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El Club de las Excomulgadas
Argumento
Tanto por el bien de Belizair, como el de su propio clan, Draigon d’Amato hará lo
que se requiere de él. Elegirá a un co-compañero Vesti, y aceptará a la mujer
humana que los científicos del Consejo han determinado que es su compañera.
Pero a pesar de estar resignado a su destino, tan pronto ve a Savannah Holden, el
deber se convierte en deseo, y desea reclamarla de inmediato.
Por desgracia para él, Savannah es una mujer policía que intenta marcar una
diferencia en la Tierra. Y si ese no fuera suficiente reto, ella ya ha tomado a un
Draigon y Kye descubren que compartir las tareas de guardaespaldas tiene ciertos…
beneficios, y su ‘deber de dar placer’ es uno que realizan con gran entusiasmo.
Hasta que uno de ellos toma su ‘deber de proteger’ demasiado literalmente, con un
resultado devastador.
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PRÓLOGO
Draigon d’Amato de los Baraqijal, estaba de pie junto a la ventana de la casa de su
clan. A lo lejos, estaban las desoladas montañas de color rojo, un lugar de
desfiladeros y peligro. De muerte. Un lugar tan inhóspito, como las millas doradas
del desierto rojo que separaba Shiksa de la las montañas, y más allá de ellos, las
selvas de Belizair.
Aún cuando la mujer de Adan, era en realidad un partido para Lyan, cualquiera
que conociera a los dos hombres sabría que el resultado sería el mismo,
independientemente de cuál de los hombres tuviera la ley del Consejo detrás de él a
la hora de reclamar a la humana. Si Krista Thomas de la Tierra hubiera sido
compañera de Adan, aún serían Lyan y Adan quienes establecieran el vínculo con
ella.
Sin duda, los miembros del Consejo estaban fuera de sí porque Lyan, alguien que
tan a menudo se había encontrado en peligro de ser sancionado, ahora tenía la ley
de su parte y su bendición. Esto, de hecho, era un éxito importante para todos ellos.
La tensión hizo que Draigon hiciera rodar sus hombros para estirar las blancas
plumas de sus alas. Las venas de éstas, y los bordes ribeteados de un rojo
encendido, entrelazado con el dorado, que hacían juego con su pelo, eran un reflejo
del nudo de carbón caliente que se quemaba en sus entrañas.
Él era el hijo mayor, y sabía por qué su padre le había pedido que regresara a su
hogar cuando su misión en Sinnett terminara. Lo había visto en los ojos de su
madre cuando la saludó. Lo había visto en la cara de su prima Zantara. Y como
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siempre, su grave situación había roto el corazón y el alma de Draigon. Le hizo
maldecir a los Hotalings por su virus. Maldijo al clan Araqiel de la casa Vesti por
traerlo a Belizair, donde llevó a cabo una devastación sin precedentes. Donde
todavía podía llevar a la extinción tanto a los Vesti como a los Amato.
Su estómago se revolvió. Hacía mucho tiempo, los Vesti y Amato habían luchado,
casi hasta el punto de destruirse a sí mismos. Incluso antes del virus Hotaling,
pozos de desconfianza, recuerdos de larga data y hostilidades ocultas, se mantenían
entre las dos razas. Ahora, la situación en Belizair amenazaba con perforar la pared
que protegía aquellos prejuicios contenidos, justo cuando se requería que las dos
razas trabajaran juntas para evitar la extinción. Requiriendo hombres sin pareja
Draigon suspiró cuando oyó la voz de su padre en otra parte de la casa. No pasaría
mucho tiempo ahora.
Había pensado que cuando llegara el momento de asentarse y formar una familia,
compartiría la compañera con el hermano más cercano a él en edad. O tal vez ser
parte de un grupo de cuatro personas, si su mujer quería una segunda para unirse a
ellos. Los Amato siempre habían establecido lazos en el arreglo estuviera bien para
los involucrados. Pero seguir por ese camino ahora, significaría que no habría
ningún hijo.
Draigon se frotó el pecho, aún sabiendo que nada eliminaría la tensión que sentía
allí. Si sólo alguno de sus hermanos menores hubiera sido emparejado…
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Savannah Holden hizo una mueca al abrir su armario y empezar a despojarse de su
uniforme. Sus oídos comenzaban a enrojecer y su piel a irritarse, al pensar en que el
capitán la alcanzara antes que pudiera dejar el edificio. Sabía que él la buscaría
ahora que estaba de vuelta de la conferencia, pero eso no significaba que tuviera la
intención de hacer más fácil que la encontrara. Estaba en espera de una nueva
regañina, sobre informar lo que le dijeran sus fuentes y luego dejar que otros, este
caso los chicos de Anti-vicio, se encarguen a partir de ahí.
Ella quería ser un detective. Quería usar su cerebro para solucionar un crimen. No
es que creyera que ser un policía de a pie fuera una profesión de bajo rango. De
ninguna manera. Pero… Siempre había sido muy buena con los rompecabezas y
era una asesina en los juegos de mesa. Una mente así debería ser utilizada, ¿verdad?
Ella era más que un cuerpo caliente que rellenaba un uniforme, ¿no?
¡Demonios! ¡Sí!
Se puso sus jeans y miró su reloj. Tenía bastante tiempo para llegar a The Dive.
Savannah sonrió. Sí, ese lugar le traía muchos recuerdos. La mayoría de ellos
implicaban a Krista Thomas. Eran más como hermanas, que amigas. Podrían pasar
meses, incluso años, pero cada vez que se veían, era como si no hubiera pasado el
tiempo en absoluto.
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El tema musical de The Twilight Zone se movía por la mente de Savannah y se rió
suavemente. Había estado pensando mucho en Krista últimamente. Eso significaba
que la vería pronto. Siempre había sido así, una especie de raro sexto sentido que le
dejaba darse cuenta de cosas que no podían ser explicadas. Lástima que el sexto
sentido no la pudiera llevar al título de detective. Detective Savannah Holden. Sí, le
gustaba como sonaba.
“Te escucho.”
“¿Dónde?”
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“¿Conoces un sitio llamado The Dive?”
“Claro.”
Krista se rió. “Sabes que sí. Es el único lugar en la ciudad donde solían dejarnos
“Me niego a hablar de eso. ¿Por qué no nos encontramos en The Dive? Es un lugar
bastante seguro en estos días y tan pronto como me cambie de ropa me dirigiré allí
de todos modos. Se supone que tengo que encontrarme con un soplón, pero mi
asunto con él no debería llevarme mucho tiempo.”
“Oye, Holden, espera”, dijo una voz masculina, cuando ella salió del vestuario.
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Ella hizo una mueca. “Probablemente parezca de esa manera. ¿Estás seguro que
quieres ser visto conmigo?”
Él se rió. Un sonido contagioso que era imposible de resistir. Por otra parte, él era
material de revista de moda masculina. La encarnación de cada una de las fantasías
de algunas secretarias, y las de algunas oficiales, ella incluida, desde que se había
trasladado a Las Vegas.
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Maldita sea, incluso ahora, no podía sacar a la chica de su mente. Sus ojos
atormentados, desilusionados, en su pequeña cara de duendecillo.
“¿Estás de broma? La gente habla contigo. Y eso es una gran parte de la ecuación.
Piensa en esas chicas que atrapaste, alguien vino a ti con la información. ¿Cierto?”
“Correcto”, dijo Savannah, aunque no era exactamente la verdad. Ella había ido a
Savannah sonrió abiertamente. “Creo que es seguro decir que ese fue un trato de
una sola vez. El tipo oyó rumores y tiene hijas jóvenes”.
Fowler le hizo un guiñó y le dirigió una sonrisa que podría derretir a una piedra.
“Ok, ok. No quieres compartir, está bien.” Sacó una libreta y una pluma de su
bolsillo, escribió algo y luego arrancó la hoja, dándosela a Savannah. “Es mi
número de móvil. Si consigues algún otro soplón y quieres que alguien te tome en
serio, llámame.”
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“Holden. ¿Piensas que hay alguna razón para creer que los chicos de Antivicio no
pueden manejar su trabajo? ¿Alguna razón por la cual tuvieras que tomar por ti
misma esa operación de vigilancia mientras estabas fuera de turno?”
El levantó la mano y ella pensó que su cara había tomado un color rojo poco
saludable. “Detente de seguir adelante, Holden. Sé que creciste escuchando los
cuentos escandalosos de tu abuelo y viendo historias del salvaje oeste, donde el
chico del sombrero blanco ganaba y salvaba la situación, disparando en el proceso y
convirtiéndose en sheriff. Pero no trabajamos así por aquí. Tú pagas por ser una
Savannah inclinó la cabeza, sabiendo que lo que decía el capitán era cierto. El
problema era que siempre había sido un poco… impetuosa. Un poco desenfrenada.
Pero infiernos, ¿cómo podría haber sido de otra manera después de haber crecido
con hermanos camorristas, y ayudantes en el rancho que trabajaban duro y jugaban
igualmente con la misma fuerza? Era mantenerte al día o te dejaban atrás, y ella no
estaba dispuesta a perderse la acción.
Sus pensamientos se fueron al Hurón y tuvo que esforzarse mucho para controlar
su expresión y no parecer tan culpable como se sintió de repente. Sabía que el
capitán trataba de ayudarla, y durante un segundo, tuvo la tentación de contarle
sobre la llamada del Hurón, teniéndolo en la punta de la lengua.
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intentaré”, murmuró y sintió que el capitán miraba su espalda hasta que ella giró la
esquina y salió del edificio.
*****
Krista ya estaba en The Dive cuando llegó. “Lamento llegar tarde”, dijo Savannah
mientras abrazaba a su amiga. “El capitán tenía que darme mi regañina semanal
sobre investigar fuera de las horas de servicio.”
Savannah puso los ojos en blanco. “¡Ni lo menciones! Con un poco de suerte el
“¿El Hurón?”
“Parece una comadreja, huele como una comadreja y actúa como una comadreja
por lo que le llamo el Hurón, aunque creo que su verdadero nombre es algo así
como Dale o Ricky.”
Maldita sea. Había memorizado su dirección, pero seguía sin recordar su nombre
verdadero. Había tenido la intención de sacar la ficha del Hurón antes de su cita,
pero después de encontrarse con el capitán, no tuvo más remedio que salir del
edificio y no hacer nada sospechoso. Mierda. El capitán tenía buenas intenciones,
así que era difícil estar enfadada con él, pero… Savannah se encogió de hombros
mientras ella y Krista tomaban un reservado en el fondo.
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había impresionado tanto era porque Holland le recordaba a Krista, y ella había
estado pensando en Krista muy a menudo últimamente.
“Me retiré y volví de incógnito para vigilar el lugar. Entonces llegó una chica
mayor, de diecinueve años y con el nombre de Camryn, lo sé ahora. De todos
modos, ella estaba con un tipo que irradiaba ‘pervertido’ por todos lados. Holland y
otra chica de su edad estaban afuera intercambiando algo de sus iPod. Camryn y la
escoria se detuvieron. Hablaron. Señalaron. El psicópata se rio a carcajadas y luego
se metió en el hotel residencial con Holland y la otra niña menor de edad. Para no
“No lo sé. Estaba pensando en hacerles un seguimiento. Voy a hacerlo, tan pronto
como pueda manejarlo sin los tipos de Antivicio de por medio. Una de las chicas
está bastante endurecida ya, pero la otra, Holland…” Savannah se encogió de
hombros. “Tú pensarías que hacer este trabajo me haría ser más dura, pero algo en
ella todavía parece vulnerable, puede que no sea tarde para ella.” Una camarera
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pasó por la mesa. Una vez que tomó sus pedidos y se fue, Savannah cambió de
tema. “Entonces, ¿qué te trae a Reno?”
“Pensé que sería agradable alejarme por un tiempo, tal vez usar la cabaña si está
disponible.”
La camarera llegó y puso las bebidas y la comida en la mesa, luego se fue. Krista se
aclaró la garganta y tomó un nacho, su cara se ruborizó antes de decir, “No es sólo
un tipo, son dos. Y no rompieron mi corazón exactamente. Quiero estar con ellos,
pero no puedo.”
Savannah hizo todo un espectáculo agitando el aire ante su cara. “¿Fue idea tuya o
de ellos?”
El rubor de Krista se hizo más intenso. “Todos estuvimos de acuerdo con ello.”
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“Será la primera vez.”
Savannah sonrió. “Sí, mi capitán diría eso también.” Su cara se puso seria.
“Entonces, ¿qué te detiene? ¿Tienes miedo que el Director de tu escuela se entere y
te despida por faltas a la moral?”
La sorpresa pasó por la cara de Krista y Savannah se rió. “¿Qué?, ¿no crees que yo
“¡No!”
Savannah sonrió. “Sabes cuánto me gustan esas cosas de lazos y cuerdas. Ahora
cuéntame sobre esos dos tipos.” Y Krista lo hizo.
“La palabra magníficos no les hace justicia. Ellos parecen…” Krista se echó a reír.
“Me da vergüenza decir esto. Pero lo voy a hacer. Parecen guerreros, del tipo que
aparece en la portada de una nóvela de romance erótico. Bronceados, musculosos.
Parecidos, pero diferentes.” Ella arrugó la nariz. “Se complementan entre sí, y
tengo la impresión de que han sido amigos por mucho tiempo.”
Savannah resopló. “Me imagino que no tomaron mucho tiempo para conversar.”
Krista se rio con tono ronco, y admitió. “No.” Vaciló. “¿Todavía crees que el amor
puede llegar después de unos pocos minutos, tras la lujuria a primera vista?”
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“Sí. Creo que es posible reconocer a alguien con el que puedes pasar el resto de tu
vida, y que al mismo tiempo, tus hormonas estén a toda marcha y desees saltar
sobre su cuerpo.” Suspiró Savannah. “Yo solo puedo soñar. Así que además de
magníficos, ¿qué aspecto tienen?”
“Ambos tienen el pelo largo hasta los hombros, pero el de Adan es dorado y el de
Lyan negro.” La expresión de Krista sólo podía ser descrita como de ensueño. “Son
como fantasías andantes. Es una locura. La primera vez que me tocaron, sentí…
como si fuera más que lujuria. Y luego cuando yo estaba… en la cama con ellos…”
Krista se echó a reír. “Supongo que no hay ningún hombre de fantasía en tu vida
ahora mismo.”
“Ni siquiera cerca. Los únicos que veo son policías y delincuentes, no exactamente
candidatos de primera en el departamento de las relaciones.”
“¿Y los vaqueros del rancho de tus padres? Por lo que recuerdo, ahí es donde
puedes encontrar tipos de aspecto estupendo.”
Savannah hizo rodar sus ojos. “Ahora que mis hermanos se han hecho cargo para
que mis padres puedan viajar, cualquier tipo que encuentran mirándome termina
comprobando cercas. Me han dicho que montar vigilando el cercado con una
furiosa erección es muy doloroso. ¡En estos días todo lo que tengo que hacer para
dejar vacío un cuarto lleno de vaqueros, es entrar en él! Y sí, tienes razón, el
barracón del Bar None todavía está lleno de cosas dulces para la vista.”
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“Sí, unos diez minutos. El Hurón es un tipo nervioso. Por lo general llega
temprano, acecha entre las sombras hasta que se cerciora que es seguro, y luego
aparece. Lo de llegar tarde no es típico de él.” Se levantó de su silla. “Creo que voy
a mirar afuera, por si acaso.”
“No lo sé.” Ni siquiera estaba segura si El Hurón esperaba un pago por ella.
“¡No lo sabes!”
Savannah hizo una mueca. “Todo lo que dijo fue que era algo grande. Algo tan
grande que si lo destapo, me tendrán que dar la insignia de detective, y mis días
como policía de patrulla se habrán terminado.” Salieron del bar y Savannah dijo,
“Ese parece el coche del Hurón.”
El coche estaba aparcado en la calle, al otro lado del callejón. Un flamante Beamer
negro, un modelo caro. “Esto me da mala espina”, dijo Krista. “¿Por qué no se
estacionó aquí?”
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Savannah negó con la cabeza, pero no dijo nada, mientras se detenía en la
camioneta, el tiempo suficiente para sacar su arma, antes de dirigirse hacia el
Beamer. En el callejón, levantó la mano en señal de alto, luego se puso en cuclillas
con su arma en posición, antes de rodear el vehículo para comprobar el callejón.
*****
La polla de Kye d’Vesti se puso en alerta y palpitante, cuando vio a la mujer con el
pelo de fuego salir del bar con Krista Thomas, la compañera de vínculo de su primo
Lyan, y su co-compañero Adan d’Amato. Por las estrellas, la belleza pelirroja era la
elegida. Era su compañera.
Kye negó con la cabeza como si quisiera borrar las imágenes transmitidas de sus
ojos a su cerebro. ¿Su próxima compañera acababa de sacar una de sus armas
primitivas de una funda de su costado? ¿Se alejaba ahora mismo en la forma de un
cazador que rastrea una presa?
Lo hacía.
Pero primero tenía que detener esta locura de invitar el peligro a su vida. Ella era
muy, muy valiosa… para él, para su raza, para uno de los Amato no apareados,
con el que tendría que compartirla. Kye frunció el ceño ante la idea y luego la
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apartó, su corazón sacudiéndose en su pecho al ver a Krista arrastrar a su amiga de
pelo de fuego, y alejarla del callejón, justo cuando el coche al que se acercaba
estallaba en un explosión que sacudió la zona y envió metal, cristal y trozos de
ladrillos, arrojados como proyectiles mortales en todas las direcciones.
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En un instante Kye estuvo allí, la rabia y una resolución mortal lo atravesaban en
una carrera salvaje. Hasta este momento, nunca había sentido las emociones
primitivas que tan a menudo alcanzaban a los varones Vesti. Pero ahora, mientras
miraba a su compañera, cubierta de escombros, esos sentimientos lo llenaron,
convirtiéndolo en un adversario mortal. Quería encontrar a quien sea que le
hubiera hecho esto, y hacérselo pagar, despacio y dolorosamente. Quería llevar a su
compañera a casa, y asegurar que su vida nunca estuviera en peligro de nuevo.
Savannah gimió y rodó hacia su costado, antes de sentarse también. “Sí, nada que
un Advil y agua oxigenada no puedan curar.” Se pasó una mano por el pelo,
enviando pequeños trozos de vidrio y ladrillo al suelo. “¡Hombre, sabía que no me
iba a gustar lo que estaba en ese Beamer!”
Su sonrisa envió una onda de furia por Kye. ¿No se daba cuenta su compañera que
alguien había estado esperándola? ¿Qué habían intentado matarla?
Krista negó con la cabeza y se estremeció. “Tal vez deberías dejar la ciudad por un
tiempo, Savannah. Alguien te tendió una trampa.”
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podría ser mi gran oportunidad. ¿Qué viste antes de la explosión? ¿Qué te dio el
aviso?”
“Sí.” Savannah frunció el ceño. ¿Habría dejado pasar por alto algo obvio?
“La ventana bajó y luego salió algo, como una antena. Yo sólo tenía un mal
presentimiento…”
¡Mierda! Había estado tan centrada en el Beamer… “Fue bueno para nosotras que
Las fosas nasales de Kye se extendieron con furia. Los cristales de color púrpura de
sus muñecas se arremolinaron y palpitaron, cuando sus emociones pusieron en
peligro su control. La necesidad de llevarse a su mujer, y conseguir que estuviera
segura, era casi aplastante. “¿Quién quiere hacerte daño?”, exigió él.
Un fuego verde brilló en los ojos de su compañera, y envió más sangre a su polla.
Cuando la alejara de aquí, ella sentiría la picadura de su mano en su culo antes de
montarla.
Los ojos de Savannah se abrieron ampliamente, y sus labios formaron una pequeña
‘o’. Y le dijo a Krista, “Wow”.
Krista se ruborizó más, antes que su atención se dirigiera hacia Kye. ¿Te enviaron
Lyan y Adan? ¿Cómo supieron que estaba aquí?”
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Krista se puso rígida. “¿Por qué sentiste curiosidad?”
Una sirena sonó en la distancia y Savannah se puso de pie. “Maldita sea, tenemos
que irnos de aquí. Salgamos del callejón y rodeemos esto. Entre menos gente nos
vea, mejor será.”
Krista frunció el ceño. “¿No deberías quedarte y hacer un informe, o algo así?”
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“Confía en mí, eso hará más mal que bien, si mi capitán se entera. Y hasta que
sepa más sobre lo que está pasando, voy a jugar esta mano cerca del pecho1. El
Hurón dijo que era algo grande. No sé cuánto tiempo tomará para que se enteren
que el coche le pertenecía, pero tengo que llegar a la casa del Hurón y ver si
encuentro algo que me ayude a dar sentido a esto.”
“Iré contigo”, dijo Krista, mientras ella y Kye, seguían a Savannah hasta el final
del callejón y giraban la esquina.
Savannah negó con la cabeza. “No. Sería más seguro si no lo hicieras. Por favor, ve
a la cabaña. Te llamaré para avisarte cuando llegue a casa.”
Kye y las dos mujeres entraron en el aparcamiento de The Dive sin ser notados.
Una multitud se reunía alrededor de los restos del Beamer negro. Savannah utilizó
el mando a distancia de su llavero para abrir las puertas de su camioneta. Krista
dijo: “No voy a dejarte ir sola, te seguiré en mi coche.”
“No”, dijo Kye. No podía permitir que le pasara nada a la compañera de Lyan y
Adan. “Yo iré con Savannah.”
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Referencia al juego de cartas, cuando se esconden las cartas cerca del pecho para que no las pueda ver
el contrario.
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La atención de Kye fue inmediatamente atraída por su compañera. La tomó por el
brazo y trató de quitarle las llaves. Cuando ella no cedió, él la apretó contra su
cuerpo. Su olor llenó su nariz, imprimiéndose en su alma.
La lucha de Savannah sólo sirvió para presionar con fuerza sus pechos contra su
pecho. Él sonrió. Ella no era inmune a él. Pero si las miradas mataran, su
compañera ahora se enfrentaría a cargos por asesinato.
Los ojos de Krista se ensancharon. Kye sonrió, y presionó sus labios contra los de
ella, lamiendo y jugueteando, hasta que ella abrió su boca para él. Su lengua se
movió sobre la de ella, ofreciendo consuelo y tranquilidad, así como el sabor y el
recuerdo de él, para que Lyan lo pudiera encontrar en ella y reaccionara. Era una
tontería acosar a su primo de esa manera, pero no pudo evitarlo.
“Está bien, Batman”, dijo ella, “te hice caso por el bien de Krista. Pero tenemos
que aclarar un par de cosas...” Hizo una pausa para mirar la multitud creciente de
personas alrededor del Beamer. “Después de que salgamos de aquí.”
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Una onda de choque se movió por Kye. ¿Bat-man?2 ¿Había vislumbrado su
verdadera forma? Su corazón se disparó. Sólo los seres humanos que llevaban el
marcador del gen Fallon podían ver a los Vesti y Amato como realmente eran.
Kye sonrió ante su orden. Oh, sí, él y su compañera definitivamente tenían un par
de cosas que aclarar. Y no era la menor de éstas, que a partir de este momento,
serían sus órdenes las que serían seguidas, y no las de ella. Savannah ahora le
pertenecía, y no se pondría en peligro, ni haría lo que quisiera sin tener en cuenta su
Ella se giró hacia él, frunciendo más el ceño, aunque él sentía que estaba dirigido
hacia sí misma, y no a él. “No estaba pensando con claridad. Debí al menos, haber
comprobado el coche, para ver si el cuerpo del Hurón estaba en él.” Ella se inclinó
y encendió la radio de policía, el ruido de la estática y graznidos tiraron de los
nervios de Kye, aún más.
“A veces.”
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Hombre murciélago.
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La indignación atravesó a Kye. Primitiva y caliente, y dirigida a la que pronto sería
su compañera. “¡Confiaste en ese hombre!”
El carácter llameó en sus ojos, un reto que apretó el cuerpo de Kye con más deseo.
“Mira, Batman, la única razón por la que no te dejo en la parada de autobuses más
cercana, para que puedas comprarte un billete y vayas de regreso a la cueva de
donde saliste, es porque no tengo tiempo en este momento. Ahora, gira a la
izquierda en el siguiente semáforo.”
Pero giró donde ella le había dicho, discutiendo con el mismo acerca de la sabiduría
de dejarla ir a la casa de ese Hurón, aunque temía que tenía pocas opciones. Ella no
estaría de buen humor para aceptar sus avances hasta que se ocuparan de este
asunto, y no podía permitirse el lujo de separarse de ella hasta que la hubiera
follado y perforado con sus colmillos.
Por las estrellas, él no había esperado que esto sucediera. En verdad, no lo había
deseado… todavía.
Había ofrecido sus servicios al Consejo, porque creía que la única manera de
superar la devastación causada por la maldición de los Hotalings era trabajar
juntos, para cambiar y aceptar lo inevitable. Que ambas razas no fueran
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condenadas a la extinción era un milagro, aunque ahora sólo eran las mujeres
humanas, con la secuencia de genes Fallon, las que proporcionaban la esperanza y
la promesa de hijos. A pesar de ello, Kye no estaba completamente resignado a
compartir a una compañera con nadie. Aún no podía imaginárselo, sobre todo con
la fiebre de apareamiento Vesti ardiendo por sus venas, y corriendo por su pene y
testículos.
Alguna vez, los Vesti y Amato habían sido una sola raza de grandes cambia-
formas. Pero la arrogancia y la envidia, el orgullo y los perjuicios, los habían
destruido, fragmentándolos en una multitud de razas que eran algo menos de lo que
alguna vez habían sido.
Algunos en Belizair habían muerto como consecuencia del virus, sobre todo los
débiles, y los ancianos. Su muerte fue dolorosa, pero no una herida abierta. Mucho
más devastadores habían sido los abortos involuntarios de las mujeres que tenían
embarazos iniciales, para luego enterarse que no habría nuevos embarazos.
Kye dirigió su atención a Savannah y sintió que su corazón se expandía. Ella era un
regalo que él no había pedido, o esperado, pero que no se negaría. Había estado
contento de usar sus habilidades como cazador de recompensas, un agente de la
ley, para realizar un seguimiento y velar por las mujeres, portadoras de los genes
Fallon, que los científicos del Consejo habían descubierto. La compañera de Lyan
y Adan era una de esas mujeres.
Kye frunció el ceño, pensando en todas las ciudades por las que había viajado
Krista, sin quedarse más que unos días en cualquiera de ellas. Primero había estado
en San Francisco, donde era profesora. Pero antes que los científicos pudieran
emparejar la secuencia de sus genes con un compañero Amato o Vesti, ella había
desaparecido.
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Había decidido arriesgarse a la censura y el ridículo, al implantarle de un diminuto
chip de seguimiento, sin que así se lo indicaran los científicos del Consejo. Por lo
general, el chip se implantaba sólo cuando los científicos temían perder la pista de
una posible compañera de vínculo potencial. Se hacía a distancia, con un
dispositivo especial, para no asustar o prevenir a la mujer. La picadura no era más
dolorosa que la de un insecto y el chip era fácilmente destruido una vez que la
mujer era reclamada y apareada.
Si fuera por él, entonces todas las compañeras potenciales serían marcadas. ¿Por qué
arriesgarse a perderlas? Sobre todo ahora, cuando los viejos celos y rencores
contenidos por mucho tiempo, amenazaban con emerger y tomar el control, como
Kye negó con la cabeza, contento de haber marcado a Krista. De no haber sido así,
nunca habría vuelto a encontrarla. Sus movimientos por todo el país habían sido
impredecibles, excepto por el hecho que parecía haber ganado el dinero que
necesitaba visitando garitos de juego.
“Estaciona en ese lugar”, dijo Savannah, enviando su pulso varios latidos hacia
arriba unos minutos más tarde, cuando salió de la camioneta, alejándose a
zancadas, antes que hubiera parado el motor. Haciéndolo salir tras ella como un
banzit tras la fruta caída.
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Entró en el segundo edificio por el que pasaron, cuando ella lo hizo, pero sólo tuvo
tiempo para ver uno de los ascensores cerrarse. El temor por su seguridad se
enfrentaba con su cólera por estar indefenso, esperando a ver en qué piso se detenía
el ascensor, mientras esperaba que fuera realmente el mismo a donde había ido ella.
*****
Su estómago se apretó. Se le había cruzado por la cabeza que tal vez fuera una
trampa. Pero no podía pensar en algo que hubiera visto, hecho o dicho que
justificara la explosión de un coche.
¡Maldita sea! Tendría que haberse tomado un momento para ver si había un cuerpo
en el coche. Podría ayudar si supiera si la información que el Hurón tenía, era lo
suficientemente buena, como para que alguien se quedara para ver quién se
presentaba a la cita. Aunque, por supuesto, si la reconocieron antes de tratar de
hacerla estallar, las cosas podrían ponerse un poco arriesgadas, una vez que se
dieran cuenta que habían fallado. Savannah dudaba que Krista hubiera visto algo
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más después de aquellos primeros segundos, después que él coche había estallado,
pero cuando la llamara más tarde para comprobar cómo estaba, le preguntaría si
había notado si el coche negro y sus ocupantes se habían quedado el tiempo
suficiente para ver el resultado de la explosión.
Savannah ladeó la cabeza, sorprendida por que no se oyeran pasos en las escaleras.
Por otra parte, había tenido suerte, cuando una pareja de ancianos había entrado en
el ascensor y la puerta se había cerrado, tan pronto como ella había entrado. Esto
podría entretener a Kye durante unos minutos. Tenía el mal presentimiento de que
iba a tener los suficientes problemas sin necesidad de implicar a un civil en ellos,
aunque el civil fuera el hombre más guapo que jamás hubiera conocido.
Savannah verificó dos veces que el seguro de su arma estuviera quitado, antes de
continuar adelante. Lo más probable era que quien hiciera estallar el coche del
Hurón ya hubiera estado en su apartamento, y se hubiera ido. Pero ella no iba a
comportarse como una estúpida.
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Su atención se centró en los números que aparecían por encima del ascensor, y
supo de inmediato que había cometido un error al esperar para ver en que piso se
detenía. Ella no habría tomado el ascensor hasta el segundo piso.
Kye cerró la distancia entre ellos, prometiéndose que las cosas cambiarían una vez
que él consiguiera llevarla a un sitio privado y reclamarla. Tenía la intención de
montarla tan ferozmente, que el placer la dejaría tan satisfecha y cansada, que no
encontraría tan fácil alejarse de la cama, más que para ir a la cocina o al cuarto de
baño.
Entró en la residencia del Hurón, que era un caos. El lugar había sido saqueado, y
en el medio, rodeada por escombros, estaba Savannah.
“Al parecer alguien ha estado aquí antes que nosotros”, dijo Kye. “Dudo que
puedas encontrar algo útil aquí.”
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El Club de las Excomulgadas
Ella se movió más por el apartamento, seguida de Kye, ambos deteniéndose en la
entrada del pequeño dormitorio. Observando el colchón cortado, los cajones tirados
por el suelo y con su contenido por todas partes.
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El Club de las Excomulgadas
C A P ÍT U L O 3
“Tendré que decírselo al capitán para acelerar esto, y él va a clavar mi culo en una
silla de escritorio, si tengo suerte”, dijo Savannah, caminado por el desastre del
dormitorio sin tocar nada.
“Si vas a venir conmigo, Batman, será mejor que empieces a prestar atención a tu
Kye se rió, sin dejarse intimidar por su batalladora compañera de vínculo, aunque
su mirada fue inmediatamente al espejo, donde su rostro y expresiones eran
capturados. Revelados.
Sonrió, sin arrepentirse. Sus días en la Tierra estaban contados, y el preferiría que
ella no trabajara en absoluto. Pero si debía hacerlo, entonces ganaría un poco de
consuelo sabiendo que estaba segura en un escritorio, sin peligro, sepultada en uno
de esos edificios parecidos a una cueva en los cuales los humanos parecían sentirse
más seguros.
Tenía que obtener una muestra de su ADN para que los científicos del Consejo
pudieran confirmar lo que pene y su instinto ya sabían. Ella era suya. Una vez que
hubiera sido confirmado por los científicos, entonces sólo tendría que elegir un co-
compañero entre los Amato y hacer los arreglos para alojarse en Winseka, la
Ciudad Puente, en la que vivían todos los recién vinculados con seres humanos.
Cierto, estaba el pequeño problema de conseguir que ella consintiera en pasar por la
ceremonia de vinculación y volver a casa con sus compañeros de vínculo, ya que su
destino y su forma verdadera no podía ser revelada hasta estar en la cámara de
transporte, pero Kye no dudaba de su capacidad para convencer a Savannah de que
su futuro estaba con él… y con otro.
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El Club de las Excomulgadas
Su pecho se oprimió en señal de protesta ante la idea de compartir a Savannah. No
era costumbre Vesti compartir sus compañeras. Desde el principio había sido
siempre sólo un hombre y una mujer.
Kye se obligó a alejar esos pensamientos. No había más remedio que elegir a un co-
Hasta ahora, los científicos del Consejo sólo habían encontrado una manera de
derrotar al virus Hotaling. Ahora, los agentes del Consejo buscaban entre los seres
humanos, con el fin de identificar a aquellas mujeres que tenían el marcador
genético de uno de los Fallon, el ancestro común de ambas razas, Amato y Vesti.
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El Club de las Excomulgadas
De todos modos, era la primera concepción, la primera vez que una mujer en
Belizair había conseguido tal hazaña desde que el virus Hotaling había atacado. Y
ya que ninguna de las uniones ‘experimentales’ anteriores entre una mujer humana
y un Vesti o un Amato por separado habían producido un niño, los científicos
habían ido a aquellas parejas, y los habían instado a tomar a un co-compañero.
Había sido una tarea difícil, pero finalmente todas las parejas se habían ampliado
para incluir a otro compañero en su unión, y ahora todos esperaban hijos.
Gemelos. Los resultados de las pruebas en los fetos eran igualmente confusos, pero
los científicos predecían un niño de cada raza. Sospechaban que quizás el virus
Hotaling había hecho mutar el esperma de los varones, de tal manera ambos tenían
que estar presentes en un útero humano que tuviera el gen Fallon, y que este debía
Así que, los varones no apareados en Belizair que se habían resignado a la idea de
compartir una compañera, de tomar una hembra humana, dieron sus muestras de
ADN y esperaron que se encontrara una compañera compatible, mientras pensaban
a quién escogerían como co-compañero.
Su compañera de vínculo se dio la vuelta hacia él, con el ceño fruncido. “Salgamos
de aquí.”
“Buen plan.”
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El Club de las Excomulgadas
Su ceño se hizo más profundo, juntando la piel entre sus cejas y haciendo que Kye
quisiera extender la mano y alisar esas arrugas. Él se resistió, con miedo de que si
empezaba a tocarla no fuera capaz de detenerse.
Savannah dio un paso adelante, y el rubor de su cara se tornó más profundo. ¡No
podía creerlo! Debería estar concentrada en qué hacer a continuación, en como
esquivar la bala disciplinaria del capitán para poder seguir investigando lo que sabía
El Hurón. En cambio, le estaba siendo difícil desviar su atención de los hinchados
labios de su coño y su erecto clítoris. Cada paso que daba, enviaba una pequeña
explosión de sensaciones a través de ella. Carne llena de sangre luchando con la
restricción de un tanga y encontrando la resistencia de unos vaqueros rígidos.
Ah, sí. Él podía intentarlo, y ambos pasarían un buen rato. Después del día que
había tenido, estaba más que dispuesta a desahogarse. Y en este momento, un trago
no era tan interesante para ella como la dura polla de Kye.
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El Club de las Excomulgadas
del crimen hasta encontrar algo, o estar convencida de que no había nada que
encontrar. Pero no servía de nada empeorar las cosas para sí misma. La reunión
acordada con el Hurón no debería causarle suficientes problemas, pero abandonar
la escena de la explosión del Beamer podría hacerlo. Y luego esto de venir aquí, en
lugar de pedir ayuda. Suspiró, esperando que el capitán hubiera tomado su
medicación para la presión arterial.
Se movió del centro del dormitorio hacia la entrada, poniéndose rígida cuando dos
hombres armados entraron en el apartamento, con sus armas desenfundadas, y sus
cuerpos señalando que pensaban disparar si eran provocados.
“¿Qué están haciendo aquí chicos?”, preguntó Savannah, y los dos hombres
bajaron sus brazos, enfundando sus primitivas armas, aunque Kye no bajó la
guardia.
Savannah frunció el ceño. “No es asunto tuyo, Mastrin. Entonces, ¿Tiene Antivicio
algún interés en El…” ella se detuvo y luego dijo un nombre que Kye no reconoció,
“… en Ricky?”
“¿Es tu primer contacto con la vida de los bajos fondos, Holden?”, preguntó el otro
hombre, cambiando su peso de un pie al otro, su mirada se movió para observar el
desorden de la sala. “¿Tomó Ricky algo que te pertenece? ¿Es por eso que destruiste
su hogar?”
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El policía llamado Mastrin sonrió, el destello de sus dientes le recordó a Kye los
tiburones que había visto mientras vigilaba a Krista, cuando ella visitó el acuario.
“Eso es algo que no necesitas saber, Holden. La última vez que miré, tu nombre no
estaba en la lista.”
“La última vez que comprobé,” intervino el otro poli, “esta no era tu investigación.
¿Sabe tú capitán que tratas con soplones como Nowak?”
“¿Llamarán ustedes por refuerzos o prefieren que lo haga yo?”, preguntó ella desde
la entrada.
Los ojos de Kye se estrecharon, cuando observó a los dos hombres intercambiar
una mirada. El que se llamaba Creech dijo, “Lo manejaremos nosotros. ¿Viste
algo? ¿Tocaste algo? ¿Encontraste algo?”
“No, no y no.”
“No”, dijo Kye, sin hacer evidente la desconfianza de su voz, sintiéndose tentado a
advertir a los dos tipos que Savannah no estaba desprotegida. “También estoy
involucrado en la aplicación de la ley, y entrenado para manejar este tipo de
situaciones.”
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Creech echó un vistazo a Kye y frunció el ceño. “¿Se saltó Nowak la fianza en
algún sitio?”
“¿Qué pasó?”, preguntó Kye, cuando las puertas del ascensor se abrieron y salieron
al vestíbulo.
La alegría recorrió a Kye por la forma en que se relajó contra él, aceptando por
instinto la protección y el cuidado que le ofrecía. Reconociendo, al menos por el
momento, que aceptaba el orden natural de las cosas, la forma en que se suponía
que debían ser entre compañeros. El se encargaría que no le ocurriera ningún daño.
De hecho, tan pronto como le fuera posible, la vería alojada sin peligro en Belizair.
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“¿Qué pasó?”, preguntó de nuevo.
Salieron del edificio, la formación de Kye asumió el control y examinó con sus ojos
la zona, en busca de posibles peligros para su compañera. Le molestaba haber
Kye inspeccionó el área otra vez, sintiendo peligro. Aunque no tenía la amplia
experiencia de su primo Lyan, Kye había estado en buena parte de planetas
primitivos y ciudades extrañas y hostiles. Antes de comenzar su servicio para el
Consejo, había protegido tanto a los Amato como a los Vesti por igual, mientras
trabajaban en otros mundos.
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partículas tan pequeñas, que ni un sanador ni un sacerdote Amato, serían capaces
de volver a unir.
“¿Ves algo?”, preguntó Savannah, y Kye giró hacia ella, su corazón tronaba en sus
oídos, la adrenalina se disparó por su cuerpo como una serie de relámpagos. Ante
su expresión burlona bajó su muñeca. La sensación de ser observado, de peligro, se
había ido.
Kye frunció el ceño, pero asintió. Odiaba la idea de que se alejara de su vista, pero
su presencia solo complicaría el asunto para ella, y sabía que estaría segura dentro
de su lugar de trabajo.
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Su corazón se sacudió, el fondo de culpa se convirtió en un lago de agua helada.
¿Iba a perder su trabajo por esto? Preferiría saberlo de inmediato a tener que
adivinar. “¿Y cuando vuelva de las vacaciones?”
“Esperemos que las cosas se hayan calmado y los chicos de Antivicio se hayan
olvidado de tu nombre.” Le lanzó una dura mirada. “Y no harás nada más para
atraer su atención. Ahora dime lo que hiciste después de salir de la comisaría.
Después que tuvimos nuestra pequeña charla, y acordamos que te ibas a mantener
fuera de problemas.” No había ninguna duda del sarcasmo y la ira de su voz.
“Se suponía que iba a reunirme allí con él, pero no se presentó. Iba a decírselo
después de hablar con él, cuando tuviera algo que poder contarle.”
El capitán cerró sus ojos y se masajeó los parpados. “¿Qué podría decirte él?”
“Todo lo que pude obtener de él, es que sabía algo demasiado grande para hablarlo
por teléfono. Pero como he dicho, me encontré con una amiga. Ella llegó a la
ciudad inesperadamente, y luego El Hurón… Ricky Nowak… no apareció. Lo
siguiente que supe, es que el Beamer estalló.” Hizo una pausa, preguntándose si
debía mencionar el coche negro que Krista vio, pero luego decidió no hacerlo.
Krista huía de algo. El instinto de Savannah, le dijo que era algo más que de su
posible relación con los dos hombres.
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Savannah decidió a arriesgarse a preguntar, ahora que el capitán parecía
relativamente tranquilo. “¿Lo encontraron en el coche?”
Las manos del capitán dejaron de moverse, un mal signo. El las separó de su cara y
le dio otra dura mirada. “No has llegado a la mejor parte de la historia aún,
Holden. ¿Por qué Antivicio te encontró en el apartamento de Nowak? ¿Por qué no
hubo ninguna llamada tuya, ni una frase que indicara tus intenciones, tus
sospechas, o que necesitaras apoyo?” Dio un puñetazo en la mesa. “Oh, cierto.
Tenías apoyo. ¡Un cazador de recompensas!”
El capitán suspiró, un sonido largo y torturado de ‘¿Por qué a mí?’, que hizo que
Savannah se sintiera esperanzada. “Esto es lo que va a pasar, Holden. Primero vas
a decirme si encontraste algo de interés en el apartamento de Nowak”.
“Nada, señor.”
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El capitán levantó la mano. “Yo me encargaré de los trámites. Me encargaré de las
explicaciones. Incluso me encargaré de Antivicio.” Hizo una pausa. “Holden, ¿te
parece que disfruto besando culos?”
Estuvo tentada a decir que no, sólo para evitar sentirse peor, por no mencionarle
antes lo de su cita con el Hurón, cuando había tenido una posibilidad de haber
salido bien parada de todo esto. “Sí, señor.”
Savannah se puso de pie. Luego vaciló. Quería volver a preguntarle si el cuerpo del
Hurón había estado en el coche. Decidió no hacerlo. Pero luego pensó que nunca
sería capaz de pensar en otra cosa si no sabía la respuesta. “Sobre… Ricky Nowak.
¿Se encontraba en el Beamer?”
Savannah se echó a reír, pero rápidamente se reprimió cuando vio que él no estaba
listo para dejar de lado su ‘enfado’ todavía.
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“Una cosa más, Holden”, dijo el capitán cuando llegaba a la puerta. “Quiero que
te pongas en contacto diariamente. A mi línea directa. Y sólo para estar seguros,
usa un teléfono público. No uses el mismo dos veces.”
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Savannah miró hacia su golpeado Chevy, y la vista de su coche nunca le había
parecido tan buena. Se rió disimuladamente. Por supuesto, eso podría tener algo
que ver con el hombre que se apoyaba despreocupadamente contra el capó. ¡Wow!
¿Quién habría imaginado que un hombre con el pelo largo podría ser tan caliente?
Ella había crecido con vaqueros, y por lo general, ese era el tipo de hombre que
buscaba, pero en ese momento se imaginó pasando sus dedos por toda esa sedosa y
oscura melena, y utilizarla para anclar a Kye contra el colchón, mientras lo
montaba hasta llevarlo a un orgasmo alucinante, y esa imagen casi la hizo jadear.
Lástima que no hubiera traído un amigo con él. Oh sí, tomar a dos hombres a la
vez era una de sus mayores fantasías. Pero, él era magnífico, y estaba segura que
podría ayudar a mantenerla ocupada y por lo tanto, a estar lejos de los problemas
hasta que las cosas se calmaran y los chicos de Antivicio no estuvieran tras ella.
Savannah se echó a reír. Probablemente fuera mejor que Kye estuviera solo. Él se
parecía mucho a sus hermanos, y aunque ella podía enlazar, montar, curar, marcar
y castrar como el mejor de ellos, a todos los hombres de su familia les parecía que
las mujeres debían ser protegidas, no sólo de los posibles peligros del exterior sino
incluso de sí mismas.
Sí, era muy parecido a sus hermanos, lo que significaba que iba a darle trabajo. Su
mirada recorrió su cuerpo, deteniéndose en la clara evidencia de su erección, antes
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de pasar a los duros abdominales, a su musculoso pecho y a una cara que podría
parar el tráfico. Maldita sea, era magnífico. Lo miró a los ojos y su coño se contrajo
por el calor y la posesiva confianza que vio en ellos. Oh sí, él iba a darle bastante
trabajo, y ella era la mujer que lo llevaría a cabo.
Sonrió, aún cuando su polla trataba de salir de manera forzada de los confines de la
Por las estrellas, era toda una visión. Una tigresa, que no se diferenciaba en nada de
los grandes felinos que se podían encontrar en las selvas de Belizair. Y apenas podía
esperar para montarla, reclamarla, hundir sus colmillos de apareamiento en ella.
Se debatía entre el deseo que le había asaltado, cuando vio el fuego en sus ojos, y la
esperanza de que ella esperara hasta que tuvieran un poco de privacidad. A pesar
de lo audaz que era su compañera, dudaba que le gustara una azotaina en público.
Aunque había pocas dudas de que su comportamiento pronto le garantizaría la
sensación de su mano en las nalgas desnudas de ella.
Kye hizo una mueca, apenas pudiendo contener el impulso de tomar su erección,
cuando su polla se sacudió al imaginarla presionada contra él, cuando estuviera
atravesada en su regazo para recibir su castigo. Se apartó de ella, decidiendo que
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era mejor evitar una confrontación adicional, entrando simplemente en el asiento
del conductor y dejándola sin ninguna otra opción, salvo ser el pasajero.
Savannah dudó durante tan sólo un segundo antes de asentir con la cabeza. “Bien”.
Levantó la mano. “Las llaves.”
Esta vez Kye se las entregó, apenas siendo capaz de suprimir una sonrisa. Su
compañera podría pensar que ahora tenía la ventaja, pero él era consciente de que
podría recuperar las llaves en la intimidad de su apartamento.
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El cuerpo entero de Kye se tensó. “Reúne tus cosas”, dijo, su tono hizo que ella lo
mirara. Haciéndola pensar que a pesar de su arrogancia y su risa fácil,
probablemente era un muy buen cazador de recompensas.
¿Habrían sido los mismos tipos que habían estado en el piso del Hurón, pero con
Había tenido toda la intención de tomar unas vacaciones. Incluso se había medio
convencido que ella y Krista habían estado en el lugar y momento equivocados, tal
vez un caso de identidad confundida por la impaciencia de los criminales, cuando
el Beamer explotó. Pero esto elevaba las apuestas. Le decía que en todo lo que el
Hurón estuviera implicado, ahora ella también lo estaba.
¡Mierda! Sólo el hecho de que la mayoría de sus cosas todavía estuvieran en el Bar
None, le hacía fácil saber que alguien había revisado las pocas cosas que mantenía
en la ciudad. No es que ninguna pudiera ser de interés para nadie más que para
ella, y eso era algo bueno.
Al menos ella no debía temer que poseyeran algo de interés para ella. No sería
noticia de primera plana si alguien filtraba el hecho de que le gustaban los tangas, y
que a veces era culpable de mirar la revista Playgirl, y sí, tenía varios DVD porno
porque los tiempos desesperados a veces requerían medidas desesperadas.
Savannah tomó una bolsa de gimnasia y metió un poco de ropa. Había ventajas
claras a favor de preferir vestir con vaqueros y camisetas informales. Eso reducía lo
que consideraba esencial.
Sonrió, logrando encontrar un poco de humor, cuando echó un vistazo hacia Kye.
No había ninguna razón para meter algo de ropa de dormir. En primer lugar,
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porque no tenía la intención de dormir mucho. En segundo lugar, porque la vista de
su erección, le hacía saber que no necesitaba nada de Victoria`s Secret para
inspirarlo a la acción.
Sabía a ciencia cierta que la cabaña estaría bien abastecida con alimentos en
conservas, y que debería estar desocupada. Sus padres estaban de viaje, y sus
hermanos tenían la casa del rancho para ellos. Y ya que el ganado de su tío abuelo
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había sido llevado en camión a zonas de pastoreo diferentes, no había razón para
que los peones del rancho estuvieran allí.
Oh, sí. La cabaña era la ganadora. Estaba en medio de la nada. Era fácil de
defender. Y no había manera de que alguien tras ella supiera de su existencia, o
pudiera suponer que ella estaría allí.
Echó un vistazo al hombre que estaba a su lado y sonrió. Por no mencionar, que la
cabaña era el lugar perfecto para ser escandalosa y desahogarse.
Quería aparearse. Ponerla sobre sus manos y rodillas y montarla. Empujar su polla
dentro y fuera de ella, y oír sus gritos ahogados de placer.
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liberación aumentada, mientras obtenía la seguridad de saber que ella nunca podría
escaparse de él de nuevo. Que había dado el primer paso para la formación de un
vínculo con ella.
No era el protocolo que debería seguirse. En vez de follarla, debería velar por su
seguridad primero, y luego tomar una muestra de su ADN para llevársela a los
científicos del Consejo. Debería esperar que la unión fuera oficialmente aprobada.
Debería seleccionar a un co-compañero de entre los Amato, una idea con la cual se
había reconciliado, aunque prefiriera no contemplar la realidad de otro varón
cubriendo a su compañera… a la compañera de ambos.
Sin duda, tendría que soportar los sermones, los susurros de que se parecía a su
primo Lyan, quién parecía complacerse en torcer, sino romper totalmente la ley.
Más de una vez, había visto las sospechas en algunas caras de los científicos y
miembros del Consejo. Pero él se había probado como un hombre de honor. Un
hombre capaz de velar por la seguridad de las mujeres humanas identificadas como
posibles compañeras de vínculo, hasta que pudieran ser reclamadas.
No se había tomado libertades con ninguna mujer humana, ni aún con aquellas que
no tenían la secuencia de gen Fallon. Y no es que no hubiera estado tentado.
Por las estrellas, que lo había estado. Sus fantasías se habían llenado de mujeres
como su compañera, pelirrojas y con unos brillantes ojos verdes. Apenas podía
creer su buena fortuna al encontrar a Savannah.
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En Belizair, sólo algunos clanes Amato se jactaban de una coloración similar. Y de
aquellos… Kye se estremeció. Tenía pocas dudas de que las imágenes humanas de
ángeles vengadores provenían de los encuentros con los Amato que poseían alas del
color de fuego, y pelo veteado del mismo color. No podía imaginarse unido a
alguien de la casa de esos clanes, no podía imaginar compartir su cama con una
mujer perteneciente a uno de esos. Lo que le hacía apreciar aún más a Savannah, y
dar las gracias a su Dios errante Vesti por llevarlo hasta ella.
Encontró una pequeña medida de alivio cuando Savannah finalmente dijo, “Allí
está”, aunque le tomó un momento poder ver la pequeña cabaña rodeada por
árboles. Era perfecta. Privada. Recordándole la cámara de transporte que había en
Pero hasta entonces… la anticipación rugía a través de él. Ella estaba excitada y no
había nadie alrededor. La tomaría debajo de los árboles y bajo el cielo si fuera
necesario. Pero, la tomaría. Ella era suya.
Kye aparcó donde Savannah le dijo, y casi tomó su polla en la mano ante la
pequeña sonrisa que le dirigió, mientras tomaba su bolsa de deportes de la
camioneta y sacaba una de las bolsas de comestibles que insistió en detenerse a
comprar. Él tomó las demás, llevando la cava de hielo y bebidas, mientras la
seguía. Cada paso era un doloroso recuerdo de cuán limitante era la ropa de la
Tierra.
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Deseaba llevarla rápidamente a Belizair. La Tierra era demasiado violenta,
demasiado peligrosa, y sospechaba que su compañera de vínculo era un imán para
los problemas.
Lo sabía.
La sonrisa que ella le dirigía era la prueba de que no tenía ni idea del peligro.
Las fosas nasales de Kye se ampliaron cuando ella se movió hacia él. Su intención
era clara. Su dominio era excitante, más potente que la bebida más fuerte del Sector
de Juego Kotaka. Cuando puso sus manos sobre su pecho la sangre rugió tanto en
su polla, como en sus oídos.
Su evidente deseo hacia ella, era sexy como el infierno. Y un verdadero impulso a
su moral y su libido.
Ella cerró los dedos, agarrando su camiseta, y logrando atrapar los diminutos
pezones masculinos debajo de ésta al mismo tiempo. El rostro de Kye se endureció
y bajo la cabeza. Sin previo aviso, sus brazos la rodearon, llevándola contra su
cuerpo, y atrapándola allí.
“De aquí en adelante responderás ante mí”, dijo él, cubriendo su boca antes de que
ella pudiera comentar o discutir. Ahuyentando su escandalosa declaración con el
asalto de su lengua contra la de ella.
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Esos fueron los últimos pensamientos de Savannah cuando el empuje agresivo de
su lengua le hizo desear la sensación de carne contra carne, la hacía desear envolver
sus piernas alrededor de su cintura y sentir su polla en su vagina.
El gruñó en respuesta, la hizo caminar hacia atrás, hasta que sus muslos chocaron
con la mesa de la cocina. Un obstáculo irrelevante para él. Siguió empujando,
usando su pecho, brazos y los firmes músculos de sus muslos, para hacer retroceder
la parte superior de su cuerpo hasta que ella yació sobre la mesa, hasta que estuvo
Savannah luchó con los botones de su camisa, con las manos todavía atrapadas
entre ellos. Él hizo un sonido hambriento, desde la parte profunda de su garganta,
sus manos se unieron a las de ella, rasgándole la ropa hasta que la piel tocó piel.
Su coño se apretó en respuesta al feroz deseo que vio allí. Enviando una nueva ola
de excitación a sus bragas, que ya estaban empapadas.
Las fosas nasales de Kye se extendieron como si pudiera olerla. Su respiración salía
en un jadeo cortó tras otro. “Eres mía.”
“Demuéstralo.”
Con un gruñido, él se levantó haciendo palanca, sus manos fijaron sus muñecas a la
mesa, junto a sus caderas, su mirada se movió hacia abajo por su cuerpo, volviendo
a sus pechos expuestos, dejándolo fundido.
Kye se quemaba con la fiebre de su raza. Hambriento por probar cada pulgada de
Savannah. Por reclamar cada centímetro.
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Era exquisita. Su belleza ardiente era incomparable a cualquier mujer que hubiera
tenido antes que ella.
Había pensado en tomarla, en aparearse con ella, pero ahora quería saborearla.
Succionar sus pechos hasta que sus pezones se oscurecieran y le dolieran de placer.
Enterrar su rostro entre sus muslos, y bañarse en el olor de ella mientras sus labios y
lengua exploraban el femenino calor húmedo.
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Sin embargo, él era un hombre que había sobrevivido trabajando para el Consejo
porque podía cumplir. No podría hacer menos por la mujer que sería su compañera
de vínculo.
Rozó sus pechos con los labios, rindiendo homenaje a un magullado pezón, y luego
al otro, antes de dirigirse hacia abajo, dejando un húmedo rastro de besos y
mordisqueos, deteniéndose en el ombligo para probar su profundidad con la lengua
antes de continuar hacia abajo, atormentándolos a ambos mordisqueando el borde
elástico de sus bragas verde oscuro, tocando con su boca y nariz el erguido clítoris,
torturándolo a través de la tela, su aliento se añadía al calor y humedad.
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Kye succionó su clítoris en su boca, la tela que lo cubría hacía muy poco para
ocultarle su excitación. Jugó con la punta congestionada, hasta que la hizo
retorcerse, rogando por el placer de sentir su boca en su carne ardiente y desnuda.
Estaba más allá de cualquier cosa que hubiera conocido alguna vez con una mujer.
De lo que hubiera esperado experimentar.
Ahora le encontraba un propósito a las capas de ropa que llevaban las mujeres de la
Soltó las muñecas de Savannah. Arrastró sus bragas hacia abajo para que se
unieran a los pantalones en el suelo e hizo una pausa. Capturando una imagen de
su coño, para recordar esta primera vista de éste durante el resto de su vida. El
prolijo triángulo de vello púbico de color rojo profundo, estaba orientando como
una flecha hacia abajo, apuntando hacia los labios hinchados, abiertos y brillantes,
que esperaban su beso.
Con un gemido, bajó su boca hacia ella, succionó y lamió, empujando su lengua
dentro de su canal mientras su nariz frotaba su clítoris, que tenía su capucha
retirada, para exponer la sensible piel, una hinchada protuberancia diseñada
únicamente para el placer de una mujer.
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Desesperadamente, liberó su polla, tomándola fuertemente por la base para
impedirse vaciar su semilla sobre su propio abdomen. Su otra mano se posó sobre el
vientre de ella y su montículo, fijándola a la mesa mientras él la consumía, la
llenaba con su lengua, haciéndola gritar en el orgasmo.
Kye casi se corrió cuando un placer insoportable inundó sus sentidos. Cuando los
músculos de su suave y caliente interior se cerraron sobre su polla, un puño
húmedo que se abría y cerraba, llevando todas las células de su sangre hacia su
hinchada polla, que latía al ritmo de su acelerado corazón, expandiéndose, muy
cerca de la explosión, por la intensidad de la sensación.
Savannah gimió, se movió, utilizó el largo pelo de Kye como una rienda para
dirigir su cara hacia donde ella la quería, para unir sus labios a los de él, y que sus
lenguas lucharan una vez más. ¡Él la estaba matando! ¡Pero qué modo de morir!
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cada empuje hacia su interior, haciendo que su mundo girara alrededor de él, la
sensación del roce de una lengua contra la otra, la maravilla indescriptible del pene
de un hombre reclamándola de la manera más íntima posible.
Una pequeña risa se le escapó. El sexo en la mesa de la cocina nunca había sido
una de sus fantasías, pero ahora veía que tenía infinitas posibilidades… una vez que
se repusiera de esta ronda. Savannah no pudo evitar decir: “Me alegro de haberte
traído a casa para cenar.”
Por las estrellas, cómo lo complacía. Aunque la expectativa de vida era mucho más
larga en Belizair que en la Tierra, todavía era muy corta como para no disfrutar de
cada momento y encontrar placer en cada día. Él ciertamente había encontrado
placer en este día.
Rozó la boca contra la de ella, trazando la comisura de sus labios en una suave
solicitud para que se abriera a él. Ella así lo hizo, y enredó su lengua con la suya
alegremente, en una suave comunicación de satisfacción.
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momento, arriesgándose a ser penetrada otra vez, cuando su mirada recorrió su
deslumbrante cuerpo y su polla comenzó a llenarse de nuevo. A medida que la
fiebre de apareamiento Vesti amenazaba con volver a la vida otra vez.
¿Cómo había podido Lyan dejar marchar a su compañera? Esto tenía aún menos
sentido para Kye ahora, del que había tenido antes.
Él era especial, y si hubieran estado en la cama, ella iría por otra ronda. Pero una
vez sobre la mesa era suficiente… por hoy. Y además, ella lo quería ver totalmente
desnudo, y no era que allí, de pie con su camisa abierta, no fuera sexy como el
infierno, pero ella quería ver el cuadro completo.
Kye apretó el agarre de su polla, evitando que ésta se liberara hasta que él pudiera
montar a Savannah sobre la cama, o en el suelo, o en cualquier lugar más propicio
para conducirla a horas de placer. Porque la próxima vez que hicieran el amor, la
acción no se detendría hasta que ambos estuvieran exhaustos, y demasiados
cansados para poder seguir. Y aún entonces, no tenía ninguna intención de dejarla
escapar de sus brazos.
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“Una ducha suena bien”, dijo él, desnudándose donde estaba, feliz de estar fuera de
la restricción de la ropa.
El murmurado, Oh, sí, envió más sangre hacia su polla, y cuando ella extendió la
mano y tocó su brazalete, él se estremeció ante el pensamiento de que ella llevara la
pulsera que él había creado, con la esperanza de dársela algún día a su compañera,
tembló ante la anticipación de sentir sus piedras Ylan de sus muñecas hincharse y
multiplicarse, pulsando con una energía única, sólo experimentada durante la
vinculación, y luego separarse y migrar, justo cuando se uniera con Savannah.
Kye se detuvo, sólo el tiempo suficiente para tirar de su camisa abierta y del
sujetador para retirarlos de su cuerpo, lanzándolos al suelo, antes de tomarla en sus
brazos y llevarla hacia la cama. Ella se rió cuando la dejó caer sobre las limpias
sábanas de la cama, y luchó con él por la posición dominante cuando se reunió con
ella allí. Pero al final, quedó colocada sobre sus codos y rodillas, con las piernas
extendidas para revelar la hinchada y húmeda carne femenina mientras él se
arrodillaba detrás de ella, con su polla en la mano, fascinado por la vista ante él.
“Por las estrellas, eres exquisita, Savannah”, dijo, pasando la mano sobre su
montículo, inclinándose para besar a lo largo de su columna vertebral y mordiendo
suavemente los globos de sus nalgas, mientras sus dedos encontraban su clítoris y la
hacían gemir.
“Por favor, Kye”, gimió ella, empujándose contra su mano, el sonido de su voz
llenaba su corazón.
El cerró los ojos, frotó su mejilla contra su suave piel e inhaló. “Por favor, ¿qué?”
“Fóllame.”
62
I
El Club de las Excomulgadas
Con un gemido la montó, introduciendo su polla hasta el fondo con un solo
empuje. Ella estaba tan apretada a su alrededor, tan caliente y húmeda, que sentía
como si su corazón latiera en su pene, como si sus corazones latieran en una
profunda armonía dentro del cuerpo de ella. “Savannah”, jadeó, incapaz de
permanecer quieto, la necesidad de vincularse verdaderamente con ella, eliminó
cualquier atisbo de juego o suavidad de sus pensamientos. Y como si sintiera lo que
él quería, lo que necesitaba, ella empujó hacia atrás, llevándolo más
profundamente, en un movimiento agresivo que lo liberó de su autocontrol,
justificando que la tomara como había fantaseado desde el principio, con la
intensidad de un hombre Vesti en el calor de la fiebre de apareamiento.
******
Kye estudió a Savannah mientras dormía en una gloriosa nube de pelo rojo.
Todavía no podía creer su buena suerte. Habían hecho una pausa en sus relaciones
sexuales la noche anterior, sólo el tiempo suficiente para ducharse y comer algo
antes de volver a la cama. Debería estar cansado y saciado, pero sin embargo, el
deseo sólo había crecido.
Debería estar en camino para ver a los científicos del Consejo. En cambio, todavía
estaba en la cama, con Savannah. Incapaz de resistir la tentación de su suave piel.
Kye le acarició un costado, su polla se sacudió y se llenó cuando ella rodó sobre su
espalda, recordándole una vez más a los felinos parecidos a un tigre que podían
encontrarse en las selvas de Belizair. Y sin vacilar, su mano se movió hacia su
63
I
El Club de las Excomulgadas
polla, envolviéndose a su alrededor, bombeando repetidamente de arriba abajo,
lentamente, mientras se deleitaba con su belleza, con los pechos que pedían la
caricia de un hombre, la boca de un hombre. Con sus grandes pezones, relajados
por el sueño.
En Belizair, las mujeres sólo llevaban unos pantalones finos, y los hombres un
taparrabos. Ninguno llevaba camisas, ya que sus alas no estaban transmutadas
cuando estaban en su planeta de origen.
Kye apretó su agarre en su pene, acariciando hacia arriba hasta que la punta palpitó
contra su palma, inhalando de manera entrecortada ante las calientes olas de
necesidad que se dispararon a través de su columna vertebral. Sus nalgas se
apretaron mientras la lujuria se reunía en sus testículos, poniéndolos pesados con su
semilla.
El pensamiento de otros hombres mirando los llenos pechos de Savannah, con sus
carnosos pezones, hizo que la fiebre de apareamiento Vesti volviera de nuevo a la
vida, y una vez más, Kye fantaseó sobre mantenerla para sí mismo, como los Vesti
siempre habían hecho con sus mujeres.
Cerró los ojos y se obligó a imaginar su cuerpo siendo montado por otro hombre,
uno con las alas con plumas de los Amato. Pero se rindió en unos segundos,
cambiando sus pensamientos, para imaginarla con dos hijos en sus pechos. Un
Amato y un Vesti.
Eso lo inflamó. Enviando más sangre hacia su polla, mientras atenuaba la fiebre de
apareamiento.
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El Club de las Excomulgadas
Kye abrió los ojos, su mirada viajó hacia abajo, a través de la piel lisa y bronceada,
hacia el vello púbico, una pequeña tira que la sábana no escondía. Utilizó su pierna
y pie para empujar la obstrucción de la tela, contento porque en Belizair no habría
ninguna lucha con la ropa de la cama. Siempre se despertaría para encontrarla
desnuda, su única cubierta, las alas de sus compañeros.
Ella se agitó en sueños, frunció el ceño, y Kye se maldijo por su falta de control.
Tenía que marcharse, escabullirse, con la esperanza de que ella ni siquiera fuera
consciente que él se había ido. Tenía que llegar a la cámara de transporte, para
usarla con el fin de entregar una muestra de su ADN a los científicos en San
Francisco.
Hasta ahora, aquellos que habían reclamado a sus compañeras humanas, habían
utilizado la penetración doble, mientras las pulseras de sus muñecas se tocaban, con
el fin de hacer que sus piedras Ylan, se movieran, fusionaran y migraran hacia las
bandas de su compañera de vínculo. Tal vez podría hacerse de otra forma. Kye no
lo sabía y no quería arriesgarse a estar equivocado. Le debía a su clan, a su línea,
hacer todo lo que estuviera en su poder para reclamarla para Belizair.
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El Club de las Excomulgadas
Se echó a reír contra la piel de Savannah, admitiéndose a sí mismo que a pesar de
la cantidad de veces que se había apareado con ella la noche anterior, a pesar de
haberla inyectado con el suero de su raza y darle más placer del que ningún varón
humano le podría dar, no creía verdaderamente que hubiera logrado domesticarla o
ponerla bajo su control. Le tomaría toda una vida lograr tal cosa. Pero estaba
dispuesto a asumir esa tarea a largo plazo, y en Belizair, su seguridad estaría
asegurada.
Una mirada, un toque, una palabra de ella, y estaba desesperado por estar dentro de
su cuerpo, por ser uno con ella. “Admite que me perteneces”, dijo él.
Ella rozó su cuerpo contra el suyo, mojándolo con su excitación. “Oh sí, puedes
tenerme.”
Besó el camino hacia el otro pezón, dándole la misma atención que le había dado al
primero, mientras se obligaba a permanecer inmóvil en su vagina. Su polla bañada
en su calor húmedo y aterciopelado. Palpitando al tiempo que su vagina se contraía
y relajaba, mientras él succionaba y mordisqueaba, regodeándose con el sonido de
sus gemidos y gruñidos de placer.
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El Club de las Excomulgadas
Se contuvo todo el tiempo que pudo. Se resistió a sus súplicas, hasta que la
sensación de sus uñas en sus hombros y espalda, los tirones que le daba a su pelo, lo
obligaron a ir hacia arriba y fundir su boca con la de ella, asaltándola
profundamente con su lengua, empujando dentro y fuera al igual que lo había su
pene, haciendo que su mundo se estrechara, haciéndose uno con los movimientos,
las sensaciones, el éxtasis… Savannah.
Él retrasó marcharse, diciéndose a sí mismo que quería asegurarse que había caído
en un sueño profundo antes de alejarse de ella. Pero en realidad, sabía que se
quedaba en la cama porque odiaba la idea de separarse de ella, de dejarla indefensa
incluso durante un segundo del tiempo que permaneciera en la Tierra.
Savannah podía haber sido enviada ‘de vacaciones’ por su capitán, pero Kye no
estaba convencido que ella dejara el asunto. Y sin embargo, si tomaba su
camioneta, la dejaría sin un medio de transporte si tenía algún problema antes que
pudiera regresar.
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El Club de las Excomulgadas
Al final, se forzó a levantarse de la cama y ponerse la ropa de la Tierra. Haciendo
muecas mientras se la ponía, odiándolas aún más por la necesidad de tener que
llevarlas durante un segundo día. Pero, salvo llegar desnudo a su visita con los
científicos, había pocas opciones.
A causa del decreto del Consejo, que no permitía a la mujeres humanas ver la
verdadera forma de sus compañeros hasta que ellas hubieran accedido a una
ceremonia de vinculación, ir con ellos a casa, y estuvieran en la cámara de
transporte, muchos de los que habían venido a la Tierra con el fin de reclamar sus
mujeres, elegían hacer la ceremonia de vinculación justo antes de regresar a
Belizair. Así, en el centro de la sala, en medio de un espectacular diseño de cristales
Ylan, había un grueso colchón en un marco que descansaba cerca de la tierra.
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El Club de las Excomulgadas
¡Lo convertirían en un semental castrado, si no lograba llevar pronto a Savannah a
Belizair!
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El Club de las Excomulgadas
C A P IT U L O 6
Es una forma de decirlo.
Kye llevó la mano hasta el bolsillo de sus vaqueros. El entusiasmo hizo acelerar su
corazón y la sangre tronó en sus oídos. Cambió al modo humano de hablar. “He
encontrado a mi compañera. Es una amiga de Krista.”
Kye se puso rígido, negándose a permitirse a sí mismo dudar de lo que sabía con
cada fibra de su ser. “Me llama Bat-man, además de provocar la fiebre de
apareamiento Vesti.” Y debido a que habían trabajados juntos, y que además de
gustarle Jeqon como persona, confiaba en él, Kye admitió lo que había hecho. “Mis
colmillos de apareamiento salieron cuando la tomé. Le le he inyectado el suero de
mi raza.”
70
I
El Club de las Excomulgadas
“¿Tienes una muestra de su ADN?”
Kye se rió también, aunque algo de la inquietud que había estado tratando de evitar
creció en su pecho mientras seguía a Jeqon hacia la habitación usado por los
científicos para analizar y emparejar los ADN.
Cuando Jeqon se trasladó hacia otro instrumento del equipo, Kye se unió a él, tan
cerca que Jeqon suspiró y miró hacia atrás. “Pegarte a mí no hará que el proceso
vaya más rápido.”
Kye se movió más lejos, dándole a Jeqon espacio adicional para trabajar. Y en
cuestión de segundos, se encontró caminando de un sitio a otro de nuevo.
Pensando en Savannah. Preocupándose por ella. Preguntándose si quizás debió
haber tomado su vehículo.
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El Club de las Excomulgadas
Seguramente ella no iría a la ciudad. Pero tan pronto como lo pensó, su pecho se
apretó y se encontró frotándolo, ante el recuerdo del francotirador fuera del piso del
Hurón.
El dolor atravesó a Kye al oír las palabras. Un dolor como nunca había conocido.
Un dolor tan intenso que necesitó todo su control para no caer de rodillas.
******
Savannah despertó con la luz del sol, y con los músculos deliciosamente
adoloridos, con anticipación, y luego confusión, cuando se dio cuenta de que Kye
se había ido. Su primera acción fue saltar de la cama y asegurarse que su camioneta
estaba allí. La segunda, vestirse e intentar rastrearlo.
72
I
El Club de las Excomulgadas
No llegó a ninguna parte. Con el ceño fruncido, maldiciendo y dudando de la
evidencia ante sus propios ojos.
Caminó de nuevo hacia la cabaña y preparó café. Frustrada porque una habilidad
que había desarrollado y perfeccionado cuando vivía en el Bar None siguiendo el
ganado perdido, parecía haber desaparecido con Kye.
Por otra parte, él le había dicho que era un cazador de recompensas y ella suponía
Savannah frunció el ceño mientras miraba los árboles y matorrales que cubrían el
suelo que se veía desde la ventana sobre el fregadero. No es que hubiera tenido un
sinfín de amantes, pero nunca había tenido uno que follara con ella con ella y luego
decidiera irse a comulgar con la naturaleza mientras ella dormía los efectos de un
gran sexo.
Salió hacia la camioneta y tomó una de las neveras portátiles que no se habían
molestado en llevar adentro el día anterior, recordando mientras lo hacía el por qué
no lo habían hecho… Debido a que habían estado sumergidos en una niebla de
lujuria.
Había crecido en un rancho donde ver a los sementales cubriendo a las yeguas,
había alimentado algunas de sus fantasías… fantasía que sin duda había
experimentado con Kye. ¡Hombre, debería haber atado antes a un hombre con el
pelo largo!
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El Club de las Excomulgadas
Una sonrisa siguió a ese pensamiento. Luego la risa. Si él iba a seguir
vagabundeando, quizá tendría que atarlo a la cama. Oh sí, esa sí era una fantasía
para convertir en realidad y disfrutar durante un montón de noches por venir.
Ella no necesitaría DVDs porno durante las noches cuando estuviera excitada o
estresada, y completamente sola. Tolo lo que necesitaría serían los recuerdos de sus
vacaciones con Kye.
Se movió más allá de ese punto. Caminó en círculos concéntricos cada vez más
granes, hasta estar sudorosa y cansada de tanto caminar.
Se frotó el lugar sobre su corazón. Haciendo una mueca mientras lo hacía, y siendo
lo suficientemente honesta consigo misma como para admitir que en lugar de
hacerla sentir mejor, su tentativa de humor la había hecho sentir peor.
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El Club de las Excomulgadas
Sí, sabía que una noche de sexo salvaje no forjaba una verdadera conexión entre un
hombre y una mujer, los vaqueros con los que había crecido eran un ejemplo
andante de esa verdad. Pero Kye…
Maldita sea… Ni siquiera tenía sentido para ella, pero él parecía tan… correcto.
Savannah suspiró. Bueno, él se había ido y ella no podía hacer nada al respecto. Lo
mejor para él sería no encontrarse con un oso o un puma, ya que se había
asegurado de que no pudiera ir a su rescate. Pero si esperaba que ella se sentara
alrededor de la cabaña a esperarle, bien, tenía un duro despertar reservado para él.
Garabateó una breve nota para Kye, comentándole que iría a la ciudad, pero
regresaría. Y mientras la cabaña desaparecía de su vista en el retrovisor, decidió que
derrocharía un poco y le compararía algo de ropa, no es que ella quisiera que él
realmente pasara mucho tiempo vestido una vez que estuvieran de vuelta en la
cabaña. Pero, aunque le gustaba que sus hombres fueran tipos duros y trabajadores,
también le gustaba que olieran bien y llevaran ropa limpia, y él no tenía nada más,
excepto la ropa que llevaba sobre la espalda, por decirlo de alguna manera. Lo que
llevó de nuevo su mente hacia el punto de partida, cuando explotó el coche del
Hurón cerca de The Dive, y la aparición repentina de Kye.
Él le había dicho a Krista que la había seguido, de modo que su coche posiblemente
estaba en algún lugar cerca de The Dive… lo que no era útil en absoluto, ya que no
tenía ninguna intención de volver a la escena. Al menos hoy.
75
I
El Club de las Excomulgadas
Savannah suspiró, y sus cejas se unieron en concentración. ¿Por qué una bomba?
¿Por qué un coche bomba en particular?
No lo creía.
Se mordió el labio inferior mientras se repetía la conversación que había tenido con
el Hurón.
Te escucho.
No aquí. Es demasiado importante para hablar de ello por teléfono. Si lo destapas, el bronce
besará tu culo y te pedirán que tomes la insignia de detective.
¿Dónde?
Claro.
Te veré allí.
La conversación le había hecho pensar en un crimen de alto nivel. Algo local. Tal
vez algo en curso. Nada en sus palabras le hizo pensar en un complot terrorista.
Demonios, él ni siquiera había parecido realmente asustado. Nervioso sí, casi como
si tuviera prisa. Era seguro que no había sonado asustado del modo de ‘alguien me
quiere ver muerto’.
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I
El Club de las Excomulgadas
Savannah intentó meterse en la cabeza del Hurón, y pensar como él habría
pensado. Trató de recordar si había visto el Beamer cuando llego a The Dive. Pero
no podía.
Maldita sea, y eso que quería llegar a hacerse detective. Debió haberlo buscado.
Pero había estado distraída por la presencia de Krista. Y todavía había estado
pensando en el encuentro con Antivicio y en la niña, Holland. Por no hablar del
sentimiento de culpabilidad por no haber sido totalmente honesta con el capitán.
Además, ella había asumido que el Hurón ya estaba allí. Se había imaginado que él
llegaría temprano, evaluando el lugar, y apareciendo cuando estuviera listo.
Krista no tenía la palabra policía escrita sobre ella de ninguna manera, forma o
figura, por lo que era probable que él hubiera pasado el tiempo observando,
tratando de obtener el coraje, o de averiguar qué hacer a continuación. Savannah
quería creer que él no había visto a nadie convertir su coche en una trampa mortal y
luego huyera sin advertirle. Le gustaba pensar que era buena leyendo a las
personas.
No era a alguien a quién querría como amigo personal. Pero lo había encontrado
por primera vez estando de patrulla, y él le había indicado cómo llegar a un
vagabundo que se moría desangrado en un callejón. Mucha gente habría caminado
probablemente por el mismo lugar, habría visto lo mismo, y habrían seguido
caminando.
Así que, si descartaba que la bomba hubiera sido plantada mientras su coche estaba
aparcado cerca de The Dive. ¿Qué le decía esto?
77
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El Club de las Excomulgadas
No lo sabía. Sin embargo, un escalofrío se deslizó por su espalda cuando se
preguntó cuándo habría sido allanado su apartamento. ¿Antes de la bomba, o
después?
Tendría que contárselo al capitán cuando contactara con él. Luego, tendría que
rezar para que él no se pusiera en contacto con sus tíos y hermanos. Y abuelo. Dios
la guardara si el abuelo venía a meterse en este lío con su rifle.
Con un suspiro, aparcó delante de una cabina telefónica y salió del coche. El
capitán respondió al primer timbrazo.
******
Su trabajo para los científicos del Consejo a veces requería que estuviera lejos por
largos períodos de tiempo. La idea de volver y descubrir que Savannah había sido
asesinada… El dolor volvió para robar el aliento a Kye. Él lo empujó lejos y trató
de encontrar una solución.
Si ella supiera quién era él, y por qué había venido a su mundo, podría mantenerla
con él. Podía mantenerla a salvo.
78
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El Club de las Excomulgadas
Y si el Consejo se enteraba que él había roto sus reglas… Eso podría significar su
exilio de Belizair, o que fuera convertido en un ejemplo y enviado a algún sitio
distinto a la Tierra. O podría estar restringido a su propio planeta durante años,
hasta que Savannah envejeciera y muriera.
“No. Pero la buena noticia es que con cada partido que descubrimos, obtenemos
más información. Ya estamos comenzando a ver patrones, pistas en cuanto a que
clanes podrían tener los candidatos más probables.”
Jeqon caminó hacia Kye y colocó una mano sobre su hombro, en un gesto de
apoyo. “Volveré a Belizair y comenzaré a buscar entre los Amato primero. Si
encuentro un partido posible, argumentaré tu caso. La mujer ya te conoce, ha
aceptado tu presencia en tu vida y en su cama. Eso por sí sólo debería añadir peso
sobre la sabiduría de elegirte como co-compañero.”
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I
El Club de las Excomulgadas
La mano de Jeqon se apretó sobre el hombro de Kye, en reconocimiento de la
verdad en la declaración de Kye. “Comparte conmigo lo que sabes de ella.
Comparte algo de lo que ha sucedido entre ustedes, para poder llevar conmigo esas
imágenes a Belizair.”
Kye cerró la cortina que permitía a Jeqon ver sus recuerdos, y este se echó a reír.
¡Ah, justo cuando llegaba lo bueno!
Jeqon sonrió. “Créeme. Estoy trabajando en ello, y deseando que llegue, aunque no
tengo ninguna prisa. A diferencia de muchos en Belizair, yo disfruto de la Tierra y
de los humanos. Nada me gustaría más que ser capaz de explorar como tú lo has
hecho.”
Kye suspiró. “A pesar de la urgencia de nuestra misión aquí, ha sido una gran
aventura y echaré de menos estar por aquí. La protección de Krista fue una
verdadera experiencia de aprendizaje, y apenas puedo esperar a que Lyan y Adan
se vinculen con su compañera para poder escuchar la historia entera, y entender por
qué se trasladaba tan a menudo. Yo diría que estaba siendo perseguida, pero…” Se
encogió de hombros. “Si era así, no tendría ningún sentido que Lyan y Adan le
permitieran alejarse de ellos tras aparearse con ella la primera vez.”
De otra parte de la casa, se escucharon voces. Jeqon dijo: “A menos que desees
explicar tu presencia, o arriesgarte a que te den otra asignación, es mejor que
vuelvas a…”
80
I
El Club de las Excomulgadas
“La encontré en Reno, Nevada.” Kye le envió a Jeqon una imagen de la cabaña,
junto con sus coordenadas. “¿Te irás para Belizair ahora mismo?”
******
“Holden, ¿sabes por qué Ricky Nowak te enviaría un sobre lleno de fichas del
Casino Easy Times?”
A Savannah le tomó un segundo darse cuenta que Ricky Nowak era el Hurón. Y
otro para pensar en lo que el capitán le preguntaba y contestar, “No tengo idea.
“Por un valor de cuarenta y cinco dólares. Tres rojas y tres amarillas. El Easy
Times usa fichas de diez dólares como lo hacen en Connecticut.”
“No había nada. El sobre llegó por un servicio de mensajería. Con tu nombre al
frente y las huellas digitales de Nowak en las fichas. ¿Dices que no significa nada
para ti?”
Savannah cerró los ojos y trató de evocar la imagen del Casino Easy Times, pero su
mente quedó en blanco. Ella no jugaba mucho a juegos de azar, no en casinos de
todos modos. En casa, claro, se había unido a sus hermanos y a los peones del
rancho en el poker.
Las fichas eran más fáciles de visualizar. La mayoría de los casinos de Nevada iban
directamente de fichas rojas de cinco dólares, nickels, a quarters, fichas verdes de
veinticinco dólares. Sin embargo, podía imaginar las fichas amarillas que el Hurón
le había enviado. Esas serían los dimes.
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El Club de las Excomulgadas
“Holden, ¿vas a responder mi pregunta en algún momento de este siglo?” La voz
del capitán la sacó de sus pensamientos. “¿Estás segura que este sobre no tiene
ningún significado para ti?”
“El casino no me hace pensar en nada. Sin embargo, las fichas… Pienso en ellas
siendo nickels y dimes, lo que no tiene sentido si piensas en ellas como un dicho.
Algo así como: nickels y dimes… son poca monta. Pero el… Ricky me dijo que la
información que tenía era demasiado importante para hablar de ella por teléfono.”
Suspiró. “Tal vez si pudiera regresar, y pasar algo de tiempo…”
“Sí, señor.”
Él colgó antes de que ella pudiera informarle que su apartamento había sido
registrado. Ella vaciló y luego se encogió de hombros, decidiéndose por no llamar
una segunda vez. Pasado mañana era bastante pronto, sobre todo porque ella no
iba a ninguna parte cerca de su casa o la del Hurón.
Tomó un minuto para comprobar su correo de voz. Un par de llamadas en las que
colgaron. Tal vez el Hurón, pero no había manera de saberlo con seguridad. El
estómago de Savannah se tensó. O tal vez era la prostituta menor de edad. Antes de
que los muchachos de Antivicio llegaran a la escena, Holland se había metido en el
bolsillo la tarjeta que Savannah le había dado, cuando su amiga no miraba.
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El Club de las Excomulgadas
C A P IT U L O 7
¡Savannah se había ido!
Las piedras Ylan en sus muñecas pulsaban al ritmo del acelerado latido de su
corazón, en sincronización con la furia salvaje de sus emociones. Era todo lo que
Kye estudió la nota de nuevo, tratando de leer sus emociones en ella, sus
pensamientos. La incertidumbre lo atormentaba.
Ahora se daba cuenta que había sido una tontería no tomar su camioneta. No se le
había ocurrido que ella trataría de rastrear sus movimientos. Pero las pruebas
habían estado allí para que las viera tras su regreso. Las huellas de sus pisadas
alrededor del lugar desde el que se había transportado. El círculo ensanchándose
cada vez más, mientras trataba de determinar a donde había ido.
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El Club de las Excomulgadas
preguntado alguna vez si los mitos y leyendas humanas podrían haber resultado del
contacto con razas más avanzadas que la suya.
Kye se frotó el pecho en un esfuerzo por reducir la aplastante agonía. Las noticias
que Jeqon le había dado habían sido casi intolerables, y ahora esto, ella se había
ido. Si la perdiera…
*****
Savannah siguió conduciendo, moviéndose por delante del lugar donde el hombre
estaba de pie, cuidando de mantener el rostro de perfil, y poniéndose rígida cuando
miro por el espejo retrovisor y lo vio sacar un teléfono móvil de su bolsillo.
Necesitó conducir un bloque para calmarse y darse cuenta que no lo había visto
antes, para poner sus instintos en duda, aunque su estómago lleno de acidez le
decía que posiblemente tenía algo que ver con la investigación de los servicios de
acompañantes.
Estaba jodida. A lo grande. Así que no tenía nada que perder deteniéndose en el
Casino Easy Times. Sólo que, tan pronto como llegó al lugar, se dio cuenta de que
si el Hurón le había enviado esas fichas para que se presentara, no debía hacerlo en
su camioneta. Tenía que conseguir otro vehículo. Uno que no pudiera ser
fácilmente identificado con ella. No iba a dejar su camioneta, sin vigilancia, en un
lugar donde cualquiera pudiera sabotearlo. No tenía tanta confianza en su
capacidad para detectar una bomba, sobre todo si era un dispositivo sofisticado.
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I
El Club de las Excomulgadas
Otro policía. Este era moreno, y estaba apoyado en un coche con matrícula de la
ciudad.
Sus pensamientos regresaron hacia los dos hombres que había visto, y se preguntó
si debía hacer un intento de llamar a su capitán antes de que él se enterara de sus
actividades al volante. El instinto le decía que eran policías, pero podrían ser
detectives privados, y no tenía prisa por meterse en problemas.
Savannah hizo una mueca. Ella era buena para recordar caras, pero era terrible con
los nombres. Sabía que nunca antes había visto a ninguno de los hombres. Pero eso
no significaba nada. Había muchos policías en Reno y sus alrededores que no
conocía de vista. Muchos más en Nevada y el resto del país, además de los
Federales.
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El Club de las Excomulgadas
Trató de ahuyentar las náuseas, aprovechando sus hormonas. Imaginó de nuevo a
los dos hombres, sólo que esta vez, vio cuerpos duros que gritaban espécimen
masculino de primera… incluso con el pelo corto. Era una lástima para ellos. Kye la
había arruinado en relación al cabello.
Era un relativamente Casino pequeño. Ya había visto eso por sí misma. Y era
nuevo. Abierto por un millonario llamado Steven Traynor.
Había fotos de él. Un hombre de sesenta años de edad, con una hermosa esposa de
30 a su lado. De él, estrechando la mano a promotores, políticos y hombres de
negocios, algunos locales y otros extranjeros. Había estrellas del deporte, actores y
actrices, pero no había manera de saber a quién había contratado para que
apareciera junto a él, y quienes estaban allí por cuenta propia.
Amplió la búsqueda. Pero, por lo que podía ver, no había nada especial sobre
Traynor, nada que hiciera sonar las alarmas, excepto una diminuta línea sobre su
86
I
El Club de las Excomulgadas
esposa, una ex-modelo de ropa interior de Nueva Jersey, que había sido una
showgirl en Las Vegas antes de casarse con Steven Traynor.
Savannah frunció el ceño. ¿No provenía el Hurón de Nueva Jersey? ¿No había
comenzado su expediente allí? Si sólo pudiera ir a la comisaría…
Dejó el ordenador y fue a la sección de revistas. Era una apuesta arriesgada, pero
exploró los periódicos de la última semana.
Nada. Más de lo mismo. Por lo menos a nivel local. Y luego, un pequeño titular de
tres pulgadas, en las noticias internacionales, llamó su atención. Fiscal encargado del
caso de un capo de la droga colombiano fue asesinado cuando su coche explotó.
Los coches bomba solían ser un modo popular de eliminar a alguien que trataba de
cerrar el flujo de drogas, no tanto en Estados Unidos, como en otros lugares, y las
fronteras no detienen el crimen y el terror de ser importados.
Si las drogas estaban involucradas, podía entender por qué Creech y Mastrin de
Antivicio se habían presentado en el apartamento del Hurón. Eso explicaría porque
el capitán se apresuró a colgar cuando ella había señalado los nombres del argot
para las fichas.
Lo que significaba que ella tenía razón. Eran policías. Probablemente federales.
87
I
El Club de las Excomulgadas
Savannah sonrió, a pesar del nerviosismo que atravesaba su estómago. Podría
conseguir la insignia de detective después de todo, si antes no era despedida o
asesinada.
¡Maldita sea! Esto era demasiado como para esperar durante dos días.
Savannah le contó todo lo que había hecho después de hablar con él. Incluso le
comentó lo ocurrido a su apartamento, antes de colgar. Entonces se dirigió a la
cabaña, con el estómago apretado. La frustración y preocupación sustituyeron a la
adrenalina que había llenado su cuerpo.
¿Cómo iba a poder ayudar a detener a los tipos malos, si estaba escondida en una
cabaña? Claro, había compensaciones, pensó cuando su agitación aumentó, si Kye
estaba allí. ¡Pero si hubiera querido jugar el papel de la mujercita que se quedaba en
casa, mientras los hombres manejaban las cosas peligrosas, entonces se habría
casado con un policía, en vez de convertirse en uno!
88
I
El Club de las Excomulgadas
Y así, su sangre tronó a través de su corazón, su cabeza y su vagina, cuanto se
detuvo delante de la cabaña y Kye salió de ésta. Con una expresión tensa, y jeans
ceñidos. Un hombre bajo un serio de ataque de testosterona a máxima potencia.
Él estuvo sobre ella al segundo en que se deslizó fuera del asiento del conductor.
Empujándola contra el lateral de la camioneta, con una mano en su pelo y la otra
en su pecho, en un gesto inequívoco de propiedad. Sus labios y lengua tomaron los
suyos en una tormenta de furiosa pasión y dominación.
Savannah no se resistió, no pensaba luchar contra él. Era una reacción a la visión
del policía que vigilaba su apartamento. A haber hecho la conexión entre las drogas
El beso fue un saqueo, un espectáculo salvaje de fuerza, que sólo terminó cuando
apartó su boca de la de ella, dejándolos a ambos jadeando, luchando por el aliento.
Sus ojos despedían fuego verde. “¿Dónde has estado?”
Le quitó la blusa y el sujetador sin decir nada más, y los tiró al suelo antes de
empujarla de nuevo contra la camioneta. Su boca violó la de ella, introduciendo su
lengua agresivamente.
Ella luchó para lograr colocar sus manos entre ellos. Cuando lo logró, rasgó la
camisa de Kye, haciendo que los botones se dispersaran en el suelo, mientras el
calor la recorría ante la sensación de su pecho apretado contra su propia carne
desnuda, aplanando sus pechos bajo el peso de su cuerpo.
Savannah gimió y cerró los ojos. Ardía desde el interior. Estaba segura de que si él
no introducía pronto su polla dentro de ella, iba a explotar.
89
I
El Club de las Excomulgadas
Estaba tan caliente. Tan hambrienta. Como si una sola mirada de Kye, una sola
caricia, pusiera en llamas sus pechos y su coño.
Savannah se lamió los labios. Sus rodillas se debilitaron con el deseo repentino de
dejarse caer sobre ellas, y tomarlo en su boca. Pero antes de que pudiera hacerlo, él
tomó su brazo, y la forzó a dar unos pasos para separarla de la camioneta, y luego a
lo largo del lado donde terminaba la cabina y comenzaba la caja.
La hizo girar, la inclinó para que sus manos que descansaran en el borde de la caja
de la camioneta, y extendió sus piernas, era una versión carnal de policías y
ladrones. Ella no pudo resistirse. Miró hacia atrás por encima de su hombro y dijo:
“¿Vas a cachearme ahora?”
Kye respondió con su cuerpo, cerrando la distancia entre ellos para que su polla se
deslizara a través de la unión de sus muslos, y sobre los hinchados labios de su
mojado coño, presionándose contra su abdomen. “Haré algo más que cachearte.”
“Bien”, dijo ella, y su respuesta fue como un fósforo sobre gasolina, el final de otra
cosa diferente al ardor, las sensaciones y los gritos, mientras Kye la tomaba de
manera dura y rápida, una y otra vez, mordiéndola al llegar al clímax, hasta que
finalmente, ambos quedaron apoyados contra la camioneta. Su metal suave,
calentado por el sol, era lo único que los mantenía en posición vertical.
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El Club de las Excomulgadas
Permanecieron contra la camioneta, jadeando, momentáneamente saciados y en
armonía, hasta que Kye dijo. “No irás de nuevo sin mí a alguna parte. No voy a
tolerarlo. No lo permitiré.”
El primer impulso de Savannah fue reír. Bromear con él sobre ser un cavernícola.
Su segundo impulso fue enfadarse. Para hacerle daño, al igual que había hecho en
numerosas ocasiones, cuando sus hermanos mayores colocaban la palabra permitir
en la oración.
Se deslizó entre Kye y la camioneta. Sus emociones subían y bajaban entre los dos
extremos emocionales hasta que finalmente se inclinaron hacia la cólera, cuando
“Será mejor que te calmes con lo de permitir, Batman”, dijo ella, recogiendo su
ropa. “Y aquí hay una pequeña aclaración para ti. Tú desapareciste antes de que yo
lo hiciera. Sin molestarte en dejarme una nota. Al menos yo tuve la decencia de
decirte donde estaba y que iba a regresar. Por todo lo que yo sabía, tú podías
haberte largado y haber hecho auto-stop hacia algún sitio desconocido después de
haber…” Dejó de hablar y caminó a zancadas hacia la puerta de la cabaña,
sabiendo que era mejor dejarlo, antes de decir algo de lo que pudiera arrepentirse.
Solo que no lo hacía. Ella pertenecía a otro, según la ley del Consejo.
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El Club de las Excomulgadas
“Mi ausencia esta mañana era necesaria”, gruñó Kye, tan pronto como entró en la
cabaña. “Yo nunca desaparecería de tu vida sin saber que estás a salvo y bajo el
cuidado de otros.”
Savannah se detuvo en la puerta del baño. Mirando su postura agresiva. Las líneas
duras de su rostro. El dolor grabado allí.
Savannah hizo rodar sus hombros, su cuerpo se relajó mientras le ofrecía una
sonrisa. “Está bien, entonces ya está aclarado. Tomaré una ducha rápida.” Su
sonrisa se hizo juguetona, y el amor llenó el interior de Kye. Ya se estaba moviendo
hacia ella, cuando le dijo: “Para tu información Batman, el sexo fue fantástico, del
tipo que te hace perder la cabeza, de hecho, pero no fue tan sobrecogedor como
para hacer que necesitara dormir la mayor parte del día, para recuperarme.”
El impulso dirigió las acciones de Savannah. El alivio por que estuvieran de nuevo
sobre terreno sólido. Dejó caer su ropa y escapó, consiguiendo sólo una distancia
corta, antes de que Kye la capturara y luchara con ella, llevándola hasta la cama,
logrando dejarla boca abajo sobre sus muslos.
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El Club de las Excomulgadas
Ella se sacudió, y gritó por la sorpresa cuando él le dio la primera palmada fuerte
sobre sus nalgas. La excitación cubrió la parte interna de sus muslos con la
siguiente, y su cuerpo se encendió mientras su mente todavía luchaba por
procesarlo.
Savannah gimió cuando Kye acarició con una mano las mejillas de su culo,
deslizándola entre sus piernas y sobre su hendidura, antes de zurrarla otra vez.
Cada golpe la llevaba más y más lejos, hasta que se elevaba para encontrar su
mano, hiperconsciente de la firmeza de los muslos de Kye, la dureza de su
erección, y los hinchados labios de su coño.
“Fóllame.”
Él la folló con los dedos y luego se retiró. Jugueteando entre sus labios hinchados,
antes de empujar de nuevo. “¿De esta manera? ¿O con mi polla?”
Había pensado que su fiereza interior había cedido al hundir sus colmillos en ella,
mientras se retorcía de placer, cuando la tomó contra la camioneta. Sin embrago,
cada acoplamiento sólo aumentaba la necesidad que tenía de ella. Un deseo
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I
El Club de las Excomulgadas
primitivo encendido tanto por la fiebre de apareamiento Vesti, como por la
incertidumbre de su futuro juntos.
Succionó hasta que ella se arqueó debajo de él, pidiéndole que liberara sus manos
para poder tocarlo. Hasta que ella gimió, arqueó la pelvis, y su excitación
humedeció su cuerpo, mientras su clítoris se presionaba contra él en una pequeña y
dura demanda de atención.
Sólo entonces, dejó la succión de sus pechos, besando hacia abajo hasta que
reclamó el hinchado nudo, aspirándolo en su boca, acariciando y frotando con su
lengua la cabeza desnuda, hasta que Savannah se corrió con un orgasmo violento,
con su nombre entre sus labios, y su grito liberó el que se alojaba en su pecho.
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El Club de las Excomulgadas
******
“Tengo que reportarme con el capitán esta mañana”, dijo Savannah, rodando para
colocarse de costado y moviendo un dedo a lo largo de la comisura de los labios de
Kye, una nueva piscina de lujuria se formó en su vientre, ondeando a través de su
matriz y pechos, ante la vista de los rasgos de Kye, suavizados por el sueño.
El día anterior había sido una confusión de sexo. Y el día antes de ese… Desde el
momento que había vuelto del viaje a la ciudad y la había tomado contra el lateral
de la camioneta, había sido un orgasmo tras otro.
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El Club de las Excomulgadas
Nunca había imaginado lo importante que sería tener una compañera con sentido
del humor. Nunca lo consideró en su trato con el sexo opuesto. Kye sólo había
disfrutado de ellas, al igual que ellas habían disfrutado de él. Sus piedras Ylan, y la
falta de fiebre de apareamiento Vesti, le decían tanto a él como a las mujeres, que
sólo sería un enlace temporal. Y en verdad, raramente se había arriesgado a
liberarse en sus vaginas calientes y húmedas.
Los Vesti eran una raza física, y él no era un hombre sin experiencia. El aceite
ritzca, creado y producido por el clan Araqiel, ayudaba a tomar la entrada trasera
de una mujer, aumentando la necesidad y lubricando los apretados músculos, por
lo que el dolor y el placer de la penetración se mezclaban en un éxtasis increíble,
tanto para el hombre como para la mujer.
El amor y una fiera pasión cayeron en cascada a través de él. Seguidos por el terror,
casi sobrecogedor, que había sido su compañero constante desde su ida a San
Francisco.
¿Cómo podría renunciar a ella, si el hombre cuya reclamación era sancionada por
la ley del Consejo quisiera a otro como co-compañero?”
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El dolor y el miedo permanecieron, hasta que una húmeda lengua se arremolinó
sobre su pezón, haciéndolo jadear, mientras su polla latía, untando un poco de
semen en su propio abdomen, así como en el de ella.
Sintió la sonrisa de Savannah sobre su pecho y gimió cuando sus dientes apretaron
su pezón, el nexo entre éste y su pene era un alambre al rojo vivo, lleno de una
necesidad insoportable.
“¡Savannah!”
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El Club de las Excomulgadas
con ese sentimiento de desesperación en su rostro, ante sus reclamaciones o sus
exigencias de que ella le pertenecía a él?
Savannah suspiró. Hombres. Habían sido puestos en este mundo para volver locas
a las mujeres, de una manera u otra.
Tomó su ducha y luego se vistió, demorándose en los recuerdos de los últimos días,
al mismo tiempo que aceptaba lo que debía hacer a continuación.
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C A P IT U L O 8
Draigon se detuvo en el movimiento de sentarse, cuando las campanas sonaron a lo
largo de las habitaciones de la casa de sus padres, anunciando un visitante. ¿Esperas
a alguien?, le preguntó a su padre.
Draigon se rió. Si madre estuviera aquí, ella te reprendería por tu carencia de hospitalidad.
Afortunadamente para ti, ella y Zantara están en el mercado. Atenderé a nuestro invitado
inesperado y procuraré meterle prisa. Dejó la mesa, usando las piedras Ylan de sus
pulseras para enviar la orden, de manera que la pared de cristal de apariencia
sólida, reabsorbiera una de sus porciones, y formara una apertura.
Por supuesto. Draigon retrocedió para permitir que Jeqon entrara en la residencia,
antes de extender sus brazos, tomando los antebrazos de Jeqon, para que sus
grupos de piedras se tocaran en el saludo tradicional.
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Sí.
No, tío. Primero tengo que hablar con Draigon en privado, durante un momento.
El padre de Draigon se puso rígido. La cortesía exigía que dijera: Entonces los dejaré
solos para que conversen, pero cuando sus ojos se encontraron, Draigon vio el deseo
de su padre de permanecer allí y saber sobre la compañera de vínculo humana,
además de hablar abiertamente sobre que Vesti podría ser un co-compañero
adecuado. Si alguien sabría, ese sería Jeqon.
Esas cualificaciones eran suficientes para que Draigon valorara la opinión de Jeqon
sin otras explicaciones. Pero para su padre, también era importante que Jeqon fuera
un miembro de la casa del clan Lahatiel. Y que el tío de Jeqon fuera Raym, que
estaba sentado en el Consejo.
Por un momento Draigon vaciló, muy cerca de pedirle a su padre que se quedara.
Pero al final no dijo nada, y su padre dejó la habitación.
Draigon llevó a Jeqon hacia la mesa donde el juego de estrategia que le debería
haber proporcionado horas de entretenimiento, ahora esperaría a su padre y a
alguno de sus hermanos. Se preguntó acerca de la vacilación de su primo, sobre la
necesidad de hablar en privado de un asunto que afectaba a todos en la casa del
clan Baraqijal. ¿Has encontrado un partido para mí?, preguntó Draigon, la inquietud lo
llenó ante la tardanza de Jeqon para responder.
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Estudió el juego de mesa ante ellos, un juego de estrategia algo similar al juego de
ajedrez de la Tierra, aunque mucho más complicado con su tablero extensible
tridimensional y las piezas, que no sólo representaban los arquetipos, sino los
riesgos naturales y fortificaciones de los enemigos.
El Fett era muy popular en Belizair, y él sabía los rudimentos de cómo jugarlo, pero
no se sentía atraído por éste. Sobre todo, no con la intensidad con la que los
cazadores de recompensas parecían serlo. Si tenía éxito al abogar por Kye, y
convencer a Draigon que lo aceptara como co-compañero, ambos hombres tendrían
este juego en común, y Jeqon sabía que muchas amistades profundas y duraderas
habían sido forjadas sobre un tablero de Fett.
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“No es común que los científicos del Consejo se impliquen, más allá de establecer
la coincidencia genética entre una mujer humana y un varón de Belizair, y notificar
al varón su buena fortuna”, dijo finalmente Jeqon. Draigon se tensó ante las
palabras ‘buena fortuna’, haciendo que Jeqon frunciera el ceño, preguntando, “¿Tu
muestra de ADN en la base de datos para la búsqueda de parejas, está allí por
equivocación?”
Draigon se obligó a relajarse. “Había pensado que tendría más tiempo para
acostumbrarme a la idea de una compañera humana y un co-compañero Vesti.
Para prepararme. Mis hermanos presentaron su muestra de ADN cuando el primer
embarazo fue anunciado.” Cuadró los hombros. Estaba comprometido con ese
“Puedo mostrarte una imagen de ella. Creo que estarás encantado de saber que su
pelo es de un rojo tan profundo como el del cristal de fuego Sarien.”
Draigon se sentó más cómodamente en la silla. Una mujer policía. Era un buen
comienzo.
“Es amiga de Krista, la compañera de vínculo de Lyan y Adan. Ellos deben llegar
dentro de poco. Quizás tengas la oportunidad de conocer a Krista, antes de que
ellos desaparezcan en sus alojamientos reservados, y no sean vistos otra vez hasta
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El Club de las Excomulgadas
que ella esté embarazada. Según dicen todos, Adan y Lyan están completamente
enamorados de ella, aunque los haya conducido en una dura persecución
emocional.”
El espíritu de Draigon se iluminó aún más, ante la mención del retorno de Adan.
Ante la perspectiva de ver la felicidad de Adan. “Haré coincidir el tiempo de mi
partida, con el fin de encontrarme con ellos cuando lleguen a Winseka.”
Jeqon asintió. “Lo mejor sería que Savannah fuera traída rápidamente. Esta en
gran peligro. Mientras estaba con Krista un artefacto explosivo fue detonado.
Ahora, parece que tu compañera de vínculo era el objetivo. Si la compañera de
Lyan y Adan no hubiera intuido el peligro y actuado al respecto, ambas mujeres
estarían muertas. Perdidas para nosotros.”
Draigon se puso de pie con tal fuerza, que varias de las piezas del juego cayeron.
“¿Dónde puedo encontrar a Savannah?”
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El Club de las Excomulgadas
Krista, y ahora que ha sido encontrado que también posee la secuencia de genes
Fallon, el Consejo ha decidido no sancionarlo.”
“Le debo mucho”, dijo Draigon, sospechando ante mirada directa de Jeqon, y la
sospecha subyacente del lugar hacia el que se dirigía la conversación.
“Él la habría salvado sin importar si llevaba el gen Fallon o no. Era la amiga de
Krista y cuando la vio, la fiebre de apareamiento Vesti lo golpeó. Cuando lo apodó
Bat-man, él creyó que era su partido. Él es quién me trajo la muestra de su ADN.”
“Ella llegó a él, y pensó que era su derecho. Que era su deber darle placer y su
protección.”
“¿Quién es él?”
Jeqon dejó la pieza, al lado de otra que simbolizaba un remolino caótico capaz de
la destrucción hasta de las piezas más poderosas, si tropezaban con ella. “Kye
d’Vesti.”
Durante largos momentos, Draigon luchó para retomar el control de sí mismo, para
restaurar el orden donde el caos reinaba. Su comentario, dicho sólo un momento
antes, se elevó tácitamente sobre el tablero. Le debo mucho.
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El Club de las Excomulgadas
Draigon se armó de valor, manteniéndose erguido bajo el peso de la
responsabilidad de tenía en nombre de su clan. ¿Qué otra opción tenía, más que
aceptar al varón que Savannah ya había elegido? El varón que la había encontrado
y la había mantenido a salvo.
“Sí.”
Recogió las piezas dispersas y las colocó en las posiciones correctas, y luego con
una última mirada al juego Fett, Draigon extendió su mente para encontrar a los
miembros de su familia. Para compartir con ellos las noticias de su vinculación.
******
Kye hizo una mueca cuando se unió a Savannah en la cocina. Entre la expresión de
su cara y la incómoda ropa nueva de la Tierra que se había puesto, sabía que su
desayuno iba a ser un incómodo calvario. Ella le hacía recordar aquellos tiempos,
cuando había sido convocado a las Salas del Consejo, para que Raym d’Amato
pudiera interrogarlo, intentando excavar en sus pensamientos y motivaciones, sin
duda con la intención de determinar si éstos eran similares a los de Lyan.
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El Club de las Excomulgadas
Pero la situación en Belizair era desesperada. Y su honor, y el de su clan, le exigían
que esperara que el destino se desarrollara.
Kye tomó el plato de comida que Savannah le ofreció y lo llevó hacia la mesa.
Sentándose. Viendo como ella tomaba posición frente a él y esperando lo que
“Prefiero estar desnudo. Pero, la ropa me queda como se supone que debería
sentarme.”
Savannah se rió a pesar del nudo en su estómago. “Sí, bueno, tu prefieres estar
desnudo, y yo prefiero verte desnudo. El único problema con esa preferencia en
particular, es que tendría que arrestarte tan pronto como llegáramos a la ciudad.”
Hizo una pausa, viendo una oportunidad para comenzar con sus preguntas.
“Asumo que si estabas siguiendo a Krista, entonces debiste dejar tu coche cerca de
The Dive. Podríamos acercarnos lo suficiente para que puedas recuperarlo, cuando
vayamos a Reno hoy.”
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El Club de las Excomulgadas
Kye se quedó inmóvil. Una sacudida de emoción y nerviosismo arponeó su pecho.
Su mención de Krista le proporcionaba una oportunidad inesperada para ver cómo
se sentía ella, sobre ser compartida por dos hombres.
“En el pasado he trabajado para clientes fuera de mi… comunidad. Sin embargo,
“¿Sabes sobre eso?” Los ojos de Savannah se ensancharon. “Así que, ¿Lyan y Adan
son pareja?”
Kye se sacudió como si hubiera sido golpeado, el panecillo del que acababa de
tomar un mordisco, lo ahogó de repente. Savannah se puso de pie cuando vio su
cara enrojecida, pero le hizo un gesto para que se mantuviera en su lugar, su ahogo
se transformó en risa, y luego en lágrimas. “¡Por las estrellas! ¡No! Lyan y Adan no
son amantes. Los V… no. No es nuestra costumbre.” Se limpió la humedad de los
ojos y mejillas, luchando por recuperar el control de sí mismo y de la conversación.
“¿Krista te dijo que había estado con ambos?”
Ahora, él miró con interés como el rubor subía por la cara de Savannah, y ella se
movía incómoda en su silla, de repente encontrando muy interesante la comida de
su plato. “Por supuesto, las mujeres hablamos al igual que lo hacen los hombres.
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Obviamente.” Lo miró y levantó una ceja. “Ya sabes, también tenemos nuestras
fantasías.”
“Ponme a prueba.”
El calor llameó en los ojos de Kye, y Savannah apretó las piernas. Maldita sea. Si
no supiera a donde conduciría eso, ya tendría los dedos en su clítoris y sus pezones.
Kye cerró los ojos brevemente. El tenedor cargado de huevos se detuvo a medio
camino entre el plato y su boca. Ella lo estaba matando.
Kye tomó su pene a través de la rígida tela de los vaqueros. Maldiciendo otra vez la
ropa que había sido obligado a llevar, desde que obtuvo la misión en la Tierra.
Fue una hazaña difícil, pero se obligó a alejar la mente de la dolorosa erección y las
fantasías eróticas que se precipitaban por sus pensamientos, y se concentró de
nuevo en la conversación original. Sólo que esta vez, no vio ninguna razón para la
sutileza… lo que era bueno, ya que la sutileza no era uno de los fuertes de su clan.
“Lyan y Adan van a hacer todo lo que puedan, para convencer a Krista de ir a vivir
con ellos como compañera vinculada. Como su esposa compartida.”
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“Esa va a ser una decisión difícil para ella. Adora ser maestra. Es todo lo que
siempre quiso ser.” Savannah negó con la cabeza y tomó un sorbo de café, antes de
añadir. “Incluso en San Francisco, alardear del hecho de que forma parte de un
trío, podría hacer difícil que mantenga su puesto de trabajo, por aquello de las
mentes impresionables de los jóvenes y todo eso.” Inclinó la cabeza y lo miró.
“Entonces, ¿van en serio acerca de ella?”
“Eso es serio.”
Kye vaciló. Savannah ya había demostrado ser inteligente, y había cosas que no
“¿Dónde está su casa?”, preguntó Savannah, saltando de tema, como había temido
que lo hiciera.
Kye negó con la cabeza, y su pecho se apretó cuando los ojos de Savannah se
estrecharon ante la sospecha. “Vivimos separados de los demás.”
La mirada de Savannah cayó sobre las pulseras, y las piedras Ylan que pulsaban
contra su piel. “Forman parte de algún culto.”
Una risa sorprendida escapó de sus labios. ¡Alguna vez, sus antepasados humanos
habían tanto adorado como temido a los suyos! “No. Pero ya has comentado lo
difícil que sería para una mujer formar parte de un trío. Vivimos en un lugar donde
tal cosa ha llegado a ser… esperada. Incluso necesaria.”
Mierda santa. ¿Estaba diciendo lo que ella pensaba que decía? “Entonces, ¿los tipos
forman parejas cuando quieren asentarse con una mujer?”
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“Sí”, dijo él, con una expresión hermética. Ese hecho hizo que el dolor atravesara
el corazón de Savannah… no porque ella no fuera a experimentar su fantasía
favorita, sino porque finalmente tuvo sentido su desesperación al hacer el amor que
le decía: este podría ser todo el tiempo que tengamos juntos. Probablemente, él ya había
acordado ser compañero de algún otro, en la reclamación de una mujer, y ya no
podría retroceder.
Bueno, está bien. Ella podía lidiar con eso. No le había pedido promesas. No las
había esperado. Había sido divertido mientras duró… pero no lo traería de vuelta a
la cabaña con ella, después de ir a la ciudad.
Los platos cayeron las pocas últimas pulgadas hacia el fregadero. “¿No estás ya
tomado?”
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Kye se atrevió a mover la nariz sobre el rojo profundo de su pelo, sonriendo contra
su cuello, aunque cada instinto Vesti clamaba contra la necesidad de compartir a su
compañera. “Y yo podría mantenerte satisfecha sin la ayuda de otro, pero la
decisión no la tomo yo. ¿La idea de ser tomada por dos hombres te desagrada?”
“No”, dijo ella, quemando sus labios con la calidez de su sangre, que llenaba su
cuello y sus mejillas.
“Bien.” Dijo él, le dio un mordisco con algo de succión, y luego se retiró, tomando
la precaución de no llevar más allá la conversación, hasta haber hablado con Jeqon,
y conocer su destino. “Pensé que quizás podríamos practicar tiro al blanco antes de
No funcionó. Aunque estuvo cerca. Savannah sonrió y bajó el rifle. “Ya veremos,
Batman. Pero para que lo sepas, yo seré la vaquera, y tú serás el novillo que debe
ser enlazado, arrojado al suelo y atado.”
Kye se rió, lleno de confianza masculina. “Esa si es una verdadera fantasía. Incluso
si yo te diera ventajas, no hay manera de que puedas hacer lo que te imaginas.”
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El Club de las Excomulgadas
C A P IT U L O 9
Incluso estando preparado para ver a Lyan, Draigon no pudo reprimir el destello de
ira que sintió, cuando vio al Vesti surgir del edificio del portal. Lo que había
comenzado como una animosidad de la infancia se había intensificado, se había
solidificado con el tiempo, y no ayudaba que los sentimientos de Lyan fueran un
reflejo de los suyos, Lyan se erizó y lo miró con el ceño fruncido tan pronto como
estuvieron a distancia suficiente para poder hablar, haciendo que Adan se
apresurara a intervenir, como a menudo tenía que hacer, diciendo, “Esta no es la
manera de forjar la paz entre nuestros pueblos.”
“Hacerle daño a uno de los Vesti, significa declararnos la guerra a todos nosotros,
Draigon”, dijo Lyan, recibiendo la dura mirada de Draigon, y haciendo que un
nuevo sentimiento de cólera se precipitara a través de él. Las palabras de Lyan eran
una confirmación de que él sabía que su primo ya se había apareado con Savannah.
“No habrá ninguna guerra. Al verdadero estilo Vesti, tu primo tomó lo que no le
pertenecía, pero mi compañera estaría muerta si él no hubiera estado allí para
intervenir. Por esa razón, por esa única razón, lo aceptaré como co-compañero.”
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Draigon se obligó de nuevo a alejar su atención de Lyan, y enfocarla en Krista, esta
vez, se inclinó hacia delante para presionar los labios contra los de Krista, un
insulto para Lyan, y a la vez, un intercambio con Adan. Como Jeqon había dicho,
la felicidad, y la posesividad de Adan hacia su compañera de vínculo, eran fáciles
de ver.
Cuando el beso terminó, Draigon se giró y pasó junto a ellos, hacia el portal, con
pasos largos y apresurados. Se había reconciliado con la idea de tomar una
compañera humana, aunque nunca antes se había sentido atraído por ninguna
mujer, además de aquellas de su raza, y pensar en una mujer sin alas había sido un
gran peso en su pecho. Pero en el instante que vio a Krista, entendió por qué
Draigon hizo una mueca. Según decían, la Tierra era un planeta atrasado, y él no
tenía la intención de permanecer allí durante mucho tiempo. Aseguraría a su
compañera y volvería, antes de que el tercer sol saliera y se pusiera en Belizair.
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Se detuvo el tiempo suficiente para cambiar su ropa por la almacenada en una sala
contigua a la cámara de transporte, y luego utilizó las piedras Ylan, tanto para
esconder sus alas, como para transportarse a la localización de Kye. Y durante un
momento Draigon sólo pudo mirar fijamente, con asombrada incredulidad, la
imagen desplegada ante él.
Me pondría de pie y te saludaría apropiadamente, pero como puedes ver, estoy atado en este
momento, dijo Kye, su voz divertida retiró la atención de Draigon, de la vista de un
guerrero Vesti atado, y acostado en el suelo, con una humana sobre él.
Quienquiera que fuera el Sr. Rojo, se dirigía hacia ellos rápidamente. Y aunque no
estaba armado, parecía bastante mortal sin un arma. Tomó el rifle justo cuando
llegó hacia el lugar en el que Kye se había dado la vuelta y estaba sentado ahora,
liberándose de la cuerda.
“Detente ahí mismo”, dijo Savannah, cargando la recamara del rifle y apuntando al
centro del pecho del extraño, viendo como su mirada bajaba hacia el arma, y su
rostro reflejaba sorpresa, y luego diversión. Pero hizo lo que ella ordenó, sin dejar
de mirarla por un segundo, aún cuando Kye puso de pie.
“Este es Draigon d’Amato”, dijo Kye. “Él no quiere hacerte ningún daño.”
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“Puede que no quiera hacerme daño a mí, pero, ¿y a ti?”
Kye se obligó a relajarse, ¡Pero por las estrellas!, era difícil. Cuando había visto a
Draigon, había supuesto que el Amato trabajaba ahora para los científicos del
Consejo. Había asumido que Draigon venía a proteger a Savannah, mientras el
volvía a San Francisco para hablar con Jeqon. Pero la reacción de Draigon al ver a
Savannah, su anuncio, entregado telepáticamente, de que él era su compañero
según la ley del Consejo, casi había devastado a Kye. De todos los Amatos con los
que podría haber sido emparejada Savannah… que fuera este… un hombre que
siempre había estado tan claramente en desacuerdo con su primo Lyan.
Ella bajó el rifle, con la sospecha aún irradiando de ella, llenando a Kye tanto de
orgullo como de diversión. ¿Te dijo Jeqon que Savannah ha sido entrenada para servir
como una mujer policía entre su gente? Te advierto, es inteligente y observadora. Muy poco se
le escapa. Hizo una pausa, atreviéndose a hacerle de nuevo la pregunta, que aún no
había sido contestada. ¿Me has aceptado como tu co-compañero?
Sí. La respuesta fue un gruñido hostil, pero en ese momento, Kye se llenó de alivio
y gratitud, incluso de felicidad. Hasta que Draigon dijo, Déjanos solos.
La orden fue lo suficiente para hacer emerger de nuevo el deseo Vesti de aferrarse a
su compañera, ardiendo a través de las venas de Kye, con el mismo calor que la
fiebre de apareamiento. Se puso rígido. Dividido entre el impulso primitivo de
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luchar contra Draigon por la posesión de Savannah, y el conocimiento de que debía
compartirla con el Amato de pelo del color de las llamas.
Kye tomó una respiración profunda, y se obligó introducir en su cuerpo una calma
que no sentía realmente. Se concentró en las lecciones que había aprendido en su
trato con los miembros del Consejo que lo miraban con hostilidad y sospecha. No
tendría ninguna utilidad antagonizar con Draigon, aunque Kye no tenía ninguna
intención de ser un compañero de menor jerarquía ante Savannah. Por el momento
era necesaria la diplomacia en vez del desafío. No puedo irme. Ella debe ir a la ciudad
para reportarse con su capitán. Sería más seguro para ella, si los dos fuéramos allí para velar
por su protección.
El pelo largo y las bandas en las muñecas de Draigon, le decían que provenía del
mismo lugar que Kye. Y, entre la conversación que había tenido con Kye en el
desayuno, y lo que él había dicho, “esperaba que un tercero se uniera a nosotros”,
sería lógico pensar…
Savannah sonrió. Ahora que no tenía que preocuparse por defenderse a sí misma y
a Kye, se le hizo agua la boca al observar el cuerpo duro y musculoso de Draigon.
Podía incluso desnudarlo mentalmente, e imaginarse en la cama con él.
¡Maldita sea! ¡Cierra la puerta del prado antes de que el semental pueda escapar!
El pensamiento provocó una pregunta obvia, ahora que ya había pasado la sorpresa
de la aparición de Draigon. ¿Cómo diablos había llegado a la cabaña sin que ella
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notara su presencia? Porque ahora que miraba con atención, no veía ningún medio
de transporte, ni siquiera una bicicleta. Y aunque pudo haber llegado caminando,
no estaba cubierto de polvo y sudor.
Savannah se apartó y subió el rifle, vaciando la cámara al disparar a una de las latas
que ella y Kye habían utilizado en su práctica de tiro al blanco. Quedando
satisfecha cuando esta se tambaleó y cayó hacia atrás. “Deberíamos ponernos en
marcha”, dijo ella, bajando el rifle y descarando las balas restantes, mientras
caminaba a un lado del lugar en el que Kye y Draigon estaban de pie.
Le tomó quince pasos llegar al final del rastro de Draigon. O lo que ella asumió que
Se volvió hacia ellos, lo que le permitió a su mirada quedarse con la imagen de Kye
y Draigon de pie juntos, como un armonioso par de sementales que tenían idénticas
expresiones de cautela.
“Sí”, dijo Draigon, y ella sonrió ante el orgullo que irradiaba de él.
“Tú y Kye van a tener que enseñarme ese truco de desaparición que utilizan.”
4
Serie de televisión estadounidense, de ciencia ficción, fantasía y terror, conocida en América latina
como: La Dimensión Desconocida y en España como: En los Límites de la Realidad.
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No permitiré eso, dijo Draigon. Imágenes de llevarla a la cabaña, reteniéndola a la
fuerza si era necesario, inundaron su mente. La necesidad salvaje de mirar por su
placer y protección lo llenaban. La intensidad de sus emociones era ajena para él.
Ten cuidado, dijo Kye, colocando una mano en el brazo de Draigon. Ella todavía no
te conoce. Todavía no entiende tu reclamación sobre ella. Y la palabra ‘permitir’ debe ser
usada con precaución, cuando se trata de Savannah.
Debió haberlo entendido mal. A menos que los hombres provenientes del lugar de
dónde venía Kye, se emparejaran sacando sus nombres de un sombrero, ella no
podía imaginar a estos dos uniéndose y viviendo felizmente, juntos para siempre,
con la misma mujer. En este momento, le era difícil imaginar que uno de ellos
dejara entrar al otro en el dormitorio.
Aún sin una sola palabra siendo intercambiada, se estaba comenzando a sentir
como un hueso codiciado, atrapado entre dos extraordinariamente hermosos perros
de raza. Y por extraño que pareciera, no lo encontraba halagador.
Savannah sonrió… pero su perversión era tener a dos hombres a la vez, no a dos
hombres luchando a muerte por ella. Se dio la vuelta y se dirigió a la camioneta. En
este momento no tenía tiempo para hacer de árbitro, elegir entre ellos o patear
algún trasero. Lo que significaba que tendrían que terminar con su pequeña guerra
territorial por sí mismos.
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El Club de las Excomulgadas
O no, concluyó Savannah poco después, cuando Kye detuvo su camioneta,
estacionándola delante de una cabina telefónica. Había sido un largo camino desde
la cabaña, atrapada en el asiento del vehículo, entre dos hombres tensos.
Sí, los dos estaban para morirse, eran magníficos, del tipo capaz de hacerte
empapar tus bragas. Sí, tener dos hombres de manera permanente, era una de sus
Savannah negó con la cabeza, mientras esperaba que Kye saliera de la camioneta,
para poder bajar. Sus pies tocaron el piso, y una pequeña sacudida viajó por todo su
cuerpo, hasta su corazón, cuando sus ojos se encontraron. Él lucía serio, y ella no
creía que fuera sólo por la llamada que estaba a punto de hacer. “Una pregunta”,
dijo ella, inclinando la cabeza ligeramente en dirección a Draigon, que ahora estaba
de pie al lado de lo que pasaba por una cabina telefónica. “¿Tiene él algo que ver
con la conversación que tú y yo tuvimos esta mañana?”
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El Club de las Excomulgadas
“Sí.”
Ella esperó, pero cuando se hizo evidente que Kye no iba a decir nada más,
Savannah suspiró. “Está bien, entonces. Esa era mi pregunta. Ahora, aquí está mi
comentario en respuesta. No va a suceder, a menos que se produzca un importante
cambio de actitud entre ustedes dos.” Dicho esto, hizo todo lo posible por sacarlos
de su mente para poder concentrarse en lo que le iba a decirle a su capitán.
Por las estrellas, no podía perder a Savannah ahora. No cuando la felicidad estaba a
la vista. No cuando lo aparentemente imposible había sucedido, y Draigon lo había
aceptado como co-compañero, a pesar de la antigua aversión entre él y Lyan. Una
aversión que era mutua, aunque Kye no estaba seguro en cuanto al motivo que
hacía que su primo y Draigon, siempre hubieran estado en desacuerdo.
Kye se acercó a la cabina. Notando por primera vez lo impresionantes que lucían
juntos Savannah y Draigon, con sus cabellos de fuego y sus ojos verdes.
Debemos hacer las paces, dijo Kye, cerrando de manera resuelta, la puerta de la
herencia cultural de sus antepasados. Obligándose incluso a sacar de sus
pensamientos la fantasía de mantener a Savannah para sí mismo.
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El Club de las Excomulgadas
Había sentido como crecía la impaciencia e irritación de Savannah, mientras
trataba de entablar una conversación con él y Draigon. Y a pesar de haber
alcanzado un logro importante, que ella estuviera dispuesta a aceptarlos a ambos,
tanto a un amante Amato como a uno Vesti, él la había conocido lo suficiente,
durante los días anteriores, para darse cuenta de lo estúpido que había sido al
pensar que sería fácil convencerla de abandonar la Tierra. Ella tenía hermanos,
primos, padres, abuelos, tíos y tías. Un trabajo que le gustaba. Metas.
Debemos hacer las paces, repitió Kye, abriendo sus recuerdos y pensamientos a
Draigon. Permitiéndole ver todo lo que había aprendido sobre Savannah.
Había pensado que ella le daría la bienvenida con los brazos abiertos. En cambio,
lo había apuntado con un arma primitiva, y lo miró de manera sospechosa.
Había pensado, después de ver a la compañera de Adan, que la suya sería suave y
frágil, y sin embargo, era tan feroz y astuta como cualquier guerrero.
Había pensado que, al ser ella una encargada de la ley, ambos conectarían de forma
natural y la conversación sería fácil. Pero en cambio, cada respuesta tenía que ser
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recortada y ajustada, porque no podía contarle nada sobre de Belizair y los mundos
en los que había servido.
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CAPITULO 10
“Holden, debería destinarte a poner multas de tráfico. ¿Qué parte de: te ordeno que
vuelvas de nuevo a dondequiera que estás escondida ahora mismo, y permanezcas allí, no
entendiste?”
“Yo…”
“Silencio. Es demasiado tarde. Esto está fuera de mis manos ahora. ¿Quieres estar
dentro de la acción? Ya lo conseguiste. Pero mejor cuidas tu trasero, porque si
“Los tipos con los que te vas a reunir tan pronto como terminemos nuestra pequeña
discusión. Vaccaro y Kelleher. FBI.”
“Mierda.”
“Sí, y has aterrizado justo en ella. Ahora tienes que hacer tu mejor esfuerzo para
salir de ella sin hacerte demasiado daño a ti misma. Ser sabia para tu carrera, y
prudente para tu salud. Cuida tu trasero, Holden. Supondría una seria disminución
de mi fuente de salsa y mi diversión en el póker, si tuviera que dar malas noticias a
tu familia.”
“No mucho. Después de recibir tu mensaje, hice algunas comprobaciones para ver
si tu apartamento estaba en la lista de vigilancia de alguien. No encontré nada.
Entonces pregunté por ahí sobre el Casino Easy Times y lo que podría estar
pasando allí. Luego miré los antecedentes penales de tu informante, e hice un par
de llamadas telefónicas a Nueva Jersey, y averigüé que Becky Jaworski ha pagado
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varias veces la fianza para sacar de la cárcel a su novio, llamado Ricky Nowak,
conocido por ti como el Hurón. Un apodo agradable. Mejor no averiguo si me has
colocado alguno.”
Savannah sonrió. “No lo he hecho. Pero sólo porque puedo recordar su verdadero
nombre.”
“Qué siga siendo así. La relación entre Becky Jaworski Traynor y Nowak fue un
buen descubrimiento, Holden. Sobre todo porque la esposa de Traynor, ahora
parece estar en el mismo viaje que Nowak.”
“No lo sé, Holden. Es sólo un presentimiento, pero te quiero jugando con una
baraja completa, si sigues insistiendo en jugar.”
“Gracias, capitán.”
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“Sé que gasto mi aliento aquí, Holden, pero si las cosas se vuelven demasiado
calientes y quieres salir del caso, llámame. ¿De acuerdo?”
“De acuerdo.”
Por primera vez, se le ocurrió la facilidad con la que ellos podrían secuestrarla y
llevarla a su casa, dondequiera que estuviera, y el pensamiento subió el nivel de
adrenalina que ya corría por sus venas, ante la perspectiva de estar implicada en un
caso grande. Ella sólo tenía la negación de Kye de que no pertenecían a ninguna
secta. No tenía manera de comprobar si era o no verdad.
Savannah hizo rodar los hombros, y se dio cuenta que se estaba preparando como
si fuera a haber una pelea. Pero eso no la detuvo para salir de la cabina telefónica a
fin de darse espacio para poder maniobrar. Ella no había crecido entre hermanos,
primos, y peones de rancho sin aprender a notar cuando se estaba iniciando un
problema. Una mirada a Kye y a Draigon le dijo que los problemas habían llegado.
“Sí.”
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que todavía estoy oficialmente de vacaciones. A ellos no va a gustarles, pero van a
tener que vivir con ello ya que no estarían pidiendo mi ayuda si no la necesitaran.”
Esto era un hecho. Pero no le importaba el por qué la querían en el caso, sólo que al
fin tenía su oportunidad.
No hay ningún permitir o no permitir. Ella es una mujer policía, una vigilante de la ley aquí.
“Noticia de última hora. Ya estoy implicada. Además del gran sexo, ¿por qué crees
que Kye y yo nos refugiamos en una cabaña en medio de la nada?” Frunció el ceño.
Ya había tenido un breve pensamiento sobre la razón de la desaparición de Kye la
primera mañana que estuvieron en la cabaña, y si pudiera haber sido para ponerse
en contacto con Draigon. Para explicar la situación y pedir refuerzos, tal vez
incluso hubiera ayudado que Draigon estuviera acampado cerca, eso habría
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El Club de las Excomulgadas
explicado su repentina aparición en la escena sin medios visibles de transporte.
Pero ahora…
Savannah sacudió la cabeza. Tratar con ellos estaba comenzando a hacerla sentir
como si en realidad hubiera entrado en Twilight Zone y en este momento no tenía
tiempo para eso. “Mira, Draigon. Esta es la situación. Voy a encontrarme con
Kelleher y Vaccaro. Tú puedes quedarte aquí, o puedes venir conmigo. Es tu
elección, pero hazla ahora.” Decidió suavizar el desafío a su ego añadiendo: “Esta
es mi gran oportunidad y no voy a dejarla escapar por el hecho de que un hombre
hermoso se ponga en modo cavernícola conmigo.”
Entre los dos podemos protegerla, envió Kye desde la camioneta, como si leyera los
pensamientos de Draigon. Las reglas del Consejo son claras. Las compañeras de vínculo
deben estar de acuerdo en volver a casa con nosotros por su propia voluntad. Ella no se alejará
de esto a favor de un futuro que nos está prohibido revelarle.
Estaba molesto, pero sabía que Kye estaba en lo cierto. No me gusta esto.
Ni a mí tampoco. Ella aún no tiene la protección de las piedras Ylan, y este planeta es más
primitivo que muchos en los que los Vesti y Amato hemos servido como guardianes de la ley.
Sin embargo, hasta que Savannah termine con este asunto, no considerará hacer lo que le
pediremos.
Draigon asintió ligeramente. Le dijo a Savannah: “Iré contigo. Pero no esperes que
te dejemos estar sin uno de nosotros, protegiéndote en todo momento.”
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“No creo que sea difícil tenerlos como guardaespaldas”, dijo ella, su rápida y
divertida sonrisa agitó el calor a través de la polla de Draigon, e hizo que su pecho
se expandiera con anticipación.
Regresaron a la camioneta, con Savannah, una vez más, sentada entre los dos
hombres. De nuevo sintió la tensión en los hombres, y sin embargo, la naturaleza
de ésta parecía haber cambiado, haciéndola pensar que Kye y Draigon estaban más
concentrados en el posible peligro que les esperaba, que por cualquier cosa que
hubiera estado ocurriendo entre ellos.
Tal vez su conjetura anterior era correcta después de todo. Tal vez ambos hombres
Yo podría mantenerte satisfecha sin la ayuda de otro, pero no soy yo quién toma la decisión,
le había dicho Kye, y ahora que lo pensaba, no sonaban como las palabras de un
hombre que quisiera formar un trío. Lo que explicaría por qué la aparición tan
repentina de Draigon, no había sido exactamente bienvenida por Kye.
Sonrió. Bien, todavía faltaban unos minutos para llegar a la cafetería, para la
reunión con los federales. Era una lástima que, al estar sentada en medio, no
pudiera mirar los rostros masculinos al mismo tiempo. Por otra parte, ella podría
compensarlo.
Savannah volvió ligeramente la cabeza para poder ver la cara de Draigon, mientras
colocaba una mano sobre el muslo de Kye. La ternura fluyó a través de ella, al ver
el parpadeo de deseo y la incertidumbre en los ojos de Draigon, antes de que su
columna se pusiera rígida y su cara se volviera ilegible. “Entonces, ¿Alguno de
ustedes ha compartido antes a una mujer?”
“Yo lo hice con uno de mis hermanos”, interrumpió Draigon, enviando un destello
de celos a través de Savannah, cuando su mirada se calentó ante el recuerdo.
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Ella miró a lo lejos y exhaló el aliento con lentitud. Maldita sea, le había salido el
tiro por la culata. Sí, la parte racional de su mente sabía que no debería estar
molesta por el pequeño viaje de Draigon en sus recuerdos, pero…
Savannah negó con la cabeza, borrando esos pensamientos. Tenía que calmarse.
Sus reacciones habían probado su teoría. El resto llegaría, se rió disimuladamente,
el resto correría. Pero cuando el lugar del encuentro apareció ante su vista, apartó
los pensamientos de su vida amorosa, a favor de sus investigaciones.
Kye y Draigon abrieron las puertas y salieron, seguidos por Savannah, pero no
antes de que ella viera al hombre moreno que había estado vigilando su
apartamento fruncir el ceño, y proteger sus ojos también. Extraño. Por otra parte,
estaba empezando a pensar que este iba a ser un día lleno de momentos de Twilight
Zone.
“No hay razón para que no podamos unirnos con ustedes en la mesa”, dijo Kye.
“Todos somos profesionales y claramente, ellos te han visto llegar con nosotros.” A
Draigon le dijo, he estado en este planeta durante uno de sus años terrestres y sólo he oído en
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dos ocasiones, que los seres humanos demuestren una reacción como la que esos dos están
demostrando, protegiéndose los ojos, y entrecerrándolos como si no pudieran confiar en lo que
sus ojos les dicen. En ambas ocasiones, las reacciones fueron de mujeres que portaban la
secuencia de genes Fallon. Las mujeres con ciertas capacidades para penetrar en el velo de la
protección que nos proporcionan las piedras Ylan, para que no puedan vernos en nuestra
forma real.
“Bien, pero ustedes dos están conmigo, y no al revés”, dijo ella, entrando en la
cafetería en primer lugar, para demostrar su punto.
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Savannah presentó a Kye y Draigon y declaró su intención de mantenerlos
totalmente informados. Kelleher y Vaccaro intercambiaron una mirada y ella tuvo
la extraña sospecha que ellos ya los esperaban, mientras recordaba que el capitán ya
sabía sobre Kye. Él posiblemente les hubiera dado la información. “¿Qué está
pasando en el Casino Easy Times? ¿Lavado de dinero de la droga?”, preguntó ella
mientras se sentaba.
Los ojos de Kelleher se encontraron con los suyos antes de bajar hacia una carpeta
manila que estaba sobre la mesa ante él. La abrió y sacó una fotografía. Un hombre
canoso con la piel flácida y una erección, que posiblemente fuera inducida por
Viagra, aunque también era posible que los labios de la muchacha que se cernían a
“Creech y Mastrin”, dijo ella, volviendo de nuevo al momento cuando llevó a las
jóvenes y al pervertido de regreso a la comisaría de policía, viéndolo a través de una
lente diferente en esta ocasión. ¿Hubo un parpadeo de reconocimiento en los ojos
de Holland cuando los policías de Antivicio se presentaron? ¿De miedo?
Tal vez. Savannah no podía estar segura. “¿Está implicado Antivicio?”, le preguntó
a Kelleher.
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“Vaccaro lo explicará en un momento.”
“No.”
Una tercera foto aterrizó sobre las otras dos. Antes de que Kelleher preguntara a
Savannah, ella le dijo: “Es una de las muchachas que arresté el otro día. Camryn.
Parecía que era la proxeneta de Holland y de otra menor. Estoy segura que ustedes
saben más que yo sobre ello ahora. Yo fui alejada del caso una vez que la Ira de
Antivicio cayó sobre mí.”
Kelleher se echó a reír, y durante un instante, fue fácil para Savannah olvidar que
pertenecía al FBI. Tenía unos ojos maravillosos, y una sonrisa que posiblemente
hacía que las mujeres se derritieran cuando decidía hacer uso de su encanto.
Casi se rió en voz alta cuando, tanto Kye como Draigon, se reposicionaron a cada
lado de ella como si hubieran escuchado sus pensamientos. Fue una distracción
bienvenida para retirar su atención de lo que había visto en las fotografías, aunque
sólo se lo permitió a sí misma durante un instante, antes de volver al asunto en
cuestión. “¿Así que se trata de chantaje?”, preguntó, a sabiendas de que Vaccaro y
Kelleher no le mostrarían las fotos si sólo se tratara sobre prostitución de niñas
menores de edad.
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Un atisbo de sorpresa se evidenció en los ojos de Kelleher, y uno de respeto
emergió en los de Vaccaro.
Savannah reorganizó sus suposiciones con estos nuevos hechos. Había pensado que
las muchachas blanqueaban el dinero de la droga, no que estuvieran implicadas en
un chantaje. Pero obviamente lo estaban, aunque siempre era posible que ellas no
supieran sobre la cámara. “Ya que Holland y su hermana están aquí, y no en Las
Vegas, y que ustedes están aquí también, y no en Las Vegas, supongo que el alcalde
cambió sus costumbres habituales y vino a jugar a Reno.”
Kelleher le dirigió otra sonrisa deliciosa. “Lo adivinaste a la primera. Llegó cortesía
del programa de marketing del Casino Easy Times. Encontrando a las muchachas
gracias a un trabajador servicial en el hotel, que ahora no podemos encontrar para
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que conteste algunas preguntas.” La sonrisa se atenuó. “Y tampoco a las chicas.
Estamos interesados en las hermanas y en Camryn.”
“Está de nuevo en la calle. Se quedó una noche en el refugio y luego huyó. Hemos
hablado con ella, pero dice que no sabe dónde fueron las demás.”
Trece años que parecían cien. Endurecida. Savannah había sido una policía durante
demasiado tiempo, como para pensar que todo el mundo podía ser ayudado. Miró
las fotos del chantaje. “¿Dónde fueron tomadas? ¿En el Easy Times?”
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CAPITULO 11
“No”, dijo Kelleher. “En un apartamento en la esquina. La cámara había
desaparecido, pero vimos donde estuvo. El lugar no había sido alquilado, y no lo
había estado desde que las chicas lo utilizaron, así que entramos sin orden judicial.
Ivy pagó en efectivo y usando una identificación falsa, pero el gerente la reconoció
cuando le enseñamos unas fotografías.
“Tienes razón”, dijo Kelleher. “Pero si los están chantajeando, ellos no lo dicen.”
Kelleher vació el resto de su taza de café y luego sacó otra fotografía. “No estamos
seguros. Esta es Becky Jaworski Traynor. Desde hace unos días, está desaparecida,
voluntaria o involuntariamente. No es un hecho conocido, pero ella dirige un
servicio de acompañantes con una clientela que es exclusivamente de hombres que
se hospedan y apuestan en el casino de su marido. Estamos bastante seguros de que
ella sabe sobre las chicas menores de edad, aunque no está claro si están o no
oficialmente en su nómina. Cuando sus muchachas están trabajando, por lo general
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vuelven al cuarto del hotel con los hombres que acompañaban por Reno. Por lo que
al chantaje se refiere…”, se encogió de hombros y empujó el expediente hacia
Vaccaro, “no sabemos lo que ella sabe.”
El agente de cabello oscuro dejó a un lado la foto de Becky Traynor y extendió dos
nuevas ante Savannah, de dos hombres bien vestidos que salían del Casino Easy
Times. Seguidas por tres imágenes con carteles de Se Busca. “Para que sepas en lo
que te estás metiendo.”
Vaccaro dio un toque a una de las brillantes imágenes. “Errol Abrego, Psycho I.”
Sus dedos se movieron hacia la siguiente. “Jose Abrego, Psycho II.” Con una
Vaccaro y Kelleher compartieron una mirada. “No”, dijo Vaccaro. “Ellos están
fuera del circuito”.
“¿Por qué?”
Otra mirada entre los dos federales, y entonces Vaccaro se encogió de hombros. “El
par de veces que un informante ha vivido lo suficiente para lograr pasarnos algo de
información sobre los hermanos Abrego, Psycho I y II, estos han sido alertados de
alguna manera.”
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“Podría ser una coincidencia”, dijo Vaccaro, su tono de voz le dijo a Savannah que
él no lo creía. “Y ahora, tenemos otro ángulo para seguir.” Echó un nuevo vistazo
a las fotografías. “Los Abrego son clientes habituales del casino de Traynor. Llegan
un par de veces al día, convierten el efectivo en fichas, luego juegan un rato, y
ponen el resto de sus fichas en la bóveda, donde en algún momento, desaparecen.”
Vaccaro colocó una última foto en la mesa. “Carlos Domínguez. Vive en Ciudad
de México y es sospechoso de dirigir una operación para pasar de contrabando
drogas y personas a través de la frontera. Hasta ahora no tenemos nada sobre él. Es
inteligente y mantiene aislados sus negocios legítimos y sus intereses criminales.
Viene a Reno una vez al mes.”
“No. Pero juega allí y siempre gana a lo grande. El dinero es pasado a una cuenta
fuera del país. Todo es bonito y asquerosamente limpio. También está casado con
una mujer que fue a la universidad con Steven Traynor. Así que ahí hay una
conexión.” Vaccaro recogió las fotos en un montón y entonces colocó el último
artículo de la carpeta encima de ellas.
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“¿Y el resto de la investigación?”, preguntó Savannah, agitando su mano sobre las
fotografías, sabiendo la respuesta que le iban a dar, pero queriendo estar metida en
la acción de cualquier manera.
“Sí, puedes quedártelo. Puedes tomar la foto de la amiga también. Por motivos
obvios no te puedo dar las fotos en las que aparece el alcalde.”
Savannah llevó la foto de Camryn hacia su lado de la mesa y Kelleher añadió, “Lo
mismo va para las chicas. Si las encuentras, nos llamas. Tenemos que averiguar lo
que saben.”
Vaccaro se inclinó hacia adelante, dirigiendo sus comentarios a Draigon y Kye. “Si
cualquier palabra de esta investigación sale de aquí, la oficina recortará de manera
agradable y rápida sus alas. Confíen en mí, no desean esa clase de dolor.”
La leve tensión en los musculosos muslos de Draigon y Kye, fue la única indicación
de que el comentario de Vaccaro los había molestado.
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colocan en peligro, convirtiéndola en un objetivo, entonces los buscaremos para
vengarnos.”
“Creo que todos nos entendemos, Draigon”, dijo Savannah, poniendo la mano
sobre su antebrazo y apretándolo, frunciendo el ceño al ver que los ojos de Vaccaro
y Kelleher se entrecerraban de nuevo de forma idéntica.
Vaccaro también se puso en pie, todavía entrecerrando los ojos. Dejó caer un poco
de dinero sobre la mesa y le entregó una tarjeta a Savannah con un número ya
garabateado al dorso. “Las mismas instrucciones que Kelleher. Llámame aún si ya
lo has llamado a él. Llámame sólo una vez al día para reportarte, y más a menudo
si oyes algo de interés.”
Ella guardó las tarjetas en su bolsillo mientras salían, y luego se volvió hacia Kye.
“¿Nosotros no nos enfadamos, tomamos la revancha? No son exactamente la clase
de palabras que uno quiere lanzarle a los federales.”
Kye sonrió abiertamente. “Me he encariñado con la expresión. Tal vez la convierta
en el lema de nuestra casa.”
Una camarera se detuvo junto a la mesa, antes de que Savannah pudiera hacer girar
su mente alrededor del lema de nuestra casa.
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Kye tomó un billete de cincuenta dólares de su bolsillo cuando la chica extendió la
mano para recoger los platos sucios. “Me gustaría llevarme esas dos tazas conmigo,
en bolsas separadas, por favor.”
“Quiero asegurarme con quién estoy tratando”, dijo Kye, inclinándose y besando
ligeramente el lugar donde había marcado su cuello.
El calor recorrió a Draigon. Fluyendo desde el lugar donde sus labios habían
tocado su piel, y viajando hacia abajo, atravesando su corazón en el camino hacia
su polla.
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Giró la cabeza y su boca se encontró con la de ella en un beso ardiente, que sólo era
el principio de todos los que compartirían.
Savannah gimió y se acercó más a él, abrumada por el duelo salvaje de sus lenguas.
Deshecha por la profundidad del deseo de Draigon, y su propia prisa por la
necesidad de responderle.
Solo la necesidad de respirar hizo terminar el beso. E incluso entonces, fue seguido
por una rápida presión en los labios. Una promesa silenciosa para más tarde.
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Las cejas de Draigon se juntaron con confusión y consternación. ¿Pensaba que era
melancólico? ¿Pensaba que era tímido y que necesitaría ayuda cuando llegara el
momento del acoplamiento y del apareamiento?
La atrajo hacia sí, esta vez sosteniéndola de modo que sus deliciosos pechos
quedaran aplastados contra su pecho, sus pezones duros clavándose en él, su
presencia enviando una corriente de lujuria directamente a su polla, cuando su boca
capturó la de ella, su lengua saqueó y dominó, comunicándole su deseo, y también
su capacidad para darle placer.
Los dos estaban jadeando cuando se separaron, y aún así, la satisfacción recorrió a
Esta vez, cuando ella sonrió y se echó a reír, su felicidad se vertió en él, aunque su
comentario sobre la espera hasta que llegaran a casa antes de remover el avispero
no tuviera sentido para Draigon, hasta que los pensamientos de Kye tocaron los
suyos con una imagen. La voz de Kye también tenía diversión, cuando le dijo: La
gente de este planeta tiene un número asombroso de dichos interesantes, y Savannah más que
la mayoría. Y como para probar su punto, Kye centró su atención en Savannah y
preguntó: “¿Nos ponemos en marcha?”
“Sí, hagámoslo antes de que Wingman5y yo seamos arrestados por tener relaciones
sexuales en público.”
El apodo sacudió a Draigon. ¿Ese apodo significaba que ella veía indicios de su
verdadera forma? “¿Wingman?”
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llegaban a ella de la nada. Su subconsciente los recolectaba por algo, tal vez. Ella
nunca se había detenido a analizarlo.
Era terrible con los nombres, por lo que generalmente se manejaba con los apodos.
Pero… ¿Wingman? ¿De dónde había salido? Ella no era un piloto, y al primer
atisbo de una película bélica, ella era historia. Por otra parte, el beso de Draigon la
había enviado a volar.
“Flyboy6 sirve también,” dijo ella, bromeando con él, mirando cómo su nariz
aristocrática se arrugaba, y el volvía a un silencio meditabundo, haciendo que ella
se riera y se ablandara. “Será Wingman entonces. Salgamos de aquí y veamos si
Se levantaron, Kye recogiendo los dos contenedores, cada uno marcado para
reflejar de quién había sido la taza de café que contenían. Tenía poca duda de que
los científicos del Consejo encontrarían los marcadores Fallon en Kelleher y
Vaccaro. Y eso hacía aceptable para él la idea de dejar a Draigon y Savannah solos
después de que terminaran sus asuntos en la ciudad, incluso apetecible. Ser capaz
de ofrecer alguna esperanza a las mujeres de Belizair…
*******
6
Flyboys película bélica que trata de un grupo de jóvenes pilotos estadounidenses que se unen
voluntariamente para integrar la compañía Lafayette aérea en la primera guerra mundial. Si se separan
las palabras, Fly Boy, puede traducirse como Chico Volador.
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conformidad y cooperación podrían ser obtenidas por un pequeño precio, y sin
hacer preguntas.
Sabía que la Tierra era un planeta atrasado, aunque la vista desde la cabaña le
hubiera sorprendido por su belleza. Pero ahora, rodeado y bombardeado por el
ruido, metido en un edificio atestado en el que no era bienvenido el aire fresco o la
luz del sol, Draigon no podía esperar a terminar este asunto de reclamar a
Savannah y volver a Belizair, aunque era una tarea que ya no creía que sería
llevada a cabo fácil o rápidamente. Savannah estaba tan comprometida con su
trabajo como cualquier cazador de recompensas, y eso, en lugar de decepcionarlo,
lo hacía sentirse orgulloso, por su fuego y determinación.
¿Quién es él? Envió Draigon a Kye, la cólera lo llenó cuando el varón humano se rió
con Savannah, demostrando claramente su intención de seducirla.
No lo sé, gruñó Kye, ambos acercándose. Kye se posicionó frente a una máquina
tragaperras, metiendo fichas en ella. Draigon entró en el bar, tomando asiento en
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una mesa, sólo para ser abordado rápidamente por una mujer de grandes pechos,
que olía a sexo y a un intenso perfume. La mujer trató de acorralarlo contra la
pared, y su mano hizo una incursión agresiva en su regazo, mientras la risa de Kye
sonaba en su mente.
“Yo podría preguntarte lo mismo. Parece que a cada sitio que he ido hoy, he oído
que has estado por allí preguntando sobre Ricky Nowak y un par de muchachas a
las que detuviste el otro día. ¿Qué pasa? Pensé que estabas de vacaciones. También
pensaba que estabas tratando de mantenerte bajo el radar hasta que las cosas se
tranquilizaran con Antivicio. Como te dije antes, si quieres trabajar con Antivicio,
yo te recomendaré. Caray, hasta me podría ofrecer a ayudarte conocer mejor los
movimientos.”
Su voz cayó en la última frase, haciéndola sonar íntima, y los pezones de Savannah
se apretaron, a pesar de que no estaba interesada en él, no ahora de todos modos.
Los ojos de Fowler se movieron a sus pechos en un movimiento sutil y sonrió, un
destello todo dientes de GQ, que podrían haberla convertido en un charco a sus
pies, si su deseo sexual no estuviera ya copado por Kye… y después del beso de la
cafetería, por Draigon.
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mujer. Pobre tipo, parecía que iba a explotar, y tenía la impresión de que algo de
eso tenía que ver con el hecho de que estuviera con Fowler.
Savannah sonrió. Sí. Los callados eran siempre los que se debían vigilar
cuidadosamente.
“Oye, Holden, no eres nada buena para mi ego”, dijo Fowler, retirando su atención
de Draigon. “Además, me pareció oírle decir a alguien del departamento que tenías
contigo a un bonito chico de cabello oscuro, cuando fuiste al apartamento de
Nowak. Un cazador de recompensas que actúa como tu novio.”
“Puedes decir sus nombres. ¿Supongo que Creech y Mastrin todavía siguen
Fowler se encogió de hombros. “Ya sabes cómo son. ¿Dime entonces? ¿Estás
buscando a Ricky Nowak?”
Savannah jugó con un montón de servilletas de cóctel que estaban sobre la barra.
Estaba bastante segura que él ya lo había oído de Creech y Mastrin, por lo que
decírselo no causaría ningún daño. “Ricky había organizado una cita conmigo,
pero no se presentó.”
“¿Para encontrarse en The Dive? ¿En el mismo sitio donde el coche de Nowak
explotó?”
Fowler dio un silbido bajo y negó con la cabeza. “Necesitas alguien que te cuide,
Holden.” Sus ojos se encontraron con los suyos otra vez, esta vez, ardiendo con
intensidad. “Déjame darte un consejo. No de policía a policía. Sino de un amigo a
una amiga. Porque espero que así sea como me consideras. Deberías tomarte unas
vacaciones y marcharte de Reno por un tiempo. Mi instinto me dice que lo que
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sabe Nowak va a hacer que lo maten, y los asesinos van a limpiar la casa luego de
asesinarlo.”
“Mantendré un ojo abierto por ella.” Comprobó su reloj. “Tengo algo de tiempo
antes de encontrarme con un soplón. ¿Quieres comer algo?”
Fowler se rió. “Una comida de ese sitio y tengo que ir al gimnasio durante un par
de horas.” Se levantó del taburete y colocó la mano sobre el hombro de Savannah.
“Lo digo en serio, Holden, toma unas vacaciones. Sal de la ciudad y piensa en mi
propuesta sobre Antivicio cuando regreses.” Su sonrisa GQ brilló, y sus párpados
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cayeron. “Eres una mujer hermosa y no quiero verte sufrir algún daño por lo que
Nowak haya puesto en marcha.”
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CAPITULO 12
Savannah salió del bar y se dirigió a Bert´s, un cuchitril de bar y parrilla, a poca
distancia caminando, pero a un mundo de distancia en ambiente. Era un lugar
barato, visitado por prostitutas y jugadores crónicos con “mala suerte”.
Si sólo buscara información, habría ido allí en primer lugar, pero lo había dejado
para el final por la remota posibilidad de que sus movimientos llegaran
rápidamente a oídos del Hurón, y este pudiera aparecer o enviarle un mensaje. Se
habían encontrado en Bert´s un par de veces, de forma accidental. Bromearon sobre
Era un buen lugar y una buena manera de terminar la jornada laboral… no es que
ella tuviera mucho que demostrar, pero pensaba que había removido bastante la
mierda. Ahora tenía que darle tiempo a asentarse y esperar que alguien diera un
paso al frente y que viniera a hablar limpiamente, metafóricamente hablando.
Maldita sea, debió haberle pedido a Fowler que le diera un nombre de contacto con
la policía de Las Vegas. Sólo había sido el chico de oro de Antivicio durante poco
menos de un año. Antes de eso, había estado en Las Vegas. Hizo una nota mental
de buscarlo si no encontraba pronto algún rastro de las muchachas.
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Savannah entró en Bert´s y encontró el lugar vacío, excepto por un hombre con una
barba incipiente detrás del mostrador. El propio Bert.
Bert gruñó. “De repente, mucha gente está interesada en buscar a Ricky Nowak.
Incluyéndote.”
“¿Antivicio?”
“Tal vez.”
“¿Creech y Mastrin?”
“¿Alguien más?”
“Algunos otros nombres, extranjeros, pero me encargo de olvidarlos tan pronto los
oigo.”
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“¿Abrego?”, preguntó Savannah, pensando en los hombres que servían como
lugartenientes de Carlos Domínguez, los dos hermanos que Vaccaro había apodado
como Psycho I y II.
“No.” Bert cerró la caja de cartón y la colocó en una bolsa. “¿Quieres llevar
galletas y ensalada de col?”
Bert no respondió a ninguna de las preguntas. “¿Quieres llevar bebidas con esto?”
“Tal vez. Una de las chicas menores de edad ha desaparecido. Al igual que su
hermana y la amiga de su hermana.” Savannah sacó la hoja de los Servicios
Sociales doblada y una sobada foto de Camryn. “¿La reconoces?”
Savannah sonrió, pensando que comenzaba a parecer que todas las piezas del
rompecabezas podrían encontrarse en la misma caja. En una caja llamada Ricky el
Hurón Nowak. “Claro, quiero tres. Coca-cola Light para mí, espera un momento y
te diré las otras dos.” Fue hasta la puerta y salió, vio a Kye apoyado en la esquina
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del callejón junto a Bert´s. “Podríamos comer aquí”, dijo ella, pensando que era
posible que Ricky pudiera aparecer, además de que realmente tenía hambre, si
sentaban en la parte trasera, nadie podría verlos desde la calle, lo que lo hacía lo
suficientemente seguro y mucho mejor que esperar, o comer en la cabina de la
camioneta en el camino de regreso a casa.
Kye se reunió con ella antes de que pudiera pagar la comida, e insistió en hacerlo
él. Draigon llegó un momento más tarde y tomaron una mesa. Savannah tenía que
concedérselo, ellos habían estado cerca, protegiéndola como habían prometido,
pero le habían dado la suficiente distancia como para que nadie fuera consciente de
que Draigon y Kye estuvieran con ella.
Draigon se puso rígido y ella se sintió culpable por burlarse de él. Pobre chico.
Realmente tenía que soltarse un poco. Buscó en la caja que contenía el pollo, su
mirada se movió para encontrar la de Kye. “¿Muslo o pechuga?”
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convirtiéndose en brotes dolorosos. “Tomaré pechuga también.” Su mirada se
elevó. “La mujer que me abordó fue un fastidio que traté de manejar sin llamar la
atención hacia mí. Si hubieras estado en peligro, ella no me habría distraído para
protegerte.”
Savannah se estiró y tocó su mano, rozó la punta de sus dedos sobre la pulsera con
extraños remolinos de piedras rojas con motas doradas, y grabados intrincados de
algo que parecía como, entornó los ojos… ¿el ave fénix? Eso la hizo sonreír. Él era
una contradicción. Lo miró a los ojos. “Sólo estaba tomándote el pelo. Sé que
habrías estado allí si hubiera necesitado ayuda.”
Savannah se comió otro muslo y tomó un ala, mientras Kye y Draigon tomaban
otra pechuga, pero, mientras que Kye se avocó a comer de inmediato, Draigon
parecía incapaz de apartar la mirada de la pieza que ella comía. “¿Qué?”, dijo ella
finalmente, preguntándose por la expresión de su rostro, una mezcla de curiosidad
y horror mientras ella se lamía los dedos para limpiarlos. “¿No has visto a nadie
comer un ala antes?”
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“¿Cómo se llama este alimento?”, preguntó él, dándose cuenta por la expresión
sorprendida de Savannah, que debió haber dejado de lado su orgullo y habérselo
preguntado directamente a Kye.
“Pollo”, dijo Kye, con cara seria, aunque su voz llevaba un indicio de diversión a
costa de Draigon.
“No.”
“Estoy bien. La comida está buena.” Tomó otro bocado de pollo para demostrar
que sus palabras eran verdaderas.
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“Bert hace el mejor pollo en Reno. A excepción del de mi abuela, por supuesto.
Nadie lo prepara mejor que Grams.” Una sonrisa se dibujó en los labios de
Savannah, y Draigon encontró que podía leer su intención de bromear. “Cuando
acabe la investigación, pasaré por el rancho y haré que Grams cocine algunas
Ostras de las Praderas para ustedes. Son un verdadero placer al paladar y Grams
tiene una receta secreta que ha sido transmitida de generación en generación.”
Savannah hizo una pausa durante un latido, el tiempo suficiente para que los
pensamientos de Kye y Draigon se unieran, mientras trataban de interpretar como
podían ser encontradas las ostras en la pradera. En ese momento, aparentemente
satisfecha por lo que leyó en sus expresiones, Savannah dijo: “Por supuesto, eso
podría significar que tendrán que quedarse por aquí durante algún tiempo. Hasta
No fue necesario que el pensamiento de Draigon tocara el de Kye, para poder sentir
el horror del otro hombre. Ambos se tensaron en sus asientos, y sus piernas se
cerraron automáticamente, como si protegieran sus propios testículos.
Primitivo, dijo Draigon. Como los Ewellians, que comen los corazones de ciertas bestias
acuáticas con el fin de ganar valor. A Savannah le dijo, “No tengo ninguna necesidad
de comer testículos de toros, con el fin de excitarme o ganar resistencia.
Descubrirás que no carezco de ella cuando te reclame como compañera de
vínculo.”
Savannah parpadeó, la sorpresa estalló a través de ella, seguida una carcajada tan
fuerte que tuvo que limpiarse las lágrimas de los ojos. Dios, si ella no lo conociera,
pensaría que Draigon era de otro planeta. No debía salir mucho. Incluso su
discurso era tan… del Viejo Mundo. Formal.
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Especialmente de la manera que Grams los cocina. Cortados finamente, cubiertos
de vino y salsa caliente, y envueltos en harina de maíz, y entonces…”
“¿Tienes algún número al cual Ricky pueda llamarte?”, preguntó Bert, levantando
su mirada de una revista que leía, detrás de la caja registradora.
Savannah dudó, considerando sus opciones. No quería creer que algún policía
corrupto de Reno estuviera involucrado, pero encontrar que el Hurón estaba
vinculado tanto al lavado de dinero como al chantaje, la ponía un poco paranoica.
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razonable. Pero ahora se preguntaba si él, en aquel momento, ya sabría algo. Y tal
vez, sabía más de lo que le había dejado entrever. Tal vez era más que su instinto el
que le hizo decir: Algo está pasando en Antivicio, además de que hayas estado pisando los
dedos de la gente y cabreándolos. Así que cuídate la espalda allí también.
Mastrin, porque ella había terminado una pelea en un bar en la que él estaba
involucrado, y lo había llevado a la comisaría en el asiento trasero de su coche
patrulla, junto con el tipo con el que había estado peleando, para enterarse después
que Mastrin era un policía encubierto. Pero diablos, eso realmente terminó
beneficiándolo, al hacerlo parecer legítimo. Y ella debería haber conseguido una
palmada en la espalda, o una disculpa, por la mierda de charla que tuvo que
aguantar de él.
Mierda. Era un riesgo. Pero podría tener que esperar varios días, zambulléndose en
tugurios, casinos y vagando por la calle, en espera de que el Huron se sintiera lo
suficientemente valiente como para acercarse a ella. Le dio a Bert un número de
teléfono. “Es mi móvil. Si contactas con Ricky, dáselo. De lo contrario olvida que
lo tienes. ¿De acuerdo?”
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Savannah asintió y dejó el edificio. Ella no esperaba problemas, pero aún así,
comprobó la calle, tomando nota de las personas que había, luego caminó hacia la
parte de la ciudad donde habían escondido su camioneta.
Cuatro manzanas más adelante, Savannah llegó a una zona de bares de mala
muerte, con bailes de regazo, bebidas baratas, y gente que se hacía de la vista gorda
a todo lo que sucedía en las mesas. Redujo la marcha, tentada a detenerse, quedarse
por un rato y enseñar las fotos de Holland y Camryn por segunda vez en el día, y
preguntar por ahí otra vez por el Hurón, pero antes de que la idea cuajara, un coche
con placas ocultas se detuvo a su lado. Dos hombres bajaron, mientras ella trataba
de alcanzar su arma. Los reconoció claramente, aunque sus fotos en los anuncios
“Hija de puta, tienes la nariz metida en asuntos que no te incumben”, dijo un tercer
hombre, el conductor, mientras llevaba la pierna hacia atrás, preparándose para
darle una patada en la cabeza.
Pero antes de que alguno de ellos pudiera decir o hacer algo más, Kye y Draigon
estaban allí, saliendo de la nada, con una furia ardiente vibrando en el aire. El
sonido de violencia llenó el aire, mientras Savannah se daba la vuelta y trataba de
recuperar el arma.
¡No lo mates, O serás detenido!, gritó Kye en la mente de Draigon, calmándolo cuando
estuvo a punto de utilizar su fuerza superior para romperle el cuello al hombre que
se había atrevido a golpear a Savannah.
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Con un gruñido, Draigon puso los brazos del atacante detrás de su espalda,
atándolo con el lazo bouren de su pelo, ese era el propósito para el que había sido
creado… para retener a infractores de la ley. Tomó el arma y un cuchillo de su
malhumorado prisionero, y luego se movió hacia el conductor, todavía
inconsciente de los golpes que tanto él como Kye le habían dado.
Draigon le quitó las armas al hombre inconsciente, y luego desvió su atención hacia
Savannah, llenándose de furia ante la marca enrojecida de su cara, el alivio se
mezcló con el orgullo, cuando se dio cuenta de su postura estable, confiada, de su
arma apuntando al hombre que Kye había sometido.
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Savannah tomó la tarjeta de presentación de Vaccaro. Los policías locales
probablemente se preguntarían cómo había llegado tan rápidamente a la escena el
FBI, aunque podrían esperarlos en la comisaría cuando los hermanos Guzmán
llegaran, su condición de buscados les daba jurisdicción y un motivo para
interrogarlos.
“No.” Ella oyó sirenas. “Tengo aproximadamente treinta segundos antes de tener
que decir algo.”
“Está bien. Dales explicaciones cortas y simples. No sabes quién son. No sabes por
Vaccaro hizo un sonido. Una risa ahogada o un gemido estrangulado. Sin ver su
cara, Savannah no podía estar segura de cual era. “Estaré en contacto”, dijo él, y
colgó.
Los coches patrulla comenzaron a llegar a la escena, y ella se preparó para las
interminables preguntas y respuestas. “Qué empiece la diversión.”
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escapar un suspiro de alivio cuando Savannah finalmente dijo. “Pongámonos en
marcha.” La frase por primera vez tuvo sentido para Draigon. Entre el asalto a su
compañera de vínculo, la repetición de declarar los acontecimientos y la apretada
ropa de la tierra, él efectivamente, ¡tenía ganas de poner algo en marcha!
Kye llevó a Savannah hacia sus brazos y cubrió su boca con la suya, tan pronto
como regresaron a la camioneta. El ardor de su abrazo y el salvajismo de su beso le
comunicaron los sentimientos que lo atravesaban. ¡No podía perderla!
Se estremeció, poco dispuesto a retirarse. Y sin embargo, sabía que debía hacerlo.
Llevaré las muestras de ADN a los científicos en San Francisco, le dijo a Draigon.
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CAPITULO 13
La determinación llenó a Draigon, alentada por el ataque, y también por su
convicción de que la Tierra era un planeta primitivo y peligroso. Y reforzada por la
rigidez implacable de su polla y el terror de perder a Savannah.
Un músculo se contrajo en su mejilla. Por todo lo que era sagrado para los Amato,
él quería dejar de lado su ley, decirle que ella era demasiado importante para
arriesgarla, que en Belizair estaría segura, libre para moverse y hacer amigas entre
las otras mujeres humanas mientras esperaban el nacimiento de los niños, a…
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conformaría con una vida así. Incluso en el corto tiempo que la conocía, podía ver
que su cuerpo vibraba con energía, mientras que su mente iba a toda velocidad,
buscando rompecabezas para resolver y observando el mundo a su alrededor, todo
ello preparándola directamente para revertir cualquier mal que pudiera encontrar.
Una pequeña medida de paz volvió a él cuando recordó las palabras de Jeqon, y se
recordó a sí mismo que ni siquiera Adan… y Lyan, un hombre al que no le
Draigon llevó la mano de ella a sus labios y la besó. “No quiero discutir contigo,
Savannah. Esta es la primera oportunidad que tenemos para estar solos, de la
manera que tú y Kye lo han estado.”
El cuerpo de Savannah se ablandó, la cólera dejó su cara para ser sustituida por una
sonrisa burlona, una que Draigon estaba aprendiendo a amar y temer. Su corazón
se aceleró en su pecho cuando ella cerró la distancia entre ellos. “Las aguas
tranquilas son profundas”, dijo ella, haciendo que deseara reír y protestar al mismo
tiempo. Pero sólo pudo gemir cuando su dedo acarició su labio inferior mientras
ella susurraba, “Yo tampoco quiero discutir contigo.”
“Savannah”, dijo cuando terminó el beso, dándose cuanta mientras lo hacías que
su mano se había dirigido a su pecho, ahuecándolo, presionando el pezón
endurecido contra la su palma.
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Ella se rió, un sonido que hizo que su polla latiera y se sacudiera, sus ojos bajaron a
su pecho, respirando en jadeos rápidos, para luego liberar la mano de la suya y
comenzar a desabotonarse la blusa, mostrando lentamente las reveladoras curvas y
la carne ligeramente bronceada. Haciendo imposible que él dejara de mirarla
No es que ella pudiera considerarlo un niño. Era todo un hombre. Duro y feroz.
Fuerte. Total y completamente masculino.
Su coño se contrajo al ver sus fosas nasales extenderse y sus ojos oscurecerse por la
lujuria. Gimió cuando él levantó su mano sólo lo suficiente para retirar la otra copa
del sujetador, para que la carne pudiera tocar carne, una callosa palma primero y
luego unos dedos que agarraron, apretaron y tiraron, explorando mientras él
miraba, con su atención completamente concentrada en ella, aprendiendo lo que le
gustaba, como complacerla. Su cara mostró su satisfacción cuando ella gimió y se
arqueó ante su toque, cuando de repente, ya no era suficiente y su propia mano
bajó hasta su regazo, desabotonando sus vaqueros y abriendo la cremallera para
poder introducir los dedos y tocarse a sí misma.
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“Por la Diosa, tú me deshaces”, le dijo, su expresión era tan hambrienta, que
Savannah enredó los dedos en su pelo, tirando de éste y susurrando. “Pon tu boca
sobre mí.”
Él lo hizo con un gemido, yendo con mucho gusto hacia su pecho, con su boca y su
lengua áspera y mojada, jugueteando con el tenso pezón y la carne febril, cuando
ella quería succiones firmes y mordeduras casi dolorosas. Ella se empujó contra él,
retorciéndose, intentando que la succionara con más fuerza, pero él se resistió hasta
que ella comenzó a suplicar, su nombre llenó la cabina de la camioneta,
convirtiéndose en gemidos cuando él comenzó a succionar como si intentara
extraer hasta la última gota de placer de su cuerpo, como si tratara de tirar de su
Savannah se apoyó contra la puerta del pasajero, llevándolo con ella, gimiendo
cuando su mano retiró la de ella, cuando él luchó contra el ángulo incómodo y la
estrechez de sus vaqueros, que no permitían que su mano se deslizara con facilidad
a lo largo de su pubis, para que sus dedos alcanzaran la excitación húmeda y los
labios de su coño, hinchados y enrojecidos.
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Draigon se sentó de manera rígida. Su orgullo mancillado era una herida que
Savannah sentía en su propia piel.
Sus palabras dejaron a Draigon atontado. Y luego llegó la risa, que emergió desde
lo profundo de su cuerpo, aumentando hasta que hasta que las lágrimas cayeron
por sus mejillas.
Cuando la risa terminó, Savannah rozó sus labios contra los de él. “Me gustas así.
Libre y lleno de sentido del humor, y un toque de hombre macho, sólo lo justo para
mantenerme en vilo.”
Draigon cerró la distancia casi invisible entre sus labios, su lengua se introdujo en
su boca, una caricia, una comunicación más tierna que las palabras conmovedoras,
una unión que los dejó perdidos en su propio mundo durante un largo momento.
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antes de que diera un paso él estaba allí, de pie delante de ella en toda su gloria
masculina.
Él no era tan rápido como Kye en captarlo. Hubo un ceño fugaz, que confirmó lo
que Savannah había concluido antes, que Draigon no debía haberse alejado de su
aislada comunidad muy a menudo, y luego apareció el tenue rayo de comprensión
masculina. Una mirada ardiente cuando tomo su mano y la colocó sobre su
Ella se rió y frotó la palma de su mano de arriba abajo sobre su polla cubierta por
los vaqueros, deleitándose con la forma inmediata en que la expresión de su cara se
tensó por el deseo, enfocado en ella por completo, lo que hizo que se sintiera como
si fuera la única mujer en el mundo para él. “Hagámoslo”, dijo ella, y esta vez su
respuesta fue inmediata, segura, un eco de sus propias palabras. “Sí, hagámoslo.”
No es que ella fuera algo mejor. Había llenado la tina de agua esa mañana,
preparándose para un poco de acción con Kye después de que regresaran de la
ciudad.
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Su mirada se deslizó hacia abajo por el duro cuerpo de Draigon, encontrándolo tan
excitante como el de Kye. Su sonrisa se hizo más sensual cuando su polla se
balanceó como saludándola. No podía decir que lamentara el hecho de estar a solas
con él en este momento, en su primera vez juntos.
Ella se acercó a él, colocando los brazos alrededor de su cuello. Las manos de
Draigon se colocaron en su cintura, atrayéndola, para que se tocaran, piel contra
piel, por primera vez.
“Si sigues mirándome así, voy a estallar en llamas”, dijo ella, acariciando sus labios
con los suyos, dejándolo sin aliento ante el puro placer de abrazarla… y de ser
abrazado por ella.
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“Quizás deberíamos entrar en el agua, entonces.” Pero aún así, era reacio a dejarla
ir, aunque quisiera explorar su cuerpo más a fondo. Queriendo estar en lugar en el
que podría aparearse más fácilmente con su compañera.
“Tú ya te has convertido en mi mundo”, le dijo, con temor de que fuera demasiado
pronto para esa confesión, pero incapaz de detenerse de decírsela.
¿Crees que el amor puede llegar después de unos pocos minutos, tras la lujuria a primera
vista?
Sí. Creo que es posible reconocer a alguien con el que puedes pasar el resto de tu vida, y que al
mismo tiempo, tus hormonas estén a toda marcha y desees saltar sobre su cuerpo.
Oh, sí. Pensaba que era posible, aún cuando no estuviera preparada para admitir
ante Draigon o Kye, que ellos se habían convertido en la encarnación de cada una
de sus fantasías, y ni siquiera podía contemplar la idea de estar sin ellos.
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Savannah enredó los dedos en el pelo de Draigon y tiró de su boca de nuevo hacia
la suya. Diciéndole con el beso, con la presión de su cuerpo contra el de él, lo que
aún no podía decirle con palabras.
Draigon permitió que más de su peso se apoyara contra Savannah, con su corazón
tronando en su pecho, en el mismo ritmo salvaje que palpitaba a través de su polla,
mientras su lengua se clavaba dentro del calor húmedo de su boca. Su mensaje
tácito lo atravesó, llenándolo de esperanza.
Savannah estaba hecha para él. Tan cierto como si la Diosa hubiera mirado más
allá de Belizair, y hubiera encontrado a su otra mitad, la que le daría lo que
ninguna otra podría darle. Hijos, sí. Pero estos se habían convertido en una feliz
consecuencia de formar un vínculo con Savannah, y ya no eran la razón principal
para hacerlo.
Se estremeció cuando las manos de ella acariciaron sus hombros. Gimió cuando su
pie acarició la parte posterior de su pierna, el movimiento hizo que su pelvis se
inclinara, haciendo que su rígido clítoris se frotara contra su polla.
“Te deseo dentro de mí”, susurró ella cuando su beso terminó, sus palabras
lanzaron una ardiente llama de necesidad de su corazón a su pene.
Ella se rió, su risa ronca fue única advertencia, cuando ella hizo lo que le había
pedido, tomando su pene en su mano, y dirigiéndolo hacia su entrada, lentamente
se empaló en su rígida longitud, jodiéndose a sí misma sobre él, pulgada a pulgada,
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su puño limitando la profundidad de su penetración hasta que él estuvo
refunfuñando, corcoveando, loco de necesidad por ella. Hasta que tomó el control,
colocando los brazos de Savannah alrededor de su cuello, mientras sus manos se
clavaban en sus nalgas y la sostenían en posición. Su boca se fundió con la suya.
Empujó la lengua contra la de ella, mientras reclamaba a su compañera de vínculo,
tragándose sus gritos de liberación y llenándola con su semilla, con sus esperanzas
de futuro. El chorro de esperma como lava caliente, sólo abrió las puertas de la
pasión que sentía por ella.
Quería pedirle que se vinculara con él, que aceptara las pulseras que había creado
para ella, que le permitiera que se la pusiera alrededor de las muñecas. Quería
pedirle que se fuera a casa con él. Pero sabía que era demasiado pronto, aunque él
ya estaba completamente perdido en ella.
De mala gana dejó su boca, dejó besos en su oreja, cuello, y hacia abajo, el agua
caliente fue un obstáculo repentino, un impedimento para lo que deseaba, lo que
necesitaba. Saborearla. Explorarla. Reclamarla completamente.
Con un gruñido la levantó la colocó en los cojines blanqueados por el sol que
cubrían la plataforma, su mente se rebelaba por el pensamiento de que ella pudiera
haber estado allí con otros hombres, que otros pudieran haber experimentado esto
con ella. A Kye lo podía aceptar, menos a regañadientes ahora que había visto la
verdad de la evaluación más temprana de Kye, la necesidad de dos varones para
mantener segura a Savannah mientras permaneciera en la Tierra. Pero el
pensamiento de alguien más, hizo que Draigon se prendiera en un pezón de
Savannah, mordiendo, chupando, lamiendo. Ahora de manera agresiva. Queriendo
marcarla. Deseando dejar una huella tan profunda, que ella nunca recordara a otro
hombre que hubiera estado con ella en ese lugar, y de esta manera.
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Savannah se arqueó hacia Draigon, abriendo las piernas, extendiéndose de manera
disoluta. Los labios de su coño ya estaban enrojecidos, separados, cubiertos por su
excitación.
El recuerdo de las palabras de su primo la hizo reír. Oh sí, ella estaba preparada. Y
quería que Draigon rodara sobre ella.
Gimió en protesta cuando sus labios dejaron su pecho y él se deslizó hacia abajo,
poniendo distancia entre su pene y su coño.
Enredó sus dedos en su pelo, preparada para arrastrar a Draigon hacia arriba, hasta
que su boca encontró su hendidura. Su lengua se movió sobre su carne hinchada,
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trascendía los universos. Los gemidos de Savannah se unieron a sus gruñidos. Su
orgasmo convocó al suyo.
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CAPITULO 14
La preocupación apareció en el rostro de Jeqon, cuando Kye entró en las cámaras
de los científicos. “¿Hay algún problema con Draigon?”
“¿Aparte del hecho de que es probable que se esté acoplando con Savannah en este
mismo momento?”, dijo Kye, haciendo después una mueca y levantando una mano
para detener cualquier comentario de su amigo. “No es la costumbre Vesti. Pero…
realmente he aceptado que Savannah nos pertenecerá a ambos, a Draigon y a mí. Y
si vamos a permanecer en la Tierra durante algún período de tiempo, se necesitarán
“Una esperanza para nuestras mujeres”, dijo Kye acercándose a Jeqon, y poniendo
sobre la mesa los contenedores que llevaba en la mano. Decidiendo ahorrar tiempo
y explicaciones reproduciendo mentalmente los sucesos de la cafetería, Kelleher y
Vaccaro protegiendo sus ojos, sus extrañas miradas, la divertida amenaza de
Vaccaro a Draigon acerca de cortarle las alas.
Jeqon se echó a reír, sus ojos brillaban. Los Baraqijal son más serios que la mayoría de
los Amato. No me puedo imaginar que Draigon se divirtiera con la amenaza, especialmente
proviniendo de un varón humano.
Cierto, Draigon no ha llegado a disfrutar de la Tierra… y de los que viven aquí, como tú y yo
hemos hecho. Hablando de otros, ¿has tenido noticias sobre los progresos de Lyan y Adan con
Krista?
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Hoy volvieron a Belizair. Las cejas de Jeqon se juntaron. Draigon tenía la intención de
esperar su llegada para conocer a Krista y decirle que Savannah se uniría pronto a ella en
Winseka, ¿no lo hizo?
La sonrisa dio paso a una expresión sombría. “No estoy seguro de cuán fácilmente
La expresión de Jeqon se ensombreció. “Como dicen por aquí, Donde hay voluntad,
existe un camino. Todavía es muy pronto.” Centró su atención en los contenedores,
abriendo el primero y sacando la taza, tocando la mente de Kye con el fin de
verificar que Kelleher era el rubio-cobrizo. Él atraería a nuestras mujeres, dijo Jeqon,
con alas se vería como un Amato.
“No puedo recordar ningún caso en el que la secuencia Fallon se haya encontrado
en un varón humano.”
“No ha habido ninguno, aunque sólo hemos probado al azar. Hasta ahora, la
mayor parte de las mujeres que hemos identificado han sido como Krista, niñas o
personas que perdieron el contacto con sus hermanos a una edad muy temprana.
Hasta donde yo sé, ninguna de ellas tiene parientes varones de interés para
nosotros.”
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Kye miró mientras Jeqon tomaba la muestra de ADN de la taza y le aplicaba una
sustancia líquida, antes de colocarlo en una máquina. Estaba ansioso por escuchar
los resultados, pero había aprendido hacía mucho que debía abstenerse de pedir a
los científicos del Consejo que le dieran detalles técnicos. Hacer esto era una
invitación a un dolor de cabeza. “¿Querrás comprobar a los hermanos y primos de
Savannah?”
Kye asintió con la cabeza, no viendo ninguna razón para negar lo obvio. Otros
Por primera vez, realmente apreció lo bueno que podría resultar tener a Draigon
como compañero de Savannah de acuerdo a la ley del Consejo. De que Adan fuera
el co-compañero de Lyan al reclamar a la amiga de Savannah. Tanto el clan de
Adan como el de Draigon eran antiguos y respetados, y contaban con muchos
aliados.
Kye dejó que Jeqon hiciera su trabajo, sabiendo por experiencia que lo haría con
más rapidez sin distracciones. Se dirigió a la gran sala de estar acristalada y se
colocó delante de las ventanas, mirando los veleros y barcos de pesca de la bahía.
Había cuerpos de agua similares en Belizair, pero ni los Vesti, ni los Amato se
sentían atraídos hacia ellos, no de la misma manera en que lo estaban los humanos.
En Belizair, las alas harían que muchos de los deportes y actividades acuáticos que
se realizaban en la Tierra fueran imposibles o desagradables. Y aunque algunos a lo
largo de la costa, capturaban pescado como un medio de vida, este era un manjar
caro y no uno de los pilares en la dieta de los Amato o de los Vesti.
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mañana tirando a una amplia variedad de latas y objetivos de papel con sus armas
primitivas. Y mientras lo hacían, Savannah le había hablado de su familia,
regalándole con aventuras y proezas que implicaban al ganado.
“Serán informados dentro de poco. Los otros científicos están repitiendo mi trabajo
ahora. Cuando sus conclusiones se hayan realizado, y concuerden con la mía,
llevaremos los resultados a Belizair, y discutiremos cómo proceder a continuación.”
La cara de Jeqon se puso seria, pensativa. “Pero tendremos que hacerlo con
cautela. No hay ninguna garantía de que este descubrimiento ofrezca una diferencia
para nuestras mujeres. ¿Se lo dirás sólo a Draigon?”
7
Referencia a Harland David "Colonel" Sanders, fundador de la cadena de comida rápida KFC
(Kentucky Fried Chicken).
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Kye asintió con la cabeza. “Aumentar las esperanzas de nuestras mujeres, sólo para
tener que aplastarlas después, sería insoportable para todos nosotros.”
“Gracias.”
“¿Te quedarás aquí esta noche?”, dijo Jeqon, girando su cuerpo, su atención ya a la
deriva hacia las actividades que se estaban realizando en los laboratorios.
******
“Supongo que debería haber dejado una llave bajo uno de los cojines o haber
dejado la puerta trasera abierta”, dijo Savannah, mientras caminaban alrededor de
la cabaña, agachándose para recoger la ropa que habían ido descartando por el
camino.
Draigon se rió entre dientes, cuando oyó ese sonido, ella hizo una pausa y miró
hacia atrás por encima del hombro, abriendo ampliamente los ojos ante la vista de
su polla, que estaba llena de nuevo.
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Ella soltó una risita, sin duda muy consciente de sus pensamientos, sus ojos
brillaban, tanto por diversión como por intención sexual, mientras redirigía su
atención, para agacharse y recoger su sujetador, el movimiento hizo que la mirada
de Draigon fuera hacia el lugar donde sus piernas, ligeramente musculosas, se
unían en una vulva hinchada, parcialmente abierta, en una oferta seductora para
otro beso, o para otra follada con su lengua.
Draigon gimió y se tomó así mismo con la mano, cuando el fuego se arrastró por su
eje, y sus pelotas se tensaron, pesadas otra vez y llenas de semilla. Su mirada subió
de los labios inferiores femeninos a las cremosas nalgas y la hendidura entre ellas.
Los celos llegaron, igual que cuando había reclamado a Savannah sobre los cojines
al lado del jacuzzi, una posesividad que lo hacía preguntarse si algún hombre
humano la había tomado de esa forma. Si Kye lo había hecho.
Draigon liberó su polla con el fin de buscar el tubo de aceite ritzca que estaba en el
bolsillo de sus vaqueros. Entonces dejó caer la odiosa ropa terrestre al suelo. Se
acercó rápidamente a Savannah, mientras ella permanecía agachada, intentando
alcanzar su ropa interior de encaje.
179
I
El Club de las Excomulgadas
Su brazo se movió alrededor de su cintura, su mano fue infaliblemente hacia su
montículo, y sus dedos encontraron lo que sus ojos ya le habían mostrado. Carne
femenina, húmeda e hinchada.
“No”, ordenó él, cuando ella comenzó a enderezarse y levantarse. Su pene latió
cuando ella obedeció. Una fina capa de sudor se unió al agua del baño que aún
permanecía sobre su piel. La pasión de Savannah lo quemaba vivo.
Draigon arrastró sus nudillos hacia abajo por la espalda de Savannah. El tubo
absorbía el calor de su puño, aunque esto no era necesario.
Ella se sacudió contra él, pero no luchó, no protestó. Y él se atrevió a decir lo que
estaba pensando. “Te tendré por aquí ahora.”
180
I
El Club de las Excomulgadas
Savannah gimió en respuesta, con su coño cerrándose y abriéndose sobre los dedos
que él tenía dentro de ella. Su excitación inundó su mano, mientras la lujuria los
atravesaba a los dos.
La soltó, pero sólo lo suficiente para entrar en la cabaña. Ella cayó en la cama,
sobre su espalda, la mano de Draigon se dirigió nuevamente a su montículo,
ahuecándolo, aunque esta vez, sus dedos solo permanecieron en su hendidura
“¿Has hecho esto antes?”, gruño él. Los celos y la posesividad lo atravesaron.
Amenazando con robar su placer.
“Una vez. Pero fue bueno para mí.” Una sonrisa jugueteó en la cara de Savannah,
encontrando un pequeño lugar para anidar en su pecho, ensanchándose cuando ella
le dijo, “Creo que tú puedes hacerlo mejor.”
Draigon abrió el tubo y apartó la mano del cuerpo de Savannah, cubriendo los
dedos con aceite ritzca. Su palpitante polla, ya esperaba lo que pasaría cuanto el
transitara su camino por su entrada trasera, primero la cabeza de su polla y luego su
eje se saturarían con el aceite. Entonces, la sensación se intensificaría para ambos,
el dolor y el placer se mezclarían en un momento de necesidad exquisita y agonía.
181
I
El Club de las Excomulgadas
Por la Diosa. ¡Podría morir en la Tierra al hacer el amor con su compañera de
vínculo!
Colocó los brazos alrededor de su cuello, y lo atrajo hacia ella, dando la bienvenida
a su beso, mientras ella trataba de no tensarse cuando sus dedos acariciaron su ano.
Un calor inesperado quemó a través del oscuro orificio.
“Te pertenezco”, dijo Savannah, necesitando tanto lo que él tenía para ofrecerle,
que ella no podía bromear, solo exigir. Suplicar. “Ahora fóllame. Por favor.”
Y él lo hizo, deslizándose dentro y fuera de su agujero casi virgen, hasta que ella
estuvo gritando, corriéndose. Sus uñas arañaron su espalda y lo llevaron sobre el
borde con ella.
******
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El Club de las Excomulgadas
Kye se estacionó en el nivel inferior del garaje que estaba frente al bloque de
apartamentos del Hurón. Realmente no esperaba encontrar alguna prueba en
cuanto a la identidad del francotirador al que había matado aquel primer día. Pero
hasta este momento, no había tenido la libertad de regresar a investigar, aunque la
imagen del arma primitiva del francotirador y la facilidad con la que Savannah
podría haber muerto, eran un horror que no olvidaría fácilmente.
Usó la escalera abierta para llegar al piso superior del garaje, moviéndose con
cautela, silenciosamente. La tenue iluminación que había tanto en el hueco de la
escalera como en el garaje, eliminaba la máscara de oscuridad que el cielo nocturno
habría impuesto de otro modo. Había coches de todo tipo en el edificio, y Kye sólo
El dios de los Vesti era un dios errante, sus creencias eran simples comparadas con
las de los Amato. Y sin embargo, una creencia era compartida por ambas razas.
Tenían que cuidar de Belizair. No hacer nada para dañarlo. Y a cambio, Belizair
protegería a aquellos que vivieran allí. Haciéndolos impermeables a los ataques de
fuerzas externas. O al menos había sido así antes del virus Hotaling.
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El Club de las Excomulgadas
habitantes salían durante temporadas para trabajar o explorar, pero nunca de forma
permanente, a no ser que la muerte los sorprendiera. Y aun así, la mayoría creía
que sus espíritus volverían a Belizair.
Kye salió del hueco de la escalera, atento a la presencia de otros y al peligro que eso
pudiera representar. Pero todo lo que lo saludó fue el sonido del crujido de restos de
papel, y vasos de bebidas para llevar, movidos por el viento. El crujido sutil y
chasquido del enfriamiento de un motor. El olor de aceite y hormigón. Caucho y
gasolina.
Se movió hacia la pared baja, y miró el edificio de apartamentos del Hurón, viendo
Kye miró a su alrededor, viendo las cosas como el francotirador las habría visto.
Obligo a sus pensamientos a convertirse en los de un francotirador.
Desde el garaje, el apartamento del Hurón no era visible. Pero sí lo había sido la
camioneta de Savannah. E incluso ahora, en la oscuridad, la calle entre el
aparcamiento y el edificio estaba ocupada, a diferencia de las calles casi
abandonadas alrededor de The Dive.
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El Club de las Excomulgadas
Dudaba que el asesino lo hubiera dejado con vida. No cuando él no podía estar
seguro de lo que Savannah podría haberle dicho.
Kye se dio la vuelta y se concentró en los coches que estaban cerca de donde estaba
parado. Una sonrisa se formó en su rostro cuando vio la furgoneta que estaba
inmediatamente delante de él.
Su altura habría evitado fácilmente que el francotirador fuera visto, y le habría dado
el tiempo suficiente para ocultar un arma, si fuese necesario. Con unos pasos, el
rifle podría haber sido guardado bajo los asientos.
Una pequeña risa se le escapó cuando recordó la advertencia de Jeqon. Ten cuidado,
y trata de no hacer nada para recordarle al Consejo que eres el primo de Lyan.
No por primera vez desde que conoció a Savannah, admitió que tal vez, se parecía
más a su primo de lo que había pensado antes. Si estuviera absolutamente seguro
que la furgoneta pertenecía al francotirador, y si pensara que obtendría información
importante, no dudaría en forzar el vehículo, incluso sabiendo que dejaría sus
propias huellas digitales al hacerlo.
Sólo tenía un presentimiento. La imagen rápida del hombre que había matado. Su
cara parcialmente oculta por el arma, aunque Kye creía que el hombre era uno de
los hermanos Abrego.
185
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El Club de las Excomulgadas
Daría esta información a Vaccaro o Kelleher directamente, o haría que Savannah lo
hiciera. Tendría que pensar en una historia para hacer que se interesaran en ese
vehículo, ya que no había ningún cuerpo, ningún arma, o ninguna evidencia clara
de un francotirador.
Kye volvió sobre sus pasos a la escalera. Dudando. Tentado a volver a la furgoneta.
Con miedo a que esta desapareciera, aunque no tenía ninguna prueba que esta
tuviera algo que ver con el hombre que había matado. Trató de apartar sus dudas a
favor de la lógica en la que basaba sus acciones. Pero al llegar al nivel inferior del
garaje y al coche del Consejo, ahora equipado con los instrumentos que había
encontrado útiles sirviendo a los intereses de los científicos como cazador de
Se tomó unos momentos para registrar el resto del vehículo. Pero más allá de los
papeles de registro con el nombre de una empresa desconocida, la furgoneta estaba
intachable. Se metió los papeles en un bolsillo y cerró con el seguro las puertas,
antes de volver otra vez sobre sus pasos, sólo para ponerse rígido cuando se
encontró a los dos policías de Antivicio, rondando cerca del lugar en el que estaba
estacionado su coche.
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El Club de las Excomulgadas
CAPITULO 15
Savannah estaba de costado, frente a Draigon, admirando los duros rasgos de su
rostro, su nariz aristocrática, los llenos labios masculinos y la caída su pelo
ondulado, esparcido sobre las almohadas. Dios, era hermoso. Tan magnífico como
Kye. E igual de adictivo.
Ella tiró de su mano y él la soltó cuando ella se inclinó, presionando su boca contra
la de él, siguiendo la comisura de sus labios con la lengua, persuadiéndolo para que
abriera la boca para ella. Para dar la bienvenida al beso, a la exploración lenta de
lengua contra lengua, mientras su mano recorría su cuerpo hacia abajo, haciendo
una pausa para explorar los músculos tensos de su abdomen antes de continuar.
Él ya estaba semi-erecto, pero su polla saltó en saludo cuando su mano llegó hasta
ella, se llenó de sangre cuando Savannah rodeó con sus dedos la carne caliente,
acariciándolo. Arriba y abajo. Hacia arriba y abajo, hasta que sus caderas se
levantaron de la cama, su lengua frotándose agresivamente contra la de ella,
preparándose para hacer una demanda para que ella le cediera el control, y le
permitiera cubrir su cuerpo con el suyo, una demanda que ella no sería capaz de
rechazar, si le permitido llegar tan lejos. Con una risa ronca, ella terminó el beso.
“Oh, no, tengo algo planeado.”
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El Club de las Excomulgadas
Gimió cuando la boca de Draigon tomó su ofrecimiento, su pezón estaba sensible
por toda la atención que había recibido. La sensación de la lengua y la boca de
Draigon la hacía sentir como si un hilo ardiente pasara desde su pecho a su coño.
Su succión la hacía balancearse en el delgado borde entre el dolor y el placer. Cada
tirón en su pezón hacía que que los músculos de su canal se tensaran y aflojaran,
cada roce de su lengua hacía latir su clítoris, y el conjunto la hacía arder por dentro,
revistiendo su piel de un ligero sudor brillante, de modo que cuando el gimió y la
instó a dirigirse hacia abajo, ella no se resistió.
Se sacudió cuando su suave boca finalmente tocó la cabeza de su polla, gritó contra
los húmedos labios de su coño, cuando su lengua rodeó la punta de su pene,
empujando su propia lengua en su coño y luego moviéndose a su clítoris, imitando
sus movimientos en la cabeza de su polla, succionando el botón hinchado cuando
ella lo tomó en su boca e hizo lo mismo con él.
La lujuria era un rugido que borraba todo pensamiento, una carrera que no dejaba
espacio para nada, excepto las sensaciones, un deseo feroz que lo exigía todo. Él se
ahogó en su perfumada excitación, ardió en sus brazos, se entregó completamente a
Savannah, aún cuando se deleitaba del modo que ella se entregaba tan libremente a
la pasión, a él.
*******
Kye obligó a su cuerpo a relajarse ante la presencia de los dos policías de Antivicio.
No confiaba en ellos. No le gustaban. Y sin embargo, no podía permitirse
fastidiarlos.
Ellos podrían matarlo con sus armas primitivas si les daba la oportunidad. O
podrían retrasar su regreso hacia Savannah con un viaje a comisaría, si les permitía
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incitarlo a decirles algo, o a hacer algo por lo que ellos pudieran presentar cargos.
Kye decidió no hacerles caso, tratar de llegar a su coche sin una confrontación.
Creech se burló. “Tal vez está escondida en alguna habitación de hotel, junto al
otro niño bonito que escuchamos que se ha unido a ella.”
Kye se puso rígido, su cuerpo entero gritaba por el ultraje, por el deseo de hacer
Mastrin comenzó donde su compañero había acabado. Su sonrisa era un gesto que
no alcanzaba sus ojos. “Cada pelirroja con la que he estado ha sido como una
yegua salvaje en la cama. Pero nunca he tenido que pedir refuerzos.”
“Si han terminado de divertirse a mi costa, quizá puedan decirme por qué están
aquí”, dijo Kye, cuando oyó el sonido de un coche que entraba en el
estacionamiento y se dirigía hacia donde estaban.
Creech cambió la postura, mirando sobre su hombro hacia donde los haces de luz
iluminaban la pared. Mastrin dijo: “Buena pregunta. Y yo te podría preguntar lo
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El Club de las Excomulgadas
mismo.” Los ojos del policía fueron al estuche en la mano de Kye, estrechando los
ojos. “¿Qué hay adentro?”
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pierna de Kye. “¿Tiene eso algo que ver con el destrozo del apartamento de Ricky
Nowak?”
“No”, dijo Kye, su tono emparejado al de los dos hombres, como si en efecto no
hubiera ningún resentimiento. “Savannah dijo la verdad. El apartamento ya estaba
saqueado cuando llegamos, y no tocamos nada.”
Creech exhaló un suspiro fuerte de aire. “Está bien entonces, ya hemos terminado
aquí.”
********
“No he oído el sonido del teléfono.” De hecho, ahora que lo pensaba, no había
visto que Kye o Draigon llevaran un móvil, y el suyo estaba recargándose en la
cocina.
Besó un camino hacia abajo por su garganta, sin molestarse en juguetear con un
acercamiento lento, sino yendo directamente a su muy querido pezón, tomándolo y
succionándolo, dándose un banquete, tragándose sus gemidos de placer,
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El Club de las Excomulgadas
buscándolos para llenarse de ellos, de la misma manera que un día sus hijos los
buscarían por su leche.
Con un gruñido, se elevó por encima de ella, usando su fuerza para sostenerla, de
manera que su boca pudiera permanecer en su pecho, mientras la empalaba con un
empuje duro y rápido, follando dentro y fuera de ella, de una manera que la hizo
gemir de placer.
Por las estrellas, aunque había sido tomada repetidamente, su coño era un puño
alrededor de su polla, extrayendo todo lo que él tenía que ofrecer. “Savannah”,
susurró, abrazándola más fuertemente, mientras se sumergía dentro y fuera de ella,
su boca dirigiéndose hacia la suya, tragando ávidamente sus suspiros y gemidos, la
intensidad de las emociones y sensaciones físicas que no dejaron espacio para la
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El Club de las Excomulgadas
dulzura. Sólo había una carrera salvaje y dura hacia el final. Al éxtasis. A ser uno
con ella. Una liberación que lo dejó tembloroso, sus músculos laxos, su corazón
tronando en su cabeza.
Kye se estremeció cuando Savannah le pasó las uñas por la espalda y por encima de
sus nalgas, gruñendo cuando lo mordió en la barbilla, y se rió cuando ella
murmuró, “Es mejor que te quites de encima, Batman. Por mucho que me gustaría
comerte, necesito algo más nutritivo.” Hizo énfasis en la declaración
mordisqueando sus labios. “Y a menos que el gran sexo me haga tener
alucinaciones, puedo oler comida china. ¿Trajiste?”
Kye la besó, abrazándola, antes de colocar sus manos suavemente sobre sus
costados.” Vas a tener que levantarte por tu cuenta. No soy capaz de alejarte de
mí.”
Savannah se rió y bajó la cabeza, rozando sus labios contra los de él, antes de rodar
hacia un lado y sentarse al borde de la cama. “Tomaré una ducha primero.”
Se duchó rápidamente, poniéndose un tanga negro y una de las camisas que había
comprado para Kye, una verde que hacía juego con sus ojos y los de ella, y ahora
con los de Draigon también. Por alguna razón, el pensar que todos tenían esa
característica en común la hizo sonreír. Infiernos, ¿a quién quería engañar? Ellos
provocaban su sonrisa. Y era más que un gran sexo, más que tener su fantasía
favorita al fin en su dormitorio, contra el lateral de la camioneta, en la mesa de la
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cocina, y… Savannah se rió. La lista podría continuar para siempre con Kye y
Draigon como inspiración.
Salió del cuarto de baño y encontró que Draigon y Kye ya habían puesto la mesa.
Se detuvo ante el mostrador de la cocina, sólo lo suficiente para mirar en su celular
y comprobar los mensaje en su correo de voz. Su mirada se posó en un estuche de
rifle y en unos papeles de registro de un vehículo, suponiendo que pertenecían a
Kye, y preguntándose por el nombre en los papeles, Inversiones Wray, antes de
concentrarse en los pocos mensajes que había, con la esperanza que el Hurón
hubiera llamado. No lo había hecho. Savannah dejo el teléfono en el mostrador y se
unió a Kye y Draigon en la mesa. Ellos llenaron sus platos, silenciosos durante los
Entonces, ¿qué te detiene? ¿Tienes miedo que el Director de tu escuela se entere y te despida
por faltas a la moral?
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El Club de las Excomulgadas
Savannah estudió a Kye durante un momento y volvió su atención hacia Draigon.
Ellos no estaban aquí solo para la fiesta. Estaban por algo a largo plazo. Ella lo
sentía. Lo creía. Todo lo que habían dicho y hecho lo confirmaba. Esto no era
casual para ellos. Estaban jugando para conservarla.
La buena voluntad de Kye para compartirla, cuando era algo que nunca antes había
hecho, era parte de la prueba. La naturaleza seria de Draigon, su exterior rígido que
permitió que ella destapara, exponiendo su vulnerabilidad, era otra pieza de las
pruebas. Habría apostado su caballo favorito a que Draigon no permitía a muchas
personas ver al hombre que ella había vislumbrado en la camioneta cuando su
sesión de besos había terminado abruptamente, al hombre que se había reído de sí
Justo o injusto, se esperaba que los policías vivieran sus vidas rigiéndose por los
estándares más altos. El departamento, podría no despedirla por vivir con dos
chicos que también eran sus amantes, pero eso no significaba que no fuera
instigarla a marcharse. Había muchos trabajos en la policía que no tenía ningún
interés en hacer. Trabajos que le harían muy difícil conseguir su placa.
Suspiró, recordando la conversación que había tenido con algunas de sus primas,
sobre lo mucho que estarían dispuestas a renunciar por un buen hombre, el hombre
perfecto, como si tal criatura existiera. Savannah tomo un bocado del rollo de
verduras, estudiando de nuevo a Kye y Draigon. “¿A cuánto estaría dispuesta a
renunciar por estar con ambos?
Kye extendió la mano hacia ella y alisó la piel entre sus cejas. “¿Qué estás
pensando? ¿Qué te preocupa?”
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Savannah trató de encogerse de hombros, y dejar el futuro a un lado. “Sólo pensaba
en Krista.” Lo que era cierto en parte. Los pensamientos sobre Krista la habían
llevado a pensar en los problemas potenciales en su carrera profesional, que
llegarían debido a Kye y Draigon.
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parecía que no tenía intención de respirar hasta que contestara la pregunta, y Kye
se había convertido en una gran imitación de una estatua.
Hizo rodar los hombros y les dijo la verdad. “Claro que sí, quiero hijos. En el
futuro. En un futuro lejano. Como cuando llegue a ser detective.” Y luego, en un
intento nada sutil de cambiar de tema, le preguntó a Kye. “Entonces, ¿confirmaron
las tazas de Kelleher y Vaccaro que son quienes ellos decían que eran?”
“No. Sólo al garaje.” Kye se movió en su silla, odiando no poder decirle toda la
verdad a Savannah, que él había descubierto al francotirador, que lo había reducido
a partículas días atrás, y ahora sólo procuraba verificar que era uno de los
lugartenientes de un señor de la droga, para poder saber cuál de sus enemigos ya no
era una preocupación.
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Kye se estremeció ante el escepticismo en la voz de Savannah, y decidió que si
debía llevar el peso de su cólera, prefería que fuera rápidamente. “Estaba dentro de
una furgoneta colocada de forma que podría ocultar al francotirador de la vista, y
aún permitiría que éste pudiera ver la entrada delantera del edificio del Hurón.
También tengo los papeles de registro del coche.
Savannah cerró los ojos brevemente. No sabía si reír, gritar o subirse por las
paredes. “Vamos a ver si lo entiendo, ¿Forzaste una furgoneta, y robaste objetos de
ella? ¿Estás admitiendo ante un policía que violaste la ley?”
Mierda, un minuto antes, la idea de vivir con ambos abiertamente le había parecido
un asesinato potencial para su carrera. ¡Y ahora esto! ¿No sería divertido?, ¡tener un
novio al que tener que estar consiguiéndole una fianza constantemente! La idea la
hizo reír, su sentido del humor se interponía, a pesar de la gravedad de la situación
subyacente.
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El Club de las Excomulgadas
enterraron en sus bragas, sumergiéndose en su excitación antes de retirarse para
acariciar y manipular brote hinchado.
Durante un breve instante Savannah pensó en alegar “falta”, señalando que dos
contra uno no era jugar limpio, pero a medida que las ondas doradas de placer la
atravesaron, se entregó a sus manos y bocas. Y no se resistió cuando la llevaron de
regreso a la cama.
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El Club de las Excomulgadas
CAPITULO 16
Extendieron a Savannah en la cama, trabajando juntos, Draigon tomando posesión
de una muñeca y fijándola al colchón por encima de su cabeza, mientras que Kye
sostenía la otra. Sus labios, acariciaron lentamente sus hombros, dirigiéndose hacia
abajo y alcanzando sus pechos al mismo tiempo.
A su cuerpo.
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follándola con empujes superficiales de modo que su coño se convirtió en una boca
desesperada y hambrienta, que apretaba y se aflojaba tratando de capturar sus
dedos.
Ella se arqueó y gimió, habría prometido cualquier cosa con tal de que le
permitieran correrse. No había ninguna otra posibilidad, ningún pensamiento de
contestar nada distinto a ‘sí’.
Cuando el beso terminó, Draigon se movió y Kye estaba allí. Ojos oscuros por la
necesidad. Sus fosas nasales extendidas. Su cara tensa. “Acepta mi pulsera
también”, dijo él, apenas permitiéndole decir ‘si’, antes de que sus labios cubrieran
los suyos, su lengua sumergiéndose en su boca. El beso fue salvaje al principio, y
luego se hizo gentil, y ella en ese momento pudo sentir su felicidad, su satisfacción,
su alegría. Y todo eso la hundió, una ola que se precipitó sobre ella y luego
retrocedió, llevándola con ella. Dejándola encendida, necesitada.
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Soltaron sus muñecas y sus tobillos, y Savannah se aprovechó de eso cuando el
beso terminó. Rodó, sentándose a horcajadas sobre las piernas de Kye. Su mano
fue a su polla, sus primeros pensamientos fueron de empalarse en ésta, pero
entonces los dedos de Draigon estaban entre sus muslos, persuadiéndola para que
se inclinara hacia atrás y se colocara sobre sus antebrazos y rodillas, mientras Kye
tomaba posición, sus manos se aferraron a la cabecera, y su pene quedó ahora a
sólo unos centímetros de la cara de Savannah.
Kye se sacudió cuando la lengua de Savannah salió como una flecha, lamiendo la
cabeza de su pene y enviando pulsos encendidos de placer sobre su eje. Susurró,
“Por favor”, cuando ella lo aferró más fuertemente, cuando lo tomó en su boca y
comenzó a succionar, reduciéndolo a la misma impotencia en la cual ellos la
habían mantenido. Sus pelotas se apretaron, su polla palpitaba, pulsando, pidiendo
a gritos su liberación.
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El Club de las Excomulgadas
succionando su liberación, mientras se desplomaba, llena de una agotada
satisfacción.
La realidad era mucho mejor que la fantasía, aún cuando la realidad llegaba con
una complicación… decirle a Kelleher y Vaccaro sobre el presunto allanamiento de
Cada vez que mirara las bandas, pensaría en el tipo de persuasión que utilizaban
Kye y Draigon. Y tan pronto como tuviera la oportunidad, iba a sacar las cuerdas y
corresponderles. Los ataría a la cama uno por uno, y encontraría cada zona
erógena, luego las explotaría hasta que ellos accedieran a lo que ella quería…
respuestas. Sobre su hogar. Su gente. Su cultura. Y sobre todo, ¿por qué había dos
hombres para cada mujer?
Oh, sí, ellos le contarían todo lo que quería saber, y ella les recompensaría como
ellos la habían premiado. Con un placer tan intenso que los dejaría fuera de
combate.
Se levantó sobre un codo para poder estudiar a Draigon mientras dormía. Él era
una sorpresa. El opuesto a Kye y a ella misma en muchos sentidos. Y sin embargo,
ella lo disfrutaba. Inmensamente. Y no sólo por el sexo fantástico. Él era el
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El Club de las Excomulgadas
complemento perfecto para ella y Kye. El hombre serio en su equipo de comedia.
Añadía profundidad, textura, y riqueza con su presencia.
Ella le acarició el pecho, encantada con lo cálida que se sentía su piel contra la
suya, sonrió cuando él se movió y abrió los ojos, revelando una riqueza de
emociones no contenidas cuando su polla se hizo eco de su placer de despertar,
para encontrar su atención puesta en él. Savannah se inclinó, rozó sus labios contra
los de él, riéndo suavemente cuando su polla palpitó contra su muslo. “Alguien está
contento”, bromeó, gimiendo cuando los dedos de Draigon se enredaron en su
pelo, sosteniéndola para poder clavar su lengua en su boca, en un beso que no dejó
ninguna duda de cuáles eran sus intenciones.
“Deberías tenerlo. Mucho, mucho miedo.” Pero antes de que ella pudiera
explicarse, el teléfono móvil comenzó a sonar.
Ella enseñó su pulgar hacia arriba a Kye y Draigon, al oír el sonido de la voz del
Hurón. “¿Dónde?”
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“Tan pronto como me vista.”
“Está bien. Sube por la tres y cuarenta y uno. Te llamaré más tarde y te indicaré
donde nos encontraremos. No sigas más adelante de Virginia City si no tienes
noticias de mí.” Hizo una pausa. “Ven sola. Ningún otro policía. Si veo a otro
policía, tú no me verás.”
Tal vez antes de que los hermanos Guzmán hubieran saltado sobre ella, habría
accedido. Ahora no. “No llevaré ningún policía, pero tuve que conseguirme un par
de guardaespaldas desde que concertaste la primera reunión.”
Savannah sólo se retrasó el tiempo suficiente para decirle el plan a Kye y Draigon,
y entonces dejó el teléfono para poder tomar una de las tarjetas de los agentes del
FBI.
Ella lleva nuestras bandas, dijo Draigon, con su mirada fija en los movimientos de
Savannah. Deberíamos ponerle fin a esta tontería, ahora.
¿Aún te haces ilusiones? Has pasado tiempo a solas con ella. ¿De verdad crees que es posible
impedirle hacer esto? Kye negó con la cabeza. Si quieres escoger este momento para pelear
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El Club de las Excomulgadas
con Savannah, es tu elección. Pero tengo que preguntarte, ¿ha echado ella algo más que un
vistazo de pasada a las bandas? ¿Has hablado con ella sobre su significado?
No.
Ni yo. Son simplemente piezas de joyería para ella. Nada más. Sabíamos que esta reunión
era una posibilidad. Y vamos a mantenerla a salvo. Cuanto antes termine con este asunto,
más pronto podremos convencerla de venir con nosotros.
Odiaba admitirlo, pero Kye estaba en lo cierto. No podría ganar esta lucha con ella.
Estaba decidida a llevarla a cabo, y todo lo que hicieran para impedirlo echaría al
traste los progresos que habían hecho con ella. Con una cabezada silenciosa,
Draigon estuvo de acuerdo con la evaluación de Kye, y cambió su atención a la
conversación de Savannah con el agente del FBI.
“¿Dónde?”
“¿A tu celular?”
“Sí.”
206
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El Club de las Excomulgadas
Podía oír una conversación en voz baja. Estrategia más que argumentos. Vaccaro
volvió a la línea. “Está bien. Independientemente del ofrecimiento de Nowak, dile
que puedes prometerle inmunidad y protección inmediata, si está dispuesto a hablar
con nosotros. Si acepta, llama y danos una localización, y Kelleher y yo iremos y
asumiremos todo.”
Savannah arrugó la nariz. Claro. Su fácil consentimiento la hizo pensar que ellos
iban a usar su teléfono móvil para rastrearla… si no lo estaban haciendo ya. De lo
contrario, Vaccaro nunca la habría dejado tomar las riendas. Hacerse a un lado no
era la manera de hacer las cosas del FBI.
“¿Por qué?”, Esta vez el tono de voz de Vaccaro era claramente FBI.
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El Club de las Excomulgadas
Vaccaro reprimió una risa. “Sí. No te molestes en decirme que la furgoneta estaba
sin cerrar con llave, y que la puerta estaba abierta, asumiré que así era. ¿Tienes el
número de matrícula?”
“Algo aún mejor. Tengo los papeles del registro.” Savannah los miró y leyó el
número de matrícula.
“¿Cuál es, Psycho I o Psycho II?” Necesitaba los apodos que Vaccaro usó al
mostrarle las fotografías, con el fin de recordar su aspecto.
“Sí.”
Savannah cerró el teléfono y miró a Kye. “Bueno, eso ha estado mejor de lo que
esperaba. ¿Listo para que la diversión comience?”
Kye cerró la distancia entre ellos y la colocó entre sus brazos. “Listo para que esto
termine y poder llevarte a casa con nosotros.”
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Savannah lo abrazó y se retiró, haciendo caso omiso del matiz que escuchó en su
voz, y renunciando a los pensamientos de cómo la iba a presentar a Kye y Draigon
a su familia. “Terminemos con esto”, dijo ella, después de que todos se hubieran
vestido, usando un paño de cocina para evitar que se marcaran sus huellas sobre el
estuche del rifle o en los papeles del registro… no es que ella estuviera convencida
de que Vaccaro los incluyera entre las pruebas. Pero de nuevo, teniendo en cuenta
la participación de Kye, la preocupación se acabaría tan pronto como el material
desapareciera.
Ella hizo una mueca. Sí, algo así como amar a un policía. Colocó la pistola en la
funda y tomó el teléfono celular para comprobar el nivel de carga y la fuerza de la
señal por enésima vez. Casi lo dejó caer cuando sonó.
Ella se lo dijo.
209
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El Club de las Excomulgadas
“Está bien. Hagan un cambio de sentido. Vayan a la parada de camiones Gold
Country. Entren en el restaurante y esperen.” Ella le pasó las instrucciones a Kye y
poco tiempo después, llegaron al lugar.
La parada de camiones estaba llena, pero no atestada. Había tal vez veinte
camiones grandes alineados en tres filas en el aparcamiento de asfalto agrietado a la
derecha de los surtidores. Savannah lo había visto más lleno. Cuando el mal tiempo
llegaba a California había conductores encerrados y esperando, porque no querían
quedar atrapados en la nieve, o ser retrasados por un accidente en cadena.
Kye se paró a su lado. “El hablará más libremente si sabe que controlamos el
aparcamiento.”
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El Club de las Excomulgadas
“Mira”, dijo él, “el día que te llamé para concertar la cita, llegué a mi apartamento
para encontrar que había sido destrozado. Entonces fui a The Dive y te vi con
alguien más. ¿Qué se supone que debía pensar? Me puse nervioso. De repente una
nueva cara aparecía, cuando cada vez que me giraba veía a alguien de Anti vicio
husmeando y preguntando por mí.”
El Hurón sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de su camisa, la golpeó con el
talón de su mano, y un par de cigarrillos salieron. El los apretó con su pulgar, e
inmediatamente volvió a dar un golpe al paquete, haciendo saltar los cigarrillos
como el pan de una tostadora. Volviendo a meterlos mientras decía. “Tengo una
amiga. Ella tiene información. Información de alto nivel. Sólo que hay
“Tú enviaste las fichas de níquel y dime a la comisaría. Querías que investigara el
Casino Easy Times, lo que se movía allá arriba, y que tal vez averiguara que Becky
había desaparecido y mucha gente estaba preguntando por ahí, buscándola, aún
cuando su marido no lo ha denunciado a personas desaparecidas.” Savannah
inclinó la cabeza. “Lo que no puedo entender es por qué hiciste que Bert me diera
el chivatazo sobre las muchachas menores de edad, que Becky usaba como parte de
su servicio de acompañantes. No me digas que ella de repente consiguió una
conciencia, y decidió que las chicas debían salir de allí, e ir a familias adoptivas.”
“Becky no fue al jardín de infantes a atraer esas niñas a la mala vida. Ellas ya
estaban en el negocio.” El parecía incómodo y Savannah se preguntó si le habría
dicho a Becky que pasó la información sobre las muchachas.
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El Club de las Excomulgadas
“Una de ellas, Holland, tiene trece años. Y ahora ha desaparecido. ¿Bert te dijo
eso?”
“Lo hice. Por lo visto, no funcionó. A la que estoy más interesada en ayudar es a
Holland. Ella está probablemente con su hermana Ivy y con otra muchacha
llamada Camryn. ¿Sabes dónde podrían estar?”
“¿Qué chantaje?”
“¿Me estás diciendo que no sabes nada acerca de atraer hombres al Easy Times,
luego citarlos con las muchachas y luego tomar fotografías de sus vacaciones, del
tipo no destinado para que las esposas y sus hijos las vean?”
“Si esto estaba pasando, todo era idea de Traynor. Lo de las muchachas fue su
idea, pero puso la operación a nombre de Becky y la dejó dirigirla. Ella firmó un
contrato pre-nupcial cuando él le dijo que esa era la única condición para que se
casara con ella. No habría ninguna pensión alimenticia si se separaban, pero ella
podría quedarse con todo lo que sacara de los servicios de acompañantes mientras
estuvieran casados.
“Suena como el motivo perfecto para ejecutar un plan de chantaje, junto a las
chicas.”
El Hurón negó con la cabeza. “Mira, Becky no necesitaba dinero extra. No pensaba
terminar las cosas con Traynor, y él no era tacaño a la hora de comprarle lo que
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quisiera. Es un tipo al que le gusta que los famosos y los peces gordos vengan a su
casino. Le gusta ser visto, y adornar a una esposa de la mejor manera era parte del
espectáculo. Pero Becky sabe el valor de apartar algo de dinero en efectivo por si las
cosas no resultan del modo que deberían. Ella dirigió el servicio de acompañantes y
le gustó hacerlo. Le gustaba formar parte de las cosas.”
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El Club de las Excomulgadas
CAPITULO 17
“Traynor no podía mantener sus pantalones puestos, eso es lo que falló.” El Hurón
abrió su mano y dejó caer el cigarrillo marchito en la mesa. “Becky cumplirá treinta
este año. Ya sabes cómo es eso, ¿verdad? No personalmente, quiero decir, pero
sabes de lo que estoy hablando, ¿cierto? Treinta podría significar estar fuera de
acción en las Vegas, como follar a tu abuela. No es tan malo en Reno…” miró
hacia la puerta y jugueteó con el salero y pimentero.
“No. Camryn.” Miró a los ojos de Savannah. “La arrestaste. Tienes que saber de
quién hablo.”
Oh, sí, Savannah sabía quién era… y tenía una gran aversión por la participación
de Camryn al vender a las menores de edad. Una gran boca, una gran actitud.
Tengo al mundo agarrado por la polla y voy a aprovecharme de ello, era sólo el principio
en cómo podría ser resumida Camryn. E incluso sin conocer a Becky Jaworski,
Savannah podía ponerse en su lugar. Imaginar lo que Becky había sentido.
Averiguar que su marido la engañaba. No con una extraña, sino con una muchacha
que probablemente sonreía con satisfacción y se regodeaba, todas aquellas miradas
que de repente daban en el blanco y jugaban con los miedos de Becky, con su
confianza. Con su ira.
8
Los Tres Grandes, referencia a los treinta años.
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El Club de las Excomulgadas
“Déjame adivinar, en vez de enfrentarse a Traynor, Becky comenzó a recoger
información sobre sus actividades en el blanqueo de dinero. Tal vez pensando en
negociar un buen acuerdo de divorcio. Sólo que él no cooperó.”
“No quiso o no pudo. Al tipo con el que había estado tratando no le gustaban los
cabos sueltos o las balas perdidas. Un par de sustos y Becky vino a mí. Es por ese
motivo por el que estamos aquí sentados. Ella quiere negociar.” El Hurón suspiró,
una fuerte exhalación que lo desinfló ligeramente. “Ella tiene información de
Traynor, pero él tiene información sobre ella también.”
Savannah adivinaba que el chantaje era el ‘más que eso’ que Traynor tenía sobre su
esposa. Sobre todo si él estaba follando a Camryn, y esta estaba con implicada en
sus actividades. Pero ella le creía a Ricky cuando le decía que no sabía nada al
respecto.
Savannah casi sonrió del modo en que el Hurón había llevado la conversación a
donde ella quería. “Yo diría que un trato es posible. Muy posible. El FBI ha estado
investigando el casino de Traynor por un tiempo. Ya sospechaban la conexión con
Domínguez y están ansiosos por arrestarlos. Lo bastante deseosos para que, cuando
tu coche voló y se enteraron de que yo te estaba buscando, fueron hasta mi capitán
y me llamaron. Ellos quieren ofrecerte protección e inmunidad inmediata. Si tú lo
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tomas, apuesto que puedes conseguir lo mismo para Becky. Es lo mejor que puedo
hacer por ti, Ricky.”
El Hurón tiró nuevamente del cuello de su camisa, esta vez dejando sudor en la
tela. “¿Confías en las personas con las que has estado hablando?”
“Vaccaro y Kelleher. Sí, confío en ellos para que cumplan sus promesas. Le dije a
Vaccaro acerca de nuestro encuentro después de que llamaras.” Ella sacó su
teléfono móvil, decidiéndose a jugársela, para demostrarle que podía confiar en ella
con el fin de cerrar el trato. “Pero este es el eslabón más débil. Puede ser rastreado
por satélite. Así que no me extrañaría que Vaccaro y Kelleher estén cerca. Si te
Savannah hizo una mueca. “Sí. Pero continua si tienes que hacerlo.”
“Sí.” El cigarrillo volvió al bolsillo otra vez. “Becky no está hecha para
habitaciones baratas de moteles y pasar desapercibida.”
Savannah no le dio tiempo para cambiar de opinión. Llamó a Vaccaro. “Ricky está
de acuerdo en hacer el trato, hacer otro por Becky Traynor.”
“¿Dónde estás?”
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Silencio. Una carcajada. “Estamos en camino. Voy en un coche Town Lincoln
negro. Kelleher en uno de color azul oscuro.”
Ella cerró el teléfono. “Estarán aquí en un minuto. ¿Estás seguro que no puedes
decirme donde están las tres muchachas?”
“¿Por qué quieres dar con las chicas? Lo que Becky les dará sobre Traynor es
mucho. Más que suficiente.”
“Está bien. Te daré espacio.” Decidió volver a jugársela. “O esperaré aquí. Como
te dije hace un minuto, Ricky. Es tu decisión.”
El frotó las palmas de las manos sobre sus muslos, dejando un rastro brillante de
sudor. “No. No. Eso está bien.” Hizo una pausa, como si un pensamiento acabara
de ocurrírsele. “¿Cómo es que tenías guardaespaldas contigo en The Dive?”
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El Club de las Excomulgadas
está libre, por lo que es mi guardaespaldas.” Entre otras cosas, está cuidando mi salud
sexual. Aunque Savannah trató de mantener ese pensamiento fuera de su cara y de
su voz.
Savannah vio la oportunidad de conseguir unas últimas respuestas. Una vez que los
federales lo tuvieran, ella tendría suerte si averiguaba cualquier cosa. “¿Has oído si
alguien de Antivicio está pasando información a Domínguez, a sus lugartenientes,
o a Traynor?”
“Los camiones bloquean una parte de la entrada”, advirtió Kye, cuando el Hurón
alcanzó la puerta principal.
Savannah siguió al Hurón al salir por la puerta, sus pasos rápidos la hicieron
apresurarse, haciendo sonar sus nervios a pesar de que pronto él iba a dejar de ser
su problema.
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“Ese es uno de los tipos de los que te hable”, dijo Savannah. Conteniendo el
aliento. Esperando a ver si Ricky decidía huir de ellos.
No lo hizo.
Ella exhaló. Sintiendo algo de tensión salir de su cuerpo cuando Kelleher aparcó el
coche y salió, dejando en motor en marcha.
Ella disparó justo cuando el brazo del conductor surgía del coche con un arma. Un
tiro salió de ésta, justo cuando ella tiraba del gatillo y enviaba una segunda bala en
dirección al coche.
Dos vencidos, falta uno, pensó Savannah, con la mente fría y el corazón tronando en
sus oídos, reconociendo a uno de los hermanos Abrego. Psycho II. La parte
superior de su cráneo era una masa de hueso y sangre contra el interior del coche
gris oscuro. Ella no podía recordar su nombre.
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El Club de las Excomulgadas
Entonces la realidad regresó a su lugar. El momento volvió a moverse en tiempo
real.
El Hurón había sido alcanzado. Sangraba. Pero incluso para su ojo inexperto, él no
estaba en estado crítico.
Luego Vaccaro estaba allí. Enseñando su placa del FBI, y diciendo quién era.
Ella había asumido que si su celular estaba siendo rastreado por Kelleher y
Vaccaro, ellos estarían observando si alguien más estaba rastreándola. Tal vez no
fue así.
“Te interrogaremos tan pronto como consigamos que Nowak esté seguro, lejos, y
que Becky Traynor esté en el programa de protección de testigos”, dijo Vaccaro
antes de que los hombres se fueran.
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El Club de las Excomulgadas
“Estás de licencia administrativa”, dijo Kelleher. “Tómate unas vacaciones de
verdad. Sal de la ciudad. Vamos investigar cómo José Abrego encontró a Nowak.”
“¿Qué pasará con las muchachas? ¿Qué pasa con las fotos del chantaje?”, preguntó
Savannah, remontando el delgado borde entre la rabia y las lágrimas, y odiando
cada segundo de ello.
Kelleher puso una mano sobre su hombro. “Ya has hecho tu parte. Ahora estás en
el banquillo. Este es un procedimiento operativo estándar.”
“Porqué maté a un tipo que no debería haber estado allí en primer lugar.”
“Está en el coche.”
“Planeo hacerlo.”
“Bien.”
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El Club de las Excomulgadas
Savannah tomó una respiración profunda. Él probablemente tenía razón.
Probablemente estaba segura, aún si sentía que no se había terminado para ella. Tal
vez por la niña. Holland. Ni siquiera podía explicarse a sí misma porqué le
importaba tanto… además de lo que le había explicado a Krista en The Dive.
Holland parecía todavía vulnerable. Accesible.
Savannah lo miró alejarse. Sus emociones rodaban como una montaña rusa dentro
de ella. Se restregó los ojos con los talones de sus manos, de repente queriendo estar
con Kye y Draigon más que nada en el mundo.
Savannah se frotó la parte posterior del cuello y cerró el armario sin dejar el
teléfono. Ella estaba fuera del circuito ahora… a menos que el Hurón llamara con
la dirección de la casa donde los clientes de Becky iban a relajarse, jugar, joder, o lo
que sea. Por otra parte, no había ninguna razón por la que Becky no pudiera darle la
información directamente a Kelleher y Vaccaro.
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Kye y Draigon la estaban esperando en el área de recepción. Sus expresiones eran
serias y preocupadas. Estaban tensos.
“Vamos”, dijo Savannah, con ganas de llegar al coche antes de derrumbarse contra
ellos, porque en cuanto los vio, se dio cuenta de eso era lo que quería más que
nada, lo que necesitaba más que nada en el mundo, era estar con ellos en la cama.
Sentir su carne caliente contra la de ella hasta que su propio entumecimiento
comenzara a desvanecerse y la realidad volviera a ella. El conocimiento que en lo
profundo de su alma había logrado mantener a raya contestando preguntas y
resumiendo el suceso.
Había matado a un hombre que merecía estar muerto. Que había buscado ser
matado. Que la habría matado en un segundo.
Había hecho lo que tenía que hacer. Lo que era necesario hacer. Sabiendo que era
una posibilidad desde el momento en que decidió por primera vez convertirse en
una policía. Pero ahora las imágenes la bombardeaban. Un bucle sin fin que no era
capaz de apagar. Las palabras: he matado a un hombre hoy, se repetían en sus
pensamientos, una y otra vez, hasta que comenzaron a deprimirla.
“Esta probablemente sea una buena idea”, dijo Savannah. “Kelleher piensa que el
hermano de Jose Abrego está de vuelta en México, ya que no ha sido visto, y tú
encontraste la camioneta en el garaje. De todos modos, probablemente estemos
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más seguros aquí. Sería más difícil para un francotirador liquidarnos.” Ella apretó
las manos. “Debería haber dejado el teléfono en mi taquilla. Qué el Hurón llamé
con la localización de las muchachas es una posibilidad remota. Podría decírselo a
Kelleher. O Becky podría hacerlo. Yo no tenía derecho a…”
“Creo que estamos seguros de ambos Abrego”, dijo Kye, su voz era tan confiada
que Savannah se dio la vuelta y lo miró, preguntándose durante un breve instante si
Kye había encontrado al hermano apodado por Vaccaro como Psycho I en el
“Creo que me apetece una ducha”, dijo Savannah, odiando que su voz pareciera
temblorosa. Que sólo quisiera cerrar los ojos, pero cada vez que lo hacía, revivía el
tiroteo. Y comenzaba el diálogo interno de nuevo. Sólo que ahora había preguntas
adicionales. “¿Y si hubieran matado a Kye? ¿O a Draigon? ¿Por qué había
permitido que fueran con ella cuando no tenían armas con las que defenderse?
“Estás alterada”, dijo Kye, arrodillándose delante de ella, quitándole los zapatos y
calcetines, y luego tirando de sus vaqueros y bragas hacia abajo, mientras Draigon
le quitaba la blusa y el sujetador.
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Draigon ahuecó sus pechos, besando a lo largo de su hombro y su cuello, con su
cuerpo caliente y duro contra su espalda. “Perdóname. Te fallé. Era mi deber
protegerte, pero fuiste tú la que me protegiste.”
Kye se puso de pie y se apretó contra su pecho. “Perdóname también. Sólo pensaba
en el momento en que el Hurón estuviera en las manos de Kelleher y pudiéramos
hablarte sobre un vínculo permanente. El peso de esa muerte no debería haber
caído en ti.”
Savannah envolvió los brazos alrededor de su cintura y cerró los ojos, saboreando
ser abrazada entre dos cuerpos ferozmente masculinos. Su presencia combinada la
“Sí.”
Kye acarició su mejilla con el dorso de la mano. “Como lo he tenido que hacer yo.
Te ayudaremos a lidiar con esto, y en el futuro, nunca tendrás que conocer esta
clase de dolor otra vez.”
“No puedes garantizarme eso. Incluso si dejo de ser policía, lo que no tengo
ninguna intención de hacer, todavía podría pasar otra vez. Todavía podría tener
que matar a alguien.” Emitió una risa temblorosa. “Miles de horas jugando a
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El Club de las Excomulgadas
juegos de tiro al blanco con mis hermanos, además de crecer en un rancho de
ganado para el matadero, es… pensé que estaría preparada para esto.”
“Hiciste lo que tenías que hacer”, dijo Draigon, haciéndola gemir cuando su lengua
exploró su oreja, una de sus manos acarició su pecho, y la otra rozó su vientre en su
camino hacia su montículo.
“Nada pasó”, dijo Kye, y ella gimió cuando su boca asaltó su otra oreja, sus dedos
se aferraron a su pelo mientras su mano libre ahuecaba su otro pecho, pellizcando y
haciendo girar el pezón, recordándole las horas que ellos habían pasado
“Para siempre”, dijo Draigon, su mano dejó su coño cuando Kye se arrodilló de
nuevo y hundió su rostro en el vello púbico, lamiendo a lo largo de la hendidura y
luego rodeando su clítoris. Acariciándolo. Sorbiéndolo. Llenándolo de sangre y
sensaciones, hasta que la capucha se echó hacia atrás para exponer la diminuta
cabeza, vulnerable al placer.
Ella se arqueó y se estremeció. Incapaz de pensar en otra cosa, más que en los
fragmentos ardientes que pulsaban a través de su clítoris, la sensación de la lengua
de Draigon que exploraba su oído, su mano rozando su pezón sensible, mientras su
matriz revoloteaba.
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El Club de las Excomulgadas
“Ya llevas nuestras bandas”, susurró Draigon, dejando su canal auditivo y
chupándole el lóbulo de la oreja, manteniéndolo dentro de su boca, tirando
suavemente y mordiendo, antes de soltarlo. “Da tu consentimiento para un vínculo
permanente.”
Sus dedos apretaron su pezón, tirando al mismo ritmo en el que Kye succionaba su
clítoris. Haciéndole recordar la perfecta sincronía de sus movimientos cuando la
complacieron hasta que aceptó llevar las pulseras… unas bandas que había notado
que coincidían con las que ellos llevaban, a excepción de la falta de piedras en las
de ella. Su pulsera derecha estaba grabada con la misma criatura que se encontraba
en las de Kye. Y la izquierda era idéntica a la de las muñecas de Draigon.
“Te olvidas de mi frase favorita”, logró decir, entre las ondas de placer delirante.
“Yo no me enfado, tomo la revancha.”
Kye se rió entre dientes. Un sonido ronco de confianza masculina mientras lamía la
cabeza diminuta de su clítoris. “Podemos tomar cualquier cosa que nos lances,
amada, y volver por una segunda porción.” Sorbió el hinchado botón en su boca,
llevándola al punto del orgasmo antes de liberarla. “Acepta pasar tu vida unida a
nosotros, Savannah. Acepta celebrar una ceremonia de vinculación”, dijo él,
puntuando su demanda al introducir la lengua en su canal.
Ella cerró los ojos tratando de soportar el placer. Sabiendo en minutos que ella
estaría dispuesta a prometerles cualquier cosa, si sólo le permitían correrse.
Pensando otra vez en la conversación que había tenido con Krista, sólo unos días
antes. Entendiendo completamente por qué Krista se había enamorado de Adan y
Lyan, si ellos eran algo parecido a Draigon y Kye.
“Abre los ojos”, susurró Draigon. “Mira al espejo y observa a tus compañeros de
vínculo dándote placer como es su derecho, y su deber.”
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Savannah hizo lo que le ordenó, y el calor se precipitó a través de su cuerpo ante la
imagen capturada en el espejo de cuerpo completo. Kye arrodillado delante de ella,
con la cara sepultada entre sus muslos, y los dedos de ella aferrados a su pelo,
llevándolo más cerca de su cuerpo. Draigon detrás de ella. Su cara esculpida a la
perfección. Su expresión llena de amor, lujuria y determinación.
El acarició su mejilla con la de él, tomó sus pechos y frotó los pulgares sobre los
pezones ultrasensibles, haciéndola arquearse y gemir, viendo el destello de
necesidad exquisita en su propia cara. Gimió cuando Kye renovó su asalto sobre su
clítoris, sus labios lo rodearon y succionaron mientras su lengua se movía sobre él
hasta hacerla jadear y moverse contra su boca, desesperada por la liberación.
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CAPÍTULO 18
Lo habían hecho de nuevo, pensó Savannah, habían usado su cuerpo para
conseguir lo que querían. Pero, ¿cómo podía enfadarse con ellos? Especialmente
cuando despertarse con dos hermosos dioses del sexo, uno a cada lado de ella, era
su idea exacta del paraíso.
Savannah suspiró, y estudió las pulseras que habían puesto en sus muñecas la
primera vez que utilizaron su cuerpo contra ella. Había sabido en algún nivel de su
mente que las pulseras eran algo más que unas simples piezas de joyería. Pero
después de anoche…
Sintió mariposas en su vientre. Estaba empezando a pensar que las bandas podrían
ser su versión de los anillos de compromiso.
Acepta pasar tu vida unida a nosotros, Savannah. Acepta celebrar una ceremonia de
vinculación.
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El Club de las Excomulgadas
¿Era posible alguna otra interpretación?
Savannah no lo creía.
Esto la puso un poco nerviosa, pero no iba a asustarse… aún. Por otra parte, ella
siempre había vivido más o menos según sus instintos. Con el instinto que sentía en
sus entrañas.
Amaba a Kye y Draigon. Pensaba que tenía un futuro con ellos. Quería un futuro
con ellos. Y como le había dicho a Krista, creía en el amor a primera vista. O al
menos en la posibilidad de reconocer a un compañero del alma… o dos, mientras se
estaba en medio de la lujuria.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Ellos lo habían hecho para ellos
mismos, sin duda para reforzar su reclamación sobre ella, y aunque dudaba que
Draigon o Kye lo admitieran, también para competir el uno con el otro. Pero
principalmente lo habían hecho para ella, para impedir que pensara en que había
matado a un hombre.
Y había funcionado.
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El Club de las Excomulgadas
Y ella podría vivir con eso. Se sentía bien al respecto.
Otra risa se le escapó. Tal vez tendría que convertirse en nudista, porque ahora
mismo, el pensamiento de ropa era pura tortura.
De todos modos, no pudo resistirse a tomar una de sus camisas antes de caminar
hacia la pequeña cocina, abrochando sólo un par de botones, antes de hacer una
cafetera y verterse una taza, para luego moverse hacia la ventana. Pensando.
Lo que significaba que debía hacer… ¿qué? ¿Irse de vacaciones, o tal vez hasta de
luna de miel?
Savannah cerró los ojos y se apoyó contra el cristal de la ventana, calentado por el
sol. Lo obvio, lo que probablemente no iba a ser capaz de evitar, era una seria
discusión con Draigon y Kye sobre las bandas, la ceremonia de vinculación, su
hogar… dondequiera en el infierno que estuviera. Se estremeció. De alguna manera
sentía que la conversación no iba a ser tranquila.
Con un suspiro, abrió los ojos y tomó un sorbo de café. Admitiéndose a sí misma
mientras lo hacía, que lo que realmente quería hacer, lo que tenía que hacer a fin de
dejar esto detrás, era encontrar a Holland y asegurarse que estaba bien. Ofrecerse a
ayudarla una vez más. Si ella pudiera hacer sólo eso… entonces podría dejar esto
atrás.
Unos pasos sonaron detrás de ella. Se dio la vuelta y sonrió, sin sorprenderse al ver
a Kye unos pasos atrás, desnudo. Él se detuvo, e inmediatamente alcanzó los
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El Club de las Excomulgadas
botones de la camisa, abriéndolos para que los bordes se separaran, revelando sus
pechos, su vientre, y su coño.
“Creo que esta es mi camisa”, dijo Kye, su polla se agitó ante la vista de su
compañera de vínculo. La compañera de vínculo de ambos.
Sus piedras Ylan palpitaban ante la inminencia de su migración hacia las bandas de
las muñecas de Savannah. Su vibración sobre su piel le advertía que era demasiado
peligroso para él aparearse con ella. Arriesgarse a que sus bandas se tocaran, al
estar en contacto íntimo, a menos que estuvieran en la cámara de transporte, y él y
Draigon la tomaran en la ceremonia de vinculación. Una vez que ella llevara las
“¿Dices que quieres que te devuelva tu camisa?”, dijo Savannah en tono de burla,
llenando el corazón de Kye de felicidad, y de alivio porque ella hubiera dejado atrás
los acontecimientos del día anterior.
Kye deslizó sus manos hacia abajo para ahuecar su trasero. “Para empezar.”
“Hmmm, esa podría ser una buena idea. Sobre todo si vamos a tener una repetición
de ese maratón sexual que tuvimos anoche.”
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Kye se echó a reír, empujando suavemente contra su pubis, la cabeza de su polla se
llenó de humedad, cuando se rozó contra su vientre plano. “Creo que me he
levantado para eso.”
“En la camioneta el otro día, dijiste que nunca antes habías compartido a una
mujer.”
“Es cierto”, dijo él, sus pensamientos corrían en rápida sucesión, tratando de
determinar la dirección de sus pensamientos, por si tenía que contrarrestarlos. Pero
no logró hacerlo.
“Lo que dices es cierto. Disfruto al tomarte de esa manera”, contestó él, oyendo
precaución en su propia voz. La sonrisa de Savannah le hizo saber que también la
había escuchado.
“Así que, ahora que los tres estamos juntos ¿crees que te gustaría que ambos me
tomaran a la vez?”
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Kye se puso tenso y sintió el aumento de calor en su cara. También sintió la
diversión de Draigon a lo largo del lazo mental que compartían, y supo que el otro
hombre estaba despierto, y escuchando la conversación.
Cuando él no contestó, Savannah emitió una risa ronca y lo abrazó. “Olvida que lo
pregunté. Por la expresión de tu cara adivino que la respuesta es no, y puedo
adivinar por qué. Es, probablemente, demasiado contacto macho-macho para tipos
heterosexuales. Y por lo que puedo decir, tú eres muy heterosexual”, dijo ella,
frotándose contra su gruesa erección. La conversación y sus movimientos casi
hicieron que Kye se corriera.
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El Club de las Excomulgadas
resuelta a no dejarles usar su cuerpo contra ella. “Tenemos que hablar. Sobre
muchas cosas.”
Savannah cerró los ojos, saboreando la sensación de ellos contra su cuerpo, aún
cuando su corazón saltó un latido, antes de continuar en un galope acelerado,
Ella respiró hondo. Forzó una pequeña medida de calma a entrar en su cuerpo.
Quizá ellos no jugaran limpio a la hora de obtener su acuerdo para que llevara sus
bandas, y para realizar una ceremonia con ellos, pero no creían que pudieran
secuestrarla. Confiaba en ellos. Y confiaba en sus propios instintos.
“Cuando dices ‘ir a casa’”, dijo ella, “Espero que te refieras a ir a casa para
presentarme a sus familias antes de regresar a Reno, donde Savannah tiene un
trabajo, una vida y una gran familia. No es que me oponga a vivir y ser policía en
otro lugar, después de haberlo discutido y acordado. Pero no tengo intención de
desaparecer de la faz de la Tierra con ustedes. Sin importar lo mucho que los amo.”
La repentina tensión de los dos hombres, le dijo que había dado en el blanco. Su
silencio le recordó todas las veces que los había visto con expresiones idénticas, tan
completamente enfocados hacia su interior, que bien pudieran haber estado
manteniendo una conversación privada. O haciendo la fusión mental Vulcano9.
9
Referencia al personaje Sr. Spock, de la serie de televisión y película Star Trek (Viaje a las estrellas),
que podía leer las mentes.
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El Club de las Excomulgadas
Negó con la cabeza cuando el tema de Star Trek cambió al de Twilight Zone. Ella no
necesitaba esto en este momento.
“Iré a casa con ustedes”, dijo Savannah, sin poder continuar en un largo rato,
porque la boca de Kye cubrió la de ella, evitándolo. Pero cuando el beso terminó,
añadió, “Para una visita.”
“¿La tienes?”
“Esa es. Ellos están de vuelta. Tengo que irme.” Hizo una pausa. “Gracias por
salvarme ayer.”
“Era Ricky”, dijo, arrugando la nariz con disgusto mientras miraba la ropa que
había llevado el día anterior, decidiendo que tenían el tiempo suficiente para
comprar o buscar algo limpio antes de hacer algo más. “Llamó para darme la
dirección de un lugar que Becky tenía para los clientes que querían privacidad
mientras se divertían con las muchachas. Es un riesgo, pero quiero comprobarlo.”
236
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El Club de las Excomulgadas
El ceño fruncido de Draigon fue inmediato, y le ganó una pequeña sacudida de
cabeza de parte de Kye, junto con una advertencia. No lo hagas. No trates de influir en
ella. Considera esta interrupción como una bendición. Una oportunidad para reagruparnos y
decidir qué hacer a continuación. Qué decirle. Me he apareado ya con ella tantas veces, que
las piedras Ylan están pulsando en advertencia contra mi muñeca.
Con una mueca, Draigon dio una leve cabezada. Las mías también.
“Pensé que tu informante estaba ahora con Kelleher y Vaccaro”, dijo Draigon,
satisfecho por sonar tan razonable, cuando su compañera casi lo estaba volviendo
loco con su indiferencia ante el peligro.
“Entonces, ¿por qué no darles a ellos la información y permitir que ellos la sigan?
Creía que ahora estabas de licencia administrativa. Libre para hacer con tu tiempo
lo que quieras.”
Savannah le dirigió una mirada. “Lo estoy. Y lo que quiero hacer, además de
conseguir algo de ropa limpia y comida, es comprobar esta dirección.”
“Amada…”
Ella alzó la mano para detenerlo. “Esto no es negociable. Si prefieres quédate aquí
o volver a la cabaña…”
“No haré nada de eso”, gruñó Draigon, cerrando la distancia entre ellos,
apresándola contra la pared, y sus dedos hundiéndose en la parte superior de sus
brazos por la frustración. “Estoy tratando de entender porque no sólo quieres
ponerte en peligro, si no por qué estás dispuesta a romper las reglas que tú misma
juraste mantener.”
El fuego destelló en los ojos de Savannah. Verdadera cólera. Y por una fracción de
segundo, Draigon temió haber ido demasiado lejos. Haber abierto una brecha ente
ellos. Su pecho se apretó, y no por primera vez, maldijo la naturaleza primitiva de
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la Tierra, donde la capacidad de comunicarse mente a mente había sido suprimida.
Donde todo lo que sentía, todo lo que era, tenía que ser comunicado sólo a través
de las palabras o el lenguaje corporal.
Ella exhaló una ráfaga de aire caliente contra su pecho. “En primer lugar, no estoy
segura que esto pueda clasificarse como peligroso. Basándome en lo que Kelleher
me dijo, y lo que dijo también el Huron, en el asunto del chantaje participan las
chicas por su cuenta, o junto a Becky o Steven Traynor, o ambos. Y ya que Becky
está ahora en custodia preventiva, Kelleher y Vaccaro probablemente ya tienen
todo lo que necesitan para acusar a Traynor por el lavado del dinero de la droga.
Por lo que dudo que el pensamiento de Traynor esté en las muchachas en este
momento. De hecho, no estaría sorprendida de oír que de repente ha salido del país
y no está disponible para contestar preguntas. Ahora, con respecto a tu segunda
pregunta, eso es un poco más complicado.
Draigon frotó su mejilla contra su pelo cuando ella no emitió ninguna palabra.
Disfrutando la cercanía que sentía con ella, una proximidad que era más que el
contacto de piel contra piel.
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I
El Club de las Excomulgadas
solo en un sentido. Tal vez estoy engañándome a mí misma y ya es demasiado
tarde para ella.” Savannah se encogió de hombros. “Tal vez sólo me recuerda tanto
a Krista y a mí cuando teníamos su edad, que sólo veo lo que quiero ver. No lo sé.
Pero mi instinto me dice que la encuentre primero y que haga todo lo que pueda
para impedir que desaparezca en la calle o que termine en un reformatorio juvenil.”
Sus dedos se enredaron en el pelo de Savannah, llevando su cara hacia la suya para
darle un beso más largo, más profundo. Encontrando divertido el conocimiento de
que, poco a poco, su compañera de vínculo lo estaba corrompiendo.
*******
La dirección resultó ser de una casa construida cerca de un lago artificial. Era más
bien pequeña, diseñada para mantener la intimidad y la privacidad, para pasar un
fin de semana en vez de la vida diaria. O al menos eso creía Savannah, dado que la
mayoría de las casas vecinas tenían la apariencia de estar vacías o ser para rentar...
“Voy a llamar a la puerta principal”, dijo, mientras Kye giraba la camioneta en una
calzada a varias cuadras de la casa. “¿Quién quiere cubrir la parte de atrás?”
Hubo la usual vacilación extraña, y luego Draigon respondió. “Yo entraré por la
parte de atrás. Kye intentará entrar por la puerta principal. Tú permanecerás en el
coche hasta que hayamos asegurado la casa.” Su tono sugería que no sólo hablaba
en serio, sino que pensaba que ella iba a estar de acuerdo con su sugerencia.
Savannah negó con la cabeza. “No. Las chicas me conocen. Puede que no estén
contentas de verme, pero mi aparición no las asustará.”
239
I
El Club de las Excomulgadas
“Como quieras”, dijo Draigon.
Savannah cerró los ojos y contó hasta diez. Esto era algo que nunca había
contemplado cuando fantaseó estar con dos hombres a la vez… ¡la forma en la que
Kye se detuvo en otra entrada con el fin de girar. Draigon ahuecó la mejilla de
Savannah y la obligó a encontrar su mirada. “Promete que te quedarás en el coche
hasta que uno de nosotros te dé una señal.”
Savannah suspiró. Era imposible estar enfadada con él. No cuando irradiaba
preocupación. No cuando vio el amor en sus ojos, su preocupación. “Lo prometo.”
Él le dio un breve beso y reposicionó en su asiento. Ella se puso las manos sobre los
muslos, apretándolos. “Tengan cuidado, ¿ok? No hay ningún coche frente a la casa,
por lo que es posible que no haya nadie.” Ella suspiró. “No puedo creer que yo esté
diciendo esto, pero me sentiría mejor si tu tuvieran armas.”
240
I
El Club de las Excomulgadas
Kye cubrió su mano con la de él. “No te preocupes. Es un juego de niños para
nosotros.”
“¿Con que un juego de niños, ¿eh?”, pero no le pidió que se explicara. Y tampoco
rompió su promesa.
Incluso cuando Holland abrió la puerta, Savannah esperó que Draigon apareciera y
le hiciera señales para que se uniera a ellos.
“Algo les ha ocurrido”, dijo Holland, con los brazos alrededor de su cuerpo y los
hombros encorvados para escuchar las noticias que ella pensaba que traía
Savannah. “Están muertas, ¿verdad? Es por eso que no responden sus teléfonos.”
241
I
El Club de las Excomulgadas
CAPÍTULO 19
“¿Tu hermana y Camryn?”, preguntó Savannah, su corazón desgarrado por cuán
vulnerable parecía Holland. Lo joven que parecía, a pesar de todo lo que había
visto y hecho.
Los brazos de Holland cayeron a sus costados. La sorpresa se veía en sus ojos. La
esperanza. La duda. “¿No estás aquí por ellas?”
“Estoy aquí por ti”, dijo Savannah. “El plan de chantaje está a punto de
Holland se cruzó de brazos, esta vez clavando sus dedos en la piel con la fuerza
suficiente para dejar pequeñas marcas. “Prefiero que me encierren a volver al hogar
de acogida.”
“No, no lo haces.”
Savannah dudó y luego asintió. “Tienes razón. No sé cómo ha sido tu vida. Puedo
adivinarlo, pero realmente no lo sé. Lo único que sé con certeza es que me gustaría
ayudarte.”
Savannah siguió sus instintos, del mismo modo que lo había hecho en la parada de
camiones con el Hurón. Tomó los hombros de Holland y le dio una pequeña
sacudida. “Ellos son míos y no los comparto. Mantén tus ojos y tu cuerpo lejos de
ellos, o me voy a enfadar de verdad.”
242
I
El Club de las Excomulgadas
La sorpresa sustituyó a la aceptación a regañadientes en el rostro cansado de
Holland. Su boca se abrió un segundo antes de decir, “¿Los dos? Pero tú eres una
policía.”
“Sí y los policías no tienen una vida personal. Ambos son míos, pero apreciaría
mucho que no extendieras esa información.” Savannah hizo una pausa durante un
segundo, antes de añadir. “Es por eso por lo que están conmigo. No estoy de
servicio ahora mismo. Sólo estoy reiterando la oferta que te hice el otro día.
Ayudarte a salir de la situación en la que estás.”
Holland arrastró las manos por sus brazos, dejando rayas rojas donde sus uñas
Savannah echó un vistazo a Kye y Draigon, deseando haber discutido con ellos las
distintas opciones si encontraban a Holland.
No tenía idea sobre cómo se sentían sobre ser responsables de una niña que no
fuera propia, y ella era lo bastante honesta consigo misma para confesar, que no
estaba lista para prometerse a algo a largo plazo, cuando atañía a Holland. Ella
sólo… Diablos, sólo estaba improvisando, como era usual. Pero había llegado tan
lejos, y todo lo que realmente necesitaba era conseguir algún tiempo. “¿Te gustan
los caballos?”, preguntó, estremeciéndose ante la perspectiva de llegar al rancho Bar
None de sus abuelos con Draigon y Kye a cuestas. Pero ella necesitaba un lugar
para dejar a Holland, uno donde no entrara en pánico y huyera, y uno donde
tuviera supervisión de adultos.
“Mi familia posee un rancho. Podrías quedarte allí hasta que las cosas se calmen.”
243
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El Club de las Excomulgadas
“¿E Ivy y Camryn?”
“Tendríamos que preguntarles a ellas y ver que quieren hacer”, contestó Savannah,
evitando la verdadera pregunta porque no quería mentir a Holland. Pero no había
ninguna manera de que cualquiera de las otras muchachas, pusieran un pie en el
Bar None.
Holland frotó sus brazos. Su mirada se dirigió desde el suelo a la cara de Savannah,
lanzándose después a Kye, y luego a Draigon, antes de dirigirse de nuevo a
Savannah.
Savannah presionó. “Te dije la verdad antes, dos agentes del FBI están en la ciudad
El silencio duró durante varios largos minutos antes de que Holland dijera, “¿Por
qué te preocupas por mí?”
Holland apretó sus brazos hasta que sus nudillos se pusieron blancos, y finalmente
soltó su apretón y permitió que la sangre circulara, ofreciéndole una sonrisa
tentativa. “Iré contigo.”
“No hay mucho. Huimos tan pronto como dejamos la comisaría el otro día.”
Savannah se alegró de que no hubiera enojo en la voz de Holland. Por otra parte,
un viaje a la comisaría probablemente era mucho mejor que tener que atender al
pervertido que Camryn había enviado a la habitación con Holland y la otra chica.
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El Club de las Excomulgadas
Savannah había pensado interrogar a Holland más adelante, cuando estuvieran en
su coche, pero ahora lamentaba marcharse sin registrar la casa. “¿Sabes dónde
están Ivy y Camryn?”
Savannah se acercó y se arrodilló junto a la niña. “Tenías miedo de que algo les
hubiera ocurrido cuando me viste.”
Una cabezada leve. “Eso creo. Pero no me lo dijeron.” Ella alzó la vista. Con los
ojos atormentados. “Yo no pregunté. No quería ir con ellas.”
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El Club de las Excomulgadas
Los ojos de Holland se llenaron de lágrimas y Savannah se acercó a ella, insegura si
el contacto físico sería bienvenido o repelido. “No lo sé. Tal vez, a veces. Sobre
todo eran Camryn y su hermano.”
Savannah lo dejó pasar por el momento. “¿Por qué crees que Ivy y Camryn se iban
a reunir con Traynor?”
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El Club de las Excomulgadas
Holland respiró hondo y negó con la cabeza. “Iré con ustedes.”
Savannah comenzó a decir que no, y luego lo dejó estar. No quería convertirse en
la carcelera de Holland. Había trabajado como policía el tiempo suficiente, para
saber que algunas personas nunca se liberan de sus problemas, nunca se libran del
lío en que han convertido sus vidas por las malas elecciones.
******
El hogar de Alphonso era una casa en una extensión de los barrios residenciales.
Un patio con jardín, con caros y brillantes coches en la calzada y una acera
alrededor de la casa.
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El Club de las Excomulgadas
al mismo tiempo, que su enfrentamiento con Psycho II se hubiera comenzado a dar
a conocer en las noticias.
Savannah gritó otra vez. Preocupada porque alguien de la casa pudiera llevar un
arma, y no queriendo asustarlos o que entraran en pánico… especialmente si
estaban bajo los efectos de la droga.
A pocos metros de una puerta abierta, sintió el olor característico de los intestinos
vaciados. Se detuvo, y apretó el brazo de Holland. “Tendrás que esperar que
revisemos el lugar, o volver al coche.”
Holland hizo un sonido de arcadas y asintió con la cabeza. Savannah no tenía más
remedio que confiar en ella. Liberando el brazo de Holland, se lanzó hacia delante,
entrando en la sala de la fiesta unos pasos detrás de Kye y Draigon. Una mirada a
la escena le dijo todo lo que necesitaba saber.
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El Club de las Excomulgadas
Siete cuerpos.
Vómitos. Orina. Heces. Las vanas tentativas de los cuerpos de vaciarse de ello.
Este planeta se pone más terrible a cada momento, dijo Draigon, tanto él como Kye
esperaron, permitiéndole a Savannah tomar la delantera, mientras llevaba a la niña
por el pasillo.
Esto no ha sido ningún accidente, dijo Kye. Pero sin conocer más sobre los hábitos de
Traynor, no podemos estar seguros que la muerte no estuviera destinada para él.
Es más probable que él fuera el que estuviera tras el plan de chantaje, y esta fuera su manera
de eliminar a todos los que podían declarar contra él.
Kye asintió con la cabeza. Cierto. Esto solucionaría el problema de los testigos.
Si Traynor es el responsable, entonces Holland debería estar segura una vez que Vaccaro y
Kelleher lo arresten. Aún así, el clan Baraqijal no carece de recursos. Se pueden contratar
cazadores de recompensas para proteger a Holland y a sus cuidadores.
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El Club de las Excomulgadas
Las cejas de Kye se levantaron en respuesta, y Draigon hizo una mueca en
reconocimiento silencioso, y agregó, Tienes razón, me temo que nuestra estancia aquí,
acaba de prorrogarse. Savannah no entregará fácilmente a Holland a las autoridades, o se irá
hasta que la niña esté segura.
Tendremos que confiar en los seres humanos para que investiguen los cuerpos y los coches, y
determinen la verdad de lo que pasó aquí. La expresión de Kye se endureció al mirar la
muerte a su alrededor. Este no es nuestro asunto, no debemos interferir en él, aunque si la
oportunidad se presentara, me gustaría impartir justicia por lo que se ha hecho hoy aquí, y
por lo que se ha hecho a la niña.
Savannah llegó al coche y sacó una de las tarjetas del FBI de su bolsillo. La de
Kelleher. Ese no era el procedimiento de operaciones estándar. Pero ella no estaba
de servicio. Y se imaginó que tendría una mejor oportunidad de irse, antes de que
los policías llenaran la escena, si lo dejaba en mano de los federales, dejándoles
manejar las cuestiones de jurisdicción.
Esto posiblemente podría quedar como una muerte accidental por sobredosis. Pero
tal vez, si Kelleher y Vaccaro lo investigaban, encontrarían algo aquí que pudiera
conectarlo con Traynor, o con Carlos Domínguez. Mientras tanto, ella tenía que
proteger a Holland.
Savannah miró hacia donde la muchacha se acurrucaba contra la puerta del coche.
Llorando. No eran unos estallidos de sollozos ruidosos. Sin embargo, ese
estremecimiento silencioso atormentaba su cuerpo.
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El Club de las Excomulgadas
Mierda. Esta era la parte en la que no era buena. Consuelo. Y por una fracción de
segundo, Savannah tuvo la tentación de llamar a un consejero de la Asistencia
Social y volcar todo en ellos.
“¿Camryn e Ivy?”
“¿Sólo hablar?”
“¿Qué más?”
“Una vez que lo reporte, estará fuera de mis manos.” Savannah respiró hondo y
confesó. “Holland está conmigo. Entró en la casa cuando yo lo hice.”
251
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El Club de las Excomulgadas
“Espera un minuto.” Hubo una conversación en voz baja al fondo. Cuando volvió,
Kelleher dijo. “¿Los guardaespaldas también están contigo?”
Savannah miró hacia arriba mientras Kye y Draigon abrían las puertas del coche, y
se deslizaban en el asiento delantero. “Sí, están aquí.”
“Voy a tener que volver a hablar contigo si averiguo algo. Pero pienso que deberías
comprobar en los antecedentes de Camryn, buscando a un hermano.”
“Está bien. Esto es lo que quiero que hagas. Vete. Lleva la niña a tu apartamento y
mantenla allí. Vaccaro y yo estamos de camino a la escena. Para el registro, un
chivatazo entró y lo comprobamos. Cuando lleguemos, manejaremos la llamada a
la policía local. Mantén tu teléfono celular encendido. Te llamaremos más tarde.”
El alivio atravesó a Savannah. Ella articuló las palabras, “Vámonos”, a Kye, luego
volvió su atención a la conversación con Kelleher para poder informarle la
dirección en la que Holland y las otras chicas estaban alojándose.
Ella pudo oír la risa en la voz de Kelleher cuando le dijo, “¿Eso es todo? ¿O tengo
que recordarte que estás de licencia administrativa?”
“Será lo mejor.”
252
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El Club de las Excomulgadas
“Lo que podemos decir hasta ahora, es que tuvo suerte y vio a Nowak, y luego lo
siguió, con la esperanza de atraparlo con Becky Traynor.”
Savannah no tenía idea de lo que iba a hacer con Holland. Por lo menos a largo
plazo. La historia de mi vida, pensó. Saltar primero, y preocuparme por el aterrizaje más
tarde.
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El Club de las Excomulgadas
Las lágrimas corrían por la cara de Holland. “La odiaba. Le dije que la odiaba. Las
odiaba a las dos.” Un sollozo escapó de lo más profundo del pecho de Holland,
seguido por otro, y otro.
“Yo solo quería que fuéramos Ivy y yo.” Holland tragó un tembloroso suspiro.
“Cuando yo era pequeña, Ivy se ocupaba de mí. Sólo quería que fuera así de nuevo.
Sólo que mejor, porque ahora yo puedo cuidarme a mí misma.”
Holland asintió con la cabeza, frotándose las mejillas húmedas. “Ivy nunca habría
hecho nada de esto si no hubiera sido por Camryn. Ella hacía lo que Camryn le
decía que hiciera. Cualquier cosa.”
“Sí.” Los ojos llenos de lágrimas encontraron los de Savannah. “Yo no lo sabía al
principio. Pero un día, Ivy me llevó a un apartamento.” Holland llevó sus rodillas
hasta su pecho, y las rodeó con sus brazos. “Ella me hizo un batido. De chocolate.
Sólo que puso algo en él para que no me importara nada.” Un sollozo se le escapó,
y Holland hundió la cara contra las rodillas. Meciéndose. “Entonces, Camryn
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El Club de las Excomulgadas
llegó. Había un hombre con ella. Después… había fotos, y Camryn dijo que eso es
lo que se paga por la vida. E Ivy estuvo de acuerdo con ella. Como siempre.”
Cuando Holland dejó de llorar, Savannah dijo, “Los agentes del FBI llegarán
pronto. Ellos te van a hacer preguntas. Pero no están interesados en nada más que
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El Club de las Excomulgadas
Kye y Draigon tenían idénticas expresiones severas en sus caras cuando Savannah
se unió a ellos en la sala de estar. Y como si los tres estuvieran en la misma longitud
de onda, se encontraron en el medio, Savannah contenta por encontrarse entre los
dos hombres. “¿Escucharon algo de eso?” Preguntó, después de varios minutos de
sólo saborear la sensación de músculos firmes y calor masculino.
Ellos se retiraron y Kye se dejó caer en el mullido sofá de Savannah. Draigon tomó
la silla, pero Savannah estaba demasiado tensa para sentarse. Caminó la corta
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El Club de las Excomulgadas
CAPÍTULO 20
“Por supuesto. ¿Qué ocurre?”, dijo Savannah, dejándolo entrar y cerrando la
puerta. No se sorprendió cuando Kye y Draigon se pusieron de pie y se acercaron
para colocarse a cada lado de ella, permaneciendo allí, incluso después que ella
hubiera hecho las presentaciones.
“¿Sabes sobre las muchachas sobre las que estabas preguntando por ahí?”, preguntó
Fowler.
Algo parpadeó en los ojos de Fowler. Pena, tal vez. Tristeza. “Dos de ellas están
muertas. Pasé por la escena hace un minuto, cuando oí que entró el aviso.
Sobredosis de drogas.”
“Gracias.”
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El Club de las Excomulgadas
Savannah asintió con la cabeza y se dirigió a la cocina. Su pulso se aceleró cuando
Fowler fue junto a ella y pasaron ante la puerta de la habitación, parcialmente
abierta.
Por el rabillo del ojo lo vio echar un vistazo adentro. “Así que has encontrado a la
chica”, dijo, con resignación en la voz. “¿Sabe lo de Camryn e Ivy?”
“Tengo agua embotellada. Con sabor a cereza negra. ¿Prefieres tomar eso?”
Preguntó Savannah, intentando evitar su pregunta, girando hacia el refrigerador.
Dándose cuenta demasiado tarde, de cuan casualmente había usado Fowler el
nombre de las muchachas.
Ellos levantaron despacio sus manos. Aunque Savannah estaba segura que Fowler
sabía que estaban desarmados.
“Cristo, Holden, lo hice todo, salvo comprarte un billete para que salieras de la
ciudad. Pero tú no podías dejar esto en paz. Debí haber hecho que Camryn se
encargara de la chica. Darle algo y acabar con ella, después de que me viera
cambiar el chip de la memoria de la cámara un par de semanas atrás. Nunca quise
que esto sucediera. Durante todo el camino hasta aquí vine rezando para no
encontrar a la niña aquí. He tenido un localizador en el coche de tu novio desde
ayer. Yo sabía que habías ido a la casita de juegos de Becky Traynor. Entonces la
llamada entró… ¡Cristo!” Fue casi un grito. El cuerpo de Fowler prácticamente
vibraba contra el suyo. Lleno de emoción.
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El Club de las Excomulgadas
El soltó una carcajada. Un sonido breve. “Buen intento. Pero Camryn fue arrestada
en Las Vegas con algunos cargos leves. Esas son las únicas huellas en el sistema de
ella. Me aseguré que los archivos reflejaran que es hija única. Padres fallecidos.
Ningún pariente vivo conocido.”
Una fría nausea llenó el estómago de Savannah. El horror de hacer tenido tan mal
juicio con respecto a ese hombre. Lo había considerado su único amigo en
Antivicio. “¿Mataste a Camryn y a los demás?”
“No. Traynor lo hizo con uno de sus paquetes de fiesta. Y recibirá lo que merece
por ello. En la cárcel o fuera de ésta. Me aseguraré de eso.” El vaciló. “Lo siento
Kye y Draigon saltaron a través del mostrador sobre él, en el mismo instante que
Fowler soltó a Savannah, sacudiendo su mano hacia arriba y disparando el arma.
El rojo llenó la parte frontal de la camisa de Kye, y él cayó hacia atrás. La luz brilló
en la pulsera de Draigon y luego, en una incongruencia surrealista, el bajó su mano.
Retirándose al otro lado del mostrador, tomando a Kye en sus brazos.
“Volveremos a ti”, dijo Draigon, las piedras rojas de sus bandas brillaron de
manera tan fuerte que Savannah parpadeó. Entonces parpadeó otra vez, dándose
cuenta que no había nadie con ella en la habitación. Sólo la sangre en el mostrador
y en las baldosas, le demostraban que lo que había ocurrido era real.
******
Draigon podía sentir que la fuerza de la vida de Kye se apagaba. Podía sentir la
energía frenética de las piedras Ylan en las cintas de las muñecas de Kye, tratando
de mantenerlo vivo.
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El Club de las Excomulgadas
Sin vacilar, usó sus propias piedras Ylan para transmutar, para viajar a la cámara
de transporte en la Sierra, y luego a Belizair, a la Ciudad Puente de Winseka,
donde estaba el único portal hacia la Tierra, y desde allí, usó lo último del poder y
la energía almacenada en sus bandas para ir a las montañas, donde vivían los
sanadores de Belizair.
“Sígueme”, dijo un anciano Amato en señal de saludo, girando sin decir otra
palabra, y guiando a Draigon por los antiguos y tortuosos pasajes subterráneos, sus
paredes con profundos tonos de piedras Ylan, en símbolos y patrones que una vez
significaron algo para los Fallon.
Aunque Kye todavía era un peso muerto en los brazos de Draigon, pudo sentir que
Kye se estabilizaba. Como si la muerte no se atreviera a entrar en este lugar, donde
las venas del Consorte estaban al descubierto, abiertas y extendidas en forma de
piedras Ylan a través de las paredes y techos, mezclándose con las antiguas runas
de los Fallon.
No había tenido tiempo para visitar uno de esos ‘lugares santos’ de los humanos,
pero ahora, mientras caminaba por las antiguas cuevas de los Fallon, Draigon se
dio cuenta que este lugar de curación de los cuerpos, era muy parecido al lugar
donde la gente de la tierra curaba las almas. Irradiaba paz y poder, con ecos del
pasado, una conexión con el principio de la existencia.
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El Club de las Excomulgadas
El sanador entró en una sala, haciendo señas a Draigon para que se dirigiera al
centro, y la respiración de Draigon se entrecortó ante la visión del altar en su
interior. Estaba hecho principalmente con piedras Ylan de color azul oscuro, pero
tejidas a través de las piedras había cintas de lavanda que contenían múltiples
colores brillantes. Las lágrimas de la Diosa.
Pocos las habían encontrado alguna vez en Belizair. Tenían un valor inestimable…
hasta para los Vesti, aunque debido a su escasez más que a su significado religioso.
Hasta ese momento, Draigon sólo había viso las Lágrimas en poder de sacerdotes o
sacerdotisas. Eran piedras pequeñas que fácilmente podían ser sostenidas en el
puño de un niño.
La fuerza de vida de Kye era débil, su respiración casi imperceptible, sus alas
parecían un ante oscuro cubriendo el altar, recordándole a Draigon la ropa de cama
de la Tierra. ¿Se pondrá bien?
******
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luego de que Kye, Draigon y Fowler desaparecieran. Ahora los recuerdos de los
últimos días se precipitaron sobre ella, pistas sutiles, y no tan sutiles, que había
captado, pero no había reconocido como tales.
Savannah se movió hasta la ventana y miró hacia fuera. Se frotó el pecho con una
mano, que de repente estaba temblorosa, ahora que el asunto de la destrucción de la
escena del crimen había sido llevado a cabo. Un sollozo forzó su salida a través de
su boca. Oh Dios, ¿y si Kye había muerto?
Las lágrimas escaparon de sus ojos y ella los cerró, queriendo que las lágrimas se
quedaran adentro. Esperando que se quedaran. Intentando aferrarse a la promesa
de Draigon de que volverían. No dijo ‘volveré’, sino ‘volveremos’.
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cuya camioneta Kye había encontrada abandonada en un garaje cercano al bloque
del apartamento del Hurón.
Frotó la frente contra el suave vidrio. Ella ni siquiera le había preguntado a Kye,
En el fondo lo había sabido. Después del tiroteo con Psycho II, cuando se
preparaban para registrarse en el hotel, cuando ella había estado tan preocupada, y
Kye había sonado tan seguro al decir que estaban a salvo de los dos Abrego, había
tenido un breve momento de brillantez, cuando se preguntó si Kye habría
encontrado a Psycho I en el aparcamiento y le había hecho algo.
263
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El Club de las Excomulgadas
Pero no podía haber tratado de ayudar a Holland. Simplemente no podía. Y en su
corazón, no creía que Kye o Draigon lo lamentaran tampoco.
“Sólo era una conjetura”, dijo Savannah, una pagada con sangre, pero no había
manera de que ella pudiera decirle la verdad a Holland.
“Yo no sabía que era un policía hasta el día que me llevaste a la comisaria. Lo vi
allí, pero él no me vio.”
Savannah cerró los ojos. Si sólo Holland le hubiera contado eso antes, en vez de
negar saber cuál era la apariencia del hermano de Camryn. Si tan sólo…
Bueno, no tenía ningún objetivo pensar en los si tan sólo. Sólo estaban el aquí y el
ahora, y tal vez el por qué Holland había evitado dar la información.
Debí haber hecho que Camryn se encargara de la chica. Darle algo y acabar con ella, después
de que me viera cambiar el chip de la memoria de la cámara un par de semanas atrás.
*****
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verdadera. Sus pensamientos giraban entre la preocupación por Kye y la angustia
por Savannah. Su corazón se sentía pesado por el conocimiento de que, cuando
había recogido a Kye en sus brazos y lo había transportado delante de su
compañera de vínculo, quizás había arruinado cualquier posibilidad para que ellos
pudieran terminar de reclamarla.
Con un suspiro Draigon se sentó en una silla, tallada de manera sencilla y con un
respaldo bajo, forzando a su mente lejos de la confusión de sus pensamientos, a
favor de revivir el tiempo que había pasado en la Tierra en compañía de Savannah.
Su cuerpo se tensó al recordar su primer acoplamiento en el jacuzzi. Su polla se
llenó como si unos labios fantasmas la besaran. La necesidad de estar con ella era
casi abrumadora.
Se echó a reír a carcajadas, pensando en las veces que ella había bromeado con él,
llevándolo hacia una ligereza de espíritu a la cual no estaba acostumbrado.
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nuevo con la esperanza silenciosa de que este fuera el día que Kye fuera declarado
apto, y pudieran regresar juntos a la Tierra.
Las piedras Ylan de las muñecas de Draigon estaban cargadas de energía. Y sin
embargo, los sanadores aún no le habían permitido ver a Kye.
No podía volver a Savannah, no estando sólo. No sin respuestas a las preguntas que
ella le haría. Respuestas que tenía prohibido darle conforme a la ley del Consejo.
No había habido tiempo para discutir sus planes con respecto a Holland. Y tanto él
como Kye habían estado agradecidos de esquivar la discusión acerca de la
ceremonia de vinculación y su regreso a casa.
“¿Puedo entrar?”
“Sí.”
Draigon acortó la distancia entre ellos. Rozó sus bandas contra las de Lyan. Sus
manos apretaron brevemente los antebrazos del otro, antes de separarse a un paso
de distancia. “Él hubiera hecho lo mismo por mí.”
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El Club de las Excomulgadas
Draigon sacudió la cabeza ligeramente. Dándose cuenta en ese instante, lo mucho
que su compañera de vínculo lo había corrompido. Cuánto lo había cambiado su
amor por ella. En lugar de desdén y cólera para Lyan, se encontró preguntándose
cómo el Vesti, ampliamente conocido por estirar y doblar las leyes del Consejo y
evitar sanciones serias, manejaría la situación en la que él y Kye estaban en ese
momento. “Se pone más complicado cada día que Kye y yo pasamos con ella”,
admitió Draigon, tomando asiento y haciendo señas a Lyan para que se uniera a él.
Lyan se sentó, colocando cómodamente sus alas como el ante. “Te escucho si
deseas compartir lo que les ha sucedido con ella.”
Lyan levantó una mano y Draigon se detuvo. La sorpresa le hizo estremecerse, ante
la idea de estar dispuesto a escuchar a Lyan hasta el final.
“Primero”, dijo Lyan, “Tu casa es respetada y eres un cazador de recompensas con
experiencia, cuyos talentos serían de valor a los científicos en la Tierra. Kye ya sirve
al Consejo de ese modo. Y aunque los deberes de Savannah no son iguales, ella es
una guardiana de la ley, cuyo conocimiento y formación podrían complementar los
tuyos y los de Kye.”
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El Club de las Excomulgadas
“Segundo, la ley del Consejo no requiere que traigan a su compañera de vínculo a
Belizair. Sólo dice que ella debe acceder a venir a casa con ustedes… algo que su
compañera de vínculo ya ha hecho. Y que una vez aquí, deben vivir en Winseka
hasta que nazca el primero de sus niños.”
“Y en tercer lugar, la ley del Consejo declara que nuestro aspecto verdadero sólo
puede ser revelado a nuestras compañeras de vínculo en la cámara de transporte
antes de traerlas. No dice nada de que el transporte sea obligatorio una vez que tal
revelación sea hecha.”
“Por lo que podría ser razonable deducir que son libres para completar la
No encontró ninguno.
Todos los puntos de Lyan eran válidos. Y aunque Draigon no había compartido
con Lyan el descubrimiento de los varones humanos que llevaban la secuencia de
genes Fallon, estaba el argumento añadido de que los hermanos y primos de
Savannah pudieran llevar los marcadores también.
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El Club de las Excomulgadas
y luego a la suya propia, había entendido por qué sus antepasados fueron tan
atraídos por la Tierra y la gente que encontraron allí. Cierto, era más peligroso que
su mundo, pero ya había servido en otros lugares igualmente peligrosos. Y aunque
no habían hablado sobre ello, Kye parecía encontrarse a gusto en el planeta de
Savannah.
Con una claridad que Draigon encontró difícil de creer, la sugerencia de Lyan tuvo
un perfecto sentido. Su respuesta era la solución obvia.
“Hablaré con Kye”, dijo Draigon, los viejos hábitos aún persistían, haciendo
imposible que le dijera a Lyan que tenía razón en sus argumentos y conclusiones.
Lyan se marchó una vez que se aseguró que Kye estaba bien. Draigon volvió a
reproducir su conversación con Lyan, sobresaltando a Kye por su determinación de
desafiar la intención de la ley del Consejo, si no la ley misma. Pero el humor
rápidamente volvió a él, y no pudo resistirse a decir. “Los seres humanos tienen un
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dicho que es perfecto para esta situación: Es más fácil ganar el perdón que obtener el
permiso. ¿Volvemos con Savannah?”
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CAPÍTULO 21
Savannah terminó de fregar los platos del desayuno mientras su abuelo terminaba
de preparar un manojo de naipes para una sesión maratoniana de Texas hold’em10.
El alivio y una medida de felicidad la llenaban. Sus abuelos habían acogido a
Holland. La habían tratado como parte de la familia, tan pronto como Savannah la
había llevado al Bar None.
Era un comienzo… ¿De qué?, Savannah no estaba segura. Pero por el momento,
Holland estaba segura y, ni la policía ni los Servicios Sociales infantiles parecían
Los juegos casi ininterrumpidos de póker habían sido un respiro de sus contínuos
pensamientos sobre Draigon y Kye. Pero Savannah estaba demasiado inquieta para
unirse a sus abuelos y Holland en la mesa. “No, voy a salir por algunos minutos.”
Vio a sus abuelos intercambiar una mirada. Estaban preocupados de ella. Pero,
¿qué podía decirles? ¿Me enamoré de un par extraterrestres? O tal vez, son seres
sobrenaturales. No sé exactamente lo que son. Pero me protegieron, me follaron, querían
llevarme a su casa con ellos… luego uno de ellos recibió una bala por mí y desaparecieron. Y
lo peor de todo es que no sé si está vivo o muerto, o si alguna vez los volveré a ver. Y aún si los
veo de nuevo, no sé cómo va a salir todo.
Savannah frotó las pulseras. Encontrando consuelo al sentirlas bajo sus dedos.
Encontrando algo de cordura al notar su existencia. Una prueba física de que Kye y
Draigon eran reales… aunque las preguntas de Holland sobre su paradero también
habían sido tranquilizadoras.
10
Texas hold’em es una versión del juego de póker.
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El Club de las Excomulgadas
Se dirigió al corral y se apoyó contra la valla de madera, tratando de interiorizar la
tranquilidad mostrada por una manada de caballos del rancho, que estaban debajo
de varios árboles de gran tamaño. Todos ellos quietos, en calma, sólo moviendo las
colas cuando se quitaban las moscas de su sensible piel.
No importaba cuan loca se tornara la vida, cuan agitada, llena y frustrante, el Bar
None era el refugio de Savannah. No podía seguir viviendo aquí… al menos no en
la casa de sus padres o en la de sus abuelos, pero aún era su hogar de alguna
manera, era más su casa que su propio apartamento.
Savannah estudió las pulseras de sus muñecas. Una vez más. No podía quitárselas.
Inhaló. Una dolorosa lucha contra su garganta, obstruida por las lágrimas.
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El Club de las Excomulgadas
La pesadez creció en el pecho de Savannah. Si tuviera que elegir, ir a casa de Kye y
Draigon de forma permanente, ¿podría dejar esto? ¿Podría dejar a su familia?
¿Podría decirles a sus parientes a donde se iría? Aún por Kye y Draigon, ella no
podía desaparecer en un agujero negro y dejar que los que amaba se apenaran y
preocuparan, preguntándose qué le habría ocurrido.
Savannah suspiró y cerró los ojos. Frotó los talones de sus manos contra su frente,
haciendo pequeños movimientos circulares.
Unos pasos sonaron detrás de ella, pero no abrió los ojos ni giró hacia el sonido.
Sabía que sólo era una cuestión de tiempo, antes que sus hermanos llegaran y
“Amada”, susurró Kye, su voz casi hizo que el corazón de Savannah se detuviera,
atontándola y atrapándola en un momento de incredulidad, hasta que se volvió
hacia él y lo vio.
Las lágrimas corrían por sus mejillas. Un sollozo de felicidad le hizo difícil hablar.
“Tenía miedo de que hubieras muerto”, logró decir, enredando sus dedos en el pelo
de Kye y sosteniéndolo contra ella, mientras sus labios y lengua lo asaltaban en un
beso, que rápidamente se convirtió en otro, y luego en otro, hasta que sus pulmones
ardieron tanto por la emoción, como por la necesidad de aire.
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“Volvieron”, dijo Savannah, débil por tantos sentimientos, que se alegraba que la
estuvieran sosteniendo, impidiéndole caer al suelo.
Draigon movió la punta de sus dedos por su mejilla y rozó sus labios. “¿Realmente
creíste que no lo haríamos?”
Kye besó su sien. “Llevas nuestras bandas. Accediste a realizar una ceremonia de
vinculación.” Hizo una pausa. “Accediste a ir a casa con nosotros.”
Kye la detuvo con la presión rápida de su boca sobre la suya. “Es suficiente con que
estuvieras de acuerdo. Y, finalmente, verás nuestro mundo. Pero por el momento,
hay trabajo que hacer aquí. Una vida aquí para todos nosotros.”
La expresión de Kye se puso sombría. “Todas las esperanzas para nuestra gente
están aquí, y hay mucho que puedes hacer para ayudarnos.”
Las películas de ciencia ficción donde los alienígenas llegaban a la Tierra para
fecundar mujeres, que había visto de adolescente, trataron de proyectarse en la
pantalla de su mente. “¿Quedándome embarazada?”
Tanto Kye como Draigon sonrieron, los labios masculinos se curvaron hacia arriba
en anticipación. Pero antes que Savannah pudiera decir algo más, antes que pudiera
inquietarse, Draigon pasó la mano por su vientre, lo que hizo apretar su coño y su
útero vibrar, aún cuando sus palabras la tranquilizaron. “En el futuro, Savannah,
pero no estamos deseosos de compartir tu atención con los niños en este momento.
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El Club de las Excomulgadas
Es una decisión que tomaremos de forma conjunta cuando llegue el momento. Kye
me dice que el control de natalidad se practica aquí. Así que esperaremos. Vamos a
disfrutar de nuestra mutua compañía hasta que estés preparada para volver a casa
con nosotros.” Su rostro se tornó sombrío. “En eso puedo ceder. Pero no puedo
soportar la idea de que te pongas en peligro cada día.”
Kye besó su oreja, haciendo que su columna se pusiera rígida como el acero. Se
llenó de resolución. Ellos habían usado su cuerpo contra ella antes, muchas veces,
pero ella no quería que eso se convirtiera en el patrón que determinara su futuro.
“Sí”, dijo Kye, y ella no lo presionó para obtener más información, aunque podía
adivinar que recompensa cazaban.
Savannah cerró los ojos. Se había hecho policía porque quería hacer algo útil.
Porque quería que su vida significara algo.
Savannah abrió los ojos y encontró su mirada, viendo dentro de sus bromas su
sinceridad, su amor. Su optimismo y esperanza. Su confianza. Viendo
prácticamente lo mismo, cuando volvió un poco la cabeza y miró a Draigon.
Aunque Draigon estaba menos seguro, menos a gusto, y esto hizo sonreír a su
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corazón, la hizo inclinarse y besarlo, una exploración persistente de la suavidad y
dureza masculinas.
Los amaba tanto a ambos. Más de lo que las palabras podían expresar.
“¿Elvis?”
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Referencia a Elvis Presley. El personaje se refiere a no querer casarse en alguna capilla donde un doble
de Elvis Presley realice la ceremonia. Es frecuente en las capillas de Las vegas.
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Aceptándola. Encontrando que no habían celos o enfado en su corazón.
Descubriendo en cambio, un amor casi aplastante por esta notable mujer humana
que era su compañera, y que algún día sería la madre de sus hijos. “Amada,
¿vendrás ahora con nosotros?”
Ella echó un vistazo a la casa a poca distancia, preguntándose por primera vez si
sus abuelos y Holland habrían visto la llegada de Draigon y Kye, y los besos
ardientes que habían ocurrido luego de su llegada. “No puedo sólo desaparecer.”
Kye se rió. “A diferencia del día que Draigon apareció cuando me demostrabas tus
habilidades con el lazo, vinimos aquí en coche.”
Savannah vaciló sólo por un segundo antes de asentir y alejarse. “Me reuniré con
ustedes en el coche.”
******
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No había necesidad de conversación entre ellos. No había necesidad de leer los
pensamientos del otro, o sus emociones e intenciones, para coordinar sus acciones.
El y Kye eran una sola mente cuando tomaron las muñecas de Savannah, y la
llevaron a través del vestíbulo, donde la mayoría se despojaban de sus ropas de la
Tierra, dirigiéndola directamente a la cámara.
Ella jadeó con sorpresa y admiración, susurrando, “Esto es hermoso”, con tal
asombro, que la fiebre en la sangre de Draigon se enfrió lo suficiente como para
impedirse desnudarla, y tomarla en el suelo en una unión salvaje. Y una vez más,
como si la conexión con Savannah los hubiera armonizado al uno con el otro, Kye
lo alcanzó telepáticamente, diciendo, Tengo ganas de colocar a nuestra compañera en la
Savannah emitió una risa ronca. La cámara, con su claraboya y sus plantas de
flores exquisitas, el diseño elaborado de piedras de cristal en el suelo, la enorme
cama en una plataforma baja… todo se desvanecía al mirar la belleza de Draigon y
Kye, cuando se colocaron desnudos frente a ella. Sus pollas rígidas, y sus cuerpos
de músculos duros. Sus expresiones idénticas, retratos de determinación masculina,
aunque ella nunca los confundiría, o querría que fueran diferentes a su verdadera
forma de ser.
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Besaron las pulseras de sus muñecas antes de liberarla. Kye se trasladó hacia su
espalda, mientras Draigon se arrodillaba delante de ella. Ambos atormentándola
con besos y caricias, con mordiscos y succiones, mientras lentamente le quitaban la
ropa. Continuando con sus atenciones, mucho después que su vestimenta había
caído al suelo.
Savannah se arqueó cuando Kye acarició sus pechos. Gimió cuando pellizcó sus
pezones, mientras la lengua de Draigon hacía una incursión en su hendidura, y
luego se deslizaba hacia arriba, haciendo círculos y jugueteando con su clítoris,
hasta que la capucha se retiró, y reveló la diminuta cabeza ultrasensible. Ella gimió
cuando él la rozó, la lamió, frotándola con la lengua, antes de tomarla en su boca,
Sus dedos se aferraron al pelo de Draigon. Llevándolo hacia ella, mientras la parte
inferior de su cuerpo se retorcía, frotándose y empujándose contra su boca. La
necesidad de liberación creció hasta que se corrió, en un destello candente, que la
dejó temblando, atónita, con su coño haciendo espasmos, apretando y aflojando,
desesperado por cerrarse alrededor de sus pollas.
“Mi venganza será terrible”, logró decir Savannah, “Y esto no evitará que les haga
preguntas en el coche de nuevo.”
Kye se rió, sus palmas se deslizaron sobre sus pezones. “Draigon y yo lo esperamos
con ilusión.”
Draigon se puso de pie. La posición facilitó que Savannah pudiera tomar su polla,
rozando el pulgar contra la suave y húmeda cabeza. “Voy a morir si no me follan
pronto. Creo que lo he mencionado antes. Ustedes me han convertido en una
ninfómana con una grave adicción al sexo.”
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“Mientras la adicción se limite a nosotros”, dijo Draigon, cubrió su mano con la
suya, dejando escapar un gemido cuando ella abandonó la punta y acarició su eje,
de arriba hacia abajo.
Tampoco yo.
Kye se obligó a alejarse del cuerpo de Savannah. La rodeó, para que ambos
quedaran frente a ella. “Dejaremos que nos veas cómo somos realmente, antes de
unirnos completamente a ti.”
Las piedras en sus pulseras se arremolinaron y parecieron cobrar vida. El aire detrás
de sus espaldas brilló, como si miles de moléculas de pronto se reunieran en un solo
lugar. Detrás de Draigon, la niebla fantasma centelleó con un brillo parecido al de
la tela de gasa. Detrás de Kye, había una profunda nube marrón. Hasta que
finalmente las partículas se convirtieron en formas sólidas. Alas.
“Wingman y Batman. No sé cómo lo hago, pero vaya que soy buena en lo que
respecta a los apodos.”
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Caminó hacia ellos. Hizo que Draigon se estremeciera cuando movió sus dedos
sobre sus plumas veteadas en rojo y oro. Hizo que Kye hiciera lo mismo cuando
acarició el ante aterciopelado de sus alas color chocolate negro y susurró, “Antes
pensaba que eran hermosos, pero ahora… solo quiero envolverme en ustedes y
quedarme allí.”
Kye tomó su otra mano, y la llevaron hacia la cama, colocándola entre ellos,
mientras reanudaban su asalto anterior, usando sus manos y bocas en un ataque
coordinado que la dejó sin aliento, suplicando, y temblando para cuando Kye rodó
Draigon gimió en respuesta. Empujando más profundo, dijo, Coloca sus muñecas en
posición, y Kye enhebró sus dedos entre los de Savannah para que sus bandas se
tocaran, luego, levantó los brazos de ambos por encima de su cabeza, para que
Draigon pudiera unir sus manos a las suyas, sus bandas tocaron las de ellos cuando
finalmente estuvo totalmente asentado. Ambas pollas en su interior. Los tres unidos
completamente.
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Durante un momento permanecieron inmóviles. Luchando contra las demandas de
sus cuerpos y la necesidad febril de moverse.
Ella lo miró a los ojos, y recordó todas las veces que había visto a Kye y Draigon de
pie juntos, en un curioso silencio. Casi como si estuvieran hablando el uno con el
otro sin decir una palabra. Y ahora tenía su respuesta. Pueden leer la mente del otro,
dijo. No estando segura de cómo dirigir sus pensamientos.
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El corazón de Savannah se desbordó con una nueva ola de amor. El humor rápido
de Draigon y su respuesta juguetona la hicieron reír.
En ese momento, Savannah miró las pulseras, su mente de policía procesó lo que
estaba viendo, reconociendo por qué habían insistido en que aceptara las bandas y
porque esto era llamado ceremonia de vinculación, aún cuando no supo de
inmediato como habían llegado a sus pulseras, las piedras de las bandas de Draigon
y Kye.
Te lo explicaremos con tanto detalle como quieras. Más tarde, dijo Kye, sus manos fueron
hacia sus caderas, impulsándola a moverse y reclamar su polla otra vez.
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Dando todo de sí mismos, aún cuando sus voces susurraban en su mente,
prometiendo protegerla y darle placer, como era su derecho, su deber. Su privilegio.
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EPÍLOGO
Jeqon d’Amato contempló los resultados del ADN coincidente con una mezcla de
esperanza e incertidumbre. Era un científico, pero no excluía la posibilidad de que
la sabiduría y visión de la Diosa estuvieran en funcionamiento. Remodelando
Belizair de una manera más agradable para Ella.
Una vez, los Fallon habían sido una gran raza de cambiaformas alados. Pero la
arrogancia y la envidia, el orgullo y los perjuicios, los habían destruido,
fragmentándolos en una multitud de razas que eran menores a lo que habían sido
La primera de las mujeres humanas vinculada tanto a un hombre Vesti como a uno
Amato estaba a punto de dar a luz, el evento tan esperado era la razón por la que
en ese momento tenía sólo para él, la casa del Consejo y el laboratorio en San
Francisco.
Los demás, ya habían ido a Winseka, prefiriendo estar cerca del lugar del
nacimiento, y no arriesgarse a perdérselo. Y ahora que tenía los resultados de la
comparación de ADN, se uniría a ellos en breve.
Jeqon no era el único de los científicos en preguntarse qué habilidades tendrían los
niños provenientes de esas uniones. Las pruebas que fueron capaces de realizar en
las muestras obtenidas de los fetos, mostraban los marcadores distintivos de ambas
razas… la presencia de los genes responsables de las alas de plumas de los Amato, y
también los de las alas como ante, parecidas a las de los murciélagos, de los Vesti.
Puesto que todas las mujeres llevaban gemelos, muchos concluyeron que habría un
niño Vesti y uno Amato. Y puesto que las alas no se ponían de manifiesto hasta
después del nacimiento, cuando las bandas eran colocadas, y una parte de las
piedras Ylan de los padres migraban hacia las pulseras del niño, no había ningún
modo de demostrar o refutar, de saber con seguridad lo que serían esos niños.
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Jeqon pensaba que quizás, esos niños serían más. Pensaba que, tal vez, serían el
primer pequeño paso hacia el regreso de los Fallon. Rezaba a la Diosa y su consorte
Ylan porque así fuera.
Las piedras Ylan en sus bandas zumbaban sobre su piel, resonando con energía,
una indicación de que su hermana pronto llegaría a la Tierra. Dobló el papel que
contenía los resultados de la comparación del ADN y lo puso en su bolsillo,
mientras se apartaba de la ventana y caminaba hacia la cámara de transporte,
rezando a la Diosa por orientación mientras lo hacía. Por el perdón. Por poder
dejar a un lado la ira entre Zantara y él.
El virus Hotaling había hecho más que amenazar a los de Belizair con la extinción,
había revivido antiguas hostilidades y separado familias. El y Zantara nunca habían
sido cercanos como otros hermanos, pero habían estado en términos amistosos…
hasta que el virus atacó.
Su sociedad valoraba la libre elección, el libre albedrío, pero aun así, las mujeres
embarazadas y las que criaban hijos eran reverenciadas. Y ser incapaz de hacerlo…
Zantara no era la única en verse sin esperanza, luchando con la desesperación y los
sentimientos de inutilidad, la cólera. La amargura. Jeqon podía entender esos
sentimientos, había hecho todo lo posible para consolarla, para ofrecerle toda la
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esperanza que pudiera. Pero en su dolor, ella había arremetido contra él por su
amistad con Komet d’Vesti del clan Araqiel. En su dolor, ella había infringido
angustia y miseria a otros, había insistido en que se examinara al hermano mayor
de Adan, Zeraac, al que ella se había prometido, y luego, cuando se probó que era
estéril, lo había dejado de lado… sólo para dar la vuelta y dirigirse a su tío en señal
de protesta, para tratar de romper el vínculo, cuando Komet y Zeraac reclamaron a
su compañera, la humana llamada Ariel, y la llevaron a Belizair.
Las puertas se abrieron y Zantara salió. Sus ojos encontraron con los de él,
reluciendo con lágrimas cuando caminó hacia adelante y extendió los brazos,
tocando sus bandas contra las de Jeqon en el saludo tradicional. Ya estoy en paz con
Zeraac, y he obtenido permiso del Consejo para servir como uno de sus agentes aquí.
Buscando niños no deseados que lleven los genes Fallon, y si encuentro algunos, ayudar a
criarlos hasta que sean lo bastante mayores para ser emparejados y llevados a Belizair, si así
lo desean entonces.
La alegría atravesó a Jeqon, sus palabras eran por lo que había rezado. Llegas en el
momento perfecto. Draigon, Kye y su compañera de vínculo humana, Savannah, han
encontrado a una niña llamada Holland, que tiene el marcador Fallon. Hizo una pausa y
luego cambió hacia la palabra hablada, “Ella no es un bebé o una niña pequeña.
Tiene trece años terrestres y su vida no ha sido fácil.”
Jeqon le dio las coordenadas y la miró mientras regresaba a la cámara. Las bandas
de sus muñecas vibraron a la vida cuando se transportó.
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Sólo cuando la vibración se detuvo, regresó al laboratorio y levantó el teléfono.
Sonriendo cuando Draigon contestó, después de los suficientes timbrazos como
para sugerir que él pudiera haber estado ocupado, su gruñido de ‘hola’ lo confirmó.
“Zantara está en camino para ayudar con Holland”, dijo Jeqon. “No he
compartido esta información con ella, pero el varón humano llamado Kelleher es
un partido para ella.”
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Gracia letal y belleza poética, a Cyan le resulta imposible resistirse a Laith y Rykken. Son una
fantasía erótica y una inspiración artística… pero amarlos viene con una elección, hacer lo que es
bueno para su corazón o lo que es correcto para su arte.
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02- El Milagro De Zeraac
Según la ley del Consejo, Ariel debe estar de acuerdo con una
ceremonia de unión por su libre voluntad, y sólo puede conocer
la verdad sobre Zeraac y Komet, una vez que estén en la
A través del amor y la esperanza que nacen en las profundidades de la oscuridad y la desesperación,
los tres encontraran algo más raro que las piedras preciosas Ylan que llevan en las pulseras de sus
muñecas, un milagro que cambiará sus vidas.
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independiente compañera, segura, y alejada de los problemas, es un trabajo para dos hombres.
Draigon y Kye descubren que compartir las tareas de guardaespaldas tiene ciertos… beneficios, y su
‘deber de dar placer’ es uno que realizan con gran entusiasmo. Hasta que uno de ellos toma su
‘deber de proteger’ demasiado literalmente, con un resultado devastador.
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PROXIMAMENTE
El Regalo De Zoe
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Jory Strong–Atando a Savannah – Fallon Mates III
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Jory Strong–Atando a Savannah – Fallon Mates III
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