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¿Cómo la juventud puede coadyuvar a la buena relación con el adulto mayor?

Al país le hace falta tres cosas para ser primermundista: honestidad, educación y
ancianos. ¿ancianos? Si, aunque parezca fuera de contexto, puede que sea una de las
cosas mas importantes con las que debemos contar. Obviando que es sinónimo de una
elevada esperanza de vida en el país, se ha demostrado que en los países con más
ancianos se vive, se habla y se educa mejor. Enfrentémoslo, aún no tenemos una
población concientizada sobre su importancia, ¡este mismo año! Una investigación del
Colegio Médico de Panamá reveló que los ancianos en los cuartos de urgencia son
tratados como personas de poca importancia. Mientras que en países como Japón o
Israel representan la fortaleza y la sabiduría.
Aún no existe una verdadera culturización y respeto hacia ellos. Lejos de ser suficiente
el “Cepadem” se necesita que nosotros los jóvenes apreciamos a los que alguna vez
tuvieron toda la energía del mundo para realizar aquellas cosas que la generación
millennial y la Z aún no se han atrevido, estoy hablando de proezas, resistencia a
aquellos que querían arrebatarnos nuestra patria con un espíritu cívico de oro y una
voluntad que no se doblegaba ante cualquiera. ¿Cómo entonces podemos coadyuvar a
forjar una mejor relación con ellos? Escuchando. ¡ya basta de discriminación, de
abandono, de rechazo! Es tiempo de hacerlos partícipes de la sociedad, tienen mucho
para dar, sin embargo, poco para recibir. Se necesita una “reestructuración del
pensamiento” en donde el concepto de incapacidad se elimine, hay una frase célebre
de un famoso gerontólogo que amé leer: “Hay que luchar contra la idea de que el viejo
es funcionalmente limitado. La mayoría de la población anciana no se halla impedida.”
porque aquel que se atreve a llegar hasta la vejez aparte de ser símbolo de admiración,
sabemos que se ha enfrentado con éxito al reto más grande: la vida.
Su voz es una de las cosas más valiosas con que puede contar un joven. Me tomé la
libertad de hacer una pequeña encuesta en mi salón de clases, sobre lo primero que le
venían a la mente cuando oían la palabra “anciano” o “abuelos” muchos decían: amor,
amabilidad, historia, servicio. Por otro lado, algunos decían abandono, nostalgia y yo fui
una de las que dijo distancia. Una mejor relación no se forja con proyectos de ley que
beneficien su bolsillo, sino, con un trato personal, en el que entendamos que, para
crecer como personas, es necesario aprender a valorar nuestro pasado, que, aunque
algunos como yo, solo podemos verlo en fotos antiguas, hay quienes están dispuestos
a sentarse a narrar sus experiencias. Los tiempos de cambio no empiezan con una
mirada detrás del telón, criticando aquellos que protagonizan el papel de autoridades
en nuestro país, de hecho, ¡no se puede hacer nada si no cambiamos nosotros! La
injusticia, la negligencia y la apatía hacia las necesidades del adulto mayor son factores
que hemos estado construyendo desde hace muchos años.
Hace casi tres meses, según La Prensa, realizaron el traslado de dos adultos mayores
desde Aguadulce hacia Veraguas hacia asilos, por abandono y falta de techo, uno de
ellos, el señor Calixto, presentaba un cuadro de Alcoholemia, ¿Podemos juzgarlo por
ello? En realidad, no se lo que se siente, pero debe ser horrible tener frío y no tener
abrigo; llorar, y no tener a nadie quien te consuele ¡o por lo menos que te escuche!
Sentir hambre y resignarte a dormir para olvidarte de ello; levantarte nuevamente y
sumergir tus penas en alcohol al ver que, aunque tienes familiares…es casi como si no
existieran.
Nos quejamos de un sistema frío hacia las necesidades del pueblo, pero nosotros
mismo nos apuñalamos con el filo del desprecio, deseamos mejores oportunidades
para vivir, cuando nosotros mismos no las damos, ¿qué clase de doble moral estamos
viviendo? No se puede hablar de un solo factor que se necesita cambiar, porque en
realidad son muchos, pero si hay que empezar por algo, es escuchar, brindar
oportunidades, respetar, involucrar, apreciar, amar, abrazar, visitar…
Aunque muchos suframos de misantropía o simplemente perdamos la fe en la
humanidad, al ver actos bochornosos de irrespeto en nuestro país, soy una de las que
dice que aún no es tarde para derribar el muro de ignorancia que poco a poco nos aísla
del progreso. Propongo que empecemos a crear proyectos que llevemos a cabo, que
involucren la relación personal de jóvenes en riesgo social y adultos mayores, para
lograr un cambio emocional y psicológico apuntado hacia un mejoramiento de la
ciudadanía. Ofrezco en humilde opinión que los padres les enseñen a sus hijos desde
pequeños a estimar a sus abuelos, no hay mejor lazo y legado que las viejas
costumbres de las pasadas generaciones.
El Ministerio de Desarrollo Social el año pasado, Según el periodista Ricardo Iturriaga,
tiene muchos planes pendientes con la población de adultos mayores, ligado a los
Objetivos de desarrollo Sostenible de la ONU, el mejoramiento de la economía, por
supuesto, y mejor atención e la salud. Panamá es un país de visión, eso no se puede
discutir, pero nos hace falta accionar en la intención. Personalmente, fuera muy
gratificante que en los hospitales se contrate gente sensible hacia las necesidades de
los ancianos; que gran parte de las labores sociales que debemos hacer como
estudiantes, sean en asilos. Desde la perspectiva de la sociedad hay que cambiar
estrategias políticas y sociales para lograr constatar un avance en el mejoramiento de
la calidad de vida de los adultos mayores; pero, yo creo que los jóvenes son la clave
para que este rompecabezas se arme, porque siendo el 24,7% del país, nuestra
participación puede consolidar cualquier planificación gubernamental.
Entonces, al final de todo esto ¿Qué conclusión podemos obtener? Que debemos
respetar y amar a los abuelos ¡eso ya lo sabemos! Que hace falta tomar compromiso
por parte de la sociedad ¡eso también lo sabemos! Lo que no sabemos es que hay que
hacerlo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Pensar como podemos coadyuvar
en este tema no debería ser una acción exclusiva de unos cuantos jóvenes que se
atreven a escribir un ensayo, sino de todos los estudiantes. Pensar es lo que no llevará
a analizar y, por consiguiente, a cambiar.
“Alcanzamos por fin la victoria” dice nuestro bello himno nacional, el contexto indica
que fueron arduas luchas para construir lo que tenemos el día de hoy, ¡libertad!
Libertad de pensar y hablar conforme a lo que me parezca sin hacerle daño a nadie,
libertad de gozar de privilegios de buena salud y atención médica, libertad de tener una
vida digna; ropa reconfortante para el invierno y comida que alcance para tener una
buena nutrición. Estamos en una época a la que yo llamo “la segunda Ilustración”
porque se han hecho tantos avances y hemos evolucionado en tantas cosas que me
parece imposible que aún tengamos problemas sociales como los mencionados
anteriormente. Dejemos de dejar nuestro futuro en manos de otros, nos quejamos de
demagogia, preparándonos para esperar algo diferente en el siguiente y el siguiente
quinquenio, pero la corrupción va a seguir hasta que escojamos nosotros mismos gente
honesta, así que hagamos lo que tenemos a la mano, tal vez no podamos cambiarles la
vida a todos los adultos mayores, pero empezando por uno, se hace, no una diferencia,
sino un “macro-cambio”.
Esta debería ser la última vez que deseos y proyectos como estos queden en un papel
sin ser aplicados, porque las palabras sobran, pero, los obreros faltan. Uno de mis
objetivos como escritora, es penetrar en la consciencia de los lectores, pero no solo
eso, sino generar cambios. Espero que, en el futuro, gracias a medidas tomadas en el
presente respecto a este tema, hayamos superado la crisis de empatía. Bien decía mi
abuela antes de morir: “yo me voy, pero ustedes quedan” y es cierto, nosotros
quedamos, pero no seamos una carga para el estado, al contrario, ayudemos al
progreso del país, seamos parte de la solución y no del problema. Para coadyuvar al
mejoramiento de las relaciones con los adultos mayores hay muchas tácticas: visitar los
asilos y conversar con ellos para que no se sientan solos, hacer un proyecto en las
aulas de clases para que cada mes se recoja una alcancía para comprar
medicamentos a aquellos acianos que lo necesitan, hacer un banco de ropa para los
adultos mayores que no tiene para abrigarse, crear un libro en el que se narren las
experiencias de los ancianos en los años de la invasión, la dictadura y que los fondos
recogidos en su venta sean usados para terapias físicas o vitaminas para ellos; en fin,
hay muchas posibilidades, pero trabajando individualmente es casi imposible que se
concrete todo con éxito.
No me cabe la menor duda de que la población panameña le urge y desea un cambio,
así que mi único deber aquí es motivarnos a hacerlo y lograrlo. Si Panamá fuera una
persona sería una anciana con pollera, con las manos maltratadas de tanto trabajar;
cabello blanco; como el anhelo del desarrollo, paz y bienestar; sudor en la frente, por la
jornada tan larga del día; pequeña, pero valiente, hermosa, codiciada y elegante, pero
al mismo tiempo siempre deseosa de algo mejor y digno de su esfuerzo. Termino
citándome con la siguiente frase: “un anciano es un libro arrugado, que necesita ser
considerado patrimonio histórico, valorado por sus nietos, cuidado por las autoridades y
amado por la sociedad”
Autora: Golos.

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