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Asignatura: Atención Temprana en el Desarrollo Infantil

Tema 3. Atención a las poblaciones con riesgo biológico y social


Profesora: Mercedes Bellido González

Tema 3. Atención a las poblaciones con riesgo biológico y social

Introducción

La Atención Infantil Temprana precisa de acciones coordinadas a través de un

modelo integral que agrupe las intervenciones realizadas desde los diferentes

sectores, educativo, sanitario y social, las cuales deben asegurar la prevención,

detección precoz, diagnóstico y tratamiento de las personas menores de seis años de

la Comunidad Autónoma de Andalucía que presentan trastornos en el desarrollo o

riesgo de padecerlos, así como la intervención sobre su familia y entorno (Figura 14).

Figura 14. Coordinación entre los sectores implicados en AT

Estas directrices están recogidas en el Protocolo de 30 de marzo de 2015 sobre la

coordinación entre las Consejerías de Salud, Igualdad y Políticas Sociales y de

Educación, Cultura y Deporte para el desarrollo de la atención temprana.

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Este enfoque de coordinación entre los ámbitos que atienden a los niños y niñas en

edad temprana se hace necesario, puesto que la población con riesgo biológico que en

un primer momento será detectada por los profesionales de la salud, acabará siendo

atendida en los colegios de Educación Infantil por los maestros y maestras de

Educación Infantil. Es por ello que interesa que los futuros profesionales de la

enseñanza conozcan los factores de riesgo biológico (Tabla 21), las características de

esta población (Tabla 22), las consecuencias para su desarrollo (Tabla 23) y los

programas de intervención eficaces para la atención a estos niños y a sus familias.

Respecto a la población con riesgo social se seguirá la misma estructura planteada en

la población con riesgo biológico (Tablas 24 y 25).

Este conocimiento adquirido les mantendrá alerta ante las señales de riesgo biológico

o social que observen en sus futuros alumnos y alumnas.

Riesgo biológico

La patología del sistema nervioso central y órganos de los sentidos, visión y audición,

se considera dentro del riesgo biológico pero por su especial interrelación la podemos

denominar como riesgo neurosensorial (Robles, Poo, Poch, 2008). En el período

perinatal, se consideran niños con riesgo biológico a los niños prematuros, de muy

bajo peso al nacer, de bajo peso en relación a la edad gestacional, a los gemelos

discordantes en el peso al nacer, a los que nacen con asfixia perinatal, y en general a

todos los recién nacidos que precisan tratamiento en la unidad de cuidados

intensivos neonatales (UCIN) (Tabla 21).

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Tabla 21. Factores de riesgo biológico, sensorial y social

F. riesgo biológico F. riesgo sensorial visual F. riesgo sensorial auditivo

Prematuridad: edad Ventilación mecánica Hiperbilirrubinemia


gestacional < 37 semanas. prolongada. Gran prematuridad < semana
Retraso crecimiento Gran prematuridad < semana 32 de gestación
intrauterino: Peso < P10 para 32 de gestación RN con peso <1500g
su edad gestacional RN con peso<1500g. Infecciones congénitas del
Gemelos discordantes en el Hidrocefalia. SNC
peso al nacer Infecciones congénitas del Síndromes malformativos con
Pérdida de bienestar fetal SNC. compromiso de la audición
(encefalopatía hipóxico-isqué- Patología intracraneal Antecedentes familiares de
mica). detectada por ECO/TAC hipoacusia
Convulsiones neonatales Síndrome malformativo con Infecciones postnatales del
Microcefalia compromiso visual SNC
Infección del SNC (meningitis, Infecciones postnatales del Asfixia severa
encefalitis, ventriculitis) SNC
Infecciones congénitas Asfixia severa
Neuroimagen patológica
Anomalías metabólicas
Anomalías congénitas
Postoperados cirugía cardíaca
(CEC)
Pacientes sometidos a ECMO
Enfermedad pulmonar

Factores de riesgo social

Enfermedad mental de padres o cuidadores


Drogadicción de padres o cuidadores
Malos tratos
Bajo nivel socioeconómico
Situaciones de estrés
Disfunción o disrupción familiar, madre adolescente

Características de la población de riesgo biológico

La población con riesgo biológico es diversa, por lo que se describirán los factores de

más entidad en cada uno de los grupos de riesgo: prematuridad, pequeño para la

edad gestacional, gemelos discordantes, asfixia perinatal (Ruíz y Robles, 2004;

Gutiez, 2005).

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Tabla 22. Características de la población de riesgo biológico

Prematuridad

Se considera a un recién nacido prematuro cuando nace antes de la semana 37 de edad

gestacional. No todos los prematuros van a presentar los mismos problemas. Inicialmente

los nacidos por encima de la semana 35 y con un peso superior a los 2200 gramos no van a

precisar ingreso. A medida que disminuye la edad gestacional al nacimiento aumenta la

posibilidad y gravedad de las secuelas y disminuye la supervivencia. De tal manera que:

35-37 semanas de EG: supervivencia 98-100%

30-34 semanas de EG: supervivencia 95%, secuelas 15%

28-29 semanas de EG: supervivencia 80-85%, secuelas 30%

EG < 28 semanas: supervivencia 50-70 %, secuelas > 50%

Al no haber completado su maduración dentro del útero materno, los niños prematuros

nacen con determinadas características físicas:

La piel es muy fina, con aspecto frágil, aspecto rojizo.

Lanugo, una suave capa de vello que cubre el cuerpo del bebé, irá desapareciendo

poco a poco.

Parece desproporcionado. La cabeza es proporcionalmente más grande que el

resto del cuerpo, y los brazos y las piernas, más largos en relación al tronco.

A las orejas les falta cartílago. Por eso están dobladas o pegadas a la cabeza.

Los párpados están fusionados, aunque poco a poco se irán abriendo.

Tiene poca grasa corporal, lo que le hace parecer aún más delgado y pequeño.

Su tono muscular es bajo, no se mueve igual que los niños nacidos a término,

pues el prematuro lleva a cabo una serie de sacudidas o movimientos bruscos, ya que

no ha perfeccionado el mecanismo de coordinación.

Sus órganos sexuales están inmaduros.

La respiración es muy elaborada.

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Pequeño para la edad gestacional (PEG)

Los fetos crecen pequeños para su edad gestacional (PEG) cuando no reciben los

nutrientes y el oxígeno necesarios para el crecimiento y el desarrollo apropiado de sus

órganos y tejidos. Si esta situación permanece durante el embarazo, y al nacer su peso es

inferior al percentil 10 en relación a su edad gestacional, se clasifican como PEG

Según la etiología podemos clasificar los fetos PEG en varios grupos:

PEG. Son pequeños, simplemente debido a factores constitucionales como el sexo

femenino, etnia materna, paridad o el índice de masa corporal.

PEG anómalo. Es debido a anomalías morfológicas, genéticas o secundarias a

infecciones. Son llamados CIR simétricos, todos los órganos del feto están

disminuidos proporcionalmente de tamaño.

Crecimiento intrauterino restringido (CIR). Son aquellos que presentan una

alteración en la placenta. Muestran mayor disminución del tamaño abdominal

respecto a la circunferencia cefálica, se consideran CIR asimétricos.

Los recién nacidos pequeños para la edad gestacional pueden aparecer delgados con masa

muscular y tejido adiposo subcutáneo disminuidos. Los rasgos faciales pueden aparecer

hundidos, parecidos a las de una persona mayor ("facies arrugadas"). El cordón umbilical

puede aparecer delgado y pequeño.

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Asfixia Perinatal

La asfixia perinatal (APN) se puede definir como la agresión producida al feto o al recién

nacido alrededor del momento del nacimiento por la falta de oxígeno y/o de un flujo de

sangre adecuado hacia los tejidos.

La Asociación Americana de Ginecología y Obstetricia y su par de Pediatría (1996) han

establecido cuatro criterios, que deben estar todos presentes para poder diagnosticar la

asfixia perinatal:

Acidosis metabólica (pH < 7,00 y Déficit de Bases ≥ 12 mmol/L).

Puntaje de Apgar inferior a 3 después del minuto 5.

Inicio precoz de encefalopatía neonatal moderada o severa

Complicaciones sistémicas en diferentes órganos en el período neonatal

La Encefalopatía Neonatal (EN) es un síndrome clínicamente definido por la alteración de

la función neurológica en los primeros días de la vida del niño. Se manifiesta por dificultad

al iniciar y mantener la respiración, tono y reflejos deprimidos, nivel de conciencia

anormal, y a menudo por convulsiones. Sarnat y Sarnat (1976) la clasifican en tres niveles,

leve, moderada y severa.

Hay muchos trastornos genéticos y metabólicos que se presentan con signos clínicos de

EN, distintos de los eventos posteriores a la APN. El trastorno solo se denomina

encefalopatía hipóxico-isquémica (EHI) si hay evidencia de que la asfixia intraparto es la

causa de la EN existente (Pin, Eldridge, Galea, 2009).

El cerebro puede quedar privado de oxígeno por dos mecanismos importantes: la

hipoxemia y la isquemia. El primero consiste en una disminución de la concentración de

oxígeno en sangre y el segundo en el descenso de la cantidad de sangre que riega al

cerebro.

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Consecuencias del riesgo biológico para el desarrollo de los niños.

El período prenatal es particularmente sensible a las alteraciones porque abarca un

período preciso en el que se forman los sistemas de los órganos y se produce un

rápido crecimiento de las estructuras neurológicas. En este período de la vida el

bienestar del feto es especialmente dependiente de eventos bioquímicos

sincronizados con precisión. Como resultado, una exposición a factores biológicos

adversos puede causar un daño persistente debido a la sensibilidad del sistema

nervioso central en desarrollo durante el período prenatal (Martin y Dombrowski,

2008).

El propósito de este apartado consiste en resumir los descubrimientos más

importantes respecto a los factores biológicos que se hacen presentes durante la

etapa pre y perinatal y que en etapas posteriores han sido asociados a problemas de

aprendizaje y de comportamiento.

Del mismo modo que en el apartado anterior se presentarán de forma sintética las

consecuencias que los factores de riesgo analizados tienen para el desarrollo de los

niños (Tabla 23).

A continuación se comentarán los programas de Atención Temprana de manera

general ya que podrán aplicarse a cualquier niño con riesgo biológico, siempre que se

considere adecuado según la situación que esté viviendo en un momento concreto,

por ejemplo: hospitalización, adaptación al ambiente familiar,… Es decir, es posible

que a unos gemelos se le aplique un programa específico para prematuros puesto que

los gemelos han podido nacer pretérmino, igualmente podría sucederles a los PEG, o

a los niños niños con asfixia perinatal sin secuelas neurológicas graves.

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Tabla 23. Consecuencias de los factores de riesgo biológico en el desarrollo de los niños

Prematuridad y Bajo Peso al Nacer

La relación entre nacer prematuro y con bajo peso al nacer es muy alta ( mayor que 0.80),

por ello muchos de los estudios comparten la población analizada y por consiguiente las

consecuencias de nacer prematuro y con bajo peso se analizarán conjuntamente (Martin y

Dombrowski, 2008). De hecho cuando se estudia el desarrollo de estos bebés se analiza su

peso y su edad gestacional.

Después del advenimiento de los cuidados intensivos neonatales en la década de 1960, el

campo ha sido testigo de una mayor supervivencia incluso de los bebés más pequeños. En

la actualidad, el límite inferior de viabilidad de un bebé es de alrededor de 450 gramos o 23

semanas de gestación, aunque ha habido informes de “micro-bebés" que pesan aún menos

los cuales han sobrevivido (Allen, Donohue y Dusman 1993; Picard, Del Dotto y Breslau

2000), un alto porcentaje de estos presenta resultados adversos como parálisis cerebral.

Los primeros estudios científicos realizados (primera mitad del S XX) muestran una

relación lineal negativa entre el peso al nacer y los resultados del niño. Muchos de los

estudios se centraron en resultados más profundamente incapacitantes, como la parálisis

cerebral, el retraso mental y las discapacidades, como la discapacidad visual o auditiva.

Muy pocas investigaciones investigaron resultados psicológicos, educativos y conductuales

más sutiles que no necesariamente habrían sido evidentes al nacer.

Actualmente, los estudios analizan la relación entre los factores biológicos y el desarrollo

infantil:

Resultados cognitivos. Diversos estudios indican que entre 32-49% de los niños con muy

bajos peso al nacer (<1000 grs.) obtendrán puntuaciones bajas en las pruebas de

inteligencia (CI<85) frente al 16% de la población con peso normal al nacer (McCormick,

Gortmaker & Sobol, 1992; Saigal, Szatmari, Rosenbaum, Campbell& King, 1991). Estos

resultados adversos en los niños con muy bajo peso al nacer persisten mas allá de la

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infancia, en la adolescencia y en la edad adulta (Hack et al., 1992; Taylor, Klein, Minich &

Hack, 2000)

Habilidades cognitivas específicas. A excepción de las medidas sobre el desarrollo del

lenguaje, las medidas de habilidades cognitivas específicas no han sido analizadas en esta

población. Aunque, recientemente se ha descubierto que los niños con bajo peso y

prematuros ejecutan peor que los normales las tareas de memoria y velocidad de

procesamiento (Rose & Feldman, 2000)

Rendimiento académico. Diversos estudios han revelado que los estudiantes que tuvieron

bajo peso al nacer han necesitado apoyo específico en dificultades de aprendizaje o han

precisado educación especial (Saigal et al., 2005) y que estas dificultades persisten hasta

los 17 años de edad (Breslau, Paneth & Lucia, 2004)

Conducta. los niños con bajo peso al nacer tienen más dificultades conductuales y

emocionales que los normales emparejados por edad (Anderson et al., 2003). Un meta-

análisis realizado con niños pretérmino concluyó que un 81% de los 16 estudios analizados

coincidían en que estos niños presentaban mayor dificultad en las conductas

internalizantes o externalizantes (Bhutta et al., 2002).

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Pequeño para la edad gestacional (PEG)

El retraso de crecimiento intrauterino que presentan los niños PEG parece constituir un

factor de riesgo para el neurodesarrollo infantil pues se ha relacionado con déficits

cognitivos, problemas comportamentales y alteraciones del aprendizaje.

En niños pretérmino de muy bajo peso, pero adecuados a su edad gestacional, se observan

más problemas motores –fundamentalmente parálisis cerebral infantil– mientras que en

los mismos pretérmino, PEG, se presentan más problemas cognitivos, de comportamiento

y lenguaje. Como si fuese mejor “nacer demasiado pronto, que demasiado pequeño” de

cara al desarrollo intelectual (Alvarez, 2005) En la infancia temprana los niños PEG suelen

presentar retraso, apareciendo en ocasiones, problemas conductuales y emocionales

(Feldman & Eidelman, 2006).

Sin embargo, en la adolescencia, los estudios encuentran pequeñas diferencias en el CI que

no parecen repercutir negativamente en el rendimiento académico (Paz et al., 2001).

Los adultos jóvenes con PEG mantienen menor CI, pero esta menor capacidad cognitiva no

era lo suficientemente importante como para afectar al nivel educativo o al ajuste social

(Viggedal, Lundalve, Carlsson, Kjellher, 2004).

No obstante, cuando en el apartado anterior hablábamos de las características de los PEG

(Tabla 22) veíamos que esta población es diversa y que existen varios tipos de PEG, el

grupo denominado CIR presenta mayor riesgo para el desarrollo puesto que estos fetos

tienen un crecimiento anómalo intrauterino debido a una alteración de la placenta, lo cual

causa una disminución del flujo de sangre desde la placenta hacia el feto. Así, esta

deficitaria nutrición del feto puede comprometer en mayor medida su desarrollo. En este

grupo se ha comprobado que el funcionamiento cognitivo y el rendimiento escolar es

inferior respecto a los otros grupos de PEG y respecto a los niños con crecimiento normal

(Bellido-González, Díaz-López, López-Criado, & Maldonado-Lozano, 2017).

Por consiguiente, estos resultados nos conducen a reconsiderar la situación pues los

efectos no serían entonces tan “negligibles” como otros autores sugieren.

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Asfixia Perinatal

La evolución de los niños con asfixia perinatal (APN) durante las primeras 24 horas de

vida predice, en parte, su posterior desarrollo. Aproximadamente el 15-20% muere en la

primera infancia. De los supervivientes, el 25% desarrolla síntomas neurológicos

(convulsiones, hipotonía, reflejos primitivos ausentes, etc.) que pueden estar acompañados

por síntomas en otros órganos como consecuencia de la encefalopatía hipóxico-isquémica

(EHI) sufrida. El 75% restante no desarrolla síntomas neurológicos evidentes, trastornos

renales u otras disfunciones orgánicas (García-Alix, Martínez, Arnaez, Valverde y Quero,

2008).

Las consecuencias para el desarrollo de los niños serán diferentes en función de si han

desarrollado o no EHI:

Los niños que padecen EHI presentan una lesión cerebral causante de parálisis

cerebral Infantil (PCI). Se identifican cinco niveles de acuerdo a la cantidad y

severidad de las secuelas motoras. Los niños en un nivel I a los dos años pueden

caminar de manera independiente pero presentan algunas limitaciones para

correr o saltar; los de nivel II y III se sientan solos y necesitan apoyo de aparatos

para poder caminar. Por otra parte, los niños de nivel IV y V no pueden caminar y

mientras los de nivel IV se pueden sentar en una silla pero con ayuda de aparatos

especiales para el control troncal, los del nivel V no pueden mantener posturas

anti gravedad ni con la ayuda de ellos (Martínez-Biarge, Diez-Sebastian,

Rutherford & Cowan, 2010).

Los niños que han tenido APN pero no han desarrollado síntomas neurológicos

indicativos de EHI. Estos niños, aunque no presentan PCI, muestran peor

rendimiento en la comprensión verbal, la memoria verbal, la memoria a corto

plazo y la memoria de trabajo, y síntomas de falta de atención e hiperactividad

con respecto a los niños sin APN, a la edad de 5 años (Bellido-González, Pacheco,

Roca, Hurtado, Díaz-López, 2013)

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Programas de atención temprana para niños con riesgo biológico

Los programas de Atención Temprana han demostrado su eficacia en niños

prematuros y de bajo peso previniendo la disminución de la función intelectual que

sobreviene en ausencia de intervención; asimismo, la magnitud de estos efectos ha

resultado significativa en el desarrollo y se ha mantenido a largo plazo. Además hay

estudios aleatorios controlados que demuestran cómo los niños prematuros PEG que

reciben estimulación táctil y quinestésica ganan más peso diario, y dichas

intervenciones reducen además las estancias hospitalarias, por lo que la relación

coste-eficacia es positiva (Field et al., 1986).

Los estudios llamados “de segunda generación” en AT van dirigidos a delimitar las

estrategias de intervención más adecuadas para cada niño. Dadas las implicaciones

que el retraso de crecimiento intrauterino y el bajo peso parecen tener sobre el

temperamento del bebé y sobre las interacciones con su cuidador parecen

especialmente interesantes aquellos programas de intervención conocidos como

shorter-term / parent-focused considerados clásicamente como intervenciones de

“baja intensidad” pero que han demostrado ser eficaces respecto a otros programas

más intensos o duraderos. Estos programas están basados fundamentalmente en

escalas de comportamiento neonatal como la NBAS y en nociones de temperamento

infantil (Brazelton & Nugent, 2011).

Por otra parte, la familia es, obviamente, el principal componente clave para el des-

arrollo del niño en todas sus facetas, y especialmente en la socioemocional. Por ello,

es difícil entender que podamos dejarla al margen de las decisiones sobre el niño,

cuando además de ser su responsable legal, es el único elemento estable en su futuro

(Castellanos, García-Sánchez, Mendieta & Gómez-Rico, 2003; García-Sánchez,

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2003). Es necesario contar con la familia como “agente” activo (De Linares y

Rodríguez, 2005), a la vez que trabajamos para desarrollar en ella las competencias

que sean necesarias para poder asegurar el adecuado desarrollo y cuidado del niño.

De ahí que surgiera la necesidad de replantear las estrategias de intervención. Sin

olvidar nunca que la familia es insustituible y siempre cuenta con fortalezas que son

únicas y que tenemos que aprovechar (Díez-Martínez, 2008; Fuertes & Palmero,

1998; Mas & Giné, 2010). Y la mejor solución encontrada hasta el momento nos

encamina hacia el enfoque de un servicio Centrado en la Familia, del que

afortunadamente ya contamos con una amplia fundamentación teórico-práctica y

una extensa evidencia documentada (Dunst, Trivette & Hamby, 2007).

De este modo, a los padres hay que ayudarles a comprender las discrepancias entre el

niño esperado y el que han tenido, pero, como señala Wyly (1995), todavía es más

importante proporcionarles instrucción y darles pautas para interactuar con los

niños. En definitiva, hay que favorecer el sentimiento de competencia en los padres

para que se impliquen en el cuidado de sus hijos y, por tanto, mejore el desarrollo de

estos niños (Seitz y Provence, 1990). Esto se puede conseguir escuchando a los

padres, atendiendo a sus necesidades y poniéndoles en contacto con redes de apoyo,

tales como los Centros de Desarrollo Infantil y Atención Temprana.

En todo este proceso de cuidados al niño y a sus padres, existe un modelo de

actuación al que llamamos Programa individualizado de evaluación y cuidado del

desarrollo para recién nacidos (Westrup, Bohm, Lagercrantz, Stjerngvist (2004).

Newborn Individualized Developmental Care and Assessment Program, NIDCAP) el

cual se ha desarrollado fundamental en las unidades de neonatología. Consiste en

buenas prácticas que tienen como objeto favorecer el desarrollo neurológico y

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emocional del recién nacido enfermo y también disminuir el estrés y la carga de

sufrimiento que conlleva el ingreso para los recién nacidos enfermos y sus familias.

Entre estas prácticas nos encontramos con la protección contra la luz y el ruido, la

participación de las familias en el cuidado del prematuro y el método canguro, entre

otras.

El Método Madre Canguro (MMC) es una técnica de atención del neonato en

situación de bajo peso al nacer y/o premadurez que se fundamenta en el contacto piel

a piel entre la madre y el bebé y los cuidados que esta provee en alimentación,

estimulación y protección. El contacto piel a piel también puede ser brindado por el

padre u otro adulto.

Teniendo en cuenta los principios metodológicos del NIDCAP, los programas de

atención al recién nacido de riesgo biológico siguen tres criterios (Gutiez, 2005):

• Facilitar la VINCULACIÓN procurando que los padres estén en contacto

directo con el niño lo antes posible, utilizando el MMC.

• Tener en cuenta la ECOLOGÍA, es decir acomodar el entorno, atendiendo no

sólo a los estímulos materiales y físicos, sino también las formas de relación

humana, adaptándolas a las necesidades del bebé.

• La intervención ECOLÓGICA debe procurar:

- Regular el nivel de luz

- Atenuar el ruido

- Hacer que los tratamientos sean menos estresantes

- Cambios posturales adecuados al estado o conducta que muestra el niño

La evaluación de las conductas del recién nacido se lleva acabo siguiendo los criterios

de Brazelton & Nugent (2011).

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El modelo de intervención del NIDCAP sigue las directrices del centro de desarrollo

humano de Boston (Als, 1995) que a su vez está inspirado en la atención a las cinco

áreas básicas o sistemas que se evalúan con la Escala Brazelton (Brazelton & Nugent,

2011): sistema autónomo, motor, de estado organizativo, de atención e interacción y

autorregulador o equilibrador.

Como es lógico esta maduración está muy condicionada por la calidad de su medio

ambiente social y familiar. Si un recién nacido ha vivido con poca protección social

en un entorno con muchos estímulos invasivos tiene que elaborar conductas

defensivas, lo cual va a dificultar su maduración armónica, pudiendo desarrollar

cuadros de hiperactividad (Als, 1995).

El tratamiento del niño de alto riesgo biológico en los Centros de Atención Infantil

Temprana (CAIT)

Así, teniendo en cuenta la importancia del ambiente, en los CAIT la atención está

dirigida a tres grupos de niños:

Niños en situación de riesgo social

Niños en situación de riesgo biológico

Niños con retraso o discapacidades establecidas

El objetivo en los CAIT es llevar a cabo una intervención teniendo en cuenta a la

familia y al momento evolutivo del niño. Las modalidades de intervención son:

1. Seguimiento. Se orienta y se prepara a la familia para anticipar las

adquisiciones evolutivas de sus hijos

2. Pautas. Se orienta y se prepara a la familia para implantar conductas que

deben formar parte del repertorio del niño

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3. Tratamiento. Se enseña y entrena a los padres en las adquisiciones evolutivas

que el niño tiene que ir desarrollando poco a poco.

La inclusión en una u otra modalidad de intervención se realiza en función de las

características siguientes:

• Se detectan señales de alarma: alteración del tono, hiperactividad,

irritabilidad, contacto “dudoso”, trastornos de alimentación,…

• Retraso madurativo. Comprobado mediante evaluación psicológica.

• Familia de riesgo. Presenta incompetencia o falta de iniciativa provocada

por la ansiedad ante la crianza de su hijo.

Cuando los niños alcanzan una edad de desarrollo en torno a los veinticuatro meses,

se pueden incluir tratamientos grupales, en los cuales se atenderá a la socialización,

hábitos, atención, aceptación de normas,…

Riesgo social

Se incluyen dentro de este grupo a los niños y familias que viven en situación de

pobreza, bajo estatus socio-económico, ausencia de progenitores, padres

adolescentes, o drogadictos,… y aquellos que padecen circunstancias de la familia y

del entorno social que ponen en compromiso su desarrollo normalizado, como las

situaciones de estrés, enfermedad, privación,… las cuales producen reacciones y

adaptaciones subjetivas en el niño y en su familia que deben ser consideradas (Tabla

21).

Características de la población de riesgo social

La población objeto de una Atención Temprana para la prevención y la mejora de las

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dificultades que puedan mostrar está constituida por los niños y niñas que presentan

uno o varios de los siguientes factores de riesgo social (Tabla 24) (Gutiez, 2005).

Tabla 24. Categorización de los factores de riesgo social

Factores socioeconómicos:

• Familias con problemas económicos.

• Aislamiento social (emigración, falta de apoyos familiares y sociales…).

• Otros hijos con medidas de protección (guarda tutela).

Dificultad social (prostitución, delincuencia, narcotráfico, mendicidad,…).

Factores familiares:

• Padre-madre con problemas de drogadicción, alcoholismo.

• Familias con historia de violencia (física o verbal) y/o maltrato infantil.

• Padres muy jóvenes (menores de edad).

Situación de ruptura de familiar o familias monoparentales.

• Padre-madre con enfermedad orgánica crónica con afectación de vida familiar.

• Padre-madre con minusvalía ídem anterior.

• Padre-madre con historia de enfermedad mental.

Embarazos problemáticos:

• Embarazos no controlados-ocultados.

• Embarazos en adolescentes y menores, donde se ignore la identidad del padre.

• Embarazos no espaciados y/o familias con número elevado de hijos.

Relación madre/padre-hijo/a:

• Separación de la madre en el periodo neonatal precoz.

• Desinterés por el recién nacido

• Padres con actitudes intolerantes, indiferentes, o con ansiedad ante la crianza de

los hijos.

• Padre-madre con comportamientos extraños (llanto, gran tristeza, excitación

continuas preguntas, incomunicación total, contradicciones, ocultamiento...).

• Escasas visitas cuando el niño está hospitalizado o éstas son con poco interés.

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Consecuencias del riesgo social para el desarrollo de los niños

Existen suficientes experiencias documentadas para poder afirmar que el grado de

desarrollo alcanzado por un niño puede aumentar o disminuir debido a su entorno

(Ruiz & Robles, 2004). La Tabla 25 muestra las consecuencias del riesgo social.

Tabla 25. Consecuencias del riesgo social para el desarrollo infantil

Consecuencias para la salud

Las condiciones sociales desfavorables se han relacionado con incremento en la incidencia

de partos prematuros y mayor incidencia de resultados obstétricos y neonatales adversos.

El embarazo en adolescentes o mujeres sin pareja estable como problemas sociales de

importancia. Los riesgos de mortalidad materna y fetal se incrementan en los embarazos y

partos de adolescentes, así como la prematuridad y el bajo peso al nacimiento del recién

nacido.

En situaciones de pobreza, el niño tiene mayor riesgo de sordera. No se conoce la causa

fundamental, pero tienen más episodios de otitis media de repetición que los niños de

familias acomodadas; es posible que influya también la menor detección de la pérdida

auditiva por ausencia o desconocimiento de los padres.

La alimentación inadecuada ocasiona tasas muy elevada de anemia ferropénica y falta de

crecimiento. La vivienda inapropiada también influye en la morbilidad.

El descuido y la negligencia en el cuidado de los niños es aún más difícil de evidenciar y

depende de la apreciación del profesional: se relaciona con falta de higiene, hiperactividad,

desnutrición, accidentes frecuentes, traumatismos en el niño o poca higiene y

habitabilidad de la vivienda.

El maltrato infantil es un tema de suma actualidad, bien sea físico, sexual o emocional; su

diagnóstico es difícil, pero más aún es la prevención y el tratamiento. Cualquier

antecedente de este tipo en la familia, debe considerarse como de muy elevado riesgo para

el niño.

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Tema 3. Atención a las poblaciones con riesgo biológico y social
Profesora: Mercedes Bellido González

Consecuencias para el desarrollo cognitivo, lenguaje, comportamiento y rendimiento

escolar

En un estudio realizado sobre un grupo de recién nacidos a término, se demostró la

naturaleza acumulativa de los factores de riesgo social para predecir el cociente intelectual

de estos niños a los cuatro años (Sameroff, Bartko, Baldwin, Baldwin & Seifer, 1998).

Los niños de familias que viven en condiciones de pobreza asisten menos al colegio y

enferman con mayor frecuencia que los niños sin estos problemas.

Los padres que viven en un entorno social de drogadicción suelen carecer de un modelo

adecuado para su función paternal, lo cual unido a las deficiencias neuroconductuales

tempranas de los niños expuestos a drogas produce problemas de desarrollo, escolares y

sociales.

Las situaciones de estrés familiar continuado favorecen la aparición de problemas de

conducta, capacidad intelectual y retraso en la adquisición del lenguaje. Existen estudios

muy interesantes, por ejemplo, de como el medio influye en el desarrollo de los niños, en

gemelos idénticos criados juntos o en ambientes diferentes.

Programas de atención temprana para niños con riesgo social

Desde una perspectiva evolutivo-educativa la familia es un grupo humano que tiene

como misión construir un escenario adecuado para el desarrollo de las personas y

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Tema 3. Atención a las poblaciones con riesgo biológico y social
Profesora: Mercedes Bellido González

para apoyarlas en su proceso de aprendizaje (Rodrigo y Palacios, 1998). La tarea de

los padres es bastante compleja ya que está dirigida a promover el desarrollo de sus

hijos y, para ello, ésta debe implicarse en diferentes niveles de actuación, desde un

nivel estratégico de organización del ambiente educativo hasta un nivel de atención

más concreto dirigido al desarrollo de sus hijos. Así parece evidente que, los padres

necesitan disponer de competencias que les permitan proteger a sus hijos y favorecer

su desarrollo.

Es por ello que la intervención en el ámbito social la centraré en el Programa de

Competencias Parentales en Contextos de Riesgo Psicosocial (Rodrigo, Martín,

Cabrera & Máiquez, 2009).

Las competencias parentales, se definen como aquel conjunto de capacidades que

permiten a los padres afrontar de modo flexible y adaptativo la tarea vital de ser

padres, de acuerdo con las necesidades evolutivas y educativas de los hijos e hijas y

con los estándares considerados como aceptables por la sociedad, y aprovechando

todas las oportunidades y apoyos que les brindan los sistemas de influencia de la

familia para desplegar dichas capacidades (Rodrigo, Máiquez, Martín & Byrne,

2008). Las competencias parentales son el resultado de un ajuste entre las

condiciones psicosociales en las que vive la familia, el escenario educativo que los

padres o cuidadores han construido para realizar su tarea vital y las características

del menor (White, 2005).

En cuanto al escenario educativo, es evidente que es necesario analizar las

concepciones y las prácticas educativas utilizadas por los padres en la crianza de los

hijos. Al fin y al cabo, las prácticas educativas que los padres emplean para corregirle

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o el modo en que interactúan con el niño o el adolescente conforman el escenario de

desarrollo de los hijos (Rodrigo et al. 2008).

En el ámbito de la investigación e intervención en situaciones de maltrato infantil,

Sandra Azar y colaboradores (Azar & Cote, 2002) han desarrollado un modelo

cognitivo conductual que considera que una parentalidad competente tiene que ver

fundamentalmente con la capacidad de adaptación de los padres. Es decir, los padres

necesitan ser los suficientemente flexibles para adaptarse positivamente a las

circunstancias y necesidades de sus hijos que van cambiando con la edad. Aunque

esta autora afirma que estas capacidades no difieren mucho de las necesarias para

funcionar satisfactoriamente en las relaciones interpersonales en general (Azar y

Weinzierl, 2005). Esta autora agrupa en cinco áreas las distintas competencias

parentales: educativas, sociocognitivas, autocontrol, manejo del estrés y sociales.

María José Rodrigo y su equipo, basándose en su propia experiencia y en las

aportaciones de otros autores, estructuran las competencias parentales en cinco

categorías y las describen detalladamente (Tabla 26). Como se puede observar, las

habilidades son muy variadas y deben considerarse relacionadas entre sí. Como

cabría esperar, las primeras son las habilidades educativas entre las que destacamos

las habilidades asociadas a la organización de actividades de ocio con toda la familia,

la educación en valores y las habilidades que permiten adecuar las pautas educativas

al niño y realizar un continuo ajuste a sus peculiaridades (Azar & Cote, 2002).

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Tabla 26. Habilidades requeridas para la tarea de ser padres (Rodrigo et al., 2008)

Habilidades educativas

Calidez y afecto en las relaciones y reconocimiento de los logros evolutivos alcanzados a la

medida de sus posibilidades.

Control y supervisión de comportamiento del menor gracias a la comunicación y fomento

de la confianza en sus buenas intenciones y capacidades y organización de actividades de

ocio con toda la familia.

Estimulación y apoyo al aprendizaje: fomento de la motivación, proporcionar ayuda

contingente a las capacidades del menor, planificación de las actividades y tareas,

orientación hacia el futuro e implicación en la educación formal (escuela).

Actitud ética ante la vida y educación en valores.

Adaptabilidad a las características del menor: capacidad de observación y flexibilidad para

ajustarse a los cambios evolutivos, perspectivismo (capacidad de ponerse en el lugar del

otro), autocorrección ante los errores, reflexión sobre la praxis educativa y flexibilidad para

aplicar las pautas educativas.

Autoeficacia parental: Percepción de las propias capacidades para llevar a cabo el rol de

padres.

Locus de control interno: Percepción de que se tiene control sobre sus vidas y capacidad de

cambiar lo que ocurre a su alrededor que deba ser cambiado.

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Habilidades de agencia parental

Acuerdo en la pareja: se acuerdan con la pareja los criterios educativos y los

comportamientos a seguir con los hijos.

Percepción ajustada del rol parental: Se tiene una idea realista de que la tarea de ser padres

implica esfuerzo, tiempo y dedicación.

Reconocimiento de la importancia de los progenitores en el bienestar del menor.

Habilidades de autonomía personal y búsqueda de apoyo social

Implicación en la tarea educativa.

Responsabilidad ante el bienestar del niño.

Visión positiva del niño y de la familia.

Buscar ayuda de personas significativas con el fin de complementar el rol parental en lugar

de sustituirlo o devaluarlo.

Identificar y utilizar los recursos para cubrir las necesidades como padres y como adultos.

Búsqueda de ayuda de personas significativas y/o instituciones cuando tiene problemas

personales y/o con los hijos.

Confíanza y colaboración con los profesionales e instituciones que les quieren ofrecer

apoyo y ayuda.

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Habilidades para la vida personal

Control de los impulsos

Asertividad

Autoestima

Habilidades sociales

Estrategias de afrontamiento ante situaciones de estrés

Resolución de conflictos interpersonales

Capacidad para responder a múltiples tareas y retos

Planificación y proyecto de vida

Visión optimista y positiva de la vida y de los problemas y crisis.

Habilidades de organización doméstica

Administración eficiente de la economía doméstica.

Mantenimiento de la limpieza y orden de la casa.

Higiene y el control de salud de los miembros de la familia.

Preparación regular de comidas saludables.

Arreglos y mantenimiento de la vivienda.

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