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El Matadero como
espacio de transición y mezcla
Lucía Caminada Rossetti
https://doi.org/10.4000/alhim.5268
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Keywords:
space, power, latinoamerican culture, literature, ritual
Palabras claves:
espacio, poder, cultura latinoamericana, literatura, ritual
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Plano
Fiestas/rituales religiosos
El ritual político: la fiesta federal
Lo popular-federal
Límites, fronteras y espacios de poder: signos de violencia
La casilla: triple espacio de poder
Relaciones de poder y cuestiones de género
Reflexiones finales
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3El matadero en tanto espacio (locus), está atravesado por construcciones que aluden a los
momentos conflictivos: desde la alusión a la confrontación entre unitarios y federales, hasta
la construcción de la casilla como triple espacio de poder a la homologación entre los poderes
religioso y político. Funciona como un espacio festivo ambivalente donde la otredad
carnavalesca se encuentra encarnada en un individuo “el” unitario contrapuesta a la identidad
de la gran comunidad federal. Desde la elección espacial, existe un vínculo directamente con
Rosas y su política “sanguinaria” y esto mismo se lee como ejemplo de la filtración política
en el relato:
5Es posible establecer, a nuestro juicio, tres espacios rituales a modo de fiesta que se celebran
de manera diferente: En primer lugar, hay una fiesta oficial durante la época de Cuaresma.
Esta fiesta es religiosa y se desarrolla dentro de un marco convencionalizado por la
institución de la Iglesia. Asimismo, la Iglesia está en conjunción con el gobierno. Por lo tanto,
es la fiesta “de todos” los ciudadanos adheridos al gobierno rosista lo que implica ciertos
ritos esquemáticos y normativos, como por ejemplo, la abstinencia de carne durante los días
de Cuaresma. Esto generará un conflicto entre la celebración universal cuaresmal de los días
de vigilia, en contraposición con un pueblo carnívoro, cuya salud se simboliza por la ingesta
de carne: “Se originó de aquí una especie de guerra intestina entre los estómagos y las
conciencias” (Echeverría, 2003: 104).
6La guerra intestina plantea la disyunción los mandatos religiosos y la relación que los
creyentes guardan con la realidad material que posiciona a la carne como valor positivo y
necesario para la subsistencia. De ahí que la carne en el contexto del matadero se constituya
como un objeto de valor que simboliza salud, alimento y vigor. En segundo lugar, coexiste y
se desencadena otra celebración junto con la fiesta oficial religiosa. Ésta se impone por
mandato de Rosas, Restaurador político cuya voz y acción pueden modificar el curso y
sentido de lo oficialmente instaurado. Se lleva adelante la fiesta del matadero, que podríamos
llamarla la fiesta de la carne. El Matadero es el espacio en donde se manifiesta la fiesta
popular federal, en donde de la incontinencia de la carne se pasa a la devoración y al juego
visceral. En esta fiesta, la animalización del espacio del Matadero que simboliza la mezcla,
se asocia a la representación del cuerpo federal como espacio que alberga lo salvaje,
sanguinario y feroz.
7Por último, la fiesta de la casilla es la fiesta sexual en torno al cuerpo politizado: fiesta en
donde el cuerpo del joven unitario es depositario de todo contenido político de oposición.
Aspecto político que desencadena lo lúdico y la diversión. Ergo: la sociedad del matadero es
casi un carnaval y una parodia; las modalidades del juicio al que se somete al joven, con su
Juez, sus captores y verdugos, evoca las representaciones carnavalizadas de la justicia que
aparecen en la cultura popular desde la Edad Media (Altamirano, Sarlo, 1997: 45). El otro se
transforma en objeto de risa y blasfemia: en esta fiesta privada los federales se juegan la
revancha contra un unitario.
Fiestas/rituales religiosos
9El valor privilegiado de la cultura (la carne) pasa a ser durante este período un objeto
escandaloso y obsceno del orden material y en consecuencia se transforma en un valor que
deviene disvalor pecaminoso porque “la carne busca a la carne” (Echeverría, 2003: 103) y
corrompe los cuerpos. La ingesta de carne en este contexto, significa agresión y violencia
dado que atenta contra el orden espiritual. Con respecto a la dicotomía que se plantea entre
carne (materia) y espíritu, el crítico D. Viñas destaca que el relato es uno de los “comentarios
de una violencia ejercida desde afuera hacia adentro, de la “carne” sobre el “espíritu” (Viñas:
1995). Se lee entonces como la preponderancia del espíritu aunada con lo culto, en
contraposición de la barbarie asociada con la materia.
11Con respecto a las tensiones que giran alrededor de la disputa del poder se destaca la
conflictividad planteada entre unitarios y federales. Dicha conflictividad gira en torno a una
figura de poder: Rosas. Esta figura se liga estrechamente con aspectos políticos y religiosos.
De hecho, el “rosisimo-federal-católico”, confronta con los enunciados “exilio- unitario-
hereje”3. Esta síntesis de lectura, acarrea una serie de decretos y prácticas que se trastocan
constantemente: regulan la actuación de los grupos. Se juega la noción de barbarie, salvaje o
animal para caracterizar a la otredad El registro político se une con la parodia religiosa (Lojo:
.
12Asimismo, en la fiesta federal, si bien se exalta la figura de Rosas como imagen de poder,
existen varias transgresiones y desafíos dado que Rosas en 1836 “crea” e implanta un decreto
prohibiendo el carnaval “para siempre al ser considerada “dañosa costumbre”. Es importante
”
señalar que se estima que El Matadero fue escrito en 1838 y el decreto de la prohibición del
Carnaval promulgado por Rosas es del 8 de julio de 1836. Por la cercanía entre ambas fechas,
no es casual que se haga mención a la “invención de decretos” por parte de Rosas. En relación
con el decreto de 1836, Rosas arguye: “Las costumbres opuestas a la cultura social y al interés
del estado, suelen pertenecer á todos los pueblos ó épocas- A la Autoridad pública
corresponde designarles prudentemente su término- (…) Artículo 1º- Queda abolido y
prohibido para siempre el juego de Carnaval” (César, 2005: 227-228). El carnaval que
transcurría en Buenos Aires cerca de las fechas cuaresmales queda totalmente abolido por el
caudillo y entre las varias causas se exalta que “ensucian los edificios en las Ciudades” (…)
y la higiene pública se opone a un pasatiempo de que suelen resultar enfermedades” (César,
2005: 89).
13La promulgación del decreto que prohíbe el carnaval se contradice con el conflicto que se
plantea en El Matadero entre la carne, lo inmundo, la mezcla de fluidos, la enfermedad, la
convivencia entre animales y humanos en el mismo espacio, entre otras mixturas que
conciernen a lo sucio e impuro. De esta manera, el texto ficcionaliza la tensión entre las
figuras de poder, su accionar y sus controles, confrontándolo con una realidad socio- política
construida sobre la base de antivalores (cuyos exponentes son los federales) y que el poder
político dice rechazar.
Lo popular-federal
16En los años del rosismo se llevaban adelante copiosas celebraciones populares con la
participación del pueblo. Estas fiestas se manifestaban en candombes, festejos populares,
banquetes criollos, bailes, etc. y la danza ocupaba un lugar relevante: la vidalita, el gato, la
zamba, la huella, la resfalosa. Estos bailes daban cuenta de las prácticas sociales y culturales
montadas en torno a la figura del caudillo, como expresión del fenómeno político- literario
que permite la “visualización de la condición histórica de la existencia de este sector llamado
“popular” (Guzmán, 2002: 152). La diversidad étnica de la fiesta constituye un rasgo de
comunidad y unión más allá de las fronteras de apariencia física o diversidad cultural4. Lo
que une a los participantes de la fiesta es su filiación a la Federación.
5 Al igual que en la configuración que los federales hacen de los unitarios en tanto
“plaga” que dise (...)
17Quienes participan de la fiesta y establecen una relación lúdica son federales, más allá de
la variedad étnica, etaria o de género. Asimismo, lo federal remite a conglomeración,
multitud, afluencia, congregación. Los signos federales construyen una imagen de
muchedumbre, cuantitativa, de exceso y cantidad: “en aquel tiempo la Federación estaba en
todas partes, hasta entre las inmundicias del matadero” (Echeverría, 2003: 106). La
Federación estaba en todas partes al igual que la imagen de Rosas: “Rosas es un plural.
Rebalsa el adentro de la Patria y se propaga como un hedor insoportable” (Bocco, 1995: 85).
La representación de la Federación y Rosas como plaga5 se vincula con el poder que
despliegan en la sociedad y se conforman como figuras hegemónicas. La alusión política,
colectiva y popular del Restaurador como representante preexistente de la fiesta “y no había
fiesta sin Restaurador como no hay sermón sin San Agustín” (Echeverría, 2003: 106),
reafirma el carácter político de lo festivo. Como condición de posibilidad de la fiesta, el
Restaurador se construye como un factor simbólico necesario, ya que congrega y encarna los
signos de lo federal.
18La zona del matadero se construye como espacio de prácticas festivas y la celebración
federal de la carne es popular y desdibuja los límites de la ciudad y los lineamientos de la
gran nación para instaurar una “pequeña república” (Echeverría, 2003: 108) con tiempo y
espacio propios donde todo está permitido. La cultura carnavalesca se integra a lo oficial6
En este sentido, resulta difícil trazar una diferencia entre lo carnavalesco y lo popular de la
legitimidad oficial de la política. De ahí que la fiesta del pueblo se torne la fiesta del
monstruo, ya que la fiesta encarna la ceremonia oficial. Se puede hablar de “carnaval
cuaresmal o cuaresma carnavalesca” (Kohan, 2006: 194). En algunos pasajes, el lenguaje es
obsceno y el efecto de representación de imágenes grotescas, exageradas, inserta figuras en
zonas espaciales que producen un corolario de superabundancia. La frase “ahí se le metió el
sebo en las tetas a la tía” (Echeverría, 2003: 109) condensa la el efecto de representación
degradante a través del uso del lenguaje7.
19En el relato notamos que la violencia está incrustada en las periferias de la ciudad Los
.
20Martín Kohan destaca la importancia del croquis del matadero que se traza en el relato en
relación con el derecho de circulación (libre y sus límites). Al no estar garantizada la libre
circulación, se plantea un problema en los modos de circulación entre los espacios del
matadero y los de la ciudad. El desplazamiento entre estas dos zonas intersticiales
“Responden al sistema de ofrendas, patrocinios y gratitudes que expresa la identificación
política entre el poder rosista y las clases populares” (Kohan, 2006: 177). En esta línea de
lectura, la violencia suburbana responde a una división por zonas: “El matadero de la
Convalecencia o del Alto, sito en las quintas al Sud de la ciudad, es una gran playa en forma
rectangular colocada al extremo de dos calles, una de las cuales allí se termina y la otra se
prolonga hacia el Este” (Echeverría, 2003: 106).
21El croquis del matadero implanta un espacio conformado como una pequeña república
autónoma. En primer lugar, el croquis sería una estrategia discursiva que permite, a través de
la descripción, dar lugar a la narración. De esta forma, se “crea” una situación espacial en
donde los focos van desde una visión panorámica del matadero (que se identifica en las
marcas de excesos que aluden a “cantidades” de personas y animales, por ejemplo), a un
enfoque de detalles que se registran cuando se describe una “escena” (como la del inglés
incrustado en el fango). Otra función del croquis vinculada con los excesos que separan
dimensiones: “Hacer el croquis significa delimitar la zona de lo in-mundo, recortarla, aislarla,
para poder narrarla con intensidad, pero sin desborde, que el exceso de las voces, de los
cuerpos y de las acciones pueda contaminar el otro lado de las cosas” (Iglesia, 1998: 31).
Dentro de los espacios de poder configurados en el relato, nos interesa resaltar
particularmente la representación de la casilla. En la casilla se concentran el poder y tensiones
vinculadas a lo político, lo sexual y lo religioso.
22La casilla es un espacio de poder que homologa lo religioso, político, sexual y jurídico.
Espacio donde se entablan relaciones de poder múltiples. Estas relaciones de fuerza que
atraviesan la casilla tienen un triple uso: relaciones políticas y jurídicas del gobierno con los
federales; en segundo lugar, es un espacio de poder sagrado: remite a Rosas y sus aspectos
simbólicos (la “Patrona” Encarnación Ezcurra); por último es un espacio festivo donde se
tortura al unitario y se realizan juegos de diversión. El uso de la casilla como lugar
burocrático, normativo y lucrativo, es controlado por una figura de poder que ejerce las
medidas “en nombre” y representación de Rosas: el Juez del matadero. Es decir, el poder que
ejerce Rosas está mediado por una figura simbólica que representa el poder: “En la casilla se
hace la recaudación del impuesto de corrales, se cobran las multas por violación de
reglamentos y se sienta el juez del matadero, personaje importante, caudillo de los carniceros
y que ejerce la suma del poder en aquella pequeña república por delegación del Restaurador”
(Echeverría, 2003: 109).
ruin y pequeño que nadie lo notaría al no estar asociado su nombre al del terrible juez y a no
resaltar sobre su blanca pintura los siguientes letreros rojos: ¡Viva la Federación! ¡Viva el
Restaurador y la heroína doña Encarnación Ezcurra! ¡Mueran los salvajes unitarios!”
(Echeverría, 2003: 108)
24La alteridad se plasma en la escritura de la casilla. Con esto queremos decir que la escritura
reafirma el carácter de rechazo hacia los unitarios y asimismo marca la casilla como espacio
de castigo hacia el otro. La escritura consagra el espacio de la casilla como zona destinada a
segregar al adversario y ratificar la identidad federal Como estrategia discursiva, “El letrero
.
25Cabe añadir al respecto, que la casilla también es un lugar sagrado “casilla a la heroína”
donde se la venera y homenajea “los carniceros festejaron con un espléndido banquete”. Lo
sagrado y político se plasman en la figura de la esposa de Rosas una serie de rituales se
desarrollan en torno a ésta que reafirma la identidad federal y a la vez corrobora la
importancia del rosismo y sus símbolos como sagrados. Por último, la casilla se configura
como espacio de tortura: “La sala de la casilla tenía en su centro una grande y fornida mesa
(…) para dar lugar a las ejecuciones y torturas de los sayones federales del Matadero”
(Echeverría, 2003: 106).
28Otro aporte respecto al tema, lo tenemos presente con lecturas de Michel Foucault quién
destaca también el vínculo entre poder- cuerpo al manifestar que “las relaciones de poder
pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los cuerpos” (Foucault, 1992: 166).
Es decir, el cuerpo es penetrado, atravesado por el poder. Concibe el sujeto como efecto de
poder, como producto de las relaciones de poder y como vehículo de éste. Pero las relaciones
de poder implican a su vez resistencia y por lo tanto el “otro”, sobre el cuál se ejerce la acción,
debe ser reconocido y mantenerse como sujeto de acción: al mismo tiempo se necesita de la
apertura de un campo de respuestas, reacciones, efectos. Por eso, la escena de la casilla del
Matadero, el hecho de atar al unitario y exhibirlo ante la comunidad de iguales (los federales)
coloca ese cuerpo expuesto en un posición de desventaja de poder, de total imposibilidad.
Sin embargo el cuerpo del unitario resiste contra la sodomía y la feminización. De esta
manera, al reventar de rabia, es una expresión del pivote pasional de un cuerpo que
intrínsecamente simboliza una minoría política. Para Foucault, desde su perspectiva, el
cuerpo se encuentra atravesado por una serie de regímenes que lo apresan. Con respecto a la
asociación cuerpo- poder, sostiene que las relaciones de poder:
29Es por esto que las relaciones de poder requieren de una provocación constante. Dicha
incitación involucra estrategias de poder, esto es: medios o mecanismos para tornar funcional
o preservar el dispositivo de poder y modos de acción posibles sobre las acciones de los otros.
Según Michel Foucault, hay un engranaje de dos rituales a través del cuerpo: el de verdad y
el que impone el castigo. La verdad de la ejecución pública de las penas adquiere diversos
aspectos. En primer lugar, involucra al culpable en tanto pregonero de su propia condena. La
escena de confesión también instaura el suplicio como momento de verdad. Asimismo, hay
una serie de suplicios simbólicos en los que la forma de ejecución responde a la índole de la
transgresión. La lentitud del suplicio, las peripecias, gritos y sufrimientos del condenado
implican al término ritual del que aplica la pena, el papel de la prueba última:
Atáronle un pañuelo a la boca y empezaron a tironear sus vestidos. Encogíase el
joven, pateaba, hacía rechinar los dientes. Tomaban ora sus miembros la
flexibilidad del junco, ora la dureza del fierro y su espina dorsal era el eje de
movimiento parecido al de la serpiente. Gotas de sudor fluían por su rostro
grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espuma, y las venas de
su cuello y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran
repletas de sangre. (Echeverría, 2003: 117)
30La duración que hace que el castigo sea eficaz para el culpable es útil también para los
espectadores: “En un momento liaron sus piernas en ángulo a los cuatro pies de la mesa
volcando su cuerpo boca abajo. Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual
soltaron las ataduras que las comprimían en la espalda” (Echeverría, 2003: 117). Las formas
de tortura no sólo están vinculadas a la violencia sino que tiene connotaciones sexuales. La
desnudez “era un principio de tortura y simbolizaba la vulnerabilidad del cuerpo del hombre
susceptible, entre otras formas de tortura a la humillación del género del hombre
sodomizado” (Salessi, 2000: 65).
Reflexiones finales
33A los largo de este artículo notamos que los rituales representados producen tensiones que
se plantean por los cruces entre política y sexualidad; política y religión; sexualidad y
política; animalización y sexualidad; politización y animalización, etc. Dichas resistencias
sacan a luz los rasgos propios del discurso cuyos rasgos espaciales se captan por la oposición
alto /bajo, aquello referente a lo corporal o a lo religioso, el entrecruzamiento entre lo oficial
y popular. En El Matadero identificamos rasgos que definen el discurso literario cuyos
espacios están politizados: la mezcla, hibridez (dada en la desjerarquización de roles, en los
las razas, líquidos, elementos de exceso que se fusionan), la animalización de espacios,
personajes, voces y la construcción de la otredad. Respecto a este punto, identificamos las
representaciones deshumanizante en la construcción de los federales y la configuración de
personajes populares como grotescos, bárbaros y degradados. Esto se percibe en los usos del
lenguaje grotesco y blasfematorio para caracterizar a los federales y lo federal y en el
bestiario de términos que configuran lo federal y el matadero.
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Bibliografía
CESAR, Romeo, El carnaval de Buenos Aires (1770- 1850). El Bastión Sitiado, Buenos
Aires, Editorial de las Ciencias, 2005.
FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 1990.
SALESSI, Jorge, Médicos maleantes y maricas, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2000.
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Notas
3 Resulta importante agregar que Echeverría escribe desde la posición de unitario y exiliado.
Al respecto, Andrea Bocco destaca que “A partir de la obsesión por Rosas y la Federación,
los escritores “unitarios” montan en sus textos una maquinaria de terror para evidenciar la
degeneración de un sistema : el cuerpo de los hombres es violado y mutilado y, por reflejo,
el cuerpo de la patria corre la misma suerte”. Por consiguiente, la oposición trazada entre
víctimas y asesinos “se erige en esta textualidad y conforma un cuerpo indecente : el del
“otro” negado, que debe ser eliminado (Bocco, 1995 :84). Las representaciones de una
cultura signada por el exceso, cuyo símbolo bestial es el matadero de los “federales”, forma
parte de la producción literaria antirosista que intenta exaltar la barbarie representativa del
gobierno.
4 Romeo César resalta que un aspecto distintivo de la fiesta es que se amalgaman etnias. El
carnaval es la fiesta de todos, multiétnica : facilita intercambios y eliminación de fronteras.
Es importante tener presente la historia de la ciudad : su transformación de ciudad colonial a
metrópoli cosmopolita y multiétnica. Historia en la cual se identifican poderes hegemónicos
(europeos), identidades y diferencias étnicas, relaciones y jerarquías.
5 Al igual que en la configuración que los federales hacen de los unitarios en tanto “plaga”
que disemina el mal en la sociedad, esta vez en la construcción federal, la figura de Rosas y
lo que se vincula con su política se manifiesta como mal que se propaga e invade los
territorios. Como dicha construcción no abarca a la alteridad unitaria y por el contrario,
contribuye a la consolidación de la comunidad y el “nosotros”, se puede leer esta plaga como
fuerza hegemónica apoyada en la política rosista que se impone en todos los sectores de la
sociedad que se representa en el relato.
6 Con respecto al carácter popular de lo festivo, ampliamos esta idea de la ligazón entre fiesta
política popular y carnaval. Si bien la fiesta popular desde la perspectiva bajtiniana se separa
o más bien traza un mundo paralelo en relación con lo oficial, en El Matadero, las dos
dimensiones se fusionan.
7 Cristina Iglesia respecto a la cita considera que “esta mujer, mulata o negra, se mete el
sebo, la grasa de un animal recién carneado, entre las tetas (…) esa frase es la apertura hacia
otro mundo, es el intento de narrarlo desde sus propios códigos” (Iglesia, 1998 : 27).
8 Los letreros en tanto “símbolo de la fe política y religiosa de la gente del matadero” instaura
un “combate de letreros” (Iglesia, 1998 : 28) en la cual se diferencian los letreros rojos-
federales de los negros y blancos de la razón.
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Referencia electrónica
Lucía Caminada Rossetti, «Rituales políticos, sexuales y sagrados en la literatura del siglo
XIX. El Matadero como espacio de transición y mezcla », Amérique Latine Histoire et
Mémoire. Les Cahiers ALHIM [En línea], 29 | 2015, Publicado el 18 junio 2015, consultado
el 22 mayo 2023. URL: http://journals.openedition.org/alhim/5268; DOI:
https://doi.org/10.4000/alhim.5268
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