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René Descartes
(La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650) Filósofo y matemático
francés. Después del esplendor de la antigua filosofía griega y del apogeo y
crisis de la escolástica en la Europa medieval, los nuevos aires del
Renacimiento y la revolución científica que lo acompañó darían lugar, en el
siglo XVII, al nacimiento de la filosofía moderna.
Biografía
René Descartes se educó en el colegio jesuita de La Flèche (1604-1612), por entonces uno de
los más prestigiosos de Europa, donde gozó de un cierto trato de favor en atención a su delicada
salud. Los estudios que en tal centro llevó a cabo tuvieron una importancia decisiva en su
formación intelectual; conocida la turbulenta juventud de Descartes, sin duda en La Flèche
debió cimentarse la base de su cultura. Las huellas de tal educación se manifiestan objetiva y
acusadamente en toda la ideología filosófica del sabio.
Tras renunciar a la vida militar, Descartes viajó por Alemania y los Países
Bajos y regresó a Francia en 1622, para vender sus posesiones y asegurarse
así una vida independiente; pasó una temporada en Italia (1623-1625) y se
afincó luego en París, donde se relacionó con la mayoría de científicos de la
época.
Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema
del mundo y su concepción del hombre y del cuerpo humano. En 1633 debía
de tener ya muy avanzada la redacción de un amplio texto de metafísica y
física titulado Tratado sobre la luz; sin embargo, la noticia de la condena
de Galileo le asustó, puesto que también Descartes defendía en aquella obra el
heliocentrismo de Copérnico, opinión que no creía censurable desde el punto de
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vista teológico. Como temía que tal texto pudiera contener teorías
condenables, renunció a su publicación, que tendría lugar póstumamente.
En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres
ensayos científicos. Por la audacia y novedad de los conceptos, la genialidad de
los descubrimientos y el ímpetu de las ideas, el libro bastó para dar a su autor
una inmediata y merecida fama, pero también por ello mismo provocó un
diluvio de polémicas, que en adelante harían fatigosa y aun peligrosa su vida.
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proporcionaba Cristina, Descartes no fue feliz en "el país de los osos, donde los
pensamientos de los hombres parecen, como el agua, metamorfosearse en
hielo". Estaba acostumbrado a las comodidades y no le era fácil levantarse
cada día a las cuatro de la mañana, en plena oscuridad y con el frío invernal
royéndole los huesos, para adoctrinar a una reina que no disponía de más
tiempo libre debido a sus obligaciones. Los espartanos madrugones y el frío
pudieron más que el filósofo, que murió de una pulmonía a principios de 1650,
cinco meses después de su llegada.
La filosofía de Descartes
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firmemente seguros de nuestro pensamiento y de nuestra existencia.
Existimos y somos una sustancia pensante, espiritual.
A partir de ello elabora Descartes toda su filosofía. Dado que no puede confiar
en las cosas, cuya existencia aún no ha podido demostrar, Descartes intenta
partir del pensamiento, cuya existencia ya ha sido demostrada. Aunque pueda
referirse al exterior, el pensamiento no se compone de cosas, sino de ideas
sobre las cosas. La cuestión que se plantea es la de si hay en nuestro
pensamiento alguna idea o representación que podamos percibir con la misma
«claridad» y «distinción» (los dos criterios cartesianos de certeza) con la que
nos percibimos como sujetos pensantes.
Clases de ideas
Del Yo a Dios
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Esta demostración de la existencia de Dios constituye una variante del
argumento ontológico empleado ya en el siglo XII por San Anselmo de Canterbury, y
fue duramente atacada por los adversarios de Descartes, que lo acusaron de
caer en un círculo vicioso: para demostrar la existencia de Dios y así garantizar
el conocimiento del mundo exterior se utilizan los criterios de claridad y
distinción, pero la fiabilidad de tales criterios se justifica a su vez por la
existencia de Dios. Tal crítica apunta no sólo a la validez o invalidez del
argumento, sino también al hecho de que Descartes no parece aplicar en este
punto su propia metodología.
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material y extenso (res extensa), y el alma espiritual y pensante (res cogitans),
debería haber entre ellos una absoluta incomunicación.
No obstante, en el sistema cartesiano esto no ocurre, sino que el alma y el
cuerpo se comunican entre sí, no al modo clásico, sino de una manera
singular. El alma está asentada en la glándula pineal, situada en el encéfalo, y
desde allí rige al cuerpo como «el nauta rige la nave», por medio de los
espíritus animales, sustancias intermedias entre espíritu y cuerpo a manera de
finísimas partículas de sangre, que transmiten al cuerpo las órdenes del alma.
La solución de Descartes no resultó satisfactoria, y el llamado problema de la
comunicación de las sustancias sería largamente discutido por los filósofos
posteriores.
Su influencia
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