esposa. En la catedral perdiste tu
batalla interna, me deseas y eso está matándote.
Debo recordar sus palabras cuando deja la joya sobre mi
muslo con una caricia añadida. Era mi enemigo, este
hombre no pretendía realmente sentir nada. Y yo estaba
temblando por su caricia.
Sin decir nada más, tomó mi mano. Firmes y llenos de
propósitos caminamos fuera de la habitación.
 
Los meseros pasaban más de catorce platos entre
ensaladas, pastas, sopas, pan, carnes frías, fruta, quesos,
aceitunas, champiñones, pimientos y algunos mariscos.
Dominic estaba complacido con todo, cada invitado en
nuestra boda comía como un buen italiano.
Sus ojos brillaron cuando se le sirvió el postre. Almendras
cubiertas con caramelo. Recordaba su mensaje, en el cual
admitía amar el caramelo. No dudó en llevar un bocado a su
boca. Gimió en voz baja.
—Evie, es una gloria.
Hannah, quien estaba perdida en Landon, se giró al
escucharlo.
—Emilie los pidió expresamente para ti.
Dominic giró su rostro y algo parecido a la calidez llenó su
expresión.
—Lo hice por las tradiciones.
Él no me creyó una mierda. Su gran mano abrazó la mía
llevándola a sus labios donde besó mis nudillos.
—La mejor esposa que un hombre tendrá nunca.
El maestro de ceremonias anunció nuestro primer baile
como el señor y la señora Cavalli.
Entre aplausos, tomados de la mano caminamos a la pista
central. Flores silvestres rodeando todo. Faros de luz
iluminando la carpa. Su mano en mi cintura y otra tomando
la mía en alto. Cant Help Falling in Love, una versión de
piano interpretada por la banda acústica. Dejé caer mi
cabeza en su pecho, por segundos soñando con otro mundo.
Imaginando otro comienzo, las razones más nobles de una
unión sellada en el amor. Aspiré su aroma fuerte, varonil,
esas especias picantes. Mi nariz jugando sobre su pecho,
unos débiles segundos su corazón latiendo más rápido. Su
cuerpo bajó la guardia y levanté la mirada encontrando su
rostro demasiado cerca. Parpadeo a alguna luz pero no dejo
de mirarlo, Dominic tampoco de seguir el suave ritmo. Vi mi
reflejo en sus ojos, frágil y pequeña. Un diminuto gorrión
perdido, sin guía, en brazos de su cazador. Un mundo nuevo
se presentaba en mi horizonte. Ahora era Emilie Cavalli.
La nueva mujer en la Mafia Siciliana. 
 
 
 

                                                                                                
                                                 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
GLEEN BLACK
 

CAPÍTULO 28
Roth Nikov
 
Camino erguido, a pesar de las dos costillas que
presionan mis pulmones. Es posible que estén astilladas. El
traje que me ha prestado Dominic me dificulta caminar,
pues yo tengo más músculos que él y sus trajes están
hechos a medida. Necesito, al menos, dos tallas más. Si me
muevo de manera brusca, creo que saltarán unas cuantas
costuras.
Le sostengo la toalla en alto cuando sale de la piscina en
la mansión Cavalli. La natación es una de las pocas
actividades con las que consigue liberar su mente. Este
hombre es una bomba a punto del desastre siempre. Temo
por su vida, cuando los sentimientos por fin arrasen su
interior. Asesinó a su hermano, sin embargo no me es ajena
esa culpa sobre los hombros.
—¿Dónde mierdas estabas? —sisea, sus fosas nasales
expandiéndose. «Recuperándome de la última golpiza»,
quiero decir, su padre Gabriel Cavalli se encarga de
recordarme continuamente la basura de donde provengo.
Soy un perro siendo domesticado o eso cree… La paciencia
es mi virtud, no creo que algo pueda romperme. No luego
de nacer en la bratva, nacido y criado para soportar el dolor.
—Entrenando con los soldados —miento.
No soy bueno con las palabras, me gusta el silencio,
analizar mis movimientos y mantener cerca la presa.
—El hijo de puta me envió a Jersey esta noche.
—Necesitas controlar al distribuidor local —afirmo en
acuerdo. Dominic es un arma de intimidación, su crueldad le
precede… Porque nadie conoce al chico detrás del Made
Man.
—No quiere que vengas conmigo, creo que tiene miedo
de nosotros.
—Somos su amenaza, eres su heredero y yo un desertor
de bratva quien te ha dado todos los secretos para gobernar
Rusia. Yo tendría miedo de nosotros.
—Sí —claudica con una sonrisa de demonio. Si todo sale
bien, en dos años más tendré poder sobre Sicilia. Dominic,
aunque posee todo para ser un jefe fuerte, esa explosividad
suya le llevará a la muerte.
Soy la mejor opción para unir a Sicilia, por su propia
seguridad. «Si tan solo fuera italiano… Quizás un
matrimonio solucione ese conflicto». Vivir con los Cavalli no
es cosa del destino, cuando traicioné Rusia y subí al barco
de polizón, conocía mi único objetivo, ser indispensable en
esta familia.
Mi principal meta, Damon, pero al investigar sus pasos
descubrí que un hombre como él nunca me aceptaría, en
cambio Dominic tiene, o más bien, poseía un alma en
aquellos años. Ahora solo veo dolor, ferocidad, alguien
inestable y muy jodido.
Su familia le hizo eso, pero de alguna manera me he
convertido en su proyecto de caridad desde hace años. Mi
padre no puede atacar a Sicilia, al menos no sin antes
recibir una traición y me temo que Joseph Greystone era la
única. El director de la CIA quien ha fallecido en un
accidente aéreo orquestado por Gabriel. Mis pruebas se han
ido al infierno junto con el soplón de Joseph. Mi opción de
salvar a mi hermano, Raze, de nuestro padre se debilita con
el pasar del tiempo… El último recurso era un alma que hoy
en día se encuentra envenenada.
—Gobernaremos juntos, mi lealtad está contigo —dice
uniendo nuestras frentes, aprieto veloz mis dientes
compensado el dolor de mis costillas.
—Mi hermano por elección —concluyo. Un lema que
parecía mentira y distante, pero que cada vez empieza a
tomar una fuerza que me aterra, aunque sé que es
mentira… Cuando deba elegir entre su maldito padre
italiano y la basura rusa, Gabriel será el vencedor. Sangre
sobre lealtad, siempre.
Siguiéndolo unos pasos detrás, ambos atravesamos la
mansión hacia su parte de la casa en un silencio que de
alguna manera siempre se me ha antojado agradable desde
mi llegada a América.
Dominic entra a tomar una ducha, constantemente está
bajo el agua, purificando la sangre que suele empapar su
cuerpo, es un tipo de fetiche imaginario. Tampoco lo
comento, mucho menos hablo de sus problemas violentos,
un día llegará a una colisión interna y sinceramente espero
estar muy lejos para ese momento. Esta noche debe dar
una lección al distribuidor local de Jersey, por ello elijo uno
de sus mejores trajes de tres piezas en color gris.
Moverme está literalmente matándome, sin embargo, sé
que su padre llamará al médico de la famiglia para poder
continuar con la tortura esta noche. Lo ayudo a vestirse
escuchando sus acostumbradas quejas, a veces doy una
que otra opinión, pero manteniéndome neutro la mayor
parte del tiempo. Una hora más tarde, tenemos al
mismísimo Gabriel Cavalli en la puerta.
—¿Crees que tengo toda la noche? Deja de chupar la
polla de Rocco y sal de una maldita vez hacia Jersey, ¿o
debo llevarte de la mano?
Me tenso sin mirarle, odio que me llame Rocco o Roqui en
privado. Un día simplemente voy a matarlo.
—Jódete, papá —sisea Dominic tirando en mi dirección su
cuchillo preferido.
—Tu hermano no necesitaba un ruso marica cuando sabía
darle placer a una mujer.
«Maldito viejo hijo de puta.» Si existe alguien entre
nosotros tres quien ama una maldita polla es él, no por nada
me obliga a follarle en cualquier maldito rincón. Por años
dormí con Dominic en la misma cama y nunca fue incómodo
o ninguno de nosotros cruzó la línea, juntos y por separado
hemos roto el coño de algunas putas, no puedo decir lo
mismo de su padre. Quizás por ello su matrimonio no
resultó como esperaba con Isabella Cavalli. Es un hombre
impotente con una mujer y, aunque está bien dotado, solo
tiene una erección cuando le follan el culo o está por joder
alguna niña.
—Perdona por no violar jovencitas.
—Debiste ser tú.
Tres palabras que marcan a Dominic, no lo refleja en su
rostro porque su máscara siempre le protege, pero la herida
interior sangra cada vez que escucha esas tres palabras
«debiste ser tú.» Gabriel sonríe triunfante en cuando
Dominic le empuja el hombro saliendo de la habitación, le
sigo, como siempre su fiel basura rusa siguiendo los pasos
con Gabriel detrás.
Es un hombre en sus cincuenta y tantos, con algunas
canas en su pelo y esos ojos grises sin vida tan parecidos a
mi pequeño hermano, por quien hago todo esto. Cuando me
apodere de Sicilia, mi hermano tendrá un lugar al cual
llamar hogar y cada golpe habrá valido la pena.
El coche de Dominic está aparcado en la entrada de la
casa, frunzo el ceño al no ver a más hombres detrás,
siempre lleva cuatro o cinco soldados cuando no estoy a su
lado… Miro sobre mi hombro a Gabriel quien sonríe mirando
donde su hijo, el único heredero que le queda se sube al
vehículo y enciende este con la música americana
escandalosa de bandas de rock que tanto ama. Vuelvo la
vista hacia Dominic cuando acelera y un extraño sabor de
boca me embarga, está rodeando la fuente. Gabriel a mi
espalda deja caer su mano en mi hombro, ejerciendo
presión, de repente los soldados salen de la casa.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto con la voz rasposa.
«No puede ser.» Suplico.
—Lo que debí haber hecho desde que ustedes dos se
hicieron tan unidos. Exterminar a uno… —dice dejando las
palabras en el aire. No debería sentir paz de saber que esta
será mi última noche.
—Haz lo que tengas que hacer —reto mirando al chico
explosivo, esperando que la reja de seguridad se abra.
—Eres un buen juguete, Roqui. No pienso deshacerme de
ti —explica impasible.
—No… —Jadeo, pánico atravesando mi sangre helada.
Antes de reaccionar avanzo tres pasos saliendo de su
agarre. Es una trampa, ¡es una jodida trampa!—. ¡No!
¡Dominic! ¡¡Dominic!! —vocifero con fuerza, dos soldados
intentan detenerme, pero soy mucho más rápido y ágil,
escucho el siseo furioso de Gabriel antes de sentir otros dos
pares de manos intentar detenerme. Grito su nombre sin
control, a pesar de reconocer que no me escuchará con esa
música dentro del vehículo. Gabriel, conociendo mi herida,
ataca directo a mis costillas, rujo cayendo de rodillas y casi
perdiendo la conciencia.
Escucho la orden de llevarme al sótano, mientras intento
luchar contra los cuatros hombres, algo que solo me está
lastimando más.
—¡Te mataré! —amenazo, los soldados jadean
sorprendidos metiéndome al recibidor. Gabriel sonríe,
piensa que va a quebrarme, doblegar mi espíritu—. Si tocas
un solo cabello de Dominic, te mataré. —Escupo sangre de
mi boca, el sabor metálico atragantándome.
—Tocaré más que un pelo de ese bastardo, lo mataré.
Recibirá la golpiza de su vida en el muelle y dejaré su
cuerpo a los cuervos. Asesinó mi heredero real…
—¡Lo obligaste! —bramo desesperando. En el plan
original Dominic no tenía ninguna cavidad, nunca
compartiría su trono conmigo, pero tampoco puedo dejarlo
morir, no sabiendo su destino—. ¡Mátame a mí en su lugar!
No estás razonando, un capo siempre debe tener alguien a
quien dejar su legado. Tómame a mí, mátame y déjale vivir.
Soy solo basura rusa, un perro… Déjalo vivir —suplico.
—¡Si no lo veo, no lo creo! —festeja, pero no entiendo una
mierda—. ¿Están viendo eso? —cuestiona a sus soldados.
—Por favor, haré lo que sea necesario.
—Lealtad —gruñe acuclillándose frente a mí, tirando de
mi pelo negro hacia atrás y levantando mi rostro—. Le pedí
que te asesinara —confiesa Gabriel—. Dije que le entregaría
Sicilia si te asesinaba frente a mí y no dudó en su
respuesta… No, mi hijo, mi heredero, renunció a su futuro
por una rata como tú, Roqui. Eres un mal en mi casa,
¡ensuciaste a mis hijos! ¡Condenados a la debilidad!
—¿Renunció a Sicilia por mí? —pregunto parpadeando. No
es posible… Sicilia es todo por cuanto Dominic Cavalli aún
respira.
—Renunció a su vida por ti, dijo que antes de matarte
prefería morir y, hoy, cumpliré su deseo.
—No, no es posible —niego, ¿qué carajos hiciste,
Dominic?
Se escuchan las alarmas de seguridad en la casa, solo
sucede si un vehículo o persona extraña se acerca. La
sonrisa de Cavalli se acrecienta, ¿qué más está planeando?
Uno de los sirvientes entra sin inmutarse de encontrarme en
el piso siendo sostenido por cuatro soldados, soy testigo de
que ha presenciado cosas peores.
—Los jóvenes Greystone están aquí, señor.
—Déjalos pasar, lleva a la chica directo a mi despacho.
Que nadie nos moleste —ordena sin dejar de observarme.
Greystone… Joseph Greystone director de la CIA.
¿Por qué sus hijos están aquí? Una vez escuché a Joseph
mencionar una caja de seguridad impenetrable, hablaron
sobre algún tipo de almacenamiento poco común.
—Lleven a la mierdecilla rusa al puesto de seguridad,
átenlo y que vea de primera mano mi as bajo la manga.
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 29
Dominic
 
Mi esposa está dormida, su cabello largo cubre sus
hombros desnudos. Trago el nudo en mi garganta cuando se
remueve un poco inquieta y detengo mis dedos,
retrocediendo y empuñando mis manos. Quiero tocarla,
sentir su piel tersa y delicada en las yemas de mis dedos, su
aroma suave y dulce en mi nariz. Cierro los ojos negando en
la oscuridad, recordando sus palabras de unas horas atrás.
Mi mujer, quien debe ser destinada a mi cama, durmiendo
sola y llena de coraje en mi contra. Ella me odia.
El único sentimiento que cualquier ser humano cabal
debe sentir hacia mí. Es una diosa viviendo entre
monstruos. Terminará contaminada, como todos, quizás
pierda la vida, en el mejor de los casos de forma rápida o
puede que su odio hacia mí la consuma. La presión en mi
estómago, esa que me ha perseguido desde Italia, se
acentúa más. Soy un maldito bastardo, lo sé. Vi sus ojos, la
herida interna. ¿Qué podía hacer? ¿Fingir un sentimiento? 
No la amo. No lo hago… ¿Por qué se siente extraño esa
desazón en el cuerpo? Y hoy frente a la iglesia, diciendo mis
votos… Fue real. Ella es mía, para cuidarla y adorarla cada
puto día de mi existencia. Librarla de cualquier amenaza y
conservar tanto como me sea posible su inocencia, pero la
necesito dura, una mujer capaz de defenderse. «Ella lo es»,
me recuerdo.
Me amenazó, mi mujer se paró de frente y alzó su mentón
amenazando una guerra entre dos facciones quienes nos
hemos odiado a muerte, un legado de sangre y dolor por
siglos. Debo hacer algo al respecto, no puedo dejar en
ninguna circunstancia que mi esposa avance un solo paso,
ella podría destruir mi esfuerzo en un parpadeo. «Joder».
Roth me advirtió esto, lo hizo una docena de veces, pero
subestimé a la chica, creí que podría dominarla en mi puño
y moldearla a mi antojo. Qué equivocado estuve y qué
estúpido fui, ella nunca sucumbirá bajo mi dominio, no nació
para ser enjaulada. Y, mierda, lo supe desde el día del
orfanato. Es una pantera por naturaleza, si consigo tenerla
de mi lado podríamos ser la pareja más poderosa, pero la
herí… Soy un cobarde, ¿qué podía decir? Aflojando el nudo
de mi corbata retrocedo, me importa y eso es una sentencia
a muerte.
Sin tocarla me alejo hasta la puerta principal de la suite
presidencial, no podía llevarla al ático, no con mis planes
futuros y sin ponerla en riesgo. Mi mano derecha está en la
sala adjunta con un bolso, ha retirado su traje clásico de
hombre elegante –su disfraz– por su ropa de matar, cuando
viste vaqueros y chaqueta negra luce la viva imagen de
Raze, quien a su vez está fuera de la habitación montando
guardia.
Si algo sale mal esta noche, no solo dejaré a mi recién
esposa viuda, sino que será el blanco principal de mis
enemigos. Lucas Piazza, por ejemplo. Todos lo vieron,
notaron mi debilidad por ella en la boda, cómo no perdía
detalle de su silueta o la acercaba hacia mí cuando nuestros
rivales fingían agradecimiento. Ella no puede importarme…
Las personas que lo hacen mueren.
—¿Todo listo? —cuestiono.
—Sí —responde con esa maldita indecisión en todo lo
concerniente a mi mujer—. ¿Estás seguro, Don? Si ella lo
descubre…
—Necesito saber dónde está a cada instante.
—Esto es muchísimo más, lo sabes. Mierda. Está herida,
dolida, cree que la has traicionado… Deberías temerle a una
mujer así, Dominic.
—¿Temer? ¿A mi propia mujer?
La oscuridad existe en mi interior, es una muralla de
piedra dura, nunca quise llevar a Emilie por completo hacia
esa parte, es necesario destrozar algunas de esas ilusiones
las cuales jamás cumpliré, sus expectativas del romance
perfecto no tienen futuro.
Roth parpadea, desviando su mirada fuera de la mía.
—¿Algo que quieras compartir, hermano? —pregunto
bajando mi voz, Nikov es de los pocos a quienes no
presiono, no es necesario, siempre ha sido un libro abierto…
Antes de Emilie, luego de ella, incluso, nuestra relación se
ha tornado inestable.
—Eres mi Capo.
—Mantén esa oración presente, soy tu Capo y eres
responsable si tu lealtad es puesta en duda —siseo. Fui
entrenado para esto, exterminar cualquier amenaza hacia
mi legado—. La famiglia primero.
Roth repite retomando su postura, afianza su agarre en el
maletín y se encamina a la habitación de mi esposa,
conmigo siguiendo sus pasos. Un buen capo actúa de
manera fría y calculada, debe mantener un ojo sobre el
futuro y sus variantes… Por eso necesito saber en todo
momento dónde está mi esposa, primero el collar Cavalli me
otorgaba esa pequeña ventaja. Emilie no es una mujer
predecible y rápido vinculó su localización a la joya,
descubrió con rapidez el GPS integrado, eso me lleva a esta
decisión extrema. Un GPS en su cadera, el cual me brindará
su ubicación a tiempo real en mi móvil. Roth y yo poseemos
uno en nuestro cuello, igualmente inserté años atrás una
tercera línea en Raze.
Nunca pensé necesitar uno extra, porque la idea de que
una mujer llegara a ser remotamente necesaria en mi vida
era nula, de hecho, Emilie no debería estar recibiendo uno
esta noche, pero soy el jodido Capo y ella mi mujer. Siempre
se cumplirán mis demandas. Enciendo la luz central con una
palmada, mi esposa no despertará gracias al somnífero en
su última bebida de la noche, antes de fugarnos de nuestra
boda. Curioso, debería estar follándola como un maldito
demente y en cambio sigo lleno de deseo por poseer lo que
es mío por derecho y decidió negarme, soy un asesino, no
un violador. Tomarla a la fuerza no me hará un mejor
hombre, puedo jugar a ser un buen marido por un tiempo y
esperar que eventualmente ella ceda o me veré obligado a
buscar satisfacción fuera de nuestro matrimonio. No soy un
santo y quiero intentar emendar mi error, dar un paso hacia
adelante luego de mis dudas sobre ella y Katniss…
Emilie despierta emociones dormidas en mí, yo lo sé. Y he
estado luchando contra esas emociones confusas, pero no
puedo seguir así por mucho tiempo más. ¿Qué más puedo
hacer para tener una relación un poco normal? Nada, salvo
dominar a mi esposa y recordarle su lugar.
Un heredero podría calmar ciertas partes de ella, podría
enviarla lejos y realizar una vida de soltero normal. Nadie en
nuestro mundo se ofendería de verme follar a medio New
York mientras mi esposa bien puede llevar a mi hijo en su
vientre en Italia. Emilie debe aprender su lugar por las
buenas -las cuales claramente no funcionan- o por las
malas. Sin embargo, enviarla fuera de mi alcance no está en
discusión, la quiero cerca de mí, siendo una molestia o no.
Controlo un ejército de hombres, pero es diferente, si me
desobedecen tienen un castigo y mi mujer no puede recibir
el mismo trato. Desmembrarla no hará diferencia alguna.
—Espera aquí —ordeno. Dejándole en el umbral de la
puerta. La mujer durmiendo en la cama es mi esposa y,
exponerla a otro hombre, de algún modo es un golpe a mi
ego. Retiro las sábanas de su cuerpo, tapando los cachetes
de su trasero y subo el camisón más allá de sus costillas. Su
espalda al descubierto, las curvas que tanto me enloquecen
a merced de Roth.
—Si quieres alguien más puede…
—Ni hablar —gruño pidiendo que se acerque, Roth no la
mira más de lo necesario. Solo abre su maletín sacando sus
instrumentos y el diminuto dispositivo.
—¿Estás seguro de esto?
—Es por su propia seguridad.
—Ella te importa —sentencia mi hermano—. Si no lo
hiciera, estaría muerta.
—Dijiste que debo ser cauteloso, ¿no? —cuestiono de
forma irónica desviando la verdad.
—Tu cautela es exterminar la amenaza, por ello debiste
estar fuera del negocio un tiempo, ¿no recuerdas?
«Maldito hijo de puta».
—Me gusta follarla —digo encogiendo mis hombros.
Mis manos tiemblan al ver que la toca, verificando ese
lugar donde tiene dos pequeñas hendiduras perfectas en la
espalda baja.
—Que sientas algo por la chica no te hace menos
poderoso, Don. Sigues siendo tú, solo que con sentimientos
diferentes.
—¿Y a dónde me llevaron mis sentimientos en el pasado?
—escupo en su dirección empezando a entrar en ira—. Por
mis sentimientos mi hermano murió, lo asesiné, mis
sentimientos hicieron que seis hombres del bratva
murieran. ¿Qué pasaría si Vladimir se entera de que fui el
responsable de la muerte directa de su padre porque se
folló a mi madre, al igual que los otros cinco? Los
sentimientos me cegaron. La ira se apodera de mí cada vez
que los sentimientos salen de mi alma. Es mejor no hablar
de sentimientos.
—Mataste a Gabriel para salvarme, Dominic, salvaste a
mi hermano tantas veces que me es difícil contarlas, y la
chica Miller… la sigues protegiendo porque es importante
para Raze, ¿por qué no ser así con Emilie?
—La deseo y la odio… Ese es el porqué, odio desearla de
la manera en la cual lo hago. Me estoy volviendo un coño
sentimental, ¡le entregué la mitad de Sicilia! ¡Mi legado! ¡El
legado de mis hijos!
—Y sus hijos, Dominic. Tus hijos vendrán del vientre de
esta chica… Aunque ella te destruya de mil maneras,
volverás a buscarla. No sé si es obsesión o amor, pero capto
en tu mirada el anhelo cuando la ves, observo cómo eres
cerca de ella. Como si fueras dos hombres diferentes, el
sangriento y respetado Capo o el dulce hombre de las
pasadas semanas. Debes dejar de jugar a un día sí y el otro
no... Ser un buen esposo no te hace menos Capo.
—Vladimir está vivo —le recuerdo. Lo dejé vivir por
Emilie. Pensando en un acuerdo de paz con la bratva,
porque mi dulce esposa no merece vivir dentro de una
guerra, tenerla asustada de mis enemigos o que puedan
dañarla—. Tratar de ser un buen marido va contra la
famiglia.
—Vladimir es mejor como aliado… Hacerlo Pakhan será
un buen movimiento. Lo sabes.
—Le entregué tu trono. Tu derecho a gobernar la mafia
roja.
—Nunca fue mío, Don. Y Raze está feliz de saber que
nuestro tío estará muerto para el amanecer. Nos liberaste
de Rusia. —Encoge sus hombros insertando la aguja en la
cadera de mi esposa—. Ya no pertenecemos a la mafia roja,
ahora somos de Sicilia. Y estoy feliz de servirte a ti. Deja el
ego atrás, busca la manera de conquistar a tu esposa y
ganarte su respeto.
—Solo follé, ¡por Dios! Lo hacen ver como un crimen.
—Follaste a Katniss y horas después te llevaste a tu
prometida, no creo que a mirar el amanecer precisamente,
para ella es una falta de respeto. ¿Cómo te sentirías tú si
Emilie se folla cualquier hombre y minutos más tarde a ti?
La parte oscura de mi mente se nubla, un estallido de rojo
sangre baila en mis ojos. Si cualquier hijo de puta toca un
solo lugar de mi esposa… Lo mato. Romperlo de tantas
maneras distintas no será suficiente. Quebraría su espíritu. 
¿Y Emilie? ¿Qué le haría a mi esposa? Nada. No tocaría
ninguna parte suya, no me daría ninguna satisfacción
lastimarla. Mierda.
Follar con Katniss solo fue descargar frustración, fue tener
una muñeca plástica debajo, entré y salí y en algún punto
me vine, con Emilie no existe un punto de comparación. Me
gusta, embotello en mi memoria cada nueva mirada o
gemido, me embriago de su aroma cálido y dulce. Mis
manos se llenan de esperanzas al sostenerla. Es algo sin
precedentes.
Indescifrable, cautivante y todo un enigma.
Conquistar mi esposa es algo que nunca creí posible,
¿estoy dispuesto?
~♦~
 
Roth termina el procedimiento pasadas las dos de la
madrugada, justo a tiempo para mi partida. Me aseguro de
cubrir su cuerpo y de dejarla cómoda, por algún extraño
impulso me inclino dejando un beso en su hombro,
apartando varios mechones de su pelo en el proceso. Es tan
hermosa, nunca ninguna mujer me pareció tan exuberante o
entretenida. Su piel es suave y lisa y huele dulce,
melocotones frescos.
—Por primera vez ir a doblegar a un hombre no me
parece interesante, pequeña. Meterme contigo en la cama
se me antoja más —susurro negando. Matar al Pakhan de la
mafia roja debería ser por mucho entretenido, sin embargo,
aquí estoy junto a mi recién esposa, hablándole cual bobo y
torpe.
«Ser un buen esposo no te hará menos Capo».
Roth siempre ha encontrado la manera de meterse en mi
cabeza, sé que esta vez no será distinto. Dejando dormir a
Emilie, salgo de la suite encontrándome a Raze, quien
camina de un lado para otro, nervioso.
—Déjame ir contigo —demanda. Niego riendo de lado,
este chico es un hermano pequeño para mí. No arriesgaré
nunca su bienestar.
—Me quitarías la diversión.
—¡Maldita sea! No puedes ir solo, ¿y si es una trampa? ¿Si
ellos te matan?
—Vaya, qué poca fe me tienes —ironizo arqueando una
de mis cejas. Roth decide que es momento justo de entrar,
está revisando su Glock 9 milímetros. El arma que le salvó la
vida hace tantos años, la misma que Raze, su hermano
pequeño, usó para disparar a Robert el mayor de los Nikov.
—Iré yo con él —anuncia. Como si eso fuera posible.
—No, iré solo y no quiero escuchar ninguna palabra más.
Necesito que cuiden de Emilie y, si algo llega a sucederme,
ambos se encargarán de mantenerla segura.
—Dominic…
—¡Basta! —siseo acallando la voz de Raze—. Ambos
cuidan a mi esposa, punto.
Espero unos segundos por si alguno quiere añadir algo,
cuando Roth afirma con un ligero movimiento, sé que está
de acuerdo y si me dirijo a una trampa de Rusia, se
encargará de lo único que en este momento me parece
valioso. Mi esposa.
No tengo ningún tipo de arma o cuchillo, estoy
desarmado gracias a mi reciente boda. Es en gran parte
como estar desnudo, se han convertido en parte de mí, el
metal y la pólvora son mis aliados, no esta noche.
Dejo el hotel en mi BMW negro, verificando en el espejo
retrovisor que ninguno de mis soldados me está siguiendo,
giro un par de veces en la manzana distrayendo a un
posible acompañante no deseado. Cuando estoy seguro de
que nadie sigue mis pasos, me dirijo a los muelles donde
Vladimir Ivanov me espera.  Me pertenece, pero esta noche
está alojando un Audi Spyder con las luces encendidas.
Estaciono mi coche de frente, apagando mis luces. Podría
morir en los próximos tres segundos, pero no es algo a lo
cual haya temido en el pasado y no empezaré en este
momento. Si muero, mi legado pasará a Nikov. Está en las
mejores jodidas manos. Salgo de mi deportivo y dos
segundos después Vladimir hace lo propio, antes apagando
sus luces. Nos odiamos y no es un secreto entre los dos.
—Pozdravlyayu —dice en ruso, me agrada ver cómo
guarda distancia mirando sobre los edificios.
—No hay ningún francotirador, Vlad.
—Solo mis amigos me llaman, Vlad.
—Hasta donde sé, no tienes ninguno. Sin embargo, no es
un tema que me apasione, como comprenderás estoy recién
casado y quiero volver con mi esposa. —Sonrío viendo cómo
la cicatriz en su rostro se contrae cuando arruga la frente—.
¿Qué deseas, Vladimir Ivanov? Dime y será tuyo.
—¿Ahora eres el jodido genio de la lámpara? —arremete
intentando burlarse de mí.
Sonrío estirando la manga de mi traje, un par de gemelos
con la flor de lis grabada en ellos.
—Soy mucho más poderoso que ese bastardo, créeme.
Guarda silencio y avanza dos pasos, tiene las manos en
su gabardina, probablemente un cuchillo y alguna Glock
resguardada para el momento adecuado, el cual será
nunca. ¿Por qué los rusos aman tanto las armas? Yo
personalmente soy más cercano a los cuchillos, me gusta
sentir la muerte de mis enemigos de cerca y saber que los
llevé a ese estado con mis propias manos.
—¿Y si dijera que quiero a Emilie Greystone?
—Te diría que, no se trata de quién la quiera, sino de con
quién ella decida quedarse.
—Según tengo informado, no le diste mucha opción,
Cavalli.
—Ahí es donde te equivocas —digo, sin perder la sonrisa
—. Tuvo la posibilidad de huir, sin embargo, decidió
quedarse. Ella es quien ha decidido ser mía. Aunque estoy
un poco desilusionado, esperaba que mantuvieras a mi
esposa fuera de nuestras negociaciones o, de lo contrario,
terminarán antes de empezar y de una manera muy
desagradable, ¿no crees?
—No tienes nada que darme.
—Sé, de muy buena fuente, dónde se encuentra Igor,
tengo la ubicación exacta donde está tu Pakhan en estos
momentos, sin ninguno de sus hombres y una mira
apuntándole… podrías ser el dueño de Rusia en un
parpadeo, Vlad —anuncio dando otro paso, ya nada nos
separa a uno del otro. La oferta es muy tentadora—. Lo
mataré por ti, ninguno de tus hombres dudará. Vengarás a
tu hermana y gobernarás la mafia roja. Solo debes pedirlo.
Estoy más que bien dispuesto a hacerlo, si pudiera, yo
mismo me encargaría de romper a Igor, está en este
momento abusando de una chica que acaba de cumplir
apenas los dieciocho y está teniendo una noche con un
hombre que se dice a sí mismo dominante para imponer
crueldad a sus amantes, manipular sus mentes con dolor y
placer… Solo que reciben noventa por ciento de dolor y el
resto es repulsión hacia el ruso.
—¿Qué quieres a cambio?
«Oh, la pregunta más dulce. Hasta el árbol más resistente
siempre tiene una raíz podrida». Quiero paz entre Rusia y mi
reinado, si pienso luchar contra Lucas Piazza no interpondré
la seguridad de mi joven esposa. Claro, no le diré eso a
Vladimir.
—Quiero un acuerdo entre nuestras familias.
—¿Un acuerdo? Eres mi enemigo por naturaleza.
—Una unión, tengo una prima; Dalila. Es joven y hermosa,
criada para ser la esposa de un líder –estaba destinada para
mí, al ser el Capo–, es la mujer más dócil que alguna vez
conocí. Su padre está de acuerdo en que ella es el regalo
perfecto para una alianza.
—¿Y si no acepto?
—Mataré a Igor… Y serás culpado de traición al venir a
hablar conmigo contra las órdenes de tu superior.
—Eres un maldito hijo de puta —sisea.
Miro hacia el muelle, los barcos anclados y un cielo oscuro
en el horizonte. Sí, soy hijo de una puta. Es un mal que me
ha perseguido durante años.
—Ciertamente —respondo con un poco de amargura—.
Estoy ofreciéndote ser dueño de la facción más importante
luego de Sicilia, te entrego una hermosa chica quien te dará
herederos como se exigen entre ustedes, estoy
convirtiéndote en un hombre poderoso, alguien que será
recordado incluso tras su muerte. Jamás volverás a
obedecer a ningún hombre, no rendirás explicaciones
nunca.
—Solo ante ti —interrumpe. No será el primero y
ciertamente tampoco el último.
—Tendrás las armas, será un negocio de Raze, entre rusos
se entienden. Las putas son tu problema, yo me quedo con
la droga. Es un trato justo.
—Demasiado y no eres un hombre conocido por ser justo,
Dominic, ¿por qué estás haciendo esto?
—¿Eso es un sí? —reviro.
Lentamente retira las manos fuera de su gabardina
mientras medita algo en su mente. Estoy dándole un trato
más allá de lo considerado razonable. Necesito mantener a
mi esposa con vida tanto como me sea posible, si debo
ofrecer un acuerdo a Rusia… Entonces lo haré.
—¿Por qué debo casarme con la chica?
—Era mi prometida y su nombre quedará en vergüenza si
no se casa en los próximos meses. Es pura, nunca nadie le
ha tocado una sola hebra… Serás su primero en todo.
—¿Ni siquiera tú la tocaste?
—Su padre se la prometió a Gabriel para mí, pero nunca
la he visto de esa manera. Confío en que serás un buen
esposo, dada mi investigación ninguna mujer tuya se queja
de tus habilidades y Dalila será un tratado de paz, si llegas
a herirla de alguna manera el acuerdo quedará inservible.
La paz se acaba y te mataré, Vladimir. No es una amenaza,
es una promesa.
—Me ofreces ser tu perro faldero a cambio de darme un
poder imaginario. Rusia nunca será mía en su totalidad,
siempre estaré en deuda contigo por entregármela de una
manera tan fácil.
—Tómalo o déjalo, así de sencillo.
—¿Me garantizas dejarme vivir si lo dejo?
—Garantizo una pelea justa —respondo. Si no acepta, uno
de los dos se quedará en las aguas del muelle y, no seré yo,
no cuando tengo una vida recién adquirida. Quiero disfrutar
de mi esposa tanto como me sea posible. No considero
llegar a tener una vida larga, ningún hombre dedicado al
bajo mundo se engaña con ello, sin embargo, deseo
disfrutar unos años más y si pelear a muerte con Vladimir
me garantiza eso, entonces voy a asesinarlo, aquí, ahora y
esta noche.
 

CAPÍTULO 30
Cinco meses después
 
—Mírame —sisea mi esposo, con su mano rodeando mi
cuello. Niego y acelero mis movimientos, dejando caer mi
cabeza hacia atrás. Los dedos de su mano derecha se
hunden en mi cadera y arremete contra mi intimidad con
ímpetu, castigador. Grito, el sudor corre entre mis pechos y
mis cabellos están pegados en mi frente y cuello.
Oh, es dolorosamente bueno. Mi marido sabe cómo
follarme hasta sacar el alma fuera de mi cuerpo. Siento su
miembro en mi interior tallando mis paredes, perforando
dentro cuando se engrosa. Me expande, dando una última
estocada y sosteniéndome en mi lugar. Gruñe soltando mi
cintura para ir directo por mi clítoris hinchado y tira, justo
como me gusta.
El orgasmo es descomunal, muerdo con fuerza mi labio
evitando darle la satisfacción de escuchar mis gemidos, sin
embargo, su mano en mi cuello no me lo permite, tira con
fuerza hasta apoderarse de mi boca. Su beso es furioso,
intenso y hambriento.
Despacio me aparta, respiro agitada, saciada y
desmadejada. Me obligo a mirarlo reuniendo todo lo que
soy, en lo que sus actos me han convertido, una reina,
combatiendo esa mirada helada, la cual horas atrás ha sido
puro fuego ardiente. Esta noche se ha desatado, por norma
solo tenemos dos rounds de sexo. Sale de mí y la conexión
se pierde, una delgada línea difuminada en el aire.
Perdemos todo cuando la llama llega a su punto más alto y
decae en una montaña rusa de seducción y deseo,
terminado en los recuerdos de sus mentiras. Besa mi frente
como si con aquello quisiera decir algo más.
En el pasado quise llorar por ser débil y darle mi cuerpo,
incluso luego de su traición, no lo hice antes y no lo haré en
este momento. Conociendo nuestras rutinas, me dejo caer a
su lado, sentándome en la cama y manteniendo la distancia
segura.
Dominic con un gruñido de inconformidad, retira la goma
que cubre su polla y la tira a la papelera junto a la cama.
Estiro mi cuerpo saliendo de las sábanas, llegados a este
punto, ya no siento ninguna pena en mostrarme desnuda.
—Em… —dice, moviéndose hasta sostener mi mano.
—Ya es tarde —anuncio, soltando su agarre—. Tenemos la
inauguración del casino y recibiré una orden de suministros
en el orfanato.
—Quédate —me pide.
—Necesito descansar —respondo sin mirarle. Encuentro
mi vestido de noche hecho trizas en el piso. Maldita sea.
—Eres mi esposa, ¡joder! —exclama, comenzando a
enfadarse.
—Buenas noches, Don —declaro, mientras avanzo hacia
la salida del dormitorio.
Escucho sus maldiciones cuando cierro la puerta que
divide nuestras habitaciones, un segundo más tarde la
lámpara o quizás el teléfono termina estrellado contra la
pared. Suspiro dejando caer los restos del vestido en mi
mueble luego de colocar el seguro, nunca ha intentando
romper la puerta o violar mi privacidad, pero, por seguridad
adicional, cierro.
Quiero un baño rápido, sin embargo, son más de las dos
de la madrugada. Camino directo a mi cama, desnuda, llena
del olor de mi esposo. Si no puedo tener un hombre el cual
me ame, al menos disfruto del buen sexo, y Dominic es un
maestro en ello. «¿Quién iba a creer eso de que Don duraría
cinco meses sin sexo?» Él, un hombre ardiente como el
mismo sol de verano.
Hay sexo, mucho y es malditamente alucinante, solo que
al terminar elijo e impongo mi distancia. Cuando llegamos al
orgasmo e intenta abrazarme, el abismo se abre y me
engulle de lleno.
Veo la súplica en sus ojos al ponerme de pie y
marcharme. No puedo confiar, las segundas oportunidades
conducen a una larga línea de decepciones.
Soy una Cavalli de forma oficial desde hace cinco meses,
en los cuales mi marido ha respetado mi espacio, tomo
lecciones de italiano cada tarde luego de supervisar el
orfanato, el cual ahora me pertenece. Llevo la contabilidad
de dos casinos en Atlantic City, gracias a ello recibo una
buena suma de dinero sucio en mi cuenta, dinero que mi
esposo deposita luego de ser limpiado bajo las autoridades,
el cual va destinado a diferentes instituciones benéficas de
forma anónima.
Nuestro matrimonio no es tradicional, no compartimos la
cama o nada, salimos juntos en reuniones sociales, se nos
fotografía cual pareja de Hollywood y nos han inventado una
vida pública, soy la abnegada esposa del mujeriego
banquero de New York. Soy el trofeo para mostrar a las
cámaras y ante la sociedad; mientras, a puertas cerradas,
continúa con su actitud promiscua y sus actividades
delictivas en las sombras de la noche.
Quito mi única prenda que ha sobrevivido esta noche, las
bragas y el vestido cedieron ante la fuerza de mi esposo. Un
par de Christian Louboutin son los vencedores, sus favoritos,
y lo sé, porque me folló con unos muy parecidos en el baño
del hotel de cinco estrellas Baccarat en el anuncio que hizo
sobre financiar la candidatura de Florentino a la alcaldía de
New York, sí, ese hombre, el padre de Katniss.
Fue dos meses después de nuestra boda, Don no me
había tocado una sola hebra, pero ella estaba allí, altanera,
dándole miradas furtivas, mientras hablaba en voz baja y
reía junto a sus amigas. Me lo follé, más por coraje que por
placer, quería demostrar nuestros niveles, ella debía
esconderse y esperar a ser follada en algún lugar discreto,
en cambio yo en donde quisiera y elegí ese momento.
Fue un maldito polvo alucinante, arañé su cuello cuando
me empotró contra la pared, le dejé tomar mi cuerpo con un
condón entre nosotros. Gruñó como todo un animal y
mordió mis labios, fue caótico y sublime, lleno de
salvajismo, justo lo que necesitaba. Ahora en ocasiones se
repite bajo mis deseos, con protección y nunca me quedo a
su lado.
 
Despierto con la alarma cuatro horas más tarde. Vivir con
Dominic me ha enseñado a ser más disciplinada, sin contar
que tengo una agenda muchísimo más apretada que en mi
antigua vida. Marcela —quien ahora vive con nosotros—,
toca mi puerta, tapo mi cuerpo desnudo antes de dejarla
pasar a mi habitación. Cuando lo hace, trae mi desayuno en
una bandeja y un delicado ramo de rosas.
—¿El señor ha ordenado eso? —cuestiono en italiano. Mi
acento sigue siendo marcado, algunas veces confundo las
vocales y termino alargando algunas palabras.
—Está bañándose —comenta en lugar de responder a mi
pregunta directa.
Ella es feliz sirviéndome, pero es algo a lo cual aún no me
he acostumbrado del todo. Yo preparaba mi propio
desayuno hace solo seis meses atrás, también vivía una
vida llena de mentiras y ahora al menos puedo cuidar mi
propia espalda de ser necesario. Don tiene inclinación por
pasar las mañanas entre peleas y testosterona en un
gimnasio de los soldados de la Orden.
Conozco el lugar debido a mi reciente entrenamiento en
defensa personal con el único hombre a quien se le permitía
tocarme, Cavalli. Fue duro y cruel, el primer día tumbó mi
cuerpo en la lona varias veces y, aunque puedo defenderme
con los puños, soy una hormiga diminuta frente a mi
esposo, quien es una bestia impulsiva peleando. Tres meses
después de entrenar cinco días a la semana, puedo al
menos defenderme.
Cubriéndome con las sábanas, salgo de la cama hacia mi
baño, tengo una mañana ocupada en el orfanato y sobre las
cuatro de la tarde una reunión con el Pakhan de la mafia
roja, de la cual mi esposo no tiene idea. Sí, muchas cosas
han cambiado.
La trata de blancas ha quedado en manos de los jeques
árabes y algunos alemanes la siguen practicando junto a los
colombianos.
Italia y Rusia se encuentran en un acuerdo, recibimos las
armas y les proporcionamos la mejor droga, al menos mi
marido lo hace. Mi parte de mantener el acuerdo es solo ser
una linda esposa eficiente y dulce, la cual obvia información
importante y traiciona a ambos jefes. Ninguno de ellos
necesita conocer mis planes, no ahora, de todos modos.
El agua ayuda a mis músculos engarrotados por las
actividades físicas a renovarse. Al salir de la ducha,
desayuno al tiempo que voy secando mi pelo húmedo.
Nonna se ha encargado de arreglar la cama y dejar en
ella dos posibles atuendos. Elijo llevar un pantalón negro de
corte recto, una blusa de satén verde, zapatos cerrados
Valentino y un abrigo negro de cachemir. Sigo siendo poco
amante del maquillaje, así que solo uso protector solar, una
base, mascarilla y delineador de ojos, mis labios siempre al
desnudo.
Satisfecha con el resultado final, agarro mi bolso, mi
celular y la taza de café extradulce. Regularmente, mi
marido sale temprano a su rutina de ejercicios y cuando
despierto se encuentra en su habitación, esta mañana ha
decidido esperarme al final de la escalera. Curiosa, acepto
su mano, él por su parte retira mi taza de café para dejarla
en la mesa circular con un hermoso ramo de rosas rojas de
tallo largo.
—¿Algún problema? ¿Todo está bien? —inquiero.
—Buenos días, esposa —revira, serio. Se aclara la
garganta antes de continuar—: Pasaré a buscarte al
orfanato antes de la inauguración.
—¿Para qué? ¿Olvidé algún compromiso? —interrogo
alzando una ceja.
—¡Sorpresa! —gritan una serie de voces al unísono.
Mi sonrisa falsa vacila un poco y Dominic ejerce presión
en mi mano. Nuestros amigos se encuentran en casa.
Hannah, Landon con el pequeño Logan de meses en brazos,
Raze cruzado de brazos con un gesto risueño y burlón, Roth
serio con su ya acostumbrado estilo, mi hermano cargando
a mi hermosa sobrina Emma junto a Savannah su asistente,
quien ama con locura a la pequeña y Marcela cargando un
pastel con algunas velas encendidas.
Garfield, el gato malhumorado que me pertenece ahora y
mi confidente por las noches, camina entre mis invitados.
«No puede ser…», pienso.
—Feliz cumpleaños —susurra mi esposo, antes de
inclinarse un poco llevando mi mano a sus labios y dejando
un tierno beso rápido en mis nudillos. Las muestras en
público están por completo prohibidas y esto es lo más que
se permite frente a nuestros seres más cercanos.
Dalila, la prima de Don, quien fuese mi dama de honor en
la boda luego de la muerte no intencional de Valerie, es la
primera en abrazarme. Retiro mechones de su pelo castaño,
de alguna manera me recuerda a mí, un cordero subastado.
Es la pieza en un tablero de bratva.
—Estás preciosa —exclama.
—Tú igual… ¿Todo en orden? —demando.
—Pronto —susurra en voz baja. Acaricio su mejilla, es una
niña en manos de un animal.
—Gracias, Dalila.
—La famiglia es lo más importante —declara orgullosa.
—Sí —gruño apretando la mandíbula—. La famiglia
primero, siempre.
Sonríe, con sus grandes ojos iluminándose. Somos muy
parecidas en espíritu, la única diferencia es que Dalila
aceptó su destino, al ser la mujer que fue entregada a los
brazos de Vladimir en una ofrenda de paz.
—Hannah… —gimo mortificada. Es la única a quien se le
pudo ocurrir semejante barbaridad.
—¡Dijiste que no querías una fiesta grande! —chilla llena
de energía, moviendo los globos dorados y negros en su
mano—. Esto es algo pequeño, ¡solo un desayuno!
Niego hacia ella, no había forma en el mundo de evitar
esto, uno por uno pasan a felicitarme, hasta que llega el
turno de la pequeña Emma y me quedo con ella en brazos.
Es una nena maravillosa, sus ojos idénticos a Holden y su
pelo delgado muy parecido a Rebekah, quien ha decidido
vivir su vida pública sin mencionar a la pequeña que ahora
se encuentra en mi regazo. Mis mejillas se llenan de rojo
fuego cuando Dalila inicia la canción de feliz cumpleaños.
Mis ojos se posan en mi esposo, quien no deja de
observarme cargando la criatura inocente.
Roth dice algo para ellos en ruso a lo que Raze por fin ríe
en voz alta. «Genial, ahora necesito aprender ruso», pienso
para mí, ya que desde que tomé mis clases de italiano, las
frases de Dominic en este idioma se han reducido y, cuando
quiere tener alguna conversación delicada con su mano
derecha o de mi seguridad con Raze, acude al ruso para
dejarme fuera de línea. Recibo algunos regalos, buenos
deseos, abrazos y soplo velas, mientras el comedor se llena
de aperitivos.
—Te mataré, Hannah. Lo juro —afirmo rotunda.
—Es solo un desayuno. Llamé a Sor Ángeles, se hará
cargo de unas horas en la mañana del orfanato, además
esto es obra del Capo —replica con una sonrisa.
—Gracias —susurro, obviando la mención de mi esposo,
quien no deja de mirarme con Emma en brazos tirando de
mi pelo.
—Creo que alguien quiere un hijo —apunta mi antigua
jefa.
—Hannah —le advierto.
—Míralo, no te quita el ojo de encima desde que has
cogido a la niña en brazos.
—Está actuando extraño —concuerdo por lo bajo.
Savannah se acerca para llevarse a Emma de mis brazos. La
chiquita parece hambrienta—. Anoche me pidió que me
quedara en su habitación.
—Y lo hiciste, ¿cierto?
—No —declaro negando—. No dormiré con él, no confío
en Dominic.
—No los comprendo a ninguno de los dos. No duermen
juntos, pero follan como conejos —comenta con un bufido.
—Follar no involucra nada más allá que la unión de dos
cuerpos, Hannah, es algo que deberías saber —sentencio,
señalando a su esposo con la barbilla. Hannah ha pasado a
ser un cero a la izquierda desde el nacimiento de Logan,
Landon solo se desvive por su hijo y mi amiga es una
sombra detrás.
No quiero eso en mi vida. Lamento sacar a colación su
relación cuando veo el dolor en su mirada, su rostro se
aflige y la sonrisa real cambia a una mueca. Ella lo ama, de
esa forma que nunca entenderé. Mujeres dispuestas a
perder su identidad por recibir migajas de hombres que no
las valoran.
—Él ama a Logan, eso es importante, ¿no? —inquiere con
tristeza.
—Sí, sin embargo, también es importante que te ames un
poquito más tú —afirmo.
—Quién diría que terminarías dándome consejos. Hace
seis meses llorabas por los rincones y ahora estás aquí, de
pie, haciendo frente a tu nueva vida —manifiesta, y noto un
deje de orgullo en su voz.
—Llorar en los rincones es mucho mejor a no llorar en
absoluto… a veces creo que perdí mi alma, estoy vacía por
dentro.
—Está bien tener miedo, Emilie. Dios, mi niña, solo tienes
veintiún años y tu vida se ha ido a la mierda en la mafia —
dice.
«¡Oh, Hannah! Si tú supieras…», pienso. Mi vida acaba de
empezar, el nuevo destino que se me impuso está a solo
unas semanas de ser una realidad. Ya no queda nada
inocente en mí.
—Me asusta lo mucho que me agrada no sentir nada,
Hannah. Me asusta entender a mi esposo de la manera en
la cual ahora lo hago. Si no sientes, si no mezclas tus
emociones, entonces nadie puede herirte, ningún ser
humano tiene poder alguno sobre ti. De alguna manera,
Dominic me enseñó cuán erróneo es amar —le explico.
—Dices eso porque te lastimó su engaño, pero…
—Solo tengo una sed desmesurada de poder —confieso,
sin dejar de observarlos a todos—. Lo único que quiero es
que los hombres se inclinen y bajen sus cabezas al verme.
Deseo arruinar a mi esposo, incluso tengo deseos de
matarlo mientras me coge. Entre la Emilie del pasado y esta
del presente, existe un abismo de diferencia —proclamo,
seria.
 
 

CAPÍTULO 31
 
El ático posee su propia piscina templada, dado que mi
día ha sido reorganizado, disfruto una parte de tomar sol
con las chicas, los hombres preparan una parrillada, Raze y
Holden, porque Dominic y Roth se trasladan al despacho
perdiéndose en sus negocios delictivos.
—¿Cómo es ser la mujer de un ruso? —pregunta Hannah
acomodando su top negro, para ser una mujer recién
entrenada como madre, tiene una figura envidiable, no
quiero saber las razones principales detrás de su insistencia
en realizar ejercicios y casi sobrevivir a base de lechuga.
—Lo mismo que ser la mujer de un italiano, supongo —
responde Dalila. Finjo atención a sus palabras, pero ubico mi
mirada en mi hermano junto a Savannah, dentro de la
piscina enseñando a Emma natación, mi hermano sonríe
abiertamente a sus dos mujeres. Es feliz, brilla y
resplandece como nunca, atraída por la escena, me alejo de
las chicas para ir hacia ellos, sintiendo los ojos de Raze en
mi persona, siempre vigilando mi siguiente movimiento.
Estoy a punto de llegar cuando la figura de mi esposo se
interpone, es difícil ignorar al todopoderoso, Dominic
Cavalli, si sigue vestido de traje.
—Es una fiesta de piscina —declaro lo obvio a modo de
burla.
Tira de sus gemelos, enfocándose en arreglar algo
perfecto, es un hombre muy guapo y una pequeña parte
mía se siente llena de orgullo al saber que me desea y,
sobre todo, es mi esposo.
—Hablemos en privado.
—Siempre dando órdenes —digo girando mis ojos. Le sigo
fuera.
—Feliz cumpleaños —susurra bajo sacando una pequeña
cajita negra de su bolsillo en el instante que llegamos al
recibidor, donde ya se encuentra Roth—. Tengo una reunión
importante, no puedo quedarme más tiempo.
—¿Alguna de tus putas? —siseo. Niega, suspirando.
Siempre hace esto…
—El cartel mexicano se encuentra en la ciudad. No, no
joderé ninguna puta.
—Llévame contigo.
—No.
—Si vas a hablar de nuestros negocios, debo estar. Soy tu
socia y si no es suficiente, tu esposa —reto dado un paso en
su camino. Siento la mano de Roth tocar mi hombro. Santo
Roth siempre invocando la paz.
—El cartel mexicano no es importante —dice en mi oído,
conciliador.
—Marcelo Quintero estará pasado mañana en la noche en
la ciudad, te llevaré conmigo entonces —anuncia Dominic.
—¿Los laboratorios colombianos?
—Sabes demasiado, Em —murmura pasándose la mano
por el pelo—. Sí, te mostraré las rutas, implementaremos tu
fórmula en la nueva droga de oro. Marcelo es contenido;
Rodríguez del cartel mexicano, es grotesco.
—Bien, esperaré —concedo. Nikov retrocede perdiéndose
de nuestra vista. Mi esposo suaviza su máscara un
milisegundo, antes de inclinarse y dejar un beso en mi
frente, se demora como siempre más del tiempo necesario.
Al tener estas acciones tan humanas, pequeñas barreras
luchan por ceder.
—Roth se quedará contigo —dice acunando mi rostro en
sus fuertes manos—. Sé precavida, no quiero arrepentirme.
—¿De qué?
—Tu regalo.
—¿No es un collar?
—No, no es un collar. Esto te gustara más.
Mi esposo se marcha con Raze, el cambio de Nikov me
desconcierta un poco, mi seguridad siempre se le confía al
pequeño. Supongo que será un misterio más añadido a la
lista. Las chicas me distraen cuando regreso a su lado,
Hannah es la más vivaz de nosotras, Dalila es un poco
demasiado sumisa y Savannah se marcha pronto con mi
sobrina y hermano.
—¿Estás bien? —Holden cuestiona antes de marcharse, es
un nuevo hábito adquirido—. ¿Lo están llevando mejor?
—Sí, mucho mejor —medio miento. Mi hermano no
necesita saber mi vida matrimonial, es muy tarde para
arrepentimientos.
—Me alegra… Te quiero, calabaza.
—Yo más, Holden.
Beso la cabecita rubia de Emma antes de que se
marchen, algo se retuerce en mi pecho mirándolos irse.
Hannah dando saltitos de emoción corta mi lado meloso al
instante.
—¡Hora de irnos! —grita emocionada.
—¿Dónde?
—¡A ver tu regalo!
No preguntaré cómo lo sabe, Dominic siempre marcha
varios pasos delante. Niego mirando la hora en mi móvil, no
puedo perder el tiempo con regalos.
La inauguración está demasiado cerca, Roth debe pensar
igual porque no deja de mirar su reloj.
—Tengo la inauguración sobre mí, literalmente, ¿qué tal
mañana?
—Pero, Don quería…
—Es bueno que nunca hago lo que Don espera, ¿no
crees?
—¡Ah! Has arruinado todo —lamenta.
—¿Qué tal si lo compenso dejándote arreglarme?
Soy un desastre, algo que nonna y Hannah saben muy
bien, incluso Dalila lo ha aprendido en este corto tiempo.
Ella es la nena sofisticada, fue criada y educada como la
perfecta mujer italiana. Es la única en no mostrar su cuerpo,
incluso en la piscina, va cubierta con un vestido recatado,
entre eso y ser la esposa de Vladimir Ivanov, la hacen ser
increíblemente discreta, creo que eso refleja un poco su
personalidad sumisa y dominable.
Todas insisten en algo llamativo, debido a la luz baja del
casino termino usando un vestido dorado de seda, ceñido,
en corte sirena, sin hombros. La joya Cavalli en mi cuello es
demasiado, pero retirarla es una ofensa a mi marido en un
día como hoy. Le gusta verla en estos actos, leer en la
prensa los artículos donde se deja muy en claro que no
salgo sin ella y que somos una misma, la joya Cavalli, el
tesoro real… soy yo. Los periódicos y noticieros hacen un
festín de ello y mi esposo lo disfruta. Es alguna de esas
pequeñeces que le hacen feliz. Mi asesora de imagen, de
quien desconozco su nombre, remite mis atuendos con
varias opciones de calzado y abrigos para este tiempo frío.
Los ganadores son unos Giuseppe Zanotti italianos blancos
con detalles dorados y mi pelo suelto en ondas.
—La joya Cavalli —susurra Hannah. Y, no, no se refiere al
diamante en mi cuello, es del modo en el cual la prensa ha
decidido llamarme. Soy el adorno llamativo de mi esposo,
muy pocos resaltan mi trabajo en el orfanato, para todos
soy la mujer florero perfecta para mi esposo.
—Mi seguridad está abajo —declara Dalila—. ¿Nos
reuniremos pronto?
—Sí. —Hannah responde dándole dos besos—. Necesito
un día alcohol y chicas hablando.
—Reservaré una mesa —concedo. Hacemos esto una vez
cada cierto tiempo, tomar y hablar de nada en unos de los
restaurantes de la famiglia.
 
 
 
 

CAPÍTULO 32
 

—Gracias a mi esposa a quien respeto profundamente…


—Desconecto de las palabras de mi marido, de su discurso,
alzando mi copa de champán con una sonrisa falsa y
discreta.
La sala serpentea en aplausos. Los hombres más ricos de
USA reunidos en el nuevo casino de mi esposo, donde
oficialmente soy la encargada de la contabilidad. Roth,
impasible, se mantiene al lado de Dominic, sin pestañear a
la mentira que dice mi esposo. Cuando las miradas en mi
persona finalmente se dirigen hacia otro lugar, apuro el
líquido restante de mi copa haciendo señales a uno de los
camareros. Quiero que la noche termine, salir a como dé
lugar de esta falsa y meterme en mi cama lo más rápido
posible. No puedo creer cuánto cinismo es capaz de
albergar una persona en su interior.
Su discurso finaliza y es rodeado por un grupo de
elegantes hombres trajeados. Aprovecho para escabullirme
lejos de las máquinas tragamonedas, la luz baja y la suave
música.
Me abro paso entre las personas con Nick, mi seguridad, a
la espalda, algunas veces Raze se encarga de cuidarme,
pero últimamente Nick es quien más está al frente de esa
labor. Subo al segundo nivel, directo al balcón con vistas a
la pista de carrera de caballos.
Está iluminada a pesar de no estar en funcionamiento.
Respiro agitada, calmando mi corazón desbocado y retiro
algunos mechones de mi pelo rubio fuera del rostro,
tomándome la copa número seis de champán. Hace un año
mi vida era completamente diferente, en mi cumpleaños
anterior, el 21 de noviembre, estaba en mi antiguo
departamento mirando una maratón de vampiros, alitas
picantes, Coca Cola con mucho hielo y Valerie a mi lado,
riendo de las ocurrencias de Lafayette.
Ella no era una buena amiga y los dioses lo saben, pero
tenía sus momentos y ese en mi cumpleaños fue uno de
ellos. Era feliz y no lo sabía, también vivía una mentira.
Nunca estuve a salvo de este mundo.
—Necesito algo más fuerte. —Jadeo al borde del balcón
en construcción, sin barandillas.
—Para una mujer que acaba de cumplir veintiuno, estás
muy familiarizada con el alcohol —dice una voz
desconocida. Giro sobresaltada, retrocediendo dos pasos
atrás. Jadeo cuando encuentro un rostro y figura
desconocida y estoy a punto de retroceder un poco más,
cuando el hombre rodea mi cintura y me lleva hacia su
pecho—. No deberías buscar más peligro.
—¿Quién es usted? Suélteme —demando empujándome
fuera de su agarre. El hombre sonríe, aflojando sus brazos y
dejándome en libertad. Nick, quien ha visto todo de primera
mano, avanza hacia nosotros. Muevo mi mano en una
negación, no pueden prohibirme compartir unas simples
palabras.
—Esta es un área prohibida —informo al desconocido.
Él sin perder la sonrisa afirma.
—¿Será este el palco privado de su esposo? —cuestiona.
Aun cinco meses más tarde, me sorprende un poco cuando
las personas me reconocen, esto debido a las fotos
mágicamente filtradas en diferentes medios.
—No, mi esposo disfruta estar más cerca de la adrenalina.
El hombre de porte recto y alto, al estilo de mi marido, no
pierde la sonrisa, pero su mirada vacila.
Su tez canela llamativa, enfundado en un traje azul
oscuro y camisa blanca debajo, su pelo en un corte militar
me recuerda mucho al actor William Smith, solo con una piel
más clara. Dominic me entrenó para nunca dar su ubicación
exacta o posibles lugares que visite con regularidad. Este
palco será destinado a sus invitados VIP, el de mi esposo se
encuentra en el tercer nivel del casino, con cámaras de
seguridad integradas en cada rincón de toda la propiedad.
—Señora Cavalli, deberíamos volver a la fiesta —sugiere
Nick.
—Trae una botella de champán y dos copas, Nick —
ordeno. Odio el pavor que todos le tienen a Dominic, cómo
besan el suelo que mi esposo recorre.
—Señora…
—Ahora —demando, pestañea dos veces antes de girarse
a cumplir mi demanda. Los hombres deben empezar a
aprender a seguir mis órdenes.
—Usted debería regresar a la fiesta, no sería bien visto
que esté a solas conmigo —dice.
—Yo decido lo que es bien o mal visto, señor…
—Rawson.
—Un placer, Emilie.
—Emilie Cavalli —murmura.
—Sí, Emilie Cavalli.
—No precisas fingir felicidad conmigo.
—Soy una mujer felizmente casada, ¿por qué debo fingir?
Mi voz vacila, porque sí finjo una imagen al público en
general.
—No amas a tu esposo, soy buen observador.
Ahí es donde se equivoca, ciertamente no amo a mi
marido con brío, pero una parte de mí está vinculada a
Dominic Cavalli más allá de un matrimonio obligado, tengo
sentimientos de odio, los tengo al igual que la parte
ingenua, esa que creyó en sus palabras y cada mentira. Oh,
esa niña le quiere con una fuerza devastadora. Esa niña es
quien se siente dolida y herida, ella nunca tomó en serio las
advertencias continuas de mi esposo. Dominic se encargó
desde el momento cero, de advertirme de una serie de
situaciones; sería su esposa, es dueño de toda la ciudad y
muchos más estados en su poder, sin contar la guerra
silenciosa en Sicilia, de la cual mi esposo piensa soy
ignorante. Ser pequeña tiene sus ventajas, he aprendido a
escurrirme sin problemas en todo el ático para escuchar
ciertas conversaciones secretas en su despacho.
—No me conoce —reviro enfurruñada. Acorrala mi cuerpo
y retrocedo un paso, mirando sobre mi hombro lo cerca que
me encuentro del borde.
No tengo dónde más retroceder cuando el hombre avanza
otro paso lleno de seguridad. Don va a matarlo por respirar
mi aire.
—Te conozco, Emilie Greystone, al menos sé todo sobre tu
padre y sé quién es tu esposo —declara alzando su mano e
intentando tocar mi mejilla. Adoptando la frialdad de
Dominic, le observo desafiante, ¿quién se cree que es? ¿Una
maldita copia barata de mi marido?
—Todos conocen a mi esposo, su vida es de dominio
público y cuando acepté ser su esposa, mi vida se convirtió
en pública. Todos saben sobre mi padre fallecido, mi madre
en un psiquiátrico y un hermano millonario dueño de la
marca más reconocida en el área de venta automotriz,
¿dónde está el secreto? Y le recomiendo retroceder en este
instante o...
—¿O qué? —insiste desafiándome—. ¿El millonario Cavalli
enviará a sus hombres por mi cadáver?
Son palabras destinadas a causar algo en mí, pero sigo
mirándolo impasible. No, Don se encargaría personalmente
de enviarlo al otro mundo.
—Mi esposo no es un asesino. —La convicción en mis
palabras me marea, sé lo que hace por las noches y en
algunas ocasiones escucho ciertas noticias muy apegadas al
mundo de la mafia, como encontrar cuatro cuerpos con la L
grabadas en sus pechos, destrozados o enfrentamientos en
Estate Island de unas camionetas no identificadas o, la
mejor, el cuerpo de Igor Kozlov a la noche siguiente de mi
boda dejado a mitad de la carretera 95 cuando se dirigía a
encontrarse con mi esposo, quien formó un pacto con
Vladimir llevándome así a la entrada directa con el nuevo
jefe de la mafia roja.
—¿Estás segura de eso? Sé que le odias, sé también que
has sido obligada a este matrimonio. Tengo la llave a tu
libertad, si la quieres ve conmigo, búscame.
—¿Qué…?
—Cavalli estará aquí en solo un minuto —avisa, un
segundo más tarde sus brazos se cierran en mi cintura y me
lleva a su pecho, sus labios en mi boca. Es solo un débil
instante de vacilación debido a la conmoción de la sorpresa,
solo puedo gritar, luego el recuerdo de mi esposo traidor se
pasea por mi mente y esa voz maliciosa me dice que acepte
el beso aún no recibido y le demuestra a Don la fea cara de
la traición, pero mis principios siempre han ganado por
sobre cualquier acto. Levanto mi pierna derecha,
impulsando mi fuerza en golpear sus bolas y cuando este se
curva gritando de dolor, abro las palmas de mis manos y
empujo su pecho, estoy demasiado cerca del borde para
cuando me doy cuenta, el hombre en su dolor extiende una
de sus manos tomando la mía y tirando mi cuerpo hacia la
pared. Grito interponiendo mis manos y me muevo con
bastante rapidez gracias al entrenamiento con mi esposo,
es cuando veo a este caminado hacia mí con una expresión
férrea, sus ojos observan mi cuerpo, luego mira al hombre
doblado sobre sí mismo a quien Nick rodea, una mujer
desconocida entra llorando y cayendo de rodillas junto a mi
atacante.
—¿Estás bien? —cuestiona mi esposo.
Los ojos marrones del desconocido me miran.
«Tengo la llave de tu libertad».
—Emilie, ¿qué está sucediendo aquí? —gruñe.
—Estuve a punto de caer y el señor me ayudó —miento
mirando al susodicho—. Necesitaba tomar un poco de aire.
—Me gustaría mucho saber, señor Rawson, ¿por qué está
acorralando a mi esposa en privado? Si sigue incordiando
me veré en la penosa necesidad de interponer una orden de
alejamiento en su contra.
Phils Rawson –como ahora sé que se llama–, permanece
doblado, sin poder decir una sola palabra, la chica a quien
reconozco como la encargada del diseño interior del casino,
abre los ojos sobremanera. Sé que todos los empleados
quienes no pertenecen a la famiglia firman acuerdos de
confidencialidad. Ella suelta a Luc irguiéndose y mirando a
mi esposo con extrema precaución.
—Señor Cavalli, yo…
—Estás despedida, Estela —sisea Don—. Encárgate de
ella, Nick.
¿Piensa matarla?, ¿así?, ¿sin más? La chica tiene que
creer lo mismo porque solo falta que se eche a llorar
desconsolada, sin embargo, ella golpea a Phils en la cabeza
con fuerza antes de ser escoltada fuera, Nick siguiendo sus
pasos.
—No te quiero cerca de mi esposa, Rawson. Si fuera tú,
mantendría mi maldita distancia.
—¿Estás amenazando un agente activo del FBI? —
pregunta retomando su postura mientras respira agitado.
¿FBI? ¿Orden de alejamiento? «Sé quién es tu esposo.» Es
un detective, ¿cómo podría ayudarme…? Oh, mierda.
—Dominic… —Jadeo aferrándome a su antebrazo.
Está a punto de perder su postura fría y lanzarse sobre el
hombre, ¡¿dónde diablos está Roth?! Conozco la parte
explosiva de Don, sé que a veces la ira ciega sus decisiones
y me temo que esta es una de esas veces, sin Roth para
detenerlo, el miedo se arraiga en mi pecho.
—No vale la pena, cariño. Llévame a casa, por favor.
No uso apelativos cariñosos con él, de hecho, Dominic es
quien continúa llamándome pequeña en la intimidad de
nuestra habitación, más allá de eso, solo usamos nuestros
nombres o hacemos referencia a nuestro estatus
matrimonial. El apelativo no hace que mi esposo se mueva,
está apretando cada vez más sus puños.
—No pierdas el control, sé el hombre a quien conozco.
Retrocede un paso hoy y avanza cuatro mañana —gruño en
italiano, clavando mis uñas en su antebrazo. Mis palabras
llaman su atención completa, Phils en el piso me mira con
nuevos ojos, supongo que no sabía en su investigación mi
nuevo idioma, «entonces no es tan bueno en su trabajo». Mi
esposo retrocede, en estos cinco meses es la primera vez
que se guía por mis palabras.
Lo odio, pero nadie puede lastimarlo, ese derecho solo me
compete exclusivamente a mí. Respira varias veces antes
de mostrar esa sonrisa siniestra.
—Te quiero fuera de mi propiedad inmediatamente, no
eres bien recibido en ninguno de mis establecimientos.
Retrocede, Rawson, antes de que yo avance y eso es una
maldita amenaza por si tenías la duda.
Mi esposo tira de mi mano sacándome del palco privado,
miro sobre mi hombro al sujeto desconocido. Él no deja de
mirarme mientras me alejo, «búscame.» Gesticula con los
labios.
Don ordena a la seguridad escoltar fuera a Phils y marca
el número de Roth, furioso, este último no responde.
Cansada observo alrededor viendo a Nick de regreso.
¿Cómo ese hombre podría ayudarme? ¿Quiere la cabeza
de Dominic? Por supuesto que sí, estoy segura que la mitad
del mundo quiere a mi esposo bajo tierra, ¿incluida yo? No
lo sé, siento odio y rabia hacia su persona, pero no lo
imagino muerto… Ese hombre puede ser un aliado en mi
causa, pero quiero confiar en sus palabras, ¿merece Don
tanto resentimiento…?
Él continúa ocupado preocupándose por su mano
derecha, me alejo hacia Nick pidiéndole que me lleve a
casa. Esta noche terminó para mí, hice mi acto como se
esperaba, los periodistas tienen sus fotos de la pareja
perfecta. Mi marido necesita lidiar con su gente y ha sido un
día desgastante, no he avanzado nada en mis reales
obligaciones. Ser la imagen del casino no me importa como
lo hace saber que los niños y adolescentes del orfanato
tienen todo lo necesario o que esta noche alguna mujer
maltratada encontró refugio en uno de los albergues, por
mí, Cavalli puede quedarse con sus amigos ricos y fingir
perfección toda la noche.
—¿Dónde carajos vas? —demanda tomándome del
antebrazo con demasiada fuerza.
—Quiero ir a casa.
—No irás a ninguna parte sin mí —sentencia—. Volverás
dentro del casino y me mirarás jugar. Nos iremos cuando me
plazca.
—¿Qué quiere ese hombre de ti?
—¿Crees que es un buen momento para hablar de ello?
Ahora mismo todos nos están mirando.
Y tiene razón, por ello no he respondido como se debe a
sus malditas órdenes y a cambio le toco el pecho
pegándome a su cuerpo, para quienes nos miran solo
tenemos un momento de intimidad, la pareja del año
demostrando unión.
—Quiero irme a casa, llama a Roth. Él puede quedarse a
cargo.
—No sé dónde demonios está, vuelve adentro. Ahora,
Emilie.
Plantando mi falsa sonrisa, asiento, él sabe que es solo la
muestra de mi furia interna. Don juega blackjack mientras
estoy de pie a su lado, nunca he vuelto a sentarme en sus
piernas, prefiero mantener la distancia. Los demás hombres
se llenan de alcohol gratis cortesía de la casa, dos de ellos
son senadores y otro más se me hace débilmente familiar.
Cavalli gana varias partidas siempre mirando su móvil en
todo momento, de esa manera pasan dos horas y Roth brilla
en ausencia. Empiezo a sentirme ligeramente preocupada,
pero Dominic solo acumula más tensión en su cuerpo.
No dejo de volver al recuerdo del hombre en el palco, de
sus palabras, «la llave de mi libertad.» Sabe quién soy, no
debido solo a la información pública, lo sabe porque está
investigando a Dominic. El champán empieza a marearme
un poco, he continuado tomando entre su juego y mis
pensamientos, en otra noche ya estaría de camino a casa,
pero hoy Dominic se empeña en tenerme a su lado.
Al cabo de unos minutos uno de los hombres se marcha
resignado a que mi esposo es muy bueno en el juego, el
humo de su cigarro ha llegado a ser de algún modo
agradable, ahora comprendo más de dónde desprende ese
olor a especias picantes, revisa una vez más el móvil y veo
un tipo de aplicación extraña con luces parpadeantes, dos
de ellas están reunidas y otras dos se encuentran en
lugares opuestos, «¿qué carajos es eso?» Al mirarla, su
coraje solo se intensifica.
Esta vez pierde la partida y trata de sonreír cortés,
disfrazando sus aparentes emociones feroces. Oh, creo que
el Nikov mayor está en problemas. Se retira de la partida y
hace señas a los soldados, uno de ellos se acerca para
recibir órdenes y soy recompensada cuando anuncia
nuestra despedida. No salimos por la puerta principal, la
cual seguramente está llena de periodistas esperando fotos
exclusivas de los ricos hombres dentro del casino. Salimos
por el estacionamiento subterráneo y abandonamos las
instalaciones por la puerta diseñada para mi esposo, misma
que nos lleva directo a la carretera interestatal.
—Sube los pies a mi regazo —ordena. Suspiro haciendo lo
que me dice. Nunca hablamos, no sirve de nada preguntar
si al final no confiaré en su palabra.
En silencio retira mis zapatos y empieza a masajear mis
tobillos, si no lo conociera creería que es un esposo
considerado. Nick conduciendo la limosina nos da privacidad
cerrando la división del cristal.
—¿Quién es ese hombre?
—Ya lo has escuchado, Phils Rawson, detective del FBI —
responde sin detener a sus largos dedos masajeando mi
piel.
—Pensé que tenías comprada la policía.
—La tengo. —Sonríe de lado en la oscuridad—. Siempre
llega uno u otro que quiere hacer el bien, como si eso fuera
posible.
—¿No crees en el bien? —aventuro.
—Conocí una chica hace meses que me dijo que este
mundo estaba lleno de mierda. No, no creo en el bien…
Aunque intentes ser bueno, siempre la oscuridad te alcanza.
Eres el vivo ejemplo de ello. La mujer a quien corrompí y no
solo en cuerpo —dice subiendo su mano más lejos, en mi
pierna, casi llegando al comienzo de mis bragas—. Tú, más
que nadie, debería saber que el mal es mucho más
poderoso que el bien, ¿no crees?
—¿Por qué no lo has detenido?
—Todavía no le encuentro una debilidad, no tiene familia,
ninguna novia, ningún lazo…
—Al cual puedas amenazar.
—Es un hombre solitario —murmura.
—¿Y no tiene un precio? Todos tenemos uno, ¿no? Mírame
aquí, yo tuve mi propio precio.
—No te compré —responde deteniendo su toque—. No
eres una puta.
—Me siento como una cuando se me ordena quedarme en
un lugar que no quiero, como objeto decorativo.
—Me gusta tenerte a mi lado cuando juego.
—A mí que no estés en mi vida. No todos tenemos lo que
queremos.
El silencio se extiende, deja caer mis pies fuera de su
regazo.
Odio terriblemente esta constante guerra de palabras…
Esto era lo que quería evitar, sentirme enjaulada conlleva a
una serie de discusiones a veces sin sentido, a palabras
hirientes. Él trata de guardar silencio y respetar mi espacio
tanto como sea necesario.
No sé cuándo aquello cambiará o si alguna vez nuestra
relación mejore. La unión italiana solo se rompe con una
muerte, estaré atada a mi esposo hasta que uno de los dos
deje este mundo, no antes, no después.
Al llegar, para mi sorpresa, Dominic sube conmigo al
ático, usualmente desaparece con Roth quien hoy se
encuentra ausente y vuelve varias horas más tarde, en la
madrugada. Está concentrado enviando mensajes en su
móvil, por como lo usa sin duda está molesto, ¿conmigo?
¿Roth?
Cuando las puertas se abren me hago mi camino hacia mi
recámara, pero mi esposo decide hacerse notar.
—Habla conmigo —demanda deteniéndome antes de
avanzar a la escalera. Él no me grita, no desde hace cinco
meses—. Si no hablas, nunca resolveremos esto.
«¿Qué…?».
—¿Resolver? ¿Hablar? —pregunto apretando los dientes,
el monedero en mis manos siendo retorcido—. ¿Qué carajos
debemos hablar, Don?
—Italia, por ejemplo. Busquemos una solución, Emilie.
Dormir en camas separadas, no hablarnos durante la cena o
follar como idiotas claramente no arreglara esto…
—Como lo veo, “esto” no existe.
—Eres mi esposa.
—Porque un papel lo dice, porque me obligaste.
—¡Maldita sea, Emilie! —sisea perdiendo su máscara de
tranquilidad, su puño golpea en la pared—. Estoy tratando
de ser paciente, de adaptarme a nuestra situación, pero lo
haces difícil y sinceramente me cansé de jugar tu tablero,
Em. Así que empieza a ser la mujer que espero seas o
conocerás al hijo de puta que llevo dentro.
—Oh, ya lo conocí, querido, ¿recuerdas Italia? ¿La puta de
Katniss en tu regazo cuando mi calor no se había enfriado
en tus piernas? ¿Recuerdas eso, Don? No te equivoques,
quien falló fuiste tú, quien arruinó las cosas fuiste tú. Estaba
dispuesta a ser tuya y tú me apuñalaste primero.
—Te dije que no follaría ninguna puta.
—¿Y yo debo creerte porque…?
—¡Porque yo lo digo!
—¡El mismo hombre que me dijo que no había follado a
esa puta! ¡El mismo hombre quien solo estaba jugando! ¡No
tienes palabra, Dominic! —grito lanzándole mi monedero a
la cara, es muchísimo más rápido y se mueve de lugar—.
¿Crees que follar mujeres te hace un buen Capo? ¿Un mejor
hombre? ¿Y que debo perdonarte solo porque eres mi
esposo? ¡Follo contigo porque se me da la regalada gana!
Antes de darnos cuenta ya estamos uno al lado del otro,
su rostro contorsionándose por la ira, respirándome en la
frente. Mis tacones casi igualan nuestros tamaños. Su mano
con los nudillos lastimados, goteando sangre, me agarran
con fuerza del antebrazo. Mi vestido dorado manchándose
con la tinta de su sangre.
—¿Crees que en Italia fui un hijo de puta por besar a
Katniss? No tienes una maldita idea de las cosas jodidas que
hice, que hago a diario, ¿asesinar con mis manos al maldito
detective y disfrutar con una jodida erección cuando muera
en mis manos? Oh, eso es parte del hijo de puta que es tu
esposo y no te engañes, Emilie, puede que te haya obligado
a nuestro compromiso, pero antes de saberlo eras tú quien
pedía a gritos que hundiera mi polla en tu coño.
—¡Desgraciado…!
Intento pegarle una cachetada, pero, incluso intentarlo es
estúpido. Su mano izquierda me detiene al segundo.
—Esa noche del bar… a la mañana siguiente me hubieras
dejado follarte, si yo no retrocedo. Te advertí de diferentes
maneras que no era un hombre para ti. Quise alejarme más
de una vez, y volviste, Emilie, cada maldita vez más
fuerte… Eso es todo lo bueno que existe en mí y destino o
no, estás aquí, viva, compartiendo mi casa, más te vale
empezar a compartir todo.
No voy a esperarte más… Tienes un día para abandonar
tu habitación y ocupar mi cama.
—Y si no lo hago, ¿qué?
—¿Quieres retarme? ¿Crees que darme pelea cambiará la
dirección de mis deseos y mis órdenes? Me perteneces.
—No soy un puto mueble.
—Infiernos no, si lo fueras, estarías en mi cama con esa
deliciosa boca bastante llena de mi polla. Un día, Emilie. Un
jodido día.
Me suelta y retrocede, listo para esperar la pelea. Oh,
pero he aprendido a jugar mis batallas y cuáles guerras
provocar. Esta no es una de ellas, no con tanto en juego.
Sonríe de lado, complacido con mi docilidad. Antes de que
pueda hacer nada, sube la escalera. Mi vestido un desastre
de su sangre y el mármol blanco también. Mi bolso reluce
en el piso, lo agarro hurgando dentro encuentro la pantalla
de mi móvil hecha trizas. Genial, ¿algo más? Claro, soy
siempre privilegiada. Nonna entra a la sala encontrando el
desastre que soy, por un segundo duda en si debe volver a
donde sea que salió o quedarse donde está.
—Tu chico arruinó mi vestido y el piso —digo en italiano
mirando la pantalla rota—. Me haré cargo del desastre, ve y
descansa.
—¿Quiere un té, señora? —cuestiona. Sin más se gira con
dirección a la cocina. Un té me haría la vida mucho más
fácil, quizás debería decir, o la noche, en todo caso, luego
del ultimátum de mi esposo. Guardo el sarcasmo solo para
mi mente, nonna no lo merece. ¡Por Dios!  Dejo mi móvil
inservible en la mesa central, junto a mi monedero y me
quito los zapatos, Marcela se encarga de traerme un té de
especias italianas, por mi parte limpio el desastre de
sangre. Luego, satisfecha con el olor a limpio la acompaño
en la cocina, una taza descansa en la mesada junto a un
vaso de leche fría y un pequeño recipiente lleno de
caramelo. Ella siempre lo complace.
—No lo entiendo —susurro señalando los artículos—. Él es
mala persona.
—Sí —concuerda sacándome de balance—; pero mi
corazón recuerda un niño pequeño, corriendo a esconderse
en mis ropas.
—¿Esconderse de quién?
—Del mundo, señora. Mi chico se ha escondido del mundo
durante demasiado tiempo.
—No lo imagino —pronuncio dando mi primer sorbo de la
bebida caliente.
—No eres una buena esposa —revira, eso hace enderezar
mi columna—. Las italianas obedecen, callan, lloran mucho
en los rincones. Tú no obedeces, no lloras donde no te vea…
Él no necesita una buena esposa, sino una fuerte, pero hay
demasiado odio en ti para mirar más allá de ello.
—No estoy dolida, nonna.
—Oh, lo estás. Tu corazón se ha podrido de amargura, eso
te hará mucho mal. Te dañarás a ti misma, no a mi
muchacho.
—Dijo palabras bonitas que creí… Él hizo…
—Todos hablan bonito —dice restándole importancia con
un juego de mano—. Muéstrale que hablar bonito no es
suficiente.
—¿Cómo hago eso?
Mi esposo decide entrar justo en ese momento a la
cocina. Siento unos segundos su mirada en mi persona
antes de tomar su leche sin ningún gracias o por favor, se
termina el vaso con rapidez y luego desecha a un lado el
caramelo. Estos pequeños detalles son los que me
recuerdan que es una persona, humano y quizás en algún
punto remoto… con sentimientos. Marcela le da un
asentimiento, como si se hubieran comunicado en silencio.
Lo quiere, intentar averiguar algo de Dominic con ella es
como tratar de decirle a una madre que su hijo es un ladrón,
lo defenderá con las garras, incluso teniendo las pruebas en
su rostro. No sirve de nada, apartando la taza luego de
acabarme el líquido, les deseo buenas noches a ambos y
subo a mi lugar, mi rincón de paz, el cual mi esposo ha
decidido solo tengo un día más para usar. Sí, cómo no. Es
hora de jugar en mi tablero, Dominic. Soy la reina y voy a la
cabeza, tengo a tu propio peón de mi lado. Jaque mate,
bebé.
 

CAPÍTULO 33
 
El orfanato es una distracción, conecta mi mente a la
antigua yo. Ayudar y servir a otros, de alguna manera me
hace encontrarme, trae paz y bienestar. Dominic nunca
interfiere en mis horas comunitarias, de hecho, apoya
sumamente la causa. La madre superiora ha encontrado
nuevos aliados y voluntarios, tenemos dos maestras que
imparten clases a los más pequeños, una doctora viene una
vez a la semana a supervisar las mujeres que llegan
abusadas física o emocionalmente.
Tenemos un caso en particular muy delicado, una chica
italiana… Ella es diferente, le cuesta comunicarse con los
demás, vive aislada en su propio mundo, solo sale algunas
veces a pintar rostros oscuros y tenebrosos. Anoche intentó
suicidarse, esta es su segunda vez, los paramédicos
llegaron a tiempo y por mera suerte no ha terminado
desangrada en el piso de su habitación.
No sé qué hacer con ella, cómo tratarla… Ayudarla. Por lo
pronto vigilo su sueño gran parte del día hasta que es hora
de marcharme a hurtadillas, antes retiro los cortos
mechones rubios y delicados de su frente, cuando la conocí
los tenía más largos, pero ahora son solo hebras disparejas
gracias a una tijera que encontró en la primera vez que
intentó suicidarse.
—¿Qué te atormenta? —pregunto. Está despierta, pero le
gusta fingir que duerme para apartarse en su mundo—.
Déjame ayudarte.
Suplico pasando saliva, es una criatura triste, apenas en
los años de adolescencia, ¿qué le habrá sucedido con
anterioridad?
—Oscuro… —susurra bajo. Trata de hablar inglés con ese
acento tan melodioso y romántico. Sonrío, es por mucho un
gran avance.
—¿Oscuro?
—Pelo, oscuro…
—¿Quieres teñir tu pelo? —cuestiono inclinándome hacia
la cama. Su habitación es igual a su estado de ánimo, triste,
con las ventanas cerradas y sus dibujos a carboncillo y su
ropa ancha y larga.
—Sí, pintar.
—Bueno… —Quiero negarme, porque su pelo es de un
bonito rubio dorado, pero es su único avance y no quiero
verla retroceder. Teñir su pelo en algún punto quizás sea un
nuevo comienzo, un cambio—. Compraré un color oscuro y
lo pintaremos el lunes, ¿te gusta la idea?
—Me gustaría hoy —dice en italiano, por primera vez
girándose a encararme. Tira de las mangas para cubrir el
vendaje quirúrgico.
Maldigo en mi interior, hoy no será posible, tengo que
fugarme de Nick y tomar un taxi hasta la torre de mi aliado.
Necesito toda la información posible sobre Phils Rawson y
cómo obtener mi libertad.
—¿Qué tal si salgo unos minutos y voy por ello? ¿Eso está
bien para ti? —indago en su idioma, facilitando nuestra
comunicación.
Afirma mirándome con esos ojos multicolores. Alejo varios
mechones cortos de su rostro.
—Será un secreto de las dos, ¿de acuerdo?
—Sí —concuerda retrayéndose contra sí misma. Me alejo
y salgo de su habitación no sin antes darle una segunda
mirada, observando cómo la tristeza y desesperanza la
cubren. Ella me recuerda a Isabella Cavalli, la mujer de los
cuadros en Italia.
No puedo hacer mucho por la chica, salvo pedirle a la
madre superiora ayuda para conseguir un colorante y su
discreción en mi escapada, como no tengo un móvil gracias
a mi arrebato de la noche anterior, me dificulta saber dónde
está Dominic. Salgo por la puerta trasera atravesando el
jardín. Nick siendo distraído por los niños no se percata de
mi ausencia, para él estoy cuidando de la chica, Britany,
como ha decidido llamarse.
Empujo la puerta de servicio y verifico ambos lados antes
de cruzar la calle, mi abrigo y lentes oscuros cubriéndome lo
suficiente del frío o algún lente paparazi o investigador
enemigo. Un par de cuadras más adelante, detengo un taxi
con dirección a la octava avenida, donde ya mi
acompañante aguarda. Al detenerse el taxi, dos hombres ya
esperan en la acera, trajes oscuros y un pequeño dispositivo
en la oreja. Bajo la ventanilla y ellos cumplen el objetivo de
cubrirme al salir con una sombrilla. Ser fotografiada
mientras ingreso en el edificio no sería agradable, no quiero
imaginar las cosas horribles que Dominic podría causarme
de solo enterarse.
—Permítame su abrigo, señora.
—Gracias.
—El señor la espera, como siempre en la suite.
Asiento entrando al ascensor, ellos se alejarán hasta ser
avisados de mi salida y volverán a tomar su lugar. Por ahora
necesitamos privacidad. Las puertas dobles se abren en la
suite presidencial, un bonito arreglo de orquídeas violetas
en la mesa de centro, dejo mi monedero en ella y avanzo
hacia el comedor, donde seguro está sentado sintiéndose el
hombre más importante de New York y fracasando, ese
puesto le pertenece exclusivamente a mi esposo y, pronto,
quizás sea yo quien se siente al pie de la mesa.
—Llegas tarde —gruñe sin levantar la vista de su laptop.
—¿Tienes lo que quiero? —cuestiono a cambio, eso le
saca una media sonrisa.
—Directo a los negocios, me gusta.
—Eres un hombre ocupado, no quiero hacerte perder tu
valioso tiempo —ironizo.
—No eres una pérdida de tiempo, por el contrario.
—¿Dónde está ella?
La mueca de disgusto se intensifica y bruscamente se
levanta de su lugar, caminando al minibar de la suite, no me
muevo, espero paciente a que se sirva tres dedos de vodka
y apura el vaso con otros tres dedos más. Me complace,
como siempre, su educación al servirme una copa de vino,
la cual acepto de buen grado. Su olor demasiado fuerte y
varonil no es de mis favoritos, así que retrocedo y camino al
balcón. Me gusta mirar la ciudad desde este punto o del
ático, me da una sensación vertiginosa de autoridad
absoluta sobre todos. El aire a esta altura es mucho más
frío.
Saboreo un poco de mi vino, deleitando mi paladar. Una
carpeta color manila entra en mi campo de visión, tiene una
foto pequeña pegada al archivo. Rawson, afamado y
condecorado agente del FBI.
—¿Por qué quieres su información? —Vladimir Ivanov
pregunta a mi espalda, su musculoso cuerpo casi sobre mí.
—Sospecho que me será útil en algún punto.
Las hojas no muestran mucho, nació en New York y ha
vivido su infancia en casas de acogida, tiene unos delitos
pequeños por peleas callejeras, entró a la milicia a los
dieciocho, graduado con honores y pasó a trabajar para la
policía dos años antes de entrar a la academia del FBI.
Ningún familiar, ninguna atadura a nada. Es un fantasma.
—Esto no me dice nada —lamento.
—Peleas callejeras —dice rodeando mi cuerpo y
deteniéndose frente a mí, intenta levantar la mano para
sostener mi mentón, pero me alejo. Sonríe ladeado, siempre
lo hace al sentir de algún modo mi rechazo.
—¿Qué con ello?
—Tiene la edad de Cavalli, ¿quizás lucharon juntos esos
días?
Vuelvo a comprobar ese detalle, ciertamente tiene la
misma edad. Era menor cuando fue detenido en cuatro
diferentes ocasiones por las peleas.
¿Se conocen? ¿Lucharon uno contra el otro? ¿Qué oculta
Phils?
—Ven conmigo a Rusia. —«Otra vez no», suplico
internamente. Cerrando mis ojos niego, no se trata de un
lugar, sino de cumplir mi objetivo—. Si me lo pides, lo
mataré por ti —sentencia.
—Pero no es algo que quiera pedirte, Vlad. Lo sabes,
matar a Dominic… ¿Qué sentido tiene?
—Siempre dices eso, ¡porque no lo quieres ver muerto!
—Acabo de casarme, soy muy joven para ser viuda.
—No es eso —gruñe arrebatando mi copa. En un
movimiento rápido su mano izquierda rodea mi muñeca,
deteniéndome mientras busca alguna mierda en mi mirada
—. Lo amas, jodidamente amas a ese hijo de puta.
No parpadeo al mirarle y dejo mi cuerpo libre de toda
tensión, desafiándole a continuar, pero desiste, retrocede
soltándome de su agarre. Levanto mi mano impactándola
en su mejilla, del revés, mi anillo de compromiso le corta la
piel, marcando una de sus cicatrices.
—Sin mí, Dominic te mataría antes de que abrieras la
boca. Te di la conexión de la paz con Sicilia y conseguí para
ti una linda y dócil italiana que se encargue de calentar tu
cama. Nunca, jamás, vuelvas a ponerme tus manos encima,
Vladimir. Nunca, ¿me escuchaste?
Gira el rostro, apretando su mandíbula. Tengo su secreto,
es parte de mi plan. Mi peón en el juego, pero no es el rey.
Es desechable.
—Me diste una mujer que no quiero, me hiciste aliado de
un hombre al cual odio por tener lo que yo quiero. Podría
darte todo, ¿por qué no lo entiendes, señora? ¿Por qué?
—No necesito a un hombre que me lo dé todo, cuando
puedo ganarlo perfectamente por mi cuenta.
—Esto es la mafia, una mujer jamás gobernará.
Eso me hace sonreír descaradamente.
—Es muy tarde para eso, ¿no? Al parecer ya gobierno
desde las sombras.
Guarda silencio mirando más allá del horizonte y dejando
la copa a un lado. Yo creé a Vladimir, conociendo su mayor
temor y usándolo a mi favor. Odia a Don, tanto o más que
yo, pero le tiene envidia. La mafia es peligrosa y a la vez un
juego de niños, quieren el juguete del otro, el poder y los
bienes del otro, pero Vladimir se equivoca en algo.
Nunca será como Cavalli. Dominic no es solo un Capo, no,
él es un negociante. Protege a distintos cárteles, tiene bajo
su poder a hombres de bastante prestigio político, se ha
ganado la confianza de cabezas de alto rango a lo largo de
Estados Unidos, Italia, Alemania e incluso Rusia. Mi marido
no solo mueve la droga, no, su especialidad es hacerte creer
que te protege de tu enemigo y a este lo convence de que
lo protege a él de ti.
Es un juego de poder, donde lleva un conteo cauteloso y
estratégico de los demás, excepto el mío. He fingido muy
bien mi papel de esposa, caliento su cama, cumplo ciertas
demandas y solo doy mi opinión sobre los negocios como
pequeñas gotas de un mar embravecido. Despacio inyecto
la idea, luego con calma la ejecuto.
Dominic es dueño de la red más grande del mercado
negro, opera bajo el nombre de «La Orden.» Políticos,
abogados, agentes de la CIA como del FBI se encuentran
bajo su jurisdicción y mandato, por ello no comprendo del
todo cómo un agente de tan baja categoría es un obstáculo
en el futuro de mi esposo, debe existir una conexión más
allá que me estoy perdiendo, algo que está oculto en la
mente escabrosa de Dominic Cavalli. Algo que papeles
nunca podrán decir, pero que mi esposo compartirá en la
cama.
—Cuando me buscaste y me dijiste que me darías mi
mayor deseo no pensé esto. Te quiero a ti, no a la insípida
Dalila. Quiero una mujer fuerte de carácter a mi lado, tú.
¿Cómo es que puedes amarle? No lo comprendo y, lo que es
aún mejor, si le amas por qué quieres acabar con él.
—Eso es lo divertido de todo, terminará cuando yo quiera.
No antes o después, será a mi manera.
—¡сумасшедший американец[22]! —maldice en su
lengua.
—Odio me hablen en otro idioma, ¿también debo
aprender ruso?
—No puedes luchar contra bratva y Sicilia. Nunca
ganarás.
—Bratva es tuya, no me interesa… Solo quiero ver Sicilia
caer, quiero a todos sus hombres señalándolo como el peor
Capo de la historia, quiero su mundo reducido a las
alcantarillas de esta ciudad.
—Y luego, ¿qué? —cuestiona.
—Aún no llego a esa parte —admito.
—Bueno, te lo diré. El resentimiento te ahogará, alguien
surgirá en su nombre, seguramente su mano derecha,
Nikov. Gobernará y controlará a los soldados y underbosses.
Lo ha hecho en el pasado, volverá a unir la famiglia.
—¿De qué estás hablando? ¿Por qué Roth uniría la
famiglia? —inquiero, esa es una información que no poseo,
¿cuánto más esconde Cavalli?
—Destruir a Dominic incluye acabar a Roth Nikov. Ellos
son uno.
Roth Nikov es mi propia debilidad, nunca he pensado en
lastimarlo. No concibo la idea sin que vengan a mí los
recuerdos del pasado.
—Debo irme —señalo alejándome unos pasos.
—¿Sabías que Quintero está en la ciudad? —revira
consiguiendo me detenga. Al ver mi rostro continúa—:
Cavalli se reunirá con él y me ha pedido estar presente.
Deduzco que te lo ha ocultado.
—A medias —gruño—. ¿Dónde van a verse?
—Enviaré uno de mis hombres por ti antes de
medianoche.
—Si haces una estupidez…
—Nunca te lastimaría —sisea. Retorcido o no, le creo.
—Es tarde, gracias por la información.
Su mirada se centra en mi persona, intensificándose,
fuerte, anhelante; saca una pequeña caja de su bolsillo.
Internamente deseo algún día observar esta veneración en
mi esposo, la soñadora chica amante de los libros e historias
románticas anhela que su esposo la observe una sola vez
como su mundo mismo, de la forma en la cual Vladimir
Ivanov lo hace justo en este segundo.
—Feliz cumpleaños —pronuncia extrayendo una delicada
pulsera, la cual coloca en mi muñeca izquierda, no sin antes
acariciar mis anillos de compromiso y boda.
—Es hermosa —susurro. No pensé tener al ruso tan
vulnerable—. No cometas los mismos errores de tu
enemigo… Eres un mejor hombre que mi esposo, puedo
verlo y desearía que las cosas fueran diferentes para todos
nosotros, pero no lo son, Vladimir. Tú y yo es algo imposible,
le pertenezco a Cavalli, como Dalila te pertenece a ti. Es
una buena chica.
—Ella no eres tú.
—Y esa es su mayor virtud. —Sonríe negando—. Soy...
—La ruina de dos hombres.
—Exacto, no debo ser la tuya también. Eres el Pakhan
ahora, tienes a la mafia roja para ti y una esposa dispuesta
a amarte.
—Cuando destruyas a Dominic necesitarás un lugar
dónde ir.
—Nunca le seré infiel a mi esposo, no está en mí. No soy
de ese modo, cuando cumpla mi objetivo necesitaré un
lugar, sí, pero no será Rusia.
Estiro mi cuerpo un poco hasta alcanzar su mejilla y dejo
un corto beso.
—Sé un buen esposo —digo separándome, entregándole
la carpeta y mi copa, me giro. Es mi deber volver a casa.
—Lo prometo —susurra mientras me alejo.
Sin tener nada que pueda conseguir de Vladimir, me
marcho del hotel en otro taxi con destino al orfanato.
Cuando llego, Britany se está lavando su nueva melena
oscura y una de las hermanas se nota complacida de verla
peinándose. Nick está en su lugar esperándome, le pido ir a
casa. No tengo ninguna información de Rawson, solo las
peleas callejeras y un fin de semana completo con Dominic
para descubrirlo.
Marcela está preparando la cena. La pasta favorita del
Capo, quien se encuentra en su habitación. Sabiendo que
está posiblemente alistándose para una cena silenciosa y de
ahí marcharse a sus negocios delictivos, entro a su
recámara empezando a desnudarme. Escucho la regadera
abierta y observo su arma, el chaleco y tres cuchillos, los
cuales parecen ser sus favoritos en la mesa de noche.
Salgo de mi ropa interior antes de abrir la puerta del
baño. Dominic es un hombre alerta, siempre vigilante a
cualquier amenaza. Está gloriosamente desnudo bajo la
lluvia de agua cuando me observa, cada paso y curva
expuesta. Desnuda y ardiente abro la puerta de cristal.
Mi marido sabe mi razón de estar aquí y no duda en
darme lo que busco, sin decir una palabra me gira contra la
pared, abre mis piernas y se adentra en mí gruñendo.
Cerrado los ojos y dejando caer mi cabeza contra su pecho,
tiemblo. El placer y la información con Dominic Cavalli van
de la mano, saber quién es Phils Rawson tomará unos diez
orgasmos antes de que mi marido diga una palabra. Estoy
encantada de sacrificarme.
~♦~
Empapada en agua trato de abrir la puerta que separa
nuestros dormitorios, Dominic está en la cama, mirando el
traje que planeaba usar esta noche mojado y arrugado
después de nuestro tercer encuentro.
—Está cerrada —gruño observándole.
—Así parece.
—Necesito mi ropa, Dominic.
—Y está en nuestro clóset, esposa —dice señalando el
armario. Claro, ha ordenado mover mis cosas al suyo…
Nuestro clóset.
—¿Y qué sucede si me molesto y quiero mi espacio?
—Fingirás que te duele la cabeza y me darás la espalda.
Muerdo mi labio reteniendo las palabras en mi boca.
—¿Saldrás esta noche?
—Iré al casino, luego a resolver unos negocios.
—¿Sobre Quintero? —cuestiono, quizás ya esté en la
ciudad.
—No.
—¿No piensas decirme?
—¿Podrías cubrirte?
—¿Te incomoda verme desnuda?
—No… —Sonríe dejando de lado su traje—. Me incomoda
no tener tiempo para follarte toda la noche como me
apetece.
—Eres il capi di tutti capi… Puedes hacer lo que se te
pegué en gana. —Nada como inflar el ego de un hombre
para tenerlo a tus pies. Son pequeñas marionetas con las
cuales, si sabes jugar, manipulas por la eternidad a tu
antojo y demandas.
—Ciertamente, porque lo soy tengo deberes que cumplir.
—Aburrido —canturreo entrando al clóset y buscándole un
nuevo traje, elijo uno azul de dos piezas de su gran
selección, no tres como suele utilizar siempre. Observa mis
movimientos, analítico. También elijo una camisa blanca de
lino y un par de zapatos de punta cuadrada. Mi esposo me
sigue de nuevo a la habitación.
—Ven, vamos a cambiarte.
—¿A qué se debe tan buen humor? —pregunta
introduciendo un brazo en la camisa y luego el otro,
mientras la sostengo para él. Estoy a nada de responder
cuando se percata de mi nueva prenda y sus dedos se
clavan en mi muñeca, girando esta y observando la joya—.
No recuerdo comprarte nada parecido, ¿de dónde salió?
—Es un regalo de cumpleaños —respondo sin dejar caer
su mirada.
—Será mejor que avance, de otra manera no podré cenar
contigo.
—No vayas —susurro. Dominic me mira impasible, su
acostumbrada y fría actitud apoderándose de él—. Llévame
a algún lugar este fin de semana, solo nosotros dos.
—Quintero estará mañana en la ciudad, creí que querías
conocerlo —anuncia empezando a vestirse. Oh, es un buen
mentiroso. Ocupo lugar en la cama alcanzando la camisa
arrugada negra y colocándola en mi cuerpo. Elegir entre un
jefe de cartel o en el agente del FBI es muy fácil. Quiero
saber todo con relación a Phils Rawson, Quintero puede
esperar. Conocerlo no hará ninguna diferencia.
—No fuimos de luna de miel… pensé en que podríamos ir
este fin de semana en un viaje corto y agradable, solo
nosotros dos.
—Si pudiera…
—Puedes, tienes a Roth. Él es muy capaz de hacerse
cargo de todo mientras tenemos un momento para
nosotros, no te pido nada, Dominic… —murmuro con un
puchero, niega con una risa baja arqueando sus perfectas
cejas—. Me quejo mucho, pero nunca pido nada.
—Caprichosa —canturrea.
—¿Eso significa que sí?
—Eso significa que soy un hombre de prioridades y, que,
aunque muero por tener un fin de semana solos, junto a ti
con este buen humor, lamentablemente no puedo
permitírmelo. Mañana llegará Quintero. Es un asunto que
necesita ser tratado, tengo dos casinos que visitar esta
noche y otros detalles que no necesitas saber.
No sirve de nada tratar de insistir, en cambio encojo mis
hombros dejándole terminar con su arreglo personal
mientras busco unas bragas y peino mi cabello. Encontraré
otra manera de tenerlo feliz en la cama y lo llevaré al
terreno necesario. Ambos bajamos a cenar, en ese
acostumbrado silencio. La pasta, como siempre deliciosa,
algo que Dominic elogia sin parar, Marcela ama saber que
su chico disfruta la comida, de igual manera le estoy
agradecida por sus cuidados hacia mi persona. Sin ella
estaría perdida, es una agradable compañía a la cual
distraeré hoy.
Finjo bostezar, exhausta y cansada subiendo una de mis
piernas a la silla.
Mi esposo registrando cada movimiento.
—¿Cansada?
—Mucho, dormiré temprano.
—¿Estás enferma? —cuestiona registrando mi frente.
Hago el amargo de una sonrisa—. Enviaré al doctor de la
famiglia a verte.
—Solo es cansancio por nuestras actividades.
—Emilie… —Su móvil empieza a vibrar dentro de su traje,
frunce el ceño contestando la llamada sin una palabra dicha
y cuelga—. Debo irme. Tienes un nuevo iPhone en tu oficina.
—Gracias.
—Descansa y es una orden. Dulce sueños, mia regina.
—Vuelve a casa —musito bajo en italiano. Verlo atravesar
la puerta requiere un sacrificio de mi parte, evitar gritarle
cuánto le necesito. Hace cinco meses creía no ser capaz de
amar este hombre y hoy estamos aquí. Lo odio y amo en
una misma intensidad, ambos sentimientos colisionando.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 34
Dominic
 
El diésel es una de mis torturas favoritas, quemar es una
pequeña debilidad mía y ver a un traidor consumirse
lentamente, me induce un sentimiento de satisfacción
seguido de una erección que no tendrá un final feliz esta
noche.
Hace meses hice un voto a mi esposa, el cual he
mantenido en pie, incluso donde la línea se desdibujaba y
visualizo la tentación latente. Cinco meses en los cuales voy
cayendo en una red de humanidad, la dejo mover sus hilos,
pero mantengo el otro extremo, por si en algún punto me
obliga a tirar y hacerla retroceder.
Mentirle igualmente es difícil. Quiero resguardar ciertos
niveles de inocencia, mi esposa nunca debe presenciar
ningún acto de este nivel, eso causaría sin lugar a duda un
trauma en ella. Es fuerte, pero no una asesina, ni tiene el
alma podrida.
Quintero sonríe satisfecho, viendo a su rival Rodríguez
reduciéndose a cenizas, su cuerpo continúa retorciéndose
atado a la silla. Una mordaza cubriendo su boca y
absorbiendo sus gritos.
—Eres un sociópata, Cavalli.
Roth a mi lado se tensa. Sí, según un puñado de
psiquiatras quienes ya han muerto en su mayoría, me
calificaron como sociópata, usualmente tengo un
comportamiento antisocial y una conducta de riesgo, soy
diletante del engaño y la manipulación, sufro de vez en
cuando falta de autocontrol, impulsividad y Emilie da crédito
a mi irritabilidad.
—Uno de tantos males. —Sonrío al decirlo. A ello se
atribuye mi falta o carencia de interés en otro individuo.
Términos como, amor, no se registran en mi cerebro. No
creo en ello, no existe. Deseo carnal y la nube de la
satisfacción las reconozco. Antes de Emilie vivía sumido en
la satisfacción, ahora existe un matiz rojo atrayente. Su
cuerpo junto al mío despierta mis sentidos, ninguna mujer
logró algo semejante.
Según mi última terapeuta, también sufro de algolagnia,
disfruto del dolor que causo en otros, un punto más donde
mi dulce esposa es la excepción. Lastimarla a ella no trae
ninguna satisfacción, por el contrario, solo una agonía
incesante en mi interior
—Necesito un pase y putas, ¡debo celebrar! —exclama
aplaudiendo. Quintero y Rodríguez permanecían en una
guerra de territorio y mercancía. Ambos eran irrelevantes,
hasta que Lucas Piazza decidió unirse al colombiano
desviando mi cocaína.
Soy, se podría llamar… el vendedor universal, si no es
conmigo, no tendrá dónde o cómo hacer sus negocios.
Quintero no estaba en mi lista de hombres importantes,
ahora lo es. Mientras me sirva y no venda un solo gramo a
Piazza, puedo jugar a ser un mafioso más.
—Tenemos mucho de ambas —digo mientras ordeno a
dos de mis hombres limpiar el desastre.
Nos marchamos de la fábrica abandonada directo a uno
de los clubes de la famiglia. Drogas, alcohol, prostitutas,
música alta. Lo que un hombre común llamaría su paraíso
personal, eso es Belladona, bautizado así por el pequeño
Nikov, quien es dueño de dos clubes más y en los cuales
destaca sus nombres.
Quintero, un hombre casi llegando a los cuarentas, es
bien atendido por las chicas, el tequila reposado y líneas de
cocaína dorada convirtiéndose en sus favoritos. La idea de
tintar nuestra mercancía fue de mi esposa, de igual manera
nuestra nueva forma de transportar. Ella es buena
conociendo los puntos estratégicos. Dale un mapa y la
mujer se lo graba en una mirada, sí, ella no solo es
hermosa, también constituye una amenaza si no encuentro
la manera de dominarla.
—Estás más callado de lo habitual —murmuro a mi mano
derecha, observando la fiesta de veinteañeros desde el VIP,
las luces de colores no dejan distinguir mucho de uno a otro,
la música es demasiado alta detrás del cristal polarizado.
—¿Estás seguro sobre Italia? ¿Realmente la quieres o es
solo un capricho?
Mmm… Sabía que algo estaba incomodándolo desde hace
unas semanas y preferiría no mantener esta conversación
con más personas detrás de nosotros. Sin embargo, la hora
ha llegado, algo que permanecía desde meses en mi
cabeza.
—No eres un soldado, Roth.
—¿A dónde quieres llegar? —gruñe.
—¿Realmente crees que siempre estarás bajo mi puño?
No naciste para ello —declaro sin mirarle, porque no puedo
ver dolor en los ojos de alguien que siempre me ha
importado. No quiero lastimar a nadie más—. Quiero Italia,
así podrás quedarte con New York.
—No… ¿Qué pasa con lo de gobernar juntos?
—¿No quieres dejar de ser mi mano derecha y convertirte
en tu propio jefe? Serías un Capo, gobernarías New York
sobre todos.
—Nadie gobierna sobre ti, ambos lo sabemos. Incluso
Vladimir baja su cabeza para ti.
—Tú eres diferente… Raze y tú siempre han sido
diferentes. Tengo una debilidad con los Nikov, una que unos
cuantos conocen y no puedo mantener más.
—¿Y Emilie?
—¿Qué con ella?
—¿Es diferente…?
A veces creo que sí, la veo y siento esta opresión forzosa
dentro mío, luego, en otras ocasiones cuando sus ojos piden
a gritos aquello nunca podré darle, la realidad gana terreno.
—Ella me odia y estoy en paz con ese sentimiento.
Cuando se entere que nunca podré amarla, romperé
cualquier parte que aún quede intacta en su interior.
—Hice un pacto de sangre, juré protegerte y ser tu mano
derecha con cada onza de mi existencia. Si quisiera ser el
jefe, ambos sabemos que estarías muerto. No es lo que
quiero, anhelaba un futuro para Raze y eso ya lo tengo. Es
un hombre ahora, tiene sus propios negocios… Ya no debo
ocuparme de él, pero tú me sigues necesitando. Y estaré a
tu lado, Don.
—Ser una sombra no está en ti, eres alguien a quien le
gusta jugar, tener control de las personas en tu círculo…
—Eso es mierda —corta perdiendo su entereza—. Somos
un equipo, no existe uno sin otro, nunca estaremos por
separado y si necesito controlar algo, entonces que sean
mis caballos. Volviendo al tema de Italia, si realmente la
quieres, prepárate, Lucas devolverá este golpe.
—Estaremos preparados —reviro con una media sonrisa.
 
 

CAPÍTULO 35
 
Rojo, intenso y brillante; una mujer vestida en ese color
internamente se siente poderosa, seductora e indomable. Es
de la manera en la cual me siento vistiendo un diminuto top
sin tirantes y una falda diminuta, mi pelo peinado hacia
atrás y mi boca con labial del mismo color de mi top, pero
en mate.
Las personas aglomeradas en la línea antes de entrar al
club silban molestos cuando la seguridad de Vladimir se
abre paso entre las personas. Belladona tiene un gran
potencial para el crimen organizado, un ambiente ruidoso y
lleno de chicos de mi edad. Vladimir va tenso y silencioso en
nuestro camino a unas escaleras de caracol, los hombres se
quedan detrás mientras subimos.
Afirmo con un gesto hacia el ruso en la puerta de lo que
parece ser un privado, es muy tarde en la madrugada. Salir
de mi propio apartamento ha requerido pasar entre los
puntos de seguridad ciegos del ático y un sedante en el té
de Marcela.
«Hagamos esto», animo en mi interior. Vladimir empuja
suavemente la puerta, mentalmente estoy preparada para
encontrar a mi marido comiéndose la boca de alguna mujer
o follándola.
Primero veo a un viejo, Quintero. Lo reconozco por fotos,
tiene algunas facciones modificadas en su rostro, menos
arrugas y brazos fornidos dentro de una camisa de mangas
cortas. Es extraño ver su vestimenta, luce parecido a un
vaquero de Lousiana, limpiando su nariz de la cocaína
recién inhalada, tiene dos mujeres con los pechos al
descubierto a su lado, una de ellas bailando. Roth tiene una
escena bastante similar, está con su pantalón abierto y una
mujer morena montándolo.
Dominic, por el contrario, no se encuentra en el
reservado. Termino de entrar por completo, cuando Quintero
empuja el cuerpo de una de las mujeres y saca un arma de
su espalda apuntándome, Vladimir a mi lado sigue la misma
acción.
—Caballeros —siseo en ese tono empleado por mi marido
y que tan bien conozco. Quintero parpadea, Roth conecta su
mirada con mi persona, detiene a la mujer en su regazo.
Claramente está un poco tomado, porque le toma varios
segundos darse cuenta de lo que está pasando. La chica
grita cayendo al piso luego de ser lanzada fuera de su
regazo.
—¿Emilie? —pregunta, confundido.
—¿Qué está sucediendo aquí? —exige Quintero—. ¿Quién
es esta puta?
—Vuelve a llamarla puta y decoraré la pared detrás de ti.
Vladimir no se inmuta al decirlo, siempre me ha fascinado
ver a estos hombres amenazarse a muerte de una forma
tan ridícula.
—Ambos bajen las armas —tercia Roth introduciendo a su
amigo al pantalón.
—¡Cavalli me ha tendido una trampa! —grita el
colombiano, sus ojos fuera de órbita. El miedo empieza a
ganar terreno en mi interior al verle tan desequilibrado,
claramente tiene más de un pase de cocaína en su sistema.
Roth levanta su mano, ¿no tiene una jodida arma?
—¡Dile al hombre que baje su arma! ¡La mataré!
—Quintero, cálmate, ella es…
—Baja el arma —gruñe Vladimir.
Se está saliendo de control. Levanto mi mano para tocar
el hombro de Vlad y hacerle bajar primero su arma, pero en
cuanto lo intento un ruido conocido llena la estancia,
seguido de un grito de Roth y una segunda descarga. El
ruso a mi lado tira de mi cuerpo hacia el suyo cuando veo la
cabeza de Quintero estallar, literalmente su cabeza acaba
de explotar. La pared detrás llena de su sangre, las tres
chicas gritan y una de ellas se levanta para correr cuando
Roth la intercepta y en un movimiento le rompe el cuello. Es
rápido, simple, sencillo, sin una pizca de humanidad.
Mi boca se abre, quiero gritar, pero nada llega. Hace un
minuto todo era relativamente normal y ahora dos personas
están muertas. Levanto la cabeza para enfrentar al ruso, y
lo veo. Azul frío e intenso. Vladimir no es quien me tiene en
sus brazos, de alguna manera Dominic me atrajo hacia su
cuerpo a media puerta de salida, sé con solo una mirada,
que estoy en problemas. Más gritos se unen, esos vienen
desde la parte baja, retumban entre la música y el caos. El
privado se llena de hombres, soldados de la familia,
mientras mi esposo sigue mirándome.
—¿Qué carajos haces aquí? —gruñe en un tono bajo y
atemorizante.
Niego sin tener ninguna palabra. ¿Estoy en shock? Otro
par de gritos son silenciados, dejo de mirarlo observando la
terrible escena dentro. Las últimas chicas con el mismo final
de la primera y Roth teniendo a un Vladimir apresado contra
la pared. Intento buscar una forma de salir de esto, es una
locura, no lo vi venir. Creí erróneamente que llegar
imponiendo mi presencia no causaría nada, más que una
molestia en mi esposo, pero a cambio he causado muerte.
—Debemos salir, los disparos alertarán a la policía. —Roth
se las ingenia para decir. Mi esposo suelta mi cuerpo hacia
uno de sus hombres y le ordena atarme. Él jodidamente
acaba de ordenar atar mis manos. Aún sin tener la
capacidad mental de elaborar una palabra, el hombre me
esposa, mis manos a la espalda. Vladimir alza su cabeza
cuando Dominic se detiene frente a él y lo abofetea.
—¿Tú la trajiste? —pregunta en una voz que jamás le
escuché con anterioridad. Es fría y vacía. Va a matarlo.
—¡Me encontró en la calle! —grito lo primer o viene
a mi mente—. Escapé del ático y me encontró, solo
quería traerme contigo.
—¡Roth, sácala de aquí! —sisea.
Roth parpadea soltando a Vladimir para encaminarse
hacia mí, medio tambaleándose. Está igual de molesto que
mi marido, el hombre a mi espalda me suelta.
—Silencia esa puta boca —ladra sosteniéndome de mi
antebrazo y sacándome del privado—. ¿Cuándo no tendré
que sacar tu culo problemático de alguna mierda? ¿Tienes
idea de lo que has hecho?
—¡No hice nada! ¡Solo quería salir a divertirme un rato!
¡Vladimir no debió traerme aquí!
—¡No, no debió! ¡Tú eres la única culpable! ¡Dominic va a
explotar y si decide acabar contigo de una buena vez por
todas, es tu problema! No voy a salvarte, me cansé de ser
el caballero de brillante armadura. ¿¡Podrías ser una mujer
dócil, carajo!? ¡¿Qué estabas pensando?!
Tenía un plan; llegaría al club, me presentaría, Dominic
posiblemente sufriría un aneurisma. Escapar de casa volaría
su mente, por no hablar de verme llegar junto a Vladimir…
Esto, lo que acaba de suceder, no estaba ni por asomo en
mi cabeza. Roth nos saca a un tipo de estacionamiento
trasero y vamos directo al BMW de Dominic. Maldice al
percatarse que no tiene las llaves. El frío eriza mi piel, el
olor a humo es molesto, ¿humo? Oh, buen señor. El club
está en llamas.
—¡Maldita sea! —Jadea observando el mismo escenario—.
Raze perderá la cabeza, es su club favorito.
—Asesinaste una chica —reclamo perdiendo la fuerza de
mis piernas.
—Bueno, además de tonta, observadora.
—¿Cuál es tu puto problema?,
—¡Tú! ¡Tú eres el problema! ¡Lo fuiste hace años y no
conforme con ello, lo eres ahora! ¡Debí matarte yo mismo!
Mis ojos lagrimean y el dolor de la culpa invade mi
cuerpo.
—Genial, ¿ahora vas a llorar?
—Vete a la mierda —siseo.
Abre la boca para decir algo, cuando la puerta chocando
contra la pared me hace saltar en mi lugar. Satanás, ese es
mi marido. El mismísimo demonio caminando con un
designio, retrocedo instintivamente chocando con la
carrocería del coche, Don lanza un juego de llaves a Roth,
quien no me da una segunda mirada más.
—No me sigas —gruñe mi esposo.
CAPÍTULO 36
 
—Dom…
—¡No me sigas! —exclama activando la alarma del coche
y abriendo los seguros de este, sin una palabra y nada de
sutileza abre la puerta del copiloto, su nariz expandiéndose
cual animal embravecido. Conociendo cuando el juego no
está a mi favor, entro donde me indica. Cierra y rodea el
vehículo abriendo su puerta. La última mirada al club son
escombros en llamas… «Dioses, ¿qué acabo de hacer?».
Conduce fuera de los límites de la ciudad, música de rock
a máximo volumen. The Score parece hacerle himno tras
himno a su estado de ánimo.  Las esposas restringen mis
manos, causándome daño en las muñecas y dolor en mis
hombros… Tengo una tormenta de pensamiento, Dominic
asesinó a ese hombre a sangre fría, le disparó a la cabeza
sin ningún pudor. Y, Roth. La chica, tres inocentes chicas.
¿En quién me he convertido? ¿Qué demuestro con esto?
¿Cómo trato de adueñarme de una organización, la cual
Dominic ha creado a su imagen, perfecta e inmaculada? No
tiene ningún fallo, a excepción de mi persona. Yo soy su
error, casarse conmigo es su cruz.
Probablemente está llevándonos a mi muerte. Gira en un
desvío en la interestatal 95 al sur y mis alarmas se
encienden como fuegos artificiales de un cuatro de julio. El
camino es de piedra y sin luces. Los nervios inundan mi
garganta, me remuevo en el asiento, incómoda.
Ha tenido suficiente de mí, cinco meses de esa poca
paciencia suya, he sido grosera y osada, le he pegado y seis
de cada siete días discutimos; esta noche ha rebosado su
vaso lleno. Estaciona el coche y solo veo una especie de
cabaña abandonada en medio del bosque, tiene
enredaderas naturales verdes en las paredes de ladrillos
rojizos.
Todo está apagado dentro y alrededor de la casa. Somos
los únicos aquí, en varios kilómetros a la redonda. No hay
forma de que ninguna persona escuche mis gritos de
auxilio. La música se detiene, Raze aparece en el sistema
del auto como llamada entrante. «Maldición».
—¿Vas a asesinarme? —pregunto en cuanto la música es
silenciada. Abre la puerta de su lado y la luz se activa
dentro del coche, dejándome observar sus facciones duras
—. ¿Vladimir está muerto?
—No.
Y sale del auto, no, ¿qué? ¿No va a matarme? ¿Vladimir
no está muerto? Dominic se mira capaz de hacerme daño,
esa mirada suya de crueldad pura. Abre mi puerta, dejando
un débil hueco donde pasar, salgo del vehículo con las
manos atadas a mi espalda y mis piernas débiles por el
terror, haciéndome doblemente difícil mantenerme estable.
Observo a mi alrededor por alguna vía de escape, intentar
correr no funcionaría en la tierra con botas de tacón delgado
y mis manos atadas. Pegarle no es una opción… Estoy a su
merced.
—Lo siento —susurro, las palabras burbujean en el eco de
la noche. Sin la música todo es más turbio—. Solo quería
salir un rato.
—Me mentiste —acusa en mi espalda, sus palabras como
pequeñas dagas diminutas en mi garganta—. ¿Tienes idea
del daño que has causado esta noche? ¡¿Por un momento te
detuviste a pensar en ello?!
—Dominic…
No me permite seguir, sus manos toman mi cintura,
girándome para enfrentarlo, una de ellas subiendo por mi
espalda desnuda hacia mi cuello donde se apodera de un
puñado de hebras rubias. Solo tenía la luz del coche y la
noche, pero eso no impidió ver la amenaza grabada. Superé
su límite esta noche. Se inclina y toma mi boca temblando
de rabia, castigador y cruel, mi cuerpo aplastado contra el
deportivo.
Su agarre más violento, comparado a otras ocasiones en
las que practicamos sexo luego de una discusión y siempre
fue una gloria, pero esta vez no fue una discusión
cualquiera. Personas murieron por mi culpa, fui imprudente.
Lo sé y acepto, por primera vez quería pedir una disculpa
sincera.
Mi esposo no lo permite, su boca y lengua saqueando la
mía. Tiro de las esposas logrando que estas muerdan mis
muñecas, jadeo de dolor en medio del beso. Mis ojos se
llenan de lágrimas cuando muerde mi labio haciéndolo
sangrar… Estoy húmeda y caliente, no creo haberme
sentido tan excitada antes. Lame mi labio chupando la
sangre y abro mis ojos observando la satisfacción en los
suyos.
Retorcido o no, lo deseo, aquí y ahora, por ello cuando
libera mi boca y me gira contra su deportivo doblando mi
cuerpo, mi mejilla pegada contra el capó y la falda
subiéndose por mis piernas, solo abro estas más, dejándole
tomar todo cuanto quiera. La tela de mi braga cede, la
carne ardiendo en mi cadera cuando la arranca fuera.
—Cariño… —Jadeo intentando razonar.
—Cierra la puta boca —sisea bajo su aliento. No estoy
preparada, no lo vi venir, solo escucho algo cortando el aire
y luego un fuerte golpe en mi nalga. El grito sale de mi boca
y explota en mis oídos y, aun así, no puedo concebir la idea
de que mi esposo acababa de darme un golpe.
—Por imprudente —gruñe dejando caer el peso de su
cuerpo en mi espalda, aplastándome contra el metal. Lucho
para quitármelo, sabiendo es una tarea ridícula—. Quieta.
Sé que uno no será suficiente, es todo lo que siempre
necesité en el pasado. Nunca me ha forzado a nada sexual,
siempre he tenido ese dominio invisible incluso en nuestras
primeras semanas de matrimonio.
Paso la lengua por mi labio, saboreando la sangre. El
silencio se extiende unos segundos, cuando se retira al
sentirme dócil, casi puedo ver su sonrisa en mi mente,
burlándose de conocer este lado de mí.
—Te odio, eres un hijo de puta…
Y el segundo golpe llega, gimo empujando mi cadera
hacia atrás, sintiendo mi interior tensarse al tercer golpe. Es
más duro, midiendo si puedo o no soportarlo… Al cuarto
grito su nombre, necesitando con desesperación su toque,
sus manos, sus dedos o su polla dentro de mí.
—¡Dominic! —exclamo al quinto, cuando inmediatamente
siento sus dedos abriendo mis labios, buscando mi clítoris y
burlándose de mi dolor.
—Mentiste —sisea bajo el sexto golpe, esta vez en la
mejilla derecha de mis nalgas, ¿cuántos golpes recibiré
antes de obtener mi liberación?
—Tú mentiste pri… —No termino la frase, pues se
atraviesa el séptimo golpe. Dioses del Olimpo—. Fóllame —
suplico lloriqueando—, fóllame, Don.
Mis movimientos son restringidos, al igual que mis manos
esposadas, no hay forma de levantar mi cuerpo. Estoy bajo
su designio y no me importa en lo absoluto. He vivido
desquiciada, con las semanas me he convertido en la viva
imagen de mi esposo.
Tres golpes más vienen antes de sentirlo entrar en mí, no
es suave o amable. Está castigándome, su mano abriendo
mis mejillas, lo observo sobre mi hombro y es un infierno de
pecado. Su pelo desordenado, en algún punto su camisa fue
abierta y soy capaz de ver el sudor bajando por su cuello,
incluso con la temperatura fría de la noche.
Follar de espaldas es su posición favorita, lo sé y nunca lo
negó, pero en nuestros encuentros intenta tenerme de
frente siempre. Cierra sus ojos y echa la cabeza hacia atrás
gruñendo una maldición. El placer es agudo y sus embistes
acelerados, niego sin ser capaz de articular ninguna
palabra, a punto de tener un intenso orgasmo empiezo a
mover mi cintura en círculos, llegando a su encuentro,
esperándolo y envolviendo su polla entre mis paredes.
Estoy lista y será magnífico… Hasta que sale de mi
interior, siseando algo al viento, luego, un líquido caliente
golpea mi culo desnudo. La realización me embiste fuerte,
mi esposo acababa de venirse en mi culo, cual puta
mujerzuela barata.
—¿Acaso…? ¡Maldito bastardo! ¡Acabas de usarme como
a una puta!
Suelta una carcajada desagradable, intento verle, pero mi
cabello ahora está desordenado sobre mi rostro. Me levanta
tirando de mi antebrazo, del cual rápido me suelto,
soplando las hebras rubias lejos de mi rostro. Su risa solo
incrementa mi enfado, planeo decirle una buena tanda de
insultos, cuando sostiene mi barbilla, sus dedos ejerciendo
presión.
—Incluso una puta sabe seguir órdenes y no puedo decir
lo mismo de ti, o, ¿todavía esa cabecita tuya no entiende
que acabo de asesinar a un hombre por apuntarte? ¿Qué
tres chicas y probablemente una docena de adolescentes
perecieron en el fuego?
No sé qué responder, la verdad se asienta en mi cuerpo
con la brisa fría. Personas murieron hace nada y, sí, parte es
mi culpa, aunque jamás lo admitiré frente a Dominic Cavalli.
—Todo estaba bajo control… —susurro débil, mi voz
traicionándome.
Suelta mi rostro, el simple toque parece erróneo a los ojos
de mi esposo.
—¿Crees que he llegado hasta ser quien soy porque entro
en la habitación de un hombre buscado por la Interpol en
más de cinco países, incluido este, cuando está drogado y
follando como un animal? ¡Eso no es tener el control! ¡Esta
noche pudo ser diferente si no le disparaba en ese segundo!
—¡Le hubieras dejado! ¡Ahora no estarías tratando
conmigo!
—Querías ser parte de esto y te he dejado… ¡Joder! ¡¿Qué
más quieres de mí, jodida mujer del demonio?!
—¡No me levantes la voz! ¿Dónde carajo vas? ¡No puedes
dejarme aquí sola! —grito mirando como empieza a rodear
el vehículo.
Grito una segunda vez su nombre cuando sube al coche y
cierra su puerta. Sin poderlo creer, lo veo maniobrar de
reversa mientras las luces me enfocan y se aleja de mí,
¿acaba de abandonarme a mitad de la nada?  He
permanecido sin llorar desde nuestro desafortunado viaje a
Italia y le hago frente a Dominic cada vez que puedo, pero
cuando las luces del BMW desaparecen dejando solo el
ruido del motor detrás y a mí sumida en la oscuridad de la
noche, con una falda arremolinada sobre mis mulos y mi
culo al aire lleno de semen de mi marido, el mismo que
prometió cuidarme frente a un cura cinco meses atrás, las
ganas de llorar estallan.
Sorbo sintiendo frío en mis piernas e intento con mis
dedos bajar la falda, no sirve de mucho, pero, al menos y
con gran dificultad, cubro un poco mi trasero ensuciando
mis dedos del líquido pegajoso. Mis opciones son limitadas,
salir a caminar a la carretera principal y conseguir un buen
samaritano que me ayude a llegar con Holden, quizás; la
otra opción es sentarme en cualquier lugar aquí y rogar que
Dominic regrese cuando se dé cuenta de su error.
La segunda es definitivamente más rentable, aunque no
sé si sea la correcta, camino hacia la puerta principal, mis
tacones enterrándose en la tierra. Está oscuro y mis ojos
solo se adaptan a la poca luz de la luna, escalo los únicos
dos peldaños antes de llegar a la puerta de hierro, giro mi
cuerpo y busco a tientas con mis dedos la cerradura.
Por supuesto no iba a estar abierta, el frío empieza a
sentirse más fuerte en mis piernas… Lo arruiné todo, esa es
la verdad. No dejo de arruinarlo. Seguirle el juego a Dominic
es cansado y agotador. Quiero tener poder y decidir mi
destino, pero este ya está sellado con ese hombre. Puedo
seguir luchando y fallando, o tomar otro camino.
Phils Rawson, ese es mi único camino sin fallos. Entregar
a Dominic… Pero, ¿eso es lo que deseo? No, no del todo.
Quiero respeto y honestidad por parte de mi esposo…
Quizás un poco de amor. Cierro los ojos y me deslizo hacia
el piso de ladrillo, mi culo resintiendo el frío y a la vez
agradeciendo el ardor, sin embargo, lo que obtengo es la
imagen de Roth rompiendo el cuello de la chica, la cabeza
de Quintero…
Valerie con sus ojos vacíos. ¿Estoy preparada para esta
vida? No se trata solo de gobernar, ser una mujer en la
mafia definitivamente significa mucho. No se trata solo de
ser la reina. No se trata solo de dirigir un puñado de
hombres, también tengo que hacer el trabajo sucio…
Asesinar, ordenar torturar a alguien. La hiel se me remueve
de solo pensarlo, sabiendo que en menos de un año he visto
morir personas frente a mí, inocentes o no, eran seres
humanos.
—¡Soy una asesina! —Jadeo ahogándome con el llanto.
Lágrimas abriéndose paso en mis mejillas, no puedo
detenerlo.
La culpa me golpea y estruja mi pecho. Esas personas
estaban bien antes de colocar un pie dentro del club. Yo fui
quien llevó la desgracia para ellos. «Yo soy la culpable…».
 
CAPÍTULO 37
Dominic
 
Golpeo el volante con furia, girando en U hacia mi esposa.
La ira tiene nublados mis pensamientos, quiero castigarla
por ponerse en peligro a sí misma y a la vez envolverla en
mis putos brazos y no dejarla moverse un segundo fuera de
ellos. Un camión toca el claxon por mi movimiento brusco,
rebasando en el lado contrario de la carretera. Tengo ganas
de matar algo y podría ser mi víctima perfecta si no fuera
por la mujer que acabo de abandonar.
¿Cómo puedo hacerle eso? ¡A mi esposa, mi mujer!
Mierda, acelero retomando el camino de vuelta a la cabaña.
Es un lugar de paz y tranquilidad, es donde terminamos
quedándonos cuando la mierda es demasiado en la ciudad,
es mi lugar seguro y la traje conmigo cuando todo lo que
quiero es volver a doblarla y darle cien veces más con mi
puto cinturón. Quizás si lo hago entienda de una vez por
todas que este mundo no es para un ser como ella. Que solo
intento proteger sus partes buenas, que no quiero verla
llena de amargura como yo.
¿Por qué no comprende que es la luz en toda mi
oscuridad? Hace horas solo quería regresar a casa, con mi
esposa esperando en nuestra habitación, donde podría
abrazarla y dormir sin preocuparme de nada más… Verla
siendo apuntada. Jesús, tengo un nudo en la maldita
garganta. Durante cortos segundos la imaginé muerta,
bañada en su sangre, su dulce cuerpo tirado en el VIP del
Belladona. Mi esposa muerta. Eso es todo lo que podía ver
mientras le di unas cuantas nalgadas.
Apago las luces del carro en cuanto diviso la cabaña. Soy
un maldito hijo de puta, ella está sentada contra la puerta,
su rostro enterrado entre sus piernas dobladas. Tiene que
estar incómoda con las esposas restringiendo sus manos.
Satanás debe tener un lugar en el infierno solo para mí,
¿cómo puedo causarle tanto mal a una ninfa? ¿Un ser divino
y precioso como lo es mi esposa?
Golpeo la guantera, apagando el vehículo y retirando mi
llave universal para quitarle las esposas. Sé que me dará
pelea, ella no va a quedarse simplemente a esperar. Y,
joder, mi polla palpita solo con imaginármela. Eso es lo que
necesito ahora, que me deje sacar la impotencia. Mi esposa,
por el contrario, necesita un hombro, quien la sostenga
mientras se desmorona. Bajo del deportivo avanzando hacia
ella, es casi el amanecer, estamos en la hora más oscura de
la noche.
Sin decir una palabra, me siento a su lado en el suelo y
levanto mi mano, rodeando sus hombros mientras la atraigo
hacia mi pecho.
Sé que se siente culpable y ahora todo lo que puedo
hacer es abrazarla, dejarla llorar. Darle un poco de mi calor.
Quiero llevarla dentro, sumergir su cuerpo en agua caliente,
entrar a la cama y dormir una semana abrazado a ella.
Quiero amarla, lo quiero en verdad, es solo que… no está en
mí.
—Lo siento —solloza contra mi pecho. Beso la cima de su
cabeza, ¿qué decir para que lo entienda? ¿Cómo puedo ser
razonable como Roth y expresar la gravedad de lo que
acabo de hacer si herirla?
«Decir la verdad.» Casi escucho la voz de mi mano
derecha en mi interior.
—Sentí miedo —digo tragando en seco. Intentando no
arruinarlo más—. Cuando te vi subir las escaleras, creí que
eras una ilusión… Tengo muchas de esas. Cuando te extraño
y quiero volver a casa, cualquier chica rubia me recuerda a
mi dulce esposa. Creí que eras solo una jugarreta más de mi
mente y estaba listo para ir contigo cuando volví a mirarte.
Reconocería este pelo y esas piernas en el infierno de ser
necesario.
—Don…
—Los seguí al privado y ver a Quintero apuntándote es la
única imagen que no puedo sacar de mi cabeza, luego tú en
el suelo desangrada y sin vida —confieso mientras ella
tiembla en mis brazos—. Tuve y tengo miedo de perderte…
Y no conocía ese sentimiento hasta esta noche. Antes de ti
solo me importaban los hermanos Nikov, pero a ellos no
tengo que protegerlos. Son fuertes y saben cuidarse por
ellos mismos, en cambio tú eres frágil y debo cuidarte. Yo
quiero cuidarte, ¿es tan difícil entenderlo? Si mueres por mi
culpa… —Jadeo sintiendo una opresión en mi pecho. Agarro
un puñado de sus hebras alejándola para que pueda
observar lo poco de humanidad ella despierta en mí—.
Nunca me lo perdonaría. Mia regina.
Sus ojos se agrandan, mirándome como solía hacerlo en
el pasado, cuando no sabía quién era, ni mi estilo de vida.
Son vivos y audaces, llenos de fascinación y anhelo. Oh, mi
dulce chica. Siempre quiero ver esta mirada dirigida hacia
mí.
—No sé qué decir —musita mordiéndose el labio, el cual
aún tiene rastros de labial rojo. Debería darle cinco nalgadas
más por arruinar unos labios tan llamativos al natural.
—Entonces no digas nada, solo déjame quitar esas
esposas, llevarte a la cama y dormir antes de que Raze
llegue a incordiar.
—Apreciaría un baño —dice indecisa.
Bueno, no me importa mirar ese delicioso culo cubierto
de mi semen, de hecho, es algo que quiero repetir y ponerlo
rojo igual. Sonrío, no puedo evitarlo, inclinando hasta jugar
con su labio lastimado, pasando la lengua en la mordida que
previamente realicé. «¿Qué carajo estás haciendo conmigo,
Emilie?».
Saco la llave, quitando las esposas, se queja de dolor en
sus hombros y tiene las muñecas un poco magulladas, el
metal mordió la carne en algunos puntos. Soplo un poco de
aire en los lugares lastimados, mientras no dejo de
observarla.
«Debo cuidarla.» Nunca más puede estar involucrada en
tal peligro.
—Déjame ser un buen esposo, una última oportunidad
para intentarlo. Si lo arruino, prometo dejarte libre.
«¿De dónde infiernos acaba de salir eso? ¿Cómo podría
dejarla libre? No concibo la idea.» Sé de dónde viene el
pensamiento y es de ella, de sus ojos y lo que me
transmiten al estar llenos de bondad.
«Esta es mi mujer, a quien juré proteger por siempre».
—No puedo confiar en tu palabra.
—Confía en mis acciones, pide, Emilie —demando suave y
calmado—. Cualquier cosa y te la daré.
—¿Sin manipulación?
—Solo nosotros, cara mia. Sin manipulaciones o segundas
intenciones, solo tu esposo deseando ser uno mejor,
anhelando mantenerte a salvo.
Ella se mueve, sentándose sobre mí a horcajadas y
envolviendo sus delgadas manos en mi cuello. Está fría, así
que muevo mis manos a lo largo de sus brazos. Percibo mi
aroma en ella, y me encanta. Mi polla se tensa cuando
mueve su cadera. Mi cuerpo siempre reacciona a su
cercanía.
—Vamos dentro, vas a enfermar.
—Solo un poco… Quiero ver el amanecer mientras me
haces tuya una vez más.
Joder. Su seguridad, esa que ha ido ganando con el pasar
de los meses, me desarma. No pide permiso, ya no es
tímida del todo en la cama. Ahora lo que quiere lo posee y,
en este momento, a quien quiere es a mí. Termina de quitar
los últimos botones de mi camino y expone mi pecho, las
puntas de sus dedos dirigiéndose a mi corazón.
Tiene una debilidad con el tatuaje, mi juramento a la
famiglia. Cierro los ojos, bajando la guardia a sus caricias.
Llevo mi mano derecha a su top, tirando hacia abajo y
dejando al descubierto sus pechos, abro los ojos para
deleitarme. Ella es una obra de arte, cada curva o relieve. Y
es mía, me pertenece.
Nunca tuve certeza de nada, incluso ser Capo se sentía
como un sacrificio. Ser su esposo es lo que quiero, fue mi
elección y, antes de eso, no pude elegir nada para mí. Ser
un Cavalli marcó mi destino.
Y no quiero marcarla a ella; verla encorvada, llorando, es
como tener un vistazo al pasado de mi propia madre. Quiero
ser mejor que mi padre en todos los sentidos y eso incluye a
mi esposa. No sé amar, no creo en ello, pero no quiero
engañar a Emilie con la promesa de un amor eterno que no
pueda cumplir. Sé que sí puedo vivir para hacerla feliz,
puedo ser un mejor hombre y esposo para mi pequeña
mariposa, sin interferir con ser quien soy en el bajo mundo.
—No sabía que eras capaz de extrañarme —susurra
bajando su mano a mi pantalón, tocando mi polla sobre la
tela.
—Continuamente —confieso. Si quiero que esto realmente
funcione, lo mejor es ser honesto tanto como me sea
posible—. Te extraño cuando estoy en la oficina, cuando
llego a casa y estás en el orfanato y cada noche en mi cama
cuando te marchas a tu antigua habitación extraño tu calor
junto al mío. No desempeño mi papel como jefe de la
famiglia al cien porque estoy distraído buscando en mi
mente cómo traerte de vuelta hacia mí. —Acuno su rostro
acariciando sus mejillas—. Cometí un error, varios, a lo largo
de los pasados meses. No te he tratado como mereces,
desde el inicio he sido un idiota; humillándote, traicionando
tu confianza, quebrando lo que estábamos construyendo en
Italia… No quiero que suene a excusa, pero follar para mí no
era un problema, con otras, quiero decir. Todos los hombres
lo hacen en mi mundo, no es algo nuevo para nadie y ahora
sé que es un error y está mal. Tú golpeaste mi ego en
nuestra primera noche, estaba complacido de hacia dónde
nos dirigíamos, luego vi las lágrimas y la acusación en tu
rostro. Me culpaste de nuestra primera vez, cuando quien lo
inició fuiste tú y avancé porque me lo pediste.
—Lloré por… —Calla cerrado sus ojos.
—¿Por qué? Dímelo. La comunicación debe fluir en ambas
direcciones.
—No quería amarte, estaba aterrada de todo lo que pasó
entre nosotros esa noche. Estábamos discutiendo y al
siguiente segundo devorándonos.
Claro, su constante indecisión y el tema central: amor, el
sexo para las mujeres no va sin el otro.
—¿Has follado con alguien más? —cuestiona en voz baja.
—Prometí no hacerlo e independientemente de lo que
piensas, sí cumplo mis promesas. No, no he follado a nadie
más. Tengo a mi esposa y ella es buena dejándome
complacido en más de un sentido, excepto cuando se pone
terca y quiere comerse el mundo en un día, sin mencionar
que siempre tiene algo para replicar y no guarda silencio.
—Es una esposa muy molesta, deduzco.
—Sí, a veces es molesta.
—Te odio —revira pegándome en el pecho, juguetona.
—Si esa es tu manera de decir que soy impresionante, un
buen amante que te hace suplicar por follarte… Mmm
también te odio, esposa.
—Ese ego no ha cambiado nada —regaña.
—Sin mi ego no sería yo —digo inclinándome y tomando
en mi boca su pezón rosado y fruncido, jugando con mi
lengua en la punta y luego cerrando mis dientes en torno a
este.
Ella deja caer su cabeza hacia atrás ofreciéndome más.
Oh, a mi chica le encanta un poco de dolor en medio del
placer. Soporta cierto nivel. Sus manos trabajan en el cierre
de mi pantalón, sacando mi polla dolorosamente dura,
presionando mi eje mientras la torturo. Hemos
experimentando ciertas posiciones o gustos, pero ella nunca
ha intentado hacerme una mamada o acariciarme de esta
manera. Mayormente soy quien le ofrece juegos previos y
me deleito con sus gemidos.
Que me toque de esta manera, eleva un grado más de
confianza entre nosotros. Y estoy dispuesto a follar a mi
esposa en medio del caos y con el amanecer asomando
detrás, de no ser por un ruido conocido. Motos, varias de
ellas.
Empujo a Emilie fuera de mi cuerpo, tirando el top a su
lugar. Ella se queja, somos un maldito desastre de fluidos y
ropa desorganizada.
—¿Qué es eso…? —Jadea horrorizada.
—Raze y sus chicos. Ponte mi camisa —ordeno sin tiempo
de poder cubrirla de un modo decente.
Ella cumple por primera vez sin replicar nada. Meto mi
polla aún erecta en mis pantalones para cuando las motos
se detienen una tras otra junto a mi deportivo. Raze está
rojo de ira.
—Quédate aquí —instruyo sabiendo lo que viene a
continuación. Maldita sea.
 
 
CAPÍTULO 38
 
Quisiera decir que es una pesadilla, que no ha sucedido
nada. Que no soy culpable de la muerte de inocentes, pero
lo soy. Igualmente deseo estar molesta con Dominic, sin
embargo la culpa es un vaso tan hondo que, cuando mi
marido regresa, cortos minutos más tarde, y sin decir una
palabra, libera mis manos y luego se sienta a mi lado, con
su pelo desordenado y aura torturada...
Los sollozos me ahogan y anhelo ser envuelta en sus
brazos, aquellos que han asesinado por mí para salvarme,
esas manos que hace minutos golpeaban mis nalgas…
¿Cómo puedo amarlo? ¿Luego de todo? ¿Las mentiras, los
engaños, humillaciones y la traición? ¿Cómo? Entonces mi
marido hace lo impensable, me abraza, deja que llore en su
pecho y sus palabras me condenan. Cada una de ellas
instalándose en mi pecho mientras mi razón grita todo
nuestro pasado.
Que él es culpable de quien soy ahora. Es mi dueño, él
nos guio por este camino turbio. Se adueñó de mí y no me
permitió tener otra elección, aun así, mi corazón ilusionado
palpita. Esa chica romántica amante de los libros, quiere ser
amada cueste lo que cueste, pero no lucharé por un amor si
este no me encuentra a mitad del camino.
El nudo quemándome a fuego lento. Está aquí, a mi lado,
sentado en el piso mirando un cielo estrellado, como si
fuera un hombre común y corriente, como si no hubiera
asesinado hace nada a un hombre volándole la cabeza o
incendiado un club lleno de personas, ¿y por qué eso no me
molesta? Estoy tan condenadamente jodida como él. Ambos
somos caos y tormenta. Sin pensarlo más todo lo que quiero
es sentirlo, tenerlo dentro de mí. De la única manera en la
cual conectamos, donde se me permite dominar esta
relación tóxica y disfuncional.
Ambos necesitamos esa pequeña conexión, pero un ruido
mecánico y ensordecedor estalla desde alguna parte.
Dominic se tensa completamente, empujando mi cuerpo y
tirándome su camisa cuando alcanzo a mirar el desfile de
motos.
—Quédate aquí —demanda, como si eso fuera posible.
Camina hacia Raze, quien deja caer su moto, lleno de una
furia descomunal.
Raze es quien lanza el primer golpe, uno que Don
esquiva, en el segundo detiene el puño violento del menor
de los Nikov, girándolo hasta llevarlo contra el deportivo.
Las venas de sus brazos se marcan y sus músculos se
contorsionan. Nunca le había visto de esta manera, antes
hemos entrenado juntos, cuando me enseñó un poco de
defensa personal, pero esto entre ellos no es un juego o
entrenamiento, incluso puedo ver a mi marido contenerse.
Uno de los chicos saca un arma y apunta a Dominic,
mientras los otros no hacen nada, reconozco a uno de ellos.
Byron Miller. Mi esposo retiene a Raze con la fuerza de su
cuerpo, ayudándose de una sola mano y con la derecha
libre, desenfunda la Glock de su espalda.
—¡Don, no! —grito. El terror estremece cada parte de mí.
Siento el miedo rasgando. «No puedo perderlo». Un simple
pensamiento lleno de veracidad. Raze se empuja hacia
atrás, moviéndose fuera del agarre de Dominic, este último
tira el arma al piso mientras le siguen apuntado, pero ahora
su único objetivo es Nikov, quien gruñe volviendo a
atacarle. Don le golpea en un costado y luego un puño a la
cara. Raze mueve la cabeza, desorientado, la sorpresa
brillando en todo su rostro y lo pierde. Veo el segundo
exacto donde toma esa determinación asesina que poseen
todos ellos. Grito queriendo interponerme en medio de
ambos, cuando unos brazos rodean mi caja torácica y
estruja uno de mis pechos. El tacto es desagradable.
—¡Suéltame, hijo de puta! —vocifero tirando mi cabeza
hacia atrás y escuchando el grujir de huesos destrozados.
El hombre me suelta dejándome caer y a la vez
empujando mi cuerpo. Todos los demás se ponen alerta
cuando miran algo que no comprendo en un lateral.
—¡Perra! —revira el tipo lleno de tatuajes, con unos ojos
mieles salvajes, su mano agarrando la nariz que acabo de
romper.
Byron y otro chico de pelo largo agarran a Raze
empujándolo y obligándole a retroceder, otros dos, un rubio
casi de la altura de Dominic intenta detenerle cuando veo a
mi esposo aplicarle un movimiento a su cuello. El cuerpo del
rubio cae inconsciente o muerto, el otro está a punto de
sufrir el mismo camino cuando me arrastro por la Glock,
tiene el seguro libre y solo disparo al aire desde el piso. La
explosión deteniendo a todos. Un dolor en mi cadera
abriéndose camino y mi vista borrosa, tabaleándome me
levanto. Raze ha dejado de luchar y Dominic rodea mi
cintura.
—Emilie —suplica sosteniéndome.
—¡Es mi culpa! —Jadeo hacia Raze—. Don lo hizo por mí…
—¡Por supuesto que es tu culpa! —vocifera—. ¡¿Tienes
idea de lo que hiciste?!
—¡No le levantes la voz a mi esposa! ¡Olvidaré la sangre
que llevas!
—¡Olvídala y atácame! —Raze está fuera de control.
—La perra me rompió la nariz —se queja otra voz.
—Dominic… —gimo sintiendo un frío entre mis piernas. Al
mirar hacia abajo solo consigo que el mundo gire a una
velocidad anormal. Mi marido se paraliza y todos guardan
silencio. Sangre, roja y brillante bañando mis piernas. Todo
lo que puedo visualizar es el cuerpo sin vida de Valerie
seguido de la explosión y sangre de Quintero, antes de caer
de lleno contra la oscuridad detrás de mis párpados.
La luz es molesta, mi cabeza palpita mientras escucho
amenazas y voces susurrando. Llevo una de mis manos a mi
rostro sintiendo algo en ella, parpadeo encontrando una
intravenosa, me muevo cuando enfoco a Roth en una
esquina vistiendo informal y un Raze de apariencia
torturada sentado al pie de mi cama o la cama de donde
sea que me encuentro.
—No puedo permitir que lo mate, es mi club, mi
responsabilidad.
—¿Tienes idea de lo que esto acaba de hacerle? —gruñe
Roth—. Podrías haberme esperado y esto tendría otro final.
—Incendió mi club —revira Raze bajando la cabeza.
—Y tú, ¿qué hiciste?
—¿Qué sucede? —pregunto asustada—. ¿Don? ¿Lo
asesinaste…?
El miedo, su fea cara me consume y solo quiero volver al
sueño. Raze se levanta de la cama al escuchar mi voz y
retrocede.
—¿Dónde está mi esposo? —demando intentando
sentarme en la cama y sintiendo un dolor punzante en mi
vientre, ¿estoy herida?
—Lo traeré para ti —anuncia Roth, sin dejar que yo pueda
decir nada más, sale de la habitación.
—Lo siento —gruñe Raze miranda cualquier lado, excepto
a mí.
—Qué bueno que lo sientas. No puedes llegar y atacar a
Dominic, ¿qué sucedería si se matan uno al otro? ¿Umm?
Ustedes son su única familia. No puedes actuar así por un
club, está mal, lo sé y si es el maldito dinero lo repondré. Di
una jodida cifra… ¿El chico? —pregunto recordando un rubio
en el piso—. Oh, Dios mío… Lo mató, Dominic lo asesinó,
¿cierto?
—Él está bien —susurra.
—Mírame a la cara, ¿por qué no puedes mirarme?
Sus ojos atormentados conectan con los míos, sus cejas
fruncidas mirándome lleno de arrepentimiento, oh, pero lo
demás son golpes y rostro hinchado. Ahogo un sollozo
viendo su rostro magullado, una herida abierta en su cuello
con algún tipo de cuchilla, ¿Don le hizo esto? Y como si
acabara de invocarlo, mi esposo entra a la reducida
recámara, a diferencia de Nikov, su rostro está limpio de
cualquier violencia física, pero hay algo más… Angustia y
dolor. Roth se queda en la puerta gruñendo hacia su
hermano, quien no me observa a mi o a mi marido, solo sale
como si fuera un cuerpo vacío e inerte, sin alma.
—¿Qué hiciste? —musito negando.
—No tanto como quería —responde en su voz fría de
Capo.
Bajo la mirada a mis manos, empujando las sábanas que
cubren mi cuerpo. Tengo un bóxer cubriendo mi parte baja y
mi pequeño top de la noche anterior. Estoy acostada sobre
toallas y en ellas solo hay sangre, la misma que cubre mis
piernas, ¿qué carajo? Abro por completo, buscando de
dónde puede provenir, sin embargo, no tengo ninguna
herida visible. Busco a mi esposo, a la espera de que diga
algo… cuando veo sus mejillas, sus ojos, su respiración
alterada.
—Si te hubieras quedado en casa —sisea cayendo en el
mismo lugar donde minutos antes estuvo Raze, llevando sus
manos a su cara y temblando de impotencia. Siento las
lágrimas en mis mejillas, no soy una imbécil… Hay cosas
que no necesitan ser dichas.
—¿Qué…? —Jadeo tocando mi vientre.
—Estás embarazada —anuncia sin ceremonia alguna,
para nada feliz con la noticia. Siento el golpe antes de
escuchar las siguientes palabras—. Estás expulsado el
feto… Lo que pudo ser nuestro hijo.
—No —rebato negando—. No es posible, nos cuidábamos.
—No siempre usamos un condón y pudiste confiarte a
ello.
—Me daría cuenta, una mujer sabe estas cosas —niego.
No puede ser posible, pero, ¿por qué estoy llorando? —.
Vamos a un hospital, ellos…
—La doctora Falcón está aquí —corta sin decir nada más,
se levanta y abre la puerta. Veo a la mujer y su rostro tiene
todas mis respuestas. Entra y anuncia una serie de palabras
mientras lloro y me abrazo a mí misma. Dominic se queda
alejado, mirando hacia afuera desde un pequeño balcón.
Tenía ocho semanas, no es necesario ir a un hospital, me da
a tomar unas pastillas para expulsar lo que pueda tener de
mi bebé en mi interior. Ninguna medida anticonceptiva es
cien por cien segura, mi esposo y yo tuvimos sexo en
muchos lugares, algunas de esas veces molestos, donde
ninguno de nosotros estaba preocupado por un codón.
Repite el proceso que ya realizó cuando estuve desmayada,
tiene un equipo portátil que coloca en mi estómago y la deja
ver unas imágenes blancas y negras que solo ella
comprende y las cuales le garantizan que el feto no tiene
ningún latido y se ha desprendido el saco, su hogar… Mi
vientre dejó a mi propia criatura sin un hogar donde crecer.
Lloro, me quiebro mientras ella habla.
—Estaré aquí en el proceso, le aplicaré morfina para el
dolor… Me gustaría llevarla a un hospital, señora Cavalli,
pero por seguridad su esposo se niega. Porque gracias a mí
Quintero está muerto y no solo eso, sino también un posible
bebé que crecía en mi vientre y del cual no tenía idea.
—¿Hay algo que pueda hacer por usted? —pregunta,
retirando el líquido restante de mi vientre. Niego oprimiendo
las sábanas con mi mano.
No debería doler, pero lo hace. Mi eje gira, mi mente se
nubla y algo en mi interior palpita, se quiebra, grita… No lo
sé. Es confuso y caótico, es como tener una segunda
persona dentro llena de sentimientos y paranoia. Y por fuera
solo puedo dejar crecer muro tras muro de protección. Una
barrera se alza entre nosotros, esta vez no tiene nada que
ver con Dominic, soy yo quien empieza a cambiar, soy quien
se aleja de ambos. La chica inocente disminuyendo y
dándole paso a algo oscuro, a alguien desconocida.
La puerta es el siguiente ruido que se escucha cuando
alguien la cierra, luego la cama hundiéndose antes de sentir
los brazos de mi esposo rodeando mi cuerpo. Grito y me
quiebro en millones de diminutas partes en sus brazos,
sintiendo las gotas que caen en mi hombro desnudo,
mientras mi esposo susurra notas de una nana en italiano,
me brinda consuelo cuando estoy segura que internamente
me culpa de esto. Si no hubiera salido… Si no siguiera
luchando una tonta guerra de poder destinada a dejarme
rota.
—Sh, mia regina —suplica en palabras ahogadas—. Sono
qui, ti ho la mia regina. Sempre... Ti darò un milione di
bambini, per favore non piangere più[23].
—Es mi culpa… No debí salir, es mi culpa.
Y cuando no me contradice es la parte más difícil, porque
ambos lo sabemos, yo creé y condené este destino para un
ser indefenso, la única criatura inocente entre nosotros. Y
soy quien movió los hilos para generar esta cadena de
eventos.
El dolor emocional es un volcán ardiente y horas más
tarde se suma el dolor físico cuando el medicamento
empieza a hacer su función, el dolor en mi vientre es
desgarrador, el sudor frío empapa mi frente. Dominic es un
león enjaulado caminando en la pequeña habitación
mientras la doctora Falcón trata de hacer su trabajo, la
morfina no es suficiente, su pequeña dosis no evita que
sienta todo en mi interior.
Ella sigue suplicando llevarme a un hospital, algo que no
es posible. Los hombres de Quintero podrían estar en
cualquier lugar y posiblemente sea yo su meta principal.
Roth trata de convencerlo de viajar a Colombia en medio de
mis gritos. Puedo ver cómo esto afecta a mi esposo y su
repuesta rotunda de quedarse a mi lado sacude a Roth,
incluso en mi propio tormento no puedo creerlo.
—Debes ir —sollozo doblada contra mi propio cuerpo.
Sintiendo náuseas en la boca de mi estómago y un amargo
sabor en mi paladar.
—No te preocupes por eso —me tranquiliza empujando
algunos mechones húmedos de sudor fuera de mi hombro y
dejando un beso que se me antoja dulce y cálido en ese
lugar—. ¿Un baño caliente ayudaría?
—Sí, iré a prepararlo —anuncia la doctora.
—Yo me haré cargo —rebate mi esposo alejándose de mi
lado, levanto mi mano atrapando la suya.
—Llévame contigo —suplico sintiéndome débil.
Asiente, y con cuidado levanta mi cuerpo. Soy un
desastre y me siento quebrada, pero Dominic por primera
vez me mira con tanta adoración que oprime mi pecho.
Besa mi frente sudorosa, ante la doctora quien se hace a un
lado dejándonos pasar. El baño es espacioso y me ubica
sentada en el retrete a la par que trabaja rápido en la
bañera. Los calambres no se detienen mientras
prácticamente estoy abortando mi propio bebé muerto.
Me ayuda a quitar la poca ropa puesta y con calma me
introduce en la bañera, el contacto con el agua me hace
suspirar, está más caliente de lo normal y eso es algo que
agradezco, todo se matiza de rojo de inmediato. Don con
calma abre la llave y empieza a mojar mi pelo, lavando mi
rostro y de alguna manera cuidando de mí. La forma y su
delicadeza me recuerdan nuestros primeros días, cuando
luego de que casi fui violada lavó mi cuerpo. Existe algo
diferente esta vez y es su propia tristeza, su propia agonía,
no trata de esconderse de mí, por el contrario, luce
cansado.
—Necesitas descansar —suelto logrando que detenga sus
movimientos mecánicos, sus ojos azules empañados de
dolor me observan.
—Eres tú quien está sufriendo.
—¿Me odias? —pregunto mordiendo mi labio.
—No.
—Pero estás molesto.
—Sí.
—¿Conmigo?
—Sí… Y no, molesto porque esto se pudo evitar si te
hubieras quedado en el lugar que debiste estar, en casa,
segura. Tú y nuestro bebé, molesto porque me enteré de su
existencia justo en el momento que me enteré que ya no
existía, molesto porque mi esposa está sufriendo y no
puedo hacer o decir nada para aliviarla, incluso siendo un
hijo de puta millonario no tengo el poder de regresar
nuestro bebé a tu vientre, siendo el Capo, el hombre más
poderoso de este país… No puedo hacer nada... Porque, si
pudiera, es justo lo que haría. Devolverlo a tu interior y
encerrarte si es necesario. Y no digas que lo sientes, lo veo,
puedo sentirlo —dice frunciendo las cejas—. Si dices que lo
sientes, seré yo quien se quiebre y no necesitas esa mierda
ahora.
—También haría todo por devolverlo dentro de mí, incluso
si no sabía que estaba embarazada, Dominic, y a pesar de
todo lo que ha pasado entre nosotros. Yo lo hubiera amado.
—Oh, cara mia —lamenta negando—. Es mi castigo, vivir
y morir solo.
—No estamos solos, nos tenemos. —Trato de sonreír
tomando su mano entre las mías pálidas y débiles—. Solo di
eso, Dominic…
—Te tengo, mia regina. Te tengo cada maldita vez,
siempre.
 

CAPÍTULO 39
Dominic
 
He asesinado a sangre fría, teniendo a mi víctima frente a
mis ojos… Arrebaté la vida de mi hermano, mi otra mitad y
la de mi propio padre. Conozco los gritos de agonía, es más,
la mayoría los disfruto. Siempre al quitar una vida siento un
placer retorcido que más tarde conduce a una furiosa
erección. Golpeé a Raze, intenté vaciar toda mi furia en su
persona y nada de ello me ha mortificado tanto como
escuchar a mi esposa gritar de dolor, temblar de sudor frío
con una fiebre elevada. Antes no he sentido temor o miedo,
no hasta este momento donde debo hacer algo rápido o
terminaré perdiéndola.
Y, joder, la mujer es un dolor de cabeza y estamos en
algún punto más allá del odio y las continuas peleas, pero
pensar en perderla no es opción. Egoísta o no, es la mujer a
quien deseo y la única forma en la cual aceptaré su muerte
es por causas naturales luego de años a mi lado, no antes.
Ella tiene que vivir y, si existe un Dios, espero que tome mi
vida a cambio y deje a Emilie vivir una eternidad.
—Necesito llevarla al hospital, señor Cavalli… Su esposa
está en un riesgo elevado y no tengo los antibióticos
necesarios para contrarrestar, o para el caso, la maquinaria
de requerirse intervenir quirúrgicamente.
Retiro el paño de su frente aceptando el que me entrega
la doctora. Sé que ella necesita un hospital con emergencia.
Está fría y pálida, ha perdido el color de su piel, sus labios
están agrietados por la alta fiebre. Observo a Roth y Raze,
ambos están exhaustos debido a las pasadas horas y yo no
quiero pensar en mí en este momento.
—Don… —suplica Roth. Es curioso cómo conoce mi
siguiente movimiento.
—Llama a Florentino, pídele una planta completa del
hospital y reúne nuestros mejores hombres. Trata de que no
llamen la atención, pero que sean los suficientes para que
nadie entre. Y necesito una ambulancia aérea para moverla
lo más rápido posible.
—Kain se apoderó de Colombia.
—¡¿Podrías dejar de ser mi consigliere por un maldito
día?! Necesito salvar a Emilie y me importa una mierda si
Kain es presidente o si Obama se volvió un terrorista.
Necesito a mi hermano, ese con quien he luchado hombro
con hombro, por quien he construido un maldito imperio. No
quería ser Capo y lo sabes, lo hice por ti —gruño haciendo
que la doctora salte asustada y Roth parpadee mirándome.
Lleva horas y horas preocupado por Colombia, insistiendo
en que debo viajar y hacer lazos con el nuevo al mando,
pero me importa una mierda. Contrario a lo que se cree
comúnmente, Colombia es solo un cinco por ciento en el
mundo de la droga. Italia, Rusia, México y Río de Janeiro
tienen más distribución internacional. Toda mi mercancía en
gran parte se trabaja en Italia. Colombia no me es
indispensable.
—Conseguiré la ambulancia —sentencia Raze poniéndose
de pie.
Al menos uno de ellos no está siendo más idiota.
—Yo no sabía que tú… —Roth sigue negando.
—Tú eras quien siempre ambicionó esto, solo te he dejado
trabajar detrás de mi nombre. Sí, me gusta matar, disfruto
tener el control, pero no era la vida que hubiera elegido, de
no ser por esa noche… Ahora sería diferente.
No puedo evitar mirar a mi mujer, en mis brazos. Si esa
noche nunca hubiera sucedido quizás hoy podría amarla,
ser un poco más luz y menos oscuridad. Tendría partes que
merecen ser apreciadas, pero, ¿ahora? ¿Cómo un ángel
puede amar un demonio? La oscuridad siempre será más
atractiva que la luz. Ella es luz, y me atrae solo porque soy
oscuridad y quiero devorar su luminosidad, alimentarme de
ella. Un imán de destrucción masiva. Siento una fuerte
mano en mi hombro, apretando, diciendo sin palabras que
está aquí, conmigo. El único ser humano que nunca se ha
ido de mi lado.
No se necesita más, ni promesas ridículas o
sentimentalismo. Ambos sabemos nuestros lugares y
actuamos en conexión a ello.
Florentino cumple su parte, un ala completa del New York
Hospital, Raze obtiene una ambulancia aérea en tiempo
récord. Tres docenas de mis mejores hombres y cuatro de la
directiva del club. La doctora con su propio equipo, de quien
ella garantiza su confidencialidad. Ordeno a mi chico en la
prensa inventar una exclusiva de nosotros en una luna de
miel improvisada en el caribe.
Necesito despistar no solo a mis enemigos, sino a la
prensa fuera de nuestro camino. El traslado se hace con
éxito mientras mi esposa delira, Roth es quien por decencia
llama a Holden para ponerlo al día con la salud de Emilie, yo
me encargo de Hannah. Luego de Dalila es su única amiga y
sospecho que necesitará el hombro de una mujer, dada
nuestra falta de comunicación no soy el más indicado para
consolarla. Horas más tarde su fiebre empieza a menguar,
la doctora Falcón descubre una fisura en el cuello uterino y
Emilie es sometida a un raspado, igual que a una
transfusión de sangre debido a la gran cantidad que perdió.
—¿Dónde está ella? —cuestiona el mayor de los
Greystone caminando hacia mí mientras dos de mis
hombres lo escoltan a la sala de espera—. ¿Qué mierda le
hiciste?
—Está recuperándose —respondo. No puedo decir que no
hice nada, porque sí he contribuido a llevar a mi propia
esposa a este estado. Si la hubiera llevado lejos de mí,
donde Raze no fuera capaz de llegar a descargar su furia,
quizás nada de esto estaría pasando ahora.
—¿Por qué está aquí? ¿Qué sucedió?
—Estaba embarazada —explico. Mi garganta arde con la
palabra “Estaba…” Porque, si Dios existe, sabe cuánto ese
término en pasado está estancado en mi cuerpo. Ese feto
era células y sangre en formación. Algo apenas intentando
crearse en sí mismo y meses más tarde ser un ser vivo y
perfecto… Era nada y sin embargo me ha hecho sentir de
todo.
¿Puedo estar equivocado? ¿Pueden los siquiatras quienes
me han diagnosticado, estarlo? Porque desde la noticia solo
tengo un hueco, algo es diferente… ¿Cómo puedo extrañar
alguien que no existió?
—¿Embarazada…? —repite lívido, dejándose caer en una
silla.
—¿Qué? —solloza una segunda voz, Hannah junto a su
esposo, quien también es uno de mis hombres. Landon
Ward mi cassetto, el encargado de las cuentas y el dinero
de la famiglia—. ¿Ella lo sabía?
—No, ninguno de nosotros lo sabía —gruño incómodo con
dar detalles de esta situación que solo debería ser tratada
entre nosotros, pero no puedo negarle a mi esposa su
gente, a quienes ella ama. Raze quien se ha mantenido a un
margen sale, sé que se siente culpable y quisiera decirle no
es su culpa, es parte de la naturaleza… Supongo.
Mi parte egoísta y vengativa necesita culpables. Es así
como funciona el mundo de la mafia, un error, un culpable y
una muerte. Todo es un desencadenante de acciones. El
primer error cometido por mi esposa, quien no se quedó en
casa, segura bajo un techo diseñado para proveerle todo lo
necesario, un culpable, ¿yo? ¿Vladimir? ¿Raze? ¿Ese hijo de
puta quien la detuvo cuando ella quería detenerme?
Demasiados culpables y solo una muerte. La de alguien
inocente, ¿qué sé yo de ser padre? ¿Qué podría ser para esa
criatura? Lo iba a proteger, eso lo tengo seguro.
Le iba a dar todo, como a su madre, solo por ser suyo y
mío. Daría mi vida por ambos y lo descubrí en el instante en
que la doctora Falcón aseguró que Emilie estaba perdiendo
nuestro bebé, porque todo lo que quería era cambiar de
lugar si eso hiciese feliz a mi esposa, si aquello garantizaba
que ella volvería a reír como en el pasado, antes de estar
atada a un monstruo, porque de ser así… entonces daría mi
vida.
—¿Esto tiene que ver con el misterioso incendio en un
club, el cual sé pertenece a uno de ustedes? —pregunta
Greystone.
—No es tu asunto —escupo perdiendo el nervio. Roth se
pone alerta. Sabe que no he dormido o comido en
demasiado tiempo, entiende que mi plato está reventando
en todas las direcciones y mi cabeza está en una habitación
iluminada en llamas. Ahora mismo soy solo fuego a punto
de consumir.
—Es mi hermana —alega, no es un tono amenazante o
alto, pero quiebra mi poca paciencia. Me muevo demasiado
rápido para que lo note un hombre común, Hannah grita
asustada y Roth se mueve en sincronía conmigo sin llegar a
interferir, pero listo para detenerme de ser necesario.
—¿No lo era cuando me la entregaste? Porque no nos
engañemos, no hiciste mucho por retenerla a tu lado.
Temblaste como un marica y aceptaste aun sabiendo la
clase de demonio que soy, ¿no es así?
—Eres el Capo, ¿cómo te negaría algo?
—Si ella fuera mi hermana y lucifer la quisiera, primero
hubiera pasado sobre mi puto cadáver antes de ponerle un
dedo encima. Y por lo que veo sigues respirando, entonces
no hiciste suficiente —gruño observándolo cuando rehúye
mi mirada—. Y no contemos la parte donde la dejaste con la
lunática de tu madre, quien casi la mata mientras solo era
una niña… Oh, y para rematar un padrastro pedófilo —siseo.
Mis palabras causan una sonrisa burlesca en sus labios, es
la primera vez que veo a Holden Greystone mostrar un poco
de oscuridad frente a mis ojos y cuando se cuadra
enfrentándome sé que sus siguientes palabras están para
causar daño.
—No eres el único Cavalli que la quiso primero…
—¡Holden! —grita Roth sacándome fuera de base cuando
se atreve a empujarme. Mi consigliere, mi hermano, acaba
de empujar mi cuerpo interponiéndose entre Greystone y mi
persona, ¿qué carajos…?
—¿De qué estás hablando? —reviro listo para lanzarme a
su cuello.
—Gabriel Cavalli la jodió primero, de eso estoy hablando.
—¿Qué? —cuestiono entumecido hacia mi consigliere
quien sospecho sabe más de lo que ha hablado.
—La cicatriz en su muñeca se la hizo tu padre con un
abrecartas mientras intentó joderla a lo grande, ¿y quieres
hablar de pedófilos? Porque Nikov puede describirte cómo
Gabriel obligó a Emilie a comerle la polla cuando ella era
solo una chiquilla, cuando confiamos en él y creímos que
nos daría protección… ¡Porque era nuestro padrastro! ¡Tu
familia es quien arruinó la nuestra! ¡Ustedes los Cavalli solo
saben causar daño!
Emilie no dijo eso, sabía que algo estaba mal con su
relato esa noche en Italia, soy un hombre inteligente y sé
reconocer cuando faltan piezas importantes en una historia,
pero nunca creí posible esto, ¿por qué mi padre iba a
herirla…? La USB universal. Emilie y su capacidad de
archivar en su cabeza todo lo que pongan frente a ella. Mi
esposa es el arma secreta de mi padre, por lo cual trabajó
durante meses. Y si eso es así, Emilie tiene información tan
confidencial que solo ella y mi padre -quien se está
revolcando en su tumba- saben. Confundido por las palabras
expuestas, miro a Roth, «¿por qué siento que me has
mentido, hermano?».
—¿Por qué tu precisamente? —pregunto vocalizando mis
pensamientos.
—Dominic…
—¿Desde cuándo? —corto. No necesito palabras ni
mierda. Solo quiero la puta verdad—. ¿Lo supiste antes o
después de ponerla en mi mira? Fuiste tú quien me envió su
foto, ¿cuál era el propósito real de todo, Nikov?
—Tienes mi lealtad.
—¡¿Desde cuándo?!
—Esa noche —dice bajando la cabeza. La noche en la cual
cometí una matanza en Jersey para llegar hasta mi
hermano, esa en la cual lo encontré a punto de morir, tan
herido que incluso moverlo costó un infierno para mí, la
noche en la cual lo elegí a él sobre la famiglia.
—Mi hermano por elección —susurro riendo
descaradamente en la cara de un traidor. Sabía que quería
Sicilia para salvar a Raze y se la di, me convertí en este
hombre para que él tuviera lo que deseaba, porque era mi
hermano, porque nos habíamos elegido y resulta que su
lealtad nunca estuvo conmigo—. ¿Por qué la pusiste ante
mis ojos? ¿Cuál propósito?
—Ella me salvó la vida —anuncia—. Antes de ella nadie
me mostró amabilidad.
—¡Yo! ¡Yo lo hice! —grito a su rostro, gruñéndole cual
animal salvaje—. Te mantuve a mi lado, incluso cuando eras
una maldita rata traidora rusa, te interpuse por sobre la
famiglia y mis hombres, te di el juramento. Cuidé de ti y de
Raze como si fueran únicos en el mundo, ¡aún lo hago! He
hecho todo para que Raze sea feliz y tenga la vida que
desea porque sé cuánto significa para ti, ¡yo lo hice, Nikov!
¿Qué más me estás escondiendo? ¡Ni siquiera te atrevas a
responder!
—Emilie ha despertado —interrumpe titubeante Hannah,
al parecer ha salido de la sala antes, dejando solo a los
hombres presentes—. Ella está preguntando por ti,
Dominic… Quiere verte a ti.
Oh, genial, mi esposa quien también es una mentirosa me
quiere ver a mí. A quien hace solo horas le dijo que haría
todo porque nuestro matrimonio funcionara, logrando me
sintiera culpable por tratarla mal, cuando ella ha estado
omitiendo sus propias verdades. Jódeme lucifer.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 40
 
Conozco la sensación de estar en un hospital, ese olor a
desinfectante en el ambiente, la luz extremadamente
blanca y molesta, los pitidos que no te dejan cerrar tus ojos.
Así que, cuando abro mis párpados no estoy impresionada
de despertar en uno, quizás un poco confundida. La última
vez que cerré mis ojos mi esposo me tenía en sus brazos y
cantaba una especie de nana italiana, su voz era cálida y
amorosa, con un timbre dulce.
Ahora tengo a la doctora Falcón durmiendo doblada en un
sofá en una posición aparentemente incómoda, mientras yo
estoy en una cama doble, no parecida para nada a las
típicas camillas. Hay una mesita con un arreglo de flores
rosadas y una televisión reproduciendo las noticias en
silencio. Estoy por llamar a la doctora cuando una figura
conocida se aproxima al umbral de la habitación. Hannah,
con sus ojos hinchados y lágrimas corriendo en sus mejillas.
—Em… —gime por lo bajo hasta llegar a mí, me envuelve
en un abrazo, el cual necesito—. Lo siento mucho, pequeña.
—Lo perdí —digo y me quiebro—. No sabía que existía,
Hannah. No lo sabía, lo hubiera cuidado.
—Sh… tranquila. Estoy contigo, ¿de acuerdo? Vamos a
superarlo juntas. Eres mi amiga y no te dejaré pasar por
esto sola.
—¿Y Dominic? ¿Dónde está…? ¿Acaso está molesto
conmigo? —cuestiono sintiendo mi pecho doler. Es mi culpa,
lo sé… Si no hubiera salido de casa, nuestro bebé seguiría
en mi vientre. Si no hubiera intentando detenerlos, ese hijo
de puta no me hubiera lanzado—. Hannah, busca a Dominic.
Lo necesito, por favor búscalo. Él tiene que saber…
—Tranquila, voy a buscarlo —me tranquiliza saliendo de la
cama. En un parpadeo corre fuera de la habitación mientras
la doctora Falcón se estruja los ojos.
—Señora Cavalli, tiene mejor semblante.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto dormí? ¿Por qué
estoy aquí?
—Tenía una fuerte temperatura corporal, le realizamos un
raspado debido a una lesión en su útero… me gustaría que
venga a mi consultorio cuando todo finalice, ¿de acuerdo?
Necesito realizar alguna prueba para descartar…
—¿Qué? —corto sabiendo que Dominic puede entrar en
cualquier instante—. ¿Qué está mal?
—Me gustaría…
—¿Qué está mal? —demando esta vez en un tono que no
admite réplicas.
—Quizás no pueda tener hijos en el futuro.
Oh, mierda. Inconscientemente llevo la mano con la
intravenosa a mi vientre. No poder tener hijos antes no
hacía una diferencia realmente, pero ahora… ¿Es ese
molesto deseo de tener lo imposible?
—No estoy afirmando nada, señora Cavalli, solo quiero
descartarlo.
—¿Pero la posibilidad existe?
—Sí —susurra cansada—. Tiene usted endometrioma, por
ello el sangrado vaginal abundante y una fisura en el útero.
—¿Podría por favor no mencionar nada a mi esposo?
—Es tarde para eso, tu esposo ya lo sabe —revira su voz
enronquecida—. Déjenos solos, doctora Falcón, y gracias por
salvar la vida de mi esposa.
Jadeo escuchado esa simple palabra, incluso la propia
mujer está asombrada de escuchar a mi marido agradecer
algo. Sus mejillas se llenan de sangre sonrojándose
mientras sale de la habitación. Observo a mi marido, quien
no usa su acostumbrado traje elegante, ni su pelo
perfectamente ordenado. Luce cansado y dolorosamente
agonizante ahora mirándome con esos ojos fríos cargados
de pena y tragedia.
—Deja de ocultarme cosas, Emilie. Me molesta.
—Solo no quería preocuparte más o, en el peor de los
casos, me abandones porque no puedo darte herederos.
—No es momento de hablar de ello. Estás convaleciente,
acabas de salir de unas horas duras, ¿no te parece?
—¿Sigues molesto conmigo? Yo…
—Nada de eso importa, no ahora.
—Ven aquí, cariño —suplico invitándolo con mi mano.
Duda, lo veo, tiene algo atormentándole y me sorprende
conocerlo de esta manera. Luego de unos segundos de
vacilación cierra la puerta y se encamina hacia la cama,
sentándose.
—Quítate esa camisa.
—Estás muy mandona, ¿no? —ironiza.
Encojo mis hombros, quiero sentirlo. Necesito esta
pequeña conexión la cual solo es posible cuando ambos
estamos desnudos en una cama. Resopla, pero tiene ese
brillo en sus ojos cuando empieza a retirarla, el tatuaje de la
famiglia se burla de mí. Debería intentar estar huyendo
como siempre de esta vida, de él y las consecuencias de ser
su esposa… pero estoy tan cansada de luchar contra un
destino ya trazado. Abrazo su cadera, dejando mi mejilla
sobre su pecho, escuchando su corazón. Su brazo rodea mis
hombros llevándome hacia atrás, ambos recostados contra
las almohadas. ¿Es este mi lugar?
Quiero creer que sí, porque ser envuelta en sus brazos es
todo lo correcto y seguro que ahora tengo. No quiero seguir
luchando.
—¿Estás bien? —pregunto suavemente, jugando con las
yemas de mis dedos en los cuadros de su estómago.
—No —admite—. Le he fallado a mi familia.
Mi estómago se retuerce, dejo de acariciarlo y cierro los
ojos, llorando en el proceso. No es su culpa, es toda mía. Yo
fui quien desobedeció, quien abandonó la seguridad de
nuestro hogar. Su pulgar limpia mi mejilla y cuando sus
labios tocan mi frente, cada una de mis barreras caen, junto
al llanto y la agonía. Lo abrazo, con fuerza, sollozando.
—Muéstrame ese corazón roto… Déjame conocer cada
cicatriz interna, Dominic. Quiero amar a mi esposo y que él
me ame a cambio —musito limpiando mis mejillas, sin
mirarle. No puedo, sigo siendo una cobarde. Don guarda
silencio. Ambos sabiendo la verdad, no puede amarme.
Nunca lo hará.
—Te amo —confieso renunciando a mi dignidad por unos
cortos segundos—. Quiero que lo sepas… Te amo, pero ya
no quiero hacerlo, pero seguiré amándote sin importar
nuestro futuro juntos.
Dominic frunce el ceño mirándome, como si acabara de
golpearlo. Se repone, como siempre, volviendo a ser quien
es, controlador y frío.
«Este hombre acaba de quebrarme, otra vez».
—Duerme, descansa unas horas. No es momento para
esta conversación.
¿Y cuándo sí lo será? Probablemente nunca.
~♦~
Quise creer que volvería a la normalidad, pero no fue de
ese modo. Abandoné el hospital dos días más tarde, con un
Dominic diferente, menos frío y distante y más
comprensivo.
Se encargó de mantenerme limpia y saludable, siempre
mis comidas a tiempo. La pasamos en la cama de hospital,
hablando de nada. En otras ocasiones solo lo observé
trabajar en su laptop en silencio. Hannah pasó algunas
horas conmigo, Raze se encargó de vigilar mi puerta como
un halcón. Roth, por otro lado, no vino en ninguna
oportunidad ni siquiera para hablar con Dominic; tampoco
Holden, solo envió flores con una tarjeta expresando su
sentir.
Vladimir también envió unas, las suyas más discretas al
unir el nombre de Dalila en la tarjeta, la había llamado, pero
ella no respondía ninguna de mis llamadas, así que
simplemente desistí.
En medio del dolor de la pérdida algo me unía a mi
esposo, un hilo invisible ahora nos mantenía uno pendiente
del otro. Los días empezaron a pasar, volvimos a nuestro
departamento donde Marcela nos recibió con un semblante
triste, también sufriendo un poco de nuestro dolor. Los días
eran largos, estaba en la cama llorando, durmiendo de
cansancio emocional, mi vida se tornaba negra.
Escuchaba a Don preguntar si existía algún cambio en mí
y recibir la misma respuesta. No me molestaba, no invadía
mi espacio, solo lo sentía en la madrugada ocupar su lugar y
algunas mañanas cuando abandonaba nuestra habitación.
Tres semanas después de esa noche, casi en la víspera de
Navidad, mi esposo se quedó en la cama, durmiendo
conmigo, envolviendo mi cuerpo en un abrazo duro.
Es extraño despertar en sus brazos, incluso cuando es
pasado el mediodía. Siento mis ojos hinchados y mi pelo un
desastre, no recuerdo alisarlo desde varios días atrás.
Dominic se mueve, enterrando su cabeza en mi cuello.
—Mmm, hueles a fruta —musita dejando cortos besos en
mi hombro y cuello—. Tengo algo para ti.
—Quiero quedarme en la cama.
—Has estado en la cama demasiado tiempo, compláceme
por favor.
—Dom…
—Por favor, mia regina. Me haría muy, muy feliz.
—¿Debo vestir elegante?
—Incluso puedes ir desnuda… aunque no es una buena
idea. Vamos, está aquí en la casa.
—¿Aquí? —pregunto frunciendo el ceño mientras mi
esposo retira las sábanas y me carga en brazos.
Mi camisón negro largo pegándose a mis pechos y él
dedicándome una mirada descarada en ellos.
Lo golpeo en el pecho, juguetona, a esto me refiero,
ahora existe esta ligera paz entre ambos. Ninguno intenta
iniciar una conversación y mucho menos una pelea. No
mencionamos esa noche o la razón por la cual Roth no está
en ningún lugar cerca de nosotros. Dominic no habla y yo
estoy demasiado cansada emocionalmente para preguntar.
Necesito este tiempo para mí, un poco de tranquilidad
entre tanto cambio. Existen, desde luego, secuelas tanto
físicas como mentales, ahora sufro pesadillas con la muerte
de tantas personas. Dominic tiene sus brazos más fuertes,
al parecer se ha dedicado a mantenerse de lleno
entrenando, su pelo también está un poco más largo y tiene
bolsas negras debajo de los ojos.
—¿Dónde está Roth? ¿Por qué no ha regresado?
—Nada de lo cual debas preocuparte.
—Se te mira cansado —murmuro tocándole la mejilla.
—Han sido semanas duras, solo eso.
—Sí… pero ¿Estamos bien? Nosotros, ¿cierto?
Duda, dejándome sobre mis pies mientras se inclina sin
darme tiempo a reaccionar y presionando sus labios contra
los míos en un beso suave, un roce tranquilo. Siento esa
conocida sensación detrás de mi cuello, algo gritándome
que todo se irá a la mierda en un parpadeo. Cuando se aleja
sus ojos llenos de adoración… Dios, mis piernas tiemblan al
verme reflejada. Es como si lo hubieran cambiado,
despertar un día y ver el sentimiento más puro en los ojos
de quien amas profundamente. ¿Qué está sucediendo? ¿Es
porque perdí nuestro bebé? ¿Acaso es lástima disfrazada de
algo más?
Me gira con cuidado, dejando que aprecie el enorme árbol
de Navidad natural que decora nuestra sala central, la
punta casi pega en el techo, es verde y frondoso. Mis ojos se
iluminan viendo las cajas llenas de bolas de colores, luces y
decoraciones en miniatura, ¡un tren!
—¡Eso es un nacimiento! —chillo caminando hacia el
mueble y tomando la imagen de José y los animales. Todo es
un desastre desordenado que necesita ser arreglado de
inmediato—. ¿Compraste todo esto para mí? ¿Quieres tener
un árbol?
Se mira vulnerable cuando rehúye mi mirada.
—Las familias tienen tradiciones, pensé que te gustaría
tener uno y decorarlo tú misma.
—¡Por supuesto que sí! ¡Ven! —llamo dando saltitos de
felicidad—. Tenemos mucho que hacer y poco tiempo, ¡oh
por Dios! ¿Qué día es hoy? ¿Podemos invitar a los chicos?
¡Una fiesta! ¡No te quedes parado! ¡Ayúdame con las luces!
Dominic a pesar de estar sonriendo, tiene el ceño
fruncido y está negando despacio.
—Oh, vamos, ¿no me digas que no decorabas junto con tu
mamá? Ya sé que eres millonario, pero decorar el árbol es
tradición.
—Mi madre estaba muy ocupada en su vida para recordar
cosas tan… simples —dice con amargura.
—¿Y nonna?
—Probablemente la hubieran castigado.
—¿Entonces nunca has celebrado Navidad? ¿Don?
—No…
A veces olvido lo difícil que debe ser crecer en la mafia,
ser uno de los hijos próximos a tomar el mando. Mi corazón
se encoge mientras bajo la mirada a la bolsa roja en mi
mano, es brillante y grande.
Y solo puedo tener una imagen. Un niño triste y solitario
sin conocer la Navidad y en dirección contraria una niña
riendo feliz en los hombros de su padre colocando una
estrella en la punta del árbol. Tiro la bolsa hacia mi marido
quien gracias a sus reflejos la atrapa enseguida.
—Nuestra primera tradición será decorar el árbol y le
enseñaremos a nuestros hijos, cada Navidad… Nosotros con
ellos, ¿lo prometes?
—Maldita sea, mujer —sisea, antes de darme cuenta
estoy en sus brazos—. Tú eres mi Reina, un puto ángel
enviado a mi vida.
—Te tengo, ¿recuerdas?
—La odio, Emilie Cavalli, es usted jodidamente
insoportable.
—Uff, ¡qué romántico! —me mofo riendo y alzándome
sobre las puntas de mis pies, lista para darle un beso—.
Aprendí del mejor.
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 41
 
Escribe mi nombre en una esfera de Navidad, de esas
para personalizar con un marcador Sharpie, es metódico y
calmado dibujando una mariposa a un lado. No puedo creer
lo que mis ojos ven, llevamos para este momento más de la
tercera parte decorada, pero al girarme lo he encontrado
perdido en el diseño, sus cejas fruncidas mientras trabaja la
pieza en calma.
Nunca imaginé ver algo como esto o ser la receptora de
un Dominic amoroso… No ha tenido navidades normales,
juguetes o tradiciones. A veces, o más bien,
constantemente olvido su vida real, es un niño que creció
en la mafia con un padre como Gabriel Cavalli. Limpio mis
manos, quitando los restos de brillantina, hemos hecho un
buen trabajo y nuestro árbol es precioso, pero montamos un
desorden descomunal. Sintiéndome un poco cansada por la
falta de movimiento físico en las pasadas semanas, camino
hasta Dominic en el mueble central y me trepo a sus
piernas, buscando un lugar cerca de su pecho.
Mi marido no se mueve, deja que me acomode casi sobre
él, pero se mantiene rígido. Rodeo su cintura y suspiro
cerrando mis ojos, obviando cuánto me afecta este
momento y rogando internamente porque no lo arruine con
esa muralla de crueldad ya conocida en el pasado.
—Cuéntame algo —susurro—. ¿Cómo te fue en el trabajo?
—Todo en orden. Nada de lo cual debas preocuparte.
—Siempre dices eso… —reviro. Mordiéndome el labio—.
Cuéntame sobre tu madre.
Ejerzo firmeza en mi agarre, esperando, mientras
empieza a caer silencio entre nosotros.
—Cuán terrible puede ser conocer la verdad cuando no
puedes hacer nada con ella —parafrasea una cita de
Sófocles.
—¿Acabas de citar a Sófocles? —gimo impresionada.
—No soy un ignorante, esposa, aunque no lo creas
disfrutaba leer en un tiempo muy, muy remoto. Más bien
me sorprende que una devoradora de libros eróticos
reconozca un poeta trágico griego.
—Soy amante a la mitología griega —confieso.
—Sí, en ocasiones cuando te follo no paras de llamarme
gran dios todo poderoso del Olimpo. Soy un Zeus del siglo
veintiuno…
—¡Dominic! —grito reprendiendo su comentario.
Aunque, ciertamente lo es. Un puto dios destinado para
destruir. Deja salir una risita infantil, fresca y un tanto
extraña, no porque sea fea o estridente, sino porque nunca
le he escuchado reír de esta forma. Alzo la mirada
encontrando la suya, junto a sus lagrimales se forman dos
líneas de arruga por la sonrisa de oreja a oreja.
—Los doce dioses tienen envidia de ti, has creado un
imperio para ti y los tuyos. Eres grande en tu mundo…
—Nuestro —corta, sorprendiéndome al tomar con un poco
de fuerza mi barbilla—. Este es nuestro mundo y las
pasadas semanas solo reafirman mi promesa, no dejaré a
nadie lastimarte. Mataré por ti, Emilie. Asesinaré sin culpa
en tu nombre… No puedo jurarte amor, pero te prometo mi
vida por completo a tu disposición y garantizar tu futuro,
aunque sé que no querías esta vida y reconozco que te
obligué a nuestro matrimonio, pero no sabía…
—¿Qué no sabías…? —cuestiono sentándome a
horcajadas sobre él. Sus manos van a mi cintura,
reteniéndome en el lugar.
—El dolor que te causó.
—Lo sabías, solo que no te importó.
—Cierto —claudica, su mano subiendo lentamente por mi
espalda hasta mi cuello, atrayéndome hacia sus labios.
—¿Y ahora te importa?
Lista para recibir sus usuales golpes a mis palabras, no
proceso del todo su respuesta como debería, hasta unos
segundos posteriores.
—Sí, lo hace. Toda tú me importas
Es por mucho, lo más cercano a mostrar algún
sentimiento.
—Perdimos un bebé… ¿Es por lo que me tratas así ahora?
No puedo dejar de pensar en Hannah, en cómo Landon la
trataba y cómo es ahora con ella. Muere por el pequeño,
pero Hannah es solo un accesorio en su vida.
No quiero ser esa mujer, «la madre de sus hijos y ya».
—Así es como he querido tratarte desde mi error en Italia,
solo que apenas has bajado tus defensas. Las primeras
semanas de nuestro matrimonio no fueron las mejores y no
existía forma en la cual pudiera llegar a ti y, tenías derecho
en actuar de esa manera.
—¿Por qué lo hiciste?
Suspirando deja caer la cabeza hacia atrás en el mueble,
exponiendo su cuello y la barba áspera pero que le da ese
toque sexy.
—Soy un idiota… Quiero dar una mejor excusa, pero no la
encuentro. Fui un idiota, un poco asustado de lo mucho que
te deseaba, de la cercanía entre nosotros, tu rebeldía. Antes
de que llegaras a mi vida, esa mañana en la cual supe de tu
existencia, solo quería regresar a la famiglia, a regir a mis
hombres y, de pronto, esa misma mañana tenía una chica
de hebras mieles en una foto, con grandes ojos esmeraldas
hechizándome y todo mi universo empezó a girar en torno a
ti… Eso me asustaba, aún lo hace. Las cosas que estoy
dispuesto hacer por ti, Emilie. No tienes una sola idea.
—Señor. —La voz de Nick nos hace observarle, al parecer
ha estado en el umbral unos minutos, si la incomodidad en
su temple es alguna señal.
—Advertí sobre no ser molestado hoy, Nick.
—Sí, señor, pero ha pasado algo… El señor Ward está
subiendo.
—¿Qué? —gruñe Dominic volviendo a ser el Capo de
capos.
Bajo de su cuerpo y él se levanta con bastante rapidez
empezando a caminar fuera de la sala, miro el árbol a
medio terminar suspirando antes de seguir los pasos de mi
esposo al recibidor, donde las puertas del ascensor se están
abriendo, dejando ver a un Landon extremamente
preocupado.
—Le he estado llamando, tenemos que tratar este
problema ahora —dice sin un saludo y perdiendo todas esas
palabras dulces que siempre usa para envolver a Dominic.
Mi esposo me observa sobre su hombro, sé que está
ordenándome silenciosamente abandonar la sala y subir a
nuestra habitación, pero me conoce y sabe que es
imposible.
—¿Cuál problema? Puedes hablar delante de mi esposa.
—No creo que sea indicado.
—Habla, Landon, sea lo que sea. Solo dilo.
—Una de sus cuentas de lavado está en cero… Ni un solo
centavo —dice Landon retrocediendo, como si esperara que
Dominic lo ataque.
—¿Cuál cuenta? ¿Quién puede ser tan idiota?
Entonces Landon me observa y por consiguiente mi
esposo. No retrocedo ante su mirada analítica, por no tengo
ninguna culpa aquí, de hecho, tampoco la remota idea de lo
que se está hablando.
—Yo no hice nada —señalo por lo bajo—. Ni tengo idea de
qué hablan.
—¿Quién? —sisea mi esposo en una amenaza baja, sus
ojos suavizándose en mi persona antes de volver a mirar
nuestro recién invitado.
—Holden Greystone, señor.
Oh, Dios mío. Mi mundo ligeramente se tambalea y
retrocedo, chocando con Nick a mi espalda, buscando
soporte en la mesa central con una mano y la otra
llevándola a mi boca, evitando dejar salir un sollozo de
angustia.
—Quiero una camioneta lista para salir —gruñe hacia
Nick, cruzándonos sin detenerse.
Conozco a Don, vivir con él me ha mostrado ciertas
partes, sé cuándo algo le incomoda, cuando está feliz por
algún cierre en los negocios o esas noches en las cuales
alguien ha perecido en sus manos, incluso reconozco
cuando está dispuesto a hacer arder el puto universo. Y
ahora quiere la cabeza de alguien que se ha creído más
inteligente que él, y ese es mi hermano.
—¡Dominic! —grito siguiendo sus pasos, intento detenerlo
en la escalera, pero está subiendo el último tramo. Landon
me agarra de la mano, suplicando que no le siga—.
Asesinará a mi hermano, ¿no lo entiendes?
—Lo sé, pero esto no puede ser detenido. Robó dinero de
il capi de tutti capi.
—Es mi hermano —gruño zafándome de su agarre y
subiendo a encontrar a mi esposo en nuestra habitación
cambiándose con ropa informal negra.
—No digas una puta palabra, Em.
—Dominic, ¿qué vas a hacer? ¿Qué hizo Holden? ¿Cuánto
dinero es? Puedo pagarlo. Por favor, escúchame. ¡Explícame
lo que sucede!
—¡Voy a asesinar a ese bastardo hijo de puta! ¡Eso haré!
—¡Es mi hermano! —vocifero desesperada, mirando
cuando agarra sus cuchillos.
Me muevo angustiada, confundida y con el corazón
latiéndome a mil por hora. Su arma siempre descansa en su
lado de la cama, nunca la ha escondido de mí, no
representa una amenaza. Sabe que nunca la usaría para
herirlo, pero hoy es diferente cuando la tomo.
Dominic está de pie frente a mi tocador recogiendo su
móvil y cartera cuando le quito el seguro y apunto. Mi mano
no tiembla con los nueve milímetros chapado en oro y la flor
de lis grabada en el mango. Mi esposo se queda quieto, un
made man reconoce el seguro de un arma sí o sí, reconoce
también que cuando una persona desesperada posee el
control sobre el proyectil no presagia un desenlace atractivo
para nadie.
—No me obligues a elegir entre ambos —gimo cuadrando
mis hombros. Si decide atacarme voy a dispararle tres
cuartos bajo la costilla, vivirá, aunque yo no tenga el mismo
destino.
—Lo has hecho, cariño, es a mí a quien apuntas con mi
propia arma. Esto sí es un nuevo nivel de locura, si disparas
no existirá ninguna salida para ti en este ático, no eres una
asesina.
—Es mi hermano… —sollozo.
—Y yo tu esposo —revira acortando la distancia entre
nosotros, sin temor de la lunática con un arma. Introduce la
mano en su vaquero retirando un cilindro del mismo color
del arma y me lo tiende—. Es un silenciador, te dará unos
minutos para huir. En mi despacho está mi caja de
seguridad, la contraseña es el mismo número que tu cuenta
de banco y encontrarás dentro documentos de identidad
con tu foto y no son rastreables de no ser solo por mí, pero
estaré muerto —señala con voz fría—. Y mucho efectivo,
tendrás que viajar de un punto a otro durante unos cuatro o
seis meses, pero podrás alejarte de la mira de Roth. Así que,
toma tu única oportunidad porque si no lo haces, saldré y
mataré a Holden Greystone por joder conmigo. Él me robó y
no puedo permitirlo.
—Es millonario, él no te robaría… No tiene sentido.
—Lo ha hecho para burlarse de mí, creyendo que posee
alguna inmunidad gracias a que follo a su hermana —
escupe.
—Recuerda tus palabras de más temprano, nosotros
antes de esta noticia. Sé que es tu ego hablando, dijiste que
te importo, ¿eso no cuenta?
—Oh, cuenta, es la única razón por la cual aún sigues
apuntándome… —Y antes de registrarlo, mueve su cuerpo
en sincronía con su mano, gira mi muñeca en el proceso y
un segundo más tarde no tengo nada en mis manos, me
desarma de la nueve milímetros con una maestría
sorprendente—. Nunca dudes cuando tengas la oportunidad
en tus manos.
—Haré cualquier cosa, cualquiera que desees, pero no lo
asesines. Habla conmigo, por favor, ¿por qué Holden quiere
burlarse de ti?
—Porque es un poco hombre y se lo dije delante de todos,
no luchó por ti, no te protegió como se supone debería y
ahora quiere jugar a ser mafioso. Voy a jodidamente
asesinarlo —gruñe dejando atrás el desastre del arma. Lo
llamo, camino a su espalda, desesperada, luchando para
hacerle entrar en razón, aun sabiendo que no hay poder
humano en el mundo que sea capaz de detenerle. Le ordena
a Nick no dejarme salir y su gruñido es tan mortal que
incluso a mí me asusta. Landon lo sigue fuera como un
cordero más.
—¡Dominic, no!
Desesperada corro al teléfono marcando el número de
Holden, pero no responde, intento con el de Savannah el
cual me envía al buzón. Los dígitos del celular de Roth son
los siguientes, este sí responde al segundo tono.
—¿Qué pasa? —pregunta calmado.
—Lo va a matar, Roth. Dominic va a matar a mi hermano,
¡oh, Dios mío!
Lloro, las lágrimas solo se desbordan fuera de mis ojos.
—Ayúdame, por favor ayúdame.
—Emilie, explícate. No comprendo nada —dice, se
escucha ruido de animales detrás, algún tipo de caballos.
Empiezo a relatar lo poco que sé, las palabras de Landon y
las de Dominic, para cuando termino Roth promete salir de
emergencia y tratar de controlar la situación. Ruego por mi
hermano, prometo hacer lo necesario si salva su vida. Al
colgar estoy temblorosa y con un Nick sorprendido a mi
lado.
Las siguientes horas son un martirio, no tengo ninguna
noticia y estoy a punto de volverme loca, no he dejado de
llorar. Nonna, quien al parecer se encontraba en otro lugar,
llega e intenta convencerme de llevar algo a mi estómago,
pero me niego.
Tampoco he dejado de marcar una y otra vez los números
de Savannah y Holden… Para este momento ambos podrían
estar muertos, ¡oh, Emma! Si Dominic llega a causar un
daño a mi familia, mi sangre jamás podría vivir junto a él, si
daña de alguna manera el futuro de Emma. Entonces voy a
enviarlo directo al mismísimo infierno.
A las cuatro de la madrugada estoy en la sala caminando
de un lado a otro, nerviosa y a punto de un colapso, cuando
escucho ruido en el recibidor, camino abrazándome a mí
misma y encontrando a mi marido vestido diferente a como
dejó hace unas horas nuestra casa. «Estuvo asesinando».
Dejó de venir a casa manchado de sangre cuando notó el
asco que me causaba, aunque nonna no hacía ninguna
mueca al lavar la ropa, yo sí, en más de una ocasión
vomitaba mi estómago fuera en el inodoro.
Detrás, cauteloso, se encuentra Roth, tiene barba más
larga al igual que su cabello. Dominic se tambalea y me doy
cuenta que está borracho. Vuelvo mi vista a Roth quien
niega, pero no sé si a mi pregunta silenciosa sobre mi
hermano o a que debo guardar silencio.
—Dom…
—¡Tssk! —sisea para que me detenga—. Tú, pequeña
pantera… Tú has jodido mi cabeza.
—Dime que no lo heriste, por favor.
—¿Cómo podría lastimar así a mi esposa? ¿Cómo…? ¡Era
todopoderoso antes de ti y ahora…! ¿Qué soy ahora? Un
maldito imbécil.
Un poco de paz llega a mí, envuelve mi cuerpo y solo deja
detrás un halo de cansancio, angustia y dolor por mi esposo.
—Vamos, Dominic. La chica no tiene la culpa —interviene
Roth.
—Cállate, traidor. Ustedes dos, son tal para cual, ¿por qué
no se unen y tiene mini traidores juntos? ¿Eso te haría feliz,
esposa? ¿Cierto?
—No —respondo—. Eso no me haría feliz.
—Mentirosa… ¡mentirosa, mentirosa! —canturrea.
—Vamos a la cama, estás borracho.
—¿Y vas a aprovecharte de mí? —pregunta cual niño
inocente. Roth no evita reírse recibiendo una dura mirada
de mi esposo.
—No, estoy muy molesta y quiero dormir.
—Yo no quiero dormir, quiero hacer muchas pequeñas
mini Emilie… —Se detiene frunciendo el ceño, aprovecho
para llegar hasta agarrar su mano—. Me volvería loco, mejor
mini Dominic.
—Entonces yo sería la loca.
—Quiero uno de cada uno, pero tú me odias, así que no
me dejarás ponerlos dentro de tu vagina.
—¡Dominic! —regaño, mis mejillas llenándose de sangre.
—Y ella se sonroja en todas partes… Yo lo sé.
Madre de lo divino, entiérrame en la luna si es posible
ahora mismo. No soy capaz de mirar a Nikov en este
momento, solo tiro de mi borracho esposo para llevarlo
arriba y encontrar una manera de estar sola con Roth y
averiguar qué carajos acaba de pasar. Dominic es
demasiado juguetón borracho, me toca los pechos, intenta
meter una de sus manos en mi entrepierna y como si no
fuera suficiente tira de mi cuerpo, subiendo sobre mí y
acorralándome en la cama, con todo su peso sobre mí.
Empieza a besar mi cuello y, joder, cada parte correcta
revive con deseo y expectación.
—Estás borracho —gimo sintiendo sus dedos subiendo mi
vestido y adentrándose peligrosamente cerca de mi
intimidad. Desde esa noche no hemos tenido ningún
contacto sexual.
—Dijiste que me darías cualquier cosa —murmura junto a
mi cuello entre mordidas.
—¿Y qué me garantiza que no estás mintiendo?
—Chica lista —canturrea moviéndose y sacando su móvil
y sin ayuda llamando. Deja el móvil al lado de mi cabeza
timbrando en alta voz.
—¿Qué quieres, Cavalli? —gruñe la voz de Holden en la
línea. Mis ojos se llenan de lágrimas.
—¿Estás bien? ¿Savannah, Emma? —pregunto.
—Calabaza… Sí, ellas están bien.
—¿Por qué, Holden? ¿Por qué?
—Fin de la llamada —ordena Don, cortando la línea y
observando mis lágrimas—. Nadie puede lastimarte.
—Solo tú, ¿cierto?
—Yo no quiero, pero es inevitable. Soy un Cavalli, ellos no
saben querer de otra manera… Por eso murió nuestro bebé,
tendría mi sangre y sería una maldición para ti cargar en tu
vientre el hijo de un monstruo como yo. Lo odiarías como
madre me odia a mí, como me odias tú.
Y mi alma se quiebra escuchándole.
—Lo amaría… —«Como te amo a ti».
Tiro de su cuello, buscando su boca al instante y sintiendo
ese sabor amargo del whisky en ella. Don me corresponde y
gruñe, su boca castigadora no da tregua, impulsa su lengua
saqueando cada lugar, sus manos trabajan en el cinturón de
su pantalón y luego lo siento apartar mis bragas sin
romperlas, colocando la cabeza de su polla en mi adolorido
clítoris, sin juegos previos o vacilaciones se adentra en mí
con esa calma que usó en nuestra primera vez, despacio,
alejando su rostro del mío y cerrando sus ojos dejando caer
la cabeza hacia atrás, sisea palabras en italiano, todas ellas
maldiciones de lo bien que se siente mi coño. Con las
emociones colisionando la una a la otra, tiro de su camisa,
rompiendo los botones de esta y admirando la obra de arte
que es mi esposo, mío. Sin moverse en mi interior,
expandiéndome de tal forma que roza el dolor.
Chillo, cuando retrocede y se empuja de un golpe brutal
—Dominic —lloriqueo. Lleva su pulgar a mi boca, abriendo
mis labios y metiéndolo. Follándose mi boca de la misma
manera que entra y sale de mi interior, manteniendo un
patrón y no dejando de quitar esa azul mirada en mis
esmeraldas.
—Quiero hacerle el amor a mi esposa, pero estoy muy
borracho —dice antes de sacar su dedo de mi boca y su
polla con una erección dolorosa de mi interior. Se deja caer
a mi lado, boca arriba—. Fóllame, Em. Aprovéchate de tu
marido.
—Eso quisiera —gimo adolorida. Maldita sea.  Ambos nos
quedamos así, medio desnudos, medios locos y un poco
tóxicos. Su brazo cae en mi cintura tirándome hacia su
pecho, me acurruco dejando que los acontecimientos de las
pasadas horas cobren factura. Y durmiéndome en los brazos
de un hombre atormentado, que asesina sin piedad, pero
por algún poder divino, hoy se controló y perdonó la vida de
la única persona me queda en esta vida a quien puedo
llamar familia.
~♦~
Cuando despierto, sudando y enredada de una forma
antinatural al cuerpo del Capo con la luz del sol entrando en
la habitación. Bostezo y, como puedo, salgo de sus piernas
y brazos, colocando en el lugar una almohada a la cual mi
marido se adhiere como lapa.
Me quito la ropa y tomo una ducha antes de envolverme
en una toalla y con el pelo mojado bajar al primer nivel,
para mi sorpresa Roth se encuentra en la cocina frente a un
plato de panqueques y con una nonna sonriente sirviéndole
tocino.
—Buenos días —digo en italiano para ambos, los cuales
miran mi cuello—. Tengo mordidas, ¿cierto?
Roth, quien tiene la boca llena, asiente.
—¿Dónde has estado? —pregunto por fin, hace días que
no ha estado aquí, de hecho, no lo veía desde la noche del
bar.
—Dominic se molestó conmigo y me ordenó mantener
distancia —explica luego de digerir la comida.
—¿Por qué se iba a molestar contigo? Ustedes son como
una pareja inseparable.
—Cometí un error.
—Y no es mi asunto. Ya, ya… me tienen cansada con
tanto misterio. Me importa más mi hermano, ¿qué sucedió?
—¿Por qué no se lo preguntas tú?
—¿Tienes prohibido hablarme? —reviro.
—No, Emilie, pero estoy cansado de por tu culpa dañar a
Dominic. Él es mi Capo, mi jefe, mi hermano y le he
traicionado en muchas ocasiones por ti, ¿adivina qué? Ya no
lo pienso hacer, ¿y sabes de qué me arrepiento? De
manipular a Dominic para que se casara contigo, debí dejar
que Vladimir fuera tu marido, quizás así valorarías más lo
que otros hacen por ti.
—¿Perdón? No puedo creerme que tú me digas eso. No es
mi maldita culpa y lo sabes…
—¿Y el bebé? ¿Eso no es tu culpa? ¿Tienes idea del mal
que le causaste a Dominic o a Raze? ¿A la relación de todos
nosotros? Eres como una infección, atacas tan
silenciosamente que para cuando eres detectada, ya es
demasiado tarde.
—¿Por qué de pronto me odias? ¿Cómo te atreves a
mencionar a mi bebé? ¡Yo fui quien lo perdió! Y, sí, es mi
culpa ¡y tengo que cargar con ella!, ¡pero no tienes ningún
maldito derecho de echármelo a la cara…!
—Y nunca lo volverá a hacer —gruñe la voz áspera y
soñolienta de Cavalli—. Te exijo que muestres respeto por
mi esposa y no vuelvas a hablarle de ese modo, Roth. No lo
pienso tolerar.
—Sabes perfectamente todo el daño que ella ha creado y,
¿la defiendes?
—Mientras, Emilie Cavalli respire, cualquiera de mis
hombres deberá mostrarle respeto y eso te incluye a ti. Si
no puedes con esa orden, las puertas de la famiglia están
abiertas para que te marches.
No puedo creer lo que escucho o lo que veo, no fue mi
intención, pero estoy dentro de la tormenta viendo cómo la
lealtad y el respeto se han quebrado, cómo sin
proponérmelo he separado a dos hombres reñidos bajo un
juramento de sangre mutuo. Estoy presenciando de primera
mano, la caída de una hermandad. Y no sé qué hacer con
ello.
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 42
 
Necesito volver a mi rutina, a esa que me hace
permanecer estable. Roth y Dominic se han recluido en el
despacho a discutir luego de su numerito en la cocina, yo,
por mi parte, me he cambiado para salir mientras espero a
que Raze llegue, ya que será mi guardaespaldas casi
permanente por órdenes de mi esposo. Estoy en la sala
observando el árbol, ese que con tanta ilusión y cariño ayer
decoraba, ese en el cual observé partes de mi esposo.
La esfera de plástico trasparente en la cual dibujó mi
nombre, está ubicada en la mesita central. Me agacho a
evaluarla tomándola en la palma de mi mano, la letra
cursiva de mi nombre y esa dulce mariposa a un lado, que
no comprendo que tenga que ver con la Navidad, aunque
sospecho sí tiene que ver conmigo. Siento su presencia en
mi espalda, es extraño, como si de algún modo
estuviéramos unidos por algo más poderoso a este mundo.
Sonriendo triste, me giro encontrándolo en solo pantalones
de deportes, al parecer tiene planeado entrenar.
—Estás cambiada, quiero decir, como antes.
—Iré al orfanato y luego al restaurante con las chicas.
Raze está de camino.
—Es domingo… Creí que te quedarías en casa.
—Necesito volver a la normalidad o intentarlo.
—Lleva a Nick con ustedes y, Dios, Emilie, no cometas
otra tontería. No me obligues a mantenerte atada.
—Bien —claudico caminando hacia él y estirándome para
besar su mejilla—. Ayer querías formar tradiciones y estaba
muy ilusionada con ello, pero luego nuestro mundo nos
golpeó nuevamente y me pregunto, ¿será así siempre? ¿Vas
a abandonar tu familia por la mafia? ¿Tendré que ver a mi
esposo partir de una reunión familiar por que algo sucedió
en la organización y no puede ser delegado a nadie más?
Entiendo que este es nuestro mundo, pero lo que ha
pasado ayer, es imperdonable. Sí, es Holden y ha sido un
imbécil en toda la regla, pero Dominic no puede actuar así
por una impulsividad… No soy la persona más idónea para
decirlo, porque he cometido muchos errores en poco
tiempo, personas han pagado por ello, incluso la vida de mi
propio bebé.
—Lo hice por ti —confiesa observándome lleno de coraje
—. ¿Crees que uno de mis hombres se habría contenido?
¿Crees que Holden estaría vivo si no fuera tu hermano? Lo
hice por ti, pero nunca lo ves, ¿no es así? Solo te haces la
víctima. Omití quien era, sí, pero desde el minuto uno donde
supiste mi verdadera cara, fui sincero. No podría amarte, lo
dije; iba a protegerte, lo hago cada día. En Italia lo
hablamos, tendría que fingir que no me importas para que
mis enemigos entiendan que no eres mi debilidad, para que
no seas un blanco en mi contra. Estás tan cerrada y ciega
en tu supuesta infidelidad que no ves más allá de ello.
Asesino personas, Emilie.
—Cállate… —Jadeo retrocediendo.
—Disfruto hacerlo… —prosigue, acortando la distancia,
cierro los ojos cuando su mano rodea mi cuello. Y no puedo
evitar reaccionar a su cercanía, las palmas de mis manos
contra su pecho desnudo, sus músculos tensándose. Dioses
—. Estas manos que causan placer en ti, también se
manchan de sangre, castigan a más de un hombre.
Deberías tenerlo claro, incluso tú has sufrido bajo ellas.
No debería sonrojarme o sentir la humedad en mi parte
íntima… Pero todo está conectado a ese recuerdo, su palma
golpeando mis nalgas, la forma en la cual se apoderó de mí.
Abro los ojos cargada de deseo en ellos.
—Te dejaría hacerlo otra vez —musito en un bajo y
calmado gemido.
—Yo no necesito permiso para tomar lo que es mío, cara
—revira en ese juego suyo de poder y ego, sonriendo de
lado—. Introduce esa delicada mano en mi pantalón y rodea
mi polla, Emilie. Eres mi placer y lo quiero ahora.
—¿Quieres o necesitas?
—Necesito —claudica, su mano derecha tomando mi
cabello en ella y tirando con fuerza.
—Necesitar no te hace débil.
—No sabes lo que dices. Y, ¿qué tal si actúas más y
hablas menos?
—¿Qué tal si dejas de ser un hijo de puta? —rebato
rodeando su eje en mi mano sin llegar a que mis dedos se
toquen entre sí y estrujo. Mi marido se pasa la lengua por su
labio inferior. Está jugando a seducirme.
—Oh, apenas estoy empezando. Quiero una mamada de
mi dulce esposa con esa boca increíble que ella posee.
Parpadeo, desconcertada. Nunca me ha pedido tal cosa,
hemos practicado posiciones nuevas y, si bien no soy una
desvergonzada en la cama, tenemos un muy buen sexo y él
una lengua prodigiosa…
—¿Qué pasa? ¿Te desagrada la idea?
—Yo no… —balbuceo sin que nada llegue a mi mente.
—¿No lo imaginas? ¿Mi polla entrando y saliendo de tu
boca? Tus pezones duros contra esa blusa de niña buena y
tu coño empapado, goteando y suplicando por tener mi
polla a cambio o, ¿algo impide que pueda disfrutar tus
labios a mi entera demanda?
—Debo irme y cualquiera de los chicos podría entrar…
—Estamos solos, Marcela tiene el día libre, Roth está en el
primer nivel y Raze no va a subir.
Su mano suelta mi cabello y la otra mi cuello, bajando a
mis pechos y los pequeños botones siendo abiertos uno a
uno, trago temblando de nerviosismo como si fuera nuestra
primera vez. Dominic lo hace con calma metódica, dejando
a sus dedos tocarme. Cuando llega al último botón de mi
blusa, la empuja fuera de mis hombros dejándome en una
falda de estampado floral y un sostén blanco de encaje.
—Dominic, por favor, no.
—Por favor, ¿qué?
—No quiero hacerlo —confieso con lágrimas en mis ojos.
Mi respiración es demasiado acelerada y tengo imágenes,
muchas desagradables.
—Alguien tuvo eso de ti.
No es una pregunta y me siento tentada a mentir.
—Sí… —Sucia y dañada, un artículo defectuoso, es como
me siento. Bajo la cabeza, no puedo mirarle sin temor a
encontrar vergüenza o lástima. Su pulgar sostiene mi
barbilla, obligando a que nuestras miradas se encuentren
cuando alza mi rostro con ternura.
—¿Quieres hablar de ello?
Oh, jodido Dios. ¿Él acaba de preguntarlo? ¿El hombre
más poderoso que conozco y quien me ha tratado como una
basura desde el día cero, acaba de preguntarme algo?
¿Como si yo fuera realmente un ser humano y no solo un
artículo en su posesión?
—Prefiero olvidarlo —confieso.
Ellos no son iguales y si mi esposo tiene una débil
oportunidad de redimirse, la tomaré. Porque ahora, en este
preciso momento, lo que veo en sus ojos es devoción pura,
es calidez y orgullo.
—Te lo niegas a ti misma, Emilie Greystone, pero fuiste
diseñada en cada célula para ser mía.
Sin mediar una segunda palabra, su cabeza se inclina con
violencia hacia abajo, su boca se apodera de la mía, sus
labios llevando guerra y fuego a los míos. Esa lengua
perfecta y prodigiosa entrando y reclamando como siempre
ha hecho. Mis manos se sostienen de sus fuertes bíceps, mi
pecho semidesnudo sintiendo el suyo, su piel y la forma
frenética de su latido. Su beso castigando mi alma, todas
esas palabras dulces gritando en mi mente que él me ama,
que le importo, que somos uno… Que es perfecto lo que
creamos en conjunto.
Soy suya y le amo, este hombre trata cada día, cada
instante posible de gritar que soy valiosa para él, pero algo
le retiene a totalidad de abrirse.
Ayer le apunté con un arma, a mi esposo, al hombre que
horas más tarde regresó sin herir a mi hermano, ¿qué más
puedo pedirle? Ha estado conmigo en los momentos más
difíciles, no me ha dejado caer. Esto es la mafia… nunca
prometió amarme, pero sí tiene razón cuando dice que todo
se me advirtió.
Lo hizo, pero verlo con Katniss en sus piernas y él
besándola me destrozó, ¿por qué tenía que traicionarme de
esa manera? ¿Por qué me mintió y la dejó en Italia? ¿Por
qué no ser solo sincero? No podría… mi pecho duele al
comprender que Dominic solo ha tenido a Roth toda su vida.
Fue un niño sin padres normales, asesinó a su hermano para
sobrevivir, vive luchando cada noche por demostrar su valía
y poder. Que los demás le observen débil lo coloca en la
mira de todos… ¿Y yo soy su debilidad? ¿Por qué?
Se ha hecho cargo del orfanato en mi ausencia, lo sé. No
duerme por las noches, o solo lo necesario desde que caí en
estos sentimientos de culpa, ¿acaso realmente puede este
hombre amarme? ¿Necesito yo escuchar las dos palabras
para tener una certeza? ¿Acaso la propia vida de mi
hermano no es ya un claro anuncio de ello? ¿Soportar cada
uno de mis errores? ¿No echarme en cara la pérdida de
nuestro hijo?
No quiero ilusionarme y luego caer en picada de lleno a la
decepción, pero no puedo evitarlo cuando empuja mi cuerpo
hacia el sofá y me cubre. La delicadeza de su toque, un
rocío de besos calmados, sus manos empujando mi falda de
forma pausada.
No es sexo desenfrenado o una guerra de poder mutua,
esto es la creación de algo que antes no experimenté.
Miradas cargadas de todo y almas uniéndose. Finalmente
somos nosotros dos. Suplicando sin palabras de más,
tenerle dentro de mí con sosiego, movimientos dulces y
gemidos bajos. Ambos llegamos mirándonos, prodigando y
sin pedir nada a cambio.
—Ven conmigo —murmura besando mi cuello con la
respiración alterada luego de su liberación, su cuerpo
cubriéndome, mis piernas enredadas en su cadera y su
erección en retroceso aún dentro de mí.
—Las chicas y el orfanato…
—Pueden esperar. Acompáñame, por favor.
—Usas ese “Por favor” para convencerme.
—Usé el sexo para eso —bromea tirando de mi oreja entre
sus dientes.
—De acuerdo, pero quiero saber algo antes.
—¿Cuándo no quieres saber? —Levanta la mirada—. ¿Me
hará molestar?
—¿Quizás? —pregunto, inocente—. ¿Cómo Holden pudo
robarte? Se supone que ya no trabaja para ti, ¿no?
—Es la misma cuenta donde limpias el dinero del casino
—explica saliendo de mí e interponiendo distancia—. Nunca
se cambió, porque pasó a ser tuya y mis hombres me
temen. Ninguno de ellos es tan estúpido.
«Oh mierda, eso es muchísimo dinero».
—Él lo repondrá, ¿cierto?
—Ese no es el problema, Emilie. Se burló de mí, il capi de
tutti capi y tengo a tres hombres enterados de ello… Debo
poner un ejemplo, soy su líder y no he mostrado piedad a
otros que hicieron menos que Holden. Además, hay
rumores, se dice que está trabajando con unos de mis
enemigos.
—¿Qué? Eso es imposible, ¡soy su hermana, Dominic! ¡Es
absurdo!
—Solo quiero que comprendas… si esto es cierto,
entonces, aunque te lastime, Holden me obligará a tomar
acciones más drásticas. Le perdoné la vida ayer, no existe
una segunda vez.
—¿Qué dice Roth de todo esto? —cuestiono
levantándome del sofá y cubriendo mi cuerpo con la camisa
que está en el piso. No quiero fomentar una discusión
innecesaria, hablaré con Holden. Lo que sea que esté
planeando hacer, debe detenerse.
—No tiene que opinar nada, soy el jefe y él mi
subordinado.
—Es tu familia, sé que estás molesto con él por algún
motivo, pero no deja de ser un hermano para ti. No le restes
autoridad… Me siento bien cuando me defiendes lleno de
ego y siendo todo macho alfa, pero de Roth no es necesario.
Y no quiero ser la discordia entre ambos.
—¿Lo quieres? —indaga dejando ver la inseguridad
florecer.
—No como un hombre, no. Lo quiero porque tú lo quieres.
—Yo no lo quiero —revira irguiéndose.
—Don…
—Mejor vámonos, estás hablando cosas sin sentido.
—Será nuestro secreto.
—No hay ningún secreto aquí —dice serio. Grito cuando
me carga en su hombro y golpea mis nalgas, juguetón—.
Necesitas un baño, por mucho que me guste mi olor en ti,
no quiero a nadie oliéndote.
—Solo al neanderthal de mi esposo… ¡Don!

~♠~
Es extraño tener esta versión juguetona, besándome y
toqueteándome en la ducha y luego buscando miradas en el
espejo de nuestra recámara. Vistiéndonos en complicidad y
sincronía, le ayudo con la camisa, ya que odia
profundamente las corbatas; esta tarde va de negro por
completo dándole un aire de misterio y seducción.
Yo me he cambiado por un vestido blanco a pedido suyo,
uno muy revelador y pegado a mi cuerpo, el collar Cavalli
en mi cuello y una cola en alto con algunos mechones
sueltos y solo un toque de maquillaje. Llamo a las chicas
para avisar los nuevos planes, Hannah resiente un poco,
pero Dalila responde un escueto mensaje.
Debo averiguar qué sucede con ella luego de esta salida
con Dominic, que, por cierto, no tengo la remota idea de
hacia dónde nos dirigimos. El garaje está lleno de
camionetas Ranger grises con cristales polarizados y al
menos una docena de hombres, cuando Dominic empuja
despacio mi cuerpo dentro de uno de los seis vehículos. En
el nuestro, Raze ya se encuentra sentado al frente y Roth a
volante.
—¿Por qué tenemos tanta seguridad? —cuestiono cuando
las camionetas empiezan a salir divididas, tres a la izquierda
y tres a la derecha, nosotros en el medio del primer grupo
con dirección a Manhattan.
—Distracción —responde frío, metido de lleno en su
móvil, escribiendo algo. Busco los ojos negros de Roth en el
espejo retrovisor, pero este rehúye mi mirada. La tensión se
puede palpar dentro del reducido espacio, pero sé que no
servirá de nada intentar sacar alguna información delante
de los chicos.
Media hora más tarde llegamos a la sede central del
Banco Cavalli Corporation Inc., el banco central de New
York, ese donde la primera y última vez que vine, mi esposo
tenía una joven doblada contra su escritorio. Salimos rápido
de los vehículos y cuatro de los hombres vigilan el perímetro
vestidos de negro. Dominic está tenso y tira de mi
antebrazo todo lo delicado posible, pero apurándome a
caminar.
Algo grave está pasando, algo relacionado muy
posiblemente con mis errores. ¿Los colombianos planeando
represalias? ¿Vladimir habrá realizado algún movimiento sin
mi autorización? ¿Un nuevo enemigo? ¿Lucas Piazza…?
Entramos al ascensor directo, solo los chicos quedándose
detrás.
—¿Don…?
—Todo está bien, confía en mí.
—¿Qué hacemos aquí? No entiendo, creí…
«Que iríamos algún lugar romántico nosotros solos y lejos
de este drama y la mafia. Quizás una luna de miel real, ya
que no tuvimos una».
—Confía en mí, ¿de acuerdo? No dejaré que nada te
suceda, lo prometo.
Y sus palabras están cargadas de seguridad y dominio.
Asiento, tragando en seco. «Confiar…» Esa palabra mágica
que nunca se me ha dado bien.
—Confío en ti —pronuncio sosteniendo su mano.
Se inclina y besa mi frente, deteniéndose unos cortos
segundos de más hasta que las puertas se abren en el
último nivel y nos separamos.
—No harás nada para herirme, ¿cierto?
—Tienes mi palabra y sé que no te es suficiente, pero mis
actos espero que sí. Recuerda que tengo que fingir delante
de un grupo determinado de personas indiferencia hacia ti…
Tenlo presente en las próximas horas. No bajes tu cabeza,
usa ese coraje que siempre muestras y esa cara de póquer
que has personalizado estos meses, permanece a mi lado,
aunque mis palabras te disgusten —instruye, poniéndome
nerviosa.
—Dominic, por favor —suplico, pero mi marido camina,
atravesando el lobby y guiándonos al final del pasillo donde
abre una puerta de cristal a lo que parece ser una sala de
juntas. Siete hombres se giran a mirarme, sorprendidos de
verme en este lugar, dos de ellos observando mi cuerpo
detenidamente.
Don me empuja como un cordero al matadero. Vladimir
se encuentra aquí, sentado en la mesa alargada jugando
con un vaso, cuando nuestros ojos conectan me mira
extrañado, niego despacio porque no entiendo qué puedo
estar haciendo en este lugar. Landon está al final de la
mesa con una laptop abierta, y dos chicas sirviendo
aperitivos y licor a los presentes.
—Señor Cavalli —saludan los tres hombres más mayores,
los demás no han dejado de mirarme, algo que claramente
incomoda a mi esposo. Quien rodea mi cintura con más
ímpetu, llevándome a su pecho.
—Roth nos acompañará en breve. Emilie, toma asiento.
Me muevo desconcertada, sin saber cuál lugar ocupar,
cuando desliza la silla a su lado derecho, invitándome a
quitar mi abrigo. Estoy temblando de expectación y
aventuro una mirada a los presentes, a excepción de
Landon y Vladimir, todos están confundidos y mirando a
Dominic en alguna clase de pregunta secreta.
Mi esposo quien parece haber crecido más, tiene una
postura amenazante y fuerte, sus hombros rectos y la
mirada aburrida. Dios, solo quiero que me doble en esta
mesa y me haga suya mirando su poder, su juego de
manipulación… ¿He perdido la razón?
Se sienta a la cabeza negando hacia una de las chicas,
quien intenta darle un vaso de whisky y una copa de
champán para mí, la cual niego a duras penas. Necesito
algún tipo de líquido en mi sistema o voy a colapsar de
nervios delante de estos hombres. La puerta principal se
abre, con Roth entrando a la elegante estancia. El cristal
deja apreciar la ciudad de New York a nuestros pies, las
paredes en blanco con solo un cuadro central de acuarelas,
rojo, negro y tonos grises y blanco entrelazados.
Es una belleza de explosión colorida a la vista, el rojo
dando alusión a la sangre y el negro esfumándose en
muerte. Roth deja una botella plástica de Coca Cola frente a
mí, antes de rodear la mesa y sentarse en su lugar, a la
izquierda de Dominic quien solo está jugando con sus dedos
en el cristal de la mesa. La abro bajo la atenta mirada de los
presentes y doy un trago, Dios, quiero tomármela toda.
Tengo la ansiedad al mil.
—Bien, ya que estamos todos reunidos, es hora de
empezar esta reunión —dice abriendo su palma en dirección
a Landon. Uno de los hombres más viejos a simple vista
abre los ojos de par en par, pasándose la mano entre sus
cabellos canosos y dudando de abrir su boca… ¿Tanto miedo
le tienen a Dominic? Desde mi punto de vista, Roth es más
misterioso y según los rumores… peligroso, pero yo nunca
me enteré de nada de Don, porque él es solo un mito sin
rostro en la mafia. Es quien controla y despliega, pero su
nombre no es mencionado. Ahora, viendo el nerviosismo en
este hombre y como mi esposo representa tan bien su
papel, me hacen dudar de mi propia cordura. ¿Cuál es el
real Dominic Cavalli? ¿Este o el de horas atrás? ¿El que besó
mi frente hace minutos?
—C-Con todo respeto, mi señor… ¿Su esposa va a
quedarse? Esto es una reunión de la famiglia —tartamudea
entre palabras, sin mirar a la cara a mi marido. Don sonríe,
esa sádica sonrisa de burla.
—Mi esposa no, Sebastián, pero Emilie Greystone sí.
—No comprendo —señala otro de los presentes, este al
lado de Vladimir.
—Quiero presentarles de manera formal a Emilie
Greystone, hija de Joseph… Sí, ese Joseph Greystone y quien
en sus años de vida sirvió a la famiglia con honor y lealtad.
Este día, anuncio la incorporación de la señora aquí
presente a la mesa central.
—Hablo por todos, cuando digo que estuvimos de
acuerdo cuando se le entregó el poder sobre varios casinos,
pero, ¿un puesto en la mesa central de la orden? ¿Qué
puede aportar una mujer…?
—Seis millones limpios cada semana, multiplicados por
cuatro cada mes, solo de uno de mis casinos. Cuando, hasta
donde tengo entendido, ustedes limpian seis u ocho
máximo al mes —digo apretando los dientes y mis manos
en puño sobre la mesa. El corazón me late a mil, porque, si
Dominic acaba de nombrar a mi padre, uno, es porque muy
posiblemente sabe más de lo que hasta ahora me ha dicho
y, dos, porque nadie me va a menospreciar por ser una
mujer. Quizás no pueda mandar a matar o hacerlo con mis
propias manos, como ellos, pero soy buena en lo que hago.
Limpio el dinero sin tener un solo problema con las leyes
federales, tengo los libros en orden de los dos casinos bajo
mi poder.
El hombre cierra la boca, sus ojos grises lanzándome
dagas diminutas, mientras los otros dos murmuran
asombrados no sé si con la cantidad o por el hecho de que
tenga una boca para hablar y se me permita hacerlo.
—¿Ella será su mano derecha ahora? —pregunta el viejo,
a quien Dominic nombró Sebastián.
—El mundo va evolucionando —responde Dominic a
cambio, parándose en toda su altura y dejando la palma de
su mano abierta en la mesa. Sin perder esa maldita sonrisa
suya—. Las mujeres son, por demás, más innovadoras que
los hombres arcaicos. Por ejemplo, fue su idea implementar
nuestra mercancía dorada. Literalmente es oro para el
consumidor, también fue su idea el camuflaje en los bordes
de las obras de arte. Y, Landon, muéstrale uno de nuestros
mapas en Italia —ordena. Una imagen digital y
tridimensional se despliega en la mesa, ríos y montañas, es
como estar viéndola en vivo, un mapa de última tecnología.
—Emilie ¿podrías encontrar una manera efectiva de pasar
del punto B al A sin ser detectada por los puntos rojos?
Lo observo, rogándole con la mirada no hacerme esto, si
me equivoco, seré el hazmerreír de estos hombres y, si no
me equivoco, acabaré exponiendo una parte mía demasiado
delicada y peligrosa. Soy un arma, y Dominic lo sabe, mis
ojos caen en Roth y cuando los suyos están enfocados en la
mesa y no en mí, sé que mi vida ha sido manipulada una
vez más.
Dominic sabe todo, ninguno necesita fingir más. Empujo
la silla hacia atrás poniéndome de pie, todos están
pendientes de mí y podría irme en este preciso momento o
enfrentar esto. Observo las líneas en el mapa, una azul y
otra verde.
—¿Esas son rutas alternativas? —cuestiono hacia Landon.
—Sí, una es la que usamos y otra es nuestro diseño más
reciente.
—Enfócate —demanda Dominic en voz baja—. En cruzar
Florencia hacia Roma sin que nadie te detecte, imagina que
eres tú y que tienes cualquier recurso. Aire mar y tierra,
¿cómo lo harías?
Se lleva sus largos dedos a la boca y barbilla, acariciando
esa delgada barba que posee y observándome con
intensidad, ¿es esto un reto?
—En primera, no podría, esto es la selva. No estás
mostrándome un mapa de Italia.
Todos los hombres en la sala retroceden en su asiento,
ahora puedo distinguir asombro e incluso orgullo en los ojos
del más mayor de todos. La realización me golpea, Don
controla a estos hombres y es el más joven de todos. Sus
hombros cargan con la responsabilidad de esta organización
y no está llevándome al matadero, sino confiándome algo
importante.
—Es Brasil, y el punto B Colombia.
—¿Y qué vas a transportar en medio de la selva?
—Mis hombres —habla por primera vez Vladimir,
poniéndose de pie y rodeando la mesa. Dominic aprieta sus
puños cuando Vladimir se coloca a mi lado, demasiado
cerca—. La línea verde es mi ruta, la que considero más
rápida.
—Pero no la más segura, quiero decir, necesito mirar un
poco más el mapa, pero esta línea cruza puntos donde
podrían toparse con la guerrilla. Y no es la más rápida, si te
fijas, envías a tus hombres por terreno pantanoso. Ninguna
de estas rutas es segura, la azul atraviesa Venezuela…
¿Quieres atacar Colombia? ¿Por qué?
—Mi hermano, Kain se ha encargado de apoderarse de
Colombia.
—Bueno, entonces llámalo y dile que te ha quitado un
juguete —ironizo poniendo los ojos en blanco—. ¿El mundo
no es lo suficientemente grande? Si tu hermano tiene
Colombia, entonces toma Ecuador.
—Yo soy quien quiere Colombia, Emilie —aclara mi
marido, me vuelvo hacia él—. Por respeto a la unión de
bratva y Sicilia no estoy viajando yo mismo a tomar mi
territorio, y ofrezco a Vladimir la oportunidad de actuar
antes que la famiglia.
«Mentira…» Quiero gritarle. Está fingiendo darle un
avance a Vladimir, pero, ¿con cuál propósito?
—Raze está esperando fuera por ti, Emilie —anuncia
conociendo que estoy a punto de mandarlo a la mierda
delante de estos hombres, ¿para eso me folló más
temprano? ¿Es la razón de tanta ternura y amabilidad?
Maldito hijo de puta—. Landon te enviará el mapa y las
coordenadas.
—Sí, señor, ¿desea pasta o carne para la cena? —escupo.
—Carne… a término medio.
Y tiene el atrevimiento de medio reír. Vladimir es quien
sostiene mi antebrazo, guiándome hacia la salida.
—¿Pasamos al tema del hermano? —pregunta el viejo.
—Me hice cargo —responde Dominic con desdén,
moviendo las manos.
Vladimir abre la puerta y la cierra a su espalda,
soltándome en el instante.
—¿Qué carajos fue eso? ¿Qué estás haciendo?
—Estás bien. —Jadea Ivanov. Temía por su
vida, durante unos días creí que Dominic
lo asesinó, antes de tener la seguridad de
que estaba vivo.
—Tú igual —digo.
—Eso creo. —Ríe bajo. Separando mi
cuerpo del suyo acuna mi rostro—. ¿Estás
bien? ¿Él no te lastimó…?
—No físicamente —admito—. No deberías
tocarme delante de Dominic o quedarte
aquí, vuelve a esa junta.
—Tenía que asegurarme que estabas bien.
Hannah le contó a Dalila que no estabas
en tu casa. No puedo evitar preocuparme.
—Necesitaba unos días… esas personas.
—No es tu culpa. No debí llevarte
conmigo.
—¿Dominic te lastimó?
—No, pero me ha costado unos millones y
limpiar el desastre.
—Lo repondré —ofrezco.
—El dinero no importa —dice levantando
la mano para tocarme, pero se queda en
el aire—. Debo entrar.
—Sí…
—Sigues usando la pulsera —susurra
mirando mi muñeca.
—Es muy bonita.
—No más que tú, маленький[24]
—Buscaré la manera de ponerme en
contacto contigo. Vuelve dentro y
averigua qué trama Dominic… Está
mintiendo en algo, pero no lo tengo claro.
Afirma antes de entrar y dejarme sola en
el pasillo. Miro la puerta como si eso me
diera alguna respuesta a lo que acaba de
suceder, ¿de verdad puedo confiarme? ¿Es
esto una ventana a su mundo, nuestro…?
Con Dominic no tengo nada claro o estable, sé cuán
poderosa es su manipulación para conseguir su objetivo,
pero las pasadas semanas, ¿ha sido real o solo una más de
sus mentiras? Anoche le perdonó la vida a mi hermano, eso
cuenta, ¿no? Dioses, me volveré loca, no todo puede ser un
plan. Algo en su interior debe ser real.
Eso espero sinceramente, porque si es una más de sus
mentiras no sé si pueda reponerme una vez más de la
caída. No quiero ser víctima de otra manipulación.
Cansada emocionalmente, como suele dejarme, hago mi
camino hacia el ascensor encontrando a Raze sentado en el
ala de espera del lobby con su teléfono en mano y un video
de su pelirroja desconocida. Esta vez la chica parece estar
ensayando ballet clásico. Raze bloquea la pantalla en
cuanto se percata de mi presencia, a diferencia de Italia,
prefiere no decir nada. Y solo se levanta hacia el ascensor y
presiona el botón de llamada.
—¿Por qué no has vuelto al apartamento? —pregunto a la
montaña de carne, quien tampoco hace por mirarme a los
ojos.
—Necesitabas espacio, yo…
—No es tu culpa.
—Uno de mis hombres te tocó, eso es imperdonable. Sé
que fue un incidente…
—No fue un incidente, agarró mis pechos y por ello le
rompí la nariz —confieso entrando en el duro metal.
—Parker no haría eso, Emilie. Estás confundida.
—Claro, la víctima nunca tiene la razón ¿eh? Sé lo que es,
ese hombre me tocó sin mi consentimiento. Lo golpeé y me
empujó al suelo y, si no se lo he dicho a Dominic, es porque
ambos sabemos que ese chico terminaría siendo la comida
de perros callejeros.
—Infiernos, no me digas que eres de esas.
—De esas, ¿cuáles? —gruño dejando salir mi mal humor.
—De las que inventan una mentira solo por no reconocer
su error.
—¿Insinúas que necesito mentir para romperle la nariz a
un hijo de puta depravado? Vete a la mierda, Raze. Pensé
que tú sí entenderías y no ibas a señalarme como una
mentirosa. Perdí a mi bebé y, sí, es mi culpa, pero ese
maldito me tocó y te lo demostraré así sea lo último que
haga. Recuérdalo, tendré la oportunidad de decir, “te lo
dije” —siseo saliendo de la caja metálica en el garaje y
caminando hacia una de las Ranger—. Y ve con el otro
dispositivo detrás, no tengo ánimos de verte la cara de mal
humor.
—Sí, señora. —Eso último lo escucho de forma irónica
antes de entrar en la camioneta con Nick como chofer.
—Debí irme con las chicas —musito cansada de esta vida,
¿no existe un día de paz? Quiero volver a los días pasados y
solo existir en la cama todo el día.
Estoy tan cansada. Dioses, merezco un poco de
tranquilidad. Una que no tendré, porque solo salir del
estacionamiento veo el deportivo de Holden frente a la
puerta principal del banco y a dos hombres doblándolo
contra el capó de este. Ordeno a Nick orillarse y salgo del
vehículo atravesando la calle corriendo. No tengo mi abrigo
y eso hace que el frío del casi invierno me pegue de lleno.
Escucho las otras dos camionetas detenerse con un
rechinido de las llantas.
—¡Holden! —grito pegándole a uno de los grandullones—.
¡Suelta a mi hermano! ¡Es una orden!
—¡Emilie! ¡Vuelve aquí, ahora mismo! —vocifera Raze
bajando del vehículo. Uno de los grandotes suelta a Holden
dejando a este en libertad. Holden le dice unas maldiciones
antes de girarse hacia a mí, camino dos pasos para
abrazarle cuando pasa, escucho el grito de Raze, lo hago y
su voz es de alarma, pero no puedo moverme y tampoco
gritar, abro mi boca y nada sale.
La primera explosión es en su hombro, parte de su sangre
cae en mi cara, en mi vestido, la segunda es en su cabeza y
esta vez la sangre entra directo en mi boca. Un cuerpo cae
a mi lado, uno de los hombres de seguridad derrumbados
cuando caigo de rodillas sosteniendo a Holden, quien tose
agarrándose el cuello. Y luego otro cuerpo, Raze tira de mi
cintura, con una fuerza antinatural me carga. Grito, pataleo
intentando llegar al cuerpo inerte en la calle, mientras
escucho disparos en todas direcciones y las órdenes de
Raze cuando me lanza en la parte trasera de la Ranger.
Lucho, lucho contra él y su fuerza, pero es una roca
indestructible, restringiendo mi movimiento, la camioneta
retrocede volviendo al garaje subterráneo. Nick lanza
palabras en clave y es entonces cuando finalmente un grito
desgarrado inunda todo. No lo reconozco, pero soy yo. La
angustia y el dolor quebrándome, como si estuvieran
sacando mi corazón del pecho con garras y tirando de este
en carne viva. Grito contra el cuero del asiento…
«Yo no quería esta vida, pero ella me eligió a mí».
 
CAPÍTULO 43
 
—Señora Cavalli, ¿cuánto tiempo más necesita para
empezar a hablar? —cuestiona con una voz engañosamente
dulce, Phils Rawson. Si supiera que he convivido con el
señor maestro de la manipulación y el engaño por meses,
no intentaría endulzar mi mente con ese tono de voz meloso
y bajo.
—¿Dónde está mi esposo? —pregunto por décima vez,
dejando caer mis manos esposadas en la mesa, observando
la sangre espesa en mis manos, en mi vestido que esta
mañana era de un puro y virginal blanco y ahora es solo un
pedazo de tela inservible.
—Él no va a salvarte… Habla conmigo.
Trago saliva, sintiendo las lágrimas en mis mejillas.
—Puedo ayudarte —continúa y se atreve a sostener mis
manos—. Déjame brindarte una salida, Emilie. Piensa en ti y
si verdaderamente esto es lo que quieres en tu futuro. Lo
que hablemos quedará entre nosotros, te lo garantizo.
Confía en mí.
«Confía en mí.» ¿Cuántas veces no he escuchado esa
palabra? ¿Cuántos no han fallado a esa oración en el
pasado? Sí, he confiado y salido herida a cambio. La
confianza no es un mérito, es una virtud. Debe ser cuidada
y apreciada cada día, respetada y amada como un ser vivo
y no solo palabras vacías. La confianza se gana, no se pide.
—Mi papá me pidió exactamente lo mismo, ¿sabes? Me
sentó en sus piernas y me dijo “confía en mí, princesa. Es
solo un juego. Te divertirás…” Todo lo que quería era pasar
tiempo con él.
—¿Tu papá te abusó? —pregunta ahora con lástima.
—Oh, sí. Lo hizo, pero no sexualmente. El abuso viene en
muchas formas, señor Rawson. No es solo penetración. Eres
un hombre de la ley, no entiendes de lo que hablo. Estoy
desvariando, supongo.
—¿Qué sucedió, Emilie?
—Ya se lo dije, detective. Estaba con mi esposo y al
abandonar las oficinas vi a mi hermano discutiendo con la
seguridad, me acerqué y lo siguiente ya lo sabe…
—¿De qué estaban discutiendo?
—No lo sé.
—¿Por qué piensas que discutían?
—Tampoco lo sé.
—No estás ayudando, Emilie. Te diré lo que va a
suceder…
—No —corto pegando en la mesa—. ¡Yo te diré lo que
sucederá! Vas a soltarme y dejarme ir en menos de cinco
minutos. Eso harás, vas a decirles a tus amigos detrás del
cristal que mi esposo no estará para nada contento
sabiendo que me tienes atada de manos como a una
delincuente.
Se inclina en la mesa, mirándome, evaluando qué tanto
puede empujar mi límite. Los hombres, todos ellos me
tienen cansada.
—Y si te digo que no hay nadie detrás del cristal, que solo
somos nosotros dos, que puedo devolverte tu libertad, ¿me
creerías?
—Los cuentos de Disney ya pasaron de moda.
—¿Ahora son los de mafiosos…?
—Sé quién eres, no vengas a darte aires de policía bueno.
Quizás lo seas ahora, pero vienes del lodo, Phils Rawson.
—¿Me investigaste? —cuestiona sonriente, sentándose en
la silla a su espalda y subiendo los pies en la mesa. Estamos
en una habitación oscura, apenas iluminada por una débil
luz en el centro.
—Quedan tres minutos, Phils.
—Yo sí te investigué y no creo que quieras esta vida para
ti… Y Emma.
Giro el rostro ante la mención de su nombre y solo
encuentro una visión sangrienta contra el cristal que apenas
me refleja. Trago, sintiendo las últimas lágrimas descender.
Y guardo silencio, buscando en mi mente cómo mi vida se
ha convertido en esto y solo teniendo un culpable en la
mira. Mentirme no sirve de nada… Ya no siento, lo que
queda de mí es un cascarón vacío empezándose a llenar de
una oscuridad alarmante.
Mi acompañante silba a punto de decir algo cuando tocan
en la puerta y anuncian mi liberación. No sonrío, no le digo
que le advertí que esto pasaría. Solo me pongo de pie y
extiendo mis manos, esperando que me libere. Phils
Rawson, detective de la unidad del FBI en investigación
federal, aparta varios mechones de mi rostro, tomándose el
atrevimiento de tocar mi mejilla. Su piel marrón en
contraste con mi palidez.
—Sabes dónde encontrarme, Emilie. Cuando te sientas
lista estaré esperando por ti. Solo quiero ayudarte.
—Nadie puede —susurro. Nadie tiene tanto poder para
enfrentar a Dominic, salvo yo misma.
—Estarían en protección a testigos, Emma y tú no
merecen esta vida.
Los azotes esta vez son más violentos, así que retira las
esposas de mis muñecas y las deja caer en la mesa,
abatido. No puedes lanzarte contra tu enemigo si no tienes
los recursos necesarios y, aunque Phils tenga una buena
fuerza de voluntad para querer destruir a Dominic, no existe
manera en la cual lo logre, no ahora. Necesita información
más precisa.
Camina a la puerta y la abre, dos hombres mayores están
detrás, Florentino, el padre de Katniss y Sebastián, el
hombre a quien conocí en la mañana.
—Retener a la señora Cavalli sin ninguna prueba te
llevará a estar destituido de tu puesto, Rawson —sisea
Sebastián.
—Solo fueron preguntas de rutina, señor —murmura
bajando la cabeza. Una sonrisa tira de mis labios, debo
haber perdido la razón. Por supuesto que Dominic fue una
cabeza más grande por encima.
Es un maldito hijo de puta, ¿quién será la persona que
pueda dominar al Capo y salir victorioso?
—Deja tu placa y arma, Rawson —ordena Sebastián
mientras Florentino me sostiene del antebrazo, tirando
ligeramente de mí.
No es un mal hombre, solo se ha involucrado con mi
esposo, un hombre cruel y sediento de poder. Miro a Phils
sobre mi hombro una vez más, antes de salir por completo.
Se ve molesto y asombrado, pero cumple la orden de su
superior. Una americana gris cubre mis hombros, cortesía
del hombre a mi lado y finalmente dejo de mirar al detective
avanzando por los pasillos de la delegación hacia la salida,
los uniformados nos observan al pasar hasta donde se
encuentran Dominic y los hermanos Nikov.
Raze está sucio de sangre, pero no visiblemente herido.
Dominic tiene un semblante frío y duro. Camina hacia
nosotros, encontrándome a medio camino y sus manos
sosteniendo mi cabeza, acunándome como su pequeño
gorrión perdido.
—Estás bien. —Jadea tan bajo que, de no mirar sus labios
moverse, pensaría que le he imaginado. Asiento sin poder
hacer uso de mi boca.
—La prensa está rodeando el lugar, señor —informa
Florentino—. Deberían salir ahora, antes que sea un circo
mayor.
Mi esposo no responde nada y de forma habitual,
tampoco agradece. Simplemente me lleva contra su pecho
y llama a los chicos, ellos tres, junto a la seguridad cubren
tanto como sea posible mi cuerpo. Afuera los periodistas
tienen cámaras apuntando hacia mí, lanzan preguntas
estúpidas mientras un hombre al frente -el abogado de la
famiglia, supongo-, dice que no se tiene ninguna
declaración por el momento. Hablan sobre un intento de
secuestro, de un robo millonario, cada una de sus preguntas
e hipótesis más lejanas de la realidad. Entro en la parte
trasera de la camioneta, seguida de Dominic y un chofer
diferente detrás del volante.
Los uniformados protegen el vehículo para salir del
recinto completamente.
—Llévame con él —demando observando afuera, el
atardecer en la ciudad de New York, las nubes grises y los
reflejos anaranjados golpeándose.
—Emilie…
—¿Dónde está? —espeto.
—Se encuentran preparando el cuerpo.
—¿Qué…? —Jadeo girándome a mirarle. Frunce el ceño y
luego abre la boca— ¿Preparando qué cuerpo? ¡Habla de
una buena vez!
—Nena, demonios… Él está muerto, Em. Murió en la
escena.
—¿Holden? ¿Mi hermano? Eso no es posible… ¡Estás
mintiendo!
Intenta agarrarme cuando empiezo a pegarle. En el
pecho, a la cara, en cada lugar posible. Grito, no me
reconozco a mí misma. Dominic me domina contra la
espalda del asiento delantero. Me habla, pide que me
detenga, me dice que estoy causándome daño a mí misma,
grita algo sobre mi respiración, pero no obedezco, no
reacciono, solo me pierdo.
Dejo que entre el dolor y la angustia y me lleven consigo.
Se vuelven parte de mi alma, se unifican en mi pecho. La
esperanza saliendo por completo, la dura y cruda realidad
embistiéndome. Está muerto, mi hermano, mi única familia.

~♠~
Verlo es la parte más difícil de todo, su cuerpo frío y sin
vida, el color fuera de sus labios. Una toalla quirúrgica
tapando la mitad de su rostro. Su cuerpo con múltiples
disparos de entrada y salida. Muerto, asesinado.
—Ella tendrá una mejor vida —le prometo besando su
mejilla, para este momento he dejado de llorar y solo me he
dado un baño rápido.
No supe antes que la sangre fuera tan difícil de sacar. Es
de noche, no he comido, tengo a una Savannah devastada y
una pequeña Emma que no tiene idea que se ha quedado
sin su padre toda su vida. Que este día la va a cambiar. El
Capo ha mantenido su distancia desde que llegamos a la
casa y solo se dirigió a mi persona cuando bajé lista para
ver a mi hermano por última vez.
—Señora Cavalli —llama el doctor que nos ha pedido
entrar.
—Ya salgo, un segundo más.
Le muevo ese pelo rebelde suyo mientras lo recuerdo
regañándome por entrar a su habitación sin permiso, o esa
vez que descubrí sus revistas para adultos. Las discusiones
con nuestro padre cuando quería irse a Londres. Recuerdos
buenos, reemplazando los malos.
No era un buen hombre, era cobarde y un desastre en su
vida personal, pero era un buen padre para Emma, igual un
jefe de decenas de personas, contribuía en obras de
caridad… Me dejó con Dominic, lo sé, pero… ¿Qué otra
salida tenía? 
Es fácil condenarlo y ponerle un cartel del malo en la
película, pero si soy realista y honesta conmigo, ¿cómo iba a
defenderme? Era un negociante envuelto en la mafia y esa
siempre será nuestra condena, a menos que cambie las
reglas del juego. Dominic Cavalli quería una Reina, le daré
una.
—Por ti, hermano —juro antes de salir—. Queme el
cuerpo.
—Eso no puede ser posible.
—Haga lo que ella ordena —demanda la voz de mi
esposo. El hombre afirma antes de entrar a la habitación y
dejarnos solos en el pasillo.
—¿Eres responsable de esto? —reviro. No trata de ocultar
su crimen y eso me enfurece, levanto la mano y le giro el
rostro. El golpe resuena en el lugar, en un eco distante—. No
te lo perdonaré, Cavalli, ¿crees que eres mejor que tu
padre? Ambos son cortados con el mismo filo. Me das asco,
tú y todo tu mundo.
—Así será siempre, ¿no? Algo malo sucede y seré
condenado por ello.
—Asesinaste a mi hermano.
—¡Yo no lo hice! —exclama enfurecido, pegándole a la
pared a mi lado.
—Que tus manos no estén manchadas de su sangre no
quiere decir que no fuiste su asesino. Tú, quien mataste a tu
propio hermano, ¿por qué ibas a tener piedad del mío?
—Estás siendo injusta.
—¿Injusta?, ¿yo? ¡Lo dice el hombre que me condenó a
soportarle cada segundo de mi vida! ¡Que me obligó a
casarme con él por un capricho! ¡Debiste ser tú! ¡Tú! Tenías
que morir esa noche… —Rodea mi cuello con más fuerza de
la que nunca ha usado antes, sus ojos azules diabólicos.
Mostrándome el verdadero monstruo—. Tienes que usar la
fuerza porque no tienes palabras. A diferencia de ti o de
Holden, no le tengo miedo a la muerte, ¿quieres acabar
conmigo? ¿Asesinarme? Adelante, si fuera tú, lo haría en
este preciso momento. Vamos, Dominic, eres el jefe de
jefes. l'amore ti condannerà. Porterò il fuoco dell'inferno alla
tua porta.
—El dolor de la pérdida te ha cegado, haré de cuenta que
no has dicho nada de esto y si decides ir contra mí…
—¿Vas a matarme?
—No, te encerraré en la mansión Cavalli y te usaré cada
día a mi antojo, ¿crees que soy malo? No conoces mi
verdadero rostro y, créeme, no quieres verlo. La muerte, en
las condiciones que pienso tenerte, sería una bendición.
Se aleja dejándome en el lugar, sin una palabra más. Sin
saber la guerra que está alzando, una de la que me
encargaré pierda. Aliso mi blusa y limpio mis mejillas,
sacando el móvil de mi bolso envío un corto mensaje.
«Estoy dentro.» Y preciso enviarlo antes de borrar el
remitente.
El funeral es rápido, solo unas cortas palabras de
consuelo. Savannah es la más afectada. No hacemos una
celebración grande, solo los socios, los Nikov, Hannah y
Dalila junto a sus maridos y Dominic en mi espalda, de pie,
a una buena distancia y con quien no he cruzado más
palabra, y algunas personas allegadas del trabajo. Emma
está en el ático con Marcela.
Savannah llora en mi hombro, mientras le brindo
consuelo.
No lloro, las lágrimas no me lo traerán de vuelta. Al
finalizar, sus cenizas se me entregan en una urna negra.
—¿Qué sucederá ahora? ¿Emma? Ella me necesita,
Emilie. Es mi niña.
—La cuidaremos, unidas, Savannah. La voy a proteger —
prometo.
—¿Cómo? —cuestiona riendo dentro del llanto—. Estás
casada con él.
—Huiremos, nosotras tres. Por favor, solo déjame que
encuentre la salida. Debo tener la seguridad de que no será
un peligro para ninguna de nosotras.
—Dámela, me la llevaré lejos. Lo de nosotras, no creo que
funcione, Dominic no te dejará. Está obsesionado contigo.
—No es el lugar ni momento para hablar de ello, ¿de
acuerdo? Más tarde —suplico. Afirma y se levanta, es hora
de dejarlo ir al único lugar donde siempre ha pertenecido,
con Emma Greystone, mi madre.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 44
Dominic
 
—Tienes menos de un minuto para sacarla de esa
habitación. No me importa a quién debes sobornar o incluso
asesinar, pero quiero a mi esposa fuera de esa habitación,
¡¿comprendes?! —grito soltando su camisa. El abogado de
la famiglia parpadea, asombrado de mi falta de control y
posiblemente viéndome como la bestia que soy realmente.
—Sí, señor, estoy haciendo todo lo posible…
—¡No es suficiente hacer lo posible! ¡Ella lleva cinco horas
encerrada con ese hijo de puta! ¡Cinco horas!
—Volveré a hablar con nuestro hombre.
—Eso no resolverá nada… —digo pasándome la mano por
el pelo. Necesito pensar, controlar mi mente y actuar con un
objetivo más frío—. El juez criminalista… ¿tiene una hija?
¿Quince o dieciocho? Le amenazas con ello, si no está en
nuestra nómina, entonces tiene una razón extra para entrar.
Empieza a moverte, Rogers —siseo. Asiente frenético antes
de salir corriendo fuera del cuarto de interrogaciones, nos
ha sido asignado gracias a mi gente, esos del bajo mundo
cuyas cabezas están en mis palmas. Pero no tengo al más
importante en este juego, Phils Rawson.
—¿Y si nos delata? —cuestiona Roth hablando por primera
vez en un largo tiempo. Me quito la americana de mi traje
dejándola en la mesa.
—Ella no lo hará.
—¿Y si lo hace?
—Lo tengo cubierto —miento. Emilie posee demasiado
poder sobre mi persona y la organización. No, no lo tengo
cubierto, le he dado mucha información a lo largo de estos
meses, información clara y precisa… ¿En qué demonios
estaba pensando?
No lo hacía, ese es el problema. Estaba enfocado en su
persona y no en lo que representa. Creí erróneamente que
siempre la tendría en mi puño, cuando ella nunca ha estado
encerrada.
Roth no dice nada y suspiro en silencio. Por primera vez
he de admitir que no estoy preocupado por si habla o no
sobre mis negocios. Salgo del pequeño cuarto de
interrogación, los uniformados nos miran, conozco a muchos
de ellos, sus rostros, pero todos nos conocen a ambos.
Saben que, a pesar de estar sirviendo a la ley, en sí cada
puto día nos sirven a nosotros, a mi mano derecha, Roth
Nikov y a mi persona.
La única imagen que tengo de Emilie es esposada a una
maldita mesa y llena de sangre, no sé si suya y esa duda
está carcomiéndome. Para mi afortunada suerte, encuentro
a Phils Rawson en la máquina de café, coqueteándole a la
chica quien sirve.
—Dominic… —suplica Roth, pero ya es demasiado tarde
cuando empujo al hijo de puta. El cual se sorprende al
verme de frente.
—Quítale las putas esposas, ¿desde cuándo es una
criminal? ¿Cómo te atreves a tenerla bajo un interrogatorio
federal? Esto no se quedará así, Rawson —siseo en su cara.
Los policías no hacen nada, para ellos este hombre y el FBI
solo son la basura que se cree oro dentro del sistema. Si
decidiera asesinarlo en este momento, ellos guardarían el
puto cuerpo.
—¿Qué harás? ¿Comprar todo el departamento del FBI? —
pregunta riéndose. Sí, exactamente eso, si debo hacerlo… lo
haré. Sonrío, dando un paso en su camino.
—¿Le has hablado a tus superiores de tu antigua vida?
¿Saben ellos quién fuiste en el pasado? No quieras actuar
como un Jesús de Nazaret cuando has sido un asqueroso
Judas. Deberías de darme gracias que aún respiras, si vives
es gracias a mí —exclamo con las aletas de mi nariz
expandiéndose.
—Estás por fuera de la ley, Cavalli. Salvándome la vida o
no, eres un delincuente vistiendo trajes de diseñador.
—Demuéstralo. Consigue las pruebas necesarias, pero
deja a mi esposa de lado. Y eso es una maldita amenaza,
por si la quieres notariada.
—Señor Cavalli —exclama Rogers más rojo que una
langosta—. El señor Graham está en camino.
Sonrío aún más amplio, enfrentando a Phils. Quien
parpadea, sabe que tengo a su superior en mi mano. Y la
única forma en la cual he esperado tanto, es porque el viejo
debía fingir estar fuera de la ciudad y no en mi edificio, pero
ahora “está de regreso”.
—Te quitaré tu placa y arma y te enviaré a casa como un
nene de mamá, a llorar al rincón. Aléjate de mi esposa. No
lo repetiré una vez más, Phils.
—No tienes poder para eso —revira.
—Te lo demostraré —digo en su cara, casi escupiéndolo.
Observa a mi espalda a toda la delegación presenciando y
no haciendo una mierda por él. Se marcha a esa habitación
donde tiene a Emilie.
Estoy agonizando en mi interior porque no sé cómo todo
esto va a afectarle. Rogers al fin tiene buenas noticias, el
juez coopera luego de un pequeño susto. La chica no es
tocada, de hecho, ninguno de mis hombres recibió orden de
hacer nada, pero el juez no lo sabe. Sebastián Graham
también hace su parte junto a Florentino y obtengo lo que
quiero, a mi mujer con una americana extragrande de algún
hombre y su rostro neutro, vacío, sin nada que me recuerde
a la dulce e inocente chica de vestidos floreados.
La mujer caminando hacia a mí es un fantasma.
La encuentro a mitad del camino, nervioso de que pueda
desmayarse. Hace poco ha sufrido la pérdida de nuestro
bebé, vio a personas morir delante de ella y ahora a su
propio hermano. Me sorprende que no esté loca e histérica.
Acuno su rostro buscando alguna herida física luego de
verificar su cuerpo.
—Estás bien. —Jadeo. Demonios, gracias al puto infierno.
La atraigo hacia mí sin importarme la cara de estupefacto
de Florentino, ni siquiera he notado en qué momento se
unió Raze. La protejo de los medios y la ayudo a entrar al
vehículo. Está ida en el paisaje y en nada a la vez, cuando
tengo que decirle que su hermano murió simplemente se
remueven mis propios demonios. Ella grita, me pega e
insulta.
La dejo sacar el dolor de la forma que sea, cumplo cada
mínima demanda suya y veo cómo empieza el cambio.
Se aleja de mí, me enfrenta y culpa. Como un círculo
vicioso, no importa qué haga, siempre ante sus ojos seré el
culpable de su desgracia.
~♦~
De pie, a unos cuantos centímetros de distancia, la veo
consolar a Savannah y hablar en voz baja mientras el padre
le da una misa digna a su hermano. No la reconozco ante
mis ojos y eso es mi culpa. Lo dijo ayer, fui quien la obligó a
esta vida y ella no la merecía. Es lo más puro que alguna
vez tendré a mi lado y la he convertido en esto que
presencian mi mirada.
—Veo lo que haces —murmura Roth parándose a mi lado.
—No estoy haciendo nada.
—La estás dejando creer que eres culpable.
—Ella necesita un blanco, Roth. Y no puede saber la
verdad —expongo apretando mis puños. ¿Como le explico
que Holden fue un idiota…?  Se alió con Lucas Piazza
volviéndose en mi contra, robó mi dinero como una burla
mal hecha y, como si eso no fuera suficiente, el idiota
esperaba que fuera yo quien bajara y el francotirador me
disparara.
No tengo claro por qué le disparó a Holden, ¿quizás era
para Emilie? Según Byron, uno de los chicos de Raze,
experto en balística, junto a Damián, otro de sus chicos,
determinaron que Emilie era el objetivo, pero Holden quizás
vio la línea y se movió en el campo de tiro. Quiero creer que
una parte suya amaba a su hermana y que, a pesar de sus
errores, intentó protegerla en ese punto. Sí, es mi culpa
saber los pasos que Holden tomaba y no detenerlo a
tiempo.
Quizás hoy viviría si hubiese sido más duro con él desde
la primera sospecha y no simplemente ignorar la bola de
nieve que se iba formando y al final explotó en mi cara. He
tratado de mantenerla fuera de las partes podridas de la
mafia, pero ella se empeña una y otra vez en ser el punto
de mira. No entiende que mientras más la protejo, más mis
enemigos la quieren. Vladimir por ahora no es una
amenaza, pero, ¿Lucas y Kain? ¿Cuánto tardarán uno de
ellos en ir sobre ella?
Phils Rawson, aunque me odia, no tiene los recursos para
ser un enemigo respetable y Emilie es mucho más
inteligente que eso, espero realmente lo sea. Y no cometa
una estupidez.
Camino hacia ella al tiempo que es hora de darle el
pésame. Situándome a su lado y observando a Savannah,
quien está más destruida de las dos. Los Ward son los
primeros en la fila, luego algunos de los socios, mi esposa
asiente hacia ellos con la pequeña caja cerrada en sus
manos, en el turno de Vladimir, este se queda petrificado
con la pelirroja llorando. Dalila es quien me sorprende
hablando. Siempre ha sido una chica callada y tímida, pero
ahora posee un semblante un poco más altanero.
—¿Estás bien? —cuestiona mi esposa hacia mi
exprometida. La pequeña chica afirma abrazándola.
—Siento mucho su pérdida, señora Greystone —murmura
Ivanov hacia Savannah.
—Gracias, señor.
—Ella no era su esposa —digo sacándolo de su error.
Sé que mantenía algún tipo de coqueteo, pero no eran
esposos, Savannah solo cumplió un papel de empleada en
la vida de Holden y, como el idiota que era, la envolvió en
su dedo para mantenerla cuidando de la pequeña Emma.
—Ya veo —musita el ruso, antes tomar a su esposa y ser
ahora su turno de darle un abrazo formal a la mía. Dios
santo, ¿de dónde vienen estas ganas de quebrarle cada
parte de su cuerpo? ¿Cómo se atreve a tocarla?
Y lo que es aún peor, ¿qué está sucediendo conmigo?
¿Desde cuándo me importa?
Roth no es indiferente a mi estado de ánimo, me siento
como un fuego que ha ido creciendo despacio, poco a poco
y de repente tengo ganas de explotar y que la onda
expansiva acabe con todos nuestros problemas.
Me incomoda esta distancia, quiero volver a lo que
parecíamos tener hace tan poco. A tenerla sonriendo
conmigo, a esas miradas cómplices y su cálido cuerpo entre
mis brazos… Quiero eso.
No estas discusiones, la culpa que ella lanza en mis
hombros. Estas confrontaciones continuas. A la hora de
irnos, va en una camioneta diferente a la mía. Muevo la
cabeza hacia Raze y ordeno a Roth acompañarlas a ella y
Savannah. La prensa, incordiosa y molesta, no duda en
capturar el momento de nuestra llegada al ático, al menos
no tienen una instantánea de ella o mía.
—No puedes seguir así, estás distraído.
—Roth, no es el momento —gruño sirviéndome un whisky
puro, sin hielo.
—Te dije que arreglaras las cosas con ella.
—Bueno, intenté hacerlo, pero ya viste cómo resultó eso
—respondo con amargura apurando el líquido—. No quería
una mujer por estas razones. Son complicadas.
—Ella te hace bien, la necesitas —revira cerrando la
puerta de mi despacho. Me río de mí mismo, con burla.
—Un día la atacas y al siguiente la defiendes. Decídete,
Roth.
—Sabes que no quise atacarla… Es solo que odio en lo
que han terminado las cosas. Tienen que hablar, Dominic.
Necesitas tener la mente tranquila para enfrentar a Lucas y
finalmente sacarlo de la jugada. Lo mismo con Kain.
—Si asesino a Kain. Vladimir ya no será un aliado de la
famiglia —murmuro quitándome el chaleco, seguido de mis
gemelos. Siento la incomodidad en el cuerpo como una
picazón en la piel. Ella está en el primer piso ideando un
plan, junto a Savannah, para adaptarse a la nueva realidad
de la pequeña Greystone.
—¿Cuándo le dirás a Emilie que eres tú quien le ha dado
permiso a Vladimir de darle cierta información? Ustedes dos
deberían hablar. Te digo esto como tu mano derecha, ella es
muy beneficiosa para la famiglia.
Ya sé eso, su poder, su habilidad. Me siento, jugando con
el vaso. Sí, sé lo que hace con Vladimir y cómo este le da
cierta información haciéndola sentir poderosa. Al principio,
cuando lo contactó, no tuve idea sino hasta la primera vez
que ella fue a la suite y su dispositivo de rastreo saltó en mi
móvil.
Mi primer pensamiento era que me estaba engañando,
después de todo, su amenaza de Italia sigue latente, pero
cuando me divertí un rato con Vladimir sacándole la
información, no era más que mi esposa deseando ser parte
de mi mundo. Uno al cual no la quiero comprometer, pero
ella no lo comprende.
—Emilie no tiene por qué saber que yo sé.
—Y ese es el error de ambos. No hablar…
—¿Desde cuándo das consejos románticos? —corto en un
siseo bajo—. Eres el menos indicado para hablar. Yo soy
quien está casado aquí, incluso cuando sabía que las
mujeres son una molestia.
—Los doy desde el momento en que Emilie no te deja ser
tú mismo en los negocios. Estás tomando decisiones para
agradarle a ella y no por el bien de la organización.
Un golpeteo débil en la puerta le hace callar. Giro mis ojos
señalando la puerta con mis manos, estoy cansado. Solo
quiero por una vez tener una noche de tranquilidad. Antes
este era mi refugio, el cual ahora es una guerra de batalla.
Roth se pone de pie, caminando hacia la puerta y
haciéndose a un lado mientras la abre y una pequeña figura
de pelo rubio emerge. Se ha dado un baño y apenas tiene
un albornoz cubriendo su cuerpo.
—Quiero hablar con mi esposo, Roth, si no te importa —
pide en tono autoritario. Mi consigliere afirma hacia ella y
luego busca mi mirada encontrando la aceptación a su
partida. Casi puedo verlo gritando de su cabeza a la mía de
forma telepática. Resoplo, sirviéndome otro trago cuando
escucho la puerta ser cerrada nuevamente.
—Si viniste a discutir, te sugiero que vayas con Garfield.
Seguro está aburrido en su caja de arena… Jesús—Jadeo
dejando la botella con un golpe sobre la madera. Mi esposa
está frente a mí, caminando completamente desnuda, solo
con el collar Cavalli en el cuello, como única prenda. Trago
duro mientras empuja mi silla y se sienta en mis muslos a
horcajadas. Desnuda, sobre mí, abierta de piernas.
Demonios, ¿acaso está loca? ¿Ha perdido la razón por
completo?
—Decídete, Emilie, me odias o me follas. No puedes tener
ambos.
—¿Quién dice que no? —revira tomando mi mano derecha
y llevándola a su pecho. Su pezón rosado fruncido bajo mi
palma.
—Yo lo digo.
—Tú no cuentas —gime llevando su propia mano a su
intimidad. Mierda, veo en primera línea cómo abre su coño y
empieza a hacer círculos en su montículo de placer. Trago
en seco deseando tomarme el whisky a su espalda.
—¿Qué estás haciendo, Em? —cuestiono confundido y
excitado a partes iguales. En lugar de responder, empieza a
cabalgar su propia mano y, joder, no soy un santo y tengo
mi polla creciendo en mis pantalones como el monte
Everest a pasos agigantados—. Detente ahora, si continúas
no voy a detenerme y no quiero que mañana digas que
abusé de tu estado emocional.
Quién sabe, para mi esposa, si el mundo se acaba
mañana, probablemente es mi culpa. Emilie solo sabe
señalarme con su dedo y olvida que otros cuatros le
apuntan a ella.
Deja de tocarse y baja sus manos a mi pantalón, quitando
mi cinturón y abriendo el cierre. Rodea mi polla libre con sus
delgadas manos y gruño cuando su pulgar travieso mueve
la argolla. Maldita sea. Ha descubierto mi debilidad; su
cuerpo y esa mujer desinhibida en las puertas cerradas de
nuestra recámara.
—¿Por qué Phils Rawson quiere que hable sobre tus
negocios? —pregunta empujando hacia atrás en mi eje.
Humedezco mis labios resecos. Sé lo que está haciendo… Y
la dejo. Ella piensa que no me doy cuenta, lo hago, sin
embargo.
—Está obsesionado con ponerme en evidencia —claudico
a la verdad. Llevo mis manos a su cadera, cuando posiciona
la cabeza de mi miembro en su coño húmedo y resbaladizo.
¡Jodido Jesús!, quiero morir en el coño de esta mujer, si se
me permite conocer el paraíso.
—¿Los hombres en la orden quiénes son?
Una pregunta que esperaba, aunque quizás en otras
condiciones.
—Mafia alemana, división de inteligencia, capitán general
del ejército… ¡Mierda! —gruño cuando se sienta de golpe
sobre mí, llevándome a lo profundo de sus paredes.
Lanza un grito de placer y dolor mezclado, echando la
cabeza hacia atrás. Exponiendo su cuello, donde mi mano
se enreda con premura. Y me hundo por completo en su
interior, cegado por todo lo que nos rodea e intento soltar
un poco del peso en mis hombros. Ella logra esto,
convertirme en un idiota capaz de dividir al hombre cruel y
sediento de sangre, por este pendejo deseoso de su esposa
como un puto puberto hormonal quinceañero.
Ejerzo fuerza a mi agarre en su garganta, solo el
necesario para dejarla sin un poco de aire unos segundos,
ella, como siempre, me sorprende moviéndose de forma
más violenta, golpeando su carne en la mía y formando
círculos con sus caderas. Las paredes de su interior me
aprietan con tal fuerza, que es solo cuestión de tiempo para
que tenga un buen orgasmo. Aflojo mi agarre apretando mis
dientes, ella sonríe porque reconoce el poder que tiene
sobre mí, y lejos de aterrarme… Me gusta.
Nos muevo subiéndola a la superficie de mi escritorio y
tirando la gran mayoría de objetos al suelo, escucho en mi
nube el sonido de cristales quebrándose y creo que mi
laptop tiene el mismo destino. Cegado por mi mujer y la
pasión que nos une, empiezo a empujar profundo y sin darle
un segundo a decir nada más. Sus uñas se clavan en mis
brazos, sus piernas envuelven mis caderas, impulsándome a
ir más profundo y duro, la complazco dándole cada onza de
lo que pide sin una palabra. Cuando intento besarla voltea
el rostro, negándome su boca, sus labios.
Lo que me pertenece… lo intento una vez más dándome
cuenta que tiene sus ojos cerrados. «No, no otra vez. No
como en el pasado».
Negándome el privilegio de mirar sus ojos idos en placer
y esa mirada de adoración. Respirando agitado, me obligo a
tomar el control de mi cuerpo y dejar de moverme. Si no va
a entregarse por completo, entonces no quiero su maldito
sexo vacío.
—Mírame a la cara, Emilie.
—Continúa —demanda e intenta moverse, pero lo impido.
Sintiendo esa furia conocida, sostengo su mandíbula.
Haciendo que su rostro me enfrente, sé que estoy siendo
brusco y en cierta manera un idiota. Sus ojos se abren y ahí
está, la repulsión. Me golpea directo a la boca del estómago.
Porque hace solo horas tenía a mi esposa bajo mi cuerpo
suspirando por mí y viéndome como uno de esos dioses que
tanto ama—. ¿Qué te pasa?
Salgo de ella, retrocediendo y metiendo mi erección
dentro de mis pantalones. Es doblemente doloroso
detenerme y ahora solo quiero sangre corriendo en mis
manos. Me muevo, dejándola desnuda en el escritorio para
levantar su albornoz y luego tirárselo.
—Lárgate fuera de mi vista, Emilie.
—¿Qué está mal contigo? —cuestiona.
—¡¿Qué está mal conmigo?! ¡Pregúntate eso a ti misma!
Tus cambios de humor no tienen límite, ¡no los tienen! ¡Me
cansé! Eso es —grito perdiendo por completo el control de
mi propia máscara. No me reconozco mientras continúo
hablando—. Me odias, pero tres días después me amas. ¡Me
acusas de matar a tu hermano y luego de su funeral vienes
a follarme! ¡¿No te cansas, Emilie?! ¡Esa indecisión
permanente! ¡¡Por que yo ya me harté!! ¡De ti, de todo
esto! ¡Decídete de una puta buena vez!
—Yo no…
—¿Crees que no sé lo que haces? —gruño en su cara—.
¿Tan imbécil me crees?
—Mejor me largo —murmura empujándome del pecho,
dejo que baje del escritorio y la veo caminar de puntitas
para no cortarse con los cristales esparcidos. Escucho la voz
de mi consigliere en mi cabeza y sé que después de esto
solo tenemos dos opciones, o me odia de forma
permanente, o nos da una oportunidad definitiva. Viviré con
cualquiera de las dos, si tengo que enviarla fuera de mi
vista para no tener que soportarla, lo haré, no es que lo
prefiera. Pero esto se acabó, es suficiente.
—Lo sé todo —murmuro. Eso la hace detenerse y mirarme
sobre su hombro, sigue desnuda, cada curva de su cuerpo
incitando al mío—. Gabriel Cavalli.
Sé que va a huir, es buena para eso. Corre hacia la
puerta, pero soy más rápido, deteniéndola antes que logre
abrirla y la arrincono entre mi cuerpo y la madera. Lucha
como la pantera que es por naturaleza.
—¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme! —grita descontrolada. La
giro, tapando su boca luego de subirle ambas manos sobre
su cabeza y sujetarlas con fuerza.
—Me harté de fingir que no sé ciertas cosas y dejarte
jugar a como te plazca. Siempre voy diez pasos adelante,
Emilie. De cualquiera, siempre avanzo adelante. Y tú no
eres la excepción. Ahora… —murmuro bajando el tono de mi
voz a lo más delicado posible—. Hablaré y tú vas a
escuchar, en silencio. Primero, no asesiné a Holden, no lo
haría y te lo dije, por ti. No entiendo cómo no eres capaz de
creerme si siempre he sido directo contigo sobre lo que
pienso en general. No juego, Emilie, y si lo hubiese querido
muerto, ni tú ni nadie lo hubiera impedido, ¿lo entiendes?
Sus ojos están llenos de lágrimas y algunas bajan por los
lados, mojando mis dedos. Mueve la cabeza con suavidad.
Está asustada y no sé si de mí o del pasado.
—¿Quieres que te suelte? ¿Y detendrás esos gritos
molestos? —pregunto. Necesitamos comunicarnos—. ¿Bien?
Porque vas a sentarte y me escucharás hablar.
Resolveremos esto de una vez por todas.
                                                                                                
                          
 
 
 
CAPÍTULO 45
Dominic
 
La primera vez que vi a mi madre llorar, se encontraba en
el balcón de su habitación mirando sus pinturas tiradas en
el piso. No entendía su reacción, éramos millonarios,
después de todo. Comprar nuevas pinturas no significaba un
problema. Fue de mis primeros pensamientos fríos y
egoístas. Recuerdo que hice un comentario hiriente porque
tenía años luchando por ganarme su atención y ella se
encargó de alejarnos en cada oportunidad posible.
Nuestra madre nos odiaba y no tenía reparo alguno en
dejarlo en evidencia. Tenía una cierta preferencia con
castigarnos, y sus castigos no eran para nada
convencionales, pero esa noche solo se sentó en el piso y
abrazó sus piernas llevándolas hacia su pecho y lloró
desconsoladamente por horas.
«Yo no quería esta vida.» Cinco palabras que me
marcaron. Quería liberarla de todo aquello, de los abusos de
mi padre, de las noches donde la castigó dejando a sus
hombres abusar de ella, de las otras tantas donde el castigo
fue aún mayor incluyéndonos a mí o Damon.
Hoy, esta noche, muchos años más tarde, mi esposa es el
reflejo de mi madre. Sentada en el sofá de mi despacho,
abrazando sus piernas y repitiendo casi las mismas
palabras. Relatando los hechos de esa noche, que al parecer
nos marcó a todos. Cuenta cómo su padre la engañó para
que aprendiera a memorizar números, que creyó era un
simple juego y no lo que meses más tarde descubrió.
—Él fingió tratarme bien, mamá dijo que era mi nuevo
padrastro. Ellos prometieron que estaría segura —solloza.
—Dijiste que era un pedófilo.
—¿Acaso no lo era? —cuestiona. No puedo negarlo.
Gabriel Cavalli cometió muchos errores a lo largo de su vida,
el poder se apoderó de su corazón y fue un mal hombre y
padre—. Solo mentí por mi propia seguridad, nunca pensé
que Roth me delataría.
—Roth no es quien me lo dijo —confieso, eso la hace
mirarme sorprendida—. Holden lo hizo, el día del hospital.
—¿Tú lo sabías todo este tiempo? ¿P-Por qué no me lo
dijiste?
—¿Qué diferencia haría? Acababas de perder nuestro
bebé, no necesitabas eso y te lo he dicho esta noche porque
no soporto seguir esta relación de mentiras, culpas y
discusiones. Un círculo vicioso interminable.
—¿Ahora vas a hacerme daño? —pregunta. La observo,
intentando descifrar sus palabras y cómo luego de tanto,
ella aún es capaz de preguntarme si voy a lastimarla,
sospecho de forma física, incluso luego de cada momento
vivido.
—Nunca haría nada para lastimarte, Emilie.
—Lo has dicho en el pasado, Don. Muchas veces y
¿adivina qué? Siempre lo vuelves a hacer.
—Entonces enséñame a no hacerlo —suplico dando un
paso en su dirección y dudando de mi propia cordura, ¿por
qué me afecta tanto verla sufrir? ¿Llorar?—. Si quiero algo,
exijo se haga de esa manera porque no sé cómo hacerlo de
otra forma.
—Mi hermano murió —musita.
—Lo sé, mia regina… déjame consolarte. Es lo único que
he querido hacer. Protegerte de este mundo, Em. Tú eres mi
templo —confieso dando otro paso más cerca—. Quiero
llegar a casa y encontrar a mi dulce esposa en ella, quiero
olvidar quién soy fuera de estas paredes y solo entregarme
a ti, pero tú lo haces tan complicado. Actúas a mi espalda,
me mientes a la cara y piensas que soy un imbécil para
creerte.
Acaricio la muñeca izquierda donde tiene una pulsera
sencilla, pero delicada, como ella. Muevo la pequeña joya
haciendo que levante la mirada esmeralda suya y enfrente
mi rostro.
—¿Quién te dio esta pulsera, Emilie? —pregunto
conociendo la respuesta. Ella parpadea—. Cuando te
pregunto algo, ya conozco la respuesta.
—Vladimir Ivanov —susurra bajo.
—¿Y qué te di yo? En tu cumpleaños, ¿qué te regalé?
Ella no lo sabe, porque la llave ha permanecido en el
tocador por días y más días. Nunca lo tomó en cuenta, no
como esta pulsera de Vladimir.
—¿Un collar? ¿Por qué estamos hablando de esto? Es
irrelevante —revira tomando ese carácter suyo a la
defensiva.
—Para mí no es irrelevante —musito soltándola—. Me
demuestra que no importa qué tan duro trabaje en ganarme
tu confianza, nunca seré merecedor de ella. 
—Me traicionaste, ¿cómo puedo confiar en ti?
—Me acosté con Katniss en Italia, lo hice. Soy culpable.
No resto mi responsabilidad en el acto, pero, ¿te molesta
más que te fui infiel a que soy un delincuente? Asesino
personas, mi negocio se basa en dejar a millones de otras
adictas a las drogas, vendo armas con las cuales se
cometen los actos más bárbaros…
—¡Basta! —grita cortándome—. No es lo que veo en ti.
—Pero es lo que soy y es lo que tú jamás serás. —Abre los
ojos sobremanera, conmocionada por mis palabras—.
¿Crees que puedes ordenar la muerte de alguien? ¿Llevarla
tu misma a cabo? ¿Crees que jugar a ser una jefa en la
mafia es para lo que naciste? ¿Crees que el acto de
acostarme con Katniss es suficiente para ensuciar tu alma?
¿Que podrás mirar a la cara a cualquier enemigo y clavarle
un cuchillo? ¿Hace cuánto leíste un libro de esos tontos de
romance? ¿Hace cuánto encendiste la televisión y miraste
una serie o alguna película rosa? —Frunce el ceño ante mis
preguntas.
—Yo…
—Yo quiero a esa chica —confieso apretando mis puños y
sintiendo como si dejara una parte mía abierta al público y
disponible para entretenimiento—. Esa es quien eres, no
esta versión que te empeñas por construir y solo está
lastimándote. Eres buena en el casino y no quiero perder lo
que haces allí, pero también eres la chica quien ama pasar
horas y horas ayudando a otros de forma desinteresada.
El reconocimiento por fin empieza a abrir su mente,
observo su rostro, sus cejas fruncidas, su labio inferior preso
entre sus dientes y sus ojos muy abiertos.
—Luchas una guerra que no te corresponde, está
dañándote a ti —digo inclinándome hasta tener ese
angelical rostro cerca—. Quiero, si existe una mínima
oportunidad, recuperar a la chica que conocí en el pasado.
No quiero que mal entiendas mis palabras. Que seas fuerte
no es malo, que quieras defenderte tampoco lo es, pero que
te dañes en el proceso, sí. A lo largo de estos meses has
pasado por mucho y lo entiendo, pero mi desliz con Katniss
no es una excusa suficiente para que te condenes en este
mundo de almas negras y corazones muertos. Esto es la
mafia, cariño. Un puñado de hombre luchando por poder y
soberanía.
—Si piensas eso, entonces, ¿por qué eres el jefe?
—Nací para esto, fui criado dentro de la famiglia y era mi
deber asumir el control. No eres la única a quien este
mundo se le impuso, Emilie. —Demonios, ¿qué estoy
haciendo? ¿Por qué le digo todo esto? Es como si ella
hubiera abierto la puerta de mi alma sin avisar—. En mis
primeros años pensé que podría ser pintor. A mi madre le
gustaba mucho el arte y yo en la distancia aprendí de ello,
pero, luego, la realidad siempre se acentuó. Soy un hombre
de la mafia, debía aprender a matar, estudiar a mis
enemigos y controlar mi carácter y pequeñas cosas como la
pintura y el arte, perdieron su valor.
Alza su mano y la posa en mi corazón, sobre la tela de mi
camisa. Se mira frágil y, es ella, la chica a quien vi por
primera vez en esa fotografía. Cierro los ojos sintiendo su
caricia y luego sus labios contra mi boca. La beso,
envolviéndola en mi cuerpo y atrayéndole hacia mí, ambos
levantándonos en sincronía, sus manos rodeando mi cuello
y sus piernas mis caderas, mientras camino hacia la pared,
presionando su cuerpo desnudo.
Esta mujer, mi esposa, me vuelve completamente loco.
Pierdo quien soy por su alma, me vuelvo un tonto ridículo
cuando la tengo así de cerca y mía. Ella es quien deja de
besarme, retrocedo un poco para mirar su rostro y encontrar
lágrimas en sus mejillas.
—¿Sabes lo que es tener pesadillas con él y luego
despertar a tu lado? —solloza sin mirarme. No puedo negar
que es un duro golpe y que siento una incomodidad
desconocida—. A veces solo quiero matarte por ser quien
eres… Por lo que representas.
—Yo no soy él, permíteme demostrarlo. Déjame mostrarte
el verdadero hombre en mí, en quien tú me has
convertido… No soy un buen hombre, Emilie. Dios sabe que
no, pero soy mejor que él y puedo ser mucho mejor. Seré un
buen esposo, un padre para nuestros hijos. Nada como él,
Emilie —aseguro uniendo nuestras frentes. Abre sus ojos
dejándome ver todo su dolor. Esta vez no se esconde de mí
—. ¿Qué deseas? ¿Qué puedo hacer para tu felicidad?
—Dejarme libre, permitirme salir fuera de la mafia.
«No puedo…» El pensamiento es brutal. La necesito
conmigo, no imagino el resto de mi vida sin ella.
—No puedo…
—Esta no es mi vida, Don. Por favor, déjame libre.
—Dijiste que me amabas —le recuerdo. Sale de mi agarre
y se lo permito. Impone esa distancia que la mantiene
segura de mí. Me giro para enfrentarla cuando está
cubriendo su cuerpo desnudo con el albornoz—. ¿Es
mentira?
—No, no lo es… Estás jugando sucio —recrimina
temblando.
—Entonces vas a sufrir, ¿no? Si me amas y no me tienes a
tu lado sufrirás, además algunas personas no están felices
con todo lo sucedido y solo esperan el momento de verte
vulnerable para atacar.
—¿No me dejarás marchar porque voy a sufrir y tengo
enemigos? ¿Esas son las dos únicas razones?
Frunzo el ceño, sabiendo lo que desea escuchar y que no
puedo darle. Abro la boca intentando hablar, decir cualquier
cosa, pero no quiero mentir.
—Merezco más —susurra.
Y demonios, lo sé. Merece vivir todo ese romance épico
de sus libros. ¿Cómo puedo dárselo? Soy millonario, tengo
tanto dinero que incluso mis bisnietos no necesitarían
mover un solo dedo. Podría llevarla alrededor del mundo,
comprarle joyas, ropa y poner a sus pies cada deseo, pero
no es lo que Emilie desea. Ella me quiere a mí, no los
millones detrás, ¿cómo puedo dárselo? ¿Cómo asegurarle
que intentaré desarrollar el sentimiento?
—Quédate, mia regina. Yo te necesito. Eres molesta y me
sacas de mis cabales con dos palabras, pero te necesito a
mi lado… Quiero que estés conmigo.
—¿Esto significa que tengo una opción? ¿Qué me dejarías
irme?
Su emoción causa ese típico golpe en la boca de mi
estómago. Si esto es el amor que los seres humanos
profesan con tal magnitud… por el cual algunos mueren
incluso. No quiero conocerlo. Hace semanas dijo “amarme”
y hoy salta de emoción con la probabilidad de ser libre de
nuestro matrimonio.
Paso una mano por mi cabello, ordenando mis ideas.
Muchos matrimonios dentro de la mafia son fallidos y nadie
se percata de ello de las puertas hacia el público. Soy El
Capo, tengo mayores preocupaciones que esta. Debería ser
capaz de dominar a mi esposa a mi entera demanda sin
importarme nada más, pero acabo de decirle que soy mejor
que mi padre y para ello debo demostrarlo.
—Responde esta pregunta, Emilie —reto rodeando su
cuerpo y sentándome en la superficie del escritorio mientras
cruzo mis brazos sobre mi pecho, observándola no como mi
esposa, sino como una negociación más—. ¿Qué, según tú,
amas más? ¿A mí o a tu libertad? Solo puedes tener uno de
dos.
—Eso es injusto.
—Nunca he sido un hombre justo, no con las personas en
general. Traté contigo, pero mira dónde eso nos ha llevado.
Si desde el primer momento de nuestro matrimonio hubiera
impuesto mi mano dura, hoy serías una dulce oveja, en
cambio, aquí me encuentro negociando las bases de nuestro
matrimonio a solo meses. El mundo no es justo, ¿por qué
debo serlo yo?
—Porque soy tu esposa…
—Pero no quieres serlo —digo. La veo mover su pierna
con un tic nervioso y desviar la mirada de mis ojos.
—Mi libertad. Es todo lo que me importa.
Sonrío de lado y ella retrocede un paso. Afirmo
lentamente sin mostrar el golpe en carne viva.
—Entonces… —murmuro. No sé qué decir, no estaba
preparado para esa respuesta. Esperaba que me eligiera a
mí, que alguien por primera vez me eligiera y así dejar de
ser la segunda opción—. Es tarde, deberías estar
descansando, ¿por qué no vas a la recámara?
—Dominic…
No puedo quedarme junto a ella. Acorto la distancia entre
nosotros, despacio, para que sepa que no voy a lastimarla y
no salga huyendo. Levanto su rostro con la punta de mi
pulgar, esas esmeraldas llenas de lágrimas sin derramar, sin
una palabra ya que no sirven de nada, beso su frente
demorándome unos cortos segundos.
—Quisiera decirte que siento mucho la pérdida de tu
hermano, pero no puedo dejar de saber cuán malo fue
Holden en su vida y que nunca hizo nada por mantenerte
segura. Mi padre era un demonio, todos sabían eso…
Holden nunca debió llevarte esa noche hasta él, conmigo no
tuvo oportunidad de negarse, pero si hubieras sido mi
hermana, estarías en un país remoto viviendo tu mejor vida,
aunque él me diera la suya a cambio. Nunca te protegió,
Emilie. Y porque haya muerto eso no lo hará un santo, no
ante mis ojos.
Luego la dejo ir encaminándome a la puerta y saliendo de
mi propio despacho, me arreglo la camisa, metiéndola en mi
pantalón y peino mi pelo con las manos. Savannah se
encuentra en la sala con la pequeña Emma en sus piernas,
ambas en pijamas de caricaturas.
Sigo de largo a la cocina donde encuentro a monna
revolviendo algo en el fuego.
—Mañana saca todas mis pertenencias del departamento
completo —ordeno en italiano con un tono de voz brusco. La
pobre mujer me mira con asombro—. Contrata una empresa
en mudanzas.
—Como ordenes —dice dubitativa—. Ella no es Isabella,
hijo.
—Patrañas —gruño sintiendo esa ira cegadora—. Son
exactamente iguales, ambas han jurado amarme y ambas
me han abandonado.
—Isabella no tenía opción.
—La tenía cuando la busqué en Rusia y prefirió seguir
follando en lugar de venir conmigo. Todos tenemos opción,
nonna, que elijamos las incorrectas es otro tema. Haz lo que
te digo.
—Sí, señor —claudica bajando la mirada.
—¡Dominic! —Llega jadeando Emilie.
No tengo una sola onza de paciencia para seguir
hablando con ella o tratando de reparar lo que claramente
solo yo veo.
—No tenemos nada que hablar, señora Cavalli —siseo
sobre mi hombro, sin mirarla y empezando mi camino fuera
de estas paredes. Siento que todo aquí me asfixia—. Cada
quien obtiene lo que quiere, Em. Luego no te arrepientas.
—¿Qué significa eso? ¡Don!
—Significa que no quiero verte, no quiero hablar contigo y
me alejaré tanto como me sea posible. ¡Se acabó el Dominic
benevolente! ¿Quieres libertad? ¡La tienes bajo mis putos
términos! Eso significa.
Y me voy antes de decir cosas de las cuales quizás en el
futuro me arrepienta. Ella quiere libertad, entonces se la
daré.
 
 

CAPÍTULO 46
Dominic
 
La sangre escurre por mis manos, mientras golpeo al
hombre número seis, esperando tener una pista del
francotirador que disparó a Holden Greystone. Roth, a mi
espalda, está sacándole los molares a su cuarta víctima,
disfrutando lentamente de su sufrimiento.
Yo por mi parte he destrozado al hombre, solo le queda
uno de sus diez dedos, tiene marcas de mi cuchillo en gran
parte del cuerpo y no posee ninguna información relevante.
Escorpión, como se hace llamar en el bajo mundo de las
armas, cuelga del techo y cuando dejo de pegarle su cabeza
solo rebota, probablemente con el cuello roto. Escupo en el
piso, desilusionado. Las pistas me llevan de uno a otro, pero
sin el responsable directo. Gruño, frustrado con esta cacería
absurda.
—Esto no funciona —sisea Roth, quien ya ha rebasado su
límite y solo termina la vida del pobre infeliz con su cuchillo
de caza favorito, abriéndole la garganta. La habitación es un
matadero, cuerpos desmembrados, sangre esparcida por
todo lugar. Sé que es una pérdida de tiempo, pero no puedo
evitar querer encontrar al maldito y poder llevarlo a la
muerte con mis propias manos. Algunos de mis hombres se
miran enfermos y no puedo llegar a imaginar mi aspecto,
probablemente estoy cubierto de sangre.
—Estos hombres no tenían idea de nada —dice tirando la
llave industrial a la mesa. Sé que ninguno de ellos tenía
información, pero sirvieron para sacar mi coraje y disipar mi
mente. Matar es lo único que controla mis ganas de correr
hacia ella, trabajar los negocios de la famiglia ocupan mi
mente, pero no lo suficiente. Es hora de dar el siguiente
paso. Byron debe ir a Italia y conseguirme lo que necesito,
es hora de controlar a Piazza, y dejar que Vladimir se
encargue de Kain no está funcionando.
—Iré a Italia —murmuro.
—Dominic…
—No digas una palabra, Nikov —siseo saliendo y
señalando a mis hombres que se hagan cargo del desastre.
—¿Qué sucedió con Emilie cuando me fui? ¿Por qué estás
dispuesto a matar a todo el que se te pone enfrente?
—Entonces apártate —reviro a cambio.
Abandoné el departamento y vine directo a Jersey, a
nuestra nevera personal de traidores. Tenemos varios
locales destinados para torturas, pero este es uno de mis
favoritos, está lejos de la civilización y tiene una vista
increíble de la ciudad, mi puta ciudad.
Una donde mi mujer probablemente está durmiendo
plácidamente y feliz de no tenerme a su lado en la cama.
Entro a las duchas comunes dejándolo detrás, mientras voy
quitándome la ropa hecha un desastre y quedando solo en
un bóxer negro.
Abro la lluvia de agua caliente y dejo a esta llevarse la
sangre. Si cierro mis ojos solo tengo la imagen de mi esposa
en mis brazos la mañana donde decoramos su árbol, sus
ojos mirándome, la entrega de su cuerpo… ¿Cómo nos llevó
a ese punto? ¿Cómo le hago entender que podríamos ser
simplemente perfectos juntos, sin peleas y culpa? ¿Sin el
pasado de Gabriel sobre nosotros? ¿Por qué debemos
condenarnos gracias a él? Eso lo hace tener poder sobre
todos nosotros incluso luego de años muertos.
—¿Hasta cuándo? —Golpeo la pared gruñendo entre
dientes—. ¿Cuándo tu maldito recuerdo quedará en el
infierno junto contigo? Me arrebataste todo, ¿qué más
necesitas? Claro, también la mujer que… ¿Qué? —Muevo mi
cabeza, mil pensamientos corriendo en todas las
direcciones. ¿La mujer que, qué? ¿Que me importa? ¿Que
necesito?
Me baño, sin tener claro nada y a la misma vez esa
vocecita interna susurrando palabras que antes nunca he
tenido en cuenta, ni presentes, pero que últimamente son el
nuevo mundo en el cual parezco vivir.
Roth tiene una toalla en alto, como siempre ya se ha
bañado y solo está cubriendo su desnudez con otra toalla
roja. Limpiar la sangre siempre es molesto, pero a diferencia
de mí, Roth es mucho más eficiente.
—Tienes un gran problema —bromea apuntando a mi
polla.
—Jódete, eres mejor compañía cuando no hablas en lo
absoluto.
—¿Estás mal, florecita? —insiste. Le saco el dedo medio.
Cambiados con ropa informal y desde el techo del
almacén, vemos la ciudad de New York, antes solía correr a
mis clubes y encontrar una mujer que apagara mi fuego,
luego de mi esposa es una posibilidad nula. Ninguna de
ellas causa una mierda en mí, no remueven nada.
—Ella quiere dejarme —digo terminando un trago de
coñac. Roth, quien está solo observando el vacío y bebiendo
de una cerveza, me mira, pestañeando y seguro pensando
que me ha escuchado mal—. Luego de irte, todo se fue al
carajo. Ella quiere su libertad y no quiero tenerla retenida
por la fuerza. No quiero ser otro Cavalli. Así que, estoy
dejando mi propia esposa y apartamento. Ir a Italia es una
buena idea, controlar los negocios, ocupar mi mente.
Dejarle espacio.
El silencio se extiende entre ambos, bebemos un poco
más. Solo mirando lo que construimos unidos, ante mis
hombres soy el todopoderoso Cavalli, pero sin Roth, nunca
hubiera controlado esa parte explosiva y destructiva. Esta
noche es un claro ejemplo. No quiero tenerlo a mi lado como
una debilidad, pero, ¿y si no es una debilidad sino un poder?
Como Emilie, ella me centra, me hace querer volver a
casa, verla en mi cama, saber que está ahí, que me
pertenece.
—Tiene veintiuno —susurra Roth.
—¿Qué…?
—Es una niña, es imprudente. Lo sé, pero no deja de ser
una chiquilla.
—Nosotros con veintiuno ya estábamos…
—Es diferente, piénsalo. Nacimos en esta vida, se nos
entrenó para ser esto. Ella no ha tenido una oportunidad. Es
una chiquilla dolida, intentó competir contigo, tiene una
herida que no deja de recibir golpe tras golpe. No la estoy
exonerando de culpa, pero, cambió su vida de la noche a la
mañana, estaba tratando de darte una oportunidad, su
amiga muere, mira a su hombre besándose con otra… Esas
cosas son importantes para las mujeres.
—Perdimos nuestro bebé —susurro tragando en seco—.
Su hermano murió frente a ella.
—Exacto, todo en menos de un año. Tiene derecho a no
saber ni qué quiere en la vida.
—Dijo que me amaba —confieso dudando.
—¿Y lo dudas? Todos lo vemos, Dominic. Está loca por ti y
solo quiere un poco de cariño a cambio.
—No sé cómo lograrlo sin hacerla un foco brillante para
mis enemigos.
—¡Por Dios! —exclama tirando la botella de cerveza vacía
en el aire—. ¿Y? La vamos a proteger, ¿esa es tu excusa
para marcharte? ¿Para alejarla de ti? Joder, Dominic. Es tu
mujer, te quiere y solo necesita un poco de paciencia, ya sé
que no la tienes, pero, ¿no vale la pena por los buenos
momentos? Joder, ella te hace increíble. Lo veo en ti, eres
más cuidadoso, haces todo por protegerla, no estás
impulsivo. Es como tu puta droga personal, es tu diazepam
y sé que vas a decirme que lo haces por ella, pero es
mentira. Lo haces por ti, quieres alejarte de lo que causa en
ti, te aterra y huyes. Lo sé, te conozco. Eres mi maldito
hermano.
—¡Y los negocios?, ¿la famiglia? No puedo dejarlo de lado.
—Ya lo hiciste una vez —me recuerda. Sí, lo hice, pensé
solo en mi madre, en vengarla, en que si asesinaba a cada
hombre que la lastimó ella podría tener paz, pero mi propia
madre eligió seguir metida en Rusia, en la mierda de vida a
la cual se ha condenado por voluntad propia.
—Me tienes a mí —dice apretando mi hombro—. Lucha
por ella, sácala de esta ciudad, muéstrale el mundo. Sé solo
Dominic y asegúrale que nunca serás como Gabriel, hazlo.
Este mundo en el que vivimos ya es una mierda, no elijas
separarte de lo único que te hace bien solo por crecer tu
ego. Seguirás gobernando la famiglia, siendo el Capo que
eres incluso si no es lo que deseabas en un principio y, ser
un buen esposo, un padre. Vi cómo te dolió perder esa
criatura, cuidaste de tu esposa y la famiglia sigue unida. Sí,
perdimos Colombia, pero eso no te hizo menos Capo.
—¿Desde cuándo eres un consejero? —cuestiono medio
en broma.
—Desde que envidio lo que tienes, desde que me di
cuenta que pude ser yo. Llegar a mi departamento vacío y
hacer lo mismo día tras día es triste.
—¿Y la chica…? —pregunto, ambos sabemos a quién me
refiero.
—Es una niña, ¡Jesús, Dominic!
—Una por la cual dejas todo y corres ella su lado. Sí, yo
también sé algunas cosas —reviro abriendo una segunda
botella de coñac.
Escuchamos el ruido de varias motos conocidas y luego
las luces, Roth se comunica con la seguridad a través de su
dispositivo. Son solo tres quienes ingresan, observamos
desde el tejado con casi el amanecer a punto de llegar.
Raze, Byron y Damián no tardan en unirse a nosotros,
parecen tres chicos malos en cuero.
Analizo al último, hace unos años era consigliere y su
padre igual, era un buen aliado y lo recuerdo letal a la hora
de defender su honor, siempre he querido tenerlo entre mis
hombres. Sería un excelente underboss, y él lo sabe. Me
mira a los ojos, no duda ni rehúye mi mirada, al contrario de
Byron Miller, quien suele temer ante mi presencia. Es un
buen chico y sé que tiene sangre en sus manos, pero no es
algo que le apasione, está en este mundo gracias a Raze y
por salvar a su hermana. No tiene el temple para sostener
mi mirada más de dos segundos.
—Tengo cincuenta llamadas perdidas de la rubia, ¿debería
preocuparme? —pregunta Raze quitándome la botella—.
¿Dónde infiernos está el whisky? ¿Qué es esta porquería?
¿Cuántos años tienes?, ¿cien? ¿Quién bebe esto en este
siglo de cualquier manera? Asco… —Escupe hacia un lado
con dramatismo. Debería ganarse un Oscar a mejor drama
del año.
—Raze —murmura Roth en un intento de saludo.
—Yo sí sé traer buena bebida —continúa el pequeño
Nikov, obviando a propósito a su hermano mayor. Damián
me entrega una botella—. Whisky escocés, lo mejor para El
Capo.
Escucho a Roth bufar y la risa burlesca de Raze, pero
estoy enfocado en Damián y el agarre en nuestro saludo.
Tiene un buen apretón y es conocedor de mis intenciones.
Eso solo lo hace más perfecto. Niega apenas con su cabeza
y asiento en acuerdo, por el momento. No pierdo la
esperanza de tenerlo de mi lado, algún día lo lograré.
—Miller —saludo soltando la mano de Damián y
enfocándome en el tercero.
—Señor —responde bajando la mirada.
—Es un placer verte, ¿cómo está esa hermana tuya?
Solo quiero joder la cabeza de Raze y lo consigo, su
sonrisa cambia, se convierte en ese lobo feroz protegiendo
su Caperuza, ¿es así como soy?
—¿Algún problema con ella? —ladra. Roth gira sus ojos.
—Estaba pensando en visitar el teatro… —Sigo
empujándolo—. Hacer una inversión y verificar que todo
sigue en orden. Me gusta recordarles a las personas su
lugar. —Esta vez observo a Byron—. Ya sabes, así todos son
más dóciles y siguen mis órdenes como espero.
—No he matado a ninguno de tus traficantes callejeros.
Lo prometí, no tienes que ir a verla. Te di mi palabra,
Dominic. —Raze me recuerda nuestro acuerdo. Sé que está
siguiendo mis reglas y no dándome tormento.
—Tranquilo, no es mi intención lastimarla —lo tranquilizo.
A diferencia de Emilie, Bess Miller sí tiene un hermano
capaz de ofrecerme su cabeza para salvarla y un Raze
capaz de pelear contra mí por ella. Frunzo el ceño,
desconectando de las siguientes palabras cuando recuerdo
mi furia, quería quebrar cada parte de Raze la noche en la
cual Emilie perdió nuestro bebé, destruir el mundo me
parecía poco, si con aquello conseguía devolver ese latido
en su vientre.
«Ella no es Isabella. Yo no soy Gabriel y ninguno de
nosotros debe condenarse por el daño que otros causaron.»
Pienso mientras tiro la botella de whisky hacia Roth, quien la
atrapa con una interrogante en todo su rostro. Casi quiero
reír, mientras me excuso y empiezo a caminar.
Esta vez no abandonaré mi propio barco, no si tengo una
mínima oportunidad. Ella me ama y mientras exista ese
sentimiento, lucharé.
—Encárgate de que ellos lleguen a casa, ¿de acuerdo? —
ordeno hacia uno de mis hombres, mi capitán más
confiable.
—Sí, señor. ¿Necesita usted un dispositivo?
—No —anuncio trotando hacia mi deportivo, dejando salir
mi sonrisa.
El camino a casa es demasiado largo, incluso cuando no
hay tráfico en las calles oscuras, se me hace eterno y
tortuoso. No enciendo mi móvil, sé que saltarán las
llamadas perdidas de ella y posiblemente algunos mensajes
que no estoy listo para leer. Estaciono y corro al elevador,
golpeando el código de seguridad más apresurado que de
costumbre.
Cuando las puertas se abren todo está en silencio, subo al
segundo nivel, viendo luz en la habitación de invitados y
escuchando los sollozos ahogados de Savannah, mientras al
parecer le habla a la pequeña Emma. Sigo hasta el final del
pasillo, a mi recámara.
Hace solo horas me fui, ¿qué dice esto de mí? ¿Que me
importa más de lo que pienso? ¿Que quizás sí soy capaz de
tener sentimientos por esta mujer? Mierda. Dejo caer mi
frente en la madera, respirando agitado… ¿Y si no me
quiere aquí? ¿Y si lo arruino más? ¡Joder! Soy uno de los
hombres más poderosos en el puto mundo y ¿estoy
dudando de entrar a mi propia habitación? ¿Donde duerme
mi mujer? Giro el pomo de la puerta abriendo esta y
entrando con cierto temor.
La cama está tendida y mi esposa no está dormida como
esperaba encontrarla. Me detengo mirando todo el espacio,
dudando de mi propia cordura camino hacia el baño,
encontrando este vacío… ¿Dónde carajos está?
Y la respuesta llega en cuanto me percato de la
temperatura en la habitación, es casi congelante. El miedo,
algo que hasta hace poco no era capaz de distinguir, me da
un escalofrío y el estómago un vuelco extraño. Por más de
cinco minutos solo miro las cortinas moverse con el viento.
¿Cometió suicidio? Muchas mujeres en nuestro mundo lo
hacen, fui testigo de unos cuantos y me tocó encubrir la
mayoría.
Dudando empiezo a caminar, pero lo hago de una forma
tan lenta que incluso no causo ruido al pisar el frío piso de
mármol. Empujo las cortinas doradas, aquellas que mi mujer
decidió colocar hace meses.
—¡Maldita sea! —Jadeó hacia ella en el piso, temblando
de frío con sus piernas abrazadas junto a su pecho. Está
helada cuando la cargo en mis brazos y con rapidez la
introduzco a la recámara y la dejo en la cama, moviéndome
para cerrar las puertas corredizas. Sus dientes castañean
unos con los otros.
—Es-tás a-aquí —tartamudea. Empiezo a quitarle el
camisón blanco, la temperatura es tan baja que su piel se
encuentra casi morada.
—¿Qué estabas pensando, amor? ¡Joder! Está
horriblemente frío a esta altura, ¡es diciembre en New York!
¡Por amor a Cristo, Em! —grito. No sé con quién estoy más
molesto, si con ella por hacer esta estupidez o conmigo por
dejarla sola cuando más me necesita.
—No puedo hacerlo, Don… Yo no puedo —solloza.
—Sh, tranquila, bebé. Tranquila, déjame meterte en calor
—explico moviéndome a encender la chimenea eléctrica.
Simula las llamas reales de una fogata, pero es solo un
calentador integrado. Tiro sábanas y almohadas en el piso,
frente al aparato. Me quito mi propia ropa con rapidez y
luego la cargo una vez más llevándola al piso para que
entre en calor, la abrazo, nuestros cuerpos desnudos y la
tapo con una cobija de lana con la cual solía cubrirse y leer
en la sala de estar los primeros días de empezar a vivir
juntos como marido y mujer.
—Volviste. —Llora.
—No debí haberme ido, mariposa. Nunca debí dejarte.
—Eres lo único que me queda —solloza—. No me
abandones, necesito ser fuerte para Emma. Y solo tú me
das esa seguridad, por favor, Dominic, no me abandones.
—Está bien, no me voy, ¿de acuerdo? No iré a ningún lado
—aseguro y, joder, son las palabras más ciertas que jamás
he dicho.
—Júralo —suplica levantando la mirada, sus ojos irritados,
al parecer ha estado llorando toda la noche, su boca roja y
las mejillas del mismo color, ¿cuánto tiempo tenía fuera?—.
Promételo, dame tu palabra. Tu palabra más sagrada de
honor. La cual nunca romperías.
Puedo ver a mi chica detrás del desastre a simple vista,
asiento tomando su pequeña mano y llevándola a mi
corazón, esa parte donde las cicatrices aún queman y me
recuerdan quién soy y para qué nací. El nudo se instala en
mi garganta mientras dejo salir las palabras, un juramento
que nunca romperé, incluso si debo morir para verlo hecho
realidad.
—Yo, Dominic Cavalli Schiavone, te prometo a ti, Emilie
Greystone. Protegerte y respetarte… —Carraspeo sin saber
cómo plasmar lo que ella necesita, sin tener idea de cuán
ciertas son mis palabras—. Serte fiel cada día de nuestras
vidas, prometo regresar a casa sin importar qué difícil sea y
encontrar mi camino de vuelta a ti, aunque seas molesta y
terca, berrichuda y demandante… Yo, prometo hacerte
sentir amada, querida, valorada y respetada cada día, tanto
como me sea posible. Prometo no mentirte, no guardar
ningún secreto, jamás. Y te doy mi palabra de honor, mi
sangre es tu sangre, mi lealtad es tuya desde este momento
y para siempre, si te fallo, señora mía, que mi alma sea
arrancada de mi ser bajo tu propia mano, que con mi último
aliento sea pagado cualquier acto de traición. Desde este
momento y mientras vida tenga, eres dueña de mi destino,
en tus manos pongo mi vida.
Retengo la respiración al terminar de recitar el juramento
a la famiglia un poco modificado para ella. Si con esto no
entiende lo que representa en mi vida, no existe nada más
en el mundo que pueda hacer para que comprenda la
magnitud de su poder en mi persona. Me observa con la
boca abierta y los ojos llorosos, luego sus dedos se mueven
en mi pecho, tocando los bordes grumosos de mi herida,
finalmente respira, soltando el aire despacio.
Moviéndose escala sobre mis piernas, mi polla apenas
dentro de mi bóxer, se sienta a horcajadas sobre mí, y luego
lleva sus manos a mi pelo, aún está helada y temo que se
enferme, pero no puedo dejar de mirarla con, prácticamente
ansiedad, luego de mi monólogo ¿me creerá? ¿O quizás
para ella son solo más palabras sin sentido?
—Eres mi esposo —musita bajo—. Yo soy tu esposa y no
harías nada para lastimarme.
—No, nunca. Te quiero rebosante de alegría, no de
tristezas. ¿Cuándo lo entenderás?
—¿Por qué tenemos que discutir tanto?
—Eres muy terca y yo soy un imbécil —digo medio en
broma.
—¿Tú me odias, Dominic? —cuestiona.
Sé que no está preguntando exactamente eso, sino que
busca respuesta a algo que por el momento no estoy listo
para dar con otras palabras exactas.
—Sí… —Carraspeo limpiándome la garganta—. Te odio,
mucho, y con todas mis fuerzas. Eres la persona que más
odio en el universo.
Sus ojos adquieren vida y puedo ver la emoción antes de
que sea ella quien acorte la distancia y finalmente me bese.
Es desenfrenado y loco, un torrente de energía entre ambos,
algo que nos envuelve y nos hace dejar de existir en el
mundo original. Su beso me transporta a otra dimensión
donde solo somos dos personas, con problemas,
personalidades completamente diferentes, pero con un
latido marchando en sincronía. Es tener la certeza de que no
importa lo que Emilie haga en la vida, volveré a ella una y
otra vez, pero lo que es mejor. Ella va a esperarme. Ella no
es mi madre.
Es una chica con problemas, una vida bastante dura,
quien no ha conocido otra cosa que no sean malas
experiencias y lo cual pienso empezar a arreglar de forma
permanente.
Se separa jadeando, tocándome el pelo y jugando con él,
une nuestras frentes, la abrazo pegándola a mi pecho,
sintiendo su piel fría y los pezones endurecidos.
—Mentí… —dice, intento retroceder, pero ejerce más
presión en su agarre, así que dejo esta conexión entre
ambos—. En tu despacho… Yo no quiero ser libre si no estás
a mi lado… ¿Estoy loca? —Ríe negando—. Debería odiarte,
debí saltar de alegría cuando te fuiste, pero solo pude entrar
a esta habitación e imaginar todos los días de mi vida sin
ti… Y no pude. Te necesito, Don. Yo realmente te amo, con
todas mis fuerzas y no sé cómo hacernos funcionar, pero
quiero intentarlo. Quiero esa oportunidad de la que hablaste
a tu lado, quiero pasar la página. No puedo seguir
culpándote cuando también es mi culpa. Y mira… —exclama
levantando su muñeca ahora con uno de mis regalos. Es
una pulsera sencilla con su nombre grabado en el interior.
—¿Estás hablando en serio? ¿No cambiarás de opinión si
algo sucede? ¿Vas a confiar en mí? ¿Dejar esa idea de ser
una jefa de la mafia?
—Una vez dijiste que yo era una extensión de ti, y te lo
quiero demostrar. Somos uno, nos necesitamos, si no, no
estarías aquí y yo estaría saltando de felicidad y planeando
una vida de libertad, pero, ¿cómo sería libre si estoy atada a
ti?
—Oh, Em… Joder, eres perfectamente imperfecta, mujer.
No puedo describir la magnitud de la revolución en mi
interior. O mis pensamientos caóticos, solo tengo una parte
de mí acelerada, la cual en mucho tiempo pensé que no
poseía. Esta vez soy completamente suyo y no necesita
escucharlo cuando empieza a tocarme sobre la tela de
bóxer y mucho menos cuando saca mi polla,
masturbándome, empujando mi eje. Sus ojos no pierden
contacto con los míos, incluso cuando se mueve para
llevarme a su interior.
Quiero echar la cabeza hacia atrás y gruñir cual león
marcando su territorio, pero me contengo dejándola subir y
bajar sobre mí, su interior un cálido contraste con su
temperatura. Sus movimientos son suaves, calmados,
porque no está follándome como otras veces, sino que se
encuentra perdida en el placer, en el deseo y en sentirme
de esta manera. Solo agarro su cintura cediéndole el control
sobre en acto en sí, dejándome llevar hasta donde ella
quiera tenerlo.
Esto no es una manipulación, ni sexo forzado o follar por
buscar un placer común, esto es una entrega que no pensé
nunca ser capaz de experimentar.
Emilie Cavalli está haciéndome el amor, al hombre que
hace nada acabo de matar y al mismo hombre que matará
por ella en el futuro.
Y si puede aceptarme tal cual soy, entonces la tomo por
quien es. Loca, berrinchuda, terca y a veces mimada. Pero
es mía, en cada puta faceta.
—Te amo, Don —gime dejando caer la cabeza hacia atrás,
curvando su cuerpoo y exponiendo sus pechos a mi
persona, sentada sobre mí, que a la vez estoy sentado
sobre sábanas y almohadas mal colocadas en el piso. 
—Emilie —suplico jadeante. Moviendo mi cabeza y
negándome a dejarme ir al orgasmo antes de sentirla a ella
primero.
—Lléname de ti, Dominic —incita apretando ese coño
vudú—. Márcame, que todos se enteren que tengo un
dueño. Que soy tuya y de nadie más.
—Mía —gruño moviéndonos con rapidez. Tomando control
del acto cuando la giro y la dejo sobre su espalda,
situándome sobre ella y embistiendo salvajemente en su
interior—. Mía, mía… Repítelo.
—Tuya.
—Más fuerte —demando, rodeando su cuello. Humedece
sus labios, porque sabe mi próximo juego.
—¡Tuya! —grita volviéndome loco, demente y posesivo.
La penetro tan duro que chilla, pero se queda en el aire
cuando presiono su precioso cuello, dejando marcas en él y
cortándole el oxígeno por unos segundos. Sus manos se
mueven a mis caderas, donde clava sus uñas y me insta a ir
más profundo. Cuento mentalmente veinte segundos antes
de abrir mi agarre y dejarla tomar una bocanada de aire,
cuando lo hace, sus entrañas me succionan y exprimen.
Jesucristo, maldita sea.
—Más —pide y la premio sonriendo de lado. Joder.
—Nunca dejarás de mirarme mientras hacemos el amor,
¿de acuerdo? —Arremeto más duro y esta vez presiono su
vientre contra mi polla, para que su punto G me sienta.
Grita, dice algo incomprensible que suena mucho a “hijo de
puta”—. Estoy esperando una puta respuesta.
—¡Nunca! —grita jadeante. Pellizco su clítoris entrando a
demanda en su húmedo coño. Está a nada de dejarse ir y sé
que será mi completa perdición. Así que salgo de ella y
empiezo solo a masturbarla con la punta de mi polla. Arriba
y abajo sobre su hinchado clítoris.
—Se acabó la manipulación con sexo, quieres saber algo,
pregúntame directo. Te lo diré siempre y cuando no te
ponga en peligro.
—Dioses, Don, solo hazme venir —suplica lloriqueando.
—Eres mía, yo decido cuándo y dónde te vienes. Y ahora
solo me apetece dejarte ese culo rojo, igual y así aprendes
—amenazo.
—Hazlo —concuerda entregada a mí por completo. No
solo su cuerpo, sino también su confianza, algo que pensé
nunca tener de regreso.
—No esta noche. Hoy solo quiero hacerte el amor,
abrazarte para dormir por lo menos hasta la cinco de la
tarde. Si estás dispuesta a quedarte todo ese tiempo.
—Me quedaré toda la vida, Dominic. Toda la vida.
—Joder, ¡bendita seas, mujer! —clamo inclinándome por
su boca y golpeando en su interior, esta vez con calma,
llevándonos a la cumbre de un placer embriagante y
tortuoso. Un sinfín de emociones catapultándonos en
millones de fragmentos y al final solo dejándonos
reconstruidos en un solo ser. Esas palabras, son todo lo que
está correcto en el mundo. Por esas palabras haré cosas
impensadas.
El problema no es que ella sea mía, sino que yo soy suyo
en cada célula de mi ser. Ella me tiene en su puño, bajo su
encanto e hipnosis absoluta y es un poder que espero sepa
manejar.
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 47
 
Me estiro en la cama, buscando con mi mano el lado
derecho donde Dominic duerme, sintiéndolo vacío. Abro los
ojos en pánico, sentándome de golpe y observando la
habitación sin encontrarlo a simple vista. El miedo que sentí
anoche se adhiere a mi piel y salgo, desnuda, pisando el frío
mármol. Entro a nuestro clóset viendo su ropa colgada y
tirando de un camisón negro. La recámara es un desastre
de sábanas y almohadas regadas en todas direcciones, no
recuerdo cuándo subí a la cama.
Salgo de la habitación corriendo a su despacho para
encontrarme este vacío, luego al área de la piscina
templada, con más del mismo panorama regreso a la sala.
Para este momento estoy a punto de llorar de impotencia,
buscar mi móvil y llamarlo.
—¡Nonna! —grito entrando en la cocina. Me paralizo,
Dominic se encuentra al teléfono mientras sirve en un vaso
jugo de naranja fresco y tiene una bandeja llena de
bocadillos. Frunce el ceño en cuanto me mira.
—Te llamo luego —dice colgando sin esperar respuesta.
Deja el teléfono en la isla y se encamina hacia mí—. Emilie,
¿qué sucede?
No lo dejo decir una palabra, solo salto a su cuerpo,
envolviendo mis piernas en su cadera y tirando de su cuello,
uniendo nuestras bocas, sabe a queso y leche y yo
probablemente a aliento mañanero, pero eso no le detiene
de tomarme con esa pasión e intensidad que siempre
emana.
—Buenos días, amor. —Jadea alejándose para respirar.
—Buenos días, señor.
—¿Todo bien? —cuestiona ladeando la cabeza.
—Estás aquí —explico mostrando mi angustia—. Por un
segundo creí que anoche fue solo un invento de mi cabeza.
—Mmm, anoche fue real y esta mañana también, cariño.
Solo salí de la cama por algo de ejercicio. No quise
despertar a mi hermosa esposa.
Me sienta en la encimera tirando de la bandeja cerca y
tomando un poco de queso, el cual introduce en mi boca.
Mastico despacio, observando su sonrisa, esa que solo se
me permite a mí tener el placer exclusivo de presenciar.
—¿Dónde están todos? —pregunto aceptado una uva.
—Savannah se fue a trabajar, llevó a Emma a la guardería
y nonna tiene el día libre. Esperaba pasar estas horas
nosotros solos, ¿qué opinas?
Tan rápido como la alegría florece, muere en mi interior,
recordando que es mi deber llevar las cenizas de Holden
con nuestra madre. Dominic lo nota y pregunta… Dejo salir
todo, cada una de mis razones para no verle, el miedo solo
de enfrentarla. Es la misma mujer que quiso asesinarme una
noche, está enferma, lo sé, pero no puedo evitar tener
miedo de enfrentarla.
—No estoy lista… Yo no quiero verla.
—No lo hagas, busquemos otro lugar. No tienes que verla
y nadie te juzgará, si lo prefieres me encargaré, ¿de
acuerdo? No tienes que preocuparte por ello, estoy aquí,
Em. No estás sola, nunca más.
Levanto mi mano, tocado su pecho, el tatuaje de la
famiglia y reviviendo sus palabras.
—Eres mío —señalo observando sus orbes azules—. Y de
nadie más.
—Sí —susurra en acuerdo—. De nadie más.
Mete otro pedazo de queso en mi boca, está
alimentándome y siendo delicado. No quiero pensar, ni
volver hacia atrás. Verlo marchar anoche fue un duro golpe,
mirar la realidad de lo que estoy haciendo. Alejando y
perdiendo por decisión propia a la única persona quien sí
me ha protegido. No es perfecto, no intenta serlo y me
aferré a lo que sucedió en Italia, lo culpé y luché por entrar
a un mundo donde vivo pidiendo libertad. ¿Cómo podría
tenerla? Si yo misma me hundo hasta el fondo en las aguas
turbias cuando él sigue luchando por dejarme brillar. No lo
estoy escudando y tampoco cegándome a la realidad del
pasado, pero al menos quiero intentar hacernos funcionar.
Esta vez dando todo de mi parte. Nunca nadie me abrió
sus brazos y me protegió de todo. Solo Dominic, odio que
sea tan directo, pero a la misma vez es una de sus mejores
cualidades. Siempre me advirtió y, anoche, sus palabras
fueron mucho más significativas que dos palabras vacías. Sé
que me ama, y no necesito escucharlo. No el “te amo”
tradicional, porque, ¿de qué sirven los te amos si están
llenos de mentiras?
—Estás pensando mucho —dice tocando mi labio con su
pulgar—. Deja descansar esa cabecita tuya.
—¿Qué haremos, Dominic?
—¿Qué tal pasar Año Nuevo en París? ¿Alguna isla
tropical? O ¿Francia?
—Dom…
—No quiero hablar de ningún problema. Es víspera de
Navidad, pronto Año Nuevo. Sé que acaba de fallecer tu
hermano y tienes todo el derecho a estar triste, pero por
favor, Emilie, salgamos fuera de New York. Solo nosotros, en
algún lugar apartado…
—No se puede —le interrumpo acariciando sus cabellos—.
Tenemos muchas responsabilidades… Emma, por ejemplo,
debo cuidarla. Ella es mi única familia sanguínea, la
compañía de Holden, el orfanato, los casinos y la famiglia.
No podemos simplemente abandonar.
—Sí podemos —me corta—. Emma puede venir con
nosotros y Savannah. La junta directiva se hará cargo de
G&G por al menos tres meses antes de llamar a una
reunión. Roth se encarga de lo demás. Tiene especial
interés en el orfanato, así que no pondrá resistencia —
explica feliz de tener todo calculado.
—Vacaciones en medio de todo…
—Sería la luna de miel que nunca tuvimos.
—Llevaremos compañía, no sería una luna de miel real.
—¿Y si arreglo que Savannah, Emma y nonna tengan
unas vacaciones especiales? Así, tú y yo podemos tener una
real.
—Quiero decirte que sí, pero no es el momento, cariño.
No tendría el ánimo que requiere y solo lo complicaría más,
¿qué tal si lo posponemos y solo tenemos el día de hoy?
¿Algo que quieras hacer?
—Posponer algo significa que no va a ocurrir, cara mia —
señala golpeando mi nariz—. Y son las tres de la tarde,
nuestro día ya se ha ido.
—Desventajas de dormir hasta tarde.
—¿Qué tal un baño en la piscina?
—¿Estás diciendo que huelo mal? —bromeo haciendo un
puchero.
—Hueles a mí.
—Mmm, y tú tienes un olor exquisito —digo tirando de su
cuerpo más cerca. Chillo, una risa infantil cuando me sube
en su hombro, girando mi mundo de cabeza. Recibo una
dura palmada en mi trasero y luego se encamina fuera de la
cocina hacia la piscina. Grito, intento que me baje porque
conozco sus intenciones. Es muy tarde cuando mi cuerpo
está en el aire y luego golpeando el agua. Oh, no… ¡No
acaba de hacerlo! Debajo del agua mientras lucho por salir
siento unas manos en mi cintura subiéndome a la
superficie. Abro la boca respirando y moviendo mi pelo
mojado fuera de mi rostro.
Tengo una buena lista de improperios para decirle, unos
que mueren con esa sonrisa real y enorme. Nunca creí ver
lo que mis ojos presencian. Jamás imaginé que este hombre
tenía algo humano dentro, pero presenciarlo es
simplemente sublime.  Lo beso, me besa. Ninguno se cohíbe
el deseo de tener las manos tocando al otro, nuestros labios
besando cada mínimo espacio disponible. Explicar lo que es
tenerle de esta manera no existe, es indescifrable y único.
Conocer al verdadero hombre detrás del monstruo solo
causa que termine completamente enamorada de sus dos
versiones, tanto su lado cruel y destructivo, como de este.
De la piscina terminamos en el piso del comedor, luego
de alguna manera en la escalera y finalmente en la cama de
nuestra habitación. Es como si no tuviéramos suficiente.
—Dominic… —gimo sosteniendo la sábana en mis puños
mientras saborea mi intimidad, tiene una de mis piernas
sobre su hombro y la otra siendo presionada por una de sus
manos, me tiene a su disposición con esa mágica boca suya
llevándome al límite—. Voy a venirme —lloriqueo. Quiero
rogar para que continúe y a la vez que se detenga. He
perdido la cuenta de mis orgasmos en estas horas y si
continúa terminaré perdiendo el sentido.
—Oh, mi buen señor. —Arqueo mi cuerpo, temblando de
placer. Mis pezones rígidos y mis labios resecos. Es el mejor
orgasmo de mi vida y las pequeñas convulsiones una dicha
extrema. Mi marido trepa por mi cuerpo, besando mi vientre
y haciendo una cadena hasta el valle de mis senos, para
luego deleitarse con las pequeñas puntas, burlando con su
lengua mi pecho izquierdo.
—Sabes exquisita, esposa —musita, tira de la
protuberancia con sus dientes—. Y eres muy ruidosa.
—Tu culpa. —Jadeo moviendo mi cintura hasta que siento
la cabeza de su polla entre mi húmeda y sensible carne.
Respiro cuando se desliza dentro de mí. En esa calma
metódica que se ha propuesto y empieza un vaivén delicado
y cauteloso—. Sé lo que estás haciendo.
—¿Está resultando?
—¡Sí! —grito extasiada.
—¿Vas a venirte una vez más? —cuestiona aumentando
su fuerza en cada embiste e intensidad y añadiendo un
golpe circular alternado.
«Voy a desmayarme, voy a desmayarme».
Quiero gritar, arañarle, morderlo, todo al mismo tiempo.
Nuestros cuerpos chocan, su ferocidad me domina y me
dejo ir a la deriva de su placer, cuando todo estalla y nos
convierte en un solo ser, una sola alma y latido.
No existen interrogantes ni duda, solo nosotros
dejándonos dominar por la pasión y la necesidad de
conectar más allá de simples palabras. Une nuestras frentes
y no deja de observarme a detalle, su miembro creciendo
dentro de mí, llenándome de él. Su mirada tan penetrante
que no me atrevo a apartar la mía. Mis uñas se clavan en su
espalda haciendo surcos y Dominic ruge una versión
incompresible de mi nombre, seguida de algunas palabras
en italiano.
Cae sobre mí, sin aplastar mi cuerpo del todo, con la
respiración acelerada y sudor en su frente. Su boca
entreabierta, luchando por recuperar aire.
—¿Coño vudú? —pregunto frunciendo las cejas y
apartando mechones chocolate de su frente—. ¿Acabas de
llamar a mi amiga, coño vudú?
—Tienes embrujado a…
—¡No te atrevas a decirlo! —chillo empujándolo,
juguetona—. ¡Quedamos que no volverías a llamarlo así!
—Pero es divertido —se queja recostándose a mi lado y
llevándome a su pecho—. Lo llamé así porque estabas
nerviosa.
—Sea por la razón que sea, ¡no vuelvas a llamarlo así!
—Por tu salud mental, prometo no hacerlo.
—Gracias.
Río y empiezo a trazar figuras en su vientre desnudo,
sobre sus músculos y cuadros definidos. Jugando en un
silencio cómodo. Don acaricia mi pelo, envolviendo un
mechón en su dedo. Ninguno dice nada por largo tiempo.
Aún queda tanto de qué hablar y por resolver. El sexo es
bueno y una distracción, pero la realidad ya está tocando
nuestra puerta. Tengo responsabilidades que cumplir,
verdades que decir y otras que escuchar. No quiero ser yo
quien rompa la paz y armonía de nuestras almas.
—Pensando demasiado, otra vez.
—¿Cómo sabes? —pregunto subiendo la mirada.
—Te muerdes el labio y bajas la mirada —explica—.
Cuando te sientes nerviosa mueves el pie izquierdo en un
tic tac incesante, cuando estás furiosa clavas tus uñas en la
palma de tus manos. A veces algunas comidas no son tus
favoritas, pero no lo dices, en cambio mueves la comida en
el plato y cuando tienes un bocado solo lo tragas, sin
masticar. Y pareces asiática, eres probablemente la mujer
que más ama el arroz en el mundo, lo comes con todo.
—¡Eso no es cierto! ¡Solo es rico!
—¿Quién daña una pasta con arroz? Tú, señora mía. Soy
italiano, no puedes comer pasta con arroz. Eso debería ser
un mandamiento.
—No hablemos sobre hábitos extraños. Tomas leche con
caramelo y tienes treinta años —me burlo, sacándole la
lengua, pero Dominic se queda en silencio y pensativo.
—Cuando era pequeño, unos cinco o seis años. Yo era el
asustadizo, Damon en cambio vivía buscando aventuras
constantemente. Una tarde escuché gritos, eran de mi
madre… Gabriel les ordenó a las niñeras llevarnos a nuestra
habitación, pero Damon salió y yo no quería quedarme solo,
así que ambos buscamos el origen de los gritos, estaban en
su despacho —dice y un escalofrío invade mi cuerpo,
poniéndome la carne erizada. Conozco ese despacho, estoy
segura—. La puerta estaba abierta y los gritos de ella era
angustiantes y desgarradores. Damon fue el primero en
mirar y se quedó allí, paralizado y maravillado con la
escena, lo vi en sus ojos, cómo le resultaba divertido.
Nuestra madre tenía un cuchillo clavado en su mano abierta
sobre el escritorio, ella no estaba intentando quitarlo y
quizás no lloraba por ello, sino por el hombre a su espalda
follándola, mientras otros seis observaban extasiados. Fue
la primera vez que presencié uno de sus castigos…
Recuerdo que corrí y corrí para terminar en los brazos de
nonna, estaba llorando e intentando decir lo que había
visto, pero no tenía las palabras y ella me puso un enorme
tarro de caramelo enfrente, y empecé a comer intentando
olvidar.
—Dominic. —Jadeo con los ojos anegados en lágrimas.
—Cuando me preguntas sobre mi vida y no respondo, no
es porque no quiera compartirlo contigo… Es porque
prefiero que no tengas en esa hermosa cabecita tuya esas
imágenes. Mi crecimiento no fue bueno e inocente.
Suave y delicado envuelve mi muñeca en su fuerte mano
y lleva esa cicatriz hasta sus labios y deja un beso en ella.
—No eres como él —digo. Me he equivocado, Dominic lo
ha hecho también, pero nunca ha intentado forzarme, ni ha
levantado su mano para causarme daño físico—. Nunca
serás como él.
—Es la razón por la cual el matrimonio no era parte de mi
futuro, sabía que necesitaría herederos y probablemente los
tendría solo por seguir un código en la famiglia, pero cuando
te conocí y posteriormente te convertiste en mi esposa, el
temor de hacerte daño golpea constantemente en mi
estómago. No me lo perdonaría, lastimarte físicamente es
un pensamiento que me agobia y luego de descubrir lo que
sucedió esa noche, la culpa de no haber llegado antes… No
te conocía, pero solo por ser una niña. Te hubiera protegido,
Emilie.
—No es tu culpa, cariño. No son tus demonios. No tenías
ninguna forma de saberlo. Yo no te dije la verdad, yo…
Perdóname, Don. Estaba aterrorizada, mi vida se acababa
delante de mis narices y no podía hacer nada. Cuando me di
cuenta de quién era Roth, decírtelo no fue algo que me pasó
por la mente —confieso.
—Él me traicionó —dice con amargura—. Su deber
conmigo, su Capo, su líder, era decirme desde el primer
momento quién eras. Su deber como hermano fue
contármelo desde esa noche. Falló en ambos aspectos…
—Roth daría su vida por ti —musito intentando hacerle
ver—. Estoy segura que nunca te fallaría y que si esa noche
no te dijo la verdad fue por salvarme… ¿Qué hiciste?
¿Cuándo te enteraste de quién era yo? ¿De Roth?
Guarda silencio dejando caer mi mano en su pecho y
llevando la suya a tapar su rostro.
—Puedes decirme…
—Nada.
—¿Qué…?
—No hice nada, quería golpearlo, desmembrar su cuerpo
y tirárselo a los perros callejeros, pero luego estabas tú, en
una camilla de hospital. Necesitándome… Y la ira dio paso
al agradecimiento, porque no sé qué infierno pasaron
juntos, pero gracias a él, tú estás viva hoy y gracias a ti, él
está vivo y gracias a ambos lo estoy yo. Porque, si Roth no
existiera, no sé qué sería de ninguno de nosotros. Y si tú no
hubieras llegado a mi vida en el momento que lo hiciste, no
sé qué sería de mí. —Oh, Dios mío—. Tú, Roth y Raze, son
mi familia, son el ancla que necesito para volver en mí
cuando la oscuridad me llama. Tu sonrisa y mirada me
obligan a retroceder cuando la crueldad se hace cargo de mí
y controla mis acciones. Roth es la calma y serenidad en mis
días y, Raze, ese chico es como un hijo para mí. Los tres
llegan a sacar mi paciencia por el aire, pero no imagino un
mundo sin ninguno de ustedes. Y destrozaría el universo
mismo —asegura buscando mi mirada—. Si alguien se
atreve a lastimar a alguno de ustedes tres, Em. Una sola
herida o rasguño... y prometo traer el infierno a la tierra,
convertir las calles en sangre.
Y puedo ver que no son palabras vacías. Debería sentir
miedo o temor de ver el brillo diabólico en sus ojos y ese
frío azul oscureciéndose. Debería querer huir y marcharme,
pero mi corazón no evita latir más acelerado,
comprendiendo que Dominic es capaz de todo por proteger
a los suyos y ese solo acto comprueba que él nunca será
como Gabriel… Dominic Cavalli está dispuesto a dar su vida
por quienes no llevan su sangre. Eso es más de lo que
alguna vez Gabriel Cavalli hizo.
~♦~
 
—¿Lista? —cuestiona desde el umbral de la puerta—.
Savannah está de regreso, pensé que quizás querrías
despedirte.
—Un minuto más —suplico presionando la caja en mi
regazo. Vestida de negro, con apenas un poco de rojo en los
labios –algo por lo cual Dominic ya se ha quejado mil veces–
y un sombrero negro cubriendo mi pelo rubio. Mis manos
tiemblan y mi corazón late más deprisa. Escucho sus pasos
acercándose antes de levantar mi mentón. Esos ojos fríos y
crueles me observan fijamente. Él, junto a Emma, son ahora
mi única familia. Lo único seguro en mi mundo.
—Si quieres hacerlo, debemos salir en los próximos
minutos, amor. Si no quieres hacerlo, entonces buscaré la
manera de que lleguen a su destino.
—Tengo que hacerlo, debo hacerlo.
—Sostén mi mano, bonita. Te lo prometí, no te dejaré caer
y no pienso soltarte.
Afirmo y acepto su mano, me ayuda a ponerme de pie y
luego retira la urna de las mías. Entrelaza nuestros dedos y
delicadamente empieza a tirar de mí.
Bajamos al primer nivel, donde Savannah tiene a Emma
en su regazo y nonna se observa rebosante de alegría.
Dominic ha organizado todo para que podamos viajar a New
Orleans, Luisiana, y entregar las cenizas a mi madre. Debo
hacerlo y cerrar esa puerta al pasado de forma definitiva. Es
hora de avanzar al futuro.
Obtengo una mirada interrogante de la pelirroja, pero no
puedo resumir todo lo que ha ocurrido en tan poco tiempo.
Ahora sé lo que Dominic siente, aunque no dijo las palabras
exactas, sé que sí siente algo por mí. Regresó, no me
abandonó como mi sangre siempre hizo. Todos se eligieron a
ellos mismos, excepto Don. Él, anoche, me eligió por sobre
todo lo demás.
Holden no fue un buen hermano y cada palabra que
Dominic pronunció antes de marcharse es cierta. No puedo
seguir culpándolo de todo porque estuvo con Katniss. No
cuando conozco sus negocios a profundidad. Tampoco
luchar por encajar en ese lado oscuro que me sobrepasa. Ya
he perdido demasiado. Mi familia, mi bebé, no estoy
dispuesta a unir a Don a mi larga lista de errores. Quiero
que esto funcione y para ello debo pasar la página, cerrar el
libro y abrir otro donde seamos solo nosotros, capaces de
reescribir nuestro futuro y destino. Gabriel no tiene por qué
ser una sombra contante entre nosotros. Es su hijo, pero no
su igual. Nosotros merecemos más que solo ser reflejos de
nuestros fallidos padres. Ellos eligieron esa vida, no
nosotros.
—Regresaré… —El nudo en mi estómago se incrementa
mucho más.
—La cuidaré —garantiza Savannah, beso la frente de la
pequeña Emma.
—Raze se quedará en casa, cualquier cosa que necesites,
solo pídela —murmura Dominic un poco incómodo, sé que
esto no es su fuerte.
Ejerzo un poco de presión en nuestras manos
entrelazadas, mostrándole que agradezco el gesto.
—¿Quién es Raze? —cuestiona asustada.
—Es uno de los chicos Nikov, ambos se quedarán en casa.
Roth es más serio y callado, es muy probable que no diga
una sola palabra y Raze es el pequeño, hablará contigo y
tendrá un ojo especial en Emma… Ambos son de confianza
—explico observando que no estoy dándole el consuelo que
parece necesitar.
Dominic retrocede un poco al parecer notando algo que
yo no. Savannah tiene la mirada en todo lugar menos en mi
marido y parece asustada de tenerlo frente a ella.
—Son hombres de la mafia, ¿cómo son de confianza?
—Son mis hombres y harán todo por mantener segura a
mi gente —sisea Dominic haciéndola pegar un respingo
asustado.
Emma grita inmediatamente y yo me encuentro perdida
en qué decisión tomar, o cómo consolar mi pequeña
sobrina. Nonna es quien se encarga de la pequeña y mi
esposo suelta mi mano antes de marcharse y dejarme sola
con una Savannah aterrorizada.
—Quiero irme, puedo cuidar de ella en mi apartamento.
No necesita estar con asesinos.
—Savannah…
—¿El sexo arregla todo? —pregunta furiosa. Pasando de
una emoción a otra con rapidez, al parecer el miedo a
Dominic sale por la ventana cuando su coraje sobre mis
decisiones florece. Un sonrojo ardiente cubre mis mejillas al
instante—. Sí, no eres muy silenciosa que digamos. Ayer
decías que saldríamos de esta vida y hoy bajan agarrados
de las manos y él con las cenizas de Holden… Su asesino.
—Don no lo asesinó —reviro clavándome las uñas en la
palma de mi mano. Y sintiendo un deseo profundo de
pegarle.
—¿Y le crees? ¿Solo porque hizo un drama y regresó? ¿Así
de fácil perdonas?
—No lo conoces, no sabes quién es y no tienes derecho a
señalar si no eres conocedora de toda la historia. Holden no
fue un santo… —digo y lo siguiente que siento es una fuerte
cachetada en mi mejilla, un golpe inesperado. Mi sombrero
cae al piso mientras retrocedo.
—¿Cómo te atreves a hablar de ese modo sobre él? ¡Te
amaba! ¡Hubiera dado la vida por ti!
—¡No! —rujo volviéndome hacia ella y enfrentándola—.
No te debo nada, Savannah, ¡nada! Pero te dejaré en claro
algo, Holden nunca daría su vida por mí, no me defendió
cuando lo necesité, ¡nunca lo hizo! ¿Quién crees que me
lanzó a esta vida? ¿Quién me entregó a los brazos de
Dominic sin pestañear? ¡Tu príncipe! ¡Holden fue quien nos
trajo a este punto a todos! Fue un cobarde, un egoísta y
quien condenó a su propia hija a estar en una guerra que no
debería.
Enloquecida trata de volver a golpearme, pero esta vez sé
hacia dónde piensa dirigir su mano. Sus movimientos son
los de una chica normal, no me cuesta tomar su muñeca y
girar su brazo, haciendo que ella grite bajo mi llave, su
cuerpo golpea el brazo del mueble mientras presiono su
pecho contra este.
—No vas a golpearme en mi propia casa, no llamarás a mi
gente, quienes se han ofrecido para protegerte, asesinos. Si
no quieres estar aquí, la puerta es bien amplia y nadie va a
detenerte, Savannah. Solo ten presente algo, Holden se alió
con personas peligrosas y ellos están dispuestos a ir contra
quienes piensen que fueron importantes en su vida. Si fuera
tú lo pensaría mejor antes de irte, pero, si te quedas,
muestra un poco de respeto. Mis decisiones y mi vida
personal no están en discusión. Te quedas o te largas, tú
decides —gruño soltándola.
—Vaya, Rubia, parece que tienes todo bajo control por
aquí —silba Raze, cruzado de brazos en el umbral—. ¿Otra
pelirroja problemática? ¿Eso viene de genética o qué? Oh,
tienes un buen golpe ahí, Don perderá la cabeza… Literal.
—Encárgate de ella —murmuro levantando mi sombrero
—. Si quieres irte, Emma se queda. No pienso alejarla de ti,
esa es tu decisión. Pero ella no es tu hija, Savannah. Puedes
irte ahora, antes que sea demasiado tarde.
—Él dijo que tú querías, que tú elegiste a ese… Cavalli.
Que te enamoraste —confiesa llorando. Siento pena por
ella, creyó todo lo que Holden decidió decirle. Parece que mi
hermano incluso luego de su muerte no dejará de
sorprenderme.
—Estuviste en mi boda, ¿te pareció que era una mujer
enamorada?
—Yo…
—Piensa lo que quieres hacer, a nuestro regreso espero
que tengas una respuesta, si es que sigues aquí.
—O si Dominic no la mata por tocarte —interviene Raze
medio en broma. Eso espero.
—La niña no sale de estas paredes —reviro empezando a
caminar y escuchando un “Sí, señora” a mi espalda. No
necesito ser la mujer en la mafia para ganar el respeto de
los hombres. Solo debo dejar de cometer estupidez tras
estupidez. Eso incluye responder ese mensaje y cortar esa
conexión que nunca llegará a ser exitosa. Dominic siempre
estará sobre mis pasos. Y es hora de que admita mis
sentimientos.
Estoy enamorada de él, asesino y cruel. Es el hombre
quien se lleva mi corazón, el único quien se desvive para
protegerme. Ojalá Savannah, en un futuro, pueda mirar eso.
No quiero alejarla de Emma, pero tampoco permitiré que
sea un escalón entre Dominic y yo. Ambos debemos mejorar
muchas cosas en conjunto y construir un verdadero
matrimonio basado en confianza y respeto. Si Savannah
quiere interferir, lo sentiré mucho por ella, pero la sacaré de
mi vida. No es mi familia, no es mi asunto. Dominic y Emma
sí.
Holden no fue un santo, Dominic tampoco lo es… La
diferencia es que mi esposo no se viste de inocente, sino
que demuestra su verdadera bestia interior.
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 48
 
La única equivocación que puede existir es no hacer
nada, no intentarlo, quedarte con ese, ¿y si…? No quiero
esa interrogante en nuestra historia. Quiero avanzar, seguir,
ya sea una equivocación o no, una victoria o tal vez una
caída. Sea lo que sea, solo tendré una salida. Levantarme
nuevamente.
Abandonar New York de alguna manera se siente
correcto, es como si ambos dejáramos los problemas detrás
y solo fuéramos una pareja de recién casados enamorados.
El semblante de Dominic es más ligero y su actitud incluso
despreocupada. Trabaja en su laptop durante el vuelo y
bebe un poco de whisky, mientras me entretengo con una
botella de vino.
—Ven aquí —ordena con esa voz cargada de deseo.
Ha enloquecido con el golpe en mi cara y parece solo
mirar esa parte y nada más. Cumplo su orden, dejando mi
puesto y caminado hacia él, hace la laptop a un lado antes
de tomar mi cintura y llevarme a su regazo. Mi vestido
negro sube sobre mis piernas dejando mucho descubierto,
partes de piel que mi esposo sin duda aprecia tener a la
vista.
—¿En qué trabajas? —cuestiono señalando con mi cabeza
la computadora portátil.
—Las cuentas del casino —responde su mano subiendo
por mi muslo—. Al parecer mis clientes disfrutan tenerte
paseando de un lado a otro y cuando no vas, ellos deciden
gastar menos dinero, ¿qué opinas?
—Creo que se van cuando tú no estás para verlos gastar.
Después de todo es a ti a quien quieren deslumbrar —
explico mordiéndome el labio cuando sus dedos alcanzan el
borde de mis bragas—. No estamos solos, Dominic.
—Muy pocas cosas me deslumbran, esposa —responde
obviando mi comentario.
—¿No te gusta que gasten su dinero?
—Me gusta, claro, pero eso no me deslumbra —responde
tirando de la tela, escucho el típico sonido y cierro los ojos
negando—. ¿Quieres unirte al club?
—¿Qué club? —gimo dejando caer mi cabeza en su
hombro. Dios, sus dedos ya están causando una tortura—.
Alguien puede vernos. Tenemos dos asistentes de vuelo y es
un jet pequeño.
—Eso es lo divertido, Em. Van a escucharte gemir y
desearán ser tú, ya lo hacen desde que entraste a mi lado,
ellas quisieron estar en tu lugar —revira introduciendo dos
dedos dentro de mí. Niego jadeante sin nada ingenioso que
decir—, pero tienes razón.
—¿Qué? —exclamo confundida.
—¿Desea algo, señor? —pregunta una de las sobrecargos.
Mi cara enrojece de pena mientras la hundo más profundo
en su cuello.
—Un sándwich de pollo para mi esposa y dos whiskies
sellados… Dentro de una media hora —dice, sin un gracias
ni por favor. La chica responde antes de irse desesperada.
—Eres muy cruel —murmuro abriéndole dos botones a su
camisa—. ¿No vas a comer nada tú?
—No, estoy guardando mi hambre para cuando estemos
solos… Em —clama en un suspiro bajo. Sigo mi camino a su
pantalón—. Tenemos compañía, ¿recuerdas?
—Soy exhibicionista, además, quiero que sepan que no
tienen ninguna oportunidad —musito coqueta, saliendo de
mi escondite para enfrentarlo—. ¿O tienes miedo de a quien
escuchen gemir sea a ti?
—Emilie… —advierte, pero es demasiado tarde. Rodeo su
polla con mi mano y empujo hacia atrás. Hace eso que me
encanta humedeciendo sus labios.
—¿Dejarás que sepan que puedo dominarte? —Presiono,
subiendo un poco y colocando su miembro en mi coño.
Estoy lista y húmeda para recibirlo. Nunca es suficiente,
siempre quiero otra pequeña dosis.
—¿Crees que puedes? —gruñe antes de tomar un puñado
de mi pelo y tirar—. ¿Dominarme?
—Puedo, pero no sé si tu ego está listo para saberlo.
Y tengo el descaro de sonreír, algo que parece
desquiciarlo. Me aparta dejándome sobre mis pies, la tela de
mi braga cae al piso, rota, antes de que el mismo se
levante. Sin molestarse en guardar a su amigo, tira de mi
mano y hacemos nuestro camino a la cabina privada.
Casi estoy saltando de alegría. Abre la puerta para mí con
esos ojos llenos de un deseo salvaje. Entro a la habitación
escuchando el seguro siendo accionado a mi espalda. Es
sencilla, con un toque de elegancia en blanco y negro.
Dominic se coloca a mi espalda, antes de empezar a buscar
el dobladillo de mi vestido y despacio retirarlo de mi cuerpo,
levanto mis manos facilitando su tarea, finalmente cae
sobre la cama, luego de ser lanzado por él. Su mano
acaricia mi espalda, una línea recta desde mi cuello y
bajando hacia mis nalgas, estoy tentada de doblarme y
dejarlo disfrutar de la buena vista.
Abro el broche de mi sujetador al frente y él me ayuda
sacándolo fuera de mis hombros, luego sus manos van a mi
pelo haciéndolo a un lado. Me solté mi recogido desde la
camioneta para ocultar el golpe, algo tonto, ya que sus ojos
críticos me vieron al instante.
—Eres tan hermosa y delicada… Nunca vi una obra de
arte más bonita.
A veces cuando dice estas cosas, creo que son solo
pensamientos revelados en voz alta. Luego, cuando tengo
esa mirada de frente, sé que soy bonita, él consigue que no
tenga la mínima duda de ello.
Me giro, enfrentado a mi esposo y llevo mis manos a su
camisa, quitando despacio cada botón, revelando su torso,
las pequeñas cicatrices. Algunas se observan como
rasguños delgados, otras son pequeños puntos… Heridas de
bala, ¿cuántas veces han querido matarlo? ¿Quién ha
llegado tan lejos? Son tantas preguntas que quisiera
hacerle, pero callo.
Retiro los gemelos, unos pequeños cuadrados negros con
una flor de lis dorada en el centro, luego saco su camisa,
despacio, tomándome el tiempo de adorarlo. Antes no lo
hice, era sexo sin más.
Loco, salvaje y desenfrenado, nunca le inspeccioné a
detalle. Este es mi esposo, quien ha sufrido, quien tiene
huellas de su calvario y quien aun así intenta ser mejor, al
menos me demuestra una versión más humana y real.
—Emilie… —Jadea cuando caigo de rodillas a sus pies.
Empiezo a quitarle uno de sus zapatos, cuando me ayuda.
Me muerdo el labio tirando de su pantalón hacia abajo. Su
erección en mi cara es por demás intimidante.
—¿Podrías enseñarme? —pregunto en un susurro bajo.
Traga, su nuez de Adán moviéndose y afirma lentamente—.
Es muy grande —expreso mis pensamientos en voz alta.
Primero es solo la punta de mi lengua, un contacto casi
inexistente que me permite saborear algunas gotas de
líquido preseminal, luego abro más mi boca e introduzco su
glande, succionado delicadamente. Don aspira unas
bocanadas de aire y veo sus manos en puños a los laterales,
como si quisiera llevar estas a mi cabeza y empujarme.
«Como él…» El pensamiento es tortuoso y me veo, la
pequeña niña… Este hombre es mi esposo, quien me
protege, quien no me lastima de esa manera, aquí, el jefe
de jefes dispuesto a cambiar… Por mí.
Somos nosotros, es su cuerpo, son mis labios. Levanto la
mirada y le observó, la lujuria en sus ojos oscurecidos. Esta
vez saco la lengua más grande y le doy una lamida
completa, Don cierra los ojos y niega siseando algo para
luego volver a enfocarme. Admirada por la clase de placer
que parece estar experimentando. Le agarro con ambas
manos y empiezo a moverlas, arriba y abajo por todo su
miembro. Abro la boca para recibirlo, sin perder el contacto
visual.
—¿Puedo moverme...?
No entiendo la pregunta hasta que su cadera se mueve y
entra un poco más profundo en mi boca. No es molesto ni
desagradable, por el contrario, me gusta su sabor.
—Voy a agarrarte la cabeza —avisa cauteloso. Parpadeo
cuando siento una de sus manos tomar un puñado de mi
pelo—. Lo haré despacio, si te incomoda solo haz fuerza
hacia atrás y te soltaré.
Empuja un poco más profundo, observándome, muevo mi
lengua sintiendo el frío metal de la argolla y la muevo,
jugando con ella.
—¡Joder! —clama apretando sus dientes y un poco el
agarre en mi cabello—. Lo siento, es solo que eso… ¡Oh,
mierda!
Empiezo a succionar un poco más fuerte, él se mueve
dentro y fuera controlando todo metódico y con calma. Sus
gestos, la manera en la cual me deja tener esto, su placer,
la fragilidad dentro del acto. Lo masturbo tanto con mis
manos como mi boca. No me advierte, pero he llegado a
conocer cuando se dejará ir, su polla se agranda dentro de
mi boca, niega observándome, ordenando que no me retire
sin una palabra dicha. Su mano se tensa y se vuelve más
firme, retira las mías sustituyéndolas por las suyas y se folla
mi boca.
Tenerlo tocándose a sí mismo, donde solo espero la
culminación de su orgasmo. Dice mi nombre en una
pequeña exhalación y siento el primer chorro caliente, casi
directo en mi garganta. No es molesto o incómodo, no
podría serlo con él. Trago tanto como puedo y al final se
retira, dejando caer fuera de mis labios con toda la
intención, en mi cuello y mis pechos partes de su
eyaculación. Se inclina mientras su pulgar recoge un poco
de su semen y lo introduce en mi boca, chupo descarada
con una media sonrisa. Tira de mí, levantándome e
impactando su boca en la mía, su lengua saqueándome,
apoderándose.
¿Es así? ¿Todos tienen esta clase de deseo intenso por
otro ser humano? ¿El sexo cuando los sentimientos
empiezan a ser parte tiene algún poder mágico? ¿Por qué
de repente todo se intensifica a mil?
—¿Todo bien? —cuestiona jadeante, uniendo nuestras
frentes. Dioses… Sus ojos, su mirada tiene exactamente eso
por lo cual tanto he esperado.
No puedo responder, no sé colocarle un nombre... No
necesito un te amo, no cuando está observándome como su
universo mismo. Lo beso y me entrego, le dejo poseerme,
formar eso en lo cual somos buenos. Un infierno en los
brazos del otro, buscando nuestro propio paraíso.
~♦~
El aire seco de New Orleans nos recibe en la madrugada,
para mi sorpresa, sin un solo hombre de seguridad,
recorremos las calles hacia el barrio francés, nos alojamos
en una suite del Hampton Inn como cualquier pareja normal,
hablamos mucho. Sus navidades y cumpleaños, mis días de
escuela, mis gustos musicales, su extravagancia con el rock.
Me cuenta de sus viajes, de todos los lugares que ha ido,
pero que no conoce porque no eran vacaciones.
Prometemos visitarlos nosotros, conocer el mundo unidos.
Me duermo en sus brazos y al despertar estoy rodeada de
él, su pierna sobre las mías, sus brazos sujetándome. La
mañana no puede empezar mejor con un buen sexo
temprano, pero aun así, en el desayuno soy un mar de
nervios, la comida no me pasa por la garganta y solo
alcanzo un jugo de cereza, incluso cuando Dominic empieza
a molestarse por ello.
Verla, tenerla delante de mí es lo difícil. No me reconoce,
los doctores la mantienen sedada y atada a una camilla.
Dominic se encarga de hablar con su enfermera, mientras
me acerco y alejo el pelo blanco de su cara. Es su rostro,
pero no es mi madre. Cierro los ojos cuando tengo la
imagen de ella sobre mí, el cuchillo cubierto de mi sangre.
Esta no es mi madre, Emma Greystone era risueña y
amorosa, preparaba tartas de calabaza y esperaba por mí
cuando el bus escolar me dejaba en la esquina. Se
arrodillaba con sus manos abiertas a esperarme mientras yo
corría, era quien las noches en las que enfermé, dormía a mi
lado. Esa es la Emma que quiero recordar, no este
fantasma, este cascarón sin alma.
Ese mismo día volvemos a New York, Dominic me
sostiene mientras lloro en sus brazos durante el vuelo, en
algún punto me duermo y al despertar estamos en el garaje
de nuestra casa.
Los chicos están en casa junto a Savannah y Emma,
camino directo hacia la pequeñita, sé que tengo mis ojos
hinchados de llorar y mi ropa es todo menos presentable,
apenas tengo un jean y una camisa blanca de Dominic.
—Emilie —susurra Savannah, pero niego cargando la
pequeña quien alza sus manitas inmediatamente.
—¿Qué tal si juegas con tía? —musito bajo.
Tenerla en la cama conmigo, haciéndola molestar,
empieza a curar mi alma. La baño, arreglo su cabello rizado
y aprendo a colocar un pañal. Algo que es una supertarea,
finalmente Emma queda rendida al sueño y yo a su lado,
observándola, cuando me percato de que Dominic está en el
umbral, medio sonriendo. Hago señales de que guarde
silencio. Soy un desastre, la camisa está empapada y tengo
hebras fuera de mi recogido.
—Ven aquí, hermosa —ordena y me abre los brazos. Me
aferro a él fuertemente, sintiendo su corazón latir—. ¿Mejor?
—Sí, ahora sí. ¿Tienes que trabajar?
—Sí… —susurra aclarándose la garganta—. Tengo algunos
compromisos.
—Vuelve a casa —musito levantando la mirada—. No
quiero perderte.
—Hey, eso no pasará, ¿me escuchas? —pregunta
acunando mi rostro—. Volveré a casa, contigo.
—Te amo —digo a cambio, con un nudo en la garganta.
Veo sus tormentos cuando afirma despacio—. ¿Prefieres que
no te lo diga? No quiero que…
—Estoy acostumbrándome a escucharlo… Solo dame
tiempo, es difícil procesar la palabra cuando eres la primera
quien me lo dice —confiesa dejándome fría de pies a
cabeza.
—Dominic…
—Sh, nada de tristezas. Repítelo, ¿de acuerdo? Siempre,
incluso cuando esté siendo un idiota, recuerda decírmelo.
—Lo prometo —digo con una pequeña sonrisa. Su vida no
ha sido la de ensueño que se pueden llegar a imaginar.
Tenía dinero, sí, pero no lo más primordial para una criatura.
Afecto.
—¿Te das cuenta de algo? —pregunta de repente
nervioso.
Nunca he visto a Dominic temer por algo.
—¿Qué…?
—Seremos los padres de Emma —suelta. Abro y cierro la
boca, no sé qué debería decir. Me visualicé como su tía, la
tutora legal, pero no llegué a pensar en ella como una hija.
Dios, solo tengo veintiuno.
No me veo como la madre de nadie, pero tiene razón.
Será mi niña, soy lo único que tiene.
—Si no quieres…
—No estoy hablando de no querer, solo digo que seremos
sus padres y quizás tú quieras… Otro futuro para ella —
finaliza.
—No te dejaré, si eso es lo que estás sugiriendo. Podemos
ser sus padres, aprenderemos… Entiendo que no estaba en
tus planes. —Suelto una risa nerviosa—. No querías una
esposa y ahora estoy yo con una niña incluida.
—Y es perfecto, ¿de acuerdo? Ella es nuestra, como
cualquier hijo propio.
Lo beso. Besarlo es casi como entregarle mi propia alma,
sentirlo perder el control y dejarme dominar el beso. Sus
manos en mi cuerpo, las palabras dichas entre ambos y los
momentos compartidos sumándose uno tras otro, amo a
este hombre. Asesino, cruel, egoísta y sociópata. Estoy
irremediablemente enamorada de cada latido suyo.  Cuando
se aleja, siento el vacío de no tenerle cerca.
—Necesito un baño de agua helada.
—Eres insaciable —regaño limpiando sus labios.
—De ti, sí. Eres exquisita y no puedes culparme. Tienes
un sabor único.
La insinuación hace recordar nuestro momento en el
avión y sé que también está visualizándolo, mis mejillas se
colorean. No entiendo cómo puedo ser atrevida por
momentos y luego sentir este tipo de vergüenzas.
¡Por los dioses! Dominic me ha visto en cada posición
creada, me ha dañado y no hemos sido unos santos en el
sexo precisamente.
Nos alejamos, porque de alguna manera continuar
besándonos es un presagio a terminar desnudos y sudados,
moviéndonos en sincronía.
Lo observo desde el umbral de la puerta quitándose la
ropa y dejando sus pertenencias en nuestro tocador, juego
con la joya Cavalli en mi cuello. Se ha convertido en una
parte mía, a veces simplemente olvido que sigue allí. Lo
dejo bañarse en paz y voy al clóset para buscarle otro traje,
elijo su ropa y la coloco en la cama, luego inspecciono sus
cuchillos, los cuales necesitan otro lugar. Con Emma aquí no
podemos dejarlos en la mesita de noche y mucho menos su
arma, aunque ahora siempre está descargada desde ese día
donde le apunté, incluso en mi furia sabía que Don nunca
me lastimaría.
Su celular junto a sus llaves y cartera se ilumina, un
mensaje de K. Florentino. Tiene la pantalla bloqueada y no
puedo leer el mensaje. Solo miro este hasta que vuelve a
apagarse. «Confía, confía…» Puede ser cualquiera, pero sé
quién es, Katniss. Su padre tiene negocios con Dominic. Un
mensaje no significa nada. Respiro, entonces es el turno de
mi propio móvil timbrar. Son cuatro notificaciones. Frunzo el
ceño, muy pocos poseen mi número.
Camino hacia mi cómoda encontrando que no reconozco
el remitente, desbloqueo mi móvil y tres fotos se descargan.
Al principio no comprendo muy bien, somos Dominic y yo.
En una donde abre la puerta del deportivo que usamos en
New Orleans; en otra estamos de pie, abrazados, recuerdo a
la salida de la clínica y la última una foto de Savannah
cargando a Emma y Holden con la pañalera. La cara de
Holden está tachada con una X, mientras Emma tiene un
círculo rojo, al igual que la foto de Dominic. Lo último es un
mensaje… «Si no cumples tu parte, ellos serán los
siguientes».
 

CAPÍTULO 49
Dominic
 
—¿Emilie? —Observándola con su móvil en la mano,
retrocede llevándose una mano al pecho y niega—. ¿Qué
sucede?
—Nada… Nada, me has asustado.
Frunzo el ceño, pero Emma en la cama empieza unos
quejidos bajos comenzando a despertarse, restregándose
los ojos mientras se sienta. La boca de mi estómago me da
un vuelco, he tenido muchas mujeres en una cama, pero
nunca creí posible una nena de un año. Em corre hacia ella
cargándola, dejando la pobre criatura sin aire.
Suspiro, debe acostumbrarse a nuestra nueva realidad.
Empiezo a cambiarme, tengo una reunión con Florentino y
su hija para buscar una manera de incluir a esta última
como publicista y más tarde dedicarme al casino y dejar que
mis clientes me vean jugar un poco, ya que la posibilidad de
llevar a Emilie es nula. Su estado emocional no es el mejor.
Sale de la recámara sin darme una segunda mirada. Ya se le
pasará, es solo otro episodio más. Mujeres, mujeres. Bajo al
primer nivel, listo para marcharme, cuando escucho a las
mujeres hablar en la cocina, Emilie suena ansiosa.
—No necesitas salir, puedes quedarte aquí con nosotras.
Este ático es seguro, no existe manera de entrar —
garantiza.
—¿Y qué sucede con la empresa? Necesito salir, el dolor…
Quiero ocupar mi mente —responde la pelirroja. La
entiendo, encerrarse con el dolor de la pérdida solo causará
más daño. Debe volver a su rutina, lo que espero mi mujer
comprenda pronto—. Siento mucho lo que hice, Emilie. No
debí levantarte la mano. No sé qué estaba pensando, tú
solo quieres lo mejor para Emma, al igual que yo, y sé que
no dejarás que nada le suceda.
—Es mi esposo y lo amo con toda mi alma. Sé que no
entiendes y es complicado explicarlo, pero conozco partes
que otros no y, eso, quien es… me hace estar atada a él y
por decisión propia. Quiero que te quedes aquí, pero para
ello debes entender que Dominic es parte de mi vida al
igual que será para de Emma.
Escucharla hablar así me hace cuestionarme si de verdad
ella puede verme. Soy una bestia sedienta de sangre, vivo
en el mundo para causar caos y traigo conmigo la condena
de ser un Cavalli… Ella me hace creer que es posible ser dos
personas diferentes en un solo cuerpo, me hace tener
esperanzas en mí. Algo que desconocía con anterioridad.
—¿Cómo no puedes tenerle miedo? Él y Roth me dan
repelús, el otro chico Raze es más tratable —responde la
inocente. Casi tengo ganas de reír, ¿Raze tratable? Sí, cómo
no. Entro a la cocina interrumpiéndolas. Y caminando
directo a mi esposa, si vivirá con nosotros es bueno que se
vaya acostumbrando y de cierta manera yo también. Tengo
los hombros rígidos cuando me inclino a susurrarle.
—No me esperes despierta, llegaré tarde. —Asiente sin
mirarme moviendo algo en la estufa que luce parecido al
vómito, ¿qué demonios es eso? Por como Emma está
sentada en la encimera, puede que eso sea su comida.
—Ten cuidado —suplica aferrándose a mi muñeca—.
Vuelve a casa.
—Ecco dove sei, Cara —pronuncio en italiano girándome
antes de besarla y hacerla mía delante de dos pares de ojos
curiosos. Savannah me observa y parece querer volverse
pequeña cuando me detengo a una distancia prudente. «Es
por Emilie. Hazlo por ella», repito incómodo en mi mente.
—Bienvenida a nuestra casa.
—Gracias, señor Cavalli. —Mueve su mano nerviosa.
Emma, quien está a su lado, alza sus regordetas manos
hacia mí, las tiene embarradas de algún tipo de puré de
mierda, ¿eso comen los bebés? Oh, ella se está comiendo
mi caramelo.
—Alguien tiene que bañarla —digo incómodo, joder, ¿no
tenía algo mejor que decir? Un paso a la vez—. Quiero
decir… Hasta pronto, Emma.
La criatura me observa con ojos grandes y sorprendidos.
—Le gusta que le peinen —murmura Savannah—. Así —
explica revolviéndole el pelo con sus dedos, ¿esperan que
yo haga eso? Busco a Emilie por un poco de ayuda. Sí,
bueno, eso no pasará por el momento.
Salgo, antes de que tenga alguna loca idea donde incluya
cambiar pañales o algo… Estoy intentando no volverme
loco. Adaptarme a los nuevos cambios. No solo en nuestra
relación, sino en nuestra casa. Ya no estamos solos para
tener sexo donde me plazca, tampoco tengo la intimidad de
besarla donde y cuando quiera. Savannah, aunque no
representa una amenaza, no tiene del todo mi confianza.
Tener a nonna es diferente, sabe cuándo convertirse en un
fantasma y fue educada para mirar y callar.
~♦~
 
Navidad no fue una fecha memorable en nuestra familia,
recuerdo que padre nos llevaba a la iglesia y luego ofrecían
una fiesta enorme para la famiglia, no una típica, más bien
esas de formar relaciones y crear aliados. No existían los
regalos bajo el árbol o una esposa saltando sobre ti en
pijama, esperando que le entregues tu regalo, mucho
menos una niña en pañal. En mis antiguas Navidades tenía
una o dos mujeres en mi cama, luego de una noche llena de
sangre y alcohol, pero esta vista supera las demás.
—Tienes que abrir tu regalo —canturrea feliz. Me alegra
volver a tener un vistazo de ella, los últimos días ha estado
tensa.
—Iremos con Roth —anuncio sentándome, Emma gatea a
mi lado alzando sus manos. Lo intenta siempre que me
observa, el miedo a lastimar su débil y frágil cuerpecito me
lo impiden.
—No pasa nada si la cargas —murmura retirándola de mi
lado. Sé que le lastima, para ella es indiferencia.
—Es muy pequeña.
—No va a morderte —sisea levantándose de la cama.
Joder con su humor.
—Emilie…
—Iré a ponerle el pijama antes de que explote a tu lado —
ironiza.
Me dejo caer en la cama, tapando mis ojos, ¿por qué no
entiende?
El viaje al rancho es silencioso, está molesta o pensativa.
A veces no logro diferenciarlo del todo, pero no para de
mirar el espejo retrovisor. Emma viene en la parte trasera
en una silla especial y Savannah en una camioneta con Nick
y nonna, parece estar encariñada con ellos.
—Cuéntame sobre los pijamas —pregunto intentando
distraerla.
—¿Mmm?
—Los pijamas, Em, ¿qué sucede? ¿Por qué no dejas de
mirar hacia atrás?
—¿No hay más seguridad?
—No es necesario, vamos con Roth. El rancho está
protegido —digo alcanzando su mano y llevándola a mis
labios—. Todo está en orden.
—Confío en ti —susurra sentándose derecha.
Empieza a relatar por qué están vistiendo ropa de dormir
con dibujos navideños. Ella y Emma tiene unas iguales y
Savannah una de color rojo. Llegamos al rancho entrado el
mediodía, Roth nos recibe con comida lista para todos,
incluso Raze está aquí con algunos de sus chicos armando
una barbacoa. Las mujeres son la atracción principal con
sus tradiciones.
—Rubia, ¿Don no te dejó cambiar esta mañana?
—Ja, ja —burla Emilie con Emma en su cadera. Es tan
hermosa con la niña. Nick, con su nuevo trabajo, se asegura
de la pañalera. Y nonna casi salta de alegría hablando con
Madame, la empleada doméstica de Roth.
—¿Pensando en crear los tuyos? —pregunta Roth
golpeando mi hombro.
—Sí —admito—. Es una buena madre, lo veo con Emma.
—Tenemos que…
—No, nada de negocios. Es Navidad, quiero que ella sea
feliz hoy.
Si dice algo sobre la famiglia, todo este día estará
arruinado. Prometí darle un día siendo solo Dominic, el
hombre a quien ella ama. Ha comprado regalos para todos,
la Navidad es una época que le emociona.
Raze obtiene un pase con la compañía Harley Davison,
Roth un cuchillo Genovés sin mango en forma de
semicírculo. Estoy ligeramente celoso. Savannah y nonna
reciben un sobre, deduzco con algún cheque y al igual que
Nick, quien con la mirada me pide permiso para aceptarlo.
Para ella estas personas no son empleados, son familia. Es
su turno de recibir regalos y está por demás emocionada,
aplaudiendo. Raze incómodo le entrega una pulsera, sé que
significa mucho para él. Es de oro con Skull Brothers
grabado en la placa, Roth le da una caja y voy a matarlo.
—Maldito hijo de puta —siseo a punto de golpearlo.
—¡Don! Emma —señala tapándole los oídos a la nena.
—¡Un arma! Le das un arma, ¿no encontraste una tienda
de vestidos a última hora? ¡¿Un reloj?!
Savannah está flipando mirando la caja abierta y Raze
solo muere de risa.
—Tiene diamantes, ¿a quién ella va herir con eso? —
pregunta con una media sonrisa.
—Es tan tonta que probablemente a ella misma —señalo,
luego la observo—. Sabes que tengo razón. No aceptamos
tu regalo, devuélveselo.
—¡Pero es muy bonita! Mira cómo brilla —revira,
moviéndola sin ningún cuidado—. Y tiene mi nombre.
—Y podría lastimarte —gruño quitándole la ridiculez de la
mano. Ella es mucho más rápida y sube a mi regazo,
rodeando mi cuello con sus manos. Dios santo, mi cuerpo
reacciona cual explosión atómica.
—Por favor —suplica haciendo un puchero—. Solo la usaré
si me enseñas a usarla y bajo tus términos, por favor.
—Es rosa, nadie te tomará en serio con un arma rosa —
expongo, cediendo ante ella. Sonríe, porque ya sabe que me
tiene en sus manos—. No has abierto mi regalo —señalo
antes de que la coja y suba las escaleras para follarla en
cada puto rincón del rancho.
—Cierto —dice antes de darme un beso rápido y bajar de
mis piernas. Roth y Raze no disimulan su mirada de
asombro y agradezco que los demás, Byron y Damián, estén
moviendo la carne afuera. Emma se encuentra gateando
hacia Roth y tirando de la tela de su pantalón.
—Hola, pequeña —musita en ruso, tomándola en sus
brazos y sentándola en su rodilla. Emma sonríe feliz de
tener lo que hace días estaba pidiendo. Roth sabe más de
niños, ya que era quien cuidaba de Raze la mayor parte del
tiempo. Y lo demuestra en su forma de sostenerla.
Savannah casi quiere tirarse del pelo y quitársela de las
piernas y Emilie solo observa con ojos soñadores lo que ella
misma anhela. Una familia, un hombre que no tenga miedo
de sostener a su hijo y lastimarlo, ¿puedo darle yo eso?
—Es hora de su comida, ¿me la entregas? —Savannah
está frente a Roth, quien vuelve a su semblante frío. Ella se
lleva la niña fuera de la sala, con nonna siguiéndole.
—Lo siento por eso, ella está tratando de adaptarse —
murmura Em sonrojada—. Pronto entenderá que todos
somos una familia aquí.
—Abre tu regalo, Em —instruyo.
No quiero que esté triste, no este día. Ella vuelve a la
tarea sosteniendo mi sobre, me mira interrogante. Roth,
quien ya sabe lo que contiene, la anima a romper la
envoltura. Al principio sacando las hojas y fotografías no
tiene mucha idea de nada, confundida sigue dejando sacar
todo el papeleo.
—No entiendo, ¿qué es esto?
Me aclaro la garganta pasándome la mano por el pelo.
—Fundación Greystone —explico un poco nervioso—. El
día de tu cumpleaños te regalé el orfanato, el terreno es
tuyo. Cuando nos conocimos, creíste que lo quería para algo
más y pensé que te haría feliz saber que es tuyo. Roth me
ayudó con los trámites legales para la fundación… Em —
suplico. Está llorando, mierda no. Se supone que debe estar
feliz, me pongo de pie pidiéndole a los chicos irse… ¿Qué
carajos está mal?—Si no es lo que quiere lo devolveré. No
llores, amor.
—¿Me compraste una fundación de regalo? —pregunta
entre sollozos.
—Sí y un libro, ese que platicabas con Hannah el otro día.
El cual no salía al mercado y morías por leer.
—¡¿Qué?! ¿Cómo hiciste eso? —exclama sonriendo entre
sus lágrimas. Salta a mi cuerpo, tumbándonos al piso.
—Le compré los derechos de autor —informo.
—¡Estás loco! —chilla buscando mi boca, dándome un
beso corto.
—Por ti —confieso metiendo mis manos bajo su pijama.
—Yo te compré un reloj e imprimí algunos bonos…
—¿Bonos? —pregunto confuso—. ¿Bonos para qué? —Me
entrega la última caja en el piso y la abre. Dentro encuentro
un Rolex antiguo, no es un modelo actual, quizás unos
veinte años de antigüedad y personalizado.
«Tuya eternamente. En alma y cuerpo, mi Capo.»
—Era de mi padre… Tú me diste algo de los Cavalli y
quiero que tengas algo Greystone. Que nos recuerde que
somos la diferencia entre ellos —susurra. Acuno su rostro y
la atraigo a mí, besándola sin prisa. Mi corazón latiendo
como nunca. «Si creyera en el amor, tú serías la perfecta
excusa para enamorarme.» Sí existe, es lo que siento por
esta mujer cuando la tengo en mis brazos, cuando pienso
en ella incluso si no está a mi lado. Si amar es querer
entregarle mi vida a su merced, la famiglia y el control
absoluto sobre mí… Entonces ella es mi excusa perfecta.
—Y tienes estos bonos —dice dándome unos volantes
impresos con imágenes de ella, ¿qué mierda?
—Dime, por mi salud mental, que esto es editable, ¡joder,
Emilie!
Ella en ropa interior provocativa y el primero dice,
“Hacerme lo que quiera, cuando mi Capo lo quiera.”
Mátenme.
—Oh tengo ganas de usar el primer bono, ahora, en el
segundo piso.
 

CAPÍTULO 50
Dominic
 
Navidad y Año Nuevo pasaron, empezaron las primeras
nevadas de la temporada. Mi esposa pareció retroceder, no
discutíamos, pero tampoco teníamos esa conexión o
intimidad. Le di el espacio que pensé ella podría necesitar
ya que acababa de perder a su hermano y empezaba a ser
responsable de Emma, la pequeña solo era cuidada por ella
y Savannah, se compartían la responsabilidad entre ambas
y estaba terminantemente prohibido salir de casa.
Mi esposa nunca tenía quejas sobre la seguridad, pero
ahora estaba más al pendiente de ello y nerviosa. Era justo
que luego de su perdida empezara a cuidar más de ello,
pero a veces las ideas se mezclaban en mi cabeza, ¿estaba
sucediendo algo que me perdía? ¿ No estaba siendo honesta
del todo? Preguntas como esas asaltaban mi mente, pero,
luego, al llegar a casa y encontrarla jugando con Emma en
la habitación que con anterioridad ocupaba, mataban mis
dudas. Era una buena madre, se encargaba del aprendizaje
especial de Emma, su alimentación y que dos doctores
especializados le vieran. G&G pasó a ser su compañía,
adquirió la tutela legal de Emma y de mutuo acuerdo
decidimos que tuviera el apellido Cavalli.
Fue un honor cuando nerviosa sugirió la idea. Ahora no
solo era esposo, sino padre de una pequeña. No compartía
con ella, solo las observaba a ambas, incluso en algunas
noches cuando de forma milagrosa Emma estaba en
nuestra cama mirándome o jugando con mi pelo. Era raro,
diferente, pero en el buen sentido.
Parecía alegrar a Emilie y solo con eso ya tenía una parte
mía. Para finales de enero apenas empecé a observar
destellos de la antigua Emilie.
La encontraba dormida en el sofá con alguna novela
romántica, empezó a preparar mi cena y sentarse en la
mesa, sonreír y darme esas miradas furtivas.
Me sorprendió una noche con la idea de retomar las idas
al casino, solía manejar las cuentas desde casa y solo visitar
el orfanato esporádicamente. Era un bien mayor para mí, ya
que no nos encontrábamos en el momento adecuado para
ella salir a la calle. Mis enemigos empezaban a aliarse.
Yo tenía mis propios asuntos, un Lucas Piazza creyéndose
superior, un Phils insistiendo en pruebas en mi contra y, si
eso no era poco, tenía a Vlad y su hermano luchando una
guerra entre ellos. Todo parecía salirse fuera de control, mi
mejor opción era actuar, así que Byron tomaría el siguiente
camino a Italia.
—Me informarás a mí, nada de intermediarios —ordeno
preparando su partida. Tiene todo el dinero que necesita
para ser un chico millonario en Italia, me he encargado de
dejarle su propio lugar exclusivo y coches de lujo a su
disposición—. Haz esto bien, Byron.
—¿Y mi hermana…?
—Tiene seguridad detrás de ella todo el tiempo. No se
dará cuenta de lo que sucede.
—¿Si algo me pasa?
—La cuidaré, tienes mi palabra. No te distraigas, tu
objetivo es recolectar toda la información de Piazza. Con
quién habla, cuándo está solo, sus lugares favoritos. Solo
necesito una oportunidad. —Un lugar y una hora para
acabar con su miserable vida.
—De acuerdo y ¿Raze?
—Estará ocupado.
Sus días de cuidar a Emilie bajan considerablemente, solo
uno o dos por semana, ya que ella sale de casa poco. Esta
semana apenas ha ido animándose. Byron finalmente se
marcha y Roth se queda a mi lado para verle partir. No está
muy de acuerdo con mi plan.
—Sigo pensando que deberíamos hacerlo nosotros.
Lo sé, y reconozco que es la mejor idea, pero no quiero
dejar a mi esposa sola durante semanas, no con el estado
emocional en el cual se encuentra.
—Estaré en el casino, ¿quieres venir? ¿O te irás donde tu
pequeño experimento? —pregunto empujando sus límites.
Sus ojos negros me observan y hacen que curve mis labios
—. No sé lo que estás haciendo, pero es una niña, Roth. No
tiene ni la mayoría de edad.
—No tengo ningún interés romántico.
—Eso no quita que pasas mucho tiempo con la chica y
ella sí puede desarrollar esos sentimientos hacia ti. —No
entiendo por qué siento la necesidad de dejarlo en claro,
¿quizás porque me recuerda a Emilie? La chica lo ha perdido
todo, tiene muchos problemas mentales. Está jodida y no
quiero ver a Roth involucrado—. No me importa lo que
hagas, siempre y cuando no la toques siendo menor de
edad, pero piensa que eres más grande que ella y, no
hablemos de ser el carnicero, ¿eso dónde encaja en todo
esto? ¿Cómo vas a separar uno de otro? Emilie es más
contemporánea conmigo en edad y todavía, luego de
meses, es difícil mantener al Capo fuera del hombre y
viceversa. Eres trece, catorce años mayor. No eres un santo
follando y tienes gustos que una jovencita no entendería…
Solo ten cuidado.
Afirma, sin decir una palabra y ese solo acto deja mucho
sobre la mesa. Cierro mis ojos negando, no quiero verlo
infeliz, pero necesita una mujer más completa, alguien de
un temple fuerte… Una Emilie.
La imagen de ellos juntos fue una que semanas atrás me
golpeaba, todos nosotros pudimos tener un futuro diferente.
Emilie quizás hubiera sido su esposa y los imagino, Roth iba
a ser paciente y le enseñaría con cuidado paso a paso esta
vida. No sería un imbécil follando a otra, como lo fui yo en
Italia.
La adoraría, a diferencia de mí, sabe exactamente lo que
quiere y solo se lanza de lleno a tomarlo. Es la única razón
por la cual Emilie es mi esposa y no suya, muy en el fondo
nunca la quiso ver con esos ojos de mujer. Soy il capi di tutti
capi, gobierno decenas y decenas de hombres, pero sin
Roth, solo sería Dominic Cavalli.
El heredero de la Cosa Nostra quien no supo manejarla
debido a su impulsividad, quizás estaría muerto y no siendo
un estratega como soy hoy en día. Él me enseñó a ser un
líder, cuando solo tenía ganas de matar. Roth Nikov es la
mente perfecta detrás de mi figura intachable. Asesinar y
destruir es parte de mi vida, pero gracias a él tengo un
propósito y dirección.
 
“¿Vienes a casa?”
 
Leo el mensaje subiendo a mi deportivo.
 
“Casino”
 
Tengo muchos mensajes de ella, “¿Dónde estás? ¿Todo
bien?”. Son de los más comunes. Sabe que por seguridad
nunca envío mi ubicación exacta en mensajes. Prefiero
decirle antes de dejar la casa mis posibles movimientos,
dejando de lado esos donde la sangre va incluida.
 
“Te extraño”
 
Responde a cambio. No puedo evitar sonreír. También la
extraño, cada segundo del día. Pero ambos tenemos
muchos compromisos. Dejo el móvil de lado y me dispongo
a mi camino hacia el casino.
Las luces, la música, el ambiente son de otro mundo.
Vigilo y controlo todo desde el balcón de seguridad. Quién
está perdiendo, quién va ganando, en quién debo
enfocarme en especial. Esta noche tenemos a un
empresario griego, dos mujeres le acompañan y está muy
ensimismado en las apuestas y en licor. No le pierdo detalle,
y mis empleados están igual de enfocados en proveerle lo
que pida, antes de que lo pida. Las chicas no dejan de
llevarle bebidas y obtener una buena suma de propinas.
—Señor —llama uno de mis chicos.
—Ahora no —gruño observando la pantalla.
—Con todo respeto, usted va a querer mirar esto —
insiste.
Me giro y camino hacia el área descubierta donde se
encuentra de pie. Listo para decirle algunas palabras
cuando abro mi boca… Una mujer, hermosa, divina, un
demonio enfundado en un vestido rojo, su pelo suelto y dos
hombres caminando detrás de ella, es la dueña de todo el
lugar. Todos le miran, la desean, pero ella tiene un
objetivo… Yo, lo demuestra cuando alza la mirada y me
busca, porque sabe exactamente dónde va a encontrarme.
Y ella sí es la dueña de todo, incluida mi persona.
—Quédate controlando al griego —ordeno antes de ir a
encontrar a mi esposa.
Bajo al primer nivel, ella está hablando con uno de
nuestros socios más exclusivos. Todos la quieren cerca,
superstición de jugadores supongo.
—Insistió en que quería darte la sorpresa —murmura Raze
llegando a mi lado, donde la espero paciente. Hago señales
a una de las chicas para que nos traigan do copas de
champagne—. Nunca te había visto tan feliz.
«Tengo todo lo que podría querer», pienso en mi cabeza.
No lo creí posible, no lo buscaba, pero esta mujer me hace
feliz y completo. No soy un padre, no aún, pero saber que
Emma tiene mi apellido remueve algo en mí.
No le demuestro lo que quisiera, respetando la distancia
de Savannah, quien es una molestia en casa, pero quiero
aprender a cargarla o solo jugar con ella como veo a Emilie
hacerlo. Intento sonreírle y he aprendido a tocarle su
cabecita cuando amanece en nuestra cama y me despierta
jugando con mi pelo. No soy un buen padre, probablemente
un pésimo esposo, pero estoy intentando mejorar. Ser mejor
para ellas, darle lo que necesitan.
La veo despedirse con esa sonrisa falsa y amable que
utiliza con las personas en general, alguien intenta hablarle,
pero Nick levanta su mano. Incluso mis hombres reconocen
cuando me pongo ansioso por ella.
Llega hasta mí, posando su delicada mano en mi pecho y
levantando ese dulce rostro, sus ondas sueltas moviéndose.
Es hermosa.
—Tienes la boca roja —gruño mirando sus labios llenos de
labial. Lo hace para provocarme y tiene el descaro de
sonreír debido a ello. Me inclino para susurrarle bajo—.
¿Necesitas unas buenas nalgadas para no hacerlo?
—Probablemente… Y hola a ti también, cariño.
Saco mi pañuelo del bolsillo y limpio sus labios.
—No. Vuelvas. A. Hacerlo —puntualizo cada palabra.
—Si me besas se quita más rápido —murmura coqueta.
—Estamos en público.
—¿Y? ¿Acaso no sabe el público que soy tu esposa?
—¿Viniste solo buscando un beso público? —reviro.
Quiero reír a carcajadas, solo por lo atrevida que es y su
lindo puchero inocente.
—Vine a secuestrarte y también para hacerme notar.
Tienes una esposa esperando en casa, es tarde. Quiero a mi
marido en mi cama.
—Ya casi me iba —reconozco—. Y no es tan tarde.
—Las cuatro de la madrugada, Don.
—El tiempo vuela aquí dentro —susurro genuinamente
desconcertado con la hora. Una de las meseras llega a
nosotros con dos copas y una botella sin abrir. Nick hace los
honores y nos sirve a ambos, le entrego la copa a Emilie,
rodeando su cintura. Los ojos de muchos siempre están
puestos sobre nosotros, no es un secreto.
Para el mundo Em solo es un adorno más en mi vida,
tiene el valor que tendría cualquier vehículo de mi garaje,
pero el mundo no sabe que es invaluable, que no imagino
perderla o para el caso vivir sin ella.
—Vamos a casa —suplica en cuanto se termina su copa—.
Te extraño.
Es la segunda vez que lo dice, frunzo el ceño aceptando
que hemos estado ligeramente distanciados y que paso
muchas horas lejos de casa.
Acepto, dejando las bebidas de lado y caminando por
nuestra salida privada. Nick nos acompaña, ayudo Emilie a
subir a la parte trasera y recuesto su cuerpo en el mío. La
SUV empieza a moverse y ella bosteza.
—¿Roth? ¿Sabes dónde está?
Nicolás me mira por el espejo retrovisor.
—No, señor.
Él suele mantenerse en contacto con todos, observo a mi
espalda, Raze está siguiéndonos en otra camioneta. Estoy
tentado de mirar el GPS, pero niego, mejor darle un
momento, quizás esta con esa chiquilla o descansando. No
me gusta solo contar con Nicolás. Es lo que hay, sin
embargo. Emilie en mi pecho empieza a bostezar
restregándose los ojos.
—¿Estás cansada?
—Un poco. —Acaricio su cabello por unos minutos en
silencio.
—Necesitamos vacaciones —digo y eso la hace levantar
la mirada. Tiene el maquillaje regado, le limpio con mis
dedos.
—Debí aceptar esas vacaciones al Caribe.
—Aún estás a tiempo —insisto sonriendo.
—Eres increíble.
—Lo soy —susurro y lo siguiente que siento, es cómo está
sentándose sobre mí, besando y acariciando mi cuerpo por
sobre mi ropa mientras la camioneta continúa en
movimiento—. Te necesito, Don.
Me gusta cuando toma la iniciativa y comienza a tocarme
y a besarme con tanta sed y ganas, que despierta la bestia
que llevo dentro y provoca adentrarme en el fondo de su
alma, sin tiempos, ni remordimientos. Soy, sin temor a
equivocarme, el monstruo más temible y salvaje entre
tantas bestias en el mundo, pero en las manos de esta Ninfa
me vuelvo débil y sus besos me hacen vulnerable al
sentimiento que me sentencia. ella su lado y de esta forma,
me siento como miles de fragmentos sin sentido esperando
ser unidos por las manos adecuadas.
Ella tiene miedo de ser rota por mí y no tiene idea de
cuán roto ella me tiene. Solo soy fragmentos de aquel
hombre alguna vez fui. Emilie me ha transformado por
completo... Tengo tanto temor dentro, emociones que gritan
ser liberadas y un torbellino de ideas danzando en mi
mente. No imagino una vida después de Emilie.
Y estalla. El puto infierno estalla con un
grito asustado de mi Emilie, un estruendo
de metal inunda todo mientras con horror
trato de alcanzarla para impedir golpee el
cristal. Lo intento, cuando otro grito
inunda todo, sé que no la he alcanzado.
Su cabeza rebota junto a su pelo, gruño
tomándola de la cintura con demasiada
brusquedad y atrayendo su cuerpo hacia
mí. La camioneta da vueltas. Nicolás trata
de estabilizar y otro impacto llega, este a
la parte trasera de la SUV.
Emilie vuelve a gritar quizás porque mi
agarre sobre ella se vuelve más fuerte.
Tengo el cinturón de seguridad, estoy a
salvo, mientras mi maldita vida se
encuentra sobre mí, golpeada porque he
sido descuidado. Nicolás frena o algo nos
detiene. No lo sé, en ese instante
sostengo a Emilie quien ahora se abraza a
mí buscando refugio... ¿Qué demonios
sucede?
Desorientado, quiero asegúrarme que ella
está bien, mi lado razonable solo quiere
mirar hacia todas partes buscando la
razón de todo este movimiento. Un sonido
demasiado conocido me espabila por
completo. Disparos... No es una
casualidad o se trata de un accidente
común de tráfico, es una maldita
emboscada hacia nosotros. Nick ladra algo
que no puedo escuchar porque todo lo
que tengo es un grito de Emilie en mi
cabeza. Quito mi cinturón girando
nuestros cuerpos para mantenerla debajo
de mí.
Impactos de balas resuenan en el cristal y
ella chilla cubriendo su cabeza. La protejo
con mi cuerpo también, esperando los
cristales rotos que no llegan. Blindada. La
camioneta está blindada. Maldita mierda,
gracias.
—Em, amor. Calma, ¡concéntrate en mí! —
Ella solo grita más asustada, tiene sangre
bajándole en la frente, su pelo rubio
pegándose a esta—. ¡Nick! Sácanos de
aquí, maldita sea.
—Señor —dice, sus palabras ahogándose.
—¡Dominic! —llora Emilie bajo mi cuerpo.
Todo está demasiado iluminado. Dos
camionetas nos tienen acorralados y las
luces intensas de ambos vehículos no me
dejan mirar nada.  Nicolás está tratando
de salir maniobrando, pero es imposible,
entonces una camioneta golpea a la que
tenemos en frente, girándola. 
Veo en el segundo donde Nick toma su
pistola, se quita su cinturón de seguridad
y pasa al asiento del copiloto abriendo la
puerta y dejando que el infierno entre. La
camioneta trasera retrocede y cuando lo
hace la de nosotros se mueve con
brusquedad. Emilie vuelve a gritar al
tiempo que la envuelvo más fuerte.
Chispazos de balas pegando al metal de la
puerta vuelan por doquier. Nicolás dispara
a quien sea nos tiene aquí. Los disparos
cesan en un segundo. Y mi puerta es
abierta. Raze.
—¡Don! —grita tirando de mí. Tomo la
muñeca de Emilie en el proceso,
arrastrándola de la parte trasera de la
SUV, su cuerpo tiembla.
—Sácala de aquí —gruño.
Raze sostiene a Emilie, ella grita mientras
evalúo todo el desastre. Mi camioneta
está hecha una mierda. De la otra, donde
Raze ha embestido, sale corriendo un
hombre. Y veo a Nicolás seguirle. Estoy
listo para seguirlo cuando escucho la voz
de Emilie gritándome, Raze está tratando
de subirla a la SUV y ella lucha contra él.
Vuelvo a mirar hacia Nick... Emilie. Su
seguridad es lo primero. Me giro corriendo
para alcanzarla, se abalanza a mi pecho
sollozando y me abraza como nunca. La
sostengo empujando su cuerpo al asiento
del copiloto y cerrando su puerta.
—No me dejes —solloza una y otra vez.
—Estoy aquí. —Trato de tranquilizarla
girándome hacia Raze—. Comunícate con
Nick y saquen ambas camionetas —
ordeno—. Síganme.
Corro rodeando la SUV donde Raze venía y
gracias a Dios llega justo en el momento
indicado. Me deslizo detrás del volante y
salgo del lugar.
—Cinturón —gruño a Emilie. Ella obedece
en silencio, calmando sus sollozos. Rápido
le echo un vistazo a su rostro. Tiene
gruesas lágrimas cayendo por sus mejillas
al igual que sangre en un lateral de su
cabeza. Se golpeó con el cristal. Maldita
sea.
—¿Estás bien?
Suavizo mi tono de voz. Ella toma mi mano temblando.
Creo que está en shock. No es para menos, acaban de
dispararnos en plena vía, acaban de intentar asesinarnos. Es
la jugada de un principiante, algo sin poder, sumamente
mal elaborado. Solo dos camionetas, pocos hombres, pero
sabían dónde y cómo encontrarnos y su objetivo es más una
señal. Quien sea que hizo esto, solo quería dejar una
advertencia.
 
 

CAPÍTULO 51
Dominic
 
Emilie está temblando mientras presiono el hielo en su
frente, tiene una pequeña herida. Necesita sutura y Raze se
mueve por el segundo nivel buscando un botiquín. Le agarro
las manos, percatándome de que las mías están iguales,
tiemblo de impotencia, ella no debería estar herida. Me
prometí que la protegería de todo y, aquí la tengo, sentada
en la encimera, con un golpe en su cabeza y una herida
abierta.
—Sigue contando —insisto cuando se detiene en veinte.
Temo que el golpe cause alguna hemorragia interna, pero
hasta ahora ha respondido todas mis preguntas con mucha
claridad. Raze entra cual huracán, dejando a mi lado el
botiquín. Le instruyo llamar al médico de la famiglia, pero no
me detengo a esperar. Desinfecto la herida con alcohol.
—Aquí tienes —dice Raze pasándole una botella de coñac
a Emilie—. Ayudará con el dolor.
Sus grandes ojos me observan. No tengo anestesia y
quiero trabajar lo más rápido posible y cerrar la herida, pero
no quiero causarle más dolor.
—¿Tú vas a coserlo? —murmura llena de terror.
—El médico tardará otra hora, está en Jersey. —Escucho a
Raze explicar. Emilie afirma tomándose un buen trago y
estremeciéndose con lo amargo.
Trabajar en la aguja no es mi fuerte, pero tengo la
experiencia y he visto a Roth hacerlo muchas veces.
—Raze, ven aquí —demando en un tono de voz violento.
Él sabe lo que está a punto de suceder, así que extiende su
mano—. Em, solo ejerce presión, seré rápido.
Y ella es una mujer valiente, se muerde el labio y clava
sus uñas en el brazo de Raze mientras le doy tres puntadas,
deberían ser unas cinco, pero no quiero exponerla de más al
dolor. Estoy suprimiendo mis emociones, dejando de lado la
impotencia e ira y concentrándome en curarla primero.
Bebe un poco más hasta que deja salir un grito, alertando a
nonna a la cocina. El sol se asoma, llenando la habitación de
luz. El doctor llega cuando ya he terminado y Emilie ha
tomado una ducha, supervisa sus reflejos y realiza las
mismas preguntas de rutina que he hecho con anterioridad.
Ella responde adormilada hasta que el sueño la vence.
—No tiene un buen color, ¿antes de esto estuvo enferma?
—pregunta empujando sus lentes en el arco de la nariz.
—No está comiendo muy bien —confieso.
Desde la muerte de Holden se ha descuidado en su
alimentación y sumándole todo el estrés añadido a su nuevo
rol con Emma solo se ha multiplicado. Despido al médico
para que nonna le acompañe y me quito el traje por un
pantalón de chándal. Monitoreo a Emma quien duerme
plácidamente en su cuna y retiro varios mechones de su
frente. Ella es mi hija, mi responsabilidad
¿Qué sería de ella si no regresamos a casa? ¿Quién iba a
protegerla? ¿Enseñarle que será la princesa de un trono de
sangre?
—Eres una inocente —susurro cubriendo su cuerpo—.
Todo estará bien, voy a encargarme de ello. Lucecita.
~♦~
No tengo ni puta idea de quién está detrás del accidente
o emboscada. La camioneta era robada y no encontramos
una huella de nadie. Quienes nos interceptaron fueron muy
cuidadosos y expertos para no dejar ninguna huella. A pesar
de estar juntos no puedo conciliar el sueño, la culpa y el
remordimiento me pueden. Salgo de mi cama viéndola
dormir.
Nick y Raze están en el piso de seguridad debajo de mi
ático, quienes tampoco han dormido nada. Ambos
trabajando e intentando encontrar alguna mierda con mi
equipo de vigilancia. No hay nada. Y me jode muchísimo.
No pueden solo atacarme a mitad de la calle como si
nada, sin dejar una maldita huella. Duro más de una hora
junto a ellos mirando las grabaciones de vigilancia. Cómo
acorralan mi SUV primero pegando por un lateral, luego la
otra frenando para encasillarnos, sus rostros cubiertos
detrás de máscaras negras. Los disparos y Raze llegando a
toda velocidad embistiendo la camioneta. Nada más... un
nombre, solo eso necesito.
—¿Llamaste a Roth? ¿Por qué no está aquí? —pregunta
Raze haciendo nuestro camino hacia el ático.
—No quiero molestarlo —respondo a cambio. Sé dónde
está, claro que sí. Enredado con esa chiquilla mientras su
Capo estaba en peligro.
—No es tu culpa, Dominic. —Reconociendo hacia dónde
caminan mis pensamientos. La expuse al peligro anoche, no
debió pasar.
Entro a la cocina, es de día y me sorprende ver a Emilie
despierta en un camisón rosa hablando con Savannah
mientras toma algo en una taza.
La pequeña Emma en sus piernas, ¿qué hubiera pasado si
nos atacaban con ella en el coche?
—Italia es hermosa, es una villa… El mar está cerca.
Nonna las acompañará —explica. No se ha dado cuenta de
mi presencia.
—¿De qué estás hablando? —pregunto sobresaltándola.
—Quiero que se vayan a Italia.
—Emilie, tienen que estar aquí —ordeno. Emma alza sus
manos hacia mí, siempre lo hace, intenta que la cargue y
cuando no lo consigue su cara enrojece y sus ojos se llenan
de lágrimas—. No puedo dividirlas.
Estoy luchando por mantener la calma, con no perder el
control y ella no está cooperando. Ver la herida en su frente
tampoco ayuda al torbellino en mi interior. Esto no debió
pasar, mi familia no debe estar expuesta.
—Se irán, no estoy preguntándolo.
«¿Qué carajos…?».
—Quien da las órdenes, soy yo. Te gusten o no, acatas lo
que yo decida —siseo.
Oh, pero mi mujer se pone de pie pasándole a Savannah
la niña y dispuesta a enfrentarme. Claro que ella va a
empujar mi límite.
—Si quieres darle órdenes a alguien, ve con tus soldados.
Emma es mi hija, no la pondré en peligro. Haré todo por
protegerla, Don. Incluso pasar sobre ti —dice apuntándome
en el pecho—. No voy a perderla.
—Camina —gruño tomándola del antebrazo y sacándola
de la cocina hacia mi despacho. La suelto en cuento
llegamos y cierro la puerta—. No tomas ninguna decisión sin
decírmelo antes —siseo—. Es nuestra, tuya y mía. No la
quiero lejos, la quiero donde no pueda verla y protegerlas a
las dos.
—No me hagas reír, ¡ni siquiera la cargas! ¡Es claro que
no te importa!
—No voy a discutir contigo, no retomaré ese círculo de
mierda una vez más. Emma se queda, es mi última palabra
—reviro.
—Vamos a morir, todos nosotros y será tu culpa —acusa
antes de irse dejando el estruendo del portazo que pega con
la puerta como un eco.
Me dejo caer en mi silla, negando. Siempre será igual,
cuando todo se pone difícil, ella sale corriendo a entrar en
su caparazón y señalarme como su enemigo. Quizás tenga
razón sobre Emma, ¿qué sé yo sobre ser padre?
Necesito calmar mi mente, pensar… Algo no está del todo
bien, estoy dejando que las emociones y la debilidad que
siento por mi esposa me cieguen. No fui tras el enemigo, a
cambio me quedé con ella, para asegurarme que estaba
bien. El agua, nadar es uno de esos placeres que me
tranquilizan y también me calman, pero tendrá que esperar
pues mi consigliere abre la puerta vistiendo la misma ropa
que la última vez que nos vimos, su pelo desarreglado. No
tiene que decirme dónde estuvo, porque lo tengo bastante
claro.
—Y el señor aparece.
—Dominic… —Empieza, lo corto levantando mi mano.
—Hemos estado juntos, ¿cuánto tiempo? ¿Cuántos años
cuidándonos las espaldas? ¿Hombro con hombro? Y, ¿dónde
estabas anoche? En la cama de una chiquilla.
—No es lo que piensas, no follo con ella. Nunca la tocaría,
es una niña. Solo estoy cuidándola. —Sé que no la follaría,
al menos mientras sea menor. Probablemente solo está
vigilando que no se haga daño.
—Si me asesinaban, serías el nuevo Capo, ¿y dónde
estarías? En un orfanato, sin seguridad, corriendo con la
misma suerte. Te ordeno alejarte de ella, ¿sientes la
necesidad de cuidarla? Busca un psiquiátrico, no me
importa, pero enfócate en hacer tu trabajo y deja de actuar
como un puto puberto —gruño levantándome y
enfrentándonos—. Se acabó.
—Eres mi Capo, haré lo que me pidas —afirma.
—Empieza buscando quién demonios fue tan estúpido
para atacarme.
—Lo haré —garantiza—. Realmente lo siento, no sucederá
nuevamente. Lo juro.
—Me has traicionado dos veces, Roth. Espero que no
exista una tercera, eres el hermano que no tengo, pero no
olvides que lo asesiné con mis propias manos. Eres mi ancla
con el mundo, una debilidad la cual cargo en mis hombros,
pero si me traicionas una tercera y desobedeces la orden
que acabo de darte… Te dejaré vivir, pero la mataré a ella.
Aléjate, es mi última advertencia —declaro saliendo fuera
del despacho. No he dormido nada y necesito quemar esta
energía extra de alguna manera. No me preocupo por un
bañador. Solo voy directo a la piscina quitándome el chándal
en el proceso y tirándome de clavado.
¿Quién dice que las cosas no pueden ir peor? Oh, sí
pueden. En mi mundo solo basta un segundo para cambiar
todo. El atentado es lo primero en la pirámide, luego se
suman tres semanas en las cuales mi esposa me niega su
presencia y el dirigirme la palabra. No duermo en nuestro
hogar, prefiero pasarlo en distintas casas de vigilancia.
Pierdo tres entregas, las cuales son interceptadas y me
hacen sospechar que alguien está dando la información.
Todo es correcto y preciso, saben exactamente dónde y
cuándo. Nonna me deja saber cuando Roth le retira los
puntos a Emilie.
Ella empieza a realizar pequeñas salidas, al mall, a los
casinos y al orfanato. Contrata personas para manejar la
fundación y nombra a Christian -un amigo de Holden-
gerente general de G&G. No me necesita y lo demuestra en
sus decisiones.
Emma no sale de la casa y renuevo mis hombres, la
seguridad de ambas cambia mientras yo me muestro solo al
lado de Roth. Sea quien sea que esté detrás de todo esto,
no puede verme huyendo ni detrás de una decena de
hombres. Tiene que tener claro que no le temo, que llevo el
miedo corriendo en mi sangre y la destrucción como parte
mía.
Byron sigue en Italia, cumpliendo al pie de la letra cada
uno de sus encargos. La información se va haciendo más
valiosa y por algún motivo quiere alargar su estadía un
tiempo más. Sospecho el porqué y francamente no me
importa, siempre y cuando me entregue el momento
indicado para llevar a cabo mi plan.
A mediados de marzo doy mi primer ataque, dos de sus
cabezas principales mueren. Nicklaus cumple muy bien su
dominio en Italia y estoy feliz con los resultados cuando
corto la llamada. Observando New York a mis pies desde las
oficinas de Cavalli Corporation Inc. Escucho la puerta abrirse
con brusquedad. Un Roth pálido y alarmado entra. Mis
primeros pensamientos corren hacia mi esposa y Emma,
pero por su mirada asesina debe ser algo relacionado con la
famiglia.
—Ella esta con Phils Rawson —explica. Parpadeo, me
toma una cantidad de tiempo considerable entender sus
palabras—. He vigilado su localizador, no va a las reuniones
con Vlad, han mantenido la distancia.
Es algo que ya sé, y de lo cual me encargué de forma
personal.
—¿Estás hablando de Emilie? —cuestiono como un idiota.
—Sí, compruébalo por ti mismo.
Busco mi móvil y navego en mi aplicación. Efectivamente,
está en la central del FBI, miro el punto parpadeante.
—¿Hace cuánto tiempo? —pregunto con la voz enrojecida.
—Acaba de llegar, ¿quieres que detenga la reunión?
—No —respondo negando. Parece a punto de perder la
cabeza cuando enfrento su mirada—. Vamos a esperar que
salga. Tiene que existir una explicación… Es mi esposa, ella
no… —Callo, escuchando mis palabras.
—Seguro —murmura—. Ella te ama, me consta… Tendrá
una explicación.
Ambos nos quedamos de pie, porque Em nos importa a
los dos y ninguno sabe cómo proseguir aquí, porque
estamos condenados. Si ella le está dando información a
Phils Rawson, ¿quién de nosotros le tocará una sola hebra?
¿Cuál le arrebatará la vida? Las traiciones en mi mundo se
pagan con sangre y muerte… ¿Pero si vienen de la persona
menos esperada?
—¿Quieres enfrentarla? ¿Prefieres mantener esto oculto?
Yo no sé qué hacer —confiesa.
—Se escapó de Raze —digo analizando todo.
—Sí, estaban en el mall. Raze se distrajo y ella aprovechó
para escapar.
—Entonces sabe que estoy enterado. —Me paso la mano
por el cuello. No es estúpida, no tiene idea del localizador,
pero sabe que la encontraría en esta ciudad—. Vamos a
esperarla, enfrentemos esto. Si no tiene una explicación…
—La tendrá, Dominic. Yo sé que sí, ella te ama.
No hemos tenido las mejores semanas y estoy
distanciado de casa, dándole espacio para calmarnos… «La
idea de ella traicionándome.» Nos movilizamos, le ordeno
un récord de cada lugar en el cual ha estado los pasados
dos meses. Quiero cada mínima información. Todo.
En el camino los Nikov se ponen en contacto, así que
cuando llego no me sorprende ya tener a Raze hecho una
furia delante del edificio y otra camioneta más con Nick al
volante. Ella salió con varios chicos de seguridad y aun así
se las ingenia para escapar de ellos, ¿de qué más es capaz?
¿Mentirme a la cara las veces que dijo amarme? ¿Jugar a
que todo estaba bien entre nosotros?
—Estuvo con la doctora Falcón hace dos semanas… Luego
de eso, todo está normal.
—¿Falcón? —pregunto extrañado. Quizás fue en búsqueda
de algún anticonceptivo—. Tenía unos estudios pendientes,
pero lo olvidé con todo lo demás, ¿esta es su única salida
fuera de lugar?
—Sí, lo demás es el orfanato.
—Revisa su celular, quiero un informe de cada llamada
entrante y saliente —demando mirando la puerta principal
—. Debe tener un motivo.
Salgo del vehículo enfrentando a Raze.
—¿Qué crees que esté haciendo? —Puedo sentir la
ansiedad en su voz.
—¿Actuaba extraño? —pregunto a cambio.
—Un poco, sí, pensé que se debía a la distancia que
tienen ustedes dos, ¿crees que ella…?
No tengo nada para responder, así que arreglo mi traje
mientras espero pacientemente a que salga. Es de tarde, los
últimos vientos fríos de invierno, unas pocas hojas en los
árboles anunciando primavera. La ciudad se encuentra en
calma, muy diferente a cada una de las emociones en mi
interior, ¿y si lo hizo? ¿Seré capaz de asesinar a mi esposa
para proteger la famiglia? El solo pensamiento es una daga
empujada en mi garganta.
Las puertas giratorias se mueven, varios trabajadores
salen y luego mi esposa. Vestida como una chica más de la
ciudad, vaqueros azules, una playera verde de mujer y unos
zapatos deportivos blancos con un bolso del mismo color, su
pelo recogido en una coleta alta y unos lentes solares. Va
perdida hurgando algo dentro del bolso y no me mira
avanzar hacia ella.
—Oh, lo siento —gime en cuanto tropieza conmigo. La
agarro de los hombros y levanta la cabeza con una sonrisa
amistosa, la cual se pierde desde que se percata quien soy
—. Dom…
Le retiro los lentes, empujándolos sobre su cabeza. Hace
bastante tiempo que no estamos de esta manera, tan cerca
el uno del otro. Ella se pone lívida, perdiendo el color de sus
mejillas sonrojadas y su cuerpo se desvanece.
 
 

CAPÍTULO 52
Dominic
 
Su piel está helada, sus labios perdiendo ese rosado
natural en ellos que siempre me han enloquecido. Reviso su
cuerpo por alguna posible herida evidente, pero no
encuentro nada a simple vista. «¿Qué le sucede? ¿Veneno?
¿Un posible colapso nervioso?». Cuestiono internamente
escuchando a Raze y Roth llamarme de forma simultánea,
ambos llegan a mi lado mientras la cargo en mis brazos.
Nos movemos con rapidez a la parte trasera de la
camioneta. Raze de copiloto y Roth sacando su cuchillo. Le
abro la playera buscando alguna posible herida. Nada, sin
ningún daño aparente.
—Su pulso es muy débil, necesita un doctor ahora.
—Llamaré al nuestro…
—No hay tiempo para ello, vamos al hospital.
Sin escuchar ninguna palabra más, sujeto a Emilie en
brazos, cargándola contra mi pecho, está respirando muy
superficialmente. Raze es quien empieza explicando que
Emilie se ha quejado un par de veces de no sentirse bien.
—¿Comió algo extraño? ¿Te aseguraste de que estuviera
libre de alguna toxina? —cuestiono hacia Nick, quien va
detrás del volante.
—Sí, señor, como siempre. Marcela lo preparó y estuve
pendiente, fue con sus amigas al restaurante, pero no probó
bocado y yo mismo le entregué una botella de agua sellada.
Respondería con mi vida si algo le sucede a su esposa, lo
sabe —dice lleno de seriedad.
—En el mall no comió nada —garantiza Raze—. Quizás ha
sido un colapso nervioso, la sorpresa de vernos aquí. —
Puedo ver que está tanteando el terreno. Emilie nos ha
manipulado en su mano a todos—. Es mi culpa, Don. Me
distraje un minuto, ¡con un demonio! Fue solo un segundo.
—Ella iba a buscar la manera —lo tranquilizo—. Lo que
quiere, lo consigue incluso si pasa sobre el mismísimo papa
Francisco.
Sé que no se está alimentando adecuadamente desde la
muerte de Holden, han sido días duros para todos nosotros
y con la responsabilidad de Emma, Emilie solo ha ido
decayendo más y más. Llegamos al hospital de New York y
ella es llevada a Emergencias, donde se me prohíbe entrar,
sigue inconsciente cuando logro tener un vistazo de su
cuerpo en una camilla.
Nunca me he sentido tan desesperado e impotente en
años, quiero saber qué sucede con mi esposa, estar a su
lado, no confío en nadie cerca… podría ser una trampa.
Lucas intentará llegar a su cometido, mi esposa. Espero que
Byron Miller avance con el hijo de puta, de otro modo, yo
mismo lo mataré. ¿Qué voy a hacer con mi maldita vida si
Emilie es herida de cualquier manera por mi culpa? No me
lo perdonaría. Juré protegerla y aquí estamos, mi esposa
inconsciente, su hermano muerto por mis negocios, una
niña de un año sin padre y con una chica depresiva a cargo.
¿Qué hacía con Phils Rawson?
—Ella estará bien —murmura Roth.
—¿Y si no lo está? —pregunto sintiendo la angustia
clavada en mi garganta—, ¿y si todo esto es demasiado? ¿Si
la quebré y por ello corrió con Phils? Quizás en este
momento él tenga información muy valiosa de nosotros. Y
mira dónde estamos, en un hospital, preocupados por ella,
sin saber qué le sucede.
—Emilie es fuerte, ambos sabemos eso.
—No ha comido nada en semanas, ¡maldita sea! La he
visto caerse delante de mis narices y no he hecho nada.
Estoy caminando de un lado a otro en el pequeño
espacio, sintiéndome encerrado. No me gusta sentir que
algo está fuera de mi alcance. Es como ser un niño pequeño
sin fuerza y débil, la chica de recepción está perdida en
Roth, babeando sobre su traje de enfermera cuando alcanzo
a ver un rostro conocido. La doctora Falcón, está escribiendo
algo en una tablet cuando la agarro del antebrazo con
bastante fuerza. Ella grita, sobresaltada y llamando la
atención de las personas alrededor.
—Mi esposa llegó inconsciente, la han introducido a la
sala de emergencia sin permitirme ir con ella. Estoy a nada
de perder mi paciencia y empezar a cortar, literalmente,
cabezas.
—¡Sr. Cavalli! —Jadea tragando saliva—. ¿Sabe quién se
la llevó? ¿Qué doctor?
—No, no sé un carajo.
—Dominic. —Roth interrumpe conociendo que mi ira está
solo a un milisegundo de explotar—. Debes tranquilizarte,
un escándalo no será recomendable. La doctora Falcón nos
ayudará, ¿cierto? ¿Puede entrar y verificar que todo esté en
orden? ¿Quizás conseguir que el Sr. Cavalli entre? Eso sería
de gran ayuda.
Despacio y mientras la vieja doctora afirma, voy soltando
mi agarre en su antebrazo. Falcón acaricia el lugar con una
sonrisa tensa. Ella sabe quién soy y me teme.
—Tiene diez minutos —amenazo antes de girarme y
dejarme caer en una silla. Roth dice algunas palabras más
en tono conciliador y la mujer desaparece detrás de las
mismas puertas donde Emilie minutos antes ha sido
ingresada.
—¿Dónde está Raze? —gruño percatándome que no está
en el pequeño espacio. Necesito saber que todos están
bien.
—Se fue al ático, se siente culpable —explica sentándose
frente a mí. Esos ojos oscurecidos mirándome con reproche
—. No puedes volverte un neandertal.
—Cierra la boca, Roth. Si la chica detrás de esas paredes
fuera Britney Ginore, estarías levantando cadáveres para
este momento —expongo lo obvio. Sé que de alguna
manera esa chiquilla es importante, sobre todo porque no lo
ha negado y en este momento se sienta cual infante
obediente a mi lado, a mirar el piso—. Solo espero que ella
no sea un problema entre nosotros, Roth. La famiglia
primero, lo sabes. Es la hija de un traidor y está rota con
cojones, ¿por qué quieres una chiquilla abusada cuando
puedes tener una mujer a tu altura?
—Es una menor, por amor a lo sagrado. Solo la ayudo,
cuando cumpla la mayoría de edad ya no será mi problema.
Y sabes que no he vuelto a verla. Te di mi palabra.
—Siento que en ese momento es cuando se convertirá en
el verdadero problema —sentencio—. No puedes tenerla, así
que empieza a soltar ese lazo invisible que ataste a ella.
El tiempo pasa, las personas salen y entran en la sala de
emergencia, Roth camina en el reducido espacio. La ropa
me estorba, la chaqueta me da calor, los gemelos me
pesan, la corbata está ahogándome. Mis manos están
sudando por algún motivo y de igual modo mi frente está
empapada en sudor. Necesito un trago de whisky. Mierda,
no. Mi necesidad se extiende a algo que justo ahora no
domino, se encuentra fuera de mi alcance. Mi esposa, esa
insufrible mujer demandante. Ella estará bien, debe estarlo.
Es fuerte. Un alma guerrera, ¿y si de algún modo, Lucas
logró llegar hacia ella? ¿Si he puesto en peligro su vida?
En ese momento las puertas se abren dejando ver a una
pálida Falcón… Preparándome para lo peor, me pongo de
pie. Temor no es una sensación a la cual me encuentre
familiarizado, pero eso es lo único que siento cuando la veo.
Temor de perder a mi esposa. «Porque la amas.» Me grita
esa voz interna la cual desecho moviendo mi cabeza. Es
costumbre. «El amor no existe».
—¿Ella…? —pregunta Roth deteniéndose. Está igual de
inquieto y nervioso—; ¿todo bien?
—Encontré a su esposa, señor Cavalli. Acompáñeme por
favor. —Señala el camino detrás de ella.
—¿Está bien? —cuestiono.
—Se pondrá bien, ahora mismo están realizándole análisis
de sangre y trasladándola a una mejor habitación. Creí que
usted lo exigiría de ese modo. Puede estar tranquilo, ella
está en buenas manos, ¿vamos? —insiste.
Afirmo palmeando el hombro de Roth. Dejarme salir de su
vista en estos días es algo que le carcome. Falcón lidera el
camino, pasamos una serie de pasillos, subimos el ascensor
hacia una zona más cálida y confortable, las paredes
pintadas de un rosa pálido.
Todo huele a limpio y fresco en esta ala del hospital. La
mujer frente a mí me sonríe antes de empujar una puerta,
se hace a un lado para dejarme entrar cuando veo a mi
esposa en la cama, sentada jugando con sus dedos. Tiene
una vía intravenosa en la mano izquierda y toma algún tipo
de líquido de un vaso desechable. Mis labios forman una
dura línea, ¿es estúpida para tomar nada? Pero el estallido
de rabia dura una fracción de segundo cuando sus grandes
ojos me observan. Se mira frágil y vulnerable.
No es la mujer poderosa y altanera, aquella que vive para
hacerme frente y darme guerra. Emilie ahora es esa a la
cual conocí en el orfanato. Olvidando a la doctora acorto la
distancia, envolviendo mis manos en sus hombros y tirando
de su delgado cuerpo en mi pecho. Es mía, mi esposa, a
quien he descuidado y puesto en peligro.
—Lo siento… —susurra en una voz ridículamente baja. 
Ella estruja mi camisa en sus puños. Falcón se aclara la
garganta, haciéndome por consecuencia, retroceder.
Examino a Emilie a simple vista. Ha recuperado color en sus
mejillas, sus labios un poco resecos.
—Estoy bien, Don —garantiza.
—No te miras bien, cara mia.
—Tengo un poco de presión arterial alta, es todo.
—Y dolor abdominal —señala la doctora, doy una mirada
dura a mi esposa, quien tiene el descaro de encorvarse
ligeramente.
—¿Dolor abdominal? —reviro.
—Sí, es normal antes de mi período.
—Señora Cavalli —musita angustiada la doctora Falcón.
La enfrento y el solo paso en retroceso me advierte de que
existe algo más.
—¿Qué está sucediendo aquí? —gruño alternando la
mirada entre ambas—. Una de las dos empezará hablar
ahora mismo.
—Dominic…
—¡Cállate! ¡Es mejor que guardes silencio! —estallo
finalmente—. Usted, ¿qué está pasando?
—Estoy embarazada —confiesa Emilie. Está jugando con
sus dedos, entrelazándolos. Algo cálido se expande en mi
pecho, ese pequeño lugar donde Emma ocupa la parte
primordial.
Mis ojos van a su vientre cubierto por una bata médica
azul. «Embarazada…» Se repite mientras me froto la cara y
tiro de mi pelo…
«Un bebé.» ¿Es acaso posible? La felicidad estalla por mis
venas, se convierte en sangre líquida. Quiero besarla y
atarla a mí de forma permanente, prometer y cumplir que
los tres, ella, Emma y nuestro pequeño, serán felices.
—No voy a tenerlo —susurra aún más bajo. Me quedo de
piedra en mi lugar—. No traeré un inocente a este mundo, a
no saber si vivirá, a convertirlo en un blanco de tus
enemigos. Ambos sabemos que tener un hijo tuyo es
ponerle una sentencia en la frente.
—Tenemos a Emma. —Es la única buena explicación que
puedo dar.
—Ella no es tu hija, Dominic.
—Ella no tiene mi sangre, eso quiere decir.
—Eres un pésimo esposo, ¿y crees que puedes ser un
buen padre? No me hagas reír, Dominic.
El reproche y la amargura se destilan de sus palabras.
—Oh, Emilie. Te aseguro que seré un buen padre si debo
defender a mi hijo de su propia madre. Me llamas monstruo
por asesinar a quien se interpone en mi camino, pero
ninguno de ellos era inocente, ¿qué dice eso de ti? Quieres
matar a nuestro hijo porque lleva mi sangre... —digo
negando y girándome hacia la doctora Falcón—. Asesinaré a
cualquiera que se atreva a tocarle una sola hebra a mi
esposa y si ella debe permanecer atada a la cama hasta el
nacimiento de mi hijo, entonces que así sea.
—Dominic…
—No hables más, ¡maldita sea! ¡No digas una sola
palabra!
—¡Dominic!
Me alejo, porque justo en este momento solo quiero
arrancarme la parte donde debería ir mi corazón, sé que
está latiendo, pero simplemente me siento muerto. Ella
acaba de arrancarlo de mi pecho, ella, la mujer que lo hizo
latir por primera vez, me lo ha arrancado del lugar.
Mi cabeza está nublada, escucho ese pitido molesto
cuando la ira es demasiada, cuando mis emociones me
controlan sin piedad. Pongo una mano en la pared, tratando
de estabilizarme. Alguien dice mi nombre, es un gruñido
reconocido.
Los recuerdos, el acto es un desencadenante de
emociones reprimidas, de partes mías escondidas en lo más
lejano de mi memoria. Isabella, mi madre de rodillas
mientras le hacía una mamada a seis y siete hombres, sus
labios rojos, sus ojos idos observándome. Damon gruñendo
mientras la atragantaba con su pene. Mi propio dolor
cuando llegaba mi turno, cómo debía obligar a mi cuerpo a
responder, incluso si no quería. Su voz como un eco distante
en el tiempo. «Te amo, Dominico… Eres mi pequeño» y
luego sus gritos, su odio, sus palabras. El repudio que sentía
de saber que era un Cavalli, el hijo de un monstruo.
«Eres de sangre maldita», dijo la última vez en Rusia,
revolcándose en el piso, cuando traté de desintoxicarla una
vez más, luego de acabar con ellos. Creía que si los mataba,
si cobraba con sangre el daño, ella sería libre… Pero no lo
es, no mientras yo exista. Condené a mi madre, arrastré a
Emilie a una vida que no quiso y ahora estoy pagando mi
propia dosis de infierno.
—Dom, vuelve. Necesito que vuelvas —gruñe la voz de
Roth trayéndome de regreso. Mis manos están bañadas de
sangre, y hay dos cuerpos en el piso. Uno de ellos sin rostro,
completamente irreconocible. Yo hice eso… Mis manos
están en carne viva—. Está bien, mírame. Solo fue un
episodio. Lo has hecho bien, pero necesito que te levantes.
Debemos encargarnos de este desastre. Vamos, hermano,
estoy aquí.
—Roth… —Niego alejando los recuerdos.
—No estás con Gabriel, él está muerto. Lo matamos
juntos, lo torturamos por años y finalmente lo matamos. No
podías hacer nada por Isabella, ellos eligieron su destino.
Pero puedes hacer algo por tu esposa, ella te necesita.
—Mátala —gruño quitándome la americana. Estoy
salpicado de sangre en todos lados. Reconozco una
habitación de hospital, ¿qué demonios hice?
—Tiene una explicación, mira —sisea dejando caer unas
hojas manchadas de sangre. Son mensajes, de meses atrás
y otros insistentes de semana. Frunzo el ceño pasando las
hojas. Es el número de Emilie y, aunque no conozco el
remitente, sé quién los envió—. Está en peligro, debemos
sacarla de aquí. Está tratando de llamar nuestra atención.
Sebastián dijo que Phils Rawson no estaba en la estación.
Ella no habló con nadie, Dominic. Tenía que sacarnos de los
lugares que frecuentamos. Tenemos un puto soplón entre
nosotros.
—Él sabe que está embarazada —digo leyendo todas sus
amenazas—. Conoce cada movimiento que damos.
—Sí, joder. Todos estamos en peligro, ¡sabía que ella no
podría traicionarnos! Vamos, carajo.
 
CAPÍTULO 53
 
Las lágrimas empiezan a caer mientras llevo una mano a
mi vientre. Siento que me ahogo e intento respirar,
luchando con el nudo en mi garganta, con la impotencia. No
sé qué hacer, cómo proteger mi gente, creo que estoy
perdiendo la razón, me siento observada en mi propia casa,
no duermo, vago de un lugar a otro en silencio. Creo que
han colocado micrófonos, porque él se entera de todo,
¿cómo puede ser posible? ¡Y todo por mi estupidez! ¡Por mi
impulsividad! Si no hubiera enviado ese mensaje todo sería
diferente. Es mi culpa. Sollozo, la única persona que me
puede proteger es mi esposo, pero lo he herido. Lo vi, fui
testigo de sus emociones, del dolor que mis palabras
causaron.
—¿Por qué le ha dicho eso, señora? Ha sido la mujer más
feliz al enterarse de que estaba embarazada. Ambas
sabemos que no es un accidente, podría haber tomado las
pastillas, pero no lo hizo. —La doctora Falcón se mueve a mi
lado, entregándome un vaso de agua.
—No lo entendería —sollozo. Su mirada, el dolor. Dominic
me dejó ver todas sus emociones. El plan era movernos a
un terreno fuera de casa, donde no me sintiera observada.
Desmayarme no era parte del plan y tampoco que se
enterara del bebé, no así, no ahora.
Lloro no sé por cuánto tiempo, sin tener una salida, sin
encontrar una manera. No puedo enviarle un mensaje o solo
sentarme y explicar mi idiotez. Va a dejarme, yo lo he
alejado y sé que eso es lo él quería desde un principio… Él
quería que fuera yo quien arruinara a Don.
Y lo peor es saber que lo está consiguiendo.
La puerta vuelve a abrirse, mi esposo entrando. Sus ojos
analíticos sobre mi persona, a su espalda, Roth. Verlos a
ambos siempre me trae paz, saber que son por demás
inseparables. Que se tienen uno al otro.
Amo a estos chicos y no lo creí posible. Dominic no tiene
su americana y su camisa es un desastre salpicado de
gotas… Sangre.
—Sácala de aquí —ordena hacia Roth, quien se mueve
llamando a la doctora Falcón. Mi esposo me observa, su pelo
revuelto, sus manos empuñadas.
Escuchamos la puerta siendo cerrada, pero ninguno dice
nada. Se acerca cauteloso, sentándose en la cama y
despacio extiende su mano hasta colocarla sobre la mía.
—Ya sé todo —dice atormentado—. ¿Qué necesitas que
haga?
Parpadeo, desconcertada. Y me lanzo hacia él, rodeando
su cuello.
—Lo siento, lo siento. —Lloro en el arco de su cuello—. No
sabía qué hacer. Fui una tonta, estaba dolida con la muerte
de Holden y te culpé. Luego todo se salió de control, te amo,
Dominic. Créeme, por favor. No he dejado de amarte, nunca
podría. No me odies… Creo que hay micrófonos en la casa,
no sabía cómo hablar contigo.
—¿Realmente estás embarazada? —pregunta en ese tono
frío.
Estoy perdiendo a mi esposo y es mi culpa.
—Sí —confieso. Me aleja despacio—. Dijiste que lo sabes
todo…
—Sí, tengo los mensajes. Sé lo que él está haciendo.
Quiere que me hagas molestar, ¿no?
—Me ordenó alejarte de la casa… Descubrió sobre el bebé
—sollozo.
Aparta el pelo de mi rostro, limpiando mis lágrimas.
—¿Por qué, Emilie? Debiste decírmelo desde el primer
mensaje, desde que te arrepentiste. Mira hasta dónde
hemos llegado, ¿es que se te olvida quién soy? ¿Cómo
pensabas encargarte de esto?
—Tenía miedo a que me odiaras —musito bajando mi
cabeza.
—Eres la madre de mis hijos, Em. No podría odiarte ni
aunque quisiera, ¿cuándo vas a entenderlo? ¿En definitiva
necesitas escuchar dos palabras vacías? Dos palabras que
no abarcan la magnitud de mi promesa, mis sentimientos,
¿qué necesitas, mujer?
—Yo…
—No puedes hacer esto, Em. Si hay un problema, corres a
mí, no importa lo pequeño que sea, corres a mí, ¿entendido?
—demanda—. Vienes hacia a mí y lo resolvemos juntos.
Toma mi mentón entre su pulgar e índice moviendo mi
cabeza hacia atrás para mirarme a los ojos. Dios, mi
garganta está seca con esa mirada tan oscurecida frente a
mí. Se inclina despacio y cierro los ojos esperando... El beso
no llega. Sus manos siguen sosteniéndome cuando abro los
ojos, su oscura, traviesa y peligrosa mirada en mí.
—En el pasado, me decías que era un monstruo, una
bestia, ¿no crees que soy capaz de asesinarlo? —Sus
palabras me hacen estremecer y no de miedo. Siento una
seguridad que hace semanas me faltaba y ahora está aquí,
delante de mi persona—. Dejaste que uno de mis enemigos
jugara con tu mente, lo dejaste manipularte a su antojo, ¿de
verdad crees que tiene poder para asesinarme? ¿De tocarte
a ti o a Emma? Antes de que eso suceda convertiría el
Hudson en sangre, Em, ¿todavía no lo entiendes?
—Sé quién eres, es solo que…
—Es solo que, ¿qué?  ¿Que no iba a protegerlas? El
atentado, un golpe de suerte y caíste en su trampa ¡ay,
chiquilla tonta! ¿Qué haré contigo?
—No lo volveré a hacer —garantizo.
—¿Y cómo voy a creerte? Porque hay un millón de cosas
que has prometido no hacer y vuelves y las repites, ¿uhm?
—Tienes razón. —Mis ojos vuelvem a llenarse de lágrimas
y mis manos a temblar. Don lo nota y tira suavemente de mí
hacia su pecho, acomodándome cual si fuera una beba
pequeña. Empieza a moverse suavemente y cantar esa
dulce nana italiana. El sueño, en cansancio de semanas,
actuando en mi cuerpo. No quiero dormir, pero su suave y
baja voz me va calmando poco a poco.
—Te amo, chiquilla tonta… —Se escucha un murmullo
lejano antes de que el sueño me reclame.
Dominic está ladrando órdenes en ruso al móvil cuando
abro mis ojos, tiene una ropa diferente y me percato que
seguimos en la habitación del hospital. Lo veo caminar, con
solo un vaquero negro y una playera azul. Luce como un
chico más de la ciudad, se mira joven, aunque sigue
teniendo esa aura peligrosa. Sonrío cuando me observa por
el rabillo del ojo, dice algo más antes de bajar el móvil.
—Come —ordena en italiano señalando una bandeja. El
estómago se me revuelve. Odio la comida de hospital.
—No me gusta la comida de hospital —respondo en el
mismo idioma. Sospecho no quiere que, quien sea que está
en la línea, entienda nuestra conversación.
—Es sopa, no del hospital. Come —demanda sin aceptar
ninguna réplica más antes de retomar la llamada.
Muevo la pequeña mesa y destapo el contenedor.
Efectivamente es una sopa de pollo y vegetales. Como
despacio, sin perderle el detalle. No sube la voz, pero habla
de algo delicado. La televisión está encendida, sin volumen
y están pasando las noticias. Frunzo el ceño parpadeando,
según la fecha en el titular, hace un día que estoy en el
hospital. Bajo la mirada a mi cuerpo, tengo un vestido de
flores, lo reconozco, es de mi vieja colección, esos vestidos
que usaba antes de conocer a Dominic.
¿Qué está pasando? Las cortinas están cerradas, pero se
supone que es de noche, un día después de mi desmayo. Mi
marido finaliza la llamada y empieza a introducir sus
pertenencias a un bolso negro.
—Sigue comiendo y deja de mirarme —gruñe en tono
protector—. Necesitas comer, estás demasiado delgada.
—¿Qué está sucediendo? ¿Cuánto dormí?
—Debía encargarme de algunos asuntos y tú descansar.
—Camina hacia mí, sentándose a mi lado y quitándome la
cuchara de la mano. Me sorprende cuando sirve un poco de
sopa y empieza a darme de comer—. Te dejamos dormir con
ayuda de calmantes unas horas. Ahora tienes que comer y
luego nos iremos.
—¿Dónde está Emma? ¿Qué haremos…?
—Emma está a salvo, pensé sobre Italia y es lo mejor.
Savannah y ella están en casa de Nicklaus Romano, es mi
underboss. Están a salvo, no te preocupes.  En cuanto
aterricen, haremos una videollamada, ¿bien?
—Pero él lo sabrá…
—Eh, eh. Me encargaré, tú solo preocúpate por nuestro
bebé, ¿de acuerdo?
—No puedes pedirme tal cosa cuando yo he sido quien
nos puso en esta situación.
—Puedo y, te lo exijo, quiero que estés bien y que tu
única preocupación sean nuestros hijos. Nada más, quedó
claro que dejarás de jugar a la reina de la mafia. Eres mi
mujer, soy el maldito Capo. Todos entenderán que meterse
contigo es adelantar el Apocalipsis —asegura—. Se acabó,
Em. Empezaremos a actuar a mi manera. Y, en mi mundo,
solo muere quien yo diga.
—Solo tú puedes hacer que me sienta segura con esas
palabras, ¿estoy loca por amarte tanto?
—Estás loca por no aceptar quién soy, por no hablar
conmigo cuando se requiere y no confiar.
—Sé quién eres —garantizo y decidida a no perderlo, uno
mi frente a la suya—. Eres el jefe, cariño. Demuéstrales a
todos quién eres. Hazle pagar.
Por primera vez quiero que saque ese demonio que trae
dentro y destruya a todo el que quiera lastimar a nuestra
familia. La sonrisa en sus labios lo dice todo… «Lo
lamentarán, las calles se llenarán de sangre. La sangre de
nuestros enemigos».
—Oh, voy a hacerlo y me divertiré mucho. Antes, sin
embargo, te mantendré segura.
—Te amo, Don —digo antes de besarlo.
Haciendo la mesa a un lado, solo tengo ganas de
desnudarlo y sentirlo lo más cerca posible de mí. Es mi
casa, mi refugio, ¿cómo pude permitir que esto llegara tan
lejos? Este hombre es mi marido, oscuro y cruel, temido y
respetado ¿cómo llegué a pensar que Lucas Piazza tendría
mucho más poder que él? Nos alejamos, respirando
agitados. 
—Es hora de irnos —susurra repartiendo besos pequeños
en mi cara—. Necesito tenerte entre mis brazos, Emilie.
—Yo también te necesito, estar alejada de ti es una
tortura.
Sonríe, ocultando lo que realmente quiere decir. No
tenerlo cerca es parte de mi mal plan.
Abandonamos el hospital en un helicóptero, solo los dos
pilotos y nosotros. Don calma mi miedo de saberme en el
aire. No me gusta para nada y agradezco la oscuridad de no
poder observar. Literalmente estoy muriendo de terror
encerrada en el espacio tan diminuto. Aterrizamos en la
azotea de un rascacielos de New York, no es nuestro ático,
pero en la puerta visualizo a nonna, quien me da un fuerte
abrazo y unas cortas palabras de bienvenida. Tiene
preparada una mesa con algunos platos. Don se niega a
comer algo y solo ordena más comida para mí.
La sala es abierta junto con la cocina, es un
departamento de soltero o quizás una de las casas de
vigilancia que Dominic usa, tiene dos paredes completas de
cristal. Las demás están decoradas con cabezas de
animales, un tigre, un cerdo salvaje y dos venados. Subimos
al segundo nivel a una de las habitaciones de invitados,
todo está ordenado como si fuera nuestra habitación en el
ático e incluso tengo ropa en el clóset. Está claro que
Dominic quiere que nos quedemos una buena temporada en
este lugar.
—Nadie puede entrar —responde cuando pregunto sobre
la seguridad. Está desempacando su bolso—. Tiene sensores
de movimiento. No hay ningún servicio inalámbrico, y tenías
miedo de micrófonos en nuestra casa…
—¿Revisaste?
—Raze lo hizo, encontró bastante material. Incluso
cámaras —confiesa dejándose caer en la cama. Me quedo
de pie moviendo la cabeza lentamente.
—¿Sabes quién las puso?
—Sí, ahora lo sé.
—¿Y no vas a decirme? —Niega observándome en silencio
—. Crees que será una preocupación.
—Hablé con Falcón, ella dice que el embarazo es delicado.
Me explicó que por la condición que tienes debes guardar
reposo… Estar tranquila. Y es justamente lo que harás, te
vas a relajar y me dejarás hacer mi deber. Cuidar mi familia.
Ya sabía todo esto, me explicó el día que me enteré sobre
mi embarazo. Hace poco tiempo perdí nuestro bebé y tengo
una condición preexistente.
—Ven aquí, Em —pide con voz amable. Camino hasta él
quien abre sus piernas haciéndome espacio. Su cara cerca
de mi vientre—. Ayúdame un poco, ¿por favor? Solo trata de
estar bien y déjame a mi las demás preocupaciones.
Empieza a subir mi vestido, despacio, le ayudo tirando de
este y sacándolo por mi cabeza. Quedando solo en un
panties de algodón blanco. Me cambió mientras estuve
inconsciente. La mano en mi cintura se mueve a mi vientre
plano, las yemas de sus dedos causándome un cosquilleo.
—¿Cuánto tiempo?
—Ocho semanas. —Jadeo cuando deja un beso sobre mi
ombligo, uno y otro más—. Dominic…
—Nadie puede saberlo, amor. Debe ser un secreto por
ahora, y cuando se empiece a notar deberás quedarte en
casa. Ante mis ojos, Emma y este bebé tendrán los mismos
derechos, pero si mis enemigos llegan a saber la existencia
de este embarazo. Serás el blanco directo a atacar,
¿comprendes lo que estoy diciendo? Este bebé, si llega a ser
hombre, será el próximo al mando, Emilie. ¿De verdad eso
es lo que quieres?
—Te quiero a ti.
—¿Con todo lo que ello implica?
—Sí —garantizo acunando su rostro—. Eres el Capo y
nuestro hijo será tu sucesor y lo acepto, Don. Le
enseñaremos a ser mejor. Podemos lograrlo.
—¿Cómo le enseñamos a un capo a ser mejor persona? —
Sonríe triste al preguntar.
—Como tú has aprendido, con amor y cariño.
—Vamos un paso a la vez, ahora déjame cuidar de ti.
Luego practicamos eso del amor y cariño.
Asiento, porque sé que necesita esto. Tener el control
sobre mí, luego de estas semanas angustiantes. Yo también
lo necesito, apartar a mi esposo fue de las decisiones más
difíciles que he realizado en cada error de los pasados
meses. No tenerlo a mi lado cuando sospeché de mi
embarazo o las noches en las cuales no podía concebir el
sueño.
Vamos al baño, donde ambos entramos bajo la lluvia del
agua. Lava mi pelo y mi cuerpo, sin nada sexual. Solo el
sentimiento que nos une. Me ama, lo sé. Escuché cuando lo
dijo en el hospital, pero antes de ello tenía la certeza de sus
sentimientos hacia mí, se niega a reconocerlo, pero puedo
verlo y sentirlo en cada gesto y mirada.
Salimos de la ducha hacia la recámara donde me coloca
un camisón corto verde de seda, seca mi pelo con una toalla
más pequeña y finalmente entramos a la cama. Sus fuertes
brazos construyendo un refugio para mí, me acurruco contra
su pecho y vuelvo a dormirme, por primera vez en mucho
tiempo, en paz.
Algo del embarazo un poco molesto, es levantarme antes
de que salga en sol y correr al baño. ¿El problema? Un
esposo con el sueño ligero. Corro doblándome y abrazando
a mi mejor amigo, la taza del baño. Mi estómago no tiene
alimento y solo vomito una flema amarga, pero que me
ahoga. Don golpea dulcemente mi espalda agarrando mi
pelo.
—Vete —gruño alejándolo con la mano. No quiero que me
vea así, vomitando hasta el alma.
—He visto cosas peores, amor.
—No quiero que me veas así. —Y empiezo a llorar. No
tengo ningún motivo para hacerlo y Dominic se queda más
desconcertado aún. Se mueve entregándome una toalla
pequeña y tirando la cadena del baño—. Lo siento, no sé
qué me pasa.
—Estás creando nuestro bebé, eso está pasando, cariño
—susurra bajo y me sonríe cálido. Me lavo la boca y el
rostro, escuchando mi estómago gruñir. Don ladea la
cabeza.
—Son las cuatro de la mañana… —murmura sonriendo.
Me muerdo el labio—. Parece que tendremos un chico a
quien le gusta dirigir.
—Sigues hablando como si fuera un chico, podría ser una
chica.
—Sé que es un chico. Dios me odia, pero estoy seguro
que no me dejará pelear una guerra con solo mujeres en
casa. —No quiero estropear su buen humor.
—¿Tendremos chocolate aquí? ¿O helado? —cuestiono
haciendo un puchero.
—No te gusta el chocolate.
—Las pasadas dos semanas sí —digo empezando a
caminar fuera. Realmente me calma cuando despierto con
esta ansiedad en la madrugada—. Y también la pizza, nonna
preparó una riquísima, tenía trozos de piña, no sabía que
podías combinar queso, salsa y fruta, es loco, ¿no?
—Loco es que estemos levantados a esta hora buscando
un tarro de helado. —Abre el refrigerador encontrando tres
de diferentes marcas.
—Ella lo sabe —digo. Nunca lo garanticé, pero era muy
obvio que algo me sucedía.
—¿Quién más lo sabe? —pregunta sacando una cuchara y
luego sosteniendo mi mano. Volvemos de regreso a la
habitación, directo al balcón.
—¿Roth y la doctora?
—¿Savannah?
—No, no lo sabe. Estuvimos alejadas —musito
sentándome en una de las dos sillas—. Sigue llorando a
Holden… Ha estado en su propio mundo.
—De acuerdo, espera aquí —ordena y se gira dentro de la
habitación, al regresar trae dos sábanas gruesas—. Siéntate
conmigo.
Me siento en medio de sus piernas y nos cubre a ambos
con la sábana. Abro el tarro de helado y empiezo a comerlo.
Por alguna razón me sabe delicioso y, no azucarado, como
antes solía sentir en mi paladar.
—¿Dónde está Roth?
—Regresando de Italia, llevó a Emma con Nicklaus.
—¿Y Raze? —cuestiono frunciendo el ceño—. ¿Nick?
—Están ocupándose de algo
 

CAPÍTULO 54
Dominic
 
Dejo la nota en mi lado de la cama y termino de cubrir su
cuerpo. Está exhausta, tanto para no despertarse, incluso
cuando dejo un corto beso en sus labios. Quisiera quedarme
a su lado y verla despertar, pero la realidad me aclama. Me
pongo de pie y abro la puerta para que nonna pueda llenar
la habitación de rosas y globos. Nos encontramos solo
nosotros en el departamento, no confío en nadie más,
aparte de los chicos. No con la seguridad de Emilie. Nadie
puede percatarse de su estado. Ahora es más vulnerable
aún.
—Gracias por cuidarla —murmuro en italiano. Nonna
sonríe, alisando mi traje antes de darme una taza de café
humeante.
—Ella es tu alma, pequeño.
—¿Sabes que nadie me llama pequeño?
—Es un secreto más de nosotros —garantiza—. La
cuidaré, hijo. Pero recuerda volver a casa por ellos. Nunca te
pierdas en la venganza.
—Me conoces tan bien, nonna, ¿qué haría yo sin ti?
Ninguno necesita una respuesta, ambos sabemos que, sin
su cariño y cuidados en mis primeros años de vida, sería
una persona horrible, «peor».
Salgo del departamento, introduciendo el código de
seguridad y sellando cualquier entrada posible. Nadie entra
y nadie sale, no puedo confiar que mi esposa no vuelva a
hacer una estupidez. Esto es la mafia, cualquier mínima
decisión puede estropear todo y hoy necesito cavar las
tumbas de mis enemigos, sabiendo que mi familia está a
salvo. Llamo a Byron mientras estoy subiendo a la azotea, la
única manera de ingresar al departamento en la cima del
Cavalli Corporation, Inc.
El trasto ruidoso y molesto ya está preparado para mi
partida y solo necesito una fecha exacta, la cual Byron Miller
me proveerá. Las horas de vida de Lucas están contadas,
así como también las del traidor.
 
Una hora más tarde, estoy esperando reunirme con
Landon fuera de la casa de su amante. Es molesto tener que
recogerlo y, sobre todo, esperar en la parte trasera de mi
camioneta. Nick al volante pasa de una emisora a otra
dejando esta en las noticias locales. Encontraron restos de
dos cuerpos y están tratando de identificar las víctimas.
Observo mis nudillos lastimados y el recuerdo lejano de
mi episodio. Es algo que no puede ocurrir otra vez, no puedo
perderme dentro de mi cabeza cuando tengo una esposa
embarazada y una pequeña niña que necesitan de mí y la
integridad de mi cerebro.
Visualizo movimiento en la puerta principal, la chica sale
en ropa diminuta despidiéndolo de beso y abrazo. Ward
murmura algo para ella que la hace dar saltos de felicidad.
Alguna joya quizás. Resoplo, perdiendo mi paciencia.
—Buenos días, señor —saluda cerrando la puerta trasera.
—Pensé que te vería follarla en la puerta —gruño molesto
—. No me gusta esperar, Ward. Lo sabes. Nick, avanza.
—No volverá a suceder.
—Sí, señor —responden los dos al unísono.
—¿No estabas en Colombia? —indaga Ward abriendo su
laptop para pasarme los datos de las últimas transacciones.
—Estaba en Rusia —miento con toda intención.
—Hannah ha estado llamando a Emilie. —La mirada miel
de Nick conecta con la mía en el espejo retrovisor—. Está
preocupada de no saber nada de ella.
—Emilie está muerta —digo sin emoción—, me traicionó y
eso es algo que no perdono. Además, era molesta,
demasiado impulsiva.
—¿Cómo que te traicionó? Quiero decir… Ella parecía
genuinamente enamorada, dolida quizás, pero enamorada.
—La mente humana es compleja, piensa que puede
dominarlo todo y siempre pequeños detalles se escapan. Es
lo que sucedió con Emilie, pero no hablemos de muertos
cuando puedes empezar a darme cifras.
Sonrío, la máscara de frialdad apoderándose de mí.
Siento la tensión de Nick escapando en oleadas mientras
vamos hacia mi almacén favorito. Landon Ward recita las
pérdidas de las dos entregas fallidas y la última de anoche.
Asiento sin dejar de mirar mi primer objetivo.
—Deposita un millón a la cuenta de Sebastián. Quiero
darle un incentivo. Su trabajo de las pasadas horas ha sido
impecable —ordeno saliendo del vehículo en el
estacionamiento de Jersey. Aquí estuve hace meses con
Vladimir, entregándole a Dalila, también asesinando a unos
pobres idiotas que no tenían nada que ver con la muerte de
Holden.
—Claro, señor, ¿algo más? —pregunta servicial.
—Diez para ti, eres de mis mejores hombres y valoro
mucho tantos años a mi servicio. —Ejerzo presión en su
hombro sin apartar la vista de Nick—. Mereces ser
recompensado por ello.
—Gracias… Yo, ¡no sé qué decir!
—No es nada, Ward. Vamos adentro, odio el polen de
primavera. Y ser viudo me pone de buen humor —canturreo.
Los tres entramos al lugar, no pierdo de vista la felicidad
de Landon mientras introduce los dígitos y la inquietud de
Nick. Sé que está pensando que estoy demasiado relajado,
así que se confía en que no conozco lo que ha hecho. Le doy
la espalda liderando el camino, con mis hombros tensos
hacia la habitación de los juegos, como la llama Roth.
Disfruta mucho de los gritos que solo somos capaces de
escuchar nosotros. Cada muerte, traidor y alma que ha sido
ejecutado por nuestra mano. Gabriel Cavalli fue el primero
en usarla, en vivir en carne propia nuestra venganza y,
luego de él, demasiados hombres para ser contados.
Abro la puerta para mis acompañantes sin perder mi
temple, el primero en entrar es Landon, luego Nick y
finalmente yo, escuchando el cierre automático de la
muerta.
El panorama es siniestro. Trece cuerpos suspendidos en el
aire, la sangre goteando de una herida abierta en la
garganta. Todos ellos han muerto desangrándose, eso causa
que el piso esté cubierto de la espesa sangre. Una cuarta
persona está sentada en una silla, con una bolsa negra
tapando su rostro, sus manos atadas a la espalda.
—¡Bienvenidos! —Aplaude Raze, sentado en la mesa de
acero, sus piernas moviéndose de adelante hacia atrás,
tiene una risa juguetona, la cual, lo hace lucir como un
adolescente travieso—. ¡Ops! He sido un niño malo, ¡muy
malo! —Juguetea ladeando la cabeza.
Saco mi arma y disparo a la cabeza de la cuarta persona.
Landon deja caer la laptop en cuanto escucha el estallido e
intenta rodearme.
¿Por qué carajos siempre intentan huir? Giro mis ojos y le
disparo en la pierna derecha. La rata traidora chilla en
cuanto lo agarro del cuello tirándolo al piso, su traje
llenándose de los demás, quienes lo ayudaron, de la sangre
de cada hombre infiltrado de Piazza en mi terreno, ¡en mi
maldita ciudad! ¡Contra mi esposa!
—Dominic… —Jadea retrocediendo y resbalando en el
proceso—. ¿Qué está pasando?
—¿Por qué se hacen idiotas? —cuestiona Raze desde su
lugar.
—Porque piensan que pueden convencerme de su
inocencia, ¿no es así, Ward? —pregunto guardando mi arma.
No la necesito, su muerte será lenta y dolorosa—. Siempre
creen ir un paso delante de mí.
Nick permanece de pie, pensando en que quizás tenga el
mismo destino. Cometió un solo error.
—No sé de lo que hablas —lloriquea.
—¡Nick! —bramo en su dirección, este da un paso
adelante—. Ilumínanos.
—El señor Ward vino a la casa un par de veces las
semanas pasadas, dijo que usted le enviaba, señor —explica
Nick pasando saliva.
—¿Yo te enviaba? —cuestiono hacia el hijo de puta—. Tu
padre es un honor para la famiglia y has ensuciado años de
servicio con tu traición, ¡¿le hiciste creer a mi esposa que
eras Lucas Piazza?! ¡Creíste que nunca me enteraría quién
estaba detrás de los mensajes!
—Están mintiendo, ¡no he hecho nada!
Sonrío inclinando la cabeza hacia Raze, este salta de la
mesa encaminándose a nosotros. Adoro el sonido de los
huesos romperse y Raze es una montaña de carne,
demoledor. Su fuerza sobrepasa incluso la mía. Landon
intenta zafarse, pero mi chico toma su brazo, doblándolo
hacia atrás, el hueso quebrándose de una manera
antinatural. El grito es ópera en mis oídos, el mejor porno de
mi puta vida. La erección es instantánea y el placer recorre
mi cuerpo enfermizo. Nací para esto, quebrar a mis
enemigos y llevarlos a mi terreno. El miedo no puede ser
parte de un Capo, nunca me verán retroceder, no cuando
defienda a mi gente, a mi esposa e hijos.
—Siéntate, Nick —ordeno. Si bien no pienso matarlo por
su error, quiero que vea lo que sucede con los traidores.
—Te metiste con nuestra chica —ruge Raze, lamiéndole la
sangre de la mejilla y disfrutándolo. Apuesto mi polla a que
necesitará una buena follada luego de esto—. ¿Creíste ser
más astuto que nosotros? Dime, ¿usaste a Nick para colocar
las cámaras y micrófonos? Y hablemos de Holden
Greystone…
Aprieto mis puños.
—Hiciste creer que me robó dinero —siseo tomando el
taladro. Raze ya lo está subiendo a nuestra silla preferida,
escucho un nuevo hueso romperse.
—¡Ops! Lo siento… No, no lo hago —Raze acostumbra a
jugar incluso con sus víctimas. Es aún más retorcido que el
silencio de Roth. Preparo diez agujas, con ácido del diablo
dentro, y me coloco unos guantes de jardinería. Landon está
sujeto de manos y pies en la silla médica ligeramente
modificada con unas argollas de acero.
Me quito parte de mi traje solo quedando en pantalón y
camisa, mis cuchillos en mi chaleco. Ward fue de los pocos
testigos en saber cuánto me importaba Emilie, también es
el esposo de la mejor amiga de esta. Las mujeres
acostumbran hablar toda su vida entre ellas y Landon solo
quería escalar, sabe de primera mano los pasos de Roth. El
atentado era su primer paso a un plan decadente. Sin poder
y dinero, no había forma de llegar hasta ocupar mi lugar,
por no contar su falta de conexiones. Manipular a Emilie fue
una jugada que no esperé, ciertamente las mujeres se dejan
fuera de los negocios.
¿Quién más cree que puede derribarme desde esa
posición? Tomando a Emilie como ventaja sobre mí. Sonrío a
la cámara grabando todo. Vladimir Ivanov del otro lado, es
uno que tiene que saber su lugar. Yo estoy sobre ellos, soy
el rey y señor de La Orden.
Yo gobierno y dirijo, ellos son la basura que piso. Nací
para gobernar Sicilia y he conseguido tener el poder de
Rusia. Yo soy el maldito Capo.
—Tú eres parte de mi juego —digo moviendo mis labios
antes de girarme hacia Landon. Jodió no solo conmigo, sino
a mi mujer, a su hermano. Y ahora cobraré su venganza
como si fuera el hombre más leal que alguna vez pisó sobre
la tierra.
Todos aprenderán que no soy alguien con quien quieras
pelear. Le inyecto la primera dosis en la vena mayor de su
brazo derecho, se retuerce, quemándose por dentro,
sintiendo el dolor y la desesperación. Clama piedad, una
que no tuvo con Emilie.
—¡¡No soy el único que te quiere muerto!! —grita.
Empiezo a romper su ropa para seguir con mi dulce tortura.
—Y todos tendrán tu final —gruño en su cara—. No ha
nacido el ser que me doblegue, mi esposa, quizás, pero te
llevarás el secreto a la tumba, Ward. Y, ¿sabes qué más?
Saber que gracias a ti, tu hijo está muerto, que voy a
despedazarlo, poco a poco. Hannah tendrá el mismo destino
y será tu culpa, Ward. Tu familia sufrió tu traición.
—¡No! ¡Logan, no! Haré lo que sea…
—Es muy tarde, ¿no te has preguntando dónde está Roth?
Sí, Ward. Exactamente. Si traicionas a la famiglia, el destino
de los tuyos es morir.
Miento, no tocaría a ninguno de ellos porque son
inocentes. Ward no lo es y su destino es sufrir la tortura de
su muerte lentamente. Raze queriendo ser partícipe
empieza a cantar Leave me in Hell de Venom, buscándola
en su móvil y reproduciendo la canción como un himno de
muerte. Sabemos que, si existe un lugar de la muerte para
nosotros, ese ese el infierno, ahora solo resta crear nuestro
propio paraíso en la tierra.
La muerte es dulce, es placentera y cómoda, la forma en
la cual eres llevado a ella es otro punto. La de Ward es
disfrutada -por nosotros- y una tortura para él, la piel
empieza a desprenderse cuando todas sus venas están
congestionadas de ácido, su corazón trabaja más y más por
encontrar un poco de sangre. Raze hace los honores,
abriéndole el pecho con la T de traidor en ella. Su rostro es
irreconocible. Y reúno a mis hombres más cercanos. Todos
ellos tienen lindas fotografías del destino de los traidores. El
temor mueve masas, el odio da un motivo para actuar, sí,
pero el temor te hace retroceder. No quiero que me odien,
quiero ser temido y respetado. Y ahora lo saben.
Meterse conmigo es conocer el infierno. Este es mi trono
y solo tengo dos hermanos con quienes compartirlo. Ellos
darían sus vidas por mí y yo daría la mía por ellos.
Entrada la tarde tengo el respeto que tanto he buscado,
ninguno se atreverá a traicionarme y reafirman el juramento
con la famiglia. Raze regresa a su club y yo voy sin ningún
tipo de seguridad a la casa de Hannah, deben aprender que
soy temido por mi sola presencia.
Mis hombres están para hacer lo que yo diga, no para
cuidarme la espalda cual bebé recién nacido. Las únicas dos
razones por las cuales visito la casa de una de las familias,
es para llevar dos noticias, tu esposo murió o lo asesiné por
ser un traidor. Y ella lo sabe en cuanto me mira en el
umbral. Jadea asombrada con el niño en su regazo.
—Dominic, digo, señor. Lo siento… Yo… —tartamudea.
—Tranquila, Hannah —murmuro entrando en su casa.
—¡María! —grita llamando a la servidumbre—. ¿Quiere
algo de tomar?
—Agua estaría bien.
—Claro, ahora mismo —musita entregándole la criatura a
una señora latina, quien baja la cabeza al mirarme, ¿tan
temible soy?—. Trae un vaso de agua al señor, María —dice
Hannah en un idioma que identifico como español. Es un
léxico muy parecido al italiano. Me paseo por la sala,
observando las distintas fotografías. Son de ella con el niño
y muy pocas de Landon.
—Ward traicionó a la famiglia —explico buscándola con la
mirada. La mujer cae sobre sus rodillas, gruesas lágrimas
mostrándose—. Sabes lo que eso significa.
—Piedad —suplica sollozando—. Piedad para mi pequeño.
Es usted mi Capo, nunca le traicionaría. Suplico clemencia.
—Y la tienes —garantizo dándole mi mano—. No estoy
aquí para matarte, Hannah. Estoy aquí para informarte,
Logan es el siguiente a cargo para ser Cassetto cuando mi
sucesor gobierne. Quiero que sepas que seguirás
perteneciendo a la famiglia como una mujer viuda. Has
demostrado ser fiel y leal. Esta es tu recompensa, cuando
Logan tenga once, entrenará para tomar su lugar.
—Sí, señor. —Llora afirmando. Sé que acabo de romper su
corazón. Ella amaba a Ward, lo miró como su príncipe por
mucho tiempo.
—Tienes una nueva oportunidad, Hannah. Aprovéchala.
No digo nada más antes de salir de su casa y dirigirme a
la mía. Algo cálido y tibio enfriando mi destino, la esperanza
floreciendo en mi pecho.  Este solo es el camino hacia mi
hogar, a la mujer que me dio la herramienta para creer que
incluso un monstruo como yo, tiene una oportunidad de ser
feliz. Después de todo, quizás el amor sí existe.
Está donde y con quien menos imaginas, y no será fácil
encontrarlo o, en mi caso, saber identificar las señales
correctas.
 
 

CAPÍTULO 55
 

Despierto entre decenas y decenas de rosas rojas. La


habitación ha sido transformada en un jardín de ellas y
globos dorados flotando. Su lado de la cama se ha enfriado
y encuentro un libro de tapa dura con una pequeña nota
escrita de su puño y letra.
 
Un poco de compañía mientras no estoy.
Come, es una orden.
Dominic
 
¿Puede incluso darme órdenes en notas? Sí, sí puede
hacer lo que se le pegue en gana. Sonrío llevando una mano
a mi vientre, encuentro la pequeña manía satisfactoria al
tocarme. Es un tipo de recordatorio.
Está ahí, es nuestro y será un bebé muy amado. Sé que
aún soy demasiado joven, inmadura e impulsiva. Tengo que
aprender mucho antes de tener esta pequeña parte de
nosotros en mis manos, pero vale la pena. Yo sé que sí lo
hará. Don no llega en todo el día, intento no preocuparme,
pero es imposible. Camino de un lado a otro, aunque nonna
insiste en que debo tranquilizarme. La incertidumbre es
mayor.
El cansancio vuelve a pasar factura y termino dormida en
el mueble, libro en mano.  Más tarde siento unas manos
tocarme y abro los ojos de golpe, Don está cargándome y
aparentemente llevándome a la recámara.
—Dominic… —gimo rodeando su cuello.
—Sigue durmiendo —ordena con un deje preocupado en
su voz. Mi cabeza cae en su pecho, antes de sentir la suave
tela de la sábana y caer rendida en el sueño nuevamente. 
Cuando abro los ojos, me encuentro sola en la cama, las
cortinas abiertas dejando entrar un poco de aire frío en la
habitación y me percato que solo estoy en unas bragas.
Algo huele mal y la nariz empieza a picarme. Humo, tabaco.
El estómago se me retuerce con las ganas de vomitar,
salgo de la cama envolviéndome en la sábana y caminando
al balcón. Dominic está sentado, fumándose un habano y
tomando licor. Me observa, ladeando la cabeza desde su
lugar mientras me quedo en el umbral de las puertas
corredizas. Tiene que mirar algo de disgusto en mi rostro, ya
que el suyo se llena de preocupación.
—¿Qué sucede…? —pregunta frunciendo el ceño.
—Estás fumando —musito bajo.
—¿Te disgusta? Nunca te había molestado.
—Me gusta, pero el olor me está dando náuseas.
—Ohhh… —dice con una sonrisa burlona. Apaga en
habano en el cenicero y se bebe un buen trago de whisky.
Está solo en toalla, dejando su marcado abdomen al
descubierto—. Ven aquí —demanda palmeando sus piernas.
Camino hasta él, dejando atrás la sábana que me cubre.
Visualizo su nuez de Adán moverse cuando su mirada se
queda prendada en mi cuerpo. Está caliente, bien, porque
yo tengo un deseo sobrenatural quemándome. Necesito sus
manos, sentirlo tocarme y ser uno en unión con el otro.
—Eres mi droga, Emilie. Una bendita adicción —pronuncia
poniéndose de pie, acuna mi rostro, su mano siendo ruda en
su agarre en mi pelo—. Quiero follarte como una bestia.
Joder. Mi parte privada se humedece al segundo y grita de
necesidad, mis pezones se endurecen. Don me carga,
agarrándome de mis piernas, enredo estas en su cintura y
mis manos en su cuello. Solo quiero que me acorrale contra
la pared y se hunda en mí. Mis expectativas quedan
demasiado altas cuando me llega el golpe de realidad. Me
deja sobre mis pies a un lado de la cama y regresa por la
sábana.
—¿No vamos a follar? ¿Hacer el amor? —pregunto
indignada. Tenemos semanas sin ningún contacto a ese
nivel. Lo necesito, incluso más que antes.
—Tienes que dormir —dice sentándose en la cama.
—¿Es una broma? He dormido muchísimo.
—Son pasadas las cuatro de la madrugada, no has
dormido lo suficiente.
—¿No quieres tocarme? —corto—. Es por el embarazo,
¿cierto? ¡No se nota! ¿Qué harás cuando me vea como una
bola enorme? —Tengo ganas de llorar y no sé si es porque
está tratando de protegernos o porque quiero que me
toque.
—Voy a querer tocarte aún más, justo por esa razón.
Ahora no solo somos nosotros dos, tenemos una familia,
Em. Nuestra, por la cual voy a luchar día tras día. Tu cuerpo
no me desagrada y, créeme, no hay forma de que lo haga
en el futuro tampoco, incluso arrugada seguirás siendo la
mujer más bella. Ven aquí.
Cumplo su orden, moviéndome hacia su regazo. Sus
fuertes manos se posan en mis piernas, luego en mi rostro.
Los dedos de Don rozan mi barbilla y tiran de mi cara hacia
arriba, manteniendo mi mirada fija en la suya.
—Eres hermosa, esposa. Cada jodido centímetro.
—Entonces, ¿por qué no me tocas? —insisto. Puedo sentir
cuán duro se encuentra y veo en sus ojos la lujuria y el
deseo. Reconozco cuando se excita.
—Dímelo, lo que sea —insto llevando mis manos a su
cuello, acariciando el comienzo de sus cabellos. Deja caer
su frente en el valle de mis pechos y luego saca la lengua,
lamiendo. Dioses, mi centro se calienta con esa sola acción.
Lo necesito.
—Estoy muy caliente, rozando lo peligroso.
—Nunca me harías daño. —Sus manos se clavan en mi
cintura presionándome con fuerza para que lo sienta,
muevo mi cadera, pero soy detenida de inmediato—. Don,
por favor…
—No sería tierno —confiesa—. Te follaría de espaldas, ese
delicioso culo abierto para mí. Tiraría de tu pelo y rodearía
tu cuello con mis manos cortando tu respiración, tu coño
apretándome como un guante. Me vendría, Em, y aun así,
continuaría duro queriendo más… —Para cuando termina de
hablar estoy rogando porque haga exactamente todo lo que
acaba de decir—. Y si me pierdo en mi mente…
—No te dejaré —garantizo empujándolo hacia la cama. 
Mis senos están a su entera disposición y sus manos no
tardan en agarrarlos, amasarlos. Es incómodo porque los
tengo sensibles, pero a la vez ese pequeño dolor es
gratificante.
Busco el nudo de la toalla y lo retiro sin dejar de mirarlo.
Desnudo, a mi merced. Nos voltea antes de que pueda
tocarlo, girando en la cama, sus manos presionando las
mías sobre mi cabeza.
—¿Y cómo piensas defenderte de mí? Soy el lobo y tú la
Caperuza, amor. No existe una manera.
—Acabas de darme la razón —respondo humedeciendo
mis labios—. Eres el lobo que me protege. No tengo que
defenderme de ti, no cuando soy tuya de todas las formas
humanamente posibles.
Sus labios se estrellan contra los míos, su lengua
arremete en mi boca, arrastrando mi deseo incontrolable a
la superficie. Mi cuerpo silba de esta necesidad
incontrolable.
Don abre mis piernas con las suyas, posicionándose sobre
mí, sin aplastarme. Con una de sus manos tira de mi braga,
no la rompe del todo, pero esta cede bastante, aun con la
tela medio cubriéndome, agarra su polla, torturando mi
clítoris mientras me masturba con ella. Estoy húmeda y
muy deseosa de tenerlo. Abro a total capacidad mis piernas
ofreciéndome para él y entonces en ese momento se deja ir
empujando en mi interior de un solo golpe, chillo su nombre
mientras golpea cinco veces, luego sale de mí y me gira.
Pegándome un buen azote en la mejilla derecha de mis
nalgas.
Gimo, enterrando la cabeza en la almohada y empujando
mi culo hacia él. No dice una palabra, solo termina de
romper por completo la prenda íntima e introduce dos
dedos en mi coño. Suplico por más contra la almohada
mientras los mete y los retira, masturbándome. Un tercer
dedo se pasea en una parte prohibida, no hemos hecho
sexo anal, pero, por como van las cosas, siento que esta
noche eso cambiará.
Con ese dedo se burla empujando en mi interior, es un
tanto incómodo pero que termina remplazando cuando
siento su lengua lamiendo desde abajo hacia arriba,
recogiendo la humedad en mí, chupando mi clítoris. Aprieto
la sábana en mis puños, abriéndome tanto como me es
posible.
—Quiero esto —avisa introduciendo un segundo dedo y
lubricándome con su saliva—. Esta noche —garantiza.
Empuja dentro y fuera con un poco de rapidez. Chillo
cuando un tercer dedo es añadido y siento la incomodidad
de mis nervios. Don no se inmuta, tiene la tarea de
continuar devorando mi coño con su boca, su lengua… no
me cansaré de decirlo, es por demás mágica, celestial. Se
aleja y siento cuando remplaza los dedos por la cabeza de
su polla.
Quiero empujarlo hacia atrás y a la misma vez hacia
enfrente. Es algo que, aunque antes me ha tocado, un dedo,
una lamida, nunca fuimos más allá.
Empuja expandiéndome, sé que se está conteniendo y,
aun así, su empuje no es calmado del todo. Sus manos me
abren, me exponen. Grito más fuerte cuando sigue
empujando más, intento echarme hacia adelante, pero sus
fuertes manos me retienen, retrocede y vuelve hacia
adentro. Es muy grande, maldita sea, su miembro es
enorme y grueso.
—Don… —gimoteo de forma ahogada.
Entonces lo hace, me llena por completo, empujándose
con un nivel de fuerza controlada.
Grito, el dolor y el placer rompiéndome entre ambos. No
se detiene a esperar, está poseído y comprendo ahora su
advertencia. Empuja dentro de mí, con fuerza, sus manos
abriéndome más y más. Siento que voy a perder el sentido.
Me gusta, pero es incómodo… chillo cuando tira de mi pelo
tan fuerte que me separa de la cama, llevando mi espalda a
sentir su pecho, exponiendo mi cuello a su deleite empieza
a chupar, su otra mano va al frente abriendo mi carne y
masturbándome, tiro mis manos hacia atrás, a su cuello,
porque necesito sostenerme de algo.
Mi espalda se arquea cuando vuelve a la carga, entrando
con ímpetu en mi trasero. Me vengo, gritando su nombre y
sintiendo cómo se ensancha en mi interior, sé que también
acaba de venirse, pero su miembro no retrocede por ello.
Sale de mí y me giro en el momento que está limpiándose
con las sábanas… No, no se ha venido.
Las venas de su polla están marcadas y el semen
empieza a gotear de ella. Sus ojos oscurecidos me
observan. Él está esperando que corra, ahora que veo otra
faceta suya.
—Límpialo —ordena ladeando la cabeza. Gateo hacia él,
quien mueve la mano alrededor de su polla—. Abre la boca
y chúpame.
Trago saliva, moviendo mi cabeza antes de cumplir su
orden. Abro mi boca y él se mueve metiendo su miembro en
ella.
—Quiero venirme en tu garganta —confiesa empujando,
lo observo cerrando mis labios sobre su polla e
introduciéndola más profundo, tanto como puedo, antes de
retroceder—. Más.
Lo hago y él se mueve, hundiéndose, follándome la boca.
No me agarra del pelo y, lo agradezco, es una mínima
acción que me da seguridad, si quiero retroceder soy libre
de hacerlo.
—Usa tus dientes, así… ¡Joder! —sisea y deja caer su
cabeza hacia atrás en cuanto raspo con mis dientes su
longitud. Chorros de semen caliente inundan mi boca, trago
tanto como me es posible, pero no puedo con todo y
retrocedo. Cae en mi barbilla y senos una gran cantidad.
Don está ido en el placer y continúa empujando su eje.
Cuando me mira, sus ojos son diabólicos.
—Retrocediste —gruñe cubriéndome con su cuerpo, su
mano rodeando mi cuello y presionándome contra la cama
—. Abre las piernas, Emilie. Voy a castigarte.
—¡Dioses…! —clamo retorciéndome debajo de su cuerpo
en cuanto se empuja esta vez en mi coño, de una forma
desmesurada. Empieza a mover su cintura, en círculos,
castigándome. Es rápido y eficiente, la habitación
llenándose de los sonidos de nuestros cuerpos, gemidos y
súplicas.
Su agarre en mi cuello se cierra más, cortándome el aire.
No deja de observarme hasta que deja caer la cabeza hacia
atrás, su largo cuello a mi vista, sus músculos tensándose.
Se empuja con mucha más fuerza, es descontrolado y
furioso. Empieza a faltarme aire, y clavo mis uñas en su
brazo. Dominic es mucho más fuerte y lleva ambas sobre mi
cabeza.
Esa delgada línea de entrar en pánico se abre y cierra con
rapidez, cuando su agarre cesa unos pequeños segundos,
dejándome tomar una bocanada de aire y maldita sea,
estoy viniéndome realmente fuerte. Mis piernas empiezan a
temblar, las paredes de mi interior se contraen y Dominic de
alguna manera se vuelve más grande. Siento su segundo
orgasmo de la noche llenándome por completo. La mano en
mi cuello me libera y baja en medio de nuestros cuerpos a
torturar mi hinchado clítoris. Grito y ruego que se detenga,
pero es esa clase de súplica que no espero que cumpla.
Abro los ojos de par en par cuando siento una humedad aún
más fuerte y Don baja la cabeza a devorar mis labios.
Su boca no me da tregua, es posesiva y demandante, su
lengua se adentra y me reclama, sus dientes se clavan en
mi labio y tira rompiendo ligeramente la piel. El sabor de la
sangre en medio de todo.
Retrocede y me observa cuando se pasa la lengua por sus
propios labios recolectando los residuos de mi sangre. Y es
la cosa más excitante de ver. Nos gira sin salir de mi
interior. ¿Cómo demonios sigue duro? No lo sé, no me
importa.
—Fóllame —ordena. Miro hacia donde estábamos,
sonrojándome en el acto cuando veo en la cama la mancha
de humedad considerable.
Abre sus piernas, haciendo que caiga sobre su pecho y
llevando su mano a mi trasero, mete dos dedos en mí, ahí,
en ese lugar. Me siento totalmente llena y, muy, demasiado
satisfecha. Él no tiene deseos de parar. Empiezo a mover mi
cintura, encontrándolo entre sus propios empujes y
chillando literalmente de placer. Esto es más de lo que
nunca hemos hecho, es como si fuera otro hombre.
—Dom…
—Mía —corta—. Completamente mía.
—¡Sí, sí! ¡Oh, mi buen Señor!
Y exploto en un tercer orgasmo. Los músculos me duelen,
mi trasero también. Tengo el cuerpo cansado y a la vez
satisfecho, creo que en algún momento me he desmayado y
cuando abro los ojos nuevamente tengo a mi esposo
haciendo círculos en mi vientre, cantando por lo bajo esa
nana italiana.
Habla sobre proteger y salvar, cuenta una lucha de un
guerrero oscuro quien no sabe cómo ir hacia la luz, relata el
encuentro con un ángel de paz. Quizás sean las hormonas
del embarazo o solo yo siendo sentimental. Mis ojos se
llenan de lágrimas porque esta vez no está cantándomela a
mí, sino a nuestro bebé. Llevo una mano a su pelo,
acariciando los mechones, él deja un corto beso sobre mi
ombligo antes de alzar la cabeza. Sus ojos están rojos,
irritados. Me recuerdan esa noche en Italia, al despertar en
el yate.
—Buenos días, amor —susurra con la garganta rasposa,
antes de darme un dulce beso, continúo acariciándole el
pelo.
—Buenos días, mi Capo. —Sonrío sobre su boca.
—¿Todo bien? —cuestiona retirándose.
—Mmm, sí, solo un poco dolorida. En todo el cuerpo —
confieso sonrojándome. Él, por su parte, toca mi labio, sé
que debe estar hinchado y posiblemente tengo una
pequeña herida.
—Lo siento —se disculpa.
—No tienes que disculparte, no cuando lo disfruté. —Me
muerdo labio y lo suelto al sentir la picazón instantánea—.
Pero… ¿Por qué estabas así? Quiero decir, un poco más
rudo.
Se deja caer a mi lado, tapándose la cara con las manos.
—Puedes decírmelo, cariño —insto trazando caricias en su
pecho.
—Es solo energía acumulada… Es algo complicado.
—Tenemos mucho tiempo, puedes contarme —pido
nuevamente.
—Es una mezcla, estoy excitado y tengo un placer extra
añadido. No sé cómo decirlo sin asustarte —murmura. Tengo
una teoría, una que me aterra vocalizar. Trago antes de abrir
la boca un par de veces y volver a cerrarla porque no sé
cómo preguntarlo.
—¿Te causa placer… Asesinar? —pregunto finalmente.
—Sí —confiesa y no se detiene—. Las primeras veces, fue
un trauma. Era muy chico y aunque quería ser fuerte, era
más débil que Damon. No quería ser un made man, vi cosas
en casa que no quiero poner en tu cabeza, pero que eran
malas, Em. Muy malas.
—Necesito saber, es la única forma de ayudarnos
mutuamente, de comprender el pasado… —Me interrumpe
sosteniendo mi barbilla.
—Acabas de decirlo, es pasado. No vale la pena
retroceder.
—Nos haría bien, quiero decir. Hablarlo, entre nosotros.
Se queda pensativo y rodea mis hombros llevándome
mas cerca de su pecho, sé que debe temer que si me dice
cosas saldré corriendo. Es normal que no confíe en mí, nos
he fallado muchísimas veces.
—¿Recuerdas que te dije que nací en el orfanato?
—Sí —susurro.
—Es cierto, nacimos ahí porque Isabella, mi madre,
estaba huyendo de Gabriel. Ella no sabía si éramos sus
hijos, se involucró con su seguridad y cuando salió
embarazada tenía la duda. Gabriel la amaba a su retorcida
manera y cuando la encontró y supo el porqué de su
escape, al parecer se volvió loco. Nonna dice que él era un
buen hombre, que la amaba, que había renunciado a todo
por ella y esa noche lo cambió. Isabella no estaba
enamorada de Gabriel, para ella era solo la buena vida, los
viajes y las joyas… Él no pudo con eso y la encerró.
No puedo imaginar a ese monstruo como alguien bueno.
—Ella era una puta —continúa en voz plana, sin emoción
—. A eso se dedicaba antes de estar con él, a venderse a los
hombres. Se deslumbró con su dinero y Gabriel de su
belleza. Él la castigó durante años, la drogaba y la ofrecía a
sus amigos…
—¿Ofrecía…?
—Sí, la follaban en grupos —musita aclarándose la
garganta—. Algunas veces, según íbamos creciendo,
éramos parte.
Mi cerebro tarda mucho en procesar sus palabras
“Éramos parte” Cuando lo hago, el vómito quiere subirme a
la garganta y tengo que luchar contra mí misma para no
demostrar el asco que me causa la sola imaginación de sus
palabras. Oh, Dios mío.
—Ella nos odiaba, repudiaba que tuviéramos la sangre
Cavalli, creo que guardó esperanza que fuéramos hijos de
su amante. Gabriel me odiaba a mí, porque yo era parecido
a ella. Me llamaba mucho el arte, era risueño y disfrutaba
bastante la naturaleza. Damon era más como él. —Me
acurruco más contra su pecho—. Así que yo recibía un
castigo mayor, porque Damon disfrutaba y yo no.
—Don… —suplico con lágrimas en mis ojos.
—Le ordenaba vestirse especialmente para mí, obligaba a
todos a mirar cómo ella se arrodillaba y me llevaba dentro
de su boca pintada de rojo y ella lloraba, Em. Y yo no podía
hacer nada por nosotros…
—No sigas, no sigas —suplico llorando. Toco mis labios,
entendiendo por qué odia que use rojo en ellos. Él afirma
con un gesto sin darme una segunda mirada.
—La primera muerte que disfruté fue la de uno de ellos,
lo hice mientras se la follaba y la dejé escapar de la
mansión… Luego seguí matándolos a todos, uno por uno. Y
el placer se volvió parte de mí. Es una explosión en mi
interior, solo visualizo un rojo brillante que me ciega.
—Es la primera vez que estás conmigo así, eso quiere
decir que…
—No he estado con nadie más, no después de nuestra
boda. Antes de ello es la razón por la cual estuve con
Katniss. —Me alejo en cuanto menciona su nombre y Don
me lo permite—. No quería lastimarte y en serio no pensé
que lo haría. Para mí en ese momento no hacía diferencia
alguna. Quiero que entiendas que era un desahogo.
—Entonces no fue solo el beso —murmuro abrazando mis
piernas. Él niega y asimilo sus palabras. Sabía que se había
acostado con ella, pero no tenía certeza de ello, en mi
cabeza solo existía la imagen del beso—. ¿Por qué ella
estaba esa noche en tus piernas?
—Dos razones; la primera, porque me negaba a dejar que
una chiquilla ingenua me dominara como lo estabas
haciendo y, la segunda, porque no quería que nadie se diera
cuenta de cuán dominado estaba.
Muevo la cabeza asimilando todo, este hombre a quien
amo profundamente y será el padre de mi bebé, es un
asesino, disfruta serlo. Ha sido empujado a esa vida por
cada acto que tuvo que percibir o participar, sé que su
confesión ahora es solo una pequeñita parte de todas las
cosas que ha pasado en su vida.
—¿Y luego de nuestra boda cómo calmabas ese deseo? —
cuestiono volviendo a nuestra conversación. Amo a este
hombre, cada parte suya.
—Me masturbaba un par de veces, de hecho, lo hice
anoche. Estabas dormida. —Y tiene el descaro de sonreír.
—Ohhh —murmuro sonrojándome. Mierda, la imagen de
Dominic tocándose a sí mismo debería ser un castigo—.
Uhm, mm deberíamos salir de la cama, ¿no crees?
—No —dice juguetón, tira de mi pierna haciendo que
caiga hacia atrás con una risa infantil—. Vas bien, estoy
seguro que quiero hacerte el amor, ahora, y luego darte
algo de comer.
—Toda suya, señor Cavalli —murmuro ofreciéndome. Esta
es su forma de saber que todo está en orden. Que su
confesión no nos ha alejado y no podría. Lo amo, retorcido o
no. Lo amo.
CAPÍTULO 56
Dominic
 
Regresar al ático es difícil, Emilie no se siente segura y
está constantemente revisando todo. No importa cuánto
garantice que no existe ningún micrófono o cámara, ella de
igual forma no se siente cómoda. Por ello me planteo la idea
de buscar otro lugar. Con Emma -con quien ha estado
haciendo videollamadas diarias-, y el bebé en camino, un
ático ya no es seguro. Asistimos a la sepultura de Landon,
Emilie no tiene idea de lo sucedido y Hannah sabe su
compromiso con la famiglia. Seguirá siendo parte de
nosotros, pero las razones por las cuales Landon Ward ha
muerto, mi esposa no debe conocerlas. No es algo que ella
entendería.
Me da gusto ver que no llora su partida, aunque sé que le
duele, se mantiene con la cabeza en alto recibiendo las
debidas condolencias. Ver que no llora la muerte de un
traidor me reafirma la decisión de dejarla vivir. Es una mujer
inocente y ya tuvo suficiente en la vida. Emilie está cansada
cuando regresamos a casa, vigilo que coma algo antes de
que se excuse y me deje a solas con Roth.
—Está muy cansada, ¿no? —comenta Roth viéndola subir
la escalera.
—Sí, no duerme mucho por las noches y vomita todo lo
que le cae en el estómago —murmuro sirviéndole un trago
—. Llamé a Falcón, pero dice que es normal los primeros
meses.
—Gracias —musita recibiendo el trago—. Me alegra que
esté feliz.
—Lo sé, es lo mismo que quiero para ti. He pensado en
que deberías mirar una de nuestras familias, quizás
encuentres una chica apropiada.
—Una chica apropiada —murmura mirando la bebida—. Y
si te digo que no es algo que visualice.
—Lo entendería, mi plan no es hacerte casar a la fuerza.
—No estoy interesado, Don.
—Por la chica —afirmo.
—Sí, por ella —confiesa mirándome—. Me siento atraído
por ella.
—Ella está jodida, Roth. —Froto mi cara—. Piensas que
digo esto porque no la quiero contigo, mierda, si fuera una
chica normal no me importaría, pero está jodida hasta el
carajo, ¿qué crees que sucederá? Terminará siendo
dependiente de ti, ¿y si un día tiene suficiente y se termina
suicidando? Eso va a volar tu cabeza. Ella es otra Ryanna. Tú
y Raze no pueden pasarse la vida buscando chicas llenas de
problemas a las cuales salvar —escupo. Necesito que
entienda que es por su bien, que no es saludable hacia
donde quiere ir.
—¿Y si quien es dependiente de ella soy yo?
Oh, carajo.
—¡Maldita sea, Roth! ¿Qué carajos se supone que debo
hacer ahora? —gruño moviéndome por la sala—. ¿Ir con sus
padres de mierda y pedirles su mano? —me burlo, pero veo
su cabeza trabajar a un millón de años luz. Claro que él ha
pensado en todo—. Suéltalo.
—Podrías hablar con ella, explicarle que quiero que sea
mi esposa. Que sucederá luego de su mayoría de edad, que
no puede estar con otro hombre hasta entonces.
—¿Estás jodiéndome? —cuestiono. No doy crédito a sus
palabras, estoy enloqueciendo mientras se dedica a
mirarme—. ¿Desde cuándo lo planeaste? —Ya sé la
respuesta, pero aun así la necesito.
—Desde que me ordenaste asesinarla.
—Tú y Emilie son tal para cual… ¡Es que son perfectos!
Ambos haciendo planes que fallan incluso antes de ser
ejecutados —siseo.
—Dominic…
—Solo vete, al casino o al club. No me importa, solo vete.
—¿Hablarás con ella?
—Mi paciencia, Roth —gruño. Se pone de pie con una
sonrisa. Sabe que haré todo por su felicidad—. Hablaré con
ella, pero si no acepta, no puedo obligarla. No tiene ningún
deber con la famiglia. Ella no es nuestro problema, si dice
que no… entonces es libre. Algo que ya sabes y por ello me
estás enviando a mí, maldito hijo de puta, ¿no?
—Te teme —confiesa—. No te dirá que no.
—Vete antes de arrepentirme y golpearte para hacerte
recapacitar.
—Gracias —dice antes de marcharse.
Me paso la mano por el pelo. Sabía que esa chica se le
había metido en la cabeza. Camino para subir con Emilie y
despedirme antes de resolver algunos asuntos. La
encuentro sentada en el último escalón con apenas un
camisón cubriéndola.
—Escuchaste todo.
—Sí —confiesa sonrojándose—. Quería un vaso de agua.
Subo la escalera hasta ayudarla a ponerse de pie, es un
ángel con su pelo suelto y lacio, por lo regular siempre trae
ondas. Bosteza cansada, así que me inclino y la cargo.
—No es necesario —musita en medio de otro bostezo.
—Para mí lo es —señalo empujando la puerta de nuestra
recámara y llevándola directo a la cama—. Quédate aquí,
regreso con el agua.
—Te amo —dice. Trago, aún es difícil acostumbrarme a
escucharla. Beso su frente, cuando estoy a punto de
alejarme su mano me detiene agarrando mi muñeca—.
Puedes responder, yo también te odio.
—Te odio, esposa mía —garantizo. Su sonrisa es única.
Voy a la cocina por el vaso de agua, pero cuando regreso
ya está dormida, dejo el vaso al lado de la mesa y cubro su
cuerpo bajando la temperatura de la habitación, así podrá
descansar mejor.
Dirigirme al orfanato no era parte de mi plan, quería
abrazar a mi esposa y dormir con ella unas buenas horas,
pero quiero tener un vistazo de esta chica y garantizar que
Roth tendrá lo que quiere. Pensaba regalarle un caballo de
cumpleaños, no un compromiso. Bueno, al final puede
montar cualquiera de los dos. Es tarde cuando estaciono en
el nuevo jardín de Greystone Home. En cada paso que doy
estoy orgulloso de Emilie, ha convertido el lugar en un
hogar para niños y mujeres necesitadas. Todo está limpio y
muy colorido. La madre superiora me espera en la puerta.
—Señor Cavalli… ¿Está todo bien?
—Sí, madre superiora, ¿puedo hablar con Britany?
—Britney, sí, está en las duchas. Lo llevaré a su recámara.
—Pensé que eran habitaciones compartidas —digo
empezando a seguirla, las paredes están recién pintadas de
un amarillo pálido.
—Sí, el señor Nikov sugirió que ella debería estar sola.
—El señor Nikov es un santo —digo girando mis ojos.
—Es aquí —anuncia frente a una puerta de madera
oscura, las demás tienen algún dibujo divertido esta solo un
letrero con “No molestar” rojo colgando de un clavo mal
puesto—. Ella lo puso.
—Dejaré la puerta abierta —musito abriendo esta.
Enciendo el interruptor encontrando una estancia llena de
dibujos en blanco y negro. La habitación es pequeña, pero
tiene una linda cama blanca de hierro, un escritorio con su
silla y una cómoda del mismo color. Sobre el escritorio una
caja de pinturas, paso la mano por ella.
Son caras y solo una persona tiene dinero suficiente para
comprar algo como esto. Los dibujos están en diferentes
tamaños. Dos llaman mi atención, uno de ellos es de un
hombre domando un caballo negro. Estruendo, el caballo
favorito de Roth y el segundo dibujo es su rostro de perfil.
Ellos han pasado mucho tiempo juntos.
Siento la sombra sigilosa de la chica, es pequeña y
camina muy ágil. Me giro encontrándola a mi espalda, un
poco sorprendida de verme aquí. Tengo que ser cauteloso
con ella, la idea no es asustarla.
—Mi señor. —Ella murmura bajando la cabeza en una
inclinación. Es extraño verla hacerlo, aunque es tradición en
nuestras familias.
—Hola, Britany.
Sé su nombre, solo quiero observar si va a hacerme
frente ante ello y corregirme. No lo hace, solo se queda en
la misma posición. ¿De verdad Roth quiere a esta chica? Es
simple, viste una playera extra grande negra y unos
vaqueros que son al menos dos tallas grandes. Tiene el pelo
tintado de castaño y corto.
—¿Cuánto falta para tu mayoría de edad? Levanta la
cabeza.
Tiembla por mi tono de voz y retrocede. Maldita sea.
—Dos años, señor —responde titubeante.
—Bien. —Exhalo entre dientes. Observo una vez más el
retrato hecho a carboncillo de Roth. Ella retrató lo que
miraba en ese instante—. Tengo una pregunta que hacerte,
Britney. Puedes negarte si no es lo que deseas. No te
obligaré, quiero dejarlo en claro. No es una orden… —¿Por
qué carajos estoy dándole una salida? Esto no me importa
una mierda… Es por Emilie, esta niña me recuerda a Emilie
y el miedo en sus ojos cuando supo quién sería su esposo.
La opción que nunca le di—. Roth Nikov, quiere tu mano en
matrimonio. Me lo ha pedido esta noche, esperará a tu
mayoría de edad si eso es lo que prefieres. Está en ti decidir
si es lo que deseas en tu futuro. Te repito que no es una
orden directa mía y puedes negarte.
—¿Por qué él iba a quererme? —cuestiona en casi un
sollozo—. ¿Lo ha enviado a burlarse de mí?
—No soy un hombre que ande burlándose por las noches.
—Claro, lo siento, señor, es solo que…
—Has intentado suicidarte dos veces, tienes muchos
problemas. Sufres ansiedad, ¿no? —pregunto mirando sus
uñas, se ha hecho sangrar y las mangas largas ocultan sus
cicatrices—. ¿Dónde más te cortas? No tienes que
esconderte de mí.
—En el muslo —confiesa en tono bajo.
—¿Te quemas? —insisto. La habitación huele a cigarrillo.
—Sí, a veces.
—¿Lo quieres? ¿A Roth? —Necesito saber esto, antes de
cualquier posible respuesta.
—Sí, yo creo que lo amo. Él me hace sentir protegida.
—Sí. —«Tiene ese efecto en todos.» Pienso en mi mente
—. Entonces todo está resuelto, al cumplir tu mayoría de
edad se casarán.
—No —susurra sorprendiéndome, ¿no acaba de decir que
lo ama?—. No soy una esposa, soy una carga. ¿Pensar en
que me toque? No, quiero vomitar justo ahora por eso. Un
hombre como él necesita hijos, ¿cómo podría dárselos? Y en
caso de hacerlo, tendría todos mis problemas. Es genético,
ellos sufrirían. Usted dijo que no era una orden, que podía
negarme. Mi respuesta es no, él merece algo mejor.
Me sorprende la madurez de sus palabras, y concuerdo en
muchas cosas con ella. No es de mis personas favoritas, no
hasta este momento.
—Haré de cuenta que no he recibido una respuesta y te
dejaré pensarlo. Eso es un trato más justo, cuando estés
lista, dile a la madre superiora. Ella te pondrá en contacto
conmigo.
No la dejo decirme nada, porque la respuesta que quiero
no es la que he recibido. Salgo de su habitación dejándola
desconcertada. Si Roth Nikov quiere a esa chica, entonces la
tendrá. Los que me importan siempre obtienen lo que
quieren y esta vez no pienso retroceder.
Ella está siendo su esposa, sí o sí. Le escribo un corto
mensaje.
«Ella es tuya, hermano».
Se ha convertido en una rutina, Emilie se despierta a las
cuatro de la madrugada corriendo al baño, yo la sigo
adormilado mientras ella se dobla y deja salir su estómago
entero, por alguna extraña razón termina con un tarro de
helado de chocolate y una Coca Cola, luego vuelve a dormir
plácidamente. Yo me levanto a hacer algo de ejercicio, como
el tiempo está fresco y no frío, decido correr.
El sonido de una moto me extraña a esta hora de la
mañana, empujo las puertas principales de mi edificio. Raze
está bajando de ella, tambaleante. Frunzo el ceño
caminando hacia él.
—Raze —exclamo, veo cómo cae sobre sus rodillas y el
miedo, sí, joder, miedo se dispara por mis huesos—. ¡Raze!
—Don… —gruñe. Llego hasta él, atrapándolo antes de
que pierda el conocimiento. Sus manos están rojas, una
camioneta se mueve hacia nosotros y el móvil en mi bolsillo
timbra, todo a la misma vez.
Confundido retrocedo, llevándome el cuerpo de Raze
hacia mí, sintiendo la humedad en su costado cuando la Van
blanca abre sus puertas y tres de mis hombres salen de ella.
Roth y su manía de tenerme vigilado todo el tiempo. Joder,
gracias.
—Está herido —digo, mi voz irreconocible. Quien sea que
lo haya lastimado, está malditamente muerto—. Llevémoslo
a casa —gruño.
Rápido nos movilizamos, uno de mis chicos llama al
médico mientras los otros cargan a Raze, busco en su
costado encontrando un impacto de bala, lo metemos a la
casa y los chicos lo dejan en el sofá. Corro a mi despacho
por el botiquín de primeros auxilios y, cuando estoy de
regreso, escucho el grito de Emilie, tiene una taza en sus
manos y la deja caer su cuerpo colapsando también.
—¡Emilie! —grito corriendo hacia ella. Se golpea al
caerse. Seguro se ha asustado viendo a los chicos en la
casa a esta hora de la mañana—. Sácale la bala a Raze —
ordeno hacia uno de mis hombres—. Emilie, nena, abre los
ojos.
Golpeo un poco su mejilla y uno de los chicos me pasa la
botella de alcohol, la coloco bajo su nariz cuando respira de
forma agitada y abre los ojos, su primer reflejo es apartarse
hasta que observa mi rostro.
—Sh, tranquila —instruyo—. Son mis chicos, no pasa
nada.
—Estaban atacando a Raze —solloza llorando.
—No, están ayudándolo.
—¿Qué sucede? —cuestiona alarmada. No debería recibir
sustos como estos. Debería estar tranquila. La ayudo a
ponerse de pie y le pido que suba, pero es mi esposa, nunca
hace lo que le digo.
Se queda observado cómo se retira la bala de Raze, hasta
que sale fuera de la sala, posiblemente a vomitar. Nonna,
gracias a lo divino, en algún punto se despierta y se
encarga de Emilie. El doctor de la familia vuela
encontrándose pronto con nosotros y Raze se despierta, no
dejando que lo suturen. En algún momento entre el
forcejeo, recibo un golpe suyo. Está delirando, y diciendo el
nombre de Bess Miller, grita que la chica está en peligro.
Me toca rodear su cuello, presionarlo y dejarlo noqueado.
De otra manera será imposible ayudarlo. Estoy muy
confundido sobre sus palabras y me temo que solo alguien
tiene respuesta.
—Don, ¿qué estás haciendo? —Emilie pregunta llena de
preocupación mientras me cambio de ropa.
—Todo está bien, solo tengo que buscar a Roth —miento.
—¿Quién hirió a Raze? ¿Por qué dice que la chica está en
peligro?
—Em… —gruño tirándome del pelo—. Cálmate, podría
hacerle daño al bebé. Respira y déjame ocuparme de esto,
¿okey?
—¡Raze está herido! —grita en estado de shock.
—Lo sé, amor. Estoy tratando de resolver un problema a
la vez, necesito que te calmes y así yo poder tener mi
mente tranquila sin preocuparme de ustedes dos. —Llego
hasta ella acunando su rostro—. ¿Entiendes? Si me
preocupo por ustedes dos, no hago mi trabajo.
—Tengo miedo, tienes que regresar.
—Y lo haré, mientras no estoy, cuida de Raze y nuestro
pequeño, ¿puedes hacer eso por mí?
—Sí, lo haré —solloza, limpio sus lágrimas antes de besar
sus suaves labios despacio—. Averigua sobre Emma.
—Ella está bien —garantizo—. Volveré pronto.
Salgo de casa llamando a Roth, quien se encuentra con
Bess Miller y no tiene idea de qué ha pasado, cuelgo y llamo
a Byron, este me da una dirección dónde encontrarnos.
Manejo hasta las afueras de New York a un estacionamiento
comunitario, está lleno de coches, localizo la descripción de
la camioneta que me dio. Está fuera de esta con una
cerveza en la mano, tiene algunos cortes en las manos y un
golpe en su rostro.
—Don…
—¡¿Qué carajos hiciste?! —siseo empujándolo del pecho.
Su cuerpo rebota en el vehículo—. ¡Raze nunca debió estar
involucrado!
—Tampoco lo quería, pero es mi Prez. No podía ocultarle
lo que estaba pasado.
—¡Está herido, con un demonio!
—Dijo que solo fue un roce…
—¡No, no es solo un roce! ¡Dame una maldita razón para
no asesinarte ahora! —grito furioso. Ellos, ninguno debe ser
herido. No mientras yo respire. Byron debió traerme a
Piazza, no llevar a Raze.
Abre la puerta y observo un cuerpo cubierto con una lona
negra, la levanto, encontrando el rostro desfigurado de
Piazza.
—Lo asesinaste.
—Hirió a mi Prez, no podía permitirlo. —Afirmo con un
gesto a su respuesta. No me gusta saber que me quitó el
privilegio de hacerlo con mis propias manos, pero estoy
muy complacido con lo que veo. Sé que Byron no es un
chico aficionado a matar, hizo un buen trabajo.
—Está bien, me encargaré del cuerpo. Puedes volver con
tu gente.
—Sobre eso —susurra bajo—. Tengo algo que hacer.
—Déjame adivinar, ¿involucra una vagina? —me burlo.
—Sí, algo así —titubea—. Era la mujer de Piazza.
Cuando regreso al ático, Nikov está peleando con Emilie
para marcharse. No me gusta mentirle a mi gente… y
decirle a Raze que Byron está muerto me cuesta mucho,
pero el chico está desesperado por llegar con la mujer y
reclamarla. Ver el sufrimiento en Raze es una agonía para
mí.
Vamos a la casa Miller, donde le pide a Emilie que intente
convencer a la chica de comer algo. Ver cómo se preocupa
por la pelirroja me hace observar a Roth. A pesar de todo el
problema, tiene un semblante menos sombrío y más
esperanzador.
—Gracias por cuidarlo —musita en cuanto Raze sube la
escalera.
—También es mi hermano —digo apretándole el hombro.
Emilie baja la escalera y sus ojos dicen todo, le afecta lo
que está pasando, quiero explicarme, sin embargo no puedo
colocar esa carga en sus hombros. Mientras menos sepa de
mis negocios, mejor. Roth en cambio sí sabe todo y, aunque
no está de acuerdo, lo entiende. Si Byron no puede salir de
Italia, será un muerto irreconocible.
—¿Todo bien? —le pregunto a Emilie en cuanto llega a mi
lado, levantando su mentón.
—Quiero ir a casa. —Sus ojos están llenos de lágrimas.
—De acuerdo —concedo.
—Me iré con ustedes —anuncia Roth. Ahora estará más
nervioso, esperando alguna represalia de los hombres de
Piazza. Ninguno de ellos era leal y construyó un trono sobre
humo. Se esfumó.
Nos vamos en el Jeep, Emilie sobre mis piernas.
Escondiendo su cara en mi cuello y susurrando un suave te
amo en mi oído.
~♦~
Mi esposa es un diamante hermoso y reluciente. Cuando
entra a una sala, todos los hombres la voltean a ver. Soy un
demente posesivo con ella, pero cuando ellos la miran y me
percato que ella no se da cuenta de nada, por estar absorta
en mí, el puto ego se dispara al cielo.
Es mi ángel, la luz en mi oscuro corazón, quien alimenta
esos pequeños destellos de un ser humano. Emilie me hace
querer ser mejor persona, por y para ella. El mesero nos
guía a la terraza, he reservado cinco mesas para tener
privacidad. El día ha sido realmente duro y quiero darle algo
bueno a tener, ahora que está recordando a Holden.
Separo la silla, ayudándole a sentarse, luego tomo mi
lugar a su lado. El mesero deja dos cartas y ofrece algún
vino, ordeno una sidra sin alcohol para que ella se sienta a
gusto. Tiene una sonrisa encantadora.
—Estoy en una cita con el hombre que no hace citas —
bromea.
—Que placer, ¿no? —reviro buscando su mano debajo de
la mesa—. Siento ser un idiota la mayor parte del tiempo.
—Yo también me he equivocado…
—No estamos aquí para hacer una lista de errores —digo
en tono conciliador. No quiero que volvamos atrás, la vida
se trata de avanzar y el ayer es algo sin remedio. No se
puede cambiar lo que ya está hecho, ni borrar las heridas
que se han causado. Solo nos queda seguir y no repetir esos
errores que nos han alejado mutuamente.
—¿Y para qué estamos aquí? —pregunta.
—Siempre tan curiosa, pantera, ¡eh!
—Cuando tu marido es el lobo, mejor estar preparada —
murmura coqueta… Solo me dan ganas de entrar al primer
baño disponible y follarla toda la vida. Muevo mi cabeza
alejando esas tonterías.
—Quiero disfrutar de tu compañía, lejos del ático o el
casino. Además… —añado besando sus nudillos—. Tenemos
razones para celebrar. Emma está a salvo, nuestro bebé
crece en ti y por un milagro divino nosotros hemos
conciliado nuestras diferencias, ¿no te parecen buenos
motivos para celebrar?
—Son perfectos —susurra sonriendo. El chico regresa con
nuestras bebidas y lo despido. Quiero ser yo quien se
encargue de mi esposa, abro la botella y le sirvo.
Observando su deleite. Sabía que las burbujas calmarían su
paladar. Brindamos, por nosotros y el futuro.
Visualizarla relajada mientras come, los relatos de
pequeña que empieza a contar, habla de su mamá, de la
vida con su padre. Me cuenta más sobre las navidades, las
tradiciones de pedir dulces.
Esta es la chica de aquella foto, sus ojos vivos y audaces,
parlanchina y carismática. Es la chica que se robó parte de
mí desde mi primer vistazo en el orfanato, cómo ayudó a
Hannah y platicaba riendo. Su vestido de flores con una
mancha de pasta dental.
Desde ese momento entendí cuán condenado estaba por
ella, no fue amor… Ese sentimiento como Em lo llama. Fue
una conexión directa conmigo, algo invisible tirándome
hacia ella. Dos imanes en polos opuestos que de alguna
manera encontramos nuestro camino de regreso. Quería
molestarme con Roth por jugar y planear nuestras vidas,
quería realmente castigarlo por ello, pero al entender que
gracias a él tengo este pedazo de sol a mi lado, calentando
mi alma -si es que aún poseo una- permanentemente, pero
ahora lo agradezco, acepto el regalo disfrazado de traición
que mi hermano me dio.
—¿Desean algo más? —interrumpe el mesero, Emilie
parpadea.
—Helado de chocolate y una Coca Cola bien fría —pido
por ella.
—Claro, señor.
—Gracias, cariño. —Se inclina hacia mí con naturalidad y
dándome un corto beso. Siento una luz, un pequeño flash,
probablemente de algún reportero. Emilie no lo nota y lo
agradezco.
—No se merecen —garantizo.
—Me tratas como una reina.
—Eres una, la mia.
—La Reina del Capo —musita sonriendo. Afirmo
acariciando su mejilla. Es exactamente eso, mi reina. La
mujer por la cual sería capaz de todo—Umm… Necesito ir al
baño.
—¿Ganas de vomitar? —pregunto preocupado. No es
normal que no pueda comer nada.
—Un poco, sí —confirma. La ayudo a ponerse de pie y la
veo caminar fuera de la terraza. Levanto la mano llamando
al camarero, pidiendo una botella de vino. Quizás el dulce
aplaque un poco esas náuseas. Descorcho la botella
sirviéndome una copa y pensando en nuestro futuro.
Antes no creí posible uno, viví el día a día sin esperar
nada más. Ahora veo mi futuro con ella, nuestros hijos.
Carajo, la amo.
Amo a mi esposa, mucho más de lo que ella alguna vez
será capaz de entender. Semanas atrás todo parecía ser el
fin en nuestra relación y ahora me encuentro aquí. No, no
era el fin para nosotros, este es apenas nuestro comienzo.
Extrañado por su tardanza me pongo de pie.
—¿Dónde están los baños? —pregunto a uno de los
trabajadores.
—En el segundo nivel, señor.
Asiento empezando a caminar fuera de la terraza. Dos
conocidos, aspirantes a políticos me interceptan
haciéndome difícil llegar hasta Emilie, trato de ser centrado
y no mostrarme ansioso. Entablo una corta conversación y
me excuso cuando empiezan a hablar sobre adversarios. Si
no quieres tener enemigos, es mejor que te dediques a ser
una persona ordinaria. El poder siempre viene de la mano
con rivales dispuesto a sacarte de la jugada. Esa es la otra
cara del éxito.
Termino de llegar al segundo nivel, encontrando a Emilie
contra la pared. Camino rápido hacia ella, está más pálida
de lo normal.
—Emilie… —Jadeo sosteniéndola—. ¿Qué sucede?
—Estoy bien, solo ha sido un mareo —musita cerrando
sus ojos—. El chico me ayudó.
—¿Qué chico? —pregunto buscando a ambos lados.
—El que estaba… —Calla observando todo, extrañada—.
Al parecer me escuchó vomitar y entró al baño de mujeres,
me ayudó. Mira… —revira dándome un pañuelo blanco.
—Vámonos —gruño, ayudándola a caminar. El pañuelo
tiene las iniciales MR, mi mano tiembla ligeramente, mi
cuerpo colmándose de furia. No me molesto en pagar la
cuenta, ya me enviarán una factura. El vallet tarda
demasiado para mi gusto y Emilie me mira con esos ojos
enormes.
—¿Qué sucede, Don? —Se muerde el labio.
—Nada —miento atrayendo su cuerpo al mío—. Creo
haber visto un paparazi.
El coche finalmente llega, mientras escribo un rápido
mensaje. La apresuro dentro del vehículo, necesito sacarla,
llevarla a casa, segura. Alzo la mirada a los edificios… Kain
tiene la afición de siempre andar en las alturas. Las
camionetas de seguridad salen una detrás de la otra en la
calle, cubriendo mi deportivo, guiándonos.
Roth está en el estacionamiento del casino esperándonos,
cuando todos frenamos de golpe. Emilie tienes dudas que
no puedo responder, no ahora.
—Llévala a casa —ordeno saliendo y sacando mi arma.
—¡Don! —grita Emilie desde su lado.
—Kain estuvo con ella, ¡la tuvo de frente!
—Cálmate —pide Roth sereno—. Resolveremos esto, si
sales a buscarlo ahora. No ganarás nada.
—Matarlo —gruño. Em rodea el vehículo, tirándose a mis
brazos.
—¿Qué sucede, Don?
—El chico del baño… Es Kain, hermano de Vladimir. El
pañuelo con las iniciales de MR, significan Mafia Roja —
explico rodeando sus hombros. ¡Al diablo el que mis
hombres nos observen!
—Dominic…
—No te preocupes, no permitiré que llegue a ustedes,
¿me escuchas?
Emilie entrelaza nuestras manos, la cual llevo a mis
labios. Cualquiera que intente lastimarla… Debe atravesar
el infierno primero.
 
CAPÍTULO 57
Emilie
 
Mis manos tiemblan mientras retuerzo mi anillo de
compromiso. Otra vez mi mundo ha sido sacudido en
segundos y el miedo se encuentra rasgando con sus
afiladas garras mi garganta, mis ojos abiertos observando a
Don. Quiero huir, retroceder, buscar a Emma y largarnos de
esta vida tan lejos como se nos permita, pero a la vez quiero
pararme al lado de mi esposo y hacerle frente al mundo, a
cualquier amenaza a nuestra familia.
Quiero ser fuerte por y para él… Gritarle que aquí estoy y
aquí me quedaré.
Dominic está del otro lado del cristal en nuestra oficina en
el casino, Vladimir hablándole y tratando de llegar a un
acuerdo. Roth es quien le responde ya que Don solo tiene su
mirada en mí, no en mi persona como tal, sino en mi
vientre. Es tan intenso, es como si fuera capaz de ver a
nuestro hijo en mi interior, tiene sus facciones más afiladas
que de costumbre y muestra una determinación
inquietante. Romperá a quien sea una amenaza para
nuestro futuro, puedo verlo. Esa promesa silenciosa en
todas sus acciones.
Parpadea cuando llevo una mano a mi vientre y su mirada
finalmente me enfoca, mis ojos capturando sus azules. No
sonríe, no se suaviza, pero ahora sé que detrás del
monstruo existe un hombre, aquel que me ama.
Levanta su mano, deteniendo el discurso de Ivanov y se
gira dirigiendo hacia el ruso unas palabras que no puedo
escuchar. Roth observa a Dominic, pasmado, impactado.
Quisiera entender qué pasa cuando Vladimir deja caer sus
hombros. Asiente embravecido en acuerdo con algo que
claramente no es lo que esperaba.
Intenta decir algo, pero mi marido golpea la mesa al
parecer dando todo por finalizado.
¿Qué demonios está pasando? ¿Tiene mi marido el poder
de doblegar a Ivanov? Porque es lo que aparentemente
acaba de suceder.
Me pongo de pie en cuanto abre la puerta y me cruzo en
su camino, los cuatro hombres de Dominic se posicionan a
mi espalda como si Vladimir fuera alguna amenaza para mí.
Bufo dándoles una mirada reprobatoria que todos
claramente ignoran.
—Pequeño… —susurra igual de abatido.
—Pequeña —corrijo con dulzura—. Siento mucho todo lo
sucedido.
—No es tu culpa —revira con rapidez—. Es culpa de
Cavalli, no tuya. No temas a Kain, él no va a herirte. Solo
está disgustado.
—Si Don no confía, yo tampoco.
—Confía en mí, no va a lastimarte. Si lo hubiese querido…
—Si no lo hizo fue porque le teme a Dominic —corto—. De
alguna manera sabe que sus posibilidades de salir ileso eran
nulas.
—Eso no tiene sentido, pequeña.
—Estoy embarazada —confieso—. Y él lo sabe.
Vladimir es ahora quien retrocede, puedo ver la repulsión
en todo su rostro. Con una dura mirada en mi vientre,
intenta acercarse, pero los hombres a mi espalda avanzan,
construyendo una muralla entre ambos. La puerta de cristal
suena a su espalda y sé que Don está viniendo hacia mí. Mis
ojos se nublan de lágrimas, las hormonas, la intensidad de
las pasadas horas y la falta de sueño sumándose… Aún
peor, tener un vistazo del real Vladimir Ivanov frente a mí.
Al parecer antes había jugado un papel solo para tenerme.
Duele darme cuenta de que, después de todo, ellos son
lobos y yo solo la carnada que se han estado peleando entre
ambos. Roth dijo una vez que debería agradecer que fuera
Dominic y no Vlad quien se adueñó de mi destino. Ahora lo
creo, puedo verlo de primera mano.
Al menos Dominic siempre ha sido directo, en cambio
Vladimir juega el poder del engaño.
—Hora de irte —gruñe Don hacia el ruso, la seguridad se
abre dejándolo pasar y este se posiciona a mi lado—. Se
acabaron las conversaciones secretas entre ambos.
Por su tono neutro no puedo saber si está enojado y por
supuesto no me extraña que esté enterado. Como antes me
dijo, siempre está cinco pasos delante de todos.
Vladimir responde unas palabras en ruso que hacen
tensar a mi esposo mientras le contesta con palabras
golpeadas. Observo a Roth parado detrás de Vlad, como si
estuviera listo para matarlo ahora, delante de todos
nosotros. Vladimir debe sentir esa presencia a su espalda
porque mira sobre su hombro.
—Sí, señor —concede entre dientes.
Apretando sus puños. Me da una rápida mirada antes de
hacerse a un lado y marcharse. Me quedo junto a Dominic
mientras la seguridad empieza a dejar la sala. Roth es el
último en salir antes de quedarnos solos. Mi marido no
pierde el tiempo, impacta su boca con la mía y empuja mi
cuerpo contra el suyo. No tengo ninguna oportunidad de
responder al beso porque nos separa, respirando agitado.
Sus ojos ennegrecidos son dos cuencas diabólicas. 
—No volverás a hablar con él —gruñe la orden ejerciendo
fuerza en mi cuello—. Nunca quedarás de verlo en ningún
lugar, ¿comprendes?
—Sí —musito llevando mi mano sobre su pecho, a su
corazón—. No cometeré ningún acto a tu espalda. Ya no
más, Don.
—Si faltas a tu palabra… Ya no podré perdonarte —
responde y puedo ver el dolor que le causa decirlo—. Sé que
eres joven e inmadura, pero necesito que seas fiel a esta
promesa. No puedes verlo a mi espalda, ocultarme cosas
solo empeora nuestra relación. Siempre me exiges
comunicación, ahora soy yo quien te lo pide.
Niego moviéndome para acunar su rostro.
—Te fallé, pero es parte del pasado. Ahora somos
nosotros protegiendo a nuestra familia. Emma, los chicos y
nuestro bebé… Eres todo para mí, Dominic. Y ahora lo sé, yo
sé que tú…
—Sí —confiesa aclarándose la garganta—. Sí, mia regina.
—Llévame a casa, por favor. Necesito estar entre tus
brazos y dormir, recordar que eres mi hombre.
—Tengo que regresar y terminar…
—Vamos a casa. Solo por esta noche cuida de tu esposa
primero. Mañana puedes ser el Capo nuevamente, pero esta
noche recuérdame que me tienes y que no vas a soltarme.
 
 
 
CAPÍTULO 58
Emilie
 
—No, no vas a enviarme a Italia y dividirnos.
—Emilie… —suplica desesperado.
—Enviarme a Italia solo le da ventaja, le demuestras que
sí te importa.
—Roth, explícale —sisea hacia su mano derecha. Nikov,
de pie, contemplando la vista panorámica de New York nos
mira sobre su hombro. Hemos dormido solo unas pocas
horas, todos estamos cansados, hambrientos y un poco
enojados.
—Ella tiene razón —contesta. Dejo salir una fuerte
bocanada de aire, sé que es difícil para todos ir en contra de
las órdenes de Dominic, pero no está pensando con la
cabeza fría. Ahora mismo solo quiere llevarme a un búnker y
dejarme en él hasta la eternidad. Don bufa arreglando su
par de gemelos, está impecable con su habitual traje
oscuro. Debemos decidir esto pronto, su plan es enviarme a
Italia y, después, él junto a los chicos encargarse de todo. Mi
plan es que le demostremos a Kain que él no nos importa,
que nadie le teme.
Sin embargo, siento que hay partes de todo el juego que
desconozco.
—¿Qué no me estás diciendo? —pregunto en voz baja—.
Sé que ambos quieren protegerme, pero ocultarme
información ya sabemos a dónde nos lleva.
—Kain…
—¡Roth! —brama mi esposo perdiendo por completo su
tranquilidad. Me sorprende el estallido que acaba de lanzar
y solo me hace retroceder.
¿Qué está sucediendo? No sé cómo comportarme si no
puedo llegar a él con Roth en la misma habitación. Me
siento tan perdida.
—Cariño —suplico caminando hacia él y abrazando su
cadera, Dominic para mi sorpresa corresponde mi
movimiento y rodea mis hombros—. Habla conmigo.
Necesito saber por qué estás tan desesperado, ¿qué
sucede?
—No quiero colocar esa imagen en tu cabeza.
—Esa necesidad de proteger lo que crees inocente en mí,
puede costarnos nuestro futuro y el de nuestros hijos. Si es
realmente necesario me iré con Emma y Savannah a Italia,
no seré una molestia para ti, pero considero que no es lo
mejor. Cuando no estamos juntos alguno de los dos comete
una estupidez.
—Voy por un vaso de agua, vas a necesitarlo. —Es su
única respuesta antes de alejarme de su cuerpo gentilmente
y encaminarse a la cocina. Roth se gira y me observa.
—Necesito saberlo.
—Lo sé —admite—. Kain ha hecho esto en el pasado.
Ataca a las mujeres... Es su táctica para desestabilizar a su
enemigo. Lo hizo con La Corona, eran una asociación
italiana gobernante en toda la frontera
mexicoestadounidense. Asesinó a la chica delante de uno
de los jefes.
—¿Ella estaba embarazada?
—Sí —confirma.
—¿Y él bebé?
—No lo logró —responde. Sé que me ha suavizado la
información.
—¿Por qué no lo logró?
—Emilie… —pronuncia dubitativo, camina hacia mí
mientras continúa hablando—: Kain los asesinó a ambos,
era muy pequeño para sobrevivir fuera del vientre de su
madre. Ellos no han sido los únicos.
Una imagen de ese chico que me ayudó en el baño viene
a mi mente, pero a esta le acompaña una mujer, quizás
suplicando por su vida y la de su bebé. Las ganas de
vomitar revuelven mi estómago, mi vista se nubla un poco.
Roth llega a mi lado, ayudándome a sentarme.
—¿Cómo alguien puede lastimar a un inocente? —
cuestiono negando ante mi propia pregunta—. Vlad dijo que
Kain no tenía intención de lastimarme, ¿es eso cierto?
—Son hermanos, Vladimir no mira a Kain de ese modo.
—Él sintió asco cuando le dije que estoy embarazada —
confieso.
—Tendrás al heredero de Sicilia, si alguno de nosotros
fallece ahora cualquiera podría hacerse con el poder de la
organización, pero una vez que este bebé nazca será el
único al cual los soldados seguirán. Ahora mismo, todos
estos van a cuidar de ti, no solo eres la mujer del jefe, sino
que estás dando vida a la siguiente generación.
—Debo irme a Italia, ¿cierto?
Roth niega, pero Dominic entra en ese momento
dándome un vaso de agua. Mi cabeza es un caos, sé que
quiero permanecer a su lado, pero si mi esposo prefiere y
cree necesario lo contrario, acataré cualquiera que sea su
siguiente orden. Se sienta frente a mí mientras Roth nos
observa a ambos en silencio. Ninguno dice nada por varios
minutos, la tensión solo incrementa entre todos, estoy a
nada de hablar cuando Don se pone de pie.
—Lo mejor es seguir con nuestras rutinas —instruye
pasándose la mano sobre su melena—. Irás al orfanato y
luego directo a casa, con seguridad en todo momento. Yo
tengo una junta esta tarde, Roth me acompañará como es
usual. Fingiremos seguir nuestras vidas, pero, Emilie, no
puedes jugar a ser la cabeza que resuelve todo. No vas a
idear ningún plan que sabemos solo te pondrá en peligro,
nada de salir a escondidas y verte con Ivanov o con
cualquiera. Necesito que me hagas caso en esto, ¿de
acuerdo?
—Haré lo que me pidas. Y lo de Vlad lo hablamos anoche.
Mis mejillas se tiñen de rojo fuego recordando nuestra
conversación mezclada entre sexo desenfrenado. Sí, mi
esposo sabe cómo convencerme.
—Tengo algunas cosas que hablar con Roth —responde en
cambio. Mi señal para marcharme, afirmo en acuerdo antes
de salir escuchando el tono preocupado en su voz. Esto no
es fácil para ninguno de nosotros.
Las siguientes horas son de pura tensión, llego al
orfanato, pero no puedo concentrarme en nada, mi cabeza
solo está pensando en el peligro que enfrentamos y las
preguntas empiezan a rondar mi mente.
¿Es capaz Dominic de lastimar inocentes solo por poder?
¿Alguna vez ha hecho algo parecido solo por adueñarse de
un territorio? Luego recuerdo a mi esposo, a ese hombre
que ha tratado de ser paciente y comprensivo incluso
dentro de mis propias equivocaciones. El hombre que
conozco es justo, sé que tiene esas partes crueles en su
interior y que algunas de sus actitudes son muy oscuras.
Asesinar personas le excita, por ejemplo.
«Asesinar».
Por los Dioses, mi marido no es solo un asesino, sino
también un vendedor de estupefacientes. No es el chico
bueno del cuento. Es malo… Quizás incluso peor que Kain
Ivanov.
¿Cómo terminé en este mundo? ¿Tuve oportunidad alguna
vez de que todo fuera diferente? ¿Cambiaría algo luego de
todo? La respuesta me aterra. No, no cambiaría nada. He
atravesado en los últimos meses tantas circunstancias, la
muerte de mi hermano, convertirme en madre de su hija,
ser una cabeza para mi esposo, Rawson y su interés de
llevar a Dominic a la justicia, la pérdida de mi bebé… Y haría
todo exactamente igual si al final tengo a mi marido. Estoy
cegada e igual de demente.
Dominic Cavalli es el Capo y es mi esposo, por primera
vez estoy segura de algo… Lo acepto a él y a todo su
equipaje.
Roth es quien pasa a buscarme para llevarme a casa, me
informa que Don se quedará un poco más a finalizar algunos
trámites, sé que tienen que ver con la organización cuando
no me da más detalles. Hacemos un viaje tranquilo, sube
conmigo hasta el ático y da un sondeo de seguridad, dos
hombres que no conozco de nada se quedan en la puerta
montando guardia. Escribo un corto mensaje a mi esposo
solo para decirle que lo extraño en nuestro hogar, responde
a los segundos con un “volveré pronto”.
Voy directo a la cocina donde encuentro a Nonna
preparando un estofado que huele increíble, ella me sonríe
en cuanto me nota.
—Unas galletas ayudarán para las náuseas —garantiza
dándome el paquete, son italianas.
—Gracias, nonna ¿necesitas ayuda aquí? ¿Sirvo la mesa?
—No, señora. Todo en orden —murmura.
—Sabes que me gusta solo Emilie.
—Todo en orden, Emilie.
 
Roth me hace compañía durante la cena, no es muy
comunicativo así que todo es demasiado callado para mi
gusto, como soy curiosa por naturaleza no puedo evitar
mirarlo todo el tiempo y soltar la duda que me ronda.
—¿Por qué quieres casarte con ella? —pregunto. Deja el
tenedor en la mesa y me mira sin ninguna advertencia de
su estado de ánimo—. Los escuché hablando, ¿por qué ella?
—¿Por qué no ella? —revira a cambio siguiendo esa línea
neutra.
—¿La amas?
—No. —Me sorprendo con su respuesta—. ¿Esperabas que
la amara? Los matrimonios en este mundo no funcionan así,
Emilie. Tú mejor que nadie deberías saberlo.
—¿Entonces lo haces porque la quieres proteger? ¿Así
como a mí?
—Es una medida estratégica, nada más.
—Explícate —exijo. Y me retracto al instante.
—Vivir con Dominic te ha vuelto muy autoritaria, ¿no
crees?
—Yo… Lo siento, es solo que no quiero ver a esa chica
sufriendo. Pensé que quizás estabas enamorado —confieso
apartando mi propia comida.
—Es una niña, no me considero un pedófilo y para tu
tranquilidad tampoco pienso hacerle daño. La chica me
agrada, eso es todo.
—Dijiste que es estrategia, ¿cómo?
—Tengo que prepararme para asumir la famiglia en caso
de que… —Se interrumpe a sí mismo percatándose de lo
que dirá.
—Asumir la famiglia si Dominic muere —musito sintiendo
un escalofrío en todo mi cuerpo—. Eso no sucederá.
—No, no sucederá —concuerda, pero no está dándome
esa seguridad que sus palabras suelen traer consigo. Esta
vez, incluso Roth Nikov no cree en su propia declaración.
Esto es mucho más delicado de lo que ambos están
haciéndome creer. Se queda en el primer nivel mientras
subo a mi habitación, me ducho, llamo a Savannah y hablo
un poco con ella, debido al cambio de horario Emma se
encuentra dormida así que la llamada es relativamente
corta.
Trato de esperar a Dominic, le llamo unas cuantas veces,
me envía al buzón de voz. Pasan las horas y ya entrada la
madrugada es cuando me quedo dormida en el mueble
frente a la chimenea de nuestra habitación, en algún punto
el ruido de la puerta me asusta; me siento de golpe.
Dominic se detiene en el umbral, tiene un aspecto
desordenado, su pelo está húmedo de alguna ducha
reciente y veo gotas rojas en su camisa. Deja caer la
americana al suelo y empieza a desvestirse en el mismo
lugar.
—Deberías estar durmiendo —me regaña.
—No estabas a mi lado. —Es la única respuesta que
puedo ofrecer.
—Voy a tomar una ducha —informa terminando de
quitarse el pantalón, quiero añadir que ya se ha duchado
donde sea que estuviera, pero no deseo ser un tormento
para él. Lo veo entrar al baño y camino a levantar su ropa,
la americana está húmeda, observo mis dedos rojos y
coloridos de sangre, la sangre de alguien… No puedo evitar
que mis ojos se llenen de lágrimas mientras hago una bola
con todo, sacando su celular, las llaves y su billetera. Bajo a
la lavandería y meto todo en una bolsa negra de basura.
No sé qué hacer con ella, no la puedo tirar a la basura
como si nada debido a la sangre y tampoco solo puedo lavar
sin más todo, así que vuelvo a nuestra habitación y la dejo
en el piso, entro al baño, me lavo las manos escuchando el
agua correr en la ducha, extrañada camino hasta llegar a
ella y empujo el cristal. 
—¡Dominic! —grito tirándome al piso, está desmayado.
Sangre se encuentra mezclándose con el agua—. ¡Ayuda!
¡¡Ayuda!! —exclamo desesperada tratando de levantar su
cuerpo. Ubico la herida en su hombro, es un disparo y la
bala parece estar dentro—. Oh, dioses —sollozo ejerciendo
presión. Trato de pensar con la cabeza fría y controlarme.
Empapada de agua y su sangre salgo de la ducha a
nuestra habitación tomando mi celular. No puedo llamar al
nueve once, así que marco directo a Roth, no responde a la
primera sino varios intentos después en los cuales estoy de
regreso junto a mi esposo presionando una toalla en su
hombro.
—Emi…
—¡Está herido! —Lloro—. ¡Ha llegado herido a casa!
—Carajo —sisea Roth y escucho de fondo ruido de llantas.
—Está inconsciente. —Mis palabras no se entienden, son
ahogadas por el llanto—. ¿Q-Qué puedo hacer?
—Presiona la herida, guarda la calma, ¿puedes revisar su
pulso? —cuestiona calmado.
—No sé hacerlo —sollozo—. Estoy presionando, pero hay
mucha sangre.
—De acuerdo, busca alcohol y trata de despertarlo. Estoy
cerca, llegaré con ayuda, tranquila.
—No tardes —suplico dejando el móvil en el piso y
corriendo por el botiquín, encuentro alcohol y gasa
quirúrgica la cual uso para presionar en la herida, dejo caer
una cantidad grande de alcohol en mi mano y pongo está
bajo su nariz. Dominic arruga el entrecejo y parpadea
moviéndose y quejándose en el proceso.
—Soy yo, amor —lo tranquilizo.
—Estoy bien —gruñe intentando ponerse de pie, es
mucho más grande y no tengo forma de detenerlo, se
tambalea moviendo la cabeza, desubicado, lo agarro de la
cadera ayudándolo a salir de la ducha—. Yo puedo hacerlo
—garantiza como un niño resabioso.
—Cállate, hombre, déjame ayudarte —siseo. Entre los dos
llegamos a la cama y lo dejo sentado. Está desnudo, así que
busco una toalla para taparlo, cuando lo estoy haciendo dos
hombres irrumpen en la habitación con sus armas en mano,
uno de ellos Nick.
—Estoy bien —exclama Dominic.
—Estás herido y me has pegado un susto de muerte.
Nick, ayúdame a revisarlo —ordeno, estoy hecha un
desastre y la ropa se me transparenta toda. Y, claro, mi
esposo está más preocupado por ello que por sí mismo.
—Cámbiate —demanda.
Giro mis ojos cuando el otro hombre de seguridad me
pasa una toalla y camino a mi vestidor escuchando a
Dominic ordenar que le saquen la bala. Dejo caer mi cabeza
contra la puerta, mis manos temblando. Otro día más en mi
vida.
Roth llega minutos más tarde junto al doctor de la
famiglia, este cose a Dominic sin ningún tipo de sedante.
Solo soy capaz de mirar todo desde una esquina, asustada
de solo imaginar en lo que esto pudo terminar. Cuando los
hombres nos dejan, el sol ya empieza a salir en el horizonte
y es cuando puedo llegar hasta mi marido quien abre sus
brazos hacia mí.
—Me asusté mucho. —Lloro sobre su pecho, en el lado
izquierdo, donde no está lastimado—. No vuelvas a hacer
eso jamás.
—Lo siento, mia regina. No pensé estar tan delicado.
—Ahh, quiero pegarte, ¡eres un tonto!
—Y tú hermosa —halaga.
—A veces solo quisiera escapar lejos contigo —confieso
con más lágrimas en los ojos—. No vuelvas a dejar que
nadie te lastime.
—Yo también quisiera escapar contigo —susurra antes de
arroparme en sus brazos—. Vamos a dormir un poco… Estoy
cansado.
Aunque Dominic sí se duerme, yo solo puedo llorar a su
lado. No imagino mi vida sin este hombre… Simplemente no
la concibo.
 

CAPÍTULO 59
Dominic
 
Tener a mi esposa embarazada llorando en el piso de
nuestra cocina, es algo que vuela mi cabeza. No quiero
interrumpirla, aunque muero por consolarla, creo que ella
necesita sacar ese dolor interior. Ha pasado por tanto en tan
poco tiempo. En contra de mi primer impulso, solo retrocedo
y camino hacia la sala. Roth está durmiendo en el sofá. Giro
mis ojos, tengo habitaciones disponibles de sobra en el
lugar y elige dormir incómodo, como si alguien entrara a
este ático.
—Despierta —digo pegándole en una pierna. Mi hombro
arde con el solo movimiento. Mi hermano se sienta recto de
inmediato—. ¿Podrías ir con Emilie? ¿Hacer un poco de tu
magia en la cocina?, está llorando.
—No es para menos, encontró a su esposo sin sentido en
la ducha.
—No era tan mal…
—¿Quién te hizo esto? —gruñe. Suspiro, realmente no
quería involucrarlo—. Rastrearé tu GPS.
—Fui a Fades anoche, un chico de Raze está en
problemas…
Los Fades controlan el box clandestino, las peleas y
carreras de autos. Estaba bien con dejarlos trabajar en mi
ciudad, algo que tuve que erradicar anoche gracias al chico.
—¿Recibiste una bala por él?
—La recibí por Raze —aclaro—. No puede enterarse de
esto, sabes que perdería la cabeza.
—¿Está vivo?
—Sí, solo lo noquearon.
—¿Quieres disolver las peleas?
—No —niego sentándome en el brazo del sofá—. Por
ahora ve con Emilie… Me encargaré del resto.
Cumple mi orden. Son tantas cosas que analizar, en las
cuales pensar. El Fades se encarga de estas peleas, no es
una persona, sino un grupo. Anoche eliminé a su líder por
salvar a uno de los chicos de Raze. No podía permitir que lo
mataran en el ring, sé que es bueno e iba a resistir, pero
cuando entras al Fades la única forma de salir es dentro de
una caja, si tienes suerte. Volviendo a mi esposa, mis
pensamientos recaen siempre en ella. Es cierto lo que dije
anoche… Estoy cansado. Quiero ser solo nosotros, tenerla
para mí unas horas, dejar atrás esta guerra. Quizás no sea
el mejor momento para escapar, pero ¿cuándo lo será?
Siempre tendremos a alguien detrás.
En mi despacho realizo algunas llamadas, Hannah es
excelente en conseguir un lugar para relajarse, también
llamo a Sebastián e investigo sobre Rawson, por ahora está
suspendido. Kain ha regresado a su escondite en la selva.
No tengo ninguna pista para buscar. Estoy inspeccionando
mi herida cuando Emilie empuja la puerta y se detiene en el
umbral. Sus ojos rojos al igual que sus mejillas, ¿soy un hijo
de puta pervertido por ponerme duro de verla así?
Preocupada por mí. Su hombre.
—No me importa qué tan poderoso eres, pero irás a la
cama ahora, ¡estás herido! —regaña cruzándose de brazos.
—De acuerdo —concedo caminando hacia ella—, como
ordene la señora.
La sostengo en mis brazos, no importa qué tan doloroso
sea. Anoche cuando fui herido, solo podía pensar en ella y
nuestros hijos, ¿qué harían sin mí? Emilie sufriría, ahora lo
sé. El pensamiento de perderla siempre ha sido angustiante,
nunca me detuve a analizar sus sentimientos, ¿Emma? Ella
necesita a su padre para guiarla, para enseñarle a alejarse
de las pollas. Y nuestro bebé, ese que crece en su vientre…
Ellos me necesitan.
—Tengo un trato para ti, mia regina —murmuro en la cima
de su cabeza—. Iré a la cama todo el día y tú con Hannah.
Vas a relajarte, dejarás que laven tu pelo y te den algún
masaje… Me aseguré de que sea una chica, así que no te
ilusiones.
—¿De qué hablas? —solloza en mi pecho desnudo—.
Estás herido, me quedaré a tu lado.
—Quiero que hagas esto, Em. Nuestro hijo te necesita.
—Estoy bien, yo…
—No seas terca, mujer, no discutas conmigo. Irás, es mi
última palabra.
Golpeo su trasero en señal de advertencia. Discute un
poco más, si no lo hiciera no sería ella. Su vientre sigue sin
notarse, sus pechos por el contrario están más llenos.
Soy recompensado viéndola caminar desnuda cuando nos
trasladamos a la habitación, ella buscando y colocándose su
ropa. Joder. Es una diosa.
Al final se marcha luego de asegurarse de verme en la
cama y de haberle prometido que Roth me cuidará todo el
día. Soy el amo y señor de esta ciudad, Kain no impedirá
que tenga unos días con mi mujer. Solos.
—Don, no puedes irte… Entiendo que…
—No —corto—. No lo entiendes, al menos no aún, pero lo
harás en el futuro —garantizo armando mi propia maleta
mientras Nonna acomoda la de Emilie.
—No me pidas que esté bien con esto —gruñe—. Te irás
de luna de miel y sin seguridad. Kain está buscando una
oportunidad de joderte, ¿es que no lo entiendes?
—Quiero estar con mi mujer —siseo—. Soy capaz de
defenderme y protegerla. Nadie más que tú conoce este
viaje, todo estará bien.
—Al menos déjame ir contigo.
—No —enfatizo. Quiero estar con mi esposa, solo
nosotros, disfrutarla cada segundo.
—Dominic.
—Son solo unos días —garantizo—. ¡Hijo de puta! —siseo
de dolor. Es un motivo más para que Roth entre en pánico—.
Trata de no morir de ansiedad.
—Estarás feliz cuando suceda. —Vuelve a gruñir
sentándose en la cama.
—Has pasado tiempo a solas con la chica, ¿verdad? —
cuestiono. Le paso mi reloj y los gemelos, necesito un poco
de ayuda si no la herida se abrirá y empezaré a sangrar
como el infierno.
—Sí, ya te lo dije.
—¿Y conseguiste paz?
—Estar a su lado es… Pacífico, sí —confiesa colocándome
el reloj. Dándome la razón.
—Es todo lo que yo quiero, un poco de paz entre tanta
tormenta.
—¿No puedes tenerlo aquí, en el ático?
—No. —Sonrío triste al decirlo—. Quiero disfrutar a mi
esposa fuera de estas paredes, darle un vistazo del mundo.
Aún recuerdo su cara al llegar a la villa en Italia.
—Solo quieres deslumbrarla.
—Nah, eso ya lo conseguí desde que me vio —me burlo.
—Y aquí vamos otra vez.
—No lo niegues, soy irresistible.
—Me gustan las vaginas —murmura con el comienzo de
una débil sonrisa—. Aunque eres un buen partido.
—Cuidado, esa línea es de Raze. —Río.
—Ve por tu mujer, antes de que sea yo quien te ate a
estas paredes.
—Sí, ya sé, vas a extrañarme. —Golpeo su hombro.
—Es bueno verte… Más humano —dice volviendo a la
seriedad.
Me quedo observándolo en silencio. Emilie es quien ha
logrado traer un poco de calor a mi vida, darle un nuevo
rumbo, uno que antes no creí posible. Soy esposo, hermano
y dentro de poco… padre.
—Sigo siendo un monstruo, Roth. Eso no cambiará.
 
***
 
Emilie descansa a mi lado en un sueño profundo mientras
atravesamos el Océano Atlántico, para ella estamos
viajando hacia Italia, aunque la realidad es que quiero
escaparme unos días a su lado. Ambos solos, lejos de toda
la locura que han sido las últimas cuarenta y ocho horas
desde que Kain se ha atrevido a estar a centímetros de mi
esposa.
La sangre me hierve, me termino el whisky de golpe.
Estuvo a su lado en una clara advertencia hacia mí. Es su
comportamiento acostumbrado. Asustar a su enemigo
usando a las mujeres.
No puedo dejar de pensar en el consigliere de La Corona
o en dicho caso, quien lo fue. La noticia de cómo Kain se
apoderó de ellos, el asesinato de la chica y el hijo en su
vientre… mi pecho se estruja, un nudo en mi garganta me
dificulta respirar normalmente. Si llegara a lastimar a mi
ninfa de aquella manera… Inmediatamente desecho ese
pensamiento, nadie va a lastimarla, no a ella.
—¿Desea algo más, señor? —pregunta, coqueta una de
las sobre cargos. Empujo mi vaso vacío hacia ella, quien
debe notar mi cara malhumorada pues se dedica a hacer su
trabajo sin palabras seductoras o movimientos atrevidos. En
otro tiempo hubiera disfrutado esto, probablemente la
tendría doblada aquí mismo sin una palabra, pero hoy en
día solo tengo ojos para la rubia junto a mí. Está acurrucada
con mi americana cubriéndola del frío, se negó a ir a la
cabina y descansar un poco. Mi dulce esposa. «¿Qué hice
para merecerte, Emilie?».
Despido con un movimiento de manos a la ayudante, no
le doy una segunda mirada, solo atraigo el cuerpo de Em
hacia mi pecho, rodeando sus hombros mientras ella
balbucea algunas palabras inentendibles.
—Voy a protegerte, mia regina. A nuestros hijos y a ti, lo
juro. Incluso si me cuesta la vida.
Es algo para lo cual estoy preparado. Roth tomaría el
poder, la cuidaría a ella y nuestros pequeños como suyos,
guiaría a mi futuro sucesor por el mejor camino hasta la
edad debida para tomar el mando. Iría al infierno feliz,
sabiendo que ellos tendrán una mejor vida.
Aterrizamos en la madrugada en París, cargo a mi esposa
hasta la camioneta de seguridad que aguarda a nuestra
llegada. Envío un mensaje a Roth haciéndole saber que ya
estoy en tierra y recibo uno de Raze pidiéndome averiguar
información sobre Byron. Me cuesta seguir mintiendo,
porque sé que Miller ya se encuentra en Italia, respirando de
lo mejor en una de mis propiedades mientras espera la
oportunidad perfecta para robarse a la princesa de hielo.
Estoy enviando mi respuesta cuando Emilie se mueve a mi
lado, bostezando y apartando algunas hebras de su rostro.
Sus ojos están un poco hinchados y su estómago protesta
con hambre. No ha dormido lo necesario, hoy se levantó
más temprano o quizás no durmió en lo absoluto, no lo sé
con seguridad, puesto que al despertar ella no se
encontraba a mi lado, sé que antes de ir con las chicas fue
al orfanato, luego tuvo un día de spa con Hannah y Dalila
bajo el cuidado de Raze. Si bien no la quiero cerca de
Vladimir, sospecho que no puedo prohibirle ser amiga de mi
prima. Ella y Hannah son sus únicas amistades, las cuales
pueden comprender el mundo donde pertenecemos.
—Hola, bella durmiente —saludo llevando mi mano a su
mentón, acariciando su labio gordo con mi pulgar—.
¿Hambrienta?
—Un poco —admite—. ¿Falta mucho para llegar?
—No tanto —respondo con una sonrisa real, incluso con
toda la tensión de no saber dónde se encuentra Kain o si
atacará contra nosotros, mi esposa logra sacarme lo más
parecido a una sonrisa honesta—. Deberías ver dónde nos
encontramos.
Bajo la ventanilla de mi lado, al principio ella solo observa
las tiendas y pequeños restaurantes sin entender nada,
luego un claro deja apreciar la estructura de metal a unos
kilómetros de distancia. Grita de sorpresa, salta de su lugar
quitando su cinturón de seguridad en el proceso. Es una
niña pequeña y curiosa. Es toda mía. Me contagia su
felicidad y esa forma en la cual sus ojos se iluminan
mirándolo todo.
—Ahora puedes practicar tus frases en la ciudad más
romántica del mundo —musito.
—je t'aime mon amour —dice antes de girarse y rodear
mi cuello con sus brazos, iniciando uno de nuestros
primeros besos en París. Espero que esta sea la ciudad que
nos traiga paz y unión a este pretexto de luna de miel que
no pudimos tener en nuestro matrimonio.
Nos alojamos en la suite imperial del hotel Ritz con una
increíble vista de la torre Eiffel, la cual esta noche brilla en
dorado. Emilie inspecciona todo el lugar mientras doy
instrucciones al botones sobre nuestras comidas y los
diferentes horarios, también le encargo varios tarros de
helado de chocolate y algunos aperitivos ligeros para que
mi mujer pueda cenar algo antes de volver a caer dormida.
Al menos ella sí podrá adaptarse al jet lag. Apago el móvil
para no ser interrumpido en las próximas horas, luego de
ordenarle a Nicklaus encontrarnos en Praga con Emma y
Savannah.
El botones se marcha y salgo en búsqueda de mi esposa,
no tardo en dar con ella, quien ya está llenando el jacuzzi
tiene su pelo recogido en un desordenado moño. Sin
percatarse de que estoy a su espalda empieza a
desnudarse, moviéndose de manera sensual sin intentar
serlo. La erección en mis pantalones es inmediata, solo se
vuelve más dura cuando entra al agua y deja salir esos
sonidos de satisfacción que escucho mayormente cuando
estoy dentro de ella… El llamado en la puerta interrumpe la
cadena de imágenes calientes que empezaba a desarrollar.
Emilie levanta la cabeza de golpe hacia mí.
—Pedí fruta para ti —anuncio y me giro atravesando la
sala de la suite. Al abrir tengo a dos mujeres frente a mí y a
un chef.
—El señor Nikov nos ha enviado —susurra una de las
chicas.
Giro mis ojos, por supuesto que él lo hizo. Abro más la
puerta para que puedan pasar.  Casi quiero gritar que solo
quería una fruta picada, queso y algún vino dulce que mi
esposa embarazada pueda tomar sin vomitar su alma, pero
en cambio suspiro dejando que hagan su trabajo.
Tendré que avisarle a Roth que en este viaje en particular
solo quiero tratar de ser un hombre normal disfrutando a su
pareja, caminar por estas calles sin un ejército de
seguridad. Lo bueno que son realmente eficientes, en
minutos mi ropa y la de Emilie se encuentra perfectamente
organizada, así mismo tengo una mesa con alimentos
decorada como si fuera para los reyes de Inglaterra. Emilie
aparece, gracias a Dios envuelta en una toalla, se sorprende
mirando el desfile de personas.
—Roth —aviso.
—Ohh —exclama observando la mesa de comida. Sus
mejillas se iluminan, no presta más atención a los demás.
Solo se sienta, comenzando a comer despacio, el servicio
termina de organizar todo y finalmente nos dejan solos. Me
quito la camisa y los zapatos, seguido de los calcetines,
para hacerle compañía a mi esposa.
—Umm, todo está riquísimo —gime llevando un pedazo
de queso a esos labios gruesos—. ¿Te sirvo? —pregunta sin
mirarme. Llego hasta ella, tiro del nudo de su toalla
despacio dejando su cuerpo al descubierto, empiezo
besando su hombro y la percibo estremecerse bajo mi
toque.
—Solo si eres el plato principal —musito, con mi mano
rodeo su cuello atrayendo su boca a la mía. Ella toma un
trozo de fresa, lo lleva a mis labios, los abro dejando que me
alimente.
—Lo amo, señor Cavalli —susurra cerca de mi boca—.
Estoy aterrada de perderte. Prométeme que regresarás a
casa, siempre. —Toma mi mano y la baja entre nuestros
cuerpos directo a su vientre—… Con nosotros —finaliza. Sus
ojos verdes empañados de lágrimas.
—En mis días más oscuros y en cada noche infernal,
volveré en busca de mi familia. Siempre regresaré a
ustedes.
Intenta decir algo más, pero la callo besándola.
Devorando su boca, consumiéndola de la única manera en
la cual sé hacerlo, con mi cuerpo devorando su alma,
porque no importa si muero hoy o mañana, esta mujer
siempre será mi primera elección y volveré a ella una y mil
veces.
 
 

CAPÍTULO 60
Dominic
 
—Somos un desastre —dice riendo suavemente.
—Uno perfecto —secundo pasando mi lengua por su
vientre, recogiendo el caramelo que he sido tan generoso de
compartir con ella.
—Arruinaremos la alfombra.
—¡Al demonio con ello! —siseo pasando mi boca a su
pecho derecho, cuando cierro mis labios en el montículo de
carne, jadea y deja caer su cabeza hacia atrás, arqueando el
cuerpo ofreciéndose para mí. Estamos pegajosos, desnudos
en el piso de la suite con las puertas del balcón abiertas, el
cielo coloreándose de naranja con el nuevo amanecer. Su
boca empieza a emitir esos gemidos que me vuelven
demente.
Sus manos empujan mi cabeza hacia abajo, abriendo más
sus piernas. Mis labios se curvan en una sonrisa maliciosa,
obviando su clara orden paso al otro pecho, mordiendo
ligeramente, sé que los tiene sensibles y quiero ver qué
tanto es capaz de soportar antes de pedirme en palabras
sus deseos o que mi polla tome el control de todo… Lo que
suceda primero.
Repite la acción y resopla cuando succiono.
—Don —gimotea, llorando.
—Mmm…
—Por favor —suplica.
—¿Qué? —burlo.
—Dame más —implora.
—¿Qué quiere, mi reina?
—Ya lo sabes. —Jadea. Oh, claro que lo sé.
—Estoy perdido —miento—. ¿Podrías iluminarme?
—¡Ah! —grita molesta empujando mi pecho. El juego se
rompe en cuanto dice que no quiere continuar, me alejo
dejándola salir. Se levanta furiosa, desnuda y con la piel
brillosa debido al caramelo.
Joder, está sensible con el embarazo y creo que he
sobrepasado alguna línea imaginaria que tiene que ver
sobre torturar a tu esposa si ella no pide con palabras que le
chupen el coño, como sé que ha estado deseando los
pasados minutos. Estoy ideando una disculpa muy
elaborada cuando se sienta en la mesa. Siguiendo su
ejemplo me pongo de pie, tengo la polla dura… Realmente
dura. Mi esposa me observa y se saborea los labios
enrojecidos, cuando me mira sus ojos están cargados de
pasión, el bonito verde en ellos rozando lo peligroso, sus
tetas también están rojas, porque, bueno, me gustan y me
he divertido mucho con ellas.
—Sabes lo que quiero y no me lo das —acusa tomando el
frasco de cristal lleno de caramelo, tiene la cuchara que
inició todo. Curioso la miro tomar un poco en ella y sacar la
lengua, está a punto de lamer cuando deja derramar este
en medio de sus pechos, es una línea muy delgada y fina,
luego se vuelve más audaz y deja la cuchara de lado
llevando directamente el tarro… Abre las piernas y no sé a
dónde prestar atención primero. Mi boca saliva observando
los jugos de sus pliegues y luego la línea dorada abriéndose
camino desde su vientre hasta su monte de Venus. Carajo.
—¿Así o más claro? —desafía.
No registro mis pasos mientras me acerco, solo sé que
quiero consumir su alma en este preciso momento si fuera
posible, colocando mis manos en cada una de sus rodillas,
le abro más las piernas y mirándola a los ojos me inclino por
mi premio. Al primer contacto de mi boca con su clítoris, el
tarro cae en la mesa, sus manos, ambas tiran de mi pelo.
Chupo descaradamente su clítoris un poco más fuerte,
logrando arrancarle un grito de placer, al mismo tiempo
deslizo dos dedos en su húmedo y caliente coño.
Enloqueciendo con su imagen. Se contorsiona con mis
dedos dentro de ella, follándola fuerte una y otra vez. Lamo
percibiéndola molerse contra mi cara. Sus gemidos
empiezan a llenar la estancia.
Disfruto escucharla, como también el sabor de sus jugos
en mi boca.
Sé que soy bueno en el sexo, tengo una larga lista que
garantiza aquello, pero darle placer a mi esposa es un nivel
nuevo, ser consciente de lo que puedo o no causar en ella,
su completa entrega a mí. El recuerdo de nuestra primera
vez, el arrepentimiento que experimentó, ha quedado
eclipsado en cada nueva oportunidad que tenemos de hacer
el amor.
Grita, tiembla, se contorsiona hasta que el orgasmo la
atrapa, aún en medio de sus réplicas la levanto de la mesa
y la penetro de pie, sus piernas se adhieren a mi cadera, sus
uñas se clavan en mi espalda. El ardor se mezcla con el
dolor de mi hombro, no necesito moverme para sentir cómo
empiezo a bañar las paredes de su interior con las primeras
descargas de semen y su coño vudú me succiona.
Enloquecido la dejo en el mueble, cubriéndola con mi
cuerpo, devorando su boca y empezando a moverme.
Tiembla e inadvertidamente da un fuerte tirón a mi pelo. A
medida que el orgasmo la alcanza, mi polla palpita más
dura en su cálido interior
Su cuerpo se acopla al mío, las palabras claman por
brotar de mis labios, pero las retengo en mi interior
mientras no dejo de besarla.
Yo soy su principio y su final, ella es mi guía, mi vida
empezó a tener sentido con su llegada. La quiero mía,
siempre.
***
Me toma por sorpresa encontrar a Emilie de pie en el
salón de la suite observando un cuadro de Picasso, La
madre y el hijo de 1905, una pintura que muestra a una
mujer amamantar a su bebé, la criatura envuelta en
mantas. Sorprenderla de esta forma evoca en mi memoria
nuestro primer encuentro hace casi un año, cuando era yo
quien contemplaba al Cristo en la cruz. Por como acaricia su
vientre me atrevería a jurar que está pidiendo, o, mejor
dicho, elevando alguna plegaria en honor a nuestro hijo en
su interior.
La anterior pérdida aún se encuentra muy fresca en
ambos, camino hacia ella con calma hasta rodear su cuerpo
por la espalda, llevo mi mano a su vientre, acompañando su
gesto. La herida en mi hombro arde cuando coloca su
cabeza en el lugar, pero tenerla en mis brazos lo vale.
—Deberíamos salir ahora, si quieres alcanzar esos
croissants a tiempo —musito besando su pelo. Ambos
hemos dormido unas horas, no las suficientes, pero sí un
gran avance luego de toda la situación en New York.
—Llevo años recriminándole a Dios, “¿por qué te lo
llevaste a él? ¿Por qué mi familia fue destruida? ¿Dónde
estabas?”.
—Em…
—Y ahora estoy pidiéndole que te cuide —dice apretando
mi mano. Un nudo se forma en mi garganta. Ella está
pidiendo por mí… Porque yo, Dominic Cavalli, le importo—.
Estoy pidiendo por nuestros hijos y la familia.
—Si Dios existe, entonces él te escuchará. Eres un ángel,
mia regina, si alguien merece ser feliz esa persona eres tú.
—Soy feliz, Dominic. —Oh, maldita sea—. En tus brazos,
solo te necesito a ti y Emma… Incluso a Raze y Roth. —Se
gira.
—Nada nos va a suceder, no lo pienso permitir ¿de
acuerdo?
—Tengo tanto miedo.
—No debes temer. Yo voy a protegerlos —aseguro
acunando su rostro.
—¿Tú no lo tienes?
—Sí —confieso—. Tengo esta necesidad de besarte todo el
tiempo, de tocarte cada segundo. El temor no era parte de
mi vida antes de ti, me sentía indestructible pero vacío,
ahora no concibo la idea de perderte —susurro
inclinándome. Un toque suave en la puerta de la suite
impide que haga mía su boca.
—Creí que habías cancelado el desayuno —murmura
frunciendo las cejas, esas líneas adorables en su nariz
respingona aparecen.
—Lo hice —garantizo en el momento en que mi celular
empieza a vibrar en mi pantalón, lo saco viendo una
llamada entrante de Roth. Emilie se aleja de mis brazos
para abrir. Estoy contestando cuando visualizo a dos
hombres en la puerta, mi cuerpo se pone en alerta al
segundo.
—El señor Roth Nikov ha contratado nuestros servicios —
anuncia el primero de ellos. Es un chico de piel tostada
debido al sol, la clase de bronceado de alguna isla caribeña,
ojos mieles y pelo castaño jaspeado.
Emilie retrocede en alerta, sin darles la espalda.
—Roth —gruño al teléfono.
—Son seguridad —responde. Estoy seguro de que sabía
que estaban subiendo a la suite.
—No la quiero —siseo en ruso. El chico ladea la cabeza en
cuanto me escucha, por su ceño fruncido parece no
entender el idioma—. Estás desobedeciendo mi orden, otra
vez.
—Dominic, por favor. Hazlo por mí, sé que quieres
privacidad para poder ser tú mismo con Emilie, pero piensa:
Kain sigue ahí afuera esperando la oportunidad perfecta, si
eso no es suficiente, recuerda a tu esposa embarazada. Solo
quiero protegerla, como tú.
—Soy capaz de cuidarla solo, ¡no necesito dos niñatos!
—Son los mejores, no tienen ningún vínculo con nuestro
mundo. La van a proteger con su vida, ¿no es lo que me has
pedido? Protegerla a ella por encima de todos, incluso de ti.
Es justo lo que estoy haciendo.
Corto la llamada sin decir una palabra. Estoy molesto
porque me ha desobedecido y a la vez entiendo. Gruñendo
internamente muevo mi mano ordenándoles a los recién
llegados entrar, a simple vista el otro tipo es un poco mayor
que el primero, es un rubio de ojos azules.
—Killian Zaldívar —se presenta el de ojos mieles con un
acento que no logro conectar, parece latino, pero juega con
las vocales—. Este es mi compañero Austin, se nos ha
asignado este trabajo de B. & Z. Security Service…
—Sus servicios no son necesarios, giraré un cheque y
pueden retirarse.
—Con todo respeto, ¿Sr. Cavalli? —cuestiona tocándose la
mandíbula, sonriendo ¿qué es tan gracioso…? —. Solo
respondemos ante el señor Nikov, así que, en vista de eso
no puede despedirnos.
«¿Qué carajo?» Emilie conociendo mi humor de mierda se
mueve rápido y toca mi pecho con su mano. ¡Esto es el
colmo!
—Don —suplica ella, invitándome a la paz con su voz—.
Me sentiría más segura con ellos.
—¿Hablaste con Roth?
Baja la cabeza evitando mi mirada.
—Me dijo que era necesario.
—¿No crees que puedo protegerte por mi cuenta? ¡El
chico ni sabe mi nombre!
—Dominic Cavalli, italiano… —Empieza a decir él, quien
se ha presentado como Zaldívar—. Gerente general del
banco Cavalli Corporation Inc., varios casinos, hoteles.
Emilie Cavalli, americana, heredera reciente de la marca
automotriz más reconocida a nivel mundial. Recién casados,
ambos se han visto en situaciones de procedencia dudosa,
¿algo más para añadir?
Que soy el Capo, un hombre que podría asesinarlos y
deshacerme de los cuerpos sin dejar una gota de sangre en
la alfombra persa que decora el piso. Los inspecciono a
ambos, el tipo llamado Austin es de los que siguen órdenes,
baja la mirada a los pocos segundos; pero Killian Zaldívar
alza el mentón, altanero y desafiante sin amedrentarse de
mi escrutinio en su persona, tiene esa sonrisa de me vale
madre todo, pero su postura es recta. Si Roth confía en
estas personas… Maldita sea.
—Ve por tu bolso —ordeno a Emilie.
Ella cumple alejándose de mi lado, ambos hombres la
miran pasar. Esto es justamente lo que no quiero.
Mi esposa es sexy, joven, muy hermosa. Llama la
atención sin ser del todo consciente, ha ganado confianza
en ella en los últimos meses y mueve su cadera al caminar
como una pantera. Es elegante sin rozar lo vulgar.
—Estarán a una distancia prudente, invisibles de ser
necesario… La prioridad en cualquier caso de seguridad
será mi esposa, tendrán cuidado al tratarla. Está
embarazada, quizás necesite usar el baño en nuestra salida.
Ambos la seguirán a ella, no los quiero divididos en ningún
momento y lo más importante… dejarán de babear su
espalda, digamos que soy un animal posesivo. —Es mi turno
de sonreír cuando ambos giran sus cabezas observándome.
—Austin es gay y yo estoy en una relación formal. Lo
último no es un problema, señor —murmura Zaldívar
pasándose la mano en su cabellera—. Lo que sí me gustaría
saber es a qué nos enfrentamos… Presiento que está
ocultándome algo importante.
—Déjà vu —se burla Austin. No entiendo el comentario,
deduzco que es alguna broma entre ellos.
—Su hermano fue asesinado recientemente. No quiero
correr riesgos hasta que la policía no termine su
investigación —respondo omitiendo información.
—Soy impecable en mi trabajo, señor, y para hacerlo
necesito transparencia con mi cliente.
—Son seguridad de dos multimillonarios. Nada más,
bienvenidos a las grandes ligas, señor Zaldívar —digo serio;
señalo el traje formal de ambos, en otra ocasión reconocería
que están vestidos de forma adecuada para trabajar a mi
lado—. Nada de trajes, no quiero llamar la atención. Tienen
diez minutos para cambiarse de ropa, estaremos esperando
en el lobby del hotel y, por si no lo notaron, la paciencia y
yo no somos muy cercanos.
—Lo que mi esposo quiere decir es: gracias por estar aquí
—pronuncia Emilie con un pequeño bolso en la mano, se ha
soltado el pelo que hoy trae liso—. ¿Nos vamos?
Ella me tiene controlado. Todavía es una nueva situación
en la cual me estoy adaptando. El efecto de París es
deslumbrante y no tarda en ser parte de ambos, Emilie
analiza todo, curiosa, derramando ese entusiasmo natural,
poco a poco se está convirtiendo en la chica de aquella
primera fotografía. La seguridad mantiene la distancia
discreta mientras caminamos agarrados de las manos por la
avenida de los Campos Elíseos, desayunamos en una
pequeña cafetería del centro, sentarme sin más problemas
que observar a mi esposa, es algo nuevo. Ella está libre de
ninguna preocupación, más allá de devorar todo lo que
pueda, chocolate, postres, un pedazo de tarta especial del
lugar.
Los chicos se sientan en extremos distintos, mirando
disimuladamente hacia nosotros, confieso que saber que
están aquí me trae un poco de alivio. Emilie va al baño,
ambos la siguen con la mirada, aunque solo el chico
Zaldívar entra. Giro mis ojos, si bien la cafetería es pequeña
yo no necesito ser cuidado, al contrario, los demás deben
protegerse de mí. Aprovecho para revisar mi móvil,
encontrando varios mensajes de Nicklaus asegurándome el
estado de Emma, periódicamente me envía un avance de su
día, reviso mi agenda unos pocos segundos y luego mi móvil
vibra con una llamada entrante de un número desconocido.
Frunzo el ceño, porque es un número ruso.
—Cavalli —gruño respondiendo.
—Mi señor. —Jadea una voz que reconozco. Mi cuerpo se
tensa y me siento derecho, por costumbre muevo mi cabeza
a ambos lados, buscando alguna amenaza.
—No deberías llamarme —regaño—. Tu esposo no estará
feliz.
—Ayúdeme, se lo imploro —suplica llorando.
—Es traición, Dalila. Lo sabes. —Mientras digo las
palabras un nudo se posa en mi estómago.
Esta chica era Emilie meses atrás, atrapada en un
matrimonio que no deseaba, pero esto es nuestro mundo y
no puedo cambiarlo.
—Prometió protegerme.
—¿Te golpea? —cuestiono—. ¿Te ha obligado a algo que
no quieres? Son las única dos causas que me harían
buscarte e incluso así sabes que no podrías volver con tu
familia, ni a la famiglia, ¿es eso lo que quieres Dalila? —
pregunto con voz dura—. Tienes un deber, lo sabes.
—Él no me ama —solloza—. Ama a tu esposa.
Lo sé, quiero decirle. Sé dónde están las lealtades de
Vladimir.
—Bueno, al menos alguien sí lo hace —reviro apretando
mis dientes. La bestia posesiva en mi interior quiere
arrancar la cabeza de Ivanov solo por imaginar que de
alguna manera mi mujer podría llegar a pertenecerle.
—Decisiones calculadas —susurra en la línea. Es una línea
que mi padre usó cuando nos comprometieron. No se trata
de amor, ni de cariño. La mafia es un conjunto de reglas y
de decisiones calculadas.
—No son para ser amadas, las mujeres son un lindo
accesorio, Dalila —digo golpeando mis dedos en la mesa—.
Omitiré que llamaste y por ende no se lo comunicaré a tu
esposo.
—¿Exceptuarás también que él la ama y está dispuesto a
hacer cualquier cosa para arrebatarla de tu lado?
Después de todo Ivanov la ha transformado. La Dalila del
pasado no se atrevería a decirme tales palabras.
—Él puede intentarlo, Dalila, quizás no está en mis manos
sacarte de tu matrimonio, pero si Vladimir intenta estar un
paso cerca de mi esposa, entonces serás una viuda muy
joven —garantizo observando a Emilie caminar hacia mí.
—Ahora ambos sabemos qué esperar. Él irá tras ella.
 

CAPÍTULO 61
Emilie
 
—Existen pocos actos de los cuales me he arrepentido en
mi vida —pronuncia, girándome despacio al compás de la
música sublime. Ha reservado la terraza con la torre Eiffel
de fondo, en uno de los clubes más exclusivos de París—.
Este debió ser nuestro baile de casados.
Hoy me ha hecho sentir cual princesa de mi propio
cuento. En el pasado se ha empeñado en ser solo un
verdugo, pero hoy le ha ganado a todo lo demás. Hemos
recorrido las calles agarrados de las manos, nos hemos
sentado en el parque en una banca de hierro casi oxidado
simplemente a hablar, a preguntarnos cosas tan
insignificantes como la música del momento que nos gusta
o si él tiene preferencia por algún deporte. Hoy, luego de
meses y meses en guerra, solo fuimos Emilie y Dominic, una
pareja cualquiera en el mundo. También ha sacado su lado
extravagante comprándome el vestido Versace que llevo
puesto, una prenda de encaje, ceñida a mi cintura para
luego caer fluido con una abertura profunda en mi pierna.
También una gargantilla de diamantes blancos a juego con
una pulsera. Ha gastado una fortuna en horas.
—¿Por ello me compraste este hermoso vestido blanco?
—cuestiono volviendo a él y colocando mi mano izquierda
en su pecho, mi anillo de casada resplandeciendo.
—Me gusta el blanco en ti.
—¿Ah sí? ¿Por qué?
—Eres celestial e inocente, la otra cara de mi alma. —Se
inclina uniendo nuestras frentes. La banda sigue tocando
una pieza de Kodaline, The one, en la versión de piano—.
Eres mi pequeño infinito.
Soy yo quien no puede evitarlo, apoderándome de su
boca y tirando de su traje con mis manos, abriendo la mía
sobre la suya, literalmente robándole un beso que me
responde frenético. Toma el control, su lengua
saqueándome.  El amor es un fuego que arde y consume.
Ese es del tipo que Dominic muestra, es ardiente e intenso,
incontrolable y abrumador.  Nubla mis sentidos.
Siempre ha sido de ese modo, incluso en los días de mis
sentimientos contradictorios reconocía no tener escapatoria
de él. Dominic no te da una opción, se cuela dentro de ti en
lo profundo y cuando intentas alejarte ya es demasiado
tarde. Ahora entiendo el motivo de este viaje, en primera
instancia, creí que solo necesitaba un lugar donde
recuperarse de su herida, pero es más que eso. Aquí puede
ser él, tomarme de la mano sin que sus hombres le vigilen,
no debe lucir ese papel que ha tomado toda su vida. El
hombre cruel e intachable. El millonario de negocios al
público y el sangriento Capo en las sombras.
Aquí es solo mi Don, el hombre que, aunque lo niegue,
tiene una vena romántica en su interior.
—Te amo —musito al separarme. Escuece un poco no
recibir las palabras, pero ahora sé que me ama. Que el beso
que deposita en mi frente lo garantiza. Solo necesita
tiempo.
—Gracias por no darte por vencida con nosotros —dice
levantando mi mentón, su pulgar acariciando mi labio—.
Gracias por ser fuerte y valiente.
—¿Valiente? —sollozo con los ojos humedecidos—. Te hice
daño.
—Fui quien te lastimó primero, quien se aprovechó de tu
confianza. Y, sí, eres valiente y fuerte, has aguantado todo
lo que arrojé sobre ti. Podías tomar el camino fácil y, al
contrario, me hiciste frente. Las decisiones
contraproducentes que elegiste fueron en parte reacción a
mis imprudencias, a mi forma inadecuada de tratarte.
Escuchar sus palabras, la sinceridad, esos pequeños actos
de amor que me ha mostrado no solo en este viaje sino con
anterioridad, me hacen sentir plena. No lo creía posible, el
gran Dominic Cavalli reconociendo algo o declarando cosas
tan simples y humanas como un “lo siento”. No digo nada
más, porque no hace falta. Algunas palabras, como bien me
ha enseñado él, no necesitan ser dichas. Sonriendo coloco
mi cabeza en su pecho, sintiendo esa mano siempre
protectora en mi cintura mientras nos balanceamos suaves
y calmados, dejando que la noche sea nuestra aliada.
 
—¿Estás bien? —pregunta preocupado cuando volvemos
a la mesa. No quiero arruinar nuestro viaje, pero el mareo
constante y las náuseas están debilitándome. Quiero
regresar al hotel y meterme en la cama. Tengo mucho
sueño, estoy cansada y desganada—. No te ves bien.
—Estoy muy cansada —confieso.
—Mi hijo está creciendo —musita con un deje de orgullo
en la voz—. Vamos al hotel, prepararé el jacuzzi para que te
relajes.
—Eso suena como un buen plan.
—Es que mis planes, a diferencia de los tuyos, sí son
perfectos —se burla.
—Touché —concuerdo.
Con su ayuda atravesamos el club hacia la terraza,
algunas de las personas sentadas cenando de forma
animada giran su rostro hacia nosotros, mi esposo levanta
su cabeza y los ignora mientras percibo la mayoría de esos
ojos en mí. El vestido, las joyas, mi pelo, todo está diseñado
para ser el centro de atención, un adorno adecuado. Antes,
cuando miraba esos titulares en las noticias: «La Joya
Cavalli.» Me hacía sentir un objeto al portador, algo
hermoso pero desechable. Esta noche es diferente, no me
siento así, hoy sé quién soy junto a Dominic.
Su esposa, su compañera, porque luego de que el vestido
y las joyas desaparecen aún tengo esa mirada de adoración
en su rostro. Juntos, en privado somos más de lo que
alguien podría juzgar a simple vista.
El gerente del lugar nos intercepta encantado de tener a
alguien tan poderoso, un Cavalli en su club. Recibe una
suma cuantiosa en un cheque, su cara se ilumina, intenta
entablar una conversación, pero Don se excusa
rápidamente. El valet trae el deportivo, un Bugatti La
Voiture Noire –sé el nombre porque Dominic no se abstuvo
de mencionar cada atributo en nuestro recorrido al centro–
otro, la Ranger Rover negra blindada detrás. He olvidado
por completo la seguridad, ellos hacen tan bien su trabajo
que parecen ser dos fantasmas.
—¿Sin un rasguño? —cuestiona al pobre chico
tembloroso.
Le ha amenazado anteriormente. El gerente que sigue a
nuestro lado traduce al francés.
—Deberías dejarle una buena propina —bromeo—. El
chico parece a punto de orinarse. —Esto último lo hago en
italiano.
Mi comentario quiere ser solo eso, algo sin sentido. Claro
que espero que le dé una propina justa, pero Dominic
observa al chico a detalle. Es joven, unos veinte años
quizás, tiene un poco maltratados sus nudillos y por el
cuello destaca una pequeña cortadura.
—¿Traes tu chequera? —Dominic pregunta serio.
—Sí.
—Cámbiale la vida. Gira un cheque, la cantidad que creas
justa.
—¡Dominic! —Jadeo asombrada.
El gerente palidece mientras saca un pañuelo blanco
limpiando el sudor de su frente. Sé que, si dejo un cheque
en blanco, el gordo se aprovechará del chico. Abro la puerta
del coche y busco en mi bolso mi chequera, está con mi
nombre de casada, sé que esa cuenta recibe una cantidad
extravagante de dinero cada mes. También tengo la otra
chequera, esa que Holden mantenía para mí. Elijo la
segunda y temblando escribo la cantidad. Nunca he escrito
tantos ceros en mi vida.
—¿To nom chérie? —cuestiono en mi francés de
principiante.
—Feir Delacroax —grita el gerente, pero lo ignoro
esperando al chico.
—Gael Rossini —responde en un acento muy conocido.
—Los franceses traen chicos de Italia necesitados y los
explotan trabajando para ellos —explica Dominic en italiano.
Gael baja su cabeza.
—¿Tienes familia? —pregunto ahora cambiando la
conversación al italiano yo también.
—Una hermana —responde.
—¿Qué estarías dispuesto a hacer por ella? —Cuando la
pregunta explota fuera de mi boca mi pecho se contrae,
siento sobre mí la mirada intensa de mi marido, pero no le
prestó atención. No cuando el chico de pelo negro me
enfrenta y alza la mirada. Sus ojos feroces dicen todo.
—Cualquier. Cosa. En. El. Mundo.
Recalca cada palabra apretando los dientes. Mis ojos se
llenan de lágrimas, era todo cuanto quería que Holden
hiciera por mí. Que luchara, me protegiera… me amara.
Nunca lo hizo. Sonriendo triste escribo su nombre como el
portador y camino, rodeando el deportivo hasta el chico. El
gerente extiende la mano como si yo en mil años fuera a
darle tanto poder. Me desagrada, me recuerda a las
personas aprovechadas, con Dominic ha sido todo risas y al
chico en cambio lo ha mirado como un insecto al cual
pisotear.
—¿Dónde está ella? ¿Cuántos años tiene?
—Está en los suburbios. Tiene 14, señora.
—¿Y tus padres?
—Murieron. —Esa forma en la cual lo dice, me recuerda a
Dominic refiriéndose a Gabriel Cavalli. Sin emoción.
Doblo el cheque, lo meto en el traje de segunda mano,
demasiado usado que tiene puesto. No puedo evitar
acariciarle el pelo negro incluso sobre el gruñido posesivo
de mi esposo.
—Una vez, un chico como tú me salvó la vida. Me lo
recuerdas mucho, tu pelo, tus ojos sin esperanzas. Él me
enseñó que no importa cuán oscuro se torne tu destino,
siempre encontrarás a alguien que logre liberarte —musito
dejando caer mi mano—. Renunciarás ahora mismo a este
lugar, irás en busca de tu hermana y construirás una mejor
vida. Cuando busques a alguien para agradecerle esta
noche, solo piensa en un nombre, Roth Nikov. Él me salvo a
mí, a mi esposo y ahora está salvándote a ti y a tu hermana.
Sé un buen hombre y hazle honor.
—Le doy mi palabra —dice con gesto duro.
Tiene el porte de un soldado. Un made man.
—Si me entero de que has detenido al chico —sisea
Dominic a mi espalda. Sé que está mirando al gerente, por
como este retrocede—. Volveré a buscarte.
—Señor Cavalli, no haría una cosa así jamás…
—No tendrás la oportunidad, ¡señor Zaldívar! —exclama.
Uno de nuestros hombres de seguridad gira, están
esperando que subamos al vehículo, curiosos de lo que está
sucediendo, aunque no lo parezca—. Lleve al joven Rossini a
buscar a su hermana y luego asegúrese de dejarlo en un
hotel seguro.
—Austin —ordena el de ojos color miel.
—Él te llevará a salvo —asegura Dominic llegando hasta
mí, abrazando mi cintura.
—Gracias, señora, señor.
—Solo haz lo correcto siempre.
—Se lo prometo —garantiza antes de que Austin llegue a
su espalda—. Renuncio —declara observando al gordo quien
está a punto de sufrir un infarto. Entonces Rossini sonríe,
empieza a caminar con Austin a su lado, luego me mira
sobre su hombro, creo observar lágrimas en sus ojos. Nos
quedamos hasta verlos subir en un taxi, luego de ello mi
esposo me lleva hasta la puerta del pasajero, no desperdicia
la oportunidad de darme un beso que grita cuán orgulloso
se encuentra y luego rodea el vehículo. Tiene la costumbre
de manejar con música alta, la mayoría de bandas de rock y
heavy metal. Cuando se desliza detrás del volante y alarga
su mano para tomar la mía… Me siento plena de tenerlo en
mi vida.
El corazón no deja de golpearme con alegría de saber que
hice algo con todo ese dinero que Holden un día depositó en
esa cuenta, que quizás esta noche acabo de darle a Gael
Rossini una oportunidad de vivir, de creer y, sobre todo, de
soñar. Espero algún día saber de él y descubrir que se
convirtió en un hombre de bien. Que protegió y cuidó a su
hermana.
Al llegar a uno de los semáforos en rojo, quito mi cinturón
y me muevo llevando mi mano a acariciar la pierna de mi
marido. La canción ha cambiado a una de Arctic Monkeys,
uno de mis grupos favoritos.
—Do I Wanna know? If this feeling flows both ways? —
repito al compás del estéreo mordiendo la punta de su oreja
y bajando a su cuello—. Sad to see you go… Was sort of
hoping that you´d stay.
—Mia regina —advierte en ese tono ronco que tanto me
enciende. Me fascina la rapidez con la cual reacciona a mi
cuerpo. Su pantalón empieza a crecer o más bien algo
dentro de este. Sonrío mientras empiezo a trabajar con
ambas manos para abrir y sacar mi premio. Don avanza
cuando la luz cambia a verde—. Si empiezas, deberás
terminarlo.
—No tenía intenciones de detenerme —confieso antes de
rodearlo con mi mano y empujar hacia atrás. La mano
sosteniendo el volante se tensa y tiene que añadir la otra.
—Podría tener un accidente.
—Ups, creí que te gustaba el peligro.
—Soy adicto a ello —burla, la esquina de su boca se
inclina maliciosamente en una sonrisa—. Si logras hacerme
venir con tu boca antes de llegar al hotel… Te voy a follar en
este coche, en el estacionamiento. Duro, rápido y fuerte.
Verás las putas estrellas.
—Una mujer sabe cuándo debe sacrificarse. —Es mi
respuesta antes de inclinarme, de forma un poco incómoda
y llevarlo a mi boca, con la primera lamida sisea. ¿Próximo
destino?
Estacionamiento, follar. Duro, rápido y fuerte.
 
Bragas rotas, piernas tambaleantes, y el chico de
seguridad que no puede mirarme a la cara. La sonrisa en mi
boca de una mujer saciada después de un increíble sexo
rápido en el coche de dieciséis millones de euros… Y mi
cuento de Disney cerrado de la mejor manera, ahora solo
necesito ese jacuzzi, un tarro de helado de chocolate y a mi
esposo masajeándome los pies como prometió. En este
momento envidio a Dominic, él sale del coche fresco, solo
con el pelo revuelto, pero nada que evidencie que
acabamos de follarnos como dos animales en un lugar
diminuto con la seguridad sabiendo exactamente qué
sucedía. «¡Oh, dioses!».
Soy una depravada.
—Puedes tomarte la noche libre —ordena Don
sosteniéndome la mano. Mis mejillas están rojas y ardientes
de la vergüenza—. Ir en busca de tu compañero, tal vez.
—Si no les importa, prefiero confirmar que están seguros
—dice Killian, si ese es su nombre.
Dominic no lo contradice, solo empezamos a caminar
hacia el lobby del hotel en silencio, con el chico de ojos miel
siguiéndonos. Al entrar, la recepcionista llama a mi esposo.
Estoy demasiado cansada para detenerme, así que sigo
caminando, separándome de su agarre. Escucho su voz al
enviar al chico detrás de mí. Ambos subimos el ascensor. No
puedo evitar abrir mi bocota.
—Perdón por lo sucedido —murmuro mordiendo al final la
cara interna de mi mejilla.
—¿Sucedido? —se burla. Siempre está despreocupado,
con una sonrisa, bueno, no cuando nos vigila. En esa
situación se nota más analítico y alerta.
—Mi esposo es un poco especial.
—Me he dado cuenta —responde.
—No quise dar un espectáculo.
—No me interesa la vida sexual de mis clientes —
interviene—. Es algo natural, no tienes que disculparte por
ello.
—Esta conversación es incómoda…
—Ajá —murmura, creo burlándose de mi pena o riéndose
conmigo. No lo sabría deducir.
Las puertas del ascensor se abren y me deja salir delante,
al recordar que no tengo bragas me resulta un poco
incómodo, pero trato de no hacerlo notar.
—Buenas noches, Killian —me despido girando hacia mi
pasillo.
—Te acompaño.
—No es necesario. Si entras a mi habitación a solas
conmigo, Dominic sufrirá un colapso nervioso.
—¿Es así de dominante?
—Uff es mucho peor, créeme.
—Feliz noche, señora Cavalli —musita tirando de su pelo
—. Solo para que sepa, no existe nada malo en disfrutar de
su sensualidad.
—Okey… gracias por el dato. ¡Solo olvida la plática! —
grito caminando apresurada a mi suite. Estoy cada segundo
más roja de vergüenza que el anterior. Dios, ¿por qué tuve
que sacar el tema y no simplemente ignorarlo como haría
Dominic? Oh, me queda tanto por aprender. Escucho su risa
estridente. Un soldado de la famiglia jamás hablaría así
conmigo y menos se reiría, pero este chico no conoce nada
de mi nuevo mundo. 
Estar en París se siente demasiado normal. Me gusta.
Deslizo la tarjeta negra en la ranura y esta se abre,
empujando la puerta lo primero que hago es quitarme los
zapatos y tirar mi bolso en la mesa del recibidor. Dispuesta
a correr hacia el jacuzzi no veo al hombre sentado en el
mueble donde hace horas mi esposo me tenía doblada.
—маленький —saluda con su acento ruso. El arma
apuntándome me deja fría en mi lugar. Un solo movimiento
en falso y estaré tocando la puerta del infierno.
¿Quién dijo que el cuento de hadas terminaría con un
hermoso fina
 
 

CAPÍTULO 62
Emilie
 
La noche del restaurante, él usaba una chaqueta con
capucha que ocultaba más su rostro, de igual manera
estaba tan mareada que lo único que podía observar era
una mano tendiéndome un pañuelo. Ahora, gracias a la luz
de la suite, soy capaz de detallarlo. 
Su pelo revuelto, un poco largo, a diferencia de la cabeza
militar de Vlad.  Kain no tiene esas cicatrices furiosas en la
cara, también sus facciones son menos duras y más
juveniles, tiene el porte de un chico travieso y es la parte a
la cual temo, esa falta de necesitar intimidar con un ceño
fruncido o una mirada directa, Kain es más un niño
divirtiéndose mientras destripa a su presa. El miedo palpita
en todo mi cuerpo, pero recuerdo las instrucciones de
Dominic cuando me entrenaba. No demostrarlo, jugar con
mi rostro de indiferencia. Es posiblemente demasiado tarde
ya, pero aun así curvo un poco mis labios en una media
sonrisa.
—No esperaba tener visitas —señalo—. Y Vlad podría
molestarse en cuanto se entere, no creo que le agrade.
—Es curioso que menciones a mi hermano y no a tu
esposo.
—No soy alguien importante para Dominic, deberías
saberlo.
—No me lo parecía mientras bailaban… —dice
poniéndose de pie—. O cuando se divertían en esta sala.
Justo aquí, ¿no? Se te veía muy a gusto. Ahora comprendo
mucho mejor a Vlad, verte hipnotizar al gran capi di tutti
capi. Lucías como una cobra al moverte, fue muy…
Gratificante.
—Nos has estado siguiendo —gruño parpadeando. Tengo
ganas de vomitar solo imaginándome que estuvo quién
sabe dónde observando lo que hacíamos—. Estaba
follándome, me ofende que no seas capaz de asimilar ese
acto.
—Es lo que imaginé —se mofa caminando hacia mí.
Aunque mi corazón late desbocado y mi cabeza empieza a
girar debido al miedo o al mareo repentino, no sé
diferenciar, trato de no moverme—. Traje un regalo para ti.
Extiende una pequeña caja roja con un moño dorado, mis
manos tiemblan mientras la tomo, la base se encuentra
húmeda, Kain sin perder su cara de desinterés me insta a
abrirla. No se mira afectado porque Dominic pueda entrar
en cualquier momento.
—Estás a un paso de retroceder —digo enfrentando sus
ojos verdes—. Si te marchas ahora, nadie sabrá que
estuviste frente a mí. Lo prometo.
—Mi intención es que lo sepan, маленький.
—¿Vas a asesinarme? —pronuncio suspirando—. Adelante,
Kain. Ya no tengo nada que perder. La mafia se llevó a mi
padre, a mi hermano. Haz lo que tengas que hacer, ¿qué tan
inspirado estás? Porque el tic tac corre.
—Eres exquisita —sentencia riendo. Su actitud me
desconcierta. Se pega unos golpecitos en el oído derecho,
miro el pequeño dispositivo negro por primera vez—. Me
gusta tu valentía.
—Te contaré un secreto. —Sonrío guiñándole uno de mis
ojos—. Duermo con una bestia cada noche, te aseguro que
no existe nada que puedas hacer que me haga temer —
miento. Cada jodida palabra una mentira, pero he vivido con
el señor engaño y manipulación el tiempo suficiente para al
menos intentar jugar con la mente de Kain. Gira
colocándose a mi espalda, mi respiración se altera en el
momento en que el frío metal del silenciador de su arma
acaricia mi espalda desnuda, baja la punta del cañón
lentamente hasta mi trasero, luego se inclina, su nariz
acariciando mi hombro.
—Uno de mis hombres tiene en la mira a Roth Nikov —
dice lentamente mientras una de sus manos toca mi
cintura. No estoy respirando ahora—. Está en el casino
vigilando que todo esté en orden.
Esa oración final me hace sonreír. No existe manera de
que dentro del casino alguien tenga en la mira a Roth, quien
es un obsesionado de la vigilancia y se mantiene en el palco
privado donde nadie puede entrar.
—Estás solo, ¿cierto? No tienes nada, Kain. Te
abandonaron, es por ello que te escondes en las sombras y
esperas para tenerme a solas. Estás jugando al gato y al
ratón —gruño—. Adivina: eres el ratón.
La mano de mi cintura se mueve agarrando mi pelo, es
rápido cuando me impacta contra la pared, mi cabeza
rebota de esta y suelto la caja que me ha entregado
intentando liberar mis manos y pelear contra él, lucha en la
cual no existe forma de ganar. Kain aprovecha los segundos
donde estoy desorientada y apuñala mi mano en la pared.
Grito abriendo los ojos al ver un cuchillo atravesando mi
piel, la sangre furiosa empieza a brotar, luego escucho la
tela de mi vestido romperse seguido de un escupitajo y los
dedos de Kain en mis nalgas, tiro mi cabeza hacia atrás
para golpearlo, pero no consigo llegar a darle, aunque sí
siento su puño seco contra mis costillas. El dolor de ese
golpe es mil veces más fuerte que el cuchillo que retiene mi
mano en la pared y lo siguiente simplemente me quiebra.
Esta vez su mano tapa mi boca y el grito muere contra esta,
mis ojos se llenan de lágrimas, mismas que bajan por mis
mejillas a sus dedos mientras se impulsa dentro de mí.
—¿Por qué no te mueves contra mi polla? ¿Crees que él te
quiera luego de esto? —sisea golpeando contra mi trasero,
puedo sentir las líneas de sangre tibia corriendo por mis
piernas. Está desgarrándome. Entra más fuerte, más
violento y rudo, clava sus dientes en mi hombro. Sé lo que
está haciendo. Es solo un reclamo de poder, es su forma de
decirle a Dominic que tomará todo lo que le importa. Ahora
entiendo el mundo de la mafia.
El amor en la mafia te convierte en un blanco.
Gruñe viniéndose en mi interior, su semen asqueroso
saliendo y mezclándose con la sangre, cuando retrocede se
queda detrás de mí, respirando agitado en mi hombro. Jala
el cuchillo, pero esta vez ya no grito. No siento ese dolor,
porque uno más grande ha ocupado su lugar.
—Esto es solo una advertencia —sisea en un tono oscuro
—. Dile que tiene veinticuatro horas para regresarme Rusia,
si no lo hace… Destruiré todo lo que le importa, empezando
por lo que cargas en el vientre.
No puedo moverme, me quedo contra la pared
sollozando. Me odio por ser débil, por no poder luchar o
enfrentarlo, por saber que cualquier mínimo entrenamiento
que recibí no sirve de nada delante de él. Lloro también
porque pensé que lo peor que podría ocurrirme era que
Dominic no me amara y quizás ha sido todo lo contrario. La
puerta cerrándose detrás es todo lo que queda de Kain, el
hombre que acaba de violentar mi cuerpo como si nada, de
tratarme cual basura inmunda.
Me giro sintiendo dolor en todas partes y me dejo caer,
deslizándome en la pared mientras sostengo mi mano
herida. Este es el escenario que ha creado, sabe que cuando
Dominic entre y me vea así y se entere de que un ruso o
cualquier hombre ha violado a su mujer, que nada menos
que su enemigo es quien me ha tomado en sus propias
narices, se volverá loco. Debería buscar la manera de
protegerme a mí misma y en cambio estoy arrastrándome
entre la tela de mi vestido y luchando con el dolor para
ponerme de pie, caminar es un infierno, pero me las ingenio
para llegar al jacuzzi, abrir la llave del agua y con vestido y
todo entrar en este.
La herida en mi mano sigue sangrando, mi vista se nubla
entre las lágrimas y los puntos en mi visión anunciando la
posible pérdida del sentido en cualquier momento, el agua
empieza a subir más fría que templada, solo quiero
sumergir la cabeza y dejar de luchar. El simple pensamiento
me aterra, porque minutos atrás, en los brazos de mi
esposo me sentía la mujer más plena del mundo. Justo
cuando no creo poder soportar más, quiero dejar ir mi
cuerpo liviano para sumergirme en el agua, pero escucho el
estallido de la puerta principal, seguido del llamado de mi
nombre lleno de desesperación y pasos apresurados hasta
que mi caballero oscuro me encuentra, me da eso que tanto
necesito. Sus brazos, su cuerpo y la seguridad de que
siempre he sentido en su presencia.
—Voy a matarlo —sisea—. Jodidamente lento.
Y entonces mi Capo, mi fuerte y poderoso hombre se
quiebra.
—Estoy bien —canturreo mintiendo—. Estoy bien —repito
necesitando creerlo yo misma.
—El ascensor… Yo… —Sus palabras se quiebran.
—Todo estará bien.
¿Por qué sigo diciéndolo?
—¿Dónde estás herida? —cuestiona temblando de ira.
—Mi mano —sollozo. Mi espíritu—. Llama a Roth, él dijo
que lo tenía en la mira.
—Eso es imposible —dice examinando mi mano herida—.
¿Dónde carajo está la seguridad?
—Pensé que estaba segura. —Lloro—. Le ordené retirarse,
es mi culpa.
—Amor —revira en un tono torturado, luego me carga.
Jadeo de dolor, pero no parece notarlo. Mojamos todo
cuando me coloca de pie, el vestido arruinado. Gimo
encorvándome, recuerdo el golpe en mi costilla. Dominic
rompe los tirantes y empieza a desnudarme, las lágrimas
caen, porque no tengo forma de ocultar lo obvio, no cuando
hay un hilo rojizo bajando por mis piernas, cuando nota la
tela rota de mi vestido se arrodilla.
Se queda así, en esa postura… de rodillas,
observándome, quizás necesitando segundos para procesar
todo. Kain ha ganado esta primera batalla.
—¿Él bebé…? —pregunta sin mirarme, ¿cómo llegué a
creer que podría engañarlo? ¿Que no se daría cuenta de mi
estado?
—Te necesito —suplico ahogándome con el remolino de
lágrimas y emociones, el nudo en mi garganta
intensificándose—. Dominic… el bebé está bien y yo voy a
estarlo. Estaremos bien.
—¿Se atrevió a…?
No puede terminar la pregunta y yo evito su mirada
cuando lo confirmo. Se levanta con rapidez sacando su
celular del bolsillo, llamando a alguien, gruñe unas simples
órdenes.
—En la suite, ahora.
Cuelga y se mueve buscando una bata de baño, no habla
mientras me la coloca ni cuando me carga para llevarme a
la sala y dejarme sentada sobre la mesa, intento alzar mi
mano y tocar su rostro, pero se aleja.
Killian aparece en la puerta -que permanecía abierta- con
su arma en la mano y en alerta. Dominic no se inmuta, solo
camina hacia la caja en el piso, la cual continúa cerrada.
—¿Qué…? —cuestiona sin comprender.
Mi esposo se mueve dándole una mirada mordaz al chico.
Killian guarda su arma en la cinturilla de su pantalón sin
amedrentarse.
—Cura su mano —ordena Don sin emoción alguna,
aunque sus ojos están rojos de ira. No se queda a esperar
respuesta, regresa a nuestra habitación en la suite con la
caja en sus manos. Killian parpadea caminando hacia mí, su
ceño se frunce al ver mi mano.
—¿Él te hizo esto? —pregunta. Que piense eso es lo más
lógico después de todo, porque, ¿cómo le explicas que un
loco acaba de hacerme esto a unas habitaciones de
distancia? ¿Cómo sin involucrar a la policía? Niega
reflejando asco en su rostro—. Ahora el acuerdo de
confidencialidad tiene sentido.
—No fue mi esposo. —Es lo único que soy capaz de decir
antes de que Dominic salga con uno de sus maletines y lo
abra a mi lado.
Está desnudo de la cintura hacia arriba, la herida del
hombro descubierta, el tatuaje de la famiglia visible, así
como sus cicatrices. El maletín tiene todo lo necesario para
mantener a una persona con vida antes de que un doctor
pueda continuar. Killian debería mirar el contenido, pero
está más ocupado mirando el tatuaje de Dominic, el chico
es inteligente, aunque sospecha quizás no a totalidad, pero
sí se puede imaginar de dónde viene Don, ahora viendo esto
lo confirma.
Sin decir una palabra empieza a trabajar en mi herida.
Nadie menciona la policía o pregunta qué sucedió, todo se
queda en un silencio aterrador.
Hasta que mi esposo lo rompe golpeando la pared y
gruñendo, luego agarra una botella de whisky da un buen
trago, no puedo procesar esta última hora ni lo que estará
sintiendo. Llama por teléfono, ordenando en italiano que
tengan el jet listo para despegar. No está pensando, puedo
verlo. Está destruido y dejándose consumir desde adentro.
Y yo, esta vez no tengo fuerzas para luchar por ambos.
Killian me coloca puntos dobles, porque la hoja atravesó
la carne de lado a lado, luego venda la herida, trabaja con
calma, aunque sin sonreír una sola vez, Dominic llama al
servicio para que preparen nuestras pertenencias, al
parecer nos estamos marchando, pero no tengo idea de a
dónde. Más tarde Austin se une, el pobre es quien menos
entiende nada.
—Alístense, se van —gruñe Don. Nadie lo contradice y lo
agradezco, su ánimo ahora mismo parece ser muy turbio.
Se ve como un hombre capaz de matar todo lo que se
mueva frente a él—. En veinte minutos, ambos aquí.
En cuanto cumplen, también despide al servicio. No se
molesta en mirarme, solo busca algo de ropa, retira mi bata
y me coloca un vestido por la cabeza, mis lágrimas
traicioneras se vuelven más gruesas hasta que sus hombros
empiezan a temblar, me abraza tan fuerte que corta mi aire,
pero es justo lo que necesito.
No me gusta dividirme, pero es lo que sucede. Dominic
está enviándome a Italia bajo la responsabilidad de Killian y
Austin, es claro cuando los amenaza. Tenemos doce horas
de carretera por delante.
Killian maneja el Bugatti y yo voy de pasajero mientras
Austin nos sigue en la Ranger y mi esposo se queda detrás.
Tengo miedo de todo lo que causará, a pesar de que le
rogué viniera con nosotros o me llevará con él… No aceptó
ninguna opción. Temo perderlo, porque si algo tengo muy
claro es que Kain acaba de quitarle el último rastro de
humanidad al Capo.
 
—Señora Cavalli —susurra una voz lejana, mientras
alguien toca mi brazo ligeramente, al no reconocer ese
toque retrocedo asustada, abriendo los ojos de golpe. Tardo
unos segundos en asimilar que estoy en el asiento del
pasajero dentro del Bugatti y que Killian está
extendiéndome un vaso grande de cartón marrón junto a
una bolsa de papel que huele increíble.
—¿Dónde estamos? —cuestiono mirando el
estacionamiento de una gasolinera.
—En Italia, cruzamos la frontera hace unas horas.
—¿Por qué nos hemos detenido?
—Llamé al señor Nikov —pronuncia un poco avergonzado
—. Nos instruyó a esperar aquí, seguridad adicional se nos
unirá. Él está muy preocupado por ti.
—Lo imagino —respondo tomando el vaso y la bolsa—.
¿Café?
—Chocolate con leche, estás embarazada ¿recuerdas?
Trato de sonreír y me muevo, cuando lo hago el dolor que
obtengo me recuerda todos los hechos anteriores y por qué
estamos en este lugar.
—Gracias.
Bebo pequeños sorbos del líquido caliente, perdida en mi
memoria, rememorando cada parte de la noche y cómo
todo terminó de esta manera. Me recrimino por no luchar,
por haberlo incitado y luego paso a maldecirlo, no tenía
derecho de tocarme ni de violentar mi cuerpo, pero esto no
se trata de lo que esté bien o mal. Kain no lo ve de esa
manera, para él esto solo se trató de demostrar. Lo odio.
Quisiera matarlo con mis propias manos. El pensamiento
es tan real y verídico que me aterra, no se asemeja a
cuando lo pensaba de Dominic porque no era del todo real,
pero con Kain sí. Siento odio e ira. No puedo llegar a
concebir el estado de mi esposo. Para él es un dolor más
fuerte mezclado con cargo de conciencia. Sé que está
culpándose de esto. No quiero sufrir más, ni que nadie
tenga el poder de lastimarme, no sin antes defenderme.
Anoche, aunque no lo demostré tanto, estaba aterrada pues
no iba a poder desarmar a Kain, no tengo esa habilidad,
pelear un poco sí, pero ¿quitarle el arma a un hombre como
él? Estaría muerta ahora.
El desfile de camionetas llega, Killian se pone en alerta
máxima y confieso que me contagia hasta que veo a
Nicklaus Romano bajar de una de ellas, es elegancia pura,
su porte, todo en él me recuerda a Dominic. Parece levitar
mientras camina, sin miedo a nada.
Veo por el rabillo del ojo cuando Killian intenta tomar su
arma.
—Todo está bien —garantizo sin mirarlo—. Ellos son
familia.
Antes no lo entendía del todo, cómo funcionaba la
famiglia. Somos una unidad, si lastimas a uno, lo haces con
todos.
—Esto solo se vuelve más interesante —silba mi
acompañante.
—Ve con Austin y síguenos —ordeno.
—¿Estás segura de que es confiable? Porque no me lo
parece. Perdón, pero, ya me equivoqué una vez al seguir tus
indicaciones, no quiero hacerlo nuevamente. No te
arriesgaré.
—Ninguno de nosotros lo es. —Tensa por su comentario,
respondo antes de que Nicklaus abra la puerta del
conductor.
—Buenos días, reina —pronuncia en su perfecto italiano.
Killian me observa una vez más antes de salir del Bugatti
dejando que Nicklaus ocupe su lugar, cuando se gira y me
observa tiene una sonrisa siniestra en el rostro—. ¿A quién
tenemos que matar?
CAPÍTULO 63
Emilie
 
Cada pequeña decisión que tomamos viene cargada de
consecuencias, es la ley de la vida. Aquello que llamamos
karma, no son más que nuestros mismos errores
alineándose en el universo y esas deudas siendo saldadas.
Por meses condené a mi esposo como una bestia, un
monstruo cruel y despreciable, incluso aunque su corazón
estuviera lleno de oscuridad nunca he sido la receptora de
ella, por el contrario, me ha mantenido protegida de sí
mismo.
Llegar a Palermo enciende una llama de alegría en mi
pecho, por fin tengo a mi hija, a mi pequeña y adorada
Emma, la cargo obviando el dolor de mi cuerpo y solo
enfocándome en el bienestar que me trae la pequeña.
Savannah sigue igual de insoportable, incluso cuando
Nicklaus le da una mala mirada, pero no estoy de humor
para soportarla, no ahora.
La villa está diseñada para un rey, tiene vista a la playa,
construida de un material en color negro con una seguridad
extrema, entrar al terreno me recuerda el rancho de Roth,
desde el salón principal puedes ver un yate negro atracado
en un minipuerto, la casa está rodeada de palmeras y flores.
Mucha servidumbre con bandejas de alimentos, al igual que
hombres armados merodeando la casa. Austin y Killian no
ocultan estar impresionados por las armas, una chica los
guía a donde será la habitación de cada uno, el último me
observa pidiendo mi aprobación, creo que él también se
siente ligeramente culpable de mi estado, su comentario en
el vehículo y su mirada terminan de delatarlo. Afirmo
débilmente para que se marche.
—¿Sabes algo de Roth o Dominic? —pregunto a Nicklaus
en italiano mientras estoy sosteniendo a Emma contra mi
pecho, ella juega con mi gargantilla de diamantes.
—Roth está en camino —responde observando a
Savannah, esta se encuentra de brazos cruzados mirando
hacia el mar.
—Ella no nos entiende —señalo.
—Lo sé —concuerda—. Sin embargo, no confío en ella.
—Dominic tampoco, pero ella ama a Emma…
—¿Lo hace? —me corta— ¿O amaba la idea de ser la
madrastra millonaria? Porque todo lo que hace aquí es
gastarse el dinero de las tarjetas, tomar sol, beber mimosas
y arreglarse el pelo, sin contar cómo maltrata a la
servidumbre. No soy un hombre de levantar falsos, mi reina.
Eso es lo más delicado. Nicklaus es el underboss de
Palermo, un hombre dedicado al crimen, regido por la
lealtad y el honor, quien no habla por el simple hecho de
hacerlo, no tiene tiempo para perderlo en tonterías. Es un
hombre de respeto.
No puedo tener a Emma conmigo en New York, no es
seguro para ella mientras se tenga esta guerra contra
Kain… Evito el carril a donde se dirigen mis pensamientos.
No es seguro para ninguno de nosotros.
La servidumbre actúa como si fuéramos de la realeza, dos
chicas buscan mi ropa, una tercera prepara un baño para mí
en una tina redonda en medio de la habitación. Me ayudan
a quitarme la vestimenta, una de ellas, la más joven jadea
observando la mordida en mi hombro y el golpe grisáceo en
mi costilla. No puedo recordar ese tiempo donde odiaba ser
observada, hoy, francamente no me importa, no cuando
disfruto el agua templada y mi cuerpo lo agradece. La
mayor de todas empieza a lavar mi pelo, solo cierro los ojos
enfocándome en recordar a mi marido, en sus manos, en su
toque y en cuánto lo necesito a mi lado. Obligo a mi mente
a no pensar en Kain ni en la noche anterior, no quiero darle
ese poder. Me niego a que me marque de aquella manera.
No pienso permitirlo, soy más fuerte que eso. Estoy
aterrada, herida emocional y físicamente, pero no darle el
poder junto a la satisfacción de hundirme, sumado a la
preocupación por mi marido y la famiglia, es lo que me
mantiene a flote. No es magia, no me “curé” de la noche a
la mañana, pero esto es la vida real, no puedo ni debo
lamentarme, aunque quisiera. No seré una víctima más.
Se supone que debo ser una señora elegante y recatada
en vestido, pero no me siento así. Tengo ganas de destruir,
de mover cada mueble en la casa, de limpiar la suciedad,
pero tengo algo que hacer primero.
Aprender a defenderme.
Ordeno que busquen a Killian, mientras me cambio por un
pantalón negro de corte recto, con una blusa blanca pegada
a mi cuerpo, recojo mi pelo en una cola de caballo alta. No
puedo caminar del todo bien y tengo vendada mi mano, me
duele el pulmón del lado izquierdo, pero tengo las ganas de
seguir adelante. Bajo al primer nivel de la casa directo a
donde me indican se encuentra Nicklaus, en el camino la
chica menor es quien está cuidando de Emma y no veo a
Savannah en ningún lugar.
Empujo la puerta sin llamar, encontrando una escena
peculiar, Nicklaus está sentado frente a un cura, este último
tiene un maletín abierto delante repleto de euros.
—Buenas tardes —murmuro—. Estaré en los jardines —le
comunico a Nicklaus sin mirar al pastor. Si está en esta casa
y con dinero sobre sus piernas, esa vestidura de Dios no es
más que una burla en su persona.
—Padre Ferrati, ella es Emilie Cavalli —me presenta
delante del hombre, quien abre los ojos sobremanera. Es un
viejo de pelo canoso, probablemente entrando en sus casi
sesenta.
—Mia signora —musita levantándose, toma mis manos
besando los nudillos. Sé que es una clase de respeto, pero
aun así me incomoda, finjo una sonrisa solo porque sé que
Nicklaus es leal a mi esposo.
—Padre —gruño entre dientes.
—El padre Ferrati es uno de nuestros miembros más
antiguos, se encarga de expiar nuestros pecados.
Sé que expiar, está traducido en “limpiar” nuestro dinero.
—Agradezco sus servicios, padre. Espero que se le trate
acorde a su investidura.
—No me puedo quejar, hija.
Tiene el descaro de sonreír.
—También espero que sus actos fuera de Dios no
involucren niños —siseo soltándome de su agarre. El
underboss de Palermo tose una sonrisa discreta—. Si mi
esposo llama, comunícamelo inmediatamente —aviso antes
de girarme sobre mis pies y marcharme del lugar sin decir
una palabra más.
 
***
—Aprecio mi vida. No, no haré esto —gruñe el chico de
ojos color miel—. Suficiente tengo con imaginarme lo que
creo que sucede, no me involucraré más. En cuanto llegue
Nikov, estoy lejos de este trabajo.
—Por favor —suplico.
—¡Estás embarazada! Te dejé sola menos de media hora
y luego tengo una mujer que no puede caminar derecha con
una herida abierta en su mano, ¡sin ninguna explicación! —
grita. Me muerdo el labio, porque mencionó acuerdos de
confidencialidad, pero no sé hasta dónde puedo llegar.
—Un hombre muy malo estaba en la habitación, él me
hizo esto.
—¿Por qué? Esa es la palabra mágica, ¿no?
—¿Tienes una hermana? ¿Hija? —reviro. Mis ojos llenos de
lágrimas—. ¿No te gustaría que ellas sepan defenderse por
sí mismas? Es lo único que te pido, nadie aquí se atrevería a
enseñarme.
—¿Por qué no? Vi suficientes hombres armados, tienes de
dónde elegir.
—Ninguno de ellos me tocaría… Por ser quien soy —
explico. Es más, de lo que puedo decir.
—¿Y quién eres? ¿Emilie Cavalli o Ellie Mancini?
Ellie Mancini es mi identidad “especial”, me permite
entrar a cualquier parte del mundo sin un pasaporte, solo
una persona posee ese tipo de inmunidad, La Reina Isabel II,
recientemente descubrí que los Nikov, Dominic y yo la
poseemos, es solo un sello real en un pequeño libro
parecido a un pasaporte sin fotografía, supongo que es otro
beneficio de ser una Cavalli. Me sorprenda que sepa de esa
identidad, pues la usé muy poco, ya que viajamos como el
matrimonio Cavalli.
—¿Importa realmente? —cuestiono. Suspiro, pensé que
sería fácil.
—Ven aquí —demanda entre malhumorado y divertido.
Me paro frente a donde indica—. ¿Alguna vez has usado una
antes?
—Sí —respondo asintiendo eufórica. Cuadra mis hombros
y aunque me está tocando no es nada sexual, por el
contrario, es muy profesional.
—Sostén el arma con firmeza, tienes que entender que si
la levantas para disparar no puedes dudar. Lo haces.
—Bien, pero quiero aprender a desarmar a una persona.
—Primero quiero que sientas el peso del arma en tu
mano, el frío del metal, que entiendas que ella es tu mejor
amiga, que te da el poder de elegir entre tu vida o la de
alguien más.
—¿Podrías estar a mi lado y no detrás de mí? —pregunto
incómoda.
Se aclara la garganta, es un chico listo, no necesita que le
deletreen todo punto por punto. Hace lo que le digo,
posicionándose a mi lado levanta el arma y empieza a
disparar a las botellas alineadas, es muy bueno, cada una
de estas es impactada. Intento hacer lo mismo, pero la
herida en mi mano es reciente, así que termino sentada
escuchando sus instrucciones y luego viéndolo entrenar con
Austin en cómo desarmar, vigilo detalladamente los
movimientos de ambos, luego me enseñan lucha cuerpo a
cuerpo, igual solo soy una simple espectadora. El tiempo
pasa y ellos se divierten entrenando, parecen tener una
sincronía y confianza mutua. Nos traen un poco de comer y
pido a Emma, quien termina sentada en mis piernas
aplaudiendo lo que para ella es un juego. Reviso mi móvil
varias veces, pero no encuentro ninguna llamada de mi
esposo.
Casi entrada la noche, dos Ranger desfilan por el camino
de la entrada siguiendo a un Mustang gris. Los chicos en el
césped dejan de entrenar y Emma se pone de pie a mi lado
a observar lo que yo, mi corazón se dispara esperando ver a
mi esposo descender cuando el coche se estaciona, pero el
hombre que sale es Roth. Nunca he estado tan agradecida
de verlo.
No se preocupa en cerrar su puerta y camina a paso
apresurado hacia la casa hasta que Nicklaus lo intercepta en
el camino, dicen algunas palabras que no escucho y
finalmente el italiano alza su mano hacia mí, Roth sigue con
su mirada el camino que le indica. Cuando me mira, mis
ojos se encuentran llenos de lágrimas, con esa misma
rapidez que abandonó el vehículo camina hacia mí.
Este hombre es el hermano protector que no tuve.
Me paro tambaleándome un poco, acto que nota y
empiezo a caminar para encontrarlo, no lo pienso cuando lo
abrazo, pero estoy agradecida con los dioses cuando soy
correspondida.
—Mi pequeña niña —susurra en la cima de mi cabeza
besando esta—. Oh, mi chiquilla. Lo haré pagar, no quedará
una parte suya que no sea destrozada por mí.
—Sé que lo harás. —Lloro contra su pecho.
—Prometí que nadie te tocaría de esa manera… —Sus
palabras terminan siendo ahogadas—. Hice todo lo que
estuvo en mi poder.
—No es tu culpa, no lo es —niego—. Dominic piensa que
es suya, no sé dónde está, Roth, no responde mis llamadas.
Por favor dime que sabes algo de él.
En cuanto las palabras salen, Roth se tensa y me
aprisiona más fuerte.
—Desactivó su GPS, perdí su ubicación desde Italia. Toda
la seguridad estaba contigo, no sé dónde está, Emilie. Llamé
a todas mis fuentes donde creí que lo encontraría… Y nada.
—¿La selva? —pregunto esperanzada—. Kain dijo que
debía entregar Rusia en veinticuatro horas —digo en italiano
para que los chicos no entiendan. Roth me aparta
ligeramente. Sé que Dominic no lo hará, no entregará nada,
ni siquiera por mí y no se trata de si soy o no importante,
sino de su poder. Nadie puede venir lanzando demandas, y
esperar que estas sean cumplidas sin más. Si yo fuera
Dominic, tampoco lo haría.
—Esto no es por Rusia. —Roth niega y veo la indecisión
de continuar.
—¿Entonces por qué? ¿Por qué iba a hacerme esto a mí?
—Para Kain, Dominic le ha robado su lugar.
—Eso es mentira, quiero decir, a Dominic le pertenece por
ser quien es…
—Isabella era la puta de los rusos —corta. Frunzo el ceño
sin entender hacia dónde se dirige—. Los Ivanov son medios
hermanos de Don. Kain lo sabe, Vlad no.
—¿Todos son hijos de Isabella? —Jadeo tapándome la
boca, no puedo evitar mirar detrás de Roth a Nicklaus, su
porte, su parecido con Dominic, la forma en la cual actúa…
Él también es su medio hermano.
 

CAPÍTULO 64
Dominic
 
—No me digas que viniste desde tan lejos a solo verme
dibujar —gruñe con desagrado, está recreando un retrato de
la muerte abrazando a una mujer sin vida, desnuda y
herida, tiene marcas de maltrato en todo su cuerpo. La
imagen debería ser fea y tétrica, pero no puedo evitar
encontrarla hermosa dentro de esa oscuridad.
Quiero decirle que no recuerdo cómo llegué aquí, que
cuando mi vida se torna demasiado intensa y dolorosa, de
alguna manera continúo volviendo a ella.
—¿Cuántos fueron esta vez? ¿Diez? —Ríe.
—Noventa y nueve —admito encontrando mi voz. Su risa
se corta mientras me observa a detalle, escandalizada y
asqueada de mí a la par.
—¿Tu esposa…?
No complementa la pregunta, pero sé a qué se refiere.
¿Mataste a tu esposa? ¿Alguien más lo hizo? ¿Se suicidó ella
por la vida jodida a la cual la encadenaste? Esas son
algunas de las preguntas que no hace, pero de las cuales
quiere tener una respuesta.
—Kain la violó —respondo sin emoción, pero con aquella
llama dentro de mi interior alzándose.
La misma que me llevó a alejarla de mí, enviarla al otro
extremo, donde no debo verla a la cara y ver que le he
fallado.
Tenía que cobrar el doble la sangre de mi reina que fue
derramada. Primero los de la recepción, aquellos que me
mantuvieron entretenido mientras mi esposa sufría en las
garras de Kain. Ellos no eran inocentes, el resto tampoco,
pero son un claro aviso de que todos pagarán.
Los Ivanov son mis perros, yo soy el puto rey. No existe
otra manera.
Deja caer la bandeja de pintura y el pincel, el guardia de
la puerta se mueve, quizás pensando que necesita sedarla,
puedo ver el terror en Isabella debido a ese simple
movimiento.
—El primero de muchos —escupe las palabras
arrodillándose. Permanezco de pie, inmóvil, observando la
lluvia golpear el cristal especial de su habitación. No existe
nada con lo cual ella pueda romperlo y escapar de estas
paredes, es su único vistazo al mundo que sigue corriendo
delante de sus narices del cual ya no es parte.
—No me gustan los números impares, madre —murmuro
curvando mi labio hacia arriba. No me observa, pero siente
la sombra de mi cuerpo casi sobre ella y se vuelve más
pequeña—. ¿Desde cuándo lo viste?
—¿Crees que di un paseo por Rusia? —se burla sin
levantar el rostro, sus manos están jugando con la pintura
en el piso, su traje azul real manchándose de esta, porta sus
joyas, le gusta creer que es una mujer de la realeza a quien
visten cada día, incluso con súbditos alimentándola.
Saco de mi abrigo el listado de sus visitas, usualmente
solo contienen mi nombre, pero en esta existe el nombre de
un Ivanov. Cuando desdoblo la hoja y la dejo caer en el
suelo, tiembla y solloza. Si no la conociera tendría un poco
de empatía, pero sé quién es esta mujer. Ella no es mi
madre, dejó de serlo hace años. Es la madre de Kain Ivanov,
de una criatura a quien nunca he dado un rostro en mi
cabeza.
—Prometió traer a mi детка —solloza retrocediendo.
—¿Qué le diste a cambio?
—¡Nada! —grita enloqueciendo—. ¡¿Crees que tengo algo
qué dar?!
—Ambos sabemos que sí, que le darías la vida misma si
con ello consiguieras mi muerte, madre, ¿no es así? Me
odias, repudias tenerme respirando tu aire.
—¡Eres un monstruo, Cavalli!
—Kain es mucho peor, madre. He matado y torturado,
gozado la muerte de mis enemigos, pero nunca he tocado a
una mujer en contra de su voluntad o a los hijos de mis
enemigos, ¿cómo puedes amarlo?
—Él me ama. —Jadea con tanta ilusión. No es ese amor
de madre a hijo. Es algo más asqueroso y desagradable. La
simple idea revuelve mi estómago y toma todo de mí no
mostrar el shock que causan sus palabras.
—Es carne de tu carne, incluso este monstruo tiene
límites. Voy a matarlo —aseguro levantándome, al fin
decide mirarme. No se abalanza sobre mí, pero veo su odio
grabado. Ella no lo ve como un hijo, sino como su amante.
Me doy la vuelta para irme y nunca más regresar a este
lugar. Aquí puede seguir muriendo lentamente, esta vez sin
nadie que la visite.
—No importa que lo mates… Kain la rompió. Siempre lo
recordará, siempre tendrá en mente cómo no fuiste capaz
de protegerla. Te lo recriminará cada día hasta que el odio
sea tu condena. Estás destinado a ello.
Las palabras escuecen, si no conociera a mi mujer,
tendría miedo de que llegaran a ser ciertas en algún punto.
Si, le he fallado, pero tengo algo muy claro. Emilie es más
fuerte que esto.
—Ella me ama… —titubeo.
—¿Y es capaz de amar a la bestia en ti?
No sé por qué sonrío, incluso con mis nudillos abiertos,
con la herida de mi hombro infectándose y sangrando, con
mi orgullo pisoteado, incluso sabiéndome culpable…
Recuerdo a la mujer de la bañera. Ella fue hasta ese lugar
para ocultar lo que había sucedido, mi fuerte e
inquebrantable Emilie. Incluso en su dolor quería
protegerme del mío.
—Ella ama cada uno de mis demonios, madre.
Escucho sus gritos mientras camino en el pasillo,
alejándome. Es la última vez que la veré, no pienso volver a
este lugar. Me he empeñado en posicionarla como una
víctima y quizás al final ella no lo es del todo. Antes fue
obligada, pero al estar con Kain sabiendo quién es, dice
mucho de su nivel de locura. Sé que el amor que siente por
su детка puede cegarla en algún punto, pero ¿acostarse
con su sangre por voluntad propia? Antes de abandonar el
edificio tengo un diálogo con el jefe del lugar, Isabella tiene
prohibido cualquier vistazo del mundo o visitas. Soy muy
claro exponiendo mis deseos y dejando aquellos en orden.
 
***
 
Estaciono mi deportivo bajándole el volumen a la música
estridente, los hombres de Vlad alzan sus armas, pero en
cuanto bajo del vehículo retroceden. Sí, no creo que quieran
tener el mismo destino que los dos de la entrada. Joshua,
uno de mis hombres, avanza un paso.
—Señor —saluda con respeto bajando la cabeza. Agarro el
pañuelo blanco de su americana para limpiar mis nudillos
llenos de sangre.
—¿Todo en orden? —pregunto tranquilo. El hombre
parpadea.
—Sí, señor.
—¿Vlad?
—Está de camino.
—Bien, tengo algunas palabras que discutir con él. Que
nadie nos interrumpa. —Golpeo su hombro entregándole el
pañuelo.
Me abro camino dentro del palacio Nikov, por años le
perteneció a su familia, a cada Pakhan de la historia. Ahora
es mío y de ellos, he recuperado su trono, cobrado
venganza. Aunque ni Raze y mucho menos Roth quieren
recuperarlo, saber que está en mi poder y que tienen la
posibilidad de obtenerlo nuevamente siempre me hace
sentir orgulloso. Estas son sus raíces, por lo que ambos
lucharon. Ellos son mis chicos.
Estoy caminando al despacho cuando escucho gritos
femeninos, miro hacia atrás dándome cuenta de que la
seguridad está afuera en el frío y la mansión Nikov desolada
en su interior. Decidido apresuro el paso y abro la puerta.
Pliego el ceño dispuesto a matar al hombre, pensando
erróneamente que Dalila está siendo abusada en algún
sentido, pero al ver la imagen a detalle me percato de que
está disfrutando.
Theo D´vier la tiene sentada en el escritorio mientras se
la folla, y ella se encuentra entregada al acto. Dejo cerrar la
puerta a mi espalda, sin importarme una mierda su
desnudez, en otra ocasión respetaría un poco a la chica,
después de todo la vi mientras iba convirtiéndose en una
mujer perfecta de nuestra casta.  Ella lanza un grito
dándose cuenta de que no están tan solos, mientras Theo
sonríe. Lo conozco por ser el perro fiel de Ivanov, que esté
follándose a Dalila no es una sorpresa. Que ella acceda, lo
es.
—Continúen —me burlo caminando y rodeando el
escritorio, tomando lugar en la silla principal. Ella está sin
ropa y Theo, por el contrario, vestido, parece que es un
polvo sin sentido y rápido. Por Dios, el chico tiene una
miseria por polla, ¿cómo Ivanov permite dicha ofensa a su
nombre?
—Mi señor. —Jadea Dalila avergonzada, intenta cubrirse
cuando Theo retrocede dejándola al descubierto y sin nada
para ocultarse.
—¿Fuiste su primero? —cuestiono alcanzando el
abrecartas en el escritorio. Sigo odiando los números
impares, noventa y nueve más dos, dan ciento uno… Tengo
que remediar eso.
Usaría a Dalila para dar un ejemplo, pues fue quien
entregó a mi esposa en una bandeja de plata, ella fue la
única en llamar y quedarse el tiempo suficiente en la línea
para dar con nuestro paradero exacto o para prevenir el
siguiente movimiento al menos. Sé cómo trabaja Kain, estoy
seguro de que estaba en Italia y quizás ya nos tenía en la
mira, pero Dalila le dio una ventana a mi celular con esa
llamada. Cincuenta y nueve segundos, el tiempo exacto
para tener control de mi ubicación en tiempo real. Nunca he
cometido ese error, pero era ella. La chica a quien entregué
a la Bratva, por quien prometí velar.
—Vlad la tomó primero —responde Theo limpiándose la
boca.
—Eres una niña muy mala, Dalila. —Niego observando su
rostro.
—Vlad lo permite, señor —murmura bajando la cabeza—.
No haría nada a espaldas de mi marido.
—¿Es eso cierto? —cuestiono apretando el abrecartas,
sintiendo cómo este abre mi piel. El dolor que me genera no
superando el negro y sordo dolor en mi pecho—. ¿Sabe él
que hablas con Kain?
Theo deja de sonreír al segundo de que la pregunta sale
de mis labios. Dalila baja del escritorio, intentando correr a
la puerta.
—Agárrala —gruño hacia el moreno, quien rápido cumple.
Me encanta saber que todos mis perros saben quién es su
amo.
—¡Él me obligó! —exclama desesperada—. Dijo que no
iba a lastimarla, ¡lo juro, mi señor! ¡Lo juro!
—No parecías muy asustada —reviro levantándome,
caminando hacia ella. En mi interior el deseo de lastimarla
es tan poderoso que me asusta, nunca he lastimado a una
mujer, no físicamente. Lucifer sabe que he follado a
muchas, que alguna que otra recibió dolor consensuado,
pero nunca he tenido deseos de asesinar una como a Dalila
en estos momentos.
—Estaba molesta con ella, ¡se ve con Vladimir a nuestras
espaldas! Él le regala joyas… Estaba muy enojada. —Llora.
Sus lágrimas son reales. Sé que Kain la usó a su favor,
conozco su mente. Aun así, ella debe pagar un precio. Tiene
que sufrir. Mi plan era asesinar a Vladimir este día y delante
de sus narices, iba a causarle daño ser la mujer de nadie. En
nuestra cultura eso la rompería. No tener nada a lo cual
aferrarse, un hombre que la respalde, pero ahora tengo otro
objetivo. Uno más divertido.
—¿Cómo vas a pagarme, Dalila?
—Haré cualquier cosa —solloza.
—¿De verdad? —pregunto lamiéndome los labios. Theo
empieza a sonreír. Ella no le interesa una mierda, si tiene
que lanzarla al fuego lo hará para salvar su pellejo.
—Sí-íí —titubea.
—En el escritorio —demando. Ella parpadea abriendo sus
ojos—. Ahora.
Hará cualquier cosa que le ordene, fue educada y
entrenada para recibir mis órdenes o las de Damon. Nació
para ello. Por alguna razón me desagrada que cumpla lo
que le digo en cuanto Theo relaja su agarre en ella. Lo
observa suplicante, aferrándose a un caballero que no
existe. Después de que, obediente se sienta sin una
palabra, enfrento al chico, es como un hijo para Ivanov, no
es su mejor amigo, ese cargo lo tiene Dimitri.
No hablo ni doy una señal antes de levantar mi mano y
clavar el abre carta en su garganta, sin pegarle a la arteria,
no es así como quiero su muerte. Dalila a mi espalda grita
cuando observa el cuerpo de Theo caer de rodillas
agarrándose la garganta, la sangre brota furiosa. Ella rodea
el cuerpo de este llorándolo. La puerta se abre justo en el
momento perfecto. Vladimir Ivanov.
En su expresión existe un segundo de confusión antes de
correr al mismo lugar donde se encuentra su esposa y el
amante de esta, ella se levanta intentando llegar a mí, pero
su marido es mucho más rápido. No escucho sus gritos,
bloqueo de mi mente sus maldiciones. Solo observo a Vlad.
Acabo de asesinar a sus mejores hombres, acabo de
gritarle a Rusia que este es mi lugar. Yo soy el jefe. Todos los
demás son mis ratas.
Le he arrebatado su poder imaginario.
—Dominic… Tienes que calmarte —suplica sosteniendo a
su mujer. Es la primera vez que veo el miedo en sus ojos.
Ahora él sabe de lo que soy capaz—. Acabo de llamar a
Roth. Vendrá a buscarte. Solo retrocede.
—No creo que esa fuera una buena idea, ¿sabes? —
canturreo moviéndome en el lugar y tomando su mejor
vodka—. Roth tiene más ganas de asesinarte que yo. Si
crees que soy un demente eso es porque no conoces al
carnicero. Sería una linda imagen la que él dejaría contigo
—murmuro con una sonrisa sádica, abriendo la botella,
caminando hacia Theo quien sigue luchando por respirar.
Dejo caer el líquido sobre el cuerpo de este, se retuerce. Yo
solo estoy muy emocionado.
—Lo que sea que sucedió, lo resolveré —afirma.
Es una total mentira, no podrá devolverle lo que le fue
arrebatado a mi esposa.  No se trata de que Kain haya
tocado lo que es mío, sino de que Emilie no lo permitió, que
fue ultrajada. Si la tocaba y ella quería, la mataría, lo haría,
pero el dolor en mi pecho sería menos.
Imaginarme sus lágrimas, su miedo, la forma en la cual
quizás no pudo escapar, el dolor… Nadie le devolverá eso.
—Te di la oportunidad de controlar esto —le recuerdo.
La resolución de todo lo golpea, él niega.
—¿Está muerta…?
Cuando la botella está vacía y Theo empapado del
alcohol, saco el encendedor de oro que me regaló Roth
cuando descubrió mi manía por el fuego hace años.
Retrocedo encendiéndolo, tirándolo al cuerpo en el piso, las
llamas se alzan furiosas e indomables.
Los gritos de Dalila son más fuertes, más desgarradores.
Vladimir solo puede observar el caos que acabo de crear.
—Todo esto que tienes, es porque yo te lo he otorgado.
Soy tu amo y señor, Vladimir —digo por sobre los gritos de
su mujer, apretando mis puños—. Si tocan lo que me
pertenece, seré el hombre que hará leyenda, porque no
dejaré una sola parte de la Bratva intacta.
Sus ojos están abiertos de par en par cuando deja ir el
cuerpo de Dalila, esta intenta apagar las llamas que se
encuentran consumiendo a Theo. Parece mirarme con
nuevos ojos. Está viendo al monstruo.
—Todos temen mi presencia —siseo empezando a
caminar fuera. Antes de irme lo observo sobre mi hombro,
sonriendo al desolado panorama que es su inquietud—. Soy
el hombre que no quieres de enemigo, Vlad. Este es mi
trono. Aquí, yo soy el rey.
Aunque reine sobre caos y destrucción.
 

CAPÍTULO 65
Emilie
 
Mi esposo desaparece, Roth intenta contactarlo donde
sea posible, pero incluso el piloto del jet no dice una
palabra. Confío en Don, sé que tiene sus razones, sé que no
huyó por gusto, que si se ha movido a cualquier dirección
tiene un plan detrás. Es impulsivo, por supuesto que sí, pero
también es un hombre de propósitos, un estratega. Algo que
me queda claro sin importar el tiempo, es que volverá a mí.
Roth se queda a mi lado en cada momento, hablándome de
sí mismo, de su trágico y tormentoso pasado, de Raze. Creo
que es su manera de calmarse, me duermo en la oficina,
despierto en mi habitación en medio de la madrugada
cuando las náuseas atacan. Extrañar a mi esposo es decir
poco, lo añoro al no tener esa mano en mi espalda dándome
suaves golpes o la otra deteniendo mi cabello. Ha sido aquel
el ritual que hemos pasado en el último tiempo, hoy me
lastima no tenerlo a mi lado.
Me limpio la cara y cepillo mis dientes teniendo esa
necesidad de comer algo dulce, espero poder disfrutar un
helado o algún jugo en la cocina. Abro la puerta de mi
habitación encontrando extraño que la puerta al frente,
donde Emma duerme, esté abierta y con la luz encendida.
Antes de ir por mi helado me dirijo a verificar a mi pequeña.
Primero me asusto, el miedo de imaginar a cualquier
persona entrando a causarle daño es mayor. Es mi
pensamiento inicial al encontrar a un hombre sentado en la
mecedora con el cuerpo pequeño de mi hija en su pecho,
luego quiero llorar de alegría, gritar saltando sobre mis pies.
Dominic está sentado con nuestra niña en sus brazos, él
está despierto cantándole esa nana que ahora reconozco, la
consuela como suele hacer conmigo de vez en cuando. Ella
por el contrario está en un sueño profundo, en cuanto mi
marido me siente se detiene y me observa, sus ojos están
rojos, su mirada es furibunda.
—Volviste —susurro a punto de llorar.
Mi esposo no dice nada, solo se levanta cargando a
nuestra hija, pasándome al lado para salir de la habitación,
lo sigo en silencio a la nuestra, donde deja a Emma en la
cama y la cubre. Haciendo el gesto más tierno al apartarle
algunos mechones de su frente e inclinarse a besarla.
Cuando se sienta en la cama no parece mi hombre fuerte
y poderoso, sino un cascarón desolado. Camino hacia él,
intentando estar lo más derecha posible. Sus brazos rodean
mi cintura acercándome, mueve su nariz en mi vientre,
presionando su cabeza en ese lugar.
—¿Cómo está nuestro guerrero? —cuestiona con voz
ronca.
—Bien —susurro.
No he tenido ningún tipo de sangrado o dolor abdominal,
solo un pequeño malestar en ese lugar debajo de mi
costilla, donde la piel se encuentra amoratada. Roth se
encargó de revisarme e instruirme algunos movimientos de
respiración por si tenía alguna herida interna.
—Estás ardiendo en fiebre. —Noto al tocar su cabeza.
—Ya tengo medicamento… Solo necesito un baño y
dormir —responde sin emoción.
Me muevo preparando la tina, llenándola de agua
templada como hicieron conmigo cuando llegué a esta casa.
Don se quita toda la ropa quedando en bóxer, la herida en
su hombro está abierta nuevamente y parece haber
sangrado, sus puños están maltratados, no quiero preguntar
la razón. Se sienta dentro de la tina, dejo caer un poco de
jabón líquido en mis manos y empiezo a masajear su pecho
y cuello. Odio el hecho de que evite mi mirada, de sentirme
privada de algo tan nuestro, pero sé que está llevando
mucha carga en su cabeza. Baño a mi esposo en silencio,
dándole aquello que siento necesita en este momento, lavo
su pelo y luego lo aclaro. La única parte que no me permite
tocar es bajo su bóxer, niega ordenándome buscar una
toalla.
Se seca el agua, se cambia a un pantalón de chándal,
para después entrar a la cama. Este silencio está
matándome lentamente…
«¿Crees que él te quiera luego de esto?» Las malditas
palabras de Kain llegan sin previo aviso ahogándome,
porque quizás después de todo contengan un poco de
realidad. Eso me aterra.
Ninguno de los dos duerme, solo entramos en una cama
grande, con Emma en medio de ambos, dejamos que el sol
empiece a iluminar la recámara, finjo dormir cuando lo
siento levantarse y salir de la habitación, no desayuna con
nosotros, solo se mantiene entrenando con Nicklaus, lo
observo desde las ventanas de la sala, Roth se encierra en
el despacho, ninguno de ellos quiere tenerme cerca, soy el
recordatorio de aquello que piensan es un fallo. Su fallo.
—¿Viste esto? —Jadea Savannah, luce a punto de vomitar
mirando una Tablet, Emma está jugando en el suelo con
unos cubos de madera con letras y números pintados en
ellos.
—¿Qué? —pregunto volviendo la vista a mi esposo. Ellos
pelean sincronizados y más furiosos que Austin y Killian,
estos últimos abandonaron Italia esta mañana, no tuve
tiempo de despedirme.
—Es una masacre, las autoridades rusas están
consternadas. Mataron a decenas de hombres en un
incendio, estaban en un club clandestino, esa misma noche
mataron a cuatro jefes de la Bratva al parecer no muy
grandes, pero sí importantes, es como si alguien hubiera
limpiado un gran desastre.
Trato de evitar alguna reacción, un poco sorprendida por
la deducción de Savannah, definitivamente vivir en este
mundo ha modificado su visión de las cosas. Me recuerdo
ponerle atención pues con su deducción, sin darse cuenta,
me demuestra que es claro que nota todo, sin embargo, no
dejo de observar a mi marido y comparar su actitud… Kain
habló de entregar Rusia y ¿ahora aparecen mágicamente
jefes de Bratva muertos? El mensaje es bastante claro.
Si tiene que entregar Rusia, lo hará, pero una de sangre y
muerte.
Savannah sigue hablando de las noticias y finjo
desinterés, porque desde mi conversación con Nicklaus no
le tengo ninguna confianza.
El entrenamiento llega a su fin con el italiano cayendo al
piso, Dominic no se detiene, sigue golpeando, frunzo el
ceño, estoy a nada de salir cuando retrocede, Nicklaus
también lo hace, parece respirar agitado cuando levanta la
mano, dice algunas palabras que no escucho, pero que
hacen que Dominic deje caer sus hombros. No puedo creer
que ellos sean medios hermanos, claro que el parecido
existe. Según Roth, entre todos se llevan poco tiempo, un
año, catorce meses.
—¿Regresaremos con ustedes a New York? —cuestiona
Savannah.
—¿Quién dijo que estamos regresando?
—Escuché a Roth hablando por teléfono. Mañana se irán.
—Con su comentario confirma mi pequeña sospecha de
hace un momento.
—¿A hurtadillas?
—No sabía que era un secreto —revira.
—Te advertiré algo, Savannah. Seré muy clara. Sé que
odias todo lo referente a Dominic, pero no seas estúpida y
no hagas nada de lo cual termines arrepentida o sin vida.
—Suenas como toda una mafiosa —se burla de forma
cínica.
—Umm, la mafia compró ese lindo vestido que tienes
puesto, te pagó ese corte de pelo y tus uñas francesas. No
la traiciones, porque la mafia te da, pero te quita y cuando
lo hace suele ser bastante clara.
—No haría nada que lastime a Emma —dice casi
queriendo correr.
—Si traicionas a su padre, también directamente a Emma.
—Él no es su padre.
—Lo es —gruño—. Ella es una Cavalli, tenlo presente en
cada maldita decisión que tomes, porque si afecta a
cualquiera de los que quiero…
—¿Qué harás? ¿Matarme?
—Ella no —interviene una voz baja y fría—, pero yo sí —
finaliza Roth.
—Puedes estar de nuestro lado o en contra, elige
sabiamente —advierto. Necesita saber que no es un juego,
que esto es real, que aquí no se perdona ninguna traición.
Ella no es indispensable y lo único que la mantiene aquí es
ese supuesto amor que siente por Emma, es hora de que lo
demuestre.
Parece entender el mensaje fuerte y claro, cuando toma a
Emma en brazos incluso si no se le ha pedido y se marcha
con ella de la sala, Roth la analiza en silencio.
—No vas a matarla, ¿verdad?
—No, pero ella debe empezar a temer.
—¿Crees que es una traidora?
—No. Solo es una mujer confundida. Amaba a tu
hermano, sin él está perdida. Es bueno que actúes dura,
que los demás te teman.
—Quiero ser dura, aprender a defenderme. Lo siento —
murmuro desde que su semblante cambia.
—Te fallamos.
—No, nadie falló. Pude luchar contra Kain y no lo hice,
¿sabes por qué? Ustedes, sabía que si luchaba solo
conseguiría morir, entonces solo me quedé de pie y dejé
que tomara lo que quería intentando no quebrarme, porque
no quería darle ese poder, pero tú y Dominic se lo dan. Eso
me está molestando. Están aquí lamentándose,
apartándome. Ambos, mi esposo me ignora y tú no logras
mirarme.
—Tienes razón, pero para nosotros es algo más…
—¿Ego? ¿Honor? —corto en un siseo.
—Dolor —murmura deteniéndose a mi lado, observando a
mi esposo quien ahora está corriendo, quemando energía o
furia, no lo sabría decir. Nicklaus solo está sentado en el
pasto enfocado en lo mismo—. Solo siento e imagino tu
dolor y no te miro, porque recuerdo a una niña que estuvo a
punto de sufrir ese destino, pero luchó con todas sus
fuerzas, me salvó a mí y se salvó ella. Le prometí a esa niña
que nadie la lastimaría… y aquí estás, herida y lastimada.
—Esa niña no tenía nada que perder.
—Nadie quien la defendiera tampoco, pero ahora sí. No
estás sola, Emilie. El dolor se irá en cuanto los culpables
paguen, es algo por lo cual lucharemos y, quizás sientes
que Dominic se aleja, pero él también se siente desubicado
en cómo actuar. Antes de ti no debía preocuparse por nada
más que él o en algún punto en Raze y en mí.
—No es seguro que el dolor se vaya cuando paguen los
culpables… ¡Mira a mi marido! ¿Ha sanado en algo? —añado
desgastada, al sentirlo tensarse prosigo cambiando el tono
—. ¿Estuvo en Rusia? —pregunto.
—Sí.
—Dominic es el jefe, ¿no? Vladimir es solo una tapadera.
—Es el jefe, pero necesita a Vlad. No todos los soldados
de la Bratva seguirán a un italiano.
—¿Por qué no?
—El odio de generaciones.
—Pero los italianos te sirven a ti, ¿qué necesita Dominic
para que lo sigan a él?
—Temor, respeto —responde—. Necesita demostrar que
tiene el control.
—¿No lo hizo ya?
Roth sonríe de lado, con una mirada orgullosa en su
rostro.
—Lo hizo, pero aún algunos seguirán siendo fieles solo a
Vlad. Él tiene el dinero de la Bratva en su poder, mientras lo
tenga y aprenda a usarlo, seguirá un escalón adelante.
—Deduzco que Vlad no conoce esta información.
—No. Vladimir Ivanov es un perro salvaje, sabe pelear y
doblegar, es digno soldado de la Bratva, pero no es un
estratega como Dominic, nunca mira hacia el futuro, solo va
un paso a la vez.
—¿Kain obtiene dinero de Bratva?
—Sí, son cuentas antiguas, pasan de un Pakhan a otro.
Ese detalle llama por completo mi atención.
—Iré a descansar —anuncio—. Leer distraerá mi mente.
Me retiro buscando a una de las chicas del servicio,
ordenándole algo de comer, me encierro en la biblioteca de
la casa hurgando por hojas en blanco y alguna pluma.
Coloco música en mi celular, empiezo a escribir,
concentrándome en el pasado, en algunas cosas que
siempre preferí olvidar.
***
Consigo volver a la realidad horas después, mirando las
hojas esparcidas, los intentos y errores. Mi padre solía
hacerme memorizar datos desde muy pequeña, decía que
debía mantener la mente entrenada para no perder la
costumbre. Por años, aunque no usé más ese pequeño
“don” sí seguía memorizando inconscientemente algunas
instrucciones, los letreros en la calle, un recibo, siempre
tuve activa esa parte de mi cerebro, aunque nunca creí
estar haciendo esto y mucho menos para Dominic.  Apilo las
cinco hojas más importantes, aquellas que contienen los
números correctos, en otra le doy códigos de archivos con
grandes nombres, políticos, jueces… Las potencias más
grandes del mundo.
Tengo que respirar varias veces antes de tomar todo e ir
en su búsqueda. Mi corazón está saltando descontrolado,
porque si esta información llega a manos incorrectas…
Dioses, no quiero pensar en ello.
Subiendo la escalera alcanzo a ver a Savannah jugando
con Emma y su comida, a diferencia de más temprano tiene
su pelo recogido, luce un poco como la chica que conocí
aquella tarde en Queens. Sigo hacia el segundo nivel,
directo a mi recámara, cerrando la puerta a mi espalda. En
la cama se encuentra un traje, organizado de tal manera
como si mi esposo pensara salir de casa. Dejo las hojas en
el tocador, camino al baño, ya que no se encuentra en la
tina, pero sí escucho el agua de la ducha caer. Al empujar la
puerta despacio encuentro a mi esposo detrás del cristal,
una mano en la pared, el agua golpeando su cabeza
mientras está muy concentrado tocándose a sí mismo, sus
movimientos son rápidos, mueve la mano sobre su polla con
violencia. Debería estar aterrorizada y salir del baño, hace
un par de noches un hombre me tocó en contra de mi
voluntad, pero viendo a mi marido solo siento deseo por él,
por su toque, muero porque borre de mi cuerpo aquellas
manos indeseadas y suplante a cambio esa imagen con la
suya. Estoy a nada de quitarme la ropa y unirme, cuando
gruñe, comenzado a venirse.
Chorros de semen golpean la pared, lo increíble es que
continúe tocándose y duro como si nada. En un segundo
levanta la cabeza de golpe, al parecer percibiendo esa
sensación de alguien observándole, se sorprende, pero
rápidamente vuelve a su máscara de indiferencia. Se limpia
la mano en el agua y cierra la ducha, saliendo y tomando
una toalla. Al parecer está molesto por ser interrumpido.
—¿No te enseñaron a tocar? —gruñe.
—Oh, lo olvidaba. Nueva regla desde que mi esposo no
soporta mi presencia —ironizo girando mis ojos. Odio que
actúe de esta manera, que esté apartándome cuando más
cerca lo necesito.
—No pongas palabras en mi boca.
—No tienes que decirlas para hacerme sentir de esa
manera.
Sale del baño secándose el pelo con una toalla más
pequeña, sus músculos tensos, intento tocarlo cuando se
aparta. Dios, su rechazo me está matando.
—¿Por qué no me dejas tocarte? —Ni siquiera es una
pregunta, más bien suena a suplica en mis labios.
—Sal de la habitación, quiero cambiarme y alejarme de
aquí… Estoy asfixiándome —sisea. ¿Yo lo hago o la
situación? Porque son dos cosas completamente diferentes,
estoy aterrada de que sea la primera.
—No me rechaces, Dominic. Estoy bien…
—¡Basta! —grita. Lleno de ira golpea el tocador haciendo
que algunas cosas se giren—. ¡Deja de decir que estás bien!
¡No, no lo estás! ¡Te tocó, maldita sea! ¡Abusó de ti, así que
no me digas que estás bien!
—No le daré el poder de joderme la mente como tú estás
dejando que lo haga. Kain no es más fuerte que nosotros…
¿O acaso te desagrado porque alguien más ha tenido mi
cuerpo? ¿Es eso? ¿Tu trofeo ya no importa nada cuando
alguien más lo obtuvo? ¿La Joya Cavalli perdió su valor?
Levanta la cabeza de golpe y me observa. Luce golpeado
y torturado por mis palabras.
—¿Cómo podrías pensar eso? —pregunta en un murmullo.
—No lo sé, Dominic. Dímelo tú, estás apartándome, no
me dejas tocarte, me huyes, ¿qué mierda debo pensar
cuando mi esposo parece volverse en mi contra?
—Por Cristo, Em…
—Me tratas como si fuera un ser repugnante y asqueroso.
—Lloro. Las lágrimas que intentaba evitar bajan libres sobre
mis mejillas. Parece que ahora soy yo quien lo apuñala—.
Una vez me dijiste que me necesitabas, ahora lo hago yo.
Recuérdame tu toque… Te necesito a ti, a mi esposo. No al
Capo de la mafia siciliana.
Camina hacia mí con determinación, tomando mi cuello
con su mano e impactando su boca en la mía, es violento y
feroz, pero es lo que necesito, rodeo su cuello, me alzo para
alcanzar un poco más su altura. Su boca es dominante, es
caótica al compás de nuestras emociones, empieza a
empujar mi cuerpo hacia la cama. Mi blusa es la primera en
ceder bajo sus manos, rasga la tela, la vuelve inservible. Mi
mente está tan nublada que solo lo tengo a él invadiendo
cada uno de mis sentidos, de pronto se aparta. Tiene esa
mirada bestial, aquella de esa noche en la cual murió
Landon Ward –sí, mi marido puede intentar tener secretos,
pero yo también tengo mis armas y sé que fue esa noche–,
su cuerpo entero tiembla. La resolución es un duro golpe, no
ha estado evitándome porque le cause asco, por el
contrario, se ha mantenido a una distancia de mí, porque
está perdido en su dolor e incluso en su estado, solo quiere
mantenerme segura.
Tiro del nudo de la toalla en su cadera, la dejo caer en el
piso, toco su pecho con la punta de mis dedos.
—No he estado con nadie más —murmura.
—¿Ibas a salir en busca de alguien?
—No —niega—. No hay nadie más que tú, mia regina.
—No existe nadie más a quien prefiera amar en el mundo
que a ti, Dominic. Fuimos hechos una sola carne, un solo
ser. Nosotros. Intentarán quitarnos eso, pero nadie podrá.
Soy tuya y eres mío.
—Sí, eres mía.
—Entonces tómame como lo harías siempre, porque eso
es lo único que necesito. A mi esposo.
 

CAPÍTULO 66
Dominic
 
Ayudo a Emilie con su ropa, me ocupo de vigilar su herida
y peino su pelo. Me encargo de ella, algo que debí hacer
desde mi llegada, no de una manera sexual, -aunque
quisiera y sé que ella debe desearlo- porque no quiero herir
a mí ya de por sí maltratada esposa. Mis deseos pueden
esperar al momento indicado. La observo mientras se
detiene frente al espejo, acaricia su vientre plano, porta un
vestido entubado verde, el cual resalta sus ojos color
esmeralda.
—¿Cómo lo llamaremos? —cuestiona tomándome por
sorpresa.
El nombre de Damon es lo primero en llegar a mi mente,
supongo que con la culpa de su muerte en mis hombros.
Niego bajando la cabeza, terminando de anudar mis zapatos
—. Si es niña me gustaría Ellie.
—Emma y Ellie… Me gusta —murmuro.
—Pero siempre te refieres como él… Así que te dejaré
escoger si es un niño —dice feliz y orgullosa.
—Vaya, gracias, mi señora, por su gratitud.
—Estamos para servirle, señor —revira con una dulce
sonrisa. Quiero verla sonreír siempre, de alguna manera me
da vida observarla.
—Vamos a cenar con los demás —digo caminando hacia
ella.
—Antes quiero darte un presente.
—¿Por cuál motivo en especial? —pregunto abrazándola
—. No es mi cumpleaños.
—Estoy adelantándolo para ti —musita. Me inclino en un
suave toque de sus labios.
—Eres mi vida —confieso—. Verte herida me volvió loco.
La caja de regalo de Kain solo aumentó esa ira. Un feto
muerto… Por como Emilie actúa creo que nunca llegó a ver
el contenido de esta, ¡Cristo! Estoy agradecido con ese Dios
que algunos juran existe, porque él la protegió de algún
modo.
—Bueno, si me enseñaras a defenderme no pasaría.
—Ni hablar —corto.
—Don…
—Estás embarazada, Em. No pondrás tu salud ni la de
nuestro hijo en peligro. Yo me encargaré de protegerlos, ¿no
me consideras capaz? Lo que pasó en París… —Ella coloca
su dedo en mis labios.
—Lo que pasó en París fue mi esposo consintiéndome,
bailando conmigo en una noche mágica, caminando por las
calles, gastando una fortuna para complacerme, amándome
a su manera… Eso es lo único que recuerdo de París. Confío
en ti, siempre vas a protegernos y es todo lo que me
importa.
—Eres tan fuerte, temía que todo fuera demasiado para
ti… Que me abandonaras —pronunciar las palabras es
doloroso, pero fue mi primer pensamiento. Ha sido tanto en
tan poco tiempo: dolor, pérdidas, decepciones. No llego a
entender cómo puede seguir aquí, a mi lado, mirándome
con esos ojos llenos de amor y esperanzas.
—Te hice una promesa —murmura alejándose de mi
cuerpo, tomando unos papeles del tocador, son hojas
simples para mí, pero por la forma en la cual las observa
parecen ser más caras que el diamante colgando en su
cuello. Respira unas cuantas veces antes de extender un
par de ellas.
—¿Qué es esto? —cuestiono. Si no fuera por sus palabras
anteriores creería que está pidiéndome el divorcio. Su
alteración es inquietante.
—Estos son algunos números de cuenta… Es lo que
Gabriel Cavalli necesitaba. Contienen mucho dinero, estos
son casilleros con sus claves —dice dándome dos hojas
restantes—. Tienen información importante, sobornos, casos
encubiertos... Maksim Pávlov, el ministro de defensa de la
federación rusa, encontré que maneja chicos militares, los
entrena como soldados perfectos y los hace desaparecer.
Deberías atacarlo a él primero, conseguir manejar la red
política, las rutas de entrada y salida en toda Rusia.
Parpadeo desconcertado escuchándola, tengo que
sentarme en la cama observando las hojas y luego a mi
esposa, ahora con nuevos ojos.
—¿Cuándo…? ¿Cómo…?
—Luego de Italia y Katniss… Estaba muy molesta, así que
investigué uno de los archivos y encontré información de
Igor Kozlov, necesitaba la protección de ellos en caso de que
nosotros, bueno, de que quisieras matarme. Lo soborné un
poco —confiesa encogiendo sus hombros.
—¿Con qué? —pregunto entre la sorpresa y la ternura de
su comportamiento inocente.
—Dinero de Bratva… La primera hoja contiene los
números de las cuentas del gran Nikov, el Pakhan con más
duración en la Bratva, a diferencia de ti, ellos no cambian
sus cuentas. Nadie es tan tonto como para robarles.
—¿Cómo sabes que cambio mis cuentas?
—SÉ muchas cosas, Dominic. Muchas. Fui entrenada para
esto, año tras año. —La nostalgia en su voz me golpea.
Alguien toca la puerta, no puedo moverme, me he
quedado sorprendido completamente. Paralizado. Emilie es
quien camina y abre, Roth entra un poco confundido
alternando la mirada entre uno y otro.
—Tenemos que hablar —anuncia.
—¿Tú sabías esto?
Levanto las hojas ofreciéndoselas. Sé que ellos tienen un
pasado que no he llegado a comprender del todo, cuando
no muestra ningún rastro de sorpresa sé que en algún
momento tuvo esto en su poder. Mi consigliere observa a mi
esposa, ella solo mueve la cabeza lentamente.
—Sí —confiesa.
—¿Qué sucedió esa noche? Nunca mencionaste esto…
¿Tienen idea de lo que significa? Es ponerle una mira en la
frente a Emilie, será el blanco de todos. Si alguien se
entera… —El estómago se me revuelve.
—Nadie lo sabrá, Don —murmura mi pequeña. Para ser
una jodida arma letal actúa demasiado inocente—. Solo
nosotros tres conocemos mi capacidad, nadie fuera de estas
paredes lo sabe. Roth lo ha ocultado por años y sé que tú lo
harás de igual manera.
—Quemaremos esas hojas y no volverás a hacer esto,
nunca.
—¿Qué? ¡¡No!! ¡Es lo que necesitas para acabar con los
Ivanov!
—¡¿Estás loca?! ¡Te matarían por esto! —gruño
levantando la voz, alejándome de la cama. No estoy
pensando ni un segundo como un Capo real, para aquello
que fui entrenado se ha ido de mi mente, todo lo que ocupa
el espacio es tortura, imágenes de ella siendo esclavizada
de tantas maneras que me asquean. Mierda, no puedo
respirar. Me paso las manos por mi cabello, desordenándolo.
—Dominic, cariño…
—Sal, Emilie. Déjanos solos —ordena Roth cuando ella
intenta tocarme.
Se marcha de la habitación. Mi consigliere, porque en
este momento no es mi hermano quien analiza las hojas,
procede a revisar cada uno de los datos que mi mujer dejó.
Carajo. Me doblo contra el tocador. Necesito pegarle a algo,
destruir, consumir… Estoy ahogándome.
—Dejaste que me importara, sabías esto y dejaste que
esa chica me importara.
—Dominic, respira.
—¡Esto era lo que quería! ¡Por lo cual luché! Ahora que lo
tengo no lo puedo tomar, ¡porque me dejaste am…!
—Amarla. —Complementa por mí.
Me giro, maldita sea, quiero golpearlo a él.
—Es la madre de mis hijos, debo proteger mi a hijo
nonato —excuso.
—Emma no lo es… —Oh, mierda. Me muevo rápido,
tomándolo del cuello y pegando su cuerpo contra uno de los
postes de la cama.
—No repitas esas palabras jamás, ¿entiendes?
Roth sonríe, mostrándome ese gesto de “estás jodido”
mueve sus brazos, introduciendo sus manos en medio de
nuestros cuerpos, golpeando mi pecho, es una llave
amistosa, no tiene todo su potencial, yo retrocedo, porque
nunca lo lastimaría, incluso si fuera un traidor, es de las
pocas personas a quienes nunca mataría. Pega las hojas
contra mi pecho.
—Te convertirás en el hombre que estás destinado a ser,
nosotros estaremos a tu lado, junto a ti. Tu mujer, tus hijos y
nosotros; tus verdaderos hermanos. El mundo nos temerá,
Dominic.
—No merezco ser El Capo… La elegí a ella por sobre la
famiglia. La elegí a ella. —Jadeo desconcertado de mis
propias palabras.
—Nos hicieron creer que el poder lo era todo, Don. Nos
crearon para ser letales, no tenemos ningún ejemplo de lo
que puede ser una familia real, pero tú has demostrado que
tenemos la posibilidad de poseer ambos mundos. Amarla no
te hace menos sanguinario, al contrario, por ella enterraste
Rusia en fuego, sin ella no te habrías movido, ¿no lo ves,
hermano? La familia es poder.
—Si alguien los lastima… —murmuro negando.
—Estaré a tu lado para crear el infierno.
 

CAPÍTULO 67
Emilie
 
Estaba nerviosa de la reacción de Dominic, sin embargo,
cuando baja las escaleras y se reúne con nosotros en el
comedor, sosteniendo a Emma en sus brazos. Quiero morir
justo en ese momento. Roth me da un asentimiento discreto
tomando su lugar al lado de mi esposo, Nicklaus y Savannah
nos acompañan, la cena es tranquila a pesar de la
revolución en mi interior. Mi marido anuncia nuestra
temprana partida, hace algo que nunca creí posible delante
de nadie, toma mi mano y la lleva a sus labios dándome un
corto beso, asegurándome con ello que nada ha cambiado
entre nosotros. Seguimos en el mismo camino, sin importar
cuán poderoso acabo de convertirlo.
En la madrugada regresamos a New York, solo nosotros
tres en el jet privado. Estoy tan cansada que solo duermo,
los escucho hablar y planear, pero el agotamiento es más
fuerte.
Mi esposo me acaricia el pelo, poco a poco me arrastra
del sueño, tengo una manta cubriéndome y un plato de
comida delante de mí.
—Mmm… Eso huele muy bien.
—Es la primera noche que no despiertas —dice, su mano
en mi cabello, se inclina enterrando su cabeza en mi cuello,
besándome.
—Estoy hambrienta —me quejo, Roth está en la línea
contigua de asientos, frente a su laptop—. ¿Tengo que ir al
casino esta noche?  —cuestiono, es lo único que recuerdo
de sus palabras mientras me dormía.
—No quiero —ronronea cual niño.
—Escuché…
—No saldrás a ningún lugar —revira en rotundo.
—Tengo sueños, tengo metas que no retrasaré por Kain.
No le permitiré quitarme mi rutina, ya nos alejó de nuestra
hija.
—¿Es tu última palabra? —pregunta enfrentándome.
Levanto mi ceja mirándolo inquisitiva, es muy raro que dé
su brazo a torcer así por así.
—¿Sí…? Quiero decir, sí, es mi última palabra.
—Bien, come, estamos a pocos minutos de aterrizar en
Jersey.
—¿Jersey? Pensé que iríamos a New York.
—A partir de ahora nadie sabrá nuestra ubicación. En
cuanto ataque, Kain y Vladimir vendrán hacia mí.
—Sin dinero no pueden moverse mucho, ¿no? —pregunto
agarrando un pedazo de tocino y saboreándolo. Es el cielo.
—Uno o tres ataques, luego de eso se quedarán sin
recursos.
—Estarás preparado, no tienes nada que perder —musito
sin pensar, devorando el desayuno. Dominic toma mi vaso
de jugo y bebe un poco, observándome fascinado.
—Seguro —confirma sonriendo de lado. ¡Ay! se mira tan
bello.
Aterrizamos en Jersey alrededor del mediodía del sábado
en un pequeño aeropuerto privado, Dominic conduce una
Rover y Roth va en otra detrás de nosotros. Se nos unen
más formando una fila de seis, para mi sorpresa no nos
dirigimos a Manhattan, sino por la 297 hacia la cabaña. No
digo nada, quizás sea un despiste momentáneo a raíz de
toda la situación actual, al llegar observo uno de sus
deportivos.
—Tengo que ir con Raze más tarde, el club está cerca.
—Bueno, yo me arreglaré para ir al casino, ¿Roth me
acompañará?
—Seguro…
Giro mis ojos porque está divagando mucho, algo que en
definitiva no es su costumbre. Uno de los soldados me abre
la puerta mientras Dominic se aleja a comunicarle algo a
Roth, el hombre me ayuda a caminar, supongo que ha sido
una orden de mi marido.
Por Dios, no estoy inválida. Las siguientes horas las pasan
en la sala hablándose en ruso uno al otro, mientras yo
navego un poco por Internet. La cabaña está rodeada de
seguridad, no existe un punto donde no vea un hombre
armado. Entrando la tarde, Dominic es el primero en tomar
un baño, estoy desnudándome cuando irrumpe en la
recámara.
No me gusta mucho este lugar, me recuerda uno de mis
peores momentos vividos. Las manos de mi esposo abrazan
mis pechos desde la espalda tomándome un poco por
sorpresa.
—No manosees la carne si no piensas comértela —
regaño. Dioses, soy humana, el hombre está desnudo a mi
espalda.
—En la cama, boca arriba, ahora.
Oh, esto me gusta. Intento quitar por completo mi vestido
el cual se encuentra en mi cintura, pero mi esposo
desesperado me ordena dejarlo. Sonrío acostándome en la
cama, coqueta, o para el caso todo lo que mis movimientos
me permiten.
—¿Qué tal si jugamos un poco?
—O mucho —bromeo viéndolo moverse hacia su traje.
Agarra unas esposas de metal negro y empieza a jugar con
ellas en sus manos. Qué sexy.
—Así que tienes ganas de ser juguetona.
—Tengo ganas de ti —afirmo. Gatea sobre mi cuerpo,
cuando inclina la cabeza y muerde mi pezón derecho, grito.
Es solo un pequeño toque, pero me pone a arder como un
volcán.
—Manos sobre tu cabeza —ordena serio.
Miro la cabecera de madera, todas las camas son casi
idénticas, de cuatro postes. Hago lo que me indica. Dominic
sonríe. Solo agarra mi mano, la cual no está herida y cierra
el metal, es un poco incómoda ya que queda muy justa,
luego mete la otra parte en la argolla sobresaliente para las
cortinas. Tira de ella, probando si resiste, su sonrisa se
vuelve más grande. Supongo que mi esposo tiene algún
fetiche extra. Sus dedos tocan bajo mi costilla, el acto me
hace respirar duro. Estoy tan necesitada de él.
—Esta noche —promete.
No entiendo a lo que se refiere hasta que acomoda mi
vestido en su lugar nuevamente, tapando mis pechos. Una
idea descabellada surca, pero no me da tiempo a procesarla
del todo. Mi esposo se baja de la cama.
—Dominic —siseo empezando a estar de mal humor. Tiro
de las esposas, pero estas me muerden la piel, lo que me
hace gritar de dolor.
—Te lastimarás, no vuelvas a hacerlo.
—¡Quítame esto! ¿Qué carajo estás haciendo?
—Protegiéndote… Tienes que quedarte aquí.
—Dominic, ¡suéltame ahora mismo! —grito, furiosa—. ¡No
puedes atarme aquí como un animal!
—Te aseguré que haría cualquier cosa por tu bienestar.
—Por favor —suplico. Vuelvo a tirar consiguiendo
magullarme un poco más, veo la tristeza en sus ojos, sé que
le duele verme lastimada—. ¡Te odio! —exclamo enfurecida.
Mi esposo, el señor placer de las mentiras y el engaño se
encoge de hombros. Empieza a cambiarse delante de mis
narices. No importa cuántas maldiciones diga, él
simplemente ignora mi arrebato. Intenta besarme antes de
marcharse, pero giro el rostro, se queda suspendido
respirando cerca de mi cuello. Sé que hace esto para
mantenerme a salvo, pero no puede creer que pasaré toda
la vida encerrada en una torre viendo mi vida irse de mis
manos. No nací para detenerme, sino para avanzar con el
mundo. Podía ir al casino sin ningún riesgo y esperarlo para
ir a casa juntos.
—Antes de ti, el tatuaje en mi pecho significaba todo por
lo cual luchaba, ahora, solo eres tú, Emilie. No puedo
perderte, te lo dije. Eres mi vida.
El corazón se me acelera escuchándolo. Quiero girarme y
decirle que lo entiendo, una parte de mí trata de
comprender su miedo porque es el mismo que siento
cuando lo veo desaparecer, pero mi terquedad gana la
batalla. Mi esposo suspira derrotado y se aleja. Escucho la
puerta cerrarse, dejo que las lágrimas broten, observando el
techo.
Varios minutos más tarde su deportivo causa más ruido
antes de irse. Pierdo la noción del tiempo, sin tener cómo
moverme o comprobar la hora, intento salir del metal, pero
va causándome dolor, horas más tarde la línea roja es más
visible. Dándome por vencida me duermo y despierto de
golpe sobresaltada con la puerta de la recámara siendo
abierta. La luz de la mesita es tenue, es lo único que me
permite distinguir a mi esposo, trae una bolsa de papel
marrón contra su pecho y una plástica en sus manos, deja
todo en la mesa antes de subir a la cama y sacar una
pequeña llave de su bolsillo. Abre las esposas y masajea mi
muñeca.
Bajo y corro al baño, estoy orinándome horrores.
Aprovecho para tomar un baño… Mentiras, mentiras, solo
quiero ganar tiempo antes de enfrentarlo y pedirle una
disculpa por ese “te odio”. Dioses, no debería sentirme
culpable, ¡él me esposó a la cama!
En la habitación, Dominic está luchando con el DVD de la
televisión y ha abierto varios contenedores plásticos con
comida caliente, estoy envuelta en la toalla cuando me
acerco a mirar, se ha quitado parte de su traje y ha
remangado la camisa en sus brazos.
—No sé cómo hacer esto —se queja.
—Ya lo hago yo —murmuro colocándome entre la mesa y
su cuerpo, me doblo hacia adelante a propósito, la toalla se
sube en mi trasero, logrando sentir el aire en mis piernas
por completo.
Meto el CD y presiono reproducir, estoy enderezándome
cuando su mano sube por mi muslo y sigue hacia arriba a
mi cadera, luego por entre la toalla a mis pechos.
Finalmente la dejo caer exhibiendo mi desnudez. Si me
rechaza, no lograré soportarlo… Hace todo lo contrario, tira
de mí hasta pegar mi espalda en su pecho, mueve su mano,
bajándola a mi intimidad. Jadeo dejando caer la cabeza
hacia atrás en cuanto encuentra el lugar indicado de mi
placer. Me encuentro húmeda y resbaladiza.
—Lo siento —susurra suavemente.
Resoplo al no sentir su toque, pero me gira y entierra sus
manos en mi pelo mojado, inclinando su cuerpo y
robándome un beso apasionado. Es una guerra de
necesidad mutua. Mis piernas me tiemblan debido a la
intensidad con la cual me devora, no creí que este toque
sucedería en mucho tiempo, temía que de alguna manera
creyera que debía ser tratada como si fuera de cristal y me
privara de esta parte suya demoledora. Me alza y nos gira,
colocándome en el borde de la cama, rápido tiro de su
camisa cuando se aleja mientras se coloca de rodillas,
abriendo mis piernas, bajando la cabeza a disfrutar de su
premio. Chillo en cuanto su lengua barre los jugos de mi
intimidad, agarro su pelo pegándolo más a ese lugar.
Dominic es demandante, aunque sus movimientos son
controlados tiene ese toque de violencia necesaria.
Me retuerzo bajo sus atenciones y lo miro directo a esos
ojos azules, no tardo en sentir las olas salvajes de un
orgasmo golpeando en mi centro, pero no es así como
quiero terminar, por ello empujo su cabeza. Mi esposo
parpadea desconcertado hasta que abro más las piernas y
sostengo la tela de su camisa, exigiéndole subir sobre mí.
—Dentro de mí —suplico.
Se quita el cinturón y medio baja sus pantalones, le
ayudo con el bóxer sacando su polla y masajeándola en mi
mano, parece a punto de explotar, me emociona ser la
razón de su excitación, ser solo yo quien se apodera de sus
bajas pasiones, la mujer que lo vuelve loco, quien lo hace
perderse, la única capaz de lograr ese “lo siento”.
Me siento poderosa, indestructible y perfecta.
Lo guío en mi interior, Dominic golpea con energía
tocando ese jodido punto que me destroza, que me vuelve
loca de placer. Grito y rodeo sus hombros. Él se queda
quieto en mi interior, respirando agitado.
—Extrañaba esto —dice en medio de un jadeo—. Lo odio,
Emilie. Odio que estés molesta conmigo.
—Pareces odiar muchas cosas —me burlo.
—Listilla —gruñe y mueve las caderas.
—Fóllame, Don. No te contengas, por favor. Moja mi coño
con tu… —Callo dándome cuenta de lo descarada que
sueno. Escandalizada de mis propias palabras. Mis mejillas
se encienden al segundo.
—No te avergüences de pedirle a tu hombre justo lo que
quieres —gruñe y se retira, tomando su polla en la mano
empieza a masturbarme con la cabeza, abriendo mis
pliegues sin llevarla a mi interior—. ¿Qué quieres, nena? Soy
todo tuyo.
—Quiero sentir cómo te expandes dentro de mí al venirte.
Maldita sea, mi marido se enciende y sonríe travieso
antes de volver a entrar con rapidez.
—Mi esposa quiere su coño lleno de mi semen… ¿Algún
antojo del embarazo? —bromea sugerente. Entra y sale de
mi interior con dureza.
—Ese antojo es metérmela en la boca y chupar hasta la
última gota.
Lo estoy provocando, él lo sabe. Me da exactamente lo
que quiero, a la bestia incontrolable, esa que pone mis
piernas temblorosas y vuela mis sentidos. Golpea con furia
en mi interior, una y otra vez, entierra la cabeza en mi
cuello, chupando la piel, marcándola.
Rodea mi cuello, su pulgar me acaricia el labio inferior,
luego todos sus dedos se cierran cortándome el aire, mis
paredes internas se contraen exprimiendo su polla. Dominic
empieza a engrosarse más y a perder la cabeza, siento sus
venas inflamadas marcarse y darme una sensación de
placer extra junto al frío del metal. Grito en uno de sus
embistes contundentes, golpea mientras se queda así,
dentro y profundo dentro de mí, bañándome el interior por
completo. La mano en mi cuello aprieta más y causa que mi
propio orgasmo se precipite, creo estar a nada de
desmayarme con tantas sensaciones experimentadas en un
corto periodo de tiempo, hemos follado en tiempo récord, se
ha sentido como mi paraíso eterno.
—Infierno —sisea retrocediendo, está medio duro cuando
deja mi coño y se coloca a mi lado boca arriba en la cama,
me levanto mareada de placer, sintiendo su semen escapar
por mis muslos. Empujo las suyas y me arrodillo en medio,
con mi mano sana rodeo su polla a media asta y la llevo al
interior de mi boca, tan adentro como puedo, retrocedo
chupándola toda, degustándola.
—¿Segundo round…? ¡Carajo! —maldice. Raspo con mis
dientes, causándole ese dolor que descubrí que lo eleva—.
Hasta el fondo —ordena.
Si pudiera hablar, le respondería “Como ordene, mi
Capo”, pero estoy muy ocupada comiendo parte de mi
premio. Lo dejo claro las siguientes horas, consiguiendo
satisfacer mis ganas al tercer round que termina cuando en
la televisión están follando en un auto y nuestra comida se
ha enfriado, pero que degusto metida en la cama, desnuda,
en los brazos de mi esposo mirando una serie de autos de
carreras.
El domingo es más de lo mismo, esta vez no termino
esposada a la cama, pero Roth hace de mi niñera mientras
Dominic da sus rondas por los casinos, el lunes me
entretienen dando un paseo por los alrededores en busca de
venados para cazar, volvemos a discutir porque no quiero
seguir oculta y lejos de mi casa. Al parecer las visitas al
baño en las madrugadas por el vómito, el mal genio
empieza a ganar terreno.
Discutimos delante de Roth, quien no sabe dónde
ocultarse y creo verlo sorprendido por mi actitud. Dominic
se enfada muchísimo cuando Nikov intenta ser el jurado de
la paz y me da un poco de razón para regresar a nuestro
ático, deduzco que, igual que yo se encuentra estresado por
el encierro, de escucharnos follar por toda la cabaña. Don a
regañadientes accede volver. El martes temprano estamos
de regreso, estoy feliz de regresar a nuestra casa y
encontrar a Nonna. Aunque un poco triste de que Dominic
continúe molesto y no me haya tocado ni un pelo o dirigido
la palabra. Se marcha al banco, me quedo otra vez
encerrada, almuerzo entre una videollamada con Emma y
Hannah, luego me baño y arreglo, enviándole un mensaje a
mi esposo informándole que saldré. Es extraño no obtener
una llamada o queja instantánea, por ello me confío y
agarro las llaves de mi deportivo. Casi quiero girar los ojos,
tengo dos coches míos los cuales no puedo conducir.
Nonna se encuentra distraída en la cocina y no se percata
de mi huida, por alguna razón voy nerviosa en el ascensor
hasta el garaje subterráneo, enciendo la alarma del auto...
Genial, me he traído las llaves de BMW de Dominic.
Regresar no es una opción. Enciendo el vehículo, cambio
la música de The Core, por algo más yo. «Imagine»,
Thunder empieza a reproducirse mientras salgo del
estacionamiento, golpeo la guantera sacando los lentes de
Don y colocándomelos. Reviso mi móvil un par de veces,
pienso en si debería llamarlo, pero lo descarto. Observo el
espejo retrovisor… Siempre tenemos alguna seguridad
encubierta siguiéndonos, pero ahora no logro distinguir
nada. Estoy feliz de llegar al orfanato, entera, en una pieza.
¡¿Viste, Dominic?! ¡Nada sucedió! Giro mis ojos, como si él
pudiera verme.
No tengo mucho qué hacer porque todo está marchando
de forma perfecta, solo doy una vuelta con las madres
solteras y al rincón de Britney, encontrándola pintando a
carbón muy metida en lo suyo con una música aterradora.
No la molesto. Paso unas tres horas caminando de un lado a
otro, en la cocina pelando papas para la cena, limpiando
una pared manchada de crayones por los niños. Aquí en
estas paredes me siento útil, no soy la mujer con dinero a
quien todos sirven con un “Sí, señora”. Soy solo Emilie, la
madre superiora no ha dejado de tratarme como siempre.
Solo una chica con ganas de ayudar y colaborar.
—¡Cuidado manejando esa máquina, hija! —exclama en
cuanto estoy subiendo al vehículo.
—Lo tendré, ¡feliz noche!
—¡Que Dios te proteja! —revira sacudiendo su mano. En
cuanto me siento detrás del volante veo mi móvil en el
asiento, vibrando. Oh, mierda. Lo dejé dentro del carro, la
mano me tiembla mirando la llamada de Dominic con una
foto de nuestra de boda, una de las pocas rescatables. La
llamada se corta y aparece el ícono de diez perdidas y todas
en menos de dos minutos. Oh, rayos. No me molesto en
colocar música, si logro llegar a la casa antes, quizás no se
moleste… Mi móvil se enciende nuevamente, piso el
acelerador y salgo del orfanato.
¿Qué tan molesto puede estar? Dioses, ¿cómo arreglaré
esto?
Manejo sobre el límite de velocidad, pero el tráfico de la
hora pico me retrasa, así que me desvío por Central Park, mi
móvil continúa vibrando en repetidas veces. Intento
alcanzarlo cuando el semáforo cambia a verde, acelero y
me distraigo un segundo tomando el móvil, cuando levanto
la cabeza observo la carretera, tengo una camioneta justo
frente a mí, freno rápido, las llantas del vehículo rechinan y
termino moviendo el volante hacia la izquierda. Mi mano
lastimada, la cual ya estaba sanando, arde por el esfuerzo,
yo caigo con fuerza hacia atrás por mi cinturón… Mi
respiración se encuentra alterada, quiero bajarme a verificar
al otro conductor cuando el brillo verde reluce sobre mi
cristal. La camioneta no se mueve. «Oh, no».
Muevo el cambio a reversa e intento ir en sentido
contrario, es entonces cuando siento el primer impacto
contra el coche en la parte trasera, este hace que el auto dé
media vuelta, la camioneta al frente no pierde el tiempo y
me embiste en el lateral. Grito dentro del vehículo, mi
mente se bloquea buscando alguna posible solución, mi
móvil no sé dónde carajos ha caído y de repente alguien le
pega al cristal del copiloto y una luz roja parpadea tres
veces… Luego el cristal explota. ¡No, no, no! ¡Es un coche
blindado! ¿Cómo…? Un chillido de terror y pánico sale de
mis labios cuando el hombre me apunta con una escopeta.
—¡Alto! ¡Не стреляй! —grita alguien en ruso, estoy
temblando cuando mi puerta se abre y el hombre se
acuclilla a mi lado, apartando mi pelo del rostro. Está pálido,
sorprendido, observándome con sus ojos verdes—.
Mаленький —Jadea.
—Vlad —murmuro aterrada.
 

CAPÍTULO 68
Emilie
 
Reconozco al hombre frente a mí, aunque su apariencia
es un poco diferente, se ha dejado crecer el cabello dándole
un toque de juventud adecuado a su edad, con este corte
luce muy parecido a Kain.
Quita mi cinturón de seguridad, me carga ayudándome a
salir del vehículo, sus hombres lo miran confundidos cuando
me deja sobre mis pies y busca en mi cuerpo alguna herida.
—¡No deberías estar en ese coche! —explota en mi cara.
—Me acorralaste —susurro moviendo la cabeza.
—Creí que eras Dominic. No sabía… —niega
desconcertado. Iba a matar a Dominic, si hubiera sido Don
en el auto.
—Lo has perseguido —deduzco. Es la única explicación.
—Estabas en Italia, ¡no deberías estar aquí!
Las piezas caen en su lugar, por qué Don me ha
mantenido encerrada y oculta. Pierdo la estabilidad
mareándome un poco… Hizo creer que seguía en Italia, así
ninguno de ellos tendría dónde atacarme. A su manera
estaba protegiéndome, ¡¿por qué no me dice estas cosas?!
¡Siempre me oculta sus planes! «He sido quien lo arruinó,
nuevamente.» Por eso la falta de hombres en el ático. Por
ello la seguridad en la cabaña, ese siempre fue su lugar
seguro donde nadie llegaría a causarme daño. El hombre
con la escopeta dice algo en ruso y Vlad me agarra de la
mano, tirando de mi cuerpo. Me detengo, zafándome de su
agarre.
—Dominic está a unas cuadras de distancia, debemos
irnos —instruye girándose hacia mí. Este es nuestro
enemigo… Mi corazón late más deprisa, las lágrimas se
acumulan en mis ojos. Vlad nunca estará de lado de
Dominic. Yo elegí uno en esta guerra hace tiempo y ese es
junto a mi esposo. 
—Kain me violó en París —digo con lágrimas
descendiendo en mis mejillas. Si mi marido está cerca, debo
ganarle tiempo.
—Él no haría eso, pequeña. Sabe cuán importante eres
para mí.
—¡Lo hizo! —bramo golpeándolo en el pecho. Vladimir me
inmoviliza, luce igual de atormentado que Dominic aquella
noche—. Clavó un cuchillo en mi mano, se burló mientras
me follaba. ¡Él me violó! —Lloro—. Ensució la única parte de
mí que permanecía intacta, lo único que había decidido
entregar por voluntad propia y no siendo arrebatado de mí.
Cuando me entregué a Dominic lo hice porque así yo lo
decidí, no porque él decidiera tomarlo contra mis deseos,
pero Kain se forzó dentro de mí.
—Ven conmigo —suplica en medio de la calle, acercando
nuestros cuerpos. Se inclina tanto que su respiración golpea
en mis labios—. Te amo desde ese minuto donde te vi, no he
podido sacarte de mi cabeza. Ven conmigo y te prometo
matar a mi hermano para ti.
—No —siseo en cuanto intenta besarme, la esperanza de
que existe alguna parte buena en su interior se alza cuando
no sigue adelante y acepta mi negativa. Confío en que
encuentre ese amor que yo siento por Dominic en Dalila o
quizás en otra mujer, que pueda llegar a ser feliz en algún
punto de su futuro, si mi esposo le permite uno, de todos
modos.
En vez de besarme a la fuerza, suelta mis manos y rodea
mis hombros abrazándome fuerte, siento el golpeteo furioso
de su corazón. Él sabe que unos minutos más aquí sellarán
su camino a la muerte.
—En Rusia existen buenos doctores, ellos te sacarán esa
cosa del vientre, no tendrás que parir a ese animal, serás
libre. Aprenderás a amarme, si no lo consigues tendrás
cualquier lugar en el mundo que desees para vivir por tu
cuenta. No estarás obligada a mí, pero puedes darme una
oportunidad…
—Eres mi enemigo —digo, logrando que se tense por
completo.
—No soy Kain.
—Eres idéntico a él, quieres asesinar a mi hijo. —Esto es
lo que más me duele, porque lo vi cuando se enteró esa
noche en el casino. La repulsión grabada en su cara contra
un ser que apenas se forma.
—Puedes tenerlo. —Intenta convencerme.
Su soldado insiste una vez más, esta vez la urgencia en
su voz es palpable. Vladimir Ivanov me libera de sus brazos
y retrocede. Ambos sabemos lo que debería hacer en este
momento, tiene la ventaja y al hombre apuntándome.
Coloco mis manos en mi vientre y le pido perdón a mi
bebé, vamos a morir por mi culpa, por estas imprudencias
que continuamente cometo, creyendo que con ello desafío a
Dominic y demuestro alguna mierda, cuando es todo lo
contrario. Estas decisiones solo me colocan en riesgo.
Debe matarme ahora, demostrarles a sus hombres que
esta mujer aquí no vale nada, que es un líder y puede seguir
esta guerra.
—Tengo que hacerlo —gruñe entre dientes.
—Puedes retroceder ahora y salvar más de una vida o
proseguir y arruinarnos a todos. Está en ti, Vlad. Sabes tan
bien como yo a quién pertenece la Bratva, ese es un título
de los Nikov.
—Yo soy la Bratva. Caos y destrucción.
Sus facciones se endurecen y me muestra su verdadera
cara. Escucho el deportivo varias cuadras atrás,
acercándose.
—Si te quedas, morirás.
—No temo a la muerte —gruñe, pero ordena algo a sus
hombres, los cuales retroceden, incluso quien se encuentra
apuntándome—. Vendré por ti, Emilie. Cuando lo haga, no
tendrás una segunda opción.
Su promesa se queda en el aire mientras se gira y sube
en el vehículo, acelerando carretera abajo y dejándome sola
en medio de la calle con el deportivo inservible y la furia de
mi esposo en camino. Su coche frena casi delante de mí,
camionetas a toda velocidad en el mismo camino, cuando
baja del vehículo, temo. Quisiera poder desmayarme y así
no ser testigo de su ira. No me dirige la palabra, solo me
agarra del antebrazo y tira de mi cuerpo, abriendo con rabia
la puerta del copiloto. Estoy en graves problemas.
Ladra órdenes en el móvil inalámbrico del auto, maneja
fuera de control, pasándose algunas luces y tocando la
bocina como un energúmeno.
Cuando llegamos al ático, Nonna es quien me abraza
llorando. Dominic no se detiene a decir nada, solo se
marcha al despacho. Sé que ha enviado a Roth a alguna
parte y luego le ordenó venir directamente aquí.  El golpe
de la puerta es lo último que escucho de mi esposo en
horas, se encierra en el despacho lejos de mi presencia.
Ceno completamente sola antes de salir en su búsqueda,
para mi sorpresa no está en el despacho, así que intento en
la piscina, pero no doy con él, extrañada camino a la
habitación cuando recuerdo el gimnasio y voy directo a ese
lugar. Está entrenando, golpeando el saco de boxeo, uno se
encuentra abierto en el piso y el que golpea parece ir en la
misma dirección. Suelta un gruñido animal mientras golpea
con fuerza, la cuerda cede bajo la presión y el saco cae en
la lona. Dominic maldice, está cubierto de sudor con un
pantalón de chándal negro, descalzo y el torso descubierto.
—La cena está servida —susurro jugando con mis dedos.
Alza la mirada en mi búsqueda, furibundo me analiza—.
Dominic yo…
—No —sisea.
—Solo quiero…
—No —me corta—. No te atrevas a decir que lo sientes.
—Pero realmente lo hago.
Se ríe, es cruel y lleno de burla. Negando intenta pasarme
y salir, pero me paro delante suyo. No puede negarse a
hablar conmigo.
—No quiero lastimarte, Emilie. Hazte a un lado.
—Salí al orfanato, no creí…
—¡Ese es el problema! —estalla finalmente. Su grito me
aterra—. ¡No piensas! ¡No crees! ¡Solo actúas como una
estúpida mientras yo tengo que correr para salvarte de una
nueva idiotez!
—Lo siento…
—No me importa si lo sientes o no, Emilie. Francamente
estoy harto, eres una chiquilla estúpida y terca, quieres ir
por un camino y lo tomas sin importarte las consecuencias
en los demás. Vlad pudo asesinarte hoy, ¿es que no lo
entiendes? ¿Cuánto más necesitas antes de hacerme caso
en una jodida cosa? ¡Una!
—No había seguridad, solo intenté seguir mi vida normal.
—Sin importarte tus hijos o yo... Nosotros no te
importamos, te arriesgas y lo haces con nuestro bebé en tu
vientre, con Emma lejos de nosotros porque no confío en ti
para cuidarla, ¡estoy seguro de que te la habrías llevado
contigo esta tarde! Y yo, ¿pensaste en mí?
—Te puse un mensaje, no respondiste. Asumí que estaba
bien.
—¿Asumiste? —Ríe, se pasa la mano por el cabello—. Para
que no asumas nuevamente lo dejaré muy claro: no saldrás
de estas paredes, no casino, no orfanato. Nada, tu vida se
reduce a este lugar.
—No puedo vivir encerrada, Dominic. Acepto la seguridad,
lo que sea, pero no me encierres.
—Esto no es una negociación. Harás lo que yo diga y
cuando lo diga mientras lleves a mi hijo en tu vientre.
—Haré de cuenta que dices eso porque estás molesto.
—Lo digo porque estoy cansado de hablar contigo y de
que no me escuches, de perder el tiempo planeando mil
maneras de mantenerte segura y que tú lo arruines. Harto
de sentirme culpable de errores que no son míos. Sí, no
había seguridad ¡porque nadie debería saber que estabas
en New York!
No quiero discutir, porque tiene razón en algunas cosas y
porque presiento que si intento hablar solo empeoraré todo.
Asiento a lo que me dice, mirándolo cuando entiende que
no tengo nada que responder, me hago a un lado, sale del
gimnasio dejándome en el lugar con la culpa en mis
hombros y el tormento de saber cuán molesto se encuentra
conmigo, termino sentándome en el piso y llorando,
drenando mi dolor.
Debo cambiar mi manera de proceder, actuar de esta
forma solo nos causa problemas. Para mí salir hoy no
consistía en ningún problema, eran solo unas horas y
regresaría a casa, pero esta no es la vida normal donde
puedo ir de un lugar a otro a mi antojo. Este hombre es el
Capo de la mafia siciliana, tiene enemigos, algunos de los
cuales yo misma he creado.
Dominic se marcha y no regresa a dormir, agradezco no
tener que levantarme a mitad de la noche a vomitar porque
prácticamente no duermo nada esperando que llegue. A la
mañana siguiente tengo cuatro hombres en el piso principal,
entre ellos Nick. Llamo a Hannah y me pongo al día con
algunos libros que están por salir al mercado, escribo un
mensaje a mi esposo que solo queda en visto y luego llamo
a Emma para verla jugar, Savannah se ve más animada,
narra un paseo en el yate con Emma y cómo conocieron los
alrededores, también me comenta que estarán haciendo un
picnic.
—Me alegra que se diviertan mucho —murmuro decaída.
Mi estómago protesta porque no he logrado comer nada en
el transcurso del día.
—¿Estás bien? Te miras apagada —comenta.
Es extraño y confuso que se preocupe por mí.
—Todo en orden.
—¿Es por el bebé? —pregunta. Me pongo en alerta
máxima.
—¿Cómo sabes del bebé? —ladro frunciendo el ceño.
—Soy mujer, Emilie. Veo los cambios en ti, además de
escucharte vomitar.
—Nadie puede saberlo.
—No se lo diré a nadie, lo prometo.
Me parece estar en los zapatos de Dominic, porque,
aunque intente creerle no puedo del todo, no hasta que
demuestre su lealtad real. Sé que Emma está segura bajo
su cuidado y quizás Dominic tiene razón en esa parte. Si
Emma hubiera estado aquí, ella estaría en el deportivo.
Hubiera arriesgado su vida como hice con la mía por no
tomar la mafia en serio.
Corto la llamada, leo un poco más y me duermo en la
sala, despierto debido al hambre atroz, con el cielo ya
oscurecido. Llamo a mi esposo, pero igual que las anteriores
ocasiones no me responde, me preparo un emparedado y es
lo único que puedo comer en todo el día. A media noche
estoy en la cama aburrida sin poder dormir cuando se abre
la puerta, me siento observando a mi marido. Luce igual de
cansado que yo.
—Buenas noches —musito cautelosa.
No me responde, entra al vestidor y vuelvo a mi posición,
ahora sollozando. Quiero culpar a las hormonas del
embarazo, pero la verdad es que es el dolor físico y
emocional que me genera su rechazo. Casi una hora más
tarde siento la cama hundirse de su lado, levantar las
sábanas, su mano rodea mi cintura y me acerca a su
cuerpo, abro la boca para disculparme cuando empieza
hablar.
—Solo consigo dormir a tu lado —confiesa pegándome a
su pecho—. No quiero pelear contigo y sigo muy molesto.
—Lo sé —admito.
—Dulce sueños, mia regina.
—Buenas noche, mi Capo —murmuro empezando a
bostezar—. Yo también solo puedo dormir bien a tu lado.
—Mañana será mejor —susurra besando mi hombro.
Los próximos días se volverían demasiado inciertos, el
destino nos tenía preparada una prueba definitiva.
Quizás no ganaríamos esa batalla, no si estábamos
separados uno del otro. El futuro a veces es demasiado
cruel.
 

CAPÍTULO 69
Emilie
 
Estoy en la cocina a mitad de la madrugada, sentada en
el piso al lado de la nevera cuando Dominic irrumpe, su cara
es de pánico hasta que me localiza, tengo un pedazo de
pollo en la boca, el cual me trago casi de golpe.
—¿Pasa algo? —pregunto llenándome de miedo.
—No estabas en la cama. —Jadea sin aire. Parece que ha
corrido el maratón de su vida, solo tiene el bóxer negro
cubriendo su cuerpo y empiezo a salivar observándolo. Es
un dios del olimpo, no me cansaré de decirlo.
—Tengo mucha hambre y un sabor amargo en la boca —
confieso.
—Son casi las cuatro.
—A tu hijo no le importa la hora —reviro, mordiendo un
espárrago de los que he calentado. El piso está lleno de
contenedores plásticos, con pollo, puré de papa, algunos
vegetales y un tazón de helado.
—Mi hijo —murmura suavemente, para mi sorpresa se
sienta en el piso frente a mí alcanzando el helado de
chocolate y la cuchara. No le presto más atención, solo
devoro todo delante de mí. He pasado un día más encerrada
en estas paredes, al despertar no estaba a mi lado y luego
en la noche llegó más temprano que de costumbre, deduzco
que queriendo pasar tiempo conmigo, pero ha recibido una
llamada y se marchó. Me dormí de cansancio y
aburrimiento. Al despertar estaba a mi lado nuevamente.
—Tenemos Rusia —musita de repente cuando estoy
levantando mi desastre del piso. Tengo solo un camisón rojo
demasiado corto que deja ver mi tanga blanca. Dominic
tiene la cuchara en su boca mirando mi culo.
—¿Cuál es el siguiente paso?
No quiero hacerle notar lo caliente que me pone esa
mirada, porque estoy cansada de la rutina: sexo, comida,
encerrada… Es el nuevo círculo de mi vida, añadiéndole
peleas.
—Iré a Rusia en los próximos días, a hacerme del poder.
—¿Y yo?
—En Italia con Emma y Nicklaus —responde. Me giro a
lavar los contenedores en silencio. Italia no es un problema,
sino que ¿cuándo acabará esto? ¿Cuándo podremos estar
juntos sin preocupaciones?
—¿Por cuánto tiempo? —insisto.
—Un año, ¿a lo mejor? Luego de que nazca el bebé y
tenga unos meses para viajar. —El corazón se me detiene
escuchándolo. Eso es mucho tiempo.
—Siempre será así, ¿cierto? Si no es Kain o Vlad, ¿serán
otros? ¿Cuándo estaremos juntos?
—Iré a visitarte, cara mia. Sabes que no podría estar sin
ti.
—Visitarme… —corto girándome, haciendo énfasis en la
palabra. Me parece absurdo que mi propio esposo tenga que
“visitarme”. ¿En qué siglo vivimos? Muerdo mi lengua
tragándome las palabras, ocasionar otra pelea no remedia
nada, por el contrario. Así que vuelvo a terminar de limpiar
cuando siento sus manos en mi cintura y su aliento en mi
cuello.
—No te molestes —ronronea.
—Estoy cansada —digo apartándolo y saliendo de la
cocina. El sexo no arreglará esto, dudo que algo lo haga.
 
Los días siguientes son iguales, leer, hablar por teléfono,
ayudar a Nonna en la cocina y esperar a Don al anochecer.
No hablamos, estamos distantes uno del otro, solo
dormimos abrazados las siguientes noches, sin decir lo que
está mal. Empiezo a sentir un hambre desmesurada a cada
tanto y a ordenar comida preparada de la calle. Al menos
Dominic no me niega ese placer.
Estoy contemplando el atardecer en un bikini de dos
piezas junto a la piscina cuando Nonna avisa la llamada de
recepción. Los servicios inalámbricos como el cable y el
teléfono del ático han presentado algunos problemas. Hablo
con el señor Macherrato para dejar pasar a los trabajadores,
al colgar tengo mi propio móvil privado con una llamada de
Dominic, me extraña. Es demasiado temprano aún.
—Hola, nena —canturrea alegre en cuanto respondo.
—Cariño —musito un poco cohibida, estos últimos días no
han sido los mejores.
—¿Qué haces?
—¿No lo sabes ya? —reviro.
—Hace quince minutos me parece que estabas comiendo.
Mis mejillas se encienden, ¿pensará que me estoy
volviendo una buena para nada? Mi ánimo decae de forma
inmediata, ¿qué me está sucediendo? Yo no soy así, al
menos no después de Dominic.
—¿Nena? —insiste en la línea luego de varias veces sin
respuesta.
—Estoy aquí —susurro escuchando la tristeza en mi voz.
La línea se queda en silencio de no ser por el sonido de
algunos papeles siendo movidos de un lugar a otro con
rapidez.
—Cámbiate —ordena sorprendiéndome—. Te llevaré a
cenar fuera, ¿ese restaurante tailandés?
—Pero no podemos… —En mis palabras se nota mi
emoción inmediata.
—Estás triste, no quiero verte así, mia regina. Vamos, iré
en el helicóptero, me tomará menos de media hora.
—¿Estás en el casino?
—Sí —confiesa. El helicóptero está para los clientes VIP,
aquellos que gozan de nuestro servicio más privado—. Usa
ese vestido dorado que compramos en París.
Emocionada corto la llamada, voy corriendo a la cocina
para avisarle a Nonna que saldré con Don, ella se alegra en
cuanto mira mi exaltación, le dejo saber sobre los técnicos
que estarán arreglando el cable, recordándolo aprovecho de
enviar un mensaje a mi esposo, el cual responde con
rapidez.
 
«Sí, estoy al tanto… Ya quiero arrancarte ese vestido».
 
«No llevaré bragas, ¿qué tal?».
 
«Mucho mejor».
 
Responde junto a una carita de guiño. Sonriendo como
adolescente subo al segundo nivel. Buscando en mi
vestidor, la tela del vestido reluce. Me lo compró en París, es
corto sobre mi rodilla, de tirantes con lo que me parece son
diamantes, el vestido luce creado a mano y con una
elaboración exquisita. Me enamoré de él en cuanto lo vi,
busco unas zapatillas de plataforma. Ahora suelo fatigarme
más rápido de lo usual, también medito la idea de lavarme
el pelo… Dejando todo en la cama, entro al baño.
No hemos tenido relaciones sexuales en días, por ello no
estaba preocupada por rasurarme, pero a mi esposo le
gusta esa parte de mi cuerpo limpia y suave, así que
aprovecho a hacerlo. Estoy lavándome el pelo cuando
escucho un ruido fuerte, frunzo el ceño y empiezo a
aclararme el pelo, un segundo después suena una especie
de explosión, el piso se me mueve y la adrenalina se abre
paso en mi sistema.
Grito en cuanto dos hombres entran al baño, reconozco a
Nick quien se dirige a toda prisa hacia mí, tiene su arma en
la mano. No se inmuta porque estoy completamente
desnuda delante de sus narices y tampoco es suave al
sujetarme del brazo y arrastrarme fuera del baño, estoy
gritando contra su agarre cuando me carga en su hombro.
Grito más fuerte y le pego en la espalda, el pelo mojado me
estorba, pero logro ver que están abriendo mi antigua
recámara y el segundo hombre a quien no conozco dispara
a alguien dentro. El pánico me paraliza, Nick maldice
dejándome sobre mis pies, el movimiento me marea y el
hecho de estar desnuda pierde interés.
—¡Tienes que entrar la habitación de pánico!
—¿Qué...? —cuestiono confundida.
Él me empuja hacia atrás, a mi antiguo vestidor vacío,
apenas con unas pocas cosas para Emma. El espejo de
fondo se abre cuando las luces en el interior parpadean.
Nick me agarra de los hombros y dice algo, pero no puedo
escucharlo. Nada, todo lo que tengo es la vista clavada en el
hombre con la cabeza rasurada a su espalda. Nick está
bramando órdenes cuando el pelón dispara. Abro mi boca
para gritar, pero nada sale, viendo la mirada perdida de
Nick su cuerpo cayendo a mis pies, intento sostenerlo,
incluso sabiendo que está muerto, que no vivirá. El disparo
ha sido mortal.
Caigo junto con él, su arma se resbala de sus manos y se
desliza golpeando la madera, el pelón no duda en venir
hacia mí, agarrándome del pelo, alcanzo la Glock en el piso
y con la otra mano intento luchar contra su agarre doloroso.
—¡Mаленький! —exclamo la única palabra que reconozco
en ruso, gracias a Vlad. El hombre me suelta y me observa
asombrado, levanto mi mano, esa donde tengo el arma de
Nick y le disparo entre las piernas sin pensarlo.
«Sostén el arma con firmeza, tienes que entender que si
la levantas para disparar no puedes dudar. Lo haces.» Las
palabras de Killian llegan justo cuando el hombre cae sobre
sus rodillas maldiciendo en su idioma, vuelvo a levantar mi
mano… Disparo, esta vez en su garganta. La sangre me cae
en el rostro. Mis manos empiezan a temblar en cuanto
escucho el golpe sordo. Las náuseas me revuelven el
estómago, pero mis ganas de sobrevivir parecen
multiplicarse. Me impulso corriendo detrás del espejo, sin
soltar el arma.
No estoy pensando, ni deteniéndome, solo salto detrás y
el espejo se sella, ruidos de pistones llenan el oscuro lugar,
retrocedo cayendo sobre una superficie suave y mullida. En
el techo luces automáticas se encienden una a una,
cegándome, luego una pared empieza a reproducir cámaras
en diferentes ángulos del ático.
Cada habitación y estancia está vigilada por una cámara,
incluso nuestro baño donde estaba hace minutos, el cual
ahora tiene dos hombres armados dentro, uno de ellos
cerrando la llave de agua que dejé abierta, en la cocina está
Nonna en el piso, abrazando sus pies y mirando con
desesperación a todos lados, parece encontrar lo que busca
y gatea hasta los estantes de la cocina, entrando en el
incómodo lugar debajo del fregadero, cerrando la puerta
justo cuando un ruso llega. Hay muertos en el piso y sangre
en la mayoría de lugares, en la piscina se encuentra un
cadáver flotando, el gimnasio es el único lugar despejado,
en la biblioteca está alguien volteando todos los libros como
si tratara de encontrar un pasadizo secreto. Entonces miro
el lugar donde me encuentro… «Este es ese pasadizo».
Analizo todo el blanco lugar, tiene una estantería con
latas y agua embotellada, donde estoy sentada es una
pequeña cama individual contra la pared, sobre esta se
encuentran dos cambios de ropa y una toalla, agarro una
playera gris y me la coloco, con la toalla limpio mi rostro,
estoy soltando la toalla cuando lo veo. Dominic, en el techo,
el helicóptero descendiendo. Grito a las cámaras sin sonido,
¡Regresa! ¡Devuélvete! Está solo, hace señas despidiendo al
piloto y caigo llorando al piso, desgarrándome. Van a
matarlo.
Mis gritos son todo lo que tengo, las lágrimas en mis
mejillas.
¡No puede morir! ¡No él! Busco en cada rincón algo, algún
teléfono que me permita advertirle, cualquier cosa, pero
solo encuentro un botón rojo al lado de donde se supone
que está la puerta por donde entré, no sé lo que hace, pero
no cuento con muchas opciones, me levanto pegándole
varias veces y observando las cámaras, Don está en el
ascensor bajando a nuestro piso cuando las luces se apagan
quedando toda la casa a oscuras y luego se encienden, el
ascensor parece detenerse, Dominic levanta la mirada al
techo por unos segundos, está esperando algo, así que
golpeo el botón una vez más, causando el mismo
mecanismo, mi esposo mira, él observa directo a la cámara,
como si supiera que estoy detrás, justo aquí. Teclea algo en
su móvil y busco la cámara de nuestra habitación, mi celular
está en la cama, junto a mi vestido encendiéndose. Lloro
aún más fuerte.
No lo tomé conmigo, ¡estúpida, estúpida!
Me enfoco en mi marido nuevamente, esta vez teclea un
mensaje y me muestra su celular, es una orden escrita en
italiano. «Hazlo, otra vez».
Sabe que quien se encuentre observándole debe ser de
los suyos y para comprobarlo escribe en italiano, nunca he
estado tan feliz de algo cuando presiono el botón
nuevamente, los hombres en los demás lugares están
buscando el fallo, algunos parecen darse órdenes, calculo
unos trece repartidos por nuestro departamento. Don está
quitándose su americana, marcando lo que me parece un
mensaje desesperado, luego saca una pistola de su espalda.
Las balas no son suficientes, me alejo tapándome la boca en
shock.
«Morirá».
Quiero decirle que se marche, que retroceda, puedo vivir
unas horas aquí o unos días, parece haber la suficiente
comida y agua para sobrevivir una semana, pero no tengo
forma de advertirle.
Observo todo casi sacándome el corazón del pecho, cómo
sale del ascensor, cuando inmoviliza a uno de los rusos con
una llave en el cuello y parece romperlo, trabaja con tanta
calma que es atemorizante verlo, en el otro lado, por la
entrada del lobby, tres hombres aparentemente de nuestro
lado, ingresan, ellos disparan a los dos quietos en la sala y
así empieza el infierno. Veo la película en mudo, con las
piernas temblando, ninguno de ellos es Kain o Vlad, solo son
soldados. No soy capaz de cortar u observar las siguientes
muertes que causa mi marido, solo me doblo contra una
esquina vomitando, siento la sangre zumbándome en la
cabeza y el palpitar de mi corazón acelerado, la vista se me
nubla. Temo desmayarme, como puedo llego a la estantería
y abro una de las botellas de agua mojándome la cara.
Inspecciono las cámaras, tratando de encontrar a
Dominic, pero no aparece en ninguna de ellas, solo veo a
dos de nuestros hombres caer bajo uno de los rusos, el
tercero sale huyendo. Don aparece en la cocina caminando
directo al fregadero y abriendo la puerta, esquiva algún
golpe de Nonna y le susurra algo antes de volver a
encerrarla. Enfoco una de las cámaras, al principio creo que
es Raze quien está luchando cuerpo a cuerpo, pero en un
giro logro visualizar a Roth, está cubierto de sangre, como si
antes de llegar aquí hubiera atravesado el mismísimo
maldito infierno, se nota cansado y tambaleante, sus golpes
no tienen fuerza ni precisión, cae y yo lo hago con él,
gritando, ¡no! ¡No voy a perder a ninguno!
No sé cómo abro la puerta, solo golpeo la pared y esta
responde, tomando el arma corro saltando sobre los cuerpos
sin vida en el vestidor, empapándome de la sangre en el
piso. Salgo por la puerta principal, atravieso el pasillo y bajo
las escaleras, Roth está en el suelo y un hombre está
agarrando su cabello y apuntándole a la cabeza.
—¡Roth! —grito desesperada cuando el cuerpo de
Dominic se lanza sobre el ruso, ambos caen al suelo
forcejeando, yo resbalo en lo que me parece es sangre y me
arrastro hacia Nikov.
Está respirando agitado y cae hacia adelante aguantando
su cuerpo con la fuerza de sus manos contra el piso. Lo
sostengo de la cadera, metiendo mi cabeza bajo su axila y
tirando de él hacia arriba, me mira, goteando sudor, con el
rostro rojo, no parece herido visiblemente.
—Te tengo —gruño ejerciendo más fuerza.
—Como en los viejos tiempos —murmura observándome.
Escucho el siseo animal de Dominic y luego el sonido
antinatural de huesos rotos. Levanto la cabeza y lo busco,
primero encuentro el cuerpo de pie y veo cómo este cae con
la cabeza colgándole, dejando ver a mi marido detrás,
cubierto de más sangre y respirando agitado. Si la muerte
tiene un rostro, ese es Dominic Cavalli, il capi di tutti capi.
 

CAPÍTULO 70
Emilie
 
De pie, en la sala donde tuve uno de mis mejores
momentos con Dominic en Navidad, ahora me he quedado
paralizada, con la respiración a duras penas. Las imágenes
que se reproducen en mi cabeza son de sangre y de muerte
desde diferentes tipos de ángulos.
Mis sentidos han colapsado, mi cordura se ha quebrado
en más de una forma. A duras penas escucho a Roth hablar
mientras el Capo de la mafia italiana lo atiende, revisando
su cuerpo por alguna posible herida.
—Lo hizo desde el rancho, toda nuestra seguridad fue
comprometida. —Nikov habla rápido, sin dar crédito—.
Intenté avisarte… Kain está herido.
—¡Roth! —Dominic gruñe acunando su rostro—. No ha
sido tu culpa, no existía forma de que lo supieras. Ha sido
listo, nos ha atacado desde ambos frentes, pero no ha
vencido, ¿me escuchas? Seguimos de pie.
—Te llamé. —Roth insiste.
—Llegué en el helicóptero, ha sido una maldita suerte.
El ruso afirma, mientras sigue narrando su parte de la
historia, cómo Kain entró al rancho y violó la seguridad, le
informa de su plan de escape donde solo se mencionan ellos
dos y los siguientes pasos a continuación. Yo los observo
ida, como si fuera un espectro invasor en su mundo. No han
sido los repartidores de comida rápida o los del cable
quienes violaron la seguridad, sino desde el rancho de
Nikov, de alguna manera Kain logró ingresar. Finalmente,
Dominic se gira, parece que acaba de recordar algo cuando
me observa entre la fascinación y el asombro. Sus ojos se
encuentran dilatados, más oscurecidos que nunca. Se dirige
a mí en dos zancadas casi tumbándome cuando rodea mi
cuello y arremete contra mi boca, mi cuerpo le corresponde
incluso dentro del shock del momento. Introduce su lengua,
nuestros dientes chocan, mi piel hormiguea, me sostengo
tanto como puedo de su camisa mojada por el líquido
viscoso de la sangre. Ardo y me quemo en su fuego, en la
adrenalina de todo el momento, en la ansiedad de creer que
lo perdería. Dominic parece ido, a regañadientes se separa,
respirando entrecortado, une su frente a la mía y limpia mis
mejillas húmedas, esta vez las lágrimas no son las culpables
de mi estado.
—Te amo —susurra íntimamente, suave, apenas un soplo
de ambas palabras. Mis piernas se debilitan, tiene que
rodear mi cintura para evitar que me deslice de su agarre—.
A ti. —Aclara.
Me pierdo en su mirada, el tiempo marchando en una
sincronía desigual e imperfecta, mi eje colisiona. Sabía que
me amaba, lo demostró en cada ocasión necesaria, pero
nunca creí posible escucharlo. No ahora, no nunca.
—Debemos irnos, vendrán a rematarnos aquí —
interrumpe Roth de pie con una botella de whisky, él nos
mira de hito en hito, al parecer se ha perdido las palabras
de Dominic, quizás mi imaginación me ha jugado una mala
pasada… «Te amo.» Sus palabras, la mirada de adoración se
repite una vez más y frunzo el ceño. Es real, jodidamente
cierto.
Ellos se movilizan, Roth reúne algunas armas, dinero y
papeles del despacho de Don, mi esposo busca ropa para
mí, también avisa a Nonna para sacarla de la cocina, llama
a alguien y la envía fuera primero que nosotros. Ellos
discuten sobre dónde deberíamos irnos antes de que mi
marido mencione a Raze, Roth se niega en rotundo, no
quiere llevarle problemas a su hermano, pero las opciones
se nos acaban. Me cambio a unos vaqueros negros en el
mismo lugar, en la sala con cuerpos esparcidos, con ese olor
a hierro en el ambiente. No tengo ninguna zapatilla cuando
Dominic me carga en sus brazos y empieza a caminar hacia
el ascensor conmigo a cuestas, Roth lleva dos grandes
bolsos negros, parece un poco mejor cuando da un trago
largo al alcohol. Bajamos directo al estacionamiento
subterráneo, subimos al primer coche deportivo que me
compró, un Lamborghini negro mate. Don se mueve rápido
preparando dos armas, parece listo para enfrentar la guerra
cuando salimos en la carretera, Roth detrás del volante lo
hace con rapidez girando hacia la derecha y pisando a
fondo, mi esposo revisa el espejo retrovisor una y otra vez.
—No tiene recursos —dice hablando consigo mismo.
—Ya no tienen el dinero —incentiva Roth.
—Dos golpes —musito.
Dominic se gira, no tiene puesto su cinturón y me ha
dejado en el asiento trasero, detrás de Roth, con un bolso a
mi lado. Extiende su mano buscando la mía, la sostengo con
fuerza, porque él es mi llamado a tierra. La otra se
encuentra presionando mi vientre. Con miedo de perder a
mi bebé. Me caí, corrí, salté… «Por favor, Dios. Por favor»,
rezo internamente.  Está a punto de decirme algo, cuando la
pantalla de su móvil se enciende, está quebrada, no logro
distinguir quién llama. Don solo la golpea y la lleva a su
oreja sin ningún saludo, pasa varios segundos escuchando a
la otra persona.
—Llévalas contigo —instruye en ese tono de voz rotundo
—. No quiero saber la ubicación, llama una vez al día y
cambia de número. Sí, ponla al teléfono. —Dominic extiende
su móvil hacia mí—. Savannah —anuncia.
Rápido lo tomo, escuchando a Savannah en la línea,
parece discutir con Nicklaus antes de hablarme
directamente.
—¿Emilie? ¿Estás ahí?
—Sí, aquí estoy.
—Nicklaus quiere movernos de la villa, le he dicho que
necesitaba…
—Haz lo que él te diga —corto—. Es importante … Por
favor —suplico. No quiero que cometa mis errores al creer
que puede luchar contra este mundo, porque si lo hace, mi
hija pagará las consecuencias.
—¿Estás bien? —pregunta. La preocupación genuina en
sus palabras es algo que no esperaba.
—Sí, estamos bien. Debo colgar, dile a Emma que la amo.
Si algo llegara a suceder, recuerda hablarle de mí —suplico
sollozando. Dominic me aparta el móvil con delicadeza,
vuelve a tomar el control, al finalizar la llamada dobla el
aparato entre sus manos, baja el cristal del auto y lo tira por
la ventana.
—Nada te sucederá, no mientras yo viva —afirma. Roth
me observa por el espejo central y sé que concuerda con
esas palabras.
Salimos a las afueras de New York, sé que estamos cerca
de la cabaña, pero en un sentido diferente, no logro
ubicarme dentro del mapa en mi cabeza, mucho menos
mientras esta me da vueltas un poco mareada. Casi una
hora luego de dejar el ático estamos en una calle oscura de
piedra. Roth baja la velocidad cuando nos acercamos a una
torre que vigila un portón, tres hombres armados salen de la
nada, Dominic baja el cristal sacando la mano y me parece
que da el comienzo de una sonrisa.
—No quieres hacer eso, chico —advierte a un joven.
—¿Señor C-Cavall-ii…? —titubea retrocediendo.
—Sí, ese es mi apellido, niño. Anuncia a tu Prez que sus
hermanos están aquí.
El chico saca un radio negro de antena, para cuando
empieza a hablar Roth está acelerando y pasando la torre,
la carretera no cambia, sigue siendo de piedras y tierra.
Nikov conduce rápido, levantando polvo detrás, derrapa en
el momento en que hombres y mujeres están saliendo de un
tipo edificio, la fachada me recuerda a los almacenes
industriales rediseñados.
Dominic salta del vehículo antes de que Roth se detenga
por completo.
Las personas retroceden, asustadas, yo en su lugar haría
lo mismo. Entre el grupo visualizo a Raze, sorprendido. Mi
esposo me ayuda a salir y me coloco a su lado agarrando su
mano, parece no darse cuenta de ese detalle, yo lo olvido
cuando una marea de pelo rojizo corre hacia mí. Es un rostro
medio conocido en esta noche loca, ella me abraza. Es
delgada, pero la fuerza con la cual me rodea es justo lo que
necesitaba. No sé por qué empiezo a sollozar
inmediatamente, casi parece que estaba esperando esto.
Un ancla.
—Retrocedan —ordena Raze a las personas.
—… no es un peligro —susurra Roth, parece que trata de
calmar a Dominic por algo. Mi marido gruñe entre dientes.
—Quiero las puertas del club cerradas y diez hombres
afuera. Disparen primero, pregunten después —sigue
ladrando órdenes Raze.
—Nadie nos sigue —sisea Don—. No traería mierda así al
club.
—Es protección por las chicas. Vamos dentro, Bess lleva a
la rubia a nuestra habitación.
La chica retrocede, limpiándome la cara. Sé que tengo un
aspecto terrible.
—Damián, trae algo de ropa grande.
—No —ordena Dominic empezando a quitarse su ropa—.
Lo quiero cuidando a mi esposa.
Quiero quedarme a su lado, no conozco a estas personas.
Confieso que siento temor de cómo me observan, pero la
chica a mi lado me abraza y guía al interior. De alguna
manera me transmite su confianza y seguridad. Más
personas aglomeradas dentro de la casa no apartan la
mirada de mí.
—¿Qué, hijos de puta? ¿No tienen un coño propio? —
exclama un hombre detrás de nosotras. La chica me ayuda
a subir la escalera mientras escucho maldiciones de todo
tipo.
—Quiero vomitar —digo agarrándome el vientre. La chica
apura el paso, golpeando una puerta y empujándome. La
sigo a trompicones, me arrodillo en el piso abrazando el
inodoro. Me ahogo con las fuertes arcadas del vómito, estas
mismas hacen lagrimear mis ojos. Es más desagradable que
las veces anteriores y recuerdo que no he cenado nada. No
tengo conciencia de la hora.
—Estás pálida —murmura la chica pasándome una toalla
húmeda.
—No pueden saberlo —suplico con lágrimas en los ojos.
Debo proteger a mi bebé, es lo único que está en mí por el
momento. Protegerlo y ocultar que existe. Si lo hubiera
hecho desde el principio, haciendo caso a Dominic, quizás
nada de esto hubiera sucedido, pero fui imprudente en más
de un sentido y he aquí las consecuencias.
—¿Qué no pueden saber? —cuestiona. La observo
mordiéndome el labio. Nadie debe enterarse de que estoy
embarazada. He vivido rodeada de traidores, ¿puedo confiar
en esta desconocida?
—Que me siento mal, nadie puede saberlo. Por favor.
—Date un baño, ¿sí? Yo conseguiré algo para calmarte.
—No tengo ropa.
—Te daré algo de la mía. Tus pechos son enormes, así que
una playera del club te vendrá bien, pero mis vaqueros te
quedarán. Tengo ropa interior nueva, la dejaré para ti.
—Gracias —murmuro analizándola.
—Fui grosera contigo.
—Tu hermano murió, tienes derecho a ser grosera con el
mundo.
Y yo sé de eso, fui la mujer que enloqueció.
—No tardaré.
Empiezo a quitarme el vaquero, me lavo la cara y las
manos, me observo en el espejo. Mi pelo se ha secado y
tengo partes rojas, manchadas. También tengo hinchados
mis párpados y un pequeño corte en el labio, parece que me
lo he causado sin darme cuenta. La chica regresa
sobresaltándome cuando cierra la puerta, mi instinto es
retroceder, pero ella no se da cuenta de ello, solo abre un
botiquín. Eso llama mi atención y me acerco buscando algún
tipo de calmante, necesito sedarme de alguna manera para
controlar el ritmo de mi corazón, también quiero hacerme
una prueba de embarazo, pero es tonto ¿eso me dirá si voy
a perder este bebé?
Agarro un bote de Tylenol y una prueba de embarazo,
parece ya usada pues tiene un claro positivo. Debato si
debiera o no decirle a la chica, ¿quizás una sala de
emergencia? No, no, demasiado peligroso.
—Está usada —musito mostrándome la pequeña varita
blanca—. Necesito un doctor, nadie puede enterarse. Es
muy importante, ¿puedes ayudarme, Bess?
—Mañana tengo una cita, podrías acompañarme y ver a
la ginecóloga… ¿Eso ayudaría?
—No tenemos otra salida. No saldremos de aquí, Dominic
no lo permitiría.
—Raze tampoco, no esta noche.
—Mia regina... —clama detrás de la puerta esa voz
intensa que siempre me impacta. Esa voz que es un
bálsamo para mi dolor y mi tormento, que me regresa de
golpe a la realidad, que sirve de gravedad perpetua a mi
existencia. Mi esposo, mi vida.
En cuanto entra al lugar salto a sus brazos, los cuales
siempre me han recibido incluso cuando he sido estúpida y
terca, esas manos que hace nada mataban y arrebataban la
vida solo por llegar a mí, por salvarnos, a mí y a nuestro
hijo. Lo amo, amo que pensó en Emma cuando mi mente no
daba para nada más.
—Llévame contigo —suplico. Se ira, sé que lo hará.
—Debes quedarte aquí.
—¡No!
—Emilie —dice con la voz más ruda—. Necesito saber que
estás a salvo, quiero hacer esto sin tener que preocuparme
por ti, ¿comprendes?
—Te odio —sollozo. Ahora lo entiendo, debe hacer esto,
eliminar la amenaza y seremos felices, no más guerra, ni
lágrimas, solo nosotros. Puedo hacerlo, por el futuro de
nuestra familia.
—Yo te odio más, esposa.
—Vas a regresar, promételo.
—No ha nacido ningún hombre en el mundo capaz de
alejarme de ti.
—Promételo.
—Estoy regresando a ti. Siempre.
—Promételo, Don… Por favor.
Él no rompe sus promesas.
—Lo juro —sentencia llevando mi mano a su pecho, justo
sobre su corazón, en el tatuaje de la familia—. Volveré a ti,
Emilie. Ningún infierno será capaz de retenerme.
—No puedo perderte —sollozo—. Vuelve a casa.
Dominic se inclina, sellando su promesa como solo él
sabe hacerlo. Besando, consumiéndome, manteniendo una
parte suya unida a la mía. Somos uno. Nosotros y el mundo
excluido en una burbuja donde nadie es capaz de entrar y
romperla. Siento cómo me deja en una superficie suave,
empuja mi cuerpo hacia arriba sin dejar de devorarme. Lo
quiero. Ahora. Aquí. Lo necesito.
—Te amo —repite alejándose y observándome, parece
ansioso al decirlo. Acuno su rostro, sonriendo ¡¿Estoy loca?!
Nadie puede sonreír de la forma en la cual lo hago, no
después de esta noche, pero estas son las palabras que
necesitaba. ¡Lo que siempre esperé por meses!
—Y yo te amo más, cariño.
Es todo lo que puedo decir antes de ser yo quien lo bese.
Que los ángeles dejen el cielo, los demonios el infierno y el
caos reine en la maldita tierra, no me importa, siempre que
tenga a este hombre. Hades y los perros de Cerbero pueden
gobernar el inframundo, pero Dominic Cavalli gobernará la
tierra.
 

CAPÍTULO 71
Dominic
 
Me libera, la energía que viaja por mi cuerpo es
indescriptible. No me he sentido así en años, desde que
Nonna me daba esos pinceles a escondidas de padre y
aquellos botes de pintura pequeños para jugar.
Emilie restaura partes de mi vida que creí sepultadas en
mi interior. Pensé que decir las palabras que van en contra
de todo cuanto he creído me haría sentir débil y pequeño,
pero es todo lo contrario.
Sigo siendo yo, el Capo. Salvaje e indomable, pero lleno
de un propósito. Mantener a salvo a mi familia.
Estamos desesperados, besándonos cuales fieras
hambrientas. Subo la playera que se ha colocado haciendo
a un lado sus bragas de algodón y hundiéndome en su
interior en cuanto me libera. Ella me sostiene fuerte del
cuello, arqueándose debajo de mi cuerpo.
—Tenía un plan, un propósito y luego te conocí —confieso
besando su cuello, sin moverme—. Eres un golpe de
realidad, nena. Pensé que me harías vulnerable a ser
arrastrado…
—Dominic —suplica. Alzo la cabeza, observando esos ojos
verdes empañados de lágrimas. Empiezo a moverme suave,
lento y delicado. Saboreando tenerla así, porque hace unas
horas las cosas quizás serían diferentes. Esta noche, pude
haberla perdido.
—Salvaste mi vida, Emilie. Me salvaste de no conocer
este sentimiento al que ahora puedo nombrar, porque antes
de ti, nunca lo sentí y era simplemente irrelevante. Ahora
quiero que lo recuerdes, te amo, señora Cavalli. Es fuerte,
es real. Estoy enamorado de ti, de Emma, del pequeño que
hemos creado juntos y de la idea de un futuro.
» Quiero esa casa con jardín, esos niños jugando,
corriendo. Quiero todo eso, contigo. Me has hecho cambiar y
crecer en ese aspecto de mi vida que antes no creí
necesario. Me has demostrado amabilidad, perdón y
respeto. Valores que tenía olvidados.
—Mi Capo —susurra apartándome el pelo de la frente,
acunando mi rostro en sus manos frágiles—. Mi hombre y
guerrero…
—Sí —corto—. Tuyo, nena.
Lo hizo, mi reina destrozó aquellos cimientos que había
construido durante años. Ella ha derrumbado la muralla de
protección y rudeza impuesta para salvarme de los
sentimientos y la decepción.  Nos giró en la cama, esta vez
ella sobre mí, a horcajadas. Gime por la profundidad de mi
polla en su codicioso coño, intenta sostenerse de mis
hombros, pero atrapo sus manos agarrándola de las
muñecas a su espalda.
—Muévete —ordeno. Aunque Emilie me ha desafiado en
muchos aspectos de nuestra relación, en el sexo me deja
tener el control y cede ante mí por completo. Me gusta
tener este dominio.
Se mueve como una diosa del pecado y las perversiones
carnales, llevándome con ella con cada contracción de sus
paredes internas. Mueve sus manos, pidiéndome que la
libere, se lo concedo solo para averiguar con intriga su plan.
Guía mi mano a su cuello y sonrío.
Esta es mi chica, ella va a por todo.
—¿Segura? —pregunto empezando a apretar un poco,
solo débilmente en una advertencia. Asiente y yo no puedo
resistirme cuando me entrega su confianza absoluta de esta
manera.
Mi agarre es sincronizado con los movimientos circulares
de su pelvis. No deja de observarme esperando el momento
indicado, pero quiero ir más allá y descubrir qué tanto
puede soportar la espera, a cambio golpeo su trasero con
mi otra mano haciendo que grite mi nombre en una plegaria
prodigiosa. ¡Sí! Que todo el maldito club sepa que ella es
mía, solo mía. Le pego tres veces, cada una más fuerte que
la anterior, haciendo que se llene más y más de placer. Deja
caer su cabeza hacia atrás exponiéndose ante mí. Decidido,
corto el aire de su garganta con mis dedos cerrándose
fuerte en su cuello. Acelera sus embiste, Emilie es quien me
folla esta noche. Mi dulce criatura. Los puntos marcados en
la tela me incitan. Voy a su encuentro, mordiendo uno de
sus pezones. Em boquea por aire y se lo doy cuando chupo
descaradamente su sensible pecho sobre la tela. Cuando
ella siente que ha obtenido un respiro utilizo mis dientes
escuchando mi nombre en forma continua en un grito
desesperado.
Las réplicas de su orgasmo me aprisionan, mi polla se
hincha en su interior y justo cuando empiezo a bañarla de
mi semen, rodeo su cintura y la mantengo inmóvil contra
mí, esta vez la fuerza de mi agarre en su cuello es mayor de
lo que nunca ha sido. Se viene duro, sus manos
enredándose en mi cuello, veo sus ojos lagrimear y luego
cerrarse. Jesucristo.
Gruño su nombre soltando su pecho, buscando su boca,
sus labios se encuentran rojos y temblando. Desesperado, la
beso, metiendo mi lengua y buscando la suya. Emilie
reacciona, me devuelve todo con una intensidad al doble.
Quisiera quedarme siempre pegado a su boca, a su cuerpo,
pero siento esa necesidad suya de tomar aire y
retrocediendo la dejo ir. Cae sobre mi pecho, rendida,
respirando como nunca.
El deseo de hacerla mía toda la noche late, pero niego
para mí mismo. Debo cazar a Kain y ella ha tenido un día
lleno de emociones. La levanto, dejándola en la cama,
murmura algo que no entiendo, me paro entrando al baño
de Raze a lavarme la polla llena de los fluidos de mi mujer y
míos. La ropa de Emilie se encuentra en el suelo, parece
que estuvo vomitando. Mojo una toalla y regreso a la
habitación para limpiarla. Ella se encuentra dormida, hecha
una bola sobre el lecho.
La muevo y se cuelga de mi cuello como un koala, vuelvo
a dejarla debajo de las sábanas apartándole el pelo.
—Volveré por ustedes —le prometo besando su frente. Es
un juramento que no romperé.
Los demás están en la escalera. La chica Miller me
agrada. Es de las pocas mujeres a quienes encuentro
valientes y de alguna manera he admirado su temple para
salir adelante después de las mierdas en las que se metió,
incluso si vivió en la mentira de mundo que ella decidió
crear como su refugio. Raze está marcando el territorio,
quiero girar mis ojos al verlo. Una puta del club está
demasiado interesada en darnos de tomar.
Mi objetivo es Damián, el exconsigliere de La Corona y
por quien recibí una bala en los Fades. Es algo que me debe
y él lo sabe. Le pregunto cuántos muertos carga sobre su
cabeza, pero son demasiados para contar, tal y como
espero en un hombre de su porte. Es el único en este club,
aparte de Raze y Harry, en quien tengo una pizca de
confianza. Quiero que él cuide de mi esposa.
Sí, soy un maldito hijo de puta posesivo. Es quien no la
tocará ni mirará con ojos de nada. Es un hombre criado con
mis costumbres.
Fue una sorpresa encontrarlo involucrado en peleas, pero
supongo que aún no supera la trágica muerte de su esposa
e hijo, quizás se culpe, «es lo que todo Made Man haría»,
culparse por no ser suficiente. Es la culpa que siento cuando
veo a Emilie, sé que no estuve para librarla de Kain, pero yo
tengo a mi esposa y ella me recuerda las razones correctas
por las cuales debo enviar la culpa al demonio y cazar al
maldito bastardo.
—Yo conduzco —siseo hacia Roth, me tira las llaves y
sube al deportivo.
—Tienes esa mirada —musita cerrando su puerta.
—¿Cuál? —cuestiono sonriendo de lado.
Sí, tengo esa mirada.
—La de “causaré muchos jodidos problemas.”
—¿Santo Roth no quiere divertirse? —me burlo—. Porque
el siguiente destino serán las mazmorras, después tomar
control de Rusia, ¿te unes o te dejo en la guardería?
—Tendrás que prestarme un cuchillo —murmura. ¡Oh sí!,
¡vamos a destruir! Justo como en los viejos tiempos.
Observo una última vez el espejo retrovisor. «Volveré, cara
mia. Volveré».
 

CAPÍTULO 72
Emilie
 
Sé que la vida suele cambiar en un instante, pero no logro
procesar a la chica delante de mí, anoche, la última vez que
la vi, era alguien llena de vida. Hoy luce moretones,
mordeduras y al parecer otras tantas dolencias no visibles.
Sé lo que es tener un hombre un poco intenso, bueno,
demasiado, pero Dominic nunca me ha dejado en esas
condiciones, quiero pensar que la media sonrisa en su rostro
mientras dejamos el club y vamos hacia la ginecóloga
significa felicidad y no trauma. Ella ha defendido a Raze con
uñas y dientes delante de todos.
El hombre al volante, Damián, me parece que se llama,
va molesto, observándola a cada tanto. Yo dejo mi mente
vagar al recuerdo de mi esposo, a su toque y ese “te amo”
que fue capaz de decirme anoche, inconscientemente
acaricio mi vientre. Todo esto pasará, seremos felices,
disfrutaremos la vida y a nuestros hijos en calma.
Llegamos al consultorio, si Dominic estuviera en el lugar
sufriría un infarto. Bess es la primera en ingresar sola
mientras el chico se queda a mi lado vigilando la puerta.
—Raze no la violó, ¿cierto? —pregunto. Desde el primer
momento en que conocí a Raze aquel día para ir a Italia, el
chico me agradó, saber que era hermano de Roth hizo que
una parte de mí lo amara de forma instantánea. Sé que Roth
una noche, en el pasado, había hecho de todo para salvar a
su hermano, al pequeño de ojos grises como lo llamó, pero
si ese mismo Raze violó a esta chica, se lo diré a Don, sé
que mi esposo aplicará su mano dura, incluso contra un
Nikov, o eso espero.
—Prez tiene problemas de fuerza.
—Lo sé —admito—. Cuando lo conocí apretó mi mano, me
dejó marcas y fue solo un toque.
—Sí. —Asiente—. Anoche parecía extraño, un poco,
¿tomado?
—¿Quizás discutieron?
—No lo creo… Bess venía feliz, ella salió contenta de la
cabaña.
Si estaba alegre no puede ser una violación, cuando Kain
me tocó sentía todo, menos felicidad. El chico no sigue
hablando, tampoco quiero incomodarlo, guardo silencio
jugando con una botella de agua hasta que Bess sale. Me
muevo para ayudarla a sentarse, la doctora llama a Ellie
Mancini a pasar, mi otra identidad. No quise darles mi
nombre real. Nadie insistió en una identificación, quizás por
el hombre intimidante a nuestro lado. Dejo a Bess sentada
en la silla y sigo a la señora hasta la habitación. Es un lugar
pequeño, con una camilla, una TV al frente, un monitor raro
al lado y una silla, sin ventanas sin cuadros bonitos.
—¿Qué le trae por aquí, señorita Mancini?
—U-m-mm —titubeo tirando de la tela del vestido—. Estoy
embarazada y me gustaría saber si todo está en control.
—¿Sabe cuánto tiempo tiene de gestación? ¿Es un feto
deseado? Disculpe la última pregunta, es para mantener un
récord de los embarazos a temprana edad.
—Es deseado —afirmo suspirando—, pero perdí un bebé
recientemente y temo que suceda lo mismo.
—Ya veo —murmura sonriendo amable, de alguna manera
me tranquiliza el hecho de que me entienda. Me ayuda a
colocarme en la camilla, me indica algunos análisis que
debo realizarme ya que es mi primer chequeo, también
escribe una receta con algunas pastillas que debo empezar
a tomar de manera diaria. Al final me pide que me retire la
ropa interior y mi vestido, que los cambie por una bata
médica azul.
—Realizaré una ecografía vaginal, esto me dejará ver al
feto a estas tempranas semanas…
—¿Saber el sexo? —la corto asombrada.
—No, aunque si lo desea, con una muestra de sangre se
puede hacer una prueba genética, en ella se sabría el sexo,
¿muy ansiosa?
—Mi esposo constantemente lo llama él, me gustaría
aclarárselo.
—Entonces la prueba es perfecta para ti.
Me indica recostarme, abrir las piernas mientras prepara
un aparato alargado en forma de pene… Es incómodo
cuando lo introduce en mis partes privadas, respiro bajo sus
indicaciones observando la pantalla de TV frente a mí. Todo
es borroso, blanco y negro. Ella empieza a medir algo que
no puedo visualizar hasta que la imagen cambia.
—Oh, mira qué tenemos aquí —celebra la doctora—.
Tienes doce semanas y dos bebés. ¿Sabías que eran
mellizos?
En cuanto hace la pregunta un ruido se reproduce en la
estancia, me recuerda a un bip, pero repetitivo. Es el
corazón de mi bebé… De nuestros bebés. Dos, oh mis
dioses. Tendremos dos pequeños a la vez. La doctora
continúa hablando, pero soy toda lágrimas y emociones.
Imprime una de esas imágenes que son confusas, pero en la
que me señala en dónde está cada uno de mis bebés, no
son gemelos idénticos porque tienen bolsas separadas, lo
que los hace mellizos, pueden ser del mismo sexo o no, pero
no me interesa, ahora no quiero saber eso, solo quiero
llamar a mi esposo y darle la noticia.
Salgo en una nube a encontrar a Bess, ella no me
pregunta nada, creo que mi rostro es un mapa de
emociones visibles. Llevo la pequeña foto en mi mano, junto
a la receta médica. Damián nos lleva a una cafetería local,
cuando Bess se marcha al baño tengo que observar la foto
otra vez, temblando.
—¿Quieres llamarlo? —La voz ronca me hace saltar y
esconder la imagen.
Damián me observa con ternura, esta tenso.
—Sé que estás embarazada, él me lo advirtió en una
llamada temprano.
—¿Llamó? ¿Está bien?
—Sí, pero estabas dormida, dijo que llamaría más tarde,
¿está bien si lo guardo por ti? Se supone que nadie debe
enterarse.
—Sí —digo volviendo a mirar la primera foto de mis
bebés. Nadie debe saberlo, incluida Bess. Le entrego todo a
Damián, este promete una vez más guardarlo seguro y
entregármelo cuando estemos en el club.
Bess regresa y ordenamos el desayuno. Estoy
hambrienta, pido algunas cosas dobles, ella está tan
distraída en su propio mundo que come sin decir palabra. La
chica me agrada.
—¿Qué te dijo la doctora? —cuestiona de repente, estoy
terminándome una malteada de chocolate.
—¿Me dirás qué te pasó? —reviro.
—Fui a buscar a Raze anoche...
—Deberías empezar desde el principio, ¿desde cuándo se
conocen?
Ella es la chica a quien Raze siempre parecía observar en
su móvil.
—Hace siete años...
Oh mierda. Lo que sigue narrando es cada vez más
oscuro y jodido. Una nena, drogas, un desgraciado bastardo
abusivo. Mentiras y dolor. La forma en la cual culpó a Raze,
lo hizo ver como un hijo de puta cuando él solo intentó
salvarla. Nada justifica que está rota en más de un sentido,
pero ahora comprendo su sonrisa, no es porque Raze se
vengara de ella, sino porque ha obtenido eso que buscó
desde hace años, ser suya, pertenecerle. Al contrario de mí,
quien en todo momento intenté huir de Dominic; Bess Miller
pareció perseguir a Raze y condenarlo. Ella no está
buscando excusas para romantizar los acontecimientos de
ambos, tampoco señala que lo sucedido anoche fuera una
violación. Yo entiendo que no lo fue.
Yo fui violada por Kain, yo no quería su toque de ninguna
manera posible, pero Bess sí. Ella quería esto, a ese chico
dañado y jodido. Ella lo ama.
—Ese día que te conocí —narro en voz baja—. Él llegó
herido con nosotros, no dejaba de clamar tu nombre.
Apenas Dominic limpió su lesión, le aplicó un sedante.
Estaba como loco cuando despertó, golpeó a Don. Nadie,
nunca lo golpea, ¿sabes quién es Dominic? ¿Mi esposo?
Ella niega débilmente, observándome con esos ojos
azules parecidos a los de mi esposo. Es hermosa, parece
una especie de hada mágica. Sus facciones delicadas y
juveniles, blanca como la nieve, con un pelo rojo abundante,
no tiene maquillaje y se ve radiante, incluso con la nariz
enrojecida y los ojos alterados.
—La mafia, ese es Dominic. El heredero de la Cosa
Nostra, la mafia siciliana. Quien le toca un pelo, muere, y no
de forma bonita. Raze golpeó a Dominic, el Capo, para salir
del departamento, para correr tras de ti —digo de forma
tranquila, me percato de que he aprendido a vivir con ese
hecho. Mi esposo no es bueno, no es un santo, hace cosas
atroces ahora estoy segura.
—¿Cómo? ¿Eres la mujer de la mafia? ¿Estás loca? —
cuestiona chillando. Es una ternurita. Soy la Reina del Capo.
—Eres la mujer de un motero, Bess. No somos tan
diferentes.
—No es lo mismo.
Ajá, lo tuyo son peras y las mías manzanas. Quiero girar
mis ojos, ambos son malos. Harán todo lo que esté al
alcance de su mano, y más, para proteger lo que quieren.
—Ellos matan personas, venden cosas ilegales, se
apoderan de lo que desean. Míranos a nosotras, ambas les
pertenecemos, ¿tuviste oportunidad de elegir? ¿La tuve yo?
No, ninguna.
—Raze dijo que me dejaría libre —murmura
—¿Le dijiste que se detuviera?
—Sí... —admite mirando hacia la calle—. Lo supliqué, pero
luego no seguí peleando.
—Cuando dices detente. ¡Se detiene! Así funciona, Bess.
Nada de lo que puedas decir justifica tu estado. Crees que
mereces esto, pero no es así. Cometiste errores siendo una
chiquilla, ¿quién podría culparte por no volver? ¡Joder,
mujer! Hiciste lo posible por olvidar la basura de vida que
tuviste. Nadie debería juzgarte por ello, ni Raze tiene ese
derecho.
—Nadie lo va a entender —dice una vez más—. Raze me
necesitaba, solo le di algo que llevo queriendo hacer desde
hace siete años.
—Responde esto, Bess. Jura ser honesta.
—He sido honesta contigo, en todo.
—Lo sé. —Sonrío tomando su mano sobre la mesa—.
Bess, ¿le dijiste que era tu primera vez? ¿Se lo dijiste?
Baja los ojos, negando. Yo termino de llegar a mi
conclusión. Ella es quien ha jodido las cosas en grande, si
Raze hubiera sabido la verdad, no tendría a esta chica rota
delante de mí. Yo no amo a Raze, pero he llegado a
conocerlo un poco. Sé o sospechaba de su falta de control.
Tuve un vistazo de eso en Italia, así como un vistazo de él
cuando perdí a mi bebé. Raze no es un mal hombre, sé que
quizás él no lo sepa, pero ambos están terriblemente
enamorados.
Bess tenía el control, según lo que narra, ella sabía que
Raze se encontraba bajo el efecto de alguna droga la noche
anterior. Ella se dio cuenta y no salió en busca de ayuda, se
quedó a su lado.
—Él piensa que estuve con otros. No iba a creerme.
Ese es el problema de no decir las cosas y esperar a que
la otra persona lo sepa mágicamente. No asumas una
mierda, di, habla. Yo misma pude evitarme muchos
problemas si hubiera dejado de asumir que los demás
conocían lo que sucedía y a cambio era directa. Ya veo que
no es solo un error mío.
—Oh, Bess.
—Yo lo amo, siempre lo he amado. Fui una estúpida
chiquilla.
—Estarás bien, cariño. Yo creo que él también te ama.
Vive mirando su celular constantemente, revisando tus
fotografías, hace meses vi una donde estabas bailando en
un teatro, Raze se veía tan feliz.
—¿Fotos? —cuestiona con una media sonrisa.
—Oh, sí. También te vimos un día en el centro comercial y
amenazó a un chico, Alexander se llama.
Fue mi momento perfecto para escapar y poder encender
las alertas en Dominic pisando la oficina de Rawson.
—Cuéntame de ti —pide tomando una porción de fruta—.
Tu rostro se me hace conocido, pero no logro ubicarte.
—La prensa, programas de farándula… El noticiero local,
mi rostro ha salido en demasiados medios. ¡Soy la
sensación! —murmuro riendo a modo de burla. Los medios
me han creado una fama. Sin entender, frunce el ceño ante
mi tono sarcástico. Saco el colgante de oro con un corazón
azul fuera de mi vestido, dejándolo a la vista. La prenda ya
es parte de mí, a veces olvido que está en mi cuello.
—La joya Cavalli… —Jadea.
—Sí, esa soy yo. La joya Cavalli.
—Él es un hombre malo, muy malo.
—¿Malo? No, Don es la reencarnación de Lucifer. Lo he
visto de primera mano —admito con una sonrisa diabólica.
—Y eres su esposa…
—Eso dicen, aunque personalmente considero que soy su
condena. —Niego sin perder la sonrisa. He creado tantas
estupideces—. No lo entenderías. Si Dominic es Lucifer,
entonces yo soy Lilith. No existimos uno sin el otro,
odiándonos a muerte.
Amándonos, consumiéndonos… «Tú me diste vida, me
haces creer que merezco algo mejor más allá de solo dinero
y poder».
«El mundo es oscuro, cruel y no puedo prometer vivir
eternamente para protegerte, pero sí puedo asegurarte de
que pase lo que pase yo, Dominic Cavalli, te amo y lo
seguiré haciendo por cada día que me reste en este mundo.
Tú, mujer, eres lo único seguro en mi vida».
«Sé cómo amarte ahora, sé que puedo ser un esposo
para ti, el padre de nuestros hijos y seguir siendo quien soy
en el otro extremo de mi vida».
Tengo que cerrar los ojos evocando sus palabras de
anoche. Me hizo el amor en medio de una declaración de
sus sentimientos.
—¿Él no te ama? —pregunta cautelosa.
—No, ni remotamente cerca.
Amar no abarca en ningún sentido lo que Don y yo
tenemos. Esto no es solo el típico amor intenso que de
buena a primera va en picada al fracaso. Nosotros somos
uno. Quisiera decirle eso a Bess, pero sé que los
sentimientos de mi Capo son solo míos, un secreto de
ambos donde el público no tiene cabida.
—Pero tú sí lo amas…
—Con cada maldita exhalación, daría mi vida por él sin un
ápice de duda.
—Vaya… —musita.
—Sé quién es y lo acepto, antes no fue de ese modo, solo
nos causamos mucho daño. Si crees que mereces esto,
entonces terminarán mal antes de empezar. Habla, dile sus
errores y escucha de su boca los tuyos. Si superan eso,
quiero una invitación para la boda.
Me levanto, colocándome a su lado. Quiero esa invitación
y la tendré, porque dentro de nada estos dos estarán
casándose. Le doy un abrazo fuerte, acaricio su pelo
mientras Bess llora, algunas personas nos miran, pero he
aprendido a ignorarlos, aunque no puedo hacer lo mismo
con Damián y la forma en la cual ahora la mira. Él puede
comprender mejor lo que realmente sucedió. Veo la calma
en su rostro. Para estos hombres Raze es un líder.
—Bess… Yo, debo decirte algo… sobre Raze —susurro,
indecisa.
Si ella va a ir a por todo con el hombre de ojos grises,
necesita saber toda la verdad. Su pasado y cuán feo se
puede tornar el futuro.
 
CAPÍTULO 73
Dominic
 
—Matar a nuestros hombres no ayuda, ¿sabes? —
murmura sarcástico Roth cuando el tercero cae en la lona.
Mi intención no es matarlos, solo necesito quemar un poco
de esta adrenalina. Kain no se encuentra en las mazmorras,
ya he declarado el territorio parte de la famiglia. Desde que
asesiné a Mishak e impuse mi palabra al regresar a New
York, los rusos bajaron sus cabezas y nos aceptaron como
los nuevos jefes de la Bratva. Somos los dos hombres más
poderosos en el mundo, aun así, no puedo atrapar a la rata
de Kain. Sé dónde está Vlad, escondido en Moscú con Dalila
y su amigo Dimitri, intentando volver a ganar un poco de
poder. Si supiera el paradero de Kain viajaría a Rusia a
declarar mi trono, pero no puedo dejar a mi esposa en un
club de moteros sin tener idea de dónde se encuentra el hijo
de perra. Necesito encontrarlo y aplastar su cráneo en mis
manos.
—Si no pueden aguantar, es mejor que no estén en mis
filas.
—Eso es absurdo, sabes que soy el único que entrena
contigo —revira pasándome una botella de agua—. Ella está
bien —dice en ruso.
Odio que me conozca tan bien.
Me siento en el ring dejando caer mis pies descalzos
hacia afuera. Roth me quita la botella que acaba de darme,
comienza a retirar de mis manos las cintas anteriormente
blancas, que ahora se encuentran manchadas de sangre y
carne. Muevo la cabeza a los tres chicos restantes aún de
pie para que limpien el desastre. Fue frustrante volver al
ático y mirar la muerte, la sangre… Saber que mi esposa
tuvo que ver esa parte de mí está causándome ansiedad. Sé
quién soy, pero ese temor de perderla que no conocía solo
ha ido aumentando desde que abrí mis sentimientos. Me
siento expuesto, abierto con un libro que todos pueden
juzgar. Añadiendo a eso el descontento que me genera
saber que debe estar apartada de mí, cuando quiero tenerla
en mis brazos y protegerla.
¿Si cuando el shock baje se da cuenta de la bestia que
realmente soy? ¿Si quiere abandonarme? ¿La dejaría
marchar…? Sí, joder. La dejaría ir en busca de su felicidad.
Sé que ella tiene sueños, algunos de los cuales mi dinero y
poder no podrían comprar. Desea tranquilidad y paz. A mi
lado no la tendrá.
Pienso en Vlad, en cuántas oportunidades le otorgué
antes y no hizo nada por detener a Kain. Ahora que le he
quitado su poder una parte de mí se siente… Extraña.
—¿Alguna vez me hablarás de lo que ocurrió esa noche?
—cuestiono a mi hermano logrando que se tense. Detiene
sus movimientos unos segundos antes de proseguir.
—No creo que sea prudente…
—¿Por qué no? —corto.
—Ella es ahora tu esposa —sentencia.
—¿Le hiciste tú algo esa noche?
—Si te refieres a que la toqué, no.
—¿Entonces por qué no me lo dices?
—Emilie debería ser quien te lo cuente.
—No voy a preguntarle, Roth. Es mi mujer, no quiero joder
su mente más de lo que ya he hecho. Tú, por otro lado, eres
otro tema —explico.
Ellos comparten una ley del silencio con relación a esa
noche, parecen querer guardarla en algún lugar de su
mente y olvidarla, pero en el ático fui testigo de esa
conexión por unos minutos. No es que no lo hubiera visto o
sentido antes, pero esta vez fue diferente. Emilie abandonó
la habitación del pánico por Roth. Se puso en peligro a sí
misma, nuevamente, pero esta vez no por ser egoísta y
terca, sino por mi hermano.
Roth les ordena a nuestros hombres marcharse, ellos le
obedecen sin titubeos. Mi hermano se ha ganado el respeto
y temor entre cada uno de nuestros soldados. El orgullo se
alza alto en mi pecho. Ellos lo seguirían hasta su muerte sin
cuestionarlo, sin hacer una revolución.
—¿Qué…? —gruñe ladeando la cabeza.
—Ellos pensarán que somos maricas, ¿sabes?
—¿Te acuerdas cuando no dejaban de mirarnos?
Una sonrisa se coloca en mi cara. Al comienzo de nuestro
reinado en la Cosa Nostra, esos eran los cuchicheos de
pasillos. Éramos los amantes, simplemente porque uno
siempre permanecía al lado de otro.
—Teníamos nuestras pequeñas orgías privadas y todos
creían que nos follábamos entre nosotros… ¿Extrañas esos
tiempos? —cuestiona pensativo. Salta a la lona, sentándose
a mi lado. Al contrario de mí sí usa su traje, su vestimenta
acostumbrada, yo me siento más salvaje y animal. Estoy
solo en un pantalón deportivo, mi torso descubierto y
descalzo. A mi mente llegan las imágenes de aquellos días,
las mujeres bailando desnudas para nosotros, el alcohol,
cogiendo uno delante del otro o juntos a más de una.
Luego tengo a mi esposa, la forma
en la cual busca mi cuerpo en las
noches, su sonrisa, aquellos
momentos en los cuales me ha
hecho perder la cabeza… Emma, oh,
Cristo. Estaba tan perdido esa
noche en Italia cuando escuché a
Emma llorar, mi pequeña rubia. Al
entrar a su cuarto y verla abrazada
al barandal de su cuna, luchando
por salir. Es una guerrera.
—No —digo—. Lo que tengo ahora supera cualquiera de
esas noches.
Aguardamos en silencio unos minutos, cada uno perdido
en su cabeza. Sé que no hablará nada de esa noche y
tampoco mi intención es presionarlo, cuando crea estar listo
empezará por su propia voluntad. Me baño en las duchas
comunes, quitándome la sangre y aliviando mi cuerpo,
mientras lo hago pienso en una casa para mi familia. Soy
consciente de que no puedo intentar llevar a Emilie al ático
de nuevo cuando esto acabé, ella necesita borrar las
imágenes pasadas y crear nuevos recuerdos, además le
prometí tener ese jardín y esos niños corriendo. Cuando
salgo y me adentro en la oficina, por un par de horas busco
terrenos y casas perfectas para vivir en los suburbios. No
debería distraerme así, tengo un ruso a quien buscar, pero
desentrañar New York sin un lugar directo solo causará
desgaste físico en cada uno de nosotros. Tengo la casa
perfecta en la página de Internet cuando mi nuevo móvil
empieza a vibrar en el escritorio viejo.
—Cavalli —siseo respondiendo.
—¡Hola, cariño! —canturrea la voz dulce de mi esposa.
—Siempre rompiendo las reglas —musito sonriendo—.
¿Qué haré contigo? —reviro intentando sonar duro, pero
fracasando.
—Muchas cosas perversas.
—Nena —susurro en advertencia—. No puedes estar en la
línea por un minuto, podrían conocer tu ubicación…
—Me he encargado de eso —responde orgullosa—. Los
chicos del club tienen un teléfono especial, Damián me lo ha
prestado, el chico coqueto ¿Harry? Sí, ese fue quien lo creó.
—¿Coqueto? ¿eh?
—Solo tengo ojos para usted, mi Capo.
—Pero yo no te parezco coqueto.
—Es que usted es poderoso, único y muchos adjetivos
más.
—Guapo, irresistible... —insisto consiguiendo escuchar su
risa.
—¿Quieres saber algo?
—¿Malo o bueno?
—Buenísimo —murmura.
—Sorpréndeme.
—Estoy viendo una fotografía de nuestros hijos —susurra
íntimamente, en tono muy bajo. Frunzo el ceño, porque no
entiendo a qué se refiere. Emma está muy lejos y no hay
forma de que exista una foto de nuestro bebé y Emma
juntos.
—No entiendo —confieso extrañado.
—Oh, vamos, piensa un poco.
—Es técnicamente imposible, mia regina.
—Fui a la ginecóloga…
—Emilie, no se supone que salgas. Es peligroso, me
prometiste no hacer una tontería.
—Damián nos llevó, fui cautelosa. No usé mi nombre real.
—Suspira en la línea y sé que está cansada, pero no lo dice
—. Con tus regaños estás rompiendo la magia de lo que
trato de decirte.
—Lo siento.
Lo hago realmente porque escucho la aflicción en su voz.
—¿Cuántos hijos te gustaría tener? —retoma su ánimo
luego de una pausa—. Así, en general.
—¿Tres…? —pregunto indeciso.
—Eres perfecto, señor Cavalli, ¿sabes que te amo?
—Sí, pero eso no me dice cómo tienes…
—¡Son dos! —grita llena de emoción, no sé si está
llorando o riendo—. ¡Tendremos dos bebés! ¡Dos niños
grandes y fuertes!
Hay noticias que me han impactado, pero esta supera por
mucho la mayoría. Me dejo caer hacia atrás en mi silla. Dos
niños, uno bueno, uno malo. Aquel que descuartizaba sus
mascotas, el otro que las pintaba, ese que deseaba
aprender a disparar y torturar, el otro triste por un pincel
roto. La vida y la muerte en dos personas idénticas
físicamente pero tan diferentes una de otra. No… no se
puede repetir la historia.
—¿Don? —murmura ahora con pánico.
No quiero hacerla sufrir, no quiero dañar esa ilusión que
percibo en ella. ¿Y si son como yo? ¿Si vendrán a este
mundo con mi sangre maldita? ¿Causando caos? ¿Si no
importa lo que haga y al final son malos y crueles? Debería
estar feliz como Capo, dos hijos, dos herederos, ¿pero no
fue aquello la maldición para Damon y para mí? No, nuestro
castigo fue Gabriel Cavalli. Sus ganas de tenernos en una
competencia permanente, quién era el más fuerte, quién
corría más rápido. Siempre en un juego perpetuo.
Estos niños pueden ser como ella, dulces, inocentes,
amables, luchadores. Emilie dijo que podíamos criarlos con
amor y respeto, ella confió en mí para ser el padre de
Emma. Mi reina, siempre mirando más allá dentro de mí.
Ella dijo que no soy Gabriel. Somos
mejores.
—Nena… Debo colgar.
¿Qué carajos hice? Corto la llamada tirando el móvil en el
escritorio como si quemara. No siento aversión a mis hijos,
sino en lo que podrían convertirse. Estoy observando el
aparato cuando Roth abre la puerta, cambio mi vista hacia
él, trae una bolsa de comida y dos botellas de whisky bajo
su brazo, se detiene en seco al verme.
—¿Qué sucede? —La cautela en su tono es un claro
ejemplo de mi estado contrariado.
—La condené. —Mi temor se ha hecho realidad, ser yo
quien la lleve a la ruina. No soportará mirar el mal que les
he heredado a esas criaturas. Ellos serán malvados y ruines.
Madre ha ganado. Ella tenía razón.
—Explícate —exige dejando la bolsa de comida y las
botellas. Atrapo una y la abro pegándome directo a beber. El
líquido que me quema la garganta no aplaca la desazón en
mi cuerpo.
—Emilie está embarazada de gemelos —decir las
palabras lo hace real.
—¿Hasta cuándo las palabras de Isabella Cavalli tendrán
poder sobre ti?
Y aquí está, el hombre que me conoce por completo.
—Tu sangre es roja, idéntica a la de otro ser humano
normal, ¿debo golpearte en la cabeza para que lo
entiendas? Quizás sacarte la que sí tienes podrida para que
dejes de pensar que tus hijos no nacidos tienen algo malo.
—Damon y yo…
—Damon y tú, nada. La sangre no dicta que alguien será
malvado, tampoco el apellido. Ellos serán bebés normales,
millonarios y sobreprotegidos… pero normales. Llorarán,
cagarán veinte pañales diarios y tendrás que despedirte del
sexo por un tiempo a menos que contrates cuatro niñeras,
pero conociéndote como lo hago, no vas a querer a ningún
desconocido cerca de ellos. Felicidades, tienes buenos
nadadores, ya quisiera yo pegarme tres hijos en un año.
Ellos serán como Emma, idénticos a Emilie. Los vas a querer
más que a nada en el universo, incluso sobre la famiglia o la
Bratva y eso está bien, porque ellos son tu familia. Lo que
mereces, por lo que luchaste.
—¿De verdad lo crees? ¿Que sean como Emilie?
—¡Maldita sea, Dominic! ¡¿Es que no te das cuenta de lo
que has logrado, hermano?! ¿Cómo puedes seguir pensando
que hay algo mal en ti? Eres el hombre que me ordenó
salvarla a ella por sobre ti, eres quien exigió que Emilie
fuera mi prioridad en todo. Entraste al ático por ella, cuando
podrías haberla dejado morir. Existen un millón de mujeres
allá afuera en el mundo que podrían tener a tu heredero.
Entraste a ese ático porque la amas, porque ella es tu
maldito mundo, ¿qué más necesitas para darte cuenta?
¿Que la maten?
Me aterra responder, o que se dé cuenta de la realidad. Yo
la amo, se lo confesé, pero es un amor intenso y desolador,
porque la amo más que a mí y estaría dispuesto a hacer
todo por ella. Las cosas que nunca creí posibles con nadie.
Sé que Roth no es un traidor, sé que a su lado estará
protegida. Amarla tiene tantos riesgos para ella que no
quiero que nadie más lo sepa, solo nosotros dos. Decir en
voz alta que la amo para que alguien más lo escuche es un
arma mortal en contra de mi reina. Nadie debe saberlo.
La cara al público de mi crueldad es lo único que debe ser
visto, no ese hombre que la adora, ni el padre temeroso de
dañar a sus propios hijos. Esas partes mías deben ser
ocultas.
—¡Dios santo! —Jadea sentándose en la silla frente a mí
—. Te contaré qué ocurrió esa noche y quizás así entiendas
quién es Emilie Greystone.
 

CAPÍTULO 74
Emilie
 
Holden dice que debo hacerlo, que terminar esto me
ayudará a sanar. Prometió llevarme con él a Londres donde
tendremos una linda casa, como antes. Mama está mal, ella
no me reconoce. Me atacó la otra noche y ahora tengo una
herida en mi abdomen debido a ello. Papá también decía
que, si algún día no estaba conmigo, Gabriel se haría cargo
de mí.
—¿No me dejarás? —insisto por quinta vez. Holden está
nervioso, no me gusta, hace que yo también esté inquieta.
—Solo esta noche, mañana regresaré por ti.
—No quiero quedarme con él.
—Es tu tutor legal —me recuerda. Gabriel es mi
padrastro, ¿cómo pasó? Nunca estuve en una linda boda.
Suspiro, nuevamente observando fuera del coche. Nos ha
mandado a buscar con uno de sus hombres, aquel que me
curó cuando estaba desangrándome, ¿por qué no lo hizo
Gabriel? Me ordenó no mencionar su nombre, si no, cosas
muy malas le pasarían a mamá. No quiero que nada le
suceda. Ella se va a curar y vendrá a Londres, horneará esas
tartas de durazno. Mmm, relamo mis labios. Tengo un poco
de hambre, pero no quiero ser molesta. Si actúo como una
niña grande, entonces Holden no se enfadará.
—¿Falta mucho…?
—¡Emilie! —grita, regañándome. Su voz me asusta y salto
en mi lugar, causando que mi herida duela. «No puedo
llorar, no puedo llorar.» Mis ojos se humedecen y clavo mis
uñas en las palmas de mis manos.
—Lo siento —murmuro volviendo a mirar afuera.
No pasará, no preguntaré nada. Debo ser buena. La
velocidad del coche se reduce y se empiezan a ver pinos
frondosos a los lados de la carretera. Otro coche viene, está
saliendo de la linda casa, me alzo más para mirarlo. Es
bonito, de esos que papá coleccionaba en miniatura. Me
gusta. El conductor de nuestro vehículo se detiene y baja su
cristal.
—Señor —saluda al chico, su auto tiene una música alta y
empiezo a mover la cabeza, es contagiosa. ¿Por qué le dice
señor si es un chico? Oh, pero Gabriel me llama señorita
Greystone.
—Te veo más tarde, Gastón, ¿podrías mirar a Roth?
Parece que tuviera un hueso roto —exclama el señor. Es
lindo, parece de esos que salen en la televisión.
—Sí, como ordene.
El coche acelera, empezamos a entrar en la casa, por las
puertas que ha dejado abiertas. Sigo moviendo mi cabeza,
pero la música se ha ido. Entonces me giro, porque no
quiero olvidarlo. Holden suspira a mi lado.
—¿Qué? —gruñe.
—La música —murmuro. Se remueve sacando un lápiz y
su libreta. Sabe que si lo escribe jamás lo olvidaré, una
parte de mí lo agradece, se emociona con ese pequeño
gesto. Escribe y rompe el trozo de papel.
—Artic Monkeys —leo en voz alta.
Gastón es el primero en bajar, luego me ayuda a subir en
una silla con ruedas, dice que debo usarla para no
lastimarme.
Es un señor muy bueno, me ha cuidado y se preocupa por
mi alimentación, por eso cuando lo menciona me siento
agradecida.
Hay muchos hombres en la puerta al lado de Gabriel. Él
está sonriendo.
—Bienvenida a casa, hija —saluda ignorando a Holden.
—La joven Greystone necesita comer, el vuelo ha sido
muy largo, señor.
—Claro, claro. Tenemos de todo en la casa. Siéntete a
gusto, principessa, te gustará vivir aquí conmigo.
Busco a Holden con la mirada, no quiero vivir aquí. Iremos
a Londres como me ha prometido, ¿verdad?
Mi hermano está entretenido dándole unos números. Los
reconozco, son las cuentas bancarias de papá, pero no sé
por qué se los está dando a un hombre que Gabriel le
indica.
Una señora me sirve mucha comida, me la como
despacio, mi estómago duele, no creo que debería
terminarme todo. También mi padrastro está impaciente,
murmurando en voz baja con Holden. Estoy muy cansada,
me gustaría dormir, pero Gabriel se queda conmigo a solas
en su despacho. Tengo un lápiz hermoso y una libreta con
tapa dura de mariposas. Me agrada mi regalo.
—Tu papá dijo que te gustaría —menciona Gabriel—. ¿Por
qué no haces esas figuras?
Sonrío y afirmo, empezando a escribir. Me gustan los
números y la manera en la que aprendí a dibujarlos es
trazando las figuras de mis animales favoritos: mariposas,
delfines o un hermoso gorrión. Tarareo la música que
escuché, fue muy poca, así que la repito y repito. Gabriel
ordena traer un aparato, nunca he visto uno de esos, pero
cuando le introduces un círculo, suena y es la música del
chico. Me gusta, me anima. Así que sigo por horas
dibujando, subrayo un patrón. Él está feliz con lo que hice,
me recuerda la alegría de papá.
Si todos están felices podré irme con Holden. Deja que
me lleve el reproductor, así le ha llamado. Escucho la
música en mi habitación, es muy grande y espaciosa. Mi
hermano me hace prometer que no saldré, pero quiero
tomar un poco de jugo y buscar algunas de las cerezas que
observé en el comedor. La herida me duele mientras
camino, temo perderme dando vueltas en la casa. Es muy
grande y bonita. Es extraño que ahora se sienta sola,
cuando más temprano muchas personas se encontraban
aquí.
Lavo unas cerezas y las guardo en un vaso, me las llevaré
conmigo arriba. También tomo mucha agua, así no tendré
que bajar por más.
Gabriel se escucha molesto, parece que está golpeando
algo. No quiero molestar a nadie, pero tal vez esté
enfermo… Aunque los sonidos son parecidos a unos que le
escuché a papá con la servidumbre. Olvidando que traigo el
vaso con cerezas en la mano camino hacia su despacho.
La puerta está abierta y alguien gruñe, un gruñido de
súplica y dolor. Me recuerdan a mí luchando contra mamá,
pidiéndole que se detuviera… Quizás no debería ir. El sonido
se convierte en un grito, ¡Holden!
No puedo correr, solo caminar más rápido.
El vaso se cae de mis manos, se rompe en la madera del
piso. Gabriel levanta la cabeza de golpe. Tiene a un chico
atado contra la chimenea y un hierro caliente en la mano el
cual suelta, huele a carne quemada. El joven está desnudo y
Gabriel también, sudado, su pelo se le ha pegado en la cara,
sangre en su pecho y manos. «No es su sangre…» Intento
moverme, pero Gabriel me agarra antes de poder correr,
grito, la puerta se cierra de golpe cuando me tira al piso, me
arrastro retrocediendo, chocando con el chico, él parpadea.
Su cara está hinchada y tiene heridas en su estómago, está
sangrado.
—Huye, Ryana… —musita tosiendo.
Grito cuando el viejo me agarra del pelo y me alza, mi
cabeza explota de dolor, intento luchar con mis manos
cuando gruñe y me pega en el rostro. Empuja las cosas de
su escritorio, me sube, doblándome. Lloro, duele, quema.
Está matándome de dolor. No sé qué sucede, mi mente se
niega a procesar, me lleva a los recuerdos de madre
atacándome. Siento un filo en mi espalda y me detengo de
luchar. Jadeando no me muevo mientras corta mi vestido, es
rosa y hermoso. Mamá me lo compró en Navidad.
Mis lágrimas caen, son incontrolables. El chico me habla,
dice que lo mire. Me pide que solo lo mire, me dice que el
dolor se irá.
Gabriel se molesta y me tira al piso, está luchando con
aquello entre sus piernas. El joven se burla, se ríe a
carcajadas hablando en un idioma que no entiendo, pero
que escuchaba a papá pronunciar.
—¡Cállate! —grita Gabriel. Parece una bestia—. La
pequeña puta lo hará, ¡debiste quedarte en tu habitación!
¡Pagué mucho por ti!
Él vuelve a atacarme, esta vez agarrándome del cuello,
arrinconándome contra el mueble, él se sienta sobre mi
cara, poniéndome esa cosa en su boca. Me ahoga, me
lastima. Mientras más entra más crece en mi boca, escucho
los gritos del chico y los golpes de algún metal, como si
intentara salir de sus cadenas. El monstruo ruge y un líquido
me llena la boca, me tapa la nariz con sus dedos y me veo
en la necesidad de tragar la cosa amarga. Me producen
ganas de vomitar, así que cuando retrocede me doblo
vaciando mi estómago. No sé lo que ha pasado.
—Oh, vamos, Roqui. —Escucho que murmura. Levanto la
mirada al chico justo en el momento en que Gabriel le clava
un cuchillo curvo y lo mueve. Grita desesperado. Cubro mis
oídos, no quiero escucharlo, no quiero ver. Alguien sáqueme
de aquí, sigo llorando, grito el nombre de papá.
Gabriel toca al chico, lo toca en esa parte con violencia. Él
se deja como si no le importara.
—Ven aquí, Emilie —ordena con una voz atemorizante y
fría—. Sé una buena chica y ven aquí. Roqui quiere
socializar. Le gustan los coños jóvenes y dulces, ¿no es así
Roqui?
¿Qué es un coño? ¿Así se llama él? ¿Roqui? Es como el
nombre de un perro. No me gusta. Gabriel vuelve a gritar,
dice que va a matarlo si no obedezco. Me arrastro por el
piso, tengo saliva bajando por mi cuello y una pierna sucia
de vómito, pero al monstruo no le importa. Me agarra del
pelo con fuerza y me alza subiéndome sobre el vientre del
chico. Siento la cosa de sus piernas tocándome atrás en la
espalda. Él alarmado abre sus ojos negros, oscuros y
profundos. Niega y se mueve, pero Gabriel me tira a su
pecho ensangrentado, mi mejilla derecha cae sobre su
corazón descontrolado, luego siento a Gabriel detrás,
sentándose y rugiendo. Empieza a moverse y a hacer
movimientos circulares.
—Quédate conmigo, Roqui —suplica entre quejidos. No
entiendo lo que pasa y es tan confuso. Tengo mucho miedo,
quiero irme a casa. Sigue por mucho tiempo así, hasta que
vuelve a lanzar ese gruñido y algo caliente mancha mi
espalda. Se siente parecido al líquido que estuvo en mi
boca.
Gabriel cae al piso, respirando extraño, me suelta.
Cuando puedo levantar la cabeza, solo tengo el rostro de
alguien herido, sus lágrimas, su dolor se mezcla con el mío.
No sé por qué o con qué fuerzas levanto mi mano y toco su
cara, él busca ese toque y solloza.
—Perdóname, ángel —musita.
—Puedes tomarla para ti, Roqui. Te daría todo, solo
júrame lealtad. —Gabriel dice detrás.
—Déjala ir —tose.
—Sabes que ella vio demasiado.
—¡Es una niña! —ruge el chico de pelo negro. Me
acurruco contra su pecho. Me siento segura aquí.
—Ella les dirá que me gusta tu polla… Todos sabrán, no…
no… —Empieza a divagar con sus palabras.
—¡Déjala! —exclama Roqui cuando Gabriel me tira del
brazo hacia el piso. Mi cabeza se golpea, estoy muy
mareada y confundida. La muevo tratando de enfocar mi
vista, parpadeo varias veces para encontrarlo recogiendo el
cuchillo.
—Será rápido, Emilie.
—¡No! ¡Nooo!
Va a matarme, pero el chico tira con una fuerza brutal de
sus manos, escucho el crujido de algo rompiéndose, es
entonces cuando veo al muchacho de pelo negro
abalanzarse sobre Gabriel. El cuchillo cae al piso, cerca de
mí, lo tomo temblando. Ellos se golpean un par de veces
antes de caer ambos al piso. La energía del más joven se
siente cuando este le rodea el cuello con sus musculosos
brazos y aprieta. Su rostro se torna morado debido al
esfuerzo. Me ordena huir, marcharme, pero no puedo
dejarlo. No cuando está debilitándose.
Me paro, tambaleándome mientras sostengo con fuerza el
mango del cuchillo.
«Es el monstruo de Gabriel o nosotros».
Me arrodillo a su lado y coloco el filo en su pecho.
—Cierra los ojos —me ordena Roqui respirando agitado—.
Piensa en un lindo lugar, en tu favorito, y empuja con todas
tus fuerzas.
—No tengo ninguno. —Lloro.
—Está bien, todo está bien…
No, no lo está. Su agarre empieza a ceder y Gabriel a
tomar color. Hago como me ordena y empiezo a tararear
aquella música y cierro los ojos. Suplica, yo canto más alto,
empujando con todas mis fuerzas, cuando una mano me
ayuda abro mis ojos, observando directo a los suyos y
juntos enterramos el cuchillo. El viejo se desmaya y Roqui
deja ir su cuerpo. Mi labio empieza a temblar, mis manos
también, pero no suelto el mango del cuchillo. Dice que está
bien, me instruye para atar las extremidades de la bestia e
intenta ponerse de pie y se viene abajo, rápido me muevo
evitando que se golpee, lo detengo de caer por completo.
—Te tengo. —Jadeo por la fuerza y el dolor.
Él quiere que me vaya, lo dice repetidas veces mientras lo
dejo en el suelo junto al fuego, me pongo lo que queda de
mi vestido destrozado. Encuentro un traje roto detrás del
escritorio y tapo a Roqui.
—Vete —gruñe. No puede abrir sus ojos.
—No —respondo sin titubeos. Observo a Gabriel en el piso
—. ¿Está muerto…?
—Se ha desmayado, por eso debes irte, si despierta te
matará.
—Y a ti.
—Yo no importo.
¿Cómo? ¿Qué? No
—Me salvaste —susurro comprendiendo que eso hizo. Él
pierde la conciencia, me detengo en medio del lugar. ¿Qué
hago? Es la única persona que se ha preocupado por mí,
Holden es mi hermano y al parecer no se encuentra en
ningún lugar de la casa, ¿estará muerto? ¿El dinero? ¿Por
qué Gabriel le dio dinero? ¿Eso era lo que hacían con las
cuentas de papá? ¿Él me…? La palabra no sale de mi
mente, me niego a creerlo. Soy su hermana. Ya sé que
quizás puedo parecer molesta a veces, o demasiado curiosa
y parlanchina, pero somos hermanos, no pudo permitir que
pasara esto. Voy a la cocina por agua en un recipiente
mediano, tomo algunas toallas colgadas en la nevera,
regreso al despacho y limpio a Roqui. Su rostro, su pecho, le
ato la mano izquierda porque la tiene hinchada, parece que
se la fracturó al salir de las esposas que usan los policías. En
su espalda tiene una quemadura, es grande y su piel se
encuentra abierta y sangrando. No me atrevo a tocarlo, no
quiero lastimarlo más.
Sosteniendo el cuchillo en mi mano, me siento en el piso
y coloco la cabeza de Roqui en mis piernas. Si Gabriel se
despierta lo clavaré en él y así nos dejará vivir. Le peino el
pelo, sus hebras negras cual carbón. Es un chico muy guapo
a pesar de la cara magullada. Su respiración es baja y muy
suave, es por ello que empiezo a contarlas.
Aunque estoy cansada no me duermo, sé que debo
protegerlo.
 
Cuento, cuento y cuento…
 
 
El grito que sale de mis labios cuando me despierto,
bañada en sudor y peleando con alguien desconocido que
intenta agarrarme en la oscuridad me desgarra la garganta.
Siempre es la misma pesadilla, pero termina con ambos
muertos, en otras la niña se ríe mientras le clava el cuchillo
a Roth o sufre siendo penetrada por Nikov, no importa que
siempre empiece con los hechos reales que ocurrieron
aquella noche, al final las cosas siempre terminan mal y
feas.
—Estás en el club, soy Damián. —Intenta consolarme la
voz. Dejo de luchar y la luz se enciende. Estoy sudada,
siento mis ojos hinchados. Estaba hablando con Dominic y
terminé llorando al colgar la llamada. No sé en qué punto de
la noche me dormí. Intento buscar a Bess ya que estamos
compartiendo dormitorio.
—¿Dónde está ella?
—En mi habitación. Ambas necesitaban dormir cómodas,
toma esto —ordena pasándome un vaso con agua—. Yo
también tengo pesadillas. Recuerda que el presente es
diferente al pasado, ¿de acuerdo? Está ahí, pero no dejes
que te domine.
 
Cuando Roth despertó, quemó las hojas y me enseñó que
debía mantenerme oculta. Me hizo promesas de cuidarme al
darse cuenta de que no lo abandoné. Me entregó a Holden
quien ya parecía tener un plan de escape y me juró que
nadie me encontraría.
Esa noche descubrí que era una sobreviviente y juré
olvidarla. Seguir mi vida sin que esa huella que arde se
volviera permanente. Es por ello que no le permití a Kain
condenarme de aquel modo, porque Gabriel Cavalli ya tomó
ese lugar. Los sucesos de esa noche vivirán perpetuos en mi
memoria.
 

CAPÍTULO 75
Dominic
 
Entro al coche, respirando descontrolado. La adrenalina
de la muerte en todo mi sistema. ¡Cristo!, tengo una jodida
bala en el hombro junto a una polla más dura que la estatua
de la libertad.
No es mi primera vez asesinando, pero sí la primera,
donde yo era la puta carnada para un grupo de tres.  ¿Cómo
se han atrevido a atacarme? ¿Ha sido premeditado? Sé que
padre ha estado actuando extraño desde la muerte de
Damon, que me odia más que nunca. Que Roth no ha
ayudado, pero ¿matar a su único heredero?
Enciendo mi deportivo y acelero, maniobrando con una
sola mano. Debo llegar a la mansión, algo en mi pecho se
siente incorrecto. Después de conducir media hora lejos de
los almacenes en Jersey, comprobando que nadie me sigue,
estaciono a orillas de la carretera y llamo a la casa. La
sospecha de que algo malo sucede se activa cuando nadie
contesta. Roth estaría esperando esta llamada. Siempre me
espera.
Manejo sobre el límite de velocidad, no hago ademán de
colocar ninguna música, necesito llegar a mi destino cuanto
antes. El cielo empieza a colorearse del amanecer cuando
estoy entrando en nuestra calle. Padre compró cuatro
manzanas completas para tener privacidad absoluta junto a
un sistema de seguridad sofisticado.
La puerta está abierta, la primera señal de que algo está
mal. Bajo del coche corriendo dentro de la mansión,
gritando el nombre de Roth, no me importa si padre se
molesta por mi arrebato.
El ruso no se encuentra en nuestra ala de la casa, le he
ordenado permanecer oculto cuando no estoy, no me gusta
dejarlo atrás, él debería siempre mantenerse a mi lado.
Nada en el segundo nivel, empezando a desesperarme
entro a la habitación de padre, encontrando el mismo
desolado panorama.
Si no está aquí, tal vez en su despacho, así que corro por
la casa. Me detengo en seco, hay sangre en el piso, son
gotas diminutas de la cocina al pasillo.
Camino rápido encontrando a Roth encorvado en la pared
frente al despacho, tiene el pecho desnudo con solo un
pantalón cubriéndolo. Está gravemente herido a simple
vista, ¿entraron a la casa? ¿Los atacaron?
De ser afirmativo, ¿dónde está la maldita seguridad? ¿Sus
cuerpos…? La pregunta muere en mi boca cuando doy una
mirada dentro del despacho. Mi padre está en el piso, atado
de manos y pies, con una corbata metida en la boca.
Lo que llama mi atención es el cuchillo de Roth. Es un
Karambit de oro, se lo regalé hace tiempo como un símbolo
de lealtad y hermandad, cuando él impidió que perdiera mi
cabeza por completo luego de la muerte de Damon. Es el
mismo cuchillo enterrado en el pecho de padre. Camino
lento hasta su cuerpo, verifico si vive, su pulso es bajo, pero
yace latente.
La oficina es un desastre de muebles y documentos
regados, al lado de la chimenea se encuentra el fierro que
usa Cavalli para marcar a sus enemigos, el símbolo nazi.
Me acerco y levanto el hierro, encontrando unas
esposas…
Debería atender a mi Capo primero, como mandan las
leyes de la famiglia, pero estoy confundido por el panorama
tétrico del lugar.
«¿Qué carajo sucedió?».
 
Parpadeo tomando un trago, moviendo la cabeza para
salir de aquellos recuerdos. Fue mi segunda traición a la
famiglia. Interpuse a Roth primero cuando llamé a Gastón,
el médico de confianza y le ordené curarlo. Su torso estaba
cubierto de heridas realizadas con un cuchillo, y el símbolo
nazi quemado en su espalda. Roth duró tres días
inconsciente, los mismos que mantuve prisionero a padre
junto a Gastón curándolo en el calabozo de la mansión,
esperando que Nikov despertará. Devané mi mente
asumiendo hechos y sacando posibles conclusiones antes
de que él me observara con aquellos ojos negros al
despertar.
A Gabriel Cavalli, mi padre, el gran y todopoderoso Capo
de la mafia italiana le gustaba ser follado por chicos, y para
conseguir aquella verdad, tuve que mutilar a uno de
nuestros hombres, luego asesinarlo.
Para el momento que Roth reaccionó, conocía ese dato.
La parte de la tortura llegó, confesó que tenía planeado
hacerse del poder creyendo que yo no podría gobernar.
Narró lo que pasó esa noche, omitiendo el detalle de una
niña inocente.
—¿Por qué no decirlo? —cuestiono observándolo.
—Solo quería protegerla.
—Matamos a padre juntos, gobernamos hombro con
hombro y nunca la mencionaste. No lo entiendo…
—Por las mismas razones que tú no dirías dónde se
encuentra ella ahora mismo, incluso si te sometieran a las
peores torturas inimaginables. Le juré lealtad a Emilie
Greystone antes que a la famiglia.
La ama, no de la misma manera de la cual yo lo hago, esa
es la palabra que no utiliza. Quiere a esa niña que lo salvó.
Emilie edificó una muralla de protección con sus buenas
acciones aquella noche.
Mi móvil vibra sobre la mesa, lo alcanzo viendo el nombre
de Raze en la pantalla, luego su mensaje. Me toma varios
segundos entenderlo, parece usar palabras cifradas.
«Tengo la localización. Canadá, los verdugos. Dentro de
una semana».
—Kain estará en Canadá, dentro de una semana —siseo.
—¿Canadá?
—Sí, Raze acaba de avisarme. Dice Los Verdugos, no
entiendo.
—Son un club de moteros, ellos distribuyen coca, tienen
carreras ilegales.
—Sí, eso lo sé —corto—. ¿Qué podría haber en Canadá
importante para Kain? ¿Por qué arriesgar su cuello así?
Frunzo el ceño. Me parece no tener todas las piezas de
este juego, aún siento que algunas se me escurren de las
manos, algo delante de mi nariz que no puedo nombrar. Las
manos me hormiguean, sintiéndome tenso y ansioso.
«¿Qué estoy dejando de lado?», pienso.
Kain, Vlad, Nicklaus, Damon y yo ¿y la pequeña…? Ella es
la única quien lleva mi sangre y no tiene un rostro. No sé
cuántos años tendrá o quién de todos sea su verdadero
padre. Quizás está muerta, como Gabriel juró.
Bebemos un poco más de alcohol, luego vamos a la
mazmorra, el club que hasta hace nada pertenecía a Vlad,
la única huella suya en New York ahora también es mío. Los
rostros son desanimados, mientras en el ring pelean dos
hombres americanos. La noche en la cual fui herido por
defender a Damián, el chico de Raze en Los Fades, la pelea
no se parecía a esta, aquella era brutal y contundente. Vida
o muerte.
—No —murmura Roth, parece leerme la mente.
—Algo interesante animaría el lugar.
—No quiero ensuciarme el traje.
—La única forma de controlar a estos hombres es
dándoles sangre y mujeres. No veo nada de eso en este
lugar.
—Es nuestra primera noche y ya quieres hacer cambios,
¿eh? —se burla.
—Me conoces —mascullo poniéndome de pie. Traigo la
muerte en mis hombros desde París, darles un
entretenimiento no está de más.
Son mis pequeñas bestias domesticadas.
Pelear y cazar, aunque tenga el traje perfecto para
ocultar al animal dentro de mí, de vez en cuando es bueno
dejarlo salir a pasear. Aquí puedo soltarlo sin temor. Este es
nuestro territorio, ¡aquí somos Los Dioses!
Subo al ring en solo bóxer, ofrezco el show de todos los
tiempos. Sangre y muerte, quien gane se lleva la corona.
Los hombres gritan embravecidos, Roth solo observa desde
el balcón agarrándose de las barandillas de metal.
CAPÍTULO 76
Emilie
 
Dominic se mantiene pendiente, a cada hora, por mis
comidas, si duermo bien, si me siento cómoda en el club.
Dejamos el tema de nuestra llamada de lado y trato de
mantenerlo en un segundo plano, preocupándome más por
su estado emocional. Sé que se encuentra ansioso por dar
con el paradero de Kain, no me parece justo que le añada
presión con un tema tan delicado. Me duele su reacción y a
la par lo comprendo.
No ha tenido una infancia fácil con Gabriel Cavalli como
padre.
Estar con las chicas es increíble, el ánimo de Vicky y su
vitalidad, unido a esa vena maternal en ella me genera
alegría, está incluyéndome en todo. Bess es un caso aparte,
por ratos pensativa y perdida en su propio mundo y en otros
animada. Tomamos un poco de sol y jugamos en el lago,
Vicky me enseña a preparar pasta desde cero. Tengo unas
cuantas salidas del club, por ropa, productos de uso
personal. Duermo con Bess unas noches hasta que arreglan
una habitación para mí y aprovecho la intimidad con mi
esposo.
—Damián seguirá afuera de tu puerta —advierte mientras
le paso uno de los libros que traigo para ella. Sé que está
aterrada con la idea de que me vaya sin supervisión.
—No pienso escapar. No quiero darle problemas a
Dominic, no soy estúpida.
—Si escapas bajo mi vigilancia. Raze perderá la cabeza.
Probablemente sea la razón principal del por qué no he
hecho algo estúpido como tratar de resolver lo que sucede.
Si saliera, una llamada a Vlad sería suficiente, pero tengo a
mi esposo. Él se encargará de protegerme, debo ayudarlo
no poniéndome en peligro, ni a mí o a los mellizos y mucho
menos a Emma.
—No lo haré —aseguro abrazándola—. Lo prometo, Roja.
—Deja de llamarme así.
—Rojo es tu color, además ese hombre tuyo vive
llamándome “rubia”, de alguna forma debo vengarme.
Ríe separándose de mí, al ver el título del ejemplar.
—El infierno me persigue, ¿eh?
—El protagonista sufrió, casi muy parecido a ti, cometió
errores, pero su Beatriz lo salvó. Espero Raze y tú puedan
salvarse uno al otro, como ellos —murmuro dejando otros
dos libros más en sus brazos.
—Tres, genial.
Aww, la convertiré en mi mejor amiga lectora. Es mi
misión secreta.
—Deja de quejarte, vete a tomar un baño y a leer un
poco. Déjame sola, quiero masturbarme en videollamada.
O sola, joder, no importa. Las hormonas me tienen
caliente, en putas llamas coloridas y mi esposo se
encuentra muy lejos para darme lo que necesito. Le he
enviado una foto de mi cuerpo saliendo de la ducha, si
tengo suerte ya se encuentra desesperado. No mostré mi
cara, porque, aunque Damián me garantizó que Harry lo
había asegurado para mí, no quiero sufrir algún daño a mi
privacidad.
—¡Rubia! —chilla.
—Sí, sí, vamos, ¡fuera de mi habitación!
—¡No volveré a mirarte con los mismos ojos!
—Una lástima, tus ojos son preciosos.
—¿De verdad tendrás una sexcall?
—Sí, tendré una. —La empujo fuera de mi habitación—. Te
recomiendo escuchar música, voy a gritar mucho, eso va
para ti también, hombresote.
Le advierto a Damián, quien se vuelve un tomate rojo.
Riendo cierro la puerta, corro a la cama, marcando con
desesperación el número de Dominic, como siempre
responde al tercer tono. ¡Dioses!, lo extraño tanto. Su
imagen aparece en la pantalla, está en lo que parece una
cama, con el pelo mojado y el torso desnudo por lo que
alcanzo a percibir.
—No puedes enviarme una foto así y decirme que espere,
nena.
—¿Tomaste una ducha?
—Hice más que eso —confiesa—. Me muero por tocarte,
Em. Es una mierda encontrarme lejos de ti. No logro dormir
bien, estoy constantemente pensándote. Eres la peor droga
que he probado en mi vida, mujer. Jodidamente adictiva.
—Te necesito —gimo, como si lo tuviera aquí conmigo.
—Y yo a ti, cara mia. Pronto estaremos juntos —promete.
—Sí —secundo empezando a quitarme las bragas y el
short. Dios, estoy mojada y ardiente—. Dime algo, cualquier
cosa.
—No sé cómo hacer esto —se queja—. Quiero tenerte a
mi lado, sentirte, rodear ese hermoso cuello tuyo y
hundirme en tu coño como un demente o chuparte y
morderte… ¡Roth! —grita. La pantalla se pone negra
mientras escucho palabras en ruso, yo quiero llorar de la
frustración—. Maldita sea, debo irme Em. Te llamaré más
tarde o mañana, nena.
—Don, escucha… —Pero la llamada ya se ha cortado.
Gruño y lanzo el teléfono contra la cama llorando. Mierda
¡Mierda! ¡Carajo!
Tomo una ducha, luego otra, pero nada me calma;
termino dándome placer yo misma. No es igual, es
incómodo porque no he explorado mi cuerpo, intento hacer
lo que Dominic hace y consigo un orgasmo mediocre, pero
al menos es algo. Me quedo mirando el techo, aburrida y
con este calor al mil. Si al menos tuviera un vibrador.
Suspiro girándome, me quedo largo rato observando el
tocador improvisado, no es como en el ático, pero tengo lo
básico. Cremas… ¿Podría?
Me pongo de pie prestando atención en mi objetivo. Una
pequeña luz se ilumina en mi cabeza y camino a la puerta,
no salgo por completo ya que estoy desnuda de cintura
para abajo.
—Hola, D —formulo con un poco de pena, él frunce el
ceño dudoso—. ¿Tienes un condón?
Lo bueno de estar con extraños y personas tan abiertas
como los moteros, es que la mayor parte de mi recato y
vergüenza se han ido al garete. Damián se queda pasmado
unos segundos, extrañado saca su billetera y obtiene un
pequeño envoltorio cuadrado. Parece que ha estado oculto
allí dentro por décadas.
—Gracias —susurro antes de cerrar la puerta, tomar un
bote de crema alargado del tocador y correr al baño por mi
cepillo de dientes, también agarro una toalla y coloco todo
en la cama, dudosa de mi brillante idea.
Empiezo a trabajar en la botella de crema, colocándole el
preservativo antes de extraer un poco y ponérsela a la base
del cepillo el cual tiene la función de vibrar. Mierda, ¿estoy
tan desesperada? Sí.
¿Por qué debería de sentir pena? No seré la primera, ni la
última explorando y jugando. Los hombres se masturban
todo el tiempo, ¿no? Claro, ellos no usan envases de crema
y cepillos de dientes por vibradores.
Obtengo los mejores minutos de mi vida. Madre santa,
chillo y gimo para luego morderme la lengua.
Autoexplorarse es lo mejor, hasta que caigo rendida en la
cama jadeando descontrolada y tengo la osadía de tomar
una foto de mis dedos mojados y enviársela a Dominic.
 
«Tuya, siempre».
 
Me duele el estómago del hambre, luego de una ducha,
estoy desnuda cepillando mi pelo frente al espejo cuando
escucho ruidos, peleas. Frunzo el ceño dispuesta a
cambiarme primero, pero es la voz de Bess amortiguada.
Encuentro mi camisón y me lo pongo con rapidez, abriendo
mi puerta y corriendo hacia la habitación de Bess, ¿está
discutiendo con alguien? ¿Dónde está Damián? Golpeo la
puerta y trato de abrirla, pero se encuentra cerrada.
Escucho la voz de Bess nuevamente y entro en pánico.
—¡Bess abre la puerta! —ordeno gritando—. ¡Bess!
Ella sale, corriendo, empujándome contra la pared.
Intento agarrar su brazo, pero la pelirroja es mucho más
rápida, así que me muevo persiguiéndola escaleras abajo.
Su estado no es el adecuado, no la he visto tan asustada, ni
siquiera aquella mañana cuando estaba cubierta de marcas.
La casa club está llena de hombres por todos lados, tropiezo
con el rubio quien gracias a Dios me sostiene antes de que
caiga de lleno contra el piso.
Estoy jadeando cuando por fin la alcanzo, en una oficina.
Damián y Raze están aquí, el último tratando de entender
qué sucede. Ella murmura cosas inentendibles.
—¿Bess...? —cuestiona Raze alejando varios mechones de
su pelo—. ¿Qué está mal, nena?
—La encontré así —explico desde el marco de la puerta—.
Escuché ruidos en su habitación, estaba encerrada. Llamé
varias veces y luego ella salió de ese modo... Creo que tuvo
una pesadilla.
—Entra a la oficina, Emilie —ordena.
—Oh...
Mis mejillas estallan en rojo cuando observo mi cuerpo
desnudo debajo del camisón. Damián rápidamente me
cubre con su chaqueta de cuero. Dominic moriría si me
viera de esta forma, estoy segura de que acabo de mostrar
mis nalgas a más de uno allá afuera.
—Háblame, Bess. ¿Qué está mal, nena?
—Él... Él —solloza más fuerte.
—¿Él? ¿Quién es él? ¿Qué sucedió? ¿By? ¿Tuviste una
pesadilla con By?
Oh, carajo. Su hermano.
—¿Interrumpo algo?
Gruño por lo bajo en cuanto el idiota al que le destrocé la
nariz entra, no me agrada, estoy segura de que me agarró
los pechos a propósito, aun así, Raze dudó de mi palabra.
Además, no me pasa desapercibida la forma en la cual vive
pendiente de nuestras espaldas. No es divertido como Harry
o callado al estilo de Jake, este tipo tiene una vibra oscura y
nauseabunda.
—Bess, ¿qué está sucediendo?
Ella permanece en silencio, demasiado tiempo.
—Una pesadilla... Con él —confiesa sollozando.
—Largo, todos, ¡ahora! —sisea furioso Nikov. El estúpido
de Parker sonríe burlesco, sale sacando un cigarro de su
pantalón, Damián me empuja suavemente, pero no puedo
quitarme de la cabeza la forma en la cual se ha reído. No
estoy loca, escuché voces dentro, más de una persona.
—¡Fuiste tú, maldito hijo de puta! —grito tirándomele
encima. Damián me agarra de la espalda y Parker sonríe
cínico.
—¿Estás loca? —cuestiona dejándose caer en la pared sin
mucho interés—. Golpear o acusar a un miembro del club
tiene consecuencias.
—¡Vi cómo la mirabas en el lago! ¡Y ahora mágicamente
ella está así!
—Emilie —intercede Damián recordándome el mandato
de Dominic cuando me habla con autoridad. Pestañeo y él
ejerce toda su fuerza en mis hombros—. Retrocede.
No le quito mis ojos al hijo de puta de Parker mientras
Damián tira de mi cuerpo, todos están presenciando mi acto
fuera de la oficina, veo caras escandalizadas quizás por mi
arrebato y luego a Ethan, el esposo de Vicky en un rincón
observando detenidamente a Parker. Vicky se mueve entre
la multitud tirándome una toalla sobre el cuerpo y
guiándonos a la cocina, en cuanto entramos Damián ordena
a los demás salir.
—No vuelvas a hacer esa tontería —me regaña.
—¡Él la ve de manera extraña!
—¡Es un miembro del club! —grita en mi cara. Mi labio me
empieza a temblar, mis ojos se humedecen. Putas
hormonas.
—Está embarazada, D. No le hables así —le recuerda
Vicky.
—¿Qué…? —Palidezco mirándola.
—Yo se lo dije —murmura Damián pasándose la mano por
el pelo. Golpeo su pecho, molesta.
—¡No tienes ningún derecho! ¡Nadie debe saberlo!
—Tranquila, Emilie. Nadie lo sabrá, solo nosotros —dice la
pelinegra, pero no puedo evitar el miedo que me domina.
—¿Quiénes lo saben? —pregunto sosteniendo mi vientre
como si pudiera sentir a mis bebés. Nadie va a lastimarlos.
Nadie.
—Damián, Ethan y yo. Nadie más, nena. Estás a salvo
aquí y tus bebés por igual —murmura abrazándome.
No me siento segura, no si mi esposo no está a mi lado.
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 77
Emilie
 
Desde mi ventana observo a Bess y Raze en el lago,
parecen tener un momento íntimo cuando veo una sombra
en el bosque, no distingo mucho debido a la distancia, pero
sí logro verlo masturbándose y luego, el rostro del tipo se
manifiesta. No estoy loca, es el hijo de puta de Parker
tocándose mientras vigila a la pareja. Corro a mi puerta en
busca de alguien, pero no hay nadie en el pasillo, estoy
sola, las alarmas se encienden. Quiero a Dominic, a Roth,
que me lleven de este lugar. No me siento segura. No puedo
apuntar con un dedo hacia Parker porque ninguno de ellos
creerá en mí. Me jode eso, que le den más confianza al
maldito, es algo que claramente está usando a su favor.
Me siento en la cama nerviosa, mi pulso está acelerado.
No dejo de pensar que existe algo más que no estoy viendo,
esta vez no puedo decirle a Dominic, está buscando a Kain,
no debo darle otro tormento.
Coloco la mano en mi vientre, ¿cuántas personas tienen
conocimiento sobre mis bebés? Voy a protegerlos y la única
opción es quedarme encerrada dentro de estas paredes
tanto como pueda.
Es lo que hago, el tiempo pasa y me aislo de todo.
Damián se marcha, yo me vuelvo un poco neurótica, no
salgo de mi habitación y si lo hago me mantengo al lado de
Vicky y el chico llamado Jake. Bess me regala una chaqueta
del club con Cavalli Property en la espalda, Don perderá la
cabeza en cuanto me la ponga. La casa club se vuelve
escandalosa por las noches, duermo mucho y me entero de
algunas cosas: el engaño de Ethan hacia Vicky, la partida de
esta a una cabaña de Jake. Dominic sigue llamando y
pendiente de mí en todo momento, eso es mi único
consuelo, y cuando me pregunta si estoy bien, simplemente
miento. Los nervios solo aumentan con cada día que pasa.
Gracias al embarazo y mis pastillas vitamínicas duermo
largas jornadas, así que cuando escucho la voz desesperada
de Harry, uno de los chicos que ahora vigila mi puerta desde
la partida de Damián clamando el nombre de Raze espabilo
saltando de mi cama, camino para abrir mi puerta, sigo
bostezando y restregando mis ojos cuando visualizo a Nikov.
—¡Ve a mi habitación! —ordena con el torso descubierto y
su arma en la mano, corro donde me indica inmediatamente
encontrando a Bess con dos armas.
—¡Deja eso! —grito al verla tratando de quitar el seguro
con el arma apuntando su rostro, ¡¿está loca?! Puede
volarse la cabeza de forma accidental.
—Creo que están atacando el club. —Jadea asustada.
—Sin seguro, apunta y dispara —le instruyo mostrándole,
verificando que el cargador está lleno. Bess abre los ojos de
forma desmesurada.
—No sé usarla —admite.
—Por esto digo que las mujeres debemos aprender a
disparar.
—Raze dijo que…
—No voy a esperar que la muerte me toque los talones, y
tú tampoco, Roja. ¡Vamos!
La tomo del brazo, colocándola a mi espalda, si están
atacando al club nuestra mejor opción es correr hacia el
bosque y ocultarnos, es mi plan principal hasta que escucho
a los hombres murmurar que se trata de una mujer, que
están vueltos locos por una chica. Bess sigue a mi espalda
cuando llegamos detrás de Raze.
—¿Raze? —insiste la mujer, es hermosa y alta, elegante.
Su pelo negro y lacio. Me resulta vagamente conocida, a
pesar de que está cubierta en sangre, desde su blusa
Versace hasta la punta de sus zapatos de seis centímetros
Dior. Ella nos apunta a todos, por el agarre en su arma
parece ser otra igual a Bess.
—Sí, soy Raze. Baja tus armas, cariño, podrías lastimarte.
—¿Raze? —repite. Inclina su cabeza a un lado, intentando
reconocerlo. Se nota cansada y asustada, pero al parecer no
comprende las palabras tranquilizadoras de Raze
—Harry, trae a Emilie, ¡ahora!
—Estoy aquí —respondo a su espalda.
—¡Maldita sea, Bess! Te ordené quedarte segura.
—Sí, bueno, por lo general las mujeres no seguimos
órdenes—digo sin dejar de apuntar a la chica—. ¿Quién es la
mujer y por qué amenaza con dispararnos a todos nosotros?
—Pregúntaselo en italiano.
—¿Quién eres? Baja esa pistola y habla —ordeno en
italiano.
—¿Hablas italiano? —pregunta mostrándose por primera
vez nerviosa. Baja su arma, confiada, empiezo a caminar
varios pasos hacia ella advirtiéndole a Bess con mi mano
que se quede detrás.
—Sí, hablo italiano y quiero ayudarte. Esa montaña fuerte
es Raze.
Señalo hacia él, quien resguarda a Bess. La italiana habla
nuevamente.
—Dice que necesita ayuda —explico. La chica se mueve,
pone en alerta a todos los hombres del club mientras ella
abre una puerta y la mano ensangrentada de un hombre
cae.
Bess deja salir un grito de horror y sale del agarre de
Raze, corriendo, precipitándose a la parte trasera de la
Nissan, abriendo la puerta por completo. La pelinegra
apunta a Bess, directo a su cabeza.
—¡No lo hagas, niña, o me obligarás a matarte...! —grito
levantando mi arma. Cuando finalizo la orden, me doy
cuenta de que lo haría, mataría por mi gente, por su
seguridad. Esta mujer es una amenaza y hasta que ella sea
quien retroceda, no me detendré. Mi grito asusta a la
italiana, haciéndola retroceder ya que he usado el tono
autoritario de Dominic.
La mujer parpadea enviando su mirada multicolor
−«multicolor», resalta mi mente−de Bess a mi persona,
luego el reconocimiento nubla su rostro. Deja caer su arma
al suelo; dos hombres de Raze la inmovilizan contra el
vehículo. Ella no se resiste, "hermana" gime en bajo,
mirando a Bess.
—No, no... ¡No! —Bess grita sacando un cuerpo enorme
de la parte trasera. Ambos cayendo al suelo.
Nunca he visto a un hombre derrumbarse como lo hace
Raze, cayendo de rodillas y agarrándose la cabeza al ver a
Bess arrastrar el cuerpo del pelirrojo contra ella, llorando
desesperada. Parpadeo confundida, porque este chico es
Byron Miller, su hermano.
—No puede ser... By. —Harry cae a su lado, enterrando la
cabeza en sus manos, con lágrimas en su rostro. Observo
las caras de los miembros del club, todos ellos están
paralizados. Hermandad en su máxima expresión.
Bess no deja de gritar, desgarrándose. Siento un nudo en
mi garganta mientras me acerco a la pelinegra escuchando
igual sus gritos desgarradores en italiano, pero sin poder
procesar ambas mujeres. No sé por qué quiero eliminar este
dolor de Bess, no quiero que ella se sienta destrozada, como
yo me sentí al perder a Holden. No quiero que nadie sienta
ese dolor, esa faltante en el pecho. Cuando un ser querido
muere, ellos se llevan una parte de ti, una que nunca podrás
recuperar nuevamente.
No los mencionas todo el tiempo, pero el vacío es
perpetuo, sigue latente, como una melodía sorda y
palpitante.
Me inclino hacia ellos, Roja no deja de besarle el rostro,
de moverse con él sobre su pecho. No sé revisar el maldito
pulso, pero la italiana no deja de gritar que está vivo, quizás
se esté negando a la realidad. Su piel está caliente, no fría
al tacto, debajo de las yemas de mis dedos algo se mueve,
late despacio, miro hacia su vientre y este se mueve…
—¡Raze! ¡Está vivo! —exclamo. La italiana no deja de
gritar y golpea a uno de los hombres, traduzco lo que la
chica narra inconsolable—. Ella dice que lo sedó, le sacó dos
balas... El chico peleó con cuatro hombres y recibió varios
disparos… ¡Raze, muévete!
—¿Está vivo? —solloza Bess.
—Necesita ayuda, pero está vivo —respondo.
—Raze...
—¡Damián! —gruñe Raze levantándose y recordando que
él no está aquí—. ¡Necesito al viejo Samuel aquí! ¡Ahora!
¡Muevan sus malditos traseros!
Instruye volviendo a ser el presidente de este club y el
hombre de Bess.
—Sálvalo, Raze —suplica ella hecha un desastre.
—¡Harry, Chris, al sótano! —ordena. Bess deja a los
hermanos tomar el cuerpo de Byron—. Parker, necesito
hombres cuidando, alguien pudo seguirlos. Emilie,
encárgate de la italiana, eres la única que la entiende y,
Bess, ven conmigo, nena. Necesitamos curar sus heridas,
amor. Solo nosotros podemos hacerlo, hasta que Samuel
venga.
—Tú vienes conmigo —demando a la italiana.
—Estoy embarazada —anuncia tocándose el vientre.
—¡Hey, tú! Cárgala —le ordeno al grandote que la
sostenía. El hombre cumple mi orden, creo que están
cuidadosos de mí ahora. La mujer no podría caminar sobre
piedras con esos zapatos, ni aunque lo intentara. Voy detrás
de ellos descalza, cansada y hambrienta deseando más que
nunca volver a mi vida.
 
—La chica sabe cómo atenderlo —digo señalando a la
pelinegra, ahora la reconozco, era la acompañante de
Piazza aquella noche, no sé qué tiene que ver con Miller,
supongo que más adelante me enteraré, por lo pronto
guardaré mi inquietud.
La mujer camina hacia los suministros y ordena, a su vez,
algo hacia mí.
—Yo puedo traducir para ella, déjenla trabajar.
—Tiene dos balas, una en el hombro y otra en la cadera,
además de varias cortaduras de algún cuchillo. Dile que
puedo hacerlo, soy su hermana.
—Ella lo sabe —respondo hacia Bess, quien mira a la
italiana y ambas empiezan a trabajar en las heridas, Raze
por su lado introduce una intravenosa con suero en el brazo
del chico.
—Necesitará una transfusión —informa. Bess alza sus ojos
hacia él.
—Tenemos el mismo tipo —comenta la pelinegra.
—La italiana dice que es compatible, que puede curarlo y
luego darle su sangre.
—Está embarazada, eso no está sucediendo —gruñe.
Traduzco para ella, quien se sorprende de que Raze lo sepa,
para este momento no me sorprendería si supiera el tipo de
bragas que usa, estos hombres controlan todo y disponen a
su antojo.
—Lo haré yo —confirma Roja.
—Bess...
—Debo hacerlo, bebé. Estaré débil al final, solo eso. Tú
tendrás que coser a By, hasta que llegue el doctor.
—Bien —concuerda de mala gana—. ¿Por qué Byron está
sedado? —cuestiona. Repito la pregunta a la chica, quien
empieza a hablar sin dejar de trabajar.
—Ella odia volar, Byron la sedaba en cada vuelo. Su avión
aterrizó en Jersey, en un aeropuerto privado, al salir fueron
interceptados por unos italianos. Byron se enfrentó a ellos.
Al final quedó demasiado débil, estaba luchando por
conducir hasta aquí, ella lo drogó para sacar las dos balas y
así dejarlo noqueado. Era la única forma, es demasiado
terco y un... Humm.
—¿Y un qué?
—Polla grande —Traduzco enrojeciendo.
Bess le dona mucha de su sangre a Byron, estoy un poco
mareada, me inclino contra la pared, tengo ganas de
vomitar, pero no quiero dejarlos solos, la cabeza también
me está dando vueltas y cuando pienso que caeré siento las
manos de Harry sosteniéndome.
—Vamos a cuidar de ti ahora.
—Me siento mal —musito. Él me agarra ayudándome a
salir del sótano de forma disimulada. Me lleva directo al
segundo nivel. A mi habitación, entro al baño sudando frío.
—Se te ha bajado el azúcar —dice detrás de mí
colocándome una toalla húmeda en la frente—. Entra a la
ducha.
—Sal —gruño empujándolo con mi mano.
—Eres la mujer del Capo, ni loco pondría mis ojos en ti,
pero si te caes y te causas daño, ¿adivina quién terminaría
bajo tierra? No, gracias.
No discuto, lo dejo que me meta bajo el agua con todo y
ropa, empiezo a temblar mientras regula la temperatura.
Luego me envuelve en una toalla, me lleva a la cama,
instruye que me quede en el lugar mientras sale y regresa
minutos más tarde con un tazón de sopa y un poco de fruta
picada. Empiezo a comer despacio mientras me seca el
pelo, no es de una manera sexual, sino parecido al cuidado
de un padre.
—¿No estás comiendo bien?
—No me gusta bajar al comedor —confieso. Ayer solo
comí el almuerzo y luego en la cena una manzana que Jake
me trajo.
—Necesitas comer, mujer, tienes al futuro capo de Sicilia
en el vientre.
—¿Aquí todos saben que estoy embarazada o qué? Lo
primero que Dominic dice es que nadie lo sepa y parece que
todo el club está enterado.
—No sabía que era un secreto, un Ethan borracho me lo
dijo hace unas noches.
—Sí, el hijo de puta que engañó a su mujer embarazada
con una zorra.
—Wow. —Silba Harry sentándose en el piso frente a mí,
cruza sus piernas—. ¿Eso es resentimiento en la voz?
—Quiero irme a mi casa —digo; jugando la sopa con la
cuchara—. No me gusta aquí, no me siento segura.
—Eres la protegida de Raze, este club es seguro.
—Ustedes no me creen, y no puedo señalar sin pruebas.
—¿Qué sucede? ¿Qué ha pasado?
—¿Quieres verlo? Déjame cinco segundos sola con Parker.
—Parker —medita en voz alta.
—Él me agarro los pechos, aquel día donde perdí a mi
bebé, por eso le rompí la nariz, pero nadie me cree…
—Yo te creo —me corta—. Siempre se tiende a juzgar a la
víctima y defender al culpable, pero te creo no porque le
acuses sino porque eres una mujer, si sientes que un
hombre, cualquiera que sea, rebasó una línea contigo,
entonces te creo. Sean tus pechos o una mirada, sobrepasó
tu límite. Eres la mujer de Dominic Cavalli y llevo años
trabajando para él, sé que no se casaría con una mentirosa.
—Gracias por creerme —susurro empezando a comer en
silencio.
Sé que las mentiras de Parker muy pronto acabarán.
 

CAPÍTULO 78
Dominic
 
—En la mira —anuncia Roth en la radio.
—¿Por qué no has disparado? —reclamo con un gruñido,
escondido entre los matorrales, Damián a mi lado sisea.
Tenemos el club de Los Verdugos rodeado, Roth está
apuntando a Kain desde la mirilla de un SVLK-14S, cinco de
mis hombres lo tienen en la mira y solo espero la
confirmación de Roth, ¿por qué carajos no dispara? El plan
no es matarlo, sino causar pánico entre los hombres cuando
cinco cabezas vuelen en sincronía y Kain siendo el cobarde
que es saldrá huyendo.
—Está violando a una chica —responde en un gruñido.
—Dispara —ordeno.
—E-ella se parece a Ryana —dice titubeando.
—Roth, Ryana está muerta…
—Entraré —indica y la línea muere.
—¡Roth! ¡¿Roth?! —insisto, me quito la mascarilla
infrarroja, tengo más de treinta hombres en puntos
estratégicos. ¡Él lo acaba de echar a perder!—. ¡Quiero la
ubicación de R! —ladro en la radio.
—Norte, hacia el objetivo.
—¡Ataquen! Limpien el camino de Nikov a como dé lugar.
—Sí, señor —exclaman varias voces al unísono. Golpeo el
hombro de Damián, bajo mi máscara corriendo desde el sur
hacia la casa club. Lo primero que se corta es la luz, con
nuestra infiltrada dentro. La máscara me deja ver los
sensores de calor y las manchas verdes de mis hombres.
Damián Torricelli va a mi lado. Todo el mundo trata de huir
en diferentes direcciones cuando varios cuerpos caen. Es
una jodida masacre, busco mi objetivo, quien debería ser
una mancha violeta gracias al químico que ha perfeccionado
uno de mis chicos. Entro a la casa club, buscando.
«¿Qué carajos hiciste, Nikov?» Lanzo una granada de gas
lacrimógeno.
La gente grita, muchas de las voces son femeninas, están
asustadas. Disparo, matando al instante a cuatro hombres,
Damián se va al cuello de otro, pero sigo sin ver mi objetivo.
—¡Luces! —ordeno y en segundos esta cobra vida, no me
quito la máscara porque el lugar está lleno de gas. Las
mujeres están en el piso y algunos cuerpos desparramados
—. ¿La presa?
Mis hombres saben que estoy preguntando por Kain y
cuando la línea se queda en silencio gruño de frustración.
—La tengo. —Aparece por fin la voz de Roth. ¡Voy a
matarlo!
—¡¿La presa?! —insisto.
—Aquí, sur, despejado.
—Oeste, sin respuesta.
—Este ha caído —murmura el único hombre en la torre
norte—. Sin respuesta en ala noroeste. Lo siento, señor.
—Eliminen a todos —ordeno.
 
***
 
Roth aparece en la colina con una chica a su lado, ella
tiene su máscara puesta y él parece a punto de caer. Estoy
furioso, ¡frustrado! Luchamos para tener esta pista de Kain
y ahora ha desaparecido, ¡por su culpa!
—Don…
No lo dejo hablar una mierda, me lanzo sobre él,
pegándole un fuerte golpe en la mandíbula. No trata de
defenderse, eso me hace molestar aún más. ¡Lo echó a
perder todo! ¡Dejó que ese hijo de puta escapara!
¡Desobedeció mi orden! Damián agarra a la chica quien
grita despavorida cuando sostengo a Roth de su chaqueta
negra.
—¿Te la pasarás salvando coños por el mundo? —siseo.
—Lo siento —murmura. Sé que es sincero.
—¡Eso no hará que tenga a Kain! ¡Escapó!
—Haz lo que tengas que hacer —musita derrotado.
—Busca en toda la zona hasta el amanecer, ¡tráeme a
Kain! —demando empujándolo—. Tu llévate a la puta que no
nos sirve para un carajo.
Me marcho en la camioneta, no intento buscar a Kain, es
un desperdicio de tiempo, es una rata, se esconderá hasta
en las alcantarillas para no salir. Frustrado golpeo el volante,
soy un inútil, ¡¿es que no funciono sin ella!? No he podido
dormir, mi capacidad está a un nivel inferior debido a estos
días apartados. Cruzo la frontera de Canadá hacia la casa
de seguridad donde nos estamos alojando, al llegar me
quito la ropa, me estorba y voy directo a la piscina. Necesito
nadar, quemar esta maldita adrenalina. Doy varias vueltas
seguidas, luego me instalo frente al saco de arena, sé que
los demás llegan, pero nadie intenta detenerme, es pegarle
a esto o matarlos a ellos.
Sudo, gruño, no siento el dolor en mis músculos, solo me
detengo cuando el saco cae al piso. ¡Maldita sea! Vuelvo
dentro de la casa, encontrando a la puta en la sala,
abrazando sus piernas, cubierta con una manta. Roth está
tratando de darle un vaso de agua, pero ella se encuentra
observando a la nada, ida y perdida en su mente.
—¿Cuál es su nombre? —cuestiono en ruso agarrando una
toalla, secándome la boca, estoy casi desnudo, solo el bóxer
me cubren la polla.
—S-Shir-rley —responde ella tartamudeando.
—¿Sabes ruso? —pregunta Roth conmocionado.
—Sí, soy rusa.
—¿Cuál es tu jodido nombre? —Cambio la pregunta.
—Duscha Ivanov.
—Eso es imposible —dice Roth levantándose—. Lo vi
violarte, eso sería demasiado, incluso para Kain… ¿Eres su
hermana?
—Su esclava, fui vendida a su familia. No llevo la sangre
Ivanov.
No puedo decir nada, ni siquiera respirar, ¿ella podría
ser…? No, carajo no tiene ningún rasgo mío o de Isabella.
Ella es castaña, no tiene ojos claros, ni pelo rubio. Niego,
desconcertado con mis propios pensamientos.
—¿Qué harán conmigo?
—Te llevaremos con Raze.
—Claro, ella es la chica —murmuro recordando su petición
—. ¿Realmente se parece a Ryana?
—Es idéntica, Dominic. Es como si fuera su gemela, solo
que en edad no coinciden, pero es ver a mi hermana como
si no hubiese muerto, como si el tiempo se hubiera
detenido.
—Como sea —gruño. Sigo molesto con él por joder mi
oportunidad. Solo quiero largarme y volver con mi esposa.
Antes de planear romperle la cabeza a Kain Ivanov de una
vez por todas.
 
Pensé que nunca tendría una razón para correr hacia
alguien o desear esa compañía, pero con Emilie las cosas
eran distintas. La necesitaba en todos los sentidos, era un
hijo de puta codependiente de mi mujer. Y era algo que me
negaba a encarar. Ella es mi maldito ángel en tanta
oscuridad. No me cansaré de recordármelo siempre, por ella
estoy cruzando la autopista como un desquiciado, no nos
detuvimos a comer nada. Mientras menos distracciones más
rápido llegaría. El hecho de sentir que le fallé, se clava en
mi interior más hondo y latente. Nos detenemos un par de
veces, aquí y allá para darle un momento a la chica. Por
Dios, caminar para ella se nota que es un tormento y
teniendo a Damián y Roth como dos gavilanes sobre su
persona, respirándole en el cuello, deduzco que es peor.
No soy bueno con las disculpas y es algo que Roth conoce
de mí, él no intenta hablarme y ambos nos ignoramos,
sabemos que el elefante está en la habitación, pero ninguno
de los dos lo enfrenta.
Parece que todo el club estuviera esperándonos, me jode
aquello, pues solo quiero llegar con mi esposa y olvidarme
de todos mis problemas.
Ella está radiante y hermosa, no parece la chica que dejé
hace unos días atrás, tiene una bella sonrisa, esa que
siempre me dirige en la intimidad de nuestra casa. Todos los
hombres la están mirando.
Quiero matarlos a todos. Mi saludo es seco, distante.
—Hermosa, mia regina —musito íntimamente para
nosotros. Obtengo esa sonrisa única. Mi mal humor regresa
a la doble potencia cuando salta a los brazos de Roth, «¿de
dónde carajo sale esta llama de inseguridad?».
—El ogro no ha tenido su ración de ti —se mofa Roth,
empeorando el malestar en mi interior. Que se joda.
—¿Dónde está Damián?
La voz de la chica Miller me distrae.
—Detrás —señalo—. ¿Raze?
—No se encuentra.
Odio que no esté mirándome a la cara mientras me habla,
¿o solo estoy descargando mi coraje con ella?
—Mírame a la cara, niña —siseo en tono bajo.
—Don —llama Emilie negando. «¿Qué? ¿No estabas
entretenida burlándote de mí?».
—¿Qué? No dije nada.
—Ella está asustada por ti y ordenarle no ayuda.
—Todos siempre me temen, esposa.
Excepto tú, pequeña, como siempre rodeada de peligro,
atraída hacia este demonio.
—¿Ryana...? —exclama la pelirroja en cuanto observa a la
“susodicha” salir de la camioneta acompañada de Damián
—. ¿Ella es la hermana de Raze?
—No, es una chica que Roth conoció en Canadá.
Por la cual se jodió toda mi operación. Sí, eres brillante,
Nikov.
Damián, quien ha recortado su pelo esta mañana en un
corte casi militar observa a la chica Miller. Él se encuentra
visiblemente más herido; tiene cortes en el rostro y sus
nudillos están igual o peor comparados con los demás, en
su antebrazo hay una venda.
Roth y él tuvieron un entrenamiento bastante duro esta
mañana, me sorprende que Torricelli incluso permanezca de
pie.
Raze por lo visto tiene el mismo problema que yo, no
sabe controlar a su mujer porque esta se muestra efusiva
con Damián. Se dicen algunas palabras entre ellos y luego
la mujer me enfrenta.
¿De verdad? ¿Justo hoy? ¿Cuando mi humor es un infierno
descontrolado? Si ella supiera que solo estoy a un segundo
de explotar.
—¡¿Qué le hiciste?! —arremete contra mí.
—¡Bess, no! —vocifera Emilie interponiendo su cuerpo.
—¿Qué jodidos le hiciste? —gruñe. Bueno, le concedo que
tiene unos huevos más grandes que muchos. Sonrío, porque
si muevo un músculo o abro mi boca tendré a un molesto
Raze sobre mí, pero la chiquilla debe estar poseída. Ella
jodidamente intenta golpearme a mí.
¡Me desobedecen! ¡Me faltan el respeto! ¡Me creen débil!
Emilie se gira y me toca el pecho, tratando de
tranquilizarme.
¡Ella es la culpable! Antes podía reducir el mundo a mis
jodidos pies sin ninguna consecuencia, sin temor a que la
pudieran lastimar… ¡Sin pensarlo!
Marco una distancia, alejándome de su toque y empiezo a
caminar dentro de la casa club, quiero respirar. Solo dos
cosas me calmarían, matar a Kain o follarme a mi mujer y
no tengo ni una ni otra.
—¡Dominic!
Es demasiado, mis emociones son incontrolables ahora.
La necesito y odio hacerlo de esta manera tan fuerte, tan
poderosa, la quiero a mi lado y a la vez a un millón de
kilómetros de distancia. No quiero que nadie la vea o la
lastime, ni a ella y ni a nuestros hijos, ¿estoy volviéndome
loco?
Emilie es todo lo que anhelo. Me ha convertido en su
esclavo.
Nunca me cansaría de ella, de tenerla y de poseerla.
Giro agarrando su cuello e impactando mi boca en la
suya, sus manos van a mis hombros mientras la alzo
aferrándome a su trasero, sus piernas envolviéndose en mi
cadera. Mi mente tiene una nube negra, sé que estoy
explotando con mi esposa, que quizás ella no pueda tomar
esta parte de mí.
Nos muevo hacia la parte inferior de la escalera, moliendo
mi polla contra su coño. ¡Cristo!, la imagen de sus dedos
aparece en mi cabeza, jodiéndome. Se masturbó pensando
en mí, deseándome.
— Yo soy tu hombre, no Roth —siseo separándome para
volver a asaltar su boca suave—. No es él o nadie más quien
te enloquece, soy yo.
—Don. —Jadea buscando mis labios, pero la dejo sobre
sus pies y la giro, de cara a la pared y alzo sus manos sobre
su cabeza. Ella echa su culo, amasando mi polla.
—Mi mujer —recalco metiendo mi mano en su pantalón—.
Mi coño, mis hijos —enumero. Un alarido bestial sale de mi
boca en cuanto siento su humedad. Siempre lista para
recibirme.
—Alguien podría vernos.
—Los mataría si se atreven —amenazo bajando su
pantalón y luego luchando para sacar mi polla—. Dilo,
repítelo. Eres mi mujer.
—¡Tu mujer! —grita cuando siente la cabeza de mi polla
abriéndose paso entre sus nalgas y mojándose de los jugos
de su coño, la masturbo, tonteando con su entrada,
haciéndola desearme muchísimo más.
No tiene escapatoria, yo soy su hombre.
—¿Quién soy?
—Mi Capo —murmura extasiada.
—¿Tú quién eres?
—Tu mujer, solo tuya y de nadie más.
Ella se tensa cuando siente mi polla buscando poseer su
trasero, es lo que deseo ahora y quiero de ella. Marcar todo
su cuerpo, no es la primera vez que tenemos sexo anal, sé
que debería retroceder en cuanto se tensa, debería hacerlo.
Es muy tarde cuando grita al tenerme por completo en su
interior y yo enloquezco de placer, golpeando como un
animal dentro de ella. Soy un hijo de puta, un enfermo de
mierda.
—¡Don! —exclama sin aliento contra la pared.
No estoy siendo delicado ni mucho menos, mi boca va a
su cuello, succionando entre este y su hombro, la única
parte que la tela de su blusa deja disponible para mí. Se
contrae, se vuelve temblorosa en mis brazos.
Cuando empuja ese culo precioso hacia mí, siento el
primer latigazo de semen salir, así que me alejo de su
interior y termino de masturbarme, bañando los cachetes de
su trasero con mi orgasmo. Estoy en una nube de placer
asombrosa e indescriptible, la misma que finaliza cuando
ella se gira con sus ojos llenos de lágrimas. Me observa de
tal manera, como si yo la hubiera enviado al matadero.
—¡Eres un idiota! —Golpea mi pecho y agarro sus manos
—. ¿Es esto lo que soy para ti? ¿Una mujerzuela donde
venirte?, ¿un coño fácil?
¿Qué carajos?
—Eres mi esposa.
—¿Tu esposa? No puedes darme un abrazo decente, ¡pero
sí venirte en mi culo mientras me follas contra la pared, a
merced de la mirada de medio mundo!
—¿Estás hormonal o qué mierdas?
Oh, pequeño, gran, enorme y desmesurado error.
—Duele ser tratada de esa manera, ¿no lo entiendes?
—No puedo verme débil, Emilie. Ya mis propios hombres
empezaron a notarlo... Tú me haces ver más humano. No lo
puedo permitir.
Roth me desobedece, todos lo hacen.
—¿Cómo eso podría ser algo malo, Don? ¿Siempre será
así? ¿Tener una parte tuya en privado y otra muy distinta en
público?
—Estás siendo terca.
—¡Vete a la mierda!
—Em... —exclamo tomándola de la cintura—. Conoces
nuestro acuerdo, ¿o debo recordártelo?
—No, Don. No es necesario recordarme nada —dice
bajando la cabeza y acomodando su ropa, hago lo mismo
con mi polla—. Solo me obligaste a ser tu esposa buscando
vengarte de Vladimir, a veces me pregunto si hubiera sido
feliz con él, al menos él sí me ama a diferencia tuya.
—Eres mía, Em. Propiedad o no, eres mía —siseo
acorralándola—. He pasado los peores días separado de ti,
¿y te atreves a decirme que prefieres a Vladimir?
—Él no tendría vergüenza de mí.
Huye y la persigo hasta que sube la escalera, la alcanzo
cargándola en mi hombro. Grita y me pega en la espalda a
lo que respondo dándole una fuerte nalgada.
—¿Necesitas más de esas? ¿Es la frustración sexual
hablando? —cuestiono.
—¡Te odio! —chilla.
—¡El sentimiento es mutuo, esposa! —Vuelvo a darle unas
cuantas palmadas más fuertes—. ¿Dónde duermes?
—¡No te diré nada, animal!
—Una bestia y un monstruo, pero así me amas —reviro.
Cuando se queda callada, sé que he ganado esta batalla.
—Segunda puerta a la izquierda.
—Así me gustas, obediente.
—Idiota.
Sonrío abriendo la puerta que me ha indicado, llevándola
a la cama, se hace la digna por un momento. La habitación
es tan diminuta que creo asfixiarme, ¿cómo pueden vivir
así? Cierro dándonos privacidad y levanto mi mano, ¡Dios!,
puedo alcanzar el techo.
—Dime que tienes tu propio baño, carajo —exclamo
consternado. Lo último que ocupo saber es que mi esposa
anduvo vagando por este club en toalla y enseñado el culo
que me pertenece.
—Esa puerta —gruñe molesta, empiezo a quitarme la
ropa y ella se hace la que no está mirando a su hombre
disimuladamente, cuando el pantalón cae y mi polla
semierecta se muestra, mi esposa se muerde el labio.
—Ya que te ofende que me venga en tu precioso trasero,
¿qué tal si me la chupas y así controlas esa boca?
—Estás muy gracioso, ¿no? —señala gateando en la
cama.
Umm, mi dulce esposa.
—¿Qué puedo decir? Verte me la pone dura y mi humor
mejora.
—Imbécil…
—Polla. Chupar. Ahora.
Cierro los ojos en cuando da la primera lamida. Mierda. Su
boca es el puto paraíso. Lame desde la base hasta la punta
y abro los ojos para obtener esa jodida mirada caliente. Se
la mete, utilizando sus dientes como me gusta, luego
retrocede. Frunzo el ceño mientras ella camina hasta la
puerta del baño, son tres pasos lejos de mí.
—¿Qué estás haciendo? —bramo.
—El cepillo de dientes está en el cajón —pronuncia, pero
no entiendo un carajo—. Métetelo por el culo, ¡hijo de puta!
¡Y tiene el descaro de levantarme el dedo medio! Sonrío,
sí, estoy ridículamente riendo. Su coraje es evidente, no
está así por el recibimiento, sino porque no la he dejado
venirse.
—¡Puedes sentarte en mi cara, nena!
—¡Vete a la mierda!
—Aquí te espero, amorcito —me burlo. Escucho algo
golpeando la puerta y me tiro a la cama riendo. Sí, solo esa
jodida mujer puede causar esto en mí.
¿Qué haré contigo, señora Cavalli?
 

CAPÍTULO 79
Dominic
 
He aprendido con Emilie, que no debo ir en contra de ella
o su estado de ánimo sino avanzar a la par, por ello cuando
emerge del baño rabiosa la invito a irnos a la ciudad, a un
hotel. Tengo el trato cerrado de la nueva casa, pero no lo
sabe y me gustaría sorprenderla. Amará el lugar, estoy
seguro de que imaginará a nuestros hijos viviendo felices y
corriendo por el jardín, necesita algunas mejoras, quizás un
muelle privado para nosotros y dada mi experiencia un
helipuerto, ya tiene la piscina olímpica. Es apartada, nadie
nos molestará.
—Mia regina —susurro besándole el hombro. Me ha
sobornado para quedarnos un poco más, jura tener sueño.
Quizás sea real y no una estrategia para evadirme.
—No quiero hablar contigo —revira golpeando mi mano.
—¿Qué quiere mi mujer?
—Que dejes de ser un imbécil —gruñe en respuesta.
—Te extrañé nena, cada día, cada hora.
—No lo parece.
Decido optar por la verdad y expresarle mis tormentos.
—Siento que te fallé nuevamente. Kain escapó —confieso
y eso la hace girarse a mirarme, está desnuda bajo las
sábanas, una tentación extra. No puedo dejar de observarla,
de tocarla siempre que tengo la oportunidad, por ello
acaricio su mejilla—. Me desquité con Roth.
—¿Cómo…?
No quiero especificar los detalles, recordarle la mierda de
hombre que es Kain Ivanov. ¿Hombre? No, es una mísera
rata.
—Roth decidió salvar a la chica…
—Aquella que llegó con ustedes —medita—. ¿Él la violó?
Kain la abusó, ¿cierto? —Su voz se quiebra y la abrazo,
pegándola a mi pecho desnudo. Es intuitiva. Claro que
llegaría a esa conclusión—. Y, ¿estabas molesto por eso?
—Sí —admito. No se trataba de Roth, sino de que
llegamos tarde y jodió a otra chica. Volví a fallarle a mi
esposa. Cuando elimine a Kain no borraré su dolor o ese
fantasma, pero al menos estaré seguro de que nunca estará
a su alcance volver a lastimarla.
—No vuelvas a tratarme así —implora escondiendo su
rostro de mí—. Abajo en la escalera, no me gustó.
—Em, no te lastimaría, nena. Solo debes decirme…
—Lo sé, me refiero a que no quiero estar contigo en esa
posición. No así. —Emilie desde París ha jurado que superó
esa noche, pero para ninguna mujer será fácil. Por ello odio
a Kain, le arrebató la oportunidad, ese NO. Me siento de la
mierda, dándome cuenta de que, incluso si no quería, ella
no se atrevió a decirme “No” sabiendo que me detendría en
el acto.
—Soy tu esposo, Emilie, eso no me da derecho… Si no
quieres, si te sientes incómoda o cualquiera que sea la
razón. Me detienes, amor. Solo dices no y me detendré. No
quiero que hagas nada en contra de tu voluntad,
¿entendido?
—Son las hormonas.
No es solo eso, es todo. Ese equipaje que lleva a cuestas
y del cual ahora estoy enterado. Ella es mi guerrera.
Sentir su cuerpo junto al mío me calma, da sosiego a mi
alma salvaje. Beso la cima de su pelo y la dejo dormir
tranquila en mis brazos, haciéndole caricias en su hombro. 
Más tarde empezaba a quedarme dormido, cuando un toque
en la puerta me arrastra del sueño. La muevo con calma,
dejándola dormir un poco más, salgo de la cama agarrando
mi pantalón. Me sorprende que sea Roth quien está en la
puerta.
—Raze está discutiendo, eres el único a quien escucha.
—¿Realmente escucha? —señalo saliendo y dejando la
puerta cerrada a mi espalda.
 
 
 
—¡No, no le hagas daño! ¡Es mi culpa! ¡Raze, escúchame!
¿Qué carajos? Es la chica Miller gritando. Roth acelera el
paso y yo golpeo la puerta abriéndola. No entiendo la
dinámica, Damián es acorralado por Raze, el mismo hombre
que prefirió aguantar mi coraje cuando uno de sus hombres
tocó a mi esposa, no puedo creer ni procesar del todo qué
sucede. Bess luce asustada a morir.
—Sal de aquí, niña —ordeno con voz fría. Si Raze perdió la
cabeza, es mejor que no vea esa parte jodida de él.
—Raze —llama Roth y se acerca cauteloso. Ambos lo
conocemos, este es el demoledor, el asesino menor de los
Nikov. Damián también lo reconoce y parece tranquilo con
la idea de terminar y ser liberado de su dolor.
—Retrocede, Raze —demando.
—No eres mi maldito Capo.
Si fuera otro hombre diciendo esas mismas palabras,
tendría una bala en su cabeza o a Roth sobre él, pero este
es Raze. Tiene razón, no soy su Capo, una bestia como la
suya nunca será dominada, incluso bajo mi mano dura. Este
chico es mi familia.
—No me obligues a lastimarte.
—Inténtalo —reta—. La última vez no salió bien, ¿o sí,
Capo?
—Prefiero dormir con mi esposa sin unas costillas rotas —
respondo suavemente tomando la mano, esa que
estrangula a Damián. Lo mejor es no hacerlo sentir
amenazado, sino en confianza. Es aquí cuando Roth pierde
su tranquilidad, nunca ha sabido de qué forma manejar a
Raze. Es bueno conmigo, controlando y guiando, pero con
Raze no, es su debilidad—. No dejaré que lastimes a un
hombre leal y torturado. Así que, retrocede, sea cual sea la
falta que cometió puede ser reparada.
—Si te digo que este hombre leal, contaminó con sus
labios la boca de tu bella esposa, ¿se podría reparar esa
falta, Don?
Me tenso, es parte de mí hacerlo en cuanto Emilie es de
alguna manera involucrada. Hablamos de la mujer que finge
haber superado una violación para darme el apoyo que ella
percibe necesito. Mi mujer no dejaría a nadie tocarla.
—Mi esposa no permitiría a ningún hombre besarla, no
bajo su voluntad, al menos.
—Exacto, parece que me equivoqué con la mía.
Lo dudo, Bess Miller es una fiera.
—Ella no correspondió —escupe Damián ahogándose. El
pobre hombre solo quiere morir. Lo sé desde Canadá,
entrenó con Roth, empujó sus límites buscando su muerte.
Él no tiene nada por lo cual vivir, le quitaron a su esposa e
hijo. Yo pude ser Damián, perdido sin Emilie. Si Kain me la
quitaba, y arrebataba su vida.
Yo hubiera muerto por ella.
—Escuchemos al hombre, si es culpable, merece una
muerte más divertida —murmuro apretando su hombro.
Baja el arma, soltando a Damián. En sus ojos no se
encuentra alivio, más bien lamento.
—Explícate —ordeno.
—Ella quería decirme algo, dijo que era importante... Yo…
—suspira apretando sus puños. Busco a Bess dentro de la
oficina, por estar concentrado en Raze no noté que se
marchó—. Se parece a ella, Prez. Yo la tengo aquí, en mi
pecho. Mi Dayah muerta en un maldito charco de su sangre,
nuestro bebé sacado de su vientre como un animal. Ese
bastardo... Pensé que tomando mi venganza sería libre, creí
que terminar con su vida me permitiría avanzar. No es así,
solo he quedado sin ningún propósito ahora y, Bess, ella se
apresuró hacia mí cuando llegamos. Dayah siempre hacía
eso cada vez que volvía a casa. Yo estaba confundido.
Y herido, quebrado. Sin obtener su venganza. Roth baja la
cabeza. No es su culpa desear salvar esa chica y puedo
decir, que quizás yo hubiese hecho lo mismo, pero teníamos
a ese bastardo y se nos fue de las manos.
—Dijiste que la mirabas como a una hermana, te creí,
Damián. Confié en ti.
—La veo como una hermana, Prez. Lo juro.
—Bueno, los hermanos no besan a sus hermanas y estas
no deciden dejar a su hombre —ironiza.
—Yo la besé, ella no correspondió en ningún momento.
Salió asustada, corriendo lejos de mí. Intenté explicarle mi
confusión, que no estoy siendo yo mismo desde las pasadas
veinticuatro horas, quise hacerlo, pero se escondió en su
habitación.
—Bueno, mi mujer está enamorada de ti, acaba de
elegirte, ¿no? Anda, vete, quizás contigo sí pueda quedarse
más de unas cuantas semanas.
—Eso es estúpido hasta para ti —digo, pero no parece
escucharme. Miller no dejaría a este hombre ni en mil años.
Esos hermanos, ambos son fieles. Yo creo en ella. Estoy
casi seguro de que existe una confusión en todo este
asunto.
—Ella no está enamorada de mí —niega.
Roth, pacífico y callado empieza a analizar a todos.
—Es mucha casualidad, tú la besas y ella termina esto,
además, desde que te fuiste estaba toda extraña...
—¿Qué es eso tan importante que ella quería decirte con
tanta insistencia? —pregunta Roth mirando a Damián.
—Probablemente ofrecerse para irse juntos a la ciudad y
jugar a la casita.
—No está enamorada de mí, Prez. Se quedó por ti. Incluso
luego de aquella noche, ella te defendió de mí como uno de
los perros de Cerbero. Respondiendo su pregunta, señor
Nikov, no tengo idea. Solo sé que es algo delicado, ella está
aterrorizada.
“Aterrorizada y delicada”, dos palabras que escuché de
Damián antes. Eso dijo cuando exigí saber por qué Emilie,
mi esposa, un alma que le gusta el viento y la libertad
decidió aislarse en este club y mantenerse encerrada en
una habitación extremadamente pequeña.
—¿Qué podría ser, Raze?
—No tengo una puta idea —gruñe hacia Roth.
—Ve a buscarla, Roth, tráela aquí. Debemos saber qué es
tan importante —pido. No me gusta esto, dos mujeres
jóvenes, hermosas, educadas y de la ciudad, teniendo los
mismos síntomas de un posible acoso. Si ocurrió lo que
estoy pensando, yo mismo descuartizaré a cada puto
hombre de este club.
—Yo voy por ella —anuncia Raze marchándose. Es mi
turno de enfrentar a Damián.
—¿Qué mierda está sucediendo aquí? Me dijiste que
Emilie estaba asustada y ahora Miller está en las mismas
condiciones…
—Nadie las tocaría —me interrumpe.
—¡No son mentirosas! —bramo.
—Mi cabeza está jodida… Yo no puedo pensar.
—¿Qué insinúas, Don? —Roth frunce el ceño.
—¿Desde cuándo nuestra Emilie se encierra cuando tiene
un bosque por explorar o un club para curiosear? —
cuestiono mirándolo—. Ella se excusó de estar cansada y le
creí, pero ahora…
—¿Crees que alguien las acosó?
—Lo averiguaré —determino saliendo de la oficina y
dispuesto a irme con Emilie. Ella hablará, lo sé. Solo
necesita a alguien que la escuche. El chico Jake se nos une y
nos topamos con Raze bajando las escaleras, sin su mujer.
—¿Mi mujer salió del club? —pregunta a alguien en su
celular. Escuchamos muy atentos todos lo que dice, se fue.
La parte buena es que se marchó en una de mis
camionetas, saco mi celular, entro a la aplicación donde me
permite ver la ubicación de todos.
—Algo no está bien en la historia —nota cabizbajo Roth,
tocándose la mandíbula.
—Me abandonó, Roth. Esa es la historia, ella me
abandonó. No es la única, después de todo.
Auch. Un golpe para Roth, en las pelotas dolería menos.
Levanto la mirada cuando Raze golpea a Roth en su pecho,
obligándolo a retroceder. Juro que un día me gustaría que
Roth le respondiera solo para que dejara esa mierda de una
buena vez.
—Esto es extraño —pronuncio con la mirada clavada en el
móvil—. Según mi rastreador, esa camioneta está en la
carretera, un par de kilómetros al sur. No se está moviendo,
mira.
—Seguro se ha detenido a llorar —reflexiona ahogándose.
Se encuentra loco por la chica—. ¿Qué son esos otros
puntos?
—Nosotros.
—¿Nosotros? —cuestiona.
—Emilie, Roth, una camioneta, tú y yo.
—¿Yo? ¿Por eso sabes dónde estoy?
—Siempre sé dónde están todos los que me importan.
Incluso tú, pedazo de idiota.
—Un rastreador, pusiste un artefacto dentro de mí,
¿dónde está, Dominic? —reclama buscando en sus brazos.
Como si yo fuera tan pendejo. Obviamente se lo coloqué
hace años, en una de nuestras primeras peleas al dejarlo
inconsciente. En el mismo lugar que todos, incrustado en su
cadera.
—En tu polla, es claramente el lugar donde tienes tu
cabeza ahora mismo —respondo pegándole en el hombro a
propósito—. Nos quedaremos esta noche, Emilie quiere
despedirse de las chicas mañana. Deberías ir tras tu mujer y
aclarar ese asunto importante. Yo averiguaré el asunto con
la mía.
Raze tiene la polla metida completamente en el culo,
prefiere el Jack. Su maldito orgullo hablando.
Las cosas siempre se van rápido de blanco a negro, en un
parpadeo la vida de todos nos cambia. Odio no estar esta
vez un paso adelante, sino un millón detrás.
 
Mi cabeza va a explotar escuchando a Emilie luego de
despertarla. Mis sospechas son ciertas, el idiota llamado
Parker ha estado observando a la chica Miller.  Cada palabra
que sale de su boca solo me hace llenar de ira y furia. ¡Odio
esto! Rechazo completamente que la víctima guarde
silencio porque le hemos enseñado durante años que, si fue
tocada o abusada, ella es la culpable, ¡y no el maldito que la
tocó sin su consentimiento!
Miedo, temor a no ser escuchada, es lo que la obliga a
callarse, a guardar silencio y volver a ese puto círculo de
abuso.
Mi esposa sintió que ningún hombre en esta casa le
creería, incluso si ella enfrentó al desgraciado, nadie le
creyó y los demás lo defendieron, le dieron el poder a Parker
de repetir sus acciones sin descanso porque él tenía la
“seguridad” de su lado.
Emilie trata de calmarme, tocándome y besándome
porque sigue con esa idea, ella cree fervientemente que
Raze no va a validar mi palabra, que defenderá a Parker
sobre cualquiera hasta no tener las pruebas. Me duele, que
mi esposa tenga razón.
Recuerdo cuando perdimos a nuestro bebé. Raze soportó
mi ira en su contra con tal de que no le tocara a uno de sus
hermanos, prefirió irse a los puños conmigo, y juro que ese
imbécil no lo hizo a propósito.
—¿Dónde está Bess? —pregunta llorando. Joder, odio
verla sufrir. Rodeo sus hombros abrazándola.
—Está cerca. Raze debe ir por ella.
—Búscala, Dominic. Ve, ella vendrá contigo.
—Nena… Es mejor si ella se va. Raze no va a creerle, solo
se quedará aquí a ser abusada. Le tengo afecto a Byron
Miller, él ha hecho cosas por mí, por nuestra familia.
—¿Tú sabías que estaba vivo? —Jadea levantando su
rostro.
—Sí —confieso.
—Oh, Don, ¿qué has hecho?
—Lo necesario —afirmo rotundo. Le toco la mandíbula con
mi pulgar llegando hasta su labio—. Lo volvería a hacer Em,
cualquier cosa por mis hijos y por ti, mia regina.
—Te amo —susurra sonriendo entre lágrimas. No puedo
evitar la media sonrisa en mi propio rostro.
—Yo te amo más —rectifico. Una verdad absoluta.
Conozco sus sentimientos, sé que haría lo impensable por
mí, pero reconozco que soy yo quien la ama más, intenso y
desmesurado. Si muero, ella resistirá, construiría una vida
por nuestros hijos, por Roth y ella. Al contrario, si fuera mi
caso, sin mi esposa yo no sería nada.
Lo conozco, lo viví. Era un maldito cascarón vacío
gobernando sin sentido, sin propósitos, me dedicaba a tapar
esa falta de sentimientos y afecto con sangre y dinero.
Ahora, incluso sin dinero yo sería feliz solo con esta mujer a
mi lado.
Me inclino despacio, dándole tiempo de alejarse si no es
mi boca lo que desea en este instante. Entiendo que una
mujer puede hacer cosas que no quiere, solo por complacer
a su pareja, escudando todo en ese sentimiento llamado
amor. Yo no quiero que ella se sienta obligada a nada que
no sean sus deseos.
Me corresponde, buscando mis labios. Lo que debía ser
solo un beso suave se convierte en esa llama interna que
nos domina a los dos por igual. Somos manos y bocas
desesperadas, gemidos suyos y gruñidos míos. Esta es mi
mujer, mataré por ella, me postraré a sus pies sin titubeo,
es mi reina. Mi mundo.
Su teléfono empieza a sonar encima de un mueble viejo,
conectado al cargador. Emilie niega, sé que me necesita en
este momento, pero ese número nadie debería tenerlo. Solo
yo.
—Debe ser equivocado —murmura bajando al piso. Joder,
baja mi bóxer un poco, sacando mi polla dura, se la mete a
la boca. Siseo agarrándole el pelo y empujando un poco.
Alargo la mano y agarro el aparato para responder.
—Cavalli —gruño de mal humor. La línea se queda en
silencio, solo una respiración alterada del otro lado—. ¿No
tienes lengua?
—Soy yo… —susurra una voz que reconozco—. Necesito
tu ayuda.
—Vuelve con tu hombre, niña —siseo. No debió llamar a
Emilie, debe ser grande y resolver su mierda con Raze,
decirle la verdad o en el mejor de los casos salir corriendo
de este club.
—¡Parker me tocó! —grita. Cierro los ojos, no quería
escucharlo, una parte de mí está cansado de que todas las
mujeres cerca de nosotros sean abusadas de alguna
manera, me convencía de que ella sería la excepción—. Yo
no quería, lo juro. Amo a Raze con una intensidad
arrolladora. Moriría por él, asesinaré por él… No me importa,
pero por favor créeme. Parker, uno de sus hombres, me tocó
y ha estado chantajeándome. Estoy cerca del club en una
de tus camionetas y está llena de billetes. Estoy segura de
que acaba de robar al club…
Raze perderá la cabeza, esta gente es su familia. Maldigo
bajando el móvil y retrocediendo, Em se sorprende de mi
actitud. Solo articulo el nombre de la chica. Eso hace que mi
mujer me quite el aparato.
—¿Bess? ¿Qué está pasando, nena? ¿Por qué no estás
aquí?
—Déjame hablar, Emilie —digo quitándole el móvil, no
quiero que Bess le diga lo que pasa, mi esposa saldrá
corriendo a ponerse en peligro.
—Ella es mi amiga, Don.
—Resolveremos lo que sea que sucede, confía en mí.
—Pero quiero saber qué sucede —reprocha mi mujer.
—No hagas nada estúpido, niña, iremos por ti ¿de
acuerdo? Quédate donde estás —indico guardando mi polla.
—¿Tú me crees? —gime por lo bajo, sollozando más alto.
—¿Por qué no iba a creerte?
Aquí el vivo ejemplo. La chica está sorprendida de que no
lo ponga en duda.
—Yo… No lo sé, soy una adicta, quizás...
—Eres la mujer de Raze, la hermana de Byron Miller. Es
todo lo que me importa. Ahora escúchame bien, regresa al
club, hablaré con Raze y todo se solucionará, niña.
Si tengo que abrirle la cabeza a ese imbécil, lo haré.
—No puedo regresar, creo que tiene un cómplice, no sé
quién de todos pueda ser. Puedo atraparlo, quizás pueda
restringirlo hasta que lleguen.
—¿Cómplice? ¿Bess? ¡No, no! —exclamo furioso. Se ha
cortado la línea. ¡Joder, joder! Me muevo buscando mi móvil
y la aplicación de GPS, verificando si se encuentra en el
mismo lugar, salgo de la habitación directo a la que está
ocupando Roth y golpeo con fuerza sin dejar de buscar, está
en el mismo punto, pero eso podría cambiar. Preocupado de
perder tiempo golpeo con mi hombro abriendo esta.
—¡Deja de follar y mueve el culo! —ordeno. La puta sobre
Roth cae en la cama cuando este la gira. Ella está atada de
manos, Roth odia el toque íntimo de cualquier mujer—.
¡Emilie! —grito.
—¡Oh, sagrado corazón de Jesús! —exclama alarmada
viendo la escena en la habitación. Roth tiene la polla visible
para todo el público, sentado en la orilla de la cama. Al
menos pone a trabajar sus neuronas y se tapa, yo giro a
Emilie quien tiene mi camisa apenas cubriéndola. No hay
tiempo para esto.
—A la habitación, ¡escúchame! —demando acunando su
rostro—. Prométeme que te quedarás dentro, sin importar
qué, no te expondrás al peligro.
—Don…
—Vete, ahora.
Corre a nuestra habitación, le ayudo a Roth a desatar la
chica quien ha pasado del placer a encontrarse
escandalizada, ambos nos movemos al primer piso, donde
ya algo está sucediendo. Raze está observando su celular,
Damián trae el suyo en alerta y cuando veo esos ojos grises
lo sé…
Alguien morirá hoy y ese es Parker.
CAPÍTULO 80
Emilie
 
—¡Carajo! —lamenta Vicky, agarrándose el vientre.
—Sabía que Parker estaba podrido, ninguno de ustedes
me hizo caso —gruñe Jake dándole un vaso de agua.
—Estaré en la habitación. —Es todo lo que digo. Dominic
no me ha dejado ir con ellos, sus órdenes son claras.
Encerrarme. Ese idiota de Parker ha tocado a Bess.
—No has cenado nada, cariño. Debes comer —insta Vicky.
Niego, lo menos que quiero es comer algo ahora. Tengo un
nudo en la garganta, mis manos me tiemblan, el corazón
me palpita descontrolado. Algo no se siente bien, no está
correcto.
Todas las caras se me hacen sospechosas.
Quiero irme del club. Es el único pensamiento persistente.
Salgo de la cocina y subo a la habitación, quitándome la
ropa y entrando en la cama. Estoy alterada y nerviosa, pero
eso no evita que vuelva a caer en el sueño. Es mi día
acostumbrado, según la doctora es señal de que los bebés
están creciendo.
Ruidos, caos, olor a quemado me hacen parpadear.
Escucho pisadas apresuradas en todo el almacén
reconstruido en lo que hoy Raze llama su club. Mi puerta es
abierta con violencia, un desesperado Harry entra y mi
reacción es gritar asustada, él me carga en sus brazos, pero
lucho desnuda en ellos. No confió en ninguno de estos
hombres, en nadie que no sea Roth Nikov y Dominic Cavalli.
Intenta llegar a la puerta conmigo en su hombro, pero le
pego en la cabeza haciendo que me suelte, agarro la única
lámpara dentro de la habitación lista para noquearlo cuando
levanta sus manos.
—¡Debemos irnos! ¡Están atacando el club!
—¡Y una mierda, cabrón! —exclamo, le tiro con la lámpara
y él me atrapa, girándome y apretando mi tórax—. ¡Dominic
te matará por esto! ¡Traidor!
—¡Emilie! —Vicky y Jake entran igual de desolados, Jake
tiene sangre en su playera. Está herido—. ¡Tienes que venir
con nosotros!
—¡No! ¡Don me ordenó quedarme! ¡Suéltame!
Ninguno de ellos me hace caso, Jake me agarra las
piernas para que no luche y entre ambos me bajan al primer
nivel, no dejo de gritar desesperada y clamar el nombre de
mi esposo. Estoy desnuda, siendo arrastrada por dos
hombres con solo unas bragas y el pecho al aire. Jake dice
que me noqueará. Las personas en el club corren de un lado
a otro. Bajamos por una puerta en la cocina, siempre creí
que se trataba de una alacena, pero resulta ser una
fachada. Todo está oscuro, Vicky viene detrás, parece la
cueva del terror. Solo distingo un hueco, cuando Jake me
suelta las piernas y levanta una alfombra del piso. Luego se
dirige a mí y Harry me suelta.
—¡Jake, no! —exclaman la morena y Harry al unísono,
pero es muy tarde. El chico me agarra y me tira dentro del
hueco.
La garganta me quema gritando, trato de colocar mis
manos y evitar la caída, pero me golpeo la cabeza, me
doblo una muñeca y alguna piedra me rasga en la mejilla.
Lloro, buscando mi vientre en la oscuridad. Dejo salir el
dolor en un grito. ¡No puede sucederme esto! ¡No
nuevamente! Algo cae a mi lado, intenta agarrarme, pero
lucho, peleo como una fiera, por mí, por mis hijos.
—Soy yo, soy yo —repite la voz de Harry abrazándome.
—Mis bebés —lloro.
—Yo no… —Esa es la voz de Jake en el hoyo donde nos
encontramos.
—¡¿Alguien tiene un móvil?! —chilla Vicky.
Siento las manos de Harry colocándome una playera y
cubriendo mi desnudez. No dejo de llorar, tengo miedo de
moverme. Uno de ellos ilumina el lugar, es tierra, es por
completo una cueva aquí, las paredes, el techo y el suelo
rústico.
La luz se centra en mis piernas y luego en mi rostro,
Harry me limpia la mejilla lastimada.
—¿Te duele algo? —pregunta Vicky suavemente—. Están
atacando el club, estos túneles nos llevarán a la casa de
Raze en la colina, pero debemos caminar varios kilómetros,
nena, ¿puedes?
—¿Por qué debería creerles? ¿Cómo sé que es cierto? Él
me empujó.
—Jake no sabía de él… Los bebés. Y no sé cómo
garantizarte que somos buenos y queremos ayudar. Tendrás
que confiar.
—En la mafia no se confía —reviro.
—En los Skull Brothers sí —susurra Harry—. Sabes que no
trabajaría para Dominic si fuera un traidor.
Eso es cierto, pero mi hermano me vendió, ¿qué espero
de extraños?
—Quiero un arma —demando—. Es la única forma.
Harry me entrega una que saca de la parte trasera de su
vaquero, siento la seguridad que me brinda el metal al
instante, con la ayuda de él me levanto, supervisa que mi
muñeca no esté rota, al parecer es solo una torcedura y
nada más. Empezamos a caminar, al frente y los demás
detrás. Jake parece torturado, pero no me confío. La primera
en sufrir el encierro que esto produce es Vicky, empieza a
quejarse de no respirar y debido a ello nos detenemos un
par de veces. Por mi parte estoy sudando el alma fuera de
mi cuerpo, no existe ninguna ventilación, mis pies descalzos
sufren contra las piedras. Nerviosa me reviso el vientre
varias veces, ellos lo notan, sin embargo se mantienen en
silencio.
Me entero de que existen dos túneles más, son medidas
que Raze empleó en caso de necesitar huir. No les creo, no
hasta que salga y pueda encontrarme con Dominic. La
morena se arrodilla, tocándose la garganta, ella jura que no
tiene oxígeno, los hombres se miran uno al otro.
—¡Levántate! —le grito—. ¡No voy a morir aquí! ¡No me
enfrenté a los dos capos más despiadados de la historia
para morir en una estúpida cueva! ¿Eres una cobarde,
Victoria? ¡¿Eso le enseñarás a tu hija?! —insisto revelándole
el sexo de su bebé. Ella abre los ojos, sorprendida. Jake la
agarra, parece que el rubio es su ancla a la tierra, su
salvavidas. Conozco eso, ¡porque necesito llegar al mío!
—¿Es niña? —Jadea.
—Sí, Vic. Será una hermosa morena como tú —le susurra
el rubio. Está tocándole la cara, perdidos uno en el otro.
Frunzo el ceño observando a Harry.
—Muy largo para contar —dice suavemente—. ¿No te
duele nada? Descansa un poco, faltan…
Se queda callado. Ellos no saben y el terror me domina.
—¿Alguno usó esto antes?
—No —murmura sentándose—. Raze es el único.
—Genial —gimo. Bien podríamos estar equivocados,
morirnos bajo tierra sin encontrar una salida—. Dime que
alguien sabe que estamos aquí, por favor.
No tenemos provisiones, agua… Nada. Solo dos mujeres
embarazadas, un cuchillo y el arma en mi mano. No
obtengo respuesta, todos llegan a la conclusión de que
deberá sospechar que estamos aquí, regresar no es una
alternativa. Podrían estar esperando dentro del club, quizás
incendiándolo, ¿por qué tantas molestias?
—¿Quién atacaba el club?
—No lo sabemos —pronuncia Jake.
—Mientes. —Lo encaro. Ha titubeado y rodeado a Vicky
con sus manos, llevándola a su pecho. Reconozco a un
mentiroso, no mirarme a la cara lo delata. Está
mintiéndome.
—Damián me llamó, dijo que Ethan estaba con Bess y
Parker. No sabemos mucho, solo que debía buscar a la
hermana de Ethan —explica Harry serio. Vicky sí deja de
respirar, conmocionada.
—Cuando me enteré —narra Jake—. Decidí buscarla yo,
Harry se quedaría a cuidar de ustedes. Estaba saliendo del
club cuando me interceptaron, mataron a nuestros hombres
en la torre y yo recibí una bala. —Alza su playera,
mostrándome la herida. La bala parece estar dentro y está
perdiendo mucha sangre—. Logré ingresar antes de
activarse el sistema eléctrico.
—¿Sistema eléctrico?
—El club está rodeado de electricidad. Es un mecanismo
ruso.
—¿Qué hizo Ethan? —pregunta Vicky.
—Seguro es un malentendido —insiste Jake.
Volvemos a caminar, cansados y sedientos, minutos más
tarde nos encontramos en un punto donde tres cuevas se
unen, Byron está en una tabla, siendo cargado por el chico
Leo y uno de los hombres más viejos del cual no recuerdo
su nombre, la italiana se ve fatigada y confundida. Trato de
calmarla y ella me da un poco de agua. Todos tenemos
caras de preocupación, pero queremos salir con vida.
Emprendemos una caminata en conjunto, el aire se vuelve
más pesado, ahora sí dejándonos sin oxígeno limpio. Harry
quien marcha al frente, grita cuando encuentra la pared
final. No existe dónde caminar, tocamos las paredes de
tierra buscando algo para salir, de lo contrario debemos
regresar.
—No hay salida —gime Vicky empezando a
desmoronarse.
—Sí la hay, solo no vemos —reviro—. Súbeme en tus
hombros Harry —pido, quizás si toco el techo alcance algo.
Confiando por unos segundos entrego mi arma a Jake y me
alzo sobre los hombros de Harry, me estiro tanteando con
las palmas de mi mano el techo, es extraño, como si las
piedras se mantuvieran incrustadas.
Harry me deja sobre mis pies y le explico a Jake que lo
suba, se necesita la fuerza de un hombre para empujar la
tapa. Veo la gloria eterna cuando efectivamente es de ese
modo. Harry logra salir empujando una especie de trampa.
Aplaudo emocionada y no tardo en llorar, Jake me extiende
la mano pidiéndome sin hablar que sea la segunda en dejar
este infierno.
—Gracia-as —titubeo. Afirma y me impulsa a salir con el
otro ya esperándome arriba. Aspiro una bocanada de aire y
toso un poco, Harry me golpea la espalda con suavidad.
Entonces veo a mi esposo, todas mis piezas se unen
cuando lo observo, es un desastre de ira y preocupación. No
me importa nadie más, solo quiero llegar a él. Corro a sus
brazos y me recibe, me abraza como la vida misma sin
preocuparse de quién podrá vernos y luego me besa. Este
hombre es mi aire y mi vida, mi consuelo. La razón por la
cual seguiré luchado cada maldito día que sea necesario.
La verdad siempre va a golpearnos de forma dura, es lo
que hace con Victoria. Ella llora al enterarse de que Ethan
está muerto, Don lo ha matado en el acto. Es un traidor que
trabajó para Kain en secreto, tejiendo una red de mentiras a
su favor, donde llevó a Parker también. Este último sí vive,
aunque se encuentra amordazado. Bess tiene una herida de
bala, Raze es la viva imagen de la culpa.
Dominic por su parte me inspecciona, limpia mi cara y
lava mis pies en silencio, me duele cuando está así y ese
dolor sordo en el pecho no hace sino intensificarse. Algo no
va bien.
Tengo miedo, mucho temor de las siguientes horas.
—No lo hagas —sollozo agarrando sus manos. No me mira
a la cara—. No me dejes —suplico llorando, intento besarlo,
pero retrocede y me rompe el corazón.
—Debo matarlo…
—Vámonos, seamos felices, olvidemos esta mierda.
—No puedo dejarlo vivir y saber que seguirá haciéndole
esto a más mujeres. —Me aparta el pelo de la cara.
—¡Estás despidiéndote! —reprocho golpeando su pecho
—. ¡No puedes dejarme!
—Eres libre, Emilie Greystone…
—¡No! ¡No quiero ser libre! ¡Te quiero a ti! —Lo golpeo
con mis puños—. Eres un cobarde, ¡maldito hijo de puta! ¡Te
odio!
—Es el único sentimiento que siempre debiste tener por
mí.
—¡No, no, no! —lloro. Intenta irse, están esperándolo, se
irá y me dejará para siempre. Voy a perderlo—. Prometiste
volver, dijiste que estarías conmigo, ¡no puedes dejarme!
Está Emma, vamos a tener dos hijos… Por favor, regresa
conmigo. No quiero la libertad si no estás a mi lado ¡no la
quiero!
Une su frente a la mía, sosteniendo con fuerza mi cabeza.
—Roth se quedará en el poder. Él cuidará de ustedes,
prométeme que saldrás adelante, les hablarás de mí a
nuestros hijos, jura que serás feliz —implora limpiando mis
lágrimas.
—Kain no es Damon —digo jugando mi última carta—. Lo
hiciste porque Gabriel te obligó, por favor, cariño,
entiéndelo. Sé mi esposo, no El Capo. Quédate conmigo, con
nuestra familia. No tienes que ser tú…
—Si lo mato, moriré con él.
—No —niego—. Vendrás conmigo y yo amaré tu
oscuridad.
—No sabes lo que dices, pequeña mariposa —lamenta. Lo
beso, beso sus labios, sus mejillas, su barba y luego lloro
contra tu pecho.
Antes decía que era una caprichosa, que siempre me las
ingeniaba para conseguir lo que quiero. Y es justo lo que
hago. Me quito la playera y luego las bragas quedando
desnuda, acuno su rostro y lo beso, solo necesito una última
vez, recordarle que siempre estaré aquí, sin importar cuál
versión regrese a casa. Puede ser un asesino, un sociópata
cruel sin sentimientos, pero yo conozco a otro hombre,
aquel que tenía a nuestra hija en su pecho durmiéndola, ese
que prefiere morir antes que permitir que más chicas sean
abusadas por Kain, ¿es que no es capaz de mirar que
incluso en su oscuridad existe un rayo de luz? ¿Que su
corazón no es tan negro después de todo?
Me corresponde y se entrega, para Dominic es una
despedida, para mí es el inicio de todo. Se sienta en la cama
y yo sobre él, buscando su erección y cerrando los ojos al
deslizarlo en mi interior. Gruñe y abraza mi cintura con una
mano, mientras la otra malcría mi pecho.
—Esto es lo que somos —musito moviéndome
descontrolada—. Vivo porque tú lo haces, lucho porque me
enseñaste, me levanto y me enfrento a cualquiera y es lo
que harás. Enfrentarás tus demonios y volverás a mí.
Promételo.
Intenta distraerme yendo por mi cuello, pero le clavo mis
uñas en el suyo, obligándolo a mirarme.
—Eres el puto Capo, el jefe. Cada hombre aquí, está
porque cree en ti, como yo lo hago.
Nos gira en la cama, cerniéndose sobre mí. Exclamo su
nombre al recibir su empellón maquiavélico, araño sus
brazos, la única parte de su piel libre. No somos
tradicionales, no vamos al cine o nos preocupamos por la
cuenta del supermercado, pero somos reales y perfectos.
Tóxicos, locos e imbéciles.
—Más, Dominic. Dame más —exijo.
Rodeo sus caderas con mis piernas y lo aprisiono,
arqueándome bajo su cuerpo, sintiendo cómo golpea en mi
interior.
—Eres mi infierno —sisea llevando su mano a mi cuello.
Sonrío y me mojo los labios de saliva.
—Y tu cielo, todo depende de lo que necesite, mi Capo.
—Manipuladora.
—Imbécil. —Es la última palabra que pronuncio antes que
empiece a cortarme el aire, mi coño se contrae al segundo,
sabe que este movimiento me vuelve una demente. Siento
su pulgar, en donde determina qué tanto baja mi pulso, es
un mecanismo de abre y cierra, pero esta vez lo prolonga un
poco más y cierro los ojos. Golpea como un neandertal y
justo cuando empiezo a gotear y a trasportarme al placer
que causa en mí, me vengo, con la respiración cortada,
exprimiéndolo en mi interior y clavándole mis uñas en sus
antebrazos. Sale de mi interior y deja que todo su semen
caiga en mi vientre y en mis pechos hasta que, finalmente,
suelta su agarre.
—Míos —sisea abriendo la palma de su mano en mi
vientre y untándome su eyaculación. Está refiriéndose a
nuestros hijos—. Mía —ruje cuando me golpea el coño con la
misma mano.
—Tuyos —rectifico.
—¿Y Emma?
—Nuestra —corto, inclinándome hacia él, enfrentando
esos ojos azules oscurecidos como el mar profundo—. Aquí
nadie se baja de este barco, Cavalli. O flotamos o nos
hundimos, pero todos juntos.
—Em…
—Yo soy tu pantera, cariño, y tú eres el maldito León. Ve y
demuestra tu dominio, pero regresa a mí. Siempre regresa a
mí.
—Siempre.
Y es todo lo que necesito. Una promesa.
—La única libertad que quiero, es a tu lado. Ve a la guerra
y gana. Si tienes que cortarle la cabeza a Kain, hazlo y
tráemela en una bandeja. Será una linda excusa para
comprarnos un par de perros.
Ladea la cabeza y sonríe. Amo a este hijo de puta.
—Jodida mujer, ¿qué haría yo sin ti?
—Qué bueno que no lo deberás descubrir.
Esta partida está diseñada para que la gane mi rey,
mantener al guerrero en alto y la reina entre ambos. En este
tablero solo ganamos nosotros. El rey, el guerrero y la reina.
Nunca será de otra manera.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO 81
Dominic
 
«Regresa a mí.» Sus palabras bailan en mi mente. No
puedo girarme, a pesar de sentir el ardor que me produce
su mirada no soy capaz de girar y observarle una última
vez. Si lo hiciera, retrocedería a todo lo que conozco por
ella. Lo dejaría, por ella.
Mis hombres están en sus posiciones, esperan mi orden,
mi indicación y estoy aquí, pensando en mi mujer, en su
cuerpo, en su alma, en la forma en que logró adentrarse en
mi vida, en la luz que iluminó para nosotros.
—Dominic —llama Roth en el intercomunicador.
Está en la moto de Raze, a su espalda. Subo a la que
espera por mí, es de uno de los chicos y antes de colocarme
el casco la observo sobre mi hombro, Emilie se encuentra
en el porche de Raze, de pie, abrazando su cuerpo y
mirándome con determinación. Gesticulo un te amo y ella
afirma. La mejor decisión que hice en mi vida fue casarme
con Emilie Greystone.
Enciendo la moto y acelero ordenando el avance en
general. Cuando estamos llegando a las puertas del club, y
a punto de cumplir el objetivo de Raze cuando baje la
electricidad… Doy la última orden.
El desfile de motos ingresa por el camino y veo la de Raze
entre ellos. Los oídos me zumban, el cuerpo me hormiguea.
—Soy il Capi di tutti Capi, y mis órdenes son la ley —hablo
para todos, incluso los hombres de Raze pueden
escucharme—. En la línea de fuego, mi orden es mantener a
los Nikov vivos.
Veo la cabeza de Roth buscarme entre la multitud.
Cuando les dije que sabía a quién quería Kain, es porque
siempre tuve conocimiento de ello. Encontrarán el club lleno
de hombres, pero mi objetivo no está en esas paredes.
—Cuídala por mí, hermano —ordeno antes de quitarme el
casco y sacarme el micrófono, cortando la comunicación.
Tiro ambos en la calzada y acelero mi moto adentrándome
en el bosque, el lugar donde mi rata escapará, sino es que
ya lo hizo. No se quedará a enfrentarse a mis hombres,
siempre huye, se esconde y sale cuando el fuego lo quema.
Escucho el ruido de una moto siguiéndome, pero no puedo
distraerme o terminaré estampado contra un árbol, salto y
doy un giro a último minuto, sintiendo la adrenalina y la
emoción. Kain debe estar corriendo hacia el sur, a la
interestatal. Llego al muro que divide el bosque de la 287,
llegará por esta línea y saltará a la carretera, si se lo
permito. La otra moto se alinea con la mía y giro rápido para
encontrarme con Damián. Es un hijo de puta.
—¡Don! —grita viendo el hombre al frente apuntando,
Damián es más ágil en moto, así que gira a tiempo, pero la
bala le pega a la mía en alguna parte y termino dando
vueltas en el suelo, me cubro la cabeza con ambas manos.
Cuando logro enfocar, una mancha negra se adentra en el
bosque, el italiano le sigue acelerando, yo corro por una
ladera. Si tengo un poco de suerte lo cazaré a medio
camino. Las ramas secas me golpean la cara, la adrenalina
de la persecución se hunde en mis huesos y me hace correr
más, sin detenerme, no siento ninguna parte de mí, estoy
adormecido por el placer y la búsqueda. Soy un depredador
y Kain Ivanov mi carnada.
Logro visualizarlo y escuchar a Damián en la moto, va en
sentido contrario. Cuando llegamos a la orilla de un
acantilado, Kain se lanza. Dudo que notara que venía
detrás, abre sus manos y cae en picada en la corriente del
río. Me quito los zapatos e imito su acción, tirándome al
vacío. Aquí no soy un padre, ni esposo, soy una bestia llena
de venganza en su interior, esa es la razón para querer
alejar a Emilie. Mi cabeza no está pensando, ni razonando,
solo quiero llegar a mi meta y aniquilar. Golpeo el agua y
giro en el fondo, nadando, si Kain gira no sabrá qué lo
impactó. Cuento hasta treinta antes de salir y orientarme,
es verano, pero estas aguas están frías debido a que sus
corrientes son de las montañas congeladas. Kain es un
sobreviviente de la naturaleza, ha pasado gran parte de su
vida en distintas selvas, conoce hacia dónde huir y cómo
mantenerse. Por eso no me sorprende verlo flotar y
dejándose arrastrar por la corriente.
Tiempo después lo veo comenzando a usar sus brazos
para salir a la orilla, el agua nos ha golpeado de un lado a
otro. No sé nuestra ubicación exacta, pero creo que estamos
del lado de Jersey en un brazo del río Hudson. Kain sale y se
dobla escupiendo agua, su traje militar empapado, cuando
lo sigo, no está esperando que me lance sobre él. Gruñe,
me tira un golpe, estoy sobre su cuerpo, le pego en la cara
con mi puño, embravecido. Quiero reventar su cráneo con
mis manos. Recibo un golpe en mi costilla y luego el ardor
de algo filoso, Kain toma ese momento para empujarme
fuera de su cuerpo y arrastrase entre las piedras. Me toco el
costado sintiendo la sangre mezclándose con el agua.
—¡¿A dónde vas?! —exclamo al verle correr, se detiene
girándose, parece preocupado de tener la muerte frente a
frente—. Creí que querías verme, ¿Kain?
—La matarán. —Jadea. Me pongo de pie sonriendo.
—No me importa.
—Tengo a tu reina, mis hombres la matarán si no
aparezco…
—Es curioso que me temas.
—Soy tu hermano, Dominic.
—No me digas —ironizo.
—¡Lo hice para llamar tu atención! —brama.
—Bueno, consejo gratis ¿quieres llamar mi atención? Te
robas un barril de coca o transfiere dinero mío a tus
cuentas. ¡No abusas de mi mujer! ¡No la tocas, carajo!
—¡Solo piensas en los Nikov! ¡Los demás no te
importamos!
—Pareces una nena, ¿te hiciste en los pantalones?
¿Creíste que podrías conmigo?    Eres un idiota, Kain, al
pensar que podrías compararte con nosotros.
—Dijiste que era bueno —exclama levantando su cuchillo
cuando me acerco hacia él. No tengo miedo de morir y ese
sentimiento es escalofriante. Kain lo reconoce en mí.
—Lo eras, hace cinco años cuando te busqué e intenté
darte una oportunidad. Quería que estuvieras a mi lado,
pero ese pequeño ego tuyo no te dejó.
—¡Me querías como un perro!
—Pero te quería, si te hubieras aliado en mis filas hoy
sería diferente.
—¿Gobernaría una de tus ciudades? Claro, pero siempre
debajo del gran Dominic.
—Solo un hombre después de mí puede gobernar y ese
en definitiva no eres tú, Kain, y tampoco Vladimir. Nunca los
dejaré estar al frente, me gusta mantener a los perros una
cabeza por debajo.
—¡Yo debería ser El Capo, no tú! —grita, razón que le hizo
mantenerse del lado contrario. Todos quieren gobernar,
ninguno tuerce la mano y espera paciente. Quieren mi
trono, el castillo y la reina.
—Soy el único Cavalli que aún respira, ¡es mi maldito
derecho!
—Lo eres porque lo asesinaste y es lo que harás con
nosotros. Todos tus hermanos, nos matarás. Italia, New York,
Rusia, ¿cuántos más, Dominic?
—El puto mundo me pertenece, Kain, y no te quiero
respirando en él. Me estorbas —enfatizo.
—Hazlo justo, una pelea. Cuerpo a cuerpo, quien gana se
queda el trono.
—Eres tan predecible —gruño rompiendo mi camisa.
Pediría esto, es su seguro para vivir—. ¿Hablabas mucho
con Isabella?
Ella era la única persona consciente de mi debilidad más
grande.
—Le gusta, luego del sexo.
—Es tu madre.
—Es un coñ…
Antes de terminar la frase voy sobre su cuerpo, levanta el
cuchillo, pero soy más rápido doblando su muñeca, logrando
quitarle el arma blanca. Maldice angustiado de perder
ventaja.
Nos golpeamos, me da buenos y certeros golpes,
mientras yo le devuelvo con mayor intensidad. En mi
cabeza ha dejado de ser Kain, las imágenes de mi pelea con
mi hermano en el pasado entran como destellos de mala
calidad. Padre, los hombres. Roth en una esquina con una
toalla esperándolo. Si perdía esa batalla, ese ruso moriría, lo
iban a degollar frente a todos y colgarlo como atracción. No
peleaba por mí. Mi vida no lo valía, no tenía ningún sentido,
peleaba por una oportunidad de encontrar en algún futuro,
redención. Tomo una piedra y le pego en el rostro, al hacerlo
Kain grazna de dolor trayéndome al presente. Soy un
monstruo, una bestia sedienta.
Un engendro nacido en un linaje de dioses sangrientos.
Esta es mi vida, mi presente, mi futuro y no lo cambiaría.
La mitad de su cara está malformada, de su ceja cae un
pedazo de carne. Cristo, puedo ver el hueso.
—No puedes matarme. —Ríe enloquecido—. Recuerdo
cuando marcaste el rostro de Vlad, ignoramos tu regla y
decidimos tomar Nevada. Te molestaste, le cortaste el rostro
delante de nuestros hombres, pero no lo mataste… Porque
no puedes, eres débil, Dominic.
—Te equivocas —bufo—. Soy más listo, más rápido y
tengo a Roth analizando. No asesiné a Vlad, porque lo
necesitaba en el futuro, cuando acabara con Igor.
—El imperio perfecto, el cual perderás al asesinarme.
Seré leyenda, el ruso que murió en las manos del italiano, la
Mafia Roja no te dejará gobernar, todo por lo que luchaste
será reducido a nada.
—No será el único secreto que nos llevaremos a la tumba
—murmuro tomando su cuchillo y observando mi reflejo en
él. La sonrisa de aquel niño vuelve mientras camino hacia
Kain y me arrodillo a su lado—. Isabella Cavalli es la única
persona que podría identificar quién soy, son demasiados
años fingiendo, Ivanov, y al final de cuentas es solo un
nombre y unos ajustes en la historia.
Intenta agarrarme la mano, cuando meto los dedos en su
boca atrapando su lengua. Los muertos no hablan, los vivos
sin lenguas tampoco. Se la corto, mientras él lucha hasta
perder la conciencia.
Me siento a su lado.
No podía seguir, continuar siendo el hijo perfecto, las
pesadillas, el dolor, la crueldad de aquellos actos. Envidiaba
a mi hermano, sus pinturas, su arte, la oportunidad que él
tenía de ser bueno, mientras yo era sometido, torturado y
esclavizado por Gabriel Cavalli.
Debía obedecer sus demandas sin importar cuáles fueran,
mi hermano tenía esa virtud, a pesar de crecer en la mafia
encontraba inocencia en todo.
Gabriel disfrutaba hacerme sufrir, cada cicatriz en mi
cuerpo tiene una historia, si me equivocaba en disparar, un
azote, un corte, semanas de golpes en el calabozo.
No quería dañar a mi hermano, porque él a diferencia de
mí era bueno, era noble, tenía amor en su interior, algo que
padre me había arrebatado cada noche.
Isabella no hizo nada, se quedó a su lado, incluso cuando
sabía las atrocidades a las cuales fui expuesto.
La muerte de mi hermano es ese pecado que nunca me
perdonaré.
Le prometí elevar su nombre, que el mío fuera olvidado.
Su muerte me otorgó una oportunidad, un comienzo, un
futuro.
Un ángel y dos hermanos, una familia.
Rompo la tela de mi camisa, haciendo una soga, levanto a
Kain y lo ato de manos a un tronco, su cabeza inconsciente
cae hacia adelante. La tortura de Kain es que yo no sea su
asesino, que su nombre muera entre las fauces de este
bosque y quede en el olvido.
Me siento en el piso, doblando mis piernas y observando
el cielo, un amanecer. Es allí donde descubrí que tenía una
débil esperanza.
En Italia, en un yate, con una rubia durmiendo a mi lado.
«Regresa a mí.» No creí que alguien podría salvarme,
hasta que conocí a Emilie Greystone.
 
Viví el dolor desde una temprana edad, se convirtió en mi
amigo, lo absorbía y me refugiada en mis bandas de rock,
en las mujeres, en el alcohol y las peleas. Conocí a Phil
Rawson en uno de esos encuentros callejeros, peleábamos
juntos contra otros. Éramos buenos en escapar del dolor, él
luchaba contra el sufrimiento de que su padre había matado
a su mamá y a sus dos hermanas en un arrebato de celos
infundados, también porque necesitaba dinero para
sobrevivir.
Cuando regresó a mi vida, sentí temor de que llegara a
reconocerme, fue la persona más cercana a mí en el
pasado, pero no lo hizo. Como a todos, lo alejé, ahora debe
ser feliz en Chicago siendo el nuevo jefe de la CIA en ese
distrito.
Engañar a los demás en el pasado fue fácil. Roth no
percibió el cambio, estaba más concentrado en hacerse del
poder de Sicilia que en mi estado de ánimo, pero se ganó mi
respeto. Estaba a mi lado, vi ese potencial no desarrollado,
la paciencia y la analítica, observaba desde muy joven cómo
se las ingeniaba para sobrevivir.
El primer cambio surgió esa noche, me ayudó a darle los
honores al cuerpo de mi hermano. Me agradó su silencio.
Empezamos a compartir todo, el ala que le pertenecía a
Dominic, la cama, las cosas y sentía que luego de su muerte
tenía algo de mi hermano al fin. Podía dejar atrás esa
imagen suya disfrutando en la oficina a lo que nuestra
madre era sometida.
Odiaba esos encuentros con todas mis fuerzas, pero él no
los entendía, su mente era demasiado fácil de manipular y
guiar a lo que el resto deseaba. Para Dominic aquello era un
acto de amor nada más.
Nonna no lograba diferenciar a uno del otro, lo usaba a mi
favor cuando el mundo se volvía demasiado negro y pesado.
Corría hacia ella, la dejaba llenarme de afecto, porque
necesitaba que alguien en esa casa se diera cuenta de que
yo existía, no era solo el futuro heredero al trono, también
era un niño, un chico, un ser humano.
Padre era más duro conmigo, tenía el temor de que
Dominic era muy afeminado, quizás lo era, no lo sé. Yo solo
observaba a un niño feliz y juguetón que era gravemente
confundido.
Tal vez ese fue el motivo de Dominic para traer a Nikov a
nuestras vidas, quizás se sintió atraído por el ruso… ¿Quién
lo sabe?
Al comenzar mi nuevo papel, no podía decirle a nadie.
Padre me odiaba porque el “afeminado” le había ganado a
su hijo “pródigo”.
Sus insultos eran manejables en comparación con las
torturas y al entrenamiento a los cuales me tenía sometido
en el pasado.
Con el tiempo dejó de importarme mi verdadero nombre y
comprendí que no importaban cómo me llamaba o quién fui
en el pasado, en el presente yo era El Capo, el dueño y
señor de todo.
La famiglia seguía de pie, nos fortalecíamos. Yo era
invencible.
 
Escucho las pisadas dentro del bosque, no me sorprendo.
Sabía que Roth me encontraría, en cualquier punto de la
tierra me localizaría. Eso no es debido a mi nombre, sino a
la lealtad que creamos.
—Te has divertido mucho —silba. Damián y Raze vienen
detrás.
—¿Bajas?
—Muchas —se lamenta Raze con un gruñido—. Perdimos
a Leo, él salvó a Roth.
—Lo siento —respondo sincero.
—¿Qué haremos con él? —pregunta Damián ansioso.
—No puedo matarlo —confieso observando a Roth—. Si lo
hago, deberás ser tú quien gobierne Rusia.
—¡No! —sisea Raze pasando al frente. Ir a Rusia para
Roth significa su destrucción, ha sobrevivido porque se ha
apartado de su pasado, de aquellos demonios que le
acechan en la oscuridad.
—No me gusta faltar a mi palabra —susurra Roth—. Le
juré que nadie la tocaría, él lo hizo. Eres mi hermano, no
tienes que hacerlo… No tienes que dejarla libre, ve con ella
y déjame esto a mí.
—¿Qué otra opción tenía?
Amarme es destructivo, doloroso, imposible. ¡Esto es lo
que soy!
—¡Eres mi hermano! —grita inclinándose y observándome
—. Quiero que te levantes ahora y luches por tu familia, que
me dejes aniquilar a quien planea destruirte y seas
finalmente feliz.
—Quiero que sea doloroso —instruyo dándole el cuchillo.
—Como ordenes, mi Capo.
Sonrío de lado, uniendo mi frente a la suya.
—Enséñale quién es el carnicero.
—Será un placer.
—¡Por Dios! Ya bésense —se burla Raze. Me separa
golpeándole el hombro.
—No estés celoso, también eres mi nena, ¿Roth? Quiero la
cabeza de Kain en Rusia, de comida para los perros de
Vladimir Ivanov. Que todos sepan, que no pueden contra
nosotros.
El mundo nos temerá, ninguno tendrá compasión,
muchos caerán… El dolor será insoportable. Nuevos
monstruos se crearán y la inocencia morirá, pero
seguiremos unidos como una familia.
 

CAPÍTULO 82
Emilie
 
Los niños juegan, las madres hablan entre ellas animadas
disfrutando el aire cálido de verano en el Central Park,
algunos patos nadan en el lago artificial. Yo me encuentro
sola en una banca, vestida de negro, un sombrero en el
mismo tono cubriendo parte de mi rostro. Doblo la pierna
dejando que se vea un poco de piel. Hace meses me
sentaba en este lugar con un libro en la mano y un café frío
y bien dulce en la otra, vestidos floreados y viajaba con esas
historias emocionantes plasmadas en papel.
Era parte de las personas inocentes, de aquellas ajenas al
peligro, los asesinos, las mafias y los enfrentamientos. Me
preocupaba única y exclusivamente por sobrevivir.
Alguien se sienta a mi lado, su aroma a gel fuerte y caro,
no levanto la mirada, me quedo a su lado en silencio largo
rato.
—A veces imaginaba un mundo alterno, un lugar donde
nosotros terminaríamos juntos, felices. Me preguntaba, ¿qué
sucedería si nunca me hubiese casado con Dominic Cavalli?
—Serías feliz —responde aclarándose la garganta—.
Tendríamos muchos hijos, yo hubiera sido un idiota sin
duda, pero con la violencia con la que te amo, sé que
lucharía para hacerte feliz.
—Me sorprende que accedieras a este encuentro —
confieso limpiando la falda de mi vestido de una pelusa
imaginaria.
—Dominic no está en el país —confirma mis sospechas—.
Está en Rusia, Nikov con su hermano, ¿no confías
demasiado en mí?
—Temo decirte que eres tú quien se ha confiado. Si miras
tu pecho encontraras una luz roja, eso es un francotirador
en la torre, otro sobre el árbol central está apuntando tu
cabeza. Ya no me confío, Vladimir, creí que eras mi aliado,
pero eres el enemigo.
Byron y Damián son los tiradores, Harry se encuentra a
mi derecha, cualquier movimiento y lo tendré sobre
nosotros.
Tengo dos semanas sin ver a mi esposo, desde aquel día
solo vino para llevarme a nuestra nueva casa, me informó
que debía partir, que era mejor si no me enteraba a dónde,
no sé dónde está Emma, no tengo información de Savannah
o Nicklaus, estoy volviéndome loca encerrada y sé que Vlad
Ivanov atacó a Roth buscando represalias, para vengar la
muerte de su hermano.
No me sentaré a ver mi gente morir, ni a ser aniquilada y
tampoco ver a mi familia dividida. Esta guerra debe acabar.
—Roth no asesinó a Kain —digo poniéndome de pie, hace
lo mismo y alzo el rostro para mirarle. No puedo evitar alzar
mi mano y tocarle la cara. En otra vida, él me hubiera hecho
feliz. Lo sé.
—Ha sido él, alardeó con todos sobre eso.
—Creen que he estado jugando su juego, pero no es así,
Ivanov —susurro apartándome—. No me senté en la banca a
mirar el partido, ¿cómo crees que Dalila supo mi ubicación
en París? Moví las fichas del ajedrez, moví al Rey, me situé
como su reina y aniquilé a uno de los peones. La única
razón por la cual aún vives es porque así lo quiero. Fuiste un
gran aliado, pero en esta guerra soy quien dice Jaque mate.
—¿Qué…?
Intenta agarrarme, pero un primer disparo golpea a su
lado, el cual hace saber que voy muy en serio. Los chicos no
pueden escucharnos, pero sí observar el lenguaje corporal
de cada uno.
—Tú me diste las coordenadas en el banco —le recuerdo
—. Kain murió por sus actos. Me buscó en el restaurante
queriendo una alianza, ¿crees que no lo iba a reconocer? El
porte, el rostro.
No tenía planeada la violación, eso fue un daño colateral
de mi plan. Solo quería atraerlo, que se acercara lo
suficiente y Dominic terminara el trabajo.
—¡Eres una…! Bratva me pertenece.
—¡No! —rujo enfrentándolo—. El único jefe de Bratva es
Roth Nikov.
—Nunca la gobernará.
Esto no fue por Dominic, ni por mí, sino por aquel primer
hombre que me amó, quien me dio una mínima esperanza
de creer en alguien. Siempre fue por Roth.
—Eso, mi querido Ivanov, está por verse.
—No se quedará así…
—Lo hará —siseo quitándome el sombrero y dejando que
mi pelo caiga, buscando con mi mirada esos ojos verdes
furibundos—. Tendrás una trasferencia directa a tu banco, el
dinero suficiente para hacerte una vida y alejarte de
nosotros. No tienes nada, Vlad, ni la mujer y mucho menos
el reino. Retrocede.
Me giro escuchando la maldición a mi espalda mientras
camino hacia Harry que se levanta de su asiento y me
ofrece su antebrazo como digno caballero de la realeza. Mi
acompañante mira hacia atrás, pero yo no lo hago. Eso es el
pasado y necesito un futuro donde mi esposo vuelva y mi
familia se una.
—Linda chaqueta —halaga. Sonrío a medias. Vladimir
Ivanov entenderá que soy propiedad de Cavalli.
La casa nueva es espaciosa, se siente como un hogar, los
ventanales altos dejan entrar la luz y me gusta sentarme en
el balcón en las tardes a apreciar el atardecer, Nonna está
conmigo, cuidándome y consintiendo mi embarazo, el cual
ya se me empieza a notar. Los días pasan y Roth me pide
paciencia, Dominic requiere estos días para regresar a ser
mi esposo, el padre de nuestros hijos.
Quiero entenderlo, pero su ausencia duele, me lastima.
Por las noches, les narro a mis bebés cómo es su padre,
les cuento en lo maravilloso que llegó a transformarse,
valiente y fuerte. La mayoría del tiempo me duermo a la
espera de escuchar sus pasos, de sentir su presencia.
Hannah me visita un par de veces, emocionada de su
nueva travesía, expandiendo la editorial. Bess me llama, se
preocupa por mi estado y Raze viene a visitarme, es otro
que se encuentra triste debido a la partida de la pelirroja y
el tiempo que han pactado en estar separados. Roth se
traslada a la Mansión Cavalli y permanece pendiente de mi
cuidado.
En la primera semana de junio despierto con una manita
juguetona tocándome el pelo con risas suaves,
amortiguadas. Frunzo el ceño espabilándome, abriendo los
ojos. Rizos rubios me saludan y una línea de baba
cayéndome en la nariz.
Parpadeo sin dar crédito, poco a poco me acomodo en la
cama, mi vientre sobresale porque alguien me subió el
camisón de seda mientras yo dormía.
—Pa-páá. —Emma canturrea señalando el cuerpo a su
lado, en mi cama, mi esposo. Me tapo la boca, mis ojos se
llenan de lágrimas. Está dormido, se nota cansado, bolsas
negras bajos sus ojos. Abrazo a mi niña, besándole el rostro.
Lloro teniéndola en mis manos luego de tanto. Desgracias,
atentado, accidentes y conspiraciones, ella está sana, mi
esposo lo está y nuestros hijos crecen saludables.
—Papáá —insiste apuntándole.
—Sí, ese es papá. —Beso la cima de su cabecita. Dioses,
estoy llorando de alegría, de tenerla conmigo—. Te amo,
pequeña.
Acaricio la frente de mi esposo, apartándole su pelo. Le
dejo en paz para no despertarlo llevándome a Emma
conmigo a la cocina, para mi sorpresa Nicklaus se encuentra
en playera y pantalones de chándal frente al desayunador,
con Nonna animada sirviéndole panqueques.
—Regina —Saluda poniéndose de pie. Me asombra que
me trate casi como si fuera de la realeza.
—Buenos días, Nicklaus. ¿Dónde está Savannah?
—No es bueno cargar pesado —revira tomando a mi bebé
de mis brazos. Emma dice algo que suena a “tío”, pero es
un balbuceo—. Hey, Principessa.
—¿Dónde está Savannah —insisto.
—No lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes?
—Viajamos de un punto a otro, como Dominic ordenó. Yo
hice algo, creí que era lo mejor para Emma.
Dioses. Se nota verdaderamente atormentado.
—Nicklaus. —Niego caminando hacia él.
—Pensé que era una traidora, la traté mal. Ella huyó.
—Dios mío, debemos buscarla.
—Me encargaré de ello, reina. Lo prometo.
—Así será —interviene mi esposo de pie en el umbral.
—¡Pa! —grita Emma levantando sus manitas al aire.
Dominic se mueve para tomarla en brazos. Nonna y yo
casi llorando al verlos. Estoy segura de que mi esposo será
un buen padre, el mejor. Él ya lo es. Observarlo abrazar a
Nonna, darle tanto amor en unas palabras bajas me
emociona. Sé que pasamos por mucho para llegar a este
mundo, pero no lo cambiaría por nada.
—Hola, esposa, ¿qué tal el clima del parque?
Me río a carcajadas. Nicklaus no entiende un carajo, pero
no puedo evitarlo. Este es mi Capo, él siempre marcha cinco
pasos delante de cualquiera.
 
 
 
 
EPÍLOGO
 
 
En la vida hay tres sentimientos que predominan. El
amor, el odio y la ambición. Cualquiera que elijas de ellos,
dominará tu vida y afectará cada mínimo aspecto de ti.
En el pasado elegí el odio de aliado, me regí por él hasta
que la ambición se hizo parte de la ecuación. Descontrol y
caos. Así fueron mis años hasta Emilie Greystone.
Me mostró el amor, los detalles pequeños pero
significativos de la vida. Un toque, una caricia o esos te amo
que siempre me susurra.
—No, Damon —regaño con voz firme. Sus ojos grises me
observan fijamente, desafiantes. Sé que en algún punto se
terminarán de tornar azules, idéntico a mí, pero hasta el
momento siguen grises como su tío Raze. Ellie a su lado
parpadea con el pulgar en su boca balbuceando alguna
clase de queja. Tiene su pequeño vestido rojo lleno de tarta
de chocolate. Son dos pequeños terremotos, suspiro alzando
a Emma y dejándola en la encimera—. Es chico, Lucecita.
Según tu mami somos estúpidos por naturaleza.
—Bambino —dice en italiano.
Es uno de los idiomas que se le da mejor y con el cual se
siente cómoda. Gracias a los maestros especializados y la
constancia de Emilie con nuestros hijos, Emma se integra al
aprendizaje normal. Tiene algunos rasgos físicos, sus ojos
pequeños y alargados; por lo demás aprende, tarda más
que un bebé promedio, pero su desarrollo marcha bastante
normal. La cargo moviéndola a la sala de juegos, donde
podrá seguir viendo sus videos de aprendizaje, ya que
Damon ha roto la pantalla de su Tablet.
—¿Qué sucede? —indaga mi bella esposa bajando las
escaleras. Dios, está hermosa con un vestido amarillo corto,
un poco antes de la rodilla, un escote en V dejándome
apreciar esos pechos que me vuelven literalmente loco.
Siento a Emma en su silla, inclinándome para dejar un beso
en su frente.
—Compraré otra —prometo.
—Papi mío.
—Sí, Lucecita.
La despeino, es algo que la hace feliz.
—Damon rompió la Tablet de Emma y Ellie sacó la tarta
de chocolate del refrigerador —explico acunando su rostro y
robándome su boca para mí en un beso caliente y no apto
para menores. Saqueo su boca. Maldita sea, estoy
realmente duro. Tener un minuto para nosotros con los niños
es complicado. Emilie hace todo el trabajo con ellos, no
tiene ayuda de ningún tipo. Conseguir una niñera aparte de
Nonna es un asunto que hemos tratado de postergar.
Ninguno tiene confianza en nadie más de nuestro círculo.
Meto mi mano debajo de su vestido cuando recibo una
fuerte palmada.
—Contrólese, señor Cavalli —regaña sonriendo contra mi
boca.
—Dios, necesito follarte, Em. Entremos en el cuarto de
lavado.
—Y que nuestros hijos destruyan la casa.
—Solo necesito cinco minutos —garantizo. Se muerde el
labio, la oferta es muy tentadora. El jodido timbre decide
sonar—. ¡Joder!
—¡Mala palabra! —chilla Emma tapándose sus oídos.
Emilie me pega en el hombro, así que sin más remedio la
suelto. Se aleja hacia la cocina contoneando el trasero,
provocándome.
—No la repitas —advierto a Emma antes de caminar hacia
la entrada. No deberían tocar la puerta, Roth seguro ha
desactivado la línea de seguridad para que estén dentro del
terreno.
Abro encontrando a Raze con una gran sonrisa de oreja a
oreja y a Bess Miller a su lado, con su enorme vientre. Si
mal no recuerdo está a unas semanas de tener a la pequeña
Nikov. Roth está unos pasos más atrás con cara de pocos
amigos.
—¿Te golpea Emma cuando dices malas palabras?
—Jódete, Raze.
—¡Mala palabra! —chilla más alto una Emma indignada.
La sonrisa del hijo de puta crece. Ya lo veré cuando sea su
turno, ¡Ja!
Termino de abrir la puerta para que entren, cuando un
torbellino de pelo rubio está corriendo desnuda hacia mí,
no... No, hacia, Roth. Ellie lo ama. Es su tío preferido. Roth
cambia el semblante sobrio en cuanto la pequeña abre los
brazos y la carga. Emilie viene detrás con el pañal y vestido
en mano. Damon, quien es un perezoso, gateando. También
tiene un tío favorito y ese es Raze.
—¡Pequeño demonio! ¿Qué has hecho? —canturrea Raze.
No lo carga, tiene miedo de lastimarlo. Así que solo finge
chocar sus puños. Sé que nunca lo haría, no de forma
intencional. Damon ama el cuero y es la única razón por la
cual se pone de pie, intentado llegar a la chaqueta de Raze,
de otro modo estaría en el piso. Aunque son gemelos y
tienen solo un año -cumpliéndolo hoy- su crecimiento es
diferente. Ellie ya sabe caminar y medio correr. Toca todo lo
que está a su alcance, experimenta y se muere por el
chocolate, mientras Damon gatea, no intenta dar un paso,
suele vivir con el rostro malhumorado.
Ser el jefe de Bratva me cobra factura, viajo dieciséis
horas para estar dos días con mi familia. Me pierdo algunas
cosas de ellos, sus primeros pasos, aquellas sonrisas e
incluso sus berrinches. Me gustaría no tener que ir y venir
constantemente. Es duro dejar a mi esposa triste y
preocupada por si podrá verme regresar o si moriré en Rusia
luchando por un dominio.
Con todo eso, no cambiaría nada de mi vida. Tenerlos,
saber que están protegidos y resguardados de cualquiera en
New York, es un consuelo. Para el público solo existe Emma
Cavalli, la pequeña niña “que engendramos antes del
matrimonio” según las notas amarillistas de una revista que
logró fotografiarlas en Colorado en una de nuestras
vacaciones fugaces.
Charlamos, reímos, Raze cuenta los planes de su boda, la
cual me perderé debido a mis compromisos. Em sonríe
forzada y se sienta en mis piernas, dándome un beso suave.
—Está lloviendo —anuncia Roth tomando de su vodka.
Emilie sonríe, pareciera que ambos tienen un plan.
—¡Olvidé mi libro en el jardín! —se exalta—. ¿Lo buscas
por mí, cariño?
—Claro, nena —murmuro levantándola de mis piernas, los
niños están alrededor de su tía Bess, jugando con ella y su
vientre prominente—. ¿Seguro que es uno? Parecieran cinco.
—¡Dominic! —Jadea asombrada Emilie golpeando mi
espalda.
—Es su manera de decir que eres hermosa, Bess —
murmura Raze tocándole el vientre.
—¿Eso son canas en tu melena chocolate, Cavalli? Uf, ¿te
ganó la vejez? Tendremos que regalarte pastillas azules
pronto, ¿no?
—Mi esposa no se queja de mi virilidad.
—Bueno, ella no la ha tenido hace cuatro meses —revira
mi rubia.
—No me siento cómodo hablando de la polla de Dominic.
—¡Mala palabra! —interfiere Emma señalando a Raze, el
motero enrojece.
—No cariño, la polla es…
—¡Raze! —gritamos los demás al unísono.
—Un artefacto para jugar.
—Si no callas a tu futuro esposo, seré yo quien te deje sin
el juguete de él. Mis hijas no conocerán ese juego hasta los
cincuenta.
—Vamos por mi libro, ¡volvemos en un momento, chicos!
Me arrastra con ella al jardín y sale disparada, corriendo.
—¡Ven aquí, mia regina!
—No seas tonto, es solo agua —exclama girando bajo la
lluvia, incluso si han pasado años, ella continúa siendo una
niña caprichosa y terca.
—¡No mojaré mi traje! —grito. ¡Me saca canas moradas!
—¡Vejestorio! —chilla. Oh, no.
—Retráctate —amenazo saliendo de mis zapatos. La
mujer sabe que tendrá un problema en cuanto le ponga mis
manos encima—. ¡No te atrevas!
Ella lo hace, se quita su vestido empapado. ¡Le encanta
retarme! Sabe que la atraparé, siempre lo hago. Grita de
alegría cuando empiezo a correr por el jardín para
alcanzarla. El agua está fría como un hijo de puta, no evita
que la rodeé con mis brazos, su cuerpo en bragas y sostén,
la piel helada.
—Llévame al yate antes de que Roth lo note —suplica
mordiéndose el labio.
—Manipuladora, ¡así que eso querías!
—¿Por favor? —Hace un puchero adorable.
El cielo ruge, con rayos iluminando el mar. Ambos
corremos hacia el yate, la alzo para subirla por la proa,
saltado yo detrás de ella. Quiere refugiarse en el camarote,
pero la atrapo sin dejarla bajar. Besándola
arrebatadamente, ambos luchando con mi ropa. Grita
cuando la giro colocándola sobre sus rodillas y dejando que
se sostenga de la barandilla del yate, sostengo un puñado
de su pelo mojado en mi mano y giro su rostro, muero por
sus labios.
Meto mi mano libre dentro de sus bragas, encontrándola
empapada, escurriendo y mojando mis dedos con sus jugos.
—Nunca me canso de esto, nena.
—Don —gime desesperada, volviéndose loca entre mis
manos.
Vuelvo a tenerla de frente y la alzo, Em rodea mi cadera.
—Dentro de mí —suplica. No tardo en complacer su
demanda, ambos gruñendo en el acto de estar unidos. La
lluvia me golpea la espalda, yo me impulso dentro de Emilie
sin descanso.
Se mueve sobre mí, subiendo y bajando por mi polla,
apretándome en su interior con ese coño vudú que me
atormenta. No puedo tocar a otra, no quiero hacerlo. Sea a
su lado o en la otra punta del mundo, es a mi esposa a
quien deseo. Su piel, su aroma, su sonrisa. Todo de ella.
—Quiero otro hijo —imploro mordiéndole los labios,
marcando mis dedos en su trasero por la fuerza de tenerla
sobre mí y aguantarme para no correrme a la primera.
—Tenemos tres —chilla recibiendo mi empellón.
—Quiero más contigo. Cinco, diez ¡Veinte! No me importa.
—Córrete, cariño, lléname de ti —suplica entre
respiraciones agitadas. Me muerdo la mejilla interna y me
coloco en el piso del yate con ella sentada a horcajadas,
disfrutando sus pechos, empiezo a chuparles el agua,
abriendo mi boca y tentando su pezón erizado. Se mueve
frenética. Tengo una sonrisa coqueta mientras me folla.
—Por Cristo, nena —gimo, oprimo su cintura y dejo caer
mi cabeza hacia atrás. No tengo ninguna escapatoria
cuando sucumbo al placer y rujo en la noche. Bañando su
interior. Cae en mi pecho, lamiendo el agua de la lluvia en
mí.
Bajo mi cabeza solo para tomar su boca y devorarla.
Vivimos en la mentira más perfecta de todas. Un ángel y
un demonio se enamoraron, juntos crearon su propio
paraíso. Emilie no necesita saber mi verdad, porque el
hombre que la ama es real. Ella es mi reina y yo soy su
Capo.
El cielo es un espectáculo de relámpagos, así fue
conocerla. Mi vida era oscura, llegó como un rayo, me
golpeó, iluminó mi oscuridad y creó esa electricidad entre
nosotros.
Corremos bajo la lluvia rodeando la casa para evitar que
nos vean casi desnudos y empapados en agua. Los niños se
escuchan divirtiéndose con sus tíos mientras yo persigo a su
madre escaleras arriba. Ellos reconocen lo que estuvimos
haciendo al retornar a la sala, solo le advierto a Raze cerrar
la boca delante de los niños. Demonios. A veces creo que
despertaré en el pasado, con Gabriel jodiendo mi cabeza y
todo esto será solo parte de mi imaginación, otras, cuando
estoy en Rusia, me aterra no volver con ellos.
Roth se acerca a mí con dos tragos.
—¿Cómo van los preparativos de la boda? —cuestiono. Se
tensa. Odio que lo haga, fue su brillante idea y ahora parece
querer retroceder.
—¿Le dijiste que te marchas en cinco horas? —
contraataca.
—Touche —susurro bebiéndome de golpe mi trago—. No
quiero desanimarla —admito.
—¿Y Vlad?
—Siendo una molestia, como siempre.
—Dominic, yo podría… —Calla. Sabe también como yo
que no podría ir a Rusia. No sin perderse. Al final la jugada
de Emilie no sirvió de mucho. Ella quería devolverle Rusia a
Roth sin entender que este no la quiere, que la oscuridad en
la Mafia Roja lo destrozaría. Todos jugamos a favor
individual. Roth quería proteger a Emilie, ella retornarle su
trono al ruso y yo mis secretos.
Al final, lo que hemos creado es más poderoso. Una
familia, una hermandad. Somos poderosos unidos, pero un
fracaso separados.
—Eres mi hermano —le recuerdo colocando una mano en
su hombro—. Haré cualquier cosa por ti.
—Me siento egoísta.
—Todos tenemos un poco de eso.
Miro a mi esposa riendo, brillando, resplandeciendo. Su
luz siempre hipnotizándome.
Emilie es mi credo, mi paz, mi amor y mi cura.
Ella me liberó, arrancando las cadenas que ataban mi
alma.
 
AGRADECIMIENTO
 
Si llegaste a esta página, eres uno de aquellos que
cambiaron mi vida. Empecé este proyecto en 2017, con
mucha emoción, por cambios de la vida y ciertas personas
que no vale la pena mencionar, retrocedí y me tomo dos
años finalizar un solo libro. El Capo. En 2020 conocí a una
persona, ella me dio confianza en mí misma, me motivo a
intentar y desde ese momento mi vida cambio. Gracias, a
cada uno de ustedes que impulsaron a Gleen Black.
 
Mis amistades, bookstagramers, lectoras. Mis chicas que
trabajan en la construcción conmigo, portadas, corrección y
demás.
 
Nuestra familia creció y tengo terror de mencionar
algunos y olvidar otros, por ello esto es un agradecimiento
general.
 
¡Gracias! Que esta serie sea la que abra la puerta a un
mundo de letras y fantasías creadas por esta servidora.
 
Recuerda que puedes buscarme en las redes sociales y
dejarme tu opinión.
 
#Gleenlunaticas #Lunaticas #Gleentoxicas
#LasPecadorasdeGleen #Gleendramaticas #Teamñañitas
¡Las amo!
 
Gracias y hasta la próxima entrega.
TABLA DE CONTENIDO
Biografía del autor
Soundtrack
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75
CAPÍTULO 76
CAPÍTULO 77
CAPÍTULO 78
CAPÍTULO 79
CAPÍTULO 80
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTO
 
[1] Mano derecha y consejero del capo.
[2] Agencia federal de inteligencia.
[3]
Nombre combinado de Anastasia y Kate, personajes ficticios.
[4]
Querida mía.
[5]
Eres una bella dama.
[6]
Querida.
[7]
Porque haré todo eso.
[8]
Es una serie de televisión estadounidense creada por Shonda Rhimes.
[9]
Querida mía, romperé a ese hijo de puta por la mitad.
[10]
Pequeña.
[11]
Ella es mi prometida, a quien Bratva ha irrespetado.
[12]
Subjefe gobernante de distritos a nombre del Capo.
[13]
Mariposa encadenada.
[14]
Mi maldita reina.
[15]
Presidente de un club de moteros.
[16]
Estás mojada y resbaladiza, mi reina.
[17]
El infierno conoce mi alma, Dios me perdone por robar tu luz.
[18]
Mi bella reina.
[19]
Nunca quise a un demonio con tanto deseo.
[20]
Frase americana, que alude a un problema que todos obvian.
[21] Mi dulce reina, ¿cómo he podido lastimarte tanto?
[22]
Americana loca.
[23]
Estoy aquí, te tengo mi reina. Siempre ... te daré un millón de bebés, por
favor no llores más.
[24] Pequeña.

También podría gustarte