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TEMA 5.

3. DISTINTAS CONCEPCIONES DEL SER HUMANO A LO LARGO DE LA HISTORIA


3.1 EL SER HUMANO EN LA ANTIGÜEDAD.
En la mitología griega, antes de la aparición de la filosofía se aprecia el interés por entender y
describir al ser humano. Pero en el mito no se hace tanto de hacer una reflexión sobre la condición
humana como de ofrecer un modelo que pueda servir de referente. En la Ilíada y la Odisea, Homero, el
modelo de ser humano es el héroe, definido por características que lo hacen único, siendo la individualidad
uno de sus rasgos esenciales. Asimismo el héroe destaca por su areté o excelencia que se manifiesta en
la belleza, la clarividencia, la elocuencia o la valentía. Los escritos de Homero reflejan la creencia de que
las almas humanas, tras la muerte, se desvanecen y se dirigen al Hades, un inframundo en el que habitan
los muertos.
Ya en el ámbito de la filosofía destacan las visiones de Sócrates, Platón y Aristóteles, en las que el ser
humano es concebido como parte de una unidad mayor, es decir, se entiende como un ciudadano,
miembro de una sociedad. Sin embargo en el período helenístico se rompe esta tendencia. Veamos estas
visiones con más detalle.

a) El ser humano en Sócrates


En el siglo V a.C. Sócrates fue el primero en situar al ser humano en el centro de interés de la
investigación filosófica. De él es la máxima: “Conócete a ti mismo”. No se trata de proponer modelos
humanos, como hacía la mitología: no hay que ir fuera a buscar el objeto de estudio, porque este se
encuentra en uno mismo. El objeto de estudio, según Sócrates, es el alma; la verdad se encuentra en el
interior, pero la investigación no puede ser una tarea solitaria, sino compartida. Es a través del diálogo
como se llega al conocimiento y, por medio de este, a la virtud y a la felicidad (intelectualismo moral).
Frente al individualismo y el hedonismo defendidos por algunos filósofos de su época (los llamados
sofistas) como rasgos característicos de la naturaleza humana, Sócrates opondrá el autoconocimiento y el
respeto escrupuloso de las leyes de su ciudad. Ante todo, el hombre tiene que ser un ciudadano ejemplar.

b) El ser humano en Platón


Platón (V- IV a.C.) fue discípulo de Sócrates y heredó de él la visión de superioridad del alma respecto
al cuerpo, la confianza en el conocimiento y la vinculación entre el bien y el conocimiento.
Según Platón, en el hombre hay dos principios opuestos: el cuerpo, que nos vincula al mundo
sensible, y el alma inmaterial e inmortal, que nos vincula al mundo de las ideas. El cuerpo es la cárcel del
alma, nos arrastra hacia lo material y dificulta el ascenso del alma hacia las ideas. Como vemos, defiende
un dualismo antropológico. El alma es inmortal y ha existido con anterioridad al cuerpo en el mundo de las
ideas.
Su unión con el cuerpo es accidental y transitoria, porque su lugar natural es el mundo de las ideas. Platón
acepta la teoría de la transmigración de las almas o metempsicosis. El alma, por alguna razón, salió del
mundo de las ideas y vive temporalmente en el cuerpo que ocupa, como en una prisión. Los deseos
corporales arrastran al alma al mundo sensible y son un obstáculo para que vuelva a contemplar las ideas.
Mientras está unida al cuerpo, el alma debe concentrarse en ejercer el control sobre las pasiones,
desligándose del cuerpo lo más posible para alcanzar su purificación. La muerte significa su liberación,
pero si no está suficientemente purificada, deberá transmigrar a un nuevo cuerpo y continuar el ciclo de las
reencarnaciones.
Platón al hablar de alma inmortal, inmaterial y eterna, se está refiriendo al alma racional. En total,
considera que existen tres almas, que compara con un carro guiado por un auriga y tirado por dos caballos
alados, uno bueno y hermoso, y el otro, rebelde y díscolo:
• Alma racional: representada por el auriga, se trata de la parte más noble del hombre. Su función es el
conocimiento de las Ideas y guiar las otras dos almas. Inmortal y situada en la cabeza, su virtud es la
prudencia o sabiduría. En el mito del carro alado se corresponde con el auriga, que dirige el carro.
• Alma irascible: fuente de pasiones nobles, como el valor y la voluntad. Representada por el caballo bello
y bueno, fácil de conducir hacia el mundo de las ideas. Situada en el pecho. Su virtud es la fortaleza.
Perece con el cuerpo.
• Alma concupiscible: fuente de los apetitos o deseos corporales, de pasiones innobles. Mortal y situada en
el vientre. Su virtud es la templanza. Representada por el caballo feo y rebelde, es el alma que más se
asemeja al cuerpo, por lo que tiende al mundo sensible.
Si el alma racional conduce adecuadamente las pasiones (las otras dos almas), se consigue la armonía o
justicia.
La tarea del hombre es conseguir que la parte superior de su alma (la razón) domine sobre las inferiores;
sólo así alcanzará la virtud y la felicidad. Pero la verdad es que a algunos hombres dicha tarea les cuesta
más que a otros, puesto que aunque todos poseemos las tres partes del alma, en cada uno de nosotros
predomina por naturaleza una de ellas. Este es el fundamento de una buena organización social. Los
individuos en los que predomine la parte racional del alma (filósofos) se ocuparán del gobierno y los demás
hombres realizarán otras funciones sociales: proteger la ciudad y mantener el orden (los guardianes), y
producir los medios de subsistencia (los productores).

c) El ser humano en Aristóteles


Para Aristóteles, el ser humano es un ser natural y está sometido a los cambios que se orientan a la
perfección de su naturaleza. Esta perfección consiste en la plena realización de su esencia caracterizada
por la racionalidad y la sociabilidad.
Aristóteles aceptó la distinción platónica entre una parte material y otra inmaterial en el ser humano,
cuerpo y alma, pero rechazó la idea de que existan por separado (rechaza el idealismo platónico). El alma
es aquello que da forma a la materia de la que está hecho el cuerpo, que es de por sí informe e inactivo. El
alma es así un principio vital, lo que da vida al cuerpo, y la muerte del ser humano implica la muerte del
alma.
Siguiendo un esquema similar al platónico, Aristóteles distingue tres funciones del alma o niveles
anímicos diferentes:
• Alma vegetativa. Común a todos los seres vivos: permite la alimentación y la reproducción y las
funciones vitales básicas.
• Alma sensitiva: presente en los animales y en el ser humano, posibilita la percepción sensible, los
deseos y el movimiento.
• Alma intelectiva: Específica del ser humano y permite la actividad exclusiva del entendimiento o la
razón.
Como Platón, Aristóteles concede una especial importancia a la dimensión social y política del ser humano.
Aristóteles considera al ser humano como un animal político; siendo su naturaleza social su plena
realización no puede darse más que en el contexto de la polis.

d) El ser humano en el helenismo


A partir del siglo III a. C, en el período helenístico, se produce en los griegos una gran desorientación y
una pérdida del sentido comunitario. Surgen varias escuelas que pretenden crear una nueva forma de vida.
Epicúreos y estoicos rechazan la distinción platónica y aristotélica entre una parte material y otra inmaterial
en el ser humano. El alma para ellos es material como el cuerpo, siendo el objetivo en la vida del individuo
encontrar la felicidad, por medio del placer moderado según los primeros, y llevando una vida racional
acorde con el destino universal, según los segundos.

3.2. EL SER HUMANO EN LA EDAD MEDIA


Junto a la de la filosofía griega, una de las mayores influencias sobre la concepción humana en ell
pensamiento occidental es la que deriva de la tradición cristiana. Dentro de la misma, dos filósofos de
referencia: Agustín de Hipona (IV-V) y Tomás de Aquino (XIII), autores que adaptaron al cristianismo los
modelos filosóficos de Platón y de Aristóteles, respectivamente.
La propagación y el asentamiento del cristianismo supuso la generalización de un nuevo concepto de
lo divino, de la Historia y del ser humano. El cristianismo pone al ser humano en el centro de la creación.
Se trata de un ser creado (y por tanto contingente) a imagen y semejanza de Dios y que es contemplado
como persona, sujeto inalienable y valedor de dignidad. Esto implica la igualdad y la fraternidad entre los
seres humanos.
El cristianismo considera esta vida como una transición hacia otra celestial y eterna. El sentido de
esta vida se dirige hacia aquella otra inmortal en la que, junto a Dios, la realidad humana adquiriría su
verdadera plenitud. Fue Jesucristo la figura redentora que, según el cristianismo, hizo posible la salvación
del alma humana. La humanidad se sometería al final de los tiempos a un juicio final en el que cada ser
individual habría de dar cuenta de sus actos y se haría merecedor del premio de la salvación o de la
condena eterna. Es la libertad humana y su capacidad para elegir entre el bien y el mal lo que hace al ser
humano merecedor del premio o el castigo. Siendo que el hombre está dotado de inteligencia para
discernir y de voluntad para decidir, sería por lo tanto sujeto moral responsable en última instancia de sus
actos. Asimismo, el cristianismo introduce el concepto de pecado original, que implica una inclinación
natural del hombre hacia el mal. De manera que cada persona para hacer el bien al que está llamada,
tiene que luchar contra su propia tendencia al pecado (ira, soberbia, envidia, etc.).

3.3. EL SER HUMANO EN LA MODERNIDAD


a) El ser humano en el Renacimiento
El pensamiento medieval puso a Dios en el centro del universo y subyugó la vida terrenal a su destino
celestial. El Renacimiento supone una vuelta al pasado grecorromano y una redefinición de la posición
central del ser humano. Se pasa de un teocentrismo a un antropocentrismo.
El Renacimiento coloca al ser humano en el centro del mundo, con lo que se produce una revalorización
de su papel en el mismo y de la propia vida terrenal. La vida no sería desde esta perspectiva un mero
trámite, sino una ocasión para desplegar todas las potencias humanas. En este contexto se desarrolla el
humanismo, un movimiento inicialmente ligado al estudio de la cultura clásica y más tarde convertido en
una corriente artística e intelectual confiado en los valores y las grandes capacidades humanas.
En el contexto del humanismo se subrayará el individualismo, haciéndose hincapié en el carácter
único de cada ser humano y destacándose el valor creativo y la genialidad. Se pone el énfasis en la
libertad y dignidad del hombre, capaz de ordenar su propia existencia de forma independiente.
La confianza en el ser humano y su autonomía se reforzarán de forma progresiva en el periodo de la
Modernidad. A ello contribuirán el desarrollo científico sin precedentes que acompaña a la revolución
científica producida en ámbitos como la astronomía y la física, junto al apogeo de modelos filosóficos que
rompen con un pasado basado en la tradición o en principios de autoridad ajena a la propia racionalidad.

b) El ser humano en Descartes


Para Descartes, en el hombre se distinguen dos realidades o sustancias de naturaleza muy distinta: el
cuerpo (res extensa) y el alma (res cogitans). Por tanto defiende la concepción dualista del ser humano.
• El cuerpo es de naturaleza material y le corresponde el atributo de la extensión. Funciona como una
máquina, sometido a las leyes mecanicistas (determinismo físico).
• El alma es de naturaleza espiritual y su atributo es el pensamiento, es una cosa pensante, un yo que
piensa. Descartes establece la racionalidad como fundamento del ser humano. Como sustancia
pensante, el ser humano es un ser inmaterial y libre.
El dualismo cartesiano, al establecer la independencia entre cuerpo y alma, al poseer estas realidades
una naturaleza totalmente distinta, plantea un problema: ¿cómo explicar la comunicación entre ambas?
Por ejemplo, cuando alguien siente alegría o tristeza (propio del alma) se pueden producir risas o lágrimas
(una reacción del cuerpo). Es obvio que alma y cuerpo se comunican, pero al ser dos sustancias tan
diferentes, ¿de qué modo lo hacen? Descartes no supo explicarlo de manera adecuada. Afirmó que existe
una glándula, la glándula pineal, situada en el cerebro, a partir de la cual se produce la comunicación alma
- cuerpo (res cogitans - res extensa). Esta explicación resulta insuficiente ya que sitúa al alma en una parte
del cuerpo, lo que resulta una incoherencia con su propia definición de sustancia; y por otro lado, no
explica cómo se produce esa interacción o comunicación alma-cuerpo. Aun así, la separación entre res
cogitans y res extensa le permite salvar la libertad humana: el hombre (no su cuerpo) no está sometido a
las leyes de la mecánica que dominan la naturaleza.

c) El ser humano en el empirismo y en la Ilustración


Los empiristas no se preguntan por la esencia del ser humano, sino que intentan resolver el problema
práctico de determinar las posibilidades y límites del conocimiento de la realidad, y las condiciones nuestra
acción moral y política. Destaca la concepción pesimista de T. Hobbes para quien el hombre es un ser
eminentemente egoísta y violento (“El hombre es un lobo para el hombre").
La Ilustración insistirá en la consideración de la razón como guía suprema para el ser humano, si bien
someterá esta razón a una crítica y limitará sus capacidades para el conocimiento de la realidad. La razón
se considera como una guía que no ha de estar sometida a ningún principio rector exterior a ella misma y
se concibe la misma como una garantía de progreso de la humanidad. Esta sería por ejemplo la idea de
Kant, uno de los máximos representantes del movimiento ilustrado, para quien la principal pregunta de la
filosofía es ¿Qué es el hombre?, cuya respuesta exige una reflexión sobre las posibilidades y límites del
conocimiento, los principios del comportamiento y el destino del ser humano.
Junto con la confianza en una razón autónoma, la Ilustración aportó otras ideas que dibujan la visión
del hombre que se forja en esta época, como son, los derechos humanos universales, la importancia de la
educación, la laicización y la idea de progreso. Esta última idea, sin embargo, será cuestionada por
ilustrados famosos como J. J. Rousseau, para quien los avances sociales son solo supuestos dado que
acaban pervirtiendo la bondad natural del ser humano.

3.4. EL SER HUMANO EN LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA


Durante los siglos XIX y XX, el debate filosófico en torno al ser humano presenta una gran diversidad
de posturas y enfoques.
En el siglo XIX el interés por el ser humano presenta dos rasgos característicos; por un lado, se
produce un retroceso en la importancia del individuo a favor de otras instancias, como la sociedad o la
vida. Y por otro lado, se desarrollan las ciencias humanas como la psicología, la sociología, la antropología
biológica, etc., que estudian al ser humano usando el método experimental. En este período se producen
dos de la tres humillaciones que sufre el hombre a lo largo de su historia y de las que hablamos al
comienzo del tema (recordemos que la primera tuvo lugar en el Renacimiento con el heliocentrismo de
Copérnico y Galileo), una como consecuencia de la teoría de la evolución de Darwin y la otra, fruto del
psicoanálisis de Freud. Estas circunstancias determinarán el desarrollo de la antropología filosófica.

a) El ser humano en Marx


Marx es el creador del materialismo histórico, una teoría que explica la sociedad y la naturaleza humana a
partir de las condiciones materiales y económicas de una sociedad. Estas condiciones son la fuerza motriz
principal detrás del cambio social y el desarrollo histórico. En otras palabras, busca entender la evolución
de las sociedades a través del análisis de las relaciones económicas y las estructuras de producción.
Las relaciones de producción son las formas en que los individuos interactúan entre sí en el proceso de
producción de bienes y servicios. En el capitalismo, las relaciones de producción se centran en la
propiedad de los medios de producción, como fábricas, tierras y maquinaria. En este sistema, la clase
capitalista posee estos medios, mientras que la clase trabajadora (proletariado) vende su fuerza de trabajo
para obtener un salario. El capitalista controla los medios de producción y busca maximizar las ganancias,
mientras que el proletariado depende de vender su fuerza de trabajo para subsistir. Marx argumenta que
en las relaciones de producción capitalistas, la clase trabajadora es explotada, ya que la plusvalía, es decir,
el valor adicional creado por los trabajadores durante la producción, se queda en manos de la clase
capitalista.
Marx afirma que en el modo de producción capitalista el ser humano se encuentra alienado. Con este
término se refiere a la separación y pérdida de control que experimenta el trabajador en relación con su
propio trabajo, el producto de su trabajo y su propia humanidad. Estar alienado, según Marx, es estar fuera
de sí, no estar conforme a la propia naturaleza del ser humano, sino constreñido, separado y ajeno a sí
mismo. Marx desarrolló este concepto para describir cómo la organización del trabajo en el capitalismo
afecta negativamente la experiencia y la conciencia de los individuos. Existen varios tipos de alienación,
aunque la principal es la alienación en el trabajo.
• Alienación en el trabajo: Marx sostiene que en el capitalismo, el trabajador experimenta alienación en
el proceso de producción. El trabajador es separado de la propiedad y del control de los medios de
producción, y su trabajo se convierte en una mercancía que vende en el mercado laboral. Como resultado,
el trabajador no tiene control sobre el proceso de producción ni sobre las decisiones relacionadas con su
trabajo.
• Alienación del producto: En el capitalismo, el producto del trabajo no pertenece al trabajador que lo
produce, sino al dueño de los medios de producción (el capitalista). El trabajador, por lo tanto, se aliena del
fruto de su propio trabajo, ya que no tiene acceso o control sobre lo que produce. El producto se convierte
en una mercancía separada del trabajador.
• Alienación respecto a la humanidad: Marx argumenta que la alienación en el capitalismo no se limita al
ámbito del trabajo y el producto, sino que afecta la esencia misma de la humanidad. La falta de control
sobre el trabajo y el producto lleva a una pérdida de la autodeterminación y la creatividad del individuo,
generando una sensación de alienación respecto a su propia humanidad.
• Alienación en las relaciones sociales: La competencia y la explotación en el capitalismo generan
relaciones sociales alienantes. La competencia entre los trabajadores por empleo y la competencia entre
las empresas contribuyen a la división y la alienación social.

b) El ser humano en Nietzsche


Desde su posición vitalista, Friedrich Nietzsche lleva a cabo una revisión completa de una tradición
occidental que él considera como decadente y contraria a la vida. En este sentido coincide en criticar un
modelo religioso que ha fomentado valores contrarios a la vida como son la abnegación, el
arrepentimiento, la igualdad, el perdón, etc. Para él, el hombre es un ser corporal dominado no por la razón
sino por fuerzas que superan su control (voluntad de poder). Tras la muerte de Dios y el nihilismo
subsiguiente, el hombre contemporáneo debe hacerse cargo de su total libertad, afirmar
incondicionalmente la vida y dar rienda suelta a sus instintos; es decir, debe convertirse en superhombre.

c) El ser humano en Freud


Hasta llegar a Freud, se consideraba que el ser humano era un animal racional y consciente. Era común
pensar que uno mismo es quien mejor sabe lo que piensa o siente, que uno mismo conoce su propia
mente.
Para Freud ha sido un error histórico identificar la mente con la conciencia, pues en realidad la conciencia
recoge sólo una pequeña parte del contenido de nuestra mente. La mayor parte tiene un carácter
inconsciente, el cual es inaccesible a nosotros mismos. Freud nos hace ver que nuestros impulsos,
motivaciones e incluso creencias se hallan en el inconsciente, ni siquiera nosotros sabemos lo que hay en
nuestra propia mente, ni somos del todo “dueños de nosotros mismos”.
Freud analizó los fenómenos psíquicos de la mente y distinguió tres elementos:
• ELLO: El ello constituye la parte instintiva de la mente humana. Es inconsciente e irracional, formada por
un conjunto de instintos primarios o pulsiones (deseos, pasiones...). Está regido por el principio del placer,
por lo que busca todo aquello que le otorga deleite y rehúsa todo lo que le provoca displacer.
• YO: Surge de la racionalización que la vida en sociedad nos obliga a realizar. Actúa según el principio de
realidad, mediante el cual el hombre se adapta a las convenciones sociales, contrarias a los verdaderos
deseos de ello. El yo quiere cumplir con las exigencias del ello y del superyó al mismo tiempo.
• SUPERYÓ: Es la interiorización de las normas sociales y morales que forman la vida en sociedad. Es
inconsciente. El hombre, para ser aceptado en sociedad, reprime sus pulsiones, no las satisface. Freud
nos ofrece la imagen de un ser humano desvalido e incapaz de conocerse a sí mismo, pues la verdadera
dimensión de lo humano queda escondida bajo lo inconsciente. Freud es el padre del psicoanálisis, una
terapia basada en dejar hablar al paciente y en la asociación libre de ideas, para dejar aflorar traumas
reprimidos que se alojan en el inconsciente.

d) El ser humano en Sartre


El existencialismo afirma que lo que caracteriza fundamentalmente a los seres humanos no es el hecho de
poseer una esencia común o una naturaleza que todos compartimos, sino el hecho de que cuando
nacemos somos un ser dotado de una gran indeterminación, por lo que es en nuestra particular manera de
actuar que vamos definiendo aquello que somos.
Dice Sartre: El hombre no nace, sino que se hace. El ser humano debe ir haciéndose su propia esencia.
Por tanto, primero el hombre existe, es arrojado al mundo, y luego a medida que va viviendo, adquiere su
esencia. Otras frases que podrían resumir su pensamiento: La existencia precede a la esencia. El hombre
empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define. Es decir, primero existimos y a
partir de ahí vamos haciéndonos nuestra esencia.
Sartre parte de la afirmación de que Dios no existe, por tanto no ha creado al ser humano, no le ha
dado una naturaleza o esencia ni finalidad en su vida. Por tanto, el hombre tiene una libertad total para
hacerse a sí mismo. Pero, ¿cómo se hace uno a sí mismo? Eligiendo entre las posibilidades que se nos
ofrecen. Para hacerse, el ser humano tiene que elegir, su vida es un proyecto futuro lleno de posibilidades
(en este sentido el ser humano no-es, puesto que continuamente está haciéndose).
El hombre está condenado a ser libre es otra frase del filósofo. No solo podemos elegir, sino que estamos
obligados a elegir. La libertad es inherente a la condición humana, pero la libertad conlleva
responsabilidad. Si el hombre es libre de elegir, es también el absoluto responsable de sus elecciones.
Esto nos produce una tremenda angustia por el hecho de tener que elegir constantemente qué hacemos
con nuestra vida y asumir la responsabilidad de nuestros aciertos y errores.

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