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El Club de las Excomulgadas
Aviso Excomulgado
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El Club de las Excomulgadas
Argumento
Una historia de dos amantes que no podrían ser más diferentes.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Uno
Azufre. ¿Cómo diablos sabía ella a lo que olía el azufre?
Dios, amaba a sus padres, pero tenían amigos que daban mucho miedo. El
Señor del Inframundo era el mejor amigo de su padre, mientras que la de Anna era
Mina, la Bruja de Mar, una criatura cuyo nombre se decía en un susurro entre la
gente del mar.
Pero tanto si Alexis sentía o no el olor a azufre, tenía que ser un sueño.
Principalmente porque esa parte de su mente que mantenía las cosas demasiado
aterradoras en los sueños se lo decía, a pesar de que había una nota tenue que hacía
la sugerencia más prometedora que el hecho seguro.
Cuando empezó a volverse para ver qué había detrás de ella, una mano tocó
sus alas. Dedos fuertes, de hombre penetraron las gruesas capas de plumas rizadas,
para agarrarlas, con sus nudillos acariciando la frágil red de huesos debajo.
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En ingles merangel: mezcla de las palabras mermaid (sirena) y ángel.
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Ah, era ese tipo de sueño. Por esto podría valer la pena el desagradable olor a
azufre, aunque una sensación extraña, oscilante en la boca de su estómago le
recomendó que corriera, incluso si su cuerpo se negaba a moverse. La mano jugó
con sus plumas donde se unían a la carne, la zona más sensible, y la hizo contener
el aliento. Inclinando la cabeza hacia atrás, se encontró con un ancho hombro
esperando para que se apoyara en él. Se unía a un cuerpo muy masculino
presionando contra su espalda, con su muslo desnudo contra su cadera. El
intrigante músculo de un estómago rozó sus alas. Otra mano las separó como si
abriera una prenda y la deslizara por su espalda, haciéndola temblar.
Nunca había tenido un amante. Ya era bastante difícil ser empática, ¿pero de
ahí a tener la energía de un ángel además de eso? Los hombres se sentían atraídos
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Esta fan traducción es de distribución gratuita.
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hacia ella como polillas a la luz, pero no se acercaban lo suficiente como para ser
quemados. Cuando Lex era adolescente, Anna, su madre, había señalado que ese
rasgo salvaría vidas. Jonah habría tenido muy poca paciencia con los errores
hormonales de los hombres jóvenes al tratarse de su única hija.
No eran las palabras de su madre, por supuesto. Alexis tenía una amiga
humana, Clara, que había nacido en Georgia y que describía la actitud propia de su
papá con los muchachos, de esa manera. Ya que parecía aplicarse a Jonah, Alexis
no pudo dejar de pensar en él cuando el tema salió a colación.
Pero no era una niña. Y este era sin duda un sueño muy adulto. Un poco
Ahí. Ella abrió la boca, sueño o no, mientras las palmas callosas se cerraban
sobre sus pechos desnudos, porque aparentemente esa era la forma en que su sueño
quería que estuvieran, y ¿quién era ella para discutir? Se había ido a dormir con una
camisa de dormir grande impresa con un conejito rosa sobre la leyenda Todo es sobre
mí. Ciertamente, no habría encajado en ese sueño.
Alzando las manos, ella las cerró sobre sus antebrazos. Él se quedó quieto,
como si no hubiera esperado que lo tocara. Seguía bebiéndosela profundamente,
haciéndola marearse, aumentando el rugido de su corazón. Mientras ella se
balanceaba con el movimiento del fuego, le rozó la parte trasera con su ingle. La
evidencia de su deseo envió un escalofrío de aprensión y excitación a través de ella.
Era demasiado real, un poco intimidante.
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La voz era áspera, como si estuviera marcada por nubes ardientes de humo.
Retumbó a través de su cuerpo como un trueno, del tipo que precedía al rayo de
calor, no a las frías corrientes de lluvia. El sudor brillaba en su piel ahora, el calor
aumentaba, y ella miró hacia abajo, a sus manos. Las uñas eran largas, casi como
garras, las puntas finas dejaban regueros rojos sobre su carne, pero la fuerza en su
puño, acariciándola eróticamente, equilibraba su aprensión. Además, ella no podía
apartar los ojos de la vista de esas manos sobre sus pechos, de la forma en que los
tomaban y los abrazaban, tan seguras y poderosas, deslizando su pulgar e índice
juntos para capturar sus pezones, apretarlos y rodarlos de una forma que la hacía
tragar con fuerza.
Oh, gran Diosa. Esto podría ser un sueño, pero era difícil creer que no era
algo más, porque nunca antes había tenido en su mano el pene de un hombre.
¿Cómo registraría en detalle no sólo el grosor y la longitud de terciopelo, sino el
calor duro, la notable suavidad de la piel estirada sobre él, el pliegue y el velo de su
cabeza? Un líquido viscoso hizo que sus dedos se volvieran resbaladizos,
provocando que los frotara por su longitud.
Él gruñó y se empujó a sí mismo en sus manos con más urgencia. Era tan
maravilloso, tan impresionante, que ella tuvo que sonreír ante la alegría de eso, él
oprimió su sien con su mandíbula, un agradecimiento por haberle dado el don de su
pasión, de su necesidad.
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estaba tirando lejos del fuego, lejos de él. Presa del pánico, ella se volvió para mirar
su cara, deseando ver quién o qué era. ¿Qué había hecho mal? ¿Si podía hacer que
cambiara de opinión, la dejaría quedarse?
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Alexis se levantó de su cama, obligando a T a dar un salto chillón por su
seguridad. El gato tiró su farol victoriano, aunque la sombra del bulbo de vidrio por
fortuna cayó en la pila de animales de peluche que desbordaban desde la esquina.
Algo la hizo darse la vuelta.
La joven era clarividente y aunque no sabía que Alexis era mitad ángel, Lex
estaba feliz de tener lo más cercano posible a una amistad normal con ella, porque
—Mejor ahora. Estás aquí. Estás con nosotros. Ese debe haber sido un
infierno de sueño.
—Estoy bien. —Se dejó caer mientras Clara tomaba una silla de debajo de
su escritorio—. Sólo habla conmigo mientras me tranquilizo.
—Está bien, cariño, está bien. —Clara se apretó contra el respaldo de la silla,
con la mano en el pelo de Lex, acariciándola—. Tengo alrededor de una hora antes
de clases, y pensé en pasar a ver si deseabas revisar mitología griega conmigo. La
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impartirá un profesor griego de visita y santo Dios, ¡es caliente! Habla con acento y
todo.
—Bueno, tú eres mi amiga, y ¿para qué están los amigos? —Clara enrolló un
Alexis gritó, tirando la silla. Se tropezó, cayendo sobre su trasero entre las
patas de un enorme oso de peluche, nada como el abrazo de sus sueños. Clara
seguía de pie en la silla, mirándola fijamente.
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Eeyore y un Pooh, pero apretó el Tigger3 que cayó en su regazo mientras juntaba
sus rodillas.
—Si bebieras, diría que te tomaste muchos tragos en ese lugar mexicano que
estuvimos la otra vez. Pero aparte de tu habitual momento de diversión
embriagadora con el néctar de la vida4, no bebiste.
El sufrimiento es una de las formas importantes que cultivamos, Lex. Debes permitir
que otros sufran. Usa tu conocimiento con sabiduría, cuando sea realmente necesario, o
cuando no vaya a descarrilar a alguien de la ruta que necesita seguir. Si no tienes esa
sabiduría, será mejor que no interfirieras.
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Personajes de los dibujos infantiles Winne the Pooh.
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El néctar del la vida suele referirse al agua y su importancia como fuente de vida.
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un chico o impedir que alguien saltara de un edificio. Lo único que podía hacer sin
interferir. Como no podía apagar su habilidad, atraía a la gente hacia ella.
En realidad no importaba. Lo que era frustrante era que esa misma luz que
enviaba un sentimiento de “ven acá” también tenía una vibra de “demasiado bueno
para tocarlo” cuando se trataba de hombres. Inconscientemente, se mantenían al
alcance de un brazo, manteniendo sus manos lejos.
—Oh, Diosa. —Alexis puso los ojos en blanco—. ¿Eso es todo lo que un
hombre necesita?
—No, por supuesto que no. Espero inteligencia, sentido del humor, una
cuenta bancaria enorme y un gran cuerpo junto con un decente pero viril sentido de
la moda. El componente bien dotado sólo se hace indispensable si queremos llegar
más lejos. Pero en los sueños puedes asumir que esas cosas se dan y saltar a las
partes buenas. Literalmente.
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—Tómalo con calma —murmuró ella—. Te tengo. Eres una amiga extraña,
Lex. No creo que jamás haya querido más a nadie, porque devuelves el amor como
si fuera la cosa más fácil del mundo, y tienes suficiente para todos. Pero también
me preocupas. A veces estás demasiado sola, aunque todo el mundo te adore. Es
como si te alejaras, hacia un destino que de algún modo asusta. No te quiero
perder.
Bueno, esta es una de las razones por la que tener una amiga vidente no era
divertido. Las observaciones de Clara siempre contenían verdad. Debido a que
Alexis tenía la misma persistente sensación, su ansiedad crecía, tentándola a
contarle todo. Pero esa era una de las reglas que no se podían romper.
Así que Alexis la abrazó, se enderezó y empujó el pelo liso rojo de la frente
de Clara, tocando el delicado diamante y el anillo de oro que llevaba en la fosa
nasal derecha.
—Ya te lo dije, me perderás un día. Huiré con el circo. Liberaré a todos los
leones, tigres y elefantes, y los llevaré de vuelta a África en una balsa que haré con
deseos.
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—Ahí estás. Haciendo eso que haces.
—¿Qué?
En realidad, era bastante aterrador. Porque Alexis sabía lo frágil que estaba
el universo.
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Capítulo Dos
El pecho de Dante funcionaba como un fuelle, sus dedos escarbaban en la
piedra empapada en sangre debajo de él. Curvando su labio hacia atrás, dejó que
sus colmillos se hundieran en su piel mientras inspiraba más aire. El dolor se había
vuelto tan intenso, que temía tener que destruir el hechizo. Justo antes de retirarse
de vuelta por el portal de sueños, sus órganos internos se habían estado cocinando.
Incluso ahora, estaban inquietantemente hirviendo a fuego lento, recordándole
cómo habría sido ser incinerado de adentro hacia afuera.
Su atención fue hacia el cuerpo que yacía a varios metros de distancia, los
ojos fijos color plata y el cabello castaño enredado de su sacrificio femenino. Ahora
que había descubierto el orden apropiado de los símbolos, los conjuros y el
momento para liberar la sangre, podría usar la misma vasija varias veces para abrir
el portal. Pero no sería necesario. La próxima vez que la chica se rindiera a los
sueños, estaría aquí, y sería de él.
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dispuesto a sacrificar diez veces más cantidad de sangre si pudiera quemar ahora las
marcas en su piel física.
A pesar del placer solitario y salvaje que le daba, se refrenó. La ira poderosa
y las necesidades de su alma oscura tenían que ser sometidas si deseaba alcanzar su
objetivo. Había aprendido eso hace tiempo.
Tal vez tenía que agradecer a la maldita bruja marina por ese
entendimiento. Si tenía la oportunidad, se lo agradecería personalmente. Al
arrancarle la cabeza, beber su sangre y arrojar su cuerpo al punto más profundo de
desechos asquerosos que pudiera encontrar.
Veinte años atrás, la bruja marina había destruido todas las grietas que
permitían salir del mundo de los Oscuros. Para reunir la magia que volviera a crear
aunque fuera una, tuvo que ser meticuloso. Él había descubierto un modo de
hacerlo bajo tierra, debajo de esta torre, sabiendo que el ojo de ella podía girar
sobre este mundo cuando quisiera. Sus intentos iniciales habían creado un
conducto limitado y débil que le había dado acceso a mundos yermos. Pero al final
encontró uno que incluía especies humanoides.
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de sueños era su victoria, su modo de soslayar la maldición que lo había encerrado
aquí.
Hasta ahora, sólo un Oscuro no había vuelto. Dante les dejó creer que el
Entonces ocurrió la batalla apocalíptica entre los ángeles y los Oscuros por
la posesión del mundo humano, y la decisión de la bruja marina. A Dante no le
gustaba recordar ese terrible día. Este mundo siempre había sido una prisión para
él, pero tenía ventanas, un modo de mirar dentro de otros mundos. Cuando ella
decidió destruirlas, había tapiado la puerta de su celda, sellándolo todo,
condenándolo a un fuego incesante y a la oscuridad. Un ataúd sin muerte, nada
excepto gritos y terror, dolor y rabia.
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era la única vía para cambiar. Y el odio era el combustible que le permitiría
obtenerlo, si lo perfeccionaba para llevar a cabo su máximo objetivo. Un mes
después del cierre de las grietas, loco por la sed de sangre, había derribado a su
primer Oscuro y había forzado a la criatura a someterse como su alimento.
—Puedes tomarla para tu propia comida ahora. Sin embargo, irás por la
grieta y me encontrarás otra tan pronto como termines, o la sacaré de tu vientre
antes de que la digieras.
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—Sí, mi señor —dijo la criatura con voz raposa, tan chirriante como sus
garras en la piedra. Otra razón por la cual a Dante le gustaba tener su cámara
privada. Podía dejarlos a todos afuera, sin oír los gruñidos y siseos, el interminable
rugido del fuego, las explosiones y los chasquidos de las llamas. El silbido de los
vientos helados sobre un paisaje carente de cualquier cosa excepto de los esqueletos
de los árboles negros y de las criaturas que se arrojaban a sí mismas a través del
hielo y del barro, sirviendo de comida para otros Oscuros cuando no había a mano
nada fresco del exterior.
El aumento del ansia volvió, pero tenía una cualidad diferente. Tal vez fuera
un anhelo por lo que nunca había conocido, lo que representaba esa chica
despreciablemente inocente. Él había sido pasivo durante las primeras incursiones
en sus sueños, deslizándose ahí como un testigo silencioso antes de penetrar en su
estado, porque interactuar con ella físicamente le tomaba demasiado poder, tal
como lo sabían sus órganos internos erosionados. Pero esta vez había
experimentado sus emociones, cosas que deberían resultarle familiares, pero
desconsoladamente no lo eran. Eso lo enojó más allá del punto de su frustrada
furia, pero todavía estaba demasiado débil para levantarse. Se acomodó con un
gruñido bajo, con sus dedos agarrando la silla.
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Le probaría a la bruja marina que merecía ser liberado, ya vería. No tendría
opción, a menos que quisiera que su ahijada sufriera tormentos más allá de
cualquier cosa que hubiera conocido jamás. Casi esperaba que Mina se tomara su
tiempo para decidir. No le importaría hacer sufrir a su ahijada mientras la bruja lo
hacía sufrir a él.
*****
—Sí, tienen vellos diminutos y gruesos en toda su superficie. ¿Ves justo ahí?
Ahí fue donde lo golpeó una hélice. Una vez que esté completamente curado, lo
llevarán de vuelta a una caleta en Florida donde viven un montón de otros
manatíes, y volverá a ser libre.
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—Cuídate y vuelve otra vez, para que puedas aprender más acerca de él —
mencionó Lex, y fue gratificada por el asentimiento entusiasta de la niña.
En un día normal, Alexis hubiera bromeado con él, sugiriendo que sólo era
una excusa para que él no tuviera que dejar el estanque, su lugar favorito. Pero
pensar en los visitantes hoscos o disgustados del Centro de Conservación devolvía
su mente al rabioso hombre de sus sueños. Aunque estaba contenta por la
distracción que le daba su trabajo en el Centro de Conservación de Florida, no
había funcionado por completo. El sueño permanecía como si estuviera grabado a
fuego en su cerebro, la realidad a su alrededor era borrosa.
Ausente, miró a la familia vagar fuera del área de exposición del edificio
principal, la niña conversando acerca de su encuentro con el manatí. Branson le
brindó una mirada curiosa, pero Gwen llamó desde el área del laboratorio,
salvando a Lex de las preguntas mientras se ponía de pie para ver qué pasaba.
Alexis miró dentro del estanque mientras Leroy le daba un topón a Buick en el
costado.
Un whuff, y el manatí se elevó otra vez, esta vez para asegurar un trozo
flotante de lechuga. Alexis se inclinó sobre la barandilla y frotó su ceja con sus
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dedos. Las clases habían sido una pérdida total de tiempo. Ella fue con Clara para
atraer la atención del profesor griego. Si no hubiera una verdadera atracción entre
los dos, el don de Lex no tendría ningún efecto duradero tras su partida, así que
ayudar a que „mordieran‟ la trampa de Clara nunca le molestaba. Por supuesto,
Clara era bastante irresistible. Probablemente ella no era necesaria para ese tipo de
esfuerzos románticos.
En este caso, era algo bueno, porque apenas podía concentrarse en su clase.
Normalmente, estaba tan ansiosa por aprender algo nuevo que Clara la comparaba
con una esponja. Sus amigos a menudo le hacían bromas, clamando que sería una
cerebrito sin remedio si no fuera por su mojo5 de paz y amor.
Ahora, sentía vivamente ese aislamiento, como si viera a todos los demás a
través de grandes lentes. No le gustaba. Esta noche debería meditar. O tal vez
debería obtener algún tipo de ayuda para dormir con algún medicamento sin receta
que la hiciera descansar profundamente, no tan consciente de sus sueños. El
pensamiento la impresionó, aunque se quedó corta. Nunca usaba ningún tipo de
droga, porque aunque podía cambiar a forma humana, su sangre no lo era.
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La palabra mojo originalmente significa encanto o hechizo.
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aislada de playa a lo largo de la vía fluvial, era un lugar poco usado ya que no era lo
suficientemente ancho para caminar o tomar sol. Casi era la marea alta.
Hubiera querido ver su cara por un breve momento. ¿Temía lo que pudiera
ver? La Bella y la Bestia era uno de sus cuentos de hadas favorito, debido a que un
—¿Alexis?
Una cálida luz se había extendido sobre su piel. Ella levantó la mirada a los
ojos oscuros de su padre. Aparentemente cuando no había respondido de
inmediato, él había intensificado su campo de energía, una manera educada de
atraer su atención en lugar de sacudirla. Aquí no estaban fuera de la vista de los
humanos, pero no importaban los barcos distantes. Como Comandante Principal
de la Legión de la Diosa, Jonah esgrimía suficiente poder para impedir que los
humanos vieran algo que él no quisiera.
—Ave marina. —Cuando él puso sus manos sobre sus hombros, ella se
estremeció. Por un impactante momento, no quiso que la tocara. Eso la sacó de
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golpe de la niebla de un modo que la caminata tranquila hacia la playa y ver a un
ángel aterrizar justo delante de ella no lo había hecho.
—Pyel —dijo ella, usando la palabra sirena para padre, una tranquilidad para
ella así como un saludo—. Lo siento. Hoy no me he estado sintiendo bien. No
estoy enferma. Sólo… tuve un sueño que no me puedo sacudir.
Había estado a punto de decir „mal sueño‟ ¿pero realmente había sido malo?
¿O sólo perturbador? Los pensamientos que había tenido la mayor parte del día
eran atemorizantes, no estaba segura de haber reaccionado así de fuerte antes
delante de un hombre.
Jonah le tomó la cara con una gran mano. Los ángeles eran inmortales, así
—¿Te importa ser arrojada desde una gran altura, si prometo atraparte?
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Capítulo Tres
Ella se sacó la ropa, envolviéndola y dejándola en un lugar seguro debajo de
un arbusto plantado a lo largo de la cima de la pared de contención. La modestia
no era un rasgo que pudieran permitirse la mayoría de los cambiantes, y ella no era
una excepción.
Jonah la llevó hacia arriba, sobre la cubierta de nubes, así que un día
nublado se transformó en uno lleno de rayos de sol que hicieron retroceder a las
sombras. Enganchando sus piernas en las pantorrillas de él, Lex se permitió un
placer que compartía con su madre, enterró sus dedos en las suaves capas de largas
plumas, mucho más gruesas que las suyas, detrás de los hombros masculinos. Él
tenía un magnífico par de alas plateadas y blancas, y el duro cuerpo debajo de su
agarre de piernas y brazos la hacía sentir segura.
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sostuviera. Había pasado maravillosos días durante su niñez reclinándose sobre
ellas, leyendo libros mientras su padre hacía lo mismo, cerca, su madre tejía
espirales de nubes para darle una corona temporal a la cabeza de su hija, o creaba
formas animales para divertirla. A veces Jonah practicaba con armas con los otros
ángeles, atemorizándola con el despliegue de destellante acero, con sus rápidos
movimientos acrobáticos, y lo mejor de todo, con las bromas que compartían todos
los hermanos de armas, aunque las mantenían muy suaves para sus jóvenes oídos y
los de su madre, sólo insinuando los insultos procaces que solían intercambiar
normalmente.
Aunque ahora, él la llevó incluso más arriba, hasta que el aire fue más
grueso y ella pudo sentir las estrellas esperando arriba y la Tierra muy, muy lejos
—¿Lista?
Como respuesta, empujó los muslos con una sonrisa traviesa y se sumergió
como un cisne de vuelta al abierto cielo azul. Mientras daba vueltas, manejando las
corrientes de aire, dejó que emergieran sus alas en medio de sus omóplatos. Las
escamas empezaron a lamer sus caderas, sus piernas y pies fusionándose en un
punto apretado para permitir la transformación que culminó en su cola, con las
escamas doradas y rojas brillando a la luz del sol, las delicadas aletas desplegándose
para abanicar el aire.
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distancia. Lejos, abajo, las nubes se habían movido así que tuvo un atisbo de
terreno verde y azul. Ahora mismo los problemas de sus habitantes no formaban
parte de su mente, brindándole un tranquilo espacio para respirar.
—Nunca he tenido ningún problema con ellos, Pyel. Puedo sentir lo que
siente la gente, pero no me drena, gracias a mi mitad ángel. Sólo que a veces me
gusta la tranquilidad. ¿Sabes?
—Lo sé. —Le dio tiempo para relajarse, dejó que la meditación tranquilizara
—¿Ha sido tanto? Pensará que he huido con una ninfa de agua.
—Le diré eso exactamente. —Alexis levitó y salió disparada a través del
cielo, con su padre contra sus tobillos. O mejor dicho cola, en este caso. El destello
de luz solar en sus escamas atrajo la atención de una bandada de pájaros, que se
desviaron de su curso para seguirla. Ella y Jonah doblaron y giraron en el cielo
entre ellos, riendo, entonces dejó que él tomara la delantera, dejando a los pájaros
atrás.
Pero mientras cerraba los ojos, sintiendo las corrientes de viento que
ocasionaba el movimiento de sus alas acariciando sus labios, ella volvió a hablar.
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—Siempre. El tiempo es corto, Ave Marina. —Él la miró sobre su hombro—
. Cuando amas a alguien, nunca hay suficiente tiempo para pasarlo juntos.
Como ángel, Jonah viviría indefinidamente, hasta que algo lo arrojara del
cielo. Quizás miles de años. Anna tenía un período de vida de solo trescientos. Por
eso, Alexis entendía por qué Jonah se sentía así, pero parte de eso era simplemente
cómo se sentían el uno por el otro. Tan fuerte como era su energía, cuando estaba
con Anna, era más brillante, incluso más intensa. Alexis había sido bañada en el
amor del uno por el otro durante toda su vida, lo suficiente para esperar lo mismo
algún día. Tal vez había estado anhelándolo más últimamente, lo cual explicaría su
extravagante sueño.
Con cuarenta y uno ahora, Anna no parecía más vieja que Alexis. El pelo
castaño dorado largo, bruñido por el agua se aferraba a sus pálidos hombros. Una
gargantilla dorada con un colgante de rubí brillaba en su garganta, adornado con
perlas, un regalo que Mina le hizo cuando nació Alexis. También llevaba una
delgada gasa envuelta alrededor de sus senos lo suficientemente larga como para
envolver los extremos de la parte baja de su torso. Si cambiara a su forma humana,
el rasgo que Lex había heredado, le proveería una cubierta para evitar atraer
demasiado la atención. Aunque por supuesto su extraordinaria belleza
probablemente haría eso algo problemático. Los ojos que se abrieron para mirar
hacia el cielo, eran del mismo azul violeta que los de Alexis.
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Lex aterrizó en el atolón, deslizando su cola dentro del agua, apoyándose en
la parte superior de su cuerpo y una cadera para reclinarse al lado de su madre.
Mientras acomodaba sus alas, las puntas diseminaron gotitas en el abdomen
desnudo de Anna, rodando por el hueso de su cadera hasta las primeras capas de
escamas matizadas con azul medianoche y púrpura plateado. Igual que en las alas
de Jonah, Alexis enredó sus dedos entre el pelo de su madre por el puro placer de
hacerlo, una sábana de seda mojada.
Lex se rió.
Anna, a pesar de sus palabras, se estiró y pasó sus dedos por los fuertes
rasgos de él. Los ojos se suavizaron y calentaron al mismo tiempo, una respuesta de
amor y deseo que Lex había visto incontables veces entre ellos. Debajo de las
palabras de Anna había una verdad dolorosa. Como ella podía morir mucho antes
que él, Anna había querido asegurarse de que le quedara una familia que pudiera
cuidarlo. Lex sería eso, junto con todos los hijos e hijas que vinieran después. Ella
amaba a los niños, pero sabía que los habría tenido sin importar nada, porque ni
ella ni su madre podían soportar el pensamiento de la soledad de su padre. Los
ángeles sólo podían aparearse una vez en toda su vida. Su primer amor era el
último.
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El pensamiento la hizo anhelar esa intimidad, un vínculo que pudiera durar
por generaciones. Eso tampoco era propio de ella. Sí, había estado frustrada por su
incapacidad de obtener más que una adoración platónica de cualquier macho
mientras maduraba hasta convertirse en mujer, pero había recibido tanto amor y
calidez de la gente a su alrededor, que lo había equilibrado. Esta era la primera vez
que sentía el afilado borde del cuchillo de la envidia, una necesitada ansia que la
disparó de vuelta al agarre del sueño, y la hizo desear su regreso.
—Volveré en un momento.
—Sólo quería saber. ¿Se apoderó de todo, te hizo sentir como si todo
estuviera a punto de cambiar? ¿Cómo si el mundo tal vez estuviera a punto de
cambiar drásticamente y no estuvieras segura de qué modo caer, o incluso si vas a
caer alguna vez?
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—No. De hecho no he conocido a nadie. O tal vez sí. Fue un sueño, pero no
se sintió como un sueño, ¿entiendes?
Pero ella amaba su vida. Había entendido muy pronto que siempre sería una
forastera, sin importar en qué mundo hiciera su hogar. No era una sirena pura o un
ángel puro, pero podía cambiar a forma humana. Así que había creado un mundo
para ella misma ahí y, como empática, sentía que estaba recibiendo tanto como
estaba dando de vuelta. Era amada por sus diferencias, no rechazada.
—Estoy bien. —Ya que las emociones de su madre eran preocupantes nubes
de tormenta, Alexis usó la voz cantarina de notas cadenciosas del idioma sirenio—.
No te preocupes, Myel7.
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Canción de Navidad, Un cuento de Navidad o El cántico de Navidad (título original en inglés: A Christmas Carol) es una
novela corta escrita por el británico Charles Dickens en 1843. En ella se habla de cómo una persona huraña o tacaña
puede cambiar su actitud durante la Navidad. El protagonista es el señor Ebenezer Scrooge, quien recibe fantasmas de las
Navidades pasadas que le muestran su destino.
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—¿Puedes contarme sobre eso? ¿Tu sueño?
—Fue un sueño de tipo privado. No querría que tuvieras que contarle a Pyel
sobre eso. Pensaría en maneras de invadir mis sueños y ahuyentar a los hombres
imaginarios.
Lex asintió.
—Sí, le dije a Pyel que sí. ¿Por qué siempre preguntan eso?
7
Palabra en idioma sirena para madre.
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Como su madre había señalado, al principio no había tenido control de sus
filtros. Mina había usado sus poderes para encerrarlos en su interior hasta que Lex
fuera lo suficientemente mayor para controlar su manipulación por sí misma. Casi
se había vuelto loca antes de que pudieran descubrir qué andaba mal. La mente de
un niño no podía comprender el sufrimiento que todo ser carga en diferentes
medidas. Gracias al bloqueo de Mina, hasta que alcanzó la edad suficiente, las
emociones de la gente habían sido imágenes e impresiones distantes, como el
murmullo de fondo de una televisión.
—Algunos bebés lloran por cólicos. —Anna enredó un rizo del cabello de
Lex alrededor de sus dedos—. Yo no sabía si la mía estaba llorando por su propia
aflicción o por la de todo el mundo.
Lex sabía eso, porque el dolor y el temor de su madre habían sido las más
agudas de las emociones que la habían pinchado siendo niña.
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intencionado. No lo evado porque vea cosas horribles. Sé que no puedo arreglarlo
todo.
Su madre se las arregló para empujar hacia atrás sus emociones, porque
estas se desvanecieron. Anna le brindó una sonrisa.
—Está bien entonces. Así que cuéntame más acerca de este intrigante
hombre de ensueño.
—Nunca he sentido nada como este dolor. La mayor parte del tiempo, sin
importar cuán terribles hayan sido sus vidas, o el dolor que acarreen ahora, hay un
poco de equilibrio. Hay alguna parte de su vida que les da alegría o tranquilidad. Él
no tiene nada de eso. Ni un solo momento de felicidad o descanso. Ninguna
—Está bien, ¿pero, y si nunca has experimentado nada más? ¿Cómo sabes si
el fin de la oscuridad será mejor?
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—No lo sabes. Pero es diferente, y cuando tu vida es un tormento
implacable, cualquier cosa diferente, cualquier cambio, tiene que suministrar algo.
—Anna frunció el ceño, pensando—. O tal vez, no lo ha experimentado, pero lo ve
de algún modo. Ha visto la luz que otros han encontrado, y desea eso para sí
mismo.
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suavidad, pero siempre hemos sabido que podrías tener una profundidad que aún
tienes que tocar o que alguno de nosotros debe entender. Sería sabio hacerle saber
acerca del sueño.
—Es tan sarcástica. Su lengua podría ser usada para cortar metal. Y su
oscuridad… incluso con los filtros, me es difícil mantener las cosas claras cuando
estoy alrededor de ella. Es aterradora, Myel. —Sorprendida, se dio cuenta de que lo
que sentía por Mina no era diferente de lo que sentía por el hombre de sus sueños.
Anna se rió.
—¿Eres renuente a hablar con Mina, pero pedirás reunirte con el Señor del
Inframundo? ¿Qué en la tierra tendrías…?
—Creo que ese hombre puede estar ahí —cortó Lex precipitadamente—.
Hay tanto fuego y dolor donde está. ¿Si es real, podría ser alguien que está en el
Infierno y que de algún modo interceptó mis sueños? Puede que el Señor Lucifer lo
sepa.
—Puede que sí. —Anna frunció los labios—. Le pediré a Jonah que se
acerque a Lucifer con eso. Si Luc está dispuesto, te concederá una audiencia. Pero
Mina primero. Tan pronto como sea posible.
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El Club de las Excomulgadas
—Está bien. Con suerte David estará ahí. Es más fácil. Menos escalofriante.
—Aliviada, Lex sintió que las preocupaciones de su madre volvían a retirarse, hasta
una oleada manejable—. Esto no hará que Pyel se preocupe, ¿cierto? No quiero que
se preocupen. Incluso si es real, sólo es algún tipo solitario buscándome. No muy
diferente de todos esos animales marinos y gente sirena infeliz que solían seguirme
a casa cuando era adolescente, alimentándose a costa de mi proximidad para
sentirse mejor.
—Él siempre se preocupará por ti, porque te ama más que a nada,
queridísima. Igual que yo. —Cuando Anna abrió los brazos, Lex volvió a
acomodarse entre ellos, descansando su mejilla contra su pecho. Trazó la adorable
línea enjoyada de escamas azules y púrpuras que formaban una línea diagonal
El susurro del océano, el feliz calor del sol y el latido del corazón de su
madre le daban paz, como siempre hacían. Se quedaron de ese modo por algún
tiempo, dos criaturas marinas en sintonía con el ritmo de su mundo, sin necesidad
de decir o hacer nada. La tranquilidad única de eso era la razón principal por la que
Lex sabía que sus padres no tenían que temer que el mundo humano la sujetara.
Cuando le dijo eso a su madre, los brazos de Anna se apretaron alrededor suyo,
acariciando las peludas plumas en el interior de la curva de sus alas.
—Entiendes bien tantas cosas, Lex. Pero a veces eres ciega a lo que está más
cerca de ti. Aunque él puede ser muy protector, tu padre escucha mejor de lo que
esperas. No podrías tener un mejor aliado. Él podría contener el universo para
protegerte.
Tal como la criatura de sus sueños lo destruiría para tenerla. Ella se volvió a
estremecer, sin estar segura de dónde había venido ese pensamiento. Anna tenía
razón. Sí, necesitaba hablar con Mina, por mucho que odiara admitirlo. Mañana.
Esta noche quería pensar. Y tal vez soñar una vez más, antes de que su decisión lo
alejara de ella.
38
El Club de las Excomulgadas
Cuando Jonah cayó del cielo, aterrizando ligeramente sobre la arena, Lex
dejó que el humor empujara lejos sus preocupaciones, por ahora.
Ante la risa de Anna, Jonah les brindó a ambas una mirada indulgente e
hizo aparecer dos mangos, así como un par de flores tropicales exóticas. Puso las
últimas detrás de los delicados oídos de cada una de sus mujeres, sus grandes
manos demorándose en sus caras, luego indicó los mangos.
—¿Qué les parece una merienda antes de llevar a Lex de vuelta a casa?
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cuatro
La flor estaba en una taza al lado de su cama, la fragancia del mango
todavía permanecía en su lengua. Lex había puesto algo de música relajante y
calentado té de manzanilla, pero todavía no podía acostarse y dejar que el sueño la
poseyera. Mientras se paseaba, casi se arrepintió de no ir a ver a Mina esa noche.
¿Cómo podía querer y temer algo al mismo tiempo? Normalmente, algo como esto
la habría hecho entrar en el camino de la precaución. Conocía el margen de error
entre la compasión y el instinto. Aun así, nunca había sentido una urgencia tan
grande por arrojar al viento la precaución y también huir del sueño al mismo
tiempo.
—El único modo de resolver esto es atrapar al Tigre por la cola. Y esperar
que no me saque la cara con un mordisco. Aquí, gatito, gatito… —Mientras se
acercaba la modorra, empezó a murmurar—. Aquí, gatito, gatito…
Voy a estar bien. Aunque él sea real, es sólo un sueño. Sólo nos estamos encontrando
en un sueño. Le ayudaré. Voy a estar bien.
FUEGO. Él siempre estaba rodeado de fuego, pero esta noche el calor era
incómodamente caliente y sofocante. Las llamas se dispararon formando una pared
a todo su alrededor. El pánico invadió su mente. Pero entonces él estuvo ahí, a
varios metros de distancia, en el único círculo donde no existía fuego. Estaba
desnudo, todo esbelto músculo masculino y excitación. Su piel estaba cortada,
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El Club de las Excomulgadas
había marcas sobre sus brazos y estómago que chorreaban sangre. Ya que esta vez
estaba en su forma humana, ella se movió hacia él sobre ardientes pies desnudos.
Sus manos se cerraron sobre la parte superior de sus brazos. Esta vez había
una cualidad diferente en su toque. Ni lento ni seductor, mezclado con una
emocionante provocación contundente. Ésta era pura dominación mientras la
atraía hacia él, tomando su boca. Alexis hizo un sonido entusiasta, atrapada entre
la ansiedad y el placer mientras él ahondaba más, con su lengua azotando la de
ella, con sus labios acariciando y demandando a la vez. Sus manos se movieron,
siguiendo la curva de su columna hasta su trasero donde se extendieron y
agarraron, lo suficiente como para elevarla sobre las puntas de sus pies. Su sexo
sensible presionó contra la dura barra de hierro que era su congestionado pene. Ella
jadeó.
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El Club de las Excomulgadas
rozando sus muslos. Ella tuvo que sujetarse de sus hombros para equilibrarse, y eso
puso sus dedos en su pelo tal como deseaba. Eran como las plumas de su padre, tan
suaves y placenteras, un extraño contraste con sus alrededores. Era la única
tranquilidad que tenía, de modo que lo tomó con sus dos puños. Entonces la
malévola intención explotó en su mente. Rabia, ira… revancha.
—No… espera…
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El Club de las Excomulgadas
con fuerza, porque esta vez su toque ardió. No, no su toque. Ella había aterrizado
en una cama de llamas, y la estaban lamiendo. Estaba indefensa en esta forma, sus
alas atrapaban en el fuego, su cola moviéndose inútilmente.
Cuando él la levantó liberándola del fuego, sofocando las llamas, ella vio
marcas de quemaduras en su piel y olió las plumas chamuscadas.
Como una flor moribunda, pensó ella, y se preguntó si él sabría lo que era eso.
La Bella y la Bestia.
Él parpadeó. Ella pensó que había sentido sorpresa. ¿Qué más sentía
enroscándose en él? Lujuria por cierto, y aunque eso la atemorizaba, provocó otro
estremecimiento mientras recordaba sus maneras más seductoras de tocarla.
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El Club de las Excomulgadas
—Entonces enséñame —dijo él—. ¿Qué quieres decir con gentil? —Se
tropezó con la palabra, como si fuera parte de un idioma extranjero.
Ella encontró sus labios con una caricia tentativa, tratando de disipar el frío
temor que había disparado su violento asalto. Ella lo había deseado, a él. El borde
de eso seguía ahí, esperando volver a la vida por su toque. Es un sueño, Alexis. No
Pero él había actuado con una determinación animal. No, eso no era cierto.
Incluso los animales tenían modos de decir „no estoy interesado‟. Él había actuado
como si la hubiera estado conquistando, sometiéndola como a un enemigo. No
podía negar esa oleada de ira, la lujuria de la venganza, incluso mientras
permanecía ahora inmóvil. Mientras ella mordisqueaba tímidamente sus labios, él
la observaba, sus ojos de fuego muy cerca de su cara. Agarrando el valor con ambas
manos, ella provocó sus labios para que se abrieran, le lamió los colmillos, luego
coqueteó con su lengua, deslizándose hacia adelante para que sus brazos se
cerraran alrededor de sus hombros. Se empujó a si misma contra su pecho, tratando
de reclamar el equilibrio en este sueño extraño y aterrador.
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El Club de las Excomulgadas
—Las tendrás. Tus muslos estarán pegajosos con tu sangre virginal. Cambia
otra vez para mí. Déjame sacártela a lametones.
Ella tragó.
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El Club de las Excomulgadas
mientras su lengua aliviaba el dolor de su sexo y lo remplazaba con oleadas de
placer. Ella era de él, toda de él… Oh, Diosa, esto era una magia loca…
Asombrada, ella tuvo que sofocar una risa intranquila. Diosa, aquí estaba
ella, una virgen tratando de explicar lo imprevisible y detallando los matices de la
excitación de una mujer a una criatura que aparentemente no tenía una base para
entenderlo. Por supuesto, a través de Clara, ella sabía lo difícil que era explicárselo
—Es… mientras más me… excitas, puedes ser menos gentil. ¿Puedes saber
cuándo estoy más excitada?
—Pero si duele, te pediré que pares. Tienes que detenerte entonces. ¿Está
bien?
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El Club de las Excomulgadas
enterraron a través de la tierna piel. Lo que la hizo gemir incluso más fuerte, porque
la boca se cerró sobre ella, mamando la tierna piel.
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El Club de las Excomulgadas
sumergiéndose de nariz directamente a las llamas. Algo estaba a punto de
romperse. Temía que el sueño terminara.
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El Club de las Excomulgadas
Algo cambió en la mirada de él, pero su boca permaneció dura, implacable.
Dante se había ido. Ella estaba sola en el fuego, y este la constreñía como
una tapa a un féretro en llamas, volviendo a quemar su piel. Gritando, ella embistió
hacia afuera, buscándolo. En su lugar, sus dedos desaparecieron en las saltarinas
llamas naranjas. El hielo los tocó en alguna parte, al otro lado, un frío que invadió
sus manos, agarrando sus brazos y congelándolos en el lugar, incluso mientras el
fuego seguía quemándole la piel.
Nunca había tenido un amigo durante su niñez que fuera cruel con ella.
Nunca se había perdido donde no hubiera sido encontrada por un amable extraño y
sido devuelta. Incluso las veces en que había rozado muy cerca a aquellos
demasiado perdidos para que ella los tranquilizara, la ayuda había estado ahí para
alejarla del daño. El temor de lo que podría haberle pasado siempre había sido el
temor de sus padres, nunca el suyo.
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El Club de las Excomulgadas
Toda su vida había estado rodeada y cuidada por el amor y lo mejor en los
corazones de la personas, ahora le era difícil envolver su mente alrededor de lo que
estaba pasando. Una traición. Y no una menor. Esto eran ligas mayores, una
traición del tipo “oh dios en qué me he metido”.
El aliento para gritar le fue arrancado. El fuego rugió encima de ella como
una manta cubriendo un cadáver. Olió su propia piel quemándose, vio los extremos
de su cabello atrapando el fuego mientras sus dedos y brazos se volvían de un azul
blanquecino por el frío.
*****
En el fondo del océano, una sirena en busca de conchas para hacer un collar
para su hija se congeló, su corazón hizo un ruido sordo en su garganta.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
Dante se puso en cuclillas en su habitación cerrada en la cima de la torre.
Escondido detrás de una pantalla hecha con trozos destrozados de ropa, estudió la
sirángel que yacía como un montón inconsciente y encogido en el círculo de sangre.
Los bordes estaban marcados con símbolos que la mantendrían dentro de él, pero
eran los símbolos que ahora ardían sobre su piel desde su garganta hasta su pubis
los que la mantendrían invisible y fuera del alcance de aquellos que intentaran
recuperarla.
También poseía un tercer suero. Tenía un color azul etéreo. Antes de que su
madre pudiera enseñarle más acerca de ese, había caído en la locura. Había
farfullado que los otros dos sueros tenían que ser administrados primero, y había
habido algo acerca del tercer suero que se usaba para vincular el alma de alguien,
pero ni siquiera los recuerdos habían podido ofrecer mucho más que eso.
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El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, había tenido que sobrevivir en este mundo. Su mitad Oscura le
había ayudado con eso, pero la astucia, velocidad y fuerza de su sangre vampira lo
habían traído hasta este punto. No había necesitado lo que fuera que hiciera esa
tercera marca. Y hasta ahora, no había tenido interés en unir su alma a alguien. Ni
siquiera estaba seguro de que los Oscuros tuvieran alma, lo cual podría explicar por
qué no había funcionado.
No tenía nada qué ver con ella, por supuesto. Él había colapsado porque
estaba tan cerca de su meta, después de planear y esperar durante tanto tiempo.
Dentro del cuerpo de la sirena, había dicha, pura dicha, frío y calor al mismo
tiempo, pero no como el hielo y el calor de este mundo. Diferente, como su mundo.
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El Club de las Excomulgadas
Nosotros. Más de uno, siempre una situación a la cual acercarse con
precaución. Pero esto confirmaría que él era superior a todos ellos, y podía ser que
disminuyera el peligro de que intentaran retarle en un futuro muy próximo.
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El Club de las Excomulgadas
comenzar a gritar asombrada mientras captaba la primera mirada de su mundo.
¿Debería deleitarse en eso? Si lo hiciera, estaría tan muerto y vacío como se sentía a
menudo. No importaba. Necesitaba salir de ahí, y ella era el camino para hacerlo.
Eso era todo. Nada más era requerido excepto ese objetivo.
—No toquen el borde del círculo —dijo Dante, con una satisfacción oscura
en su voz.
—¿Y si insistimos? Ella es la primera de su tipo que hemos tenido por aquí.
Deberíamos tocarla. Probarla. Seennttiirr. —Las palabras salieron mientras los
colmillos de las criaturas se exponían, y sus ojos se giraban con malevolencia hacia
Dante. Sus garras tomando sus considerables genitales—. Muchos de nosotros. Tú
solo. ¿Por qué la quieres? ¿Qué estás haciendo? Tienes un juguete y nosotros no. La
tomamos y la devolvemos cuando terminemos. Siempre nos has dejado hacer eso
antes.
*****
Mientras Alexis despertaba, se dio cuenta que estaba en algún tipo de vasija
poco profunda llena de un líquido frío y viscoso. El olor metálico y escalofriante
enterró en su corazón la primera uña de temor, cuando supo que era sangre.
Abriendo los ojos, tuvo una breve impresión de piedra gris todo alrededor antes de
tratar de escalar para salir. Aulló cuando golpeó un escudo que la envió de regreso
con un golpe mojado que le empapó las plumas. La vasija era un círculo ritual. No
podría cambiar. Lo intentó, con creciente terror, pero estaba atascada en su forma
de sirángel. En tierra.
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El Club de las Excomulgadas
Su estómago y pecho dolían. Bajando la mirada, se tragó otro ruido de terror
mientras notaba que los símbolos que había visto sobre Dante, y brillando encima
de ella, ahora ardían sobre su piel, explicando el crudo dolor que palpitaba ahí. Su
ropa había sido destrozada durante lo que fuera que hubiera sucedido, así que se
quitó lo que quedaba, tan destrozada que sólo era un obstáculo para sus
movimientos. ¿Dónde estaba? Esto no era un sueño. Pero bueno, había sabido todo
el tiempo que Dante era real, ¿cierto? Por eso no había podido negarlo, negar su
dolor. Él lo había usado para atraparla, para traerla donde sea que estuviera esto.
El aire era sofocante, pesado. Era difícil llenar sus pulmones, y por un
momento atemorizante, pensó que estaba en algún lugar sin oxígeno, sin poder
respirar con branquias o pulmones. Pero darse cuenta de que si lo había fue un
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El Club de las Excomulgadas
Una explosión de desolación, desesperanza, temor y tormento la golpeó
directamente entre los ojos. Luchó buscando sus filtros, pero era como usar una
servilleta de papel para detener una bala. Sus palmas resbalaron, y otra vez estuvo
retorciéndose en esa piscina poco profunda llena de sangre. No, no, no…
Oía sus palabras, veía lo que querían, lo sentían, pero aún más atemorizante
que la amenaza de violación era ser succionada dentro del abismo de lo que eran
estas criaturas. No había escape de eso. Una vez ahí, vagaría para siempre, perdida,
igual como lo recordaba del último sueño. Un lugar donde los bebés gritaban, pero
no venía ninguna madre. Ella buscó desesperadamente en su mente la imagen de la
suya para aferrarse. Oh, Diosa, ayúdame. ¿Alguna vez la Diosa había dominado este
lugar? ¿Cómo podría? La Diosa, Madre de la Tierra y conectada a todas las formas
Alexis luchó para volver a levantarse con sus brazos. Aunque sabía que no
tenía a dónde ir, el pánico sin sentido de un animal salvaje la dominó al ver todas
esas caras con miradas lascivas a su alrededor, esa terrible energía. Se lanzó hacia el
borde del círculo, hacia las criaturas, esperando pasar a través de ellos. El límite
volvió a golpearla, con la suficiente fuerza para que se aporreara contra el lado
opuesto. Habría rebotado de vuelta sobre el suelo, retorciéndose de dolor, excepto
que una de las criaturas se atrevió a lanzar una garra a través de ese límite. Las
garras se enterraron en sus senos mientras él aullaba, ya que la unión fue como una
corriente eléctrica, manteniéndolas cerradas con el agarre brutal de su punzante
protección. Alexis gritó ligeramente, sin aire para darle voz al dolor y el horror de
lo que sentía mientras ese oscuro veneno la invadía. Ayúdame, ayúdame…
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El Club de las Excomulgadas
Estaba echada, y ahora la fría humedad de la piedra fue bienvenida, aunque
sus músculos temblaban un poco como resultado de la descarga. Un gruñido, un
sonido sordo de cuerpos, otros gruñido. Vio un destello de algo que podía haber
sido acero, entonces la magia surgió a través de la cámara. Como pólvora, le
cosquilleó la nariz. Más chillidos, afiladas garras raspando la piedra mientras las
criaturas hacían una rápida retirada. Pero cuando alcanzaron la puerta, fue obvio
por sus agudos gruñidos de pánico que no podían abrirla.
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El Club de las Excomulgadas
que su mente no hubiera colapsado ante lo horrendo de la situación, pero no había
piedad en este lugar, tal que la crueldad incluso impregnaba la función cerebral.
Aunque nunca había estado tan asustada en toda su vida, tenía que pensar.
Si bien jamás había anticipado necesitar tal cosa, había tomado un curso de defensa
Ese curso del centro comunitario estaba a una distancia de ida y vuelta al
infierno donde estaba ahora. Pero suponía que una mujer perseguida por un
asaltante hasta un callejón se sentiría del mismo modo. Su padre, que había
luchado durante siglos contra los Oscuros, decía lo mismo sobre estar en la batalla.
Ella lo había oído instruyendo a los nuevos reclutas.
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El Club de las Excomulgadas
de un guerrero. Su corazón saltó a su garganta, brindándole la primera mirada a su
captor, al ser de su sueño, terriblemente en persona.
El sueño había sido un puente entre sus dos realidades, no una visión
distorsionada. Por lo menos no físicamente. Todavía era alto y hermoso, de un
modo perturbador y sobrenatural, todavía esculpido con músculos magros. Sólo
usaba un andrajoso pantalón, y se preguntó dónde los habría conseguido en este
extraño lugar. Entonces recordó sus palabras. Tráiganme más sangre. Retrocedió.
¿En la sangre de quién estaba metida? ¿La sangre de quién le había dado las trazas
para esas marcas sobre su piel? Él había puesto su boca sobre ella, sus manos, su…
Oh, Diosa.
—¿Mina?
Él asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Prometió que si yo probaba que era capaz de dejar este mundo, me
liberaría. He tomado a su ahijada, y tú morirás, lenta y dolorosamente, si no me
libera. Eso demuestra que soy capaz de hacer lo necesario para dejar este mundo.
Le envié ese mensaje. Fue una magia incluso más difícil de la que fue necesaria
para entrar en tus sueños, así que el mensaje es corto. Pero si lo escucha, me
responderá.
Su madre y su padre hablaban poco acerca del mundo de los Oscuros, pero
sabía que algo que no fuera un Oscuro no podía sobrevivir por mucho tiempo aquí,
no más de lo que un Oscuro podía sobrevivir lejos de él. Eso quería decir que el ser
delante de ella era al menos un brujo, ya que estaba siendo protegida por su
hechizo. Su respiración seguía siendo laboriosa y la aglomeración de todas esas
energías abatidas sobre ella se sentían como si estuviera en una caja que pronto
profundizaría hacia dentro, o el hechizo era débil o las energías externas eran así de
fuertes. Estudiando sus ojos carmesí, apostaba por lo último.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Vampiro? —Por supuesto que él era un vampiro. Había bebido su sangre
en el sueño.
Piensa, Lex. ¿Cuáles son tus fortalezas aquí? ¿Qué puedes hacer? Ahora que las
otras criaturas se habían ido, su capacidad como empática era más accesible. Podía
detectar sus sentimientos y emociones. No había sido una lectura fácil en sus
sueños, ¿pero y aquí? Era posible que sus propios sentimientos la hubieran distraído
entonces, no un escudo que él usara.
—No dije que te mataría. Dije que morirías. Te gustó cuando te toqué antes.
¿Por qué no tomarías placer de eso ahora, particularmente si puede que no haya
placer más tarde?
—No hay risa aquí. Al menos, no del tipo que sugieres. He visto eso —
añadió él—. Cuando las grietas hacia tu mundo podían ser abiertas, vi como si
fuera a través de esta ventana. —Asintió hacia el arco—. A veces la abertura de la
grieta me ofrecía poco excepto el color del terreno, pero a veces se abría a un lugar
más pequeño, como un edificio, y podía ver a los humanos.
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El Club de las Excomulgadas
»Cuando la vi, no sabía que era una risa, pero los Oscuros la llamaban así.
¿Qué causa la risa? Te vi hacerlo cuando te seguía en tus sueños, antes de tocarte
siquiera. Te reías mucho. —Volvió a estirar su mano—. Quiero tocar tu cara.
Acércate. O entraré al círculo.
Cuando tragó, se dio cuenta de que le dolía la mandíbula por mantenerla tan
rígida. De hecho, le dolía todo el cuerpo por esa razón. Nunca se había dado
cuenta de que estar aterrorizada podía transformar el cuerpo en piedra, con todos
los músculos estirados hasta el punto en que las fibras se podrían romper, el
estómago con nudos permanentes.
—Eso será más tarde. Lo que importa es ahora. ¿Qué puedo hacer ahora que
te haga tener menos miedo? —Había un toque de impaciencia en su tono.
Dante se sentó hacia atrás sobre sus talones, apoyando los codos sobre los
muslos. Había una franca perplejidad en su expresión.
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El Club de las Excomulgadas
—Porque aquí, sólo importa el ahora. Nada te está haciendo daño ahora
mismo. No está sucediendo nada que te asuste. Puede que eso cambie en cinco
minutos, así que no deberías desperdiciar este momento pensando en lo que
sucederá luego.
Era algo Zen, pero Zen aplicado de un modo que nunca había considerado.
No, eso no era cierto. Algo acerca de las palabras le era familiar. Forzándose a
contener la ansiedad en estas circunstancias, buscó en su mente. Sí, eso era. Un
libro que leyó en sociología en un curso al que fue de oyente, escrito por un
superviviente del Holocausto. Él había hablado acerca de la necesidad de saborear
al máximo cada momento relativamente tranquilo en el campo de concentración,
porque ese momento era todo lo que tenías asegurado. Cuando vivías en un horror
—Nací aquí.
—Mi madre fue traída aquí. Yo fui engendrado por los Oscuros que la
violaron.
Ella sabía poco acerca de los vampiros, pero los hijos naturales eran muy
raros y usualmente híbridos. Un Espectro Oscuro, como dijo él.
—¿Está tu madre…?
—Yo la maté.
Aunque su expresión no cambió, Lex sintió algo viniendo de él, sus sentidos
agarrándose entre el miedo para encontrarlo. No era arrepentimiento, sino pérdida.
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El Club de las Excomulgadas
Muda, pálida, pero ahí estaba. La verdad era más que tomar una vida a sangre fría.
Sólo que no tenía la suficiente valentía para perseguirla más allá en este segundo.
—Era para evitar que huyeras, y para que ellos no llegaran a ti. Tengo
guardas en la puerta, pero podrías escaparte.
—No me iré —dijo ella, y lo decía en serio. Sabía lo que había detrás de esa
puerta y no había modo en el infierno de que fuera a salir—. Pero realmente
ayudaría si pudiera salir de esta sangre y limpiarme. ¿Hay agua? Mi cola necesita
permanecer húmeda. No se me caerá ni nada de eso, pero las escamas se vuelven
quebradizas si se secan, y es doloroso.
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El Club de las Excomulgadas
—Tú también me quieres tocar —observó él.
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El Club de las Excomulgadas
mechones de cabello, encerado y texturado para emular las espigas de trigo. Las
flores eran joyas preciosas atadas con trozos de cabello formando esbeltas ramitas
negras para que se inclinaran igual que flores. La mariposa dentro de la esfera era
real pero estaba muerta, sus alas desplegadas para siempre.
—Llegó aquí antes de que las grietas de la Tierra fueran selladas. Cayó del
cuerpo de un humano y el otro Oscuro no lo notó. Preservarla fue la primera magia
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El Club de las Excomulgadas
manera en que las estudió le recordó que los Oscuros tenían alas correosas, sin
suavidad o plumas como las de ella.
—Si las circunstancias fueran diferentes —aventuró ella con cuidado—. Eso
me habría hecho reír. —Muy diferentes. Reír era lo último que quería hacer ahora
mismo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
NO. Una parte de ella inmediatamente se rebeló, pero como si lo hubiera
anticipado, él puso su mano en la parte trasera de su cabeza, sosteniéndola en su
lugar.
—Te relajaste cuando me besaste antes, así que pensé que te ayudaría a tener
menos miedo. Y quería darte un beso. —Sus ojos estaban calientes—. Quiero estar
dentro de ti otra vez.
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El Club de las Excomulgadas
Era posible hacerlo, por supuesto, incluso en su forma de sirena, pero no iba
a decírselo. Sin embargo, cuando su mirada vaciló, ella se quedó quieta en estado
de shock.
—¿Sacrificios? ¿De seres vivos? —La mirada de Lex regresó al círculo. Por
supuesto que de seres vivos, idiota. ¿Ese beso confundió tu mente? La sangre no vino de él. A
pesar de su intento de no pensar, recordó los rastros de sangre en su cuerpo, junto
con el salvajismo apenas contenido que había agradecido como una parte excitante
—Eso no es lo que quiso decir Mina —replicó ella—. Quiso decir que tenías
que demostrar que eres digno de dejar este lugar. Siendo una buena persona.
Haciendo buenas obras.
—He luchado por ser el líder de todos los que se quedaron aquí. De
mantener un control completo, siempre estoy vigilante. He aprendido que las
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El Club de las Excomulgadas
energías mágicas existen en este mundo y yo solo te traje aquí. ¿Qué más puedo
hacer?
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El Club de las Excomulgadas
—¿Por qué me ayudarías? No tienes ninguna razón para hacerlo, no hay
nada que ganar. —Él levantó un hombro—. Una vez que ella supiera que estaba en
tus sueños, habría sellado este camino para mí. Me ha tomado mucho tiempo
construirlo, desde que ella se fue de aquí.
—No, está bien. Sólo tengo que bajar por comida de vez en cuando. Esto no
tiene que estar sumergido. —El líquido algo viscoso estaba lejos de las acometidas
de agua fresca de su océano, así que, habiéndose limpiado la sangre, estaba más
que lista para salir. Entonces pensó en lo que podía desear si la depositaba en la
cama. El endurecimiento de su traidor cuerpo la alarmó aún más que sus
intenciones—. ¿Por qué me llevas ahí?
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo yo me siento en esa silla. —Levantándola, la llevó hacia la cama.
Ella curvó la mano alrededor de su cuello, debajo de los hilos de su pelo, era el
lugar más obvio para agarrarse. Su cabello era realmente como la seda. Podía sentir
las cuerdas de músculos debajo de su suave piel tentadora. La Diosa me ayude. Su
magia no está sólo en sus hechizos mágicos.
Lex tragó.
Aunque era hija de padres extraordinarios, Alexis se dio cuenta que no era
inmune a los mecanismos de supervivencia de una víctima de secuestro. Tratar de
identificarse con su secuestrador era psicológicamente peligroso, igual que sentir
empatía por lo que no debería. Pero a diferencia de otras víctimas de secuestro, la
empatía era su extraordinaria capacidad. No sabía si eso la haría más vulnerable a
las trampas de los mecanismos de defensa, o si le daría fuerzas y armas que podrían
serle útiles. Por supuesto, como Dante había dicho, sólo tenía este momento, y
como no tenía nada mejor que hacer…
Cuando él se arrodilló para acostarla, ella notó que no tenía más problemas
para sostenerla que si hubiera estado llevando a una muñeca pequeña. Los
vampiros tenían una gran fuerza, o la tradición así lo decía. Por lo poco que sabía,
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El Club de las Excomulgadas
eran considerados peligrosos e impredecibles y, como todas las criaturas que los
humanos consideraban sobrenaturales, no salían de su camino para hacerse notar.
Así que había sido un adolescente, tal vez de unos doce o trece años. Ella se
armó de valor.
Acomodando la manta sobre ella, con consideración ajustó sus caderas para
Cuando él la miró, le fue difícil no mirar hacia otro lado. Ella entendía los
pros y los contras de la empatía, pero ésta era incomprensible. Cuando él lo hizo,
con su rostro tan cerca, no pudo evitar pensar en el beso.
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El Club de las Excomulgadas
que sentía la hiciera ajena a todo lo demás, sería culpable de los síndromes
destructivos que muchos cautivos utilizaban para sobrevivir. Si la utilizaba como la
herramienta que era, tan bien afinada como un pincel, entonces estaría bien.
Era la primera vez que pronunciaba su nombre en voz alta, además de en los
sueños, y ella pensó desesperadamente que poseía todo el poder que la magia
afirmaba que provenía de darle a alguien su verdadero nombre. Alexis era el
nombre que ella le daba a los demás, pero tenía un nombre de nacimiento también.
Era conocido sólo por sus padres, además de Mina y David, como sus padrinos.
Había sido utilizado para hilar magia de protección a su alrededor al nacer, sólo
que no había sido suficiente, ¿no? Por supuesto, si fueron sus propios actos los que
la trajeron hasta aquí, tal vez tenía la culpa de haber anulado esas protecciones.
—Te gusté en tus sueños. Esperabas venir a mí. Entonces, ¿por qué no
quieres estar aquí ahora?
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El Club de las Excomulgadas
—No sabía que estabas perjudicando a los demás. No pensé que me
lastimarías.
A pesar del hecho de que su cuerpo estaba muy caliente por su toque, sus
propias palabras la detuvieron. No creía que alguien la lastimaría. Lo sabía. Incluso
sabía la diferencia entre la intención malévola, y alguien que, a causa de la locura
oscura de su mente, podría hacerle daño sin intención. En este punto, Dante podría
caer en una o en otra categoría.
Ella había tenido una vida de entrenamiento, y tenía que creer en eso. Él
tenía razón. No sólo quería estar con él, estaba segura de que era donde estaba
destinada a estar. Todavía lo sentía. ¿Por qué su intuición la había llevado hasta un
Volviendo su atención hacia él, vio como sus ojos habían seguido cada
expresión de su rostro.
—Sí, lo haré. Haré lo que tenga que hacer para salir de aquí.
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El Club de las Excomulgadas
atemorizado. —Levantó una ceja, sus ojos carmesí brillaron—. Ahora no le temo a
nada.
Él se encogió de hombros.
—¿Qué quieres primero? —Él movió la mano hacia abajo para hacerse una
caricia explicita—. ¿Esto, o mis palabras?
—Tus palabras —replicó ella—. No quiero eso. Y sí, sé que dirás que es
mentira, pero como te dije antes, es biología. Anatomía.
Hizo una pausa y Alexis vio su expresión volverse más torturada, aunque él
parecía ahondar aún más profundamente, tal vez por sentimientos que no había
examinado durante mucho tiempo.
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El Club de las Excomulgadas
hiciera. Me dijo que me matara, también. Me dijo cómo hacerlo. Eso fue lo último
que me dijo.
—Puedo oír tus pensamientos. Esto te hace sentir triste, por mí.
—Sí —dijo ella con sinceridad—. Es realmente terrible. Ella debió amarte
mucho para resistir tanto tiempo como lo hizo. ¿Qué sucedió cuando la
encontraron muerta?
Él se encogió de hombros.
—No. —Negó—. La bruja vino aquí con su pareja. Ella le inyectó sangre
Oscura para que pudiera soportarlo. No llegué a tocarla, sin embargo. Pero cuando
los Oscuros se la llevaron a la cima de la torre oeste, un mechón de su cabello se
quedó atrapado en sus garras y flotó en el viento. Hacia mí. Se atoró alrededor de
mi mano. —Levantando los dedos, los estudió como si recordara la forma en que
se había visto—. Fue la base para el portal del sueño. Tuve que ser muy cuidadoso,
ya que ella es muy inteligente, la bruja. Pude ver su realidad, pero tuve que ser una
sombra, para que no se diera cuenta. La vi en tu nacimiento. La vi después,
involucrada en tu enseñanza. Vi que le gustabas, y que tú eras la cosa más débil que
le importaba.
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El Club de las Excomulgadas
Rodeando su delgada muñeca, él sujetó su brazo. Cuando ella trató de
soltarse del duro agarre, fue incapaz de moverse. Su toque no la hería, sólo la
abrumaba. Ella sintió su erección aumentar con su resistencia, y se le encogió el
estómago. El impresionante conjunto de músculos de su pecho se apretó también.
—No con fuerza física. Pero podría azotarte el trasero con mi mente
completamente.
Ella apretó los dientes. Era algo bueno que hubiera tenido trato con los
ángeles toda su vida. Jonah y toda su arrogante Legión de varones se definían con
una A mayúscula y parecía que los machos vampiro tenían una actitud similar,
aunque ella tenía que admitir que ambos tenían una razón. Dante no parecía
propenso a la exageración. Jonah tampoco. Las lágrimas pincharon sus ojos al
pensar en su padre, tan lejos. Cuando el miedo de una niña se levantó en su pecho,
ella lo rechazó, porque no podía permitirse eso aquí.
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El Club de las Excomulgadas
Su aleta caudal era una pluma dorada, satinada como el cabello bajo el
agua. Sin agua para dejar que flotara, se plegaba en su contra. Ocultaba el canal
mojado de su sexo que se podía alcanzar a través de la superposición de las
escamas que eran allí más suaves, lo que permitía la penetración.
—No es sólo biología —le susurró al oído, con un colmillo moviéndose por
su mejilla—. Biología sería si mi toque hiciera que te mojaras. Pero ya estabas
mojada antes de que mis dedos se empujaran dentro de ti. Esto es tu mente. Me
deseas. Tómame ahora, y deja de lado tu miedo.
La negación rozó sus labios, pero su orden le pareció extraña. Dante haría lo
que quisiera, pues según él, ella era suya. Y su posesión significaba más para él que
su condición de prisionera, porque era a aquello a lo que su cuerpo estaba
respondiendo.
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El Club de las Excomulgadas
de verdad, torciéndose en la corriente del océano. Lex no sabía lo que estaban
bailando en este momento, pero existía, incluso en este terrible lugar que ofrecía
nada más que este breve placer.
Él cruzó los brazos frente a ella otra vez, con una palma sosteniéndole cada
pecho, creando un baile único. Explorando y apretando, acariciando, pellizcando,
un profundo auto indulgente uso de su cuerpo para su placer que la ponía aún más
resbaladiza. Cuando se deslizó apenas en su interior, Alexis gimió, dando espasmos
contra su longitud. Una mano cayó, aplastando una palma contra su vientre, y él
notó el piercing en su ombligo, hoy era un pequeño delfín de plata con una piedra
de zafiro. Jugando con él, retorciéndolo, mojando su dedo en esa hendidura, sus
otros dedos se desplegaron bajo su pelvis. Ella debería haberlo previsto, pero se
Esto es nuevo. No había conocido esto antes. La forma en que respondes a mí... es
como si no existiera nada más, pero de una manera diferente a vivir solo el momento. Este
momento es todo lo que es, nunca fue, ni será.
Ahora que era una idea directa, por la nota de orden en ella, Lex espoleó su
propia reacción. Lo obedeció, pero como estaba cansada, su fuerza se hizo cargo,
ayudándola a seguir subiendo. Si bien el estrés y el miedo se le habían escurrido,
ella sabía que su fuerza física había sido minada por el veneno de este lugar. Le
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El Club de las Excomulgadas
había robado el aliento y la energía para llegar a la cima que su cuerpo
desesperadamente quería.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Siete
—Jonah —advirtió Mina— no me hagas dejarte inconsciente.
Siempre había sido una criatura de alegría y de luz, de hecho era por su
propia naturaleza, que había logrado que Jonah se alejara de la oscuridad y de la
potencial destrucción del mundo cerca de veintiún años atrás. Pero ahora tenía una
mirada de angustia tan profunda, que David podía entender por qué Jonah estaba
dispuesto a destrozar cualquier cosa para recuperar a su hija. Eso, sumado a que el
Comandante quería a su hija profundamente. Alexis era el precioso símbolo de su
amor, transformándose en una mujer notablemente joven por la que estarían
dispuestos a morir para mantener a salvo.
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El Club de las Excomulgadas
Ante ese pensamiento, David volvió la mirada hacia ella.
Ella le lanzó una mirada quejumbrosa con sus inusuales ojos bicolores, una
joya azul, uno rojo carmesí. Mientras que Jonah usaría una rabia caliente y directa
que podría sacudir el firmamento como un terremoto, su bruja elegía la amarga ira
profundamente arraigada que se la comería viva. Cada uno de ellos tenía métodos
únicos para lidiar con el estrés. Ambos eran eficaces cuando lo canalizaban
adecuadamente, pero daba miedo cuando frotaban los bordes ásperos uno contra el
otro. Era una situación delicada. David podía manejar a Mina, pero manejar a
ambos era un asunto inquietante. Deseó que Lucifer estuviera aquí. El Señor de los
—Está bien —Mina habló al fin—. De alguna manera, Dante llevó el cuerpo
físico de Alexis hacia el mundo Oscuro utilizando la magia de los sueños.
—Estabas tan consciente de eso como yo, porque te he estado dando los
informes cuando veo ese mundo a través de mis visiones y la puerta. —Miró detrás
de ella, hacia un túnel oscuro.
En una época, Mina había vivido en estas cavernas submarinas, y esa había
sido su biblioteca. Ahora solo regresaba aquí para practicar hechizos que requerían
fuertes protecciones, este era uno de los lugares más densamente protegidos de la
Tierra, pues contenía el último portal físico hacia el peligroso Mundo Oscuro.
Durante más de dos décadas, lo había utilizado sólo como ventana de un solo
sentido, como había hecho referencia ahora.
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El Club de las Excomulgadas
—Obviamente, él ocultó mucho, porque es consciente de mi vigilancia. Esa
capacidad es tan impresionante como el portal del sueño. Tiene que haberse vuelto
mucho más poderoso en los últimos veinte años de lo que cualquiera de nosotros le
creyó capaz. Así que no arremetas demasiado con tu culpa, Comandante, hasta que
te azotes a ti primero.
Jonah hizo un ruido que resonó por las cavernas con la malevolencia mortal
de un Kraken volviendo a la vida. Mina siseó de nuevo, dejando al descubierto los
colmillos afilados que revelaban sus oscuros orígenes. Sus ojos azul y carmesí
brillaron en advertencia desde debajo de los mechones de cabello grueso y oscuro
dispersos por su frente. David se puso tenso.
Cuando Mina miró hacia Anna, el alivio barrió a David. La persona por la
que los dos compartían un amor profundo podía ser tan eficaz como Lucifer.
Temporalmente.
David notó que no les dio el mensaje completo, como se lo había dado a él.
La parte que detallaba cómo moriría Alexis, dolorosa y lentamente. Su bruja había
avanzado mucho en veinte años. No tendría ninguna utilidad el compartir eso con
los agitados padres.
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El Club de las Excomulgadas
—Dejarlo salir —gruñó Jonah—. No tendrá tiempo para tomar ni una
respiración aquí.
—Alguien que usa la magia con la capacidad para hacer esto puede ser
capaz de mucho más. Una vez me subestimaste —le recordó Mina, con una burla
en su voz haciendo que David hiciera una mueca de dolor—. Si le abrimos una
brecha, podría traer al resto de los Oscuros con él. Aunque no sería más que una
fuerza menor, es posible que los haya dotado con más poderes de los que alguna
vez tuvieron, y sean formidables entonces. ¿Puedes arriesgar tanto en este mundo
por una vida?
Jonah gruñó.
—Es por eso que no eres quien debería tomar la decisión —dijo Mina sin
piedad.
—Eres tan fría y despiadada como siempre, bruja —le espetó él—. Quizá
nuestro error no fue solamente dejarlo vivo a él.
La mirada de Jonah se disparó hacia él. Una ráfaga de aire fresco, con tintes
de azufre, anunció otra llegada. Lucifer se materializó desde el agua, blandiendo su
guadaña. El rostro del ángel de la oscuridad era en conjunto frío. Jonah no se
volvió, manteniendo su atención en su lugarteniente.
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El Club de las Excomulgadas
—Ella está en ese mundo, David. Tú me dijiste como es ese mundo. ¿Has
olvidado que vi lo que te hicieron? Ella nunca ha conocido… desde el momento en
que nació, yo… Malditos sean todos, es nuestra hija.
David tragó y miró hacia otro lado, igual que los otros cuatro ángeles en la
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El Club de las Excomulgadas
cruzarlos pero por separado, contenerlo a él, con una magia similar a la que él
utilizó. Pero hará falta mucha preparación.
—Te daré una lista de provisiones que necesitaré de nuestra casa. —Miró de
nuevo a Anna y a Jonah—. Necesitaré sangre de los dos, así como la mía. Será
—Nos aseguramos de que regrese aquí, y luego nos preocuparemos por eso
—dijo Mina a su manera brusca habitual—. No hay nada que podamos hacer hasta
que la tengamos aquí.
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El Club de las Excomulgadas
—Muy bien, entonces. —La estrategia pragmática pareció motivar a Jonah.
Él mantuvo su brazo alrededor de Anna, mientras se volvía hacia Lucifer—. Sé la
respuesta, pero te lo preguntaré de todos modos.
Lucifer negó.
—La Dama envía su pesar y consuelo, pero sabes que Ella no puede tocar el
dominio del Mundo Oscuro. Mina es tu puerta de entrada. —El Señor del
Inframundo era el único ángel con luces de color carmesí en sus ojos oscuros, y los
puso ahora sobre la Bruja de Mar—. Aunque Ella dijo que si necesitas energía
adicional para apuntalar la tuya, sólo tienes llamar. Igual que todos nosotros, Ella
adora a la sirángel.
—¿Hay algún lugar donde ella pueda descansar, Mina, hasta este…?
—No —Anna capturó una curva del ala de Jonah, secándose los ojos con las
plumas antes de que pudieran caer lágrimas—. Estoy bien. Alexis necesita que esté
bien. No estoy llorando. —Apretó los dientes y trabó miradas con Mina—. Haz lo
que tengas que hacer para que mi hija esté lejos de ese hijo de puta, así mi pareja
podrá acabar con él de una vez por todas.
La ira violenta de la madre que rodó a través de la cueva era tan diferente de
la dulce voz de Anna, que un escalofrío onduló por la columna de David. Pero
Mina se limitó a asentir.
*****
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El Club de las Excomulgadas
superior del cuerpo. Pero se empujó hacia arriba, arrugando la nariz ante el hedor
de la sangre que parecía más pronunciado de lo que había sido cuando estaba
distraída por la seducción de Dante, o tal vez…
Sus pechos habían sido mordidos, rasgados. Yacía boca abajo junto al
círculo ritual, su cabeza estaba sobre la cuenca baja. Como resultado, estaba
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El Club de las Excomulgadas
Alexis gateó al lado de la mujer y levantó su cabeza con ambas manos. Con
dificultad, se sostuvo en una mano y usó los dedos de la otra para limpiar los
párpados de la mujer para que pudiera verla. Lex puso una mano temblorosa sobre
el oloroso cabello lleno de sangre, sintiendo que el terror y el dolor de la mujer iba
menguando poco a poco con su vida. La debieron tratar de manera brutal en el
Mundo Oscuro, durante las horas en que ella dormía. Tráiganme más sangre, había
dicho Dante. No había especificado la forma en que tenía que ser tratada. Eso no le
importaba en absoluto.
Mientras que Dante era mucho más rápido y más fuerte, ella tuvo la
satisfacción de hacer que cayera sobre su culo y darle varios, aunque ineficaces,
puñetazos en la cara, uno de los cuales causó que su colmillo apuñalara su labio y
creara un flujo de sangre.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Por qué la has matado? —se lamentó hacia él—. Ella no te hizo nada.
—Estoy en una jaula. —Él la dejó caer, por lo que se desplomó en la piedra
a sus pies, con las extremidades de sus alas sobre sus hombros como una manta.
Sus escamas rasparon la piedra en bruto. Cuando él dio un paso atrás, sus ojos
—Esos símbolos te protegen de lo que hay ahí fuera. Eso, y yo, son las
únicas cosas que te protegen de lo que le pasó a ella, de morir antes de que tengas
que hacerlo.
—Eso es diferente.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, lo es. —Él la inmovilizó con esa mirada dura—. Aquí sólo vives si
matas. Sólo sobrevives si matas. Sólo ganarás algo propio si matas. No voy a
permitir que te hagan daño.
—¿Qué pasa con ella? —Volvió a mirar a la mujer. Porque no quería estar
cerca de él, se arrastró hacia atrás a través del suelo. La mujer tenía los ojos azules,
igual que Anna, igual que ella—. ¿Qué pasa con su familia, de dónde viene? ¿Por
qué dejaste que los Oscuros la lastimaran primero?
Ella tragó.
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El Club de las Excomulgadas
—No. Ni siquiera puedo imaginar una cosa así.
Diosa Santa, era ridículo comparar ese tipo de valor a esto. En un momento
él estaba muy dentro de su alma, tocando algo indefinible pero que valía la pena
comprenderlo, un conocimiento difícil de alcanzar que la llamaba. Al momento
siguiente él era un monstruo brutal que ella no podía entender.
Pero ella siempre había confiado en su don. Anna tenía razón. Era mucho
más que un rasgo peculiar de personalidad. Era una bendición de la Diosa, para ser
usado para el bien. No sabemos el alcance de tus capacidades...
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El Club de las Excomulgadas
menor. Giró los zarcillos con esmero. Cuando los envió, se tejieron a lo largo de la
tierra como el paso concentrado de un ciempiés, por lo que no pudo lograr la
elevación normal para ellos.
La magia se atascó aún más en la sangre salpicada fuera del círculo. Lex
vaciló, recordando los ojos asustados de la mujer moribunda, pero luego le dio otro
empuje más duro. Cuando finalmente llegó a los talones de Dante, cerró los ojos,
dejando todo lo demás fuera, todas las cosas terribles que había experimentado
aquí, incluso la debilidad de su propio cuerpo.
No tenía que ver la luz para saber dónde estaba. Su subconsciente la sentía
enroscándose alrededor de sus pantorrillas acordonadas, de sus muslos magros y de
la dura parte superior de su cuerpo. ¿Él nunca se relajaría? ¿Cómo podría? ¿Cómo
había sobrevivido un niño aquí?
Diosa, dame el valor para abrirme a él, cuando todo lo que quiero es escapar.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Ocho
Dante volvió a marcar los símbolos, decidido a no mirarla. No tenía la
intención de hacerle daño. Sabía que se había roto el ala. Cuando le había atacado,
no había sido lo suficientemente fuerte como para hacerle ningún daño. Su reacción
había sido demasiado emocional, descontrolada. La forma en que ella lo miraba,
cuando él estaba haciendo todo lo posible para protegerla, le desagradó. Quería
regresarla segura a su mundo. No quería que muriera. No había tenido ningún
deseo de matar al humanoide femenino. Era simplemente necesario. Eso era todo
lo que había allí.
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El Club de las Excomulgadas
Pero Alexis era real, estaba aquí y podía hablar con ella. Pronto él estaría en
un mundo en el que tendría muchas conversaciones, pero quería hablar con ella.
Esa perturbadora impaciencia regresó, la falta de moderación que sabía era
peligrosa. Cuando se trataba de ella, no estaba dispuesto a ponerse freno, sin
importar cuanto lo intentara. Le hacía sentirse conectado de una manera que nunca
había experimentado.
Era una locura peligrosa. Todo en su mundo era acerca del control, del
enfoque, de la vigilancia. Ir a la deriva confundido, saturado de una nube de lujuria
era un camino seguro hacia el desastre.
Cuando él se giró lejos de la puerta para mirarla, vio que se había movido
hacia la cama y estaba sentada, con su ala rota en un ángulo cuidadoso, con la otra
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El Club de las Excomulgadas
doblada y presionada contra su cuerpo. Su cola era una curva de color rojo y
dorado, adornada con aletas doradas. Su belleza estaba intensificada por el
contraste con su inmundo entorno. Algo se retorció en su pecho. Debería haber
hecho más para preparar la cámara para ella.
Él lo consideró.
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El Club de las Excomulgadas
Ella se mordió el labio.
—Bueno, eso será un cambio. Todo en esta montaña rusa ha sido tan
relajante. —Una risa ahogada salió por el nudo en su garganta.
—¿Montaña rusa?
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El Club de las Excomulgadas
Pero Dante quería que esa mirada de repugnancia en sus ojos se fuera, por lo
que se esforzó a pensar en aquellos años que había olvidado.
—Creo que... sí, había algo como lo que tú describes. Yo acarreaba palos y
piedras y creaba pequeños refugios con ellos. No eran más grandes que mi mano
entonces, porque si algo era notado por los Oscuros podía ser destruido. Imaginaba
cómo podría hacer los refugios más sólidos, si podía hacerlos más grandes, para
que nadie pudiera alcanzarme. Puse marsmas dentro de los finalizados. Parecían
gustarles.
—¿Marsmas?
Sus cejas se levantaron y dejó a un lado la tela. Haciendo una pausa después
—Ranas —dijo ella de pronto, de nuevo con esa tensa sonrisa extraña, algo
se agitó en el pecho de Dante al verla y deseo que siguiera haciéndolo—. Tienes
ranas. O algunas criaturas con forma de rana. Las nuestras no tienen colmillos,
aunque creo que algunas segregan veneno de su piel. Estabas construyendo casas
para las ranas. Nosotros hacemos eso, también, porque las ranas son buenas para
tenerlas en los jardines. Se alimentan de insectos.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Jardines? Sé lo que son —hizo una pausa, un sentimiento confuso, más
ligero, saltó a través de su pecho como una de las marsmas—. Tengo uno.
*****
—Nada crece aquí, pero he hecho algo parecido. Como el estanque. —Su
rostro se cerró—. Pero no te gustará.
—Lo he creado a partir de lo que tenía. De cosas que... los otros trajeron
aquí.
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El Club de las Excomulgadas
—Sabes que puedo escuchar tus pensamientos. No quieres verlo. Estás
tratando de encontrar la manera de salvarte. ¿Crees que puedes engañarme o
atraparme? Aunque tuvieras éxito, acabarías muriendo de forma mucho más
horrible sin mi protección.
Ella ya había visto su lado astuto. Mientras su franca honestidad podía ser
tan inquietante, ahora le resultaba útil.
Por qué eso hacía que su aliento se quedara atrapado y su corazón doliera,
no lo sabía. Tal vez más por la misma confusión. Se obligó a si misma a empujarlo
a un lado, sabiendo que estaban en una buena racha, esperando una dirección
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El Club de las Excomulgadas
positiva. Clara se estaría riendo sobre su culo justo ahora “Lex, la eterna optimista,
aún en las entrañas del Mundo Oscuro”.
—Toda persona tiene el potencial de ser una amenaza, Alexis —su respuesta
la sorprendió— el que parece más débil puede ser el más peligroso de todos. Los
Oscuros que están aquí aprendieron eso de mí. No te subestimo, pero estoy en tu
cabeza, y no siento ninguna falsedad en tu caso. Todavía no.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Pero no fue algo bueno? Ellos matan y destruyen cuando van a otros
mundos.
—No fue algo bueno, porque yo ya no podía ver nada más que este mundo.
¿Sabes lo que se siente al estar encerrado en un ataúd, Alexis?
—¿Cómo aprendiste a hablar así? —Ella hizo una mueca cuando sus alas se
deslizaron a través de la piedra. Debido a la fractura, era doloroso moverla sin
ayuda, y no podía llegar a su espalda para hacerlo. Diosa, deseaba poder cambiar.
—Aquí, quédate quieta. —Al llegar a ella, llevó su torso cerca de su cara—.
Apóyate en mi contra. —Cuando ella vaciló, él deslizó una mano bajo su brazo
hasta su espalda, la bajó hacia delante para que su frente estuviera tocando su
hombro ancho, desnudo. Él no olía a limpio, ni por asomo, pero no parecía
importar. Su cercanía le afectaba, y ella tuvo que reprimir el impulso de presionar
su cara en su hombro, de buscar consuelo en quien le causaba angustia. La locura
de eso iba a… bien, a volverla loca.
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El Club de las Excomulgadas
—No te haré daño —dijo Dante—. Dime lo que necesitas.
—Dime por qué hablas como un graduado de Harvard... porque parece que
estás bien educado.
Diosa, Alexis. Mujer muerta, justo detrás de él. Cap-tor, dos sílabas.
Quería golpearlo por las chispas en sus ojos, revelar sus descarriados
pensamientos hormonales había captado su interés masculino. Pero contestó a su
pregunta.
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El Club de las Excomulgadas
—Y ese deseo te llevó a hacer lo que fuera necesario —murmuró Lex. Se dio
cuenta de que todavía estaba inclinada hacia adelante en su cuerpo, con sus manos
aferradas a sus bíceps. Sus palmas estaban debajo de sus codos. Sus cuerpos
formaban una tienda de campaña tranquila, aún allí, y ella fue reacia a retirarse a
pesar de sus siguientes palabras—: Incluido el hacerme daño.
—Tomarte —la corrigió él—. No tengo ningún deseo de hacerte daño. ¿La
bella y la bestia? —le espetó.
—Sí. Fue lógico hacerlo. Ella no tenía ningún uso para eso después de la
Alexis lo miró.
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El Club de las Excomulgadas
—Me resulta difícil hablar durante mucho tiempo —dijo ella, no sin pesar—.
Es difícil respirar.
Sin embargo, debido a la decepción que vio en su mirada, Alexis pasó más
tiempo con él de lo que había previsto. Ella creó el cuento y pintó las escenas,
incluso cuando tuvo que parar un par de veces para recuperar el aliento, apretando
la frente contra su hombro de nuevo cuando tenía que apoyar la cabeza porque le
daba vueltas. Durante ese tiempo él nunca dejó de mover las manos, explorándola.
Acariciando su cabello, aprendiendo la forma de su cráneo. Jugando con la curva
de su columna, con la parte baja de su espalda. Pasando los dedos por sus escamas.
—En una versión, mientras la Bestia pasaba tiempo con la Bella, siguió
rogándole que se casara con él, pero ella no podía superar su apariencia. Hasta que
se dio cuenta de que él iba a morir con el corazón roto a causa de su amor retenido.
Entonces ella se dio cuenta de cuánto la necesitaba, y eso cambió sus sentimientos.
Accedió, y cuando lo hizo, su encantamiento se rompió. Ella descubrió que la
Bestia era en realidad el Príncipe que había estado hablando con ella en sus sueños
todo el tiempo, rogándole que no se dejara engañar por las apariencias —vaciló en
eso, entonces siguió adelante—: Hay otra versión, donde la Bestia es una cosa
terrible, siempre de mal humor que perdona la vida a su padre solo si ella está de
acuerdo en quedarse con él. A través de su amor y bondad, aprende a ser un alma
mejor, por lo que la libera, en lugar de mantenerla cautiva.
—¿Él la deja ir, a pesar de que ella era lo que más quería?
Alexis asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Esa mujer parece difícil de entender.
—La Bestia se dio cuenta, que si quería mantener para siempre a Bella, tenía
que demostrarle que su felicidad era más importante para él que la suya. Eso
permitió que ella lo amara.
—Hmm. Tal vez cuando la bruja me libere, me puedas leer las versiones
completas de la historia.
Si ellos tenían que traerlo para rescatarla, ¿de verdad creía que lo dejarían ir,
que le darían el paquete de bienvenida a la Tierra y lo enviarían de paseo?
—Si me dejan salir fuera de este mundo, haré lo que quiera. Ellos se
arrepentirán si se interponen en mi camino.
Ella maldijo su incapacidad para estar de pie con piernas humanas, odiaba
estar atrapada en su forma de sirena sin la propulsión del agua. Y ahora, con su ala
herida, su capacidad de volar se veía obstaculizada. Ante su rostro iracundo, eso la
hacía sentir mucho más indefensa.
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El Club de las Excomulgadas
Él murmuró algo vil y fuerte, haciéndola estremecer cuando se movió.
Girando sobre sus talones, se dirigió al otro lado de la habitación. Se sentó en el
borde de la silla, con el cuerpo tenso y su expresión oscura.
—Estarán preocupados por lo que puedes hacer. Los Oscuros son asesinos
violentos. Tú... —Sabiendo que arriesgaba su ira, ella movió su mirada
significativamente hacia el círculo y a la hembra muerta—. Ellos no conocen tus
intenciones. Lo que deseas. ¿Qué quieres hacer allí, Dante?
Alexis tomó aire abatida, pero había ganado un descanso. Al parecer, Dante
no estaba escuchando sus pensamientos mientras reflexionaba. Tal vez no tenía un
botón de rebobinado en su cerebro.
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El Club de las Excomulgadas
A medida que la ráfaga corta de aire desde el exterior dominaba sus sentidos
por un sofocante minuto, Lex sintió algo de Dante para equilibrarlo. A pesar de que
sus emociones continuaban peleando como perros rabiosos sobre lo que ella había
dicho, esperaba que el remover a la mujer la hiciera sentir mejor. Mientras Lex
quería que él lamentara el hecho por sí mismo, no su efecto en ella, tenía que
escoger sus batallas.
Él no era todo odio y rabia. Exudaba un nivel terrible de eso ahora mismo,
sí, pero estaba esa otra cualidad en él. Hasta ahora, la había ayudado a mantener la
calma y a mantener un hilo de esperanza, mientras el resto de sus sentimientos eran
un círculo monótono, a un ritmo de un animal atrapado, la ansiedad continuó en
una espiral.
—¿Dante?
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Nueve
Cuando él por fin se movió, su expresión no cambió, pero cuando se
arrodilló junto a ella, sus manos se deslizaron bajo su cuerpo suavemente. Ella se
estremeció un poco, sin embargo, porque sus escamas estaban secas.
Ella no quería saber lo que había hecho que superara ese ataque de ira, ya
que no le gustaba lo que él había resuelto acerca de su eventual rescate. Su pelo era
una cortina delante de su cara, y aunque olía a azufre y a sangre, ella se obligó a
tocarlo. Una vez que lo hiciera, sería más fácil pasar los dedos por él, preguntarse si
alguna vez lo habría trenzado o atado hacia atrás, o si siempre había sido así, como
la criatura salvaje como era.
Cuando ella asintió, él la levantó de nuevo. Gracias a Dios que tenía el pelo
lo suficiente largo como para cubrir la mayor parte de sus pechos. Si él miraba su
cuerpo, reaccionaría. Aunque el sacrificio femenino se había ido, el recuerdo era
demasiado crudo en su mente para manejar la traición de su propia carne.
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El Club de las Excomulgadas
—Si voy a llevarte ahí, necesitarás protección adicional.
Era un pensamiento anticuado para una chica muy moderna, pero ella se
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El Club de las Excomulgadas
Ella tenía la sensación de que su idea de soportable y la de ella eran muy
diferentes, así que apretó su cuello. Los brazos de Dante se doblaron debajo de su
espalda y la curva de su cola, apretándola en un gesto que podría haberle dado
consuelo. Él abrió la puerta con una orden verbal.
Él había dicho que sería más soportable, y así fue, pero sólo en la medida en
La puerta no era realmente una puerta, sino una ventana doble cerrada, con
un borde plano que sobresalía a una caída de más de seis metros. La torre estaba
construida de piedra desbastada con un mortero gris y hielo. Lex tuvo la breve
impresión de eso, y después sus alas imprudente pero automáticamente intentaron
abrirse cuando él dio un paso más allá del borde de esa repisa.
Gracias a que él la sujetaba con firmeza, sus alas quedaron atrapadas bajo su
antebrazo, por lo que el dolor de su lesión fue mínimo. Él aterrizó sobre sus pies,
como si hubiera bajado un escalón del porche. Al parecer, el beber sangre, su fuerza
excesiva y la capacidad de escalar o bajar de grandes alturas sin dificultad eran
todas piezas verdaderas de la tradición de los vampiros.
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El Club de las Excomulgadas
Ella no podía mirarlos, esos cuerpos esqueléticos y potentes, el colgajo de
alas correosas, los colmillos, mientras cada uno sus dedos pulsaba con la necesidad
de matar, de violar, de destruir, de arrasar…
Ella hizo más que eso. Enterró la cara en su cuello, aferrándose a los latidos
de su corazón. Gracias a la Diosa que era un mito vampírico que no tuviera uno.
Ella encontró que la tranquilizaba en varios niveles. Hundiendo sus dedos en su
pelo más fuerte y en la unión del músculo de su cuello hasta el hombro, trató de
pensar en otra cosa. Oh, Diosa, no podía. Sabía lo que ellos estaban sintiendo, lo
que querían. No querían simplemente hacerle daño. Querían destruir cualquier
Así que ¿por qué no sacaste los ojos de tu padre, en su lugar? ¿De qué color son?
Son… negros. Todos los ojos de los ángeles, los que nacen siendo ángeles, son de color
negro. Sólido negro, sin blanco… como los tuyos, con rojo fuego. No sé. No le presté suficiente
atención a la genética, sobre los genes dominantes y recesivos, y no estoy segura de si se aplica
incluso a los no humanos.
¿Qué es la genética?
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El Club de las Excomulgadas
Lex tropezó en torno a la explicación a medida que él continuaba
presionándola y pinchándola, irritantemente, porque ella necesitaba reaccionar ante
el horror de lo que la rodeaba. Esto se llevaría su cordura y su lucha por querer
escapar de sus brazos, sin importar que no pudiera volar, o nadar, o caminar…
No muy lejos, vio bosques de árboles con los que había fabricado su silla.
Negros, sin hojas, con su corteza lisa como la piel de una foca, daban giros y
circunvoluciones, una imitación espeluznante de unos esqueletos traumatizados,
estirándose por salvación hacia los cielos a los que nunca llegaban. Como no había
luz en este mundo, ninguna fuente de sol que pudiera filtrarse a través de la capa de
constantes nubes, se preguntó cómo había crecido tan alto. Todo lo que sentía era
la antítesis de la vida, aun existiendo. Se estremeció al pensar en la deidad que lo
habría creado para su diabólica diversión y luego lo abandonó cuando se aburrió.
114
El Club de las Excomulgadas
a la Tierra. Ella empujó una risa histérica, los residuos de las presencias opresivas
de los oscuros crepitando a lo largo de sus terminaciones nerviosas.
Él tenía una pequeña arboleda de los mismos árboles en el jardín, sólo que
tenían hojas y flores en sus ramas que se agrupaban en torno a su base. Había rocas
con formaciones artísticas, creando un paisaje casi agradable. O uno que estaba
desesperado por parecer agradable. Mientras ella se acercaba, temió el medio que él
habría usado para crear las hojas y flores, pero parecía que la mayoría era de
artículos depurados. Papel de estaño, joyas, restos de ropa, todos los cuales habían
sido retorcidos, doblados o cortados para hacer formas planas, con hojas
puntiagudas o bien flores enrolladas. Él había hecho semblanzas verosímiles de
tulipanes, geranios, incluso de pétalos de flores como las margaritas.
—¿Podemos ir más cerca? Me gustaría ver el árbol con las rosas. ¿Viste todas
estas cosas en la mente de tu madre, o en las ventanas de la grieta?
—Ambas. Pero los Oscuros, antes de que las grietas se cerraran, también
traían muchas cosas. Nunca duraban mucho. O bien eran destruidas cuando se
peleaban por ellas, o las dejaban tiradas en el suelo y la tierra se las comía. Pero me
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El Club de las Excomulgadas
gustaba robar lo que podía, acumular basura, estudiarla hasta que descubrían los
escondites. Aprendí acerca de las rosas de esa forma. Cayeron durante una pelea
por comida, y las tomé. Sentí su suavidad —sus dedos se movieron a través de la
parte superior de su brazo— y tuve un sentido breve de su olor antes de que se las
llevaran. Me acuerdo todavía.
A falta de algo más que decir, desconcertada por sus volubles estados de
ánimo, Alexis volvió su atención a las rosas. No podía imaginar cuántas horas le
habría tomado acomodar las capas de pétalos, la manera de poner el producto en
conjunto. Alargó la mano hacia una rama y tocó el borde de una, sorprendida por
la suave textura. Luego tragó y cerró los dedos, llevando su puño de nuevo contra
su pecho.
—Son humanas.
—De piel humana. Probé con trozos de papel y tela, pero todos se pudrían.
El metal funcionaba para algunas cosas. —Asintió a las flores de pétalos planos que
brillaban a la luz opaca—. Pero quería la suavidad que recordaba. Aprendí cómo
preservarla, de hacer que mantuviera su forma.
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El Club de las Excomulgadas
—No te gusta.
—Puedo leer tu mente, Alexis —le recordó con voz monótona y aburrida—.
No pretendas lo que no sientes. —La dejó en un banco creado de ramas de árboles
negros, felizmente sin ningún tipo de adornos con partes del cuerpo, o restos de
ropa. Él regresó al árbol y se puso de espaldas a ella, mirándolo.
Pudiera él leer su mente o no, Alexis nunca había sido una de las que
contenía sus sentimientos acerca de ninguna situación. Tristeza, risa, ira, cualquiera
que le surgiera, los sentimientos eran un río natural que fluía a través de su
corazón, porque los recibía tan claramente de los demás. Ella estaba horrorizada
por eso, pero se vio atenuada por él. Dante había tratado de ser más de lo que su
entorno exigía de él, y había utilizado los materiales a la mano. Había pensado que
este jardín era una manera de conectarse con ella, lo que significaba que quería algo
más que la influencia de su rescate.
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El Club de las Excomulgadas
Él no se movió, sin dejar de mirar la macabra flor que había creado y
desarrollado a partir de la muerte y de la desesperación. Por alguna razón, ella
recordó una obra de arte que representaba a una flor que nacía de una pequeña
grieta en el cemento. En este caso, Dante era esa flor, ¿No? Su mente luchaba por
resolver el misterio.
—Si de alguna manera no tengo éxito, me gustaría tener algo de ti aquí, para
recordarte.
—¿Qué... te gustaría?
—No tomarás uno de mis dedos, ¿verdad? Soy bastante parcial en cuando a
tener diez.
—No. —Él negó. Miró hacia abajo a sus dedos, con la mentira
tentativamente en sus manos. Su pulgar se movió, pasando por encima de ellos,
deslizándose sobre sus nudillos.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Por qué me hiciste todas esas preguntas en el camino hasta aquí? ¿Sobre
mis ojos, y mi genética?
Él no levantó la mirada.
—Mi madre me hizo hacer eso. Fue una manera de que no cediera ante los
temores de mi infancia, cuando ellos no me dejaron marchar, me sentaba en su
pierna, que por supuesto estaba encadenada, y me hacía preguntas. Me enseñaba a
razonar, hasta que perdió la misma capacidad. No sé por qué era importante para
mí, que te gustara esto.
Alexis no pudo evitarlo. Giró la mano, deslizó sus dedos en el espacio entre
él, atrayendo sus ojos de nuevo hacia ella.
—No me importa nada de ellos. Nunca he sentido nada por aquellos que me
trajeron aquí a morir. —Aunque se estremeció al oír sus palabras, Alexis se obligó a
permanecer quieta mientras su mirada se agudizaba en ella.
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El Club de las Excomulgadas
Como su padre, él tenía esos mismos ojos de color sólido y Lex se dio
cuenta del conflicto que había dentro de las profundidades de color carmesí de
Dante, con o sin su regalo. Así que en vez de contestar, Alexis miró hacia abajo. En
su otra mano, él sostenía una de las rosas que debió extraer del árbol cuando estuvo
de espaldas a ella. En este momento la estaba apretando como si quisiera poder
aplastarla. Había querido ofrecérsela. Pero ahora sintió su deseo apagado. Cuando
él se había dado cuenta de que no tenía ni el olor, ni la belleza, que no había nada
del mundo que había dejado, su material le repugnó.
La empatía era su regalo, pero ella no estaba calificada en otras artes. Sólo
podía forzar profundamente a su cuerpo ya debilitado por la desesperación
sofocante de este ambiente extraño, tan lejos de las energías mágicas de la Tierra y
de la Diosa. Lex se sumergió en las reservas que tenía, aunque un temblor
enfermizo pasó por su cola, su cuello se tenso con el esfuerzo mientras murmuraba
el encantamiento. Mientras lo hacía, ella pinchó su dedo con una espina que él
había creado en el tallo de la flor, una punta de metal oxidado que le permitió tocar
la flor con su sangre.
Dejando caer las manos, ella empujó hacia arriba, tirando de sus dedos de
modo que él los abrió en un reflejo. La rosa se había transformado, brillando con el
carácter temporal de la magia, de un rosa suave que le sorprendió tanto que ella
tuvo que inclinarse aún más, llevando la mano a su nariz. Las fosas nasales de él se
abrieron, y ella captó el olor también, esa fragancia dulce e inquietante que nunca
puede ser inhalada profundamente, pero que intoxica los sentidos. Le hizo querer
llorar por su casa. Por los prados y las tardes perezosas en la playa, por la libertad
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El Club de las Excomulgadas
del cielo y del agua, y toda la tierra de por medio, tan diferente de este lugar como
la diferencia entre el Cielo y el Infierno.
*****
Ella estaba mirando el suelo, y él siguió su mirada, por lo que ambos vieron
la rosa transformarse de nuevo en la piel curada.
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El Club de las Excomulgadas
—No. —Ella negó—. Lo que hiciste... es hermoso, Dante, de una manera
terrible y extraña. Porqué lo hiciste, no por la propia sustancia. Es difícil de
superar… la sustancia, a veces. Oh, Diosa, esto duele.
—La Diosa no viene aquí. Nadie viene aquí, si no está obligado a hacerlo.
—Él la levantó y la sentó en el banco, acunándola en su regazo y sosteniéndola con
un brazo mientras se cortaba abriéndose la muñeca con un colmillo—. Abre la boca
—le ordenó él.
Al ingerir su sangre, el zumbido bajo que había ocurrido la primera vez que
él había empezado a hablar dentro de su cabeza volvió a la vida. Sólo que ahora se
expandía como la fiebre del océano, ocupando el horizonte de su mente para que él
fuera todo lo que estuviera allí, su presencia, su necesidad… él. Su cuerpo se
sacudió como si se estuviera transformando, tal como lo había hecho la primera vez
que había aprendido a controlar sus transformaciones. Él la abrazó, y ella quiso que
la abrazara para siempre. Dante era parte de ella, tan cercano y necesario, como la
sangre y los huesos, y el sentimiento. Daba miedo, que lo consumiera todo, como si
acabara de entregarle su alma y no pudiera estar sin él. Pero sus manos le
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El Club de las Excomulgadas
agarraron, una hundiéndose en su bíceps y la otra en su espalda, presionando el
potente músculo y las costillas, sintiendo el flujo de sangre debajo.
La sensación fue de balanceo, como si ella estuviera en una oleada tras otra
dirigiéndose hacia una orilla distante, se prolongó durante algún tiempo, incluso
después de que dejó de beber. Lex no podía hacer mucho, pero se encontró allí,
dejando que la energía de la sangre que le había dado la ayudara a recuperarse. Era
difícil recuperar sus sentidos, cuando él estaba ocupado en despertarlos todos,
moviéndose en su boca para burlarse de los restos de sangre, mordiendo su
garganta mientras su cabeza caía hacia atrás en señal de rendición, haciendo su
camino hacia abajo hasta llegar a su pecho y cerrándose sobre un pezón,
succionándoselo profundamente. Era oh tan, cuidadoso con esos colmillos, así que
Lex se aferró a Dante ahora, dando otro grito más suave por el tirón
provocativo en su pecho, con su otra mano deslizándose debajo de sus caderas para
encontrar la suave puerta de entrada a su sexo. Las escamas eran frágiles, pero él
las aflojó con cuidado, y encontró la humedad que lo esperaba. No se detuvo,
metió dos y luego tres dedos en profundidad, casi igualando su propio grosor,
jugando con ella con el pensamiento de eso mientras ella se presionaba sobre él,
con su polla dura y pesada presionando debajo de su peso.
Eso era lo que Alexis deseaba. Estaba demasiado débil para él, a pesar que
su sangre le había dado esta nueva fuente de energía, pero tenía que tenerlo dentro
ahora. Ese sentimiento era abrumador, y más que eso, era lo único que se sentía
bien, un desafiante grito en un lugar que nunca debió existir.
Por favor...
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El Club de las Excomulgadas
Ella no podía darle voz, pero no tuvo que hacerlo. Dante podía leer cada
pensamiento y deseo. Soltándose la harapienta, pero afortunadamente accesible
ropa que llevaba, Dante se la saco sin pudor, y luego la sentó en su regazo,
reemplazando sus dedos con su polla. Él era más suave de lo que había sido antes,
pero seguía siendo igual de inexorable en su progresión, tomándola centímetro a
centímetro con ese grosor personal.
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El Club de las Excomulgadas
Frenéticamente, ella le dio un mordisco en la mandíbula mientras espasmos
sacudían todo su cuerpo inferior. Diosa, Lex podía sentir el pulso de la sangre en su
polla, golpeando sus paredes. Quería bombearse con fuerza, como lo haría en una
corriente fuerte, enviándose a sí misma en espiral en las cálidas aguas de su propio
deseo. Pero, anticipándose a ella, él levantó sus piernas y las cerró sobre su cola,
con sus fuertes muslos doblados contra sus escamas lisas, apretadas, con los tobillos
cruzados y plantados entre la V de las aletas de su cola. Ella expresó un gemido sin
palabras, y él respondió aumentando su control sobre su garganta.
—Eres mía —le recordó—. Quiero todo lo de tu alma, y no sólo una parte.
—Él se detuvo, y a través de la bruma de su deseo, ella sintió una extraña
vacilación, un breve destello de confusión—. Aunque creo que puedo haberlo
Él podía controlar su cuerpo exterior, pero ella tenía otros músculos. Alexis
lo apretó en su interior, con las antiguas formas de su cuerpo femenino superando
su limitada experiencia, sabiendo cómo provocar y seducir lo que quería de él,
incluso si trataba de controlar todo lo demás.
No. Ella lo hizo otra, y otra vez. Lex comenzó a masturbarse de nuevo,
porque su propia empuñadura lo estaba facilitando mientras él comenzaba a
moverse instintivamente contra ella, empujando su cuerpo con los movimientos de
los músculos que tenía lisos. Ella había mantenido la cara vuelta hacia el lado de la
suya, pero ahora, obedeciendo alguna compulsión o instinto propio, ella volvió su
atención hacia el exterior, se quedó mirando el jardín que él había hecho.
Le había llevado años recogerlo y ocultarlo, hasta que su poder fue suficiente
para crearlo y luego protegerlo de los demás. Él lo había compartido con ella, una
ofrenda que un Hades podría haberle dado a Perséfone, con la esperanza de que
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El Club de las Excomulgadas
una criatura de luz y de vida viera algo que valiera la pena al quedarse en la
oscuridad y la muerte con él, dándole lo que deseaba tener, pero que para siempre
estaría fuera de su alcance. Él la mantendría allí contra su voluntad, demasiado
desesperado para hacer otra cosa, siempre esperando que ella al final de buena
gana, aprendiera a amar a la Bestia.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diez
Volver fue aún más difícil esta vez. Fue a la deriva en un mundo nebuloso,
con su corazón latiendo lenta y erráticamente. Ella lo sentía allí, en su mente, en su
alma, tal vez. Él estaba preocupado. Le acariciaba el pelo, sus labios, con sus dedos
hábiles.
¿Eran estos sus pensamientos o los de él? Ella nunca había sido
caprichosamente sexual o aventurera, incluso en sus fantasías, probablemente
porque apenas había tenido la esperanza de un decente beso apasionado. Los
hormigueos de conciencia sexual habían sido apartados, encerrados en alguna parte
de sí misma. Detrás de esa puerta tupida, su mente había estado obviamente muy
ocupada, porque ahora sus fantasías florecían en medio de una pesadilla.
Dejándose abrazar por la conciencia sexual en medio de una crisis de rehenes.
Pero Dante había dicho que la Diosa no estaba en este mundo. ¿Significaba
eso que era sorda ante las plegarias de ella? Las diría de todos modos.
127
El Club de las Excomulgadas
Ella abrió un poco los ojos que se encogieron ante la luz, los golpeteos en su
cabeza eran cada vez mayores. Afortunadamente, la cámara estaba en penumbras.
No había luz del sol en el Mundo Oscuro, y él había sacado todas sus antorchas, así
que la única luz provenía de la ventana, un bloqueo surrealista de llamas y páramo
gris. Las sombras escondían la mayor parte de sus facciones, pero el magnetismo de
su presencia era lo suficientemente fuerte. Él se puso en cuclillas al lado de la cama.
Él asintió.
—Lo es. Pero no será tan fácil. La puerta de ella permite que solamente
cruce uno a la vez. No se ha utilizado en un largo tiempo, e incluso sufrió algún
daño durante la Batalla de la Montaña.
—Así que tú irás primero, para estar seguro de que te dejarán pasar, y luego
iré detrás de ti. —Ella se asustó ante la idea de quedarse sola en este mundo,
aunque fuera durante un segundo. ¿Y si el portal no aguantaba? Tan terrible como
era ese lugar, sin Dante… por supuesto, que si eso sucedía, ella no viviría mucho
128
El Club de las Excomulgadas
más tiempo, ¿o sí? Pero si la Diosa no estaba aquí, ¿cómo podría su alma encontrar
su camino a casa?
Ella ya había visto que era mucho más poderoso de lo que Mina
probablemente sospechaba. Las personas que amaba estarían al otro lado de ese
portal, esperando. Su madre. Oh, Diosa, por favor que Jonah le hubiera prohibido
a su madre estar allí. La amable Anna, casi tan indefensa ante un poder de este tipo
como ella misma, y su padre no podría sobrevivir a ambas pérdidas. Todo el
mundo lo sabía.
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El Club de las Excomulgadas
Ella iba a morir. Esto era todo, lo sabía. Así que la pregunta era, ¿cómo
pasaría esos últimos minutos? ¿Con temor y cobardía, o abrazando el destino que la
Diosa le había dado? Podía odiarlo ahora mismo por estar dispuesto a sacrificarla
por su propia libertad, pero había visto demasiado aquí, sentido demasiado de él,
incluso ahora. Mientras que ella había tenido mucho, tantas cosas maravillosas, un
amor tan vasto y profundo como los océanos que la nutrían, Dante no había tenido
nada.
El hombre que había estado dentro de su cuerpo no se había ido. Puede que
no estuviera físicamente a su alcance, pero sus emociones, sus deseos, estaban
todavía allí, sólo se habían vuelto latentes detrás de las formidables armas que
usaba para obtener lo que quería, lo que había tratado de obtener todos estos años.
A pesar de que las lágrimas se reunieron en sus ojos, ella tragó, haciendo que
su voz sonara firme.
—Dante, quiero que tengas tu libertad. Si muero… quiero que sepas eso.
—No morirás.
—Lo primero que debes hacer es ir a los Jardines Butchart, cerca de Todd
Inlet, en Canadá. Verás cosas que nunca has imaginado. De hecho… —Ese dolor
creció con afilados dientes al pensar en cuántas veces más ella hubiera querido ir
allí—. Tendrás que sentarte en uno de los bancos, porque será abrumador. Todo
será abrumador.
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El Club de las Excomulgadas
Ella se detuvo, jadeando en busca de aire y el resplandor carmesí
desapareció, como si hubiera cerrado los ojos en la penumbra, a pesar de que su
voz le llegaba a través de la oscuridad con suficiente fuerza.
Ella no le hizo caso, porque hablar era la única manera de mantener sus
pensamientos para sí misma separados de las palabras que quería decirle.
Ella no era del tipo dominante, ni de cerca, y definitivamente no con él. Pero
tenía que tener aunque fuera eso. Él podría no tener el corazón suficiente como
para retenerlo de ella, pero ella estaba decidida a tener suficiente corazón por los
dos.
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El Club de las Excomulgadas
Murmurando una maldición, él se puso en movimiento, cogiéndola en
brazos y poniéndola de espaldas en la cama. Permaneció yaciendo casi sobre la
mitad de ella, presionando su pecho desnudo sobre sus pechos, su pelo cayendo
hacia adelante sobre su hombro y acariciando sus labios, su mejilla.
Ella levantó una mano, extendió los dedos hacia fuera como una estrella de
mar.
Ella podía sentirlo en sus huesos, una marea animal que no podía sostener.
No sabía cuánto tiempo había estado allí, pero tal vez las cosas que le había hecho
la habían debilitado. Tal vez debido a su mezcla única de ángel y de sangre de
sirena, tenía una constitución más frágil de lo que había esperado. Pero la muerte
estaba cerca. Deseó poder enviar un mensaje más a sus padres, porque si se lo daba
a Dante, nunca lo oirían. No querrían escuchar al macho que con razón verían
como su asesino. Pero con todos sus muchos dones, sabía una cosa con certeza. Él
era más que eso.
—¿Qué es una promesa? —dijo él, y ahora su otra mano estaba sosteniendo
su mejilla, las líneas de su rostro perfecto, hermoso, tenso.
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El Club de las Excomulgadas
hecho todo esto. Te hiciste una promesa a ti mismo, de hacer todo lo necesario para
ganarte tu libertad. Estás honrando tu promesa a ti mismo.
—No —dijo al final—. Una promesa es más que eso. Como lo es el honor.
Lo presiento. De lo contrario, no sería tan importante. Cuéntame más. En tus
pensamientos.
—Para mi padre, la promesa y el honor son cosas que ofrecer para proteger a
otros. Haces del mundo un lugar mejor cuando honras una promesa, no sólo a tus
propias circunstancias.
Ella descubrió que tenía humedad después de todo, porque las lágrimas se
escaparon de sus ojos de nuevo.
—Lo que estás haciendo está mal, pero no sé si lo hubiera hecho de otra
manera si hubiera experimentado lo que tú has pasado. Así que no importa lo que
pase, Dante, lo entiendo. También creo que una vez que estés libre, entenderás el
honor y las promesas mucho mejor. Siento tu corazón. —Liberando su mano, la
puso sobre su pecho—. Si bien hay mucha oscuridad en ti, probablemente más de la
que he sentido en cualquier persona, hay una luz tan fuerte allí, simplemente
esperando. Acéptala, y te prometo que no… —Un sollozo quedó atrapado en su
garganta, sus dedos teniendo espasmos en su piel—. Extrañaré mi vida, pero no te
odiaré. Lo prometo. —Diosa, incluso sus labios estaban cansados, pero se las arregló
para curvarlos en una nostálgica sonrisa—. Y gracias por haber sido mi primera
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El Club de las Excomulgadas
vez. No fue exactamente como lo había planeado, pero fue tan increíble como
había oído que podría ser.
—No quiero morir. —Logró decir ella—. De verdad, de verdad que no.
Un cambio de energía la hizo gritar, porque fue como una descarga eléctrica
rompiendo a través de la cámara. Sus dedos se aferraron a sus brazos, un ancla
contra el dolor. Él se puso rígido, su cabeza levantándose como si estuviera
escuchando algo más.
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El Club de las Excomulgadas
—Por favor, no me pongas en la sangre otra vez —dijo ella. No quería morir
allí.
—Debo hacerlo. —La bajó en ella, a pesar del sollozo que escapó de Alexis,
el agarre vergonzoso de sus manos que tuvo que aflojar, aunque no era poco
amable al respecto. Ella se encogió cuando la sangre se filtró en sus escamas de
nuevo—. Sólo será un momento. Yo estaré parado allí. —Indicó el otro círculo—: y
lo atravesaré primero.
Alexis gritó cuando algo largo aterrizó contra la puerta de la torre, seguido
por un grito de rabia. Muchos gritos de rabia. Jadeó mientras dos Seres Oscuros
volaban por la ventana abierta, aterrizando su ardiente mirada en ella, con los
Si todo iba como debería. Pero ella recordó ese sentimiento de desesperación
terrible mientras fluían por allí anteriormente, la forma en que la había drenado,
incluso dentro del círculo. No le quedaba fuerza suficiente. Sería su fin. Iba a morir
en este mundo terrible, sobre la sangre de una mujer aterrorizada y quién sabe
cuántos otros sacrificios, rodeada de esas criaturas sin alma.
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El Club de las Excomulgadas
pero estaba segura que Mina sí. Lex había querido aprender más sobre la magia,
pero había tantas cosas que había querido hacer.
Dante, no me dejes aquí. Tengo tanto miedo. Los mareos la inundaron, sus
brazos apenas la sostenían. No. Por favor, deja que pierda la conciencia antes de que mi
Y Jonah sacrificaría todo lo que era para darle caza y reclamar venganza por
su hija. El corazón de su madre se rompería, su espíritu sería destrozado. Todo por
el dolor de la pérdida, un final que Lex nunca había imaginado para ninguno de
ellos. No podía soportarlo.
Mientras, ella estaría sola y aterrorizada. Era humillante que eso saltara al
primer plano ahora, por encima de todo lo demás. Su espalda se dobló, ese
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El Club de las Excomulgadas
hermoso cuerpo moviéndose hacia adelante. ¿Él incluso miraría hacia atrás a ella, o
se habría olvidado ya de su existencia? Su alma se encogió ante la traición final, tan
irracionalmente profunda que se tambaleó, temiendo que la respiración rasposa que
aspirara antes de que él cruzara, fuera la última.
Su forma brilló, y ella soltó un grito, un rechazo doloroso. Era toda la fuerza
que le quedaba. Como si sus músculos del brazo se hubieran convertido en agua,
cayó hacia adelante, con tanta fuerza que su cara golpeó la piedra en la parte
inferior de la cuenca poco profunda. La sangre, la humedad y el olor, invadieron su
nariz y boca, forzando sus ojos a cerrarse. Siempre mantuvo los ojos abiertos bajo
el agua, pero esto estaba frío, viscoso y no albergaba la tranquilidad que tenía el
mar.
—No —se lamentó ella, deseando poder ser valiente, deseando estar en otro
sitio, deseando a su padre o su madre... o a Dante.
Unas manos le acariciaron la cara, con los pulgares deslizándose sobre sus
ojos, quitándole la sangre. Ella dejó que su mirada se abriera, y vio el duro rostro de
Dante por encima de ella.
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El Club de las Excomulgadas
exigiéndole que sacrificara lo que fuera para liberarse, para hacer lo que había
dedicado su vida a hacer. Era como ver la batalla de un hombre solitario contra
todas las fuerzas del infierno que hacían erupción en su alma, y era una energía
terrible, vertiéndose sobre ella, diciéndole lo cerca que estaba de cambiar de
opinión. Pero él la metió en su círculo, se irguió y gritó las palabras adecuadas,
desafiante, enojado, con los hombros hacia atrás. Sus ojos carmesí eran tan feroces
como las llamas crecientes en torno a ellos, ahogándola con su calor.
Ella estaba tan débil, que sólo podía observar. Quería decirle que ellos le
ayudarían a cruzar, que harían honor a su acuerdo...
Sólo que no había hecho uno, ¿o sí? Habían acordado abrir el portal para él
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Once
Él había dicho que el portal sólo podía tomar a uno a la vez. Ella sabía lo
suficiente acerca de la magia para saber que era estúpido ir en contra de sus reglas.
Si bien había sido puro impulso, ella se dio cuenta que podría haberlos matado a los
dos, porque se sentía como si hubiera estado encerrada en una secadora, atacada
por un calor abrasador mientras era golpeada, girando y girando.
Aunque ella gritó por el dolor, siguió aferrándose a él. Había hecho un puño
cerrado y la otra mano estaba en su muñeca, cuando ni siquiera sabía si la energía
Ella sólo podía intentarlo, sin embargo. Cavando hondo, dragó la energía de
la vida que sabía había dejado, y lo vertió en su agarre, aun cuando su reserva se
menguaba como un reloj de arena. Si era por mucho tiempo, no importaría. Sería
una sirángel muerta, girando a través de un vórtice entre mundos. Como los
cuerpos inconscientes de los cangrejos varados en la playa, pero por lo menos sería
mejor que ser un alma a la deriva en el mundo Oscuro.
Uno de sus brazos fue alrededor de su espalda, y luego el otro. Tan fuerte
como él era, ella no se había dado cuenta que tenía el poder de luchar a través de la
compresión como un tornado. Gracias a la Diosa. Su calor estaba debajo de su
mejilla, en el estruendo de su corazón. Sus maldiciones retumbaron en su cabeza,
amenazándola con todo tipo de daños físicos si iba en contra de sus deseos, aunque
ella sabía que no sería así. Él deseaba esto más que nada, y era lo correcto.
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El Club de las Excomulgadas
Fuego, viento, estrellas en espiral, y entonces, tan repentinamente como
habían sido atrapados, el tornado los dejó ir. Su cuerpo maltrecho golpeó algo
sólido como una pared de hormigón. El dolor la abrumó, pero no importaba. Podía
oler el aire cargado de sal. El océano. Oh, Diosa.
Algo andaba mal. La energía seguía allí, tirando de lo que estaba en sus
brazos. La desgarraría en pedazos si no lo dejaba ir, si él no la dejaba ir, pero
ambos estaban demasiado congelados para hacer nada, todavía atrapados en las
garras de la magia del portal.
—Vamos, Alexis. Suéltale. —Ella nunca había pensado que la voz mordaz
de su madrina sería tan bienvenida, o la sensación del aire húmedo contra su carne,
En cambio, llamó a un pequeño mechón de energía para hablar con una voz
desgarrada que apenas reconoció. Su realidad era incorpórea, la cara de la bruja era
una ilusión.
A través de sus agrietados párpados, sus ojos estaban arenosos por lo que
todo estaba oscilando, Lex vislumbró a la bruja, con el pelo negro largo volando
con la fuerza del viento que se generaba, con los ojos bicolores brillantes con el
poder que estaba canalizando. Todo había terminado en la cámara, dondequiera
que estuvieran, tan sofocante como lo que había sentido en la primera torre de
Dante. El ser que ella había sostenido y el que trataba de traerla a casa eran un
Engendro Oscuro, mitad Oscuro. Mina tenía que entender. Tenía que hacerlo.
Por favor. . .
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El Club de las Excomulgadas
demasiado tiempo en la orilla. Sus músculos y articulaciones tensos protestaron,
sujetándola.
—Él está aquí. Tranquila. Los dos lo han logrado. Santo Diosa Lex. —
David, la pareja de Mina. Ella se atragantó con un sollozo y buscó a Dante. Apenas
consciente de lo que la rodeaba, empujó sus habilidades al límite y lo encontró. Un
gemido de alivio escapó de ella, pero luego su cerebro calculó dónde estaban. Más
importante aún, quién más estaba allí.
Quédate dónde estás, Alexis. No me hagas enfadarme más contigo. La voz de Dante
atravesó su mente, muy determinada y furiosa.
—Creo que la pregunta que debe hacerse es si él es tan tonto como para
tratar de hacernos daño.
141
El Club de las Excomulgadas
El sarcasmo seco de Mina trajo una muesca de rebote de energía volátil
alrededor de la habitación. Alexis logró apoyarse contra un muro de piedra y,
lentamente, se centró en su entorno a través de la V de las piernas de Dante.
Estaban en las cuevas submarinas donde Mina había vivido, antes de que
ella y David se hubieran mudado a la línea mágica del Cisma en el Desierto de
Nevada. El aire aquí permitía a los presentes permanecer en las cornisas anchas de
piedra, aunque el agua se replegaba lamiendo los bordes. No pudo evitar mirar con
avidez el agua, sus escamas le dolieron anhelando el toque de esa calmante
lubricación. Pero eso tendrá que esperar. Ella se preparó, esperando no desmayarse
por la agonía o la debilidad hasta que estuviera segura de que cuando despertara
encontraría a Dante todavía allí.
El comandante estaba a unos pocos metros de distancia, con los pies firmes
y la espada desenvainada. La oscuridad de sus ojos era ébano llameante, con el
rostro en una máscara aguerrida que ella nunca había visto antes. Aunque sabía que
él era intimidante, sólo había recibido resonancias y relatos de segunda mano. Su
empatía siempre le había asegurado que se cortaría sus propias alas antes de
lastimarla, incluso cuando la había amenazado con todo tipo de castigos terribles
por sus transgresiones infantiles. Ella nunca le había temido. Siempre lo había
respetado y tratado de obedecer. Su corazón se retorció cuando se dio cuenta de
que eso podría estar a punto de cambiar.
Había otros tres ángeles aquí, así como Mina y David. Aunque no veía a
Anna, sentía a su madre cerca, probablemente en otra sala de la amplia serie de
cavernas de Mina. Debido a que su padre podía hablar en la mente de su madre,
esperaba que él le hubiera enviado su mensaje de que ella estaba aquí y segura.
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El Club de las Excomulgadas
Por supuesto, viéndose a sí misma, no estaba tan segura de eso. Estaba
deshidratada, su ala estaba rota, así como posiblemente, algunos otros huesos de su
cuerpo, y estaba cubierta de sangre. A pesar de que no era suya, ellos no lo sabían.
Dante, no los provoquemos, por favor. Sólo quédate quieto. ¿Y si la plática mental
sólo funcionaba en su mundo?
No, no lo harán.
Sin embargo, igual que con su padre, él tenía una expresión que Alexis no le
había visto antes. Las dagas que solía llevar enfundadas estaban afiladas y brillantes
en cada mano. Su calma era aterradora, esperando la orden de Jonah. Marcellus
estaba aquí, igual que Bartolemy, otro teniente. Todos los ángeles que ella conocía.
Había crecido bajo la sombra de sus alas, de su protección. Pero la fría rabia que
emanaba de ellos ahora le decía exactamente cómo se veía, lo que ellos estaban
viendo.
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El Club de las Excomulgadas
—Si es así, David ira y te sacará de su espalda. —La mirada de Jonah nunca
abandonó el rostro de Dante. El Oscuro Engendro vampiro reflejaba su postura
combativa, con cada músculo tenso, con la energía que emanaba de él
empujándose contra la forja inamovible de Mina, haciendo que la atmósfera fuera
un guiso de combustible.
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El Club de las Excomulgadas
Ella era impotente para detenerlo ahora. Lo único que podía hacer era
esperar a que Mina lo hiciera. Su cola golpeó abajo en la caverna y ella vaciló,
aferrándose a su conciencia por un hilo. Había una corriente de agua aquí, calor y
frio mezclados, como si la destrucción hubiera abierto otro túnel.
No hubo respuesta, pero podía sentirlo. Él todavía estaba allí, todavía vivo.
Muy, muy enojado. Su ira hacía juego con la rabia de su padre, haciéndola
preguntarse si los dos reducirían las cavernas a un montón de piedras antes de
terminar y ella quedaría aplastada aquí. Debía investigar ese túnel.
Pero cuando de nuevo intentó bombear con su cola y alejarse del fondo del
Cuando una mano se cerró sobre su brazo, ella gritó. Anna estaba allí, con
los brazos cerrándose alrededor de las caderas de Lex y luego de sus hombros,
sujetándola hacia arriba. Sólo la sostuvo. El pelo de su madre ondeaba a su
alrededor, rozando sus brazos y caderas, con sonidos suaves y cantarines de alivio y
angustia resonando en sus oídos. Alexis se aferró de nuevo, luchando y olvidando
momentáneamente todo mientras toda la fuerza de sus temores iba hacia ella, con
la certeza absoluta de que nunca volvería a ver a su madre de nuevo, de que nunca
se sentiría así. Agarrando su pelo, empujó su cara en la garganta de Anna, sus
emociones sin control mientras flotaban en el agua juntas, ajenas a la batalla librada
por encima de ellas.
Anna la miró fijamente, con los ojos maternos registrando cada golpe, su
brazo lesionado, el agotamiento y el horror persistente por su terrible experiencia en
los ojos de su hija. Alexis se sintió contenta de estar en el agua, porque eso quería
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El Club de las Excomulgadas
decir que ya no parecería un espectro empapado en sangre. Si la hubiera visto en la
cornisa, Anna no hubiera escuchado nada.
En un latido Lex entendió mejor por qué a menudo Jonah temía por su
joven teniente. El poder concentrado del temperamento de Mina se llevó la débil
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El Club de las Excomulgadas
fuerza que trataba de prestar a su madre para ayudarlas a subir a la superficie. El
brazo de Anna se apretó alrededor de su cintura. A pesar de la resistencia de Alexis,
ella las llevó al lado ángel de esa barrera, en una de las estrechas repisas restantes.
Eso llevó a todo el mundo a pararse en seco, incluso a Dante, que le dio a la
bruja una mirada estrecha. Mina volvió su atención hacia él.
—Supongo que es por eso que la marcaste tres veces. Una estrategia
inteligente, aunque pone de relieve por qué Jonah te despachará de la manera más
dolorosa posible.
Ninguno de ellos pudo ver cómo Dante se sentía acerca de eso, pero Alexis
sintió su reacción, sepultada bajo aquella expresión temerosa y aún de violencia. Le
sorprendió, casi tanto como a Jonah.
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El Club de las Excomulgadas
—Él no sabía nada de eso, Mina —dijo ella apresuradamente—. No lo hizo
a propósito.
—Lo sé, Pyel. Puedo sentir sus emociones. Él me dio su sangre para
mantener mi fuerza.
—Maldita sea, Mina —gruñó Jonah. Ella le lanzó una mirada venenosa.
—Le diste a mi hija sangre para fortalecerla. Pero una tercera marca requiere
que bebas de ella tres veces. ¿Por qué tomaste la sangre de mi hija? —la voz de
Jonah era suave y mortal.
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El Club de las Excomulgadas
—La marqué la primera vez y la segunda por el portal hechizado del sueño,
para unirme a ella lo suficiente para transportarla hasta el mundo Oscuro y tener
acceso a su mente. Mis razones para darle la tercera marca son mías, pero bebí de
ella esa vez para alimentarme. Esta sangre es rara. —Mostrando sus colmillos,
Dante mostró un rastro de sangre azul que debía provenir de uno de los ángeles que
había herido—. A diferencia de la sangre de un ángel puro, la suya no me quema.
—Sus ojos brillaron de color carmesí—. Y la suya es mucho más dulce.
Mina negó.
—Juro por la Diosa, que los hombres son los mismos en todas las
dimensiones. Muchos deberían ser castrados. —Mina se levantó sobre la punta del
pie hacia el vampiro y se ganó un movimiento de ojos ardientes—. Escucha lo que
digo. Si mueres, Alexis muere. No tienes que pelear con él. Él no arriesgará a su
hija.
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El Club de las Excomulgadas
—No —dijo Alexis.
Ella se había equivocado. Su energía física había sido robada, pero el estrés
de su cautiverio y la tensión en esta cámara, las muchas cosas que no se decían y
que deberían decirse y también las muchas cosas que se decían que no se deberían
decir, le daban otro tipo de fuerza. Una repentina explosión de inesperada ira.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Doce
Ella capturó la atención de todos con la fuerte reprimenda. Incluso la mano
de su madre la calmó. Cuando la mirada oscura de Jonah parpadeó hacia ella,
sintió algo de él, una emoción fuertemente reprimida que atravesó su corazón,
llevando un dolor a su garganta, pero no podía reaccionar a eso ahora.
—Pyel, me doy cuenta de cómo me veo. Los últimos dos días han sido los
más horribles de mi vida. Ese lugar... —Su voz se quebró, y Anna hizo un ruido.
Lex al principio pensó que la poderosa ola de emoción provenía de ella, pero su
fuente la sorprendió. Era de David. Aunque su postura no cambió cuando se situó
detrás del hombro derecho de su jefe, con las manos todavía en sus dagas, ella
sintió su reacción.
Al ver la sombra cruzar sus ojos, recordó. Él había sido torturado casi hasta
la muerte allí. Y aunque Mina a menudo era un libro cerrado, ahora sintió a la
Bruja de Mar llegar a él con su mente, con su corazón, sus ojos se movieron hacia
él.
El vínculo entre ellos era algo innato, difícil de explicar. Así como estaba.
Pero tenía que hacerlo, o Dante sería devuelto. Y eso no era aceptable para ella.
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El Club de las Excomulgadas
Tragando, le habló a Jonah de nuevo.
Con alivio, vio que Jonah la estaba escuchando. El padre, que estaba furioso
y preocupado todavía estaba allí, sus sentimientos se aferraban a ella como garras
afiladas. La hacía desear correr hacia él, dejarlo envolverla entre sus brazos fuertes
y la comodidad de sus alas, en lugar de dejarse estremecer por todo el miedo y el
Se te dio este regalo por una razón. Ella dejó que la idea reforzara su fuerza
física que la suya propia no podía. Aguanta allí. En algún lugar al final de esto estará tu
cama y una ducha larga y caliente.
—Esos fueron los errores que cometí cuando era niña. Ya no lo soy. —
Contuvo su impaciencia mientras él la quemaba con su mirada.
—Si no eres una niña, sabes que cada ser tiene potencial para el bien o el
mal. Cuál escojan depende de sus opciones. Su entorno puede empujarlos, pero al
final, se trata de una elección. Él hizo la suya.
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El Club de las Excomulgadas
Para sobrevivir en mi mundo, matamos. Por cualquier cosa, nos matan. Poniendo
firme la barbilla con el recuerdo, ella negó.
—En su mundo, su elección era sólo vivir o no vivir, y sin embargo él pudo
vivir. No hay moral allí, Pyel. No es bueno protegerse adoptando decisiones contra
el mal. Ahora tiene más opciones, y si se le permite permanecer aquí, tendrá la
oportunidad de tomarlas.
Haciendo una pausa, dejó que el recuerdo la llenara, que una imagen se
tejiera entre los dos.
—Dijiste que habías visto todo lo que podía posiblemente ser, todo mi
potencial, y que querías darme todas las posibilidades de alcanzar ese potencial,
para lograr el más alto pináculo de la felicidad en mi vida. Eso es lo que estoy
pidiendo para Dante. Este es su nacimiento. Es un bebé, y merece esa oportunidad.
Tal vez era ridículo comparar el vampiro alto y musculoso, con ojos
llameantes y colmillos al descubierto con una niña pequeña, pero ella siguió
adelante.
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El Club de las Excomulgadas
—Por favor. Entiendo que tienes que pensar en ello. Pero por favor no lo
envíes de regreso. Dale la oportunidad de tener una vida aquí.
Jonah miró a Mina. Los ángeles de su nivel podían hablar en las mentes de
los demás, pensar directamente en ellas y oírlas. Estaba claro que una
comunicación intensa estaba ocurriendo. Lex deseó conocer los pensamientos de
Dante, porque las únicas emociones que estaba recibiendo claramente de él tenían
que ver con una violencia inminente. Pero debido a que él se había visto obligado a
vivir de su ingenio mucho antes de que se impusiera a los Oscuros, ella esperaba
que estuviera usando su cerebro en lugar de su testosterona. La caverna estaba
sobrecargada de eso.
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El Club de las Excomulgadas
En un segundo estaba en sus brazos, con esas alas envueltas alrededor de
ella y de su madre mientras él las atraía a ambas a sus brazos. Ellas deslizaron sus
brazos alrededor de él también, hundiendo los dedos en sus alas y cabello, con sus
caras en su pecho, mientras él inclinaba la cabeza sobre las suyas, murmurando
palabras incoherentes para las que Alexis no necesitaba su don ni oírlo para
entender. Él hizo que su corazón errático latiera.
Su legión era su familia, por supuesto, pero ella y Anna, eran su sangre, su
corazón y su alma. La emoción de él era abrumadora. A pesar que todos los años
de experiencia en combate y entrenamiento lo habían mantenido centrado en la
mejor forma de traerla de vuelta, él había temido, en el fondo que la iba a perder.
Debido a eso, Lex sabía que no sólo Dante tenía suerte de estar vivo en este punto,
Jonah levantó la mano a sus labios. A pesar de que le dio un beso en ella,
sus dedos se deslizaron sobre los moretones en sus brazos, con la mirada
analizando el estado de su ala rota, de su cara y cuerpo maltratado y debilitado. De
los símbolos grabados a fuego en su piel, ahora claramente visibles con la sangre
lavada.
Jonah levantó la cabeza, volviéndose hacia él. Aunque Lex no podía ver su
rostro, las emociones cálidas fueron reemplazadas por algo completamente frío.
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El Club de las Excomulgadas
—Sería prudente que no hables, Engendro Oscuro.
—Pyel, es mi elección.
—No, no lo es.
Alexis apretó los dientes, pero un ruido entre una risa y un sollozo cansado
llamó la atención hacia Anna.
—Pensé que nunca los oiría a los dos teniendo una batalla de voluntades de
nuevo —dijo la sirena, con voz quebrada.
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El Club de las Excomulgadas
Jonah dijo una suave palabra de tranquilidad a su compañera. Deslizando su
mano debajo de su pelo para acariciarla, le tocó la mejilla con su pulgar para que su
rostro se inclinara en su palma. Alexis agarró la mano de su madre.
Anna barrió a ambos con una mirada de amor, pero luego se encontró con la
mirada de Jonah y con un objetivo inesperado.
—No me gusta esto más que a ti. Pero años atrás, cuando por primera vez
Mina nos habló de Dante, me molestó. Creo que nos molesta a todos en algún
nivel.
A pesar de que la caverna era una caja de sorpresas emocionales, Lex recibió
una lanza afilada con la sorpresa de Dante. Probablemente no menos que la suya
—Yo puedo pensar en una —dijo Jonah por fin, haciendo que la boca de
Anna se curvara en una sonrisa conmovedora.
—Yo tenía veinte años entonces —murmuró ella—. Un año más joven de lo
que ella es ahora.
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El Club de las Excomulgadas
palabra de que crees que esto es posible gracias a tu capacidad empática. No a un
deseo sentimental de salvar a un perro callejero.
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El Club de las Excomulgadas
imponer sobre ti. Si supieran lo que pudiste haber hecho para sobrevivir estos
últimos veinte años, estoy seguro de que le darían la bienvenida a la capacidad de
hacerte su esclavo otra vez.
—Salgan —espetó Jonah, señalando con la cabeza hacia ella y Anna. Los
brazos de su madre la apretaron, pero Alexis se zafó.
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El Club de las Excomulgadas
Los pocos minutos en el agua, y el regreso a su propio mundo la habían
reforzado apenas lo suficiente como para hacer la transformación a forma humana.
Sin embargo, a pesar de la presión dolorosa en su pecho, que la hizo luchar por
respirar mientras se levantaba con piernas temblorosas, pudo poner un pie delante,
luego el otro. Cuando logró el torpe salto a la repisa más amplia, tropezó contra
David, ya que era el más cercano.
Dante la miró fijamente. Algo cambió en él, tan fuerte que las rodillas
temblorosas de ella casi cedieron. Jonah la tomó por la cintura. Su furia subió sobre
ella, pero negó con la cabeza.
Todavía con los pantalones rasgados y sin embargo lograba ser todavía
increíblemente salvaje y hermoso, con su cabello oscuro derramándose por sus
anchos hombros, con su mirada ardiente de intención lanzándose alrededor de la
cámara, con la parte superior del cuerpo tenso.
Tragando, ella dio otro paso adelante. Confía en mí, Pyel. Por favor.
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El Club de las Excomulgadas
Ella todavía estaba a una distancia en la que él podría llegar más rápido de
lo que Dante podría moverse, otra razón por la que sospechaba que él había
accedido. Al llegar a Mina, la bruja puso el collar en su palma. Su peso se apretó en
su agarre, y ella lo odió por un instante, casi tanto como Dante.
—Estás herida —dijo Dante con una voz que sonó todo menos simpático,
pero algo emanó de él. ¿Estaría enojado con ella por su debilidad? ¿Lo frustraría?
Sí, eso era todo. Frustración. Algo que él no quería que lo molestara. No podía
arriesgarse a una distracción, pero había saltado debajo de la cornisa para estar
delante de ella—. Necesitas atención.
—Necesito que te pongas esto. —Ella apretó los dedos sobre él—. Sabes que
no puedo hacer nada sin tu permiso. Eres más fuerte y más rápido. Así que
escúchame por lo menos a mí, antes de que esto se ponga realmente sangriento y
feo.
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo será por un tiempo. Hasta que demuestres que no saldrás por ahí y
matarás a un montón de gente inocente. Has vivido tu vida dispuesto a matar, a
pelear, a luchar o a escapar. No tienes que hacer eso aquí, pero se necesitará tiempo
para que puedas aprender a tener instintos diferentes. Sin esto, realmente podrías
hacerle daño a alguien sin querer. Es para proteger a los demás y ayudarte a ti, no
para atraparte. Puedes leer mi mente. Sabes que no es un truco.
—La confianza tiene que ser dada o ganada, Dante. Tú querías estar aquí.
Ahora lo estás y por el modo en que lo has hecho, agradece seguir vivo. No pongas
—Por favor —dijo Alexis en voz baja, clavando sus dedos para atraer su
atención de nuevo a su cara—. Los he conocido toda mi vida. No te están
engañando. Por favor, confía en mí.
Era la primera vez que él lo planteaba como una pregunta. Aunque lo dijo
con una agitación áspera, la incertidumbre debajo de ella apretó su garganta, así
que respondió en su mente.
No estoy segura de lo que quieres de mí cuando dices eso, o lo que significa. Pero una
parte de mí quiere decir que sí.
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El Club de las Excomulgadas
Luego ella se puso seria.
—Por favor, Dante. —Sé lo terriblemente difícil que es para ti. Pero es el único
camino. Quiero que vivas.
—Está bien, un paso atrás, Lex, para que Mina pueda activar la restricción
en él.
Las manos de Dante se doblaron sobre su cintura, pero luego la soltó con
otra inclinación de cabeza, diciéndole que retrocediera de nuevo.
Mientras Lex lo hacía, se dio cuenta de había algo que todavía no había
sentido de él. Miedo. Ira, sí, frustración, preocupación, pero no el tipo de miedo
que haría a una persona retirarse ante una situación imposible de ganar o a lo
desconocido. Recordó ahora lo que había sentido cuando él la había empujado a su
círculo, permitiéndole tomar su lugar. Una renuncia terrible, un fatalismo profundo
como el que experimentan los suicidas, esos que no se preocupaban más por el
alma y que estaban dispuestos a liberarla poniéndole fin por sí mismos.
El malestar la tomó. Lex envió una plegaria a la Diosa para que Dante
confiara en ellos lo suficiente como para dejar que lo ayudaran. Junto con el
malestar, volvió el mareo, otra ola del mundo gris que quería arrastrarla hacia
abajo. No, no podía ceder. No podía dejarlo todavía. No hasta que lo hubiera
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El Club de las Excomulgadas
acomodado en su casa, aunque no estaba segura de que incluso pudiera nadar a la
superficie.
—Esto puede doler un poco, pero una vez que esté activado, verás que no
hay otra cosa excepto el peso del collar. —Antes de que Dante o Lex pudieran
reaccionar a eso, ella dijo el encantamiento.
La magia se desvaneció, dejando a Dante sobre una rodilla, con sus dedos
en el suelo y la respiración entrecortada. Cuando levantó la cabeza, Mina asintió
hacia los ángeles.
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El Club de las Excomulgadas
—Eh, no. —Mina sacudió su pulgar a través de la caverna, hacia David—.
Con él no tienes resentimiento, y no hará más que defenderse. La última prueba.
Pasa ésta, y podrás sumergirte en el maravilloso mundo del vicio humano.
Mina frunció el ceño, pero Dante ya se había puesto en marcha. Fue rápido,
más rápido de lo que Alexis podía seguir, aunque Jonah se volvió con el
Gran Señora, no dejes que nada malo le pase antes de que yo despierte.
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El Club de las Excomulgadas
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Joey W. Hill - El Rescate de Una Sirena - Serie Hijas de Arianne III
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Trece
Dante siseó su furia. Su rabia luchaba sin cesar dentro de él, cortando entre
la traición y la frustración. ¿Dónde estaba Alexis? No podía conseguir que le
respondiera. Sentía su mente, pero o estaba inconsciente o ellos lo estaban
bloqueando. Le habían dicho que la tendrían al cuidado de un sanador en los
Cielos, Raphael. Recordaba a Raphael de la Batalla de la Montaña. No había sido
un sanador ese día, empuñando una lanza que podía perforar y enhebrar juntos a
tres Oscuros antes de que pudiera liberarse y regresar a su propietario.
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El Club de las Excomulgadas
puesto ese collar y luego le habían quitado la única cosa por la que lucharía y
mataría por conservar.
—El abismo está colocado para ti. Si saltas, te daría una sacudida
desagradable, peor que esto, y acabarías de nuevo aquí.
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El Club de las Excomulgadas
cubría sus hombros anchos y sus poderosos brazos estaban tatuados con potentes
inscripciones que brillaban como brasas mientras se movía.
—Pero se recuperará.
Dante se puso de pie con cautela. ¿Este sería el plan de la bruja y de Jonah?
¿Matarlo aquí y hacerle creer a Alexis que había atacado primero? Bueno, nada se
interpondría entre él y Alexis. Quería ver ese mundo, pero necesitaba sus ojos para
verlo. Necesitaba su energía para interpretar el significado de tantas cosas que no
entendía.
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El Club de las Excomulgadas
—Venir aquí es la peor pesadilla de un alma, pero una respuesta a sus
profundos anhelos también. Han manchado la tela de su vida tan fuertemente con
sus fechorías, que no saben cómo volver a estar limpios. Hasta que lo hagan, el
mundo de arriba es una burla dolorosa para ellos. —Sus alas se extendieron más
allá y luego las bajo en un pliegue contra su espalda. Su mirada se volvió hacia el
abismo—. Olvídate de la violencia y de escapar mientras estés aquí, Dante. Date un
tiempo para descansar. Puede ser el último santuario que encuentres durante
bastante tiempo.
*****
Mientras yacía en una pequeña piscina en una habitación bañada por el sol
en la Ciudadela, en un cuerpo de agua lo suficientemente grande para que pudiera
estirar sus alas sin comprometerlas, entró y salió de la inconsciencia, su cuerpo
lánguido permitiéndole unos breves minutos de conciencia. Una brisa procedente
de los cielos azules del exterior. Las lejanas voces corales y los instrumentos de los
ángeles musicales mientras practicaban su oficio. Fragmentos de conversaciones.
Sus dedos pasaron sobre la piel desnuda, bañada por los rayos curativos del
sol. Los símbolos marcados en su piel habían desaparecido, probablemente sanados
por la habilidad de Raphael. ¿Por qué lo sentía como una pérdida? Ella también
escuchó la conversación de la Bruja de Mar, tal vez con Jonah o Anna.
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El Club de las Excomulgadas
Dante. Estaban hablando de Dante. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no estaba con
ella? Debajo de la belleza y de la paz que la rodeaba, había un trasfondo
inquietante, uno que hacía su sueño irregular.
La mano de su madre.
—Todo está bien, amor. Él está bien. Ha sido llevado a algún lugar mientras
te recuperas.
Pero necesitaba estar aquí. ¿Con la tercera marca, ella podría estirar su don
empático más allá de los más próximos, sentir su estado de ánimo donde estuviera?
Si podía llegar hasta él en sus sueños, ¿por qué no podría ella llegar hasta él tan
lejos? Ella chocó contra un muro cada vez que lo intentaba, pero tal vez debería
buscar una puerta o una ventana. Incluso una grieta. . .
Pensaba en ella como en la cabaña de Anna, pero por supuesto era el legado
de las hijas de Arianne, un regalo de Neptuno. Anna le había dicho más de una vez
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El Club de las Excomulgadas
que ahora le pertenecía, como la descendiente más reciente. Lex sabía que a su
madre le encantaba la cabaña, y que la prefería a su casa de la ciudad. Era
totalmente suya, separada de cualquier legado, con sus nociones preconcebidas.
Mientras pensara en ella como la cabaña de Anna, podría ser un hogar lejos del
hogar, ya que cada espacio de la misma estaba impregnado de la presencia de su
amorosa madre.
—Tu padre pensó que debía esperarte en el reino de Lucifer. Está protegido.
—Tú lo has dicho. —Anna trató de moverla a una posición boca abajo otra
vez—. Necesitarás estar con Dante cuando haga la transición a nuestro mundo.
Eres la única que puede leerlo y anticiparse a él. Pensaron que sería mejor ponerlo
en un entorno en el que se pudiera hacer muy poco daño a sí mismo o a los demás,
no es que pudiera hacer eso con el hechizo de Mina, pero entiendes lo que quiero
decir. Alexis. Puedo no ser tan fuerte como tu padre, pero no saldrás de la cama
hasta que te hayas sentado durante unos minutos. Has estado en cama durante casi
dos semanas. Ahora, quédate quieta.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Pero el Infierno? Viene de un lugar parecido al Infierno.
—No fue puesto en una cámara de redención, amor. Él está bien. Le han
ofrecido un baño y sangre para alimentarlo. Le envié la ropa.
—¿Cómo está?
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El Club de las Excomulgadas
Lex obligó a su mente a alejarse de Dante y a concentrarse en Anna. Al
escuchar la tensión en su voz y sentir el caldero de emociones detrás de ella,
entrelazó su mano con la de su madre.
Anna acarició el pelo de Lex, y ésta se dio cuenta de que estaba peinado las
ondas suaves que caían sobre sus pechos y por su espalda.
Era una simple declaración, pero balanceó a Lex sobre sus talones. Anna
sabía tan bien como ella que los ángeles sólo se enamoraban una vez. Hasta ahora,
no había habido ninguna indicación de si heredaría ese rasgo de Jonah, pero el
hecho de que no pudiera confirmar de inmediato que no estaba enamorada de un
ser que había conocido sólo en sueños y por su brutal secuestro, era preocupante.
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El Club de las Excomulgadas
—No lo sé —tragó—. No puedo... ni siquiera debería pensar en eso. Él tiene
mucho que aprender y entender acerca de este mundo. Tengo que ayudarlo. No
puedo empantanarme en mis sentimientos personales. Eso lo sé.
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El Club de las Excomulgadas
Alexis parpadeó y asintió.
—¿Lo pueden traer aquí, ahora que estoy despierta? Te lo juro, es como
tener un ataque de ansiedad permanente, lo cause lo que lo cause. Dos semanas...
—Se alarmó, por diferentes razones—. T, y Clara…
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El Club de las Excomulgadas
emergencia familiar y que no estarías en casa por varias semanas. Estoy segura de
que eso no eliminará sus preocupaciones, pero por lo menos no llamará a la policía
ni presentará una denuncia de desaparición.
—No, ella estará bien. A pesar de que nunca te conoció, sabrá que eres mi
madre, y que todo está bien —Alexis tragó—. Myel, lo siento, pero ¿puede él…?
Lex se tambaleó, no tanto por la inestabilidad sino por los empujones que
recibían sus filtros, fortaleciéndose con cada paso rápido de su madre al bajar las
escaleras fuera del piso. Al crecer con Lex como hija, tanto Jonah como Anna
habían descubierto que no podían ocultar las emociones a su alrededor. Una vez
que habían aceptado eso, pacientemente habían contestado las preguntas de una
niña pequeña sobre lo que estaba sintiendo desde ellos, sin importar cuán difícil
fuera la honestidad. A cambio, mientras Lex crecía, había aprendido cuando
respetar su privacidad y permitir que sus emociones no fueran cuestionadas cuando
era obvio que no debía hacerlo.
Si bien este era uno de esos casos, no podía controlar su propia reacción. No
cuando miraba su pelo limpio y brillante, y la camisa de dormir espaciosa que
llevaba, una de esas que se mantenían en la cabaña para cuando Anna hacía uso de
ella. Era la primera vez en la historia de las hijas de Arianne que dos hijas estaban
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El Club de las Excomulgadas
vivas para usarla. Hasta Anna, todas las hijas morían justo antes de cumplir los
veintiún años. La edad que Alexis tenía ahora.
Había pasado mucho tiempo desde que no había podido filtrar lo suficiente
las emociones para evitar que la abrumaran. Pero el estrés y la debilidad empujaban
sus escudos a un lado, como si hubieran esperado hasta que estuviera
completamente despierta para dejarla totalmente indefensa. La necesidad de llorar
de repente se sobrepuso a todo lo demás. ¿Dónde estaba él?
Fue una ráfaga de fuego a través de los nervios encogidos de frío, y a pesar
de lo absurdo de ello, la llama se apoderó de ella, dándole calor y vida de nuevo.
Aunque sería más fácil creer que tenía que ver con la marca, con una simple
reacción química, la intuición de su madre le había dicho que confiara de manera
diferente. Lo que significaba que era mucho más vulnerable a él de lo que ni
siquiera su padre o Mina temían.
Le envié la ropa.
178
El Club de las Excomulgadas
No lo había registrado la primera vez cuando su madre se lo había dicho. La
magnitud de las emociones produciéndose en la estela de Anna cuando había huido
de la habitación ahora tenía más sentido. Como Dante le había demostrado a Lex
en innumerables ocasiones en su mundo, si las emociones eran demasiado
complejas y fuertes, no podía inmediatamente descifrar su significado. Pero cuando
Anna había convencido a Jonah para que escuchara, Lex se dio cuenta de que su
madre se había estado enfrentando a un demonio mucho más personal.
Una de las tradiciones de la cabaña era que una muda de ropa de los
hombres se mantenía siempre allí. Cada hija de Arianne tenía un amor, y él
siempre era rescatado del mar. Alexis no había rescatado a Dante del mar, ¿o sí?
Había venido a través del portal del mar, porque ella había tirado de él a través del
Diosa, estaba perdiendo la cabeza. Aún no había tenido una cita y estaba
dispuesta a poner todos sus huevos en la canasta de un caótico, en lucha cósmica
con su mal interior, vampiro engendro Oscuro.
Alexis, mírame.
Ella cerró los ojos con más fuerza, sus manos en puños. A pesar de que se
suponía que la maldición se había roto, Anna todavía quería que Alexis eligiera un
vestuario. Alexis se rió, disfrutando del placer de hacerlo al principio, pero en algún
momento durante esa salida de compras varios años atrás, otra compulsión se había
hecho cargo. Al final de eso, ella había guiado a su madre a las tiendas. Cuando
regresaron a la cabaña esa noche, ella no sabía cuál de las dos estaba más inestable.
Lo había puesto en el fondo de su mente, sólo para tenerlo saltando hacia adelante
ahora. Si bien podría ser la prueba de que no había perdido la cabeza cuando
defendió a Dante, ver como las piezas del rompecabezas caían en su lugar de esa
manera, podría conducirla hasta la locura de todos modos.
179
El Club de las Excomulgadas
Se arrugaban en los lugares correctos, el desteñido creaba un efecto
intrigante de gris humeante en la tela. Recordó que la camisa había sido lo más
difícil de escoger, como si supiera que el hombre que la usaría no se vería muy bien
con ropa hecha a medida, o moderna. Había encontrado la prenda perfecta en las
tiendas de artículos clásicos alrededor del colegio. La camisa blanca de seda de
poeta tenía costuras abiertas en el cuello, dejando al descubierto la línea de su
escultural esternón hasta sus pectorales. El collar de plata yacía en su clavícula. A
pesar de su sombrío propósito, era una bella adición al conjunto. Cuando él se
inclinó sobre ella pudo ver por la pretina abierta en la cintura de sus vaqueros, el
terreno del músculo en medio. Parecía como si perteneciera a una era de oscuridad
y hechicería, no a los coches y las televisiones de pantallas planas.
Lavado, su cabello era incluso más que una tentación. Ella quiso envolver
sus manos en él, enterrar la cara entre las hebras negras que caían por encima del
hombro mientras se inclinaba sobre ella. Las hebras destacaban la pendiente de sus
pómulos y la orgullosa nariz recta. Ella no era lo suficientemente valiente todavía
como para mirarlo a los ojos, así que posó la mirada en sus labios firmes. Eso fue
un error.
En un instante, los quiso sobre los suyos con un hambre tan fuerte, que
pensó que la tumbaría sobre su espalda en ese mismo momento.
Que la marcara con este nuevo aroma limpio y masculino después de estar
lejos de ella por tanto tiempo.
180
El Club de las Excomulgadas
Santa Diosa, estaba allí con su madre. Su madre. Y Jonah estaba allí, de pie
en el escalón superior del piso. Podía sentir su tensa cautela.
Ella se echó hacia atrás sobre sus rodillas, tan rápido que habría perdido el
equilibrio si él no la hubiera cogido por las muñecas. La tensión de Jonah se
incrementó, porque parecía como si Dante la hubiera asustado y ella se hubiera
sacudido lejos de él. Aunque Dante podía leer su mente, estaba segura de que las
imágenes no familiares y los términos le confundían. Su expresión se volvió rígida,
los músculos de la mandíbula se doblaron por la ira... o quizás por otro
No, no eres tú, Dante. No hacemos esas cosas... lo que estaba pensando, no en frente
de otras personas. Es privado. Sobre todo cuando las otras personas son tus padres.
En mi mundo, los Oscuros copulan donde quieren, cuando la urgencia incide sobre
ellos. Las sombras parpadearon por su mirada. Un sentimiento allí que después se
fue, pero que la tocó con un terror escalofriante, pero fue distraída por la oleada
caliente de lujuria que los rodeaba.
Ella tragó al ver la expresión de sus ojos, la demanda. Dos semanas. Habían
estado separados dos semanas. La temblorosa necesidad de él no era tan
impactante para ella como su propio deseo igualando el suyo, a pesar de la
debilidad en su cuerpo. Tratando de centrarse, puso un pie debajo de ella, luego el
otro. Dante dio un paso atrás y no la tocó de nuevo. Ella se preguntó si él estaba
siguiendo su instrucción, o si había quitado su toque porque pensaba que ella no le
daría la bienvenida, cuando en realidad su piel ardía por él, deseando inflamarse.
181
El Club de las Excomulgadas
No, él podía leer sus pensamientos, ¿no era verdad? Ella deseó poder leerlo
con la misma facilidad. Cuando él habló, sus entrañas se apretaron, aterrorizada de
que pudiera decir sin rodeos lo que quería hacer. Su padre lo asesinaría allí mismo,
dejando un agujero humeante en el pulido piso de madera, las botas permanecerían
donde sus pies habían estado. O peor.
Ella deseó estar usando algo diferente. Podía parecer ilógico, ya que Dante
la había visto echa un desastre en su mundo, pero había querido que la primera vez
que la viera desde su llegada fuera diferente.
Siempre eres bella, deberías saber eso. Su tono era impaciente. ¿Vas a responder mi
Conociendo a Jonah, habría estado muy tentado a dejarlo caer varias veces
sólo para oírle gritar. Conociendo a Dante, no le habría dado esa satisfacción,
cruzando los brazos y mirando hasta que golpeara el suelo con un ruido sordo de
huesos rotos.
182
El Club de las Excomulgadas
—Todavía estoy un poco desorientada. Lo siento. No quiero preocupar a
nadie.
—No nos debes ninguna disculpa, Ave de mar —dijo Jonah. Su tono de voz
era afilado, pero el cariño familiar fue tranquilizador.
—Aun así lo lamento. —Ella se irguió sobre sus pies, tomando una
respiración profunda y estabilizadora y mirándolos a los dos—. Estoy bien, de
verdad. Myel, si pudieras dejarme la ropa que traías, me gustaría tener un poco de
tiempo con Dante, para empezar a darle a conocer nuestro mundo, para hablar con
él un rato, sin... audiencia. Creo que será más fácil para él. Para los dos —levantó
un hombro—. Lo admito, me siento un poco consciente de mí misma. He estado
Ellos casi la habían perdido, y allí estaba ella, espantándolos para que se
fueran de la cabaña que acababa de reconocer que era de Anna, porque estaba
aterrorizada de que Dante fuera a saltar sobre ella... o quizás ansiosa por saber si lo
haría.
183
El Club de las Excomulgadas
estudiado los puntos de salida y entrada, pero también parecía interesado en la
matriz de elementos aquí. La lámpara de la mesilla de noche y la luz que arrojaba.
El océano a través de la gran extensión de la ventana a su izquierda.
—Me gustaría pasar más tiempo con ustedes. Iré a visitarlos mañana o
pasado. Y me comunicaré contigo a menudo en mi mente. Ya sabes que puedes
hablar conmigo en mi cabeza cada vez que necesites hacerlo. ¿De acuerdo?
—Está bien. Te dejo a solas con el hombre que te secuestró y casi te dejó en
su mundo para que murieras, ya que prefieres su compañía.
—Pyel…
Antes de salir por la entrada trasera, Anna levantó la vista, mirándola a los
ojos. Aunque su rostro permanecía sombrío, le sopló a su hija un beso suave.
Entonces se dio la vuelta y cerró la puerta detrás de ellos.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Catorce
Anna no trató de seguir el ritmo de su compañero. Cuando se fue a los cielos
sin decir una palabra, ella se quitó sus ropas humanas, doblándolas y colocándolas
en algún lugar donde pudiera recuperarlas. Luego se transformó y se zambulló en el
mar, nadando hasta las profundidades y luego rápidamente a la superficie lejos de
la costa para ver la puesta de sol de la tarde. Había una frialdad en el aire que le
daba un filo de muerte al final de otro día, lo que subrayaba su propio estado de
ánimo inquieto. Jonah estaba probablemente surcando a través del cielo a un ritmo
angustioso por la misma razón, empujándose a sí mismo en el firmamento donde el
aire más fino podía robar el aliento.
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El Club de las Excomulgadas
No había sido fácil para Anna, pero ella había entendido el amor de una
mujer por un hombre atormentado por los demonios. Todo lo que Jonah veía era a
un enemigo, algo mucho peor que una rodilla raspada o una caída, ya que Dante
podría muy bien llegar a ser cada pedacito de la pesadilla que había demostrado ser
hasta ahora.
—Tímida.
Anna rodó sobre su espalda para verlo flotando encima de ella, las alas
manteniéndolo en su lugar. A pesar de la seriedad de sus pensamientos, ella no
pudo evitar sonreír al verlo, con los brazos cruzados y la expresión oscura como
una nube de tormenta.
—Obvio. —Jonah bajó, cruzando las piernas al estilo indio, por lo que
parecía estar sentado en la superficie de las olas, aunque su cuerpo se movía al
ritmo de la corriente, quedándose con ella. Nadando hacia él, Anna cerró los dedos
sobre sus pantorrillas y apoyó la cabeza sobre su rodilla. Él suspiró, poniendo una
gran mano en su cabeza—. La quiero lo más lejos posible de él. Lo quiero muerto.
Él merece estar muerto.
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El Club de las Excomulgadas
—Eso lo entiendo. Pero... maldita sea. —Sus brazos se apretaron alrededor
de su cuerpo mientras oprimía su rostro en su cuello, respirando profundamente,
casi ahogándose con su voluntad de hierro.
—No podemos ponernos en su camino. Sólo podemos estar aquí si sale mal.
Ya lo sabes.
—Sí. Quiero decir al diablo con todo eso, pero sí lo sé. —Él hizo un gruñido
de frustración y levantó la cabeza—. Pero apartarme alegremente porque él quiere
violar a mi hija es llegar demasiado lejos.
—No la hubieras dejado para eso. Te fuiste porque era lo que ella quería. —
Anna ladeó la cabeza—. Y nunca has hecho nada con alegría.
—Mina piensa que Dante tiene unos sesenta años. Alguien puede recordar a
su madre. Él no puede integrarse al mundo de los humanos, sin importar lo mucho
que lo explore. Igual que todos los que somos algo más que humanos, necesitamos
una base de apoyo para saber quiénes somos. —Anna tocó su hombro, pensativa—.
De las cosas que Mina me dijo acerca de la naturaleza de un vampiro, las reglas
estrictas de la sociedad vampírica podrían ayudar a lidiar aquí. Y no podrá evitarlas
de todos modos. Los que tratan de existir fuera de la estructura del Consejo no son
bien tratados. Por esa razón, es posible que desee iniciar el contacto rápido.
—Ella se las arregla —la corrigió Jonah—. Y David es clave para eso.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, lo es. —Anna le sostuvo la mirada y Jonah juró.
—Mina dijo que sólo porque es joven, y expresa sus sentimientos de una
manera juvenil, no debemos confundir su comunicación inmadura con un
sentimiento inmaduro. El amor no está siempre limitado por la experiencia. Los
dos sabemos eso.
Pasando sus nudillos por la mandíbula tensa, atrajo su mirada hacia ella.
Él negó.
—Viste más que eso, y yo también. Es por eso que todavía está vivo. —La
barbilla de Anna se puso firme—. Si no lo hubiera visto, lo habría matado yo
misma.
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El Club de las Excomulgadas
Jonah hizo otra mueca incoherente. Sujetando la parte de atrás de su cuello,
la atrajo hacia su pecho. Cuando ella volvió a hablar, lo hizo en contra de su firme
carne.
—Si Mina puede encontrar a alguien entre los vampiros que quiera hablar
con nosotros, ¿estás dispuesto a ir?
Jonah la hizo acercarse con ese poder sin esfuerzo que hacía que sus
músculos se debilitaran. Anna amaba entregarse a su ángel, de todas las maneras.
Él entendía su alma como ella entendía la suya. En este momento, igual que en
muchos otros, le daba las gracias a la Diosa por tenerlo. Cuándo se lo dijo en su
mente, él le tomó la boca en respuesta. Sin embargo, a un soplo de sus labios, se
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El Club de las Excomulgadas
detuvo. Estudió su rostro con intención de aquella manera que tenía, como si fuera
siempre algo nuevo que él aprendiera.
La alegría saltó dentro de ella. Anna recordó que una vez había vivido con
esperanza cuando no había ninguna razón para tener alguna. Ahora tenía un
compañero maravilloso y una hija incomparable, bendiciones que se había ganado.
Todo estaría bien. Tenía que estarlo. No perdería la esperanza ahora.
*****
—Ya dijiste eso dos veces. Tu padre siente que no tienes nada por lo cual...
disculparte. Y estoy de acuerdo.
Ella le devolvió la mirada, viendo sus ojos por primera vez. La sonrisa que
había estado intentando fracasó antes que el carmesí penetrara en su mirada.
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El Club de las Excomulgadas
—Pasé de ser tu prisionera, muriendo en tu mundo, a rogarles que no te
mataran, a esto. Aquí estamos, de pie en una casa normal, y no sé qué decir. O
cómo debo sentirme.
Él la estudió.
—Estás muy débil aún. Desafiaste la magia que la bruja puso sobre el portal.
—Él tenía la boca apretada—. Estoy enojado contigo por haber hecho eso. Tienes
suerte de haber sobrevivido.
Él parpadeó.
—Sí, no y ¿no lo sabes? —Ella pudo sonreír ahora, aunque fue una sonrisa
trémula—. Creo que lo entiendo. Sí, porque nadie querría estar allí. No, porque
todo es desconocido y está fuera de control. Y no lo sabes porque estás dividido
entre los dos. ¿Cierto?
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El Club de las Excomulgadas
—Me dijeron que, aunque la sangre te lastimó, la propia marca puede
haberte ayudado a sobrevivir. Al parecer, es muy difícil matar al sirviente de un
vampiro.
—Me contó algunas. —Dante consideró eso—. Pero otras que puso en mi
mente no tenían ninguna relevancia para mi vida allí. No tenían sentido para mí,
por lo que sólo las rechacé. La Bruja de Mar dijo que es un vínculo que no puede
romperse.
Mientras él daba un paso hacia ella, Lex puso una mano en el exceso de tela
de su camisa de dormir.
Su ropa no lo hacía menos abrumador, ella se dio cuenta. Nada humano era
tan magníficamente hermoso, vibrando con el poder de la manera en que lo hacía.
O tal vez era que cuando la miraba así, con su cuerpo licuado, por lo que era
difícil…
—No debería hacer esto —susurró—. Se supone que debo ayudarte. Sería
mejor si tratamos de no…
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El Club de las Excomulgadas
—Ahora que tu cuerpo ha aceptado la marca, mi sangre ya no es un veneno
para ti. Comer y descansar te ayudará a recuperarte, pero si deseas que tu energía
vuelva a ser como antes, te ayudará más con esa debilidad.
No había ninguna razón para que fingiera lo contrario. Así era como se
sentía, sin importar lo loco que sonara, y él podía leer su mente de todos modos.
Con sus habilidades, ella había aprendido muy pronto que los sentimientos
escondidos no negaban su existencia, y de hecho a menudo sólo los empeoraba. Lo
que iba a suceder sucedería. Si el destino determinaba que Dante le rompería el
corazón en pedazos, lo haría.
—Nunca lo he hecho así. —Su ceño se frunció—. De hecho, hasta ti, nunca
he hecho esto con otro que no fuera Oscuro.
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El Club de las Excomulgadas
Lex se mordió el labio inferior mientras él deslizaba su mano aún más
dentro de su camisa y encontraba su pecho, trazando la curva, haciendo que los
pezones le dolieran.
—Eres muy bueno en esto, para alguien que nunca lo había hecho.
—Los recuerdos de mi madre son muy vivos en algunos lugares. Ella hizo
esto muchas veces, y tengo recuerdos detallados de sus mejores amantes. De las
cosas que le hacían a ella.
Te lastimaré.
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El Club de las Excomulgadas
Recibo con satisfacción el dolor de ti. Muérdeme ahora. Me lastimarás más si dudas y
no me muerdes tan duro como puedas.
Por Clara y los libros de romance ella suspiró otra vez, recordando las
descripciones, de atraer esa necesidad perezosa hasta que fuera un anhelo
desesperado. Diosa, estar cerca de sus padres era como estar en el asiento delantero
de una larga sesión de juego previo. Pero esto... ella no tenía paciencia para nada
más que su polla llenándola, completándola, uniéndolos. Quizás Anna tenía razón,
que la creciente agitación por su separación, por su influencia sobre las marcas,
hacía esto, pero ella lo rechazó porque no quería que fuera algo químico.
Cualquiera que fuera la razón, sin embargo, era innegable.
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El Club de las Excomulgadas
Él se detuvo, enmarcando su rostro entre sus manos. El fuego rugiente en
sus ojos estaba tan cerca, buscó en su rostro. Esa confusión enmarañada de
emociones de nuevo, y luego renovó su agradable asalto.
Ella estaba cerca de llegar al orgasmo, pero luchaba por contenerse, por
esperarlo. Él no estaba teniendo nada de eso.
Gracias a la Diosa, le tomó un tiempo para que esas ondas detuvieran sus
golpes, convirtiéndose en un suave oleaje que depositó su cuerpo débil en la orilla
de su realidad presente. Incluso entonces tardó en orientarse, porque él todavía se
movía en su interior, y réplicas de fricción detonaron de manera que ella siguió
aferrándose a sus anchos hombros, jugando con su piel bajo sus labios, saboreando
el persistente sabor de su sangre en su boca.
Mientras sus tejidos seguían vibrando, él salió. Antes de que ella pudiera
protestar por la pérdida, la llevó fuera de la cama, y la empujó para ponerla de
rodillas.
A pesar de que nunca lo había hecho antes, ella lo atrajo con impaciencia,
con su cuerpo todavía sacudiéndose por las consecuencias de su clímax cuando su
mano hizo un puño en su pelo, atrayéndola hacia su ingle. Oh, Diosa. Lex no estaba
segura de por qué había deseado tanto esto, pero así era. Se acercó a él de la misma
forma en que se había movido en ella, el instinto y su reacción parecía decirle la
forma correcta. A medida que su mano se contraía en su cabello, ella se deleito con
sus gruñidos y temblores a través de sus piernas, diciéndole lo cerca que estaba de
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El Club de las Excomulgadas
correrse. Su propia respuesta se filtró en sus pantorrillas. Se debatía entre el deseo
de que se viniera de esta forma, y tenerlo corriéndose dentro de ella, con ese fuego
caliente y abrasador marcándola, disipando el vacío que su ausencia había creado.
Es lo que deseo, también. Quiero todas las formas al mismo tiempo, en el mismo
momento.
Alexis esperaba que esta fuera la forma en que se suponía se debería sentir,
esta velocidad y este calor imprudentes, con la incapacidad para pensar. De lo
contrario, estaría perdiendo el control de una situación que necesitaba mantener
bajo una rienda muy apretada, por su bien, así como por el de todos los demás.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Quince
Después, él la siguió al baño, al parecer queriendo ver cómo se preparaba
para su día. Ella cortésmente le pidió permiso para retirarse, pero cuando empezó a
cerrar la puerta del baño, Dante la atrapó.
Alexis plantó los pies, pero era más probable que la madera se astillara a que
su agarre se aflojara. La fuerza del vampiro y del Oscuro combinada lo hacía
mucho más fuerte incluso de lo que sugería la base de conocimientos de los
vampiros. Debido a que se había ido mano a mano con su padre y con tres ángeles,
—Sabes que sí. Simplemente no te quiero cerca para esto. Si vamos a hacer
que esto funcione, tendrás que confiar en mí cuando te explique cosas de este
mundo, ¿de acuerdo?
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El Club de las Excomulgadas
—Dante, estoy segura. Nadie me lastimará aquí. Este mundo es diferente.
Por lo menos aquí. —Ella se movió, con un breve pensamiento de los países
africanos destruidos por la guerra.
—Y sin embargo, aquí estoy, de vuelta sana y salva. Créeme, ser secuestrada
de un portal del sueño no era parte de mi horario habitual. Si necesito algo, te
llamaré. ¿De acuerdo?
Racionalmente, sabía que ella tenía razón. Por lo poco que había visto era
un mundo muy diferente de lo que había conocido. Incluso el Infierno había sido
diferente, como Lucifer le había dicho. Cuando el tiempo comenzó a extenderse de
tal manera que consideró desgarrar el Infierno piedra por piedra para liberarse y
buscarla, le habían permitido explorarlo con supervisión, aprender sobre el
funcionamiento del Inframundo, conseguir una comprensión de la redención que
tenían que soportar las almas. Dante había descubierto con familiaridad que calmar
el dolor y el sufrimiento calmaba su agitación a un nivel manejable.
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El Club de las Excomulgadas
estaba bien, que se estaba recuperando bien. Para darle su sangre si ella la
necesitara.
También era irracional. Este era su mundo. Ella tenía aliados poderosos.
Jonah, la Bruja de Mar, David. Ella pensaba en ellos como su familia. Pero Dante
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El Club de las Excomulgadas
ayudarlo a mantener el equilibrio, de no ayudarlo en la forma en que debía hacerlo,
porque estaba demasiado abrumada por su deseo por él. Él no tenía ningún
problema con su deseo. Era una debilidad que podría aprovechar cuando fuera
necesario. El problema era que tenía una dificultad similar cuando inhalaba su
aroma, cuando tocaba su cuerpo, cuando sentía su deseo de estar con él. Su
franqueza le hacía sentir... no en una jaula. Después de haber estado atrapado
durante tanto tiempo, era como si tuviera alas como los ángeles, capaz de estirarse
hasta donde quisiera. Tan lejos como se atreviera. Tal vez ese era el problema. En
su mundo, sólo había un tipo de miedo, a ser conquistado.
—Siéntete libre de curiosear alrededor y ver las cosas, mientras estoy lista —
dijo ella. Hurgando en un armario, sacó más cosas. Cuando volvió al cuarto de
baño, dejó la puerta abierta, por lo que con cautela él hizo lo que ella le había
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El Club de las Excomulgadas
sugerido, subiendo y tocando la almohada, recogiéndola para exprimirla, dándole
la vuelta y examinándola.
—No hay reflejo. Supongo que por eso los vampiros son tan guapos todo el
tiempo. Puesto que no hay manera de comprobar si su cabello está fuera de lugar o
si tienen algo manchando su mentón, la genética los hace de teflón. Todo se desliza
—¿Pelea de almohadas?
Dejando a un lado el cepillo que había estado pasando por su pelo, ella tomó
una almohada extra que había sido dejada en la silla junto a la puerta del baño.
Agarrando las dos esquinas superiores en sus delgadas manos la lanzó con un
puñetazo hacia él.
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El Club de las Excomulgadas
—No sé nada de juegos.
Ella le dio en la cara. Luego, con una sonrisa pícara, lanzó un golpe fuerte a
su cabeza. Dante se agachó, pero ella ya se estaba dando la vuelta y logró golpear
su cadera con más fuerza. Él rodeó la cama, considerándola, y tomó la otra
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El Club de las Excomulgadas
—Voy a vestirme —dijo ella apresuradamente—. De lo contrario, nunca
podría volver a mi casa hoy. ¿Has caminado por la playa? Oh... —Ella se volvió de
nuevo—. ¿Puedes salir a la luz del sol?
—Me dijo Mina que podría, que mi sangre Oscura embotaría el sentido que
la luz del sol tiene normalmente en los vampiros. No me puedo quedar afuera
mucho tiempo, sin embargo, y me recomendó algo que llamó gafas de sol. Las muy
oscuras —agregó.
—Buen punto —dijo ella—. Nos detendremos en algún sitio para conseguir
esas a primera hora. Eres lo suficientemente inquietante sin que alguien vea tus
ojos.
—Lo mismo ocurre con todos nosotros. Quiero decir, los no humanos que
viven aquí. —Alexis se encogió de hombros—. Por alguna razón, la Diosa permite
que los humanos decidan si creen en los ángeles, o en las sirenas o en los mundos
como el tuyo como una cuestión de fe. Después de la Batalla de la Montaña, fue
extraño cuántos de ellos lo racionalizaron en otra cosa. Decidieron que habían
imaginado ver a ángeles luchando contra atacantes alienígenas.
—Sin embargo, prefieres vivir entre ellos, mientras tus padres no lo hacen.
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El Club de las Excomulgadas
—Bueno, Myel ha vivido entre ellos antes, durante cortos períodos de
tiempo. Es sólo que... se siente como si fuese el lugar en el que debo estar, por
ahora. Me gusta. Están muy ocupados, ¿sabes? Activos. Siempre hay algo
sucediendo. Pero me encanta el mar y el cielo. Son activos, también, de una
manera diferente. Pyel dice que me sitúo en el límite entre el cielo y el agua porque
me siento más equilibrada aquí.
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El Club de las Excomulgadas
Cuando se dio la vuelta y se enfrentó a él, el color era rosa en sus mejillas.
—Aparte de eso. Me sentiría más cómoda estando contigo donde vivo. Mis
padres pueden decidir quedarse aquí esta noche.
—Tienes vía libre a comentarios como ese porque no sabes lo que es ser un
chico inteligente. Por ahora.
—Sí.
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El Club de las Excomulgadas
—No te llevaré a lugares con mucha gente, no hasta que te acostumbres a
ellos. Y recuerda, no tienes que ver y hacer todo al mismo tiempo. Cada vez que te
sobrecargues o te canses, me lo dices, si no lo siento de antemano. Eres más difícil
para mí de leer que la mayoría de la gente.
—Tal vez él y yo estemos de acuerdo en una cosa, entonces. Si algo pasa por
ahí, y me siento amenazado, no será sabio ponerte entre esa amenaza y yo.
—Puede que no sea sabio, pero lo haré, porque nada de lo que veamos hoy
será una amenaza. No quiero que te hagas daño cuando ese collar rebote, o que
lastimes accidentalmente a alguien. Tienes que confiar en mí. —Clavó los dedos un
poco, con insistencia y con los bordes afilados. El movimiento brusco de su
mandíbula correspondió con la determinación empujando hacia adelante en su
mente—. Así que si eres sabio, te morderás la lengua.
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El Club de las Excomulgadas
desenvolverte en este mundo sin mutilaciones, que no golpearás ni rasgarás la
cabeza de nadie. Sé que odias eso. Sé que eres muy orgulloso, y que crees que
hacer que te comportes bien de alguna manera te convierte en un esclavo de nuevo.
—Porque conozco mis emociones, no creo que puedas mandar sobre mí.
—No estoy tratando de hacer eso. Dante, tomará tiempo para que lo puedas
entender. —Sus dedos se cerraron en nudos tensos a su lado. Él vio la maraña de
pensamientos en su mente, su lucha por describir lo que estaba más allá de su
comprensión inmediata—. Puedes ser lo quieras aquí, siempre y cuando no
perjudiques a los demás con eso.
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El Club de las Excomulgadas
Él bajó la mirada hacia ella. Quitándole los bastones, hizo que su pelo
cayera sobre sus hombros. Le enmarcó la cara y rozó su boca sobre la de ella, en
una breve muestra.
—Y así es como lo voy a llevar. —Sus dedos hicieron otro paso tímido hasta
la base de su garganta, una caricia—. ¿Estás listo para irnos?
—Estoy listo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciséis
Después de las clases de ese día, Clara fue a la casa de Lex, abriendo con su
llave. Se había convertido en un ritual diario, esperar que ella estuviera allí, y
abrazar la comodidad táctil de estar entre sus cosas cuando no la encontraba. La
ropa que habían elegido juntas, el feo reposapiés en forma de un adorable erizo de
mar del que Lex se había enamorado en una venta de garaje. La comida en sus
armarios incluía barras de caramelo guardadas específicamente para cuando Clara
llegara, así como su refresco favorito. Ella tomó uno de cada y vagó de nuevo a la
habitación de Lex, a la pila de animales de peluche que esperaban.
—No quiero mentirte —le dijo Lex una vez—. Sabes que mi vida es
diferente de la de la mayoría. Por favor, no me pidas que te explique lo que no
puedo. Lo entendería si esto significa que no puedes ser mi amiga, pero espero que
no sea el caso, porque realmente quiero que lo seas.
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El Club de las Excomulgadas
aura que proyectaba, pero estaban demasiado deslumbrados por su luz para
ahondar debajo de la superficie y descubrir qué le gustaba o lo que verdaderamente
necesitaba.
Algo malo había pasado, estaba segura de ello. Podía ser que hubiera
terminado, pero como amiga suya, quería ver a Alexis, y no se sentiría cómoda
hasta que lo hiciera. Esa podría ser la razón por la que se encontraba en la casa del
pueblo de Lex, acostada en su cama, mirando al techo, pensando y durmiendo por
turnos, cuando el bajón de azúcar la atontó, volvió la cabeza, sorprendida de ver
que había estado allí durante dos horas. Se había quedado dormida más tiempo de
lo que había esperado. Lo mejor era levantarse, encontrar su libro de laboratorio y
trabajar un poco. Tal vez se quedaría aquí esta noche en vez de caminar a su propia
casa en la ciudad. Estaba tan somnolienta...
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El Club de las Excomulgadas
—Wow.
El sueño se desvanecía, pero él era otra cosa. Alto, alado, de cabello oscuro
y ojos oscuros. La seda roja de la media túnica que llevaba se detenía a mitad de su
muslo y no hacía un gran trabajo en ocultar la longitud de su poderosa pierna, el
pecho desnudo y el abdomen estriado que sobresalían por encima de su cinturón.
Una profunda cicatriz en su pecho ajustaba un hilo de dolor en su corazón. Los
ángeles debían ser más mortales de lo anunciado. Él tenía hermosas alas de color
verde oscuro que captaban la luz del sol que se filtraba por las persianas. A pesar de
que se extendían lo suficiente para enmarcar sus amplios hombros, estaban
dobladas de manera cónicas hacia abajo, cruzaban las puntas cerca de sus pies
descalzos. Él la observaba con atención.
Casi diría que era real, por supuesto que había un ángel de pie en la
habitación de Lex, un ángel con un aura fuerte, caliente y un toque de oscuridad.
Esa oscuridad era una pequeña sombra en su alma, revelando una tristeza allí, que
podía hacer desaparecer, todo lo que tenía que hacer era tocar sus labios. Ella se
inclinó hacia él, sonriendo ante la idea de sacar a besos el dolor de un ángel en su
sueño.
212
El Club de las Excomulgadas
Pero se necesitaría más que eso. Mientras miraba sus ojos, ella lo vio. La
cicatriz física era tan profunda, que había dañado sus músculos, haciéndole más
difícil volar. No imposible, no, pero él no podría hacerlo tan bien como siempre lo
había hecho, y eso hería su orgullo. El recuerdo de la batalla dónde la había
conseguido la hizo jalar una respiración, viendo su fiereza, la espada
relampagueante, la luz guerrera de sus ojos como un trompo, deslizándose, incluso
después de haber sido golpeado. Ella acarició sus labios impulsivamente,
deslizando sus manos sobre sus costillas, con sus palmas yendo a descansar sobre la
cinta ancha. La conexión de sus dedos le dio la palanca para levantarse sobre los
dedos de sus pies y levantar la cara para el beso que ella quería. Pero, maldita sea,
él seguía siendo demasiado alto.
—¿Marcellus? ¿Clara?
El ángel la tocó. La agarró por los brazos con una fuerza que le debilitó las
rodillas, pero no le hizo moretones. La levantó y la colocó de pie, la sostuvo allí
mientras parpadeaba. Céntrate. Era la voz de Lex, la verdadera voz de Lex.
Ella giró sobre sus pies, lenta y cuidadosamente, y la vio de pie en la puerta,
con los ojos abiertos, las cejas arqueadas. Clara negó, tratando de averiguar por qué
no estaba mirando a Lex desde la cama, que era donde estaría si acabara de
despertarse. Por supuesto, a veces durante sus visiones más poderosas, era
sonámbula. Una vez que se dirigió hacia las escaleras y se despertó cuando rodó
por ellas. Debido a que había estado mayormente dormida cuando ocurrió, estaba
fláccida, como una borracha, y llegó abajo con nada más que contusiones y
ruidosamente nerviosa.
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El Club de las Excomulgadas
—Lex —dijo ella—. Lex. —La sonrisa de su amiga fue instantánea y
tranquilizadora mientras la calentaba por dentro y por fuera—. Estás bien.
Clara corrió hacia adelante y luego, sin hacer caso de su estado aturdido,
echó los brazos alrededor de la otra chica, apretándola cerca, respirando la
sorprendente energía vibratoria que era Alexis. Siempre había sabido que Lex se
alegraba de su amistad, que la hacía sentirse menos sola. Se preguntó si también
sabría que ella sentía lo mismo. Realmente debería decirle eso, pero…
Algo estaba aún mal. Clara frunció el ceño, retrocediendo, pero todavía
acariciando distraídamente a Alexis mientras volvía la cabeza. Y palidecía.
Clara la apretó una vez más por tranquilidad, Lex estaba bien, y luego volvió
sobre sus pasos hacia el ángel, cuyos ojos oscuros hacían imposible decir lo que
estaba pensando. Aunque si tuviera que adivinar, diría que estaba en un punto entre
agitado e... irritable. Él tenía que ser un sueño. Esto era una locura. Poniendo una
mano, le tocó el pecho de nuevo y contuvo el aliento mientras él se movía más
fácilmente y con rapidez agarraba su muñeca, dejándola quieta.
—Mierda. Él es real.
—Clara tiene una clarividencia excepcional. Pyel lo sabe, y por eso nunca
viene a mí alrededor cuando está aquí. Pero no estaba esperándola. No te esperaba,
tampoco. —Había cariño, pero un leve reproche en su tono, y esta vez sus cejas se
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El Club de las Excomulgadas
juntaron, apretando su agarre perceptiblemente. Pero Clara se alegró de que su
agarre fuera apretado sobre ella, ya fuera consciente o no.
Lex no pudo evitarlo, se echó a reír al ver la expresión que cruzó la cara de
Marcellus. Oh, Diosa, era por esto por lo qué había extrañado tanto a Clara.
—Er, es como un tío para mí, Clara. Él y mi padre son muy cercanos. Razón
por la cual se ve tan horrorizado. Confía en mí, él es demasiado complicado. Los
ángeles siempre lo son.
Marcellus dio un paso atrás entonces, soltando a Clara, e hizo una pequeña
reverencia.
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El Club de las Excomulgadas
Toda la sangre abandonó el rostro de Clara y retrocedió dos pasos hacia
atrás, directa a Marcellus, quien puso sus manos sobre sus hombros. No sabía, si la
tocaba para que dejara de aplastarlo contra la esquina o como consuelo, Lex no
estaba segura.
—Él es... Era lo que estaba encima de ti ese día, cuando tu aura se volvió
estroboscópica como las luces de Navidad. ¿Quién... qué es?
—Clara, este es Dante. En cuanto a lo que es, creo que tal vez tú y yo
tenemos que hablar un poco. —Alexis cambió su mirada a Marcellus.
—No creo que haya realmente ninguna otra opción que contarle algo sobre
él, ¿no? Confío en ella.
216
El Club de las Excomulgadas
Bien, no era totalmente distinto de su padre. Ella reprimió un suspiro y
asintió.
Marcellus asintió, y luego se fue. Alexis sabía que los ángeles se movían tan
rápido que parecían desmaterializarse. Por la forma en que Dante dio un paso a la
derecha, dejando libre el umbral, supo que lo había visto, pero Clara se balanceaba
por la repentina falta de apoyo. Lex saltó hacia adelante y le tomó las manos.
Como ella y Dante habían discutido, los humanos tenían problemas para
Después de que le contó lo básico, lo que era, dónde había estado la semana
pasada, la presencia de Dante, ella se calló, en espera de sus preguntas o de su
reacción. Clara se había mantenido callada en todo, con sus grandes ojos fijos en la
cara de Alexis. Durante ese tiempo, Dante había merodeado por la casa, pero ahora
volvió a su dormitorio y se instaló en su silla de incongruente vanidad. Se sentía
como una demostración de apoyo, el reconocimiento de lo difícil que este momento
podía llegar a ser. Ella no había tenido que pedirle que le diera algún tiempo con
Clara, tampoco. ¿Le habría leído la mente, o sería simplemente casualidad? Si se
trataba de la primera, en realidad estaba siendo considerado, lo cual era intrigante
por sí solo.
217
El Club de las Excomulgadas
pensaría de su casa, consideró cuántos años le tomaría relajarse y disfrutar de un
entorno, en lugar de evaluar el mismo. Había visto a los agentes de policía de las
zonas de guerra urbana hacer lo mismo cuando supuestamente se relajaban con la
familia en un parque o en el restaurante.
Lex volvió su atención de nuevo a Dante. Las gafas de sol que le había
comprado, junto con el silencio de sus emociones, lo hacían más perturbador en
—Siempre supe que había algo. —Clara habló por fin. Alexis volvió su
atención hacia ella—. Me alegro de saberlo al fin.
—Eso sí, los próximos años, voy a estar pensando que voy a enloquecer. Me
tomará un poco de tiempo asumir todo esto. Pero creo que si ese ángel viene y se
queda en la esquina de mi habitación, me ayudará a aceptar la situación con mayor
rapidez.
8
Una silla Papasan (también llamado silla de tazón ) es un cuenco de forma redondeada con un ángulo ajustable similar a la
de un futón.
9
Es un personaje del libro Winnie the Pooh de A.A. Milne. Generalmente se le representa como un viejo burro de peluche
gris bastante pesimista, melancólica y deprimida, que es un amiga del protagonista, Winnie the Pooh.
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El Club de las Excomulgadas
Lex sonrió, apretando sus dedos con fuerza en respuesta, sosteniendo la
mirada de su amiga lo suficiente como para transmitirle su gratitud. Lo que salió de
Clara eran las mismas olas de amistad y amor que siempre habían compartido,
atadas con una curiosidad liberal que Lex estaba segura quería decir que finalmente
tendría un millón de preguntas por contestar.
—Confía en mí, quédate con los profesores griegos. Son mucho más fáciles
de manejar.
—Sé lo que ves, Clara. —Lex retuvo su mano—. Confía en mí. Los Oscuros
son seres terribles. Hasta hace unos veinte años, se suponía que algunos de sus
descendientes eran igual de malos. Pero mi madrina es un Engendro Oscuro. Hay
una terrible oscuridad en ella, pero una gran bondad también, un fuerte poder que
usó para salvar el mundo antes de que tú y yo naciéramos. Mi don es sentir las
emociones. La mayoría de las veces sé lo que él siente como lo está sintiendo. Él no
es maligno. —Sólo un poco peligroso e impredecible en estos momentos, añadió para sí en
silencio.
—Él es... como tú. No puedo sentir nada de él. Tiene unos escudos
psíquicos como el Fuerte Knox.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo sé. A veces me resulta difícil leerlo también. Es como si sus emociones
estuvieran ahí, pero fueran una gran bola de hilo.
—Tenías que escoger al hombre más complejo del universo entero. —Lex se
sintió aliviada al sentir a Clara empujar hacia atrás su preocupación.
—Duermo con él algunas veces. Sus ojos tristes me hacen sentir mejor si me
siento solitaria.
—Lo abrazas mientras duermes. Con una de esas enormes camisas que
esconde tu cuerpo. —Su disgusto por eso era tan obvio que ella captó la mueca
sorprendía que Clara hizo con su boca.
220
El Club de las Excomulgadas
—Mmm. —Él llevó a Igor de vuelta a su cara, acariciando la felpa de nuevo
con el otro lado de su mandíbula. Cuando se inclinó, Alexis se mantuvo inmóvil
mientras él frotaba la mandíbula contra su piel, con su nariz jugando con su pelo.
—Yo no soy tan blanda y peluda —Ella trató de sonreír, aunque su corazón
estaba en su garganta.
—Igual de suave, de una forma diferente. No hay nada suave de dónde soy.
Lo más cercano a él no lo es para nada. Ellos son...
—Eso espero. No quiero que estés solo nunca más. Nunca más. —Su pasión
la sorprendió, caliente y ascendente y segura en su corazón. También la inesperada
y súbita oleada de ira hacia Mina. ¿Por qué lo había dejado allí?
—Er, ¿quieres que me vaya ahora? Tengo examen de química, pero si hay
cualquier cosa que necesites de mí...
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El Club de las Excomulgadas
—No me has respondido. —Los ojos carmesí llamearon en señal de
advertencia, a pesar de que ella ya había sentido la oscuridad inflamarse dentro de
él, incitado de alguna manera por la dirección de sus pensamientos, por su
pregunta. Clara lo había registrado también, y estaba buscando algo para usar como
arma.
Él vibraba con violencia apenas contenida, tan malévolo que todo en Alexis
le exigía retirar la mano y escapar de la habitación con Clara. En cambio, ella
apretó su agarre. Me estás asustando. Asustándonos a las dos. Ya hemos pasado por esto
antes. Eres mucho más fuerte y más rápido que cualquiera de nosotras. Podrías matarnos
antes de poder parpadear. No somos una amenaza. Por favor, detente.
—Yo te protegeré.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, esa es sin duda la impresión que acabo de tener. No puedes controlar
lo que hay en ti —respondió Clara—. Ella me dijo que la sangre Oscura es difícil de
contener. ¿Cómo sabes a ciencia cierta que no le harás daño? ¿Qué te lo impide?
—Estoy bien —dijo ella con calma. —Te llamaré mañana, si puedo. ¿De
acuerdo?
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El Club de las Excomulgadas
Por favor no discutas, pensó, sin saber si podía hablarle a Dante abajo de esa
repisa cuando todavía estaba de pie tan cerca de ella.
—Está bien —respondió su amiga después de una tensa pausa—. Pero estaré
cerca por si me necesitas.
—Sí, se. Lo sentí, cuando hablabas de ella, cuando dijiste que la mataste.
Los sentimientos son un mapa, Dante. A pesar de que los tuyos son bastante
Él no había querido recordar las razones por las que había tomado la vida de
su madre. Había bloqueado todo, pero la realidad era que, había empujado
salvajemente en el corazón de su madre la estaca de madera negra que él mismo
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El Club de las Excomulgadas
había afilado. Le había cortado la cabeza, y utilizado sus colmillos según había sido
necesario, así no habría forma de que pudieran reanimarla. Probablemente se la
habían comido, pero nunca lo supo. Ellos estaban retirando sus cadenas cuando fue
golpeado primero hasta la inconsciencia, la última vez que escapó del dolor en
mucho tiempo después de eso.
Su madre no había estado lúcida en meses. La última vez que había hablado
con él, que lo había reconocido como su hijo y no como a uno de los Oscuros, ella
había dicho poco. Simplemente se había estremecido de dolor y repetido el nombre
que él había elegido para sí mismo, una y otra vez. Él se había acurrucado a sus
pies, apoyando la cabeza contra su muslo desnudo. A ella nunca le importaba estar
cerca, aunque la mayoría de las veces los Oscuros se la llevaban. Sólo le permitían
—Dante.
Quitándole el oso con manos suaves, Lex se puso de pie y se lo llevó con
ella. Sentándose en la cama, movió la caída de su lustroso cabello castaño por
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El Club de las Excomulgadas
encima de su hombro derecho, dejando al descubierto el izquierdo para él, mientras
se quitaba la camisa.
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El Club de las Excomulgadas
La falta de control lo hacía vulnerable a los ataques desde cualquier
dirección, su ferocidad lo cegaba, por lo que había aprendido a no dar plena rienda
suelta a sus deseos. Hasta que tuviera control de hierro, había momentos en que se
había vuelto loco tratando de llevar las riendas de sí mismo tan herméticamente.
Durante días recorría todo el mundo Oscuro como una criatura feroz, mitad
recordando todo lo que había hecho o experimentado. Los Oscuros habían
encontrado eso divertido, burlándose de él, pero haciéndole menos daño que
cuando era dueño de sí mismo.
Ella se había abierto completamente para él, con los brazos extendidos a los
costados, con los dedos aferrando la colcha.
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El Club de las Excomulgadas
De la forma en que los Oscuros lo hacían. Despreciaba la satisfacción visceral,
aunque a su cuerpo no le importaba, sumergiéndose en ella, reclamando,
necesitando.
Tus alas. Quiero ver tus alas. Él le abrió la camisa por la mitad mientras sus
alas salían, extendiéndose amplias y luego inclinándose hacia arriba, como si él
estuviera presionado contra una mariposa, con sus plumas suaves rozando su piel
mientras él se empujaba dentro de ella, codiciosa y duramente, sintiendo su
espasmo y retorciéndose, tan cerca, ordeñándolo profundamente. Las piernas se
transformaron al mismo tiempo, aumentando la divina rigidez, con su cola
deslizándose fuera de la cama mientras él se ajustaba a horcajadas.
Poco a poco, Lex se transformó para que él sostuviera a una mujer humana
de nuevo. Todavía exhausta por el tiempo que pasó en su mundo, algo como esto
podría robarle la fuerza tan rápidamente como el propio clímax. El conocimiento
de su agotamiento le hizo darle la vuelta sobre su costado en la cama. Reacio a
desprenderse de ella, encajó su cuerpo por detrás. Haciendo un ruido de
satisfacción, cerró su mano con posesividad intrigante en su antebrazo, dejando su
cabeza en la almohada y debajo de su mandíbula.
Ella estaba dormida ya, él lo sabía. Ella había contestado la misma pregunta
antes, pero él no podía dar crédito a sus palabras ni comprender las emociones en
su mente cuando las había dicho. Demasiadas impresiones y sentimientos
desconocidos.
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El Club de las Excomulgadas
Ella no había tenido ningún hombre en su vida, ni experiencias sexuales
antes que él, esto explicaría por qué. Era plausible para alguien tan joven. La
primera vez que él había tenido un orgasmo real, fue forzado por sus verdugos, el
placer había sido adictivo. Una forma de escapar de todo durante unos segundos.
Él le había dicho que estaba listo para ir desde su cabaña hasta este lugar.
Había estado parcialmente equivocado. Todas esas imágenes que había
diseccionado una y mil veces en su cabeza no eran nada comparado con
experimentarlas de primera mano. Alexis había descrito este mundo tan ocupado,
siempre en movimiento. Él estaba acostumbrado al mundo Oscuro, pero la
variedad de actividades aquí eran diferente, a menudo no era violento ni peligroso,
imprevisible pero desconcertante. En el mundo Oscuro, todas las actividades
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecisiete
Alexia despertó famélica. Tendría que empezar a mantener suministros de
donación de sangre de la Cruz Roja en su mesita de noche. Galletas, jugos,
botanas. Entonces se dio cuenta de que Dante no estaba en la habitación. La
sorpresa se convirtió en pánico. No se le había ocurrido que él se iría a alguna parte
sin ella. Realmente no habían establecido las reglas del juego, o cómo él
reaccionaría a ellas.
Ese pensamiento puso un freno a sus recuerdos. Ella había permitido que su
propia lujuria prevaleciera sobre el estado posiblemente destructivo de su mente y
eso no era bueno. ¿No le había confesado tal preocupación a Anna? Pero era más
difícil de lo que había esperado. Incluso con su empatía, siempre había sido una
observadora externa de las fluctuaciones emocionales de las jóvenes que habían
experimentado sexo por primera vez. Esa locura donde la reacción física era
confundida con la emocional debido a la intensidad de la experiencia. Por
supuesto, era difícil comparar lo ocurrido en un dormitorio a la luz de las velas, con
un calcetín colgado en el pomo de la puerta para advertir a los compañeros
intrusivos, con una seducción comenzada en sus sueños y consumada en un mundo
ardiente donde su vida había colgado de un hilo.
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El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, era consciente de que podría ser igual a algunas de las
experiencias de esas mujeres. Podría haber significado algo muy diferente para él.
Honestamente ella también era arrastrada por sus propios sentimientos a la hora de
registrar los suyos. Pero había sentido algo. Había detectado una reacción física
carente de sentimiento.
—Infinitamente.
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El Club de las Excomulgadas
—Esto estaba en tu mente cuando despertaste. Junto con muchos otros
alimentos que no pude encontrar entre los que tienes aquí.
El sexo con Dante era agotador, pero no era nada al lado de enseñarle a
alguien, que sólo había echado una ojeada a la tierra, todo lo que podía ser en una
tarde. Sus preguntas nunca se terminaban. Comenzaron con su cocina y con el
surtido de cosas que había sacado de su refrigerador y que había alineado en el
mostrador. Con alguna sorpresa y consternación, ella notó que él había abierto un
montón de artículos. Había arrancado las costuras de uno de los cojines del sofá
para tocar el relleno, había abierto la cubierta de su reproductor de películas para
estudiar el cableado. Las bombillas habían sido desenroscadas, incluso había
probado el cerrojo raramente utilizado de la puerta, pero gracias a la Diosa no
había probado su fuerza o sospechaba que habría tenido que llamar al carpintero
para sustituir el marco. O reparar la puerta que habría sido arrancada por la fuerza.
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El Club de las Excomulgadas
No había encendido el televisor aún. Esa sería una buena opción para más
tarde esta noche, cuando pudiera acostarse sobre el sofá, cuidando de su cansancio
y aún contestando el sinfín de preguntas que esperaba que él programara hacerle.
Además, tanto como le gustaba que le hiciera preguntas, notaba que cada
vez se ponía más inquieto, queriendo salir de los confines de las cuatro paredes.
Cuando tomó sus huevos orgánicos y los sacó de la caja y los dispuso en un plato
en una pirámide sorprendentemente equilibrada, le recordó su jardín y le dio una
idea de a dónde llevarlo.
Meterlo en el coche fue más fácil que la primera vez. En la casa de campo, él
la rodeó, estudiándolo desde todos los lados. Había hecho que Alexis abriera las
Esta vez, era ella la que necesitaba un aliento adicional para tranquilizarse,
parada en la puerta abierta del coche. Esta sería la primera vez que lo llevaría
afuera en público, con otros. Después de las últimas veinticuatro horas, era muy
consciente de que era más una guía que un tutor. ¿Realmente sabía lo que estaba
haciendo? ¿Cómo había convencido a su padre y a Mina de esta locura? Quizás era
mejor que regresaran, y...
—Sabes. Que creas que alguien nos va a atacar y tú incineres una manzana
de la ciudad. Entonces mi padre y Mina vendrán y te llevarán... —de mí. Ella se
apagó, dándose cuenta de nuevo de cuan contraproducentes eran sus propios
motivos—. Dante, no estoy segura de tener razón. Tal vez no deberíamos hacer
esto sin un par de Ángeles con nosotros.
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El Club de las Excomulgadas
—Estuviste segura anoche. Es sólo el miedo lo que te hace dudar de ti
misma. —Él levantó su cabello lacio, suelto sobre sus hombros, y lo retiró de su
cara, de sus labios sensuales. Ella deseaba poder ver sus ojos, quitarle las gafas para
poder reunirse con ellos. Estaba ansioso por irse, por descubrir este nuevo mundo.
Y ¿por qué sería? No quería matar y mutilar. Él quería ver cómo funcionaba un
coche, caminar en medio de personas que vestían ropa de diferentes colores, oler las
diferentes fragancias. Ver brillar el sol, aunque fuera desde la seguridad de una
sombrilla en la terraza de un café en la acera.
Esos no eran sus pensamientos por supuesto, pero las emociones que estaba
emitiendo tenían indicios de eso, como una canción tarareada que al escucharla
casi podías entender las palabras de los sentimientos evocados por las notas.
Dante podría relajarse con ella. No podía hacer eso con una escolta de
ángeles. Ella había sobrevivido a un mundo oscuro, por Dios. Podría sobrevivir
siendo guía de un vampiro.
—Bien, vamos.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Por qué no podemos parar y caminar ahora?
—Ya habrá tiempo para hacerlo todo —prometió ella—. Sólo que hay un
lugar al que realmente me gustaría llevarte primero. Hay demasiada gente en las
aceras. Preferiría que te acostumbraras a tener gente alrededor en un ambiente
más... discreto.
Tal vez era más como una mamá nueva de lo que quería reconocer. Estaba
intrigada por sus reacciones a todo, y todavía tenía un aleteo nervioso acerca de
dejarlo salir por su cuenta. Ninguna madre nunca había estado tan distraída por el
perfil de su bebé o cómo sus pantalones vaqueros encajaban con sus muslos, sin
embargo. Además, si fuera un bebé iría detrás de ella, atado en una silla de
seguridad. Alexis suprimió una sonrisa mientras él le dirigía una mirada estrecha.
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El Club de las Excomulgadas
El centro comunitario había sido construido en un área muy accesible para
las familias de bajos ingresos, y a ella no le importaba apoyar al tendero coreano
que permanecía aquí, a pesar de los intentos constantes de robo. Disfrutó al
enseñarle a Dante a bombear el gas, le invitó a verter un poco en su mano para que
la oliese y le dejó apoyado contra el coche, viendo los números moverse, mientras
ella entraba para pagar. Le había dicho cómo terminar y poner la tapa, por lo que le
ganó un minuto más para recoger otra barra de caramelo y una botella de zumo. El
desayuno saludable que había consumido mientras le explicaba todo, la había
ayudado a mantenerse, pero quería estar preparada por si acaso.
Sin embargo, su placer de que las cosas fueran tan bien fue interrumpido por
el dependiente que le hacía señas desde la parte delantera.
Apoyándose en el mostrador para mirar por la ventana, ella juró por lo bajo.
Un coche lleno de miembros de una pandilla había entrado hasta la bomba al otro
lado y se habían bajado, una pareja iba hacia la tienda mientras los demás se
apoyaban en su vehículo, metiendo a Dante en la conversación.
—No puedo dejar la caja —dijo el tendero, con una mirada preocupada en
su arrugado rostro—. Llamaré a la patrulla y le pediré que pase por su amigo, pero
puede tardar unos minutos.
Dante aún estaba apoyado contra su vehículo, sus brazos estaban cruzados,
con las gafas de sol ocultando su expresión, pero por la quietud que sentía de él,
supo que había problemas.
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El Club de las Excomulgadas
él—. ¿Tienes algo de dinero para pagar por nuestra gasolina, muchacho pálido?
¿Escondido bajo esa linda camisa qué llevas? Mira todo ese bonito cabello.
—Seguro que no. Creo que debería dejar que mis amigos lo comprueben.
—Oh, una de esas benefactoras. ¿Nos darás algo de dinero para la gasolina,
zorra del niño bonito? —El jefe le echó una mirada lasciva y se frotó la entrepierna
sugerentemente.
—Te ves muy bien, chica. ¿Dejas que tu zorra peleé por ti, niño bonito? Ella
parece más fuerte que tú, eso es malditamente seguro.
Ella tenía una agria respuesta para eso, detectando ya que era más un
espectáculo que una amenaza real, interpretado para sus colegas, pero había
olvidado cuán rápido podía moverse un vampiro. Ella ni siquiera sabía que Dante
había dejado su lado izquierdo, hasta que el miembro de la pandilla graznó por
aire. Él lo sostuvo sobre sus pies golpeándolo contra la bomba de gas. Su rostro
estaba rojo, rumbo al azul, los tenis del chico daban patadas contra las piernas de
Dante.
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El Club de las Excomulgadas
—Bájalo. ¡Deja de hacerte daño!
Ella pensó que marcaron récords olímpicos, alejándose de él, hacia su coche.
Los dos que estaban con el líder de la banda no regresaron, ayudándolo a
levantarse y corriendo hacia la calle, el coche salió disparado y los recogieron antes
de acelerar por el camino.
Observó aturdida como Dante se arrodillaba, recogía las cosas que se habían
caído de la bolsa de comestibles, examinando las barras de caramelo, las sodas y los
zumos que había elegido. Cuando él se los trajo, cerró su mano sobre la de ella
temblorosa.
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El Club de las Excomulgadas
—No puedes. Ellos no te lo permitirán. Dijeron… —dio un respiro por su
expresión—. ¿Por qué te quedas conmigo, entonces, si no sientes que pueden
mantenerte aquí?
Claro. Era más fácil tener a alguien para traducirle y explicarle lo que estaba
viendo y tener una comida preparada cuando fuera necesario.
—Traduje los textos mágicos del Mundo Oscuro. Descubrí cómo crear una
nueva grieta, profundo en la tierra. Conjuré un portal de sueño para capturarte. Si
quisiera entender las cosas en este mundo, podría hacerlo. Te prefiero a mi lado.
Ella tragó.
Dante levantó una ceja, acariciando su boca con su pulgar. Ella no pudo
evitarlo, separó sus labios, mordiéndolo. Él sostuvo el dedo y lo empujó un poco
más agresivamente contra la esquina de su boca, como el bocado de un caballo,
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El Club de las Excomulgadas
estirando sus labios mientras sus otros dedos se curvaban alrededor del lado de su
garganta, sujetándola de forma que cada terminación nerviosa se electrificara.
Él no se distrajo.
—Sólo digo, que ya que no me iban a lastimar, hubiera sido mejor dejarlos
ir. Intentaron asustarme, sí, pero yo no tendría miedo mientras estuvieras aquí.
—No estoy siendo claro. No toleraré que nadie piense siquiera en lastimarte,
ya lo logre o no. No estás lo suficientemente fuerte como para cambiar su
comportamiento, por lo que es la única forma.
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El Club de las Excomulgadas
—No. Hay otras formas —dijo ella suavemente—. Podrías haberme
lastimado tú, en tu mundo. Pero no lo hiciste.
Él la estudió.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciocho
El centro comunitario estaba tranquilo, ya que era un día de la semana en
horario de oficina. Se encontraba en el medio de Fortram Park, frecuentado por
adultos o niñeras que dejaban a sus pequeños disfrutar del laberinto de juegos
infantiles.
Le había dado mucho que pensar, y ella llegó a la conclusión de que los
niños serían el terreno más seguro para él al principio.
Exponer a Dante a los niños podía parecer un riesgo terrible para aquellos
que sólo lo entendían en la superficie. Era un recordatorio estabilizador de por qué
ella había querido ser la que lo guiara.
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El Club de las Excomulgadas
—Si no dejas de hacer eso, tendré que bloquear tus pensamientos. O
tendremos que volver a casa, ya que insistes con tener privacidad. —Él habló sin
mirarla, aún estudiando el área de juegos.
—No es culpa mía. —Ella cerró la puerta del coche—. Podrías tratar de lucir
menos atractivo. —Dante atrajo la atención de casi todas las mujeres en el parque,
y de un par de hombres que obviamente preferían a su propio género. Lex se acercó
a su lado—. ¿Quieres ir a buscar una banco para sentarnos un rato antes de entrar?
—No tengo ningún derecho sobre ti —le dijo, sabiendo que era verdad. En
treinta días, si tenía éxito, él se iría a hacer lo que deseara—. Pero muchas mujeres
tienen este rasgo peculiar. Cuando estamos... con un hombre, preferimos que
solamente esté con nosotras, mientras estamos con él. Físicamente. Lo que hicimos
antes.
Las gafas oscuras se fijaban todavía en su rostro. Por el calor que atravesaba
su piel, supo que se ruborizaba.
—Bastante acertado. Así que si decides que quieres... a alguien más, prefiero
que no estés más conmigo.
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El Club de las Excomulgadas
—Cuando tome esa decisión, recordaré tu solicitud y la consideraré. ¿Ahora
dónde está ese banco?
—Me pediste que no hiciera ningún daño, pero piensas en ensartarme con
una estaca.
Alexis cerró los ojos. Cuando los abrió, parpadeó, porque él estaba de nuevo
frente a ella. Antes de que pudiera hablar, la atrajo poniéndola de puntillas y bajó
su boca sobre la de ella. Este beso demandaba que se derritiera mientras su brazo
iba alrededor de su cintura, sus dedos se deslizaron bajo su blusa de punto mientras
acariciaba su piel bajo el tirante del sujetador. La posición la presionaba contra su
—Si las otras mujeres son como dices, ahora no me querrán, porque verán
que estoy contigo. ¿Eso te hace sentir menos enojada conmigo?
De hecho, después de ese beso, pensó que ellas imaginarían que los dedos
estarían doblados sus zapatos.
—Tu mamá tiene unos recuerdos excepcionales, eres muy bueno en esto.
—Los Vampiros y Oscuros son criaturas muy lujuriosas. Como tengo sangre
de ambos, encuentro esos recuerdos de lo más fascinantes y los he aprendido. Eres
la primera con la que he practicado. No deseo tocar a un Oscuro de esta manera.
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Él acarició su cabello.
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demás para sentir lo que ella sabía sobre esa persona. En lugar de comprenderlo,
ellos lo miraban con sospecha u odio. Evitando a un alma en pena, haciendo que se
perdiera aún más.
Los padres jugaban con sus hijos. Disfrutando del tiempo libre, y de la
belleza de un día soleado. Él sabía que lo que estaba viendo era una norma
aceptada aquí, algo que le había sido negado.
Sus apetitos físicos eran extremos. Incluso sin experiencia, ella lo reconocía.
El uso de un sacrificio para la liberación sexual no habría interferido con su magia,
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El Club de las Excomulgadas
obviamente. El recuerdo de los ojos vacíos, asolados de la mujer, hicieron que se le
revolviera el estómago. Aunque, tal vez él no había querido los restos de los
Oscuros, pero ella pensaba que era otra cosa. Él había sido sodomizado por los
Oscuros repetidamente. Ella había sentido los terribles destellos haciendo alusión a
eso. Mientras él no dudaba en tomar una vida, había una línea que no cruzaba. No
lo nominaría como el Humanitario del Año ni por asomo, pero significaba algo,
todo era parte del rompecabezas.
Dante había sugerido que los vampiros y los Oscuros eran muy carnales. Tal
vez por eso sus emociones estaban tan estrechamente entrelazadas con sus
respuestas físicas. Él se sentía abrumado por lo que veía, en cada dirección que
miraba. Tal vez el vértigo solo se detenía cuando estaba en su interior, una droga
temporal que ayudaba a estabilizarlo, mientras a ella la descentraba.
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El Club de las Excomulgadas
Él negó.
—En tu mundo habría sido diferente, porque el cielo es como el fuego. Pero
aquí, para pasar el tiempo, a veces miramos al cielo y buscamos imágenes en las
nubes. Mira, hacia allá. Ese es un cerdo, con un hocico y una cabeza redonda.
También podría ser un hombre calvo, de nariz respingona. En realidad, eso encaja
mejor. ¿Ves la papada?
Él se recostó en el banco, estirando los brazos hacia fuera por lo que uno
quedó detrás de ella. Alexis apoyó la cabeza en sus bíceps para así estudiar lo
mismo.
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El Club de las Excomulgadas
—A excepción de la parte de percibirme como un niño. —Él levantó una
ceja—. Creo que has sido condescendiente…
—Lo que quieras —respondió ella. Pero luego negó ante su propia respuesta
automática—. Supongo que eso es lo que todos decimos —admitió— para que la
—No tienes que preocuparte por de eso todavía. Familiarizarse con todo
esto es suficiente por ahora. El resto vendrá. ¿Quieres ir a ver el centro
comunitario?
—Sí.
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abajo a todo el piso. Chicos y chicas estaban aprendiendo a boxear con un
entrenador voluntario, y un puñado de varones adolescentes estaban ocupados en
una cancha de baloncesto. Levantando pesas y bailando, todo tipo de actividades se
realizaban, los voluntarios se dedicaban a cultivar su auto confianza, con la
esperanza de que llevara a los niños a la parte superior de la pila en su mundo. O
por lo menos a un lugar que les impidiera ser aplastados.
—¿Puercoespín?
Ella casi se echó a reír, pero entonces captó el matiz amargo a la observación
y recordó que Dante no hacía bromas.
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El Club de las Excomulgadas
Él había cambiado de posición por lo que estaba al lado de la puerta, con la
espalda contra la pared, y seguía manteniéndola en el extremo más alejado, donde
sería más difícil de alcanzar por cualquier persona que pasara cerca. Dándole
tiempo para evaluar su entorno, ella hizo lo mismo.
Cerca de seis grupos de niños con sus padres estaban trabajando en diversos
proyectos. Un castillo de cubos de azúcar, una lección de tejido, esculturas de
arcilla y un par de pinturas estaban en curso.
—Puedes crear lo que quieras aquí —señaló ella—. Igual que en tu jardín,
solo que aquí tienes todos los suministros que puedas imaginar. —Atrayéndolo, lo
llevó a uno de los cubículos y sacó un fajo gordo de manuales—. Aquí hay un
—¿Cuál es su propósito para hacer esto? —Él asintió hacia los grupos.
—Varía. Algunas personas vienen aquí como una forma de relajarse. O para
pasar tiempo con sus hijos, o con amigos a quienes también les gusta hacer
manualidades.
Al ver un lugar vacío en la parte trasera donde estarían en una esquina frente
a la puerta, ella hizo un gesto.
251
El Club de las Excomulgadas
para poner en las murallas superiores. Ella levantó la vista hacia Dante, dio un
respingo, y Alexis se movió con suavidad a su derecha.
—Eso es hermoso —le dijo al chico, un niño con el pelo rojo desgreñado y
ojos verdes de largas pestañas—. ¿Es tu castillo, o de alguien más?
—Comete mejor éste. Ese tiene pegamento. Aunque ten cuidado, porque si
comes demasiados, puedes volverte loco y llevar a tu mamá a un manicomio. Eso
es lo que dice mamá.
—Will —comenzó la madre, pero Dante tomó el cubo. Cuando lo hizo, sus
largos dedos se cerraron sobre los más pequeños del niño. Él se detuvo, muy quieto,
y luego cerró la mano sobre la muñeca del niño, dando vuelta a su palma.
—Señor...
—Mi amigo no le hará ningún daño. —Alexis puso una mano en el hombro
de la mujer, dándole un fuerte impulso de energía calmante. Era una mujer de unos
cuarenta años con los ojos verdes como su hijo, y líneas de expresión. Lex
detectaba una vida muy ocupada, estresada a causa del dinero, cuidado de los
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El Club de las Excomulgadas
niños... en corto, una humana normal, bien equilibrada entre las fuerzas del bien y
del mal. Era una buena madre—. Mi amigo ha estado en un hogar especial, y no ha
visto a un niño en mucho tiempo.
—¿Por qué tus gafas de sol son tan oscuras? —preguntó Will—. ¿Estás
ciego?
—En la escuela. Estaba jugando pelota y caí al suelo. Pero la pateé muy
lejos. Por lo menos me seleccionaron tercero cuando eligieron equipos. Prueba el
azúcar. —Él quitó su mano de la de Dante y la extendió hacia su boca—. Está
Después de una pausa, Dante abrió la boca y dejó que le pusiera el terrón de
azúcar en su lengua. Alexis se sintió aliviada al notar que el gesto no había
expuesto sus colmillos. Él cerró la boca y su mandíbula se movió, haciendo rodar el
terrón a través de su gusto.
Las sillas de metal eran demasiado pequeñas para su gran cuerpo, pero él se
posó con gracia suficiente, recordándole cómo la había mirado como un rapaz
cazador cuando se había agachado en la pared de la cueva de la Mina. Alexis se
sentó junto a él. Sosteniendo la parte posterior de su cuello, la atrajo hacia su boca.
Sabiendo que intentaba debilitar sus rodillas e inundar su mente con melaza
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El Club de las Excomulgadas
caliente, ella tuvo un breve pensamiento para detenerlo, porque no quería incitar
más interés sobre ellos. Sospechaba que Dante nunca permitiría que le negara esto,
lo que en realidad debilitó más sus rodillas. Cuando jugó con sus labios
entreabiertos esta vez, su beso fue suave. Para él. Simplemente incendiario en lugar
de completa conflagración. Ella hizo un sonido de sorpresa cuando dejó caer el
cubo de azúcar parcialmente fundido en su lengua, con lo que atrajo dulzura con
calor. Él se retiró.
Entonces tuvo que explicarle cómo funcionaba la policía, él vio eso con
mucho recelo. Poco después, ella le había distraído con otras cosas. Dante investigó
los elementos: pegamento, fieltro, lentejuelas, hilo, limpiadores de pipas, arcilla.
Tomaba cosas de los cubículos, dejándolos donde le parecía, moviéndose a la
siguiente cosa que llamaba su atención. Alexis pacientemente los colocaba en su
lugar, excepto cuando él dijo que quería usar algo. Entonces lo llevaba a su mesa.
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El Club de las Excomulgadas
su joven espalda se presionaba contra las espinillas de él. Sin preocuparse por la
presencia de los adultos, la nena se levantó después de conseguir su objetivo,
regresando a su mesa.
—Oh. —Ella se encogió de hombros, sin saber qué decir ante su tono de
acusación, mientras su boca se arqueaba ante su obediencia a una mandona de
nueve años—. Me gusta que me consideres tu amiga.
—Mi madre dijo que los vampiros tienen pocos amigos cercanos. Dijo que
no confiamos fácilmente, y que somos muy territoriales. Un amigo es alguien en
quien se puede confiar para que lo ayude si hay problemas. Cuando le pregunté por
qué sus buenos amigos no le ayudaban, ella dijo que estaban demasiado lejos para
hacerlo. Que tal vez ni siquiera sabían que estaba en problemas, porque los
vampiros suelen desaparecer durante largos periodos de tiempo.
Girando para ver los pompones multicolores que sostenía, él cerró sus dedos
sobre la suavidad de las bolas.
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El Club de las Excomulgadas
—Espero serlo. Pero un amigo cercano guarda también tus intereses, aún si
no estás de acuerdo. Tiene que ser lo suficientemente valiente para arriesgar la
amistad, decirte la verdad cuando necesitas oírla.
Él arqueó una ceja, pero antes de que pudiera decir nada más, la de nueve
años les regañó.
Alexis tenía una respuesta colorida para eso, pero la emitió en su mente para
que no se rompiera la regla número cuatro. Su boca se torció, y aguardó, esperando
poder ver su primera sonrisa. En cambio, él le dio una mirada rápida por encima de
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El Club de las Excomulgadas
sus gafas, sus ojos rojos brillaban con la promesa de una retribución muy para
adultos, que no estaba prevista en el tablero de reglas.
Pero nada de eso detuvo los ágiles movimientos de sus dedos. Él trabajó con
la arcilla, luego se movió al papel de dibujo, familiarizándose con los lápices y
carboncillos. El tejido fue dejado de lado, sin reclamar su interés después de
descubrir la forma en que funcionaba.
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El Club de las Excomulgadas
negro para tirar de él en una cola para que los mechones no se deslizaran hacia
delante en la pintura o arcilla o para ocultar lo que estaba tratando de hacer con el
lápiz. Le dejaba ver mejor su perfil, la concentración de los brillantes ojos detrás de
las gafas, la dura presión de sus labios.
Esto es sólo afecto, no seducción. Pero ella reprimió una sonrisa con su bufido
mental y se obligó a enderezarse. Estudiando su pelo, le quitó el limpiapipas,
separó los mechones y comenzó a trenzarlo, imaginando indios musculosos con
pinturas de guerra y breves taparrabos.
Alcanzando atrás, él siguió sus dedos. Cuando volteó hacia la jovencita con
trenzas, le impresionó, como siempre, su rápida conexión. Ella se impresionó más
cuando miró por encima del hombro y encontró la respuesta a su pregunta.
La cara de una mujer levantaba la vista hacia ella desde el dibujo a lápiz. Él
no se había acostumbrado aún al lápiz, ya que nunca había tenido uno antes, pero
aún así era un hermoso rostro, aunque la boca estaba apretada, los ojos austeros y
oscuros para mostrar dolor. Ella se preguntó si él habría dibujado en el hielo o la
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El Club de las Excomulgadas
suciedad del mundo de la Oscuridad. Cambiando la mirada a la arcilla, se encontró
que él había aplastado la arcilla y la estaba pellizcando y acariciando el rostro de la
mujer, por lo que el dibujo a lápiz era un estudio aproximado de la escultura. Al
reanudar el proyecto, Lex se inclinó y se dio cuenta de que sus ojos estaban
cerrados detrás de los cristales, dejando que su mente guiara sus manos.
La frustrante fatiga la había alcanzado otra vez. Cada vez que más
necesitaba su energía, parecía dejarla.
Esto se debe a que no has tenido tiempo para recuperarte plenamente. Dante se
enderezó y se volvió en la silla, doblando su tirante trasero en sus pies. Cuando él
se levantó y le tocó la cara, trajo también consigo los olores relajantes de la arcilla,
la pintura y el azúcar.
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El Club de las Excomulgadas
Ella siguió su dirección y vio una de las alfombras que estaban dispersas por
la habitación para que los niños jugaran, o en este caso, tomaran la siesta.
—No es una pregunta o una solicitud. —señaló él—. Ahí abajo. Ahora.
—Hmm. Entonces ven aquí. —Dante la bajó del banco y la llevó a sentarse
junto a él en la mesa, sólo que no la puso en una de las sillas pequeñas. En su lugar,
la puso de rodillas en el suelo junto a él. Se preguntó si dejaría que pusiera la
cabeza sobre su muslo y le acariciaría el pelo, pero eso era algo que ella querría, no
era algo que él sabría hacer.
—Hasta que lo vi en tu mente —comentó él—. Pero haré eso más tarde.
Estate quieta.
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El Club de las Excomulgadas
Dante no se detuvo allí, sin embargo. Dejó restos de pintura en su garganta,
le hizo inclinar la cabeza hacia atrás para jugar con la línea firme de su esófago,
después, a lo largo de su clavícula. Desabrochando dos botones de su blusa de
punto suave, amplió el cuello para deslizarse a los puntos de sus hombros.
—Shhh. —Él siguió con su trabajo. Unos minutos más tarde, ella se dio
cuenta de que había atraído un tipo diferente de atención. La chica con las trenzas y
Will estaban en el lado opuesto de la mesa, mirando su obra. Se dio cuenta de que
él era consciente de ellos, pero no parecía que le molestara. Cuando se limpió las
Alexis miró hacia el gran espejo, colocado en la pared del fondo para ayudar
a los padres a hacer un seguimiento de dónde estaban sus hijos en la habitación. En
su forma de sirena, Anna tenía marcas elaboradas de plata en su carne. Cuando era
más joven, Alexis las había trazado con dedos pequeños, siguiendo los rizos
Célticos sobre los brazos de Anna y deseando tenerlos. Su padre solía hacerle algo
similar a su madre, con una intención mucho más sensual.
Dante la había decorado con arte, tanto como la naturaleza había decorado
a su madre. Había utilizado un azul oscuro y marrón con toques de rosa en un
diseño de remolino por su mejilla derecha, con una barra de color en la mejilla
opuesta, y después muchos más avatares debajo de su garganta. Ella tenía el
aspecto de un hada mística de tierra, con el rostro mirando hacia fuera de las vides
y de las flores de las plantas que acariciaba. No era demasiado o demasiado poco,
un diseño perfecto para atraer a sus fans.
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El Club de las Excomulgadas
la muñeca. Levantándose, la guió hacia la colchoneta, poniendo una mano en su
hombro. Ella se resistió, a pesar de la ventaja de su altura y de su expresión
intimidante.
—Estoy bien.
Acuéstate.
Ella apretó los dientes. Estaba muy, muy cansada de repente, pero ese no era
el punto.
—Te estás desviando del tema. Pero sí, me puedes pedir que me acueste.
Dime que te preocupa y que te hace sentir mejor si me acuesto y tomo un descanso.
Luego él dio otro paso, y maldita sea si no reaccionó igual que las madres,
retrocediendo de nuevo por lo que quedó de pie sobre la colchoneta, con sus pies
descalzos. Su mano descansó sobre su cadera, apretándola con intención de
propiedad. Mientras estaba allí, se dio cuenta de que Dante estaba esperando a ver
si su forma no grosera funcionaba, o si tendría que recurrir a sus propias medidas.
Por el pulso de agresión lujuriosa que ella sintió, él esperaba esto último.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecinueve
Dante consideró su rebelde expresión, pero Lex estaba haciendo lo que él le
había dicho que hiciera, así que volvió a su silla.
—Probablemente porque hiciste algo para hacerla enojar —le dijo la niña,
ajustando las bolas de color rosa de vidrio que sostenía una de sus coletas—. Me
enojé con mi mamá una vez, pero me pilló haciéndole caras. Me pegó.
—Nada que necesites saber. —Alexis se sentó con alarma, pero él ya había
conseguido la imagen de su mente. O más bien, la vista sugerida que la niña le
había dado, por lo menos lo que sabía sobre nalgadas, de alguna manera dudaba de
que el padre le hubiera administrado disciplina a su pequeña hija de la manera en
que Alexis había conjurado eso: desnuda e indefensa sobre sus muslos mientras su
mano dejaba una huella roja en su parte trasera y ella luchaba en su regazo,
excitándolos a los dos.
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El Club de las Excomulgadas
la pintura de su cara. Las mujeres en la mesa que dibujaban, parecían haber
conseguido la esencia de eso, porque parecían discretamente divertidas por el
desconcierto de Alexis. De hecho, con su mayor oído, Dante estaba bastante seguro
de que había escuchado un murmullo: “valdría la pena portarse mal”, antes de que
ella le lanzara una rápida mirada desde debajo de sus pestañas.
—Eres muy bueno —le ofreció con cierta vacilación—. Ella es hermosa.
¿Eres artista?
—Deberías serlo. He visto cosas en las galerías que no son tan buenas como
esto. —Ella ladeó la cabeza—. Hay soledad en ella. Desolación. Sin embargo, una
belleza salvaje, también. —Su mirada subió a su cara, su frente se arrugó, luego
apartó la mirada rápidamente a su hijo.
—Es como me acuerdo de ella —dijo Dante. Luego se inclinó hacia Will
con pintura recubriendo sus dedos.
Pintó la cara de todos los niños allí. Mientras Alexis notaba que su contacto
no era dulce ni sentimental, era cuidadoso con su fuerza, por lo que era fascinante
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El Club de las Excomulgadas
verle sostener una barbilla pequeña para mantener la cara de un niño quieta, aplicar
presión para pasar de una mejilla a otra. Por desgracia, Lex no pudo evitar recordar
cómo había manejado un cuchillo con una precisión similar en contra de la
garganta de su sacrificio. Dos caras de una moneda, aunque las partes se mantenían
cambiando a algo completamente diferente en cada lado, dándole a la moneda más
que sus aparentes dos lados.
En un tono más sensual, Alexis podría decir que sólo los tenues límites de la
decencia impedían que las madres y el grupo del álbum de recortes solicitaran sus
propias decoraciones. No podía culparlas, ya que su cuerpo todavía estaba inquieto
desde que la había pintado. Dormitó, a la deriva medio soñando con su carne dura
y músculos en movimiento en su contra, con el olor de su piel y cabello mientras
Era la primera vez que Dante había utilizado el término, pero Lex estaba tan
agitada, que sólo la enervó más. Trató de abrir la puerta, desbloqueando ambos
lados. Mientras él se ponía en el lado del pasajero, ella encendió el motor y aceleró
con una sacudida.
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El Club de las Excomulgadas
—Dante, no lo hagas. Podría destrozar el coche.
—Entonces encuéntranos algún lugar para hacerlo. Rápido. —Él estaba bajo
su falda, y chasqueó los dedos sobre su clítoris debajo de sus bragas provocándole
un espasmo, capturando su aliento en su garganta.
¿Sería alguna vez simple y suave entre ellos? ¿Acaso importaba? Con luz de
velas y pétalos de rosa, haciendo el amor lento y sencillo, con música suave, era
una visión romántica, pero mantenía su sangre hirviendo a fuego lento, de manera
que cada vez que él se lo exigía, ella podía desbordarse. Antes, había dejado claro
que no le gustaba recibir órdenes, pero cuando se trataba de esto, él podía
avasallarla sin un chistar de protesta. Era incapaz de negárselo.
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El Club de las Excomulgadas
Fue pura, caliente posesión, subrayando lo que él apenas había mantenido
antes bajo control. La había llamado su amiga, pero también la había llamado suya.
De una forma no muy del siglo XXI, él la consideraba justo eso. No sería alejado
de esa idea antes de tomar represalias de ésta forma, lo que ella temía demostraba
su punto. Y Lex acogía con agrado este tipo de asalto a su voluntad.
Pero había un poder en ello, también, pues mientras se movía sobre él, las
olas de su propia necesidad y deseo se estrellaban contra ella. Encontró su cara con
dedos torpes, quitándole las gafas de sol para poder bañarse en el fuego del infierno
de su mirada. Las gafas chocaron contra la consola mientras caían, pero ella ya
estaba tocando su cara, la frente, la forma de sus ojos. Sus gruesas pestañas se
desplegaban sobre sus mejillas mientras su pulgar pasaba sobre ellas,
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El Club de las Excomulgadas
Se detuvieron como un tren descarrilando. Cuando Lex se desplomó contra
él, sus brazos se deslizaron a su alrededor, abrazándola mientras ella dejaba caer su
cabeza en su hombro. Se estremeció. No le había enseñado a hacer eso, a jalar a
una mujer hacia él después de hacer el amor. Tenía que ser lo que su corazón le
decía que hiciera. Era un pensamiento agradable, incluso si no era cierto, ya que
podría haberlo leído de su mente también. Sin embargo, sus brazos eran firmes y
eran un refugio, protector y posesivo.
—Las tres marcas son internas en su efecto sobre ti, pero la tercera marca
viene con una marca en la piel, una marca de propiedad como sierva de un
vampiro. No había pensado en ello hasta ahora, porque eres a la primera que he
marcado tres veces. ¿No lo notaste?
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El Club de las Excomulgadas
—Mi madre lo mencionó, pero no sé por qué se produce, o la importancia
del diseño. —Él frunció el ceño—. ¿Te molesta?
—No. Echaba de menos tener las otras marcas... las que pusiste en mí. —
Sabiendo que era loco que se sintiera de esa manera sobre las marcas mágicas que
la habían arrojado a su mundo, Lex apoyó la cabeza sobre su hombro. Mirar su
rostro cuando se sentía tan vulnerable de alguna manera era más difícil que saber
que podía saquear su mente—. Conseguiremos más información acerca de los
vampiros, no te preocupes —añadió apresuradamente en el pesado silencio—.
Cuando estabas pintando caras, comprobé mis mensajes en el móvil Myel me dijo
que Mina y Pyel han iniciado contactos con un vampiro que puede saber más
acerca de tu madre.
Bajo su atento escrutinio, ella se quedó quieta, pero sentía esa mezcla
confusa de emociones... y algo más, también. Por instinto, se dio la vuelta, mirando
por el parabrisas. Había un campo abandonado detrás del restaurante, lleno de
basura, por supuesto. El sol se había ido detrás de una nube, provocándole un frío
estremecedor, aunque el día y el coche, sobre todo por las cosas que habían hecho
en él, se habían calentado.
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El Club de las Excomulgadas
—Creo que se han ido —dijo ella, sondeando su entorno por sí misma—.
Fuera lo que fuera. Vámonos a casa. Tal vez fue sólo alguien que vio lo que
estábamos haciendo y se molesto mucho. La gente puede reaccionar así con el sexo
en público. —Trató de sonreír y falló cuando él volvió la mirada hacia ella.
—Fue más que eso. Pero tienes razón. Ya se fue, quienquiera que fuese.
Podría ser uno de la Legión de tu padre, manteniéndonos vigilados.
—Supongo. —Sólo que lo que había sentido era una maldad que trascendía
la indignación paternal, o un sentido vicario de la misma. Ella encendió el coche.
Fuera lo que fuese, no quería que Dante lo enfrentara y forzara una evaluación de
su libertad condicional antes de que comenzara. No quería contemplar una
—Hay muchas razones para pensarlo —dijo él—. Debes pensar en tu propia
vida primero. No volveré a ese mundo, aunque me destruyan aquí. Tu destino será
secundario.
Cuando Lex volvió a hablar, tuvo que hacerlo en voz baja para sonar firme.
—Porque te preocupabas por mí, y era la primera vez que alguien lo hacía.
Me tomó por sorpresa. Estas cosas son temporales, y sólo son útiles para ciertos
períodos de tiempo. Como te dije antes, cuando tu excitación por mí se enfríe, o yo
haga algo que me complique permanecer aquí, tu no debes preocuparte sin
importar lo que tu padre y tu madrina me hagan.
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El Club de las Excomulgadas
de que no le sorprendía que él estuviera a su lado en un instante, su propia reacción
lo hizo. Lex le dio una bofetada, un porrazo sólido que golpeó su perfecta
mandíbula. Dante no lo había anticipado en su mente, porque no se giró a tiempo
para evitar el golpe, aunque le agarró la muñeca para evitar que lo repitiera. Si ella
hubiera utilizado el puño, sospechaba que él la habría golpeado en el trasero, pero
igual que una paliza, una bofetada era confusa. No tenía la intención de herir, sino
de expresar una emoción en forma física, de una manera que la mayoría de los
hombres lo leería alto y claro. Aunque no estaba segura de si él tenía ese radar, pero
le importaba un comino.
—Lo entiendo. Viviste en ese terrible mundo en el que no podías contar con
nadie. Pero no puedes hacer lo que acabamos de hacer, y después sentarte allí con
Pero Alexis no se había desconectado. Sabía que lo que él sentía por ella y
sus marcas habían tensado esas cuerdas aún más, atándola en cuerpo y mente. La
mitad del tiempo ella abrazaba sus pensamientos y emociones, disfrutando de sus
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El Club de las Excomulgadas
placeres oscuros, y otras veces se asustaba. La ira se había evaporado en algún
punto intermedio, pero la prefería al miedo.
Ah, Diosa. Esto era imposible. Necesitaba una manera de desahogarse. Por
desgracia, no podía hacer lo que hacía Clara, ir a casa de Lex con helado y Kleenex
para pasar una noche auto lamentándose por la traición de un novio, calificándolo
Mira, traje a este tipo de vuelta de ese horrible infierno de planeta y tiene bagaje
suficiente para llenar un 747, pero el sexo es tan caliente que estoy teniendo dificultades para
echarle a patadas a la calle. Y aun si pudiera, no podría, porque se supone que debo
asegurarme de que no cause estragos en el mundo...
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El Club de las Excomulgadas
Ella levantó la cara hacia él entonces. Maldita sea, Alexis, sé mejor que esto. Más
fuerte. Luchando contra el grosor de sus propios sentimientos, se centró en él.
Confusión de nuevo. Y un pesar que podría ser arrepentimiento, si él supiera
nombrarlo.
—Cuando alguien hace algo aquí que hiere tus sentimientos, dicen que lo
sienten. —Se limpió la mejilla, frustrada por las estúpidas lágrimas—. Y significa
realmente eso. No lo dices simplemente para que todo sea menos difícil.
Ella se atragantó con una risa y un sollozo juntos. Sus pulmones dolieron.
Inclinó la cabeza, presionando la frente contra su pecho, y respiró hondo.
No, eso no era cierto. Dante tenía una necesidad indefinible de calmarla, de
hacerla feliz. Realmente no quería llorar o estar enojada con él. Pensando en su
mundo, podría ser su primera vez también, porque la única razón para evitar la ira
en su mundo era evitar represalias físicas. Sabía que no corría ese peligro con ella.
—Fui cruel.
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El Club de las Excomulgadas
Cuando ella asintió, un músculo se movió en su mandíbula.
Alexis se centró en los sonidos de los pájaros, el susurro del viento, la luz, un
lejano murmullo del tráfico. Él negó.
—En ese mundo… —Ese músculo saltó de nuevo, y ella sintió una lucha
dentro de él, algo con lo que no necesariamente se sentía cómodo diciendo—. Era
como Mina dijo. Fue diferente, por un tiempo muy largo. Siempre tenía... miedo.
De ser lastimado, de lo que fueran capaces de hacerme cuando me llamaban, que
era a menudo. Pero debido a la Batalla de la Montaña, muchos de ellos se fueron.
Así que me hice más fuerte, más decidido, más inteligente. Finalmente, los lastimé.
Hice que me tuvieran miedo.
Tenía las manos dobladas en sus brazos, y cuando ella se estremeció, él dio
un paso atrás.
Dante levantó la mano como si fuera a tocarla, pero luego, como si también
recordara su exabrupto, la dejó caer. Alexis no sólo sintió su lucha mental, sino que
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El Club de las Excomulgadas
la vio, en la flexión de su mandíbula, en el tiempo que el silencio se quedó entre
ellos antes de que él volviera a hablar. Su voz fue áspera.
—No tengo ninguna experiencia en pedir nada. Pero tengo que pedirte... que
tengas fe en mí, como dices, hasta que sepa lo que soy yo mismo. Y —añadió,
bajando la voz—: Podría estar equivocado. Creo que es posible que tu destino tenga
importancia para mí. Mucha.
Alexis había visto su parte de relaciones entre hombres y mujeres. Con sus
conocimientos únicos, sabía que los hombres y las mujeres tenían dificultades para
ser totalmente sinceros el uno con el otro, y a veces mentían para mantener la paz
entre ellos, para alejar los problemas o preocupaciones cuando se frotaban entre sí
¿Qué pasaba con ella? Él estaba luchando con sentimientos que nunca había
manejado, y allí estaba casi tan absorta en sí misma como él esperaba.
Necesitaba…
Era tan difícil seguirle el ritmo. Era una lucha poner su mente alrededor de
las corrientes alternas de emociones, de una poca de rabia, de algo mucho más
profundo, persuadiéndola en la oscuridad de su alma, donde a veces se sentía tan
perdida como él podría estar. Dante era el blanco, sin embargo. Para hacer esto
bien, ella no podía estar emocionalmente distante, así que tenía que aceptar y
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El Club de las Excomulgadas
hacerle frente a su propio oleaje turbulento. El abrazo había sido nuevo para él,
pero Lex se había dado cuenta de que lo había deseado.
—Me gusta la forma en que tu cuerpo se relaja en el mío —le confirmó él—.
Es diferente de lo que hicimos antes.
—Me interesan más los que se hacen entre personas como nosotros.
—Sí y no —dijo ella, logrando una sonrisa forzada. Mantén la fantasía lejos de
la realidad, Lex—. En nuestro caso, eso fue conseguir que te acostumbraras a las
cosas aquí, así que fue funcional en primer lugar, en lugar de romántico. —A
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El Club de las Excomulgadas
medida que su mirada se desviaba más bajo, Alexis se aclaró la garganta—. Creo
que mejor me arreglo si vamos a ir a otros lugares hoy.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinte
Dante y Alexis se volvieron para ver a Mina apoyada en el coche. La bruja
de pelo negro estaba en forma humana, por supuesto, vestida con una falda de
terciopelo y una camiseta impresa con dos conejos de orejas caídas durmiendo en
medio de un grupo de violetas púrpuras. Su cabello era largo y estaba trenzado a su
espalda. Parecía una estudiante universitaria con un sentido de moda bohemio,
siempre y cuando uno no mirara a sus ojos bicolores, o las capas insondables de
poder que residía en ellos.
—El vampiro al que vamos a ver es una de las más potentes de su clase—
dijo Mina, tomando la dirección de sus pensamientos—. Es importante que al
menos uno de nosotros parezca digno de la audiencia.
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El Club de las Excomulgadas
El humor calmó las preocupaciones de Alexis, pero pudo ver la tensión en
Dante y deslizó su mano en la suya.
—Iré contigo.
—Como mi ahijada, el derecho es más mío que tuyo. —La mirada de Mina
brilló—. No me presiones, vampiro.
—Estarán con nosotros, ¿no? Por favor, déjame ir con él, Mina. Se trata de
Pyel, ¿no? No quiere que vaya.
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El Club de las Excomulgadas
—No permitiré que ningún mal llegue a ella —declaró Dante.
—Tú no sabes nada de lo que estás a punto de encarar, tampoco tienes idea
si podrás protegerla o no.
—Él lo hará —dijo Alexis con firmeza—. Con ustedes tres, no podría estar
más segura.
Descubrirás más acerca de los de tu clase, Dante. Eso es algo bueno. Y tengo fe en ti.
Trata de tener fe en ti mismo.
Mina se acomodó en torno a ella y les ordenó a todos agarrar sus brazos,
Las manos de Dante y Alexis en su derecha, David estaba en su izquierda. Alexis
notó que su pulgar acariciaba el codo de su compañero, y luego Mina lanzó un
encantamiento corto e hizo girar el mundo.
Sabía que la bruja era poderosa, pero su dominio de la magia siempre era
impresionante por su facilidad para hacerla. Aunque fue la breve sensación de
viajar por un túnel, apenas un parpadeo de tiempo, antes de que todo hubiera
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El Club de las Excomulgadas
terminado. Alexis se tambaleó, desorientada, mientras se materializaban afuera de
una puerta de hierro forjado.
—Ella es de sangre real —continuó Mina— la última reina del clan de los
vampiros del Lejano Oriente, y de más de mil años de edad. Yo tendría cuidado
En respuesta, Dante se detuvo y giró sobre sus talones, con lo que Alexis
quedó detrás en el mismo movimiento. Se había quitado las gafas de sol para
transportarse, y ahora sus ojos brillaban como ascuas en las sombras del
crepúsculo, la luz brillaba en sus colmillos.
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El Club de las Excomulgadas
—Pidieron reunirse con mi señora en calidad de invitados, pero su
comportamiento sugiere algo diferente —dijo él, con un leve acento irlandés en su
voz.
Aunque había una variedad de poderes ante él, mantuvo la mirada con
precisión clavada en Dante como la amenaza más impredecible.
—Es nuevo en tus costumbres —Alexis habló. Pero cuando se movió para
estar al lado de Dante, él la bloqueó.
—Lo que significa que, al igual que los perros, no se le permitirá entrar a mi
casa hasta que aprenda buenos modales. —Las sombras se movieron, y una mujer
se materializó.
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El Club de las Excomulgadas
suficientemente cerca para que siempre hubiera esperado que estuvieran en
oposición de líneas de batalla. Mientras que la reina de los vampiros no estaba a la
par con ninguno de los dos, había un embriagador perfume exótico en las fuerzas
que se arremolinaban a su alrededor, que hizo reflexionar a Alexis. La huella
energética de Jacob se movió inesperadamente con ellos, como si compartieran la
misma fuente de alimentación. Además, no querría la ira de ninguno de ellos.
Juntos, ella sospechaba, podrían tener un impacto similar a un huracán de categoría
cinco.
Aparte de los poderes de destrucción que podría albergar, Lyssa tenía otra
potente arma. El pelo largo negro y los ojos de jade con un toque de ascendencia
asiática felicitaban un marco pequeño y elegante que emitía una onda inmensa de
Su tono se mantuvo tan regio y distante como si hubiera dado una orden,
pero David negó y dio un paso adelante varios metros. Estiró la blanca, por lo que
se curvó hacia delante por encima de su hombro desnudo. Alexis notó que la
posición le permitía enfrentar a Jacob y a Lyssa. Su mano izquierda se mantuvo en
la empuñadura de una de sus dagas. Jacob tomó nota también, porque dio un paso
adelante, más cerca de su señora.
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El Club de las Excomulgadas
—Yo diría lo mismo.
David asintió, los dos hombres al parecer estaban de acuerdo. Lex miró a
Dante. Él irradiaba la mayor tensión del grupo. No era difícil entender por qué.
Estaban rodeados por energías muy potentes. Dante podría estar en un decibel más
bajo, pero poseía un tempo mucho más errático, lo que sospechaba era la razón por
la que Jacob había permanecido sobre él, incluso con un ojo vigilante sobre David.
Lyssa puso la mano en el ala, pasando el dedo a través de sus plumas. Una
mirada de asombro apareció en su rostro mientras miraba hacia Jacob.
—Prueba.
La voz de Mina era tan distante como la de la Reina de los Vampiros, pero
había una resonancia de poder en eso que estremeció el suelo, enviando una fría
brisa ondeando a través de los árboles por encima de ellos. Eso desvió la atención
de Jacob, de Dante a Mina, al instante.
Alexis estaba tan acostumbrada al miedo general ante Mina, que era una
sorpresa ver que Jacob había asumido que David y Dante eran los que contaban,
suponiendo que la fuerza más poderosa para la destrucción estaba en ese encuentro.
La mirada de Lyssa se había cerrado con la de la bruja. Después de un momento de
prueba, largo, ella inclinó la cabeza con una sonrisa salvaje y retiró la mano. Alexis
admiraba su porte sereno.
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El Club de las Excomulgadas
—Eres muy afortunada. Las cosas no siempre son lo que parecen. —La
Reina de los Vampiros le dio a David una segunda mirada, más evaluadora—. Pero
a veces, quién lleva las riendas no siempre es quien tiene más poder, ¿verdad?
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El Club de las Excomulgadas
para osos. Ella se quedó sin aliento, y si hubiera sostenido el papel en la mano lo
hubiera dejado caer.
—La quiero fuera de aquí —le susurró Dante a Mina. La bruja avanzó otro
paso, para que ella y David quedaran más cerca de Dante, lo suficientemente cerca
para actuar en contra de él, Alexis se dio cuenta. Sentían la violencia inminente de
él como ella.
—Tú insististe en que ella viniera. Ella también. Ahora déjala ir, antes de
que tome tu brazo por el codo. —La voz de la bruja era helada.
Dante, están tratando de protegerme. Es por eso que están actuando de esa forma.
Ellos te ven como una amenaza, por cómo me sujetas. Créeme. Por favor, suelta mi brazo.
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El Club de las Excomulgadas
Una larga pausa, y entonces oyó su respuesta a regañadientes.
Podría haber perdido los enteramente nervios entonces, pero su atención fue
captada por las emociones de Jacob, aliento y sorprendente irónica conmiseración.
Cuando ella se encontró con su mirada azul directa, fue como si hubiera dicho en
voz alta: Vampiros. ¿Qué puedes hacer con ellos? El gesto de sus labios le hacía parecer
******
—Tenía casi 200 años cuando desapareció. No era muy vieja para nuestra
especie, abrazando sus años adultos, de verdad.
Jacob los había llevado a una biblioteca, que tenía un círculo de cómodas
sillas y una impresionante compilación de cientos de libros que cubrían las paredes.
Sobre el escritorio, Alexis estuvo confundida al ver una pequeña pila de cómics de
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El Club de las Excomulgadas
superhéroes. Descansaban en forma sesgada en la parte superior de un ejemplar de
El Conejo de Terciopelo. En la mesa había un oso de goma, un juguete que un niño
podría utilizar para la dentición.
Los varones eran animales extraños, ella lo sabía, y parecía así cuando una
chica trataba a uno más cercano a sus raíces primigenias que los demás, entonces él
se volvía un desconocido. El ambiente no estaba tan cargado en la biblioteca, como
había estado afuera en el patio, pero aún había una desconfianza entre los varones
que mantenía a todos en alerta. Estaban demasiado lejos del anterior ambiente de la
sala de arte durante el día, y de repente, tuvo suficiente de eso.
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El Club de las Excomulgadas
Dante—. Los siervos humanos no igualan sus miradas con los vampiros a menos
que sean invitados a hacerlo.
—Er... ¿Mi pregunta fue inapropiada? —Maldita sea, a menos que todos
pudieran enderezarse lo suficiente como para mantener una conversación real, esto
no estaba saliendo bien.
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El Club de las Excomulgadas
Su sonrisa aflojó el nudo en su estómago. Pero antes de que Lex pudiera
jalar una respiración fácil, Lyssa volvió su atención a Dante. Los músculos de su
pantorrilla se tensaron debajo de los dedos de Alexis.
Alexis miró a Dante. Él miraba fijamente a la reina, pero podría haber sido
una estatua. La tensión en él había cambiado, convirtiéndose en algo que no podía
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El Club de las Excomulgadas
definir, lo que significaba que ahora sabía que estaba sintiendo algo que
probablemente no entendía por sí mismo. Ella apretó su agarre en su pantorrilla.
—Mina me dijo cosas que no sabía, y es probable que no quería saber. Sobre
los ángeles y los Oscuros, y de las divisiones en nuestro mundo. A diferencia de los
humanos, por supuesto, no olvidamos la Batalla de la Montaña, pero aún así
sabíamos muy poco de lo que sucedió en realidad. Aunque te diré que es útil tener
una mayor comprensión de esas cuestiones, el conocimiento puede traerme más
pesadillas que comodidad. No sé cómo tu madre fue tomada por los Oscuros,
aunque su depresión probablemente le bajó la guardia, haciéndola más vulnerable a
los depredadores.
Lex imaginó a una mujer elegante que se había obsesionado con Greta
Garbo y Lana Turner, Hedy Lamarr. Si no hubiera sido tomada por los Oscuros,
podría haber diseñado sus vestidos, ser diseñadora de moda de renombre en
Hollywood y encajar en sus excentricidades perfectamente por trabajar sólo durante
las horas nocturnas.
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El Club de las Excomulgadas
sin ningún sentido de lo que es ser un vampiro podría convertirse en una
responsabilidad para todos nosotros.
—Me dijeron que los humanos prefieren ignorar nuestra existencia —dijo—
. Pero no necesariamente pertenezco a tu mundo, como tampoco soy del mundo
Oscuro. Elegiré a donde pertenezco.
—Podría obligarte a aceptar mi poder sobre ti. ¿Es violencia lo que necesitas
para aprender, para escuchar?
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El Club de las Excomulgadas
Aprendí sobre el poder por estar impotente. Aprendí a luchar por ser golpeado. Alexis
palideció mientras sus palabras volvían a ella, de su capacidad de aprender a través
de la respuesta condicionada y de la reacción. Y estaba dispuesto a probarlo ahora
mismo. Sus emociones eran claras en eso. Ella sintió el calor encontrándose dentro
de él, listo para atacar.
—No —dijo ella. Antes de que pudiera preverlo, se había levantado sobre
sus piernas y envuelto sus brazos alrededor de sus hombros, presionando su cara
contra su garganta, su cuerpo en el de él acunándola en su regazo. Su única opción
era abrazarla o tirar de ella a un lado mientras sin miramientos él la trataba como
un saco de patatas.
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El Club de las Excomulgadas
—Hablaré con Dante a solas. Jacob les mostrará mis rosas y les permitirá
conocer a Kane.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiuno
A pesar que ella era una reina, no era tan fácil conseguir que todos
cumplieran dicha orden. Dante no quería que Alexis se apartara de su vista. Jacob
no parecía demasiado entusiasmado en dejar a Lyssa sola con un vampiro
Engendro Oscuro desconocido. Pero al final, prevaleció su voluntad, como la de
Mina, que apoyo la petición de la reina.
Alexis encontró las rosas aún más hermosas que las del frente. Kane era
asimismo un niño precioso, tal vez de dos años. Se parecía a su padre, con los ojos
vibrantes y el pelo negro sedoso de su madre, así como colmillos coquetones.
—Lo sé.
—Por supuesto que sí. —La bruja le lanzó una mirada mordaz—. Estás en
su mente. Sabes de lo que es capaz. No te preocupa lo que Lyssa le hará. Te
preocupa lo que él hará si ella dice algo equivocado, si hace un movimiento
incorrecto. Quieres creer en él, pero sabes que creer no siempre es suficiente.
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El Club de las Excomulgadas
Alexis se tragó una réplica. Estaba mucho más preparada para tranquilizar a
sus padres que para esquivar las observaciones excesivamente precisas de la Oscura
Bruja de Mar. Estaba cansada, hambrienta y sus nervios estaban deshilachados,
pero podía mantenerse entera. Lo haría.
—Sé más que cualquiera que haya tratado de conocerlo —cortó Lex—.
Excepto tal vez tú. No tuviste que intentarlo. Lo sabías. Renunciaste a él, le
abandonaste allí. La persona que lo entendía mejor que nadie.
Alexis luchó por contener sus emociones, consciente del escrutinio de sus
anfitriones. Cuando asintió hacia David, fingiendo tranquilidad, él le dio una
mirada plana, pero le dijo algo a Jacob. Ellos volvieron a entretener al bebé.
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El Club de las Excomulgadas
—Los oí hablando, cuando estuve bajo el cuidado de Raphael —dijo Alexis
en voz baja—. Dijiste que Dante había cambiado. Que había sido como un
carroñero, pero que ahora era diferente.
—Fue cerca de las grietas. Le quitaste el único escape que tenía. La vida se
volvió aún más insoportable.
—No sabes lo que es crecer sin amor, a excepción de una madre que vive su
vida en el tormento hasta que no puede soportarlo más. No sabes lo que es ser
torturado por los que se divierten con tu dolor, que te insultan como a una cosa, no
como a un ser vivo. No sólo un día o dos, sido desde el segundo en que eres
consciente de tu propia existencia. Saber que de repente es diferente... toma un
tiempo, mucho tiempo creer que se es diferente. Es más seguro creer que no lo eres.
—Sus labios se curvaron, mostrándole a Alexis un atisbo de sus colmillos, una
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El Club de las Excomulgadas
señal de su propio ser Oscuro—. Tu trabajo es darle valor a Dante a través de tu
comprensión, coraje para tomar sus propias decisiones y afrontar las consecuencias.
No abrigarlo con sentimientos suaves y fantasías ilusorias. Porque si el mal se ha
apoderado de su alma demasiado profundamente, lo llevará al final.
—Tú has conocido la soledad, Lex. El rechazo, algún temor acerca de quién
eres y lo que llegarás a ser, pero nunca en tu vida has experimentado el aislamiento,
a excepción de tu breve estancia en el mundo Oscuro. Incluso entonces, realizaste
una conexión con la mente de Dante. Todo lo malo que has experimentado ha
ocurrido en un contexto de amor, de amigos, de una familia que sacrificaría
cualquier cosa por ti. Creciste jugando en las aguas cristalinas del océano, cerca de
la superficie en la que nunca se pierde el calor del sol, excepto por elección. Volaste
por los cielos, segura al cuidado de tu padre, adoptada prácticamente por toda su
legión.
—Eso no hace mi don inútil —logró decir Alexis, mirando a través de una
bruma de calor a la bruja—. Casi nunca lo he utilizado así. —Diablos, enfrentar un
reto como Dante, se estaba dando cuenta de que apenas lo había usado en absoluto.
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El Club de las Excomulgadas
Así tan de repente, la mirada hipnótica de Mina la soltó. Alexis se habría
caído, pero David estaba detrás de ella, con sus manos sobre sus hombros. Mina
levantó la cabeza del banco.
—Shoo —dijo ella con voz práctica y movió una pierna, un intento fallido
de apartarlo—. Pequeña sanguijuela.
—Mi señora lo llama el parásito, y ese es uno de los nombres más amables.
También haría cualquier cosa en el mundo por mantenerlo feliz. No está en el oído,
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El Club de las Excomulgadas
sino en el corazón. —Jacob sonrió, asintió respetuosamente hacia Mina y arrancó a
su hijo de su falda, acomodando a Kane en el hueco de su brazo—. Vayamos a
buscarle a la chica bonita un poco de comida, ¿hmm, Kane? Será la mejor manera
de ganarnos su cariño.
Alexis intentó una sonrisa débil, cortés, pero cuando él se alejó ella puso su
cabeza entre las manos. Diosa, todo esto sería más fácil si se sintiera mejor. No
estaba segura de si iba a vomitar el sándwich o a devorarlo como si no hubiera
comido en meses. Sabía que Dante tenía razón, que no se estaba dando suficiente
tiempo para recuperarse, pero ¿qué otra opción tenía? ¿Tomarse unas vacaciones en
Tahití y dejar que se valiera por sí mismo?
—Entonces, ¿qué está haciendo Lyssa con él? —dijo ella en tono monótono,
preguntándose si podría soportar otra observación maliciosa de Mina.
La bruja se sentó junto a ella, estirando las piernas, cruzando sus tobillos
entre los pies de David. Ella sacudió sus dedos de los pies, rozando su pierna
mientras él le lanzaba una estrecha mirada.
—Me parece que ella solamente quería hacerse una idea sobre él, sin todos
nosotros respaldándole. O bien, si de verdad tiene que estamparlo contra el suelo
para conseguir que él atienda, pensaría que era mejor hacerlo sin público
presenciando su humillación. Especialmente tú —Mina puso una mano en su brazo
cuando Alexis empezó a levantarse—. Alexis, ¿me estás escuchando? Es tan malo
para ti asumir que es un incomprendido cachorro, como lo es para los demás
asumir que es un monstruo indigno de confianza. La verdad se encuentra en algún
lugar intermedio.
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El Club de las Excomulgadas
Alexis hizo una mueca cuando Mina alteró su agarre para presionar el área
en que Dante la había agarrado de forma tan brutal.
—No te olvides de esto. No tienes que preocuparte por Lyssa. Ella puede
sostener su posición ante él, a pesar de que no se ha configurado el sistema de
seguridad para los vampiros. Los humanos y una sirángel eran mi mayor
preocupación. Además, no esperaba encontrar muchos vampiros. No quiero dejarlo
a merced de las especies entre las que hay más probabilidades de que haga su casa.
Los vampiros sólo respetan la agresión. —Su ceja se levantó—. Ahora, ¿te gustaría
saber más acerca de los vampiros, o quieres seguir actuando como un bebé irritable?
—Los vampiros son de clanes, como la señora Lyssa implicó —dijo la Bruja
de Mar al fin—. Consideran a los humanos inferiores, y miran a la mayoría de las
otras especies con recelo. Su respeto por el poder y la jerarquía es innato a ellos, lo
que puede explicar cómo Dante logró lo que hizo en el mundo Oscuro. Los
vampiros son también muy dominantes en sus relaciones con los demás.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, lo es. Pero el tipo de dominio del que estoy hablando es algo más
parecido a lo que muestra hacia tu madre. Puesto que eres una adulta, sé que eres
muy consciente de ello.
Había sido así aún en el Mundo Oscuro. Era tan primitivo y visceral tener
una compulsión de magia, pero había algo elemental en su respuesta a las sensuales
órdenes de Dante.
—No hay vergüenza en ello —dijo Mina en voz baja mientras las mejillas de
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El Club de las Excomulgadas
una mirada impaciente—. ¿Por qué crees que tu padre no quería que vinieras con
nosotros? Conoce a los vampiros, Alexis. La señora Lyssa es más complicada que
la mayoría. Es prácticamente responsable de la creación de un Consejo General que
mantiene el pequeño número de vampiros en este planeta observando las reglas
básicas de cortesía, como matar a no más de doce humanos al año en búsqueda de
sangre. Pero dentro de sus filas, los vampiros asesinados por su propia cuenta, o los
sirvientes humanos sacrificados por sus intereses, no están limitados.
—Llevas las marcas. ¿Has tenido problemas para leerlo tan fácilmente como
a los demás?
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El Club de las Excomulgadas
entender su mundo, y es probable que sólo pueda entenderlo viviendo como parte
de él. Si lo hace, es probable que deseará hacerlo contigo a su lado.
—¿Mi padre...? —Alexis cerró los ojos—. Por supuesto que lo sabe. Es por
lo qué se está volviendo loco.
—Oh, hay variedad de cosas que tienen erizadas sus plumas, te lo aseguro
—Mina observó secamente—. Pero esa es una de sus grandes preocupaciones. Los
vampiros no son malos en sí, pero si no sabes la forma correcta de tratar con ellos,
te tendrán literalmente para el almuerzo. Tenemos suerte de que la señora Lyssa
haya vivido tanto tiempo. Lo suficiente como para ver las consecuencias de la
excesiva violencia. Y que su sirviente y amigo, Jacob, haya cabalgado entre el
Si Lex hubiera estado sentada junto a su madre, ella sabía que Anna le
habría acariciado el pelo, explicándole todo esto en términos suaves e inexorables.
Sin embargo, Mina le estaba dando una forma diferente de eso mismo. Apoyo,
orientación y verdad, sin importar lo difícil que pudiera ser escucharla.
Sabiendo todo lo que sabía hasta el momento, ella no pudo negar la lógica
de Mina de dejar a Dante en el Mundo Oscuro, pero lo odiaba. Hubiera sido una
decisión difícil para cualquier persona, pero eso no lo hacía una decisión correcta,
¿no? Bajo la mirada penetrante de su madrina, Alexis se obligó a pensar en lo que
habría sucedido si Mina lo hubiera liberado, y alguien como Lex no se hubiera
unido a él, traduciendo sus necesidades de manera que le ayudara a hacerle frente a
la transición a un mundo tan diferente al planeta desolado de los Oscuros.
304
El Club de las Excomulgadas
¿La decisión de la Bruja de Mar de dejarlo encerrado en su infierno personal
durante veinte años más, ya fuera intencional o no, habría sido un acto de
misericordia?
*****
—Esa podría ser la verdad, por ahora. No está en nuestra naturaleza ser
—Hay una línea muy fina entre la cautela inteligente y desperdiciar los
recursos que se te ofrecen.
—Hmm. —Él consideró los libros de la pared, el diseño de los vitrales de las
ventanas, las luces detrás de ellos, que hacía que el cristal brillara. Entonces se puso
en movimiento. Se acercó a la mesa a máxima velocidad, sólo para descubrir que
su objetivo ya no estaba allí. Golpeó la silla, pero se arqueó ágilmente sobre él,
girando de frente por lo que golpeó la mesa y formó un baluarte contra un ataque
posterior.
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El Club de las Excomulgadas
Con un gruñido, saltó. Nunca la alcanzó. En su lugar una poderosa energía
se lanzó de su cuerpo y se estrelló contra él, encontrándolo a medio camino sobre el
escritorio. Él fue catapultado hacia atrás, golpeando la pared de manera que la
madera gimió ante el impacto. Él quedó de pie, pero tuvo que sacudir su cabeza
para despejar la conmoción cerebral. Cuando ella se levantó, el viento de la magia
que había usado todavía estaba ondulando su pelo negro sobre sus hombros.
Un rayo nubló su mente, y saltó. Como ella había dicho, la alcanzó, pero
cuando esperaba que cayera hacia atrás, ella se movió con él, con un giro como un
Estar indefenso era algo que había jurado que nunca volvería a estar, y sin
embargo, desde ese primer mordisco, era obvio que había algo muy diferente en
esto. No era como los Oscuros que le habían dominado y maltratado sólo por el
vengativo placer de hacerlo. En primer lugar, igual que él, ella no era vampiro. De
hecho, no estaba seguro de si ella era vampiro en absoluto, aunque había un
prolongado sentido de la especie sobre ella. Ella tenía colmillos que había utilizado
en él, pero su olor era diferente. A pesar de que lo había derribado, su mano libre se
deslizó hasta la parte de atrás de su cabeza, acariciando su cabello, una caricia
sensual, casi tranquilizadora, así como de reproche. Él pensó en usar la mano en su
cintura para tratar de empujarla lejos, sin romper el control en su garganta, pero
algo sobre el poder de esa mordedura, la forma en que calmaba las cosas dentro de
él, lo dejó indeciso. La rabia que tenía seguía allí, pero de alguna manera ella había
arrojado una cuerda de seda alrededor de ella, manteniéndolo temblando, como si
estuviera esperando sus órdenes para desencadenarla.
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El Club de las Excomulgadas
Ella tomó varios tragos y luego le lamió la garganta con delicadeza,
eliminando el exceso de sangre y restaurando el flujo. Luego levantó la cabeza,
siguió acariciando su cabello, pero inclinó la barbilla para mirarlo a los ojos.
—¿Por qué hiciste eso? —dijo él con amargura—. ¿Para demostrar tu poder
sobre mí?
—Ya sé eso.
—Mmm. Sospecho que sí. Para nuestra clase, eres muy joven, Dante. Ten
eso en cuenta.
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El Club de las Excomulgadas
—Las intenciones no son siempre lo mismo que la realidad —respondió
ella—. He vivido lo suficiente como para no dejar nada a la suerte o a la preciosa
oportunidad. A menudo se requiere ver tus opciones. Pero sabes eso también, ¿no?
Cuando Dante eligió el silencio, ella dio un paso hacia él. Él se mantuvo
firme. Su sed de sangre le decía que lo intentara de nuevo, que buscara una
debilidad, algún modo de socavarla. Su mente trataba de mantenerlo controlado,
pero en lo más profundo, cosas más oscuras luchaban. Ella no se sometería, aunque
le rompiera en pedazos para probarlo. Dobló la mano en forma de puño, sus
colmillos se empujaron contra sus labios, tratando de alargarse adicionalmente.
—La pareja es tal vez menos importante para el destino que el resultado que
viene de él. —Su mirada vagó detrás de él, y se dio cuenta que veía la luz roja y
dorada de la vidriera alta—. Eres único, Dante. Percibo muchos poderes latentes en
ti, así como manifestados. Si averiguas quién y qué eres y haces las paces con eso,
puedes llegar a ser mucho más de lo que esperabas. O… —frunció los labios otra
vez— simplemente serás un accidente y tu propio salvajismo te consumirá tanto,
que la naturaleza podrá arreglar su error.
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El Club de las Excomulgadas
—Deja de lado tu ira y haz las preguntas que tengas. No me irrites con tu
silencio estoico y masculino.
Dante lo consideró.
—No. Debido a que era humana, convertida por un vampiro, ella no tenía
poderes excepcionales, sin embargo tenía sangre de los nativos americanos y
confiaba en que hubiera algunos chamanes en su linaje. —Ella prestó atención a sus
pómulos esculpidos, el conjunto de su boca y el pelo largo y oscuro sobre sus
hombros—. Antes de que la convirtieran, tuvo que ocultar ese hecho, ya que en ese
momento el derecho a sus propiedades o a decidir su propio destino habría sido
Hizo un gesto hacia la silla frente a ella. Cuando él no se movió, levantó una
ceja.
Él vio el movimiento de sus labios y ahora entendió que era casi una sonrisa.
Estaba empezando a entender que había de muchos tipos. Aunque no era la fresca
sonrisa abierta de Alexis, no era maliciosa por naturaleza. Él cruzó la habitación y
se sentó. Ella estaba a sólo unos treinta centímetros más o menos frente a él ahora,
y reprimió el deseo de hacer retroceder su silla varios metros.
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El Club de las Excomulgadas
—No entendía sobre el tiempo entonces —dijo él—. Pero era la mitad de
alto que soy ahora. Ella me transfirió sus recuerdos cuando murió.
Él levantó una mano antes de pensarlo, por lo que se detuvo a cámara lenta.
Algo en la cara de ella le dijo que no pasaría nada.
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El Club de las Excomulgadas
Poco a poco, consciente de su poder, cerró los dedos sobre la madeja de
pelo, recordándole a su madre. A menudo ellos se lo habían arrancado, pero al ser
vampiro, le volvía a crecer rápidamente, hasta llegar a la parte baja de su espalda en
cuestión de días. Mechones suaves y sedosos que revoloteaban sobre su cara
cuando él se los apartó a un lado.
—No —dijo él—. Ella está muerta. No hay nada más que deba saber. —
Nada más que pueda soportar saber.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintidós
Mina los devolvió a un área boscosa cerca de la casa de Alexis. Dante no
había dicho mucho cuando apareció con Lyssa. Mina y David se habían despedido
apropiadamente y dado las gracias, y Lyssa había reiterado la invitación, aunque
Alexis había sentido una orden subyacente, de que Dante debería considerar
quedarse en la propiedad de ella durante algún tiempo para ser educado en las
costumbres de los vampiros. Cuando añadió que su sirviente por supuesto sería
bienvenida, Alexis había detectado una emoción proveniente de Mina y David que
sugería que ellos no necesariamente darían la bienvenida a esa idea.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Qué sientes? —preguntó él.
Él la giró para que le diera la cara. Alexis echó la cabeza hacia atrás,
temiendo esa mirada impasible. En cambio se sorprendió por una que era… bueno,
tierna sería sobrepasarse. Preocupada parecía más exacta y sensible.
—Alexis…
¿Podría sonar más idiota? Tal vez es por eso que las chicas tenían sexo y sus
primeras relaciones más temprano. Manejaba bien tantas cosas, con total
confianza, y aun así el modo en que él la hacía sentir la volvía tan… adolescente.
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El Club de las Excomulgadas
—No estoy acostumbrada a estar confundida —dijo ella irritada—. Eres
inaccesible.
—Puedo leer emociones, lo que significa que puedo leerlas. Igual que un
libro, con palabras. Tú eres como un idioma extranjero. Siento ciertas cosas
viniendo de ti, pero no puedo entrar en tu cabeza, captar realmente el significado.
Eso no debería importar. Debería saber que estás reflejando lo que tú mismo estás
lidiando, pero… argh. —Lanzó las manos al aire—. Bien, lo siento. Es egoísta, pero
quiero saber lo que sientes por mí. Y no, no quiero que me lo digas. Quiero saberlo,
sentirlo. Y no puedo. Es atemorizante, porque les dije que estarías bien aquí, que
Él parpadeó.
—Supongo que podemos serlo. —Siguiendo la mirada baja de él, vio que
había enredado sus dedos en varios mechones de pelo descansando contra el pecho
de él. Lex los estaba retorciendo contra sus pectorales y el suave material de su
camisa. Sospechaba que reflejaba el estado enredado de su mente. Realmente
necesitaba comer y dormir. Se había comido el sándwich que Mina había pedido,
pero ya se había ido igual que aserrín con sus preocupaciones acerca de otras cosas.
Sólo se había comido la mitad.
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El Club de las Excomulgadas
del bosque—. Sólo he sentido rabia y odio durante tanto tiempo. Pero… me
complace, creo, que quieras que esté aquí. ¿Es eso lo que sientes?
Ella se dio cuenta de que no estaba preguntando por sus sentimientos, sino
por los de él. Su expresión era concentrada, como si estuviera manteniendo con
esfuerzo la emoción estable dentro de él. Alexis cerró la mano sobre la de él,
escuchando con el sentido que ella tenía. Lentamente, como si los sentimientos de
él fueran una nebulosa, oscilando lentamente, dispersándose a través de su mente,
un lado se volvió hacia la luz de su don, reflejando la dirección de sus
pensamientos.
Ella cerró los ojos. Con los ojos del color de las llamas tan intensas sobre su
cara, era más fácil mantener sus propias emociones desconectadas de ese modo.
Pero el humo se cernió y lo que sentía ahora era más ligero, un cosquilleo como de
plumas. Le recordó a su padre arrojándola entre las nubes cuando apenas era más
que una niña pequeña.
—Sé que me habías enviado una imagen, pero es la primera vez que me
envías una película. Wow. —Ella sonrió. Cuando los labios de él se movieron y
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El Club de las Excomulgadas
luego se quedaron quietos, inseguros, ella se puso de puntillas, llevando hacia
arriba los extremos—. Es una sonrisa —dijo suavemente—. No le temas.
Imagíname riendo. Recuerda a la madre y al niño pequeño en la sala de artesanías,
cuando te pidió un retrato.
—Will, y su madre. —Entonces otra emoción vino hacia ella, y esta no fue
de risa. Alexis se detuvo, las puntas de sus dedos descansaron sobre la boca de él.
Sus ojos estaban a sólo centímetros de los de ella mientras dejaba que la inundara—
. ¿Qué es esto? —preguntó él.
—Oh, Dante. —Apretando su mano con más fuerza, ella alejó todo excepto
el deseo de ayudarlo a entender sus propias emociones, tan extrañas para él como
un nuevo idioma de verdad—. Esto está funcionando maravillosamente, ¿pero por
qué no nos tomamos un descanso por un rato? Realmente estoy hambrienta y
cansada. Es duro andar corriendo todo el día con un tipo que no come. Bueno, no
como lo hacemos el resto.
—¿Tan cansada como estás, tal vez debiera correr de rodillas? Eso debiera
ser lo suficientemente lento.
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El Club de las Excomulgadas
—Está bien, eso fue definitivamente un poco impertinente. —Caminando
hacia él para desequilibrarlo, ella arrancó.
—Estás haciendo trampa —le informó—. Una carrera quiere decir quién
corre más rápido, no agarrar a la otra persona para detenerla.
El frío temor volvió. No por sus palabras o lo que Mina le había contado
acerca de los vampiros. Esto se parecía a lo que había sentido después de la cena.
Agudo y repentino, igual que un disparo en la espalda.
No tuvo que contárselo a Dante. Casi tan pronto como lo registró, él la puso
de pie y la empujó detrás para enfrentar la amenaza.
El hombre que los miraba estaba acuclillado sobre un árbol, tan cómodo
como un pájaro, a pesar del hecho de que era por lo menos del porte de Dante. Se
veía de casi cuarenta años, pero Alexis asumía que era engañoso, ya que era un
vampiro. Atractivo, con cabello rubio a la moda y fríos ojos verdes.
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El Club de las Excomulgadas
—Eres nuevo en este territorio. Soy Terence. —Sus ojos destellaron—. Igual
que tu sirviente, tengo hambre. Espero que la compartas conmigo.
Era como una escena de National Geographic, dos machos peleando por la
misma gacela indefensa. Las palabras de Jonah volvieron a ella. Todo lo que tienes
que hacer es llamar…
No importó. Tan pronto como los ojos del vampiro rubio dejaron a Dante
para seguirla, su vampiro saltó. Un gemido escapó de sus labios cuando Terence se
lanzó de la rama, hacia ella.
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El Club de las Excomulgadas
brazo, se rompían cuando ellos las golpeaban. La tierra se araba abriendo surcos
mientras hacían ruidos sordos y rodaban, salpicando hojas y polvo que la bañaron.
Ella aulló cuando fue golpeada con fuerza contra el árbol, quedando sin aliento y
mordiéndose la lengua. Cuando cayó al suelo, mareada, se dio cuenta de que
habían corrido hacia ella peleando. Estaban a casi medio metro de distancia en el
sendero, forcejeando. Terence tenía a Dante abajo, de espaldas hacia ella.
Agarrando una rama rota, ella se levantó sobre sus piernas tambaleantes y se
apresuró hacia adelante, dándole un golpe a la cabeza del vampiro rubio. El sólido
golpe fue alentador, pero Terence se giró hacia el impacto, golpeando el arma de su
mano. Ella tuvo una breve impresión de los ojos carmesí de Dante antes de que
todo se acelerara.
Hubo un bramido gutural, como una criatura encadenada a las entrañas del
Infierno, enfurecida por comer más almas. Un estallido de energía la atrapó en su
vorágine, la turbulenta nebulosa era una pura rabia asesina iluminada, tan devota
en su propósito que se encontró abrumada por su peso, fue empujada al suelo por
su intención. Humo asfixiante, energía eléctrica y un rugido agarraron su corazón
con terror. Era el Mundo de los Oscuros, otra vez, viniendo para reclamarla.
Dante. No se había dado cuenta de lo bien que había bloqueado las secuelas
de su temor hasta que los terribles vientos de ese lugar la volvieron a rodear,
intentando llevarla de vuelta. Sólo que esta vez Dante no estaría ahí, y ella estaría
sola, sometida a avariciosas garras y a los cuerpos fétidos de los Oscuros,
empujando dentro de ella, queriendo alimentarse de su dolor…
319
El Club de las Excomulgadas
—Alexis. Alexis. —La segunda orden fue afilada, resonando en su mente,
pero fue la preocupación detrás de ella lo que hizo girar su mente hacia afuera,
llamando al coraje para enfocarse en sus alrededores.
Ella asintió, manteniendo los brazos doblados contra sí. A pesar del calor
abrumador anterior, ahora tenía escalofríos desde un lugar tan profundo en su
interior que no habría suficiente chocolate caliente, batas cálidas o esponjosas
pantuflas en el mundo para calentarla.
Debió haberse desmayado, porque lo siguiente que supo fue que estaba
acostada en su cama. Bajando la mirada, vio que su camiseta parecía que se
hubiera quemado en la secadora. Una sección del dobladillo de su falda estaba
ennegrecida, crujiendo ante su toque, aunque el resto estaba intacto.
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El Club de las Excomulgadas
Una parte de ella lo deseaba, el terrible temor a ser succionada de vuelta al
Mundo de los Oscuros estaba demasiado cerca, pero otra parte le había advertido
contra ello.
—Si eso es lo que necesitas, deberías llamarlos —dijo él, y había furia en su
voz. No podría manejar rabia ahora mismo. No estaba segura de qué podría
manejar. Tenía tanto frío.
—No estoy enojado contigo. —Lo estaba, por supuesto, pero estaba
luchando por no estarlo.
—¿Qué fue todo eso? —dijo ella con voz rasposa, y se puso la mano en la
garganta.
—No lo sé, sólo… tengo tanto frío. —Sus dientes estaban castañeteando y
todavía tenía los brazos doblados alrededor de ella.
Farfullando una maldición, él sacó una manta del baúl que ella tenía al pie
de la cama y la envolvió, y luego con el edredón alrededor de eso, de modo que
quedó arrebujada en ambos. Luego entró al baño y puso agua en la bañera,
haciéndola correr tan caliente que podía ver el vapor elevándose, saliendo hacia
donde ella estaba. Pero seguía temblando. No había ninguna cantidad de tela que
fuera lo suficientemente cálida.
321
El Club de las Excomulgadas
bañera, pero entonces él se deslizo dentro de la cama, atrayéndola encima contra su
pecho antes de volver a envolverla, arrojando los extremos sueltos sobre su propio
cuerpo mientras plegaba los brazos alrededor de ella.
—No creo… haber superado, estar en el mundo de los Oscuros… tan bien
como pensé. Estaba tan… a-asustada de que fuéramos a v-volver allá. Que
estuviéramos de v-vuelta allá.
—Más primate que humana —farfulló ella—. ¿Sabías que los monos pueden
caer de árboles de treinta metros de altura y sus cráneos no se fracturarán? No
habitualmente.
—Eso explica por qué eres tan cabeza dura. Te dije que te quedaras al lado
del árbol.
322
El Club de las Excomulgadas
cuerpo—. Bueno, no lo sabía. No recibí el aviso —dejó escapar un pequeño
resoplido—. Apuesto a que no entiendes nada de lo que quiere decir eso.
—Tú estás bien. —Él le inclinó la barbilla para que ella pudiera encontrar
—Estoy bien. Nada que no arreglen un baño, una botella de vino y medio
litro de helado. En serio. —Intentó una sonrisa, pero en cambio sus ojos se llenaron
de lágrimas y volvió a temblar—. Lo siento. ¿Puedes simplemente seguir
abrazándome?
323
El Club de las Excomulgadas
Las manos de Lex subieron por su pecho, sus dedos susurraron a lo largo de
la banda plateada alrededor de su cuello. El modo en que él había aceptado que le
pusiera ese collar se había sentido como una declaración de que era de ella. Que le
daría su confianza. Con lo equivocada que sabía que era esa creencia, se aferró a
eso como un consuelo para ese momento.
El tiempo pasó, ya que la siguiente vez que abrió los ojos vio que era recién
pasada la medianoche. Él seguía abrazándola y acariciándola, murmurándole
trozos de frases. Asombrada, se dio cuenta de que estaba tratando de cantarle
trozos de una canción de cuna. ¿Algo revivido de sus recuerdos de su madre?
Echando hacia atrás la cabeza, miró su rostro. Dante se había soltado el pelo
Él la miró.
—Tal vez. Pero ahora mismo… Nunca he tenido algo que quisiera cuidar.
Quiero cuidarte, mantenerte a salvo. Tocar tu cara, saber que estás bien. —Cuando
frunció el ceño, examinando sus propios pensamientos, ella cerró su mano sobre la
de él, su garganta era gruesa por algo más que humo—. Me gusta ese ruido
zumbante —añadió.
—¿El refrigerador?
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El Club de las Excomulgadas
Él asintió.
—Es…
—¿Tranquilizante?
—Sí. Exactamente.
—La señora Lyssa le dijo a Mina que informaría al gobernante del territorio
—Aprendes rápido.
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El Club de las Excomulgadas
encontraron la clavícula de él y la acarició, aunque siguió sujetando su pelo,
reticente a soltarlo. Su otra mano le agarró la cintura.
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El Club de las Excomulgadas
Su madre había tratado de ofrecerle consuelo en un mundo que se burlaba
de ello. En comparación, este mundo estaba inundado de consuelo, pero para él eso
hacía sus peligros incluso más arriesgados, porque era más difícil verlos venir.
Odio e ira, dolor y oscuridad. Ellos tenían esas cosas aquí, pero con una
dispersión al azar, como un puñado de arena arrojada al viento. Mientras que
habían sido el viento en su mundo. Él había sido amamantado por ellos durante
más de sesenta años. No era un pensamiento nuevo, pero por primera vez, se
preguntaba si su alma seguiría atrapada ahí, al otro lado del portal. Alexis había
tirado de su cuerpo para que lo atravesara, pero no estaba dentro del todo. Aunque
ella parecía determinada a agarrarse a él, sin importar el precio.
Ella proyectaba paz, seguridad, calidez, cosas que nunca tuvo pero que de
algún modo entendía cuando las sentía viniendo de ella. Le había ayudado desde el
principio. No sólo con la pintura y la escultura, sino por cómo se enfrentaba a la
voluntad de su padre.
Hizo hincapié en eso. Obviamente su padre era más fuerte, más poderoso.
Pero él lo permitía. Respetaba su decisión. Este era un mundo lleno de
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El Club de las Excomulgadas
peculiaridades. Que un poderoso ángel permitiera que su hija tomara una decisión
que no creía que fuera sabia, en vez de forzarla a obedecer, sólo era una de ellas. El
poder era manejado de manera diferente aquí, como la variada dirección del viento,
en vez de un mazo que mantenía a los otros amartillados en sus lugares.
¿Pero qué pasaba con lo que él le hacía? ¿Quién lo castigaría a él por hacerle
daño a ella, por plantar el temor que todavía la hacía llorar en sueños? Perturbado
por sus pensamientos, los empujó lejos mientras los dedos de ella se tensaban sobre
su muslo, su rostro presionado en su cuello.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintitrés
Marcellus se ubicó en el techo de la casa de Alexis y plegó sus alas, mirando
a Jonah y a David mientras llegaban a su lado.
—La limpieza no fue tan difícil —informó—. Pensarán que fue un fuego
producido por un cigarrillo que ardió hasta el sendero. Diseminé las cenizas para
que las esquirlas de hueso no fueran captadas por el ojo de un guardabosques.
Definitivamente hay rastros de vampiro y Oscuro. Lo que sea que haya pasado,
Dante estuvo involucrado.
—Ella confirmó que Jacob le habló al gobernante del territorio muy poco
después de que nos fuéramos —explicó David—. Así que esto parece ser sólo una
cuestión de tiempo. El vampiro atacante no había sido informado que Dante no era
un solitario sin protección en el territorio. No debería haber más movimientos
agresivos hacia él, por lo menos no durante estos treinta días. Con un poco de
suerte será lo suficientemente inteligente para aceptar el ofrecimiento de guía de la
reina después de esto —añadió—. Si no, se esparcirá la noticia entre los vampiros
de aquí de que puede arreglárselas solo.
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El Club de las Excomulgadas
—No es su mundo, Jonah —respondió David—. Allí fue donde nació
cuando su madre fue secuestrada y violada.
—Una vez Marcellus dijo lo mismo acerca de Mina. —Una dureza penetró
en la voz de David—. Entonces no estuviste tan listo para estar de acuerdo con él.
—No, no tengo un hijo. Es por eso que veo esto desde una perspectiva
diferente. —David sacudió la cabeza—. Jonah, todos nosotros queríamos destruirlo
miembro por miembro cuando volvieron por ese portal. Pero no puedes negar
cómo lo mira ella. Lex ve algo que nadie más ve. Yo entiendo eso, bastante bien.
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El Club de las Excomulgadas
—Yo veré a mi propia hija —dijo Jonah—. Pero te agradezco, Marcellus,
por ofrecerte.
—Es tarde. —Ahora el tono de David fue neutral, aunque Marcellus notó
que la tensión no había dejado sus hombros—. ¿Ya que ella indicó que estaba bien,
mañana no sería lo suficientemente pronto?
—¿Dónde crees que estará durmiendo Dante, si es que duerme? ¿Y crees que
Lex estará usando un pijama de franela con pies?
—Sí, mi vida está llena de aburrimiento —resopló él—. Ya que lucho por…
—Una vieja que puede llevar a latigazos tu trasero, blanco como un lirio, a
medio camino por la galaxia.
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El Club de las Excomulgadas
—Este es el capitán que conozco. Señor.
—Lo admito, esperaba que opinaras más como Jonah en todo esto. Ya que
es la sangre Oscura la que ha evitado que sanes completamente.
Diosa, estaba siendo un idiota. La chica era una niña, y amiga de Lex.
Sintiendo la consideración de David, cambió su mente al tópico a mano. Era
tiempo de darle al joven ángel la respuesta que merecía. Marcellus reflexionó que
probablemente lo había retenido demasiado tiempo.
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El Club de las Excomulgadas
línea para que otros ángeles tengan ese honor. Lucharon contra la oscuridad a pesar
de la debilidad de sus cuerpos, y sabiendo las consecuencias de hacer eso. Pero
también sabían que tenían la recompensa de servir a la Diosa, y que su energía vital
se reuniría con la de ella.
—Tu bruja luchó contra la oscuridad dentro de ella durante años, sin más
justificación que su propia terquedad. Permaneció firme, incluso cuando la
injuriamos. Nadie le prometió ninguna recompensa por su valor y fortaleza. Nadie
la defendió. No hasta que lo hiciste tú. Cuando al fin hizo lo que hizo, cerrar el
mundo Oscuro, lo hizo creyendo que te perdería, la única cosa que había
—Marcellus.
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El Club de las Excomulgadas
—Una noche agradable para llevar a una chica a volar, ¿no creen?
—No estás realmente irritado. Estás enojado porque casi sonreíste cuando
me viste. Sé de estas cosas. Soy una clarividente. De ahí mi nombre Clara. —Ante
sus expresiones, ella se rió—. Ustedes chicos son demasiado fáciles. Mi mamá no
tenía idea, sólo le gustó el nombre. Aunque es un poco molesto.
—¿Disculpa?
Clara palideció.
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El Club de las Excomulgadas
confundido. Si tu esposa o novia es de temer, no le cuentes que fui yo la que te lo
dijo.
—No. Voló, pero más rápido de lo que tus ojos pudieran seguirlo.
—Supongo que tienes bastante práctica en eso. Pero serán noticias alegres
para él. —Pero en privado se preguntó si la reacción de Mina no sería muy
diferente.
Marcellus se enderezó.
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El Club de las Excomulgadas
—No lo harás. No somos animales de circo, para actuar para tu…
*****
—Es una cosa del huevo y la gallina —le había explicado a él—. Tiene que
haber una razón para querer hacerme daño, Pyel, y la mayoría de la gente quiere
estar cerca de mí para poder sentirse bien. Que me quisieran hacer daño sería
porque los hago sentir mal.
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El Club de las Excomulgadas
extraviados que ella había ubicado en hogares, aunque había dejado al gran gato
beige, diciendo que estaba destinado a estar aquí.
Su hija tenía puesta su camiseta gigante favorita, sus hombros eran visibles
sobre la cálida pila de mantas encima de ella. Estaba curvada de costado. Dante
estaba con ella, curvado detrás de su cuerpo, su brazo sobre el pecho de ella, la gran
mano bajo la parte superior de su brazo mientras ella se sujetaba del antebrazo de
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El Club de las Excomulgadas
él, dormida. Afortunadamente, parecía que él usaba jeans, y por supuesto el collar
de plata de Mina.
Amontonados por todo el frente de Alexis había una plétora de los animales
de peluche que normalmente estaban en el suelo. Peluches de ponis, perritos,
gatitos, osos y personajes de Pooh, estaban juntos en su abdomen, piernas y
alrededor de su cabeza. El otro brazo de Dante estaba debajo de eso y ella agarraba
su mano en ese lado, cerrando el círculo entre ellos.
—Lo sé —Jonah forzó las palabras a salir—. Ella me dijo que se metió en
medio.
—Sí. Y no. Ella estaba tratando de ayudar, y no se quedó donde le dije que
se quedara.
Sí, eso ocurría. No tenía que mirar lejos para saber de dónde había sacado su
hija ese rasgo.
La vigilancia de Dante sugería que él estaba listo para saltar si Jonah le daba
un motivo. Lex se removió intranquila, haciendo un sonido de pregunta en sueños.
Él le murmuró, una mano acarició sus dedos, y los de ella se apretaron sobre él.
Alexis se tranquilizó.
Jonah la estudió.
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo moretones. Dijo que no tenía nada roto, y que lo sabría si no fuera
así. Ella cree eso, pero no sé si es verdad.
—Probablemente está bien, pero dile que quiero que vea a Raphael o a
alguno de sus sanadores mañana, para estar seguros. Estaré pendiente para ver si
recibe el mensaje, y lo obedece.
—Hasta ahora, tú has sido el peligro más grande que haya amenazado su
vida alguna vez. Tú te la llevaste contra su voluntad, y debido al odio y a la
cobardía, no al amor.
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El Club de las Excomulgadas
—Parece que te consuelan, y te hacen reír. Así que los puse a tu alrededor,
como un Hechizo de Protección. —Dante se aclaró la garganta—. Es el mismo
principio. Tu padre está aquí.
—Tú y tu madre tienen una igual falta de respeto por mi edad. —Entonces
Jonah fue hasta ella, tomando su mano. Lex mantuvo la otra alrededor del
antebrazo de Dante, manteniendo ambos conectados con ella.
—Es porque logras parecer de treinta toda tu vida, mientras ella y yo al final
nos arrugaremos y nos pondremos flácidas. A menos que mi lado ángel sea más
—Me bañé hace un rato —dijo ella, como si le leyera la mente—. Pero
probablemente necesitaré otro para quitármelo todo. Estoy bien, Pyel. Dante estuvo
asombroso. En un minuto había un vampiro, y al siguiente, sólo una gran pila de
ceniza.
—Entonces, por suerte él estaba ahí. David confirmó que Jacob habló con el
gobernante del territorio. No debería haber más ataques.
340
El Club de las Excomulgadas
Saber que no había nada que pudiera hacer, salvo dejar pasar el tiempo, sólo lo
hacía más difícil de aceptar.
Eso les devolvió la atención de vuelta a ella, aunque ese fuera el único
beneficio que pudiera ver en la nueva preocupación que le traía a su padre.
—No lo sé. Esto es una locura, pero… sentí al vampiro, justo antes de que
viniera sobre nosotros. Pero incluso antes de eso, cuando dejamos el centro
—Ser condescendiente con una mujer nunca es una buena idea —explicó
David desde la puerta—. Si ella tiene poder cósmico, puede ser incluso peor.
Confía en mí.
—¿Estás bien?
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El Club de las Excomulgadas
—Perfecto —dijo David, brindándole un asentimiento que era cortés pero
rechazando más preguntas—. Mina tiene un día más quisquilloso de lo usual. Me
sugirió que me esfumara por algunas horas o desintegraría el universo para
deshacerse de mí.
—No, tú necesitas más descanso. —Jonah puso una mano firme sobre su
hombro antes de que ella hubiera salido de la cama. El brazo de Dante se tensó
alrededor de su cintura, reforzando el mismo mensaje.
Por lo menos eso era lo que esperaba. Con Dante presionado contra su
costado, y su padre frente a ella, nunca se había sentido tan segura.
Ella jugó con los dedos de su padre mientras Dante la volvía a recostar de
costado, soñolientamente complacida cuando él empezó a acariciarle el pelo.
—Está bien. Duerme bien, Ave marina. —Jonah pasó sus nudillos a lo largo
de su mejilla, Dante se detuvo para que sus manos no se tocaran. Mientras los ojos
de ella se cerraban, y volvía a sucumbir, con una ligera sonrisa en su cara, los
oscuros ojos de Jonah subieron para encontrar los de Dante. Los dos hombres
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El Club de las Excomulgadas
mantuvieron esa posición durante un pesado momento hasta que Jonah se levantó
y se movió hacia la puerta sin ninguna otra palabra.
—¿Ángel?
—Tus intenciones no significan nada para mí, vampiro. Cada acción tiene
una consecuencia. Su madre arriesgó su vida para cargar la de ella. —La fuerza de
la rabia de Jonah aumentó, así que el calor en la habitación aumentó
exponencialmente—. No hay nada que no hiciera para mantenerla a salvo y feliz,
incluso si tengo que pasar una eternidad en el Infierno para hacer que eso suceda.
—Puedes decir eso sólo porque no has pasado una eternidad en el Infierno
—escupió Dante de vuelta.
—Jonah, no. Déjalo estar, por ahora. —David rozó su brazo mientras sentía
que se elevaba la furia de su comandante. La espada de Jonah era demasiado
accesible en su arnés en la espalda. El joven ángel se preguntó si Lex seguiría
despierta, y, como él, esperaba tensamente para ver a adónde llegaba esto.
343
El Club de las Excomulgadas
David esperó hasta que oyó a Jonah abandonar la casa. Dante lo estaba
mirando en la oscuridad, pero David tardó varios latidos antes de hablarle al
vampiro, manteniendo la voz baja.
Cuando las sombras de los malos recuerdos se movieron dentro de él, David
supo que Dante lo vio en su cara, por la agudeza en la mirada del vampiro.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticuatro
Alexis notó que Dante estaba más callado de lo usual cuando ella se levantó.
Él le indico que no tenía necesidad de sangre, pero la hizo comer su desayuno
normal. Mientras él probaba sus huevos revueltos orgánicos y ordenaba sus cereales
en varios patrones sobre la mesa, ella lo miró, esperando alguna pista, pero él
evadió sus diplomáticos intentos de analizar su humor.
Dante le dijo que David había vuelto con varios conjuntos de ropa de
segunda mano de su talla mientras ella estaba dormida. Pero cuando lo atrapó
mirando la ropa que estaba en el sofá como si estuviera en algún lugar profundo de
—¿Qué sucede?
—Mmm.
Él volvió su atención hacia ella, como si la viera por primera vez esa
mañana. Se había quitado el pelo de la cara con un pasador, y llevaba la camiseta
del Centro de Conservación sobre su traje de baño. Tenía un manatí al frente y
voluntaria bordado en el bolsillo. Se había puesto jeans oscuros y tenis blancos de
lona con caricaturescos manatíes sobre los cordones. Él se detuvo ahí,
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El Club de las Excomulgadas
estudiándolos. Lo que pasó por su mente disipó las sombras que emanaban de él,
desvaneciendo las preocupaciones de ella.
Él escogió una camiseta azul oscuro con jeans negros, y ella encontró una
gorra azul marino con el anuncio del personal del Centro de Conservación para que
él la usara. Al principio, lo animó para que se metiera el pelo debajo, pero era
demasiado grueso. Lo tocó con los dedos.
Él la miraba de cerca.
Lex asintió, pero cuando cogió las llaves y la billetera, él cerró la mano sobre
su muñeca y la acerco a su pecho. Inclinó la cabeza para que sus labios estuvieran
cerca de su boca. Cuando ella lo miró, varios mechones de ese pelo habían caído y
cubrían un costado de su cara, encerrándolos juntos en un tranquilo espacio.
346
El Club de las Excomulgadas
Entonces deslizó su mano a su nuca y la puso de puntillas para poder
separarle los labios, marcándole ligeramente la lengua con los dientes, sujetándola
con una sola mano mientras ella agarraba el frente de su camisa para equilibrarse.
Incluso mientras se dejaba llevar por eso, había una extraña cualidad en ese
beso, como si él estuviera buscando sacar algo de ella, necesitando algo que no
estaba segura de cómo ofrecer. Aunque él disolvió esa preocupación
transformándola en calor cuando encontró las líneas de la parte inferior de su traje
de baño a través de la delgada mezclilla y las trazó. Después de esa provocativa
caricia, escarbó en la depresión donde su trasero se curvaba hacia abajo y encontró
la unión de sus muslos. Cuando tomó ese área sensible, ella jadeó dentro de su
boca, inclinándose con más fuerza contra su cuerpo.
347
El Club de las Excomulgadas
Yo soy tu voluntad. Él empujó tres dedos dentro de ella, frotando, y ella gimió,
mordiendo la camisa y su piel debajo. Él gruñó aprobándolo. Dos de sus dedos se
empujaron atrás lentamente en su entrada trasera virgen, lento, haciendo cosquillas,
provocando. Todavía no te he tomado por aquí. Puede que haga eso esta noche, después que
dejes resbaloso mi pene con esa boca cálida y dispuesta.
—Oh… —La respuesta gutural de ella dicha contra su camisa, fue caliente y
mojada, mientras su cuerpo se estremecía. No podría haber permanecido derecha si
no fuera porque él la tenía presionada contra la mesa de la cocina, la cual estaba
firme contra la pared del rincón. Su rodilla estaba sobre una de las sillas, y él acercó
una segunda con un rápido enganche y tirón de su pie. Le levantó la otra rodilla
sobre ella de modo que quedó arrodillada sobre ambas sillas, extendida para él
Se dio cuenta de que esos no eran sus pensamientos. Eran de él, plantados
en su mente. Le estaba dejando ver sus deseos, sus demandas, el modo en que
pensaba y hablaba de ellos. En lugar de estar asqueada, tenía la respiración
entrecortada, su sexo pulsaba con otra dura réplica que la había hecho empujar la
cabeza con más fuerza contra su pecho mientras la montaba.
348
El Club de las Excomulgadas
los fluidos de la mano que había tenido dentro de su sexo, y ella chupó sus dedos
desvergonzadamente, ganándose un peligroso gruñido del pecho masculino que la
hizo preguntarse si siquiera iban a llegar tarde.
—Buena idea.
—En realidad, los humanos no tienen tan buen olfato. —Ella se aclaró la
garganta—. Pero no te preocupes, lo recordaré. Si esto fue un preludio, puede que
me mates antes de que lleguemos a esta noche. ¿Lento, dijiste?
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El Club de las Excomulgadas
Aunque Dante sospechaba que le tomaría mucha fuerza de voluntad esperar
hasta entonces, ni qué decir de ir lento. Cada vez que tenía el deseo de tocarla así,
la urgencia era tal que no podía ir lento. Sabía que nunca había tenido nada como
ella, pero sólo por esa razón quería encontrar la disciplina para ir lento. Quería
arrancarle toda la ropa, acostarla en la cama. Tal vez encontrar algún modo de
atarle las muñecas y los tobillos de modo que tuviera que rendirse entera ante él, y
que pudiera dedicar horas a probar su piel, acariciándola con sus dedos, dándole
placer una y otra vez. Dándole agua y comida de su boca.
¿Lyssa había tenido razón acerca de la naturaleza del vampiro, del modo en
que se sentían hacia sus sirvientes? Había sido una de las muchas cosas que ella
había discutido con él, solos en su estudio, pero ahora el recuerdo de esa discusión
*****
—Eres protector con ella, pero también hay una veta destructiva en ti.
Necesitas cuidarte de eso, y no sólo por la razón obvia de que el ángel y la bruja te
destruirán si le haces daño a esa niña.
—Es muy joven, comparada con mi edad. Y con una mujer madura
sexualmente, u hombre, para tal efecto… —Ella le brindó una mirada
significativa—: A menudo es una niña en un cuerpo adulto. No interrumpas. —Se
reclinó hacia atrás en su silla—. Los vampiros tienen ciertos rasgos de personalidad,
350
El Club de las Excomulgadas
Dante. Difieren de los humanos, ángeles y sirenas en ese aspecto, y es una de las
razones por la que ninguno de ellos está completamente cómodo alrededor nuestro,
excepto por el raro humano que desea unirse a uno de nosotros, que se convierte en
sirviente por elección. —Ante su movimiento, ella asintió—. Tu sirviente no eligió,
no más de lo que tú fuiste consciente de que estabas haciendo la elección por ella.
Afortunadamente, la chica parece devota de tu bienestar. Puede que se transforme
en una verdadera relación maestro-sirviente, o puede que no. Puede que ella sea
meramente una estación de paso para ti, aunque dejar ir a un sirviente marcado
tiene sus propios problemas. Cruzaremos ese puente si llegamos a él.
—Pero puede que ella termine muerta por tu ignorancia o acciones, lo cual
es igual de malo. —Lyssa sostuvo su mirada, con la propia despiadada—. Es otra
razón por la que te animo fuertemente a que vengas a mí cuando terminen estos
treinta días. Te puedo ayudar a manejar tus compulsiones, compulsiones que
pueden estar exacerbadas por tu otra sangre, haciéndolas más peligrosas.
351
El Club de las Excomulgadas
—Mientras tanto, el mejor consejo que te puedo dar es que escuches lo que
te diga su alma. Con cuidadosa práctica, puedes ahondar profundamente en un
sirviente con la tercera marca. Eso te permitirá saber si estás pidiendo demasiado o
presionando demasiado. No puedes escuchar las palabras de ella o sólo su mente,
porque los humanos a menudo están confundidos por sus propios sentimientos.
Pero sus almas nunca te mentirán.
*****
Lex tenía la mano sobre la consola entre ellos y él cerró la suya sobre ella,
pasando el pulgar atrás y adelante sobre su palma. Doblando, girando, nunca un
verdadero patrón. Demasiado parecido a sus sentimientos acerca de ella, enredados
con sus pensamientos sobre las palabras de Lyssa, la perturbadora observación de
Jonah y el seguimiento de David.
—Sí —acordó él, aunque se rehusó a soltar su mano—. ¿Alexis, qué sucede?
—Nada.
352
El Club de las Excomulgadas
Pero una vez que hizo la pregunta directa, lo vio en la mente de ella como si
su pregunta hubiera iluminado la respuesta, oculta entre la jungla de los otros
pensamientos. Ella seguía preocupada de no poder permanecer objetiva y ayudarlo
de verdad si seguía rindiéndose a sus deseos.
Antes de que ella pudiera reunir la irritable réplica que estaba creciendo en
su mente, le atrapó la barbilla tercamente tensa.
—Me estás ayudando. Lo que sea que pase en treinta días, no será culpa
tuya. ¿Entiendes?
—¿En serio? —Él estaba aliviado de ver la preocupación remplazada por esa
luz que empezaba a reconocer como humor—. Bueno, no puedo pensar cuando me
besas, así que entonces no soy buena para ti.
353
El Club de las Excomulgadas
—Ese es Branson, mi compañero. —Mientras la mirada de Dante seguía al
hombre mientras éste salía del auto, la mano de Alexis se tensó sobre el brazo de él,
atrayendo su atención—. Esto será igual que en la sala de trabajo, sólo que más
ocupada, mucha más gente. Necesito que confíes en mí cuando digo que éste es un
lugar seguro. Lo que sea que percibas como una amenaza es probable que en un 99
por ciento no sea así. Así que antes de que decidas incinerar o mutilar, ¿crees que
puedas contarme primero la situación, para que pueda aclararla antes de que
ataques? No quiero que te hieras a ti mismo. Ni a nadie más.
—Trataré.
Ella se detuvo, lo miró por sobre su hombro e intentó sonreír. Bien. Porque
sospecho que Pyel estaría realmente ofendido si lo hicieras.
No le temo a tu padre.
No quiero que le temas, replicó ella, la tristeza cruzó su rostro. Quiero que lo
conozcas, que lo respetes. Y que él te conozca y te respete. Eso es lo que quiero.
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El Club de las Excomulgadas
estaba comprometida en actividades completamente desconcertantes pero
mayormente no amenazantes. Pasó la primera hora sentado en un banco con vistas
sobre el área donde ella y Branson estaban haciendo las tareas diarias relacionadas
con las criaturas marinas. Le tomó algo de esfuerzo quedarse quieto y relajado
mientras la gente deambulaba y salía disparada de exhibición en exhibición.
Grandes y pequeños, jóvenes y viejos, incluso alguna gente anciana en aparatos
zumbantes que ella llamaba sillas de ruedas11. Cuando él le preguntó, ella le explicó
que no podían caminar debido a problemas de salud.
Él parpadeó
—Estoy con una mujer —asintió hacia Alexis—. Ella me dijo que eso la
enojaría, y que ya no querría… desnudarse conmigo. Aunque creo que podría
hablar de eso con ella, presiento que le molestaría.
11
En el original Scooters. Con ese contexto, se refiere a las sillas de ruedas motorizadas que usan las personas con movilidad
reducida.
355
El Club de las Excomulgadas
—Y no quieres molestarla.
Él negó.
—Sí. —La chica lo estaba estudiando a él—. Sí se ve que te mueres por ella.
Mi nombre es Reba. —Ella extendió su mano—. Eres el tipo más interesante que
visita el lugar hoy. Todo el resto son turistas típicos.
—Si tú te vistes según la norma, como uno de ellos… —ella asintió hacia los
visitantes brillantemente coloridos— eres sólo otro patético chico en silla de ruedas.
356
El Club de las Excomulgadas
Si te vistes como yo… misterioso, intrigante. Una mala actitud esperando ocurrir.
Me miras como si nunca hubieras visto a alguien en una silla de ruedas.
—¿No hay gente que no pueda caminar de donde tú vienes? ¿Qué hace
alguien que se rompe una pierna o que está herido?
—Mmm. Sí, en esta cosa te das cuenta pronto de que tu cerebro tiene que ser
mejor que tu control motor. Así que hurra a la supervivencia del mejor. ¿Quieres ver
Sacando una banda de goma del bolsillo de su chaqueta, lo estiró entre sus
dedos.
—Te apuesto un beso… sin lengua, por respeto a tu novia, y que ella me
permitirá, a menos que sea una perra sin corazón… a que puedo golpear a ese
imbécil de allá.
Ella asintió a través del área alfombrada hacia donde había un chico de su
edad aproximadamente colgando sobre el saliente de la exhibición de las rayas
venenosas y usando un lápiz para pinchar a las criaturas, a pesar de los letreros que
avisaban de que no tocaran a los animales.
—Lo golpearé en el culo con la fuerza suficiente para hacerlo saltar y que
ponga las manos sobre su trasero frente a todos.
357
El Club de las Excomulgadas
Dante calibró la distancia, el número de personas moviéndose por el área, la
capacidad de velocidad de la banda. Sería casi imposible.
—Está bien.
Chasquido.
—Entonces paga, niño bonito —dijo Reba, dándole una mirada lasciva y
expectante.
—¿Por qué estás aquí? No estás mirando a las criaturas marinas y las
exposiciones educativas.
—Me gusta esto, así que mamá me suelta aquí cuando tiene trámites que
hacer. Le da un descanso de ver a su hija moribunda, y a mí un descanso de ella
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El Club de las Excomulgadas
mirándome como si ya estuviera muerta. —Reba rodó los ojos—. Dios debería
planearlo mejor. Si va a designar a gente para ser padres, debería asegurarse de que
aquellos que tengan hijos terminales puedan contenerse hasta el funeral. Mamá ha
derramado suficientes lágrimas por toda la gente hambrienta de la India. Para
cuando estire la pata, necesitará falsificar lágrimas para el funeral. El pozo estará
seco.
Dante levantó la mirada para descubrir que Alexis se les había unido. Estaba
vigilando a Reba con las manos en las caderas.
—Te he visto aquí con regularidad —notó Alexis, como si Reba no hubiera
dicho nada ofensivo—. Si quieres trabajo como voluntaria, házmelo saber. Creo
que la gente te prestaría atención.
359
El Club de las Excomulgadas
Reba la miró fijamente, y Alexis le brindó una sonrisa. Tratando cuanto
pudo, parecía que no podía aferrarse al sarcasmo alrededor de la mujer. Tenía una
urgencia rarísima de pedirle un abrazo. Intranquila, la adolescente miró a Dante.
—Le gané un beso, y él no ha pagado. Creo que tiene miedo de que le patees
el trasero.
—Le permití sin. Pero si estás dispuesta a negociar eso por mi tiempo como
voluntaria…
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El Club de las Excomulgadas
—Wow —dijo ella, su garganta se sentía gruesa.
—Sí, yo también he tenido esa reacción —Alexis sonrió, pero había un dolor
en ella. Dios, Reba no quería que sintiera celos. Todas deberían tener un novio
como éste. Pero tenía el presentimiento de que no eran celos, sobre todo porque
Alexis justo después dijo—: ¿Cómo te sentirías si te quedas después de la hora y
nadas con nosotros y los manatíes?
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticinco
Después de que cerró el Centro de Conservación, Alexis le informó a Bran
sobre lo que estaban haciendo con la chica en silla de ruedas. Sólo tomó un
pequeño empujón para que él dejara atrás las preocupaciones acerca de las
responsabilidades, y una llamada a la madre de Reba lo tranquilizó cuando dio su
aprobación, emocionada porque a su hija se le hubiera ofrecido la rara, prohibitiva
y cara oportunidad de nadar con manatíes. Con eso arreglado, Alexis cerró después
que Branson se fue y luego llevó a Reba al área de los vestuarios para ayudarle a
ponerse un traje de baño extra que tenía.
Cuando Reba volvió en traje de baño, con una toalla puesta modestamente
sobre sus delgadas piernas, ella rodó hacia el tanque con vistas y puso la mano
contra el vidrio, mirando a los manatíes que pasaban volando. Dante se deslizó
dentro del vestidor, donde Alexis estaba preparando el tanque de oxígeno que
usaría Reba para poder respirar bajo el agua. Se apoyó silenciosamente en la
puerta, mirándola. La cola castaña de su pelo estaba curvada sobre su hombro, y
sus dedos se movían competentemente, pero esos sentimientos habían crecido
como esos balones que había visto que la gente compraba para sus niños,
expandiéndose en la mente de ella, sacando cualquier otro pensamiento.
—No. —Él puso sus manos sobre los hombros de ella—. Alexis, ¿qué pasa?
—Siento sus emociones, Dante. Siempre las siento. Ella quiere tanto vivir. Y
merece vivir. Mírala. Qué niña más asombrosa. —Sacudió la cabeza—. Tengo los
filtros, pero con alguien así, no quiero usarlos. Quiero darles lo que quieran, porque
van a recibir tan poco, ¿sabes?
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El Club de las Excomulgadas
Dante enrolló uno de sus rizos alrededor de su mano, dejó que se soltara y
cayera por su espalda.
—Sus labios sabían como esa fruta que estabas comiendo esta mañana.
Él no estaba seguro a qué se refería hasta que ella soltó las tiras del traje de
baño y los volvió a pasar sobre sus hombros, cruzándolos y explicándole dónde
iban los ganchos.
—¿No hay reglas acerca de que les muestres a los humanos tu verdadera
forma? —Él alejó su atención de la placentera muestra de su seno que ella le había
dado, sospechando que ahora no era el momento apropiado para que la lujuria
fuera el rol más importante.
12
Desplazamiento de un órgano o estructura hacia adelante.
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El Club de las Excomulgadas
—La mirada de ella se deslizó hacia Reba, visible a través de la apertura de la
puerta del vestidor—. Como ella. Es raro hacer cosas normales, como levantarse
cada día y cepillarte los dientes, el pelo, mirar un comercial tonto en televisión,
cuando sabes que tu reloj va más rápido que el de cualquier otro… por lo menos
hasta donde saben. Supongo que casi morí hace algunos días, así que nunca lo
sabremos, ¿cierto?
Él miraba su nuca.
—¿Por qué no sostienes eso contra mí, Alexis, del modo en que lo hace tu
padre?
Él no estaba seguro de cómo sentirse acerca de eso, pero si ella sabía lo que
significaba, no estaba listo para escucharlo. Dándose cuenta de eso, cambió la
dirección de la conversación hacia terrenos más seguros.
—Por otro lado, creo que mi oscuridad explica muchas de las cosas que
siento cuando te miro.
—Hay cosas oscuras y malvadas que quiero hacer con esa boca, con tu
cuerpo —dijo él—. Quiero tirar tu alma dentro de mí, encadenarte y sujetarte a mí
para siempre. Una atadura, como la de esos pájaros que vi escaleras arriba en este
lugar.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Las rapaces?
Él asintió.
—Escuché decir eso a la mujer que los cuida, cuando algunos son usados
como cazadores, se pone una atadura en sus patas. El amo lo envuelve alrededor de
su mano para mantener al pájaro ahí. Yo tengo ese deseo contigo, pero…
—¿Si? —Ella lo dijo sin aliento, insegura de cómo dejó salir la palabra.
—No. —Él dio un paso atrás—. La señora Lyssa me dijo que los vampiros
no nadan. Que nos hundimos y debemos usar la fuerza de nuestros brazos para
elevarnos. Pero parece que eso ayudará, ya que a tus manatíes les gustan los niveles
más bajos del tanque.
—Eso es mayormente cuando los visitantes están aquí. Se ponen más activos
cuando sólo estamos nosotros. —Ella levantó el traje de baño—. De cualquier
modo, puede que quieras ponerte esto para que tu joven acompañante no tenga
ideas más escandalosas que pudieran hacer que te arresten.
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El Club de las Excomulgadas
cambiarse. La bendición y crueldad del tiempo desplegados tan obviamente juntos
hacían que la tristeza se moviera hinchándose dentro de ella otra vez.
—Es como si estuvieran diciendo „traigan sus culos aquí dentro para que
podamos jugar‟. —Arqueó una ceja—. Estaba empezando a pensar que ustedes dos
—¿Qué hay de ustedes? —dijo Reba cuando estuvo lista—. ¿Dónde están
sus tanques? ¿Y él se depila o qué? No tiene vello corporal.
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El Club de las Excomulgadas
—En un día normal, eso es exactamente lo que somos, pero por hoy nos
imaginamos que podíamos mimar nuestros otros yo. —Lex empujó la silla de
ruedas por la rampa hacia la puerta que llevaba hacia la entrada del estanque.
Dante la remplazó mientras ella pasaba su tarjeta y los llevaba dentro.
—No dejaremos que nada te haga daño —dijo Dante. Su voz era firme, ese
tono dominante capaz de enviar escalofríos por la columna de Lex. Era
absolutamente tranquilizador que dijera eso en serio. Ella volvió a pensar en la
comparación con el halcón y la calidez se dobló en su vientre.
—No. No más falsas que esas. Tampoco van pegadas. —Él señaló y Reba
siguió su mirada. Fue algo bueno que él siguiera sujetándole el brazo sobre la
escalera, porque ella se habría caído como una piedra ante la vista de Lex
avanzando por el agua detrás de ella, sus alas ahora estaban expuestas. Se
deslizaban lentamente por el agua como las de una mariposa, manteniéndola a
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El Club de las Excomulgadas
flote. La mirada de Reba se deslizó hacia el destello de color debajo de la superficie
del agua.
—Eso es…
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El Club de las Excomulgadas
de moverlo. Reba apuntó hacia él, sus labios se extendieron en una sonrisa
alrededor de la boquilla, y entonces estaban flotando para unírsele. El otro manatí
estaba ahí, durmiendo, pero Leroy lo chocó, como si le recordara a Buick que
tenían invitados.
Cuando volvieron, yendo a descansar otra vez al fondo del estanque, Dante
se movió más cerca, estirándose para tocarlos también. Buick flotó, examinando
esa nueva variable. Aunque parecía que tenía sus dudas, Lex le aseguró que Dante
era un amigo, aunque fuera algo atemorizante. Buick hizo un sonido de aceptación
y volvió su atención a Reba. Después de una breve investigación de las criaturas,
Dante se alejó otros pocos pasos. Pasó sus manos adelante y atrás por el agua, giró,
levantó los pies. Usando sus brazos para moverse hacia arriba y luego de vuelta
abajo, dio una vuelta de carnero, probando las propiedades del agua. Mirándola,
ella vio algo del mismo brillo de descubrimiento en sus ojos que el que había visto
en los de Reba. La hizo no querer abandonar nunca este momento.
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El Club de las Excomulgadas
Pero después de no más de quince minutos, Alexis sintió a Reba luchando
con su cansancio. Dante también lo reconoció. Cuando la chica sacudió la cabeza,
con la terca posición de su barbilla, él simplemente la atrapó alrededor de la cintura
y la empujó hacia arriba, aunque ella lo llamó algo a través de la boquilla que
Alexis sabía que no era un cumplido.
13
La Fundación Make-A-Wish es una organización sin fines de lucro de los Estados Unidos fundada en 1980, que concede
deseos a los niños (de entre 2,5 años a 18 años) que tienen condiciones médicas que amenazan la vida. Se ha expandido a
36 paises de todo el mundo.
370
El Club de las Excomulgadas
su cara—. Las cosas que soy muy joven para saber. Que siempre seré muy joven
para saber, ¿cierto?
—Me voy a acostar aquí como un pez muerto. Prometo que no me moveré
hasta que vuelvan. A menos que tenga la repentina urgencia de correr la maratón
de Nueva York. Entonces seré historia.
Dante puso su mano sobre su otra pierna, atrayendo hacia él los ojos de
Reba.
Ella se deslizó de vuelta al agua, las plantas de sus pies tocaron la espalda de
Leroy mientras él pasaba por debajo de ellos, haciendo otro salto en el estanque.
Hacía eso a menudo, recordándole lo muy feliz que estaría una vez que se
rehabilitara y volviera a mar abierto, a donde pertenecía. Mirando al vampiro que
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El Club de las Excomulgadas
descendía al lado de ella, usando sus brazos para mantener el paso estable a su
lado, supo que era otra criatura como esa. Ahora mismo, todo era nuevo, y excepto
por el collar en su garganta, los límites de su mundo parecían suficientemente
adecuados. Pero para el momento en que terminaran los treinta días, estaría
expectante por explorar toda la extensión de este nuevo mundo, más lejos del
angosto alcance del suyo. Una criatura salvaje no podía soportar el confinamiento.
Él no llevó eso más allá porque los manatíes los rodearon, curiosos por lo
Este estanque tiene muchos más peces. También hay mantarrayas y un par de
tiburones. Son depredadores, pero no nos harán daño. Ya han sido alimentados. Además,
ningún animal había tratado de hacerle daño alguna vez. Bran encontraba eso
increíble pero también útil. Cuando tenían que hacerle un tratamiento difícil a
algún animal con dientes o garras, ella era la llamada para sujetar y calmar a la
criatura durante el procedimiento.
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El Club de las Excomulgadas
más coloridos. Las mantarrayas pasaban con un vuelo majestuoso. Todo estaba en
movimiento en el agua, aunque durante la noche los había visto descansar en
grupos en las cornisas del arrecife de coral, moviéndose sólo por la ligera oscilación
del agua. Así que era un mundo tranquilo. Más de una vez ella había flotado hasta
el fondo y yacido sobre las rocas con ellos tal como hacía en el océano, haciéndoles
compañía, deseando que todos pudieran volver al mar. Éste no era un mal lugar,
donde los manatíes, tiburones y delfines sólo eran mantenidos si no podían ser
rehabilitados y devueltos al mar, pero deseaba que todos tuvieran esa opción, nadar
tan lejos y libres como desearan.
¿Qué piensas de esto? Deberías ver el reino de Neptuno. Te llevaré allá si quieres.
Sería un poco agotador impulsarte todo el camino hacia arriba, pero podría ayudar con mi
cola y mis alas. Aunque el viaje hacia abajo sería fácil.
Él no la miró.
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El Club de las Excomulgadas
Alexis le tocó el brazo.
Me refiero a algo como la morfina. ¿Alguna vez pensaste en matarte para que todo
terminara?
No. No sabía qué existía después de la muerte. Excepto por mi madre, todos los que he
visto morir, mueren luchando, como si vieran lo que hay después a través de los ojos de la
muerte que se acerca, y fuera peor. Además… nunca estuve lo suficientemente tranquilo para
pensar en eso.
No me alegro por eso. Pero si que nunca lo consideraras. Que nunca lo hicieras.
Ella flotaba en el agua sin moverse, sus pálidas alas la sostenían, la cola
enjoyada con rojo y dorado equilibrándola, de modo que la única oscilación de su
sinuoso cuerpo era por el movimiento del agua. Sus ojos eran tan vívidos debajo del
agua, el azul capturaba su atención, atrayéndolo hacia su boca rosada. Las
delicadas rajas de sus agallas debajo de sus oídos hacían un aleteo simple, dándole
aire. Las plumas se movían como si estuvieran en la brisa. No le habían dicho si
ella era la única de su tipo, pero ahora caía en que era posible. Como él, podía ser
que ella fuera única.
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El Club de las Excomulgadas
su mente, sabía que ella era pura luz y verdad. Aunque fuera un vampiro, esa luz
podría sacarlo de cualquier sombra, aunque eso significara arder al sol.
Ella tenía la mano a un costado. Levantando la propia para que sus dedos se
tocaran, la atrajo hacia él. Lex se movió hacia él como una nube moviéndose a
través de un cielo azul en un día soleado, algo que nunca había visto hasta este par
de días pasados. Cuando lo alcanzó Dante le rodeó la cintura, acariciando con los
nudillos las escamas que yacían en su cadera, el hueso encima, luego jugando con
la diminuta joya que destellaba en su ombligo. Los peces pasaban por encima,
detrás, alrededor de ellos, y había un silencio en el agua que era un sonido en sí
mismo.
No podré respirar.
Yo te daré aire. Sólo porque no tengo que respirar no significa que no pueda darte
aliento.
Las manos de Alexis fueron a descansar sobre sus hombros. Con sus pies
apoyados y separados en el suelo del estanque, el cual estaba cubierto con arena y
conchas, trozos de rocas brillantes, la cola de ella se curvó hacia dentro, las aletas
rozaron sus tobillos, la columna muscular deslizándose a lo largo de la parte interna
de su muslo. Los ojos de Lex estaban luminosos, y aunque sintió la respuesta de su
cuerpo, algo lo hizo apretar su agarre, ordenándole atención antes de que cambiara.
Las pestañas de ella eran tan largas y gruesas, y el modo en que se movían
hacia abajo, esa dulce rendición, un signo de sumisión, tensaba las cosas dentro de
él. Por alguna razón quería la dulzura de oír que era por voluntad propia, que
reflejaba su deseo tanto como el suyo. No porque la abrumara, no porque ella
pensara que él lo necesitaba. No porque se tratara de una experiencia temporal.
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El Club de las Excomulgadas
Inclinándose, Lex presionó su boca contra el esternón de él, luego se estiró
de modo que estuvo en su garganta, y sus dientes lo marcaron ahí, haciendo que la
sangre aumentara en su pene y sus manos se tensaron sobre ella aún más, el deseo
empezó a hacerse cargo de los pensamientos. Las alas de Alexis se cerraron
brevemente sobre los hombros de él, luego se alejaron, en un toque sedoso.
Dante empujó de su camino la parte superior del traje de baño de Lex para
poder arquearla contra él. Dejando brevemente su boca chupo un tenso pezón,
absorbiendo con ello el agua fresca. Aunque Alexis tenía una capacidad pulmonar
mayor que un humano, él sintió como la faltaba de aire, y el aliento entrecortado,
irónicamente intensificaba su excitación. No podía consentir eso por mucho
tiempo, sin embargo, porque encontraba su boca difícil de resistir, el placer de
explorarla mientras le daba aire. Provocó su lengua y sus labios mientras trabajaba
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El Club de las Excomulgadas
su cuerpo sobre el de él, moviéndolo lento, como el mismo ambiente acuoso, un
lugar inmóvil, a la deriva donde el placer podía construirse a su propio ritmo.
Abrió los ojos mientras la besaba. Como si sintiera su atención, ella abrió los
suyos. Dante se detuvo, sujetándolos a ambos ahí, encerrados juntos, la sangre
palpitando, el pulso de su sexo y el de ella creando su propia fricción, los dedos de
Lex apretados sobre sus brazos, su cuerpo unido al de él, embistiéndolo para que le
diera aire, embistiéndolo con su vida.
Ella habitaba en la chispa que sentía en él, pero sabía que la preocupación
que él y su padre compartían era la vastedad de su oscuridad. En momentos como
éste, cuando su pasión era mayor, esa ira se levantaba contra la luz abrumadora de
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El Club de las Excomulgadas
alrededor de él mientras salía a medio camino de ella, sus dedos lo acariciaban
mientras él se volvía a meter, hasta la empuñadura.
Entonces córrete para mí, sirángel. Muéstrame cuánto deseas eso. Quiero que grites
dentro de mi boca, que hundas tus uñas en mis hombros.
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El Club de las Excomulgadas
Alexis hizo un murmullo de aprobación en su boca mientras él llegaba al
clímax, sosteniéndola apretadamente. Un momento después, vio en la mente de
ella cómo tomaba el placer de su cuerpo, las expresiones de su rostro mientras se
liberaba, el modo en que sus manos la sostenían. Cómo él lo alejaba todo,
haciéndola… suya. Suya. Esa era la palabra en su mente, una respuesta a la
pregunta más temprana de si ella quería esto. Y no porque él la hiciera quererlo,
superándola en poder. Lex sentía como su corazón y alma eran de él, que se los
había dado. Regalado.
Reba aulló mientras él salía disparado del agua, usando una mano para
catapultarse a si mismo fuera del estanque y sobre la cubierta, acuclillándose sobre
ella. Miró alrededor, moviendo la nariz.
—Se ha ido, lo que sea que fuera. Dios, chicos han llegado rápido.
Alexis emergió sólo un parpadeo después, usando sus alas para sacarla a
medias del agua también, cerniéndose sobre la superficie, mirando alrededor.
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El Club de las Excomulgadas
—Esta es la misma sensación —le dijo a Dante—. Como en el
aparcamiento. Aquel sobre el que le conté a Pyel. ¿Lo puedes sentir? ¿Rastrearlo?
—Él era como tú —le dijo Reba a ella. Su voz temblaba un poco, aunque se
veía como si se estuviera calmando. —Y no me hirió en realidad. Me asustó porque
se me acercó inesperadamente y yo estaba de espaldas igual que una tortuga. Tenía
alas, parecidas a las de un ángel, pero no pienso que sea uno.
—¿Parecidas a cuero?
¿Un Oscuro?
No veo cómo. No podrían usar misma grieta que yo o la bruja creamos, y no hay más
aberturas. Dante frunció el ceño. Además, los Oscuros llevan el hedor del temor y la
violencia, de la desesperación. Sin importar sus intenciones, la habría matado porque no
habría sido capaz de resistirse a una presa indefensa.
Alexis asintió hacia algunas toallas y la silla de Reba al lado de la puerta del
vestidor. Dante fue hacia ellas, anudando una toalla alrededor de su cintura. A
pesar del persistente aire de peligro y preocupación, Alexis sabía que ninguna mujer
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El Club de las Excomulgadas
habría sido capaz de evitar mirarlo. Aun así estaba un poco mortificada por no ser
más capaz que Reba de resistirse, quien ladeó la cabeza hacia arriba para admirar la
vista. Entonces la chica le brindó a ella una mirada de reojo y articuló: Qué culo
jodidamente increíble.
Alexis trató una mirada severa, pero falló y en cambio suspiró. Dante volvió
y levantó a Reba para dejarla de vuelta en su silla.
—Reba, dijiste que él no te hizo daño. ¿Sentiste algo cuando lo viste? ¿Él
dijo algo?
—No lo sé. —Logró una sonrisa cansada—. Pero „¿Dónde está el mal?‟
Hablando de melodrama. ¿De qué crees que se trataba eso?
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiséis
Nada en el estacionamiento indicaba quién podía haber sido el extraño
visitante. Todo lo que ella sabía era que no tenía la misma energía de los vampiros,
así que no era probable otro ataque de vampiro sin sancionar. Aun así, Alexis les
envió un mensaje a su padre y a David, para que le pudieran pedir a la Legión que
explorara el área. Esperaron hasta que la madre de Reba la recogió, luego se
dirigieron a la casa de Lex.
Aunque mantuvieron sus sentidos sintonizados todo el camino hacia allí sin
encontrar nada, se sintió aliviada cuando cerró la puerta y estuvieron ambos
Mientras hacía la cena con bocados seleccionados que sabía que a Dante le
gustaría probar, lo escuchaba en la ducha con la insinuación de una sonrisa. Unos
golpes antes habían sugerido que estaba investigando sus cajones, haciéndola
desear que no estuviera desmantelando todos sus artículos de tocador. Si aplastaba
sus barras de labios al volver a poner las tapas, iba a considerar los pestillos a
prueba de niños. A pesar de eso, ahora él estaba bajo el agua, si los sonidos de
frascos abriéndose y cerrándose eran alguna indicación. Tenía productos para el
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El Club de las Excomulgadas
cabello y el cuerpo ahí con olor a lavanda y jazmín, y le divertía pensar en él
oliendo como una combinación de las dos flores.
Él no sonrió.
—Este hombre que querías. ¿Qué otros rasgos querías que tuviera?
—No creo que realmente funcione de ese modo con el amor. Puedes
imaginarlo, pero donde termines puede que sea algún lugar diferente. No significa
nada.
Él sacudió la cabeza.
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El Club de las Excomulgadas
cuando te abrazó y a tu madre, cuando volvimos. Amor. Tú lo amas a él, a tu
madre… a muchos otros. Es algo fácil para ti, como los rayos de sol.
—Aprenderás sobre él con el tiempo. Sólo has estado aquí unos pocos días.
—Es posible que Mina y tu padre tengan razón. Después de todos estos
años, puede que me haya tomado demasiado tiempo llegar aquí. El único lugar al
que pertenezco verdaderamente puede ser el lugar que más aborrezco.
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El Club de las Excomulgadas
—No. —Ella bajó el tenedor con un golpe y lo enfrentó, sus manos se
curvaron en puños—. Eso no es cierto. Este es tu mundo. Deseo… Maldita sea,
Mina, mi padre… todos nosotros. Sólo necesitas darte tiempo. Cuando la gente sale
de prisión, hablan de que la libertad da miedo al principio. A veces quieren huir de
vuelta a su celda, a lo familiar. Tú no eres un cobarde —dijo ella con fiereza—.
Puedes hacer esto. Yo te ayudaré.
—Esa es mi elección.
—Creo que eres mucho más frágil de lo que estás dispuesta a aceptar,
cuando se trata de tu corazón.
Puede que eso sea un punto problemático, si ya te he dado mi corazón a ti. Y los
ángeles sólo dan su corazón una vez.
—Tú sólo eres mitad ángel. —Él se alejó de ella, mirando la mesa—. ¿Qué
tienes para cenar?
Ella lo miró fijamente. Para sus oídos, él acababa de probar su punto, que
podía tomarle décadas amar a alguien, o por lo menos, no cortar su corazón en
tiras cuando se lo ofreciera en una bandeja. Pero no podía ser derribada por sus
palabras, no cuando no eran más que un arma para guardar sus verdaderos
sentimientos sobre el asunto. Así como a veces olvidaba que él podía oír sus
pensamientos, aparentemente él había olvidado eso, aunque sus emociones eran
difíciles de descifrar para ella, algunas cosas eran tan claras como la luz de un faro.
Por encima del ataque del vampiro y el misterio de qué más les estaba acechando,
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El Club de las Excomulgadas
ella no toleraría que se mintiera a sí mismo. Estaba malditamente segura de que él
no volvería al mundo Oscuro. Su padre, Mina, e incluso el propio Dante, tendrían
que caminar sobre su mestizo cuerpo, con plumas, aletas y muerta piel rosada para
hacerlo.
—Estás enfadada.
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El Club de las Excomulgadas
débil que pudiera necesitar su ayuda. Él tendría besos que me debilitarían las
rodillas, sólo un poco, y yo anhelaría su contacto.
Dante dejó salir un gruñido de advertencia, el fuego creció en sus ojos, y ella
deslizó su muslo por su entrepierna.
—...en mi coño —dijo ella con precisión— tan mojado por él que rogaría
por su pene, sujetaría su pelo y lo tiraría más cerca, aplastándome contra su cara.
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El Club de las Excomulgadas
estaba poniendo satisfactoriamente duro. Ella empujó todos los pensamientos de su
mente excepto uno. Se imaginó a un hombre que no era Dante. En su lugar tenía el
cabello dorado y ojos color espuma de mar empujándola de espaldas sobre su
cama, quitándole la ropa, murmurándole con un acento sexy mientras ella
temblaba en sus brazos, queriendo ser suya para siempre, rodeada por su amor y
cuidados. El gruñido de Dante cortó a través del pensamiento, su mano se cerró
sobre la garganta de ella con la suficiente fuerza como para dificultar el paso del
aire, la mano en su cintura la agarró de modo que estaba sujeta apretadamente
contra su pelvis. En un movimiento, barrió las cosas de la mesa, todo golpeó el
suelo con un duro golpe, y un estallido de cristales. Empujando la cara de ella sobre
la superficie, Dante curvó su esbelto y poderoso cuerpo sobre el de ella. Lex estaba
usando un par de jeans sueltos y desteñidos, y él no los desabrochó. Simplemente
»¿Crees que me puedes dejar y que no estaré con alguien más? —presionó
ella con más fuerza—. ¿Serás algún mártir generoso y lo lograrás sin mí, o
pretenderás que no te importo? Puedo sentir tus sentimientos antes de que siquiera
sepas que los tienes. Tú no compartes, Dante, y tampoco abandonas las cosas. Eres
un bastardo egoísta que conservará lo que es suyo, porque no puedes soportar
perder ninguna otra jodida cosa en una vida que está llena de pérdidas.
Cerrando los ojos, ella se imaginó a su amante rubio con vívido detalle. La
curva de su mandíbula, un poco sin afeitar, porque le gustaba ese rastrojo, algo que
Dante no tenía. Manos fuertes, tomando sus senos, haciéndola zumbar de placer
mientras sus pulgares provocaban sus pezones, haciéndola arquearse hacia su
boca…
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El Club de las Excomulgadas
Lex estaba lista para una represalia física, pero no había esperado una
invasión mental. Fuego oscuro se enroscó en sus pensamientos, y su amante de
pelo dorado ardió hasta las cenizas, remplazado por un amante diferente que salió
de ese fuego, mirándola hacia abajo con ojos llameantes, pelo oscuro y una boca
hecha para pecados carnales. Ella quería alcanzarlo, y se dio cuenta de que no
podía, porque su cama había sido remplazada por un marco de metal al que había
sido estirada y atada, incapaz de moverse, aunque podía sentir el hilillo de
respuesta entre sus piernas mientras su mirada cubría cada centímetro de él con
intenso calor. No tendrás a dónde huir de mí, ni en tu mente, ni en tu corazón o tu alma.
Yo estoy ahí, porque todo es mío.
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El Club de las Excomulgadas
Lex se retorcía y gemía. Gritó el nombre de él y rogó. Era despiadado tanto
con el dolor como con el placer, alternándolos. La mordió, tomando sorbos de su
sangre arriba en su muslo, su tobillo, luego lamió, chupó y besó su piel, a veces con
tanta fuerza que también sintió las marcas.
Extendida del modo en que estaba, sin fricción, la excitación aumentó hasta
alturas insoportables, pero él ahora no tenía piedad de ella. Se mantuvo alejado de
su sexo palpitante y empapado, los puntos sobresalientes de sus pezones, pero le
brindó profunda atención a cualquier otra parte suya, hasta que estuvo gimiendo
del modo en que lo haría con un orgasmo, sin el orgasmo. Él no respondió a sus
súplicas, usándola según sus deseos, como si ella fuera una esclava de verdad a
quien no le debía nada, solo obediencia total. Lex luchó contra las restricciones
—Por favor, Dante… —Abrió los ojos ante un toque de frío, el olor a talco
fresco de su propio dormitorio, se dio cuenta de que ahora estaba en su propia
cama, pero atada igual que en la visión en la que él la había empujado. Dante había
usado cinturones y bufandas de su armario. Mirando su cuerpo, lo vio a él de vuelta
en la parte interna de su muslo, lamiendo gotas de sangre del área que acababa de
morder. Ni siquiera un pelo de su perfecta cabeza le tocaba su sexo necesitado y
pulsante. Y seguía totalmente vestido, excepto por la camisa abierta.
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El Club de las Excomulgadas
pasar? De algún modo, él había usado esa tercera marca de un modo que no había
esperado, y no había habido ningún lugar para que se ocultara. Había sido
aterrador, pero al mismo tiempo, en algún nivel, supo que no habría sido posible ir
así de profundo así de rápido, sin su disposición de llevarlo a todas esas
habitaciones oscuras. Ya fuera que él lo quisiera negar o no, ella le había dado su
corazón, todo lo que era.
—Pero no soy tuya. Tú implicaste eso. Me dejaste, así que eso significa que
puedo escoger a cualquiera para remplazarte.
Como respuesta, él la hizo comer diez bocados más, y cada uno fue más
difícil de tragar que el anterior. Porque entre esos bocados, él se estiraba y le
acariciaba el seno, o estimulaba su clítoris. Oh, muy brevemente, pero cada vez
enviaba un espasmo de reacción a través de ella, de tal modo que Lex corcoveaba y
gemía. Cuando se calmó con diminutas sacudidas, él le volvió a llenar la boca,
hasta que ya no lo pudo soportar más. Con el bocado número once, después que le
empujara el guiso contra su boca y lo retirara, tan parecido al provocativo
deslizamiento sexual de su dedo dentro de otra clase de humedad, ella gruñó y le
escupió toda la comida. Le dio en el pecho y la cara.
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El Club de las Excomulgadas
entre sus labios. Lex lo tomó dispuesta, pero él empujó duro y profundo, y había
mucho más que tomar. Le dieron arcadas.
Dante se tomó mucho tiempo, así que ella asumió que su intención era más
castigarla que su propio placer. Le dolía la mandíbula y lágrimas de estrés bajaban
Había un pulso duro contra su lengua por lo que redobló los esfuerzos de
succión, determinada a hacer que se corriera en su boca, a sentir su liberación, pero
él tenía otros planes. Sobre ese precipicio, tan cerca que ella sintió su semilla
filtrándose sobre su lengua, Dante se soltó, mostrándole a sus ojos vidriosos y
llenos de lágrimas que era incluso más enorme que cuando se había metido en su
boca.
Él le soltó los tobillos y una de las muñecas, pero antes de que ella pudiera
pensar sobre cómo tomar ventaja de su libertad, le dio la vuelta, la puso de rodillas,
su frente presionada contra la cama. Usó su rodilla para separarla aún más, y
entonces le estaba acariciando el sexo con los dedos, colectando fluidos cosa que la
estremeció incluso más. Entonces Dante se dirigió al borde de su parte posterior,
explorando ahí, usando ese fluido para deslizarse dentro de la abertura que ella
nunca había pensado que fuera para el sexo. Una fría aprehensión se anudó en su
estómago, pero él no le dio tiempo para eso.
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El Club de las Excomulgadas
Hundió profundamente un dedo, y ella exclamó ante la sensación poco
familiar, sus muslos temblaron. Antes ese día, con un humor muy diferente, él le
había dicho que iba a ir lento esta noche, saboreándolo todo. Aunque no se había
imaginado esto exactamente, no había duda de que ya la había saboreado. Tenía
miedo de morir si no podía correrse pronto.
—¿Cuándo te correrás, Alexis? —La voz de él era dura, gutural. Ella luchó
para reunir sus pensamientos fragmentados.
Lo haré si decides que estoy mejor sin ti. Yo… joderé con todo lo que se mueva, con
completos extraños. Le daré mi corazón a alguien totalmente opuesto a ti, que me trate mucho
mejor, ni siquiera volveré a pensar en ti.
393
El Club de las Excomulgadas
Él volvió a gruñir, renovando su asalto, así que ella gimió. Oh, Dios, esto
duele. Por favor, Dante, duele tanto, por favor detente… por favor.
Mientras se ponía al pie de la cama mirándola expuesta de ese modo para él,
394
El Club de las Excomulgadas
—No te merezco, Alexis —murmuró él—. Has probado que soy una bestia
salvaje que no hace nada.
—Te deseo —dijo ella, su voz temblaba—. No me importa qué o quién eres.
Sé que eres mío. Lo supe en ese primer sueño. —El dolor en su parte trasera no era
el dolor verdadero, sino lo que estaba enturbiando sus entrañas—. Si me hieres, te
hieres a ti mismo.
—Lo siento.
—Entonces córrete para mí, dulce Alexis. —Dante empezó a moverse, con
empujes lentos y seguros que la incendiaron y la convirtieron en una conflagración
en cosa de segundos. Cuando Alexis se arqueó contra él, el orgasmo fue tan duro e
implacable como lo era él, retorciéndola, haciéndola sacudirse por largos segundos
contra su cuerpo, gritando. La sensación continuó mientras él envolvía su pelo en
sus puños, sosteniendo su mandíbula contra su sien mientras empujaba dentro de
ella con determinación, liberándose también finalmente.
395
El Club de las Excomulgadas
Eso la hizo tomar aún más tiempo para bajar, los despiadados temblores
posteriores empujándola contra él con espasmos. Dante la acarició durante todos
ellos. No fue hasta que estuvo completamente drenada que le liberó los brazos.
Cuando se acostó sobre ella, Lex enterró la cara en su cuello, abrazándolo con
fuerza.
No me dejes.
Dante cerró los ojos contra su pelo. No respondió, pero deslizó los brazos a
su alrededor y la abrazó con fuerza. Él se preguntó si lo que estaba sintiendo ahora
lo dividiría en dos, sin que ni siquiera supiera cómo llamarlo. O por qué las
palabras de ella enviaban disparos de dolor a través de cada nivel de su alma.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintisiete
Vieron un par de películas esa noche, aunque él tenía una divertida aversión
a ver la película de Leonardo DiCaprio. Ella pasó los canales, mostrándole una
gama de ofertas, comedia, drama, terror, fantasía y ciencia ficción.
Afortunadamente no había películas de vampiros, ya que sospechaba que la forma
en que el mundo humano percibía a los vampiros tendría que esperar para otro día.
Después de mostrarle cómo utilizar el mando a distancia, ella se quedó dormida
con la cabeza apoyada sobre su muslo, con su cuerpo y su mente agotados por su
día juntos. Mientras se deslizaba hacia el sueño, sus labios se curvaron cuando él
comenzó a acariciarle el pelo.
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El Club de las Excomulgadas
vez Dante lo había hecho, en un gesto inesperado de ternura. Pero, ¿dónde estaba?
Una rápida búsqueda le mostró que estaba sola. Ninguna nota. Aún no había visto
su letra. ¿Sería limpia o un garabato? Tenía tantos descubrimientos por delante con
él, pero ¿dónde demonios estaba?
Idiota. Se había olvidado por completo que tenía otra manera de encontrarlo.
Sus pies estaban desnudos. De una manera extraña, parecía joven, sentado
allí, mirando a los pájaros. Alexis se sentó a su lado, poniendo una mano sobre su
rodilla.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Estás bien?
—No creo que ella pudiera ver muy bien. No importa, de todos modos.
Como dijiste, los humanos explican cualquier cosa que no entienden. Ya que la
mayoría olvidaron la Batalla de la Montaña, mis ojos son poca cosa.
—En el Infierno, sería una amenaza menor. Haría una introducción más
gradual a tu mundo. Esto será más fácil para ti.
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El Club de las Excomulgadas
—No eres difícil —dijo ella de inmediato, pero él negó, apretando sus
manos, pidiendo silencio.
—No quiero ser tu carga, Alexis. Dices que eres mía, mi compañera, mi
amante. Para ser eso, tengo que llegar a ser algo en este mundo. Te he preguntado
varias veces por qué me ayudaste, ¿te acuerdas?
—No lo harás.
—Sí, Alexis, lo haría. —Él le dirigió una mirada firme—. Durante muchos
años, sólo quise alejarme de un lugar, más de lo que me importaba pertenecer a
ningún otro. Y ahora que se supone que esta es mi casa, el mundo de mi madre, es
una casa que no me quiere. Podría labrar un lugar aquí con sangre y miedo, pero
eso es lo que dejé atrás. Quiero ser algo diferente, pero todavía no sé cómo ser
diferente. Me has demostrado lo que es posible, pero debo aprender ese camino. Lo
que quiero parece estar al alcance de mi mano, pero es un rompecabezas que no
puedo comprender. Así que aunque lo tenga en mi mano —sus dedos se cerraron
sobre los de ella— no estoy seguro de conseguirlo.
Ella lo miró, sentado tan quieto, con la espalda contra un árbol. Era una
sombra en la noche, algo que la mayoría no notaría, y cuando lo descubrieran,
sembraría el terror en el corazón de un corredor peatonal.
400
El Club de las Excomulgadas
Ella no estaba segura de si él iba a responder, pero entonces se sorprendió al
sentir una puerta que se abría en su interior que no era enfado, sino algo mucho
más fuerte. Algo que incluso sus sentidos empáticos no habían sentido a causa de la
fuerza con que había estado encerrado dentro de él. Podría explotar si no se
manejaba con cautela, una bomba nuclear que haría que sus células se devoraran
unas a otras en lugar de revelar el secreto que guardaban.
—Solo esto —dijo él al fin. Su voz torturada trajo lágrimas a sus ojos—.
Quiero esto, Alexis. La capacidad de sentarme debajo de un árbol, de oler la hierba,
de oír a los pájaros. De ir a dormir y no tener que estar en el borde de la vigilia,
preparado para luchar por mi vida. Quiero ver y hacer las cosas que tú has hecho
toda tu vida y que das por sentado porque siempre estaban allí. Los regalos en los
—¿Te gustaría vivir en ese mundo, Lex? ¿Te gustaría que alguien que te
importa esté preso en ese mundo?
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El Club de las Excomulgadas
en el mundo de mi madre, aunque nunca confíen en mí lo suficiente como para
liberarme.
—Dante...
Él la empujó lejos, haciéndola tropezar con las raíces del árbol y caer de
rodillas. Antes de que ella pudiera gritar por la sorpresa, una red cayó sobre él.
Fue agarrada otra vez y arrojada hacia atrás. Dante rugió cuando ella golpeó
el suelo con fuerza. Lex rodó, volvió a ponerse en pie y alcanzó a ver tres criaturas.
Alas de cuero, pelo largo blanco dorado, ojos afilados, nariz larga y un destello de
piel pálida fueron breves impresiones cuando se lanzó contra ellos, agarrando una
piedra.
—Déjenlo ir.
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El Club de las Excomulgadas
—No eres parte del mal —dijo en una voz como la música del viento y las
cascadas, de la tierra profunda. Ella solo sintió apatía, nada más—. Eres
imprudente por ayudarlo.
—Déjenlo ir. —Un revés la envió girando por el aire. Aterrizó en el suelo,
deslizándose varios metros. No tuvo tiempo para pensar en que había estado
volando a través del aire demasiadas veces esta semana antes de que la segunda
criatura estuviera sobre ella. Mientras la sujetaba, la red se apretó en una bola,
poniendo a Dante en una dolorosa posición fetal, dejándolo aún más indefenso.
—Somos los protectores del Fen —dijo la criatura con alas que la sostenía,
estudiándola con implacable frialdad—. Tú no eres parte de esto. La maldad
responderá por el asesinato.
403
El Club de las Excomulgadas
Te encontraré. Te lo prometo, te encontraré.
Déjame ir, Alexis. Has hecho lo suficiente. Gracias. Si me matan... Lamento que estés
unida a mí.
404
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiocho
—Protectores del Fen. ¿Estás segura de que eso fue lo que dijo?
—Alexis —le espetó con una voz que debería haber hecho temblar a todos,
incluso a ella misma. Desde una distancia lejana, observó cuán tenso estaba su
rostro por la preocupación.
Su vida podría estar a punto de ser interrumpida, pero eso apenas tenía
importancia. Lo que era importante era que el dolor terminara. No podía soportar
su dolor. Si él estaba destinado a morir, ella esperaba que lo hicieran rápidamente,
y no torturándolo ni encerrándolo. Ni siquiera podía pensar en eso. Su cuerpo se
sacudió, una convulsión que fue de alguna manera reconfortante.
405
El Club de las Excomulgadas
—Alexis —repitió Jonah. Esta vez el tono atronador envió un temblor a
través de las murallas de la Ciudadela. Las nubes comenzaron a oscurecerse por
encima de ellos. Varios de la Legión levantaron la vista y ella observó vagamente a
Raphael murmurándole a Marcellus. El capitán asintió, miró a David, quien se
detuvo cerca de Raphael, y se fue. El curandero se acercaba.
El apretón de Jonah fue doloroso. Tan poderoso. Lex había pensado que él
podía protegerla de cualquier cosa. Por lo tanto había anhelado aventuras, el
emocionante roce ocasional del peligro. Esta era la realidad del mismo. Sangre,
violencia, el miedo en la mirada de su padre porque podía perderla. El mismo
miedo que ella sentía por Dante. Este era el tipo de violencia y miedo al que su
padre se había enfrentado durante más de mil años.
Marcellus había vuelto, y de repente hubo una presencia muy diferente entre
todas las auras angelicales a su alrededor. Su madre, aceptando una manta para
envolver alrededor de su ahora forma humana. Alexis era consciente de que ella le
hablaba a su padre, y entonces se puso delante de él para mirar a su hija.
Ayuda a Dante. Sálvalo. Ella podía salvarlo. Anna había salvado a Jonah. Las
hijas de Arianne... eran llamadas siempre para hacer cosas extraordinarias. Podían
hacer cosas extraordinarias.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí. —Anna frunció el ceño, y tocó la cara de su hija—. Sé que duele,
querida, pero eres muy fuerte. Aleja las emociones, lo que sea que está interfiriendo
con tu capacidad de pensar. Deja de pensar en lo que podría suceder, y enfócate en
lo que puede pasar. Necesitamos tu ayuda. Presta atención a tu padre. Usa los
filtros. Tráelos de vuelta.
—Alexis, los Fen son gente sencilla, en un mundo lejos de éste. Ni siquiera
tienen todavía escritura o habilidades de lectura en sus sociedades. De hecho, te
recordarán a nuestros neandertales. ¿Cuál es la conexión de Dante con ellos?
Oh, Dioses.
—Él sacrificó a uno. Usó su sangre para que no pudieran rescatarme hasta
que me soltara. Pero solo vi...
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El Club de las Excomulgadas
¿Cuántos fracasos había tenido, buscando la combinación perfecta de magia y
sacrificio? Y luego estaba la grieta a través de la cual había enviado a sus Oscuros a
recuperarlos. Tal vez había reforzado la apertura de la misma manera.
—No si saben que una vida inocente está ligada a la suya. No si estos
protectores son como nosotros. —Marcellus habló ahora, uniéndose a ellos—.
Podemos prometerles que será encarcelado aquí, sometido a las penas del Infierno
por el tiempo que sea necesario.
—No hay sabiduría en eso, Jonah. Son parientes, en cierto sentido, aunque
no se sabe mucho de ellos más allá de su función de proteger el Fen. Puedo ver si
Mina puede averiguar dónde se encuentran y comunicarse con ellos, encontrar un
camino a su mundo.
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El Club de las Excomulgadas
A diferencia de los otros ángeles, David no se había movido. Ella se
materializó tan cerca de él, que varias de sus plumas se incendiaron. Él le dirigió
una mirada de desaprobación, rociándolas con un pinchazo de sus dedos. Ella
respondió dejando al descubierto sus dientes, luego se volvió a Jonah.
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El Club de las Excomulgadas
Nunca. Y estoy segura de que puedo mantenerlo durante el período de vida normal
de Alexis. —Mina miró a Alexis entonces—. Todavía es importante hacer una
petición. Si no dejaran a Dante a nuestro cuidado, por lo menos podemos pedir la
oportunidad de imponer este hechizo sobre él, por lo que no tomará tu vida al
tomar la suya.
—Entonces voy a terminarlo aquí. No voy a ser la razón de que sea obligado
a sufrir. —Sus emociones, todos los sentimientos a su alrededor, giraban dentro de
su mente y su corazón, pero en el centro de ese huracán estaba un ojo de mortal
calma. Más allá de los pensamientos, perdidos en la soledad, Alexis recogió la daga
que algún ángel servicial había dejado al lado de una de las piedras enfocando cada
rincón de su mente, corazón y alma en lo que iba a hacer.
Alexis. No.
Ella se quedó helada. Era débil, tan débil. Pero era él.
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El Club de las Excomulgadas
—No vuelvas a pensar en hacerle algo así a tu madre —gruñó él—. Nunca.
Eso iba mucho más allá de la posesión romántica. Él era una parte de ella,
algo vital que Lex tenía que proteger y salvaguardar para mantener su propia alma
Alexis tragó, cerró los ojos, sintiendo que el agarre de su padre se suavizaba.
Por una vez, sin embargo, su amor no le trajo el consuelo que deseaba que le
trajera, y no se atrevió a confiar plenamente en las palabras de su madre. Porque
conocía sus sentimientos.
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El Club de las Excomulgadas
—Está bien —susurró, a pesar de que la desconfianza en su corazón era tan
dolorosa como saber que su vida terminaría probablemente, de una forma u otra,
en las próximas horas.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintinueve
Seneth había ordenado que sólo los tres ángeles, la bruja y los inocentes
afectados pudieran ir. Mina iba a muy pocos lugares sin David, a pesar de que no
estaba claro de quien era aquella estipulación. Jonah, por supuesto, iría a hablar en
nombre de todos, y Marcellus fue elegido como el tercer ángel.
—Está bien. No importa lo terrible que se pongan allí las cosas, por encima
de todo lo demás, necesito que recuerdes una cosa. Confía en tu padre.
El ángel que, más que ningún otro, quería muerto a Dante. Pero las uñas de
Anna se clavaron en la carne de Lex. Sus ojos azules eran agudos, el núcleo de
acero.
Todo lo que pudo hacer fue un gesto de reconocimiento, nada más. Mina
había comenzado a pronunciar las palabras para abrir la grieta y le dio a Anna una
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El Club de las Excomulgadas
mirada impaciente, advirtiéndola de que su tiempo de dar un paso atrás se estaba
acercando. Con una última mirada, Anna giró a su hija hacia Jonah. Lex no oyó lo
que dijo su madre, pero vio a Jonah parpadear hacia ella, luego de vuelta a su
compañera.
Mina tenía razón. Era como estar atrapado en un tornado con escombros.
Pero lo inesperado lo hizo aún peor. Fuego del infierno. A pesar de que ella
estaba fuera de él, oyó los gritos asustados, debido a su transición forzada.
Maldijo de una manera que habría hecho que Clara se sintiera orgullosa,
pero ascendió en el aire, flotando sobre el suelo para que su cola no arrastrara. La
única prenda que el cambio le había dejado era el sostén cuyas correas iban
cruzadas por esa razón. Era un poco provocativo para la diversa compañía,
particularmente una compañía que incluía a personas cuyos requisitos de modestia
no conocía, pero era mejor que nada.
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El Club de las Excomulgadas
vacas y búfalos. El cielo estaba azul, vibrantemente claro. A lo lejos, vio las
pequeñas estructuras que podían ser chozas, tipis como las que los pueblos
nómadas utilizaban, pero aparte de eso, todo era natural. Hierba, flores, árboles, el
cielo y el viento, trayendo el olor del agua, tal vez un río o arroyo cercano. Era
como mirar la Tierra preindustrial.
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El Club de las Excomulgadas
vio cómo los puntos del alambre como navajas se clavaban en su carne. Riachuelos
frescos pasaban por encima de las huellas que se habían secado en sus
extremidades, pecho y abdomen, dándole un aspecto macabro. La X estaba
apoyada en posición vertical por andamios.
Le habían cubierto la cabeza con una gruesa piel, por lo que no podía ver sus
ojos, aunque un agujero había sido cortado a la altura de la boca. Una dura fruta
había sido metida en ella, sus colmillos incrustados en ella. Collares de cuentas,
mechones de pelo, pulseras, trozos de tela y brillantes cintas teñidas se había
enganchado en las púas sobre su carne. Más se enhebraban alrededor del collar de
plata.
Lex sabía que no había maldad, al menos no de ese tipo. Sin embargo, el
alma podía aceptar el mal y convertirse en lo que otros temían, la materia de las
pesadillas. Luchó para bloquear sus filtros en su contra, incluso sospechando que su
tercera marca la hacía mucho más vulnerable a las emociones de él que cualquier
otro.
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El Club de las Excomulgadas
En cambio, Seneth volvió la mirada aguda a Jonah.
Cerrando los ojos, ella utilizó la fuerza de voluntad para cerrar de golpe sus
filtros. Desgarrarse por dentro no ayudaría a Dante. Con gran esfuerzo, utilizó la
magia y poco a poco los filtros dejaron fuera la peor parte. No quería hacerlo, pero
probándose a sí misma, miró hacia él de nuevo. Esta vez se dio cuenta de que las
cuentas que adornaban el tormento de Dante estaban más delicadamente talladas.
Su mirada recorrió los artículos, los comparó con los que llevaban los machos Fen,
y el terrible significado vino a ella.
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El Club de las Excomulgadas
Recibiendo un guiño de Mina, indicándole que se mantuviera bajo control,
Jonah se adelantó.
En un día normal, Alexis sabía que Mina tendría una réplica ante eso, pero
teniendo en cuenta la gravedad de la situación, se quedó quieta y en silencio.
Santa Diosa. Alexis luchó por mantener su rostro impasible, pero sus manos
se cerraron en puños apretados a su lado. Un músculo se dobló en la mandíbula de
Jonah, pero no dijo nada y Seneth continuó:
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El Club de las Excomulgadas
Seneth miró por encima de su hombro brevemente, su labio se encrespó de
nuevo con disgusto.
Obligándose a pensar, Lex se dio cuenta que los Bentigo debían tener la
misma disputa que los ángeles. Debido a su abundancia de energía de Luz, no
podían entrar en el Mundo Oscuro en forma de ángel puro. Un ángel como su
padre se consumiría en cuestión de minutos, igual que una persona en una tina de
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El Club de las Excomulgadas
ácido. Ella había sobrevivido sólo por las protecciones que Dante había puesto
sobre ella.
—Mi hija vio lo que le pasó a uno de los Fen. —Jonah se volvió, luego la
miró a los ojos—. Alexis.
Oh, Dioses. No hagas esto, Pyel. Pero su mirada fue implacable, exigiendo que
hablara. Él la amaba, sí. Pero nunca escondería la verdad, o dejaría que ella lo
hiciera, tampoco.
Los Fen estaban furiosos y desesperados, Dante estaba atado y las pesadas
expectativas de los Bentigo casi la abrumaron de nuevo. Dioses, esta era la razón
por la que su don podría ser difícil. En apariencia a menudo parecía una estúpida,
una débil idiota, porque la batalla que ella luchaba estaba en su cabeza. No podía
permitirse el lujo de ser ahogada como un árbol ante un dique roto.
Es tu don. Tu arma. Tuya para ejercerla, dada a ti por aquellos que entienden que
eres la adecuada para tenerla.
Es tuya.
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El Club de las Excomulgadas
Mina hizo un gesto de impaciencia.
Si lo amas, demuéstranos por qué vale la pena salvarlo. ¿O has cambiado de opinión?
¿Crees que sería mejor dejarlo ir, viendo todos lo que están contra él, incluyendo a tus seres
queridos? Él mató a sesenta y dos hembras. ¿No merecen justicia?
Él no estaba hablando. Aunque sabía que ella estaba allí, se había inmolado
a sí mismo en su rabia. Sintiendo su amplitud y alcance, ahora Lex temía que sólo
lo hubiera visto en un pequeño campo de visión.
Alexis nunca había tenido que estirar su don como lo había hecho con
Dante, llegando más allá de sus acciones y pensamientos para encontrar lo que se
podía rescatar de su alma. Pero la justicia y la redención estaban estrechamente
vinculadas, lo sabía. El mejor amigo de su padre era el Señor del Infierno, después
de todo.
Su padre y los demás querían que creyera que la chispa que sentía en Dante
era el efecto de su propia luz envolviéndose alrededor de la débil llama de él. Pero
en el mundo Oscuro, rodeada de desolación sin esperanza, de violencia y de miedo,
él la había protegido al final. No sólo porque ella era su llave para escapar. No sólo
porque la consideraba una posesión, y en su mundo cada posesión requería
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El Club de las Excomulgadas
violencia para conservarla, aunque en su mente, es probable que le gustaría
pensarlo de esa manera. Dante no tenía aún la lente interna para ver algo diferente
de sí mismo. Eso era por lo que la tenía a ella. Lex había visto y sentido algo
diferente en él, en el primer sueño que habían compartido.
Alexis encontró los ojos de la Bentigo después de apartar su mirada sobre los
Fen.
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El Club de las Excomulgadas
—Esta audiencia es para determinar si su crimen coincide con su castigo.
Responderás.
—¿Por qué no solo entró en nuestro mundo, si buscaba escapar del suyo?
Si ella fuera la única que le soltara sus ataduras, es probable que la matara
para liberarse como a cualquier otra persona. ¿O no?
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El Club de las Excomulgadas
Ella miró hacia el Fen.
El shock la golpeó por todos lados, sobre todo de Jonah. Recibía aguda
curiosidad de los Bentigo, vaga comprensión de los Fen. Su fuerte anticipación era
un sabor amargo como la sangre en su lengua.
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El Club de las Excomulgadas
Se volvió de nuevo a Jonah entonces. Aunque el dolor de Dante era
tangible, desgarrando su corazón, dijo las palabras, sabiendo que al igual que la red
que acababa de mencionar, sus palabras eran un tapiz. La caída de un hilo lo
desharía entero. Podía sentir el poder de ella girando fuera con cada palabra, un
hechizo sin intención manipuladora, un hechizo con la verdad, como su magia.
Sólo tenía que esperar que se mostraran receptivos a la misma.
Tantas cosas habían bloqueado los filtros cuando ella era pequeña, cosas que
habían sido demasiado difíciles para procesar por un niño. Su deseo de protegerla,
la magnitud de su amor, de manera profunda, vasta, incomprensible.
Incondicional. A pesar de que esos recuerdos abrumaban su corazón, Alexis sabía
que tenía que hablar no como su hija, sino como una mujer que conocía su camino.
Él se quedó inmóvil, con las alas y el borde de su túnica agitándose un poco en una
brisa que venía desde la cima de la colina. El sol de la tarde brillaba en el pomo de
la corta espada visible por encima de su hombro izquierdo.
—Todo el mundo tenía una visión de lo que llegaría a ser mi don, cuánto se
expandiría, lo poderoso que sería. Pero no creo que ninguno se diera cuenta de que
lo que trataba de hacer cuando era niña era cumplir con mi propósito antes de ser lo
suficientemente madura para manejarlo. Este don no tiene la intención de arrojar
luz sobre aquellos que tienen un momento de dolor, aquellos que no están perdidos.
Cosas que cualquier persona con una intuición excepcional podría entender. Se
suponía que me llevaría tan profundamente en la oscuridad de un alma
terriblemente perdida como tuviera que hacerlo para darle una salida, una mano
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El Club de las Excomulgadas
para sostener. Una de las primeras cosas que me enseñaste, Pyel, fue que no debía
tenerle miedo a la oscuridad.
—Me gustaría mostrarte lo que quiero decir. ¿Lo dejarías en libertad por un
momento, si te prometo que no les hará daño ni a ti ni a los Fen? No tengo ninguna
intención de llevármelo sin tu permiso.
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy seguro de ello —dijo David suavemente, antes de la mirada cáustica
de Mina—. Pero Mina comparte la misma sangre que su cautivo. La magia por lo
tanto será mucho más impenetrable. No hay posibilidad de dañar a los Fen fuera de
ella.
No. Cuando ella se encontró con la mirada de Mina, Lex sabía qué tipo de
círculo estaba haciendo Mina. Eso tendría dos efectos, y uno era impensable. Antes
de que pudiera protestar, la mente de la bruja cortó dentro de ella como un cuchillo,
lo que la hizo estremecerse. Entiendo lo que estás tratando de lograr, pero si no tienes unos
minutos para orientarte, tus probabilidades de éxito serán casi nulas. Esto le da tiempo a él a
calmarse, a no ser que te mate.
Seneth asintió.
Cuando Mina avanzó, Jonah tocó el brazo de Alexis. Ella lo miró a la cara.
—Tengo la esperanza de que algún día tus hijos te enseñen lo que se siente
cuando ellos mismos se ponen en peligro.
—No necesito aprenderlo, Pyel. Puedo sentirlo. —Alexis levantó las manos,
enredando sus dedos en sus plumas como lo había hecho cuando él la había girado
a través del cielo, sólo unos pocos días atrás.
Jonah cerró sus manos sobre sus muñecas. Mientras la abrazaba, vio el
breve destello de angustia en sus ojos. Le hizo comprender el dolor que le causaba.
Siempre lo había hecho. Los niños tenían que ser inmunes a los sentimientos de sus
padres en ciertas áreas para llegar a ser autosuficientes.
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El Club de las Excomulgadas
Él sabía eso, al igual que sabía que Alexis no había sido otra cosa que una
hija amorosa, devota. Ella sabía lo difícil que era para él y Anna dejarla tener más
libertad, encontrar su propio camino, sobre todo cuando la batalla para tener a su
única hija había sido tan dura. No había forma de que pudieran haber sentido o
hecho algo diferente, porque nunca podrían haber dejado de amarla. Él la amaba
ahora.
—Lo hiciste bien, Pyel —susurró ella, con una sonrisa curvando esa boca
hermosa. Parecía la misma que había tenido para él la primera vez que había
sonreído cuando niña—. Te amo. No te preocupes. Él no me hará daño. Pero los
próximos minutos quizá sean espeluznantes. Es posible que desees no mirar.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Treinta
Cuando Jonah por fin se retiró, Alexis notó que David se movía a la
izquierda del hombro de su comandante, y Marcellus a la derecha. Mina estaba a
un lado, con su atención en el círculo que había lanzado. El aura de poder emitida
por la energía olía a azufre y a carne quemada, causando una oleada incómoda en
el Fen, un estrechamiento de la mirada de Seneth.
Esta vez se movió plenamente a eso, sin vacilar. Hubo una sensación de
oscuridad, un breve silencio mientras ella hacía la transición a través de su realidad
al corazón de sus emociones, después todo el infierno se desató. Literalmente.
Era el Oscuro de nuevo, pero peor, porque no había ningún sentido de arriba
y abajo. Ella estaba en una esfera de dolor y ardor que giraba una y otra vez, sin
capacidad para orientarse dentro de ella, o escapar de la mano de ese tormento.
Indefensa. Estaba indefensa de nuevo, y no podía detener lo que podrían hacerle.
Sería azotada de nuevo, hasta dejarla sin sentido, corriendo a través del suelo como
el limpiador más bajo. Burlada, golpeada, sodomizada. Sería el único juguete de
niños crueles que no tenían otras diversiones.
Sin punto de referencia, Lex se agarró a la primera cosa que vino a su mente
que le pertenecía solo a ella. Un rápido balanceo, un rápido descenso. Sin cielo
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El Club de las Excomulgadas
azul, nubes blancas y ondas que palpitaban de rabia, era la primera vez que su
padre la había dejado caer del cielo.
Dante, estoy aquí. Todo está bien. Te han liberado de tus ataduras. Tienes que venir
a mí. No luches.
—Dante, por favor para. Ven a mí. Calma, estate tranquilo. Estoy aquí.
¿Ir a ti? Su voz era salvaje, el silbido de una serpiente, raspando a través de
sus nervios. No voy a nadie. Voy a destruirlos a todos.
No, no lo harás. No quieres eso. Eso no es lo que quieres, ¿recuerdas? Quieres sentarte
en un parque, bajo un árbol. Ver las aves volar, el movimiento del viento en los árboles.
Ella gritó cuando el fuego se clavó sobre su espalda, y rodó de nuevo, esta
vez para apagar las llamas de sus alas. Abriendo su conciencia brevemente, vio a su
padre seguir adelante con Seneth. Ellos habían cruzado el límite, pero todos se
toparon con un muro que los golpeó a ambos hacia atrás. El poder en el borde del
círculo se estremeció. Mina, con sus ojos brillando azul y rojo, se centró en
equilibrarlo. No iba a permitir a nadie que lo atravesara, incluso cuando Jonah se
volvió hacia ella. David asumió una postura protectora delante de ella, y
desenvainó dos dagas. Su cara era resuelta, peligrosa, aunque el conflicto le
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El Club de las Excomulgadas
estuviera desgarrando por dentro, tratando de servir a su comandante y proteger a
su compañera a la vez.
Esa no era su lucha. Esta lo era. Y no podría ser una pelea. Ella volvió su
atención completamente a su objetivo. A Dante.
No. Esto debe protegerte sólo hasta que te calmes. No eres tú mismo.
—Soy Dante. —La tierra por debajo de ella se estremeció. El olor de carne
quemándose aumentó. Los truenos de sus palabras rasgaron de su garganta,
reverberando por el círculo y más allá, un aullido que resonó por todas partes del
Santa Diosa, esto era crudo poder Oscuro. Un poder, reunido con su
inmortalidad vampiro para subrayar su punto. Él los aniquilaría. Nunca
conseguirían ponerle ese cable de nuevo. Excepto Mina que sabía cómo trazar un
círculo alrededor de él, aislarle y luego incinerarle. Aunque ella estuviera dentro de
él ahora, Alexis no dudaba que la bruja podría levantar simplemente la esfera
encima de ella cuando fuera necesario, dejándola en el suelo indefensa como ahora.
Le habría fallado. Y a ella misma. Alexis apretó el mentón y se echó hacia atrás
sobre su cadera. Volviéndose al aire dio unos movimientos torpes, gracias al
estremecimiento de la corriente eléctrica que todavía saltaba de un lado al otro del
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El Club de las Excomulgadas
círculo, como agua en un tanque que había sido zarandeado. Ella lo hizo, sin
embargo, y sus plumas se erizaron por la estática.
Dante la estaba mirando con esa calma misteriosa, inaccesible, pero ella
podía sentir todas las cosas que salían de él. La mayoría eran espantosas, oscuras,
un túnel impenetrable rodeado por fuego, pero Lex se metió en el túnel de nuevo,
extendiendo una mano.
Por favor, Dante. Ven a mí. Ven aquí, arrodíllate ante mis pies para que entiendan lo
que queremos. Lo que quieres.
Como un muerto de hambre, una bestia servil. Sus labios se curvaron. Sus garras
rasparon la madera. Rendirme como un esclavo.
—No —dijo ella en voz baja. A medida que avanzaba, se dio cuenta de que
una de sus alas no funcionaba correctamente. Apartando de un golpe el pelo de su
cara, se dio cuenta que no era pelo en absoluto, sino sangre que goteaba de su
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El Club de las Excomulgadas
ceja—. Esta es la rendición que siempre has conocido. Esto es diferente de rendirse
al odio y al miedo. Es rendirse al amor.
Un dolor agudo la hizo caer al suelo, diciéndole que el ala que se había roto
en su mundo se había roto de nuevo. No tenía la capacidad de recuperación de un
ángel pleno, sus huesos huecos eran más como las extremidades frágiles de un
pájaro. Pero se las arregló para levantarse sobre sus brazos y moverse unos metros
más, aunque el roce de la hierba bajo sus escamas fuera doloroso. Encontró su
mirada y se desesperó por el odio que vio allí, la necesidad de violencia.
Por favor, Dante. Por favor. Entrégate a mí. Para que seas realmente quien quieres
ser. Así podrás estar bajo ese árbol de nuevo. Piensa en todo lo que hemos compartido juntos.
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El Club de las Excomulgadas
Desesperada, le dio sus imágenes de lo que habían compartido para ayudarle
a recordar su propio yo. Si hubiera tenido más tiempo, podría haber logrado una
diferencia. Ah, Diosa, si ella perdía, lo perdería todo, y no sólo porque sus palabras
a Seneth y a Fen sobre su destino habrían sido verdad. Era más personal que eso.
Dante, te amo. Moriría por ti, pero realmente prefiero no hacerlo. Y no quiero que tú
mueras. Por favor, confía en mí. Ven a mí. Entrégate a mí.
Se detuvo justo antes de tocar esa superficie caliente. Las manos de Dante
estaban sobre sus brazos, llevándola de nuevo a una posición vertical. Su cola se
curvó con un arco rojo brillante y dorado entre sus pies. Aunque sus palmas
estaban casi tan calientes como la tierra, y recubiertas con sudor y sangre, podrían
haber estado sumergidas en llamas y ella le habría dado la bienvenida a su toque.
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El Club de las Excomulgadas
Levantando su cansada cabeza para mirarlo, le dio una sonrisa llena de lágrimas. Él
la miró fijamente, tantas cosas luchaban en su confusa y atormentada alma, más de
las que podía entender, como siempre. Siempre había tenido problemas para leerlo,
porque había tanto allí. Pero descifraría cada sentimiento, y le ofrecería algo a cada
uno. Consuelo para su tristeza, compañía para su soledad, amor a un corazón que
había recibido tan poco de él. Por favor, Diosa, danos tiempo. Nos rendimos a Tu
Voluntad. Por favor, ayúdanos.
Ellos tenían miedo de la magia que acababan de ver, estaban abrumados por
ella. Pero no había ninguna alteración en sus sentimientos. La cólera todavía estaba
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allí, el dolor. Sobre todo el resentimiento por lo que ella les había mostrado. No
estaban interesados en la curación de su alma, o en su destino. Lo que querían era
sangre y venganza.
No, ella exigió, con más lágrimas derramándose. Cayendo por su cara y
hombros, dejando un rastro en la ceniza y el hollín.
—Alexis. —Era su padre el que hablaba. Ella levantó su cara hacia él, a
pesar de que no quería hacerlo. Sus sentimientos, su sensación de fracaso,
abrumaban todo lo demás, así que no pudo interpretar su estado de ánimo, pero
conocía su impasible expresión. Era el aspecto que él tenía cuando se enfrentaba a
la más difícil de las opciones, o cuando ocultaba una gran emoción—. Ven aquí,
Alexis. Ven a mi lado.
Ve con él. Me entregué a ti, pero tienes que obedecerme. No voy a tenerte en medio de
todo lo que está a punto de suceder.
No voy a abandonarte.
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El Club de las Excomulgadas
Debes hacerlo. Haz esto último por mí, y que sepas que has hecho mucho más por mí
de lo que alguna vez merecí.
Ve con él, Alexis. Esa era la voz de Dante en su cabeza. Permitiré que su bruja
—Existe una razón para que haya dioses más sabios que nosotros, que
entiendan lo que nosotros no. Él está ahora en nuestro mundo, aprendiendo a ser
diferente. —Cuando su expresión no cambió, ella miró hacia el Fen—. No puedes
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El Club de las Excomulgadas
estar en un lugar donde no se puede perdonar lo suficiente como para dejarle ir.
Pero la justicia es tan profunda como un río, e igual de insondable. Deja que su
justicia sea impuesta durante su vida.
—Alexis —la voz de Jonah era baja—. Sólo voy a decirlo una vez más. Ven
aquí y ponte a mi lado.
Ella quería ir con él por última vez, pero él dio una leve sacudida de su
cabeza, haciéndole un gesto a su padre. Sofocando un sollozo que pensó que podría
ahogarla, se giró y salió del círculo, usando un ala y la base de su cola para moverse
a lo largo, en un arrastre tullido, que reflejaba cómo se sentía por dentro. En carne
viva, quemada hasta las cenizas, con dolores de una paliza que nunca se curarían.
Entumecida, mantuvo la cabeza baja, preguntándose si sólo podría cerrar los ojos y
pretender que nada de esto estaba sucediendo. La mano de su padre tocó su brazo,
y la guió hasta que estuvo de pie a su lado. David, Mina y Marcellus se pusieron
hombro con hombro con ellos, el brazo de Marcellus fue alrededor de su cintura
para tomar su peso.
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El Club de las Excomulgadas
Al principio ella no estaba segura de haber oído correctamente. Por lo visto,
Seneth sintió lo mismo. Él parpadeó.
—Hay justicias que a veces deben tomar un camino diferente. Lo que nos
guía es el equilibrio. Como ella dijo, hasta los últimos días, él nunca había
conocido otra cosa que el mal y la muerte. Ahora, gracias a mi hija, lo hace. Él no
es el mal puro, sin ningún interés en ser nada más que eso. Pienso que tú y yo
hemos sentido eso. —Jonah sostuvo la mirada del comandante de Bentigo—. Creo
que podría ser y hacer algo diferente con su vida, si tuviera la oportunidad. No
Seneth miró hacia el jefe Fen. Parecía que el líder tribal tenía un diálogo en
un lenguaje corporal con los demás, una rápida comunicación que Alexis no pudo
seguir, ya que sus propias tensiones se habían convertido en un nudo, que
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bloqueaba a todo lo demás. Finalmente, el líder la sorprendió caminando hacia
adelante y mirándola directamente.
El deslice del acero de tres vainas fue rápido, pero no tanto como la
respuesta desde dentro del círculo. Desnudo y ensangrentado, Dante golpeó el
borde del círculo en el punto más cercano a Fen con tanta fuerza que el vínculo
brilló con una reverberación. Los ángeles de Seneth se movieron para bloquearle,
aunque el círculo aguantó. Apenas. Lex notó una tensión en la expresión de Mina
que le sugirió que su impacto había cobrado su precio incluso en la fuerza de la
bruja. Pero la mirada de Dante nunca se apartó del jefe Fen, incluso cuando la
La escalada para combatir era algo que ella nunca había experimentado,
pero en ese instante, sintió que los protectores de Seneth se preparaban para una
plena participación, igual que su padre. Los únicos que no lo estaban eran los Fen.
Cuando el líder Fen habló, su rostro podría haber estado tallado en piedra.
Su voz fue como de madera.
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preferirás morir mil muertes que ver el rostro de lo que eres. —Su mirada se apartó
de Dante, y fue a Alexis—. Porque todos los Mundos son justos, cuando más la
ames, el Destino la alejara de ti, como pago por lo que nos has hecho. Y esa
pérdida tendrá el poder de sesenta y dos corazones rotos, de romper tu alma tres
veces sesenta y dos veces.
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Le hizo preguntarse acerca de las heridas que no se podían ver, esas que eran
por lo general más graves que cualquier otra que pudiera hacerse a la carne. ¿Era
posible curar esas heridas, cuándo las habían frotado con la sal de inocentes
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polvorín de sus emociones. Quería ir a él, pero en cambio, la mano de Raphael se
posó en ella, y fue respaldado por Jonah, quien se movió entre ellos.
Ella sólo quería tocar a Dante, mirar sus ojos durante un segundo, pero
entonces él habló en su cabeza. Vete con ellos, Lex. Te esperaré aquí. Él tiene razón.
—Es difícil tener a un paciente que puede leer las emociones de su sanador.
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—No. —Él le sostuvo la mirada—. El daño es irreversible. No estaba seguro
cuando volviste del Mundo Oscuro. Necesitaba tiempo para ver el precio de la
recuperación de los sistemas de tu cuerpo. Hubo alguna mejora marginal, pero no
la suficiente. Serás más susceptible a las heridas. Es por eso por lo que tu ala se
rompió de nuevo tan fácilmente. Tu capacidad pulmonar ha sido reducida en un
tercio. Y tu debilidad muscular… si descansas, te recuperarás bien, recibiendo
tratamientos regulares de mi parte, así como la sangre de tu vampiro, no te
degradarás rápidamente, pero continuará. Tu tiempo de vida… —Se detuvo.
Alexis tragó.
—Bien, ¿no es la forma en que siempre es? Todavía puedo tener hijos,
¿verdad?
—La maternidad es una enorme presión que podría exacerbar tus síntomas.
Es…
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—Está bien. —Lex respiró hondo, envolviendo su mente alrededor de eso.
Una mirada hacia la muralla, le mostró a Dante todavía en modo estatua, gracias a
la Diosa, porque eso significaba que probablemente él no había escuchado—. Eres
un ángel de Sumisión Total, ¿no?
Raphael asintió.
Raphael, siendo el curandero que era, sabía lo que necesitaba. Abrió sus
brazos y ella entró en ellos, dejando que los sollozos la tomaran.
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—Sí. —Ella se apoyó en su costado, poniendo su sien sobre su hombro,
dejando que su brazo la sostuviera. Las nubes blancas flotaban delante—. La
belleza ayuda, ¿verdad? Ayuda a recordar que la luz y la oscuridad son un
equilibrio.
—Sí. Y cuando un hombre ha sido bendecido con una hija y una compañera
como las que tengo, la luz es bastante fuerte como para cegarlo.
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regañarla por llevar la iniciativa como lo había hecho, reprendiéndola por
arriesgarse a sí misma como siempre…
En cambio, se giró y puso las manos en sus hombros mientras ella se cernía
ante él, sus alas sosteniéndola en alto.
—Que estamos bien. —Lex se sorbió los mocos y agarró su muñeca, la palma
de su mano apoyada en la suya—. Ella se preocupa más por ti que por mí. Sabe que
eres el que con más probabilidades se meterá en problemas.
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—Gracias, Raphael. —Ella quiso sonreír, pero ahora que estaba cerca de
Dante, no podía. Apenas podía respirar. Cuando se giró para estar enfrente de su
vampiro, la restricción en sus deshilachadas emociones estaba casi derrumbándose.
Casi lo había perdido. Más que eso, ella sabía que su profunda rabia por haber sido
encarcelado y mantenido indefenso, casi había consumido lo que quedaba de su
alma hecha jirones. Pero no lo había hecho.
Te llevaré a algún sitio para limpiarte. ¿Puedes poner tus brazos alrededor de mí?
Ella cerró los ojos cuando sus brazos se deslizaron sobre sus hombros, con
sus manos debajo de sus alas, piernas y pies desnudos capturando su cola para
mantener el equilibrio mientras ella iba por el aire. A pesar de que estaba cubierto
de sangre y suciedad, su pelo oscuro aleteó en sus labios, los músculos de su cuerpo
se movieron contra el suyo. Era él, y estaba vivo.
A diferencia del arco iris terrenal, el del Edén tenía una sustancia brillante
que recubrió su piel cuando pasó a través de él. Recordó los tiempos en que había
jugado en el arco iris, colocándose así esos cinco colores a rayas en una de sus alas.
Se había reído tontamente, pidiéndole a Jonah que lo convirtiera en permanente.
Esos colores pasaron sobre la cara de Dante, destacando los planos duros, y el
conjunto de su boca.
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El Club de las Excomulgadas
Ella los llevó cerca del río. Si hubieran ido un día o así antes, podría haberle
dejado caer ahí para divertirse. Ahora mismo, sus emociones habían subido hasta el
punto de que apenas podía hablar. Era bastante difícil soltarle, retroceder y
transformarse a su forma humana para que entonces los dedos de sus pies pudieran
aferrarse a la suave hierba. Ella se quitó el sujetador, dejando su piel libre para
sentir el tacto suave de la brisa del Edén, y el agradable sol.
Todo lo que quería hacer era correr hacia él, abrazarlo, pero no podía
clasificar sus emociones y lo que quería. Él se apartó de ella después de aterrizar,
acercándose a la orilla del agua para permanecer de pie bajo el dosel de la sombra
de un árbol, y se quedó mirando a su alrededor. No podía culparlo. Ella había
crecido siendo un ángel, acostumbrada a ver maravillosas vistas, pero todavía había
Mucha de la magia del Edén incluía este dichoso aislamiento. Era posible
que hubiera otros aquí ahora, pero no serían vistos a menos que las energías que
vagaban por allí supieran que un alma necesitaba la presencia de alguien más.
Ahora Dante miraba a un par de ciervos que se acercaron a la orilla del agua y
bebieron, mirándole con curiosidad antes de moverse tranquilamente. Pasaron tan
cerca de él que pudo tocar el flanco del venado. Levantó una mano como si tuviera
la intención de hacer precisamente eso, pero entonces su mirada se posó en la
sangre que la manchaba, y la cerró en un puño.
Ella no podía soportarlo. Sabía que tenía que darle unos segundos, pero en
lugar de eso caminó hasta el borde del agua, donde estaba él. Bajó su mirada en
silencio, a la túnica suelta alrededor de su cintura. Había una pequeña bolsa
colgando en su cinturón, y cuando ella se la quitó, los contenidos eran bultos,
duros. Cuando miró a su cara, él negó, por lo visto no interesado en una
explicación, por lo que ella lo dejó aparte con la ropa.
Entrelazando sus dedos con los de él, le acarició los nudillos, absorbiendo el
calor de su palma. Había tenido la intención de llevarle al agua, pero en cambio, se
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quedó allí, sosteniendo su mano, contemplándolo mientras las lágrimas corrían por
su rostro.
Eso debería haber hecho mucho más fácil el olvidarme si los Fen me hubieran
matado.
Dante manejaba las cosas tan terribles con total naturalidad. Ella cerró los
ojos, dejando que el horror se fuera con sus palabras. Entonces habló sobre su piel,
porque le gustaba como se movían sus labios contra él de esa manera.
—Entonces sería fácil de olvidar para ti, también. Hay muchas mujeres en el
mundo, Dante. Muchas de ellas serán más bonitas, o mejores para ti —pensó en la
belleza de la señora Lyssa, y en una legión de otros vampiros mujeres sin rostro,
simplemente impresionantes—. Yo sólo te tendré poco tiempo.
—No eres tan inteligente como creía que eras, Alexis. —Herida, ella se
apartó, pero no la dejó ir—. Los Fen, aunque no son tan simples como pensaba,
todavía siguen siendo simples. Y sin embargo, vieron lo que tú no.
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—¿Qué?
Él suspiró.
—Mira…
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este momento era el más importante ahora. Sus emociones iban a vencerla, porque
todo lo que había visto y oído, todavía no significaba nada contra lo mucho que lo
deseaba y lo necesitaba. Y el conflicto de eso iba a desgarrarla si no podía perderse
en él durante este breve fragmento de tiempo. El Edén no juzgaba. El Edén sólo
existía, trayendo lo mejor de cada alma. Tal vez por eso había querido traerlo aquí
desesperadamente. Para confirmar lo que había asegurado a todos los demás que
sabía.
Pero…
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detuvo para llevarles a ambos bajo el agua, haciendo que se mojaran
completamente. Cuando subieron, él estaba más hundido, hasta el pecho, y a ella le
llegaba al cuello. Entrelazándose alrededor de él, usó sus piernas para agarrarse
mientras le exploraba la piel, quitándole la sangre.
Que sepas esto. Si no hubiera nada en este mundo salvo tú, habría valido la pena
llegar hasta aquí. Nunca te avergüences de tu capacidad de amar, Alexis. Aunque no lo
entienda todavía, no soy tan tonto como para no verlo por el tesoro que es.
Desde la primera vez que lo había conocido, nunca le había dicho nada por
descuido, o sin intención, tras una larga deliberación. Ella se prometió a sí misma
recordarlo en el futuro, siempre que su falta de espontaneidad la volviera loca.
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Las lágrimas volvieron a caer a pesar de la idea irónica, y cayeron aún más
rápido cuando él se inclinó y colocó sus labios sobre ellas, besando cada una para
alejarlas, un hilo de emoción se dobló en lo físico. Él ajustó su posición, estirando
su lisa abertura cuando comenzó a bajarla sobre su polla. Era la pasión, pero con
esta conexión emocional, era la afirmación, una manera de partir por la mitad su
corazón, incluso cuando ella se regocijaba por el dolor.
Permanece tranquila sobre mí, Alexis. No te muevas hasta que te diga que puedes
hacerlo.
Cuanto más me obedeces, más húmeda te pones. Te quiero así para mí.
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segura que el bendito ambiente del Edén nunca había oído entre sus sagrados
árboles.
—Córrete para mí, también. —le susurró ella, alcanzando su cara, trazando
su pálida frente—. Déjame darte sangre.
Cuando finalmente soltó sus manos, Lex deslizó sus dedos hacia abajo por
su ancha espalda, deleitándose con todo su peso sobre ella, la cara apretada en su
cuello, los hilos de su pelo sobre sus labios. Dante mantuvo sus movimientos
durante un tiempo, incluso después de su liberación, y ella se movió con él, un
movimiento calmante y sensual que no tenía principio ni fin, el propio ritmo
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circular en un lenguaje que podría contestar a cada miedo y pregunta que ella
tuviera.
—Cuentas y cintas.
—La bolsa. Tu padre me las dio para que las conservara. Me devolvió las
—Te amo —le dijo, queriendo que él lo oyera, lo viera en su cara—. Pase lo
que pase. Pertenezco a tu lado.
La tomó dos veces más, hasta que sólo pudo aferrarse a él, disfrutando de su
placer, dejándole rodar sobre ella como un lánguido mar tropical. Durmieron, pero
al final Alexis supo que era hora de irse. Afortunadamente, sus alas tenían la fuerza
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suficiente para hacerles volver a la Ciudadela, pero sabía que necesitarían un
ascensor para poder llegar a su casa.
Mina ya había partido con David, por lo que Marcellus y Jonah estuvieron
de acuerdo en llevarlos a casa. Con el fin de que se pudieran mover con mayor
rapidez, Jonah hizo cambiar a Lex a su forma humana y ponerse la túnica prestada.
Todos reconocieron que a Dante no le hacía ninguna gracia ser llevado por uno u
otro ángel. Así que Marcellus hizo que Dante entrelazara una mano en el arnés de
sus armas, y los ángeles se fueron a una velocidad más rápida de lo que Alexis
hubiera podido. Por otra parte, el vuelo de regreso a su casa de la ciudad fue
tranquilo. Era de noche ahora, lo que hacía más fácil aterrizar de forma
desapercibida en el tejado. Las estrellas habían salido, y la música salía de uno de
los pisos.
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El Club de las Excomulgadas
Pero antes de que pudiera tratar de conducirlos discretamente hacia ese
desenlace, la puerta de mantenimiento del tejado se abrió. Los tres hombres
echaron un vistazo en esa dirección, pero era Clara.
—Oh. Bien, no sentí a todos los demás. ¿Es esta una reunión? ¿Necesito…?
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El Club de las Excomulgadas
de mi vida. Sería demasiado deprimente verte llevar mis minis cuando yo busque
pantys con efecto control14 en la parte superior.
Dante negó.
—Sí. —La mirada fija de Jonah parpadeó hacia Alexis, y luego regresó al
vampiro—. Pero ella tenía razón, tanto como no quise que la tuviera. Sin embargo,
como el Fen, tengo mucho camino por recorrer antes de que sienta que tu vida
podría merecer el sufrimiento que mi hija y tantos otros han soportado para
preservarla.
Su aversión por la conversación era obvia, Jonah se giró hacia Alexis, pero
Dante no había acabado.
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Efecto faja.
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—Podrías haberme matado, cuando llegué por primera vez a tu mundo,
antes de que supieras sobre la tercera marca. Lo deseabas. Incluso la barrera de la
bruja no habría estado en tu camino.
—Sí, podría haberlo hecho. Si no hubieras hecho lo que hiciste durante esos
primeros momentos, lo habría hecho.
—¿Y qué hice? —dijo Dante, cuando Jonah no le ofreció más información.
—Te tomaste un segundo vital para mover a mi hija detrás de ti, para que
ella no estuviera entre ti y el peligro. En la batalla, un segundo es la diferencia entre
la vida y la muerte. Tú la protegiste instintivamente.
Él dio un paso hacia adelante entonces, golpeando sus pies contra los dedos
de los pies del vampiro. Los colmillos de Dante estaban expuestos, pero el brillo de
la mirada de Jonah no era menos agresivo.
—Tenlo en cuenta, vampiro, fue la única cosa que salvó tu vida. Confío por
ese segundo que siempre pondrás su bienestar en primer lugar. Si reconsidero mi
decisión, y actúo en consecuencia, tendrías mucho menos de un segundo vital,
cuenta con ello.
El humor eludió a Alexis, porque sintió algo más de Dante entonces, algo
que la hizo avanzar en protesta justo cuando Marcellus intentaba detenerla de
nuevo.
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El Club de las Excomulgadas
*****
—Es mejor para mí estar allí de momento. —Dante no sabía si ella entendía
como se sentía de hambriento mirando su dulce rostro, pero sus manos tenían
mente propia, barriendo las suyas aparte para atraerlo hacia ella, su apretón
posesivo en sus caderas. La deseaba, la necesitaba, y sin embargo, tenía que
marcharse. Su cuerpo se inclinó hacia él, queriendo que cambiara de opinión. Él
—Puedes. Pero hay cosas… —Él cambió a su mente, porque era más fácil.
No es porque no te desee. Pero tengo que ir allí. Tengo que pensar.
—Pero…
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poco de espacio, pero su expresión por una vez no fue condenatoria. Aunque Dante
estaba haciendo lo que le había advertido que no hiciera, hacerle daño a su hija,
Jonah lo entendió.
A pesar de eso, vio los ojos del padre ir hacia ella con un dejo de lamento, el
mismo que hizo que le doliera el pecho. Una emoción desconocida, y una que no le
gustaba en absoluto. No había nada más que pudiera hacer o decir para cambiar lo
que debía ser hecho. Como lo había hecho toda su vida, él tomó su decisión y actuó
en consecuencia.
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Porque todos los Mundos son justos, cuando más la ames, el destino la alejará de ti...
Había estado solo por un tiempo, pero luego sintió la presencia del ángel de
alas negras. Dante siguió mirando hacia abajo.
—Lo encontrarás, si realmente lo deseas. Pero me temo que los Fen tienen
razón. El precio que se paga es proporcional al delito cometido. Es probable que la
pierdas en el momento en que aprendas a amarla con toda tu alma.
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—Entonces no tendré nada que ver con ella. Me quedaré aquí, o iré a otro
lugar —tragó—. Volveré al Mundo Oscuro, donde no pueda oírla, ni verla...
Pero podía oírla. Podía oír sus pensamientos, tocar su alma cada vez que lo
deseaba, porque había una tercera marca en ella. Más allá de eso, él había creado
una conexión con la que podía llegar a través de los Mundos, a cualquier distancia.
No podría resistirse.
—Hay una cosa que se llama regalo, Dante —dijo Lucifer. Su timbre
profundo resonó contra las rocas, los huesos de Dante vibraron—. Es algo que se
da libremente, sin expectativas. Es raro, porque lo que la gente suele llamar regalo
viene con condiciones, ya sea consciente o inconscientemente. Ella te ha dado un
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El Club de las Excomulgadas
Dante se giró, sorprendido, porque no había oído ni sentido nada. La
sorpresa fue rápidamente reemplazada por la cautela y más que un poco de
hostilidad cuando vio que era la Bruja de Mar.
—Una de las llegadas más calladas —le señaló Lucifer a ella—. Jonah no
estaría muy divertido si supiera que puedes hacer eso.
Todavía no confiaban en él. No los culpaba por eso, sobre todo cuando se
trataba de la Bruja de Mar. Estar frente a ella en este lugar de soledad sin otras
distracciones era peligroso. Hacía que bullera la violencia de nuevo. Se había
imaginado acabando con ella cientos de veces, de mil maneras. Con su vulnerable
cuello bajo sus manos, rompiéndoselo, retorciéndolo, arrancando la carne caliente,
oyendo su grito ahogado.
Se dijo que se quedaría donde estaba porque había visto el poder de la bruja.
Un tonto podría pensar que era vulnerable. Si ella tuviera alguna debilidad, la
aguda vista de su compañero ángel la habría cubierto. Pero no fue lo que detuvo su
mano. No podía decir lo que era todavía, pero algo había cambiado dentro de él,
mientras había estado alrededor de Alexis.
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Cuando él no dijo nada, ella se paseó por la piedra, mirando por encima del
borde.
—Un día lo recordarás, pero eso no importa. Se añadirá al poder que tienes
ahora. —Pescando en el interior de su capa, sacó un delgado volumen, colocándolo
Dante no estaba del todo seguro de haber oído bien. Apenas se abstuvo de
pedirle que lo repitiera. En un parpadeo, su sarcasmo habitual se había desvanecido
como un hechizo de Hada. Su mirada fija mostró compasión, una emoción que
podía identificar, gracias a Alexis.
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—Mis decisiones fueron propias bruja. Sé lo que soy.
Él apretó la mandíbula.
—Ella me ama.
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—¿Por qué discutes esto conmigo? Tú, más que nadie, deberías saberlo —
señaló a David—. Él es fuerte. Es un ángel. Un hombre. Puede manejar lo que está
dentro de ti. Ella no puede.
Mina no se inmutó.
—Ninguno me quiere alrededor. —Se alejó de ella—. ¿Por qué vienes ahora
a discutir sobre esto conmigo? Mi alma está manchada. ¿Cómo se puede quitar o
cambiar o alterar una mancha permanente? Hay demasiada oscuridad en mí. La
infectaré.
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El Club de las Excomulgadas
Al alejarse, él dio la vuelta al perímetro de su casa temporal, tratando de
escapar del torrente de emociones, pero era demasiado. Cayó de rodillas y rugió, el
eco regresó a él, como una bestia salvaje, indomable, no deseada, insegura de su
lugar y de su presa. Quería que la bruja se fuera, que todos ellos se fueran, para
poder permanecer en ese estancamiento donde el doloroso vacío en su pecho por lo
menos se deleitaría con los sonidos del fuego y del tormento, un reflejo de su propia
sustancia. Había venido aquí pensando encontrar respuestas y había encontrado
sólo silencio, pero algo importante faltaba. Algo que no podía tener.
Pero cuando se levantó por fin, con los puños apretados y los ojos ardiendo,
Mina todavía estaba allí, mirándole impasible.
Antes de que pudiera tirar hacia atrás, ella había agarrado su mano y la
había puesto sobre su pecho, sobre su corazón. Un temblor de energía corrió debajo
de sus pies, luego se disparó hacia arriba a través de su cuerpo. Él se estaba
agitando, cayendo a través de la oscuridad, a un abismo de dolor, miedo, y
desolación. Era energía Oscura, sólo que en vez de estar en ese Mundo, él estaba
dentro de la cabeza de la Bruja de Mar. Una luz atravesó la niebla, alcanzándolo.
Presa del pánico, él la arañó, pero no tenía control de sí mismo. En cambio, estaba
siendo arrastrado, como si lo balancearan hacia atrás y hacia adelante por los
amarres que lo movían a un ritmo controlado hacia ella. A medida que se acercaba,
se ponía más brillante. Estaba iluminando la oscuridad de su alma, destruyendo a
esa criatura nocturna, maldita y no dejando nada en él, porque eso era lo único que
había. Él gritó y se resistió cuando su cuerpo empezó a deslizarse hacia esa luz.
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bajo el árbol del parque en brazos de Alexis, perplejo y sin embargo, calentado por
cada una de las acciones de ella, su sonrisa, su amor.
Dante salió de la visión. Mina se puso delante de él, sin soltar su mano en su
corazón, sus ojos giraban con la oscuridad que él conocía demasiado bien. Esta se
había hecho cargo de sus funciones, volviendo sus dos ojos rojos, sus colmillos
alargándose y volviendo sus dedos garras de verdad. Su lado Oscuro. Pero todavía
sentía esa tranquilidad que emanaba de ella. Mientras se concentraba, se dio cuenta
de por qué. David estaba junto a ella, con su mano apoyada en su hombro, con sus
alas una negra y una blanca extendidas, con sus plumas ondeando en la brisa
creada por su magia. Su mirada estaba atenta en la Bruja de Mar.
Con otro parpadeo, de nuevo era ella, sus ojos eran bicolores una vez más.
David estaba de vuelta en la percha por encima como si nunca se hubiera ido.
Dante la miró fijamente. Era hermosa ahora, pero recordó, la primera vez
que la había visto, estaba marcada. Algo fascinante había existido en ella en ese
entonces, poderoso y aterrador. Era el aliento limpio de otro Mundo, otra manera
de vivir. Él se había dicho que nunca había creído en su promesa de ponerlo en
libertad si se probaba a sí mismo. Y, sin embargo, durante la Batalla de la Montaña
cuando la cortina había sido retirada por completo, él había sido inundado por
muchas imágenes de la Tierra. Por el verde, por el azul y por colores de todo tipo.
Había estado lo suficientemente cerca para ver las briznas de la hierba, los tallos de
las flores y los árboles... Había querido ser parte de eso, se había quemado por ser
parte de eso, y entonces ella había cerrado la puerta en su cara.
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Mina estaba mirándolo. Como si pudiera oír cada uno de sus pensamientos,
la comprensión que se estaba extendiendo a través de él, e inclinó la cabeza.
—Tu intención es noble —observó ella—. Pero una idiotez noble no le sirve
a nadie.
Con ese mordaz comentario, se fue, David le lanzó una mirada irónica y
casi compasiva antes de ponerse en marcha siguiendo su estela.
*****
Quería verla, pero esperaba que fuera a él, al Infierno. Como si fuera el
mismísimo Señor del Inframundo. Alexis estaba segura de que Dante esperaba que
Maldita sea. El hecho de que todo fuera verdad lo hacía aún más inexcusable.
¿Lo habría matado enviarle de vez en cuando un pensamiento, algo simple? “Hola,
¿cómo estás? Estoy bien aquí en el Infierno. Ojalá estuvieras aquí.” Cuando ella había
perdido su orgullo y le había gritado, más de una vez, solo había habido un silencio
de radio. Para esto, había enviado a Marcellus con su mensaje.
No, ella no era tan fácil. De ninguna manera, no y no. Lo haría esperar un
día, había tenido una sesión de quejas con Clara que había incluido lágrimas,
chocolate y a Clara jugando a la amiga fiel diciéndole que era una idiota y que se
merecía algo mejor. Entonces, por la mañana su amiga la había besado y le había
dicho “Ve por él, cariño”.
Jonah llegó a la casa de la ciudad para llevarla. Su madre estaba con él, y le
dio un breve abrazo. Se habían visto muchas veces desde aquella terrible noche, así
que no había mucho que decir. Pero mientras Jonah intercambiaba información
con Marcellus, ella tuvo unos minutos para acurrucarse en el sofá, acomodar sus
nervios y ver a su madre arreglar las flores frescas en un florero.
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Lex las había recogido esa mañana. Desde que él se había ido hacia casi un
mes atrás, ella había estado recogiendo cosas que pensaba le gustaría ver, como una
viuda que no creía que su marido estuviera muerto. Bueno, la analogía era terrible,
pero hasta que su solicitud había llegado, ella había estado moviéndose
peligrosamente cerca de esas aguas. Ni siquiera había venido a sus sueños. A pesar
de que había soñado con él, su imaginación y deseo lo habían conjurado, no él.
Había sido difícil ordenar sus pensamientos cuando Dante estaba allí
eligiendo otras cosas antes de tomar su propia decisión. Pero ahora no le importaba
si lo hacía. Tal vez sólo fuera que le molestaba porque él se había anticipado a sus
necesidades antes de que ella las hubiera tenido.
No le pediría su sangre a cambio, todavía no, pero al poco tiempo ella sabía
que Raphael la presionaría con el tema. Estaba esperando una respuesta de Dante
antes. Sin embargo, no había habido un “no gracias”, ni ningún mensaje, aunque
David decía que la tomaba como alimento. Al principio eso le había dado
esperanza, pero cuando el silencio se había prolongado, se preguntó si él la
relegaría a una donante anónima de sangre, en lugar de una relación de sirvienta
plenamente unida a su vampiro como había visto en Jacob y Lyssa. Algo que
estaba dispuesta a aceptar, aunque sólo había salido de su agujero y la había
dejado. Macho idiota.
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tratar de no sollozar en sus brazos por su soledad más de una o dos veces. Tigger,
por otra parte, estaba en peligro de pudrirse bajo el agua.
—¿Myel?
—¿Hmm?
—Le dije que se mantuviera seguro y que cuidara de ti, por supuesto.
—Pero hubo algo más, ¿no? Me dijiste que confiabas en él, y que había
habido una intensidad especial cuando lo habías hecho. Que era lo mismo cuando
habías hablado con él, antes de que nos fuéramos. Y la forma en que te miró, y
luego a mí...
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El Club de las Excomulgadas
—Gracias —Alexis logró decir a través de su garganta espesa, mirando a su
madre—. Y gracias por decirme lo mismo a mí. Me olvidé de lo mucho que puedo
contar con él. Me perdonó, pero todavía me siento tan mal... —Sobre eso. Sobre
Dante. Sobre todo—. No confié en él, porque yo sabía cómo se sentía acerca de
Dante. Y lo que era extraño es que sus sentimientos no han cambiado. Todavía no
le gusta Dante, pero confié en él de todos modos.
—Estás tan cerca de las emociones, Lex. Es tu gran don y tu maldición. Las
acciones no se basan siempre en nuestros sentimientos. A veces son contrarias a
ellos, cuando amamos a alguien lo suficiente como para actuar por sus
sentimientos, no por los nuestros. —Ante la expresión de Alexis, Anna se sentó en
el sofá y deslizó un brazo alrededor de ella—. La confianza es siempre lo más difícil
—¿Eso crees?
*****
Así que aquí estaba ella. Lucifer la había encontrado en las cámaras
superiores, y había sido un sinuoso camino a través de los túneles durante un
tiempo, tiempo suficiente para que sus nervios se exasperaran. En cualquier otro
momento, habría estado absorbiendo todo a su alrededor, porque siempre estaba
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ávida de curiosidad acerca del Infierno, y sobre el ángel que lo dirigía. Pero ahora
su mente estaba completamente en Dante, y lo que le diría. O ella a él.
—Ve al final de este túnel —dijo el ángel de alas oscuras, su voz profunda
era algo resbaladiza, sensual y relajante a lo largo de sus nervios, aunque sus
oscuros ojos parpadeantes eran inquietantes—. Se abrirá a un estrecho puente. El
puente te llevará a la plataforma. Ahí es donde prefiere quedarse, a pesar de que ha
manejado bien las tareas que le he dado.
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El Club de las Excomulgadas
Tenía que confiar, igual que Anna le había dicho. Pero no podía soportar
perderlo.
Reuniendo su valor en sus dos manos, salió del túnel, al puente estrecho que
Lucifer le había indicado.
Ella no podía decir nada de sus ojos, pero estaban fijos en su rostro. Si
pudiera defenderse de la bobina enredada de emociones crecientes en su pecho,
podría sentir lo que él sentía. Pero si Dante se quedaba alejado, como lo había
hecho en su mente, podría perderlo. Le daría una patada en su perfecto trasero en el
borde del precipicio.
Ella cerró los ojos. Había esperado con tanto amor su toque, que incluso su
voz, con esa rugosidad fascinante mezclada de matices de terciopelo, era un golpe
en su piel. Vergonzosamente, no podía moverse. Había tenido el valor de venir
aquí, pero ahora no podía encontrarlo en ella para cruzar el puente hacia él. Pero
cuando abrió los ojos, él estaba en el estrecho pasillo, justo en frente a ella, a una
distancia de contacto.
El parpadeo de la luz tenue de esta cámara del Infierno hacía a sus ojos
carmesí oscuros, un rico vino de Borgoña. Él extendió la mano cerrándola en la
suya helada a su lado, tirando de ella hacia adelante. Lex se resistió, pero por
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supuesto, él era más fuerte, así que dio dos pasos hacia adelante y Dante cerró la
distancia, quedando contra él.
—Mina tenía razón desde el principio. Tengo que merecerme el mundo que
me estás ofreciendo.
—He hecho cosas malas. Sea cual sea la razón. —La interrumpió antes de
que ella pudiera protestar—. Tomé vidas que no eran mías para tomar. Tú eres el
regalo más grande que cualquier hombre pudiera desear, pero te obtuve a través de
medios malos.
Sus ojos tenían el poder de destruirla, lo sabía. Miró su cara y supo que no
podría sobrevivir sin él. Sus dedos se deslizaron hacia arriba, agarrando su cintura,
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como si pudiera amarrarlo a ella. Dante estaba en su interior en todos los sentidos,
y si la dejaba otra vez, sería insoportable.
—También eres mi mayor fortaleza. Sabías eso cuando me dijiste que fuera
a ti. Al entregarte mi corazón, fui más fuerte en ese momento de lo que jamás había
—He escuchado todos los pensamientos que has tenido. Filtrado cada
lágrima que derramaste en tu almohada. Visto los intentos de Clara por animarte, y
las horas en que nadaste con los manatíes, después en el océano sola, tratando de
luchar a brazo partido con tus miedos y tristezas. He estado contigo a cada
segundo. He conocido muchos tormentos, pero sentir tu soledad y dolor y negarme
el derecho de llegar a ti... Prefiero sufrir todas las penas aquí antes que sentir eso
otra vez.
—Entonces no me dejes.
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—No. Ese es tu amor el que habla. —Él cerró las manos en sus muñecas—.
Es hermoso y verdadero, y lo dices en serio con todo tu corazón, puedo sentirlo.
Pero sólo porque se siente bien, porque es verdad, no significa que sea cierto,
Alexis. Todo el mundo sabe que no soy lo suficientemente bueno para ti. Y tienen
razón.
Su corazón se hundió a sus pies. Se rompería, tan pronto como él dijera las
palabras que sabía que venían.
—No cabe duda de que lo estarías —dijo él con gravedad. Volvió la cabeza y
rozó sus labios sobre su mano para que el calor hormigueara a través de ella—.
Pero tenías razón sobre eso. Soy egoísta. Renunciar a ti es una cosa que no estoy
dispuesto a hacer. Ni ahora, ni nunca.
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—Necesitaré tu ayuda para llegar a ser una persona digna de tu amor, del
perdón de los Fen... o de la misericordia de la Diosa. Espero que todo eso me tome
un tiempo muy, muy largo. —Una sombra se movió sobre su expresión—. Si
mueres antes de eso, estaré muy enfadado contigo.
—Lo sabes.
—Lo supe en cuanto Raphael te lo dijo. Fue en parte por eso que me quedé
en tu mente, asegurándome de que estuvieras haciendo lo que él te sugirió. Estás
mejor. Me alegro. No te quiero si insistes en morir.
—¿Me amas?
—Quiero hacerlo, incluso más de lo que creo que quería escapar del Mundo
Oscuro. Tal vez son una y la misma cosa. Todo lo que sé es que todos estos días sin
estar cerca de ti fueron tan solitarios como todos los años que pasé allí. Te necesito,
Alexis.
Asimilando ese cofre del tesoro lleno de emociones, ella se puso de puntillas,
pero él ya estaba inclinándose para mirarla, sus manos moviéndose para pegarla
con fuerza a su cuerpo, lo suficiente para que Lex diera un grito ahogado en su
boca. El beso fue tan hambriento de ambos lados que fue torpe, tosco, pero de una
manera que a ella no le importó. Poniendo su brazo alrededor de su cintura, la
levantó, sacándola del estrecho puente y llevándola sobre la plataforma. Los llevó a
ambos al suelo, y aunque la roca no era cómoda, no le importó. Necesitaba una
dureza diferente en este momento, que hacía a todo lo demás irrelevante. Se había
sentido vacía y desolada por semanas.
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Él ya tenía las manos debajo de su falda, encontrando las delgadas bragas.
Sin rasgarlas, se limitó a retirarlas a un lado mientras ella le encontraba debajo de la
media túnica. Cerró las manos sobre el acero de su eje, guiándolo a su interior.
Dante estaba dejando que lo liderara, algo que nunca había hecho antes.
Alexis no quería eso, no quería que frenara sus impulsos innatos de vampiro de
reclamar y recibir. Tal vez estaba negando su propia naturaleza como parte de su
penitencia, pero él no entendía que era un placer que ella necesitaba sentir, tanto
como él necesitaba desatarlo.
Es decir, Dante no lo entendía hasta que ella tuvo la idea, y luego él abrió
los ojos. Lex lo igualó con toda su hambre evidente en su corazón y mente.
Creo que necesitas entender que te pertenezco, sirángel. De la misma forma. Tal vez
más.
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hasta que se presionaron arriba en su pecho, su garganta flotó por encima de su
boca.
La duda fue breve, sintió la onda en su propia mente que sugería que estaba
profundizando en ella, averiguando si esto era lo que ella deseaba más. Sí. Diosa, sí.
Con otro gruñido, él raspó en ella, una vez, dos veces, una broma erótica
que hizo que sus manos se apretaran en sus pechos, frotando su sexo contra él de
forma involuntaria. Bajando la mano lo agarró, por lo que a medida que sus
colmillos se hundían en ella y arqueaba su cuello con un grito, Alexis se empujó
hacia abajo a lo largo de su longitud, permitiéndole estirarla y empalarla
Esto era lo que tanto había necesitado. No sólo por el sexo... que era
increíble, pero no era más que el conducto a ese sentido de conexión renovada. Ella
no quería que se rompiera, nunca más. Sus manos agarraron los bíceps, con fuerza
y se rió, un sonido ronco y sensual por sus instintos abrumados y entonces Dante
les dio la vuelta. Ahora Lex estaba debajo, extendida para él, mientras bebía de su
cuello y se movía rítmicamente contra ella, llevándola aún más alto.
Palabras sencillas. A la hora de amar, no era un poeta, pero como todo era
nuevo para él, ella pensó que era Shakespeare. Otra cosa que se añadía a su
creciente lista de cosas que le mostraría. Las obras de Shakespeare en el parque en
primavera, softball con la gente del Conservatorio en primavera. Las tardes con
Clara tratando de conseguir llevar a todos a hacer karaoke.
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—No te detengas.
Su cara estaba tensa también, diciéndole que la parada no había sido una
decisión fácil. Pero él la miró ahora, los dos vacilaron en ese punto.
Por favor, Dante. Estaré contigo dondequiera que estés. Nunca conseguirás que me
vaya de tu lado de nuevo, no importa la excusa ridícula que uses. Te deseo a ti, no importa lo
que pase. Sé lo que te mereces, quién eres. Por favor... Me estoy muriendo.
Esa mirada penetró en la de él, la que la ponía aún más caliente y más loca a
la vez. A él le gustaba que le rogara, y ella adoraba la forma en que la miraba
cuando lo hacía. Así que lo hizo de nuevo, y Dante comenzó a moverse
lentamente, incluso cuando sintió su propia moderación vacilar. Lex percibía tantas
cosas de él, y las reemplazó todas con la necesidad de reclamarla, de traerla de
vuelta completamente al interior de su corazón y de su alma a través del acto físico
que estaban haciendo ahora.
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Por favor, córrete en mi interior. Necesito que me recuerdes que soy tuya en todos los
sentidos.
Eso lo hizo añicos, como ella esperaba y pensaba. No fue un truco, sin
embargo. Sólo la simple verdad. Ella era suya. Como él de ella. Ni el Cielo ni el
Infierno, ni el destino ni las decisiones que cualquiera de los dos hicieran, podrían
cambiar eso. Lo sabía ahora. Había algunas cosas que no podían dejar de ser
verdad, porque entonces el mundo se caería de su eje. Se aferró a Dante mientras se
subía por ella. Su mano acarició su mandíbula para sostenerla firme mientras sus
colmillos se hundían de nuevo. Cuando él gimió contra su piel, Lex se desplomó
sobre sí misma, gritando su liberación.
Fin
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Joey W. Hill - El Rescate de Una Sirena - Serie Hijas de Arianne III
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