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Perspectiva de una joven perdida

Hace poco, en un almuerzo en con mis abuelos, comento que una compañera de mi
amigo había sufrido un intento de robo. En ese momento toma la palabra mi abuela y
dice: “Yo no sé…Dónde vamos a parar, desde hace un tiempo hasta ahora, los
muchachitos están cada vez peor. Sino fíjate nomás, ese –señalando hacia atrás en
alusión al chico a dos casas de la nuestra– sale a todas horas, yo no sé cuándo estudia, y
eso que hace tiempo que está acá”. Quedé helada. No podía creerlo. ¿Cómo llegamos al
punto de comparar a un chico que no estudia con otro que roba?
Constantemente oigo declaraciones de ese tipo, que logran cuestionar mis propias
decisiones. ¿Cómo es posible nombrar a toda una generación como perdida? Resulta
desesperanzador saber que soy catalogada como “perdida” o “irresponsable”, cuando
evidentemente no me identifico con las decisiones de muchos de mis pares. Por
ejemplo, en la página “Vivir Diario” –página de opinión pública– se planteaba la
temática “Diferencias entre los jóvenes de antes y los de ahora”. A esto mismo, un
usuario anónimo responde con una extensa lista con todos los “defectos, errores y malas
decisiones de la juventud actual” en la que destacaba la ropa, la música, el matrimonio,
la sexualidad, el embarazo, etc. Lo que es aún más impactante no es la enumeración
realizada, sino la conclusión que realiza el usuario, que comienza diciendo que los
hábitos y costumbres han cambiado. Sin embargo, remata diciendo que antes también
existía lo mismo, pero en menor medida, y que hoy en día estamos en decadencia.
Sinceramente, siento que se trata de una declaración un tanto extremista condenar de
tal modo a toda una franja etaria, por las decisiones de unos pocos, que, incluso siendo
cuestionables, les compete sólo a ellos juzgar las consecuencias de sus decisiones. A lo
largo de los años se ha cambiado la concepción de muchos aspectos de la vida que se
daban como inamovibles como la maternidad, la libertad, la pareja. ¿Cómo es posible
que se juzguen mis decisiones en base a lineamientos sociales que han caducado desde
antes de mi nacimiento? ¿Acaso no se puede tener metas diferentes que las de hace
cincuenta años atrás?
Durante la pandemia de COVID-19, UNICEF realizó una encuesta con alcance
internacional a más de 21.000 niños y adultos de todos los estratos sociales. Las edades
oscilaban entre los 15-24 años y 40 años, en los continentes de África, Asia, Europa y
América del Norte y del Sur. La encuesta arrojó los siguientes resultados:
Un 39 % de los jóvenes se identifica más con formar parte del mundo que de su país
o localidad. La mayoría de los jóvenes, un 78%, considera que Internet presenta graves
riesgos para los niños. Sólo un 17% afirma confiar en las plataformas virtuales. Un 59%
dice que hoy en día existe una mayor presión para tener éxito de la que tuvieron sus
padres. La encuesta concluye que los jóvenes de hoy en día tienen mayores aspiraciones
de la lucha contra la discriminación, un mayor apoyo a los derechos LGBTQ+ y el
compromiso por parte de las mujeres en la lucha por la igualdad de género. Ante estos
datos ¿no resulta evidente que estamos intentando mejorar la realidad en que vivimos?
Aunque tengamos corta edad ¿no merecemos el derecho de la duda? Las generaciones
que anteceden mi nacimiento critican a la “generación z” con la excusa de que “en
nuestra época no pasaba esto”, “cuando yo era joven, no estaba permitido hacer eso”.
Un simple acto como tatuarse es motivo para ser visto como “pandillero”, hacerse
perforaciones, en el caso de las mujeres, no es de una dama; escuchar rock, es para los
que les gusta el ruido; usar ropa corta, colorida o ajustada, es “sólo de mujeres” –que
tampoco es bien visto– o, en el caso de los hombres, “afeminado”. Se podría continuar
con una infinita lista de comportamientos, preferencias, elecciones o gustos de mi
generación, que no son los esperados, adecuados, “perfectos” para los adultos.
En un artículo de Infobae de este año, se adelanta una investigación global hecha por
la consultora Kantar en 31 países sobre los “centennials”. En este artículo, en diálogo
con Infobae el experto en educación y director del Observatorio de la Convivencia
Escolar de la Universidad Católica de Cuyo, Alejandro Castro Santander afirmó que:
“(…) existen posturas encontradas en relación a las capacidades de
los centennials; para algunos, se observa una menor destreza para
concentrarse en aquello que no permita resultados inmediatos; y
dificultades en la expresión oral y escrita. Así es que es frecuente
encontrar quienes hablan de ellos como incompetentes o torpes en
comparación a otras generaciones. Para otros, los centennials son
considerados muy listos por su creatividad y destreza para adaptarse a
los cambios y por la rapidez y capacidad para realizar diversas tareas y
manejar distintos dispositivos al mismo tiempo (multitasking), algo
que no todos coinciden en que sea favorable ya que quita eficiencia a
la atención”.
Como en toda situación social existen posturas opuestas, como resulta expuesto por
Alejandro Castro. Es cierto que tomamos malas decisiones, cometemos errores, e incluso
echamos a perder oportunidades invaluables ¿pero no es parte del proceso hacia la
madurez? ¿Acaso debemos ser impecables en todo desde nuestro nacimiento? No sólo
eso ¿los adultos mayores siempre poseyeron la capacidad de discernir lo bueno de lo malo
como ahora? Resulta extraño saber que los adultos admiten vivir tiempos cambiantes y
no acepten los diferentes modos de vivir de mi generación.
Esta declaración no proviene de ningún estudio científico, pero creo que siempre –“los
más jóvenes”– estamos en un estado de falsa libertad, es decir, hacemos lo que creemos
correcto, pero al fin y al cabo la última palabra la tienen los más grandes. Da la sensación
de que somos palomas volando en una jaula muy grande. La presión se cierne sobre
nosotros, los jóvenes, y logra que nos sintamos ansiosos, deprimidos e incluso no
tengamos interés en hacer planes a futuro. Tal vez sea la razón por la que tratamos de
vivir intensamente el ahora.
Sinceramente, creo que la acción de aconsejar desde la sabiduría de los años vividos
genera más oportunidades de construir futuros que la crítica generalizada en base a una
minoría que no representa a toda una generación. Las demandas de perfección a las que
nos sometemos a diario, son imposibles de cumplir. Las “conductas correctas”, son
maneras de reproducir los mismos sujetos sociales que cometieron errores en el pasado,
es decir, es preferible equivocarse desde un espacio conocido y manejado por la sociedad,
que experimentar soluciones e intentar crear no nuevos estándares, sino nuevos modos de
aceptación de la diversidad. Es decir, todos somos diferentes, no sólo por las brechas
generacionales sino también porque formamos un carácter y tenemos opiniones
diferentes.
Para finalizar, quisiera retomar la afirmación del usuario de la página “Vivir Diario”.
¿Realmente estamos en decadencia? ¿Nuestra sociedad está en decadencia únicamente
por las decisiones de los más jóvenes? Estoy totalmente convencida de que los errores
son oportunidades para aprender, pero clasificar a toda una generación como “perdida”
por sus malas elecciones y no continuar con modos de vivir que han caducado hace años,
resulta injusto. Existe una frase que seguro muchos conocen: “Vivir y dejar vivir”. Pienso
que esas palabras resumen perfectamente todo lo que espero del futuro. No una “juventud
perfecta”, como se nos exige, sino vivir y dejar vivir.

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