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Créditos
Moderadora de Traducción
Mary Rhysand

Traducción

3lik@ Mary Rhysand

Anamiletg NaomiiMora

Arifue Rimed

Ezven Rose_Poison1324

Grisy Taty Vanemm08

Liliana Yavana E.

Mais Yiany

Manati5b YoshiB

Recopilación y Revisión
Mais

Diseño
Evani
Índice
Sinopsis Capítulo 25 Capítulo 51
Prólogo Capítulo 26 Capítulo 52
Capítulo 1 Capítulo 27 Capítulo 53
Capítulo 2 Capítulo 28 Capítulo 54
Capítulo 3 Capítulo 29 Capítulo 55
Capítulo 4 Capítulo 30 Capítulo 56
Capítulo 5 Capítulo 31 Capítulo 57
Capítulo 6 Capítulo 32 Epílogo
Capítulo 7 Capítulo 33 Agradecimientos de
la autora
Capítulo 8 Capítulo 34
Próximamente
Capítulo 9 Capítulo 35
Capítulo 10 Capítulo 36
Capítulo 11 Capítulo 37
Capítulo 12 Capítulo 38
Capítulo 13 Capítulo 39
Capítulo 14 Capítulo 40
Capítulo 15 Capítulo 41
Capítulo 16 Capítulo 42
Capítulo 17 Capítulo 43
Capítulo 18 Capítulo 44
Capítulo 19 Capítulo 45
Capítulo 20 Capítulo 46
Capítulo 21 Capítulo 47
Capítulo 22 Capítulo 48
Capítulo 23 Capítulo 49
Capítulo 24 Capítulo 50
Sinopsis
Soy un asesino. Un secuestrador. Un monstruo.

Solo conozco dolor y supervivencia.

Hasta que la hermana de los Cappo entró en mi vida y cambió todo.

Ella es una luz que aumenta mi oscuridad, su sonrisa hace que mi


corazón se vuelva hielo, y no puedo escapar del miedo que su mirada
seductiva me provoca, sabiendo que es solo cuestión de tiempo antes de
que caiga de nuevo, y la haga mía.

Esta es la historia de mi redención. Pero no es bonita... morí, y


ahora estoy vivo, pero sin vivir realmente, respirando pero no
sobreviviendo. Soy Phoenix De Lange, hijo de un asesino y Cappo de la
mafia, hermano extraño, horrible amigo, monstruo en acción, nuevo
líder de una de las familias más poderosas en la Cosa Nostra. Y tendré
mi venganza. O moriré en el intento.

Soy Phoenix De Lange.

La muerte es todo lo que conozco.

Hasta que ella me ofrece un pedazo de vida, que no puedo resistir


tomar.

Ember – Eagle Elite #5


Ember: Un pequeño pedazo de brasa ardiente.

Origen: Inglés Antiguo, Germano.

Ejemplo: Todo lo que conlleva es un pequeño pedazo de Ember para


comenzar una llama, una pequeña llama para explotar luego en fuego.
Una chispa, y el mundo de un hombre puede colapsar desde dentro
hacia afuera.
Prólogo
Traducido por Mary Rhysand

Phoenix

—Hazlo —espetó mi padre—. O lo haré yo.

Bajé la mirada a la chica a mis pies y miré de nuevo a mi padre.

—No.

Él alzó su mano sobre mi cabeza; sabía lo que venía, sabía que


dolería como el infierno pero no tenía manera de luchar contra ello, ya
me había quitado la comida los últimos tres días por discutir sobre
salvar a la chica y a su prima.

Su puño conectó mi sien tan fuerte que caí al suelo con un alarido.
El clic de sus botas contra el cemento me dio la única advertencia que
tuve mientras venía a golpearme en las costillas; una y otra vez pateó.
La chica gritó, pero me quedé en silencio. Gritar no ayudaría; nada lo
hacía.

Esperé hasta que terminó, oré porque me matara esta vez. Oré tan
fuerte que estaba convencido que Dios finalmente me oiría y me sacaría
de mi infierno. Cualquier otra cosa era mejor que vivir. Lo que fuera.

—No vales nada… —Otra patada en mi cabeza—, ¡pedazo de mierda!


—Una patada en el abdomen—. Nunca serás el jefe, ¡no si lloras cada
vez que debes hacer algo difícil!

Finalmente, la magnífica oscuridad envolvió mi línea de visión.

Desperté de la pesadilla gritando, sin darme cuenta que estaba


seguro, en mi propia cama. Con una maldición comprobé el reloj.

Tres de la mañana.

Bueno, al menos solo tuve una pesadilla, que recordara. Había


estado viviendo con Sergio desde la semana pasada; su casa era tan
grande que básicamente tomé el ala este y él, la oeste… dijo que odiaba
vivir solo de igual forma. No era estúpido; sabía exactamente que el tipo
no era muy amable, pero funcionaba. Necesitaba quedarme en Estados
Unidos mientras descifraba qué hacer.

Y no estaba listo para irme. No cuando necesitaba aprender todo lo


que pudiera de Nixon. No cuando tenía responsabilidad.

Y no cuando tenía esas jodidas carpetas negras quemando un


agujero en mi mente.

Luca no me había dejado solo un imperio; me dejó secretos. No


estaba seguro qué era peor, sabía que todo allí era saber sobre aquellos
a los que se suponían estar protegiendo o saber que en cualquier
minuto uno de ellos podía traicionarnos.

—¡Oye! —Bee entró en mi cuarto.

—¡Maldición!

Tiré las sábanas sobre mi cuerpo desnudo, mi corazón se aceleró


ante su cabello desordenado y sus ojos de sueño. La hermana de Tex, la
hermana de Tex. Mi cuerpo no aceptaba eso; físicamente no estaba
aceptando alguna otra información más allá de que era hermosa.

Y estaba oscuro.

Aparté la mirada, frunciendo el ceño.

—Escuché gritos.

Bee dio un paso adelante, su perfume se percibía alrededor de ella


como un afrodisiaco o una droga, calmándome, haciéndome querer algo
que no tenía intenciones de querer.

—Sí, bueno… —Le di una mirada dura—, claramente estoy bien,


entonces deberías irte. De hecho, ¿por qué estás aquí? ¿Sabes que vives
con Tex, no?

Se encogió de hombros y se sentó en mi cama. Apreté mis puños


alrededor de la sábana para evitar tocarla. Se hacía más difícil ignorar
su calidez, cuando vivía en un constante estado cercano a la muerte.

—Él está con Mo, y necesitan privacidad. No soy estúpida. Así que le
pregunté a Sergio si podía mudarme por un rato.

—¿Entonces qué hiciste? —pregunté en un tono muerto, uno que


estaba seguro le daría pesadillas luego.

Sonrió.
—¡Soy tu nueva compañera de cuarto! —Bee se balanceó en la cama
y me lanzó una mirada tímida—. Admítelo, extrañas nuestras fiestas de
pijamas.

Olvida esa pesadilla… la estaba mirando directamente.


Capítulo 1
Vencido por una tortuga
Traducido por Mary Rhysand

Phoenix

Si esa chica me enviaba una foto más de ella, iba a perder mi jodida
mente.

Manejé como un loco escapando de un asilo regresando a la casa de


Sergio, luego me detuve bruscamente frente al garaje, esperé
impacientemente a que se abriera mientras le daba golpecitos al volante
de mi Mercedes clase C. Otro regalo de parte de Luca. Hubiera preferido
tener su vida que el carro por el que cada chico salivaba en el planeta.

Quería un montón de cosas.

Pero lo que quería ya no pertenecía a mi vocabulario.

El portón se abrió más lento de lo que me hubiera gustado ya que


estaba cabreado. Aceleré al instante que vi una apertura, sin
importarme que pudiera estrellar el ridículamente costoso carro, y
estacioné justo antes de golpear a Bee.

—¡Demonios! —Abrí la puerta del carro lo más duro que pude—.


¿Qué demonios estás haciendo?

—Maldices más ahora. —Las cejas de Bee se fruncieron—. ¿Lo


sabes?

Sí, estaba cogiendo malos hábitos en los que ella estaba


involucrada; en serio, jodidos malos hábitos.

—¿Qué quieres, Bee? ¿Y no hablamos sobre las fotos? No tengo


tiempo para responder fotos de cabras y ovejas y horribles perros.
Tengo un negocio que atender, una familia que proteger… —Me callé a
medida que su rostro se arrugó.

—Yo solo… —Se encogió de hombros—, pensé que te animarían.


—¿Cómo va a animarme una tortuga caminando en pleno tráfico y
causando una cola de diez carros? —desafié.

Sonrió ampliamente, dejándome aturdido.

—¡Porque la tortuga lo logró! —Danzó frente a mí y aplaudió, luego


se detuvo y arqueó sus cejas en mi dirección.

—No estoy aplaudiendo.

—Vale la pena aplaudir.

—El poder la tortuga —dije apretando los dientes—. ¿Había algo


más? ¿Dijiste algo sobre una emergencia?

—Oh… —Ondeó una mano en desdén—, necesitaba ayuda


escogiendo mi atuendo para el primer día de escuela.

—Llama a una chica —espeté, caminando más allá de ella.

Sentí sus dedos envolver mi brazo, antes de que pudiera apartarlo,


estaba completamente paralizado ante su suave agarre. Temblando,
tragué el terror que me provocó su mirada penetrante.

Su rostro cayó, pero no removió su mano.

—Yo… solo escuché que usan uniformes en Elite, y no quiero lucir


estúpida. Tenía solo unas pocas opciones… o sea, sé que no es la gran
cosa, yo solo…

Bueno, mándenme al infierno. Suspiré y bajé la cabeza en derrota.

—Bien.

Trataré de ignorar la forma en que su ropa colgará alrededor de su


cuerpo, y luego cuando termine de girar enfrente de mí, vomitaré en el
baño y correré diez mil metros para sacar esa imagen de mi mente.
Sonaba como el mejor momento de mi vida. ¡Vamos! Después de todo,
me merecía esa clase de tortura, ¿no?

—¡Sí! —Aplaudió de nuevo y luego se lanzó en mis brazos—.


Gracias, Phoenix. Sabía que podía contar contigo.

Divertido que dijera eso. Después de todo, no era ese chico. El digno
de confianza, con quien contar, el maduro. Muy bien podría ser un
cuerpo sin un alma. Es como me sentía la mayoría de los días, y ella no
hacía más que recordarme que una vez lo tuve todo y lo perdí.

—Oye… —Bee me codeó—, parece que has visto a un fantasma.


—Todos los días en el espejo, Bee, todos los días.

—¿Qué? —Su brillante sonrisa cayó.

Forcé una mía.

—Nada. Vamos a escoger zapatos.

—¡Genial!
Capítulo 2
¿Cuánto me puede torturar? Déjenme contar
las formas
Traducido por Mary Rhysand

Bee

Él me odiaba, lo sabía. Todo el mundo lo sabía. Intentaba con todo


lo que podía hacerlo abrirse, que sonriera. Pero era como si hubiera
olvidado cómo. Cuando le pregunté a Tex por qué Phoenix eran tan…
frío e indiferente conmigo, mi hermano se había reído y me dijo que lo
agradeciera.

¿Agradeciera? ¿Que el hombre fuera un idiota? ¿Agradecida que mi


único amigo ni siquiera soportara mirarme? Y esa era la parte más
patética, ¿no? Era mi único amigo, mi primer amigo. La persona que se
había quedado junto a mí cuando lloraba hasta dormir. La primera
persona que había amenazado a alguien de muerte para defenderme, y
la primera persona en protegerme genuinamente con su vida, sin
preocuparse por su propia seguridad.

¿Cómo se supone que olvidara eso? ¿Cómo se supone que olvidara


Phoenix cuando él era literalmente la única cosa familiar que tenía? Lo
único que verdaderamente conocía.

Desde mudarse a Chicago, las cosas habían sido diferentes. Se me


dio una libertad que nunca tuve antes, pero no podía tomarla. Ni
siquiera sabía cómo usarla. Seguro, me dieron mi propio auto,
cumplidos de mi hermano jefe de la mafia junto con una tarjeta de
crédito que estaba muy segura no tenía limite. Pero el dinero no
compraba la felicidad, de eso estaba segura.

Crecí con un padre de corazón frio que no quería tener nada que ver
conmigo.
Y luego fui dada a un tío de corazón frio que me miraba de forma
morbosa cada vez que podía.

Ambos habían sido ricos.

Ambos habían sido poderosos.

Ambos estaban muertos.

Solo otro regalo de mi hermano perdido.

—¿Bee? — dijo Phoenix detrás de mí—. ¿Estás bien? Dejaste de


subir las escaleras.

—Sí, bueno… —Mantuve mi voz ligera—. Esperaba que te


tropezaras conmigo y accidentalmente me manosearas.

Phoenix resopló.

—Sigue soñando.

—Cada noche —canté.

Pero sus palabras dolieron. Dolían tanto, él no tenía idea de cuánto.


¿La parte triste? Vivía por sus reacciones, incluso cuando el noventa
por ciento de ellas eran negativas, aun albergaba esperanza por ese uno
por ciento. Tal vez era mi inocencia hablando, tal vez era solo la
necesidad de sostenerme a la única pequeña esperanza de que mi vida
podía ser más que solo pasar entre miembros de mi familia. Aun
esperaba que cayera el guantelete. Que Tex se deshiciera de mí, que me
pasara a otro asociado o peor, solo olvidara que yo era su familia.

La única constante en mi vida había sido Phoenix De Lange.

Y él no quería tener que ver nada conmigo.

Me sacudí, por la soledad, el rechazo y luego levanté mi barbilla. Era


una Campisi; estaba hecha de huesos fuertes. Solo deseaba sentirme de
esa forma y no actuar como tal.

—Entonces… —Hice mi camino al cuarto y señalé a los tres


atuendos—. ¿Cuál para mi primer día en Eagle Elite?

Phoenix se movió detrás de mí y se paró frente a mi cama con las


manos en sus caderas. Desde este punto de vista podía mirarlo sin
parecer como una completa lunática. Su forma siempre era rígida, como
si estuviera esperando que alguien sacara un arma y lo atacara. Cada
músculo tenso. Mis ojos vagaron por su espalda muscular y su
ajustada camiseta. Marcados músculos en cada lado. No era enorme,
pero no era pequeño tampoco. Alrededor de un metro ochenta, no era la
clase de chico con la que te metías, especialmente por la forma en que
siempre lucia tan cabreado. Círculos oscuros siempre enmarcaban sus
ojos. Sus labios siempre rectos sobre dientes blancos que nunca veía a
menos que sonriera por accidente.

Phoenix suspiró audiblemente, su oscura cabeza bombeó de arriba


hacia abajo antes de darse vuelta y mirarme directamente, sus ojos azul
oscuro entrecerrándose.

—¿En serio importa tanto, Bee? La razón por la que Elite tiene
uniformes es para hacerte ver igual que el resto.

Me estremecí. No quería verme como todo el mundo, quería lucir


bonita, para él.

Phoenix maldijo y arrugó su nariz.

—¿Bueno, qué sobre este? —Me paré junto a él, mi brazo rozando el
suyo. Se apartó y apretó su barbilla con fuerza.

—No. —Se mordió el labio inferior, volviéndolos blancos antes de


maldecir de nuevo—. No uses esa falda.

—Bien… —Sopesé la palabra y bajé la mirada a mis opciones


restantes—. ¿Supongo que puedo usar los pantalones kaki? Pero los
pantalones no lucen bien en mí.

—¿Lo opuesto a qué? —Phoenix frunció el ceño—. Los pantalones


son ropa. Para ir a clases, necesitas usar ropa. En serio no veo un
problema. Usa los pantalones kaki, camisa de vestir blanca, y lo
combinas con uno de los suéteres. No puedes ir mal. ¿Hemos terminado
aquí?

Asentí, las palabras quedando atoradas en mi garganta. No encontré


mi voz hasta que estuvo a medio camino fuera de mi puerta. Huyendo.
De nuevo.

—Gracias —grité.

Un gruñido fue su respuesta.

Derrotada, me derrumbé en la cama.

Tal vez debería seguir adelante. Pero no tenía nadie con quien seguir
adelante y ningún lugar a donde ir. Mi hermano y su nueva esposa
estaban viviendo una dicha marital, y tenía la certeza temprana de que
necesitaban tiempo a solas, con eso de él siendo el nuevo Cappo de
todas las familias y casi muriendo.

Drama. Eso era lo que la mafia traía a mi vida. Drama y soledad. No


tenía lugar para encajar. No encajaba con mi hermano en su hogar, y
no encajaba con Phoenix en la gigante casa que se sentía más como un
mausoleo que otra cosa.

Aburrida hasta la muerte, yací en la cama y traté de pensar en algo


más.

Escuela.

Me podía enfocar en la escuela. Enfocar en obtener mi diploma. Y


tal vez, solo tal vez, si me enfocaba lo suficiente, no lloraría hasta
dormir, como lo hacía desde que era lo suficientemente mayor para
saber lo que las lágrimas eran.
Capítulo 3
Respirar es necesario para poder
sobrevivir… ¿verdad?
Traducido por Manati5b

Phoenix

Salí corriendo a través de la casa, bajé las escaleras, y casi choqué


con Sergio cuando entré en la cocina.

—¿Dónde es el incendio? —Frunció el ceño, arqueando una ceja en


mi dirección antes de abrir el refrigerador y sacar una botella de agua.

No confiaba en que mi voz no temblara, no confiaba en mí mismo de


contener el grito. No podía lidiar con ella, en serio no podía. Su olor, la
forma en que sonreía, su calor corporal. Demonios, ni siquiera podía
respirar el mismo aire que ella sin sofocarme de deseo.

—Un hombre de tantas palabras. —Sergio sonrió con suficiencia y


me arrojó una botella de agua—. Tex está en camino.

—¿En camino? —dije con voz ronca—. ¿A dónde?

—Aquí.

—¿Por qué?

Sergio puso los ojos en blanco.

—¿Parezco una Gossip Girl?1 No pregunté, y francamente, no me


importa.

Claramente, Sergio todavía estaba amargado por haber estado en el


extremo perdedor de ese triángulo amoroso. Mo Abandonato había
escogido a Tex desde el principio, no había nada que Sergio pudiera
hacer; infiernos, el hombre ni siquiera estaba en el mismo campo de

1
N.T. Chica chismosa. También puede hacer alusión a la serie del mismo nombre que
habla sobre la vida de los adolescentes a través de una bloggera.
juego. No es que yo fuera a ser el portador de esas alegres noticias.
Como si debiera hablar. Ni siquiera podía mirar a una chica sin
enfermarme, sin querer vomitar. Sin recordar la forma en cómo los
había tratado en el pasado.

Sin recordar la forma en que había tratado a Trace, la esposa de


Nixon.

Apreté la botella de agua con más fuerza en mi mano.

El timbre de la puerta sonó.

Sergio no se movió.

Me quede mirando la pared.

Jodidos, eso es lo que éramos.

—Yo voy —la voz de Bee se escuchó por la casa.

Ignoré la forma en que me hacía sentir, ignoré la piel de gallina,


ignoré el deseo que ardía por dentro. No lo haría, no podría ir allí.
Nunca.

—Cariño, ¡estoy en casa! —la voz retumbante de Tex provocó un


gemido en Sergio y una media sonrisa de mi parte.

¿Una cosa que podría decir? La habilidad de Tex de hacer enojar a


Sergio con solo respirar el mismo aire. Algo así hizo que mi oscuridad
constante no se sintiera tan oscura cuando alguien más estaba
sufriendo peor.

—Aquí. —Tomé otro trago de agua y esperé.

Fuertes pasos golpearon contra el piso de madera, flotando desde el


vestíbulo. Cuando aparecieron en la puerta, Tex tenía su brazo
rodeando a Bee. Le susurraba algo a su oído, y luego ella desapareció,
saltando —¡sí!, ¡saltando! — fuera de la vista.

Su felicidad era como un tocino de bienvenida para alguien como yo,


un hombre hambriento, un hombre con una necesidad tan desesperada
de algo ligero que haría cualquier cosa para tomarlo, para tomarla.

—Así que… —Tex tronó sus nudillos y tomó asiento en el taburete


frente a mí—. ¿Cómo te va en la vida Phoenix?

—¿Por qué…? —Dejé la botella de agua tranquilamente—, ¿tengo la


repentina sensación de que vas a pedirme hacer algo que realmente no
quiero hacer?
Sergio se movió hacia el lado opuesto de la mesa y observó. Eso era
lo que hacía mejor, observar y esperar para hacer su movimiento.

Tex sonrió con suficiencia. Apreté mis dientes. Esto no podía ser
bueno. ¿Una visita personal?

—Podrías haber enviado un mensaje. —Resoplé, mirando hacia


abajo, a mis manos.

—Te mando un mensaje sobre esto, lees lo que dice el mensaje,


arrojas tu teléfono contra la pared, tomas tu pasaporte y sacas tu
trasero del país.

—¿Así de mal eh? —Traté de mantener mi tono ligero, intenté y fallé


si el repentino ceño oscuro de Tex era un indicador.

—Sé que tienes tu propia mierda con la familia Nicolasi.

Grandioso, eso era solo grandioso. Recordarme que mi mentor


estaba muerto, y de que estaba a cargo de una familia criminal
multimillonaria que no quería tener nada que ver conmigo. Y las brasas
se siguen acumulando. Oh mira, infierno.

—Pero no me siento cómodo con esto y Nixon tampoco… Chase no


obtiene un voto porque no se siente cómodo con nada en estos días
cuando se trata de ti…sin ofender.

—Para nada.

Un poco difícil no estar ofendido cuando Chase todavía me odiaba,


pero lo que sea. No podía arreglarlo. Fue mi culpa en primer lugar.
Estaba sorprendido de que Nixon todavía me hablara, y de que Trace
me mirara a los ojos y tuviera el valor de invitarme a las cenas de los
domingos. Rechacé todas sus invitaciones debido a que estaba bastante
seguro de que Dios me mataría por caminar en tierra santa. No quería
probarlo. Todavía no al menos.

—El semestre de primavera está comenzando de nuevo. Solo


necesito que encuentres una manera de equilibrar tu deber con Bee y
tu deber con la familia Nicolasi.

El miedo llenó todo mi cuerpo, haciéndome casi sacudirme de la


silla y caer al suelo.

—Habla claro.

—Te inscribí. Bueno, de hecho Nixon lo hizo. Sergio ayudó con los
detalles.
Arrojé mi botella de agua contra la pared y miré a Sergio. Él levantó
sus manos. Iba a cortar cada dedo y dárselos de comer a las gallinas.

¿Teníamos gallinas?

Nota mental: Comprar gallinas. Alimentarlas con las partes de


Sergio.

—No necesito terminar la escuela —dije más calmado de lo que me


sentía—. ¿No puedes poner a uno de los asociados en servicio de
guardaespaldas?

—Ella es mi hermana. La hermana del Cappo. —Tex sacudió su


cabeza—. ¿Confías en alguien más con ella? Honestamente Phoenix.
Dime la verdad.

—No. —Tragué—. ¿Pero realmente confías en mí con ella?

—Por supuesto. —Me rechazó como si no fuera gran cosa que mi


pasado consistiera en atacar a las mujeres y casi violar a la esposa de
mi mejor amigo—. Tú no la tocarías, porque sabes que si lo hicieras,
encontrarían las partes de tu cuerpo diseminadas por todo el buen viejo
Estados Unidos. Sin embargo, no te preocupes. Hago cortes muy
bonitos. Ni siquiera sentirías el primer corte o el segundo… ahora ¿el
tercero? El tercer corte siempre es el más profundo, duele como la
mierda. —Estiró sus brazos por encima de su cabeza—. Entonces,
mañana. ¿Alguna pregunta? ¿Preocupaciones? ¿No?

Se levantó de su silla y luego se giró, golpeando el mostrador con los


nudillos.

Eduqué mis gestos, fingiendo desinterés cuando sonrió. ¿Ahora


qué? ¿Más amenazas? Luego otra vez, pedirle a Tex que solo entregara
un pedido y se fuera era básicamente inaudito; al hombre le gustaba
asegurarse que todos entendieran de donde venía, incluso si eso
significaba que tenía que hacer demostraciones gráficas de su parte.

—Oh, y solo en caso de que hubiera alguna confusión en este


momento… tú la observas. No la tocas. Nunca la tocas. No me importa
si la única forma de salvar al planeta es sosteniéndola de la mano.
Mantienes tus malditas manos para ti mismo, o corto cada parte de tu
cuerpo que entró en contacto con ella. ¿Capiche?

Lo miré fijamente, mis ojos no revelaban nada, incluso a pesar de


que la sangre brotaba de cada vaso de mi cuerpo, haciendo que mis
sienes latieran con irritación y temor. No respondía bien a las amenazas
—debido a que mi padre había sido un bastardo enfermo empeñado en
hacer eso— amenazándome cada maldito día que respiraba aire. Sabía
que era diferente con Tex, pero no hizo que la furia fuera menos real; en
su lugar, hirvió, se arremolinaba debajo de la superficie, simplemente
rogando por su liberación. Cerrando mi mandíbula para mantenerme de
decir cualquier cosa que hiciera la situación peor, le di un breve
asentimiento.

Sus fríos ojos tormentosos me rogaron que tratara de decir algo en


mi propia defensa. Pero no tenía una pierna en donde pararme.

Tex asintió su cabeza una vez y luego miró a Sergio.

—Acompáñame afuera. Tengo un trabajo para ti y para tu hermano


también.

—Mírame contener mi emoción —dijo Sergio secamente.

—Aw, si me dejas solo, ¿te hace romper a cantar? Deberías haber


dicho algo hombre… ahora estoy casado.

Sergio puso los ojos en blanco y pasó junto a mí, siguiendo a Tex
fuera de la habitación.

Una vez que escuché golpear la puerta de enfrente, la ira me


sobrecogió. Tiré la mesa, golpeándola contra la pared, y golpeé un
taburete encima. Madera esparcida por todo el piso.

—¡Hijo de puta!

Golpeé cada pieza de madera hasta que se astilló en pedazos


pequeños. Todavía no me sentía mejor. Frenético, tomé otro taburete
justo cuando Bee entró en la habitación.

—¡Phoenix! —gritó—. ¡Detente!

Levanté el segundo taburete encima de mi cabeza. Bee envolvió sus


brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí contra su suave cuerpo.
Me sacudí. Todo se sacudió con rabia, con tanta rabia que no pensé que
pudiera controlarme. ¿No sabía ella que podía herirla?

—Bee, vete —dije a través de mis dientes apretados.

—No. —Se controló a sí misma—. Baja el taburete Phoenix.

—Bee… —Mi voz se quebró—. Por favor, por favor solo vete. Ahora.

—Baja la silla primero.

—Es un taburete.
—Bien, baja el taburete primero.

Temblando, bajé el taburete lentamente al piso y traté de salir


bruscamente de su abrazo.

Ella se mantuvo firme, apretada.

Mis músculos dolían con la necesidad de tocarla.

—Bee…

¿Estás tranquilo ahora?

—Vete.

—Phoenix…

—Solo déjame jodidamente solo Bee. No te quiero.

Mi voz era fría y distante; tenía que serlo para hacerla creer que no
quería que me abrazara, que no causaba un dolor intenso tocarla, pero
no tocarla de la manera que yo quería. Era un desastre. Y ella estaba
arruinando todo.

—Bee, no sé qué más decirte. —Me giré en sus brazos, hasta que
estábamos pecho contra pecho, cara a cara—. Déjame.

Sus ojos azules se movieron de un lado a otro y luego se llenaron de


lágrimas.

—Solo estoy tratando de ayudar.

—No necesito tu ayuda —dije con una sonrisa burlona, con la voz
quebrada—. Crecí solo sin tu ayuda Bee. ¿De verdad crees que un tipo
como yo necesitaría a una chica como tú para pasar el día sin volverse
loco? ¿Qué tan grande es tu ego? —Ella se estremeció mientras cada
palabra parecía darle un golpe físico a su cuerpo.

Dando un paso atrás, se frotó los brazos y asintió.

—Lo siento.

—Ve a tu cuarto.

Su cabeza se levantó de golpe.

—¿En serio? ¿Ve tu cuarto? No eres mi padre, y seguro como el


infierno no eres mi hermano.

—Gracias a Dios por eso.


—¡Te odio!

—No tanto como me odio a mí mismo. —Sonreí burlonamente—. Tu


odio no me hace nada, igual que tu preocupación no hace nada. Ahora,
ve a tu cuarto antes de que te arroje sobre mi hombro y te ponga allí yo
mismo.

Se tambaleó hacia atrás, su cadera chocó contra la barra de


desayuno antes de darse la vuelta y salir corriendo de la habitación.
Sus pisadas eran tan fuertes que casi me estremecí. El sonido de una
puerta azotando finalmente me hizo relajarme. Era capaz de respirar,
poder existir sin su aroma.

Alejarla fue lo mejor.

Porque la única otra opción era abrazarla.

Y nadie quería que el monstruo atrapara a la niña, no era así como


se contaban las historias, no era así como se llegaba a los finales
felices. Me merecía mi oscuridad, y solo un individuo verdaderamente
egoísta estaría bien si jalara a los inocentes al infierno con ellos.

Ella era el cielo.

Ella era luz.

Y maldita sea si no iba a hacer todo lo que estaba en mi poder para


mantenerlo así.

—Guau —dijo Sergio, caminando hacia la habitación—. ¿Los


taburetes y la mesa te enojan?

—Algo como eso.

—Tal vez deberías inscribirte en el manejo de la ira.

—Tal vez deberías ocuparte de tus malditos propios asuntos.

Pasé junto a él y me dirigí a la sala de ejercicios. Tenía un poco de


ira con la que tenía que lidiar.
Capítulo 4
Todo se paga al final. Todo el tiempo
Traducido por Mary Rhysand

Sergio

La madera se había astillado y roto, esparciéndose sobre el piso


como un enredo de masas. Podía pedir a uno de los trabajadores que lo
limpiara. Un mensaje y estarían en la cocina.

En vez de eso, me senté en el piso junto a la madera rota y suspiré.


Cerré mis ojos y esperé a que mi sangre dejara de hervir; esperé a que
mi corazón comenzara a latir. Siempre podía contar con mi corazón.
Escucharlo me aseguraba que aún tenía uno. Ridículo, pero así era.
Necesitaba sentir la sangre latir. Algunas veces me despertaba a mitad
de la noche y sentía mi pulso y sabía que estaba vivo y no viviendo mi
propio infierno personal.

Me había dejado de esconder hace semanas, y ya lo estaba


lamentando.

Basta de ser un fantasma. Ahora tenía que trabajar por la familia.


Era raro. Estar rodeado de la familia, nunca me había sentido tan solo
en toda mi existencia.

Mi celular sonó, el tono de llamada diciéndome exactamente quién


era. Me preguntaba, en ese mismo instante, si el trato que había hecho
valió la pena. Porque al final, sabía que era mi propia muerte a la que
estaba mirando.

—¿Sí? —respondí.

—Bueno, bueno, bueno… alguien ha estado ocupado.

Resoplé y puse mis ojos en blanco.


—¿Necesitas algo, o solo me llamas para recordarme quién tiene mis
bolas en una caja… hago un mal movimiento y cabreo a alguien?

Se rió.

—Dejemos tus bolas fuera de esto.

La línea estuvo en silencio y luego crujió… Sí, hablamos de una


intervención telefónica. Gracias bastardos.

—Escuché un rumor.

—¿Has estado chismeando sobre mí?

—Es muy seguro que tenemos mejores cosas que hacer, ¿pero es
cierto? ¿Ha sido nombrado un nuevo jefe?

—¿Nuevo jefe? —me hice el tonto—. Sabes que no soy nada para la
familia. No me dicen una mierda. —Mentiras, puras mentiras, pero si él
supiera cuan metido estaba de nuevo con la familia, sería una sentencia
de muerte.

—La familia Nicolasi.

Suspirando pesadamente, me lamí los labios y miré a la puerta.

—No veo como eso es algo que necesites saber.

—Necesitamos saber si decidieron quedarse y establecer la casa, ¿no


crees?

—Confía en que hago mi trabajo y no te olvides de hacer el tuyo.


Recuerda a quien le reportas. Recuerda a quien le reporto yo. Y no
olvides… puede que tengas mis bolas, pero las cinco familias sostienen
un arma contra tu sien.

Colgué el teléfono y lo tiré por el cuarto. Se rompió en pedazos al


hacer contacto con el piso.

Estaba metido en mierda peligrosa.

Y no tenía a nadie quien culpar además de mí.


Capítulo 5
Amistad es el antídoto contra el veneno de
la Mafia
Traducido por Manati5b

Bee

Phoenix hizo ejercicio por cuatro horas. No es que lo estuviera


asechando o algo… solo… a veces observaba. Observaba y me
preguntaba qué lo había hecho enfurecer tanto, tan enojado que había
tenido que sacarlo golpeando un saco de boxeo mientras el sudor le caía
por el cuerpo.

Había estado sin camisa. Sus músculos tan apretados, tan


delgados, que quería hornearle una galleta o al menos hacer pasta para
la cena. Pensando que era una buena idea hacerlo engordar, fui a la
cocina, aunque tenía poca o ninguna experiencia en la cocina, y tomé
un libro de recetas.

¿Qué tan difícil podía ser hacer una cena?

Si, un poco difícil para una novata como yo. Finalmente me decidí
por una lasaña, y cuando eso no funcionó debido a que no sabía qué
diablos estaba haciendo y cómo poner algo en capas, fui y tomé una
lasaña congelada, la metí en el horno y luego limpié el desorden.

Muy segura de que cada Siciliano en el país estaba rodando sus ojos
hacia mí y gruñendo. ¿Qué chica Siciliana no sabía cómo cocinar para
su familia?

Bueno, eso era fácil. Una que no tuviera familia. Una que no conocía
a su propia madre. Alguien que ni siquiera sabría cómo comprar los
estúpidos ingredientes para la lasaña porque nunca se le permitió salir,
ni siquiera para jugar. Alguien que ni siquiera podía hervir agua porque
nunca se le había permitido entrar a la cocina o salir de su habitación a
menos que hubiera sido para brincar de gusto por el placer de su padre.
La familiar punzada de rechazo me golpeó el pecho. No debería
afectarme de esa forma. Realmente no debería. Quiero decir, cuando te
acostumbraste a sentirlo, ¿no deberías dejar de reaccionar? Pero no
podía. Era imposible no reaccionar, no sentir que mi pecho se encogía
cada vez que me sentía menos mujer porque no sabía cómo cocinar,
cómo limpiar, ¡cómo besar por el amor de Dios! Hablaba de un gran
juego, pero me estaba tomando el pelo. Ni siquiera estaba en la banca.
Era una completa extraña, solo rogándole a alguien que me escogiera
para unirme a su equipo.

Y eso era lo que apestaba de querer unirse.

Siempre tenías las esperanzas de que algún día alguien señalara y


torciera su dedo.

Y cada vez que mis esperanzas aumentaban, eran derribadas.

El temporizador sonó. Saqué la lasaña. ¡Nada quemado! En serio


podría haber hecho un pequeño baile en ese mismo momento, pero me
contuve de hacer ruido cuando Phoenix y Sergio entraron en la cocina.

—Huele bien. —Sergio tomó unos cuantos platos—. No sabía que


cocinabas.

—No lo hace —contestó Phoenix justo cuando abrí mi boca.

Hubo ese rechazo nuevamente, bañándome, tomando mi pequeño


triunfo y haciéndome sentir estúpida por emocionarme incluso por el
hecho de que pude encender el horno.

Estreché mis ojos hacia Phoenix y tomé algunos tenedores.

—Pensé que sería bueno cocinar para ustedes, y como realmente no


sé cómo, he decidido enseñarme a mí misma.

—¿Cómo encender el horno? —dijo Phoenix secamente.

Me estremecí. Como, en realidad, me estremecí por su declaración,


tal vez porque lo dijo una vez cuando logré calentar la pizza dentro de la
caja y casi quemé la casa. Uno pensaría que estaría acostumbrada a
sus púas, pero por alguna tonta razón, me olvidé de ponerme mi
armadura esta mañana, y los golpes seguían llegando, apuntando a mi
corazón, mi alma, mis inseguridades.

Sergio suspiró.

—No seas un imbécil Phoenix. —Su mirada era de lástima cuando


me miró a los ojos—. Gracias Bee, luce genial.

Un cumplido.
Un cumplido, y mis ojos ya estaban llenos de lágrimas. Odiaba eso
de mí misma. De hecho, lo despreciaba. Un cumplido, un cumplido real,
incluso dicho sea de pasada, fue suficiente para hacerme un desastre
lloroso, probablemente porque los cumplidos eran tan raros, como joyas
o diamantes. Me había pasado toda la vida siendo humillada, increíble
que solo se necesitara una onza de amabilidad para ayudarme a
enderezar los hombros y mirar a alguien a los ojos. Tomé un plato y se
lo entregué a Phoenix.

Miró el plato y luego mi mano.

—No tengo hambre.

Sergio gimió.

—¿No te acabo de decir que dejes de ser un imbécil? ¿Qué? ¿Cuatro


horas en el gimnasio todavía no pudieron sacar esa mala semilla de tu
sistema?

—Una vez un bastardo, siempre un bastardo. —La mandíbula de


Phoenix se contrajo mientras tomaba el plato de mis manos y lo
colocaba suavemente sobre el mostrador.

—Deberías comer —encontré mi voz—. Necesitarás tu fuerza si


planeas entrenar durante tanto tiempo todos los días… necesitas
calorías.

—Necesito dormir —murmuró por lo bajo. Su camisa sudada


abrazaba su cuerpo, haciendo que sus músculos se vieran tan afilados,
tan definidos que era difícil no mirar—. Voy a hacer un batido de
proteínas y me voy a la cama.

—Pero…

—Bianka.

Phoenix no sonrió. No me dio una palmadita en la mano. No hizo


nada, solo dijo mi nombre, mi verdadero nombre, no el apodo que me
había dado, y retrocedí. Lejos. Conocía esa mirada. No discutas.

—Correcto.

Monté una pila gigante de lasaña en mi plato y comencé a comer


mientras lo miraba por el rabillo del ojo. Brócoli, espinacas, col rizada,
manzanas verdes. En serio, el chico sentía algo por el verde. Volcó todo
en una licuadora y agregó dos cucharadas de proteína en polvo.

—Color —resopló Sergio—. Deberías probarlo.


Poniendo los ojos en blanco, Phoenix metió la mano en el
refrigerador y sacó dos fresas. Las dejó caer en la licuadora y luego le
dio la vuelta a Sergio mientras pulsaba el interruptor. Gimiendo al
principio, la licuadora pronto empezó a girar mientras masticaba los
ingredientes en una desagradable pulpa verde.

Algunas veces odiaba vivir con ellos, pero no tenía otra opción.
Sergio solía estar tan malhumorado que quería echar Prozac a su café
cada mañana, y Phoenix estaba tan atormentado que bien podría ser
Halloween todos los días del mes.

El sonido de la licuadora me hizo despertar.

El gruñido cortante.

Odiaba los ruidos fuertes; mis oídos siempre habían sido sensibles a
ellos, tal vez porque cuando estaba encerrada en mi habitación, todo lo
que escuchaba eran gritos, disparos y el sonido de una aspiradora
golpeando mi puerta una y otra vez. Levantando vidrio, sangre…
¿Quién sabe?

—Disculpen…

Me alejé de la mesa, con las manos temblando y llevando mi plato


hacia el fregadero. Mis pies se enredaron con algo suave y caí hacia
adelante, instintivamente extendiendo mi mano para detener mi caída.
Con un fuerte crujido, el plato se partió en mi mano, y un dolor
punzante explotó en mis dedos cuando los bordes cortaron mi tierna
carne.

—¡Mierda!

Las manos de Phoenix estuvieron sobre las mías al instante,


recogiendo trozos de lasaña y plato. La sangre brotó de mi palma
derecha. Con una mueca intenté alejarme pero su agarre era muy
fuerte. Sostuvo mi mano debajo del grifo y pasó lentamente sus dedos
sobre el corte profundo.

—Necesitas puntadas. —Se giró y fulminó a Sergio con la mirada,


pateando el paño de cocina hacia él—. ¡Y recoge tu mierda del piso,
imbécil!

Traté de contener las lágrimas. Cuando ya no pude, aparté la


mirada y murmuré.

—Estaré bien.

Su agarre se apretó. Lloré más fuerte.

—Vamos.
Mostrando más ternura de la que sabía que posiblemente podría
poseer, me levantó en sus brazos y mantuvo una toalla fresca
presionada contra mi palma.

Sergio no dijo nada, solo observó con los ojos entrecerrados


mientras Phoenix me sacaba de la cocina y subía las escaleras.

—Sostén la toalla fuerte.

Con demasiado dolor para discutir, lloriqueé y apreté la toalla


contra mi palma tan fuerte como mis dedos me permitieron. Apoyé mi
cabeza contras su sudoroso pecho. Se sintió bien; olía bien, como
hombre, como una persona real, en lugar de un fantasma caminando
por la piel de otra persona.

—Lo siento. —La mandíbula de Phoenix se apretó—. Debería


haberme bañado, pero…

—Está bien. —Estaba más que bien—. No me importa.

Un gruñido. Sip, eso es todo lo que le hice, lo hice gruñir y odiar la


comida.

—Abajo.

Me puso en la cama y luego fue al baño. Minuto después, salió con


un pequeño kit.

El sangrado había disminuido, pero aun sostenía la toalla apretada


contra mi mano.

Con un respingo, Phoenix sacó una jeringa y un pequeño vial de


vidrio; volcó el frasco, metió la aguja dentro, retiró el embolo tirando un
poco del líquido. Luego tocó el extremo de la jeringa antes de alcanzar
mi mano.

Me aparté de un tirón.

—¿Qué estás haciendo?

—Arreglándolo para que no llores más —dijo bruscamente, tomando


mi mano entre las suyas y presionando la punta de la aguja
directamente en mi palma.

Dejé escapar un pequeño silbido cuando la punta quemó hasta la


punta de los dedos. Una cálida sensación me inundó, instantáneamente
tomando el lugar del dolor. Entonces toda mi mano se adormeció.

Phoenix apartó la aguja de mi piel, la colocó a mi lado, y luego sacó


algo del kit que parecía súper-pegamento y una gasa blanca.
—No te costuro porque creo que esto debería ser suficiente.

Presionó mi piel junta y luego colocó el líquido en la gran herida.


Cuando estuvo cubierta, con una mano mantenía la piel unida y con la
otra comenzó a envolverla rápidamente alrededor de mi palma.

—¿Dónde aprendiste a hacer esto?

—Prisión.

Sonreí.

Un fantasma de una sonrisa apareció en sus labios y luego


rápidamente desapareció.

—Bastante seguro en nuestro negocio es típico saber cómo reparar


una herida de piel. Los hospitales hacen demasiadas preguntas.

—No es que me hayan disparado.

Sus manos se inmovilizaron sobre las mías y luego comenzaron a


temblar. Cuando traté de mover mi mano izquierda para cubrir la suya
en un gesto reconfortante, él se apartó y se puso de pie como si acabara
de apuñalarlo.

—Entonces… —Señaló mi mano—, deberías estar bien… estoy


cansado.

Bien, esa era mi entrada.

Me puse de pie tambaleante, y me desplomé sobre su cama.

Maldijo y luego sus brazos me rodearon, llevándome fuera de su


habitación hacia la mía.

Un último olor…

Una última memorización de lo que se siente estar en sus brazos.


Protegida. Segura. Especial. Aunque solo sea por un minuto en mi triste
y patética vida.

—Gracias —susurré una vez que estuve a salvo en mi cama y él


estaba a medio camino de la puerta, como si llegara tarde a una
reunión.

Hizo una pausa.

—Sip.

Y eso fue todo.


Capítulo 6
Todo de lo que soy capaz es de dolor; todo
lo que siento es dolor
Traducido por Manati5b

Phoenix

Fui a la cama temprano esa noche. Demasiadas emociones


conflictivas latían en mi mente y estaba harto de tratar de controlar
todo constantemente. Si estaba siendo completamente honesto, ella me
aterrorizaba. Había estado entumecido durante tanto tiempo que
incluso su toque era como quemarse. Todo mi cuerpo cobró vida, y de
repente me recordó de lo que sucedía cuanto estaba con una mujer.

Me aprovechaba de ella.

La lastimaba.

Porque eso es todo de lo que soy capaz.

Yo era peligroso; ella simplemente no lo sabía. Y no sabía cómo


mantenerla a salvo, aparte de alejarla, hacer que me odiara, que se
diera cuenta que no era nada especial.

Las pesadillas me perseguían.

Incluso el olor de las habitaciones húmedas en las que mi padre


había mantenido a las chicas… de alguna manera encontró su camino
en mis pesadillas, haciéndome enfermar casi todas las noches.

Bee era inocente.

Tan. Malditamente. Inocente.

Incluso tocarla me enojaba porque podía jurar que vi la oscuridad


abandonar mi cuerpo e intentaba imprimirse sobre el suyo.
Me estremecí e intenté forzar mis ojos a cerrarse. Mañana era el
primer día del infierno, donde tenía que regresar al único lugar al que
juré que nunca volvería.

El lugar que lo empezó todo.

Eagle Elite.

Mi némesis. Mi maldición.

La puerta de mi habitación se abrió suavemente. Salté de mi cama


deslizando mi cuchillo de debajo de mi almohada y levantándolo por
encima de mi cabeza.

Bee entró, levantando las manos.

—Solo soy yo.

Dejé caer el cuchillo sobre la mesita de noche y me recosté contra


las almohadas.

—¿Qué demonios quieres?

Ella no respondió, pero se estaba acercando. Me di cuenta por la


forma en que el aire cambiaba cada vez que estaba cerca. Mi cuerpo
tembló con la enfermedad y el anhelo sordo cuando el colchón se
hundió bajo la presión de su cuerpo relajándose contra él.

—Phoenix… —Su voz era pequeña, débil—, yo solo… tengo una


pregunta, y no podía dormir, y sé que tu no estarías dormido porque
eres como un vampiro y todo eso.

—Me encanta cuando me despiertas a las dos de la mañana con


cumplidos.

—Pero… —Como siempre, ignoró mi tono irritado y siguió


hablando—. Prométeme que no te reirás.

Suspiré.

—¿Cuándo me has oído reír?

Se quedó sin aliento.

—Buen punto.

Maldición, en lo que respecta a conversaciones de dos de la


mañana, esta estaba llegando al suicidio.

—Así que… —Se aclaró la garganta—, ¿cómo haces amigos?


No es lo que esperaba. ¿En serio le estaba preguntando a un
asesino, jefe de la mafia, ladrón, violador, terrorista emocional por
derecho propio cómo hacer un maldito amigo?

—Ve a tu computadora, escribe Mr. Rogers, ve algunos episodios,


toma notas detalladas y estarás lista.

Mis manos temblaron con el deseo de confortarla, pero esas mismas


manos habían herido a mujeres, lastimado a tantas personas. ¿Cómo
podrían traer consuelo? ¿Cuando todo lo que realmente trajeron fue
muerte?

—Phoenix… —Su voz era suave… demasiado suave.

Solo pude ver el contorno de su cuerpo. Levantó la mano para


limpiar sus mejillas, mi mano chocó con la de ella. Húmedo. Tenía los
dedos húmedos. Demonios.

—¿Por qué estás llorando?

—P…porque… —sorbió—, tú eres el único amigo que tengo, ¡y aun


así no te gusto! ¿Cómo hago para que la gente me quiera? Debo estar
haciendo algo mal, porque no creo que a nadie realmente le guste.
Simplemente me soportan, y yo realmente…realmente… —Sus palabras
se arrastraron juntas mientras hipaba—, podría usar un amigo en este
momento.

Pensó que era su amigo. ¿Qué triste que yo solo fuera su único
amigo? La idea debería haberme repugnado, causado que la alejara. En
su lugar, tuve este deseo loco de acercarla, besar su frente y decir
gracias. Agradecerle por ser mi amiga cuando era la persona menos
simpática del universo, cuando era lo que menos merecía.

Humillado. Mis manos continuaron temblando con la necesidad de


tocarla. Mi cuerpo se calentó y se enfrió todo de una vez.

—Bee, te ira bien mañana. ¿Cómo podrías no gustarle a alguien?

—No te gusto. —Ella se movió, tirando de sus rodillas hacia su


pecho.

—¡Oye! —traté de mantener mi voz ligera—. Pensé que habías dicho


que éramos amigos.

—Los amigos comen la lasaña de otros amigos.


Estaba oscuro, así que era totalmente libre de sonreír sin que viera
que sí, de hecho, tenía sentido del humor y una grieta gigante en mi
armadura emocional.

—¿Eso te haría sentir mejor? ¿Si me comiera un bocado de lasaña?

—Tal vez —dijo con voz ronca—. Pero más bien como un plato.

—¿Es esto una estrategia para hacerme comer un color que no sea
verde?

—¿Y si lo es?

—Las lágrimas funcionan.

Bee se acercó a mí. Casi podía saborearla. El instinto me dijo que


me inclinara hacia adelante, así que retrocedí, lejos de la tentación. Ya
no podía confiar en mis instintos. Eran malvados, como yo.

—Un plato de lasaña… porque dijiste que éramos amigos, y eso es lo


que los amigos hacen.

—Son las dos de la mañana.

—Bien. —Se puso de pie y tendió su mano—. Entonces tal vez el


almidón se adhiera a tu cuerpo y subirás al tres por ciento de grasa
corporal.

Puse mis ojos en blanco y tomé su mano.

En el momento en que nuestros dedos se tocaron, lo lamenté. De


una manera muy grande.

Imágenes inundaron mi cerebro. De besarla, de tirarla a mis brazos,


y luego esas imágenes se convirtieron en algo horrible… recuerdos de
lastimar a esas chicas… recuerdos de sus gritos, sus llantos.

Dejé caer su mano, la mía repentinamente húmeda.

—¿Vienes?

—Sí —susurré, jalando de una camisa del piso y tirando de ella


sobre mi cabeza, cuidando de mantener al menos un pie de distancia
entre nosotros.

Caminamos en silencio escaleras abajo.

Bee se movió rápidamente por la cocina, sacó la lasaña del


refrigerador y la colocó sobre el mostrador. Alcancé un plato, justo
mientras Bee alcanzaba uno; su mano estaba sobre la mía otra vez, su
cuerpo apretado contra mi pecho.

Maldiciendo, retrocedí, dejándole el plato y mi cordura por un breve


momento antes de tomar asiento y dejarla que sirviera la comida.

Aparentemente, pensó que estaba en un campamento de hambruna,


porque la porción que me dio era tan grande que ocupó todo el plato.

—De nuevo… —señalé—, dos de las mañana. No estoy seguro de


poder comer todo esto.

—Puedes —dijo con confianza—. No comes lo suficiente como es. Es


como si te estuvieras castigando o algo así.

—Tal vez lo hago. —Ella quería amistad; bueno, eso significaba


honestidad.

La mano de Bee se cernía sobre el microondas. Sonó un minuto


después. El olor me golpeó en la cara; mi estómago gruñó en señal.

Ella no tenía forma de saberlo.

Pero iba a ser la primera comida caliente real que había tenido en
casi tres meses. Batidos de proteína y huevos fríos en la mañana. Esa
había sido mi vida, mi existencia. Tenía sentido si realmente lo
pensaba. ¿Por qué debería experimentar algún tipo de placer, incluso
con la comida, cuando fui yo quien la cogió de todas las personas con
las que tuve contacto?

Mi cuerpo tembló cuando tomé el tenedor y lo sumergí lentamente


en el queso de encima. Maldición, era como un niño pequeño comiendo
su primer bocado de cereal.

Lasaña oficialmente me aterrorizaba.

¿Qué pasaba si un mordisco era todo lo que se necesitaba para


enviarme fuera del límite? ¿Qué pasaba si ese mordisco, ese único
mordisco de placer me hacía desear lo que había hecho en el pasado?
¿Y si…?

Dejé caer el tenedor y presioné mis palmas sudorosas contra la fría


encimera.

—Lo siento. No puedo.

Bee suspiró y se dejó caer en el taburete a mi lado después de una


breve mirada a los espacios vacíos que dejaron los dos taburetes que
había destruido. Aparte de esa mirada que fue tan rápida que podría
haberlo imaginado, parecía completamente imperturbable.

Maldiciendo, puse los codos sobre la mesa y me incliné hacia


adelante; el sudor comenzó a acumularse alrededor de mis sienes. Me
iba a enfermar.

—Somos amigos, ¿correcto? —preguntó Bee.

No la miré. Pero asentí con la cabeza y logré fuera directa.

—Seguro.

—Entonces, te ayudaré.

Realmente podría prescindir de su tipo de ayuda.

Bee alcanzó el tenedor y le dio un pequeño mordisco, luego


lentamente me lo acercó al rostro.

Giré; la lasaña estaba saliendo del tenedor, burlándose de mí,


rogándome, tentando. Mis ojos se posaron en ella.

Ella asintió.

Mi respiración se volvió errática.

—Es solo lasaña —susurró.

—No, no lo es. —Tragué. Mi estómago rodó con la necesidad de


vomitar—. No para mí.

—Una mordida.

—No sé si pueda.

Ella se encogió de hombros, y luego un dolor punzante golpeó mi


espinilla cuando su pie chocó con él.

—¡Qué diablos! —grité, abriendo la boca, y, lo que ya sabes, el


tenedor encontró su camino dentro.

En el minuto en que la comida golpeó mi lengua, casi me desmayo


por el éxtasis. Masticar nunca se sintió tan bien. No pude recordar un
momento en que la lasaña en realidad sabia tan alucinante, tan
explosiva. Tragué saliva y volví a mirar con avidez el tenedor.

Bee se encontró con mi mirada y me guiñó el ojo, luego volvió a


sumergir el tenedor en la lasaña.
—Aquí viene el pequeño avioncito.

Luché jodidamente mucho por no sonreír.

—¿Son esos dientes los que veo? —Se inclinó hacia adelante—.
¿Está Phoenix De Lange… sonriendo?

—Una cosa a la vez. —Forcé bajar la sonrisa—. Está bien Bee.

—¿El avión? Porque puedo hacer el chu-chu tren también.

—No. —¡Maldita sea ella! Esa sonrisa me hizo querer… tan


desesperadamente—. La lasaña… aunque tuve que ganar un moretón
para probarla.

—Si no hubieras sido tan difícil.

—¡Ja! —Asentí—. Soy bueno en lo difícil.

—Cierto. —Me entregó el tenedor—. ¿Crees que puedes manejar esto


por tu cuenta campeón?

Asentí, tomando el tenedor en mi mano temblorosa. La segunda


mordida fue difícil porque lo hacía por mí mismo. Seguía esperando que
se burlara de mí. ¿Qué perdedor no podía comer? ¿Qué perdedor estuvo
tentado a vomitar ante la idea del placer? Yo. Solo yo. Estaba enfermo.
Siempre estaría enfermo.

Terminé la comida en tiempo record, mi cuerpo estaba tan lleno que


pensé que podría tener que vomitar.

Con un suspiro, me levanté de mi asiento, y puse mi plato en el


fregadero, cuidando de lavar los remanentes antes de colocarlo en el
lavaplatos.

Bee se movió a mi alrededor en silencio; dejó su plato de lasaña de


regreso en el refrigerador y cerró la puerta.

—Así que… —Bee se apoyó contra el mostrador, cruzando sus


manos.

No había notado lo corto que eran sus pantaloncillos o lo apretada


que era su camiseta sin mangas. Miré hacia otro lado, avergonzado de
haberlo notando, enojado porque había suficiente luz para ver el
contorno de su cuerpo.

—… sobre hacer amigos.


—Bee… —Apreté la mandíbula y me froté la cara con las manos—.
Mira, todo de lo que te tienes que preocupar es en ser tu misma. La
gente te amará. Lo prometo.

—Ni siquiera puedes mirarme, ¿y esperas que te crea?

Suspirando, lentamente giré mi cabeza. En el momento en que mis


ojos encontraron los de ella, perdí la capacidad de hablar. Mis dedos
temblaron y mi cuerpo zumbó. Di un paso hacia ella, luego otro, hasta
que mi cuerpo casi la empujó contra el mostrador. El calor de ella me
golpeó en ondas lentas y eróticas.

—Sé tú misma —susurré, colocando mis manos contra la fría


encimera de granito, cuidando de no dejar que mis brazos rozaran su
cuerpo—. Y ellos te amarán.

—Ser yo misma —repitió, sus ojos recorriendo mis labios y mi


barbilla—. ¿Qué pasa si eso no es suficientemente bueno?

—Lo es —dije con voz ronca—. Me hizo comer la lasaña… la primera


comida real que he tenido desde… —Sacudí la cabeza—. En mucho
tiempo. Tienes un buen corazón Bee. Solo deja que lo vean.

—¿Y tú estarás conmigo? —Su inocente mirada sostuvo la mía.

—Sí. —Tragué la resequedad de mi garganta—. Estaré ahí,


dispuesto a dispararle en el acto a cualquiera que te arroje de regreso
tu amistad a la cara.

—Como lo hiciste tú.

Atrapado, solo pude mirarla y darle un patético asentimiento.

La mano de Bee se movió hacia mi pecho. No me alejé. Debería


hacerlo. Pero no lo hice. La calidez se sentía demasiado bien. Me
estremecí. Luego enloquecidamente me incliné.

—Guau ¿aperitivo de medianoche? —La voz de Sergio sonó desde lo


que parecía una milla de distancia.

Me hice para atrás y le puse los ojos en blanco.

—Sip, estaba… hambriento.

Bee sonrió y se movió a mí alrededor.

—Sergio, ¿también necesitas algo de comer?


—No. Solo agua. —Sus ojos se estrecharon en mi dirección—. Es
tarde. Ustedes dos deberían estar durmiendo.

—Él lo estaba —dijo Bee con confianza—. Luego lo forcé a


levantarse, decirme cómo hacer amigos y comer comida que tuviera
color.

—Guau, ¿lograste todo eso? ¿En las primeras horas de la mañana?

—¡Es magia! —Levantó los brazos al aire y luego bostezó—. Y estoy


cansada… nos vemos en la mañana chicos.

El sonido de sus suaves pasos golpeando las escaleras finalmente


me permitió respirar tranquilo. Eso fue hasta que Sergio se dirigió hacia
mí y dijo con voz fría:

—¿Qué diablos piensas que estás haciendo?

—Estaba durmiendo… —Puse los ojos en blanco—, luego la


princesa necesitaba lecciones… y me alimentó a la fuerza, y ahora me
voy a volver a dormir. ¿Por qué? ¿Eso te molesta?

—Solo… —Sergio se pasó la mano por su cabello largo y oscuro—.


Ten cuidado… ella no es tuya.

—Confía en mí. —Pasé junto a él y susurré—: Soy muy consciente.


Capítulo 7
Phoenix y lasaña: de lo que los sueños
están hechos
Traducido por Rimed

Bee

Soñé que Phoenix estaba en un desfile montando un globo gigante


de lasaña… me miró, guiñó un ojo y me dio un tenedor, entonces nos
besamos.

Nadie nunca dijo que los sueños tenían que hacer sentido.

El beso había sido increíble… cálido y apasionado. Sus labios


probaron los míos, me exploraron, realmente se tomaron el tiempo de
persuadirme hasta que estuviera lista. Si pudiera soñar así cada noche,
moriría feliz. Ni siquiera estaba segura de cómo me las arreglé para
conjurar un beso tan ardiente, considerando todo. Sólo había besado a
un chico en mi vida, y había sido más un sabotaje. Él me besó en una
de las cenas familiares. Lo empujé a la piscina y mi padre me dijo que
era una mancha en el apellido familiar.

Un año después el mismo chico intentó manosearme.

Cuando le conté a mi padre, me preguntó por qué no le había dado


al chico lo que quería, cuando claramente lo había estado pidiendo.

Claro. Había pedido eso y no siquiera estaba segura de lo que eso


era.

Ese era el problema con llegar a la pubertad tan temprano. Te ves


mayor cuando tienes quince, y a los dieciocho ya lucía como de
veinticinco o veintiséis, una mujer de mundo, experimentada, sexual,
emocionante.

No era ninguna de esas cosas.


Ninguna.

Rápidamente me preparé para el día, con cuidado de maquillarme


perfectamente ya que era la única cosa sobre la que tenía control. Mi
uniforme se veía estúpido, pero no había cómo evitar eso. Hacia arriba
me veía completamente femenina; mi cabello estaba suelto y rizado,
llevaba labial rojo y mis mejillas tenían suficiente color para lucir
saludables.

Desde el cuello hacia abajo… parecía un confundido niño de primer


grado. ¿Pantalones kaki? ¿Un suéter? Pero me quedé con el atuendo
que había elegido Phoenix, porque… bueno, era Phoenix y le debía
después de anoche.

Todavía no podía entender por qué la lasaña puso el temor de Dios


en él, o por qué tembló visiblemente cuando intenté alimentarlo.

También decidí que incluso si era malo conmigo, iba a seguir


cocinando para él, o en mi caso, ordenar para llevar. Claramente le
gustaba la comida, simplemente no quería, porque era raro, ¿o tal vez
tenía algo contra la comida no orgánica? Iba a averiguarlo aún si me
mataba.

Para cuando terminé de bajar las escaleras, ya estaba atrasada.

—¡Bee! —La voz de Sergio resonó por la casa—. ¡Date prisa!

—¡Me estoy apurando! —grité mientras hacía mi camino a la cocina.

Ax, el hermano de Sergio, estaba sentado con su esposa, Amy, en la


mesa del desayuno en una profunda conversación con Phoenix. Amy
era increíble, pero tan pronto se casaron ella y Ax, consiguieron su
propio lugar y solo visitaban algunas veces a la semana.

Por otra parte, estaban dichosamente felices y casados, así que se


merecían ese tiempo privado.

El rostro de Phoenix era asesino mientras miraba a Ax y luego a


Sergio. Sus ojos finalmente encontraron los míos, y por un breve
momento, pensé que iba a sonreír. Estaba lista para eso, lista para su
aprobación, lista para que una tonta sonrisa golpeara su rostro, o
quizás incluso una de agradecimiento. Especialmente luego de anoche.

¿En su lugar?
Miró, sí, en mi dirección como si yo fuera tan interesante como el
papel tapiz y luego volvió a mirar su batido verde. Momento especial
oficialmente inexistente.

Hice a un lado el rechazo y plasmé una sonrisa en mi rostro


mientras me uní a todos y me senté.

—Nop. —Sergio señaló su Rolex—. Vas a llegar tarde para tu


primera clase si no te vas ahora.

—Gracias, papá —dije suavemente, tomando un bocado de la seca


tostada frente a mí y alcanzando el zumo de naranja.

Sergio no sonrió.

No es que esperara que lo hiciera. Era muy parecido a Phoenix en


ese sentido. Necesitaban un poco de diversión en sus vidas. Era algo
bueno que fuera una experta en entretenerme a mí misma, de otro
modo, probablemente me volvería loca viviendo con ellos.

—Él tiene razón. —Phoenix se levantó y asintió hacia Ax—. Y gracias


por la información. Me mantendré atento.

—Estudia mucho. —Sergio tosió en su mano y sonrió con


suficiencia en dirección a Phoenix.

—Ríete, imbécil —murmuró Phoenix y luego metió una pistola en la


parte posterior de sus ajustados jeans, tirando de su camisa por sobre
ella.

—Um… —señalé—. ¿Qué estás haciendo?

—¿Levantándome?

Puse los ojos en blanco.

—No me digas, ¿en serio? No me había dado cuenta de que tienes


dos piernas saliendo de ese delicioso cuerpo tuyo.

Guau, ni siquiera un sonrojo, ni una señal de una sonrisa, solo una


dura y fría mirada. Dos pueden jugar ese juego.

—¿Cómo se supone que haga amigos si le disparas a todos? —Crucé


mis brazos.

—La chica tiene un punto —dijo Ax en voz baja.

Phoenix se movió alrededor de la mesa y agarró mi brazo.


—Vamos a llegar tarde, no discutas. Llevaré el arma, te mantendré a
salvo, tú has amigos, yo solo les dispararé si hacen algo que me
moleste.

—¿Qué? ¿Respirar?

—Claro. —Phoenix asintió—. Si respiran raro, considéralos muertos.


Cuidado con quien eliges, pequeña.

Lo odié nuevamente. Odié que para él fuese tan fácil pasar de un


pequeño y acogedor momento de lasaña a un asesino de sangre fría con
la necesidad de distanciarse de mí de cualquier modo posible. Por otra
parte, estaba tocándome. Sin embargo, como si fuera una señal, soltó
mi brazo y se limpió la mano en sus pantalones, como si estuviera
enferma, y abrió la puerta trasera que llevaba al garaje.

Me moví para entrar en mi auto, pero fui detenida nuevamente por


las manos de Phoenix.

—¿Qué? —espeté, dándome la vuelta en sus brazos—. ¿Qué podría


haber hecho ya que tiene tus pantalones en una mano?

Frunció el ceño, sus ojos azules fríos como el hielo.

—No hay alguna posibilidad en el infierno de que conduzcas.

—¿Por qué no?

—Porque no es… —Miró alrededor, sus ojos yendo de mí al auto—,


seguro.

—¿Para mí o para los peatones?

—Para ambos. —Phoenix suspiró y se pellizcó el puente de la


nariz—. Y todo tiene que ser una discusión contigo. ¿Quién tiene la
pistola, Bee?

—Si dijera que ambos, ¿me desnudarías para buscar una?

Phoenix maldijo.

—No. Dejaría que Sergio lo hiciera. Sé lo mucho que disfruta esa


tarea.

—Alguien está gruñón esta mañana.

—Probablemente por toda esa comida pesada que comí anoche.


—Culpa a la reconfortante comida todo lo que quieras… pero te
gustó.

—Eso no es sobre la lasaña. Esto es sobre ti irritándome como el


infierno para tu entretenimiento. Ahora, estoy pidiéndolo amablemente,
por favor, sube al auto, mi auto, y te llevaré a la escuela, donde prometo
no apuntar mi arma a nadie que no lo merezca.

Resoplé.

—¿Ese eres tú pidiéndolo amablemente?

—Sí. —Cruzó sus brazos frente a su amplio pecho—. ¿Ahora qué


será?

—Como si tuviera una opción —murmuré y lo pasé rozando,


intentando sacarlo de balance, pero fue como un ratón corriendo de
cabeza a un acantilando. Le dolía al ratón y hacía que el acantilado se
riera a carcajadas.

—Ya era hora. —Phoenix quitó el seguro de las puertas de su


brillante Mercedes negro.

Tenía una realmente desesperada necesidad de arañar la manilla de


mi puerta o al menos estornudar en la tapicería, pero probablemente ni
así obtendría una reacción de él. Estaba aprendiendo que incluso las
reacciones negativas eran algo que ansiaba, porque al menos era algo.
¿Qué tan disfuncional podía ser?

Una vez que estuvimos de camino, Phoenix eligió la música correcta


para nuestro viaje. Digo correcta porque, según él, uno no comenzaba el
día escuchando hip-hop o algo remotamente divertido. No. El Sr. Rogers
me tenía escuchando música clásica.

Clásica.

Mozart, para ser exactos.

No es que no fuera una fanática de las artes, ¿pero en serio? Solo


parecía tan contrario a lo que esperarías de él. Era el chico malo en
persona; como si pusieras su nombre en el diccionario, justo al lado
estaría “Y madres advertían a sus hijas de mantenerse lejos, pero el
corazón quiere lo que el corazón quiere, y ese corazón quiere ese cuerpo…
malo.”

Él era todo músculo y abdominales apretados.


Y podría haber jurado que tenía un hoyuelo, pero en realidad nunca
lo había visto. El hoyuelo de Phoenix era como Pie Grande; había visto
atisbos en fotos y por rumores, pero nunca lo había visto por mí misma.

Algún día.

Un día lo vería y tomaría una foto mental, o cinco. Tal vez diez. No
hace falta decir que, si tuviese una foto de sus sonrisas, sería algo
mágico.

Sus manos se aferraron al volante tan fuerte que tuve un breve


momento de pánico pensando que realmente iba a arrancar la cosa del
tablero y colapsar. ¿La parte triste? Casi lo esperaba. Él no estaba
actuando normal… bueno, siempre estaba de mal humor, pero esta
mañana parecía francamente suicida.

—Así que… —Intenté aislar los instrumentos que atacaban mi


cordura—. Fuiste a la Elite Eagle, ¿no?

Estuvo callado por un minuto y luego dio un rápido asentimiento.

—Guau, no hables tan rápido. Casi no te entendí.

Y grillos. De nuevo.

Aclaré mi garganta.

—¿Te graduaste?

—Algo así.

—¿Cómo que algo así?

—¿Trajiste dinero para el almuerzo? —preguntó con voz tensa.

Me quedé boquiabierta.

—¿Me acabas de preguntar si traje dinero para el almuerzo?

Se encogió de hombros.

—Me estás llevando a la escuela, fuerzas Mozart por mis poco


sensibles oídos matutinos y acabas de preguntarme su tengo dinero
para leche.

—Estoy preocupado de que comas. Demándame.

—Estoy bastante segura de que el jefe Nicolasi puede permitirse


disponer de unos cuantos dólares para un sándwich y una lata de
bebida.
—No bebida.

—¿Quién murió y te hizo mi abuelo? En serio. Quiero saber para


poder robar tu arma y apuntarla a él.

—Nadie toca mi arma.

—¿Cuál?

Sonreí, esperando que encontrara el humor en mi insinuación


sexual, pero ¿a quién estaba engañando? Era Phoenix. Simplemente
gruñó, puso sus ojos en blanco y continuó manejando.

En un momento de pura rebelión, desabroché los dos primeros


botones de mi blanca camisa con cuello.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —preguntó, su voz


calmada, sus ojos aún en el camino.

—Guau, realmente eres como un padre. Puedes verme incluso


cuando no estás mirando.

—Abotónate esa mierda hasta el mentón antes de que detenga este


auto.

—Pon Jay-Z y hablaremos.

Más maldiciones.

Desabroché otro botón.

—Hija de puta, eres una molestia.

—¿Esta es nuestra primera pelea de amantes?

—¿Había drogas en tu tostada? —Finalmente me miró, sus ojos


azules congelándome hasta los huesos—. Sé sería. No quiero ser
llamado a la oficina del decano porque estás drogada.

—¿Me veo como si estuviera drogada?

—¿Es una pregunta capciosa?

Phoenix giró el volante y de repente estábamos frente a una gran


puerta de hierro forjado.

—Es una prisión —exhalé.

Phoenix tragó, sus ojos lentamente levantándose hacia la puerta


mientras entrábamos.
—Sí, algo parecido.

—¿Por qué estás temblando?

Su rodilla derecha parecía algo sacado de Adictos Anónimos,


mientras que sus dedos se apretaban alrededor del volante como si de
repente tuviera miedo de conducir por los largos caminos flanqueados
por árboles.

—No estoy temblando. ¿Estás drogada?

—Está bien, piernas inquietas. —Alcé las manos en señal de


rendición—. Y no, no estoy drogada, pero tu preocupación es tomada en
cuenta.

Aparentemente, ese fue el fin de nuestra conversación. Los


siguientes cinco minutos fueron ocupados por mí viendo entre la pierna
fuera de control de Phoenix y fuera de la ventana al enorme campus.
Los árboles crecían por doquier, esparcidos por los terrenos como
basura cósmica. Y entre los árboles se extendían hermosos edificios
antiguos de ladrillo que parecían algo sacado de una película.

Cuando el auto se detuvo frente a un gran edificio de tres pisos con


un cartel gigante que decía BIENVENIDOS PRIMER AÑO, casi vomito.
Mis manos se juntaron, frotándose para quitarse la viscosidad, puse
una sonrisa confiada cuando en realidad quería rogarle a Phoenix que
girara el auto y me dejara esconderme bajo las sábanas.

Nunca había estado en una escuela.

Nunca.

Diablos, nunca había estado de hecho en público. Olvídate de hacer


amigos. ¿Cómo iba a sobrevivir en una multitud?

—¿Nerviosa? —preguntó Phoenix, apagando el auto.

—Por supuesto que no. —Cuadré mis hombros y levanté mi


tembloroso mentón mientras descaradamente combinaba una mentira
con la otra—. Te tengo a ti… mi único amigo… conmigo.

—Ahora mismo tu guardia de seguridad. —Suspiró—. No tu amigo,


así que no vayas asumiendo que voy a pintar tur uñas y cargar tus
libros.

—¿Qué pasa si mis libros son pesados?

—Te conseguiré un vagón.


—Encantador.

—Lo intento. —Abrió la puerta del auto, y podría haber jurado que
lo oí murmurar—: Mierda, odio este lugar.

Justo cuando salí del auto, otros dos autos se detuvieron, como algo
de una real película de la mafia.

Autos negros.

Ventanas tintadas.

Y la multitud a nuestro alrededor creció.

Incluso aún más nerviosa que antes, corrí alrededor del auto y
alcancé la mano de Phoenix. Probablemente estaba demasiado
sorprendido para alejarse como normalmente lo hacía, porque la apretó
con fuerza dentro de la suya. La tranquilidad me invadió. Iba a estar
bien. Todo iba a estar bien.
Capítulo 8
¿Recuerdos mientras caminas por el
campus? ¡Inscríbeme!
Traducido por Yiany

Phoenix

Bee en serio me hizo repensar mi decisión de dejar de beber alcohol,


lo que realmente no fue un punto a favor de nuestra nueva amistad,
considerando que tenía que estar con ella veinticuatro-siete. Tendría
que trabajar más duro, esconder un frasco en mi bolsillo o simplemente
disparar cosas cuando llegara a casa todas las noches.

Que Dios nos ayude a todos, si me pide que la ayude con la tarea.

Me encogí cuando su mano tocó la mía. No porque fuera tan imbécil


que me fuera repulsiva, todo lo contrario. Tenía que permanecer
insensible a ella, inquebrantable. De la forma en que lo veía, si
continuaba manteniéndome frío, eventualmente encontraría a alguien
para mantenerla caliente. Las chicas como Bee no podían evitar atraer a
las personas, atraer a los hombres. Pero la idea que los chicos se
acercaran a ella realmente me tenía con ganas de disparar cosas o
beber y, mira eso, un círculo completo, de vuelta al alcoholismo.

No estaba seguro de cómo lo habíamos cronometrado tan perfecto,


pero Nixon, Chase y Tex, los otros jefes, malvados por derecho propio,
habían elegido ese momento exacto para llegar a la escuela.

Lo que significaba que los teléfonos con cámara en todas partes se


estaban congelando.

Hace años, The Elect, los cuatro, habíamos comenzado Eagle Elite,
pensando que éramos intocables; hubo rumores entre los estudiantes
sobre lo que hicimos, sobre quiénes éramos, pero siempre nos reímos.

Nadie se reía ahora.


Porque eso fue hace otra vida, cuando todavía éramos niños
jugando con armas. Nuestra realidad se nos impuso tan rápido que ni
siquiera tuvimos tiempo de respirar o hacer la transición. Todos
pasamos de hombres hechos a jefes en el lapso de dieciocho meses.

En el momento en que Nixon Abandonato salió de su auto... lo supe.


Ni siquiera estaba mirando en su dirección, y lo sabía.

Bocas abiertas.

Los teléfonos con cámara fueron levantados.

Las chicas se estaban abanicando.

Y la mano de Bee apretó la mía más fuerte.

Eché un vistazo al Range Rover justo cuando Chase emergió,


ganándose un chillido femenino de la multitud, y luego finalmente Tex,
el Cappo, también conocido como JMV2, de las familias surgió con sus
gafas de aviador. Una pistola hacia arriba, atada dentro de una
chaqueta de cuero para que todos la vean. Era difícil pasarlo por alto.

Mierda... las cosas se volvieron reales.

Los chillidos cesaron.

Hablando de una entrada.

No importaba si las personas intentaban subir a YouTube o si


publicaban en Facebook. La seguridad en Elite estaba controlada por
nosotros, porque Nixon aún era dueño de la maldita escuela, así que
sí... no estábamos preocupados por hacer CNN, pero aun así, al menos
podrían haber intentado volar por debajo del radar.

No envidiaba un poco a Sergio; probablemente lo estaba pasando


muy mal cerrando todas las redes sociales alrededor del Ethernet del
campus.

Además, ¿qué podrían probar las imágenes? ¿Algunos tipos ricos


saliendo de buenos autos? ¿Uno tiene un arma pero tiene una licencia
para portarla? Podría ser un agente federal por todo lo que sabían, pero
los estudiantes no eran estúpidos. Las historias de las escapadas de
Elect todavía corrían desenfrenadas por todo el campus, a pesar que
todos nos habíamos ido.

2
N.T. Jugador Más Valorado.
Mi estómago se apretó cuando mi mirada se posó en mis amigos, los
tres tipos que hace unos años me habrían disparado. Les había
escondido todo, la enfermedad de mi mente y la tortura de mi padre.
Volver a Elite fue una idea de mierda, pero no tuve otra opción.

Las chicas, o esposas como me gustaba llamarlas, salieron del auto.


Primero Mo, la hermana de Nixon y esposa de Tex, su largo cabello
oscuro recogido en una coleta alta. Me saludó con la mano. No le
devolví el saludo. No sentí la necesidad de soltar la mano de Bee, y mi
otro brazo estaba ocupado retorciéndose con la loca necesidad de
agarrar la otra. Correcto, así que estaba preocupado.

Trace siguió a Mo y se lanzó a los brazos de Nixon. Luché contra


una sonrisa. Desde nuestra pequeña sesión de entrenamiento, las cosas
no habían estado tan tensas entre nosotros. Casi podía verla como una
amiga en lugar de una víctima. Pero a veces por la noche, su rostro
todavía me parecía una pesadilla, y solo por esa razón, mantenía una
cantidad saludable de espacio entre nosotros.

Mil, mi hermanastra, realizó una elaborada arcada falsa mientras


seguía a Trace y luego besó a Chase tan agresivamente que casi alcancé
mi arma. No dejaba de olvidar que estaban casados, y aún me costaba
mucho cuando la devoraba frente a mí. Como de costumbre, sus ojos
encontraron los míos después de besarla, y una sonrisa burlona se
extendió por su rostro.

Con todo, un gran comienzo del día. Súper genial comienzo de


mierda.

Nixon caminó lentamente hacia mí. Manos en los bolsillos, listo.


Gafas de aviador, listo. Gran arma sobresaliendo de la funda contra su
espalda, listo. Mirada cabreada, listo. Maldición.

—¿Están bien? —preguntó, dirigiendo la pregunta más a Bee que a


mí.

Ella asintió y se acercó a mí, justo cuando Tex se acercaba, sus ojos
enfocados en nuestras manos apretadas. Cuando intenté apartar la
mía, Bee pisoteó mi pie. Hice una mueca y miré hacia el cielo mientras
Tex se ahogaba con su risa.

—¡Estamos genial! —dijo Bee un poco forzado, si me lo preguntas—.


Y Phoenix me enseñó todo sobre cómo hacer amigos anoche, ¡así que
estoy lista para ir!
—¿Lo hizo? —preguntó Nixon secamente—. ¿Estás bromeando,
verdad?

—¡No! —Bee seguía hablando incluso cuando me comuniqué


telepáticamente con ella para jodidamente callarla.

Tex metió las manos en los bolsillos e inclinó la cabeza en lo que


solo podía suponer que era diversión a mi costa.

—¿Y qué gran sabiduría te impuso Phoenix, hermanita?

—Bueno... —Su sonrisa era malvada.

Por favor, Dios, deja que las drogas o cualquier estado de ánimo en el
que se haya despertado estén fuera de su sistema. Muda. Déjala callar.
Amén.

—Cuando quiera llamar la atención de un chico, todo lo que tengo


que hacer es sonreír y saludar.

Respiré cautelosamente. Hasta aquí todo bien.

—¡Y si eso no funciona, desabrocho algunos botones y guiño!

Tex gruñó. En voz alta. Como un perro. Su fría mirada parpadeó


desde la blusa hacia mí, la amenaza evidente en sus helados ojos azul
oscuro.

—Ah, y también dijo que si alguien me ofrece un trago, siempre


debería tomarlo y beberlo todo para no ofenderlo.

Cerré los ojos, deseando que un asteroide golpeara la tierra.

—También dijo muchas cosas sobre sacudir mi trasero y saltar


sobre las mesas, pero me desconecté después de que encendió la
música de stripper. Quiero decir, creo que los dos estábamos bastante
distraídos en ese momento, ¿mmm, Phoenix?

Abrí un ojo y luego el otro.

Tex parecía listo para romper mi cuerpo por la mitad... al menos


tres veces por si acaso, y Nixon parecía que estaba demasiado dispuesto
a ayudar en caso que Tex tuviera un problema para quitarme la piel de
los huesos.

—Y cuando eso no funcionara... —Bee resopló—, dijo que


consultara el Barrio del Sr. Rogers.

Tanto Tex como Nixon se echaron a reír.


No lo hice.

¡Lo había dicho en serio! En mi opinión, no había nada mejor que


ver a Daniel el Tigre decirle a un niño pequeño cómo hacer un amigo y
no ser tímido. Pero lo que sea; su pérdida. Esa mierda me había llevado
a la escuela primaria cuando era demasiado pequeño para golpear a
alguien... cuando era demasiado pequeño para defenderme de la ira de
mi padre.

Bee finalmente dejó caer mi mano.

—Estaré bien, hermano. Te preocupas demasiado. Y Nixon, deja de


fruncir el ceño. Te ves poseído.

—Lo está. —Tex tosió las palabras en su mano.

—Hilarante. —Nixon le dio un codazo— ¿Segura que vas a estar


bien? Sé que las cosas no han sido fáciles.

—Tengo a Phoenix —dijo Bee simplemente, haciéndome sentir como


de sesenta centímetros de altura porque no estaba lo suficientemente
orgulloso como para pensar que eso sería suficiente para ayudarla.
Nunca sería suficiente.

Los chicos guardaron silencio por un minuto.

Bee los desafió a todos con una mirada, defendiéndome y


haciéndome sentir que me habían castrado al mismo tiempo.

—Tienes razón —dijo finalmente Nixon, asintiendo—. Solo mantenlo


cerca.

Realmente podría haberlo hecho sin esa última parte.

La cercanía no iba a ayudar a la situación. Distancia. Eso era lo que


necesitaba.

—Y llámanos... —agregó Tex—, si pasa algo, como si te asustaras


o... algo. —Se movió torpemente.

Bee le dio una palmada en el hombro.

—Prometo que si los grandes matones me persiguen por el pasillo y


me llaman estúpida, te enviaré un mensaje de texto para que me
recojas, pero Phoenix trajo su arma, así que creo que estamos bien.

—Sabes que es ilegal, ¿verdad? —preguntó Tex.

Solté la mano de Bee y crucé los brazos.


—Sabes que es tu hermana... ¿verdad?

—Y esa es nuestra señal. —Las cejas de Nixon se arquearon cuando


alejó a Tex de nosotros—. Diviértete, Bee, y recuerda que las chicas son
todas de clase alta, pero siempre puedes pasar el rato con ellas entre
clases.

Bee los saludó mientras regresaban con Chase y al resto de las


chicas.

Diez minutos después, y quedé atrapado con cuatro mujeres.

Básicamente, si el infierno decidió venir a la tierra, yo estaba en


medio de él, rodeado de perfume y uñas afiladas.

—Entonces... —Bee volvió a tomar mi mano—. ¿Vamos a explorar la


escuela?

Solté un gemido, alejando su mano.

De repente, sudoroso, dejé que mis piernas de madera me llevaran


por el campus, mordiéndome la lengua, saboreando la sangre en mi
boca. Odiaba este lugar. En todas partes que veía me asaltaban los
recuerdos.

El primer día que Trace llegó a Elite.

Las advertencias de Nixon.

Miré hacia el edificio del registrador, sabiendo que el edificio al lado,


la sede de los Elect en ese momento, me estaría mirando. Había llevado
a Trace allí.

Me dolía tanto el pecho que parecía que iba a romperse.

—Está bien, Phoenix. —Trace habló por primera vez, empujándome


a un lado—. No dejaremos que te lastimen.

Algunas chicas pasaron y saludaron en mi dirección.

—Ah, ella sabe bromear. —Logré sonreír antes de darme cuenta de


que lo estaba haciendo.

Bee dejó escapar un fuerte jadeo.

Dejé de caminar.

—¿Qué?
—N-nada. —Sus mejillas se sonrojaron de un rojo brillante—. Yo
solo... nada.

—¿Nerviosa?

—Sí. —Asintió con entusiasmo—. Eso es.

—Bueno, terminemos con eso entonces. —La aparté de las chicas y


me despedí—. Tu primera clase es por aquí.

—Correcto.

Me incliné y miré a sus ojos brillantes.

—¿Estás segura de que no estás drogada?

—Ja, ja. —Su voz estaba sin aliento—. Más caminar, menos hablar.

—Leíste mi mente, pequeña.


Capítulo 9
Su sonrisa fue como el sol
Traducido por 3lik@ & Yiani

Bee

La gente me miraba fijamente, y ni siquiera intentaban ocultarlo.


Phoenix mantuvo una distancia prudente detrás de mí, y me hizo sentir
aún más sola que antes. Era como si estuviera tratando de mostrarle a
todos los que me veían que no quisieran tener nada que ver conmigo.
En absoluto.

Cuando intenté aminorar el paso, él también lo hizo. Cuando lo


aumenté, él solo fue lo suficientemente rápido como para seguirme el
ritmo.

Pasé mi salón a propósito.

Phoenix se aclaró la garganta.

Puse los ojos en blanco, retrocedí y crucé la puerta. Veinte y tantos


pares de ojos cayeron sobre mí; todos se quedaron completamente en
silencio. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que era lo único que
podía escuchar mientras la sangre subía por mis mejillas. Todos ya
estaban sentados. Mierda, realmente llegué tarde.

Con una sonrisa nerviosa, abrí la boca para decir algo cuando
Phoenix se acercó suavemente y se aproximó al profesor. Sonrió,
jodidamente sonrió, de la misma manera que lo había hecho con Trace.
¡Lo sabía! Sabía que no me estaba volviendo loca. Un hoyuelo, en su
mejilla derecha, uno muy profundo y sexy. Me mordí el labio inferior
para no suspirar en voz alta.

El profesor se rió de algo que dijo Phoenix, que inmediatamente


hirió mis sentimientos. ¿Por qué no podía reírse conmigo? ¿Bromear
conmigo? ¿Era tan irritante? Eso debía ser. Era irritante como la
hermana pequeña que nunca quiso pero que estaba obligado a estar.

Quien lo alimentó con lasaña a las dos de la mañana y no se callaba


incluso cuando me lo pidió amablemente. Pero no era como si pudiera
apagar mi personalidad brillante; él solo sacó a relucir la necesidad de
que me metiera en un buen combate verbal. De nuevo, era mejor que
nada.

—¿Señorita Campisi? —El profesor se dirigió a mí, inclinando la


cabeza hacia un lado—. Por favor, tome asiento en la parte de atrás.

Puse mi cabello detrás de la oreja y rápidamente me dirigí a la parte


de atrás de la clase. Justo cuando estaba a punto de llegar a la mesa
vacía, el pie de un chico salió disparado y casi me hizo tropezar.

Con un paso rápido, me las arreglé para evitar la colisión y luego me


incliné, como si tuviera que arreglar la pierna del pantalón, y susurré:

—Inténtalo de nuevo, y le pido al hermano que te ordene una paliza.


Mejor aún, lo haré yo misma. Puedo ser nueva en la escuela, pero tú
estás en mi mundo. Y en mi mundo, no soportamos a los matones. Les
disparamos. —Hice una pausa mientras me levantaba—. ¿No escuché
tu nombre?

Mi voz tenía un ligero temblor, pero él no pareció notarlo. Solía


atacar cuando estaba asustada, y en ese momento con todos esos
chicos, en una escuela, estaba aterrorizada, lo que significaba que iba a
estar en el extremo receptor de mi ira. Suertudo.

El chico palideció, su piel hacía juego con su cabello rubio. Abrió la


boca y luego la cerró.

—¿Algún problema? —preguntó Phoenix, viniendo detrás de mí; sus


manos tocaron mis hombros brevemente antes de empujarme hacia el
escritorio.

Me di vuelta y me encogí de hombros.

—Nada que no pudiera manejar.

Phoenix se quedó quieto mientras yo tomaba asiento. Con una


sonrisa de suficiencia —no sexy, pero una que me hizo querer
retroceder y levantar mis manos en señal de rendición— se sentó a mi
lado y se inclinó hacia adelante, susurrando en voz baja:

—¿No escuché tu nombre?


Me quedé sin aliento. Había repetido mis palabras.

—B-brian —susurró el chico.

—Escucha... Brian. —Phoenix se burló un poco.

El profesor, claramente inconsciente de lo que estaba sucediendo en


la parte de atrás de su salón de clases, continuó hablando sobre
expectativas y reglas.

Pero Phoenix estaba estableciendo sus propias reglas y expectativas.

—Veo que la miras de una manera que personalmente me ofende...


Corto tu dedo y luego se lo envío a tus padres como un recordatorio
para enseñarle a su hijo algunos modales. Confío en que podrás
mantener toda la negatividad para ti mismo. Después de todo,
queremos que tu experiencia universitaria sea positiva, ¿no? De
acuerdo, primero tienes que vivir mucho tiempo.

El chico comenzó a temblar visiblemente.

—Lo siento... eh, Sr. um...

—Phoenix… —Sus dientes chocaron—, De Lange.

—Mierda —murmuró el tipo antes de levantarse de su asiento y salir


corriendo por la puerta.

El profesor nos miró a los dos con una interrogante.

Phoenix simplemente se encogió de hombros inocentemente y


asintió con la cabeza como diciendo:

—Continúa con esa fascinante lección sobre no hacer trampa.

Había asustado al tipo.

Y lo amaba por eso.

—No tenías que hacer eso —susurré unos minutos más tarde
mientras nos pasaban los papeles.

—Tenía que hacerlo. —Phoenix me entregó el pedazo de papel, su


mano persistente—. Y siempre lo haré.

Tragué saliva, retirando el papel de su mano.

—Pero podría haber sido un amigo.

Sus labios se torcieron. Vamos, ¿una pequeña sonrisa?


—Los amigos no permiten que los amigos se hagan amigos de los
imbéciles.

—Más sabiduría. —Asentí, tocando mi sien—. Almacenado aquí


mismo.

—¿Junto con las marcas y los selfies?

—Junto con tus hoyuelos y sonrisas —dije antes de que pudiera


detenerme.

Sus labios se separaron cuando sus ojos se posaron en mi boca.

—¿Alguna pregunta sobre la tarea? —preguntó el profesor con voz


resonante, sacándome de mi sueño acerca de cómo se sentiría la boca
de Phoenix presionada contra la mía.

Levanté la mano.

—¿Sí, señorita Campisi?

—Lo siento. ¿Me repite la tarea?

Toda la clase dejó escapar un gemido.

Entrecerré los ojos y le lancé una mirada a Phoenix de ¿qué hice?

Él sacudió la cabeza, pero vi una sonrisa fantasma, y supe lo que


había hecho, quería volver a hacerlo. Un día obtendría una sonrisa
completa y lo merecería.

En general, mis clases no fueron completamente horribles, pero si


Phoenix no dejaba de pedirme que escogiera una especialización y
terminara con eso, iba a meterle el puño en la garganta, o tal vez solo la
lengua. Fue una sacudida, y estaba de mal humor porque Sergio me
había apresurado a desayunar.

—Almuerzo. —Phoenix asintió con la cabeza hacia un enorme


edificio de ladrillo de dos pisos. Un cartel negro de buen gusto con la
palabra Comedores estampada en oro. La mascota de Eagle Elite estaba
justo debajo de ella en rojo—. ¿No tienes hambre?

—¡Muero de hambre!
Comencé a dirigirme hacia la puerta, pero mi mochila me hizo
retroceder. Haciendo pucheros, me crucé de brazos y me di la vuelta.

—Me inmovilizaste.

—Eso no fue inmovilizarte. —Phoenix puso los ojos en blanco—. Y te


pregunté si tenías hambre.

—Y dije que estaba ham-brien-ta —dije la palabra más despacio esta


vez como si tuviera dos años—. Entonces, ¿podemos entrar?

—¿Dónde?

—Ahí. —Señalé hacia el edificio—. ¿No es eso donde está el


almuerzo?

—No para ti.

—Oh. —Miré hacia el pavimento—. ¿Tengo que comer sola o algo


parecido?

La idea me hizo sentir insegura de nuevo. Sí, mis clases habían


estado bien, pero todos los estudiantes me habían mirado como si fuera
una loca. La única chica que había sido amable conmigo fue la que
había señalado amablemente que estaba a punto de ir al baño de
chicos. Y creo que solo lo hizo porque estaba preocupada de que fuera a
ver las partes de su novio. Salió minutos más tarde y la atacó con la
lengua, de una manera totalmente horrible que me hizo querer
ducharme.

—Bee... —La voz de Phoenix estaba cansada—, no puedes comer


con ellos porque simplemente te mirarán.

—Porque soy un bicho raro —murmuré.

Phoenix dejó escapar un resoplido.

—¿Es eso lo que piensas?

Asentí, sin dejar de mirar el pavimento.

—Es por quién es tu hermano... es por quién es tu familia. —La voz


de Phoenix era sombría pero muy segura—. Te tienen miedo, y cuando
la gente tiene miedo, cometen estupideces, créeme.

No estaba convencida. En todo caso, me hizo sentir que la situación


era mucho más desesperada.
—Vamos... te daré algo de dinero para el almuerzo. —Su voz volvió a
ser ligera, burlona.

Sacudí mi cabeza en su dirección.

—¿Acabas de burlarte de mí?

—¿Eso te hará sentir mejor?

Asentí débilmente.

—Entonces sí, me he burlado. Sorpresa.

Al examinar mis uñas, me encogí de hombros sin comprometerme.

—Puedes hacerlo mejor.

—No soy un mono. No bailo para ti.

—Suéltalo como si estuviera caliente, y me hará la semana.

—No.

Hice un puchero, sobresaliendo mi labio inferior.

—¿Por favor?

—Inténtalo de nuevo. —Tosió, cambiando de un pie al otro—. Y ten


en cuenta que deberíamos ponernos en marcha, ya que solo tienes una
hora antes de laboratorio.

Arrugando la nariz, lo pensé.

—Está bien, sin burlas... No necesito burlas. Solo una sonrisa. Una
sonrisa. Para mí.

—Eso es peor que bailar.

—¿Una sonrisa? —jadeé—. Entonces baila. El mal peor.

—No puedo creer que esté negociando con una terrorista en este
momento.

—Ahh... —Agité mis pestañas—. ¿No eres dulce? Ahora baila.

—Cambié de opinión. Mantente de mal humor.

Los labios de Phoenix hicieron esa contracción, y luego ocurrió un


milagro. Una sonrisa, una gran sonrisa se formó en esos hermosos
labios, enmarcando dientes blancos perfectos. ¿Y ese hoyuelo? Aún
mejor de cerca. Juro, sentí que todo mi cuerpo se calentaba por esa
sonrisa.

—Deberías hacer eso más a menudo —gruñí.

—Podría... si obtengo esa reacción donde tus ojos se vuelven locos, y


esa trampa a la que te gusta llamar boca encuentra la repentina
urgencia de silenciarse.

—Momento feliz destruido —me quejé.

—Vamos. —Phoenix asintió con la cabeza hacia un edificio al lado


de los Comedores—. Almuerzo. Vamos a alimentarte.

—Yo como, tú comes. Ese es el trato. —Me apresuré a seguirle el


paso.

—Sonreí. Estás oficialmente en deuda conmigo.

—Me encanta el sonido de deberle un favor al gran Phoenix De


Lange. Por favor, que sea uno sexual —supliqué.

Phoenix sacudió la cabeza como si mi comentario no le molestara.

—Le ladras al árbol equivocado, pequeña—.

—¡No soy una pequeña! —resoplé, apenas sosteniéndome mientras


lo empujaba hacia el árbol, como una niña en el recreo.

—¡Oh mira! Almuerzo, amigos que hacer, personas con las que
hablar... —Phoenix señaló la puerta—. Adelante.

—¿Por mí misma?

—Demuestra que no eres una niña pequeña —desafió Phoenix—. Ve


a almorzar sola, toneladas de profesores, cámaras por todas partes.
Esperaré aquí en los escalones... comeré una barra de proteínas, haré
algunas llamadas.

—Bien, abuelo. —Levanté la nariz en el aire—. Pero cuando salga


con un montón de amigos y olvide tu nombre, no te enojes conmigo.

—Trataré de contenerme. —Ya se había dado la vuelta y se estaba


moviendo hacia el otro lado de las escaleras.

Nerviosa, luché contra el impulso de correr tras él, envolver mis


brazos a su alrededor y sollozar en su pecho.
Pero quería demostrar que podía hacerlo. Entonces me di la vuelta y
me dirigí al edificio.

En el momento en que abrí la puerta, el olor a comida me golpeó en


la cara. Mi estómago decidió que sí, cruzar la puerta era la mejor idea
que había tenido en años. Eso fue hasta que abrí la segunda puerta y
me encontré cara a cara con un grupo de doce estudiantes, todos
sentados alrededor de una mesa de almuerzo y comiendo. Algunas otras
mesas estaban dispersas, uno o dos estudiantes sentados frente a ellas
en sus computadoras, sin prestar atención a nada y escribiendo
furiosamente como si el mundo se acabara si se detenían.

La mesa con la mayoría de los chicos dejó de comer, al mismo


tiempo, como si lo hubieran planeado.

—Uhm... —Me puse el pelo detrás de la oreja—. Debo haberme


equivocado de habitación.

—¡Oye, eres Bee! —Un tipo alto con cabello castaño arena se puso
de pie y caminó hacia mí, con una amplia sonrisa, la mano extendida—.
Ven.

Tomé su mano, la estreché e intenté pegarme una sonrisa de


confianza mientras el resto de los estudiantes alrededor de la mesa me
miraban ansiosos.

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté, tomando el único asiento


vacío a su lado.

—Presidente del Cuerpo Estudiantil. —Se encogió de hombros—. Es


mi trabajo. —Sus ojos se entrecerraron—. Eres la hermana de Tex,
¿verdad?

—Correcto.

—¿Y tu guardaespaldas? ¿Come?

—¿Phoenix? —pregunté, sorprendido que supiera tanto—. No, él


prefiere las barras de proteínas a la comida de las personas.

—Ah...

El tipo era guapo, de corte limpio... pero no era Phoenix. Por otra
parte, nadie se comparaba con Phoenix, y cuando estabas con los
chicos que yo estaba, todos palidecían en comparación con su guapura.
Mi hermano excluido, por razones obvias.
—Soy Pike. —Me lanzó un menú—. Espero que no te importe, pero
llegaste tarde y no quería que tengas que esperar para comer, así que te
pedí una hamburguesa y papas fritas.

Suspiré aliviada, aunque era un poco extraño que me estuviera


esperando.

—Suena asombroso.

Un plato de comida estaba delante de mí mientras miraba alrededor


de la habitación. Parecía un comedor realmente agradable. Pero solo
tenía espacio para unos pocos estudiantes, y Eagle Elite tenía más de
cinco mil... Todavía estaba tratando de resolverlo cuando la chica a mi
derecha me dio un codazo.

Levanté la vista.

—Mi nombre es Hartley. —Sonrió, sus ojos verdes brillaban como si


supiera algún secreto loco del que yo no era parte—. ¿Son ciertos los
rumores?

—¿Rumores? —repetí, robando una mirada a Pike.

—Un poco grosero, ¿no crees, Hart? —interrumpió Pike—. Al menos


déjala comer antes de empezar a hacer preguntas.

—Lo siento. —Hartley se colocó un mechón de pelo detrás de la


oreja—. Solo tengo mucha curiosidad... —Miró alrededor de la mesa—.
Quiero decir que no puedo ser la única que tiene curiosidad.

—Hart —advirtió Pike.

—¡Qué! —Hart levantó las manos—. Lo siento. No estoy tratando de


ser ofensiva, pero The Elect deja nuestra escuela, corren rumores sobre
todos estos asesinatos, la mafia es como esta palabra reverenciada por
aquí, y luego aparece en la escuela con un guardaespaldas, y no
cualquier guardaespaldas, sino uno de los elegidos originales que solía
dirigir esta escuela con puño de hierro. ¿Y se supone que debo guardar
silencio y no hacer preguntas?

El resto de las personas alrededor de la mesa me miraban como si


supuestamente debiera responderlas, como si supiera las respuestas.

—Lo siento. —conseguí decir—. Realmente no sé quiénes son The


Elect.

Todos se echaron a reír.


—Es buena —dijo Hart—. Le enseñaron bien. Es una buena
mentirosa.

—¡No! —Mis cejas se fruncen en confusión—. En serio, no sé


quiénes son... y ¿por qué mis antecedentes son importantes?

La sala quedó en silencio otra vez.

Comí una papa frita, pero estaba empapada.

—Porque —dijo finalmente Pike—. Se rumorea que no eres el único


implante en la escuela este año.

—¿Implante?

Pike suspiró.

—No te preocupes por eso. Los rumores son solo eso... rumores,
¿sabes?

—Petrov —dijo una voz femenina detrás de mí.

Me volví y sonreí cuando Mil se dirigió hacia nuestra mesa. Mo y


Trace lo siguieron de cerca.

Si antes pensaba que la habitación estaba en silencio, ahora era


como la muerte.

—Emiliana... —La sonrisa de Pike no llegó a su rostro—. ¿Cómo va


el negocio?

—¿Negocio? —Mil inclinó la cabeza—. Chico tonto, esta boca es para


comer, no para hablar... especialmente contigo.

—Touché. —Sus ojos se iluminaron en lo que solo podía asumir que


era respeto.

Los dedos de Mo rozaron mi hombro.

—¿Por qué no vienes a comer con nosotras un poco? Deberíamos


ponernos al día.

Me sentí atrapada entre hacer nuevos amigos y hablar con los


viejos.

—Adelante. —Pike asintió—. Podemos llegar a conocernos mejor


más tarde.
Asintiendo, tomé mi plato y seguí a las chicas a una mesa de la
esquina. Ni siquiera me di cuenta que estaba aguantando la respiración
hasta que nos sentamos y exhalé mi frustración.

—Entonces... —Mo sonrió en mi dirección, luego tiró de su sedoso


cabello castaño oscuro hacia atrás en una cola de caballo—, haces
amigos rápido.

—Fue una orden directa de Phoenix... hacer amigos, demostrar que


sé cómo. —Puse los ojos en blanco—. Aunque para ser justos, todo lo
que tuve que hacer fue entrar aquí, y de repente tenía un plato de
comida frente a mí, y me preguntaban sobre The Elect.

Los dedos de Mo se detuvieron mientras sus ojos se posaron en Mil


y Trace.

Suspiré.

—Derrámenlo. ¿Quiénes son The Elect?

—¿Tex no te ha hablado de eso? ¿O Phoenix? —dijo Trace.

—Tex está escondido teniendo sexo con esta. —Le señalé a Mo—. Y
Phoenix piensa que soy mejor vista y no escuchada.

Mil resopló.

—Phoenix necesita un ajuste de actitud.

—Sí, bueno. —Jugué con una fritura, sumergiéndola en la salsa de


tomate antes de llevarla a mi boca—. Su idea de la diversión es correr
diez millas por día y luego comer cosas que parecen comida para bebés
regurgitada, así que a menos que uno de nosotros comience a
alimentarlo con chocolate por vía intravenosa, dudo mucho que suceda
un cambio de actitud.

—Ha sido un... año difícil. —Trace y Mo compartieron una mirada


mientras Mil se aclaraba la garganta y miraba su plato—. Para todos
nosotros.

—¿Qué me estoy perdiendo? —Me llevé una papa a la boca,


esperando una explicación—. ¿Se dan cuenta que soy nueva en todo
esto?

Mil se encogió de hombros.


—A veces es mejor dejar las cosas... sin discutir. Todo en lo que
realmente necesitas concentrarte es en la escuela y hacer la tarea. Nos
encargaremos del resto.

—¿Así que, hacerme la tonta y ser ignorante, tal como mi padre


esperaba que hiciera? —Mi voz se elevó—. ¿Es eso lo que estás
pidiendo?

Estaba enojada y no tenía idea de por qué; parecía que era la


pequeña niña en el patio de recreo que tenía tantas ganas de jugar con
todos los demás solo para que le dijeran que no tenía la edad suficiente
para bajar por el tobogán.

Quería bajar el tobogán.

Quería demostrar que podía.

Pero, ¿cómo podría probarme si nadie me daba la oportunidad de


subir la escalera?

—Bien. —Me lamí los labios y luego aparté mi plato—. Ya no tengo


hambre.

—Bee. —Mil extendió la mano por encima de la mesa como si


estuviera tratando de encontrar mi mano—. No es eso, es solo que...
cayó mucha mierda, y realmente solo queremos superarlo. Quiero decir,
finalmente tenemos una oportunidad de normalidad, ¿no quieres eso?

Miré alrededor de la habitación.

—Te das cuenta que estamos en una de las escuelas más caras del
universo, y es propiedad de los jefes de la mafia, ¿verdad? Normal salió
por la ventana hace mucho tiempo.

—Normal para nosotros —aclaró Trace.

—¿Qué es...? ¿Secretos y más secretos?

Nadie dijo nada.

—¿The Elect? ¿Quiénes son? ¿Quiénes eran?

Finalmente, Mil habló.

—Es mejor preguntarle a uno de los miembros que a ninguna de


nosotras. Pregúntale a Phoenix si quieres saber, pero prepárate para la
tormenta de mierda que vendrá cuándo o si decide responder. Las cosas
todavía están crudas con mi hermano, y eso es todo lo que voy a decir.
—Bien. —Empujé mi silla.

—Bee. —Trace se levantó y tomó mi brazo—. No te vayas.

—Está bien. Hice amigos, ¿verdad? —Miré por encima del hombro.
La última mesa en la que había estado se había quedado en silencio.
Bien, entonces probablemente no iban a recibir una bala por mí pronto,
pero tenía Phoenix.

Mis hombros cayeron.

Correcto. Tenía Phoenix, y nuevamente me recordó que realmente


no tenía ni un amigo. No tenía a nadie. Y en serio, ni siquiera sabía lo
que hacían los verdaderos amigos. ¿Podría basar mi suposición en
películas y libros? Porque en lo que respecta a esas definiciones, eso
significaba que Trace estaría chismorreando conmigo sobre Nixon. Mil
me pintaría las uñas y Mo se quejaría de Tex. En cambio, Mo estaba
empujando un cuchillo debajo de la mesa. Trace estaba revisando su
teléfono, con el rostro pálido, y Mil observaba a todas las personas en la
habitación como un halcón, como si todos tuvieran armas apuntadas
hacia ella.

Tragando, meneé la cabeza de una manera automática que no podía


importarme y agarré mis libros.

—Tengo que correr, chicas. Gracias por dejarme sentarme con


ustedes. —Empujé la ola de emoción luchando por salir de mi garganta
y salí de la habitación.
Capítulo 10
Incluso los prisioneros tienen tiempo libre,
¿no? ¿O al menos un descanso?
Traducido por Rimed

Phoenix

Miré al teléfono en mis manos y toqué la brillante superficie de


vidrio… no quería hacer la llamada.

Nunca quería hacer la llamada.

Quizás en mi vida pasada, cuando aún era una horrible excusa de


ser humano, había querido ese tipo de poder, pero ahora sabía amargo
en mi boca. Como si jugara a ser Dios. No tenía por qué decidir quién
vivía o quién moría; era la persona menos apropiada. No podía ver más
allá del hecho de que era como Satanás, decidiendo quién debería ir al
cielo. Desafortunadamente, la decisión fue tomada por mí cuando el
teléfono vibró en mis manos.

—¿Sí? —ladré.

—Jefe…

Puse mis ojos en blanco y respiré profundamente.

—¿Sí, Nick?

Desde que la familia Nicolasi había sido arrojada a mi regazo, él


había sido mi mano derecha, desde comunicarse con los hombres para
ayudarme con todo el drama que traía ser un jefe. Luca confiaba en él,
por lo tanto, yo no tenía más opción que hacer lo mismo.

—Estamos listos para la reunión, pero tengo que advertirte…


algunos de los hombres están un poco… molestos.

—Define molestos.
—No quieren venir. Dijeron que no se reportarán.

—¿Es esa una buena forma de decir que han desaparecido?

Nick maldijo.

—No es así, jefe. Ellos solo… necesitan tiempo.

—¿Parezco un maldito reloj?

—No, señor.

Mis palmas sudaron contra el teléfono, haciendo que se deslizara


por mi oreja.

—Escucha y oye atentamente. Llamarás a los tipos que te están


dando problemas y les dirás esto.

El teléfono se rompió.

—Diles… —Me sumergí en mi interior y dejé salir un poco de


resentimiento, un poco de ira que sabía que aún albergaba—. Che
peccato —murmuré—. Qué lástima que no volverán a ver a sus familias.
Olvídate de sus familias. Tienen hasta el amanecer para cambiar de
opinión. Luego los pondré en hielo. Esta no es una amenaza para
asustarlos para que obedezcan. Es una promesa. No has comenzado a
ver el terror que infligiré a la familia Nicolasi si las cosas no se hacen a
mi modo. Luca me dejó a cargo porque soy el indicado para el trabajo.
Si no pueden llegar a un acuerdo con eso, entonces al menos les
ofreceré la oportunidad de nombrar a los portadores de sus ataúdes
antes de joderlos y cavar un hoyo. Diles eso, palabra por palabra y
llámame con sus respuestas. O infiernos, solo envíame un mensaje con
una bala o cinco. Necesitaré saber a cuántos de ellos dispararles. No me
decepciones, Nick.

—Señor, esa es lo último en mi cabeza… decepcionarlo.

—Hazlo, Nick, o será tu cabeza.

—Estoy unido a mi cabeza.

—Como deberías estar.

—¡Va’ fa Napoli! —espeté y luego colgué el teléfono.

—¿Hay alguna razón por la que acabas de decirle a alguien que se


fuera al infierno? —Una coqueta voz dijo detrás de mí—. Porque es algo
ardiente, tú exaltándote.
No solo tenía que lidiar con mi rol como jefe del clan Nicolasi, pero
ahora tenía que lidiar con ella… de nuevo.

—¿No te dije que hicieras amigos? —No me volteé, no confiaba en mí


mismo en que no la bebería. Siempre era débil luego de lidiar con
transacciones, luego de ladrar órdenes. Me agotaba porque realmente
no tenía mucho para lidiar emocionalmente.

—Encontré una ardilla en el estacionamiento. ¿Eso cuenta?

—Eso depende. —Guardé mi teléfono en mi bolsillo—. ¿Te habló?


¿Te ofreció sus nueces?

Bee se echó a reír.

—¿Si él me mostró la suya, me mostrarías tú la tuya?

—Esta conversación acaba de pasar un realmente perturbador


punto de no retorno.

—Sí bueno… —Bee se sentó en las escaleras junto a mí, tirando de


sus rodillas contra su pecho—. Esa soy yo, todo tipo de perturbaciones.

—Lo siento. ¿Te he dado alguna señal de que soy un psiquiatra


deseando escuchar tu lista de problemas?

—¿Mala llamada telefónica?

—No. Todo está bien.

Bee se mordió su labio inferior.

—No te ves bien.

—Según tú, luzco ardiente todo el tiempo, así que ahora, ¿quién es
la mentirosa?

Bee inclinó su cabeza como si me estuviera examinando, su maldito


labio aun cautivo por sus rectos y blancos dientes.

—Hmm, diría que aún lo eres. Tus venas están sobresaliendo de tu


frente y tu mandíbula está tensa.

—Sí, siempre luzco así. Viene con el territorio.

—Hmm. —Bee miró hacia otro lado—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Si digo no, ¿Importará?


Me puse de pie, esperando que me siguiera, lo cual hizo. Sabía cómo
llevarla a su próxima clase, aunque íbamos a llevar un poco temprano,
considerando que claramente había fallado en el departamento de
amistad.

—Probablemente no. —Rizó un mechón de su cabello y se quitó los


lentes de sol, sumergiendo lentamente los bordes en su boca,
chupándolos como si fueran dulces.

Miré hacia otro lado. Tenía que hacerlo. En su lugar, me concentré


en los árboles, en el pasto… demonios, incluso me concentré en la
pequeña ardilla que corría frente a mí.

Señalé.

—¿Uno de tus amigos?

—Lo llamaré Chuck.

No te rías. No te rías. Lo contuve, apenas, y le di un evasivo


encogimiento de hombros. Maldición, iba a ser difícil mantener mi
guardia arriba cuando ella continuaba intentando escalar los muros.

—¿Quiénes son The Elect?

Dejé de caminar, casi pisando a Chuck. Infiernos, a este punto


quería patearlo y salir corriendo.

—¿Te refieres al consejo estudiantil? —Me hice el tonto, aun


sabiendo que probablemente no funcionaría, no con Bee.

—Phoenix. —Sujetó mi brazo.

Lo liberé y hundí mis manos en mis bolsillos, retrocediendo unos


pasos. Ella ignoró mi necesidad de espacio y avanzó, cerrando la
cómoda distancia entre nuestros cuerpos.

—Los amigos que intenté hacer antes, dijeron que tú eras uno de
ellos… como si dirigieras la escuela o algo y yo solo… estoy cansada de
que me dejen en la oscuridad.

Sus ojos cayeron, enfocándose en mi pecho. Dejé salir un largo


suspiro.

—¿Confías en mí?

Su cabeza se levantó de golpe.

—Sí, ¿Por qué?


—¿Confías en mí para protegerte? ¿Confías en mí para brindarte
seguridad aquí en la escuela? ¿Confías en mí con tu vida?

—Sabes que lo hago —susurró ella, alcanzándome.

Salí de su camino y maldije.

—¿Phoenix?

—Entonces confía en mí cuando digo que sabiendo quienes fuimos,


lo que hicimos… —Lo que hice—, no importa. En el gran esquema de las
cosas, esa vida, la que vivimos aquí en Eagle Elite, no es ni siquiera un
punto en el radar comparado con la mierda con la que estamos lidiando
ahora, ¿está bien? Es historia. El pasado. Eso. No. Imposta.

Necesitaba que no supiera nada sobre mí. Excavar significaba que


eventualmente descubriría lo que hice, de lo que era capaz y no estaba
tan seguro de que estuviera listo para que conociera mi oscuridad.

Ni siquiera a mí me gustaba saberlo.

¿Compartirlo con Bee? Bueno, para mí era como arrojarla en aceite


y obligarla a sentarse e intentar quitárselo sin usar sus manos.

—Así que… —Sus ojos se estrecharon—. ¿Sólo estaban jugando


conmigo?

Mis pensamientos se reagruparon un poco.

—¿Ellos?

—Sí. Pike, es de último año y…

—¿Pike? —repetí, incrédulo—. Mantente alejada de ese chico. Lejos.


Lejos como el infierno. ¿Comprendes?

Su ceño se frunció.

—Parecía agradable.

—También yo. —Me mordí la lengua saboreando la sangre—.


También yo.

—No, tú no. —Se echó a reír—. Agradable en el mundo de Phoenix


es abrirme la puerta sin golpearme con ella en la cara o recordar gruñir
en mi dirección.

—Solo… —Quería gritarle en la cara—, mantente alejada de él.

—Maldición, y aquí iba yo a darle mi flor.


Lo perdí.

Instantáneamente.

No había preparación para la rabia que sentí. Sin pensarlo, la sujeté


por los hombros y la empujé contra el árbol. Su mochila cayó al piso
mientras mi cuerpo envolvía el de ella, mis fosas nasales se abrieron,
mis dientes se apretaron.

—Se acerca a cincuenta pies de ti y le sacaré la mierda a golpes.


¿Sostiene tu mano? Se la corto. Te besa y va a despertar sin ninguno de
sus labios para enmarcar ese rostro feo como el pecado. Si decide
tocarte en cualquier modo, le cortaré sus bolas y se las daré de comer
para luego sacarlo de su miseria con una bala entre los ojos. Y eso
dependerá de ti, princesa. Completamente de ti. Así que lo pensaría dos
veces antes de darle algo a él.

La expresión sorprendida de Bee se volvió asesina mientras


intentaba empujarme.

—¿No estarás celoso?

—No me gustan las vírgenes—escupí, alejándome. O cualquiera.

—Sabía que te gustaban los hombres.

—¡Bianka! ¡Maldición! —Golpeé el tronco del árbol—. ¿Puedes


simplemente confiar en mí lo suficiente para que haga mi trabajo?
Mantente alejada de él y por el amor de Dios, deja de pensar que quiero
algo de lo que tienes para dar.

Su labio inferior tembló mientras alcanzaba su bolso y lo tiraba por


sobre su hombro.

—Realmente eres un bastardo, Phoenix.

Ella se alejó.

—¿A dónde diablos vas? —casi grité.

—¡Clases! —Me hizo un gesto obsceno con el dedo—. Puedo cuidar


de mí misma.

Olvida que literalmente tropezó al instante siguiente casi


torciéndose el tobillo.

Me sentí como una mierda.

No debería haberlo perdido.


Tenía un mejor control que eso, pero la idea de las manos de ese
bastardo en ella me había provocado tanto odio que tenía que
contenerme de llamar un disparo para él. Ja, genial. ¿Solo había sido
jefe por cuánto? ¿Dos semanas? Y ya estaba matando estudiantes. Fan-
jodidamente-tástico.

Con las manos temblando, observé, esperando hasta que Bee llegara
segura al edificio correcto y luego saqué mi teléfono.

—Será mejor que esto sea bueno —dijo Sergio perezosamente en el


otro extremo—. Estaba hackeando Amazon.

—¿Por qué?

Él rio.

—Porque estoy aburrido como el infierno, porque puedo.

—Necesitas un trabajo.

—Sí, bueno, asesinar gente no es tan satisfactorio como debería.

—Necesitas una chica.

Tú también.

—Colgaré ahora.

—¡Espera! —Deslicé mis manos por mi cabello—. Tenemos un gran


problema.

—Te escucho…

—Bueno, de hecho, es más como… tú tienes un problema y yo estoy


hundido hasta las rodillas en la mierda que va a causar.

—Dudo que sea peor que invitar a las cinco familias para una
comisión. Oh, espera, eso ya lo hicimos.

—Ja —solté una carcajada—. Él tiene chistes. Bueno genial,


imbécil, porque los federales tienen un implante en nuestra escuela… y
supongo que la única razón por la que no está tras las rejas con el resto
de su familia de narcotraficantes rusa es porque hizo un trato.

—¿Quién demonios tendría las bolas para hacer eso? ¿Justo frente
a nosotros?

—Adivina.

—Hazme reír.
—Pike… Phillip Petrov.

El teléfono se cayó y lo siguió una maldición, algo se rompió en el


fondo y luego Sergio volvió al teléfono.

—Déjame hacer unas llamadas.

—¿Qué hay con Amazon? ¿Aburrimiento? ¿Sonar una campana?

—Jódete. —El teléfono se cortó.

Me di la vuelta justo a tiempo para ver a Pike y al resto de sus


amigos dejar la cafetería. Se puso un par de anteojos de sol y miró en
mi dirección. Le hice un gesto obsceno con el dedo.

Aplaudió y dio una pequeña reverencia.

—Bastardo ruso —articulé.

—Puta Siciliana —articuló él en respuesta y rio.

Eso fue todo. Iba a hablar con Tex e íbamos a educar a Bee en casa,
no había modo en que dejara que él se acercara a ella.

No podía importarme menos quien era él o para quien trabajaba. Un


dedo, un respiro en su dirección y su cuerpo estaría seis pies bajo
tierra.

Con placer.
Capítulo 11
Ah, los jóvenes Turcos... la nueva mafia, si
vivimos lo suficiente
Traducido por YoshiB

Sergio

Arrojé mi teléfono contra la pared.

El segundo que había roto en dos días.

¡Ja! Una tendencia. Genial.

No se rompió, solo se quebró la pantalla, de modo que aún podía


mirar el número que me parpadeaba. Por supuesto, sabían que yo
sabía... porque sabían cada maldita cosa que sucedía.

—¿Qué? —grité al teléfono—. ¿No pensé que necesitaba saber esa


información? Si él es tu chico. Será mejor que te asegures de mantener
la calma antes de que uno de los míos le dispare en la cabeza.

—Tanto enojo... —Una risa sonó en mi oído—. Y sí, es uno de los


nuestros. Piensa en ello como una forma de asegurarnos de que todos
tus tratos con la universidad sean legales. Además, pensé que la familia
ya no confiaba en ti. ¿Algo que necesites decirme?

—¿Estás de broma? Dime que estás bromeando y no implantaste un


Petrov, de todas las personas. ¿Te das cuenta de que toda su familia
preferiría arder en la hoguera que salvar a los suyos? No respetan la
familia, no respetan la sangre, no respetan nada más que el dinero y las
drogas.

—El dinero habla... también lo hace una promesa de no ser


sentenciado a prisión. Dijiste que sin federales.

—Claro que parece que tienes las manos en la masa.


—Solo permanece allí hasta que nos sintamos cómodos con la forma
en que manejas las cosas dentro de la familia, Sergio. Nunca
prometimos irnos. Estamos aquí, esperando que regreses cuando sea el
momento. Piensa en ello como una forma de asegurarnos de que no des
un paso en falso.

—No lo haremos.

—Aún —dijo con voz mortal—. Aún.

—Ya terminé aquí. Demonios, he terminado contigo. Renuncio. No lo


haré más. No te ayudaré.

—Bien. —Suspiró profundamente—. Entonces haré que los


muchachos te traigan alrededor de las, ¿cinco de esta tarde? Estoy
bastante seguro de que podemos reservarlo con anticipación, aunque la
cita en la corte no será por otros meses. Estoy seguro de que estarás
bien en la prisión. Por cierto, los rusos estarían más que felices de tener
una buena reunión. Tal vez te permitamos comenzar un club de lucha o
algo así.

—Un día... —juré, mis dientes se apretaron tanto que pensé que un
diente se rompería—. Un día te mataré.

—No lo creo, hijo. —Suspiró—. Mantente en contacto. Ah, y esa


lasaña se veía bien anoche. Dile a tu novia que intente cocinarlo desde
cero la próxima vez, es Siciliana después de todo.

La línea telefónica se cortó.

Enfurecido, comencé a buscar las cámaras ocultas. Los bastardos


siempre parecían pensar que era divertido espiarme. Solo verificaba una
vez al mes, y acababa de revisar la semana pasada. En realidad, mi
hermano, Ax, lo había verificado; el reconocimiento de seguridad en
todas las casas era parte de la descripción de su trabajo.

Fui a todos los lugares habituales.

Incluso abrí el horno. Luego, finalmente agarré el distorsionador y


dejé que se desatara el infierno mientras el sonido discordante de la
tecnología rompiéndose chamuscó mis oídos.

—Bingo.

Dejé caer el distorsionador sobre la mesa y bajé la cabeza. Debería ir


con Nixon; diablos, incluso ir con Tex sonaba como una buena idea.
Pero si supieran lo que yo sabía, no terminaría bien. Para mí. Moriría.
No importaría que fuera familia; no importaría que fuera sangre.
Incluso Ax no se interpondría en sus caminos.

Para ellos, estaría muerto.

Y me harían el gran honor de enviarme al más allá sin rezar por el


alma que sacaron de mi miserable cuerpo.

—Maldita sea. —Golpeé la encimera de granito y me incliné hacia


adelante. Estaba completamente atrapado, lo que significaba solo una
cosa.

Para vigilar a Petrov.

Tendría que unirme a Phoenix en la mierda.

Lentamente, abrí el sitio web de Eagle Elite y comencé a trabajar.


Busqué en mis identidades y encontré un currículum que funcionaba y
luego pirateé la base de datos.

Cuando terminé... Me serví una copa de vino y soné mis nudillos.

Acababa de enviar a un profesor a la jubilación anticipada y le di un


bono considerable para hacerlo.

Y yo era su reemplazo.

—Doctor —dije en voz alta y luego me encogí de hombros—. Suena


bien.

—¿Estás hablando contigo otra vez? —Ax entró en la habitación y


sacó una botella de agua de la nevera—. Toqué, pero aparentemente tú
y tu computadora estaban teniendo un momento. Espero no estar
interrumpiendo. —Tomó un largo trago de agua.

—Voy a enseñar.

Escupió el agua sobre el mostrador y se echó a reír.

—¿Vas a enseñar qué? ¿Cómo enterrar un cuerpo de diez maneras


diferentes sin ser acusado de asesinato? ¿Cómo construir un
silenciador casero? ¿Cómo cabrear el genio de Apple?

—¿Terminaste?

—Acabo de empezar.

—Voy a enseñar... —tragué—, Historia americana.

Las cejas de Ax se juntaron lentamente.


—Eres Siciliano.

—Ambos somos estadounidenses, imbécil.

—Sí, pero, ¿acaso estudiaste historia?

—Hace diez años —murmuré—. También voy a necesitar algo de ti.

—Oh, no, no lo haces. —Ax levantó las manos—. Estoy casado.


Trabajo para Nixon, no para ti. Acabamos de comprar una casa.
Tenemos un perro. No estoy enterrando ningún cuerpo para que Nixon
no se entere.

—Cálmate. —Me pasé los dedos por el pelo y me detuve—. Necesito


que... —Me encogí de hombros—. Ya sabes.

—¿Lea tu mente?

—Mierda, a veces te odio.

Ax sonrió y se sentó.

—¿Estabas diciendo?

—Necesito que me cortes el pelo.

—Santo infierno. —Su rostro se puso serio—. ¿Realmente enseñarás


historia?

—Nueva identidad. No puedo parecerme al viejo Sergio. Ahora solo


soy... Mathew Smith.

—¿Podrías ser más blanco y nerd?

—¿Podrías ser un dolor más grande en mi trasero? Corta la cola de


caballo. No puedo mirar.

—Pero… —Ax suspiró—. Dijiste que no lo cortarías hasta que todos


salieran de la cárcel.

¡Ja! Poco sabía él que iríamos a la cárcel si no hacía algo… rápido.

—Solo hazlo, o se lo pediré a tu esposa.

—Ella no tocará tu pelo.

—Entonces deja de ser una perra y hazlo.

—¿Estás en problemas, hermano?


—Intentando no estarlo —respondí estratégicamente—. Sabes que
siempre me gustó ser un héroe.

—No, no lo hiciste. Yo sí.

—Bueno, tal vez es mi turno.

Dejó escapar un suspiro.

—Tomaré las tijeras.


Capítulo 12
La vida duele… a veces me pregunto si la
muerte es mejor. Más pacífica
Traducido por YoshiB

Bee

Dolor se deslizó por mi pecho mientras me dirigía a mi próxima


clase. Al menos era una clase fácil y no algo que me haría querer llorar,
porque no tenía idea de lo que estaba pasando.

Ese era el otro problema.

Juro que tenía una discapacidad de aprendizaje. Las palabras


siempre parecían confundirse frente a mí cuando me cansaba, y cuando
se trataba de números, básicamente era inútil. Pero esto era
matemática, matemática básica de primer año. Podía hacer nivel inicial.
¿Qué tan difícil podría ser?

Rápidamente encontré mi escritorio y saqué mi cuaderno, justo


cuando Phoenix entraba por la puerta e iba en línea recta en mi
dirección.

Una mirada al niño sentado a mi derecha, y de repente el asiento


estaba vacío. Bueno, mira eso. Me sorprendió que no hubiera un charco
debajo de la silla o al menos vetas de sudor en el asiento.

—¿Vas a asustar a todos mis amigos, imbécil?

Phoenix la fulminó con la mirada, cruzando las manos sobre el


escritorio. Abrió la boca justo cuando el profesor entró y comenzó a
hablar.

Una hora y media de enseñanza.

No aprendí nada.
Porque el pecho todavía me dolía.

Todavía se sentía como si los cuchillos hubieran establecido su


residencia permanente en mi cuerpo, cortando piel y huesos cada vez
que Phoenix me miraba con ojos despistados. Como si no fuera
consciente de lo que sentía por él. Como si yo no importara, aunque a
veces decía que sí.

La gente se equivoca. Cuando pierdes a alguien, cuando mueren,


duele. Es horrible, no me malinterpretes. ¿Pero del tipo de dolor que no
se olvida? ¿Que nunca alivia, que nunca aprende con el tiempo? Es del
tipo que continúa actualizándose cada vez que ve un desencadenador o
un recordatorio.

Solo estando cerca de Phoenix, sabiendo que no era nada para él,
que me protegería con su sangre pero nunca me besaría.

Sabiendo que estaba presente pero muerto por dentro.

Me mataba.

Era peor que él muriendo.

Porque era una provocación constante, un recordatorio constante de


lo que no podía tener. Estar con Phoenix era como sufrir una muerte
cada segundo de cada día, y no tenía poder para detenerlo.

La clase terminó.

Phoenix se puso de pie. Y como una buena niña, lo seguí hasta la


puerta.

Realmente no estaba prestando atención y casi choqué con otro


estudiante.

—¡Oh, hola, Bee! —Pike dio un paso atrás y guiñó un ojo—. ¿Cómo
estuvo la clase?

Phoenix gruñó.

Lo ignoré, aunque lo hizo difícil mientras envolvía su grueso brazo


musculoso alrededor de mi hombro. Casi esperaba que levantara la
pierna.

Lo sacudí de mis hombros y sonreí.

—Fue grandioso.

Pike asintió con la cabeza.


—Oye, algunos de nosotros iremos a tomar café en unos minutos.
¿Quieres venir?

—No —Phoenix respondió por mí—. Está ocupada.

—¿Lo estoy? —Me di vuelta, tentada de golpearlo en su rostro


perfecto—. ¿Con qué estoy cocupada exactamente?

—Tarea. —Tosió—. Y ella tiene que irse a la cama... temprano.

La vergüenza se apoderó de mí cuando sacudí la cabeza y le ofrecí a


Pike una sonrisa de disculpa.

—Perdón por el abuelo. No tomó su medicina esta mañana.

Pike se echó a reír.

La cara de Phoenix se tensó. Las fosas nasales se dilataron. Conocía


esa mirada; no era una amigable.

—¿Se reunirán en Starbucks?

—Síp. —Pike asintió—. Oye, dame tu número de celular y te enviaré


un mensaje...

—Nop. —Phoenix apartó su teléfono extendido—. Si necesita


contactarte, pondré una bati-señal, súper-héroe. Corre antes de que te
dispare.

—Hazlo —se burló Pike—. Acabas de ir a prisión. ¿El pequeño y


asqueroso De Lange cree que puede impulsar el poder en el campus?
Noticia de última hora, ya no eres dueño de esta escuela. Yo sí.
Demonios, me sorprende que incluso hayas mostrado tu cara aquí
después de toda la mierda que hiciste...

Con una maldición, Phoenix agarró a Pike por la camisa y lo golpeó


contra la pared.

—Tienes razón, imbécil. Hice tanta mierda. Mierda que te haría


gritar como una pequeña perra y dormir a la maldita luz de la noche. Yo
mato, y aquí está tu pequeña noticia... —Sonrió amenazadoramente—.
Lo disfruto. Así que hazme una oferta que no pueda rechazar... Siempre
me ha encantado una buena persecución.

La sonrisa de Pike cayó.

Con un último empujón, Phoenix golpeó su mano sobre la pared y


luego me sacó del edificio. Los dedos se clavaron en la carne sensible
sobre mi codo mientras me tropezaba a su lado.
Mi corazón latía tan rápido que podía sentirlo en mi garganta,
amenazando con ahogarme.

No dijimos nada hasta que llegamos a su auto.

Cuando la puerta se cerró de golpe, Phoenix me soltó y se pellizcó el


puente de la nariz susurrando:

—Recuerda, niña, su pequeña y preciosa vida está en tus débiles


manos.

—¿Qué? —siseé y luego miré a nuestro alrededor para asegurarme


de que nadie pudiera escuchar—. ¿Lo matarías?

—Muñeca... —Phoenix soltó una carcajada—. No tienes idea de lo


que le haría, lo que me gustaría hacer con él. De lo que soy capaz. —
Sus ojos brillaron—. No me empujes al borde del precipicio que ambos
sabemos que ya estoy tambaleando, porque me caeré en la oscuridad
abrazando cada maldita parte de mí, y va a estar sobre ti. Todos
ustedes.

Lo decía en serio.

Sabía que lo decía en serio. Los ojos de Phoenix rebosaban de odio;


casi podía ver la ira saliendo de su cuerpo mientras su pecho se
agitaba. ¿Cómo sería ayudarlo a cargar un poco de eso? Ser el amigo
que realmente necesitaba.

—¿Realmente deberías estar amenazando a la hermana del Cappo?


—Sí, solo tenía que empujar al oso con más fuerza.

Con una sonrisa de suficiencia, Phoenix me empujó contra el auto,


su dedo se apretó contra mi pecho.

—Muñeca, no me importa si estás goteando oro y el secreto para la


futura supervivencia de la humanidad. Me escuchas o la gente saldrá
lastimada. Esas son tus elecciones.

—Entonces —tragué saliva—. ¿Hieres a la gente para probar un


punto?

—No —gruñó—. Le hago daño a la gente para mantenerte a salvo. Le


hice daño a la gente para asegurarme de que respires otro maldito día.
Herí a las personas por necesidad, no por deseo. Pero un movimiento en
falso y las líneas se difuminan, princesa. Se confunden en uno. En el
momento en que suceda, no dudaré en culparte todos los días por el
resto de mi vida, por despertar a la bestia que debería haberse quedado
en silencio.

—Es una elección —dije con voz ronca.

—No. —Phoenix retrocedió—. Es mi existencia miserable. Ahora


entra en el maldito auto. Tienes tarea. —Se movió y abrió su propia
puerta mientras mis dedos tenían dificultades incluso para conectarse
con el acero liso.

Finalmente, la puerta se abrió. Entré y me crucé de brazos.


Cabreada con él por hacerme sentir estúpida. De nuevo. Enojada
porque su opinión realmente significó mucho para mí. Y perdida... sí,
eso es lo que ese sentimiento vacío era.

No pertenecía a ninguna parte.

No era querida por nadie.

Y el único tipo que me invitó a un café iba a ser asesinado si le


enviaba un mensaje de texto con emoji.

Condujimos en silencio todo el camino hasta la casa, si el silencio


contaba como la respiración pesada y la maldición de Phoenix en
Siciliano. El chico todavía parecía que quería correr con los toros y traer
un semiautomático, en caso de que uno de ellos se pusiera nervioso.

Phoenix estacionó el auto.

No me moví.

Tenía miedo de hacer cualquier cosa excepto mirar por la ventana.


Pero no le tenía miedo. Nunca me haría daño.

Tal vez tenía miedo de mí, miedo de mi reacción hacia él, miedo de
que cuando no hizo nada más que avisarme, estaba desesperada por
más atención y haría cualquier cosa para conseguirlo.

—Bee... —Su voz era áspera—, necesito que entiendas algo.

Exhalé, esperando otro regaño.

En cambio, la voz de Phoenix apenas era más que un susurro.

—Chicos como Pike, tipos como yo... no somos los buenos. Con las
que sueñan las chicas. No llevamos flores a una primera cita, no
esperamos las pocas fechas asignadas para tener sexo o un beso. No
imaginamos una cerca blanca, un patio lleno de niños y un perro
llamado Spot. Esa no es nuestra realidad, pero, princesa, podría ser la
tuya. Tex quiere eso para ti. Yo quiero eso para ti. Así que por favor...
escúchame cuando te lo advierto. No es porque sea un bastardo
enfermo y controlador que está empeñado en evitar que te diviertas y
vivas tu vida. Es porque soy un bastardo controlador que no puede
imaginar una vida en la que incluso un cabello en tu cabeza esté fuera
de lugar.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos. Lentamente, me di vuelta,


esperando ver la ira habitual detrás de sus ojos.

En cambio, todo lo que vi fue arrepentimiento.

El arrepentimiento en Phoenix parecía un enorme agujero negro


esperando a ser llenado con algo, cualquier cosa que hiciera
desaparecer la oscuridad. Hueco. Estaba tan hueco y vacío.

Extendí la mano.

Él se echó hacia atrás.

—Tarea.

—Bien, Dios prohíbe que tú y yo en realidad tengamos un momento.

Sus labios se curvaron como si estuviera a punto de sonreír, y luego


tosió en su mano.

—Créeme, si tuviéramos un momento, lo sabrías.

—¿Peluches cálidos?

—No doy peluches cálidos.

Bueno, no puedo ganarlos a todos.

—Hago llamas abrasadoras —murmuró en voz baja—. Eso te


quemaría viva.

Los latidos de mi corazón se aceleraron.

—Estoy tratando de encontrar el romance en eso.

—¡Ja! Intenta todo lo que quieras. —asintió—. No encontrarás


romance en mí.

—¿Es eso un desafío?

—Dios mío, Bee, solo sal del maldito auto para que pueda ponerlo
en el garaje.
—Será mejor que esperes una buena pelea, Phoenix. —Salí del auto
e incliné la cabeza—. Porque no me rindo fácilmente.

Su rostro se transformó en ese momento de hueco a esperanzador,


casi como si su propio cuerpo y alma estuvieran gritando para que
siguiera persiguiéndolo, a pesar de que sus palabras decían algo
completamente distinto.

—Siempre eres bienvenido a probar lo que quieras en tu tiempo


libre, Bee. Pero no pasará jamás. Ahora, corre, haz tu tarea, sírvete un
vaso de leche y, si eres una chica muy buena, activaré Cartoon Network.

—Vete al infierno, Phoenix. —Puse los ojos en blanco ante su


gruñido, luego le cerré la puerta en la cara y subí las escaleras hacia la
casa.
Capítulo 13
La vida se compone de días de mierda que
se convierten en más días de mierda con tal
vez un buen día en el medio. A menos que
seas Phoenix De Lange, entonces no tienes
buenos días. Solo malos
Traducido por Yiany

Phoenix

Entré en el garaje y apagué el auto. El deseo de perseguir a Bee


había sido tan fuerte que me dolía el cuerpo. Todo sobre ella me decía
que me mantuviera alejado, pero sus ojos... eran como pan, agua, mi
posible supervivencia. Mi cuerpo la ansiaba y me odiaba por eso.

Lo cual era bastante impresionante, considerando cuánto odiaba mi


propia existencia.

Ella estaba empeorando todo.

Y estábamos... ¿qué? Estábamos oficialmente en el primer día, y


estaba listo para hacer algo. Demonios, mis dedos me picaban por
hacer algo irrevocable, algo que me pondría en desacuerdo con mi
nueva familia y en desacuerdo con la anterior.

Con una maldición, salí del auto y me dirigí a la casa.

Gritos surgieron de la cocina.

Sergio y lo que sonaba como Nixon.

Guau, en lo que respecta a los días, este no estaba resultando ser


mi favorito. Doblé la esquina y me quedé inmóvil.

—¿Sergio? —Parpadeé dos veces—. ¿Qué demonios te hiciste?


—Cambio de imagen —dijo Bee desde la esquina, llevándose una
lata de coca a los labios y observando fascinada—. Se cortó el pelo.

—¿Por qué? —Negué con la cabeza—. Pensé que te gustaba todo el


aspecto del Príncipe Azul.

—Sí.

Nixon empujó contra Sergio, luego puso su arma sobre la mesa y la


giró una y otra vez. ¡Ja! Agradable, casi como girar la botella, solo que el
juego final es alguien a quien disparan.

—A todos nos gustaría saber, Sergio. ¿Por qué el repentino cambio


de apariencia? ¿Estás pensando en ir a la clandestinidad?

Sergio puso los ojos en blanco y me miró brevemente, luego a


Nixon.

—Es complicado.

—Des-complícalo... —Nixon se enfureció—, antes que te dispare.

El arma giró de nuevo. El dedo de Nixon se posó en el gatillo.


Mierda. Quien dijo que el matrimonio domaba al hombre había estado
claramente trastornado.

Sergio exhaló una maldición y luego se mordió el labio, casi sacando


sangre por su aspecto.

—Voy encubierto.

—¿Por qué? —Nixon se inclinó sobre el arma y apuntó directamente


al corazón de Sergio—. ¿Por qué ahora? Has estado más que feliz
jugando en tus computadoras.

—Hackear —le dije amablemente, alcanzando un agua embotellada


de la encimera.

—Bueno... —Sergio cerró los ojos—, recibí una pequeña y divertida


llamada telefónica de Phoenix. Parece que los federales tienen un
implante en Elite.

—¡Al diablo que lo hacen! —espetó Nixon.

—En realidad... —tragué—. Lo hacen, pero este no es el lugar para


discutir nada.

Mis ojos se posaron en Bee.


Ella sonreía de oreja a oreja; luego se pasó el dedo por los labios
regordetes como si los estuviera abrochando.

—Vamos chicos. Soy como una bóveda.

—Garantizo que podría acceder a ti en tres segundos —gruñí.

Sus mejillas se pusieron rosadas.

Tanto Sergio como Nixon se callaron mortalmente.

El infierno en una maldita cesta de mano. No es lo que quise decir.

—No es como piensan chicos.

Puse los ojos en blanco como si mi cerebro no estuviera conjurando


imágenes de dichos toques y su cuerpo suave debajo del mío. La imagen
siempre terminaba horrible, así que la aparté, muy, muy lejos, y troné
los nudillos.

—Hablaremos esta noche en la reunión.

Me encogí de hombros.

Nixon asintió lentamente.

—Bien, pero si cerebro-de-mierda se escapa... —Señaló a Sergio—.


Dispárale.

Oh, bien.

—Por favor. —Sergio dejó escapar una risa agria—. Phoenix ha


estado ansioso por dispararme, para tentarlo.

Nixon se encogió de hombros.

—No es mi problema. —Cogió su arma—. Los veré esta noche


chicos... —Hizo una pausa y casi sonrió—. Bee, ¿cómo estuvo la
escuela?

—¡Impresionante! —Me miró y me guiñó un ojo—. Phoenix incluso


me tomó de la mano todo el camino a clase.

—No lo hice —dije con una voz completamente defensiva.

—Pero quería. —Asintió con la cabeza mientras una sonrisa


satisfecha se extendía por su rostro—. Me di cuenta por la forma en que
seguía mirando mi escote y lamiéndose los labios.
—Querido Dios, sé que merezco todo lo que obtengo, pero demonios,
¿podrías parar un minuto?

Ella sonrió.

—Nop. Me gusta volverte loco. Te gusta, a mí también me gusta.


Admítelo y me detendré.

—Nunca.

—Niños... —Nixon levantó las manos—, peleen después. Y Phoenix,


¿puedo hablarte?

Miré a Bee y seguí a Nixon fuera de la casa. Como no me había dado


cuenta que su auto había estado estacionado en el frente era solo otra
pista de por qué demonios necesitaba concentrarme en mi trabajo y no
en Bee. Perdía detalles cuando me enfocaba en ella, detalles que no
podía permitirme perder.

—¿Cómo te fue realmente? —Se puso los lentes de aviador y se


metió las manos en los bolsillos.

—Oh, ya sabes. —Crucé los brazos mientras el aire invernal


penetraba en mi suéter—. Como se puede esperar. Odio ese lugar,
Nixon, lo sabes. Solo estar allí...

Eso fue lo más honesto que había sido con cualquiera de los chicos.

Nixon era el único con el que sentía que podía bajar la guardia. No
lo usaba contra mí, simplemente asentía con la cabeza y me daba
palmaditas en la espalda.

Era una roca. Una que no merecía.

—¿Has pensado en hablar con alguien sobre eso?

—¡Ja! —Mi sonrisa se burló de su sentimiento—. ¿Y decir qué


exactamente? Estoy bastante seguro que cualquier psiquiatra me
entregará por los demonios que libere en su oficina.

—Me tienes.

—No tengo a nadie —escupí, instante me arrepentí de ser un


idiota—. Mira, Nixon, sé que estás tratando de ayudar, y sé que no lo
merezco. Déjame lidiar solo con las cosas. Prometo que mejorará. Solo
necesito tiempo. Lo cura todo... ¿verdad?

Agachó la cabeza.
—Desearía creer eso.

—Sí. Yo también.

—Te veo esta noche.

—No puedo esperar —dije sarcásticamente—. Sabes, ser jefe no es


exactamente una fiesta de toda la noche con alcohol y chicas
ilimitadas.

Nixon soltó una carcajada y desbloqueó su Range Rover.

—No me digas.

Nos reunimos a las ocho de la noche. Para mi gran consternación,


Bee no me dejó dejarla en la casa; había dicho que tenía miedo a la
oscuridad, y francamente, estaba tan cansado de discutir con ella que
solo había sido capaz de gruñir y asegurarme que usara el cinturón de
seguridad.

Estaba agotado.

Las pesadillas tenían una forma de robarle todo el sueño a una


persona mientras comían sistemáticamente el alma.

Cuando llegamos a la casa de Nixon, Bee abrió la puerta y se


apresuró a pasar a los chicos y directamente a la sala de estar, donde le
había dicho que las chicas estarían pasando el rato y viendo películas.

—¿Alguna vez tuve tanta energía? —preguntó Tex, una vez que me
uní a ellos en la mesa de la cocina.

—Tu hermana está drogada. —Chase inclinó la cabeza—. O eso o


simplemente le gustan las películas.

—Sí, a todo lo anterior —me quejé y tomé un vaso de agua.

Era nuestra segunda reunión. Todos los jefes estaban presentes, y


como era nuevo, tenía el desafortunado trabajo de tomar notas en las
reuniones para asegurarme de no dar un paso en falso.

Lo que lo empeoraba era que Luca había sido un hombre loco en lo


que respecta a cómo manejaba su red.

Todos los asesinatos eran limpios.


Todas las transacciones tan limpias hacían que un hombre se
preguntara si estaba incluso en la mafia.

¿Todas las conexiones? Limpias.

Era un dios relativo, y tenía que seguir sus pasos. Correcto, el más
sucio de los sucios tuvo que hacerse cargo del negocio. Pasé la mayoría
de las noches alternando entre delegar trabajos a los asociados y
preguntándome qué demonios iba a hacer si alguno de ellos decidía
levantarse en mi contra.

La lealtad no se transmitía.

Era ganada.

Y apenas me habían dado dos semanas para conseguirlo.

—Entonces, ¿cómo estuvo la escuela? —preguntó Chase, con una


sonrisa de mierda en su rostro.

Tenía ganas de golpear al imbécil en la mandíbula.

—Aprendí mucho. —Fruncí el ceño—. ¿Cómo fue ser niñera?

Maldijo en voz baja.

—No estaba siendo niñera.

—Lo estabas —dijo Tex—. Como todo el día.

—Niñera significa que estaba cuidando a un niño. En cambio,


estaba viendo a un compañero punk hacer su primera acción.

—¿Lo viste en el baño? —bromeó Nixon.

Chase le hizo un gesto obsceno con el dedo justo cuando Mil, mi


hermanastra, se sentó y resopló.

—¿Cuánto tiempo tiene que ser esto? Necesito limpiar mi arma.

—Caliente. —Tex le guiñó un ojo.

Chase gruñó.

La puerta se abrió y Sergio entró con Ax.

Toda la sala quedó en silencio mientras todos los ojos miraban a


Sergio sentarse a la mesa. Ax levantó las manos.

—Antes que todos empiecen a gritar, sí, se cortó el pelo. Sí, lo


ayudé. No es gran cosa.
Tex se puso de pie.

—Nadie cambia un pelo en su cabeza en este negocio sin una muy


buena razón.

—¡Siéntate! —ladró Nixon.

Los ojos de Tex se entrecerraron, pero se sentó, lo cual fue un


pequeño milagro, dado que superaba a Nixon en todos los sentidos.

—Comencemos por el principio. —Nixon extendió las manos sobre la


mesa.

—Como... —se burló Tex—, ¿por qué demonios Sergio decidió dejar
de parecer una niña pequeña y cortarse el pelo como un niño grande?
Si huyes, te encontraré.

—No estoy huyendo. —La voz de Sergio era áspera, su acento más
pronunciado—. Tengo información de tu chico que un Petrov está en
Elite.

Todos los ojos se posaron en mí.

—Sí —dije con voz ronca—. Y, Tex, deja de mirarme así. Bee está
bien. Amenacé al tipo a una pulgada de su vida. Pero es Pike. La única
razón por la que estaría en Elite sería porque es un implante... de
ninguna manera dejaríamos entrar al bastardo. ¿De quién es el trabajo
para recitar la inscripción de todos modos?

Todos los ojos se posaron en Chase.

Maldiciendo, sacudió la cabeza.

—Mira, si hubiera visto un Petrov, le habría disparado por el culo


incluso antes que entrara al campus. Y para su información, no es que
no hayamos estado ocupados asegurándonos que Tex no mate a todos.

—Punto válido —murmuró Sergio.

—¡Oh, que te jodan! —Tex se levantó de nuevo.

—Tex. —Nixon se enfureció—. Siéntate.

—Como un buen chico. —Sergio se rio.

Tex sacó su arma.

—Dilo otra vez. Realmente, he estado queriendo matarte por


semanas.
—Tira —susurró Chase por lo bajo.

Me aclaré la garganta ruidosamente.

—Petrov está en la escuela. Llamé a Sergio para confirmarlo. El


resto es suyo para contarlo.

Sergio se pasó los dedos por el pelo corto y oscuro. Tenía un leve
gesto ahora que no era largo, no es que generalmente prestara atención
a ese tipo de cosas, pero si la idea era hacerlo parecer más joven que
sus veintiocho años, funcionó.

—Voy a enseñar.

—¿Formas de hackear Amazon? —Esto vino de Tex.

—Formas de robar números de seguridad social. —Chase asintió—.


Increíble.

—Historia —dijo Ax, sus ojos iluminados con humor.

Y silencio. De nuevo.

Seguido de aullidos de risa.

Las únicas personas que no nos reímos fuimos Sergio y yo. Por otra
parte, nunca me rio.

Sergio frunció el ceño.

—Me mantendrá cerca. Puedo obtener información, ayudar a


Phoenix, ya que es la única otra alma valiente dispuesta a pasar el rato
en Elite.

—¡Me gradué! —gritó Chase, como si estuviera petrificado, Nixon lo


haría volver al infierno.

Tex asintió con la cabeza.

—Los dos lo hicimos.

Yo no lo había hecho, el pequeño golpe no dicho.

Sergio puso los ojos en blanco.

—Lo que sea. Tengo dos doctorados.

—De ahí la enseñanza. —Nixon juntó las manos frente a él—. Bien,
reúne toda la información que puedas. Es posible que Petrov esté allí
solo para asegurarse de que no estamos haciendo nada... ilegal.
—Correcto, porque somos conocidos por seguir las reglas del
gobierno —maldije.

Nixon se encogió de hombros.

—Hemos sobrevivido a una comisión. Podemos sobrevivir a


cualquier cosa. Ahora, al resto del negocio. Phoenix…

¿Por qué demonios estaba en el asiento caliente?

—...¿cómo está el ajuste?

—Increíble. Alguien incluso me envió flores ayer con una tarjeta de


agradecimiento. ¿Cómo diablos crees que ha sido? —Aparté la vista de
todos y miré por la ventana—. Mi antigua familia me desprecia, y mi
nueva familia preferiría verme ahogarme que tomar el control del
imperio Nicolasi. Entonces, entre cuidar a la hermana del Cappo y
asegurarme que camina en línea recta y no se dispara, oh, y dirigir una
empresa multimillonaria, estoy bastante seguro que nunca volveré a
dormir, no es que nunca durmiera mucho para empezar, pero lo que
sea.

Chase me dio una palmada en la espalda. Sí, lo último que quería


era consuelo.

—Dale tiempo.

Si escuchaba eso una vez más. Iba a gritar. Hice un breve contacto
visual con Nixon.

Se aclaró la garganta y comenzó a hacerle preguntas a Chase sobre


el nuevo asociado.

Oficialmente fuera de la línea de fuego.

Mis oídos desconectaron el resto de la conversación mientras la risa


femenina flotaba desde la sala de estar.

Su risa.

Bee.

—¿Phoenix? —ladró Nixon.

—¿Hmm?

—¿Suena bien?

—Claro —mentí. ¿Qué demonios estábamos discutiendo?


—¿En serio? —Las cejas de Tex se juntaron—. Bueno, supongo que,
si él está de acuerdo, tengo que estarlo yo. Nadie más la va a proteger
de todos modos. —Se puso de pie, básicamente significando que la
reunión había terminado, mientras yo me quedaba pegado a mi asiento,
preguntándome qué demonios había aceptado.

Los muchachos y Mil fueron a la cocina y tomaron una botella de


vino.

Chase se quedó a mi lado.

—¿Te das cuenta de lo que acabas de aceptar?

—¿Suicidio?

—Más o menos. —Se rio entre dientes—. Mira, todavía no te he


perdonado. Todavía no creo que estés limpio, así que sabes que es malo
si incluso siento pena por ti.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Excursión de primer año. —Asintió y una sonrisa apareció en su


rostro—. Acabas de aceptar ir.

—¿Excursión?

—Un fin de semana de diversión en las montañas... aguas


termales... bikinis, la hermana de Tex... —silbó—. Sí, diviértete con eso,
monje.

Resoplé.

—Tengo autocontrol.

—Correcto. —Chase se inclinó, susurrando—. Y ambos sabemos


que es solo cuestión de tiempo antes que ese jodido hilo se rompa, y al
final, ¿quién crees que lo causará?

Como si supiera toda nuestra conversación, Bee entró en la


habitación y me cubrió con una mirada de impotencia.

—¿Tarea de matemáticas? Creo que estoy atascada, y las chicas no


pueden ayudarme.

Eso no tenía sentido. ¿No podían ayudar? No tuvieron ningún


problema con las matemáticas, añadiendo, de todos modos, cuando
allanaban las tiendas en sus mega-viajes de compras. Miré a Bee.
¿Incluso les había preguntado?
—Sí, buena suerte con eso. —Chase me dio una palmada en la
espalda—. Dudo mucho que Tex te dé algún tipo de bendición por los
pensamientos que pasan por tu cabeza.

—No pienso así... ya no más.

Bee puso las manos en las caderas e inclinó la cabeza en mi


dirección. Sus labios se apretaron en lo que probablemente se suponía
que parecía irritación, cuando realmente sentí algo completamente
diferente.

—Entonces realmente estás muerto por dentro. Porque esa chica te


mira como si hubieras prometido comprarle la luna, y tú la miras como
si hubieras hecho más que prometerlo.

Se marchó.

Bee levantó su libro sobre la mesa.

—¿Qué fue eso?

—Astronomía —gritó Chase detrás de él—. ¡Diviértanse chicos!

Me limpié la cara con las manos cuando ella se dejó caer a mi lado y
acercó su silla lo más humanamente posible. Su esencia con aroma a
vainilla casi me sofoca hasta la muerte.

—Me siento estúpida. —Sus hombros se encorvaron—. Quiero decir,


es Matemática Básica 101, y ya estoy confundida.

Matemáticas podía hacer. Solo concéntrate en los números.

Con una respiración profunda, saqué su cuaderno y agarré el


bolígrafo.

—Muy bien, comencemos por el principio.


Capítulo 14
A veces solo desearía que él me viera
Traducido por Rimed

Bee

—¡No tiene sentido! —Me doblé sobre mi misma y me desplomé


contra mi silla—. Sé que lo estás pensando, bien podrías decirlo.

Habíamos vuelto a la casa hace más de una hora y aún no estaba


más lejos de lo que habíamos estado en la cena.

Las cejas de Phoenix se juntaron en confusión antes de que su ceño


fruncido fuese reemplazado por una suavidad que nunca había visto en
su rostro.

—Bee, no eres estúpida.

—Sí, lo soy. —Todo en la escuela era difícil. Probablemente no había


logrado entrar sin la ayuda de mi hermano—. Pero como sea, está bien.
Tengo mi aspecto, ¿no?

Phoenix cerró el libro de golpe y me puso de pie.

—Guau, estaba bromeando. No tienes que encerrarme en la


despensa ni nada.

Habíamos llegado a casa hace una hora. Phoenix había prometido


ayudarme a terminar lo que quedaba de mi tarea, pero yo era un caso
perdido. Incluso Sergio había levantado sus manos y se había ido.

La historia de mi vida.

Era casi medianoche y aún tenía horas de lectura por delante.

Phoenix liberó mi mano y luego abrió el refrigerador.

—¿Cuántas lasañas?
—Um… —El aire frío me golpeó en el rostro—, ¿una?

—Es solo una lasaña, como esos son solo números. No tienen
ningún poder sobre ti aún. ¿Para alguien que no ha experimentado
comida real en un largo tiempo? Podría ser como escalar el Everest.
Cada mordida, cada maldita vez que masticas, es doloroso. Es difícil
incluso cuando no debería serlo porque eres tú el que lo hace difícil.
Deja de verla como comida y vela como una amenaza, como un paso
más hacia algo que pudiese ser tu ruina.

Cerró la puerta de golpe y luego me guio de regreso a la mesa y


señaló la tarea de matemáticas.

—Este es tu Everest. Todos los tenemos. Todos luchamos. Pero eso


no te hace menos inteligente. Te hace diferente. No dejes que lo que te
asusta te supere tanto que no puedas ni darle un mordisco. Así que
empezaremos lento. Empezamos desde el principio. Y eventualmente
serás capaz de comer todo el plato, o en tu caso, terminar cada
problema. Tú me ayudaste con la lasaña. Yo te ayudaré con esto.

Contuve un sollozo.

—¿Porque te alimenté?

—No. —Phoenix se puso de pie, pasándose las manos por su


cabello, dándome una vista de sus abdominales porque su negra
camisa se levantó—. Porque fuiste la única que incluso reconoció que
tenía hambre.

Sorprendida, solo pude mirarlo.

El cuarto zumbó con la tensión mientras sus ojos encontraban los


míos, y no solo en un modo que fuera indiferente. Algo había cambiado,
alterado. No estaba segura de si era yo o él.

—Gracias —susurré—, por hacerme sentir mejor.

Los labios de Phoenix se torcieron.

—Nadie nunca me había agradecido por hacerlo sentir mejor.

—Bien. Entonces soy tu primera.

Se quedó callado. Sus ojos se cerraron, sus labios detuvieron esa


sensual mueca y en lugar de abrirse más, cruzó sus brazos y se encogió
de hombros.
—Ve a la cama y te ayudaré con los últimos dos problemas en la
mañana.

Aparentemente, esta conversación había acabado.

Asentí y me giré sobre mis talones, sin querer tentar el destino,


sabiendo que cada momento que tenía con él era algo que debía
mantener para mí misma y proteger con mi vida.

Era casi medianoche, así que tomé una ducha rápida y fui a la
cama. Solo que no pude dormir. La historia de mi vida. Era como si
Phoenix se estuviera despegando de mí, o quizás era solo el hecho de
que estaba tan acostumbrada a ser su prisionera que tener libertad por
mí misma era extraño.

—¡Deja de retorcerte! —dijo él con voz ronca.

—¡Bien! ¡Vi una rata! —respondí—. ¿Y porqué diablos mi padre me


está manteniendo en un sótano entre todos los lugares?

—Te está protegiendo.

Él estaba mintiendo; este nuevo asociado de mi padre estaba


mintiendo. Y lo odiaba por ello. Lo odiaba casi tanto como lo que odiaba a
mi propio padre.

—¡Jódete!

Él puso los ojos en blanco; podía ver el movimiento aun estando


oscuro.

Algo arañó mi pierna.

Con un chillido, retrocedí y aterricé en el regazo del chico.

Él me empujó.

Así que aproveché la oportunidad de empujarlo de vuelta.

Lo que siguió fue él sujetando mis muñecas sobre mi cabeza y casi


dándome un cabezazo.

—Mantente tranquila antes de que te dé una razón para gritar.

—¿Por placer? —molesté, intentando ganar ventaja incluso si era


sexual. Era lo único con lo que podía trabajar. Él tenía una pistola. Yo
tenía mi cuerpo.

—Eres una niña —escupió—. Como si pudieras captar mi interés.


Me incliné y susurré contra sus labios:

—Ya la tengo.

Retrocedió como si le acabase de disparar en el rostro y maldijo en la


oscuridad.

—Así que, ¿cuál es tu nombre, soldado? —pregunté finalmente


cuando dejó de maldecir.

—Phoenix.

—¿Cómo el ave?

—Cómo la ceniza.

—El ave se levanta de las cenizas…

—Sí, muy mal que la historia termine allí.

—¿Ah?

—¿Qué ocurre luego de que el ave se levanta? —Su voz era ronca—.
Te dejaré saber un pequeño secreto —Se inclinó tan cerca que podía oler
su picante colonia—. Hace todo lo que puede para evitar caer.

—Así que no caigas.

—Entonces deja de tentarme para que salte.

Esa fue. Nuestra primera conversación. Luego de eso, Phoenix me


había dado una amplia litera, y yo nunca pude descifrar lo que quiso
decir. Al principio, pensé que se sentía atraído hacia mí, pero mientras
más llegaba a conocerlo, más me daba cuenta de que el chico era
claramente indiferente a todas las mujeres. Toda la humanidad.

Golpeé mi almohada y me giré.

El reloj decía 1:30 A.M. Genial. Oficialmente iba a lucir como mierda
en la mañana. Tenía un día más de clases antes del día de viaje de los
de primer año. Tal vez le había dicho a mi hermano que iría en vez de
preguntar, pero como sea. Quería que viviera mi vida. Iba a vivirla. Y
eso empezaba con conocer chicos que no se llamasen Phoenix y
ganando un beso de alguien que de hecho gustara de mí.

—Como sea.

Me levanté de mi cama y bajé a la cocina por un vaso de jugo. Una


luz brillante se filtraba por la puerta y entré para encontrar a Phoenix
desparramado sobre la mesa, papeles desperdigados por todo el lugar.
Parecía como si el caos hubiese tomado residencia permanente.

Saqué el jugo del refrigerador, me serví un vaso y miré a Phoenix


dormir.

Como un total perdedor.

Se veía tan pacífico, como si no odiara al mundo o su posición en él.

Golpeé mis uñas contra el vaso en mi mano, tentada de despertarlo


tanto casi como de observar su hermoso rostro. Quitaba el aliento, el
tipo de sujeto ardiente del que las chicas chismorrean. Mandíbula
fuerte, labios llenos, rostro perfecto. Maldición, el hombre parecía como
si no tuviese ni una cicatriz. Pero había visto su espalda; simplemente
estaban escondidas, expertamente, como si alguien lo hubiese golpeado
cada día de su vida solo para asegurarse de que nadie lo averiguara.

Aclaré mi garganta.

Él no se movió.

Dejando el vaso de lado, caminé hacia él y lo toqué en el hombro


con uno de los lápices de la mesa.

Él se despertó bruscamente.

Y en vez de gritarme o maldecirme, simplemente apuntó su arma a


mi cabeza.

Retrocedí.

—¿Bee? —Bajó la pistola—. Maldición, no te escabullas detrás de


mí.

—¡Entonces no gimas mi nombre mientras duermas!

Su rostro palideció.

—¿Estaba diciendo tu nombre?

Sonreí mientras un sentimiento de triunfo me invadía.

—Supongo que nunca lo sabrás. Por cierto, tenemos escuela


mañana, así que probablemente deberías ir a la cama.

—Dormir. —Se alejó de la mesa y se puso de pie, su cuerpo


crujiendo como si fuese un anciano en vez de en sus veinte—. Cierto.

—Puedo hacerte compañía —ofrecí—. Como solíamos…


—¡Infiernos no! —Pasó junto a mí, casi golpeándome contra la
encimera de granito—. Ve a dormir, Bee.

—Correcto. —Tragué, toda la emoción de su reacción previa salió


por la ventana—. Buenas noches, Phoenix.

El único sonido que quedó fue el de sus pasos golpeando la escalera


y el lento goteo del grifo.

Me hundí en la silla que él acababa de ocupar y miré al papeleo


frente a mí.

Parecían galimatías. Muchos números, nombres, contactos, cuentas


en el extranjero. Realmente, nada que me concerniera.

Empujé algunas de las fotos a mí alrededor; mis dedos pasaron


sobre una de una chica que había sido golpeada seriamente.

Lucía familiar.

Luego de un rápido vistazo a la puerta para asegurarme de que


Phoenix no estuviera volviendo, levanté la foto.

Trace Rooks, ahora Trace Abandonato.

Ella se veía horrible.

Bajé la foto y levanté la siguiente. Moretones enfilaban sus costillas.

¿Era de esto de lo que me estaba protegiendo Phoenix? ¿De algún


enfermo bastardo poniendo sus manos sobre mí o usándome contra mi
hermano?

Con un estremecimiento, levanté la última foto; una pegajosa nota


estaba adherida a ella. Huella digital coincide con Phoenix De Lange,
Lista de observación.

Jadeando, dejé caer la foto en la mesa.

—Así que… —dijo una ronca voz desde la puerta—, ahora lo sabes…
Esas invitaciones que sigues lanzando podrían bien ser dirigidas a un
monstruo. Realmente dudo que quieras eso en cualquier lugar cerca de
tu cama. Duerme, Bee.

Phoenix tomó una botella de agua de la mesa y dejó el cuarto.

¿Él hizo eso?

¿A Trace?
¿Pero por qué? ¿Por qué lastimaría a una chica? ¿Una mujer? ¿Y
cómo Nixon lo dejó vivir? Un temblor de inquietud sacudió mi cuerpo.

Me recosté sabiendo que un buen sueño me eludiría, no porque no


estuviera cansada. Estaba exhausta. Pero imágenes de Phoenix hiriendo
a Trace parecían ser lo único en lo que mi cerebro se enfocaba.

Para cuando desperté a la mañana siguiente, no pude encontrar el


ánimo de ponerme habladora, tomé una barra de granola y fui al auto
donde Phoenix estaba esperando.

El viaje a la escuela fue dolorosamente silencioso.

Finalmente, no pude soportarlo más.

—¿Puedo al menos preguntar por qué?

—¿Por qué? —Apagó el contacto. Un músculo se tensó en su


mandíbula. Sabía malditamente bien lo que le estaba preguntando.

—¿Por qué la golpeaste? —Mi voz sonó tan extraña y pequeña; muy
lejos estaba la burla de ayer.

Él resopló.

—No solo la golpeé. Casi malditamente la violé. ¿Es eso lo que


quieres oír, Bee? ¿Que soy el monstruo que sale por las noches y roba
la virginidad de las chicas? —Sacudió su cabeza y golpeó su mano
contra el manubrio—. Mientras antes dejes de verme como si fuera tu
héroe, mejor estaremos los dos.

Tragué, desesperada por deshacerme del gran nudo en mi garganta.

—¿Y cómo se supone que te vea?

Se giró lentamente, sus ojos encontrando los míos.

—Exactamente como lo haces ahora. Como si fuese un monstruo.


Porque lo soy. Ahora sal del auto antes de que llegues tarde a clases.

Salí del auto a toda velocidad, más por irritación y rabia que por
miedo. Él casi la había violado, y, sin importar cuantas veces intentara
encontrar un motivo para que hiciera algo tan horrible, todo lo que
pude decidir es que no era el hombre que pensaba.

El Phoenix que conocía, aunque aterrador, no parecía capaz de


hacerle esas cosas a Trace, a la esposa de su mejor amigo.
El Phoenix que conocía se había puesto frente a mí cuando el
primer disparo había sonado, cuando mi padre había regresado de una
de sus tomateras y había apuntado el arma a mi frente, algo habitual,
dado que, según él, me parecía demasiado a mi maldito hermano.

Phoenix era un protector, no un monstruo.

¿Para mí? Nunca un monstruo.

Pero la evidencia estaba allí, en fotos, gráficas fotos. Debería dejar


de hacer preguntas, dejar de intentar poner mis garras en la verdad.

Su respuesta no me había hecho menos curiosa.

O menos dubitativa de querer saber lo que lo hizo hacerlo.

En todo caso, había avivado la llama. Sí, estaba asqueada y


temerosa, pero había más en la historia; de otro modo él estaría muerto.

Mi propio hermano confiaba en él.

Así que, por defecto, yo confiaba en él.

Solo deseaba haber sabido, antes de ver todo eso, porqué aun lo
hacía.

Y porqué todavía quería hacerlo.


Capítulo 15
De vuelta a donde todo empezó…
Traducido por Mary Rhysand

Sergio

Enderecé los papeles en mi escritorio y observé el reloj como si fuera


una maldita granada. Cada pasar del puntero podía haber sido muy
bien alguien cantando jala… jala… jala.

Los estudiantes paseaban por el salón de clase, la mayoría de ellos


lucia más inocente de lo que esperaba para un iniciado en Eagle Elite.
De repente me sentí extremadamente anciano, como si fuera un
desafortunado que tuviera que reemplazar mi cadera y tomar un
anticoagulante.

—Tú. —Un chico me señaló.

Mierda, ¿lucía como su camarada?

—¿Eres nuevo?

No. viejo. Muy viejo.

—Encuentra tu asiento. —Apenas me contuve de espetarle y sacar


una pistola para ver si el chico se cagaría en sus pantalones. Pero de
nuevo, eso solo solidificaría toda la declaración de compadre.

Gimiendo, me toqué el puente de la nariz y esperé a que el resto de


los estudiantes, niños, chicos con menos vellos en el pecho que mi tío,
encontraran sus asientos y esperaron por mí, a que su nuevo profesor
abriera la boca.

Un par de chicas soltaron una risita.

Odiaba las risitas; era tan malo como tener que observar a Tex y Mo
toquetearse en las cenas familiares. Las risitas continuaron, de
acuerdo, era casi igual de malo.
Comprobé mi reloj una última vez y me aclaré la garganta.

—Soy el Sr. Thomas. Seré su profesor de historia americana este


semestre.

Miradas en blanco.

Sí, esto iba a ser una tortura absoluta. Comencé repartiendo el


programa de estudios y esperé a lo inevitable, una mano que se alzara.

Ya había calculado quien sería.

La chica o el chico que tenía algo que probar, el bobo del profesor, ni
un pelo fuera de lugar, y probablemente aun virgen. Sí yo.

Uno, dos, tres, cuatro, ah, y allí está, damas y caballeros. Una mano
alzada desde la parte trasera del salón.

Mantuve mi sonrisa para mí y apenas logré controlar la risa. La


mano pertenecía a una chica, pero no podía ver su rostro; era
demasiado pequeña, escondida detrás de un chico que parecía que una
vez fue un defensa guarda línea.

—¿Sí? —Incliné mi cabeza—. Por favor póngase de pie mientras


hace su pregunta, ¿señorita…?

—¡Oh! —Se levantó del asiento, lanzando un libro al piso y casi


cayéndose. Así que tal vez, después de todo, me equivocaba.

Parpadeó largos ojos marrones en mi dirección como si estuviera


confusa de donde estaba y se colocó un mechón de cabello rubio detrás
de la oreja. Parecía como si viniera de un reino elfo del Señor de Los
Anillos. Sus rasgos eran perfectos, desde su pequeña frente, la forma de
sus labios hasta su pequeña nariz.

Hermosa.

—¿Sí? —dije con voz rasposa—. ¿Su nombre y la pregunta?

—Andi —dijo lentamente—. Y estaba preguntando si llevará registro


de las asistencias. No lo dice en el cronograma y…

—¿Planea saltarse clases, Andi?

—No, pero…

—¿No es importante su educación? Dígame, ¿cuánto dinero cuesta


sentarse en una de esas sillas durante el trascurso de veinticuatro
horas?
Otra mano se alzó.

—¿Sí?

—Ochocientos setenta dólares, señor.

—Bingo. —No aparté mis ojos de Andi; no podría si lo intentara—.


Entonces dígame, Andi, ¿sería su mejor opción tirar ese dinero?

—No. —Sus labios temblaron—. No, señor.

—Buena respuesta —dije en voz baja—. Ahora, ¿alguna pregunta


sobre el cronograma?

—Pero… —Andi alzó su mano de nuevo, aun de pie; el resto de la


clase gimió.

Sorprendido, levanté las cejas mientras la veía.

—¿Pero qué?

—Um… —Giró sus manos frente a ella—. Yo, uhm, tengo una
condición, y algunas veces necesito faltar a clases debido a ella.

Sus mejillas se volvieron completamente rojas.

La clase hizo erupción en risas mientras continuaba mirándola.

—¿Condición?

Asintió.

—Véame después de clase, Andi.

Con un rápido asentimiento, finalmente tomó asiento, y estuve libre


de discutir las expectativas para el resto de la clase. Mientras hablaba y
ellos escuchaban, o pretendían hacerlo, hice un chequeo mental de
cada uno de ellos: ninguno parecía una amenaza, pero dos de los chicos
sentados en la fila de al frente le gustaba pasar el rato junto a Pike y
sus amigos, lo que significaba que estaba oficialmente en mi radar, un
lugar donde nadie quería estar, si querían vivir para la graduación.

Una hora después, estaba despidiendo la clase, y Andi estaba


viniendo a mi escritorio. Estudié sus movimientos: la forma ligera y
aireada en que caminaba, el balanceo de sus caderas, y la expresión
cerrada de su rostro. Sus ojos eran realmente enormes; un chico podía
perderse en esos ojos.

Un chico mucho más joven.


Mucho más disponible y no pretendiendo ser un profesor para
posiblemente ordenar un golpe a una familia de drogas.

—Señor… —Andi dejó de caminar y se cruzó de brazos—. Lo siento


por interrumpir su clase y hacer preguntas tontas. Es solo mi
condición.

—Sí. —Le di un asentimiento brusco—. ¿Su condición? ¿Tiene una


nota del doctor?

—Bueno, el doctor no sabe que soy un vampiro, y eso podría ser


raro así que…

—¿Eh? —Parpadeé.

Sonrió.

—Estaba bromeando… haciendo un chiste.

—Ja —dije secamente—. Ahora, ¿su condición?

Andi liberó un suspiro.

—Algunas veces me enfermo y no puedo venir a clases. Ya he


hablado con la enfermera del campus. Me aseguraré de conseguirle una
nota explicando los detalles.

—¿Por qué no me explica los detalles?

—Hablar sobre tu propia muerte no es un muy buen tema para el


segundo día de clase. —Se encogió de hombros—. Pero si está
preguntando sobre mi condición terminal…

—No. —Alcé la mano, sintiéndome enfermo del estómago. ¿En qué


clase de monstruo me había convertido que no podía ser sensible sobre
algo tan serio? —No se preocupe sobre eso.

—No tiene que hacer eso —susurró.

—¿Hacer qué? —Me puse de pie y comencé a recoger los papeles


extras en mi maletín.

—Tenerme lástima —dijo suavemente—. Ya tengo suficiente de eso


con mi padre. La lástima solo lo empeora… pero siéntase libre de ser
gruñón como antes. Me hace sentir más normal.

Crak. ¿Fue ese el sonido de mi armadura rompiéndose?

Con un nudo en la garganta, me giré para verla de nuevo.


—¿Entonces quiere tratamiento normal?

Sus hombros se hundieron con alivio.

Luché con una sonrisa.

—Entonces salga jodidamente de mi clase. Tengo cosas más


importantes que hacer.

Su sonrisa casi me pone de rodillas.

—Gracias, señor.

—Cuando guste —dije con voz ronca y la observé salir del salón.

Continué mirando a la misma puerta por al menos veinte minutos y


traté de descubrir porqué de repente me sentía desbalanceado, como si
el mundo estaba inclinándose y yo permanecía de pie.

Azúcar baja en la sangre.

No era interés.

Y definitivamente no era atracción.

Después de todo, ella estaba como muerta.

Igual que yo.


Capítulo 16
Las ardillas enojan a Phoenix: nota mental
Traducido por YoshiB

Bee

El único punto brillante en mi día fue cuando Chuck, la criatura del


bosque con la que me había hecho amiga, me siguió a clase o al menos
lo intentó hasta que Phoenix le dijo que se fuera.

No solo arruinaba la fiesta; la destrozaba y, cuando eso no


funcionaba, pisoteaba y hacía gestos obscenos con su arma. Parecía
que no importaba lo que hiciera esa mañana, lo molestaba.

Traté de darle una barra de granola como una ofrenda de paz, y la


tiró a la basura.

Cuando tropecé con mis propios pies, tratando de entrar al edificio a


tiempo para mis clases matutinas, me dijo que vigilara por dónde
caminaba, y que si tropezaba de nuevo, me pondría en una silla de
ruedas y me empujaría colina abajo.

Mi última clase del día fue un laboratorio de anatomía y fisiología


humana que me tenía lista para vomitar en mis botas nuevas y salir
corriendo en otra dirección.

Pero estaba en estudios generales, así que si quería complacer a mi


hermano y no hacer que Phoenix quisiera estrangularme, tenía que
entrar al aula.

Mis pies se quedaron inmóviles cuando crucé la puerta.

—Es solo otra clase, Bee. —Phoenix suspiró—. Unos pasos más y
puedes encontrar tu asiento. Unos pasos más después de eso y puedes
sentarte.

—No me gusta la sangre —susurré, sintiendo mi rostro palidecer


solo de pensarlo.
¿Tendría que diseccionar cosas? Mierda, ¿se balanceaba el salón?
¿Y por qué demonios había fotos de partes en la pared? Partes
humanas. Un par de pulmones, un estómago, un corazón. Querido
Dios, iba a perder el desayuno, el almuerzo y posiblemente no podría
cenar.

Me balanceé de nuevo.

Phoenix agarró mi brazo con su mano y me llevó a un escritorio


vacío.

—¿Bee? —Sostuvo mi cara con sus manos ahuecadas, sus ojos


azules mezclados con preocupación—. Bee, ¿estás bien?

—No me gusta la sangre.

—Dijiste eso.

—Debería permanecer dentro del cuerpo.

—En su mayor parte, lo hace. —Su sonrisa era pequeña, acogedora.

Me incliné hasta que mi frente tocó su pecho.

Se tensó pero no me alejó; en cambio, me palmeó la espalda con


torpeza.

—¿Crees que puedas soportar sentarte aquí durante cuarenta y


cinco minutos? Sé dé buena fuente que no cortarás nada hoy.

Me eché hacia atrás y me cubrí la boca con mis manos.

Soltó una risita baja.

—Está bien, así que no hay mención de partes o sangre.

Sacudí la cabeza con un no, lo que solo hizo que la habitación girara
más rápido. Bien, me llenaba la boca hablando sobre ser violenta y
cuidarme, pero estaba bastante segura de que si tuviera que cumplirlo,
estaría más traumatizada de lo que estaba dispuesta a admitir.

—La sangre no es del todo mala, Bee.

—No ayudas —dije a través de mis manos.

—La sangre —Phoenix se inclinó—, bombea a través de tu cuerpo,


te mantiene viva. —Se extendió y agarró una de mis manos y la giró,
sus dedos trazando el interior de mi antebrazo—. Mira las líneas
azules… las líneas que llevan tu sangre, el milagro que es la vida. Aquí
está la cosa, Bee. Nunca debes tener miedo de algo que te da vida,
propósito, significado. Esta sangre… —Golpeó mi piel con las yemas de
sus dedos—, sostiene cada parte de ti, y mira, está en el interior, donde
pertenece. Nada que temer.

—Nada que temer —repetí con voz vacilante.

—Bien. —Se echó hacia atrás y abrió los dedos y luego flexionó las
manos un par de veces antes de apartar la silla.

—¿Phoenix?

—¿Qué? —No se volvió para mirarme.

El profesor entró y apagó las luces mientras comenzaba la


presentación de PowerPoint.

—¿De qué tienes miedo?

Maldijo en voz baja, aún sin mirarme a los ojos.

—Ese es un secreto que creo que me guardaré para mí.

—¿Abejas?

Apretó los labios, pero una sonrisa se le escapó.

—Sí, tengo miedo de que me piquen.

Le devolví la sonrisa, a pesar de que no me estaba mirando, y


susurré para que solo él pudiera oír.

—Bueno, la buena noticia es que yo no pico.

Él suspiró.

—Pero lo haces. Simplemente no te das cuenta de que lo estás


haciendo.

Phoenix apartó su silla.

Y ese fue el final de la conversación. Me preguntaba si lo había


inventado, el pequeño momento que compartimos.

Pero, al final de la clase, él era diferente, no tan distante, no tan...


triste.

—¡Bee! —Pike corrió hacia mí—. Oye, ¿vas al retiro de primer año
este fin de semana?

—Sip. —Di un paso más cerca de Phoenix—. No me lo perdería.


Pike me miró de arriba abajo.

—No puedo esperar.

Phoenix tosió.

Pike puso los ojos en blanco.

—Bueno, supongo que nos veremos mañana por la mañana. ¿O no


vas a tomar el autobús?

—Yo la llevo —ladró Phoenix.

—Tranquilo. —Pike levantó las manos—. Dios, Bee, ¿crees que


podrías decirle a tu perro guardián que se calme un poco? Al menos
dale una golosina o algo así.

Phoenix se lanzó hacia él.

Pike tropezó hacia atrás y se echó a reír.

—Tranquilo amigo. Bee, en serio, ponle una correa.

En un instante, Phoenix estaba alcanzando su arma.

Me moví para pararme frente a él y forcé una risa.

—Nos vemos más tarde, Pike, tenemos algo a lo que debemos llegar.

—Correcto. —Asintió y luego se alejó.

El aliento de Phoenix estaba caliente en la parte posterior de mi


cuello.

—No vuelvas a hacer eso nunca más.

—¿Qué? —No me moví.

—Pararte entre mi arma y mi objetivo.

—No puedes simplemente matar gente porque te cabrean, Phoenix.

—¿Quién dice? —preguntó con voz oscura—. Lo digo en serio, Bee.

—Yo también. —Me di la vuelta rápidamente y lo pinché en el


pecho—. ¿Quieres que haga amigos? Entonces no puedes enojarte cada
vez que alguien viene y habla conmigo. ¿Sería diferente si fuera una
chica?

Su mandíbula se desencajó.
—¡Por supuesto que sí! ¡Una chica no intentaría meterse en tus
malditos pantalones!

—¿En serio? —Puse mis manos en mis caderas—. ¿Quién puede


decir que una chica no querría esto también?

—Eres imposible. —Frunció el ceño y levantó las manos en el aire.

—¿Casi apuntaste con un arma a un estudiante y yo soy la difícil?


—Incliné la cabeza—. ¡No puedes controlar cada cosa todo el tiempo,
Phoenix, y seguro que no puedes controlarme!

—¿Eso crees? —gruñó, sus manos alcanzando mis hombros. Las


yemas de los dedos se clavaron en mi piel; sus labios estaban a
centímetros de los míos—. Solo te dejo ver lo que quiero que veas, Bee,
y esa es la verdad. Si quisiera controlarte, te controlaría a ti… y te
gustaría, créeme.

—Pruébame.

Con un gruñido, me soltó y tomó sus llaves.

—No vales la pena el esfuerzo.

Las palabras fueron como el golpe final a la minúscula cantidad de


autoestima que había logrado acumular en los últimos días. Mi cuerpo
reaccionó físicamente, cayendo sobre sí mismo e inhabilitando la manta
blindada que una vez pude envolver alrededor de mi corazón.

Magullado.

Roto.

Maltratado.

—Bee…

—No —dije con voz hueca—. Tienes razón. Es curioso, recuerdo que
mi papá me dijo exactamente lo mismo antes de morir.

—Bee…

—Vamos a casa.

Pasé junto a él y no lo volví a mirar, ni cuando encendió el auto, ni


cuando encendió a Jay-Z, ni cuando se detuvo en Starbucks y ordenó
mi bebida favorita.

Estaba en silencio.
Porque finalmente había conseguido su deseo… me había roto.
¿Cuántas veces puede una chica enfrentar el rechazo antes de que la
única forma de encontrar consuelo sea cerrarse del mundo que la
rechazó en primer lugar?

Retiro de primer año.

Me centraría en eso.

Me olvidaría de Phoenix.

Coquetearía con quien quisiera.

Haría amigos.

Y al final, estaría bien. Tenía que estar bien. Porque si todo lo demás
fallaba, ¿qué tenía realmente que esperar en la vida?
Capítulo 17
Nunca los dejes verte llorar

Traducido por Yiany

Phoenix

—¿Estás seguro que estás listo para esto? —preguntó Nixon.

Le dije que necesitaba que viniera. Dijo que, si venía, también lo


harían Mil, Chase y Tex.

Los cinco jefes.

Juntos de nuevo.

Solo que estaban allí para mostrar su apoyo, en lugar de luchar.

No era yo mismo. Demonios, ¿cuándo había sido yo mismo en las


últimas semanas? Todavía estaba enojado por perder el control con Bee,
por herir sus sentimientos. Sabía cuáles eran sus desencadenantes, y
jugué descaradamente con ellos hasta que obtuve el resultado que
quería.

Su dolor.

Entonces, ¿por qué me sentí tan mal?

No me había hablado en todo el viaje a casa, incluso cuando le


había comprado café, algo de lo que estaba convencido sería suficiente.

Cuando llamé a su puerta esa noche para decirle que me iba y que
Sergio se quedaría si necesitaba algo, me recibió el silencio.

En pánico, rompí la puerta solo para encontrarla escuchando


música y haciendo los deberes, en nada más que un sostén deportivo y
un par de pantalones cortos.

Levantó la vista, imperturbable, y me dio el dedo medio.


—Estará bien —dijo Mil, recuperando mi atención mientras
apretaba mi mano con la suya—. Recuerda, eres su jefe.

Asentí y respiré hondo. Fue una de las primeras reuniones oficiales


que convoqué, con la ayuda de Nick.

No tenía problemas para administrar el negocio con los Nicolasi;


demonios, prácticamente se manejaba solo. ¿Con qué tenía problemas?
Sus hombres y su lealtad. Era hora de probar un punto, hora de ser
jefe.

—Cuando todo lo demás falla... —Tex me dio una palmada en la


espalda—, dispara primero.

—Oh, un gran consejo —murmuró Chase—. Porque esa siempre ha


sido la respuesta a la paz mundial. Disparar cosas.

—Solo digo. —Tex se encogió de hombros.

Crucé la puerta y miré a mí alrededor. Nos reuníamos en uno de los


restaurantes de los Abandonato, un lugar chino cerca del lago que
parecía más un almacén que cualquier otra cosa. Era popular entre los
lugareños y tenía habitaciones insonorizadas.

Dos bonos.

Nadie para escuchar los gritos.

Pero suficientes personas para cubrirnos si fuera necesario.

Todos los hombres estaban apilados en la trastienda, comiendo una


cena que les había preparado específicamente. Si sabía algo, la comida
siempre hacía que la gente se enojara menos. Debería saberlo; la mayor
parte del día estaba muy enojado, y estaba bastante seguro que tenía
que ver con el hecho de que todavía estaba tomando batidos de
proteínas en lugar de comer la lasaña de Bee.

Forzándola a salir de mi cabeza, me dirigí a la habitación.

Un silencio absoluto me saludó cuando los hombres levantaron la


vista de sus platos. Con todo, tenía treinta de ellos que estaban cerca de
mí; el resto eran simplemente soldados de a pie, no necesarios en una
de estas reuniones.

—Entonces... —Nick se puso de pie—, si hubiéramos sabido que


estaríamos entreteniendo al Cappo, podríamos haber tenido un desfile.
—Ja. —Tex aplaudió una vez—. Eres lindo. Dime tu nombre para
que pueda recordar decir una oración en tu nombre antes de dispararte
entre los ojos.

Las cejas de Nick se dispararon hasta la mitad de su frente cuando


una sonrisa se curvó en sus labios.

—Phoenix, si esta es la compañía que tienes, es posible que


tengamos algunos años interesantes.

—Lo es —dije con voz tensa—. Y, por cierto, cumplirá con esa
promesa, así que tendría cuidado.

—Anotado. —Nick se rio entre dientes.

Los hombres alrededor de la mesa todavía nos estaban


inspeccionando; la mayoría de ellos habían estado en la comisión, pero
algunos todavía estaban en Sicilia cuando Tex tomó el control de las
cinco familias, el día que Luca había muerto.

Cuando me dejó con su legado para seguir el ritmo.

Maldición.

—Encuentren sus asientos —dije en voz baja.

Nixon, Chase, Tex y Mil fueron a sentarse en el lado izquierdo de la


mesa donde algunos asientos estaban vacíos.

La puerta se abrió y luego se cerró detrás de mí.

No necesitaba girar para saber quién era.

—Frank, llegas tarde.

—Lo siento. —Se rio entre dientes y luego puso una mano sobre mi
espalda.

Lentamente, me volví para mirarlo. El hermano de Luca y, al final de


su vida, su mejor amigo. Todavía dolía mirar a Frank porque me
recordaba a Luca, lo que era para mí, lo que había hecho por mí. Veía
sus ojos en los de Frank. Veía su fuerza y me mató por dentro que
nunca podría estar a la altura del legado que había dejado atrás.

—Bendiciones... —Frank tomó mi rostro entre sus manos y besó


ambas mejillas—, al nuevo jefe de Nicolasi.
—¡Salud!3 —Nick levantó su vino, y el resto de los hombres lo
siguieron.

—Él estaría orgulloso. —Frank asintió y me dio una palmada en la


mejilla con la mano derecha—. Estoy muy orgulloso de verte aquí
delante de tus hombres.

Me tragué el nudo en la garganta porque Frank sabía la verdad. No


había hecho nada en mi vida que hubiera logrado esa palabra. Orgullo.
Era exactamente lo contrario, y la fe que tenía en mí no hizo más que
hacer que el peso de mis hombros fuera más pesado.

Frank me soltó y caminó hacia su asiento.

—Primer orden del día.

Saqué mi arma y disparé dos veces al hombre sentado directamente


frente a mí. El que, después de muchas excavaciones, Nick descubrió
que estaba hablando con los federales sobre nuestra familia. Al menos
sabíamos de dónde había salido la fuga. Se dejó caer contra su silla
mientras la sangre salpicaba la pared detrás de él.

—Eso —dije con voz fría—, es lo que sucede cuando vas con los
federales. Eso es lo que sucede cuando eliges al gobierno sobre nuestra
propia sangre. Derramas la tuya. ¿Capiche?

Los hombres asintieron con murmullos de acuerdo.

—Y el segundo orden del día...

Miré alrededor de la habitación y finalmente, sentí que una rectitud


se asentaba sobre mí cuando estaba a punto de hacer algo por lo que
Luca había estado luchando desde que se había visto obligado a
abandonar los Estados Unidos, obligado a dejar a su hermano y al amor
de su vida con el que nunca se había reunido.

—Nos quedamos.

—¿Quedarnos? —repitió Nick, su acento espeso.

—En los Estados Unidos. —Asentí—. Será como era antes. Las cinco
familias en Chicago, trabajando juntas. Nos quedamos.

Nadie dijo una palabra. Fue un momento tranquilo, no tenso, solo


tranquilo, como si cada hombre estuviera tratando de averiguar si mi
palabra era confiable.

3
N.T. En español en el original.
Me acerqué a la mesa, agarré un vaso vacío y vertí un poco de vino
tinto en él. Cuando lo levanté en el aire, fue con un propósito, un
propósito para el cual Luca pensó que estaba listo.

—Para mantener vivo su legado. —Levanté el vaso—. Para mantener


segura a la familia. A la sangre... a Luca Alfero Nicolasi. Puede
descansar en paz.

El resto de los hombres se pusieron de pie y levantaron sus copas.

—Y al nuevo jefe. —Nick centró su mirada en mí—. Que encuentre


significado en la sangre de Nicolasi.

—No todo está perdido —respondí.

—Todo es nuestro —repitieron los hombres.

—Salud4. —Tomé un trago y todos me siguieron.

Luca confiaba en mí, lo que significaba que vio algo que incluso yo
no podía ver. Vio una astilla de potencial, una astilla de bien. Vio lo que
mi padre había fallado en ver durante toda mi existencia.

Una necesidad de pertenecer.

Una sed.

Vio potencial, pero sobre todo...

Vio esperanza.

El resto de la reunión pasó en un borrón. Me aseguré de informar a


los hombres sobre la amenaza potencial en Eagle Elite y también
nombré a mi segundo al mando: Nick. Tenía treinta y dos años,
sediento de sangre y digno de confianza.

Cuando terminó la reunión, era alrededor de la medianoche. Había


dormido mal la noche anterior, así que esperaba que al menos sacar la
reunión del camino serviría para poder dormir sin pesadillas. Por otra
parte, acababa de deshacerme de un cuerpo, por lo que no confiaba en
mi capacidad para conciliar el sueño sin ver ese mismo cuerpo hundirse
en las aguas turbulentas del lago Michigan.

4
N.T. Ídem.
Cuando volví a la casa, todas las luces estaban apagadas.

Me quité la ropa sin molestarme en encender la luz y rápidamente


me metí en la cama. Olía a vainilla, al igual que Bee.

—Maldita sea —murmuré, acercándome a un lado.

Mi mano cayó sobre las sábanas y entró en contacto con algo cálido.

Un cuerpo.

Mierda.

Me quedé inmóvil.

Un gemido femenino escapó y luego una maldición.

—¿Phoenix?

—Tienes exactamente tres segundos para explicar por qué estás


durmiendo en mi cama.

—No quise hacerlo.

—¿Entonces accidentalmente entraste en mi habitación, te quitaste


la ropa, saltaste a mi cama y te quedaste dormida? ¿Estás borracha?

—No. —La voz de Bee era pequeña—. No podía dormir. Me asusté y


vine aquí...

No podía ver su rostro, pero sonaba como la verdad.

—¿Y te quedaste dormida?

—¿Por qué es tan difícil creer que me quedé dormida?

—¿Por qué demonios no fuiste a buscar a Sergio si tenías tanto


miedo?

—Estaba en su habitación, pero la puerta estaba cerrada. Escuché


un ruido y corrí a tu habitación con mi Kindle. Fin de la historia.

Suspiré profundamente.

—Bueno, ahora que estoy aquí, las cosas están claramente bien. Ve
a la cama.

No se movió.

—Bee, tienes que estar despierta en unas pocas horas para tu viaje
de primer año. Tengo que levantarme en unas pocas horas para
asegurarme de que no entres en ninguna pared. Haznos un favor a
ambos y vete.

Nada.

¿Se había ido? ¿Me lo había imaginado todo? Estiré la mano y


encontré su cuerpo, todavía vestido —gracias a Dios— acurrucado en
una pequeña bola como si estuviera tratando de enrollarse en sí misma.

En pánico, me puse de rodillas.

—¿Bee? ¿Qué más está mal? ¿Alguien te lastimó?

—S-sí, quiero decir que no —dijo con voz ahogada—. Lo siento, me


iré.

Sabía que estaba mal —pedirle que se quedara— pero estaba tan
débil en ese momento que habría hecho cualquier cosa para evitar que
llorara.

—Está bien —dije con voz áspera—. Solo... trata de no tocarme.

—¿En serio?

—Sí, lo digo en serio. No me toques.

—No, ¿en serio me puedo quedar?

—Solo por esta noche…

—Como en los viejos tiempos.

—Sí —dije con voz ronca, volviéndome de lado—, exactamente como


en los viejos tiempos.

Excepto que, en los viejos tiempos, había practicado la moderación,


porque no practicarla significaba que cedería mi identidad secreta a su
padre.

No practicar la moderación ahora significaba que Tex me dispararía


o haría los honores yo mismo, debido a que contaminaba su pureza.

—Gracias, Phoenix. —Suspiró feliz, y su respiración profunda


pronto la siguió.

No iba a dormir, y no podía culpar a nadie más que a mí mismo,


bueno, a mí mismo y a mi incapacidad para decirle no a la única chica
a la que realmente necesitaba decirle que no.
Capítulo 18
Quedarse dormida con una pesadilla,
despertarse a un sueño
Traducido por YoshiB

Bee

¿Cuán patética podía ser una chica? Escuché un ruido, un pequeño


ruido, y lo siguiente que supe fue que estaba en la habitación de
Phoenix. Su olor era tan familiar, tan reconfortante, a pesar de su
tontería, me acosté en su cama y comencé a leer, planeando partir en
una hora más o menos, una vez que me hubiera calmado.

¿En cambio? Me quedé dormida.

Y desperté con él volviéndose loco porque me había encontrado allí.


Pero había dicho que podía quedarme... y aquí estaba despertando de
nuevo. Al lado de su calidez.

No solo tocando su cuerpo perfecto o mirando su pecho desnudo,


sino enredándome en sus piernas, en sus brazos, mi cabeza
descansando en la curva de su cuello.

Se sintió bien.

Era cierto que tenía miedo de estar soñando, miedo de que se


despertara y me gritara por hacer lo único que prometí que no haría:
tocarlo.

Era una pared de músculos sólidos y calor. Podía acostarme en la


cama con él, solo tocando su suave piel para siempre.

Lentamente, mi mirada se deslizó por su torso hasta donde la V de


sus músculos se sumergió debajo de las mantas.
Supe el momento en que se despertó, porque los músculos sobre los
que estaba salivando se tensaron tanto que parecía que estaba tratando
de sentarse sin moverse realmente.

—Bee. —Su voz era áspera—. ¿Qué estás haciendo?

Mirando fijamente, deseando, imaginando... Realmente, elige.

—Aprovechándome de ti con mis ojos. ¿Qué parece que estoy


haciendo?

—Sea lo que sea, es espeluznante. Detente.

Sonreí y aproveché mi oportunidad para mirarlo.

Mala elección.

Su cabello había comenzado a crecer un poco más desde que se lo


afeitó tan cerca de la cabeza; pedazos de rubio claro se asomaban de la
oscuridad y, para mi sorpresa, tenía un ligero rizo. No alcanzarlo y
tocarlo me estaba matando por dentro. Parecía que Phoenix podría usar
más de ese… tocar.

—Te ves sorprendida —dijo, entrecerrando los ojos—. La expresión


con la boca abierta no es tan sexy para ti, Bee.

—Te estoy tocando.

—Lo estás.

—En tu espacio.

—Correcto de nuevo.

—Y no estás gritando.

Con un suspiro, me apartó suavemente.

—Creo que puedo lograr no ser un imbécil a primera hora de la


mañana.

—Extraño, ya que usualmente imagino que pasas tus mañanas


pateando cachorros y disparando pájaros que cantan. —Sonreí.

—Hilarante. —Levantó las manos sobre la cabeza.

Mi cuerpo zumbaba de deseo. El hombre era hermoso, tan hermoso


que era imposible no mirar cada centímetro de él.

—Yo... um, te debo una... disculpa.


—¿Qué fue eso? —Mierda, realmente estaba soñando. Me había
quedado dormida en la cama del monstruo y me desperté para
encontrar un príncipe.

La cara de Phoenix se tensó.

—Una disculpa.

—Dilo con una sonrisa, y tal vez te creeré.

—Así que eso es lo que ella quiere por la mañana…

—Entre otras cosas. —Cogí la manta y cubrí la mitad inferior de su


cuerpo.

Siseó.

—Oye, no mates a una chica por intentarlo.

—Vamos a hacer un trato.

—¡Guau! —Me puse de rodillas y solté una carcajada—. Primero, no


te despiertas gritando. En segundo lugar, te disculpas, y ahora...
¿quieres hacer un trato? ¿Caíste en una tina radioactiva de Prozac
anoche o algo así?

Sus labios se torcieron.

—Aw, está bien sonreír. —Me incliné y susurré—: No lo diré.

Sus ojos se dirigieron a mis labios y se quedaron allí, como si


estuviera librando una guerra en su mente sobre si quería o no probar.
Me incliné hacia delante; me encontró a mitad de camino.

Mi cuerpo zumbaba con calidez. ¿Esto realmente estaba


sucediendo?

Dejó de moverse y tomó mi cara con ambas manos.

—Soy un imbécil... pero todo lo que hago tiene un propósito. —Soltó


un suave suspiro—. Pero cuando ese propósito termina lastimándote
más que ayudando, entonces me disculpo. Entonces, lamento lo que
dije ayer. Eres... y siempre vas a... valer la pena el esfuerzo, pero no de
un tipo como yo. Pero alguien mejor. —Inclinó la cabeza—. Sí.

—Pero…

Puso sus dedos contra mis labios.

—No arruines el momento hablando.


Solté un suspiro frustrado.

—Entonces este trato…

Sus dedos todavía estaban presionados contra mí; me costó cada


onza de fuerza de voluntad no tener que lamerlos o tomar un pequeño
bocado y saborear su sabor.

—...si sonrió y soy amable, ¿podrías devolverme el favor este fin de


semana? Sin huir con Pike, sin sesiones de besos a altas horas de la
noche, sin perderte de mí vista y, por el amor de Dios, no más videos de
tortugas en YouTube. —Quitó la mano y se cruzó de brazos.

—Sonríes y tienes que comer un desayuno normal.

—Sonrío y como una barra de proteínas.

—Y me llevas a Starbucks.

—Ah, el terrorista negocia.

—Solo cuando el carcelero me acorrala. —Sonreí.

—Bien. —Se aclaró la garganta y miró hacia otro lado. Con una
exhalación profunda, volvió a hacer contacto visual y sonrió.

Una devastadora sonrisa de estrella de cine que me dejó


boquiabierta y sin aliento hizo que todo mi cuerpo se debilitara.

El hoyuelo se profundizó.

Los dientes eran rectos y blancos.

Sus ojos ya no parecían atormentados.

Y, en serio, sentí que mi corazón daba un vuelco en mi pecho.

—Ahora —dijo suavemente—, vete de mi cama.

—Aw, y estábamos tan cerca con ese momento. Fue como el


momento de la alfombra de la amistad.

—Siéntete libre de dispararme si alguna vez, y quiero decir alguna


vez, tenemos un momento que incluya las palabras amistad, alfombra y
magia.

—¡Ja, no dije magia!

—Fuera. —Señaló la puerta, la manta bajando sobre su musculoso


cuerpo.
Solo un poco más lejos, y podría ver de qué se trataba todo este
alboroto.

—Bee. —Ahí estaba, el tono de advertencia al que estaba tan


acostumbrada.

Con un resoplido, salté fuera de la cama y caminé hacia la puerta.

—¿Qué? —preguntó Phoenix cuando no caminé hasta el final—.


¿Que está mal ahora?

—Gracias... —No me di la vuelta—, por no gritarme.

Maldijo en voz baja.

—El hecho de que tengas que agradecerme por eso te dice el tipo de
hombre que soy, Bee, un pedazo de mierda.

—No. —Exhalé mi frustración—. Solo tienes miedo de que te hieran,


¿verdad?

Miré por encima del hombro, esperando ver una expresión irritada;
en cambio, no vi nada más que hambre, y estaba bastante seguro de
saber a quién se dirigía. Con un estremecimiento, se dio la vuelta.

Otro momento pasó.

Quizás si los acumulara, serían más permanentes. Podría usar


permanente, o tal vez podría usar Phoenix.
Capítulo 19
Los secretos: guardamos. La verdad: la
encontramos
Traducido por YoshiB

Sergio

La información no tenía sentido. Pike estaba trabajando para los


federales, pero no vi nada sobre un trato o sobre su familia saliendo de
la cárcel por su participación, entonces, ¿qué es lo que puede ganar
ayudándolos?

Investigué hasta que mis ojos se cruzaron.

Finalmente, estaba a punto de apagar mi computadora y servir un


poco más de café mañanero cuando mis pensamientos fueron a Andi.

Rápidamente la encontré en la base de datos y luego hice una


búsqueda de sus antecedentes. Esperaba que fuera un poco ligero, de
fácil acceso.

Pero en el momento en que hice clic en su nombre...

Toda la pantalla se congeló.

¿Qué demonios?

Abrí otra pantalla e hice una búsqueda similar, esta vez conectando
en todas las teclas correctas para obtener acceso a su archivo.

Y de nuevo, me bloquearon.

La única razón por la que el sistema me bloquearía sería porque era


información ultra secreta, pero había ayudado a diseñar el maldito
sistema, lo que significaba que tenía un virus o que de alguna manera
la chica había superado incluso mi cabeza para asegurarse de que su
archivo estaba seguro.
La única otra persona que tenía acceso estaba sentada en un bonito
y cómodo asiento en el centro.

Llamarlo parecería sospechoso.

Prefería simplemente hackear mi entrada.

¿Pero por qué la repentina obsesión? No estaba seguro; tal vez fue el
hecho de que sabía que mi propio tiempo ya se había acabado y que no
estaba haciendo un buen trabajo al lidiar con eso, sin embargo, ella
parecía feliz casi desconcertada por su muerte inminente. ¿Cómo
diablos alguien enfrentaba eso todos los días con una sonrisa?

Gemí y me pasé las manos por la cara justo cuando Phoenix


entraba a la cocina con un aspecto menos afligido de lo habitual.

—¿Supongo que las cosas salieron bien anoche?

Dejó caer la taza de café en su mano. Se hizo añicos contra el


granito y se derramó sobre el mostrador.

—¿O fue horrible y quieres suicidarte cortándote las muñecas con


tu propia taza de café por la mañana?

Phoenix presionó sus manos contra el mostrador.

—Lo siento, estaba... apretando demasiado.

—Bueno, entonces ten cuidado cuando orines esta mañana.

—¡Ja! —Puso los ojos en blanco y tomó otra taza—. Y sí, todo salió
bien anoche. La familia Nicolasi está aquí para quedarse.

—Sorpresa, sorpresa. —Cerré mi computadora, por si acaso


caminaba detrás de mí, y me levanté de mi asiento.

—Ellos pensaban que sí.

—No confían en nadie ni en nada. Por supuesto, pensaron que


volverían a Sicilia. Ahí es donde los enviamos en primer lugar.

Nunca pregunté por qué enviaron a la familia, pensé que no era


asunto mío, pero el hecho de que se quedaran significaba malas
noticias para todos; simplemente no se dieron cuenta. Demonios, no
tenían idea de la tormenta de mierda que se acercaba a ellos. Solo podía
detenerlo si estaba vivo, y sabía que era solo cuestión de tiempo antes
de que Yo, el último cabo suelto, fuera asesinado.

Tenía la sensación, una sospecha, de quién era mi reemplazo.


Y me revolvía el estómago, pero todo lo que tenía era especulación y
una extraña sensación de que las cosas no iban a terminar bien para
mí, no si Nixon se enteraba, no si Tex se enteraba. Demonios, si alguno
de ellos se enteraba... era hombre muerto.

Por otra parte, ya estaba muerto.

—Chicos.

Bee se metió en la habitación y robó el café de la mano de Phoenix.


Esperaba que gritara, pero en cambio se alejó de ella tan rápido que
pensarías que solo se ofreció a frotarlo con hiedra venenosa.

—Bee... —Me crucé de brazos—. ¿Qué tal fue tu noche?

—Sin incidentes —Phoenix respondió por ella—. ¿Ya empacaste,


Bee?

Su intercambio fue diferente de lo habitual; ella estaba a una buena


distancia de él. Normalmente estaba sobre él, burlándose como un
cachorro con un juguete para masticar.

Asintió.

—Sip.

Phoenix agarró otra taza, sirvió un poco de café y tomó un gran


sorbo.

—Incluso empaqué condones por si acaso.

El café salió de su boca y cayó sobre el mostrador.

—Hmm... ¿qué dije? —Se encogió de hombros, sus ojos bailando de


risa.

—Bee... —Phoenix dejó su café y se limpió la cara con una toalla


cercana—. Deja de joder. Recuerda lo que discutimos.

—¿Quieres decir anoche? —Inclinó la cabeza de nuevo.

Y la mierda se volvió interesante.

—¿Anoche? —repetí.

—En la cama. —Bee guiñó un ojo en mi dirección.

—Antes de dormir —corrigió Phoenix.

—¿O fue después? —agregó Bee con un guiño.


—Simplemente no puedes evitarlo, ¿verdad? —preguntó Phoenix,
con la voz baja—. Tienes que empujar y empujar y empujar hasta que...

—Boom. —Los ojos de Bee se abrieron—. Hasta que te rompas, sí, sí


lo hago.

—Lamento decepcionarte, Bee. —Me aclaré la garganta—. Este ya


está roto, así ha sido durante bastante tiempo.

—Soy buena con un martillo. —Ella guiñó un ojo—. Phoenix, ¿eres


bueno clavando cosas?

—Mierda... —silbé por lo bajo—. Bee, tómalo con calma, odio al tipo,
e incluso siento pena por él si esto es lo que soporta todos los días. Tu
hermano lo matará antes de que termine el año si sigues así.

—Tal vez ese es su plan. —Phoenix miró hacia el cielo—. Que su


hermano me mate para que no tenga que caer sobre mi propio cuchillo
y todo eso.

—No seas dramático. —Bee suspiró—. Estaba bromeando... al


menos sobre los condones. ¡Relájense, muchachos! —Salió flotando de
la habitación, llevando consigo su risa.

—Maldición. —Silbé—. Está empeorando.

—Día cuatro. —Phoenix se apoyó contra el mostrador—. Estoy en el


día cuatro.

—Matar nunca fue tan fácil, ¿verdad? —bromeé.

Phoenix me devolvió la sonrisa con la suya.

—Demasiado cierto. Protege el fuerte mientras nos vamos este fin de


semana. Tomaré mi celular y me aseguraré de seguir a Pike por
cualquier cosa sospechosa.

—Bueno.

Phoenix estaba a punto de salir del alcance de audición cuando


grité:

—Oye, ¿puedes cuidar a una chica llamada Andi también? Ya sabes,


por si acaso.

Phoenix sería prudente no buscarle sentido a eso. Simplemente hizo


una pausa y luego preguntó:

—¿Apellido?
—Smith.

—Típico.

—Lo mismo pienso.

—¿Alguna razón por la que sigo a una chica de primer año?

—Digamos que es un sentimiento...

—Sí, no sé cuáles son esos. —Phoenix lanzó una carcajada—. Pero


aceptaré tu palabra.

—Haz eso.

Salió.

Me senté y me sentí más relajado que toda la noche. Puede que no


me gustara Phoenix, pero confiaba en él para hacer el trabajo; haría lo
que fuera necesario para proteger a la familia, y contaba con él para
eso. Al igual que todos los demás.
Capítulo 20
¿Observar a Phoenix beber café caliente?
Nada más sexy
Traducido por Mary Rhysand

Bee

—¿Cómo está el Starbucks, Phoenix? ¿Es todo lo que has soñado y


más? ¿Quieres darte una sumergida en la zona de peligro y entregar tu
cuerpo al café cuando mueras?

—Tengo curiosidad. —Colocó su vaso de café con leche en la mesa—


. ¿Se te acaba de ocurrir esto? ¿O es solo horas decidiendo la mejor
forma de probar mi paciencia?

—Me gusta la paciencia.

—Bee…

—Y empujar.

—No hablas en serio. —Puso sus ojos en blanco—. Bebe tu café,


juega limpio, recuerda el trato.

—Sí, sí. —Suspiré y tomé un trago de mi macchiato—. ¿Ya llegamos?

—Siempre podría drogarte.

—Hice un juramento de no tomar drogas cuando tenía seis. Gracias


de igual forma.

—Casi me lo creo.

—¡Ja! —Palmeé mi rodilla—. Alguien vino gracioso esta mañana.


Creo que estás alegre porque te despertaste del lado correcto de la
cama… conmigo a la izquierda. Eso es lo que creo.
—Y tú estás alucinando.

Suspiró y tomó un giro a la izquierda. La señal en la carretera decía:


Starving Creek Rock, y junto a ello una bandera blanca con las palabras
Bienvenidos Primer Año Elite escritas en azul eléctrico.

—Van a hacernos romper el hielo, ¿no?

—Oh, sí. —Phoenix soltó una risita—. Asegúrate de tener listo tu


color favorito y pizza en cualquier momento dado… oh, y ayuda saber
cuál es tu mayor potencial y quienes son tus padres.

Mi estomagó se hundió.

—Si te preguntan solo di que apareciste mágicamente por un


milagro y déjalo así.

Estiró su mano a través de la consola y palmeó mi pierna, luego la


retiró de golpe como si estuviera ardiendo.

—¿Intentabas confortarme? —pregunté, observando su rígido perfil.

La camisa manga larga se pegaba a su cuerpo tan bien que debería


ser ilegal. Tampoco ayudaba que sus vaqueros fueran ajustados o que
usara lentes de aviador como si fueron creados para él.

—¿Funcionó?

—Las personas le muestran más afecto a sus gatos, y tengo pruebas


fidedignas que los gatos tienes actitud.

—¿Pruebas fidedignas? —preguntó Phoenix—. Nunca has tenido un


gato.

Negué levemente con mi cabeza.

—¿Perro entonces?

Otra sacudida.

—¿Alguna mascota?

—Tuve imaginación —dije con un suspiro y miré por la ventana,


recordando el momento cuando le había pedido a mi padre un amigo
peludo.

—¿Por qué lo necesitas? —gritó—. ¿No son suficientes los regalos?


No. Quería gritar. Solo quería algo para abrazar. No tenía permitido
tener osos de peluche o algo confortante. La única muñeca que me había
dado era de vidrio, fría, justo como él.

—Yo solo… ¿no es bueno para los niños? ¿Para crearles


responsabilidad?

Soltó una risa.

—¿Ves esto? —Hizo un gesto envolvente a nuestra gran mansión—.


Esta es tu responsabilidad. Mantener tu cuarto limpio y tratar de no
meterte en problemas aquí y allá, cuando seas mayor, te casarás con un
hombre que yo escoja. Está determinado.

—Tengo doce. Yo…

Su cachetada vino rápida y dura, casi tumbándome sobre el sofá.

—No me faltarás el respeto en mi propia casa. Ve a tu cuarto. Sin


cena.

Corrí a mi cuarto y cerré de un portazo, luego agarré uno de mis libros


de fotos, el único que él había fallado en quitar de mi habitación, y miré a
la foto de un pequeño cachorro llamado Spot.

Lo recorrí con mis dedos y oré que un día encontrara a alguien que
me amaría tanta como a Spot.

Lo cual era triste.

Patético.

Porque Spot no era real.

Pero en mi corazón, en mi mente, lo era, y un día, iba a ser capaz de


escapar de mi prisión lo suficiente para encontrar a un cachorro para
abrazar.

Un día, lo juraba, sería amada.

—Oye… —Phoenix detuvo el auto—. No tenemos que quedarnos


para esto, sabes. Estoy seguro que puedo inventar una excusa a Tex. Es
decir, si quieres ir a casa.

—No tengo casa. —Las palabras dejaron mi boca antes de que


pudiera detenerlas. Cerré mis ojos y gemí, lista para que Phoenix me
brincara encima al igual que mi papá hubiera hecho.

En vez de eso suspiró y dijo:


—Yo tampoco.

Nos sentamos en completo silencio mientras los estudiantes


llenaban el largo autobús con sus bolsas de fin de semana.

Era la única vez que no teníamos que usar uniformes. Me arreglé mi


camisa simple y alisé mis vaqueros arrugados.

—Luces hermosa —susurró Phoenix.

Mis manos se quedaron inmóviles en mis muslos, y me giré para


míralo. Estaba segura que tenía los ojos abiertos en sorpresa.

—G-gracias.

—Pero… —Asintió hacia el edificio—. Para que otros lo noten tienes


que salir del maldito auto, pequeña.

—Cierto. —Exhalé—. Bien.

—Y si alguien te mira gracioso, les dispararé. ¿Suena bien?

—Al menos tenemos opciones de dónde enterrar el cuerpo —


murmuré.

—¿Quién entierra cuerpos? —Phoenix se encogió de hombros—.


Arrójalos en el lago, eso es lo que siempre digo…

—Suficientemente extraña es esta conversación que no está


ayudando a mis nervios, Phoenix.

Me ofreció una pequeña sonrisa; fue suficiente para mí para querer


cerrar la distancia entre nosotros y besado, fuerte.

—Estaría preocupado si lo hiciera. Ahora, sal de auto. Pasos de


bebé.

Renuentemente, salí del carro y fui agarrar mi bolso, pero Phoenix


me ganó.

—Ve. —Asintió hacia la entrada—. Regístrate.

Froté mis manos y lentamente hice mi camino hacia el grupo de


primer año que comenzaba a susurrar como si mi entrada fuera más
importante que la de ellos. Yo era nadie, una don nadie, sin embargo
era alguien para ellos, algo interesante, algo peligroso.

Era mafia.

Una criminal.
La chica mala.

Sin embargo, no tenían prueba de ello.

Nada en absoluto, excepto rumores y asociaciones.

Para el momento que entré al pasillo, estaba sudando. Podía sentir


a Phoenix detrás de mí, y esa fue la única razón por la que tuve la
fuerza suficiente para ir al escritorio y murmurar mi nombre.

—¡Oh, Bianka Campisi! —La mujer dijo en voz alta—. Te tengo con
Andi Smith para el fin de semana. La amarás. Ella es…

—¡Justo aquí! —Una chica pequeña con cabello rubio, casi blanco
apareció frente a mí y me tendió su mano—. Hola.

Tomé su mano y la sacudí.

—Hola, soy…

—Bee —finalizó con un guiño—. Lo sé. Bueno, sin ofensas, pero


todo el mundo lo sabe. De nuevo, es la universidad, casi como la
secundaria, sin embargo Elite se está volviendo peor.

Sonreí, una sonrisa verdadera.

—Y qué me lo vas a decir.

—Vamos. —Se encogió de hombros—. Te mostraré nuestro cuarto, y


luego podemos ir a almorzar. Tienen algunas actividades planeadas
para después.

—Bien. —No argumenté.

Arqueó su cabeza y luego miró detrás de mí.

—Uh, él puede venir si… ¿quiere?

—Oh. —Me di vuelta para ver a Phoenix observar a Andi con interés,
un interés del que no me sentía cómoda—. No, él está… uhm, bien. Se
queda. Quédate, Phoenix.

—Al menos dale su trato —dijo Pike, caminando hacia la mesa con
sus manos alzadas—. Diré que es bueno para su buen comportamiento.

—Muérdeme —murmuró Phoenix, luego de forma extraña, bajó la


bolsa junto a mis pies y se fue.
—Ja. —Pike se encogió de hombros—. Parece que el Fantasma del
Pasado de Elite ha decidido darte un respiro esta tarde. ¿Qué
deberíamos de hacer primero?

Sus amigos habían comenzado a juntarse alrededor nuestro, cada


uno de ellos mirándome con interés.

—Bueno, iba a ver mi habitación con Andi.

—¿Andi? —Miró alrededor, luego bajó la mirada—. Santa mierda,


eres pequeña.

—Tamaño divertido. —Guiñó un ojo—. Y justo estábamos por ir a


nuestra habitación. Son más que bienvenidos de unirse.

—Nunca diré que no a una invitación como esa —dijo Pike con voz
gruesa—. ¡Vamos!
Capítulo 21
Fuera de mi elemento…completamente
Traducido por Yiany

Phoenix

Si tenía alguna esperanza de obtener información útil, tenía que


dejar que Bee saliera con él, y con suerte podría filtrar información sin
siquiera saberlo. Como plan, apestaba, pero era todo lo que tenía.
Además, pensaba que era la única forma de obtener información real
sin simplemente arrancar las uñas del tipo, una por una, hasta que se
cagara en los pantalones y me contara sus secretos sucios.

Saqué mi teléfono y marqué el número de Nixon.

—Prodigio, ¿cómo vas?

—¡Ja! —Me reí—. Deja de salir con Chase, te está contagiando.

—Muy cierto.

—Estoy en el retiro. Solo quería asegurarme de estar en la


frecuencia correcta para los dispositivos de escucha.

Recorrimos algunos pasos más mientras instalaba otra cámara en la


habitación de Bee, una que sabía que no encontraría, incluso si estaba
buscando algo sospechoso.

Cuando colgué a Nixon, llamé a Tex para ver cómo estaba, no


porque tuviera que hacerlo, sino porque estaba bastante seguro que si
no lo hacía, conduciría hasta aquí y arruinaría todo. Se estaba
volviendo más protector con Bee cada día. El segundo día de clases,
tuve que tomarle una foto comiendo para que supiera que estaba
obteniendo suficiente proteína. Fue más que ridículo.
Estaba saliendo de su habitación cuando Andi dobló la esquina,
casi chocando conmigo. Sus manos presionaron contra mi pecho.
Retrocedió y sonrió.

Algo sobre ella era familiar, pero no pude ubicarlo, casi como un
recuerdo que había olvidado a propósito.

—Lo siento. —Se encogió de hombros—. No estaba mirando a dónde


iba.

—¿Cuál dijiste que era tu nombre?

Sabía su nombre; solo quería ver qué tan cómoda estaba con su
uso. Si dudaba o lo forzaba en un tono alegre, sabría que estaba
mintiendo, al menos sobre su identidad. Smith, mi trasero.

—Andi —dijo lentamente, entrecerrando los ojos—. Crees que es un


nombre estúpido, ¿no? Está bien. A mi papá se le ocurrió. Le gustaba el
nombre Andrew y ¡sorpresa! Salió una niña.

Se sonrojó.

Con eso podría trabajar.

No es que quisiera, pero realmente no tenía otra opción. Con una


sonrisa seductora, lentamente extendí la mano y ahuequé su rostro.

—Como que me gusta. Te queda.

—G-gracias. —Su sonrojo se profundizó.

—¿Qué hace tu papá?

—¿Eh? —Sus ojos se nublaron.

—¿Tu padre?

—Oh. —Se encogió de hombros—. Murió cuando yo era joven.

—Lamento escuchar eso. —Mentalmente almacené ese dato y


empujé más, asegurándome que su cuerpo estuviera pegado a la pared
mientras me apoyaba casi por completo en ella—. Eso debe haber sido
muy difícil para ti.
Mi cuerpo reaccionó como si acabara de beber veneno. Odiaba
interpretar el papel, y por eso mantenía a Bee lejos. Porque las mujeres
me hacían querer odiar; me hacían querer lastimar. Podría actuar con
las mejores, pero estar tan cerca de ella me hacía querer hacer algo
horrible, como vomitar o correr en la otra dirección, luego vomitar.

—Sí, lo fue. —Sus hombros cayeron un poco—. Pero, ya sabes lo


que dicen. La vida continúa.

Se lamió los labios; era un gesto nervioso. Sus ojos brillaron, y luego
la mirada inocente regresó. Alguien no era quien decía que era.

—Lo hace.

Tragó, su mirada cayó a mis labios.

—¿Andi? ¿Phoenix?

Mierda, conocía esa voz. Era Bee, y nuestra situación actual parecía
que estaba a punto de saltar sobre su nueva amiga, su única amiga.

—Encantado de conocerte, Andi. —Di un paso atrás y le guiñé un


ojo a Bee, esperando que eso la tranquilizara.

En cambio, toda su cara cayó; miró hacia el suelo y se apartó


mientras me detenía a su lado.

Fue una de las primeras veces que no intentó tocarme.

Y lo odiaba.

La siguiente hora pasó borrosa. Básicamente me senté en una


esquina tomando café mientras los estudiantes de primer año jugaban,
cenaban y se reían demasiado fuerte. ¿Alguna vez había sido tan
estúpido? Eran tan descuidados... tan inexpertos. A esa edad ya había
matado varias veces.

La vida no era realmente justa, ¿verdad?

Nunca podría experimentar el tipo de libertad que tenían, y la daban


por sentado.

Era una pena.


Y también me hacía desear que mi café fuera whisky. Con un
respingo, me levanté en mis rodillas y miré alrededor de la gran sala de
recreación en busca de Bee.

En ningún lugar para ser vista.

Bueno, mierda, ahí es donde me llevó soñar despierto.

Rápidamente escudriñé la habitación nuevamente. Cuando no la


encontré, fui a su habitación. Vacía.

—¡Mierda!

Golpeé mi mano contra la pared y salí corriendo. Había tantos


senderos, tantas posibilidades que tomaría una eternidad encontrarla.
Rápidamente encendí mi aplicación para poder rastrearla y vi la
pequeña luz roja parpadear aproximadamente a un cuarto de milla
detrás del albergue.

Corrí como el infierno.

Una hoguera ardía en la distancia. Sabía que probablemente estaba


allí, probablemente a salvo, probablemente actuando como todos los
adolescentes deberían actuar en su primer año de universidad, pero
tenía que ver eso para saberlo con certeza.

Cuando me acerqué, me agaché detrás de los árboles y esperé.

Lo primero que vi...

Cerveza.

La segunda cosa...

Pike sosteniendo la mano de Bee.

¿La tercera cosa? Absoluta ira.

Pisoteé entrando al círculo, eché un vistazo alrededor y ya lo sabía.


La mitad de ellos estaban borrachos; la otra mitad estaba en camino. Y
por las miradas de Bee, ya había ido demasiado lejos.

—Bee —espeté, deteniéndome a unos metros de distancia—. Es


hora de ir a la cama.
—Ooooh, ¿oyes eso? –Se tapó la oreja con la mano—. Quieres
llevarme a la cama.

Algunas chicas cercanas cayeron en carcajadas.

—Bee —gruñí, consciente de que sonaba como un animal rabioso—.


Levántate.

Pike le tendió una cerveza.

—Oye, siéntate. Quédate un rato. La fiesta recién comienza.

—Está terminando. Ahora —dije con una voz que no reconocí—.


Bee, di buenas noches a tus nuevos amigos.

—Maldición, es mandón —dijo una chica a mi derecha mientras me


miraba de arriba abajo—. No me vendría mal un mandón.

—¡Él no es tuyo! —gritó Bee con una voz horriblemente alta. Mierda,
¿estaba celosa?

No vi a Andi en ninguna parte, lo que no me sorprendió, ya que no


parecía del tipo de fiesta, y sabía que el único interés de Pike estaba en
Bee.

—¿Dónde está tu compañera de cuarto? —pregunté.

—¡No te gustaría saber! —gritó Bee con voz aguda—. ¿Qué, quieres
besarla de nuevo? ¡Tener sexo con ella bajo las estrellas o algo así! —
Levantó las manos en el aire, casi arrojándose al regazo de Pike.

—Eso es todo.

La recogí en mis brazos y la alcé sobre mi hombro.

—¡Bájame! —Sus pequeños puños golpearon mi espalda, luego mi


hombro, pero apenas los sentí.

Puse los ojos en blanco y seguí caminando.

—Dije que me bajaras —casi chilló.

—Como si pudieras caminar.

—¡Puedo caminar!
—Bien. —La puse de pie y esperé mientras se orientaba—. Entonces
marcha.

—Ugh. —Empujó contra mi cuerpo, pero hizo un muy buen trabajo


al hacer líneas rectas hacia el albergue—. ¡Eres tan estúpido! ¡Soy
estúpida también!

—¿Por qué estás insultando tu propia inteligencia?

—Gran palabra, inteligencia.

—¿Recuerdas esa promesa sobre las drogas? Si yo fuera tú, también


la tomaría por cerveza, solo para estar seguros.

—¡Ugh! ¡Ahí vas de nuevo! —Levantó las manos en el aire, dejó de


caminar y se dio la vuelta—. ¡Eres tan mandón! ¡Tan caliente y frío! Un
minuto eres tan amable que quiero llorar, y al minuto siguiente eres tan
malo... bueno... supongo que eso también me causa lágrimas.

—Entonces, sin importar qué, ¿te hago llorar?

Mi paciencia se había ido, absolutamente se había ido. Los


mosquitos me estaban mordiendo en el culo, y la chica más hermosa
del mundo estaba fuera de los límites, y la hacía llorar, respirando.

—¡Sí! ¡Y te gusta mi compañera de cuarto!

—¿Qué?

—Es bonita. —Bee frunció el ceño, pateando la tierra con sus


botas—. Más guapa que yo, ¿eh? Porque es rubia.

—¿Te doy la impresión de que me gustan las rubias?

—Casi la besas.

—Estás borracha.

—¡Tengo ojos, Phoenix! —Bee tropezó en mis brazos y golpeó mi


pecho—. Sé que lo querías, ¡solo dilo!

Los golpes continuaron contra mi pecho.

Suspiré y la puse de pie, deseando que se calmara. Finalmente, se


dejó caer contra mi pecho y susurró:
—¿Por qué no me besas?

Oh diablos.

—Bee, tenemos que traerte un poco de agua, tal vez un poco de pan.

—No quiero pan. No como gluten.

Me mordí el labio para no reírme.

—Y odio el agua.

—No odias el agua.

—¡Lo hago también, y para probarlo, me niego a ducharme durante


todo el año! ¡Marca mis espadas!

—¿Espadas?

—Palabras5. —Sus cejas se juntaron—. ¿Phoenix?

—¿Sí, pequeña?

—¿Soy bonita?

Suspiré y apoyé mi frente contra la de ella, solo permitiéndome


tanto contacto.

—Eres magnífica, Bee. Absolutamente impresionante.

Asintió.

Pensé que la conversación había terminado.

Pensé mal.

En todos los escenarios que habían pasado por mi cabeza, este era
uno en el que ni siquiera me había entretenido, porque no había forma
posible de entender a Bee.

Con una cantidad loca de fuerza, envolvió sus brazos alrededor de


mi cuello y me besó.

5 N.T. Juego de palabras. Swords (espadas), words (palabras).


De lleno en la boca.

Estaba demasiado sorprendido para hacer algo.

Tantos sentimientos rugieron en la superficie de mi mente que


pensé que me iba a desmayar. El beso me recordó a muchos que había
compartido en ira, odio, mal uso, desconfianza.

Pero su gemido.

El sonido de su inocencia me trajo de vuelta a la realidad, y esa


realidad era... Bee. La inocente Bee me estaba besando. A un asesino.

Y no estaba llorando.

Suspiré, aliviado de que no estaba tentado a lastimarla y luego


gentilmente traté de alejarla. Fue un error, ese único movimiento,
porque se alzó en mis brazos y envolvió sus piernas alrededor de mi
cintura.

Y. Estuve. Perdido.

Con una oleada de lujuria, la empujé contra el árbol y abrí la boca,


probándola a ella y solo a ella. El deseo se derramó por mis
extremidades, golpeó por mis venas hasta que me mareé. Su boca era
tan suave, tan perfecta, tan tentadora.

Mis manos se movieron a sus costados, corriendo arriba y abajo, y


luego me quedé inmóvil.

No podía.

Estaba borracha.

Estaba mal.

Todo mal.

Las imágenes aparecieron ante mis ojos.

La liberé con horror absoluto.

Ella parpadeó hacia mí, sus labios hinchados más tentadores que
cualquier cosa que haya visto en toda mi vida.
—Me gustó eso.

—No lo recordarás en la mañana. —Gracias a Dios por eso.

—Voy a rezar para que lo haga. —Se inclinó hacia mí.

Retrocedí y agarré su mano.

—Es hora de ir a la cama, pequeña.

—Me llamaste bonita.

—Te llamé magnífica.

—Me besaste.

—Tú me besaste y casi me muero por asfixia. No leas demasiado,


Bee, solo podrás lastimarte.

Se rio y luego puso su cabeza sobre mi hombro.

—Me gustó mucho.

—Sí, bueno, a todos nos gusta jugar con bombas, hasta que
explotan.

—¿Eres una bomba?

—¿Qué piensas?

—Creo que... —Sus ojos estaban más claros de lo que los había
visto todo el día cuando entramos en el albergue—, estás lleno de
mierda.

—Ja, eso, espero que lo recuerdes mañana.

—¡Lo haré! —gritó triunfante y luego casi chocó contra una pared
tratando de entrar en su habitación.

—¿Decías? —Crucé los brazos.

—Púdrete. Estoy cansada. —Bostezó y cerró la puerta de un portazo


mientras yo estaba allí, horrorizado.

Saqué mi celular para llamar a Tex.


Y marqué a Chase en su lugar.

—Problema. —Mi voz era hueca—. Gran problema.

—Oh, mierda —murmuró Chase—. ¿Mataste a alguien?

—No.

—¿Los federales están allí?

—No.

—Amigo, no veo un problema.

—Bee se emborrachó.

Chase silbó.

—Y me atacó con su boca.

Soltó una maldición baja y luego comenzó a reírse histéricamente.

—¿Y querías cotillear sobre eso o qué?

—Estúpido. ¿Llamo a Tex?

—Eso depende. ¿Quieres que te corte todos los dedos de los pies
excepto uno, los pinte y luego te los envíe por correo, para que puedas
ver cómo se ven de solos tus pies?

Gruñí.

—Ella se emborrachó y traté de asegurarme de que volviera a su


habitación a salvo. No fue nada. Ya sabes... —Mi voz se quebró—, sabes
que no puedo... desde entonces.

Chase murmuró una maldición.

—Lo sé, hombre. Lo sé. Quiero decir, no sé qué demonios pasa por
ese cerebro tuyo, pero puedo imaginar que no es bonito, y puedo
imaginar que tocar a una chica después de... bueno, después de toda
esa mierda no es lo más fácil… ¿estás bien?

Por alguna razón, mi garganta se sintió espesa. ¿Por qué demonios


había llamado a Chase de todas las personas?
—No. No lo creo.

—¿Todavía tienes ataques de ansiedad?

—A diario.

—Bien, esta noche podría ser peor de lo normal. Asegúrate de llevar


algo que te ayude a dormir, y vigilaré las cámaras y veré a Bee dormir.
Lo cual, por cierto, suena como la peor idea que he tenido dado que mi
esposa acaba de hacerme ojos seductores, pero lo haré. Solo ve a dormir
y tal vez toma un trago de whisky.

—Sin whisky, pero dormir suena bien.

—Te tengo.

Ese maldito nudo en mi garganta reapareció.

—Gracias, Chase.

—No lo menciones.

Me reí.

—No, en serio, no lo hagas. A veces Tex me da un susto de mierda, y


si caes, bajas solo.

—Entendido.

—Buenas noches.

—Buenas noches.

Metí mi teléfono en mi bolsillo y me dirigí a la habitación en la que


me estaba quedando, solo.

Tomé una pastilla para dormir y cerré los ojos.

Como era de esperar, las imágenes de las chicas que violé, las
imágenes de Trace inundaron mi visión hasta que pasé la mitad de la
noche vomitando en el baño.

Es curioso, una parte de mí esperaba que su beso me salvara.


En cambio, solo me recordó mi pasado y mi futuro, si alguna vez
volviera a hacerlo.
Capítulo 22
El arrepentimiento siempre llega por la
mañana... siempre
Traducido por Yiany

Bee

La risa me despertó de mi increíble sueño sobre Phoenix. Había


sabido a canela. Y siempre había sido una gran fanática de todo lo
picante.

Traté de tragar, pero mi garganta estaba tan seca que parecía que
mi cuerpo había dejado de producir saliva. Lentamente, me levanté de
la cama e hice una mueca. Mi cabeza latía como loca también. ¿Qué
había hecho anoche?

Sacudí mi cabeza. Solo empeoró.

—Cerveza. —Andi se paró a mi derecha, sosteniendo una botella de


agua y dos Tylenol—. Le dije que no a la bebida. Te quedaste.

—Eres una persona más sabia que yo.

Sonrió.

—Lo sé, pero no fue porque no quisiera divertirme. Simplemente no


puedo mezclar drogas con alcohol.

—¿Drogas? —repetí—. ¿Estás en las drogas?

—De tipo médico. —Guiñó—. Ah, y, por cierto, probablemente


deberías lavarte la cara y ponerte dos tubos de ChapStick antes de
bajar.
—Así mal, ¿eh?

Asintió.

—Temo que sí, pero, en una nota más brillante, parece que alguien
te besó muy amoroso anoche.

Mi mano se movió a mi boca. Mis labios estaban sensibles al tacto, y


la piel a su alrededor se sentía entumecida.

—¡Santo cielo! ¿A quién besé?

—Oye, podrías haberte topado con un árbol o algo así —ofreció Andi
con un asentimiento sólido—. No sería la primera vez.

—¿Que un estudiante de primer año se bese con un árbol después


de emborracharse?

—Seguro, ¿por qué no?

Gruñí y puse la almohada sobre mi cara, deseando que mi cuerpo


recordara algo, ¡cualquier cosa! Sobre la noche anterior. Pike me había
preguntado si quería ir a la hoguera, luego me había dado cerveza, que
yo recordaba. También recordé estar enojada porque Phoenix había
avanzado sobre la única chica que realmente me agradaba.

Entonces había bebido.

Y me pareció ver dónde habían ido las cosas hacia el mal. Había
bebido, aunque sabía horrible, y cuando Pike me dio más, lo tomé.

¿Cómo llegué a casa?

Recordaba vagamente casi caerme del regazo de Pike y luego


Phoenix gritándome, cargándome. Mi vergüenza no conocía límites.
Continué encogiéndome mientras pequeñas imágenes comenzaban a
gotear en mi cerebro.

Me tropecé, lo golpeé en el pecho. Él había gritado de nuevo.

Magnífica, me había dicho.

Le pregunté si era bonita. Mátame ahora.

Y luego... jadeé en voz alta y gemí.


—¿Qué? —Andi estaba a mi lado en un instante—. ¿Qué pasa?

—Oh, no —dije en la almohada—. ¡Oh, no, no, no!

Salté fuera de la cama, a pesar de mi dolor de cabeza, me lavé la


cara, me lavé los dientes y me puse algo de ropa con un gorro.

—¿Me vas a contar? —preguntó Andi desde la puerta. Tomó mi


atuendo e hizo una mueca—. ¿Chic descuidado?

—¡Ah! Necesito encontrar a Phoenix.

—¿El guardaespaldas caliente?

—Sí, mi guardaespaldas caliente. —Agregué el mi allí por si acaso


no entendía la imagen.

Levantó las manos en el aire.

—Entendido. Es tuyo.

Salí de la habitación, más fuerte de lo necesario, y me giré justo a


tiempo para chocar con el pecho de Phoenix.

—Estamos animadas esta mañana —dijo con voz monótona.

Retrocedí y lo miré a los ojos, los míos estrechándose con sospecha.

—Tú, tú, tú…

—¿Todavía está borracha? —preguntó por encima de mi cabeza,


aparentemente dirigiendo la pregunta a Andi, a pesar de que la mujer a
la que se refería estaba parada justo frente a él.

—No lo creo, pero justo gritó en una almohada tres veces.

—Bueno, eso lo explica. —Phoenix suspiró—. Andi, ¿por qué no vas


a desayunar y yo me encargo de Bee?

—Estoy segura que lo harás —dijo con voz picante.

No estaba segura de cómo actuar. No estaba segura de si debería


disculparme por atacarlo o agradecerle por no reírse en mi cara.
Avergonzada e irritada porque lo más probable es que ignorara lo que
sea que hubiera entre nosotros, incluso si lo mataba, miré fijamente el
piso de cemento.

—¿Cómo te sientes, pequeña?

—No soy pequeña.

—¿Quieres que te llame gorda?

—No. —Levanté la cabeza—. Llámame magnífica como lo hiciste


anoche.

—Bueno, mierda. —Phoenix se pasó las manos por la cara, luego me


agarró del brazo y me arrastró por el pasillo hasta un rincón oscuro—.
¿Lo recuerdas?

—Me besaste.

—Pruébalo.

—¿Qué te pasa? —Empujé contra su pecho—. ¡Te gusto! ¡Admítelo!

Phoenix hizo una mueca.

—Estabas borracha, te lanzaste contra mí y te atrapé. ¿Nos


besamos? —Sus ojos se volvieron completamente negros—. Sí, lo
hicimos, pero no significó nada.

—¿En serio?

—En serio —siseó entre dientes.

—Pruébalo.

—¿Qué?

Lo empujé contra la pared.

—Demuestra que no significó nada. Déjame besarte ahora, y si no


significó nada, sería como... ¿qué? Besar a tu hermana.

—He renunciado a las mujeres.

—Entonces, esta debería ser una prueba fácil, ¿verdad?


—Bee... —La cara de Phoenix estaba adolorida, como si estuviera
sosteniendo una pistola en su cabeza en lugar de ofrecerle besarlo. ¿La
idea era tan aborrecible?—. Por favor... —Su voz tenía un tono
suplicante que nunca había escuchado antes—. No hagas esto.

—Una. Pequeña. Prueba. —Me puse de puntillas y lo besé en la


boca.

Sus labios se negaron a moverse contra los míos.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello.

Se puso aún más rígido.

Irritada, le mordí el labio inferior. Jadeó, y deslicé mi lengua dentro


de su boca. Me apartó con una maldición y luego se secó los labios.

—Hecho. Tu pequeña prueba terminó. No respondí ¿Feliz ahora?

Sus ojos estaban furiosos; el azul brilló como un rayo contra su piel.
Las puntas de sus dedos se sacudieron cuando hizo un puño.

—Te gusto.

—Bee... —Phoenix se pellizcó el puente de la nariz con la punta de


los dedos—, encuentra a alguien de tu edad, alguien que esté
interesado en ti de la manera que te mereces, ¿de acuerdo? —Su tono
era gentil, y tal vez eso fue lo que más dolió.

Era como si me estuviera decepcionando lentamente, esperando que


no me rompiera.

Pero la broma era para él.

Porque ya estaba rota.

No quería chicos de mi edad, lo quería a él.

—Eres un buen mentiroso. —Mis ojos se estrecharon—. Y tienes


suerte de que sea paciente.

—¿Suerte? —Soltó una carcajada—. ¿De qué te guste jugar


conmigo?
—No, por suerte que, aunque constantemente me alejes… sigo
volviendo por más. Pero, Phoenix... a todos se les acaba el tiempo.

—Ve a desayunar, Bee.

—Vete al infierno, Phoenix.

Pisoteé, dejándolo en sus pensamientos, y me dirigí al comedor.


Andi ya estaba sentada al lado de Pike. Agarré un plato, lo llené de
carne y lo tiré sobre la mesa.

—Uh, ¿podrías no golpear las cosas? —Pike hizo una mueca—.


Todavía me duele la cabeza por aquí.

—Oh. —Apuñalé los huevos con mi tenedor—. - Lo siento.

—¿Cómo te fue anoche después de que tu caballero con armadura


brillante te rescatara de mi peligroso agarre? —Sonrió con suficiencia y
se inclinó hacia adelante.

Algo sobre Pike estaba seriamente fuera de lugar; tal vez era la
forma en que me miraba, como si estuviera desnuda, o tal vez solo era
su presencia. Parecía demasiado viejo para estar en la universidad,
demasiado viejo y bien informado, sobre todo.

—Oh, ya sabes, tuvimos sexo como monos salvajes en el bosque, y


luego me desperté con una piña pegada a mi trasero. —Sonreí, luego me
metí los huevos en la boca y mastiqué.

—Con clase —silbó, Pike.

—Siempre.

—¡Estudiantes! —El nuevo decano, cuyo nombre no podía recordar,


caminó hacia el frente de la habitación y aplaudió—. Asegúrense de
revisar su itinerario para el día. Los dividimos en ocho equipos para las
actividades del día. ¡Disfruten!

—Yey. —Giré mi tenedor en el aire.

Mi falta de entusiasmo empeoró cuando fui emparejada en el equipo


de Pike, y continuamos perdiendo todas las actividades, incluido el
voleibol de playa.

Aparentemente, él era competitivo.


Y como no tenía idea de cómo practicar ningún tipo de deporte, era
la razón por la que seguíamos perdiendo. Me disculpé, pero no hizo
nada para calmar esa estúpida vena que seguía temblando cerca de su
sien.

El día siguiente pasó borroso.

Phoenix rara vez me hablaba, y cuando lo hacía, solo era para


ladrar órdenes y asegurarse de que siempre estaba, y quiero decir
siempre, donde se suponía que debía estar. Si no me registraba cada
hora, me perseguía.

La diversión se fue oficialmente. Sólo quería ir a casa. Pero no tenía


un hogar al que ir, en realidad no.

No tenía un lugar donde me sintiera cómoda.

Excepto en sus brazos, o tal vez en su habitación.

Pero ahora había un abismo gigante entre nosotros, uno que no


podía atravesar, porque no quería que lo intentara.

Yo era el trabajo. Nada más.


Capítulo 23
Trabajar para Tex oficialmente apesta
Traducido por Vanemm08

Phoenix

Gracias a Dios era el último día. No estaba seguro de cuánto más


podría soportar de Bee brincando en su bikini mientras intentaba jugar
al voleibol de playa. Era como si la chica tuviera el atletismo de una
niña de 2 años, pero lo que lo hacía peor era que su cuerpo era el de
una mujer, aun cuando perdía la pelota, las cosas todavía… rebotaban.

Y todavía la miraba.

Como cualquier otro hombre dentro de su vecindad.

Recordé a los peores delincuentes, suplicándoles mentalmente que


hicieran algo estúpido para así tener la oportunidad de dispararles.

Nos íbamos en una hora, y todavía necesitaba obtener la última


cámara de la habitación de Bee.

La puerta estaba cerrada. Toqué dos veces.

Bee respondió y puso los ojos en blanco.

—¿Qué quieres?

—Solo estoy revisando —dije suavemente, mis ojos localizaron la


cámara de inmediato. Tendría que volver cuando ella estuviera en el
baño o algo así.

—Bueno... —Bee se dio la vuelta y levantó las manos en el aire—.


¿Terminaste de revisarme, o hemos terminado aquí?

Solté un suspiro y me senté en la cama.

—¿Voy a tener que soportar ésta feliz actitud todo el viaje a casa?
Bee se recogió el pelo en una coleta apretada, sus movimientos
bruscos.

—Probablemente. ¿Será un problema?

—Para nada. Puedo usar auriculares.

—Gritaré.

—Pruébame.

—Te golpearé para que caigamos por un acantilado.

—Odias las alturas.

—¡Agh! —Pisoteó—. ¿Cómo puedes estar siempre tan tranquilo?

—¿Crees que estoy tranquilo?

La idea era cómica, completamente ridícula. Si supiera lo cerca que


estaba de romperme… todo el maldito tiempo.

—Apuesto a que si te golpeara en la cara, gruñirías, tal vez te


encogerías de hombros.

—Bueno, solo hay una forma de averiguarlo.

—¡Eres como un maldito robot!

Ignorándola, me puse de pie y agarré su bolsa de lona.

—¿Todo está empacado?

—Sí —dijo con voz quebrada—. Oh, espera.

Corrió hacia el baño, regresó corriendo y metió su bikini en uno de


los bolsillos laterales.

Era amarillo.

Y estaba obsesionado con él.

No es que alguna vez lo diría en voz alta, a menos que perdiera el


poco control que poseía.

—Espera —susurró una voz al otro lado de la puerta—. Sí, estoy


solo. —Era Pike.

Sacudí la cabeza.

Bee no se movió.
—No, nada. ¿Crees que soy estúpido? No, lo entiendo. Lo haré, solo
necesito más tiempo. No puedo simplemente... —Juró por lo bajo—. Dije
que terminaría el trabajo, y lo digo en serio. Solo mantén tu parte del
trato.

Algo se estrelló contra la puerta, probablemente su mano.

—¡No me importan dos mierdas! Hicimos un trato. Espero que lo


cumplas. Te estoy dando dos cabezas. Maldita sea, será mejor que me
des una.

El teléfono celular de Bee eligió ese momento para zumbar desde el


escritorio cercano para caer al piso de madera dura.

En tres segundos, Pike entraría en la tranquila habitación y sabría


que habíamos oído.

Así que hice la única cosa lógica que se me ocurrió. Tiré de Bee
contra mi pecho y la besé como siempre había querido.

Esperando...

Rezando...

Ella respondió como si su vida dependiera de ello, porque


probablemente lo era.

Con un gemido, envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.

Desgarré su camisa, intentando a propósito hacer que se viera peor


de lo que realmente era para que Pike tuviera la idea de que no
solamente nos estábamos besando… si no que estábamos listos para ir
al siguiente nivel.

La puerta se abrió de golpe, pero fingí no haberla escuchado. Golpeé


a Bee contra la pared más cercana, haciendo que un espejo se rompiera
contra el suelo. Su cuerpo estaba tan apretado debajo del mío que casi
olvido que teníamos una audiencia, casi olvido qué demonios estaba
haciendo. Y luego las imágenes, contra las que intentaba tanto luchar,
avanzaron.

Me aparté de Bee justo cuando Pike maldijo por lo bajo.

—Lo siento, muchachos. No quise... um... interrumpir. —La puerta


se cerró detrás de él.

Y me alejé de Bee como si me hubieran picado… repetidamente.


Ella no dijo nada; en cambio, me miró fijamente, sus ojos buscando,
y, esperaba por Dios, que no supiera por qué yo era como era.

Necesitábamos irnos.

Necesitaba irme.

En cambio, ella me agarró la mano y, como estaba tan


malditamente débil, fui hacia ella. Porque quería probarla de nuevo, caí
en su abrazo y la besé de nuevo, esta vez suavemente, como se lo
merecía.

Las imágenes intentaron destellar, pero me concentré en ella en


lugar del mal, sus labios, en lugar del monstruo que era. Me dije que
fuera despacio. Me dije a mí mismo que esta era la última probada.

Mentí.

Porque seguí probando.

Era como si no pudiera parar.

Tal como lo predije, cualquier cosa buena, incluso la comida,


eventualmente me haría tropezar, y estaría perdido, cayendo por la
madriguera del conejo y llevándome la cosa más preciosa del mundo
conmigo.

Bee alcanzó mi camisa e intentó tirarla sobre mi cabeza.

La dejé.

Estaba tan cansado de pelear.

Tan cansado de decir que no cuando todo lo que quería decir era sí.

Otra imagen brilló, y retrocedí un paso.

—Quédate conmigo —susurró en mi boca—. Justo así.

Me concentré en su voz y profundicé el beso.

Mi teléfono sonó en mi bolsillo.

Lo ignoré, prestando atención a su cuello, lamiendo un camino


hacia su oreja. Mi cuerpo se disparó por el hecho de poder tocarla y no
sentir dolor.

Desde el suelo, el teléfono de Bee sonó.

Ella también lo ignoró.


Cuando mi teléfono sonó por segunda vez, supe que era importante.
De mala gana, retrocedí, casi sintiendo que me habían drogado, y
respondí con un gruñido.

—¿Qué?

—Bueno, estás en una mierda profunda —dijo Chase en voz baja—.


Eso es lo que es.

—Chase... ahora no.

—Sí, ahora, idiota. Acabo de verte, y desafortunadamente Tex eligió


ese momento inoportuno para mirar por encima de mi hombro.

¿De qué demonios estás hablando?

—La cámara, en su habitación. Estaba monitoreándola, como lo


hago todas las mañanas para ayudarte.

—Mierda. —Volví a mirar a la cámara—. ¡Oh, mierda!

—Sí. —Chase suspiró—. Conduce directo hacia aquí. Lo mejor será


dejarlo dispararte, que hacerlo divertido para él al huir.

—Correcto.

Me habría reído, pero era cualquier cosa menos gracioso. La única


vez que hago lo incorrecto, que me equivoco en estos pasados meses, y
justo frente al Cappo… con su hermana pequeña.

Colgué y volví a meter el teléfono en el bolsillo.

Bee me alcanzó.

Retrocedí.

—Tex....

—¿Y qué? No tiene que saberlo.

—¡Ja! —Me lamí los labios y me puse la camisa—. Demasiado tarde,


ya lo sabe.

—¿De qué...?

Sin decir una palabra, fui detrás del escritorio y saqué la pequeña
cámara del cajón.

—¡Hijo de puta! —Ella se abalanzó sobre mí—. ¿Me estabas


espiando?
—¿De qué otra forma puedo mirarte mientras duermes y
asegurarme de que nadie entre en tu habitación, Bee? —le grité de
vuelta.

—¡No lo sé! ¡Tal vez al admitir que realmente sientes algo por mí,
dejar que te crezcan un par de bolas y dormir en mi habitación!

—¿Crees que no duermo en tu habitación porque no puedo admitir


que tengo sentimientos?

Ella asintió, su labio inferior temblando.

—Tengo demasiados, ese es el maldito problema. Siento odio, ira,


tristeza, culpa... cada segundo del día, y luego tú entras en mi vida
haciéndome recordar la razón del porqué tengo todos esos
sentimientos… soy malvado. Violé chicas, ¿lo sabías? Las violé, Bee. Las
torturé, todo por la familia, todo por la sangre. ¡Casi mato a la esposa
de mi mejor amigo porque no pude evitarlo! ¿Es eso lo que quieres
escuchar? ¿Que tengo ese tipo de sentimientos? Bueno, noticia de
última hora, puedo admitirlo todo el día. ¡Lo gritaré si quieres, pero no
pienses ni por un segundo que estoy escapando de cosas que ni
siquiera tienes el derecho de saber! Lastimo a la gente. Lastimo a las
chicas. Eventualmente te lastimaré a ti. Es mejor que lo sepas ahora,
que después, cuando realmente pase.

Me dirigí hacia la puerta y la abrí justo en el momento en que Bee


habló:

—Nunca me harías daño.

—La parte enferma, Bee... —No me volteé—, es que, por más que
desearía que fuera cierto... —Bajé la cabeza avergonzado—, no puedo
prometerte eso. Solo... no puedo.
Capítulo 24
Asesinato y caos. Solo no mates a mi único
amigo
Traducido por Vanemm08

Bee

El viaje a casa de Tex no fue feliz. Phoenix estaba pálido y


silencioso. Y tuve la sensación de que mi hermano estaba a punto de
dispararle en la cabeza, todo por tocarme.

Intenté no pensar en lo que dijo Phoenix. ¿Violar chicas?


¿Lastimarlas? No podía imaginarlo haciendo eso, y no es que no
pensara que fuera capaz de hacerlo, solo… el hombre que conocía
ahora, no parecía del tipo que sería capaz de hacerlo sin tener algún
tipo de serio problema con eso.

Pero el problema que me enfermó del estómago.

¿Es que era realmente el tipo de chica que miraría más allá de ese
tipo de oscuridad? ¿Todo porque quería creer la mentira? Estaba en
guerra conmigo misma, intentando pensar lo mejor de él, sin embargo
me enfermaba que fuera completamente posible que no lo conociera en
absoluto, y nunca lo haría.

El hombre que él era, el hombre que solía ser, lo había llevado a


cabo... y por lo que parecía, había sido demasiado bueno en su trabajo.

—Déjame hablar —dijo Phoenix bruscamente mientras apagaba el


auto y lentamente se dirigía al complejo de Tex.

Estaba a solo unas pocas millas del de Nixon, pero tenía seguridad
como algo que verías en la Casa Blanca. Los hombres estaban en todas
partes, custodiando, vigilando constantemente.
Era una casa de ladrillo colonial de estilo antiguo que había sido
completamente renovada por dentro; debería verse atractivo. En
cambio, cada paso era como caminar hacia una muerte segura.

La gran puerta de roble se abrió. Chase sacudió la cabeza de lado a


lado, luego extendió la mano y tomó la mano de Phoenix.

—No se ve bien. Casi destruyó toda la cocina. Mo está enojada


porque era la porcelana de su boda. —Dejó escapar un suspiro y luego
me miró—. Hola, Bee, mucho tiempo sin verte.

—Aparentemente no.

Crucé los brazos mientras él hacía una mueca. Solía pensar que
Chase era hermoso, como una pintura, pero ahora, comparándolo con
Phoenix... falló de muchas maneras. Donde Chase era bonito, Phoenix
era rudo; todo acerca de él hablaba de una dureza que Chase no poseía.

Con un suspiro, Chase abrió más la puerta.

—Todos están adentro.

—¿Todos? —Tragué saliva.

—Sip. —Chase asintió—. Las esposas y nosotros

—Grandioso—.

—Piensa en ello como una cena familiar —dijo Chase con una voz
demasiado esperanzada—. Solo que esta vez alguien recibirá un disparo.

Phoenix dejó escapar una maldición cuando entramos en la sala de


estar.

Tex caminaba de un lado a otro por la alfombra, rascando la parte


posterior de su cuello con una pistola. No era una buena señal.

Nixon estaba sentado tranquilamente con las manos cruzadas sobre


los muslos y Trace estaba de pie junto a él, frotando su cuello.

Mil estaba bebiendo una copa de vino junto a la chimenea.

Y Mo estaba tratando de tranquilizar a Tex, lo que claramente no


estaba funcionando. Ella trató de tomar su mano pero él se apartó,
continuando con su ritmo como si eso resolviera el problema por
completo.

Chase se aclaró la garganta, anunciando nuestra llegada.


Tex hizo una pausa, su cabello castaño cobrizo rozando su frente
mientras se levantaba y nos miraba. En un instante su arma estaba en
el aire.

Phoenix me empujó fuera del camino justo cuando se disparó el


arma... apuntando a su pecho.

Cayó de rodillas con un gruñido y maldijo.

Grité, o al menos creo que lo hice, antes de ver la sangre empezar a


salir de la herida en el lado derecho de su pecho, cerca de su hombro.

Sonó otro disparo.

¿Estás jodidamente tomándome el pelo?

Todo sucedió en cámara lenta, los ojos de Phoenix estaban cerrados,


completamente ajenos al resto del mundo, mientras parpadeaba, y
luego con una mueca tocó otra herida en el mismo hombro. Dos
agujeros de bala, dos disparos que lo atravesaron directamente.

La sangre se vertió rápidamente a través de las heridas que


manchaban la camiseta blanca que había estado admirando mientras
conducía.

Fuertes brazos me rodearon y me apartaron de su cuerpo


ensangrentado. Traté de vomitar pero ni siquiera pude encontrar la
fuerza para hacerlo. Él me necesitaba, ¿los disparos no mataban a la
gente?

Mi hermano se paró sobre Phoenix, con el arma apuntando a su


cabeza.

—¡No! —grité, codeando a quien sea que me tenía en sus brazos con
toda la fuerza que tenía—. ¡Tex, detente!

Tex inclinó la cabeza y apretó el arma contra la sien de Phoenix.

—¡Tex! —sollocé, ni siquiera podía ver la escena porque mis


lágrimas hacían imposible ver otra cosa que no fuera la pistola oscura
contra la pálida piel de Phoenix—. ¡Detente ahora!

Los brazos que me sostenían me liberaron. Me desplomé en el suelo


y vi en cámara lenta cómo Nixon cargaba contra Tex y lo golpeaba
contra la pared, golpeándolo en la mandíbula y luego en el estómago.

Tex se defendió, gritando a todo pulmón.

Nixon maldijo, golpeándolo en el estómago una y otra vez.


Tex golpeó su cabeza contra la de Nixon.

Y luego Chase estaba en el medio empujándolos a ambos. Un


puñetazo en la cara debe haberlo cabreado, porque rugió «bastardo» en
italiano y le dio un rodillazo a Tex en las bolas.

Con un grito, Tex cayó al suelo.

Nixon se dejó caer a su lado, y Chase se inclinó, agitado.

Phoenix seguía sangrando; traté de alcanzarlo pero no lo logré


porque la oscuridad me alcanzó.

—¡Atrás! —se quejó la voz.

—¡Como el infierno que lo haré! —Creo que era la voz de Phoenix—.


Eres un bastardo, ¿lo sabes?

—Oh, ¿yo soy el bastardo? —dijo Tex, aunque su voz sonaba


confusa—. Estaban besándose…

—Chicos, discutir no está ayudando —dijo Nixon con voz tranquila.

—Te mataré —dijo Tex en un tono de odio—. Quizás no hoy, no


mañana, pero pronto terminaré tu patética excusa de vida por siquiera
pensar en tocarla y…

—¡Hijo de puta! —rugió Chase—. Tex, Cappo o no, te dispararé


seriamente en la cara si sigues gritando tan fuerte.

Esa definitivamente fue Mil.

Parpadeé y abrí los ojos. La habitación estaba borrosa. Vi sangre


otra vez, una camiseta negra y la camiseta blanca manchada de
Phoenix. Lo alcancé antes de buscar a alguien más.

Él me tomó la mano.

La mandíbula de mi hermano se apretó tan fuerte que escuché un


estallido antes de que maldijera por lo bajo.

—¿Phoenix está vivo? —dije, con voz ronca.

—Desafortunadamente —respondió Tex con un acento en su voz—.


Nos diste un buen susto, hermanita.
—Te odio —murmuré.

—¿A mí? —Las cejas de Tex se fruncieron—. ¿Qué demonios hice?

—Guau, parece que quiere una lista —dijo Nixon a mi lado—. No lo


sé. ¿Dispararle a su amigo en frente a ella?

—Bee y Phoenix no son amigos —dijo Tex en un tono confiado—.


Ella es su trabajo. Hay una diferencia.

Las lágrimas amenazaron con salir nuevamente cuando miré a mi


hermano, realmente lo miré. No me conocía en absoluto; él estaba
haciendo todo este negocio familiar mal, todo mal.

—Tengo un amigo —susurré con voz ronca—. Y le disparaste. Dos


veces.

—¿Un amigo? —repitió Tex.

Phoenix simplemente me miró, su mirada preocupada. Sus ojos


azules no revelaron nada excepto algo que empezaba a pensar que era
admiración. Su hombro estaba envuelto en una gasa blanca, y estaba
pálido, pero, aparte de eso, parecía vivo, respirando, no seis pies bajo
tierra o atado a algún objeto de cemento que iba a ser tirado al lago.

Todos se callaron.

—Le tiene miedo a la sangre —dijo Phoenix finalmente, agarrando


mi mano y tirando de mí para sentarme—. Lo que sabrías si sacaras tu
cabeza de tu trasero el tiempo suficiente para realmente conocer a tu
hermana.

—Realmente está pidiendo que le disparen de nuevo —murmuró


Chase por lo bajo.

—Oh, muérdeme—espetó Phoenix—. Nixon le disparó a Tex en el


hombro por haber besado a su propia hermana. Me sorprende que
todavía tenga todos mis dientes.

—Aún se puede organizar un examen dental. —El pecho de Tex se


hinchó.

—¿Oh si? ¡Pruébame, Cappo! —Phoenix empujó a mi hermano lo


suficientemente fuerte como para enviarlo unos pasos hacia atrás.

—¡Hasta aquí! —Tex arrojó una toalla que estaba sosteniendo contra
su cara y se lanzó hacia Phoenix.

Sonó otro balazo.


Me di la vuelta.

Era Nixon; acababa de disparar a los pies de Tex.

—¿Qué demonios, hombre? ¿En mi propia casa? —rugió Tex.

—La próxima vez, te disparo en la mano. —La voz de Nixon era baja,
grave, sus ojos estaban oscuros mientras se acercaba al grupo, con el
arma aún levantada—. Ustedes son jefes. Por el amor de Dios, actúen
como tal. No es así como hacemos negocios.

—Olla —siseó Tex hacia él.

—Tetera6 —dijo Nixon, de vuelta con una sonrisa.

—Hijo de… —Tex golpeó su mano contra la pared y caminó frente a


mí, sus pasos probablemente habían hecho marcas permanentes en el
duro piso de madera—. Bien, ¿por qué demonios estabas besando a mi
hermana?

—¿Cuál vez? —preguntó Phoenix con voz tranquila.

Tex apretó los dientes y cerró los ojos, luego respiró hondo y
maldijo.

—La primera, imbécil.

—Pike —dije en voz baja—. Estaba afuera, hablando con alguien.


Sonaba... mal, y luego mi teléfono celular se cayó, así que
necesitábamos que pensara que no lo habíamos escuchado.

Tex se rascó la nuca y murmuró por lo bajo.

—Bien, ¿entonces la primera excusa pasa y el segundo beso?

Phoenix abrió la boca.

—¡Yo le rogué! —dije apresuradamente—. Le he estado rogando por


semanas, meses.

Los ojos de Phoenix se entrecerraron.

—Y... —Tragué la sequedad en mi garganta—. Yo solo... el primer


beso fue muy agradable. Nunca antes había tenido un beso, un beso
real, así que le rogué, y luego solo... fui yo, lo ataqué, tengo diecinueve
años. Tengo hormonas... y necesidades. —Ahogué la última parte
mientras la cara de Tex se sonrojaba.

6
N.T. Es un juego de palabras, donde uno culpa al otro de sus propios errores.
Chase miró hacia el suelo, su sonrisa casi le rompió la cara
mientras Nixon puso los ojos en blanco y soltó una risita.

—Esto no es gracioso —gruñó Tex.

—Bastante gracioso, si me preguntas. —Nixon guardó su arma—.


Parece que le disparaste dos veces... sin ninguna razón.

—Todavía la tocó —señaló Tex.

—Solo estaba siguiendo órdenes —dijo Chase—, de la hermana del


Cappo, que, si vamos a ser realmente legales sobre esta mierda, nos
supera a cualquiera de nosotros. ¿Verdad, Bee?

—C-Cierto. —Asentí con la cabeza y fulminé con la mirada a Tex—.


Él solo me estaba escuchando.

—Bueno, tal vez debería dejar de escucharte.

—¡Y tal vez tú deberías dejar de ser un gran matón!

Nixon y Chase se echaron a reír.

Tex cruzó y luego descruzó los brazos.

—No soy un matón, solo estoy... protegiéndote...

—Al matar a mi único amigo —le dije con voz triste.

—¡Haz nuevos amigos, Bee! —Lanzó sus manos al aire—. Cuando te


asigné a Phoenix, no fue para que pudieran pintarse las uñas y
trenzarse el cabello, ¡maldita sea! Él debe protegerte, nunca tocarte y
asegurarse de que tengas suficiente para comer durante el día.

—No olvides llevarla a la escuela —interrumpió Chase con una


risita.

—O ir a clase —agregó Nixon, sonriendo.

Tex levantó los ojos hacia el techo.

—No estoy equipado para manejar chicas. Realmente no lo estoy.

—Ruega por hijos. —Nixon le dio unas palmaditas en la espalda.

—Bee… —Tex cogió mis manos y empujó a Phoenix fuera del


camino—. Además de Mo, eres mi vida. No puedo… —Sus ojos se
llenaron de lágrimas—. Phoenix está contigo porque es el mejor.
Miré de reojo a Phoenix. Su expresión reflejaba la sorpresa que
sentía.

—Pero él es… —Tex dejó escapar un suspiro—, él está…

—Dañado —dijo Phoenix por él—. Completa y totalmente dañado,


usado, oscuro, malvado, el mismo Satanás. —Con un asentimiento,
Phoenix siguió hablando—. No soy bueno, Bee. Tu hermano tiene razón,
y cuanto antes lo aprendas, mejor estaremos todos.

—No lo creo—susurré a través del dolor punzante en mi corazón.

Los muchachos guardaron silencio. Incluso Nixon y Chase parecían


incómodos cuando Tex y Phoenix compartieron una mirada.

—Hablaré con ella —dijo Phoenix en voz baja—. Solo danos un


minuto.

—Sin besos. —Tex me soltó las manos y pasó junto a Phoenix.

Cuando estábamos solos, lo alcancé, pero él no extendió las manos,


no me devolvió el afecto. De hecho, se alejó, poniendo una distancia
visible entre nosotros.

—Bee… —Phoenix lamió sus labios, y sus ojos tenían la misma


mirada torturada que había empezado a odiar y los círculos negros
debajo de sus ojos parecían latir con cada segundo que pasaba—.
Gracias por defenderme.

Abrí la boca, pero él extendió la mano y presionó sus dedos contra


mis labios.

—Déjame terminar. —Se aclaró la garganta—. Gracias por


protegerme, por tomar la culpa, pero no era tuya para tomar. Tu
hermano tiene razón, tanta maldita razón por dispararme por tocarte,
por tan siquiera pensar por un segundo que estaba bien exponerte a la
persona que soy. Está mal. Está tan malditamente mal que desearía
que me hubiera matado.

Las lágrimas llenaron mis ojos.

—Tú eres todo. —Sus labios carnosos temblaron mientras


hablaba—. Eres todo lo que es hermoso y puro en este mundo, y
mereces algo mejor que esta vida, mucho mejor que lo que tenemos
para ofrecer. De lo que yo tengo para ofrecer.
Mi corazón se hundió a mis rodillas; no solo sentía rechazo, sino
una pérdida total, como si él me hubiera sacado el corazón, lo hubiera
roto en pedazos pequeños y los hubiera dispersado en el viento.

—No puedo creer eso de ti. No lo haré, Phoenix.

—¡Maldita sea, Bee! —Phoenix agarró mis hombros—. ¿Cuánto más


quieres que te diga? ¿Tengo que mostrarte cada cosa fea que he hecho
para asustarte? Claramente no estás entendiendo la imagen.

—Ya no eres así.

Los dedos de Phoenix se clavaron en mis brazos.

—Bee, no sabes lo que pasa por mi cabeza, las pesadillas, las


imágenes. Demonios, no puedo comerme una comida caliente sin sentir
culpa por el placer que me produce. No puedo experimentar algo bueno,
porque cada vez que lo hago, me empuja más cerca del límite, más
cerca del punto de ruptura, y, Bee, tú eres ese empujón final. Sería
demasiado fácil. —Su voz se quebró—. Demasiado fácil dejarlo entrar…
y al final... —Sus ojos se volvieron completamente negros—, te
destruiría.

—Tan confiado en tu propia oscuridad —susurré, ahuecando su


rostro—. Pero ¿qué pasa con la luz, lo bueno?

Apartó mis manos de su rostro y dio otro paso atrás.

—Murió en el momento en que me ahogué hace dos meses, Bee.


Puedo estar vivo, pero no estoy viviendo.

Las lágrimas corrían por mi cara.

—¿Qué pasa si lo intentas?

—¿Crees que no lo intento? —espetó—. ¿Crees que no quiero más?

—Creo que te castigas a ti mismo.

Golpeó su mano sobre la mesa junto a mí.

—¡Porque merezco ser castigado, Bee! ¿No lo entiendes? Soy el


asesino en el corredor de la muerte que no recibe apelaciones. Estoy
vivo para hacer un trabajo. No tengo una segunda oportunidad.

—¿Quién dice?
Tragó saliva y retiró la mano de la mesa, girando su cuerpo para
que no pudiera ver más su rostro, solo la constitución muscular con la
que me había llegado a obsesionar.

—¿Quieres que le pida a Tex que te asigne a alguien más? —


preguntó con voz hueca.

—¿Qué? —El pánico se levantó en mi pecho—. ¡No, no puedes!

—Bien. —Phoenix asintió, su cuerpo todavía seguía apartado de


mí—. Pero de aquí en adelante, Bee... sin besos, sin tocar, sin burlas o
provocaciones. Déjame solo, porque solamente puedo manejar cierta
cantidad de tentación antes de morder el anzuelo, antes de dejarte
empujarme, y me odiaría por siempre por destruir lo que eres.

—No puedo hacer ninguna promesa.

—Entonces le diré a Tex que te envíe a alguien más.

—¡Phoenix, espera!

Salté fuera de la mesa en la que estaba sentada y lo abracé por


detrás. Al instante, comencé a derretirme de adentro hacia afuera; su
cuerpo estaba tan cálido presionado contra el mío. Se puso rígido en
mis brazos.

—Está bien. Yo... lo prometo. Simplemente no me dejes.

—Bee... —Bajó la cabeza y lentamente desenvolvió mis brazos de su


torso—. No podría dejarte, incluso si quisiera. Eres parte de mí, siempre
lo serás.

—Si te dijera que te quiero, ¿cambiaría las cosas?

Soltó un suspiro ahogado.

—Todo el mundo ama un poco de oscuridad, hasta que los


consume.

Phoenix caminó por el pasillo, abrió la puerta principal y la cerró de


golpe detrás de él. El sonido del auto fue la única señal de que la
conversación finalmente había terminado.

Y que Phoenix De Lange estaba oficialmente saliendo de mi vida.


Capítulo 25
Ni siquiera su hermana cree en él. ¿Qué
quiere decir eso?
Traducido por Mary Rhysand

Bee

—¿Estás bien? —Mil tomó asiento junto a mí en el sofá, tenía una


taza de café en una mano—. No soy muy buena en esto de la charla
femenina, pero si quieres que patee el trasero de tu hermano, puedo
hacerlo.

Reprimí una risa y me encogí de hombros.

—Tema complicado. —Suspiró y se recostó—. Solía ser así. No dejar


que las personas vieran el dolor, el total y completo terror que sentía
con solo despertar y respirar cada día.

—¿Y ahora? —dije con voz ronca, mis ojos puestos adelante en lo
que sea que estuvieran pasando en la televisión.

—Ahora —dijo Mil calmadamente—, tengo alguien con quien contar,


que hace las cosas más fáciles.

—¿Chase?

—No, mi arma, pero Chase ayuda también.

Me reí y me giré para verla.

—Solo bromeaba. —Guiñó el ojo.

Mil se acababa de cortar el cabello por la barbilla, era


completamente oscuro. Tenía fuertes facciones como las de Phoenix.
Incluso a pesar que eran medio hermanos, se parecía a él en una forma;
tal vez era la dureza que siempre llevaba consigo. Mil la usaba como su
armadura; Phoenix solía esconderla.
—No tengo un arma.

—Pídele una a Tex.

—Sí. —Resoplé—. Porque ha sido tan generoso últimamente.

—¿No lo entiendes, no? —dijo en un tono duro.

Me eché hacia atrás, un poco sorprendida ante su reacción.

—¿Entender qué?

—Esto es guerra. —Los ojos de Mil destellaron—. Hemos pasado los


últimos dos años disparando, peleando contra cada giro, conspirando
contra. Demonios, ni siquiera deberíamos estar vivos. Tu hermano está
haciendo lo mejor que puede para mantenerte viva. Hay personas que
no se detendrían ante nada para atraparte, solo para atraparlo a él.

—Y yo pensando que solo estaba siendo sobreprotector. —Tragué el


miedo y junté mis manos—. Supongo que nunca lo pensé de esa forma.

—Sí bueno… —Mil se encogió de hombros—, tal vez deberías. Esto


no es un juego. Cada día que tenemos es un regalo. ¿Y Phoenix? Ha
estado lidiando con una mano dura. ¿Cuánto sabes sobre su pasado?
¿Sobre The Elect?

Mordí mi labio inferior.

—Lo suficiente para darme pesadillas.

—Bien. —Me palmeó la pierna—. Tal vez deberías dejar de luchar


contra nosotros y escuchar lo que todo el mundo ha estado diciéndote.
Mi hermano… —Bajó la mirada hacia la alfombra—, no es el mismo que
solía ser, lo que es algo bueno en una forma… pero no puede ser ambos
al mismo tiempo.

—Estoy confundida.

Mil intentó de nuevo:

—No sabe cómo balancearlo. El asesinato, la oscuridad, y el lado


oscuro de la mafia y la vida real. Perdió la habilidad de hacer eso hace
mucho tiempo. No es algo en lo que alguna vez haya sido bueno sin
embargo. Es demasiado bueno o demasiado malo; no hay un punto
medio para él. No sabe cómo hacerlo, no puede funcionar de esa forma.
Tex… demonios, el hombre puede destruir toneladas y luego besar a su
esposa y darle los cinco a un niño. Nixon jodidamente sonríe cuando le
dispara a alguien, y Chase? —Se encogió de hombros—. Tortura
personas y come bocadillos mientras lo hace. Supongo que lo estoy
diciendo es que Phoenix no es como ellos, así que no pienses que esto
va a terminar de igual forma que lo ha hecho para todos nosotros. Lo
mejor que puedes hacer es dejarlo hacer su trabajo y amarlo en la
distancia.

—Pero quiero amarlo de cerca. —Me ahogué con las palabras—.


Quiero salvarlo. Puedo hacerlo. Sé que puedo, si él solo intentara…

—Me duele enormemente decirte esto, Bee, pero Phoenix… —Sus


ojos se llenaron de lágrimas—, está más allá de la salvación.
Capítulo 26
Arranca mi alma y dale de comer a los
pájaros
Traducido por Vanemm08

Phoenix

Miré al vaso de whisky en mi mano como si fuera veneno, como si


me fuese a morder en el trasero si lo tocaba.

Habían pasado dos horas desde que vertí el vaso.

Y todavía lo estaba mirando. Cada vez que lo llevaba a mis labios, lo


volvía a bajar, con las manos temblorosas, incapaz de tomar un simple
trago.

Una imagen de una chica gritando pasó por mi mente; no tenía


rostro. Ninguno de ellas tenía. Después de todo, ¿qué tipo de bastardo
enfermo recuerda sus caras? Pero sus ojos... Nunca olvidaba sus ojos.
Cuando las personas dicen que son la ventana al alma de una persona,
es una verdad absoluta.

Los ojos revelan demasiado. Muestran dolor, miedo, emoción. Cada


maldita emoción es visible a través de los ojos.

Sus ojos tenían miedo.

Estoy seguro de que los míos también lo tenían; después de todo,


cuando un monstruo actúa por necesidad, generalmente es el miedo la
fuerza que los impulsa. Tenía miedo de perderlo todo, tenía miedo de la
persona en la que me estaba convirtiendo, miedo de convertirme en mi
padre.

Y alimentando ese miedo...

Me convertí exactamente de lo que había estado tratando de huir.


Mis dedos golpearon el cristal mientras miraba el líquido ámbar.
Llegó otra imagen y luego otra, hasta que cerré los ojos con fuerza,
forzándolos a alejarse, alejando los gritos de terror, la forma en que las
uñas de las chicas se habían sentido contra mi piel mientras luchaban
por sus propias vidas.

Y el sabor de su miedo, como lo había tomado y tomado hasta que


no tuvieron nada más que dar, hasta que lo tuve todo.

Cuando tenía cinco años, quería ser un superhéroe.

Batman, para ser exactos.

Cuando le dije a mi papá, dijo que los héroes eran débiles; eran los
villanos los que tenían verdadera fuerza, porque eran los únicos que
estaban dispuestos a hacer lo que sea para sobrevivir.

Al diablo con eso. Solo quería una capa y artilugios geniales; quería
que la gente me adorara, que me aplaudiera. Quería aprobación, y tal
vez eso fue lo que me llevó a convertirme en el villano.

Ser el héroe no me había llevado a ninguna parte.

¿Pero ser el villano? ¿Por un tiempo? Me dio todo.

Me satisfizo, por un breve momento.

Hasta que necesité más.

Hasta que dejé de reconocer al hombre en el que me había


convertido.

Con una exhalación fuerte, me aparté de la mesa de la cocina y


tomé mi vaso. Me temblaron las manos cuando tiré el contenido al
fregadero y miré el refrigerador.

—Solo lasaña —susurré, abriendo la puerta y examinando la


comida.

Alcancé mi habitual manzana verde, y mi mano rozó el yogur griego.

Era azul.

Hijo de puta, ¿ahora tenía miedo al azul también?

¿Comer algo que realmente sabía bien... algo que no sea fruta o
verdura... realmente me mataría? Probablemente no, pero me haría
desear. Era como la primera probada del mejor whisky para un
alcohólico; tan bueno, ¿por qué no verter un poco más? En el gran
esquema de las cosas, una bebida es casi como tener dos, si vas muy
lento. Una persona puede justificar absolutamente cualquier cosa.

Degustar a Bee no fue suficiente.

Sostener su mano no era suficiente.

Sentirla… nunca sería suficiente.

La ansiaba de una manera que rayaba en lo obsesivo porque había


dado ese salto, y ahora ya no sabía cómo volver a subir a la maldita
repisa. Solo estar cerca iba a ser difícil; olerla, ¿sabiendo que en
realidad estaba dispuesta a tocarme, tan negro como era?

Absoluto infierno.

De todas las personas en mi vida, incluida mi hermana, Bee era la


única persona que realmente vio mi pasado y trató de alcanzar lo
bueno.

Para todos los demás yo era una causa perdida.

¿Para ella? Era alguien por quien valía la pena luchar.

Pero en algún punto del camino, había dejado de luchar por lo más
importante en mi vida.

Yo mismo.

—¿Hambriento? —dijo Bee detrás de mí.

Estuve malditamente cerca de chocar con la nevera cuando salté


hacia atrás y la cerré.

—No escuché a nadie dejarte.

Ella sonrió con tristeza.

—Sí, bueno, exactamente no pisoteé por la casa como tú eres


conocido por hacer.

Le devolví la sonrisa.

—No pisoteo.

—Lo haces. —Asintió—. Todos los días. Y si no estás pisoteando,


estás gruñendo.

—Bueno, suena como que es una total alegría estar cerca de mí.
Gracias por eso.
Bee levantó su mano y me tocó el hombro.

—¿Cómo se siente?

—Como si me hubieran disparado.

—¿Te pusiste hielo? —Arrugó la nariz—. Lo siento, no me inscribí


exactamente en ninguna clase de herida de bala en Elite.

—Hielo. —Asentí—. Yo... uh, veré si eso ayuda.

—Bueno, está bien... Voy a ir a la cama.

La boca de Bee se abrió y se cerró como si quisiera decir algo más,


pero decidió no hacerlo. Se dio la vuelta e hizo su camino fuera de la
cocina pero se detuvo. Se retorció las manos juntas en cada frente de
ella y giró sobre sus talones, haciendo una línea recta hacia mí otra vez.

—Una cosa más.

—¿Qué? —Me apoyé en la nevera.

—Tal vez esto no tenga sentido, y puede que te burles de mi por


decirlo… y sé que solo soy una niña y...

—Bee.

—Creo en ti —dijo de golpe, con lágrimas en los ojos—. Yo solo...


quiero que sepas que a pesar de todo… creo en ti. Eso es todo.

Asintió y tropezó hacia atrás, casi chocando con el mostrador de la


cocina, luego prácticamente salió corriendo de la habitación.

Miré fijamente el espacio del que acababa de escapar durante unos


buenos cinco minutos, mi cabeza latía con fuerza.

La última persona que me dijo eso fue Luca Nicolasi.

Los escalofríos estallaron en mi piel. Agarré el asa de la nevera y la


abrí de golpe.

Sin pensarlo dos veces, saqué el yogur de arándanos.


Capítulo 27
Se acercaban cambios, y no estaba listo, ni
por asomo
Traducido Por AnamiletG

Sergio

Me desperté temprano para poder estar en casa cuando Bee y


Phoenix se levantaran a desayunar. Me puse mi equipo de correr y me
fui.

El sol aún no había salido. El camino estaba tranquilo, casi


inquietante. Odiaba estar solo con mis pensamientos, odiaba el ejercicio
en general, pero correr, por alguna razón, me ayudaba a sobrellevarlo.

Correcto, el asesino necesita ayuda para sobrellevarlo.


Divertidísimo.

Mis pies golpearon el pavimento en un ritmo constante. Cuando


llegué al campo, fingí que necesitaba estirarme justo cuando otro
corredor se detenía.

—¿Tienes lo que necesito? —pregunté, sin molestarme en mirarla.

Ella metió la mano en su sudadera y sacó un sobre.

—Está todo aquí.

—Sabes que podrían matarte por esto. —Tomé el sobre y lo metí en


mi bolsillo, aun negándome a mirarla directamente a los ojos.

—Ya estoy muerta —dijo en un tono confiado—. Mi tapadera fue


revelada hace años. Solo me mantienen cerca para jugar conmigo.

Finalmente la miré; era joven, probablemente de mi edad, cabello


castaño oscuro en una cola de caballo, sin maquillaje en la cara, no era
hermosa, sino bonita, juvenil. Una pena que no iba a vivir lo suficiente
como para disfrutar de la vida.

—Si no te veo después… —Asentí bruscamente.

—Conocía los términos cuando me inscribí, Sergio, tú también.

Lamí mis labios con irritación.

—Teníamos razones completamente diferentes, estoy seguro.

Sonrió con tristeza.

—Sí, bueno, chica muerta caminando. —Su sonrisa era triste, sus
ojos desenfocados.

Sabía lo que tenía que hacer.

—¿Cuál es tu nombre?

Entrecerró los ojos e inclinó la cabeza.

—Um, ¿por qué?

Le ofrecí una sonrisa reconfortante

—Solo dime.

—Sarah.

—Me gusta. Es bonito. —Y probablemente falso.

Resopló.

—Bueno, cuando veas el nombre de Sarah en los obituarios esta


semana que viene, no sientas lástima por mí. Por otra parte, tendrían
que reconocer el cuerpo.

—Por lo que vale, gracias por obtener esta información para mí.

—Como dije... chica muerta caminando. —Ofreció una despedida.

Valiente. Estaba enfrentando su propia muerte de una manera que


era más valiente que yo; así que en ese momento, decidí extender
misericordia, una misericordia que sabía que nunca se extendería en mi
dirección, nunca.

—Oye, Sarah? —llamé.

Se dio la vuelta.
Saqué mi arma y disparé dos disparos directamente en su pecho. Su
expresión pasó de sorprendida a pacífica en segundos.

Se desplomó en el suelo frío y duro.

—G-Gracias.

—Que Dios tenga piedad de tu alma —le susurré, disparando un


tercer tiro y besándola en la frente mientras su cabeza golpeaba el
camino de grava.

Tiré de su cuerpo sin vida a un lado, la cubrí con un poco de pasto y


seguí corriendo.

Cuando llegué al siguiente marcador de millas, limpié mi arma y


forcé a pensar en la muerte de la chica detrás de mí. Había sido
valiente.

Y quería honrar esa valentía. Después de todo, sabía de primera


mano lo que le harían una vez que necesitaran atar un cabo suelto.

¿Lo que hice? Fue una amabilidad.

Palmeé el pesado sobre en mi bolsillo y corrí como el infierno el resto


del camino a casa. Cuando doblé la esquina hacia la cocina, Bee y
Phoenix ya estaban sentados a la mesa comiendo.

—¿Tuviste una buena carrera? —preguntó Phoenix, sin levantar la


vista del periódico.

—Fue... —Me encogí de hombros y me serví un vaso de jugo de


naranja—. Interesante.

Bee me sonrió.

Le devolví la sonrisa.

Y metí mi mano libre en mi bolsillo para que no viera el temblor... el


temblor que siempre ocurría cuando tomaba una vida, la adrenalina
que aumentaba y la pérdida absoluta que sentía cuando me quitaban
otra parte de mi alma.
Capítulo 28
A veces la extraño discutiendo... a
veces
Traducido por AnamiletG

Phoenix

Bee no argumentó conmigo cuando le dije que íbamos a llegar tarde


a sus clases. Tampoco puso los ojos en blanco cuando le entregué una
barra de granola, por si tenía hambre.

Cuando encendí a Mozart, suspiró y miró por la ventana como si


estuviera contenta con el mundo. Mientras tanto, una tormenta
enloquecía dentro de mi pecho al ver su falda corta y su blusa ajustada.

Me aclaré la garganta, forzando a mis ojos a apartarse cuando


acerqué el auto al campus Elite y estacioné en nuestro lugar habitual.

—No te olvides de tu…

—Prueba sorpresa —terminó, abriendo su puerta, sin esperar a que


corriera y se la abriera—. Estoy lista.

—Genial. —Agarré su mochila y se la entregué.

—¡Bee! —Andi cargó hacia nosotros—. Me preocupaba que no


vinieras hoy. ¿Siempre llegas tan tarde?

—Por lo general.

Bee se encogió de hombros y me ofreció una sonrisa patética, una


que todavía tenía todo mi cuerpo tan apretado como un tambor y listo
para atacarla sin pensarlo dos veces.

—Pero él está tratando de mantenerme bajo control.

Las cejas de Andi se levantaron.


—Sí, sobre eso...

—¿Qué? —Bee miró de mí a Andi.

—Pike ha estado diciendo algunas cosas... —Andi hurgó con su


mochila—. Mira, probablemente no sea nada, pero dice que estás
acostándote con tu guardaespaldas.

Mierda.

Mi culpa.

No había llegado tan lejos en nuestro plan, lo suficiente como para


amenazar a Pike a una pulgada de su vida que necesitaba callar el
infierno y mantener a Bee fuera del chisme de la escuela, lo que
significaba que iba a tener que hablar con él. E intentar no dispararle
cuando mi dedo se sintiera feliz por matar.

—Oh —dijo Bee en un tono tranquilo—. Bueno, supongo que eso no


es tan malo. Es solo un rumor, ¿verdad? Se extinguirá.

Andi exhaló un silbido.

—Si tú lo dices. ¿Lista para la clase?

—¡Sip!

Entrelazaron sus brazos y se alejaron trotando.

La seguí a una distancia segura, y cuando las vi entrar al edificio y


al aula correcta, me disculpé y fui en busca de Pike.

Era fácil de encontrar, principalmente porque tenía su horario


memorizado. Por suerte para mí, estaba en la clase de Sergio.

Jugar con él sería lo más destacado de mi día.

Llamé a la puerta dos veces y luego entré.

—Phoenix... —Sergio se puso de pie, sus ojos cuestionando—.


¿Necesitas algo? Acabamos de empezar la clase.

—Necesito a alguien —dije en voz alta—. ¿Pike? ¿Está en esta clase


en este momento? —Sabía que lo estaba, pero quería que el niño se
retorciera.

—Absolutamente. —El rostro de Sergio era inexpresivo, pero estaba


bastante seguro de que estaba haciendo un poco de alegría en mi
interior; a ninguno de nosotros nos gustaba la pequeña mierda, y
estaba haciendo los honores por primera vez. Suerte la mía—. Pike, un
momento por favor.

Lentamente, Pike se puso de pie en toda su altura, su sonrisa de


mierda me hizo querer quitarle la vida más que mi próximo aliento.

—¿Problemas?

—No. —Puse mi mano sobre su hombro—. Al menos no todavía.


Necesito hablar contigo.

—No te ofendas. —Pike se encogió de hombros—. Pero eres un


guardaespaldas privado de otro estudiante. No puedes llevarme a
ningún lado.

Sergio sonrió.

—Pike... por supuesto que puede. ¿No sabes quién es este?

—¿Y tú? —farfulló Pike—. Porque tengo buena autoridad de que él


es una mala influencia y no puede obligarme a hacer una mierda.

—Bueno... —Sergio juntó las manos—, debería volver a la


enseñanza. Diviértanse, muchachos.

—Pero…

—Voy a disfrutar esto.

Agarré a Pike y lo empujé hacia la puerta, luego la cerré detrás de


nosotros. El pasillo estaba completamente vacío.

Pike no se movió, simplemente resopló.

—No puedes obligarme a hacer nada. Eres un imbecil. ¡Ni siquiera


eres un verdadero estudiante! Una perra pagada, eso es lo que eres.

—Sigue hablando. —Chasqué mis dedos—. Realmente, solo me da


más tiempo para planificar lo que voy a hacer contigo con un detalle
insoportable.

Pike palideció.

—No puedes tocarme.

—Oh, puedo... —Asentí—, lo haré... —Lo pateé en la espinilla, luego


lo agarré por el cuello y susurré—: Porque no soy solo el detalle de
seguridad privada de una chica. Soy el jefe de seguridad en Eagle Elite.
También soy el jefe de la familia Nicolasi.
Me detuve el tiempo suficiente para mirarlo de arriba abajo.

—Por otra parte, ya lo sabías, ¿no? Soy el juez, el jurado, el


verdugo... y durante los próximos cinco minutos, soy tu única
esperanza de caminar sobre dos piernas por el resto de tu vida, así que
cooperaría, antes de cansarme de escuchar tu voz patética y arrancarte
la garganta. —Apreté mi agarre—. ¿Capiche?

Pike trató de alejarse de mí. Encontré un aula vacía y lo arrojé


dentro, cerrando la puerta detrás de nosotros.

—¡N-No puedes lastimarme! —gritó Pike—. ¿Sabes quién soy?

Me reí.

—¿Por qué? ¿Estás teniendo una crisis de identidad, pequeño?

Rugiendo como un león enjaulado, se lanzó hacia mí. Me aparté del


camino y le di una patada en el culo y luego golpeé su cuerpo contra la
pared de ladrillo.

—Intenta eso una vez más. Te reto.

—Si muero, sabrán que lo hiciste. Comenzarás otra guerra,


¿realmente quieres eso?

—Vivo para la guerra. —Lo golpeé de nuevo, la sangre salió de su


boca—. O no estabas escuchando. Soy Nicolasi, Me corto los dientes por
la violencia. Ahora, deja de pelear como una perra y toma asiento, antes
de que realmente me cabree.

Dejó de pelear contra mí, así que lo empujé hacia una silla vacía y
me paré frente a él.

—Mantente alejado de Bee.

—¿De eso se trata? —Se rió—. ¿Una chica? ¿Qué, no puedes


mantener su interés? —La realización cruzó sus rasgos—. Oh ya
entiendo. Está disgustada porque sabe lo que hiciste... clásico. Dime,
¿sus gritos te molestan?

Una letanía de maldiciones gráficas surgió de mi boca cuando lo


golpeé en la mandíbula. Cuando lo agarré por la camisa, la sangre goteó
de mis nudillos hacia sus botones blancos.

—Escucha, pequeño idiota. Cualquiera que sea el asunto entre


todos nosotros es asunto nuestro: deja a Bee fuera de él. Ella merece lo
normal en esta escuela, y estoy tratando de darle eso. Difunde un
rumor más y te cortaré la polla y la enviaré a Rusia con amor.

Pike tragó saliva.

—Estás faroleando.

—Piensa mucho, Pike. —Sonreí amenazadoramente—. Sabes mi


apellido. Sabes de lo que soy capaz. No tengo sentimientos, demonios,
ni siquiera tengo conciencia. Tu elección. Los rumores se detienen... o
pierdes un apéndice.

Con un gruñido de disgusto, lo solté y esperé.

Sus ojos ardían de furia.

—Bien. No más rumores. Pero no puedo, no voy a alejarme de ella,


no si ella quiere pasar el rato. Algunos de nosotros necesitamos amigos
para sobrevivir. No todos somos asesinos a sangre fría.

—Me aseguraré de decírselo a tus amigos la próxima vez que visite


la prisión federal.

Pike se apartó de la silla y murmuró en voz baja:

—Lo que sea. Hemos terminado aquí.

—Por ahora. —Asentí—. Ah, y límpiate. Te ves como el infierno.

Me hizo un gesto vulgar con el dedo y salió de la habitación.

Y me sentí mejor de lo que me había sentido en meses, lo que


probablemente fue una mala señal, teniendo en cuenta que lo que me
hizo sentir mejor fue torturar a alguien menor de veinte años y jugar
con la idea de cortar su cuerpo bonito para las fotos de la escuela.

Me enderecé la camisa, me limpié los nudillos con un pañuelo de


papel del escritorio del profesor y salí al pasillo.
Capítulo 29
La violencia no siempre es la respuesta,
pero te hace sentir mejor... a veces
Traducido por AnamiletG

Bee

—¡Vaya! —Me detuve en seco al ver la cara hinchada de Pike—.


¿Qué te ha pasado?

—¿Choqué contra una pared? —ofreció con una sonrisa—. No te


preocupes por mí. Ahora estoy más preocupado por ti.

Andi me dio un codazo.

—Lo siento, niños, tengo que irme. ¡No quiero llegar tarde a mi viaje!
—Se fue corriendo, dejándome sola con Pike.

—¿Yo? —Me encogí de hombros—. ¿Por qué estarías preocupado por


mí?

Pike sonrió. Fue agradable, su sonrisa. Sabía que, según Phoenix,


era mala influencia, pero era un tipo atractivo y me estaba prestando
atención. Hablar con él no me mataría, y si lo hiciera, tendríamos
problemas mucho mayores.

—¿Caminas conmigo? —Se hizo a un lado.

Miré a mí alrededor en busca de Phoenix, pero no estaba en ningún


lugar que pudiera ver, así que lo seguí.

—Si buscas al guardaespaldas, siempre puedes enviarle un mensaje


de texto para que no se asuste.

Me reí.

—Estará bien.
—Estás a salvo conmigo. —Pike me dio un codazo en el costado—.
Lo prometo.

—Entonces, ¿estás preocupado?

Pike asintió con la cabeza, su cabello castaño arena cayendo sobre


su frente.

—Sí, quiero decir, sé que todos piensan que comencé esos rumores,
pero la verdad es que he estado tratando de detenerlos. Los chicos aquí
pueden ser realmente crueles y... bueno, tu guardaespaldas es un De
Lange. No solo eso, sino que solía aprovecharse de las chicas, lo sabes,
¿verdad?

Sentí un nudo en el estómago.

—Sí.

—Las violó. Todo el mundo lo sabe... y, bueno, algunos de los chicos


dicen que te gusta.

Se me revolvió el estómago.

—Pero él nunca, quiero decir, nosotros nunca... —Sacudí mi cabeza


de un lado a otro.

Pike me atrajo a sus brazos.

—Oye, oye, no llores. Vamos a tomar un café, ¿de acuerdo? Eso te


hará sentir mejor.

Entumecida, asentí.

Nunca se me ocurrió la idea de que otros sabrían sobre el pasado de


Phoenix o me asociarían con él. Me sentí sucia, a pesar de que no había
hecho nada malo, y luego me sentí culpable por sentirme así, sabiendo
que Phoenix probablemente estaba horrorizado ante la perspectiva.

Pero lo había besado.

Y él me había advertido.

—Sabes que paga prostitutas, ¿verdad? —dijo Pike con voz suave—.
Esa es la única forma en que puede mantenerse al margen. Les paga...
también mató a algunas en el día.

—¿Cómo sabes esto? —Dejé de caminar—. No es como si fuera


información pública.
—Tengo mis fuentes. —Pike se encogió de hombros—. Mira, la
cafetería del campus está un poco más adelante.

Eché un vistazo al edificio. Conos naranjas se alineaban en la


hierba y la acera, y un gran cartel amarillo y negro advirtió EN
CONSTRUCCIÓN.

—La acera está cerrada.

—Iremos por ahí.

Se encogió de hombros y me llevó de vuelta al edificio junto a los


árboles.

Cuando soltó mi mano, levanté la vista justo a tiempo para ver a un


hombre corpulento que se acercaba con un saco negro. Me tropecé de
vuelta.

Un dolor punzante golpeó mi cuello.

Todo se volvió negro.


Capítulo 30
Paranoia... era mi vida ahora
Traducido por AnamiletG

Sergio

Las clases finalmente terminaron y estaba libre de ver a través del


paquete que Sarah me había dado esa mañana.

Puse seguro a mi puerta y dejé el contenido sobre el escritorio.

Se cayó una unidad flash, así como algunas fotos. Las fotos con las
que estaba familiarizado; eran de la familia Petrov, bastardos codiciosos
que traficaban drogas. La mayoría se pudría en la cárcel, todos excepto
nuestro amigo Pike.

No podía ser nada.

Excepto, ¿por qué la agencia implantaría a Pike en la escuela?

¿Para vigilarnos?

¿Para vigilarme?

¿Para atar los cabos sueltos?

Nada tenía sentido, y pensé que probablemente era porque estaba


soñando despierto con uno de mis estudiantes con cabello rubio
brillante y una sonrisa fácil.

Ella me perseguía.

Y la odiaba por eso. Volviéndome loco en clase hoy, casi gritándole


por no tener su lápiz.

Genial, el premio al imbécil del año va para... ti verdaderamente.

Con una maldición, metí la unidad flash en mi computadora portátil


e hice doble clic en su icono.
Más fotos que me aburrieron hasta las lágrimas.

Y luego documentos.

Contratos, para ser exactos. Contratos con el nombre de Petrov en


ellos... lo que, sinceramente, no fue tan sorprendente, teniendo en
cuenta que solían poseer una gran cantidad de compañías navieras.
Enorme conmoción allí; enviaron sus medicamentos de otros países a
los nuestros.

Hice clic en los archivos, no encontré lo que buscaba y todavía no


estaba seguro de lo que estaba buscando.

Surgieron algunas conversaciones telefónicas. Hice clic en el texto y


leí.

Petrov: Dos cabezas son mejores que una.

Agencia: Infíltrate, y dos miembros quedan libres.

Petrov: ¿infiltrarse en la familia?

Agencia: Por medio de la hermana, encuentra la manera de entrar.


Cásate con ella, mátala, haz lo que tengas que hacer, pero necesitamos el
control de al menos uno de los brazos.

Petrov: Se rumorea que Nicolasi nombró un nuevo jefe.

Agencia: Así que mátalo, tira una llave inglesa en sus planes. Lo
necesitamos, por cualquier medio necesario.

Petrov: Hago esto, y quedan libres.

Agencia: Haces esto, y el gobierno de los Estados Unidos te ayuda a


desaparecer.

Petrov: trato.

Leí el guión varias veces más, mi estómago se desplomó. ¿Entonces


ese era su plan? ¿Matar a Phoenix? ¿O herir a Bee? De cualquier
manera, se remontaría a Petrov, no a los federales. Él era solo un medio
para un fin.

Mi estómago seguía apretándose en nudos a medida que me daba


cuenta...

—Encontraremos una forma de entrar, Sergio. Es solo cuestión de


tiempo. —Chasqueó la lengua y chupó más fuerte el cigarro—. Entonces,
o nos ofrecen la información que necesitamos, o la tomamos por la fuerza.
—Lo tomas por la fuerza. Empiezas una guerra, no ganarás —dije con
voz confiada.

—Eres bueno en lo que haces, Sergio, realmente lo eres. Pero estoy


empezando a preguntarme si tu utilidad ha llegado a su fin.

—¿Qué? ¿Entonces simplemente me matas? ¿Hacer que parezca un


accidente?

—Caballeros. —La voz retumbante fue lo único que me impidió


lanzarme al otro lado de la mesa y golpearlo—. Mantengamos las cosas
amigables.

Puse los ojos en blanco.

La voz venía de mi superior, alguien que nunca había visto antes en


persona. Se suponía que la llamada en conferencia era un informe.

—Caballeros. —La voz tosió—. Parece que estamos en un punto


muerto. Sergio, ya no te necesitan. Permanece oculto hasta que te activen
de nuevo y mantente fuera de nuestro negocio. Encontraremos una forma
de entrar sin ti.

—Pero…

—Sergio. —El hombre suspiró en el altavoz, el silbido del aire sonaba


como estático en el teléfono—. Nos has hecho sentir orgullosos, hijo,
realmente lo has hecho, pero ya sabes, cuando se trata de eso, no
podemos pedirte que traiciones tu propia sangre.

—Pero lo haría... —dije con voz ahogada—. Sabes que lo haría. Para
ti. Lo haría.

—No te lo pediría. No tienes nombre, ni cara, nada para nosotros,


oficialmente desactivado de inmediato.

Me froté la cara con las manos. ¿Podría ser este el camino? ¿Mi
culpa desde el principio? De todos modos, necesitaba llamar a Phoenix.
Lo último que queríamos era a Bee sola con Pike. No se detendría ante
nada para usarla en su beneficio, y sabía que Tex preferiría comenzar
una guerra con todo el país que ver a su hermana herida.
Capítulo 31
El corazón no sabe lo que se pierde hasta
que es demasiado tarde
Traducido por Ezven

Phoenix

—¿Qué? —grité al teléfono mientras mis ojos recorrían el lugar en


busca de Bee. Se suponía que iba a encontrarse conmigo luego de clase,
y ya le había advertido que no se fuera por ahí con sus amigos. Era una
de nuestras reglas: Siempre quédate en donde estás, y te llevaré a casa.
No había otra opción.

Sergio maldijo al otro lado de la línea.

—Creo… Pike va ir a buscarte.

—No me digas. —Puse los ojos en blanco. ¿Dónde diablos estaba?

—Creo que va a utilizar a Bee.

—Sergio, sin ofender, pero basta de estupideces. Estoy buscando a


la princesa perdida en este preciso momento, y no tengo tiempo para
tus teorías.

—¿No la encuentras?

—No. —Comencé a caminar hacia el centro de estudiantes—. Es


como si hubiera desparecido, o algo así. Al diablo con esta chica.
Probablemente está con Andi, quien, por cierto, no creo que sea una
buena influencia para ella.

—¿Te fijaste en los baños?

—Sí. —Apreté los dientes. En los diez.

—¿Y su dispositivo de rastreo?


Me detuve.

—¿Crees que tiene algo que ver con Pike que no aparezca? ¿Qué es
lo que no me estás contando?

La imagen de la carpeta negra de Sergio apareció en la superficie de


mi memoria. No me había fijado en ella. Luca había dejado
instrucciones específicas de abrir las carpetas solo si era absolutamente
necesario.

—Oye, no entres en pánico, probablemente todo está bien, pero


aparentemente Pike está trabajando para los federales y… quieren
entrar… en la familia, como sea.

—Bueno, es una estupidez. No permitimos que gente de fuera se


involucre.

—Nunca dije que fuéramos a permitirles hacer nada… ¿pero por la


fuerza? ¿Negociaciones? Pueden hacer lo que se les ocurra, maldición.

—Está bien, miraré el rastreador. Espera. —Abrí la aplicación y


observé la pantalla, aguardando a que cargara.

Su punto rojo no estaba en ningún lugar cerca del campus.

Se estaba moviendo… fuera de la ciudad.

—¡Mierda! —exclamé en el teléfono—. Llama a Tex. Ya.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está?

—Dile que lo tengo todo bajo control… no envíen a nadie. Podría ser
una trampa, ¿sí? Solo dile… que se quede donde está.

—De acuerdo. —Sergio maldijo—. Qué buen plan.

—Hazlo.

Colgué y corrí hacia el auto, casi dejando caer el teléfono mientras


ingresaba sus coordenadas.

Podía sentir la sangre bombeando en mi cuerpo cuando pisé el


acelerador y salí del campus a toda velocidad.

Luché por mantener el monstruo dentro.

Lo intenté todo, desde respirar hondo a centrarme en las cosas


positivas, en todo lo bueno. Encontraría a Bee, y la salvaría.

¿Y si no podía hacerlo?
¿Y si estaba herida?

¿Y si…?

Mi corazón dio un vuelco en mi pecho. ¿Podría vivir sin ella?


¿Quería hacerlo? Aquellos pensamientos me obsesionaron durante todo
el viaje hacia mi destino.

Cuando el pitido se detuvo, fue frente a un edificio viejo


exactamente al lado del lago.

Petrov Enterprises.

El edificio estaba deteriorado. La pintura se estaba desprendiendo


en sus costados, y lo que solía ser un increíble imperio ahora parecía
algo salido de la Gran Depresión.

Me apeé del coche, saqué mi arma, y me dirigí con precaución a la


puerta.

Cuando no sonó ningún disparo, la abrí.

Y me encontré cara a cara con Nick, mi mano derecha, el hombre en


el que confiaba, el hombre en el que Luca había confiado.

—¿Qué dia…?

Su pistola estaba apoyada contra mi sien antes de que llegara a


terminar la oración. Sin decir una palabra, esbozó una pequeña sonrisa
y me empujó hacia adelante, hacia la oscuridad.

—Vaya, qué caballerosidad —dijo Pike, dando un paso hacia la luz—


. Dime, ¿planeabas dispararle a quien fuera que encontraras y luego
buscar en vano a Bee?

—Si la lastimas, te mataré —le espeté.

—Por favor, como si fuera a lastimar a una mujer tan bella —bufó
Petrov, y luego chasqueó los dedos.

Bee apareció en la luz, y estaba vestida como una puta.

Un corsé rojo que parecía demasiado ajustado para su cuerpo


rodeaba el centro de su torso, presionando la piel sensible de sus
pechos, redondos sobre la prenda. Bragas de encaje negras se
asomaban bajo la misma; ligas negras unidas a medias transparentes.
Botas negras, altas y brillantes con tacón de aguja daban el toque final
al conjunto. Su boca estaba cubierta con cinta adhesiva, y un par de
labios rojo rubí habían sido dibujados sobre ella.
Sus ojos estaban cubiertos de lágrimas mientras intentaba cubrirse.
Pero sus manos estaban atadas frente a ella, por lo que el gesto era
inútil.

—Ahora es una fiesta. —Pike soltó una carcajada—. Muy bien,


vamos a concentrarnos en los negocios. —Tomó una silla y se sentó—.
Te doy a Bee, la hermana del Cappo, de la cual todos sabemos que estás
secretamente enamorado, y tú me entregas a la familia Nicolasi.

Ahogo una risa.

—¿Quieres que entregue una organización multimillonaria… a ti?


¿Un chico de veinte años? ¿Con qué propósito? ¿Papi se quedó sin
dinero?

Pike ladeó la cabeza.

—Mi empleador cree que sería… prudente conocer el


funcionamiento interno de la familia. Pero contigo en medio… es…
complicado.

—¿Y Nick? —Me giré para dirigirle una mala mirada al hombre que
había nombrado mi mano derecha—. ¿Qué hay con él?

—Trabaja para mí. —Pike infló el pecho—. Y para mi empleador. Ha


estado involucrado con Nicolasi durante casi cinco años.

—Qué mal que no demos trofeos —dije, entre dientes.

—¿Qué crees que diría el tuyo? —se burló Pike—. ¿Hijo de un jefe
asesino, no querido por nadie con quien entre en contacto? ¿Asesino?
¿Ladrón? ¿Violador? Ay, ay, ay, no creo que todo eso entre en un
espacio tan pequeño.

—¿Y qué? ¿Cuál es tu plan, entonces? ¿Esto es todo lo que tienes?


—Estiré los brazos y giré en un círculo—. Chico, estás en problemas si
crees que voy a aceptar tus exigencias solo porque vestiste a la hermana
del Cappo como una puta.

Bee se estremeció.

Lo ignoré. Tenía que hacerlo.

—¿Quieres decir que no te importa?

—¿Cómo va un perro a preocuparse por sus pulgas? Son una


molestia, nada más.
—Mhmm. —Pike se puso de pie—. Eres bueno mintiendo, Phoenix,
siempre lo has sido, pero sé algo que tú no.

Pretendí estar aburrido cuando, en realidad, mi corazón estaba


latiendo con tanta fuerza que pensé que podría oírlo.

—Los psicólogos te encontraron fascinante, y tengo que admitir… yo


también. Los estudios de caso sobre tu psique… —Se estremeció—. No
fue para nada difícil encontrar esa información. Sabes, realmente
deberías hacer que Sergio hiciera un mejor trabajo. Dime, ¿todavía
pierdes la cordura y te olvidas de lo que has hecho? ¿Todavía llevas a
ese monstruo dentro de ti?

Formé puños con mis manos.

Sonrió y luego se acercó a Bee y sacó un cuchillo.

—¿La violencia todavía te hace explotar, Phoenix? ¿Te hace…


desear?

Con una risa, cortó una de las ligas de Bee, provocando que cayera
sobre su bota, y luego cortó la otra.

El cuchillo se cernió sobre las cintas que ataban las bragas a su


cuerpo.

—Cariño —susurró en su oído—. Creo que es momento de que


soltemos a la bestia. Después de todo, una vez comience, no se
detendrá, y no podemos dejar que alguien así de inestable dirija a la
familia Nicolasi.

Mis exhalaciones comenzaron a escapar en jadeos al tiempo que la


habitación desaparecía a mí alrededor. Intenté concentrarme en Bee y
en nada más.

—Ahora… —Pike hizo un ademán en dirección a Nick—,


eventualmente, explotarás, y lo único que necesita hacer Nick es
mostrárselo al resto de la familia. Eres consciente de que los Nicolasi
han vivido sin ninguna mancha en su reputación por cuarenta años,
¿cierto? La mayoría no confía en ti. La otra mitad te tiene miedo.
Imagina la respuesta de los mayores cuando vean tu conducta demente.
—Se rio y señaló hacia arriba—. Cámaras, en todas partes…
Diviértanse, muchachos.

Todavía estaba intentando comprender qué diablos estaba haciendo,


cuando las luces se apagaron y volvieron a encenderse.
Gritos.

Eso fue lo primero que oí.

Y luego la voz de mi padre.

—Hazlo, hijo. Simplemente hazlo. Debes hacer la parte difícil.

—¡No! —rogué—. No puedo. Por favor, no me obligues a hacerlo.

—¡Hazlo! ¡O lo haré yo!

Mi padre la superaba tres veces en edad. Tan solo la idea me hizo


querer vomitar.

El llanto suave de la chica sonó de fondo.

Y luego, para mi absoluto terror, la pared se encendió con


fotografías.

De cada chica que había violado.

Cada chica que había lastimado.

Con un feo número rojo al lado.

Ciento setenta y cinco.

Nunca había contado.

Siempre lo había sospechado.

Caí sobre mis rodillas mientras los gritos se volvían más fuertes.

Mis ojos se encontraron con los de Bee.

Y oí el tenue susurro de Pike mientras la puerta se cerraba tras él.

—Ahora lo ves por lo que realmente es. Fíjate si él te perdona, como


no las perdonó a ellas.
Capítulo 32
Él estaba roto, tal vez demasiado roto para
arreglar
Traducido por Ezven

Bee

Nunca había comprendido el concepto de romper a alguien… hasta


que vi a Phoenix sobre sus manos y rodillas y luego en posición fetal.

No estaba segura si acercarme a él ayudaría o si debería


simplemente quedarme allí parada bajo la luz cegadora. Los gritos
parecían volverse más y más fuertes, todos femeninos.

Mi labio inferior comenzó a temblar mientras las lágrimas caían por


mi rostro… lágrimas por ellas y luego lágrimas por él, su atormentador,
un hombre absolutamente roto, un hombre fracturado, un hombre que
claramente no estaba en sus cabales y que podía volver a aquel estado
con mucha facilidad.

Me lo había advertido.

Me había dicho una y otra vez la clase de monstruo que era.

Y yo me había negado a escucharlo.

No iba a comenzar a hacerlo ahora.

Incluso si tenía pruebas. Incluso habiendo visto los números, las


fotografías. No podría permitirme creer que era la misma persona; por
alguna razón, sentía que lo perdería todo si lo hacía.

Incluyendo las últimas cosas que volvían a Phoenix humano.

Soltó un quejido y luego alzó lentamente la cabeza. Sus ojos se


encontraron con los míos. Le ofrecí una sonrisa triste.

No la correspondió.
Una cierta pesadez cubrió la habitación. Me estremecí. No pestañeó,
ni una sola vez, simplemente siguió observándome.

Me lamí los labios.

Gimió.

—¿Ph… Phoenix?

Cerró los ojos con fuerza.

—Por favor…

—¿Por favor? ¿Qué necesitas, Phoenix? Lo que sea, solo dilo.

No se me escapaba que era yo quien estaba en una mala posición,


casi desnuda, indefensa, pero sin embargo sentía como si él fuera más
una víctima que yo. En aquel momento, habría dado igual que llevara
puesta una armadura, por lo vulnerable que parecía Phoenix sobre sus
rodillas, como si la agonía de respirar fuera demasiada como para
siquiera considerarlo.

Mis manos estabas aún atadas. Miré a mí alrededor frenéticamente,


buscando algo filoso que pudiera usar para cortar la cinta. Perdida en el
frenesí, no vi a Phoenix acercarse hasta que fue demasiado tarde.

Estaba sobre sus rodillas en un momento… y en el siguiente estaba


frente a mí.

Sus ojos negros, su expresión severa.

Puso con fuerza su pistola entre mis manos atadas.

Me tambaleé hacia atrás.

—¿Phoenix?

—Por favor —susurró, haciendo más presión con el arma contra mi


carne—. Simplemente hazlo.

Solté la pistola y cayó al suelo, pero volvió a tomarla y a forzarla


entre mis manos. Mis muñecas estaban sujetas juntas, volviendo
incómodo sostenerla.

Dio un paso hacia el arma y me sostuvo contra él.

—Dispara.

—¡No! —Intenté soltar la pistola, pero su agarre era demasiado


fuerte—. ¡Phoenix, para!
—Bee… —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Pensé que podía…
Pensé que podía, pero no puedo… Simplemente no puedo. Por favor, por
favor… —Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro y hasta sus
gruesos labios—. Por favor. No puedo vivir así, con esto en mi cabeza. —
Comenzó a sollozar del todo—. Estoy roto, ¿no lo ves? ¡Estoy roto, Bee,
así que arréglame! —Su frente tocó la mía mientras presionaba la
pistola más fuerte contra su estómago.

—No puedo… No puedo hacer lo que me estás pidiendo.

—Estarás mejor así —dijo, con la voz ronca—. Todo el mundo lo


estará, no debería estar vivo… él debería estarlo. Luca debería estar
aquí, no yo. No lo merezco. ¡Mira a tu alrededor, Bee! ¡Este es mi legado!
—Trastabilló hacia atrás y dio una vuelta, alzando sus manos en el aire.
Sus piernas temblaban, como si en cualquier momento fuera a caer al
suelo nuevamente—. El gran Phoenix De Lange, recordado por esto. —
Sacudió la cabeza—. Ciento setenta y cinco hijas, hermanas, posibles
madres… amigas. —Se le quebró la voz—. Estoy. Deshecho. —
Exhalando visiblemente, volvió a acercarse hacia mí, tambaleante—. Por
favor, Bee, salva la humanidad que me queda.

El arma se deslizó entre mis dedos. Asentí.

—Está bien, Phoenix. Está bien.

Sus hombros se relajaron y cerró los ojos.

Me rompía el corazón, destrozaba cada parte de mí, pensar que la


única vez que lo había visto realmente en paz era en aquel momento…
cuando estaba pidiendo que le mataran.

Me incliné hacia adelante y lancé la pistola hacia un lado, y lo besé


en los labios con tanta fuerza como me fue posible.

Era la única manera de demostrarle que confiaba en él, a pesar de


las imágenes a nuestro alrededor, a pesar de los gritos.

La única manera de salvarlo no era matarlo, sino recordarle quién


era en primer lugar.

Solamente un hombre.

Un hombre a quien le habían dado una segunda oportunidad.

Un hombre que estaba haciendo las cosas mejor… un hombre por el


que valía la pena vivir.

Y un hombre del que estaba completamente enamorada.


Sentí el sabor de sus lágrimas, las relamí de sus labios, y luego lo
besé con más fuerza. Lentamente, sus brazos me rodearon, y me atrajo
hacia su cuerpo. Partió la cinta de mis muñecas. Sentí el dolor en mi
piel, pero no era nada en comparación al fuego que había comenzado a
arder en mi alma ante su tacto.

—No eres él —susurré contra sus labios—. Ahora dime quién eres.

Me alejé.

Sacudió la cabeza. Las lágrimas se amontonaban en sus ojos,


vidriándolos.

—¿Quién eres? —Me presioné contra su cuerpo—. Maldición,


Phoenix, ¿quién eres?

—No lo sé… —Se lamió los labios.

—Sí, lo sabes. —Sostuve su camiseta—. Eres mío… mi familia, mi


protector, eres mi amigo. No eres esto. —Sacudí la cabeza—. Eres mejor.

—No lo soy.

—Sí lo eres.

Sus ojos se grabaron en los míos.

—Bee.

—Te amo —dejé escapar.

Se alejó de mí con brusquedad.

—¿Qué dijiste?

—Te amo —grité—. ¡Te amo!

—¿Cómo? —Su voz que quebró.

—Amas a una persona por quién es, aceptando lo que ha sido y


teniendo esperanza en lo que se convertirá. Te juzgo basándome en lo
que hiciste por mí cuando mi padre intentó atacarme en mi
habitación… por lo que hiciste todas las noches en las que tuve
pesadillas antes de ir a dormir. Por los momentos en que me tomaste de
la mano cuando no querías. Por alimentarme cuando mi padre intentó
matarme de hambre porque me negué a permitir que uno de sus
hombres me violara. Ese es el hombre que amo… ese es el hombre que
eres.
La puerta del depósito se abrió de golpe.

Tex y Nixon entraron primero, corriendo, seguidos de Chase y


Frank.

—¡Lo mataré! —gritó Tex—. ¿Me oyes, Petrov? ¡Eres mío!

Su voz resonó en la habitación vacía.

—¡Podría ser una trampa! —Alcé mis manos.

—No lo es —dijo Sergio, entrando por la misma puerta que los


demás. Parecía tranquilo, demasiado tranquilo—. Créeme, les
interesamos más vivos.

—¿Qué diablos pasó? —Tex se dio la vuelta y le echó una mala


mirada a Phoenix—. ¿Qué hiciste?

Phoenix no se defendió; estaba ganando el mal hábito de no hacerlo;


en cambio, se limitó a observar a Tex con una expresión vacía.

Y ni siquiera alzó las manos cuando Tex le lanzó un puñetazo con


tanta fuerza que su cabeza cayó con fuerza contra el cemento.

—¡Phoenix! —grité.

—Eso ha sido demasiado —maldijo Nixon, poniéndose de rodillas a


un lado de su cuerpo—. Podrías haberlo matado.

—Si la tocó…

—¡Me salvó! —grité a todo volumen, con absoluto desagrado de que


todo el mundo pensara lo peor del hombre que estaba dispuesto a morir
para que yo viviera.

Había olvidado los ruidosos gritos provenientes del sistema de


sonido, las imágenes, los números. Así que, cuando Tex dio un paso
atrás y sacudió la cabeza, su rostro completamente pálido, supe que se
había acabado. Toda relación que Phoenix y yo tuviéramos acababa de
desaparecer… porque ningún hermano, sin importar qué tan
arrepentida estuviera esa persona, permitiría que su hermana se
acercara a alguien con aquel número rojo oscureciendo su pasado.

—Dios mío. —Chase se cubrió la boca.

—Apáguenlo. —Los ojos de Nixon se veían frenéticos al observarlo


todo, procesando cada imagen, el número. Con un bramido, golpeó uno
de los postes de cemento.
Sergio comenzó a correr, frenético, a través de la habitación, en el
momento exacto en que una fotografía de Trace aparecía en la siguiente
diapositiva.

—¡Dije que lo apaguen! —Nixon gritó tan fuerte que sentí el dolor en
mis oídos. Cayó sobre sus rodillas en el mismo momento en que se
cortó la electricidad.

Los gritos se detuvieron.

Pero no antes de que todos fuéramos testigos del horror que había
sido el ataque de Trace, y la expresión de Phoenix mientras lo llevaba a
cabo.
Capítulo 33
De vuelta en la silla… por supuesto
Traducido por Ezven

Phoenix

De todos los escenarios que había imaginado… este no estaba


siquiera cerca de estar en la lista.

Estaba jodidamente atado a una silla.

En The Space.

Exactamente en el mismo lugar en el que había estado atado


cuando Nixon me había liberado el año pasado, cuando me habían
disparado, cuando había aceptado ayudar a Luca y a Nixon a engañar a
Anthony.

La historia era una zorra.

Al diablo con la redención y toda esa mierda. Intento ser mejor, y la


solución —el problema— siempre lleva a mi tortura.

Mi culpa.

Era todo mi culpa.

Y lo sabía. Lo había sabido todo el tiempo. Pero aquello no evitaba


que deseara que las cosas fueran distintas.

No era suficiente que intentara aceptar la penitencia por mis


pecados; simplemente seguían regresando a perseguirme.

Mi espalda dolía, al igual que mi cuello, y mis labios sabían a ella.


Cada vez que cerraba los ojos, oía su voz.

—Te amo.
Sus ojos se habían visto tan honestos, tan puros, que en aquel
momento, le creí, incluso aunque sabía que no lo merecía. Me sostuve a
esas palabras y permití que llegaran a lo más profundo de mi alma.

Y por primera vez desde que tenía memoria, sentí que podía
respirar… hasta que su hermano me dio un puñetazo que me envió
directo al suelo y terminé con una concusión echado sobre el cemento.

Y ahora, atrapado.

Esperando por quienquiera que fuera a venir y torturarme.

La historia de mi vida.

Había sobrevivido, solo para morir exactamente cuando tenía algo


de felicidad al alcance de la mano.

Al menos, había tenido unos cortos momentos con ella. Al menos


había logrado experimentar amor… por una vez en mi vida.

Dios sabía que habría elegido un camino distinto, una vida


diferente. Tal vez habría ido a la universidad, jugado al fútbol, me
habría casado con una mujer hermosa como Bee y tenido hijos.

Era cómico, lo diferente que era mi vida al sueño americano.

Y ridículo lo celoso que estaba de la gente con vidas aburridas.

Envidiaba a hombres que trabajaban cuarenta horas por semana y


llegaban a casa para comer carne asada. Estaba malditamente celoso
de todas las cosas en sus vidas que yo nunca tendría.

Golpeé el metal de la silla con los tacones de mis botas y maldije


mientras lágrimas de furia se formaban en mis ojos.

Ella me amaba.

Me amaba, y yo no tenía nada, absolutamente nada que darle a


cambio… ni amor, ni un corazón, ni un alma. Lo único que había
podido hacer era observarla, completamente conmocionado ante el
hecho de que estaba dispuesta a desperdiciar tales palabras en alguien
como yo.

Tragando la bilis subiendo por mi garganta ante las imágenes, los


gritos, el pasado que no dejaba de serme echado en cara, recé.

No podría importarme menos si mi muerte era rápida…


simplemente me importaba morir en su lugar.
Tal vez a Dios le daba igual. Tal vez la única manera de devolver el
equilibrio era sacrificarme para que la chica pudiera vivir, la única
chica que no había ensuciado con mis manos, con mi cuerpo.

—Solo llévame a mí… —susurré bajo mi respiración—, pero deja a la


chica. —Mis labios comenzaron a temblar—. Dios, solo deja a la chica.
No puedo… —Un gemido ahogado escapó de mis labios. ¿Cuántas
chicas me había negado a perdonar? ¿Por qué diablos Dios perdonaría a
Bee? ¿Las oraciones de un pecador… las súplicas de un pecador…
llegaban siquiera al cielo?

La puerta de The Space se abrió de golpe.

Nixon entró.

Y un déjà vu se abrió paso entre mi consciencia.

Solo que esta vez, no le estaba diciendo nada. Estaba roto. Las
amenazas no funcionarían, porque, ¿para ser sincero? ¿Qué otra razón
por la que vivir tenía, además de la chica que olía a vainilla y peleaba
conmigo con cada fibra de su cuerpo?

—Entonces…

Nixon hizo sonar sus nudillos, tomó una silla y se sentó frente a mí.
Llevaba puesta una camiseta blanca y jeans, lo cual era estúpido,
porque ambas cosas estarían llenas de sangre cuando hubiera
terminado conmigo.

—Entonces —repetí.

—…¿estás bien? —Se lamió los labios y se inclinó hacia atrás,


cruzando sus brazos con lentitud.

—¿Estoy bien? —Solté una risa carente de humor—. No, hombre,


no, no estoy bien. ¿Tú estarías bien? ¿Estarías bien si cada uno de los
pecados que cometiste, cada cosa de tu pasado de la que te arrepientes,
fuera jodidamente emitido frente a todo el mundo? ¿Y no solo frente a
extraños, sino frente a tus amigos y tu familia? ¿Estarías bien
encarando a tu monstruo sabiendo perfectamente bien que tú mismo lo
creaste? ¿Estarías bien amando a alguien con tanta fuerza, queriendo
protegerle de cualquier maldad, y dándote cuenta al final que… fallaste?

La mandíbula de Nixon se tensó.

—Así que, no. —Con la voz ronca, dejé caer la cabeza—. Nixon, no
creo que vaya a estar bien jamás.
—¿Lastimaste a Bee?

—El simple hecho de que siquiera tengas que preguntarme eso me


dice que no me creerás, incluso si juro que es cierto.

—Responde la pregunta.

—No —ladré—. No lastimé a Bee… aunque no puedo prometer que


no tenga algunas raspaduras por Pike sosteniendo un cuchillo tan cerca
de su piel.

—Comienza por el principio. —Nixon susurró—. ¿Qué dijo Pike?

—¿No lo sabes? —No tenía sentido. Sergio debería habérselo


contado todo.

—No.

—Pero Sergio…

Fue el turno de Nixon de soltar una carcajada, que sonó más como
un grito ronco que cualquier otra cosa.

—Sergio se ha ido.

—¿Qué?

—Se ha ido.

—¿Lo mataste?

—Sí, maté a mi primo. —Nixon sacudió la cabeza—. No, imbécil. Se


ha ido, en el sentido de que no podemos encontrarlo. Se fue cuando
salimos del depósito.

—Pero…

No tenía sentido. Sergio nunca huiría, no de la familia, pero era el


único que tenía una conexión real con Pike. Y la única razón por la que
sabía eso era porque conocía algunos de los secretos de la familia,
secretos de los que ni siquiera Nixon tenía idea, secretos que Luca juró
que debían mantenerse entre el clan Nicolasi, solo en caso de que
necesitáramos utilizarlos como influencia para regresar a Estados
Unidos. La carpeta. Bueno, diablos.

—Entonces… ¿qué pasó? —Volvió a probar Nixon.

—Pike se llevó a Bee. —Tragué saliva—. Había puesto un dispositivo


de rastreo en su móvil y en su chaqueta, solo por si acaso. Lo seguí
hasta el depósito, y Nick, mi mano derecha, abrió la puerta, apuntó con
una pistola a mi sien, y me metió dentro. Su plan… —Me lamí los
labios, secos—, su plan es estúpido, pero probablemente funcionaría a
la larga.

—¿Infiltrarse? —Nixon asintió.

—Sí, pero para hacer eso, necesitaban avergonzarme ante toda la


familia Nicolasi. Estaban intentando romperme, Nixon.

Nixon se mantuvo en silencio por un momento, y luego lo que temía.

—¿Lo lograron?

—No. —Se me quebró la voz—. No lo lograron.

Pero no había sido por no intentarlo. Había sido porque Bee no tenía
ni una pizca de sentido común, y cuando le rogué que me disparara…
me había besado en su lugar, quitando todo el dolor, la oscuridad, y por
un breve momento, haciéndome sentir humano.

—Muy bien, entonces. —Nixon se puso de pie y se dirigió tras mi


silla para quitarme las esposas—. Supongo que regresaremos a casa.

Froté mis muñecas adoloridas, pero, excepto por eso, no me moví,


demasiado asustado para siquiera respirar.

—¿Qué quieres decir, regresaremos a casa?

—Tenía que asegurarme de que no nos estuvieras engañando.


Cuando Sergio se fue, bueno, fue una mala señal. Lo he estado
observando por un tiempo… Sé que tiene un pasado oscuro, un pasado
que, por una razón u otra, cuenta con cinco años donde estuvo fuera de
nuestro radar. Así que, sí, soy desconfiado por naturaleza.

—Tal vez simplemente se alejó de todo esto por un tiempo. —Era


mentira. El bastardo no se había alejado… ni de lejos.

Nixon rio.

—¿En medio de una pelea con los federales? ¿Sergio?

—Mierda. —Cubrí mi rostro con las manos. ¿Cuánto debería


contarles? ¿Dónde diablos estaba Luca cuando lo necesitaba?—.
Nixon… Sergio no es quien crees.

Nixon me observó duramente antes de susurrar:

—Lo sé.
—Es…

—Aquí no —espetó, ayudándome a ponerme de pie.

Lo seguí fuera y dentro del Range Rover que esperaba allí.

Tex, Chase, Frank, y Mil aguardaban dentro, sus expresiones


vacías. Hasta que Tex habló.

—¿Te hizo cosquillas con una pluma, imbécil?

—Sí, y casi me orino los pantalones —respondí—. Necesitas chistes


nuevos.

—Volviste a besar a mi hermana.

Mil soltó un quejido.

El auto se alejó del aparcamiento, y conteniéndome, logré no


lanzarme sobre el asiento trasero y provocarle a Tex una concusión;
devolviéndole el favor, y todo eso.

—Sabe a vainilla —dije, con voz burlona—. ¿Alguna otra pregunta?

—¡Hijo de…! —El coche se movió cuando Tex se quitó el cinturón,


pero alguien debió haberlo sostenido, porque nadie me tocó.

Fue la risa de Frank lo que rompió el hielo.

Seguida de la de Chase.

Y luego la de Nixon.

Y finalmente la de Mil.

Tex, sin embargo, maldijo entre dientes durante todo el camino a


casa.
Capítulo 34
A veces es más fácil concentrarse en los
monstruos de afuera que enfrentar al más
aterrador de todos: el que está en el espejo
Traducido por YoshiB

Sergio

Miré fijamente las letras rojas parpadeando y juré hasta que mi voz
se volvió ronca, y cuando la presión en mi pecho todavía no se alivió, caí
de rodillas indignado.

Activado.

La palabra me parpadeó una y otra vez. Todavía no había hecho clic


en el mensaje, porque eso significaba que en realidad tenía que admitir
que existía.

Pensé en llamar a Ax en contarle todo, explicarle los porqués, los


cómo y luego pensé en llamar a Nixon, pero él simplemente me
dispararía y luego se sentiría mal por eso más tarde… tal vez.

No, esta mierda estaba toda sobre mí.

Todo porque una vez había creído en algo.

La diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Pero en algún punto


del camino, me metí demasiado profundo, crucé mis cables, y lo que
parecía mal durante tantos años de repente se tradujo en lógica,
sentido común, supervivencia.

La casa estaba a oscuras.

Sabía que Nixon me estaba buscando.

Había llamado a mi teléfono media docena de veces.


Solo sería cuestión de tiempo antes de que enviara un equipo para
revisar la casa, antes de encender mi localizador.

Una tetera silbó desde la cocina. Mis pasos pesados se unieron al


silbido mientras lentamente me dirigía a la cocina.

—Entonces... —Era un hombre enorme, no solo musculoso sino


grande, dominante, sin disculparse por la forma en que su cuerpo
ocupaba espacio en la mesa del comedor. Golpeó con la punta de los
dedos el mostrador.

Esperé lo inevitable.

—...has sido activado —dijo en un tono aburrido—. Sin embargo,


todavía no has llamado. ¿Y eso por qué?

—Oh, ya sabes, tuve que recoger mi ropa limpia y asegurarme de


que todos mis asuntos estaban en orden antes de caminar por la tabla.
—Me serví una taza de té caliente y me uní a él en la mesa—. Pensé que
estabas por encima del contacto humano.

—Dejaste de ser humano hace mucho tiempo, Sergio. Creo que los
dos lo sabemos.

Exteriormente me estremecí ante la verdad de sus palabras.

—Eso puede ser cierto, y uno mismo es el único culpable.

—Oh, sí. —Se rió oscuramente—. Todos los días, agradezco a mis
estrellas de la suerte que tengo al gran Sergio Abandonato en mis
manos.

—Vas a fallar. —Suspiré—. Phoenix no se rompió, los Nicolasi van a


descubrir que Nick es una rata... ¿y Pike? Bueno, te garantizo que si
vuelve a mostrar su rostro, no terminará bien para nadie. Yo incluido,
pero no dije esa parte en voz alta. Pike no se detendría ante nada para
derribar a todos con él, toda la operación, incluso los que no están
directamente conectados a ella.

—¿Estás ciego? —Se rió—. ¿Realmente pensaste que ese era el


plan? Permitir que un chico punk como Pike lidere toda la misión...
capture a la hija del Cappo, rompa a un jefe que ni siquiera es una
amenaza, ¿quién ya está roto? Oh, Sergio, si crees que esto terminó,
estás muy equivocado. Nosotros ni siquiera hemos comenzado.

Se me encogió el estómago.

—¿Nosotros?
—A partir de hoy... estás de vuelta en la nómina.

Mis dientes se apretaron juntos.

—Bienvenido de nuevo al FBI, Agente Abandonato. Simplemente


hemos estado perdidos sin ti.
Capítulo 35
En sus brazos... dónde pertenezco
Traducido por Yiany

Bee

Paseé de un lado a otro en mi habitación, irritada porque Sergio


había salido y estaba sola en una casa oscura y espeluznante.

Tex finalmente accedió a dejarme sola después que él y Nixon


hubieran buscado en cada escondite en el que pudieran pensar para
Sergio, y cuando eso no había funcionado, habían encendido su
localizador, solo para descubrir que había sido desactivado.

Sergio se había ido.

Phoenix se había ido.

Y yo estaba sola. Otra vez.

Tex prometió que volvería, pero habían pasado más de dos horas.

Como si las cosas no pudieran empeorar, comenzó a tronar afuera.


Siempre me habían aterrorizado las tormentas eléctricas: todo el ruido
fuerte volvió a surtir efecto.

El trueno sacudió la casa, haciendo que las ventanas sonaran como


si fueran a romperse en cualquier momento. Me zambullí bajo mis
mantas como un bebé total y esperé a que la tormenta se detuviera.

No lo hizo.

Me tapé las orejas.

Las lágrimas corrían por mi cara.

Sola, estaba tan sola.

Lo extrañaba.
Extrañaba a Phoenix.

Diablos, incluso extrañaba a Sergio. Al menos llevaba una pistola...


y de nuevo, ¿qué haría una pistola? No podías disparar a truenos y
relámpagos.

Debajo de las mantas, mi teléfono se encendió. Era Tex, diciendo


que enviaría a alguien a vigilarme durante la noche.

Como una niña pequeña.

¡Pero no me importaba! Al menos me sentiría más segura sabiendo


que no estaba sola en la casa... por mí misma, esperando que alguien
como Pike venga a entrar con un cuchillo.

La puerta principal se cerró de golpe.

Contuve el aliento, lista para enviar un mensaje de texto de auxilio a


Tex si era necesario. Había dicho que todo el lugar era como un
complejo, nadie entraba sin conocer todos los códigos de acceso, pero
aun así, el miedo me ahogó.

Se oyeron pasos en las escaleras. Cerré los ojos con más fuerza
cuando abrieron la puerta de mi habitación y luego más pasos.

—¿Bee? —dijo Phoenix en un susurro bajo—. ¿Estás bien?

Me quité las mantas y me quedé mirando. Tenía las manos en los


bolsillos. Por supuesto que lo hacía. Había aprendido eso sobre
Phoenix; tenía que ocupar sus manos cuando se trataba de mí. Dios no
lo quiera, accidentalmente me tocara y le gustara.

Se mordió el labio mientras daba otro paso adelante.

—¿Bee?

—No estás sangrando —señalé.

Él sonrió, el relámpago brilló, era tan hermoso, un ángel caído, mi


ángel caído.

—¿Debería estarlo?

—Bueno, los chicos te llevaron, y tuviste una conmoción cerebral, y


luego me encerraron en la casa, y Sergio se fue, y...

Las yemas de sus dedos presionaron contra mis labios.

—Lo sé.
Asentí, separando mis labios contra las yemas de sus dedos.

Soltó una maldición y echó la mano hacia atrás.

—Estaré en mi habitación si te asustas.

—¡No te vayas! —balbuceé.

Sus hombros se hundieron.

—Bee, probablemente no sea una buena idea estar cerca de mí


ahora... después de... esta tarde y esta noche.

—Por favor. —Me escabullí de la cama y agarré su mano, tirando de


su cálido cuerpo hacia el mío—. Por favor, no me dejes.

Tragó saliva, su mirada cayó a mis labios.

—Voy a ser completamente honesto contigo en este momento,


posiblemente con la esperanza de que te asuste y te haga cerrar la
puerta, ¿de acuerdo?

Apretó mi mano con fuerza y lentamente me llevó de regreso a la


cama, empujándome sobre ella y arrodillándose frente a mí. Sus ojos
estaban oscuros, sus labios llenos, húmedos por su lengua
extendiéndose y lamiéndolos.

—Si me quedo, no puedo hacer ninguna promesa que no te tocaré.


No puedo prometerte que no te besaré. No puedo prometer que me
quedaré en la esquina, y porque no puedo prometer eso, también
significa que no puedo prometer que no te lastimaré. No puedo
prometer que no seré lo que las chicas deberían temer, porque nunca lo
he hecho antes, Bee. ¿Sabes lo que te estoy diciendo? Nunca he sido
tierno... amoroso. Esas palabras, no existen en mi mundo.

—Entonces, no seas tierno.

Soltó un profundo suspiro.

—Bee, no lo estás entendiendo. No sé cómo... ser normal. Y en este


momento, no soy capaz de mantener mi autocontrol, especialmente
cuando se trata de ti. —Se lamió los labios y lanzó una maldición—. Y
tus malditas camisetas sin mangas y pantalones cortos para dormir.
Dios mío, mujer, tenemos que conseguirte franela.

Sonreí y jugué con mis pantalones cortos.

—¿Qué, estas cosas viejas?


Sus ojos siguieron hambrientos el rastro que mis manos hicieron a
lo largo de mi muslo. Mi cuerpo temblaba. Ya no estaba tratando de
ocultar la forma en que se sentía, y por alguna razón, parecía un gran
avance para nosotros.

—¿Phoenix?

—¿Sí, Bee? —Su voz era gruesa, pesada.

—Bésame.

—La rana no se convierte en un príncipe, y la bestia no se convierte


en un humano, Bee. —Sacudió la cabeza—. No es así como funciona
realmente la vida.

—No me importan las ranas.

Resopló.

—Las bestias dan un poco de miedo... pero también pueden ser


domesticadas.

—¿Es esa tu forma de decir que puedes domesticarme?

—Aw, ¿necesitas una palabra segura?

Soltó una risita baja.

—Graciosa.

—Puede ser pájaro, ya sabes, por tu nombre y todo.

—¿Cómo diablos pasamos de hablar de tortura y violación a pájaros


y palabras seguras? —Todavía no se había movido de su posición, y el
júbilo me envalentonó. No lo había asustado aún. Sin pensarlo dos
veces, agarré sus manos con las mías y me puse de pie.

Siseó un suspiro.

—Phoenix... —Moví mis manos para acunar su rostro—, bésame.

Todavía no se movió.

—Bien —susurré—. Hombre típico, hacer que la chica haga todo el


trabajo. —Y luego mi boca estaba sobre la de él, aunque apenas
recordaba haberme movido.

Nuestros labios se fusionaron.

Nuestros cuerpos se tocaron.


Soltó un gemido, sus labios se movieron lentamente contra los míos,
con cuidado, como si temiera que demasiada presión me rompiera.

Me relajé.

—Puedes hacerlo mejor que eso —susurré contra sus labios,


lamiendo la unión, rogando entrada con mi lengua—. Vamos, Phoenix...
puedes hacerlo mucho, mucho mejor.

—Tienes razón. —Sus manos se apretaron en mi cintura—. En


realidad puedo.

No tuve tiempo de prepararme para su beso.

Para lo que se sentía ser realmente besada por Phoenix De Lange,


no con ira, no con miedo, sino con un deseo absoluto.

Sus labios eran urgentes, su boca ardía mientras profundizaba el


beso, sus manos se movían por mi cuerpo, memorizando cada
centímetro cuadrado, solo para moverse una y otra vez. Su lengua entró
y salió.

Cuando finalmente rompió el beso, me apartó un poco y maldijo.

—Necesito un minuto.

Incliné la cabeza y alcé las cejas.

—¿Como un tiempo fuera?

Su sonrisa era hermosa, libre.

—Sí, Bee, necesito un descanso. Dale un descanso a un chico. No


soy exactamente... bueno en esto.

—¿Besando?

—Para tu información, soy un excelente besador. Simplemente no


soy bueno en lo que sigue...

—Ah, ¿tus habilidades para acurrucarse necesitan algo de trabajo?

Sus cejas se arquearon.

—Cierto, soy un abrazador de mierda. Me descubriste.

—¿Alguna vez intentaste practicar con animales de peluche?

Retrocedió sorprendido.

—¿Te dejaron caer de niña?


Puse los ojos en blanco y torcí el dedo.

—Más besos.

—Bee... —La mirada torturada había vuelto—. Te beso más y pierdo


el control.

—Guau, tienes razón, ¿cómo podría no verlo? Quiero decir,


prácticamente torturaste esa pobre lasaña con la que te alimenté a la
fuerza la otra noche. El maldito tenedor casi no lo logró. El plato...
vacío. —Suspiré—. Pobre plato.

Phoenix echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.

Fue una vista hermosa.

Me quedé sin aliento en el pecho.

Entonces, esto era la atracción... este hombre, justo aquí, riendo,


sonriendo, con ojos burlones y ese maldito hoyuelo.

—Podríamos... —Mi voz se quebró—, siempre podríamos leer.

—¿Leer? —repitió—. Primero quieres que te bese. ¿Ahora quieres


leer?

—Bueno, desearía que me mostraras de qué se trata todo este


alboroto sexual, pero estoy bastante segura que presionar ese botón en
particular me hará quedar mal y me acusarás con mi hermano.

—Nunca diría chismes.

—Le dijiste que me rompí la uña del pie.

—Lloraste.

—Estaba teniendo un momento –discutí—. Ahora, ¿qué será? No me


dejarás aquí sola, así que o me besas, cedes a todos esos sentimientos a
los que sabes que quieres ceder... o me lees Crepúsculo.

Phoenix maldijo.

—Oye, sé qué opción me atrae más. —Alcé las manos—. Tu elección.

—Acabo de decidir tu especialidad.

—¿Oh sí?

—Extorsión.

—Soy una Campisi.


—Sí, porque recordarme que eres la hermana pequeña de Tex
realmente te gana el favor en este argumento.

Sonreí y di otro paso hacia él.

—¿Un beso más?

—¿Y luego qué? —Tragó saliva, con los ojos vidriosos—. ¿Entonces
qué?

—Esa es la cuestión, Phoenix. —Rocé mis labios con los suyos—. El


mundo es nuestro.

—Realmente crees eso. —Me atrajo más cerca, su agarre se apretó


alrededor de mis caderas mientras su duro cuerpo se alineaba con el
mío—. ¿Que el mundo es nuestro?

—Sí —susurré—. Realmente lo hago.

—¿Lo decías en serio?

—¿Qué?

—Lo que dijiste en el almacén. —Sus ojos eran inciertos, yendo y


viniendo, desenfocados—. ¿Lo decías en serio?

—Lo dije en serio entonces.

Su agarre se apretó.

—Y lo digo en serio ahora.

La sonrisa había vuelto.

Y también su boca.
Capítulo 36
El equilibrio está sobrevalorado
Traducido por Liliana

Phoenix

Estaba teniendo un momento realmente difícil tratando de


mantener mi cuerpo bajo control; es como si cada emoción con respecto
a Bee surgiera a la superficie, haciendo físicamente imposible alejarse.

Ella realmente sabía a vainilla.

Mi nuevo sabor favorito.

El problema con probar algo tan dulce es que te hace preguntarte, y


yo me preguntaba mucho. ¿A qué sabía el resto de ella? Y si tengo la
oportunidad de probar, ¿debería probarlo? ¿O correr y esconderme
como un perdedor?

Estaba peleando una batalla perdida.

Una que sé que quería perder, pero, ¿a qué precio?

Cada vez que me decía que necesitaba retroceder, ella hacía un


pequeño ruido en la parte posterior de su garganta, y yo sucumbía a la
provocación de ella... un probada más, un bocado más. No había
besado a una chica, realmente besado...

En años.

Había dejado de besarlas por completo.

Porque había sido demasiado personal.

Eso era dulce cuando lo que estaba haciendo yo era pecaminoso.

¿Así que besarla a ella?


Era el cielo, y no lo asociaba con mi pasado, pero sabía que si iba
más allá, podía romperlo, lo sentía en la forma en que mi cuerpo quería
dominarla. Quería empujarla hacia la cama, con fuerza.

La agresión siempre significaba que estaba a punto de hacer algo de


lo que no podía volver, entonces, ¿cómo lo asociaba con el amor?

No podía.

No estaba seguro de que hubiera una manera.

Las manos de Bee se deslizaron lentamente debajo de mi camisa.


Dejé escapar un gemido ronco cuando me tocó el estómago y luego
levantó mi camisa sobre mi cabeza.

Leyendo. Deberíamos estar leyendo.

Y entonces su camiseta sin mangas desapareció.

Y estaba mirando los senos más perfectos que había visto en toda
mi vida, apenas sujetándose detrás de un sostén de encaje negro.

—Mierda —murmuré, retrocediendo y limpiándome el rostro, pero


Bee me alcanzó de nuevo.

Nuestros cuerpos se tocaron, piel con piel. Era abrasador, doloroso.

Ella era suave donde yo era duro.

Su estómago rozó el mío, sus dedos se sumergieron en mis


vaqueros. Debería detenerla.

Pero no quería hacerlo.

Estaba siendo egoísta, esperando que eso fuera posible, lo que ella
había dicho, amarme, poder experimentar este momento.

Cuando sus dedos intentaron desabrochar mis vaqueros, agarré sus


manos.

—No, Bee.

—No seas mandón —murmuró contra mi cuello.

—Siempre han sido… —La aparté suavemente—. Ellas eran


vírgenes... como tú.

—Está bien. —Alcanzó de nuevo.


—No, Bee, no lo entiendes. Estoy tratando de decirte algo aquí.
Estoy tratando de asustarte, y si continúas alcanzando mis pantalones,
eso es todo, Bee, son todo lo que te protege que te tome, todo de ti, y
condene cada consecuencia o ramificación.

Sonrió con los labios hinchados.

—Lo entiendo. Siempre tienes que tomar el control con ellas. Tiene
sentido... pero yo no soy ellas, Phoenix. Soy yo.

Exhalé.

—Sé eso.

—¿De verdad —Alcanzó mis vaqueros otra vez y me atrajo hacia ella.

No había forma de ocultar la evidencia de mi excitación, ni siquiera


posible. Me sorprendió no haberme quemado y avergonzado
espontáneamente.

—Porque creo que si dejas que alguien más tenga el control, puedes
sorprenderte.

—O podría matarte —le dije con los dientes apretados. Era mi


última excusa, todo lo que me quedaba.

Ella soltó una risita baja.

—¿Es esa tu forma de decirme que no tienes la seguridad de tu


arma? —Sus dedos rozaron la parte delantera de mis pantalones.

Mierda.

Me tropecé con ella, empujándola hacia la cama, enredando mis


manos en su cabello mientras giraba y arrojaba, mis labios reclamando
cada centímetro de piel a lo largo de su cuello y luego ansiando más y
más.

Ella me empujó hacia abajo y se sentó a horcajadas sobre mí.

Era una posición en la que nunca había estado antes. Nunca.

No me gustaba.

Me sentía débil.

Impotente.

Y luego ella se quitó el sostén.


Y sentí… todo.

El mundo abriéndose, mi atracción por ella, mi amor eterno por la


mujer que estaba dispuesta a arriesgarlo todo, por mí, por alguien como
yo.

Se inclinó, su cabello cayéndose sobre el rostro.

—Si estás aburrido, siempre podemos leer.

—Que se joda la lectura.

Agarré su rostro entre mis manos y la besé, mis manos estirándose


para alcanzar su cuerpo perfecto, olvidando todo el horror que han
hecho, todas las cosas que han experimentado en esta misma posición.

Curioso, pensé que el sexo algún día me destruiría.

Y sin embargo... con Bee... ¿con alguien que amo?

Sentí cualquier cosa menos destrucción.

Cada beso era como una pieza rota que es encontrada y vuelta a
armar; cada toque era como renacer.

—Bee... —Inhalé contra su cuello, su piel fría por mi beso—, te amo.

—Oh, así que ahora lo admites cuando estás todo caliente y


molesto.

Me eché a reír y le quité los pantalones cortos.

—Oh, estoy caliente… —Ahuequé su trasero y la jalé contra mí—,


pero, ¿me siento molesto? ¿Incluso un poco?

—Usar la palabra poco en este momento te perjudica mucho,


Phoenix De Lange.

Gemí cuando ella se frotó contra mí.

—Ahora... —Se apartó—, ¿ahora te quitarás los pantalones? Quiero


ver el arma.

—Elegante.

—No hay tiempo para elegancias. Desnúdate.

—Bee…

—Phoenix, tienes suerte que sé que me amas. De lo contrario,


estaría muy cansada de todo este rechazo.
—No eres tú. Soy yo —dije con tristeza, incorporándome sobre los
codos.

Con una sonrisa descarada, desabrochó el primer botón... y luego la


cremallera, el sonido tan malditamente erótico que solté una maldición.

—Tienes razón.

Me quitó los pantalones. No estaba usando calzoncillos.

Otra razón por la que había luchado tanto para mantenerla alejada.

—Eres tú... —Se lamió los labios—. Todo de ti.

Agarré su muñeca para evitar que me toque.

—Bee, piensa bien sobre esto. ¿Es esto lo que realmente quieres?

Ella inclinó la cabeza.

—Te he deseado desde que te vi. Te deseé incluso cuando sabía que
era una mala idea. Te desee anoche cuando escuché los gritos, y te
deseo ahora. ¿Alguna pregunta más?

Mi pecho se llenó de emoción.

—¿Sin palabras? ¿Ni siquiera pájaro? Recuerda, es tu palabra


segura, señor De Lange, en caso de que las cosas se pongan demasiado
difíciles para ti.

—Las cosas son más que difíciles para mí en este momento —gruñí.

—Bien. —Me guiñó un ojo—. Sabes que si mi hermano se entera, te


matará.

Me quedé inmóvil.

—¿Puso cámaras en tu habitación?

—Bueno, como la puerta no se está rompiendo, voy a decir que no.

—Gracias a Dios.

—Aw, así que ahora valoras tu vida.

La coloqué encima de mí, exactamente donde la quería.

Los ojos de Bee giraron hacia la parte posterior de su cabeza.

—Tengo a la mujer más sexy viva, encima de mí, desnuda. Por


supuesto, valoro mi vida... porque contigo... vale la pena vivir.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos.

—Nunca pensé que vería el día en que dejarías de gritarme y


escupieras algo tan romántico.

Suavemente metí su cabello detrás de su oreja.

—Es un día de primicias.

Ella se tensó.

Con una sonrisa, suavemente la bajé hasta que pude saborear sus
labios nuevamente. Su cuerpo se estremeció contra el mío. Me quité lo
que quedaba de mis vaqueros y me concentré en nuestra piel, en el
hecho de que estaba con la mujer que amaba, y en realidad podía hacer
lo imposible.

Amarla.

Clavé mis dedos en su cabello y no vi imágenes de odio y brutalidad.

Besé sus labios, los magullé con placer y no con dolor.

Suspiré contra su boca, plegando su cuerpo en el mío, permitiendo


que mi amor por ella se haga cargo del pasado.

—Bee... —pregunté una vez más. Tenía que hacerlo—, ¿estás


segura?

—Sí. —Su voz era baja pero segura—. Sí, Phoenix, contigo mi
respuesta siempre será sí.

La llevé a mi regazo y me senté para que sus piernas aún me


rodearan la cintura. Mis dedos se movieron hacia sus muslos, con
cautela. No queriendo asustarla, los moví sobre su piel suave, las yemas
de mis dedos disfrutando de la sensación casi tanto como el resto de mi
cuerpo.

—Phoenix... —Bee se retiró—, deja de dudar.

—En realidad... —Ahogué una carcajada—, estoy postergándolo, no


dudando. ¿Quieres saber la diferencia?

Ella se lamió los labios.

—Dudar... —Lamí desde su cuello hasta su boca—, significa que


tengo dudas sobre lo que quiero hacer. —Mis dedos se acercaron a su
núcleo—. Postergar... —Me moví más allá; ella se tensó—, significa que
solo estoy debatiendo sobre qué hacer primero.
—Estoy confundida.

Se movió contra mis dedos mientras yo los movía contra ella.

Con un tirón, la coloqué exactamente donde necesitaba que esté.

—Entonces permíteme aclararlo.

—Qué… —Su cabeza cayó hacia atrás mientras preparaba su


cuerpo—. Tan bueno, Phoenix, no...

Quité mi mano.

—¿Necesitas usar mi palabra segura, Bee?

—Zumbido. —Me guiñó un ojo y se estiró por mí.

—Nop. —La levanté por las caderas y lentamente arrastré su cuerpo


hacia abajo, empalándola—. Usaste la palabra incorrecta.

Profundicé mi empuje.

Ella peleó conmigo.

—Bee, estoy tratando de ir suave contigo.

Sus ojos se abrieron y luego se abalanzó el resto del camino con un


grito.

—Ibas demasiado lento.

Besé su boca y comencé a moverme.

—Eres extremadamente exigente, ¿lo sabes?

—Soy una chica. —Suspiró, su frente tocando la mía—. Te sientes


muy bien.

Nadie me había dicho eso antes.

Literalmente estaba teniendo sexo por primera vez.

Sexo real.

Sin motivos ocultos.

Sin violencia.

La moví contra mí, sintiendo cada parte de ella rodear mi cuerpo.


Encajábamos perfectamente.

—Phoenix… —gritó mi nombre, era un buen grito.


El mundo a nuestro alrededor se retorció y luego se desvaneció, y
todo lo que vi eran sus ojos, sus labios. Todo lo que sentía era su
cuerpo.

El cielo, después de toda una vida tratando de salir del infierno.

—Déjate llevar, Bee —exigí.

—Tu primero —dijo con los dientes apretados, su boca encontrando


la mía de nuevo.

La besé mientras nuestro cuerpos estaban unidos, no había mayor


confianza, ni mejor sentimiento.

Al segundo que sus músculos se tensaron a mí alrededor, perdí el


control por completo, sus dedos clavándose en mi espalda.

Y con un gemido… me dejé ir también. De todo lo que había tratado


de arrastrarme…y me aferré a la única cosa que me mantenía a flote.

Bee Campisi.
Capítulo 37
El zumbido del siglo
Traducido por Rose_Poison1324

Bee

Esperé despertar en los brazos de Phoenix; en cambio, estaba


paseando por el piso, pasándose las manos por el cabello, parecía listo
para arrancarlo de su cuero cabelludo.

—Um, ¿buenos días? —La sábana cayó de mi cuerpo.

Phoenix levantó la vista y dejó escapar un gemido ronco.

Sonreí.

Dio un paso atrás y levantó las manos.

—Nos equivocamos. En realidad, no, yo me equivoqué. Bee, lo siento


mucho.

El rechazo se estrelló contra mí cuando puse la sábana alrededor de


mi cuerpo y miré hacia abajo, deseando que las lágrimas
permanecieran.

—Um…

—No, no. —Phoenix estuvo a mi lado en un instante—. No es eso,


eso no fue un error, estar contigo nunca será un error, Bee. —Ahuecó
mi temblorosa barbilla—. Maldición, eres hermosa. —Su beso fue
tierno—. Bee, vamos, mírame.

Levanté la cabeza, mirándolo detrás de mis pestañas, por si acaso


necesitaba apartar mis ojos nuevamente y llorar.

Phoenix parecía descansado, tan bien descansado que era casi


extraño. Atrás quedaron las ojeras, su piel tenía color; todo en él
parecía vivo, mejor. Era como si su sangre hubiera decidido continuar
bombeando a través de su cuerpo, en lugar de simplemente rendirse y
morir.

—No estoy… —Se mordió el labio inferior y murmuró una maldición,


sus ojos apartándose de mí—. Necesito hacerte una prueba.

—¿Prueba? —repetí—. ¿Para qué?

—Bee… —Sus ojos se llenaron de compasión, una expresión


completamente extraña en alguien tan duro—. Creo que estoy bien. La
última vez que me revisaron, estaba bien, pero solo... Perdí el control
anoche. No usamos condón. Nunca podría perdonarme si algo te
sucediera por mi culpa. Así que por favor... solo... no pelees conmigo
sobre esto, ¿de acuerdo?

Parpadeé hacia él, todavía un poco confundida.

Hasta que se fue y regresó con una aguja entre otras... cosas.

—Espera. —Envolví la sábana más fuerte a mí alrededor—. ¿Qué


crees que vamos a hacer? ¿Jugar al doctor?

Phoenix hizo una pausa y luego sacó una aguja.

—No estamos jugando a nada. Voy a sacarte sangre.

—Pero...

—Solo siéntate y piensa… —Levantó los ojos hacia el cielo—. Aves.

—¿De verdad? ¿Con eso vas a ir? ¿Después de anoche?

—Sí, bueno… —Tanteó con la aguja y sacó un trozo de tela de su


camisa—, perdóname si no estoy completamente concentrado esta
mañana.

—¡Lo dice el tipo que está a punto de poner una aguja en mi trasero!

—No seas dramática, Bee. —Su sonrisa era cegadora—. Voy a


ponerlo en tu brazo.

—Tú y esa cosa afilada se acercan a mí y te pateo en las bolas —


siseé.

Puso los ojos en blanco y se sentó en la cama.

—Necesito saber que estás bien...

—¡Toma tu propia sangre!


—Lo haré —dijo en un tono confiado—, después de que tome la
tuya.

—Te odio.

—No, no lo haces. Dame tu brazo.

—No. —Lo escondí debajo de las mantas.

Nunca había recibido ninguna punzada desde que conocí a Phoenix,


al menos que podía recordar, y ahora había tenido dos. Me encogí.
Sabía cómo me sentía respecto a la sangre: se quedaba en el cuerpo, no
afuera.

—¿Qué tal una negociación? —Bajó la aguja y agarró mis manos—.


¿Funcionaría eso?

Mis ojos se entrecerraron.

—¿Qué tipo de negociación?

—Te leo… y también te dejo quedarte en mi habitación sin todos los


gritos y palabrotas... y me dejas tomar tu sangre.

Me mordí el labio inferior pensando.

—Voy a elevar esa oferta a un desayuno completo esta mañana, y


tienes un trato. Solo hazme un favor y mantén las cosas rojas adentro.

—Sí, bueno, esa es la idea general cuando le sacas sangre a alguien,


Bee.

—¿Estás certificado para hacer esto?

—Diablos, no. —Se encogió de hombros—. Pero soy bueno en eso, lo


prometo.

Con un suspiro, extendí mi brazo. Envolvió el trozo de tela


extrañamente apretado alrededor de mi bíceps y luego sacó la estúpida
aguja nuevamente. Cerré mis ojos.

—Oye —susurró—. Mantenlos abiertos. Concéntrate en mí, ¿de


acuerdo, Bee?

—Está bien —dije con los labios temblorosos—. ¿Debo concentrarme


en... cosas felices?

—¿Mariposas? —ofreció, limpiándome el brazo con algo frío—.


¿Tortugas cruzando la carretera?
—Ranas —espeté.

Se rio entre dientes.

—Muy bien, ranas.

—Y bestias.

La aguja flotaba sobre mi brazo.

—Espero que te refieras al tipo bueno, el tipo que se queda en


jaulas.

—No sé —susurré—. Me gustó dejarlo salir de la jaula anoche.

—¿Dejarlo?

Sonreí.

—Sí, dejarlo.

—¿Te refieres a mí? —Sus ojos se estrecharon.

Solté una carcajada justo cuando la aguja atravesó mi piel.

Me estremecí pero logré no caer al suelo mientras él tiraba lo que


parecía todo mi suministro de sangre en cinco viales separados.

—Casi hecho. —Fijó uno más al final. Se llenó, lo quitó y luego la


aguja desapareció. La presión de su mano reemplazó la picadura.

—Eso dolió. —Hice un puchero.

—No seas un bebé.

—Bueno, ¡no me piques con cosas!

Sonrió con suficiencia, sus ojos se llenaron de deseo.

—No te importó hace unas horas cuando...

—¡Phoenix De Lange! —grité mi sorpresa—. ¿Estás haciendo bromas


sexuales?

Su rostro se puso completamente en blanco, y luego se echó a reír.

—Sí, supongo que sí.

—Me gustas de esta manera. —Me encogí de hombros—. Riendo.

—A mí también. —La sonrisa cayó de su rostro.


La puerta principal se cerró de golpe. Compartimos una breve
mirada antes de que Phoenix metiera la sangre que había recogido en
una pequeña bolsa y luego salió corriendo de mi habitación.

Directamente hacia Sergio.

—¿Qué demonios estás haciendo en su habitación? —rugió.

—Sigue hablando —Phoenix siseó, entrecerrando los ojos—.


Realmente voy a disfrutar esto. —Con un rugido, golpeó a Sergio contra
la pared y lo golpeó en la cara.

Sergio no tuvo tiempo de defenderse. Se dejó caer sobre la alfombra,


sosteniendo su mejilla.

—¡Maldición! ¿Por qué me golpeaste?

—Desertaste.

—Mi transmisor se rompió.

—¡Tonterías! —Phoenix le dio una patada en la pierna—. ¡No puedes


mentirme!

—Sí, bueno, créelo. Tengo pruebas, y anoche estaba haciendo un


reconocimiento, tratando de encontrar a tu estúpida-como-la-mierda
mano derecha. Por cierto, sé dónde está él. Me lo puedes agradecer
después.

—¿Ningún motivo oculto? ¿Hmm, Sergio?

Su expresión estaba en blanco mientras miraba a Phoenix.

—¿Traicionaría a la familia?

La habitación estaba llena de tensión.

No tenía idea de qué diablos estaba pasando, pero no tuve tiempo


para intentar psicoanalizar por qué Phoenix acababa de perder la
cabeza al ver a Sergio y por qué era tan importante. Mi tono de alerta de
texto se disparó.

Gran Hermano Cappo: Desayuno en quince. Traigan sus culos aquí,


trae a Phoenix, y si el pródigo ha regresado, asegúrate de que esté
usando un chaleco antibalas.

—Aww —dije en voz alta—. Ese fue un alegre mensaje de la


mañana. ¿Crees que tendrá jugo de naranja fresco?
Lancé mi teléfono a Phoenix; lo leyó con desdén y luego lo empujó a
la cara de Sergio.

—Día del juicio. —Me arrojó el teléfono—. Aparentemente, Tex va a


estar demasiado concentrado en matarte como para tocarme hoy.

—De nada —se quejó Sergio mientras luchaba por ponerse de pie.

—No recuerdo haber dicho gracias.

—Lo harás. —Los ojos de Sergio captaron mi estado de desnudez y


luego volvió a mirar a Phoenix. —Mierda, sí… —gruñó—. Realmente lo
harás.
Capítulo 38
Muerte por una comida familiar, por
supuesto
Traducido por Rose_Poison1324

Phoenix

Si Bee seguía rozando mi mano con la de ella, iba a perder mi


mierda. Había pasado tanto tiempo sin tocarla, centrándome en nada
más que en la forma en que me hacía sentir, ¿pero ahora? Ahora era
una tortura absoluta. Su toque me calmaba de una manera que nunca
antes había experimentado.

También me hacía querer encerrarla de nuevo en su habitación.

Lo cual fue una realización tan positiva y feliz que no pude evitar la
sonrisa que se extendió por mi rostro cuando llegamos a la casa de Tex.

—Sí, dejaría esa mierda ahora mismo —murmuró Sergio en voz


baja—, antes de que él te rompa la mano.

—¿Detener qué? —dijo Bee inocentemente, inclinando su cabeza


hacia un lado, su rodilla deslizándose contra la mía.

Sergio soltó una carcajada.

—Sabes exactamente lo que estás haciendo, Bee. Ten cuidado. Tex


no necesita más razones para reorganizar la cara de Phoenix.

Ella hizo un puchero.

—Pero es una cara tan bonita.

Me reí entre dientes mientras Sergio ponía los ojos en blanco y salía
del auto.
Bee tomó mi mano mientras caminábamos hacia las puertas. Me
aparté y la fulminé con la mirada.

Ella sonrió.

De acuerdo, entonces tal vez el desayuno sería un infierno en la


tierra, pero ¿qué tan malo podría hacerlo ella?

La puerta se abrió.

Y como se esperaba, Tex salió disparado y golpeó a Sergio en la


cara. Cayó al suelo por segunda vez esa mañana y maldijo. La sangre
brotó de su nariz.

—Huh. —Tex se rascó la cabeza—. ¿Ya lo golpeaste? —Me dirigió la


pregunta.

Me encogí de hombros.

—Supuse que querías que lo hiciera.

—Bien. —Tex se rió por lo bajo—. Dos veces en la misma hora. —Le
dio una patada a Sergio en la espinilla—. La próxima vez, llamas. No me
importa si conoces a narcotraficantes rusos, llamas dentro de las
veinticuatro horas o te ordeno un disparo. No eres mi familia.
Demonios, estornudas hacia el norte cuando te pido que tosas a la
izquierda, y estoy terminando tu vida. Esta mierda se detiene ahora. —
Sus ojos encontraron los míos—. Tenemos que aislar a las familias
antes de que perdamos el control de nuevo, y depende de mí, no
ustedes, si las cosas se arruinan.

Asentí con la cabeza mientras Sergio gimió desde el suelo.

Ayudé a Bee a pasar por encima de su cuerpo y la acompañé a la


casa donde el resto de los chicos ya estaban sentados alrededor de la
mesa.

Mi estómago gruñó por los olores —tocino, huevos, jamón— todo


olía demasiado bien para ser verdad, como si hubiera estado caminando
sin ninguno de mis sentidos y ahora... solo quería devorarlo todo.

—Apuesto a que estás feliz de que te estoy obligando a desayunar,


¿eh, Phoenix? —susurró Bee en mi oído.

Nixon observó todo el intercambio y se mordió la perforación en su


labio y luego tomó un largo sorbo de café. Sí, nada escapó a su
atención.
Es decir, era más que probable que tuviéramos una charla honesta
ese mismo día, durante el cual me amenazaría a una pulgada de mi
vida si lastimaba a Bee.

Por ahora, sin embargo, iba a actuar como si no notara la forma en


que todo mi cuerpo cantaba en su presencia o la forma en que se
acurrucó a mi lado como si yo fuera el aire que respiraba.

—¡Está bien! —Mil aplaudió—. ¡Hora de comer!

Trace y Mo llevaron platos calientes de comida a la mesa y los


colocaron en el medio con el jugo de naranja. El vapor rodó de cada uno
de ellos.

Cerré los ojos y desafortunadamente solté un pequeño gemido.

La mesa quedó absolutamente quieta.

Mierda.

Trace fue el primero en hablar.

—Alguien que lo alimente antes de que comience a babear.

El calor estalló en mi cara. Mierda, ¿desde cuándo me sonrojaba?

La boca de Chase se abrió, y luego sus ojos se entrecerraron


mientras miraba entre Bee y yo.

Nixon le dio un codazo en el costado justo cuando estaba a punto de


tomar un sorbo de café. Humeante, líquido oscuro se derramó sobre el
costado de la taza y cayó en cascada por la mano de Chase. Se sacudió,
salpicando aún más.

—¡Maldita sea, Nixon!

—Resbaló. —Nixon se encogió de hombros, guiñando un ojo en mi


dirección.

—Mi trasero.

Chase le dio un codazo de vuelta y alcanzó el tocino, justo cuando


Tex entraba a la habitación con Sergio, quien se veía aún peor que la
última vez que lo había visto.

Mientras Sergio se deslizaba en un asiento vacío, Tex se dejó caer en


la cabecera de la mesa.
—Desayuno familiar. —Tex se frotó las manos—. ¿No son los
mejores?

—Lo siento, llego tarde. —Frank entró unos segundos después—.


Tráfico.

—Está bien, abuelo. —Trace se levantó de su asiento y besó su


mejilla.

Abuelo parecía una palabra demasiado mansa para llamar a Frank,


asesino extraordinario. El hombre prácticamente había inventado cinco
nuevas formas de torturar a las personas, pero claro, ahora parecía
normal.

Llevaba un chaleco suéter.

Un maldito chaleco suéter.

Charlas y risas estallaron alrededor de la mesa. Alcancé un trozo de


tocino justo cuando la mano de Bee rozó mi muslo.

Siseé, dejando caer el tocino en el plato.

—¿Caliente? —preguntó Tex, inclinando la cabeza.

—Ardiente —dije con los dientes apretados, rezando para que Bee
quitara la mano antes de que hiciera algo de lo que ambos nos
arrepentiríamos.

—Aquí, déjame ayudarte, chico grande. —Chase sonrió como un


tonto y arrojó un poco de tocino en mi plato, mientras Nixon se reía
entre dientes detrás de su café.

Iba a estrangularlos a los dos.

—Entonces, Bee... —Chase se inclinó hacia adelante, sus ojos


bailando con humor. Mierda, esto no iba a salir bien—. ¿Cómo dormiste
anoche? Tex dijo que estabas bastante asustada, ya que el imbécil no
volvió a casa hasta esta mañana.

—Bien —murmuró Sergio a través de una nariz llena de pañuelos.

Las mejillas de Bee se sonrojaron mientras tomaba un bocado de


salchicha. Me negué a concentrarme en sus labios porque mirar
significaría soñar despierto, y eso probablemente me daría un pene
roto, elogios de las manos de Tex o posiblemente su machete favorito.

—En realidad… —Suspiró—, no dormí tan bien.


—Debido a los truenos —incitó Chase.

Los ojos de Mil se entrecerraron hacia su marido y luego hacia mí.


Observé mi maldito plato como si guardara el secreto de la paz mundial.

—No —dijo Bee alegremente—, quiero decir que los truenos fueron
malos, y luego Phoenix llegó a casa y... estuve bien.

—Ah, gran Phoenix malo, así que significa que puede asustar a las
tormentas.

—Algo así —dije con los dientes apretados.

Afortunadamente, Nixon comenzó a disparar preguntas a Sergio al


otro lado de la mesa. ¿Dónde había estado él? ¿Qué había descubierto?
¿Por qué demonios no había llamado?

Debería estar prestando atención.

Como jefe, era mi trabajo prestar atención.

Pero la mano de Bee subió por mi muslo.

Mis rodillas se sacudieron debajo de la mesa, golpeándose


ruidosamente contra la parte inferior.

Se sacudió. Mi zumo de naranja casi se cayó antes de rescatarlo.

—Amigo… —La sonrisa arrogante de Chase iba a terminar en un


cartón de leche si seguía así—, ¿estás bien?

—Genial. —Tragué saliva, forzando otra sonrisa—. Solo inquieto.

La mano de Bee se acercó a donde absolutamente no la necesitaba.

Todos los músculos se congelaron y se tensaron a la vez.

Su primer toque fue tentativo.

Solté un ronco gemido y bajé la cabeza entre mis manos. Bueno, Tex
me iba a matar. Absolutamente matarme.

—¡Bee! —ladró Tex.

Ella retiró la mano. Gracias a Dios.

—Lamento haberte dejado anoche, pero supuse que estabas a salvo.


Tenemos cámaras en todas partes, demonios, están en todas las
habitaciones, así que no es que no supiera que estabas bien.

Horrorizado, miré a Nixon.


Él asintió con la cabeza una vez y luego le dio un codazo a Chase,
quien guiñó un ojo y luego miró su café.

No estaba seguro de sí debería estar agradecido o matarlos por verla


desnuda; por otra parte, ambos estaban felizmente casados.

Y yo estaba follando a la hermana del Cappo.

Vaya, buena, Phoenix. Aparentemente, cuando estropeo algo, lo


hago hasta el final. No solo juego con el peligro y lo vuelvo a poner en el
estante. Me lo guardo todo para mí y espero que no explote en mi cara.

La mano de Bee estaba de vuelta.

Hablando de explosiones... Hijo de puta, ¡ella estaba tratando de


matarme! Inhalé y exhalé, enfocándome en eso en lugar de en lo que su
mano me estaba haciendo y en lo que su hermano me haría si se
enterara.

—Esto es bueno. —Mo dejó su café—. Todos nosotros desayunando.


Deberíamos hacer esto más seguido.

Nadie dijo nada.

—Dije… —Ella fulminó con la mirada—, deberíamos hacer esto más


seguido.

Un coro de absolutamente surgió de la mesa. El mío, sin embargo,


sonaba más como un gemido torturado.

—¿Estás sudando? —preguntó Tex desde su lado de la mesa.

—¿Quién? —Mo miró a su alrededor, sus ojos finalmente


encontraron los míos.

—Mierda. —Me señaló la cara—. Parece que te vas a enfermar.

—Sí… —tosí—. El tocino…

—Él come verde —murmuró Sergio y luego pasó la lengua sobre la


sangre que se secaba contra sus labios—. La única forma en que come
comida de verdad es si Bee lo engaña.

—¿Es así? —Tex se rió entre dientes—. ¿Superado por mi hermana


pequeña?

Sus dedos se sumergieron en la cintura de mis jeans.

Me quedé quieto.
—Sí, ella es... talentosa.

Sus dedos bajaron.

—Lo apuesto. —Los ojos de Sergio se estrecharon.

—No dije que pudieras hablar. —Tex escupió a Sergio y envió una
mirada amorosa hacia Bee—. Me alegra que estés bien, hermana.
¿Prometes que dormiste bien? ¿Sin malos sueños?

—Pájaros —dijo con una voz tan dulce que casi me ahogo—. Soñé
con pájaros... montones y montones de…

—Pájaros —la interrumpí—. Lo entendemos.

—Es bueno saber que él sigue siendo un imbécil para ti. —Tex se rió
entre dientes con su café.

—Phoenix siempre es duro conmigo —Los dedos de Bee hicieron


cosquillas en mi piel sensible—. Exigente. —Más cosquillas, más
profundo—. Firme… —Su palma presionó contra mi cadera—. Y difícil
de complacer.

Lentamente, me volví hacia Nixon, lanzándole una mirada de pura


impotencia.

Él sonrió y luego se levantó.

—Entonces, probablemente deberíamos ponernos manos a la obra.


Señoras, si nos disculpan.

—¡Oye! —gritó Mil—. Soy una señorita.

—Con bolas —aclaró Chase—. Por lo tanto, te quedas.

—¿Por qué Chase puede quedarse? —Ella lo miró y sacó la lengua.

—También te amo, cariño —cantó, recostándose en su asiento.

—Bee... —Los ojos de Nixon se posaron en ella—. ¿Por qué no


ayudas a Trace y Mo con los platos? Te mantendrá fuera de problemas.
—Su ceja se arqueó.

Sonriendo, retiró la mano y se puso de pie, como si no hubiera


estado tratando de matarme.

—Si tú lo dices. —Agarró algunos platos y luego salió de la


habitación.

Con un suspiro, me recosté y articulé "Gracias" a Nixon.


Chase se dio cuenta y casi se cayó de la silla, riendo.

—¿Qué? —Tex tosió desde su extremo de la mesa—. ¿Qué es tan


gracioso?

—La vida — respondió Chase—. Me sorprende cada vez.

Lo mostré el dedo en forma vulgar detrás de la silla de Frank.


Capítulo 39
Mintiendo sobre mis sentimientos ¿mala
señal?
Traducido por Arifue

Bee

—Entonces… —Trace me pasó un plato limpio. Lo sequé mientras


trataba de no pensar en Phoenix; de no pensar en sus manos, su boca,
en cualquier parte de su cuerpo que quería tocar—. ¿Aún después de
todo… no le tienes miedo?

—¿A quién? —Bajé el plato—. ¿Tex?

Mo resopló.

—Por favor, es tan manso como un gato doméstico.

En la sala de estar, la voz de Tex aumentó otra octava, esta vez en


italiano. Estaba bastante segura de que el nombre de Sergio estaba en
el otro extremo con una cantidad insana de palabrotas.

Ella hizo una mueca.

—Sí, apuesto a que tose bolas de pelo a diario. —Mis cejas se


arquearon cuando tomé otro plato.

—Phoenix.

El plato casi se cae de mis manos.

Los ojos de Trace se entrecerraron. Colocó las manos en su cadera—


. ¿Qué está pasando entre ustedes?

—Um… —Tragué y continué secando el plato—, nada.

—¿Estás segura?

Presioné más fuerte la tolla contra la cerámica.


—Sip.

—Cuidado, mentirosa —susurró Mo, tomando el plato de mis


manos—. Vas hacerle un agujero a través del plato ya seco.

Trace se apoyó contra la encimera.

—Él es frágil Bee. Lo sabes, ¿verdad?

Luché contra la urgencia de poner mis ojos en blanco.

—Confía en mí, prácticamente vivo con él. Sé cómo ustedes se


sienten.

—No solo somos nosotras —se defendió Mo—. Son todos. Sí, él está
bien por ahora, ¿pero qué sucede cuando alguien lo saca de sus
casillas? ¿Qué sucede cuando se enoja? Es una bomba de tiempo, Bee.
Es bueno para ti recordar eso.

Enojada, lancé la toalla contra la encimera.

—¿Por qué no lo dejan ya? ¡Él no va a mejorar mientras todos los


que supuestamente se preocupan por él siguen asiéndolo sentir como
una mierda!

Los ojos de Mo casi salen de su cabeza mientras Trace me sonreía


como si acabara de proclamar amor eterno.

—Entonces… —Trace sonrío aún más amplio—, te gusta.

—No… —Crucé mis brazos desafiante—, lo amo.

Trace dejo de sonreír, y Mo dio un paso a tras alejándose de mi


como si tuviese alguna enfermedad contagiosa.

—¿A quién amas? —preguntó Tex desde la puerta detrás de mí.

Mi corazón se detuvo. Le di una mirada suplicante a Mo, quien


inmediatamente le dirigió una sonrisa a Tex y dijo:

—A ti. Ella te ama… aunque aun no comprendo el porqué.

Él puso los ojos en blanco y luegó doblo su dedo.

—Bebé, ven aquí.

—No.

—Ahora, maldición.

—Campisi… —Cruzó la habitación—. Tan demandante…


Él la tomó en sus brazos y la besó duro en la boca.

Trace puso su mano en mi hombro y susurró:

—Estoy feliz por él… por ambos. Realmente lo estoy.

La culpa se estrelló contra mí.

—Pero él… se lo que él hizo. —Bajé la cabeza.

—Hizo —repitió Trace—. Pasado. Si yo puedo superarlo, entonces


Tex también debería. Solo… dale tiempo antes de decirles y salir con los
niños.

Me reí con ella.

Y luego me ahogué con esa misma risa.

Niños.

Esa mañana.

Phoenix había dicho que no habíamos utilizado protección. No


estaba preocupado por alguna enfermedad de transmisión sexual…
pero nunca dijo nada sobre un embarazo.

Toqué brevemente mi estómago plano.

Una vez. Una vez no sería suficiente ¿cierto? Lo último que


necesitaba era asustarlo para llamar su atención. Nosotros
probablemente estaríamos bien, pero Trace tenía razón; Tex se volvería
loco.

Necesitábamos juntos más tiempo antes de anunciarlo a los demás.


Y parte de mi sentía que Phoenix y yo nos merecíamos un poco de
normalidad antes de que mi hermano fuera y él solo, lo arruinara todo
de nuevo.

—Bee —dijo Tex, soltando a Mo y dirigiéndose a mí—, Phoenix tiene


instrucciones estrictas. Volverás a la escuela, pero él no se va de tu
lado. Si tienes que ir a orinar, levantas tu mano y te seguirá hasta el
baño como un loco acosador y te cantará si tienes miedo. Además va a
dormir en tu piso… —La última parte hizo que apretara la mandíbula—,
no es que esté feliz por eso, pero es mejor a que estés sola, y no quiero
que haya ninguna oportunidad. Nos vamos a un bloqueo total hasta
que tenga las cabezas de Pike y Nick. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —acordé y envolví mis brazos alrededor de su cuello—


. Gracias… por protegerme.
Tex suspiró y me levantó contra él, devolviéndome el abrazo con una
fiereza que nunca había experimentado de él antes.

—Bee, luego de Mo, eres mi vida. Haría lo que sea para mantenerte
a salvo.

—Lo sé. —De eso me temía.

Porque de acuerdo a Tex, Phoenix era todo, menos seguro. Era el


fuego mismo. Y estaba jugando con eso, esperando salir ilesa.

—Bee. —Phoenix entró en la cocina—. ¿Estás lista para irnos?

—Sí. —Asentí—. Tengo una clase en la tarde, después de todo.

—Y tu profesor es un imbécil que reparte retrasos solo porque puede


—cantó Sergio desde la puerta—. Dense prisa. Tengo que arreglar mi
rostro antes de mi próxima sesión.

—No puedes arreglar lo feo —susurró Tex.

—Un día… —maldijo Sergio—, voy agarrar tus bolas y torcerlas.

—Solo trata de no disfrutarlo mucho Serg. —Tex le guiñó.

Sergio se lanzó, pero Phoenix lo contuvo.

—Muy bien, el desayuno familiar ha terminado.


Capítulo 40
Había esperado la muerte toda mi vida. ¿Y
ahora que estaba aquí? Era algo
anticlimático
Traducido por Arifue

Sergio

Mi vida había acabado.

Finalmente me veía obligado a ver mi inminente muerte, y no era


linda. No habría nada de eso de tener un momento con Jesucristo,
ninguna luz al final del túnel, nada. Solo oscuridad y la sensación
enfermiza que estaba dejando atrás un horrible legado.

Ellos me recordarían por mi traición.

Y tendrían razón al hacerlo.

Dejé caer la cabeza entre mis manos mientras los estudiantes


comenzaron a entrar en el salón de clase. Mi corazón no estaba aquí, no
es que hubiese estado entusiasmado en enseñar historia de los estados
unidos, pero al menos me daba un propósito fuera de la familia, fuera
de mi trabajo con el FBI.

Mierda.

Nixon iba a dispararme en la cabeza. Tipo ejecución.

No podía arreglarlo.

Y la peor parte era que Phoenix sabía para quién solía trabajar;
sabía todos los sucios secretos porque, hubo una vez, donde era yo
quién necesitaba ser salvado y no Phoenix.

Hubo una vez.


Luca también me había salvado.

—Tienes dos opciones, hijo. —Luca sostuvo el arma contra mi frente,


su dedo apretando el gatillo—. ¿Debo explicártelas?

No dije nada.

—Voy a pagarle a algunas personas… pero me pertenecerás. Seré el


dueño de tu alma. No lo Abandonato, no los Alfero, si no yo. Soy tu jefe
Sergio. Mi familia es tu familia. Te saco de este… apuro, y limpio el
desastre que manejaste de manera horrible. —Suspiró y bajó el arma—.
¿Tenemos un trato?

—No puedes. —Negué con la cabeza y miré a los cadáveres


esparcidos a nuestros pies—. No puedes simplemente entrar al FBI y
decir que me equivoqué.

—¿Quién dijo que lo arruinaste? —Dudó y luego apuntó con su arma


a los cadáveres. Una y otra vez, disparó hasta que no quedaron más
balas—. Parece que el jefe Nicolasi volvió a la carga… así que… gatillo
alegre. —Su sonrisa era implacable—. Ahora regresa a tu pequeña y
brillante oficina y diles que quieres estar activo de nuevo… diles que tu
familia confía en ti de nuevo. Que te quieren de vuelta. Ya no seres un
fantasma, Sergio. De ahora en adelante, eres un doble agente.

—Pero Nixon…

—Estaremos bien.

No tenía elección. O tomaba la responsabilidad por todos los agentes


federales muertos a mí alrededor, o en ese entonces, culpar a la familia
Nicolasi y solidificarme como un agente federal confiable, y cubrirme con
la familia.

De cualquier manera, era un hombre muerto.

—Bien —espeté—. Lo haré.

—Por supuesto que lo harás… —Luca sonrió de manera


amenazadora—. Porque la sangre siempre gana, ¿no es así?

—Guau, estás realmente perdido en tus pensamientos o tu perro


murió esta mañana. —Andi golpeó sus dedos en mi escritorio y sonrió.

—No me gustan las mascotas.

—Qué sorpresa. —Guiñó—. Pensé que probablemente sería bueno


para ti abrazar otra cosa que no fuera tu almohada por las noches.
—Sigue así. Que estás rogándome que te saque a patadas de la
clase, Andi. —Estaba molesto, enojado de que iba a morir y también
ella; ¿y aun así sonreía… una maldita sonrisa… y bromeaba? Era
increíble.

Ella se inclinó, sus pestañas abanicando sobre su rostro.

—Un día… lamentarás apartarme. Un día, muy cercano estarás


comiéndote tus palabras.

Mi cabeza se levantó de golpe. ¿Un estudiante realmente me estaba


amenazando? Mis ojos se entrecerraron cuando ella se cruzó de brazos.

—Ve a tu asiento, señorita Smith.

Se encogió de hombros y se fue.

Dejándome incluso más irritado que antes. La clase fue como un


borrón. Dije las cosas correctas, asigné tareas, entonces bloqueé la
puerta cuando mi teléfono sonó.

—La próxima semana… —dijo la voz—, asegúrate de que él esté


presente. Nosotros nos encargamos del resto.

—¿Y si no puedo hacer que se presente? —pregunté.

—Puedes… al menos de que estés demasiado involucrado. ¿Lo


estás?

—No —ladré—. Puedo hacerlo.

—Genial, le daremos exactamente lo que quiere a cambio de algo


que queremos. No es necesario que se pierdan vidas.

—No. Pero se perderán, ¿no es así?

—¿Qué es una persona en el gran esquema de las cosas?

—Cierto. —Colgué el teléfono y me encaminé hacia la puerta. Iba a


guiar a mis amigos, a mi familia, hacia una trampa.

Y ahora que Phoenix había finalmente vuelto a vivir…

Iba a negociar su muerte.

¿No era eso una ironía?


Capítulo 41
Lo deseo… demasiado. Cada segundo. De
cada día. Mi mundo es Phoenix
Traducido por Arifue

Bee

La clase había sido una absoluta tortura. No me había dado cuenta


que solo una experiencia con Phoenix haría que mi mundo se
derrumbara a mi alrededor, y que todavía estuviera enfocada en sus
labios y en sus manos ásperas.

Para el momento en que llegamos al auto, estaba tan exaltada que


podría haber saltado.

Creo que Phoenix estaba tratando de jugar a estar relajado, como si


estar a mí alrededor no fuera la gran cosa. Al menos, tenía la esperanza
de que fuera de esa manera. En realidad no lo podía asegurar ya que su
cara había permanecido sin expresión durante toda la clase.

Abrió mi puerta y me hizo pasar.

Cuando el auto arrancó, suspiré y me recosté contra el suave cuero.

—Entonces, ¿cuál es el plan?

—¿El plan? —repitió, sus cejas arqueadas—. Vamos a casa, haces


tarea, y, si eres realmente buena, te doy helado en la cena.

Puse mis ojos en blanco.

—El mismo abuelo Phoenix de siempre.

—¿Abuelo? —Su voz se elevó—. ¿Acabas de llamarme abuelo?

—¡Rápido! Pon a Mozart antes de que comience a rapear. —Toqué


los botones y coloque música clásica—. ¿Ah, no es eso mucho mejor?
Abrió su boca para hablar, pero lo interrumpí.

—Pero espera… tal vez tal vez mi camisa está muy abierta de nuevo.
Sé cómo te sientes en cuanto a los botones. —Deshice los dos primeros
y luego el tercero—. Ups, camino equivocado.

El auto se desvió.

—¿Podrías no hacerlo?

—¿Qué? ¿Problemas para concentrarte abuelo?

—¡Maldita sea, deja de provocarme! Qué pasa si me gusta la música


clásica.

—Mentiroso… la odias.

—Es… —Tosió—, educacional.

—Compositor favorito….

—Mo…

—Que no sea Mozart.

—Uh… —Pestañeó—, estás presionándome demasiado.

—¿Ya tienes Alzheimer?

—¡Por el amor de Dios, deja de decir que soy viejo!

—Casi te compro un bastón y caí en cuenta de que realmente lo


usarías… por favor no me pegues con él, así que…

El auto se desvió nuevamente, y luego estábamos en un campo


abandonado, todavía a tres millas de casa.

No tuve tiempo de gritarle por casi matarnos, o al maíz.

Porque en cuestión de segundos su boca estaba sobre la mía, y


estaba desatando mi cinturón de seguridad.

—Maldición me vuelves loco.

—Una locura buena.

Gruñó en mi cuello.

—Todavía no lo he decido.
—¿Podemos tomar todas las grandes decisiones de esta manera? —
No estaba en contra de mendigar, especialmente cuando su mano
encontró mi seno y comenzó a masajearlo.

—Lo que sea que quieras, es tuyo. —Su hambrienta mirada


encontró la mía por un segundo antes de besarme de nuevo, su lengua
enredándose con la mía, su cuerpo no lo suficientemente cerca.

Lo atraje fuerte hacia mí. La caja de cambio entorpeciendo el


camino.

Gruñí.

Él se rio de mí.

Mordí su labio inferior. Y toda risa se detuvo mientras su mano se


insertaba en mi cabello.

Traté de moverme para poder montarlo a horcajadas, pero era como


si el auto estuviera trabajando en nuestra contra.

—Casa —dijo contra mis labios—. Espera hasta que lleguemos a


casa.

—No. —Tiré de su camisa, casi arrancándola de su cuerpo—. Ahora.

—Bee… —Su voz tenía un borde de advertencia—, estoy bastante


seguro de que tu hermano ya va a poner un agujero del tamaño de una
escopeta en mi pecho. No lo obligues a atropellarme con un auto por si
acaso, porque sentí la necesidad de hacerlo en el asiento trasero.

—¡Ooo, el asiento trasero! Buena idea. —Empecé a moverme.

Phoenix gimió y abrochó mi cinturón de seguridad de nuevo.

—Quieta.

—Boo. No eres divertido.

—Oh, soy divertidísimo… cuando estoy vivo. Y no lo estaré si tu


hermano por casualidad pasa por este camino.

—Siempre podrías correr a través del maíz.

—No es come me imaginé decírselo, Bee.

—Espera, ¿qué? —Sacó el carro del campo y comenzó a manejar de


nuevo hacia la casa—. ¿Vas a decirle? ¿Sobre nosotros?

Phoenix suspiró, tamborileando los dedos sobre el volante del auto.


—Bee, no puedo ser ese tipo de hombre… no soy ese tipo de
hombre. Me rehuso a hacer las cosas a sus espaldas porque tengo
miedo de que derrame un poco de sangre mía.

—Pero… —Entré en pánico y alcancé su mano—. Phoenix… él va a


matarte.

—Tú vales el riesgo, Bee.

De repente avergonzada, me estremecí, a pesar del calor que invadió


mi cara.

—¿Vas a contarle lo de anoche?

—¡Diablos, no! —Phoenix maldijo—. Anoche fue sobre nosotros, Bee.


No sobre tu hermano, no sobre la mafia, y no sobre nadie más en este
maldito mundo. Solo tú y yo…

—Y pájaros. —Me reí.

Gruñó.

—La palabra pájaro nunca debería darle una erección a un hombre,


Bee. Jamás.

—Aww… ¿teniendo un momento difícil cuando pían en tu ventana?

Sacudió su cabeza.

—Si algo así.

Cuando estacionó el auto, me incliné sobre él y lo besé en la mejilla.

—En mi cuarto… en cinco minutos.

—Bee… —Phoenix agarró mi brazo—, debemos ser cuidadosos.


Sergio…

—Ni siquiera está aquí. —Apunté hacia el puesto de


estacionamiento vacío—. Va en su Lexus a la escuela, y todavía no ha
llegado. Por lo tanto, estamos solos, aunque probablemente deberías
asegurarte de que esas cámaras no estén en mi habitación.

Dejó salir un fuerte suspiro.

—Ellos van a poner en mi tumba… Y él la amaba tanto que nunca


podía decir que no.

—Bien.
Sonreí como una tonta feliz y me fui a mi habitación,
deshaciéndome de la ropa de la escuela y preparándome para más
combates con Phoenix, mi mejor amigo se convirtió...

En todo.
Capítulo 42
Pájaro grande. Gracioso, nunca pensé que
el amarillo podría causar que perdiera la
cabeza
Traducido por Arifue

Phoenix

Estaba a punto de tocar su puerta como un idiota, cuando se


balanceó abierta. Bee estaba al otro lado con unos pantalones cortos
con Big Bird en ellos y una camiseta blanca.

—Ah, entonces ahora será Plaza Sésamo quien lo haga —murmuré,


pasando las manos por mi cabello. Todo era muy nuevo para mí. Tener
una chica que amaba, pasar tiempo con ella, no vomitar después del
sexo.

Nunca había pasado la noche en los brazos de otra mujer.

Hasta Bee.

Ella inclinó su cabeza, sus carnosos labios burlándose de mí


simplemente por existir.

Cerré la puerta de un portazo y la tomé en mis brazos, mi boca


encontró la de ella en segundos.

—Te amo… —Las palabras retumbaron desde mi pecho—, más que


nada.

—También te amo. —Enrolló sus piernas alrededor de mi cintura—.


Ahora bésame Phoenix.

—Lo estoy haciendo.

Apretó su cuerpo contra el mío.


—Más fuerte.

—Maldición, no eres fácil de complacer —me quejé, besándola tan


fuerte que mis labios iban a tener moretones por la mañana. Había
olvidado afeitarme, así que sabía que ella iba a estar sensible alrededor
de su boca por la fuerza de mi beso, pero no podía parar, no quería
hacerlo.

Cuando la tiré sobre la cama, todo estaba bien.

Y entonces…

Todo el infierno se desató cuando la imagen de otra chica pasó por


mi cerebro. Horrorizado, me alejé de Bee.

Esa chica había estado usando una camiseta blanca justo como la
de Bee.

Sacudí mi cabeza, bilis subiendo por mi garganta.

—Nop. —Bee se aferró a mí y bajó mi rostro hacia el de ella—.


Quédate aquí… conmigo. Solo soy yo Phoenix.

—Pero…

—Déjalo ir. —Suspiró, pasando sus manos por mi cabello—. Somos


nosotros, solo nosotros. Hazme el amor.

Suspiré cuando la pesadez comenzó a desprenderse de mi cuerpo.


Ella tenía razón. Ella, podía concentrarme en solo en ella, en
complacerla, en su placer, en su cuerpo.

—Un hombre podría morir adorando tu cuerpo, Bee.

—¿Estamos de nuevo con la teoría del abuelo? —bromeó, tirando de


mi labio inferior con sus dientes—. No vayas a tener un infarto.

—Al menos ahora sé que tengo un corazón —confesé.

—Claro que lo tienes. —Agarró mi rostro con sus manos—. Eso es


algo que siempre he sabido.

—Incluso antes que yo lo supiera —susurré con voz ronca.

—Soy la inteligente Campisi. —Guiñó un ojo y luego miró alrededor


de la habitación—. Dime que te encargaste de las cámaras.

Puse mis ojos en blanco.


—Al segundo en que llegamos a la casa. Nixon ya había destruido
las otras. Gracias a Dios.

—¿Nixon lo sabe?

—Si… —Me estremecí—. También Chase.

—¡Qué diablos Phoenix! —Me golpeó en el pecho—. ¿Cuándo


planeabas decirme?

—Eso sería nunca. —Me cerní sobre ella y besé su cuello—. No


dirán una palabra, al menos no todavía, y tal vez, posiblemente, cuando
Tex apunte su arma a mi cabeza, me defiendan.

—Mmm… —Su cuerpo se arqueó en la cama cuando tiré de su


camiseta y miré con avidez su cuerpo desnudo—. Se siente bien cuando
me miras así.

—Te haré sentir mucho mejor que bien —prometí, besándola de


nuevo, quitando cada prenda de vestir y mostrándole una y otra vez que
ya no era quien solía ser. Había renacido.

Yo era de ella.

Propiedad completa de Bee Campisi.


Capítulo 43
Sincerándose
Traducido por Grisy Taty.

Bee

—¿Todavía tienes pesadillas? —susurré, colocando mi cabeza en el


hombro de Phoenix, mis dedos extendidos a lo largo de su pecho
desnudo.

Habíamos pasado juntos cada momento desde el desayuno familiar.


Cuando no estábamos en la escuela, estábamos en casa. Cada
momento era precioso porque sabía que solo era cuestión de tiempo
antes de que realmente él hablara con mi hermano.

Y aunque las cosas estaban… mejor con el resto de los chicos,


seguía asustada de que me lo arrebataran, mi único amigo, el hombre
que amaba.

Sergio había dicho que conocía la locación de Nick y Pike, pero


estaba esperando más información para intervenir, lo que sea que eso
signifique. Y debido a que Phoenix estaba impaciente por terminar sus
vidas por poner la mía en peligro e intentar engañarlo, tuve que
distraerlo… de la mejor manera posible. Se había quejado de
deshidratación y dolores musculares, y yo había llamado abuelo, al
menos fuera de la cama. En la cama, había dicho que esa era la manera
más rápida para que perdiera la concentración.

—Sí. —Presionó sus labios contra mi sien cuando finalmente


respondió mi pregunta luego de un largo tiempo de vacilación—. Pero
no son tan malas cuando estás aquí.

Tragué, el ruido de la lluvia golpeando la casa era el único sonido


que entraba a la oscura habitación.

—¿Puedo preguntarte algo? ¿Y prometes no gritar?


—Bee, ¿cuándo fue la última vez que te grité?

—Esta mañana.

Su cálida risa le hizo cosas asombrosas a mi cuerpo, haciéndome


sonreír contra su piel.

—No estabas vistiendo suficiente ropa y dejaste caer a propósito tu


barra de granola al suelo tres veces.

—Soy torpe.

—También estabas usando ropa interior que decía patea traseros


sobre el verdadero trasero y me deslumbraste cada vez. Pero seguro, es
porque eres torpe.

—Le tengo afecto a ese par de bragas.

—Gracioso, también yo.

—Así que… —Chupé mi labio inferior—, mi pregunta.

—Sin gritar. Lo prometo. —Besó mi cabeza de nuevo—. Aunque si lo


preguntas en algún momento este año antes de que realmente me
vuelva un abuelo, sería genial.

—Idiota.

—Nunca afirmé ser nada más que eso. —Se rio suavemente.

—Es sobre tu pasado.

Su brazo se apretó a mí alrededor.

—De acuerdo.

—Y lo que… hiciste.

Podía sentir su corazón empezar a golpear contra mi oído mientras


su cuerpo entero se apretó con tensión.

—Demonios, Bee, solo pregunta antes de que pierda mi cabeza.

—Sé que te sientes mal ahora. Sé que aún te odias a ti mismo, pero
en ese momento… antes, ¿sentiste culpa? ¿o solo era un trabajo?

Con un estremecimiento, Phoenix me liberó y se levantó de la cama,


descansando sus codos sobre sus rodillas. La sábana cayó de su
musculoso cuerpo mientras exhalaba profundamente, presionando sus
manos contra su rostro.
—Lo siento —dije rápidamente—. No debí preguntar cosas como
esas, yo solo…

—Bee —dijo con una torturada voz baja—. Nunca te disculpes.


Tienes todo el maldito derecho a hacer preguntas como esas.

—Pero no debería.

—No lo hagas. —Retiró sus manos e inclinó su barbilla sobre sus


rodillas—. No te disculpes por querer saber. Es difícil, sin embargo,
dejarte ver las peores partes de mí, realmente teniendo que admitir que
esas cosas pasaron, que yo fui el quién las hizo.

Toqué su brazo.

No se apartó, pero tampoco me alcanzó.

—En ese momento… —Suspiró—. Sentí tanto miedo, al menos al


principio, y luego rabia hacia mí mismo, mi padre, hacia la situación, y
solo era tan fácil transferirla a lo que estaba haciendo. Es más fácil
culpar a la víctima por tus propios defectos que admitirte a ti mismo
que eres el monstruo, el malvado. Las personas pueden justificar lo que
sea, y al principio, justifiqué que era mi trabajo. La oscuridad de la
mafia, ¿sabes? —Lamió sus labios y sacudió su cabeza—. Así que me
dije que necesitaba madurar, hacer el trabajo, y entonces me convencí
que yo lo hiciera en lugar de mi padre. Después de un tiempo, me volví
tan insensible a todo que me quebré. Y luego… cuando intenté tener
una experiencia real con una chica, mi primer año de universidad… Ni
siquiera pude… —maldijo—. ¿Realmente quieres oír esto?

Asentí, asustada de hablar.

Con un suspiro desinflado, siguió hablando.

—No podía actuar… en ninguna capacidad. Me negué a besarla,


solo quise usarla para sexo, probarme que podía tener sexo fuera de lo
que mi padre me hacía hacer. Y no pude hacerlo. Creo que eso es parte
de la razón por la que me quebré, o tal vez fue el principio del final. No
hay nada más aterrador que cuando solo puedes asociar violencia con
algo que debería ser hermoso. Cuando estropeas una cosa de belleza y
saber que nunca serás como todos los demás, es desgarrador. Eh… —
Inhaló—, y tal vez es así. Rompiendo a esas chicas, rompí mi propio
corazón. No funcionó nunca más.

—Funcionas ahora —dije con voz ahogada, mi voz pesada con


lágrimas no derramadas.
—Sí, bueno… —Alcanzó mi rostro y la inclinó hacia él hasta que sus
labios estuvieron a pulgadas de los míos—, alguien se ofreció a
repararlo.

—¿Esa es tu manera de decir que seguirás comiéndote la lasaña que


lance a tu rostro?

Una sonrisa con los dientes completos cruzó por su rostro; el


hoyuelo con el que estaba obsesionada se clavó en su mejilla,
haciéndolo lucir más joven de lo que alguna vez lo había visto.

—Sí, Bee, pero vamos a probar una comida diferente.

—¡Muérdete la lengua! —Me alejé bruscamente de él—. Somos


Sicilianos. Comemos pasta, pasta, vino, y más pasta.

—No le digas a nadie —dijo Phoenix, tirando de mi cuerpo más


cerca del suyo—. Pero la pasta es mi comida menos favorita.

Mi boca se abrió con asombro.

Él la cerró con su pulgar y presionó un beso en la esquina de mi


boca.

—Pero adoraría si pudieras hacer una hamburguesa.

—¿O solo podríamos ir a un autoservicio?

—También podríamos hacer eso.

Un abrupto golpe sonó en la puerta. Phoenix se quedó inmóvil.


Habíamos sido cuidadosos, más que cuidadosos. El horario de Sergio
era tan predecible que casi era fácil volar bajo el radar, pero se suponía
que no iba a estar en casa aún. Solo eran las diez en un sábado por la
noche, y eso era generalmente cuando se reunía con Nixon.

—Mierda.

Phoenix miró de mí a la puerta, luego salió lentamente de la cama,


se puso un par de pantalones, y enfrentó la situación. Cuando abrió la
puerta, no era Sergio al otro lado, sino Nixon.

No estaba segura si se suponía que estuviéramos aliviados o


aterrados que no hubiera traído a mi hermano con él.

—Hola —dijo con voz ronca Nixon, luego miró sobre el hombro de
Phoenix y me dio una sonrisa astuta—, lamento interrumpir, pero
ninguno de ustedes estaba respondiendo el teléfono y sí… Necesitaba
hablarte de algo… importante.
—Sí… —Phoenix tosió—, seguro, solo déjame agarrar una camisa.

Caminó de regreso hacia mí, se puso una camisa, me besó en la


cabeza y se fue.

Mi cuerpo se estremeció por su ausencia. Alcancé mi teléfono y vi


dos llamadas perdidas de Nixon y al menos diez mensajes sin leer de mi
hermano. Sí, él no podía estar feliz por eso.

Era difícil mentirle. Era la única familia que me quedaba, e incluso


aunque amaba a Phoenix, todavía sentía como que estaba haciendo
algo malo. Hice clic a través de mis mensajes y le envié uno que
básicamente decía que estaba bien para que se tranquilizara. Con un
bostezo, presioné en las notificaciones de mi calendario y me quedé
inmóvil.

Un pequeño punto rojo y un rostro triste estaban saltando arriba y


abajo en mis notificaciones, mostrándome la fecha de mi supuesto
momento del mes.

Hace tres días.

No entres en pánico. Apreté mis ojos y luego los abrí de nuevo,


rezando de que estuviera en le fecha o el mes equivocado.

Nop. Todavía decía hace tres días.

Tres días tarde.

Lo cual podía no significar nada. ¡Había sido capturada y casi


asesinada, por el amor de Dios! Mi cuerpo había estado bajo un montón
de trauma…

¡Eso era! Estaba traumatizada.

Aun así, todas las advertencias que las chicas me habían dado
surgieron al frente de mi mente.

“Es solo cuestión de tiempo antes de que se quiebre”

¿Y si yo causaba eso? Y si… si yo era la razón por la que finalmente


el tocaba fondo. ¿Y si no tenía a nadie a quien culpar si no a mi misma
y a mi amor por la bestia?
Capítulo 44
Moriría por protegerla… incluso si
significara que esta vez no lo merecía
realmente
Traducido por Grisy Taty

Phoenix

—Eres afortunado como la mierda que sea yo el que tocó la puerta y


no Tex. —Nixon cerró la puerta de mi habitación y empezó a pasearse
de un lado a otro, corriendo sus manos a través de su cabello como si
estuviera contemplando arrancar hasta la última hebra.

—Sí, bueno…

Ahogué una respuesta sabelotodo porque realmente, ¿qué pierna


tenía para sostenerme? Estaba yendo tras la espalda de Tex, me confió
la seguridad de su hermana a mí, y allí estaba yo, cada noche,
poniéndola en peligro, solo porque no podía alejarme. No, era más que
eso: porque la amaba, porque la deseaba, porque era mi razón para
respirar después de pasar una vida sofocándome.

—Se lo diré. Solo dame tiempo.

Nixon resopló y empujó sus manos en los bolsillos.

—Asegúrate de que yo esté allí para que en realidad no te mate. Tex


realmente ya no piensa antes de apretar el gatillo. Prefiere disculparse
después de dispararte que no dispararte en lo absoluto.

—Buena charla —refunfuñé.

Nixon lamió sus labios y luego finalmente se encontró con mi


mirada.

—Ella está a salvo… ¿verdad?


Sabía qué estaba preguntando. Vergüenza, la misma vergüenza que
había estado intentando ignorar durante los últimos cinco días se
asomó a la superficie, obligándome a estremecer con la oscuridad que le
ponía a mi alma, haciéndome querer gritar.

—Ella está a salvo —espeté finalmente, mi voz ronca—, de mí, dado


que eso es lo que realmente estás preguntando.

—Uno de nosotros tiene que hacerlo, Phoenix.

—Ah, entonces sacaste el palillo más corto. —Troné mis nudillos—.


No pondría una mano sobre ella… nunca. Lo pensé al principio… —
Chasqueé mi lengua—. Pero, sería como matar una parte de mí mismo.
Ella está en mí, hombre. No podría herirla más de lo que podría poner
un cuchillo en mi propio corazón.

Nixon estuvo en silencio, mirándome fijamente por unos cuantos


minutos, luego tomó asiento frente a mí.

—Sigamos a la pregunta número dos.

Me recosté, esperando que cayera la siguiente astilla.

—Sergio…. —suspiró—, ¿podemos confiar en él?

—¿Qué es la confianza… realmente? —Tamborileé mis dedos contra


mi muslo—. Especialmente en nuestra línea de negocio. ¿Confío en ti
hoy, no me jodas mañana? —Me tragué una risa—. Es una fantasía, la
confianza.

—No tiene por qué serlo.

—Con algunas personas… —Le di una mirada inexpresiva—, lo es.

—¿Algunas personas como Sergio?

—Algunas veces… —Troné mis nudillos—, vemos solo lo queremos


ver, Nixon.

—Mierda. —Frotó sus manos a través de su rostro—. Se siente como


si algo malo fuera a pasar. Odio esa sensación, y no la puedo detener.
Sea cual sea la tormenta que pensé que había terminado, se siente
como si alguien tiró explosivos a las nubes y encendió una cerilla.

—Lo haré.

—¿Hacer qué? —Los ojos de Nixon se estrecharon—. No dije nada.


—Lo seguiré —exhalé—. Es lo menos que puedo hacer luego de…
todo. Después de todo, afirma saber dónde están ubicados Nick y Pike.
Tal vez descubriré tres pájaros de una piedra.

—Querrás decir de un tiro.

—Sí, pero piedra sonaba mejor.

A Nixon se le escapó una risa y se levantó de su asiento.

—Así que descubres algo malo, ¿qué ocurre?

Tragué la bilis en mi garganta por herir a la familia; no hería a la


familia, ya no más, pero tal vez tendría que hacerlo.

—Phoenix —dijo Nixon, poniendo su mano sobre mi hombro—. No


puedo pedirte que hagas esto si no estás preparado.

—Yo me ofrecí… —Alejé su mano—, y estoy listo. —Tragué la


emoción apretando mi garganta—. Hace mucho tiempo no me dejaste
probarme. Déjame hacerlo ahora.

—Creo que te has probado a ti mismo una y otra vez, Phoenix.


¿Cuándo se detendrá?

—Cuando la culpa se detenga —dije honestamente, expulsando aire


a través de mis labios—. Cuando deje de ver sus rostros… cuando deje
de odiarme a mí mismo… Cuando finalmente tenga paz. Ahí es cuando
se detendrá.

—Nunca. —Nixon maldijo bajo su aliento—. No estamos dotados con


paz.

—Por lo que necesitamos estar cómodos con la guerra. —Puse mi


mano sobre su hombro y luego lo tiré para un abrazo. Besé cada mejilla
en la forma que un jefe lo haría con otro jefe, fuera del respeto total—.
Por lo que esta vez te quedarás atrás y me dejarás hacer el trabajo,
Nixon. Si termina mal, estará sobre mi cabeza. Las familias serán más
indulgentes por mí eliminando a tres individuos. ¿Tú? No tanto. Ha
habido demasiado fuego sobre los Abandonato. Lo último que necesitas
es atraer más atención.

Nixon asintió, su mandíbula apretada.

—Gracias.

—Nunca debes agradecerme por hacer lo correcto.


—Sí, pero lo haré. Todo el tiempo —susurró Nixon y salió de la
habitación, solo deteniéndose en la puerta para decir—. Oh, y… dile a
Tex la próxima semana. Espera a que este desastre se arregle antes de
que amontones más heridas de bala sobre ti.

Mi rostro rompió en una sonrisa.

—Lo pensaré.

—Tu funeral.

—Probablemente.

Nixon sonrió.

—¿Lo vale?

—Demonios, sí.

—Eso fue lo que pensé. —Se rio entre dientes y cerró la puerta tras
él, dejándome solo en medio del silencio.

Iba a rastrear a una rata. Estaba casi cien por ciento seguro que
sabía lo que ocurría con Sergio, pero no tenía pruebas, lo que
significaba que primero necesitaba pruebas, luego necesitaba silenciarlo
sin atraer la atención del FBI sobre nuestras familias.

Hace mucho tiempo, había sido mi trabajo hacer las cosas


desagradables.

Hace mucho tiempo me había odiado a mí mismo por ser tan


endemoniadamente bueno en eso.

¿Pero ahora? ¿Con Bee durmiendo en mi habitación, una sonrisa en


sus labios, su cuerpo desnudo esperando por mí? Si, estaba más que
agradecido, porque Nixon tenía razón, haría lo que sea por la familia.

Lo que sea.

Y estaba a punto de hacer lo impensable por ella.

Iba a matar a Sergio.


Capítulo 45
Confiar y amar, dos cosas que él hizo bien
Traducido por Grisy Taty

Bee

Para el momento en que lunes de la siguiente semana pasó, estaba


oficialmente enloqueciendo. Todavía no me llegaba la menstruación. Y
todavía no le había dicho una palabra a Phoenix. Confiaba en él, lo
amaba, pero las advertencias de las chicas eran como pequeñas
bombas explotando dentro de mi cabeza, y no podía evitar preocuparme
de que esta única cosa causaría que pierda el control.

Mi última clase fue cancelada, dándome el tiempo adecuado para


escabullirme de Elite y correr hacia la farmacia. Era solo cuestión de
tiempo antes de que supuestamente me tuviera que encontrar con
Phoenix, y sabía que se volvería loco si llegaba tarde… de nuevo. Como
era, monitoreaba el pequeño punto en su teléfono como loco —lo juro, si
estaba en el punto incorrecto, lo sabría en dentro de quince minutos—
por eso mi razón para correr.

Habíamos estado haciendo la cosa de soy tu guardia de


seguridad, no puedes ir al baño a menos que yo diga que es hora desde
la semana pasada y me estaba hartando de eso. Era cortés, aunque
distante en la escuela y entonces una persona totalmente diferente en
la casa.

Ayudaba que Sergio raramente estaba allí.

Cuando se las arreglaba para arrastrarse de regreso a la casa,


nunca quería salir. No que hubiéramos sido amiguísimos antes, pero al
menos ahora Phoenix quería disfrutar la vida.

Caso en cuestión: el hombre comía palomitas.

Era un milagro; creo que incluso dije algo como “Hay un Dios”
Cuando tomó más de un bocado, pretendí desmayarme.

Y cuando añadió trozos de chocolate al siguiente lote, una lágrima


casi goteó por mi mejilla. Él puso sus ojos en blanco, atrapó la lágrima
con su pulgar, y me besó.

Su sabor mezclado con chocolate era mi nueva obsesión favorita.


Incluso me ofrecí a bañarlo en él. Se negó, diciendo que no le gustaban
los desastres.

Le dije que lo drogaría y luego lanzaría a la bañera.

Dijo que le gustaría verme intentándolo.

Ja, realmente no debería haber dudado de mí en ese punto.


Sonreí por el recuerdo, mi mano descansando en la prueba de
embarazo. Era solo una prueba, una estúpida cajita. No tenía ningún
poder sobre mí. ¿Entonces por qué estaba hiperventilando?

La agarré lo con una maldición, me apresuré a la caja registradora,


y saqué mi reluciente tarjeta, la que mi hermano mayor me había dado.

Era de titanio.

Y lucía ruda.

Y ni siquiera había tenido la oportunidad de usarla aún. Gracioso,


mi primera vez justo resultó ser en una farmacia porque dormí con el
enemigo.

Excelente, Bee.

Deslicé la tarjeta a través de la ranura. Inmediatamente me


preguntó por mi PIN. Mierda. ¡No tenía idea de cuál era mi pin! Presioné
crédito y recé para que pasara.

Lo hizo.

Nota mental: descubrir el PIN de mi hermano o de Phoenix.

Supongo que cualquiera de ellos podría ayudarme a averiguarlo,


pero odiaba sentirme estúpida e indefensa cuando se trataba de cosas
que alguien de mi edad usualmente debería saber, como mi propio
número de identificación personal.

En el momento que el empleado me entregó mi recibo, mi teléfono


sonó con el tono de llamada de Phoenix, el cual resultó ser un pájaro
cantando.
Él dijo que no era gracioso.

Yo, sin embargo, lo encontraba hilarante. Todo el tiempo.

—¡Hola! —dije con voz ronca, demasiado consciente de la culpa en


mi voz—. ¿Qué sucede?

—¿Dónde demonios estas? —ladró lo suficientemente alto para que


tuviera que alejar el teléfono de mi cabeza para no destrozarme un
tímpano.

—Estaré ahí en diez minutos. Cielos, ¡ni siquiera voy tarde todavía!

—Tu clase fue cancelada, Bee.

—Aww, ¿me estás acosando ahora?

—Bee —gruñó—. Si no estás aquí en cinco segundos, voy a…

—¿Azotarme? —ofrecí—. ¿Luchar en el lodo hasta que diga que me


rendio?

Las cejas del empleado se dispararon al nacimiento de su pelo.

Mis mejillas se calentaron mientras me despedí y salí corriendo por


la puerta en una completa carrera.

—¿Por qué estás jadeando? —preguntó Phoenix en un tono molesto.

—Yo… um, estaba pensando en ti en el lodo. Desnudo.

Maldijo.

—Bee, por favor… Necesito saber que estás a salvo. No hago esto
para irritarte. Necesito mantenerte segura… ¿está bien? No te vayas sin
pedir permiso.

—Tienes suerte… —jadeé mientras la universidad saltó a la vista—,


de que me gusten los bastardos mandones.

Su cálida risa me tuvo sonriendo como una tonta mientras regresé


al campus en una pieza.

—Hmm, ¿te he dicho lo caliente que luces hoy? —susurré al


teléfono, mis ojos bebiéndolo.

Estaba esperando junto al centro estudiantil, las manos en sus


caderas, sin suéter, camiseta blanca apretadamente envuelta alrededor
de su cuerpo. Demonios, el hombre era una delicia para observar. Y no
era la única que pensaba eso; casi me metí en una pelea el día anterior
cuando una chica intentó coquetear con él.

Él no podía estar menos interesado, pero aun así, era el principio.

Las chicas abiertamente miraban.

—¿Jugando, Bee? —preguntó Phoenix en un tono burlón y luego


desapareció de la vista.

Se escabulló detrás del centro estudiantil. ¿A dónde iba? Aceleré mi


paso y luego empecé a trotar alrededor del edificio cuando unos cálidos
brazos se envolvieron a mí alrededor, acercándome a un pecho familiar.

Su voz retumbó contra mi cuello.

—Si luzco caliente hoy, entonces tú luces sexy… tan sexy. —Sus
labios mordieron mi oreja.

Con un escalofrío, tiré todo en mis manos y envolví mis brazos


alrededor de su cuello.

—Amo tu boca. —Capturé su labio inferior entre mis dientes y lo


mordí.

Con un gemido, me empujó contra la pared de ladrillos y deslizó sus


manos por mi suéter.

—Maldición, yo te amo… —maldijo de nuevo—, a ti. —Su lengua se


deslizó dentro de mi lengua y luego retrocedió—. Todo sobre ti.

—Oh bueno… —Empujé su pecho—. Porque me estaba


preocupando.

Puso sus ojos en blanco y bajó la mirada.

Y palideció.

¡Mierda! Intenté envolver mis brazos alrededor de su cuello de


nuevo, pero gentilmente me empujó, sus ojos todavía apuntando al
suelo, y sabía que no eran mis zapatos lo que estaba mirando tan
fijamente.

Retorciendo mis manos juntas, esperé a que gritara.

En su lugar, se agachó, recogió la caja que se había caído de la


bolsa de papel.
—Bee… —Su voz era tan baja que casi no la escuché. Creo que
hubiera preferido que me hubiera gritado—. ¿Qué es esto?

—¿Un nuevo bolígrafo? —bromeé, intentando robárselo de las


manos.

Se alejó de mi cuerpo, llevándose la caja consigo. Tragó lentamente,


sus ojos todavía mirando fijamente la caja, probablemente de la misma
manera en que yo estuve mirándola más temprano en la farmacia.

—¿Qué tan atrasada estás?

—Unos cuantos días. —Forcé las palabras a salir de mi boca; sabían


mal, como si estuviera en problemas por algo, como si debiera sentirme
avergonzada por estar en esta situación—. Pero nunca he sido súper
regular, ya sabes cómo era con mi papá… horario de comer extraño,
escuchar a las personas ser asesinadas, entonces ser capturada aquí.
No es como si mi cuerpo está en calma y capaz de producir hormonas
de manera totalmente despreocupada.

—Vámonos. —Agarró mi bolso y empezó a caminar.

Tuve que correr para alcanzarlo.

—Phoenix, espera… —Puse mi mano en su hombro, pero se separó


bruscamente—. Lo siento…

—No quiero hablar justo ahora, Bee.

—Pero…

—Entra en el maldito auto. —Casi sacó la puerta de sus bisagras


cuando la abrió.

Temblando, entré y me abroché el cinturón.

Cuando entró al auto, chocó su mano sobre volante y empezó a


murmurar en Siciliano. Ni siquiera intenté descifrar lo que estaba
diciendo. Por su tono, supe que era malo.

Y se sintió como si fuera mi culpa.

Me estaba apartando.

Estaba enojado.

Y yo estaba aterrada de que lo que las chicas habían predicho


estuviera a punto de ocurrir. Porque el Phoenix del que me había
enamorado no estuvo presente en el camino a casa.
La mirada embrujada estaba de vuelta.

Y no podía detenerla más pronto de lo que podía dejar de respirar.

Cuando llegamos a la casa, no dijo nada, simplemente abrió mi


puerta, me guio a la cocina y por las escaleras, luego me entregó la
prueba.

—¿Necesitas agua?

—¿Qué? —Sacudí mi cabeza—. ¿Por qué?

Apoyó su cuerpo contra la puerta del baño.

—¿Puedes. Ir. Al. Baño?

—S-sí —murmuré, ahogando las lágrimas—. Quiero decir, puedo


manejarlo. No necesito agua.

—Bien. —Azotó la puerta en mi rostro, dejándome sola para


enfrentar la situación.

Era una planeadora; así fue como fui formada. Constantemente


hacía planes por si acaso porque nunca sabía cuándo era que mi padre
se iba a ir. Nunca sabía si era el último día que vería la luz del sol o si él
me lanzaría a uno de sus hombres.

Así que planeé.

Había tenido rutas de escape.

Había detallado versiones de lo que podía ocurrir y elecciones que


hacer si ellos lo hacían.

¿Pero en esta situación? No tenía un plan. Porque nunca noté el


peligro. No pensé. Y ese era el problema.

Mi corazón estaba invertido.

Así que mi cabeza había tomado una siesta.

Apoyé mis manos contra el lavabo.

Si estaba embarazada, ¿qué pasaría?

¿Y si no lo estaba? ¿Alguna vez sería lo mismo de antes?

Sacudiéndome, rápidamente saqué la prueba de la caja y oriné tan


rápido como era humanamente posible y luego la puse sobre la mesa y
esperé.
Dos minutos era un largo tiempo.

Sonaba corto. La mayoría de comerciales de televisión eran de


menos de dos minutos; quiero decir, tomaba más tiempo caminar desde
mi habitación hasta la cocina.

Pero esos dos minutos fueron el infierno absoluto. Seguía revisando


mi reloj.

Cuando los dos minutos finalmente se cumplieron, no pude mirar.

Simplemente recogí la prueba y abrí la puerta del baño.

Phoenix estaba desplomado contra la pared, recostando su cabeza


en sus manos como si se fuera a caer si no tuviera el apoyo extra.

Cuando la puerta se cerró tras de mí, su cabeza se levantó


bruscamente.

—¿Qué dice?

—No miré. —Le tendí la prueba con manos temblorosas.

Miró fijamente la prueba, sus labios temblando, entonces


lentamente la alejó de mi agarre y la miró por los dos.

Cuando una sonrisa reemplazó su ceño fruncido, quise golpearlo


con mi puño. ¿Y qué? ¿No estaba embarazada y ahora todo estaba bien
en el mundo? Estaba a punto de gritarle cuando dijo en una voz tan
baja que tuve que esforzarme para escuchar.

—Redención.
Capítulo 46
En el momento en que todo en mi mundo
hizo clic
Traducido por Vanemm08

Phoenix

En el espacio de media hora, había pasado de un estado de shock


completo a la rabia, de vuelta al estado de shock, luego algo se retorció
en mi pecho, como si una parte se hubiera roto y se hubiera ido
flotando.

Porque la ira había sido reemplazada por la esperanza.

El shock con la euforia.

Y la ira... con completo terror.

Fue mi culpa que ella estuviera en esa posición. El odio que sentí
por mí mismo era sofocante, y luego ver su cara… Yo sabía que ella
pensaba que estaba enojado con ella, como si fuera su culpa. Pero no
confiaba en mí para hablar. No podía. Tenía miedo de asustarla. Me
temía que ya había asustado la mierda fuera de ella. Como estaba, me
estaba asustando a mí mismo.

Las enfermedades de transmisión sexual se me habían cruzado por


la cabeza por las mujeres con las que había tratado en el pasado, ¿pero
el embarazo? Si, hace mucho tiempo me había dado por vencido con esa
preocupación en particular porque ninguna de las mujeres había
quedado embarazada.

Y lo sabía a ciencia cierta.

Eso tenía que significar que Dios me había estado castigando


físicamente, o tal vez en ese momento solo me estaba dando una
bendición. Cuando hablé con mi padre al respecto, se rió y dijo que
cuando salí para mi decimosexto cumpleaños —después de una
sobredosis fallida de mis medicamentos— les pidió a los médicos que
me esterilizaran.

Había dicho que un hijo era suficiente. Por mí, continuar con la
semilla de nuestra familia solo lo decepcionaría.

Nunca me había sentido tan enojado en mi vida, tenía tantas ganas


de asesinarlo. Porque me había quitado esa elección. Lo hizo para que
me avergonzara de mi propia línea de sangre. No solo me había
avergonzado por lo que estaba haciendo por él, sino que parecía que
había estado protegiendo a las mujeres que habíamos usado… de mí.

Como si yo hubiera sido el verdadero monstruo.

No él.

Nunca le había dicho a un alma lo que mi papá me había hecho. De


alguna manera, se sintió como si al decirlo en voz alta solidificara la
verdad, y mientras más pensaba en ello, más quería gritarlo.

Porque me hubiera encantado una segunda oportunidad.

¿Y para mí, la vida? ¿Darle vida a alguien? Esa era una segunda
oportunidad. Y me lo había quitado… a propósito.

Me había desplomado en la madera después de que Bee había


entrado al baño. No había confiado en mí mismo para no estallar en
lágrimas.

No había confiado en mí hasta que grité y luego me desplomé al


suelo y golpeé mis puños hasta que sangraron.

Con dedos temblorosos, agarré la prueba en mi mano y leí el


resultado. Una sonrisa estalló en mi cara antes de poder detenerme.

Bee había apretado los puños.

—Redención —había susurrado...

—¿Qué? —dijo con voz ahogada—. ¿De qué estás hablando?

Lamí mis labios y encontré su mirada.

—Estás embarazada, Bee. Estamos... embarazados.

Ella asintió con la cabeza, una vez, dos veces, luego se echó a llorar.

—Mierda. —Me puse de pie y la puse en mis brazos, llevándola y a


la prueba a mi habitación. La puerta se cerró detrás de nosotros. Besé
sus mejillas, el sabor salado de sus mejillas solo me hizo sentir como un
idiota porque estaba muy molesta—. Está bien, bebé. Solo respira
hondo.

Los ojos de Bee estaban salvajes mientras trataba de inhalar, solo


para comenzar a toser contra mi pecho.

—Te amo... —dije con voz ahogada—. Estaba asustado... aunque te


amo, Bee. Necesitas saber algo. —Me aparté y agarré su rostro con
fuerza entre mis manos—. Nunca estarás sola. ¿Entiendes?

Más lágrimas corrían por su rostro, chocando con mis dedos.

Bee, mírame.

—Eso... hago —lloriqueó.

—Nunca te dejaré —prometí—. Jamás. Embarazada o no


embarazada, nada va a cambiar jamás lo que siento por ti. —Besé su
boca—. Me posees, Bee Campisi, y no me gustaría que fuera de otra
manera.

—M-Me asustaste tanto. —Resopló, sus lágrimas derritiéndose en


sus labios carnosos—. Pensé que me ibas a odiar, y lo siento mucho. Yo
solo...

La besé. Duro.

Moldeé mi boca contra la suya, mi cuerpo estaba presionado tan


apretadamente contra el suyo que no se sabía dónde terminaba ella, o
dónde iniciaba yo.

Sus labios eran suaves contra los míos.

Mis manos se enredaron en su cabello mientras profundizaba el


beso, succionando su lengua, alejando su tristeza, rezando para poder
llevarme cada centímetro del dolor que estaba experimentando,
odiándome porque sabía que la única razón de que estuviera así fue
porque entré en pánico cuando ella me había necesitado en mi mejor
momento.

—Yo… —Un beso en sus labios—, te... —Un beso en ambas


mejillas—, amo… —Un beso en su frente—. No puedo reaccionar
perfectamente en todo momento. Demonios, puedo parecer aterrorizado,
enojado, frustrado, pero Bee, nunca me alejaría de ti. Nunca. No lo
tengo en mí. No confundas mi silencio o enojo con la falta de amor. La
mayor parte del tiempo es porque te amo tanto que reacciono. Sé que
eso no es excusa, pero eres la cosa más preciosa en mi mundo. —Se me
hizo un nudo en la garganta—. Ambos.

Puse mi mano contra su estómago plano.

—Dios... —Las palabras se atraparon en mi garganta en mi


garganta.

—¿Por qué? —susurró con voz entrecortada—. ¿Por qué estabas tan
molesto?

—Porque... —Mantuve mi mano donde estaba, temía que si la


quitaba, todo sería un sueño—, mi padre dijo que no podía tener hijos.
Me operaron después de estar en el hospital. Quería que la mala
semilla, la maldición, como lo había llamado, terminara conmigo.

Bee se cubrió la boca con las manos.

—¡Lo siento mucho!

—Entonces... —Me arrodillé y presioné mi cabeza contra su


estómago—, ahora mismo... estoy bastante seguro de que estoy
presenciando un milagro.

Ella enredó sus manos en mi cabello; ahora que era más largo, le
era posible agarrarlo.

—Sí. —La adoración brilló en sus ojos—. Creo que yo también.


Capítulo 47
Matar amigos, nunca es parte del plan
Traducido por Rose_Poison1324

Sergio

Iba a tener que matar a Phoenix.

No importaba cómo lo mirara, el escenario era el mismo. Los


federales querían entrar, y la única entrada que podían conseguir sería
yo.

Tuve que tenderle una trampa. Hacer que parezca que confiaba en
mí lo suficiente como para hacerme cargo de la familia Nicolasi. Tuve
que mentir, engañar, robar, asesinar. Todo porque mi vida estaba sobre
la línea.

¿Cuándo me volví tan egoísta? ¿De repente me desperté un día y


decidí que viviría la vida por mí y solo para mí?

Apreté el vaso de whisky en mis manos.

El problema era que sería demasiado fácil, algunas modificaciones a


los contratos que Phoenix ya había redactado, que cada jefe había
redactado solo en caso de que lo mataran, para que la familia no
quedara en caos.

Mi nombre reemplazó el de Nick.

Después de todo, él era una noticia vieja, y yo sería quien llevaría su


traición a la familia, solo que haría que pareciera que estaba vendiendo
secretos a los federales junto con Phoenix y Pike.

Bueno, Pike era solo un desafortunado cabo suelto. Hizo que fuera
fácil para los federales matarlo sin que pareciera que fue a propósito.
Había llegado a un acuerdo, les había dado toda la información que
necesitaban, y ahora habían terminado con él.

Y yo iba a ser el que acabara con él.

Sin cabos sueltos.

¿Sabes, la cosa acerca de la mafia? La gente siempre nos juzgó;


dijeron que somos el mal en el mundo; no tenemos corazón.

Tonterías.

La mafia era un desfile en comparación con lo que yo estaba


tratando. ¿Los federales? Todo lo que querían era poder y más poder, y
no les importaba a quién mataran para obtenerlo.

Mis dedos se entumecieron por el hielo en el vaso mientras


continuaba mirando el reloj en la cocina.

Bee iba a estar devastada.

Nixon iba a sospechar, pero siempre había sospechado, nunca supo


realmente por qué había mantenido las cosas tan ocultas, tan cerca de
mí.

Tomé otro sorbo de whisky, dejando que la quemadura se arrastrara


hasta mi estómago.

Había dejado de vivir para mi familia.

Y había comenzado a trabajar para el diablo.

Y esperaba que algún día alguien me matara por eso, así como yo
quería matarme.

Pero era Phoenix o sería yo.

Y aparentemente, valoraba mi vida más que la suya, o tal vez era


solo el hecho de que sabía que él quería salir de su miseria.

No lo había visto en dos semanas. Me había mantenido alejado a


propósito; había hecho el trabajo más difícil.

La risa estalló desde el piso de arriba y flotó hacia abajo.

Se acercó.

Hasta que Phoenix y Bee estuvieron en la cocina.


Ella saltó a sus brazos, envolviendo sus piernas alrededor de él, y lo
besó. Esperaba que Phoenix enloqueciera; odiaba que lo tocaran y
supuse que su aventura había terminado hace mucho.

En cambio, parecía más caliente que nunca.

Él gimió y luego se rió contra su boca.

Me aclaré la garganta. Lentamente, Phoenix la bajó por su cuerpo y


miró en mi dirección.

—¿Atrapaste un resfriado, Serg?

—Lindo. —Levanté mi vaso hacia él—. ¿Jugando con la hermana del


Cappo, Phoenix?

—Jugar significaría que estaba a punto de parar... o de alguna


manera aburrirme. —Inclinó la cabeza, sus ojos asesinos—. Y teniendo
en cuenta que ella aceptó casarse conmigo, diría que eso no va a
suceder.

Escupí el contenido de mi bebida y golpeé el vaso sobre la mesa.

—¿Qué?

—Casarnos. —Phoenix sonrió—. La reacción normal es un brindis,


pero atragantarse también está bien... supongo.

—Casarte —repetí—. ¿Con Bee?

Bee se echó a reír.

—Um, ¿lo ves besando a alguien más?

No. Por otra parte, Phoenix evitaba a las mujeres como la peste. En
realidad, había empezado a considerar la idea de que se había
cambiado al otro bando.

—¿Tex sabe? —Me aclaré la garganta y puse el hielo que se había


derramado de mi bebida en mi mano.

—Todavía no. —Phoenix se estremeció—. Me reuniré con él a finales


de esta semana.

No. No lo haría.

No tendría la oportunidad.

Porque estaría muerto.


Por mi mano.

—Bueno… —Las palabras se sintieron divertidas cruzando mis


labios. Probé sangre, debí haberme mordido la lengua—. Espero que
todo salga bien.

—Lo hará. —Phoenix me lanzó una mirada fulminante—. ¿Por qué


no lo haría?

Porque... amigo. Voy a terminar contigo y posiblemente eliminaré a la


única razón de Bee para vivir.

—Lo hará —mentí—. Tengo que salir. Los veré... más tarde.

Pasé junto a ellos y corrí hacia mi auto. Me sorprendió que solo


pasaron diez segundos antes de salir del camino y vomitar sobre la
grava.

Como si sintiera mi vacilación, mi teléfono sonó.

Agencia: Mañana por la noche. A las ocho. No llegues tarde y trae un


amigo.

Parecía un texto amigable.

Era una invitación a una muerte segura.

Yo: No puedo esperar.

Le respondí el mensaje y volví a vomitar. Mi mano se cernía sobre


mi lista de contactos, pero esa era la cosa... Tenía a mi hermano, pero él
tenía a Amy... Tenía a Nixon, pero él tenía a Trace.

Sin amigos.

Sin familia cercana.

Nadie.

No tenía a nadie.

Y ahora Phoenix sí.

Entonces, ¿por qué... por qué mi vida era más preciada que la suya?
Capítulo 48
Justo cuando todo comienza a verse bien…
Traducido por Rose_Poison1324

Phoenix

Eché un vistazo al techo y planifiqué, conspiración era lo más


parecido. Conocía esa mirada en la cara de Sergio.

Era sólo cuestión de tiempo.

Había planeado seguirlo todo el día y no le había dicho a Bee que no


iría con ella a la escuela. Chase dijo que me cubriría.

Era gracioso, porque quería a Nixon y había conseguido a Chase en


su lugar, y me dijo que tenía suerte de que me estuviera haciendo un
favor y no le dijera a Tex.

Confiaba en Chase.

Solo que, sabía que me odiaba.

Nixon, de alguna manera, era capaz de superar las cosas; Chase


tenía la tendencia de masticarlos un rato, fingir que se los tragaba,
luego los tosía y volvía al viaje.

—Phoenix —susurró Bee contra mi pecho—. ¿Qué hora es?

—Buenos días. —Me di vuelta y la miré. El cabello oscuro le caía


sobre los pómulos. Me quedé sin aliento. Haría cualquier cosa para
mantenerla a salvo.

Con el pecho apretado, la alcancé y tomé posesión de su boca.

—Hmm. —Se apartó—. Una muy buena mañana.

—La mejor. —Me reí entre dientes contra sus labios—. Creo que
también conozco una manera de mejorarlo.
—¿Oh? —Se arrastró hasta estar a horcajadas sobre mí—. ¿Y cuál
es?

—Adivinadora —gruñí, agarrando sus caderas con mis dos manos.

Echó la cabeza hacia atrás y suspiró.

—Sí, bueno, ese no es mi único talento.

—Créeme —gruñí—, soy muy consciente.

La noche anterior había sido un sueño absoluto, o una pesadilla,


dependiendo de cómo lo vieras. Habían pasado años desde que había
dejado que una chica me tocara.

Incluso sabiendo eso, Bee no solo me había tocado; había


acariciado, jugado y, cuando eso no había satisfecho su curiosidad,
había probado.

Morí mil muertes.

Y duró menos de cinco segundos con su boca sobre mí antes de que


tuviera que estar dentro de ella.

No habíamos dormido mucho, y parte de la razón se había sentido


desesperada, como si hubiéramos pasado alguno de esos momentos que
tuvimos juntos haciendo otra cosa más que besarnos, hacer el amor,
entonces estábamos derrochando. Tal vez fue por eso que sentí que
había desperdiciado gran parte de mi vida hasta ahora.

—¡Phoenix! —Bee aplaudió con sus manos frente a mi cara y luego


meció sus caderas contra mí—. Concéntrate, hombre. Solo tenemos diez
minutos.

—Mandona. —La alcancé pero fui rechazado.

—Pon tu cabeza en el juego, hijo. —Guiñó un ojo—. Tenemos diez


minutos antes de que tenga que prepararme. —Deslizó su cuerpo
contra el mío.

Gemí.

—Entendido. Diez minutos.

—Tal vez nueve ahora.

Se rió y luego se deslizó contra mí otra vez. Bee frotando su cuerpo


desnudo contra el mío era tan malditamente erótico, que solo quería
recostarme y mirar, y luego me golpeó el pecho, matando el momento.
—¡Amigo, se nos acaba el tiempo!

—¿Acabas de llamarme amigo?

—Sí, como si estuviéramos en una granja, ¡un rancho para turistas!


—Aplaudió—. ¿Lo entiendes? Porque estoy encima de ti y...7

—Bee... —Con un tirón y un poco de cambio, la tenía acostada de


espaldas—, cállate.

—Pero…

Mi lengua se hundió dentro de su boca mientras cubría su cuerpo


con el mío; nuestras manos se apretaron con fuerza mientras le hacía el
amor a cada centímetro de ella, prestando especial atención a cada
lugar, preocupado de haber perdido una mancha de piel que aún no
tenía mis labios.

—Me gusta cuando me haces callar. —Me tiró del pelo y casi me
sacó sangre con sus dientes cuando me besó—. Más.

—Siempre te daré más. —Me mecí dentro de ella—. Siempre.

—Bien. —Su cabeza cayó hacia atrás contra las almohadas mientras
mis movimientos iban de lentos y fluidos a frenéticos—. Eso es muy
bueno.

Cuando enganchó sus tobillos detrás de mí, perdí el control por


completo, olvidando su placer o cualquier otra cosa. Dejé que su agarre
me llevara por el precipicio.

—Bastardo egoísta —siseó.

—¿Qué? —Horrorizado, la miré—. Bee, lo siento mucho yo…

—Bromeaba. —Levantó las manos—. Pero valió la pena ver esa


expresión en tu cara.

Con un gruñido, la azoté. Duro. E incliné mi cabeza.

—Todavía tenemos cinco minutos, Bee…

—Así que úsalos. —Se movió contra mí—. Y hazlo bien, Phoenix.

—No sé cómo hacerlo mal.

—Lo sé. —Se rió—. Ah, y te amo, en caso de que tengas curiosidad.

7
N.T. En los ranchos para turistas en Estados Unidos se ofrece caballos para
cabalgar, por eso Bee hace esa referencia.
—Bien, porque cuando gritaste mi nombre hace un momento, temí
que tu corazón no estuviera realmente en esto.

—Sí, bueno, no todos los gritos son iguales.

Me reí contra su cuello.

—Probablemente dos minutos... ¿ducharte o besarte?

—Chico tonto con sus opciones divertidas. —Golpeó su boca contra


la mía.

Y pasé los siguientes dos minutos haciéndonos olvidar a todos


menos a nosotros... juntos.
Capítulo 49
Corazón. Roto
Traducido por NaomiiMora

Bee

—Entonces...

Salí del auto y revisé mi celular. Sorprendentemente no había


mensajes de miedo del hermano. ¡Las cosas estaban mejorando! Sabes,
hasta que le dijera que mi guardia de seguridad, enemigo familiar y su
persona menos favorita iba a ser papá.

Sí, tal vez debería decirle a Mo primero para que pueda allanar el
camino con mucho, mucho sexo. Ew. Era mi hermano, pero estaba
desesperado por que estuviera lo más tranquilo posible cuando Phoenix
y yo nos sentáramos con él y le diéramos la noticia. Incluso pensé en
traer un cachorro.

Porque los cachorros gritaban inocencia, y realmente, ¿quién podría


dispararle a alguien frente a un cachorro? Un bastardo sin corazón, ese
sería.

¡Oh mira! El nombre de Tex junto a esa definición en el diccionario


Webster. Oh bueno, lo intenté.

—Entonces, ¿qué? —Phoenix revisó su teléfono y no se quitó los


lentes de sol o la chaqueta.

—Er, vamos a clase primero, ¿o se me promete café de antemano?

—Café. —Sonó una voz—. Ah, olvidé lo divertido que era ser un niño
de recados. Chase, tráeme café. Chase, toma mis libros.

Phoenix sonrió con suficiencia.

—Trace nunca te mandó así.


—Cierto. —Chase suspiró—. Creo que lo inventé en mi cabeza para
sentirme mejor por ser su guardia de seguridad. Ya sabes, ya que mis
bolas casi desaparecieron durante ese triste, triste momento.

—¿Chase? —Crucé los brazos—. ¿Por qué estás aquí?

—¿Eres más pequeña de lo que recuerdo? —Miró a Phoenix—. ¿Se


ve más pequeña?

—Justo aquí —canté, levantando mis manos.

—No. —Phoenix se tocó la barbilla—. Más bonita, sin embargo.


Definitivamente más bonita.

—Shh, shh, no dejes que el Cappo te escuche decir eso para que no
castre tus bolas y se las dé a los pájaros.

—Pájaro. —Me reí.

Phoenix lo fulminó con la mirada.

—Le encanta esa palabra. —Guiñando un ojo, crucé los brazos—.


No, pero en serio, ¿por qué estás aquí, Chase?

—Es el trabajo, pequeña.

—¿Pequeña? —repetí.

—En serio, pensé que eras alta. —Chase sacudió la cabeza—. Muy
bien, vamos a tomar un café, ya que claramente tu crecimiento ya está
hecho polvo, y luego iremos a clase. No puedo esperar para molestar a
tus estudiantes menos favoritos. No me digas quiénes son; lo descubriré
y luego haré un movimiento de corte con el dedo y veré si se mean.

Phoenix puso los ojos en blanco.

—Lo siento, Bee. Tengo algunas cosas que necesito hacer hoy, así
que Chase se asegurará de que llegues a cada clase a tiempo.

—Y orinar durante los descansos asignados —dijo Chase—. Pero es


extraño que Phoenix realmente haya escrito eso.

En pánico, estaba a punto de enloquecer, o decir algo como ¡No me


dejes! cuando Phoenix me tomó en sus brazos y me besó, silenciando
todas las preocupaciones antes de que pudiera expresarlas.

—Bebé… —Me besó más fuerte—, estás segura. Solo confía en mí en


esto, ¿de acuerdo?
—¿Y... —tuve problemas para encontrar mi voz—, volverás? ¿Esta
noche? ¿Cómo lo prometiste?

—Sí, sí y sí. —Besó mi nariz—. Te amo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡Estúpidas hormonas!

—También te amo.

Cuando me soltó y dio un paso atrás, esperaba que Chase se fuera


contra él o dijera algo inteligente. En cambio, tenía la boca entreabierta
y nos miraba como si le acabáramos de decir que éramos de Marte y lo
llevaríamos de regreso a nuestro líder.

—Amigo... —Chase se rascó la cabeza—, Tex va a perder su


cabeza... pero... estoy feliz por ti. —Se lamió los labios y miró hacia
abajo—. No pensé... que fuera... así.

—¿Cómo qué? —Phoenix agarró mi mano y besó cada dedo.

—Real. —Chase resopló, finalmente mirando hacia arriba—. No


pensé que fuera real.

—¿Y ahora? —preguntó Phoenix, soltando mi mano y sacando sus


llaves—. ¿Y ahora qué piensas?

—Creo que es mejor que dejes de mirarla de esa manera antes de


que termine embarazada. —Chase se rió entre dientes—. Eso es lo que
pienso.

Luché para mantener mi risa mientras Phoenix se reía entre


dientes.

—Muy bien entonces... ustedes diviértanse.

—Por favor. —Chase lo alejó con la mano—. Soy el mejor


guardaespaldas.

—Te dispararon la última vez. —Phoenix puso los ojos en blanco—.


Sólo digo.

—Herida superficial, perra. —Chase le enseñó el dedo de forma


vulgar—. Sólo digo.

—Muy bien, chicas. —Aplaudí—. ¿Podemos irnos ahora? ¿Antes de


que uno de ustedes termine comparando el tamaño de las armas?

—Como si fuera un concurso —se quejó Chase.


—¡Muérdeme! —Phoenix cargó hacia él.

Riendo, empujé el pecho de Phoenix y lo empujé hacia el auto.

—Entra, chico grande. Aparentemente, tienes trabajo que hacer.

—La dejas acercarte a cualquier lugar cerca de tu arma, y te acabo


—gritó Phoenix por encima de mi hombro y luego me besó
posesivamente.

—¿Te das cuenta de que está felizmente casado? —señalé cuando


retrocedió.

—No me importa. —Phoenix me besó de nuevo, esta vez más duro—.


El hombre podría encantar cualquier cosa con pulso.

—¡Gracias! —gritó Chase—. Le haré saber a mi esposa que aprecias


mi habilidad.

—La conversación más extraña de todas —murmuré—. Ve, Phoenix,


estaremos bien, los tres.

Su cara se suavizó.

—Los extrañaré a los dos.

—Vete ya.

Me besó de nuevo, luego cerró la puerta de su auto y se fue.

Fue difícil no sentir su pérdida como un golpe físico en mi cuerpo.


Me había acostumbrado tanto a tenerlo cerca que su ausencia a mi lado
se sentía extraña; incluso cuando había sido molesto y cruel conmigo,
todavía había estado allí.

—Levanta la cabeza, florecilla. —Chase se puso un par de lentes de


sol y tronó sus nudillos—. Estás con el tío Chase ahora.

—¡Ew! —Levanté mis manos—. Estoy segura de que lo dijiste como


un extraño gesto familiar, pero todo lo que sentí fue la intensa
necesidad de golpearte en la cara.

—Aw, realmente eres la hermana de Tex. Estoy muy orgulloso. Pero


no golpees mi cara. Mil se enojará. Aparentemente, solo ella tiene
permitido herirme.

—¿Sucede a menudo?

—Más de lo que me gustaría admitir —rió.


Siempre me había gustado la risa de Chase; era fácil, divertida,
cómoda. Era casi lo suficientemente cómoda como para olvidar que era
un asesino entrenado, que también era experto en el arte de la tortura y
disfrutaba disparando cosas.

Suma a eso su exageradamente buena apariencia, y una chica se


sentía todo menos cómoda con el chico. Más bien petrificada y muy
curiosa sobre cómo mantenía su cabello tan perfecto todo el tiempo.

—¿Te depilas? —pregunté, una vez que llegamos a la cafetería del


campus.

Chase sonrió con suficiencia.

—¿Me depilo? ¿De dónde vino eso?

—Aquí arriba. —Me toqué la cabeza—. Ahora cómprame un café y


responde la pregunta.

—¿Estamos hablando de depilar mis cejas o mi... —gruñó—,


trasero?

—¿Tienes un trasero peludo?

—¿No te gustaría saberlo?

—No, realmente no quisiera. Solo es curioso cómo mantienes... —


Señalé su rostro—, todo esto tan perfectamente arreglado.

—Aw, demonios, me llamó perfecto. —Le guiñó un ojo al barista


que, a su vez, parecía lista para ahogarse en su lengua y desmayarse
con la varita de leche—. Guarde el cambio —susurró.

Le había dado uno de veinte.

—Pequeña puta descarada —dije en voz baja—. Coqueteando con la


barista.

—Tiene cincuenta años. —Chase puso los ojos en blanco—. Y ha


trabajado en Elite durante los últimos cuatro años, tiene tres nietos, no
puede pagar el seguro de salud, o no podía hasta que la contratamos, y
su número de seguro social es....

Me tapé las orejas y guiñé un ojo.

—Aclaraste tu punto. Lo sabes todo sobre todos.

—¿Quieres jugar un juego? —Me dio su café y extendió su brazo.


Lo tomé y entrecerré los ojos.

—¿Ah, dudosa de mi habilidad?

—Tal vez.

—Nombra un maestro.

—Señor Hibland.

—Horrible hombre. —Chase se estremeció—. En realidad trató de


matar a su propia esposa para obtener un seguro de vida. Cuando la
universidad descubrió que trató de asustar a su caballo, lo asustamos,
le cortamos la lengua y le ofrecimos un salario encantador para enseñar
el lenguaje de señas para poder mantenerlo bajo nuestro control si
necesitáramos una limpieza rápida en el campus. Su número de seguro
social cambió, después de todo, su esposa cree que está muerto. Ah, y
le dimos el dinero del seguro de vida. Lo último que supe fue que estaba
en su segunda luna de miel en Francia.

Mi boca se abrió.

—¿Qué? —Se encogió de hombros—. El hecho de que sean maestros


aquí no significa que estén limpios. De hecho, tenemos más maestros
sucios que limpios en Elite, pero nos gusta de esa manera. Básicamente
significa que podemos quemar toda la escuela y ellos simplemente
asienten con la cabeza y preguntan si queremos quemarlos también.

—De miedo.

Chase tomó un sorbo de su café.

—En realidad no, pero es necesario.

—¿Para controlar a todos y todo?

—Si no lo hacemos... —Dejó de caminar—, gente sale herida. Por lo


tanto, controlamos, jugamos al titiritero y, con suerte, cuando las cosas
se van al infierno, podemos arreglarlos.

—Ja. —El café estaba caliente contra mis labios mientras


caminábamos en un cómodo silencio hasta mi primera clase—. ¿Sabes
lo que está haciendo Phoenix?

Resopló.

—Phoenix es todo tipo de miedo. No me apresuraría a preguntarle


que decirle a Nixon que quiero una patada rápida en las bolas. Nixon lo
sabe, y eso es suficiente. Sin embargo, si fuera un apostador, diría que
tiene que ver con Sergio.

Me detuve.

—¿Por qué Sergio?

—Mantén a tus amigos cerca... y a tus enemigos más cerca. —Me


sacudió la barbilla con los dedos y me llevó al edificio.

—¿Y ustedes piensan que Sergio es nuestro enemigo?

—Pensar, sospechar, reflexionar... —Chase se encogió de hombros—


. Independientemente, Phoenix es el que tiene que resolverlo, no
nosotros. Después de todo, es el único que realmente sabe algo sobre
Sergio. El resto de nosotros nos quedamos en la oscuridad, gracias a
Dios.

—Espera, no entiendo.

Chase suspiró y se frotó la cara con la mano libre.

—Piénsalo de esta manera... nuestra familia tiene secretos,


muchísimos secretos. Los secretos son como la moneda en nuestra
forma de vida. ¿Pero el guardián de la puerta? Ese siempre fue Luca.
Por eso la gente estaba tan aterrorizada por él. Lo sabía todo.
Demonios, todavía no sé cómo dormía el hombre por la noche. Pero hizo
que su meta en la vida fuera tener algo de cada familia, de cada
individuo. El día que murió, esos secretos hicieron una pequeña
transferencia, directamente a las manos de Phoenix.

—¿No lo pone en peligro? —Me tragué el miedo que se estaba


levantando lentamente en mi garganta.

—No, cariño. —Chase se rió entre dientes—. Eso lo convierte en un


poderoso hijo de puta. Y lo último que quieres hacer es enojar a un
hombre que finalmente tiene algo por lo que vivir.

—¿Eh?

—Tú —susurró Chase—. Estoy hablando acerca de ti.


Capítulo 50
Los secretos matan
Traducido por NaomiiMora

Phoenix

Manejé en un silencio tenso, siguiendo mi GPS hasta que finalmente


dejó de moverse. Estacioné mi auto al otro lado de la calle y miré hacia
el edificio. Bueno, mierda.

El Edificio Federal.

Una parte de mí lo sabía.

Y esa parte estaba deseando como el infierno que estuviera


equivocado.

Con un fuerte suspiro, me aseguré de poner mis dos pistolas en la


guantera y arrojé mis lentes de sol al tablero.

La carpeta estaba en el asiento de cuero a mi lado, burlándose de


mí, mirándome. La letra de Luca estaba garabateada sobre ella.

Saqué la nota de la parte superior de la pila y la leí de nuevo.

Abre y procede solo si se ha reactivado. Es la única forma. Sé


inteligente. Cuídate. Eres un Nicolasi ahora. Haz lo que hay que hacer.
Piénsalo más tarde.

—Ja, fácil para ti decirlo, bastardo loco. —Me limpié la cara con las
manos y lentamente salí del auto, cerrando la puerta detrás de mí. Eché
un vistazo al edificio y crucé la calle.

Cuando llegué al edificio y a través de los detectores de metales,


estaba sudando.

Un De Lange, el jefe de la familia Nicolasi, estaba caminando


oficialmente hacia territorio enemigo.
Si alguien me hubiera dicho que entraría en el edificio del FBI hace
un año, habría pensado que se referían a esposado.

No como un hombre libre.

Tomé el ascensor hasta el cuarto piso.

Las puertas del ascensor se abrieron. Miré hacia arriba. La actividad


estaba borrosa en la oficina: papeles volaban, teléfonos sonaban.

Pero en el momento en que salí del elevador, toda actividad...


simplemente... se detuvo.

Ese era el problema con el gobierno; tomaban fotos tan horribles de


las personas que cuando los federales realmente me veían en persona,
tenían que mirar durante unos cinco segundos antes de darse cuenta
de quién demonios era yo.

Nadie movió un músculo.

Sonreí y me dirigí hacia la oficina administrativa.

Los susurros comenzaron. Tuve la repentina urgencia de darme la


vuelta y decir algo como ¡Boo!, pero probablemente lo confundirían con
una bomba y lo usarían como una razón para arrestarme.

Como era…

Estaba limpio.

Como un maldito silbato.

Lo sabía. Ellos lo sabían.

Podría desnudarme y bailar un poco, y aún tendrían que dejarme ir


porque sabía demasiado.

Para los federales, era demasiado peligroso.

Porque lo que Luca sabía, ahora yo lo sabía.

Y podría hacer que los encerraran.

Cuando llegué a la oficina del Director Smith, el resto de la


habitación comenzó a hablar de nuevo, aunque estaba en silencio como
si tuvieran miedo de hablar demasiado alto.

Toqué dos veces.

Él levantó la vista.
Y palideció.

Incliné mi cabeza.

—¿Te importa si entro?

Abrió la boca, pero todo lo que salió fue un graznido.

—¿Qué? No, es bueno verte. —Tragó saliva y se puso de pie.

—Prefiero que te sientes. —Le tendí la mano—. No me des una razón


para dispararte y arruinar esa hermosa foto de... —Miré a su
alrededor—, ¿Andi, ¿no? ¿La hija adoptiva que plantó en Elite? Pelo
rubio... ojos muy bonitos y marrones... —Me reí entre dientes—. Y
muriendo, ¿estoy en lo cierto? De... ¿qué? —Chasqueé los dedos—.
Leucemia, eso es.

Su rostro se puso rojo brillante.

—¡No sabes nada!

—Oh... —Tomé asiento y puse mis pies sobre su escritorio—. Sé un


poco de todo, así que no juguemos ese juego. Ya estoy aburrido. —
Bostecé—. Los trabajos del gobierno pagan una mierda, ¿no?

Bajó la vista.

—Pero yo... —Me reí entre dientes—. Estoy forrado. Pero espera... —
Le señalé y sacudí un poco el dedo—. Probablemente ya lo sabías,
¿verdad?

Más silencio.

—Entonces... —Asentí—. Seguí pensando, ¿qué podría causar que


Sergio se asustara, se levantara y se fuera por días y luego de repente
diga que sabe dónde encontrar a Nick y Pike?

—Phoenix, yo…

—Cállate —solté—. Estoy hablando.

Sus fosas nasales se dilataron.

—¿Cuánto? —pregunté.

—¿Cuánto?

—Hazte el tonto una vez más y te voy a cortar el pulgar. —Alcancé


un abrecartas en su mesa—. Un poco aburrido, pero puede ser
suficiente.
—Un millón —dijo tan suavemente que casi no entendí las
palabras—. Los rusos iban a pagar un millón. Todo lo que tenía que
hacer era inculpar a Pike, hacer que pareciera un accidente, luego
infiltrarme en la familia.

—Mi familia.

—La familia Nicolasi.

—¿Con?

—Están sangrando dinero. Necesitan una nueva ruta comercial...


pensaron que la mejor manera de enviar y sacar drogas era con la
marca Nicolasi. Tienes siete puertos en los Estados Unidos.

—Los tengo.

—Y… —Tiró del cuello de su camisa—. Sergio, naturalmente, se


haría cargo de las operaciones por mí, interviniendo como el próximo
jefe.

—Uno que controlaras.

Se lamió los labios y miró por la ventana.

—Haría cualquier cosa para salvarla.

—¿Cualquier cosa? —Incliné mi cabeza—. ¿Lo dices en serio?

Smith hizo una pausa.

—¿A qué te refieres, Phoenix?

—Me ocuparé de tu problema. Elimina a los jugadores, elimina a los


que necesiten salir... y te protegeré de Petrov. —Capturé sus ojos con
una mirada puntiaguda—. Pero te costará. Después de todo, casi
destruiste mi vida, así que es justo que se me hiciste sangrar... te haré
sangrar.

—¿Qué pasa con Sergio?

—Me dejarás tratar con Sergio.

—Lo matarás.

—Se acabó el tiempo. —Me puse de pie—. Te llamaré más tarde hoy
para pedir tu respuesta. Solo sé que esta no es una guerra que ganarás.
Terminar muerto en el intento, y tu hija muere... o yo salvo tu patético
trasero, y tu hija vive.
—¿La volveré a ver alguna vez? —No me miró a los ojos.

—¿No crees que es un poco tarde para comenzar a actuar como


padre preocupado? De acuerdo, un millón de dólares sería de gran
ayuda para sus tratamientos, pero probablemente debiste haber
pensado en eso antes de comenzar a malversar dinero y a incursionar
en los casinos rusos, ¿verdad?

—Nunca quise... —Su cuerpo se sacudió—. Nunca quise llegar tan


lejos. Mi trabajo, mi carrera, mi pequeña...

—Todas tus elecciones. —Asentí—. Estaré en contacto y no intentes


huir del país o llamar a sus superiores, o tendré un arma enterrada en
esa frente húmeda antes de que termine la maldita llamada.

Cerré la puerta de un portazo y silbé mientras caminaba de regreso


a los ascensores. El pequeño punto en mi teléfono se detuvo
nuevamente. La oficina de Sergio estaba un piso más abajo.

Decidiendo contra los ascensores, subí las escaleras y me dirigí al


laberinto de cubículos.

Cuando encontré el suyo...

Suspiré.

Se quedó inmóvil, sin darse la vuelta.

—Solo hazlo ya.

—¿Hacer qué? —pregunté con calma, aunque tenía ganas de


arrancarle la cabeza.

—Si no me matas, Nixon lo hará. No tuve elección.

—No —escupí—. No te atrevas a decir que no tienes otra opción, no


a mí de todas las personas. No a mí, Sergio. —Acerqué su silla y agarré
su barbilla con las manos.

La gente a nuestro alrededor jadeó.

—Hazlo. —Sus fosas nasales se dilataron—. Fui iniciado. Ese fue el


trato con Luca. Me inicié. Él viene por mí. Era sólo cuestión de tiempo.

—¿Me ibas a matar? ¿Habrías seguido con el plan?

No dudó, simplemente dijo:

—Sí.
—¿Por qué?

—Porque quería vivir.

—¿Y no lo merezco también?

—Eres Phoenix De Lange. ¿Cuándo has merecido vivir?

Lo golpeé en la cara y luego lo puse de pie.

—Creo que voy a disfrutar esto.

—¿Qué? —La sangre brotó de su boca—. ¿Disfrutar qué?

Sonriendo, lo arrastré hasta el elevador y presioné el botón del


lobby. Cuando se abrieron las puertas del ascensor, lo empujé y luego
lo golpeé nuevamente. Me estaba dejando golpearlo, y en ese momento
no me importó.

Se dejó caer al suelo.

Ignoré la sangre y le marqué a Nixon.

—¿Problema? —preguntó.

—Reunión. The Space. Trae compañía.

Cuando colgué, le tiré el teléfono a Sergio.

—Llama a Nick y Pike. Haremos esto ahora.

—¿Y qué? Nos matas a todos, ¿y luego qué? Petrov todavía quiere en
la familia Nicolasi.

—¿Quién dijo que no lo iba a dejar entrar?

—Pero… —Los ojos de Sergio se abrieron—. ¡Es basura rusa!

—El dinero... siempre habla. Le doy lo que quiere. Nos deja solos.
Vamos, Sergio, dejas que tu propio miedo se interponga. Quiere una
compañía naviera. Se la doy por un precio. Las cabezas no tienen que
rodar, a menos que yo diga que ruedan.

—Pero… —La sangre goteó de sus labios—. ¿Estás diciendo que si te


hubiera dicho desde el principio lo que estaba pasando...?

—Quizás entonces... —suspiré—, te habrías salvado.

—¿Y ahora? —se atragantó.

—Ahora —dije asintiendo—. Te entrego al verdugo.


Capítulo 51
Fuera de la bolsa
Traducido por NaomiiMora

Bee

—Si no comes, Phoenix se enojará —cantó Chase, colgando un


Cheetos delante de mi cara—. En serio, come algo.

—Yo, um... —Frotando mi estómago intenté sonreír—. Simplemente


no tengo mucha hambre.

—Una papa. —Me la entregó—. Y bebe un poco de agua. Maldición,


te ves pálida. No puedes caer muerta en mi turno. En serio, tengo una
reputación que mantener.

Con una sonrisa tensa, agarré la patata, la tragué y continué con el


agua.

Y diez segundos después, lo vomité en el suelo detrás del árbol.

Chase estuvo allí en segundos, frotándome la espalda.

—Vaya, pequeña, ¿ni siquiera puedes soportar una sola patata? —


rió—. Caray, es como si estuvieras embara…

No terminó la oración.

Dejó de frotar mi espalda.

—Bee... —Su voz se volvió seria—, dime que tienes gripe.

—Tengo gripe. —Puse los ojos en blanco y me limpié la boca.

Chase entrecerró los ojos.

—Genial, ahora deja de verte tan culpable y dímelo a la cara.


Por alguna razón —tal vez fue la preocupación en su voz y la mirada
lastimosa que me estaba dando o tal vez fue solo el estrés de no tener a
Phoenix— me eché a llorar. Quiero decir, perdí mis estribos por
completo y lloré contra su pecho.

—¡Voy a matarlo! —Chase se enfureció, dándome palmaditas en la


espalda un poco demasiado fuerte—. Dime dónde dispararle. Quita eso,
le quitaré el pene a ese hombre. ¡Hijo de puta, es un hombre muerto!

—Lo sabe... —sollocé—. Estoy feliz.

—Si te lastimó... —Chase me alejó—. ¿Qué dijiste?

—Feliz. Estoy feliz —resoplé—. Simplemente lo extraño.

—Lo siento. ¿Acabas de decir que estás feliz... con Phoenix? ¿Y vas a
tener a su amado hijo?

Asentí, limpiándome las mejillas.

—Y tomó esta noticia... ¿cómo exactamente? ¿Le disparó una


ardilla? ¿Golpeó una pared? ¿Pateó a un cachorro?

—Sonrió. —Me encogí de hombros.

—Debes estar jugando conmigo.

—No. —Fruncí mis cejas—. Es una larga historia pero... me pidió


que me casara con él.

Chase levantó la mano.

—Necesito un minuto para digerir esto. —Puso las manos sobre las
rodillas y respiró hondo. El hombre parecía que estaba listo para
enfermarse justo al lado de donde acababa de vomitar.

—¿Necesitas, eh, sentarte?

—No —dijo con voz estrangulada—. Estoy bien. Acabo de tragarme


un insecto.

—O un pájaro. —Puse los ojos en blanco—. En serio, Chase, te ves


pálido.

—¿Phoenix? —Negó con la cabeza—. ¿El mismo Phoenix que te dejó


para ir a jugar al doctor y reorganizar los órganos de las personas? ¿Ese
Phoenix?

—Sí. —Me encogí ante la imagen mental.


—Bueno, no me jodas —murmuró Chase y finalmente se levantó—.
Está claro que tu hermano no tiene idea.

—Creo que se lo diré a Mo primero.

—No salvará su vida. —Chase sacudió la cabeza—. Su mejor opción


es ir a Las Vegas y regresar, pedir perdón más tarde y decirle a Mo que
les dé su bendición.

—¿Qué haría eso?

—Probablemente nada, pero vale la pena intentarlo. —Chase me


lanzó una sonrisa devastadora—. ¿Estás realmente bien?

Asentí.

—Estoy feliz.

—Entonces estoy feliz por ti. —Me atrajo para un abrazo—. ¡Mierda!
¡Voy a ser tío!

—Pero ustedes dos no están realmente emparentados.

—¡Tío Chase! Maldición, espero que sea un niño. Eso molestaría


seriamente a Tex, que Phoenix tuviera un niño antes que él. Rezaré por
eso esta noche.

—Me sorprendería que Dios aún te escuche.

—Sí, bueno, con los dedos cruzados. —Guiñó un ojo y luego buscó
su teléfono celular. La sonrisa cayó inmediatamente de su rostro—.
Tenemos que irnos.

Nos subimos a la camioneta de Chase pero no llegamos lejos. Se


detuvo en un lugar en un extremo más alejado del campus que parecía
semidesértico.

—Quédate. —Puso su mano sobre mi rodilla—. Estarás a salvo aquí,


más seguro que si estuvieras allí. Yo solo... necesitas quedarte, cerrar
las puertas, tomar una siesta, lo que sea. No tengo tiempo para llevarte
de vuelta a la casa para agarrar a uno de los hombres, y no quiero que
veas...

—¿Ver qué? —Mi corazón cayó de rodillas—. ¿Es Phoenix? ¿Está


bien? El pánico se apoderó de mi pecho—. Chase, ¿qué no me estás
diciendo?
—Está bien —suspiró Chase—. Phoenix está bien. Probablemente ya
esté adentro, solo... quédate aquí hasta que podamos resolver algunas
cosas, ¿de acuerdo?

—Está bien. —Todavía me sentía en pánico, pero hice lo que Chase


le pidió, porque realmente, no tenía otra opción en el asunto.

Cerré las puertas y crucé los brazos mientras lo veía caminar hacia
un pequeño edificio, tocar dos veces y luego entrar y cerrar la puerta
detrás de él.

Los estudiantes todavía estaban dando vueltas, pero dieron a lo que


parecía un edificio abandonado un gran rodeo. Solo podía adivinar lo
que sucedía adentro; casi no quería hacerlo.

Le preguntaría a Phoenix más tarde.

Una vez que estuviera bien.

Una vez estuviera en mis brazos.


Capítulo 52
Telaraña de mentiras
Traducido por NaomiiMora

Sergio

De alguna manera, me había desmayado entre mi traslado del


centro de la ciudad a donde estaba atado a una silla. Tenía la cabeza
pesada, la boca llena de sangre. Traté de escupirla, pero estaba tan
deshidratado que era como escupir arena.

—Ah, estás despierto —dijo Phoenix con una voz burlona.

Puse los ojos en blanco. Realmente podría hacerlo sin el


dramatismo. Además, no necesitaba que jugara conmigo. Sería
imposible para mí no saber lo que iba a suceder después. Los chicos me
iban a interrogar, me torturarían y luego me matarían.

Todo porque, hace mucho tiempo, hice un trato con los federales.
No es que supiera en ese momento lo que estaba protegiendo, a quién
estaba protegiendo o cómo volvería a morderme el trasero.

Parpadeé cuando una luz se encendió sobre mi cabeza.

—¿Nixon? —Tosí cuando salió a la luz junto con Chase, Tex, Frank
y Mil. Excelente. Los cinco jefes, y seguro como el infierno no era para
una comida compartida.

Phoenix se paró frente a mí y lentamente sacó un cuchillo. Mierda.


Traté de no parecer asustado, pero ningún hombre —no me importaba
lo rudo que era— mira a la muerte a la cara y se ríe al estilo James-
Bond. El dolor sigue siendo dolor.

El cuchillo estaba frío contra mis labios cuando Phoenix lo deslizó


por mi mandíbula y luego, con un tirón, hizo un corte vertical por el
costado, cruzando mi labio superior e inferior. Un dolor agudo, como un
horrible corte de papel comenzó a irradiarse de mi piel mientras sangre
fresca se derramaba por mi cara.

—Cuando las ratas hablan —dijo Phoenix en voz baja—, son


castigadas.

—Lo sabrías —escupí.

Su puño voló tan fuerte contra mi sien que casi me caigo de la silla.
La sangre rugió en mis oídos mientras los golpes en mi cabeza
continuaban.

—Entonces... —Nixon dio un paso adelante, sacando un cortador de


cigarros de su bolsillo—, ni siquiera voy a preguntarte si quieres hacer
esto de la manera fácil o difícil, Sergio. Solo voy a preguntar
sencillamente: ¿qué demonios estabas pensando?

Tex resopló.

—¿O estabas pensando en absoluto?

Frank levantó su mano, presionándola contra el pecho de Tex.

—Déjalo hablar.

Sorprendentemente, Tex retrocedió y se cruzó de brazos mientras


Frank se acercaba, caminando delante de mí.

Nunca me había gustado Frank.

Frank o Luca.

Sabían demasiado.

Lo juro, sus arrugas estaban llenas de secretos, y me molestó que


supieran la verdadera razón por la que había hecho lo que había hecho,
pero nunca pareció importarme que, al final, hubiera sido yo quien
había salvado sus traseros.

—Sabes por qué —dije con voz indiferente—. Hice un trato con los
federales... Les dije que les daría información valiosa.

—¿A cambio de qué? —Los ojos de Frank se estrecharon.

—Pregúntale a Phoenix.

Phoenix sonrió con suficiencia.

—Creo que es mejor que les digas tú, solecito.


—La sangre siempre gana. —Mi voz era hueca, mi pecho apretado—.
¿No es ese nuestro lema?

Nadie dijo nada, así que seguí hablando.

—Los federales sabían que te escondiste, Frank. Cuando tenía la


edad suficiente para comenzar a trabajar para la familia, comencé a
hackear. Pequeñas cosas aquí y allá, pero finalmente me volví lo
suficientemente inteligente como para hackear su sistema. Saqué cada
maldita cosa que tenían sobre nosotros.

Phoenix pateó mi silla.

—Sigue hablando.

—Era demasiado tarde —susurré—. Sabían dónde se escondía el


jefe Alfero, y era solo cuestión de tiempo antes de que lo eliminaran.

—¿Cuándo fue esto? —preguntó Nixon.

—Hace cinco años. —Negué con la cabeza mientras más sangre


llenaba mi boca—. Así que les ofrecí algo que no pudieron rechazar.

—Tú. —Tex terminó por mí.

Con un movimiento de cabeza, me desplomé hacia adelante, mi


cabeza me dolía demasiado como para sostenerla más.

—Pero hacer tratos con el diablo, eso nunca funciona como esperas.
Fingí ser un agente doble, trabajé para la familia y los federales, nos
mantuvimos limpios, los mantuve felices al proporcionarles información
que los satisfacía lo suficiente como para no hacer ningún movimiento.

—¿Qué salió mal? —preguntó Frank—. Porque algo tuvo que haber
salido mal.

—Querían infiltrarse, poner a algunos de sus propios hombres en la


familia. Dije que era imposible. No puedes simplemente convertirte en
familia de sangre. Amenazaron con una retribución y luego fueron tras
de mí... mis propios muchachos. Con los que había trabajado codo a
codo durante años fueron tras de mí.

—¿Y los mataste a todos?

Me mordí el labio, saboreando la sangre.


—Los maté, pero Luca... tomó el golpe, me dijo que volviera y me
dijera que estaba fuera, que era un cafone8... por lo que ya no era útil
para la mafia. Les dije a los federales que la familia me obligaba a
esconderme.

—Y aun así saliste. —Frank suspiró profundamente.

—Me necesitaban. —Sentí mis emociones romperse en ese


momento—. La familia me necesitaba, y no le das la espalda a la familia
—suspiré—. Los federales me reposicionaron una vez que vieron que ya
no era un fantasma, una vez que volví a ser valioso, tal como sabía que
lo harían.

—¿Por qué arriesgarse? —preguntó Nixon—. No tiene sentido, ¿por


qué arriesgarse a que te reasignaran? Demonios, ¿por qué no viniste a
nosotros?

Encogiéndome de hombros, tragué saliva y miré hacia otro lado.

—Me metí a mí mismo en este lío. Iba a salir solo de eso.

—Oh, bueno saber que tenías un plan. —Tex puso los ojos en
blanco.

Phoenix me dio una palmada en la espalda.

—Sabía que podías limpiarte, ahora no tendré que cortarte la


garganta.

Todos los ojos se posaron en él mientras parpadeaba confundido.

—¿Qué?

—Me ocupé de eso. —Phoenix estaba demasiado tranquilo.

—¿Qué demonios quieres decir con que te encargaste de eso? —rugí.

—El director Smith… —dijo Phoenix, encogiéndose de hombros—,


tiene un pequeño problema de juego... profundo con los Petrov. Le
ofrecieron un millón para infiltrarse en la familia Nicolasi, algo con la
que Sergio los ayudaría. Gracias, por cierto, Sergio. Se siente bien tener
un objetivo en mi espalda. Los rusos quieren un puerto. Voy a darles un
puerto.

—¿Y el director Smith? —pregunté—. ¿Simplemente te va a dejar?

8
N.T. Patán en italiano.
—Claro que sí. —Sonrió Phoenix—. Porque su hija se está muriendo
y haremos cualquier cosa por sangre, ¿no?

—¿Su hija? —repetí—. ¿Qué hija?

—Para ser un hacker, eres realmente estúpido. —Phoenix puso los


ojos en blanco—. ¿Su hija, Andi, la que me hiciste seguir? ¿Bee es su
única amiga?

Sacudí mi cabeza salvajemente.

—No, no, ella no es su hija. No hay forma de que no lo hubiera


sabido todo este tiempo. Phoenix, algo no cuadra.

—Lo es. —Asintió Phoenix—. Confía en mí en esto.

Algo se sentía mal. Estaba muy bien hecho, casi como si se hubiera
planeado, pero reconstruir todo parecía imposible.

No tuve que esperar mucho para que todo hiciera clic.

Fue el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose lo que lo hizo


primero.

Y luego aplaudiendo.

Vi con horror cómo Pike, Nick y el director Smith entraban a The


Space, cada uno de ellos sonriendo como si acabaran de derribar a las
cinco familias.

Y tuve la sensación de que eso era exactamente lo que acababan de


hacer.
Capítulo 53
¿Presenciar el horror de ver a alguien a
quien amas morir? No hay palabras para
eso
Traducido por NaomiiMora

Bee

Sabía que algo estaba mal cuando vi a Nick y Pike caminar hacia el
edificio. ¿No se suponía que estaban muertos? ¿O al menos en la
clandestinidad o algo así? En pánico, me desplomé en mi asiento y
marqué el número de Mo.

—¿Qué hay? —Rió en el otro extremo—. Será mejor que sea bueno.

—Um, ¿crees que los chicos pueden estar en problemas?

Se quedó callada.

—¿Qué te hace decir eso?

—Estoy en este edificio en el campus, y bueno, todos están adentro,


y acabo de ver a Nick y Pike entrar, y no creo que eso sea parte del plan.

Mo maldijo y luego gritó a Trace.

—Agárrate fuerte, estás en The Space, ¿verdad?

—¿The Space? —repetí—. Yo... no sé qué es eso.

—¿Tienes un arma?

Santo cielo.

—No.

—Mira la guantera.
Hice lo que me dijo y, efectivamente, había una pistola en la
guantera. Con manos temblorosas, la saqué y casi la dejo caer al suelo.

—Sí, la tengo.

—Genial, quítale el seguro.

—¡Qué! —grité y luego miré el arma en mi mano.

No era la violencia lo que me desestabilizada, era el hecho de que


podría tener que hacer algo como disparar un arma y si fallaba, si algo
salía mal, sería la vida de Phoenix, tal vez la de mis hermanos lo que
colgara en la balanza.

Mo suspiró.

—Mira, estamos en camino, apunta y dispara si alguno de esos


bastardos se acerca a ti, ¿entendido?

—Sí, sí, está bien, lo tengo.

—Mantente segura.

La conversación terminó. Miré el arma como si realmente me


lastimara. Nunca me habían entrenado en cómo usar ningún tipo de
arma. Podría ser bastante habladora, pero honestamente ni siquiera
aplastaría a un insecto.

—Mierda —murmuré, mirando al edificio y luego otra vez a la


pistola. Odiaba no poder hacer nada; me sentí muy vulnerable.

Estaba tan concentrada en mi arma que no vi a nadie acercarse al


auto.

Algo tocó mi ventana.

Salté, casi disparando el volante y miré hacia afuera.

Era Andi.

Y ella acababa de verme con una pistola. Genial, ¿cómo iba a


explicar eso?

Parecía asustada.

Abrí la puerta para calmar la situación.

—Yo... um, voy a un campo de tiro después de la escuela y…


—Shh. —Andi me acercó a ella y empujó el arma en mis manos—.
No hables de aquí en adelante, ¿de acuerdo?

—¿Qué? —Me alejé de ella—. ¿Qué estás haciendo? —Estaba


caminando directamente hacia el edificio.

—Todos tenemos favores que nos deben —murmuró Andi—.


Quédate detrás de mí.

—¡No podemos entrar allí! —siseé.

—No entramos allí y mueren. Tú eliges. —Sacó una pistola del


interior de su chaqueta de cuero.

—¿De dónde sacaste eso?

—Deja de hacer preguntas de las que realmente no quieres saber las


respuestas. —Su voz había cambiado ligeramente. ¿Siempre había
tenido acento? Parecía ruso, para nada como era antes.

Lentamente, abrió la puerta de un puntapié y luego acercó el arma a


mi sien.

Y eso es lo que obtuve por salir del auto.

—Andi. —El director Smith aplaudió—. ¡Y justo a tiempo!

—Sí, bueno... —Andi se encogió de hombros, su acento cada vez


más grueso. Rusa, sonaba rusa—. Tenía que recoger a alguien. —Me
empujó hacia adelante.

Todos los chicos estaban allí, incluido Mil.

Cada uno de ellos parecía tranquilo.

Excepto Tex y Phoenix.

Tex parecía que estaba a punto de arrancarle la cabeza a alguien, y


Phoenix parecía tan frío, sin emociones, atormentado que temí que ya
estuviera muerto.

—Nunca deberías haber violado a mi hermana —escupió Pike,


apuntando su arma hacia Phoenix—. Diles. Diles a todos.

Phoenix sacudió la cabeza.

—No tengo idea de lo que estás hablando.


—¡Sí, lo haces! —El arma se sacudió cuando Pike la sostuvo frente a
él—. ¡La violaste! ¡La mataste! Tu padre la robó y tú la rompiste —
rugió—. Y luego, cuando eso no fue suficiente, te llevaste a mi primo.

Phoenix bajó la cabeza.

—Eso fue hace una vida.

—Sí, bueno, todavía están muertos —siseó Pike.

—¿Y qué? —Phoenix se encogió de hombros—. ¿Esta es tu


retribución? ¿Alguna vez necesitaste un puerto para enviar drogas?
¿Alguna vez has necesitado algo?

—Sí. —Pike se echó a reír—. Tu muerte. ¿Pero por qué parar allí?
¿Por qué no eliminar a todos los jefes?

—Codicioso hijo de puta, ¿no? —resopló Tex.

—¡Cállate! —Nick empujó su arma contra el pecho de Tex—. A esta


hora mañana por la mañana ya no serás más que un mal recuerdo para
nuestras familias.

Con un suspiro, Tex miró a Nick.

—¿Y qué? ¿Qué te hizo Phoenix? ¿O simplemente eres una pequeña


perra hambrienta de poder?

—La amaba. —La voz de Nick tembló—. Me iba a casar con ella.

—¿Quién? —preguntó Phoenix.

—La hermana de Pike, Lana. —Olfateó—. Nos íbamos a casar, hasta


que fue robada por De Lange y luego vendida para un prostíbulo... el
mismo lugar dirigido por Campisi.

—Impresionante. —Asintió Tex—. Así que están todos enojados.

Nixon dejó escapar una risita.

—¿Y usted, director Smith? ¿Cuál es su historia?

—Oh, eso es fácil. —Apuntó con su arma a la frente de Nixon—.


Derribo a los cinco jefes... me convierto en una leyenda.

—Una planificación bastante elaborada —concordó Phoenix—.


Brillante, de verdad. Claramente has pensado en todo.

El director Smith dejó escapar una maldición.


—No seas condescendiente. Puedes intentar luchar contra nosotros,
pero las probabilidades están en tu contra.

—¿De verdad? —Phoenix inclinó la cabeza.

¿Por qué diablos se veía tan tranquilo?

—Están a mi favor —dijo en voz alta.

—Sabía que lo harías, bastardo —siseó Andi, empujándome a un


lado y luego disparando directamente a las cabezas de Pike y Nick.
Ambos hombres cayeron al suelo.

Cuando el chico Smith supo lo que estaba pasando, Phoenix ya


estaba encima de él.

Con un gruñido y un giro, le rompió el cuello. El hombre cayó al


suelo.

La sala quedó en silencio.

Y entonces la puerta se abrió de golpe, revelando a Trace y Mo, con


las armas en alto.

—Demasiado tarde. —Tex se rió entre dientes—. Pero bastante


cerca, no obstante.

—Echo de menos las mejores peleas. —Mo hizo un mohín.

Trace arrojó su arma al suelo y cargó hacia Nixon.

—¡Bastardo! ¡No puedes ir a que te disparen!

—No me dispararon.

—Oh. —Parecía casi decepcionada—. Pero pensé…

Sonó un disparo.

Y un fuerte dolor me golpeó en el pecho. Miré hacia abajo mientras


la sangre manchaba mi camisa blanca. ¿Qué? Confundida, toqué la
sangre e hice una mueca.

—Incluso en mi muerte —gruñó Pike—. Tomo lo que es más


preciado para ti.

El arma se le cayó de la mano justo cuando me tambaleé hacia


atrás, mis piernas incapaces de mantenerme en pie.

—¡Bee! —rugió Phoenix, corriendo hacia mí.


Tex estaba pisándole los talones. La habitación comenzaba a girar,
pero lo único en lo que podía pensar era en el hecho de que podría estar
muriendo y que nunca podría casarme con Phoenix.

Y tener a nuestro hijo.

—¡El bebé, Phoenix! —Mi voz era ronca— ¡El bebé!

—¿Bebé? —gritó Tex confundido.

—Estarás bien, Bee. Lo prometo. —Phoenix besó mi boca,


presionando sus manos contra mi pecho—. Solo trata de calmarte, ¿de
acuerdo? Sólo respira.

Lo intenté pero fue difícil, cada vez más difícil.

—Desátalo. —Esto de Nixon.

Pronto Sergio estaba parado sobre mí, aunque su forma estaba


súper borrosa. Alejó las manos de Phoenix e inspeccionó la herida.

—Se ve limpia.

—Gracias a Dios. —Tex se balanceó sobre los talones y se sentó en


el cemento.

—Pero el trauma en el cuerpo... —Sergio maldijo—. Bee, ¿qué tan


avanzada estás?

Sacudí mi cabeza, mi visión se nubló aún más.

—¡Bee! —Sergio me sacudió.

—¡Phoenix! —sollocé, y todo se volvió negro.


Capítulo 54
Nunca se trató de mi vida, sino de la de ella
Traducción por Yavana E.

Phoenix

No se estaba muriendo.

Pero se sentía así.

Y era mi culpa, toda mi culpa. No podía aceptar el hecho de que la


había puesto a ella y a nuestro bebé en peligro otra vez, sin querer.

—¿Bebé? — repetía Tex una y otra vez, sus ojos iban de frenéticos a
enfurecidos y luego de vuelta a frenéticos.

La bala había atravesado limpiamente, sin tocar ningún órgano


vital. Por suerte, Sergio era un profesional en ese tipo de cosas. De lo
contrario, hubiéramos tenido que pedir otro favor o, Dios no lo quiera, ir
al hospital con una herida de bala.

Estaba preocupado por el bebé.

Sergio dijo que la única forma de saberlo era si empezaba a sangrar.

Casi la pierdo ahí mismo en The Space. Había visto mucho horror
en mi vida. Diablos, yo era la razón de ello, pero nada me aterrorizaba
más, me ponía más de rodillas, que la idea de que Bee perdiera a
nuestro inocente niño, y que yo tuviera que decírselo cuando se
despertara.

La trasladamos a mi habitación. Fui yo el que conectó la


intravenosa y se aseguró de que estuviera cómoda, y Tex se negó a dejar
su lado.

Parecía tranquila.

—Lo sabías —murmuró Tex una hora después de sentarse junto a


su cama conmigo en silencio—. ¿Sabías todo esto?
—¿Saber qué? —No tenía la energía para discutir. Me incliné hacia
atrás en mi silla, sin apartar los ojos del rostro de Bee que dormía.

—¿Sobre Smith? ¿Andi? ¿Nick? ¿Lo sabías todo?

—Partes. —Suspiré—. Pero los planes sólo funcionan muy bien. A la


larga no sabía si podíamos confiar en Sergio. No estaba seguro de si nos
entregaría con las campanas puestas o intentaría luchar por sangre.

—Hizo lo correcto.

Dejé soltar un resoplido.

—Se vio obligado a hacer lo correcto.

Tex se quedó callado y luego preguntó:

—¿Y Andi?

—Trabajó para la familia Petrov durante años, una hija bastarda de


sangre del propio Petrov... uno de los implantes de Luca. No lo supe
hasta que finalmente abrí la carpeta que me había dirigido. Le envié un
mensaje de texto con nuestra ubicación por si acaso. El director Smith
realmente la había adoptado cuando era más joven como un favor a la
familia Petrov. Creo que, a su manera, la ama o... la amaba.

Me rasqué la cabeza. Andi era la menor de nuestras


preocupaciones. Había nacido en la violencia, entrenada para hacer lo
correcto, y había sido abordada por Luca hace años. Bueno, amenazada
era más bien eso. Por otra parte, nunca perdonó a su padre por
entregarla al Director Smith por su libertad.

—Pregunta... —Tex se frotó la parte posterior de su cabeza—.


¿Todos tenemos... um, todos tenemos carpetas?

—Oh, sí —dije con voz ronca—. Pero no es como si las leyera antes
de acostarme o algo así. Sólo abrí la de Sergio porque sospechaba que
había sido reactivado.

—Genial, ¿así que el mío se queda cerrado hasta...?

—Hasta que me hagas enojar —gruñí. ¿Qué esperaba, en realidad?

—Claro, porque en esta situación tú eres el que se enfada. Dime,


¿cuánto tiempo llevas follándote a mi hermana pequeña?

Nixon y Chase eligieron ese momento inoportuno para entrar en la


habitación.
—Genial —silbé suavemente.

—Hora del cuento. —Chase levantó una silla mientras Nixon estaba
de pie—, Entonces, Phoenix, ¿cuándo comenzó esta aventura amorosa?

Bee gimió mientras dormía. Quería que se despertara, pero sabía


que necesitaba curarse, el bebé necesitaba que se curara. Si todavía
había un bebé.

—Lasaña —dije en un susurro ronco—. Empezó con la lasaña.

—¿Empezaste a tener sexo con ella porque te alimentaba? —


preguntó Chase riéndose—. Menos mal que nunca te cociné el plato
favorito de mi madre...

—Ella no se detendría. —Alcancé su mano—. Cuanto más yo


empujaba, más ella empujaba de vuelta. Pensé que iba a perder la
maldita cabeza, y entonces todo se enfocó... ella... —Mi voz se quebró—
,es la única que se tomó el tiempo de mirar más allá de todo.

Los chicos se callaron, probablemente porque estaba cerca de


sollozar sobre la chica que amaba.

—Cuando Bee me mira, no ve un monstruo. Ya no. Nunca tuvo


miedo, nunca usó mi pasado en mi contra como una forma de vengarse
de mí, ella... me hizo querer vivir.

—¿Así que te acostaste con ella? —La voz de Tex se elevó—. Mira,
me alegro de que sea tu amiga y todo menos...

—¡La amo! —Dejé caer su mano y me levanté—. ¡La amo!

Los ojos de Tex se abrieron de par en par hasta que pareció que se
le iban a salir de la cabeza.

—Quiero casarme con ella. —Me lamí los labios—. La quiero para
siempre. La quiero, Tex. No me la estoy follando. No la estoy usando.
Ella... le pertenezco.

Nixon y Chase me tocaron la espalda, y luego la puerta se cerró


detrás de mí.

Dejándonos a mí y a Tex solos.

La habitación se dobló y se estiró con tensión. Esperé a que me


gritara; esperé a que sacara una pistola, o cualquier tipo de arma.

—¿Amas a mi hermanita? —repitió, mirando de mí a Bee y


viceversa.
—Hace un rato... —Me pasé las manos por el cabello—. El Cappo se
arrodilló frente al menos probable de los hombres... el más indigno, y
pidió una cosa. ¿Recuerdas qué era?

Tex cerró los ojos.

—Mo. Te pregunté por Mo. Te pedí que disolvieras el contrato entre


la familia Nicolasi y yo, para poder tenerla.

—Sí —dije con voz ronca—. Sé que no hay contrato, pero aun así
quiero tu permiso... quiero casarme con ella. Quiero criar a nuestro hijo
o hija, quiero vivir y respirar cada día por ella, por la familia. Quiero esa
segunda oportunidad más que nada, Tex. Pero no la quiero a menos
que pueda tenerla con Bee. La quiero, Tex. La amo.

—Creía que Phoenix De Lange no sabía lo que era el amor.

—No lo hacía —respondí honestamente—. Hasta que empezó a


cocinar para mí, a burlarse de mí, a mofarse de mí, a empujarme, no
supe lo que era el amor hasta que Bee entró en mi vida, y que me
condenen si tengo que dejarla ir.

—No —susurró Bee desde su cama—. No me dejes.

—¡Bee! —Corrí a su lado y le besé el rostro—. Cariño, ¿estás bien?


¿Necesitas algo? ¿Te duele algo?

—Tex, por favor. —Extendió la mano a su hermano—. Por favor... yo


amo...

—¿Él? — Tex me señaló—. ¿Te das cuenta de que ronca? ¿Le gusta
matar a la gente para ganarse la vida? ¿Se perforó su propia oreja
cuando tenía once años?

Suprimí una risa.

—Lo amo —dijo Bee con una sonrisa llena de lágrimas—. Por favor,
Tex.

—Bueno, diablos. —Tex levantó sus manos sobre su cabeza y


maldijo—. Digo que no, y estoy bastante seguro de que Mo me odiaría
para siempre... por no mencionar a mi hermana pequeña, a la que
acabo de conocer.

Tex se inclinó y besó a Bee en la frente y luego me hizo señas para


que lo siguiera al otro lado de la habitación.
No tuve tiempo de prepararme para su golpe. Con un gruñido, caí al
suelo, con la mejilla golpeando como un demonio.

—¿Qué? —Tex se paró sobre mí, con una expresión inocente en su


rostro—. No pensaste que escaparías sin ser herido, ¿verdad?

Maldiciendo, me froté la mejilla y me puse de pie con la ayuda de


Tex.

En el momento en que estaba estable de pie...

Me golpeó de nuevo.

—Y eso... —Se frotó los nudillos—, fue por dejarla embarazada.

Me quedé abajo, incluso cuando me ofreció su mano.

—¡Tex! —gritó Bee desde su cama—. ¡No le hagas daño!

—El bastardo está bien. —Tex sonrió con suficiencia—. Créeme, me


dejaría pegarle todo el día si eso significara que pudiera estar contigo.

—Cierto. —Hice un gesto de dolor—. Aunque preferiría que no lo


hicieras.

—No puedo prometer que no sentiré la necesidad de golpearte de


nuevo, amigo.

—Eso es justo. —Me puse de pie y me froté el rostro, moviendo la


mandíbula a un lado, con la esperanza de aliviar un poco la presión y la
hinchazón.

La puerta se abrió de nuevo.

Chase y Nixon entraron arrastrando los pies, ambos con aspecto de


estar absolutamente desinflados.

—¿Qué? —Tex se encogió de hombros.

—Nos perdimos la pelea. —Chase suspiró—. Quería ver cómo le


daban unos cuantos golpes.

Nixon golpeó a Chase en el hombro.

—Lo intentamos.

—Gracias, chicos —murmuré, todavía frotándome la mandíbula.

—Bueno... —Tex me empujó fuera del camino y empujó a los chicos


por la puerta—. Deberíamos dejarlos hablar, pero si escucho algún tipo
de... ruidos placenteros provenientes de esta habitación, te dispararé en
la cara, Phoenix. Es una promesa.

—Anotado. —Los despedí con la mano y me dirigí a la cama.

Bee estaba tratando de sentarse lo mejor que podía, lo cual no era


tan bueno, considerando que probablemente le dolía poner presión en
sus codos.

—¿Estás bien? —Estiró la mano hacia mi rostro.

Le agarré las manos y las besé.

—No te preocupes por mí.

—Phoenix... —Su labio inferior tembló—. ¿Está bien el bebé?

—Sí. —Me sentí tan aliviado de poder decir eso—. Pero incluso si
algo sucede, Bee, estoy aquí, ¿de acuerdo? —Agarré sus manos con
fuerza—. Nunca me iré de tu lado.

Empezó a llorar en silencio.

La abracé y me uní a ella en la cama, dejándola llorar contra mi


pecho.

—Deberías habérmelo dicho.

—¿Te lo dije?

—Acerca de tu secreto. —Resopló.

—Bee... —Suspiré y besé su cabeza—. Ni siquiera lo sabía hasta que


entré esta mañana... todo estaba... planeado hasta cierto punto, pero no
estaba seguro de poder mantenerte a salvo. No estaba seguro de que
Andi siguiera adelante con su parte del trato. Demonios, ni siquiera
estaba seguro de si Smith vendría tras los jefes. Así es la vida... puedes
intentar planear cada escenario posible, pero a veces la vida te
sorprende.

—¿Soy una sorpresa? —preguntó, parpadeando los ojos hacia mí.

Maldición, era hermosa.

—La mejor. —Le metí el cabello detrás de la oreja—. La mejor


sorpresa que podría esperar... y pasaré el resto de mi vida tratando de
merecerte.
—No me importa, ya sabes... —Agachó su cabeza contra mi pecho—,
sobre las chicas, la hermana de Pike y su prima. No lo sabías.

Mis tripas se apretaron. Había olvidado que Bee había escuchado


eso.

—Bee, eso no excusa lo que hice, lo que hizo mi familia.

—Mi padre ayudó.

—Sí, bueno, nuestros padres no fueron los mejores. —Seguí


jugando con su cabello—. Supongo que no tengo zapatos muy grandes
que llenar.

—Ni siquiera tienen zapatos. Tienes que empezar de nuevo con un


nuevo par. —Bee me sonrió, sus ojos brillando con adoración—. Vas a
ser el mejor padre del mundo.

Mi corazón se apretó y latió salvajemente en mi pecho; la emoción


obstruyó mi garganta haciendo difícil la respiración.

—¿Tú crees?

—Lo sé. —Bee me alcanzó el rostro—. Vas a ser increíble.

—No puedes abandonar la escuela. —Le di una palmadita en la


nariz—, Esa es la regla. Hacemos esto, nos casamos, pero tienes que
quedarte en la escuela y... —Me encogí de hombros.

—¿Hacer mis deberes todas las noches? ¿Beber leche? —se burló—.
¿Todavía me vas a dar órdenes?

—No soy mandón —dije a la defensiva.

—Está bien entonces. —Bee se rio—. Dice el tipo que obligó a mis
pobres oídos a escuchar a Mozart y luego me preguntó si tenía dinero
para el almuerzo.

Puse los ojos en blanco y me reí.

—Sí, bueno... no puedo evitar preocuparme por ti.

—Si es un niño... —dijo Bee, cambiando de tema—. Quiero llamarlo


Phoenix.

—¿Qué? —Casi me aparté, casi salí corriendo de la habitación


gritando—. ¿Por qué demonios maldecirás a un niño con mi nombre?
—No es una maldición... —Bee me apretó la mano—. Es redención...
es tu milagro, Phoenix. Nuestro milagro.

—¿Y si es una ella?

Sus ojos brillaron.

—Nómbrala Tex para hacer enojar a mi hermano.

Ambos estallamos en risa cuando un fuerte golpeteo sonó en la


puerta.

—¡Mejor que no estén desnudos!

—¡Rápido, ponte la ropa! —grité.

Tex irrumpió por la puerta.

—Qué asco, hermano. —Bee arrugó la nariz—. ¡Podría haber estado


desnuda!

—Sí, bueno... —Tex se puso rojo brillante y se rascó la cabeza—.


Pensé que... um, verás...

—Vete, Tex. —Lo despedí con la mano y luego besé a su hermana en


la boca—. Vamos a estar ocupados por un tiempo.

—Y así es como se hacen los bebés, niños y niñas —dijo Chase


desde la puerta.

Tex pasó a su lado mientras Nixon se reía a carcajadas.


Capítulo 55
La historia no termina feliz... ni mucho
menos
Traducción por Yavana E.

Sergio

La mesa de café se sentía demasiado pequeña para sentarse con


Frank. No dejaba de mirar la taza de café que tenía en la mano como si
fuera a explotar espontáneamente y convertirse en una bomba,
matando a todos los que estaban cerca.

—Así que... —Frank dobló las manos sobre la mesa—, te das cuenta
de que serás castigado.

—Sí —dije con voz ronca—. Lo sé.

—No podemos simplemente permitir pasar esto. Parecerá... débil. —


Frank se lamió los labios y tomó un largo sorbo de su café—. Y la
debilidad significa que la familia se desmorona. Significa que la gente
empieza a hablar. Empiezan a hacer preguntas... empiezan a dudar de
nuestro liderazgo.

Mi estómago se hundió con cada palabra.

—¿Qué tengo que hacer? —La pregunta ardía como el ácido en mi


lengua.

Con una sonrisa sus cejas se levantaron.

—Hace mucho tiempo, le prometí a mi hermano que nunca más


interferiría con el amor, que permitiría que las cosas progresaran
naturalmente. Le prometí que la familia ganaría por encima de todo.

No estaba seguro de a dónde iba con eso.

—Los rusos tienen su uso.


Y eso fue todo.

No dijo nada más.

Tex entró en la habitación con Nixon y Chase pisándole los talones.


Todos se sentaron a la mesa y me miraron fijamente.

Yo ya no pertenecía más.

Yo era el traidor.

Curioso, porque en el gran esquema de las cosas, terminé


convirtiéndome en lo que odiaba: una rata.

Todo porque había estado atrapado.

Pero eso es lo que pasa con la condición humana; harías cualquier


cosa para sobrevivir, cosas que nunca te entretendrían, pensamientos
que siempre habías alejado. Demonios, había juzgado a los hombres por
hacer lo que hice. Pero cuando me pusieron en la posición de elegirme a
mí mismo en lugar de a mi familia... Me elegí a mí mismo.

—¿Se lo has dicho? —preguntó Tex.

—Todavía no. —Frank sonrió—. Todavía no.

—¿Decirme qué?

Nixon habló en un tono bajo:

—Tu nuevo trabajo.

Tenía la sensación de que mi nuevo trabajo iba a estar en las


profundidades del infierno, donde nadie me escucharía gritar.
Capítulo 56
Y el fénix se alzó de las cenizas…
Traducido por Mary Rhysand

Bee

Mi herida de bala hacía casi imposible que hiciera algo excepto


permitir que Phoenix me besara, cosa con la que estaba completamente
de acuerdo.

Me besó.

Me tocó.

Y me hizo quedar quieta, lo cual fue ridículamente complicado de


hacer cuando comenzó a quitarme la ropa usando su lengua en lugares
que no sabía estuvieran permitido.

Su boca hizo su camino hacia la mía; su beso siempre se sentía


como la primera vez, como si siempre ponía cada emoción que tenía en
ese solo gesto, ignorando el resto del mundo. Dejando que todo se
desvaneciera en la nada, era solo nosotros, nuestras bocas
encontrándose, tocándose, acariciando,

Phoenix se echó hacia atrás y me miró a los ojos.

—Me haces enloquecer.

—Una buena forma de enloquecer, ¿no? —susurré.

—Una locura genial… —Su sonrisa aun hacía saltar a mi corazón—.


La clase de locura de la que los hombres no se recuperan, la clase de
locura a la que quiero aferrarme cada día que respiro.

—Sabes… —Solté una risita—, te estás volviendo un romántico.

Se rio.
—Y pensar que… todo empezó con comida.

—La forma de ganarse el corazón de un hombre es a través de la


comida —dije, sintiéndome sabía.

—Bee, sabes… —Phoenix frunció el ceño como si acabara de darse


cuenta de un serio problema y no estaba seguro de cómo resolverlo—.
No soy perfecto.

—¿Estás seguro? —Bajé la mirada—. Porque, comparado con todas


esas estatuas que se supone no deberías ver en el museo, eres bastante
perfecto… puro musculo.

—Bee —advirtió.

Estiré una mano hacia él.

—Duro.

Dejó salir un siseo de aire, luego maldijo gráficamente.

—Lo siento. —Retiré mi mano—. ¿Qué estábamos hablando?

—Tú. —Tomó mi boca de nuevo—. Serás mi muerte.

—Qué manera tan genial de seguir. —Lamí su labio inferior.

—Espera. —Se apartó—. Estoy tratando de tener uno de esos


momentos aquí…

—Oh, mi Dios, ¿un momento de alfombra mágica?

Phoenix puso los ojos en blanco.

—Sí, donde sostenemos manos y compartimos nuestros


sentimientos.

—Dilo. —Moví mis cejas.

—Eres imposible.

—Me amas.

—Desesperadamente. —Su voz tembló.

—¿Entonces?

—No soy perfecto.

—Espera, ¿estamos repitiendo lo que decimos ahora?


—Bee, por favor. —Agarró mis manos—. Déjame terminar.

—Ya lo hiciste… —Guiñé el ojo y susurré en su boca—, dos veces.

—Dios me perdone, te he convertido en una maquina sexual. —Me


tomó en sus brazos y frotó mis brazos ausentemente—. Temo que voy a
perder esto.

—¿Mi brazo?

—Y lo que está unido a él. —Suspiró—. Estoy tan asustado de


sentir. Tan asustado, Bee, de despertar un día y… —su voz se quebró—,
esto, esto que siento por ti, lo que tenemos, desaparecerá o de alguna
manera lo arruinaré. Eso es lo que siempre hago —dijo sin aliento—.
Estropeó las cosas, hago las cosas mal.

Mi corazón se apretó.

Eso es lo que pasa cuando te enamoras. Cuando la persona con la


que compartes tu alma está herida, te duele de igual forma, solo deseas
poder tomar ese dolor así no tienes que verlo sufrir.

—No nos prometen algo perfecto, Phoenix.

—No necesito algo perfecto. —Me sostuvo fuerte—. Solo te necesito a


ti. Siempre.

—Me tienes.

—Promete que nunca te irás. —Su voz era desesperada—. Sé que


suena débil, pero estoy tan cansado de tratar de lucir fuerte, de tratar
de ser fuerte, Dios, Bee, solo necesito que me dejes ser débil en este
momento y decirte que tú eres la razón por la que soy capaz de respirar
un poco más fácil cada día. Tú eres la razón por la cual mi corazón es
capaz de latir en mi pecho sin hacerse pedazos. —Suspiró—. Supongo
que lo estoy diciendo es que… me trajiste de vuelta a la vida… y
después de estar muerto tanto tiempo, estoy aterrorizado.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Pequeños pasos, Phoenix… ¿recuerdas?

—Sí.

—Pequeños pasos.., pequeños momentos… cada segundo es otro


más que conseguimos juntos. ¿Cierto?

Exhaló.
—Cierto.

—Pero dime… —Ahuequé su rostro—. Nunca sientas como que


tienes que mantener cosas de mí, incluso si son cosas que dan miedo.

—Bee, nunca te expondría de forma deliberada al peligro.

—Pero puedes —le dije—. Porque no tienes que hacerlo por ti solo
nunca más.

—Un hombre más fuerte lo haría.

—Un hombre fuerte… —Me lamí los labios para evitar explotar en
llanto ante su rostro herido—. Sabe cuándo pedir ayuda.

—Ayuda —dijo, sus labios encontrando los míos—. Eso fue lo que
fuiste al principio… una línea de vida.

—¿Y ahora?

—Mi salvadora —dijo en una voz reverente.


Capítulo 57
Vida… pero nueva vida
Traducido por Mais

Phoenix

Había pasado una semana completa desde que le dispararon a Bee,


y yo todavía era un completo desastre. Cada vez que gemía en sus
sueños, me aterraba pensar no haber sacado del todo la bala y que ella
iba a morir.

Había tomado cuatro visitas al doctor. Y en cada una, me dijeron en


la cara: «Ella está bien».

Y yo había preguntado con esa misma voz de pánico que había


llegado a reconocer como propia cuando todo lo que amaba estaba en
peligro: «¿Y el bebé?», «¿Cómo está el bebé?».

«Simplemente bien», me habían respondido, palmeándome la


espalda y alejándose mientras Bee ponía los ojos en blanco y me daba
una mirada de aburrimiento.

Siempre podía contar con ella para traer humor a cada situación, ya
sea eso o volverme loco con sus miradas picantes y la inhabilidad de
mantener sus manos para sí misma. Nunca.

Las cenas familiares nunca serían lo mismo con ella.

Nixon se aclaró la garganta.

—Buena tradición Mo.

—Por qué, gracias, engendro malvado. —Guiñó el ojo y levantó su


copa de vino mientras Nixon ponía los ojos en blanco y besaba a Trace
en la cabeza.

Todos tenían a alguien.

¿Pero Sergio?
Él todavía estaba esperando órdenes de Tex, y yo sabía que solo era
cuestión de tiempo antes que el tipo decidiera dispararse por el
suspenso.

—Cena familiar… —Tex se frotó las manos—, y Chase cocinó.

—Porque Chase es el único tipo aquí que sabe cómo hacerlo. —


Chase frunció el ceño y golpeó la mano de Tex mientras él alcanzaba el
pollo—. Rezamos primero.

—¿De quién es el turno? —preguntó Trace.

—Phoenix… —ladró Nixon—, te toca el rezo.

Nunca me habían pedido que haga el rezo en las reuniones


familiares… nunca.

Era una cosa de honor. Además, ¿por qué tener al tipo que violó a
chicas hablar con Dios? No parecía la mejor forma de hacer que
escuche el Gran Tipo de arriba.

Me aclaré la garganta, mis manos de repente sudorosas, y comencé


el rezo mientras todos hacían una cruz con sus manos.

—Gracias… —Forcé las palabras más allá de mis labios—, por esta
comida… —Apreté mis ojos cerrados y luego los abrí y miré alrededor de
la mesa—, por la familia, por esta familia.

La mirada de Nixon se encontró conmigo desde el otro lado de la


mesa mientras susurraba:

—Amén.

Bee no dejó ir mi mano.

Lo cual estaba bien. Estaba acostumbrado a ella aferrándose a mí,


ya sea mi mano, mi pierna, mi pelo… ahora que había crecido, eso
parecía ser su favorito. Dijo que era una forma de atenuarme ya que yo
había pasado mucho tiempo sin tener buenos tocamientos.

Al principio, me hacía sentir incómodo. Ahora lo anhelaba.

Y lo extrañaba cuando ella se olvidaba; no es que admitiría eso en


voz alta, menos en frente de Tex, quién todavía me daba miradas sucias
cuando recordaba que yo, de hecho, me casaría con su hermana y
tendría un hijo con ella.

Bee soltó mi mano.


Sentí el vacío inmediatamente.

Ella colocó su mano en mi muslo.

Mierda, no de nuevo.

—Entonces… —dijo Tex, sonriendo—, todo está de vuelta a la


normalidad durante un tiempo.

—Sip. —Chase levantó su copa de vino luego miró a mi regazo, su


sonrisa ampliándose—. Simplemente amo las cenas familiares.

Con mi mano libre, apreté el cuchillo y lo apunté en su dirección


mientras él me daba un codazo, haciendo que lo suelte en la mesa.

—¿Están bien chicos? —preguntó Nixon.

—Phoenix es increíble… ¿verdad, gran chico? —Me dio un codazo de


nuevo.

El cuchillo se veía cada vez mejor; una apuñalada, solo para hacerlo
saltar fuera de su silla y que se aleje de mi espalda.

—Sí —respondí, escogiendo la paz sobre la violencia. Vaya, así se


debe sentir madurar.

La mano de Bee se acercó al botón de mis vaqueros, y luego se


deslizó, estratégicamente, más allá de la barrera.

Antes de que pueda excitarme más, apreté su mano, la alejé de mis


pantalones, y me puse de pie, jalándola a sus pies para bloquear todo
tipo de evidencia de lo que ella acababa de hacer.

—Volvemos enseguida. —Gentilmente la empujé hacia el pasillo.

—¡No rompan nada! —gritó Chase.

Tex se levantó de su asiento.

—¿Está Bee bien? Bee, ¿estás enferma? ¿Necesitas ayuda?

—Deja que Phoenix cuide de ella. —Nixon se rió entre dientes contra
su vino—. Claramente, eso es algo en lo que es bueno.

Tex entrecerró los ojos.

No miré de vuelta. Simplemente, empujé a mi futura esposa en el


baño, le puse cerrojo a la puerta detrás de mí y dije con voz ronca:

—Desnúdate.
Ella hizo puchero.

—Vamos, fue gracioso… excitarte sobre el plato de pollo. Amas las


aves.

—Te amo. —Busqué su camisa, dándole un pequeño tirón, y luego


la jalé por encima de su cabeza—. Ahora, quítate la ropa antes que la
arranque.

—Me encanta cuando te pones demandante. —Levantó las manos


mientras le quitaba la camisa y miraba sus pechos desnudos.

—¿Sin sujetador? —dije con voz ahogada.

—¿Por qué más usaría nuestra palabra de seguridad? —Se rió entre
dientes.

—Pero tú no…

—Lo hice… —Asintió—. Bueno, de una forma, quiero decir, apunté


hacia el pollo, donde tú naturalmente deberías asumir que es ave, y
luego cuando eso no funcionó, tomé las cartas en mis propias manos.

—Literalmente —dije, forzando las palabras con voz seca.

—Sí, bueno… —Se lamió los labios y me hizo señas con su dedo—,
realmente tienes manos lindas…

—Con las que puedo jugar contigo.

—¿Y tu boca?

—Con las que puedo saborearte. —Lamí el borde de sus labios.

—Mmm… —Se rió entre dientes y lanzó su cabeza hacia atrás


mientras le besaba su mentón hasta su cuello—. Sigue así y Tex te va a
disparar.

—Valdría la pena. —Tiré de sus vaqueros—. Totalmente valdría la


pena.

—¿Qué sí? —Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.

—Lo valías… todavía lo haces. Y continuarás siéndolo cada día.

—Te amo, soldado.

—También te amo, pequeña.


Epílogo
Traducido por Mais

Sergio

La mesa fue limpiada. Las mujeres, menos Mil, estaban en la otra


habitación alistando el postre.

Y yo estaba a solas con todos los cinco jefes.

Maldición, simplemente lleguen al punto.

Alguien tocó la puerta.

Con una sonrisa, Tex se puso de pie.

—Ese debe ser nuestro invitado.

—¿Invitados? —Resoplé—. ¿En una cena familiar?

Nixon y Chase compartieron una mirada de asombro con Frank,


mientras Mil me palmeaba la mano. Infiernos, si esa no era una mirada
de lástima no sabía qué era.

Cruzándome de brazos, apreté mis dientes y esperé a que entrara


nuestro invitado.

—Sergio… —Tex guió a alguien pequeño en la habitación. Una


sudadera con capucha escondía la cabeza de la figura y su rostro, pero
pedazos de pelo rubio sobresalían debajo—. Me gustaría que conocieras
a nuestra nueva tarea.

La persona se giró y se retiró la capucha.

Me quedé sin aliento.

—¿Andi?

—Te lo dije —susurró ella—. Un día, muy pronto, te arrepentirías de


algunas cosas que me has dicho.
—¿Qué diablos está haciendo una puta Rusa en mi casa?

Tres patadas, los conté, vinieron de la dirección de Mil.

Los ojos de Andi se llenaron de lágrimas.

—Gracioso que lo digas…

—Sergio. —Tex inclinó su cabeza, odio goteando de cada célula en


su cuerpo—. Tu nueva tarea.

—¿Ella? —espeté.

—Mantenla viva —dijo Frank—, y protegida de los rusos. Déjala


morir en paz, hijo.

—Espera, ¿qué? —Sacudí la cabeza—. Acabas de decir que la


mantenga viva.

—Hasta que yo muera —dijo suavemente Andi—. ¿Recuerdas mi


condición? ¿Leucemia? Para mi participación en tu pequeño tiroteo…
ese fue el trato.

—¿Trato? —Me estaba costando respirar—. ¿Qué trato?

—Con Luca —susurró ella—. Pero lo siento que tuviste que ser tú…
realmente lo siento.

—¿Qué diablos se supone significa eso? —Me alejé de la mesa—. No


lo entiendo.

—La protección viene a toda costa. —Frank se puso de pie—.


Ofrecerle protección es la única manera que conocemos cómo… sangre.

Mi cuerpo se quedó inmóvil.

—Tu castigo… —Frank apuntó su dedo en mi dirección, su puño


temblando—. La protegerás hasta su último aliento. La protegerás con
tu vida… como su esposo. Le ofrecemos familia, ya que ella ha perdido
la suya. Después de todo, fue el deseo de un hombre moribundo, el
deseo de Luca, que si alguna vez llegaba a esto, sería cuidada.

—Mi castigo —repetí.

—O tu recompensa. —Tex inclinó la cabeza y levantó una ceja—.


Realmente es cómo lo veas.

Andi se mordió el labio inferior.


—Las buenas noticias es que solo me han dado seis meses más…
así que tu tortura no durará tanto.

Eso… mi cuerpo rugió con injusticia… eso era lo que temía.


Próximamente
Elude - Eagle Elite #6

Veinticuatro horas antes de ser casados,


le ofrecí dispararle.

Diez horas antes de nuestra boda, hice


una burla de su deseo mortal.

Cinco horas antes de decir nuestros


votos, le prometí que nunca la amaría.

Una hora antes de dar el sí, prometí que


nunca derramaría una lágrima por su
muerte.

Pero en el minuto en que nos declararon


marido y mujer, lo supe.

Solo usaría mi arma para protegerla.

Daría mi vida por la suya.

Lloraría.

Y definitivamente, me perdería a una chica moribunda, una chica que


por todos los medios nunca debió de ser mía.

Siempre creí que la mafia sería mi fin, envenenaría mi corazón,


mientras reclamaba mi alma. Nunca lo hubiera imaginado, sería mi
redención.

O el principio de algo hermoso.

El principio de ella.

El fin de nosotros.

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