Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Moderado por:
L A P I S L Á Z U L I
C O N C H E S A N M A
Diseñado por:
L A P I S L Á Z U L I
Sinopsis Capitulo 31
Capítulo 20 Capitulo 32
Capitulo 21 Capitulo 33
Capítulo 22 Capitulo 34
Capítulo 23 Capitulo 35
Capítulo 24 Capitulo 36
Capitulo 25 Capitulo 37
Capítulo 26 Capitulo 38
Capítulo 27 Capitulo 39
Capítulo 28 Continuara…
Capitulo 30 Créditos
Todo el mundo conoce la historia de un monstruo que se lleva a
la bella chica.
Mi realidad es oscura.
—Phil. —Lo saludé sin mirarlo. Mis ojos se fijaron en la chica que
estaba a su lado.
Para mí, todo se trataba de los gritos de agonía. Traían una cierta
tranquilidad. No relajado sexualmente. O lo era hasta que Morgana
me dio una pequeña muestra del cielo. Ella era todo lo que yo no
sabía que quería. Que necesitaba.
Tenía que encontrarla. Tenía que recuperarla. Esto iba más allá
de mi necesidad de poseerla. Todavía había mucho que hacer, ella
era un peón vital en mi plan para llegar a la cima.
Una vez le dije que si huía de mí, debería preocuparse por lo que
pasaría cuando la atrapara. No necesitaba preocuparse más;
necesitaba estar jodidamente aterrorizada.
Morgana
Traducido por Conche
Corregido por Sandra
Intento girar para mirarle, pero sus fuertes manos se posan en mis
caderas y me mantienen firmemente en mi sitio.
—Lo sé —exhala él, clavando sus uñas en mi culo tan fuerte que
rompe la piel y saca sangre. Gimoteo en respuesta.
—¿Sí?
—¿Por qué?
No me dijo nada que no supiera ya. Que no hubiera visto con mis
propios ojos. Aparte de todo eso, sólo había un Cuarto Rojo en
particular que me interesaba.
—¿La mujer que fue asesinada hace años? —Estrechó sus cejas
con confusión. Por supuesto, no sabía lo que era. Si lo hiciera,
significaría que había estado allí, significaría que era consciente de lo
que había pasado dentro. Debería haber mantenido la boca cerrada.
—Ya nos veremos, Morgan. —Me sonrió con una sonrisa torcida,
se dio la vuelta y se alejó. Esperaba que no quisiera hacer algo bueno
con eso.
Morgana
Traducido por Conche
Corregido por Sandra
Sólo quería una simple taza de té. Con nada más que mi camisa
de dormir, se suponía que era una misión sigilosa desde nuestra
habitación hasta la cocina.
¿Amaba a Julian?
Sí.
Esto sería él confiando en mí por una vez. Cada vez que se iba,
uno de sus hermanos me cuidaba. Sin Julian, siempre estaba sola. Por
muy desafortunado que fuera, Bailey y yo no teníamos ningún tipo de
conexión fraternal. Bien podríamos haber sido extraños.
—Tienes razón. Mis bolas son como el oro. —Mi réplica murió
antes de salir de mi boca. Me dio vuelta rápidamente sobre mi
estómago, haciendo que mi cabeza diera vueltas.
—Ahora dime.
Mis bolas podrían estar más azules que el océano Atlántico, pero
eso no me daba una razón para traicionar a mi esposa. Además, su
cuerpo lo compensaría en el segundo en que volviera a estar bajo mi
control.
—No entiendo nada de esto, Julian. ¿Vas a dejar que una chica
mentalmente inestable sea la primera Maestra en años? —
Absteniéndome de empujar su trasero de mi escritorio, le di una mirada
que la hizo tragar audiblemente.
—Morgana no es mentalmente inestable. Y sus problemas la
hacen más capaz de hacer lo que hay que hacer. Honestamente, no
puedo pensar en una mejor persona para el trabajo.
—No —Mi voz era dura, la mirada que le di aún más. Cruzó sus
brazos, dándome una irritante mirada de puchero—. Y no soy un idiota,
Micah. Sé lo que quieres. —Nunca dejó de intentar conseguir luz verde
para hacer lo que quisiera con Belle. Eso causaría montones de
problemas con los que no iba a lidiar.
—Ya estoy contigo —dijo una voz suave, desde algún lugar de la
parte de atrás. No respondiendo, miré alrededor del establecimiento
retro, luchando contra el deseo de dar la vuelta y marcharme.
—No quise asustarte, soy Dakota. Tú debes ser Morgan. —No fue
complicado averiguar cómo sabía mi nombre. Sabía cómo los cotilleos
de los pueblos pequeños se alimentaban a través de un rumor. Y
estaba segura de que Kieran tenía una mano dentro.
—Sí, esa soy yo. —¿Podría esta situación ponerse más incómoda?
Dakota me miraba como si fuera su mejor amiga perdida.
Si Julian fuera una de esas personas que pasa por aquí tendría
una habitación llena de gente para verme perder mi mierda. Me
quemó de dentro a fuera tener a un hombre controlando mi vida. Que
le jodan por no elegir a alguien más a quien atormentar. Que le jodan
aún más por usarme.
—No sé...
—¿De qué estoy hablando? Mira, veo que tienes esta cosa
distante. Probablemente no confíes en mí la mierda que dejas caer en
el inodoro, pero no estoy dispuesta a hacer lo que sea que creas que
estoy tratando de hacer.
—¿Crees que eres la primera chica que corre por aquí? Sé todo
sobre esos psicópatas de la casa grande. ¿Los Andreous? Este podría
ser su pueblo también —escupió el apellido de Julian con veneno.
—Llévame a tu casa.
Sólo tuvo que mencionar el nombre de Leah una vez, había fotos
de ella en la pared y una en la chimenea. Por la forma en que
hablaba, pensaba que su hermana estaba muerta.
¿Qué jodidamente irónico era que encontrara a la hermana de
la mujer que finalmente me dio la libertad? A menudo me preguntaba
por su destino, si Julian lo reconsideró cuando descubrió que estaba
embarazada. Por duro que intentara embarazarme, no podía imaginar
que le hiciera daño.
Julian
La vi observarme.
—Y qué hay de... —Me tapó la boca con su mano para callarme
y puso el teléfono en el altavoz.
—Podemos hablar más tarde, hay algo que tengo que hacer. —
Hizo un amago de venir aquí, haciéndome señas para que caminara
hacia él. Tomándome mi tiempo, me adelanté a paso de caracol,
manteniendo mis ojos fijos en su cara.
—Admitir, ¿qué?
Julian
Era la encarnación de la perfección. Ninguna mujer ha tenido, o
nunca tendrá, una oportunidad sobre Morgana. Sus ojos me miraban;
sus manos permanecían a su lado. Se mantenía expuesta, dejándome
beberla.
—Jules... por favor. —Sus ruegos eran una sinfonía para mis oídos,
sus suaves gritos armonizaban en mi cerebro.
—Sigue suplicando. —Me lancé más rápido, martillando en ella.
Mis bolas golpeaban contra la ranura de su trasero, mezclándose con
el sonido de sus gemidos y la cabecera golpeando contra la pared.
—Lo sé. Ella era lo que se llama normal, lo que realmente la hace
más enferma que cualquiera de nosotros. —¿Podía discutir ese punto?
Todo esto era agotador. Me hizo sentir vacía. Las cosas que
todos me hicieron creer, mentiras giradas a mí alrededor en una
sofocante red de crueles intenciones. ¿Había hecho algo en el pasado
que justificara esto?
—Necesitamos salir de aquí —repitió, moviéndose por la
habitación comprobando quién sabe qué. Me encogí de hombros,
resignada, sin dar ninguna indicación de lo que planeaba hacer,
formando un plan, no podía dejar que se enterara.
—¿Está todo bien aquí? —El tipo vino de detrás del mostrador
caminando hacia nosotros.
No dejó de caminar.
—Me tomó menos de dos horas llegar a esto. ¿Ves lo que has
hecho? —Tocó mi piel quemada, una mirada de desdén apareciendo
en su cara—. Este cuerpo me pertenece. Cada superficie. Cada
maldito agujero que tienes. Es mío. Y mira lo que decidiste hacer. Si no
hubieras huido, esto no estaría aquí. ¿Verdad?
Sin decir nada, mojó sus dedos con ello antes de llevarlos a mi
muslo. Observé como arremolinaba su pegajosa semilla con restos de
mi sangre, trazando la punta de sus dedos a lo largo de mi piel.
Finalmente pude ver lo que había hecho.
Unas pocas voces suaves llegaron a mis oídos cuando bajé las
escaleras. Siguiendo a donde me llevaban, me encontré en la cocina.
Tres cabezas diferentes se volvieron para mirarme. Helga, Belle y una
mujer que nunca había visto se movieron para mirarme.
Mis ojos se posaron en una mesa similar a las de los Salones Rojos.
Forrada con bandejas de plata, todas cubiertas por tapas. La familia
de Julian se sentó mirándome expectante. Kieran entre ellos, con un
aspecto cien por cien saludable. Belle se veía extremadamente
incómoda.
—¿Qué es esto?
—No puedo entender lo que está pasando. ¿Por qué están aquí?
¿Y por qué ella dijo que eres mi primo? —Mi voz se elevaba más alto
con cada palabra.
—Por eso tenía que pasar todo esto. Dejas que la gente que no
importa se meta en tu cabeza. Escuchas la mierda que te dan de
comer y rechazas cada verdad que te doy.