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El Club de las Excomulgadas
Aviso Excomulgado
Argumento
El deseo es la sensación más peligrosa de todas.
Con las tensiones entre la Federación y los ’Verses Imperiales creciendo, una
mujer puede ser la clave para la victoria. La peligrosa misión de sacarla de
contrabando fuera del territorio de los Imperialistas recae en Daniel Haws y en su
equipo, el ultra secreto Phantom Corps. Este escuadrón de élite de las Fuerzas
Armadas de la Federación es el único en que pueden confiar y lo suficientemente
experto para sacarla fuera del vigilante ojo de su padre, el Comandante Supremo de
los ’Verses Imperiales.
Espera ser rescatada por un hombre que había sido su enemigo. Pero no está
preparada precisamente para cuan intensa sería la atracción hacia Daniel Haws.
Nacidos como adversarios de rangos diferentes, y corriendo por sus vidas, ahora se
necesitan el uno al otro para sobrevivir, aferrándose a lo único que tienen en
común: un deseo creciente que es peligroso, irresistible e insaciable…
Crónicas de la Federación
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El Club de las Excomulgadas
Cada historia es independiente, pero hay un arco de la historia que abarca
los libros que tratan de los disturbios dentro de cada vez más territorio de la
Federación democrática y como se fragua una guerra entre las dos partes.
Nota Aclaratoria
Esta serie es un Spin Off de la serie “Crónicas de la Federación”. Recomendamos
leerlas en orden para comprender mejor la historia.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Uno
No había otro sonido más que una respiración pesada, y entonces, una
inspiración ahogada convertida en gorgoteo. Normalmente, el sonido habría caído
en oídos sordos, ya que simplemente hacía su trabajo y luego se iba. Pero, por otra
parte, normalmente, hubiera sido más rápido, anónimo, por lo que el objetivo no
habría sabido que lo golpeó, aun cuando su vida se terminara.
Hoy, Daniel rompió las reglas y dio un paso más cerca en la oscuridad
amenazante. Quería que Saul Kerrigan viera su rostro, que supiera que moría
porque Daniel lo decidió así. Que supiera que estaba muriendo por lo que había
hecho. No sólo por los ciudadanos de la Federación sino, también, por la hermana
de Daniel.
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’Verses: una división geográfica más grande que una región, y que podría ser un mundo, aunque no lo sabemos exactamente.
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Negó con la cabeza cuando Saul cayó de rodillas, su vida con el pulso de su
corazón más lento. Su sangre se deslizaba entre sus dedos, derramándose por la
tierra hambrienta y seca a sus pies.
—No luches así. Eso sólo apresurara que te desangres. Te estás muriendo,
Saul, realmente vivirías mejor estos últimos momentos. Volviendo a lo que te decía.
Te encontré porque alguien de tu gente te engañó. Los créditos hacen mucho
trabajo en mi negocio. Oh sí, mi negocio, Saul. No soy el niño impotente que casi
fue a la cárcel porque defendí a mi hermana de tus compatriotas cuando la
violaron. Soy algo que tú no puedes ni imaginar, aunque seas una bestia cruel y un
cobarde mentiroso. Este es mi trabajo, Saul Kerrigan. Tú y tu familia me hicieron
de esta forma. Mi hermana diría que este es un caso clásico de ironía. Pero creo que
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Tsk: Sonido que demuestra decepción.
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es el destino. Así completamos el círculo. No es que esto importe. Tienes menos de
un minuto de vida, así que disfrútalo mientras puedas. Sé que apreciaré este
momento por el resto de mis días. Que son, estoy contento en recordarte, mucho
más largos que los tuyos.
Todo habría terminado para ese momento a tiempo. Había más personas
como Saul Kerrigan. Hombres y mujeres de las Familias y Clasificados que habían
vendido información a los Imperialistas. Esa información había sido usada para
matar a su propia gente, gente inocente en sus trabajos o en su tiempo de ocio. Saul
no era el primero, tampoco sería el último. Pero Daniel había sentido placer, un
Estaría fuera del ’Verse al final de la hora y Saul Kerrigan no vendería más
secretos.
*****
—Ah, sí, entra, Daniel. ¿Estás buscando a Abbie? Está descansando arriba.
Sé que estará contenta de verte. —Roman Lyons contestó a su propia puerta, y esto
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Edge: Tierras del borde o límite.
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todavía sorprendía a Daniel. El hombre más poderoso de los Universos Conocidos
casi lo había tirado todo por la borda para casarse con su hermana, Abbie, menos
de un año antes. En el libro de Daniel, eso lo hacía casi lo bastante bueno para
Abbie. No había duda que Roman era un gran líder, un hombre al que Daniel
seguiría sin dudar. Y sin duda también era un amigo.
—Es una mala influencia para todos nosotros, Roman. Gracias a los dioses
—dijo Daniel secamente cuando entraron en el despacho de Roman de su casa y
este estableció las cerraduras de seguridad detrás de ellos.
Una vez que se colocó tras su escritorio, Roman extendió sus manos hacia
fuera, buscando las palabras.
—He pasado por esto antes. Lo del embarazo. No es como si creyera que es
débil. Ella no lo es. Es sólo…
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¡Ah, lo personal primero! Daniel asintió con la cabeza. Conocía el pasado de
Roman y se dio cuenta que esto era difícil para él a múltiples niveles.
—Sí. Sí. Lo sé. Es sólo que es tan pequeña y tan frágil. Pero tienes razón,
por supuesto. Puede ser pequeña, pero es fuerte y francamente, no puedo imaginar
a un bebé más afortunado que el que ella está llevando. —Y con la misma rapidez,
pasó a un asunto nuevo—. Dime entonces.
—Las cosas están cambiando. He llegado a creer que nuestra situación sólo
se hará mucho más oscura. Lamento que pedirte que hagas estas cosas, pido a toda
mi gente que haga cosas que les resultará muy difíciles de superar. Lo siento, pero
es verdad, y sigue siendo necesario. —Roman se recostó y estudió a Daniel durante
un largo momento sin hablar.
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proponer a ti, ya que era, según sus propias palabras eso sí, un acuerdo de mierda
porque Roman Lyons es un dolor en el culo.
—Tu hermana está sobre mí todo el tiempo para que te aleje del peligro. Es
algo bueno que tu trabajo sea secreto o ella mordería mi culo sobre este cambio. —
Sonrió abierta y rápidamente antes de continuar otra vez—. No, creo que eres una
—Sí, señor. Por supuesto. Mi agenda, como sabes, puede ser errática, pero
espero que podamos trabajar a pesar de ello.
Daniel se preguntaba lo que había sucedido entre los dos poderosos hombres
para haberles unido tan profundamente. Él tenía su propio tortuoso, complejo y no
menos profundo vínculo con Wilhelm Ellis, no estaba seguro que Ellis tuviera nada
más que relaciones complejas con la gente.
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—¿Algo más?
Daniel sabía que había cosas que no se le dijeron. Así era como sucedía en
su trabajo. A pesar de que tenía una excelente autorización, no era tan alta como la
de Ellis. De todos modos, le gustaría saber cuál era el panorama general, y esperaba
—Espero que consigas una sesión informativa con Wilhelm sobre todo lo
que estamos reuniendo ahora. Tu nueva posición llevará que la autorización sea
más alta. Vas a ser el enlace con algunas de las otras ramas del Cuerpo,
coordinando equipos especiales. Dejaré los detalles para él, ya sabes cuánto
disfrutará de sacar todo esto con gran drama.
—Es muy difícil para ella, siendo tan tímida y todo eso. —Daniel abrió la
puerta, ella casi se cayó sobre su cuerpo, por lo que la sostuvo, con cuidado y la
besó en la parte superior de la cabeza.
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—No puedo creer que vinieras a verle antes de venir a verme a mí. —Su cara
tenía una redondez que antes no había tenido. El embarazo le sentaba bien. La
felicidad le convenía.
—Un asunto apremiante. Y ahora está fuera del camino, así que puedo estar
contigo. —Tomó su mano—. ¿Roman dijo que no te sentías bien?
La forma en que ella era con Roman, le dijo a Daniel que era una unión
para siempre. Ella le provocaba, jugaba con él, le trataba como un compañero, su
hombre, en vez de como una figura insigne. Al hacerlo así, ella se arriesgaba,
arriesgando a exponer su lado suave, sabiendo que Roman nunca lo usaría para
hacerle daño a ella.
—Es mi brillante personalidad. O ella tiene amor por las mujeres nauseosas,
que gruñen cuando tienen arcadas.
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Mercy se reía cuando dejó el cuarto.
Daniel se estremeció.
—Es lo común. No soy la única mujer que alguna vez se haya sentido así.
Debería pasarse a medida que vaya adelante el embarazo. Mercy ayuda. Mai,
también, por supuesto. Tengo cuidado. Te ves muy bien. —Le miró con atención—
. Pero no lo suficientemente apuesto como para salirte con la tuya por haber pasado
una semana entera sin venir a visitarme.
Él puso los ojos en blanco y comió alguno de los alimentos dispuestos para
ellos. Por supuesto, Abbie lo acusó de engullir, pero realmente masticaba después
de todo. Un hombre tenía que comer para mantenerse fuerte.
—Dime lo que estás haciendo estos días. No eres una señora ociosa, nunca
lo serás. —Daniel lamentaba que no fuera así a veces, pero Abbie era impulsiva y
comprometida, llena de pasión y realmente no podía imaginarla de ninguna otra
forma.
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La risa sorprendida de Roman hizo que los ojos de Abbie se iluminaran, y su
conexión fuera reforzada, se calentara. Esto avergonzó a Daniel incluso mientras lo
envidiaba, quería para sí lo mismo, quería una mujer que lo mirara como si fuera lo
mejor del mundo.
—Vi los canteros elevados que has preparado en el huerto de Mai. Buen
trabajo.
Casi se sonrojó.
Para el momento de irse, los ánimos de Abbie estaban altos y estaba rodeada
de las personas que amaba. Eso lo dejó contento. Su otra hermana estaba recién
casada y feliz, su madre estaba sana y prosperando en su negocio, su pequeño y
frívolo hermano se había hecho un hombre importante en la política. No tenía
miedo real por él mismo. Había aceptado los caprichos de su trabajo hacía mucho
tiempo. Pero quería que la gente que amaba estuviera a salvo de cualquier daño.
Sabiendo que eran felices, le hacía la tarea de dejarlos ir más fácil.
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El cielo estaba despejado, las estrellas brillaban en la distancia. Su mente
revoloteó brevemente a los últimos momentos con Saul. No a su muerte. No
porque hubiera sido ordenado. No por estar hecho. No, por la posición, a los por
qué de la presencia de Saul Kerrigan en Asphodel.
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Capítulo Dos
Esta4 corrió por el largo pasillo, con la esperanza de no ser notada. Había
estado en ello el tiempo suficiente como para haber dominado el arte, había sido un
miembro de la familia de su marido el tiempo suficiente para temer al fracaso.
Había estado en las cocinas, supervisando los detalles para la comida que su esposo
había pedido para veinte invitados, cuando había oído algo que la había inquietado.
Una de las chicas de la despensa había dicho algo sobre asegurarse de tener
suficiente vino a mano para los brindis. Cuando el chismorreo había comenzado, la
palabra esponsales había saltado un par de veces como conjetura.
Así que se encontró dirigiéndose hacia las oficinas de recepción para tratar
de hablar con él sobre el tema. Probablemente no serviría de nada esta vez. Ella lo
había contenido antes pero, con el paso los años y la creciente estupidez en las
decisiones de su marido en sus comportamientos hacia la Federación, estaba cada
vez menos, atendiendo a razones. Y él necesitaba, cada vez más, a su hija como
una moneda de cambio para mantener a sus hombres en línea.
Su corazón latía tan fuerte que se sintió débil y necesitó frenar el paso. Y
gracias a los dioses, lo hizo, porque su marido estaba en el pasillo, a la vuelta de la
esquina, hablando con alguno de sus mejores hombres. Esta quería evitar la
audiencia. Ciro podía ser más agradable cuando estaba solo.
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Esta: Aunque parezca raro en nuestro idioma, es un nombre de mujer en este relato.
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—Creo que tenemos suficiente liberiam para seguir adelante con las pruebas
ahora.
—Hay más ganado, de donde salió ese. El Imperio está repleto de gente.
Cualquiera de ellos será tan bueno como cualquiera para limpiarlo. —Alem. Esta
frunció los labios.
—Mientras más nos demoremos, más tiempo nuestra justicia será negada —
argumentó Alem.
—Gracias, señor.
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Ellos se alejaron, su conversación apagándose mientras lo hacían. Esta tenía
que moverse y hacerlo rápidamente.
Echó una ojeada desde donde estaba y luego a la vuelta de la esquina. Nadie
estaba allí, así que corrió pasillo abajo y caminó a las oficinas privadas donde su
marido trabajaba. O fingía trabajar mientras los demás destruían sus ’Verses, uno
tras otro, todo por avaricia.
Nadie la vio salir. Los pasillos estaban vacíos hasta que llegó cerca de la
residencia y las áreas que eran permitidas al público. No es que nadie tuviera en
mente detenerla, era la primera esposa, abandonada después de que sus hijos
hubiesen fallado en llegar al poder.
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Fue el amor lo que la mantuvo en movimiento hacia sus aposentos
personales donde podría guardar en secreto las cosas que había robado. Y el amor,
aún, por su pueblo, lo que la llevó a hacer todo lo que se necesitaba hacer con la
información que había encontrado.
No muchas personas estaban fuera en ese momento del día. El calor los
Con los años, había mirado la vida mucho más a menudo que haberla
vivido. Mirar era su placer culpable.
Lo que más deseaba era el momento en su vida cuando no tuviera que fingir.
El agotamiento por mantener una identidad falsa cada momento en que estaba
despierta se había apropiado de su vida de un modo que odiaba, pero no podía
hacer que se detuviera. Buscó en sus recuerdos y se dio cuenta que no podía
encontrar un tiempo en el que no temiera constantemente por su vida.
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Plasglass: Una especie de cristal.
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Resopló. No servía de nada estar malhumorada, no podía permitirse ese
lujo, de cualquier modo. Compadecerse de sí misma, nunca hizo que nada fuera
distinto, nunca hizo nada mejor. En realidad, su vida era mucho mejor que la de la
mayoría, necesitaba recordárselo.
Los suaves carrillones de sus puertas externas sonaron cuando alguien entró
a la suite. Carina alzó sus ojos y atrapó la vista de su madre de pie en la entrada,
pequeña y frágil, retorciéndose las manos.
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—Carina, tu padre te llamó hace tiempo, no puedes retrasarte mucho más.
—Hizo una pausa—. Querida, se cuidadosa hoy. —Esas tres últimas palabras
pusieron a Carina en alerta. ¿En qué estaba su padre?
—Vayamos entonces.
Pasó por delante de su madre y salió al pasillo. Dos de los mejores soldados,
en el sentido de crueles y leales, de su padre la acompañaban a todas partes, con el
pretexto de protegerla. Carina pasó la mayor parte de su vida asegurándose que lo
sintieran de esa manera en vez de sospechar de ella. Su padre nunca confiaría en
nadie pero, siempre y cuando no la considerara demasiado sospechosa, ella
permanecería segura. La gente desaparecía en su mundo todo el tiempo: la pareja
del puesto de frutas, un vecino del cual nunca se había vuelto a saber nada más, un
maestro que de repente se marchó sin avisar y dejó sus pertenencias en su piso, una
criada o un cocinero. Su abuela. Un día ellos estaban allí y al siguiente se habían
ido. Desde que podía recordar, el miedo a despertarse y haber desaparecido había
vivido dentro de ella.
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Caminaron en silencio por el largo pasillo hacia las habitaciones de su padre,
donde celebraba las audiencias. Era más como un salón de trono, pero no tenía
importancia de cualquier modo. Los ’Verses Imperiales le mantenían como un rey,
y era exactamente como le gustaba estar. No es que nadie se atreviera a desafiarle,
en cualquier caso. El sentido del deber había sido sustituido por el temor de
destacar, llamar la atención y terminar en una celda en cualquier sitio. Gobernaba
porque todo el mundo tenía miedo a acusarle. Esa clase de gobierno nunca duraba.
El plasglass contenía el calor de los soles gemelos y los protegía contra los
cohetes y otros artefactos incendiarios que los atacantes pudieran haber usado si
llegaban lo suficientemente cerca del santuario interior del complejo, donde los
Fardelle vivían y trabajaban. El aislamiento que proporcionaban mantenía el
interior fresco, pero aún dejaban pasar la luz suficiente para que brillara sobre los
pisos negros y reflejaran escudo tras escudo, generación tras generación de Fardelle
Su madre había luchado por mantener la compostura, pero nunca había sido
la misma. Se había desvanecido cada vez más desde la mujer vibrante con la que
Carina había crecido, ahora era una pálida sombra.
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Federación. Cada pocos días, a veces una vez al mes, a veces nada por largos
períodos de tiempo o a veces cuatro trozos en un día. Se había empapado de todo,
los había compartido con su madre, que le había confesado sus propias lealtades
divididas.
Ella se volvió hambrienta de más, de la verdad de todo esto, aun cuando eso
la había cortado hasta el hueso. Buscando tanta información como podía con la
mayor seguridad posible. El mundo de más allá de sus fronteras la desbordaba, se
sintió conmovida, destrozada, desolada y luego rehecha en otra persona. Alguien
más fuerte. Quería hacerse cargo después de que su padre muriera o abandonara el
asiento en la cabecera de la mesa. Buscaría corregir sus errores. Era una Fardelle
que creía en el deber, honor y lealtad. Pero él no tenía planes de irse en un corto
plazo y a ella no le permitirían dirigir, de todos modos.
Carina le odiaba por esto. Le odiaba por decirle a ella que no era lo bastante
buena por ser de sexo femenino. Por decirle a su madre que ya no tenía ninguna
utilidad porque los hijos que ella le había dado no habían sido suficiente. Por
intimidar a su nueva esposa tanto, que ella raramente decía ni una sola palabra y
evitaba todo contacto visual. Le odiaba por ser la fuente de tanto terror y
sufrimiento, por convertirla en una recompensa, por ser simplemente quien era ella.
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La vida entera de Ciro Fardelle era principalmente magnífico teatro. Tanto
como la suya propia, supuso. Sólo que él jugaba a un juego de vida o muerte y no
parecía conmovido por ello en absoluto. Carina a menudo había pensado que su
padre actuaba como un niño que quería un pastel, pero como la historia a menudo
mostraba, tenía tanto poder que nadie se atrevía a negarle nada. Esta tendencia se
había convertido en excesos durante los últimos tres años Imperiales. Sin demostrar
ninguna indicación de que él entendiese cómo retirarse de este atracón de poder,
ella se desesperaba por el coste de su comportamiento.
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—Querida Carina. Entra y saluda a Hartley Alem, acabo de firmar los
papeles que le permiten cortejarte.
Era a este hombre al que su padre la había entregado como una pieza de
joyería. No era inesperado, después de todo, había estado tratando de casarla
durante varios años. Pero todavía todo esto la sacudió. Era un recordatorio vital de
—¿Crees que eres digno de mí, Ministro Alem? —le preguntó, sorprendida
por que su voz no vacilara. En realidad él se rio y las náuseas se levantaron en ella.
Nunca había estado tan cerca de perder el control antes, nunca se había sentido tan
desamparada y a la deriva. Eso fue lo último; su límite había sido alcanzado. Esto
envió un hilo mientras furiosamente trabajaba para pasar a través de cómo se sentía
al respecto. Y entonces comenzó a planear.
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brillantes cuando se movían sobre su cuerpo, retardándose en sus pechos. Un brillo
de sudor adherido a su frente, y sus dedos, cargados de grandes anillos, se movían
nerviosamente mientras él contenía su impulso, gracias a los dioses, de tocarla.
Como su esposa, ella estaría a su lado, ocupándose de él como un poco más que un
asistente personal. La idea de alimentarse de su mano le repugnaba casi tanto como
que la tocara de una manera sexual. No podía estar su destino atado a este hombre.
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decorada maravillosamente. Realmente amaba esta parte de su casa, adoraba al
personal que la había cuidado, que lo había hecho desde que había nacido. Vio
muchos de sus platos favoritos en el menú. Las raíces cultivadas asadas
condimentadas con aceite, rebanadas de pan fresco, pescado frito y pasteles
hermosos y dulces para terminar. Los colores y aromas llenaban sus sentidos y
sonrió, siempre atenta para mantener una sonrisa satisfecha, más que una plena
sonrisa. Pero esto la complacía, la forma en que se veía la mesa, el ritual de
compartir el pan con su propia comunidad. Todo esto sería maravilloso si sólo
estuviera con otra gente en su lugar.
Fingió interés y habló poco, el paso del tiempo lento y pegajoso. Por suerte,
una vez que la comida había sido limpiada, la madre de Carina se levantó y sonrió
a su marido, luego a su hija.
—Creo que es hora que Carina se despida. Ella y yo tenemos planes para
esta noche. —Esta hizo una profunda reverencia—. Gracias, querido esposo, por
esta cena. Gracias, Aila, por haber honrado nuestra mesa. —Miró hacia la otra
mujer de Ciro en la mesa y se inclinó—. Ministro Alem, será un placer verte
capturar el corazón de nuestra hija.
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Alem tomó la mano de su madre y besó sus nudillos. Carina
desesperadamente quería ceder ante el estremecimiento de todo su cuerpo. En
cambio, permitió que él besara su mejilla antes de saludar con la cabeza a su padre,
y a los demás de la mesa y después seguir a su madre fuera de la habitación, con sus
guardias detrás de ellas.
*****
Su madre se llevó un dedo a los labios hasta que hubo cerrado, no sólo las
puertas externas de las salas comunes de Carina, sino también las de su dormitorio.
Su sirvienta personal barría el espacio en busca de aparatos de escucha de forma
regular, por lo que sabía que era un punto tan seguro como cualquier otro para
hablar abiertamente.
—Tuve el presentimiento cuando vi todo los licores que él había pedido que
se sirvieran en la comida. Pero no lo sabía con seguridad. Qué los dioses me
ayuden, Carina, él me lo ocultó, de haberlo sabido te lo habría dicho. Había
planeado hablar con él acerca de esto antes, pero estaba rodeado de su gente, y me
distraje con otra cosa.
Lo último que quería hacer era añadir a la lista de su madre, cosas por las
que se pudiera sentir culpable.
—Ya lo sé. Nunca pensaría en cualquier otra cosa. Pero eso no importa. Tú
no podrías intervenir siempre. Tenía que suceder en algún momento. Nada de eso
cambia lo que está pasando en este momento.
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—Tienes razón. Esto se moverá a un ritmo rápido. Hartley Alem no se
dejará llevar, te ha deseado desde que sólo eras una muchacha y tu padre lo
necesita ahora más que nunca. —Esta comenzó a caminar.
—No puedo decir todo lo que es. Los datos están codificados más allá de lo
que puedo descifrar sin el adecuado programa de descodificación. Lo que pude ver
en los documentos, es que los datos se refieren a sus principales proyectos. Están
construyendo algo. Hay referencias a un laboratorio. Él ha tenido a esos hombres
de su llamado ministerio de ciencia por aquí. Es lo suficientemente serio para que él
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lo haya puesto con un programa de codificación más complicado como ninguno
que haya visto antes.
—Está bien. —Tendría que moverse ahora, pasara lo que pasara. Tenían que
entregar esa información a la gente correcta—. Sé que puedo conseguirlo si tú no
puedes ponerte en contacto con tu fuente.
—¿Estás segura?
—Sí.
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—Si lo averigua… —Carina dejó que sus palabras se desvanecieran poco a
poco.
—¿Qué otra cosa puede hacer peor que cambiarte a un monstruo como
Alem? No vaciles en esto. No puedes. Si lo haces, fracasarás y todos estaremos
condenados. Él no va a detenerse. Está empeorando cada día. Ha perdido toda
cordura. Si no le detenemos, nadie lo hará. La guerra está a punto de llegar. ¿No lo
sientes? Incluso aquí, ¿no? Tú. Debes. Irte.
—Las dos sabemos que esta información es más que suficiente. Esto pagará
tu huida y más. Lo cual es lo que demandaré. En cuanto a mí huyendo, eso no
puede pasar. Me quedaré aquí y los mantendré entretenidos mientras pueda. —
Hizo una pausa—. Este es mi lugar, Carina. —Ella apretó los labios mientras el
mundo de Carina comenzaba a deshacerse—. Tú camino está ahí. Tú nos salvarás,
como se supone. Mi camino es otro. Aquí. —Ella tomó una respiración profunda y
se mantuvo erguida—. Me voy. Te veré a la salida de la luna.
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condiciones sociales. ¿Dejarlos significaría darles la espalda? ¿No tenía un deber
por ellos? ¿Quedarse?
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Su madre la crio para ser fuerte ante los desafíos. Este era el más grande de
toda su vida, y dependía de ella hacer algo al respecto.
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Capítulo Tres
Carina dejó a sus guardias en la puerta, retirándose a su alcoba y cerrando
esas puertas también. En la pálida luz, cruzó hasta su vestidor, empujándolo hacia
un lado para poder meterse en el pequeño espacio detrás de él. Metiendo la tripa,
presionó la depresión en la placa del suelo, dejando al descubierto un espacio
reducido. Tirando del vestidor para volver a ponerlo en su lugar, se volvió y avanzó
por el estrecho pasillo hasta que alcanzó el pasadizo oculto justo al otro lado.
Pero él no estaba allí. No había nadie más para hacerlo, salvo ella, y
necesitaba levantar el ánimo y hacerlo. Las mujeres Fardelle eran más fuertes de lo
que muchos creían. En ese mismo momento, su madre estaba corriendo muchos
riesgos por Carina. YaYa había sido la persona más valiente que conocía. Si ellas
podían hacerlo, ella también podía. Tenía que hacerlo.
Era una sensación algo deprimente que las mujeres Fardelle siempre
estuvieran buscando un modo de escapar. YaYa, su abuela por parte paterna, había
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tenido dieciséis hijos y había insistido en criarlos ella misma. No hubo nodrizas o
niñeras. Pero su abuelo había quitado de su cuidado a todos sus hijos cuando
fueron los suficientemente mayores para ser entrenados militarmente. Más tarde,
Esta fue enviada allí siendo niña, habiendo sido firmado el contrato para casarse
con el mayor de los Fardelle cuando alcanzó la edad adulta y YaYa se había
convertido en la madre de Esta, también.
Ese había sido el año en que se dio cuenta que no había nadie que la salvara.
Sin importar lo mucho que su madre la amara, no estaba en su poder el salvarla, si
su padre decidía que también Carina tenía que desaparecer. Carina necesitaba
recordar eso. Necesitaba recordar que nadie estaba a salvo.
El pasadizo seguía una pendiente hacia abajo hasta que finalmente alcanzó
el espacio para arrastrarse en los cuartos de secado de los establos. Siendo
totalmente de noche, el área estaba desierta, así que nadie la vio entrar y descender
al piso inferior.
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El Club de las Excomulgadas
Su madre no estaba en la pequeña lavandería en la parte posterior de los
establos cuando llegó, así que Carina visitó a los animales, adorando la
tranquilidad allí, el suave sonido del resuello de un caballo, el ronroneo de un gato
del establo, el sonido del estómago de las targas después de haber trabajado todo el
día arando los campos o transportando mercancías desde el pueblo hasta el
complejo.
Esta idea todavía atraía a Carina. Este era el corazón de su pueblo. Era una
pena que su padre no pudiera recordar eso.
—Está hecho. —Sacando un vial del bolsillo, desenroscó la tapa y con una
sacudida sacó una pequeña pestaña plateada. El chip sería insertado en su piel, la
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entrada llevaría su sangre a la cámara y bloquearía la recuperación de los datos sólo
para su llave. Y ella tendría que estar viva para recuperar el chip.
—Ven ahora. Déjame meter esto. Tendrás que irte de un instante a otro, así
que tienes que estar lista en todo momento. Prepara un bolso y déjalo en el
pasadizo. —Una punzada de dolor y el deslizamiento del chip a medida que se
insertaba en su piel y luego más profundo.
—Esta es la cosa más rara que he sentido jamás. —Le susurró a su madre.
—Es seguro. Los hombres de tu padre usan esta tecnología todo el tiempo.
—Sabes mucho más de lo que nunca pensé que sabrías. Siento haber
subestimado tu astucia.
—Déjame hacer esto. Por favor. Carina, te he fallado tantas veces. No puedo
ayudar de ningún otro modo. No puedo salvarte de este desastroso matrimonio. No
tienes opción. Si no te vas, estarás con él, ese monstruo, ese hombre cruel y
malvado, yo tendré que mirar desde lejos cómo cae mi estatus y tú estarás rota
hasta que desaparezcas o seas una sombra. No puedo protegerte de ninguna otra
manera. Déjame hacer esto.
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El Club de las Excomulgadas
—Me iré y dejaré que me ayudes. Pero puedes venir conmigo y hacer eso
también. Si esta información es tan importante como dices, nos llevarán a las dos, o
no la conseguirán. ¡Él te matará! —Mantuvo la voz baja, pero era imposible
disfrazar su pánico.
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El Club de las Excomulgadas
Los soldados en la habitación, la mayoría de ellos más jóvenes que sus
sobrinos, miraban. Algunos, de los que tomó nota, movían sus muñecas
experimentalmente, intentando lo que él había hecho. Esos eran los que querría en
su equipo. No tenía necesidad de los hombres y mujeres que esperaban a ser
enseñados. Si querían ser Phantom, tendrían que hacerlo mejor que eso.
Phantom Corps era una unidad pequeña así que era raro que hubiera
vacantes para nuevos Agentes. Pero a menudo trabajaban con equipos especiales,
una buena opción para ambos. Así que sabía el tipo de soldados que buscaban.
Wilhelm había insistido hacía algunos años que Daniel enseñara cursos de
defensa y ataque con cuchillo a todos los nuevos reclutas de los cuerpos militares.
De ese grupo, él pasaba recomendaciones de quienes pensaba que serían buenos
para los equipos especiales. Era un tipo completamente diferente de reto mental y
—Sabréis que ya lo hacéis bien cuando lo hagáis sin pensar. Tendréis que
acercaros para usar un cuchillo, lo cual es un inconveniente. Aun así, el sigilo es un
arma importante. El tiempo es el enemigo. La detección es el enemigo. Entrar.
Eliminar al blanco. Salir. Sin preguntas, sin dudas, sólo existe la misión. La duda
hará que os maten. Si estáis muertos, habéis fallado vuestra misión.
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deslizamiento, revelando a dos hombres fuertemente armados quienes asintieron
hacia él y dieron un paso al lado.
Había oficinas públicas donde recibía, pero este era el corazón donde
realmente trabajaba Wilhelm Ellis, donde comandaba todos los Cuerpos Militares de
la Federación.
—Agente Haws, Agente Solace, el Comandante Ellis desea que revisen esta
información mientras le esperan. —Debía ser importante para ponerlo por escrito;
la mayor parte del tiempo había un archivo electrónico—. Revísenlo. Estará con
ustedes en poco tiempo. —Les indicó el camino con un movimiento de su mano.
Había aquellos a los que les gustaba. Aquellos que habían perdido la
capacidad de trazar las líneas que normalmente no debían cruzarse. Con los años
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El Club de las Excomulgadas
que había pasado en Phantom Corps, Daniel había conocido a unos pocos.
Algunos habían tenido que ser despedidos totalmente, mientras que otros rotaban
por algún período de tiempo y volvían lentamente.
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El Club de las Excomulgadas
levantaba, o por lo menos, asegurar la victoria para la Federación cuando
finalmente comenzara la guerra.
Todos tenían secretos. Sólo que el de Daniel era más grande que la mayoría.
Aquellos que sospechaban, como Abbie, y los que lo sabían eran muy pocos y,
afortunadamente, eran un grupo muy honorable que fingían dedicarse a sus asuntos
totalmente inconscientes de que Daniel era un asesino.
¡Negocios sin duda! Prefería volver a sus clases. Lo último que necesitaba
era tener que estar esperando todo el día para tratar con Ellis. No era que sus
deseos importasen. Ellis llamaba, y ellos iban porque él lo pedía. Cualquiera de
ellos daría su vida por el hombre que había salvado esas mismas vidas en algún
momento, cuando todos habían sido jóvenes y habían estado en un aprieto.
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El Club de las Excomulgadas
Los Phantom Corps pertenecían a Ellis. Eran su creación y existían bajo su
poder. Muy pocas personas sabían exactamente lo que hacían y a Daniel le gustaba
de ese modo.
Cada agente dentro de Phantom Corps tenía su propia historia sobre cómo
había llegado a conocer a Wilhelm Ellis, sus propios sentimientos complicados
sobre él, así como sus sentimientos por los Phantom Corps. No era que alguno de
ellos hablara sobre eso muy a menudo. Sus pasados eran suyos para compartirlos o
no según su elección. La mayoría no quería pensar en lo que los llevó hasta esa
pequeña habitación lúgubre y sin ventanas a donde habían sido todos llevados
después de que hubieran sido puestos en custodia bajo el cuidado del ejército.
A esa habitación entró un hombre tan alto e imponente, que Daniel tuvo que
luchar contra la urgencia de levantarse y huir. En su lugar, escuchó mientras el
hombre había descrito lo que pensaba que podía ser una segunda oportunidad para
Daniel. Una oportunidad para probarle a los que lo acusaron que estaban
equivocados. Una oportunidad para levantarse y aprender, ser un líder y un
protector.
Daniel había escuchado, hizo unas pocas preguntas, sopesó sus escasas
opciones y había firmado los papeles. Ellis se había transformado en más que un
mentor y, fuera de su familia inmediata, la primera persona que creyó realmente en
Daniel.
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El Club de las Excomulgadas
Eso había cambiado su vida. Cambiado su trayectoria, y él se transformó en
alguien mejor.
Suficiente de eso. Él tomó las decisiones que lo llevaron a esa silla, y al final,
estaba satisfecho con su vida.
—Entren ahora, Señor Haws, Señor Solace. —El asistente de Ellis parecía
tener aproximadamente trescientos años estándar de edad, pero Daniel no tenía
dudas de que el hombre podía matar con sus manos desnudas.
Ellis les hizo una señal para que se sentaran mientras terminaba una
comunicación. El hombre detrás del gigante escritorio con la consola de
comunicación a su espalda era uno de los más importantes y con más influencia de
todos los ’Verses. Empequeñecía incluso el mobiliario que usaba, pero Daniel
sabía, por experiencia, que el hombre podía irrumpir en un edificio, sacar
información de una sala de comunicaciones sellada y con guardias y escapar sin un
solo sonido. Puede que hubiera medido dos y pico metros estándares de altura,
pero Wilhelm Ellis era sigiloso y elegante de maneras que la mayoría de las
personas nunca esperaban, lo cual sólo lo hacía más formidable. Daniel respetaba a
Wilhelm Ellis, lo admiraba como si fuera un padre. Los dioses sabían que su propio
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El Club de las Excomulgadas
padre no era digno de admiración o respeto. Pero ciertamente nunca cometería el
error de subestimarlo.
Tecleó una rápida nota antes de volverse hacia Daniel y Andrei, dándoles
una sonrisa que muchos habrían encontrado inquietante.
—Ocupado estos días, señor. Confío que haya recibido nuestro informe del
—Sí, señor.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel tenía la sensación de que se estaban moviendo en esa dirección.
Infiernos, odiaba esos viajes hacia territorio Imperial. Era peligroso y tedioso, tenía
que arriesgarse a exponer a su gente en el otro lado.
—¿Ella?
Él podría entrar y salir por sus propios medios con un daño mínimo, pero
arrastrando a alguna princesa malcriada añadiría una gran cantidad de
complicaciones al proceso. Hizo una nota mental de llevar algo del tranquilizante
que había usado en una de sus misiones más recientes. Sólo una administración
rápida con una aguja minúscula y el blanco sería mucho más maleable en una o dos
respiraciones. Se preguntó por qué ella les estaba dando esta información. Se
preguntó quién era esta Carina Fardelle en el fondo. ¿Sería una espía? ¿Una agente
doble? ¿Un desastre de mujer llorona y débil que tendría que arrastrar? ¿Qué
motivaba a alguien como ella a hacer algo tan drástico?
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El Club de las Excomulgadas
—La información que tiene estará incrustada. Sólo una liberación segura
aquí con los códigos apropiados liberará los datos. Él está reuniendo materiales,
caballeros. Reuniendo materiales para propósitos que no conocemos, pero
involucran un laboratorio y posibles pruebas en un lugar público. Eso es todo lo
que tengo por ahora, pero es más que suficiente.
Daniel y Andrei se quedaron muy quietos pero no dijeron nada. Ellis tomó
la decisión de hacerlos ir; entonces irían. Lo que fuera esa información, era lo
suficientemente importante para arriesgar un viaje. Daniel creía eso implícitamente.
Daniel se puso de pie e hizo una breve inclinación de cabeza; Andrei hizo lo
mismo. Nivel Phantom significaba que podía destruir, matar, sobornar, secuestrar,
lo que tuviera que hacer. Ellis no había tenido que decirlo; Daniel siempre tenía esa
autorización, aunque decirlo reforzaba la importancia y gravedad de la misión y la
capacidad de planearla como fuera necesario. Le gustaba la libertad, pero odiaba
las posibilidades. Metió las carpetas dentro de su maletín y empezó a planear una
extracción que salvaría a la Federación o haría que lo mataran a él y a sus hombres.
Daniel se fue, sin necesidad de decir más. Revisaría todos los detalles y
consultaría a Ellis en lo que fuera necesario. Se les advirtió que fueran cuidadosos y
fueron despedidos. Daniel le dijo a Andrei que reuniera al equipo y que después se
encontrarían en su oficina tras su última clase del día.
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El Club de las Excomulgadas
Tomó un tren de regreso a su piso después de las clases, pensando en las
contingencias mientras viajaba. Sería arriesgado, pero por cómo estaban las cosas
en el Edge y en la Frontera, cruzar furtivamente no sería tan difícil. El reto más
grande sería sacarla con los sabuesos de todos los siete infiernos a su cola.
Dependería de cómo fuera esta Carina. Ella podría ralentizarlo y hacer que los
atraparan o ser medianamente útil. Ese tipo de incertidumbre no era algo que le
gustara, pero muy frecuentemente era parte de lo que hacía.
Una familia.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cuatro
Necesitando mantenerse ocupada y sin pensar en cómo había pasado una
semana estándar y nadie había aparecido para llevarla a ella y la información,
Carina había tomado la costumbre de usar más a menudo los pasadizos. Sólo para
ser capaz de vagar y hacerlo sin ser observada.
Rasgó a través del vientre de Carina, tensando sus pezones y trajo un rubor a
sus mejillas. ¿Cómo se sentiría queriendo mirar así a alguien? ¿Abrirte así, hasta el
corazón mismo, para otra persona?
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El Club de las Excomulgadas
Era más que el modo en que él rozaba con el dorso de sus dedos sobre la
curva de sus senos mientras estos se empujaban hacia arriba y sobre el bajo escote
de su blusa. Más que las oscuras sombras de sus pezones y el modo en que un jadeo
parecía rasgar desde los labios de la mujer a medida que su amante se movía más
abajo, chasqueando contra ellos con los pulgares.
Ella quería esto. No con ese hombre por supuesto, sino con alguien que
fuera sólo de ella y que la mirara, no con la enferma codicia con que lo hacía
Hartley Alem, sino como si ella fuera tan hermosa y deseable que no pudiera dejar
de mirarla y querer tocarla.
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El Club de las Excomulgadas
Ya había empezado a acostar a la mujer en el suelo del altillo cuando sonó
un traqueteo abajo y ambos se sentaron, arreglándose. Fuera sonaron gritos,
diciendo nombres, así que Carina supuso que alguien estaba buscando al hombre.
Apurado, se inclinó a besar a la mujer mientras ella trataba de no reír y se estiraba
para ordenarle el cabello.
Se fueron y Carina siguió ahí de pie algún tiempo después, sin sentir nada
excepto pérdida.
*****
Su pobre excusa de prometido había tomado por costumbre venir todas las
tardes y a ella se le había ordenado atenderlo bajo la apariencia de un cortés
coqueteo. Su madre se había asegurado de estar siempre presente, así como un
testigo. Era una vieja manera de lidiar con el cortejo, pero su padre estaba chapado-
a-la-antigua. Lo suficiente para que su madre lo convenciera fácilmente de que
correspondía a su posición dar ejemplo a su pueblo, aferrarse a las viejas maneras.
Gracias a los dioses que él a veces era fácilmente guiado por su ego. Alargaba
considerablemente el proceso, dándole a Carina tiempo para encontrar un modo de
escapar de casarse con ese monstruo si no venían por ella.
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El Club de las Excomulgadas
Carina de que toda la supervisión evitaba que despojara a su hija de su estado
virginal antes de que se hubieran completado las nupcias.
Desde que había alcanzado la madurez sexual había sido vigilada de cerca.
Excepto por esas pequeñas incursiones a través de los pasadizos secretos no había
habido oportunidad ni siquiera para tratar de tener sexo con nadie excepto ella
misma. No podía traer a nadie hasta allí o se arriesgaba a exponer el único camino
privado para moverse sin ser detectada.
Sin embargo, en ese momento estaba bastante aliviada por toda esa historia.
Hartley quería violar su femineidad. Se estremecía ante la frase, la que sólo
momentos antes había susurrado en su oído, su aliento asqueroso y caliente sobre
su piel. Puede que no hubiera sido una experta en el juego del amor, pero tenía el
presentimiento de que los hombres que usaban la frase violar tu femineidad serían
terribles compañeros de sexo. A este hombre parecía gustarle que ella estuviera
incómoda, lo cual sólo la hacía querer vomitar más.
Por contraste, ella no estaba complacida. Esto significaba que tendría que
pasar horas interminables con Alem mientras la manoseaba y hacía comentarios
lascivos entre dientes sobre su feminidad a la gente.
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El Club de las Excomulgadas
Hartley soltó una risa sonora mientras acariciaba su mano y su muñeca.
—Sí, dulce flor, haz eso para que pueda mostrarles la generosidad de mi
futura novia a todos.
¿Dulce flor? Se las arregló para sonreír incluso aunque quería burlarse. Nunca
había conocido a nadie que realmente hablara así. No había modo de evitarlo, así
que asintió. ¿Dónde estaba su rescate? ¡Ya había pasado una semana estándar! Si
no se apuraban, se tendría que casar y consumar con esta bestia o arrojarse por una
ventana para escapar.
Lo que había visto más temprano ese día sólo empeoraba su visión del
futuro. El terror le entumeció las puntas de los dedos. Tenía veintitrés años estándar
de edad. Una virgen. Soltera. Atrapada en una casa con su madre y su padre
demente que la había vendido a un hombre loco y violento inclinado a violar su “lo
*****
Mortimer Silas entró al complejo Fardelle con una comitiva y un paseo bien
practicado. Era un hombre elegante y este lugar… no. Caelinus era provinciano
para una supuesta capital de un ’Verse. Y caliente. Dioses, era ridículamente
caluroso y no podía entender por qué Fardelle elegiría establecer el hogar del ’Verse
aquí, en un lugar con no sólo un sol implacable, sino dos. Había retrasado su viaje
ya que no pudieron encontrar a nadie dispuesto a hacer el viaje desde el portal hasta
el complejo a pleno día. Habían estado atascados en un recibidor hasta que los soles
empezaron a descender. El calor hacía lucir su pelo menos atractivo de lo normal,
lo hacía sudar. Nadie se veía atractivo cubierto de sudor.
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El Club de las Excomulgadas
No tenía ningún deseo de pasar un momento más del necesario aquí.
Presentaría sus respetos, recogería lo suyo y se iría. Volvería a su hogar y terminaría
con este viaje.
Mortimer era un hombre que apreciaba los detalles, así que mantenía un ojo
enfocado en las cosas mientras eran llevados desde los cuartos de invitados hasta el
recibidor principal donde vivía la familia y donde Fardelle tenía sus oficinas y la
cámara de audiencias. Las brillantes superficies negras complacían la vista y daban
una gran sensación de espacio. Si Fardelle no tuviera más delirios de poder que
gusto, el lugar sería mucho más agradable. Todo sobre el complejo gritaba que se
esforzaba demasiado.
Las ventanas que daban al patio eran grandes y tintadas para mantener fuera
el calor pero dejar entrar la luz. Plasglass, supuso. Las paredes exteriores estaban
fortificadas y también las ventanas que daban al pueblo, las dunas de los
alrededores y las vistas en la distancia hacia el portal. Guardias armados
patrullaban en gruesa formación, a pie, en vehículos y a lomos de caballos.
Mortimer miraba, interiorizando la más que obvia sincronización, mientras todos
esperaban a que Fardelle paseara por la habitación como alguien de importancia.
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El Club de las Excomulgadas
Una vez que finalmente pasaron la línea de recibimiento de nobles menores
y lacayos hasta su supremo comandante, Mortimer fue capaz de obtener una clara
visión de Carina Fardelle. Su madre y primera esposa de Ciro, Esta, se sentaba con
ella en el estrado lejano.
Esta era pequeña de estatura y presencia. Una vez reputada por ser una gran
belleza, mantenía los ojos bajos la mayor parte del tiempo, sus manos entrelazadas
sobre el regazo mientras se sentaba en el espacio al lado de su marido. La segunda
esposa se sentaba un poco más abajo y, donde Esta había sido pequeña, Aila
parecía derrotada. No era una mujer que hubiera preparado su camino a la cama de
Ciro en busca de la posición y el poder de darle un heredero. Era una mujer más
joven que su hija, que había sido arrancada de su hogar y dada al supremo
comandante para hacer con ella lo que deseara. Mortimer encontraba eso… de mal
gusto. Una vez que un hombre se establecía, debería permanecer de ese modo. Las
Habían sido informados que los eventos de la velada también eran una
celebración de los esponsales de Carina Fardelle y Hartley Alem. Alem era la mitad
de un hombre con un corazón tan negro como ninguno que hubiera conocido.
¿Qué vería Carina en tal hombre? ¿Era ella como su madre? ¿Cómo Aila? ¿Una de
las incontables mujeres en los ’Verses cuyas vidas eran simplemente una cuestión
de seguir las indicaciones de los hombres en su vida? La volvió a mirar,
contrastándola con su madre y pensó que no.
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El Club de las Excomulgadas
futura prometida, aunque, a los ojos de Mortimer, ella no compartía su entusiasmo.
O tal vez sí y así era como lo demostraba.
Sacudió la cabeza y cuadró los hombros. Sea cual fuera el caso, su estado
marital no era su asunto. Cómo era, quién era, no era de su incumbencia. Él no
estaba allí para eso.
Hartley Alem se puso de pie entre ellos mientras Fardelle asentía y seguía
adelante.
—Por supuesto que lo es. Todos compartimos ese gran honor. Mortimer, se
me ha dicho que tu delegación fue asaltada más temprano en tu camino hacia aquí
por bandidos. ¿Confío que todo esté bien?
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El Club de las Excomulgadas
son todos muy buenos con las armas. —No se había dejado viva a ninguna
persona.
Se movió hacia ellos con la gracia que había predicho. Majestuosa. Esta
—Se lo agradezco, Ministro Silas. Espero que sea capaz de asistir después de
que anunciemos una fecha. Hartley aún tiene algún trabajo que hacer. Una dama
disfruta siendo cortejada. —Los comentarios estaban pensados para parecer
tímidos, pero se preguntó si eso era lo que ella pretendía. Se preguntaba demasiado.
Maldita fuera, no tenía por qué estarse preguntando nada sobre ella. A Mortimer
no le importaba. Ella no era importante en este caso; tenía que mantener su ingenio
dentro de él, no fantasear con una mujer que muy probablemente era demasiado
suave y mimada para jamás ser de real interés para él.
Alem se rio entre dientes, Mortimer fue sorprendido por la violencia que
manaba dentro de sí mismo, tragó con fuerza y tomó un trago de su bebida.
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El Club de las Excomulgadas
—Dulce flor, soy tuyo en todas las cosas. —Alem volvió a mirar a
Mortimer—. ¿No somos nada excepto títeres para bailar para nuestras damas?
¿Estás casado, Silas?
—No lo estoy, aunque espero por esa mujer que llene mi vida de felicidad.
—La sonrisa de Mortimer pareció calmar a Hartley Alem, aunque Carina no
parecía tan encantada.
—Si los dos me excusan, veo que mi madre está pidiendo mi atención. Un
placer conocerlo, Ministro Silas. Disfrute su estancia aquí en Caelinus.
Comió y bebió, reusó las atenciones de un joven que había sido enviado en
su busca para entretenerlo y a la joven que lo siguió. Le gustaba el sexo tanto como
a cualquiera, pero no le gustaba con prostitutas y no le gustaba con esclavos. No
tenía necesidad de pagar o mantener a alguien en esclavitud para hacer que
abrieran sus muslos. No ese tipo de esclavitud en todo caso.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Carina ignoró lo mejor que pudo a los guardias y entró directamente, cerrando con
llave la puerta detrás de ella.
Sacudiéndola de una pesadilla, una mano la tocó y luego presionó contra sus
labios. Se despertó completamente. Dando golpes hasta que una voz le susurró.
Al oír las palabras del código que su madre le había dicho que esperara,
Carina obedeció.
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El Club de las Excomulgadas
Agudos ojos verdes la miraban y ella casi retrocedió. ¿Él? ¿Mortimer sea
cual fuera su nombre? ¿Ese tonto petimetre? ¡No podrían dar ni cinco pasos por el
pasillo!
Éste no era el mismo hombre. Su voz era diferente. Cortante. Dura. No tenía
nada de esa suavidad que había visto más temprano en la velada. No, el hombre
que estaba en su habitación tenía ojos perceptivos. Sus movimientos mientras
revisaba la habitación eran depredadores. Se habían ido las ropas estrafalariamente
tontas, y las joyas chillonas de sus dedos. En lugar de ese hombre, estaba uno
usando ropa oscura que colgaba de un cuerpo, que estaba bastante segura, que sería
tan magnífico sin ella como dentro de ella.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo que digas. Siento que mi horario no fuera lo suficientemente rápido
para ti. Movámonos. Consigue tu culo vestido. Tenemos poco tiempo. ¿Tienes la
información? —Le dio la espalda mientras ella se levantaba. Por lo menos tenía
algunos modales.
Ella pasó más allá de donde estaba parado llevándose todo el aire de la
habitación de un modo de lo más desconcertante.
—Mis ropas están dentro del pasadizo. La información está dentro de mí, en
un chip. No puedes obtenerla sin mí, así que no te hagas ilusiones. ¿Cómo llegaste
hasta aquí?
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El Club de las Excomulgadas
—No. Sé que es difícil, pero no puedes mirar atrás. Si esto es encontrado,
pondrás en peligro a la persona a quien va dirigida. —Las palabras eran duras, pero
las dijo casi con gentileza mientras la tomaba del codo—. Tenemos que correr,
princesa. ¿Puedes hacerlo?
Ella asintió, agradecida por la chispa de rabia que él alimentó y también ese
pequeño hilo de compasión en sus ojos.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
Corrieron. Bajando por un oscuro corredor, siguiendo más y más allá hasta
que finalmente él la deslizó fuera, cargando al hombro con su bolso, al otro lado de
la pared exterior. El aire fuera seguía cálido, pero el cielo aun oscuro les daría
suficiente cubierta. Andrei esperaba ahí, como Daniel sabía que haría. Los otros
que había tenido en su séquito se habían desvanecido de vuelta entre la gente. Sabía
que si tuviera la necesidad de volverlos a llamar en el futuro, habría menos. El
agarre de Fardelle se había apretado. La seguridad se había vuelto mucho más
difícil de evitar. Algunos de los agentes que les habían ayudado serían descubiertos;
era un hecho básico de lo que hacían. Un hecho en el que trataba de no pensar
incluso aunque apreciaba y respetaba su elección de hacer lo correcto, sin importar
el costo.
Su carga empezó a hablar, pero él negó con la cabeza. Su boca estaba firme
y sus ojos entrecerrados, pero obedeció. No se atrevió a mirar más su boca; ya
había estado muy distraído por ella. Necesitaba que toda su atención estuviera
puesta en la misión. En eludir al enemigo y llegar al portal. Se había sacudido a
Mortimer y era completamente Daniel otra vez. Necesitaba mantenerse
concentrado.
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El Club de las Excomulgadas
del camino y sería pleno día para el momento en que alcanzaran el portal. Sus
opciones eran limitadas.
Andrei asintió una vez y tiró de ella hacia atrás hasta una ubicación más
segura.
—Pero…
—Está bien.
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El Club de las Excomulgadas
Confiando en Andrei para que la mantuviera a salvo, se movió rápida y
silenciosamente hasta el grupo de soldados. Sólo había tres, si hubiera logrado una
buena distracción, lo hubiera preferido a matar. No porque se preocupara por ellos
particularmente. Ellos hacían su trabajo y él el suyo. Pero producía mucho menos
desorden. Los cuerpos eran un dolor en su culo con el que lidiar.
Estos eran Skorpios, las tropas de choque de Fardelle, y no era probable que
cayeran en eso de todos modos.
Mientras se arrastraba hacia ellos, planeaba cómo terminar con todos tan
rápido como fuera posible. Una vez que empezó a trabajar, se metió en ello
profundamente. Una parte de él distante, completamente enfocado en los detalles
del trabajo. Era como si mirara un vid6 mientras se las arreglaba para terminar con
uno con un cuchillo, golpeando a otro en la sien, agarrando su cuchillo para
terminar el trabajo y golpear al tercero.
—Movámonos.
Tenían tres horas estándar hasta que empezara a salir el primer sol. Este no
era momento para caminar. Estaba agradecido de que hubiera estado diciendo la
verdad sobre su actividad física diaria, porque mantuvo el ritmo mientras
continuaban su paso rápido. Por supuesto, la habría cargado si fuese necesario,
6
Vid: son una especie de transmisiones audiovisuales similares a un video.
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El Club de las Excomulgadas
pero hubiera tomado más de él y estaba bastante seguro de que necesitaría cada
trozo de fuerza y astucia para sacarlos fuera del infierno del Imperio con vida.
Y los soldados. Eso le pesaba mucho, lo sabía. Debería, por supuesto, pero
había estado en esto mucho más tiempo que ella. Su sendero había sido muy
Ya había descubierto que Carina Fardelle era mucho más de lo que había
imaginado al principio, pero no estaba seguro de si debía estar aliviado o
preocupado. Las dos cosas, suponía. No era el tipo de mujer que tendría que
tranquilizar y transportar porque se desvaneciera ante el más mínimo olorcillo de
peligro.
Y malditos fueran todos, eso lo intrigaba. Era suficiente para hacerlo desear
que hubiera sido alguna mujer tonta y débil, o por lo menos, menos atractiva y
capaz, para poder dejar de pensar en sus piernas, su culo o la manera en que se veía
tan atrapada entre la pena y la concentración.
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El Club de las Excomulgadas
Había estado pensando en lo excitante que había sido el pequeño vistazo a
sus piernas desnudas cuando salió de su gigante cama más temprano, cuando
Andrei puso una mano sobre el brazo de Daniel para llamar su atención.
—Me siento bastante contenta por no ser una vaga corpulenta y floja como
Hartley Alem.
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El Club de las Excomulgadas
Decidiremos cuál tomar cuando lleguemos. —No quería indagar sobre su estado
emocional. Eso tenía que permanecer sin tocar hasta que fuera seguro lidiar con
ello. Preferiblemente con alguien que no fuera Daniel.
—Está bien.
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El Club de las Excomulgadas
—¡Deja de llamarme así!
Él sonrió y ella apretó la mandíbula y rodó los ojos. Bien. La rabia era mejor
que el miedo, más fácil de manejar y controlar.
Y volvieron a correr.
*****
Era ridículo que estuviera excitada por un tipo tan grosero. Aunque, pensaba
mientras corrían, era muy masculino e imponente. Nada parecido a cualquiera que
jamás hubiera conocido antes. El otro hombre también era guapo, misterioso y
callado, pero no podía dejar de mirar a Daniel. Él era simplemente, tan… algo.
Grande. Audaz. Fuerte. Arriesgado. Admiraba eso, se sentía atraída por ello
incluso aunque la intrigaba y la dejaba sin aliento.
Fuera lo que fuera de él, quien quiera que fuera, había desatado algo dentro
de ella, enviándolo a recorrer sus venas. Al menos, podría culpar a la carrera por
cualquier falta de aliento o piel ruborizada. Eso era, si viviera lo suficiente para
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El Club de las Excomulgadas
detenerse. Buenos dioses, no había hecho una actividad tan físicamente intensa en
muchos años.
Los primeros arcos alrededor de la ciudad portal significaban que tenían que
bajar la velocidad. La excitación y el temor volvieron a aparecer una vez que
recuperó el aliento. Esperaba parecer indiferente mientras se comía los detalles de
lo que veía a su alrededor.
Todos pululaban alrededor, pero no en gran número como lo hacían una vez
que los soles se hubieran elevado para el mediodía. Así, las tres personas que se
71
El Club de las Excomulgadas
—Ropa para viajar y algunos papeles. Es bastante simple: Tú eres mi
hermana Rina. Estamos de camino a Monteh para asistir al festival de la cosecha y
a reunirte con tu pretendiente. Supuse que era lo suficientemente parecido a tu
nombre verdadero para que pudieras recordarlo con suficiente facilidad.
Ella había estado bullendo de rabia porque parecía que la consideraba una
completa idiota, pero luego él le dio la espalda y empezó a desvestirse. Aunque
sabía que era grosero, simplemente no había modo de poder detenerse a sí misma
de quedarse mirando la ancha extensión de sus hombros que bajaba disminuyendo
hasta una angosta cintura. Oh, dioses, esto era tan ridículo, ¡es que todo la
encendía!
—Nunca pensé llevar un arma ahí —dijo, entonces él levantó la vista. Sus
miradas se encontraron y ella la sintió todo el camino hasta los dedos de los pies.
Así era como quería que la mirara un hombre. Había algo ahí entre ellos. No era el
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El Club de las Excomulgadas
mismo tipo de anhelo profundo que había visto en el altillo, pero tampoco era la
codicia calculada que había visto en la cara de Hartley.
—Es una lástima. Mira, obviamente has estado protegida, pero la gente
común no tiene ese tipo de pelo, no del modo en que lo tienes arreglado. ¿Qué
mujer que tiene que trabajar todo el día tendría el tiempo para hacer algo tan
complicado? —Le desarmó el moño que ella había creado y empezó a trenzarlo a
su espalda.
Se sentía… íntimo tener sus manos en su pelo de ese modo. Incluso aunque
quería estar enojada con él por manejarla como si fuera una muñeca o una cosa, él
fue gentil una vez que se quedó quieta. No la tocaban muy a menudo. A parte de su
madre y YaYa, nadie la abrazaba con fuerza ni la tocaba con afecto.
Cerró la puerta a eso. Si iba por ese camino, sólo terminaría más perturbada.
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El Club de las Excomulgadas
—Así. —Él se echó hacia atrás y ella tanteó su trabajo, encontrándolo más
que satisfactorio.
—¿Trenzas el pelo de tu esposa? —Bien, eso fue bastante obvio. Luchó con
el rubor y agradeció por la luz baja de la habitación.
—No. Aunque mi hermana tiene el pelo muy largo, como el tuyo pero
oscuro como obsidiana. —Se puso el equipo al hombro y se movió hacia ella—.
Agarra tu bolso. No puedo llevarlo por ti.
—¡No espero que lo hagas! —Ese bolso llevaba lo poco que pudo llevar con
Fue justo en ese mismo momento cuando se prometió a sí misma que nunca
volvería a vivir una mentira o a usar máscaras con las personas a menos que fuera
absolutamente necesario. Por delante tendría un gran trabajo y estaría sola. Se
debía a sí misma ser una verdadera persona, la Carina Fardelle que era cuando
estaba sola en el pasadizo.
—En primer lugar, ¿tienes alguna otra queja que hacer? Estoy aburrida de
esto. —Ella lo fulminó con la mirada—. ¡No estoy ofendida! Sigues haciendo tu
mejor esfuerzo para pensar que soy algo que no soy. Es irritante. Es como si
quisieras que me ofendiera. Si lo echo a perder, entonces corrígeme, pero no tienes
derecho a prejuzgarme. No me conoces lo suficiente para pensar que soy malcriada
y perezosa.
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El Club de las Excomulgadas
—De acuerdo. —Se volvió y empezó a trabajar en algo en su bolso, así que
ella se contentó con hacer un gesto a su espalda.
Probó el peso de su bolso; no era tan malo. ¡Ofendida! Lo único por lo estaba
ofendida era por su suposición de que ella estuviera ofendida en primer lugar.
Odiaba que pensara que era una princesa malcriada. Sí, había crecido con cosas
que muchos otros no tenían, pero no estuvo tan protegida como para no saber
cómo cargar sus propios bolsos.
—Nos vamos ahora. Sígueme y recuerda, no eres Carina, eres Rina, eres mi
hermana. Espero que no descubran que estás desaparecida durante algún tiempo
más. Por lo menos, hasta que logremos registrarnos. Pero si lo hacen, si nos
encontramos con cualquier cosa peligrosa, tienes que confiar en mí y seguirme.
Mantén tus papeles al alcance; necesitarás mostrarlos muchas veces.
Apretó los puños hasta que las uñas se enterraron en sus palmas,
simplemente necesitando ese afilado borde de dolor para no derrumbarse. Carina
necesitaba recordar que aún faltaba algún tiempo hasta que fuera esperada. No
había razón para ir buscando problemas. Ya tenía suficientes.
—Bien. No soy estúpida, sabes. Soy culta y capaz. Y —arqueó una ceja en
su dirección, recordándole que era más que alguna medio-boba estúpida que no
75
El Club de las Excomulgadas
podría salir de una bolsa mojada—, he ido muchas veces a otros ’Verses durante mi
vida. He estado en transportes antes. También soy una piloto cualificada.
Se detuvo tan cerca de ella que podía sentir el calor de su piel. Tan cerca que
podía sentir su esencia. Lo que fuera que pareciera exudar ese hombre y que hacía
que su corazón latiera más rápido, le hacía contener el aliento y le pasaban todo
tipo de cosas maravillosas a sus pezones y su clítoris. Puede que se hubiera sentido
avergonzada por eso incluso unos días antes, pero justo entonces, se deleitaba en
ello.
—No creo que seas estúpida. Sí, creo que sé más de este tipo de cosas que
—Me han dicho eso un par de veces. Puede que no tenga los mejores
modales de cualquier hombre que hayas conocido. Pero tampoco soy un
maltratador. En cualquier caso, soy la mejor esperanza que tienes de escapar, así
que simplemente lleguemos al punto donde estás de acuerdo y podemos irnos.
—Bien.
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El Club de las Excomulgadas
—Entonces, movámonos.
Antes que ella pudiera decir otra palabra, Andrei se había mezclado en la
multitud y lo perdió de vista. Tragó con fuerza ante el inesperado aumento de
emoción por la pérdida de alguien que sólo había conocido por un corto tiempo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
El caos de los muelles de salida proporcionó bastante cobertura cuando
Daniel se separó de Andrei para guiar a Carina hacia su transporte. Andrei iría al
otro lado del muelle a encontrarse con una agente femenina para extender su
camino un poco más. Mientras se movían hacia el borde exterior donde los
transportes estaban atracados, Daniel se percató del número de soldados y el nivel
de seguridad en el área.
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El Club de las Excomulgadas
Un soldado se aproximó y empujó a la empleada a un lado. Tomó los
papeles y gruñó mientras lo revisaba. Carina se tensó y Daniel quiso que se
controlara y mantuviese su tapadera. Este mismo soldado había estado moviéndose
a través de la multitud, intimidando y acosando personas desde su llegada. Mejor
mantener la cabeza baja y no dejar a los de su tipo ponerlo a uno nervioso.
Estaba lo suficientemente nerviosa sin que este idiota usara su poder para
abusar sin otra razón más que porque podía.
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El Club de las Excomulgadas
Ella pudo contenerse adecuadamente, pero el esfuerzo empezaba a notarse
en sus facciones. Lo gracioso era que eso la hacía parecer mucho más como un
ciudadano normal del Imperio que antes. La mayoría de las personas que había
encontrado tenían ojos cansados y un aura de tristeza a su alrededor.
Algo tiró profundo en su estómago. Sabía que ella debía estar devastada,
pero no era su niñera. No sabía cómo serlo, no estaba seguro si eso no la enviaría
volando por el borde donde ya se encontraba precariamente balanceándose.
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El Club de las Excomulgadas
La miró. Y quedó atrapado.
—Si no vas a dormir, al menos puedes comer. Una vez que despeguemos,
iré a conseguir comida y algo para beber. ¿Estarás bien hasta entonces? Tengo algo
de fruta seca en mi bolso si necesitas algo.
Pero no era ese chico y Carina Fardelle no era alguna inocente hija de un
mercader tampoco. Aun así, recordar esto no fue suficiente para hacerle apartar la
mirada de ella.
Se sentó, metiendo sus pies por debajo de ella, lo que la hizo parecer aún
más pequeña, algo que no era. Incluso frágil.
—Puedo esperar. Gracias. Por todo. Sé que estás arriesgando tu vida por mí.
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El Club de las Excomulgadas
—Todo lo que tienes es mi palabra que lo tengo. Pero hemos ayudado antes,
así que eso tendrá que ser suficiente.
—Tengo algo que te ayudará a dormir, si quieres. —Se dijo a sí mismo que,
si dormía profundamente, sería más fácil de controlar y realizar un registro
mientras se sentaba frente a ella en su litera.
—Sé que esto es difícil. Dejar a tu madre atrás. Pero hizo esto por ti. Está
haciendo un sacrificio no solo por ti, sino por todos a través de los Universos
Conocidos. No lo hace más fácil, lo sé. Pero no todos los padres se preocupan tanto
como tu madre. Está haciendo lo correcto, al igual que tú. Es muy valiente.
Dándole la espalda, se aseguró de tener sus llaves de alarmas y que todas sus
armas estuviesen en su lugar, antes de girar hacia ella de nuevo.
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El Club de las Excomulgadas
Pálida, pareciendo controlar su malestar, se sobrepuso.
—Entiendo.
—Por supuesto que sé. Sabes qué soy, quién soy. He sido extensamente
entrenada desde muy temprana edad. Cuchillos y explosivos. Tengo algo de
experiencia en combate cuerpo a cuerpo. Si soy atacada aquí, una pistola sería
inútil. ¿Tienes un cuchillo extra? —Ladeó la cabeza en su dirección.
*****
Ella comió la modesta comida que él compró y trató de no pensar más allá
del momento. Todo se sentía mal, como vestir ropas que no encajaban. Miró hacia
abajo y se percató de que era parcialmente cierto.
Una vez que terminó de empujar toda la comida en su boca, él limpió sus
labios y respiró hondo.
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El Club de las Excomulgadas
—Voy a descansar un poco. Mi sueño es bastante ligero así que, por favor,
no te preocupes por tu seguridad. —Le dijo mientras movía su catre para bloquear
la puerta—. Tendrán que pasar sobre mí para llegar a ti. Eso no pasará.
La consternación la llenó. ¿Por qué tenía que ser tan agradable justo cuando
ella ya había trabajado toda esa molestia hacia él por ser tan huraño? Al menos
mantenía las lágrimas alejadas y tal vez él lo había planeado así.
Con una risa ahogada, terminó su comida, aunque no sabía a nada. Metió la
energía en su cuerpo y cuidadosamente lanzo las envolturas por el canal de
desperdicios.
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El Club de las Excomulgadas
—Deberías dormir, Rina. —Murmuró, usando su nombre falso—.
Necesitaras energía y todavía tenemos un largo camino que recorrer.
Se sentó pesadamente, arreglándoselas para quitarse sus botas con los pies y
deslizarse debajo de las sabanas. Se dejó sus ropas para darse calor y para tener
sensación de control. La píldora empezó a hacer efecto, alejando su angustia y
poniendo peso en sus extremidades. Se dejó ir, confiando en él para mantenerse
entre ella y cualquier amenaza.
Sólo saber eso le calentó y le dejó aceptar el sueño que tanto necesitaba.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Siete
Daniel despertó al detenerse la estática en la frecuencia que había estado
vigilando, y bruscas órdenes empezaron a filtrarse. Se vistió rápidamente y se
movió más cerca de la litera de ella. Puso más alarmas y se deslizó fuera, hacia el
pasillo, escuchando atentamente. Odiaba dejarla, pero estaba descansando, y era
más seguro ir solo.
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El Club de las Excomulgadas
Arregló varios planes de contingencia con su equipo vía mensajes
codificados, deshizo su trabajo y rápidamente volvió a su habitación.
Por segunda vez en varios días, Carina se encontró siendo despertada por
Daniel, de pie sobre ella, sus dedos sobre sus labios. Una vez que se relajó, se
agachó para susurrar en su oído.
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El Club de las Excomulgadas
¿Calmada? No lo estaba. Nadie en este barco lo estaría si las tropas habían
abordado. No era así como eran las cosas en el Imperio. La gente temía a la
autoridad.
Él se detuvo.
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—Alto ahí.
Carina digirió esos detalles, junto con la insignia Skorpio en la solapa del
soldado. Su estómago se tensó.
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El Club de las Excomulgadas
—Hará lo que le diga, cuando se lo diga. Hasta que pueda verificar su
historia, ambos esperarán encerrados.
—Lamento oír eso — Daniel dio un paso al frente, y antes de que Carina
pudiese si quiera registrar que estaba pasando, había arrastrado al soldado al
estrecho espacio entre dos edificios. Carina se apresuró a ir detrás de ellos, mirando
a su alrededor en lo que esperaba que fuera una forma disimulada.
—Qué alegría verte, Neil. Veo que traes a Rina contigo, bien, bien. Vengan,
hay bandidos cerca. Los soldados están de caza; y no querría ser uno de ellos una
vez que las tropas los atrapen —el gran hombre rio, pero no alcanzó sus ojos.
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N.T.: pistola, desintegrador.
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Daniel les entregó un paquete de papeles, y el más bajo de los hombres le dio
otro.
Cada vez que tuvieron que parar en un punto de control, y entregar sus
papeles, pensaba que los detendrían y los meterían a todos en el bloque de
contención. Para su alivio, nadie cuestionó demasiado sus papeles. Pronto
estuvieron lejos del portal y profundamente en los cañones donde la gente local
trabajaba haciendo materiales para construcción de edificios con el lodo rico en
minerales.
Una vez que el vehículo partió, no hubo otro sonido más que sus
respiraciones y el sonido de arena y polvo moviéndose.
—Vamos por aquí —Daniel indicó una fisura en el acantilado justo frente a
ellos.
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veces sobre sus estómagos o sobre sus manos y rodillas. Durante largos minutos,
con la suciedad apelmazada por el sudor de su piel, se arrastraron hacia su destino.
—Por supuesto. Hago este tipo de cosas todos los días —resopló
delicadamente—. Esto es horrible y quiero herirte gravemente por ponerme en esta
posición —jadeó justo detrás de él. Por suerte, oyó el humor en su tono, y le gustó
un poco más por eso.
—Esto… ¿Es esta la casa de alguien? —dio una vuelta en círculo una vez
que él hubo puesto la mochila en el suelo y deslizado un panel hacia adelante, y la
brecha ya no estaba, reemplazada por roca sólida.
Ella se estremeció.
—Esto es mucho más tolerable que ese pequeño espacio que pasamos. Temo
que tengo tierra en cada parte de mi cuerpo. ¿Qué es este lugar?
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El Club de las Excomulgadas
Los Skorpios eran la milicia privada de su padre. Eran su policía secreta. Su
mano derecha de muerte. Cuando algo muy malo pasaba, los Skorpios estaban ahí.
Se estremeció un momento. No había vuelta atrás, y no se detendrían hasta que ella
fuese capturada o muerta.
—No tengo tantos detalles acerca de nada dentro del complejo. Nos las
arreglamos para obtener algunos ciclos de distancia antes de que descubrieran que
te habías ido. Entonces enviaron tropas de choque. Que hayan llegado tan lejos
significa que debieron haber quemado un buen número de portales privados para
llegar aquí. Si están quemados, no puede usarlos de nuevo. Los ralentizará.
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El Club de las Excomulgadas
Él se movió alrededor del cuarto, encendiendo la resistencia de la chimenea
y poniendo encima la caldera para que hirviera. Eficientemente, puso sus pequeñas
trampas, mirando dentro de cada armario y detrás de cada cajón. Finalmente, se
detuvo, echó agua dentro de la tetera y la puso entre ellos en la mesa.
No estaba segura de que hacer, se sentía como una niña estúpida, pero el
orgullo no la detendría de aprender.
Su voz no era burlona o dura, sino que estaba llena de duda y tristeza. Ella
también lo sintió. El mundo era mucho más grande de lo que jamás se había
imaginado, y la lastimó darse cuenta que su propia imaginación había estado
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—Sí. Toma tu té. La despensa aquí esta abastecida para un par de días más
si lo necesitamos. Es uno de nuestros lugares donde pasar desapercibidos si
tenemos que venir por aquí. No te preocupes por el oxígeno. Hay rejillas de
ventilación en el exterior, junto con depuradores para deshacerse de la
contaminación. Los contrabandistas tienen escondites muy cómodos. Nosotros
apreciamos eso. Nadie nos encontrará aquí. Puedes relajarte por un rato, al menos.
Nos haré algo de comer en un momento.
—Puedo hacerlo. Para ser una princesa malcriada, soy una cocinera decente
—se levantó y puso su mano en su hombro para impedir que se levantara. Sus
miradas se encontraron, y un tibio chorro de deseo se concentró dentro de ella,
aliviando sus músculos. Tragó—. No, de verdad, puedo hacerlo. Y quiero hacerlo.
Quiero mantenerme ocupada.
—Eso es una bobada. Estoy segura de que hace frío por las noches.
Obviamente no podemos encender un fuego. Somos adultos. También estarás lo
suficientemente cerca como para protegerme si es necesario —sonaba muy segura,
pero no lo estaba en lo absoluto. Lo quería en la cama con ella. No quería estar
sola. Quería la sensación de tener un hombre a su lado mientras dormía.
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El Club de las Excomulgadas
—Ahora, puedes ducharte primero, mientras preparo la comida. No espiaré
—ella sonrió.
—Antes de eso, necesito salir, ver si puedo recibir una transmisión con más
información. La señal cerca del portal estaba sobrecargada pero fuera, con todos los
contrabandistas y mercenarios, debería haber suficientes impulsores para
comunicarse.
Necesitaba estar lejos de ella aunque solo fuera por un corto tiempo. Era su
olor, decidió, la manera en que su piel y cabello contenían su esencia, incluso
debajo del sudor y polvo. Se había entrelazado en su conciencia y empezaba a
volverlo loco.
—No estaré lejos. Estarás segura aquí. Solo yo o alguien con las
instrucciones y códigos correctos puede llegar tan lejos. Estaré de vuelta antes de
que termines con la comida —su voz era ronca, aun para sus propios oídos, y ella
olía tan bien que tuvo que pelear contra el deseo de acercarse y oler.
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Entonces ella dijo:
Ella lo apretó una vez más y dio un paso atrás, ruborizándose furiosamente
aun cuando su mirada estaba prendida en la suya.
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El Club de las Excomulgadas
A Daniel nunca le habían atraído las mujeres virginales y jóvenes, prefería
compañeras tan experimentadas como él. Carina Fardelle podía ser más valiente
que muchas de las personas que conocía, ingeniosa y lista, pero tan seguro como el
demonio que no era sexualmente experimentada. No podía haberlo sido, teniendo
en cuenta quién era ella, y sus reacciones ante él sólo cimentaban ese hecho. Estaba
fuera de su liga y fuera de ser, siquiera, parte de cualquier lista de compañeras de
cama, y tenía que dejar eso atrás antes de hacer algo desastroso. Solo podía herirla,
y la sola idea de hacerle algún daño parecía insostenible.
¿Por qué en el ’Verse tenía que tener esta reacción hacia ella?
A medida que se acariciaba, con la otra mano, una y otra vez, pensó en el
suave hueco de su cuello, justo debajo de su oreja. Imaginó que la piel allí sería
suave, con esencia de flores nocturnas, embriagadoras y pegajosas. La respiración
de ella se detendría a medida que el lamía ese punto, sabiendo que nunca nadie lo
había hecho antes, sabiendo que él sería el hombre que la introduciría a los placeres
sensuales de una manera que nunca olvidaría.
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El Club de las Excomulgadas
Pensó en cómo sonaría, esa voz fresca y regia, con solo un indicio del fuego
que mantenía en el interior. Una mano se deslizaría hacia abajo por su perfecta
columna, la curva haciéndole el amor a su mano hasta que se detuviera, sopesando
las mejillas de su culo. Su piel sería pálida, flexible, extra sensible a cada caricia. La
atraería más cerca, haciendo círculos con sus caderas lo suficiente para crear una
deliciosa fricción en su clítoris. Sólo un soplo de intensas sensaciones antes de
retroceder, dejándola ajustarse lentamente.
Carina se mordió su labio inferior tan fuerte que temía que sangrara. Lo
había seguido después de haber terminado de preparar la comida. Se dijo a sí
misma que estaba preocupada por él, pero si era totalmente sincera, quería verlo,
estar a solas con él para ver qué haría con ella si lo sorprendía en un momento
débil. Se consumía por que la tocara, porque se fijara en ella.
Pero cuando dio la vuelta a la esquina, lo que vio fue a Daniel, la cabeza
echada hacia atrás, éxtasis en su cara mientras se complacía.
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El Club de las Excomulgadas
Se masturbaba.
Follaba su puño.
Él había acabado en un gemido que pareció resonar entre sus muslos y luego
Todo este tiempo una parte de ella había estado convencida de que él le
tenía lástima, su otra parte pensaba que la odiaba. Obviamente no la odiaba lo
suficiente como para no tener un orgasmo mientras pensaba en ella.
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El Club de las Excomulgadas
Debería respetar eso. Solo dejarlo llevarla a Ravena con seguridad. Estrechar
su mano mientras la dejaba, y olvidarlo todo acerca de él.
Pero no lo haría. Lo sabía tan bien como sabía su nombre. Él le había hecho
algo a su cerebro que la dominaba. Lo deseaba y, por primera vez en su vida,
quería dar rienda suelta a su egoísmo, y evocar algo de ello. Quería saber que la
deseaba tanto como ella le deseaba a él.
Tal vez ella debería tomarse su tiempo para tener un orgasmo también.
Ciertamente parecía haber relajado su columna.
—Está lista.
Lo miró irse, preguntándose qué había pasado entre ellos justo en ese
momento. Era como si no pudiese alejarse de ella lo suficientemente rápido. ¿Sabía
lo que ella había visto? ¡Oh dioses! ¿La había sorprendido espiándolo y pensaba que
era sobre los datos en vez de su completa fascinación por él?
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Llevarla a Ravena segura y pronto era la única manera en la que esta
situación terminaría bien. Cuanto más tiempo pasaban juntos, más la deseaba, más
quería tocarla, más quería hacerle todo lo que había imaginado y más.
—No todo lo que necesitaba, pero servirá por ahora. Tendremos apoyo a
donde sea que vayamos ahora. Saben que estamos en movimiento. Podemos
quedarnos aquí un poco más, descansar y partir de nuevo. Necesitamos salir de este
’Verse y el Edge tan pronto como sea seguro —dudó y luego empezó a comer de
nuevo.
El pánico la atacó.
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—No. Ha habido más violencia. Tropas Imperiales dispararon contra tropas
Federales en una estación portal llena de gente en Parron. Siete civiles murieron.
La Federación ha expulsado a las tropas Imperiales y a su embajador. La guerra
sólo es cuestión de tiempo. Lo que hace aún más difícil que vuelvas —se detuvo,
tocando la sien de ella—. ¿En qué piensas, Carina? ¿Qué tienes en esa cabeza tuya?
—No lo sé, todo acerca de esto; honestamente, no lo sé. Las cosas que he
visto a través de los años han sido pequeñas comparadas con eso. Mi madre estaba
aterrorizada por ello. Él está construyendo algo, usando sus laboratorios para
investigación. Ella dijo que había oído a mi padre hablar de evacuar civiles cerca
del sitio, sea lo que sea lo que quisiera decir con “el sitio”. Ella está arriesgando su
vida por eso, así que mejor me sacas de aquí.
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veces muestra una especie de rabia celosa, un sentimiento general de injusticia
cuando el tema de los ’Verses Federados sale.
—Si alguna vez quieres saber algo, pregunta. Si puedo responderte, lo haré.
Naturalmente, algunas cosas estarán fuera de los límites, pero entiendo que has
estado en una clase de vacío de información. Esa clase de cosa me molesta mucho,
así que puedo entender cómo te afecta.
Sabía que los Skorpios de su padre las tenían, y su sistema nervioso central
había sido alterado a tal punto que necesitaban tomar drogas para mantenerlos
equilibrados o morían una muerte dolorosa. Los hacía extremadamente rápidos y
muy dispuestos de aceptar sus órdenes, pero Daniel no había mostrado ningún
signo de dependencia o de los constantes movimientos nerviosos que los Skorpios
tenían.
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El Club de las Excomulgadas
¡Oh, maldito fuera! Justo cuando había trabajado su indignación para con él
por no estar obsesionado con ella, como ella lo estaba con él, iba y decía algo
reconfortante.
—Tu metabolismo es muy rápido —no estaba segura de poder hablar acerca
de su madre ahora. No sin llorar.
—Quemo muchas calorías mientras estoy en una misión. Pero no era eso lo
que querías decir.
Había sido el discurso más largo que había dado desde que lo había
conocido, y a pesar de su vergüenza y algo de ofensa, se encontró fascinada por la
candencia de su discurso. La manera en la que hablaba, como si cada palabra
pesara lo justo y todas tuviesen que encajar, precisas, y aun así había algo de
salvajismo también, debajo de la superficie.
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El Club de las Excomulgadas
—No me ofende tu pregunta. No era tu intención ofender. Entiendo eso. Te
dije que te daría respuestas cuando pudiese, y lo digo en serio. Me siento insultado
por la manera en que los humanos son diseñados para servir mejor, pero
haciéndolo, los deshacen y son convertidos en autómatas. Autómatas
químicamente dependientes de tu padre. Para vivir. Eso me ofende. Yo sirvo
voluntariamente. Otros deberían tener la misma elección. Siempre debería haber
una elección.
—No soy un adicto, y no sirvo a tiranos porque sea un esclavo con adicción.
Sin embargo, tienes razón, cuando entré en el ejército, era una elección entre eso y
algo peor. Pero escojo estar aquí ahora. Escojo hacer mi trabajo. Y no lo hago por
más drogas; no lo hago por créditos. Lo hago porque es lo que hago. Lo hago
porque soy bueno en esto, y marco una diferencia. No tomé una decisión
puramente libre cuando entre, ¿pero quedarme? Esa es mi elección, y eso es lo que
me hace diferente de los Skorpios. Es lo que te hace diferente también, Carina.
—Yo… yo no soy como tú. Eres un soldado. Haces esto cada día mientras
yo tenía una doncella sólo para atender mi cabello. Los dejé a todos atrás. Claro, te
estoy dando información, pero me estoy alejando de un horrible matrimonio. No
soy noble o valiente, solo estoy desesperada.
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El Club de las Excomulgadas
que cualquiera que hubiera conocido nunca. Apostaba que sería fácil perderse en
un hombre como Daniel. Se percató que ya había comenzado a hacerlo.
—No puedes creer tal cosa, ¿verdad? Se te permite que quieras salir de lo que
tu padre planeó con tu matrimonio con Alem. Has ayudado antes, y si esto nos da
alguna manera de detener el arma que está desarrollando antes de que pueda causar
cualquier daño, puede mover la balanza en nuestro favor. En cuanto a mi trabajo,
claro, arriesgo mi vida todo el tiempo. Y tú no, no de esta manera. Por eso es más
significativo que lo estés haciendo.
Él soltó una carcajada, y metió otro trozo de pan sin levadura en su boca.
—Lavaré esto. Es lo justo. Ve y lávate. Hay jabón cerca del lavabo. El agua
está relativamente tibia. Encontré algo de ropa que posiblemente quieras usar
también.
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El Club de las Excomulgadas
El agua del aclarado le hizo percatarse de lo sucia que había estado. Había
limpiado su piel y también la había hecho más sensible al aire alrededor de su
cuerpo desnudo. No había puerta aquí. Sólo un hueco en la esquina de la
habitación principal.
O se imaginaba que eso era lo que hacía; no podía distinguir palabras, solo
la sensación detrás de ellas.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Cómo qué? —en lugar de ir a la cama con ella, tomó una silla y la movió
cerca.
Él sonrió, y supo que había un hombre bajo esa fachada que amaba a las
personas.
—Sí, tengo. Soy el mayor. Tengo dos hermanas y un hermano. Tengo dos
sobrinos, de mi cuñado; ambos son adultos. Buenos muchachos. Mi hermana está
embarazada ahora —se detuvo como si hubiera sido sorprendido haciendo algo
malo—. ¿Qué hay acerca de ti?
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El Club de las Excomulgadas
—Lo siento, Carina. Nuestros informes indican que tu hermano fue
infectado por un bioagente que había encontrado por accidente en las habitaciones
de tu padre. Ellos… bueno, ese es nuestro informe de lo que pasó.
—¿Estás diciendo que mi hermano fue envenenado por algo que mi padre
dejó tirado por ahí? No es un buen hombre, pero no es descuidado. Algo como eso
sería valioso; no lo dejaría por ahí para que alguien lo encontrara.
—Exacto.
Ella lo miró y se percató de lo que había insinuado, lo que ella había dicho.
Instintivamente, retrocedió.
—¿Qué más?
Él suspiró.
—Una vez que había sido infectado decidieron estudiarlo. Era más valioso
muerto que vivo. No habría tiempo para salvarlo de todos modos, no lo creo.
Observaron la enfermedad destrozarlo y lo estudiaron. Los datos que obtuvieron les
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permitieron vacunar a los soldados Imperiales. Han conseguido una unidad de
guerra biológica, y ese fue un gran progreso para ellos.
Empezó a hablar y entontes negó con la cabeza antes de decir algo más.
Él sonrió solo un poco. Pero cuando lo hizo, ella vislumbró al hombre que
era cuando no estaba en una misión. Un vistazo del Daniel debajo del uniforme y
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las armas. Sin pensarlo, se adelantó para trazar sus labios, y él se lo permitió por
más tiempo del que pensaba que lo haría, finalmente retrocediendo.
—Me disculpo. Eso fue descortés. Todo eso. No debería estar sorprendida
de que mi padre hubiese usado la muerte de mi hermano para sacar provecho.
Recuerdo la vacuna. Fue publicada con mucha fanfarria. Pero él nunca lo dijo —
dejo salir un largo suspiro—. Es muy difícil darse cuenta que toda tu vida es una
mentira.
—Lo siento.
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El Club de las Excomulgadas
—¿De verdad? Además de que obviamente no sea tan villano como el
hombre que podría hundir a miles de millones en una guerra porque puede y
porque quiere, ¿en qué es tan malo? ¿Echó a tu madre a un lado para poder estar en
celo con una mujer que es apenas una adulta para remplazar a los hijos que
casualmente echó a un lado?
—¿Por qué corres? —ella estaba más cerca de lo que debería haber estado.
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—Tengo un trabajo que hacer, Carina. Has tenido un momento difícil, lo sé.
Sugiero que durmamos un poco. Podríamos tener que irnos una vez que la noche
caiga.
¿No era brillante? ¡Podría no haber sido criado en un palacio, pero tampoco
era estúpido! Iba a seguirla para decirle eso cuando se dio cuenta que lo había
hostigado, y se rio de nuevo. Era sorprendente, Carina Fardelle. Eso podía muy
bien mantener su precioso pequeño culo con vida.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Ocho
Despertó en el momento que determinó su reloj biológico, un talento que
había descubierto y que afinó durante su tiempo en el ejército. Ella se acurrucó
contra su espalda, y aunque sabía que simplemente necesitaba levantarse y vestirse
para poder irse, se quedó acostado allí por un rato, disfrutando de la suave
sensación de ella acurrucada contra él. Esto era nuevo y, admitió con renuencia,
placentero.
Olía bien, incluso aunque ella se negó a decirle otra palabra una vez que
volvió a la habitación luego de su comentario sobre que él no era brillante. Se había
desvestido hasta quedar con su ropa interior larga y ella le había dado la espalda.
—¿Por qué?
—Volveré en un momento. Quiero hablar con mi gente para ver lo que está
pasando.
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El Club de las Excomulgadas
Antes que ella pudiera discutir o peor, tratara de ir con él, retrocedió hasta la
entrada del puesto de comunicaciones.
Cuando volvió, ella estaba envuelta en una manta, inclinándose para poner
una tetera sobre el fuego.
—¿Qué está pasando? —dejó las hojas en el pocillo para que estuviera listo
Ella suspiró.
—Sólo dilo, Daniel. Lo que me estoy imaginando debe ser peor. ¿Es mi
madre?
—Es tu doncella, Claira. Fue ejecutada. Lo siento. Sé, por los informes, que
fue ejecutada por dejar que pasara esto, no por ser la causante.
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El Club de las Excomulgadas
—¿La mató porque pensó que era incompetente?
—Por favor créeme cuando te digo que fue mejor de este modo. Si él
pensara que te ayudó a escapar, la habrían torturado. Tienes que saber eso. Su final
habría sido peor.
—¡Todo fue por nada! Era una buena mujer. Amable. Si yo no hubiera
hecho esto, ahora estaría viva.
—Parece que tenía un romance con uno de los jóvenes del pueblo. Ella
apenas tenía edad para involucrarse románticamente con alguien, pero él me dijo
que era el gran amor de su vida. Tenían que mantener su relación en silencio
porque era de una familia de mercaderes y ella una sirvienta. Él desapareció, junto
con toda su familia. Terminó en nuestro lado, pero no antes de soportar cuatro
años estándar de tortura diaria y abuso. Su madre murió mientras la transportaban
a Silesia, donde tu padre hace que procesen a sus prisioneros. El campo donde
estaban ya no existe. Él dirige una tienda de telas en Sanctu.
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El Club de las Excomulgadas
Carina. No disminuyas lo que hizo con tu culpa. Ella eligió su camino, y lo siguió
con dignidad.
Sin querer, volvió a besarla en la frente antes de dar un paso atrás. El sabor
de ella estaba en sus labios, maldita fuera. Ahora la conocía, y no podía alejar la
pena y la sal de su boca.
—Estoy haciendo pan tostado y el agua está hirviendo para hacer té.
Rompamos nuestro ayuno y brindemos por la muy buena y valiente Claira.
Él quería hacerlo mejor. No era dura como él, no cabía esperar encontrar
A Carina le dolía la cabeza. Quería llorar pero sabía que perdería totalmente
el control si lo hacía. Pero quería que él supiera, al menos parte de ello. Con lo que
ella había crecido había hecho que sus pensamientos se inclinaran hacia caminos
que probablemente nunca comprendería.
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—Aquí. En el Imperio y en mi familia. Siempre está en mí. La expectación
de que un día escucharé que alguien más que conozco o amo simplemente se ha
ido. Me ha ocurrido tantas veces que sólo es algo que he aceptado.
Dividiendo el pan entre los platos, ella sacó el servicio, y él trajo la carne.
Había habido algo de fruta enlatada y la simple comida era lo que ella necesitaba.
—Temo que las próximas noticias que escuche sean sobre mi madre —soltó,
necesitando decirlo en voz alta.
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—Tus manos están frías. Ven —se deslizó hasta quedar junto a ella.
Tomando sus manos en las suyas, inclinó la cabeza y se las levantó, soplando su
cálido aliento sobre su piel.
—¿Por qué tengo la impresión de que eres experto en juegos de azar? —Alzó
su taza—. Por Claire.
Ambos bebieron.
—Buen punto.
*****
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Rompió el contacto visual y se movió hacia el hueco del baño para
cambiarse.
—Propongo que durmamos las próximas tres horas. Va a ser un largo viaje,
y deberíamos estar lo más descansados posible.
—¿Daniel?
—Duérmete, Carina —lo último que quería era volver a alguna discusión
íntima con ella tan tentadoramente cerca y cálida. Había doblado las mantas para
que encajaran entre ellos, pero seguía muy cerca, lo suficientemente cerca para
olerla.
*****
—No. Tuve otro sueño corto. Queda tiempo —él rodó para sentarse, y el
aire frío entró por debajo de las mantas.
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—No lo creo. Tal vez el tiempo se pasa diferente en tu ’Verse. Pero aquí
usamos relojes. El mío dice que han pasado nuestras tres horas.
—Tengo un muy buen reloj interno —se fue a lavar la cara y notó que su
piel se había puesto muy pálida y su pelo muy oscuro. Después de que las píldoras
hubieran hecho efecto, sus ojos habían pasado de verdes a marrones. Añadió una
cicatriz en su cuello, llevándola hasta su oído.
—Eres un dolor en el… —sus ojos se abrieron mucho—. Eres muy bueno en
—Es muy hermoso —dijo antes de poder decir algo cuerdo y profesional—.
Quiero decir, seguirías siendo hermosa con el pelo corto y…
Ella le puso dos dedos sobre los labios y se congeló, antes de alejar la mano.
Luego presionó sus labios contra los de él. No se había esperado eso, pero tampoco
pudo dar un paso atrás.
Sus labios eran dulces, tan dulces como el beso. Una suave exploración de
su boca con la de ella. Al principio. Era tan inocente como inesperado. Lo atrapó,
tanto como lo había hecho su sabor. Estaba cálida contra él, relajada, obviamente
confiando en él más de lo que lo haría cualquier mujer racional. Su sangre surgió
con la necesidad por ella, con anhelo, demandando más.
Apretó los puños para evitar atraerla contra él, evitar acariciar la elegante
curva de su columna hasta su trasero. Un gruñido burbujeó desde lo profundo de
sus entrañas ante el recuerdo de la fantasía que había tenido el día anterior. Ella
suspiró, llevándolo dentro de ella.
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El Club de las Excomulgadas
Entonces ella se acercó más, sus dedos escarbando en el frente de su camisa,
moldeándose a su cuerpo y su lengua deslizándose dentro de su boca, lo que hizo
que él finalmente encontrara su cordura, a un metro de donde toda la sangre de su
cuerpo se había reunido.
—Tú estás a mi cargo. Tienes algo que podría salvar la vida de millones de
personas. Tú eres… apuesto a que eres virgen, ¿verdad? —Continuó sin una
respuesta—. Yo no. No soy un hombre agradable. Mato personas. Todo el tiempo.
Tú necesitas un hombre agradable. Un hombre gentil que pueda darte la vida para
la que fuiste criada.
—¿A dónde vas? Necesito tu ayuda con mi pelo —lo llamó ella.
—Dime cuando estés lista —se pasó las manos por el pelo, levantándolo de
punta.
—Ahora. Dioses, ¿tu madre te tiró de cabeza muchas veces cuando eras
niño?
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El Club de las Excomulgadas
—Eres bastante respondona —murmuró mientras daba la vuelta a la esquina
y la encontró en poco más que simple ropa interior—. ¡Oye! —Le dio la espalda—.
Estás desnuda. Dije que cuando estuvieras lista.
—¿Estás segura sobre esto? —pasó los dedos en medio del pelo, tan largo y
suave. Hermoso y femenino—. Si lo trenzas, puedes meterlo debajo de un gorro, y
nadie notará la diferencia. Las mujeres de todos los rangos tienen el pelo largo. No
tienes que cortártelo.
—Soy virgen, lo sabes. Pero eso no significa que no tenga deseos —se inclinó
hacia adelante, frotando su mejilla contra su pecho. Su pene dolía, pulsaba
mientras se ponía más y más duro en un latido enojado—. Lo hago. Tengo deseos,
quiero decir. Nunca he tenido la oportunidad de expresarlos y ciertamente no con
nadie como tú. No hay nadie parecido a ti, Daniel.
—Harías bien en recordar eso, Carina —apuntó al material que había dejado
en una repisa cerca del lavamanos—. Eres mi hermana otra vez. Te llamaremos
Carrie, y yo soy Neil. Somos trabajadores itinerantes, buscando seguir adelante con
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El Club de las Excomulgadas
los cargamentos de cereal. ¿Sabes algo acerca del trigo? Es un cultivo traído de la
Tierra, y sé que crece fuera de aquí. Somos de Suerte.
Se las arregló para alejarse limpiamente una vez que ella se giró para mirar.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Nueve
Cuatro días después de que dejaran finalmente Philos a salvo, no estaban
más cerca del territorio de la Federación. Él tuvo que ponerlos en transportes súper-
lentos y fuera de las rutas básicas, retrocediendo y avanzando para evitar llamar
demasiado la atención. Era un progreso tedioso; ansiaba llevarla de vuelta,
asegurarse de que estuviera a salvo. Tenía que correr como los infiernos antes de
hacer algo monumentalmente estúpido como follarla.
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El Club de las Excomulgadas
que estaba programado que llegara un poco después que el de ellos. Esperaba que la
suerte siguiera de su lado.
—Tienes que estar más pegada a mí —pero se dio cuenta de que le salió casi
como un gruñido. De manera irritante, ella se volvió y sonrió en su dirección con
esa femenina sonrisa conocedora, y se preguntó de dónde la había sacado. ¿Las
vírgenes ya tenían esa sonrisa? Notó que había cometido un error con ella, al
asumir equivocadamente que tener el himen en su lugar significaba que era
inocente sobre el sexo. No lo era. Necesitaba recordarlo.
—Estoy a tu alcance, Neil. Sabes que siempre estoy feliz de que me toques
—irrumpió ella en sus pensamientos—. ¿Dónde está nuestro transporte? —Pasó su
mano a través de su brazo. En vez de decirles a todos que era su hermana como le
había indicado, ella le había dicho a la gente que estaban casados y había
aprovechado cualquier oportunidad para tocarlo y actuar como una esposa.
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El Club de las Excomulgadas
—No empieces conmigo, mujer —trataba de ser ligero con ella, pero algo no
estaba bien. No le gustaba la sensación de las calles aquí. Se sentía demasiado
expuesto y la quería llevarla lejos y ponerla a salvo—. Tal vez deberíamos volver a
la casa de huéspedes. Puedo salir más tarde y ver si han llegado —la condujo lejos
de un grupo de indeseables que acababan de materializarse y que muy
probablemente eran la fuente de su agitación. Les dirigió una mirada sobre su
hombro mientras la escoltaba de vuelta por la orilla del mercado hacia la casa de
huéspedes donde se estaban quedando.
—De todos modos se está poniendo más que caluroso aquí afuera —ella
seguía sosteniendo su brazo mientras caminaban, y a él le seguía gustando, incluso
aunque sabía lo estúpido que era cuando no podía tenerla.
—Quédate detrás de mí. Usa esa arma si tienes que hacerlo; no te atrevas a
dudar. —Dio un paso adelante, poniéndola detrás.
—Parece que ustedes están un poco cargados de armamento —una boca con
pocos dientes formó una fea mueca de deleite en la cara del matón.
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El Club de las Excomulgadas
—Deberían hacer caso a mi advertencia y seguir caminando. No van a estar
complacidos con el resultado si traen una pelea a mi camino —Daniel no habló
muy fuerte, pero el que estaba a cargo lo oyó bien. Si aceptaba o no la advertencia
era algo totalmente distinto.
—Ahora bien, parece que tenía razón al pensar que podía hacerme cargo de
todos —apuntó con su barbilla hacia el hombre casi inconsciente que gruñía
sangrando a sus pies—. Ahora hay uno menos. Las probabilidades siguen
mejorando.
Ella sabía que estaba mal, muy, muy mal, que se sintiera emocionada y
excitada por el modo en que Daniel se comportaba en ese momento. Incluso peor,
que su corazón se acelerara cuando, con dos movimientos tan rápidos y suaves que
apenas los notó, hubiera dolor, sangre y heridas debilitantes.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Crees que eres inteligente? ¿Tirando de eso? —El otro hombre, el que
podría usar una barra de jabón y algo de agua, (la apestosa acidez de su cuerpo
flotaba hacia ella, revolviendo su estómago mientras empezaba a respirar por la
boca), sacudió su cabeza, y los otros se apuraron hacia ella y Daniel.
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El Club de las Excomulgadas
Los sonidos a su alrededor se desvanecieron mientras la llevaba,
aparentemente sin esfuerzo, subiendo tres tramos de escalera, hasta entrar en su
dormitorio.
—La próxima vez que te hieran, dímelo inmediatamente —la puso sobre la
cama, una que había negado a compartir con ella desde que llegaron, y se movió
para abrir el agua en el baño.
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El Club de las Excomulgadas
—Eres impresionante. Bloqueaste a dos a la vez, incluso lo golpeaste hacia
un lado. Si no hubieras hecho eso, yo habría sido herida mucho peor. Tú me
salvaste. Me has estado salvando.
Se puso de pie delante de él, bajando la mirada hacia este ejemplar épico
masculino arrodillado a sus pies. El agua acariciaba su cuerpo mientras lo hacía,
mientras miraba su mirada que se deslizaba por su cuerpo como otra caricia, una
Salió de la bañera buscando una toalla, pero él estaba allí antes de que ella
pudiera empezar, secándola en su lugar, su trato amable en un marcado contraste
con el hombre exterior, un hombre que llevaba la muerte como otro cuchillo oculto
en su cuerpo. Le puso una venda contra su piel, envolviendo una tela alrededor de
su torso para mantenerla en su lugar.
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El Club de las Excomulgadas
no sólo debido a la temperatura. Daniel la miró, miró sus pezones y un gemido
escapó de su boca.
Tenía la sensación de estar caminando por una línea muy delgada. Si hacía
un movimiento equivocado, él volvería a controlarse, y no quería eso. Quería que
se dejara ir, quería que la tomara.
—Maldita sea, Car… Carrie. Voy a hacerte daño —trató de rodar fuera,
trató de ver si la había herido, pero ella no se lo permitió. Sabía que si lo dejaba
deslizarse de vuelta al modo hacerse-cargo, nunca lo tendría.
Y ella lo quería tanto que cada célula de su cuerpo dolía por ello.
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El Club de las Excomulgadas
Eso lo dijo mientras deslizaba las manos desde el hueso de su cadera hasta
sus costados instruyéndola. Sus manos sobre su cuerpo le confundían el cerebro,
pero no tanto para no anhelar más.
Las manos que la habían estado restringiendo ahora la atraían hacia sí.
—Más —ella tiró, y ambos volvieron a caer sobre la cama. Lo miró a los
—No sólo eso. Todo. No estás hecha para un hombre como yo.
—Tú eres una princesa. Eres suave y femenina, y mereces ser mimada. En
caso de que no lo hayas notado, yo mato gente.
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El Club de las Excomulgadas
siento llena de nudos; necesito que lo arregles. Me puedo dar placer a mí misma.
Lo he hecho cada vez que dejas la habitación, y no es suficiente.
—¿Por qué me dices estas cosas? —Murmuró él, quitándose las botas con los
pies.
—¡He estado rogándote que me ayudes con eso! ¿Qué pasa si muero
mañana, y no he estado nunca contigo? ¿Si nunca te he tenido dentro de mí? —Le
puso su mejor cara, la más lastimosa que casi siempre funcionaba con los demás
—Eres un peligro —se bajó los pantalones, y ella exhaló bruscamente ante
su cuerpo tan audazmente expuesto a su vista.
Sus manos eran grandes y seguras mientras le ahuecaban el culo. Era mucho
más grande que ella. Normalmente, allá en su hogar, un hombre como Daniel la
abría asustado, pero esto era tan delicioso que no parecía tener suficiente.
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El Club de las Excomulgadas
Él se sacudió sólo un poco, más como vibrando mientras la besaba en un
hombro hasta el hueco de su garganta. La deseaba tanto que tenía que tomar el
control o arriesgarse a asustarla o herirla.
Su sabor era igual que ella: especiado, dulce, complicado. Giró la lengua en
el hueco de su garganta, lamiendo sobre el delicado borde de su clavícula. Ella se
arqueó, hacía suaves sonidos de necesidad mientras él luchaba por contenerse y
darle placer.
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El Club de las Excomulgadas
—Tú eres un problema, Daniel —le sonrió, sus ojos llenos de problemas
propios.
Debería haber mentido. Decirle el apellido que usaba en las misiones, pero
lo había llamado Daniel. Estaba desnuda, dándose a sí misma tan honestamente
—Por favor. Por favor entra en mí —Se retorcía, haciéndolo entrar en razón.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Sigues conmigo, dulzura? —Levantó la mirada hacia la magnificencia de
su cuerpo y su cara.
—Más de una vez. Voy a enterrar mi cara en tu coño, voy a lamer, chupar,
atormentar tu clítoris hasta que te corras por toda mi cara.
Bien.
—Eres hermosa aquí igual que en todos los otros lados —lo era, dioses, lo
era, y le había sacado capa tras capa de sus defensas. Lo dejó expuesto de un modo
con el que no estaba cómodo y aun así empezaba a anhelar.
Una larga y suave lamida quitó cualquier futura protesta de ella, y él se rio
interiormente.
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El Club de las Excomulgadas
Esto, estas lamidas y esta atención a ella con su boca, eran intensamente
íntimas. Tanta confianza para exponerse así a él y para que él la tomara; eso fue lo
que más le llegó. Se ofreció a sí misma, y él no se apresuró, no la violó, él probó,
saboreó y disfrutó cada momento. Daniel Haws la saboreó.
El modo en que la hacía sentir, estaba más allá de su capacidad para jadear.
El clímax se acercaba, sinuoso y candente, golpeó cuando él chupaba lentamente el
clítoris, algo que nunca había imaginado antes pero ahora seguro que no esperaba
vivir sin ello. Había escuchado a mujeres referirse a que gritaban cuando se corrían
y nunca había entendido la frase. Claro que se sentía bien tener un orgasmo, ¿pero
tan bien para gritar?
—¿Estoy lista ahora? ¿Para la parte de follar? —Preguntó, los ojos aun
cerrados mientras trazaba flojos círculos en el antebrazo de él.
8
N.T: se refiere al término pussy, en inglés gatito, pero en España en lenguaje vulgar se habla más de conejo, chocho, felpudo,
almeja... En Latinoamérica también sería concha.
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El Club de las Excomulgadas
probablemente el por qué suena tan sucio, por lo cual me gusta, así que no importa.
Estoy bien con eso. Realmente bien con eso. Puede que sea mi cosa favorita para
siempre.
Su sonrisa era algo que no había visto en él aún, algo que no había visto
dirigido a ella, nunca. La satisfecha sonrisa masculina, la que dice que sabe lo que
ha hecho, y que le gusta que te vuelva toda tonta.
—Deberíamos esperar.
Abrió los ojos, sabiendo que ella ocultaba algo. Sus músculos ondularon, y
la hicieron sentir una especie de vértigo. Así era totalmente cómo las mujeres se
confundían con los hombres. Ahora lo entendía, ¡pero la trampa había saltado!
Incluso sabiendo esto, cosas completamente tontas como los músculos la chiflaban
y la hacían reír tontamente, no podía soportar la idea de no tenerlo haciéndola
sentir de este modo.
—¿Has visto qué? —la voz era indolente, pero oyó el acero debajo.
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El Club de las Excomulgadas
—Nunca negué que fuera mandona, y tú me follarás, Daniel Haws. Lo exijo,
y simplemente eres un… provocador si no lo haces.
Ella resopló.
—¿Quieres saber la jerga para esto? —le ajustó un poco el agarre, le enseñó
un ritmo y eso la calentó, la hizo desearlo incluso más. Pero más que nada, quería
—Sí.
—Se llama hacer una paja. Los hombres se lo pueden hacer a las mujeres
también. Mi hermana es el tipo de mujer que… sólo un poquito más lento, sí, así
está bien… a mi hermana le gusta saber cosas, siempre leyendo, siempre
estudiando. Me contó que el término viene de la Tierra. Gracioso las cosas que
sobreviven.
—¿Has mirado mucho? —de algún modo la voz de él era más profunda. La
tensión era evidente.
—Un par de veces. Yo… quería saber, y era tan hermoso, incluso en un
patio a la luz de la luna.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, sucio, y debo decirte que apruebo efusivamente esta instrucción. Estoy
con bloqueadores de fertilidad. Tuve que hacerlo como preparación para mis
nupcias —hizo una mueca, y los labios de él se curvaron.
Esto no iba para nada en la dirección correcta. Gateó sobre él y se dio cuenta
de lo que quería decir y le gustó la idea.
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El Club de las Excomulgadas
rodillas —Le dijo, pasando las puntas de los dedos por sus muslos—. Pero no creas
que me dejo engañar por tu juego.
—No pensé que te engañaría, pero sonaba bien. Si sólo fueras un poquito
más tonto, yo te hubiera tenido. Creo que lo tengo desde aquí —ella se sentó,
dejando que sólo la cabeza se deslizara dentro—. Esta parte —rodó sólo un poco, y
chispas de placer se movieron trazando un arco atravesándola de un modo
totalmente inesperado. De un modo realmente bueno—, va aquí.
—Duele sólo un poco, pero la siguiente vez que me levante y vuelva a bajar
un poco más, ya no volverá a doler. Se sentirá muy, muy bien —esta vez, cuando
se empujó hacia abajo sobre él, la cabeza golpeó el pedazo de piel que técnicamente
la convertía en virgen. Entonces dolió, la presión de su polla dentro de su coño. Él
se sentía enorme.
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El Club de las Excomulgadas
cuando él embistió sólo un poco hacia arriba, pero lo suficiente para deslizarse a
través de la barrera.
Lo que fuera que le hizo a su clítoris, creció lento y profundo, y parecía que
la única manera en que podría obtener más, conseguir lo que necesitaba para
rascarse la picazón más profunda de lo que había sentido nunca, era dejarlo entrar
todo el camino.
Daniel levantó la mirada hacia ella. La luz del día que acababa tiñó su piel
—¿Te gusta esto? —ella puso sus manos sobre el vientre de él y se aplastó a
sí misma contra él en un movimiento circular que casi le voló la tapa de los sesos.
Él simplemente empujó un poco más hacia arriba mientras elevaba una ceja.
Sin duda. ¿Esperaba que le escribiera poesía o le cantara odas? Aunque con más de
esta sensación puede que se encontrara a sí mismo haciendo justo eso, o cualquier
otra cosa por el estilo, siempre y cuando ella siguiera envuelta alrededor de él.
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El Club de las Excomulgadas
—Me gusta bastante aquí arriba, Daniel. Estoy a cargo, y tú estás debajo de
mí con aspecto de una divinidad pervertida. Y yo soy la que te pervirtió —ella se
rio, y las partes de ella que se balancearon sólo lo hicieron gruñir.
—Una vez que te acostumbres a mí, volveré a estar a cargo —gruñó, y ella
quedó inmóvil, su risa muriendo en un aliento estrangulado. Él hizo una pausa,
preocupado por haberla asustado, hasta que los ojos de ella se abrieron más y
asintió.
—Sí, está bien entonces. Eso suena agradable. Creo que me gustaría mucho.
Con una mano, le tocó un pezón con el pulgar a ritmo con los círculos
alrededor y contra su clítoris mientras empezaba a encontrar las embestidas de ella
con las propias, con cuidado de no empujar demasiado fuerte.
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El Club de las Excomulgadas
que él se sentiría incómodo con ellas, sabiendo que ella no podría decirle
adecuadamente por qué eran lágrimas buenas.
Cuando salió, la envolvió con una toalla y trató de hacerla pasar de vuelta a
la habitación.
Él resopló.
9
N.T.: otra vez el término pussy.
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El Club de las Excomulgadas
—Yo tampoco, porque entonces me preocuparía por ella. Levántate para
que pueda enjuagarte mejor. ¿Tienes que ser tan alto?
—Te lo sigo diciendo, que no haya noticias es algo positivo. Si hubiese sido
ejecutada, lo más probable es que hubiera sido anunciado.
—Por supuesto. ¿Crees que eres la única que puede usar el encanto sexual?
Ahora, necesitamos salir de aquí al oscurecer. Contrataremos una nave privada.
Conozco a unas pocas personas que reservarán nuestros pasajes.
—No son contactos que quería utilizar a menos que tuviera que hacerlo.
Ahora es ese momento.
—No seas tan bebé. Tú lo empeoraste cuando me sedujiste. Te dije que esto
pasaría —luego le envolvió tiras de tela alrededor del cuerpo, manteniendo la
herida cerrada alrededor de la medicina y seca—. Elige un traje lo suficientemente
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El Club de las Excomulgadas
simple para que puedas cambiarlo. Vamos a cambiar de transporte en el siguiente
’Verse. No puedo arriesgarme a tenerte así ahí afuera.
—Molesta. Sí, esa es la palabra que estaba buscando —le entregó un bolso, y
ella lo levantó con su lado bueno—. Quédate quieta mientras te envuelvo el pelo.
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El Club de las Excomulgadas
si ella comiera de ese modo, se vería muy lejos de dura y esbelta. También se dio
cuenta de que su bolso era muy liviano.
—No necesitas cargar todo eso. Ahora vamos. Toma —le acercó dos armas
más, un pequeño blaster y otro cuchillo. Se inclinó, atando el estuche a su tobillo —
es bueno que estés usando este pantalón —le indicó el pantalón largo y con piernas
sueltas que ella había elegido el día anterior. Le permitía un mejor margen de
movimiento y eran más calientes que una falda.
—¿Quién sabría que necesitaría un mejor acceso para mis cuchillos, eh? ¿Por
qué eres otra vez el Señor Cara Cabreada? Además, puedo llevar unos pocos
vestidos. No necesitas hacerlo todo.
—Necesito mantenerte viva. Haré lo que tenga que hacer, para lograr eso.
Ahora mueve ese lindo culo y vamos.
—Debería.
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El Club de las Excomulgadas
Mientras entraban al espacio común cerca de la entrada de la casa de
huéspedes, vieron que un grupo de gente se había reunido. Había discusiones y
algunas lágrimas.
Daniel suspiró.
La mujer al lado del hombre que habló parecía asustada y tiró de su brazo.
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El Club de las Excomulgadas
Él prácticamente agarró a Carina y la sacó de la habitación, sin dejar que sus
pies tocaran el suelo mientras lo hacía. Muchos otros hicieron lo mismo, no
queriendo verse involucrados. Daniel lo odiaba, pero no había modo de evitarlo y
no había nada que pudiera haber hecho para ayudar.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diez
Una vez que llegaron dos vueltas más tarde al siguiente ’Verse, Andrei se
había encontrado con ellos en la ciudad portal, vestido como un chofer de
transporte público. Los había llevado lejos del portal hacia el distrito Lake, el cual
también estaba por encima de la línea de nieve.
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El Club de las Excomulgadas
arrinconado, pero no había otra opción. Habían pasado once días desde que la
había sacado de Caelinus, y cada día que no la tenían en territorio de la Federación,
era un día más que ella no estaba segura y cuanto más tiempo pasaran fuera, más
alta era la probabilidad de que fueran reconocidos.
Ella estaba pálida y la oscuridad que había bajo sus ojos le dijo que estaba
exhausta y probablemente aún un poco dolorida.
—Estoy bien.
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El Club de las Excomulgadas
—No, no lo estás. Sólo una siesta, no te perderás nada —Él sonrió, ya
conociéndola bien.
Ella había soportado mucho. Se las había arreglado para reservar pasajes a
través de un arriesgado contacto en el último ’Verse, pero había sido para ir dos
’Verses más cerca de Caelinus. Quería alejarse, pero ellos no los buscarían yendo
hacia el Center del Imperio. O eso esperaba. Habían dejado los entornos más
empobrecidos y caóticos de esos ’Verses del Edge Imperial con estos últimos
deslizamientos, así que esperaba que ella tuviera la oportunidad de descansar. Su
costado estaba casi curado, pero había estado concentrada en la seducción, y él se
había visto en apuros para resistirse, incluso aunque quisiera, lo cual no deseaba
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El Club de las Excomulgadas
demasiado. Se las había arreglado para evitarla y rechazarla rotundamente cuando
tuvo que hacerlo. Por el momento, parecía que ella había retrocedido ligeramente.
Pero en ese punto la conocía lo suficientemente bien para entender que
simplemente volvería y sería mucho más irresistible.
Ella era algo que no podía definir, pero se había convertido en algo esencial
para su vida. Volverían a compartir una cama, sabía que era inevitable, sólo
necesitaba vigilar su polla hasta que llegaran a algún lugar lo suficientemente
seguro para bajar la guardia. Esperaba que fuera pronto; había un número limitado
de masturbaciones con las que un hombre podía sobrevivir sin dañarse la muñeca.
*****
—Come. ¿Kava?
10
N.T: infusión similar al café.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Está bien? —movió la cabeza hacia el dormitorio donde Carina seguía
durmiendo.
—Peleó con cuchillos hace dos noches. Una emboscada por parte de
asaltantes callejeros. No corrió, ni gritó, no lloró. Usó su arma y se mantuvo firme.
Se manejó bien. Obtuvo una herida superficial. Me asustó como el infierno. Pero es
fuerte, Andrei, de un modo que no pensaba que tuviera en ella.
—La noche que la hicimos correr durante horas supe que estaba hecha de
algo fuerte. Pareciera como si un fuerte viento fuera a tumbarla, pero es fuerte de
Él se burló.
—Tampoco nunca has tenido antes una cargo como Carina Fardelle.
—No es un matrimonio. Ella significa algo para mí, pero estás haciendo más
de esto de lo que es. Llegará a Ravena y encontrará todo un mundo de
oportunidades a su disposición como jamás ha imaginado. Yo soy un capricho
pasajero.
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El Club de las Excomulgadas
gruesos en sus pies y un par de guantes sin dedos completaban el vestuario. Mujer
inteligente.
Ella lo golpeó con una mano cuando pasó por su lado, y él apenas ocultó el
modo en que inspiró para captar su esencia. Andrei no se lo perdió, aunque no dijo
nada.
—El tuyo sería mejor —murmuró ella y probó la sopa—. Muy buena. ¿La
hiciste tú?
—No, en absoluto.
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El Club de las Excomulgadas
—Intranquilo. Los Skorpios llegaron aquí hace cuatro días. Arrestaron a
muchos. Algunos desaparecieron. La población está bastante asustada, pero
también enfadada. Parece que los hombres de Fardelle han estado aquí demasiado
tiempo. Los mercs dicen que su portal aún no ha sido localizado, pero Fardelle
tiene dos de los suyos en marcha a lo ancho del Imperio.
—Estos mercs nos han ayudado varias veces. Tienen conexiones con
algunos de nuestros amigos al otro lado de la línea —Daniel dudó pero no dijo
nada más.
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El Club de las Excomulgadas
—Tu madre fue vista hace dos días en el patio del complejo —le dijo
Andrei, atrayendo su atención para alejarla de preguntarle a Daniel lo que se estaba
guardando—. Parecía ilesa pero tenía un séquito de guardias.
—Ha sido entonces un placer, mi señora, traerte algo de alegría. Sé que los
tiempos son difíciles para ti ahora mismo. Pero estás haciendo lo correcto, y ella lo
sabe —volvió la mirada hacia Daniel—. Tengo que empezara a moverme. Estaré
—¿Te vas? No hemos tenido mucho tiempo para hablar —Carina se echó
hacia atrás—. No te vayas. Está oscuro y hace frío. Quédate, come. Estoy segura de
que te puedes encargar de tus cosas secretas mañana. Hay camas extras, y pareces
exhausto. No puedes esperar hacer bien tu trabajo estando agotado.
—Eso está por verse. Si me necesitáis con vosotros, entonces sí. Sin
embargo, no siempre es necesario viajar juntos para ser de utilidad. Fue bueno
verte, Carina. Lo haré otra vez mañana. Por favor, tú también descansa y asegúrate
de que Daniel también lo haga —Levantó hacia arriba el cuello del abrigo y se puso
un sombrero mientras se iba.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Lo espantamos? ¿Le hicimos sentir que no era bienvenido? —Carina
miró la retirada de Andrei antes de volver a su comida.
—¿El tipo ridículamente atractivo, alto, con largo pelo oscuro y penetrantes
ojos azul pálido? —Aunque bromeaba, no estaba siendo falsa. Andrei tenía ese tipo
de personalidad oscura, atractiva y melancólica. Las mujeres querían curar a
hombres como él, se engañaban a sí mismas pensando que serían las que
derrumbarían esa misteriosa fachada y capturarían su corazón. Por supuesto, quien
era ella para juzgar mientras miraba fijamente otra versión de ese hombre y
esperaba con todo su corazón ser la que le importara de maneras que nadie le
—En cualquier caso, hará algo de trabajo y luego irá con ella. Ella le hará
compañía, y lo mantendrá caliente, también. Andrei no es alguien que buscarías
como compañía a menos que él quiera y cuando lo quiera.
Él resopló.
—Estoy seguro que lo haces. Como mi madre solía decirme, querer cosas es
lo que nos hace humanos, es bueno querer cosas. La vida privada de Andrei es sólo
suya, Carina.
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El Club de las Excomulgadas
—Eres tedioso cuando tratas de ser severo conmigo. Como señalas a
menudo, soy una princesa. Si la severidad de mi padre no me detuvo, ¿quién eres
para pensar que tú podrás?
Él se inclinó muy cerca, tan cerca que su aliento encontró los labios de ella,
y saboreó el suyo como respuesta al inhalar.
—Me gusta tomar a la mujer desde atrás, cuando está sobre sus manos y
rodillas o inclinada sobre algo como una mesa.
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El Club de las Excomulgadas
La respiración de ella se atascó.
—No sé si estás lista para eso —los dioses sabían que él no lo estaba. Una
cosa era follar con ella como lo había hecho la primera vez. Podía controlarse
mejor a sí mismo, controlar su necesidad, la insaciable necesidad de ella que vivía
en su vientre cada momento del día.
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El Club de las Excomulgadas
poderosamente el estilo Imperial de esta camiseta sedosa, transparente, y ajustada
en vez de un simple sostén.
—Estoy lista, Daniel. Sé que quieres creer que soy una tonta inexperta. Haría
más fácil usarme, instruirme, en lugar de hacerme el amor, hacerlo conmigo. Te
contienes. Incluso cuando estás vertiéndote dentro de mi cuerpo, te contienes tanto
que tus músculos vibran por ello. Puede que no tenga una gran cantidad de
experiencia práctica, pero soy lo suficientemente lista para saber que quiero que te
dejes llevar conmigo.
No había nada que hacer excepto aferrarse. Enredó sus brazos alrededor de
él, presionándose con fuerza mientras le saqueaba la boca. Su sabor grabado dentro
de ella, imborrable. Estaría ahí para siempre. Hasta su último aliento, sin importar
lo que ocurriera entre ahora y entonces, conocería su sabor, poseería parte de ella
durante toda su vida.
La expresión de él era de desafío, y ella supo que lo que hizo después debía
haber contado. Se estaba abriendo a ella, exponiendo parte de su vida interior, y
quería que él entendiera que ella quería eso. Que quería que la tomara porque
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El Club de las Excomulgadas
confiaba en él, porque la idea de ser poseída por él la excitaba hasta los dedos de los
pies, y no sentiría vergüenza por ese deseo.
—Todavía estás vestido —se lamió los labios para volver a saborearlo. Él lo
vio, miró su lengua deslizándose a través de la curva de su labio inferior donde él
acababa de morderla un momento antes.
Hizo una pausa, pero sólo por un aliento mientras estiraba una mano. Ella
la tomó, y la guio al dormitorio donde había tomado la siesta más temprano.
—Me voy a asegurar de que todo está seguro, porque tengo la intención de
darte toda mi atención una vez que empecemos en serio —presionando un beso en
su muñeca, dio un paso atrás y atravesó la puerta.
—Es práctico para las mujeres durante las noches frías, supongo.
Ella sintió la curva de sus labios sobre su cuello, sabiendo que bromeaba.
—Estoy bastante segura. Pero tú estás aquí y yo estoy aquí, y te ves tan
delicioso que estoy agitada por ello —movía las manos hasta que él las tomó con
las suyas.
—¿Tienes miedo?
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El Club de las Excomulgadas
Negó con la cabeza.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por eso, por lo que acabas de decir. Me honra que confíes en mí. Tú eres
hermosa y sí, te deseo.
Él tiró de ella hacia atrás, cerniéndose sobre ella con su peso sobre su codo.
—Shhh. Déjame hacerme cargo de eso —le dijo contra su piel y le besó la
base su seno y luego sobre cada costilla. Los labios sobre su vientre, la lengua
revoloteando contra su piel justo debajo de su ombligo.
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El Club de las Excomulgadas
Iba a volver a amarla con su boca. Abrió más sus muslos, sus dedos
agarrando el edredón mientras él metía su lengua profundamente dentro de ella.
Daniel no podía tener suficiente de su sabor. Del modo en que ella se sentía
—suave, caliente, cremosa— contra su boca. Su clítoris se levantó para él mientras
lamía a través de su coño, subiendo desde su entrada. Ella se arqueó, mostrándole
ansiosamente lo que quería. No era tímida con respecto a sus deseos, lo cual hacía
que sólo la deseara más.
Había querido esperar un rato por esto, pasar más tiempo preparándola,
pero en el momento en que chupó su clítoris entre sus labios, ella había explotado,
corriéndose con fuerza y ruidosamente, así que siguió lamiendo hasta que se calmó.
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El Club de las Excomulgadas
Ella se estiró, y él miró, gustándole el movimiento de sus músculos, el modo
en que sus senos se levantaban mientras arqueaba la espalda.
Él se rio.
Ella se ruborizó.
—Lo sabía. Eres una chica muy traviesa, Carina. ¿Te hacías correrte mientras
mirabas? —Su voz era baja mientras su piel estremecía ante el pensamiento.
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El Club de las Excomulgadas
No estaba seguro cómo ella se las había arreglado para sobrevivir en esa
familia con tanta honestidad.
—Justo así —realmente bien. Por lo que pareció toda una vida, se mantuvo
controlado, dejando que lo explorara, que aprendiera lo que le gustaba y lo que no.
Su entusiasmo era mucho más erótico que cualquier experta en la materia que
hubiera tenido.
Ella se echó hacia atrás, sus ojos desorbitados por un breve momento.
—Desde atrás.
—Te quiero sobre tus manos y rodillas —se puso detrás de ella. Dioses, qué
vista. Nada de lo que pudiera haber hecho en esta vida debería haber merecido
tener a esta mujer aquí, no en esta cama con él.
Estar ahí con él detrás de ella era tan erótico que se sentía desvanecer debido
a eso. Su coño le dolía, sus labios cosquilleaban por haberle lamido y chupado por
tanto tiempo como había hecho. Sabía que de este modo estaba totalmente
expuesta a él y se imaginaba lo que debía parecer desde su perspectiva.
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El Club de las Excomulgadas
—Pon tus manos ahí en la cabecera de la cama.
Ella accedió, estirándose hacia atrás tratando de hacer contacto con él. Una
mano sostenía su cadera, aquietando su movimiento, mientras la otra alcanzaba
entre sus piernas, las puntas de los dedos deslizándose a través de su coño,
subiendo hasta su clítoris.
—Guau.
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El Club de las Excomulgadas
Él se salió cuidadosamente y dejó la cama, volviendo poco después con un
paño húmedo para limpiarla.
—¿Te hice daño? —Su pregunta era silenciosa allí en la oscuridad. Oyó la
preocupación, la preocupación de haberla asustado con la manera brusca con que
la había tomado.
Carina se acurrucó contra él, tirando las mantas encima de donde yacían.
—Fue increíble. Nunca he sentido nada como eso. No me hiciste daño para
nada, Daniel. Me diste placer —y la hacía sentir segura, atesorada, que valía algo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Once
Daniel aligeró el paso a través de las calles de una ciudad que estaba un
poco alejada del lugar donde Carina dormía profundamente y de manera segura.
Andrei había aparecido en lo profundo de la noche, cuando rompía la madrugada.
Habían intercambiado un saludo, Andrei le dio una cabezada en su dirección y
Daniel se deslizó en la oscuridad.
Allí estaba. Todavía era de noche cuando se arrastró tres tramos de escaleras
y entró al piso que estaba al final del pasillo. El lugar era un desastre, pero no
estaba tan mal como para no encontrar lo que necesitase. Un parche cutáneo del
tamaño de su uña podría solucionar el problema. Aquellos que conocieron al
hombre, quienes le odiaron en secreto o en público, menearían sus cabezas y
Daniel recordaría la pérdida. Su agente, una mujer llamada Leal quien hizo
su trabajo con honor y destreza, había estado allí para limpiarles el camino a él y a
Carina. Ella había confiado en este pedazo de basura quien había sido su fuente en
ocasiones anteriores, y luego se volvió contra ella, vendiéndola y consiguiendo que
la torturaran y fuese asesinada por soldados Imperiales.
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El Club de las Excomulgadas
El sol había comenzado a levantarse y, cuando abrió la puerta, el calor le
golpeó primero, dándole la bienvenida de nuevo, y luego olfateó kava y algo tan
delicioso que su boca se hizo agua.
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El Club de las Excomulgadas
—Tenía algunos asuntos que atender. No te dejaría. Andrei estuvo aquí todo
el tiempo que yo no lo hice.
La sacudió una vez porque estaba siendo ridícula pero arruinó su acto duro
besándola profundamente.
—Eres un sinvergüenza.
Él gimió.
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El Club de las Excomulgadas
—No sé qué pasará cuando lleve de vueltae sana y salva.
Se enderezó y le dio una mirada altiva. Esa era la Carina Fardelle que se
había encontrado por primera vez. Tan fuerte, majestuosa, sexy y cabreada
también.
—Ahora me estás insultando nuevamente. Una vez más, y patearé tus bolas
hasta tu garganta. ¿Cómo te atreves a decirme como me siento, como si fuera una
jovenzuela? No tienes derecho. Sé cómo me siento. Puede que haya sido virgen,
pero no soy una simplona. ¿Crees que no conozco mis propias emociones? ¿Puedes
quedarte ahí y decirme eso a la cara? ¿Después de lo que hemos compartido?
Vuelve a pensar, Daniel. Estoy aquí para quedarme. Acostúmbrate a ello —besó su
barbilla y salió de la habitación indignada.
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El Club de las Excomulgadas
Sin embargo su olor se aferraba a su piel; la sensación de su cuerpo contra él
aún estaba en su memoria. No podía recordar la última vez que había dormido, que
había pasado toda la noche con una mujer con la que hubiera tenido relaciones
sexuales. Tenía ganas de ella, se preocupaba por ella, la deseaba, pero había un
largo camino entre eso y algo permanente cuando regresaran al Center.
—¿Andrei?
—¿Quiénes somos sin la risa? —su voz era tranquilla y llena de una emoción
que no podía nombrar, y ella supo que no se lo diría.
—Te tengo a ti, Carina. Que es más que suficiente para cualquier hombre,
incluso sin la mitad del Imperio a nuestra estela —Daniel entró en la habitación,
pasando a su lado, parándose cuando vio lo que ella estaba haciendo—. Tus manos
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El Club de las Excomulgadas
se van a agrietar. El jabón es fuerte —tomó la camisa y le aclaró las manos,
secándoselas y dejándola nuevamente confundida. Hace un minuto estaba
fingiendo que era sólo otra mujer, y al siguiente hacía este tipo de cosas. ¿Eran
todos los hombres así? ¿Era algo estándar junto con el pene?
¿Significaba eso que era su mujer? ¿Por cuánto tiempo? ¿Por un rato? ¿Para
siempre? ¿Significaba que no tenía una mujer, pero dormía con ella? ¿Qué
significaba?
Él se rio.
—No tengo ni idea de cómo te las arreglaste para evitar ser asesinada. Puedo
ver todo lo que sientes en tu cara.
—Me hice una promesa mientras hacíamos el primer viaje al portal. Que me
haría a mí misma el honor de sentir y tener emociones, y cuando la gente a mí
alrededor lo merezca, lo compartiré con ellos.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Es lo que tenemos? ¿Una relación romántica? ¿Soy tu mujer? ¡Porqué
vacilas, por el amor de dios! Actúas como si estar conmigo fuese terrible, pero no te
comportas así cuando te estás acostando conmigo, o secando mis manos.
—Eres ridículo.
—Eso sigue sin explicar por qué retrocedes como si te hubiese golpeado o
algo así. No es que no necesites una buena paliza, tú culo-inteligente.
—Dioses, eres violenta. Retrocedí porque la gente no habla así. Las mujeres
sólo no exigen saber qué significan para el hombre. Eso no se hace.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel abrió su boca solo para volver a cerrarla. Ella había simplemente
borrado la sangre de su ropa, sabía que era consecuencia de su trabajo y sin
embargo, con ella, era diferente. Era amable y cariñoso, era como un secreto que
ella llevaba. A ella le gustaba incluso cuando pensaba que era completamente idiota
por no reconocer lo inevitable.
—Puedes volver dentro, Andrei —le llamó Daniel. Poco después, este dio
un paso dentro y tomó otra taza de kava antes de tomar otro plato de comida. Le
pareció haber detectado diversión en sus ojos, pero no lo podía asegurar.
Silesia era el último ’Verse antes del Edge y del comienzo de los territorios
de la Federación. Era su cara al público; estaba limpio y funcionaba bien, buena
cantidad de comida, una gran calidad de vida. Por lo menos cerca de la ciudad
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El Club de las Excomulgadas
portal. Alejándose unos pasos, la historia era totalmente diferente. Allí fuera las
cosas eran menos pintorescas. Un desastre escasamente vigilado de ’Verse donde
reinaba el caos con más frecuencia que la calma.
—Timus Barley, uno de los ministros de mi padre, le dijo muchas veces que
mandase a los Skorpios a Silesia. No podemos mantener a los colonos allí, ya lo
sabes. No tienen policía de la que hablar. Hay demanda de agua, pero por alguna
razón él no podía ser molestado —a ella le parecía un desperdicio solamente no
pulir una parte de un ’Verse tan grande.
—Tú no eres él, Carina. No asumas una culpa que no es tuya —Andrei se
levantó—. Tengo armas. Voy a cargar el transporte. Papeles nuevos para ti —arrojó
un paquete sobre la mesa.
—Sutil.
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El Club de las Excomulgadas
Ella metió algo de comida en una mochila. Daniel volvería a estar
hambriento antes de alcanzar el portal, así le podría ofrecer un tentempié y
contentarle. Esperaba. Nunca podría asegurar cuando estaría contento o molesto
porque ella estuviese ayudando. Realmente, este hombre en ocasiones era un
rompecabezas.
—¿Qué es sutil?
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El Club de las Excomulgadas
—Grr. Bueno, eso está bien. No es tu punto fuerte. Eres tan rudo. ¿Dónde
está el hombre que me despertó la pasada noche para amarme? ¿Hmm? Me gustaba
mucho más aquel hombre que este.
—Sí. Pero eso fue solo una de las cosas buenas de besarte —y así, comenzó
a transportar las cosas hacia el vehículo.
Recorrió la casa, asegurándose por última vez que no se dejaban nada atrás.
Expulsar toda esa energía la dejó sintiéndose mejor, aunque tenía que admitir que
el beso fue la principal razón de que mejorase su humor. No es que lo fuese admitir
ante Daniel.
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El Club de las Excomulgadas
—Nunca se me ocurriría. Eso sólo nos hará una pareja de casados más
convincente.
—Ríe mientras puedas —uno de estos días ellos serían una pareja de
casados, solamente que él era demasiado masculino para saberlo. Embarcó la
última, dejando que Andrei la ayudara a subir en el medio de transporte. Ahí fue
cuando se dio cuenta que Daniel estaba llevando una pistola en la funda de su
hombro. Hoy no estaba tratando de ocultar su fiereza como había hecho hasta el
momento.
El viaje fue largo y no siempre por las mejores carreteras, pero el paisaje
—Cuando era un crío, vivíamos en el medio del desierto. Hacía tanto calor
en determinadas épocas del año que a veces no podías estar fuera más que unos
minutos por miedo a un golpe de calor o a quemaduras de las que ni siquiera la más
fuerte de las lociones te podía proteger. La nieve es algo divertido. Un milagro.
—Siempre pensé que Ravena estaba cubierta por metrópolis separadas por
grandes extensiones de paisaje natural. Lagos y cosas similares.
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El Club de las Excomulgadas
son muy hiperactivos, lo que lo hace muy cálido todo el año. Sólo cierto tipo de
vida vegetal puede crecer de esa manera.
—¿Qué tipo de trabajo atrajo a los hombres hacia allí? ¿Los mantiene allí?
¿Qué hacías cuando vivías allí? —sabía que su aluvión de preguntas le entretenía,
pero fiel a su promesa de enseñarle acerca del mundo, él le respondió.
Él ladeó su cabeza.
—¿Explica muchas cosas? Pfff. Los chicos que viven en el complejo y en los
pueblos de alrededor sólo pueden asistir a la escuela si sus padres pagan una cuota
trimestral. Los granjeros y los mercaderes se lo pueden permitir tranquilamente, y
las escuelas son muy buenas. Sin embargo los peones lo tienen más difícil. No
pueden pagar las cuotas, y sus hijos siguen siendo analfabetos. Monté una escuela
para esos niños de padres que no tenían los suficientes créditos para poder pagar.
No era nada lujoso. Leer y sumar. He sido capaz de conseguirles a algunos
pequeños trabajos en los alrededores para que puedan cubrir la diferencia y entrar
en una escuela adecuada.
—Eso es lo que mi padre solía hacer. También enseñaba a ese tipo de niños.
La educación en la Casa Lyons sólo es pagada hasta los diecisiete años. Es un
cabrón en muchos sentidos, pero cambió la vida de muchos niños.
Se encogió de hombros.
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El Club de las Excomulgadas
—No de una manera que yo consideraría positiva.
Le permitió guiarla de vuelta, pero una vez que estuvieron dentro y puestos
en marcha de nuevo, se apoyó en él. La acomodó, diciéndole que tenía que tener
acceso a su arma, pero manteniéndola cerca.
Por supuesto, ella los había dejado. ¿Quién les enseñaría ahora? ¿Qué
pasaría si la información que tenía permitía a la Federación derrotarles e invadirles?
¿Había cometido un error que perjudicaría a millones de personas?
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El Club de las Excomulgadas
—Claro que lo es. Llegaré antes de que alguien te mate.
—Me pregunto si tienen jardines en las azoteas. He visto gente allí —dijo
ella con voz divertida con la sobria y arrogante fachada que mostraba cuando se
encontraron por primera vez. Y lo dijo de los guardias que había en las azoteas.
Inteligente y sexy, su Carina.
—Quédate junto a mí —le dijo a Carina—. Nunca se sabe qué tipo de vida
salvaje hay allí —Trató de poner pucheros cuando él tomó su bolsa, pero no le
importó. Ya había sido herida en una pelea con cuchillo, y quería asegurarse que
ese episodio no se repitiese. Iba a dejar que la ayudase, iba a escucharle y eso era
todo.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel tomó la delantera mientras que Andrei tomó la parte trasera,
manteniendo a Carina directamente entre los dos. El bosque a su alrededor estaba
extrañamente tranquilo, el único sonido era el crujir de la nieve bajo sus pisadas.
Había hombres por allí, observando y esperando. Lo sentía en su piel. La cautela,
que no hostilidad, le sentaba a la perfección.
—¡Alto ahí! —Delante del camino un hombre gritó con la mano en alto. Su
andar era aparentemente casual, pero Daniel reconocía a un guerrero cuando lo
veía. Los ojos de aquel hombre eran los de un depredador, y llevaba armas con él.
Daniel asintió.
—Hola. Estamos buscando las cascadas. Nos enteramos por uno de los
habitantes de la zona, Duan, que son algo digno de ver.
—Seguro que las necesitas. Pero ambos sabemos que eso no va a pasar.
Tienes mi palabra de que no vamos a sacar nuestras armas a menos que seamos
provocados —Daniel se mantuvo de pie, con las piernas abiertas, preparado para la
violencia, pero ofreciéndole al otro hombre una vía de escape digna.
—No te conocemos.
Dos hombres flanqueaban al hombre en frente de Daniel y sabía que tras él,
Andrei estaba a su espalda. Sólo esperaba que Carina hiciera caso a lo que le había
dicho y se estuviera callada.
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El Club de las Excomulgadas
¡Y ahí estaba su puñetera voz! Quería girarse para mirarla, pero solamente
años de trabajo le permitieron mantener la compostura y seguir encarando a los
otros hombres.
Carina sabía que cara estaba poniendo Daniel, incluso aunque no lo pudiera
ver. Pero esto era una estupidez. Vio al hombre más mayor de pie a un lado,
reconociendo las marcas en su rostro.
—Visité una vez Ulta. Es muy bonito. Nunca había visto unas aguas
termales así antes.
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El Club de las Excomulgadas
siempre serán chicos, así que apostaría que habrá algo de negocio en este viaje, pero
supongo que de esta manera es más seguro.
—Hey, los de ahí, sigamos moviéndonos —el viejo llamó a los otros hacia la
cabecera del grupo, esta vez en la lengua común en vez de en su lengua materna—.
Tenéis un lugar al que ir; tenemos un transporte para llevarles. Hay bastante de los
nuestros para hacer frente a cualquier problema si alguien rompe su palabra y saca
un arma.
El hecho fue, que no estaba preparada para lo que vio después. El portal
privado de su padre estaba ahí, a la intemperie y custodiado por sus tropas.
Mientras trepaban la colina, vio un dosel de árboles, pero cuanto más se acercaba,
Dos naves de tamaño medio, esperaban ser abordadas. La energía del portal
se extendía por toda el área. No era de extrañar que los mercenarios tomaran la
ciudad y se establecieran alrededor de este espacio. No había manera de que algo
como esto pudiese pasar desapercibido para un transeúnte.
—Aquí vamos. Listo para abordar. Tenemos una dotación completa, así que
una vez estéis instalados, partiremos —el hombre con el que ella había estado
hablando le hizo un gesto hacia la rampa entrante en el barco—. Buen viaje,
señora.
—Gracias.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel. Desgraciadamente, Daniel trabajando era aún más taciturno de lo que era
normalmente.
—Te veremos después de que se ponga en marcha. Hay una cantina aquí;
podemos disfrutar de una comida luego.
Se sobresaltó, sorprendida.
Tragó saliva y trató de no sentirse acorralada, fallando. Pero era una clase de
delicioso no-miedo. Anticipación. ¿Qué le haría a continuación?
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El Club de las Excomulgadas
—Tú llevando un cuchillo en la pantorrilla me enciende —deslizó una mano
por su pierna, debajo de los pantalones.
Debería haber sentido como sus músculos se tensaban con tanto nivel de
ruido. Era mucho mayor que las otras veces que había viajado. Los accidentes en
los portales no eran extraños, y cuando sucedían, solía significar la muerte de todas
las personas a bordo.
—Uh —le pellizcó el pezón y sus ojos querían cerrarse, pero su cara estaba
justo encima de la de ella, y la visión de sus ojos tan encendidos por la emoción la
detuvo. Se las arregló para formar palabras tranquilas con las que responderle, pero
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El Club de las Excomulgadas
su cuerpo clamaba por más de él—. Lo aprendí cuando era niña. Mi madre es de
Ulta. Mi acento debería ser diferente del suyo, pero la criada de mi madre también
es también Ultana; ella lo habla al igual que las personas de allí.
Ulta era un ’Verse de la parte más lejana del Imperio. Conocida por sus
aguas termales, enormes océanos y ciudades flotantes, no solía ser visitada por
nadie, mucho menos personas de fuera de la Federación. Fue entonces cuando
recordó lo que había estado pensando antes de que hubiesen llegado.
—¿Ah sí? ¿Ahora eres una experta en lo que hacen las mujeres y en sexo?
—Tras pasar tiempo con cabrones exasperantes, debería ser una experta en
ello.
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El Club de las Excomulgadas
—Nunca dije eso —trató de explicarse. Finalmente levantó la vista hacia
ella, y la culpabilidad se coló en sus entrañas al ver la expresión de su rostro. Como
un extraño. Él había tomado lugares de ella que nunca habría imaginado, lo había
hecho con sus manos, boca y polla. La conocía de maneras que nadie nunca la
había conocido ni nunca lo haría. La hizo sentir valiosa, querida. Ver esa expresión
vacía en su rostro le dolía hasta la médula—. ¡No me mires de esa manera! No estás
siendo justo. Te dejé tener tu espacio para decirme o no sobre tus cosas.
—Cariño, por favor dime qué pasa. Incluso si no lo puedo solucionar del
todo, compártelo conmigo para que pueda quitarte algo de carga.
Escuchó, y ella esperó, cada vez más nerviosa con cada momento de silencio
que pasaba.
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El Club de las Excomulgadas
Finalmente le dijo:
—Puede. No lo sé.
—No puedes tener las dos cosas. Si te hubieras quedado quieta, ¿qué habrías
podido hacer? Te podrían haber mantenido como una prisionera virtual. Los dos
Ella le acarició la mejilla. Tan tonta, había sido tan tonta como para no ver
que si alguien podía entender sus sentimientos, ese sería este hombre que hacía esas
elecciones todos los días. Como sería llevar a eso: la responsabilidad, la consciencia
de que no importa lo que hicieras, la gente sería herida, y aún así hacer la elección
que perjudicara menos a las personas.
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El Club de las Excomulgadas
—Pff. Oficialmente, esta es mi respuesta. Para que conste, y no dejes que
esto alimente tu ridículo ego, lo arreglaste —le puso sus dedos sobre los labios para
evitar que respondiese—. ¡Oh, cállate! Estás empeñado como el infierno en arruinar
momentos como este de suprema feminidad, y no voy a permitirlo. Lo arreglaste
porque me recordaste que nada es sencillo y por eso es que, lo que tú haces es
importante. Las personas normales no podrían soportar el peso de algo así, y tú lo
haces. Me ayudaste con una pequeña parte de eso por poner un ejemplo. Ahí tienes
—movió sus dedos lo suficientemente rápido como para darle un beso antes de que
él pudiera discutir.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Doce
Tras el caos que supuso instalarse, la mayor parte del viaje fue bastante
tranquilo. Habían dejado sus cosas en las cabinas y desembarcado rápidamente en
orden. Ya que estaba cansada y ligeramente molesta con él por su enfado antes en
el claro, había estado más tranquila de lo habitual, y por supuesto no había
consentido quedarse en la habitación mientras él conseguía alimentos para ambos.
Ni siquiera si Andrei se quedaba con ella. Maldita mujer.
Así que se había lanzado a buscar la cantina dispuesta para los pasajeros y se
las había arreglado para encontrar una mesa y algo de comida suficientemente
decente.
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El Club de las Excomulgadas
Abbie no lo permitiría de otra manera y porque quería compartir a Carina con
ellos, mostrarles que era capaz de algo más que sólo su trabajo.
No sabía lo que eso significaba. Pero sabía que la querría mañana y pasado
mañana. Sabía que quería ver lo que podrían tener una vez llegasen a Ravena, si
aún tenían algo.
—Cuando era niño, mi madre pasaba mucho tiempo en la cama, por lo que
jugaba a las cartas con nosotros cuando tenía un buen día —Daniel descartaba
cartas, Carina contuvo el aliento y luego robó del montón. Daniel sabiamente
ocultó su sonrisa.
—Hmpf —Carina reflexionó mientras miraba las cartas que tenía, dejando
dos—. ¿Sigues unido a ella?
—Lo siento —Lo dijo sin lástima, lo que significó que Andrei lo oyó, tomó
en serio y asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Esa es la vida de muchos niños —Se encogió de hombros.
—Un perdedor.
—Buena idea —Daniel también se levantó, y Andrei le miró con una ceja
alzada.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel asintió con la cabeza y le dio las gracias a Andrei, y entraron en su
propia habitación, encerrándose en el interior.
—Gente.
—Quiero eso. Muéstrame. Hazme sentir lo que tú sientes —Ella dio un paso
atrás y se sacó el jersey por encima de su cabeza—. Estoy aquí mismo
entregándome a ti. Tómame.
—Quítate la ropa y tócate. Quiero verte, quiero saber qué es lo que te gusta.
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El Club de las Excomulgadas
Él sonrió.
Daniel apagó las luces y colocó una silla al alcance de donde ella estaba
sentada en la cama. Totalmente desnuda, su piel enrojecida de excitación y de un
poco de vergüenza, supuso.
Ella deslizó sus manos desde su vientre hacia sus pechos, moviendo sus
pulgares hacia atrás y adelante sobre sus pezones, hasta que sus caderas
—Una tortura. Hermosa tortura verte tocarte así —Dijo entorno a un pezón.
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El Club de las Excomulgadas
¡Ja! ¿Una tortura? Él era realmente guapo y autoritario, y como que
rezumaba sexo ¿Y era él el torturado?
Comenzó a moverse hacia abajo, besando su vientre, pero ella le detuvo por
su cabello cuando no se paró ante su petición.
—No voy a ser capaz de satisfacer tu petición si sigues así. Voy a empezar a
reírme.
—Eres un controlador.
Se encogió de hombros.
—Lo soy.
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El Club de las Excomulgadas
Ella soltó una carcajada.
—Lo quiero todo, cariño. Dámelo —La miró a los ojos y comenzó a
moverse. La había tomado salvaje y cariñosamente; esto era intenso de una manera
diferente. Exigía todo de ella durante esos minutos que pasaban en la cama. La
expresión en su rostro no admitía suspiros reprimidos: quería oírlo todo, la quería
arqueándose y gimiendo, quería que experimentase hasta el último suspiro de
placer que él le daba. Y quería verlo.
Así que se lo dio, saltó del precipicio de su autocontrol y dio rienda suelta a
la pasión. Dejó que la vorágine de ese deseo entre ellos la arrastrase, confiando en
él para evitar que perderse por completo.
Cuando se inclinó para besarla, el pelo áspero de su pecho rozó sus pezones,
eso trajo un jadeo que se él apresuró a tragar. Piel contra piel, frotándose el uno
contra el otro, entrelazando piernas y brazos, le sentía por completo, se lo dio a él
que nunca apartó la mirada de su cara.
— ¿Qué?
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El Club de las Excomulgadas
Fue entonces cuando le chupó el clítoris, dentro y fuera, y ella se precipitó a
un orgasmo tan fuerte y profundo que estaba segura de nunca haber sentido algo
tan exquisitamente placentero. Apenas se dio cuenta cuando le dio la vuelta y puso
una almohada debajo de sus caderas. Y tras eso su polla estaba de vuelta,
empujando profundamente, provocando otra oleada de placer, prolongando su
clímax.
Se las arregló para colocar su culo más arriba, sobre sus rodillas, con sus
uñas clavadas en las mantas hasta que con un gemido gutural que sonó como su
nombre, él se corrió.
—Me gusta de esa manera —Dijo ella, refiriéndose a desde detrás—. Ahora
puedo dormir —Ella sonrió y se giró para verle mejor.
—Estoy bastante segura de que no quiero saber quién dijo eso. De cualquier
manera, estoy segura de que contigo me divierto más de lo que nunca lo he hecho
con una taza de leche —Dijo mientras él volvía a la cama. Se acurrucó contra él
antes de ir a asearse y vestirse. Estar desnuda con Daniel era una de sus cosas
favoritas, pero en ese momento hacía mucho frío—. ¿Cómo es tu madre?
—Lleva una panadería. Es una mujer agradable, una buena mujer que ama a
sus hijos y con un gusto horrible para los hombres.
Volvió a la cama con él, poniendo las mantas sobre ellos y pegándose al
cuerpo de Daniel.
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El Club de las Excomulgadas
—Cuatro hijos, es un gran grupo.
—Una vez tuve un perro que hacía eso. Me pegaba su enorme cabezota
hasta que le prestaba atención.
—Sabía que tenía suficiente con enfrentar a mi padre, quien era, es, un
enorme, egoísta y tramposo gilipollas. Simplemente supongo que nunca quise ser el
motivo de que se viera triste. Por lo que Abbie y yo, es una de mis hermanas, como
que acabamos dejando todo como estaba. Realmente no tuvimos mucha
oportunidad de meternos en problemas.
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—Se puso muy enferma, tan enferma que pensé que moriría. Mi padre, a él
en realidad no le importó. Dejó de venir a casa, y cuando lo hacía, solía traer a sus
pequeños protegidos con él. Ella lloraba y lloraba. Cuando era pequeño estaban
muy unidos, siempre riendo juntos, besándose y tocándose. Apenas la miraba, no le
importó que se estuviera desvaneciendo. Así que me enfrenté a él y le comuniqué
que nos íbamos. Me hubiera ido de todas maneras; ella necesitaba alejarse. Cedió y
nos mudamos a la capital. El vecindario no era un sueño hecho realidad. Nos
congelábamos de frío una parte del año, y nos agobiábamos de calor la otra. Pero se
puso mejor. Se puso mejor y rehízo su vida.
—Lo sé —Él no se disculpó, no dijo más, y eso era lo que ella necesitaba.
—Deberías dormir.
—Lo haré.
—Como he dicho, soy el mayor de las cuatro. Una de mis hermanas lleva
una cafetería, lleva el negocio con mi madre. La otra es un dolor en el culo —Él
sonrió y ella se rio.
—¿Es decir?
204
El Club de las Excomulgadas
—Es abogada y una agitadora. Tiene que saberlo todo. Dioses, las preguntas
que hace a veces. También es inteligente, fuerte, divertida —Inclinó la cabeza para
mirarla—. Se parece a ti en ese sentido.
—Soy tan poco adecuado para ti —Susurró. Habían estado hablando en voz
baja, a pesar del bloqueador11 colocado, sabía que él no quería correr riesgos.
—Yo juzgaré eso —Dijo con vehemencia. Los hombres eran tan tontos en
algunas ocasiones.
11
Algún tipo de artefacto para impedir escuchas.
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El Club de las Excomulgadas
Él bufó.
—En efecto lo harás. No tengo duda que harás lo que te dé la gana. Es parte
de tu encanto.
No podía creerse que le hubiese contado todo sobre su familia. Pero ella le
había preguntado, y le había gustado compartirlo con ella. Quizás era el hecho de
que había vivido en un estado de anonimato como miembro de los Phantom Corps,
pero ser conocido por alguien más que su familia o sus compañeros de trabajo
significaba algo para él. Eso significaba que ella le perseguía, que le quería como
algo más que el hombre que simplemente podía mantenerla segura y enseñarle un
par de cosas sobre sexo. Le comprendía mejor que la mayoría de la gente.
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El Club de las Excomulgadas
miraba y veía más allá. Muy poca gente lo hacía, lo que realmente no le había
molestado hasta que la conoció.
Conocía muy bien a los cobardes. Cualquiera que delatara a alguien por
créditos era un cobarde. Pero los cobardes hacían cosas desesperadas, lo que les
hacía peligrosos. Nadie daría un paso mientras estuvieran viajando; era muy
peligroso para el transporte y para los otros pasajeros a bordo. Andrei y él tendrían
que asegurarse de que su salida se realizara correctamente.
Era en ocasiones como esta, en las que deseaba que hubiesen optado por
algunos implantes que tenían otros operativos de las fuerzas especiales. La
comunicación mental entre miembros del equipo sería de gran ayuda justo para
esto, pero su gente ya desconfiaba suficiente del sistema, y muchos de ellos se
habían negado o expresado su miedo, por lo que lo había descartado.
Ahora, cuando regresara, tendría que ir con Ash Walker o con Sera Pela
para hablar de ello. Usaron los implantes en sus equipos de tres miembros con gran
éxito. Se imaginó que su gente entendería mejor lo que hacían, o no, viniendo de
207
El Club de las Excomulgadas
hombres como ellos, gente con la que se sentían más unidos que con los científicos
que crearon el implante.
— ¿Cómo lo sabes?
—Me ayuda a empezar cada día cuando estoy preparado. Pienso en las
Los brazos que ella enroscó a su alrededor le llevaron de vuelta con ella,
volviendo a tenerla cerca de su cuerpo en la tranquilidad de la noche, con el olor
del sexo en el aire. En un corto periodo de tiempo, se había acostumbrado a que
ella tuviese su cuerpo contra el suyo cada noche. Se sentía bien estar con ella. Le
tranquilizaba.
—Está bien —Ella le besó entre los omóplatos—. Espero que lo compartas si
necesitas ayuda.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Trece
Carina despertó en una cama vacía, pero no así el cuarto. Daniel ya estaba
levantado y vistiéndose. Observó, contenta con solo empaparse con lo guapo que
era, incluso mientras se preguntaba acerca de cada una de las cicatrices que tenía.
—Por supuesto que no —Sonrió y caminó hacia ella, dejando caer un beso
en su boca—. Dije que hacías un resoplido.
—Mi recuerdo favorito fue la primera vez que tú, nosotros, bueno ya me
entiendes.
Él se rio.
—Ese es uno de mis favoritos también. ¿Qué tal uno que no me involucre?
El tonto hombre no tenía idea de cuánto sentía por él. Todos sus recuerdos
favoritos eran de él.
209
El Club de las Excomulgadas
la parte de darme golosinas, aunque por supuesto, ¿a quién no le gusta un dulce?
Era una buena persona, muy divertida. Ella y mi hermano, mi hermano mayor,
eran muy cercanos. No creo que confiara en mi padre, pero nos adoraba y siempre
estaba de nuestro lado, incluso cuando no podía ganar.
—En otra ocasión, en una estación cálida, dejamos la casa y fuimos a Duim.
Hay un gran mar allí, ¿lo has visitado?
—Lo es. Tristemente tiene pocos peces, así que ahora hay prohibiciones
—Supongo que tienes razón. Siempre sentí que si de verdad estaba muerto,
lo sabría. Pero luego me digo que eso es algo tonto.
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El Club de las Excomulgadas
vivo era una cosa, realmente creerlo, subiéndolo de una tonta esperanza que
albergaba muy dentro a la realidad, era otra cosa totalmente diferente.
Significaba que tenía familia en el otro lado; pertenecía a algo más grande
que solo a sí misma, y eso hacia una diferencia para ella.
—Oh. Bueno, está bien —Salió de la cama y se aseó rápidamente con agua
apenas tibia.
—Gracias, señorita.
12
N.T: Fruta que no tiene una similar en nuestro mundo.
211
El Club de las Excomulgadas
—De nada. Gracias por ayudarme a no desperdiciar comida. Soy Carrie —
Asintió hacia la niñita, que con cuidado cortó en dos la fruta con una navaja
plegable, y le dio la otra parte a otra niña que estaba cerca.
Daniel se movió pero no dijo nada para interrumpir la escena. Sabía que
estaba vigilando su seguridad y confiaba en que no interferiría con ella al menos
que fuera necesario. Aunque, ya que era un fanático del control y un mandón, no
estaba enteramente segura de lo que clasificaba como necesario.
Se sentó en el suelo donde las niñas tenían un juego sin normas con aros de
metal y una pelota hinchable.
—Se llama springs13, y se juega así —Kell rebotó la pelota y tomó los
resortes de metal—. Primero uno, después dos, y así sigues. Tienes que agarrar los
resortes cuando la pelota está en el aire o pierdes.
Ahora que habían logrado hacer ese viaje y estaban esperando por el
siguiente, la observó mientras estaba sentada en un asiento a la luz del sol. En el
último transporte, hizo una nota mental para ver si Abbie podría ayudar a Carina a
13
N.T.: se podría traducir como resortes, rebotar, o primavera.
212
El Club de las Excomulgadas
encontrar una forma de trabajar con niños cuando la estableciera en Ravena. Tenía
algo, un don, y él quería que fuera capaz de usarlo. Solo los dioses sabían que podía
hacer una diferencia en las vidas de tantos niños si le dieran la oportunidad. Y le
daría un propósito y raíces en su nueva vida.
—Me di cuenta —Dos hombres los habían seguido desde el transporte hasta
el portal principal. Habían estado vigilando a Daniel, Andrei y Carina por algún
tiempo y no le gustaba. Al mismo tiempo, eran gente de poco fiar, así que era
—Tengo dos extras. Y te di tres para empezar —La sonrisa de ella era
traviesa—. Conociendo tu apetito gigantesco, una chica tiene que mantenerse
vigilante.
Andrei resopló pero no dijo nada. Daniel le clavó el codo en las costillas.
213
El Club de las Excomulgadas
Ella puso su cabeza en su hombro.
Sin pensarlo, puso los nudillos de ella en sus labios y se dio cuenta que se
sentía bien. Ella se había metido a través sus defensas en tan corto tiempo, pero
disfrutaba que le tomara el pelo en la forma que lo hacía. Eso significaba que no
tenía miedo. No estaba seguro de que le haría si alguna vez viera miedo de él en sus
ojos.
214
El Club de las Excomulgadas
Sus documentos se habían mantenido firmes en cada parada hasta ahora, y
Daniel agradecía a los dioses por tan buenas conexiones. Pero su suerte podría no
mantenerse por mucho más tiempo; sabía eso. Ya había tenido que despachar a
varias personas, había sido casi arrestado dos veces y Carina había sido apuñalada.
Solo porque casi estuvieran fuera del Imperio no quería decir que era tiempo de
dejar la vigilancia.
Concéntrate. Era lo que necesitaba en ese momento. Así que empujó todo lo
demás fuera de su cabeza al acercarse a los muelles hacia su transporte. El de ellos
era un crucero de tamaño decente. No una jaula con ocho personas en cada cabina
o peor, almacenados en enormes cuartos con literas hasta el techo. Tampoco era
lujoso. Cualquier extremo sería distinto al proceder de su personaje. Pero encajaban
justo en medio.
215
El Club de las Excomulgadas
En cambio, le sonrió pero siguió su camino, analizando el área, en donde
estaban las cosas, que se suponían que tenían que estar y donde tenían que estar, y
en su caso, el armamento que llevaba la tripulación. La cabina de él y Carina era
pequeña, pero no tan mala como había sido en el transporte privado. Una cama,
una silla y una mesa asegurada a la pared.
—¡Suéltame!. ¿Qué estás haciendo? —El hombre dijo sin aliento forcejeando
inútilmente.
—Si continuas con esto, vas a morir. Ahora, mi pregunta —La atención de
Daniel estaba sobre este hombre, en su pulso, en el sudor de su frente, y en sus ojos
que bailaban y se movían. El rugido de la calma se deslizó sobre él y presionó más
fuerte, cortándole el aire para subrayar su primer amenaza.
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El Club de las Excomulgadas
Se quedó así mientras la gente caminaba cerca sin ni siquiera echarles una
segunda mirada. Daniel presionó, llevándolo lo suficientemente cerca a desmayarse
antes de finalmente soltarlo mientras los primeros lazos de la muerte se enroscaban.
—Solo era que te veías fácil —El pánico del hombre apestaba.
No había habido nada más que este camino, pensó Daniel al continuar
217
El Club de las Excomulgadas
superficie, pero no le importaba. La protegería y era todo lo que importaba.
Confiaba en que él la llevara con vida a Ravena.
—Sé que has tenido frío —Se la ofreció en toda su azul y vibrante gloria—.
¿Es la correcta? Puedo coger otra si no te gusta.
Él sonrió.
—Vosotros dos vais a hacer que me duelan los dientes —Gruñó Andrei,
pero Carina atrapó el filo de su sonrisa. No era tan duro como quería que la gente
creyera. Debajo de ese suave exterior, vivía un cierto tipo de oscuridad. Sabía que
vivía también en Daniel. Pero ambos hombres eran mucho mejores de lo que ellos
creían ser.
218
El Club de las Excomulgadas
—Nyna es una de mis hermanas —Simplemente había empezado a
responder sus preguntas antes de que las hiciera, conociéndola tan bien. Eso la hizo
llorar también.
—Lo dudo. No que no esté segura que Nyna sea adorable, pero eres un buen
hombre, así que dudo que alguien sea demasiado bueno para ti.
Agachó su cabeza, dejando que su cabello, que había dejado suelto, cayera
hacia delante cubriendo su rostro.
Un hombre los encontró con la mirada, el mismo hombre que había estado
en el transporte mercenario, y palideció. Daniel le levantó una ceja y el hombre se
escabulló con prisa. Tenía el presentimiento que esta era la causa del enojo anterior
de Daniel.
Andrei dijo que quería tomar una siesta y Daniel quería ir a su cabina para
descansar, así que lo siguió diligentemente, sin importarle el hecho que estarían por
fin a solas.
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El Club de las Excomulgadas
Se detuvo y la volteó, con su espalda contra su pecho. Inclinándose, le habló
al oído.
—Mira hacia allí, al otro lado del atraque. ¿Ves a esa pareja cerca de los
tanques de agua?
Una de las manos del hombre se deslizó por dentro de la camisa del
uniforme de la mujer y ella se arqueó hacia él. Carina podía ver la boca de la mujer
abriéndose con un jadeo mientras levantaba su pierna, con su muslo en la cadera
del hombre.
220
El Club de las Excomulgadas
—Su coño va a estar jugoso ahora. Todo por él. De vez en cuando mientras
trabaje, se acordara de esos momentos robados y cuando se unan otra vez, va a
estar lista, abierta y mojada.
—Quiero que acabe, pero no quiero alejarme de ti. Me gusta tenerte para mí,
incluso si estamos siendo perseguidos por bandidos y soldados.
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El Club de las Excomulgadas
Algo acerca de cómo se veía, como había estado todo el día, dirigía su
necesidad. Después de la escena que habían observado, quería restregarse sobre él,
quería lamerlo, besar cada parte de su piel.
La cabeza de Daniel giró por lo bueno que se sentía con ella ahí,
retorciéndose contra él, su piel desnuda acariciándolo. Su poder era embriagador,
se lo merecía, merecía sus deseos y tomaba lo que ella quería. Eso lo atraía
enormemente.
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El Club de las Excomulgadas
La forma en que se había comportado mientras observaban a la pareja había
destrozado lo que quedaba de su distancia. Él estaba en ella, sobre ella, y ella estaba
bajo su piel en la forma en que sólo ella podía estar. Como una mujer podía mirar
una pareja acariciándose y aun parecer refrescantemente… bueno, no estaba seguro
del cómo. Pero lo era, era todo lo bueno, su luz, y él la sostendría con fuerza.
Tomó tres pasos, llevándolos a la pared más cercana, y acomodó sus piernas
de la manera justa para sostener su peso.
—¿Sí?
—Te estoy tomando. Más o menos. Lo que sea, quien sea que esté tomando,
esto está perfecto conmigo. Tengo esta necesidad… —Alargó la palabra con un
jadeo de placer— de ti. Pica sobre mi piel, te necesito tanto. El momento en que me
tocas, me miras, pones tu atención en mí, las cosas se calman. Debería sentir
vergüenza por lo que me haces desear, por cómo me haces sentir, pero todo lo que
siento es satisfacción y deseo en su lugar. Tú respondes a mi necesidad.
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El Club de las Excomulgadas
Él cayó, rodando hacia el abismo de lo que sentía por esta mujer. Profundo,
sin fondo, abierto tanto como podía ver y no podía sentirse mal.
224
El Club de las Excomulgadas
—Cada vez que estoy contigo no puedo dejar de notar como es de diferente
de la última vez, pero aun así intenso y sorprendente.
Abrió los ojos para ver su rostro, radiante y satisfecho, al removerse para
bajar de su regazo.
—Me temo que mientras tenemos más espacio aquí, el aseo va a ser menos
que perfecto.
—Supongo que tienes hambre —Logró decir al fin—. Déjame hacerte algo
para que te sostenga hasta la cena.
Le daba algo que hacer con sus manos al menos, algo para atraer su
atención para recuperar el control.
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El Club de las Excomulgadas
Él se acomodó, examinando su comunicador de bolsillo, así que lo dejó a
solas, poniendo la comida cerca. La sorprendió cuando la tomó de la mano y la
atrajo a él, acomodándola a su lado, todo sin una palabra.
Con ese pensamiento el sueño llegó, ese profundo sueño sin sueños que el
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Catorce
—Despierta —Daniel murmuró, sacudiéndola suavemente. Se había
dormido poco después de que salieran y lo había hecho durante todo el día. Había
estado durmiendo a ratos y él sabía que necesitaba el descanso, así que no la había
molestado, sólo la revisó para ver si estaba bien y la dejó dormir.
—¿La pasada noche? ¿He dormido todo este tiempo? —Se quitó el cabello
de su rostro y salió de la cama.
—Debías necesitarlo. —Trató de sonar casual, pero para sus propios oídos,
sonaba más como un amante que como un guardián.
—Hoy cubre tu cabello —lo dijo por instinto. Al decirlo, ella se movió
rápido para obedecer, envolviendo su cabeza en un pañuelo anodino, anudándolo
sin esfuerzo. Él se enterneció al verla envolver la bufanda azul que le había
regalado el día anterior alrededor de su cuello.
227
El Club de las Excomulgadas
Andrei se trenzó su cabello rápidamente y lo metió en su camisa negra para
que pareciera que lo tenía corto. Daniel había dejado el suyo volver a su color
normal y estaba contento de haberlo hecho.
—Deberíamos irnos y esperar para bajar. Sé que ella está ansiosa —Andrei
lo dijo al lanzar sus paquetes en el compartimiento.
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El Club de las Excomulgadas
Él se rio, sintiéndose solo entumecido al hacer todo lo que necesitaba hacer.
El ruido vino del fondo del pasillo a algunas cabinas de distancia. Gritando,
algunos chillando. El llanto de un niño.
Sin piedad cerró su dolor al oír el miedo del niño. No podía ayudar. Tenía
un trabajo y a alguien a quien salvar. Se levantó y se metió en el compartimiento al
tiempo que la puerta se abrió de un golpe y los soldados entraron en manada en el
cuarto.
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El Club de las Excomulgadas
Odiaba a los cadáveres. Eran pesados y difíciles de mover, y siempre estaba
la molesta cuestión de eliminarlos.
—¡Claramente tenemos que separarnos! —Ella siseó en su oído una vez que
gateó de regreso. Él ya lo había pensado pero no quería admitirlo ante sí mismo.
Los soldados estaban buscando a una mujer y a un hombre o incluso dos hombres.
230
El Club de las Excomulgadas
—Te amo también, a ti, enorme y descerebrado idiota. Ahora, encuentra la
forma de hacer este trabajo. Cuento contigo.
—Genial.
Esos minutos fueron los peores en su vida. Caminando fuera del transporte
con ella allí atrás, expuesta de una forma que nunca había querido, rompiendo su
corazón. Contuvo sus emociones sin piedad, las empujó lejos, muy lejos mientras
tocaba las calles pavimentadas.
231
El Club de las Excomulgadas
que siempre asociaba con los ’Verses Imperiales. Incluso cuando bebían y se
entretenían, la tristeza se mostraba en los ojos de los ciudadanos. Ni siquiera falta
de esperanza, ya que no tenían mucha para empezar, las cosas eran como eran y
era aceptadas por la mayoría.
Y el brillo se deslucía al alejarse del portal hasta que todo lo que quedaba era
el caos y la anarquía. La verdadera Silesia y por lo que a Daniel se refería, el
Imperio verdadero. Ciudadanos perdidos, maltratados y dejados para defenderse
por sí mismos, a menudo volviéndose los unos contra otros, o peor, contra el débil
que no se puede defender y no tiene ninguna esperanza que su gobierno lo haga.
Hasta ese preciso momento, nunca había sentido miedo por no completar un
trabajo. Simplemente lo hacía. Si la gente quedaba atrapada en ello, hacía todo lo
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El Club de las Excomulgadas
posible para protegerlos y largarse, pero si había algún impacto en los civiles, lo
aceptaba como una de las tragedias inevitables en lo que hacía.
Sí, ella no tenía la misma experiencia que él, y suponía que debería animarla
—Afectar el negocio, eso es lo que hacen. Ya vinieron aquí tres veces hoy.
Cada transporte que llega o sale es abordado. La cárcel está llena de gente. Este es
mi negocio; yo y mi hombre lo manejamos. No podemos permitir esta tontería.
Perdimos un pozo, me dijeron. El suministro del pueblo se fue a la nada. No
puedes llevar una cantina sin agua. ¿Qué pasó? Pregunté. Nadie lo dice. Hemos
sido registrados cada pocos días. La gente teme viajar ahora. El portal está cerrado
en Krater. Todavía. No podemos conseguir nuestros suministros habituales, así que
otros cobran caro. No sé lo que están pensando, pero como dije, afecta el negocio y
no me gusta.
El asintió.
233
El Club de las Excomulgadas
Una mujer entró, una que conocía muy bien. Lo vio y se dirigió a él
directamente.
—Me debes una bebida, Neil —Marame Fisk, una de sus agentes que habían
estado en el Edge por algún tiempo trabajando con los mercenarios locales para
localizar todos los portales rebeldes usados para traficar información y armas de
regreso a Fardelle.
—Mi hermana anda por aquí en algún lugar. Deberías pedir una más antes
de que llegue. Quizá dos si aún está tan enojada contigo como esta mañana.
—Un vino caliente para mi amiga, por favor —Su corazón se aceleró con la
mención de esta otra mujer que esperaba fuera Carina.
—Mi hombre me envió. Está por aquí en algún lugar. Llegará pronto —
Marame hablaba alegremente, pero sus pálidos ojos azules observaban el cuarto tan
agudamente como él seguramente lo hacía.
¿Su hombre? Se preguntaba con quién estaba, cuál de sus agentes la había
acompañado en el viaje. En cualquier caso, era bueno tener manos expertas en las
que pudiera confiar completamente sus espaldas. Lo más seguro era que fuera
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El Club de las Excomulgadas
Julian Marsters. Él y Marame trabajaban juntos muy a menudo y Julian era un
piloto dotado y uno de sus mejores luchadores cuerpo a cuerpo. Formaban un
equipo sólido; Daniel, Andrei, Marame y Julian. Usualmente trabajaban en
equipos de cinco, pero cuatro estaría bien. Los refuerzos definitivamente ayudarían.
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El Club de las Excomulgadas
Había tratado de engatusarla, tratado de alcanzarla y cuando lo hizo, se
echó hacia atrás y le dio con el puño de lleno en la nariz, mandándolo tambaleando
y tropezando. Una mujer llegó entonces, tratando de no reírse del hombre a quién
Carina había pegado.
Ella, también, había dicho que eran viejos amigos de Neil y otra vez, Carina
les había dicho que se fueran a la mierda. Tenía que ir a un lugar, el lugar donde
Daniel la esperaba. Carina sabía que estaría preocupado, sintiendo pánico al dejarla
hacer esta parte sola. Necesitaba llegar a él y ningún gigante y su hermosa
compañera mantendrían a Carina alejada.
Caminaron unas cuantas calles hasta una casita rodeada de árboles frutales,
y dejó ahí sus bolsas. El hombres se presentó como Karl, la mujer era May. Era esta
May la que había ido hacia Daniel mientras Carina y Andrei habían informado a
Karl, quien claramente no era un Karl, de lo que habían visto.
Toda la duda se fue cuando pudo verlo, todo su rostro cambió, se suavizó.
Se puso de pie y comenzó a caminar, y los escalofríos de deleite pasaron por su piel
por la forma en que la miraba sólo a ella.
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El Club de las Excomulgadas
La abrazó, y sintió que su propio miedo se desvanecía con el suyo. Todos
estaban bien, y después del miedo que tuvo desde que abrió los ojos esa misma
mañana, el conocimiento de ello le dejó las rodillas débiles.
Lo que importaba era que la amaba y sus brazos alrededor de ella, la manera
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El Club de las Excomulgadas
—Entrad —Dijo Karl, llevándolos a todos a través de la puerta principal y
dentro de la casa. Carina permaneció en silencio cuando Daniel no dijo nada. Le
dejaría saber cuándo fuera seguro hablar, aunque se moría por saber lo que estaba
pasando.
Se figuró que esta gente debería ser de Daniel; sus soldados o su equipo. No
había manera de que no estuviera a cargo, eso estaba muy claro. Primero, no estaba
siendo vana cuando asumía que enviaron sólo a los mejores a por ella. Llegar a
Caelinus debería ser peligroso, y como sabía por experiencia, era peligroso salir del
Imperio. Aunque más revelador, sin embargo, era la forma en que se dirigían a él.
Todos ellos. Una ligera caída de la mirada, la forma en que esperaban para que él
impusiera el ritmo y tono. Daniel era el jefe aquí, no es que esto la sorprendiera.
Era un hombre muy mandón después de todo. Lo que era muy bueno ya que ella
era una mujer muy mandona. Daniel Haws avasallaría a una mujer más débil, no
—Podéis hablar con libertad ahora —les dijo Karl cuando entraron en un
largo túnel, sellando el lugar donde acababan de estar.
—Gajes del oficio. Ningún daño permanente. Soy Julian, y esta es Marame
—Se dio la vuelta hacia Daniel e hizo una inclinación—. Estamos contentos de
veros a los tres a salvo.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel asintió, tocando el hombro de Julian por un momento.
Comenzaron a caminar por un largo túnel, las luces brillantes daban luz
amarilla sobre ellos, apagándose en cuanto pasaban.
Daniel se rio.
—Por favor. Te he visto noquear a Ellis sobre su trasero una o dos veces, y el
hombre es más ágil que un zorro y más grueso que el tronco de un árbol. Aun así,
es mejor no probarlo. Además, tu bonita princesa me agarró por sorpresa, pero no
dudó o se echó para atrás. Muy bien hecho.
239
El Club de las Excomulgadas
Pero nadie aparte de su entrenador le había dicho que era buena en combate; no
hubiera pasado, dada su posición.
Daniel, que había tomado su mano, la apretó una vez, con el fantasma de
una sonrisa en su rostro. Esto la hizo sentir aún más orgullosa.
—Después que las cosas se tranquilicen, espero verte por ahí. Podemos
hacer algo entonces —Julian se había dado la vuelta, caminando de espaldas para
decirle lo último, y lo agradeció. Lo haría, por supuesto, verla después cuando
regresaran a Ravena, porque estaría con Daniel. Le complacía en algún nivel
perverso estar provocándolo en su mente. Probablemente estaba molesto sin
ninguna razón que pudiera pensar justo ahora.
Carina se preguntó cómo sería trabajar con Daniel así a diario. Parte de ella
estaría aliviada de ver con sus propios ojos que estaba vivo. Pero verlo en peligro
todo el tiempo comenzaría a desgastarla y sabía muy bien que pedirle que no
siguiera sería tanto como pedirle que simplemente abandonara el trabajo en que
creía.
14
N.T: medidas de distancia futuristas que podrían equivaler a unos cuantos cientos de metros pero menos de un kilómetro.
240
El Club de las Excomulgadas
Ahora que el peligro había pasado, se acordó de preguntarle a Daniel acerca
de su hermano.
Ella asintió.
Marame contestó:
—Tu madre parece estar bien. Alguien fue ejecutado por ayudarte. Lo
siento. Pero no fue tu madre.
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El Club de las Excomulgadas
—No, y siento eso. Claira era una mujer valiente. No, un asistente de la casa
encontró a tu antiguo prometido muerto. Se suicidó, dejando una nota diciendo
que te había ayudado. Tu padre entonces ejecutó al jefe de la guardia de los
Skorpios por dejar que la traición de Alem quedara impune durante tanto tiempo
—Julian lo dijo desapasionadamente mientras tecleaba un código y usaba otro
rastreador de retina.
Sí. Ella se detuvo, dándose cuenta que no sentía nada más que alivio.
Estaba eso también. Miró hacia atrás por donde habían venido y después
hacia donde Julian estaba de pie, abriendo las puertas.
—No puedo creer que esto exista —Le indicó el túnel por el que acababan
de viajar.
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El Club de las Excomulgadas
—Esto es magnífico —Carina dio una vuelta en círculo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Quince
—Eres tú —Corrió hacia Vincenz, y él la atrapó en un abrazo. Era un
hombre, no el hombre que apenas había sido cuando lo vio la última vez.
Asintió.
—Ella me ayudó a salir. Usó toda su influencia, todos sus créditos, todo.
Entre YaYa y Mai, fui capaz de superar la línea y cuando lo hice, el propio
Wilhelm Ellis estaba esperando con Daniel.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel asintió con la cabeza en reconocimiento.
Marame les sonrió y Carina vio la mirada en los ojos de la otra mujer
cuando miró a Vincenz. Enamorada quizás, pero él no le correspondió. No parecía
darse cuenta. No había cambiado mucho entonces.
—¿Estarás aquí cuando regrese? —Lo haría, sabía que era una pregunta
tonta, pero tenía miedo a despertarse o darse la vuelta y que se hubiera ido.
—No lo sé. Sí, lo sé. Lo sé. Pero estoy asustada y tú me haces sentir segura,
me haces feliz y no quiero que eso desaparezca.
245
El Club de las Excomulgadas
—¿Quieres hacerlo?
Él sonrió.
Entrecerró los ojos, y él rio. Apretó su mano antes de llevarla a los labios.
Para él, frente de toda esa gente, esRo era tanto una declaración como si se hubiera
*****
Vincenz no dijo nada hasta que alcanzaron una pequeña zona del jardín
justo por detrás de donde habían entrado en la casa.
246
El Club de las Excomulgadas
que le pasó, pero no encontró nada —Le temblaba la voz. Trató de evitarlo, pero
estaba allí.
—Yo nunca podría haberlo conseguido sin ella. Ella lo arriesgó todo.
—Lo hizo de buena gana. Lo sabes. YaYa sabía lo que quería. No lo hubiera
hecho si no hubiera querido. ¿Dónde has estado? ¿Sabe Mai que estás vivo? No ha
vuelto a ser la misma desde que te fuiste. Y, luego, Petrus —Se giró hacia él—.
¿Sabías lo que le hizo a nuestro Petrus? Vincenz, ¿lo sabías?
—No hasta mucho después. Las noticias tardan algo de tiempo en llegar al
—Lo sé —Asintió.
—Gracias a Dios por eso. No tienes ni idea de cuántas veces ha salvado eso
mi vida desde que me alejó de Caelinus. ¿Qué estás haciendo, Vincenz? ¿Dónde
vives? Daniel dijo que los estás ayudando.
247
El Club de las Excomulgadas
el tiempo. La gente es diferente a como son en casa. Son abiertos. No todos los
’Verses en la Federación son así; algunos son como Nondal, que son, de lejos, un
hogar mucho más que otros ’Verses en los que he estado.
—Y la transmites a la Federación.
—Lo estás haciendo. No sé qué datos tienes en ese chip, pero la manera en
la que te está echando los perros, el flujo masivo de recursos para que regreses o te
maten me dice que eres la llave que dará la ventaja a la Federación en esta guerra.
248
El Club de las Excomulgadas
—Es demasiado tarde para eso. Me gustaría pensar que se puede. Conoces a
nuestro padre. Apostaría a decir que le conoces mejor que nadie. ¿Simplemente se
daría por vencido? ¿A pesar de lo que tienes?
Ella resopló.
—Probablemente no. Está tramando algo malo. ¿Has oído sobre todas las
explosiones y encubrimientos? ¿El portal cerrado? No puedo evitar pensar que está
conectado. Él está peor, ya sabes. Una vez te fuiste y luego Petrus —Ahogó un
sollozo y continuó—, una vez que Petrus estuvo muerto y no tuvo heredero
masculino, trajo más asesores. No es el único al mando en su oficina, Vincenz.
—Lo haré. Daniel dice que ese Ellis es un hombre brillante. Según parece
son más como padre e hijo, que jefe y empleado.
—Todos los Phantom Corps se comportan de esa forma con él. Están fuera
de tu liga, Carina. Esos hombres y mujeres realizan acciones oscuras.
¿Phantom Corps? El nombre parecía encajar con la gente que había conocido
hasta ahora.
—Estos Phantom Corps que tu Daniel posee y dirige, son sombras. Son el
viento seco y mortal que surge, y del que todos los animales corren y se esconden.
La lealtad que tienen a Ellis, el modo en él que es, sí como su padre, ¿es lo que los
hace tan eficaces?
—¿Cómo es esa oscuridad? ¿Un poco más oscura que cualquier persona que
cumple órdenes que la mayoría de la gente no tendría el coraje de hacer? ¿Estás
249
El Club de las Excomulgadas
insinuando que Ellis les hizo daño? ¿Los forzó? —A menudo, su padre usaba a la
gente y las cosas que le importaban a sus soldados para mantenerlos a raya.
—No tengo ninguna razón para pensar eso. Ellis es un hombre temible.
Alto, robusto, puedes ver la inteligencia en sus ojos, siempre pensando,
examinando y planeando. Pero, hasta donde he visto, tiene honor en lo más
profundo de su ser. Su gente le respeta porque lo merece.
—Así pues lo dijiste en serio arriba, aunque había esperado que fuera sólo
una broma. Estás enamorada de un hombre que mata para vivir.
—Lo estoy. ¿Te sorprende que sepa esto? Le vi matar a hombres para
salvarme. Más de una vez. Es también un hombre que salva vidas para vivir. ¿Qué
haces tú, Vincenz? ¿Rescatas a pequeños animales peludos ahora?
250
El Club de las Excomulgadas
—¡No es lo mismo! ¿No puedes ver eso?
Ella le abrazó
—¿Es esa una pregunta filosófica? Porque estoy bastante segura de que
nunca tendrías el descaro de sugerir que no sé lo que quiero.
Se echó a reír.
—¿De dónde proviene esa envidia en tu voz cuando hablas de ellos? ¿Es algo
entre Daniel y tú?
251
El Club de las Excomulgadas
bueno en lo que hago. Supongo que quiero alguien normal para ti. Un hombre que
esté en casa cada noche para meter a los niños en la cama.
Él era diferente ahora que en su juventud. Supuso que ella también. Lo que
habían vivido les había cambiado. Se percató que les llevaría tiempo conocerse otra
vez.
—No sabía que hubiera sido destinada para ser normal —Sonrió
débilmente—. Pero lo que tengo, bueno, es bueno y correcto, y estoy agradecida
por eso. Espero que puedas verlo. Espero que también puedas confiar en Daniel y
en mí.
252
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciséis
Daniel suspiró, sacudiendo la cabeza cuando ella gritó su te quiero. Él alzó
su mano, cortando cualquier pregunta mientras se adentraba en el área de la cocina,
sirviéndose una taza de kava y tomando un sorbo antes de hablar.
—Gracias por traerlo. Estoy seguro que ella se sentirá mejor, y él tiene
buenos contactos también —Sabía que Vincenz querría hablar con su hermana
sobre todo, incluyendo la despedida de Daniel que hizo cuando había salido de la
habitación. Daniel consideraba a Vincenz un amigo, aunque no lo veía con
frecuencia. Confiaba en el otro hombre, lo respetaba. En su lugar, Daniel había
sido hipercrítico de la relación de su hermana con Roman Lyons.
—Empecemos.
253
El Club de las Excomulgadas
manera, ya que fuisteis vistos por unos mercs que os vendieron. Uno apareció
muerto, imagínate eso —Julian se encogió de hombros.
—Espero que todos ellos aparezcan muertos antes de que finalice este año
estándar. Todos. Y. Cada. Uno.
Andrei asintió hacia Daniel. Tal traición no podía quedarse sin respuesta, o
lo harían todos al postor más alto. Si no tenían honor, el temor funcionaría
exactamente igual. En sus diecisiete años estándar haciendo esto, siempre había
encontrado que la amenaza de muerte, subrayándola cuando tenía que hacerlo, era
un instrumento eficaz contra un cobarde.
No era tanto que Daniel dudara de que Carina pudiera salir de allí, pero
temía lo que podría tener que ver para que eso ocurriera.
254
El Club de las Excomulgadas
mucho menos protegidos, mucho más lentos de lo que estarían en un medio de
transporte.
*****
Ella llegó en algún momento más tarde, y la mirada que Vincenz le dio, le
dijo que su hermano tenía sentimientos encontrados acerca de lo que ella había
dicho.
Fue entonces cuando vio los datos sobre las personas que habían sido
detenidas en la redada para capturarlos. La gente que su padre había ejecutado.
Ella lo miró, vio los rostros, los archivos, los nombres.
255
El Club de las Excomulgadas
—Te instalaré. Me dijeron que hay dependencias aquí para que lavemos
nuestra ropa. Estoy seguro que los que están a mí alrededor agradecerán eso.
—¿Te gustaría dormir en otra habitación? —Le preguntó una vez que se
encontraron en el dormitorio con la puerta cerrada.
—¡No! ¿Por qué haría eso? —Ella agarró sus manos y él deslizó sus pulgares
sobre su piel.
—No tengo idea de qué estás hablando, pero estoy muy bien aquí contigo —
Miró en los cajones hasta que encontró ropa cálida y suave, que desempeñaría sus
funciones hasta que la suya estuviera limpia. Se la entregó —. ¿Por qué no me das
tu ropa, y la pongo a lavar con la mía?
Cuando ella lo hizo, él la tomó y se la llevó al cuarto de baño, sabía que ella
estaría profundamente preocupada por los datos. Puesta la ropa a lavar, él salió de
la habitación y regresó.
*****
Ella se había metido en el cuarto de baño para procesar sus emociones. Pero
una vez que se metió en el agua del baño, Daniel entró en la sala como si hubiera
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El Club de las Excomulgadas
sido invitado. Abrió la boca para ordenarle salir, pero él comenzó a quitarse la
ropa, y ¿quién era ella para negarse a sí misma la gloria de su cuerpo?
—He estado haciendo esto el tiempo suficiente como para tener a inocentes
atrapados en una misión. Pero Hartley Alem no era un inocente, Carina. Lastimó a
—No es él. No me preocupo por él. Son los otros. Todas aquellas personas
que fueron atrapadas en algo en lo que no tenían nada que ver. He traído esto a sus
vidas.
—Tu padre trajo todo esto, no tú. No es necesario matar las cifras que él
hace, pero los dos sabemos que lo hace por su propio placer, al mantener a la gente
con tanto miedo que pueda controlarlos. Por ninguna otra razón que para
mostrarles a todos que puede hacerlo. No tiene ningún plan. Incluso la versión de
tu abuelo de liderazgo tenía su punto. Esas muertes no son tuyas, sino que son de
él. Todas.
257
El Club de las Excomulgadas
Ella suspiró. Él tenía razón, pero le dolía, no obstante. Ver cuántas personas
habían muerto porque ella había huido. No fue su intención, no lo que ella había
querido.
Con los ojos todavía cerrados mientras él enjuagaba, ella sonrió y se apoyó
contra él más plenamente.
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El Club de las Excomulgadas
—Sabes lo que te estoy preguntando. No sé por qué estás siendo tan tonto y
haciéndome trabajar duro por ello.
—¡Ay! Creo que mi cuero cabelludo está muy bien sin esos tirones de pelo,
cariño. Pregúntame lo que quieras preguntar. No quiero jugar contigo —Él se
quedó inmóvil un momento, complaciente al inclinar su cabeza hacia atrás, de
modo que pudiera enjuagar su pelo.
—¿Has hecho esto en tus misiones? ¿Alguna vez? Ya sabes, ¿tener a una
mujer?
—He tenido mujeres en las misiones. Al igual que he tenido sexo con
Ella entrecerró los ojos mientras él se vestía y luego se movió hacia ella. Él le
abotonó la parte posterior del sencillo pero muy cálido vestido de invierno que le
había dado antes, todo sin esperar a que se lo pidiera. A ella le gustaba eso. Mucho.
Sintió que él quería decirle más, por lo que se mantuvo en silencio mientras
se cepillaba el pelo.
—Si estás esperando que haga una mueca de dolor porque tu trabajo es
diferente de los trabajos de otros hombres, esperarás un largo tiempo. No me
impresionas.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo sé —Se encogió de hombros y se recostó contra el mostrador—. Es
una de las muchas razones por las que tú logras ver más de mí de lo que cualquier
persona puede. Tú, Carina. Nadie más se ha acercado siquiera en el sentido en que
tú lo haces.
Él pasó un trapo sobre su pelo para secarlo, con sus ojos en ella, con la boca
cerrada.
Él se echó hacia atrás, vestido sólo con unos pantalones sueltos colgando
—No debería decir o hacer esto, pero parece que no puedo evitar romper las
reglas en lo que a ti se refiere. Amarte no me asusta. Tengo casi cuarenta años, he
esperado el tiempo suficiente para saber lo que siento y aceptarlo. Pero tú no tienes
mi edad, y no tienes mi experiencia. La gente tratará de decirte que estás
equivocada y que necesitas buscar a otros hombres. Eso me preocupa en cierta
medida, porque no puedo estar contigo en cada momento cuando volvamos. Tengo
este trabajo, y no renunciaré a él. Me iré, y no te podré decir a dónde. A veces me
voy por un tiempo, otras vuelvo en un día o dos. Me temo que soy egoísta por no
alentarte a ver a otras personas primero.
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El Club de las Excomulgadas
Ella lo estudió por un tiempo. Los hombres eran criaturas extrañas, se dio
cuenta. Sin embargo, su miedo, que él había expresado, significaba mucho para
ella. Casi tanto como su admisión, por fin, de que la amaba.
Ella se inclinó hacia atrás lo suficiente para mirarlo a la cara. Quería mirar
sus ojos cuando le dijera el resto.
Él asintió.
—Debo confesar que tengo dudas sobre la rapidez con la que has consentido
—Lo miró con recelo, y él se echó a reír.
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El Club de las Excomulgadas
Su hermano estaba vivo y ayudando a la Federación. No estaría sola. Y
tenía a Daniel, real y verdaderamente. Tras desear a alguien a quien amar, él se
había metido en su mundo y lo había puesto al revés. A pesar de todo lo malo, lo
bueno vivía en su vida, también.
Daniel notó que lo decía con firmeza. No dijo: mi hermana piensa que te ama,
sino que lo hace. Ese era un buen paso.
—Lo sé.
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El Club de las Excomulgadas
Eso sorprendió a Daniel. No era que Carina no tuviera sus propias ideas, lo
que sabía muy bien, sino porque Vincenz lo admitiera tan fácilmente.
—Entre sus muchos buenos atributos, sí, tu hermana en efecto, sabe lo que
quiere —Daniel resopló, pensando en ella.
—Era así cuando era niña, también. Siempre en los asuntos de todos —Se
encogió cuando Carina le tiró el paño que había estado cubriendo el pan.
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El Club de las Excomulgadas
Los dos hombres se dieron a cada uno una última mirada considerándose, y
el entendimiento pasó entre ellos. Ella era de ellos para protegerla, y esperaban que
el otro la mantuviera siempre como lo más importante en su mente.
Una vez que todo estuvo despejado por lo que dijeron y Carina había
llevado el pan, todo el mundo acudió, llevando comida y cerveza con ellos.
Carina rio con ellos, pasó los platos, contó historias divertidas sobre cosas
que Vincenz hacía cuando era niño, al mismo tiempo que se había instalado de
nuevo en el regazo de Daniel, como si no hubiera nada malo en ello.
Había tenido su trabajo y luego estaba su vida personal. Pero esto era
diferente. Nunca había imaginado el tipo de gloria de esa conexión que tenía con
ella, sentir que podía hacer cualquier cosa gracias a ella. Hasta que la había
conocido, no había algo que hubiera entendido, o tal vez nada que hubiera
deseado, incluso por temor a perderse a sí mismo tan completamente.
—Ahora que hemos conseguido despejar toda esa tontería de chicos entre
mi hermano y Daniel fuera del camino, ¿cómo salimos de este ’Verse?
—Tomará algo de trabajo —Julian señaló los mapas de nuevo—. Una gran
cantidad de municiones, también.
—Buena cosa es que todo el mundo tenga armas suficientes para dirigir su
propia fuerza de seguridad, entonces, ¿eh? —Carina se sentó otra vez—. Sólo
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El Club de las Excomulgadas
aseguraros de que tenga unas cuantas blasters y un montón de cargadores.
Señáladme hacia dónde, e iré.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecisiete
Una mano la empujó al suelo. Gritos sonaron, envueltos en el pop, pop, pop,
de las armas. Ella se quedó con los brazos apretados alrededor de los tobillos de él.
Él cambió su postura para que ella descansara entre sus piernas, moviéndose para
protegerla mejor. Y lo hizo todo de forma automática.
Ella no vio a los hombres en los árboles, no vio a los hombres en cuclillas
haciendo ronda tras ronda de disparos, todos listos para matarla. No la lastimarían,
lo sabía instintivamente. Sabía que Daniel Haws mataría a un millar de hombres
para salvarla, sabía que daría su vida por ella. Esto último la asustaba más que los
hombres que estaban intentando matarla. Esto último era una amenaza más grande
que ninguna, porque él era su todo, y no sobreviviría si lo perdía.
La lluvia de casquillos le pasaban por la cabeza, brillando a la luz del sol con
una especie de enferma belleza. Los que tocaban su piel desnuda la quemaban,
cuando rebotaban y golpeaban en el suelo, todavía humeando. Su ping metálico
sonaba sobre y alrededor de los otros sonidos, todo en el caos.
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El Club de las Excomulgadas
mezclada con el hedor de los casquillos de bala, recubría todo el acre revestimiento
de su miedo.
Quería ayudar, pero quería que él viviera, quería vivir ella misma. Así que se
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El Club de las Excomulgadas
—Yo… yo no lo creo.
Se quedó inmóvil, parpadeando varias veces hasta que le abrió la manga con
un siseo.
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy bien. Tan sólo son algunos cortes —se levantó, y Daniel metió el
botiquín de primeros auxilios en su mochila y se lo puso al hombro, sin moverse
más allá del alcance del brazo de ella.
—¿De dónde diablos han salido? —Daniel gruñó, pareciendo tan furioso
como nunca había visto.
—No sé de dónde salieron los soldados, pero sé que tenemos que conseguir
—El portal no está lejos. Algunos de los nuestros están trabajando en una
distracción. Muelle cuarenta y dos. Papeles en regla, ya está listo para salir en
cualquier momento.
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El Club de las Excomulgadas
Una manzana más adelante pudieron ver en el portal justo a lo lejos. Lo
suficientemente cerca como para llegar en una carrera, si tenían una oportunidad
clara.
—Lo sé.
—Los soldados están llenando las calles —Marame corrió hacia ellos.
Vio los uniformes y supo que eran su gente, Skorpios mezclados con
soldados de élite de todo el Imperio. Lo sabía, incluso mientras ella levantaba el
brazo y les disparaba. Lo supo, incluso cuando uno de ellos cayó, con una flor de
sangre en el pecho. Sabía que nunca había sido su pueblo, sabía que eran las
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El Club de las Excomulgadas
herramientas de su padre con las que mutilaba a los demás y los torturaba para
mantener a la población controlada.
—Avisadme cuando todo el mundo haya entrado. Tengo luz verde para la
salida —gritó por encima de los sonidos de la batalla detrás de ella.
—¡Vamos! ¡Ahora!
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El Club de las Excomulgadas
Daniel se levantó.
—¡Tú tonto del culo! ¿Por qué no lo dijiste? ¿Cuánto tiempo hace que tienes
eso?
—Hey, no soy un tonto —el beso que él le presionó en sus labios hizo que el
alivio la recorriera—. No es la primera vez que me hieren en el trabajo, cariño.
Sucede. También significa que soy un genio en las curas del campo de batalla. Ya
—¿Se supone que esto me hace sentir mejor? —le preguntó después de
establecer los marcadores de navegación.
—¿Qué?
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El Club de las Excomulgadas
—Lo estuve —ella miró brevemente Andrei—. Por un tiempo.
Marame sonrió.
—¿Cómo?
Carina se giró, mostrando sus dientes por un momento ante la idea misma.
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El Club de las Excomulgadas
—Ya he terminado con los soldados, muchas gracias. Daniel es un hombre
hermoso, fuerte, leal y valiente. Es uno de los hombres más sexys que he conocido.
Pero tiene el trasero encima de su cabeza de lo enamorado que está de ti. Nunca lo
he visto mirar a nadie de la forma en que te mira. Lo que quería decir, es que
nuestro mundo está regido por Rangos. Tú lo estás, él no.
—Roman no espera eso, por cierto. Roman casi renunció a su puesto como
cabeza del Consejo de Gobierno y de la Casa Lyons por Abbie. Abbie es ahora, lo
que me divierte mucho, la mujer más alta en Rango de la Federación.
15
N.T: nanorrobots de tamaño de 0,1 a 10 micrometros construidos con componentes en nanoescala o moleculares, una de sus
principales aplicaciones es en la medicina.
274
El Club de las Excomulgadas
distintas —Marame, Julián y Vincenz inclinaron la balanza. Daniel movió su
pierna para ponerla sobre una silla cercana. Quería ver a Carina, pero sus
emociones eran muy crudas en ese momento. Ella había visto la parte más oscura
de él más o menos todos los días desde que se habían conocido. Lo había visto
matar y pasar por encima de los cuerpos que se ponían en el camino. No sabía
cómo empezar a tratar con eso.
Daniel no pudo evitar la sonrisa ante la mención de cómo había sido ese día.
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El Club de las Excomulgadas
—Nunca pensé que fueras una niña —Andrei enarcó una ceja—. Una
versión adolescente. Retorciéndote las manos y todo. Tú la amas, Daniel, tú burro
cabeza dura, o ni siquiera estarías pensando en esas cosas. La escuchas, la respetas,
darías tu vida por ella, y no porque ella sea tu cargo. ¿En cuanto a lo que tienes
para ofrecerle? A un hombre que la adora. He oído que a las mujeres les gusta.
Andrei resopló.
—¿En serio? —Ella abrió mucho los ojos—. ¿Eso está extensamente
disponible? Eso podría salvar muchas vidas.
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El Club de las Excomulgadas
A pesar de su desconfianza innata de la autoridad, lo que era irónico dado
su trabajo, comprendía hasta qué punto muchas de las cosas que hacían las
Familias que dirigían la Federación eran buenas. Abbie sólo los haría mejorar.
—Me encantaría hablar con alguien acerca de esto cuando llegue a Ravena.
Él asintió.
—Por supuesto.
—Nadie me convencerá de estar con nadie más que contigo, por lo que sólo
debes meter eso en tu dura cabeza. Sí, te espié. Oí mucho de lo que dijiste. Si me
amas, me escucharás ahora mismo. Pude haber sido virgen cuando nos conocimos,
pero no era una virgen tonta. Tengo la intención de reclamar mi derecho al Rango,
y luego tengo la intención de que te cases conmigo. Me desfloraste realmente,
después de todo.
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El Club de las Excomulgadas
—Será difícil para ti. Empezarán a hacer cola los hombres Clasificados
elegibles en el momento que sepan que estás en Ravena.
Sabía que Abbie insistiría en ayudar. Era su forma. Sabía, también, que una
vez que Abbie se nombrara guardiana de Carina, no importaría cuántos hombres
quisieran abrir una grieta en Carina.
—Te gustará él. Roman. Sabe lo que significa liderar de todas las mejores
maneras. Casi es lo suficientemente bueno para Abbie. Abbie es... Bueno, empiezo
a preguntarme sobre la seguridad de la tela del espacio-tiempo con vosotras dos en
—Está bien, está bien. Lo limpiaré dentro de un rato. Vincenz dice que este
viaje es rápido, sólo es cuestión de horas.
—Esta parte lo es, sí. Es un punto intermedio. ¿Alguna vez has estado fuera
de Imperio?
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El Club de las Excomulgadas
—¿Entonces? ¿Nos quedaremos en este transporte? —se acurrucó en él, con
el miedo claro en su voz.
Él se encogió de hombros.
—Tan seguros como podemos estar bajo estas circunstancias. Una vez que
lleguemos, tramitaran nuestros papeles. Eso es lo más importante. El gobierno de
esta estación de paso se supone que es independiente, pero mucha cantidad de
información ha pasado de los escándalos que desequilibran a la Federación en estos
momentos. Juicios por traición de los miembros de las Familias. Cientos de
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciocho
Carina lo esperaba, acurrucada en su cómoda cama en el pequeño
dormitorio. Habían tenido problemas unas horas antes, cuando habían llegado a la
estación de punto de referencia, pero habían escuchado el presentimiento de Andrei
y se habían ocultado. Fue una buena elección, ya que habían sido abordados,
buscados, retenidos durante horas, hasta que no tuvieron más remedio que dejarles
ir.
Habían salido del portal y se dirigieron hacia el Edge tan pronto como
habían sido autorizados a partir. En ese momento, los músculos de sus piernas
habían comenzado a sufrir calambres, y el pobre Daniel, una cabeza más alto,
estaba retorcido como una interrogación en el momento en que habían salido
Una comida les había levantado el ánimo de todos, y luego Daniel la había
instado a descansar mientras enviaba una transmisión codificada a su comandante.
Ella había caído en el cálido nido de mantas, intercambiando su camisa por una de
las suyas.
Él la había sacudido ese día. No por las razones que él creía. Oh, ella sabía
que él pensaba que era demasiado violento para ella. ¡Como si fuera una flor
preciosa! Pero él había sido tan masculino, tan feroz y no se había detenido ante
nada hasta que no le consiguió aquel transporte. Nunca había sentido ese tipo de
atención e interés. Todas estas cosas le hacían quién era, la clase de hombre en que
ella no podía dejar de pensar, un hombre al que le confiaba su corazón y su vida.
Pero por las cosas que él había dicho, tenía la clara sensación de que pudo haber
sentido como si fuera a juzgarlo por haber matado a los hombres.
Y ella realmente juzgó; juzgó que movería montañas por ella. Por otra parte,
él lo haría, porque haría cualquier cosa por ella.
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El Club de las Excomulgadas
Sabía que tendría algunos problemas con las diferencias en su estatus social,
pero no le importaba. Ninguno de ellos tenía poder sobre ella. Los datos
codificados en ese chip eran su protección. Si no querían dejarla estar con Daniel,
ella insistiría o no les daría los datos.
Ella pudo haber odiado a su padre por muchas razones, pero había
aprendido a controlar a la gente, como manejarlos con miedo y amor, y si tenía que
jugar sucio para conseguir lo que quería, estar con el hombre con el que estaba
destinada a estar, lo haría sin sentirse culpable.
Se rio en voz alta de lo mucho que su vida había cambiado en tan poco
tiempo y, a su vez, lo mucho que le había satisfecho. ¿Quería hacer esto todo el
tiempo? ¡Siete infiernos, no! No podía imaginar cómo Daniel manejaba todo el
miedo y la preocupación con tanta calma. Pero a ella le gustaba la idea de que
podía protegerse a sí misma. Lo sabía ahora. Antes, ella había tenido un
entrenamiento, pero no pruebas reales. Y tenía un hombre, un hombre y amor.
281
El Club de las Excomulgadas
Había dado un salto y había sido aterrorizador, todavía lo era muchas veces todos
los días. Pero había sobrevivido y había continuado. Eso era algo para estar
orgullosa.
—Sólo desde la ducha hasta aquí. Nadie me vio. Andrei ha visto todo antes,
y Marame está demasiado ocupada discutiendo con Vincenz sobre el mejor tipo de
munición para blasters para darse cuenta de mi toalla.
—Nadie está demasiado ocupado para notar tu toalla, Daniel. Es una muy
impresionante... toalla.
Tenía una sonrisa tan sexy. Esto envió temblores a través de su cuerpo
mientras se balanceaba contra de su polla. Ellos encajan muy bien, perfectamente.
Siempre había tenido curiosidad sobre el sexo, se había escondido por ahí para
mirar lo que podía, pero nunca había imaginado que tan extremadamente intenso
podría ser, y no sólo el acto físico real, mientras se estaba realizando. Él la
hipnotizaba, la encantaba, se había convertido en algo esencial para ella, y adoraba
eso.
—Quítate las bragas —casi ronroneó mientras tocaba con las suaves yemas
de sus dedos sobre las vendas en el brazo de ella.
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El Club de las Excomulgadas
—Eres tan irresistible —sonrió, inclinándose para besarlo. Cuando se dobló
para hacer eso, él aprovechó la oportunidad para agarrar la cintura de la camisa de
ella, o la suya propia, y la sacó sobre su cabeza—. Y astuto.
—Mi madre me dice eso todo el tiempo. Por lo general después de que haya
hecho desaparecer un pastel o dos. Hornea cuando está preocupada, feliz o triste.
Es todo tan bueno. Tienes las bragas puestas aún, Carina.
—Mías. Inicio de la clase para ti —se meció, burlándose de él, hasta que
simplemente él las rasgó por la mitad, exponiendo su coño a su polla. Ambos
dejaron escapar un gemido desigual cuando él hizo contacto con su piel desnuda.
—¿Lo es? —ella se deslizó hacia abajo, colocándose entre sus piernas. Su
pene estaba duro, y se limitó a tomarse su tiempo para observarlo, para frotar su
mejilla desde sus pelotas hasta el glande. Fue cuando decidió lamer a través de la
gota que ya había en la ranura que los estremeció a ambos con un gemido de
placer.
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El Club de las Excomulgadas
Él gimió, su cabeza golpeó de un lado a otro brevemente.
—¿Te gusta esto? —preguntó, lamiendo la cabeza, mientras sus ojos estaban
clavados en los suyos.
—Carina, no hay nadie como tú. En ningún lugar, nunca. Por favor, por
favor, chúpame la polla.
—Lo harás. Primero en mi boca, y luego en mi... coño. Quiero esto, Daniel,
por favor.
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El Club de las Excomulgadas
—Entonces, ¿estuve bien?
Él se echó a reír.
—Bien —tonto, lo segura que se sentía contra él en este momento. Pero ella
lo estaba—. Así que, ¿fuiste capaz de hacer llegar el mensaje a tu jefe?
—Sí. También envié una breve nota a mi hermana diciéndole que esperara
una invitada en su casa por un tiempo cuando tú llegues.
—¡Estaré contigo! ¿Vas a hacer esto siempre? Estás siendo injusto. Dices que
quieres estar conmigo, y luego me endilgas a cualquiera.
—¿Qué otra cosa puedo hacer cuando subes estas barreras entre nosotros
cada vez que tienes la oportunidad?
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El Club de las Excomulgadas
Ella se sentó, con las manos sobre su boca.
—Tenemos razones para creer que sí. Así que cuando lleguemos, tendré que
irme, y seré interrogado, lo cual puede tomar un tiempo. Ellos usarán escáneres
para ver lo que vi, además de recoger todas las imágenes —debió haber visto el
pánico en su rostro—. No, esto no será filtrado. Nadie más que el operador de
exploración lo verá. Es su trabajo, que los datos sean borrados de inmediato —con
la mano trazó una línea por su cuello, y ella se relajó un poco—. También serás
interrogada y te llevarán a un lugar donde puedan acceder a los datos sin hacerte
daño. Puedo ser enviado a otra misión, dependiendo de lo que encuentren. Sólo
quiero que estés a salvo y con la gente que confío, mientras yo no esté. Parte de mi
trabajo consiste en que me vaya, te lo dije. Nada de eso cambia lo mucho que
—Mira, me convenciste excepto cuando dijiste las últimas frases. ¿Por qué
todo el mundo hace eso? ¡Como si yo fuese tan superficial que me alejaría de ti una
vez que vea cosas brillantes y hombres Clasificados!
—Alguien debería haberme hablado sobre esa cosa de que “las mujeres son
un gran dolor en el culo” antes de que me enamorara de ti —él suspiró, y durante
unos momentos ella contempló la idea de patearlo.
—Estoy segura de que no soy tu primera mujer, Daniel. Estoy segura de que
las de antes tenían atributos femeninos —sin embargo, no se perdió el comentario
sobre enamorarse de ella, y se calentó antes de que ella se diera cuenta y separara,
endureciendo su resolución.
Él resopló entonces.
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El Club de las Excomulgadas
—Quita esa mirada de tu cara, Carina. Imagínate congelada de esa manera,
y toda tu vida a partir de ahora la gente podría pensar que acabas de comer algo
amargo, o alguien a punto de sermonearte acerca de tu religión.
—Cállate. Estás haciendo que parezca que soy un bicho raro o algo así.
—Lo olvidaste por completo. Tú sabes que tengo razón. No estoy tratando
de alejarte, tú exasperantemente hermoso dolor en mi culo. Estoy tratando de
decirte lo que puedes esperar. Estoy tratando de estar seguro de que estarás a salvo
y en un lugar donde puedas soportar todo esto. Tu suposición es incorrecta.
Bueno, tal vez era un poco de presunción por parte ella. Pero si pensaba que
iba a aguantar más de estas tonterías de que él no era el adecuado para ella, estaba
equivocado. Era muy dulce de su parte cuidar de ella, sin embargo.
287
El Club de las Excomulgadas
Ella puso mala cara; lo sabía, pero no quería estar con nadie más, quería
estar con él. Punto.
—Si tengo que salir a otra misión, estaré más tranquilo al saber que las
personas más poderosas de la Federación están de tu lado y te protegerán. Cuando
haya terminado con el trabajo y una vez que te eximan del interrogatorio, podemos
hablar acerca de dónde vivir. Tengo un piso, pero no es un lugar para una pareja.
—Veo que te sientes mejor ahora —la giró y se puso arriba—. ¿Voy a
comerte el coño, entonces? ¿Hacer que te corras tan fuerte que grites mi nombre?
—¿Y qué es eso, cielo? —él acarició su vientre, enviando placer deslizándose
a través de ella lo suficiente como para casi olvidar lo que estaba a punto de decir.
—¿Cómo es eso?
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El Club de las Excomulgadas
—Bueno, quiero decir, dejé mucho tras de mí. Hartley Alem en realidad me
agarró el pecho cuando se creía que iba a ser el destinado para librarme de mi
virginidad.
—No lamento que haya muerto. Aunque no creo ni por un momento en que
él fuera parte de alguna conspiración para sacarme de Imperio.
Daniel se encogió de hombros, pero no dijo nada. Sabía algo, ella se dio
cuenta.
—Prefiero follarte.
El poder de hacerlo sentir bien rodaba sobre ella. Que un hombre como él se
hubiera sentido atraído, no, que la encontrara irresistible, que la deseara tanto
como claramente lo hacía, la hizo sentirse como una reina.
Ella se apoyó, descansando su peso sobre los bíceps de él, cuando comenzó
a subir y bajar sobre su polla. Cada vez que lo tenía todo dentro, ella giraba las
caderas, sorprendiendo a los dos con lo bien que se sentía.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Cómo es eso? —dijo él con voz ronca.
Él se echó a reír.
Ella podía ver el esfuerzo de sus músculos, el esfuerzo para dejarla a cargo
del ritmo. Lo apreció mucho y en secreto le encantaba poner a prueba su control.
—Creo que eso era lo que estaba haciendo. Aunque, para ser honesto, lo
estás haciendo más que bien en ese aspecto.
—He notado que te gusta esto —ella presionó hasta el fondo, meneando sus
caderas con él profundamente en su interior.
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El Club de las Excomulgadas
—Veamos aquí —dijo perezosamente, una mano trazando hasta su vientre,
sus dedos extendiendo su coño abierto—. Tan solitario ahí, todo brillante y
mojado.
291
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecinueve
—Ya casi estamos en Ravena —Daniel se paseó, preocupado por el futuro.
—¿Por qué harían eso? Daniel, estoy ayudándolos —Carina se sentó cerca,
su mirada iba sólo a él de vez en cuando—. No le hicieron eso a Vincenz.
292
El Club de las Excomulgadas
—La política a veces toma malas decisiones —Daniel estaba volviéndose
loco imaginando todos los posibles resultados. A pesar de que se fiaba de Wilhelm
y Roman, y sabía que su posición la protegería, era imposible no estar preocupado.
—Oh. No había pensado en ello, pero tienes razón —Carina le guiñó un ojo.
Ella frunció el ceño un momento y luego se movió hacia él, abriéndose paso
en su regazo, con lo cual él estuvo seguro que esto hizo risible su reputación como
líder fuerte. Pero cuando ella lo hizo, no pudo recordar por qué le importaba.
La quería. Todo lo que él podría ser con ella, surgió desde lo más profundo
de él, afianzándose con una entereza tan poderosa que momentáneamente se sintió
sacudido. Nunca se había permitido a sí mismo desear así, con esa ferocidad que
era completamente nueva.
293
El Club de las Excomulgadas
Se dio cuenta, mientras enterraba el rostro en su pelo, que la había querido
antes, pero no había esperado que se quedara, una parte de él se había contenido
para prepararse para lo inevitable cuando ella se alejara. Y ahora, con ella allí en
contra de él de esa manera, no había vuelta atrás.
294
El Club de las Excomulgadas
La risa del grupo aligeró el humor un poco, pero el tirón en su estómago
cuando les habían autorizado le recordó que él ahora tenía algo importante. Y algo
importante que perder.
En vez de un hombre, lo que se lanzó dentro fue una mujer, pequeña, con el
pelo negro como su hermano.
Daniel frunció el ceño por un largo momento y luego se relajó con una
sonrisa. Se agachó, abrazando y besando a su hermana en cada mejilla. Cuando él
se echó hacia atrás, colocó su mano sobre su abdomen, por un breve momento. El
corazón de Carina se derritió un poco más, sabiendo que probablemente ni siquiera
se había dado cuenta que había saludado al bebé en el vientre de su hermana,
también.
—Te dije que sería conveniente mantener esa información en una carpeta en
la que ciertas personas no pudieran verla.
Carina miró hacia arriba, y luego un poco más hasta que se encontró con el
hermoso e imponente rostro del hombre que había hablado.
295
El Club de las Excomulgadas
Él hizo una profunda reverencia, sorprendiéndola con su gracia innata.
—Sí, gracias —Carina no sabía lo que debía hacer, pero esperaba que fuera
suficiente.
—Me gustaría estar donde esté Daniel. Agradezco tu oferta, lo hago, pero
quiero estar donde él esté justo enfrente de ello. Quería que todos supieran cuál era
la situación entre ella y Daniel, para que no hubiera ninguna de esas tonterías sobre
el Rango.
296
El Club de las Excomulgadas
El área se quedó repentinamente muy silenciosa por un momento.
Daniel empezó a hablar otra vez hasta que el otro hombre se adelantó.
—Me temo que Daniel tiene trabajo que hacer fuera del ’Verse en breve. Soy
Roman Lyons. Te estamos agradecidos por este servicio y te ofrecemos asilo.
Daniel hizo señas con los dedos a algunos, y tomaron sus lugares en torno a
Abbie, Roman y Carina. El estado de ánimo se hizo más solemne cuando se
abrieron las puertas y comenzó la caminata por un conjunto de escalones a otra
plataforma.
297
El Club de las Excomulgadas
¡Ella quería ver el exterior! Durante todo este tiempo se había formado una
idea de Ravena, principalmente a través de los recuerdos y puntos de vista de otras
personas, y quería ver si podía emparejarse a esos relatos.
Daniel quería estar junto a Carina, pero sabía que Marame era mucho más
que capaz. Se mantuvo vigilante, tratando de identificar cualquier cosa fuera de
lugar entre la muchedumbre, mientras miles de personas se arremolinaban,
llegando y marchándose. La carga se movía a lo largo de una rampa justo por
debajo de los viajeros. Los vendedores vendían sus productos, los niños jugaban en
la salida para el despegue, para que sus padres fueran capaces de manejar cualquier
carga.
298
El Club de las Excomulgadas
Un equipo médico se acercó, y Daniel giró, el nombre de ella en sus labios
mientras revisaba sobre Roman para ver si había heridos. Roman no estaba por
ello, empujó a Ellis a un lado para llegar a Abbie.
—Carina —gritó. Detrás de donde ellos habían estado de pie era una
carnicería total. Vincenz dio un tirón para ponerse de pie con la ayuda de un
médico. Su brazo parecía estar roto, la ropa parcialmente quemada.
Julian sacó a un soldado fuera de una pila de cadáveres. Daniel saltó por
encima de los escombros para llegar a ellos. Carina estaba allí.
—Ella me empujó fuera del camino —las lágrimas rodaban por las mejillas
de Carina mientras él la sostuvo—. Gritaste, y ella se dio la vuelta y me empujó
hacia atrás, hacia la puerta. Me salvó.
299
El Club de las Excomulgadas
—Tenemos que sacarla de aquí y llevarla a un lugar seguro, Daniel —dijo
Vincenz, con el brazo en un cabestrillo temporal—. No sabemos si tienen otra
emboscada preparada.
—Julian, quédate aquí con ella. ¿Puedes hacer eso? —sabía que Julian y
Marame eran tan cercanos como hermanos. Julian mantendría su cuerpo a salvo,
se ocuparía de su retirada y de contactar con su familia. Eso le ayudaría a tratar con
el dolor.
—Sí, señor, por supuesto. Le informaré tan pronto como… —su voz se
300
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinte
—Ha habido tres ataques por separado el día de hoy al mismo tiempo —
habló Ellis mientras se servía un trago y empujaba un vaso hacia Daniel—. Aquí en
Ravena. En otro lugar, cuarenta y ocho mineros fueron asesinados en un
bombardeo en Nondal. Él está creciendo en intensidad.
—Carina está descansando ahora mismo. El doctor dijo que sería mejor para
su salud si esperarais hasta mañana, y te digo ahora mismo que tendrás que pasar a
través de mí para hacerle más daño hoy —Daniel dijo esto rechinando los dientes.
Eso atrajo toda la atención de Roman mientras dejaba el vaso sobre una
mesa baja, mirando, pero sin decir nada.
301
El Club de las Excomulgadas
tal y como está. Su preciosa información puede esperar hasta que Carina haya
descansado.
—Me temo que tengo que estar de acuerdo —Abbie se deslizó dentro de la
habitación.
—Vas a volverte canoso con todos estos cabreos, Roman. Siéntate. Estoy
bien —empujó a su esposo a la silla y se sentó en su regazo. No era que ella
estuviera apaciguándolo—. Soy su abogada, y voy a decirte que estoy sinceramente
en desacuerdo con cualquier plan para tratar con ese chip hoy. Tengo documentos
oficiales de tus propios doctores aconsejando eso, y voy a convertir tu vida en al
Daniel mantuvo su cara tan en blanco como pudo, pero guiñó un ojo en su
dirección cuando nadie estaba mirando.
302
El Club de las Excomulgadas
—Está hecho. Mi ayudante hizo la llamada hace un rato. Su familia estará
aquí pronto para reclamar sus restos. Se harán cargo de su piso. Su madre insistió
que era algo que ella tenía que hacer, así que he ordenado que lo sellen hasta que
ellos lleguen —Ellis se sirvió otro trago—. Me lo tomo muy personal cuando mi
gente es asesinada.
¿Wil?
Ahora bien, decirle algo a Abbie y esperar que obedeciera si ella pensaba de
otra forma era un juego perdido. Uno que Daniel había jugado toda su vida.
De todos modos, todo era su culpa por pedirle que fuera la abogada de
Carina. Por supuesto que sentiría que tenía que ir al portal.
303
El Club de las Excomulgadas
—Todos vosotros estáis contra mí —hizo un puchero mientras Roman la
guiaba fuera de la habitación, cerrando la entrada codificada mientras lo hacía.
*****
Sólo cuando él la abrazó, sólo cuando estuvo segura de que era sólido y real,
y que estaba vivo, dejó escapar un largo suspiro.
304
El Club de las Excomulgadas
—¿Tienes hambre? ¿Está lo suficientemente templado? —preguntó mientras
ella le permitía dirigirla hasta la cama, pero lo agarró, tirando de él hacia abajo con
ella.
—Me alegra que estés vivo —susurró, mirando hacia arriba al techo azul
pálido.
—Lo siento.
—Por todo. Joder, todo esto sólo son jodidos daños colaterales.
305
El Club de las Excomulgadas
Él se detuvo.
—¿Qué?
—Para toda esa culpa que has asumido. Tienes hombros anchos, así que
supongo que eso debe ayudar.
—Y entonces, lo sientes.
Él gimió.
Ella se inclinó hacia arriba, quedando nariz con nariz con él.
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El Club de las Excomulgadas
misión. Mis órdenes los hicieron salir, los puso en peligro, y yo no hice mi trabajo
protegiéndolos y ahora están muertos.
—Lo siento, Daniel. Lo siento por Marame y tu otro amigo. Lo siento por
esos niños y los otros que fueron asesinados hoy. Si hay que culpar a alguien ¿Por
qué no a mí? Si yo no hubiera huido, no habría habido nadie persiguiéndome.
—Eso es ridículo.
La tomó de los brazos y la atrajo más cerca, esta vez su nariz contra la de
ella.
307
El Club de las Excomulgadas
Entonces todo cayó sobre ella, casi tirándola de espaldas. No era por el
trabajo, aunque era parte de ello, era por ella. El perderla a ella fue lo que lo asustó
tanto que se derrumbó y lloró. Ella le echó los brazos alrededor del cuello, haciendo
que ambos cayeran sobre la alfombra.
—Tú me amas.
—Otra vez.
—No me estoy muriendo. Para que lo sepas, tengo demasiadas cosas que
Su sonrisa se desvaneció.
—¿Por qué?
—Las cosas están muy mal. Necesito dirigirme al Edge, sólo un rápido viaje.
—¿Alguien necesita ser asesinado, o hay alguna otra mujer que necesitas
pasar de contrabando? Si es lo último, voy contigo —ella cruzó los brazos sobre su
pecho.
Ella asintió una vez, ardiendo por preguntar más pero viendo en su cara que
él no le contaría.
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El Club de las Excomulgadas
—No me iré hasta estar seguro de que estás bien. Sacarán el chip cuando
vaya a hacerme el escáner. Seré lo más rápido que pueda para volver contigo.
Vincenz también está aquí, descansando. Se quedará hasta que yo vuelva. Tal vez
más, aunque él también es necesario. Dejó muy claro que quería tiempo contigo, y
creo que es bueno que vosotros dos lo tengáis.
—Al menos desnúdate y acuéstate conmigo. Abrázame así tendré esto hasta
que regreses.
—No sabía si Vincenz estaba vivo, no creía que Marame lo estuviera. Había
todo este ruido, el olor —se estremeció violentamente, recordando el olor a muerte,
de carne quemada, de sangre y polvo—, me ahogó. Y fue tu voz, calmada a pesar
309
El Club de las Excomulgadas
de que gritabas órdenes. Sabía que me sacarías con vida. Sabía que estabas vivo, y
eso era todo lo que me importaba. Me siento un poco culpable por eso.
—Y a ti también Daniel.
Daniel exhaló.
—En todo lo que podía pensar era en ti. Incluso mientras tenía que hacer mi
trabajo, incluso mientras daba órdenes y sacaba a la gente de los escombros, estaba
No era su trabajo hacer eso. Debió sentirse culpable por eso, pero en ese
momento, no lo hizo. Incluso entonces, bajo la pálida luz desvaneciéndose, se
sentía triunfante porque ella estaba viva incluso aunque la devastación lo golpeó
porque había perdido a una amiga como Marame.
Si la hubiera perdido a ella… Aunque sabía que no era algo que debería
obsesionarlo, no podía dejar de lado el miedo, el miedo en el fondo de sí mismo de
que ella hubiera estado muerta. Él había enfrentado su propia muerte más veces de
las que podía contar, había aceptado en algún nivel que su vida era más
prescindible que la de otros. Pero ella era diferente. Su vida no era prescindible, y
verla ahí, gateando para salir del caos, atrapada por una viga de soporte que tuvo
que ser retirada de ella, todo mientras él se abría camino hasta ella, tratando de
controlar la necesidad de apresurarse, de correr por encima de los muertos para
tocarla y saber que era real, había desenredado algo dentro de él, una línea a la que
siempre se había aferrado con fuerza: el deber primero.
310
El Club de las Excomulgadas
Ella cambió tantas cosas, y no estaba seguro de cómo procesarlo. Siempre
tuvo una dirección, aún la tenía, pero el amor cambiaba las cosas, movía las
prioridades.
Su voz era tan baja, solitaria. Odiaba irse, pero tenía que hacerlo. Este
objetivo era importante, y no podía simplemente pasárselo a otro agente. Él era el
mejor hombre para el trabajo, conocía todo el terreno, el blanco, y tenía la mejor
oportunidad de tener éxito. Saber todo eso era teoría cuando acunaba su corazón
contra su cuerpo.
Él se rio.
—Estoy trabajando en eso. Antes que te vayas —ella le acarició el cuello con
la nariz—, te necesito.
—¡Estás herida! Podrías haber muerto. Maldita sea —le soltó la mano con
un gruñido de rendición.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo estoy, y podría haberlo estado. Pero estoy aquí, y te necesito. Necesito
volver a unirme contigo. Necesito sentirme viva. Tú me haces sentir viva cuando
me tocas.
—Tu brazo.
—A menos que no esté realmente captando cómo funciona esto del sexo, no
pones tu pene en mi brazo.
Con los ojos cerrados, sus sentidos se hicieron cargo. Cada toque de las
puntas de sus dedos, cada beso, cada lamida y mordisco irradiaba a través de ella
con una fuerza poderosa. Que él fuera tan increíblemente gentil mientras la tocaba
le trajo una punzada de emoción. Un hombre que fácilmente podría matar con sus
manos pero que nunca había hecho nada excepto mimarla, era un hombre digno de
ser agarrado y nunca soltarlo. Planeaba estar con él hasta que dejara de respirar.
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El Club de las Excomulgadas
Cuando le separó las piernas, se deslizó dentro de ella con una sola
embestida, tragó aire y sus ojos se abrieron para captar su mirada clavada en su
cara, con tal intensidad, que sintió como si lo hubiera pillado en un momento
intensamente privado.
—Te amo —dijo ella, porque no había nada más que pudiera decir con él
tan profundamente dentro de ella, envuelto alrededor de ella, llenándola física y
emocionalmente.
—Te amo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiuno
Daniel se había levantado temprano, antes de que la luz empezara a subir
sobre el horizonte. Presentó su plan de viaje, se hizo cargo de algunos sobornos y
tributos, y empezó a vestirse. Necesitaba salir temprano de allí. Mientras más
temprano se fuera, más rápido volvería. Necesitaba el espacio para meterse de
nuevo en su piel sin ella, necesitaba mantener a ese Daniel lejos de su presencia. No
había espacio para ella, para la suavidad y el amor, cuando tenía que lidiar con la
muerte.
Antes de que Carina bajara, buscó a Abbie. Estaba donde adivinó que
estaría, sentada en la cocina de Mercy, buscando en un libro de diseños uno para
un cuarto de bebé.
—Ese está al principio de la lista. A Roman le gusta más éste —hojeó hasta
otro diseño, y él asintió.
—Por supuesto. He visto cómo la miras. ¿Por qué no me dijiste que estabas
enamorado de ella?
—No era una conversación apropiada para tener vía enlace, Abbie —se pasó
una mano por el pelo, frustrado por no tener todas las palabras que necesitaba.
314
El Club de las Excomulgadas
Él sonrió ante las palabras del hijo mayor de Roman.
—Ciertamente lo eres. Sólo que, ya sabes, tiene que hacer sus propias
elecciones, ya ha sido forzada lo suficiente. No quiero que sea empujada a nada, y
estoy seguro de que las Familias empezarán a husmear una vez que todos sepan
que está aquí.
—Es toda una pena que no sepas lo digno que eres para ser amado.
—No me importa para lo que crees que tienes tiempo —le besó una
mejilla—.Vuelve sano y salvo pronto.
Ella resopló.
315
El Club de las Excomulgadas
Él le tomó las manos, besando las puntas de sus dedos.
—No más viajes al portal por un tiempo, Carina. Sólo puedo aguantar un
tanto antes de que mi corazón simplemente falle.
—¿Tu corazón? Pfff. Odio esto, Daniel —le siseó Carina mientras
empezaban a bajar la escalera y salían a la plaza. El complejo dominaba la ciudad.
Era uno de sus lugares favoritos.
Carina no se había fijado mucho en su camino hasta allí esa mañana, pero
ahora se tomó un momento para mirar a la ciudad extenderse alrededor de ello.
Fue entonces que se dio cuenta de lo pequeña que se sentía.
—No puedo esperar para mostrarte más de ella —lo dijo dulcemente, pero
estaba completamente en modo trabajo, sus ojos entrecerrados mientras absorbía
todo lo que los rodeaba. Era impresionante el modo en que se movía con total
confianza, como si le fuera a decir a cualquiera que siquiera pensara en hacer algo
malo, Piénsalo otra vez o te moleré hasta dejarte como una mancha grasienta.
—¿Ahora? ¿Ya?
Él suavizó su tono, inclinándose cerca para que sólo ella pudiera oír.
316
El Club de las Excomulgadas
—Cielo, sabes que éste es mi trabajo. No puedo evitarlo, especialmente
ahora. Volveré, lo sabes.
Ella se volvió a deslizar dentro, esta vez frente a Roman, con Abbie y
Vincenz a su lado de alguna manera en modo protector.
—Es uno de los oficiales más altamente cualificados del ejército, más alto
que aquellos con Familia Clasificada. Es temido por una razón, y esa razón es que
es implacable siguiendo sus objetivos para esta Federación. Puedes amarlo, él
puede amarte, pero será Daniel Haws, soldado, igualmente. Todos tenemos
nuestros deberes.
317
El Club de las Excomulgadas
que esto es difícil para ti, dejar atrás todo lo que conocías del modo en que lo
hiciste. Admiró eso muchísimo. Como puedes que hayas notado, Daniel protege a
la gente. Es lo qué es él. Siempre lo ha sido. Incluso cuando era un niño pequeño
nos cuidó, a mis hermanos y a mi madre. Por eso es bueno en lo que hace, y es por
eso que tienes que encontrar una manera de lidiar con el hecho de que tienes que
compartirlo con su trabajo.
—Te lo agradezco.
Miró parte de la ciudad pasar a su lado a través de las ventanas, vio las
miradas en las caras de la gente en la calle. Vincenz había tenido razón; había tanto
aquí, tanta energía ¡Sus rasgos mostraban tal vertiginoso despliegue de emociones!
—¿Daniel dijo que sería interrogada hoy? —Carina se giró para volver a
mirar a Abbie.
318
El Club de las Excomulgadas
—He negociado para que eso se lleve a cabo en nuestra casa. Es tonto
arrastrarte todo el camino hasta aquí cuando Wilhelm puede llegar allá igual de
fácil, y podemos estar cómodos —Abbie lo dijo animadamente, pero Carina tenía
la sensación de que era una dura negociadora. Y estaba agradecida por ello—. Mi
posición como tu abogada es realmente simbólica, sabes. Wilhelm, a pesar de ser
tan grande como un tronco de árbol, es bastante dulce. Roman también, aunque a
veces puede ser un extra quisquilloso Casa Lyons. Grrr —la boca de Abbie se
frunció.
Era una casa, un espacio físico que encajaba para un gobernante. Alta,
imponente, rodeada por hermosos jardines que, se dio cuenta mientras pasaban por
allí y luego cuando salían del transporte, estarían floreciendo a lo largo de las
estaciones.
Escaleras de piedra guiaban el camino hasta las puertas que con facilidad
medían nueve metros de alto, y el vestíbulo de entrada le quitaba el aliento. Donde
la idea de poder de su padre había sido el negro y rojo, el verdadero poder y gloria
vivían en esta casa. Techos elevados, sostenidos por columnas de madera color
vino tan grande como el transporte en el que habían estado. Los suelos brillaban,
primero con piedra pulida de un profundo verde y luego con madera de tonalidad
cálida con mosaicos entremedio.
319
El Club de las Excomulgadas
El arte en las paredes era una mezcla ecléctica de antiguo y moderno, de
estilos de distintas culturas. Altas ventanas dejaban entrar la luz pero parecían
bloquear el calor y el frío. Una gran escalera marcaba las paredes sur y norte.
—Me dirás si te sientes mal hoy —no era una pregunta. A Carina le gustaba
Roman Lyons. A pesar de su naturaleza cortante, brusca, incluso formal, era un
hombre que se preocupaba por su familia y su gente. Era algo que deseaba que su
padre hubiera aprendido.
—No tuve mucha oportunidad ayer para mirar bien, y esta mañana estaba
distraída. Esta es una casa magnífica, y al mismo tiempo, tiene corazón.
Abbie sonrió.
320
El Club de las Excomulgadas
siempre es una buena manera de hacer que Mercy me ofrezca algún pastel especial
que me haya hecho.
—He estado vagando por los invernaderos y recuerdo que hace un año atrás
vivía en un piso que nunca estaba lo suficientemente cálido. Roman trajo un
montón de cambios inesperados a mi vida. Buenos y malos. Pero la parte de
Roman siempre es buena.
—Por supuesto que lo es —gritó Mercy mientras les traía una bandeja con té
y pastel.
321
El Club de las Excomulgadas
Abbie bebió su té y miró con ojos desorbitados el gigantesco trozo de pastel
que Mercy puso frente a ella.
—Mercy ha estado con Roman desde que era un niño. Ayudó a criar a los
hijos de Roman después que la madre de ellos murió. Si necesitas cualquier cosa y
no puedes encontrarme a mí o a Roman, acude a Mercy. Ella lo sabe todo.
Mercy resopló pero siguió con lo que fuera que estuviera haciendo.
—Es una mujer tan amorosa; como solía decir mi abuela, una mosquita
muerta16. ¿Sabías que es un dicho que trajeron de la Tierra?
—Tu hermano a menudo me decía ese tipo de cosas. Me dijo que tenías que
saberlo todo, dijo que yo era así. Veo que era un cumplido.
*****
16
N.T: En inglés dicen butter wouldn’t melt, que exactamente traducido sería la mantequilla no se derretiría, aunque el dicho
español que más se parece sería la expresión mosquita muerta.
322
El Club de las Excomulgadas
Asphodel, cortaban el paisaje aquí y allá, ofreciendo algún alivio a la monotonía de
aceras polvorientas y los hombres vestidos de mineros.
Era una buena cosa que tuviera tan buen juicio cuando se trataba de las
personas. Abbie nunca permitiría que nadie tomara ventaja de Carina, incluso si
Carina fuera lo suficientemente tonta para caer en cualquier trampa. Entre Abbie y
Vincenz era una historia diferente. Daniel conocía detalles que la mayoría
no, incluyendo el deseo de este de formar parte de los Phantom Corps, pero
inicialmente se había desconfiado de él cuando llegó por primera vez a ellos. Y
después, una vez que supieron que era digno de confianza y un buen agente, tuvo
demasiado orgullo para volver a pedirlo.
323
El Club de las Excomulgadas
Le echó un vistazo a su presa: un hombre alto, con ojos pequeños y saltones,
con rasgos demacrados y espalda encorvada. La mayoría de las personas lo
hubieran pasado por alto, sin entender que el envoltorio sólo era una apariencia,
una máscara que usaba sobre un corazón ennegrecido y un alma cobarde.
Dos pasos mientras levantaba sus manos, más rápido de lo que Sessions
pudo seguir.
324
El Club de las Excomulgadas
—Deja el cuerpo. Deja la moneda. Quiero que sepan que los voy a encontrar
a todos y los voy a matar —pero en ese momento no habían sospechado que sería
otra Familia. Esas noticias eran particularmente graves.
325
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintidós
Habían pasado ocho días enteros desde que Carina lo había visto por última
vez. Ocho. Días. Extrañaba desesperadamente a Daniel, haciéndola estar aún más
segura de su decisión de estar con él. Wilhelm le había dicho, aunque
amablemente, que Daniel no contactaría con ella mientras estuviera fuera, que
nunca lo hacían en una misión fuera de circunstancias extraordinarias.
326
El Club de las Excomulgadas
cuándo volvería Daniel y quería asegurarse de estar hermosa todos los días sólo por
si acaso.
Tenía planeada una salida con Abbie y Vincenz en poco rato. Abbie la había
puesto en contacto con el personal de un centro comunitario en el segundo círculo
de la ciudad. Estaban buscando una profesora, y ella ciertamente quería trabajar
como una. Se había reunido, aunque bajo vigilancia, con la gente al cargo, y
después de hacer los exámenes de admisión, le habían ofrecido el puesto. Había
aceptado, construyendo las bases de su futuro allí.
Ahí fue cuando vio a Alexander Lyons en la sala común tomando té con
—Me hieres —sonrió, sus manos sobre su corazón con falsa devastación.
327
El Club de las Excomulgadas
increíblemente atractivo. Pícaro y sexy, con mucho más trabajo del que valdría la
pena.
Abbie entró apurada, con las gafas colgando de su nariz, un fajo de papeles
sujetos en su mano.
Carina sonrió mientras empujaba las gafas de Abbie por encima de su nariz
con la punta de un dedo.
—Ahora bien —abrazó a Abbie y dio un paso atrás para volver a mirarla—.
No te disculpes. Sé que tienes un trabajo que hacer. Vincenz pasará en un rato. Si
necesitas terminarlo, puedes venir con nosotros otro día.
—Ya terminé. No puedo esperar para verlo. Es tan emocionante. ¿Tal vez
después, podamos detenernos para que puedas ver la pastelería de mamá y el café
de Nyna?
—¡Excelente! Oh, y Nyna dice que hay una vacante en su edificio. Un piso
grande en una esquina. Tal vez el tamaño perfecto para ti y Daniel.
—Daniel te va a matar por hacer todo esto mientras no está. Como una
emboscada. Volverá y se encontrará con un contrato para casarse, un par de niños
en la escuela y tú detrás de eso. —Alexander se levantó y besó la mejilla de Abbie.
328
El Club de las Excomulgadas
Ella le dio un manotazo a su cuñado pero con una sonrisa mientras lo hacía.
—Tienen que vivir en algún lugar, y el piso de Daniel no está hecho para
dos. Nyna se mudó al edificio de Marcus así que es incluso más seguro y agradable
que el antiguo. Daniel apreciará que estos pequeños detalles estén siendo atendidos
durante su ausencia. Es un hombre ocupado. —La boca de Abbie era firme.
Era gracioso cómo uno podía estar separado de los hermanos por largos
períodos de tiempo y seguir discutiendo como si nunca lo hubieran estado ni por un
día.
Intranquila, Carina se movió hacia las ventanas que dominaban uno de los
miles de patios que había fuera. Había sido interrogada el mismo día que Daniel se
fue, había acordado servir como una especie de asesora sobre Imperio. Su meta era
informarlos sobre cuáles eran los trabajos internos de Imperio, cuánto poder
movían, ese tipo de cosas. No se había sentido traidora, y creía que con un poco
329
El Club de las Excomulgadas
más de información sobre lo que era y no era Imperio, era posible la idea de una
coexistencia pacífica.
—¿Vincenz me dice que vosotros tres vais a salir a ver la sala de clases del
—Te lo agradezco, Roman. Debo decirte que no planeo aceptar esa oferta a
menos que se me permita casarme con Daniel Haws.
Vincenz exhaló con fuerza, y una de las cejas de Roman se deslizó hacia
arriba. Abbie apareció en la habitación por detrás de Carina.
330
El Club de las Excomulgadas
Abbie sacudió la cabeza, todavía sonriendo.
—Soy de tan bajo rango como puedo serlo —La cara de Abbie era solemne.
Su hermano suspiró.
—Sí. Pero puede que quiera un aumento en mis créditos después de hoy.
331
El Club de las Excomulgadas
—Daniel volverá tan pronto como pueda. A veces sólo se va. Sé que no es lo
que querías oír. Pero siempre volverá. Es demasiado bueno para ser asesinado.
Roman me contó que Wil dice que Daniel fue el mejor de sus alumnos en todo su
tiempo en el cuerpo. En cuanto a Alex, es un idiota, pero uno bastante inofensivo.
Le encanta la atención, incluso la atención negativa.
Abbie gruñó.
332
El Club de las Excomulgadas
—No estés nerviosa. Realmente, ambas te adoran. Incluso si no te amaran
ya, te amarían simplemente porque Daniel lo hace.
Carina se relajó.
—Cuando éramos jóvenes había veces que no teníamos para comer todos.
Era… difícil, estar así de hambrientos todo el tiempo. Daniel a menudo entregaba
su porción a mi madre o al resto de nosotras.
—Esto es lo que dice Daniel del resto de nosotros. Dice que Nyna y mi
madre encuentran un modo de sanar a través de la comida, yo lo hago a través de
mi trabajo y Georges lo hace imitándome a mí. Él está en lo cierto por supuesto —
sonrió—. Pero se pierde a sí mismo en la ecuación.
333
El Club de las Excomulgadas
Abbie la miró con cuidado.
—Vas a ser buena para él —dijo Abbie mientras salía del transporte.
334
El Club de las Excomulgadas
que esto no ha sido aislado. Transportes de este tipo, que partieron en el marco de
tiempo que yo lo hice, todos fueron bloqueados.
—Daniel, directo hacia mí, por favor. Tu encantadora dama tiene que
esperar —dijo Wilhelm.
Él resopló.
—Un tonto enfermo de amor, lo cual es divertido de ver la mayor parte del
tiempo. No es un insulto, Daniel —Wilhelm dijo esas palabras sin rodeos, así que
Daniel las creyó. Aun así, que se pensara que era suave no era algo bueno en su
negocio.
Él asintió y cortó.
17
N.T: Abreviatura militar para cuartel general.
335
El Club de las Excomulgadas
demasiado. Dudar. ¿Por qué una mujer como Carina Fardelle querría a un hombre
como él? Era educada, refinada, poderosa, con conexiones a un nivel que Daniel
apenas podía imaginar. ¿Qué vería en él?
Una vez que se fuera, estaría alrededor de otros hombres, hombres como
Alexander Lyons, el hermano de Roman, Deimos y Corrin, los hijos de Roman.
Hombres que eran como ella. Hombres que no tenían nada que ver con Daniel, con
sus bordes ásperos. Él no era ni refinado ni elegante. Era un montón de suciedad
que terminó en los Cuerpos debido a la oscuridad que vivía en su interior. Daniel
era bueno en su trabajo, pero tan seguro como los siete infiernos que no era un
príncipe persuasivo como Deimos.
Pero mientras viajaba y tenía tanto tiempo solo para pensar, continuó
haciéndolo hasta que se dio cuenta de que nada de eso importaba.
Así que haría su trabajo, informaría y luego iría a ella. Le tendería la mano,
y si ella la tomaba, nunca le daría una razón para arrepentirse.
*****
—Daniel, por favor entra antes de que Abbie te vea —Roman le hizo señas
desde detrás de su escritorio—. O antes que tú y Carina os metáis detrás de una
puerta cerrada con una superficie horizontal.
336
El Club de las Excomulgadas
—Tengo autocontrol, Roman —Le envió a su cuñado una mirada mientras
se sentaba en una cómoda silla—. De cualquier modo, ni siquiera mi hermana me
puede oír desde el otro lado de la ciudad. Sus poderes son impresionantes, pero no
así de tremendos.
—Ya están aquí. Abbie se detuvo aquí justo antes de que aparecieras. Han
venido desde la escuela donde enseñará Carina.
Él sonrió.
—¿Me estás diciendo que esto fue hecho por otra Familia?
337
El Club de las Excomulgadas
el techo. He asignado a Andrei para que trabaje con otro de los equipos especiales
del comandante para descubrir qué depósitos están perdiendo sus municiones. —
Daniel había contactado a Andrei justo después de haber hablado con Wilhelm, y
no tenía duda de que Andrei probablemente ya se había movilizado y que para
entonces ya iba en camino.
—Quien quiera que sean, donde quiera que estén, están perdiendo suficiente
material como para reducir severamente sus capacidades para repeler un ataque.
Roman, en una parte de la conversación que oí por casualidad, Sessions hablaba y
hablaba sobre ti dándole derechos a aquellos que no se lo merecen. Los no
clasificados. Imagino que Sessions no está solo en ese sentimiento.
—Los quiero, hasta al último de ellos, para que sean sacados de las
propiedades de los Sessions. Ahora son mis propiedades. Entregarán cada fábrica,
cada tienda, cada pedazo de tierra y cada casa. Todo eso tiene que estar en manos
de la Casa Lyons para el final del día. No importa si envías hasta el último jodido
soldado disponible a Lumina, esto pasará, y será hecho.
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El Club de las Excomulgadas
Wilhelm asintió y se puso de pie.
—¿Qué necesitas que haga, Señor? —Le preguntó Daniel a Wilhelm. Esto
era una mierda seria, necesitaba mantenerse enfocado.
—Tú. Estás aquí, y pareces tan guapo y un poco cansado, pero aun
atractivo.
Incluso en la seriedad del momento, tenía que tomar su cara entre sus manos
y besarla suavemente.
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El Club de las Excomulgadas
La sorpresa de Abbie se desvaneció, remplazada por la indignación.
—¿Qué haremos? Quiero decir, tengo mis propias ideas sobre esto, y tú
sabes que estaría feliz de exponerlas. Pero sé que esto es poco convincente, y tienes
mi apoyo para la decisión que tomes.
—Creo que deberías hacer cenizas a los Sessions, y como dice el viejo dicho,
echarle sal a la tierra después. Ellos necesitan saberlo.
—Estoy de acuerdo.
—Tienes que hacerlo. Sé que has decidido esto, pero si vacilas, déjame
decirte que mi padre no responderá a la misericordia. A la amabilidad o a
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El Club de las Excomulgadas
compasivas segundas oportunidades. Mi padre conoce el látigo, ese es el lenguaje
que habla, y es lo que va a escuchar.
Roman asintió.
—No me estoy tomando las doce horas fuera. —Le dijo a Wilhelm, quien lo
miró largamente antes de hablar.
—Estaré en cual sea el transporte que Daniel vaya a usar para cambiarse —
gritó Carina.
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El Club de las Excomulgadas
Daniel gruñó para sus adentros. Estar con esta mujer probablemente le
enseñaría algunas cosas sobre mantener la compostura en público. O algo. Ella era
encantadora para mirarla. Y saber que era suya.
—No tenemos tiempo para eso, jovencita. Vamos a estar en nuestro destino
en breves momentos —Wilhelm le frunció el ceño, y ella rodó los ojos.
Aun así, Wilhelm entró al transporte con ellos, y él casi se rio en voz alta de
ambos.
—Sólo los hombres usarían alguna vez esas palabras en una oración —
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintitrés
Carina sonrió mientras observaba cómo Daniel se quitaba la ropa y se ponía
el uniforme. Wilhelm y él estuvieron discutiendo sobre lo que Daniel había
encontrado, y su atención estaba firmemente en su jefe. Dejándola libre para
fantasear sobre él y pensar sobre el futuro de ambos.
Había tenido una preciosa tarde con Nyna y Clementine Haws. Las mujeres
de Daniel, o así lo había llegado a pensar ella de todas. Clementine se parecía
mucho a su propia madre, y había sido una amarga experiencia sentarse y disfrutar
de la comida de la manera en que muy probablemente no podría ser capaz de
hacerlo con su madre otra vez.
—Vosotros dos tenéis unos minutos a solas. No demasiado a solas, eso sí.
Pero quiero comprobar la seguridad por mí mismo, y tú estás fuera de servicio
hasta que diga lo contrario. —Y con eso, salió, dejándolos benditamente solos.
—Has vuelto.
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El Club de las Excomulgadas
—No tan bien como tú. Estás aquí.
—Siento no haberme puesto en contacto justo cuando regrese. Esto era muy
importante y mi señal estaba bloqueada. Tenía que llevar esa información a
Roman.
—Mantén puestas las bragas, Carina. Tengo trabajo que hacer primero.
Luego habrá espectáculo. Montones y montones. No eres la única que echa de
menos el tocar al otro.
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El Club de las Excomulgadas
eso. Mi apartamento es demasiado pequeño para nosotros, Carina. Las
habitaciones de Abbie son lo que tú necesitas. Amplias, seguras y lujosas. Necesitas
eso.
—En el segundo círculo. Vincenz fue con nosotras. Dijo que era muy
seguro. Comenzaré la formación la próxima semana. Luego, una vez termine,
comenzaré a enseñar.
Ella contuvo las lágrimas que se juró a sí misma que nunca derramaría.
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El Club de las Excomulgadas
La calidez en su rostro se convirtió en irritación otra vez, y ella intentó con
esfuerzo no reírse.
Él gruñó guturalmente en voz baja, pero ella sabía que no quería decir eso.
—Nyna y Abbie dicen que te gustará. Incluso Abbie intentó arreglarlo con
Wilhelm para que moviera tus cosas. Pero Wilhelm fue muy brusco con ella, dijo
que tú querrías encargarte por ti mismo. Fue sólo un poco antes de que llegaras.
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El Club de las Excomulgadas
Fuimos a la oficina de Roman para acosar a Wilhelm, y Abbie quería coger algo de
su oficina. Es muy mono que tengáis oficinas contiguas.
Ella intentó resistirse, pero cedió, saltando un poco, haciéndole reír. Fingió
no darse cuenta de cómo él vigilaba el mundo fuera del vehículo de transporte.
—Estás de vuelta, y las cosas parecen mejores, sólo quiero estar contigo y tú
me lo permites. Gracias.
—Por todos los dioses, tú me deshaces —No lo dijo como una queja sino
con asombro, y ella se lanzó a sus brazos de nuevo.
—Te amo.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí. Bueno, estuve fuera. Hueles bien.
—¿Lo hago? —Ella inclinó la cabeza hacia atrás y sonrió hacia su rostro.
—Mmm, sí, hueles bien. —Se puso rígido cuando, de repente, se percató de
lo que le había dicho antes sobre Alexander—. Espera. ¿Qué? —Se apartó, la ira
inquietándole durante un momento—. ¿Alexander Lyons hizo qué?
—Su sitio es con mi puño en su nariz. —Daniel casi gruñó. Se la veía muy
satisfecha con ella misma, y la diversión por lo que ella le habría hecho a Alexander
templó su ira. Pero se suponía que Alex era un amigo. Daniel había pensado que el
—Estás muy atractivo cuando estás celoso, pero no hay necesidad. Como si
algún niño bonito pudiera ser más atractivo y maravilloso que tú. De todas formas,
no creo que realmente fuera en serio.
Ella se apretó contra él, pasando sus brazos alrededor de su cuello. Su boca
se abrió en un suave suspiro que él tomó dentro de la suya con avaricia. Su lengua
encontró descaradamente la de él, deslizándose en un baile sensual, invitándole a
entrar y él la siguió.
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El Club de las Excomulgadas
Dulce. Su sabor le recibió, agarrándolo, enraizándolo, haciéndole ansiar
más. La necesidad rugió en sus oídos mientras luchaba por mantener el control.
Tuvo que echar su cabeza hacia atrás para mantenerlos a salvo, ni siquiera debería
haberla besado, pero lo necesitaba.
—Te amo, Daniel. Me encanta que hayas regresado a mí. Ah, y allí está
Wilhelm.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticuatro
Carina intentó no quedarse con la boca abierta mientras caminaban a través
de los pasillos del edificio del Gran Consejo. Era bastante difícil con el trabajo de
mármol con incrustaciones y las columnas elevándose hacia los altos techos.
Y luego había conseguido ver a Daniel con su uniforme. Sin estar sentada en
el medio de un transporte a toda velocidad a través de las calles para llegar a la
reunión. No había obtenido el efecto completo en el estrecho lugar. Pero ahora
estaba de pie en todo lo alto que era, con la espalda recta y los ojos inescrutables,
sin perderse nada. Era complicado, seco y muy autoritario. Nunca había visto una
visión más imponente.
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El Club de las Excomulgadas
Roman se deslizó en el papel ante sus propios ojos. Él era El Lyon, era el
líder, su líder, y subió al estrado más alto con Abbie a su derecha. Deimos entró por
una puerta lateral con un grupo de hombres más jóvenes que se sentaron en un
nivel inferior.
—Consejo Asesor: son los próximos en las líneas del liderazgo de las Casas.
Deimos es el presidente —murmuró Daniel mientras sostenía un asiento para ella y
luego se colocó detrás, con las manos cruzadas a la espalda.
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El Club de las Excomulgadas
organizando un intercambio de pequeños explosivos tácticos por créditos. Este
intercambio tuvo lugar con un conocido miembro de Imperio. Tras una nueva
revisión de los documentos financieros de Sessions se ha descubierto un rastro de
créditos ligados a más de un año estándar de ganancias por tales acuerdos. Esas
armas habían estado involucradas en varios ataques a ciudadanos de la Federación.
—La Casa Turgev será interrogada después de que se suspenda esta reunión,
así que por favor, permanezcan en esta cámara hasta que se les diga que pueden irse
—miró hacia un hombre sentado justo a pocas filas de distancia—. Parron es
vuestro ’Verse y sabré exactamente cómo ha ocurrido bajo vuestro control.
La cámara estalló otra vez gritando preguntas y quejas oficiales por las
tácticas de Roman.
Roman hizo caso omiso, en lugar de acallar los sonidos amplificados, apretó
—Voy a dejar algunas cosas claras para cada uno de vosotros. Hace casi dos
años estándar ahora, descubrimos Familias que habían caído en delitos de traición
contra los Universos Federados. Como resultado, miles de vidas se perdieron y más
se arriesgaron por la inestabilidad que se generó. Estamos al borde de la guerra. No es
una frase que use para obtener más poder. He dirigido con mano imparcial todo mi
mandato. Esto no es lo de siempre. Todos estamos en peligro, y usaré todo mi
poder para garantizar la protección de mi gente.
—¿Por qué nos preocupamos por el Edge? —gritó alguien—. Si dejamos que
los Imperialistas tengan esos ’Verses nos dejarán tranquilos. ¿Por qué estamos
llevando a la muerte a nuestra propia gente y disolvemos Casas por un puñado de
sucias tierras?
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El Club de las Excomulgadas
Carina se complació de escuchar numerosos murmullos de disgusto en
reacción a tales comentarios.
—No ganaréis nada dejando ir a los ’Verses del Edge. ¿Creéis que les
importa el territorio? ¿Creéis que esta es la razón por la que no ha mostrado dudas
para volar a vuestros ciudadanos? ¿Usar agentes virales con ellos para hacerlos
enfermar y matarlos? —suspiró, como si todos fueran niños tontos—. A Ciro
Fardelle no le importan esos ’Verses. No ha sumido a Imperio en el caos sólo por
un número de ’Verses del Edge. Esto no es sobre territorio. Lo que le importa es el
poder. Si ponéis pies en polvorosa y abandonáis a vuestra gente, lo verá como una
debilidad, y continuará hacia delante, hacia el Edge. Porque abandonar esos
’Verses significará que tenéis miedo, y os castigará por eso. Sólo responde a una
cosa, a una única cosa: más fuerza que la suya. No a la amenaza de la fuerza, ni al
peligro de la fuerza, sino la fuerza bruta aplicada con rápidas manos.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Por qué debemos confiar en ti? ¡Eres mitad Fardelle! No eres digna de
estar en esta habitación.
—Casa Stander —murmuró Daniel, sabiendo que ella podría replicar por sí
misma.
—La Casa Walker apoya a Lyons. Nuestra reciente experiencia con los
miembros que participaron en este lío ha subrayado la importancia de permanecer
unidos ahora.
Siguió una y otra vez. El representante de cada Casa se puso en pie y apoyó
a Roman. Dos Casas discreparon pero estuvieron de acuerdo con no interferir con
Roman.
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El Club de las Excomulgadas
—Controlar vuestras Casas, a la gente. Esta es nuestra tierra, hay
ciudadanos que proteger. Hicimos un juramento. No rompamos esas promesas.
—Roman, hacer algo como eso amenazaría a las Casas —dijo Vincenz
desde detrás de Ellis.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, y deberían estarlo. Tengo millones de personas sin rango molestas
ahora mismo. Traicionadas por la gente que se supone les iba a proteger. No tienen
voz, y sus protectores no hablan con ellos. Estoy siendo informado de disturbios
cada cuarto de hora. Por toda la Federación. Están enfadados y tienen razones para
estarlo. —Se detuvo—. Abbie, si quieres hacer esto, que tu oficina haga un estudio
de ello. Tráeme tres versiones de un plan para llevarlo a cabo. Hazlo oficialmente
con un coordinador de los no clasificados. Tu oficina puede beneficiarse de esto, y
debería. No escatimes. Quiero todos los datos financieros para que funcione. Sé
meticulosa.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticinco
Carina había hecho un gran trabajo. Daniel le diría eso en privado una vez
tuvieran la oportunidad de escapar un momento. Desafortunadamente, no había
terminado de trabajar y, de hecho, el descanso de doce horas parecía muy lejano.
No podía concentrarse hasta que supiera que ella estaba a salvo.
Ella asintió.
—Lo comprendo. —Se rio ante su expresión—. Sí, realmente lo hago. Esto
es importante. Tú eres importante. Tienes un trabajo. ¿Volverás a mí? ¿Cuándo esté
terminado?
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El Club de las Excomulgadas
—En realidad, eres la más exasperante y mandona mujer que haya
respirado. —Ella se puso rígida y él se echó a reír—. Es una de tus mejores
cualidades. Vendré a por ti cuando pueda.
—Estaré esperando.
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El Club de las Excomulgadas
—Mis mejores hombres han estado con ello, y está yendo muy lento. Las
capas de encriptación son tan densas y complicadas que he tenido dos equipos
trabajando media jornada cada uno para llegar tan lejos. Hoy ha sido la primera
vez que hemos visto cualquier dato real detrás de la codificación. Tenemos algunos
lugares, pero no mucho todavía.
Daniel deseaba que estuviera en su poder sacar a Esta Fardelle, pero temió
que fuese imposible. Inteligencia18 había indicado un aumento de la seguridad en
—Ni siquiera son los tres ’Verses más cercanos al punto marcado.
—Sea lo que fuera lo que tenemos aquí, es grande. Los equipos están
preparados, ¿verdad? —preguntó Roman.
—He enviado a dos equipos fuera. Sera, Brandt y Ash se encontrarán con
Andrei y Julian. Tengo otro equipo especial sobre el terreno en Mirage —Wilhelm
dirigió su atención hacia Roman—. Los Sessions les han dado algunos problemas a
mi gente. No va a ser tan limpio como me gustaría, el traerlos aquí.
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El Club de las Excomulgadas
—Traerlos aquí. Muertos o vivos. Déjaselo claro. No voy a tolerar esas
tonterías. Ni por un minuto más. Estamos al borde de una guerra total, y los
Sessions pretenden jugar con nosotros. ¿Acaso esperan piedad ahora?
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El Club de las Excomulgadas
Pero en este caso, una sugerencia podía ser efectiva.
—¿Lo ha hecho?
Y entonces fue cuando Daniel se percató de que Wilhelm sabía todo lo que
Daniel le había contado. Ya lo sabía y le estaba guiando a algún sitio.
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El Club de las Excomulgadas
Ah, de eso iba todo. Ellis estaba esperando a que Daniel saliera de su
sombra, para liderar un poco más a los Phantom Corps.
—Confío en tu juicio sobre eso. ¿Por qué no hablas con él sobre esto? —
preguntó Wilhelm.
Apreciaba el modo en que Ellis había dejado la puerta abierta, pero en este
caso, Daniel sentía que sería mejor si venía de Wilhelm.
Wilhelm asintió.
—Buen punto.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Abbie parpadeó y se sentó más recta.
—Sí, sí, estoy bien. No he tenido muchos problemas con las náuseas esta
semana. Mercy dice que puedo haber terminado con ellas ahora. Gracias a los
dioses.
—Bien.
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El Club de las Excomulgadas
—Es extraño. Creo que este tipo de conexión que hemos conseguido con
nuestros hombres es rara. Puedes encontrar amores menos intensos, aunque no
menos duraderos.
—Pero prefiero tener esto —Se rio Carina, creyéndolo con todo su ser.
—¿Estás todavía despierta? —Daniel entró e hizo que todo fuera mejor.
—Te esperaba.
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El Club de las Excomulgadas
—En mi bolsillo exterior hay una solicitud de matrimonio.
Antes de que él pudiera decir algo más, ella metió la mano y la cogió.
—¡Lo hiciste!
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiséis
Ella tiró de su ropa mientras se reía.
—¡Vamos Daniel! No estás desnudo. He tenido que esperar todo el día para
que lo puedas estar. Debes obedecerme ahora mismo.
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El Club de las Excomulgadas
—No pienses que puedes enseñarme los papeles, y voy a retroceder en ese
punto. Me has desflorado, después de todo —dijo ella, terminando en un chillido
cuando él deliberadamente deslizó los dedos sobre sus bragas, presionando solo con
la suficiente fuerza como para recordarle a ella que le deseaba tanto.
—Wow.
—Ahora tú. —Le quitó el suéter por la cabeza, y ella se sacudió el pelo de la
cara—. Hermosísima. Cada centímetro de ti es tan hermoso. —Le besó un pezón y
luego el otro—. No has sido desflorada. Fuiste amada.
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El Club de las Excomulgadas
misma. Un gemido entrecortado salió de él, haciéndola sentirse hermosa y
deseable.
—¡Daniel!
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El Club de las Excomulgadas
—Lo estoy. —Pasó sus dedos por los pliegues de su coño, tan húmedo y
listo para él. Ella se arqueó hacia atrás, y fue a su clítoris.
—Pido disculpas por ser tan terriblemente egoísta. Déjame darte este
pequeño presente para comenzar a expiarme. —Cuando lo dijo, subió sobre ella
con implacable intensidad. La necesitaba, tenía que darle placer, necesitaba tocarla
y robar cada jadeo, gemido y grito, cada trocito de su deseo.
—Sólo estoy empezando, cariño —salió y empujó hacia adelante una y otra
vez. Su ritmo era rápido y fuerte, la necesidad amenazó con arrastrarse por su piel.
Su cuerpo respondió a su necesidad, le dio lo que él anhelaba.
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El Club de las Excomulgadas
Luego haría las cosas más lentas y disfrutaría de ella durante horas.
Carina nunca había sido más feliz en toda su vida. Su polla profundamente
dentro de ella, con sus manos por todo su cuerpo, sosteniéndola a él como si no
pudiera soportar estar sin tocarla. Sus músculos estaban relajados y calientes por el
clímax delicioso que le había dado, y correspondía a su ritmo.
Esa misma alfombra que asió con sus dedos cuando ella buscó apoyo. El
olor de ellos se levantó a su alrededor, su cuerpo dando la bienvenida al suyo, sudor
limpio, su propio olor único, todo esto unido junto, aumentaba su deseo.
—Bienvenido de vuelta.
Él jadeaba para tomar aliento, y ella besó sus labios, no queriéndose mover
durante un rato.
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo he estado acosándote para que te casaras conmigo desde el día que
nos conocimos, Daniel. ¿Qué pista necesitarías para que yo no estuviera interesada
en algo que no fuera eso?
—Nunca te esperé.
—¿No lo hiciste?
—No te esperaba, tampoco. Pensé que eras inútil y superficial la primera vez
que te vi. Te quise, incluso entonces, justo cuando te miré y te consideré como una
belleza fría y distante. Me has demostrado lo incorrecto que fue mi juicio desde
entonces.
Ella estaba tan relajada en sus brazos, el calor del agua a su alrededor,
calmando a su cuerpo saciado por el momento.
—¿No crees que soy hermosa ahora? —bromeó, con sus ojos cerrados.
—No eres fría ni distante. No eres inútil o superficial. Tu belleza es como las
horas siguientes a una fuerte nevada. Brillante, cubriendo todo lo que toca con esa
belleza. Eres pálida como la luz de la luna e igual de luminiscente. Como una perla.
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El Club de las Excomulgadas
Eres fuerte e inteligente, y lo que hiciste hoy necesitó mucha fuerza. Estoy
orgulloso de ti.
—Eres muy rudo cuando me dices que no. Pero supongo que soy difícil de
manejar y todas esas cosas que los hombres dicen sobre las mujeres con mentes
propias. Tenemos que gustaros bastante. He visto como Roman mira a Abbie. Me
parece que los hombres mandones como vosotros necesitáis mujeres que odien oír
Él hizo una pausa antes de volver a deslizar sus manos enjabonadas por
encima de ella, consiguiendo relajarla otra vez.
—Creo que sí. Descodificamos los datos. Vincenz está ayudando. Tu padre
está en algo horrible a juzgar por los extremos a los que llegó, para proteger estos
datos.
—Wilhelm me dijo que habías sido ya de mucha ayuda. Gracias por eso.
Estoy tratando de conseguir noticias sobre tu madre. He asignado a Vincenz un
plan para liberarla. No podrá suceder por un tiempo. Lo siento. Pero tan pronto
como podamos hacerlo, la sacaremos.
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El Club de las Excomulgadas
Carina miró por las ventanas de encima de la bañera. El cielo estaba
iluminado con miles de estrellas. Totalmente diferentes a las que había crecido
viendo por la noche. Eso todavía la afectaba a veces, darse cuenta que ella estaba
tan lejos de todo lo que conocía.
—No estoy segura de que ella se fuera. Aprecio que estés trabajando en ello,
pero confío en ti para esperar a hacerlo cuando pueda ser realizado sin peligro, o al
menos de la forma más segura posible.
—¿Cómo lo conseguiste?
—No he tenido una razón para una cama más grande hasta ahora. Todo lo
que he hecho en la mía hasta ahora es dormir. No me muevo mucho cuando
duermo. ¿Por qué perder tiempo y dinero buscando una cama más grande? A
propósito, en el bolsillo interior de mi abrigo, al otro lado de donde estaban los
papeles, hay algo para ti.
Ella gritó y salió corriendo por la puerta, sin importarle que estuviera
desnuda. Rebuscando en su abrigo, encontró una bolsa de tela atada con un cordón
en el bolsillo.
No quería abrirlo sin que él estuviera presente, por lo que correteó de nuevo
hacia atrás, y lo encontró subido en la cama. Había encendido el fuego, por lo que
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El Club de las Excomulgadas
la habitación estaba calentita. Se subió de un salto junto a él, apretándose contra su
cuerpo.
—Tú dices que yo te derrito. Pero estás equivocado, Daniel. Tú eres el que
me matas.
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El Club de las Excomulgadas
—No. Quise casarme contigo desde aquella noche en el refugio.
Profundamente dentro de la montaña donde estábamos sólo tú y yo.
—Otra vez eres mi perdición. Daniel, eres el hombre más dulce que jamás
haya existido.
—Es la cosa más ridícula que he oído —Se abalanzó y terminó encima de
ella, mirándola a la cara—. No soy dulce. No soy bueno. Pero te amo tanto que
desgarraría la tela de los ’Verses si sólo lo pidieras. Eres mi compañera, mi corazón
y alma, y me recuerdas que soy un hombre.
*****
Vincenz miró los datos y sus ojos, ojos que habían estado perdiendo el foco
sólo hacía un momento antes, se centraron agudos.
Se había sentido mal por llamar a Daniel. Vincenz sabía que le había pedido
a Carina que se casara con él esa tarde. Le había hablado sobre eso antes de ir a
hablar con Roman. Él había sido escéptico al principio, pero Vincenz tuvo que
admitir que pensaba que hacían una buena pareja. Carina mantendría a Daniel
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El Club de las Excomulgadas
sobre los dedos de sus pies, y Daniel la adoraría de la manera que se suponía que
ella debería ser adorada. Y la mantendría segura. Al final, les había deseado lo
mejor y había sido algo que esperaba.
—Sí. Daniel y yo pensamos que serías un buen activo para nuestro equipo.
—Me interesa, sí. Ahora que Carina está aquí, estar en el mismo ’Verse
estaría bien para los dos.
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El Club de las Excomulgadas
inteligencia militar. Los fragmentos que hemos descodificado parecen tratar sobre
intentos de construir una máquina para cerrar un portal.
—Pueden haberlo hecho ya con éxito. Esa explosión del portal anterior
mientras vosotros dos estabais de camino de vuelta aquí, cerró el ’Verse totalmente.
Todavía no podemos conseguir ninguna información sobre ello además de lo básico
—Wilhelm suspiró—. Lo mejor que podemos esperar era que fue una prueba que
falló. Pero no podemos quedarnos con esa suposición.
—¿Cómo está todo allí? ¿Está hecho? ¿Lo tienen? ¿Cómo podemos pararlos?
¿Por qué la mención de otros ’Verses? —Roman se sentó hacia adelante.
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El Club de las Excomulgadas
01- Encubierto
02- Implacable
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El Club de las Excomulgadas
desde su nacimiento. Roman teme el encuentro con la rebelde, si bien despampanante,
agitadora. Pero, a veces, las testarudas personalidades que chocan en público se vuelven acaloradas
e intensas, con culpables encuentros en privado....
Ahora, Abbie mostrará a Roman las partes de su mundo que no tendría otro modo de
ver. Y él le dará un atisbo de la antigua tradición de las Familias y desencadenará una sexualidad a
la que él nunca había dado rienda suelta a antes.
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El Club de las Excomulgadas
01- Insaciable
Espera ser rescatada por un hombre que había sido su enemigo. Pero no está preparada
precisamente para cuan intensa sería la atracción hacia Daniel Haws. Nacidos como adversarios de
rangos diferentes, y corriendo por sus vidas, ahora se necesitan el uno al otro para sobrevivir,
aferrándose a lo único que tienen en común: un deseo creciente que es peligroso, irresistible e
insaciable…
380
El Club de las Excomulgadas
Próximamente
Hipnotizado
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El Club de las Excomulgadas
382
Lauren Dane - Insaciable - Serie Comando Fantasma I
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