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Moderadora
Hiedra Venenosa

Traductoras
Diana de loera Umiangel
Lauu LR johanamancilla
Né Farrow StephannyAl
Abigail Hana
Hansel Kyda 4
Ivana Emma Husr

Correctoras
Tolola Julie

Lectura Final
Julie

Diseño
Tolola
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
5
Capítulo 11
Capítulo 12
Sobre la Autora
Unos meses después de ser dado de baja con honores del ejército, Jackson
Hunt sigue luchando por adaptarse al mundo real. Necesita conseguir un trabajo
y encontrar una sensación de normalidad si quiere mantener a raya sus propios
demonios. Sin embargo, el trabajo que se le presenta es todo menos normal.
Ser el guardaespaldas (y niñero) de la niña rica y mimada Kelsey Summers
no es exactamente lo que estaba buscando, pero es una oportunidad para viajar,
para alejarse del hogar en el que se ha sentido asfixiado desde su regreso. Sería
un trabajo muy bonito si no fuera porque el padre de Kelsey no quiere que ésta
sepa que la están siguiendo. Hunt se siente culpable (y un poco espeluznante)
mientras la observa desde lejos. Ella es vibrante y exasperante, excitante y
temeraria, misteriosa y familiar. Cuando la ve caer en los mismos patrones que
él sufrió hace años, decide que es hora de dejar de observarla y ayudarla. Pero
llegar a conocerla es más difícil de lo que pensaba, sobre todo porque cuanto más
la conoce, más la desea.
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Losing It, #3.5
Traducido por Diana de Loera
Corregido por Tolola

Había pasado días abrasadoramente calurosos en el desierto, seguidos de


noches terriblemente frías. Me habían disparado, casi había volado por los aires
y me habían rociado con metralla como si fuera agua. Ahora era un niñero
glorificado.
El universo tenía un extraño sentido del humor.
La rubia guapa se puso de pie una docena de filas delante de mí en el
avión, con su imagen casi idéntica quemando un agujero en mi bolsillo trasero.
Intentaba meter en el compartimento superior una gran mochila, no muy distinta
de la que yo llevaba en los Marines, y le eché un largo vistazo a su cuerpo en 7
tanto lo hacía. Su holgada playera de algodón se subió para mostrar una delgada
cintura bronceada. Bajé los ojos, pero luego quedaron atrapados en sus caderas
cubiertas por unos vaqueros cortados que daban paso a unas largas e igualmente
bronceadas piernas. Alejé la mirada.
Un segundo.
Qué demonios. Me pagaban por cuidar de ella. En mi libro, eso contaba
como permiso para mirar. Además, si iba a estar siguiéndola por un continente,
necesitaba ser capaz de identificarla al más mínimo vistazo.
Esa era una excusa suficiente en lo que a mí respecta.
Su ropa me recordaba a algo que se podía encontrar en una venta de
garaje, pero de alguna manera, a ella le quedaban bien. Era hermosa sin ningún
esfuerzo, radiante de una manera en la que no podías evitar echarle un segundo
vistazo. Pero conociendo a su padre y al mundo del que venía, estoy seguro de
que ese aspecto era tanto intencional como caro.
Con una revista de chicas metida debajo de su brazo y una bebida de
Starbucks, tomó asiento y ya no pude verla.
Suspiré, ya inquieto, y ni siquiera estábamos en el aire. Mis rodillas se
apretaban incómodamente contra el asiento de enfrente. El anciano que estaba a
mi lado ya había cogido el reposabrazos, y yo me apoyé en el que quedaba
inclinando la cabeza contra el respaldo del asiento.
Me aburría, y el aburrimiento y yo no nos llevamos bien. Necesitaba
acción, adrenalina y emoción. Pero sabía que lo más probable era que me quedara
en los museos aburridos, en las trampas para turistas y en los pequeños cafés
europeos de mala muerte.
La información que me había dado su padre decía que acababa de
licenciarse en Bellas Artes, así que esperaba que eligiera París o Londres, algún
lugar conocido por su faceta artística.
Tal vez Kiev fuera artístico.
Sabía tan poco de esta ciudad como de ella.
Kelsey Ann Summers.
Veintidós años.
Universitaria recién graduada.
Viajando por Europa. Indefinidamente.
Lo que significaba que estaría siguiéndola indefinidamente.
En el gran esquema de las cosas, era un trabajo bastante genial. Sin dudas
mejor que el trabajo de paisajismo que tenía (y del que había sido despedido). 8
También le ganaba a ese trabajo de oficina de mierda en el que había malgastado
dos semanas. Aburrido o no, estaría de viaje. Por cualquier razón, no soportaba
quedarme en un solo lugar justo ahora. Mi padre había sido el que negoció este
“trabajo”. Se cansó de echarme una mano, y yo estaba malditamente cansado de
necesitarlo.
Así que acosador de chicas de la hermandad sería. Pongan esa mierda en
mi currículum.
Demonios, el dinero tampoco hacía daño.
Mantendría vigilancia mientras ella hacía sus cosas de chicas. Echaría un
ojo a los carteristas y me aseguraría de que permaneciera a salvo; y conseguiría
ver algo del mundo pero no a través del parabrisas de un auto militar, para variar.
Todos ganan.
Solo me reuní con su papá una vez, para firmar el contrato y recoger el
delgado archivo con la información de Kelsey y sus números de contacto. Todo
el asunto era como alguna loca película de Bond, solo que con muchas menos
explosiones y secretos de gobierno.
El señor Summers se sorprendió de no haberme conocido nunca, ya que
nuestras familias se movían en los mismos círculos. No le dije que eso era porque
yo era la oveja negra de la familia. Entonces habría encontrado a otra persona
para seguir a su hija, probablemente preocupado por que yo corrompiera a su
angelito.
Hablando del señor Summers… saqué el teléfono que me había dado y le
envié un corto mensaje de texto para hacerle saber que ambos habíamos llegado
a nuestro vuelo de conexión en Nueva York y estábamos a punto de despegar.
No respondió antes de que la deslumbrante asistente de vuelo me dijera que
apagara mi teléfono. Lo puse en modo avión, fingiendo haber presionado el
botón de encendido, y luego lo puse boca abajo sobre mi regazo.
A las pocas horas de vuelo, la cabina se había quedado a oscuras y el
hombre que estaba a mi lado llevaba lo que parecía una eternidad intentando
encontrar una forma cómoda de dormir. Tal vez fuera cruel, pero en cierto modo
esperaba que siguiera sin conseguirlo. Solo con mirarle se podía decir que era uno
de esos tipos que se acurrucan accidentalmente contra ti mientras duerme.
También tenía babeo escrito por todas partes.
No, gracias.
Al borde del sueño, me incliné lo más lejos que pude de mi inquieto
vecino, con mi codo en el reposabrazos exterior y la cabeza en mi mano.
Algo me golpeó el brazo, sacándome de mi casi sueño. Levanté la mirada
para ver una cara conocida. Sus ojos estaban pesados con sueño y su cabello se 9
encontraba revuelto. Brevemente me pregunté si así es como se veía cuando se
levantaba, luego sus ojos viajaron hacia los míos. Maldiciéndome por mi lento
tiempo de reacción, jalé mi gorra de béisbol hacia abajo y me di la vuelta mientras
ella murmuraba: —Disculpa.
No respondí, fingiendo haberme vuelto a dormir.
Me aseguré de mantener mis extremidades fuera del pasillo y mi cabeza
baja. Unos pocos minutos después, reconocí las sandalias de tiras en sus pies
mientras se dirigía hacia el frente del avión.
Eché un vistazo, con cuidado de mantener mi gorra bajada. La anciana
sentada a su lado se había aprovechado de la ausencia de Kelsey para sacar su
bolso, y ahora batallaba para volver a ponerlo en el compartimiento superior
arriba de ella.
Normalmente, me habría levantado para ayudar, pero no me podía
arriesgar a llamar más la atención. Confiaba en que la oscuridad del avión y la
evidente somnolencia de Kelsey anularan nuestra anterior interacción.
En su lugar, observé mientras Kelsey tomaba el bolso de la mujer y lo
levantaba por encima de su cabeza. Su playera se volvió a levantar, y esta vez
mis ojos no dudaron en inspeccionar la suave piel de su cintura.
Maldición. Tenía que controlar eso ya mismo.
Apoyé los codos sobre mis rodillas y presioné mi frente en mis nudillos.
Esto no presagiaba nada bueno para mi autocontrol en este viaje. Nunca había
sido exactamente mi punto fuerte. Los Marines me habían ayudado con eso, pero
aún tenía mis puntos débiles.
Y una rubia bonita era definitivamente uno de ellos.
La lujuria hacía que los hombres hicieran cosas estúpidas.
De acuerdo, a mí. La lujuria me hacía hacer cosas estúpidas.
La gente tiende a notar cuando los miras abiertamente. Esa estupidez en
particular podría enviarme en el primer vuelo de vuelta a Houston en poco
tiempo.
Mi padre ya me había amenazado con un trabajo en su empresa si no me
asentaba y me ceñía a algo, y eso era algo que nunca tendría ningún deseo de
hacer. Tarde o temprano, me quedaría sin trabajos dispuestos a arriesgarse con
alguien con mi historial, y me vería obligado a aceptarlo. Entonces volvería a la
senda que me hizo caer en el abismo hace casi una década. Pero esta vez, no
tendría a los Marines para sacarme de él.
Encendí mi música tan alto como pude soportarlo y me acomodé de nuevo
en mi asiento, determinado a dormir algo.
Este era un trabajo. Simple y sencillo. Tenía que pensarlo así. Y, dado que 10
sería fácil durante las próximas diez horas más o menos, descansaría ahora
mientras pudiera. El verdadero trabajo empezaría cuando aterrizáramos en
Ucrania.
Cerré los ojos, contento de que al menos los Marines me hubieran
enseñado cómo dormir en cualquier lugar. Esta era una misión. Exactamente
como el resto. Y, joder, era un muchísimo más fácil que cualquiera de las otras
que había tenido a lo largo de los años.

No hizo falta mucho después del aterrizaje que me diera cuenta de que
este trabajo no sería ni de cerca tan fácil como había anticipado.
Pensé que era un poco ridículo cuando el señor Summers me dio un
teléfono con un rastreador GPS vinculado con el de Kelsey. Había asumido que
simplemente me levantaría temprano, esperaría a que se fuera y luego la seguiría.
Ella volvería a su hotel. Yo esperaría a que se fuera a dormir, y después podría
dormir un poco,
Oh, cuánto me equivocaba.
Me registré en una habitación en un hostal enfrente del suyo en Kiev, y
subí las escaleras angostas hacia la habitación, sacándome el teléfono del bolsillo
en el camino. Marqué el número que el padre de Kelsey me había dado, y una
mujer respondió.
—Oficina del señor Summers.
Me aclaré la garganta.
—Sí, um, soy Jackson Hunt. —No estaba seguro cuánto más identificarme.
Acosador de su Hija no era exactamente un título que estuviera listo para lanzar
en público.
—Sí, señor Hunt. El señor Summers está en una reunión, pero esperaba su
llamada. ¿Llegaron sin incidentes?
—Sí, ya estamos aquí.
—Excelente. Estará en contacto.
La línea se cortó. Me quedé quieto frente a mi puerta unos momentos.
Eso fue de alguna manera menos… dramático de lo que pensaba que sería.
Estuve contento de no ser el único manejando esto con naturalidad.
Metí la antigua llave en la cerradura y entré en la habitación. Deposité mis 11
cosas en una cama sencilla con patas y un colchón delgado, luego eché un vistazo
por la ventana, justo a tiempo para alcanzar a ver a Kelsey huyendo del hostal en
la parte trasera de la motocicleta de algún tipo.
—Oh, que me jodan.
Agarré unos cuantos artículos claves y encendí la aplicación que me unía
a su teléfono. Maldiciendo, bajé los escalones de dos a la vez, lo más rápido que
pude, hacia el vestíbulo. Salí corriendo hacia la calle, pero se había ido hacía
mucho tiempo.
—Maldita sea.
Una pareja de turistas con riñoneras (sí, verdaderas riñoneras) saltaron en
respuesta a mi maldición.
Tranquilízate, Hunt. Mézclate.
Eso era lo que esta misión requería. Necesitaba que se me diera bien, y
rápido. Mi corazón latía fuertemente en mis oídos mientras esperaba a que la
aplicación terminara de cargarse. Estaba entrenado para operar bajo presión. El
pánico no debería ser un problema, pero esto era diferente.
En primer lugar, es mucho más fácil luchar contra una persona que
protegerla. Y cuando protegía a alguien, normalmente era un tipo con equipo de
combate que tenía su propia arma. Y yo conocía a esos tipos. Conocía sus
tendencias, sus puntos fuertes y sus debilidades.
Empezaba a darme cuenta de lo poco que sabía sobre Kelsey Summers.
El teléfono sonó y vi un punto azul en movimiento que supuse que era
ella. Ya estaba a un par de kilómetros de distancia. Corrí hasta una esquina más
concurrida y pedí un taxi. No fue hasta que me deslicé por el asiento de cuero
agrietado que me di cuenta de que no podía decirle a dónde iba porque no tenía
ni puta idea.
Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, expectantes, a través del
espejo retrovisor, y levanté un dedo para ganar tiempo. Había comprado un libro
de frases en ucraniano en el aeropuerto por capricho mientras Kelsey estaba en
el baño. Sentí que un hilo de sudor me recorría la nuca mientras lo sacaba del
bolso y hojeaba frenéticamente las primeras páginas.
Un vistazo a las palabras que no reconocí (ni sabía cómo pronunciarlas) y
supe que el libro de frases no me iba a servir de nada.
—¿Inglés? —le pregunté al conductor.
No tuvo que responder. Conseguí la enorme y estridente negativa solo de
la inclinación de sus abundantes cejas.
Intenté enseñarle la aplicación, con la esperanza de que tal vez reconociera 12
la interfase de un GPS o que fuera capaz de reconocer en qué parte de la ciudad
se movía ese punto azul en este momento, pero sus cejas solo se fruncieron más.
Derrotado, sonreí, le lancé un par de monedas por sus molestias, y luego
me bajé del taxi, ahora incluso más lejos de Kelsey y sin ninguna idea de cómo
iba a llegar a ella.
Me tomó exactamente diez minutos descubrir que mi libro de frases en
ucraniano era inútil en su mayoría (no solo porque yo era inútil cuando se trataba
de usarlo, sino porque la mayoría de las personas con las que me crucé hablaban
ruso en su lugar).
¿Kelsey hablaba ruso? Puede que yo no hubiera ido a la universidad, pero
no pensaba que la chica rica promedio de Texas hablaría con fluidez el idioma.
Pero, bueno, dada la oportunidad de ir a Europa, la chica promedio seguramente
hubiera escogido Londres, París o Roma.
Tal vez conociera a ese tipo de la moto. Excepto que su padre no mencionó
nada sobre Kelsey visitando amigos (o un novio) en el extranjero. Pero, de nuevo,
se movía en los mismos círculos que mi padre, que se empeñaba en ser lo más
ignorante posible, así que quizás no lo sabía.
O quizá ese novio fuera la razón de que me enviaran. Tal vez fuera
peligroso.
Frustrado, me froté una mano por la superficie de mi cabeza afeitada, no
por primera vez, extrañando el cabello más largo que tenía antes de enlistarme.
Uno pensaría que después de estar de servicio dos veces estaría acostumbrado,
pero no. Gruñendo, decidí que no me acercaba a ella quedándome aquí sin hacer
nada. Y la idea de que estuviera sola Dios sabía dónde con ese tipo hacía que mis
entrañas se tensaran incómodamente.
Me puse en marcha a pie, demasiado molesto y preocupado como para
mirar la ciudad a mi alrededor. Solo podía mirar ese punto y saber que estaba
jodiendo esto tanto como todo lo demás en mi vida.
Finalmente, tras otros diez minutos, el punto dejó de moverse. Caminé un
poco más y, cuando tuve la certeza de que Kelsey no iba a despegar de nuevo,
me dediqué a buscar a alguien que pudiera ayudarme a averiguar dónde estaba
y cómo llegar.
Hubo un momento en que supuse lo peor sobre su punto inmóvil. Quizá
fuera porque había vivido en medio de la guerra durante más de una cuarta parte
de mi vida. Pero me lo quité de encima. Ucrania no estaba en guerra, al menos
no ahora. Probablemente estaba sentada en un café o en un banco del parque.
Mi salvación llegó en forma de una linda niña con zapatos desgastados,
pelo rizado y una sonrisa de dientes separados. No tendría más de siete u ocho
años, pero me entendió. Al menos mis palabras. Dirigió sus grandes ojos 13
marrones de cierva a mi teléfono, pero era demasiado joven para ayudarme a
averiguar cómo se traducía el mapa a la ciudad de Kiev.
—¡Ivan! —llamó. Con sus pequeños dedos curvados alrededor de la boca,
apretando sus mejillas regordetas, gritó más fuerte—: ¡Ivan! Идите сюда!
“Ven aquí”.
Un niño mayor, inequívocamente preadolescente con cabello despeinado
y espinillas, se nos acercó a regañadientes.
—Что? —preguntó, molesto.
Sus diminutos labios se movieron más rápido, palabras con demasiadas
consonantes brotando de su boca, mientras sus manos tomaban posición en sus
caderas.
Ivan, quien supuse era su hermano mayor, puso los ojos en blanco y
extendió la mano hacia mí.
Le pasé el teléfono, luego observé mientras lo estudiaba con un poco más
de comprensión que su hermana. Lo puso de costado, luego de regreso.
—Jardines Botánicos —dijo—. Cerca del monasterio.
—¿Puedo tomar un taxi hacia ahí? ¿Si digo “Jardines Botánicos” sabrán lo
que quiero decir?
Ivan frotó una espinilla en su barbilla, y luego se encogió de hombros.
—Metro es más fácil. —Apuntó hacia debajo de la calle y dijo—: Ahí. Hacia
la universodad.
—¿Universidad?
—Sí. Está al lado de los jardines botánicos.
Asentí.
—Muy bien. De acuerdo, gracias, Ivan. —Me arrodillé frente a la niña
pequeña, y noté que el dobladillo de su vestido estaba manchado de tierra—. Y
gracias a ti, también.
—Sasha —me dijo Ivan.
—Fuiste de mucha ayuda, Sasha.
Su sonrisa era adorable.
Algunas veces, me pregunto si yo habría sido diferente si hubiese tenido
hermanos. Si hubiese tenido una hermana pequeña como ella a la que cuidar y
proteger tal vez no me hubiera perdido tan profundamente en mis propios
problemas.
Pero no había tiempo para pensar en eso, de vagar a lo largo de los campos
minados de mi pasado, no cuando alguien me necesitaba en el presente. 14
Traducido por Lauu LR
Corregido por Tolola

Emergí del metro junto a la Universidad, y los jardines botánicos fueron


fáciles de localizar. Estaban situados justo al lado de un monasterio. Techos de
cúpulas verdes y agujas doradas ocuparon el primer plano de mi vista mientras
los jardines se extendían detrás. Con un río a mi espalda y la fría brisa acarreando
la esencia de las flores, me distraje un momento de mi búsqueda.
Si no necesitara encontrarla, este sería el lugar perfecto para dibujar.
Dibujar me calmaba. Tal vez porque traía orden a un mundo desordenado.
Pero era más que eso. Me permitía hacer más que reparar un mundo caótico; me
dejaba escapar de él. Concentrándome en la página, me olvidaba de todo a mi 15
alrededor. Entraba a otro plano y encontraba paz en algo hermoso. Y, a pesar de
que algunas veces parecía imposible en toda la fealdad del mundo, siempre había
al menos una cosa hermosa.
En este momento había muchas más que una.
El olor de los jardines no era como nada que hubiera experimentado, ligero
y dulce y seductor al mismo tiempo. La brisa atravesaba el pabellón de árboles,
y me golpeó lo cansado que me había dejado el vuelo por medio mundo.
Parpadeé, negando con la cabeza, y estiré el cuello.
Céntrate, Hunt. No son unas vacaciones.
Me fijé en el GPS de mi teléfono de nuevo. El jardín se encontraba lleno de
sinuosos senderos, y no había una línea recta entre Kelsey y yo, no sin tropezar
con algún adorno de jardín, costoso, sin duda.
Lo intenté lo mejor que pude. Cuando fuera que hubiera oportunidad de
ir en dirección de Kelsey, tomaba ese camino. Algunas veces me llevaba en una
dirección totalmente diferente, y tenía que volver y tratar un camino diferente.
Debía haber recogido algún tipo de mapa o algo así, pero no.
Así que, teléfono en mano, lo hice lo mejor que pude.
Finalmente, estaba lo suficientemente cerca como para que ella estuviera
a la vuelta de la esquina.
Solo que el camino en el que me encontraba no se curvaba; seguía recto y
constante justo pasando el lugar donde la aplicación decía que debía estar Kelsey.
Me detuve, confundido.
Tal vez un camino diferente rodearía el lugar donde estaba ella.
Volví al último camino por el que había pasado y tomé la siguiente curva
hacia Kelsey, seguro de que ese camino me llevaría a ella.
No lo hizo.
De nuevo, encontré el camino en el que iba alejándose en curva de donde
mi teléfono mostraba mi objetivo.
Suspirando, miré a mi alrededor para asegurarme de que no hubiera nadie
más, y entonces salí del camino a un área de madera que esperaba no estuviera
fuera de los límites. Las hojas sonaban bajo mis botas e, incluso aunque hacía algo
que podría potencialmente hacer que me echaran, me sentí en paz.
Siempre me había sentido más en casa en la naturaleza. Uno pensaría que
tras crecer en Texas habría cubierto mi cupo, pero en mi familia no. Jugar al golf
era lo más parecido a la naturaleza que hacía mi padre.
Me sacudí mis pensamientos y preocupaciones y me hundí en los sonidos
de la naturaleza. Me centré en el GPS y disfruté del constante ritmo de mis pasos
a través del bosque.
16
Bajé la velocidad cuando me acerqué al área donde debía estar Kelsey para
no delatarme. Caminando con cuidado, me moví en silencio entre los árboles. No
paraba de desear mirar alrededor de un arbusto y verla, pero no estaba ahí.
Ni siquiera cuando me paré justo encima de la señal.
Fue entonces cuando vi su mochila, tirada en la tierra junto a un arbusto,
una botella de agua, algo de brillo labial y un pasaporte saliendo del borde.
Mi corazón se estremeció una vez, y entonces comenzó a latir al doble de
velocidad.
La adrenalina me agudizó la visión. Con cuidado de mantenerme atento a
mis alrededores, me moví de mi escondite para arrodillarme junto a su mochila.
Abrí el pasaporte, y ahí estaba ella. Dios, incluso en la fotografía de su pasaporte
era hermosa. Largo cabello rubio desordenado y vívidos ojos verdes.
Cerré el pequeño libro, apretándolo entre mis dedos, entonces examiné
mis alrededores de nuevo.
Tal vez mi inclinación original a entrar en pánico no hubiera estado tan
alejada.
Me hice bajar la velocidad y considerar los hechos.
No había hecho ninguna llamada telefónica desde su llegada, a menos que
la hubiera hecho en la sala de espera del aeropuerto. Esa fue la única vez que
estuvo fuera de mi vista. La había seguido en el metro y por las calles hasta su
hostal. La había visto registrarse, y todo había parecido normal.
Asumiendo que tardaría un poco en instalarse, me escabullí dando la
vuelta a la esquina a la posada que habíamos pasado en su camino al hostal.
Traté de recordarla a ella y al chico con el que se había ido en la motoneta.
Su mejilla había descansado sobre la espalda de él, así que era más alto.
Ella era bastante alta, así que supuse que él medía tal vez un metro noventa. Mi
estatura, o cerca. Había llevado casco, así que no tenía idea de su aspecto, solo
que era más grande, lo suficiente para someterla, si era lo que quería.
Las manos de ella le agarraron la chaqueta, no su cintura. ¿Qué significaba
eso? Si fuera un novio, seguramente se habría agarrado a él y no a su ropa.
Algo en mi se relajó ante esa noción, pero al mismo tiempo más ansiedad
flotó hasta mi cabeza, ya dolorida.
Si no era un novio, eso quería decir que se había ido con un completo
extraño. Pero, ¿por qué?
Justo cuando estaba a punto de perder la esperanza en mi rol clandestino
y comenzar a gritar su nombre, escuché risas detrás de mí. 17
Me escondí detrás del arbusto y vi dos piernas estiradas detrás de un árbol.
Vaqueros oscuros y botas, no los pantalones cortos y zapatos de correas que
llevaba puesto Kelsey.
Retrocedí hacia otra línea de árboles, y entonces con cuidado me acerqué
más.
Una camiseta blanca colgaba de una rama, moviéndose con la brisa. Eso
debió haberme dado una pista. Pero mi mente seguía en modo misión, así que
continúe mis pausados y silenciosos pasos hasta que vi a Kelsey, sin camiseta,
montando a quien supongo era el conductor de la motocicleta.
Musité una maldición, pero no alejé la mirada.
Su piel era sedosa y bronceada, y me fascinó la trayectoria de su columna
vertebral, la forma en que se profundizaba como el lecho de un río vacío cuando
se arqueaba hacia delante. Las puntas de su cabello danzaban por su espalda,
balanceándose con sus movimientos. Su sujetador era de color verde esmeralda,
casi como sus ojos, y se me secó la boca cuando se inclinó hacia atrás y pude verla
por completo. Casi podía ignorar al tipo que estaba con ella y la forma en que le
seguía besando por el cuello hasta la clavícula. Caso podía fingir que esto no
estaba mal de un millón de maneras diferentes.
Casi.
Estaba atrapado, congelado en mi lugar, incapaz de hacer nada más que
mirarla fijamente, al completo abandono escrito en su rostro.
Quién sabe cuánto tiempo habría permanecido allí si el tipo no hubiera
levantado la vista y se hubiera encontrado con mis ojos.
Musité unas cuantas palabras de cinco letras y me di vuelta, presionando
mi espalda contra el árbol.
Él dijo algo, y me preparé para correr.
—¿Qué? —preguntó Kelsey, su voz tan jadeante y sensual que volvió la
imagen de su espalda a mi mente con tal perfección que hubiera creído que estaba
viéndola de verdad.
Maldita sea. Es una misión, céntrate.
El chico se repitió, más fuerte esta vez, en otro idioma.
—Eso suena maravilloso, pero no sé qué estás diciendo.
Lento e inseguro, el chico dijo: —Hombre.
—Sí, ese eres tú —respondió Kelsey con una risa.
—No. Hombre.
Detrás de mí, hubo movimiento, y escuché a Kelsey quejarse. —Oye.
18
Lo tomé como mi señal para irme y me alejé, con cuidado de pasar detrás
de los árboles hasta que estuve lo suficientemente lejos para escapar corriendo.
No me detuve cuando llegué a la calle, seguí hasta que me encontré de regreso
en las áreas más pobladas del jardín, donde podía mezclarme con otras personas.
Encontré un lugar en las escaleras y levanté un periódico cuando alguien más lo
abandonó. No podía leer las palabras impresas, pero di la bienvenida al santuario
mientras me escondía detrás de las delgadas hojas de papel.
Jodido infierno, eso estuvo mal.
Mi trabajo en el futuro cercano era proteger a una chica que seguía a un
completo extraño (que apenas hablaba su mismo idioma) al bosque para tener
sexo. Era malditamente descuidada y comenzaba a entender exactamente por
qué su padre llegó a tales instancias para asegurarse de que fuera cuidada
durante este viaje.
Jesús. Y había pensado que esto sería aburrido.
Malditamente estresante sería más correcto.
Tan molesto como me sentía con ella, estaba infinitamente más molesto
conmigo mismo. Yo fui el tonto que casi fue atrapado porque no podía alejar la
mirada de ella.
Tenía que tener esa mierda bajo control o me descubriría de inmediato. Y
tenía que tomármelo en serio. El chico no la había lastimado, pero sabía de
primera mano que había demasiadas personas malas en el mundo dispuestas a
tomar ventaja de su particular tipo de ingenuidad.
Mantuve el teléfono en mi rodilla, viendo ese sedentario punto azul por la
esquina de mi ojo. Fueron otros quince minutos o así antes de que comenzara a
moverse. Cinco más antes de que viera a Kelsey y su amigo extranjero emerger
del camino de tierra al pavimentado centro del jardín.
Pasaron frente a mí y fruncí el ceño, esperando que volvieran adonde fuera
que estaba estacionada la motocicleta, dejándome para perseguirlos de nuevo.
Me sorprendí cuando Kelsey se detuvo frente a las escaleras y le dijo algo.
Se detuvo y se inclinó hacia su boca como si eso lo ayudara a entenderle mejor.
Ella retrocedió unos pasos y señaló hacia el jardín. Él lució confundido, pero sus
intenciones se volvieron muy claras cuando comenzó a subir los escalones y
despedirse con la mano.
La miró unos momentos, con la boca abierta y las cejas fruncidas. Sus ojos
cayeron a sus piernas, y sonrió de esa forma que era dolorosa y celebratoria al
mismo tiempo. Triste por verla irse, pero victorioso al mismo tiempo.
Se pasó los dedos por su cabello alborotado, y entonces se volvió a la
dirección en la que se había dirigido. Tenía la sensación de que no lo veríamos de 19
nuevo, y me sentí estúpido por alegrarme.
Me puse de lado para poder ver hacia dónde se dirigía Kelsey. Esperé a
que dejara los escalones del patio y girara por uno de los caminos. Me levanté y
la seguí, metiendo el periódico en el bolsillo trasero por si lo necesitaba de nuevo
para cubrirme.
La seguí a distancia, pero la precaución no era realmente necesaria. No se
detuvo a oler alguna flor o tomar fotografías. Caminó rápidamente, determinada
como si fuera a algún lugar específico.
Aun así, me contuve, queriendo ser precavido después de haber estado a
punto de ser atrapado antes. Me alegré de haberlo hecho cuando, varios minutos
después, empecé a doblar una curva y la encontré detenida y escudriñando la
zona que la rodeaba. Me aparté del camino y me metí en un matorral de árboles
donde ella no podía verme.
Cuando estuvo satisfecha de que se encontraba sola, dejó caer su mochila
y caminó hasta un viejo árbol muy grande. Las ramas eran gruesas y numerosas;
y ella gravitó hacia una que caía cerca del piso, con la hierba rozando su base.
Probó su fuerza con la mano y entonces, satisfecha, se sentó en ella. Se
envolvió con los brazos, sujetándose los codos y se recostó en la rama.
Pude haber pensado que tomaba el sol, excepto que no tuvo cuidado de
acostarse en un lugar con luz de sol directa, ni descruzó los brazos.
Pensé que tal vez estaba descansando, incluso tomando una siesta, excepto
que podía ver el constante y continuo golpeteo de su sandalia desde aquí.
Quería acercarme más, para verle la cara y tratar de descifrar qué le pasaba
por la cabeza. ¿Se dirigió a este árbol en particular? ¿O solo buscaba soledad?
Aparté la punzada de culpa por entrometerme.
Estaba leyendo cosas en su postura, el ritmo al que movía el pie, y no me
daba cuenta si realmente estaba molesta o si solo quería que lo estuviera.
Por todo lo que sabía, estaba tan relajada como podía estarlo.
No había nada que diga que las mujeres no puedan tener sexo sin sentido.
Yo había tenido mi parte justa, y solo los imbéciles de doble moral no parecían
pensar que eso estaba bien.
Y no quería ser ese tipo.
Pero no pude evitar la sensación de que, sea lo que sea lo que sentía Kelsey,
no estaba relajada.
Resistí la urgencia de acercarme más. El camino se encontraba abierto a su
lado. No había forma de esconderme, no como en el bosque.
20
Así que tenía que esperar, con solo conjeturas y mi GPS como compañía.
Si solo esa pequeña aplicación pudiera decirme adónde iba su mente con su
cuerpo.
No es que eso importara. Cómo se sintiera no tenía nada que ver con mi
trabajo. Solo tenía que mantenerla a salvo. Pero, de nuevo… cómo se sentía
influenciaba sus acciones, lo que me importaba.
Cuando la luz del sol estuvo baja en el cielo, dejando sombras anguladas
en el camino, Kelsey se levantó.
Estreché los ojos para ver si había estado llorando o si había cualquier otra
señal significativa de su pequeño descanso.
No obtuve nada.
Parecía tan perfecta como siempre, y decidí que todo fueron ideas mías,
viendo lo que quería ver. Se encontraba bien.
Me hice una promesa de apagar el lado emocional de esto de una vez por
todas. Necesitaba ser tan objetivo como fuera posible si esto iba a funcionar.
De ahora en adelante, la observaría cuando pudiera.
La encontraría cuando la perdiera.
La protegería cuando me necesitara.
Eso era todo. Nada más.

21
Traducido por Né Farrow
Corregido por Tolola

Tentación. Si esta misión tuviera un nombre en clave, sería ese.


No solo Kelsey, aunque la chica era la tentación en su mejor faceta, sino
todo. Era difícil mantener la concentración en el trabajo cuando “la oficina” era
un bar.
Había decidido más o menos que era una niña rica mimada, y eso la hacía
más fácil resistir. Pero tener la tarjeta de crédito de papá significaba que no tenía
escasez de trajes diseñados solo para poner a los hombres de rodillas.
Llevaba uno ahora: una falda corta de encaje blanco que hacía que su piel
bronceada pareciese brillar bajo la luz del bar. Su camisa colgaba de un hombro 22
de una manera que se suponía que pareciese una exposición accidental de la piel,
pero definitivamente no lo era. Y había algo en la meseta de su hombro que daba
ganas de poner los labios contra ella para probarla.
Sin embargo, eso no era lo único que atraía a probarla.
La vi lamerse los labios antes de inclinar hacia atrás algún brebaje oscuro
en un vaso que el tipo de esta noche le había comprado.
Apreté los puños con más fuerza, haciendo una mueca ante los cortes que
mis cortas uñas me hicieron en las palmas, y enfoqué mis ojos en otra parte. No
me encontraba aquí para pasar un buen rato. Me ocupé examinando el bar por
los potenciales peligros.
El único peligro potencial que vi fue un borracho serpenteando entre las
mesas. Y se encontraba sobe todo en peligro de tumbar cualquier bebida en un
radio de tres metros.
Redirigí la mirada a Kelsey a tiempo para verla terminar el chupito y luego
tomar una raja de lima de entre los labios de algún tío.
Unos segundos más tarde, sonrió salvajemente, como si estuviera pasando
el mejor momento de su jodida vida.
Le envidiaba eso.
Yo ya había tenido mi parte justa de fiestas. Todavía podía recordar la
primera fiesta a la que había asistido en la escuela secundaria. Era estudiante de
primer año y, cuando entré al equipo de reserva de baloncesto, me invitaron a
salir con ellos.
Mi primer trago de tequila había quemado como alcohol para las heridas,
y terminé esa noche vomitando en la piscina en el patio trasero.
Era divertido cómo algo tan terrible ahora podía ser nostálgico.
Tal vez el padre de Kelsey fuera estricto. El hecho de que me contratara
sin duda significaba que era controlador. Tal vez ella solo estuviera soltándose el
pelo. Y, por mucho que no quisiera estar aquí, no podía exactamente envidiar su
oportunidad de relajarse.
Y, maldita sea, se le daba bien soltarse.
La música era electrónica y un poco desordenada. Me resultaba aún más
difícil concentrarme en la tarea que tenía entre manos, y podía sentir el comienzo
de un dolor de cabeza pulsando por encima de mi ceja.
Oí un chillido estridente al otro lado de la barra y me puse en alerta. Mi
mente ordenó a mis pies que se movieran, y dieron algunos pasos antes de que
realmente clasificara la situación.
Kelsey no estaba en problemas. 23
No realmente.
Un tipo de pelo oscuro y aspecto de modelo la había levantado para que
se sentara en la barra, y ella se reía mientras la empujaba para que se pusiera de
pie sobre ella.
Sacudió la cabeza, su sonrisa tan amplia que brillaba en el tenue bar. El
tipo dijo algo, agarrándole la cintura con sus dedos. Ella se rió, echando la cabeza
atrás. Su cabello cayó detrás de ella, y mis dedos se morían de ganas de congelar
el tiempo y esbozarla en ese momento.
Con los ojos cerrados, parecía transportada. Como si viviera en algún otro
plano, uno más brillante y hermoso que el nuestro. Y no era el único que pensaba
así. Todos los ojos del bar se posaron en ella, sin duda atraídos por la misma
esencia inexplicable que me hacía incapaz de apartar los ojos, a pesar de lo que
se suponía que hiciera. En ese momento, creo que todos la envidiaban.
Y, si era magnética entonces, fue francamente hipnótico cuando levantó
los pies y se equilibró sobre las manos contra su cita para ponerse de pie en la
barra.
Un grupo se formó a su alrededor, la gente entre la que había pasado la
noche revoloteando como la última mariposa social. Se rieron y aplaudieron,
atraídos por ella como polillas a la luz. Y tal vez yo también, porque antes de
darme cuenta, estaba a menos de cuatro metros, apoyado en la barra.
Balanceó las caderas, y la música electrónica que antes parecía caótica tuvo
sentido cuando se miraba a través del movimiento de su cuerpo. La música era...
inquieta, una descripción que también funcionaba cuando se aplicaba a Kelsey.
A pesar de ser el centro de atención de todo el bar, sus ojos miraban el
entorno, constantemente en búsqueda de qué iba a continuación, esperando algo
más. No podría decir si era el aburrimiento lo que la tenía siempre mirando hacia
el futuro, o algo más.
Se inclinó, dándome (a mí y a todos los demás) un largo vistazo de sus
piernas. Cuando se levantó, subió a otra chica a la barra con ella. En cuestión de
minutos, el camarero había subido la música y el ambiente de todo el bar había
cambiado.
Donde antes se llenaban todas las sillas, ahora eran los pasillos y el espacio
abierto los que estaban a rebosar. La gente bailaba sola, en parejas y en grupos.
Pero aun así... cada pocos segundos parecían levantar la vista hacia la chica que
bailaba en la barra, la chica que había puesto la noche patas arriba por sí sola.
Me senté en un taburete, observándola yo también. Era imposible no
hacerlo. Otras chicas se unieron a ella en la barra, y Kelsey parecía totalmente
ajena a todos los chicos que prácticamente babeaban. 24
Yo me encontraba lejos de ser ajeno a ello.
Sonó una canción, una versión remezclada de un éxito estadounidense que
yo no soportaba, y ella levantó los brazos y declaró a nadie: —Me encanta esta
canción.
Cantó las palabras con toda la fuerza de sus pulmones, brincando de una
forma que la hacía parecer más joven, menos preocupada por ser guapa o sexy.
Me encontré sonriendo a pesar de todo.
El camarero se acercó, completamente desconcertado por el cambio en la
atmósfera. Se inclinó sobre la barra, y alzó la barbilla en reconocimiento.
—Я моґу вам помочь?
Hice una pausa, no solo porque yo no hablara el idioma. Era obvio lo que
estaba preguntando, y vacilé. “¿Te sirvo algo?”
No había querido acercarme a la barra. Esa fue la promesa que me hice tan
pronto como seguí a Kelsey al edificio con poca luz.
Tragué saliva, y mi garganta se sintió tan seca como el papel de lija. De
repente tenía mucha sed.
—No. —Negué con la cabeza con vehemencia—. No, gracias.
Empujé mi taburete hacia atrás y miré hacia mi posición original en la
pared del fondo. Era más seguro allí.
Pero el abandono que sentí al observarla se había ido. Para el momento en
que abandonó el bar esa noche, con el brazo metido en el codo del tipo apuesto
que la levantó sobre la barra, yo tenía las palmas cerradas en puños tensos.
Suspiré con alivio embriagador cuando salí al aire de la noche.
Misión Tentación había tenido un comienzo difícil.

Aquella primera noche fue fácil pensar que Kelsey pasaba un buen rato,
disfrutando de su libertad. En la segunda noche, lo atribuí a la celebración de
estar en un país nuevo.
Pero, al tercer día, cuando se aventuró a salir a un club, una vez más, me
sentí cada vez más cansado. No hacía mucho durante el día, dormía hasta tarde
después de su concurrida noche. Yo no parecía capaz de seguir su ejemplo. Así
que me despertaba a una hora razonable, le enviaba un mensaje a su padre para
25
hacerle saber dónde estábamos y que todo iba bien, y me esforzaba al máximo
para crear una rutina.
Se aventuraba a salir para la cena (que era realmente el almuerzo para
ella), y luego repetía toda la aventura en un nuevo lugar.
Esta noche, mi control se estaba agotando. Nos encontrábamos en algún
club de baile, y no paraba de perderla de vista en la pista de baile. Las primeras
veces lo dejé pasar, buscando hasta que la encontraba de nuevo. Luego la perdí
de vista durante casi quince minutos, y supe que mi táctica actual no funcionaba.
No podía hacer una mierda para protegerla si pasaba algo mientras estaba en los
límites de la pista de baile.
Apreté los dientes, con el fastidio a fuego lento bajo mi piel, y me abrí paso
entre la multitud de la pista de baile, dirigiéndome en la dirección en la que había
visto a Kelsey por última vez.
No llegué muy lejos antes de que una chica borracha tropezara conmigo,
derramando su bebida casi llena por delante de mi cuerpo.
Me estremecí ante la fría salpicadura de líquido y aspiré un poco. Empezó
a disculparse, pero la mayoría de las veces se limitó a tocarme y a intentar
incitarme a bailar con ella. La mantuve a distancia, con la mandíbula tan apretada
que probablemente me rechinaban los dientes.
Conseguí zafarme de ella, solo para girarme y encontrarme cara a cara con
una chica escasamente vestida que hacía la ronda con una bandeja de coloridos
brebajes en tubos de ensayo de plástico. Había visto a Kelsey bajarse unos
cuantos antes, y la camarera me tendió uno para ofrecérmelo.
Mi mano lo alcanzó antes de que mi mente pudiera hacer algo al respecto.
Segundos antes de que el tubo estuviera en mi mano, recobré el sentido. Me
aparté de ella tan rápido que volví a chocar con la chica borracha, que derramó
aún más alcohol sobre mi ropa.
Luchando por mantener mi respiración estable, me abrí paso con un poco
de fuerza para salir de la multitud y volver al borde de la sala. Me apoderé de la
primera silla vacía que encontré, me senté en ella y enterré la cabeza entre las
manos.
Un año.
Bueno, casi.
Llevaba casi un año sobrio.
Menos de dos semanas hasta que alcanzara ese hito. Si estuviera en casa,
recibiría mi medalla de un año, y no pude evitar preguntarme si esto sería más
fácil si la tuviera ahora para apretarla en mi puño.
Pero no tenía esa medalla. Y todavía no había llegado al año. El sudor me 26
cubría la puta frente solo de la determinación que tomó mantenerme en la silla
en lugar de ir a buscar una bebida. El olor del whisky flotando desde mi camisa
empapada no ayudaba.
Apreté fuerte los nudillos contra mi frente y luego me recosté, levantando
la mirada al techo. Miré las luces móviles que destellaban colores de neón por
toda la habitación y traté de despejarme la cabeza.
El alcohol había sido mi muleta durante un largo tiempo. Prácticamente
me había criado cuando mis padres no se encontraban ahí para hacer el trabajo.
Salir de mi familia líquida y disfuncional no había sido fácil. Había necesitado
una guerra, una nueva familia y recordatorios diarios de la delgada línea que
separa la vida de la muerte para vencerla.
Aquí, me encontraba solo y expuesto de una manera que no me había
permitido en mucho tiempo.
—Maldita sea —gemí en voz baja.
Podía hacerlo. Solo necesitaba redirigir toda esta energía a otra cosa. Algo
activo era normalmente lo mejor.
Mis ojos hallaron a Kelsey de nuevo en la pista de baile. Espontáneamente,
surgió el pensamiento de que sería una distracción ideal.
Inmediatamente lo desestimé.
No iba a intercambiar una mala decisión por otra. Además, era ella la que
me había metido en este lío para empezar. Si el alcohol me haría descarrilar,
entonces Kelsey probablemente me tiraría por el precipicio.
Simplemente... necesitaba salir de aquí.
Sí, se suponía que debía protegerla y eso no incluía dejarla en esta enorme
multitud. Pero yo no sería de ninguna ayuda si cedía y tomaba un trago.
Lo mejor para nosotros en este momento era que tomara una cierta
distancia.

27
Traducido por Abigail.
Corregido por Tolola

A medio camino de vuelta a la posada, me di cuenta de que prácticamente


volvía a casa dando pisotones. Había apretado tanto los dientes que me dolía la
cabeza. Estaba enojado. Cabreado de haber estado incluso en esta situación, de
que Kelsey no fuera quien esperaba.
Claro, no me habría gustado la idea de seguirla a museos, obras de teatro
o lo que fuera, pero habría sido mejor que esto. Mejor que arriesgar mi vida
precariamente equilibrada para que pudiera ir de fiesta como una adolescente.
Por Dios, era un jodido aguafiestas sin alcohol. Qué no daría por ser tan
despreocupado como Kelsey. El enojo parecía ser mi emoción primaria estos días. 28
¿Cómo lidiaban Rodriguez y los demás conmigo?
Una sonrisa fuera de lugar apareció en mis labios. No tenían que hacerlo.
Nunca tuvieron problemas para decirme cuando estaba siendo un dolor en el
trasero.
Mi piel se calentó y luego se enfrió con el recuerdo de mi antigua unidad.
Todavía es mucho más amargo que dulce.
Hubo una prohibición militar al alcohol durante gran parte del tiempo que
pasé en Afganistán, pero sucedía de todos modos. Me mantuve limpio la mayor
parte pero, una noche, no estoy seguro de cómo, terminé con una botella en la
mano. Rodriguez me encontró, se la llevó y luego la utilizó en las prácticas de
tiro.
Me dijo que tenía el desafortunado problema de librar dos guerras a la vez,
y perdería ambas si no era cuidadoso.
Desearía que estuviera aquí para hablar conmigo.
Pero no lo estaba.
Y esa también era otra guerra dentro de mí.
Decidí meterme en la ducha aún completamente vestido. Dejé que el agua
empapara la tela, esperando quitar los rastros del alcohol que me derramaron
encima. Cuando quedé satisfecho, me quité las pesadas prendas y las colgué en
un perchero en la pared de azulejos. Entonces permanecí bajo el agua humeante
y traté de lavar también mis pensamientos. Cerré los ojos y dejé que el agua se
vertiera sobre mi rostro.
Iba a tener que encontrar la manera de hacerle frente a esto. Si no, mejor
iba llamando al señor Summers sugiriendo que encontrara a alguien más para
hacerse cargo de su hija.
Sentí una punzada ante el pensamiento. Era un tipo de malestar general,
y no sabía con seguridad si era la idea de volver a casa o algo más lo que hacía el
pensamiento tan poco atractivo.
Después de la refrescante caminata anterior, y ahora de pie bajo el
calmante torrente de agua, era más fácil pensar que podía controlarme, pero sabía
que no era así. En mi cabeza siempre parecía más fácil de lo que realmente era.
Me limpié el agua de los ojos y traté de pensar en alguna otra forma de
lidiar con ello. Siempre quedaba la esperanza de que Kelsey se aburriera. Que
pudiera calmarse. Si solo saliera de fiesta unas noches a la semana, debería ser
capaz de resistir. Pero parecía improbable.
Toda esa energía inquieta; la forma en que absorbía la atención de su
alrededor. No podía verla renunciando a eso. Y le funcionaba. Aún se encontraba
en la etapa donde salir de fiesta la hacía sentir bien. Eso fue lo único que me 29
ayudó a mantenerme limpio. Las pocas veces que reincidí desde que comencé la
rehabilitación me dejaron infeliz y enojado e incluso más frustrado que cuando
empecé. Encontré nuevas formas de perseguir la adrenalina. Y quizá no fuera
nada saludable, no cuando eso involucraba estar en medio de balas.
No era el mismo tipo de descarga, pero me servía. Imaginé a Kelsey otra
vez, riendo con la cabeza echada hacia atrás, su blusa cayéndole del hombro y
mostrando la suave curva de su cuello. Me recordó a la forma en que inclinó la
cabeza hacia atrás el primer día en el bosque.
El recuerdo causó un tipo diferente de asalto en mí y gemí, presionando la
frente contra el azulejo. Antes de que poder evitarlo, imaginé sus largas piernas
a horcajadas sobre ese tipo en los jardines. El color verde brillante de su sostén y
la forma en que se ajustaba a su perfecto pecho. Se inclinó hacia atrás, con las
yemas de sus dedos arrastrándose desde la corteza del árbol hasta los hombros
de él.
En un instante, el recuerdo se convirtió en fantasía, y eran mis hombros a
los que se aferraba, no a los de él.
Eso fue mi perdición. Había sido más de lo que podía resistir en una noche.
Ahuyentando cualquier pensamiento sobre lo que era correcto o apropiado,
imaginé cómo sería tener sus piernas apretadas alrededor de mis caderas y sus
uñas clavándose en mi piel. Imaginé su largo cabello rozándome los brazos
mientras deslizaba las manos por su espalda, hasta aquellos pantalones cortos
tan enloquecedores.
Cerré los ojos para aislar al mundo y dejé que mi mano bajara a la deriva
hacia un problema que era muy fácil de resolver.
Pensé en sus labios, rojos, llenos y tentadores. Soñé con su sabor y el calor
de su piel. Recordando la forma en que todos acudían a ella en el bar, la forma
en que parecía encender un fuego bajo el mundo, solo la idea de tenerla toda para
mí fue suficiente para hacer que mi respiración saliera jadeante.
Ni siquiera tuve que inventar algo más para correrme. Los recuerdos
sirvieron, y mi liberación fue lo suficientemente potente como para volverme las
piernas débiles y hacer que puntos negros emergieran en mi campo de visión. No
me di cuenta hasta más tarde de que el agua deslizándose por mi espalda se había
vuelto fría. Casi como si el universo estuviera tratando de impedirme cruzar esa
línea.
Demasiado tarde.

30

Mis ojos encontraron a Kelsey, sus caderas una vez más balanceándose al ritmo
de la música. Los cuerpos pululaban a su alrededor en el club y las luces brillaban sobre
ella. Hubo un estruendo y el suelo se sacudió. Kelsey siguió bailando, ajena, pero yo
miraba el rifle en mis manos.
El resto del mundo se enfocó: el casco atado fuertemente debajo de mi barbilla, el
pesado chaleco contra mi pecho y el humo chamuscándome las fosas nasales.
La arena comenzó a entrarme en las botas, cabalgando en el viento y arañando los
pocos lugares donde mi piel desnuda se encontraba expuesta. En segundos, el club se
convirtió en un desierto y las luces de colores se transformaron en el resplandor de
explosiones. Estaba derribado, con mis oídos zumbando, pero mis ojos fueron hacia Kelsey
una vez más, aún en pie. Escuché el sonido de disparos, casi benigno en su simplicidad.
Si estuviéramos en algún otro lugar, podría haberse mezclado con el sonido del tráfico o
de la construcción. Pero, en el desierto, la arena parecía tragarse todos los demás sonidos.
Toc, toc, toc.
Me puse de pie, dándome la vuelta, tratando de encontrar de dónde provenía el
sonido, y no estaba solo. Rodriguez también se encontraba allí, pisándome los talones.
Ingram, Johnny One y Teague también.
—¡Vamos! —rugió Ingram, gesticulando para que nos retiráramos hasta detrás
de una barricada. Se deslizó sobre la parte superior, derribando vasos y botellas de cerveza
a lo largo de la barra.
Miré de nuevo a Kelsey. Se hallaba sola en la pista de baile, los demás buscando
donde ocultarse, pero seguía bailando. Una explosión estalló a mi izquierda, esta vez más
cerca, y el suelo retumbó tanto tiempo que podría haber sido un terremoto. Eché la mirada
atrás de nuevo, y todo el mundo se encontraba detrás de la barricada a excepción de
Rodríguez. No pude escucharlo sobre el constante toc, toc, toc del desierto, pero agitaba
salvajemente la mano.
Primero tenía que ir por Kelsey. Era mi responsabilidad.
Corrí hacia ella y mis botas se hundieron en la arena. Una nube de arena se
arremolinó a nuestro alrededor cuando me detuve frente a ella. Mis manos se agarraron
a sus caderas, tratando de agarrarlas. Sus largas pestañas se apoyaron en sus mejillas y
tardaron unos segundos en levantar los párpados. Sus ojos verdes brillaban, magnificados
por su amplia sonrisa. Me quedé aturdido en la quietud por un momento.
Toc…
Oí el silbido de una bala volando en el viento y coloqué a Kelsey bajo mi brazo,
listo para arrastrarla conmigo.
Me volví para ver a Rodríguez a medio camino hacia mí, con su rifle colgando a 31
su costado.
Las balas lo alcanzaron antes de que escuchásemos el sonido, por lo que su cuerpo
pareció sacudirse en anticipación. No vi dónde golpeó la primera bala, pero la segunda le
impactó en el cuello. La arena se pintó de sangre, y Rodriguez alzó una mano hacia mí y
la otra hacia su cuello. La correa de su arma cayó en su codo y el peso debía haber sido
demasiado como para alcanzarse el cuello. Se lanzó hacia mí con la boca abierta mientras
trataba sin éxito de inhalar. Salpicaba sangre por todas partes, y sus ojos me gritaban de
una forma en la que él no podía.
Yo también sentí como si me estuviera asfixiando con sangre mientras sus rodillas
golpeaban la tierra, con la arena acumulándose en coágulos rojos oscuros debajo de él. A
mi lado, la mandíbula de Kelsey cayó con un grito, pero no pude escucharla. El silencio
resonaba en mis oídos como durante los primeros segundos después de una explosión,
pero se extendió. Y, a pesar de mi incapacidad de escuchar, conocía el sonido gorgoteante
del jadeo que hizo la temblorosa boca de Rodriguez como si fuera algo físico que pudiera
ver y tocar.
Fue Kelsey quien comenzó a alejarme a rastras, más allá del cuerpo sin vida de mi
amigo. Cuando arranqué los ojos de él, lo vi todo claro. Incluyendo a mis amigos detrás
de la barricada, detrás de la barra.
Mi mente tropezó por un momento, tratando de reconciliar el pasado y el presente.
La película del sueño se debilitó y pensé: estoy a punto de despertar. El alivio corrió por
mis venas segundos antes de que el proyectil de mortero cayera y el bar explotara, con las
llamas propulsadas hacia el cielo.
La explosión impactó detrás de mí, y resbalé por la arena. Lo último que vi antes
de perder el conocimiento fueron los ojos vacíos y labios sangrientos de Rodriguez.
Desperté, cubierto de sudor como si acabara de pasar la noche en el calor
del desierto. Me zumbaban los oídos mientras me levantaba torpemente de la
cama y abría la ventana. Sentí vértigo, creí que podría vomitar. Me concentré en
el cielo púrpura de la madrugada.
Las persianas golpeaban contra el edificio en un sonido inquietantemente
familiar y me arrodillé. Girándome, me senté con la espalda bajo el alféizar de la
ventana y traté de recuperar el aliento
No podía decidir qué era peor. Los sueños como el que acababa de tener,
con mezclas de realidad y ficción, o los que eran recuerdos reales. La muerte de
Rodriguez en mi sueño no era totalmente desconocida. Tenía un parecido a la
muerte de un soldado durante la primera semana de mi despliegue. No podía
recordar el nombre de aquel soldado en ese momento. Hubo muchos otros más
que conocí y perdí a partir de entonces pero, la mirada en sus rostros... seguía
grabada en mi mente.
Cogí mi mochila, buscando a tientas la cremallera. Maldiciendo mis dedos
temblorosos, prácticamente arranqué la cosa. Solo tocar mi cuaderno de bocetos 32
me calmó. Pasé rozando el dedo por la espiral de metal y respiré profundo.
Lo abrí al azar y encontré una hoja en blanco, un nuevo comienzo.
Cerré los ojos, buscando algo que pudiera distraerme. Me decidí por la
máxima distracción. Kelsey.
No estaba seguro de cómo me sentía sobre ella. Mis pensamientos eran un
lío de frustración, deseo y molestia. Si no la estuviera siguiendo a bares no me
sentiría tan torturado. Los sueños solo sucedían cuando me estresaba. Pero
parecía que no podía enojarme demasiado con ella, no después de haberme
permitido la noche anterior pensar en ella de una manera totalmente distinta.
Era una niña mimada, imprudente, superficial y, aun así... había algo más
en ella. Algo que vi pero a lo que no podía ponerle nombre. Pensé de nuevo en
los momentos en que la había visto y se habían sentido más sinceros. Pensé en
ella bailando en aquel bar, despreocupada e inconsciente de lo que la rodeaba.
Era casi infantil. Luego aquel día en el parque, la hora que pasó sola en aquel
árbol pensando en Dios sabe qué. Me gustaría saber adónde fue durante esos
momentos, porque no se encontraba en el presente. Era como una vieja película
donde la trama podría atraparte o ser pasada por alto, arruinando la ilusión.
Quisiera agarrar esa inconsistencia, desentrañarla y ver la historia real que había
debajo.
Más que eso, quería capturarla. Me picaban los dedos con las ganas de
dibujarla.
Así que lo hice.
Empecé con su cuello, cómo se había reclinado cuando se sentó en el bar.
Hice un esbozo de su cuerpo, las curvas de sus rodillas, la punta de los dedos de
sus pies, el fulgor de sus caderas. Dibujé el bucle de su blusa cuando le colgaba
del hombro.
Era una representación bastante exacta, pensé, considerando que lo había
dibujado de memoria. Pero, en una hora, desgasté mi borrador tratando de captar
correctamente su rostro.
Conocía su aspecto. Labios llenos, rostro ovalado, nariz pequeña, ojos
expresivos. Tenía las partes correctas. Estaba seguro de ello. Pero de algún modo
nunca complementaban del todo el resto.
Frustrado, difuminé con el pulgar el último intento y lo dejé así, como si
su rostro se encontrara fundido en la oscuridad.
Suspiré. No me sentía mucho mejor, pero al menos ya no era un desastre
tambaleante. Guardé nuevamente mi cuaderno de bocetos en la mochila y me
puse en pie reticentemente. Activé el GPS en mi teléfono para comprobar que
Kelsey hubiera llegado bien a casa, determinado a centrarme otra vez en la tarea 33
en cuestión.
Cuando vi su ubicación, gemí.
No estaba seguro de si había vuelto a la posada siquiera, pero ahora no se
encontraba ahí.
Traducido por Hansel
Corregido por Tolola

Vestido con pantalones y zapatillas deportivas, troté por los senderos del
jardín botánico hasta encontrarla. En lo alto de una colina que domina el resto de
los jardines, con las flores moradas floreciendo a mi izquierda y las torres del
monasterio elevándose en el cielo a mi derecha, casi la pierdo. Se encontraba
tumbada en la hierba, frente al monasterio. Pasé corriendo junto a ella, bajando
la colina, y me detuve al llegar abajo. Me di la vuelta y volví a subir, con las manos
en la cabeza, fingiendo que me refrescaba.
Kelsey estaba tumbada de lado, y podría haber pensado que dormía si no
hubiera visto sus dedos hurgando en la hierba. El sol naciente brillaba en las
cúpulas del monasterio y, cuando llegué a la cima de la colina, caminé unos
34
treinta metros más allá de ella antes de acomodarme en el sendero. Apoyé la
espalda en un saliente de piedra justo debajo de las flores púrpuras, cuyos brotes
casi rozaban la parte superior de mi cabeza. Apoyé los codos en las rodillas y
aspiré una bocanada de aire fresco de la mañana.
Kelsey llevaba la misma ropa que la noche anterior. Su falda de encaje era
corta y dejaba ver esas largas piernas tan familiares. Probablemente ahora estaba
cubierta de manchas de hierba, pero Kelsey no parecía preocupada.
Probablemente el alcohol. Ya se cabrearía más tarde. Aquel hombro captaba la
luz del sol de la mañana, y me encontré muriendo por saber qué había sucedido
entre ahora y cuando la dejé.
Volví a coger mi cuaderno de bocetos y empecé con el monasterio. Con
solo un lápiz, no tenía forma de captar los colores vivos, pero hice lo que pude
para mostrar la forma en que la luz del sol brillaba en las campanas doradas y los
detalles del edificio. Trabajé en el cielo y las flores del primer plano antes de pasar
a Kelsey.
Al menos esta vez no tuve que intentar dibujar su cara, solo su silueta. No
podría haber orquestado una pose mejor para ella si lo hubiera intentado.
Tumbada de lado, se alineaba con el horizonte. Más allá del monasterio, podía
ver el río, los puentes y el centro de Kiev. Era casi como si esas cosas se
desprendieran de las curvas de su cuerpo.
No podía decidir quién era Kelsey Summers. Con lo mucho que había
bebido la noche anterior, habría pensado que estaría desmayada la mitad del día.
Pero en cambio, nos encontrábamos aquí viendo el amanecer.
Cuando mi lápiz se inclinó para dibujar la curva de su cintura, que se
ensanchaba hasta las caderas, me acordé de un reloj de arena. No solo por su
cuerpo perfecto. De costado, como yacía Kelsey, no se podía mover, congelado
en el tiempo. Yo había estado ahí antes. Paralizado y perdido, y no me habría
sorprendido saber que Kelsey sentía lo mismo.
Tal vez ella había encontrado el equilibrio mágico que yo nunca pude
obtener. Tal vez podía beber y festejar toda la noche sin dejarse absorber por la
oscuridad que acompañaba a ese estilo de vida.
Quería creerlo. Pero podía ser el adicto que había en mí, ansioso por
insistir en que yo también podía encontrar ese equilibrio.
Pero no podía. Y no creía que Kelsey pudiera tampoco.
Nadie se oculta en una botella cada noche a menos de que estén escapando
de algo. Y, cuando estás escapando, no te das cuenta de que para ahogar tus
problemas tienes que ahogarte tú también.

35

Después de Kiev vino Bucarest, que transcurrió en un borrón de clubes


nocturnos.
Está atrapada, me encontré pensando nuevamente mientras repetíamos el
mismo patrón.
Muchas personas hablaban inglés, lo que hizo más fácil que me quedara
con Kelsey. Pero había muchos ladrones de carteras y estafadores, lo que me dejó
en un constante estado de preocupación, imaginando todas las formas en las que
Kelsey podía tener problemas.
Por lo menos esta noche terminamos en un lugar con música en vivo. Eso
me dio algo en qué concentrarme además del alcohol. Claro que la música no era
en inglés, pero el ritmo era bueno. El chico que tocaba los tambores sin duda tenía
talento.
Le di la espalda a Kelsey, quien se estaba volviendo íntima en una cabina
con un chico que conoció en la posada.
Puse los ojos en blanco y me acomodé para pasar una larga noche. Desde
que llegamos a Bucarest, habíamos visto muy poco de la ciudad. Compré otra
guía, con la esperanza de que Kelsey pudiera viajar de verdad esta vez. Sin
embargo, hasta el momento solo había visto algunos puntos de interés mientras
seguía a Kelsey. No hace falta decir que empezaba a cansarme.
—¿Entiendes esto?
Una pequeña morena con un vestido negro incluso más pequeño se paró
junto a mí.
—Ni una palabra —le contesté.
—Eso pensaba.
Sonreí. —¿Qué me delató?
—Creí haberte visto antes. Creo que nos hospedamos en el mismo hostal.
—¿Ah, sí?
Mierda. Aproveché la oportunidad y tomé una habitación en el mismo
hostal que Kelsey. El lugar era enorme y creí que podría pasar desapercibido.
Pero si esta chica me reconoció, entonces no estaba haciendo un muy buen
trabajo.
—¿Eso es espeluznante? —preguntó. No estaba exactamente cualificado 36
para hablar acerca de qué era y qué no escalofriante en ese momento—. Perdón.
Es solo que… mis amigas y yo buscábamos un lugar para sentarnos. Pensé que
quizá podríamos unirnos a ti.
Miré hacia la dirección que señalaba, hacia la barra, y vi a otras dos chicas.
Esa era ciertamente una forma de mantenerme ocupado. Me ayudaría a dejar de
contemplar el peligroso misterio que era Kelsey Summers. Y el conocido peligro
del bar.
—Claro. Estaría bien.
Llamó con la mano a sus amigas y entonces me encontré rodeado de
significativamente más estrógeno. Se sentó en la silla más cercana a mí y sentí su
olor, un perfume dulce.
—Soy Sarah. Ella es Johana y ella Christine.
Sarah me recordaba a una muñeca pequeña, casi de porcelana.
—Soy Hunt. Un gusto conocerlas.
Sarah frunció el ceño al oír mi nombre, pero no hizo ningún comentario.
Estaba acostumbrado a eso. Y sí, probablemente fuera más fácil decir mi primer
nombre, pero sentía Jackson como una versión diferente de mí, una versión de la
que necesitaba mantener distancia si iba a sobrevivir en este trabajo. Hunt era la
versión de mí que tenía la vida en orden y eso era lo que necesitaba tener.
—¿De dónde eres, Hunt?
—Texas. En gran parte. ¿Qué hay de ustedes?
—Nueva York.
—¿Todas?
Johana respondió esta vez, con un ligero acento al final de cada palabra:
—Bueno, todas vamos a la NYU. Yo nací en Paraguay.
La tercera chica, Christine, se encogió de hombros antes de agregar: —Soy
de Kansas.
Sarah intervino: —Somos estudiantes de intercambio en los Países Bajos.
Vinimos de visita el fin de semana. ¿Qué hay de ti? ¿Estudias en el extranjero?
Me reí y me rasqué el cuello. —No. Solo, uh, solo estoy viajando.
Nunca había ido a la universidad y menos a una fuera del país, un hecho
que mi papá adoraba recordarme.
—Eso es genial —comentó Sarah—. Entonces, ¿qué has estado haciendo
en Bucarest hasta ahora? ¿Algo que nos recomiendes?
Busqué en mi cerebro un lugar que pudiera recordar de la guía. —Uh, ya
sabes. Lo normal. Unos cuantos museos, una iglesia o dos, la Avenida de la
Victoria. Allí también hay un castillo de Drácula. Aunque eso está fuera de la 37
ciudad.
No estuvo tan mal. Mejor que decirle lo que realmente hacía en Bucarest.
Ella dirigió sus ojos a la mesa y comenzó a golpear con sus brillantes uñas la
superficie.
—¿Y qué harás mañana?
Eché un vistazo hacia donde estaba la cabina de Kelsey para encontrarla
vacía.
Me puse de pie, empujando mi silla de la mesa. Una rápida mirada al lugar
no me permitió encontrar a Kelsey, y ella era algo difícil de pasar por alto.
—Disculpen, tengo que…
No me molesté en terminar la oración antes de caminar hacia la barra. La
rodeé una vez, capturando los ojos de Sarah accidentalmente. Estoy seguro de
que parecía un loco, pero no tenía tiempo de pensar en eso. Cuando no vi a Kelsey
tras otra vuelta, saqué el teléfono del bolsillo.
Estaba en movimiento.
Le di una mirada más a Sarah. La banda tocaba una canción lenta detrás
de ella. Era hermosa. Me habría venido bien una noche para escapar de todo este
lío y solo hablar con alguien normal. O solo ser alguien normal.
Aparentemente esta no sería la noche. Me disculpé con un movimiento de
las manos y luego fui a la salida.
Seguí el GPS hasta nuestro hostal, contento de no tener que perseguirla
hasta otro bar. Si se iba a acostar temprano, por mí está bien. Había estado
durmiendo una media de tres horas por noche entre sus fiestas y mis pesadillas.
Me vendría bien el descanso extra.
El hostal se encontraba dividido en dos habitaciones como de residencia.
Yo había elegido una habitación solo de hombres que tenía cerca de diez camas
ubicadas muy cerca entre sí. Un chico ya dormía, pero el resto de la habitación se
hallaba vacía. Agarré mis cosas de baño, ansioso de hacer lo mismo que él.
Me puse unas chanclas y recé que, al retirarme temprano, podría conseguir
una cantidad decente de agua caliente. Este hostal tenía varios pisos, con duchas
en cada uno. Kelsey se encontraba en el primer piso y yo en el segundo, así que
bajé la guardia.
Otro error más.
Colgué la ropa en el gancho junto a la cabina de la ducha y cerré la cortina.
Abrí el grifo y corrí rápidamente a la esquina más alejada para evitar el chorro
de agua fría que salió primero.
Cuando el agua estuvo tibia, decidí que probablemente fuera lo mejor que 38
tendría por la noche. Me paré debajo del agua, dejando que recorriera mi cara y
me felicité por haber superado otro día.
A eso había vuelto. A contar las horas de sobriedad como lo hice los
primeros meses. Me ayudaba a concentrarme, pero hacía que el tiempo pasara
más lento. Solo tres días más.
Construí una línea temporal de un año en mi cabeza, como si las cosas
mágicamente se volvieran más fáciles una vez que haya pasado ese tiempo. Sabía
que no lo harían. Pero me dejaría fingir que sí por ahora.
Rápidamente terminé de bañarme. Luego agarré la toalla que había dejado
sobre la pared de la cabina, me la coloqué sobre las caderas y abrí la cortina.
Una suave risa viajó por el vestíbulo, anunciándome compañía. Recogí mis
cosas para salir al mismo tiempo que una chica entraba tropezando por la puerta,
riendo. Se agarró al marco de la puerta con una mano, pero la parte superior de
su cuerpo se inclinó hacia el suelo.
—Oye, cuidado.
La alcancé para estabilizarla y reconocí quién era incluso antes de que mi
mano tocara la familiar curva de su hombro.
—Estoy bien. Estoy bien. —Se seguía riendo, pero se sostenía del marco
de la puerta, sin poder mantenerse en pie. Se apartó el cabello de la cara y dirigí
la mirada a otro lado, como si de esa forma no fuera a verme. Ahí fue cuando vi
al chico detrás de ella, el mismo con el que había estado en el club.
—Yo la cuido, amigo.
Australiano. Él también era un viajero.
La agarró por la cintura y ella se inclinó contra su cuerpo, con los ojos
cerrados. Dios, ¿qué tan borracha iba? Me debatí entre estar preocupado por ella
o aliviado por mí. No creía que me hubiera visto siquiera, lo que significaba que
era improbable que me recordara por la mañana.
Pero… no podía no decir algo.
—¿Estás seguro? —pregunté—. Está bastante borracha.
—Hermosa y borracha. No se puede superar eso.
Se me retorció el estómago y apreté los puños.
Kelsey se tambaleó hacia mí, y casi la alcancé para sacarla. Casi le digo al
imbécil que se fuera a la mierda.
Dios, quería hacerlo.
Iba borracha. Muy borracha. Pero también se agarraba al cuello del chico
y apoyaba la cara contra su pecho como si quisiera estar allí. No tenía ningún
derecho de decirle qué hacer. Tenía que tomar sus propias decisiones de mierda, 39
tal como yo.
Así que lo dejé llevarla dentro de una de las cabinas de la ducha, con su
risa haciendo eco en mí una sola vez, y ya no pude verla. Cerrando los ojos con
fuerza, me pasé una mano por la cara, luchando contra el impulso de golpear
algo.
Una pieza de ropa, probablemente su vestido, fue lanzado a través de la
ducha. El agua comenzó a oírse unos segundos más tarde y la escuché reírse a
carcajadas.
Me forcé a alejarme, con mis pasos firmes y rígidos. No sabía qué era lo
correcto en ese momento. No debería importarme una mierda. Pero me
importaba.
Mi fascinación por comprenderla comenzó a mezclarse con mi atracción
hacia ella, y ahora no veía la diferencia entre los dos.
Tenía que pensarlo bien. Si volvía y los interrumpía, estaría revelando
quién era. Una cosa era no prestar atención a un chico que pasa a tu lado al azar.
Si abriera la cortina de la ducha y golpeara al chico con el que probablemente
estuviera teniendo sexo… Tuve la sensación de que recordaría eso, sin importar
cuán borracha estuviera.
¿Cómo la iba a seguir después de eso, cuando me podía reconocer con una
sola mirada? Y, por lo poco que sabía, podría estar lo suficiente sobria como para
saber exactamente qué hacía. Podría decirme que me fuera a la mierda y entonces
me habría fastidiado sin razón alguna.
No, era mejor que me metiera en mis propios asuntos. Y, aun así, cuando
me acosté para dormir unos minutos después, no podía dejar de pensar en las
posibilidades. ¿Y si ese chico la había emborrachado a propósito? ¿Y si e hacía
daño? Sería culpa mía.
¿Cómo le explicaría eso a su padre? ¿Cómo viviría conmigo mismo
sabiendo que puede haberlo parado? Salí de la cama, me preparé para ir a
buscarla y me detuve a medio camino de la puerta.
Maldita sea.
Iba borracha. Lo había estado mucho tiempo durante este viaje. Y se había
acostado con muchos chicos sin importar su nivel de sobriedad. Exageraba.
Claramente sabía lo que quería de este viaje y yo solo tenía que dejarla hacer lo
suyo.
Respiré profundamente.
Tenía que relajarme... Normalmente tomaría mi cuaderno de bocetos, pero
los últimos cuatro dibujos que hice fueron de Kelsey y no tenía duda de que el 40
quinto también lo sería, a no ser que quisiera dibujar al hombre lleno de granos
que roncaba en la cama del lado.
No, eso no funcionaría esta vez.
Me quité la camisa y, haciendo caso omiso al hecho de que acababa de
tomar una ducha, me puse en el suelo y empecé a hacer flexiones.
Hubo una aguda punzada de dolor en el hombro que me había roto en
Afganistán, pero se alivió y convirtió en un aburrido y familiar dolor tras unas
cuantas repeticiones.
Necesitaba cansar a mi cerebro y para hacerlo debía cansar a mi cuerpo
primero. Así que doblé los brazos sobre el piso sucio y luego me levanté sobre
ellos. Lo hice de nuevo, y luego otra vez. Me acordé de todas las personas que
intentaron ayudarme cuando descarrilé. Solo me hicieron enojar y me alejaron
más.
Hice flexiones hasta que me dolieron los brazos y luego comencé con
abdominales.
Para el momento en que apoyé la espalda contra la cama, no pensaba en
Kelsey, en el alcohol ni en el pasado. Solo en dormir.
Traducido por Ivana
Corregido por Tolola

La noche siguiente seguí a Kelsey hasta la estación de tren. Mientras nos


aproximábamos, inmediatamente subí la guardia.
Era justo después de medianoche. La estación de tren Gara de Nord se
alzaba delante de nosotros pero, a medida que nos acercábamos, no podía dejar
de examinar los edificios en ruinas que recorrían la calle. Estaba acostumbrado a
ver un montón de gente fuera de casa, teniendo en cuenta que Kelsey frecuentaba
negocios nocturnos, pero estas calles mostraban un lado diferente de la vida en
la ciudad. Un hombre se acurrucaba de costado junto a un bote de basura de
metal. Vi a Kelsey detenerse y mentalmente le rogué que siguiera adelante. Era
probable que fuera inofensivo, pero estas calles se hallaban llenas de mendigos y
41
había leído lo suficiente en mi guía para saber que eran propensos a tratar de
aprovecharse de ella si se acercaba.
Después de unos segundos, siguió caminando, con los ojos fijos en la
estación más adelante. Algunas personas le gritaron mientras pasaba caminando,
pero mantuvo los ojos al frente. Solté un suspiro de alivio, contento de al menos
no tener que preocuparme por que se comportara imprudentemente cuando se
hallaba sobria.
Dentro de la estación, el ambiente era mucho menos tenso. Seguía estando
bastante concurrido, con algunas tiendas y restaurantes de comida rápida aún
abiertos para los negocios.
Me arriesgué al ponerme detrás de ella en la fila, solo necesitaba saber
adónde iba, y esta era mi mejor oportunidad. Tenía un pase Eurail, al igual que
yo, que cubría los viajes a la mayoría de los lugares en Europa. Pero que estuviera
en la taquilla significaba que adonde quiera que fuéramos no lo cubría.
Estaba bastante seguro de que no me reconocería de la noche anterior. No
creí que me hubiera mirado de verdad en ningún momento, pero mantuve mi
gorra de béisbol ocultándome los ojos por si acaso. Se acercó a la taquilla, con el
pase Eurail y su pasaporte en la mano.
Traté de escuchar una pista sobre dónde iba, pero la voz del empleado se
encontraba amortiguada por el cristal y, con ella de espaldas a mí, tampoco podía
entender lo que decía ella. Me inquieté, golpeando mi pasaporte contra la palma
de mi mano, tratando de decidir la mejor manera de manejar esto. Siempre podía
esperar y ver a qué plataforma iba y luego volver a comprar mi boleto en base a
eso. Pero no sabía cuán temprano había llegado y no quería correr el riesgo de
perder el tren. El empleado junto a Kelsey terminó con su cliente y me hizo señas
hacia adelante.
Dudé. Colocarme junto a Kelsey era más arriesgado que detrás de ella. ¿Y
si ya había dicho su destino y no pude averiguarlo?
El empleado me llamó.
Preso del pánico, me volví a la persona detrás de mí y dije: —Adelante.
Necesito, eh... —Levanté el teléfono como explicación.
No creo que la persona detrás de mí hablara inglés pero, cuando hice un
ademán para que se adelantara otra vez, lo hizo.
Kelsey entregó algo de dinero al empleado y le dio un boleto a cambio.
Después de obtener su cambio, asintió y luego se alejó. El empleado me hizo un
gesto para que avanzara, y vacilé un momento, asegurándome de que Kelsey se
hallara lo suficientemente lejos como para no oírme.
42
—Igual que mi amiga delante de mí —le dije.
—¿Perdón? —preguntó el hombre, con su fuerte acento.
—Estoy con la chica que acaba de ayudar.
—Ah —asintió el hombre. Solo esperaba que no mirase detrás de mí para
ver que Kelsey se había ido hacía mucho tiempo, porque eso ciertamente le haría
sospechar—. Como le dije, no hay más asientos dormitorio para este tren, solo
asientos regulares.
—Está bien.
—Tampoco puedo conseguirle uno a su lado. El asiento más cercano está
unas cuantas filas por detrás.
—Eso está genial —dije un poco demasiado rápido. No había pensado en
lo que habría pasado si él me hubiera sentado a su lado. Pero, por una vez, el
universo parecía estar de mi lado.
—¿Hasta Belgrado, sí?
Asentí. —Sí, eso es correcto. —¿Dónde se encontraba Belgrado? ¿Serbia?
Por una vez, sería genial si Kelsey eligiera un país sobre el que supiera al
menos un poco.
Entregué una tarjeta de crédito a cambio de los boletos.
Parecía que íbamos a cambiar de tren dos veces, ambas en Bulgaria, antes
de dirigirnos a Serbia.
Por lo menos esta noche sería un cambio de la rutina de nuestras aventuras
nocturnas regulares.

Mi descanso de los clubes, sin embargo, fue corto. Como ciudad, Belgrado
no era visualmente el lugar más atractivo en el que habíamos estado hasta ahora.
La mayoría de los edificios eran cuadrados y grises. Pero resultó que Belgrado
era el epicentro de las discotecas en Europa del Este, o algo así. Ahí es donde la
ciudad realmente se lucía.
Lamentablemente para mí.
La primera noche llegamos a un lugar cerca del hostal de Kelsey (esta vez,
volví a mi método original de permanecer cerca). No era diferente de los lugares
que Kelsey había visitado hasta ahora, pero todo sobre el lugar era más fuerte, la
música, el neón, los atuendos. Era como si todo hubiera subido de nivel. 43
Incluyendo las mujeres. Nunca había visto tantas mujeres hermosas en mi
vida. La mayoría eran casi tan altas como yo (sobre todo teniendo en cuenta que
casi todas llevaban tacones). Tenían largo cabello oscuro, piel bronceada y una
afición por la ropa reveladora. No estaba seguro de si eso era solo por el calor del
verano o el estilo. De cualquier manera, no me quejaba. Y, cuando Kelsey empezó
a vestirse a la altura, definitivamente obtuvo su parte justa de atención.
Su pálida cabeza destacaba en el mar de piel y cabello oscuros, y vi los ojos
de los hombres seguirla en todas partes que fuimos.
Los hombres... bueno, hicieron bastante fácil que me integrara. Diría que
más de la mitad tenían pelo rapado como el mío. Encajaba tan fácilmente que las
personas se sorprendían al darse cuenta de que era estadounidense.
En nuestro segundo día en Belgrado, pasé la tarde con la esperanza de que
Kelsey encontrara algo más que hacer esa noche.
Llegué a mi marca de un año y adopté un dinar serbio como un reemplazo
para la ficha que habría conseguido si estuviera en casa. Si alguna vez hubo una
noche que merecía tener libre de tentación, era esta. Había pensado que alcanzar
este hito haría las cosas más fáciles. Únicamente podía compararlo con escalar un
acantilado, solo para estar de pie en la cima y descubrir otro extendiéndose frente
a ti.
¿Esto era lo que sentiría cada año? ¿Esto era lo que sentiría el resto de mi
vida? ¿Un maldito acantilado después de otro?
Quería hacer absolutamente nada. Quería esconderme en mi habitación de
hotel, en la oscuridad, y tal vez romper algunas cosas. Pero, cuando Kelsey salió
de su hostal esa noche con un brillante vestido negro sin tirantes, sabía que no
iba a obtener mi deseo. Me puse unos zapatos de cuero y una camisa abotonada.
Era tan arreglado como me encontraba dispuesto a vestirme en este momento.
Pasamos los clubes cerca del hostal y nos dirigimos hacia el río. Me quedé
unas pocas cuadras atrás, lo suficiente lejos para que, si Kelsey se diera la vuelta
y mirase, no sería capaz de distinguir mucho salvo el hecho de que yo era un
hombre. Mantuve la mano en mi teléfono en caso de que se diese la vuelta y la
perdiera de vista (lo cual hice, dos veces).
Cuando la encontré por segunda vez, estuve a punto de arruinar mi
tapadera. Justo iba a doblar una esquina cuando escuché su voz. Me detuve en
seco, y luego me acerqué con cuidado y miré alrededor de la esquina para verla
caminar de un lado a otro a lo largo de la acera, hablando por teléfono.
Cuando me dio la espalda, salí a la acera y me quedé de pie al lado de una
parada de autobús. Pude ver cuando se quedó de frente hacia mí, pero la parada
me escondía decentemente bien.
—Las cosas son fantásticas, Bliss. Ni siquiera puedo decirte lo bien que me 44
lo estoy pasando —dijo.
Su voz era entusiasta, pero había un anhelo en su rostro que rozaba la
tristeza mientras hablaba.
—Belgrado —dijo después de una pausa—. No, cariño. Está en Serbia. Voy
a llegar a Londres, con tiempo. ¿Por qué? ¿Quieres que lleve a casa un novio
británico como el tuyo, para poder tener citas dobles llenas de acento?
Se rió de algo que dijo la otra persona y luego se llevó una mano al pecho
como si estuviera sintiendo el latido de su propio corazón.
—Yo también te extraño.
Por un momento, esa luz natural que parecía acompañarla a todas partes
se atenuó. Pensé que, si fuera a tratar de dibujarla ahora, finalmente sería capaz
de capturarla. Era el anhelo en su rostro. Eso es lo que me faltaba.
—Oh, ya me conoces. Me gusta ser el alma de la fiesta. Hablando de eso,
debo volver a ella. Lo siento por haberte despertado. Sí. Sí, voy a llamar de nuevo
pronto. —Asintió, con su labio inferior escondido entre sus dientes. Se atragantó
con una carcajada que sonó más a un sollozo—. Sí, todas las historias jugosas. Lo
prometo. Sí, buena suerte con la mudanza. Todo va a ser genial. Lo sé.
Colgó y se quedó mirando el teléfono unos segundos. Parecía como si le
hubieran sacado toda la energía y se encontrara vacía.
Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia el cielo, dejando que su mano con
el teléfono cayera a su lado. Tomó aliento con rapidez varias veces como si
estuviera tratando de no llorar, y luego se agachó abruptamente.
Con su vestido corto y tacones, se veía como si estuviera tratando de
acurrucarse en una bola, allí mismo en la calle. Apoyó los codos sobre sus rodillas
y se pasó los dedos por el cabello, y casi me acerqué a ella.
Había sospechado que algo andaba mal. Incluso lo supe. Pero, ¿podría ser
tan simple? Si echaba de menos a alguien en casa, ¿por qué se encontraba aquí?
¿Por qué seguía haciéndose pasar por todo esto?
Me moría de ganas de saberlo.
Justo cuando estaba a punto de salir de la sombra de la parada de autobús,
se puso en pie, con esa expresión vacía desaparecida de su rostro. Respiró hondo,
negó con la cabeza y colocó una sonrisa como si estuviera en un escenario.
Luego se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo. Hice lo que siempre
hacía. Seguí.
Cuando se acercó al río y comenzó a caminar por una rampa hacia un
barco enorme, aceleré mi paso. Se hallaba a mitad de camino por la rampa cuando 45
se encontró con quien supuse que eran porteros, en función de su vestimenta y
tamaño. Abrió un bolsito negro para que lo inspeccionaran y se unió a la fila
detrás de ella. Había dos personas entre nosotros y, para el momento en que entré
en la barcaza para descubrir un enorme club flotante, la había perdido entre la
multitud.
Fuera, en el río, parecía estar unos diez grados más frío, pero eché un
vistazo a la multitud de los cuerpos y sabía que el frío no iba a durar.
Haciendo una mueca comencé a empujar para abrirme camino entre la
multitud de personas. Mi pequeña aplicación GPS no servía de una mierda en un
lugar como este. No era exactamente propicia a ayudarme encontrar a Kelsey en
un mar de serbios escandalosamente altos.
Si tan solo pudiera verla rápidamente... debería ser fácil de detectar, pero
había demasiada gente.
Después de una hora de pasar a través de inexistentes espacios en la pista
de baile, empecé a preocuparme. Esa llamada telefónica le había hecho algo. La
había hecho emocionarse. Y, si yo sabía algo, era que fiesta y emociones podrían
ser una combinación explosiva.
Revisé mi teléfono de nuevo y lo mejor que podía averiguar era que Kelsey
seguía en la barcaza.
Había mesas de bar alrededor de los perímetros con camareros y era
tentador detenerme allí y esperar. Me acerqué a una de ellas pero, por el aspecto,
tenías que pedir bebidas para mantener la mesa. No confiaba en mí mismo para
pedir una bebida solo para aparentar.
Pero, estando en el perímetro, alcancé a ver a una de las camareras
abriendo una pesada cortina de terciopelo hacia lo que supuse que era una sala
VIP. Colocó la cortina detrás de un gancho para mantenerla abierta mientras
entraba en la habitación con una bandeja de bebidas.
Obtuve mi primer vistazo de Kelsey.
Estaba bailando sola delante de un chico musculoso, con un ceño fruncido
permanente. Sus manos le movían el cabello, levantándolo y alejándolo de su
cuello, y continuaba bailando como si no fuera la única persona en la habitación
haciéndolo. Dobló un dedo hacia el tipo enojado y, aunque él se inclinó para
mirarla, no se puso en pie para bailar.
Kelsey se acercó, pasando dos dedos a través de sus amplios hombros para
convencerlo de que se pusiera en pie. Él pasó las manos por la parte posterior de
sus piernas, agarrándole los muslos justo por debajo del corto dobladillo de su
brillante vestido.
Ya lo odiaba.
46
Finalmente, Kelsey logró hacerlo levantarse de su asiento con su encanto,
y lo arrastró más allá de la cortina hacia la pista de baile principal.
Tiró de su mano, sonrió, y luego miró hacia delante.
Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en los míos.
Traducido por Umiangel
Corregido por Julie

Mierda.
Su cabeza se inclinó a un lado, y entrecerró los ojos. Me congelé. Me
reconoció. Eso es lo que tenía que significar esa expresión. Tal vez ella no había
estado tan borracha esa noche en las duchas del hostal como pensé.
Soltó la mano del chico del VIP y comenzó a bajar con pequeños pasos que
la condujeron a la pista de baile.
Mi corazón no martilleaba. Latía con golpes lentos y pesados como un
bombo. También tenía el mismo tipo de eco. Podría haberme dado la vuelta. No
habría sido difícil fundirme en el mar de ropas de moda y escabullirme del barco. 47
Estaría confundida durante un rato, pero al final asumiría que era el alcohol o
que se lo había imaginado.
Eso es lo que debería haber hecho.
En lugar de eso, mantuve los pies plantados. Saqué las manos de los
bolsillos, moviendo los dedos con anticipación. Quería que me viera. Si me veía,
podría hablar con ella. No estaba seguro de lo que diría, de lo que podría decir
para no revelar quién era y cuánto sabía de ella. Pero finalmente podría obtener
algunas respuestas. Y tal vez también ayudarla a reconfortarse.
Caminó hacia mí lentamente, con un pie con tacón delante del otro.
Cuando estuvo a unos metros, sonrió y mi corazón abandonó su ritmo
lento y constante.
Esto era estúpido, loco y ridículo.
A mi cuerpo no parecían importarle esas cosas.
Aspiré una bocanada de aire cuando se acercó a mí y la contuve... mientras
se deslizaba junto a mí y se inclinaba para dar un beso en la mejilla de un tipo
imposiblemente alto con el pelo corto y oscuro.
—Здраво! – La palabra me sonó como zdrah-voh y en base a su reacción, yo
diría que fue un saludo.
—Hola de nuevo, Kelsey —respondió él, dándome la razón.
Retrocedí a trompicones, tratando de poner un poco de distancia entre
nosotros, y traté de ubicar al tipo. No lo reconocí del club de la noche anterior,
así que eso significaba que lo había conocido cuando yo no estaba cerca. Tal vez
en su hostal. O más temprano en la noche cuando la había perdido.
Los dos empezaron a hablar, pero no los oí por encima de mis propios
pensamientos de reproche sobre mi suprema idiotez.
Ella se rió, y el tipo del VIP la agarró del codo, apartándola del tipo más
alto. La vi presentarlos, tranquila y fría, como si el tipo del VIP no le estuviera
apretando el codo con tanta fuerza que parecía doloroso.
El otro tipo se adelantó como si fuera a hacer algo, pero ella le lanzó una
mirada y luego negó con la cabeza, riéndose. Rodeó a VIP con un brazo y eso
disipó parte de su tensión.
Ahora sí que odiaba a este tipo.
Lanzó una mirada de disculpa a su amigo y luego apartó a VIP hacia la
pista de baile.
Antes, en la sala VIP, había bailado sola, despreocupada y vibrante como
siempre parecía por la noche, pero ahora podía ver las grietas en esa fachada. Le
dio la espalda mientras bailaba y cerró los ojos. Sus labios carnosos se fruncieron 48
y su mandíbula se apretó como si estuviera luchando por contener algo.
Tardé un segundo en ubicar la expresión, pero finalmente la comparé con
su cara del primer día en los jardines. Cuando se despidió del chico con el que
había estado en el bosque, yo estaba sentado en las escaleras observando. Ella
pasó junto a mí, dirigiéndose al bosque. Pero antes de que me pasara por la
escalera, capté su expresión mientras subía las escaleras. Tenía un rostro suave y
anguloso, pero de alguna manera entonces había parecido casi hundido por el
agotamiento.
Ahora tenía el mismo aspecto.
De canción en canción, incluso esa expresión desapareció hasta quedar en
blanco, como aquel primer boceto sin rostro que había hecho de ella.
Finalmente, se separó del chico con el que estaba bailando, solo para que
él volviera a acercarla, con sus posesivas manos en su cintura.
Ella sonrió, su rostro inexpresivo desapareció hace tiempo. Haciendo un
gesto hacia la izquierda, le quitó los brazos de la cintura. Extendió un dedo como
si fuera a volver, pero la boca de él se hundió con rabia. Ella se acercó y lo besó
para borrarle ese gesto, y él la dejó ir, observando cómo ella se movía por el suelo
hasta el pasillo donde se encontraban los baños.
No pensé mientras avanzaba hacia él.
Solo recordaba su feo ceño, y la forma en que le había agarrado el codo.
De pie frente a él, no me prestó atención, y siguió observando cómo ella
desaparecía por el pasillo de los baños.
—Regresa a tu habitación.
—¿Qué? —me dijo, dándose la vuelta.
—Déjala en paz.
Resopló y puso los ojos en blanco. Se dio vuelta y caminó en la dirección
en la que Kelsey había ido.
—Oye, lo digo en serio. —Agarré su hombro y lo hice girar—. Déjala en
paz, carajo.
—¿Tiene un coño de oro o algo así? ¿Es por eso que todo el mundo la
quiere?
—Ella no tiene nada que te importe. Te vas a ir cuando vuelva.
—No, imbécil. Tú te irás.
Esa fue toda la provocación que necesitaba. Había tenido ganas de romper
algo desde la mañana, y este hombre me había irritado desde el momento en que
lo vi. Tal vez no podría sostener una ficha real de un año en mi mano para
distraerme, pero su cara contra mis nudillos debería servir. 49
Me quitó la mano de su codo, y yo le dejé. Solo entonces la volví a cerrar
en un puño y la golpeé tan fuerte como pude contra su mandíbula.
El dolor estalló en mis nudillos, seguido de una inyección de adrenalina
que me quemó las venas y me hizo arder el pecho. Él me devolvió el golpe, y yo
me agaché y le clavé el hombro en la cintura. Tosió y se tambaleó hacia atrás, con
su boca abierta convertida en un feo agujero.
Escupió y volvió a arremeter contra mí. Su golpe fue lento, y me incliné
hacia atrás, dejando que pasara por delante de mi cara. Lancé un golpe cruzado
de izquierda, dejando que mis caderas y mi hombro empujaran hasta el impacto.
Cayó con fuerza, abriendo un agujero en la pista de baile mientras se
desparramaba bajo las intermitentes luces de neón.
La sensación fue fantástica. Hasta que me di la vuelta para encontrarme
con el portero que había estado parado en la parte delantera cuando llegué a
bordo.
Yo estaba curando una mandíbula magullada y un labio roto, cortesía del
portero, cuando sonó mi propio teléfono. Me encontraba en la orilla del río,
vigilando a Kelsey, y contesté.
—¿Hola? —Cerré los ojos contra el aguijón de mi labio partido y escuché
al padre de Kelsey en el otro extremo.
—¿Hunt?
—Sí, señor.
—No esperaba que me contestarás.
—¿Por qué no, señor?
—Son las cuatro de la mañana allí, ¿no es así?
Así era. Se estaba acostumbrado al horario alterado de Kelsey.
—Tengo sueño ligero —le contesté.
—Bien. ¿Dónde estás ahora?
—En Belgrado, señor.
—¿Dónde diablos es eso?
—Serbia, señor. 50
—¿Por qué rayos se fue a Serbia? ¿Qué haces tú incluso en Serbia?
No creo que él realmente quiera saber. —Turismo. Lo normal.
—Esa niña estúpida acabará secuestrada o algo así, y no voy a pagar el
rescate solo porque decidió irse a recorrer países tercermundistas.
Hice una mueca. Puede que Serbia fuera un poco dura, pero no era ni
mucho menos tercermundista. Lo sabía por experiencia. Y aunque no creía que
el señor Summers hablara en serio sobre no pagar un rescate, eso no me hacía
sentir más inclinado a soltarle los secretos de Kelsey.
—No van a secuestrarla. Serbia es mucho más segura que hace unas
décadas. Belgrado especialmente es más seguro que otras capitales europeas. Y
yo la estoy cuidado. Ella se encuentra bien.
—¿Cuándo volverá a casa? Eso es lo que quiero saber.
—No lo sé, señor. En realidad no me he acercado lo suficiente para tener
una conversación.
Ignorando ese momento esta noche cuando quería hacerlo.
—Siempre puede llamarla. Hágale saber que está preocupado. Tal vez va
a regresar a casa pronto o elija un destino más familiar —agregué.
Ella claramente extrañaba su casa.
El señor Summer solo me gruñó como respuesta.
—No dejes que haga trucos estúpidos.
—¿Trucos, señor?
Suspiró, exasperado. —Es dramática, como su madre. Hace algo estúpido,
y luego siempre encuentra a alguien que asuma la culpa. Va a regresar a casa
embarazada o lesbiana, y va a ser mi culpa.
—¿Cómo sería eso su culpa, señor?
—No sería mi culpa. Sería la tuya.
Ahora sí que contenía el aliento.
—Por supuesto, señor.
—Bien. Buenas noches.
No esperó a que respondiera antes de colgar, y tal vez seguía buscando
pelea, pero él tampoco me agradaba.
Quería sentirme aliviado cuando Kelsey dejó el club a los pocos minutos
sin el chico del VIP, pero esa mirada desairada estaba de regreso, y eso no me
hizo sentir mejor.
51
La seguí mientras caminaba sola a casa, luchando con el impulso de correr
a su lado y saludarla.
Había un montón de cosas que no sabía acerca de Kelsey Summers. Pero
sí sabía que me estaba cansando de vivir al margen.
Traducido por johanamancilla
Corregido por Julie

Kelsey pasó dos días más en Belgrado, pero solo la vi una vez. No estoy
seguro si fue la llamada telefónica o la interacción con el imbécil del VIP, o algo
más, pero apenas salió de su hostal.
Al principio, pensé que quizás la aplicación del GPS estaba averiada o que
ella se había ido sin el teléfono celular. Decidí chequear por si acaso. Justo cuando
me acercaba a la recepción para preguntar por ella, pasó por delante en un par
de pantalones cortos de algodón y una camiseta.
Si no hubiera pasado tanto tiempo mirándola fijamente, no creo que la
hubiera reconocido. Su cabello estaba recogido y enrollado en un nudo en la parte 52
superior de su cabeza. Y no llevaba maquillaje. Sus ojos normalmente dramáticos
se veían limpios y desnudos. Sus largas pestañas, un rubio oscuro.
Por supuesto que aún era linda, pero un tipo diferente de belleza. Me hizo
imaginar días perezosos en la cama o noches de películas en mi sofá. Pensé en
cómo se sentiría estar con una chica como Kelsey, tenerla lo suficiente a gusto
conmigo que no necesitara la ropa, el maquillaje y el cabello.
Tenerla como mía.
De alguna manera, deseaba esta versión de Kelsey incluso más, porque se
sentía más real que cualquier otra versión de ella que había visto hasta ahora.
La seguí hasta la tienda de comestibles. No volvió a salir del hostal hasta
el día en que se marchó y se dirigió de nuevo a la estación de tren.
En Budapest, fue como si hubiera pulsado el botón de reinicio. Volvía a
tener ese carácter vibrante que atraía las miradas de todos como un imán. Si cabe,
parecía haber subido aún más el tono. Como si cada noche tuviera que superar a
la anterior.
Sin embargo, después de unos días así, empecé a reconocer los patrones
de su ciclo. Al igual que antes, tenía esos momentos de tranquilidad en los que
parecía desconectarse y olvidarse del papel que interpretaba. Su cara se quedaba
en blanco, aunque su cuerpo seguía bailando o festejando o lo que fuera.
Y yo me daba cuenta de que se avecinaba otra caída. Me pregunté cuánto
tiempo pasaría antes de que dejara de intentar engañarse a sí misma de la misma
manera que engañaba al resto del mundo.
Con otra chica y tres chicos, se aventuraron en una zona de Budapest
alejada del centro de la ciudad. Las luces de las calles eran cada vez menos
numerosas y había escaparates vacíos y edificios abandonados.
Kelsey no pareció darse cuenta. Ya llevaban varias horas bebiendo.
Pero me encontraba en alerta máxima.
Desde que llegó a Budapest, Kelsey había estado tirando el dinero como si
nada. Invitando a la gente a bebidas y cenas y lo que fuera necesario para que la
trataran como el centro de atención.
Estaba cansado por ella.
Se esforzaba demasiado, y no entendía por qué. Era hermosa, vibrante y
no necesitaba hacer esas cosas para que la gente quisiera estar a su lado. No
necesitaba muchas cosas con las que se rodeaba.
Y despilfarrar dinero así podría tener repercusiones peligrosas.
Cuando el grupo la llevó a lo que parecía un edificio abandonado, mi
corazón retumbó en mis oídos. Abandoné la cautela y corrí tras ellos, ignorando
la cuidadosa distancia que había estado tratando de mantener.
53
Crucé la puerta principal a un pasillo largo y oscuro. La música resonaba,
penetrando las paredes, y suspiré.
Ningún peligro, solo otra fiesta.
Seguí el pasillo hasta que se abrió a un tipo de bar escondido, como los
bares clandestinos que fueron populares durante la Ley Seca1. Tenías que saber
dónde buscar apara encontrarlos.
El bar era una mezcla de muebles disparejos y decoración rara. Imaginé
que habían recogido lo que botaron otras personas, y decoraron las paredes con
las combinaciones más raras que pudieron encontrar.
Definitivamente era el bar más interesante en el que habíamos estado, y si
esta hubiera sida la primera semana de nuestro viaje, quizá me habría entretenido
analizándolo todo, pero a estas alturas, no me podía importar menos ver otro bar.
Toda mi atención se hallaba en Kelsey.

1 La ley seca, también conocida como «prohibición», es una controvertida medida que han
aplicado ciertos Estados durante la historia, consistente en la ilegalización de la fabricación,
transporte, importación, exportación y la venta de alcohol.
No quería que se desmoronara. Recordé esa noche en Belgrado, la forma
en la que se había desplomado luego de la llamada telefónica. Si eso volvía a
pasar, haría algo. Tenía que hacerlo, ¿verdad?
Desde mi posición al otro lado de la habitación, la observé bailar con los
dos chicos con los que había venido. Cuando uno de ellos volvió al bar, ella pasó
los brazos alrededor del cuello del otro chico. Cuando él se inclinó para besarla,
me moví incómodamente.
En algún momento, dejé de intentar convencerme de que debía tratar esto
como una misión. No era posible. Ella me recordaba demasiado a mí mismo antes
de mi caída. Y al dejar de lado esa distinción, tuve que abrazar la única cosa que
había mantenido a raya.
La culpa.
¿Era protegerla una excusa suficiente para entrometerme en su vida? ¿Ser
testigo de cosas que deberían haberse mantenido privadas?
Me sentía enfermo hasta los huesos, pero seguí mirando de todas formas,
es por eso que tuve un asiento de primera fila para lo que debería pasar a la
historia en el libro Guinness de récords mundiales como la mejor forma de no seducir
una chica.
Ella trató de alejarse del beso, y el chico succionó su labio inferior como si 54
fuera una paleta. Ella hizo una expresión de horror, y no puede evitar la carcajada
que salió de mi boca. Siempre se mantenía tan calmada, compuesta y seductora,
incluso cuando se encontraba triste o ebria, pero ahora sus ojos se ensancharon y
su expresión se distorsionó en disgusto.
Fue muy gracioso, carajo.
Y cuando sus ojos parecieron clavarse en mí, mientras su labio inferior se
clavaba entre los dientes, era un déjà vu. Como cuando creí que me había visto en
Belgrado. Supuse que lo imaginaba de nuevo. Finalmente consiguió liberar su
labio solo para que el tipo le lamiera la mejilla. Me sujeté el abdomen, con los
músculos acalambrados por la primera carcajada que había tenido en años. Si
todas las noches fueran así, podría soportar sus paseos nocturnos por los bares
mucho más fácilmente.
Aunque esos paseos por los bares probablemente dejarían de producirse
si todos los hombres fueran como él. Su mirada de horror pasó del tipo que tenía
delante a mí, y sus ojos bajaron para escudriñarme de pies a cabeza.
De nuevo, me dije que me lo imaginaba.
Inventó una excusa para escaparse, gritando “Baño” con todas sus fuerzas
para ser escuchada sobre la música. Casi como si fuera coreografiado, cada
cabeza en el entorno se dio la vuelta para mirarla, pero ella se giró para mirarme.
La risa se enroscó y quedó atrapada en la base de mi garganta.
Miré a mi alrededor y, de espaldas a la pared, no había nadie más en las
inmediaciones que pudiera estar mirando.
No estaba imaginando nada.
Ella me vio, de verdad me vio.
Levantó las manos en el típico gesto de “a la mierda”, y me encontré dando
un paso adelante mientras ella salía de la pista de baile. Me dije que era por el
ligero balanceo de sus pies, que me mantenía cerca porque estaba borracha.
El edificio se hallaba parcialmente derruido en algunas partes, incluida la
pared que se había derribado entre la zona del bar y la pista de baile. Con unos
tacones peligrosamente altos, Kelsey intentó caminar sobre los escombros que
habían quedado atrás. Su pie se deslizó dentro de los zapatos y su tobillo se giró
hacia un lado.
Pensé que se iba a caer de bruces directamente sobre los escombros, así
que me apresuré a ir hacia delante. En el último segundo, se equilibró con una
mano y se desplomó hasta quedar sentada.
Debería haberme alejado.
Por otro lado, ella ya me había visto, y quizás esta era mi oportunidad para
conseguir algunas respuestas, para conocerla, para ayudarla.
—¿Qué? —pregunté, completamente preparado para verla haciendo un
55
mohín—. ¿No hay más gente por aquí para llevarte? —¿Sonaba espeluznante que
hubiera visto a uno de esos tipos húngaros levantarla y llevarla sobre los
escombros antes? ¿O simplemente soné como un imbécil?
Las dos cosas. Probablemente ambas cosas.
Levantó la vista hacia mí, y sus ojos estaban dilatados en la penumbra de
la habitación, ese anillo de color verde apenas perceptible a pesar de que me
encontraba a pocos metros.
Enderezó los hombros e inclinó la barbilla. —No necesito que nadie me
lleve. —Sus manos recorrieron las rocas hasta que encontraron un punto de
apoyo y empezó a levantarse—. Estoy perfectamente... vaya. —Se inclinó hacia
un lado, su tobillo volvió a rodar y se dejó caer sobre su trasero, esta vez con más
fuerza. Se llevó las manos a la cara como si se hubiera hecho daño, y yo sentí un
impulso indistinto, como un tirón en el centro, de hacer algo.
Antes de que pudiera hacerse daño de verdad, me acerqué y encontré un
lugar estable para plantar mi bota. Enganché un brazo debajo de sus rodillas,
pasé el otro alrededor de su espalda y la levanté entre mis brazos. Su cabeza se
echó hacia atrás, chocando con mi bíceps, y entonces pude sentir su aliento
rozando mi cuello.
Apreté la mandíbula y me concentré en atravesar la abertura de la
habitación con el bar. Me agarró la espalda de la camisa cerca del omóplato, y el
leve toque, junto con la forma en que me miraba, hizo que una tormenta de
maldiciones surgiera en mi mente.
Eres un hombre estúpido. Muy estúpido, carajo.
—Me recuerdas a Dios —comentó.
Reí, ¿así era como terminaba con un tipo diferente cayendo a sus pies cada
noche? ¿Aprovechándose de sus complejos de dioses?
—Bueno, eso es nuevo para mí.
A menos que se cuente: Por Dios, consigue un trabajo. Por Dios, madura. Por
Dios, eres una decepción. Esos eran sentimientos familiares de mi pasado.
Entrecerró ojos y sacudió la cabeza en una forma que la hizo lucir más
joven y me hizo querer reír de nuevo.
—Quise decir… —Su frustración era casi adorable—. Bájame, no necesito
que nadie me cargue.
Y volvimos a ser abrasivos. Quería decirle que se despojara del exterior
mimado porque sabía que había algo más debajo. Pero no podía decir eso. Eso era
exactamente lo que no podía decir.
56
—No me importa lo que crees que necesitas.
Puso los ojos en blanco y luego frotó la cabeza contra mi hombro. —Bien,
cárgame toda la noche. Funciona para mí.
Que Dios me ayude, pero me sentía a la vez molesto y atraído por ella.
Siempre me habían atraído las cosas que me perjudicaban, y ella definitivamente
encabezaba esa lista.
Antes de que pudiera hacer una estupidez, como inclinarme y capturar
con mis labios ese obstinado mohín, solté el brazo que sostenía sus rodillas y la
hice levantarse por sí misma.
Me miró con el ceño fruncido, pero luego se encogió de hombros con
desinterés y empezó a alejarse.
—¿Qué? ¿Ni un gracias?
Me miró fijamente sobre el hombro y con seriedad dijo: —No tengo la
costumbre de agradecerle a las personas que hacen cosas en contra de mi
voluntad. Así que, si no te importa…
Se dio la vuelta, ignorándome, y le hice señas al camarero.
Dudé. Podía irme ahora y arriesgarme a que solo se acordara de mí de
pasada, no lo suficiente como para entorpecer gravemente mi trabajo. Había
bebido lo suficiente como para que eso fuera probable.
O podía quedarme porque... Bueno, no tenía una mierda en el lado del
porque de las cosas. Mis pies ya estaban avanzando, y ya había sacado un
taburete para tomar asiento junto a ella. Porque quería hacerlo.
—También dale agua —le dije al camarero.
Ella me miró con furia como si hubiera dicho: Dale la peste mientras estás en
ello.
Yo era un masoquista. De verdad. Esa era la única explicación. Uno
pensaría que ir voluntariamente a la guerra me habría enseñado eso; pero no, al
mirarla a los ojos fue cuando se hizo realmente evidente.
—Eres terriblemente prepotente, extraño.
Se mordió el labio, y sus ojos deambularon por los músculos de mis brazos
y, estaba agradecido de que me encontrara sentado porque a mi cuerpo le gustó
demasiado eso. Desvié los ojos a la madera gastada de la barra que lucía como si
hubiera sido reutilizada y armada con desechos.
—Estás terriblemente ebria, princesa.
Necesitaba seguir recordándome eso.
57
Se rio. —Cariño, apenas estoy comenzando. Cuando comience a hablar de
cómo no siento las mejillas y me ponga un poco sentimental, entonces sabrás que
estoy terriblemente ebria.
La había visto ser sentimental, y hasta más. Y la idea de estar en el extremo
receptor de eso hizo que la temperatura pareciera subir unos cuantos grados.
El camarero volvió con un chupito de tequila, una rodaja de limón sobre
el vaso y un vaso de agua.
Kelsey me lanzó una mirada de falso desdén y empujó el vaso en mi
dirección. Apreté la mano a su alrededor mientras ella cogía su chupito, me hizo
un saludo sarcástico y se lo tragó de golpe.
Una cosa era verla beber todas las noches desde lejos; era más difícil estar
a su lado. Había bebido el tequila sin ni siquiera un respingo. De hecho, creo que
sonrió mientras mordía la rodaja de limón. Me quedé mirando el vaso de chupito
vacío que había colocado sobre la mesa, con apenas un rastro de tequila en el
fondo.
—Si estás tratando de quitarte el recuerdo de ese beso en la pista de baile,
dudo que funcione. Ese es el tipo de beso que se queda contigo —dije, para
distraerme.
Hizo una mueca. El tipo de mueca que la mayoría de la gente hace después
de un chupito de tequila. —No tienes que decírmelo. —Se pasó los nudillos por
la mejilla, sin duda recordando dónde la había lamido su amigo en la pista de
baile.
Sentí la necesidad de volver a reírme, pero lo reprimí. No sabía que tenía
esta chica que era tan divertido para mí. Quizás solo era que veía una versión
anterior de mí en ella, y por fin comenzaba a tener suficiente distancia de esa
versión que podía ver la ridiculez en toda la situación.
Los ojos de Kelsey se encontraron con los míos, y de pronto las cosas
parecían menos graciosas.
—Sabes, siempre puedes ayudarme a encontrar otra forma de borrar el
recuerdo de ese mal beso —dijo.
Cerré los ojos con un pensamiento. Masoquista.
Me bajé del taburete y me di la vuelta, apoyándome en la barra. De esta
manera podía hablar con ella, pero mirando a la pista de baile.
—Podría hacerlo… —Pero entonces estaría completa y definitivamente
jodido y no tendría una oportunidad de seguirla sin ser reconocido—. Pero es
mucho más divertido seguir imaginando la mirada en tu rostro mientras sucedía.
Puso una cara de horror casi idéntica antes de poner un mohín, y esta vez 58
no logré reprimir mi risa antes de que se me escapara.
Se inclinó hacia mí, con la barbilla levantada. Su cálido brazo rozó el mío
y pensé, ¿a quién quería engañar? Ya estaba jodido. Ya podía hacer las maletas.
—Puedo pensar en algunas cosas que serían más divertidas —dijo.
Le eché un vistazo, aunque se suponía que debía estar mirando la pista de
baile. Me reprendí a mí mismo por no mirar hacia otro lado, incluso cuando mi
mirada se dirigía a sus piernas. No es que no la haya visto antes, incluso con
mucha menos ropa. Pero algo en el hecho de que estuviera justo delante de mí, a
poca distancia, y de que ella supiera que la estaba mirando, hacía aún más difícil
apartar la mirada.
Cuando llegué a su pecho, me vino a la cabeza una visión de aquel
sujetador verde esmeralda de los jardines botánicos de Kiev. Aparté la mirada,
mis pensamientos chirriaron como un tren peligrosamente cercano a descarrilar.
Un pensamiento se formaba en el fondo de mi mente. Un pensamiento
increíblemente peligroso.
¿Y si no tuviera que seguir a Kelsey?
¿Y si viajaba con ella?
Oí a Kelsey resoplar a mi lado. —Bueno, esto ha sido interesante. Será
mejor que regrese…
No, no podía irse.
—¿Con el dementor en la pista de baile? ¿En serio? —Puede que haya
protestado demasiado rápido, y ella debe haberlo sabido.
Dio unos pasos, moviendo las caderas, y sonrió. —¿Tienes una mejor
oferta?
¿La tenía?
Una parte de mí gritó: “Claro que sí”, mientras que la otra se ocupaba de
instarme a alejarme. Me incliné hacia ella, pero mis puños se mantuvieron
apretados en la barra detrás de mí, bloqueándome en el lugar.
Empezar algo con ella acabaría mal, independientemente de cómo pensara
proceder. No podía seguirla por miedo a ser reconocido. Y no podía viajar con
ella porque ni uno solo de los chicos que había conocido hasta el momento había
llegado al segundo día con ella.
Así que no. No tenía nada que pudiera (o debiera) ofrecerle.
Me desplomé contra la barra, en silencio.
Ella siguió mi retirada, acercándose a mí y poniendo una mano en mi 59
pecho. Mis músculos se flexionaron involuntariamente, y me costó mucho
recordar el argumento que había expuesto hace solo unos segundos en mi cabeza.
¿Y si pudiera aguantar un segundo día con ella? ¿Y un tercero? ¿Tal vez
incluso más?
Mientras me esforzaba por mantener el control, acercó el vaso de agua
entre nosotros, rodeando la pajita con sus carnosos labios. Bebió un largo trago y
mi sangre emigró hacia el sur.
Me aclaré la garganta, no para decir nada, sino porque necesitaba algo
para no arrastrar sus labios a los míos.
—Hazme saber si cambias de opinión —dijo.
Cambiaba de opinión cada dos, tres segundos.
Y mientras yo luchaba con mis pensamientos, ella volvió a la pista de baile,
de vuelta con los chicos húngaros a los que podría habérsela robado.
Traducido por StephannyAl
Corregido por Julie

Miré a Kelsey bailar con otro chico local del grupo con el que había venido,
y era una fuerza a tener en cuenta. No sabía cómo se podía negarle algo. Cerró
los ojos mientras bailaba y se mostró tan magnética como siempre, atrayendo
algo más que mi mirada.
Me giré, apartando los ojos, y me di cuenta de dónde me había quedado.
Solo. El camarero se acercó, preparando una bebida, pero mirándome de forma
interrogativa.
Abrí la boca.
Pensé en pedir una cerveza. ¿Sería una cerveza realmente tan inofensiva? 60
Mientras me mantuviera alejado de las cosas fuertes…
No.
Maldición. No.
Sacudí la cabeza al barman. —Estoy bien, gracias.
Y entonces salí disparado de allí, necesitando poner la mayor distancia
posible entre el bar y yo.
Elegí un lugar en la primera sala, por donde entré al edificio. Era un poco
más discreto, y supuse que podría situarme allí durante el resto de la noche.
Estaba cerca de la salida si necesitaba un poco de aire, pero también era un lugar
privilegiado para esperar a Kelsey.
Con la distancia del bar y de ella, pude pensar un poco más claramente.
Aunque eso no hacía más evidente lo que debía hacer.
No me había dejado muchas opciones.
Seguía pensando en ellas cuando Kelsey se acercó a toda velocidad unos
minutos después. Apoyando una mano en la pared mientras caminaba, parecía
molesta, así que la seguí. Delante de mí, salió tropezando a la calle, aspirando
aire como si acabara de correr una maratón. Luego, se dobló y empezó a vomitar
en la calle.
Fantástico.
Esa era una forma de ayudarme a alejarme de ella.
Excepto que... maldita sea.
Me acerqué y le aparté el pelo de la cara. Era lo menos que podía hacer.
Sin embargo, cuando volvió a mirarme, me dirigió una mirada que decía que yo
era la última persona a la que quería ver.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Estoy bien.
Me empujó y su cabello se deslizó entre mis dedos a la vez que ella se
tambaleaba hacia la calle.
—¿Adónde vas?
—Lejos. Simplemente lejos —respondió sin mirarme.
Caminaba por el centro de la calle, con las manos extendidas a los lados
como si estuviera preparada para agarrarse si se caía. ¿Seguirla a distancia? ¿O
acompañarla?
Como si realmente hubiera una opción.
—Espera —dije, trotando para alcanzarla.
61
Cuando la alcancé y me detuve frente a ella, puso las manos en las caderas.
—¿En serio?
Apreté los labios en una fina línea, comprendiendo su incredulidad. No
podía creer ni yo mismo que estuviera haciendo esto, pero al verla alejándose de
mí había roto algo en mi interior. Ya me cansé de observarla desde la distancia.
—No te voy a dejar ir sola.
No importaba que no pudiera.
Cruzó los brazos sobre el pecho y su sorpresa se convirtió en agitación.
—Ya te dije que estoy bien.
No la creí. Hacía tiempo que no la creía.
—A la gente que está bien le pasan cosas malas todos los días.
Y no lo sabía. No entras en el ejército esperando salir indemne. Diablos,
una parte de mí siempre había pensado que sería uno de los que nunca volvería
a casa. La realidad había sido mucho peor.
—Escucha, entiendo lo de la protección —dijo—. Es lo que hacen los tipos
como tú. Y no me malinterpretes, es un poco sexy. —Eso no debería haber hecho
que mi sangre se acelerara—. Pero no necesito una niñera. —Apenas pude
contener la risa—. Así que deja de lado las fantasías de caballero con armadura
por esta noche.
Canalicé mi risa en poner los ojos en blanco. Yo no era un caballero. Y entre
los dos, ella era la que estaba cubierta de armadura.
—Y ya te dije que no me importa lo que creas que necesitas.
Me pagaban por ignorar eso.
—Entonces, ¿qué? ¿Vas a seguirme lo quiera o no?
Sonreí, porque el universo definitivamente tenía sentido del humor. Era
uno oscuro, enviándome a mí de todas las personas para cuidar a una chica como
ella, pero era un sentido del humor de todos modos.
—Eso es exactamente lo que voy a hacer. Alguien tiene que llevarte a casa.
Resopló y me rodeó. —Todavía no me voy a casa. Así que vete y encuentra
a otra damisela.
Respiré con frustración y lo escondí tras una sonrisa. Me recordaba tanto
a mí mismo que era como mirarme en un espejo. Un espejo que quería romper.
Se alejó, y la grité tras ella: —Eres un caso único.
Lo mismo había pensado de mí a diario en otro tiempo, hasta que bebí lo
suficiente como para que dejara de importarme. 62
Ella se giró, caminando hacia atrás, con una sonrisa gigante. Extendió los
brazos mostrando lo mucho que le importaba un carajo y dijo: —Puedes
apostarlo.
Habría sido una gran salida si no hubiera tropezado en su siguiente paso.
Me lancé hacia delante, pero ella se equilibró sola. Sin mirarme, siguió adelante,
caminando un poco más rápido.
Sabiendo que la volvería loca, la alcancé y me puse a su lado. Me miró y
trató de caminar más rápido, pero mis piernas eran más largas que las suyas. Por
un momento, pensé que saldría corriendo para dejarme atrás. En cambio, me
preguntó: —¿Cómo te llamas?
No es lo que esperaba.
—Esperaste demasiado para preguntar eso.
De hecho, me sorprendió no haberme delatado ya y haberla llamado por
su nombre.
Se encogió de hombros. —Los nombres no son lo más importante en este
tipo de lugares. —Hizo un gesto con la mano en dirección al bar que habíamos
dejado—. Y, honestamente, no podría importarme menos.
—Entonces, ¿por qué preguntas? ¿Si los nombres no son importantes y no
te interesa?
—Bueno, primero, ya no estamos en dicho bar. Y segundo, me estás
siguiendo, y hago preguntas para llenar el silencio, porque de otra manera las
cosas se pondrían raras. Y hablar me impide pensar en que probablemente seas
un asesino en serie, por toda la cosa de seguirme.
Bueno, al menos no era completamente ajena a su seguridad. Aunque, si
tenía la intención de hacerle daño, preguntar mi nombre no iba a detenerme.
—De un caballero de armadura brillante a un asesino serial.
Se encogió de hombros. —La parte de chico bueno podría ser una
actuación. Y definitivamente parece que podrías ser peligroso.
Lo era. Y no solo por mi entrenamiento. Kelsey podría ser salvaje, pero el
antiguo yo todavía podría avergonzarla. Y si me caía del vagón, podría
arrastrarla fácilmente por ese camino conmigo.
—¿Siempre eres tan sincera? —pregunté.
—Para nada. Es la influencia del alcohol. Bloqueó totalmente mi filtro.
Era bueno saberlo.
—Te diré mi nombre si me dices algo sobre ti. 63
Solo tenía datos en un papel y observaciones que me esforcé
increíblemente por evitar que se convirtieran en las peores suposiciones.
—¿Cómo qué?
—No importa. Algo más honesto.
Se detuvo unos instantes, sus pasos vacilaron. Se desvió hacia un lado y
su hombro rozó mi brazo. Extendí una mano lista para atraparla si se caía, pero
todavía no la toqué.
—Honestamente... estoy cansada.
Me reí. Pedí sinceridad y supongo que la obtuve.
—Eso es porque ya casi amanece.
—No esa clase de cansancio.
—¿Entonces cuál?
—Del tipo hasta los huesos. El tipo de cansancio que no se arregla con
dormir. Me siento simplemente cansada de... ser.
Durante unos instantes, me quedé en silencio. Sabía que había algo más
en su cabeza. Quería descifrar su fachada y encontrar la verdad debajo de ella.
Pero no me sentí mejor al ver confirmadas mis sospechas. De hecho, me sentí
infinitamente peor, asqueado por el aspecto desgastado de su rostro y frustrado
por mi incapacidad para arreglarlo.
—No lo demuestras. —Al menos no a la mayoría de la gente, pero yo era
la única persona que veía cuando nadie más miraba.
—No demuestro mucho de nada.
Maldita sea. A pesar de mi deseo de desentrañar sus secretos y excavar
sus problemas, ahora no estaba seguro de querer saberlo. Ya sentía demasiado
por alguien que se suponía que era mi misión imparcial, y saber lo que la hería
solo me haría profundizar más.
—Apuesto a que eso también cansa.
Inspiró y levantó la barbilla como si fuera a asentir, pero entonces tropezó
y uno de sus tacones se clavó entre los adoquines. La atrapé a mi lado,
apretándola un poco más de lo que probablemente era necesario.
¿Cómo de borracha estaba ahora? Tenía que estar sobria.
—¿Cómo están tus mejillas?
Parpadeó un par de veces, y el puño en mi hombro se desenroscó, las
yemas de los dedos presionaron mi músculo.
—¿Puedes sentirlas? —añadí. 64
Como seguía sin reaccionar, mi mano traidora subió y le pasé los dedos
por la mejilla.
—Solo se sienten un poco pesadas, eso es todo.
La miré fijamente a los ojos, preguntándome si encontraría alguno de esos
secretos que ansiaba y temía, allí en su mirada. Resultó que no importaba si
estaba bailando o sonriendo o frunciendo el ceño, seguía siendo magnética.
Y no quise resistirme más. Pero tuve que hacerlo.
Me aseguré de que se mantuviera firme en sus pies y luego la solté.
—Tu turno —dijo.
—Mis mejillas están bien.
Sacudió la cabeza, sonriendo. —Me refería a tu nombre.
Seguí caminando, decidido a llevarla a casa.
—La mayoría me llama Hunt.
Todo el mundo me llamaba Hunt excepto mi familia. No sé por qué no le
había dicho Hunt directamente. Tal vez quería que ella también conociera
algunos de mis secretos.
—¿Debería llamarte así? ¿Entro en la mayoría?
Me metí las manos en los bolsillos y aceleré el paso. —Honestamente, no
tengo idea de lo que eres.
Y eso me volvía loco.
Después no hablamos mucho. Ella doblaba al azar, y yo también, tratando
de dirigirnos sutilmente en dirección a su hostal en la parte central de Budapest.
Alrededor del amanecer, llegamos al Danubio, lo que significaba que nos
encontrábamos cerca.
No me di cuenta de que se detuvo hasta que ya la había adelantado. Me
detuve y volví a mirarla. Estaba conteniendo la respiración, contemplando el
amanecer con renovada energía.
Señaló hacia el sur. —Hay un club por allí que está abierto hasta las seis.
Necesitaba descansar. Y yo también. Y tenía miedo de lo que podría hacer
si iba a un club con ella. —Creo que ya te has enfiestado mucho por esta noche.
Dios, soné como un aguafiestas. Pero era cierto. Si no había logrado
ahuyentar sus demonios por esta noche, más alcohol y baile no ayudarían. Solo
necesitaba dormir.
No me contestó. En cambio, salió a la calle y cruzó hacia el río. Ni siquiera
se molestó en pasar por un paso de peatones. Miré a mi alrededor, comprobando
si había coches. Se acercaba uno, aunque todavía estaba lejos.
65
—¿Adónde vas?
Se giró, caminando de nuevo hacia atrás de la misma manera que lo hizo
cuando casi se había caído antes. —No tengo idea.
Oí el zumbido de un motor y supe que el coche se acercaba, se movía
rápido.
Corrí hacia Kelsey, que ahora estaba de pie en la calle. La arrastré hasta la
acera, con el corazón latiendo un poco más rápido.
—¿Estás loca? No cruces la puta calle sin mirar por dónde vas.
Se apartó de mí de golpe. —Relájate. Estoy bien. No hay nadie afuera a
esta hora de la mañana.
El coche pasó, un elegante deportivo negro. Un biplaza, por lo que parece.
Intenté no parecer presumido.
Kelsey frunció los labios. —No tienes que decirlo. —Empezó a correr hacia
el río—. Soy un caso único. Lo entiendo. ¿Pero sabes qué? —gritó más fuerte—.
Estoy muy bien con ello.
La seguí de cerca. Cuando empezó a sacarse los tacones, no estaba seguro
de si le dolían los pies o si pensaba tirarse al Danubio. Levantó los brazos y gritó
en el aire de la mañana. Un grupo de pájaros cercanos levantó el vuelo y ella
aspiró una bocanada de aire.
La observé, fascinado. Intentaba salir de la oscuridad, eso estaba claro.
Destaca entre la multitud pero, me pregunté, cuánto más radiante podría ser si
consiguiera liberarse de sus demonios.
—Eres ridícula —dije.
—Corrección: Soy divertida.
Echó a correr y yo arrastré mi trasero tras ella, con una sonrisa dibujada
en mi rostro. Imaginaba lo que sentiría al atraparla, rodeando su cintura con mis
brazos y atrayéndola contra mí, cuando se detuvo bruscamente.
Me acerqué a ella por detrás y una mirada me indicó dónde estábamos.
Seguía comprando guías en todos los países, aunque todavía no me servían de
mucho. Sabía por mi libro actual que se trataba de los Zapatos en la Orilla del
Danubio.
—Es un monumento al Holocausto —le dije. Durante la Segunda Guerra
Mundial, un grupo de judíos, incluidos algunos de la resistencia, habían sido
alineados junto al río por una milicia y se les había ordenado quitarse los zapatos.
Luego los fusilaron en el río. En memoria de ellos, hay docenas de zapatos de
hierro fundido montados junto al agua en el paseo marítimo. 66
Aspiró una bocanada de aire y esa luz que había intentado recuperar, esa
chica que gritó a todo pulmón solo por diversión, se desvaneció.
La tragedia hace eso.
La guerra hace eso.
Había entrado en ella completamente preparado para entregar mi vida en
el proceso. Pero la guerra nunca te da lo que esperar. Se complace en ser
impredecible. Nadie espera ser el único superviviente. Cuando las cosas van mal,
siempre esperas irte con el resto. Es mejor desaparecer en un instante con una
explosión bien calculada que desvanecerse lentamente.
Sabía (lógicamente, lo sabía) que esos zapatos de hierro eran estilos
anticuados que tenían más de medio siglo. Pero cuando miré, todos parecían
transformarse en las familiares botas de soldados de la unidad, la familia que
había perdido.
La guerra cambia. Se lucha con diferentes armas, en diferentes lugares, por
diferentes personas.
Pero nunca deja de ser fea.
Traducido por Hana
Corregido por Julie

Cuando alejé mi mirada de esas botas imaginarias, los ojos de Kelsey se


encontraban amplios y vidriosos. Volvía a tener esa mirada vacía.
—¿Estás bien?
Se alejó de mí, aclarándose la garganta, y quería atraerla hacia mí y
abrazarla. No lo hice, pero quería.
—Sí, estoy bien —dijo. Una oración que me estaba acostumbrando a
escuchar—. Solo bostezaba. Tal vez estoy un poco cansada después de todo.
Tratando de hacerla sentir más cómoda, bromeé: —¿Quieres decir que por
fin me dejarás llevarte a casa?
67
Se dio la vuelta, sonriendo y tranquila, pero aún podía ver sus hombros
muy caídos.
—Vamos, entonces, Príncipe Encantador. Déjame ver de qué va toda la
caballerosidad. He escuchado cosas buenas sobre ella.
Ese pudo ser el momento en que dejé de culparla por arrastrarme a un bar
tras otro en una ciudad tras otra. No es que no lo haya padecido muchísimo. Pero
había una diferencia entre Kelsey y la forma en que yo había sido unos años atrás.
Ella lo intentaba. Se esforzaba mucho, más de lo que yo lo hice.
Así que sonreí y me di la vuelta para acompañarla a casa.
—No me han llamado caballeroso en mucho tiempo —dije.
Esta vez miró antes de cruzar la calle.
—Bien por mí. Caballeroso sonaba demasiado aburrido de todas formas.
Me reí porque fue chistosa. A pesar de todo.
Se encontró con mis ojos. —Dime algo. Si no me llevas a casa por
caballerosidad, ¿por qué estás aquí?
—De nuevo con eso del asesino serial, ¿no?
Era más fácil bromear que reconocer la razón por la que me encontraba
allí.
—Nah, no eres un asesino serial. Eres demasiado blando para eso.
—¿Blando?
Me lanzó una sonrisa antes de doblar hacia la calle de su hostal.
—Espera un minuto. ¿Acabaste de decirme blando?
La hice girar por el hombro. Tal vez tiré demasiado fuerte o tal vez aún no
estaba sobria, porque me puso una mano en el estómago para no caer sobre mí.
Me puse rígido.
—Bueno, no le diría blando a esta parte.
Me miró a través de las pestañas, con una voz suave, y el deseo por ella
me golpeó en las tripas, justo donde podía sentir el calor de su mano infiltrarse a
través de mi camisa. Se inclinó hacia mí, y la adrenalina que me recorría hizo que
todo, excepto el latido de mi corazón, se silenciara.
—Kelsey —dije. Ya estaba demasiado tentado a apartarla, pero trataba de
advertirle de todos modos.
Inclinó la cabeza hacia un lado y dijo: —¿Cómo sabes mi nombre?
Mierda. Maldita sea. Carajo.
68
—Lo dijo esa chica. La que entró contigo al bar.
Esa respuesta no era mucho mejor. Ahora sabría que la estaba observando
mucho antes de que hablara con ella.
Levantó el brazo hasta mi hombro y sonrió. No parecía desconfiada.
—Bien, entonces. Sabes mi nombre y yo el tuyo. ¿De qué otra forma
podríamos conocernos?
Su mano se deslizó por mi abdomen hasta llegar a mi pecho, y me tensé,
aguantando a duras penas el control. Me balanceé hacia ella, tocándola
ligeramente justo por encima de donde su cintura era más pequeña. Quería
tocarla por todas partes.
Me agarró por la nuca, inclinando la cabeza hacia abajo, y yo flexioné las
manos, tratando de evitar echármela por encima del hombro y llevarla a la
habitación del hotel.
Se puso de puntillas y sus labios rozaron mi barbilla. Fue una prueba de
lo mucho que la deseaba que estuve a unos segundos de besarla a pesar de que
la había visto vomitar en la calle tal vez una o dos horas antes.
Su camisa estaba aprisionada en mis puños flexionados y el lateral de mi
mano rozaba la piel desnuda. Estuve a punto de perder el control. Levanté la
mirada hacia el cielo y gruñí: —Maldita sea.
Ella me rodeó el hombro con sus brazos y luego levantó una mano para
inclinar mi cabeza hacia la suya. La dejé, aunque gritaba por dentro que me
alejara. Estaba pensando con el pene en vez de con la cabeza, y tenía que
controlarlo. Puede que no conociera a la verdadera Kelsey, no realmente, pero la
conocía lo suficientemente bien como para saber que si nos acostábamos esta
noche, ella acabaría conmigo.
Entonces perdería este trabajo y tendría que volver a casa arrastrándome
a Houston. Entonces sería yo el que estaría en una espiral descendente.
¿Y qué pasaría con ella si me fuera? ¿Enviaría su padre a otra persona en
mi lugar?
Por alguna razón, la idea de que otra persona la cuidara y la viera como
yo la había visto me enfurecía irracionalmente. Si estaba en lo cierto sobre el ciclo
en el que se encontraba, necesitaba a alguien que velara por algo más que su
seguridad, y yo no confiaba en nadie más para hacerlo.
Y si soy sincero, no quería irme. No solo porque no quería volver a casa,
sino porque no quería dejarla.
69
Era la fascinación, me dije. No quería irme hasta conocer su historia, hasta
entenderla.
Menos mal que se me daba mejor mentirle a ella que a mí mismo.
Decidido, la aparté.
Casi inmediatamente, quise volver a atraerla.
En su lugar, me alejé. —Deberías irte. Duerme un poco.
Ella estaba jadeando, y arrastré mis ojos hasta su pecho, y mierda.
—¿Qué? —preguntó.
—Has tenido una larga noche. —Que no haré más larga.
Se cruzó de brazos, y supe que regresaba esa armadura. —Eso suena a
demasiada caballerosidad para mí. Caballerosidad aburrida.
Di otro paso atrás porque seguía demasiado cerca para ser cómodo, y mi
control era una línea muy delgada.
—Este es el tuyo, ¿cierto? —le pregunté, señalando hacia el hostal a su
espalda, a pesar de que sabía que lo era.
—Uh, sí, lo es, pero…
—Bien. Entonces me iré.
Caminé hacia atrás, con mis pasos rígidos. —Buenas noches, Kelsey. O
buenos días.
Luego doblé en la esquina. Me alejé lo bastante para que no fuera capaz
de verme más, y entonces me recosté contra el edificio.
A la vuelta de la esquina, la escuché decir: —¿Qué demonios?
¿Qué demonios?, exacto.

Esa noche me di una larga ducha helada en mi habitación, consciente de


que había cruzado suficientes líneas por la noche para no repetir mis fantasías de
ducha con ella. Luego me quedé dormido, contento por el olvido.
Me desperté un poco más tarde, con el sol brillando fuera de mi ventana y
el teléfono sonando. Con la vista nublada, respondí: —Hola.
—Señor Hunt. Veo que Kelsey sigue gastando una pequeña fortuna.
Me reacomodé en la cama, repentinamente alerta. 70
—Uh… sí, señor. —¿Qué otra cosa se suponía que debía responder?
—Bueno, ponme al día.
Tragué saliva. —No hay mucho que decir, señor. Estamos en Budapest,
Hungría. Se encuentra a salvo.
—Sí, pero, ¿qué está haciendo? ¿A dónde va todo ese dinero?
Titubeé. —Uh, en muchas cosas.
—Dilo, Hunt.
—Cenas —respondí—. Conoce personas, y salen a cenar. Cosas turísticas.
Museos. Juegos. Muchos recuerdos.
—¿De verdad? —No parecía creerme.
—También gasta en ropa —añadí por si acaso—, costosas.
—Por supuesto. —Eso me lo creyó—. Bueno, tengo una reunión. Hazme
saber si algo cambia.
No era una pregunta.
—Sí, señor.
Colgué y encendí inmediatamente mi aplicación de Kelsey. Maldije
cuando vi que ya había comenzado el día
¿Esa chica nunca dormía?
Tras una rápida ducha, cogí mi bolsa y salí en su busca. Esperaba
encontrarla cargando carbohidratos para combatir la resaca (o tal vez eso es lo
que yo habría estado haciendo).
En cambio, estaba teniendo otro de sus momentos de tranquilidad. Con
un gran café en la mano, se encontraba sentada en un banco del parque en una
concurrida plaza del barrio. Llevaba un ligero vestido de verano y su pelo estaba
tan peinado y perfecto como siempre.
No parecía cansada, ni lo más mínimo.
Me aparqué bajo la sombra de un árbol a su izquierda, lo suficientemente
lejos como para que las concurridas aceras me ocultaran.
Bebió un sorbo de su cafeína en silenciosa contemplación, estudiando una
fuente en medio de la plaza. No la recordaba en la guía turística, pero me dije que
la buscaría más tarde. Por ahora, saqué mi cuaderno de bocetos.
Durante el paseo hasta allí, había comenzado a pensar en todos los dibujos
que había hecho durante nuestro viaje hasta ahora. Unos cuantos eran de puntos
de referencia que había visto al pasar, pero la mayoría eran de Kelsey. Aún no 71
había sido capaz de hacer su rostro perfectamente, así que me limité a dibujarla
de perfil cuando pude.
La mayoría de mis dibujos los hice después de los hechos: cuando no podía
dormir o mientras estaba sentado en un bar. No iba a dejar pasar la oportunidad
de dibujarla en tiempo real. Tal vez eso combinado con el encuentro de anoche
finalmente me ayudaría a hacer bien su rostro.
Se me fue la cabeza a las nubes, dibujando primero la fuente y luego a
Kelsey.
Nunca me había formado en el arte. Quiero decir, había tomado una clase
o dos en la secundaria, pero exactamente no prestaba atención. Había estado
preocupado por otras cosas y además dibujar bodegones de frutas había sido
cualquier cosa menos atrayente.
Sin embargo, era observador y aprendía por mí cuenta. También tuve
mucho tiempo para probar y equivocarme. Veía mucha acción en Afganistán,
pero también había pasado mucho tiempo sentado esperando, sin hacer nada.
Cuando hice el rostro de Kelsey, completé todo lo que conocía de ella; ese
familiar vacío de tristeza que se notaba de vez en cuando, su admisión de la noche
anterior que estaba cansada. Cuando la dibujé con eso en mente, superpuesta con
una sonrisa, el dibujo cobró vida.
En el dibujo era más frágil de lo que parecía a primera vista, pero
funcionaba. Su pelo y su vestido se agitaban con el viento, y se aferraba a la taza
de café como si fuera un salvavidas.
Probablemente estaba interpretando demasiado en esto, proyectando mis
recuerdos de mí mismo en ella, pero Kelsey parecía más que cansada. Estaba
triste. Y yo me encontraba desesperado por saber por qué.
Cuando la volví a mirar para poner algunos toques finales en su vestido,
se había ido. Mis ojos corrieron a toda velocidad y la encontraron más cerca de la
fuente, en medio de un grupo de chicos preadolescentes.
Un chico más grande sostenía un libro sobre la fuente, burlándose de un
chico más joven, y observé a Kelsey jugar con él. Fingió necesitar indicaciones y,
cuando tuvo la oportunidad, cogió el libro.
Se lo dio al chico escuálido del grupo, que la miraba como si hubiera
descendido del cielo. Ella le dio un beso en la mejilla, y el rostro del chico se abrió
en una sonrisa. Ese solo acto le había alegrado su mundo.
Me sentía un poco celoso.
Y mi fascinación por ella se desató como un incendio forestal.
Cuando terminó con su buena acción, se dirigió hacia el paso de peatones
en la esquina de la calle. Fui a la esquina opuesta y crucé al otro lado de la calle, 72
pensando que podría tener mejor suerte siguiéndola desapercibidamente desde
allí.
No pude dejar de notar que sus hombros se hallaban un poco más rectos
y la sonrisa en su rostro no desapareció una vez que dejó atrás a ese chico. Me
encontré sonriendo en respuesta.
Tenía razón al decir que era aún más brillante cuando la oscuridad no se
cernía sobre ella. Era como si el sol hubiera aparecido de entre las nubes, y no
podría haber apartado la vista aunque lo intentara.
Traducido por Kyda
Corregido por Julie

Tal vez mi mente siempre estuvo decidida, pero cuando seguí a Kelsey a
una especie de fiesta rave en uno de los famosos baños termales de Budapest la
noche siguiente, supe que no podría alejarme de ella.
Llevaba un intrincado traje de baño negro que le envolvía el cuerpo,
acentuando el delgado círculo de su cintura antes de anudarse a la parte inferior
del bikini en la cadera.
Era impresionante.
Había mucho que mirar. Muchas mujeres hermosas, apenas cubiertas.
Columnas de estilo romano. Luces de colores. Música en vivo. Actos paralelos, 73
como los que respiran fuego y un trapecista.
Sin embargo, solo la miré a ella.
Estaba allí con una chica que había conocido en el hostal. Habían ido juntas
a un bar la noche anterior, y me mantuve a distancia. Kelsey parecía reservada.
Cuando se fue sola a casa, un feo nudo de tensión en mi pecho se deshizo. Y si su
vuelta a casa sola me aliviaba, la idea de que estuviera con otra persona me
quemaba la sangre.
Así que cuando la vi hablando con un tipo en los baños termales, no dudé.
Empecé a acercarme a ella. Tenía la mano en el hombre de él, y hasta eso me
volvió loco.
Ella me vio, y entonces prácticamente se cayó para ponerse de espaldas a
mí con la esperanza de que no la viera.
No se iba a escapar de mí tan fácilmente.
La chica del hostal la apartó y luego me miró abiertamente.
¿Significaba eso que sabía quién era yo? ¿Había dicho Kelsey algo sobre
mí?
Cuanto más me acercaba, más rápido bombeaba mi sangre. Tal vez fuera
ella o tal vez fuera mi secreto, pero el subidón de adrenalina era el más potente
que había tenido desde que me dieron el alta.
Cuando me puse de pie detrás de Kelsey, su amiga prácticamente relucía
de emoción. Me incliné hacia su oreja. Un mechón de su cabello hacía cosquillas
en mi cuello, y dije: —Me alegro de verte de nuevo, Kelsey.
Se dio la vuelta y disfruté viéndola desequilibrada. Pero más que eso, su
cercanía era electrizante.
—¿Cómo están tus mejillas hoy?
Se aclaró la garganta. —Uh…bien.
Solo me miró fijamente, como si no pudiera creer totalmente que yo estaba
allí. Contuve una sonrisa. Extendiendo un brazo para presentarme a su amiga,
me aseguré de inclinarme cerca de Kelsey. Nuestra piel se rozó, y ella inhaló.
Riéndome, estreché la mano de su amiga.
—Hola, soy Hunt. Es un gusto conocerte.
—Yo soy Jenny. Igualmente. —Ella era linda. Tenía una contextura similar
a la de Kelsey, pero con ojos y cabello oscuros. Podría haberse hecho pasar por
una lugareña.
74
—¿Ese es un diminutivo de Hunter? —preguntó Kelsey.
Solté la mano de Jenny y bajé la mirada a Kelsey. Todavía no estaba
completamente acostumbrado a tener esos brillantes ojos verdes dirigidos hacia
mí. —No.
Observó mis labios mucho después de que dejaron de moverse, y casi
olvidé todas las razones por las que se suponía que no la besara. Ella me hacía
olvidar muchas cosas.
—Entones, ¿tus padres te nombraron Hunt?
—No exactamente.
—Dios, no me des tanta información.
Se encontraba frustrada. Bien. Eso quería decir que no estaba solo.
—Y vuelves a llamarme Dios.
Me disparó una mirada exasperada, ¿y quién hubiera sabido que eso me
excitaría?
Entonces su tipo de la noche se movió a su lado, y eso enfrió mi reacción.
¿Y si ella estaba más interesada en él? No es que necesitara estar interesada en mí
cuando me había prometido a mí mismo que no iba a actuar en consecuencia.
Si esto iba a funcionar, necesitábamos ser amigos. Tal vez ella viajaría con
un amigo. Sin embargo, solo tenía el resto de nuestra estancia en Budapest para
convencerla, porque no podía cruzarme accidentalmente con ella en la siguiente
ciudad que visitara, no sin despertar sus sospechas.
Fulminé con la mirada al tipo a su lado y luego al resto del grupo que la
acompañaba. —No me di cuenta que estabas acompañada.
Mentira.
—¿Te asusta un poco de competencia?
Me reí en lugar de responder y me alegré cuando ella ni siquiera le dio un
vistazo al tipo que intentaba sin éxito llamar su atención.
—¿Qué hay de tus otros amigos? —pregunté—. ¿Los de la otra noche?
Se encogió de hombros. —En realidad, no éramos amigos. Pero esta es
Jenny. —Acercó más a la otra chica. ¿Qué era ese nerviosismo que detectaba? Eso
era nuevo.
—Sí. Nos conocimos. Hace unos segundos.
—Cierto. Nos estamos quedando en el mismo hostal.
Ella saltó ligeramente, y noté que el tipo la había tocado de vuelta. Era
irracional e inapropiado, pero quería romper el brazo de él y usarlo como palillos. 75
—Ya que somos hermanas. Y tiene sentido que las hermanas se queden en el mismo
lugar.
Levanté una ceja. ¿Hermanas? Kelsey no necesitaba esforzarse tanto para
captar el interés de un chico. Diablos, ella había tenido mi interés cuando ni
siquiera me gustaba realmente.
Jenny se chocó las manos. —De acueeerdo, creo que ya es hora de ir por
unos tragos. Particularmente, sé que a mí me vendría uno muy bien… ¿Kelsey?
Kelsey miró a Jenny como si fuera la Segunda Venida. Pero luego me miró
a mí y dudó.
¿Qué significaba eso?
¿Era tan obvio que yo no bebía?
Dejó escapar el aliento lentamente.
—Un trago —le dijo a Jenny.
Se acercó a mí, y lo supe por la mirada del tipo en el momento en que ella
se alejó de su alcance. Apenas un centímetro separaba su piel desnuda de la mía,
y yo estaba zumbando con ella.
—¿Vienes conmigo? —preguntó ella.
Hubo un rugido en mis orejas que cambió y se asentó en mi pecho. A pesar
de mi plan de amistad, me gustaba muchísimo cuando me miraba así, con su
labio inferior atrapado entre sus dientes.
—Creería que ya habías bebido lo suficiente la otra noche.
Frunció el ceño, y ahí estaba yo, siendo un imbécil de nuevo. Seguía
olvidando que no estaba tan familiarizada conmigo como yo con ella.
—Solo es un trago. El primero que tomo esta noche. Ven, diviértete un
poco.
Dudé. Había sido mucho más difícil estar cerca de ella y del alcohol al
mismo tiempo. Como si la tentación se magnificara. Si la besaba, podría probar
las dos cosas que me había prohibido tener.
—O simplemente puedo buscarte luego —dijo.
Se apartó, y superé mi duda rápidamente. Maldita sea la tentación. La
agarré por la cintura y la atraje hacia mí.
—De acuerdo, vamos.
Ahogué mis pensamientos de preocupación y me dije a mí mismo que
podía manejarlo.
A ella. El alcohol. Todo. 76
—Tu nuevo amigo parece un poco reacio a dejarte sola.
Miró delante de nosotros hacia donde el otro chico se había unido ahora
al grupo alrededor de su amiga Jenny.
—Ya lo superará. Nos conocimos hace dos minutos, literalmente.
—Lo sé. Te vi cuando entraste.
Su cabeza se dirigió hacia mí, y su expresión hizo que valiera la pena
admitir que la había estado observando.
—En verdad disfruté esa pequeña vuelta que hiciste cuando intentabas
esconderte.
—No me escondía. Solo...
Se tambaleó, tratando de inventar algo, y fue tan malditamente adorable.
—De acuerdo. —Puso los ojos en blanco—. Sí, me escondí. No todos los
días actúo como una completa tonta. No me encontraba particularmente
emocionada de revivirlo.
—No estuvo tan mal.
No sabía porque era tan divertido sacarla de quicio. Vamos a llamarlo
venganza por el hecho de haberme torturado durante semanas sin saberlo. O
quizás era el fuego en sus ojos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
Levanté mis cejas en respuesta.
—La habitación está llena de mujeres en bikinis. ¿Qué crees que estoy
haciendo?
Sus labios se fruncieron en algo parecido a un puchero.
—Me refiero a, ¿qué haces aquí? ¿Conmigo?
Llegamos a las escaleras que llevan a la salida de la piscina. Ella salió del
agua, y ver su piel resbaladiza, su traje ajustado a sus curvas, fue casi mi muerte.
Estaba excitado y era imposible que ella no lo supiera.
Sus pezones se veían a través de la tela del traje de baño, y no estaba seguro
de si era por el aire fresco o por mí, pero sabía cuál quería que fuera.
Mi garganta estaba carrasposa por el deseo mientras pregunte: —¿Cuál
era la pregunta?
—Te pregunté qué hacías aquí conmigo.
Sentí su nerviosismo nuevamente, y se fue directo a mi cabeza. 77
—Oh, ¿te refieres a que hiciste una pregunta estúpida?
Frunció el ceño. —Aún no la has respondido.
—Sí, bueno. —Estiré un dedo, recorriendo las gotas de agua reuniéndose
en su clavícula―. Haces que me cueste pensar con claridad.
Sus ojos se iluminaron y me arrastró tras ella. ―Vamos, soldado. Puedes
terminar de mirarme en el bar. Prometo no desaparecer.
Respiré profundo y me obligué a mí mismo a apartar la mirada de la curva
de su trasero.
—Estúpido. Tan increíblemente estúpido —murmuré para mí mismo.
Me llevó a uno de los tres bares que se habían instalado en el interior del
edificio termal abovedado. El resto de su grupo se adelantó a nosotros y ya había
reclamado una sección de taburetes. Tomé asiento con gusto en uno de ellos en
cuanto estuvimos lo suficientemente cerca.
Kelsey se inclinó sobre la barra y yo me alegré excepcionalmente de estar
sentado.
—Ginebra con limón agrio —le dijo al camarero. Después volvió a
mirarme—. ¿Qué quieres?
—Nada. Estoy bien.
Respiré profundamente. Tenía que estar bien.
Puso los ojos en blanco y dijo: —Dame dos ginebras.
Tragué. Era una mala idea. Debería levantarme e irme ya, inventar alguna
excusa. Pero ese traje de baño... Que el cielo me ayude, pero soy un hombre débil.
Metí dos dedos bajo el tirante de sus caderas y la atraje hacia mí. Cabía
perfectamente entre mis rodillas. Apoyando los codos en mis muslos, se inclinó
hacia mi pecho y apenas me resistí a plantar mis labios en su cuello.
Podía coquetear con ella sin llevarlo demasiado lejos. Ya no estaba en el
instituto. Tenía algo de control.
Con la necesidad de aliviar la tensión, dije: —Pase lo que pase esta noche...
—¿Sí?
—No vomites en la piscina.
Se apartó de mí, medio frunciendo el ceño, medio sonriendo. Y aunque me
dolía el cuerpo por la pérdida de contacto, supe que era lo mejor.
Me reí, tratando de no traicionar la tensión que me invadía.
—Solo por eso, chico gracioso... tú pagas.
78
Cuando llegaron las bebidas, hice lo que me habían ordenado y me levanté
para pagar. Ella me robó el taburete, y cuando el camarero me entregó las
bebidas, todo me resultó demasiado familiar.
Le entregué un vaso, y entonces comenzó la peor batalla con la tentación
hasta el momento. Estaba allí en mi mano, a solo unos centímetros de mis labios.
Y sería tan sencillo beberlo. El recuerdo seguía atrapado en mis músculos, y podía
sentir cómo se esforzaban por levantar el vaso hasta mis labios.
—Entonces, Hunt. ¿De dónde eres?
Distracción. Sí. Perfecto.
—De dónde no soy sería una mejor pregunta.
—¿Mocoso de militar?
Ojalá. Papá solo iba donde estaba el dinero.
Tratando de mantener las cosas ligeras, dije: —¿Me estás llamando
mocoso?
Cruzó las piernas y mis ojos la siguieron.
—Si fuera a nombrarte, mocoso no sería mi primera elección.
Mis dedos rozaron su tobillo. Me dije que estaba bien porque me distraía
de la bebida que tenía en la mano. El menor de los males.
Dije: —¿Cómo me llamarías entonces?
—Bueno, ya te llamé blando. —Intenté no gemir al recordar aquella noche.
Si había pensado que irme entonces fue difícil, esta noche iba a ser brutal—. Pero
no me cuesta admitir cuando me equivoco.
Mis dedos se desplazaron desde su tobillo hasta la parte posterior de su
pantorrilla. Señaló con el dedo del pie y su pierna chocó contra mi cadera.
—¿Qué te trae a Budapest? —le pregunté.
Su pie se enganchó en la parte posterior de mi pierna y sus dedos hicieron
cosquillas en la piel de mi rodilla. Sonrió, demasiado consciente de lo que me
hacía.
—Nada en particular. Solo me pareció un lugar interesante. —Utilizó ese
pie para jalarme hacia delante, y no me resistí—. ¿Qué hay de ti?
Mantuve un contacto ligero, aunque quería agarrar sus piernas y abrirlas
para deslizarme entre ellas. —Siguiendo un capricho —respondí.
Su lengua pasó por su labio inferior, y yo me quedé sin palabras.
—¿Alguna vez eres menos enigmático? —dijo.
—Creía que a las mujeres les gusta el misterio.
Sus ojos estaban entrecerrados, y ni siquiera me atreví a sentirme culpable 79
por nada de esto.
—Las mujeres amamos un misterio. Pero solo si creemos que lo podemos
descifrar. ¿Vas a dejar que te descifre, Hunt?
No podría hacerlo. Nunca.
Agarré el borde de su taburete y me incliné hacia abajo a su oreja. Su piel
olía salada y dulce. —Esa es una calle de dos sentidos, princesa.
Y Dios como quería descifrarla a ella, a pesar de que no podía devolverle
el favor. No solo su personalidad o su pasado. Cada parte de ella. Deseaba
conocerla como al dorso de mi mano.
Estaba a dos segundos de comenzar ese proceso, con mis ojos fijos en su
clavícula, el primer lugar que quería saborear. Entonces Jenny apareció al lado
de nosotros.
—Vamos a volver a la bañera, ¿ustedes vienen?
Me alejé. Maldita sea, me tenía que seguir alejando. Eso estuvo demasiado
cerca. Aproveché la distracción de Jenny para colocar mi trago en la barra, fuera
de alcance.
Kelsey levantó un vaso que seguía casi lleno y dijo: —Seguimos trabajando
en esto. Ustedes vayan. Diviértanse.
Cuando Jenny se fue, Kelsey dio un sorbo a su bebida, fijando sus ojos en
mí.
No tardó en darse cuenta de la ausencia de mi vaso. —No tocaste tu
bebida. Sé que parece un poco de niña, pero juro que te gustará.
Me senté en el taburete junto al suyo. —Estoy bien. En serio.
—Oh, vamos. —Saltó del taburete y apoyó su vientre plano en mi rodilla
desnuda—. Prueba el mío.
No sabía dónde mirar. Su cara, ese vaso... ninguno era seguro.
—Estoy bien.
—No lo dices en serio. Déjate llevar un poco. Diviértete.
Bebió otro trago y su lengua volvió a recorrer su labio inferior. El dolor se
elevó en mi pecho, por ella, por todo ello. —Solo inténtalo. ¿Por mí?
Ella se deslizó entre mis rodillas y yo puse mis manos en su cintura. Para
apartarla. Para acercarla. No lo sabía.
Me quedé mirando sus labios, imaginando la dulzura de su boca
combinada con el fuerte sabor del alcohol.
Podía mantener el control por ella.
Un trago no me mataría. Y saber que tenía que cuidar de ella me ayudaría
80
a mantener el control.
Un trago.
Un sorbo.
Solo una vez.
—Si me respondes una pregunta —dije.
Inclinó la cabeza hacia un lado, y yo extendí el pulgar a lo largo de la
inclinación de su cuello.
—Hecho.. —Sonrió.
Bebió un trago más y luego deslizó el vaso en mi mano.
Parecía pequeño. Estaba tal vez medio lleno. Nada que me hiciera daño.
Volví a mirar su sonrisa. Rápidamente, levanté el vaso y di un breve sorbo antes
de tendérselo. Ella me miró. Podría haberla ignorado. Pero en realidad, la bebida
no había sido tan fuerte. Era como una limonada, pero un poco más ácida.
Acerqué el vaso y bebí un trago más largo esta vez. Cuando se lo devolví,
solo quedaba hielo.
Sonrió, con sus labios cerca de los míos.
—Mi turno —dije—. La otra noche… ¿a qué te referías con que estás
cansada de ser?
Se quedó helada. Tal vez presioné demasiado, pero necesitaba un cambio
de tema. Necesitaba saber algo que valiera la pena, porque la culpa ya se
arrastraba por mi piel. Y una voz en el fondo de mi mente preguntaba una y otra
vez: “¿Qué has hecho?”
—No sé de qué estás hablando —dijo.
Desvió la mirada, pero utilicé un dedo en su mandíbula para que sus ojos
volvieran a los míos. —Es que... te veo y veo una hermosa mujer en la plenitud
de su vida, viajando a lugares exóticos, con el mundo en la punta de sus dedos.
Pero creo que eso es lo que quieres que vea la gente. Y quizás a mí también me
gusten los misterios, porque parece que no puedo evitar pensar en lo que está
debajo de todo eso, lo que no dejas que vea la gente.
Subí mi otra mano, acunando su cara. Concentrándome en ella en lugar
del monumental error que acababa de cometer, en lugar de todo lo que acababa
de tirar a la basura.
No funcionó. Ella apartó mis manos y se alejó de mi alcance.
—Te lo dije… no sé de lo que estás hablando. Estaba borracha. No debiste
tomar los desvaríos de una persona borracha como ciertos. 81
Se dio la vuelta, cogió mi bebida abandonada y se tragó la mitad de un
tirón. Me sentí aliviado. Si se bebía eso, una cosa menos para tentarme.
—No te creo —dije—. Creo que eso fue lo más honesto que me has dicho.
Quizás a ti misma también.
Se mantuvo de espaldas a mí mientras decía: —Otra vez con la mierda del
caballero de la brillante armadura. No necesito que me cuides. No sabes nada de
mí. Así que lo que creas que estás haciendo, lo que sea que intentes reparar en mí,
te puedes joder.
Tomó otro gran trago y noté que le temblaban las manos. Toda la semana
había estado pensando en si iba a desmoronarse o no, y ahora podría ser yo quien
la empujara a ello.
—Oye, lo siento. No te enfades.
Me coloqué detrás de ella, con mis manos sobre sus hombros.
—No estoy enfadada.
Se bebió el resto de la bebida, y luego dejó el vaso de golpe en la barra.
Inmediatamente, levantó la mano para intentar llamar la atención del camarero.
Dejé de dudar y le cogí la mano. La presioné contra la barra y acerqué mis
labios a su oído. En voz baja, le dije: —Kelsey, lo siento. No debía haberte
presionado. Pero no bebas porque estás enojada conmigo.
No bebas porque estoy enfadado conmigo y me desquité contigo.
Ya había jodido bastante esta noche por los dos.
Giró la cabeza hacia mí, pero mantuvo la mirada en el camarero.
—Disculpa aceptada. Y estoy bebiendo porque quiero.
—Solo háblame un segundo.
Me ignoró, levantando su otra mano y llamando.
La hice girar por el codo y la atrapé entre mis brazos y la barra. Mi
sentimiento de culpa se esfumó cuando la sensación de su cuerpo contra el mío
se impuso en mi cabeza.
—¿Cuál es tu maldito problema?
—Solo necesitaba hablar contigo un segundo.
—¿Por lo que me maltratas como un hombre de las cavernas? ¡Jesús!
Esto estaba yendo tan mal. Todo porque toqué esa maldita bebida. Sonreí,
deseando que entendiera que no tenía ninguna intención de hacer daño.
82
—Solo quería disculparme.
—Ya lo hiciste.
—Lo sé. Pero estoy arrepentido realmente.
Lo siento mucho.
—No creo que lo estés. Está este patrón que sigue apareciendo, donde me
juzgas cuando no tienes derecho a hacerlo. Y cuando no me estás juzgando, te
entrometes en mi vida.
—No te estoy juzgando. Lo prometo. ¿Y el resto? Es el soldado en mí…
Soy demasiado directo. Si quiero algo, solo lo pido. Si quiero hacer algo, lo hago.
Incluso cuando es muy, muy estúpido.
—Sí, la sutileza sin duda no es tu punto fuerte.
Sonreí, porque ya no luchaba contra mí. —No. Definitivamente no lo es.
Tampoco, aparentemente, lo era el control. Había sido fascinante desde
lejos, pero habiéndola conocido, decidí que cautivadora era la mejor palabra.
—Bueno, entonces. Si me dejas ir, creo que voy a buscar a Jenny y a los
demás. Desde que no tengo permitido pedir otra bebida y...
Ya había satisfecho un deseo esta noche, del que me sentiría
inmensamente culpable por la mañana. ¿Por qué no eran dos?
Levanté las manos de la barra para agarrar su mandíbula. Luego me
dispuse a descubrir a qué sabían exactamente sus labios.

83
Traducido por Emma Husr
Corregido por Julie

Ella vaciló cuando mis labios tocaron los suyos, pero no mucho tiempo.
Tracé mi lengua por su labio inferior del mismo modo que su lengua lo había
hecho en más de una ocasión, y la abrió para mi instantáneamente. Sabía dulce,
justo como me imaginé que sabría. Y a pesar de lo que pensé, no podía saborear
ni una sola gota de alcohol, solo a ella.
Sus uñas se clavaron en mi nuca, y me puse duro de forma casi inmediata.
Gemí cuando sus labios presionaron más fuertes y rápidos contra los míos. Llevé
las manos a su cintura, su traje de baño estaba en el medio de mis dedos y su
búsqueda de piel. Deslicé una mano hacia su espalda, presionando mi palma en
su piel suave. Ella arqueó la espalda, apretando su pecho contra el mío, y quise
84
devorarla.
Tomé su labio inferior entre mis dientes durante un segundo, y sus manos
presionaron mis hombros. Entonces me dispuse a probar el resto. Las comisuras
de sus labios, su barbilla, la larga columna de su cuello. La recliné sobre el bar,
mis caderas se apretaron contra las suyas para que fuera imposible que ella no
supiera cuanto la deseaba.
Me agarró la cara para que la mirara y dijo: —Creo que me gusta tu falta
de sutileza.
Mi única respuesta fue besarla nuevamente. Para tener más de ella. Mi más
nueva adicción. No sabía cuánto tiempo habíamos estado besándonos, solo sabía
que mis labios estaban hinchados, y que todavía no era suficiente. Podría pasar
otro día, quizás dos simplemente explorando su boca.
Fue ella quien se apartó, respirando agitadamente.
—Guau.
Apoyé mi frente en la suya y dije: —Debería haber hecho esto desde un
principio.
Sus ojos se cerraron, y se apoyó pesadamente sobre mí, pero no dijo nada.
—No me digas que estás muda, princesa..
Una risita tintineante escapó de su boca, y no fue como ningún otro sonido
que la haya escuchado hacer. Se veía sorprendida, y me soltó para cubrirse la
boca.
Cuando le sonreí comenzó a balancearse a un costado.
—¡Guau!! —Rodeé con mis brazos su cintura y su cabeza golpeó contra mi
pecho. Dio vuelta la cara, apoyando su mejilla en mi piel—. ¿Kelsey? —¿Qué
demonios sucedía?
No contestó, y ahora apoyaba casi todo el peso de su cuerpo sobre mí.
—Mis mejillas —murmuró.
—¿Qué pasa con ellas, princesa?
Volteó la cabeza de modo que su frente quedara presionada en mi pecho,
tocando mi piel con sus labios. Mi corazón se aceleró. Ella hizo un sonidito, suave
y casi patético. Una intranquilidad se anudó en mis tripas.
Mantuve un brazo alrededor de su cintura, y usé el otro para levantar su
cabeza a la altura de la mía.
—¿Kelsey? ¿Qué me decías de tus mejillas?
—No las siento.
—¿No sientes tus mejillas? 85
No respondió, pero cuando le solté la cara, su cabeza comenzó a caer.
—Mierda.
Algo no iba bien.
Eché su cabeza hacia atrás para revisarle los ojos. Las pupilas dilatadas, la
mirada perdida. Una de las luces de neón que había encima de nosotros nos hizo
estremecer y ella se apartó. En cuanto se separó de mis brazos, se desplomó.
Logré atraparla por poco antes de que cayera al suelo.
Intenté que me mirase, pero sus ojos seguían extraviados.
—Kelsey, no bebiste nada antes, ¿verdad?
Abrió la boca para responder, pero se detuvo… durante uno, dos, tres
segundos. Cuando iba a preguntarle de nuevo, sacudió la cabeza.
—Maldición, mi bebida.
Esa era la única explicación. La había dejado en la barra, y había quedado
ahí desatendida por… no se… varios minutos.
La sostuve con fuerza entre mi cuerpo y la barra, y chasqueé los dedos
para llamar la atención del barman. —Esta bebida. —Alcé el vaso vacío—. ¿Viste
que alguien la manoseara? ¿Alguien la tocó además de ella y yo?
El tipo se encogió de hombros, y se dio vuelta para tomar la orden de otra
persona.
Maldición.
Solté la cintura de Kelsey para pasar los dedos por mi cuero cabelludo.
Empezó a resbalar y me apresuré a estrecharla contra mí de nuevo. Apreté mi
frente contra la suya, intentando que se encontrara con mi mirada.
—Todo va a estar bien, Kelsey. Me ocuparé de todo. Te voy a llevar a casa.
Suspiró, un poco dormida, y me dio otro beso en el centro de mi pecho
antes de hundirse contra mí.
Posó su mano sobre mi corazón, y si pensaba que me sentía culpable por
esa bebida, ahora me estaba ahogando en la culpa.
—Lo siento —le dije—, es mi culpa. Debería haber estado mirando.
Elevó la cabeza, pero le pesaban los parpados, y cada vez que parpadeaba,
se quedaban cerrados por más tiempo. Me rodeó el cuello con los brazos y pasé
el mío por debajo de sus piernas.
Con ella en mis brazos arrullada contra mi pecho, me dirigí a la salida.
—Te tengo, princesa. Ahora estás a salvo. Si puedes oírme, nadie va a
aprovecharse de ti. Lo prometo. 86
—Charlatán —murmuró.
Intenté reírme, pero había un gran peso en mi pecho y salió nada más que
un suspiro. —Eres increíble.
Las personas miraban extrañadas mientras esperábamos en la fila para
recoger las cosas de Kelsey del guardarropa, pero nadie dijo nada. Yo continuaba
haciéndole preguntas, intentando mantenerla despierta.
Yo era completamente ignorante sobre qué hacer en este tipo de
situaciones.
Pero al final dejó de responder y, cuando llamé a un taxi, ya estaba
dormida.
Le dije al conductor la dirección de mi hotel y, una vez que tuve a Kelsey
tumbada en el asiento trasero con la cabeza en mi regazo, rebusqué entre nuestras
cosas el vestido que se había puesto encima del bañador esa misma noche, pero
no quería despertarla para intentar ponérselo. Se lo puse por encima para que,
tal vez, el taxista dejara de mirarla por el espejo retrovisor. Porque si no lo hacía,
su cara iba a conocer muy bien ese espejo.
Intenté tragarme la culpa que me corroía en el fondo de la garganta, pero
no cedió. Aparté el pelo de Kelsey de su cara, dejando que mis nudillos rozaran
la curva de su mejilla.
Era tan hermosa. Y me destrozaba verla tan vulnerable.
Porque si era como yo, y yo creía que sí, debía matarla ser débil. Me había
llevado mucho tiempo lidiar con la pérdida de Rodríguez, Johnny, Teague e
Ingram. Durante un tiempo, había sido más fácil eliminarlos por completo,
quemar esos recuerdos con amargura y distracciones, para que nadie tuviera que
ver lo completamente desmantelado que estaba.
Ahora me sentía igual... desmantelado. Como si todo lo que quisiera fuera
abrazar a Kelsey y recomponerla, pero yo también era un amasijo de piezas,
incapaz de ayudarla como quería.
Tal vez no podía salvarla. La gente solo puede salvarse a sí misma.
Pero podía estar ahí para ella como Rodríguez había estado para mí. Podía
tomar la botella o su dolor o su pasado o lo que fuera que la cansaba y usarlo para
practicar el tiro al blanco como Rodríguez había hecho conmigo. Y tal vez, si
teníamos suerte, nuestros demonios serían los desmantelados.
Cuando ya estábamos casi en el hotel, el conductor tomó una curva
demasiado rápido y tuve que sujetar la cintura y el hombro de ella para evitar
que cayera al suelo.
Ella se agitó. —¿Qué está pasando?
Sus ojos se encontraron con los míos, y sentí que el cambio en mi forma de 87
pensar echaba raíces. No podía dejarla. No lo haría.
—Estamos en un taxi. No puedo estar seguro, pero... —Traté de parecer
calmado por su bien—. Estoy bastante seguro de que alguien puso algo en tu
bebida mientras estabas sentada en el bar.
Se pasó una mano por los ojos y gimió: —Joder.
—¿Te digo que te han drogado y eso es todo lo que tienes que decir?
—¿Me dices que me han drogado y esperas que diga más?
Incluso drogada, tenía actitud. Y aunque quería enfadarme, no podía. No
cuando ella estaba así. Pasé mis dedos por su cabello húmedo, deseando poder
hacer más.
Posó su mano sobre la mía en su estómago, entrelazando nuestros dedos.
Se quedó dormida así, pero llegamos al hotel menos de un minuto después.
Le pagué al taxista, y después, tan cuidadosamente como pude, me las
arreglé para poder sacarla del coche. Me esforcé por mantenerla cubierta con el
vestido, pero el recepcionista igualmente miró fijamente mientras entrábamos al
edificio.
No me molesté en conseguirle una nueva habitación. No había suficiente
tiempo, y no quería que estuviese en público en ese estado más del tiempo
necesario.
Ella pestañeó en mi dirección en el elevador, sus labios hicieron un mohín.
—Me asustas —dijo.
El aire se tornó sólido en mis pulmones. ¿Que creía que iba a hacerle? Me
esforcé por tomar aire y luego, tan lento y calmado posible, dije: —No tienes nada
que temer. Yo no… no lo haría. Te ayudaré a llegar a la cama y luego te dejaré,
conseguiré otra habitación.
Sacudió la cabeza.
—No es eso. No creo que...
—¿Entonces por qué te asusto?
—Porque no quiero que veas.
No pensaba claramente. ¿Ella no quería que la viese así? La situación era
difícilmente su culpa, y no era como si no hubiese estado a su lado la otra noche
cuando había estado tan borracha que había vomitado.
—¿Que vea, qué?
Abrí la puerta de la habitación con mi hombro al mismo tiempo que dijo: 88
—A mí.
Me detuve en la entrada por unos segundos, sorprendido y en silencio
hasta que sentí la tela fría y mojada de su traje de baño empapando mi camiseta.
Crucé la habitación rápidamente, y gentilmente la bajé en una silla acolchonada.
Dejé las cosas que había tomado del guardarropa a sus pies, y luego me
arrodillé frente a ella.
—¿Por qué no querrías que te viera, Kelsey?
Apretó firmemente sus labios y sacudió la cabeza.
—Kelsey, mírame.
Lo hizo, a regañadientes. Se veía miserable. Tomé un mechón de pelo y lo
coloqué detrás de su oreja. Era egoísta, pero quería ser la única persona que
pudiese verla. Quería ser el único con quien ella no sintiese la necesidad de
esconderse. —Eres hermosa, eso es todo lo que veo.
Sus ojos se volvieron vidriosos y odié no saber qué hacer para ayudarla.
Mientras la observaba, su cabeza empezó a inclinarse y luchó por mantenerse
erguida.
Me aclaré la garganta, pero seguía sin saber qué hacer. Necesitaba
descansar. Esa era mi mejor suposición. —Yo... deberíamos quitarte el traje de
baño mojado.
Me sentí mal al pensarlo, pero tampoco quería que se resfriara por dormir
con la ropa mojada.
Bostezó. —De acuerdo. —Intentó ponerse en pie, pero sus piernas se
tambaleaban y empezó a hundirse hacia la silla antes de que la cogiera. Levantó
la vista hacia mí mientras nuestros cuerpos se apretaban, y tuve que apartar los
ojos porque juro que vi deseo allí.
Tanteó el nudo de su cadera, donde se conectaba su complicado traje de
baño. La vi tirar inútilmente de la tela, con los dedos débiles.
En voz baja, dijo: —No puedo.
Yo la sujetaba por los brazos, pero el resto de su cuerpo empezaba a caer.
—Está bien. Te ayudaré. Está bien.
Cualquier cosa con tal de quitarle esa mirada abatida.
La bajé a la silla, pero luego retrocedí unos pasos porque, joder, necesitaba
algo de distancia. Exhalé, arrastrando las manos por la parte superior de la cabeza
y bajando por la cara.
89
—¿Qué mierda estoy haciendo?
¿Cómo diablos se suponía que iba a hacer esto?
Dios, dame combate. Dame muerte y destrucción.
¿Pero esto? No sabía cómo lidiar con esto.
—Bien —dije en voz alta. Podía hacer esto. Rápido. Eficiente. Lo necesario
para que estuviese cómoda—. Bien.
Decidido, me dirigí hacia mi maleta y agarré una camiseta limpia antes de
regresar con Kelsey. Me puse de rodillas frente a ella y busqué sus ojos. —Ten,
ponte esto.
De esa manera no podría ver nada. No vería nada.
Asintió, pero no se movió. Después de deslizar la camiseta por su cabeza,
tuve que maniobrar para pasar los brazos por las mangas. Estaba casi terminando
cuando mi antebrazo le rozó el pecho, y ella hizo un sonido suave y dulce.
Demonios. Perdón. Maldición.
Me reprendí en silencio antes de decir tranquilamente: —Perdón. —Luego
terminé de ponerle la camiseta tan rápido como pude. Sus ojos estaban más
alertas, y observaban cada uno de mis movimientos con un hambre en su mirada
que hacía esto mucho más difícil. Bajé su brazo, y luego me retiré al otro lado de
la habitación para volver a respirar.
—De acuerdo. Siguiente paso —dije en voz alta, intentado abordarlo
tácticamente. Tenía que desatar los nudos de sus caderas, y luego desenrollar las
correas de tela que envolvían su cintura y su pecho antes de unirse a las finas
correas sobre sus hombros.
La levanté de la silla y, con ella en brazos, retiré las mantas de la cama. La
acosté y subí las mantas para cubrirla.
Consideré la posibilidad de detenerme allí. Pero ella se estremeció y supe
que no podía hacerlo.
Encendí la lámpara junto a la cama y me arrodillé junto a ella. Entonces,
como si estuviera desnudando a mi abuela de ochenta y seis años en lugar de a
Kelsey, metí la mano bajo las sábanas y encontré el nudo del bañador en su
cadera.
Me miró fijamente y yo solo pude sonreír de una manera que esperaba no
fuera espeluznante.
—¿Estás tan asustado de verme desnuda? —preguntó.
Terminé con el primer nudo rápidamente, desprendiendo la correa del top
de sus pantalones. 90
—No estoy asustado, cariño. —De hecho, la idea me gustaba demasiado
como para sentirme cómodo en esta situación. Añadí—: Te prometo que no
miraré.
Estiré más el brazo bajo las sábanas, intentando desenrollar la tela de su
cintura, pero el resto se enrollaba bajo su cuerpo y no conseguía deslizarlo.
—¿Puedes levantarte? Eso podría ser más fácil.
Lo intentó. Lo intentó con todas sus fuerzas.
—No puedo. —Le temblaba la voz y yo quería pedirle mil disculpas por
hacerla sentir débil.
Me puse de pie y me senté en la cama junto a ella.
—Envuelve tus manos alrededor de mi cuello y úsame para levantarte.
Lentamente, sacó los brazos de debajo de las sábanas. Sin embargo, tuve
que ayudarla a rodear mi cuello con sus manos.
—Sostente.
Cuando se incorporó, metí las manos por debajo del dobladillo de la
camiseta que le rodeaba las caderas. Tiré de la correa que había desatado de su
cadera, esperando que se desenrollara alrededor de su espalda hasta su pecho.
Pero cuando tiré, no ocurrió nada. La otra parte de la envoltura debía de estar en
medio.
—Maldita sea. La otra pieza está atada sobre esta. Espera.
Metí otra mano por debajo de la camiseta y bajo el material de su traje de
baño. Sosteniendo el trozo de tela aún tenso fuera de su piel, empecé a tirar de la
otra correa. Los dedos de Kelsey se clavaron en mi nuca, como cuando nos
besamos, y tuve que detenerme para mantener el control. No ayudó que su
aliento rozara mi mandíbula, cálido y enloquecedor.
—¿Hunt?
Tragué saliva.
—¿Sí?
Mientras tiraba de la tela del primer tirante para liberarlo, sus dedos
recorrieron desde mi cuello hasta mi mandíbula. —Dime tu otro nombre. El otro
por el que la mayoría de la gente no te llama.
Hice una pausa para mirarla a los ojos. Mejor que mirar sus labios.
—No lo recordarás mañana, cariño.
—Eso no significa que no quiera saberlo, cariño.
Cuánta actitud. 91
Sonreí brevemente. Con un tirante suelto, dejé que la mano que sujetaba
el resto de la tela se apoyara en su espalda. Ella tragó saliva, mirando mis labios.
—Jackson. Mi nombre es Jackson Hunt.
Sonrió, y yo se la devolví porque no pude evitarlo.
—Bueno, Jackson Hunt. Deja de ser un marica y termina de quitarme la
ropa.
Me reí. Porque toda esta maldita situación era ridícula.
—Eres algo increíble, ¿lo sabías?
—Como dijiste, no voy a recordarlo mañana. Simplemente acabemos con
ello.
Gemí, rascándome las uñas en la mandíbula.
—Pero yo lo recordaré. —Y nunca podría volver a mirarla igual.
Suspiró, y luego se sentó de nuevo contra la almohada. Mi mano pasó de
su espalda a su costado mientras se recostaba. Con manos temblorosas, bajó las
mantas hasta los muslos, dejando al descubierto la camiseta que se le había
enredado en la caja torácica.
Saqué la mano de donde se enroscaba alrededor de su cintura y aparté la
mirada de su suave piel dorada.
—Jesús, Kelsey.
—No es para tanto.
—Sí, lo es. No puedo aprovecharme de ti de esa manera. No cuando no
estás lo suficientemente sobria para tomar decisiones con todos tus sentidos.
Gimió. —No te estás aprovechando de mí. He pasado por eso. No se sintió
así.
Giré la cabeza.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
Eso no había sonado como nada.
—Kelsey...
¿Quién se había aprovechado de ella? De repente, estaba tan enfadado que
no podía ver bien. Todos los pedazos de mí que se habían sentido rotos e inútiles
estaban de repente fusionados, listos para luchar contra cualquier enemigo que
la hubiera herido.
—No importa —dijo—. Solo ayúdame. ¿Por favor? Por favor.
92
Quería insistir, pero eso era lo que nos había metido en este lío para
empezar. Si nunca hubiera tomado esa copa, si nunca le hubiera hecho esa
pregunta...
Pensé en aquel momento en el ascensor, cuando sus ojos esmeralda se
encontraron con los míos y me dijo que la había asustado. Respiré hondo y traté
de pensar como Rodríguez. Él nunca me había presionado para que hablara de
mis problemas, ni de la madre que se fue ni del padre al que no le importaba.
Esperó a que me abriera por mi cuenta.
Tras un suspiro, hice lo que me pidió. Con las mantas hacia atrás y la
camiseta levantada, desaté el otro nudo. Me dije que no era más de lo que había
visto en los baños. Pero cuando empecé a desenvolver el resto del bañador de su
cuerpo, me aseguré de que mis ojos se dirigieran a su cara. No iba a sumarme a
la lista de personas que se habían aprovechado de ella, que le hicieron daño.
Me incliné sobre ella y utilicé una mano para levantar su vientre y poder
desenvolver la última correa. Demasiado ansioso por terminar, tiré de la parte
superior del traje de baño y se deslizó por completo de su cuerpo.
Ella jadeó, arqueando la espalda, y su estómago rozó mi pecho. Hice un
ruido de frustración y exasperación, y cerré los ojos de golpe antes de que pudiera
tener la tentación de mirar.
Tan rápido como pude, le quité el traje de los brazos y lo tiré al suelo.
Seguía inclinado sobre ella cuando abrí los ojos. Miré sus labios, solo por un
segundo. Pero entonces ella gimió y... Maldita sea.
—Jackson —respiró.
Cerró los ojos y acercó sus labios a los míos. Sabía que se sentía atraída por
mí. Y había tirado toda mi moral por la ventana cuando la besé esta noche, pero
no podía volver a hacerlo.
No importaba cuánto lo deseara.
Le debía más que eso.
Me aparté de sus labios y besé su mejilla en su lugar.
—No puedo. Así no. Si voy a cruzar esta línea, estoy segurísimo de que
quiero que lo recuerdes.
Sus manos agarraron mi cintura.
—No es cruzar una línea si yo lo quiero.
Juro por Dios que era como una sirena. Por eso nadie podía decirle que no.
—Yo también te deseo. Pero no tienes idea de cuantas líneas estaría
cruzando, incluso si estuvieras sobria.
—¿Qué significa eso?
93
—Significa que te voy a preparar para la cama y luego te daré las buenas
noches.
—Entonces alístame para la cama.
Tomó mi mano y la colocó en su cadera, donde aún descansaba la parte
inferior de su traje de baño. Necesitando terminar con esto, enganché mis dedos
bajo la tela y tiré. Mantuve la vista en el techo mientras deslizaba las bragas por
sus piernas y las pasaba por sus pies. Luego tiré de las mantas hasta su barbilla.
Me cogió la mano antes de que pudiera apartarla, acercándola a su cara.
El corazón me dio un vuelco.
—No te vayas.
Me pasé una mano por la mandíbula.
—Tengo que hacerlo. Esto no es una buena idea.
—No quiero despertarme sola. Si no recuerdo… yo... me matará. No
sabes...
Otra vez ese misterio. Ese atisbo de algo que no me decía, que no mostraba
a nadie. Esa cosa que no podía desenredar a la fuerza por muy tentado que
estuviera.
—Jackson, por favor.
No podía decirle que no.
—De acuerdo. Solo... solo dame un segundo.
En el cuarto de baño, me quité el bañador mojado y me puse unos
pantalones cortos de gimnasia. Me miré en el espejo, pero luego deseé no haberlo
hecho.
Tenía un aspecto duro.
Quizá fuera la falta de sueño. Tal vez era que esta noche había deshecho
un año de duro trabajo y compromiso.
En cualquier caso, estaba más preocupado por Kelsey que por mí.
Sobreviviría. Eso era lo que hacía... contra todo pronóstico. Y, de alguna
manera, sabía que no recaería después de ese trago, no cuando podía perjudicar
mi capacidad para cuidar de ella.
Tenía una sensación de asco y de hundimiento en las tripas que se
desvelaba en teorías sobre Kelsey y su pasado, y quería dar un puñetazo a algo
solo para no tener que pensar más en ello.
Fuera lo que fuera lo que le había sucedido, había algo más en la historia
de Kelsey Summer. Había una razón por la que mis dibujos de ella solo 94
funcionaban cuando parecía triste.
De vuelta a la habitación, apagué la lámpara que había junto a la cama y
me acomodé en la silla para pasar la noche.
No conocía a Kelsey Summers. Pero quería hacerlo. Si ella se abría, si me
dejaba. Me daba un poco de miedo admitir lo mucho que quería de ella.
Diez minutos después de que Kelsey se durmiera, mi teléfono sonó. El
padre de Kelsey.
No importaba lo que quisiera, yo era la última persona en el mundo en la
que ella debía confiar.
Cora Carmack es una autora de novelas románticas
para adultos y de fantasía para jóvenes que ha sido
superventas en el New York Times y en el USA
Today. Sus libros han sido traducidos a más de una
docena de idiomas en todo el mundo. Cora vive en
Austin, Texas, y en un día cualquiera puedes
encontrarla tecleando en su ordenador, volando a
varias ciudades del mundo, o simplemente viendo
Netflix con su gatita Katniss y su perro Sherlock.
Pero siempre se la puede encontrar en Twitter,
Facebook, Instagram, Pinterest y en su sitio web
www.coracarmack.com.

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