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TEMA 6.- LA NOVELA DESDE 1939 A 1975.

CELA Y DELIBES

1.-LA NARRATIVA DE LOS AÑOS 40


Tras la guerra, la novela española arranca con la pérdida de numerosas referencias literarias: unos autores
han muerto (Unamuno, Valle-Inclán); otros, en el exilio (Sender, Aub, Ayala); el aislamiento internacional
impide importar narrativa extranjera y la censura limita la capacidad creativa de los autores que permanecen
en España.Las primeras novelas reflejan la realidad cotidiana y reproducen escenas de la vida común. Los
novelistas que surgen en estos años coinciden en un mismo deseo de abordar con absoluta autenticidad la
problemática humana; ponen de relieve los aspectos de la realidad y la fuerte carga afectiva provocada por
la tensión psicológica de la posguerra. Podemos distinguir varias tendencias en los primeros años de esta
década:
Novela nacionalista (o de guerra): es la novela de los vencedores, que plasmó la ideología de los
falangistas. Reflejan un mundo maniqueo dividido entre vencedores y vencidos. La familia constituye el
soporte de la sociedad y, junto a la religión, proporciona al individuo el marco fundamental para su vida. Se
trata, pues, de validar los valores tradicionalistas de los vencedores. Por ejemplo, Javier Mariño de Gonzalo
Torrente Ballester.
Novela realista: el tema fundamental de este nuevo realismo es la vida de la burguesía, sus valores y sus
comportamientos. El argumento, muy extenso, se desarrolla en un largo período de tiempo con una amplia
sucesión de hechos (novela-río). Destacan los personajes que adquieren consistencia psicológica. Juan
Antonio Zunzunegui ofrece una visión pesimista de la realidad centrada en la decadencia de la burguesía.
Ignacio Agustí: en sus obras predomina el valor del hombre hecho a sí mismo que logra triunfar en el plano
económico y erigirse en modelo social.
Novela existencial: es la que da ligeros pasos hacia la renovación del género. Los narradores tratan la
incertidumbre del destino, la crueldad de la vida o la lucha por la existencia. Aparecen inaugurando esta
tendencia, en 1942 y 1944 respectivamente, La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, y Nada de
Carmen Laforet. Ambas novelas, aun siendo muy diferentes, reflejan la cruel realidad del país y la
repercusión en los protagonistas de estas narraciones. Cela recoge la miseria del campo español y Laforet
nuestra el ambiente del núcleo urbano, frustrado de ilusiones y angustioso. La misma sensibilidad aparece
en La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, publicada a finales de esta década.
La familia de pascual Duarte inauguró la corriente del tremendismo, que impregnó la literatura de los
primeros años de posguerra.
Nada emparenta con el existencialismo francés. Narra las experiencias de Andrea, una joven que llega a
Barcelona para estudiar en la universidad. En la casa de sus familiares, se topa con un ambiente sórdido y
asfixiante que le lleva a continuas decepciones. Frente a la prosa retórica de la época, Laforet utiliza una
prosa directa, fresca y espontánea
2.- LA NOVELA EN EL EXILIO
Como consecuencia de la defensa de la causa republicana por parte de estos escritores, la mayoría se
exilió. Entre estos autores debemos destacar:
Ramón J. Sender (1902-1982): es el autor más representativo de la novela del exilio. Le caracteriza el
compromiso ideológico y el uso de una técnica personal. Después de la Guerra Civil, escribió obras en las
que destacan tres temas: la evocación autobiográfica (Crónica del alba), la Guerra Civil (Réquiem por un
campesino español, donde un cura recuerda la vida de Paco, un aldeano reivindicativo y luchador, asesinado
en la guerra, mientras prepara la misa de réquiem en su memoria)
Max Aub (1903-1972): comenzó su carrera literaria como dramaturgo vanguardista, pero lo mejor de su
obra son sus novelas, escritas en el exilio. El laberinto mágico es un ciclo dedicado a la Guerra Civil, conjunto
de novelas escritas con técnica realista.

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Francisco Ayala (1906- 2009): antes de la guerra participó en los movimientos vanguardistas de los años
veinte, con una narrativa experimental. Ya en el exilio, destacan dos obras de relatos breves, Los
usurpadores y La cabeza del cordero, ambientados en diversos momentos de la historia de España. A lo
largo de toda su obra Ayala ha mostrado un especial cuidado por el estilo y el lenguaje.
Rosa Chacel (1898-1994): sus novelas constituyen verdaderos exponentes de una concepción filosófica que
las aproxima al ensayo, con un estilo lento y moroso. En su obra es constante el motivo de la memoria como
forma de recuperar la propia identidad. Se centra especialmente en el minucioso análisis psicológico de los
personajes. Memorias de Leticia Valle trata sobre el despertar amoroso de una adolescente.
3.- NARRATIVA ESPAÑOLA DE LOS 50: REALISMO SOCIAL
La narrativa de los años 50 se aleja de las preocupaciones existenciales típicas de la década anterior
para centrarse en los conflictos sociales y en la denuncia de las injusticias. En estos años de profundas
transformaciones sociales, la literatura adquiere una función social: contar la realidad que se silenciaba en
los medios de comunicación y servir como instrumento de cambio, sensibilización del público y denuncia de
la situación. Aunque la censura política, religiosa y sexual seguía vigente, los autores de los cincuenta se
plantearon un compromiso ético ante la realidad; por lo tanto, las novelas intentaron reflejar la situación
que vivían los españoles de la época en la vida rural (pobreza, atraso, ruina, condiciones de vida difíciles y
precarias, emigración a la ciudad), en la vida urbana (escenario de la burguesía, con sus frívolos
comportamientos y su falta de conciencia social) y en el mundo obrero (malas condiciones laborales,
pésimas retribuciones).
El realismo social en España se subdivide en dos tendencias: el llamado realismo objetivista y el llamado
realismo crítico. Cada uno de ellos toma como marco de referencia una influencia distinta:
a) El realismo objetivista se sitúa en las proximidades del nouveau roman francés (el narrador objetivo
no interviene en la narración, solo muestra los hechos) y del conductismo o behaviorismo
norteamericano (el comportamiento humano es una serie de respuestas a determinados estímulos).
Para estos novelistas, la psicología profunda no interesa, sólo se presta atención a lo externo, a lo
que es observable desde afuera. Está representado por Rafael Sánchez Ferlosio o Juan García
Hortelano entre otros.
b) El realismo crítico se deja influir más por la corriente cinematográfica del neorrealismo italiano (El
ladrón de bicicletas (1948). En este caso, el autor tiene una postura más comprometida y crítica
vinculada a su ideología política, lo que le lleva a escribir obras en las que denuncia la situación de
las clases más desfavorecidas. Los personajes suelen ser representativos de una clase social y las
obras se construyen desde un maniqueísmo argumental bastante evidente. Está representado por
López Salinas, López Pacheco, Caballero Bonald, Luis Goytisolo, etc.

Las técnicas narrativas más importantes empleadas son:


a) Reducción al mínimo de la presencia del autor: éste se limita a narrar lo que ocurre sin comentar
ni opinar.
b) Limitación del protagonismo de los personajes: más que el personaje, predomina la situación, el
contexto. Se puede decir que el personaje principal es la sociedad.
c) Caracterización externa de los personajes y eliminación de la introspección y el análisis psicológico
de los mismos: los personajes se definen por lo que hacen y lo que dicen, por eso tienen tanta
importancia los diálogos.
d) El argumento se deshace en una serie de anécdotas, en la acumulación de pequeñas situaciones
cotidianas, intrascendentes, con lo cual el significado de la novela se centra en el conjunto de la
obra.
e) Sencillez estructural y estilística: los hechos se suceden de forma lineal, sin saltos en el tiempo y
espacio, con descripciones escuetas y un estilo deliberadamente sencillo, directo y de vocabulario
limitado, a imitación de los registros populares.

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f) Concentración del tiempo y espacio: los hechos se sitúan en un periodo contemporáneo a su
redacción y se concentran en cortos períodos de tiempo; de esta manera se produce sensación de
ahogo y asfixia.
Los autores y las obras más relevantes de la narrativa de los 50 son las siguientes:
Camilo José Cela. La Colmena (1951) constituye un retrato de la sociedad madrileña de 1942, con sus
miserias económicas y morales.
Rafael Sánchez Ferlosio. El Jarama (1955) está considerado como el más claro exponente de la novela
conductista. La obra carece de protagonista y en ella se relatan las andanzas de ocio de un grupo de jóvenes
a lo largo de dieciséis horas que pasan un domingo en el campo. Sus conversaciones delatan su falta de
expectativas, su alienación, el vacío y la vulgaridad de sus vidas, así como la monotonía de su día a día, que
únicamente queda rota al final, cuando una chica del grupo muere ahogada. La trama argumental es débil y
los diálogos constituyen el elemento central de la novela, en la cual destaca igualmente el empleo del
personaje colectivo, de técnicas cinematográficas y de un estilo elaborado que imita el lenguaje coloquial.
Miguel Delibes. Obras de este escritor vallisoletano como El camino (1950), Mi idolatrado hijo
Sisí (1953) o Las ratas (1962) se enmarcan dentro de estas tendencias de realismo crítico social, tanto en el
ámbito rural, con sus penurias, como en el ámbito urbano, con las frivolidades propias de la mentalidad
burguesa.
Otros autores importantes dentro de estas tendencias sociales y neorrealistas son Juan Goytisolo
(Juegos de manos, Duelo en el paraíso), Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Carmen Martín Gaite (Entre
visillos), Jesús Fernández Santos (Los bravos), Ana María Matute (Pequeño teatro) Alfonso Grosso (La zanja)
y José Manuel Caballero Bonald (Dos días de septiembre).

4.- NARRATIVA ESPAÑOLA DE LOS 60: NOVELA EXPERIMENTAL

Una fecha, 1962, y un libro, Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, serán el anuncio de una
renovación en la novela: la denuncia social se hará compatible con audaces ensayos de nuevas formas,
influidas por las narrativas europea y americana. Las características principales de esta nueva novela
experimental son las siguientes:
1. Multiperspectivismo. Se rompe el convencionalismo de que el autor asuma exclusivamente el punto de
vista narrativo, en forma de narrador omnisciente o a través de un personaje interpuesto. Ahora el punto de
vista es múltiple, lo cual da lugar a una variedad de personas gramaticales: la tercera, la más tradicional,
coexiste con la primera y hasta con la segunda.
2. Escasa importancia del argumento. La historia narrada ya no es lo principal, sino la forma, el cómo se
narra. En muchas ocasiones el argumento apenas existe; es un pretexto para elaborar artificiosos juegos
formales.
3. Estructura compleja. Se rompe con la tradicional estructura de planteamiento, nudo y desenlace. Son
frecuentes el desorden cronológico, los saltos temporales, los retrocesos del presente al pasado (flashback).
Se pueden contar varias historias simultáneamente, relacionadas o no entre sí (contrapunto); o se pueden
contar múltiples historias cruzadas (estructura calidoscópica).
4. Monólogos interiores y comentarios y digresiones del autor. La importancia del diálogo en la novela
objetivista cede el paso a los monólogos interiores, en los que los personajes expresan libre y
desordenadamente el fluir de sus pensamientos y sirve para penetrar en el mundo interior del personaje.
Además, el autor expresa sus pensamientos mediante comentarios y digresiones.
5. Libertad estilística. Se experimenta con el lenguaje en todos los aspectos: mezcla de registros, desajuste
entre el nivel social del personaje y el registro que utiliza, uso de recursos no narrativos en la novela
(fragmentos líricos, informes, recortes de periódico…), empleo de artificios tipográficos: ausencia de
puntuación, diferentes tipos de letras…
6. Papel activo del lector. El lector ya no puede limitarse a ser un receptor pasivo, sino que debe asumir un
papel activo para interpretar el sentido de la obra o recomponer la cronología de los hechos.

Las dos obras más importantes de esta narrativa experimental son:

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Tiempo de silencio (Luis Martín Santos, 1962). Relata el fracaso de un joven investigador que se ve
implicado en un aborto clandestino, una venganza que le hace abandonar su puesto y acaba apartado de la
investigación. Describe una España atrasada, fanática, enemiga de la ciencia y la cultura, una España que,
como indica el título, vivía una época de silencio. Lo novedoso de esta obra radica en las técnicas empleadas:
estructura compleja (63 secuencias divididas por espacios en blanco), empleo de la ironía y el sarcasmo,
mezcla de registros lingüísticos, desde un barroquismo extremo a la jerga; y géneros narrativos (policíaco,
folletinesco…), alternancia de la persona narradora (1ª, 3ª e incluso 2ª), simbolismo y parodia del mito, uso
del monólogo interior (con diálogos intercalados), digresiones morales, experimentación tipográfica, etc.
Cinco horas con Mario (Miguel Delibes, 1966). Obra formada por una introducción y una conclusión que
enmarcan un largo monólogo interior de una mujer que vela a su marido recién fallecido.
Otras obras representativas de este periodo narrativo serían Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, Señas
de identidad de Juan Goytisolo, Volverás a Región de Juan Benet, San Camilo 1936 de Camilo José Cela, La
saga / fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester, o Retahílas de Carmen Martín Gaite.

5.- CAMILO JOSÉ CELA (1916-2002)

Nacido en Iria Flavia (La Coruña), se dedica por entero a la literatura (fue premio Nobel en 1989)
después de unos comienzos como funcionario. De ideas y visión del mundo tremendistas, cercano a Baroja
en el pesimismo existencial y la escasa fe en la naturaleza humana, es destacable su dominio del lenguaje, su
capacidad de crear ambientes y describir tipos humanos diferentes y originales. Además de su producción
novelística, son conocidos sus libros de viajes, como Viaje a la Alcarria (1948) o Del Miño al Bidasoa (1956).
Su evolución novelística, siempre atenta a cambios e innovaciones literarias, se reparte, como la novela
española de esta época, entre el realismo y la vanguardia.
En su primera etapa existencialista, llamada tremendista por los críticos, escribe, entre otras, La familia
de Pascual Duarte (1942). Cela retoma la tradición del realismo decimonónico y de la picaresca (carta
autobiográfica, narración en primera persona, protagonista inculto) para narrar una historia truculenta,
plagada de escenas violentas donde Pascual Duarte relata, a modo de confesión, los crímenes cometidos. El
atrasado mundo rural de la España profunda, junto a la presión de los instintos (una suerte de
determinismo) modela la conducta del protagonista. El final trágico del protagonista combina una acusación
social y cierto existencialismo: Pascual es condenado por una serie de crímenes de los que él es ejecutor,
pero es, a la vez, víctima de unos condicionamientos sociales y de a miseria arraigada en el pensamiento
ancestral en el mundo rural. En el estilo destaca la crudeza del lenguaje, evocando el habla rural, pero muy
cuidado.
Su segunda etapa, paralela al realismo social, está representada por La colmena (1951), muy influyente
en la década por su técnica de secuencias narrativas y costumbristas, y por su visión despiadada del Madrid
de la posguerra, donde se mueve un grupo colectivo de personajes a modo de abejas que deambulan sin
sentido en una colmena. El argumento queda reducido al mínimo, y se suceden episodios breves, a modo de
escenas independientes, en distintos tiempos, espacios y situaciones. De esta manera se intenta transmitir
sensación de simultaneidad y colectividad. La mayoría de los personajes están dominados por la avaricia, la
insolidaridad y las bajas pasiones en un mundo alienado, donde lo único importante es sobrevivir. En lo que
respecta a las técnicas narrativas, destaca el empleo de un protagonismo colectivo (160 personajes de cierta
relevancia), de la concentración espacio - temporal (tres días, y una única zona: Madrid) y del diálogo, como
elemento caracterizador de los diversos personajes.
Madrid se convierte no sólo en escenario sino en tema por sí mismo. Además, los temas más recurrentes
en la obra serán el hambre, el dinero (o la carencia de él) y el sexo. Los tres estarán entrelazados en muchas
situaciones. La novela ha sido llamada "sinfonía erótica; el sexo lleva consigo la plasmación de una doble
moral, hipócrita, donde los personajes "de buena familia" son los que muestran un mayor desprecio por la
moral bajo una fachada de perfección. Hay una gran variedad de matices en cuanto al sexo: pocas veces está
vinculado al amor, muchas más a la supervivencia (Elvirita); a veces muestra relaciones "legales" (las menos:
Filo y D. Roberto), casi siempre es heterosexual (excepto el Sr. Suárez y Pepe "el astilla"), y a menudo recoge
los aspectos menos nobles: prostitución (el burdel de Dña. Jesusa), alcahuetería (Dña. Ramona Bragado),

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frialdad calculadora (Maruja Ranero) ... El miedo político también aparece al final de la obra, con un final
inconcluso, abierto, en que no sabemos si Martín será por fin detenido. La religiosidad no aparece con
matices positivos, muy al contrario, se describe una religiosidad de formas externas (Dña. Visitación y sus
hijas), y está igualmente emparentada con la hipocresía.
También destacan en esta época, Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), por la narración psicológica, y la
recreación suramericana La catira (1955).
De su tercera etapa experimentalista es San Camilo 1936 (1969). En esta obra, a través de un único
monólogo interior, ofrece una descripción surrealista y esperpéntica del primer día de la Guerra Civil en un
burdel de Madrid. Oficio de tinieblas 5 (1973) abunda en el experimentalismo, con multitud de fragmentos
desconectados unos de otros y escritos sin puntuación. Desde 1980, su obra se completa, en parecida
tendencia, con Mazurca para dos muertos (1983), Cristo versus Arizona (1988) y Madera de boj (1999).

6.- MIGUEL DELIBES (1920-2010)

Nacido en Valladolid, fue el novelista más coherente de nuestro tiempo. Fue profesor universitario
de Derecho y director del periódico El Norte de Castilla. En sus obras plasma su pasión por el campo, la caza
y la defensa de la naturaleza frente a la sociedad deshumanizada y consumista. Fiel a sus convicciones
ideológicas y a su perspectiva humanista, se mantiene siempre en el análisis del mundo rural marginado, en
la crítica de una burguesía urbana despreocupada y en el logro de un lenguaje sobrio, natural y preciso de
gran belleza. De su trayectoria novelística destacamos:
Comienza su etapa existencial con La sombra del ciprés es alargada (1948), donde ya anuncia dos de
los temas presentes en toda su obra: la infancia y la muerte. Con Mi idolatrado hijo Sisí se marca la
transición hacia una visión crítica de la sociedad burguesa.
Pronto desemboca en el realismo de ambiente rural, con El camino (1950). De nuevo el mundo de la
infancia y la naturaleza se mezclan en esta obra donde Daniel, el Mochuelo, rememora, la noche anterior a
su marcha a la ciudad, su vida en el pueblo. La novela es una divagación de impresiones, anécdotas,
descripciones, diálogos…sobre la vida rural, lo que, para Daniel, es su verdadero camino. El uso del lenguaje,
la riqueza léxica, a la vez que la sencillez y la precisión conviven con la ironía, el humor y el lirismo. Tras la
publicación de sus diarios (Diario de un cazador, Diario de un emigrante), fruto de sus experiencias
personales, escribe La hoja roja, donde plantea el tema de la soledad en la cercanía de la muerte.
Con Las ratas (1962), abunda en el Realismo con un sentido más crítico. Es un testimonio ácido sobre
la indefensión de los campesinos y una de sus mejores novelas, tanto por la denuncia expresada como por la
riqueza del léxico, la belleza sobria de las descripciones y la creación de un personaje esencial, el Nini,
dotado de una forma de sabiduría que deriva de su contacto con la naturaleza.
Una tercera etapa sitúa a Delibes en la órbita de la experimentación narrativa con nuevas técnicas. En 1966
se publica Cinco horas con Mario, obra que plasma novedades en cuanto a técnica. En un extenso monólogo
interior, Carmen, una mujer de clase media, vela el cadáver de su esposo. Dos sentimientos se debaten en su
interior: la culpabilidad por un adulterio (deseado pero no cometido) y la frustración, porque considera que
su marido la ha postergado injustamente. Se refleja en ella el tradicional enfrentamiento entre las dos
Españas, en este caso representadas por Mario, un honrado profesor con inquietudes sociales, de
mentalidad solidaria y progresista, y su esposa, de mentalidad cerrada y convencional, pendiente del
pequeño mundo provinciano y aferrada a una ideología y conducta conservadoras.
Su novela más experimental es Parábola del náufrago (1969), donde incorpora elementos formales
originales: autodiálogos, paréntesis explicativos, signos de puntuación explicitados…
Otras novelas suyas son El príncipe destronado, sobre la infancia, de nuevo, o Las guerras de nuestros
antepasados.
Los santos inocentes (1982), será una nueva obra maestra sobre la vida de los humillados rurales. Sus
novelas recientes son Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983), Señora de rojo sobre fondo gris
(1991) – una sentida elegía hacia la figura de su esposa- y El hereje (1998), novela histórica, ambientada en
el siglo XVI en defensa de la libertad y la tolerancia religiosa.

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