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Créditos
Moderadora de Traducción
3lik@

Traducción
3lik@
Anamiletg
Candy27
Feyrod
Krispipe
Mais
Manati5B
Mary Rhysand
Mew Rincone
NaomiiMora
Rimed
Vale
Wan_TT18
YoshiB

Recopilación y Revisión
Mais & 3lik@

Diseño
Mew Rincone
Índice
Sinopsis Capítulo 20 Capítulo 40

Capítulo 1 Capítulo 21 Capítulo 41

Capítulo 2 Capítulo 22 Capítulo 42

Capítulo 3 Capítulo 23 Capítulo 43

Capítulo 4 Capítulo 24 Capítulo 44

Capítulo 5 Capítulo 25 Capítulo 45

Capítulo 6 Capítulo 26 Capítulo 46

Capítulo 7 Capítulo 27 Capítulo 47

Capítulo 8 Capítulo 28 Capítulo 48

Capítulo 9 Capítulo 29 Capítulo 49

Capítulo 10 Capítulo 30 Capítulo 50

Capítulo 11 Capítulo 31 Capítulo 51

Capítulo 12 Capítulo 32 Capítulo 52

Capítulo 13 Capítulo 33 Capítulo 53

Capítulo 14 Capítulo 34 Capítulo 54

Capítulo 15 Capítulo 35 Capítulo 55

Capítulo 16 Capítulo 36 Epílogo

Capítulo 17 Capítulo 37 Glosario

Capítulo 18 Capítulo 38 Próximamente

Capítulo 19 Capítulo 39
Sinopsis
La Sirena y alma gemela del Rey de la Noche, Callypso Lillis
sobrevivió a las garras de Karnon, el rey loco y su prisión retorcida. Pero
la pesadilla no ha terminado. Callie usa los recuerdos físicos de su
tiempo como cautiva, y una gran cantidad de evidencia sugiere que el
Ladrón de Almas aún está allí afuera.

Cuando una celebración fae lleva a Callie y a su compañero


(Desmond Flynn) al Reino de Flora, llevan su investigación con ellos.
Pero bajo las luces brillantes y las floraciones llamativas del reino,
descubren que hay asuntos más urgentes con los cuales lidiar. Ningún
lugar es más salvajemente único que los grandes salones faes, y
ninguna cantidad de tratos puede salvar a Callie de las intrigas de la
realeza.

Las hadas juegan peligrosamente. Algunos quieren amor, otros


venganza, algunos carne, y otros quieren cosas que son imposibles de
pronunciar. Una cosa es segura: nadie es quien parece ser. Ni siquiera
Des, quién solo se vuelve cada vez más enigmático con cada secreto.

Pero el Reino de Flora tiene sus propios secretos, desde árboles


que sangran hasta esclavos marcados y guardias que desaparecen. Algo
está girando en la tierra donde todo crece, y si Callie no es cuidadosa,
reclamará todo y a todos los que ama… incluida ella.

A Strange Hymn (The Bargainer #2)


Astrid para ti, el universo
«TODOS SOMOS como la luna brillante, todavía tenemos nuestro lado
oscuro»

—Kahlil Gibran
El poderoso Nyx vino,
El poderoso Nyx buscó,
Todo lo que pudo,
De su vasta oscuridad.

En la noche profunda,
Su reino se levantó,
Cuidado, gran rey,
De lo que crece.

Fácil de conquistar
Fácil de coronar,
Pero incluso el más fuerte,
Puede ser derribado.

Criado en las sombras,


Criado en la noche,
Tu hijo vendrá,
Y ascenderá por el poder.

Y tú, el asesinado,
Debes esperar y ver,
Qué otras cosas,
Un alma puede ser.

Un cuerpo para maldecir,


Un cuerpo a quien culpar,
Un cuerpo que la tierra
Todavía no reclamará.

Cuidado con la mortal,


Debajo de tu cielo,
Aplasta al humano,
Que te verá morir.

Dos veces te levantarás


Dos veces caerás,
Para que no puedas,
Cambiarlo todo.
O perecer por el día,
Perecer al amanecer,
El mundo cree,
Que ya te has ido.

Así que oscurece tu corazón,


Mi rey sombra,
Y déjanos ver,
Qué guerra traerás.

—La profecía de Galleghar Nyx


Capítulo 1
Traducido por 3lik@

ALAS.

Tengo alas.

Las plumas negras iridiscentes destellan bajo las tenues luces de


las cámaras reales de Des, ahora negras, verdes, ahora azules.

Alas.

Me paro frente a uno de los espejos dorados de Des, tanto


horrorizados y paralizados ante la vista. Incluso doblada, la cima de mis
alas se ciernan sobre mi cabeza y las puntas me rozan la parte posterior
de mis pantorrillas desnudas.

Por supuesto, las alas no son lo único diferente en mí. Después


de un roce particularmente desagradable con Karnon, el Rey loco de
Fauna, ahora también tengo antebrazos escamosos y dedos con puntas
de garras.

Y esos son solo los cambios que puedes ver. No hay nada, excepto
quizás la mirada herida en mis ojos, que deba mostrar por todas esas
partes de mí que fueron alteradas de maneras diferentes y más
fundamentales.

Pasé la mayor parte de una década peleando con la idea de que


era una víctima. También había hecho un buen trabajo, si me permites
decirlo, antes de llegar al Otro Mundo. Y luego vino Karnon. Un
pequeño escalofrío me recorre incluso ahora, como recordatorio.

Todas esas capas de armadura hábilmente diseñadas que llevaba


fueron descartadas en una semana de prisión, y no estoy muy segura
de cómo lidiar con eso.

Para ser honesta, realmente no quiero lidiar con eso.


Pero, por malo que sea, el Amo de Animales lo empeoró. Des
vaporizó al tipo tan completamente que todo lo que quedó de él es una
mancha de sangre en los restos de su sala del trono.

Aparentemente, uno no jode con la compañera del Rey de la


Noche.

Compañera.

Es otra cosa que he adquirido recientemente: una alma gemela.


Estoy vinculada a Desmond Flynn, el Negociador, uno de los criminales
más buscados en la tierra, y uno de los fae más poderosos aquí en el
Otro Mundo.

Pero incluso eso, compañerismo, es más complicado de lo que


parece.

Aún tengo muchas preguntas sobre nuestro vínculo, como el


hecho de que nunca supe que fui una alma gemela hasta hace unas
semanas. Otros seres sobrenaturales se encuentran este tipo de cosas
cuando son adolescentes o cuando su magia Despierta.

Entonces, ¿por qué no a mí?

También está el hecho de que la mayoría de las almas gemelas


pueden sentir el vínculo que las une a su compañero como si fuera algo
físico.

Pongo una mano sobre mi corazón.

No he sentido tal cosa.

Todo lo que tengo es la palabra de Des de que somos almas


gemelas, eso y el dulce dolor en mis huesos que lo llama a él y solo a él.

Suelto mi mano de mi pecho.

Detrás de mi reflejo, las estrellas brillan justo más allá de las


ventanas arqueadas de la suite de Des en el Otro Mundo. Las linternas
colgantes cuelgan sin encender, y la luz brillante capturada a lo largo de
los apliques de la pared se ha atenuado hace tiempo.

Estoy atrapada aquí en el Reino Nocturno.

Dudo que haya tantos supernaturales que se quejarían de mi


situación—emparejada con un rey, obligada a vivir en un palacio—pero
la simple y aleccionadora verdad es que una chica como yo no puede
volver a la Tierra con alas gigantes sobresaliendo de su espalda.

Ese tipo de cosas no funcionaría bien.

Así que estoy atrapada aquí, lejos de mis amigos—está bien,


amiga (pero, para ser justos, Temper tiene el poder y la actitud de al
menos dos personas)—en un lugar donde mi capacidad de utilizar
glamour en otros, también conocido como seducción, con mi voz es
esencialmente inútil. Las hadas, como he aprendido, no pueden ser
hechizadas; mi magia es demasiado incompatible con la suya.

Para ser claro, esa no es una calle de doble sentido. Ellos aún
pueden usar sus poderes en mí; el brazalete en mi muñeca es prueba
suficiente de eso.

Mis ojos vuelven a mis alas, mis extrañas alas sobrenaturales.

—Sabes, mirarlas no hará que desaparezcan.

Me sobresalto ante el sonido de la voz sedosa de Desmond.

Se apoya contra la pared en una esquina oscura de su oscura


habitación, su expresión irreverente, como de costumbre. Su cabello
rubio blanco enmarca su rostro, e incluso ahora, cuando soy tímida y
expuesta y extrañamente avergonzada de mi propia piel, mis dedos
ansían enhebrarse a través de ese suave cabello y acercarlo.

No usa nada más que pantalones bajos, su musculoso torso y


manga de tatuajes expuestos. Mi corazón se acelera al verlo. Los dos
nos miramos por un momento. Él no hace un movimiento para
acercarse, aunque juro que quiere. Todo ello puedo verlo en sus ojos
plateados.

—No quise despertarte —digo en voz baja.

—No me importa que me despierten —dice, con los ojos brillantes.


No se mueve de su lugar.

—¿Cuánto tiempo has estado allí? —pregunto.

Cruza sus brazos sobre su torso desnudo, cortando mi vista de


sus pectorales.

—Mejor pregunta: ¿cuánto tiempo has estado allí?

Tan típico de Des responder una pregunta con una pregunta.


Me vuelvo hacia el espejo.

—No puedo dormir.

Realmente no puedo. No es la cama, y definitivamente no es el


hombre quien la calienta. Cada vez que trato de voltear sobre mi
estómago o mi espalda, inevitablemente giro sobre un ala y me
despierto.

También está la pequeña cuestión de que el sol nunca se levanta


en este lugar. El Reino Nocturno se proyecta perpetuamente en la
oscuridad mientras atrae la noche en el cielo. Nunca habrá un
momento en que el sol entre a esta habitación, así que nunca sabré
exactamente cuándo despertar.

Des desaparece de su lugar contra la pared. Una fracción de


segundo más tarde aparece a mi espalda.

Sus labios rozan la concha de mi oreja.

—Hay mejores formas de pasar noches largas e insomnes —dice


Des suavemente, con una de sus manos bajando por mi brazo.

Mi sirena se agita ante sus palabras, mi piel adquiere un ligero


resplandor.

Sus labios rozan el costado de mi cuello, e incluso los toques más


ligeros hacen que se me corte la respiración.

Pero entonces veo mi reflejo y veo las alas. El brillo deja mi piel en
un instante.

Des nota el momento en que mi interés se desvanece, alejándose


de mí como si nunca hubiera estado allí. Y odio eso. Puedo sentir la
distancia entre nosotros. No quiero que me dé espacio, quiero que me
acerque más, que me bese más profundo, que extinga esta nueva
inseguridad que tengo.

—Estas alas... —empiezo a explicar, pero luego me detengo.

Des viene a mi frente.

—¿Qué hay con ellas? —pregunta, bloqueando mi vista del espejo.

Levanto mi barbilla.

—Ellas se interpondrían en el camino.


Levanta una ceja.

—¿En el camino de qué?

Como si no supiera exactamente lo que estamos pensando.

—De jugar ajedrez —digo sarcásticamente—. De... la intimidad.

Des me mira durante varios segundos, luego su boca se curva


lentamente en una sonrisa. Es una sonrisa llena de trucos y cosas
traviesas.

Se acerca, solo a un pelo de distancia de nuestras caras.

—Querubín, te lo aseguro, tus alas no serán un problema. —Su


mirada baja a mis labios—. ¿Pero tal vez sería mejor que tu mente se
calmara con una demostración?

Por su sugerencia, la luz se enciende debajo de mi piel, mi sirena


inmediatamente lista para comenzar. Cualesquiera que sean mis
inseguridades, ella no las comparte.

Miro por encima de mi hombro, a mis alas, y mis preocupaciones


vuelven rugiendo.

—¿Acaso no son desagradables?

En el momento en que las palabras salen de mis labios, desearía


poder atraparlas y empujarlas por mi garganta.

Lo único que odio más que sentirme como una víctima es ventilar
mis inseguridades. Normalmente toda esa armadura emocional la
escondo, a veces tan profundo que me olvido de que están allí, pero
después de mi terrible experiencia con Karnon, esa armadura yace en
pedazos dispersos en algún lugar alrededor de mis pies, y aún no he
tenido el tiempo o la voluntad de remodelar un nuevo juego para mí.
Estoy terriblemente expuesta y dolorosamente vulnerable.

Des levanta una ceja. En su espalda, sus propias alas, que no


había notado hasta ahora, se expanden. La piel plateada y curtida de
ellas se tensa cuando se extienden a cada lado de él, bloqueando la
mayor parte de la habitación.

—¿Te das cuenta de que casi todos los fae tienen alas?

Sé que sí. Pero yo nunca las tuve.


Estiro un antebrazo. En la tenue luz, las escamas doradas que
cubren mi brazo desde la muñeca hasta el codo brillan como joyas. En
la punta de cada uno de mis dedos, mis uñas brillan negras. No están
afilados en este momento (gracias a la meticulosa demostración), pero al
instante mi sirena se enoja un poco y vuelven a crecer en puntas
curvas.

—¿Qué tal esto? —pregunto—. ¿La mayoría de los fae tienen esto?

Él junta mi mano en la suya.

—No importa de una manera u otra. Eres mía. —Des besa la


palma de mi mano, y de alguna manera se las arregla para hacer que
mis inseguridades se sientan pequeñas y mezquinas.

No suelta mi mano, y miro las escamas.

—¿Se irán alguna vez? —pregunto.

Su agarre se tensa.

—¿Quieres que lo hagan?

Debería conocer esa voz por ahora. Debería escuchar las notas de
advertencia en ella, el toque peligroso. Pero no lo hago, demasiado
consumida por mi propia autocompasión.

Me encuentro con sus ojos.

—Sí.

Entiendo que estoy siendo un mal perdedor. En lugar de hacer


limonada con limones, estoy cortando esos limones y apretándolos en
mis ojos.

Mi corazón comienza a acelerarse mientras acaricia uno de los


cientos de cuentas que aún rodean mi muñeca, cada uno con un pagaré
por un favor que cobré hace mucho tiempo.

Sus ojos se dirigen a los míos.

—¿Verdad o reto?
LA MIRADA DE DES PARPADEA mientras juega con la perla en mi
muñeca, esperando mi respuesta.

¿Verdad o reto?

Este es el pequeño juego que adora hacer con mi reembolso. Para


mí se siente de lejos como el juego de niñas de diez años que practican
en las pijamadas y más como la ruleta rusa con un arma
completamente cargada.

Miro al Negociador, sus ojos plateados son tan extraños y tan


familiares.

No respondo lo suficientemente rápido.

Él le da a mi muñeca el más ligero apretón.

—Desafío —dice por mí.

La parte de mí que disfruta del sexo y la violencia tiembla de


emoción, queriendo lo que ofrece Des. El resto de mí está empezando a
pensar que debería tener miedo. Este es el mismo hombre conocido en
todas partes como el Rey del Caos. El hecho de que somos compañeros
no significa que va a ser fácil conmigo. Sigue siendo el mismo hombre
malvado que conocí hace ocho años.

Des sonríe, la mirada casi siniestra. Un momento después, un


montón de piel cae al suelo junto a mí. Las miro boquiabierta, sin
entender qué es lo que él me desafió.

Por lo que sé, me acabo de joder de verdad.

En realidad, estoy casi segura de que me jodieron.

—Ponte cómoda —dice Des, soltando mi muñeca—. Es hora de


comenzar tu entrenamiento.
Capítulo 2
Traducido por 3lik@

¿CUÁN DIFÍCIL ES luchar contra un rey guerrero sin el uso del


glamour?

Malditamente difícil.

El bastardo me desafió a entrenar con él. Y si eso suena vago, es


porque así quiso que fuera.

No sé lo que estoy haciendo, por qué lo estoy haciendo o por


cuánto tiempo lo haré. Todo lo que sé es que hace unas horas Des me
regaló ropa de cuero y una espada, y desde entonces, ha estado
robando sistemáticamente esa ropa de cuero para entrenar y
quitándome la espada de la mano.

Sobre nosotros, esferitas de luces—luces de hadas—brillan desde


los árboles que se arquean sobre el patio real que se está duplicando
como nuestros campos de entrenamiento. Se ciernen sobre la fuente
burbujeante y salpican los setos que nos rodean. Más allá de ellos, las
estrellas brillan como diamantes, más brillantes y densas que
cualquiera que haya visto en la tierra.

—Levanta el codo —dice Des por enésima vez, volviendo a


llamarme la atención. Esta es solo una de sus muchas instrucciones...

—El golpe debe comenzar desde tu hombro. El brazo simplemente


marca el movimiento.

—Mantén tu centro de gravedad constante. Nada más que un golpe


mortal debería hacer que pierdas el equilibrio.

—Pies ligeros, Callie. Lo que no tienes en corpulencia debes


compensarlo en velocidad.

—Tus alas son una ventaja, no un obstáculo. No dejes que te


frenen.
Des viene a mí otra vez, y si no estuviera ya intimidada por su
experiencia, estaría con el destello depredador en su ojo. Tan solo una
buena mirada de él para saber que está a punto de mancillarme. De lo
contrario, es simplemente aterrador.

Bloqueo débilmente uno de sus golpes y luego retrocedo. El


Negociador sigue, con una leve sonrisa en los labios, como si esto fuera
agradable.

Grrr, entrenar apesta.

En grande.

—¿Por qué... por qué estamos haciendo esto de nuevo? —jadeo.

—Sabes por qué. —Gira la muñeca y hace girar su espada.

Mientras tanto, estoy aquí, aun jadeando como un perro.

—Eso… no es una respuesta.

—Tu única arma, tu glamour, no funciona aquí en el Otro Mundo


—dice, y continúa avanzando—. Ninguna compañera mía estará
indefensa.

Finalmente una respuesta, y maldita sea, es una buena


respuesta. No quiero estar indefensa tampoco. Si el entrenamiento no
fuera tan contundente, tanto para mi cuerpo como para mi ego.

—¿Cuánto tiempo... durará esta... tarea? —pregunto, jadeando


mientras me alejo de él. Parece que han pasado días desde que
comenzamos.

—Me dijiste que querías ser la pesadilla de alguien —dice Des—.


Dejaré de entrenarte una vez que sientas que lo eres.

Enséñame nuevamente a ser la pesadilla de alguien. Recuerdo las


palabras que dije hace solo unos días. No había imaginado que
conducirían a esto.

...Y luego el resto de lo que dice me entra en la cabeza.

—Espera. —Dejo de retroceder—. ¿Quieres decirme que esta tarea


no termina cuando nos detengamos hoy?

Des se apresura, su espada golpea la mía con la fuerza de un


yunque. Por enésima vez, mi espada cae al suelo.
Y una vez más, me derrota.

El borde de la espada del Negociador encuentra mi garganta un


momento después. Los dos nos miramos desde el otro lado.

—No, querubín —dice—. Este es solo el primer día de la tarea.

Maldito sea todo el infierno.

—Odio entrenar. —Mientras hablo, la piel de mi cuello roza el


borde de la espada de Des.

—Si fuera divertido, más personas lo harían —responde.

Levanto las cejas.

—El celibato tampoco es tan divertido, pero tal vez te haría bien —
le dije con aspereza.

Su expresión se ilumina de emoción. Solo esta hada loca


encontraría la amenaza emocionante.

—¿Es eso...?

Alguien detrás de mí se aclara la garganta.

—¿Ahora es un mal momento para presentarme?

Me sobresalto ante la nueva voz, y solo los rápidos movimientos


de Des me impiden cortar mi cuello con su arma. Él suelta su espada y,
a regañadientes, arranca sus ojos de los míos.

Me giro, notando el contorno de un hombre a unos pocos pasos


de nosotros, su cuerpo proyectado mayormente en las sombras.

A mi lado, el Negociador desliza su espada en su vaina.

—Tu momento es apto como siempre, Malaki.

El hada sale de las sombras.

Lo primero que noto es la estructura asombrosa del hombre. Él y


Des tienen casi la misma estatura, y al igual que Des, parece estar
hecho completamente de músculo.

En serio, ¿con qué se alimentan estos tipos? Creí que las hadas
debían ser ágiles.
Lo segundo que noto es el parche que cubre su ojo izquierdo. Eso
no es algo que ves en la tierra. Al asomarse desde los bordes del parche
de ojo hay una delgada y profunda cicatriz que divide su ceja y le corta
la mejilla. Su piel es de color oliva intenso, lo hace más llamativo contra
su cabello castaño oscuro.

—Pensé que podría estar interrumpiendo algo, al menos, hasta


que la dama mencionó el celibato. —El hombre, Malaki, se ríe mientras
se acerca, algo que hace que la boca de Des se mueva—. Cómo es que el
poderoso rey finalmente está siendo doblegado.

La mirada de Malaki se mueve de Des a mí, y veo su zancada


vacilar mientras sus ojos se ciernen sobre mí.

—No es de extrañar que la hayas escondido —dice, parándose


frente a nosotros.

Miro entre los dos hombres, no estoy segura de sí debería


ofenderme o no. De repente, soy muy consciente de mis alas. La ropa de
cuero para entrenar que estoy empapando de sudor tampoco ayuda.

—No me ha estado ocultando —le digo.

Autoconsciente o no, no he venido para permitir que alguien me


haga sentir mal conmigo misma.

Pero basado en la forma en que Malaki continúa mirándome, no


como si fuera un bicho raro, pero como si fuera una fascinante pintura
al óleo, me doy cuenta de que tal vez dejo que mis propias
inseguridades se apoderen de mí. Tal vez un hombre con un parche en
el ojo no piense inmediatamente en degradar la apariencia de otro.

Tal vez sus palabras fueron hechas para ser un cumplido. Qué
impactante.

—Callie —dice el Negociador—, este es Malaki, Señor de los


Sueños, mi viejo amigo.

¿Amigo? Mi atención se dirige a Des, cuya expresión es cautelosa.


¿Cómo no me había dado cuenta de que Des tenía amigos? Todos tienen
amigos. Nunca escuché sobre los suyos.

No es la primera vez que siento que el hombre a mi lado es un


espejismo. He estado tan segura de que lo he estado viendo claramente
todo este tiempo, pero cuanto más me acerco, menos transparente se
vuelve.
—Malaki —continúa Des, con los ojos fijos en mí por un segundo
extra, como si pudiera escuchar exactamente lo que estoy pensando—,
esta es Callypso, mi compañera.

Tengo la clara impresión de que Malaki quiere acercarme para un


abrazo, pero en cambio toma mi mano.

—He estado esperando siglos para conocerte —dice, inclinándose


lo suficiente como para presionar su frente en el dorso de mi mano.

Sus palabras cortan todos mis pensamientos confusos.

Le doy una mirada burlona una vez que se endereza.

—¿Siglos?

Él mira al Negociador.

—¿No le has dicho...?

—Malaki —interrumpe Des—, ¿qué es tan urgente que hayas


tenido que interrumpir nuestro entrenamiento?

—¿Él no me ha dicho qué? —le pregunto a Malaki.

Malaki muestra una sonrisa lobuna.

—Oh, esto va a ser divertido, ya lo sé. —El hada comienza a


retroceder—. Desmond, tienes asuntos urgentes en la sala del trono.

El Rey de la Noche asiente, su atención se mueve hacia mí.

—Estaré allí en cinco —dice, con los ojos fijos en los míos—. Trae
una silla para Callypso. Ella se unirá a nosotros.

¿Unirme a Des? ¿En su sala del trono? ¿En frente de otras


hadas?

Oh diablos, no.

Levanto las manos en señal de protesta.

—Espera, espera, espera…

Siento que la magia se asienta sobre mí por segunda vez hoy, y sé


sin verificar, que el Negociador tomó otra cuenta.

—El tiempo de esconderte ha terminado.


Capítulo 3
Traducido por Manati5b

TRUENO MIS nudillos nerviosamente mientras El Negociador me lleva


por los pasillos de su palacio, su mano en mi espalda baja. Encima de
nosotros, los techos se arquean sobre nosotros, llenos de azulejos
pintados, y destellos de luz brillan en los apliques que cubren las
paredes.

La simple diadema de bronce que Des usa como corona que en


este momento adorna su cabeza, y sus bandas de guerra ahora son
visibles en su brazo, los tres grilletes son una prueba de su valor en la
guerra. Como yo, usa un traje de cuero de entrenamiento, y procuro no
verlo mucho de lo bien que se ve en ellos.

En su lugar, miro por encima de mi hombro hacia las alas de Des.


No las había guardado en todo el día. De hecho, desde que me sacó de
la sala del trono de Karnon, habían estado constantemente presentes.
Hace más de una semana Temper me dijo que a las hadas les gustaba
mostrar sus alas alrededor de sus compañeras.

Me atrapa mirándolas, sus ojos brillan.

Solo esa mirada está desencadenando todo tipo de respuestas


inapropiadas, y tengo que recordarme que este tipo obligó a mi cobarde
corazón no solo a enfrentar uno, sino dos desafíos desagradables hoy:
entrenamiento, y ahora esto.

Delante de nosotros, Malaki y un equipo de ayudantes reales y


guardias vestidos de negro están frente a una inocua puerta,
claramente esperándonos.

—¿Cuál es la situación? —pregunta Des cuando llegamos al


grupo.

—El último de los líderes de Fauna envió un mensajero —dice uno


de los ayudantes—. Se niega a dar el mensaje a nadie más que a ti.
Solo al escuchar al hada Fauna hace que mi sangre se congele. Sé
que es injusto juzgar a un grupo entero de fae basado en las torcidas
acciones del líder, pero la verdad es, no solo yo sufrí a manos de
Karnon. Cada fae Fauna que me arrastró hacia y desde su rey, cada
uno de ellos que caminó por mi celda y no se detuvo a ayudar, cada uno
de ellos que ayudó al loco… todos tienen la culpa.

—Muy bien —dice el Negociador a mi lado, su voz tan sedosa


como siempre—, vamos a conocer al mensajero.

Empiezo a retroceder porque realmente no estoy lista para


enfrentar a un fae Fauna ahora, pero Des coloca su mano firmemente
en mi espalda baja y me mantiene en mi lugar.

Una de las hadas se desliza por la puerta, y lo escucho anunciar a


Des, y luego, para mi creciente horror, escucho mi nombre ser
anunciado también.

No estoy segura de lo que Des haga, pero sus alas se abren, se


curvan a mi alrededor durante varios segundos antes de volver a
doblarse.

Me siento más que un poco enferma mientras ambos ingresamos


a la sala del trono.

Si no hubiera estado tan distraída por mis emociones, podría


sentirme realmente impresionada por la habitación en sí. El techo que
se arquea sobre nosotros está encantado para parecer un cielo
nocturno. La cámara esta iluminada por dos grandes candelabros de
bronce y apliques de pared, pequeños destellos de luz brillando desde
cada uno de ellos. Las pálidas paredes de piedra están intricadamente
talladas, y pequeñas piezas de baldosas coloridas cubren la mayor parte
de ellas, haciendo que la habitación se vea como un gran mosaico.

La sala del trono de Desmond actualmente está llena de docenas


y docenas de hadas que se alinean en las paredes o miran desde un
balcón en el nivel superior. Tan pronto como nos ven, comienzan a
aplaudir, el sonido poniéndome más al límite. Mis alas se suben con
mis nervios, y tengo que respirar profundamente para calmarme.

El trono de Des está hecho de bronce martillado y equipado con


cojines de terciopelo azul profundo. A su lado, alguien sacó un asiento
más pequeño hecho de los mismos materiales.

Mi asiento, me doy cuenta con una mirada.


Mecánicamente, lo tomo, mis alas arqueadas sobre la parte
posterior de la misma.

Esta habitación está muy lejos de la sala de trono del Rey de


Fauna, y sin embargo, al mirar hacia debajo de la larga extensión de
ella, aun trae recuerdos no deseados. Sin mencionar que esta está llena
con una audiencia.

Una vez que Des y yo estamos acomodados los aplausos cesan.


En el silencio que continua, una de las hadas presentes da un paso al
frente del trono, inclinándose profundamente.

—Mi rey, un mensajero de Fauna está aquí para verlo. —


Esencialmente el hada repite lo que ya habíamos escuchado.

—Tráiganlos —dice Des, su voz retumbante.

Le doy una mirada a mi compañero. En la escuela secundaria,


solía imaginar todas las vidas que debió haber vivido cuando él no
estaba cerca de mí, pero nunca imaginé esto. Incluso después de saber
que era un rey, era demasiado difícil imaginar al astuto Negociador
como un gobernante benévolo. Pero ahora mismo, usa el rol como una
segunda piel.

Una extraña combinación de asombro y miedo me inunda. Temo


que por primera vez en ocho largos años, me dejen entrar en el mundo
de Des. Me está mostrando cosas sobre sí mismo que le supliqué que
compartiera en el pasado.

Pero entonces, está el miedo que acompaña a la maravilla. La


única cosa concreta que sé acerca de mi compañero es que es un
hombre lleno de secretos. Y tal vez por primera vez, estoy teniendo una
cierta inquietud cuando se trata de cuáles son exactamente esos
secretos.

En el otro extremo de la habitación, las puertas arqueadas dobles


se abren, jalando mi atención lejos de Des. Un hombre con cola y
melena de león es escoltado dentro de la habitación.

Solo al ver al fae Fauna me tiene apretando los apoyabrazos. Uno


de mis carceleros se le había parecido, y está llevando a mi mente de
vuelta a esa cavernosa prisión con todos sus horrores.

Siento una cálida mano tomar mi mano. Cuando echo un vistazo


al Negociador, está mirando a nuestro invitado, su rostro se endurece
en ángulos intransigentes, incluso cuando le da un apretón a mi mano.
No me gustaría estar en el lado receptor de esa mirada.

Me relajo lo más mínimo. Lo que sea que pase aquí, Des no


permitirá que ese fae Fauna me toque. Puedo sentir la ferocidad de la
devoción del Negociador incluso a través del espacio que nos divide.

El hada Fauna avanza por el pasillo llevando una gran bolsa de


cuero. No parece intimidado por Des. En todo caso, parece que es una
agresión reprimida, agitando su cola de un lado a otro con agitación.

—El Reino de Fauna tiene un mensaje para el Rey de la Noche —


anuncia. Incluso su voz es agresiva.

Pensé que esto me asustaría. Todo lo demás sobre este momento


ha causado miedo en mi corazón. Pero al ver al fae Fauna caminar
hacia Des, hacia mí, lleno de odio en lugar de arrepentimiento…

Mis uñas comienzan a curvarse en garras.

Puedo sentir mi sed de sangre en aumento, la sirena susurrando


toda clase de pensamientos negros en el fondo de mi mente.

Recuerda lo que su especie nos hizo. A esas mujeres.

Merece morir.

Una rápida rebanada en su garganta sería suficiente…

Empujo esos pensamientos, muy, muy lejos.

El fae Fauna llega al final del pasillo, a varios pies de distancia de


la tarima donde Des y yo nos sentamos. En un movimiento suave arroja
la bolsa que lleva en el suelo enfrente de él. Aterriza con un golpe sordo
y húmedo, y cuatro cabezas ensangrentadas y cortadas se despliegan.

Casi me caigo de mi asiento.

—¡Santa mierda! —Mis alas se disparan, accidentalmente


lanzadas encima del soldado parado muy cerca.

En serio, ¿qué demonios está mal con este mundo?

A mí alrededor, los súbditos de Des jadean, sus ojos clavados a


todas esas cabezas decapitadas.

Y los muertos… los muertos parecen como si todavía estuvieran


gritando, con los ojos y la boca muy abiertos.
Los jadeos se convierten en gritos de venganza, y los soldados
están buscando sus armas. Soy muy consciente de que esta habitación
está a solo un caliente minuto de sacar a este tipo Fauna fuera.

El único que no reacciona es Des, y eso debería preocuparme


profundamente. Parece casi aburrido mientras mira hacia las cabezas
cercenadas.

Des levanta su mano, y la habitación se queda en silencio. Se


recuesta contra su trono, su mirada se mueve hacia el fae Fauna que lo
mira desafiante.

—¿Quiénes son ellos? —pregunta, su voz haciendo eco por toda la


habitación.

—Los últimos de los diplomáticos del Reino Nocturno que


permanecían en nuestro territorio —responde el mensajero con la cola
de león—. Nuestra gente demanda justicia por el asesinato de nuestro
rey, la destrucción de nuestro palacio y la muerte de todos los fae
Fauna atrapados dentro del castillo cuando tú lo destruiste.

El Negociador sonríe ante eso.

Santa mierda, si yo fuera ese mensajero me habría solo mojado


totalmente.

—Rechácenos, y los fae Fauna que todavía quedan no


descansarán hasta que se trate hasta con el último fae Nocturno —dice
el mensajero.

La multitud refunfuña su disgusto, y algo recorre la habitación,


algo oscuro y más insidioso que la noche.

—¿Qué tipo de justicia demandas? —pregunta Des, inclinándose


hacia adelante y colocando su barbilla sobre su puño.

—Demandamos que el Reino Nocturno pague por la construcción


del nuevo palacio y que el actual rey abdique al trono.

Está bien, este tipo tiene serios cojones1, caminando dentro del
palacio y afirmando en la cara del Rey de la Noche que se retire de su
cargo.

¿Seguramente este tipo sabe que sus exigencias no serán


tomadas en serio?

1
N.T. El original en español.
Des se pone de pie, y puedes escuchar una alfiler caer, la
habitación está tan callada. Baja las escaleras, sus pesadas botas
haciendo eco a través del pasillo.

¿Había pensado que parecía un rey hace un momento?

Estaba sumamente equivocada.

Con su cabello blanco peinado hacia atrás de su rostro, sus


pantalones de piel negros de batalla curvados alrededor de sus
músculos definidos, y sus alas con punta de garra ordenadamente
pegadas en su espalda, se ve como un oscuro príncipe del infierno.

Sus ominosas pisadas solo se detienen una vez que se para justo
en medio de la carnicería. Levanta una cabeza ensangrentada.

Por varios segundos, mientras la habitación espera conteniendo el


aliento, todo lo que podemos escuchar es el sonido resbaladizo de la
carne muerta cuando la cabeza cortada rueda bajo la bota del
Negociador.

—Planteas una oferta sorprendente… —dice finalmente Des,


todavía mirando los restos de sus diplomáticos.

El mensajero parece resuelto, solo que ahora su cola ha dejado de


moverse de un lado a otro. No puedo imaginar lo que está pasando por
su mente.

—…pero voy a tener que declinar.

La voz de Des es como un trago de Johnny Walker2 después de un


largo día. Tan suave que apenas sientes su ardor.

El fae Fauna cuadra su mandíbula.

—Entonces espera…

—No. —El poder se extiende desde Des. Instantáneamente, trae al


mensajero de rodillas.

—Vienes aquí y extiendes varias cabezas de mis diplomáticos a


mis pies —dice Des. Su cabello haciendo pequeñas ondas con la fuerza
de sus palabras—. Luego tú demandas justicia por un rey loco quien
secuestró, torturó y encarceló a soldados… un hombre que secuestró,
torturó y encarceló a mi compañera.

2
N.T. Marca de Whisky.
De repente, todos los ojos están sobre mí. Mi piel arde por la
atención.

—Finalmente —Des continúa mirando hacia abajo al hada—,


amenazas con matar a mi gente si no accedo a tus demandas.

El mensajero trata de hablar, pero la magia de Des mantiene sus


labios sellados.

El Negociador empieza a rodear al fae Fauna.

—¿Conoces siquiera a mis súbditos? Gobierno sobre monstruos


de tus imaginaciones más salvajes, criaturas hechas de los temores más
profundos de las hadas. Y tengo su respeto. —Des hace una pausa a
espaldas del hombre, inclinándose para susurrar en su oído—: ¿Sabes
cómo me he ganado su respeto?

El mensajero mira por encima de su hombro al Negociador, sus


labios todavía cerrados.

Mi corazón empieza a latir cada vez más rápido. Algo malo está
por suceder.

—Les dejo que se diviertan con mis enemigos.

El mensajero parece confundido, pero no está entrando en pánico.

Des se endereza.

—Trae al ciénaga.

Su orden se encuentra con susurros temerosos. Las hadas en la


audiencia se mueven nerviosamente.

Un minuto después un lado de la puerta se abre hacia la


habitación del trono.

Al principio, nada sucede. Luego, desde la entrada, una sombra


se escurre sobre la pared. Las hadas más cercanas gritan y se
dispersan. Parece expandirse, creciendo cada vez más grande, la forma
de él descomunal y con cuernos.

Que los cielos me ayuden, solo por la forma, parece el primo


mutante de Karnon.

Sigo esperando para ver al monstruo que la acompaña cuando me


doy cuenta, que eso es. Es una sombra, nada más. Solo que, cuanto
más la miro, más terrible parece. Puede que no tenga ningún tipo de
presencia física, pero en algún nivel profundo, primordial, me
aterroriza.

Se desliza por la pared, perdiendo su forma cuando se acumula


contra el suelo. El público más cercano se está pisoteando
prácticamente para alejarse de él, pero no les presta atención. En
cambio, se arrastra hacia el mensajero.

El fae Fauna lucha por ponerse de pie mientras el ciénaga se


acerca, pero sea cual sea el control mágico que Desmond tenga sobre él,
lo inmoviliza en su lugar.

Ahora el mensajero está empezando a mostrar el primer signo de


pánico. Creo que sea lo que sea esta ciénaga, su reputación lo precede.

Des se aleja del hada.

—Espera, espera… —dice el mensajero mientras la criatura se


acerca—. No se vaya.

Esto hace que los labios de Des se tornen extravagantes, aunque


sus ojos son tan duros como siempre.

Cruel Des. Oscuro Des. Estoy viendo furtivamente a la bestia


detrás del hombre.

El fae Fauna todavía está tratando de moverse, pero es como si


sus piernas estuvieran pegadas al piso.

—Haré un trato —dice, sus ojos fijos en la criatura oscura que se


dirige hacia él.

Haré un trato.

Los hombros de Des se ponen rígidos ante la tentación pero


ignora al hada.

La criatura está solo a unos metros de distancia.

—¡Por favor, cualquier cosa!

Para un hada que tuvo el suficiente coraje para amenazar al rey


fae en su propia corte, sin dudas se desmorona rápidamente. No sé lo
que esperaba que sucediera. Des no se doblega ante las voluntades de
otras personas. Es la fuerza que los encierra y aplasta. Lo he visto
suceder una y otra vez con sus clientes.
El Negociador se dirige hacia su trono, su rostro acerado. Sus ojos
encuentran los míos, y parpadean mientras me acogen. Eso podría ser
lo más cercano a lo que se arrepiente en ese momento. Y luego esa
mirada se ha ido, y está hecho de piedra una vez más.

Hay una oscuridad en ese hombre, y todavía tengo que sondear


sus profundidades.

La sombra cierra la última distancia hasta el hada Fauna,


moviéndose sobre sus pies. Los tobillos del mensajero empiezan a
desaparecer, luego sus pantorrillas.

Es ahí cuando comienzan los gritos.

Des escala los escalones hacia su trono y se sienta a mi lado, todo


mientras la ciénaga continúa tragándose al hada.

Clavo las uñas en mi asiento mientras escucho los gritos del


hombre. Tengo todos los motivos para disfrutar de la justicia de este
momento, pero ahora que el fae Fauna parece menos un villano y más
una víctima, encuentro que no puedo.

No quiero sentarme aquí y mirar esto. Es demasiado inhumano,


demasiado fae, demasiado malvado. Todo a la vez se vuelve demasiado.

Me levanto, y entre los gritos y las miradas, salgo de la


habitación.

Nadie me detiene.
Capítulo 4
Traducido por Mais

ESTOY DE PIE en el balcón que conecta a la suite de la realeza de Des,


el cielo nocturno brillando por encima de mí. Después de dejar su
habitación del trono, vagabundeé el palacio por un rato antes de
eventualmente encontrar mi camino de vuelta aquí.

Muy por debajo de mí, puedo ver a las hadas yendo y viniendo a
través del palacio. Más allá de estas está la ciudad de Somnia.

No sé cuánto tiempo he estado inclinándome sobre el barandal,


observando este mundo terriblemente foráneo pasar por mí. Lo
suficiente para cuestionarme sobre cada decisión de vida que me llevó
aquí.

—Dime querubín, ¿te asusto?

Miro sobre mi hombro. Des está de pie en el umbral del balcón,


sus ojos depredadores brillando. Me mira fijamente como si yo fuera el
ser peligroso.

No respondo ahí mismo, en su lugar, escojo simplemente


observarlo. Él sale hacia el balcón, todavía utilizando, como yo, sus
cueros de entrenamiento de más temprano.

Se ve medio salvaje, la luz de la luna tallando su rostro en formas


siniestras. Se ve como si quisiera devorar mi alma.

¿Me asusta?

—Sí —digo suavemente.

A pesar de mis palabras, se acerca. Y estoy agradecida que lo


haga. El susto no me ha detenido de desearlo. Nuestra relación fue
forzada por sangre derramada y solidificada a través de la decepción. Yo
soy la criatura oscura que anhela el sexo y destrucción, y él es el rey de
ello.
Cuando se acerca lo suficiente, coloca una mano en la parte
posterior de mi cuello y jala mi frente contra la de él, sin besarme pero
simplemente sosteniéndome contra él.

—Verdad —dice—, ¿esto cambia las cosas para ti?

Siento su magia delicadamente envolverse alrededor de mi


tráquea. Su pregunta es vaga, lo que no es usual en él, sin embargo,
entiendo lo que está preguntando.

—No —digo, mi voz ronca.

Tal vez debería cambiar las cosas para mí. Se siente como si
acabara de conceder un poco de mi alma. Pero Des ha estado
coleccionando pedazos de mi alma desde la noche en que tomé la vida
de mi padre. Tanto como sé, puede tenerla; sé que cuidará bien de ella.

Su postura no cambia pero juro que lo siento relajarse. Huele a


sudor y a la dulce noche. Mi rey terrible. Mi compañero misterioso.

Su pulgar acaricia mi mejilla, y durante varios segundos, ninguno


de nosotros habla.

Cruel Des. Oscuro Des. Mi Des.

—¿Qué fue eso? —finalmente pregunto.

—¿La ciénaga?

Asiento contra él.

Se endereza, apartándose sin dejarme ir.

—Es una pesadilla sensible. Come vivas a las hadas,


sometiéndolas a sus peores miedos mientras las digiere.

Un estremecimiento cruza a través de mí ante la idea.

—Eso es horrible.

Es su turno de asentir, su rostro sombrío.

—Lo es.

Y aun así, no lo ha detenido de desatarlo en sus enemigos.


Incluso ahora no se ve arrepentido.

Es un hada. ¿En qué creías que te estabas metiendo cuando


decidiste estar con él?

Corro mis dedos a través de mi pelo, emocionalmente y


físicamente exhausta. Los cueros de entrenamiento que he estado
usando todo el día están pegajosos y rozando en partes donde no
deberían.

—Quiero ir a casa —digo.

Estoy cansada de mis alas y noche perpetua. Estoy cansada de


estar rodeada de monstruos y sentirme indefensa contra ellos. En su
mayoría, estoy cansada de vivir en un mundo que no tiene Netflix.

Los ojos de Des se suavizan.

—Lo sé.

—No me has ofrecido llevarme a casa. —Esto sale de modo más


acusador de lo que quiero.

—No lo has pedido —responde tan suave como siempre.

—Si te lo pidiera, ¿lo harías?

La mandíbula del Negociador se aprieta, y por un segundo veo


algo alienígena en sus ojos. Algo depredador y muy fae.

Y luego se desvanece y asiente.

—Lo haría.

Ambos caemos en silencio y sé que está esperando que le pida


exactamente eso, que me lleve a casa. Si solo desear algo pudiera
hacerlo real. Pero no me puedo ir, no como soy. Si Des, dudosamente,
me devuelve a la tierra, todavía sería una humana con alas y escamas y
garras.

—¿A dónde vamos desde aquí? —pregunto, con esperanza.

La boca de Des se curva hacia arriba.

—Pareces estar bajo la impresión que todavía no me debes una


gran cantidad de favores…

Ahí está.

—… o que sucede que eres mi compañera.

También está eso.

Toma mi mano y me lleva dentro de su habitación.

—Pero, tan lejos como vayamos desde aquí, diría que para
empezar te demos un baño.

Rompo en mi primera sonrisa de la noche.


—Mira quién habla. —Juro que el sudor masculino es al menos el
doble de apestoso que el sudor femenino. Estoy bastante segura que es
un hecho científico.

Des libera mi mano.

—¿Es esa una invitación? —pregunta, alzando una ceja.

—Tú eres el Señor de los Secretos… creo que puedes descubrirlo


tú mismo —digo.

Sus ojos brillan con picardía.

Mientras me mira como si fuera el macarrón más delicioso que ha


visto, busco detrás de mi espalda y palmeó sin sentido ante los cueros
de entrenamiento que llevo. Por lo que se siente para siempre, he estado
tratando de desabrochar las ataduras que cruzan mi espalda y
sostienen el sujetador en su lugar, pero no puedo alcanzarlo…

Las manos cálidas de Des rozan las mías y las apartan,


girándome y desatando las ataduras. Cada roce de sus dedos se siente
como un beso. De pronto, mi corazón está latiendo por todos lados, y el
momento de humor que estábamos teniendo es reemplazado por algo
que arde como ascuas sobre un fuego.

Mi sujetador se suelta, cayendo al suelo en frente de mí, el aire


acariciando mi torso expuesto.

Des rota mi espalda y coloca su mano sobre mi latente corazón,


como si tratara de capturar el latido él mismo.

Su mirada se mueve hacia la mía.

—Querubín, tenemos un montón para ponernos al día.

Siento sus palabras todo el camino a la punta de mi estómago.


Amor, romance… todo se siente como una madriguera de conejo, y yo
soy Alice, por lanzarme hacia esta.

Su mano se desliza hacia mi muñeca, y me tenso mientras sus


dedos ruedan sobre mi brazalete. ¿Qué me pedirá ahora? ¿Más
entrenamiento? ¿Algún extraño acto de sexo? No voy a mentir, estoy
bastante segura de que podría ponerme detrás de lo último.

….y realmente quiero decir ponerme detrás.

—Cuéntame algo sobre tu pasado, algo que no sé.


Por supuesto, el momento en que estoy de hecho ansiosa de
participar en uno de los retos de Des, él vuela mi mente por hacerme
esa simple pregunta.

Un segundo después, me doy cuenta que la magia del Negociador


no me aprieta como usualmente lo hace. No tomó una cuenta.
Simplemente quiere saber más sobre mí… mientras estoy de pie, sin la
parte de arriba de mi ropa, en su habitación.

—Ehh… ¿qué quieres saber?

Levanto mis manos, escondiendo mis senos de él. Espero algún


día tener conversaciones así con Des sin sentir vergüenza… pero ese día
no es hoy.

—¿Cómo es que tú y Temper se conocieron? —pregunta.

¿Eso es lo que quiere saber? ¿Ahora mismo?

Me lee como un libro.

—¿Crees que estoy preocupado de perder la oportunidad de


hacerte el amor?

Esas palabras van directo a mi núcleo.

Sus ojos bajan hacia donde cubro mis senos, y baja la voz.

—No lo estoy.

Entrecierro mis ojos ante su arrogancia.

Da un paso adelante, hacia mi espacio, y es todo lo que necesito


para no irme hacia atrás. Des todavía es abrumador, todavía una fuerza
que considerar.

—Sabía quién eras la noche que te dejé Callie, y estoy


aprendiendo quién eres ahora, pero quiero saber todo sobre lo que pasó
durante esos siete años que te perdí.

Eso provoca que mi respiración se detenga mientras lo miro.


Somos amantes y viejos amigos y extraños al mismo tiempo.

Está absolutamente en lo correcto, hay tanto que tenemos que


actualizarnos. Cosas que ninguna cantidad física de intimidad lo
compensará. Y eso es lo que quiere de mí.

—Conocí a Temper durante el último año en la Academia Peel —


digo, mi mente saltando de vuelta al último año en mi internado
sobrenatural. Fue un periodo duro de tiempo. Había perdido a Des solo
meses atrás, y me encontraba sin amigos ni familia. La única cosa que
tenía en abundancia era un corazón roto—. Era el primer día de vuelta
y nadie se sentaba a mi lado en mi moralidad de clase de magia cuando
ella se sentó en ese asiento. Y luego comenzó a hablarme. —Me habló
como si ya fuéramos amigas y ni siquiera yo me había enterado aún—.
Fue la primera vez desde que te fuiste que otro estudiante trató de ser
mi amigo.

No dolía tanto, admitirle a Des que una vez fui una paria social.
Eso, él ya lo sabía.

Y por mi amistad con Temper, fue solo después que descubrí lo


duro que había sido para ella tomar el asiento a mi lado y ser sincera.
Ella sabía lo suficiente sobre mí no teniendo amigos, algo que ambas
teníamos en común.

Me tomó varias semanas aprender que la gente evitaba a Temper


incluso más que a mí, principalmente por el tipo de sobrenatural que
ella era. Por supuesto, considerando mi propio pasado problemático, la
infamia de Temper solo hacía que me gustara más.

—Desde entonces… —dije—, hemos sido inseparables.

Hablar sobre Temper solo hace que la extrañe mucho más. Los
últimos siete años podrían haber sido abismos cuando se trataba de mi
vida amorosa, pero no cuando se trataba a todo lo demás, y eso era
principalmente gracias a Temper. Ella debe de estarse volviendo loca
ahora mismo, preguntándose dónde estoy.

Aparto mis preocupaciones.

—¿Cómo conociste a Malaki? —pregunto, derivando el tema de mí


hacia él.

No estoy segura de que Des responda. Nunca responda estas


cosas.

Baja la mirada hacia mí, de pie tan cerca que puedo sentir el calor
de su cuerpo.

—¿Desabotonarías mi ropa? —pregunta en lugar de responder.

Pierdo confianza ante su respuesta. No debería estar


decepcionada. Des ya me ha mostrado mucho más de sí mismo de lo
que pensé que alguna vez haría.

Presionando mis labios, asiento.


Él se gira, sus alas maliciosas todavía fuera.

Mis manos encuentran los lazos que aseguran la armadura de


cuero a su espalda. Uno por uno, comienzo a desatarlos.

—Conocí a Malaki cuando era un adolescente —comienza,


vacilante.

Mis dedos se tensan durante un segundo.

—En ese entonces yo… había perdido mi camino —continúa—.


Me encontraba en Barbos, la Ciudad de Ladrones, sin un centavo a mi
nombre.

Inclino mi cabeza, dejando que una sonrisa se deslice antes de


continuar con mi tarea.

—Eso fue alrededor del tiempo en que me uní a los Ángeles de la


Pequeña Muerte —dice.

—La pandilla —digo, recordando la explicación que me dio por su


manga de tatuajes.

—Hermandad —corrige sobre su hombro. Toma una profunda


respiración—. Malaki era otro miembro. Era unos años mayor que yo,
pero todavía el hada más cercana a mí en edad.

Puedo decir que sacar estos recuerdos es difícil para él. Su mente
es una trampa de hierro. Las cosas entran pero no salen.

—Vivir al borde como nosotros lo hacíamos —continúa Des—, nos


juntó. Ha salvado mi vida antes y yo la suya.

Desato el último de los lazos en la espalda de Des, y el cuero se


desliza fuera de él. Justo como yo, está desnudo de la cintura para
arriba. Supongo que es nuestra versión extraña de Muestra y Cuenta:
muestra algo de piel, cuenta un secreto.

Se gira para enfrentarme, su pecho desnudo.

—Es mi hermano de muchas formas pero no de sangre.

Encuentro sus ojos. Es raro atrapar a Des tan desnudo. Como yo,
ha pasado años construyendo armadura alrededor de él… y ahora está
saliendo. Ya no es el aterrador rey, o el Negociador difícil.

Ahora mismo, es solo mi Des.

—¿Cuánto tiempo lo conoces? —pregunto.

Hace una pausa.


—Lo suficiente —finalmente dice.

Sé suficiente de hadas para saber que lo suficiente puede ser tan


fácil como siglos o décadas. Y el comentario que Malaki hizo antes…

He estado esperando siglos para conocerte.

Inclino mi cabeza a un lado.

—¿Realmente eres jodidamente viejo, verdad?

Una sonrisa tímida se desliza a lo largo del rostro de Des.

—Puedo responder eso pero te costará.

No necesito comprar un favor para saber que el tipo debe ser un


anciano.

Comienzo a retroceder lejos de él, dirigiéndome hacia el baño.

—Pasaré de esta… abuelo.

Solo tengo tiempo de ver su sonrisa expandirse, y luego me está


levantando en sus brazos, colocándome sobre su hombro.

—Cosa traviesa —dice, golpeando mi trasero.

Chillo, luego comienzo a reír.

—Por eso es que tu pelo es tan blanco. ¿Cuántos siglos atrás


perdió el color?

Puedo sentir la risa ruda de Des sacudiendo sus hombros.

—Tendré que hacerte saber que mantuvo su color hasta el día en


que te conocí —dice.

Nos lleva hacia el baño. Mientras lo hace, siento mis botas salir de
mis pies, chocando contra el piso. Mis pantalones y ropa interior van
después.

—¡Des! —Ahora cada pulgada de mi piel desnuda está presionada


contra la de él.

—Callie. —Hace mímica de mi voz.

—¿Qué haces?

Su mano acaricia mi muslo superior.

—Desnudando a mi reina.

Eso me detiene por completo.


Oh Dios, su reina.

—Des, no quieres decirlo en serio, ¿verdad? —Porque… nop. Nop,


nop, nop.

Apenas me estoy acostumbrando a la idea de que haya un


nosotros. Algo más está más allá de lo que puedo lidiar.

—Fue una forma de decir —dice suavemente—. Si prefieres que te


llame una fregona…

Golpeo su espalda, lo que solo hace que se ría de nuevo. El sonido


de su risa me relaja de nuevo. Solo es una forma de decir.

Mientras me carga, sus propios pantalones se deslizan fuera de


sus caderas y por sus tobillos. Suavemente, se desliza fuera de estos.

Y ahora ambos estamos desnudos.

Delante de nosotros, la gran espiga de la bañera se enciende sola.

Entra hacia la gigante bañera, colocándome cuidadosamente en


mis pies. Por un momento, miro a mi alma gemela, su rostro tan
dolorosamente encantador como la primera vez que lo conocí, su cabello
blanco suelto. Sus puños de corona y guerra se han ido, y el único
adorno que queda es la tinta que corre por su brazo.

Sin ropa, Des es mucho más atractivo, su torso masivo, grandes


cuerdas de músculo entrelazándolo.

Mientras lo bebo, él me bebe, sus ojos moviéndose a mis senos,


luego hacia abajo, hacia mi cintura y cadera.

Se acerca, inclinando hacia arriba mi mentón.

—Quiero ser bueno en esto, querubín. Ante nosotros.

Corro una mano por su manga de tatuajes, mi dedo colgando


sobre las lágrimas tatuadas en su piel.

—Yo también.

Durante varios segundos, el único sonido es el rocío de agua


llenando la bañera en la que estamos de pie. Luego, cerca del silencio
cercano, «Stairway to Heaven» de Led Zeppelin suena, la canción
llenando la habitación.

Mientras miro alrededor de los altavoces fantasmales que deben


estar tocando la música, atrapo el vistazo de la bandeja de madera
pulida al lado de la bañera. Encima hay una taza caliente de café, un
expreso (en una imposiblemente pequeña taza) y un plato de
macarrones. Es nuestra orden usual de Café Douglas.

Y por cualquier razón, eso me pone.

Tomo una respiración temblorosa y río, aunque sale más como un


sollozo.

—Detenlo —digo, mi voz suave y ronca al mismo tiempo.

Pero en lugar de detenerse, Des me acerca, sus hermosos,


hermosos músculos presionados contra mis suaves curvas.

Se inclina hacia adelante, sus labios a un paso de los míos.

—Nunca.
Capítulo 5
Traducido por 3lik@

DES ES UN romántico.

Ugh.

Eso no es lo que mi corazón necesitaba. No es que haya un


retorno en este punto, pero aun así. Hiere un poco mi ego para saber
cuán fácilmente puedo lograrlo con unos pocos gestos pensativos.

Cerca de una hora después de que los dos nos metimos en la


bañera, salgo de allí, con el estómago lleno de macarrones y café
mientras me seco. Observo a Des, con alas y todo, mientras sale de la
habitación, con una toalla envuelta alrededor de su cintura.

Una vez que llega al otro lado de la cama, su toalla cae al suelo, y
por todos los santos, ese trasero lo es todo.

Envuelvo mi propia toalla lo mejor que puedo a mí alrededor,


accidentalmente arrancando algunas de mis plumas en el proceso, mis
ojos fijos en el Negociador. Estoy absolutamente arrastrándome por este
hombre en este momento y no me arrepiento de nada.

Él me mira por encima del hombro, su cabello pálido peinado


hacia atrás. Debería avergonzarme de que me haya sorprendido
mirándolo descaradamente, pero su propia expresión calienta cualquier
cosa que vea en la mía.

Aún no hemos hecho nada juntos—tomar café expreso y comer


macarrones desnudos a un lado—y la necesidad de rectificar esa
situación está comenzando a crecer.

Escurro mi cabello mientras camino a su habitación, con las


linternas colgantes brillando suavemente sobre nosotros.

Estoy a punto de dirigirme al sofisticado armario ya provisto de


un millón de trajes de fae cuando Des mete la mano en un cajón de la
cómoda y me arroja una prenda negra. La atrapo, el material suave
debajo de mis dedos.

—¿Qué es esto? —pregunto.

—Un premio de concesión. Es la segunda mejor cosa que puedo


darte.

Frunzo el ceño.

Él sacude la prenda en mi mano y, a regañadientes, aparto mi


mirada de él para sacudir y abrir el material desteñido.

Una enorme sonrisa se extiende por mi rostro cuando veo los


labios gigantes y la lengua impresa sobre la desteñida camiseta. Es una
de las camisas vintage de Rolling Stone de Des.

—Eso es un préstamo para ti —dice.

—¿Un préstamo? —digo, levantando las cejas.

Des se mete en un par de pantalones sueltos.

—Solo porque te ame no significa que voy a darte una de mis


posesiones más preciadas.

Acaba de hacerlo oficial: ahora tengo la intención de quedarme


esta camiseta.

Siguiendo el ejemplo de Des, dejo que mi toalla caiga al piso y


arrastro la camisa sobre mis hombros. Mi humor ligero se borra en el
momento en que el dobladillo de la camisa entra en contacto con mis
alas.

Me olvidé de ellas. Ahora que tengo alas, no puedo simplemente


ponerme la ropa sobre los hombros.

Antes de que pueda considerar lanzarme a un regodeo de


autocompasión, el suave material de la camiseta, que estaba agrupado
justo encima de las articulaciones de mis alas, ahora se desliza por mi
espalda como si no hubiera ningún obstáculo en el camino, el dobladillo
de la camisa cayendo a medio muslo.

Mi cabeza se dirige a Des, quien está sonriendo un poco.

—¿Cómo hiciste…?

—Magia, amor.
Toco mi espalda, buscando dónde se unen mis alas a mi espalda.
Los bordes de la camisa se rompen alrededor de los huesos de mi ala.

Estoy tan concentrada en la logística de la camisa de Des que no


veo la forma en que me mira. No es hasta que desaparece, reaparece a
mi lado, que me doy cuenta.

Toca el dobladillo de la camisa.

—Esto se ve bien en ti.

Me congelo.

Des está rodeándome. Sus ojos se dirigen a los míos. Solo somos
polillas dando vueltas una llama.

Es justo entonces que un bostezo se escabulle.

Peor. Momento. Del. Mundo.

No estoy cansada, quiero decir, lo estoy, ha sido un día largo,


desde que nos levantamos temprano hasta la sesión de entrenamiento
de una hora de duración, hasta ver a un hombre devorado por una
pesadilla viviente, pero no estoy lo suficientemente cansada para
perderme en esto.

Los ojos de Des caen a mi boca. Cualquiera que sea la pasión que
lo llevó un momento antes, lo esconde.

Quiero gritar cuando lo vea ponerse la respetuosa máscara que


solía usar cuando estaba en la secundaria. A pesar de todas sus malas
tendencias, puede ser sorprendentemente caballeroso.

Tira del borde de mi camisa.

—No hemos terminado con esto todavía —dice, su voz aún áspera
con promesas de sexo.

Me arrastra a la cama, y casi creo que el hombre no ha sido


disuadido por mi bostezo.

Las alas de Des desaparecen para poder rodar sobre su espalda.


Un momento después, me empuja a la altura de su pecho. Por la forma
en que me sostiene... el tipo definitivamente por el momento ha dejado
su lado juguetón.
Probablemente podría hacerlo que lo reconsidere, pero maldita
sea, literalmente no podría haber nada más cómodo que estar
acurrucado contra Des.

—Dime un secreto —le susurro.

—¿Otro? —Se ve realmente incómodo que me río.

Ni siquiera puedo recordar el último secreto que me contó: ¿se


trataba de su amistad con Malaki?

—Sí, otro —digo.

Gruñe y me abraza más fuerte.

—Bien, pero solo porque me gustas.

Sonrío un poco contra él.

No puedo creer que con preguntarle haya funcionado.

Des pasa una mano sobre mis plumas.

—Lo único que no me gusta de tus alas es que te esconden el


trasero, y realmente me gusta tu trasero.

La habitación está en silencio durante los tres segundos, y luego


no puedo contener mi risa.

—Des, eso no es lo que quise decir cuando pedí un secreto.

—Y sin embargo, has recibido un secreto. Considérate


complacida. —Me aprieta el trasero para enfatizar, y dejo escapar un
pequeño chillido, lo que hace que se ría. Y esa risa burlona lleva a los
besos... muchos besos lánguidos y deliciosos.

Cuando finalmente me separo, recuesto mi cabeza contra su


pecho. La habitación se queda en silencio, el único sonido es el latido
del corazón de Des debajo de mi oreja. Cierro mis ojos.

Puedo acostumbrarme a esto.

Qué pensamiento tan aterrador.

—Durante dos siglos no has sido más que un susurro de una


posibilidad —dice Des, rompiendo el silencio—. Y luego te conocí. —
Hace una pausa, como si toda una historia comienza y termina con esa
oración. Como si la vida fuera una cosa antes de conocerme, y luego se
convirtió en algo más.

Es suficiente para hacerme ignorar el hecho de que casi se admite


que tiene más de dos siglos.

—Eras todo lo que nunca pensé que quería. Eras un caos.


Estabas desesperada. Tú eras el secreto más misterioso con el que
alguna vez me había encontrado. Todo en ti me atrajo: tu inocencia, tu
vulnerabilidad, diablos, incluso tu trágica vida. Eras la criatura más
cautivadora que jamás encontré.

Medito sus palabras. Hay una gravedad no solo por lo que dice,
sino porque lo dice en absoluto. Pedí un secreto y me dio una
revelación, algo que puedo tener cerca de mi corazón a altas horas de la
noche.

—Siete años separados —continúa—, y la mujer en la que te


convertiste estaba a un mundo de distancia de la chica que conocí. —
Inclina mi cabeza para que pueda mirarle a los ojos—. Eso solo hizo que
te quisiera más. Eras ambas la antigua y la nueva, la conocida y la
exótica, la alcanzable y la prohibida. Y te deseaba tanto por mucho
tiempo que estaba seguro de que me mataría. Y cuando te miro incluso
ahora, especialmente ahora, veo una verdad simple.

Deja de hablar.

Me levanto un poco.

—¿Cuál era esa verdad?

En la oscuridad, puedo verlo mirándome.

—Eres magia, amor.


Capítulo 6
Traducido por Manati5b

HAY SANGRE EN TODAS PARTES. En mi cabello, en mi piel, salpicada


alrededor de donde yazco. Empujo mi torso desde el suelo, mirando a
mí alrededor.

No.

No este lugar.

No otra vez.

Observo las hojas podridas que cubren el suelo, las enredaderas


muertas que trepan por las paredes de la habitación larga, y la silla de
huesos que se cierne sobre él.

La habitación del trono de Karnon.

—Bonito, bonito pájaro.

Mi sangre se congela ante la voz en mi espalda.

No puede ser.

El rey Fauna está muerto.

—¿Te gustan tus alas?

Pero esa voz…

Un estremecimiento corre por mi espalda.

La voz de Karnon es profunda y gruesa, justo como la recuerdo.

Hojas crujen bajo sus pies mientras se acerca de frente.

Primero veo sus astas retorcidas, luego sus ojos raros, ojos locos y
cabello salvaje.

Dios, es él.
—Ahora eres una bestia como el resto de nosotros.

Me pellizco los ojos. Él está muerto.

—Nunca serás libre —dice… solo que, la voz de Karnon ya no es


la suya. Es otra voz que conozco demasiado bien.

Mis ojos se abren de golpe y miro a mi padrastro. El mismo


hombre que maté accidentalmente hace ocho años. ¿Por qué estos
fantasmas vuelven a perseguirme?

Solo tengo segundos para mirarlo antes de que la habitación se


oscurezca.

El aire cambia a mi izquierda, removiendo mi cabello. Echo un


vistazo, pero bien podría ser ciega, la oscuridad es completa.

En el cuello de mi nuca, siento el aliento de alguien, tan cerca que


deben estar inclinados sobre mí, pero cuando giro y me estiro, mi mano
solo capta el aire.

En la oscuridad, escucho el débil eco de la risa, levantando la


carne de gallina a lo largo de mi brazo.

En respuesta a mi miedo, mi sirena sale, haciendo que mi piel


brille suavemente.

—¿Quién está ahí? —digo.

—Los secretos están destinados a un alma —suena una voz de


mujer, viniendo de todas partes y de ninguna parte a la vez.

—¿Quién eres?

—Él viene por ti. —Esta vez, es una voz de niño que habla desde
la oscuridad.

—¿Quién? —digo.

Karnon está muerto.

La risa hace eco a mí alrededor, creciendo más y más fuerte. En


ella puedo escuchar la voz de la mujer, del niño, del Rey de Fauna, y la
de mi padrastro. Puedo escucharlas y a muchos otros riéndose de mí.

De repente, todas cesan.

—¿Quién? —repito.
El aire retumba como un trueno, espesándose mientras alguna
magia fuerte se construye y construye, reuniendo poder. Con un
crujido, una voz retumbante rompe la magia…

—Yo.

JADEO DESPIERTA. Mis ojos grandes miran dentro de los cansados


ojos de Des. Sus manos acunan mi rostro, su mirada preocupada busca
mi expresión.

El sueño se sintió demasiado real. Mi padrastro y Karnon están


muertos y desparecidos, y sin embargo en noches como esta, es como si
nunca hubieran muerto.

Aspiro aire, mi pecho sube y baja demasiado rápido.

Por supuesto, esos hombres malvados solo protagonizaron una


parte del sueño. Había otras presencias igualmente escalofriantes que
me llamaban desde la oscuridad. Intuitivamente, sé a quién pertenecen;
las mujeres que duermen y sus hijos antinaturales.

Y luego estaba esa voz final… no sé qué pensar de eso.

Con la frente fruncida, Des me besa ferozmente. Tan rápido como


comienza, acaba.

—No despertabas —dice.

Me estremezco. Pudo haber sido solo un sueño, pero la verdad es


que mujeres guerreras aún duermen y los soldados machos todavía
siguen desaparecidos. Karnon podría estar muerto, pero su trabajo no.

Miro a los ojos de Des.

—Quiero ver el féretro de los niños de nuevo.

POR SEGUNDA vez en mi vida, voluntariamente voy a visitar a


los pequeños monstruos que dieron a luz los soldados durmientes. Bien
podría ser la mujer más estúpida que existe para buscarlos de nuevo.
Pero hay algo que tengo que ver.

—¿Recuérdame otra vez por qué acepté esto? —dice Des junto a
mí, haciendo eco de mis pensamientos.
Hoy Des está usando una camiseta y pantalones negros
combinados que estoy tan acostumbrada a ver en él, su cabello recogido
con una correa de cuero y su manga de tatuajes en exhibición. Se ve
pensativo como el infierno, probablemente porque no está exactamente
emocionado de traerme de vuelta a la guardería real.

—Te estoy ayudando a resolver este misterio —digo, dirigiéndome


hacia el pasillo.

No dice nada a eso, pero un músculo en su mandíbula se tensa.

Lo puedo sentir, bajo en mi vientre, el miedo de que, sea lo que


sea que me pasó a mí y a esas mujeres no fue el final de esto. La muerte
debería levantar la magia, incluso magia fae. Esa es una regla que es
igual aquí y en la tierra.

Cuando entramos en la guardería, una ola de déjà vu me inunda.


Muchos de los niños más pequeños están acostados en cunas o camas,
extrañamente quietos, y los mayores están de pie al otro lado de la
habitación, mirando por las grandes ventanas. Todo es casi idéntico a
cómo los encontré antes.

La única cosa diferente de la guardería es que se han traído más


camas y cunas, todo para acomodar la afluencia de niños que vino de la
prisión de Karnon.

Intento no estremecerme mientras miro a los niños. Eran


aterradores antes, cuando eran simplemente niños extraños que bebían
sangre y profetizaban, pero ahora sabiendo cómo fueron concebidos…
El horror me invade de nuevo.

Incluso después de que la enfermera nos anuncia a los niños,


ninguno de ellos se mueve.

El vello a lo largo de mis brazos comienza a levantarse.

Hay algo profundamente inquietante en estos niños, este lugar.

Tomando una respiración profunda, me dirijo hacia la ventana.


Des está justo a mi lado, sus pesadas botas tintinean con cada paso, su
mandíbula apretada.

—Regresaste —dice uno de los niños, su espalda hacia mí.

Titubeo por un momento antes de recomponerme.

—Lo hice.
—No debiste hacerlo —dice otro.

Había olvidado que estos niños actúan como una sola unidad.

Como uno, se vuelven y me miran con cautela a medida que me


acerco a ellos.

Des se para enfrente de mí, y escucho a varios de ellos sisearle.

—Cualquiera de ustedes toca a mi compañera como la última vez


—dice, hablando por encima de sus siseos—, y se verán desterrados.

Sorpresivamente, la amenaza funciona, y sus siseos terminan.

Capto la mirada de Des mientras se hace a un lado, y le doy una


mirada. Amenazar niños, incluso los espeluznantes, no es correcto.

Él encuentra mi mirada con la suya acerada.

Está bien. Desterrado es.

Los niños dividen su atención entre mirar desordenadamente a


Des y estudiarme con astucia.

Me agacho frente a la niña más cercana, una niña con llameante


cabello rojo, mis ojos recorren sus rasgos. Sin cuernos, sin garras, sin
pupilas rasgadas. No se parece en nada a Karnon, salvo por los
colmillos que debe tener para beber sangre.

—Los esclavos viven vidas de ese tipo —me dice mientras la


evalúo.

Esclavos, la clasificación oficial de la mayoría de los humanos que


viven en el Otro Mundo.

¿Alguna vez has escuchado esas historias de bebés humanos


siendo intercambiados por faes cambiantes? ¿Alguna vez te has
preguntado qué pasó con todos esos bebés humanos? Esclavitud es lo
que pasó con ellos.

El Reino Nocturno consideró la práctica ilegal hace algún tiempo,


pero los otros reinos todavía lo permiten.

—¿Por qué dices eso? —le pregunto la niña, tratando de esconder


el hecho de que estoy muy asustada.

—Ellos son sucios, débiles y feos —dice el niño a su lado.


Soy muy consciente del hecho de que a los ojos de estos niños,
soy uno de los esclavos que están degradando.

Por el rabillo del ojo, veo sombras tenues y ondulantes en los


bordes de la habitación, un claro indicio de la creciente ira de Des.

Me enfoco en el niño.

—¿Quién te dijo eso?

—Mi padre —contesta. Su boca se curva en una pequeña y


secreta sonrisa—. Él viene por ti.

Me enderezo, dando un paso hacia atrás, mis ojos pegados en su


rostro. Puedo escuchar la sangre corriendo entre mis oídos.

Son solo palabras. No significan nada.

Pero mis huesos creen que sí significan algo. Así como mis
instintos. Al igual que esa pequeña voz en la parte posterior de mi
cabeza. Todos me dicen lo que temía al momento en que desperté de esa
pesadilla: no ha terminado.

Siento la mano de Des en mi estómago, gentilmente alejándome


de esos niños. Tontamente, lo dejo hacer, todo el tiempo mirando al
niño. Él y el resto de los niños nos siguen con la mirada, y tengo la
clara impresión de que me están siguiendo de la misma manera en que
los depredadores rastrean su presa. Finalmente, me alejo del niño,
haciendo una línea recta hacia la salida.

Puedo sentirme temblando. Cuan absurdo, que un niño pueda


asustarme tanto.

Des y yo estamos a punto de llegar a la puerta cuando escucho la


voz del niño a mi espalda.

—Estos son tiempos oscuros.

Mis alas se tensan, avanzando, y gracias a Dios el castillo está


lleno de puertas grandes, de otra forma, estaría luchando con mis alas
poco manejables para salir de esa habitación.

Tan pronto como la puerta se cierra detrás de mí, exhalo.

¿Cómo podría ese niño saber decir esa frase? Es la misma frase
que escuché susurrar en el aire cuando visité a las mujeres dormidas
semanas atrás.
—Karnon está muerto —dice Des.

Asiento.

—Lo sé. —Paso una mano sobre mi boca.

Mi miedo no disminuye. En todo caso, crece. La cosa es, no vine a


ver a estos niños porque temía que Karnon estuviera vivo.

Vine aquí por otra razón en total.

—¿Todos los fae de Fauna tienen características animales? —


pregunto cuando salimos de la guardería.

Mis carceleros tenían características animales. Como las tenía


Karnon. Como las tenía el desafortunado mensajero de Fauna que vi
ayer.

Des se detiene.

—Deben tenerlas.

—¿Y los niños de Karnon? —digo—. ¿Compartirían sus


características?

La boca de El Negociador se tensa.

—Al menos algunos de ellos lo harían. Sí.

—Esos niños no comparten ninguna de sus características —digo.

Por la expresión de Des puedo ver que ha llegado a la misma


conclusión que acabo de tener…

Karnon no es su padre.
Capítulo 7
Traducido por 3lik@

KARNON NO ES su padre.

Karnon no es su padre.

¿Pero… cómo?

Él fue quien encarceló a esas mujeres. Fue quien las agredió


sexualmente.

A mi lado, Des comienza a caminar de nuevo, como esta


revelación que no lo cambia todo.

Fue entonces cuando me di cuenta…

—Lo sabías —le acusé mientras descendíamos por los salones del
palacio.

En lugar de parecer sorprendido, culpable o avergonzado por mi


acusación, en lugar de cualquiera de esas respuestas normales, Des me
evalúa con una de sus típicas miradas despreocupadas.

Levanta un hombro.

—¿Y qué si lo sabía?

¿Y qué si...?

Le doy una palmada a su pecho esculpido y lo detengo en el


medio del pasillo.

—Oh, no, amigo, nuestra relación no funciona así.

Baja la mirada hacia mi mano, y puedo decir que me estoy


acercando a irritar al Rey de la Noche.

—¿Nuestra relación no funciona cómo exactamente, querubín? —


pregunta, su mirada se vuelve traviesa.
—No puedes simplemente ocultarme secretos como ese.

Tiene la audacia de parecer divertido, aunque no le llega a los


ojos.

—Te lo aseguro, puedo.

Mis ojos se entrecierran.

—Des —le advierto.

Quita mi mano de su pecho.

—¿Se supone que es un tono amenazante? —pregunta,


levantando una ceja. Chasquea la lengua y acerca mi mano a su boca—.
Porque si lo es… —continúa—, entonces tienes que trabajar en tu juego
de intimidación… —continúa—. Me refiero a que, fue un buen intento,
pero estoy más excitado que cualquier otra cosa.

Des procede a besar las puntas de mis dedos, lo cual es


totalmente molesto. ¿Quién se imaginaría que los besos en las yemas de
los dedos eran siquiera una cosa? Porque lo son. Lo estoy declarando
aquí y ahora.

Concéntrate, Callie.

—Déjame mostrarte algo —dice en voz baja.

Tanto para concentrarme. En lugar de retomar nuestra discusión


donde la dejamos, dejé que Des me guiara por el palacio.
Eventualmente ingresamos a lo que parece una gran biblioteca, los
arcos con incrustaciones de azulejos decorativos. Entre varios
candelabros de bronce cuelgan una miríada de lámparas de colores. Y
qué decir de los libros.

Estantes y estantes de ellos bordean las paredes y llenan los


pasillos de la habitación, cada uno atado en tela o cuero. También hay
montones de pergaminos apilados a lo largo de los estantes, las asas
están enrolladas en madera tallada y hueso, algunas con incrustaciones
de nácar y piedras semipreciosas.

Paso un minuto sólido girando en un círculo y admirando todo el


lugar.

—Vaya —digo finalmente.


Huele a cuero y papel y a algo más que diría que es cedro, pero
quién sabe. Tengo ganas de acercarme a cada estante y sacar los libros
y pergaminos uno por uno, dejando que mis manos recorran la tinta
seca y el papel suave. Este lugar se siente como magia y sabiduría, y
podría estar teniendo una experiencia espiritual en este momento.

Puedo sentir los ojos de Des en mi cara. Eventualmente quita su


mirada para admirar el lugar también.

—¿Es esta la biblioteca real? —pregunto.

La esquina de la boca de Des se curva hacia arriba.

—Una de ellas.

—¿Una de ellas? —repito tontamente.

—Este es el lugar donde se guardan muchos de los documentos


oficiales del reino. La biblioteca principal está en los terrenos del este
del palacio.

No puedo imaginar la magnitud de eso.

Me lleva a una mesa y una de las sillas se desliza mágicamente


hacia mí. Des toma asiento frente a mí, y por un segundo solo me
evalúa. Cuando me mira así, me siento muy expuesta.

—¿Qué? —finalmente digo, metiendo un mechón de cabello detrás


de mi oreja.

Me da una suave sonrisa.

—Mi madre te habría amado.

Solo diciendo esas palabras, ha invitado a los fantasmas a este


lugar. Apenas recuerdo a mi propia madre, y no tengo ningún recuerdo
de que sea especialmente amorosa conmigo. Es un hermoso regalo
imaginar que la madre de Des podría haberme amado.

—¿Eso crees? —digo.

—Lo sé. —Lo dice tan firmemente que mi única objeción en eso
es, que soy humana y muere antes de que salga de mis labios.

Antes de que pueda preguntar más sobre el tema, Des levanta su


mano y mueve su muñeca. A lo lejos, escucho el sonido del papel
deslizándose contra el papel.
Un pergamino se eleva sobre los pasillos y flota hacia nosotros. La
mano del Negociador aún está en el aire, y el pergamino aterriza
suavemente en su palma extendida.

—Este es el informe tomado de las víctimas que se recuperaron de


su cautiverio —dice Des, cambiando de tema. Coloca el pergamino
sobre la mesa.

Me levanto y arrastro mi silla más cerca de él.

—¿Estos fueron tomados de los sobrevivientes de la prisión de


Karnon? —pregunto.

—Solo los supervivientes fae del Reino Nocturno —dice Des—. Los
otros reinos están grabando las entrevistas de sus víctimas. En la
próxima cumbre de nuestros reinos, compararemos notas, pero hasta
entonces solo tenemos los testimonios de mis súbditos.

Sé sin mirar que soy uno de esos testimonios. Era opcional,


ventajas de ser la compañera de un rey, pero lo hice de todos modos. He
trabajado en suficientes casos para saber cuán útiles pueden ser los
testimonios.

—¿Por qué querías que viera esto? —pregunto, levantando el


borde del pergamino entre nosotros. Echo un vistazo a mi nombre y mi
estómago se encoje un poco.

Des había estado en la sala cuando di mi testimonio, por lo que


sabe lo que me sucedió, pero verlo escrito junto a todas las otras
víctimas todavía me hace retorcerme.

—Fuiste a la guardería para determinar si Karnon era el padre de


esos niños.

Des me desliza el pergamino.

—Pensé que te gustaría leer lo que las otras prisioneras tenían


que decir sobre su experiencia.

Sus palabras suenan casi como un desafío, y lo miro un poco con


cautela antes de mirar el pergamino.

Mis ojos recorren los párrafos escritos en elegantes garabatos. Me


salteo mi propio testimonio, centrándome en las otras mujeres que
escaparon.
Una por uno, leo acerca de nueve diferentes soldados fae, cada
una de las cuales había sido secuestrada mientras dormía. Cada una
había languidecido en la prisión de Karnon entre uno y ocho días.

Aparentemente, ellas, como yo, pudieron recuperarse de la magia


negra del Rey de Fauna durante una semana. Aquellas que estuvieron
cautivas por más de ocho días... ahora vivían muy por debajo de
nosotros en ataúdes de vidrio.

Cuanto más leo, más sentía que Callie, la investigadora privada,


volvía a la vida. Había extrañado esto: investigar casos, resolver
problemas.

Solo me lleva un poco más de tiempo encontrarme con lo que Des


debe haber querido que viera.

Aparto mi mirada del pergamino.

—Todos menos dos fueron atacadas sexualmente por Karnon —


digo.

Las dos que escaparon de ese destino no habían sido atacadas


sexualmente en absoluto. Esto no se debió a que el Rey de Fauna
hubiera cambiado de idea; simplemente resultaron ser las dos mujeres
recientemente secuestradas. Karnon no había tenido tiempo suficiente
para incapacitarlas con su magia. Le gustaba violar a las mujeres
cuando no podían defenderse.

Des asintió.

—¿Y? —indagó.

Devuelvo mi atención al pergamino. Solo lleva unos segundos que


el resto de las piezas caigan en su lugar.

—Y todas menos dos confirmaron que estaban embarazadas —le


digo.

Siete mujeres violadas únicamente por Karnon, siete mujeres


terminan embarazadas.

Encuentro la mirada de Des.

—Entonces, ¿Karnon es el padre de los niños en los ataúdes?

Des se recuesta en su asiento, con las piernas abiertas. Una


pierna se mueve nerviosamente.
—Así parece.

Quiero tirar de mi cabello.

Nada de esto tiene sentido.

—Pero pensé... —Pensé que Des creía que Karnon no era el padre.

Antes de que pueda terminar ese pensamiento, alguien toca las


puertas de la biblioteca.

Des aleja el rollo y flota de nuevo en los estantes. Otro


movimiento de su mano y las puertas de la biblioteca se abren.

Malaki entra, se ve tan libertino como de costumbre. Se inclina


ante los dos, luego se endereza, concentrando su atención en Des.

—Perdón la interrupción —dice a modo de saludo—, pero el deber


llama.

Des se endereza en su asiento.

—¿Qué hay en la agenda?

—Hay asuntos que tratar en las Zonas Fronterizas, dos hadas que
honrarás con puños de guerra y un almuerzo… oh, y una invitación al
Solsticio a la que debes responder.

Ya estoy empezando a ponerme de pie. Realmente necesito


averiguar qué debería hacer con mi tiempo libre ahora que estoy
abandonada en el Otro Mundo.

—Espera —me dice Des.

Me vuelvo para mirarlo.

—¿Te gustaría acompañarme?

¿Después de lo que vi ayer en su sala del trono?

Niego con la cabeza.

—Que te diviertas.

Salgo de la habitación, dejando al Rey de la Noche y a su amigo


más antiguo dirigir el reino sin mí.
Capítulo 8
Traducido por Manati5b

CASI ME ENCIERRO en las cámaras de Des. Casi. Pero la perspectiva


de horas y horas de aburrimiento me impide sentirme demasiado
cómoda en las habitaciones de Des.

Así que, cambiándome la vestimenta por el atuendo más rudo que


puedo encontrar (pantalones de cuero, botas hasta la rodilla, y un top
de corsé que consigo desenredar a causa de las correas) decido explorar
el palacio. Puede que no tenga mi armadura emocional en su lugar,
pero maldita sea, un buen atuendo hace la mitad del trabajo.

Parada de hoy: la librería principal del Reino Nocturno. Después


de tropezar pidiendo direcciones, finalmente lo encuentro. Como el resto
de Somnia, está hecho de la misma piedra blanca distintiva, su techo es
de un azul verdoso de cobre oxidado.

Subo la gran escalera que conduce a ella, la pálida piedra


brillando a la luz de la luna. Las lámparas que bordean las escaleras se
iluminan con cálidas exposiciones de luz.

Y adentro… oh, adentro. Los techos arqueados estaba alineados


con azulejo pintado, candelabros altos colgaban entre ellos. A todos
lados que miro en el cavernoso cuarto, hermosos objetos fae están en
exhibición. Desde un enorme tapiz que parece brillar de diferentes
colores en la luz, a una escultura de mármol de dos hadas aladas
enfrascadas en batalla.

Corrección: una escultura de mármol en movimiento. Las estatuas


hacen sonidos de molienda mientras los músculos de piedra se mueven.

Camino hacia la escultura y me la quedo mirando. Varios


segundos después, una de las estatuas gira su cabeza, frunciéndome el
ceño.

—No les gusta que las estén observando.


Casi salto por la voz. Un hombre se detiene a mi lado, mirándome
en lugar que la escultura.

—Si no les gusta que los observen, ¿por qué están en exhibición?
— pregunto.

Él presiona sus labios juntos, y por mi vida, que no puedo decir si


solo lo ha irritado o asombrado.

—¿Necesita alguna ayuda? —pregunta.

—Uh, no, solo miraba.

Inclina su cabeza.

—Por favor, búsqueme si necesita alguna asistencia, mi señora, y


bienvenida a la Librería del Reino Nocturno.

Observo mientras el hada se marcha.

Eso fue… lindo. Me llamó señora y no miró mis alas de la forma


en que temí que lo haría.

Tentativamente, paso la escultura y me muevo más profundo en


la librería. Aquí hay cuartos sobre cuartos y pisos sobre pisos de libros.
Hombres y mujeres sentados con mesas entre ellos, pasando a través de
volúmenes.

Como en la biblioteca en la que estuve más temprano, esta huele


a viejos pergaminos, piel y cedro.

Escogiendo un cuarto al azar, comienzo a pasear por los pasillos.


Por pura casualidad, jalo un libro atado en seda azul claro de los
estantes, abriéndolo.

No sé qué esperaba encontrar, pero no era otro idioma. Hojeo


varias páginas, pero están escritas en la misma escritura arcaica.

—Es Fae Antiguo.

Dejo escapar un chillido, casi dejando caer el libro.

El hada que me saludó antes, está de vuelta, merodeando encima


de mi hombro.

—¿Me estás espiando? —acuso, mi voz un susurro.

Me da una mirada astuta, parándose incluso más alto.


—El Rey de la Noche me ha solicitado que me haga indispensable
a su compañera.

Uh-huh.

—Ni siquiera sabe que estoy aquí.

Así se hace Callie. Dile a tu presunto acosador que nadie sabe


dónde te encuentras.

Él inclina su cabeza.

—¿Pero no es así?

Las hadas tienen esta extraña ambigua forma de hablar que estoy
empezando a entender. Esta es bastante clara.

Traducción: Mejor revisa tus datos perra, porque él totalmente


sabe dónde estás.

Así que Des está controlándome, y ha enviado a mi prospecto de


acosador aquí para ayudarme.

Revaloro al hada a mi lado.

—Callie —digo finalmente, tendiéndole la mano.

La mira por un tiempo antes de apretarla delicadamente con la


suya.

—Jerome. —Su mirada se mueve a mi otra mano—. ¿Está


buscando algo en particular para leer? —pregunta.

—Simplemente hojeando —digo. Ni siquiera sabría por dónde


empezar.

—Tal vez disfrutaría de una sección diferente de nuestra


biblioteca, a menos que esté preocupada por las maldiciones.

—¿Maldiciones? —repito.

—El libro que está viendo trata con dolencias causadas por la
maldición, particularmente aquellas que causan hemorroides,
movimientos intestinales repentinos… —dice estoicamente.

Jesús.

Cierro el libro y lo regreso a su estante.


Un pensamiento viene a mi mente.

—¿Tienes algún libro sobre el rey?

VARIAS HORAS DESPUES me siento en una de las mesas de lectura,


una pila de biografías e historias del reino a mi lado.

Algunos de los libros fueron escritos originalmente en inglés, el


lenguaje coloquial del Otro Mundo, pero el libro que actualmente tengo
abierto fue escrito originalmente en Fae Antiguo. Cuando lo sacó de los
estantes, Jerome lo hechizó para leer en inglés. Es una vista extraña,
cada vez que paso la página, las letras Fae bailan y se transforman en
letras en inglés.

Y por el contenido del libro… es igualmente intrigante. Me siento


como un ladrón en la noche, aprendiendo la historia familiar de Des sin
su consentimiento.

Él hubiera hecho lo mismo si los roles se hubieran invertido.

Mi dedo se mueve sobre el texto. Describe otra batalla en la que


Des combatió. Como la mayoría de los otros, esta tuvo lugar en las
Tierras Fronterizas, el área donde, según este libro: “el día encuentra a
la noche.”

Y como todas las otras batallas mencionadas, el libro trata sobre


la rapidez con la que Des mató a sus oponentes y lo valientemente que
luchó.

Comienzo a echar un vistazo a las batallas. No es que no me


impresione, pero después de leer acerca de la enésima persona que se
rompe la crisma, la gloria de la lucha está un poco perdida en mí.

Varias páginas más tarde, cierro el libro. No estoy segura de qué


esperaba encontrar, tal vez una idea de quién es realmente Des, el Rey
de la Noche, pero debería haberlo sabido. Hasta ahora, todos los libros
parecen estar borrados de toda la información interesante y relevante.

Todo lo que realmente aprendí es que Des ha sido un rey


revolucionario, arrastrando al Reino Nocturno desde las edades oscuras
( juego de palabras no intencionado) a no solo uno de los reinos más
importantes, sino también a uno de los más iluminados, un título que
tradicionalmente pertenecía al Reino Diurno.
También aprendí que antes de que antes que Des fuera un rey,
era un soldado, como se describió en el último libro de manera tan
elocuente (a mayor escala: gráficamente).

Aparte de eso, hay muy poco sobre mi compañero.

Tomo el siguiente libro de la pila, un volumen pequeño y gastado


que cabe perfectamente en la palma de mi mano.

Hay algo sobre este libro, entre la suave y desteñida cubierta de


cuero y su humilde tamaño que me hace pensar que este será diferente.

Tan pronto como lo abro, puedo decir que estoy en lo correcto.

Capítulo 1: Desmond Flynn, el Olvidado Niño de la Noche.

La próxima línea que me encuentro, la tengo que leer dos veces.

Como la mayoría de los Reyes fae, Desmond Flynn nació del harén
real.

¿Harén?

Esa pequeña palabra hace entrar en calor y frio. ¿Los Reyes


tienen harens?

Des nunca me dijo esto. Me importa menos que Des haya venido
de uno, y más que esto, es una práctica normal en el Otro Mundo.

Es anormalmente difícil concentrarse después de eso, y encuentro


que mis ojos se desplazan sobre la mayor parte del texto.

En algún punto, la atmosfera de la biblioteca cambia. Done antes


estaba tranquilo, ahora el lugar está mortalmente quieto. Es como si el
silencio mismo se silenciara. Los vellos a lo largo de mis antebrazos se
elevan.

Y luego, desde el silencio, el sonido de pisadas pesadas.

Levanto la mirada a tiempo para ver a Des caminando en la


habitación, su cuerpo ondea mientras se mueve. Solo tiene ojos para
mí, y es aquí en este gran escenario que me doy cuenta de cuánto Des
ordena el espacio a su alrededor. Estoy acostumbrada a él moviéndose
entre las sombras. Verlo pasar a grandes zancadas a través de esta
enorme y cavernosa habitación como si la poseyera (técnicamente, lo
hace) es algo caliente.

Y por el tipo de calor, me refiero realmente jodidamente caliente.


Harén

La palabra se desliza en mi mente, agriando mis pensamientos


sensuales.

Des desaparece un momento después, reapareciendo en la mesa


en donde estoy sentada. Se sienta en el borde, inclinando la cabeza
para leer los lomos de los libros a mi lado.

—¿Haciendo algo de lectura ligera, querubín?

—Algo.

Harén, mi mente susurra. Harén. Harén. Harén.

Levanta la tapa del libro superior y levanta las cejas.

—¿Quieres saber sobre la historia de mi reino? —Sus ojos se


suavizan cuando me mira.

Está haciendo que mis intenciones parezcan demasiado nobles.


Debería saberlo mejor, debe saberlo mejor. Pero parece sincero, y eso es
suficiente para sacudirme.

—¿Tienes un harén? —La pregunta simplemente sale, mi voz


ronca de emoción.

La expresión de Des se congela en su lugar.

—Lo siento, ¿qué?

—¿Tienes un harén? —repito.

Una arruga se forma entre sus cejas.

—¿Por qué preguntas?

Eso no es un no.

Mi corazón está en mi garganta, mi pulso retumbando en mis


oídos.

—Uno de los libros menciona que naciste en uno.

Sus ojos se dirigen al libro abierto.

—No lo hice —dice suavemente.

Levanta el pequeño volumen.


—Desmond Flynn, El Olvidado Niño de la Noche —lee. Su mirada
se mueve hacia mí—. Así que mi curiosa sirena no solo ha estado
leyendo acerca de mi reino después de todo.

—¿Tienes un harén? —presiono.

Alrededor de nosotros, otras hadas han regresado a sus libros, ya


sea porque no les interesa nuestro espectáculo, o, lo más probable, Des
está usando su magia para ocultar nuestras palabras.

Él se inclina hacia adelante, un mechón de su cabello blanco se


suelta del lazo de cuero que lo sostiene atrás.

—¿Y si lo hiciera? ¿Qué harías?

Soy débil en muchas maneras, pero no en esta.

—Te dejaría. —Incluso aunque me arruinaría, lo haría.

Las sombras comienzan a enrollarse y girar en los bordes de la


habitación. A alguien no le gusta mi respuesta.

Des golpea sus nudillos contra la mesa.

—Como deberías hacerlo.

No sé qué es lo que esperaba que dijera, pero no era eso.

Se endereza, deslizándose fuera de la mesa.

—Ven. —Extiende su mano.

—Todavía no has contestado mi pregunta —digo, mirando su


palma.

Suspira.

—No, Callie. No tengo un harén… nunca lo tuve.

Mi cuerpo se relaja, y tomo su mano.

—¿Por qué no? —pregunto mientras me lleva afuera.

Me mira, una ceja levantada.

—Es una pregunta honesta.

—Y una que tiene muchas respuestas —responde suavemente


mientras nos vamos.
—…respuestas que me quieres decir —Le doy un suave codazo.

Sonríe un poco.

—Lo hago… —admite—, pero en otro momento.

Salimos de la biblioteca y atravesamos los terrenos del palacio.


Antes de que podamos entrar al castillo propiamente dicho, Des suelta
mi mano y se detiene.

Me detengo unos pasos delante de él, volteándome para mirar por


encima de mi hombro.

La apariencia que usa… Des ya no es juguetón y cariñoso. Se ve


muy fae. Hambriento por cosas que desea poseer. Conozco esa astuta y
calculadora mirada. Es la misma que tiene cuando tiene algo en mente
que quizás no me guste del todo.

—¿Qué? —pregunto.

—Has estado leyendo sobre mí y mi reino. —Eso no explica en


absoluto su expresión.

Su mirada corta mi brazalete.

Doy un paso hacia atrás, la piel de mi muñeca picando. Ahora


conozco esa mirada. Es la mirada que tiene justo antes de que me haga
pagar una deuda.

—No. —Le doy una mirada de advertencia. No tengo idea de


dónde está su mente, y eso, más que nada, me atemoriza.

Se adelanta, sus pesadas botas golpean la piedra.

—Es gracioso que después de todo lo que te he exigido querubín,


todavía piensas que puedes influirme con tus protestas. —Des se
acerca—. Todavía me debes muchos, muchos favores.

Cientos de ellos. Lo sé.

—Forzarme a hacer cosas en contra de mi voluntad no hará que


me gustes más —le digo.

Se inclina más cerca.

—He engañado, herido y matado hombres frente a ti. Confío en


que algunas deudas que me debes no dañarán mis posibilidades.
Corto mi mirada en la suya. ¿Qué se supone que diga? Le debo
favores, favores que compré razonables y justos. Y yo soy la tonta que
ama a Des incluso en su peor momento.

—Déjame ver esa linda muñeca —engatusa Des.

No tengo tiempo de reaccionar antes de que su magia se envuelva


alrededor de mi brazo, levantándolo. Se acerca, inspeccionando las filas
restantes de cuentas.

Sus ojos se desplazan de mi brazalete a mi rostro.

—Varias semanas atrás mencionaste que querías ver mi reino —


dice—. ¿Estabas hablando en serio?

Primero comenta sobre mí leyendo de su reino, ¿ahora esto?

Me muerdo el labio inferior, no estoy segura de a dónde va con


esta línea de preguntas. Eventualmente asiento. Lo dije en serio; quiero
saber todo lo que hay que saber sobre este hombre, incluyendo el reino
que gobierna.

—Bien. —Se ve muy satisfecho—. Entonces tú y yo vamos a hacer


un pequeño viaje…

¿Debería estar preocupada? Un viaje no suena tan mal.

—… y volaremos allí. Juntos


Capítulo 9
Traducido por Mary Rhysand & YoshiB

MIRO FIJAMENTE A Des por millonésima vez mientras nos paramos en


el balcón más alto de su castillo, frotando mis brazos ante el ligero
escalofrío. Ahora mismo, estamos en la hora de la bruja, huyendo en la
noche como criminales.

No puedo creer que esté a punto de hacer esto.

Volar.

En la tierra, volar significa abordar un avión. Aquí, literalmente


significa ondear tus alas, lo cual sorprendentemente, no estoy muy
emocionada. Quiero decir, incluso las aves pueden arruinar este
negocio volador, y yo no soy un pájaro.

Bajo la mirada a mi brazalete, donde dos cuentas faltan, el costo


de tomar un vuelo con Des.

Dos. Cuentas.

Él me atrapa mirando a mi brazalete y, capturando mi


mandíbula, me roba un beso que no era suyo para robar.

—Alégrate, amor —dice—. Esto será divertido.

Divertido mi culo. Lo único remotamente placentero sobre esta


experiencia es que Des está usando una camisa de Iron Maiden, sus
tatuajes se encuentran totalmente a la vista, y sus pantalones de cuero
están abrazando tan bien su parte trasera.

Quiero decir, puedo estar enojada con él y aun así disfrutar la


vista.

Sobre sus hombros, sus alas se expanden, abarcando una


extensión asombrosa del balcón a cada lado de él. Brillan bajo la luz de
la luna, sus garras curvas brillan a lo largo de sus bordes.
—Expande tus alas —me ordena.

—Aún estoy enojada contigo —digo, incluso mientras extiendo


mis alas.

La sensación de ellas expandiéndose es tanto incómodamente


ajeno e inexplicablemente satisfactorio, como quitarte el sostén al final
del día. Desde que mis alas aparecieron, las he mantenido presionadas
estrechamente a mi espalda. No me había dado cuenta hasta ahora
cuán bien se sentiría expandirlas.

—Soy consciente de ello —dice Des, su voz una caricia.

Desaparece. Antes de que pueda siquiera girar para buscarlo,


siento su mano cálida correr por la parte superior de mis alas. Las
acaricia de la misma manera que acaricia el resto de mi carne, el toque
extrañamente erótico.

—Son asombrosas, sabes —dice, sus dedos rozando mis plumas—


. Solo una cosa más tentadora sobre mi hechicera.

—¿Hechicera? —La pregunta sale antes de que me recuerde que


se supone que debe estar recibiendo mi ira ahora mismo.

—Así es como han empezado a llamarte las hadas, una hechicera.

No puedo decidir si estoy más halagada o frustrada sobre este


detalle en particular.

—No tenemos sirenas aquí en el Otro Mundo —continua Des—,


pero de vez en cuando tenemos seres mágicos, hechiceros, quienes
pueden cautivar a otros con su magia. Es un poder muy codiciado.

Se posiciona de nuevo frente a mí, su mirada moviéndose a mis


alas.

—Intenta batir tus alas.

Gimo. Había olvidado por un instante que estaba aquí afuera


aprendiendo cómo volar.

Hago como dice, la acción revolviendo mi pelo. Des mira mis alas
con astucia, asintiendo como un instructor.

—Ahora intenta saltar —dice—. Ve si puedes mantenerte en el


aire por algo de tiempo.
—¿Quieres que haga malabares mientras estoy en eso? —Me
siento como un espectáculo secundario de circo.

Dobla sus brazos y solo espera.

Suspiro.

—Bien.

Salto, batiendo mis alas. Nada impresionante pasa.

—De nuevo.

Lo intento de nuevo, como la primera vez, mis alas son inútiles.

—De nuevo.

Lo intento de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. Después de hacerlo


un par de docena de veces, empiezo a entender que hay una
sincronización con ello. Y entonces, después de una docena más de
intentos, mis alas satisfactoriamente vencen la gravedad, solo por un
segundo.

Des asiente, su rostro serio.

—Lo suficiente bueno.

Toma mi antebrazo, guiándome al borde del balcón.

—¿Lo sufí… suficientemente bueno? —Lo miro escépticamente—.


¿Lo suficiente bueno para qué?

El Negociador se sube a la barandilla del balcón.

—¿Qué estás haciendo?

—Se para sobre el borde, y se gira hacia mí, asegurando sus pies
en la balaustrada de piedra.

—Querubín, está bien. —Dice esto como si fuera el chico más


razonable en el mundo, y no el tipo balanceándose precariamente sobre
el borde del edificio más alto en Somnia.

Golpea la parte superior de la barandilla de mármol entre


nosotros.

—Sube aquí.

Una risa incrédula escapa de mí.


—De ninguna forma.

—Callie —dice, sonando decepcionado—, me ofendes. Yo nunca te


llevaría por el mal camino.

Lo dice el hombre que me enseñó a beber y jugar. Creo que


necesita revaluar su definición de llevarme por el mal camino.

Cuando me planto en el lugar, dice:

—Podemos hacerlo por las buenas o podemos hacerlo por las


malas.

Me cruzo de brazos, sin ceder.

Sus ojos brillan con emoción. Hay unas pocas cosas que Des
disfruta más que mi desafío. Desafortunadamente para mí, nunca me
lleva muy lejos con él.

Siento la respiración de su magia a mi espalda, forzándome hacia


adelante y luego impulsándome hacia el borde del balcón en frente de
él.

—Eres un bastardo —digo mientras me subo a la barandilla. Aquí


arriba el viento es lo suficientemente fuerte para sacudir mi cuerpo y mi
cabello.

Desde el otro lado de la barandilla. Des agarra mi cintura,


preparándome. Me sonríe como un pirata.

—Palos y piedras, Callie. Ahora… —Me da un apretón en los


costados—, ábreme esas alas otra vez.

Ignorando mi mejor juicio, hago lo que dice. Una ráfaga de viento


sopla en mi contra, levantando mis alas.

—¿Sientes eso? —pregunta El Negociador, estudiando mi


reacción—. Eso es una corriente de aire. La usaremos para viajar.

—¿Puedo bajar ahora?

Los labios de Des se tuercen maliciosamente.

—Querubín, la siguiente superficie que tocarán tus pies será en


una ciudad diferente.

Siento a mi rostro palidecer. Sacudo mi cabeza.


—No estoy lista.

—Sí, lo estás.

Las alas de Des se expanden ampliamente en su espalda, y el


viento tira de su camiseta y cabello.

Ahora mismo, justo en este momento, estoy segura que estoy en


un sueño. Él es demasiado salvaje, demasiado hermoso, demasiado
fantástico para ser mío, y lo que me está pidiendo hacer es demasiado
extraño e increíble para ser real.

—Vuela —dice, liberando mi cintura. El poder se nota en sus


palabras, colocando mis alas en posición.

Antes de que pueda objetar, extiende sus brazos a cada lado.


Sucede a cámara lenta, su cuerpo alejándose de mí y del balcón, la
noche preparada para tragárselo entero. Sus pies se deslizan fuera de la
cornisa, y luego cae.

—¡Des! —Me estiro por él por reflejo.

Mi cuerpo se va hacia adelante, y pierdo el equilibrio. De repente,


no hay más barandilla a la que posarse. No hay nada aparte del aire
debajo de mí.

Des sonríe mientras alza la vista hacia mí, completamente en paz


con el hecho de que estamos cayendo. Y luego, justo en el medio de
nuestro descenso, desaparece.

Desaparece.

Me quedo mirando fijamente los terrenos del palacio unos treinta


metros más abajo, y Des no está por ningún lado.

Oh Dios, estoy jodida. Tan, tan jodida. Esto no es volar, esto es el


arte de morir, y la única persona que me metió en este embrollo se ha
ido.

Supongo que ahora tengo mi respuesta a esa estúpida pregunta


“retorica”: ¿si un amigo te dice que saltes, lo harías?

Aparentemente, la estúpida que soy yo, lo haría.

La magia de Des aún rodea mis alas, tirando de ellas. Aprieto los
dientes y comienzo a seguir su ejemplo, guiándolas para que capten
algo del viento. La fuerza de mi descenso hace que sea difícil controlar
mis movimientos.

Piso tras piso del palacio se desdibujan ante mí, el suelo se acerca
rápidamente. Continúo luchando contra el viento que está tratando de
doblar mis alas, la magia de Des ayudándome. Justo cuando estoy
empezando a pensar que es inútil, mi caída comienza a disminuir.

Dejo que el instinto se haga cargo, continuo inclinando mis alas


para nivelarme. Paso de caer a cortar el viento, mi cuerpo comenzando
a deslizarse por el suelo en lugar de caer en picada hacia él.

Estoy muy segura que no voy a estrellarme, pero sin embargo aún
no estoy volando exactamente. Soy más como esa hoja de otoño que
flota en una corriente de aire.

De ninguna parte, Des se manifiesta debajo de mí, sus manos


moviéndose a mi cintura.

—Vence tus alas, amor.

Apenas lo puedo escuchar sobre el silbido del viento en mi oído,


pero comienzo a forzar mis alas, aleteando.

Me tambaleo, y por unos segundos me preocupa perder todo lo


que he ganado y arrastrarme el resto del camino hasta el suelo. Pero
ahora Des está debajo de mí, asegurándose de que no haga
exactamente eso.

Lentamente, constantemente, mis alas me impulsan. Des me


suelta cuando me alejo de él, elevándome más y más en el aire.

Santa mierda, estoy volando.

Una risa incrédula sale de mí. Es más emocionante de lo que


podría haber imaginado. Toco una corriente de aire caliente, y luego
estoy planeando, la térmica me lleva por sí sola.

Una sombra con alas de aspecto perverso aparece a mi lado. Miro


hacia el Negociador, su pelo blanco ondeando en el aire. Me sonríe y le
ilumina toda la cara.

—¡Sígueme! —El viento se traga sus palabras, pero leo sus labios.

Se adelanta, luego se desvía hacia la derecha, su cuerpo se


arquea a través del cielo, sus gigantes alas brillando peligrosamente a la
luz de la luna. Si pensé que era fantástico antes, no se compara con su
yo de ahora mismo. Des es mágico, y de alguna manera, a través de
algún extraño giro del destino, puedo ser parte de esa magia.

Sigo su andar, ajustando mis alas para curvarse a través del aire
como él lo hace. Me rio de nuevo, mi corazón mucho más ligero ahora
que oficialmente estoy volando.

Des sigue en mi lista de mierda por asustarme casi literalmente


hasta la muerte, pero podría valer la pena; incluso podría valer el miedo
y el odio que soporté en los días posteriores a la recepción de mis alas.

Sigo a Des hasta que retrocede, y luego los dos nos deslizamos
uno al lado del otro. No hay nada como el silencio aquí en el cielo. El
viento es demasiado fuerte para que hablemos y, sin embargo, todo
tiene un final silencioso.

De vez en cuando, Des señala esto o aquello. Una vez, es una


tropa de duendes, en otra ocasión es un patrón tenue de luces muy por
debajo de nosotros, donde imagino que uno de los otros reinos del Otro
Mundo—reinos que no flotan en el cielo—está ubicado.

Incluso señala a una pareja fae que diviso en la distancia, sus


largos cuerpos escondidos en las nubes. Solo puedo ver un par de alas
destellantes iguales, y dos piernas entrelazadas, y luego las nueves se
mueven, tapándolos de nuestra vista.

Noto una o dos más de estas parejas mientras volamos. Juzgando


por sus abrazos, son amantes que se escaparon para estar juntos
debajo de la luz de las estrellas y las nubes.

Después de lo que debe ser una hora o dos, descubro una


gigantesca masa de tierra delante de nosotros, bloqueando un segmento
del cielo nocturno.

¡Otra isla flotante! Al igual que Somnia.

Mientras nos acercamos, empiezo a notar las luces de la ciudad,


las cuales destellan en pálidos colores pasteles.

A mi lado, Des comienza a descender, inclinándose adelante hacia


la isla flotante.

Es solo cuando estamos volando sobre ella que realmente tengo


una idea del lugar. Es una tierra de torres y motes, torres y puentes.
Destellan a medida que nos deslizamos por el paisaje. Intercalados
entre los edificios hay enormes franjas de follaje. A esta distancia, no
puedo decir si son campos o bosques, selvas o parques bien cuidados.

A medida que nos acercamos, empiezo a notar la idiosincrasia de


esta isla. Los edificios parecen cambiar de tamaño y forma al momento
que apartas la mirada, las calles llevan a ningún lado. Incluso los
colores de este lugar son de alguna manera más brillantes y apagados
de lo que deberían ser. Parece un cuento de hadas y un carnaval todo
envuelto en uno, y sin embargo... es como si todo no fuera como debería
ser.

Nadie nos mira mientras empezamos a descender. Solo somos dos


hadas más en esta extraña tierra.

Des planea su descenso, grácilmente aterrizando en el suelo.

No hay nada grácil sobre mi aterrizaje. Me estampo con el


Negociador, casi tumbándonos a ambos.

Me agarra por la cintura, sus ojos amplios, y luego comienza a


reírse. Presumiblemente de mí.

La euforia que me trajo el vuelo burbujea en mi estómago y en mi


garganta, y no puedo evitar unirme.

Acabo de volar. Con Des. Todos estos años esperando ser parte de
su mundo, de desesperarme que nunca pasara, me llevaron
directamente a este momento. La ironía es que se necesitó un loco para
hacer realidad uno de mis más profundos deseos.

Eventualmente nuestra risa muere, pero aun puedo ver destellar


los ojos de Des.

—Me gusta tu cabello cuando está despeinado —murmura,


tocando una hebra.

Lo mismo puede decirse de su cabello. Siempre he tenido una


extraña obsesión con sus mechones casi a la altura del hombro, y ahora
se ven especialmente sexy.

—¿Volar fue todo lo que esperabas que fuera? —pregunta.

Este sería el momento perfecto para hacerlo un nuevo idiota por


engañarme en una cornisa. Pero descubro que no quiero arruinar el
momento. No cuando he disfrutado tanto en el cielo, y no cuando me
abraza como si no estuviera seguro de querer dejarme ir.
—Fue increíble —digo sin aliento.

Sus ojos brillan de emoción, y Des deja que mi torso se deslice


entre sus manos hasta que estamos cara a cara.

Presiona un duro beso en mis labios, su boca exigente. Y luego


me deslizo el resto del camino a través de sus brazos hasta que mis
botas tocan el suelo.

Des se mueve a un lado para darme una mejor vista de nuestro


entorno.

—Bienvenido a Phyllia, la Tierra de los Sueños —dice.

Mis ojos devoran la calle bordeada de tiendas frente a nosotros.


Cada tienda es más espectacular que la anterior.

Colgando en la ventana de la tienda de ropa más cercana a mí


hay un vestido que parece hecho de espuma de mar. Al lado hay un
traje de hombre, hecho en un tono azul que juro que no sabía que
existía. Hay una capa que parece estar hecha del cielo nocturno,
pequeños puntos de luz parpadeando en la tela oscura y una pulsera
que parece estar formada de las nubes.

Junto a la tienda de ropa hay una tienda de curiosidades llena de


muebles y decoraciones tan inusuales como atractivas. Una mesa hecha
completamente de cuarzo rosa parece brillar desde adentro. Al lado hay
un frasco de vidrio lleno de una neblina que se arremolina; el letrero
dice que es un Sueño Hecho Realidad.

Más abajo en la calle hay restaurantes cuyas mesas se derraman


en las calles, los aromas que salen de ellos son extraños y apetitosos.

Puedo sentir la atención de Des sobre mí. Pone una mano en mi


espalda baja, guiándome hacia adelante.

—Aquí en Phyllia —explica—, encontrarás puertas que no


conducen a ninguna parte, personas que reconoces en un momento y
que no al siguiente, lugares que estás seguro de que has visitado antes,
aunque no puedes decir cuándo o cómo. Phyllia es el lugar donde cada
uno de tus pensamientos fantásticos puede hacerse realidad.

La Tierra de los Sueños. Es algún extraño hijo ilegitimo del Otro


Mundo y de lo que imaginé que sería el Mundo Maravilloso. Todo tiene
ese toque elegante y fae, pero nada es lo que parece.
Pasamos por una fuente burbujeante en la que la gente se reúne,
frascos en sus manos.

—Las aguas aquí pueden hacer que los deseos humildes se hagan
realidad —dice Des a mi lado.

Observo con fascinación cómo una mujer fae con cabello dorado
sumerge su recipiente de vidrio en el agua. Tengo la tentación de probar
el agua, solo para ver qué pequeño deseo podría hacerse realidad.

Pasamos por varios cafés, y mi atención se detiene en la poca luz


y las conversaciones suaves que flotan desde adentro.

—Tienen restaurantes aquí en el Otro Mundo —digo.

—¿Estás sorprendida? —Des se ve divertido.

Lo estoy. Supuse que el Otro Mundo era esencialmente campos


florecientes y arquitectura imposible. Los restaurantes parecen tan...
humanos.

De repente, Des me dirige hacia uno de ellos.

—¿Qué estás haciendo?

—Te llevo a comer… a menos que, por supuesto, no tengas


hambre.

Mi estómago elige ese momento exacto para retumbar. No sé


cuántas calorías se queman al volar, pero el número debe ser
asombroso.

—Podría comer.

Sus labios se contraen.

—Bien. Yo también podría hacerlo.

El restaurante al que entramos está decorado con tonos de plata y


violeta, desde los cubiertos del lugar hasta los espejos montados y las
paredes. Cerca de la parte superior de los techos altos, penachos de
nubes cuelgan, y en el centro de cada mesa es un jarrón lleno de
delicadas flores blancas que he visto en todo Somnia.

Tan pronto como Des y yo estamos sentados, exploro


secretamente la habitación.
Incluso a primera vista, los hombres y mujeres que nos rodean no
se ven del todo normales. Para la mayoría, es simplemente un pequeño
detalle: el color de los ojos es un poco demasiado brillante para ser
humano, o el cabello demasiado largo para haber sido producida por
una cabeza mortal. Pero luego, entre ellos, hay algunos fae que se
destacan especialmente. Como el hombre con la piel gris lavanda y la
boca llena de dientes afilados y puntiagudos. O la mujer cuyos
miembros son largos y delgados, su piel del color de las sombras
profundas.

En contraste con mi mirada boquiabierta, los clientes del


restaurante nos ignoran por completo.

—¿Estas personas saben quién eres?

—Lo hacen —dice.

—¿Por qué ninguno de ellos esta...? —me detengo, buscando las


palabras adecuadas.

—¿Adulándome ? —dice, completando la frase por mí.

—Sí.

Levanta un hombro.

—He camuflado nuestras apariencias.

—¿Camuflado nuestra...?

—Es una pequeña ilusión destinada a alterar sutilmente nuestras


características, para evitar el reconocimiento. —Se inclina hacia
adelante—. Pensé que ninguno de nosotros quería la atención extra.

Maldita sea, eso fue considerado de él.

Mi atención se desplaza a nuestro alrededor otra vez. No es solo la


gente de aquí lo que es inusual. A mitad del restaurante, el edificio se
transforma en una catedral gótica, los bancos y el púlpito están
actualmente vacíos.

—La lógica de los sueños —explica Des.

Lo miro de nuevo solo para darme cuenta de que alguien ya nos


ha servido bebidas y pan.

Parpadeo a la vista.
—Este lugar es realmente... —Inquietantemente—, mágico.

Des se recuesta en su asiento, una sonrisa sardónica se extiende


por sus labios.

—¿Qué quieres comer? —pregunta.

Arrugo las cejas.

—Aún no hemos recibido menús...

Ni siquiera termino de hablar cuando un plato de raviolis cae


sobre la mesa frente a mí.

Ahora, ¿cómo diablos pasó eso?

Des se ríe de mis ojos abiertos.

—¿Esto es incluso seguro para comer? —pregunto.

Se inclina hacia adelante, sus antebrazos esculpidos descansando


sobre la mesa.

—¿Te engañaría, querubín?

Le doy una mirada despectiva.

—La última vez que dijiste eso, me engañaste para que cayera de
un edificio.

—Volaras de un edificio.

Pongo los ojos en blanco.

—Semántica, Des.

—La semántica lo es todo, Callie, ¿o no has aprendido nada de


mí?

Recojo mi tenedor, mirando mi pasta, que está cubierta con una


salsa de crema misteriosa.

—No, tienes razón. Me has enseñado exactamente lo que significa


ser un bastardo.

Des se relaja en su asiento, con una expresión petulante en su


rostro.

—Lo tomaré como un cumplido.


Corto uno de los raviolis y muerdo. De alguna manera, es todo lo
que no sabía que quería.

—¿Bueno?

Cierro los ojos y asiento, saboreando un poco más el sabor.

—Y mira, ni siquiera te mató.

Des solo tenía que ir y ser Des.

—Aún —sigo, porque puedo ser sarcástica también.

Abro los ojos y—hablando en serio— frente a Des un churro3 brilla


a la existencia, y desplomándose sobre la mesa un momento después.
Incluso tiene ese papel ceroso barato envuelto alrededor de su base, al
igual que lo que encontrarías en un carnaval.

Levanto las cejas.

Des toma el churro y pone un pie, luego el otro, sobre la mesa.


Sin vergüenza, muerde el postre.

Le daré esto, él es dueño de este momento.

Cruzando los tobillos, dice:

—Dime amor, ¿Cuál es tu sueño?

—¿Un sueño? —repito, otro bocado de ravioles en la mitad de mi


boca.

—¿Algo que quieras de la vida?

Tomo mi bocado del ravioli, masticando lentamente.

Una vez que trago, me encojo de hombros.

—Ser feliz, supongo.

—Vamos, querubín —dice, señalando el churro hacia mí—. No me


hagas tomar una cuenta. Sé que tienes algo más específico que eso.

Bajo la mirada hacia mi pasta, chupando mis mejillas.

—No sé —finalmente digo—. Hace dos meses te hubiera dicho que


quería un esposo y una familia. —Me sorprende que la confesión se

3
N.T. En el original, en español.
manifieste libremente como lo hace. Des podría no ser la única persona
que está aprendiendo a ser vulnerable.

La verdad es que, antes de que Des volviera a mi vida, me sentía


sola—dolorosa y terriblemente sola, la clase de soledad que proviene de
sentir que tu vida te está pasando y que no hay nadie allí para
presenciarla.

El Negociador me mira con los ojos entrecerrados, su cara


inescrutable.

—¿Ya no quieres eso?

Me encuentro con sus ojos. Es muy difícil leerlo cuando esta así.

Respiro profundamente.

—No, todavía quiero eso, pero... —Solo toma unos pocos segundos
adicionales para soltar las palabras—. Pero ahora no temo que no va a
suceder.

Eso es lo que sucede cuando descubres que tienes un alma


gemela. El miedo a una vida de soledad se evapora.

Los ojos de Des se calientan ante mi confesión, y juro que si no


estuviéramos en un restaurante lleno de gente, él barrería los lugares
fuera de la mesa y me haría el amor aquí mismo.

Me aclaro la garganta.

—¿Cuál es un sueño tuyo? —pregunto, sintiendo que mi piel está


encendida.

Lo observo, su cuerpo tan quieto que siento que está esperando


un momento para atacar.

Finalmente dice:

—Compartimos sueños similares.

—¿Quieres un esposo también? —No puedo evitar molestarlo.

Me lanza una sonrisa lobuna, eligiendo ese momento para tomar


otro mordisco—muy sugerente—de su churro.

—Tal vez... —dice—, pero tú lo harás.

Pongo los ojos en blanco.


—Estoy entusiasmada de ser tu premio de consuelo.

Sus labios se curvan. Me mira por un momento, luego, al tomar


una decisión, patea los pies de la mesa. Lanzando algunas monedas al
lado de mi plato, alcanza mi mano.

—Pero no he terminado... —me quejo. Apenas he tocado mis


raviolis, y planeo comerme todo. Soy una chica que puede devolver la
comida.

—¿Quieres algo para llevar? —pregunta.

Mis labios se separan, pero antes de que pueda responder, otro


churro cae sobre la mesa, casi cayendo en mis raviolis.

Ahora es el turno de Des en levantar las cejas.

—Parece que alguien tiene un pequeño caso de envidia de comida.

Totalmente lo hago. Hizo que su churro se viera bueno.

Agarro el mío y dejo que Des me lleve fuera del restaurante.


Afuera, el cielo está tan oscuro como siempre. Lo miro fijamente
mientras doy un mordisco a mi churro, sintiéndome extrañamente
exaltada.

Nuestras botas hacen eco a lo largo de la calle mientras


caminamos. No sé hacia dónde vamos, pero no me importa mucho. Las
noches como esta son familiares para ambos. Innumerables veces Des
me llevó a una metrópolis extranjera, y juntos vagamos por las calles. A
veces nos engañaba a ambos con alcohol, otras veces café y pasteles.

—Esto me recuerda nuestro pasado —murmuro.

Des toma mi mano, llevándola a sus labios y dándole un beso.

Siento que mi corazón se expande. Tendré a este hombre para


siempre. Una vida de Des a mi lado. Es un pensamiento tan salvaje, no
estoy segura de que alguna vez me acostumbre completamente.

Llegamos al final del bloque de tiendas. Aquí la calle se abre a


una gran plaza. Justo en el centro de ella, hay una escultura de una
pareja alada abrazándose apretadamente. Solo esta escultura flota
varios pies en el aire.

Me detengo frente a esta.


—¿Quiénes son? —pregunto, mirando a la pareja. La mujer
parece estar hecha de la misma piedra oscura que mis perlas, su piel
atrayendo la luz. El hombre que abraza está hecho de una piedra
arenisca reluciente, su piel parece brillar desde adentro.

—Los Amantes —responde Des—. Dos de nuestros dioses


antiguos. —Señala al hombre—. Él es Fierion, Dios de la Luz, y ella es
Nyxos, Diosa de la Oscuridad.

Nyxos... ¿Por qué ese nombre suena familiar?

—En los mitos —continúa Des—, Fierion estaba casado con Gaya,
Diosa de la Naturaleza, pero su verdadero amor era Nyxos, la mujer con
la que se le prohibió estar. Su amor mutuo es lo que hace que el día
persiga a la noche y la noche persiga el día.

—Aquí, en la Tierra de los Sueños, finalmente se les permite estar


juntos.

Miro la escultura por un largo rato, terminando mi churro.


Aunque solo es un mito, la tragedia aún me afecta. Odio las historias de
amor condenadas. La vida como es está llena de suficiente angustia.

Mis ojos pasan junto a la estatua, a un enorme puente de piedra


de al menos dos campos de fútbol que se ramifica en la gran plaza. A
medio camino, las lámparas que lo iluminan se desvanecen en la
brumosa oscuridad.

Más allá del puente, puedo distinguir otra isla flotante.

—¿Qué hay allí? —pregunto, asintiendo con la cabeza hacia la


masa de tierra. Hay algo al respecto, algo insidioso y convincente que
llama a mi naturaleza más oscura.

Des frunce el ceño.

—Memnos, la Tierra de las Pesadillas.

—Memnos —repito, mirándolo. Recuerdo que Des listó los


nombres de todas estas islas flotantes semanas atrás—. ¿Vamos a
visitarlo? —pregunto.

El Negociador duda.

—¿Recuerdas al ciénaga?

¿Cómo podría olvidarlo?


Asiento con la cabeza.

—Esa es solo una de las muchas criaturas que llaman a Memnos


su hogar.

Me estremezco un poco

Punto a favor.

—Eventualmente, te mostraré la isla, pero en este momento... —


Me toma de la mano, dándome una mirada profunda—, ahora este viaje
es para nosotros.
Capítulo 10
Traducido por Rimed

LA MAÑANA SIGUIENTE, despierto dentro de nuestra suite en Phyllia


con las cosquillas del cabello de Des contra mi espalda y la presión de
suaves besos bajando por mi columna.

Me estiro lánguidamente, una pequeña sonrisa extendiéndose a


través de mi cara.

Después de una mágica noche explorando Phyllia anoche, los dos


nos registramos en un hotel justo frente a la plaza principal, que
presumía de habitaciones que cambiaban de color y tema.

Ninguno de nosotros mencionó el hecho de que Des debió


seguramente seguir camuflando nuestras apariencias. Quedarse en un
hotel como una pareja normal simplemente no es algo con lo que los
reyes puedan salirse.

Los besos en mi espalda se detienen. Un momento después, Des


mordisquea mi oreja.

—¿Había mencionado lo bien que luces la cabecera? —dice, su


voz baja y ronca.

Me río en mi almohada, estirando una mano y empujando su


musculoso cuerpo. Rueda, arrastrándome con él, robando besos de mis
labios. Pestañeo, abriendo mis dormidos ojos.

—Esta es mi cosa favorita —dice, levantando su vista hacia mí.

Aún estoy intentando mantenerme despierta.

—¿Qué cosa? —pregunto.

—Despertarte cada mañana. —Pone un dedo sobre mi nariz—.


Especialmente cuando estás adormilada y adorable.

Suprimo un suspiro.
—¿Cómo estás tan… despierto?

En vez de responder, se desliza debajo de mí. Me desplomo


nuevamente contra el colchón, mis ojos comienzan a cerrarse
nuevamente.

Nuevamente soy despertada por su toque, su mano calentando mi


espalda. Y luego lo huelo.

Salvación, conocido como: café.

Abro mis ojos, y ahí está; la humeante taza de café a solo


centímetros de mi rostro.

Me extiendo para alcanzarla.

—Ah, ah —dice Des, quitándola de mi alcance—. Si lo quieres,


tendrás que salir de la cama.

Como para incentivarme más, mi cobija se desliza fuera de mis


hombros por voluntad propia, deslizándose hasta mis tobillos.

Tomo el borde de ella y la tiro hacia arriba.

Se deslizan nuevamente.

Con más fuerza esta vez, vuelvo a tirar del cobertor.

¿Sabes qué? Que se jodan Des y su café.

Justo cuando estoy acomodando las sábanas bajo mi brazo,


comienzan a deslizarse nuevamente. Lucho contra ellas, jugando un
ridículo juego de tira y afloja con un objeto inanimado.

—Oh por Dios, Des, ¿en serio?

Se inclina contra uno de los postes de la cama, tomando un sorbo


de lo que se suponía era mi café.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

Ese mentiroso bastardo.

—Bien —gruño, rodando de la cama—. Estoy levantada.

Me acerco hacia él. Ignorando cuidadosamente el hecho de que


está gloriosamente sin camisa y su cabello atado en una forma
estúpidamente sexy y varonil, arrebato la taza de café de su mano y me
dirijo hacia el balcón que sale de nuestra habitación.
—Un gracias estaría genial —dice él, siguiéndome fuera.

—También una disculpa —devuelvo sobre mi hombro.

Gran sorpresa, él no tiene nada que decir sobre eso.

El desayuno está ya servido sobre una pequeña mesa de mosaico


que ocupa gran parte del balcón, y huele tan bien.

Tomo asiento, recostándome en mi silla para tomar mi café. Dios,


qué bien sabe. Casi vale perder el seguir durmiendo.

Frente a mí, Des se sienta, su gran estructura dominando la


pequeña silla de bistró. Levanta su taza de expreso, bebiendo
delicadamente de ella.

Normalmente la visión de aquella pequeña taza en sus manos me


haría reír. En este momento, sin embargo, solo lo observo con rabia por
sobre el borde de mi taza. No ayuda el que tenga un dolorosamente
hermoso rostro. O que su enorme pecho y acordonados brazos estén en
exhibición.

¿Por qué siempre tiene que verse tan malditamente bien?


Especialmente cuando estoy segura de que yo me veo como un animal
arrollado en la calle.

Esta es solo otra razón por la que el mundo no es justo.

Des mira intencionadamente a mi plato, donde yace un humeante


burrito de desayuno.

—¿No vas a comer?

—¿Por qué me hiciste desayuno? —pregunto con recelo.

Baja su expreso, sus ojos cautelosos.

—¿Es una pregunta capciosa?

—Parece inusualmente agradable —digo.

—Ahora solo intentas ser malvada.

Quizás lo soy. En el pasado, Des me llevaba fuera a desayunar, y


nunca hubo ninguna condición.

¿Entonces por qué me siento como si esta vez hay, de hecho,


condiciones?
Tomo otro sorbo de mi café antes de dejarlo sobre la mesa.

—¿Realmente me despertaste temprano solo para alimentarme?

—No es tan temprano —dice Des, eludiendo la pregunta.

Seguramente está en lo correcto. Las estrellas brillan sobre


nosotros, exactamente igual a como lo hacían anoche cuando nos
quedamos dormidos.

—¿Por qué me hiciste desayuno? —repito.

—Porque te amo —dice él—. ¿Acaso todo tiene que venir con un
costo?

Mi corazón se derrite un poco con su admisión, pero lo conozco ya


el tiempo suficiente y profundamente como para confiar en esos astutos
ojos plateados.

Lo miro escépticamente.

—Con la gente normal, no. ¿Contigo? Absolutamente.

Sonríe con suficiencia sobre el borde de su expreso, la primera


señal de que estoy en lo correcto. Tiene algo bajo su manga.

—Así que, ¿qué es?

—Lo descubrirás luego.

Lo descubrí pronto. En el momento en que volvimos a entrar a


nuestra suite, mis ropas de entrenamiento aparecen en nuestra cama.

Gruño.

—Pero pensé que estábamos de vacaciones.

—Tus enemigos no se preocupan por tus vacaciones.

Tiene un punto.

No tiene sentido pelear con él en este asunto; ya podía sentir la


magia de Des empujándome hacia adelante. Refunfuñando, me pongo la
ropa y ambos salimos del cuarto.

Los dos dejamos el hotel y caminamos hacia la oscura selva que


bordea el centro de la ciudad. Y es selvático, aunque bonito. Me tropiezo
con raíces sueltas y tengo que empujar helechos, plantas exóticas, y
florecientes fuera del camino mientras recorremos un sendero entre
tales sobre crecimientos.

Mientras más lejos caminamos, más lentos se vuelven mis


movimientos. Pienso que es simple agotamiento por la pasada noche,
hasta que la sensación se vuelve tan extrema que siento que me muevo
en cámara lenta. Des, mientras tanto, parece moverse sin problemas.

La espesura se abre a un claro y Des se detiene, girándose hacia


mí. Me lanza una espada y me toma una ridícula cantidad de esfuerzo
levantar mi brazo y atraparla en el aire.

La risa baila en sus ojos.

—Levanta la espada, Callie.

Saco el arma de su funda, mis extremidades pesadas.

Me toma una eternidad levantar mi espada y para cuando lo logro


él ya se está abriendo camino hacia mí. Todo lo que puedo hacer es
agacharme y esquivar sus golpes. Y él está dejándomelo fácil. Tan
patéticamente fácil.

—Más rápido, Callie.

No hay forma ni en el cielo ni en la tierra de que pueda moverme


más rápido. Apenas si puedo moverme de esta forma. Es como intentar
nadar en miel. Ni siquiera el deslumbrante atuendo de cuero que llevo
puesto compensa la tortura particular de entrenar hoy.

Des, sin embargo, no parece estar siendo afectado con el mismo


problema. Ya sea porque este lugar no lo afecta o por que esté usando
magia para contrarrestar su efecto, se mueve velozmente, viniendo
hacia mí mucho más rápido de lo que puedo defenderme.

No sé cómo lo hace con tanta precisión, pero cada vez que Des me
pincha con la espada, estratégicamente corta mi atuendo, haciendo
pequeños cortes en el cuero. Ahora tengo docenas de pequeños
triángulos salpicando mi pecho y la cara externa de mis muslos. Y ni
siquiera una vez había logrado aterrizar algo parecido a un golpe sobre
él.

Ni una vez.

Finalmente, luego de lo que parece una eternidad, Des anuncia


que el entrenamiento ha acabado por hoy.
Me dejo caer, la espada hace un ruido contra el suelo a mi lado.

Estoy cansada desde las puntas de mi cabello hasta las puntas de


mis dedos, mi atuendo parece un copo de nieve recortado, y en este
momento, no me importa un bledo.

Día: 1, Callie: 0.

—Lo hiciste bien —dice Des, acercándose a mí—. Este lugar está
encantado para moverse más lento que el resto del mundo, se dice que
imita a un sueño en cámara lenta.

Habría sido útil saber eso de antemano.

Por supuesto, me doy cuenta de que no afecta a Des del mismo


modo que a mí.

Hada tramposa.

Descanso mi mejilla en mis rodillas, exhausta por el


entrenamiento.

Él se agacha junto a mí, sus nudillos acariciando mi rostro.

—Aun no podemos descansar. Tenemos que ir a la siguiente isla.


—Su voz suena como una disculpa.

No hay modo que vaya a mover mi trasero de este pedazo de


pasto.

Des debe ver eso ya que en vez de intentar coaccionarme para que
me levante, sus brazos se deslizan bajo mis alas y detrás de mis
rodillas.

Me levanta contra su pecho, acunándome hacia él. Sus alas con


garras en las puntas se abren a nuestro alrededor y luego salta hacia el
aire, los dos ascendiendo hacia el cielo nocturno.

Mientras el frío aire azota mi pelo, Des acuna mi cara en su


pecho, protegiéndome de lo peor del viento.

Inclino mi cabeza hacia él, inhalando su esencia masculina. No


entiendo como incluso aquí afuera, en medio del cielo nocturno de un
mundo extraño, puedo sentirme como en casa al estar presionada
contra este hombre. Pero lo hago.

Mis ojos se empiezan a cerrar y dejo que el latido de sus alas me


haga dormir.
MI ESTÓMAGO SE REVUELVE, y despierto con un respingo. Miles de
estrellas brillan a mí alrededor mientras abro mis ojos.

Cuando intento sentarme, siento que los brazos de Des se


aprietan a mí alrededor. Me toma un momento más darme cuenta de
que, uno, seguimos en el cielo, y dos, Des hace una sorprendentemente
buena cama.

Observo debajo de nosotros y me doy cuenta de que comenzamos


a descender en otra isla flotante que no es Somnia.

Ahora, las crípticas preguntas de Des sobre mi interés en su reino


cobran sentido. Me está llevando de gira por su reino.

Intento recordar sobre cuantas islas flotantes gobierna, pero en


este momento estoy completamente en blanco. Todo lo que logro
procesar es que visitaremos varios de ellas.

Esta parece divertida. Incluso de lejos, ya puedo ver eso. A todos


lados a los que miro hay hilos de coloridas luces iluminando los
edificios, no como las luces que verías en Navidad, si no del tipo que
encontrarías fuera de una cantina.

Las brillantes y florecientes plantas y árboles que crecen aquí


tienen un aire tropical, así como el templado aire nocturno.

No es hasta que nos acercamos que me doy cuenta de una serie


de peleas de bar ocurriendo en las calles. Aquellas hadas que no están
peleando están tambaleándose ebrios dentro y fuera del pavimento—
excepto, por supuesto, por la adorable pareja que podría o no estar
cogiendo contra el costado de uno de los edificios.

Bueeeeeeno.

Aterrizamos fuera de lo que parece un sitio de apuestas, las hadas


en el interior se reúnen alrededor de varias mesas donde más fae están
lanzando juegos de dados.

Me escabullo de los brazos de Des, mirando a mi alrededor.

—¿Qué es este lugar?

—Barbos, la Ciudad de los Ladrones.


Por supuesto que Des gobierna una isla cariñosamente conocida
como la Ciudad de los Ladrones.

Comenzamos a caminar, y oh Dios, todo duele. Me refiero a todo.

Cualquiera que haya sido ese horrible lugar en Phyllia donde


entrenamos, funcionó bien.

Gruño mientras caminamos, sobándome la espalda.

—Des, creo que rompiste mi trasero.

Mete sus manos en los bolsillos de sus pantalones de cuero.

—Querubín, harás gemidos diferentes cuando rompa tu trasero.

Dulce Señor de los cielos y la tierra. La sangre se agolpa en mi


cara. Para mi horror, mi piel comienza a brillar.

Malo, Sirena. Malo.

Me rio a carcajadas.

—Eso solo sucederá en tus sueños.

Des se detiene y toma mi mentón con su mano, forzándome a


mirarlo a los ojos.

—Sabes, la cosa más encantadora de ti es que sigues diciendo


cosas como esa, incluso aunque me debes un brazalete lleno de deudas.
—Su pulgar acaricia el costado de mi rostro.

Trago, sin estar segura de si la emoción que siento es por terror o


anticipación.

Me acerca.

—Cuidado con tus palabras, compañera —dice, su voz más seria


que antes—. Gustosamente las tomaría como un desafío.

Libera mi rostro, dirigiéndose hacia adelante nuevamente.

Me quedo en el lugar por varios segundos antes de recuperar la


compostura.

—Quiero el divorcio —declaro finalmente.

—Lo lamento, querubín —dice sobre su hombro—, pero ese


adolorido trasero tuyo es mío tanto si te gusta como si no.
Hago una mueca a sus espaldas.

—Vi eso.

—Bien —digo y luego procedo a ignorarlo.

No sé si Des sigue utilizando su magia ilusoria porque la gente no


está adulándolo, pero a mi… no dejan de mirarme.

Sus ojos se posan en mis alas y antebrazos, pero no veo miedo o


lástima en ellos. En todo caso, se ven… intrigados.

Consciente de mí misma, me abrazo y paso una mano por una de


mis alas.

—Ellos no ven tus rasgos del mismo modo que tú —dice Des, aun
sin voltearse desde donde iba caminando frente a mí.

Arrugo mis cejas.

Se detiene, esperando que lo alcance.

—Los fae vienen en todas las formas y tamaños —explica—. Ver a


alguien que luce como tú no es algo extraño para nosotros. Para
nosotros, eres una hermosa humana con alas, y eso es tanto exótico
como atractivo.

Bajo la vista a lo que puedo ver de mis alas oscuras, las plumas
iridiscentes con un brillo verde bajo la luz. Es difícil comprender lo que
está diciendo e incluso más difícil intentar replantear el modo en que
me veo a mí misma.

Exótica. Atractiva. Esas palabras estaban a un mundo de


distancia de aquellas que me vienen a la mente cuando me miro al
espejo.

Monstruosa. Mutante.

Me avergüenza admitir que aquellas apreciativas miradas


apaciguaban en parte de mi rota autoconfianza.

—Realmente deberías recordar eso, querubín —dice Des—,


especialmente cuando conozcas algunas de las elites de los otros reinos.
Te encontrarán tan atractiva como estas hadas lo hacen, quizás aún
más porque eres mía, pero intentarán enmascarar lo que sientan con
disgusto o alguna otra emoción para hacerte sentir pequeña.

Esos fae suenan como gente encantadora…


Espera.

Miro a Des.

—¿Cuándo conozca a otras elites?


Capítulo 11
Traducido por yoshiB

NO, NO voy a conocer a otras élites.

Sí, probablemente lo haga en algún momento.

No, no esta noche.

Sí, Des se preocupa por mis sentimientos.

No, preocuparse por mis sentimientos no me sacará de esas élites


cuando llegue el momento.

Aparentemente conocer fae importantes es parte de todo este


paquete de alma gemela en el que me inscribí.

Bleh.

Si pudiera vivir mi vida sin conocer a otro fae de gran poder, lo


consideraría una victoria. Des es más que suficiente.

Des me detiene frente a una taberna, y le hecho un buen vistazo.


Se parece a los demás. La misma fachada de madera tallada, las
mismas luces brillantes colgadas sobre su toldo, el mismo aspecto
gomoso que sugiere el lugar ha soportado décadas de derrames de
cerveza.

Honestamente, este es mi tipo de bar. Diversión, sin lujos, buen


alcohol. Los únicos inconvenientes de esta situación son esos, estamos
en el Otro Mundo, no en la Tierra, y dos, no puedo beber, gracias a un
reembolso que Des me quitó hace unas semanas—oh, y tres, estoy
entrando en un bar todavía usando mis cueros de entrenamiento. A este
punto, el atuendo es más recortes de cuero que cuero real.

El Negociador me abre la puerta y los dos entramos al bar.

Uno a uno, los ruidosos clientes nos observan. En cuestión de


segundos, el lugar guarda un silencio sepulcral.
—Um, ¿se suponía que debía pasar eso? —le susurro a Des. Él no
se molesta en responder.

Al otro extremo de la habitación, una silla se arrastra hacia atrás,


y un hada enorme y corpulento avanza, aunque es un poco exagerado
llamarlo hada, al menos según mi propia definición de la palabra.

La cara con cicatrices del hombre, los cueros desgarrados y el


pelo rojo salvaje me hacen pensar que es menos un hada y más un
pirata.

Sus ojos dorados son duros mientras acecha hacia mí y Des.


Nadie más en el establecimiento se mueve, todos los ojos clavados en
nosotros.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí, Bastardo? —pregunta con


voz ronca.

Mis cejas se disparan. No creo que, aparte de mí, haya escuchado


a alguien insultar al Negociador en su cara.

Un tipo diferente de silencio inquietante ahora cubre la


habitación, como alguien que enciende un fósforo sobre una pila de
pólvora, y todos se preparan para la explosión por venir.

Y luego, como algo de una película, ambos se ríen y se abrazan en


un abrazo desgarrador.

¿Queeee?

Los miro con incredulidad.

Por mi vida, nunca entenderé a los hombres, no importa de qué


mundo provengan.

El hada traviesa se aleja para mirar a mi compañero.

—¿Cómo demonios estás, Desmond?

Desmond. No es de extrañar que toda la habitación se quedara


quieta. Estas personas reconocen a su rey. Él debe haber levantado el
hechizo que se colocó antes de entrar al bar.

Des asiente, una sonrisa astuta se extiende por su rostro.

—Muy bien, mi hermano. Muy bien.


—¡Ja! Conozco esa sonrisa —dice el hada pelirroja, palmeándolo
en la espalda—. ¿A quién le has quitado su fortuna esta vez? O… —Sus
ojos se giran hacia mí—, ¿es una esposa a la que has robado? Ha
pasado un tiempo desde la última vez que trajiste a una chica aquí,
canalla.

Oooh, qué vergüenza. Podría haber vivido sin saber eso.

Para mí, el hombre pelirrojo dice:

—Cuidado con este. —Sacude el hombro de Des—. Le gusta


arruinar a sus mujeres antes de que las suelte.

¿Arruinar a sus mujeres?

Una oleada de celos se eleva en mí.

La expresión de Des se debilita.

—No es así. En absoluto. —Sus ojos se posan pesadamente en los


míos, y creo que está tratando de transmitirme una disculpa.

Supongo que esta situación es justa. Después de todo, Des tuvo


que soportar silenciosamente siete años de mí saliendo con otros
hombres mientras esperaba que yo, sin saberlo, le devolviera mi último
deseo. Puedo apretar los dientes a través de un poco del propio historial
de citas de Des.

El hada pelirroja me vuelve a evaluar. Esta vez, debe darse cuenta


de algo que no había visto antes porque dice:

—Ella no es cualquier chica, ¿verdad?

—No. —Des todavía me está mostrando una mirada intensa y


acalorada.

Él mira al Negociador por un momento más, y luego levanta sus


cejas.

—Oh… oh —dice—, ¿esta es la chica que has estado buscando?

Des asiente.

El hada se vuelve hacia mí otra vez, y me abraza en un abrazo


que prácticamente me ahoga el aliento.
—Bienvenida a la familia entonces —dice con voz áspera—. Mis
más sinceras disculpas van a ti por quedar atrapada con el Bastardo
por compañero.

Finalmente me deja ir, mirando de mí a Des como un padre


orgulloso.

Esto es tan extraño.

—Ah, yo —dice él, aspirando profundamente por sus orificios


nasales—. Esto cambia las cosas para mejor. —Palmea a Des a un lado
de su brazo. Luego, pareciendo recordar que los dos estamos parados
allí en el umbral de la barra, agrega—: Bien, vamos, permítanme traerle
un trago al Bastardo y a su novia. Es lo menos que puedo hacer.

No soy la novia de nadie, pero no me molesto en corregir al


Pelirrojo. Estoy viviendo con Des, haciendo el amor con Des, y estoy
vinculada a Des. Un anillo y un trozo de papel parecen detalles
superfluos a este punto.

—¿Por qué sigue llamándote “Bastardo”? —le pregunto a Des


cuando su pícaro amigo nos lleva hacia una de las mesas sucias.

El ruido de la taberna se intensifica una vez más.

—Porque lo soy —dice Des.

—Pensé que conocías a tu padre —le digo. En el libro que había


leído, ¿no había declarado que el Rey de la Noche había nacido en el
harén real? ¿No habría conocido a su padre si este fuera el caso?

—Descubrí quién era cuando era adolescente —dice—. Antes de


eso… —continúa Des—, me llamaban “el Bastardo”.

Siento que la sangre se escapa de mi cara.

—Yo te he llamado así —le digo, mortificada. Nunca había


considerado el término como una etiqueta real.

El amigo de Des se detiene en una mesa, y Des y yo nos


deslizamos dentro.

—Querubín —dice, con voz baja—, te aseguro que está bien.

No me siento bien al respecto...

El amigo pelirrojo del Negociador se sienta frente a nosotros,


golpeando la mesa.
—Tres hidromieles —le grita al barman en la parte posterior de la
habitación.

Cuando su atención regresa a nosotros, sus ojos brillan.

—Desmond, mi viejo amigo, no me has presentado oficialmente a


tu compañera.

Des inclina un brazo sobre la superficie de madera gomosa. Me


mira.

—Callie… —Le hace un gesto al Pelirrojo—, este no buen hijo de


puta Phaedron. Phaedron, este es mi compañera, Callypso.

Phaedron toma mi mano.

—Realmente es un placer —dice, su voz se torna seria.

Sin saber qué más hacer, asiento y le aprieto la mano.

—Encantado de conocerte.

Phaedron es claramente otro de los viejos amigos de Des, lo cual


me resulta desconcertante. Todavía me estoy acostumbrando al hecho
de que alguien como el Negociador tiene amigos. Y técnicamente, más
de ellos que yo.

Eso de alguna manera es realmente deprimente.

Un nuevo grupo de hadas ingresa al bar. La mayoría son mujeres,


aunque hay dos hombres entre ellas. Caminan a través de la
habitación, sus trajes de corte bajo y en gran medida transparente.
Todos ellos se mueven de una mesa a otra, sus manos se deslizan sobre
los hombros y brazos de muchos de los clientes.

Phaedron me ve mirando.

—Prostitutas —dice.

Le echo un vistazo.

—No nací ayer.

Juro que tengo un filtro, simplemente no lo uso siempre.

Phaedron estalla en una sonrisa, mirándome de arriba abajo.


—Y el Bastardo encontró su compañera. —Se inclina hacia
adelante—. Dime, Desmond, ¿son todas las mujeres humanas tan
luchadoras en la tierra?

Des le lanza una sonrisa libertina.

—Solo las mejores.

—¡Sip! —Phaedron ríe—. ¡Y son revoltosas en la cama!

Alzo las cejas ante eso.

La conversación es interrumpida por el barman, quien deja


nuestras bebidas.

Hago una mueca de decepción mientras miro el vaso de líquido


ambarino que está frente a mí.

Todavía no puedo beber.

Al otro lado de la habitación, uno de los clientes silba.

—¡Mi rey! —grita, reclinándose en su asiento—. ¿Cuándo vas a


venir y saludar a un viejo amigo?

Una lenta y perezosa sonrisa recorre la cara de Des.

—Esperaba evitar ese destino —grita.

Miro todo esto con asombro. Estoy viendo otro lado de Des, uno
que es bruto y crudo y áspero en los bordes. No lo digo, pero en este
momento me recuerda a todos los oficiales de Politia y caza
recompensas con los que trabajé como investigadora privada. No me
sorprende descubrir que me gusta mucho este lado de él a pesar de su
grosería.

El hada suelta una risa cacareada.

—Sip, aún puedes. Mi trasero es demasiado antiguo para dejar


este asiento.

—Pero no es demasiado viejo para traerte aquí —señala Des.

El hada vuelve a cacarear, sus amigos se unen.

Puedo decir que Des quiere ir a hablar con lo que parece ser otro
amigo.

Lo golpeo con mi hombro.


—Ve. —Asiento con la cabeza a su amigo.

Des duda, y luego, tomando una decisión, se para, agarrando su


bebida.

—Solo será un minuto —promete.

Lo observo mientras se aleja, pateando una silla de repuesto junto


al hada y sentándose a horcajadas hacia atrás.

—¿Qué le has hecho a mi amigo? —pregunta Phaedron.

Le brindo una mirada burlona.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

Phaedron niega con la cabeza.

—Esperó hasta que le diste permiso antes de que se levantara


para hablar. Y desde que ustedes dos ingresaron, ha habido al menos
dos oportunidades diferentes que Desmond podría haber, habría,
negociado algo lejos de ti si quisiera.

Arrugo las cejas.

—¿Hace gangas aquí? ¿En el Otro Mundo?

—Oh, sip. Todo el maldito tiempo, Menos ahora, por supuesto,


porque es el rey. Pero cuando todavía vivía aquí, podía robar el verde del
césped, era tan bueno.

Sé lo bueno que Des puede ser.

—Creo que ya tenía mucha influencia sobre mí. —Levanto mi


muñeca, mostrando a Phaedron las filas y filas de mis perlas negras—.
Cada uno de estos representa un favor que le debo a Des.

Entrecierra los ojos al brazalete.

—Así es como te atrapó. Diablillo astuto.

Me inclino hacia adelante, poniendo mis manos sobre la mesa.

—Así es como lo atrapé —corrijo.

Phaedron suelta una carcajada.

—Desmond es más sinvergüenza de lo que le doy crédito si te


dejara creer eso. De ninguna manera en el infierno dejaría que no le
pagaran tantos favores a menos que planeara mantenerte, ya sea con tu
consentimiento o en contra de tu voluntad.

¿Contra mi voluntad?

Mis pensamientos deben escribirse en mi cara porque Phaedron


explica:

—No debes saber mucho sobre las hadas —dice—. Ningún hada
permitiría que su compañera escapara solo porque protestó un poco.

Eso es más que un poco horrible.

—Des no es así.

Phaedron resopla.

—¿El Rey de la Noche? —Nuestros ojos se mueven hacia donde


Des se sienta, riendo y golpeando la parte de atrás de algún fae con
varios tatuajes en su rostro—. Es el peor de ellos.

—No lo creo —le digo. Hubo algunas ocasiones en que el lado fae
de Des sacó lo peor de él, pero siempre se esfumó, y siempre por mi
bien.

Phaedron me mira de arriba abajo.

—Tal vez simplemente no te has resistido lo suficiente como para


empujarlo al límite.

Eso me calla. Nunca fui una para jugar duro cuando se trata del
Negociador. Siempre había sido Des para mí, y él y yo sabíamos eso.

—Confía en mí —continúa Phaedron—, el hombre está


desesperado por ti. Puede que no lo diga, pero... —Sus ojos vuelven a
Des, cuya mirada ha encontrado inadvertidamente la mía. El
Negociador me da un guiño cuando se da cuenta de que estoy
mirando—. Pon una verdadera resistencia —dice Phaedron—, y verás.
Él no te dejará ir.

¿Cómo es que una oración puede llenarte con ambos tal


satisfacción y tal temor? Más que nada, me encanta la idea de que Des
quiera ser mío tanto como quiera ser suyo. Pero pensar que me
obligaría a permanecer a su lado, que hay una parte de él que dejaría de
lado mis propios deseos y necesidades, es aterrador.
Eso no es Des. No es. Pero decido que no quiero discutir con
Phaedron sobre este punto toda la noche.

—¿Cómo se conocieron tú y Des? —pregunto, cambiando de


tema.

Phaedron toma un trago de su aguamiel antes de responder.

—Se unió a los Ángeles de la Pequeña Muerte cuando yo era su


líder.

Mis cejas se elevan. No es que me sorprenda que Phaedron fuera


el líder de una pandilla, o que Des se haya unido a él. Creo que estoy
más sorprendida por el hecho de que Des, un rey de las hadas, y yo
estamos aquí en este bar en Barbos, pasando el rato con Phaedron, que
probablemente sea un criminal de carrera.

Demonios, probablemente estoy sentada en una habitación llena


de delincuentes. Y el Rey de la Noche no los está castigando, se está
poniendo al día con ellos.

Phaedron se inclina hacia adelante.

—Ahora dime: ¿tienes una hermana...?

Alguien grita, por suerte nos interrumpe. La mesa en la esquina


se derrumba, las salpicaduras de aguamiel en todas partes, y las hadas
previamente sentadas ahora se lanzan una sobre la otra.

Todos los que no están en la pelea dirigen su mirada hacia Des.

En respuesta a los ojos que lo observan, Des levanta el vaso en un


brindis silencioso por la habitación.

Un grito triunfante sube, y de repente, no es solo la mesa de la


esquina con las hadas los que están peleando. Fae de mesas cercanas
se involucran. El vidrio se rompe, las mesas se rompen y los puños
vuelan.

Quienes participan en el comercio de la piel de Barbos gritan, se


deslizan fuera de las vueltas para moverse a los bordes exteriores de la
habitación.

—No es una noche verdaderamente exitosa hasta que al menos se


desate una pelea —señala Phaedron, agarrando su bebida mientras se
para.
Des viene.

—Es hora de irse, querubín.

—Ambos son bienvenidos a venir a mi casa. Me dirigiré allí en


una hora más o menos —dice Phaedron.

—Tenemos planes, pero gracias, mi hermano.

—Cuida a tu pequeña compañera —le dice Phaedron a Des,


guiñándome el ojo—. No me des una razón para ir por ti. Aún puedo
patearte el culo. Y por el amor de Dios, la próxima vez quédate un poco
más. Apenas tuve tiempo de empezar a corromper a tu chica.

—Bastante justo —dice Des, apretando su mano—. Cuídate.

Nos separamos del hada pelirroja con los sonidos de vidrios rotos
y gritos.

Las calles de Barbos son igual de escandalosas. Más hadas en el


comercio de la carne están fuera, coqueteando con hombres y mujeres
de mala reputación. Hay algunas peleas más en la calle, un grupo de
hadas que llaman la atención de una mujer que les sopla un beso, y
otra que está parada en la azotea, respirando fuego por sus labios, el
infierno tomando la forma de un dragón. Y luego están todos los demás:
hadas que bailan en los balcones, vuelan borrachos de un edificio a otro
o se desmayan en las calles de la ciudad.

Pasamos por antorchas tiki—lo más parecido que tiene esta


ciudad a las lámparas de gas—y la luz parpadeante del fuego baila a lo
largo de la cara de Des, haciéndome sentir como si estuviera en otro
tiempo y en otro lugar.

Des toma una profunda bocanada de aire.

—No hay nada como Barbos —dice, sonando vigorizado.

¿Qué había dicho Phaedron antes? ¿Ese Des solía vivir aquí?
Podía imaginar fácilmente al Negociador rondando por estas calles,
haciendo tratos con borrachos, prosperando en la noche. Si Des fuera
una ciudad, sería Barbos. Las luces, el caos, la criminalidad, la
sexualidad, la emoción. Es todo parte de lo que él es.

La mayoría de las tiendas que pasamos son bares, burdeles o


salas de juego. En las aceras frente a ellos hay vendedores ambulantes
que venden sus productos. Des nos detiene delante de uno.
Bajo la mirada hacia los artículos presentados.

—¿Cuchillos? —pregunto, levantando mi ceja.

—Dagas, espadas, mazas, hachas —corrige, señalando cada arma


diferente. Como si hubiera algún tipo de diferencia para ellos—. Me
imagino que ahora que te estoy enseñando cómo pelear, deberías llevar
tu propia arma.

Mis ojos se deslizan desde él hacia las cuchillas. Nunca he sido


exactamente una especie de dama armada—eso es más lo que hace
Temper—y mirando todos esos objetos filosos ahora, descubro que
todavía no soy uno.

La mujer que vende las armas comienza a explicar los pros y los
contras de diferentes apretones y longitudes de hoja. Todo se convierte
en ruido de fondo. Cuando los miro, veo sangre, violencia y recuerdos
de los que he huido.

Des se inclina cerca.

—No eres víctima, querubín —me recuerda—. Ni siquiera aquí en


el Otro Mundo. Elige un arma. Haz que la próxima persona que te cruce
lo lamente.

Esas son las palabras del diablo, palabras malvadas, pero la


sirena en mí se unifica en ellas. Demonios, la chica rota en mí se une a
ellos.

No soy la victima de nadie.

Comienzo a estudiar las armas en serio, comparando las


empuñaduras de cuero con las de metal, las hojas curvas con las de
bordes irregulares.

—Mueva tu mano sobre ellos —sugiere el hada detrás de la


mesa—, El correcto te llamará.

Niego con la cabeza, lista para decirle que no soy un hada y que
su magia será inútil para mí, pero Des toma mi mano y la coloca sobre
la mesa, mi palma hacia abajo hacia las armas.

Su significado es claro: pruébalo.

Cuando suelta mi muñeca, tomo una respiración profunda.

Esto no va a funcionar.
Comienzo a mover mi brazo de todos modos, barriéndolo sobre la
mesa de mercancías.

—Más lento —la vendedora instruye.

Dejando a un lado mi escepticismo, disminuyo mis movimientos.

Al principio, no pasa nada.

Sorpresa, sorpresa.

Justo cuando estoy a punto de decirle a Des que se lo diga, lo


siento. Es solo un pequeño tirón, pero atrae mi atención hacia la mesa.

De acuerdo, entonces este tipo particular de magia fae podría


funcionar conmigo, después de todo.

Como un imán, mi mano se mueve hacia el lado derecho de la


mesa. Se ralentiza, luego se detiene.

Muevo mi mano lejos para ver qué arma inconscientemente he


elegido.

La daga no tiene más de un pie y medio de largo, desde la


empuñadura hasta la punta. El mango está hecho de piedra de
labradorita, y talladas en la propia hoja son las fases de la luna.

Para un arma, es terriblemente bonita.

—Una sabia elección —comenta la vendedora—. La espada está


hecha de las minas más cercanas al Reino de la Muerte, y su metal está
impregnado con la sangre de los titanes. La empuñadura está hecha
con la Piedra de Muchas Caras. Un arma poderosa hecha para un
individuo digno.

Asombroso. Me alegro de que mi mano no haya aterrizado en el


enorme hacha de batalla en el otro extremo de la mesa.

—Tomaremos el set y una pistolera con cinturón —dice Des,


acercándose a mi lado.

Desde detrás del mostrador, la vendedora saca otra espada, la


melliza de la que escogí, además de la pistolera.

Dudo.

—No tengo dinero para esto.


Des me mira como si fuera preciosa antes de entregar monedas a
la mujer.

—Es un regalo.

Estoy acostumbrado a los regalos de Des. Cuando era un


adolescente, él me compraba todo tipo de baratijas. Pero ya no soy un
adolescente, y estas cuchillas no son baratijas.

Aun así, los acepto.

Le quito las dagas y la pistolera a la mujer, pasando mis manos


sobre ellas.

—Póntelo —él insta.

No necesito mucho más estimulo. Todavía puedo tener mis


reservaciones sobre la posesión de un arma, pero no voy a mentir,
asegurando la funda con cinturón en mi cintura y colocando esas dagas
a cada lado de mis caderas me hace sentir poderosa, peligrosa. Por
primera vez desde que llegué al Otro Mundo, me siento como yo misma
otra vez.

Todo lo que necesitó fueron un par de armas.


Capítulo 12
Traducido por 3lik@

DES NO HA HABLADO mucho sobre Arestys cuando dejamos Barbos


por la isla flotante más pequeña del Reino Nocturno, así que no tengo
ninguna expectativa.

Vuelo junto a Des, sin hacer caso de su estado de ánimo. El aire


de la noche agita mi cabello como un amante, la cálida corriente de aire
que me transporta a mí y Des a través de su reino.

Volar sigue siendo tan emocionante como la primera vez que tomé
el cielo, y me pregunto brevemente cómo volveré alguna vez a la tierra.
Antes de que Des me enseñara a volar, todo lo que quería era que mis
características animales desaparecieran. Ahora no sé si alguna vez
estaré dispuesta a dejarlos para que sean normales. Claro, las alas
hacen que sea casi imposible atravesar puertas angostas y dormir boca
arriba, pero también me han mostrado un lado completamente distinto
de mí, uno que es más salvaje y libre que Callypso Lillis, la solitaria
Investigadora Privada.

Es un vuelo bastante largo para Arestys, y cuando finalmente veo


la isla, me sorprende lo oscuro que es. La mayoría de los lugares que
hemos visitado hasta ahora han sido muy iluminados. Solo Memnos, la
Tierra de las Pesadillas, estaba cerca de esta oscuridad, y eso envía una
ola de inquietud a través de mí.

Atrapo un breve vistazo de la parte inferior de la isla, donde


cientos, si no miles, de cuevas salpican la superficie rocosa. Unos
minutos más tarde, Arestys está debajo de nosotros, y veo por primera
vez la isla más pequeña y más pobre del Reino Nocturno.

Veo una serie de casitas hogareñas agrupadas a lo largo de un


arroyo poco profundo, el agua brillando bajo la luz de las estrellas.
Extrañas plantas crecen dentro y alrededor de los bordes del lecho del
río, pero fuera de eso, el lugar es un desierto.
Des está callado mientras aterrizamos en la arena reluciente que
cubre gran parte de lo que puedo ver. La isla es pequeña,
probablemente solo diez millas de ancho más o menos. Algunas de las
otras islas flotantes parecían enormes, pero este lugar... este lugar
parece una añadidura, olvidado por la mayoría del Otro Mundo.

Tal vez es por eso que me gusta. Hay algo acerca de cuán solo y
pasado por alto es lo que me atrae. Y aquí, tan lejos de cualquier luz de
la ciudad, parece que solo somos Des y yo y un océano infinito de
estrellas.

—Aquí es donde crecí —dice, tan suave que casi me lo pierdo.

Mi atención se desvía del paisaje estéril hacia él.

—¿En serio?

Parece imposible que alguien tan maravillosamente complejo


como Des haya salido de este lugar forzado y desolado.

Sus ojos tienen una mirada lejana, como si estuviera perdido en


un recuerdo.

—Mi madre trabajó como escriba del pueblo. —Señala un grupo


de edificios a lo lejos—. Solía venir a casa oliendo a pergamino, sus
dedos manchados con la tinta.

Apenas respiro, temerosa de que cualquier cosa que diga detendrá


esta historia de su destino.

—Éramos tan pobres que no vivíamos en una casa adecuada. —


Des se ve dolorido y feliz mientras lo recuerda—. Vivíamos en las cuevas
de Arestys.

—¿Puedo ver dónde vivías? —pregunto.

Toda la expresión se borra de la cara de Des.

—Ya no existe. —Sus ojos se encuentran con los míos—. Pero


puedo mostrarte las cuevas.

AGACHO MI cabeza mientras me muevo por las cavernas debajo


de la superficie de Arestys. La roca aquí se ha formado en un laberinto
de estructuras parecidas a panales. Hay una triste belleza en este lugar,
como un arcoíris en una mancha de aceite.
Los túneles son fríos y con corrientes de aire, claustrofóbicos y
húmedos.

Des vivió aquí.

Mi compañero, el Rey de la Noche, pasó días—años—en estas


cuevas. Parece una existencia inusualmente cruel en un lugar tan
mágico como el Otro Mundo.

—Entonces, ¿tu madre te crió aquí? —pregunto.

Su madre, la escriba. La misma mujer que Des afirmó que me


habría gustado. La misma mujer que debe haber sido alguna vez parte
del harén real.

Des asiente, su mandíbula dura mientras nos abrimos paso a


través de los túneles.

Echo un vistazo a las sombrías cavernas. Aquí hay un oscuro tipo


de magia, en lo profundo de la roca. Está hecho de desesperación y
deseos, de anhelos y sueños incumplidos que se mantienen
aprisionados.

¿Cómo es que un hijo nacido en un harén real termina aquí? ¿Y


cómo es que un niño que creció aquí se convierte en rey?

—¿Qué hay de tu padre? —presiono, esquivando un charco.

—Es gracioso que lo preguntes… —La forma en que dice esto me


hace pensar que no es nada gracioso.

Deja que sus palabras se desvanezcan en la nada, y no lo


presiono por más.

Delante de nosotros, el túnel se abre a un cráter del tamaño de


un campo de fútbol. Hasta ahora hemos estado bajo tierra, pero aquí
las estrellas centellan por encima, brillando en la depresión en forma de
cuenco.

Des se coloca delante de mí, sus enormes botas levantan polvo


mientras se dirige hacia él.

Cerca del centro del cráter, se arrodilla.

Es todo lo que puedo hacer para no mirarlo fijamente. Su cabello


blanco, su ancha y musculosa espalda, sus tatuajes y aquellas alas que
obstinadamente se niega a ocultar, todas parecen muy atractivas,
demasiadas atractivas y muy trágicas.

Él es mi marca personal de salvación, pero ahora mismo tengo la


impresión de que es él quien necesita salvación.

Me coloco detrás de él, poniendo mi mano sobre su hombro.

—Aquí es donde murió mi madre —dice en voz baja.

Siento mi estómago caer ante su confesión.

No hay palabras.

Los ojos de Des se mueven hacia los míos. Es raro que use sus
pensamientos en su rostro, pero ahora mismo no se molesta en
mantenerme fuera, y me da un atisbo agudo de todo ese dolor
embotellado dentro de él.

—La vi morir.

Mi garganta se cierra.

No puedo comenzar a imaginarme. Una cosa es presenciar cómo


el monstruo de tu padrastro se desangra en el piso de tu cocina, y otra
es ver morir a alguien que amas.

Rodeo para estar frente a Des, y sus brazos rodean mi cintura.


Levanta el dobladillo de mi camisa para presionar un beso contra la
suave piel de mi estómago, sus pulgares frotan mi piel.

Corro mis manos por su cabello, aflojando los mechones de la


correa de cuero que los sujeta.

Esta tragedia podría haber sucedido hace cientos de años, pero en


este momento parece que todo se está reproduciendo en la memoria de
mi compañero como si los acontecimientos fueran recientes.

—¿Qué sucedió? —pregunto suavemente.

Casi no pregunto en absoluto. Dios sabe que hay tantos


recuerdos que odio compartir. Alza la mirada hacia mí, su cabello
blanco suelto.

—Mi padre sucedió.


Capítulo 13
Traducido por Mais

MI PADRE SUCEDIÓ.

Si eso no es un presentimiento. No sé lo que es.

Des se pone de pie, sus alas expandiéndose detrás de él. Se aclara


la garganta.

—Suficiente de esto. —Toma mi mano—. Hay un lugar más al que


quiero llevarte antes que regresemos a Somnia.

Todavía estoy aguantando las ganas de preguntarle a Des sobre


sus padres, pero está claro por su lenguaje de cuerpo que ha terminado
de compartir secretos por la noche. Tal vez durante muchas noches.

A regañadientes me lanzo hacia el cielo junto a él. No tengo idea


de dónde me está llevando pero cuando Arestys cae lejos de nosotros,
me doy cuenta que ese será el grado de nuestra visita. No habrá gira de
los puntos más importantes de la isla que quedan, no más exploración
de su topografía, no más discusión sobre la vida de Des aquí.

Es sobre este último tema que quiero saber más. Sigo extrayendo
pedazos del pasado de Des de varias fuentes, pero ha levantado más
preguntas que las que ha respondido.

Lo que sé: Des nació en el harén real del Reino Nocturno, pero fue
criado en Arestys. Se mudó a Barbos y se unió a la “hermandad”, en
algún punto se convirtió en un soldado condecorado y un rey. Vio a su
mamá morir, y culpa a su padre.

Oh, y durante todo este tiempo estaba construyendo una carrera


en la tierra como el Negociador.

Lo que no sé: bastante sobre todo lo demás.


El viento revolotea su cabello y ropa mientras volamos. Aquí en
mitad del cielo nocturno, se ve completamente relajado. No puedo decir
si es una máscara cuidadosamente tallada o si realmente dejó su agonía
en Arestys. Puedo, sin embargo, finalmente ver que el enigmático
Negociador tiene sus propios demonios.

El vuelo es bastante más largo que los otros, y para el momento


en que descendemos, mi cuerpo está exhausto.

La isla flotante en la que llegamos parece estar hecha de piscinas


brillantes y prados iluminados por la luna. Dispersos aquí y allá hay
elaboradas villas y unos cuantos templos, cada uno a una distancia del
otro.

A la distancia, hay una ciudad reluciente, sus paredes blancas


encendidas con luces. Des se dirige directamente hacia allá.

Mientras nos acercamos, las casas esparcidas comienzan a


juntarse cada vez más, gradualmente cambiando de rural a urbano. La
ciudad misma está situada al borde de la isla, los edificios blancos
construidos a lo largo del acantilado.

A través de la isla hay un río brillante, sus aguas de un color


luminosamente aguamarina. Cuando alcanza el borde de la isla, se
derrama sobre el lago, la cascada convirtiéndose en niebla a cientos de
pies abajo.

Rodeamos más allá del centro de la ciudad y seguimos el río hacia


arriba, doblando hacia atrás hacia el interior de la isla.

Volamos sobre colinas, el río una cinta brillante más allá de


nosotros. Pronto las colinas se vuelven montañas, sus lados cubiertos
en follaje denso y florecido.

Solo comenzamos a descender cuando llegamos a un pico de


montaña particularmente grande. Aquí una piedra palaciega blanca
está situada, adornada con todos los pertrechos Morocos que el palacio
de Des tiene.

Des y yo lo rodeamos, aterrizando en su patio frontal. Los únicos


sonidos a nuestro alrededor son las suaves llamadas de las cicadas y el
susurro del agua corriendo.

Me giro, tomando el edificio impresionante y la montaña más allá


de esta.

—Bienvenida a Lephys —dice Des—, la Ciudad de los Amantes.


Toma mi mano, guiándome a través de la casa con sus techos de
catedral y suelos de baldosas, la única luz viniendo de las docenas de
linternas brillantemente coloreadas que cuelgan del techo por encima
de nosotros.

Los bordes de las puertas arqueadas están incrustados con más


baldosas pintadas, los colores esmeraldas, índigo y caqui. Columnas
gruesas y pintadas sostienen los techos, haciendo que el lugar se sienta
incluso más amplio de lo que ya es.

Tanto como quiero beber de este lugar, no nos quedamos tanto


tiempo. Los dos salimos por la parte de atrás de la casa.

Aquí afuera un mirador enorme yace, sus cortinas transparentes


soplando en el aire de la noche. Más allá del mirador, el río que
seguimos aquí brilla de un pálido azul verdoso.

El río luminiscente cae en cascada hacia la piscina hueca en


frente de nosotros. El lado opuesto de ello, el agua se purifica,
deslizándose profundamente abajo en la montaña.

Des libera mi mano, alcanzando detrás de él para quitarse la


camisa sobre su cabeza. Su magia parte el material mientras pasa
alrededor del unir de sus alas, reformándose una vez que está por
encima de estas.

Se termina de quitar la camisa, caminando a través del mirador y


hacia el agua. Levanta un pie, quitándose una de esas botas enormes
que tiene, y luego la otra.

Des mira sobre su hombro.

—Necesitas ayuda, ¿querubín? —pregunta.

Antes que pueda responder, siento mi propia ropa soltarse,


mágicamente retirándose de mi cuerpo como la piel de un plátano.

Dejo salir un chillido mientras de deslizan fuera de mi piel,


cayendo en una pila de ropa a mis pies, dejándome completamente
desnuda.

Des camina hacia mí, el último de sus ropas deslizándose fuera


de él. ¿Alguna vez seré capaz de superar su vista en toda su gloria, o la
forma en que me mira?

Se detiene cuando llega a mí. Entonces, tomando mi rostro en sus


manos, me besa profundamente.
—He imaginado tomándote aquí durante años —admite cuando se
aparta.

—¿Lo has hecho? —pregunto.

Toma mi mano, retrocediendo hacia el mirador y hacia el río.

—Muchas veces.

Tomo el escenario con nuevos ojos. Es vertiginoso pensar que me


imaginó tomándome aquí cuando yo ni siquiera podría haber imaginado
un lugar como este existiera.

—Durante el tiempo en que estuvimos separados, me he vuelto


muy imaginativo cuando se trata de ti —dice, con voz muy baja.

Jesús. Solo tenerlo diciendo eso envía un golpe de calor a través


de mí. La forma en que me está mirando no ayuda tampoco. Me mira
fijamente como si fuera su luz de estrellas, donde él es la oscuridad que
está preparándose para devorarme.

—Tal vez… —Retrocede hacia el borde del agua, su primer pie


hundiéndose en el agua—, si juegas tus cartas bien esta noche, incluso
compartiré unas cuantas de mis ideas más creativas… por un precio,
por supuesto.

Estoy bastante segura que cualquier precio que pida, estaré más
que dispuesta a pagar.

Primero mis dedos de los pies se hunden en el agua, luego las


puntas de mis alas. Pulgada por pulgada mi cuerpo desnudo se
sumerge en el agua.

Hay algo sobre este lugar, con el olor pesado del jazmín y tierra
húmeda en el aire, y la intoxicante sensación de la completa atención de
Des en mí, que tiene mi respiración acortándose y mis párpados
bajando. Mis senos se sienten pesados y mi núcleo duele. Tal vez es
esta isla—la Ciudad de los Amantes—o tal vez es solo la magia extraña
entre nosotros, pero me tiene completamente bajo su esclavitud.

Quiero que me ahogue en su locura. A nosotros.

Des me observa el tiempo completo, el brillo del agua reflejado en


sus ojos. Es una sensación extraña, dejar que alguien en quien confías
te vea desnuda. Es aterrador y emocionante al mismo tiempo.

Mis párpados aletean. La sirena está llamándome a que nade


profundamente en la piscina y me empape en sus aguas. Mis ojos
brevemente parpadean hacia la luna por encima de nosotros. Aquí, en
la pequeña piscina brillante, nuestras primordiales naturalezas están
satisfechas. Estoy adivinando que no hay error en su parte.

Camino hacia Des, nuestros pechos mojados rozándose.


Ociosamente, trazo los tatuajes que cubren su brazo, la acción enviando
un pequeño temblor a través de él.

—Sigue haciendo eso, amor, y no voy a ser capaz de llevar esta


noche como quiero —dice, su voz ronca.

Una mirada a su rostro y sé que habla en serio. También sé que


no está ayudando a mi propia voluntad. Tal vez no quiero que esto sea
premeditado. Tal vez quiero que el Rey de la Noche sea rápido y fiero
más que lento y cruel.

Des envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me jala contra


su pecho. Se inclina y da a cada lado de mi cuello un beso, su delicioso
cabello húmedo cayendo contra mi piel.

—Podría perderme en ti —murmura.

Envuelve mis piernas alrededor de su cintura estrecha, y siento el


rozar de su pene, ya duro y listo. La sensación de ello hace que mi
rostro se sonroje.

—¿Qué es esto? —susurra, besando mis mejillas enrojecidas—.


¿Mi sirena está… avergonzada?

Dejo salir una risa ronca. Es un sinvergüenza, incluso cuando


está siendo entrañable.

Acaricia con su nariz el lado de mi rostro.

—Robaría las estrellas del cielo para ti —susurra en mi oreja—.


Cualquier cosa para escuchar tu risa así.

—No tendrías que robarlas Des —digo—. Apuesto a que lanzarías


un trato con ellos y ellas vendrían a ti.

Sus ojos se arrugan con asombro.

—Me das demasiado crédito.

En lugar de responder, mi boca encuentra la suya, tomándose


rudamente, mi mano sobre su mejilla. Que esa sea suficiente respuesta.

Su agarre en mí se aprieta, jalando mi pelvis cerca, incluso


mientras sus labios encuentran mi pasión. Gruñe en mi boca, sus
brazos apretándose alrededor de mi espalda. Me muevo contra él, mi
cuerpo impaciente por el de él, mi piel comenzando a iluminarse.

Ha pasado tanto tiempo. Demasiado. De pronto, no tengo una


razón decente por qué sucede. Nuestros cuerpos tienen un montón de
qué actualizarse.

Se aparta del beso lo suficiente para inclinar su cabeza contra la


mía. Sus ojos buscan los míos, buscando permiso. Me muevo contra él
una vez más, silenciosamente incentivándolo.

Mueve mi cuerpo tan ligeramente, alineándonos, y luego se


desliza dentro de mí, su cabeza recostada contra la mía, sus ojos
devorando mi expresión.

Es todo lo que puedo hacer para no gemir mientras lo siento


entrar en mí. Y sin embargo, esto es mucho más que sexo. Es él y yo y
este lugar.

Si pudiera beberlo, lo haría. Él es mi consciencia culposa, mi


pesadilla, mi compañero. El hombre que bebe expreso en tazas
pequeñas y a veces lleva su cabello en moños de hombre ridículos. El
mismo hombre que le gusta las partes salvajes y malvadas de mí de las
que ni siquiera yo estoy muy cómoda siempre.

Rodo mi cabeza hacia atrás, mirando a las estrellas. Hay miles de


miles de ellas, y sus luces besan mi piel. Entre cada una de ellas hay
una oscuridad insondable. Está a mí alrededor, dentro de mí,
haciéndome el amor.

Des se empuja dentro y fuera de mi núcleo, su pene estirándome


en la forma más exquisita. Envuelvo mis brazos alrededor de él
presionándome cerca.

Ya no es solo el agua que está brillando. Mi piel está encendida, la


sirena disfrutando del agua alrededor de nosotros y el hombre dentro de
mí.

Justo en medio del acto, nos mueve cerca de la cascada, donde la


montaña rocosa crea una pared. Presionando mi espalda contra esta, el
Negociador toma mis muñecas y las fuerza contra la superficie rocosa.

—¿Verdad o reto? —dice con voz ronca, todavía empujando dentro


y fuera de mí.

Espera, ¿está bromeando?


Cuando no respondo inmediatamente, porque mi cerebro se apagó
hace minutos atrás, se desliza fuera de mí.

Dejo salir un sonido adolorido, sintiéndome vacía sin Des entre


mis piernas.

Debería conocer mejor a mi salvaje hada para entonces.

Él se hunde bajo el agua, moviendo mis piernas sobre mis


hombros. Y entonces, justo en medio de la piscina, siento la presión de
sus labios sobre mi núcleo.

Ahora dejo salir el gemido que sostuve antes. Y gracias a Dios,


Des está bajo el agua; es un infierno de sonido embarazoso.

Mientras me inclino contra la pared de roca, jadeando, me doy


cuenta que este es el reto de Des. Por una vez, no me estoy quejando
sobre los métodos de pago del Negociador.

Dios, no lo estoy.

Chupa primero un labio en su boca, luego el otro. Me sacudo


contra él, su servicio volviéndome salvaje.

Su lengua encuentra mi clítoris, y un orgasmo inesperado rompe


desde las profundidades de mí. Grito mientras me muevo contra él, mis
dedos enterrados en su cabello.

Cómo es que el hombre genio sabe que me he venido está más


allá de mí—como dije, mi cerebro se apagó hace mucho—pero mis
piernas se deslizan de sus hombros mientras él se levanta. Y luego en
un suave empujón, su pene está de vuelta dentro de mí, trabajándome
de adentro hacia afuera.

—¿Lista para el segundo? —pregunta. Ni siquiera suena sin


aliento.

¿Orgasmos múltiples? ¿Quién es este hombre?

Comienza a moverse con más fuerza, más profundo, y como un


maestro de títeres, está jalando las cuerdas de mi cuerpo, trayéndome
de vuelta al borde.

Aprieto mi agarre en él. Es rudo y suave, implacable y persuasivo.


Casi estoy arrepintiéndome que quiero que esto sea rápido y fiero. Con
Des, podría quedarme así para siempre.

Hipotéticamente hablando.
Realísticamente hablando, el momento en que me besa, he
terminado.

Como una presa rompiéndose, encuentro mi segunda liberación.


Estoy jadeando en su boca, sosteniéndome en él como si fuera lo único
evitando que vuele lejos. Y luego él se está viniendo también, sus labios
todavía moviéndose firmemente contra los míos, sus golpes volviéndose
cada vez más profundos y fuertes.

Parece como si hubiéramos pasado una eternidad en ese


momento, entrelazados, y no hay inicio o fin para nosotros.

Pero en algún punto el momento termina. Rompemos el beso y


Des se libera fuera de mí. Ninguno de nosotros deja al otro, nuestra
respiración pesada, nuestros cuerpos aplastados juntos.

—Nunca quiero irme —dice Des con voz ronca contra mí.

Mi agarre en él se aprieta.

—Yo tampoco.

No sé cuánto tiempo nos quedamos así. Lo suficiente para que mi


piel se atenúe y nuestra respiración se silencie.

—Querubín —eventualmente dice Des—, hay algo que quería


mostrarte.

Con una gran cantidad de resistencia, me deslizo fuera de su


agarre.

Tomando mi mano, me tira hacia la cascada, mis pies


deslizándose sobre piedras suaves de río mientras nos movemos. Nos
movemos debajo del agua de la cascada, el río golpeando contra mi
cabeza y hombros mientras Des me lleva a través de esta.

Al otro lado, el brillo del agua ilumina el marco de una cueva. Des
chasquea los dedos y de pronto, hay luz.

Cientos de velas parpadeantes están apiladas en casi cada


superficie de la caverna, brillando suavemente en la oscuridad. La luz
del agua y las llamas baila a lo largo del techo, el brillo de este
hipnotizante.

—Vaya —exhalo.

El lugar es algo como sacado de un sueño.


Justo en mitad de toda la luz de las velas hay un suave jergón con
sábanas, una bandeja de comida al lado.

Des nada al borde de la piscina y se empuja hacia el borde rocoso


de la cueva, corriendo sus manos sobre su pelo mientras lo hace hacia
atrás. Se gira y me busca, cada pulgada de ese glorioso cuerpo
brillando.

Tomo la mano de Des y lo sigo fuera del agua, mis alas pesadas.
Antes que pueda buscar una toalla, él me rodea y corre una mano sobre
mis alas.

Un roce cálido de magia me hace cosquillas la espalda, y en un


instante, mis alas, piel y cabello están secos. Cuando lo miro de nuevo,
noto que él también se ha secado.

Ese es el momento en que me doy cuenta que Des y yo estamos


todavía desnudos. Es tanto extraño y extrañamente disfrutable estar
desnudos así en frente el otro. Hay tantas primeras veces que ahora
estoy experimentando con este hombre.

Me subo a la paleta y doblo mis rodillas debajo de mí,


estrechando mis alas detrás de mi espalda. Aquí, el sonido agitado de la
caída de agua hace eco. Esto se siente más como un templo primitivo, y
Des el dios al que rinde homenaje.

El Negociador se sienta a mi lado, las puntas de sus alas


levantándose para recostarlas en una roca cercana. Toma nuestros
alrededores.

—Después de todo este tiempo, me encuentro de vuelta en una


cueva —dice, irónicamente. Sus palabras me recuerdan a aquellas
cavernas en Arestys.

Hay una vulnerabilidad en él en este momento.

Incluso ahora, lucha por bajar su guardia.

Quiero decirle que este lugar es perfecto, que él es perfecto. Que


adoro cada pedazo roto de él.

Pero no digo nada de esto. Él está, después de todo, en su núcleo,


tan cómodo con la intimidad emocional como yo.

En su lugar, estiro mi mano y la corro a lo largo de sus alas.


Cierra sus ojos, como si estuviera saboreando la sensación.
Poniéndome de pie, lo rodeo, estudiando la piel plateada de estas
mientras mi mano pasa sobre cada garra y articulación.

Debajo de mi toque, lo siento temblar. Sus alas se estrechan en


respuesta, las finas venas de estas claramente visibles incluso aquí en
la luz tenue.

—Siempre asumí que las hadas tenían alas de mariposa —admito.

—No estás equivocada —dice Des, su espalda todavía hacia mí—.


Las mías son particularmente extrañas.

Se gira lo suficiente para envolver sus brazos alrededor de mi


cintura y jalarme contra la suave paleta, sus manos bajando para
cubrir mi trasero. Esto, naturalmente, hace que mi piel venga a la vida
mientras la sirena se despierta.

La expresión de Des, por supuesto, es una de completa inocencia.

Le doy una mirada que dice: Ya conozco tus motivos.

Sus ojos se arrugan, y se ríe.

—Tan sospechosa de mis motivos. Es como si pensaras que estoy


tratando de meterme en tus pantalones.

Como si no lo hiciera. Es un conquistador.

—Lo dices como si literalmente no me hubieras quitado mis


pantalones hace cinco minutos —digo.

—Creo que fue un poco más de cinco minutos.

Apenas logro no poner mis ojos en blanco. Aparentemente,


humano o hada, los egos masculinos todavía son muy parecidos.

Des expande su cuerpo al lado del mío, su mano colgando en la


pendiente donde mi cintura está. El cálido y húmedo aire del lugar
acaricia mi piel y curva mi cabello.

Levantándome, me estiro y continúo trazando lo que puedo de las


alas de Des.

—¿Entonces, todas las hadas tienen alas de insecto, excepto tú?


—pregunto.

Sacude su cabeza.
—La mayoría lo hacen, pero no todas —dice, corriendo su mano
por mi cintura y sobre mi caja torácica—. Hay otras clases de alas
también. Algunas hadas tienen alas de ave, como tú.

—¿Por qué las tuyas son diferentes? —pregunto.

Mira fijamente a la distancia, su pulgar ausentemente acariciando


mi piel, trayendo piel de gallina.

—Algunos dicen que mi línea desciende de los dragones —


murmura, la luz de la vela bailando sobre su cuerpo—. Otros dicen que
venimos de los demonios.

¿Dragones? ¿Demonios?

Maldición.

No voy a pretender que entiendo cómo funcionan los linajes de las


hadas.

—Siempre creí que se veían como alas de murciélago —admito.

—¿Alas de murciélago? —Des levanta sus cejas, su mirada


enfocándose de nuevo en mí.

Estoy bastante segura que una vez más lo he ofendido, pero luego
lanza su cabeza hacia atrás y deja salir una risa.

—¿Entonces qué es? ¿Dragón o demonio? —pregunto.

Des levanta un hombro, su expresión todavía juguetona.

—La historia de la familia va tan atrás que nadie la recuerda.

Pienso en la mamá de Des, la escriba, diciéndole a un niño


pequeño con cabello blanco, toda clase de historias… y entre estas,
cuentos de su herencia.

Sonrío un poco ante la idea. No puedo imaginar que me cuenten


que los dragones existen… y eso que podría ser descendiente de uno de
ellos.

—¿Qué sucede? —dice Des, tocando un dedo contra mi labio


inferior como si quisiera robarme mi sonrisa para sí mismo.

Sacudo mi cabeza.

—Solo te estoy imaginando de niño escuchando historias de tu


madre sobre tus ancestros.

Inmediatamente, la expresión de Des se cierra.


He dicho lo incorrecto, lo sé.

Espero que se aleje y escape como todas esas veces que solía
hacerlo. Estoy robando mi corazón contra la posibilidad.

Pero no escapa, no se va.

Simplemente dice:

—Las historias son del lado de la familia de mi padre.

El mismo padre que tuvo algo que ver con la muerte de su madre.

Diablos.

Revaloro las alas de Des. No me había dado cuenta que podrían


representar algo terrible sobre su pasado, de la misma forma en que las
mías lo hacían. Es raro mirar sus alas y ver algo muy diferente de lo
que él debe.

—¿Qué crees: que eres descendiente de los demonios o dragones?


—pregunto suavemente.

—¿Conociendo a mi padre? Demonios.

Mi garganta se mueve. Realmente, realmente, quiero preguntarle


sobre su padre, pero no puedo lograr formar las palabras. Claramente
hay un océano de amargura y enojo enterrado debajo de esa relación.

—Bueno —digo, corriendo una mano sobre los finos huesos del
ala más cercana a mí—, cualquiera sea el origen, creo que son
perfectas.

Debajo de mi toque, un temblor corre a través del cuerpo de Des.

—¿Eso no te asusta? —pregunta—. ¿Qué pueda tener un poco de


sangre de demonio corriendo a través de mí?

Me encojo de hombros.

—Me conociste el día en que maté a mi padrastro. —Toco con un


dedo una de sus garras—. Y yo te he visto ejecutar a hombres. Creo que
ya hemos pasado eso.

Ante mis palabras, los ojos de Des se profundizan. Me acerca, una


de sus alas cubriéndome como un manto. Besa la punta de mi nariz,
luego recuesta su mentón contra la corona de mi cabeza.

—Gracias querubín —dice suavemente.


No estoy segura de por qué me está agradeciendo, pero asiento
contra él de todos modos, acariciando mi rostro. Eventualmente, mis
ojos se cierran, mi cuerpo calentado por el de Des.

Y es así como pasamos nuestra primera noche en Lephys. No en


la casa palaciega más allá de la piscina, si no en su humilde cueva,
nuestros cuerpos desnudos entrelazados.
Capítulo 14
Traducido por 3lik@

CUANDO DES Y YO finalmente regresamos a la ciudad de Somnia, algo


sobre mí es notablemente diferente.

Ya no odio mis alas... ni mis escamas ni mis garras. De alguna


manera, durante el transcurso de una semana, encontré las mismas
cosas que me asustaban de mí ahora... me dan poder.

Puedo volar. Puedo cortar una puta con mis propias manos.

Hay fuerza en eso, ya sea que Karnon lo haya querido o no.

Mi entrenamiento con Des también ha reforzado mi coraje. Juro


que mis brazos y piernas están más definidas, y aunque aún no he
podido asestarle un golpe a Des, estoy empezando a luchar con más
confianza.

No lo voy a admitir ante Des, pero me alegro de que me haya


obligado a entrenar con él. Puede que odie el proceso, pero como que
cosechó los frutos. También me encanta el dulce par de cuchillas atadas
a mis caderas. Ahora tintinean contra mi ropa mientras Des y yo
caminamos por los pasillos familiares de su palacio.

La habitación de la torre a la que Des me lleva es uno de los


lugares más frescos del palacio. La habitación de la torre, hecha de
paneles de vidrio que van desde el piso hasta el techo, ofrece una vista
panorámica de todo Somnia, desde los terrenos del castillo hasta la
ciudad que se extiende más allá.

Aparte de las linternas que cuelgan sobre sus cabezas, el único


mueble en la habitación es una enorme mesa actualmente para dos.
Extenderlo es lo que parece y huele sospechosamente a comida india,
mi favorita.
Des se arrastra hacia la mesa, vistiendo los mismos pantalones
oscuros y botas de campo que se trajo de la tierra, su cabello recogido
con un cordón de cuero.

Observo las gruesas bandas de músculos y la piel tatuada de sus


brazos mientras saca una silla para mí. El único fae que se suma a su
atuendo en este momento son los tres puños de guerra que rodean un
bíceps, y eso simplemente aumenta su atractivo sexual en este
momento.

Me deslizo en el asiento que ofrece, mirándolo tomar el suyo.

Antes de que pueda comenzar a servirme, lo hace por mí. Un


plato de aloo gobi y otro de arroz se elevan en el aire y serpentea frente a
mí.

Mientras comienzo a sacar una porción, una tetera se mueve


hacia la taza que está frente a mi plato y me sirve una taza de chai.

—¿Cómo pudiste tener esto en tus manos? —pregunto mientras


termino de servirme.

Des se reclina en su asiento, luciendo demasiado orgulloso de sí


mismo.

—Las ventajas de ser un rey.

Pasa unos buenos cinco minutos mirándome comer antes de que


se una a mí. Sé que al hombre le gusta la buena comida india—él fue
quien me introdujo a la gastronomía—pero parece estar más interesado
en que yo disfrute más que en el suyo.

—¿Te importa que mezcle un asuntito con la cena? —pregunta


Des finalmente.

Me encojo de hombros. Ahora que estamos de vuelta en Somnia,


ha vuelto a funcionar para Des y ha vuelto a encontrar cosas que hacer
conmigo mismo. No hay nada peor que aburrimiento, así que tomaré un
asuntito con la cena si eso me da algo que hacer.

Uso mi servilleta para limpiarme la boca.

—¿Qué pasa?

Des chasquea los dedos, y una hoja de pergamino aparece en el


aire, revoloteando frente a mí. No la atrapo antes de que aterrice en el
plato de pollo tikka masala, la salsa de naranja aceitosa de la comida
mancha sobre el papel.

Inclinándome hacia adelante, agarro la hoja de pergamino y uso


mi servilleta para quitarle la salsa.

—¿Era eso realmente necesario? —pregunto, frunciendo el ceño


cuando mis esfuerzos para limpiar el papel solo terminan untando la
salsa por todos lados.

En el pergamino hay una tabla de géneros, columnas que


contienen nombres, géneros, fechas y horas, ubicación y, finalmente,
una que contiene lo que parece ser notas.

El Negociador asiente con la cabeza al papel.

—Esa es una lista de todos los soldados que desaparecieron en


los últimos tres meses —dice, tomando un sorbo de su chai.

Alzo las cejas, mirando la tabla una vez más. La visión de tantos
nombres es asombrosa, y esta lista incluye no solo a las soldados
desaparecidas, sino también a los hombres desaparecidos.

Hasta ahora, Des y yo no hemos hablado mucho sobre los


hombres que han desaparecido del Reino Nocturno, principalmente
porque, a diferencia de las mujeres, los hombres que desaparecieron no
han vuelto a aparecer, sin darnos ninguna pista sobre lo que podría
haberles sucedido.

—¿Notaste algo inusual? —pregunta Des, mirándome desde el


borde de su taza.

Continúo escudriñando la tabla.

—Sabes, si hay algo que quieres que note, podrías simplemente


decirlo... —Mis palabras se cortan cuando llego a las fechas.

Desde que Des mató a Karnon, ninguna mujer ha desaparecido...


pero cinco hombres sí.

Miro hacia el Negociador.

—Los hombres aún están desapareciendo.

Des mira por la ventana a la brillante ciudad de abajo.

—Muchos hombres desaparecen en el Reino Nocturno —dice


conversacionalmente—. Podría ser nada.
Prácticamente puedo escuchar el pero que sigue a su declaración.

—¿Qué significa? —pregunto, bajando el pergamino.

Toma otro sorbo de su té.

—Cuatro de los últimos cinco hombres que desaparecieron son


soldados.

Demasiadas desapariciones son una coincidencia, lo que


significa...

No ha terminado.

El papel cruje un poco cuando mi mano comienza a temblar.

—Pero lo mataste —le digo en voz baja.

Los ojos de Des se suavizan cuando me mira.

—Maté a Karnon.

Me lleva unos segundos más entender lo que Des no dice.

Cuando lo hago, mis ojos se amplían.

—Alguien más se está llevando a los hombres.


Capítulo 15
Traducido por krispipe

KARNON SOLO tomó mujeres. Ahora que Des lo mató, esas


desapariciones se han detenido. El papel en mi mano decía tanto.

Pero los hombres…

—Así que piensas que hay más de una persona detrás de esto. —
Miro a Des a través de la mesa, estupefacta—. ¿Pero por qué? ¿Y cómo?

Des pasa una mano por su cabello rubio blanco y los músculos de
sus brazos se ondulan.

—Estoy trabajando en eso.

En ese momento, Malaki entra en la habitación, sus zancadas


largas y poderosas, pareciendo cada pulgada el pirata con su parche en
el ojo y mejillas desaliñadas.

Deja caer una hoja grande y cerosa sobre la mesa.

—Invitación de Solsticio, la tercera que han enviado, que conste.


—Arruga la nariz—. Uhg, ¿qué es ese olor? —dice, haciendo una mueca
ante los platos de comida India esparcidos por la mesa.

¿De verdad acaba de despreciar mi cena?

Des se inclina hacia atrás en su asiento, cruzando los brazos


sobre su pecho.

—No vamos al Solsticio este año.

Malaki toma asiento, un plato y cubiertos aparecen frente a él. Un


momento después alcanza la bandeja de samosas.

—¿En serio? —digo burlonamente, levantando las cejas. Hace un


momento él había estado odiando mi cena, y ahora está a punto de
comérsela—. ¿Así es como vas a jugar a esto?
Me da una mirada confundida mientras agrega la samosa a su
plato. Volviendo su atención a Des, dice:

—Esa es una muy mala idea.

Des levanta un hombro.

—La última vez que Callie visitó otro reino, era la prisionera de
alguien.

—Y luego mataste al rey de ese reino —dice suavemente Malaki—


. Creo que todos saben que no se juega con tu compañera.

—No vamos —repite Des.

—Ser compañero no significa que dejes de ser rey.

—Cuidado. —Las palabras de Des atraviesan la habitación como


un látigo, su poder cabalgándolas.

Malaki se echa hacia atrás en su asiento, inclinando la cabeza.

—Disculpas, mi rey.

El cuerpo del Negociador parece aliviarse, y el poder que espesaba


el aire momentos atrás ahora retrocede.

—Loi du royaume —dice Des en voz baja.

La boca de Malaki se vuelve sombría.

—Lo sé.

Miro entre los dos hombres. Hasta ahora he sido capaz de seguir
la conversación, pero ahora me perdí.

—¿Qué es eso? —pregunto—. Esa frase que acabas de decir.

Des asiente hacia su amigo.

—Dile, Malaki. Si ella va y se somete al Solsticio porque tú


piensas que es una buena idea, entonces cuéntale lo que va a tener que
sacrificar.

Malaki suspira, luego dirige su atención hacia mí.


—¿Conoces el dicho humano, «cuando estés en Roma haz como
hacen los Romanos»?

Entrecierro los ojos.

—¿De verdad conoces esa frase? —No me parece el tipo de hada


que pasa el rato en la Tierra.

—¿Lo conoces? —presiona.

Mirando entre él y Des, asiento vacilante.

—Esa es la ley aquí en el Otro Mundo.

Todavía no lo estoy pillando.

—Cuando estás en el Reino Nocturno —explica Malaki—, un hada


debe seguir sus leyes. Des aquí no quiere que abandones el Reino
Nocturno porque ambos estarán sujetos a las leyes de otro reino fae.

—Así es más o menos cómo funciona en la Tierra —digo,


confundida sobre por qué esto es un problema.

—El Reino de Flora esclaviza humanos —interrumpe Des.

Ah. Y ahí yace el verdadero problema…

¡BOOM!

La sala tiembla cuando una ola de magia nos inunda y me


devuelve a mi asiento. Nuestros platos y utensilios se tambalean sobre
la mesa, algunos se caen del borde y se estrellan contra el suelo. En la
distancia, escucho jadeos apagados.

Los tres nos miramos.

¿Qué diablos…?

De repente, nos estamos moviendo, mi silla se derrumba detrás


de mí en mi prisa por descubrir qué está pasando. Malaki, Des y yo nos
apresuramos a salir de la habitación, cena, hombres desaparecidos y
reinos esclavistas olvidados.

En los pasillos, las hadas están corriendo, tratando de encontrar


refugio. Uno de los oficiales de palacio corre hacia nosotros,
inclinándose apresuradamente ante Des.
—Ha habido una violación de seguridad —explica, su voz sin
aliento—. Uno de los portales ha caído… algo cruzó y colapsó.

—Reúne a cien de mis mejores soldados y haz que se reúnan con


nosotros en el aire.

Tan pronto como Des da la orden, el oficial se va, corriendo por


donde llegó.

Comenzamos a movernos de nuevo. En lugar de dirigirme al piso


principal del palacio, sigo a Des y Mlaki a uno de los balcones del
castillo.

Mis ojos recorren el horizonte, buscando algo, cualquier cosa que


explique esa violenta ola de magia. Se había sentido tan familiar…

Des aparta su mirada del horizonte para mirarme. Sus labios se


separan, y estoy bastante segura de que aquí es donde me dice que
vuelva a entrar.

En lugar de eso, cierra la boca y aprieta la mandíbula. Dando


zancadas hacia mí, abraza la parte posterior de mi cuello.

—¿Quieres unirte a mí? —pregunta.

—Siempre. —Es menos un pensamiento que instinto. Donde va


mi compañero, voy yo.

—Desmond… —protesta Malaki.

—Esto será peligroso —me advierte, ignorando a su amigo—.


Cualquiera de nosotros podría morir. ¿Aún estás segura?

Mi corazón late como loco. ¿Alguna vez pensé que el amor de Des
sería sofocante? ¿Qué me mimaría como una sábana de seguridad?
Porque esto no es sofocante o mimado. Es peligroso y consume todo, en
este momento deja un sabor en mi boca como sangre y humo.

—Estoy segura.

Detrás de nosotros, Malaki levanta las manos.

Des me asiente, su rostro presagiando.

—Sígueme y mantente a salvo. Es una orden.


Sus alas se despliegan detrás de él, floreciendo como una
retorcida y espinosa flor. En respuesta, mis propias alas se estiran
ampliamente.

Con un estallido de magia él salta al aire de la noche, sus alas lo


empujan hacia arriba. Mi propio despegue no es ni de lejos tan elegante,
pero varios segundos después, yo también estoy en el aire, siguiendo al
Rey de la Noche, Malaki a mi espalda.

No veo qué causó la conmoción hasta mucho después de que


Malaki, Des y yo nos hemos unido a los soldados de Des.

Muy por debajo de la isla flotante de Somnia, en la principal masa


de tierra que forma el Otro Mundo, una masiva ola de fuego se está
desplegando, plumas negras de humo denso elevándose ya desde ella.
Bajo la mirada hacia las llamas mientras el humo me quema los ojos.

Frunzo el ceño.

Justo en el centro del infierno, justo donde había asumido que


haría más calor y el fuego ardería más, hay un camino ennegrecido que
las llamas no se atreven a tocar.

Uno de los guardias señala algo a lo largo del sendero


chamuscado, y sigo el dedo. Ahí, en medio de la tierra carbonizada, hay
lo que parecen ser dos figuras.

No es hasta que estamos a unos treinta metros del suelo que


reconozco a una de ellas.

Bueno, no me jodas.

Temperance “Temper” Darling, mi mejor amiga y colega, marcha


entre las llamas como si las controlara, arrastrando consigo un hada
muy asustada. Sus ojos oscuros brillan como carbones, rayos de
electricidad saliendo de ella.

Uh-oh.

Ella ha perdido oficialmente el control de su poder. Solo la he


visto así otras dos veces, y ninguna terminó bien.

A mí alrededor puedo sentir la magia fae construyéndose en el


aire. No sé si toda viene de Des, o si sus soldados también la están
añadiendo, pero arrojar poder a Temper cuando está así solo conduce a
una cosa: destrucción.
Miro a Des, que está estudiando a Temper. No hay reconocimiento
en su rostro, y ¿por qué debería haberlo? Por lo que le he contado de
ella, en realidad no ha conocido a Temper en carne y hueso.

A veces asumo que mi compañero es omnipotente e infalible, que


sabe todo y conoce a todos en todo momento en el tiempo. Que nada
puede sorprenderle.

Pero puede y obviamente lo ha hecho.

Él comienza a señalar a sus hombres, quienes ajustan sus


posiciones, sus cuerpos tensados y listos.

Si no hago algo ahora, van a bombardear a mi amiga, y eso va a


terminar mal para todo el mundo.

Llegando a una decisión apresurada, coloco mis alas cerca de mi


espalda. Mi cuerpo se hunde, comenzando a navegar sobre la tierra.

—¡Detente! —grita alguien detrás de mí.

No voy a detenerme de ninguna manera.

Miro por encima de mi hombro. Mis ojos se encuentran con los de


Des, y por un momento, todo lo que hacemos es mirarnos a los ojos.
Justo ahora no estoy siguiéndolo ni manteniéndome a salvo como me
indicó. Tiene todas las razones para usar su magia para detenerme en
mi camino, pero no lo hace.

Esa pequeña muestra de fe refuerza mi coraje.

No tengo forma de comunicarle que esta mujer es mi mejor amiga,


o que yo soy la única que puede salvar la situación antes de que alguien
se lastime. Lo único que puedo hacer es asentir hacia Des.

Sé lo que estoy haciendo, espero que entienda.

Aunque no puede leer mis pensamientos, creo que debe extraerlos


de mi cara. Me mira por otro momento, y luego levanta un puño. En
respuesta, sus soldados se mantienen firmes, sus cuerpos aún listos.

Es todo lo que tengo tiempo de notar antes de volver a mirar hacia


adelante.

Debajo de mí, Temper mira a nuestro grupo, sus ojos


normalmente cálidos ahora extraños y abrasadores aterrizan en los
míos.
Esta es la Temper que la gente temía en nuestro internado, y aquí
está el poder que la aisló.

La aterradora realidad de su existencia, la que mira cada mañana


cuando se despierta y cierra sus ojos cada noche, es que ella es capaz
de esta carnicería. Es capaz de esto, y una parte de ella lo anhela.

Hay un poder seductor al que puede recurrir, y la atrae cada vez


que puede. La mayoría de los días, lo manda a la mierda.

Hoy, se ha rendido a esta.

Sé lo que se preguntan los soldados que miran a Temper. Es la


misma pregunta que molesta a la mayoría de nuestros clientes.

¿Qué es ella?

Miro a mi amiga a través de la neblina, las olas de calor haciendo


que su forma brille y se doble. Hay solo un tipo de ser sobrenatural
cuya magia es tan poderosa, tan aterradora, tan embriagadora…

Una hechicera.
Capítulo 16
Traducido por 3lik@

TEMPER Y YO nos miramos a través de la extensión del espacio, su piel


chispeando mientras la magia baila a lo largo de ella. Sus ojos azufre y
su piel eléctrica están a un mundo de distancia de su yo normal y
expresivo.

Mi amiga es una raza rara de lo sobrenatural, y una que la


mayoría de la gente debería esperar nunca encontrarse. Los hechiceros
y las hechiceras ejercen la magia como las brujas, pero a diferencia de
las brujas, tienen una cantidad de poder casi ilimitada a la que pueden
recurrir por capricho. El único problema es que, cada vez que usan su
magia, les consume la conciencia hasta que no queda nada.

Usar pequeñas cantidades aquí y allá no hace una diferencia real.


Pero, ¿un poder como este? Puede surcar fragmentos grandes de la
moralidad de Temper.

La peor parte de todo esto, es que el poder de Temper le convence


para que lo use de la misma manera que mi sirena me convence para
ceder a mi propia oscuridad interior. Siempre está ahí, esperando un
momento de debilidad.

Mi amiga vino por mí. Desaparecí, y ella me persiguió,


enloqueciéndose hasta que su poder la tragó entera. Renunció a un
poco de su moralidad por mí.

Es una muestra de amistad totalmente descabellada, pero una


que me conmueve de todos modos.

Empiezo a descender, sofocando el calor y el humo del infierno.

Callie. Siento más que escuchar la voz de Des en el cielo sobre mí.

Le miro desde donde él y sus hombres permanecen en el cielo a


varias docenas de pies de mí.
Su expresión lo dice todo. No está bien que me acerque. Ni un
poco, y se está preparando para intervenir.

Me alejo de él. Temper es mi mayor preocupación.

Ella me mira todo el tiempo que yo desciendo, el hada que


sostiene y que lucha por escapar a pesar de que él definitivamente no
irá a ninguna parte.

Aterrizo en el suelo humeante, el calor como un horno a nuestro


alrededor.

—Te crecieron alas —dice, su voz sin tono.

No un hola, ¿cómo estás? o ¿por qué no has llamado? Solo te


crecieron alas. Temper está irreconocible.

—Ese hijo de puta hizo que te crecieran alas —dice, el calor a mi


alrededor se alza con su voz. Su mirada se mueve de mí a Des.

Empuja lejos al hada que está sosteniendo, casi logra arrojarlo al


fuego. Se tambalea lejos del fuego justo a tiempo, y luego se va
corriendo hacia el cielo, murmurando todo tipo de obscenidades que
Temper no oye. Su ira se centra en mi compañero.

—Lo que sea que estés pensando Temper, no lo hagas —digo,


susurrando.

Si ella le toca un cabello de la cabeza de Des, amiga o no, la


derribaré.

La atención de Temper regresa a mí, sus ojos se vuelven


amenazantes. Inclina su cabeza, tratando de descifrarme.

—¿Qué te ha hecho?

Es obvio que piensa que estoy loca.

Por capricho, doy un paso adelante.

—Apaga las llamas, libera tu magia, y te explicaré todo.

Sus ojos aún se ven tan extraños como siempre y esos pequeños
rayos de luz todavía saltan de su piel, pero juro que estoy llegando a
ella.

Pero luego me sonríe, y es positivamente siniestra.


—¿Qué si no quiero?

Ahí está, el monstruo que consume Temper.

Mi sirena emerge, iluminando mi piel.

—No me hagas usar glamour en ti —le digo, mi voz amenazante.

—No te atreverías —dice ella.

Está en lo correcto. En cualquier otra situación, no lo haría. Por


un lado, estoy bastante segura de que puede dominar mi glamour. Por
otro lado, nunca he querido estar en el extremo receptor de su furia.

Pero ahora mismo, las cosas son diferentes.

—Él no es mi prometido, Temper. Es mi alma gemela. —Nunca


tuve la oportunidad de decirle.

Es una especie de explicación: que no estoy retenida aquí en


contra de mi voluntad y que la detendré si intenta herir a mi
compañero.

Por un largo momento, Temper no reacciona en absoluto. Luego,


lentamente, sus ojos se dirigen hacia el Negociador, su cara inexpresiva.

En el cielo, más hadas se han unido a él, no todas de su reino por


el aspecto que tienen. Temper está reuniendo a una multitud, y si esto
no termina pronto, mi amiga saldrá herida, o un grupo de inocentes.

La mirada de Temper vuelve a mí.

—Él es tu alma gemela —afirma, su voz casi como en trance.

Asiento con la cabeza, mi piel aún brillante.

Protege a nuestro compañero, mi sirena susurra, engatusándome


para que use glamour en mi amiga.

Mantengo mi boca firmemente cerrada.

Temper cierra sus ojos, y yo me tenso. Por lo que sé, está a punto
de encender el cielo y cada hada que hay en él.

Podría detenerla ahora mismo. Todo lo que necesitaría es un poco


de mi propia magia. Tengo todas las razones para hacerlo, y mi sirena lo
anhela desesperadamente.

Pero yo no.
Des me dio el beneficio de la duda hace solo unos minutos. Puedo
hacer lo mismo con Temper. Así que callo y espero a que actúe.

Los ojos de mi amiga se abren de golpe, y de repente, las llamas


de la explosión se apagan, como si no fueran más que velas de
cumpleaños que se apagan.

Los irises de Temper se atenúan, y las líneas rojas brillantes que


surcan a través de ellos ahora comienzan a retroceder. Su piel deja de
chispear, y ese poder caliente e imperioso de ella finalmente se contrae.

En un momento es una hechicera salvaje, y al siguiente es solo mi


amiga.

Deja escapar un suspiro vacilante.

—Chica —exhala—, es jodidamente bueno verte.

Eso es todo lo que necesito escuchar. Cierro el último espacio


entre nosotras, envolviendo a Temper en un abrazo. Su piel se siente
como arena bañada por el sol bajo mi toque.

—Me vas a contar sobre las alas —dice mientras nos abrazamos—
, y que eres un alma gemela, y cómo diablos acabaste aquí. Entonces, y
solo entonces, puedo prometerte que no voy a freír el trasero de tu
novio.

Ahora que el peligro inminente se ha ido, puedo escuchar el


tamborileo de mi pulso. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera venido con
Des? ¿Qué hubiera pasado si Temper no hubiera escuchado mis
súplicas?

La aprieto más fuerte.

—Bastante justo —le digo en su hombro.

A nuestro alrededor, las hadas comienzan a descender sobre la


tierra, acercándose cautelosamente. No sé cuántos segundos nos
quedan.

Me alejo de ella.

—No puedo creer que hayas volado un portal del Otro Mundo.

—Perra, eso se llama hacer una entrada.


Capítulo 17
Traducido por Vale

VARIAS HORAS DESPUÉS, después de muchas amenazas de muerte


(tanto hacia y de Temper), una casi encarcelación y un montón de
explicaciones, Temper y yo estamos con Des y Malaki en una de las
salas privadas del Negociador.

Temper cruza los talones sobre el reposabrazos de la silla de


respaldo en la que está, su espalda apoyada contra el otro
reposabrazos.

—Así que permítanme aclarar esto: ustedes dos… —Me señala a


mí y a Des—, son almas gemelas, pero no pudieron reunirse durante un
tiempo estúpidamente largo porque esta… —Ahora me señala—, pidió
un deseo jodidamente loco. Y justo después de que finalmente se
juntaron, ella… —Yo otra vez—, fue arrojada a una prisión fae, y un rey
psicópata decidió darle alas… —Y escamas y garras—, y luego tú… —
Señala a Des—, mataste a ese hijo de puta, pero ahora tú… —Yo otra
vez—, estás varada aquí.

—No está varada aquí —dice Des oscuramente. Se sienta en otra


silla, sus antebrazos descansan pesadamente sobre sus muslos.

Temper se aclara la garganta.

—Como si simplemente pudiera pasear campantemente su


emplumado trasero por Los Ángeles.

Malaki da un paso adelante.

—¿Por qué no hablamos sobre el tema más acuciante en este


momento: aniquiló uno de los portales del Reino de Fauna y retuvo a un
hada como rehén.
Temper cruza los brazos, mirando al hada de arriba a abajo.

—Si quieres una disculpa, estás mirando a la chica equivocada,


compadre4.

Un golpe en la puerta interrumpe la conversación. Des mueve su


muñeca, y la puerta se abre.

El hada al otro lado se inclina.

—Mi rey —dice—. Señor, damas. —Inclina la cabeza hacia cada


uno de nosotros antes de volver su atención a Des—. Hay soldados fae
de Fauna en las puertas del palacio. Están exigiendo el arresto de la
hechicera.

Y eso marca otro intento de encarcelamiento.

Des se frota la barbilla.

—Me niego a entregarla —dice.

—Mi rey… —comienza el hada.

—La hechicera es una invitada de honor y, por lo tanto, tiene mi


protección y la de mi reino —dice. Sus ojos se dirigen a los míos—.
Cualquier daño que haya incurrido su llegada se pagará en su totalidad
desde mis arcas personales.

Se me detiene la respiración. Es obvio que está haciendo esto por


mí.

Justo cuando pensaba que era imposible amarlo más...

Las cejas de Malaki se elevan. Evalúa a Temper, quien lo está


mirando como si no le importara darle una probada para la cena.

El hada que está de pie en la puerta vacila, luego se inclina.

—Muy bien. Se los haré saber.

4
N.T. En el original está en español.
Después de que la puerta se cierra, la habitación queda en
silencio.
Finalmente, Temper se aclara la garganta.

—Supongo que quieres que diga gracias —dice, mientras toma


una pelusa suelta en la silla.

El hecho de que Des le ofreciera a Temper su protección... no


estoy segura de que se dé cuenta de que eso es como un gran asunto
para ella. Temper está acostumbrada a ser juzgada y condenada, sin
darle el beneficio de la duda.

—Ahora debes presentarte en el Solsticio —interrumpe Malaki—.


Vas a tener que demostrar a los otros reinos que todavía eres un fiel
aliado. De lo contrario, esto podría marcar el comienzo de la guerra.

Des se frota la cara. Por una vez, parece un rey cansado.

Sintiendo que tiene influencia sobre Des, el Señor de los Sueños


da un paso adelante.

—Si asistes al Solsticio y les demuestras que eres el mismo


gobernante que siempre has sido, te ayudará a enfriar tensiones.

Des no dice nada por un minuto, solo reflexiona sobre las


palabras de Malaki.

Esos ojos hipnóticos y plateados de él se encuentran con los míos.


Puedo decir que se debate entre protegerme y proteger su reino. Me
emociona hasta las lágrimas importarle tanto a alguien.

—No necesito protección —le digo.

—De estas hadas podrías necesitarla —murmura Des.


Finalmente, a regañadientes, asiente—. Está bien, iré… iremos todos. —
Sus ojos recorren la habitación, tocando a Malaki, luego a mí, luego,
sorprendentemente, a Temper.

¿Ella también viene?

Temper se ve satisfecha.
—Suena bien para mí. Considérame la costilla de esta —dice,
señalando con su barbilla en mi dirección.

Entonces me golpea, realmente me golpea: Des tiene la intención


de llevarnos a mí y a una hechicera impetuosa a un lugar donde los
mortales son esclavos. Tendremos que respetar sus leyes arcaicas, leyes
que subyugan a los humanos.

Reprimo tragar. ¿En qué nos hemos metido?


Capítulo 18
Traducido por krispipe

—CHICA, DÍMELO directamente, ¿qué demonios está pasando? —


pregunta Temper.

Las dos estamos paradas dentro de su suite de invitados. Igual


que el resto del palacio del Reino Nocturno, esta sala tiene un estilo
marroquí, con puertas arqueadas, columnas de azulejos y lámparas
colgantes.

Me inclino contra la puerta.

—¿A qué te refieres? —digo.

Ella comienza a hurgar en la habitación.

—Parece como si te estuvieras sintiendo cómoda aquí mientras


pruebas a tu príncipe de las hadas.

Me siento cómoda con este reino y mi compañero, algo que la vieja


Callie no habría estado relajada. En sus ojos, el Otro Mundo era
demasiado aterrador y Des demasiado frívolo.

—¿Qué quieres que haga, Temper? Lo dijiste antes: no puedo


simplemente regresar a la tierra. —Señalo mis alas—. Soy un bicho
raro.

Bicho raro. La palabra sabe como una mentira cuando deja mis
labios. Tal vez son todas las cosas que he descubierto que puedo hacer,
tal vez es que todos en este reino se parecen un poco a mí, o tal vez es
que el Rey de la Noche parece pensar que soy perfecta incluso con todas
estas adiciones. En algún lugar del camino decidí que lo diferente ya no
era igual a malo.

—Hay maneras de deshacer lo que te sucedió —dice Temper.


Algo incómodo se desliza por mi estómago. Deshacer la magia de
Karnon… ¿cuántas veces he deseado que estas escamas en mis
antebrazos desaparezcan? ¿Que mis uñas negras vuelvan a su carnoso
color normal? ¿Que mis alas desaparezcan?

Es un sentimiento familiar. Hubo un tiempo en el que deseaba


lavar mi carne y vivir en la piel de otra persona.

Solo ahora estoy aceptando que quiero esta piel, imperfecciones y


todo. Y Temper está sugiriendo que puedo deshacerme de esas
imperfecciones. Que debería.

No esperaba que la oferta me lastimara, pero lo hace, solo un


poco. Quiero que ella me acepte de la manera en que Des lo hace.

—No quiero deshacerlo —digo.

Temper deja de hurgar para arquear una ceja esculpida en mi


dirección.

—¿En serio?

Conscientemente, extiendo y arrastro el borde de una de mis alas


hacia adelante, las oscuras plumas iridiscentes brillando.

Liberando mi ala, suspiro.

—¿Es tan difícil de creer para ti?

—Chica, tú y yo sabemos que no puedes volver a la tierra con el


aspecto que tienes. ¿No quieres venir a casa? Tienes toda una vida
esperándote.

Una vida solitaria y vacía. Eso no quiere decir que quiera


abandonarla, pero tampoco quiero tener que cambiar para regresar a
esa vida.

Abro la boca para decirle esto, pero luego me detengo. No voy a


defenderme de ella. Se supone que va a tener mi apoyo como tuve el de
ella en el pasado. Esa es la forma en la que nuestra amistad funcionó
siempre.

Sacudo la cabeza.

—Olvídalo.

Me vuelvo para irme.


—Espera. —Se dirige hacia mí y me agarra la muñeca—. Callie,
sabes que solo me preocupo por ti. —Sus cálidos ojos marrones buscan
los míos—. Es solo que sé cuánto no querías ser un hombre lobo
cuando estabas con Eli, y ahora después de estar con otro chico
durante tres segundos y medio, te ves como un hada.

Le brindo una mirada exasperada.

—No he estado con él durante tres segundos y medio.

Aprieta mi mano un poco más, leyendo mis rasgos.

—Bien —dice, haciendo alguna decisión a conciencia—, tienes


una larga y sórdida historia con él. Simplemente no me gusta compartir
a mi mejor amiga, incluso si el colega es su compañero.

Y ahí está la verdad detrás de la inquietud de Temper. Mi amiga


se siente amenazada.

Durante el tiempo en el que hemos sido amigas, nadie más se ha


interpuesto entre nosotras. Y, por lo que ella sabe, Des es el mismo tipo
que me hizo hastiarme de los hombres, así que ella también es anti-Des
porque es leal. Y aquí estoy, pidiéndole que deje ir su ira y sus celos.

Es mucho pedir, y está dispuesta a trabajar en ello por mí.

Retiro mi mano de su agarre para poder abrazarla.

—Te amo, chica loca —le digo.

Sus brazos me rodean un segundo después.

—Lo sé. ¿Cómo podrías no hacerlo? Hice explotar un portal por ti.

Justo ahí, en medio del abrazo, empiezo a reír.

—Todavía no puedo creer que hayas hecho eso. Y la mirada en la


cara de esa hada… —digo, refiriéndome al hada que había tenido como
rehén. Ese tipo probablemente necesitó un nuevo cambio de pantalones
después de la experiencia.

—¿Te refieres a mi guía? —dice—. Eso es lo que consiguió por


cobrarme de más.

Ahora las dos empezamos a reírnos, y es tan desmadrado, pero


las dos estamos un poco mal de la cabeza.

Temper se aleja, su risa se apaga.


—Está bien, ¿ahora dónde guardan estas hadas el licor? —
pregunta, mirando alrededor de la habitación—. Voy a necesitar
emborracharme si me voy a quedar aquí en el maldito Otro Mundo.

—Pensé que te gustaban las hadas —digo, adentrándome en su


habitación.

—Sí, cuando tenía diecisiete años. También me gustaba el lápiz


labial naranja. —Se estremece ante el recuerdo, arrodillándose frente a
un aparador presionado en un lado de la habitación—. ¡Ajá! —dice,
abriendo sus puertas—. Aquí estamos.

Agarra una botella con letras trémulas. Descorchándola, la


olfatea.

Se estremece un poco.

—Uf, huele a pis de duende, pero servirá.

Ni siquiera voy a preguntar sobre el comentario del duende.

Toma un trago directamente de la botella antes de ofrecérmela.

La alejo.

—Entonces… —Se deja caer en una silla adornada—. Mal-a-ki. —


Extiende su nombre, menando sus cejas.

Gruño, cayendo sobre su cama.

—Nooo.

—No, ¿qué? —dice, algún bufido en su voz.

Agarro una de sus almohadas, metiéndola debajo de mi pecho.

—Ya sé cómo irá esto: vas a irritarlo, entonces estará


malhumorado, y se desquitará conmigo porque soy tu mejor amiga.

Me mira de soslayo, tomando un trago de su botella.

—Lo tienes bien merecido, tú pequeña mierda. He tenido que


lidiar con Eli desde que rompiste con él, y ese hijo de puta peludo ha
tenido un buen hueso que elegir conmigo; juego de palabras no
intencionado.

Ups. Temper tiene un punto. Nuestro negocio, Investigaciones


Costa Este, contrataba parte de nuestro trabajo a Eli, que era un caza
recompensas sobrenatural. Supuse que nuestra relación—o la falta de
ella—no afectaría a nuestro trabajo.

Claramente, asumí mal.

—Entonces —continúa Temper—, ¿tiene novia?

—¿Eli? —Levanto un hombro—. No sabría decirte.

—Perra, tú y yo sabemos que no estoy hablando de Eli. Malaki.

Pobre hada. Parece que tendrá más que ver con Temper en los
próximos días, tanto si quiere como si no. Ella es una fuerza de la
naturaleza cuando quiere.

—Ni idea —digo.

Ni siquiera sé si las hadas tienen novias o novios. Parecen el tipo


de criaturas que tienen cortejos en vez de citas, y prometidos en vez de
parejas. Y aparentemente, si eres un gobernante, harenes.

Reprimo mi estremecimiento.

—Hmmm… —Temper toma otro trago de la botella,


completamente ajena a dónde está mi mente.

El impulso de beber se eleva en mí. Maldito Des por obligarme a


estar sobria. Podría usar un poco de licor para esta conversación.

—¿Es real el parche en el ojo? —pregunta.

Solo le doy una mirada a Temper.

—Lo es, ¿verdad? —dice esto como si fuera una especie de gran
revelación—. Quiero ver lo que hay debajo.

—¿Alguien te ha dicho que estás seriamente perturbada?

—Dice la chica que ama follar al hombre malo. ¿Cómo es el


Negociador en la cama? Apuesto a que el tipo es de grado A: asqueroso.

Definitivamente podría usar un poco de licor para esta


conversación.

—Temper, no quiero contar las intimidades.

—¿Qué? Siempre cuentas las intimidades.


Eso era cuando los hombres no me importaban y era divertido
reírse de algunas de las situaciones sexuales en las que me metí. Pero
la intimidad con Des… se siente diferente, sagrada.

—Es el mejor que he tenido —admito tímidamente—, y eso es todo


lo que voy a decir.

Temper me mira por encima de la botella.

—Mier-da, y aquí yo pensando que ese tipo era una mala


influencia.

—Oh, todavía es una mala influencia —digo, mis ojos volviéndose


distantes.

Des podría ser mi alma gemela, pero sigue siendo el hombre que
me engaña para que salte de edificios, que mata sin remordimientos,
que usa el sexo para cobrar el reembolso.

—Lo que digas.

Las dos hablamos un poco más. Es solo una vez que el alcohol
golpea el sistema de Temper y la hace sentirse soñolienta que la meto
en la cama me alejo de su habitación.

Paso unos segundos extra en silencio cerrando su puerta.

—Tienes alguna explicación que dar.

Cubro mi boca para amortiguar mi grito.

Apoyado contra la pared del pasillo está Des.

Avanza hacia mí, y como una tonta empiezo a retroceder. Cuando


sus ojos brillan como lo hacen ahora, puedo decir que está en el límite
que separa la cordura y la locura, la humanidad y su crueldad fae.

Está sobre mí en un instante, inmovilizándome contra la pared.

—Intentémoslo de nuevo —dice, mordiendo mi oreja—. Tienes


algunas explicaciones que dar. —Presiona una pierna entre las mías, el
movimiento frotando mi núcleo—. Ahora, ¿quieres comenzar por el
hecho de que no escuchaste mis instrucciones cuando estábamos en el
balcón antes, o por el hecho de que estuviste cerca de matarte al
enfrentarte a una hechicera enojada?

Trago delicadamente. Sabía que esto llegaría.


—Pude haber… —Su voz se rompe—. Podría haberte perdido —
dice con dureza—. Si hubieras resultado herida… ni siquiera habría
tenido tiempo de administrarte el vino lilac.

Aquí es donde me disculpo por asustarlo, y donde le doy las


gracias por su fe en mí.

Solo que nunca tengo la oportunidad.

La cara de Des se levanta hasta que el suave y astuto Negociador


me mira.

—O tal vez —continúa Des—, deberíamos omitir las explicaciones


y pasar al cobro.

¿Cobro?

De repente, el Negociador ya no me tiene clavada contra la pared.


Levanta primero una de mis piernas, luego la otra, envolviéndolas
firmemente alrededor de su cintura.

—Des… —digo, ahora comenzando a ponerme nerviosa.

¿Qué tiene exactamente en mente?

Comienza a caminar, sosteniéndome contra él.

—Tratemos de escuchar las instrucciones otra vez: esta vez,


cuando te las dé, las vas a seguir.

Estrecho mis ojos hacia él.

—¿Qué estás planeando?

Me muestra una mirada oscura y ardiente.

—Pronto lo verás, querubín.

Se dirige por el pasillo y baja otro, todo el tiempo estoy atrapada


en sus brazos. No me molesto en tratar de retorcerme, sobre todo
porque sé que él quiere que lo haga, y también porque la última vez que
intenté salir de esta posición, usó su magia sobre mí.

Así que en cambio, dejo que me cargue. No soy peso pluma. Si


quiere agotarse arrastrándome, adelante.

Finalmente, abre de un puntapié una serie de puertas dobles, que


conducen a otro de los muchos balcones del palacio.
El aire fresco de la tarde sopla por mi espalda, revolviendo mis
plumas y removiendo mi cabello.

—Si me arrojas desde el balcón… —le advierto.

No espera a que termine mi amenaza. En un momento está en


tierra firme, al siguiente, ambos estamos en espiral en el aire, yo todavía
en sus brazos.

Aish, entonces Des no está planeando tirarme desde un balcón…


planea dejarme caer desde el cielo.

Solo que no me deja ir.

Lo miro a los ojos, los dos entrelazados.

—¿Y ahora qué? —pregunto.

Sus ojos brillan.

Ese es el momento en el que siento que mi ropa se afloja, tal y


como lo hizo en Lephys.

¿Qué diablos…?

Mi atuendo fae esencialmente se derrite de mi cuerpo. Dejo


escapar un chillido, tratando de agarrar los remanentes de mi ropa. No
sirve de nada; se deslizan entre mis dedos como granos de arena.

Lo bueno es que ya había guardado mis dagas; de lo contrario, el


pequeño regalo de Des habría desaparecido.

Miro debajo de nosotros, viendo caer la brillante tela a Sonmia. Ya


estamos demasiado altos para ver dónde aterriza.

El aire nocturno acaricia mi piel desnuda. Se siente como nadar


desnudos, la sensación extraña y nueva y no del todo desagradable. Me
avergonzaría por la exposición, excepto que estamos demasiado arriba
en el cielo y la noche es demasiado oscura para que nadie nos vea.

Me vuelvo hacia Des, mi carne desnuda. Como las mías, sus


ropas hace tiempo que desaparecieron. Corro una mano por su bíceps,
mi pulgar trazando uno de sus puños de guerra.

Nos deslizamos a través de una capa de nubes tenues, la niebla


picando en mi carne. Son las nubes lo que me recuerda la primera vez
que volé. Des había señalado a las parejas escondidas en la oscuridad,
cada una atrapada en un abrazo de amante.
Inspiro profundamente, dándome cuenta de lo que Des quiere
hacer. Lo que ambos queremos hacer.

Por supuesto el Rey de la Noche, el hombre que gobierna sobre el


sexo y el sueño, la violencia y el caos, me trajo aquí, donde solo las
estrellas y la gran inmensidad del universo son nuestra audiencia.

—Te dije que tenía muchas, muchas demandas —dice, leyendo


mis pensamientos. Su voz es suave mientras revoloteamos en el cielo,
nuestro cabello crujiendo en la suave brisa.

Mientras habla, puedo sentir su magia asentándose a nuestro


alrededor. No es agresiva o incómoda como puede ser a veces. Por el
contrario, siento como si me estuviera bañando en la esencia de Des—
sombras y rayos de luna.

Lentamente, sus manos se deslizan por mi espalda. Se siente


como el toque de un escultor, moldeándome de alguna forma agradable.
Se deslizan bajo la parte posterior de mis muslos.

Mis manos están juntas holgadamente alrededor del cuello de


Des, y juego con los extremos suaves de su cabello.

—Pensé que querías que siguiera tus instrucciones —digo, mi


aliento en un susurro.

Levanta mi cuerpo unas pocas pulgadas y luego me desliza sobre


él. Mis labios se separan mientras lo miro, mi piel comienza a brillar.
Me veo como una estrella más en el cielo cuando nuestra carne se
encuentra.

—Lo hago —dice, acariciando mi mejilla—, pero creo que también


te prefiero un poco salvaje.

Con eso, empezamos a movernos, nuestros cuerpos volviéndose


febriles rápidamente. Y pasamos la noche como dos amantes más
ocultos entre las nubes.
Capítulo 19
Traducido por Feyrod

AL DÍA SIGUIENTE, Des y yo volvemos a estar en el patio de


entrenamiento, yo un poco desaliñada por la noche, Des tan impecable
como siempre.

Si pensaba que después de la cercanía de la noche anterior, el


Negociador sería fácil conmigo hoy, entonces pensé mal.

Aprieto mis nuevas dagas en mis manos, sintiendo cada pulgada


del novato cuando Des viene hacia mí.

—Intercéptalo, bloquéalo —ladra mientras comienza su ataque.

Mis brazos se levantan con retraso, apenas deteniéndolo.

—Mi costado está libre, Callie —dice.

¿Cómo voy…?

Gira fuera de mi agarre, y luego siento la presión de su espada


contra mi cuello.

—¿Cuántas veces te he matado hoy? —pregunta, su aliento cálido


contra mi mejilla.

—Veintitrés. —Me ha estado haciendo contar. Como si ya no me


sintiera supremamente mal de mis habilidades de combate.

Él chasquea la lengua.

—Puedes hacerlo mejor.


No quiero hacerlo mejor. Quiero regresar de vuelta al interior del
palacio, encontrar las cocinas reales, saquearlas de sus pasteles y luego
tomar una agradable y larga siesta.

He decidido, que los deseos son pequeños bastardos que siempre te


muerden el trasero, a menos, si los obtienes del Negociador.

Des asesta un golpe, derribando una de mis dagas de mi agarre, el


metal chocando contra el suelo.

Está bien, en serio, mi mierda está comenzando a molestarme.

—La daga es una extensión de tu brazo —dice Des, comenzando a


rodearme—. No dejarías que nadie te cortara la mano, no dejes que
nadie te quite tu arma.

Me abalanzo sobre mi daga caída, apenas escapando de otro golpe


del arma de mi compañero mientras me aparto del camino.

—Finalmente, mi sirena muestra potencial.

—Lo que daría por que te quedaras callado —murmuro. Por mucho
que ame su voz, hay algo particularmente desagradable en recibir
instrucciones de alguien con quien te estás acostando.

—¿Me darías algo? —dice Des, viéndose intrigado—. Querubín,


siempre estoy abierto a ese tipo de trato.

Más allá de Des, Malaki y Temper salen del palacio, dirigiéndose


directamente a nuestros campos de entrenamiento. Nunca he sido tan
feliz de verlos. Seguramente esto me sacará del entrenamiento por el
día.

La punta de la espada de Des golpea de repente mi esternón, sus


ojos plateados son intensos.

—No quites tus ojos de tu enemigo por un segundo.

—Temper y Malaki están aquí —le digo, señalando con la cabeza.

—Bien —dice, sin apartarse de mí—. Quizás puedas impresionarlos


con tu habilidad.
—¿No vamos a parar? —De repente, la presencia de Temper se
siente mucho menos bienvenida. No quiero que todos y sus madres
miren que me dan en el trasero. Tengo una reputación que mantener.
También hay que considerar mi dignidad hecha trizas. Me gustaría
conservarlas.

Sobre el hombro de Des, solo puedo distinguir a mi amiga dando


miradas de fóllame a Malaki.

Des barré mis pies de debajo de mí. Aterrizo en mi cadera, mis


armas se estrellan contra mis manos.

—Concéntrate —gruñe.

Uno pensaría que para un tipo que tuvo mucho sexo anoche,
estaría de mejor humor.

Busco mis dagas justo cuando patea una fuera del camino.

Al diablo esto. En serio.

—Perra —grita Temper—, sé que puedes dar algo mejor que eso.

Le lanzo una mirada desagradable, pero es un desperdicio. Ella ya


se ha movido, inclinándose hacia Malaki y susurrándole algo que lo
hace reír. Estoy bastante segura de que es a mi costa también.

El Negociador me azota el trasero con su arma, volviéndome


instantáneamente furiosa.

—Si no te gusta la forma en que te hablo, entonces enséñame.

Agarro mi daga restante y lanzo golpes, la punta de mi daga


atraviesa el cuero que cubre las pantorrillas de Des.

Él hace una pausa, sus ojos se dirigen a la rasgadura de su equipo


de protección. De repente, una sonrisa estalla a lo largo de su cara.

—¡Bien hecho! —dice, deslizando su arma en su funda—. Haré de


ti un guerrero. —Alcanza mi mano—. El entrenamiento terminó
oficialmente por el día.
Le doy a su mano una mirada escéptica antes de tomarla, medio
pensando que este es otro truco. Pero no lo es. Aparentemente, puedo
terminar de entrenar temprano si hago progresos. Apunta eso.

—Aww, ¿ya terminaron? —pregunta Temper, paseando con Malaki.

Como si se preocupara por mi práctica final. Solo está triste porque


su cita improvisada con el Señor de los Sueños está llegando a su fin.

—No te sientas tan triste, Temperance —dice Des—. Tengo planes


para las dos.

¿Nosotras dos?

Le lanzo una mirada burlona, mi vientre se contrae


incómodamente.

—Las dos van a pasar el día preparándose para el Solsticio.

—A LA MIERDA CON ESTO —me dice Temper.

Las dos estamos encerradas en la tienda de la modista real, una


serie de hadas tomando nuestras medidas y sosteniendo muestras de
tela en nuestras caras. El aire está cargado de olor a sándalo y aceite
quemado.

Ya nos han arreglado las uñas (o, en mi caso, las garras) y


recortado el cabello.

—Quiero decir, en serio, a la mierda.

El hada sopesa sus aspiraciones.

Yo apenas logro contener mi sonrisa ante el absoluto desdén de


Temper.

—¿Pensé que te gustaba verte arreglada? —digo. Dios sabe que


Temper siempre está hablando de mejoras que podría estar haciendo en
mi propio guardarropa.
—Sí, me gusta cuando lo hago yo misma. Solo toma cinco minutos,
y lo más importante, no tengo que desnudarme con mi diminuta
lencería mientras que algunas inesperadas manoseadas de hada están
en mí. ¡Ay! —gruñe Temper mientras el hada por capricho la pica con
un alfiler—. Perra, ¿lo hiciste a propósito? —Le da al hada una mala
mirada.

—Tal vez si dejaras de moverte... —dice la mujer.

—He estado quieta durante una hora. No soy una maldita estatua.

Otra hada intercede.

—Mi señora, lamentamos muchísimo las molestias. Estamos


trabajando tan rápido como podemos.

Ignorando la segunda hada, Temper le dice a la primera:

—Pínchame de nuevo y golpearé tu pequeño trasero pixie.

El sastre que trabaja en mí me palmea el brazo.

—Terminamos —susurra, permitiéndome bajar del pedestal en el


que he estado parada.

—Ay, demonios no —chilla Temper cuando ve que he terminado—.


¿En serio? ¿Has terminado antes que yo? ¿Cómo es eso justo? Yo ni
siquiera soy una parte importante de este festejo en el Solsticio.

—Cálmate, Temper —le digo, dirigiéndome a nuestras cosas—.


Terminarás pronto y yo estaré justo aquí.

—En realidad, mi señora —interrumpe el sastre—, el rey ha pedido


que le acompañe una vez que haya terminado.

—No me vas a dejar —exige Temper.

Me encojo de hombros, recogiendo mis cosas.

—Órdenes del Rey —digo—. No puedo desobedecerlas. —Me dirijo a


la puerta.
—Callie…

Salgo de la tienda de la modista antes de que ella pueda terminar


de hacer sus demandas.

¿Me siento mal dejando a Temper?

No es tan malo como para las hadas que tienen que terminar de
atenderla. Ella puede ser un dragón cuando quiere serlo.

Afuera, un soldado me espera.

—Mi señora. —Se inclina—. Estoy aquí para escoltarla al rey.

Casi pongo los ojos en blanco. De toda la pompa.

Los dos nos abrimos paso a través de los terrenos del palacio, en
dirección a una de las torres. El soldado se detiene ante una puerta de
madera tallada con refuerzos de bronce.

Toca dos veces en la puerta, luego, inclinándose de nuevo hacia mí,


se mueve hacia la formación contra la pared del pasillo.

Silenciosamente, la puerta se abre, y entro. Es otra biblioteca, una


biblioteca de la torre, a juzgar por las paredes curvas de los libros.
Varias mesas ocupan el centro de la sala, y en una de ellas hay una pila
de tomos, un lienzo parcialmente pintado, un conjunto abandonado de
pinturas y un pincel.

Pero ningún Rey de la Noche.

Me dirijo a la mesa, mis pasos haciendo eco por toda la habitación.

Curiosa, recojo el lienzo. Al principio, todo lo que distingo es la


curva de una cintura, la línea de un ombligo y el comienzo de un pezón
oscuro. Pero luego veo el antebrazo tendido lánguidamente cerca de la
esquina de la pintura, inconfundible por sus filas y filas de escamas
doradas.

Casi dejo caer la pintura.


Esta soy yo. Desnuda. Claro, no muestra mi cara, pero no es
necesario. Solo conozco a una persona que tiene escamas en su
antebrazo: yo.

Esto obviamente lo está haciendo Des.

Vuelvo a ver la pintura y, ¡Dios mío, ahí está mi pezón! Mi pezón. Él


había estado a medias de pintarlo cuando lo interrumpieron de su
trabajo.

Y el demonio ni siquiera está aquí para que lo enfrente.

Mis ojos se mueven hacia los botes de pinturas. En un capricho,


agarro el pincel y lo sumerjo en un bote que contiene pintura negra.
Una vez que he cubierto el pincel, empiezo a oscurecer
sistemáticamente la pintura.

¿Me siento culpable por arruinar el buen arte?

No tan culpable como me siento por abandonar a Temper: lo que


quiere decir que no me siento culpable en absoluto.

Después de terminar, dejo el lienzo húmedo a un lado, mis manos


ahora cubiertas de manchas de pintura negra.

Satisfecha con mi propia forma de venganza, paso del lienzo a la


pila de libros. Una nota se sienta en la parte superior de la pila.

Callypso,
En caso de que quisieras un poco de conocimiento extra del Solsticio.
—Jerome.

Me lleva un momento reconocer el nombre, pero finalmente lo


hago. Jerome fue el bibliotecario que conocí hace una semana.

Curiosa por los libros que sacó para mí, cojo el primero de la pila y
lo pongo sobre la mesa. Tirando de una silla, abro la tapa.

Antes de que pueda mirar la página de título o la tabla de


contenido, las páginas comienzan a cambiarse, estableciéndose en un
capítulo titulado «Solsticio».
Mis ojos rozan la primera página, y luego la siguiente... y la
siguiente. Me pierdo en las palabras, mi curiosidad sobre el festival solo
crece cuanto más absorbo.

Según lo que dice este capítulo, Solsticio es una reunión de los


cuatro principales reinos: Nocturno, Diurno, Flora y Fauna, que ocurre
en la semana que rodea el día más largo del año. Es una celebración de
renovación alojada en el Reino de Flora, y su propósito es celebrar la
regeneración de la vida. Las amargas rivalidades y la vieja enemistad se
dejan de lado durante esta semana para que los cuatro reinos puedan
reunirse, discutir temas de los reinos y deleitarse juntos.

Aparentemente, de una nota al margen, encontré en uno de los


libros, no asistir al Solsticio es un tabú bastante grande, de ahí por qué
Malaki persiguió a Des tan obstinadamente para asistir.

Tan pronto como termino el capítulo, cierro el libro.

De acuerdoooo.

Tomo el siguiente libro en la pila, uno sobre el Reino de Flora. Al


igual que el último libro, este cambia a una página específica. En ella
aparece una pintura de una mujer hermosa con cabello rizado, rojo
como la llama y ojos verdes, con enredaderas de amapolas rojas
enroscadas en el brazo.

Mara Verdana, se lee bajo la descripción, Reina de Flora, y su rey


consorte, el Green Man.

Mis ojos vuelven a la imagen, la sorpresa cubriendo mis rasgos.


¿Hay una segunda persona en la foto?

Pero ahora que lo miro, ahí está, simplemente se combina con el


follaje verde en el fondo. Lejos al lado de la Reina de Flora está
literalmente un Green Man, su piel una sombra suave del color, su
cabello y barba un tono más oscuro y salvaje. Sus ojos brillan con
malicia.

Miro fijamente la imagen durante mucho tiempo. Mara Verdana es


toda brillante, colores florecientes, como una flor en su apogeo, y el
Green Man es la espesura de los arbustos y la suavidad de la hierba
silvestre; él es todos los pedazos de plantas que se pasan por alto y se
menosprecian.

Estos son los gobernantes que recibirán el Solsticio. Los mismos que
esclavizan a los humanos.

La idea me inquieta enormemente, particularmente porque estos


dos gobernantes no se ven malvados o injustos. Al igual que mi padre
no parecía un hombre que abusaría de su hija.

Empujo lejos el libro.

¿Dónde está Des?

Me doy cuenta de que he estado esperando durante casi media


hora y todavía no ha aparecido. Distraídamente, giro mi brazalete una y
otra vez alrededor de mi muñeca. Mis ojos se mueven a las perlas
cuando un pensamiento viene a mí.

No necesito esperar por él si no quiero. Él tiene una tarjeta de


presentación que es particularmente efectiva.

—Negociador —digo a la habitación vacía—. Me gustaría hacer…

—¿… el amor? —La voz de Des es como un suave whisky escocés,


su aliento se abanica contra mi mejilla.

Miro por encima de mi hombro hacia él. Su cuerpo es una pared de


músculo muy atractivo, bloqueando las filas de libros detrás de
nosotros.

Apoya un pesado brazo contra mi escritorio, sus ojos se posan en


mi boca.

—Porque si eso es lo que deseas, querubín, estaría feliz de arreglar


eso.

Se ve tan emocionado de verme, sus ojos brillan. Casi me siento


mal por ser impaciente.

—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto, mirando alrededor de la


habitación.
—Supuse que querrías saber más sobre el Solsticio.

Lo miro un poco más.

—A veces es extraño lo bien que me conoces.

—Soy el Señor de los Secretos.

Sus ojos se dirigen a la pila de libros restantes.

—Oh, ni siquiera has llegado a los libros con la información


realmente jugosa —señala.

Sus ojos se mueven de la pila a su lienzo ahora oscurecido.

Él toma aliento.

—Cosa, traviesa, traviesa —dice, curvando los labios. Mueve sus


dedos, haciendo señas hacia el lienzo de adelante.

Lo arrebata del aire, estudiando la imagen empañada.

—¿Estás intentando pintar? —pregunta levantando una ceja.

—Me estabas pintando a mí —acuso.

¿Tenía la esperanza de que se sintiera culpable? Si es así, estoy


ladrando el árbol equivocado.

Baja el cuadro.

—La censura, sabes, es la muerte de la creatividad.

—No me importa.

Des nivela su cara cerca de la mía.

—Oh, pero si tus gemidos de anoche fueron algo por lo cual pasar
de largo, entonces creo que te importa la creatividad; en todo su
sentido.
Me siento ruborizada.

Echo un vistazo al montón de libros otra vez.

—¿Cuándo nos vamos al Solsticio? —pregunto.

—Mañana.

Casi me caigo de mi asiento.

—¿Mañana?

Ahora la insistencia de Malaki realmente tiene sentido. Hablar


acerca de llegar al último momento con una decisión.

Des tira de una silla a mi lado, se desliza dentro de ella y patea sus
talones sobre la mesa.

Dobla sus brazos sobre su pecho, sus bandas de guerra atrapan la


luz.

—Si hubieras leído los libros, no estarías tan sorprendida.

—Ni siquiera sé qué día es —le digo. No es como si el Reino


Nocturno tuviera calendarios publicados por todo el palacio—. O, para
el caso —continúo—, ¿cuántos días hay en un año en el Otro Mundo?

—Exactamente el mismo número que en el tuyo.

Dejo salir un suspiro exasperado.

—Ese no es el punto.

—Es diecisiete de junio —dice Des.

—Ese tampoco es el punto.

Me da una mirada indulgente. Moviendo su muñeca, uno de los


libros se desliza fuera de la pila, flotando en el aire y colocándose en las
manos en espera de Des.

Lo miro con curiosidad.


—¿Qué estás haciendo?

—Te leeré un cuento, querubín —dice—. Quieres respuestas, y me


siento particularmente indulgente, así que por hoy, las alimentaré con
cuchara en esa pequeña y pecaminosa boca tuya.

Aprieto los labios, lo que solo causa que Des agarre mi mandíbula
y me bese regresando su atención al libro.

Abre la primera portada y las páginas comienzan a voltearse


rápidamente.

—Ah, sí —dice cuando las páginas se instalan—. «Una breve


Historia de los Cuatro Reinos» —lee.

Empieza a narrarme el capítulo, su voz adquiere un acento inglés


por el simple hecho de explicar las viejas rivalidades entre Flora y
Fauna, Nocturno y Diurno. Lo miro, completamente hipnotizada por su
voz y carisma.

—…cada pelea por la zona fronteriza creen que es suya, aunque la


Gran Madre y el Padre hablaron de la tierra, el mar y el cielo
pertenecientes a todas las criaturas fae. La avaricia fue sembrada en el
principio de los tiempos, y con el ciclo de las estaciones, ha crecido en
los corazones de las hadas.

Lo que debería haber sido una lectura aburrida es amenizada por


la narración de Des. Uno a uno, se mueve a través de los libros
restantes, tomando varios acentos a medida que lo hace: a veces es un
acento irlandés o ruso, otras veces es alemán o francés, y una vez (para
mi gran deleite) imita un acento americano.

Des tenía razón; algunos de los libros posteriores que me lee no


necesitan ninguna narración extravagante en absoluto; son bastante
más interesantes que las lecturas anteriores.

De estos últimos tomos, sé que el padre del Rey del Día tenía un
harén lleno de hombres; que se consideró un milagro que engendrará a
Janus, el actual Rey del Día, y a Julios, su hermano gemelo ya fallecido.
O que Mara Verdana, la Reina de Flora, no era la presunta
heredera, su hermana mayor, Thalia, sí lo era. Sin embargo, antes de
ascender al trono, Thalia se enamoró de un hechicero ambulante que se
hacía pasar por un trovador. Él embrujó a Thalia haciéndole creer que
los dos eran compañeros, y ella gustosamente le dio la mayor parte de
su poder. Por poco destrozó el reino. Eventualmente, mataron al
hechicero y Thalia, que nunca se había recuperado de la pena, se arrojó
sobre su propia espada.

Me tenso cuando el texto se mueve sobre la historia de El Reino de


Fauna, y más específicamente de Karnon. Aparentemente, de acuerdo al
autor del texto, él era un joven de corazón blando.

—El miedo se agitó en el corazón del reino. Las almas bondadosas


hacen gobernantes pobres, especialmente en un reino de bestias —lee
Des.

Distraídamente, mi pulgar se mueve sobre las escamas de mis


antebrazos.

—Pero Karnon creció para ser tanto suave como fuerte, en la forma
en que un oso puede ser blando con sus crías, pero cruel con los
desconocidos. Bajo su mandato, trajo verdadera armonía a un reino que
había librado muchas guerras civiles a lo largo de los siglos.

Des cierra el libro. Mis ojos se mueven entre eso y mi compañero.

—Espera, ¿eso es todo? —digo—. ¿Eso es todo lo que dice sobre él?
¿Nada acerca de su locura?

—Su locura es demasiado reciente para ser incluida en un libro tan


viejo.

—¿Cómo podrían decir que era un gobernante gentil? —pregunto.


Violó y encarceló a mujeres.

—Callie —dice Des en voz baja—, tú y yo sabemos que los


monstruos no nacen, se nutren de la existencia.

Sé que es verdad, pero ahora hay un sabor amargo en la parte


posterior de mi garganta.
—La historia debería recordarlo como él era. —Elijo una de mis
escamas, las palabras del libro metiéndose bajo de mi piel.

—Se hará.

El calor de mi enojo muere un poco ante las palabras de Des, pero


no puedo sacar de mi cabeza la imagen de los ojos malvados de Karnon.

Bonito, pájaro bonito, su voz hace eco en mi memoria.

Ahora que pienso acerca de él, el misterio que se supone que estoy
resolviendo viene burbujeando nuevamente.

Karnon no es el único culpable; hay alguien más afuera haciendo


quién sabe qué a los hombres desaparecidos.

Y en cuanto al Rey de Fauna, ¿qué hay de él y su corazón


ennegrecido? ¿Qué se había conseguido con su muerte?

Las mujeres todavía dormían, y sus hijos todavía aterrorizaban a


otras hadas. Cualquiera que fuera el hechizo oscuro que Karnon había
arrojado, su muerte no lo había roto.

—¿La muerte deshace los encantamientos? —le pregunto a Des.

Busca en mi cara, probablemente tratando de descubrir dónde está


mi mente. Solo hace unos segundos, también podría haber estado
llevando una antorcha y una horca.

—Sí —dice finalmente.

—La muerte de Karnon no ha deshecho el encantamiento.

—No lo ha hecho —está de acuerdo.

Volvemos a donde estábamos hace una semana, cuando miré


fijamente los ojos de los niños ataúdes y no vi evidencia de la
paternidad de Karnon en ellos.

Solo ahora, sabiendo que hay más de un perpetrador por ahí, y


escuchando sobre la gentil disposición del Rey de Fauna...
¿Qué pasa si Karnon no estaba detrás del hechizo oscuro?

Solo la idea de quitarle la culpa a Karnon de los hombros me da


náuseas.

Empujo lejos todo el odio y todos mis retorcidos recuerdos de mi


tiempo como cautiva, y trato de verlo a través de una lente más clara.

Cuando visité al Rey de Fauna, parecía que siempre había dos


Karnon, uno que era salvaje y extrañamente gentil, y otro que era
calculador y siniestro. Al primero le gustaba acariciar mi piel y susurrar
promesas acerca de alas y escamas, el último forzaría la magia oscura
por mi garganta. Karnon podía deslizarse de una versión de sí mismo a
la otra en un instante, como ponerse o quitarse un abrigo.

Podría haberme perturbado por el salvaje Karnon, el extrañamente


tierno gobernante que aún estaba muy loco, pero le temía al siniestro
Karnon; él era cruel y lúcido al mismo tiempo.

Siempre había asumido que estos lados de él eran dos aspectos del
mismo hombre, pero tal vez... tal vez había algo más sucediendo aquí.
¿Podría ser posible que Karnon no fuera dos personalidades diferentes
que residen dentro de la misma piel, pero dos seres diferentes tomando
espacio dentro de un cuerpo? Tal vez Des mató al original, al hombre
salvaje que me dio escamas y garras, pero no al hombre que intentaba
dominarme con su magia oscura...

Apenas puedo seguir mis propios pensamientos, principalmente


porque la idea de dos seres diferentes que viven en un cuerpo es tan
imposible para mí.

Pero imposible no es un término al que suscriban las hadas.

Miro a mis escamas y garras. Diablos, estos rasgos deberían ser


imposibles. La gente no solo transmuta de la manera en que lo hice.

Cuanto más miro mis rasgos animales, más se abre paso otro
pensamiento traicionero. Escamas, garras y alas son características de
las sirenas. Incluso cuando los odiaba, mi sirena no. Ella se había
sentido más poderosa que nunca. Y el hombre que trajo estos rasgos a
mí no era el rey que intentaba absorberme con su magia, era quien
acariciaba mi piel y murmuraba tonterías sobre mis alas latentes.
Siento mi respiración lenta.

—¿Qué es? —Des pregunta, leyendo mi expresión.

Miro hacia él.

—¿Qué pasaría si... si Karnon no hubiera intentado castigarme ese


día en su sala del trono? ¿Qué pasaría si… no puedo creer que voy a
decir esto… estaba tratando de salvarme?

Es un pensamiento descabellado.

Des se inclina hacia adelante, levantando los pies de la mesa para


apoyar sus antebrazos en sus muslos.

—Explícate —me ordena.

—Estaba a punto de morir ese día. Pude sentirlo.

Todo ese día se está reorganizando para adaptarse a esta nueva


posibilidad.

—Karnon me transformó, y casi me mata, pero también te trajo a


él. ¿Qué pasaría si él supiera lo que estaba haciendo? ¿Qué pasaría si
supiera que algo andaba mal con él? ¿Qué pasaría si deliberadamente
te provocó?

Los ojos de Des se estrechan.

—No te entiendo.

Me paso las manos por el cabello. Mis pensamientos están todos


mezclados.

—Siempre pensé que había dos versiones de Karnon, pero, ¿qué


pasaría si no hubiera dos versiones de él… y si hubiera una entidad
completamente separada dentro de él?

De acuerdo, decir eso en voz alta suena mucho más ridículo de lo


que era en mi cabeza.
Des se tambalea.

Segundos pasan. Él no dice nada, y estoy empezando a pensar que


mi teoría es una estupidez de clase mundial.

—¿Crees que es por eso que el hechizo no se ha levantado? —


pregunta—. ¿Algo o alguien más estaba viviendo dentro de Karnon, y
escapó a su muerte?

Cuando lo dice así...

Levanto un hombro, sintiéndome como una adolescente ingenua de


nuevo. Qué se yo de la magia fae y sus límites.

Dudando, Des asiente con la cabeza, frunce el ceño.

—Es posible.

No sé si estoy más aliviada o asustada porque está de acuerdo.


Porque, por un lado, estoy feliz de que no piense que estoy loca, pero
por otro lado... y si lo que sugerí es cierto, entonces hay alguna
criatura fae malévola que puede saltar de cuerpo... y aún está ahí fuera.

Aun cazando, matando, existiendo.


Capítulo 20
Traducido por AnamiletG

EL DIA SIGUIENTE, el palacio está en una ráfaga de actividad. Las


hadas en todo el recinto real parecen estar limpiando, acicalándose y
empacando; todo, supongo, en honor al Solsticio.

—¿Qué diablos está pasando? —dice Temper cuando asoma la


cabeza fuera de su suite, observando a las hadas que corren por los
pasillos. Su cabello es un desastre arrugado, y parece que durmió muy
poco.

La examiné un poco más.

—¿Qué hiciste anoche...?

—¿Quieres decir después de que me lanzaste a los lobos? —Niega


con la cabeza—. Chica, eso fue bajo.

Pongo los ojos en blanco. Si alguien es un lobo, es Temper.

—¿Mataste a alguien? —pregunto.

—No, pero le di a esa hada desagradable que me mide las puntas


abiertas y la caspa.

Tómalo de Temper cómo ser cruel e inusual. De vuelta a la


escuela secundaria tenía un cuaderno completo de pequeñas ideas
hexagonales astutas.

—Temper, ella solo estaba haciendo su trabajo.

Resopla.

—¡Me estaba pegando como si fuera una muñeca vudú! Quería


decirle: “Perra, mi familia inventó muñecas vudú”. De todos modos... —
Me mira de nuevo—. ¿Qué está pasando? —Su mirada regresa al pasillo
ruidoso.
—Solsticio —explico.

—¿Qué hay de eso? —Sofoca un bostezo.

—Comienza hoy.

—¿Qué? —chilla.

—Nos estamos yendo en eh... —Saco mi teléfono celular antes de


recordar que estamos en el maldito Otro Mundo, donde la electrónica es
inexistente. Si quiero recordar el tiempo, voy a tener que aprender a
trazar las estrellas.

Ugh.

—Nos vamos pronto.

—¿Qué tan pronto es pronto?

Me encojo de hombros.

—Me voy a cambiar.

—¿Cambiar? ¿En qué? —Temper está mirando alrededor de la


habitación como si la ropa simplemente se materializara en el aire.

—Un saco de harina, un atuendo, ¿qué piensas? —Me alejo—.


Tengo que irme. Solo prepárate y encuéntrame en el patio.

Deja escapar un gruñido frustrado, luego cierra la puerta.

Regreso a las habitaciones de Des, sintiéndome extrañamente


nerviosa por la semana que viene. Por todo lo que aprendí sobre
Solsticio, habrá bailes y reuniones y chismes, ninguno de los cuales me
atrae. Y luego está el hecho de que voy a tener que codearme con hadas
que creen que los humanos no son más que esclavos.

Esto va a ser muy divertido.

Cuando vuelvo a entrar en la habitación de Des, hay un paquete


esperándome en la cama, mi nombre garabateado en un lazo.

Vacilando, quito la tapa. Descansando dentro de la caja hay un


vestido diferente a todo lo que he visto antes. No soy especialmente
femenina, pero aprecio mucho la buena ropa, y esto es mucho más que
simplemente agradable.
El material pálido brilla—brilla—intensamente, un color azul
suave. El escote de encaje una V pronunciada. Paso los dedos por el
material, y es increíblemente suave y bastante delicado. Acurrucados
junto al vestido hay dos enredaderas de flor en espiral, que también
emiten el mismo resplandor pálido que el vestido.

Des sale del baño y juguetea con su propio conjunto, que, como el
mío, está hecho del mismo material luminoso.

Está muy lejos del rey matón al que estoy acostumbrada, vestido
con pantalones ajustados, botas altas hasta la rodilla y una camisa que
se amolda amorosamente a sus hombros anchos y su cintura esbelta.
Rematando todo es su anillo de bronce martillado.

Antes de ponerle los ojos encima, habría supuesto que tal


atuendo haría que Des parezca menos peligroso, pero en cambio sirve
para afinar el sesgo de sus ojos y el dolorosamente hermoso corte de su
mandíbula y sus pómulos.

Aquí está el monstruo que todos esos cuentos de hadas me


advirtieron. Un hombre demasiado hermoso para ser real, uno que
cabalga en las noches oscuras para arrebatar doncellas caprichosas.

—¿Te gusta? —pregunta.

Asiento en silencio, pensando que se está refiriendo a sí mismo,


hasta que me doy cuenta de que está haciendo un gesto hacia el
paquete.

Arrastro mi atención de regreso al vestido, notando que la esquina


de su boca se contrae.

—Es... impresionante —le digo, mirando mi propio atuendo. Y


hablo en serio. Froto la tela luminiscente entre mis dedos—. ¿Qué es?

—Hilos de la luz de la luna —dice Des, luciendo complacido por


mi reacción.

—¿Hilos de la luz de la luna? —repito. Estoy tratando de hacerme


a la idea del hecho de que en el Otro Mundo, esto es perfectamente
normal—. ¿Y me pondré esto?

Sus labios se contraen de nuevo.

—Esa es la idea, querubín.

Se acerca y me quita el pelo de la cara.


—He esperado años para verte vestida mientras las reinas de mi
mundo están vestidas —dice.

Toco las solapas de su traje.

—A veces, me olvido de que eres un hada —admito.

Es ridículo pensar que esto me pasa a mí; no hay nada en Des


que sea particularmente humano, pero tiene una naturaleza
desarmante sobre la que me hace olvidar. Es solo ahora, cuando lo veo
vestido con su traje de fae que recuerdo.

—Lo sé —dice en voz baja.

Hay tanto en esas dos palabras que se va sin decir. No es la


primera vez, me gustaría que derrame más de sus secretos.

Me alejo de él.

—¿Me ayudarás a ponerme el vestido? —Ahora que tengo alas, la


ropa es una lucha.

Sus manos se deslizan por mi espalda. En respuesta, la ropa que


llevo puesta se desliza fuera de mi cuerpo, dejándome solo con un par
de bragas diminutas. De todos los trucos de magia de Des, estoy
empezando a pensar que este es uno de sus favoritos.

Mi vestido se levanta de la caja, flotando sobre mí. De repente, se


desliza hacia abajo, el material cae en cascada sobre mi cuerpo como
agua. Ni siquiera necesito levantar los brazos; se instala sin problemas
en mí.

Las manos de Des alisan el material de encaje que cubre mis


brazos.

—Dime un secreto —digo en voz baja.

Puedo escuchar la sonrisa en la voz de Des cuando dice:

—Algo codicioso. Veo que no estarás contenta hasta que conozcas


todos mis secretos.

Sonrío un poco, sobre todo porque lo que dice es verdad. Quiero


compartir cada secreto de él, simplemente porque son parte de él.

Sus manos se deslizan por mis brazos.


—Bien, aquí hay uno para mi compañera exigente: normalmente,
tendrías un séquito de damas para vestirte y bañarte.

—¿Cómo es eso un secreto? —pregunto, volteándome hacia él.

—Eliminé esa tradición en el momento en que viniste a mi reino


para poder atenderlo yo mismo.

Hombre perverso. No es que me esté quejando.

Pero, ahora que lo pienso...

Alzo las cejas y miro por encima del hombro.

—¿Me bañarías?

Los ojos plateados de Des se profundizan. La respuesta está


escrita en toda su cara.

—¿Te gustaría un baño?

Jesús, juro que esta habitación solo tiene cinco grados más.

Me aclaro la garganta.

—En otro momento.

—Es un trato.

Un escalofrío me recorre la espalda. Olvidé que este hombre hará


acuerdos vinculantes fuera del lenguaje común.

No mucho después de que Des me ayuda a vestirme, los dos nos


vamos de su habitación.

Observo mi atuendo mientras sigo a Des a través de su palacio,


Malaki y más guardias que se nos unen. El ajustado corpiño de encaje
fluye en una fina falda hasta el suelo cuando caminamos.

Esas vides florecientes y luminiscentes que venían con el vestido


ahora envuelven mis muñecas y antebrazos, un extraño cruce entre
guantes y joyas. Las flores que florecen de ellos son las mismas que he
visto en todo Somnia. Paso un dedo por los delicados pétalos. Se sienten
reales. Más imposible, magia fae trabajando.

Salimos del castillo y cruzamos los extensos jardines del palacio,


cada uno iluminado por luces de hadas flotantes y esas luces de
bengala encerradas en vidrio.
—Callie, hay algo que necesito de ti —dice Des a mi lado.

—Te va a costar —respondo sin perder un segundo.

Camina directamente hacia eso.

Sus ojos se iluminan.

—Eres descarada. Claramente has aprendido mis trucos. —No


parece en absoluto molesto por esto—. Un negociador lo es.

—¿Qué quieres que haga? —pregunto.

Des mira por delante de nosotros, y sigo su mirada. Esperando en


una línea limpia y ordenada que serpentea a través de los terrenos del
palacio hay filas de soldados de infantería y caballos montados. Todos
los soldados visten uniformes negros bordados con el mismo hilo
luminoso del que está hecho mi vestido.

Detrás de ellos, sentados a horcajadas sobre los caballos, hay


todo tipo de hadas, desde guardias reales hasta asistentes políticos, a lo
que debe ser parte de la nobleza del reino. Algunos de ellos sostienen
instrumentos, mientras que otros llevan linternas de altas crestas, y
otros pancartas con la imagen de una luna creciente, que sospecho que
es la cresta real.

—Quiero que sueltes tu sirena y la mantengas fuera hasta


después de que te presenten a Mara, la Reina de la Flora —dice Des,
alejando mi atención de la vista que tenemos frente a nosotros.

Su solicitud de inmediato me pone nerviosa.

—No puedo controlarla.

—No necesitas controlarla, querubín. Eres la compañera del Rey


de la Noche. Representamos todas las obras mejor hechas en la
oscuridad.

La forma en que dice eso me aprieta el estómago.

Muy bien, entonces el tipo me está dando libertad para dejar salir
mi sirena. Miro a todos los hombres y mujeres fae delante de nosotros,
agradecidos por una vez que mi glamour no puede controlar a otras
hadas. Porque si pudiera, mi sirena lo consideraría temporada abierta.

—Lo aceptaré con una condición —le digo.


Des sonríe con suficiencia, parece disfrutar por completo el trato
que estoy haciendo.

—¿Qué deseas? Ya tienes mis bolas...

—Levanta mi sobriedad.

Eso borra la diversión de su rostro.

—No.

—Entonces olvídate de la sirena —le digo con una falsa bravata.

Des se detiene para acercarme.

—Cuidado, pequeña compañera, cómo juegas tu mano. —Acaricia


mi columna vertebral—. Tentador como es tu trato, estás olvidando una
simple verdad.

—¿Y cuál es?

—Podría simplemente sacar tu sirena —dice, bajando la voz.

Si el Rey de la Noche decide seducirme, no hay mucho que pueda


evitar que mi cuerpo se rinda ante él. Siendo una sirena, no estoy
programada para resistir las insinuaciones sexuales, especialmente no
cuando provienen de mi compañero.

—Te arrepentirías —le digo, mi voz es igualmente baja.

Me mira, sopesando mis palabras.

—Bien —finalmente dice, un poco de diversión volviendo a sus


ojos—. Estoy de acuerdo con tus términos. Puedes beber alcohol… por
ahora. —Me da un rápido beso en los labios, y mientras lo hace, siento
un hilo de su magia alejarse de mí.

Puedo beber de nuevo Yasss.

Se aleja de mis labios, sus párpados pesados mientras mira mi


boca.

—Tu turno, querubín —dice.

No me cuesta mucho recurrir a mi propia magia. Mi piel comienza


a brillar cuando siento que se hace cargo. Muevo un poco los hombros,
mi mirada se mueve de Des a las hadas que tenemos delante.
Los que me ven parecen cautivados. Es una mirada diferente a la
que usan los humanos, cuyos ojos siempre parecen un poco vidriosos,
sus mentes están dispuestas a ser dobladas. Estos fae no parecen estar
a punto de ser arrastrados por mi glamour; simplemente parecen
fascinados por mi apariencia.

Me relajo aún más, dejando que la sirena se suelte de una


manera que raramente hago en la tierra. Comienzo a caminar otra vez,
un influjo extra en mis caderas, todo mi cuerpo ahora brillando. Una
sonrisa pecaminosa tirando de las comisuras de la boca.

Esta noche va a ser divertida.

Mucha gente nos espera, mucho más de lo que supuse que


llegaría. Siento que sus miradas se vuelven hacia mí mientras nuestro
grupo se une al de ellos. Siento que mis garras se afilan y mis alas se
animan un poco.

La mano de Des cae sobre mi espalda, y ahora mi atención se


dirige hacia él, mis párpados bajando. Si hay una persona que, incluso
ahora, tiene poder sobre mí, es él.

Su cabello blanco es barrido de su rostro, el color casi combina


con su atuendo. Parece que alguien arrancó la luna del cielo, la
convirtió en un hombre y luego me lo dio. Todo lo que quiero hacer es
llenarme de él. Me llenaré de él.

Él toma nota de mi interés.

—Dame solo esta noche, Callie. Entonces todo lo que quieras, te


lo daré —promete.

—¿Todo lo que quiera? —Mis ojos se mueven hacia su boca, y


hago clic en mi lengua—. Sabes mejor que hacer un trato tan ciego.

Sus ojos se iluminan.

—Estoy ansioso por ver qué harás con eso.

Somos interrumpidos por el ruido de los cascos. Un soldado


sostiene las riendas de dos elegantes corceles negros.

—Sus monturas —anuncia.

—¿Estamos montando caballos? —digo.


El caballo más cercano a mí golpea su cabeza contra mi hombro,
olisqueando mi cabello.

—¿Tienes alguna objeción? —pregunta Des.

Miro a la bestia de nuevo, sintiendo que la sirena comienza a


desvanecerse. Aparentemente, no hay sexo ni violencia significa ningún
servicio.

Es una tarea inusual, tratar de mantenerla fuera; estoy tan


acostumbrado a reprimirla siempre que puedo. Lucho con mi extraño
poder, finalmente logro controlarla.

—Está bien —le digo.

Con eso, Des agarra mi cintura y me ayuda a montar mi corcel.


Espero que muerda nerviosamente, pero nunca sucede. O bien estos
son caballos excepcionalmente bien entrenados, o los corceles del Otro
Mundo están hechos de material más resistente.

A mi lado, Des se balancea suavemente sobre su propia montura,


y el resto de los hombres más cercanos de Desmond también lo hacen.

Nuestros caballos trotan nuevamente en línea, moviéndose hacia


algún tipo de formación. Miro detrás de mí, alcanzo a ver a Temper a
horcajadas sobre otro caballo, el vestido que usa es de color burdeos
profundo.

Parece que encontró algo para ponerse.

Malaki se acerca a ella en su propio corcel, y la mirada que le


da... Dios mío, ella oficialmente hundió sus garras en él.

Alguien silba, y los músicos de nuestra procesión comienzan a


tocar sus instrumentos, el sonido suave y etéreo.

Doy la vuelta cuando comenzamos a movernos, la fila de soldados


y corceles montados se dirigen alrededor del castillo y hacia las puertas
del palacio. Encuentro que no necesito dirigir mi caballo; se mueve
como uno con el grupo.

Delante de nosotros, las puertas se abren, y luego están todos los


residentes de Somnia, animándonos cuando pasamos de largo.

Des se inclina sobre su caballo para hablarme.


—Las hadas han comenzado a exponer sus alas —dice, señalando
con la cabeza a la multitud.

Sigo su mirada. Tiene razón. Muchos de ellos tienen sus alas


afuera, sus delgadas membranas brillando bajo la luz de la lámpara.

—¿Por qué están todos afuera? —pregunto. Por lo general, las


hadas solo las desnudan cuando sus emociones son altas.

—Por las nuestras —dice.

De hecho, Des, que alguna vez me ocultó cuidadosamente sus


alas, ahora las lleva con orgullo. Y no tengo más remedio que mostrar
las mías.

—¿Por qué nos imitarían? —pregunto.

—Porque somos realeza.

—Tú eres de la realeza —corrijo—. Yo no.

Des me da una mirada ilegible, luego asiente distraídamente.

La procesión serpentea a través de las calles de la ciudad, y justo


cuando creo que nuestra hermosa línea de caballos y soldados tiene la
intención de caminar al borde de la isla, volvemos al palacio.

Ya me encantaría desmontar, pero algo me dice que eso no va a


suceder pronto.

Mis manos brillantes se tensan sobre las riendas mientras miro al


Negociador, que observa a la multitud como un lobo entre los hombres.
Va a tener que pagarme abruptamente en sexo antes de que considere
que se trata de un intercambio justo.

La flecha sale de la nada, silbando mientras se posa sobre mí.

La mano de Des sale disparada, arrebatándola a solo centímetros


de mi pecho.

Santa mierda.

Los dos contemplamos el pedazo de madera y piedra que bien


podría haberme matado.

Mi respiración se atasca.

Alguien trató de matarme.


Mi compañero me salvó.

Los ojos de Des se levantan, trazando la trayectoria de la flecha de


vuelta a su fuente. Su mirada fija en la figura que bajaba de un edificio
cercano.

—Cuídenla —ordena el Negociador a los soldados más cercanos a


mí, y luego desaparece.

Una fracción de segundo más tarde lo veo en la azotea, con las


alas abiertas. Agarra a un hombre fae y lo acerca, presionando una
cuchilla contra su garganta. Solo me toma un momento darme cuenta
de las plumas creciendo en lugar del cabello de su cautivo y el arco y el
carcaj todavía atados a su cuerpo.

Un fae de Fauna intentó matarme.

Mis alas se despliegan a medida que la adrenalina late a través de


mí.

Des hace girar al hombre para que se enfrente a la multitud. Y


luego, frente a cientos de sus súbditos, mi compañero arrastra su
espada por la garganta del hada. Una cascada de sangre cae de la
herida.

Maldito Matusalén, esa es una forma de manejar a tus enemigos.

Con un pie, Des patea al hada del edificio.

La multitud debajo se desplaza mientras el hombre moribundo


rueda por el aire, aterrizando en el suelo con un repugnante sonido.

Durante varios segundos, el Negociador permanece en la azotea,


con el pecho agitado. Envaina su arma, luego salta al cielo, sus alas se
abanican a su alrededor. La multitud jadea al ver esas alas con punta
de garra—las alas de dragón, las alas de demonio—volar por encima de
ellos.

Se desliza sobre la procesión detenida, aterrizando suavemente en


su silla, sus alas dobladas detrás de él.

Las aclamaciones anteriores de la multitud han sido


reemplazadas por un silencio ominoso. El único que no parece verse
afectado es Des. Me alcanza, tirando de mí en un beso salvaje.
Des sabe a sangre, amor y muerte. Me besa como si estuviera
saqueando mi boca, y no me importa ni una mierda. Lo beso con avidez,
bebiendo la esencia de mi Rey de la Noche.

Él podría ser la muerte en las alas, pero me salvó.

Justo en el medio de nuestro beso, una ovación se levanta entre


la multitud. Es un poco más salvaje, un poco menos indulgente, que los
rugidos previos de nuestra audiencia.

Des se aparta de mis labios, su mano en mi cuello todavía me


abraza. En sus ojos puedo ver una chispa de miedo, una pizca de
adoración—pero sobre todo, veo un profundo e interminable pozo de
furia. Aquí está el monstruo detrás de los puños de guerra y la tela
bonita, el monstruo que no quiero domesticar, el que quiero desatar.

Soy la oscuridad, sus ojos parecen decir, y tú eres mi encantadora


pesadilla. Y nadie nos quitará esto.

Parpadea y el remolino de caos en sus ojos se apaga.

—¿Estás bien?

Asiento con la cabeza.

—Bien.

Me suelta, y ya me duele el cuerpo por la ausencia de su toque


violento y sus ojos malévolos.

Los soldados se acercan a nosotros, haciendo preguntas, mientras


que otros están empujando a la multitud hacia atrás. Donde cayó el
hada Fauna, ahora hay un grueso grupo de hadas luchando entre ellas.
Las cosas se están poniendo feas y la multitud se está calentando.

Alejando a los hombres y mujeres que vienen a hablar con él, Des
suelta un silbido y le indica a la procesión que continúe. Rápidamente,
hombres y mujeres vuelven a alinearse, algunos montando sus corceles,
otros reanudando su posición como soldados de a pie.

Esta vez, cuando el convoy se mueve, no va serpenteando. Mi


corcel comienza a galopar, sus zapatos chisporrotean contra el camino
de piedra mientras corre por las calles, siguiendo la línea de caballos y
soldados hacia el palacio.

A mi lado, la cara de Des está en líneas intransigentes. No es


hasta que estamos a través de las puertas que su expresión se relaja,
aunque sus manos todavía se las arreglan para agarrar sus riendas
como si les estuviese ahogando la vida.

Eventualmente, nuestro grupo se dirige hacia un edificio que


nunca había visto antes. El anexo circular es enorme, sus grandes
puertas dobles abiertas en señal de invitación. Nuestra procesión no se
desacelera a medida que avanza hacia ella.

La emoción y un hilo de miedo se mueven a través de mí. No


puedo ver nada más allá de la entrada sombría de la estructura de
mármol, pero puedo decir que hay demasiados caballos y demasiadas
hadas para encajar en el edificio.

Nadie más parece compartir esta preocupación. Ni siquiera Des,


que todavía está meditando desde donde se sienta a mi lado.

El primero de los soldados de infantería que encabeza nuestro


convoy entra corriendo por la puerta, sus cuerpos desaparecen dentro.
Luego la siguiente fila desaparece, y luego la siguiente.

Y luego, el primero de los guardias montados se dirige adentro.


Hay treinta pies restantes entre mí y la puerta, luego veinte, luego
diez...

Des y yo pasamos por las puertas dobles, los cascos de nuestros


caballos retumban cuando entramos en la sala abovedada. Solo tengo
tiempo para ver el aire ondular como tela delante de nosotros antes de
que Des se acerque y tome mi mano.

Un portal, me doy cuenta. Por supuesto.

Segundos más tarde, estamos corriendo a través de él, mi


estómago toca fondo mientras mi cuerpo se ve obligado a pasar por el
tiempo y el espacio.

Mi caballo golpea el suelo al otro lado del portal, sin perder un


solo paso.

Parpadeo varias veces, entrecerrando los ojos ante la luz brillante


en la que de repente estoy empapada. Luz del sol. Lo tomo como si fuera
sexo o carnicería, sintiendo mi magia hincharse.

Cierro los ojos otra vez, disfrutando de ello. Casi había olvidado
cómo se sentía. Cuando abro los ojos, mi mirada va a los interminables
y ondulantes campos que se extienden en todas las direcciones, las
pequeñas flores silvestres que los salpican balanceándose con la brisa.
Es solo delante de nosotros que las colinas dan paso a montañas
boscosas y picos de color púrpura.

—Bienvenido al Reino de Flora —dice Des junto a mí, soltando mi


mano. Su furia anterior se ha ido por completo.

Aunque hace tiempo que dejamos atrás el peligro en Somnia, mi


caballo no desacelera. Toda nuestra procesión se mueve a toda
velocidad. Incluso los soldados de infantería están corriendo, y no
puedo evitar pensar que todos los deseos del mundo no pudieron
convencerme de correr con una manada de corceles galopantes a la
espalda.

Pero tal vez sea solo yo.

El sol comienza a ponerse mientras cabalgamos, el cielo poniente


da a mi piel un tono rosado y hace que mi vestido resplandeciente baila
en todo tipo de colores.

Después de un tiempo, las praderas dan paso a los bosques, las


colinas se vuelven más escarpadas cuanto más lejos viajamos.
Eventualmente, nuestro grupo desacelera, mi caballo cae finalmente a
un trote tranquilo.

Unas curvas en el camino más tarde, me doy cuenta de por qué.

Hasta ahora, los árboles han sido grandes, pero por delante de
mí, dominan por completo el paisaje, sus troncos son mucho más
grandes que las Secuoyas gigantes que he visto en California.

Y cuanto más lo miro, más me doy cuenta de que estos árboles


son hogares. Una escalera tuerce uno, y otros dos están conectados por
puentes intrincadamente forjados hechos de ramas y vides. Construidos
alrededor y dentro de los troncos de estos árboles hay elaboradas
estructuras fae. En la actualidad, cientos de faes de Flora se reúnen a
lo largo de los puentes y balcones de sus copas de los árboles o en los
bordes del sendero para observar nuestra procesión cuando pasa junto
a ellos.

Seguimos el camino curvado, y los árboles parten. Delante de


nosotros, un castillo hecho de piedra gris y cubierto en gran parte en
enredaderas en flor se encuentra en medio de un anillo de árboles
goliat.

El palacio de Flora.
Cuanto más nos acercamos, más hadas se reúnen a lo largo de
los lados de la carretera. Muchas de sus miradas están clavadas en
Des, el Rey de la Noche, cabalgando sobre su oscuro corcel, pero un
buen número de ellos se concentran en mí, sus ojos contemplan mi piel
resplandeciente, mi rostro, mis alas.

Hazles saber que esto es lo que significa ser humano, susurra la


sirena. No soy algo con lo que se pueda jugar.

No hay puertas para dividir los terrenos del palacio del resto de la
tierra, pero cuando cruzamos hacia los terrenos del palacio, por una
fracción de segundo el aire se siente viscoso, como si me estuviera
moviendo a través de la miel. Cualquiera que sea esta barrera mágica,
está destinada a mantener a la mayoría de la gente fuera.

Por otro lado, la multitud que nos espera es notablemente más


rica. Sus ropas están más adornadas, sus cabellos más elaboradamente
peinados, sus joyas más intrincadas. Muchos de ellos se tocan la frente
con los dedos mientras pasa, lo que asumo es un signo de respeto.

Al pie del castillo, nuestra procesión se detiene, y la música que


nuestro grupo ha estado tocando hasta ahora se desvanece.

A mi lado, Des se desvanece de su caballo, ganando varios jadeos


entre la multitud de espectadores. Reaparece al lado de mi caballo.

—Es hora de desembarcar, Callie —dice.

Des me alcanza, ayudándome a bajar del caballo. Está


completamente inconsciente de sí mismo: su belleza, su fuerza, su
magnetismo. Sin embargo, no está ajeno a mí. Me mantiene cerca más
tiempo del necesario, sus ojos se mueven de mis ojos a mis labios.

—Todavía te estoy reteniendo por tu promesa —digo en voz baja,


mi glamour haciendo música con mis palabras.

Una sonrisa secreta ilumina su rostro al recordar su promesa de


darme todo lo que quería.

—No lo he olvidado.

Finalmente me libera, y los dos avanzamos con nuestro grupo


una vez más, esta vez a pie, mientras nuestros caballos son llevados.
Nos dirigimos a través de enormes puertas dobles hechas de madera
pesada.
Intento no mirar mientras entramos al palacio, pero es difícil no
hacerlo.

El bosque parece haber llegado al castillo. Los pisos están


cubiertos de hierba silvestre, y salpicados de flores de primavera. Las
enredaderas se entrecruzan en las paredes de piedra, cada filamento
lleno de flores. Incluso el candelabro que cuelga sobre nuestras cabezas
es una extensión del mundo natural, el marco hecho casi en su
totalidad de lo que parece ser vivo, madera en flor y musgo. Lo único
que no está vivo parece ser las velas cerosas y goteantes que salpican la
araña de luces.

Cruzamos la entrada y casi todos los soldados de Des se separan,


alineados a cada lado de la puerta que conduce al interior del castillo.

Des toma mi mano.

—Es hora de presentaciones —explica en silencio.

Ahora la parte más curiosa de toda la noche.

Todos llevamos máscaras bonitas, máscaras bonitas que


esconden pensamientos depravados. El mío está escondido detrás de
una piel brillante y una voz melódica. Des está al acecho en las
sombras. ¿Qué me mostrarán esta reina y su consorte rey?

Nuestro ahora mucho más pequeño grupo se dirige a través de la


puerta frente a nosotros. En el otro lado hay una sala del trono, está
llena de fae de todas las formas y tamaños. La mayoría parecen hadas
normales, pero luego hay algunas que se parecen más a plantas que a
personas, algunas de las cuales estoy bastante segura de que son
duendes, y una que tiene un extraño parecido con un troll. Todos ellos
están vestidos con trajes suntuosos. Claramente, estos son los más
privilegiados de los ciudadanos del Reino de Flora—los más
privilegiados y probablemente los más voluble, su lealtad tan dócil como
mi cuerpo bajo el toque de Des.

El Negociador y yo caminamos por el pasillo, nuestros cuerpos


aun brillando—en mi caso en parte por la ropa y en parte por mi piel.
Siento los ojos de la habitación sobre mí, sus miradas como un toque.
Su curiosidad, su envidia, su anhelo me llena.

Estoy intrigada por todas estas criaturas alienígenas, criaturas


que apenas entiendo y que no puedo controlar. Ellos, a su vez, miran
hacia atrás, sus ojos hipnotizados por mi piel y mi rostro. Sé que
parezco un ángel extraño, mis alas negras brillan más bajo de esos
extraños candelabros.

Cuando llegamos al final del pasillo, los guardias frente a


nosotros se hacen a un lado, desvelando la tarima elevada detrás de
ellos.

Apoyada en un trono hecho de vides y flores, está Mara Verdana,


la Reina de Flora.

Su cabello rojo salvaje cae en cascada por sus hombros y su


pecho, sus ojos tienen el mismo color verde intenso que las plantas que
nos rodean. Su piel es de alabastro pálido, y su boca es tan voluptuosa
como parece ser el resto de ella.

Hay flores en su cabello, flores tejidas en su vestido, y su corona


es simplemente una corona de ellas. Pero es la flor más hermosa de
todas. Me doy cuenta que quiero tocar su piel y ver si es tan suave como
un pétalo como imagino.

Ella nos mira con los ojos entornados, una leve sonrisa divertida
en sus labios. Podría ser la Reina de Flora, pero al igual que Des, me
parece una pantera, algo hermoso y peligroso que golpeará cuando
menos lo esperes. A pesar de su magnificencia, debe ser una persona
trastornada.

Junto a ella, en un trono notablemente más pequeño, está su


marido, el Green Man. Fiel a su nombre, es verde de pies a cabeza. Su
pelo es del color oscuro de los árboles de hoja perenne, y su piel del
color pálido de la hierba de primavera.

Esperaba un hombre musculoso y barbudo, pero en comparación


con el Negociador, el Green Man es más un dandi, su rostro es bonito
sin el duro y áspero filo que tiene Des. A diferencia del retrato que vi de
él, no tiene barba, su cara tan suave como su cuerpo es ágil.

La sirena en mí descubre que no tiene ningún interés en él. No


hay poder para convencerlo y no hay peligro de lo que alimentarse. Todo
lo que siento hacia el hombre en este momento es... lástima. Tal
criatura tiene todas las trampas de una cosa salvaje y violenta, pero
junto a su esposa vibrante es dócil, obediente, derrotado.

Des y yo llegamos al borde del estrado. No sé cuál es la etiqueta


fae en esta situación, así que me toco la frente con los dedos como vi
que otras hadas lo hicieron.
—Reina de Flora, Green Man —dice Des, inclinando la cabeza
hacia los dos—, como siempre, es un placer.

Mara se pone de pie, su vestido verde salvia tambaleándose


mientras lo hace. Su rostro se divide en una sonrisa. Su felicidad es
como una flecha hacia el corazón. Me pregunto cuántas personas han
renunciado a todo lo que aprecian para disfrutar de la sonrisa de esta
mujer.

Extiende sus brazos.

—Bienvenido, mi Emperador de las Estrellas del Crepúsculo.

¿Mi emperador?

Mis manos comienzan a rizarse.

Mara desciende los escalones, sus ojos ni una vez viajando hacia
mí. Mi piel erizándome.

No soy alguien a quien ignorar, mi sirena sisea.

Se acerca a Des y lo besa en ambas mejillas. Detrás de ella, el


Green Man baja de su trono, siguiéndola, con sus ojos color ámbar
sobre mí. Solo por la forma en que está mirando, puedo sentir su
anhelo. Puedo sentir todo su anhelo. Se cuelga en el aire como perfume;
soy algo envidiable, algo extraño y tabú.

¿Cuántas manos desean acariciar mi carne, cuántas caras desean


enterrarse en mi pelo...? Mara puede tener su momento con Des. El Rey
de la Noche es mío, y los súbditos de la Reina de Flora también podrían
estar bajo mi hechizo.

—Mara —dice Des—, esta es mi compañera, Callypso Lillis, una


de las últimas sirenas.

A regañadientes, Mara vuelve su mirada de Des hacia mí. El


genuino interés parpadea en sus ojos.

—Qué belleza.

El cumplido es un bálsamo para la sed de sangre que vibra bajo


mi piel. La belleza es uno de los pocos poderes que aún poseo en este
lugar extranjero. Pero en algún lugar muy dentro de mí, el cumplido se
agita.
No hay nada que deje emocione más a mujer como que se le llame
hermosa, me susurra mi mente racional.

Apoyando sus manos sobre mis brazos, Mara me acerca y besa


cada una de mis mejillas. Detrás de mí, escucho a sus sujetos contener
el aire, y tengo la sensación de que Mara acaba de romper la etiqueta.

Porque soy humana...

Me libera y se endereza.

—Desmond tiene suerte de haberse encontrado como una joya. Y


tú tienes suerte de haberte encontrado un compañero en un rey.

Resbalosa, resbalosa mujer. Sus palabras no son un insulto, pero


están redactadas solo para que sigan esa línea.

Le brindo una sonrisa lenta y curva.

—Eres muy amable. —Esta es la primera vez que hablo


directamente con ella, y la habitación se calla mientras escuchan mi voz
armónica.

Mara saluda a algunos de los suyos.

—Por favor, muestren al rey y la reina a sus habitaciones —les


ordena, sin molestarse en dejar que el Green Man nos salude. A mí y
Des ella nos dice—: La fiesta comienza en una hora en los Jardines
Sagrados. Espero verlos a los dos allí.
Capítulo 21
Traducido por Mew Rincone

FINALMENTE ESTAMOS los dos solos dentro de la suite en la que nos


estamos quedando. Casi todas las superficies que nos rodean están
cubiertas de plantas con flores. Se alzan desde macetas, serpentean por
las paredes y cuelgan de los techos. Su olor es casi demasiado
poderoso.

La habitación en sí está viva, y está situada dentro de uno de los


árboles colosales que rodean el castillo. Arriba y abajo hay más
habitaciones donde se aloja el resto de nuestro grupo.

Mi piel se oscurece cuando obligo a la sirena a volver a sus


profundidades acuosas, encerrándola. Me froto los brazos, recordando
todos los pensamientos egoístas y retorcidos de la sirena.

Des levanta una ceja.

—Todavía tengo deudas con ella —dice.

Sí, los favores sexuales que planeaba sonsacarle.

—Ella volverá para recogerlos en algún momento. —Me paso las


manos por mi cabello, recuperando mi cuerpo—. ¿Por qué querías que
saliera la sirena?

—Las hadas siempre están al tanto de la dinámica del poder —


dice Des, doblando los brazos mientras se apoya contra una mesa
pequeña—. Quería que Mara te encontrara en tu peor forma.

¿Y quién mejor para enfrentarla que mi sirena?

Dejo escapar un suspiro tembloroso. Ni siquiera estamos a una


hora de la visita y ya me estoy evaluando.

Esta era mi bienvenida al Solsticio. Que empiecen las festividades.


PARA CUANDO llegamos a los Jardines Sagrados el cielo está oscuro y
me siento más como yo misma.

—Jardines Sagrados —murmuro mientras caminamos bajo un


enrejado florido y entramos en el claro boscoso—. Suena a como de
adolescente le llamaría a mi vagina.

A mi lado, Des sonríe.

—Sin lugar a dudas, querubín. —Sus ojos se ponen un poco


tristes, y me pregunto si, al igual que yo, está pensando en todo el
tiempo que perdimos juntos entre entonces y ahora.

Tan pronto como entramos en el jardín, que no es tanto un jardín


sino más bien una pradera en flor rodeada de setos y árboles, la
atención de la multitud se mueve hacia nosotros. Un mar de rostros
extraños nos devuelve la mirada a Des y a mí, y solo reconozco a dos:
Temper y Malaki. Los dos deben haber llegado aquí poco antes que
nosotros.

Des me lleva más profundo al Jardín Sagrado. El área está


iluminada por luces hadas y varias hogueras. Aquí huele a jazmín y
humo, y cuando el fuego silba y arde, se eleva hacia el cielo lleno de
estrellas.

Des se inclina hacia a mí y su aliento me hace cosquillas en la


oreja.

—Deberías ser conocedora de que…

— ¿Acabas de decir «ser conocedora»? —lo interrumpo—.


¿Cuántos años tienes, ochocientos?

—…de que como Rey de la Noche —continúa sin perder el ritmo—


, se espera que ayude a dirigir las festividades de esta noche, y como mi
compañera, se espera que estés a mi lado.

—Porque tengo un montón de otros lugares en los que estar —


digo. Logro ver una urna gigante de vino de hadas. A evitar numero uno
5una vez que comience la fiesta.

Los ojos de Des se iluminan, sus labios se curvan en una sonrisa


de satisfacción.

5
N.T. En español en el original.
—Una advertencia, querubín: la impertinencia es excitante, así
que si esperas que aleje mis manos de ti y de tus preciosas cuentas, tal
vez quieras trabajar en ser agradable.

Alzo una ceja.

—Si crees que voy a ser una novia dócil y agradable, estás...

Antes de que pueda terminar, una mano invisible me empuja


hacia adelante, hacia los brazos de Des. Él todavía tiene esa sonrisa de
suficiencia en su rostro.

—Compañera es el término correcto —dice, su voz suena


seductoramente baja. —No soy tu… —Hace una mueca—, novio, no soy
ni un niño, ni particularmente amigable. —Termina su pequeño
discurso besándome en la nariz.

Me doy cuenta del error que cometí solo una vez que las manos
persistentes de Des finalmente me liberan. Me puso un cebo
deliberadamente, sabiendo que le replicaría y que él tendría su
oportunidad.

Hombre astuto.

Miro a nuestro alrededor. El chisporroteo de las llamas y el brillo


de la luz parpadeante juegan con mi visión. Un momento las hadas nos
están mostrando dulces sonrisas, y al siguiente nos están mirando
sugestivamente.

Todo es desconcertante, como si Des y yo fuéramos un drama que


se desarrolla puramente por placer.

Pero tan pronto como noto la atención antinatural, ésta se desvía.


La multitud se queda en silencio y de la oscuridad emerge Mara, el
Green Man en su brazo. La cola de su vestido se arrastra detrás de ella,
dejando un rastro de pétalos de flores a su paso.

Justo detrás de la Reina y al Rey de Fauna, los siguen un grupo


de hombres hermosos, cada uno vestido con un frac y un chaquetón de
color verde oscuro, y detrás de ellos hay un grupo de músicos que
llevan arpas y liras, violines y flautas.

Mara se aparta de las hadas a su alrededor para situarse en la


mitad de la reunión.
—Bienvenidos, todos sean bienvenidos —dice extendiendo los
brazos ampliamente—, a la primera noche del Solsticio.

A nuestro alrededor veo hadas de Fauna, Flora y Noche. Solo hay


un grupo de hadas que está notablemente ausente.

—¿Dónde está el Reino Diurno? —le susurro a Des.

—No suelen venir hasta la luz de la primera mañana.

Hago una “O” con la boca, como si eso tuviera totalmente sentido,
cuando en realidad no es así. Lo que sea.

—... Esta es una semana de jolgorio —continúa Mara—, incluso


cuando la Madre y el Padre se abrazan profundamente en sus tumbas
de barro. Cuando el agua y el vino, el suelo y el sol, hombres y mujeres
se unen. Esta semana, dejemos de lado nuestras aflicciones y
vendettas… —Algunos fae de Fauna nos cortan con la mirada a mí y a
Des—, y vamos a beber tanto como podamos, comer en abundancia,
amar plenamente y deleitarnos por completo.

Desde la multitud se alza un clamor, varias hadas silban en


aprobación.

Mara espera hasta que su audiencia se silencia antes de


continuar.

—De las profundidades del útero de la noche nacimos, y a la


profunda noche nuestros espíritus regresan cuando el cuerpo ha
muerto y la carne se ha enfriado. Y así comenzamos esta semana de
festividades con lo que vino primero, antes del parpadeo de la primera
luz, la oscuridad primordial. Dirijan sus miradas al Señor de los
Secretos, el Maestro de las Sombras: Desmond Flynn, el Rey de la
Noche.

Hace un gesto hacia el lugar donde Des y yo estamos de pie. Las


miradas de la multitud fueron desconcertantes antes, pero ahora no
eran nada para el acalorado enfoque de la reunión.

Mis alas se alzan ante tal atención, pero Des está tan calmado
como siempre. Coloca una mano estabilizadora en mi espalda y nos
maniobra hacia Mara y su escenario improvisado.

Esto no es exactamente lo que tenía en mente esta tarde cuando


acepté quedarme junto al Negociador.
Una vez llegamos hasta la Reina de Flora, la mirada de Des
recorre el claro. Por un momento, los únicos sonidos son los
chisporroteantes silbidos de las hogueras. Y luego Des comienza a
hablar.

—Hay algunas cosas que todas las hadas nacen sabiendo: que la
noche es oscura y que la carne es cálida. Que nuestras vidas pueden
ser largas, pero que incluso ellas terminarán eventualmente. Esta noche
y durante todo el Solsticio, permítanos traer vida desde las tinieblas.

Sus palabras suenan viejas, como si este verso hubiera sido


recitado el tiempo suficiente como para tener una especie de magia en
él.

—Solo en las sombras y en los espacios oscuros encontramos


nuestros verdaderos y más profundos deseos —continúa, mientras el
público lo observa embelesado. Mientras habla, su pulgar dibuja
pequeños círculos en mi espalda baja—. Es únicamente durante la
noche cuando nos liberamos de nuestra civilidad y aflojamos los lazos
que nos atan durante el día. Solo entonces buscamos la cálida piel. Solo
entonces nos atrevemos a soñar.

»Así que liberen sus inhibiciones, cedan a mi persuasión,


encuentren una pareja dispuesta y disemínense en lo profundo.

Miro a Des. ¿Está sugiriendo lo que creo que está sugiriendo...?

La música se dispara, distrayéndome de mis pensamientos y las


hadas salen al claro, agarrando cintura y manos. La gente comienza a
girar, y todos esos peinados expertamente hechos y todos esos corpiños
ajustados se aflojan a medida que la música absorbe a la gente.

Incluso yo no soy inmune a eso, mis caderas se balancean de un


lado a otro, mi mano se dirige a mi propio cabello, el que cae en ondas
por mi espalda.

—Te las arreglaste para hacerme esperar este año, Desmond. —La
voz de Mara es engañosamente dulce cuando aparece detrás de
nosotros. Coloca una mano sobre su hombro y él se vuelve para
mirarla—. Pensé —continúa—, que tal vez no te presentarías.

—Ah, cuan divertido es hacerte adivinar —dice Des con los ojos
chispeando maliciosamente.

Los hombres que siguieron a Mara ahora se acercan a ella, una


mano con derecho de propiedad se dirige a su cadera, otra la agarra de
un brazo. Uno de ellos se inclina susurrándole algo al oído, y sus ojos
oscuros se clavan en mí mientras habla. Ella se inclina hacia sus
toques.

La situación entera me hace picar la piel con incomodidad,


especialmente cuando ella le dispara a Des una mirada lánguida.

—Disfruta del ocaso, mi Rey de la Noche —dice, y luego se da


vuelta hacia el grupo de hombres que esperan. Se acercan a ella, y un
momento después escucho su risa mientras comienzan a girarla entre
ellos.

Me giro hacia Des y justo entonces tenemos una conversación


completa con nuestros ojos.

Eso fue jodidamente raro.

Lo sé. Se pondrá peor.

Des se acerca dos pasos.

—¿Te gustaría...?

Antes de que pueda terminar su pregunta, un noble fae lo


interrumpe, el cabello castaño-oscuro del hombre está trenzado en una
intrincada serie de trenzas que se deslizan por su espalda.

—Desmond, Desmond, Desmond, eres un hombre difícil de


encontrar... —Le da una palmadita en el hombro a mi compañero y lo
guía hacia un grupo de hombres y mujeres vestidos de manera similar.

Des se resiste y estira una mano hacia mí. Su compañero hace


una pausa cuando me nota por primera vez. O tal vez el hada ya era
consciente de mí, pero no había querido reconocer mi presencia. A
pesar de su interés en mí, puedo sentir los sutiles desaires que vienen
en mi dirección. Ningún fae parece terriblemente ansioso por elevar a
una simple humana a un estatus de importancia, compañera del rey o
no.

—Sigue tú —le digo a Des—. Me reuniré contigo más tarde.

Él frunce el ceño.

—Más tarde —promete a regañadientes, luciendo descontento con


mi decisión de zafarme.
Entiendo que me quiera a su lado, pero está claro que su público
lo quiere a él y a solas. Y no estoy tan ansiosa por estar a su lado y
jugar a la dócil compañerita mientras que el resto de las hadas me
ignoran.

Retrocedo, sintiendo que la multitud reunida aquí todavía me está


mirando. Y esa es la ironía de la situación. Llévame a un grupo, y
probablemente me ignoren por la conversación, pero déjame vagar
libremente, y cada ojo se fijará en mí.

Me alejo mientras ignoro todas las miradas y avanzo hacia la


multitud hasta que encuentro la mujer que estoy buscando.

—Por fin te tengo para mí sola —dice Temper—. Pensé que tendría
que maldecir a alguien para poder tener tres jodidos minutos contigo.

—Ojalá lo hubieras hecho —murmuro. Al menos entonces dejaría


de sentirme como la persona más desafortunada en la fiesta.

Temper arquea una ceja y comienza a reír.

—Es bueno saberlo...

—Necesito beber algo. —Tan pronto como las palabras salen de


mi boca, mis ojos se mueven hacia el vino de hadas.

—Perra, ya estoy en eso. —Temper toma mi mano y me arrastra


hacia la mesa de vino—. Pensé que te estabas tomando un descanso de
la bebida —dice por encima de su hombro.

Errr, nunca admití que mi sobriedad fuera más idea de Des que
mía.

—Se acabó el descanso.

—Alabado sea Jesús negro y todos los angelitos —dice ella—. Las
cosas son mucho más divertidas con un poco de ron —canta, recitando
una canción estúpida que inventamos una vez en Las Vegas.

Llegamos a la mesa y cada una nos servimos una copa de vino, y


nos llevamos nuestra recompensa una vez que cada una tuvo la taza
llena. Los dos nos quedamos pegadas a los bordes del claro, no
completamente en la fiesta pero tampoco totalmente fuera de ella.
Seguíamos siendo las dos inadaptadas que se conocieron en la
Academia Peel.
—Ahhh, esta mierda es buena. —Temper suspira después de dar
su primer trago.

Tomo un sorbo y…. vaya. Las hadas son excelentes con el vino.
Las dos bebemos nuestras bebidas en silencio mientras miramos a la
gente.

—Odio este lugar —dice finalmente Temper. Asiente hacia las


hadas que se mezclan en el campo—. Mira la forma en que nos miran.
Es peor que en la secundaria.

En la oscuridad, veo la luz del fuego parpadeando en sus ojos


antinaturales. Sus miradas siguen regresando a nosotras.

—¿También te han estado mirando a ti? —pregunto, mis cejas se


levantan.

—Desde que entramos —dice ella—. Cualquiera pensaría que


nunca antes habían visto un ser humano.

Para ser justos, dudo que alguna vez hubieran visto a una
hechicera…. o una sirena alada.

…No que fuera esa la razón por la que miraban.

Aquí estábamos nosotras, dos enigmas entre ellos, las humanas


que lograron superar las reglas de su reino para terminar en los
escalones más altos de la sociedad fae.

—¿Te has dado cuenta? —Temper asiente hacia los sirvientes que
entran y salen de la multitud como fantasmas.

Observo a los humanos, los changelings de este reino. O ellos, o


sus antepasados, fueron intercambiados al nacer con un bebé fae.

—¿De qué? —pregunto, siguiendo su mirada.

—Mira sus muñecas. —Echo otro vistazo a uno de los sirvientes


cercanos. Toma varios segundos poder verlo en el ángulo correcto, pero
cuando lo hago... respiro hondo.

La piel crispada y moteada de su muñeca está de color frambuesa


y tiene la forma de una hoja.

—Están marcados.
Capítulo 22
Traducido por Mais

MARCADA COMO GANADO. Estoy tambaleándome por esa realización


mucho después que Malaki se une a nuestro grupo, su parche del ojo
plateado esta noche. Solo se queda lo suficiente para invitar a Temper a
bailar, y luego mi amiga se ha ido, bailando en el campo como si
perteneciera con esta gente.

Y yo estoy aquí, todavía el mismo alhelí que era en secundaria.

Bajo la mirada a mi vino.

Este es el motivo por el que no debería de tomar. La lástima no es


aduladora, sin importar qué tan bien lo lleves.

Mis ojos se deslizan sobre los jardines, tomando los festejos del
Solsticio.

Esta no es una fiesta, es báquico. A todos lados donde veo, hay


gente bailando, sus formas iluminadas bajo la luz de la luna. No se
están riendo o girando, su cabello suelto azotando sobre ellos.

Aquellos que no están bailando están en las afueras de la pista de


baile, conversando y tomando. Bueno, o están tomando o están
conversando, o retirándose. Las parejas están desapareciendo en el
bosque, y he visto al menos un hada irse con un hombre y regresar con
otro.

Los ojos de todos están demasiado brillantes, sus sonrisas


demasiado amplias, sus mejillas demasiado sonrosadas.

Desprovistos de sus mentes.

La multitud ha logrado dejar de preocuparse por sí misma por la


noche. Las únicas personas que no lo han hecho hemos sido yo y los
sirvientes humanos, los últimos manteniendo sus ojos hacia abajo la
mayoría del tiempo.

—¿Disfrutando?
Salto ante la voz, mi bebida derramándose sobre el borde y hacia
mis manos.

—Mierda —maldigo bajo mi aliento.

Green Man está a mi lado, y no tengo ninguna jodida idea de


cuánto tiempo ha estado ahí mirándome como yo he estado observando
a todos los demás.

—Lo siento —dice, sus ojos enfocados en mi rostro—. No quise


asustarte.

—No, está bien —digo, sacudiendo mi mano.

—Nunca fuimos formalmente introducidos —dice, estirando su


mano—. Soy el Green Man, rey consorte del Reino de Flora.

Tomo su mano, la mía todavía un poco pegajosa con vino. Más


que sacudirla, lleva mi mano a sus labios y presiona un beso en la
palma, sus ojos ámbar enfocados en los míos.

Sus ojos, decido, son demasiado intensos, demasiado maliciosos,


demasiado codiciosos.

Libera mi mano.

—Entonces, ¿estás disfrutando?

El hombre es demasiado perceptivo. Sabe que me siento


incómoda y fuera de lugar.

—No —digo, yendo con la verdad.

El rostro del Green Man se ilumina con mi admisión.

—Es un trato raro salir con la honestidad en estas paredes. —


Mira alrededor de nosotros.

Técnicamente, no hay paredes a nuestro alrededor, pero de las


que habla son invisibles. Dividen a los campesinos de la nobleza,
humanos de hadas.

Le doy una sonrisa apretada, mi sonrisa moviéndose hacia la


multitud. Me están observando de nuevo, probablemente porque el
Green Man está a mi lado.

—Es horrible, ¿verdad? —dice.

Lo miro.

—¿Qué?
—Los ojos que tanto te ven como no. El fingir. La alegría sin
esfuerzo.

Escondo mi engullo. Este hombre me está leyendo y no me gusta


que lo pueda hacer, tan fácilmente.

Hago un sonido evasivo, buscando a Des en la multitud. Hay un


clúster cada vez mayor de hadas a su alrededor, compitiendo por su
atención. Estoy tentada de hacer mi camino de vuelta a su lado, pero ya
no quiero estar en esa pila de perro, así como tampoco aquí.

Mis ojos entonces caen en Mara, quién se está riendo entre su


grupo de hombres y algunos aduladores nobles. Ella es el sol y todos
ellos son los planetas dando vueltas a su alrededor, ansiosos por su
sonrisa, su toque, su mirada. El único que falta de su grupo de
admiradores es el hombre a mi lado.

—¿Bailarías conmigo? —pregunta el hombre.

Eso hace que gire mi atención completa hacia el Green Man.

Hadas en general, y machos en particular, me ponen nerviosa.


Karnon y sus hombres son culpables de ello.

Pero cuando miro al Green Man, no veo a un depredador, veo un


alma gemela.

¿Por qué no bailar? Esta noche es un festival, el Green Man se ve


ansioso, y seré maldecida si no me divierto.

—Claro —digo.

Sonríe ante eso, y retrocedo ante lo asombrosamente guapo que


es cuando está feliz. No es que no lo haya notado antes, todas las hadas
parecen ser atractivas. Es solo que la presencia de Mara parece
eclipsarlo.

Toma el vino de mi mano, colocándolo en una mesa de al lado, y


me lleva hacia la multitud de cuerpos bailando. Y luego nos estamos
moviendo, girando como todas las otras parejas.

El alcohol calienta mi estómago y el baile echa lo último de mi


cautela. Encuentro que tan pronto como muevo mis pies, estoy
atrapada en el ritmo hipnotizante de la música.

—Entonces eres la compañera del Rey de la Noche —dice el Green


Man, mirándome un poco intenso.
—Mmm. —Es difícil enfocarme en él cuando la música, el vino, y
el baile quieren llevarse mi atención.

—Tienes a todos los cuatro reinos fascinados por ti —dice, su


mano moviéndose a la parte baja de mi espalda—. Una humana que
tiene poderes sobrenaturales, compañera del Rey de la Noche. Sin
mencionar que eres más encantadora que muchas de nuestras mujeres.

¿Por qué estamos hablando? ¿Y por qué sobre esto?

—¿Por qué ser encantadora tiene algo que ver? —digo, distraída.

Supongo que es una pregunta estúpida hacerla aquí en el Otro


Mundo, donde la belleza es un punto de fijación y la fealdad solo acecha
debajo de la superficie.

—Todos pensaron que el despiadado Desmond Flynn se había


encadenado a una ordinaria esclava —dice el Green Man—. Le
habíamos tenido lástima hasta que te conocimos.

El vino se agria en mi estómago, la música comienza a rechinar,


el baile comienza a marearme. Me alejo del Green Man, ya no interesada
en bailar con él.

—¿Sucede algo?

Dice esto como si no acabara de llamar a mi gente esclava, como


si no acabara de insinuar que les tiene poco respeto. Es su fanatismo
casual más que nada que no cuadra.

—Yo soy una humana ordinaria —digo, mientras las parejas a


nuestro alrededor siguen dando vueltas.

—No, Callypso Lillis, hechicera de los mortales —dice—, no lo


eres. —Con eso, comienza a alejarse—. Trata de disfrutar esta noche —
recomienda—. Tienes una semana de festividades por venir.

Con eso, la multitud lo traga, y me quedo a solas una vez más,


cuerpos retorciéndose rozando contra mí de todos lados.

La idea de una semana aquí, rodeada por estas hadas, de pronto


es tan terriblemente desalentadora.

Al borde de la pista de baile, un grueso velo de oscuridad corta a


través de los brillantemente vestidos fae, y justo al centro de ello está el
Negociador. Camina hacia mí, la noche aferrándose a él como un
manto.
Me dirijo hacia él, notando que por una vez en esta noche, está
libre de audiencia.

Sus ojos están enfocados en alguien en la multitud.

—Ese pequeño tonto tiene razón —dice Des cuando llega a mí—.
No eres ordinaria.

—¿Estuviste escuchando mi conversación? —Un día voy a tener


que descubrir cómo lo hace por sus secretos. No hay forma que Des
pueda haber escuchado lo que el Green Man me dijo.

—¿Estás sorprendida? —pregunta, convirtiendo mi pregunta en


una propia.

Me encojo de hombros. Ahora que está aquí, su presencia como


una droga, encuentro que realmente no me importa que me haya estado
espiando o no, o el hecho de que podría haber dejado su club de fans
para asegurarse que otro tipo no me haya estado pescando.

Coloco mis brazos alrededor de su cuello. De pronto, entiendo lo


que tienen todos. Es el olor a hogueras humeantes, el zumbido de la
música, el picor del alcohol en mis venas. Todo me está llevando a caer
en esta noche y este hombre. Darle todo a la magia, si tan solo por una
sola noche.

Él ahueca mis mejillas, y lo veo bebiendo de mi expresión.


Imagino que ahora me debo ver como todos los otros fiesteros: mejillas
sonrosadas, ojos dilatados, sonrisa fácil.

Tomando una decisión, me besa con fuerza. Sabe a vino de hada y


pensamientos sucios.

—Baila conmigo —digo cuando nuestras bocas se separan.

Su pulgar acaricia mi mejilla.

—No quiero bailar contigo. —El tono de su voz me golpea justo en


mi núcleo.

No quiere bailar, pero sus ahumados y pálidos ojos quieren algo


más, algo que está despertando a mi sirena.

Mis ojos se mueven al borde del claro, donde hadas han estado
desapareciendo y re-apareciendo toda la noche.

Me aprieta con más fuerza.


—Lo haré valer mientras… —susurra, sabiendo dónde están mis
pensamientos.

Podría entregarme. Digo, ¿por qué no?

…pero no debería. ¿Verdad?

Su mano se mueve a mi muñeca.

—O simplemente podría tomar la decisión más fácil.

Mi respiración se atrapa mientras Des sostiene mi muñeca entre


nosotros, las perlas negras pareciendo chupar la luz a nuestro
alrededor.

—Verdad o reto, querubín.

Si escojo verdad, los dos tendremos una pequeña conversación de


corazón a corazón, y luego volveremos a bailar y beber. Pero si no…

Mi mirada se levanta por su imponente estructura, hacia esa dura


y hermosa cara.

—Reto.

Su mano aprieta con más fuerza mi muñeca por un momento,


mientras una lenta y malvada sonrisa se expande por su rostro.

—Que así lo sea. —Su mano se desliza por mi palma, su magia


suavizándose a lo largo de mi piel como miles de caricias suaves.

El Negociador me advirtió sobre esto antes de comprar mi primer


favor. Que con una sirena, él no solo pediría secretos.

Habría sexo también.

Solo que entonces, me había estado diciendo eso para asustarme.


Pero ahora… ahora siendo compañeros, bueno, el sexo venía mano a
mano con amor.

Des nos lleva hacia el bosque oscuro que bordea el claro, sus ojos
plateados latentes.

Puedo sentir las miradas astutas de otras hadas mientras nos


deslizamos fuera, y no puedo evitar el calor elevándose en mis mejillas.
Todos saben lo que estamos por hacer.

Dejamos la música y el baile detrás de nosotros, el bosque


extrañamente silencioso.
—¿En qué piensas? —pregunta Des, su voz suave como el
Whisky.

Que solo la idea de tu piel presionada contra la mía está haciendo


débiles mis rodillas.

—Que eres un diablo astuto —digo en su lugar.

Su risa hace eco a través de la noche, sin restricciones,


abandonada. Me empuja contra un árbol cercano, el troncal
deslizándose entre mis alas.

—Eres tan salvaje como yo, Callie. Sé lo que anhelas… lo que tu


sirena anhela. —Acaricia mi cuello con la nariz—. Déjame mostrártelo.

Entre ese suave toque y sus palabras seductoras, mi sirena sale a


la superficie, haciendo brillar mi piel.

Me arqueo contra él, lanzando mi cabeza hacia atrás.

Sí.

Esto es todo lo que quiero. Él y yo debajo del cielo oscuro.


Primitivo. Apasionado.

Busco sus pantalones justo mientras él busca mi falda,


agarrándola en sus manos. Nuestras manos hábiles y apresuradas,
nuestros movimientos espasmódicos. Puedo escuchar mi propia
respiración deteniéndose.

Nuestra ropa todavía a la mitad puesta, esa carne dura y deliciosa


de él presionada contra mí.

—Mi compañera —murmura, su cabello picando mi mejilla


mientras se inclina hacia mí.

Hay una urgencia tanto a la magia que está demandando,


demandando y a nuestra propia pasión enfebrecida.

Las sombras del Negociador nos cubren, oscureciendo nuestros


alrededores hasta que solo somos nosotros dos, un punto simple en el
universo oscuro que él lidera.

Sus alas vienen a nuestro alrededor, escudando más nuestros


cuerpos.

Al lado de mi piel brillante, veo los músculos de su cuello


apretarse, y con un empujón poderoso, entra en mí.
Una de sus manos ahueca mi seno a través de la tela de mi
vestido, y luego su cabeza baja, su boca caliente besando la piel
expuesta de mi pecho. Mis dedos se entierran en sus hombros.

Se está moviendo dentro y fuera de mí, nuestros cuerpos calientes


y mojados donde estamos unidos. Hacen sonidos resbaladizos y
mojados mientras nos venimos juntos.

—Quise… tomar esto más despacio —dice Des.

Es casi doloroso, la fuerza de sus empujones. Esta unión no es


algo dulce. Es salvaje, primitiva, y llama a todas mis esquinas más
oscuras.

Entrelazo mis dedos en su cabello y fuerzo su cabeza a un lado.


Hace minutos atrás, todo su cabello rubio blanco había sido
elegantemente deslizado hacia atrás de su rostro. Ahora es una víctima
caída a mi toque.

Aprieto mi agarre en su pelo.

—No lo quiero despacio —digo, glamour entrando a mi voz—.


Quiero todo lo que el Rey de la Noche pueda darme… y luego quiero
más.

Con un gruñido, Des me da exactamente eso.

Una y otra vez.


Capítulo 23
Traducido por Vale

ME DESPIERTO con el crujido de los robles y el frío del rocío sobre mi


piel. Me duele la cadera por dormir sobre una superficie dura, y el
aroma a tierra húmeda llena mis fosas nasales.

¿Dónde estoy?

Parpadeando el sueño, me siento, pasando mis manos por mi


cabello y sacando varias hojas y ramitas. Mi vestido todavía brilla
suavemente, y en mi espalda está el árbol que Des y yo mancillamos
completamente antes.

Des.

Miro a mí alrededor, pero no está a la vista. Me froto las sienes,


tratando de recordar, a través del comienzo de la resaca, cómo terminó
la noche y por qué ahora estoy sola.

Lejos en la distancia, una rama se rompe.

Me quedo quieta.

¿Cuáles son las posibilidades de que ese sea mi Rey de la Noche?

Cero, susurra mi mente.

Me levanto, tratando de ser lo más silenciosa posible. No es que


esté haciendo un gran trabajo siendo inofensiva. Es difícil pasar
desapercibida cuando estás en un bosque oscuro con un vestido
resplandeciente.

Comienzo a volver sobre mis pasos. Creo que puedo encontrar el


camino de regreso a mi suite; solo tengo que salir de este bosque.
Otra rama se parte, y salto al sonido.

¿Alguien me está siguiendo?

¿Y dónde está Des?

Justo cuando estoy segura de que voy en la dirección correcta, el


bosque parece profundizarse en lugar de ceder el paso a los Jardines
Sagrados.

Me masajeo la frente. ¿Realmente regresé bien mis pasos? Los


restos ahumados de las hogueras parecen ser más fuertes aquí que
donde desperté... pero no hay música, ni risas, ni sonidos de
juerguistas.

Estoy completamente sola.

Detrás de mí, hojas crujen.

Me tenso.

Tal vez no estoy sola...

Lentamente, giro alrededor.

A lo lejos, hay un hombre de hombros anchos con una mata de


pelo blanco.

―¡Des! —Siento que me relajo al instante.

Comienzo a dirigirme a él, primero caminando, y luego, cuando él


no se acerca, empiezo a correr.

—¡Des!

Antes de que pueda llegar a él, desaparece.

Eso me detiene en seco.

Él viene por ti... susurran los árboles.


—¿Des?

Siento la presión del metal contra mi garganta, y desde el borde


de mi visión puedo distinguir el cabello rubio blanco de Des.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

Si esta es su idea de entrenar...

Pero no es entrenamiento. No lo es. Puedo sentir el intento


malicioso en el duro agarre que tiene sobre mí y la forma en que la
cuchilla se clava en mi carne, como si quisiera que mi piel se partiera.

Los labios ágiles del Negociador se deslizan sobre mi pómulo.

—Témeme, mortal —susurra—, porque seré tu perdición.

Des roza un beso contra mi piel, y luego arrastra su cuchillo por


mi garganta.

ME DESPIERTO CON un grito ahogado, agarrando mi cuello.

No muerta. Solo un sueño. Solo un sueño.

Des tiene mi cuerpo acunado en sus brazos.

—Callie —dice cuando ve que estoy despierta, alivio cubre sus


palabras. Acerca mi cabeza—. Callie, Callie, Callie —murmura, más, al
parecer, para tranquilizarse a sí mismo que para llegar a mí.

El Negociador y yo estamos enredados en sábanas suaves,


nuestros cuerpos desnudos.

Me alejo lo suficiente como para mirarlo a los ojos. No tiene idea


de que en este momento estoy entrenando mi mente para no verlo como
una amenaza. La mordedura de esa espada se sintió tan real.

Trago.

Solo fue una pesadilla.


Tomo una respiración temblorosa, lo último del sueño
desapareciendo.

—Estoy bien… está bien.

La luz de la mañana se filtra a través de la ventana de nuestra


habitación, el sol hace que el aroma de las flores cobre vida alrededor de
nuestra suite. En algún momento de la noche anterior, los dos nos
habíamos escabullido a nuestras habitaciones, terminando aquí lo que
habíamos empezado en el bosque.

Me estiro hacia atrás a lo largo de la cama, arrastrando a Des


hacia abajo conmigo. A regañadientes, me deja tirar de él hacia el
colchón, colocándome contra su costado.

No estoy lista para despertarme, pero tampoco estoy segura de


poder volver a dormir.

—Dime un secreto —murmuro.

Juega con un mechón de mi cabello, sin decir nada durante


mucho tiempo.

—El cabello de mi madre era exactamente de este color —dice


finalmente.

—¿Lo era? —pregunto, inclinando mi cabeza para mirarlo.

Alisa el mechón de pelo hacia abajo.

—A veces —dice, perdido en sus propios pensamientos—, cuando


me siento particularmente supersticioso, creo que no es una
coincidencia.

No sé qué quiere decir con eso, pero la confesión provoca piel de


gallina a lo largo de mis brazos. Esta fue la mujer que crió a Des, la
escriba cuya muerte culpa a su padre.

—Háblame de ella, tu madre.

Me sostiene cerca.
—¿Qué quieres saber, querubín?
Dibujo círculos en su pecho.

—Cualquier cosa, todo.

—Cosa exigente —dice con cariño. Su tono se vuelve serio cuando


habla de nuevo—: Su nombre era Larissa, y era alguien a quien amaba
profundamente...

Siento algo espeso elevarse en mi garganta. No es tanto lo que


dice, sino cómo lo dice, como si su madre creó todas las estrellas en su
cielo.

Su pecho sube y baja mientras traga.

—Siempre fuimos mi madre y yo, desde mi primer recuerdo.

Noto que convenientemente elude cualquier mención de su padre.

—Era mi guardiana, mi maestra y mi confidente más cercana.


Quizás no debería haber sido así, estoy seguro de que ella no quería que
fuera así, pero en Arestys... mi madre y yo éramos vistos como raros.

Mi dedo se detiene en su pecho.

¿Des, una rareza? ¿Y en el Otro Mundo de todos los lugares?

—Incluso para los estándares de Arestys, éramos pobres —dice—.


No podíamos permitirnos alojamiento, así que vivíamos en las cuevas
que te mostré. Y bajo el techo de mi madre, tuve que vivir según dos
reglas básicas: una, nunca debo usar mi magia, y dos, debo controlar
mi temperamento.

No sé dónde está llevando Des esta historia, pero sus ojos están
muy
lejos. Por una vez, no está midiendo sus palabras.

—Naturalmente, le encontré la vuelta a ambas reglas.

¿El Negociador tergiversó las palabras de alguien para satisfacer


sus necesidades? Que impactante.
—No podía ejercer magia, así que aprendí a negociar con criaturas
mágicas por pedazos la suya.

Así que ahí fue donde Des encontró su afinidad con los tratos.
Nunca sostuve una oportunidad contra él.

—Hay pocas cosas que te llevarán al ostracismo en el Otro Mundo


tan rápido como ser pobre y débil. Y al crecer, eso es lo que la gente
pensaba de mí y mi madre: que era una escriba porque solo podía hacer
uso de cantidades débiles de magia, y su hijo no podía hacer uso de
ninguna.

Mi corazón está empezando a doler. No esperaba esto cuando le


pregunté por su madre.

—Ser vistos como pobres y débiles nos convirtió en objetivos —


continúa—. Para mi madre, vino en forma de hombres malos. Hubo
varias hadas que desaparecieron en nuestra isla después de que se
encontraron con mi madre. Nunca dijo nada sobre lo que sucedió, y yo
no sabía mucho en ese momento, pero... no dudo que mi madre les hizo
algo.

—¿Y qué hay de ti? —pregunto.

—¿Qué hay de mí? —responde Des.

—¿Cómo sorteaste ser un objetivo?

Des sonríe, pero es un poco malicioso.

—No lo hice, querubín. Simplemente sortee la segunda regla de


mi madre.

Regla número dos: Des debe controlar su temperamento.

—A los niños hada les encanta atacar a los vulnerables por


encima de todo —dice—. Mi madre no pudo detener el acoso y no pudo
evitar que me defendiera, así que me enseñó cómo luchar y cómo
separar mis emociones de una batalla.

¿Quién era esta mujer que una vez fue parte del harén real antes
de convertirse en una escriba humilde? ¿Que hizo que su hijo
controlara su magia y su temperamento, pero aun así le enseñó a
pelear?

—No entiendo —digo—, ¿por qué ocultar tu poder en primer


lugar?

Des pasa una mano por mi espalda.

—Esa es una pregunta para otro momento. Pero por ahora, te diré
esto: madres desdichadas, padres crueles y niñez sin amigos. Tú y yo,
querubín, realmente compartimos tragedias similares.
Capítulo 24
Traducido por Mew Rincone

—TENDRÁS QUE sacarme rodando de aquí —le digo a Des.

Estamos sentados en un gran atrio entre una multitud de otros


invitados del Solsticio, todos cenamos té, fruta, nueces y pasteles
mientras el sol brilla por las grandes ventanas de vidrio.

Me reclino en mi asiento y levanto los pies hasta el borde de la


mesa antes de darme cuenta de que llevo puesto un vestido.

Ups. Esta es la razón por la que normalmente no llevo vestidos.


No son terriblemente versátiles. Además, este corpiño me está
constriñendo el estómago.

Estrujo el corpiño mientras observo a las hadas que nos rodean.


Des y yo estamos en nuestra propia mesa privada; sus guardias y los
nobles del Reino Nocturno se sientan en las mesas que nos rodean. Más
lejos, los miembros de los reinos Flora y Fauna también cenan.

En general, la multitud parece una pizca peor por el decaimiento.


Puede haber sonrisas perezosas y toques casuales, pero he visto a
varias hadas ocultar un bostezo detrás de su mano, y las
conversaciones están algo silenciadas.

Notablemente ausentes al desayuno grupal, están Mara y el Green


Man. Su mesa en lo alto está situada en el otro extremo de la
habitación, luciendo solitaria.

Estoy a punto de preguntarle a Des qué pasa con la relación de


los gobernantes de Flora cuando, de la nada, mi ropa de entrenamiento
se materializa en el aire y cae sobre la mesa una fracción de segundo
más tarde. Derriban a un recipiente de crema y lo último de mi café, la
mayoría del atuendo aterriza en un cuenco de miel.

Oh Dios, por favor dime que estoy teniendo alucinaciones.


—¿En serio, Des?

Estamos atrayendo la atención de otras mesas.

Se estira, completamente despreocupado por las miradas, y en el


acto, por debajo del borde de su camisa ajustada, se asoma un pequeño
vistazo plateado de sus abdominales.

—El entrenamiento comienza en treinta minutos —anuncia.

Tiene que estar bromeando.

—Entrenador Nazi —murmuro en voz baja.

—¿Cómo has dicho? —pregunta.

—Nada.

Una hora más tarde estoy vestida con mis pieles de cuero, mis
dagas a mis costados y una espada en la mano.

Estamos en uno de los jardines cerca del gran cedro que alberga
nuestras habitaciones. El monstruoso árbol se cierne sobre nosotros y
las escaleras que lo rodean están llenas de hadas Diurnas que vienen y
van.

En los jardines crecen glicinas y rosas a lo largo de enrejados,


mientras que el brezo y las lilacs crecen en gruesos grupos debajo de
ellos. Bueno, esas, y alrededor de un billón de otras plantas, algunas
que reconozco y otras que no.

Piso una flor de jacinto cuando me alejo de Des.

—¿Estás seguro de que está bien entrenar aquí? —Resoplo—.


Estoy destruyendo los jardines de la reina.

Des avanza hacia mí con su espada apretada en su mano.

Él sonríe con suficiencia, saltando una roca mientras avanza.

—No pretendas que lo que estás haciendo es por accidente.

Muy bien, puede que no haya sido muy cuidadosa con mi trabajo
de pies; todavía podría estar un poco molesta por el forma propietaria
que interactúa ella con Des.

—Y no —agrega—, a la reina no le importa que entrenemos aquí,


destrucción de flores y todo. El único lugar que le importa proteger,
aparte de las casas de huéspedes del cedro, es su bosque de robles
sagrados.

También conocido como; el lugar donde deshuesé a Des anoche.

Miro hacia el borde de los jardines, donde parte de las copas del
bosque sobresale por los alrededores. A la luz del día puedo ver que el
vasto y boscoso bosque rodea los terrenos del palacio.

Por qué, de todo lo que hay aquí, algunos robles ordinarios son
dignos de proteger, nunca lo sabré.

Des me ataca.

Grito, saltando hacia atrás para esquivar el golpe.

—Suelta tu sirena. —La orden surge de la nada.

—¿Por qué? —Jadeo, agachándome para esquivar otro


movimiento de su espada.

—Tengo curiosidad sobre algo.

Le lanzo mi propia espada pero él se aleja antes de que pueda


hacer contacto.

—Déjala en paz —le digo. Ella tuvo una noche ocupada anoche.
Incluso las perras malvadas como mi sirena necesitan su descanso.

El Negociador desaparece. Un momento después su aliento se


abanica contra mi cuello. Me pongo rígida cuando recuerdo mi sueño.

—Podemos hacer esto de la forma fácil… —Aparta el pelo de mi


hombro y sus labios se rozan contra mi piel—, o de la forma divertida.

No sabe cuan efectivo está siendo en este momento. No hay nada


que haga que mi sirena se inquiete como el miedo y excitación, y estoy
sintiendo un poco de ambos en este momento.

—Podría desnudarte lentamente y tenderte sobre la hierba —


susurra—. Separaría tu piernas y te dría el más sagrado de los besos.

Mis mejillas se calientan con un rubor.

Su mano recorre suavemente mi torso.


—Disfrutaría de tu coño lo justo hasta tenerte en el borde, pero
no te daría esa liberación —dice—. No hasta que envolvieras tus lindas
piernas alrededor mi cintura y me supliques que me entierre en ti.

Me alejo de él y mi cuerpo grita por repentina distancia entre


nosotros. Mi sirena está arañando las paredes de su jaula, y mi control
sobre ella se está desvaneciendo.

—Te tomaría justo aquí, donde alguien podría encontrarnos, como


lo solían hacer mis antepasados.

Jesús, eso es sucio.

Da la vuelta a mí alrededor y un lado de su boca se curva.

—Me gustaría que nos encontraran, que vieran como te reclamo.

A la mierda. Me rindo.

Mi sirena emerge, activada por todas sus sugerencias tabú.

—Ahí estás —dice retrocediendo, y puedo escuchar el júbilo en su


voz.

Comienzo a caminar con mis ojos centrados en él.

Todo aquello, todo lo que acaba de decir, ha sido solo para


liberarme. La cuestión es que no me gusta ser burlada, manipulada. Me
gusta ser yo quien hace las burlas, las manipulaciones.

Giro mi cuello mientras el poder me recorre todo el cuerpo y


balanceo la espada en mi agarre un par de veces.

Des levanta su espada.

—Hola encanto.

Estrecho los ojos y él ha de haber entendido mi mirada porque


dice:

—¿Sabes por qué te he sacado fuera?

No me molesto en responderle.

—Quiero que pelees conmigo —explica.

Eso no va a ser un problema.


Me dirijo hacia Des de forma casual con mi anterior reticencia
ida. Ha sido reemplazada por una necesidad primordial de venganza y
sed de sangre.

Esta vez cuando me acerco a él muevo mi espada sin la misma


vacilación que antes. Des la detiene y luego avanza blandiendo su
propia espada.

Bloqueo el siguiente golpe cuando nuestras espadas se unen. Más


allá de ellas, los ojos de Des bailan con alegría.

—¿Te molesta, amor, que jueguen contigo?

Le lanzo una mirada letal mientras mis garras se afilan. Aprieto


los dientes y me quito su espada de encima, y arrojo un zarpazo hacia
él. Se aparta del camino dando media vuelta, evitando la patada que le
lanzo solo cuando se agacha.

—Hada tonta —le digo burlándome de él—. Deberías saber que no


se juega conmigo. Siempre te lo haré pagar al final.

Más que otra cosa, Des se ve más eufórico que nunca, lo que solo
sirve para irritarme más. Vuelvo a lanzarme contra él con un gruñido.

Ambos bloqueamos y después atacamos, bloqueamos y luego


atacamos. En algún momento nuestra batalla se siente menos como
una colección de pasos y giros y más como un baile. Me muevo con
fluidez con mis instintos guiándome, mi coraje haciendo que cada uno
de mis golpes sea seguro y rápido.

Cuanto más luchamos, más duro me hace trabajar por ello, y


cuanto más me hace trabajar por ello, más lo quiero. Sangre. Sexo.
Lucha. Follar. Cualquiera de ellos. Todos ellos. Su violencia y su pasión
son míos para usar. Míos para explotar. Míos para saborear.

Lanzo un puño bajo y mi cuerpo rueda con el movimiento.


Mientras hago el giro, escucho el zumbido de la espada de Des, y
después un corte. Un mechón de mi oscuro cabello cae al suelo.

—Ups —dice Des inexpresivo, luciendo implacable.

Sonrío hacia él en respuesta y después ataco. Me dirijo hacia la


izquierda, pero luego voy hacia la derecha. Bloqueado. Doy una patada
apuntando a su plexo solar. Él la esquiva y se aleja. Avanzando hacia
adelante, golpeo de nuevo apuntando esta vez a su cara.
No alcanzo su mandíbula por meras pulgadas, pero mi espada
corta de un mechón de su cabello rubio blanquecino. Hacemos una
pausa mientras vemos las hebras revolotear hasta el suelo.

La expresión de Des está atrapada en algún lugar entre la


sorpresa y el asombro.

—Me has alcanzado —dice—. Realmente me has alcanzado.

Se endereza y sonríe.

—¿Sabes lo que significa esto, querubín?

Cautelosamente doy un paso atrás. Todavía estoy emocionada por


mi pequeña victoria, pero aún no tan orgullosa para no saber cuándo
debería retirarme.

—Tengo que hacer esto más difícil.

Lanza su arma desde su mano izquierda hacia su derecha.

Mierda.

Ni siquiera me había dado cuenta.

Retrocedo, avanzando hacia el bosque de robles sagrados de la


reina. Las hojas se rozan contra mí, susurrando, susurrando...

Des viene hacia mí, luciendo tremendamente ansioso.

Corro más profundo en el bosque mientras la savia de un roble


cae sobre mi cuello, luego sobre mi hombro desnudo.

—Escapar de mí no te hará ningún bien —dice Des. Un momento


está de pie en medio del jardín, la luz del sol iluminando sus pálidas
facciones, y al siguiente se ha ido.

Giro alrededor, buscándolo entre los árboles.

—¿Me buscas? —Su voz me hace cosquillas en la oreja, pero


cuando giro para enfrentarlo, no hay nadie allí.

—Nunca me encontrarás si buscas dónde debería estar. —Esto


llega desde algún lugar más profundo del arbolado boque.

—¡Sal y pelea justo! —grito con voz etérea.

—A las hadas no les gusta jugar limpio —dice directamente desde


arriba.
Levanto la vista justo a tiempo para ver a Des agachado en una de
las ramas por encima de mí con su cuerpo equilibrado listo para saltar.

Me tenso, preparándome para el ataque, saboreando la


posibilidad de ello. Pero nunca llega.

La expresión del Negociador cambia en un instante cuando me ve.

—Callypso… —Desaparece para materializarse delante de mí un


momento después y sus manos me apartan el cabello—. Estas
sangrando.

Mi piel se atenúa ante la preocupación en su voz.

¿Estoy sangrando?

Mi mano vuela hacia el punto en que sus ojos están clavados.


Inmediatamente siento el calor húmedo.

La savia que había goteado sobre mí.

Excepto que, cuando retiro mi mano y miro mis dedos cubiertos


de color carmesí, se parece menos savia y mucho más a sangre.

—Ugh —digo y limpio mis dedos mientras se escurre lo último de


mi sirena—. No es mía.

—¿Entonces de quién?

—Vino del árbol. —Mis palabras solo tardan unos segundos en


registrarse.

Los árboles no sangran.

Des ya está dos pasos por delante de mí, recorriendo los robles en
busca de más señales de sangre.

Alrededor de varios árboles cercanos hay motas oscuras en el


suelo, manchas tan relucientes que supuse que eran savia. ¿Pero lo
era?

Des arrastra una bota sobre uno de los parches y luego mira
hacia el dosel del árbol. Sigo su mirada, notando ahora los extraños
riachuelos del líquido oscuro que corre por el tronco del árbol.

El Negociador desaparece, reapareciendo en una rama por encima


de nosotros antes de desaparecer nuevamente. Se mueve cada vez más
alto.
Menos de un minuto después está de vuelta a mi lado, secándose
las manos.

—Sin cuerpo y sin signos de un ataque —dice—. El fluido parece


provenir del propio árbol.

Creo que eso me hace sentir mejor.

—Así que... es savia —le digo.

Des niega con la cabeza, su boca es una delgada línea.

—No, es sangre.
Capítulo 25
Traducido por Vale

LOS ÁRBOLES ESTÁN sangrando.

Reprimo un escalofrío.

—¿Eso es normal? —pregunto, limpiando lo que puedo de la,


escalofríos, sangre de mí mientras los dos salimos del bosque de robles.

No era solo ese árbol. Varios robles en los alrededores tenían un


poco de sangre goteando de sus troncos.

Des niega con la cabeza, su ceño fruncido.

—No.

¿Por qué sangraría un árbol? ¿Y son solo los robles justo donde
estábamos entrenando, o es todo el bosque?

Pienso en la noche anterior, cuando Des me presionó contra otro


roble. Ese había estado bien...

Uno de los guardias de Des viene caminando a las zancadas hacia


nosotros, con los ojos muy abiertos.

—Su Majestad… —Su voz se corta abruptamente cuando me ve.

Puedes hablar libremente —ordena Des.

La atención del guardia vuelve a Des.

—Dos de nuestros soldados están desaparecidos.

¿Dos soldados están desaparecidos?


Des levanta una ceja.

—Ya pasó el mediodía. ¿Por qué estoy siendo informado de esto


ahora? —exige Des.

El guardia niega con la cabeza.

—Las festividades... tenían la mañana libre... Se suponía que


debían registrarse para pasar lista a las doce. Cuando no lo hicieron,
varios soldados fueron a buscarlos. Sus camas todavía están hechas,
sus bolsas aún empacadas. No creemos que hayan regresado de la
celebración de anoche.

La boca de Des se tensa. Su mirada se mueve brevemente hacia


mí, su expresión inescrutable.

—Continúen buscando a los hombres —dice finalmente—.


Todavía hay una posibilidad de que estén durmiendo los efectos de
anoche.

La mirada sombría de Des se encuentra con la mía, y sus ojos


dicen lo que su boca no quiere decir: todavía hay una posibilidad, pero
es infinitamente pequeña.

Árboles sangrantes y hombres desaparecidos.

Y ni siquiera hemos estado aquí un día aún.

SE CANCELA EL entrenamiento por el resto del día. Des y yo nos


separamos en el jardín, él para ver cómo están sus hombres y yo para
darme una ducha. Con cansancio, trepo por la escalera que rodea el
cedro gigante, pasando habitación tras habitación.

Voy a tener pompas de acero antes de que termine esta semana.

Des y yo estamos en algo así como el piso treinta y siete.

Me detengo cuando veo la habitación de Temper delante de mí,


dándome un momento para recuperar el aliento. Mientras me apoyo
contra la barandilla, disfrutando de la vista, se abre la puerta de la
habitación de mi amiga.
Alzo las cejas cuando veo a Malaki deslizándose fuera de ella.

Chaval. Temper atrapó al Señor de los Sueños sin problemas.

Tan pronto como me ve, agacha la cabeza y se pasa la mano por


la nuca, claramente incómodo.

Levanto las manos.

—No es de mi incumbencia.

Pero se convertirá en mi asunto en el momento en que Temper me


arrincone. Le encanta divulgar todos los detalles jugosos de sus
proezas.

Se aclara la garganta, luego asiente tímidamente mientras me


pasa.

Sus pasos se desvanecen por las escaleras cuando pienso en algo.

—Espera… —Giro—, Malaki…

Se detiene en las escaleras debajo de mí y se da vuelta, su parche


en el ojo brilla a la luz del sol. En la dura luz del día, la cicatriz que se
extiende desde debajo del parche es aún más espantosa.

—¿Hay alguna manera de que pueda ver a las mujeres


durmientes del Reino de Flora?

Sus cejas se fruncen.

—Podría preguntar...

Me chupo el labio inferior.

—¿Lo harías?

Me estudia por un momento más. Finalmente, asiente.

—Considérelo hecho.
Al caer la tarde, Malaki cumple su promesa.
Me encuentro dentro de uno de los invernaderos expansivos del
Reino de Flora, Temper a mi lado. El invernadero caliente está repleto
de mujeres dormidas, cada una dispuesta en su ataúd de vidrio. Al
igual que en el Reino Nocturno, hay cientos, si no miles, de ellas, sus
ataúdes repartidos por todo el edificio.

—Esta mierda es perturbadora —dice Temper junto a mí—, y he


visto mi parte de inquietante.

Considerando que resolver casos es lo que ella y yo hacemos


mejor, y que una Temper inactiva nunca es algo bueno, la traje para
ayudarme, informándola sobre el misterio durante nuestra caminata
hacia aquí.

Asiento, mi mirada se mueve de mujer a mujer. Todavía no estoy


acostumbrada a la vista, incluso después de todo este tiempo. Son los
pequeños detalles los que me afectan, cómo las orejas puntiagudas de
una se asoman a través de su cabello, cómo otra parece que podría
tener hoyuelos si se despertara y sonriera.

Todavía recuerdo los terribles besos de Karnon, cómo había


forzado su magia oscura en mi garganta. Ser una esclava humilde me
había beneficiado entonces. Cualquiera que sea el hechizo mancillado
que había sometido a estas mujeres, me había escapado.

Se abre la puerta del conservatorio y, a grandes zancadas, el


Green Man.

—Escuché que te encontraría aquí —dice, y sus pasos resuenan


por toda la habitación.

—¿Qué trama este pequeño pelagatos frívolo? —pregunta Temper


en voz baja, viendo al hada de Flora dirigirse hacia nosotras.

Me encojo de hombros.

—Creo que nos encuentra curiosas.

—Hmph.
El Green Man llega a nuestro lado, presentándose a Temper, que
parece menos que impresionada.

—Entonces, ¿planeas resolver el misterio? —dice, volviéndose


hacia mí.

Puedo escuchar el sutil desdén en su voz. ¿Por qué no sería


despreciativo? Diez años este misterio ha plagado al Otro Mundo, y
todos los caballos del rey y todos los hombres del rey no pudieron evitar
que las desapariciones ocurrieran una, y otra y otra vez.

—Planeo intentarlo.

Sus ojos se mueven sobre las mujeres que nos rodean.

—Conocí a algunas de estas mujeres... personalmente.

La forma en que dice esto me hace querer frotar mi nariz. Creo


que era más que solo amigo de algunas de estos soldados.

Temper y yo compartimos una mirada de conocimiento. Dios, me


encanta tener a mi mejor amiga aquí conmigo.

—¿Dónde están los niños? —pregunto, volviendo mi atención al


Green Man.

—Están durmiendo un tipo de sueño diferente —dice


crípticamente.

Mis cejas se arrugan en confusión.

—Mara los hace matar —explica.

—Maldito hijo —dice Temper.

Sabes que la cosa está jodida cuando Temper está impresionada


por lo despiadada que es.

—”Fruta envenenada”, así es como los llama —explica el Green


Man—. Se eliminan tan pronto como entran al reino, la putrefacción se
extiende rápidamente.
Doblo los brazos sobre el pecho.
—Los árboles de la reina también parecen estar pudriéndose, ¿por
qué no se los está eliminando también? —pregunto.

El Green Man me evalúa.

—¿De qué estás hablando?

—El robledal sagrado. Los árboles están sangrando.

—Jodido infierno —dice Temper en voz baja.

—Debes estar imaginando cosas —dice—. Los robles están bien.

¿Imaginando cosas?

—No, no estoy…

Temper pone una mano en mi brazo.

—No sirve de nada intentar hablar con sensatez a este tipo loco de
remate. Él y su esposa matan niños.

La expresión del Green Man se vuelve condescendiente mientras


mira entre las dos.

—¿No me digas que eres una sensiblera cuando se trata de esas


criaturas?

—Simplemente parece hipócrita —le digo—. Proteger una planta


pero extinguir una vida de hada.

—Sería hipócrita si los árboles estuvieran afligidos de la misma


manera que esos niños —dice el Green Man.

Ugh, ¿por qué siquiera mencioné esto? Las hadas pueden ser tan
tediosas para hablar.

—Olvídalo —le digo. Le toco el hombro a Temper—. No hay nada


para ver aquí.
Nos movemos entre los pasillos de ataúdes, en dirección a la
puerta.

—Incluso si los árboles han desarrollado podredumbre, no


comenzaron de esa manera —él dice a nuestras espaldas—, los niños sí.
Puedes curar una enfermedad, no un estado permanente de existencia.

Lo ignoro.

—Dicen que un espectro acecha este lugar —agrega, cambiando


de tema.

Me detengo.

—Solo está tratando de atraparte, chica —dice Temper,


agarrándome del brazo y exhortándome a seguir—. Sé mejor que sus
trucos.

Pero estoy recordando algo que escuché hace un mes, sobre una
sombra vigilando a los niños en la guardería del Reino Nocturno.

Me doy vuelta.

—¿Qué sabes?

Sonríe.

—Los esclavos son generalmente los que lo ven a él. Dicen que
durante la luna llena puedes verlo moverse por los ataúdes.

—¿Él? —digo, acercándome un poco más—. ¿Cómo sabes que es


un hombre?

Inclina la cabeza.

—Porque solo hay una persona que atiende a estas mujeres


ahora.

—El Ladrón de Almas.


Capítulo 26
Traducido por 3lik@

MIRO A las estrellas, Des junto a mí, ambos en silencio.

Hemos estado plagados de preocupaciones, él por los soldados del


Reino Nocturno, que aún no han aparecido, y yo por lo que el Green
Man me contó.

—El miedo simplemente te está provocando —dijo Temper cuando


nos fuimos.

Tal vez sí, tal vez no. Aún no he podido descifrar los motivos de
las hadas. Ni siquiera aquellos de quienes están a mi lado.

El Rey de la Noche y yo hemos regresado a los Jardines Sagrados.


Anoche, esta sección de los terrenos del palacio estaba llena de
actividad. Ahora está completamente abandonado, la única evidencia de
las festividades de la noche anterior es el suelo manchado de vino y las
pilas de cenizas donde se quemaron las hogueras.

Des toma mi mano. Sin decir palabra, se la lleva a la boca y le da


un beso.

—Estaré feliz de dejar este lugar —dice.

Suspiro.

—También yo.

Mis ojos se mueven de estrella en estrella. Las constelaciones son


desconocidas para mí, pero no son menos bellas de lo que son en la
tierra.

De la nada, una de las estrellas comienza a caer del cielo.


Parpadeo un par de veces, solo para asegurarme de estar viendo las
cosas correctamente. En un momento está situada en el cielo, al
siguiente comienza a descender, cayendo del cielo como si la gravedad
la estuviera arrastrando hacia el horizonte.

Aún estoy tratando de darle sentido a la estrella que cae cuando


otra se desliza desde su posición, dejando un tenue rastro de luz a su
paso.

—¡Des!

—¿Ummm? —responde perezosamente.

Entonces cae otra estrella... y otra y otra, cada una de ellas


abandonando su lugar en la copa del árbol sobre nosotros, cada una
cayendo hacia donde el cielo se encuentra con la tierra.

—¡Las estrellas están cayendo del cielo! —Definitivamente es una


frase que nunca imaginé decir.

Ahora docenas están cayendo del cosmos, haciendo que la noche


parezca llorar las lágrimas más exquisitas.

Me siento, sin poder apartar la mirada.

Justo antes de que alguna de ellas toque el horizonte, alteran su


trayectoria, moviéndose... hacia nosotros.

Mis cejas se unen. Miro a Des, quien aún no ha respondido.

Él también mira el cielo, pero no parece alarmado ni sorprendido.


Él busca los cielos, el aire oscila un poco con su magia.

Entonces, tal vez lo más extraño que he visto, las estrellas caídas
se juntan una a una en la mano extendida de Des, pareciendo tan
pequeña allí en su palma como lo hicieron en la copa del árbol sobre
nosotros.

No respiro mientras baja su brazo y luego extiende su mano hacia


mí. Ahuecado en su mano luz de estrella. Sé que las estrellas no son
tan pequeñas. Extiendo la mano y las toco con mi dedo. Se sienten
como granos de arena, y son cálidos al tacto.

Aún no puedo contener mi sorpresa.

—¿Cómo hiciste… ?

—Tomé prestada su luz por una noche —explica Des, reflejando la


luz de estrella en sus ojos.
Dejo escapar una risa de sorpresa, recordando nuestra
conversación ya tarde sobre Phyllia, la Tierra de los Sueños.

Robaría las estrellas del cielo por ti.

No tendrías que robarlas Des.

—¿Has hecho un trato con las estrellas? —pregunto, incrédula.

—Se los pedí amablemente. —Lo dice como si hubiera alguna


distinción.

Ahora echo la cabeza hacia atrás y me río. Él habló a las estrellas


del cielo.

Cuando mi risa finalmente cesa, Des sigue mirándome


intensamente.

—Te dije que te daría las estrellas por esa risa.

Lo hizo.

Se inclina hacia adelante, llevando su mano ahuecada a mi


coronilla.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, comenzando a inclinarme


lejos.

—Quédate quieta, querubín.

A regañadientes, hago lo que me pide, mi cuerpo inmóvil.

De repente, vierte la luz de estrella sobre la coronilla de mi


cabeza.

Levanto las cejas, aún sin moverme.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunto, con miedo de lo que sucederá


si sacudo mi cabello.

—Las estrellas estuvieron de acuerdo en que por una noche


florarían el cielo nocturno en tu cabello.

Él todavía me está dando esa mirada intensa. Me da ganas de


meter tímidamente mi cabello detrás de mi oreja.

Un pequeño espejo de mano brilla desde el éter hasta la palma de


Des. Él me lo da, y lo tomo, mirando tentativamente mi reflejo.
Respiro profundo.

Cientos de pinchazos de luz brillan en mi cabello, la luz de


estrella se agrupa en constelaciones. Niego con la cabeza y la luz de
estrella se mueve con ella. Realmente parece que tengo puesto el cielo
nocturno en mi cabello.

—Es hermoso —le digo, apartando mis ojos de mi reflejo para


mirar a Des.

Es más que bello. Es impresionante, surrealista. Miro por encima


de nosotros, solo para asegurarme de que no estoy imaginando esto,
pero no lo estoy. Al elevado cielo nocturno le faltan sus centelleantes
acompañantes.

Des se inclina y me besa, solo el roce más suave de sus labios,


antes de levantarse. Endereza su camisa ajustada, recogiendo una hoja
de hierba perdida.

—Odio interrumpir la noche, amor, pero debemos irnos. Después


de todo, tenemos otro baile al cual asistir.
Capítulo 27
Traducido por Wan_TT18

APARENTEMENTE, HABRÁ bailes todos los días y cada noche, cada


uno llamado por un nombre elegante que lo distingue de los demás.
Está la Celebración Solar, la Víspera de San Juan y, oh, mi favorita, la
Fecundidad Formal. Si eso no te hace temblar, entonces simplemente
no sé qué lo hará.

No estoy exactamente sorprendida por todas los bailes—de alguna


manera lo imaginé—pero el horror verdadero de una semana de bailar,
beber y charlar con hadas finalmente está comenzando a establecerse.

Por no mencionar el hecho de que durante siete días seguidos


tendré que usar tacones.

Ugh, la pesadilla de mi existencia.

El lado positivo es que, al estar asociada con el Reino de la Noche,


no estoy obligada a participar en algunos de los bailes de Solsticio y
reuniones organizados durante el día. Aparentemente a muchos fae
Nocturnos les gusta dormir durante ese tiempo, así que estoy
descolgada en lo que respecta a los deberes oficiales del Rey de la
Noche.

Mis zapatos chocan contra la pasarela de piedra cuando Des, su


séquito y yo entramos en el palacio real del Reino de Flora.

Toco mi cabello por enésima vez, extrañamente consciente de que


el cielo nocturno ahora brilla. Por el momento, me siento como el
cosmos personificado, mi vestido de esta noche es el azul oscuro de
medianoche de los cielos oscuros.

Bajamos tramo tras tramo de escaleras, y cuanto más nos


alejamos, más claustrofóbica me siento.
¿Qué tan abajo está este salón de baile?

La respuesta: lo suficientemente lejos como para hacer que mi


culo ya dolorido se sienta aún más dolorido.

Cuando finalmente llegamos al fondo, la habitación en la que


entramos me deja sin aliento. Puede ser subterránea, pero no se siente
así.

Arcos intrincados y elevados sostienen los techos de la catedral,


la piedra pálida facetada. Los pilares que se extienden por toda la
habitación están tallados en imágenes de hadas doncellas, flores
esparcidas en el pelo.

Cientos de lámparas de vidrio cuelgan de las paredes y de varios


enormes candelabros, las velas que gotean iluminan la habitación con
una luz brillante y parpadeante.

La mayoría de las superficies están cubiertas con plantas y flores,


algunas arregladas en macetas, otras creciendo en las paredes. Más
helechos cubren las mesas llenas de comida que bordean los lados del
gran salón de baile.

En el medio de la sala hay un enorme árbol, cuyo tronco se


extiende hasta el techo, donde se propaga su dosel. De él, los pétalos de
alguna extraña flor de hada caen sobre nosotros.

Des me ve mirando al árbol.

—Se dice que la primera Reina de Flora está enterrada debajo de


ese árbol. Que en lugar de morir, eligió ser enterrada viva para que su
cuerpo y alma pudieran continuar alimentando su tierra y su gente
durante miles de años.

—Eso es jodidamente duro —le digo.

El árbol gigante, las doncellas fae talladas en piedra, los techos


altos de la catedral... Giro en un círculo.

—Es como tus dibujos —respiro.


De vuelta en la Academia Peel, Des me había dibujado varias
imágenes del Otro Mundo. Al menos uno era de este gran salón, estoy
segura de eso.

—¿Recuerdas eso? —dice, sorprendido.

—Por supuesto. —Recuerdo todo—. Estaba desesperada por saber


sobre tu vida.

No responde a eso, pero no necesita hacerlo. Todo está en su


expresión.

Es tuya.

—Noche oscura —murmura uno de los invitados a su compañero


cuando pasan junto a nosotros.

Esa pequeña frase interrumpe el momento que Des y yo


estábamos teniendo. Una risa estalla en mí, y los labios del Negociador
se extienden en una sonrisa secreta y sus ojos se arrugaron en las
esquinas. Poco saben esas hadas que el hombre a mi lado es
responsable de la noche inusualmente oscura.

Des me acerca, la acción no pasa desapercibida. Por segundo día


consecutivo, tenemos la atención de la sala. No es tan obvio esta noche,
más como algo que siento en lugar de ver, sus miradas calentando mi
piel. Me imagino que hay algo particularmente atractivo sobre el Rey de
la Noche, el gobernante de los secretos, el sexo, los sueños y la
violencia, disfrutando de un ser humano.

Des pasa un dedo por mi clavícula expuesta.

—¿Lo has notado? —pregunta.

—¿Notar qué?

Los ojos de Des cruzan la habitación.

—Las alas.

Dirijo mi atención a las hadas que nos rodean.


Tiene razón.

Al igual que en Somnia, hay varias personas con sus alas


desplegadas. No muchos, pero definitivamente más que la noche
anterior, y luego las hadas fueron liberadas.

Es casi una hora después de que ingresamos al salón de baile


antes de que aparezca Mara con un grupo de hombres a su alrededor,
ninguno de ellos el Green Man.

La vista es inquietante, y no logro entender por qué, hasta que,


unos segundos más tarde, toma el mentón de uno de los hombres y lo
besa.

Mis cejas se levantan.

—El harén de la reina —explica Des.

Entonces las reinas fae también tienen harenes.

—Pero ella tiene un compañero… —digo, mis ojos se clavaron en


ella.

Hoy, su vestido es de un vibrante color escarlata y su corpiño


ceñido con una cinta dorada. Sus labios son de color rojo sangre, y se
ven particularmente salvajes cuando sonríe.

—Lo tiene. —Des toma dos copas de champán de un camarero


que pasa, entregándome una de ellas.

Distraídamente, la tomo.

—Pero asumí...

Había asumido que las almas gemelas no podían dormir con otras
personas, pero, ¿qué había estado haciendo todos esos años en que Des
y yo estábamos separados? El hecho de que mi corazón no pudiera
seguir adelante no significaba que evitara salir con otros hombres o
tener intimidad con ellos.
Des es lo suficientemente amable como para no mencionar esto.
En cambio, los dos pasamos varios segundos mirando a Mara.
—¿Qué piensa el Green Man de esto? —pregunto.

Des levanta un hombro.

—Me imagino que no está muy interesado en compartir su


compañera. Pero ella es la reina y él es un cobarde.

Ay.

Antes de que cualquiera de nosotros pueda continuar, oímos


pisadas rítmicas justo afuera del pasillo, viniendo de la escalera que
conduce hacia abajo.

Muy lentamente, la habitación se calma, cientos de miradas van a


las enormes puertas dobles que conducen al salón de baile.

Las pisadas resonantes se silencian y las puertas del salón de


baile se abren. Dos hileras de soldados fae usando uniformes de
reluciente dorado en la habitación, con movimientos coreografiados y
precisos.

Eventualmente se detienen y pivotan, creando una especie de


pasillo improvisado. Otra hada uniformada se dirige por el pasillo,
deteniéndose al final.

—Es mi honor eminente presentar, desde los radiantes cielos


superiores, a Su Majestad Janus Soleil, ¡el Rey de Día! —anuncia.

Me cubro los ojos del brillo que estalla en la entrada del salón de
baile cuando alguien se acerca al pasillo y se detiene frente a los
soldados. El deslumbramiento tarda varios segundos en desaparecer.

Cuando lo hace...

Todo lo que veo es cabello dorado, piel bronceada y ojos del color
azul claro de las aguas del Caribe.

Mi flauta de champán se escapa de mi mano, rompiéndose contra


el suelo.

Rompe cualquier hechizo que haya sido lanzado sobre la sala. Las
hadas se apartan del rey fae para mirarme, frunciendo el ceño cuando
se dan cuenta de que es la humana, quien no debería estar aquí, la que
está causando la conmoción.

Estoy demasiado distraída para preocuparme, mi mirada está fija


en el hada.

El Rey de Día.

Comienzo a temblar, mi mente grita, grita.

Des mueve su mano, y bajo su magia, el vaso se vuelve a juntar y


el champán vuelve a llenar la taza. Subrepticiamente, mira entre el
hombre que hace solo unos segundos brillaba como el sol y yo.

—Él me llevó —le susurro—. Él fue el que me llevó. De tu casa. Él


me llevó a Karnon.

La persona que me entregó a mi atacante, la persona que bien


podría ser el Ladrón de almas, es otro fae rey.

Siento más que un poco de náuseas.

La mirada de Des se posa en mí durante un segundo caliente, y


luego, en un abrir y cerrar de ojos, Des desaparece, las dos flautas de
champán que sostuvo hace un segundo caen una vez más al suelo. Se
rompen un segundo después, el vino burbujeante empapa el piso y el
dobladillo de mi vestido.

Reaparece frente a Janus, el aire a su alrededor envuelto en


sombras, sus alas con punta de garra abiertas.

Las sombras se agitan alrededor de la habitación, comenzando en


las esquinas más alejadas y reptando entre las piernas de las hadas
como una niebla oscura y siniestra.
La habitación todavía está en silencio, todavía congelada cuando
Des agarra al Rey del Día por el cuello y levanta su brazo hacia atrás.
Su puño golpea la cara de Janus con un golpe de carne, el sonido
reverbera.

Cualquiera que sea la extraña ensoñación que se apoderó de la


habitación, esa sola acción rompe el hechizo. La sala estalla en gritos y
la gente comienza a moverse.
El brazo de Des es como una almádena, golpeando al Rey del Día
una y otra vez. Los soldados uniformados de Janus se acercan a Des,
mientras que los soldados del Reino de la Noche se topan con la
refriega.

Antes de darme cuenta, los soldados se han vuelto contra los


soldados y los invitados contra los invitados. La sala de repente está en
un alboroto ya que las hadas comienzan a pelear entre sí. Los fae de
Fauna me señalan, y varios de ellos comienzan a tejer entre la multitud,
dirigiéndose en mi dirección.

Awww, mierda, casi me olvido de la pequeña vendetta que el


Reino de la Fauna tuvo para mí y para el Negociador.

A poca distancia, Malaki, Temper y varios soldados del Reino


Nocturno están tratando de abrirse camino hacia mí.

En todas las direcciones, las alas se despliegan, cada una más


hermosa que la anterior. Brillan en todo tipo de colores, y sería
impresionante si no significara que cientos de hadas estuvieran
perdiendo su mierda.

La habitación cavernosa ya no se siente tan grande, y oh, estoy


desarrollando un caso masivo de claustrofobia.

Hice esto. Desaté a Des. Y a pesar de que la parte cruel y viciosa


de mí saborea su retribución, el resto de mí está horrorizado de que
haya puesto en marcha estos eventos.

Comienzo a abrirme paso entre la multitud, decidida a llegar a los


dos reyes.

Si alguien va a vengarse, seré yo, mi sirena ronronea.


Las hadas salen al aire, desgarrándose unas a otras. Mientras
tanto, Des y el Rey de Día todavía están luchando, uno brillante como el
sol y el otro oscuro como la noche.

Las hadas de la Fauna están casi a mí alcance, y los Guardias


Nocturnos que vienen por mí todavía están demasiado lejos para
ofrecerme algún tipo de protección.
Tendré que encargarme de estas hadas por mi cuenta. La idea
envía un escalofrío de placer por mi columna, y siento que empiezo a
sonreír.

Mis uñas están a punto de afilarse cuando la voz de Mara


atraviesa el ruido.

—¡No habrá muerte en mi casa!

Todos menos Des y Janus, el Rey de Día, hacen una pausa, nadie
está dispuesto a oponerse a la reina que los acoge.

El Negociador no parece importarle cómo piensa Mara. Él tiene al


Rey de Día inmovilizado debajo de él, y sigue martillando en la cara del
hombre.

—Desmond Flynn, Rey de la Noche, por ley de mi reino, te ordeno


que pares —la voz de Mara retumba.

Con el brazo echado hacia atrás, Des vacila, su respiración


pesada y desigual. Su pelo, que previamente había estado peinado, lejos
de su cara, ahora cuelga en zarcillos salvajes. He visto a mi compañero
cuando está furioso, pero rara vez lo he visto así, desordenado con su
enojo. Hay algo muy... muy crudo al respecto.

A regañadientes, deja caer su puño, su respiración pesada.


Inclinándose cerca de Janus, susurra algo al oído del Rey de Día, y
luego se para, sus ojos se mueven entre la multitud. Todavía en quietud
cuando ellos caen sobre mí.

Parece un huracán contenido en un hombre. Tiene manchas de


sangre en la cara y una pequeña línea en la comisura de la boca. Pero
es la furia apenas contenida en sus ojos y las sombras profundas que
recorren la habitación, los verdaderos indicios de lo molesto que está.

El Rey de Día se pone de pie, dándole a Des una mirada asesina.

Mara comienza a aplaudir, y la atención repentinamente gira


hacia ella. Se pavonea por la habitación hacia los hombres, la multitud
se separa para ella.
—Señoras y señores —dice—, les presento el primer reto de
compañeros.

¿Reto de compañeros?

Todos los demás en la habitación se conmocionan, sus miradas


de evaluación se mueven entre los hombres y yo. Mara sigue su
ejemplo, sus ojos encuentran los míos. Me sonríe, sus labios brillantes
hacen que su rostro se vea igual de hermoso y malvado. El resto de su
rostro está lleno de ira.

—Felicitaciones al Rey de la Noche y a su sirena —dice—. Ahora,


todos, envuelvan su entusiasmo y por favor, continúen como antes.

No entiendo muy bien cómo lo hace, pero Mara logra devolver este
lugar desde el borde del caos. Una por una, las alas de las hadas
desaparecen y la gente se alisa los trajes arrugados. Mientras algunas
miradas sucias pasan entre los invitados, varios lanzados por algunas
hadas Fauna descontentas, la conversación y las carcajadas comienzan
a florecer en el pasillo.

Des limpia la sangre de su boca, frunciendo el ceño al Rey del


Día, quien le devuelve la mirada. Pero Mara no ha terminado con ellos.
La Reina de Flora guía a los dos reyes lejos de la habitación y sale por
una puerta lateral.

Mi corazón tiembla un poco ante la vista. Sin Des, soy muy


consciente de que soy un cordero en una guarida de leones.

—Fuera de mi camino. Fuera de mi camino; si te paras en mi


vestido, juro por los santos que no vas a tener los dedos de los pies. —
Incluso entre el creciente ruido de la multitud, la voz de Temper llega a
mí—. ¿A quién coño tengo que golpear por una poco de espacio?
¡Muévanse!

Malaki la sigue de cerca, con la cara marcada por líneas severas.

—¿Qué demonios en el infierno amoroso fue eso? —dice Temper


cuando llega a mi lado, mirando hacia atrás, donde las hadas se
pelearon hace no mucho.

Sacudo la cabeza, mi garganta hinchándose.


—¿Estás bien? —pregunta Malaki, acercándose a Temper.

Asiento, tragando. Ahora que la lucha ha terminado y la


adrenalina está disminuyendo, me golpea: el hombre que me llevó es un
rey fae, y él está aquí. Tendré que estar cerca del Rey del Día por el
resto de esta visita. Incluso podría tener que interactuar con él. La idea
envía una ola de náuseas y nervios a través de mí.

—Diré esto para el Negociador —dice Temper—, arroja un gancho


de derecha promedio. Ese chico rey guapo cayó como una erección en la
iglesia.

Temper, siempre elocuente.

—¿Qué es un reto de compañeros? —le pregunto a Malaki.

Él frunce el ceño.

—Si un hada rival disputa un vínculo, él o ella puede desafiar a


un compañero a un duelo. Es una vieja tradición, principalmente
utilizada para mostrar el valor del compañero al que se disputa, o como
un insulto si un hada exterior no cree que una de las dos sea digna de
la otra. La mayoría de las veces es simplemente una forma para que los
compañeros, generalmente hombres, resuelvan su agresión y
establezcan su reclamo.

¿He mencionado que las tradiciones fae son raras? Porque ellos
también lo son.
—Nunca pensé que volvería a verte —dice una voz familiar a mi
espalda, sacándome de mis pensamientos. El sonido de él levanta todo
tipo de piel de gallina placentera.

Aetherial.

Me vuelvo justo a tiempo para ver al soldado fae, vestido de pies a


cabeza con un uniforme dorado manteca, un emblema del sol
estampado en su pecho. Ella había languidecido en la celda de al lado
cuando éramos prisioneras de Karnon.

—¡Aetherial!
Es impactante verla en carne y hueso, su rostro anguloso
brillando y su cabello rubio corto. Me habían vendado los ojos cuando
fui escoltada dentro y fuera de la celda, así que solo tenía mi
imaginación para seguir cuando hablaba con ella. Es más alta y más
delgada de lo que imaginaba, sus son labios suaves y carnosos cuando
esperaba que fueran delgados y feroces.

Probablemente rompiendo todo tipo de buena etiqueta, la


estrecho en un abrazo.

En lugar de alejarse, me devuelve el abrazo. Cuando finalmente


me suelta, es para recibirme.

—Tengo que admitir que, limpia, eres incluso más adorable que
los pocos vistazos que atrapé de ti —dice. Sus ojos se mueven hacia mis
alas—. Aunque no recuerdo esas. ¿Des te ha dado el vino?

—¿El vino? —Arrugo mis cejas—. No, esto... —Mi voz se detiene—,
esto fue obra de Karnon. —Juro que su fantasma debe estar aquí esta
noche porque el rey muerto parece estar en todas partes y en todo.

—¿Karnon logró eso? —Ella levanta sus cejas—. Creo que no


debería sorprenderme.

Quiero preguntarle qué quiere decir con eso, pero una pregunta
aún más grande me atormenta.

—¿Cómo hiciste para...?

—¿Sobrevivir? —completa.

Asiento con la cabeza. Lo último que recuerdo es que ella había


estado casi catatónica.

Se encoge de hombros.

—Aparentemente no estaba más allá del punto de no retorno


cuando me encontraron. He oído que debo agradecer a tu pareja por
eso. —Sus ojos se dirigen hacia donde vio por última vez a Des—. Él
parece... intenso.

Dejo escapar una risa hueca.


—Escuché —continúa—, que después de que terminó con
Karnon, no quedó ni siquiera un diente sobrante del hombre.

Recuerdos desagradables de ese encuentro final revolotean en el


fondo de mi mente.

—Iba a tratar de agradecerle esta noche —admite, sus rasgos


endurecidos—. He tenido sueños de destripar a ese bastardo con
cuernos.

—¿Quién es tu amiga? —Temper, que ha estado colgando en la


periferia de nuestra conversación, ahora se inserta en ella, sonando
como un amante celoso.

—Aetherial, Temperance. Temperance, Aetherial —digo, haciendo


presentaciones.

Aetherial toma la mano de Temper.

—Debes ser la hechicera de la que todos hablan. —Ella besa el


dorso de su mano—. Encantada.

No hay nada que quite el viento de las velas de Temper como un


pequeño halago.

—¿Quién eres? —Temper pregunta, un toque más agradable de lo


que hubiera sido de otra manera.

—Una compañera anteriormente cautiva —dice Aetherial.

Nuestra conversación se apaga cuando el ruido en la habitación


muere. Decenas de fae miran hacia un lado de la habitación. Sigo su
mirada a tiempo para ver a Mara, Des y Janus saliendo por la puerta
lateral en la que habían entrado previamente, Des con una expresión
oscura.

Me tenso cuando veo al Rey del Día detrás de él, mis palmas
comienzan a sudar. Él podría no haber abusado de mí, pero me entregó
a mi abusador. En mi opinión, apenas hay una distinción entre los dos.
—Tengo que volver a mis obligaciones —dice Aetherial,
excusándose—. Temperance, un placer conocerte. —Baja la cabeza—.
Callie, espero volver a verte pronto.

Y luego se sumerge en la multitud, volviendo al mismo hombre


que hizo posible que ella y yo nos encontráramos.

Tan pronto como Des me ve, desaparece, reapareciendo a mi lado.


Sus alas se abren a mí alrededor, empujando a todos los que están
cerca, incluida Temper.

—Iré a la guerra con él por esto —gruñe—. Te lo juro.

Me lleva un segundo ponerme al día con la trayectoria de los


pensamientos de Des. Guerra. Janus. El Reino Diurno. Venganza por
mi secuestro.

—No voy a parar hasta que haya derrumbado su trono y lo haya


capturado —continúa Des—. Lo encerraré en las Catacumbas de
Memnos, donde mis monstruos cortarán sus entrañas y los alimentarán
para que...

Presiono mi mano contra la boca de Des.

Santa mierda Quiero decir, santa mierda.

—Está bien, eso fue súper vívido, y realmente aprecio de dónde


viene todo esto...

Él quita mi mano.

—Claramente, he sido demasiado suave y tú demasiado


indulgente si no crees...

Cubro su boca de nuevo con mi mano.

—...pero me gustaría pasar toda la semana sin ningún otro


incidente —termino.

Esta vez cuando Des retira mi mano de sus labios, es más


amable, juntando mi mano entre las suyas.
—No puedo deshacer lo que se ha hecho, pero quiero arreglar las
cosas para ti. —Su voz baja—. No quiero que tengas que pasar por esa
experiencia otra vez.

Es legítimo y me va a hacer asfixiar.

—No lo haré —digo con voz ronca.

Es una promesa vacía. Ninguno fue capaz de evitar que mi


secuestro sucediera una vez antes, ¿quién puede decir que podemos
evitar que vuelva a suceder? Pero a veces solo necesitas hacer esas
estúpidas promesas vacías para el beneficio de todos. —Puedo tratar
con el Rey Diurno durante una semana.

Una mentira flagrante porque estoy bastante segura que no


puedo. Soy una gallina cuando se trata de enfrentar a los hombres
malos que me han victimizado.

Pero de alguna manera tendré que lidiar con ello, tanto por el
bien de Des como por el mío.
Capítulo 28
Traducido por Vale

ESA NOCHE, me acuesto en los brazos de Des, las estrellas de vuelta en


el cielo donde pertenecen, mi pelo derramándose a nuestro alrededor.
Algunas luces de hadas se ciernen en el aire sobre nosotros, dándole a
la habitación un suave resplandor.

Des acaricia mi espalda, sus movimientos agitan las plumas de


mis alas. Mi mejilla presionada contra su pecho cálido. Si alguna vez
tuviera un hogar, estaría aquí mismo.

—Cuéntame sobre tu padre —le digo, mis propios dedos recorren


ociosamente los músculos que corren por su torso.

Des suelta una risa sin alegría.

—¿Te asusté mucho antes?

Levanto la cabeza y le dedico una mirada incrédula.

—¿De qué estás hablando?

Su mano en mi espalda hace una pausa. Cuando se reanuda, es


para dibujar imágenes ociosas con su dedo. Me pregunto, si le dieran
un lápiz y papel, de qué serían exactamente esos dibujos ociosos.

—Dicen que conseguí mi temperamento de padre —admite.

—¿Quién dice esto? —pregunto en voz baja.

—Se sabe que el linaje real del Reino Nocturno se enoja


rápidamente —dice, eludiendo la pregunta—. Es por eso que mi madre
me hizo trabajar tan duro para controlar mi furia, y es lo que me hizo
particularmente despiadado cuando estaba con los Ángeles de la
Pequeña Muerte.
Encuentro que quiero preguntar acerca de su hermandad, pero
reprimo mis preguntas, temerosa de que descarrilará lo que realmente
quiero saber esta noche.

—Incluso ahora —continúa—, cuando he tenido tanto tiempo


para trabajar en ello, todavía puede hacerse cargo.

Como antes esta noche.

Quiero decirle que no se está dando el beneficio de la duda.


Cuando pienso en Des y control, pienso en todos esos meses que pasé
en la escuela secundaria tratando de reducir a mi compañero sin éxito.
O cómo, cuándo me encontró en la sala del trono de Karnon,
ensangrentada y destrozada, todavía mantuvo atada su ira hasta el
último momento.

Pero no menciono nada de esto.

En cambio, pregunto:

—¿Tu padre perdería el control?

La mano de Des se mueve hacia mi cabello. Pasa sus dedos a


través de él, dejándolo deslizarse a través de ellos.

—A veces, por lo que he escuchado —dice. Los ojos de Des se


vuelven distantes—. Por lo general, cuando algo desagradable lo
sorprendía.

Vuelvo a apoyar mi cabeza sobre su pecho.

—Exactamente todavía no has respondido mi pregunta.

Hay tantas cosas que desconozco sobre Des, recuerdos de siglos


que no se ha molestado en compartir. Y quiero saber cada detalle de su
vida, pero este detalle en particular, su padre, es uno que parece
especialmente importante.

—Entonces quizás… —Su dedo toca mi nariz—, deberías ser más


precisa con tus preguntas.

—Des.
Escucho el suspiro que sale de sus pulmones.

—De todas las pequeñas verdades divertidas y perversas que


podrías preguntarme, tienes que elegir esta...

Está intentando librarse, me doy cuenta. Es tan humano, y tan


diferente de mi compañero.

—No me gusta hablar de él —admite.

Lo entiendo. Dios, sí que lo entiendo.

—Estaba matando a sus hijos —dice Des de la nada.

Me tenso en sus brazos.

—Cuando fui concebido —continúa—, estaba matando a todos


sus hijos. Los adultos, los niños, incluso los bebés.

No respiro por varios segundos.

El primer pensamiento ridículo que tengo es que Des alguna vez


tuvo hermanos.

El segundo es que ahora todos son fantasmas. Cada uno de ellos.


Todo por su padre.

No puedo entender eso. Es demasiado cruel, demasiado malvado,


demasiado inadmisible.

—¿Por qué? —pregunto finalmente. Mi pregunta parece hacerse


eco en el silencio de la habitación.

No espero una respuesta, no solo porque Des no es muy


comunicativo con ellas, sino también porque he descubierto como
investigadora privada, que los casos más retorcidos casi nunca tienen
una explicación. A veces las personas hacen cosas atroces solo porque
pueden.

La mano del Negociador se desliza de mi cabello, bajando por mi


brazo.
—Algunas profecías que recibió le advertían que su legado
conduciría a su caída.

Suena como un drama griego.

—No sé si alguna vez se preocupó por sus hijos, pero si lo hizo, se


preocupaba más por su poder.

Ahora entiendo por qué, por más espantosos que sean los niños
de los ataúdes y por desalmados que sean, Des no les dañará.

Ningún niño merece ser asesinado por su línea de sangre.

—Mi madre era su concubina favorita. Cuando descubrió que


estaba embarazada, huyó del palacio. Eventualmente terminó en
Arestys. No lo supe hasta más tarde, pero durante toda mi infancia
vivimos escondidos.

Me había preguntado cómo Des podría haber venido del harén


real y aun así tener la vida que tuvo.

Ahora lo sé.

Mi rey matón. No habría existido si su madre no hubiera hecho lo


que hizo.

Tratar de imaginar un mundo sin Desmond Flynn es aún más


difícil de entender que un mundo en el que un padre mata a todos sus
herederos.

¿Cómo sería la vida si no hubiera un Negociador para salvarme de


mi pasado, ningún Des para consolarme en la noche, ningún
compañero para reclamar su derecho después de siete largos años de
espera?

Solo el pensamiento duele.

Deslizo mis dedos por su piel. No sucedió. El hombre debajo de mí


es más que sueños y deseos. Es de carne y sangre, piel y hueso,
músculo y magia.
Y es mío.

—¿Se hizo realidad? —pregunto—. ¿La profecía?

Durante varios segundos, todo lo que escucho es la respiración de


Des. Eventualmente, levanta su mano, y las luces de hadas sobre
nosotros se apagan.
—Eso es suficiente compartir para una noche —dice.

En la oscuridad, me deja a mis propios pensamientos. Y no puedo


evitar preguntarme…

¿Qué es lo que Des sigue ocultándome?


Capítulo 29
Traducido por Vale

EL SONIDO de los cubiertos de plata resuena en el recoveco de


desayuno privado de Mara.

—Bueno, anoche fue más que un poco emocionante —dice Mara,


rompiendo el silencio.

Los tres gobernantes fae, el Green Man y yo, estamos sentados


alrededor de una mesa, disfrutando de un desayuno incómodo como la
mierda.

Uno de los pilares del Solsticio es las charlas de diplomacia que se


llevan a cabo durante esta semana, y aparentemente la reunión de
desayuno de hoy es la primera de ellas.

Para ser honesta, no tengo grandes esperanzas sobre cómo van a


ir las conversaciones de este año. El Rey de Fauna está notablemente
ausente mientras su reino lucha por encontrar un gobernante de
reemplazo. Mientras tanto, Des y Janus se han estado fulminando con
la mirada durante toda la comida, Des rodando su cuchillo alrededor de
su mano como lo he visto hacer con dagas. Y Mara me ha echado un
vistazo unas cuantas veces, pero no ha podido dar el salto para dirigirse
a mí correctamente.

Todo lo que estoy tratando de lograr es mantener el desayuno y


no enloquecer. No debería estar dócilmente sentada en una mesa con el
hombre que me secuestró de la casa de Des. Si fuera un hombre
humano, ya habría estado metida hasta el cuello en mi venganza,
usando mi glamour para hacer que haga cualquier cosa y todo lo que
quisiera. Pero, por desgracia, es un rey hada, uno inmune a mis
poderes y asombrosamente poderoso.

El único que parece estar disfrutando es el Green Man. Ha estado


devorando sus huevos como si fuera una profesión.
Esta es la reunión diplomática más extraña de la historia.

—Entonces vuélvanme a recordar —dice Mara, mirando al Rey del


Día y al Rey de la Noche―, ¿qué riña era otra vez la que casi arruinó dos
milenios de pacíficas reuniones del Solsticio?

Des se recuesta en su asiento, doblando una pierna sobre la otra


rodilla.

—Janus secuestró a mi compañera.

Janus golpea sus cubiertos sobre la mesa, haciendo que los


platos traqueteen.

—Por última jodida vez, no la toqué. —Sus ojos se dirigen hacia


mí—. Nunca antes siquiera la había visto.

Mentiroso.

No sé a qué está jugando, pero nunca podría olvidar la corona de


luz que brilla a su alrededor o esa cara suya, la cual haría llorar a
escultores.

Debe leer mis pensamientos de mi expresión porque sus ojos se


alejan molestos.

La mirada de Mara se mueve hacia mí.

—¿Janus te secuestró? —pregunta, cruzando las manos bajo la


barbilla.

Me toma un segundo responder porque, oh Dios mío, realmente


se dirigió a mí, una simple mortal.

Dejo mi tenedor.

—Sí. —Mi voz es de acero.

Janus suelta un bufido, levantando las manos en el aire.

—No lo hice.
—Entonces, ¿Janus estaba trabajando con Karnon? —pregunta
Mara a la habitación.

Mis ojos están enfocados en el Rey de Día.

Nadie responde.

—¿Y bien? —presiona, su atención se dirige a Janus—, ¿es


verdad?

—Por supuesto que no. Puedo proporcionar una coartada, no es


que esté inclinado a hacerlo. —Nivela a Des con otra mirada fulminante.

—Bueno, ahí estamos —dice Mara, sonriendo tensamente—.


Puede proporcionar una coartada. Quizás Callypso aquí estaba solo
confundida.

—No lo estaba —le digo. Solo que mi voz suena un toque


defensiva porque... ¿y si? ¿Qué pasa si el Rey del Día era capaz de
probar que no estuvo en la tierra esa mañana que me secuestró?

¿Entonces qué?

—Ahora, ¿podemos todos seguir adelante? —dice Mara, ignorando


mi respuesta. Les da a todos una mirada dura, a mí en particular, y
rápidamente me doy cuenta de que hemos llegado al último de su
buena voluntad.

Aguántense y cállense, eso es lo que nos exige.

—Por favor —dice Janus, exasperado.

Las sombras comienzan a filtrarse en las esquinas de la


habitación. No he echado un vistazo a Des, pero solo por esas sombras
puedo decir que no va a aceptar nada.

Des se inclina hacia atrás en su asiento.

—N…

Tragando mi cobardía, coloco una mano sobre su muslo,


deteniéndolo.
—Sí —digo, mi voz ronca.

Des le quita su atención a Janus el tiempo suficiente para darme


una mirada tormentosa. Lo que sea que ve en mi cara lo tiene
trabajando su mandíbula. Muy lentamente, las sombras retroceden.

Doblando sus brazos sobre su pecho, asiente con fuerza.

—Fabuloso. —Mara toma su copa de champán—. Ahora, en las


noticias reales: Desmond, ¿mataste a Karnon?

A mi lado, el Negociador no dice nada, se ve a la vez salvaje e


insolente.

—Desmond —presiona Mara. Parece casi depredadora, esperando


su respuesta.

Ociosamente, él levanta mi mano y juega con ella, un pequeño


gesto que atrae la atención de nuestra audiencia.

—Sí, lo maté. Hirió a mi compañera.

—Hmmm. —Mara toma un sorbo de su bebida.

Sus ojos se mueven hacia mí, calculando, curiosa.

—¿Cómo fue ser prisionera de Karnon? —me pregunta.

Mi corazón comienza a acelerarse. Tomo una respiración


tranquilizadora.

—Fue un infierno. Un infierno absoluto. —Estoy orgullosa de que


mi voz no flaquee. Puede que me sienta como un desastre, pero sueno
segura de mí misma.

Mara se inclina hacia adelante, una luz enfermiza en sus ojos.

—¿Te violó...?

—Suficiente. —Poder recorre la voz de Des.


La Reina de Flora se recuesta en su asiento, tomando otro sorbo
de su champán.
Mi piel se eriza ante su pregunta, ante su inquietante interés.

—Creo que Karnon estaba detrás de las desapariciones de


mujeres —dice—, pero el hecho es que el hechizo no se ha levantado.
Alguien más sigue allí afuera tirando de las cuerdas.

Un escalofrío recorre la habitación.

—Nuestra investigación ha asumido tanto —dice Des.

—Como la mía —agrega Janus.

Los ojos de los dos gobernantes se encuentran. Estoy bastante


segura de que el aceite y el agua hacen un mejor trabajo mezclándose
juntos que estos dos.

Me da la impresión de que esta rivalidad es anterior a mí. Luz y


oscuridad, batallando constantemente entre sí.

—Lo que me parece interesante —interrumpe el Green Man—, son


los niños de los ataúdes.

Todos los ojos se mueven hacia él. Hasta el momento, no ha


agregado mucho a la conversación.

Arroja sus utensilios en su plato limpio.

—Esos niños beben sangre y profetizan, rasgos estrechamente


asociados con el Reino Nocturno.

Deja que esa pequeña revelación permanezca en el aire.

Rasgos estrechamente asociados con el Reino Nocturno.

Su significado es claro: quien engendró a esos niños era un hada


Nocturna, y el único hada Nocturna lo suficientemente poderoso como
para ejercer el tipo de magia que el Ladrón de Almas hace sería...
La boca de Des se curva en una sonrisa feroz, todo su rostro se
vuelve siniestro.
—Entonces crees que fui yo. Que violé a esas mujeres y engendré
a esos niños.

La idea no es solo ridícula, es aborrecible.

—No tendría que ser una violación —dice Mara


contemplativamente. Mira a Des, su mirada lo desnuda. Mis pelos se
elevan ante la vista—. He escuchado historias de tus conquistas.
¿Quién puede resistir al Rey de la Noche con todos sus encantos?

Mis dedos se cierran alrededor de los bordes de mi asiento, y


tengo que luchar para mantener mi rabia a raya.

—¿Seguramente no pueden hablar en serio? —digo—. Cualquiera


de las mujeres tomadas puede decírtelo, Karnon y solo Karnon las tocó.

—Y sin embargo, el punto de mi compañero sigue siendo el mismo


—dice Mara—. Los niños de los ataúdes tienen rasgos de fae Nocturnos
no de Fauna.

Este es el mismo acertijo con el que lidié cuando fui a ver a los
niños en la guardería real. Odio que ahora esté siendo torcido para
incriminar a mi compañero.

Des, mientras tanto, no está haciendo nada para disipar las


acusaciones en su contra. Simplemente continúa mirando a Mara con
esa sonrisa malévola en su rostro, inafectado por sus palabras.

—¿Por qué no deberíamos creer que eras tú? —dice Janus—.


Escuché que te tomó casi una semana rescatar a tu compañera del
palacio de Karnon. ¿Por qué tanto tiempo, Flynn?

Esa pregunta... esa pregunta duele. Olvida el hecho de que estos


gobernantes están sacando historias de las sombras. ¿Por qué Des
esperó tanto?

Des se inclina hacia atrás en su silla, mirando con arrogancia a


los otros gobernantes.

—¿Y qué si soy yo? ¿Qué pasaría si yo, en mi poder infinito,


organicé todo para que el rey loco fuera el chivo expiatorio? ¿Qué
harían? ¿Qué podrían hacer?
Mara y Janus comparten una mirada.

Janus se inclina hacia adelante, sus ojos intensos.

—Lo que sea necesario hacer.

Siento la profundidad del poder de Des entonces, sentado en esa


habitación. Es tan vasto como el universo y tan oscuro como la noche.

Si fuera cruel, si fuera malvado... no se podría detener.

Si fuera cruel y si fuera malvado, a nuestro vínculo no le


importaría de ninguna manera.

Me guste o no, aún sería suya.


Capítulo 30
Traducido por 3lik@

LOS NIÑOS DE LOS ATAÚDES tienen rasgos del Reino Nocturno.

Mi piel cosquillea, aunque hace calor afuera.

—¿Por qué te llevó tanto tiempo encontrarme cuando era la


prisionera de Karnon? —le pregunto a Des mientras volvemos a nuestra
habitación. No quiero sonar herida o acusadora, pero una parte de mí
siente ambas cosas.

Des se detiene, volteándose para mirarme. Inclina la cabeza.

—¿De verdad estás considerando sus palabras?

No sé qué decir, atrapada entre mi propia incertidumbre y los


secretos de Des.

—Solo necesito saber —le digo, con voz tranquila.

La boca de Des se convierte en una mueca. Mira a nuestro


alrededor, mirando a las hadas que se pasean por los jardines.

Su significado es claro: este no es un lugar privado.

Asiente con la cabeza hacia el enorme cedro en el que estamos


alojados, sus alas desplegándose detrás de él.

—Sígueme.

Antes de que pueda preguntarle qué está haciendo, él salta en el


aire, sus enormes alas se ven fuera de lugar en la brillante luz del día. A
nuestro alrededor, la gente se detiene a mirar.

Soltando un suspiro, doy un salto corriendo, dejando que mis


alas me levanten en el aire.

Des aterriza en una de las ramas más altas del cedro.


Torpemente, me uno a él, casi saltando la rama y cayéndome. Me
atrapa por la cintura, soltando una ronca carcajada que siento en mi
interior.

Él no puede ser malo, no puede. Ambos podríamos estar jodidos,


y seguro, Des ha matado a algunas personas, pero no puede ser
malvado, más como... Malvado a medias.

Me ubico en la rama para que mis piernas cuelguen, la parte


posterior de mis tobillos roza mis alas y mi hombro roza el de Des.
Desde esta altura, las hadas parecen pequeños insectos.

Respiro el aire fresco del bosque, la copa de los árboles se


balancea ligeramente con la brisa.

—Esa mañana, la mañana en que desapareciste —comienza


Des—, ni siquiera puedes... —Su voz se rompe, y giro mi cabeza para
mirarlo. Está muy lejos del engreído rey fae que fue en la mesa del
desayuno de Mara. Ahora puedo sentir el calor y el dolor en sus
palabras—. Al principio, pensé que me abandonaste —dice—. Pensé que
huiste como tantas otras veces cuando estabas en la secundaria. En los
días que le siguieron, deseé que lo hicieras.

»Fue la taza de café lo que cambió todo. Estaba situada allí en la


mesa del patio, aún llena. De todas las personas, tú no dejarías intacta
una taza de café.

Sonrío un poco porque es verdad; nunca dejaría que se


desperdicie un buen café.

—Es más o menos cuando me di cuenta de que no te habías ido;


te habían llevado.

—La ira que sentí, el miedo… —Su voz se corta y niega con la
cabeza—. Peiné la tierra por ti, y luego peiné el Otro Mundo. Cada
minuto que pasaba, el temor se hacía más profundo. Y... —Se pasa una
mano por el cabello, soltando una carcajada—, era mucho peor que
esos siete años de espera. Tan infinitamente peor.

»Cobré en años de favores por pistas miserables, y aún me llevó


días localizarte el Reino de Fauna.

Mi corazón se contrae mientras veo a Des recordar aquellos días


en que desaparecí. No había sabido nada de esto.

—Debería haber sido capaz de encontrarte. Debería haberlo


hecho. La forma en que funciona mi poder... los secretos que escucho,
las voces que me dicen lo que necesito saber, eran ominosamente
silenciosas.

¿Secretos? ¿Voces?

Él toma mi mano, presionando la parte posterior de ella en su


boca. Siento el más leve temblor en su toque, como si el recuerdo aún
fuera visceral para él.

—¿Qué pasa con nuestro vínculo? —pregunto—. ¿No podrías


haberme encontrado a través de eso?

Había escuchado historias de almas gemelas rastreándose entre


sí, su vínculo como una brújula dirigiéndolos a la ubicación de su
compañero.

Des quita la mirada del horizonte.

—Hay algo acerca de nuestro vínculo que no te he dicho...

No sé cómo una sola oración puede llenarme de tal


presentimiento, pero esta sí. Mi estómago se aprieta.

—¿Qué es? —Apenas puedo forzar las palabras.

—Querubín, nuestro vínculo... tiene problemas.


Capítulo 31
Traducido por Mais

CUANDO ENCUENTRO a Temper de vuelta en su habitación, está


escogiendo qué ponerse. Hoy, su cabello está trenzado en docena de
trenzas, cristales y espirales de dorado entretejido entre estas.

—¿Qué hay chica? —dice, después de sentarme en su cama.

La observo cambiarse, dejando caer mi cabeza en mis manos.

—Nada…

Todo.

—No voy a mentir, estos atuendos fae son lindos como el infierno
—dice, lanzando uno a mi lado.

Hago una respuesta evasiva.

¿Por qué vine aquí? Temper prácticamente está zumbando bajo su


aliento. Claramente, las cosas entre ella y Malaki están yendo bien. Es
una hechicera en lujuria, lo que significa que no está de humor para
una triste historia.

—¿Qué sucede? —pregunta mientras comienza a desvestirse.

—Nada.

Temper resopla.

—Perra, hemos sido amigas durante casi una década. Deja de


golpear las ramas…

Hago una mueca.

—Es andar, Temper. Andar por las ramas.

Se gira hacia mí.

—¿Te parece que jodidamente me importan las preposiciones?


Solo escupe lo que sea que está en tu mente.
—Des y yo no somos oficialmente almas gemelas —sale en un
susurro.

Se detiene en mitad de cambiarse, sus senos en completo vistazo.

—¿Qué quieres decir?

Agarro el sujetador de la pila de ropa a mi lado y se lo lanzo.


Distraídamente, comienza a ponérselo.

Puedo escuchar las palabras de Des en esa copa de árbol.

Querubín, nuestro vínculo… tiene problemas.

—Cuando fui prisionera de Karnon, Des no podía encontrarme


aunque técnicamente éramos compañeros… nuestra magia es
incompatible.

—¿Incompatible? —dice Temper, viéndose sorprendida—. Esa es


la mierda más estúpida que he escuchado. ¿Cómo puede no ser
compatible?

—Soy humana. Él es un hada. Nuestra magia viene de diferentes


mundos. —Es la misma razón por la que mi glamour no funciona en los
fae, y por qué el poder oscuro de Karnon nunca funcionó en mí.

No es como si la magia humana y fae sea completamente


incompatible… Des obviamente puede usar sus propios poderes en mí…
pero cuando se trata de mezclar nuestras esencias… nuestro vínculo no
es perfecto.

Temper se aclara la garganta.

—¿Y sin embargo siguen siendo almas gemelas?

Asiento, mi mentón rozando contra las palmas de mis manos. Esa


es una cosa en la que Des enfatiza una y otra vez.

Eres mi compañera.

—De acuerdo, entonces ahórratelo —dice Temper, colocándose su


atuendo—. Al menos tienes un alma gemela. El resto de nosotros
tenemos que hacer toda esta cosa del amor a la antigua.

Agarro una de sus almohadas y entierro mi cara en esta.

—Ugh, tienes razón —digo.

—Por supuesto que la tengo. —Ve la almohada en mi mano—. Oh,


uh, no quieres estar acurrucando eso. Estoy bastante segura que fue
usado como un apoyo anoche cuando Malaki…
—¡Ew! —Lanzo lejos la almohada mientras mi amiga se ríe.

—Chica, tu cara estaba más profunda en esa almohada que el


pene de Malaki en mí.

—No quiero escuchar esto por tantas razones.

Tantas.

—Él es enorme —dice Temper, cayendo en la cama a mi lado—.


Pero ya sabes, solo la cantidad exacta de enormidad. Ambas sabemos
que hay tal cosa llamada mucho pene.

Gruño. Realmente, ¿por qué vine aquí?

—Y cuando comienza con ello —continúa—, es como un martillo


neumático…

De acuerdo, esa visión es treinta diferentes tipos de distorsión.

—…solo tengo que aferrarme por la querida vida.

Me alejo de la cama.

—De acuerdo, el tiempo de historia ha acabado.

—No actúes como que no quieres saber.

—Hay el saber y luego el saber —digo.

Nadie necesita ese nivel de detalle de Temper.

—¿Estás lista? —le pregunto cuando termina de cambiarse.

—Gah, eres una agresiva —dice. Sacude su cabeza y agarra sus


cosas—. Estoy lista.

Las dos dejamos la habitación de Temper y nos dirigimos a los


jardines de abajo. Cortamos a través del palacio, deteniéndonos cuando
llegamos a una mesa y sillas. Tomamos asiento, y por un minuto o más
después de sentarnos, no hablamos, en su lugar observamos las hadas
que caminan.

—Así que… —dice Temper, finalmente quitando su atención de


las hadas a nuestro alrededor—, ¿dónde está el criminal favorito de
todos? —pregunta.

—Vas a tener que ser más específica que eso. —Ella y yo


conocemos a un montón de criminales.

Temper suspira.
—El Negociador.

—Oh… más reuniones. —Una que son estrictamente para líderes.


Debería estar allí; sé que las discusiones incluirán los reportes de los
cautivos de Karnon. Pero la tradición me prohíbe unirme, así que aquí
estoy, girando mis pulgares con Temper.

Una mujer humana viene hacia nosotros cargando un conjunto


de té y un plato con pequeños sándwiches, la corteza removida de estas.
Me tenso cuando veo la piel marcada de su muñeca mientras deja la
bandeja en nuestra mesa.

Una esclava.

Ser servida por ella se siente mal. Si escogió ser una mesera, eso
sería algo, pero esto es algo completamente diferente.

Sus ojos bajan la mirada mientras comienza a dejar las tazas de


té en frente de nosotros.

Trato de despedir sus esfuerzos de servirnos.

—Está bien —digo—, tenemos esto. Gracias por traérnoslo.

No me mira, incluso mientras asiente. Y maldición, me siento mal


por todo lo que estoy haciendo y no haciendo ahora mismo porque la
esclavitud retuerce todo en algo horrible.

Ella se gira para irse.

—Oye, espera —le dice Temper.

La mujer no reacciona.

—Oye —dice Temper—. Te estoy hablando.

La mujer humana se detiene. Luego, dudosamente, gira hacia


nosotras.

Temper palmea el asiento a su lado.

—Siéntate.

La mujer se ve como si sentarse fuera lo último que quiere hacer,


pero a regañadientes lo hace.

—¿Cuál es tu nombre? —Mientras Temper habla, comienza a


prepararle a la mujer un plato de sándwiches y una taza de té.

—Gladiola. —La mujer se retuerce, mirando alrededor


nerviosamente.
—Hola Gladiola, yo soy Temper y ella es Callie —dice,
introduciéndonos—. ¿Sabes qué somos?

Tentativamente, Gladiola asiente.

—¿Entonces estás al tanto de que puedo sacarle la mierda a


cualquier hada que me haga enojar, y que Callie aquí puede lograr que
hagas lo que sea que ella quiera si así lo desea?

Increíble, coaccionando y asustando a la mujer humana esclava.


Justo como me imaginé pasar el Solsticio.

Gladiola asiente de nuevo.

—Oh, bien. Bueno, entonces, ahora que eso está aclarado,


disfrutemos el pequeño aperitivo, juntas. —Temper empuja el plato de
sándwiches que le preparó a Gladiola un poco más cerca de ella—.
Entonces, dime, ¿cuál es el último chisme?

Sus ojos se enfocan en mí.

—Se supone que no debo de hablar con ustedes.

—¿Por qué no? —pregunta Temper—. Todos somos humanas


aquí.

Ella solo sacude su cabeza.

—Vamos —la alienta Temper—, está bien, solo queremos saber un


poco de chisme.

Miro cautelosamente a mi amiga, tratando de descubrir a qué está


jugando.

Gladiola deja salir un aliento tembloroso.

—Las hadas están incómodas con la idea de una mujer humana


volviéndose la siguiente Reina de la Noche.

—Yo no seré reina —digo.

La mujer baja la mirada hacia sus manos en su regazo.

—No confían en el Rey de la Noche tampoco. Él mató a otro rey, y


el fae de Fauna quiere venganza. Y…. —duda.

—¿Y qué? —la incentiva Temper.

Las manos de Gladiola se retuercen en su regazo.

—La gente ha estado diciendo que el Rey de la Noche está detrás


de las desapariciones.
Mi estómago cae. Es la segunda persona que dice tal cosa.

—Dicen —continúa—, que es la última persona que ellos ven.

Inquietud se eleva por mi columna.

Es solo un rumor.

Gladiola mira entre nosotras.

—¿Me puedo ir?

Antes de que alguna de nosotras responda, una serie de soldados


de la Noche entran corriendo a través del jardín.

Varios de ellos pasan de nosotras antes de que yo agarre a uno de


ellos por la manga.

—¿Qué sucede?

Casi no se detiene. No es hasta que ve quién lo ha atrapado que


se detiene.

Toma una respiración profunda.

—Otro soldado ha desaparecido.


Capítulo 32
Traducido por Wan_TT18

OTRO SOLDADO HA DESAPARECIDO. Eso es todo en lo que puedo


concentrarme esa noche mientras las hadas disfrutan de otro baile
dentro del castillo del reino de Flora.

Desde que llegaron aquí, tres soldados Nocturnos, cuatro


soldados de Fauna, un soldado Diurno y dos soldados de Flora han
desaparecido en los terrenos externos del palacio. Los números son
asombrosos, incluso para el Ladrón de Almas.

Sea quien sea, se está volviendo más audaz, o más desesperado.

Todo esto ensombrece el festival. Incluso el baile de esta noche es


una ocasión más sombría que las dos últimas. Las conversaciones son
tenues, y juro que veo hadas mirando sobre sus hombros, como si el
Coco pudiera saltar y agarrarlas cuando no están mirando.

Esta noche, en lugar de divertirse, Des va de un oficial a otro para


recibir actualizaciones, ofrecer sugerencias y escuchar preocupaciones.
Incluso ahora, cuando se supone debe estar disfrutando la noche, está
trabajando. Lo miro, con los brazos cruzados sobre su enorme pecho
mientras se inclina para escuchar a un fae de Flora.

—Me sorprende que te haya dejado sola. —Janus se acerca a mi


lado, luciendo como el sol de la mañana.

Casi de inmediato, siento que aumenta mi pánico.

Él no va a llevarme, trato de calmarme. No aquí al menos.

Un pensamiento aún más profundo se lanza a través de mí.

¿Qué pasa si está detrás de las desapariciones recientes?


Claro, no estuvo aquí esa primera noche cuando dos de nuestros
hombres desaparecieron, pero él me llevó, de eso estoy segura.

—Me sorprende que no estés junto a él ofreciendo ayuda y


consejo. —Estoy orgullosa de que mi voz no tiembla mientras hablo.

—Quería un trago… —Levanta su vaso—, y un descanso. —


Revuelve su vino—. Además, encuentro al Rey de la Noche insufrible,
sin ofender.

Me mira, y yo sostengo su mirada. Todo en él está hecho para ser


cálido y acogedor, desde su piel bronceada hasta su cabello dorado y
sus brillantes ojos azules. Y sin embargo, lo encuentro frío, muy, muy
frío.

Me llevaste. Ambos lo sabemos.

—Debes odiarme —dice en voz baja, sin apartar la mirada.

—¿Estás admitiendo lo que hiciste? —No puedo creer que esté


teniendo esta conversación.

—No te llevé.

—Tú y yo sabemos que eso no es verdad —le digo.

—Dioses arriba —dice, mirando hacia el cielo—, lo es.

Mi piel se retuerce. Cada segundo que estoy aquí hablando con


este hombre, siento que estoy un paso más cerca de la muerte.

—Escucha —le digo, inclinándome—. No sé si eres el Ladrón de


Almas, o si simplemente trabajas para él, pero voy a culparte por esto,
hijo de perra enfermo.

Estoy temblando, y estoy asustada, y tengo suficiente adrenalina


para levantar un auto, pero simplemente acabo de mirar a mi
secuestrador a los ojos y le dije que se fuera.

Maldita sea, me siento como una chica ruda.

Estoy a punto de irme cuando me agarra de la muñeca.


—Espera...

—No me toques —le advierto.

De su conversación al otro lado de la habitación, la cabeza de Des


se levanta, su atención se concentra en nosotros.

Janus suelta mi muñeca como si lo quemara.

—Estaba dando un discurso a mi gente cuando te llevaron. Tengo


pruebas.

Las sombras se arrastran por los bordes de la habitación.

—No te creo —le digo. Pero no por primera vez hoy, lo dudo.
¿Estoy recordando las cosas mal?

De repente, nada de eso importa porque Des se materializa frente


a mí, interponiéndose entre mí y el Rey del Día.

—Janus, jodidamente necesitas alejarte de mi compañera. —Las


alas de Des comienzan a desplegarse, sus garras se ven particularmente
letales—. No hables con ella… —Da un paso adelante—, no la mires…
—Otro paso siniestro—, no te acerques a ella. —Los dos están casi nariz
con nariz—. En lo que a ti respecta, ella no existe.

A nuestro alrededor, la habitación se ha quedado en silencio.


Estoy bastante segura de que todos esperan una repetición de la pelea
de la noche anterior.

Janus no parece impresionado.

—Has olvidado tu lugar, Flynn. Tengo derecho a hablar con todos


y cada uno de los sujetos aquí, emparejados o no.

La voz de Des baja, por lo que solamente yo puedo escucharla.

—¿Te he dicho lo fácil que fue matar a Karnon? Sus huesos se


rompieron como ramitas, su cuerpo estalló como una fruta demasiado
madura. —Des sonríe, la acción cruel—. Terminar con él fue lo más fácil
de hacer en el mundo. No cometas el mismo error que él. Aléjate de mi
compañera, o te mataré, igual que al rey loco.
ADVERTENCIA DE DES es suficiente para mantener a Janus a raya.

Me froto los brazos mientras veo a Janus moverse hacia la


multitud, tomando su vino y enganchando otra flauta de una mesa
cercana.

Lentamente, las alas del Negociador se repliegan en sí mismas y


la oscuridad retrocede.

—¿Estás bien? —Des pregunta, sus manos se mueven hacia mis


brazos. Me mira, como si Janus pudiera haberme hecho algún daño
mientras hablábamos.

Asiento, tomando aliento de forma temblorosa.

—Estoy bien. Él solamente... me saca de quicio —le digo, mis ojos


vagando hacia el Rey de Día, que ahora está hablando con Mara y el
Green Man, los tres mirando a Des y a mí con cuidado.

El Negociador suelta una risa ronca, y parte de su peligroso borde


se desvanece con ella.

—Y pensar que alguna vez me había preocupado que te gustara el


imbécil.

Recuerdo que Des me contó sobre el Rey de Día, que era el


amante de la verdad y la honestidad y la belleza, y bla, bla, bla.

Dejo que un escalofrío me recorra.

La mano de Des ahueca mi rostro.

—Podemos irnos. Justo en este momento. Mis hombres


empacarán nuestras maletas y nos seguirán. Janus no puede poner un
pie en mi reino sin que yo lo sepa, y sabe que si lo hace, la muerte lo
espera. —Los ojos del Negociador brillan con malicia.
Quizás Des desciende de los demonios. Veo algo en el fondo de su
mirada que anhela la violencia mucho más que mi sirena.
—Todo lo que tienes que hacer es decir la palabra —dice.

Su oferta es muy tentadora. Si me quedo, tendré varios días más


de esto.

Pero si nos vamos...

Si nos vamos, haría que Des pareciera débil o peor, culpable.

Niego con la cabeza.

—Podemos con esto.

Me mira por varios segundos antes de asentir.

—Si cambias de parecer...

—Te lo diré —termino por él.

La siguiente hora se llena de discusión tras discusión mientras


Des y yo nos movemos por la sala. Ahora que el Negociador está a mi
lado, me he visto envuelta en conversaciones con las hadas. Bah. No
ayuda que estas sean las mismas hadas que tratan desesperadamente
de ignorar mi existencia. En realidad sería bastante entretenido si no
fuera tan irritante.

Soy humana, no un vertedero en forma humana que alguien tomó


del suelo. Nadie tiene que fingir que no existo.

A pesar de los mejores esfuerzos de Des, finalmente logro


escabullirme. Cuando me alejo de él, me da una mirada que hace que
me aferre a mi brazalete de cuentas.

Creo que voy a pagar más tarde por dejar que él sufra su destino
solo.

Me dirijo a la mesa donde están situadas fila tras fila de copas de


vino, listas para tomar.
No importa si lo hago.

Me engancho a una, suspirando un poco después de tomar mi


primer sorbo.
Tan bueno.

Varios minutos después de mi fuga, me doy cuenta que no hay


una conversación a la que pueda unirme. Tanto Malaki como Temper
están sospechosamente ausentes. Busco en la multitud por Aetherial,
preguntándome si está aquí esta noche. Si está, no la veo.

Tomo otro sorbo de mi bebida. Las únicas otras personas que he


llegado a conocer aquí son los gobernantes. Ehh, no, estoy hablando
con Janus, que actualmente charla con algunos oficiales fae de Fauna,
y Mara está en la pista de baile, en el medio de lo más parecido a una
orgía abierta que jamás haya visto. Su harén de hombres clama a su
alrededor, sus manos y labios están presionados contra su piel. Es
extraño verlos a todos girando juntos mientras un cuarteto de cuerda
toca de fondo, y es aún más extraño que yo esté mirando. Quiero
desesperadamente no ver esto... pero tampoco puedo apartar la mirada.

Maldita sea, ¿dónde está Temper cuando la necesitas? Tendría un


comentario completo sobre lo que está pasando.

Pero en lugar de Temper, obtengo a Green Man. Se acerca


furtivamente a mi lado, y reprimo un gemido.

No él.

Él sigue mi mirada hacia Mara y su harén.

—Te acostumbras —dice.

Tomo un trago saludable de mi bebida.

Jesús, José y María, estoy contenta de poder volver a beber. Estoy


aprendiendo rápidamente que, las hadas, son mejor tratadas mientras
están conectadas.

—Fae de Flora no suele ser monógama, ni siquiera los


compañeros —continúa.

No me importa y realmente no quiero saber.

—Ah —digo.
—Los reyes pasados del Reino Nocturno tampoco lo han sido. Ni
siquiera el padre de tu compañero.

Green Man está demasiado cerca, y mi mano se contrae con la


necesidad de alejarlo unos centímetros.

—Lo sé.

Deja el tema, Green Man. Por favor, por el amor de los ángeles
bebé, abandona el tema.

—Pensaría que, como futura reina del Reino Nocturno, tú misma


estarías abierta a... búsquedas hedonistas.

No sé si me está haciendo una proposición, o simplemente me


está molestando, pero uf, este tipo es espeluznante.

Hago una mueca.

—No.

Mara agarra a uno de los hombres más cercanos a ella, besándolo


profundamente en la pista de baile mientras otro hombre le aprieta el
pecho.

...Y su compañero está parado a mi lado, viendo cómo todo


sucede.

El disgusto de esta situación está fuera de los gráficos.

—Una vez que superas su naturaleza inusual, creo que


encontrarás que puede ser muy liberador. He tenido muchos, muchos
amantes, aunque nunca una mujer humana.

Bien, eso fue definitivamente una proposición.

Bajo mi vino, y cuando eso no mejora la situación


inmediatamente (valió la pena intentarlo), empujo al Green Man hacia
atrás varios pasos.

—Necesitas retroceder, amigo.


Y necesito más vino. Necesito todo el vino.

—Entonces, ¿qué pretende hacer el Rey de la Noche contigo, una


mortal? —me pregunta, sonriéndome, su pecho aún presionado contra
mi mano.

Miro a Green Man, realmente lo miro.

—¿Disculpa? —¿Qué tipo de pregunta es esa? Soy la compañera


de Des, no una nueva empleada.

—Producir herederos —reflexiona Green Man en voz alta—, eso


estaría en lo más alto de su cabeza, especialmente teniendo en cuenta
su edad y tu fertilidad...

¿Producir herederos?

¿Producir... herederos?

Siento que estoy presionando el botón de avance rápido en mi


cerebro, mis pensamientos distorsionados corren a toda velocidad hasta
detenerse en una realización muy sorpresiva.

Des y yo hemos tenido relaciones sexuales sin protección.

Des y yo hemos tenido relaciones sexuales sin protección.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios.

De repente, no hay suficiente vino en el mundo para esta


conversación.

Mi mano cae del pecho de Green Man.


No he estado usado anticonceptivos. Des no ha estado usando
condones.

Joder, joder, jodida mierda.

¿Qué clase de perdedor se olvida de estas cosas?


Es una pregunta capciosa porque obviamente esta perra es la
perdedora que lo hace.

Des y yo nunca hemos hablado sobre el tema de los niños, aparte


de una confesión que me obligó a abandonar hace unas semanas,
donde admití que quería tener hijos con él.

Pero no en este segundo.

¿Qué pasa si, oh Dios, qué pasaría si... qué pasa si estoy
embarazada?

La voz de Green Man llega.

—...los fae no son particularmente fértiles, pero los humanos sí lo


son.

Bah, este tipo no se va a callar al respecto. ¿Dónde está el botón


de expulsión de esta conversación?

Veo a Temper, que está entrando al salón de baile, estirándose


conscientemente su vestido.

Ahí está mi escape.

—¡Temper… Temper! —grito, el pánico claro en mi voz.

Ella se da vuelta y busca en la multitud hasta que me ve. Mi


mejor amiga echa un vistazo a mi expresión y otra al hombre que está a
mi lado, y la bendigo hasta los confines de la tierra porque comienza a
deslizarse entre la multitud, con una mirada determinada en su rostro.

—¿Estás bien? —dice el Green Man, con los ojos brillantes de


emoción en lugar de preocupación.

Como si no supiera el efecto que sus palabras tienen sobre mí.

Mis ojos buscan en la multitud, cayendo sobre Des, cuya espalda


da hacia mí. Es el único con el que realmente debería hablar sobre esto,
pero está atrapado en las discusiones, y lo que es más importante,
realmente no quiero tener esa conversación.
Temper se precipita en ese momento.

—De vuelta a la mierda, Green Man, la reina necesita más vino.

Antes de que yo o Green Man tengamos la oportunidad de


reaccionar, Temper desliza su brazo a través del mío y me escolta con
fuerza.

—Jesús, te amo —le digo.

—Jesús negro también te ama, loca zorra. —Me golpea la cadera


con la suya.

—Tengo que salir de aquí —le digo, sin molestarme en comentar


sobre el hecho de que Temper tiene un brillo saludable, o que su cabello
está un poco sacudido por el sexo.

—¿Qué pasa? —pregunta, mirándome de arriba abajo—. Parece


que accidentalmente viste a tus abuelos poniéndose en acción.

Trago.

—Te lo diré, solamente... —Miro a nuestro alrededor a todas las


hadas que se amontonan en la habitación. Bajando la voz, agrego—:
Aquí no.

Ella frunce los labios, mirándome otra vez, pero asiente.

Estamos a punto de llegar a la puerta cuando escucho la voz de


Mara.
—¡Callie!

Cierro mis ojos.

Casi lo logramos.

—¿Quieres simplemente pretender que no escuchamos eso? —


pregunta Temper.

—¡Callie! —llama Mara otra vez, más insistente esta vez.

Suspiro y niego con la cabeza.


Las dos nos volvemos. La Reina de Flora ya no está en la pista de
baile, sino que toma un refresco de donde estuve hace un momento con
Green Man, que ahora ya no está a la vista.

—Debes venir aquí —me llama, su multitud de hombres me mira


con curiosidad.

—¿He mencionado que no me gusta esa mujer? —dice Temper a


mi lado—. Mira esa sonrisa presumida. Parece una perra que se hace
amiga de ti solo para poder robarte el novio.

Esta es precisamente la razón por la cual Temper y yo somos


amigos. La chica lo entiende.

—Ugh, probablemente debería ir —le digo.

Ser compañeros con un fae rey tiene sus inconvenientes. Pasé mis
años de adolescente siendo una chica tímida y los años siguientes
hicieron que la gente olvidara que se encontrarían conmigo. Pero ahora,
como compañera de un rey fae, estoy lo más lejos posible del
anonimato.

Temper sumerge su dedo en su vino, agitándolo


contemplativamente. Es una mirada que acierta sobre el momento en
que está inventando un hechizo.

—Si ella te molesta, dame una señal, y te rescataré nuevamente,


sin preguntas.
Asiento con la cabeza.

—Gracias por cuidar mi espalda, T.

—En cualquier momento, oh, y más tarde quiero escuchar lo que


ibas a decirme —dice mientras se aleja.

Trago incómoda, la conversación del Green Man burbujeando de


nuevo.

Podría estar embarazada.


Asiento y me separo de Temper, tomando una respiración
profunda mientras me dirijo a Mara, que se ríe con su harén. Su mirada
se mueve hacia mí, y sus ojos se agudizan.

—Entonces, dime —dice—, ¿cómo se conocieron Desmond y tú?

Miro a los hombres que nos observan. Todo el mundo se ve tan


malditamente depredador. Esta es exactamente la razón por la que
quería estar lejos, muy lejos del Otro Mundo en primer lugar. Estas
personas te comerán vivo.

Ella ve dónde está mi atención.

—No te preocupes por ellos. Ahora, me muero por escuchar esta


historia.

Tengo una reacción instintiva de mentir, como lo he hecho en el


pasado cuando se trata de cómo Des y yo nos conocimos, pero antes de
que pueda, vuelvo a evaluar a mi público.

¿Sabes qué? ¿Por qué no darles la verdad?

—La primera vez que conocí al Rey de la Noche fue la noche en


que maté a mi padre. Él me ayudó a esconder el cuerpo.

Por un momento, nadie habla.

Y luego, uno de los hombres comienza a reír. Uno por uno, el


resto se une. Incluso Mara esboza una sonrisa.

—¿Qué te he contado sobre los humanos? —uno de los hombres


le dice a otro—. Son pequeñas cosas viciosas cuando quieren.

Frunzo el ceño al hombre antes de que la Reina de Flora aleje mi


atención.

—Vaya, vaya —dice—, cuánto tienen en común tú y Desmond. No


es de extrañar que esté tan enamorado de ti. Una mujer según su
propio corazón.

Arrugo las cejas.


—¿Qué se supone que significa eso?

Termina la conversación, tomando otro sorbo de su bebida.

—Esa no es mi historia para contar. Pero, hablando de historias,


imagino que tienes bastante que contar de tu tiempo con Karnon.

Sí, esa no es exactamente una historia que quiero compartir


durante la hora del cóctel en el palacio de la Reina de Flora.

—Debe haber sido un shock —dice cuando no respondo—,


viniendo aquí al Otro Mundo, ¡y siendo secuestrada nada menos! No
puedo imaginarme atrapada en el palacio de Karnon. Ese horrible lugar
había desaparecido hace mucho tiempo para cuando llegaste.

Huesos rotos, sangre goteando, agonía interminable.

Le doy una sonrisa tensa.

Ella se inclina hacia adelante.

—Escuché que Desmond llegó justo a tiempo. Parece extraño casi.


Me pregunto cómo te encontró tan rápido...

Estrecho mis ojos hacia ella, viendo exactamente a lo que se


dirige. Si no hubiera hablado con Des sobre esto antes, sus palabras se
abrirían camino bajo mi piel.

Ella toca ligeramente mi brazo.

—Bueno, no importa ahora. Estás a salvo, y gracias a esas alas


tuyas, Desmond se ha asegurado de que no puedas dejar su lado para
regresar a la tierra.

Tan pronto como se registra la última frase, mi corazón parece


saltar en un latido.

Gracias a esas alas tuyas, Desmond se ha asegurado de que no


puedas irte de su lado...

—... ¿Callypso? —repite la voz de Mara, como desde la distancia.


Parpadeo varias veces, la cara de la Reina de Flora se enfoca. Su
expresión está pellizcada con preocupación, aunque sé que todo es un
acto. Justo como la manera casual en que logró plantar esos pedazos de
duda en mi mente.

—¿Estás bien? —pregunta, alcanzando mi brazo.

Y luego las palabras de Des en la copa del árbol vuelven a mí.


Cómo, a pesar de nuestra conexión débil, sintió mi necesidad y mi dolor
a través de nuestro vínculo. Que mi agonía en manos de Karnon tuvo
que ser tan intensa como para que el Negociador pudiera sentir mi
angustia y, a través de ella, mi ubicación.

Así fue como Des me encontró cuando lo hizo. No porque quisiera


mantenerme aquí en el Otro Mundo como un pájaro enjaulado. Él no
piensa así, incluso si la Reina de Flora lo hace.

En el momento en que los dedos de Mara tocan mi codo, lo saco


de su alcance.

A nuestro alrededor oigo algunos jadeos apagados de hadas que


deben haber visto la acción. Aparentemente, no dejar que una reina te
toque es una especie de paso en falso.

—Estás equivocada. —Doy un paso atrás. Puedo sentir mis alas


revolcándose con agitación—. Muy, muy equivocada.

Necesito alejarme de estas criaturas, con sus sonrisas falsas y


palabras engañosas.

—Espera, espero no haberte molestado —dice ella.

Una mentira.

—Te llamé porque tenía la intención de darte un regalo en honor


a tu vínculo con el Rey de la Noche.

Siento los primeros tentáculos de aprehensión. He aprendido de


Des que cuando se trata de regalos de hadas, siempre hay condiciones.

El harén de la Reina de Flora se presiona a mí alrededor, me


encajona mientras Mara hace un gesto a alguien sobre su hombro.
Una sirviente humana se abre camino a través de la multitud de
invitados y lleva una bandeja de plata. Descansando sobre este, se
encuentra un delicado vaso de metal lleno de líquido púrpura. Ella se
detiene al lado de la reina.

Cuidadosamente, Mara lo saca de la bandeja.

—¿Sabes qué es esto? —pregunta ella.

Niego con la cabeza, desconcertada por este nuevo giro de los


acontecimientos.

—Hubiera pensado que tal vez... pero no importa. —Me da la


copa, y es solo cuando lo hace que todo encaja. Este es su regalo, sea lo
que sea.

A regañadientes tomo la copa de plata, mirando el líquido con


una leve mueca en mi boca.
Cuando no tomo ninguna medida, algunos de los hombres de
Mara se ríen de mí como si fuera tonta. ¡Recibir una bebida, pero no
probarla!

—Debes probarlo —insiste la Reina de Flora.

No hay manera en el infierno de que vaya a intentarlo. No una


bebida dada a mí por este grupo.

Antes de que pueda cometer algún paso en falso, el aire cambia y


las sombras se hacen más profundas. Todos los demás deben sentirlo
también porque las conversaciones se silencian.

Y luego, fuera de las sombras, aparece Des, como en un sueño.


Es luz y oscuridad, desde las sombras que se rizan a su alrededor hasta
los rayos de la luna que parecen iluminarlo desde adentro.

Las hadas se apartan de su camino, formando un pasillo para


que él camine con paso firme. Silenciosamente se dirige hacia mí, su
pelo blanco se aparta de su rostro, su mandíbula firme. Al igual que la
primera vez que lo vi, me deja sin aliento.
—¿Qué es esto que escucho de un regalo? —dice cuando llega a
nuestro grupo.

Toma suavemente el delicado cáliz de mi mano.

—¿Es esto? —pregunta, caminando a varios metros de distancia,


con las cejas levantadas.

Se lleva el vaso a la nariz.

—Vino lilac —dice.

Varias personas en toda la habitación se quedan boquiabiertas.

Él le da a Mara una sonrisa de aprobación.

—Astuta como siempre, querida reina.

Siempre tan deliberadamente, él voltea el líquido, dejándolo


derramarse en el suelo mientras camina.

La habitación se calla por completo.

Echo un vistazo de persona a persona, tratando de descubrir qué


está pasando.

—¿Has pisoteado mi hospitalidad? —dice ella, con un toque


peligroso en la voz.

—Tal vez deberías pensar dos veces antes de tratar de estafar a


mi compañera. Alguien podría tener la idea equivocada —dice Des,
viéndose sin remordimiento.

Sabía que algo estaba pasando con esa bebida.

Ahora Mara sonríe.

—Y tal vez deberías explicar a tu compañera humana por qué


rechazas este derecho tan sagrado y arcano de los amantes. O por qué
morirá mortal cuando podría haber vivido a tu lado durante eones.
Capítulo 33
Traducido por 3lik@

—BIEN, ¿QUÉ ES EL vino lilac? —pregunto.

Ambos ya de vuelta en nuestras habitaciones, la chaqueta de Des


arrojada al azar sobre la mesa, las mangas de la camisa enrolladas para
revelar sus antebrazos musculosos, y mis tacones fuera, mi cabello
cayendo en cascada salvajemente por mi espalda.

Él se apoya contra la pared, mirándome, con los brazos cruzados


sobre el pecho.

—Una bebida.

Increíble. El Des comunicativo se ha recluido.

—Tienes que darme más que eso.

Tanto Mara como Des casi habían perdido su mierda por el vino.

—Contario a tu opinión, en realidad no —dice, con los ojos


destellando en la habitación oscura.

¡Hombre frustrante!

—Escucha —le digo—, si no me lo dices, alguien más lo hará.


Esta es tu oportunidad de dejar las cosas claras.

Sus brazos caen a los costados y se adelanta.

—Bien, ¿quieres que aclare las cosas? Aquí va, directo y claro: he
imaginado darte el vino lilac miles de veces. —Se acerca a mí, y algo
sobre su humor agitado me hace retroceder—. Imaginé deslizártelo
como Mara hizo, persuadiéndote para que lo bebas mientras no sabes
nada.

Mi espalda choca contra una pared, y Des me clava los brazos.


—Incluso lo había preparado antes —dice, extendiendo la mano y
acariciando la columna de mi garganta con el pulgar—. Lo tenía en mi
refrigerador en la Isla Catalina, y lo tenía a mano en mi palacio.

—¿Qué es? —¿Y por qué tienes que mentir al respecto?

Sus músculos de la mandíbula se tensan mientras libra una


guerra interna entre decirme o no. Finalmente, cede a mi interrogatorio.

—En algún lugar en el tiempo, las hadas encontraron una forma


de inmortalizar a sus amantes mortales —dice.

Sus ojos se ven penetrantes, ansiosos, mientras habla.

—Le dieron a sus amantes humanos el vino lilac, y la carne que


debería haber envejecido se convirtió en eterna, y la magia que alguna
vez fue imperfecta se hizo perfecta. Dos especies se convirtieron en una.

—No entiendo —le digo—, ¿por qué mantener esto en secreto? —


No es que tenga nada en contra del vino lilac, ahora que lo sé.

—Tal vez no quería saber tu opinión. Si quisieras ser inmortal,


significaría que estabas bien para abandonar todas esas cosas que te
hacen tan deliciosamente humana… cosas que me encantan.

Awwww.

—Pero si no quisieras ser inmortal, significaría que esperabas a


que estuviera preparado, para verte envejecer… verte morir.

Su mirada recorre mi rostro, profundizando con tristeza. Porque


estoy envejeciendo. Moriré mucho antes de que él lo haga.

—¿Entonces pensaste que deslizarme el vino era una mejor idea


que obtener mi opinión al respecto?

Ves, esta es la razón por la cual las parejas necesitan hablar


sobre las cosas. Opción saludable versus opción insalubre aquí.

—Si lo notas, no te he deslizado nada —dice.

—Pero lo has considerado —respondo.

—¿Cuántas cosas has considerado? ¿La consideración lo hace


mal? —Sus labios rozan mi mejilla.

Trago.
—¿Qué te impidió darme el vino?

Se aleja un poco, frunciendo el ceño.

—Lo mismo que me impidió llevarte lejos la noche de tu fiesta de


graduación y hacerte mía para siempre. Tengo suficiente humanidad
destrozada para saber que está mal, y suficiente autocontrol para
luchar contra mi naturaleza innata.

—¿Y cuál es tu naturaleza innata? —digo, mis palabras susurran


suavemente.

—Tomar lo que quiera, cuando quiera, y no pedirle disculpas a


nadie por ello.

Rayos.

—¿Quieres saber un secreto? —No espera a que responda—. Solo


si bebes el vino lilac, nuestro vínculo estará completo. Solo entonces
podemos compartir libremente nuestra magia.
Capítulo 34
Traducido por Candy27

ESTE VINO LILAC suena mejor y mejor cuanto más aprendo de este.

—¿Recuérdame otra vez por qué no quieres que beba el vino? —


pregunto.

Des me da una pequeña sonrisa.

—No importa lo que yo quiero. Esperé ocho años por ti, querubín,
y ahora estás aquí, calentando mi cama y sonsacando mis secretos.
Esto es más que suficiente.

—¿Por qué Mara me daría el vino lilac? —pregunto, ahora curiosa


acerca de los motivos de la Reina de Flora. Es suficientemente obvio que
no es mi fan, así que, ¿por qué me dio tal regalo?

Des inclina a un lado la cabeza.

—Vamos a hacer un trato: te responderé a tu pregunta si


respondes una mía.

Todo tiene que acabar siendo un trato con el Negociador.

—Bien —digo. No es como si no pudiera tomar una cuenta y


forzar la verdad fuera de mí de todas formas.

Siento el sutil cambio de magia en el aire cuando Des me vincula


en el acuerdo.

Su sonrisa se extiende antes de quitarla.

—Para responder a tu pregunta: Mara probablemente tenía varios


motivos cuando te dio el vino de lilac. Quería que la habitación la viera
siendo generosa con una humana y aceptando nuestro vínculo, eso solo
por política. También quería hacer el punto de que serás más aceptada
si te parecieras más a nosotros. Y finalmente, estaba probando la
debilidad de nuestra relación.
—¿Por qué haría eso? —pregunto.

—Ventaja —responde Des—. Es muy fácil controlar a la gente una


vez que los entiendes.

Es mareante, las capas de conspiración que esas hadas estaban


dedicando en cada momento. Justo cuando piensas que entiendes a ese
tipo de criaturas, escuchas algo como esto. Podría incluso haber
mantenido esa intriga directamente en mi mente.

—Ahora —dice Des—, creo que es mi turno.

Ah, sí, mi turno de responder a una pregunta.

—¿De qué estabas hablando con el Green Man más temprano


esta tarde? —pregunta.

Siento empalidecer mi cara.

¿Había notado esa conversación?

El hombre es demasiado perceptivo.

Mi garganta se mueve. Realmente no quiero tener esta charla.

Cuanto más dudo, más fuerte es el tirón que siento de su magia.


Se envuelve alrededor de mi tráquea, forzándome a hablar.

—Hemos estado teniendo sexo sin protección —digo finalmente.

La magia no me libera.

Ugh.

Des espera a que termine.

Tomo una respiración profunda.

—Podría estar embarazada —susurro.

Sus ojos se abren ante mi confesión.

Froto mi cuello y le miro cautelosamente mientras su magia se


disipa.

Me estudia, y por mi vida que no puedo decir lo que está


pensando. Finalmente, dice:

—¿De qué va esto, querubín?


¿Eh?

—Es acerca de eso, Des. Tener un bebé. —Simplemente decirlo lo


está haciendo mucho más real. Necesito un test de embarazo, ya.

—¿Pensé que querrías tener a mis hijos? —dice Des con una voz
peligrosa.

Quiero tener a sus hijos; no es un tema de “si”, sino de “cuando”.

—Todo esto simplemente se está moviendo demasiado rápido —


digo.

—¿Moviendo demasiado rápido?

Claramente esas son las tres palabras incorrectas para decir. Lo


veo en sus ojos. Ese brillo extraño de algo no terrestre, algo fae.

—¿No has tenido suficiente de movernos despacio? —Su mano se


presiona amablemente contra mi estómago, meciéndola.

Lo miro fijamente, muy consciente de que estoy encarando al


hada Des, al Des oscuro, al Des que anhela cosas que no puedo
comprender.

¿Era eso lo que Phaedron había mencionado?

Ningún hada dejaría a su compañera irse solo porque proteste un


poco.

¿No había sido ese el tema de la tarde? ¿La posibilidad de que


quiera cosas que me lleven lejos de Des, más que llevarme más cerca de
él?

—A lo mejor quiero que tengas a mi hijo —dice, moviendo su


mano desde mi estómago hasta mi brazalete—. A lo mejor quiero que
empecemos justo ahora…

Trago, con la boca seca.

Todo a la vez, libera mi muñeca y retrocede, pasando las manos


por su pelo. Esa chispa peligrosa se extingue de sus ojos.

Des se sienta pesadamente en una silla cercana, y ahora que el


Des inquietante se ha retirado siento mis rodillas debilitarse con…
¿qué? ¿Alivio? ¿Decepción? El lado salvaje de Des es casi tan atrayente
como aterrador. Y debería ponerme enferma, pero, jódete, sé que estoy
retorcida desde hace tiempo.
—Perdóname —dice entre sus manos—. Este vínculo viene con su
propio equipo de instintos bárbaros.

Aliso hacia abajo mi vestido, caminando lejos de la pared.

—No debería haber reaccionado de esta manera. —Frota su boca


y barbilla—. Solo… es particularmente difícil para una mujer concebir a
un hijo fae. No los vemos como una carga. Yo no lo vería como una
carga.

Me siento caliente y fría y confusa, como si alguien hubiera tirado


de la alfombra bajo de mí.

—Y espero —continúa—, que no lo veas de esa manera tampoco.

—¿Esa es parte de la razón por la que no me das el vino lilac? —


pregunto.

Asumo que mi fertilidad se reducirá en el momento que beba el


vino, si de hecho me hace más como otras mujeres fae.

Ríe.

—Dios, no. Ya he manifestado mis razones para no darte el vino.


Y si estuviera determinado a dejarte embarazada, querubín, no creo que
una pequeña cosa como la inmortalidad se pusiera en el camino.

La manera en la que me mira tiene a mi corazón acelerado.

Dejo salir un aliento.

—¿Pero quieres niños? —pregunto.

Esos sorprendentes ojos plateados se encuentran con los míos.


Me recuerdan a la luz y a la oscuridad y a todo entre ellos.

—¿Contigo? —dice—. Por supuesto.

No sé porqué eso me llega, porqué lo que dijo y como lo dijo


aprieta mi garganta, pero lo hace.

A veces olvido que realmente llego a tener esta vida, como todo su
horror y belleza. Con todos estos desagradables embrollos. Puedo
alargar la mano y tomar lo que quiera. Más que eso, Des quiere que
alargue la mano y lo coja.

Me dirijo hacia Des mientras enseño todas mis emociones heridas


y enfurecidas.
—No creo que estés embarazada —dice, levantando la cabeza de
su asiento mientras me aproximo—, aunque si lo estás, trataremos con
eso querubín, justo como con todo lo demás…

Tomo su cara en mis manos y le silencio con un beso.

Este amor entre nosotros en más grande que él, más grande que
yo.

—De las llamas a la ceniza, del amanecer al anochecer, por el


resto de nuestras vidas, se mío siempre, Desmond Flynn —susurro
contra sus labios, recitando las mismas palabras que lo llevaron lejos de
mí en primer lugar.

Todavía mantienen el mismo poder maravilloso y terrible que


tenían cuando las dije por primera vez, incluso después de pagar mi
tributo por ellas.

Des me acerca, apretándome fuerte.

Continúo olvidando que detrás de esa arrogancia y poder, hay


una parte de él que es vulnerable, insegura. Le dije esas palabras hace
siete años, pero siete años es mucho tiempo para pasar sin escucharlas,
una eternidad para dos almas gemelas.

Lo siento temblar contra mí mientras responde:

—Hasta que la oscuridad muera.


Capítulo 35
Traducido por Candy27

ES TARDE EN LA MAÑANA cuando Des y yo entramos en el salón de


Mara. Hasta hoy, me las arreglé para desayunar… después casi echo
dicho desayuno mientras entrenaba con Des.

Oh, las alegrías de convertirse en un arma de destrucción masiva.

Mara ya estaba sentada en un sillón, esperándonos. Parecía


imposiblemente real con su vestido lilac acomodado a su alrededor,
revelando solo la justa cantidad de pierna desde una de sus
hendiduras.

—Ah, aquí están —dice, levantando una mano como saludo, como
ayer, nada pasa.

Sigo sudorosa del entrenamiento, recolectado inocuamente en la


ropa de cuero del entrenamiento que ahora se está pegando a mi piel.
Des por su parte parece mucho más rudo, su equipo moldeando su
cuerpo como un amante.

Estábamos justo en medio de una línea de golpeo que juraría que


estaba en mi camino cuando los soldados de Mara nos interrumpen,
diciendo que la Reina de Flora requería mi presencia.

Des como que se responsabilizó de acompañarme a pesar de no


haber recibido una invitación propia. Y ahora aquí estamos.
Completamente fuera de lugar en este delicado salón.

Alrededor de Mara, se mueven bastantes sirvientes. Percibo


signos rojos, piel levantada en sus muñecas.

Humanos. Esclavos.

Los ojos de Mara siguen los míos, y su expresión parece crecer en


entusiasmo cuando se da cuenta qué estoy mirando. En su mundo, a
pesar de los títulos y las relaciones, al final del día, soy uno de ellos.
Una sombra, un sirviente, una raza inferior de seres vivos.

La atención de Mara se desliza hacia Des, y le lanza una tímida


sonrisa.

—¿No confías en mí estando a solas con tu compañera?

—La última vez que mi compañera estuvo a solas con un


gobernante, casi muere. No es nada personal.

Mara chasquea la lengua.

—Tan protector. —Sus ojos se deslizan hacia mí—. ¿Pero tú no


necesitas protección, verdad?

En la tierra, no.

De hecho, si Des empujara algo de esto de vuelta en casa, me


irritaría absolutamente. Pero aquí, donde mi glamour es inútil y estoy
rodeada de inmortales a quienes le gusta el deporte sangriento más que
a mi sirena, estoy inclinada a dejar a Des ser protector.

—¿De quieres hablarme? —pregunto en su lugar, tomando la


iniciativa y dirigiéndome dentro de la habitación. Des me sigue por
detrás.

Me siento en el sillón verde de terciopelo adyacente al de ella, y


Des toma asiento en frente.

—¿Té? —ofrece Mara, haciendo un gesto delicado hacia el set de


te delante de ella en la mesa de café.

Sacudo la cabeza.

—¿No te importa si me sirvo? —dice.

Las vides que han tomado la habitación ahora suben por la mesa
de café, envolviendo la tetera y la delicada taza. Levantan los recipientes
de porcelana en el aire, y después incluso suavemente, las vides
inclinan la tetera, y el té empieza a caer en la taza.

—¿Has disfrutado hasta ahora de tu estancia? —pregunta Mara,


acomodándose en su asiento.

Casi no puedo despegar mis ojos de la vista de todas esas plantas


sirviendo una taza de té.
La magia nunca envejecerá.

—Mhm —digo, mirando como más vides se unen a la producción,


una para añadir algo de crema a la taza, otra para añadir un cubo de
azúcar.

—Escuché que durante la primera noche de festividades, tú y el


rey se escabulleron en el bosque durante un tiempo.

Ahora aparto mi mirada del té.

Me sonrojo cuando recuerdo ser presionada contra ese árbol, el


pecho de Des sujetando el mío mientras se empujaba dentro y fuera de
mí.

Por supuesto que la reina sabe que habíamos hecho el amor bajo
el dosel de su bosque.

—Oh, no hay razón para estar avergonzada —dice, notando mis


mejillas rojas—. Celebramos el círculo de las estaciones uniéndonos. Es
un honor tener al Rey de la Noche y a su compañera santificando la
celebración uniéndose. Yo misma desaparecí en el bosque varias veces
esa noche a solas.

Realmente podría haber vivido sin saber eso.

Mis ojos se deslizan hacia Des.

Él está recostado en su silla, con un tobillo sobre su rodilla, su


pulgar frotando su labio inferior mientras me observa. Juzgando por el
calor de sus ojos, está recordando vívidamente esa tarde también. Y a
diferencia de mí, no parece ni un poco avergonzado de ello.

Una de las vides extiende hacia Mara la taza de té. Ella la toma,
sorbiendo delicadamente de esta.

—Así que —dice—, festividades a un lado, también he oído que


estás buscando activamente al Ladrón de Almas. —Mara me mira sobre
el borde de su taza de té.

Asiento. Quiero decir, técnicamente, Des y yo estamos


investigando esto juntos, pero cuando lo miro de nuevo, tengo la
impresión de que quiere que tome todo el crédito de ello.

—Así que estás enterada de que los guardias de los cuatro reinos
han ido desapareciendo durante las festividades del Solsticio. Todos
hombres.
Otra vez, asiento.

—Esperaba evitar esta situación. —Toma un sorbo de su té y


sacude la cabeza—. Quería hablar contigo del testimonio de las últimas
personas que vieron a estos soldados vivos. Creo que lo encontrarás de
lo más interesante.

Deliberadamente, se inclina hacia delante y coge una cuchara


plateada de la bandeja de té, después la sumerge en su taza.

—Sabes, muchos de ellos dicen que la última vez que vieron a sus
camaradas con un único individuo. El mismo individuo.

Aprieto los bordes del reposabrazos, ya temiendo, ya sabiendo, lo


que va a decir.

—¿Quién? —pregunto de todas maneras.

—Tu compañero, Desmond Flynn.


Capítulo 36
Traducido por Candy27

DES CONTINUA sentado lánguidamente en la silla en frente mía. Una


ceja se levanta.

—¿Pensaste en decirle esto a mi compañera a solas?

Nada de esta situación tiene ningún sentido. No el testimonio, el


cual apenas puedo pensar en ello, y no la serena reacción de Des ante
ello.

Mara le ignora.

—¿Puedes responder del paradero de tu compañero por las


últimas noches?

Espera, ¿en serio? ¿Quiere que le dé una coartada para Des?

Mis ojos se mueven entre Mara y Des; Mara, quien parece un


tiburón que ha olido sangre, y Des, que no está dejando salir nada.

—Sí —digo, con mi voz firme—. Ha estado conmigo. Estás


mirando al hombre equivocado. Janus fue el que tomó…

—¿Desmond estuvo contigo la noche entera? —indaga Mara,


hablando por encima de mí.

Mi sirena se revuelve ante mi agitación, queriendo salir. Si


estuviéramos en la tierra, la contendría, pero aquí en el Otro Mundo,
donde mi magia es mayormente inútil, no tengo que preocuparme de
que mi poder se salga de las manos. Así que la dejo salir.

Mi piel empieza a brillar.

—¿Realmente piensas que dejaría salir al Rey de la Noche de mi


cama una vez que está en ella? —digo, con el glamour en mi voz.

No soy alguien a quien interrogar.


En frente de mi Mara sonríe un poco, sus ojos astutos.

Cristal se rompe, interrumpiendo el momento.

Una joven y hermosa criada me mira fijamente, sus ojos abiertos


de par en par, un vaso destrozado a sus pies. Da un paso más cerca, el
cristal cruje bajo la suela de sus zapatos.

Mara pone los ojos en blanco.

—Cosa insolente —dice en voz baja—, limpia eso ahora mismo —


ordena.

Pero la criada no limpia el vaso. No está escuchando a la Reina de


Flora en absoluto. Sus ojos están apuntando hacia mí, completamente
bajo mi hechizo.

Mi oscuro y seductor poder lame bajo mi piel.

Finalmente, alguien para doblar a mi voluntad.

Mara deja su taza de té, las vides a su alrededor empiezan a


reptar y a chasquear en agitación.

—¿Quieres un latigazo, mujer? —dice, su voz volviéndose


estridente.

Sonrío y la criada se acerca, disfrutando del poder, del control.

—Enhorabuena, mi reina —dice Des—. Eres una de las primeras


hadas en ver lo que mi compañera puede hacer a los humanos —
agrega.

Mara quita la mirada de la criada para lanzar una mirada


confundida al Negociador. Después me reconsidera de nuevo, algo como
aprobación reacia en sus ojos. Mientras tanto, la criada sigue
dirigiéndose hacia mí, con su mirada cristalina fija en mi cara.

Me giro para encarar a la mujer humana.

—Limpia el vaso que has roto, y después vuelve a tus tareas


normales —digo.

Inmediatamente, la criada se gira, volviendo hacia el cristal roto y


empieza a recoger las piezas más grandes de ello.

—Impresionante —exhala Mara.


Frunzo el ceño cuando miro a la criada, captando un destello de
piel rojiza cerca de su muñeca donde había sido marcada.

Mara le hizo eso. La marcó.

—Como de fácil sería controlarlos su tuviéramos alguien como ella


—medita Mara—. ¿Hay más de su tipo? —le pregunta a Des.

Mis dedos se curvan sobre los brazos de mi silla.

Humano. Esclavo. Víctima. Eso es lo que fui una vez, lo que esta
criada es. Y la reina hada a mi lado es su captora, su atormentadora.
Ella es la única que merece mi rabia.

Me giro hacia Mara, sintiéndome salvaje. Me levanto, con la


excitación del poder fluyendo a través de mí. Aquí hay un mal al que
derrotar, una reina a la que conquistar, un alma para romper y un
cuerpo para hacer sangrar.

En la periferia pude encontrar como Des se tensa. Mi


inquebrantable rey está al borde por una vez. Qué delicioso.

Mi cuerpo se inclina mientras me muevo sobre Mara. Lentamente,


me agacho en su regazo.

—¿Te importa? —pregunto mientras lo hago. No me importa cuál


es su respuesta.

Su boca se curva en una sonrisa.

—Tienes un compañero, encanto —dice.

—Él no está protestando. —Todavía.

Levanta las cejas.

—Entonces por supuesto.

Puedo ver el deseo golpeando en sus ojos. Hadas, como estoy


empezando a encontrar, son un poco más sexuales que los humanos.

Coloco mis manos en ambos lados de su cabeza, encerrándola.


Me inclino más cerca.

—¿Por qué los mantienes? —Mi mirada viaja a su cuello. Su


delicado cuello. Una parte tan frágil de su cuerpo. No puedo controlar a
esta mujer, pero puedo seducirla. Puedo herirla.
Mis uñas se afilan, pinchando la tela de su sofá. No tiene ni idea
de que sus palabras determinaran lo que haga a continuación.

—¿Quiénes? —pregunta, sus labios malvados dormán una


perfecta “O”

—Esclavos —digo—. Los marcas y los encierras. ¿Por qué?

Una pesada mano se desliza bajo mi brazo.

—Eso es suficiente diversión, amor —dice Des, levantándome del


regazo de Mara.

Casi lucho contra él. Puedo sentir prácticamente su sangre entre


mis dedos.

Más bajo, susurra:

—Guarda tus venganzas, querubín.

En vez de sentarme de vuelta en mi asiento, Des nos coloca a


ambos en el suyo, jalándome en su regazo. Mi venganza contenida por
los lentos toques de su mano contra mi lado.

Los ojos entrecerrados de Mara nos miran.

—¿Has oído la historia de mi hermana? —pregunta, mirándome


fijamente contemplativamente.

Ella no espera a que responda.

—Thalia Verdana —dice—, la heredera de Flora más poderosa que


ha nacido en un milenio. No es una gran belleza, pero, ¿qué es la
belleza para el poder? —Los ojos de Mara se vuelven distantes—. Por
supuesto, para Thalia, la belleza lo era todo. Codiciaba lo que no tenía.

Los ojos de la Reina de Flora van a la deriva sobre mí y Des.

—Por supuesto, uno también sabe que no necesitas belleza si


encuentras el amor en su lugar, y ella lo encontró en un juglar viajero
entre todas las cosas. Al menos, eso es lo que asumimos que era.

Mara remueve su taza de té distraídamente.

—Nuestros padres estaban escandalizados por el enlace, pero eso


no frenó a Thalia para verlo.
—¿Sabías que las hadas pueden canjear su poder? —me dice
Mara—. Pueden compartirlo, pueden regalarlo, pero no pueden
transmitirlo, la muerte corta todos los tratos.

Toma en consideración mi piel brillante.

—Él terminó siendo un encantador, un hada que podía encantar


a otras hadas con un deseo y un beso. Thalia cayó bajo su hechizo…

Se aclara la garganta.

—Mis padres le mataron antes de que pudiera destruir nuestro


reino. Por supuesto, para entonces Thalia ya estaba muy lejos. Le siguió
al Reino de la Muerte.

—Así es como me convertí en heredera de este reino.

Mara nos lanza una sonrisa apretada.

—Ha pasado un largo tiempo desde que me encontré con un


seductor, y nunca uno humano. Encontré que a pesar de todas mis
reservas, me mantuviste cautiva… —Sus ojos destellan con deseo
mientras me evalúa.

—Sí, Callie tiene ese efecto en las personas—dice Des, su voz se


torna posesiva—. Ahora, ¿de que estábamos hablando? —Des me mira
primero a mí, después a Mara. Chasquea los dedos—. Ah, sí, ahora
recuerdo. Mara, estabas insinuando que yo estaba detrás de las
recientes desapariciones.

Ella se reacomoda en su asiento.

—Cuando bastantes testigos ven todos lo mismo, uno se tiene que


preguntar…

Es la segunda vez en dos días que otro gobernante ha lanzado


dudas sobre la inocencia de Des.

Quiero atacar de nuevo.

—No es él —gruño. El sonido que sale de mi boca es tanto duro y


melódico—. Janus me tomó. Puedes lanzar sospechas a ambos reyes o a
ninguno de ellos.

La Reina de Flora extiende el brazo hacia una de sus vides, y esta


comienza a enrollarse en su brazo.
—Ninguna de las otras mujeres capturadas se han quejado de que
el Rey del Día las haya secuestrado —dice—. Solo tú, la compañera del
Rey de la Noche, lo ha hecho. ¿Cómo sé que no estás simplemente
protegiéndolo?

Solo el agarre de hierro de Des en mi cintura evita que estrangule


a la reina fae.

—Es más —dice—, esas mujeres capturadas dicen que las


tomaron una vez se durmieron. El sueño, como sabes, está gobernado
por el Reino Nocturno.

Todo va de vuelta a Des. ¿Por qué todo se dirige de vuelta a Des?

Mi piel empieza a apagarse mientras considero estos


pensamientos preocupantes.

—Y aun así estamos aquí, sentados y hablando como la gente


civilizada. —Des se inclina hacia delante—. No has sancionado a mi
reino, no me has echado de las festividades. No me has negado la
entrada en ninguna parte de la celebración, incluso cuando rompí el
acuerdo de neutralidad hace dos noches cuando luché contra Janus.
Tus acciones, o la falta de ello, no me concuerdan a esas de una reina
preocupada.

Las vides alrededor de Mara empiezan a azotar.

—No presumas de saber mis intenciones, Desmond Flynn. —La


habitación se llena con su poder, el aire está nauseabundamente
pesado con el olor de las flores.

Los ojos de Des destellan.

—Mándame a mí y a mi compañera lejos, Mara. Nos iremos, el


Solsticio puede continuar, y puedes probar tu teoría concerniente a mi
culpabilidad —desafía, con su voz hipnótica.

El poder de la Reina de Flora sigue llenando la habitación como


una nube de lluvia a punto de romperse. Pero en vez de dejar salir su
poder, Mara evalúa a Des.

—Dame tu promesa de que eres inocente, y esto puede terminar


—dice.

El Negociador, un hombre que hace de la mitad de su vida


haciendo tratos con tontos, no duda ahora.
—Te daré una promesa a cambio de otra.

—¿Discúlpame? —dice Mara, pareciendo insultada.

—Te daré una promesa de inocencia, si tú, a cambio, me


prometes cincuenta años de una alianza inquebrantable entre el Reino
de Flora y Nocturno.

Un incremento de enfado aparece en los ojos de Mara, el olor


floral hace pesado el aire una vez más.

—¿Te atreves a sacar ventaja de mis buenas intenciones?

—Te tendría como un aliado, no como un enemigo.

Y pensar que hace cinco minutos, estaba a cinco segundos


calientes de abrir una lata de ups en esa mujer.

Las palabras de Des parecen pacificar la mayor parte de su


enfado. Se inclina en su asiento.

—Bien.

Usando un brazo para todavía mantenerme en el sitio, el


Negociador extiende la otra. Y Mara la agarra.

En el momento que chocan las manos, el aire alrededor ondea,


formando como olas de agua.

—Prometo bajo los Dioses Inmortales, que no estoy detrás de las


desapariciones.

El cuerpo de la reina parece relajarse. Asiente.

—Prometo bajo los Dioses Inmortales en nombre de mi reino que


por cincuenta años seremos aliados con el Reino Nocturno.

En el momento que las palabras son dichas, la magia que ondea a


su alrededor implosiona, absorbiéndose de nuevo por sus manos
agarradas.

Y después se ha acabado.
Capítulo 37
Traducido por Candy27

—¿DISFRUTANDO, ESCLAVA?

Giro, mirando alrededor en el bosque oscuro de la Reina de Flora


por el hombre que ha hablado. Los robles sagrados de alrededor
tiemblan en el aire de la noche.

Esa voz…

Tan familiar.

Pero no hay nadie aquí en el bosque, nadie excepto yo.

Froto mis brazos, sin estar segura de cómo he terminado en el


bosquecillo de robles sagrado de la reina.

No importa, simplemente volaré de vuelta a mi habitación.

A mi espalda, mis alas se abren, batiendo un par de veces para


soltarse.

Siento algo gotear sobre mi brazo. Otra gota cae sobre mi pelo.

Levanto mis antebrazos hacia mis ojos. En la oscuridad, apenas


puedo divisar el fluido, solo que es oscuro.

Oscuro y caliente.

Aspiro.

Sangre.

Otra gota golpea la cima de mi cabeza. Alzo la mirada, hacia la


celosía de ramas. La corteza está rezumando sangre, y cuanto más
miro, más fuerte cae de los árboles. Puedo escuchar las gotas golpeando
las hojas de los árboles en el suelo del bosque. Suena como el empiece
de una tormenta, la sangre empieza a formas suaves patrones, después
más y más rápido. Las gotas golpean mi piel y mi ropa.
—Vida y muerte son tan íntimos amantes —corta una voz a través
de la oscuridad—. ¿No estás de acuerdo?

Un hombre sale del bosque, sus irises y su pelo liso son tan
oscuros como la noche.

Es todo lo que siempre había imaginado en un hada antes de


conocer a Des. Los ojos curvados hacia abajo, los labios carnosos, la
boca expresiva, la nariz recta y puntiaguda, y las orejas en punta. Tiene
esa belleza siniestre de la que había leído en los cuentos de hada.

Los labios del hombre se curvan ligeramente, sus ojos brillan de


esa manera maniaca en la que lo hacen los fae.

—Mátala —dice otro hombre detrás de mí.

¡Esa voz! Tan dolorosamente familiar. En otro tiempo me giraría,


pero mis tripas me dicen que la verdadera amenaza me está mirando de
arriba abajo, y no le daré la espalda.

—Su alma no es mía para cogerla —dice el hombre de ojos negros,


sigue mirándome fijamente con una intensidad oscura.

Siento el pinchazo de una hoja en mi garganta, y por la esquina


de mi ojo pude captar un vistazo de pelo completamente blanco.

—Tienes razón —dice la voz a mi espalda—. Es mía.

De golpe la comprensión se choca contra mí.

Des. Es la voz de Des a mi espalda.

—Disfruta de cada pequeña muerte que has dejado atrás —


susurra en mi oído—. Estoy viniendo a por ti.

Y después me corta la garganta.

JADEO DESPIERTA, mi cuerpo está enredado en las sábanas, unos


fuertes brazos están a mí alrededor.

Luz del amanecer se filtra en la habitación a través de la ventana,


poniéndolo todo en tonos de azul. Es tan diferente de la oscuridad de mi
sueño.
Alzo la mirada, hacia los ojos suaves de Des, y mi corazón casi se
para.

Mi oreja sigue picando en donde me habló segundos antes, y


puedo asegurar que siento la mordedura fantasma de dolor en mi
garganta de su hoja.

Sus ojos se amplían solo un poco ante mi reacción.

—Querubín, ¿estás… asustada de mí?

Trago el bulto de mi garganta, sin querer responder.

Ha sido solo un sueño y aun así… aun así se sintió real.

¿Qué me había dicho Des tiempo atrás?

Los sueños nunca son solo sueños.

Observa mi cara un poco más.

—Lo estás.

Des pasa la mano sobre mi brazalete.

—¿Por qué estas asustada de mí? —En el momento que pregunta,


la magia de Des se asienta sobre mis hombros, y no necesito mirar
hacia mi muñeca para saber que otra cuenta ha desaparecido de allí.

Me levanto de la cama, arrastrando la sábana conmigo.

—Solo fue un sueño —respondo.

No suficientemente bueno. La magia todavía sigue ahí, todavía se


presiona contra mí.

—¿Y? —dice Des, todavía consciente de que me hayo bajo el


agarre de su magia.

Agarro mi garganta.

—Y en él, tú me matas. —La respuesta es lo suficientemente


buena para liberarme del poder de Des.

Se reclina hacia atrás en nuestra cama, con su cara taciturna.


Mis ojos van a la deriva entre su pelo enmarañado de dormir y su pecho
desnudo. Es una sensación rara, estar tanto asustada y atraída por
alguien al mismo tiempo, pero lo estoy.
—Callie —dice, viéndome combatir mis impulsos—, ven aquí.

Dudo, y juro que esa pausa momentánea rompe algo en mi


compañero.

Su voz cae.

—Está bien. Nunca… —su voz se corta—. Nunca te haría daño —


finaliza.

Y ahora me siento como una completa estúpida. Sé que nunca me


haría daño. Es esa parte de mi alma que vive fuera de mi cuerpo.

Camino lentamente hacia él. Se levanta de la cama, su más de


metro ochenta impactante, intimidante.

Da un paso hacia mí, después me mete en un abrazo. La


presencia que en mi sueño se había sentido tan odiosa ahora se siente
inmensamente amorosa. Los músculos que fueron usados para
matarme ahora me están confortando.

—Dime todo acerca de tu sueño —dice.

Y lo hago.

Para cuando he terminado, mi imperturbable compañero parece…


preocupado.

—¿Qué pasa? —pregunto.

Sacude la cabeza, frunciendo el ceño.

—Nada bueno. De los sueños normales soy capaz de despertarte.


Estos… estos no te dejan hasta que están listos. Asumí que había
perdido el toque de despertarte, pero ahora me pregunto…

Observo su cara.

—¿Qué?

—Controlar sueños es una cualidad del Reino Nocturno. Es


posible que alguien esté enfocándose en ti mientras duermes, a lo mejor
el mismo que está llevándose a los soldados.

Él viene por ti.

—El Ladrón de Almas —susurro.


Capítulo 38
Traducido por Wan_TT18

¿QUIÉN EXACTAMENTE ES El Ladrón de Almas? ¿Y por qué iba a


invadir mis sueños? Eso es lo que me pregunto mientras los dos nos
dirigimos a la sala del trono de Mara.

Si mis sueños son algo más que pesadillas ociosas, ¿entonces


quién era el hombre de pelo negro? ¿Y el Des de mis sueños era algo
más que una ilusión destinada a asustarme? ¿O podría ser posible que
mis sueños no tengan nada que ver con las desapariciones?

Todas estas preguntas me causan dolor de cabeza.

Des y yo entramos en el palacio de Flora, con las paredes


inundadas de plantas vivas y florecientes. Parte del Solsticio implica
sentarse en el trono de la reina de Flora en su sala mientras tiene una
audiencia con sus súbditos.

—¿Qué fae Nocturno, aparte de ti, tiene suficiente poder para


entrar en mis sueños? —susurro mientras cruzamos el castillo.

—Muchos.

Er, eso es inquietante.

Des niega con la cabeza.

—Pero —continúa—, nadie debería tener el poder suficiente para


evitar que te despierte. Si tuviera hermanos vivos, tal vez serían lo
suficientemente fuertes como para realizar ese tipo de magia, pero mi
padre los mató a todos.
Es interesante saber que ese poder corría a través de las líneas de
sangre.

—¿Y tu padre? —pregunto—. Podría él...


—Está muerto —dice Des, con cara estoica.

Bien, supongo que eso lo dice todo.

Me quedo callada mientras los dos entramos en la sala del trono


de Mara y nos unimos a la multitud de otras hadas.

La sala del trono es el mismo lugar donde conocimos a la reina


cuando llegamos por primera vez. Miro a su alrededor otra vez,
observando los techos abovedados, las paredes cubiertas de
enredaderas y los candelabros con sus velas goteantes mientras Des me
conduce por el pasillo.

Mi estómago cae cuando veo a Janus al final de la habitación, de


pie al costado del trono de la reina, luciendo como el sol de la mañana.

¿Cómo influye él en este misterio?

Tan pronto como los dos reyes se ven, siento que la tensión en la
habitación aumenta. Otros deben sentirlo también porque las hadas
comienzan a mirar a su alrededor. El aire comienza a espesar con la
magia, por lo que es difícil respirar.

Esto es lo que sucede cuando se juntan dos monstruos gigantes.

Toco el brazo de Des.

—Está bien.

Si solo fuera la mitad de valiente que mis palabras. Enderezo mi


columna vertebral.

Soy la pesadilla de alguien, me digo a mí misma.

Claro, ese alguien es probablemente el próximo idiota que


encuentre, pero oye, todos tenemos que empezar en algún lado.
Terminamos de pie cerca del Rey del Día, para la frustración
tanto de Des como de Janus.
Janus no es la única hada que tiene problemas con nosotros. Una
docena de fae de Fauna están sentados o de pie en la sala del trono, y la
mayoría nos están mirando a mí y al Negociador con miradas mordaces.

Supongo que todavía no han superado el hecho de que Des


asesinó a su rey...

No ayuda que todo el asunto comience casi una hora más tarde, e
incluso después de ello, ha sido tan interesante como ver pintura
secarse.

El único salvador es Des, que está ocupado susurrando secretos


en mis oídos sobre los miembros de la audiencia que están sentados en
los bancos.

—Le gusta usar la ropa de su esposa.

—Está durmiendo con toda la guardia real, y todos lo saben,


excepto su esposo.

—Ella tiene un sirviente a quien secretamente llama “papá”, y


regularmente lo hace castigarla.

Él se inclina de nuevo ahora.

—Toda la mañana he fantaseado con extender esos suaves


muslos tuyos y follarte hasta que me suplicas que te deje venir.

Me tambaleo un poco sobre mis pies, y mi sirena casi estalla; es


todo lo que puedo hacer para mantenerla enjaulada.

Los ojos de Mara se dirigen a nosotros antes de volver al tema


frente a ella.

Lo miro incrédula.

¿Decidió hablar sucio ahora conmigo?

—Solo me aseguraba que todavía estuvieras prestando atención


—dice.
Detrás de nosotros, se abre una puerta lateral y Malaki, junto con
dos soldados Nocturnos se acercan a Des, Malaki se inclina para
susurrarle algo a Des al oído.

El Negociador asiente, luego se inclina hacia mí.

—Otro soldado ha desaparecido.

¿Otro?

—Necesito salir brevemente para hablar con mis hombres. Malaki


estará aquí en mi lugar hasta que regrese.

Me besa brevemente en los labios, y luego se va, partiendo por la


puerta lateral con los soldados Nocturnos.

Parpadeo a Malaki, quien me da una sonrisa tensa antes de mirar


abiertamente a Janus.

Mara excusa su último tema, recostándose contra su trono, su


cabello ardiente cayendo en cascada por su pecho. Hoy rosas blancas se
enredan en esos brillantes mechones de ella.

Junto a ella, los ojos de Green Man me encuentran, su mirada es


intensa.

Bah, ese hada es desconcertante.

Se abren las puertas dobles del otro extremo de la habitación y


traen a una mujer esposada. Tiene los brazos al descubierto y veo una
hoja marcada que se asoma por debajo de los grilletes.

Humana.

Sus ojos están hinchados, pero su rostro está seco y levanta la


barbilla desafiante. Todos la miran mientras la conducen por el pasillo,
sus pasos y los de sus guardias resuenan por toda la habitación.

Hasta ahora, las hadas que han tenido una audiencia con la reina
han sido nobles discutiendo sobre asuntos insignificantes. Esto, sin
embargo, ya puedo decir que será diferente.
Cuando llega al borde del estrado, sus guardias fae la obligan a
arrodillarse.

—¿Cuáles son sus crímenes? —pregunta Mara perezosamente.

—La atraparon fornicando con un hada —informa uno de los


guardias.

Espera, ¿en serio?

¿La chica de pueblo está en grilletes porque estaba con un tipo


con alas?

—¿Testigos? —pregunta Mara, aburrida.

—Dos —dice el guardia.

Los dos testigos son presentados, ambos humanos a juzgar por


sus orejas redondeadas. Cada uno, a su vez, da fe del hecho de que
atraparon al sirviente en los terrenos del palacio jugando a esconder el
salami con un soldado.

En medio del segundo testimonio, la niña humana comienza a


sollozar en silencio.

Me muevo en mi sitio. Toda esta situación me parece mal. Esta


mujer está en juicio porque hizo exactamente lo que Des y yo hemos
estado haciendo.

A mi lado, Malaki se aclara la garganta, incómodo.

Él también es culpable por lo que esta mujer está siendo juzgada.

—¿Tiene algo que decir en su defensa? —pregunta Mara a la


mujer humana una vez que los testigos se van.
—Por favor —dice, su voz áspera con lágrimas—, me agarró. Traté
de alejarlo, pero él me dominó...

Oh, Dios.
Mi sangre se congela. Puedo sentir náuseas subir, mi estómago
retorciéndose enfermizo ante las palabras de la mujer.

Esto no parece una cita ilícita en el bosque. Esto suena como una
violación. Y ahora esta mujer está siendo castigada por eso.

—¿Dónde está este hombre? —pregunta Mara.

La enfermedad profunda que me consumió hace un momento se


está transformando en algo caliente e incómodo.

Haz algo.

—Está en camino —dice el guardia.

—Muy bien. —Mara acomoda sus faldas—. Dale a la esclava


veinte azotes, y si ella ha concebido, aborten la descendencia.

—No.

No me doy cuenta de que he hablado hasta que todos los


ocupantes de la sala del trono me miran fijamente.

Mierda, está bien, estoy haciendo esto.

—¿Perdón? —Mara se ve medio escéptica, medio divertida.

—Nadie lastimará a esta mujer —le digo, dando un paso adelante.

Puedo sentir mi poder acumulándose debajo de mi piel. Mi cuerpo


no se ilumina, pero puedo sentir mi magia allí mismo. No pasé por el
infierno solo para ver algo como esto pasar de nuevo a otra mujer.

Los ojos de Mara se dirigen a Malaki.

—General —dice—, controle a la compañera de su rey.

Mis manos se hacen puños, la sirena se agita inquieta. Ella ni


siquiera se dirige a mí, como si estuviera por debajo de su atención.

La atención de la sala se desvía de mí hacia Malaki.


Él cruza los brazos sobre su pecho.

—No.

Una oleada de susurros se levanta de la multitud.

Mi mirada encuentra la de Malaki, y me resulta difícil respirar. El


amigo más antiguo de Des se está arriesgando por mí.

Mara levanta una ceja. Al dar la espalda a los dos, les anuncia a
sus hombres:

—Procedan con el castigo como estaba planeado. Traigan al


verdugo.

Un hada desprende sus alas en la habitación, acercándose al


estrado con un látigo en la mano.

Esa sensación de enfermedad se eleva en mí una vez más.

—Mara, no puedes hacer esto —le digo.

Otra ola de susurros se extiende a través de la habitación, incluso


cuando la Reina de Flora me ignora.

El verdugo se acerca a la chica y se ubica en el centro detrás de


ella. Alguien más trae una especie de banco curvado, y los guardias a
ambos lados de la sirviente ahora obligan a su cuerpo a inclinarse sobre
el banco, cerrando sus puños en la base del mismo para que esté
completamente contenida, su espalda desnuda para el verdugo y la
multitud más allá de él. Puedo escuchar sus sollozos y verla temblar.

El verdugo desenreda el látigo, y oh Dios, oh Dios, esto no puede


ser real.
La punta metálica del látigo brilla en la habitación, y es ese
detalle el que me obliga a ponerme en acción.

Me estoy moviendo, la feroz necesidad de proteger a esta mujer


cantando a través de mí. Ahora mi piel comienza a brillar, y puedo
escuchar los pensamientos oscuros y susurrados de mi sirena.

Derrama su sangre, haz que paguen. Protege a la chica.


Empujo mi cuerpo entre la mujer humana y la del verdugo.

—Tócala y te arrepentirás —le digo, mi voz es tan salvaje como


melódica.

Si antes no tenía la atención de la sala, ciertamente la tenía


ahora.

—Por el bien de los Dioses Eternos, Callypso —dice Mara,


finalmente dirigiéndose a mí—, quítate de en medio.

—No.

Malaki da un paso adelante, presumiblemente para unirse a mí.

La mano de Mara se levanta para detenerlo.

—Ah-ah —dice ella. Mientras habla, las enredaderas en la pared


detrás de Malaki se deslizan hacia arriba y alrededor de él,
encadenándolo en su lugar. Es la primera señal real de que he cabreado
a la Reina de Flora—. Si Callypso va a ser gobernante algún día —dice
Mara, su mirada volviendo a mí—, entonces puede luchar en sus
propias batallas. ¿Cierto, encantadora?

Tanto Mara como Green Man me miran con expresiones febriles,


lamiendo mi enojo, esperando a que reaccione.

La miro fijamente, arrepentida de no haberle arrancado la


garganta cuando tuve oportunidad.

—Cualquiera que lastime a esta mujer tendrá que atravesarme —


le digo a la habitación.
Mara sonríe, la expresión es malévola.

—Que así sea. —Mueve su muñeca—. Verdugo, lleve a cabo el


castigo.

Detrás de mí, el verdugo se mueve nerviosamente. Escucho el


sonido resbaladizo del látigo desentrañándose, y los jadeos asustados
de la audiencia.
La cólera ardiente se enciende en mi vientre mientras caigo de
rodillas, mis manos dirigidas a los grilletes de la mujer. Ella me mira
con grandes ojos rojos mientras trabajo en las cerraduras.

Mierda, necesito una llave.

El verdugo toma posición detrás de mí, dando algunos latigazos


de práctica.

Me estremezco cuando me doy cuenta de que no voy a poder


liberar a esta mujer a tiempo. Estas cadenas necesitan una llave, y la
llave está en los bolsillos de los soldados demasiado lejos y demasiado
dispuestos a ayudar. Mi único aliado, Malaki, está siendo restringido.
Estoy sola, y si dejo a esta mujer, ella será azotada.

Hay fuego en mi alma y veneno en mis venas.

Si mi glamour funcionara, haría que hasta la última hada


indiferente pague. Pero todo lo que tengo es mi cuerpo y mis creencias.

Tomando una decisión en una fracción de segundo, cubro a la


mujer con mi espalda alada ahora expuesta al verdugo.

Ella está temblando con su miedo; solo alimenta mi venganza.

—No voy a dejar que te pase nada —le susurro, mi voz es etérea.

Escucho al verdugo retroceder. Más allá de él, Malaki está


gritando.

Miro a Mara con ira en mis ojos.

Tú vas a pagar.

Todavía la estoy mirando cuando el chasquido del látigo resuena


en toda la habitación. Siento la laceración una fracción de segundo más
tarde.

Con un crujido enfermizo, los huesos delicados de mis alas se


rompen bajo el golpe. Jadeo cuando el dolor inunda mi sistema. Apenas
puedo ver a través de ello.
Varias plumas ensangrentadas flotan en el piso.

Debo estrechar mi agarre sobre la temblorosa mujer debajo de mí


para mantenerme entre ella y el verdugo cuando lo escucho alejar su
brazo de nuevo.

Debajo de mí, la sirvienta todavía está temblando.

—Todo va a estar bien —le susurro con glamour espeso en mi voz.


No voy a dejar que lleguen a ella.

Escucho el silbido cortar el aire una vez más. Esta vez, cuando
me parte la carne y aplasta el hueso, no puedo contener mi grito, el
sonido horriblemente armónico.

Siento sangre caliente caer por mi espalda a medida que más


plumas caen al suelo.

Veinte latigazos. Dieciocho más para soportar.

A este ritmo, no tendré alas para cuando el verdugo termine


conmigo.

A través de mi dolor, empiezo a reír, sintiendo las miradas


horrorizadas de la multitud que me rodea.

¿No es eso lo que quería? ¿Deshacerme de mis alas?

De repente, la habitación brillantemente iluminada se oscurece.


Las hojas se acurrucan y las enredaderas retroceden, como si las
sombras las repelieran. Oscuridad y más oscuridad crece en la
habitación. Las enredaderas que unen a Malaki ahora se secan y se
consumen, lo que le permite romper sus ataduras.

La multitud estaba en silencio antes, pero ahora están callados


como están las cosas muertas.

Escucho el silbido cortar el aire por tercera vez.

Se rompe cuando golpea la carne, y me estremezco, esperando el


dolor. Nunca viene.
Alzo la mirada, y allí está Des con la punta del látigo en su puño,
una línea de sangre se desliza desde su palma y baja por su muñeca.
Tira el arma de la mano del verdugo, lanzándola a un lado.

—¿Cuál es el significado de esto? —dice, su voz engañosamente


atractiva. Gira en círculo, mirando alrededor de la multitud. Su poder
está llenando la habitación, el espacio es cada vez más oscuro por
segundo, y las plantas que alguna vez florecieron ahora se están
marchitando y muriendo.

Me deslizo fuera del cuerpo de la mujer humana, cayendo hacia


un lado. No puedo mover ninguna de mis alas; se siente como si fueran
una herida gigante y abierta.

—Que gran diversión han estado teniendo todos ustedes mientras


estuve fuera —dice Des a la habitación, su mirada persiste en Mara y
Green Man, ambos que aún están sentados en sus tronos—, han
permitido que mi compañera sea desollada viva.

Él es mi venganza. Él es mi violencia. Él es la muerte alada para


entregar a todas estas hadas a su destino. Casi sonrío.

—Malaki —dice—, haz un balance de quién está aquí. Asegúrate


de que el Señor de las Pesadillas les envíe sus saludos.

—Con mucho gusto —responde Malaki, quitándose las últimas


enredaderas que alguna vez lo ataron.

—Y tú... —Des se vuelve hacia el verdugo, sus pasos resuenan


ominosamente en la habitación cuando se acerca a él—, tonto estúpido.
¿Que estabas pensando? Seguramente conoces las reglas, una lesión
deliberadamente infligida a un hada puede ser vengada por su pareja.

Des agarra el brazo del hombre, girándolo detrás de su espalda.


Él se inclina más cerca.

—Y me estoy vengando.

No importa que sea el Solsticio y haya un acuerdo de neutralidad.


El Negociador está en busca de sangre.
Por tercera vez en tantos minutos, oigo el chasquido de huesos
que se rompen cuando Des destroza el brazo del verdugo. No se detiene
allí, tampoco. Rompe ambos brazos del hombre y luego sus piernas.
Entre golpes, susurra cosas en el oído del verdugo, y deben ser
horribles, porque el hada llora más fuerte en respuesta a ello que al
dolor.

En ese momento, se abren las puertas dobles, y dos guardias de


Flora conducen a un hombre con orejas puntiagudas. A diferencia de la
mujer humana arrastrada antes, este fae no lleva esposas.

Sus tres pasos flaquean ante lo que ven frente a ellos, yo con mis
alas ensangrentadas y rotas, el verdugo destrozado y Des despiadado,
que se cierne sobre el hada. Y luego está la habitación cautiva que ni
habla ni se mueve mientras observan todo.

—¿Quién es ese? —pregunta Des, mirando al hombre fae que está


siendo escoltado.

Mi voz es totalmente humana cuando respondo:

—Ese es el hombre que abusó de esta mujer. —Al menos, estoy


bastante segura de quién es. Dijeron que lo iban a traer.

Desmond me mira por varios segundos, y puedo ver lo difícil que


es para él mirarme. Cada momento me observa, con mis alas
destrozadas, su furia y odio parecen duplicarse. Su mirada se dirige a la
mujer encadenada que está a mi lado, y debe comprender un poco lo
que está pasando, aunque se perdió el juicio en sí.

Finalmente sus ojos caen al hada que estaba siendo escoltada.

Hay pocos seres que detestan los crímenes contra las mujeres
tanto como yo, pero Des podría ser uno de ellos.

El Negociador se adelanta y agarra al hombre por el cuello. Los


guardias alrededor de Des protestan, sus miradas se dirigen a Mara.
Pero si creen que ella intercederá, están muy equivocados. La Reina de
Flora parece contenta al dejar que los eventos se desarrollen como
quieran.
Des tira del hada más cerca, otra vez susurrando algo al oído de
su último objetivo. Lo que sea que Des diga tiene un efecto
desembriagante sobre el hombre. Incluso a decenas de pies de distancia
y distraído por el dolor, noto que los ojos del hada se abren y su rostro
palidece por lo que sea que esté diciendo mi compañero.

Y entonces Des comienza a arrastrarlo más allá de los guardias y


hacia el estrado. El Negociador arroja el hada al suelo frente al trono de
Mara.

—Dile a tu reina lo que deseas —exige.

El hada murmura algo con la cabeza inclinada.

—Más fuerte.

—Tomaré los latigazos restantes de la esclava como castigo —


dice.

Mara se inclina hacia adelante y coloca su barbilla en su mano.

—¿Como castigo por qué exactamente?

No estoy segura de si Mara está confundida acerca de lo que este


hombre le hizo a la mujer, o si solo está jugando con él.

—Por dorm… —El hada se atraganta, sus palabras se cortan. He


experimentado la sensación lo suficiente como para saber qué, o más
bien, quién está detrás de eso.

Miro a Des, que está parado sobre él, con los brazos cruzados y la
mandíbula cerrada. Belleza peligrosa, eso es lo que es.

El hada lo intenta de nuevo.

—Por tener se... —Empieza a tartamudear, evitando la única


palabra que se verá obligado a decir.

Cinco segundos después, abandona la lucha.

—Por... violarla.
La habitación antes silenciosa ahora estalla en susurros
escandalizados.

Mara levanta su mano.

—¡Silencio! —dice ella, calmando la habitación.

La oscuridad se extiende por el pasillo y apaga las velas,


estrangulando la vida de las plantas que crecen a lo largo de las
paredes.

Des centra su atención en Mara.

—Lo único, lo único, que te salva de la muerte es nuestro


juramento —dice, con voz tranquila.

Con esas últimas palabras, Des vuelve a mirarme, sus alas se


abren detrás de él amenazadoramente. Con sus botas pesadas y su
cuerpo macizo, parece un príncipe oscuro que se arrastra fuera del
abismo.

Oh, con tanto cuidado, me levanta y avanza por el pasillo y sale


de la habitación conmigo en sus brazos.
Capítulo 39
Traducido por krispipe

DES ESTÁ EN SILENCIO cuando dejamos la sala del trono, sus pasos
resuenan en los cavernosos pasillos. Los dos estamos envueltos en sus
sombras. Con cada paso que da, las velas cercanas se apagan, y las
preciosas plantas de Mara se marchitan.

—Qué sucedió. —No es una pregunta.

Puedo sentirlo temblar con ira, luchando contra algún impulso de


desgarrar, rendir y destruir. Su cuerpo prácticamente zumba con la
necesidad.

—Iban a castigar a esa mujer humana. Ella había sido violada. —


Tengo que estabilizarme por varios segundos a través del dolor en mi
espalda antes de continuar—. No podía permitir que eso sucediera.

Sus ojos, sus tormentosos y atormentados ojos, se mueven hacia


mí, y veo que una gran parte de él está luchando para mantenerse
enojado. Que si no mantiene su ira justo donde puede verla, entonces
tendrá que dejar entrar todas esas otras emociones molestas.

—Entonces tomaste el castigo en su lugar. —Sus palabras no


tienen entonación, así que no tengo ni idea de qué está pensando.

Asiento, y su humor continúa ennegreciéndose.

Des me lleva fuera del castillo, cruzando los jardines del palacio
mientras se dirige hacia nuestra suite de invitados. La oscuridad que ha
estado arrastrando junto con él ahora ensombrece los terrenos del
palacio, oscureciendo el cielo y estrangulando la vida de las plantas que
toca.

Las hadas detienen lo que están haciendo para mirarnos, el


iracundo Rey de la Noche y su compañera, la última goteando sangre a
lo largo de los caminos de piedra.
Mi vista se está volviendo desenfocada, espoleada por el dolor o la
pérdida de sangre, y maldita sea, pero mis alas duelen.

Tan pronto como me acerco al cedro gigante que alberga nuestras


habitaciones, llamamos la atención de varios soldados Nocturnos que
refuerzan su perímetro. Una vez que nos ven, vienen corriendo.

—Traigan a un sanador —les ordena el Negociador.

Tan pronto como llegan, salen corriendo.

Des arrasa por la escalera que serpentea alrededor del árbol.


Cuando llega a nuestras habitaciones, patea abierta la puerta de
entrada de nuestra casa de huéspedes, astillando el marco de madera.
Dentro, se dirige a la cama y me tiende sobre mi estómago, su tacto
suave.

—Vamos a curarte, amor —me promete, apartando algo de mi


cabello de mi cara.

Asiento hacia él, tragando mis emociones. Me siento destrozada y


vulnerable, y no estoy tan acostumbrada a ser atendida. Había olvidado
lo agradable que era importarle a alguien, y cuán tierna podía ser la
ferocidad del Negociador.

Él se endereza, y un momento después lo escucho maldecir en voz


baja, presumiblemente después de obtener un vistazo del daño de mis
alas. Y luego sus manos están sobre mí, alisando mi piel. Siento su
magia penetrarme, embotando la aguda mordida de mis heridas.

Suspiro mi alivio, la agitación en mi estómago se asienta ahora


que el latido de mis heridas ha sido embotado.

—Esto adormecerá el dolor, querubín —dice—, pero no tengo


afinidad para la curación. —Se agacha junto a mí, tomando mi mano—.
Lo que hiciste… —Busca mi rostro—, nadie lo olvidará. Ni esa mujer
que protegiste, ni la habitación llena de hadas, ni la Reina de Flora y su
consorte… ni yo. Mara podría usar una corona, pero todos en esa
habitación vieron quién era la verdadera reina hoy.

Mi garganta se tensa. Va a hacerme llorar.

—No podía simplemente esperar mientras…

Me silencia con un beso.

—Lo sé.
En ese momento, alguien toca los restos de nuestra puerta. Un
momento después escucho varias pisadas mientras soldados entran en
nuestra suite trayendo consigo una sanadora fae.

Des se desliza lejos de mí para hablar con el grupo. Por un


minuto, todo lo que escucho es murmullo bajo, luego el Negociador y la
sanadora vuelven a mi lado.

—Pero ella es humana —protesta la sanadora cuando me ve.

Las sombras en la habitación se profundizan.

—Lo es —Des lo dice como un desafío.

—Seguramente sabes que nuestra magia no funciona en…

—Cúrala, o considera perder tu vida —le ordena a la mujer.

La habitación está en silencio por varios segundos, luego escucho


una exhalación agitada.

—Lo haré lo mejor que pueda, Su Majestad.

Des viene a mi lado un momento después.

—Deja de molestar a hadas inocentes —exhalo.

—Aquí nadie es inocente —dice sombríamente.

Tiemblo un poco, mi piel se enfría. No sé si estoy sufriendo una


gran pérdida de sangre o simplemente estoy en shock. Des frota mi
brazo, y su magia está funcionando una vez más, tratando de
calentarme.

—¿Quieres saber un secreto? —susurra, pasando sus dedos por


los míos.

—Siempre —susurro. No menciono el hecho de que estamos en


una habitación llena de hadas. Conociendo a mi compañero, lo que está
a punto de decirme no es un gran secreto, o bien ha silenciado el
mundo para nuestra conversación.

—Antes de que mi madre fuera una escriba, antes de ser siquiera


una concubina, era una espía —admite Des, alisando mi cabello hacia
atrás mientras habla.

Sé que solo está tratando de distraerme, pero funciona. Me


acomodo para la historia cuando el sanador fae comienza a pasar
suavemente sus manos por mis alas. Puedo decir que está enderezando
los huesos, pero la magia de Des es tan potente que lo que debería de
ser agonizante es simplemente incómodo. Y puedo ignorar esa
incomodidad mientras Des mantiene mi atención cautiva.

—¿Cómo pasó de ser una espía a ser una concubina? —pregunto,


mi voz suave.

—Ella frustró una conspiración contra el rey. —Mira nuestras


manos entrelazadas.

Todavía puedo sentir su ira impía en su tembloroso agarre y lo


veo en la penumbra de la habitación, pero no digo nada. El Rey de la
Noche podría asustar al resto del mundo, pero no a mí.

—A veces me pregunto cuánto se arrepintió más tarde de haber


hecho su trabajo ese día en particular —dice—. Mi padre la llamó a su
sala del trono para agradecerle personalmente por salvarle la vida.
Cuales fueran las palabras intercambiadas es un misterio, pero él debe
de haberse quedado bastante prendado de ella porque al final del
encuentro, la sacó de su puesto y la colocó en su harén real.

Eso me hace levantar las cejas.

—¿Y ella estuvo de acuerdo con eso?

Des suelta una risita entrecortada.

—No. De ninguna manera. Ella era lo que llamarías una


concubina poco dispuesta. Pero en ese momento en mi reino, las cosas
eran diferentes, y mi padre… él era un gobernante muy diferente a mí.

Cuanto más aprendo sobre la madre de mi compañero, más me


gustaría conocerla. Y cuanto más aprendo sobre su padre, más me
desagrada el hombre.

—Después de su muerte, nunca imaginé que encontraría a una


mujer como ella —dice Des—. Alguien que ha vivido mucho y todavía
conocía intrínsecamente el bien del mal. Alguien fuerte y valiente. —Su
mano aprieta la mía—. Y entonces te conocí.

Parpadeo varias veces, mi garganta espesa.

Des recobra la sobriedad, su agarre en mi mano apretándose.


—Cuando te vi tirada allí, tus alas rotas… —Sacude la cabeza—,
trajo recuerdos de esa noche en la sala del trono de Karnon, y esa
noche… esa noche trajo recuerdos de la muerte de mi madre.

No tenía… ni idea.

No es de extrañar que sea tan feroz como para castigar a aquellos


que se aprovechan de las mujeres; ha sido esculpido por sus
experiencias.

El tiempo de la historia termina poco después de eso, y media


hora después, Des se ha ido de mi lado, sus pesadas pisadas paseando
por el extremo opuesto de la habitación.

Sus botas se detienen.

—¿Bien? —exige finalmente.

La sanadora que se cierne sobre mí se endereza y tira otro trapo


ensangrentado a un lavabo.

—Es lo mejor que puedo hacer —dice. Ha logrado fusionar mis


huesos de las alas, y en parte, sellar la piel dividida de mi ala, pero es
obvio que la lesión no está cerca de ser curada.

Las sombras en la habitación cambian y se espesan. Hoy


realmente la tarea está tomando el humor de Des.

No sé cuán vacía estaba la amenaza anterior de Des cuando


ordenó al hada que me sanara, pero ella ha hecho todo lo posible. No su
culpa que la magia fae y la humana no sean terriblemente compatibles.

—Temper —murmuro.

Des se acerca a mí.

—¿Qué fue eso, querubín?

—Trae a Temper. Ella puede ayudar.

No creerías que una hechicera tan inclinada al mal como Temper


sería buena curando, pero lo es. Prueba de que los Destinos son perras
irónicas.

Como resultado, no tenemos que contarle nada a Temper; la


puerta ya rota a nuestra casa de huéspedes se suelta de sus bisagras
antes de que Des se haya separado de mi lado.
—Callie. —Poder monta la voz de Temper.

Con cuidado, levanto una de mis manos y la agito débilmente.

Ella entra corriendo a la habitación, sus ojos salvajes.

—¿A quién tengo que matar?

Des dobla los brazos.

—Vas a tener que ponerte a la cola para eso.

Ella se acerca a mí, sus ojos aterrizando en mi espalda.

Inhala bruscamente.

—Chica, ¿qué pasó? —Su voz cambia de enojo a pánico. Nunca es


buena señal cuando Temper se vuelve suave conmigo. Debo de verme
peor de lo que creo para que Temper tenga ese tipo de reacción.

Des aparece detrás de ella.

—Necesito que la sanes. —Y ahora él también tiene una pizca de


pánico en su voz.

—No, mierda —dice ella, poniendo sus manos en mis alas. Cierra
los ojos, tarareando bajo su respiración.

Casi de inmediato siento la magia de Temper en acción. Donde la


magia de Des es sofocante oscuridad y sombras enroscadas, la suya es
como el calor de un horno.

Cuando vuelve a abrir los ojos, brillan. Sigue tarareando, los


bajos compases de su voz sonando espeluznante.

—Negociador —dice—, cuéntame lo que ha sucedido.

Él y yo compartimos una mirada. La última vez que Temper se


enojó por mí, hizo estallar un portal.

—¿Qué es lo que ya sabes? —pregunta Des.

—Solo lo que Malaki me contó…

¿Malaki le contó a Temper sobre esto? Esa hada es oficialmente


un calzonazos.

—…que Callie estaba herida y que podríamos irnos pronto.


—Caray —digo, comenzando a sentarme. —. ¿Que podríamos
irnos pronto?

Temper me empuja firmemente hacia abajo.

—¿Qué más me perdí? —pregunta.

Antes de que Des pueda explicar, interrumpo:

—Ellos querían azotar a una humana que había sido violada —


comienzo.

Procuro contarle a Temper el resto de la historia, desde el


momento en que Des salió de la sala del torno hasta el momento en que
me sacó de allí.

Cuando termino, Temper ha reparado totalmente mis alas rotas.


Pican donde la piel es nueva y los huesos han crecido, pero, a pesar de
la picazón, también se sienten como nuevas.

—¿Dónde está esa maldita zorra? —demanda, refiriéndose a


Mara—. La mataré.

Sus palabras tienen a Des sonriendo nefastamente, y oh Dios


mío, lo único peor que estos dos siendo enemigos es que sean amigos.

Un golpe en el marco ahora sin puerta interrumpe la diatriba de


Temper.

Afuera, un sirviente humano espera, inclinando la cabeza. En sus


manos hay un ramo de flores silvestres.

—Sí —dice Des, moviéndose hacia la puerta.

—Tengo un regalo para la compañera del Rey de la Noche —dice,


levantando un poco las flores mientras habla.

Me empujo fuera de la cama.

—Callie —digo, cruzando la habitación. Tomo el ramo de él—. Y


gracias por las flores.

Su cabeza se levanta vacilante, y miro sus frescos ojos verdes.

—Gracias a ti por lo que hiciste —dice suavemente—. Ninguno de


nosotros lo olvidará.

No necesita aclarar quién son nosotros.


Baja la cabeza de nuevo, y luego se va, bajando los escalones.

—¡Espera! —lo llamo, caminando hacia el pasillo más allá de la


suite.

Él se gira hacia mí.

—No tienes que vivir así —le digo—. Ninguno de ustedes tiene que
hacerlo. Hay lugares para todos ustedes en la tierra.

Él sonríe.

—Te apreciamos a ti y a tus extrañas formas. Tal vez algún día


nos vayamos. Hasta entonces… —Inclina la cabeza y luego empieza a
caminar una vez más.

Siento que mis hombros se desinflan. Roma no se construyó en


un día y todo, pero aun así, es una pastilla difícil de tragar, saber que
estos humanos continuarán viviendo aquí, donde tienen muy pocos
derechos.

—Entonces —dice Temper cuando vuelvo a entrar a la


habitación—, propongo que hagamos estallar alguna mierda, después
nos vamos.

Des no parece estar totalmente en contra.

Siento toda mi desesperación y todo mi dolor llenándome,


ahogándome. De repente, no puedo soportarlo.

Rayos calientan mis venas. Quizás, si hierves todo mi sufrimiento,


todas mis pequeñas inseguridades, toda mi frustración y esfuerzo,
darás con un núcleo indestructible. Algo que no puede ser roto por la
codicia o la lujuria o la violencia. Algo que no es del todo mágico pero
aun así es poder.

—No —digo, enfrentando a Temper—. No voy a huir de este lugar.

El comienzo de una sonrisa tira de los labios de mi compañero


cuando encuentro sus ojos.

—Es hora de que el Otro Mundo entienda cuán fuerte puede ser
un esclavo.
Capítulo 40
Traducido por Mais

ESA TARDE miro fijamente el hermoso vestido que me espera. Es un


profundo color ciruela, tan oscuro que casi es negro. Los zapatos que
van con este no son nada más que cuero y lazos… zapatos para bailar.

Tomo una respiración profunda.

Momento para ponerme mi armadura de batalla y ver a esas


hadas de nuevo. Todavía puedo sentir el eco de aquellos látigos contra
mis alas.

Des camina hacia el armario donde el vestido cuelga y cierra las


puertas.

Lo miro en confusión.

—Esta noche no iremos —dice.

—Pero…

Ahueca mis mejillas y me corta con un beso. Sus besos se


mueven contra los míos hasta que me he olvidado exactamente a qué
me estoy objetando.

Mis manos caen hacia sus antebrazos, deslizándose sobre su piel


expuesta. Puedo sentir piel de gallina levantarse junto con su carne
ante mi toque.

¡Tener tal efecto en el Rey de la Noche! A veces me olvido que él


está tan conmovido por mí como yo por él.

Sus labios se apartan de los míos, mordiendo justo debajo de mi


oreja.

—Mi compañera no ha sido satisfecha casi lo suficiente desde que


llegamos aquí.
Mi núcleo se calienta ante sus palabras. ¿Exactamente qué ha
planeado el Negociador?

El aliento de Des fluye a través de mi piel, justo en la unión entre


mi cuello y mi mentón. Presiona un beso allí.

—Qué pobre alma gemela soy, negarle esto a ella.

Des comienza a hacerme retroceder, hasta que mis alas rozan


contra la pared, efectivamente atrapándome.

Una de sus manos se retira de mis brazos hacia el bajo corte de


arriba del fino vestido fae que llevo. Elaboradamente se entrelaza al
frente, atándose en el cuello recogido.

El Negociador desliza un dedo a lo largo de ese cuello, agarrando


el final de uno de los lazos. Sus ojos se encuentran con los míos
mientras jala el lazo, deshaciendo el moño. La blusa se suelta,
desenredándose pulgada tras pulgada.

Des empuja el material por mi torso, exponiendo mis senos.


Presiona un beso al valle entre estos.

—Dioses, eres exquisita —dice, su voz ronca.

Lo mismo puede ser fácilmente dicho sobre él.

Retiro la banda de cuero que sostiene su cabello a la altura del


hombro hacia atrás y corro mis manos a través de este.

Él me ayuda a quitarse la camisa, lanzando el pedazo de ropa al


suelo.

Suavizo mis manos sobre sus grandes pectorales.

—Haz algo mágico —susurro.

Los labios se Des se retuercen, como si encontrara mi pedido


tanto gracioso como entrañable.

—Nombra el precio, querubín.

Ahora es mi turno de reprimir una sonrisa. Siempre hay un precio


con él, pero estos días, no siempre es uno no placentero.

En vez de nombrar mi precio, dejo que el vestido lo diga,


deslizándolo por el resto del camino hacia abajo.
El Negociador aguanta la respiración mientras me mira. Todo lo
que me queda es un escaso par de bragas, y juzgando por la forma en
que mi compañero las está mirando, no estarán ahí por mucho tiempo.

Siento el roce de la magia de Des mientras deja mi cuerpo.

Un momento después, los jarrones de flores que están colocados


alrededor de la habitación se vuelcan al mismo tiempo, y el agua y las
flores dentro de cada uno se salen. Pero en lugar de caer al suelo,
comienzan a flotar a mitad del aire como si estuvieran experimentando
cero gravedad. El efecto es deslumbrante.

—¿Suficiente magia para ti? —pregunta Des, sus ojos en mí.

—Apenas.

Sonríe.

—Pequeña cosa provocadora. —Me besa de nuevo y mientras lo


hace, mis bragas se deslizan fuera de mis caderas, otro pedazo de la
magia de Des en juego.

Se aparta lo suficiente para correr su mano por mi torso.

—Mi valiente compañera, mi fuerte compañera. Ningún hada ha


estado más orgulloso de esta mujer.

Sus palabras me mueven. Estar aquí, en el Reino de Flora, ha


dejado abundantemente claro que los humanos no son vistos como
iguales. Pero si hay una cosa de lo que Des siempre se ha asegurado, es
hacerme sentir como que soy su igual en todas las formas.

Suaviza su mano sobre mi piel hasta que las puntas de sus dedos
rozan mi núcleo. En respuesta, mi piel se enciende. Nos miramos, algo
sobre este acto de intimidad mucho más vulnerable porque no
apartamos la mirada.

Muevo mis caderas contra su toque, forzando a sus dedos a


deslizarse dentro, luego fuera, dentro y fuera. Ya estaba mojada cuando
me desvistió, pero ahora mis muslos interiores están resbaladizos.

El resto de su ropa se desliza fuera de él.

¿Mencioné que jodidamente amo la magia?

Su pene se presiona entre nosotros, tan fuerte que es tirante.

Me muevo contra él y él gruñe ante la fricción.


—No puedo resistirte… —Me levanta entonces, bajándome
lentamente. Siento la cabeza de su pene empujar contra mi entrada, y
luego se está deslizando dentro, llenándome pulgada tras pulgada.

Bebe mi expresión mientras mi espalda se arquea, mis labios


partiéndose mientras se sitúa todo el camino hasta la empuñadura.

Toma mis manos en las de él y las presiona contra la pared a


cada lado de mi cabeza. Lo único que me sostiene es su pecho y
caderas.

—Nada se ha sentido tan bien —dice—, estoy seguro de ello.

Se desliza fuera, el sonido grueso y mojado, luego golpea de


nuevo. Jadeo ante la sensación, arqueándome hacia él, mis piernas
apretándose alrededor de su cintura.

—Más rápido —exhalo contra él.

Pero, hada terca, no se mueve más rápido. Disminuye la


velocidad, volviéndome loca. Sus alas se expanden a mí alrededor,
envolviéndonos en un capullo hecho por él mismo.

—¿Y si quisiera que seas mi reina? —pregunta mientras entra y


sale de mí, sus ojos brillando en la oscuridad cercana que ha creado
debajo de sus alas.

—Mmm… —Cierro mis ojos contra él, disfrutando la sensación.

Continúa bajando la velocidad, el ritmo volviéndose


increíblemente agonizante.

Me muevo contra él, mis ojos abriéndose.

—Des —me quejo.

Me mira fijamente, sus ojos serios.

—¿Qué dirías a eso?

¿A qué?

Presiona sus labios contra mi oreja.

—Dame la respuesta que quiero, y te daré lo que tú quieres.

¿Qué me había preguntado? Algo sobre ser su reina…


Debería saber mejor que caer en los tratos de Des; siempre están
hacia su beneficio. Pero atrapada contra la pared, con su pene
enterrado profundamente dentro de mí, no soy exactamente una
experta estratégica.

Y las estocadas de Des casi se han detenido.

—Sí —exhalo, ansiosa por resumir dónde nos quedamos—. Suena


genial.

Lo que sea para lograr que se mueva de nuevo.

Sonríe, viéndose como un gato que se comió ese canario.

—Bien —dice.

Sus estocadas se renuevan, y, dulce ángeles bebés, esto es todo.

Des libera mis manos para levantarme contra él. Nos aleja de la
pared y nos mueve a través de la habitación. Flores y gotas de agua que
todavía flotan en el aire ahora rozan mi piel mientras las pasamos. La
habitación parece como si el tiempo mismo se hubiera detenido.

—Mi futura reina —dice Des mientras levanta la mirada hacia mí.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, sosteniéndolo cerca.

—Más rápido —susurro.

—Siempre demandante —dice.

Presionando mi espalda a la pared una vez más, el Rey de la


Noche se balancea contra mí, cada estocada más fuerte que la última.
Se empuja cada vez más profundo, sus alas estirándose una vez más.

—Por venirme —digo.

—Espera.

¿Espera? No estoy segura que pueda. Mi clímax está creciendo y


creciendo y demanda ser liberado.

Sus manos se aprietan en mí.

—Ahora.

Ese es todo el entusiasmo que necesito.


Me siento despedazarme, mi orgasmo atravesándome. La
sensación se vuelve más intensa cuando escucho a Des gruñir, su pene
engrosándose dentro de mí mientras libera su propio orgasmo.

Se siente como toda una vida mientras ola tras ola de placer me
baña.

No es hasta varios minutos después cuando Des se ha deslizado


fuera de mí y los dos hemos colapsado en la cama en un entrelazado de
miembros que recuerdo sus palabras.

¿Y si quisiera que seas mi reina?

Dame la respuesta que quiero y te daré lo que tú quieres.

¿Exactamente qué acabo de acordar?


Capítulo 41
Traducido por Mais

ME ADORMEZCO EN los brazos de Des, sintiendo sus manos acariciar


mis alas. Nunca fui una fanática de acurrucarse después del sexo, pero
eso era antes de que el Negociador se vuelva mío. Ahora estoy
encontrando que de hecho tengo un aprecio por ello.

Las flores y agua están de vuelta en sus envases, pero ahora


colgando por encima de nosotros está una gruesa sábana de pergamino
y cinco brochas de pintura separadas, que están pintando al mismo
tiempo. No tengo idea en dónde encontró Des las brochas, o el
pergamino, o los cinco pequeños potes de cerámica de pintura que
yacen en una mesita al lado de la cama.

Así como la primera vez que empezó a hacer su arte para mí,
estoy completamente encantada.

La pintura rápidamente sale, aunque me toma minutos descubrir


qué, exactamente, es la imagen. Eventualmente, sin embargo, me doy
cuenta que estoy mirando plumas, muchas y muchas plumas
iridiscente.

—Estás pintando mis alas —susurro.

—Mmm —dice en respuesta, corriendo su mano sobre las mismas


de nuevo.

Una de las brochas de pintura se aleja del pergamino, flotando


hacia la mesa al lado de mí. Hunde sus cerdas en uno de los botes de
pintura, y entonces, una vez que está envuelta con pintura negra, flota
hacia arriba y hacia arriba y sobre mi cuerpo.

Antes de que regrese al pergamino, un globo de pintura golpea mi


hombro.

—¡Des!
Ríe, totalmente consciente de lo que acaba de suceder.

—¡Lo hiciste a propósito!

—Tal vez —dice evasivamente, una sonrisa en su voz.

Lleva su mano hacia mi hombro, y utilizando su pulgar, frota la


pintura en mi piel.

Inhalo el aroma de él, su olor mezclado con el mío.

—Creo que deberíamos dejar pasar más eventos —susurro.

Gira su rostro hacia mí, sus labios rozando mi frente.

—Ahora eso —dice—, es absolutamente una idea brillante.

Sonrío un poco mientras corro mis dedos por su pecho, donde su


sudor todavía se desliza. Dibujo círculos en su piel antes de continuar,
mi toque trazando sobre los tatuajes que envuelven sus brazos. Un día
memorizaré los diseños.

Él termina la pintura en silencio, los dos observándola


completarse. Una vez que ha terminado, esta y las brochas bajan hacia
la mesa del al lado.

—Tengo un secreto que compartir —murmura Des, su boca


presionada cerca de mi pelo.

Me tenso.

Ha compartido secretos en el pasado, pero solo después de


presionar. Para que ofrezca uno… cuando lo hizo más temprano,
mientras yo estaba siendo sanada, pensé que sería un evento único
para distraerme de la situación. Pero ahora, es posible que simplemente
se esté abriendo más a mí, confiando más en mí.

Inclino mi cabeza hacia arriba para verlo.

Hace unos minutos estaba sin preocupaciones y contento, ahora


se ve sombrío.

—Cuando cierro mis ojos, todo lo que veo es la forma de tu rostro


y el brillo de tu sonrisa. Eres las estrellas en mi cielo oscuro, querubín.

Eso no es para nada lo que esperaba que saliera de su boca. Mi


corazón, estoy descubriendo, simplemente no es suficientemente grande
para sostener todo lo que siento por este hombre.
Des traga suavemente.

—Tú y yo compartimos muchas tragedias. Madres que murieron


pronto. Padres terribles…

Dijo algo similar hace días atrás.

Toma una profunda respiración.

—Mi padre estaba matando a todos sus herederos cuando mi


madre descubrió que estaba embarazada —comienza Des—. Ella huyó
del palacio antes que alguien más pueda descubrir este hecho
particular. El reino simplemente pensó que había abandonado su rey,
una ofensa suficientemente grave. Y ello no pasó desapercibido. De todo
lo que he aprendido, mi madre ha sido la concubina favorita de mi
padre. Debe haber herido su ego. Él pasó años buscándola, pero ella
hizo una carrera como espía, sabía cómo esconderse. Me crió en
Arestys, escondiendo la verdad de nuestras identidades y la amplitud de
nuestro poder del mundo. Hizo un buen trabajo escondiéndonos, pero…
yo nos expuse.

Lo último lo dice con mucha culpa.

—Tan pronto como descubrió nuestra existencia, mi padre vino


por nosotros y… la mató.

Siento horror cerrando mi garganta.

Los ojos de Des están lejos, como si estuviera viendo el recuerdo


desarrollarse de nuevo. Corre una mano sobre su rostro.

—Tenía quince años cuando vi a mamá morir.

Ni siquiera puedo imaginar…

—Des, lo siento mucho.

¿Alguna vez un lo siento, en la historia del mundo, ha hecho


mejor esta situación? Y sin embargo, no puedo no decirlo.

Él parpadea varias veces, alejándose del pasado.

—Maté a mi padre.

Mis ojos vuelan hacia él. Por varios segundos no respiro.

Des… ¿mató a su padre?


Tantas emociones se forman. Sorpresa, horror, miedo… afinidad.

Tú y yo compartimos tantas tragedias.

Ahora lo entiendo. Su padre y el mío murieron bajo nuestras


manos. Me hace preguntarme de nuevo qué vio él ese primer día que me
conoció. Siempre asumí que mi depravación tenía que haberlo
sorprendido un poco. No me había imaginado esto.

—¿Fue un accidente? —pregunto.

Se ríe.

—No —dice, su voz amarga—, fue bastante deliberado.

Se me eriza la piel.

—¿Por qué me estás diciendo esto?

Su mano se desliza alrededor de mi cintura, encerrándome a su


lado.

—A veces te veo, y el pasado está vivo. Superpone lo que eres y lo


que haces. —Me aprieta más cerca, casi al punto del dolor—. Me
recuerda mi propias viejas heridas, y siento… siento mi venganza
levantándose. No puedo cambiar mi pasado, y no puedo cambiar el
tuyo. Ni siquiera puedo evitar que seas herida… pero puedo hacer que
otros expíen tu dolor —dice esto último tan silencioso, tan malévolo que
un estremecimiento se escapa de mí.

Es un presentimiento.

—¿En qué estás pensando Des? —le pregunto. Porque está claro
que está planeando algo.

Baja la mirada hacia mí, su cabello blanco y ojos platas viéndose


más del Otro Mundo que nunca.

—Nada, querubín. Nada.


Capítulo 42
Traducido por 3lik@

—¿ESCUCHASTE las noticias? —Temper pregunta a la mañana


siguiente. Ambas desayunamos en el mismo gran atrio que comí en mi
primera mañana aquí.

Esta mañana, cuando me desperté sola en mi cama, me dirigí a la


habitación de Temper y la llevé a desayunar.

Estaba decidida a mostrarles a aquellos aquí en Solsticio que no


me habían visto ayer lo que quedaba de mí.

—¿Qué noticias? —pregunto ahora, arrancando un trozo de un


estrúdel y llevándomelo a la boca.

Docenas de otros invitados en el atrio siguen mirándome a mí y a


mis alas reparadas, sus voces bajas mientras susurran en los oídos de
sus amigos.

Encuentro que quiero estrangular a cada uno de ellos, incluso a


aquellos que no estaban encerrados en la sala del trono de Mara
conmigo. ¿Cómo puede alguien estar bien con lo que le está sucediendo
a los humanos aquí?

Mientras tanto, los camareros siguen encontrando razones para


venir a mi mesa, algunos para susurrar un silencioso agradecimiento,
otros para dejar discretamente un pastel extra aquí y otra bebida
caliente allá.

—Perra, te estás perdiendo todos los chismes más jugosos —dice


Temper, devolviéndome a la conversación. Es un chismorreo que
indudablemente ella ha forzado de los humanos aquí.

—No si me lo dices. —Coloco mis talones sobre la mesa, la acción


me hace ganar más susurros.

Temper se inclina hacia adelante.


—¿El hada que violó a tu humana ayer?

La comida en mi boca se vuelve insípida. Me obligo a tragar.

—¿Qué hay de él?

—Desapareció en algún momento de la noche. Aparentemente, lo


único que le quedaba era un dedo, aunque algunas personas dicen que
no era un dedo en absoluto… que era su pene.

Hago una mueca.

—Ugh, Temper, ¿no pudiste haber esperado a que terminara el


desayuno?

Lo último en lo que quiero pensar es en las partes cortadas de un


depredador sexual.

—Eso no es todo.

Alzo las cejas, tomando mi taza de té y tomando un trago.

—Aparentemente el harén de la reina ha desaparecido;


supuestamente fueron sacados directamente de la cama de la reina,
aunque nadie lo vio en absoluto.

Casi me atraganto con el té.

¿Un violador y todo el harén de la reina desaparecen en la misma


noche?

Solo hay una persona con el motivo y el poder para hacer tal cosa,
y él no estaba en mi cama esta mañana cuando desperté.

Temper roba una rebanada de tocino de mi plato.

—La gente dice que Des lo hizo.

Justo como lo culparon de las desapariciones de los soldados.


Solo que ahora... ahora no estoy segura de por dónde empezar y
terminar defendiéndolo.

—¿Dónde está de todos modos? —pregunta Temper.

Niego con la cabeza.

—No lo sé.
Ella se recuesta en su asiento, una pequeña sonrisa presumida
en su rostro.

—Ese descarado bastardo lo hizo, ¿no? —dice ella—. Creo que me


gusta.

Siento que la magia de Des gira a mi alrededor, tirando de mí y de


mi asiento hacia atrás.

Hablando de bastardos descarados...

—Mierda —maldijo en voz baja, agarrando los bordes de la mesa


cuando mis tobillos cruzados se salen de esta. La silla en la que estoy
sentada comienza a deslizarse fuera de la mesa a trompicones.

Temper se detiene.

—¿Qué es?

Mi sangre se acelera.

—Des regresó.
Capítulo 43
Traducido por NaomiiMora

NO ES SOLO QUE Des está de regreso, es que quiere que entrene de


nuevo, de ahí la correa mágica que me arrastra a uno de los jardines de
la reina. Es solo cuando llego, que la magia del Negociador se disipa.

Veo al hombre en persona apoyado contra un árbol. Frente a él,


sostiene la empuñadura de una espada como si fuera un bastón, su
atuendo es hoy cien por ciento humano, desde su camiseta de KISS
hasta sus pantalones de cuero y sus botas negras con punta de acero.

—Buenos días, querubín —dice, saliendo a la luz del sol, luciendo


demasiado animado para su propio bien. Me lanza la espada.

—Buenos días —digo con cautela, agarrando el arma con


facilidad. Llevo un vestido fae muy delgado y sandalias finas de cuero y
encaje. Solo con mi atuendo, puedo decir que esta sesión de
entrenamiento será más dura que las otras.

Observo a Des mientras se dirige a un lado de los jardines y


busca otra espada para él.

—¿Qué? —dice, de espaldas a mí.

Ha pasado tiempo desde que dejé de preguntarme cómo puede


descifrar mis expresiones cuando ni siquiera me está mirando.

No tiene sentido andarse por las ramas.

—¿Son ciertos los rumores? —pregunto.

—¿Qué rumores? —Balancea la espada en su mano mientras se


acerca a mí, aflojando su muñeca.
Solo cuando está a unos cuantos metros de distancia, el arma cae
a su costado para que pueda acercarme por un beso rápido.
Cierro los ojos ante el ímpetu que envía a través de mí. Sabe a
secretos y engaños, mi astuto rey.

Me aparto, mis párpados levantándose lentamente.

—¿Que eres responsable de las desapariciones del harén de la


reina?

Me mira por un largo momento, esos ojos plateados siempre


enigmáticos.

—Esa pregunta te costará —dice en voz baja.

Todo mi aliento deja mis pulmones a la vez.

Lo hizo. Maldita sea, lo hizo.

—Alza el brazo de la espada, amor —dice, alejándose de mí—,


entra en tu postura de batalla.

Hago lo que me pide, aunque mi corazón late con fuerza por su


evasión.

—¿Por qué? —pregunto mientras toma posición. Él y yo sabemos


que no me estoy refiriendo a sus instrucciones.

Los dos empezamos a cercarnos el uno al otro.

—Creo que sabes por qué —dice, todo menos confirmar que los
rumores son ciertos.

Se precipita hacia mí entonces, su espada levantada en alto.

Me giro, mi falda arrastrándose detrás de mí.

—¿Eso es todo lo que harás, Callie? ¿Huir de mí? —pregunta


mientras me muevo entre los senderos de rosas. Está pisándome los
talones. Sé que si quisiera, podría aparecer justo frente a mí, pero por
ahora, está contento de perseguirme así.
De repente, me giro para enfrentarlo, levantando mi espada para
encontrar la suya.

—¿Están muertos? —pregunto.

La esquina de su boca se tuerce.

—Define muertos.

Jesús.

Nuestras espadas destellan mientras arrastro la mía hacia abajo y


lejos de él. Giro por debajo de su hombro y me viene un ataque desde
atrás. El Rey de la Noche gira justo a tiempo, desviando mi arco.

—¿Por qué? —pregunto de nuevo.

—Nadie azota a mi compañera. —La vehemencia con la que dice


eso me quita el aliento, tanto que casi acierta su siguiente golpe. En su
lugar, escucho un desgarro cuando su cuchilla atraviesa capas de
delgada tela.

—Defiéndete, Callie —gruñe.

Me arrastro hacia atrás.

—Pero... ¿cómo? —pregunto, refiriéndome a su respuesta


anterior—. Accediste a la paz con la reina.

Viene hacia mí como una fuerza de la naturaleza.

—Y la tendré. Hay muchos hombres guapos con los que puede


llenar su cama.

Pero ninguno sería una réplica de los hombres con los que alguna
vez tuvo relaciones. Des no había lastimado a su compañero, pero se
había llevado a los hombres con los que se distraía.

—¿Cómo mantendrás la paz? ¿No sabrá que fuiste tú?


—Querubín, ¿alguna vez has considerado la posibilidad de que no
fuera yo? —dice, bajando su arma como un yunque.

Esquivo el golpe, deslizando mi espada hacia él.

—¿Te estás llevando a los soldados?

Detiene mi ataque.

—¿Qué pasa si lo hago? —pregunta—. ¿Me amarás menos? ¿Me


odiarás más?

La respuesta es inquietantemente similar a la que le dio a Mara


cuando le hizo la misma pregunta.

Me alejo de él, retrocediendo.

—Maldita sea, Des —susurro-siseo—. No soy una reina fae que te


engaña con tus palabras. Solo sé honesto conmigo.

El mundo parece quedarse en silencio, los pájaros gorjeantes y los


árboles susurrantes se aquietan.

Viene hacia mí, balanceando su espada amenazadoramente de


izquierda a derecha, la hoja cruzando su cuerpo.

Tan pronto como me alcanza, es todo lo que puedo hacer para


bloquear y evadir su bombardeo de ataques.

Nuestras espadas se bloquean nuevamente.

—¿Confías en mí? —pregunta.

Todo lo que oigo es el crujido de mi vestido en el viento y nuestras


suaves exhalaciones.

¿Confío en Des, el hombre que me salvó de mi padre, que me amó


desde lejos durante años? El hombre que me rescató de mí misma y me
encendía fuego una y otra vez.

—Sí —respiro.
Sus ojos se suavizan.

—La respuesta a su pregunta es no —dice, sus ojos lobunos


calvados en mí—. Compañera de mi alma, no tuve nada que ver con las
desapariciones de esos soldados.

Siento la verdad de sus palabras, como un golpe en el centro de


mi pecho. Todas las confesiones de Des tienen un peso en ellas, como si
estuviera entregando un poco de sí mismo en el proceso, pero esta se
siente particularmente pesada.

—¿Me crees? —pregunta, nuestras espadas aún unidas.

Asiento, succionando mis mejillas.

—Lo hago.

Su cuerpo se relaja y siento mi apertura. Suelto mi espada,


esquivando a Des, luego giro, llevando mi espada conmigo.

La punta roza su antebrazo, una línea de sangre brota sobre su


estela.

En el momento en que registro que realmente lo lastimé, suelto mi


espada, mirando horrorizada la herida.

¿Me dejó atraparlo a propósito?

Con la misma rapidez, respondo mi propia pregunta.

No. Esto no fue planeado.

Des deja de luchar para mirar el corte en shock.

—Me golpeaste. Aterrizaste un golpe. —Lanza su espada a un


lado, la batalla completamente olvidada. Pasa un latido, y luego
comienza a reírse—. Lo hiciste. Finalmente lo hiciste.

¡Se ha vuelto loco!

Des me arrastra a sus brazos, haciéndonos girar a los dos.


—¿Sabes lo que significa esto? —pregunta, mirándome.

Yo no.

—Finalmente estás lista.


Capítulo 44
Traducido por NaomiiMora

ESTA NOCHE, EL BAILE DEL SOLSTICIO no va exactamente como


estaba planeado.

Cuando Des y yo bajamos al salón de baile, siento el peso


reconfortante de mis dos dagas, que actualmente están atadas a una
serie de fundas para los muslos internos y escondidas debajo de mi
vestido oscuro e iridiscente. ¿El Solsticio es un festival pacífico? Sí, en
teoría. ¿Planeo usar estas armas? No a menos que sea provocado. Pero
después de los eventos de ayer y el estímulo de Des, he decidido venir a
esta fiesta armada.

Y no voy a mentir, me siento como una perra mala esta noche, lo


cual explotaré totalmente.

Des y yo apenas hemos entrado en el salón de baile subterráneo


cuando Mara cae sobre nosotros, y solo con una mirada, la Reina de
Flora está buscando sangre.

Agarra las solapas del Negociador.

—¿Dónde están? —gruñe Mara. Lo sacude como una loca, el


aroma floral de su poder llenando el aire—. Desmond Flynn, ¿dónde
están?

—¿De qué estás hablando? —dice, su voz baja.

—Sabes muy bien de lo que estoy hablando. Juro por los Dioses
Inmortales que haré todo lo que esté a mi alcance para romper nuestro
voto de paz si no me dices dónde está mi harén.

El Negociador quita sus manos de su ropa.


—Tranquilízate, Mara, tus súbditos están mirando.

De hecho, nos están mirando, atraídos por el último drama entre


gobernantes.
Muchos de ellos, noto, exhiben sus alas. Aparentemente, el Rey
de la Noche y su compañera humana han tenido algún efecto en la
moda del Otro Mundo, a pesar de, o quizás debido a, nuestra relación
tabú.

Me vuelvo hacia Des, observándolo con fascinación. Estoy medio


convencida por su actuación de que realmente no tiene idea de dónde
están los consortes de la reina. Pero, por supuesto, ya casi me ha
admitido que no es inocente.

—No has sido más que un problema desde que entraste en mi


reino —gruñe Mara—, desde atacar a Janus, a tu esposa humana
cuestionando mi autoridad frente a mi propia gente.

Ante esto, la habitación comienza a oscurecerse, sin duda porque


Des recuerda vívidamente lo que sucedió cuando cuestioné su
autoridad.

—Sin mencionar —continúa—, que los faee de Fauna te quieren


muerto, y varias personas piensan que estás detrás de los soldados
desaparecidos. Y ahora mis hombres se han ido...

Green Man se une a nosotros entonces, cariñosamente apartando


el cabello de la Reina de Flora de su hombro mientras lo hace. Se
estremece al contacto, no tan sutilmente encogiendo su mano. Su
mirada se dirige hacia él, y le da al Green Man una sonrisa tirante.

De acuerdo, toda esa interacción no era normal. Los compañeros


no son rechazados por el toque del otro, y no soportan solamente la
compañía del otro.

Green Man le sonríe a Mara, luego a nosotros, completamente


ajeno a la reacción de su reina.

—¿Por qué no llevamos esto a un lugar más tranquilo? —dice.

—Bien —sisea Mara, girándose sobre sus talones.


—No iré a ninguna parte con ninguno de ustedes —le digo. No
después de los eventos de ayer.

Mara me mira incrédula.


—¿Disculpa?

—No tartamudeé —le digo.

Los grupos alrededor de nosotros se quedan callados, impactados


por mis palabras.

—Puedes ser su reina —le digo, haciendo un gesto hacia la


habitación—, pero tú no eres mía.

Escucho algunas inhalaciones rápidas de aliento.

Dios se siente bien decirle a esta mujer que se largue.

—Desmond —dice la Reina de Flora—, dile a tu comp...

Me paro frente a Des.

—No —digo—. El Rey de la Noche no es un mensajero, y puedo


entender tus palabras con bastante claridad, así que si tienes algo que
decirme, dilo en mi cara.

El salón de baile está sereno por cinco segundos. Entonces el


poder de Mara comienza a crecer, sacudiendo las paredes de su palacio.
Las plantas en la habitación cobran vida, se retuercen y se rompen.

—Idiota basura de...

Desmond se acerca a mi lado.

—Cuidado, reina. Cualquier ofensa hacia mi compañera, es una


ofensa hacia mí. Y no tolero desaires.

Eso es lo más cerca que Des llegará a admitir que está detrás de
las desapariciones de los hombres de Mara. La Reina de Flora lee entre
líneas de todos modos. Sus ojos brillan cuando entiende al Negociador.

—Hijo de...
Green Man pone sus manos sobre los hombros de Des y Mara.
—Privacidad —enfatiza.

La habitación continúa oscureciéndose. Puedo sentir la magia de


Des enroscándome, sumergiéndome en las sombras. A nuestro
alrededor, los invitados se han vuelto completamente silenciosos.

—Dilo —Des la provoca, una sonrisa dibuja los bordes de sus


labios—. Termina la oración.

Un escalofrío se desliza sobre mi piel.

—Dilo —dice, más bajo.

Las plantas están revoloteando, y los agudos ojos verdes de Mara


son fieros.

—Hijo de puta. Nunca serás más que un rey bastardo, y tu


compañera, una esclava. Tú y los de tu raza deshonran mis pasillos.

Des sonríe, y el mundo se vuelve negro.


Capítulo 45
Traducido por Mew Rincone

EXPECTATIVAS DEL SOLSTICIO: QUE TODOS dejen sus disputas por


esta semana, se cojan de las manos y canten kumbaya.

La realidad del Solsticio: todos, al menos una vez, estarán a una


pulgada de la muerte.

Por todas partes las hadas comienzan a entrar en pánico cuando


la oscuridad cubre todo a nuestro alrededor.

Siento el aliento de cientos de diferentes tipos de magias tratando


de iluminar la habitación solo para quedar sofocadas por el poder de
Des. Escucho el crujir de las plantas cercanas a las paredes. Se
necesitan varios segundos para darme cuenta de que se están
marchitando, muriendo.

—Mucho antes de que hubiera plantas, antes de que hubiera


animales, incluso antes de que hubiera luz, hubo oscuridad —dice Des,
su voz tan suave como la seda—. Y desde esa oscuridad nacieron todos
y cada uno de nuestros deseos más profundos, al igual que la mayoría
de nuestros secretos. Y conozco todos los vuestro. Y conozco los tuyos.
Quizás debería compartirlos...

Juro que escucho a Mara tomar aliento.

—O tal vez debería simplemente lastimarte donde estás parada.

—La tregua... —ella dice.

—Sí —responde Des—. Esa maldita tregua, la misma que te las


arreglaste para sortear cuando se trató de mi compañera. ¿Crees que
eso salvará a alguien ahora? Estoy seguro de que sabes que yo puedo
sortear esa promesa mejor de lo que puedes hacerlo tú.

Las plantas todavía están marchitándose a nuestro alrededor;


Puedo escuchar sus extraños sonidos de muerte.
Ella no dice nada, pero el olor a flores podridas es espesa en el
aire.

—O tal vez lo haga todo. Diga tus secretos y luego rompa tu lindo
trono. ¿Debo comenzar con la forma en que odias el toque de tu
compañero?

Mara suelta un siseo entre dientes, pero no niega la acusación.

—Sé que deseas mi toque, y el de mi compañera.

Esa última parte de la confesión de Des saca susurros en la


oscuridad. Supongo que querer que una mujer humana acaricie tus
partes íntimas de dama es extra escandaloso.

—Hay otras cosas que sé. ¿Debería continuar?

Ella no dirá que no. Lo sé, Des lo sabe, y ella también debe
saberlo. Está su orgullo y apariencias que tiene que mantener. Ella no
puede inclinarse ante la voluntad de un fae visitante. Pero también sé
que Des está desenterrando verdades que preferiría dejar enterradas.

Como resultado, ella no tiene que preocuparse por responder al


Negociador.

De la oscuridad surge la luz. Al principio es débil, pero con cada


segundo que pasa, se vuelve más brillante y más brillante,
transformándose en un hombre, en Janus.

Todo su cuerpo irradia luz, proyectando la habitación en un tenue


resplandor dorado. Camina hacia nuestro grupo, sus guardias lo
flanquean, uno de ellos es el Aetherial. Hace un gesto para que sus
soldados retrocedan antes de venir a nuestro lado

—Amigos míos —dice, agarrando a Des y a Mara por los


hombros—, ¿qué tal si encontramos un lugar más tranquilo para que
puedan arrancarse las gargantas mutuamente?

Una mitad de mí piensa que la presencia de Janus solo agitará


más a Des, pero mi compañero mira a su alrededor en la habitación, la
que parece despertar de cualquier estado en el que se encontrara. Muy
lentamente, la oscuridad retrocede y Des se frota la boca, asintiendo a
regañadientes.
Las hadas en el salón de baile parpadean cuando vuelve la luz,
sus miradas nos encuentran rápidamente. Y entonces los susurros
comienzan. Miran a Des con más que un poco de miedo.

Ahora no son solo los fae Fauna las que desconfían de él; lo hacen
todos aquí.

Los ojos plateados del Negociador encuentran los míos.

—Diviértete, amor. Me ausentaré un minuto.

Señala a algunos de sus soldados, que vienen a flanquear mis


costados, y luego con un beso de despedida, ser aleja con los otros
gobernantes.

Los veo retirarse, su poder sofocante se va con ellos.

Después de que se van, Aetherial se me acerca, poniendo


nerviosos a todos mis guardias. Le doy un saludo.

—Tu compañero está pasando por un buen momento con todo el


proceso de vinculación —dice, mirando la puerta por la que salieron.

La miro. ¿Eso es lo que está pasando? Ha hecho mención de sus


instintos sacando lo mejor de él, pero el Desmond que conozco siempre
fue el epítome del control.

—Escuché que los gobernantes Nocturnos lo llevan


particularmente mal —continúa—. Algo que ver con su sangre ancestral
aparentemente los hace hiper-agresivos.

Des había mencionado que había descendido de dragones o


demonios. Supongo que cualquiera de las criaturas podría causar
cambios de humor.

Su mirada se desliza hacia mí.

—También escuché el rumor de que un hombre de pelo blanco ha


estado haciendo desaparecer soldados de las festividades del solsticio.

Gimo.

—No tú también.

—Entonces, ¿no lo crees?

—¿Que mi alma gemela está haciendo desaparecer soldados? —


digo—. No, no lo creo.
Y hablo en serio. Por malvado que sea Des, él no es un monstruo,
no es como el Ladrón de Almas.

Me acerco a Aetherial.

—La verdad es que desde que vi a tu rey he supuesto que él es el


que está involucrado con las desapariciones.

La cabeza de Aetherial se acerca a mí.

—¿En serio? ¿Por qué?

Arrugo la frente.

—Cuando fui entregada a Karnon, vi al hombre que me capturó:


era tu rey.

—Imposible —dice ella.

—¿Por qué crees que Des atacó a tu rey la noche en que todos
llegaron?

Aetherial busca en mi cara.

—Estás diciendo la verdad — murmura. Niega con la cabeza—.


Pero es imposible. También he visto la verdad de mi rey. Él no tuvo
nada que ver con estas desapariciones.

Levanto un hombro, mi atención se mueve hacia donde vimos por


última vez a los gobernantes fae.

Todos nos estamos enfrentando: una persona señala con el dedo a


otra persona, esa persona apunta con el dedo a otro individuo más. La
verdad del asunto es que todos estamos cayendo en el juego del Ladrón
de Almas, quienesquiera que sea.

El Ladrón de Almas...

Giro hacia Aetherial.

—¿Sabrás la última ubicación conocida de los Soldados de Día


que han estado desapareciendo durante el Solsticio, verdad?

Ella niega con la cabeza.

—Desaparecieron por todo el recinto del palacio, en su mayoría


fuera de los jardines reales.

En su mayoría fuera de los jardines reales.


Los informes que me han dado corroboran eso; mencionaron que
los hombres desaparecidos estaban en las afueras de los terrenos del
palacio.

Lo único más allá de los jardines es el bosque de robles sagrados


de la reina, que rodeaba la totalidad de la propiedad. He estado en ese
bosque de robles una o dos veces, pero más que eso, he soñado con el
lugar, una y otra vez.

¿Qué me dijo el Negociador hace semanas?

En el Otro Mundo, los sueños nunca son solo sueños. Son otro tipo
de realidad.

Mi piel zumba, como si tuviera electricidad. Es la sensación que


tengo como investigadora privada cada vez que me siento
particularmente cerca de resolver un caso.

—Me tengo que ir —le digo.

Aetherial me da una mirada burlona.

—¿Acaso no acabas de llegar?

Evito la pregunta.

—Vuelvo enseguida.

El Ladrón de Almas ha estado cazando durante el Solsticio, y


ahora sé exactamente dónde encontrarlo.
Capítulo 46
Traducido por NaomiiMora

CAMINO POR EL bosque de robles sagrados de la Reina de Flora,


mirando con el ceño fruncido a los soldados que me siguen.

—No es seguro para ninguno de ustedes estar aquí.

Si me hubiera tomado un momento cuando dejé el salón de baile


para considerar el hecho de que un puñado de soldados Nocturnos me
estarían protegiendo, habría intentado escabullirme de ellos. Por lo
menos, habría pedido todas mujeres, considerando que el Ladrón de
Almas no está tratando de capturarlas en estos días. De los seis
soldados que me rodean, solo una es hembra.

—El Rey nos ordenó que la protegiéramos —dice uno de ellos.


Es la misma respuesta que me han dado las últimas veces que he
tratado de sacudírmelos.

Me giro al bosque que tengo delante. Aparte de unas cuantas


gotas cálidas de sangre en mi piel, no he encontrado nada sospechoso o
inquietante sobre este lugar.

Las luces de las hadas flotan entre las ramas de los árboles,
lanzando al bosque en un resplandor etéreo.

—Siempre puede volver al baile —sugiere uno de los soldados.

Ugh. ¿De vuelta a esas hadas chismosas e intrigantes? ¿Volver a


Mara con sus insultos encubiertos y sus sonrisas frágiles, o al Green
Man y sus miradas lascivas?

—Denme unos minutos más.

Solo pensar en los gobernantes de Flora me tiene frotándome la


piel. Hay algo malo en esos dos.

—Callypso...
Me detengo.

—¿Han oído eso? —les pregunto a los soldados.

Dos de ellos asienten, sus rostros sombríos. Uno de ellos agarra


mi antebrazo.

—Es hora de volver al baile, mi señora.

Por supuesto que tienen razón, pero aún lo dudo. Finalmente algo
un poco espeluznante sucede aquí, y ahora me llevarán a un lugar
seguro.

De todos modos, dejo que me guíen hacia los jardines, los cuales
apenas puedo distinguir en la distancia.

—Hechicera…

Mi espalda se pone rígida. Miro hacia atrás, hacia el origen de la


voz. Por una fracción de segundo observo una sacudida de pelo rubio
blanco en la oscuridad.

—¿Des? —susurro, antes de que pueda evitarlo.

Tan pronto como pronuncio su nombre, mis guardias vacilan,


mirando hacia el bosque en busca de su rey. Pero donde estuvo una vez
ahora está oscuro como siempre.

Uno de mis guardias grita.

Giro rápidamente.

—¿Qué pasó?

Se miran los unos a los otros, cada uno tan perplejo como el
anterior. Se requieren unos segundos para que todos podamos entender
qué es exactamente lo que sucede en esta situación.

Un segundo atrás había seis soldados a mi lado.

Ahora solo hay cinco.

—¡MUÉVANSE, MUÉVANSE, MUÉVANSE!


Los soldados no se detienen a buscar a su camarada. Me agarran
y comienzan a empujar hacia los jardines.

No son lo suficientemente rápidos.

Apenas hemos dado diez pasos cuando una gran cantidad de


vides caen de las copas de los árboles, alcanzando a uno de los
soldados.

Sucede en menos de un segundo.

Se envuelven alrededor de sus brazos y hombros y lo levantan


hacia el interior del dosel del árbol sobre su cabeza.

—Oh, mierda —maldigo.

Nunca había visto eso antes.

Los pies del soldado patean el aire vacío cuando la copa del árbol
lo traga.

Mis alas se abren por reflejo.

No voy a perder otro soldado.

Antes de que cualquiera de las demás pueda detenerme, salto al


aire. Mis alas batiendo furiosamente, levantándome hacia el guardia.
Todavía está enredada en las vides, y clavan su cuerpo en el tronco del
árbol.

Usando mis garras, atravieso las plantas. Pero tan rápido como
las corto, más se forman, serpenteando al rededor del soldado.

¿Qué en el mundo?

Logro liberar una de sus manos, y con ella, saca su propia espada
y comienza a cortar las vides.

Una de las ramas fibrosas se lanza, envolviendo su muñeca y


apretando, apretando. Escucho el crujido de sus huesos al romperse. El
soldado grita, su arma cae inútilmente al suelo del bosque debajo de
nosotros.

Arraso las plantas, liberando su muñeca ahora mutilada.


Mientras lo hago, siento las enredaderas serpenteando por mi propio
cuerpo, girando alrededor de mi torso.

Mierda.
Me separo del guardia, mi cuerpo arrojado al suelo. Aterrizo sobre
mis manos y rodillas, y durante varios segundos simplemente descanso
allí, respirando pesadamente.

Los cuatro soldados restantes se cierran a mí alrededor,


ayudándome a ponerme de pie. Varios de ellos tienen ya sus alas
afuera. Sin duda alguna para unirse a mí en la copa del árbol.

Miro por encima de mí. Mientras miro, las enredaderas atrapan


por completo al soldado y lo hunde en el árbol.

Y luego—horror de horrores—con una rasgadura húmeda, el


tronco del árbol se separa alrededor del hada y comienza a absorberlo.

—Santa mierda.

Una vez más, mis alas se abren, pero los soldados restantes me
retienen rápido.

—Tenemos que irnos —dice uno de ellos.

Pero no puedo mirar hacia otro lado.

El tronco del árbol tarda solo unos segundos en envolver


completamente al hada y luego otros segundos para que vuelva a
sellarse, comenzando por los pies del soldado y ascendiendo, dejando
una delgada línea de sangre a su paso.

Y luego se termina.

Un árbol se tragó a un soldado delante de mis ojos.

Yo hice esto. Llevé a estos guardias a este bosque siniestro, y


ahora dos hombres se han ido.

Paso varios segundos mirando las copas de los árboles y


reprendiéndome mientras me llevan lejos antes de que me acuerde.

Soy la compañera del Rey de la Noche. No soy una víctima, soy


una sobreviviente, una luchadora.

Soy la pesadilla de alguien.

—Déjenme ir —digo con calma.

Los soldados me ignoran.


—Dije, déjenme ir. —Esta vez, cuando hablo, sale como un
comando.

—Mi señora… —protesta uno de ellos.

Comienzo a brillar.

—Esta no es la forma de tratar a la compañera de tu rey. Me


escucharán y seguirán mis órdenes.

Ahora me escuchan. Sus manos caen a los lados.

Me doy vuelta, caminando hacia el árbol, mis faldas moviéndose


alrededor de mis tobillos.

—Hombres —llamo por encima del hombro—, salgan de este lugar


y vayan a buscar a su rey. No es seguro para ustedes aquí.

Esta vez, no siguen mi orden. Segundos después de que la doy,


los cuatro soldados restantes me flanquean.

—No la vamos a dejar —dice uno de ellos.

Quiero gruñirles. Seguramente saben cuán peligroso es esto para


ellos.

Dejo de lado mi preocupación y mi frustración. Solo puedo


enfocarme en una cosa a la vez.

A varios metros de distancia yace la espada del soldado


capturado. La tomo y me enfrento al árbol que se comió a uno de los
hombres de Des.

Este era un mal día para enojarme.

Retiro la espada como un bate de béisbol, consciente de que no es


así como se sostiene una espada.

Uno de los soldados a mi espalda dice:

—Es contra de la ley talar…

Balanceo la espada, incrustándola en el tronco del árbol. Con un


tirón rápido, saco la espada.

—No estoy cortando el árbol —digo por encima de mi hombro.

WHACK.
Golpeo el tronco de nuevo.

—Estoy salvando a uno de mis guardias.

Una vez más, saco la hoja de la corteza y la madera se astilla


mientras lo hago.

—Hay una diferencia.

No hay una diferencia realmente. Claro, mi objetivo no es cortar el


árbol, pero probablemente corte al cabrón para salvar a este soldado.

El árbol gime, y puedo escuchar a los vecinos siseándome,


algunas de sus ramas se inclinan y golpean a nuestro grupo.

Estoy bastante segura de que acabo de hacer enemigos con los


robles.

Miro por encima del hombro a los guardias a mi espalda.

—Bueno, ¿van a quedarse ahí parados o me van a ayudar a sacar


a su camarada?

Ese es todo el aliento que necesitan.

Lo que queda de mis guardias y yo tomamos turnos para cortar el


tronco del árbol, trozos de corteza que se desprenden con cada golpe. El
árbol comienza a chillar, el sonido impío se transporta a través del
bosque.

Hacemos esto hasta que vemos una franja de piel.

El soldado de la noche todavía está envuelto en enredaderas, su


cuerpo acurrucado dentro del núcleo del árbol.

Esa no es una vista que ves todos los días.

Dejo caer mi espada y, junto con mis guardias, sacamos al


soldado tosiendo del corazón del árbol.

Jadea, arrancando finas y delgadas raíces que parecen haberse


apretado bajo su piel y dentro de sus venas.

—Gracias —dice resollando a sus camaradas, agarrando a uno de


ellos por el hombro. Sus ojos se mueven sobre el grupo hasta que me
encuentran.
El guardia rescatado se levanta, quitándose tierra y polvo. Se
arrodilla ante mí, tomando mi mano y presionándola contra su frente.

—Le debo más que solo mi lealtad, mi reina. Juro que mientras
viva, mi escudo y mi espada le protegerán. Mi vida es suya.
Capítulo 47
Traducido por 3lik@

EL ROBLE que cortamos está jadeando y haciendo ruidos extraños y


sus colindantes se han calmado por el momento. Las enredaderas que
alguna vez atraparon al soldado ahora se enrollan en el núcleo del
árbol, marchitándose.

Los soldados, mientras tanto, están atendiendo a su camarada,


dejándome a mí para evaluar exactamente qué acaba de pasar.

Una voz me llamó, vi el parecido de Des, y luego dos soldados


desaparecieron, uno que recuperamos, el otro que aún está
desaparecido. La secuencia de eventos es inquietantemente similar a los
cuentos que han estado ocurriendo.

Me dirijo a los otros árboles que nos rodean. Nunca he estado tan
harto del color verde en mi vida.

Pero el verde no es el único color en este bosque. La sangre


oscura gotea por muchas de las ramas que me rodean, convirtiendo la
madera sagrada en algo macabro, algo que es más probable que vea en
Memnos, la Tierra de las Pesadillas.

Un pensamiento impío me golpea.

Los hombres que han desaparecido...

Camino hacia donde dejé caer la espada del soldado.


Recogiéndola de nuevo, me dirijo a un árbol particularmente sangriento
a varios metros de distancia. Una vez más, levanto el arma.

—Mi señora —la mujer soldado me llama—, cortar un árbol para


salvar a un soldado es suficientemente malo. Cortar otro será visto
como un acto de guerra.

Muy malo para Mara, ella ya hizo un juramento de paz con el


reino de Des.
—Me importa una mierda como lo vea la Reina de Flora.

Giro mi cuello, y luego retiro la espada y hago un corte. La hoja se


incrusta en el grueso tronco, algo cálido y húmedo rociándose de la
herida.

El árbol grita—suena como un cerdo chillando—cuando lo corto.

Saco la hoja de la corteza. Desde la herida, la sangre rezuma.

Árboles que sangran. Espeluznante, qué horrible espectáculo.

Nadie más se atreve a unirse a mí, aunque todos lo observan con


avidez.

Me balanceo una y otra vez, ignorando la tensión en mis brazos.


Cada golpe sucesivo raja un poco más de la corteza, rocía fragmentos de
madera y pedazos de sangre. El árbol sigue chillando, su copa
susurrando.

Estoy cubierta de sangre. Me salpica el cabello y me mancha la


cara, recordándome aquella fatídica noche de años y años atrás cuando
me enfrenté a mi padrastro... lo enfrenté y lo vi morir.

Lenta pero seguramente, la corteza endurecida del roble da paso a


su núcleo blando. Comienzo a usar mis garras para arrancarlo,
ignorando cuidadosamente el hecho de que mis manos ahora están
cubiertas de sangre. Con un rasgón final, desentierro exactamente lo
que temía.

En el corazón del árbol, cubierto de sangre y una red de raíces,


está un hombre dormido.

ES EXTREMADAMENTE ESPELUZNANTE, mirar el rostro de un hombre


que ha estado desaparecido por quién sabe cuánto, con los brazos
cruzados sobre el pecho como si alguien lo hubiera tendido.

A diferencia del soldado Nocturno que acabamos de rescatar, este


hombre parece haber estado aquí durante un tiempo particularmente
largo. Las vides envueltas a su alrededor ahora se han fusionado, y su
largo cabello está enmarañado con su piel.

Cualquiera que sea el color original de su uniforme, ahora es


carmesí, impregnado de sangre. Pero no necesito distinguir el color de
su uniforme para descubrir a qué reino pertenece. Los curvos cuernos
de íbice, indican que es un soldado de Fauna.

—¿Hay una fiesta de cortes de árboles y no fui invitado? —dice


una voz familiar a mi espalda.

Me doy vuelta.

Des descansa contra un roble vecino, mirándome con esos ojos


que lo ven todo, su cabello blanco moviéndose con la brisa.

Sus brazos están doblados sobre su pecho, sus bíceps se ven


enormes y sus tatuajes particularmente amenazantes. Tengo que
recordarme que las tres bandas de bronce en su otro brazo son de valor
porque en este momento, incluso vestido de fae, simplemente se parece
al Negociador, el hombre que hace tratos para obtener ganancias y
rompe huesos por desaires contra mí.

—Si mi compañera va a infringir la ley, al menos debería


invitarme —dice, alejándose del árbol.

Su cara cambia segundos después, cuando toma en la escena.

—¿Qué pasó? —pregunta, todo el humor ha desaparecido de su


voz.

Limpio mis manos ensangrentadas en mi vestido.

—Creo que encontré a los soldados desaparecidos.


Capítulo 48
Traducido por Candy27

DES DESAPARECE, MATERIALIZÁNDOSE a mi lado un momento


después. Escudriñando al hombre dormido en el árbol.

—Mara —susurra.

Mara, la vanidosa Reina de Flora, ha estado escondiendo hombres


en su bosque sagrado de robles, uno de los lugares donde está
prohibido hacer caer un árbol.

No hay duda de porqué nadie ha encontrado a los soldados; han


estado ocultos dentro del único lugar que no puede ser perturbado. Solo
una foránea como yo sería lo suficientemente ignorante y de armas
tomar para profanar esta arboleda.

Siento el aliento de la magia de Des un segundo antes de que


golpee las vides. El árbol grita mientras se oscurece y se descompone,
las vides que sujetan al hombre ahora están enroscándose para
alejarse.

Indicando con un gesto de la mano, la magia del Negociador


separa con dificultades al soldado del árbol. Las vides gruñen y se
quiebran al liberar al hombre.

Su cuerpo está cubierto de sangre como debería estar un bebe


recién nacido mientras la magia de Des le coloca sobre la hierba. Y de
alguna manera, es un renacer oscuro.

—Los árboles sangrantes —le digo a Des. Cada uno debía albergar
un soldado perdido, con sus cuerpos envueltos dentro.

El Negociador asiente.

—Lo sé, querubín. —Sus ojos se encuentran con los míos.


Las plantas no se estaban pudriendo para nada por una
enfermedad, eran sarcófagos.

Des se inclina sobre el soldado dormido, sus ojos exploran al


hombre.

—Está justo como las mujeres. —Un músculo de su mejilla se


contrae.

Los árboles empiezan a silbar y a sacudirse cuando el viento se


levanta. Levanta mi pelo y lo azota alrededor.

—Mara está viniendo —dice Des, con su voz amenazante.

Mi piel se enfría. Todo el tiempo era la Reina de Flora quien


estaba detrás de las desapariciones de los hombres.

El viento coge velocidad, empezando a arrancar las hojas de las


ramas.

Siento, más que escucho, su aproximación, su magia carga el aire


con la esencia de pino y madreselva.

Cuando finalmente la veo, su vestido está azotando detrás de ella,


su pelo rojo brillante ondeando alrededor de ella como una ardiente
corona. A su espalda, un regimiento de guardias la sigue, con sus caras
solemnes.

—¿Quién ha postrado a uno de mis árboles?

Postrado, como si fuera una persona y no una planta. A lo mejor


para ella lo eran. A lo mejor estos árboles eran mucho más queridos que
los hombres que descansaban dormidos dentro de ellos.

Me enderezo mientras se acerca a nuestro grupo.

Los ojos de Mara se mueven hacia el árbol que acabo de demoler,


y su gemido bajo lo lleva el viento. Elevándose alto y más alto hasta que
se convierte en un chillido.

—¡Mi roble sagrado!

Por un momento, somos olvidados. Corre hacia el árbol y cae


sobre sus rodillas a los pies, sus manos van hacia el tronco sangrante.

Ahora probablemente no era el momento para decirle que


realmente habíamos echado abajo dos robles, no uno.
No presta ni una mirada al soldado dormido que descansa a su
lado.

—Nunca pensé que fueras tú —dice Des tranquilamente, con


amenaza en su voz.

Sus alas salen, los talones de blanco hueso brillan en la


oscuridad. Las sombras se reúnen a su alrededor.

La cabeza de Mara sigue inclinada.

—Entraste en el palacio del Rey de Fauna y lo profanaste. Te


invité a mi reino y te atreves a hacer lo mismo. Primero con mi harén, y
ahora con mi bosque sagrado.

A nuestro alrededor, escucho las raíces y vides empezando a


chasquear y revolotear.

—Pensaste que prometiendo la paz entre nuestros reinos te


ganarías la inmunidad. —Su pelo empieza a batir a su alrededor
mientras su poder se eleva, la esencia floral ahora se mezcla con el olor
empalagoso de la descomposición—. Pensaste. Mal.

Mara grita, y cientos de raíces y vides se disparan hacia nosotros.


Des se pone delante de mí, y las sombras estallan fuera de él, aspirando
las luces de las hadas y bloqueando el paraíso de encima. Las raíces se
blanquean y mueren antes de que puedan hacer más que acariciar mi
piel.

Todo es negro oscuro. No puedo diferenciar arriba de abajo,


derecha de izquierda. No hay tierra, ni bosque, ni soldados, ni cielo.
Nada excepto la noche original.

Desde la oscuridad, escucho a Des reírse.

—Oh, Mara.

El aire se llena con poder, y la reina fae chilla.

¡BOOM!

La tierra tiembla mientras Mara deja salir otra ola de magia.

—¿Es lo mejor que tienes? —se burla Des un momento después.

No puedo decir lo que está pasando, solo asumo que los dos
gobernantes están luchando.
La magia en el aire llega a la cima una vez más, y otra y otra.

—Callypso…

Los vellos de la nuca se me erizan. La voz de Des me llama desde


una dirección totalmente diferente de la que asumía que estaba.

—Hechicera…

Me giro ante el sonido de su voz.

Desde la nada a mi alrededor, una figura aparece en la distancia.


Des me mira desde la distancia, sin acercarse.

Y todavía, juraría que le puedo sentir enfrentándose a la Reina de


Flora en algún lugar en la oscuridad.

Des me llama con un gesto. Cuando no me muevo, se gira y se


dirige más profundo hacia la negra oscuridad.

¿Qué está pasando? ¿Es una ilusión? ¿Es real? ¿Qué pasa si lo
sigo?

¿Qué pasa si no?

Por reflejo, me empiezo a mover, lanzando una mirada sobre mi


hombro. No sé porqué me preocupo. Más allá de Des, no hay nada
excepto la oscuridad interminable. Ahora entiendo porqué uno de los
títulos de Des es el Rey del Caos. Este mundo de noche perpetua puede
llevar a una persona a la locura.

Lentamente, sin importar cómo, las sombras llevan al bosque una


vez más. No es hasta que puedo ver las luces de las hadas por encima
que miro hacia atrás. Una ola de oscuridad sigue envolviendo el bosque.
Desde el cual puedo oír uno leves chillidos y gruñidos.

Cuando me giro de vuelta, mi compañero espera por mí en la


distancia, rodeado de los robles sangrantes.

—¿Des? —digo, confusa.

¿Cómo puede estar en dos sitios al mismo tiempo?

—Que hermosa eres —dice.

De nuevo se me pone la piel de gallina. Algo acerca de su voz es…


apagada. ¿Pero qué?
—Callypso Lillis, la hechicera —dice Des, dando un paseo hacia
delante.

—Des, ¿qué está…? —Mis palabras mueren en cuanto se acerca.

Ese pelo, esos ojos… es la viva imagen de Des. Pero la forma de su


cara es un poco más cuadrada, y la curva de su boca un poco más
cruel.

¡No es Des!

Doy un paso hacia atrás.

—He querido conocerte desde algún tiempo.

Mi corazón está latiendo desaforadamente, mi mirada se mueve


desde las orejas puntiagudas del hada hasta su pelo blanco y su
escultural marco.

No es Des, pero similar.

El cuerpo de este hombre un poco más compacto que el de mi


compañero, su estructura un poco más nervuda.

A pesar de las incongruencias, lo reconozco de mis sueños.

… los sueños nunca son solo sueños…

—¿Quién eres tú?

Desaparece, solo para manifestarse detrás de mí.

—Un fantasma.

ME GIRO, esperando verle a mi espalda, pero no hay nadie allí. Giro


haciendo un círculo completo, pero el hombre que podría ser el doble de
Des se ha ido.

—Así que el Bastardo de Arestys encontró para sí mismo una


compañera humana. —La voz del hombre viene por encima de mí—. Y
aquí estoy, preparado para tener pena de él.

El Bastardo de Arestys… había escuchado eso en algún lugar…


—Pero no eres nada tan ordinario — continúa—. Una humana
con alas y escamas. Una sirena que puede atrapar a los mortales solo
con su voz. Incluso yo podría hacer una excepción por un mortal como
tú.

Miro fijamente al dosel sobre mí, intentando rastrear su voz.

—¿Cómo me has traído aquí? —pregunto. ¿Cómo nadie te ha


sentido? Des gobierna la oscuridad y todo dentro de ella.

El hada ríe.

—Para el momento en el que tu compañero estaba aprendiendo


trucos en la oscuridad, yo ya los había dominados todos.

Miro a mi alrededor, intentando precisar la voz del hombre.


Maldita sea él, sigue moviéndose alrededor.

—El gobernador insensato de la Noche es todo lo que es debido a


mí… pero no por mucho tiempo.

El hada reaparece delante de mí, blandiendo una daga.

—Mierda. —Salto hacia atrás justo cuando corta a través de mi


pecho. La seda se rompe cuando su hoja pasa a través de mi vestido, y
una línea de sangre florece a su paso, filtrándose por el material
deshilachado.

La punzada de dolor y la gran avalancha de adrenalina son


suficientes para llamar a mi sirena. Mi piel se ilumina, y siiii, puedo
sentir mi propia crueldad levantándose.

El hombre se echa hacia atrás, sus ojos bebiéndome.

—Una pena matarte cuando puedo conservarte como una


mascota.

Sus palabras son lo que necesito para empujarme sobre el borde.

Voy hacia él, sintiendo el salvaje y caótico poder con el que he


nacido.

Hombres como él mueren bajo mi mano.

Me balanceo hacia él. Izquierda, derecha, mis propios instintos


ahora apoyados con mi entrenamiento.
Él esquiva el golpe, sus ojos brillan como lo hacen los de Des
cuando se excita.

El hada desaparece.

Giro justo cuando aparece a mi espalda, embistiendo contra mí


con su cuchillo.

Oh Dios, no solo se parece a Des, lucha como él también,


desapareciendo y manifestándose a voluntad.

Levanto el brazo, bloqueando el movimiento, y después agarro su


muñeca, doblándola con toda mi fuerza.

Él desaparece de la vista, pero no antes de soltar su arma.

La agarro del suelo mientras se forma a mi espalda. Apenas


esquivo su puño, pero soy incapaz de evitar la patada en mi espalda.

Gruño, espatarrada en el suelo. Con la daga todavía en la mano,


me tambaleo para levantarme de nuevo, incapaz de girar sobre mí
misma debido a mis alas difíciles de manejar.

Antes de que pueda hacerlo, siento el puño de mi atacante


enredado en mi pelo. Tira de mi cabeza hacia atrás. Con un chillido, me
giro ante el movimiento, torciendo y golpeando con fuerza con mi hoja
robada. El cuchillo corta a través del aire, deslizándose al lado de mi
atacante.

Siseando al aire, deja ir mi pelo y da un paso atrás.

Giro mi cara hacia él, mis pulmones pesan.

Casi aturdido, toca su lado. Mira fijamente sus dedos con sangre,
asombrado.

La sed de sangre surge en mí.

Me levanto, mis alas fluyen en una muestra de poder.

La cara del hada cambia, volviéndose siniestra.

—Me cortaste.

Sonrío ante su ira y sus palabras.

Tomaré y tomaré y tomaré hasta que esta hada no sea nada más
que pulpa y huesos.
Mis alrededores se oscurecen.

—Querubín —dice Des, apareciendo a mi lado y arrastrando la


oscuridad con él—, ¿qué estás haciendo fuera…?

Sus palabras mueren cuando capta un vistazo de mi atacante.

—Tú.

Delante de nosotros, la boca cruel del hada se curva.

—Hola, hijo mío.


Capítulo 49
Traducido por Candy27

¿HIJO?

Pero se suponía que el padre de Des…

—Moriste bajo mi espada, Galleghar —dice Des. Mira fijamente al


hada como uno miraría a un fantasma. En cierto modo, es un
fantasma.

Su padre—Galleghar—inclina la cabeza.

—¿Lo hice?

Mis ojos se mueven entre los dos hombres. Las similitudes entre
ellos son asombrosas. Sin duda había tantos rumores de Des siendo la
última persona en ver a los soldados perdidos. Su padre había estado
cazando en esos bosques.

—¡Desmond! —chilla Mara desde algún sitio en la distancia—.


¡Cobarde! Vuelve y termina la pelea. —Suena como una mujer rota.

Galleghar usa la momentánea distracción para desaparecer. Un


segundo después el aire detrás de mí se mueve. Eso es toda la
advertencia que tengo.

Los brazos del hada se envuelven a mí alrededor. Un segundo


después mis pies se levantan y voy hacia el cielo. Nos propulsa a los dos
hacia el aire de la noche.

—¿Qué crees que tu compañero desea más… amor o vida? —


susurra en mi oído mientras mi compañero carga detrás de nosotros.

Lucho contra él. Más y más alto los dos subimos hacia el cielo.

—¿Por qué no lo averiguamos? —dice el padre de Des.

Sus brazos se abren, y abruptamente me deslizo fuera de ellos.


Escucho el grito de Des mientras caigo dando vueltas desde el
cielo.

En este momento mis alas pueden ser muy bien inútiles. No


puedo orientarme, y el bosque de robles está creciendo más y más
grande debajo de mí.

Todo a la vez el aire sale de mí y caigo en los brazos de Des.

—Te tengo —dice.

Tan pronto habla, Galleghar aparece en la espalda del Negociador,


sus manos agarran las alas de Des. Da un tirón fuertemente sobre ellas,
y escucho como los huesos se rompen.

¡Ha roto las alas de mi compañero!

Des gruñe en agonía e ira, esas enormes alas están dobladas en


un ángulo antinatural. Y su padre, su maldito padre, ríe,
desapareciendo tan rápido como apareció.

El Negociador envuelve sus alas rotas a mí alrededor mientras los


dos caemos, intentando protegerme del daño a pesar de que él es el que
está herido.

Unos cuantos segundos después, chocamos contra las copas de


los árboles, y Des gruñe mientras toma la fuerza del golpe. Los dos nos
caemos de rama en rama hasta que finalmente golpeamos la tierra más
abajo.

Gimo mientras miro hacia Des. Sus ojos están desenfocados con
dolor, pero se levanta sobre los pies sin dudar, empujándome con él.

—¿Yéndoos demasiado pronto? —Galleghar aparece en una rama


delante de nosotros.

Incluso apaleado y roto, siento la furia de Des. Mi compañero


normalmente contenido está perdiendo su control largamente
practicado.

Las sombras se apilan y se derraman por el bosque.

El hombre por encima de nosotros podría ser el padre de mi


compañero, incluso podría saber unos cuantos trucos que Des
desconoce, pero ahora mismo la oscuridad se está doblando ante la
voluntad de Des, no la de su padre.
El cuerpo entero de Des zumba con rabia contenida. Puedo sentir
esa ira antinatural batiendo su piel.

—¿Cómo escapaste de la muerte? —demanda Des.

Galleghar le da a su hijo una mirada indulgente.

—Como el Señor de los Secretos deberías saberlo mejor que


preguntar. —Salta de la rama, y puedo echar un mejor vistazo a las alas
extendidas detrás de él.

Podían ser copias en carbón de las propias alas de Des, excepto


que los talones de Galleghar parecen más grandes, su envergadura
podría ser un poco más afilada, y la piel de sus alas es de color negro
hollín, no plateada. Las pliega detrás de él cuando sus pies tocan el
suelo y empieza a caminar hacia nosotros.

—Cómo he anhelado esta reunión —dice—. Cómo saborearé


matarte. —Sus ojos se posan en mí—. Tal vez seré misericordioso y
mantendré a tu compañera para mi nuevo harén; la salvaré solo para
mis actos indecibles. Los reyes tienen sus necesidades.

Bien, este capullo necesitaba caer.

Des me libera lentamente, dando pasos hacia adelante. La


oscuridad se derrama de él en oleadas.

Galleghar desaparece en el instante siguiente, reapareciendo justo


delante de Des con su brazo listo para golpear.

El Negociador esquiva el golpe, después, agarrando el cuello de la


camisa de Galleghar, empuja su propio puño contra la cara de
Galleghar. Antes de que el golpe aterrice, ambos hombres desaparecen.
Se materializan en el cielo, sobre mí, forcejeando mientras caen. Y luego
desaparecen una vez más, apareciendo y desapareciendo una y otra vez.

Mi corazón ya tembloroso se va hacia mi garganta. Mi compañero


es poderoso, pero está luchando contra el único hombre que podría
igualarle. Y a diferencia de su padre, las alas de Des están rotas.

Escucho a los dos leviatanes rugiendo mientras pelean, el mundo


tiembla con los pulsos de su poder cuando su magia se encuentra.

Nunca me he sentido tan inútil mientras miro hacia el cielo.

—Estará bien.
Me sobresalto cuando el Green Man sale del bosque oscuro, su
piel verde brilla suevamente con la luz de la luna.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, retrocediendo un poco.

Vine al bosque buscando respuestas. Hasta ahora, solo me había


encontrado con preguntas.

Él viene directamente hacia mí, extendiendo la mano para


acariciar mi piel atenuada.

—Eres completamente singular —dice, moviendo su dedo sobre


las escamas que cubren mis brazos. Sus ojos se dirigen hacia los
míos—. Encuentro que estoy bastante… cautivado por ti.

Me alejo de él, haciendo una mueca.

—¿Dónde está Mara? —pregunto, mirando por encima de su


hombro.

Algo sobre esta situación no cuadra, pero, ¿qué?

—De luto por sus queridos árboles —dice, sin apartar sus ojos
color ámbar de mí.

—Lo admito, estaba completamente excitado cuando derribaste


esos robles. —Niega con la cabeza—. Esa lógica bruta humana tuya
realmente agita las cosas por aquí.

El Green Man me alcanza nuevamente. Le quito la mano de un


golpe. Eso me gana una sonrisa malvada.

—La única esposa que no puedo tener, la única alma que no


puedo reclamar.

Mi piel se congela.

—¿De qué estás hablando?

—¿Me extrañaste mientras estuve fuera? —Empieza a rodearme—


. Tenía muchas ganas de charlar contigo desde nuestro último
encuentro en el Reino de Fauna.
Capítulo 50
Traducido por Candy27

HABÍA LLEVADO A DES y a mí misma a una trampa. Una que no podía


entender.

El padre de Des vuelve de entre los muertos, y el Green Man


clamaba tener recuerdos que no debería.

El Green Man se alisa la camisa, mirando su cuerpo.

—Este sangriento borracho murió hace tiempo.

Trago, comenzando a retroceder.

—En lo profundo del bosque, el Green Man se encontró con un


extraño que quería cosechar la fruta más peculiar. —El Green Man, o
quienquiera que sea realmente este tío, se ríe—. El debilucho intentó
derrotarme. —Me lanza una sonrisa taimada—. Pero soy una cosa difícil
de matar. Él murió, y yo viví y de hecho coseché la fruta más magnifica.
—Levanta las manos, gesticulando hacia los árboles sangrantes que nos
rodean.

¿Él era el responsable de las desapariciones?

Estoy ansiosa por alcanzar debajo del borde de mi vestido y


agarrar mis dagas. Lentamente, mi mano se mueve a mis faldas.
Comienzo a subir el material lentamente.

Mantenlo distraído.

—¿Cómo ocultaste esto a Mara? —pregunto.

No era de extrañar que la Reina de Flora no tuviese ningún


interés en su compañero. Quien sea que fuera este hombre, no parecía
ser el verdadero Green Man. Lo que significa que ha estado viviendo con
un impostor por quien sabe cuánto tiempo.

Ríe.
—¿Te refieres a sus árboles sangrantes? Pensó que se estaban
muriendo de putrefacción, que lo están, y trató de esconderlo de su
reino. Pequeño apunte: los árboles mueren cuando los gobernantes de
Flora son demasiado débiles para mantener su reino. Ella temía que
estuviera perdiendo el control de su reinado.

Continúo recogiendo la tela de mi falda con la mano.

—¿Y Karnon? —pregunto—. ¿Cómo te infiltraste en su reino?

Los ojos del Green Man se iluminan.

—Ah, Karnon. Ese loco y listo rey fue mi mayor conquista hasta el
momento. Para deslizarse en una piel que aún no está muerta… Fue un
esfuerzo, por no decir menos.

Mi piel se eriza. ¿Cómo no pude darme cuenta antes de la


persistente incorrección de este hombre?

—Pero, como viste, los cuerpos vivos tienen sus inconvenientes.


Luché contra su mente por el dominio, y no siempre gané.

¡La personalidad bipolar de Karnon! El rey loco todavía estaba allí


cuando este ladrón de cuerpos se apoderó de él.

¿Pero… cómo?

El Green Man continúa hablando, sin darse cuenta de mis


pensamientos.

—Ese animal te hizo a su semejanza para escapar de mí. Buscó el


fin de su vida provocando al Rey de la Noche, y, ¿qué mejor manera de
hacerlo que dañar a la compañera del Rey de la Noche?

Me he subido casi la falda por completo. Tan cerca de mis dagas.

—¿Qué eres? —pregunto.

Por un segundo, su cuerpo se transforma. Pelo y ojos negros


reemplazan a los más vibrantes del Green Man. Su piel palidece, sus
rasgos se vuelven siniestros.

Esos ojos entornados, esa boca que hace una mueca y el cabello
trenzado. ¡He visto esa cara antes! Es el hombre de cabello oscuro de mi
pesadilla más reciente.

—¿Qué es realmente un cuerpo? —dice—. Algo que te constriñe,


algo que perece.
La ilusión desaparece, y es el Green Man una vez más.

—Tengo mil ojos y aún más almas. Soy lo que queda cuando
incluso la oscuridad muere. Mírame y verás la verdad.

Lo miro. No puedo quitarle los ojos de encima. Este es el hombre


que ha escondido a miles de soldados y ha violado a miles más.

El Ladrón de Almas.
Capítulo 51
Traducido por Candy27

DESESPERADAMENTE APRIETO una de mis dagas. El metal hace un


sonido siseante mientras lo saco de mi vaina.

Él sonríe al verlo.

—Vamos Callypso. ¿Acaso no te acabo de advertir que matarme


no tiene sentido?

—Aléjate de mí —le advierto, levantando el arma.

—Por desgracia, no puedo. Tú, mi dulce, me has presentado un


problema único. —Se frota la mandíbula mientras habla—. Una profecía
exige que mueras para que yo pueda obtener lo que quiero, pero si lo
haces, estás fuera de mi alcance.

Sobre nosotros, el cielo tiembla mientras mi compañero lucha


contra su padre.

—¿Qué es lo que quieres?

Sonríe de nuevo, la vista me inquieta.

—Te gustaría saberlo. Respóndeme a esto —dice—: ¿por qué un


ladrón como yo robaría tantos soldados como tengo yo?

Esa es una de las muchas cosas que nunca pude entender acerca
de este misterio.

—Piénsalo, hechicera.

—No me llames así.

—¿Preferirías esclava? —pregunta—. Personalmente, creo que


pareces poco apta para el título, pero si es eso lo que deseas…

Empiezo a retroceder.
—No entiendo, ¿qué tiene que ver Galleghar con esto? —pregunto,
incluso ahora el cielo truena con el sonido de padre e hijo.

El Ladrón de Almas ahora sonríe.

—Hay una vieja profetisa que puede responder a esa pregunta,


por un precio. De una forma u otra lo resolverás.

Lucho contra la siguiente pregunta que deja mis labios. Sé que no


sirve de nada preguntar; ninguna respuesta será lo suficientemente
buena. De todas formas pregunto.

—¿Por qué estás haciendo esto?

Sus ojos parecen bailar.

—Tal vez es hora de que aprendas más acerca de mí, mientras te


tengo. —Se acerca a mí de nuevo, ahuecando mi mejilla.

Toda mi confusión, todo mi miedo y mi ira, saca a la sirena de sus


profundidades.

Al tiempo que mi piel se ilumina, deslizo mi daga hacia el Green


Man, saboreando el momento en el que la hoja se encuentra con la
carne.

Un hada normal se abría encogido de dolor, pero él no reacciona.


Ni siquiera se molesta en mover su mano. Simplemente continúa
hablando.

—Tengo un problema, hechicera. Tan exquisita como te


encuentro, estás fuera de mi control. Sin embargo, hay un remedio para
eso.

Moviéndose tan rápido que apenas puedo seguirlo, agarra mi


brazo y me da la vuelta.

Dejo escapar un grito, medio dolorida y medio enfadada.


Levantando mi pierna, le golpeo en el pecho con el pie y lo derribo.

Se ríe, el sonido es como el de las uñas arañando una pizarra.


Levanta mi daga.

—¿Echas de menos algo?


MIERDA.

A toda prisa, alcanzo mi daga restante. Mi vestido ya está


ensangrentado y destrozado. Me veo como un fantasma que persigue
estos bosques malditos.

Mi mano se cierra sobre el mango labrado del arma, y lo saco.

Des y su padre siguen en duelo en lo alto, el aire se llena de


magia.

Cambio mi peso, dando vueltas a mi daga de mano en mano. En


algún momento, me sentí cómoda con el arma.

El Ladrón sonríe, y luego carga.

A diferencia del padre de Des, el Ladrón de Almas no puede


aparecer y desaparecer a voluntad. Sin embargo, puede aprovechar el
poder del Green Man.

Los robles comienzan a sisear y temblar, sus grandes cuerpos se


doblan para deslizarse hacia mí.

Me agacho y esquivo los ataques mientras me enfrento a mi


oponente, mi cuerpo vibra con energía.

Puedo hacer esto todo el día.

Cuando estoy a un brazo de distancia, la deslizo hacia el Ladrón,


la daga le golpea en el pecho. Sigo con mis garras, cortando su mejilla.

Su sangre se ve llamativa contra su piel pálida.

Más. Quiero más.

Estoy sedienta de verlo sangrar. De verlo morir.

La visión de todo ese líquido oscuro me envía al frenesí. Me muevo


con fluida elegancia, deteniendo los golpea del Ladrón con mi hoja,
cortando y pateando con el resto de mi cuerpo.

Lleva unos minutos cubrir al hada con su propia sangre.

Esto es poder.

Que idiota de su parte luchar contra mí.

—Vas a tener que pelear un poco mejor si quieres lastimarme —le


digo al Ladrón.
Sonríe.

—Eso se puede arreglar.

Momentos después, Mara entra a nuestro claro, luciendo un poco


peor por el desgaste. Las flores de su cabello están marchitas, tiene
suciedad manchando su mejilla y sus ropas están casi tan manchadas
y rasgadas como las mías.

Le toma dos segundos ver la escena. El Green Man, su


compañero, cubierto de sangre, luchando contra la mujer humana que
echó abajo sus queridos árboles.

—Tú —me grita prácticamente.

Las vides vienen hacia mí desde todos los lados, y todo lo que
puedo hacer es destrozarlas con mis garras y mi daga. Y aún más
vienen hacia mí.

Ya no estoy luchando con el Ladrón de Almas, sino que me estoy


defendiendo de los ataques de Mara. Justo en medio del combate
cuerpo a cuerpo, avanza hacia mí.

El Ladrón me pasa la hoja por la mejilla y luego por el brazo.

—Tan sanguinaria. No tenía ni idea.

Le ataco y él lo esquiva fácilmente.

—Compañero —le grita Mara al Ladrón—. ¿Qué estás haciendo?

—Precisando nuestra venganza —dice por encima del hombro.

Eso parece apaciguarla. Las plantas a mi alrededor continúan


clavándome en mi lugar, exprimiéndome lentamente.

El Ladrón de Almas desliza la hoja por mi otra mejilla, cortando la


carne. Siento una breve picadura y luego la cálida sensación de la
sangre deslizándose por mi mandíbula.

—El único problema es que, en el momento en el que realmente te


hiera, tu compañero estará encima de mí. —Golpea la parte roma de su
hoja contra mi nariz—. Pero creo que he encontrado una solución.

Bien podría ser una mosca atrapada en su red. Las vides me han
vencido por completo. Mis brazos están clavados a mis costados.
Todavía sostengo mi hoja restante, pero no puedo moverme lo suficiente
como para salir de mis ataduras.
Se inclina más cerca.

—¿Por qué no te explico exactamente lo que planeo para ti?

—En este momento, mi magia es incompatible con la tuya, y eso


arruina toda la diversión. Pero no tiene por qué ser así, no si bebes algo
determinado.

—¿Has oído que el vino lilac, el más raro de los elixires de las
hadas, no solo puede otorgar longevidad a los mortales, sino que puede
curar a los heridos?

Achico mi mirada.

—Es una cura para todos los males, si la bebes, bien entonces,
podrías ser víctima de mi poder, y tu alma… tu alma podría ser mía.

Este enfermo.

—Podría darte el vino aquí y ahora, pero… —Parece demasiado


mareado—, tengo una idea aún mejor.

Levanta mi hoja hasta sus ojos, inspeccionándola. Su mirada se


dirige a la mía.

—Esto puede doler.

Con un movimiento rápido, entierra el cuchillo en mi estómago.


Capítulo 52
Traducido por Candy27

ME ATRAGANTO, MI piel brilla aún más.

¡Demasiado dolor!

Detrás de nosotros, Mara jadea, sus vides se aflojan.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta horrorizada.

En lugar de responder, el Ladrón tira de la empuñadura. Mi


cuerpo se sobresalta cuando corta viñas, carne y órganos. Dejo salir un
grito, y mi glamour hace que suene melódico.

En la distancia, Des ruge, el sonido eclipsa todos los demás. En


un instante, está ahí, en el bosque con nosotros, sangriento, roto y
enojado.

Arrastra al Ladrón de Almas lejos de mí, arrojándolo al suelo con


una grito enfurecido.

Siento como las vides de Mara me liberan y caigo de rodillas.

Mis alrededores se oscurecen, y no puedo decir si es cosa del


Negociador, o si solo estoy cerca de perder el conocimiento.

No puedo perder el conocimiento.

Débilmente, soy consciente de que Mara está viendo cómo se


desarrolla la escena, y que Galleghar, donde quiera que esté, no se ha
unido al grupo. Pero más que nada, soy consciente de mi compañero y
del Ladrón de Almas.

El Negociador pisa la pantorrilla del Ladrón, rompiendo el hueso.

—Podría arrancarte el cuero cabelludo o quitarte las entrañas y


hacértelas comer —dice Des mientras rompe la otra pantorrilla del
Ladrón—. ¿O quizá debería comenzar con tus dientes y uñas?
Mara grita.

—¡Por favor Des, no más!

—Hizo daño a mi compañera —gruñe Des—. Por ley tengo derecho


a la retribución, ¡y la tendré! —Sus alas maltratadas se extienden.

El Negociador parece un dios oscuro; nunca había parecido tan


inhumano. Y apenas puedo verlo a través de mi visión oscurecida.

Aprieto la herida de mi estómago, la sangre sale de ella. Puedo


sentir cómo me debilito con cada respiración que tomo.

Herida mortalmente. Puede que me queden unos minutos.

¡Y la agonía! Cierro los ojos y me trago la bilis.

Des rodea al hada, mirando al Ladrón. Levanta la mano, la tierra


se oscurece.

Sé lo que va a suceder ahora. Es lo mismo que sucedió cuando


Karnon se enfrentó a mi compañero.

Completa aniquilación.

—¡Para! —llora Mara.

Ella también lo sabe. Está muy lejos de la arrogante reina que


conocí hace una semana, con la ropa arruinada, la cara confundida y
su orgullo hecho girones.

Me levanto, sosteniendo mi estómago. Cada paso es pura agonía,


pero me fuerzo hacia delante. Envuelvo mi mano alrededor de la
empuñadura de la daga enterrada en mí.

No lo pienses.

Los ojos de Des se ensanchan cuando ve lo que estoy a punto de


hacer.

—Callypso, no…

Saco la hoja, amordazada por el dolor, la náusea y los gritos que


quieren salir de mí. Un torrente de sangre brota de la herida y me hace
tambalear.

Algunas de las sombras—las sombras de Des—retroceden, pero


un tipo diferente de oscuridad tira de los bordes de mi visión.
Muerte.

Mi compañero está a mi lado en un instante, renunciando a su


venganza por amor. Presiona una mano contra mi estómago. En
cuestión de segundos, sus dedos están cubiertos con mi sangre.

—Querubín, ¿qué estás haciendo? —pregunta con la voz rota.

Me encuentro con su mirada aplastada. Un hombre que había


visto como todo por lo que había vivido se deslizara de su agarre.

Incluso él teme que muera.

Puedo verlo aferrándose a su ira desesperadamente, porque si la


deja ir… es un largo camino hacia abajo, y el abismo que lo tragaría,
sería demoledor.

—Déjame, Des. —Hay acero en mis palabras.

Sin decir una palabra y a regañadientes, me suelta.

Me tambaleo hacia delante, justo donde el Ladrón yace tendido en


el suelo. Se las arregló para girarse, y ponerse boca arriba. Sus ojos se
mueven hacia mi herida.

Me arrodillo a su lado.

—Robaste la vida de miles de soldados. Les robaste a ellos, a sus


familias y a sus amigos. —Todos esos soldados que se convirtieron en
victimas como yo, enterrados en el corazón de los árboles o enterrados
en ataúdes de cristal.

Traga, un poco de sangre se escapa por la comisura de sus labios.

—No vas a…

Con un rápido movimiento, tiro mi brazo hacia atrás y clavo mi


daga profundamente en el corazón del Ladrón de Almas.

Mara grita en algún lugar detrás de mí, sonando como si con un


solo golpe la hubiera apuñalado también.

El Ladrón de Almas se ríe, incluso mientras la sangre sale de su


herida.

—No puedes matarme —dice.


Su cara del Green Man cambia, ganándose otro chillido de Mara.
La reina ni siquiera sabía que el hombre con el que dormía no era su
marido.

El cabello negro azabache y los ojos negros como la tinta


reemplazan el pelo verde y el iris ámbar del Green Man.

—¿Quieres saber un secreto? —susurra—. Janus tuvo un gemelo,


un gemelo que murió. La primera vez que te reuniste con él, realmente
te estabas reuniendo conmigo.

Me voy hacia atrás. Ya sea por el dolor o por la pérdida de sangre,


parece que no puedo unir sus palabras.

—Pregúntate esto —dice—, ¿realmente mueren los muertos


alguna vez?

Miro fijamente al monstruo que ya ha arruinado tantas vidas,


sintiendo que mi propia fuerza vital se filtra fuera de mí.

Alcanza un mechón de mi cabello.

—Totalmente singular… —suspira.

Me sonríe.

—Este es nuestro pequeño juego, y créeme hechicera, está lejos


de terminar.

Una ráfaga de viento recorre el bosque, un polvo molesto se


levanta a su alrededor.

—Todavía estoy viniendo a por ti —me promete—. Tu vida es mía.


Capítulo 53
Traducido por 3lik@

LOS OJOS DEL LADRÓN se cierran, su cuerpo se agita.

Una vez que su vida se ha ido, sus rasgos vuelven a ser las del
Green Man.

Ahora que el Ladrón ya no habita en el cuerpo del Green Man, el


gobernante caído se ve benévolo, amable.

Mara me empuja, cayendo al lado de su compañero muerto. Llora


sobre el Green Man, agarrándose el pecho como si la pérdida le doliera
físicamente.

Me levanto con las piernas temblorosas, una de mis manos aún


presionada contra mi estómago.

Siento que mi propia vida se aleja de mí. Esa horrible oscuridad


se cuela por los bordes de mi visión.

Me tambaleo, luego me caigo. Des me atrapa antes de tocar el


suelo.

—Ese era el Ladrón…

—Ssshhh —dice, tendiéndome en el suelo antes de quitarse la


camisa.

Eficientemente, la rompe en tiras, haciendo un torniquete para mi


herida.

Es muy tarde para eso. Sé que el Ladrón cortó cosas vitales


cuando me apuñaló. El soldado en Des lo sabe también.

Toco su rostro cansado por la batalla, mirando sus ojos


insondables. Son como un faro, llamándome a la vida. Pero las sombras
se están acercando...
—Te amo, Des.

—No vas a dejarme, Callie —dice ferozmente.

Mi mano fría se desliza de su rostro, y siento que comienzo a


descender a esa oscuridad final y eterna.
Capítulo 54
Traducido por Mais

DESMOND FLYNN.

Ella no va a morir.

No puede.

Podría.

Como mi madre.

Esto es lo que sucede a las mujeres valientes. Mujeres fuertes. Si


eres lo suficientemente digno, sangrarán por ti.

Morirán por ti.

Siento mi garganta secarse.

Por favor, no de nuevo. Nunca más.

Y no ella. Mi compañera.

La vida era suficientemente desolada sin mi madre. Pero con


Callie, con ella todo cambió. La vida era miles de veces más dulce de lo
que podría haber imaginado.

Si muere… no habrá manera de sobrevivir a esto.

Ahueco sus frías pegajosas mejillas, desesperado por coaccionar


la vida de vuelta a ella. Alza la mirada hacia mí, y hay tal verdad brutal
en esa expresión.

Sabe lo que le está sucediendo.

Siento mi corazón rompiéndose. Casi no puedo respirar a través


del dolor. Mucho peor que mis heridas.
Así no es como pensé que terminaría todo. Pero todo lo que Callie
es, todo lo que hace su esencia, se está desvaneciendo.

Corro mi mano sobre su brazalete.

¡Su brazalete! Mientras ella viva, todavía está atada a sus


promesas.

No estoy por encima de explotarlas.

—No morirás —ordeno.

Mi magia fluye fuera de mí, y una perla comienza a


desvanecerse… luego otra y otra. Ella inhala un jadeo estremecedor.

—Des, ¿qué estás haciendo? —pregunta, sin respiración.

—Salvándote.

Y por los dioses, está funcionando.

Fila tras fila de perlas desaparecen.

Tómalas todas, solo regrésala a mí.

Las perlas comienzan a desvanecerse cada vez más lento hasta


que finalmente, dejan de desaparecer.

Solo un poco más de una fila permanece.

Su respiración todavía está tan débil como nunca, y su herida no


ha dejado de sangrar.

No soy un sanador, pero si la magia funcionó, algo debería


mejorar.

Pero no lo hace.

Y luego, con un sonido, toda la cosa se revierte.

La magia golpea de nuevo en mi cuerpo, haciéndome caer hacia


atrás, y las perlas comienzan a formarse una por una.

¡Nooooo!

No puedo completar el hechizo.

Está más allá de mi control.


Los ojos de Callie se amplían, como si sintiera el equilibro
inclinarse también.

Abrazo cerca de su cuerpo, balanceándola en mis brazos, mi


cabeza inclinada hacia ella.

Nunca me he derrotado en frente de Callie. Ni siquiera cuando


estaba a merced de Karnon. Pero ahora comienzo a hacerlo.

Porque esto es lo real.

—Hasta que la oscuridad muera, amor —dice, su voz débil.

—No. —Estoy sacudiendo mi cabeza—. Incluso entonces, no. —La


noche podría terminar, y ella seguiría siendo mía.

Siempre mía.

Sus ojos se cierran.

—No —digo, con más fuerza.

Alzo la mirada, mirando alrededor ciegamente. Este es el


momento que he temido desde que conocí a mi compañera. El momento
en que la perdería.

Prefiero hacer algo imperdonable para mantenerla viva que dejarla


deslizarse silenciosamente hacia la muerte.

Algo imperdonable…

—Mara, ¿dónde está el vino? El… el vino lilac.

La reina de Flora alza la mirada de su propio compañero muerto,


sus ojos inertes.

—La bodega real —balbucea, como en trance. Y luego su atención


vuelve al Green Man.

La bodega real. De hecho he estado allí varias veces durante


siglos.

Me toma un instante dejar el lado de Callie y materializarme allí,


luego varios preciosos segundos localizar las botellas moradas de vidrio.

Agarrando una, desaparezco, regresando al lado de mi


compañera.
Con un rápido empujón, abro el estrecho cuello de la botella. Ya
atrapo un olor débil, olorcillos reveladores del vino.

Le prometí a mi compañera que la protegería de este lado de mí


mismo, el lado egoísta e inmoral.

Mentí.

La cosa es que, soy tanto hada y el hijo de un rey tirano. He


descendido, sin duda, de los demonios. La maldad está en mi sangre.

Por una vez me dejaré llevar por los pensamientos depravados que
giran alrededor de mi compañera.

El rostro de Callie está pálido, su piel ya fría. Su pulso es débil.

Tomaré la mortalidad de mi compañera como siempre he


imaginado.

Llevando la botella a sus labios, coloco el vino lilac en su boca


insensible. Usando poco de mi magia, fuerzo a su garganta a tragarlo.

Lo hago pasar todo, cada última gota, mi mano nunca dudando.

Y luego espero.

Peino su pelo hacia atrás, luego acaricio sus alas iridiscentes.

Nunca debería haberla traído aquí. Nunca debí reavivar lo que


teníamos. Nunca debí haber entrado en su vida en primer lugar.

Es una clase peculiar de agonía, saber que el amor de tu vida


estaría viviendo si no fuera por ti. Amarla lo suficiente para querer esa
vida para ella incluso si significa borrar todo lo que tenían juntos.
Porque entonces, al menos, estaría viva.

Un movimiento atrae mi atención hacia su muñeca. Donde hace


un minuto, mis perlas negras habían re-aparecido, fila tras filas ahora
se desvanecen una vez más.

Solo la muerte o el reembolso pueden completar un trato. Muerte


o reembolso.

Muerte.

Miedo verdadero, destroza corazones, induce sudor, fluye a través


de mí.
Realmente me está dejando.

Un chasquido se rompe dentro de mí, y comienza a llenarse con


todo mi dolor, todo mi miedo, todo el sufrimiento que he soportado
durante estos largos siglos.

Dejo salir un ahogado llanto y corro mi mano por el lado del


rostro de Callie, su piel húmeda por donde se derramó el vino lilac.

Mi piel comienza a picar, picando justo sobre mi pecho. Mi magia


se reúne ahí, la presión de está construyéndose con tan intensidad que
es casi doloroso.

De la nada, explota fuera de mí. Gruño, mi espalda inclinándose


ante la sensación.

Y entonces… y entonces siento mi poder fusionarse. Fusionarse


con el de otra persona.

Me inclino sobre el cuerpo de Callie, inhalando varias


respiraciones ahogadas.

Busco sus rasgos. He estado alrededor de la magia arcaica


suficiente tiempo para saber cuándo está trabajando, como lo está
haciendo ahora.

Segundos después, el pecho de Callie se levanta y luego baja, se


levanta y baja.

Funcionó.

En manos de Dioses, funcionó.

CALLIE ESTÁ VIVA.

Su cuerpo se arquea, sus pulmones pesados con respiración tras


respiración. Ante mis propios ojos sus heridas se cicatrizan solas.

Miro hacia los cielos por encima de mí y me río una vez, con un
sonido mágico y salvaje. La noche, en todo su infinito caos, se mueve a
mí alrededor y a través de mí.

Está viva, y es mía. Realmente, verdaderamente, completamente


mía.
Froto mi pecho, justo donde mi corazón acaricia nuestra conexión
completa.

Mis alas rotas se amplían con triunfo, y ni siquiera registro el


dolor a través de mi elación.

No es mortal, ya no, si no eterna.

Su magia y la mía cantan juntas a través de nuestro lazo.

Nada, nada, se ha sentido así de bien.

La hice una de nosotros. Cierto, nunca será un hada en el sentido


más honesto del término, sus orejas redondeadas todavía son prueba de
ello, pero es inmortal como nosotros, fuerte como nosotros, y su magia
ahora es compatible con la mía.

Miro a la ahora muñeca desnuda de Callie, sus perlas usadas.

Solo la muerte o el reembolso pueden completar un trato. Muerte


o reembolso. Mi demanda de que Callie viva, el vino lilac que hice que
tomara, completó por ella el fin del trato.

—Le diste el vino —murmura Mara desde donde está en cuclillas.

Asiento, sin molestarme en apartar la mirada de mi compañera.

—¿Arrepentimientos? —pregunta.

—Lo haría cientos de veces más.

Equivocaciones pueden ser perdonadas. De la muerte nadie


puede volver.

Las palabras finales de Mara cuelgan en el aire entre nosotros


cuando dice:

—Esperemos que ella se sienta igual.


Capítulo 55
Traducido por 3lik@

MIS OJOS SE ABREN y parpadeo a mi alrededor. Estoy en la misma


suite que Des y yo hemos estado alojados durante todo el Solsticio.

Estoy…. viva.

Extraño. Pensé… pensé que había muerto.

Pero no me siento muerta. Ni siquiera siento que la muerte te


calentara, que por lo general es el caso después de caer sobre mi trasero
una y otra vez.

Mi mano se mueve hacia mi estómago. El Ladrón de Almas, la


daga en el estómago, ¿acaso lo había soñado todo?

A toda prisa me aparto de la ropa que me cubre. Allí, bajo en mi


abdomen, hay una delgada cicatriz blanca.

No es un sueño después de todo.

Me siento en la cama.

¿Cómo podría recuperarme de esa herida?

No me siento muy diferente, considerando todas las cosas. Es


decir, excepto...

Mi mano va a mi corazón. Jadeo cuando siento un tirón que no


tiene nada que ver con el ritmo.

Los lazos de una alma gemela siempre se describen como si


fueran cordones que unen a dos personas. Ahora entiendo. Puedo sentir
el vínculo debajo de mi caja torácica, llegar a todo el mundo y
conectarme con Des.

Solo entonces me doy cuenta de la tercera rareza del día…

He estado durmiendo boca arriba.


Me acerco para tocar mis alas, pero se han ido.

¿Qué demonios?

¿A dónde fueron?

Miro mis antebrazos y uñas. Ambos son total y completamente


humanos.

Agitada, haré que mis escamas aparezcan. Para mi sorpresa,


siento un tirón en mi conexión. Un momento después, la piel de mi
antebrazo se tiñe de un tono dorado mientras cientos de escamas
brillantes toman forma.

Eso no debería haber sucedido.

Las haré desaparecer, y con otro tirón del lazo que comparto con
Des, se desvanecen, mi piel vuelve a la normalidad.

Esta es la magia de Des. Puedo sentirlo zumbando a través de mí.

De alguna manera, él me salvó, y en el proceso, nuestra magia se


unificó, nuestro lazo se unificó. Al menos, esa es la mejor teoría que
tengo en este momento.

Para probarlo, levanto mi brazo y trato de usar mi magia prestada


para levitar el jarrón de flores al lado de la cama. Aparte de vibrar un
poco, no hace nada.

De acuerdo, tal vez estoy equivocada.

—Ni siquiera fuera de la cama y mi pequeño y astuto querubín ya


está explotando su lado del vínculo.

El hombre mismo aparece en el umbral de nuestra habitación,


apoyado en la puerta. Lleva una camisa de Def Leppard, pantalones de
cuero y sus botas rudas, su cabello rubio blanco recogido en una coleta
alta.

Mi atuendo favorito.

Al verlo, mi cuerpo florece de emoción.

—Des… estamos vinculados.

Toda su cara se rompe en una sonrisa.

—Lo estamos.
Toco mi abdomen.

—Y me sanaste. —Todo sobre mí tiembla de vida. Me siento nueva


y poderosa de la manera más exquisita—. ¿Cómo lo hiciste?

¿Temper? ¿Me había sanado y reparado nuestro lazo en el


proceso? No sospeché que pudiera hacer tal cosa.

—Tengo mis trucos.

Des se aleja de la pared, acercándose a mi lado. Acaricio un lado


de su rostro, y él apoya su mejilla en mi mano, cerrando los ojos para
saborearla.

—¿Qué pasó?

—Mientras luchaba contra mi padre, luchaste contra el Green


Man.

—El Ladrón de Almas... —murmuro. Incluso ahora la idea de él


me estremece.

Él aún está allá afuera.

Y el padre de Des...

—Pero pensé que tu padre...

—… ¿estaba muerto? —termina por mí. Su expresión se


oscurece—. También yo. —Los ojos de Des se vuelven distantes.

—¿Dónde está él? —pregunto.

—Lamiéndose sus heridas considerables, supongo —dice el


Negociador.

Lo que haya pasado entre padre e hijo, es bastante claro ver que
Des ganó esta ronda. También es fácil ver que su victoria no le alegra.

Cuadra su mandíbula.

—Donde sea que esté, una cosa está clara: está aliado con el
Ladrón de Almas.

El solo hecho de escuchar el nombre del Ladrón devuelve mi


atención a mi situación inmediata.
El cuchillo que hirió el estómago. Toda esa carne cuando el
Ladrón metió su daga por mi estómago. El frío que produjo cuando mi
sangre salió de mi cuerpo...

Recuerdo a Des exigirme que viviera. Aún puedo sentir los dedos
fantasmales de su magia tratando de impedirme la muerte.

Pero no funcionó. Recuerdo eso. Lo sentí cuando su magia me


liberó.

Y sin embargo, aquí estoy, viva.

Mi mirada va a mi brazalete. Todo lo que me mira es mi antebrazo


desnudo.

Durante ocho años lo usé, y ahora se ha ido.

Paso mi mano por mi muñeca.

—¿Dónde está?

—Cumpliste el resto de tu pago anoche. —Viviendo, quiere decir.

—Pero no funcionó.

—Encontré otra... alternativa —lo dice casi desafiante.

Me froto el brazo, la inquietud trepando por mi espalda.

—¿Qué alternativa?

Su mirada plateada busca la mía.

¿Has oído que el vino lilac, el más raro de los elixires de las hadas,
no solo puede otorgar longevidad a los mortales, sino que también puede
sanar a los heridos, las palabras del Ladrón de Almas resuenan en mi
mente.

—Solo había una manera —dice Des.

Ya estoy sacudiendo la cabeza, una ola de terror me inunda.

—No —le susurro.

Es una cura de todo tipo, y si la bebes... tu alma podría ser mía.

—Te di el vino lilac. El Negociador, normalmente despiadado, me


suplica con los ojos para que entienda.

—No podría dejarte morir.


¿Los muertos realmente mueren?

Era una trampa. Una que el Ladrón de Almas planeó, y Des, el


maestro del engaño, cayó directamente en ella.

Bebí el vino y escapé de la muerte… por un precio.

Este es nuestro pequeño juego, y créeme, hechicera, está lejos de


haber terminado.

Toda esa magia oscura que el Ladrón ejerce ahora puede usarse
en mi contra. Soy más vulnerable ahora que como ser humano normal.

Y el Ladrón de Almas lo sabe.

Aún estoy viniendo por ti. Tu vida es mía.


Epílogo
Traducido por 3lik@

PROFUNDAMENTE EN EL bosque de robles sagrados de la reina, los


árboles reales que sangran, pudriéndose desde adentro hacia afuera. El
sonido del corte y los aullidos sobrenaturales de los robles llenan el
aire. Árbol tras árbol es talado, y los cuerpos de hombres dormidos son
arrancados de ellos.

La Reina de Flora se mantiene encerrada en una de sus torres,


llorando sobre su compañero caído, su harén perdido, sus robles
moribundos.

Uno por uno, cada gran reino fae sale de los terrenos del palacio
de Flora, se dirigen a casa, lejos del Solisticio y se llevan a sus
compañeros durmientes con ellos.

Todos son sombríos, todos son solemnes.

Los días oscuros están por venir.

Al otro lado del Otro Mundo, hay niños, extraños y mortales al


acecho, sus ojos vidriosos mirando a un punto distante.

Un océano de ataúdes de vidrio descansa en cuatro tierras


diferentes. Las mujeres dentro de ellas yacen inmóviles, sus cuerpos
enfundados en sus uniformes, sus armas sobre sus pechos. Pueden
haber pasado meses y años, pero su piel es tan flexible como el día en
que cerraron los ojos.

Duermen lejos de la arena del tiempo, esperando, esperando...

Está viniendo.

Algo está viniendo.

Los dedos revolotean. Los músculos se contraen.

No muerto, pero tampoco vivo… aún no.


Los robles sagrados chillan, sus ramas se balancean como una
red de enredaderas que se retiran de sus membranas internas.

Una grieta se forma a lo largo de uno de los ataúdes de cristal,


con telarañas sobre la superficie transparente. La madera se astilla en
el centro de un roble. Un niño diabólico sonríe.

Y luego, como uno, mil y mil ojos se abren de golpe.

El tiempo ha llegado.
Glosario
Academia Peel: Colegio sobrenatural situado en la Isla de Man.

Arestys: Una tierra estéril y rocosa perteneciente al Reino Nocturno;


conocida por sus cuevas; la más pequeña y más pobre de las seis islas
flotantes situadas dentro del Reino Nocturno.

Barbos: También conocida como la Ciudad de los Ladrones; la más


grande de las islas flotantes situadas dentro del Reino Nocturno; ha
ganado una reputación por sus casinos, pandillas, contrabandistas, y
tabernas.

Cambiante: Término general para todas las criaturas que pueden


cambiar de forma.

Casa de Claves: Cuerpo gobernante del mundo sobrenatural; con sede


en Castletown, Isla de Man.

Changeling: Niño intercambiado al nacer; puede referirse


alternativamente a un niño fae criado en la Tierra o a un niño humano
criado en el Otro Mundo.

Comunidad Sobrenatural: Grupo que consiste en cada criatura mágica


que vive en la Tierra.

Desmond Flynn: Gobernante del Reino Nocturno; también conocido


como Rey de la Noche, Emperador de las Estrellas del Crepúsculo,
Señor de los Secretos, Maestro de las Sombras y Rey del Caos.

Fae: Término que denota a todas las criaturas nativas del Otro Mundo.

Fronteras: área donde el día se encuentra con la noche; la frontera


entre el Reino Diurno y el Reino Nocturno.

Glamour: Hipnosis mágica; hace que la víctima sea susceptible a la


influencia verbal; considerado como una forma de control de la mente;
manejado por sirenas; eficaz sobre todos los seres terrenales; ineficaz
sobre las criaturas de otros mundos; prohibido por la Casa de Claves
debido a su capacidad de despojar a un individuo de su consentimiento.

Green Man: Rey consorte de Mara Verdana, Reina de Flora.

Hada: Fae más común en el Otro Mundo; pueden ser identificadas por
sus orejas puntiagudas y, en la mayoría de los casos, por sus alas;
conocidas por engañar, de naturaleza sigilosa y de temperamentos
agresivos.

Hada Oscura: Un hada que aborrece la ley.

Hombres lobo: También conocidos como licántropos o cambiantes; un


ser humano que se transforma en un lobo; gobernado por las fases de la
luna.

Isla de Man: Una isla situada en las islas británicas, al oeste de Irlanda
y Gales, Inglaterra y al este de Escocia; el epicentro del mundo
sobrenatural.

Janus Soleil: Gobernante del Reino Diurno; también conocido como el


Rey del Día, Señor de los Pasajes, Rey de la Orden, Ejemplo de
Veracidad y Portador de la Luz.

Karnon Kaliphus: Gobernante del Reino de Fauna; también conocido


como el Rey de Fauna, Amo de los Animales, Señor de los Salvajes de
corazón, y Rey de Garras y Uñas.

Ladrón de Almas: Individuo responsable de las desapariciones de los


guerreros fae.

Lephys: También conocida como la Ciudad de los Amantes; una de las


once islas flotantes dentro del Reino Diurno; considerada una de las
ciudades más románticas del Otro Mundo.

Líneas ley: Caminos mágicos dentro y entre mundos que pueden ser
manipulados por ciertas criaturas sobrenaturales.

Mara Verdana: Gobernante del Reino de Flora; también conocida como


la Reina de Flora, Señora de la Vida, Ama de la Cosecha, y Reina de
Todo lo que Crece.

Otro Mundo: Tierra de los fae; accesible desde la tierra a través de


líneas de poder; conocido por sus criaturas viciosas y reinos
turbulentos.
Phyllia and Memnos: Islas gemelas conectadas por un puente; situado
dentro del Reino Nocturno; también conocidas como la Tierra de Sueños
y Pesadillas.

Pixies: Fae alado que son aproximadamente el tamaño de una mano


humana; como la mayoría de los fae, los pixies se conocen por ser
curiosos, sigilosos, y traviesos.

Politia: Una fuerza policial sobrenatural; jurisdicción mundial.

Portal: Puertas o puntos de acceso a las líneas de poder; puede


coexistir a varios mundos.

Reino Diurno: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
pertenecientes al día; reino transitorio; viaja por el Otro Mundo,
arrastrando el día con él; situado enfrente del Reino Nocturno; las once
islas flotantes dentro de ella son las únicas masas terrestres que
pueden reclamar residencia permanente dentro del Reino Diurno.

Reino de Fauna: Reino del Otro Mundo que preside a todas los
animales; reino estacionario.

Reino de Flora: Reino del Otro Mundo que preside toda la vida vegetal;
reino estacionario.

Reino de Mar: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas que
residen dentro de las masas de agua; reino estacionario.

Reino de Muerte y Profundidades: Reino del Otro Mundo que preside


todas las cosas que han muerto; reino estacionario situado bajo tierra.

Reino Nocturno: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
pertenecientes a la noche; reino transitorio; viaja por el Otro Mundo,
arrastrando la noche con él; situado enfrente del Reino Diurno; las seis
islas flotantes dentro de ella son las únicas masas terrestres que
pueden reclamar residencia permanente dentro del Reino Nocturno.

Reto de compañeros: un duelo entre dos rivales por la mano de una


compañera; conocido por sus criaturas viciosas y reinos turbulentos.

Siete Sagrados: También conocidos como los días prohibidos; los siete
días que rodean la luna llena cuando los cambistas se retiran de la
sociedad; costumbre establecida debido a la incapacidad de los
cambistas de controlar su transformación de humano a animal durante
los días más cercanos a la luna llena.
Sirena: Criatura sobrenatural de extraordinaria belleza; exclusivamente
femenina; puede usar glamour en todos los seres terrenales para que
hagan su voluntad; propensa a la mala toma de decisiones.

Somnia: Capital del Reino Nocturno; también conocida como la Tierra


del Sueño y Muerte.

Vidente: Un ser sobrenatural que puede prever el futuro.


Próximamente
Dark Harmony (The Bargainer
#3)

Hay peores cosas que el amor.


Cosas que acechan en las sombras
y se deslizan en tus sueños. Cosas
que no tienen negocios existentes.
Cosas que una vez durmieron…
pero ahora se han despertado.

Para Callypso Lillis, la magia fae


que ahora corre a través de sus
venas está tanto maldecida y con
buena fortuna. Por lo mismo que
la vincula a Desmond Flynn, el
Rey de la Noche, también la hace
vulnerable al Ladrón de Almas, un hombre que quiere romper
el mundo… y a Callie junto con ello.

Pero no es solo el Ladrón cuya sombra acecha sobre el Otro


Mundo. El padre de Des está de regreso de la muerte, y
quiere venganza del hijo que lo envió a la tumba en primer
lugar.

Des y Callie deben descubrir cómo detener a ambos hombres,


y el tiempo se está acabando. Porque hay fuerzas en juego
trabajando para desgarrar a los amantes de una vez por
todas… y desafortunadamente para ellos, la muerte ya no es
la peor cosa que temer.

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