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Entre Paris y Buenos Aires

Dagfal, plantea en torno a su texto una interacción entre dos ejes diferentes: en primer lugar,
se destaca la recepción del pensamiento francés en Argentina y en segundo lugar se pretende
construir una historia del psicólogo en la Argentina. Ello implica examinar una trama en la que
se cruzan 3 disciplinas del campo psi: psicología, psiquiatría y psicoanálisis. En el periodo que
abarca el autor, se crean las primeras carreras de psicología, la primera asociación analítica
oficial y las primeras especializaciones en psiquiatría, lo cual evidencia una institucionalización
creciente de las “disciplinas psi”, que comenzaban a diferenciarse y autonomizarse, a la vez
que redefinían sus fronteras.

En la argentina aparece un nuevo profesional desde la convergencia de los 2 ejes y dan como
resultado la conformación del perfil:

El "caso" del psicólogo argentino

En otras latitudes, el psicólogo suele ser visto como un personaje lejano y misterioso, asociado
al trabajo en laboratorios experimentales o a la administración de complejas pruebas. El
"atenderse" con un psicólogo suele ser considerado como un recurso extremo, que solo se
justifica en caso de patología grave. Por ende, quien consulta a un psicólogo no lo cuenta
alegremente. En nuestro país, el psicólogo y la psicología se han integrado por completo al
paisaje de lo cotidiano, dejando huellas de su presencia en el lenguaje y en las costumbres de
una buena parte de la población urbana. Al mismo tiempo, en el imaginario social, el personaje
del psicólogo está íntimamente ligado al del psicoanalista, lo cual pone de manifiesto el
impacto que han tenido la teoría y la practica freudianas tanto en la popularización de la
psicología como en la formación del psicólogo.

Esta estrecha relación entre psicología y psicoanálisis es más que un postulado de base en el
resultado de un proceso que necesita ser explicado.

En los años sesenta, ese profesional tan sui generis que es el psicólogo argentino no es más
que un invento reciente. Sus rasgos característicos se constituyeron en realidad en un lapso
relativamente corto. Sin embargo, en el presente, esos rasgos están modificándose en forma
acelerada.

En el periodo de 1942-1966 en el panorama de la segunda posguerra, permite identificar


algunos factores comunes y otros idiosincráticos del "caso argentino". En un marco
convulsionado, en el que se hacía necesario repensar los fundamentos mismos de la vida en
comunidad, la psicología se nutrió de esos aires de cambio y de transformación social.

En el resto del mundo, las carreras de psicología que comenzaron a crearse en esa época
abrevaron también en otras fuentes teóricas, que nunca llegaron a impactar de lleno en la
Argentina. En general, las perspectivas objetivistas jamás consiguieron implantarse de manera
extendida en el Rio de la Plata. Luego de la posguerra, mientras que en los ámbitos académicos
de Europa y Estados Unidos Comenzaban a reinar concepciones experimentales basadas en
supuestos naturalistas o neopositivistas, en la Argentina, la psicología se consolidaba como
una disciplina de la Subjetividad, más vinculada al psicoanálisis, la filosofía y los debates
políticos e intelectuales que a los circuitos internacionales de las ciencias psicológicas.
Lo insinuado del “caso argentino" es que en esta posición hegemónica del psicoanálisis nunca
fue amenazada por otros modelos teóricos (al menos hasta los años noventa).

En la argentina, el psicólogo fue adoptado este perfil tan particular sin tener ninguna
conciencia de su propia excepcionalidad, tanto en sus aspectos positivos como negativos. El
psicólogo argentino promedio, al menos en esa época, tendía a pensar que sus propias
creencias eran algo así como una norma universal.

La "excepción cultural francesa" sería susceptible de contribuir a la comprensión de la


"excepción psicológica argentina". Según esa hipótesis, el tipo de desarrollo que tuvieron las
"disciplinas psi" en el periodo 1942-1966 puede entenderse más fácilmente en la medida en
que se lo sitúe en el marco de procesos de más largo alcance, ligados a la importancia que ha
tenido la recepción del pensamiento francés en nuestro país. De hecho, en la historia de la
cultura argentina, la presencia del pensamiento francés ha sido un dato inaugural. Al igual que
en otras antiguas colonias españolas, a principios del siglo XIX, los promotores de la
independencia se inspiraron generosamente en la “filosofía de las luces”.

Uno de los grandes ejes que organizan este texto se sitúa en torno de los problemas de la
recepción. El hecho de privilegiar la relación entre Paris y Buenos Aires para pensar "la
invención” del psicólogo en la Argentina implica que hubo ideas que se transmitieron, que
circularon entre esas dos capitales. El pensamiento psicoanalítico en Argentina NO puede
pensarse por fuera del pensamiento francés.

El otro eje que ordena el trabajo apunta a las relaciones transversales entre psicología,
psicoanálisis y psiquiatría. Elaborar una historia de cualquiera de esas 3 disciplinas sin tener en
cuenta las otras dos habría sido un contrasentido, resulta difícil establecer entre ellas límites
precisos.

En este marco en que las teorías, las prácticas y las instituciones “psi” se iban articulando de
manera confusa, Dagfal incorpora la noción de campo del sociólogo Pierre Bourdieu. El campo
se define como un espacio complejo, con propiedades y reglas específicas que constituyen un
“sistema de relaciones objetivas entre posiciones adquiridas”, donde las ideas, los textos y las
prácticas tienen un valor relativo a la ubicación de los actores. La idea de campo es posible
pensar las disciplinas psi.

Durante el lapso 1942/1955 se produce una organización autónoma de las disciplinas psi, el
psicoanálisis se consolida como práctica clínica individual (y se forma la APA), y se conforma la
1er carrera de psicología, esta se orienta al trabajo en educación y al mismo tiempo la
psiquiatría es atravesada por los discursos de la salud mental. El estallido de los estudios
universitarios se da en el segundo periodo 1955/1966, y en el año ´66 se marca el fin de una
época, la renovación social y cultural vertiginosa iniciada en 1955 llega a su punto de
declinación. El ocaso en la universidad de la edad de oro y el inicio de una larga decadencia, el
golpe de 1966 muestra los límites de la aventura reformista

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