60 ANÁLISIS DEL CARÁCTER ROMÁNTICO
Los une la actitud de entrega a la pasión desbordada y un fuerte amor
a la vida que se mezcla con la fascinación por la muerte, al igual que en
otros personajes de la época: Chopin glosando sobre la muerte a la par que
canta a la vida, y su amigo, el pintor Delacroix, que también debe morir
de tuberculosis, consumidos por la fiebre, débiles al extremo, con la voz apa
gada porla laringitis tuberculosa, la tos y la disnea, no bastantes para estorbar
nuevos proyectos irreales.
Al llegar a este punto, tenemos la impresión de que algo se ha perdido y
todavía no hemos ganado verdaderamente algo más. Lo romántico, con su
desbordamiento incontenible de las emociones sobre el intelecto, es una reac
ción contra el iluminado racionalismo lógico que siguió al Renacimiento. Es
una protesta contra la vida intelectual, calculada y prevista, que carece de
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emoción y sentido profundos. Representa otro intento de vivir heroicamente,
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si no ya a través de los hechos de armas o de las proezas históricas, a través
del confrontamiento valeroso entre la razón y los impulsos, sin temor a la
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entrega total ni al monto de las consecuencias. Se trata también del con
frontamiento con la muerte y sin las ilusiones místicas de la Edad Media.
Lo romántico confronta el eterno conflicto entre el amor a la vida y el
temor a la muerte, resolviéndolo en una actitud de desprecio que raya en
el constante juego con la muerte y aun en el amor por ella, por lo que el es
píritu romántico y la idea de la muerte están íntimamente ligados. El final
feliz está proscrito, porque no se cree en él y la muerte de un personaje en
los brazos de su amado, representan un repugnante arreglo de compromiso
que falsea el concepto de la realidad, anteponiendo a la esencia de la pro
testa romántica el miedoso convencionalismo, útil para atemperar el dolor
inevitable en el proceso de la vida. Hundirse en el espíritu romántico con
sensibilidad y entrega, significa una experiencia temible para la mentalidad
burguesa. Repudiar u olvidar lo romántico, equivale a negar un importante
componente de sí mismo, y por esto, siempre apasionará y conmoverá la histo
ria de una persona que quiso vivir y estuvo dispuesta a pagar el precio,
aunque su intento fracase y el precio sea la muerte.
Heigl, F., 1969: Del pensamiento estructural en el psicoanálisis, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 12, 1969), pp. 61-71.
DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS
Franz Heigl
A continuación trataremos de esbozar el concepto de estructura dentro del
psicoanálisis y del método de pensamiento psicoanalítico, lo que, en última
instancia, equivale a trazar el pensamiento estructural en el psicoanálisis.
Trátase en este caso de una estructura psicológica de funciones relativamente
invariables, y no de una estructura material que ocupa un espacio (Colbx,
1960). Nos referimos, pues, a un modelo que comprenda las relaciones recí
procas de las funciones relativamente permanentes. En el concepto de estruc
tura del psicoanálsis, el "aparato psíquico" se compone de subestructuras que
funcionan según diversos principios de regulación, que a su vez actúan ar
mónicamente entre sí. Las subestructuras son para el psicoanálisis los deter
minantes múltiples de la conducta.
¿Qué es, de hecho, el psicoanálisis? Es para empezar, en su forma original,
un método terapéutico de las enfermedades de orden psíquico. En segundo
lugar, es una teoría sobre la vivencia y la conducta humanas y, en ese sen
tido, una teoría de psicología general, que abarca la conducta tanto normal
como patológica. Sin embargo, según Rapaport (1959), se distingue esencial
mente de otras escuelas y ramas de la psicología en dos puntos, a saber: a)
en el supuesto de un determinismo psicológico continuo, y b) en la acen
tuación de una "conducta latente" en general y de las determinantes incons
cientes de la conducta en particular. El psicoanálisis es, en tercer lugar, un
método de pensamiento y de observación para aprehender la vivencia y la con
ducta humanas, y es, en cuarto lugar, un fenómeno cultural, un "movimiento",
que ha adquirido carta de naturaleza tanto en el lenguaje corriente como en
la literatura, en las artes plásticas y en las ramas de la ciencia que se ocupan
de la conducta humana.
Trataremos aquí de los aspectos segundo y tercero, esto es, del psicoanálisis
como método de pensamiento y como teoría de la conducta humana.
Expondremos a continuación los supuestos básicos del psicoanálisis, en
los que parecen coincidir las diversas escuelas y tendencias psicoanalíticas.
Partiremos de la excelente exposición de Rapaport (1959), aunque sin seguirla
en todas sus proposiciones.
1) El punto de vista topográfico:
Este es, al lado del concepto del determinismo psíquico continuo, el más
amplio y postula la existencia de procesos psíquicos inconscientes. Su especi
ficación conduciría a la teoría de la motivación inconsciente o irracional: en
toda conducta hay determinantes inconscientes. De esta premisa, juntamente
con la del determinismo psicológico, resulta una forma especial de obtener
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 62 DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS
conclusiones psicoanalíticas, la cual, que yo sepa, apenas se ha expuesto;
Rapaport menciona dos formas de ella.
2) El punto de vista dinámico:
Toda conducta está determinada por el instinto, y cada instinto tiene un
fin que persigue a través de su objeto. La segunda parte de la frase, "los
impulsos humanos están orientados hacia un fin", y en conexión con el aspecto
topográfico, el enunciado: "los elementos inconscientes de la conducta tien
den hacia un fin", acusan ambos el carácter teleológico, finalista de la conducta
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humana. O dicho en otras palabras: la referencia de la conducta humana al
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objeto del instinto, esto es, la coordinación del instinto con su objeto, muestra
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una coordinación entre la naturaleza del hombre por una parte, y su medio
social por la otra; señala la referencia innata del individuo a su medio social.
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El aspecto económico de la teoría freudiana —Rapaport lo considera como
uno de los axiomas del sistema psicoanalítico— de que toda conducta es
regulada por energía psíquica, puede, en mi opinión, descartarse. El concepto
de energía psíquica no añade a nuestra ciencia, según Kardiner et al (1966),
nada nuevo; es indemostrable, y no es más que una nueva formulación tauto
lógica de conceptos dinámicos. Por observar sólo está la conducta, no la
energía psíquica, de modo que no se trata más que de una metáfora; la con
ducta se explica sin la hipótesis de una energía psíquica. Los procesos pri
marios y secundarios, distinguidos por Freud, en el aspecto económico, como
funciones distintas del aparato psíquico, así como los principios del placer y
de la realidad que los regulan, pueden subordinarse, en mi opinión, al punto
de vista adaptativo.
3) El punto de vista genético:
Toda conducta es producto de un desarrollo, o bien: las experiencias ge
néticas tempranas estructuran la personalidad posterior. Bajo este aspecto, es
el psicoanálisis una psicología evolutiva, en la cual toda conducta debe
examinarse genéticamente a fin de lograr una cabal explicación. Por ello,
el psicoanálisis se ha interesado sobre todo por la historia de los procesos
instintivos en el contexto interhumano, y por su interiorización. La frase,
"toda conducta es producto de un desarrollo", dice, en una formulación un
poco literaria, en relación con la estructura neurótica, que toda conducta
neurótica denota la presencia perturbadora de lo histórico en lo actual.
Me parece que muchos analistas siguen exagerando, a menudo, la impor
tancia del aspecto genético como principio explicativo. En efecto, su acen
tuación unilateral moldea un pensamiento exageradamente orientado hacia
el pasado, pues ha encontrado su expresión, entre otros, en el concepto de
la compulsión a la repetición. La conducta del individuo se considera en de
masía como mera repetición de formas de conducta anteriores, lo que no
puede ser porque entre el pasado y el presente se ha intercalado la estructura
Heigl, F., 1969: Del pensamiento estructural en el psicoanálisis, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 12, 1969), pp. 61-71.
DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS 63
como un nuevo grupo de determinantes, de modo que subestructuras cognos
citivas, de defensa y de orientación, por ejemplo, influyen sobre la conducta
en forma nueva.
4) El punto de vista adaptativo:
Toda conducta está determinada por la realidad y concretamente, ante
todo, por la interacción social (el aspecto psicosocial como punto de vista
especial adaptativo, según lo señala también Rapaport). Esta frase enuncia,
en conexión con el aspecto dinámico-teleológico, que toda conducta ha de
considerarse y explicarse desde el punto de vista adaptativo: debemos dar
respuesta a la pregunta acerca de cuál función de adaptación presenta la
conducta en cuestión al servicio de la supervivencia, de la autorrealización cul
tural y de la perpetuación de la especie. El motivo supremo de adaptación
del organismo es: safety first (Rado, 1956).
El punto de vista adaptativo establece además, en conexión con el aspecto
genético: De la interacción permanente entre el sujeto y sus primeras per
sonas de referencia resultan —ante todo por identificación, en el desarrollo
del yo y del superyó— estructuras jerárquicamente estratificadas como in
termediarias entre los instintos y el medio social, como órganos de intercambio
e información entre el mundo interior y el exterior (Loch, 1965). El individuo
que deviene, se enfrenta con sus instintos y su tendencia a la descarga in
mediata (el proceso primario de Freud), a la realidad, es decir, a la realidad
percibida en la experiencia de resistencia (Metzke, 1948), y ha de adaptarse
al medio social tanto autoplástica como aloplásticamente, desarrollándose a
partir de la interacción, subestructuras de defensa frente a los instintos, de
rodeos y dilaciones de su satisfacción (las llamadas estructuras instrumentales);
subestructuras para la llamada actuación intelectiva de tanteo (estructuras
cognoscitivas), y estructuras de orientación y control, todas ellas subestructuras
que para Freud (1942) habrían de subordinarse al concepto de proceso
secundario y para SchuItz-Hencke (1951) son "fenómenos subsecuentes de la
inhibición".
En contraste con la concepción primitiva del psicoanálisis, según la cual
todas las estructuras psicológicas se originaban ontogenéticamente, hoy se
está de acuerdo, con Hartmann (1960) y Rapaport (1959), en que se dan
también aparatos innatos del yo de autonomía primaria, independientes (re
lativamente) de instintos y conflictos. Pero también subestructuras adquiridas
dan origen a nuevas motivaciones secundarias, derivadas, y conducen a una
autonomía "secundaria" (Hartmann, 1960), esto es, producen una indepen
dencia relativa de la conducta con respecto a los instintos. En el sentido de
estas motivaciones derivadas se producen, por ejemplo, en el terreno del des
arrollo de estructuras instrumentales a partir de estructuras de defensa, nue
vas facultades del individuo. También mecanismos de defensa contra los
instintos pueden conducir, inicialmente, al desarrollo de nuevas facilidades, y
convertirse en medios de acción y adaptación al servicio del yo. Así, la raciona
lización que, en un principio, se halla al servicio de dicha defensa puede
 64 DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS
conducir a una habilidad particular de la formulación intelectual; el me
canismo de defensa contra el aislamiento, a una capacidad de observación y
enjuiciamiento desapasionada y objetiva de situaciones, o la identificación con
el agresor, por ejemplo, en el terreno político, a replicar con el arma del
adversario (Reiners, 1953). El concepto de la independencia relativa de de
terminadas subestructuras se me antoja por ello importante, porque podría
conducir en psicoanálisis a una formulación más modesta de los objetivos,
entre otros, por ejemplo, a la reestabilización de una estructura de defensa
(Kohler, 1965), o a la ampliación de una estructura instrumental, ya que
el "ideal" del psicoanálisis, de un cambio completo o considerable de la per
sonalidad del paciente, no se puede realizar en muchos casos.
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5) Todos estos aspectos se hallan reunidos en el punto de vista estructural:
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Toda conducta tiene determinantes estructurales, es expresión de una
estructura; la conducta aislada de la estructura del interesado no existe.
El concepto de estructura se hizo necesario, según Rapaport (1959), ante
todo, debido a dos observaciones. Por un lado, ni la conducta ni la formación
de síntomas se han revelado como inequívocamente condicionados por instin
tos; en otras palabras, los instintos no deciden la conducta en la proporción
de uno por uno. Además, se han observado determinantes de la conducta y del
síntoma que, en contraste con el curso paroxismal de algunos procesos ins
tintivos, son relativamente invariables o, por lo menos, de un curso mucho
más lento. Al contrario de los determinantes motivantes, los determinantes
estructurales son relativamente duraderos: su ritmo de cambio es relativa
mente lento.
Después de la exposición de los puntos de vista del psicoanálisis y, por
tanto, de sus principios, quisiera examinar ahora el pensamiento estructural,
o sea, el pensamiento en el sistema hipotético-deductivo de la teoría psico
analítica. Esto comprende:
1) El pensamiento topográfico o la cuestión acerca de los determinantes
inconscientes de una conducta. En toda conducta de un paciente hay que
averiguar los motivos inconscientes; al lado y detrás del contenido manifiesto
de la comunicación hay que leer el significado latente de ésta. Así, por ejem
plo, cuando un paciente durante la sesión analítica critica los cuadros que
cuelgan de la pared del consultorio, hay que preguntarse si no se trata tam
bién, o principalmente, de criticar a la persona del analista o su método.
2) El pensar dinámico o la cuestión acerca de los instintos específicos
que determinan la conducta, o la conducta fallida, y la cuestión de la de
terminación de sus fines. Sirva de ejemplo el caso de una paciente maniaco-
depresiva que, ya entrada la noche, llamó al analista para decirle cuan de
primida y cuan solitaria y abandonada se sentía, rogándole que fuera a verla
inmediatamente. A la indicación del analista —después de haberse enterado
del estado de la paciente—, de que al fin se verían al día siguiente, surge
la respuesta: ¡Entonces, me mato! Esta conducta habrá de interpretarse, de
acuerdo con el pensamiento dinámico, no sólo como consecuencia de las
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DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS 65
agresiones debidas a la decepción (decepción por las expectativas exageradas
y fallidas de una inclinación afectiva) dirigidas contra el analista, sino tam
bién como una conducta teleológica, finalista, en la forma de una llamada de
auxilio masoquista para chantajear a su analista.
3) El pensamiento genético o la cuestión acerca de cómo se ha originado
la conducta, de qué manera específica se ha desarrollado. Este punto de vista
es importante no sólo en relación con el diagnóstico, porque intenta aclarar la
cuestión de que los trastornos sean preponderantemente adquiridos, sino que
es también significativo terapéuticamente para el cliente. En efecto, éste debe
reconocer su evolución para poder comprenderse mejor. Los peligros de un
pensamiento orientado con exceso hacia el pasado ya se señalaron más arriba.
4) El pensamiento adaptativo o la cuestión acerca de qué función
adaptativa posee en ese momento la conducta o la conducta fallida con
sideradas, y en qué grado una adaptación fallida actual había sido antes
adecuada a las circunstancias. El desarrollo de una estructura neurótica es
también, siempre, una adaptación más o menos lograda a las condiciones
específicas del medio ambiente. Un pequeño ejemplo pondrá de manifiesto
la peculiaridad del pensamiento adaptativo frente al genético. Freud, maestro
en el rastreo de correlaciones (Colby, 1960), había observado en los neuróticos
compulsivos, como tríada regularmente presente, los siguientes rasgos (1947):
ordenado, ahorrativo y obstinado. Freud explicaba esta regularidad de la
siguiente manera. Esta tríada de atributos se observa en personas que habían
desarrollado un gran placer infantil en sensaciones anales; su aparición en la
vida adulta ha de atribuirse a una regresión a la etapa de fijación anal. Esta se
ría la explicación que proporcionaría el pensamiento genético. Frente a ella el
pensamiento adaptativo preguntaría por la función adaptativa del espíritu de
ahorro, por ejemplo, o de la avaricia. La tendencia exagerada al ahorro posee
en los neuróticos compulsivos una función de supervivencia, porque se trata de
personas con una grave inhibición oral, es decir incapaces de conducirse
activamente, atacando y conquistando, y que más bien esperan que otros les
den, les cedan o les dejen algo. En este sentido, el espíritu de ahorro excesivo
es la conducta consecuente del individuo que vive en una estrechez interna
y externa, que ha de poner un cuidado extremo en la conservación de lo que
tiene, de su reserva existente o, lo que es lo mismo, que ha de ahorrar, porque
es incapaz de procurarse activamente repuesto y ampliación en el dominio
de la posesión tanto material como inmaterial.
Corresponde también al pensar adaptativo el aspecto de la función social
de un síntoma: ¿Cuál es el objeto del síntoma en las relaciones sociales del
paciente?, ¿qué valor de posición posee en su relación con los parientes más
cercanos y qué importancia tiene para éstos? Porque también los parientes
operan con los síntomas del otro y los utilizan a veces (inconscientemente)
para sus fines. Así, por ejemplo, la función social de la agorafobia figura
entre los factores que a menudo dificultan mucho la curación; en efecto, no
sólo se sirve el agorafóbico de su enfermedad para imponerse y en cierto
modo tener al familiar atado a la cadena como acompañante permanente,
sino que también éste se sirve a menudo de la enfermedad del otro y goza
en secreto del hecho de que el enfermo, atado por su síntoma, no se le pueda
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escapar, de que tenga necesidad absoluta de él y dependa absolutamente de
él. Así pues, no es raro que después de una mejora de la agorafobia de uno
de los esposos, lo que significa un aumento de independencia, aparezca en
el otro una sintomática neurótica, o bien que ya no se avenga tanto con el
compañero, ahora más voluntarioso, porque el equilibrio anterior de superio
ridad e inferioridad está roto; en efecto, también el otro esposo ha de cambiar
su actitud y su conducta y ha de adaptarse ahora autoplástica y alopática
mente a la relación conyugal modificada. Solamente la mejora del síntoma
ha puesto de manifiesto su función social (inconsciente); una función que
consistía en perpetuar una relación complementaria entre martillo y yunque,
por así decirlo.
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5) El pensamiento organísmico o integrativo, contenido implícitamente
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en el concepto de estructura y que sostiene que ninguna conducta está aislada;
sus elementos se interpenetran y entretejen y se mantienen, en una relación
funcional (Lersch, 1964). La estructura es una construcción en la que cada
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unade las partes sostiene una relación funcional de dependencia con cada una
de las otras. Del pensamiento integrativo se infiere que:
a) La conducta está determinada siempre de modo múltiple, y no es pro
ducida solamente por los instintos, sino también, por ejemplo, por subestruc
turas de defensa, de control y de orientación, y por sistemas cognoscitivos.
Este concepto de la determinación múltiple (Munroe, 1955 — Freud, 1952),
se refiere en 1895 a la superdeterminación, exige un pensar condicional en
lugar del pensar unilineal-causal. El concepto de la determinación múltiple
representa una differentia specifica con respecto a la psicología. En efecto,
la psicología, sobre todo en su forma experimental, pretende y debe descartar
en lo posible, según Rapaport (1959), los determinantes múltiples, en tanto
que el psicoanálisis trata de descubrirlos. Mediante el concepto de la deter
minación múltiple, el psicoanálisis se mantiene abierto a todos los descubrimien
tos por lo que los nuevos datos pueden incorporarse a la teoría.
El concepto anterior dice en una palabra: Toda conducta tiene muchas fa
cetas y muestra, por consiguiente, diversos aspectos. Según el aspecto que sea,
la estructura de los instintos podrá verse más desde el lado de su componente
emocional, perceptivo, sensorial, representativo, motor, conceptual (cognos
citivo) o de aprendizaje (memoria) (SchuItz-Hencke, 1951).
b) Toda conducta ha de integrarse, para ser explicada, en la teoría de
los procesos de la personalidad en conjunto. No basta aprehender una conducta
como fenómeno aislado; en la descripción de un enfermo, por ejemplo, no
basta contentarse con decir que es incapaz y está impedido para rogar y
exigir. Porque esta incapacidad puede tener significados muy diversos, según
el sistema de referencia y según la estructura neurótica especial a que
pertenezca. La incapacidad de rogar y de exigir se observa en todas las
estructuras de neurosis. Pero sólo puede juzgarse de modo significativo desde
el punto de vista de la psicología profunda, si se la ubica en el contexto de
la estructura especial, de la forma especial de dominio del mundo. Así, un
paciente de estructura esquizoide no puede rogar, porque el rogar no se
integra en su sistema autárquico. Rogar significa, para él, hacerse dependiente
de otro y representa una proximidad excesiva con respecto al otro. Para el
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individuo de estructura depresiva, el rogar equivale a hacerse molesto e in
modesto. La satisfacción de uno de sus ruegos manifestados equivaldría para
él a una obligación de compensación que lo oprimiría. El individuo de es
tructura neurótica compulsiva evitará rogar, porque esto constituye para él
una expresión de sometimiento, una expresión de inferioridad. Finalmente
los individuos de estructura histérica ruegan, por regla general, a menudo y
de buena gana, pero en la mayoría de los casos pasan por alto el factor
realidad, esto es, la posibilidad de cumplimiento del ruego, en general, y
la posibilidad de cumplimiento por la persona a la que ruega, en particular.
En efecto, en su obsesión característica de deseo, no pueden rogar adecuándose
a la realidad: pasan por alto las circunstancias particulares de la situación
existente.
6) En mi opinión corresponde también al pensamiento estructural en el
psicoanálisis la forma particular de la formación de conceptos. A causa de la
conexión integrativa de una estructura psíquica, no es lícito exigir conceptos
determinantes según el esquema de la delimitación espacial, sino sólo con
ceptos que acentúan los rasgos dominantes. Esto ha sido señalado por Lersch
(1964). El concepto de la ambivalencia, que descansa en última instancia
en el supuesto de motivaciones inconscientes y, por consiguiente, sólo pone
de relieve un rasgo contenido ya en dicha premisa, podría servir de ejemplo
al respecto. También la designación de "psicoanálisis" constituye uno de tales
conceptos acentuantes, ya que con ella se pretende destacar la tarea primaria
mente analítica de la terapéutica, pero no negar su función sintética, como
lo pretenden algunos críticos.
7) Mencionaré aún la forma especial del conocimiento indirecto, o sea,
de la formulación de conclusiones en el psicoanálisis. Toda ciencia distingue
entre un conocimiento sensorio-perceptivo, que conduce a datos de observa
ción o a enunciados protocolarios; y el conocimiento indirecto o formulación
de conclusiones (Bochenski, 1965 y Colby, 1960).
Las siguientes conclusiones son las que a mi parecer dominan en el psico
análisis aplicado:
1) La conclusión ex silentio o ex omissione: Inclusive aquello que al pa
ciente no se le ocurre constituye un enunciado. Freud lo ha expresado en su
"Esquema del psicoanálisis" (1948), escrito en 1938 y publicado como obra
postuma, como sigue:
"Efectuamos nuestras observaciones mediante el mismo aparato de per
cepción [al igual que las demás ciencias], precisamente con la ayuda de las
lagunas en lo psíquico, completando lo que omitimos con conclusiones plausi
bles y traduciéndolo a material consciente. En esta forma, establecemos en
cierto modo una serie consciente complementaria de lo psíquico inconsciente.
La certeza relativa de nuestra ciencia psíquica descansa en la obligatoriedad
de esas conclusiones." Un paciente sueña: Veo una mano. Establece luego
asociaciones con la mano, pero no se le ocurre, por ejemplo, que con la
mano puede acariciar a sus semejantes, ni tampoco, en una más larga cadena
de asociaciones le viene a la mente un pensamiento realista en el sentido de
haber utilizado en alguna ocasión la mano como expresión de ternura. Por
ausencia de semejante pensamiento se supone que este individuo carece de

68 DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS
necesidad de ternura, es decir, que hay un vacío de ternura (SchuItz-Hencke).
Si al establecer asociaciones con la mano un paciente no comunica pensa
miento alguno que implique que con la mano se puede retener, habría que
inferir de ello una inhibición retentiva, una insuficiencia de la capacidad de
retener y defender lo suyo, de decir no y de aislarse.
2) La conclusión post hoc, ergo propter hoc (después de esto, por consi
guiente, a causa de esto, con el sofisma de: B sigue a A, por consiguiente, B
es causado por A): Aquí se concluye, a partir de una sucesión temporal,
de un enlace temporal, una vinculación causal de motivación. Si un paciente
empieza la sesión diciendo: "No tengo hoy ningún sueño... por lo demás, la
última vez me enojé con usted", solemos pensar que los dos hechos están
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ligados entre sí por una motivación causal. Suponemos que el paciente no
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pudo retener su sueño porque temía que, a través del sueño y de su análisis,
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podrían quedar de manifiesto agresiones contra el analista, que, a causa de
su contenido o de su intensidad, aquél no se permitiría revelar.
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3) A partir de la desviación de lo percibido conrespecto a su forma habitual
(véase Freud, 1949), se deduce lo no percibido; por ejemplo, en presencia de
acciones fallidas. Un individuo de cierta edad tuvo que esperar durante un
tiempo excepcionalmente largo antes de ocupar el puesto de su predecesor.
Cuando finalmente pudo hacerse cargo del anhelado puesto, al pronunciar
la última frase de su brindis en la fiesta de despedida de su jefe, dice con
calor: "¡Eructemos ahora a la salud del profesor XY!" Del empleo de la
palabra eructar, deducimos las tendencias subliminares latentes, aunque omita
mos ahora el contenido específicamente oral. El contenido especial del empleo
fallido de la palabra puede señalar la clase especial de motivación, pero no
ha de hacerlo necesariamente. En el presente caso, por ejemplo, la elección
errónea del vocablo habría podido ser: "¡Adelantémonos a despedir al pro
fesor XY!" Un contenido que estaría condicionado, probablemente, por otra
clase de motivación.*
4) De lo percibido —por el sujeto o el observador o por ambos a la vez—
se concluye, con el auxilio de los efectos de lo no percibido sobre lo percibido,
lo no percibido, según lo expresa Rapaport (1959). Y yo diría: De la inade
cuación del efecto de lo percibido concluimos algo no percibido, latente,
adecuado a dicho efecto. He aquí un ejemplo. Un médico es muy elogiado
por su superior debido a la manera de conducir su sección. Pero se siente
muy incómodo y cohibido, trata inclusive de atenuar el elogio de su jefe.
Como por lo regular el elogio produce en el elogiado sentimientos agradables,
es evidente que aquí se da una relación inadecuada entre lo percibido, esto
es, el elogio del superior, y su efecto sobre el médico de servicio. Inferimos,
pues, como conclusión, algo latente adecuado a este efecto: el elogio ha de
contener para este médico asistente un componente molesto, refrenador. Una
cadena de asociaciones durante una sesión de análisis sirvió para verificar esa
conclusión, a saber: El día en que el médico jefe le había encargado al médico
asistente la dirección de la sección le comentó que esperaba que ahora vol-
* Hay aquí en el texto alemán un juego de palabras entre anstossen, aufstossen y
vorstossen (respectivamente "brindar", "eructar" y "avanzar"'). [T.]
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DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS 69
verían a salir trabajos científicos de dicho departamento, tal como había sido
el caso, ¡ a Dios gracias!, hacía muchos años bajo la dirección de otro médico.
Pues bien, nuestro médico asistente se sintió claramente obligado por aquel
comentario del superior y, más aún, comprometido y forzado a hacer algo
que hoy ni él mismo sabe o puede decir si verdaderamente desea: trabajar
científicamente. Debido a su formación temprana en la infancia, que lo obli
gaba a hacer las veces de vocero de las ambiciones de otros, se sentía obligado
y comprometido a corresponder a las esperanzas de su superior.
5) La conclusión a partir de una conducta extrema observada, otra
conducta extrema no observada por el momento o, en otras palabras, un
pensar en pares opuestos, que ha de fundamentarse como sigue: Una con
ducta extremadamente pronunciada —por ejemplo, una modestia excesiva—
permite suponer que se quiere contrarrestar las tendencias conductuales opues
tas de intensidad asimismo extrema —en este caso, la codicia y la presunción
excesivas—, o sea, que permite concluir que dichas tendencias opuestas exis
ten en estado latente. Cuando se reconoce en un paciente una docilidad
excesiva, cabe concluir que existen tendencias de conducta arbitrarias, cuyas
manifestaciones habría que rastrear mediante la observación. Es posible que
esta conclusión constituya un caso particular de las formulaciones de con
clusiones mencionadas en el punto 3. Diríamos, entonces, que de la desviación
de la conducta hacia un extremo con respecto de la forma habitual, se con
cluye la existencia del extremo opuesto.
La formulación de conclusiones me parece que es particularmente carac
terística del método del psicoanálisis. Al igual que todo conocimiento indirecto
—que constituye en toda ciencia la parte mayor del conocimiento—, ha de
ser verificable o falsificable. Rapaport (1959), opina que la desconfianza de
los psicólogos empieza precisamente en esta forma de llegar a conclusiones,
esto es, en los supuestos, ante todo, del psicoanalista práctico. Esto se aplica
también a los psiquiatras. En efecto, en la práctica clínica, el psicoanalista
sólo comunica con frecuencia sus conjeturas, sin los datos de observación en
que se apoya —por ejemplo, las asociaciones del paciente, o la conducta
restante— y sin exponer los enlaces teóricos efectuados. De hecho, sin em
bargo, las suposiciones manifestadas por el analista en la sesión terapéutica
se verifican o, en su caso, se falsifican continuamente mediante la observación
interpuesta, esto es, precisamente mediante la introspección comunicada por
el paciente o mediante la sola observación o mediante ambas cosas a la vez.
Por lo demás, como método curativo, cabría designar al psicoanálisis precisa
mente como el arte de ordenar en un sistema de referencia psicológico-causal,
una conducta o un síntoma aparentemente arbitrarios, incomprensibles y pa
tológicos, con fundamento en las premisas del determinismo psíquico y de la
motivación inconsciente.
El pensamiento estructural permite formular juicios, conclusiones y predic
ciones relativos a la conducta del individuo, esto es, relativos a sus modos
de vivenciar y de conducirse, pero no orienta acerca de su temperamento, su
sexo y su fondo social.
Para terminar, unas palabras. Toda teoría científica simplifica; constituye
un intento de simplificación, esto es, trata de clasificar fenómenos complejos
 70 DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS DEL PENSAMIENTO ESTRUCTURAL EN EL PSICOANÁLISIS 71

en un grado limitado de variables. La simplificación de la teoría psicoanalítica
me parece que reside sobre todo en lo siguiente: Casi todos los conceptos e
hipótesis del psicoanálisis han sido descubiertos en la relación diádica, en la
relación de dos, e incluso en una forma particular de la relación dual, en
que el analista oculta y aun elimina en gran parte su personalidad y su peculia
ridad. Es probable, según lo cree también Rapaport (1959), que muchos
conceptos de la teoría psicoanalítica lleguen a cambiar cuando se reconozca
la influencia determinante del método psicoanalítico sobre la teoría por me
dio de investigaciones metodológicas. El picoanálisis se ha interesado sobre
todo en las referencias intrapsíquicas y en los instintos. Ha visto al paciente
ante todo como entidad psicológica, como sistema interiorizado. Apenas el
punto de vista adaptativo y su subdivisión, el punto de vista psicosocial,
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introduce en él un aspecto sociodinámico, que ve e interpreta la personali

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dad a través de conceptos de interacción. El modelo de interacción psicoana

lítico todavía está en vías de formación. Según Taylor, es posible que la
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tarea del futuro inmediato consista en integrar los modelos estructurales del
psicoanálisis y de la sociología o, en su caso, de la psiquiatría y la psicología
sociales, en un nuevo modelo de la personalidad que tenga en cuenta al in
dividuo tanto como sistema interiorizado cuanto como ser vivo interactuante.

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