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Apuntes de Descartes

HF 2º-IES Severo Ochoa

René Descartes (1596-1650)

VIDA

Descartes nació en La Haye, (hoy llamada Descartes) en la Turena (Touraine) francesa. Pertenecía a una familia de la
baja nobleza. La temprana muerte de su madre, pocos meses después de su nacimiento, le llevará a ser criado en casa
de su abuela materna, a cargo de una nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus
estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la
Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, las enseñanzas del colegio le decepcionaron, debido
a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la
posibilidad de encontrar un verdadero saber.
Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder
encontrar en ellas el verdadero saber:
"Por ello, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el
estudio de las letras. Y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el
gran libro del mundo, dediqué el resto de mi juventud a viajar, a conocer cortes y ejércitos, a tratar con gentes de
diversos temperamentos y condiciones, a recoger diferentes experiencias, a ponerme a mí mismo a prueba en las
ocasiones que la fortuna me deparaba, y a hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se me presentaban, que
pudiese obtener algún provecho de ellas." (Discurso del método)
Continúa posteriormente sus investigaciones en geometría, álgebra y mecánica, orientado hacia la búsqueda de un
método "científico" y universal.
La noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños sucesivos que interpreta como un mensaje del cielo para
consagrarse a su misión filosófica como señala Paul Strathern en su Descartes en 90 minutos: “no deja de ser irónico
que Descartes, el gran racionalista encontrara inspiración una visión mística en unos sueños irracionales”. Como
explicación, Paul Strathern enumera las que se han dado largo de la historia. Según el filósofo y astrónomo Huygens,
el cerebro de Descartes se habría calentado demasiado debido a la estufa. Otros señalan “una indigestión, exceso de
trabajo, falta de sueño, crisis mística o el hecho de que se había adherido recientemente a los Rosacruces. El melón
(…) Fue motivo de mucho regocijo entre los sectores de la biografía de Descartes del siglo XVIII, pero llegó a ser un
asunto más serio con la llegada del psicoanálisis”.
De 1620 a 1628 viaja a través de Europa, residiendo en París entre los años 1625-28, dedicando su tiempo a las
relaciones sociales y al estudio. En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años.
Escribe en 1629 un Tratado del mundo y de la luz que acaba en 1633 y que contiene su física, de carácter mecanicista.
Pero, habiendo conocido por azar la condena de Galileo por haber sostenido el movimiento de la tierra (que también
sostenía Descartes), renuncia a publicar su trabajo.
Su fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella en febrero de 1649 para que le
introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para Suecia. El alejamiento, el rigor
del invierno, la envidia de los doctos, contraría su estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la
madrugada para recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer escribiendo en la cama
hasta media mañana, coge frío y muere de una neumonía en Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de 53 años
y mártir de la Filosofía, ¡todo por una sueca!
OBRAS DE MÁXIMA IMPORTANCIA (para él y para la Historia):
1628. Regulae ad directionem ingenii (inacabado). Reglas para la dirección del espíritu.
1637. Discours de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la Verité dans les sciences.
1641. Renati Descartes Meditationes de Prima Philosophia, primera edición en latín de las Meditaciones metafísicas.
1644. Renati Descartes Principia Philosophiae, primera edición de los Principios de la filosofía.
1644. Specimina Philosophiae. Edición en latín del Discurso del método, traducido por Et. de Courcelles y revisado por
Descartes.

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Apuntes de Descartes
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Contexto de Descartes: el siglo XVII.

NOTA PREVIA: como estudiantes de ciencias sociales que sois, no creo oportuno más que un breve esbozo de lo que
pasó en esta época, pues vuestros conocimientos históricos y artísticos son suficientes para comprender los
conocimientos filosóficos, que son los que os faltan y yo os daré.
Al Renacimiento le sucedió en toda Europa una época de crisis y de angustia en un escenario de revueltas, guerras
civiles y guerras religiosas. La unidad religiosa europea se había roto ya en el siglo XVI con la Reforma protestante. La
Iglesia Católica reaccionó con el movimiento de la Contrarreforma para mantener la pureza doctrinal, y la Inquisición
se convirtió en arma contra la libertad de pensamiento. Los conflictos religiosos se sucedieron en Europa y provocaron
la guerra de los Treinta Años. Este conflicto, que había empezado enfrentando los estados católicos y protestantes del
imperio alemán, terminó siendo una contienda europea. En 1648 se firmó la paz de Westfalia, donde se asentó el
principio de la tolerancia religiosa.
Políticamente, el siglo XVII fue una época de monarquías absolutas, que tenían su modelo en el reinado en Francia de
Luis XIV y en la que el monarca concentraba todos los poderes. Sin embargo, la burguesía ilustrada empezó a impulsar
en toda Europa movimientos revolucionarios que trataron de limitar el poder de estas monarquías y que reclamaban
los derechos individuales y la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. España e Italia se estancaron
política y económicamente y perdieron su hegemonía, mientras que Francia e Inglaterra se afianzaron como grandes
potencias europeas, y la actividad comercial hizo de los Países Bajos otro importante centro económico.
En el terreno cultural, la proliferación de libros impresos facilitó que la filosofía entrase en los salones e interesase a
las clases cultas. Las universidades, controladas por católicos o protestantes, representaban un pensamiento
anquilosado y entraron en decadencia: será la influencia del movimiento científico del Renacimiento lo que determine
el camino que la filosofía seguirá en el siglo XVII.
Como sabéis, esta época es la época del Barroco. El Barroco supone una crisis de la sensibilidad, consecuencia de las
demás crisis de la época. Es la ruptura del equilibrio emocional, la necesidad de vivir apasionadamente. Por ejemplo,
Rubens. En las grandes obras del barroco se adivinan las tragedias y amenazas de la época. También la nueva visión
del mundo que parte de Copérnico: un mundo infinito y en movimiento en el que el hombre, arrojado del centro,
busca encontrar su lugar. Por eso, la visión del Barroco no podía ser sino pesimista. Es frecuente hablar de la “locura
del mundo” o de un “mundo al revés” en el que todo parece alterado. De ahí la frase de Plauto “homo homini lupus”
(y así corrijo el error de la fotocopia anterior) Todo es movimiento, mudanza, fugacidad por lo que la metafísica
escolástica, apoyada en los conceptos de sustancia y esencia, parece derrumbarse. El tiempo se convierte en una
obsesión. En este tiempo fugaz manda el capricho de la Fortuna, todo es contingente y azaroso. Finalmente, todo es
apariencia y la esencia de las cosas queda oculta. Por eso, habla Calderón de “la vida como un sueño” o del “mundo
como un gran teatro”. ¿A que te suena a Descartes, verdad? ¿No ves? Sabes más de lo que crees.
En fin, chicxs: “tempus fugit” o “sic transit gloria mundi”.

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DESCARTES: APUNTES.

1. INTRODUCCIÓN:

Descartes, como inaugurador de una nueva época. Proyecto cartesiano.

Es el iniciador de la Época Moderna de la filosofía. Esto se debe a que frente a los grandes sistemas
metafísicos de la antigüedad, preocupados por lo real, Descartes pone su centro de atención en el
problema del conocimiento y sobre la seguridad de su verdad o falsedad. No importa tanto la realidad,
sino la seguridad que pueda tener mis conocimientos sobre ella.

De ahí el descubrimiento que realiza: la conciencia, el yo. No es que los anteriores no supieran que
tenían un yo, no estaban tan mal. Pero todos ellos se centraban más bien en el objeto que en el sujeto de
conocimiento. ¿Os acordáis de aquello de los dos polos del conocimiento? ¿El sujeto y el objeto? Supongo
que sí pero, por si, os resumo diciendo que el objeto es la realidad que es conocida y el sujeto (el individuo,
la mente) la razón que conoce. Descartes es el primero que se hace cuestión del yo, de la conciencia como
problema fundamental filosófico.

El proyecto cartesiano supone la unificación de todas las ciencias en una sola. Ello es posible, ya
que, según Descartes: “todas las ciencias no son sino la sabiduría humana, que permanece siempre una y la
misma por más que sean diferentes los objetos a los que se aplica: esta variedad no la diversifica, como
tampoco se diversifica la luz del sol al iluminar la variedad de los objetos” (Reglas, I).

¿Lo habéis pillado? ¿Habéis captado la referencia alguna corriente filosófica anterior? Pues eso…

Esta unificación es posible porque existe un método universal, único para todas las ciencias. Aunque, por
supuesto, existen ciencias distintas, todas ellas forman una unidad orgánica: “toda la filosofía es como un
árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que salen de este tronco son todas las
demás ciencias, las cuales se pueden reducir a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral”
(Principios, carta al traductor).

2. EL MÉTODO

Antes de ponerse a buscar un método seguro, Descartes se plantea la necesidad de conocer la


estructura de la razón. Esto que voy a decir no son ni características, ni fases ni nada del método. Son
simplemente dos operaciones fundamentales de la razón. La primera es la intuición que es como una luz o
instinto natural que permite conocer un concierto con total claridad y distinción, es decir, con absoluta
certeza. La deducción, por su parte consiste en la cadena de conexiones necesarias que se establece a
partir de conceptos que conocemos con certeza, es decir, a partir de intuiciones. Esto no sólo lo hacemos
todos los días en matemáticas sino, me atrevería decir, en la vida diaria con éxito desigual…

Lo primero que hace Descartes, por tanto, es diseñar un método que sea seguro y eficaz a la vez. Lo
que busca Descartes es la certeza, no sólo la verdad. La certeza se distingue de la verdad porque añade un
convencimiento subjetivo y absoluto de esa verdad que digo tener o decir. Como Descartes explica muy
bien su método y a nosotros nos viene muy bien leerle, vamos a citar las palabras de Descartes y a
continuación os explico

“Por método entiendo lo siguiente: unas reglas ciertas y fáciles, gracias a las cuales todos los que las
observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo que es falso, y alcanzarán, sin fatigarse con
esfuerzos inútiles, sino acrecentando progresivamente su saber, el conocimiento verdadero de todo aquello
de que sean capaces” (Reglas, 4).

El método, pues, tiene dos ventajas. Primera permitirá evitar el error. Segunda: permite aumentar los
conocimientos, descubrir nuevas verdades: es un ars inveniendi.

Según el Discurso del método, las reglas se resumen en estas cuatro:

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1ª REGLA: EVIDENCIA

“No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que no es; es decir, evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios más que lo que se presente
a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda.”

El método presupone una confianza absoluta en la razón: esta es, de por sí, infalible. Sin embargo,
puede ser desviada por los prejuicios, la precipitación, los sentimientos, etcétera. Por ello, la primera regla
dice que sólo se ha de aceptar como verdadero aquello que aparece con absoluta evidencia. Pero, ¡ojo!, La
evidencia se da en la intuición, es decir, en un acto puramente racional por el que la mente ve de modo
inmediato y transparente una idea. La característica de las ideas evidentes e inmediatamente intuidas es
doble: han de ser claras y distintas. Dice Descartes: llamo “clara “a la percepción que es presente y
manifiesta un espíritu atento (…) Y distinta a la que es de tal modo precisa y diferente de todas las demás
que no comprende en sí misma más que lo que aparece manifiestamente que la considera como es debido”
(Principios, 1,45).

Finalmente, diremos que al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo concepto de
verdad: ya no consiste en la adecuación del pensamiento con la realidad, como era el concepto escolástico,
sino que es una propiedad de las ideas en sí mismas: la verdad es inmanente al espíritu. Tendría más que
ver no con el contenido de la verdad sino con el grado de certeza de la misma. Y aquí, chicXs, los sentidos
no van a ser muy bien considerados como fuente de verdad.

2ª REGLA: ANÁLISIS

“Dividir cada una de las dificultades que examinarse en tantas partes como fuese posible, y cuantas
requiriese su mejor solución.”

Es decir, descomponer los conocimientos intuidos hasta llegar a los elementos más simples, de
manera que podamos llegar a percepciones claras.

3ª REGLA: SÍNTESIS

“Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de
conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos,
y suponiendo un orden aún entre aquellos que no se precede naturalmente unos a otros”

Una vez en posesión de los elementos simples se procede, inversamente, a recomponer la cuestión
por un procedimiento semejante al empleado en geometría: es decir, la síntesis consiste en un proceso
ordenado de deducción que encadena unas ideas a otras.

4ª REGLA: ENUMERACIÓN

“Hacer en todo enumeraciones tan complejas, y revisiones tan generales, que estuviera seguro de no
olvidar nada”.

Puesto que es la evidencia intuitiva la que garantiza la verdad de nuestros conocimientos, Descartes
exige que se hagan frecuentes comprobaciones del análisis y revisiones del proceso sintético, para no
descuidar ningún paso en el proceso.

[Lectura comprensiva y admirada]

Hasta aquí la exposición del método. Para Descartes supuso un gran descubrimiento y decidió ponerlo
inmediatamente en práctica. Puesto que estaba inspirado en la geometría, decide empezar por aplicarlo a
las matemáticas. El éxito obtenido (nada menos que el desarrollo de la geometría analítica, que os juro por
Snoopy que es mazo importante) le anima a aplicarlo a las demás ciencias. Entonces, advierte que es por la
filosofía por donde debería comenzar, ya que es de ella de donde toman las demás ciencias sus principios
demostrativos. Pero no comienza inmediatamente ya que comprende que “no debía acometer esta
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empresa hasta llegar a una edad bastante más madura que la de 23 años”. Se dedica entonces a
prepararse para la futura tarea, “desarraigando del espíritu todas las malas opiniones que había recibido
antes de esta época, reuniendo muchas experiencias que fuesen luego materia de los razonamientos, y
ejercitándose constantemente del método”. Es notable esta imagen del joven filósofo que desconfía de sus
propias fuerzas y que se lanza al mundo para adquirir experiencia. Es la imagen que yo también veo de vez
en cuando delante de mí…

INTERMEDIO: MORAL PROVISIONAL.

Pero mientras está a la búsqueda de su filosofía, no renuncia a vivir lo más feliz que fuera posible.
Para ello necesita elaborar una moral provisional, ya que la moral definitiva sólo puede ser obtenida como
fruto último del sistema filosófico (de hecho, Descartes la palma antes de realizarla).

A Descartes le bastarán tres o cuatro máximas.

La primera expresa en actitud de cautela y prudencia. Como todo fluye, decide obedecer las leyes y
costumbres de su país, ser fiel a su religión y seguir las opiniones más moderadas y comúnmente
aceptadas. Así, si se equivoca, no se equivoca solo. Mal de muchos…

La segunda propone que lo mejor es seguir lo más probable como si se tratase de algo muy verdadero y
cierto. De este modo evitar a estar siempre indeciso.

La tercera está inspirada en la moral estoica “procurar vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y
alterar mis deseos antes que el orden del mundo”. Esta mola más. Al menos no me sulfuro.

Última, pasa revista a todas las profesiones posibles para elegir la mejor. Y Descartes se encuentra que la
que él ha elegido - “aplicar mi vida entera al cultivo de mi razón y adelantar todo lo posible en el
conocimiento de la verdad según el método que me había prescrito”-es la mejor de todas. En esto, me
siento muy cartesiano.

2. LA DUDA

Hemos visto hasta ahora las características que tiene que tener el método, la verdad y el saber. Nos
queda por ver la aplicación que hace Descartes para llegar a la primera verdad indudable (que ya sabemos
que se llama evidencia o intuición y que tiene que ser clara y distinta. Esto que esté bien clarito).

1. Necesidad de la duda.

La duda es una exigencia del método en el momento del análisis: al buscar los elementos más simples de
conocimiento para encontrar verdades evidentes que resistan toda duda, Descartes pone en cuestión todo
conocimiento comúnmente aceptado, ya sea por la tradición, por la fe o por la autoridad, y confía sólo en la
razón del sujeto que conoce. Acordaos a este respecto de la comparación que hace Descartes del saber de
su época con un edificio en ruinas.

2. Características de la duda.

 Universal y radical. Afecta a todo lo que permite una duda, por pequeña que sea, y cuestiona todas
las certezas, por evidentes que parezcan.
 Metódica, no escéptica. La duda escéptica es una duda permanente, mientras que la cartesiana es
provisional y constructiva, es sólo un punto de partida para buscar la certeza. Y es una duda
metódica porque forma parte del método es decir, es un instrumento para alcanzar la verdad de
construir la filosofía.

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 Teorética. Ello significa que solo debe afectar a nivel de reflexión filosófica y no al de las creencias y
la conducta. Por ello, propone la moral provisional que hemos visto y que no cuestionan las
creencias comúnmente aceptadas.
3. Razones o niveles de la duda
 Sentidos. Narra Descartes aquí lo que nos ha pasado a todo el mundo. Los sentidos nos han
engañado o, más que engañado, no han sido fieles traductores de la realidad. Por tanto, no es
prudente fiarse de ellos; dicho de otro modo: las percepciones sensibles puede que no siempre
sean ciertas de manera absoluta. Como veis, un comienzo muy distinto al de Aristóteles o Santo
Tomás y absolutamente contrario al empirismo.
 Argumento del sueño. Basado metafóricamente en la imposibilidad en algunos momentos de
distinguir la vigilia del sueño, Descartes absolutiza esta sensación para fundamentar su
desconfianza acerca de las percepciones del yo y, por tanto, destruir la seguridad de que las cosas
son como yo las percibo. Podría ser que todo fuera falso. Referencias antiguas como el mito de la
caverna y más actuales como Niebla de Miguel de Unamuno o Matrix.
 La hipótesis del genio maligno. De entrada, Descartes no lo flipa tanto. Suena más bien a un juego
de palabras con de base socrática. Este último nivel de la duda significa que, existiendo o no un
genio maligno en la razón humana, esta última, la razón, es suficientemente falible como para, al
menos, tener prudencia y no asumir todo lo que razona como correcto.

Pero para aclararnos más y para leer al autor directamente os dejo con sus palabras:

“Deseando yo en esta ocasión tan sólo buscar la verdad, pensé que debía rechazar como absolutamente
falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, para ver si, después de hecho esto, no me
quedaba mis querencias algo que fuera enteramente indudable Así, puesto que los sentidos nos engañan, a
las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la
imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de
geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y
rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin,
considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos
durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta
entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero
advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo
pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura
que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía
recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.” (DM, 4)

3. LA METAFÍSICA: LAS TRES SUSTANCIAS.


3.1. EL YO: la sustancia pensante (res cogitans)

Recapitulemos: hasta ahora la situación no parece muy positiva. Descartes ha desembocado en la


duda universal, duda absolutamente de todo y la cosa no tiene muy buena pinta. Pero a ti tampoco te
engañaré. Sabes que hay algo que resiste toda duda. Dice Descartes: es posible que nos engañemos en
todo cuanto pensamos, pero, por el hecho mismo de pensar y dudar, es necesario admitir que yo, que
pienso y dudo, existo: es decir “pienso, luego existo” o en latín, que es más culto “cogito ergo sum”.

Lo primero que tienes que saber y tener muy en cuenta es que no debes dejarte engañar por la
expresión “luego”, que parece indicar una deducción: el cogito no es una deducción sino una intuición,
porque la mente intuye de una sola vez la relación necesaria que hay entre pensar y existir. Es decir, es la
primera evidencia, no una primera deducción.

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Ahora bien, lo que también tienes que saber es que afirmar mi propia existencia es simplemente la
afirmación de la existencia de una cosa que piensa: todo aquello que esa mente y piense, perciba o lo que
quieras (incluso la existencia del propio cuerpo, que lo sepassss) sigue siendo objeto de duda y tendrá que
ser probado a partir de esta primera verdad. Y si no te lo crees lee:

Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había
mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero que no podía fingir por ello que yo no fuese, sino al contrario, por lo mismo
que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas, se seguía muy cierta y evidentemente que yo era, mientras que, con sólo dejar
de pensar, aunque todo lo demás que había imaginado fuese verdad, no tenía ya razón alguna para creer que yo era, conocí por ello
que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de
cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma, por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y
hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es.
DM,4
Lo primero que tengo que decirte es que no me extraña que la filosofía analítica de Carnap y Wittgenstein
critique la filosofía como un mero juego del lenguaje. Ahora debes decirme por qué digo esto. Una pista:
cito a Tomás “a lo que todos llaman Dios”. ¿Hay algo parecido a esta petición de principio en el texto que
acabas de leer? Así, estos apuntes empezarán a ser interactivos: además de leer vas haciendo prácticas de
comentario de textos.
Sobre el tema de este texto, a saber, la distinción entre cuerpo y alma, volveremos al final de los
apuntes. De momento, lo traigo aquí para que veas el análisis que hace Descartes de esa verdad, de la
verdad del cogito. Sólo se puede saber que yo (y nadie más) soy una cosa (res, sustancia) que piensa. Pero
hay algo más.
En esta primera verdad, descubre Descartes las condiciones necesarias para aceptar algo como
verdadero. Será verdadero aquello que se percibe con la misma claridad y distinción que esta idea o que se
deduce necesariamente de ella. Éste va a ser pues el criterio de verdad. Y a partir de aquí empieza la fase
deductiva del sistema cartesiano.

Análisis del cogito: las ideas

El contenido del yo son las ideas. Esto equivale a decir que la mente, el yo, la conciencia piensa
ideas. Es preciso tener en cuenta que el concepto de idea cambia partir de ahora: la idea ya no garantiza la
existencia de la realidad que le corresponde. El que yo piense algo como idea no garantiza
automáticamente que el contenido de esa idea exista. Por ello, todas las ideas son igualmente reales en
cuanto a que todas son actos mentales (realidad subjetiva) pero no todas tienen la misma realidad si se
considera que la idea representa un objeto (realidad objetiva). Por ejemplo, la idea de unicornio rosa
invisible no tiene la misma realidad objetiva que mi Citröen Picasso pero sí la misma realidad subjetiva.
Para llegar a saber si los objetos que representan las ideas existen fuera del pensamiento, Descartes
investiga el origen de las ideas. Según este origen hay tres tipos de ideas:

• Ideas adventicias: las que me llegan de la experiencia externa, de los sentidos


• Ideas facticias: las que construye mi mente a partir de la otras ideas, las ideas de la imaginación.
• Ideas innatas: ideas claras y distintas que el entendimiento parece encontrar en sí mismo, pero no
las construye la mente ni proceden de la experiencia, por ejemplo, la idea de infinito.
No tengo por qué explicarte que los dos primeros tipos de idea dependen de la realidad exterior, por tanto
no pueden ser válidas. Pero las ideas innatas son diferentes. [Ahora ya puedes relacionar a Descartes con
Platón, San Agustín o San Anselmo. Al menos, deberías poder].

3.2. DIOS: la sustancia infinita (res infinita).

Entre las ideas innatas, Descartes se encuentra la idea de infinito. Porque dudo, dice, me percibo a
mí mismo como un ser limitado, imperfecto, finito. Así pues, Descartes invierte el proceso tradicional según
el cual la idea de infinito proviene de la idea de finito por negación de los límites. Según él, por el contrario,
el concepto de finito proviene de la idea de infinito que no es una idea que tenga origen en mí: ha tenido

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que ser puesta en mí por una naturaleza más perfecta que yo. Por tanto, la causa de la idea de la sustancia
infinita sólo puede ser una sustancia infinita: Dios.
Así pues, lo primero que se reconoce en la mente es la idea de infinito que Descartes identifica con Dios.
(¿Recuerdas a Santo Tomás? Pues recuérdalo). A partir de esa idea y, siguiendo un argumento a priori como
no puede ser de otra manera, Descartes prueba la existencia de Dios mediante dos argumentos
fundamentales:

1. El argumento ontológico que ya conoces y que no voy a repetir ahora.


2. El argumento basado en la causalidad real proporcionada. Funciona básicamente así: decíamos que las
ideas tienen un contenido objetivo, es una realidad objetiva (mi existencia es indudable, puesto que soy
capaz de dudar). Pues bien: la realidad objetiva de las ideas necesitan de una causa que posea tal realidad
en sí misma, no sólo de modo objetivo, sino de modo formal o eminente, luego la idea como realidad
objetiva requiere de una causa real proporcionada. En nuestro caso, la idea de un ser Infinito requiere una
causa infinita. Luego, si yo poseo esa idea infinita, algo ha debido ser la causa de esa idea, y sólo puede
causarme la idea de infinito una causa proporcionada a esa idea, es decir, algo infinito, y nada hay infinito
sino Dios. Luego Dios existe.

“Sólo queda, por tanto, la idea de Dios, en la que hay que considerar si hay algo que no pueda venir de mí
mismo. Por el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente,
omnisciente, omnipotente y por la cual yo mismo y todas las otras cosas que existen (si es verdad que existe
alguna) han sido creadas y producidas. Ahora bien, estas excelencias son tan grandes y tan eminentes que,
cuanto más atentamente las considero, menos convencido estoy que la idea que tengo de ellas pueda tener
su origen sólo en mí. Y, en consecuencia, hay que concluir necesariamente de todo lo que he dicho
anteriormente que Dios existe. Pues, aunque la idea de sustancia esté en mí, por el hecho de que yo soy una
sustancia, no tendría, sin embargo, la idea de una sustancia infinita, yo, que soy un ser finito, si no hubiera
sido puesta en mí por alguna sustancia que fuera verdaderamente infinita.”

Meditaciones,3

¡Alehop! ¡Ya lo tenemos! Una vez demostrada la existencia de Dios, queda garantizado el principio de
evidencia, porque Dios, en su infinita bondad, no permitiría que me equivocara al percibir algo con
absoluta claridad y distinción. Dios es, por tanto, fundamental en la filosofía cartesiana: es la garantía de
toda verdad. Ahora es la veracidad de Dios -y no ya el principio de evidencia- lo que va a sostener el
edificio de la filosofía cartesiana. El peligro, de no haber podido ser así, sería la absoluta cerrazón y soledad
del yo, lo que técnicamente se llama solipsismo y, vulgarmente, se llama yo, mí, me, conmigo. Ahora bien,
este dios utilizado y manipulado por Descartes, es un mero dios causal, un dios máquina, un dios relojero,
muy diferente de aquel que causó el silencio místico de Santo Tomás. Y esta concepción de Dios tendrá
consecuencias en la filosofía posterior empezando por Descartes y acabando, cómo no, con su muerte a
manos de Zaratustra. ¡Te lo has buscado, Descartes!

3.3. MUNDO: la sustancia extensa (res extensa).

Así pues, tenemos que Dios fundamenta la veracidad del mundo percibido por los sentidos con su
bondad y veracidad (espero que hayáis detectado esas dos ideas de origen cristiano y antropocéntricas…).
Pero hay otro pequeño dios en la filosofía de Descartes: Galileo. Recordaréis que para él eran objeto de la
ciencia sólo las cualidades primarias (extensión, figura y movimiento), cualidades objetivas sobre las que es
posible tener un conocimiento claro y distinto. Todo cuerpo es extenso y la extensión es medible y
cuantificable. En definitiva, lo que Descartes ha hecho es geometrizar los cuerpos. Las cualidades

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secundarias, como el color, el olor o el sonido, son subjetivas: las cosas las causan en nosotros. En
consecuencia, Descartes las elimina de la física y elimine también cualquier fuerza

o principio que actúe desde el interior de los cuerpos. Todo en el mundo cartesiano se reduce a materia en
movimiento pero la materia no implica por sí mismo el movimiento.
Luego ¿quién la mueve? (Entre nosotros, ¿de verdad quieres que te
responda?). En efecto: el movimiento del universo se explica recurriendo
a Dios como causa primera. Dios creó la materia y con ella el
movimiento y conserva invariable en el universo la cantidad de
movimiento, aunque este esté transfiriéndose continuamente de uno a
otro cuerpo. Así que, las leyes fundamentales de la física se deducen de
la inmutabilidad divina (te recuerdo estas tres primeras leyes: inercia,
dirección del movimiento rectilíneo, conservación del movimiento).
Una hipótesis sobre el interior del pato de Vaucanson

En este universo pensado por Descartes no hay causas finales. El mundo, una vez creado, marcha
sólo según estas leyes. Esta concepción del mundo como una máquina recibe el nombre de mecanicismo.
El mecanicismo cartesiano se extiende incluso los cuerpos vivos: plantas, animales y hombres. Los animales
no son otra cosa que materia movimiento, es decir, autómatas sin alma, aunque autómatas perfectos
porque han sido creados por Dios. Por tanto la biología queda reducida a física y, también por tanto cuerpo
y alma son radicalmente diferentes.

Pero si son tan diferentes, ¿cómo se comunican? Para ello tenemos


que definir antes el concepto de sustancia. Tanto yo, como el mundo,
como Dios son sustancias. El concepto de sustancia significa aquello
que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para
existir. En sentido absoluto, sólo Dios sería sustancia. Pero en sentido
relativo, análogo, puede aplicarse también a las otras dos, puesto que
la materia extensa y materia pensante son independientes la una de la
otra aunque ambas dependen de Dios. Para garantizar la
comunicabilidad entre cuerpo y alma, Descartes recurre a la glándula
pineal. Es un aspecto muy famoso de Descartes. Parece que se refiere
a una glándula situada en el cerebro. (Aparte del la invención pseudo
científica, parece que se refería a la epífisis, una glándula situada en la
base del cerebro funciona, entre otras cosas, como reloj biológico).
Pero sigue sin explicar el problema. Este problema es el fundamental
de cualquier dualismo y permanecerá sin resolver hasta el siglo XIX y sobre todo el XX con la moderna
neurología. Para ello, haría falta ampliar el concepto que se tiene del vulgar cerebro (digo vulgar porque es
simple y llanamente materia).

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Apuntes de Descartes
HF 2º-IES Severo Ochoa
TEXTOS DE DESCARTES
TEXTO 1: Inseguridad del saber heredado

Hace ya algún tiempo que me di cuenta de que, desde mi infancia, había tenido por verdaderas numerosas opiniones
falsas, y que lo construido posteriormente sobre principios tan poco firmes no podía dejar de ser altamente dudoso e
incierto; de modo que debía emprender seriamente por una vez en mi vida la tarea de deshacerme de todas las
opiniones que había tomado hasta entonces por verdaderas, y comenzar completamente de nuevo, desde los
cimientos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.

Meditaciones

TEXTO 2: Niveles de la duda

Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y
como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más
simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro
cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin,
considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el
sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado
en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar,
de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta
verdad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no
son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que
andaba buscando.
DM
Todo lo que hasta el presente he tenido como lo más verdadero y seguro lo he aprendido de los sentidos o por los
sentidos: ahora bien, a veces he experimentado que esos sentidos eran engañosos, y es prudente no fiarse nunca por
completo de quienes nos han engañado una vez.

No obstante, tengo aquí que considerar que soy hombre y, en consecuencia, que tengo costumbre de dormir y de
representarme en mis sueños las mismas cosas, o algunas menos verosímiles, que esos insensatos cuando están
despiertos. ¿Cuántas veces he soñado, durante la noche, que estaba en este lugar, que estaba vestido, que estaba
cerca del fuego, aunque estuviese completamente desnudo en mi cama? Me parece ahora que no miro este papel con
ojos somnolientos; que esta cabeza que muevo no está adormilada; que extiendo esta mano intencionadamente y con
un propósito deliberado, y que la siento: lo que ocurre en un sueño, sin embargo, no parece ser tan claro ni tan distinto
como todo esto. Pero, pensándolo cuidadosamente, recuerdo haber sido a menudo engañado, mientras dormía, por
semejantes ilusiones. Y deteniéndome en este pensamiento, veo tan manifiestamente que no hay indicios
concluyentes, ni señales suficientemente seguras por las que se pueda distinguir claramente la vigilia del sueño, que
me quedo totalmente asombrado; y mi asombro es tal, que es casi capaz de persuadirme de que duermo.

Meditaciones

Texto 3. Genio maligno

Supondré que hay, pues, no un verdadero Dios, que es la soberana fuente de verdad, sino un cierto genio malvado, no
menos astuto y engañador que poderoso, que ha empleado toda su industria en engañarme. Pensaré que el cielo, el
aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que vemos no son más que ilusiones y
engaños, de los que se sirve para sorprender mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como carente de manos, de
ojos, de carne, de sangre, (¡pobre!) como carente de sentidos, pero creyendo falsamente tener todas estas cosas.

Med.1ª

10
Apuntes de Descartes
HF 2º-IES Severo Ochoa
Texto 4: Inspiración matemática del método.

Esas largas series de trabadas razones muy simples y fáciles, que los geómetras acostumbran emplear, para llegar a
sus más difíciles demostraciones, habíanme dado ocasión de imaginar que todas las cosas, de que el hombre puede
adquirir conocimiento, se siguen unas a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera
una que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna, por
lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir. Y no me cansé mucho en
buscar por cuáles era preciso comenzar, pues ya sabía que por las más simples y fáciles de conocer; y considerando
que, entre todos los que hasta ahora han investigado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido
encontrar algunas demostraciones, esto es, algunas razones ciertas y evidentes.

D.M.,2ª

Texto 5 El método.
Pero como hombre que tiene que andar solo y en la oscuridad, resolví ir tan despacio y emplear tanta circunspección
en todo, que, a trueque de adelantar poco, me guardaría al menos muy bien de tropezar y caer. E incluso no quise
empezar a deshacerme por completo de ninguna de las opiniones que pudieron antaño deslizarse en mi creencia, sin
haber sido introducidas por la razón, hasta después de pasar buen tiempo dedicado al proyecto de la obra que iba a
emprender, buscando el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de que mi espíritu fuera
capaz. creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar
de observarlos una vez siquiera:
Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase
tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese
su mejor solución.
El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de
conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de
no omitir nada.
DM

Texto 6. Solipsismo.

Cerraré ahora los ojos, taponaré mis oídos, bloquearé todos mis sentidos, borraré incluso de mi pensamiento todas las
imágenes de cosas corporales o, al menos, ya que eso es casi imposible, las consideraré como vanas y falsas; y así,
conversando sólo conmigo mismo, y considerando mi interior, intentaré hacerme, poco a poco, más conocido y familiar
a mí mismo.

Meditaciones

Texto 7: Cogito ergo sum

De modo que, tras haberlo pensado bien y haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir
finalmente y tener por constante que esta proposición: "Soy, existo" es necesariamente verdadera todas las veces que
la pronuncio o que la concibo en mi mente.

Pero no conozco aún con suficiente claridad lo que soy yo, que estoy seguro de que existo; de modo que, en adelante,
es necesario que me mantenga cuidadosamente alerta para no tomar imprudentemente cualquier otra cosa por mi y,
así, no confundirme en absoluto con este conocimiento, que sostengo que es más cierto y más evidente que todos los
que he tenido hasta el presente.

11
Apuntes de Descartes
HF 2º-IES Severo Ochoa
Texto 8: Yo soy una sustancia pensante

No admito ahora, pues, nada que no sea necesariamente verdadero: yo no soy, pues, hablando con precisión, más que
una cosa que piensa, es decir, una mente, un entendimiento o una razón, que son términos cuyo significado
anteriormente me era desconocido. Ahora bien, yo soy una cosa verdadera y verdaderamente existente; pero ¿qué
cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa.

Med. 2ª

Texto 9: Necesidad de Dios.

Pero, a fin de poder rechazarla completamente, debo examinar si hay un Dios tan pronto como se presente la ocasión;
y si encuentro que hay uno, debo examinar también si es engañador: pues sin el conocimiento de estas dos verdades
no veo cómo podría jamás estar seguro de algo.

Meditaciones

Texto 10: Demostración de la existencia de Dios. (a partir de los tipos de ideas).

Ahora bien, de todas estas ideas, unas parecen haber nacido conmigo, otras, serme ajenas y venir de fuera, y las
demás, haber sido construidas e inventadas por mí mismo. Más aún, aquella por la que concibo un Dios soberano,
eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y Creador universal de todas las cosas que hay fuera de él, ésta,
digo, tiene ciertamente en sí más realidad objetiva que aquellas por las que me son representadas las sustancias
finitas.

Ahora bien, es algo manifiesto por la luz natural que debe haber al menos tanta realidad en la causa eficiente y total
como en su efecto, ya que ¿de dónde podría el efecto sacar su realidad sino de su causa? ¿Y cómo esta causa se la
podría comunicar si no la poseyera ella misma?

Pues, a saber: que si la realidad objetiva de alguna de mis ideas es tal que conozca claramente que no está en mí ni
formalmente ni eminentemente y que, en consecuencia, no pueda ser yo la causa de ella, de ahí se sigue
necesariamente que yo no estoy solo en el mundo, sino que hay alguna otra cosa que existe y que es la causa de esa
idea; por el contrario, si no se encuentra en absoluto en mí semejante idea, no tendré ningún argumento que me
pueda convencer, ni estar seguro, de la existencia de ninguna otra cosa más que de mí mismo;

Por ello, quiero dar un paso más y considerar si yo mismo, que tengo esa idea de Dios, podría existir en caso de que no
hubiera ningún Dios.

Meditaciones

Texto 11: Origen de la idea de Dios

Sólo me queda examinar de qué manera he adquirido esta idea. Pues no la he recibido por los sentidos, ni
jamás se me ha presentado a mí contra mi voluntad, tal como hacen las ideas de las cosas sensibles cuando se
presentan o parecen presentarse a los órganos externos de mis sentidos. Tampoco es una pura producción o ficción de
mi mente, ya que no está en mi poder quitarle o añadirle nada. Y en consecuencia, no queda ninguna otra cosa que
decir, sino que, al igual que la idea de mí mismo, ha nacido y se ha producido conmigo desde que he sido creado.

Meditaciones

Texto 12: Resumen de la argumentación acerca de la existencia Dios

Y ciertamente no debe resultar extraño que Dios, al crearme, haya puesto en mí esta idea, para que sea como
la marca del obrero imprimida en su obra; y tampoco es necesario que esa marca sea algo diferente de la obra misma.
Sino que, del sólo hecho de que Dios me ha creado, es muy creíble que me haya hecho, de alguna manera, a su imagen
y semejanza, y que yo conciba este parecido (en el que se encuentra contenido la idea de Dios) por la misma facultad
12
Apuntes de Descartes
HF 2º-IES Severo Ochoa
por la que me concibo a mí mismo; es decir, que cuando reflexiono sobre mí, no solamente conozco que soy una cosa
imperfecta, incompleta y dependiente de otro, que tiende y aspira sin cesar a algo mayor y más grande de lo que soy,
sino que conozco también, al mismo tiempo, que aquel del que dependo posee en sí todas esas grandes cosas a las que
aspiro, cuyas ideas encuentro en mí, no indefinidamente y sólo en potencia, sino que él goza de ellas en efecto, actual e
infinitamente y que por ello es Dios. Y toda la fuerza del argumento del que me he servido aquí para demostrar la
existencia de Dios, consiste en que reconozco que no sería posible que mi naturaleza fuera lo que es, es decir, que
tuviese en mí la idea de un Dios, si Dios no existiese verdaderamente; ese mismo Dios, digo, cuya idea está en mí, es
decir, que posee todas esas elevadas perfecciones de las que nuestra mente puede tener alguna idea sin por ello
comprenderlas, que no está sometido a ningún defecto y que no tiene ninguna de las cosas que indican alguna
imperfección. De donde resulta bastante evidente que no puede ser engañador, ya que la luz natural nos enseña que el
engaño depende necesariamente de algún defecto.

Med.3ª

Texto 13: Objeciones a la existencia de Dios

Quizá también aquel ser del que dependo no es lo que llamo Dios y he sido producido o por mis padres, o por
cualesquiera otras causas menos perfectas que él. Da lo mismo, eso no puede ser así. Pues, como dije anteriormente,
es algo muy evidente que debe haber al menos tanta realidad en la causa como en el efecto. Y, por lo tanto, puesto
que soy una cosa que piensa, y que tengo en mí alguna idea de Dios, sea cual sea, en fin, la causa que atribuya a mi
naturaleza, hay que reconocer necesariamente que debe ser igualmente una cosa que piensa y que posea en sí la idea
de todas las perfecciones que atribuyo a la naturaleza divina. Podemos luego buscar directamente si esta causa tiene
su origen y existencia en sí misma o en alguna otra cosa. Ya que, si la tiene en sí misma, se sigue, por las razones que
alegué anteriormente, que ella misma debe ser Dios, puesto que teniendo la virtud de ser y de existir por sí, debe tener
también, probablemente, el poder de poseer en acto todas las perfecciones cuyas ideas concibe, es decir, todas las que
yo concibo que están en Dios. Y si tiene su existencia de alguna otra causa distinta de sí misma, preguntaremos
directamente, por la misma razón, respecto a esta misma causa, si existe por sí o por otro, hasta que, gradualmente,
lleguemos a una última causa que resultaría ser Dios. Y es muy manifiesto que no puede haber en esto progresión al
infinito, dado que no se trata aquí tanto de la causa que me ha producido antes en el tiempo, como de la que me
conserva en el presente.

Meditaciones

Texto 14: Diferencia entre la idea de triángulo y la idea de Dios.

Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe
con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de
la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que
sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en
el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia
estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos
sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor
evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser
cualquier demostración de la geometría.

DM

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Apuntes de Descartes
HF 2º-IES Severo Ochoa
ACTIVIDADES

1. Señala la diferencia que existe entre un triángulo y Dios. Reconoce la influencia de algún
otro autor estudiado.

Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las
concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas
que me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un
triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no
me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea
que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma
que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una
esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por
lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la
geometría.

2. Lee los tres sueños y sus interpretaciones. ¿Te atreves tú hacer lo mismo? (A soñar no,
bobo/a, a interpretar).

Aquella noche, según su biógrafo del siglo XVII Adrian Baillet, Descartes tuvo tres sueños. En el primero
se hallaba en una calle barrida por un viento muy intenso. Se veía completamente incapaz de mantener
el equilibrio a causa de la debilidad de su pierna derecha, pero los compañeros que se hallaban junto a
él lo sostenían firmemente. Descartes despertó y se durmió de nuevo. Entonces, le despertó el
estruendo de un trueno que había llenado la habitación de chispas; era también un sueño. Se durmió
de nuevo y soñó que encontraba un diccionario, encima de su mesa. Entonces, en otro libro, su vista
"tropezó con las palabras Quid vitae sectabor iter?” (¿Qué clase de vida debo seguir?). Y, a la vez, se
presentó un hombre, que le era desconocido, con unos versos que empezaban con las palabras “Est et
non”, que le recomendó encarecidamente". Descartes reconoció en estas palabras la primera línea de
dos poemas de Ausonius. Incluso antes de despertarse definitivamente, Descartes había empezado ya a
interpretar el primer sueño como una advertencia hacia los errores pasados, el segundo como el
descenso del espíritu de la verdad para tomar posesión de él, y el tercero como indicándole que se le
habrían los tesoros de todas las ciencias y el camino del conocimiento verdadero. No obstante, este
incidente puede haber sido elaborado por el propio Baillet como un elemento retórico que simbolizase
la certeza que Descartes tenía en la validez de su forma de aproximarse al conocimiento verdadero.

Primer sueño: Descartes se vio a sí mismo caminando hacia la iglesia de su antigua escuela, el Colegio de La
Fléche. El viento le impedía avanzar debido a su virulencia y lo arrastraba contra la pared del templo. En el
patio del mismo, alguien conocido le invitaba a comer un melón maduro.

Segundo sueño: Sintió y escucho el crepitar de un rayo y que su cuarto era inundado por una lluvia de
fuego.

Tercer sueño: Descartes se hallaba en una estancia, delante de un diccionario y un libro de poemas. Logró
ver un verso de Ausonio: “¿Cuál será el camino que seguiré en mi vida? De repente, un desconocido entra
en el cuarto y le ofrece un libro abierto con dos palabras SIÍ y NO.

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Apuntes de Descartes
HF 2º-IES Severo Ochoa
Para Descartes los dos primeros sueños se referían a su pasado y la tercera visión al futuro. El fuerte viento
lo explica como un espíritu maligno que pretende empujarle a la fuerza hacia la iglesia, de la cual el filósofo
no pretende alejarse por el momento. El melón simboliza el amor de la soledad.

La lluvia de fuego representaba al Espíritu Santo. Freud interpretaría posteriormente este hecho como una
manifestación sexual, sacándola del contexto cultural católico en el que Descartes vivía.

En cuanto al diccionario era, para nuestro autor, la suma de las ciencias, y el libro de poemas simbolizaba la
unión entre la sabiduría y la filosofía. El SÍ y el NO representaban la posibilidad de diferenciar la verdad de
la mentira, a través de un método adecuado.

En cuanto a la misteriosa figura que le señala el camino del método, hay muchas y variadas
interpretaciones, unos afirman que era alguno de los Hermanos Rosacruces, con su propuesta de un
método infalible, para otros, era un ángel del Señor el que puso en marcha el sueño de la razón.

3. Señala los prejuicios antropocéntricos cristianos y los desconocimientos de psicología


contemporánea

“Y ciertamente no debe resultar extraño que Dios, al crearme, haya puesto en mí esta idea, para que sea
como la marca del obrero imprimida en su obra; y tampoco es necesario que esa marca sea algo diferente
de la obra misma. Sino que, del sólo hecho de que Dios me ha creado, es muy creíble que me haya hecho, de
alguna manera, a su imagen y semejanza, y que yo conciba este parecido (en el que se encuentra contenido
la idea de Dios) por la misma facultad por la que me concibo a mí mismo; es decir, que cuando reflexiono
sobre mí, no solamente conozco que soy una cosa imperfecta, incompleta y dependiente de otro, que tiende
y aspira sin cesar a algo mayor y más grande de lo que soy, sino que conozco también, al mismo tiempo,
que aquel del que dependo posee en sí todas esas grandes cosas a las que aspiro, cuyas ideas encuentro en
mí, no indefinidamente y sólo en potencia, sino que él goza de ellas en efecto, actual e infinitamente y que
por ello es Dios. Y toda la fuerza del argumento del que me he servido aquí para demostrar la existencia de
Dios, consiste en que reconozco que no sería posible que mi naturaleza fuera lo que es, es decir, que tuviese
en mí la idea de un Dios, si Dios no existiese verdaderamente; ese mismo Dios, digo, cuya idea está en mí, es
decir, que posee todas esas elevadas perfecciones de las que nuestra mente puede tener alguna idea sin por
ello comprenderlas, que no está sometido a ningún defecto y que no tiene ninguna de las cosas que indican
alguna imperfección. De donde resulta bastante evidente que no puede ser engañador, ya que la luz natural
nos enseña que el engaño depende necesariamente de algún defecto.”

Meditaciones, 3

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